HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Octubre 2022
Estas son dos palabras que
escuchamos mucho, de manera
positiva y negativa, en las
relaciones personales y
congregacional. Es importante
comprender que la una no va sin la
otra. La promesa es el compromiso
adquirido en hacer o dar algo a una
o más personas. Según sea el
caso, y como complemento
inherente a esa promesa, está la
fidelidad, que es, si lo podemos
definir así, el resguardo o garantía
de esa promesa hecha.
En las relaciones entre familia,
hermanos, amigos hay promesas
que incumplimos y aunque cabe la
posibilidad de que las razones sean
“validas”, no deja de ser una
palabra dicha que nunca se hizo
realidad. Siendo sinceros con
nosotros mismos, la mayoría de las
veces que faltamos a nuestras
promesas es por falta de interés o
verdaderamente no somos
capaces de cumplirlas. Por
supuesto, la idea no es ser
escépticos a todo lo que nos digan.
Sin embargo, en esa búsqueda de
la verdad sobresale una persona
que sí es digna de absoluta
confianza y sobre ella quiero que
fijes tu atención. Esa persona es
Dios. Él es el único que cumple este
requisito: “digno de confianza”.
En el libro de Deuteronomio
encontramos una de las tantas
promesas que Dios hace a su
pueblo mientras este anduvo por el
desierto camino a la tierra
prometida después de salir de
Egipto.
Nos dice el texto: “Mas pasaréis el
Jordán, y habitaréis en la tierra que
Jehová vuestro Dios os hace
heredar; y él os dará reposo de
todos vuestros enemigos
alrededor, y habitaréis seguros.”
(12:10). Tres cosas ciertísimas que
Dios promete: Pasaréis, habitaréis
y tendréis reposo.
El cumplimiento de esto lo vemos
en las palabras de Josué, “De esta
manera dio Jehová a Israel toda la
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PROMESAS Y FIDELIDAD DE DIOS
tierra que había jurado dar a sus
padres, y la poseyeron y habitaron
en ella. Y Jehová les dio reposo
alrededor, conforme a todo lo que
había jurado a sus padres; y
ninguno de todos sus enemigos
pudo hacerles frente, porque
Jehová entregó en sus manos a
todos sus enemigos. No faltó
palabra de todas las buenas
promesas que Jehová había hecho
a la casa de Israel; todo se
cumplió.” (Josué 21:43-45).
Una ratificación más, la hace
Salomón, cuando está haciendo la
dedicación del templo, “Bendito sea
Jehová, que ha dado paz a su
pueblo Israel, conforme a todo lo
que él había dicho; ninguna palabra
de todas sus promesas que
expresó por Moisés su siervo, ha
faltado.” (1 Reyes 8:56).
Eso fue para Moisés, pero para
nosotros fueron escritas estas
palabras: “porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en
él Amén, por medio de nosotros,
para la gloria de Dios.” (2 Corintios
1:20). Lo mismo sucedió con
Abraham (Génesis 12:5; 18, 21),
cuyas promesas se hacen
extensivas para nosotros hoy,
porque dice: “Así Abraham creyó a
Dios, y le fue contado por justicia.
Sabed, por tanto, que los que son
de fe, éstos son hijos de Abraham.”
(Gálatas 3:6,7). De ambos casos
aprendemos que Dios promete y
cumple porque está en su
naturaleza, como nos dice Hebreos
6: No hay nadie más grande que Él
Nº 92
(v.13), es inmutable, o sea, que no
cambia de parecer (v.17) y además,
es imposible que Dios mienta
(v.18).
La otra palabra es fidelidad, y como
dijimos antes, es la garantía del
cumplimiento de esa promesa. En
cuanto a nosotros, no somos
dignos de plena confianza, por lo
tanto, no somos fieles, seguridad,
en la mayoría de los casos, de
cumplir nuestras promesas. ¡Ah!
Pero en cuanto a Dios podemos
estar seguros de Su lealtad y Su
amor incondicional. Fiel en relación
a que tenemos comunión con Su
Hijo Jesucristo (1 Corintios 1:9), fiel
en cuanto a que no hay nada que él
permita, que no seamos capaces
de soportar (1 Corintios 10:13), fiel
porque todo nuestro ser es
guardado irreprensible hasta la
venida de Cristo (1 Tesalonicenses
5:24), fiel al afirmarnos y
guardarnos del mal (2
Tesalonicenses 3:3).
Somos llamados a mantenernos
firmes porque sabemos que es fiel
en cumplir todas sus promesas,
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la
profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió.”
(Hebreos 10:23).
Y para finalizar, en este escrito,
podemos decir que su Fidelidad es:
- Grande. “Por la misericordia de
Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus
misericordias. Nuevas son cada
mañana; grande es tu fidelidad.”
(Lamentaciones 3:22. 23).
- Extensiva. “Jehová, hasta los
cielos llega tu misericordia, Y tu
fidelidad alcanza hasta las nubes.”
(Salmo 36:5).
- Duradera. “Porque Jehová es
bueno; para siempre es su
misericordia, Y su verdad
(fidelidad) por todas las
generaciones.” (Salmo 100:5).
JOAB CERVINI
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Octubre 2022
En el último escrito vimos a Jesús
como el único camino que nos lleva
al Padre. Ahora exploraremos otra
realidad que Jesús dijo ser: “la
verdad”.
Verdad, según el diccionario, es la
concordancia entre una afirmación
y el hecho al cual se refiere. Somos
testigos de cómo los tiempos y las
sociedades cambian
continuamente, lo que años atrás
se consideraba bueno, ya no lo es.
Los principios morales han pasado
de ser relevantes a estar fuera de
moda. Una forma de pensar que ha
influenciado en el comportamiento
de muchos, trayendo consigo más
caos, desorden y daño,
consecuencias de no tener a Dios
en el corazón. La Biblia declara:
“Porque la ira de Dios se revela
desde el cielo contra toda impiedad
e injusticia de los hombres que
detienen con injusticia la verdad...
ya que cambiaron la verdad de Dios
por la mentira...” (Ro. 1:18-32). El
mundo quiere eliminar a Dios de
todos los ámbitos de la vida (como
si eso fuera posible). Busca explicar
de manera lógica temas esenciales
de la vida fuera de él y por eso
surgen tantas filosofías, desde la
antigüedad hasta nuestros días,
pensamientos propios de una
naturaleza caída y sujeta al engaño
del maligno, quien “ha sido
homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque
no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, de suyo habla; porque es
mentiroso, y padre de mentira.”
(Juan 8:44).
Dios es el Creador y sustentador de
todas las cosas, él mismo que
constituyó el universo por su
palabra “de modo que lo que se ve
fue hecho de lo que no se veía.”
(Hebreos 11:3). Por lo tanto, la
verdad no puede provenir del
razonamiento humano, sino de
Aquel que es la verdad, quien ha
dado cumplimiento a su palabra a
través de los tiempos, según su
propósito. Recordemos a Moisés,
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JESUCRISTO, LA ÚNICA VERDAD
testigo de las maravillas de Dios,
llamado para liberar a los israelitas
de la esclavitud en Egipto y guiarlos
a través del desierto hacía la tierra
prometida. Este siervo declaró que
Dios es: “la Roca, cuya obra es
perfecta, Porque todos sus
caminos son rectitud; Dios de
verdad, y sin ninguna iniquidad en
él; Es justo y recto.” (Dt. 32:4).
Ve m o s q u e S u c a r á c t e r e s
inmutable, él no cambia de parecer
como nosotros “Porque recta es la
palabra de Jehová, Y toda su obra
es hecha con fidelidad.” (Salmo
33:4) o como leemos en otro pasaje
que “...él permanece fiel; Él no
puede negarse a sí mismo.”
(2Timoteo 2:13). Siendo Dios la
fuente de verdad, entonces, todo lo
que emana de él es según verdad.
La Biblia es la revelación de Dios
para el hombre, él mismo se ha
encargado de que hoy podamos
tenerla en nuestras manos. La
cuestión es si ¿estás realmente
interesado en conocer la verdad?,
porque no todos lo están. Este es el
testimonio de un hombre así: “Le
dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres
tú rey? Respondió Jesús: Tú dices
que yo soy rey. Yo para esto he
nacido, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio a la
verdad. Todo aquel que es de la
verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato:
¿Qué es la verdad? Y cuando hubo
dicho esto, salió otra vez a los
judíos, y les dijo: Yo no hallo en él
ningún delito.” (Juan 18:37-38).
Pilato no quería saber la verdad, de
lo contrario habría escuchado a
Jesús, pero lo condenó a muerte
aun cuando no encontró ninguna
prueba en su contra.
El propósito del Señor al venir al
mundo fue dar testimonio a la
verdad y así sucedió, su vida fue en
perfecta concordancia con sus
palabras y obras. Sin embargo, fue
rechazado a tal punto de sufrir
burla, desprecio y una muerte
vergonzosa como lo era la
crucifixión, una escena que
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muestra la injusticia con la que el
hombre procede. No obstante, no
pensemos que Cristo estuvo a
merced de los hombres, pues
estaba dentro del plan divino que el
Hijo de Dios entregase su vida en
favor de los pecadores,“Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna.”
(Juan 3:16) y esa es la verdad.
Quien la recibe encuentra
salvación, reconciliación,
justificación y paz. A diferencia de la
mentira que te mantiene en
oscuridad, esclavitud y destinado a
sufrir el justo juicio de Dios en un
lugar de tormento por toda la
eternidad, por tu corazón no
arrepentido.
Es el deseo del Creador que toda
persona reciba la verdad para ser
salvo de la condenación. Si ves a
una persona caminando hacia un
precipicio con los ojos vendados
¿qué harías? Ciertamente la
detendrías, le dirías que la
dirección que ha tomado le
conduce a una muerte segura. Esto
es precisamente lo que Dios hizo
enviando a Cristo al mundo.
¿Qué harás, querido lector o
lectora, que aún no recibes la
verdad de Dios? Nadie puede
andar en la verdad sin él. Verdad
que disfrutamos y proclamamos los
que en él confiamos entre tanto
esperamos su regreso y el
cumplimiento de su promesa: “No
se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí. En la
casa de mi Padre muchas moradas
hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar
para vosotros. Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo, para que
donde yo estoy, vosotros también
estéis. Y sabéis a dónde voy, y
sabéis el camino. ...Jesús le dijo: Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.”
(Juan 14:1-6) DIANA ZAMBRANO
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“Pues tus palabras son mis delicias”
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En la archi conocida historia del
jovencito contra el gigante de 1
Samuel 17, siempre se nos olvida
mencionar a Saúl, quien hasta ese
momento seguía siendo rey en
Israel. Tres corazones diferentes,
pero solo uno de ellos no erró el
blanco porque su mirada estuvo en
la dirección correcta, honrando, a lo
largo de sus pocos años, al gran
Dios o como él lo llamaba, a Jehová
de los ejércitos.
De Goliat leemos lo grande de su
estatura, seis codos y un palmo
(v.4), la experiencia en batalla,
“salió entonces del campamento de
los filisteos un paladín, de Gat” (v.4)
y su regia armadura, “casco de
bronce, cota de malla, grebas de
bronce, jabalina, lanza y espada”
(vv.6,7). Pero aparte de todo esto,
la actitud de este guerrero era de
temer. El hombre venía a matar y
allí en medio del camino, lanzó
todos los improperios, todo su odio,
toda su mala intención, sin estimar
en ningún momento a Aquel que
había llevado a ambos ejércitos a
este valle, y que vendría a ser el
último encuentro militar del gigante,
“Y se paró y dio voces a los
escuadrones de Israel, diciéndoles:
¿Para qué os habéis puesto en
orden de batalla? ¿No soy yo el
filisteo, y vosotros los siervos de
Saúl? Escoged de entre vosotros
un hombre que venga contra mí. Si
él pudiere pelear conmigo, y me
venciere, nosotros seremos
vuestros siervos; y si yo pudiere
más que él, y lo venciere, vosotros
seréis nuestros siervos y nos
serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo
he desafiado al campamento de
Israel; dadme un hombre que pelee
conmigo.” (vv.8-10). Retaba, se
burlaba, gritaba, asustaba, no era
de Dios ni lo buscaba. Su guerra fue
primero psicológica, ya tenía la
victoria sobre un pueblo débil que
estaba amedrentado.
Goliat es ese que intercepta
nuestro camino. Cualquier cosa
que busque debilitar nuestra fe,
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TRES CORAZONES
hacernos caer, tropezar, mirar
hacia abajo. Lo que nos da miedo y
nos hace pequeños. Es ese gigante
que nubla nuestros ojos hasta
hacernos creer que no hay
solución, no hay salida. Parece ser
el problema en un principio, pero
realmente no lo es. Estas palabras
son para el creyente: ¡Identifica al
enemigo! Llámalo deseos de la
carne, deseos de los ojos o
vanagloria de la vida (1 Juan 2:16),
llámalo conscupiscencia “cada uno
es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y
seducido.” (Santiago 1:14), llámalo
diablo, “vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien
devorar” (1Pedro 5:8). ¡Cuidado, es
peligroso! Concíbelo como una
batalla más que habrá que librar.
En cuanto a Saúl, lo único que tenía
de distinguido en ese momento era
su título real. El flojo reinado de este
robusto rey hizo que los filisteos,
incluyendo a Goliat, irrespetaran no
solamente a Israel, nada más y
nada menos que el pueblo de Dios,
sido además al propio Dios de
Israel.
El declive del primer soberano real
se dejó ver en esos días de batalla.
No podía vencer, no alentaba a su
ejército, ofreció a su hija como
premio mayor, en cuanto tuvo en
frente a David, lo desestimó, “tú
eres muchacho, y él un hombre de
guerra desde su juventud” (v.33).
La máxima autoridad, el líder de la
nación entregó la armadura, la
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batalla y la victoria en manos de
alguien a quien él poco conocía
(dice al final del capítulo 17 que
Saúl pregunta a Abner de quién era
hijo David).
Este es un claro ejemplo de aquel
que no busca a Dios cuando viene
la prueba, la tentación ni en ningún
otro momento de su vida. Saúl
nunca se encomendó a él antes de
ir a esta guerra. Fue a pelear con
sus propias fuerzas, cuando era
conocido que quien pelea es Dios,
“Jehová vuestro Dios, él es el que
pelea por vosotros.” (Deuteronomio
3:22). Abandonó el cargo y entregó
a todos sus hombres cuando le era
más fácil clamar al cielo y suplicar
auxilio. Aunque sea, morir dándolo
todo hasta el último minuto. Dios se
apartó de él porque antes, mucho
antes ya Saúl se había apartado de
Dios, recordemos cómo termina
aquella súplica que hizo ante
Samuel: “Yo he pecado; pero te
ruego que me honres delante de los
ancianos de mi pueblo y delante de
Israel, y vuelvas conmigo para que
adore a Jehová tu Dios.” (15:30).
Terminamos con David, de aspecto
delicado, muchacho, rubio y de
hermoso parecer (v.42), pastor de
las ovejas de su padre,
defendiéndolas contra el oso o el
león (v.34), cuyas armas eran sus
propias manos, pues él “echaba
mano de la quijada, y lo hería y lo
mataba.” (v.35), además de su
cayado, su saco pastoril, la honda y
solo una de las cinco piedras que
llevaba consigo (v.40). Cuando aún
no se sabía cómo vencer al filisteo,
David pronunció estas palabras:
“¿quién es este filisteo incircunciso,
para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?”
( v. 2 6 ) . L e a m o s c ó m o f u e e l
recorrido hasta la victoria de este
sencillo pastor: “No desmaye el
corazón de ninguno a causa de él;
tu siervo irá y peleará contra este
filisteo… Fuese león, fuese oso, tu
siervo lo mataba; y este filisteo
incircunciso será como uno de
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
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ellos, porque ha provocado al
ejército del Dios viviente… Añadió
David: Jehová, que me ha librado
de las garras del león y de las
garras del oso, él también me
librará de la mano de este filisteo…
Y ciñó David su espada sobre sus
vestidos, y probó a andar, porque
nunca había hecho la prueba. Y dijo
David a Saúl: Yo no puedo andar
con esto, porque nunca lo
practiqué. Y David echó de sí
aquellas cosas…. Tú vienes a mí
con espada y lanza y jabalina; mas
yo vengo a ti en el nombre de
Jehová de los ejércitos, el Dios de
los escuadrones de Israel, a quien
tú has provocado. Jehová te
entregará hoy en mi mano, y yo te
venceré, y te cortaré la cabeza, y
daré hoy los cuerpos de los filisteos
a las aves del cielo y a las bestias de
la tierra; y toda la tierra sabrá que
hay Dios en Israel. Y sabrá toda
esta congregación que Jehová no
salva con espada y con lanza;
porque de Jehová es la batalla, y él
os entregará en nuestras manos.”
(vv.32,36,37,39, 45-47).
Así venció David al filisteo,
reconociendo delante de Israel, del
rey Saúl, de todo el ejército
enemigo, del mismísimo gigante
Goliat quién es el Dios viviente,
Jehová de los ejércitos. ANA RUIZ
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ABUNDANCIA DE BENDICIÓN EN CRISTO
“Y sé que cuando vaya a vosotros,
llegaré con abundancia de la
bendición del evangelio de Cristo.”
(Romanos15:29).
El apóstol Pablo, un hombre
enteramente preparado y
capacitado por Dios para una vida
de entrega total y absoluta a la
causa de Cristo.
Después de tener su encuentro
personal con el Señor, su vida fue
transformada completamente, el
Señor le usó para llevar su
evangelio por todo el mundo,
buenas noticias de salvación por la
fe en Jesucristo. Muchos pudieron
ver y escuchar de primera mano el
mensaje que el apóstol predicó,
mensaje que le fue dado desde el
cielo por el Señor. Hoy en día
nosotros disfrutamos de los
escritos del apóstol, pues quedaron
registrados para bendición de todo
aquel que los lee; palabra que fue
inspirada por el Espíritu Santo y que
podemos encontrar en el Nuevo
Testamento de nuestras Biblias.
La vida de este siervo fue de
entrega total, sin reserva. Sus
convicciones y su amor por el Señor
le llevó a derramar su vida,
aprovechando todas las
oportunidades que Dios le dio para
dar testimonio de su Amado
Salvador. Él pudo experimentar una
“El viento sopla
de donde quiere,
y oyes su sonido;
mas ni sabes
de dónde viene,
ni a dónde va;
así es todo aquel
que es nacido
del Espíritu”
Juan 3:8
ANA RUIZ
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vida de plenitud en Cristo, guiado,
controlado totalmente por el
Espíritu, viviendo apartado,
desligado del mundo y afianzado en
Su palabra. El propósito de Pablo
era llevar abundancia de bendición
del evangelio de Jesucristo allí
donde le enviaba el Señor. Propuso
en su corazón ser de edificación y
bendición para los demás, nada
hacía para sí mismo, siempre
buscaba glorificar el nombre de
Dios.
Al final de sus días pudo expresar
con gozo y paz:“He peleado la
buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la fe. Por lo
demás, me está guardada la corona
de justicia, la cual me dará el Señor,
juez justo, en aquel día; y no solo a
mí, sino también a todos los que
aman su venida.” (2 Timoteo 4:7,8).
Que mi anhelo como creyente y
sierva del Señor sea presentarme
como sacrificio vivo, de forma
completa y sin reserva a la causa de
Cristo. Que aquí donde estoy ahora
pueda llevar abundancia de las
bendiciones del evangelio, que ya
no viva para mí sino para Él. Que
pueda presentarme como ese
sacrificio santo, apartado,
separado del mundo y sus deseos,
para agradar única y
exclusivamente a Dios. Que mi
propósito sea vivir la vida que Dios
ha diseñado para mí. Que la
obediencia al Señor reine en mi
corazón. Que mis motivaciones
sean buscar gloria y honra a su
nombre.
Nada puedo hacer por mí misma,
nada puedo hacer si no tengo a
Cristo en mi corazón, como bien lo
expresó el mismo Señor en Juan
15:5: “Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en
mí, y yo en él, este lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer.”
Así pues, unidos en plenitud a
Cristo, para llevar mucho fruto,
abundancia de bendiciones allí
donde estemos. ALEXA CASTRO