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Julio Ortiz Herráiz


Para la prueba de la simulación es necesario
que la exclusión se realice por un acto positi-
vo por el que se manifieste claramente la vo-
luntad simulatoria del contrayente, por el que
el acto salga a su existencia, por el que en defi- CONNOTACIONES PSICOLÓGICAS
nitiva la voluntad, previo el conocimiento del
objeto, se determine positivamente a querer DE LA SIMULACIÓN
algo: es decir, no basta no querer el matrimo-

CONNOTACIONES PSICOLÓGICAS DE LA SIMULACIÓN EN EL MATRIMONIO CANONICO


nio, sus propiedades o elementos esenciales, EN EL MATRIMONIO CANONICO
sino que es preciso un querer excluirlos, como
se suele decir en la jurisprudencia rotal, no se
trata de un ‘non velle’ sino de un ‘velle non’. En
definitiva, para que el matrimonio sea nulo se Julio Ortiz Herráiz
requiere no aceptar el matrimonio o la pro-
piedad o el elemento esencial por un acto po-
sitivo de voluntad, necesariamente anterior o
concomitante a la celebración del matrimo-
nio, como ha declarado alguna reciente sen-
tencia rotal en el año 2021.

No obstante, la mayor dificultad en la práctica


será discernir en el caso concreto si, una vez
demostrada la existencia de un acto positivo
de voluntad, hacía referencia a la exclusión
del derecho mismo o simplemente de su ejer-
cicio, para lo cual deberá el Tribunal discernir,
a la vista de todas las circunstancias cuál fue
la verdadera intención del contrayente. Es en
este punto en el que ha quedado evidenciado
que en ocasiones encontramos algunos casos
en los que algún tipo de exclusión y la inca-
pacidad para asumir las obligaciones esencia-
les del matrimonio pueden estar simultánea-
mente presentes en el acto de prestación del
consentimiento matrimonial.

188669_CUB_ConnotacionesPsicologicasSimulacion_ok-v.pdf - 10/05/22
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CONNOTACIONES PSICOLÓGICAS
DE LA SIMULACIÓN
EN EL MATRIMONIO CANONICO
CONNOTACIONES PSICOLÓGICAS
DE LA SIMULACIÓN
EN EL MATRIMONIO CANONICO

Julio Ortiz Herráiz


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© Julio Ortiz Herráiz


Madrid, 2022

Editorial DYKINSON, S.L. Meléndez Valdés, 61 – 28015 Madrid


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ISBN: 978-84-1377-623-1
Depósito Legal: M-13436-2022

ISBN electrónico: 978-84-1122-345-4

Preimpresión:
Besing Servicios Grá icos, S.L.
besingsg@gmail.com
A mis padares y hermanos
Índice

ABREVIATURAS...................................................................................... 11

I.- LA CAUSA SIMULANDI................................................................. 15

1.1. Introducción............................................................................. 15
1.2. Concepto de “causa simulandi”................................................ 15
1.3. La causa simulandi.................................................................... 17
1.3.1. Connotaciones................................................................ 17
1.3.2. Clases............................................................................ 18
1.4. La prueba de la causa simulandi y su conexión con la
exclusión implícita................................................................... 21

II.- ¿ES POSIBLE HABLAR DE “CAUSA SIMULANDI


PSICOLÓGICA”?.......................................................................... 25

III.- LA PRUEBA PERICIAL PSICOLÓGICA ¿PUEDE SER UN


MEDIO DE PRUEBA PARA LA SIMULACIÓN.......................... 29

IV.- REPERCUSIÓN DE LAS DISFUNCIONES PSÍQUICAS


EN LA VOLUNTAD EXCLUYENTE............................................ 41

9
Índice

V.- EL SUJETO INCAPAZ PARA EL MATRIMONIO


PUEDE TAMBIÉN SIMULAR....................................................... 63

5.1. Aproximación teórica ............................................................. 63


5.2. Aproximación a la praxis judicial: Análisis de veinte causas
paradigmáticas del fenómeno que nos ocupa........................ 71
5.3. Recapitulación global y comparativa....................................... 144
5.3.1. Cuadro resumen de los diagnósticos en relación al objeto
de la exclusión de las causas de nulidad cuyos peritajes
hemos extractado anteriormente:...................................... 144
5.3.2. Cuadro resumen del objeto de la exclusión en relación a
los diagnósticos de las causas de nulidad cuyos peritajes
hemos extractado anteriormente:...................................... 146
5.3.3. Gráfico de recapitulación global-comparativa................... 147

VI.- valoración conclusiva..................................................... 149

ANEXOS.................................................................................................... 157

I. Fuentes ..................................................................................... 157


II. Jurisprudencia......................................................................... 160
III. Bibliografía consultada............................................................ 168

10
ABREVIATURAS Y SIGLAS

AAS Acta Apostolicae Sedis


AC L’Année Canonique
Adhort. Ap. Exhortación apostólica
Alloc. Alocución
Apdo. apartado
Ap. Apollinaris
APM Asociación Psicoanalítica de Madrid. Si aparecen estas siglas son el
nombre del instituto o Asociación o el de su revista cuando apare-
ce como tal con su nº de publicación
Art. artículo
Artt. Artículos
Art. cit. artículo citado
AA. VV. Autores varios
ARRT Apostolicum Rotae Romanae Tribunal
BOE Boletín Oficial del Estado
c. canon
cc. cánones
Cfr. Confróntese, compárese
CCEO Codex Canonum Ecclesiarium Orientalium
CECIC Comentarios exegéticos al Código de Derecho Canónico
CDMPC Curso de Derecho matrimonial y procesal canónico para profesionales del
foro (varios volúmenes)
CIC 17 Codex Iuris Canonici 1917
CIC 83 Codex Iuris Canonici 1983
CIE Comisión Islámica de España
CJC Colectánea de Jurisprudencia Canónica
Comm. Communicationes
Compost. Compostellanum
Const. ap. Constitución apostólica

11
Abreviaturas

Const. dog. Constitución dogmática


Const. past.
Constitución pastoral
coord. / coords.
coordinador / coordinadores
CPI Comisión pontificia para la interpretación del Código de 1917 y
del Código de 1983
DC Dignitas Connubii
Decl. declaración
DE Il Diritto Ecclesiastico
DGRN Dirección General de los Registros y del Notariado
Ed. edición, casa editorial
e. g. por ejemplo
EIC Ephemerides Iuris Canonici
FG Fidelium Iura
Fol. folio
GS Constitución pastoral Gaudium et spes
ibíd. misma obra anterior
ídem del mismo autor
IC Ius Canonicum
IDE Il Diritto Ecclesiastico
IEPPM Revista de Psicoterapia y Psicosomática del IEPPM Instituto de
Estudios Psicosomáticos y Psicoterapia Médica
LEF Lex Ecclesiae Fundamentalis
LG Constitución dogmática Lumen Gentium
Lib. Libro
Litt. Enc. Carta encíclica
ME Monitor Ecclesiasticus
N. de A. Nota del autor
N. de T. Nota del traductor
N. de E. Nota del editor
n. / nn. Número / números
op. cit. obra citada
p. / pp. página / páginas
Pent. Pentecostés
Per Periodica de re morali canonica litúrgica
Prof. Profesor
Prot. n. protocolo número
REDC Revista Española de Derecho Canónico

12
Abreviaturas

RGDCEE Revista General de Derecho Canónico y Eclesiástico del Estado


RevDerPriv. Revista de Derecho Privado
Rev.Sc.Philos.Theol Revue des sciences philosophiques et theologiques
RJA Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi
RJC Revista Jurídica de Cataluña
SC Studia Canonica
Sent. c. Sentencia coram
SRRD Sacrae Romanae Rotae Decisiones seu Sententiae
ss. y siguientes
TASRRD Tribunal Apostolicum Sacrae Romanae Rotae Decisiones seu
Sententiae
St.Pat. Studia Patavina
STC Sentencia del Tribunal Constitucional
STC Sentencia del Tribunal Supremo
tit. título
TJ The Jurist
v. g. por ejemplo
Víd. Véase
Vol. / vols. Volumen / volúmenes

13
I.- LA CAUSA SIMULANDI

1.1. Introducción

En la panorámica que abordamos tratamos de poner de manifiesto la im-


portancia de la llamada “causa simulandi” como medio de prueba de la simu-
lación. Tanto en la jurisprudencia antigua como en la más reciente, la prueba
de la simulación se presenta siempre como difícil:
por su propia naturaleza, pues se trata de un acto interno que sólo Dios co-
noce. Además en el orden jurídico, difícilmente se admite, bien por las pre-
sunciones iuris que se establecen contra ella (cc.1060;1068,1;1101,1), bien
por las presunciones hominis que se derivan de la gravedad del asunto, de los
daños y del engaño a la sociedad eclesiástica y civil, especialmente a la otra
parte, etc 1.
Sin embargo, las numerosas sentencias que se indican en este estudio
apuntan a la íntima conexión entre simulación e incapacidad 2 y bajo nuestro
punto de vista resulta innegable que la causa simulandi tiene su origen en la
psicología del simulador.

1.2. Concepto de “causa simulandi”

Las causas de la simulación, en sentido estricto, son de dos tipos: la causa


simulandi y la causa contrahendi 3. La causa simulandi es todo aquello que pueda
influir tanto en la voluntad como en el entendimiento del contrayente para
fingir el consentimiento 4. Dentro de esta serie de influjos se encuentra toda
1
Sent. c. Giannechini, 18-5-1991 en Il Diritto Ecclesiastico 102, (1991)/II, p. 488,n.4
2
Víd. J.M.Serrano Ruiz, Incapacidad y exclusión: afinidades y divergencias entre los dos grandes temas de
nulidad de matrimonio, en AA.VV., “Curso de derecho matrimonial y procesal para profesionales del foro V”,
Salamanca 1982.
3
Cfr. F.M. Cappello, De matrimonio, op. cit. 525-527.
4
Cfr. L. del Amo, “La prueba de la simulación en las causas matrimoniales”, en REDC (1963),
p. 415.

15
Julio Ortiz Herráiz

clase de situaciones y circunstancias de diversa especie, determinadas e inde-


terminadas, concretas y abstractas, personales y colectivas, las cuales deben
ser analizadas cautelosamente en cada caso particular 5. Si el contrayente es
movido a simular, es porque existe un fin concreto, o una determinada causa
que lo impulse a realizarlo 6, faltando una causa adecuada, apenas puede ha-
blarse de prueba de la simulación 7, toda vez que la actuación de las personas
humanas siempre procede de una causa razonable y se debe analizar la volun-
tad prevalente del contrayente para saber cuáles son los motivos por los que
excluye o rechaza los fines o propiedades esenciales del matrimonio. Si no
existe la causa de simular, no puede haber acto positivo de la voluntad por el
que se excluya el mismo matrimonio o algún elemento o propiedad esencial
del mismo 8. Parece lógico que no haya verdadera simulación sin un motivo
que justifique su existencia que se suele considerar el indicio capital del acto
interno por el que se excluye 9.
Podríamos afirmar que la simulación quedaría vacía de sentido o de con-
tenido y se concretaría en el ejemplo de una persona que en un proceso de nu-
lidad matrimonial declara que simuló su matrimonio y, sin embargo, no tiene
una prueba directa o indirecta que así lo demuestre. La cuestión por lo tanto
no es solo demostrar la existencia de un acto positivo de voluntad, sino cuál es
su origen, las razones que en la mente del simulador hicieron germinar la ex-
clusión. Habría como elementos integrantes una voluntad como causa motriz
y eficiente, capaz de un acto positivo en cuanto a la aceptación o exclusión del
objeto establecido en un pacto, alianza o negocio jurídico concreto 10; un acto
de querer que dentro del proceso psicológico del consentimiento matrimo-
nial se corresponde como “decisión”, la cual se realiza entre el “conocimiento
y el actuar a través de una deliberación consciente o de la decisión volunta-

5
J. Balmes, Fhilosophia fundamentale, lib. 10, op. cit., c. 23, n. 16; A. Stankiewicz, “Concretizzazione
del fatto simulatorio nel positivus voluntatis actus”, en Periodica 87, (1988), 257-286. Para la parte jurispru-
dencial puede verse: coram De Jorio, 29 abril 1964, n. 7, en SRRD 56, 314; coram Pinto, 30 julio 1969, n. 5,
en SRRD 61, 903; coram Egan, 19 julio 1984, n. 4, en SRRD, 76, 479; coram Burke, 13 junio 1988, nn. 21-23,
en RRD 80, 383-384; coram Giannecchini, 14 junio 1988, nn. 10-11, en SRRD 80, 394-395.
6
S. Thomas, Suma Contra los Gentiles, 3, c. 23, Porrua, México, 2004, p. 16.; Cfr. F. Amigo Revuelto,
Los capítulos de nulidad en el ordenamiento canónico vigente, op. cit. pp. 103-104.
7
Sent. c. Giannecchini, 25 octobris 1988, en ARRT 80,1993,pp.551-52, n.2.
8
Sent. c. Palestro, 27 maii 1992, en Monitor Ecclesiasticus 117, 1992,pp.459-60, n.5.
9
León del Amo señala que junto con este indicio capital y en torno a él van otros hechos indi-
ciarios congruentes, los cuales si se dan antes, a la vez o después del matrimonio, sea como circunstancias
coherentes, sea como causas o efectos o como actitudes relacionadas con la motivación complementan
el indicio capital, aclaran su significado unívoco, revelan su verdad objetiva, si hay pruebas que aseveran
suficientemente la existencia del conjunto de todo los indicios: Al grupo de indicios asociados a la causa
motiva, si todos son coherentes y convergentes, se les concede a modo de síndrome característico gran va-
lor probatorio”. Cfr. L. del Amo, La clave probatoria en los procesos de matrimoniales (indicios y circunstancias), ed.
Univ. de Navarra (EUNSA), Pamplona, 1978, p. 263.
10
Sent. c. Many, 21 enero 1911, en SRRD 3, 16-17.

16
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

ria”, entendida como “acto soberano de la voluntad o del yo” 11. Se insiste por
la doctrina y la jurisprudencia en que no basta, ciertamente el acto presunto,
ni el interpretativo, ni una actitud de mera inercia, ni un simple ‘no querer’
ya que es necesario ‘no querer contraer’; etc. 12, pero conforme se indica más
adelante no deviene ocioso investigar cuál es la verdadera voluntad en esos
casos. Para la demostración de una voluntad simulatoria, pesa mucho la com-
probación de sus motivaciones y estas motivaciones en el sentir unánime de la
doctrina y de la jurisprudencia, se presumen orientadas en la causa simulandi.
La causa simulandi se configura como un medio de prueba que bien de
forma directa (confesión judicial del simulador, testifical) o indirecta (indi-
cios y presunciones) 13, nos van a permitir averiguar la razón que impulsó y
determinó a simular el matrimonio. Dentro de la causa simulandi resulta inne-
gable un trasfondo psicológico 14.

1.3. La causa simulandi

1.3.1. Connotaciones

La causa simulandi debe tener como finalidad impedir el nacimiento del


negocio jurídico matrimonial. De ahí que deba investigarse cuál ha sido la
verdadera y real voluntad de los contrayentes, no siendo causa simulandi aque-
lla que no tenga por objetivo directo, excluir el matrimonio mismo o una de
sus propiedades o uno de sus elementos 15 y, sobre todo, aquella que no tenga
como fin preciso, imposibilitar en todos los modos el intercambio del consen-

11
Sent. c. Mori, 24 junio 1909, en SRRD 1, 108.
12
J.J GARCÍA FAÍLDE, “Simulatio totalis matrimonii canonici et metus”, en Periodica, 72, (1983),
pp. 239-272.; F-Gil de las Heras, “El concepto canónico de la simulación”, en Ius canonicum 65, (1993), pp.
229-257 y, especialmente, pp. 231-33.
13
Con gran acierto el Profesor R. Navarro Valls reconoce las limitaciones probatorias de la si-
mulación. En cuanto a las presunciones hominis considera que se han introducido por la doctrina y juris-
prudencia con el fin de superar la dificultad de la prueba y teniendo en cuenta unas veces el principio del
favor matrimonii como conclusión presuntiva, y otras en la fuerte incidencia del hecho concluyente en la
consecuente actitud simuladora del contrayente. (Cfr. M. López Alarcón y R. Navarro Valls, Curso de
Derecho matrimonial canónico y concordado, 6ª ed. Madrid, 2006, p.180).
14
La jurisprudencia antigua ya lo tiene en cuenta: “Muchos Psicólogos modernos y psiquiatras
dicen que para que haya acto humano, no se requiere solo el movimiento ab intrinseco, conforme al conoci-
miento del fin, es decir con advertencia de la inteligencia y con decisión de voluntad, sino que introducen
otro elemento, la estimativa por el que la voluntad decide sobre la naturaleza e importancia del acto…”
(Sent. c. Canestri, 16 -7-1943, vol.35).
15
Cfr. Sent. c. Quattrocolo, 21-12-1941, n. 4, en SRRD 33, 207: “talis esse debet ut cum vero ma-
trimonio componi nequeat”.

17
Julio Ortiz Herráiz

timiento verdadero 16. Al valorar la simulación del consentimiento, y por tanto


la naturaleza y la entidad del acto de la voluntad, el juez en cada caso debe di-
rigir los ojos a la individualidad del sujeto simulante, que manifiesta la propia
voluntad predefinida. Esta voluntad debe ser considerada conjuntamente con
la específica individualidad y naturaleza existencial del sujeto simulante, y su
modo de actuar y de comportarse, siempre en relación al objeto de exclusión
del contrato. Por lo cual conviene que se atienda no a las simples palabras de
las declaraciones de las partes o de los testigos en la causa, sino más bien a
la adecuada y proporcionalmente grave causa simulandi que pudo prevalecer
sobre la causa contrahendi, esto es, teniendo en cuenta las circunstancias de
las personas: la educación, la naturaleza y el carácter, la praxis religiosa, la ve-
racidad, las razones y conveniencias de las partes y de los testigos, que hacen
posible y razonable la simulación 17.

1.3.2. Clases

Pasemos a continuación a analizar las clases de causas simulandi

a) Simple o compuesta

La causa de simular, puede ser simple o compuesta. Simple, si hubo un sólo


motivo para simular; compuesta, cuando son varias las razones concurrentes
para fingir el consentimiento del matrimonio. Ésta es de ordinario la más
usual 18 y a la vez problemática en la práctica, pues probada la causa no por
ello queda probado el efecto, es decir, en este caso, la simulación 19.
En sentido general, las causas, por singularidad y pluralidad, pueden ser
simples o compuestas; por la manera de inducir, próximas y remotas 20, directas e in-
directas 21, inmediatas o mediatas 22. Por su poder influyente, son gravísimas, graves
y leves. Por la duración, constantes y pasajeras; por el bien apetecible, pueden

16
Cfr. Sent. c. Prior, 10-8- 1912, n. 11, SRRD 4, 405: “Talis debet esse ut saltem in opinione simu-
lantis componi nequeat cum vero consensu”.
17
Cfr. Sent. c. Colagiovanni, 9-4-1991, en ARRT 83, 1994, p.233,n.18.
18
Cfr. Sent. c. Heard, 25-3-1941, n. 3-5, en SRRD 33, 193-194. Según esta sentencia, si la causa es
compuesta, basta que una de ellas sea poderosa y las demás sean leves y sirvan como ayuda y sustentamien-
to, o ambas pueden ser poderosas pero diversas de tal modo que hayan permitido mover emotivamente al
simulador a casarse sólo por apariencia.
19
Cfr. Sent. c. De Lanversin, 30-1- 1991, en ARRT 83, (1994), p.58, n.12.
20
Cfr. Sent. c. Boccafola, 16 -1-1989, n. 9, en SRRD 81, 12; Sent. c. Jarawan, 19-2-1985, n. 5, SRRD
77, 119; Sent. c. Davino, 15-10-1987, n. 13, en SRRD 79, 537; Sent. c. Ragni, 16 -6- 1987, n. 12, en RRD 79,
379.
21
Sent. c. Corso, 18-1-1989, nn. 13-14, en SRRD 81, 25-26.
22
Cfr. Sent. c. De Lanversin, 24-7-1985, n. 17, en SRRD 77, 422.

18
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

ser algo personal, como el egoísmo, o algo extrapersonal, como los bienes y las
riquezas; por la relación con el contrayente, causa dependiente o independiente
de la voluntad del simulador 23.

b) Apta, proporcionada, adecuada, suficiente, grave

La Jurisprudencia suele usar, para expresar este contenido referente a las


causas, una terminología específica a nivel de palabras sinónimas como: causa
apta, proporcionada, adecuada, suficiente, grave. Aceptar una causa como “apta”,
significa encontrarla urgente; ésta se da cuando ella con cierta vehemencia
no induce a la simulación pero sus indicios son bastante probables 24. Además,
para juzgar una causa como grave y adecuada, no se necesita que sea teórica-
mente incompatible con el matrimonio verdadero, tampoco es necesario que
el simulador tenga que estar completamente convencido del valor de la in-
compatibilidad existente entre la causa y el matrimonio verdadero 25; tantas ve-
ces es suficiente solamente, que la causa, por ejemplo, la codicia por las rique-
zas, vaya unida a las circunstancias en modo congruente y además que haya
sido, en el caso concreto, un fin principal por el cual el simulador se hubiera
sentido impulsado a simular 26. La gravedad de la causa no debe ser sopesada
tanto por la objetividad en sí misma, sino más bien por la subjetividad en la
importancia y valor que le haya dado el simulador. También la causa simulandi
debe ser proporcionalmente grave en la estimación del contrayente 27. Debe
obtenerse, no tanto de la declaración del simulante, sino más bien de la natu-
raleza de la causa misma, de la educación y de la personalidad del mismo suje-
to, de su forma mentis, de la cultura, de las circunstancias matrimoniales, de la
conducta moral y religiosa y de la misma fe que profesa 28.
Esta causa del acto simulatorio debe ser, también, proporcionada a la
causa del matrimonio; es decir, por qué quiso casarse, por qué quiso simular.

23
Cfr. J.J. García Faílde, La prueba presuntiva en los procesos rotales de nulidad matrimonial por simula-
ción total y parcial (Años 1909-1959), CSIC, 4ª ed., Salamanca, 1960, p. 74; Vid. También, C. Badii, “La simula-
zione del consenso nel matrimonio”, Il Diritto Ecclesiastico 40, (1929) pp.64-67.
24
Cfr. Sent. c. Jullien, 13-11- 1937, n. 3, en RRD 29, 664; Sent. c. Brennan, 27-6- 1950, n. 2, en
SRRD 42, 403.
25
Cfr. Sent. c. J.J. García Faílde, La prueba presuntiva en los procesos rotales, op. cit., 73.
26
En una sentencia rotal de 1941, se dice que en un caso en el que un hombre por obtener el dine-
ro de su compañera, primero pensó unirse con YYYY como amante, y mas tarde, no habiendo encontrado
resultados positivos decidió mejor, casarse con ella fingiendo el matrimonio, como único modo de sacarle
el dinero a YYYY para organizar su propio negocio. Cfr. Sent. c. Wynen, 23 mayo 1941, n. 6, en SRRD 33,
437.
27
Cf. P.-J. Viladrich, Estructura esencial del matrimonio y simulación del consentimiento, Pamplona,
1997, pp. 109-110.
28
B. Boccardelli, “La prova della simulazione del consenso matrimoniale” en AA. VV., La simula-
zione matrimoniale canonica, Città del Vaticano, 1990, p.230.

19
Julio Ortiz Herráiz

Faltando una causa adecuada apenas puede hablarse de prueba de la simu-


lación 29. Por ejemplo, en una sentencia Colagiovanni se analiza la relación
entre “una especie de amor pasional” y la exclusión de la indisolubilidad
del matrimonio 30. La Jurisprudencia insiste reiteradamente en la diligen-
cia que se debe poner para no confundir en la práctica la causa simulandi,
la cual consiste en el motivo que tuvo el contrayente, para, sin querer ca-
sarse en realidad, fingir externamente el querer casarse, con aquella causa
(motivo) que pudo moverlo a celebrar, en realidad, el matrimonio: causa
contrahendi 31.
Podría ser suficiente para simular el consentimiento una causa que el si-
mulador apreciara equivocadamente como gravísima o existente; como quiera
que sea, la prueba siempre resultará, incluso más fácil, si objetivamente la cau-
sa existe y es realmente grave 32.

c) Manifiesta e inequívoca

La causa simulandi debe ser manifiesta e inequívoca. Se trata de manifestar


con clarividencia y determinación el significado de la causa, de manera que su
interpretación sea según el sentido estricto de las palabras, señalando el mo-
tivo que llevó al simulador a simular el consentimiento matrimonial 33. Si no
consta en forma clara y manifiesta que la causa alegada indujo al contrayente a
simular, el juez no podrá adquirir la certeza moral sobre la existencia de dicha
causa; pues si continua con incertidumbres durante el proceso, después de
examinar todas las circunstancias del caso, será causa ineficaz para efectos de
la prueba 34. La importancia de que la causa sea inequívoca es porque su influjo
29
Cfr. Sent. c. Giannecchini, 25-10-1988, en ARRT 80, 1993,pp.551-552.
30
Cfr. Sent. c. Colagiovanni, 15-1- 1987, en SRRD 79, 5: “Distinguenda insuper est causa matri-
monii contrahendi a causa quae induxit ad illud simulandum contra perpetuitatem vincoli. Prior innostra
societate fere semper est amor, cuius dimensio et profunditas quam maxime ‘flexibiles’ possunt esse, et
causa resiliendi a vinculo saepe erit hypothesis, timor, praevisio amoris defecturi, convictus infelicis, liber-
tatis coarctatae”. Cfr. Sent. c. Funghini, 22-2-1989, n. 8, en RRD 81, 135. El tema se puede profundizar estu-
diando y conociendo un poco el desarrollo de las motivaciones del matrimonio, además porque se conoce
la absoluta irrelevancia que tienen- tanto para la Jurisprudencia como para la doctrina canónica clásica- los
motivos personales del matrimonio. Vid. G. Zuanazzi, “Bonum coniugum: profili socio-psicologici”, en AA.
VV., Il bonum coniugum nel matrimonio canonico, LEV, 1996, p. 72; Sent. c. De Jorio, 27-10-1971, n. 5, en SRRD
53, 785.
31
Cfr. Sent. c. Rogers, 17-7-1964, n. 2, en SRRD 56, 504.
32
Cfr. Sent. c. Sabattani, 13-10-1956, n. 3, en SRRD 48, 785.
33
Cfr. Sent. c. Janasik, 4 -12-1941, nn. 5-7, en SRRD 33, 887-890.
34
Dicen que “después de examinar todas las circunstancias del caso”, porque ese examen debe por
obligación hacerse. En una causa de nulidad de matrimonio tramitada en la Rota Romana los auditores de
turno afirman que el temor a la infamia de ir a la cárcel y otros daños que sobrevendrían al violador de la
joven fue ciertamente causa manifestada para dar consentimiento fingido (Sent. c. Janasik, 4-12- 1941, nn.
5-7, en SRRD 33, 888-890). En otras causas de simulación, en la que se alegaban como causas, por ejemplo,
la codicia de bienes, la necesidad de dinero, etc., los auditores consideraron que estas razones ni por si

20
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

tiene no sólo un valor relativo, sino porque es fundamental en la formación


de la prueba debida.

d) Preponderante

Por último, la causa simulandi debe ser preponderante. La Jurisprudencia, a


lo largo de los años, ha examinado cautelosamente los casos y ha investigado
si la causa simulandi es prevalens, es decir, si es más fuerte que la causa contra-
hendi 35. Parece que esto tiene importancia cuando existe concurrencia respec-
to al número de las causas; unas promoverán a contraer el matrimonio y otras
a simularlo.

1.4. La prueba de la causa simulandi y su conexión con la


exclusión implícita

El examen de la causa simulandi y de la causa contrahendi, es un elemento


fundamental, incluso en los casos de simulación implícita 36. Según la práctica
de la Rota Romana, todos los elementos circunstanciales, culturales, políticos,
étnicos, religiosos, son de gran importancia para el conocimiento de la causa
simulandi o contrahendi, tanto si la simulación es explícita o implícita 37, siendo
esta última una vía universalmente admitida como también hipotéticamente
expresiva de “un acto positivo de voluntad” del simulante.
Recordemos que tanto las causas como las concausas entran a formar par-
te, en modo general, de todos los hechos que deberán ser analizados por se-
parado usando cualquiera de los medios legítimos 38. Para obtener la prueba
legítima de estas causas se debe conocer el hecho histórico y su influjo en el
contrayente proporcionándole los elementos necesarios para fingir el consen-

mismas ni por las circunstancias del caso podían se tenidas como causa urgens o causa manifesta para excluir
el fin propio del matrimonio y para celebrarlo fingidamente, como reza una Sent. c. Morano, 26-6-1934, n.
11, en SRRD 34, 456. También, Sent. c. Jullien, 1 junio 1943, n. 4, en SRRD 35, 38.
35
J.J. García Faílde, La prueba presuntiva, op. cit. p. 73. En este apartado se pueden ver las siguien-
tes sentencias rotales: c. Bonet, 2-5-1953, n. 2, en SRRD 45, 311; c. Bonet, 22-3- 1955, n. 2, en SRRD 46, 251;
c. Pinna, 4-8-1953, n. 3, en SRRD 45, 563; c. Canestri, 10-12-1953, n. 2, en SRRD 45, 759.
36
Cfr. Sent. c. Mundy, 26-5-1970, nn. 9-10, en SRRD 62, 534; Sent. c. Abbo, 30-1-1978, n. 2, en SRRD
70, 93.
37
Cfr. Sent. c. Fiore, 18-10- 1972, en SRRD, 64, 563-564. También puede verse las siguientes senten-
cias: c. Heard, 22-5-1947, n. 2, en SRRD 39, 47; c. Sabattani, 17-1- 1958, n. 2, en SRRD 58, 19; c. Filipiak,
25-5-1968, n. 2, en SRRD 60, 366; c. De Jorio, 24-7- 1968, en SRRD 60, 601-604.
38
Cfr. P.B. Boccardelli, “La prova della simulazione del consenso matrimoniale”, op. cit., pp.
224-225.

21
Julio Ortiz Herráiz

timiento; además, deben ser probadas las circunstancias, las presunciones, los
indicios ciertos y determinados 39.
La exclusión implícita 40 es mirada con recelo en la praxis de los tribunales
eclesiásticos, prevaleciendo la expresa. Se considera que la exclusión ha de
hacerse a través de “un acto positivo de voluntad”, lo cual es normativamente
exacto; y se exige incluso que esta exclusión deba formularse mediante un
“acto humano”. Partiendo del supuesto de lo intercambiable entre “acto de
voluntad” y “acto humano” en la filosofía corriente, los añadidos adolecen o
de redundancia o de nuevas inexactitudes como cuando se exige que el acto
de la voluntad simulatorio tiene que ser “coherente con la causa de contraer”.
El que la voluntad simulatoria deba ser coherente con la causa de contraer,
no es exacto: lo que es verdad es que, para la demostración de una voluntad
simulatoria, pesa mucho la comprobación de sus motivaciones que en el sen-
tir unánime de la doctrina y de la Jurisprudencia, se presumen orientándose
no tanto en la causa contrahendi, sino sobre todo y mucho más en la causa
simulandi.
En el análisis de las valoraciones probatorias hay sentencias 41 que exigen
que el simulador diga expresamente que excluyó, y desde este enfoque se re-
quiere también que los testigos declaren expresamente que han oído decir
al simulante que ha excluido los bienes del matrimonio cuya nulidad se pos-
tula, cerrando el paso a la forma de la exclusión implícita, que según hemos
indicado antes, es una vía universalmente admitida como también hipotéti-
camente expresiva de un acto positivo de la voluntad del simulante. Se trata
de deficiencias que se erigen en criterios valorativos que están deformando
gravemente los resultados probatorios, y en muchos tribunales eclesiásticos
españoles se ha convertido en una exigencia habitual que parte de los propios
defensores del vínculo.

39
Sent. c. Brennan, 27-6-1950, n. 2, en SRRD 42, 403; Sent. c. Bruno, 15-2-1985, nn. 3-5, en SRRD
77, pp. 76-77.
40
S. Benigni, “la simulazione implicita: aspetti sostanziali e processuali”, Pontificia Università
Lateranense, Roma, 1999, pp.91-168; así mismo Panizo Orallo, “Exclusión de la indisolubilidad del matrimo-
nio”, en Ius canonicum 33 (1993), pp. 259-293; L. Gutiérrez Martín, La incapacidad para contraer matrimonio:
comentarios al c. 1095 del Código De derecho Canónico para uso de los profesionales del foro. Universidad Pontificia
de Salamanca, 1987, pp.56-63.
41
Las principales sentencias sobre la materia son las siguientes; la c. Fiore, de 31-1-1984; la c.
De Jorio, de 22-2-1984; la c. Bruno, de 22-6-1984; la c. Funghini, de 22-1- 1986: la c. Colagiovanni, de
8-7-1986; la c. Pinto, 20-6-1986; la c. Colagiovanni, 8-7-1986: la c. Pinto, 14-11-1986; la c. Lanversin, 25
-7- 1990; la c. Lanversin, 31-7-1990; la c. Pompedda, 18-10-1990; la c. Doran, 22 -11-1990; la c. Pompedda,
29 -11- 1990; la c. Funghini, de 5-12-1990; la c. Giannechini, de 18-12-1990; la c. Lanversin, de 30-1-1991;
la c. Bruno, de 22-3-1991; la c. Davino, de 18-4- de 1991; la c. Civili, de 23-10-1991; la c. Giannechini, de
22-11-1991; etc. En todas ellas se comprueba que la confesión judicial del simulante no constituye prueba
en absoluto y por tanto la realizada contra el valor del matrimonio deberá considerarse sospechosa.

22
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

No hace falta que los testigos hayan oído al presunto simulante mani-
festarse a favor de la exclusión, si esos testigos aportan hechos que, una vez
comprobados procesalmente, impongan al juez presunciones a favor la ex-
clusión, presunciones las cuales se desprenden de los indicios ciertos y deter-
minados encontrados en la causa simulandi, considerada ésta, tanto objetiva-
mente como en relación con la índole o naturaleza y cualidades de la persona
en quien influye 42. Es necesario por tanto tener presente que el entramado
y pluralidad de las circunstancias motivan el complejo de las causas, que in-
ducen a que los motivos sean algunas veces idénticos para que un cónyuge
celebre el matrimonio pero al mismo tiempo esté fingiendo el consentimien-
to 43. Ciertamente, algunos influjos serán más o menos directos, más o menos
próximos, o bien para aceptar el fin, o bien para elegir los medios, o bien para
aplicar éstos y poder efectuar la simulación 44. La respuesta no puede ser a
nivel de una norma general, pero sí la podemos hacer en casos particulares
y será deducida por el juez sopesando el conjunto de todas las pruebas y cir-
cunstancias 45; pues de todo aquello que pueda ser deducido, y de la precisión
y concisión de tales circunstancias, dependen las presunciones que puedan
formarse al respecto 46.
Si de los indicios se deduce razonablemente que el contrayente no dio,
ni aceptó derechos y obligaciones, y que la razón para excluirlos −causa si-
mulandi− aunque sólo influyera de modo un tanto indirecto y menos próximo 47,
era la misma que había influido directamente para celebrar las nupcias, y no
hay inconveniente para admitir que pueda alegarse legítimamente la misma
causa, en unión con otras quizá próximas e inmediatas capaces de motivar a la
celebración del matrimonio en modo fingido, es lo que podría llamarse “cau-
sa contrahendi simulante” 48.
42
Cfr. Sent. c. Jullien, 13-11- 1937, en SRRD 29, 664.
43
Cfr. Sent. c. Parisella, 15-3- 1984, n. 23, en SRRD 76, 165; Sent. c. Fiore, 5-3-1985, n. 4, en SRRD
77, 143; Sent. c. Jarawan, 30-9- 1987, n. 7, en SRRD 79, 226; Sent. c. Boccafola, 16-1-1989, n. 9, en SRRD
81, 12.
44
Cfr. A. Stankiewicz, “De iurisprudentia rotali recentiore”, 223; Sent. c. Huber, 26 -11-1993, n. 7,
en SRRD 85, 725.
45
Cfr. can. 1608/83. Pueden verse también: O. Giacchi, “La certezza morale nella pronuncia del
giudice ecclesiastico”, in AA. VV. Ius Populi Dei. Miscellanea in honorem Raymundi Bigador, Roma 1972, II,
pp. 605-620; F. Harman, “Certitudo moralis praesupposita in normis processualibus tribunalis Statuum
Americae....”, art. cit. pp. 379-393; P. Erdö, “La certezza morale nella pronuncia del giudice”, art. cit., pp.
83-93.
46
L. Del Amo, La defensa del vínculo, Madrid, 1954, p. 7.
47
Cfr. E. Labandeira, Las presunciones en derecho canónico, Eunsa, Pamplona, 1967, p. 181.
48
Nuestras afirmaciones se basan en la Jurisprudencia constante, de la cual citamos algunas sen-
tencias rotales. Según una c. Heard, 19-6-1943, n. 10, en SRRD 35, 474: no faltó causa porque el contra-
yente se hallaba en el dilema de casarse o de ir a la cárcel. Por una parte temía mucho la cárcel; por otra, le
repugnaba el matrimonio. Pudo ello moverle a casarse en apariencia ante los hombres y a no dar interna-
mente consentimiento verdadero, para evitar así el ir a la cárcel y para quedar con esperanza de liberarse
un día de la mujer. En esta sentencia se examinaba si el miedo podría ser causa simulandi o no; se sostiene

23
Julio Ortiz Herráiz

Sentado lo anterior, nuestra conclusión es que no es necesario que dicho


simulante hiciera una manifestación expresa respecto de su simulación. Lo
que se debe demostrar es la exclusión en sí, siendo del todo secundario el
modo como se excluyó (por vía explícita o implícita). De hecho, las vías explí-
citas o implícitas de exclusión son dos formas distintas de llegada a la misma
cosa y válidas por tanto las dos en términos procesales probatorios. Si no se
llegara a plantear expresa y explícitamente la exclusión, pero positivamente
se deseara un tipo de matrimonio del que estuvieran ausentes las propiedades
o la prole, la voluntad real del contrayente sería –equivalentemente–, la mis-
ma: un positivo no querer el matrimonio con estos elementos. No se pondría
el acento directo en el objeto concreto del rechazo sino que ese acento se
pondría en un matrimonio del que no formaría parte –así lo querría el simu-
lante–, la propiedad o la prole. 49 El acto explícito y el implícito 50, desde el
punto de vista de la exclusión simulatoria, viene a ser la misma cosa, aunque
presentada de diferente modo.
Todo lo dicho hasta ahora nos conduce a concluir que en este campo de
la simulación implícita se hace patente la íntima conexión entre incapacidad y
exclusión 51, no siendo inexacto considerar que la índole general de la persona
y su postura en relación al matrimonio podrían analizarse a través de la peri-
cia psicológica a la que nos vamos a referir a continuación, destacando algu-
nas sentencias de la jurisprudencia rotal.

que lógicamente el miedo es solamente causa remota e indirecta que induce a la simulación. La causa
próxima es la aversión u otra; pero como el simulador simplemente se propuso fingir el casamiento, no es
absurdo el alegar que fue el miedo la causa de la simulación. Cfr. Sent. c. Wynen, 22-1-1944, n. 2, en SRRD
36, 57. En una Sent. c. Jullien de 1943, se dice que si la coacción y la repugnancia mueven a decir con pa-
labras fingidas lo que interiormente se niega y se rechaza, no dejan de ser causa simulandi por el hecho de
que sean causa más o menos directa, cuando realmente son causa influyente. (Cfr. c. Jullien, 8-2-1943, n. 2,
en SRRD 35, 123).
49
Sent. c. Staffa, 21-5-1948 en SRRD, (1948), dec. 40, n. 2, pag.186.
50
Merece la pena insistir en ello: Basta que el acto sea implícito, pues “implícito” no se opone a
“positivo”, sino a “explícito”, ya que el acto positivo puede ser explícito o implícito siendo característico de
éste el que su objeto, si bien no parece directa e inmediatamente en la voluntad del agente, está conteni-
do real y positivamente, y no como simple presunción o interpretación dentro de otra manifestación de
voluntad. (Sent. c. Sabattani, 29-10-1963, en SRRD, p. 706, n.3,). Así, por ejemplo en la aceptación del
matrimonio tal y como uno lo concibe, si es eso lo que en realidad se pretende y no otra cosa, hay un acto
implícito de voluntad excluyente. Lo cual es suficiente para invalidar el matrimonio que dicho acto sea
verdaderamente positivo (Sent. c. Stankiewicz, 23-6-1978, en Eph.I.C..,(1979), p. 290.
51
J.M. Serrano Ruiz, Incapacidad y exclusión…, art. cit. p.192.

24
II.- ¿ES POSIBLE HABLAR
DE “CAUSA SIMULANDI PSICOLÓGICA”?

La Jurisprudencia considera que no hay verdadera simulación sin un mo-


tivo suficiente para ella, de suerte que la causa simulandi se suele considerar
el indicio capital del acto interno por el que se excluye. En la tarea específica
de valorar la prueba en los casos de simulación es necesario averiguar la in-
tención del contrayente respecto de excluir el derecho, no obligarse o sólo no
cumplir las obligaciones 52. Solo de este modo será posible valorar la inciden-
cia, gravedad e importancia al momento de contraer matrimonio.
La jurisprudencia rotal, a veces suele enumerar algunas causas de simu-
lación que se consideran graves y proporcionadas, tales como la coacción, las
malas costumbres del que simula el matrimonio, su educación por principios
claramente contrarios a los cristianos sobre el matrimonio, la desenfrenada
libertad que se concede al simulador, etc 53. En otros casos la jurisprudencia se
centra en la mentalidad del simulador y se plantean supuestos de mentalidad
hippy o de los llamados teddy-boy 54, movimientos o culturas en que el tema de
la liberación sexual, el amor libre, la poligamia, etc., sintoniza con “una causa
simulandi (del bonum fidei) grave y proporcionada” 55. Otras veces se indica que
la causa simuladi del bonum fidei fueron las ideas poligámicas del esposo y de
la simulación total de la esposa, la falta de amor hacia su esposo y la aversión
al matrimonio que había sido preparado por su padre, siendo la “única razón
de contraer…la violencia y el miedo infundidos por el padre sobre la hija”. 56
Como causas objetivamente graves para excluir se señalan la personalidad psi-
cológica desordenada, afecta de ansiedad, dudas e incertidumbres, el temor
a generar prole enferma, etc 57, En una decisión c. Jarawan de 17 de abril de
1991, se indica lo que sigue:
52
Cfr. Sent. c. Sebastianelli, 10-3-1916, en SRRD 8, p. 140, n. 3; Sent. c. Chimenti, 14-3-1924, en
SRRD 16, p. 108, n. 3; Sent. c. Massimi, 7-2-1925, en SRRD 17, p. 62; Sent. c. Jullien, 23-3- 1925, en SRRD
17, p. 131, n. 2; Sent. c. Guglielmi, 17-8-1926, en SRRD 18, 17, n. 3.
53
Sent. c. Parisella, 24-5-1984, en ARRT 76, (1989), p. 29, n.7.
54
Sent. c. Davino. 24-3-1985, en ARRT 77, (1990), pp. 180-88.
55
Sent. c. Davino. 24-1- 1991, en ARRT 83, (1994), p.40. n.6.
56
Sent. c. Boccafola, 24-1- 1991, en ARRT 83, (1994), pp. 50-51,nn. 5 y 6.
57
Sent. c. Stankiewicz, 7-3- 1991, en ARRT 83, (1994), p.152,n.10.

25
Julio Ortiz Herráiz

hay varias causas simulandi, tal como se indica en las actas: la falta de amor en
el actor, su precaria condición de salud, su joven edad, etc. Por otra parte, la
personalidad desordenada de la mujer, que mantuvo relaciones sexuales con
el hermano del actor y con otros varones, animaba al actor contra el vínculo
indisoluble. Pero la principal causa simulandi era el temor del actor a incurrir
en las penas establecidas por la ley a causa de la menor edad de la esposa, a
la que había dejado embarazada. La causa simulandi aparece proporcionada-
mente grave y prevalente en relación a la causa contrahendi que radica en las
presiones sobre todo de la madre del actor, para que celebrara el matrimonio
religioso 58.
Otra c. Faltin, que contempla un supuesto de exclusión del bonum sacra-
menti, dice lo siguiente:
entre las causas de la simulación también se debe enumerar el defecto de un
verdadero amor hacia la comparte. Pues quien al contraer matrimonio, por
falta de un sano amor esponsalicio, excluye la plena y exclusiva donación
de sí mismo, rechaza el sacramento y gravemente ofende a la dignidad de la
persona humana 59.
En fin, una sentencia c. Jarawan, de 16 de octubre de 1991 contempla un
caso de simulación total por parte de la mujer. Dice así:
no hay ninguna duda de que, en la celebración del matrimonio religioso la
mujer demandada accedió simuladamente al altar, dio solo un consentimien-
to externo y positivamente no quiso realizar nada más que una especie de
simulacro de celebración. Desprovista de todo amor hacia el actor, comple-
mente agnóstica en su instrucción, atea y contra la Iglesia, agriamente admi-
tió la celebración religiosa y como sólo externa y nuda ceremonia, sin nin-
guna adhesión, no atribuyéndole ningún valor, celebrado ya su matrimonio
civil, querido prevalente y directamente impuesto 60.
Nuestra conclusión final es que en la jurisprudencia expuesta se atiende
a la conducta humana (actos internos), en definitiva a la naturaleza las per-
sonas 61, siendo la razón que impulsa a simular la propia psicología del sujeto.
Sobre este punto hay sentencias que además de las anteriormente expuestas
confirman este extremo del perfil psicológico del simulador: se apunta como
causas simulandi del bonum sacramenti el deseo desmesurado de libertad, el de
gozar de las relaciones sexuales de un muchacha honesta, el sólo amor volup-
tuoso y carnal, el deseo de sólo establecer una mera convivencia informal, el
casarse por la obediencia a los padres y así gozar de los beneficios económi-
cos, etc. Como causas simulandi del bonum prolis, se señala el temor al parto

58
Sent. c. Jarawan, 17-4- 1991, en ARRT 83, (1994), p.267, n.8.
59
Sent. c. Faltin, 30-10- 1991, en ARRT 83, (1994), p.696,n.12 y p.704 n.22.
60
Sent.c. Jarawan, 16 -10-1991, en ARRT 83, (1994), p.550, n.5.
61
Sent. c. Giannecchini, 25-10-1988, en ARRT 80 (1993), p.552, n.2.

26
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

y a la maternidad, las graves enfermedades, y taras paternas que pueden ser


hereditarias, un inmoderado egoísmo, un deseo desenfrenado de una vida
hedonística, una voluntad decidida de evitar molestias y responsabilidades de-
rivadas de la procreación de los hijos 62.
García Faílde se mantiene en esta misma línea de la causa simulandi seña-
lando que puede obedecer a la incapacidad para compromisos serios y defi-
nitivos del presunto simulador, o la mentalidad de no dar importancia a los
valores éticos o religiosos por parte del mismo, o el deseo desenfrenado de
placeres sexuales, el anhelo y deseo de libertad, la ideología divorcista, la falta
de amor afectivo, ceder a la ceremonia religiosa sólo para complacer a sus
padres o a su novia, la codicia o anhelo de mejorar su posición social, el deseo
de mantener relaciones ilícitas con otra persona, el cumplir con un deber de
conciencia, e incluso el hecho de que su misma vida es una auténtica simula-
ción  63.
Hay motivos de toda clase o índole, pero resulta innegable que, en un
gran número de casos, se reducen a la incapacidad para asumir las obligacio-
nes esenciales del matrimonio contemplada en el canon 1095.3. Todos esos
comportamientos anómalos, esas conductas “extrañas”, esas personalida-
des “incompletas” o “inconexas”, se ven específicamente reflejadas en el
ámbito de las relaciones interpersonales en general y, sobre todo, en el
ámbito de las relaciones conyugales, impidiendo el normal desarrollo de
las mismas, o comportando una serie de dificultades morales tan graves e
incluso equivalentes a una verdadera imposibilidad.
A la vista de esto, nos parece claro lo siguiente:
a) La personalidad del simulador, su psicología puede estar tan arraiga-
da en él que positivamente le haga excluir el matrimonio, la prole, la
indisolubilidad o la fidelidad.
b) Lo que no es acto de voluntad, consecuentemente, no es acto posi-
tivo excluyente, pero sí de la causa simulandi, como pueden ser los
motivos, los intereses y los fines particulares que mueven a un suje-
to a contraer matrimonio cuando en realidad no desea casarse, por
ejemplo la aversión a su pareja o a estar casado, el temor a tener hijos
y a sus responsabilidades, la relación con otra persona, etc., En conse-
cuencia, es innegable que subyace un patrón psicológico, causa de la

62
Sent.c. Colagiovanni, 9 aprilis, en ARRT 83, (1994), pp.230-31, n.12; Sent. c. Funghini, 17-4-
1991, en ARRT 83, (1994), pp.250-51, nn.7-8.
63
Sent.c. García Faílde, 28-9-1978, en Algunas Sentencias y Decretos, Salamanca, Bibliotheca
Salmanticensis, Estudios 451981, p.62, n.11; León del Amo, “La clave probatoria...”, op. cit. p.273 y 348.

27
Julio Ortiz Herráiz

simulación. Por esta razón nosotros hablamos de “La causa simulandi


psicológica”.
Este planteamiento bajo nuestro punto de vista no pretende elevar deter-
minados supuestos fácticos y ciertos patrones psicológicos a la categoría de
estructura interna de la simulación, en cuanto causa de nulidad, pues se corre
el riesgo de crear un artificio apriorístico o, incluso, de consagrar un supuesto
de hecho frecuente (a un modo fáctico de acabar simulando) como modelo
o arquetipo de los requisitos normativos bajo los que debe apreciarse la simu-
lación como causa de nulidad, según apunta Viladrich 64. El insigne canonista
considera que semejantes patrones pueden inducir a “simular la simulación”,
reajustando la secuencia de los hechos reales de la singularísima psicología y
circunstancias psicobiográficas de cada sujeto sobre la secuencia del modelo
psicológico doctrinal y jurisprudencial, para así obtener la “apariencia” de si-
mulación y, gracias a ella, de los elementos de prueba del patrón simulatorio,
que se reconocen como causa de nulidad.
Entiéndase que nuestro planteamiento no consiste en “psicologizar la simu-
lación”, toda vez que los anhelos, los deseos, los motivos, los intereses y benefi-
cios que tiene, sufre o goza un sujeto, por sí mismos y solos no son un acto de
voluntad y, por tanto, no son el acto positivo de simular. Explican el impulso a
hacerlos, pero no son el acto voluntario de hacerlo y no prueban que el sujeto
lo haya hecho 65. Lo mismo cabe decir de esas apariencias de voluntariedad
que no son propiamente, como por ejemplo los estados y conmociones del
ánimo que el sujeto vivencia como sentimientos, la complacencia en la idea de
fingir o simular, los meros propósitos; en suma, cuanto haya en el sujeto que
no es todavía, en sentido estricto, “voluntariedad” de la acción, por que si bien
el sujeto “padece” y siente como sujeto pasivo −en sí−, su eventual impulso, sin
embargo, no se ha implicado activamente −por sí− en ello convirtiéndolo en
“acto suyo” 66.


64
P. J. Viladrich, Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Vol.III, Pamplona, 1996, p.
1329.
65
“Ahora bien, en ocasiones hay conexiones de especial interés, así un problema psíquico puede
inducir a simulación. Algunas funciones psíquicas graves según dictamen pericial, pero no lo suficiente-
mente jurídicamente para invalidar un matrimonio canónico, pueden encajar en la fisonomía de la causa
simulandi y, como bien sabemos, las causas motivas, en este caso explican un escenario biográfico que
permite suponer razonablemente la existencia de un acto positivo de exclusión”. Este es el criterio de las
profesoras Irene Briones Martínez y María Domingo Gutiérrez en su brillante artículo “Simulación
parcial por exclusión del bien de la prole”, en Revista española de derecho canónico 56 (1999), pp. 733-734.
66
P. J. Viladrich, Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico. Vol. III, op. cit., p. 1331.

28
III.- LA PRUEBA PERICIAL PSICOLÓGICA
¿PUEDE SER UN MEDIO DE PRUEBA
PARA LA SIMULACIÓN

No es un tema nuevo la necesidad de incluir la prueba pericial psicológica


en el Derecho Procesal. Semejante aportación de la Psicología ya fue defen-
dida por algunos autores como Guasp, partidario del principio de convicción
psicológica en oposición al clásico concepto del juicio lógico 67 y que se refle-
ja en su obra llamada Procesología o ciencia forense 68, en la que pone de mani-
fiesto que ante ciertos fenómenos que no se hallan en los libros de Derecho
Procesal, no empece a que “desplacemos nuestro asombro y extrañeza a otras
esferas”; y es que cabe preguntarnos “cómo es posible que a juristas que escri-
ben libros de Derecho Procesal no se les haya ocurrido más menudo tratar de
estas materias de procesología o estimular a los sociólogos y psicólogos para
que las traten ellos”.
Gorphe 69 comparte el mismo criterio de Guasp, en el sentido de que en-
tiende que todavía hay jueces que se mantienen dentro de una cierta ilusión
racional, creyéndose órganos de pensamiento puro; pero la psicología no
teme levantar los velos sin detrimento de la justicia cuya mejor amiga es la
verdad. Nadie tiene que perder al someterse a un análisis, muy al contrario; ya
que ella no está en los tiempos de la venda en los ojos ni le es permitido avan-
zar en lo inconsciente.
El Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica tiene establecido que la
prueba de la simulación tendrá lugar cuando concurran conjuntamente la
confesión del simulante en el mismo proceso, su declaración extrajudicial
y confirmación por testigos fidedignos que conocieron de la simulación en
tiempo no sospechoso, así como la existencia de una causa grave y proporcio-
nada, tanto para simular como para contraer matrimonio, y la existencia de
67
Guasp, Juez y Hechos en el proceso civil, Bosch, Barcelona, 1943.
68
Guasp, procesología o ciencia forense en “Derecho Procesal y Ciencia Forense”, en Rev. Der. Proc. Ibe,
(1969) 827.
69
Gorphe, “La Psicología aplicada a la justicia” en Henri Pieron, Tratado de Psicología Aplicada,
trad. Esp. Buenos Aires, 1961, t.VII, pp. 200-335.

29
Julio Ortiz Herráiz

circunstancias antecedentes, concomitantes y subsiguientes que corroboren


la simulación 70.
Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, cabe plantearse si la pericia
psicológica puede ser un instrumento valioso para estudiar y probar la causa
simulandi. En determinados supuestos, puede suceder que del resultado de las
pruebas morales −inmediatas o directas− no se desprenda la causa de simular.
Una decisión c. De Lanversin, del 30 de enero de 1991 señala lo siguiente:
ante todo es necesario probar la causa de la simulación, en el sentido de que
pueden existir múltiples causas para simular y sin embargo, no se simule. Y,
por el contrario, no probada la causa, y a fortiori probada la inexistencia de
la causa, no se entiende la simulación que es el efecto 71.
Y esto quizás porque la investigación del juez solamente se ciñe al estu-
dio de las pruebas directas clásicas. Una sentencia del Tribunal de la Rota
Española 72 en materia de simulación no alude de forma expresa a la prueba
pericial, pero contempla un supuesto de exclusión de la indisolubilidad, ci-
tando la c. Faltin de 9 de abril de 1997 en el que claramente apunta a ese per-
fil psicológico del simulador antes indicado. Dice así:
La prueba no solo se compone de confesiones y declaraciones judiciales de
las partes y de los testigos que conocen la manifestaciones extrajudiciales del
simulante, sino también de la índole del contrayente, de su formación y edu-
cación religiosa, de su personalidad con las características de su modo de
ser, de todo el conjunto de circunstancias, de lo que supone la violación del
derecho a la verdad que tiene el otro cónyuge, habiéndole engañado con su
simulación, habiendo violado la justicia, la verdad y la dignidad y santidad del
sacramento 73.
Las sentencias en efecto, no hacen mención expresa a la prueba pericial,
pero sí que ponen de manifiesto lo importante de tener en cuenta el perfil
psicológico del simulador 74.
Nos resulta difícil entender la razón por la cual en las causas en las que se
debaten exclusiones no se abren otras vías de investigación como es la prueba
pericial psicológica. Si la postura del simulante y su confesión es mirada con
recelo dentro del mismo esquema probatorio anterior del Código de 1917 y es
necesario que la declaración judicial de las partes sea corroborada por otros
S.T.S.A., Sent. 18-5-1991, en Il Diritto Ecclesiastico 102, (1991) /II, p. 488, n.4.
70

Sent. c. De Lanversin, 30-1-1991, en ARRT 83, (1994), p.58, n.12.


71

72
Sent. c. Moran, 22-12-2005.
73
R.R. dec, 59, p. 251, n.9.
74
En base a lo anterior, recordamos una vez más que la sentencia c. Giannechini, de 25-6-1985,
recomienda que se examine el conjunto de circunstancias que constituyen el elemento ético psicológico y objetivo
que movieron al simulante, para limitar su consentimiento atendiendo no solo a las palabras, sino funda-
mentalmente a los hechos.

30
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

medios de prueba, entendemos que no resulta temerario proponer la prueba


pericial psicológica como medio de ayuda o instrumento que contribuya a la
búsqueda de la verosimilitud de las declaraciones, al análisis del acto positivo
de la voluntad y la causa simulandi, todo ello encaminado a que el juez pueda
obtener la certeza moral a la hora de dictar sentencia.
El juez a la hora de analizar la prueba en la simulación debe averiguar si
la parte hizo la confesión libre y responsablemente, seria, sincera y verosímil-
mente; si no estaba influenciada por el error, por un defecto de memoria o
por alteraciones emocionales, y en concordancia con el resto de los hechos y
testimonios aportados 75, sobre todo, cuando es el propio simulador deman-
dante el que reconoce que excluyó el matrimonio en sí o sus fines o propieda-
des esenciales.
¿De qué forma entonces puede el informe pericial servir de ayuda o
instrumento al Juez? Entendemos que de la siguiente 76: El perito tiene que
realizar la misma función de análisis tanto en una como en otra parte para
no dejarse condicionar por las versiones de cada parte, y debe partir de una
cierta suspicacia. Tan sospechosa es una gran disparidad de relato, como una
gran coincidencia en los mismos. También debe aplicar a lo que escucha y a lo
que lee determinados filtros que le ayudarán a valorar de forma desafectada y
distante si el material que está manejando es verosímil o no lo es. Y de acuerdo
con este análisis debe informar al Juez. Estos filtros se basan en criterios tales
como coherencia interna del discurso, continuidad del mismo, cómo resuel-
ve el presunto simulador las contradicciones, grado de espontaneidad, sobre
todo en aquellos supuestos en que el juez no dispone de informes parroquia-
les para conocer acerca de la probidad y credibilidad de los testigos, conoce-
dores de los hechos en tiempo no sospechoso 77.
Es cierto que esta labor del juez debe ser utilizada con prudencia, evitan-
do incurrir en arbitrariedad, pero resulta innegable que la prueba pericial psi-
cológica es una aportación fundamental, sobre todo en aquellos casos en que
coincide simulación con incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del
matrimonio. Dicho medio de prueba puede contribuir a la búsqueda de la ver-
dad en cuestiones que afectan al fuero interno de las personas en causas de
simulación matrimonial, y un instrumento de ayuda para el juez cuando incluso
falta la confesión judicial o extrajudicial del simulador, la cual revela la voluntad
y mentalidad del mismo para estudiar la causa motiva por la cual el contrayen-

75
Thomas G. Doran “Comentario exegético al Código de Derecho Canónico”, p.1299.
76
Antonio Carlos Martín Martín, “El informe sobre los autos”, en Curso de Derecho matrimonial y
procesal Canónico para profesionales del Foro, Vol. XIX, pag. 225.
77
Carmen Peña García, “Las pruebas” (arts,155-216 DC), en C. Peña García y C. Moran Bustos,
Nulidad de matrimonio y Derecho Canónico, Dykinson, Madrid, 2007, p.319.

31
Julio Ortiz Herráiz

te ha simulado su consentimiento 78. Sería igualmente la pericia de gran ayuda


cuando la prueba de la simulación es prácticamente imposible, esto es, cuando
la parte, de la que se dice consintió simuladamente, lo niega, pues entonces no
sólo se ha de superar con argumentos concluyentes la presunción contraria es-
tablecida por el Derecho, sino que obsta también la negación de aquel de cuyo
acto interno se trata para que la simulación no quede probada 79.
Igualmente, podemos encontrarnos con el supuesto de que la mala fe y
postura obstruccionista de la parte demandada por simulación le lleve a ne-
garla en el proceso y, sin embargo, un perito psicólogo avezado en consenti-
miento matrimonial, que estudie tanto la veracidad de la parte como el acto
de voluntad, pueda confirmar la existencia de la simulación.
Un principal problema se plantea con la situación de ausencia legal del
demandado simulante. Tal y como está confeccionada la prueba desde un
punto de vista procesal, sin la confesión es casi imposible demostrar el acto
positivo de voluntad 80, y ante esta falta de prueba, el juez tiene que suplir este
déficit probatorio con la testifical de personas fidedignas, en aras a probar la
confesión extrajudicial que el simulante hizo mediante palabras antes o in-
mediatamente después del matrimonio, y siempre habrá que analizar cada
caso en concreto 81, pues hay tribunales eclesiásticos que se muestran reticen-
tes para declarar la nulidad del matrimonio cuando la simulación se atribuye
a la parte demandada, y esta no comparece en juicio, situación que se agrava
cuando no se dispone de informes parroquiales para adverar la credibilidad
de los testigos. Ante esta situación de incomparecencia del demandado, el
Tribunal no podrá considerar reconocidos de forma tácita como ciertos los
hechos aducidos en el escrito de demanda, si bien, entendemos que siempre

78
La prueba de confesión será sin duda menos reveladora y habría de estarse también y en buena
medida al resultado sobre todo de las pruebas técnico-periciales. Víd. S. Panizo Orallo, Temas procesales y
nulidad matrimonial, op. cit. p. 489.
79
En este extremo me reafirmo en que se sigue notando en este sentido las reminiscencias de la
legislación anterior de 1917 y de la jurisprudencia: En una c. León del Amo de 1976 no se prueba la simula-
ción con el siguiente argumento: “por muchos dichos que haya…si ninguno de ellos se casaron excluyendo
con un acto positivo de la voluntad el consentimiento interno…hemos de concluir que la falta de confesión
del demandado como presunto simulador, arguye que ni él se casó fingidamente, si supo que la esposa se
casase por pura comedia”. Incluso levanta sospecha cuando se comprueba que de las respuestas del deman-
dado se deduce un interés por obtener la declaración de nulidad, según estas sus palabras: “Estoy en total
acuerdo en que se lleva a cabo la nulidad del matrimonio religioso…”.
80
Víd. Curso de Derecho matrimonial y procesal…. Canónico para profesionales del Foro, vol. IX, (La exclu-
sión del “bonum prolis” y del bonum fidei”), Estudios en honor al profesor A. Mostaza Rodríguez, p. 356.
81
Indudablemente el Derecho Canónico recibió el principio del Derecho romano, según el cual
incumbe probar al que afirma, no al que niega (canon 1526; Instr DC art 156: la carga de la prueba incumbe
al que afirma). Por ello el demandado se encuentra, en cuanto a la prueba, en la misma posición que el
demandante tratándose de hechos que alega la defensa, aunque su aplicación dependerá en mucho del
recto criterio del juez, quien debe atender a las especiales circunstancias de cada caso y conforme a ellas
distribuir la carga de la prueba.

32
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

debe el juez valorar la ausencia en juicio de la parte demandada 82. En estos


supuestos de la antes llamada “rebeldía procesal”, entendemos que el informe
pericial sobre los autos de la misma manera que sirve al tribunal en una causa
de incapacidad del canon 1095.2/3, puede también configurarse como un
medio de gran utilidad, siempre y cuando el informe sea ante todo un acto
científico, en el sentido de que el perito pueda hacer una selección e inter-
pretación de los comportamientos que se nos relatan en las actas. Por tanto,
cada afirmación que el perito vierte en el informe ha de estar referida a una
secuencia concreta de los autos 83.
Pues bien, la jurisprudencia al tratar la causa simulandi insiste en que los
hechos son más elocuentes que las palabras. Este era el acertado criterio de
León del Amo, que refiriéndose al valor de las circunstancias en la prueba de
la exclusión, decía:
la elocuencia de los hechos y de las circunstancias es poderosa sobre todo en
la causas matrimoniales de nulidad por simulación del consentimiento. Más
fe merecen los hechos y la conducta observada que las palabras de cónyuges
interesados y de testigos familiares o amigos que declaran deseosos de ayudar
al cónyuge… 84.
Y añadía:
Nos atrevemos a decir que las circunstancias son la clave para descifrar el
enigma de la simulación y para decidir si consta o no el consentimiento fingi-
do…El significado verdadero. La interpretación genuina y la eficacia proba-
toria de las circunstancias depende no de una u otra consideradas por separa-
do, sino del conjunto de todas ellas 85.
O como se dice, en suma, en una c. Giannecchini, del 12 de julio de 1991:
como son casi innumerables las causas y circunstancias que pueden invocar-
se contra los bienes del matrimonio, deben examinarse atentamente su na-
turaleza, mutua relación y gravedad: los hechos son más elocuentes que las
palabras cuando son ciertos, determinados y unívocos, o cuando tienen una

82
Este es el criterio de Carlos Morán Bustos, Decano del Tribunal de la Rota: “Cierto es que
comparecer en el proceso canónico de nulidad es una carga, pero no una obligación, de hecho no puede
ser exigida judicialmente, pero insertos en un proceso que terminará en una sentencia que involucra al
demandado, es innegable que es responsable de su propia conducta que no puede por menos que ser ca-
lificada como de indiferente a la vez que hacerle cargar con las consecuencias perjudiciales que procedan
de su propia negligencia o de su propia táctica, toda vez que desde nuestro punto de vista, la inacción de la
parte demandada siempre merece una consideración especial”. (De esta forma lo recoge el autor en su artí-
culo “La parte voluntariamente ausente en el proceso de nulidad”, en Curso de Derecho matrimonial y procesal
canónico para profesionales del foro, vol 18, Salamanca 2007, pp.107-109).
83
Antonio Carlos Martín Martín, “El informe sobre los autos”, en Curso de Derecho matrimonial y
procesal Canónico para profesionales del Foro, Vol.XIX, p. 224.
84
Sent. c. Serrano, 13-12-1991, en ARRT 83, (1994), pp.729-80, nn.6-7.
85
L. del Amo, La clave probatoria…, op. cit., p. 276.

33
Julio Ortiz Herráiz

estrecha conexión con la simulación de que se trata. Pues entonces las pre-
sunciones del hecho prevalecen sobre las presunciones de derecho 86.
Cuando en clave jurídica se trata de diseccionar un acto tan humano y
trascendente como el consentimiento, lo que comporta adentrarse en las raí-
ces más profundas del yo, en el modo como éste se ha proyectado hacia el otro
conyugal, no hay duda que el recurso a estas ciencias se consigue a través de
la “prueba pericial”. Gracias a ella es posible efectuar un análisis y estudio de
las carencias o deficiencias del psiquismo del sujeto en el momento de con-
traer, convirtiéndose en un elemento imprescindible. Es preciso añadir que
ello no significa “psicologizar” o “psiquiatrizar” los procesos de nulidad ma-
trimonial 87, sino −tan solo− utilizar un soporte científico, de la mano de un
experto en la materia, con el objeto de conseguir una aclaración técnica de
aquellos hechos relacionados con las facultades humanas que afectan al con-
sentimiento. En este sentido, resulta especialmente oportuna y clarificadora
la argumentación de M. R. García Vilardell, dice asi:
La exclusión (…) debe realizarse por un acto positivo de voluntad, pero tam-
bién el consentimiento que hace surgir el vínculo matrimonial ha de ser un
acto de voluntad por el que el varón y la mujer se entregan y aceptan mutua-
mente; por ello, del mismo modo que se presume la existencia implícita del
acto de voluntad por el que se quiere contraer matrimonio, pueden existir
indicios de los que se deduzca igualmente una ausencia de voluntad matri-
monial no menos implícita, pues una disposición contraria al matrimonio
mismo o a alguno de sus elementos o propiedades esenciales, puede origi-
nar una verdadera voluntad no matrimonial, siendo la persona misma, ese
substrato psicológico, sociológico y cultural del contrayente, el hecho indi-
ciario de dicha ausencia de voluntad matrimonial, máxime si tenemos en
cuenta que la voluntad simulatoria no puede circunscribirse a un instante
temporal, sino que debe ser encuadrada en todo ese substrato al que venimos
refiriéndonos. 88
Para esta autora, en aquellas causas en las que se analice el consenti-
miento matrimonial −y por tanto en las de simulación−, desde el punto de
vista procesal, la pericia psicológica se presenta como uno de los medios
de prueba convenientes y esenciales para conocer a la persona y las rela-
ciones conyugales interpersonales. Y es que insiste en que “es en la per-
sona misma y en su actitud para con el matrimonio en donde debe fijarse
el punto de atención en orden a determinar la posible exclusión del ma-

86
Sent. c. Giannecchini, 12 -7- 1991, en ARRT 83, (1994), pp. 441-42, n.2.
87
Carlos Moran Bustos, “Condiciones de la realización de la prueba pericial”, en Curso de Derecho
Matrimonial y procesal Canónico para profesionales del Foro, Vol. XIX, p. 230.
88
Mª. Rosa García Vilardell, “El acto positivo de la voluntad excluyente: algunas consideracio-
nes en clave personal”, en AA. VV., Religión, Matrimonio y Derecho, Iustel, Madrid, 2013, p. 1903.

34
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

trimonio o de sus notas esenciales (…)” 89. Coincidimos en que la prueba


tradicional de la simulación es complicada o “limitada”, también en el he-
cho de no rechazar el esquema tradicional probatorio, pero, sin embargo,
al igual que esta autora consideramos necesario que este se vea auxiliado
por aquel instrumento cuyo soporte científico nos permita adentrarnos
del modo más adecuado en el conocimiento de la voluntad del contrayen-
te. Se trata de analizar “la efectiva influencia de los rasgos de la personali-
dad del sujeto, no tanto sobre la capacidad de entender y querer, sino so-
bre el propio y verdadero querer” 90. En este sentido la pericia psicológica
es uno de los instrumentos de auxilio más valiosos.
Ciertamente, en los contenidos psicológicos de las categorías jurídicas del
matrimonio canónico aparece la necesidad del diálogo 91 entre perito y juez,
teniendo en cuenta además que el magisterio de la Iglesia ha recogido la evo-
lución de las ciencias psicológicas. Pío XII en la Alocución a la Rota Romana
en, el año 1941, trataba el tema de la incapacidad para el matrimonio en rela-
ción a algunas teorías psicológicas y psiquiátricas afirmando: “la jurispruden-
cia no puede y no debe olvidar el genuino proceso de las ciencias que se rela-
cionan con la matrimonial y litúrgica; ni puede considerar lícito rechazarlas
porque son nuevas…” 92.
En este sentido, Juan Pablo II en los discursos a los miembros del Tribunal
de la Rota Romana 93 los días 5-II-1987, 25-II-988, 11-II-1995, incide en la in-
fluencia positiva de la psicología-psiquiatría en el derecho canónico 94, pues
ayudan a tener una visión más real e integral del hombre: “solamente una
antropología cristiana enriquecida por la contribución de los datos obtenidos
con certeza por la ciencia, también en tiempos recientes en los campos psico-
lógico y psiquiátrico, puede ofrecer una visión completa y, por ello, realista
del hombre” 95 y concertando las parcelas del conocimiento del hombre que
muestran estas ciencias, se incide en la riqueza del “mundo interior” que es
la fuente de la actividad consciente y libre: En este ámbito es absolutamente
laudable el recurso a las disciplinas humanistas en el sentido amplio, ya las dis-
89
Idém, p. 1910.
90
Idém, p. 1910.
91
Víd. R. Hamilton, Giudice e perito nelle cause matrimoniali per incapacità psichica: un dialogo da svilu-
ppare, Roma, 1993.
92
Pio XII, Alloc.: Ad Praelatos Auditores ceterosque Officiales ed Administros Tribunalis Sacrae Romanae
Roate necnon eiusdem Tribunalis Advocatus el Procuratores, 3-10-1941, en AAS 33 (1941),p. 423.
93
Juan Pablo II, Alloc.: Ad Rotae Romanae Auditores, coram admissos, 5-2-1987, en AAS 79 (1987), pp.
1453-1459; Juan Pablo II, Alloc.: Ad Rotae Romanae Auditores, 25-1-1988, en AAS 80 (1988), pp. 1178-1159;
Juan Pablo II, Alloc.:Ad Rotae Romanae Iudices, 10-2-1995, en AAS 87 (1995),PP.1013-1019.
94
Víd. Para esta cuestión, J.M. Serrano Ruiz, “Características y valoración de la pericia psíquica
en los tribunales eclesiásticos a la luz de los discursos de S. S. Juan Pablo II”, en Curso de derecho matrimonial y
procesal canónico para profesionales del foro, vol. VIII, Salamanca, 1989, pp. 289-319.
95
Juan Pablo II, Alloc.: Ad Romanae…, 10-2-1995, en AAS 87 /1995), p.1014.

35
Julio Ortiz Herráiz

ciplinas médico-biológicas o también psiquiátricas y psicológicas en sentido


estricto” 96.
En relación con lo que indicábamos de la causa simulandi en cuanto que
atiende a la conducta humana, resulta innegable que tanto la Psiquiatría como
la Psicología, son un medio para comprender los procesos psíquicos que están
en la base de dicha conducta humana: “Conocemos bien los grandes procesos
realizados por la psiquiatría y psicología contemporánea. Apreciamos cuanto
han hecho y hacen estas ciencias por clarificar los procesos psíquicos, tanto
conscientes como inconscientes” 97.
En definitiva, se valora positivamente el concurso de estas ciencias para
situar correctamente el momento del consentimiento matrimonial que, como
acto de la persona, procede de la interioridad el hombre mediante los proce-
sos psíquicos que estudian estas ciencias. Seguimos citando a Juan Pablo II:
En cualquier caso, queda fuera de dudas que un profundo conocimiento de
las teorías elaboradas y de los resultados obtenidos de las ciencias menciona-
das, ofrece la posibilidad de valorar la respuesta humana a la vocación al ma-
trimonio de un modo más preciso y diferenciado que cuanto la permitirían la
sola filosofía y la sola teología 98.
Estamos de acuerdo que siempre que surja como trasfondo fáctico una
posible anomalía psíquica, una perturbación psicológica, un desequili-
brio en la personalidad, aunque no sea una “enfermedad mental” en sen-
tido estricto, resultará imprescindible recurrir al auxilio de los expertos
peritos.
Lo cierto es que el Código de Derecho Canónico presenta una con-
cepción más amplia del matrimonio siguiendo las enseñanzas Conciliares,
siendo el punto de inflexión el Concilio Vaticano II, a partir de este mo-
mento aparece un concepto del matrimonio que incide en la importancia
de las personas, ya que son ellas quienes se entregan mutuamente para
constituir un auténtico consorcio de vida. Cuestión que ha provocado
nuevas consideraciones doctrinales en cuanto a la institución del matri-
monio y del acto del consentimiento. Indudablemente, en los Tribunales
eclesiásticos se constata una orientación más personal respecto a la va-
loración del consentimiento matrimonial en las causas de nulidad, pero
son las causas por incapacidad las únicas que parecen beneficiarse de este
nuevo enfoque recogido en el Código y en estos casos también reflejado
en el marco del derecho procesal. Es un hecho que se observa la utilidad

96
Ibíd.,p.1015.
97
Juan Pablo II, Alloc.:Ad Rotae…, 5-2-1987, en AAS 79 (1987), p.1454.
98
Juan Pablo II, Alloc.: Ad Rotae…, 5-2-1987, p.1454.

36
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

de la pericia psicológica en los supuestos de incapacidad consensual. Sin


embargo, en los supuestos de simulación, se constata una actitud bien dis-
tinta manifiesta en la práctica procesal y −tal y como hemos visto− genera
una prueba de la simulación deficiente y controvertida. Esta situación nos
habla de la necesidad de revisar este capítulo de la nulidad matrimonial.
Según Arroba Conde 99, existen tres razones que justifican el recurso al
perito psicólogo fuera del ámbito de la incapacidad, a saber: 1ª) la necesidad
de comprender el fin último que ha impedido la realización del proyecto de
comunidad conyugal; 2ª) la posibilidad de determinar con certeza el estrecho
límite que separa la anomalía de la inteligencia de la anomalía de la voluntad
y 3º) la búsqueda de elementos de prueba que aclaren la “exclusión implíci-
ta” y que, superando el límite de las pruebas tradicionales, fundamenten, de
modo más sólido y cierto, la “exclusión explícita”.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si la necesidad de la pericia
en las causas de simulación matrimonial es admitida por el Tribunal de la
Rota de la Nunciatura Apostólica. Moran Bustos señala que algún autor
ha propuesto, con buen criterio, la utilidad de la pericia, no sólo en los
supuestos de incapacidad consensual, sino también en algunos casos de
exclusión. Citamos:
como se sabe, la exclusión se produce por un “acto positivo de volun-
tad”; pero los estudios sobre la incapacidad sugieren que la positividad
del acto excluyente sea examinada en relación directa con la positivi-
dad del acto con el que se instaura el matrimonio (…). En estos casos
(en particular en el de las exclusiones “implícitas”), el examen sobre la
condición psíquica del contrayente, aun sin mostrar una merma radical
de sus facultades y capacidades en relación al matrimonio, puede ofre-
cer una explicación idónea sobre el grado de compromiso real con el
que inició el proyecto conyugal  100.
Este criterio es novedoso en materia de simulación matrimonial y tam-
bién es innegable la aportación de la prueba pericial psicológica.
Respetando cualquier criterio doctrinal y jurisprudencial contrario
al que expongo en mi tesis, compruebo en el tribunal de la rota –a dife-
rencia de otros tribunales eclesiásticos– cierta sensibilidad con una clara
tendencia aperturista a la prueba pericial como medio de ayuda al juez

99
M. J. Arroba Conde, “Características generales y valoración jurídica de la pericia. Ámbito canó-
nico”, en Estudios de derecho matrimonial y procesal, Salamanca, 1999, pp. 399-400.
100
Carlos Moran Bustos, “Las condiciones de la realización de la prueba pericial”, en Cortés
Diéguez, M. y San José Prisco, J. (Coords.). Curso de Derecho Matrimonial y Procesal Canónico para Profesionales
del Foro, Vol. XIX, Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2009. ISBN: 978-84-
7299-841-4, p. 240.

37
Julio Ortiz Herráiz

en causas matrimoniales por simulación. Un ejemplo es la sentencia del


Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica c. García López de 20 de
noviembre de 2010. En dicha sentencia el criterio o interpretación psicoló-
gica de las razones que movieron al esposo para simular su matrimonio, exclu-
yendo la indisolubilidad, se fundamentan en los siguientes términos:
la elevada inteligencia del peritado y sus salvaguardados procesos cogniti-
vos le alertaban de la enorme dificultad que tenía para mantener un matri-
monio basado en la relación sexual, sin que otros factores más importantes
ejercieran una función de afianzamiento de la unión matrimonial. Por este
motivo su falta de compromiso ante lo que debería ser la indisolubilidad
del matrimonio funcionó como defensa ante la idea de la perpetuidad del
vínculo 101.
El juez, con una prueba pericial psicológica o psiquiátrica correctamente
realizada, que reúna los requisitos necesarios, contaría con un medio indis-
cutible de averiguación de la causa simulandi 102. La valoración de la prueba
dependerá siempre del criterio del juez (de su discrecionalidad, prudencia
e incluso equidad, que no de su arbitrariedad 103). Como bien apunta M. A.
Jusdado 104: “el papel de la aequitas impide reducir el Derecho canónico a re-
glas rígidas, y le permite adherirse a las circunstancias contingentes de la rea-
lidad y a las cambiantes necesidades sociales de los destinatarios”. R. Navarro
Valls, adelantándose a los tiempos, ya puso de manifiesto hace décadas que
“resulta concebible un conflicto, que no pocas veces se da, entre esa aprecia-

101
Sent. del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica c. García López de 20 de no-
viembre de 2010. Sin publicar.
102
No debemos olvidar que todas las pruebas, directas o indirectas, inmediatas o mediatas pueden
contener e incluir apoyos unas con otras, para llegar a la certeza moral sentencias, en este sentido Víd. las
sentencias siguientes: c. Rogers, 10 -12-1962, nº 4 o c. Fagiolo, 8-6-1968, nº 3. Bajo nuestro punto de vista
el artículo 203§ 2 de la Instrucción Dignitas Connubii señala que la prueba pericial no es obligatoria; pero
en un caso concreto sí es obligatoria, a saber, cuando el juez la considere necesaria o conveniente; si la con-
sidera conveniente es porque con las otras pruebas no ha adquirido la certeza y, por lo tanto, considerarla
“conveniente” equivale en la práctica a considerarla “necesaria”.
103
En este sentido me refiero a que la prueba pericial jamás tendrá cabida en la simulación mien-
tras se centre única y exclusivamente en las llamadas pruebas directas: confesión judicial del simulador
avalada por testigos conocedores de los hechos en tiempo no sospechoso, que es la praxis habitual de los
tribunales eclesiásticos españoles, cuando en realidad las vías de prueba son mucho más indirectas a partir
de indicios que configuran presunciones. En definitiva, que las obras y la conducta, dentro de unas circuns-
tancias elocuentes, interpelan al juez con mucha más fuerza que las declaraciones de los propios interesa-
dos o testigos.
104
M.A. Jusdado ha realizado un trabajo digno de elogio acerca de este tema. Víd., M. A. Jusdado
Ruiz-Capillas Derecho y Derecho Canónico, Madrid 2006, p.29. En este interesante estudio también se pone
de manifiesto otras cuestiones importantes que desbordan el objetivo de este trabajo como son: que la jus-
ticia divina es siempre más benevolente que la humana en cuanto aquélla siempre perdona, pero al mismo
tiempo es también siempre más exigente que la justicia humana, en cuanto que no puede transigir con
aquello que es injusto. De esta última aseveración se desprende otra cuestión importante que versa sobre
los límites del Derecho Canónico.

38
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

ción en conciencia y la que la ley impone”. 105 Su acertado criterio entiendo


que es aplicable a la necesidad del juez de acudir a la prueba pericial psico-
lógica para estudiar una simulación matrimonial, aunque el ordenamiento
legal solamente lo admita o imponga en los casos de incapacidad psicológica
consensual.
Y es precisamente este hecho, el que el ordenamiento legal solamente lo
admita o imponga en los casos de incapacidad psicológica consensual, una de
las razones que provoque esa reticencia que existe en los tribunales eclesiásti-
cos –salvo las mencionadas excepciones– a recurrir a la pericia psicológica en
las causas de exclusión. Ya han quedado claras las connotaciones psicológicas
de la simulación, también su conexión con la incapacidad, la necesidad de
analizar en ambos casos la psique del contrayente en el acto del consentimien-
to, ya desde el punto de vista de su aptitud como de su actitud, pero ambos as-
pectos requieren un estudio científico de la psicología del sujeto que compete
a las ciencias psicológicas y psiquiátricas. Es por ello que debemos buscar otras
razones que expliquen la escasa petición de la prueba pericial para probar la
simulación. Cuestión que en opinión de algún autor 106, y de la mía propia,
puede deberse a una errónea interpretación de los cánones 1680 y 1574. En
el primero se indica cuáles son los casos en los que es obligatoria la interven-
ción del perito, y reenvía al canon 1574 para otro tipo de causas. Cuando va-
mos al canon 1574, el legislador nos indica que la intervención de los peritos
será obligatoria siempre que el juez lo crea necesario. En nuestra opinión, las
causas de la exclusión tienen cabida en ambos cánones pero, el hecho de no
mencionarse, privilegia que se omita la obligatoriedad y conveniencia de su
aplicación, prefiriendo perder calidad técnica, prefiriendo rechazar un instru-
mento que proporcione una certeza científica en una cuestión tan específica
e importante, que considerada junto a otros factores, ayude al juez a alcanzar
su certeza moral. Las razones pueden ser muchas, pero todas apuntan a evitar
males mayores, cuestión que habrá que retomar en nuestras conclusiones.

105
R. Navarro Valls, “La valoración de la prueba en Derecho Canónico” en AA. VV., La norma en
el Derecho canónico. Actas del III Congreso internacional de Derecho Canónico, Pamplona, 10-15 Octubre de 1976.
Efectivamente, tal y como puede apreciarse en el citado trabajo, este autor se adelanta a los tiempos, toda
vez que la actual regulación de la prueba pericial en la Instrucción Dignitas Connubii conserva las remi-
niscencias del Codex del 17 y el actual de 1983 y se limita a las causas de incapacidad (arts.203 y 209), no
diciendo nada sobre simulación.
106
Antonio Foderaro lo explica así: “Considerata la prassi, crediamo però che, probabilmente, il
disposto codiciale 1680 ha condizionato l’applicazione del canone 1574. L’obbligatorietà dell’intervento
del perito nei casi sanciti dal canone 1680 ha implícitamente escluso la possibilità di utilizzo della pericia in
altri casi, come prevede il canone 1574.” (cfr. Antonio Foderaro, Opportunità della prova periziale nelle cause di
esclusione, op.cit. p. 131).

39
IV.-REPERCUSIÓN DE LAS DISFUNCIONES PSÍQUICAS
EN LA VOLUNTAD EXCLUYENTE

En el presente punto trato de investigar si las anomalías del psiquismo


‘graves’ o ‘no lo suficiente graves’ como para invalidar un matrimonio según
dictamen pericial psicológico o psiquiátrico, pueden estar en la base o raíz de
una simulación matrimonial y producir una voluntad excluyente. En íntima
conexión con esto y, en otro epígrafe a continuación, analizo si el sujeto que
es incapaz para el matrimonio, puede simular.
La causa psíquica que produce la incapacidad puede a veces afectar al su-
jeto de forma tal que le impulse a contraer matrimonio con verdadero animus
non contrahendi, buscando en él la satisfacción de posibles intereses o deseos
que nada tienen que ver con la naturaleza del vínculo matrimonial; o bien,
aún cuando exista en el sujeto la voluntad de contraer matrimonio, éste pue-
de verse impelido, por influencia de la enfermedad o anomalía que padece, a
excluir algún elemento o propiedad esenciales del matrimonio, de forma que
dicha anomalía, atacando a la esfera volitiva del contrayente, determine en él
un animus non se obligandi.
En el primer caso existiría una discrepancia entre la voluntad interna y
aquella otra que aparece externamente, es decir, entre la voluntad real y la
manifestada, y tal disconformidad viciaría el consentimiento, que sería nulo
por el capítulo de la simulación total. En el segundo se daría el supuesto de
exclusión o simulación parcial 107.

107
El Código de Derecho Canónico de 1983, al igual que el de 1917, no utiliza el término de ‘simu-
lación’ sino el de ‘exclusión’ del matrimonio o de un elemento esencial, o una propiedad esencial del
mismo, (can. 1.101. 1.0). En realidad, aunque en el primer caso existe una auténtica simulación –total– en
el segundo no puede hablarse correctamente de simulación, entendida en sentido estricto, pues ésta lle-
va consigo una discrepancia entre la voluntad manifestada externamente, de contraer matrimonio, y la
reservada internamente, contraria al mismo. Sin embargo, en el supuesto de exclusión de alguno de los
elementos o propiedades esenciales del matrimonio, puede no existir tal discrepancia pues, por una parte,
no se manifiesta, al prestar consentimiento, una voluntad expresa acerca de tales elementos y propiedades
esenciales que, por tanto, no puede diferir de la verdadera voluntad; por otra, en la llamada simulación
parcial el sujeto que contrae quiere realmente contraer matrimonio, pero no el matrimonio tal como está
configurado, esencialmente, por el ordenamiento canónico. Vid., en el mismo sentido, L. DEL Amo, “La
prueba de la simulación en las causas matrimoniales”, en REDC 18, (1963) 388-389.

41
Julio Ortiz Herráiz

Pues bien, con anterioridad a la configuración de la incapacitas assumendi


como capítulo de nulidad autónomo, la Jurisprudencia acudió en numerosas
ocasiones a la simulación −concretamente a la simulación parcial− para de-
clarar la nulidad del matrimonio por consentimiento viciado, fundamental-
mente en casos en que alguno de los contrayentes era víctima de algún tipo de
perversión o desviación de tipo sexual.
Y puesto que el Código no hacía referencia −como tampoco lo hace des-
pués de la reforma del 83, a cuáles eran los elementos esenciales del matrimo-
nio que se entendían excluidos en tales casos−, la doctrina y la Jurisprudencia
entendieron que los mismos tenían relación con los tres clásicos bona matri-
monii, de forma que se invocaba la exclusión de alguno de esos bienes como
causa de la nulidad 108.
Así, una sentencia c. Sabattani, de 20 diciembre 1963, aseguraba que los
supuestos de homosexualidad grave no podían constituir causa de nulidad
autónoma, y proponía, entre otras posibilidades, que determinadas pertur-
baciones sexuales fueran reconducidas a la exclusión de los actos de por sí
aptos para la generación 109. De hecho, en ocasiones, se declaró la nulidad del
matrimonio si el contrayente había rechazado, por acto positivo de la volun-
tad, la prole, en el momento de contraer matrimonio 110. No obstante, en los
casos de homosexualidad, se reconoció más frecuentemente la existencia de
una exclusión del bonum fidei 111, si bien no siempre se consideró infidelidad la
relación homosexual.
Tampoco fueron pocos los casos de ninfomanía grave en que se consideró
que la mujer que padecía de tal “furor” en el momento de la boda, no había
podido contraer matrimonio válido por exclusión del bonum fidei o, incluso,
en algunos casos, del bonum sacramenti, por causa de su enfermedad 112.
Dicho esto, cabe preguntarse, ¿cuál es la incidencia que los trastornos gra-
ves y leves pueden tener sobre el proceso voluntario? En ocasiones, ante la
dificultad probatoria de la simulación, lo que subyace en realidad es una ano-
malía del psiquismo grave para invalidar un matrimonio, según dictamen pe-
ricial psicológico o psiquiátrico por incapacidad para asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio del canon 1095.3. Otras veces, las anomalías psí-
108
Sentencias: c. Sabattani, 21-6-1957, en SRRD 49, dec. 132; c. Pinna, 4-4- 1963, en SRRD 55,, dec.
50; c. Mattioli, 22-10-1964, en SRRD 56, dec. 134; c. Ewers, 22-6- 1968, en SRRD 60, dec. 133; c. Lefebvre,
10-6- 1971, en SRRD 63, dec. 159, etc.
109
SRRD 55, dec. 157, pp. 961-962.
110
Sent. c. Sabattani, 11-1- 1963, en SRRD 55, dec. 4.
111
SS. c. Parrillo, 12-8-1929, en SRRD 21, dec. 52; c. Lamas, 15-3-1956, en SRRD 48, dec. 57; c.
Mattioli, 11-12- 1958, en SRRD 50, dec. 210.
112
SS. c. Lefebvre, 26-4-1958, en SRRD. 50, dec. 85; c. Heard, 27-6-1959, en SRRD 51, dec. 115; c.
Lefebvre, 19-12- 1959, SRRD 51, dec. 185.

42
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

quicas no absolutamente graves encajarían en la fisonomía de causa simulandi


y, como bien sabemos, las causas motivas, en este caso, explican un escenario
biográfico que permite suponer razonablemente, según el criterio de la pro-
fesora Briones Martínez 113, la existencia de un acto positivo de exclusión 114.
Con el objeto de dar respuesta a la incidencia de las anomalías graves y
leves del psiquismo voy a analizar dos casos de nulidad en los que concurren
las siguientes circunstancias:
1º) En 1ª instancia el tribunal eclesiástico declaraba la nulidad por exclu-
sión del bonum sacramenti (exclusión de la perpetuidad, indisolubilidad)
por parte del esposo y el tribunal de apelación pasaba la causa a pro-
ceso de turno ordinario no confirmando la sentencia por simulación.
Sin embargo, presentando nueva proposición de la causa por los ca-
pítulos de grave defecto de discreción e incapacidad del esposo, se
declaraba la nulidad por los mismos.
2º) No se declara la nulidad por exclusión del bonum sacramenti (exclu-
sión de la perpetuidad) por ninguno de los tribunales, hay sentencia
negativa en primera Instancia y en su apelación, pero en 2ª instancia
queda probada la incapacidad del esposo del por el canon 1095.3,
declarándose la nulidad por incapacidad.

PRIMER CASO: Sentencia de fecha 28 de mayo de 2001


del Tribunal Eclesiástico de Madrid 115

Resumen de los hechos de la causa

Los esposos se conocieron en el año 1989 por razón de sus estudios de


carrera universitaria y por coincidir en una clase de Historia de la Farmacia.
La relación de noviazgo duró aproximadamente unos dieciséis meses y estuvo
marcada por frecuentes discusiones debido a la falta de afinidad en criterios y
costumbres. Durante el noviazgo el actor le manifestó a su entonces novia su
modo de pensar sobre las relaciones hombre/mujer en el sentido de que éstas
tenían sentido tan sólo mientras fueran felices y gratificantes. En caso de que
esto no fuera así, era partidario de separarse y dar por terminada la relación.

113
Comparto su criterio, si bien, desde un punto de vista práctico y como expongo a continuación
la causa motiva no prueba la existencia de un acto positivo de exclusión.
114
Irene Briones Martínez, en Ius canonicum 39, Nº Extra 1, (1999), pp. 817-828. (ISSN 0021-325X).
(Escritos en honor de Javier Hervada).
115
Sentencia sin publicar.

43
Julio Ortiz Herráiz

En el tiempo previo al matrimonio, el demandante, debido a una serie


de avatares de tipo económico, dejó aparcada la oposición que estaba prepa-
rando y tuvo que colocarse en una oficina de farmacia, en la que coincidió
durante seis meses con Dña. Susana. En Enero de 1990 acuerdan los novios
contraer matrimonio; lo hacen por la Iglesia, ya que las respectivas familias no
veían bien el matrimonio civil. Contraen matrimonio canónico el 7 de abril de
1990 en Madrid y de esta unión han nacido dos hijas.
En Mayo de 1999 se produce la separación conyugal, partiendo la inicia-
tiva del esposo como consecuencia se la ya mencionada falta de entendimien-
to entre los esposos y de conforme con la mentalidad divorcista del marido
al considerar que no tenía sentido el mantener dicha relación matrimonial
cuando ninguno era feliz.
Presentada solicitud de nulidad de matrimonio en el Tribunal Eclesiástico
de Madrid con fecha 21/11/00 se fija la Fórmula de dudas en los siguientes
términos:
SI CONSTA LA NULIDAD DE ESTE MATRIMONIO POR FALTA DE
VALIDO CONSENTIMIENTO MATRIMONIAL DEBIDO A: SIMULACIÓN
PARCIAL POR EXCLUSIÓN DE LA PERPETUIDAD DEL VÍNCULO
MATRIMONIAL POR PARTE DEL ESPOSO.

Aplicación del derecho a los hechos

De forma resumida, de la causa interesa destacar lo siguiente: La sen-


tencia insiste en lo que venimos apuntando en materia de prueba; la prue-
ba de la exclusión concreta es en base, principalmente, de la confesión del
simulante 116. Pero esto sólo no basta. Es preciso que dicha confesión esté
corroborada por las declaraciones de los testigos, que hayan conocido direc-
tamente del simulante su intención excluyente en tiempo no sospechoso y
que todos ellos sean creíbles en sus manifestaciones, sin ofrecer indicios que
hagan sospechar manipulación de la verdad. Se debe de demostrar, asimis-
mo, la existencia de una causa grave y proporcionada para simular, distin-
ta pero coherente con la causa de contraer matrimonio. También hay que
prestar atención a las circunstancias que rodean la celebración del matrimo-
nio, a la índole y carácter del simulante y a las circunstancias subsiguientes a
la celebración para ver si son compatibles o no con dicha supuesta intención
simulante del excluyente.

116
Está fuera de duda de que se trata de un verdadero acto positivo de voluntad, sin embargo resul-
ta interesante la valoración de la prueba que se hace en 1ª y 2ª instancia.

44
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Análisis de la prueba

Se examina cuanto depuso el actor en la instrucción de la causa.


Reconoce que durante el tiempo de noviazgo habló de la posibilidad de
“romper el matrimonio si hubiese algún tipo de divergencia y la cosa no fun-
cionase”. Y a continuación añade que él entonces no vio claro “que el matri-
monio fuera para siempre, además condicionado por las experiencias del
entorno familiar negativas que había vivido”. Dice que todo esto lo habló con
su entonces novia y con sus amigos y familiares, en el sentido de que “si nos ocu-
rrieran circunstancias negativas parecidas a las de mi entorno familiar, yo sería
capaz de romper el matrimonio...”. Asegura que la entonces novia participaba de
estos mismos pensamientos, que eran tema de sus conversaciones prenupcia-
les y que ella lo aceptaba por estar también condicionada por una situación
similar por parte de su hermano.
El actor vuelve al tema de la exclusión de la indisolubilidad cuando afirma
que con ocasión del Cursillo prematrimonial él manifestó su opinión “pero
un poco solapadamente, incluso diciendo que habría que ver si es para
siempre”.
La sentencia considera que estas expresiones o formulaciones por parte
del esposo pudieran parecer un tanto imprecisas, en cuanto que se puedan
interpretar como prueba de la exclusión de esa propiedad esencial que es la
indisolubilidad mediante una voluntad positiva excluyente; para que esta ocu-
rra no basta ni la intención habitual contra dicha indisolubilidad, ni tampoco
la convicción errónea que el sujeto pueda tener sobre determinadas doctrinas
de la Iglesia; en este caso sobre el matrimonio.
El acto positivo de exclusión ha de ser un acto firme, deliberado, deter-
minado y aplicado en concreto al matrimonio. En el caso que nos ocupa, el
tribunal de 1ª instancia considera que no se trata de meras divagaciones en
conversaciones de novios sobre futuros hipotéticos o disquisiciones, que más
bien se podrían calificar como dialéctica académica, sino que, efectivamen-
te, en el esposo eran convicciones profundas y firmes, conforme lo testimonian,
con mayor claridad y precisión, los demás deponentes. Y dicha voluntad de rom-
per el matrimonio se hizo efectiva cuando el esposo abandona el hogar matri-
monial, tras 9 años de convivencia y la descendencia habida de dos hijas durante
este tiempo.
Analizando lo depuesto por la esposa, sometida a la demanda, el tribunal
a quo entiende que confirma la realidad de las circunstancias familiares proble-
máticas del esposo y que es una persona veraz y digna de crédito y le considera
como una persona moral y correcta; también deja dicho que su entonces novio

45
Julio Ortiz Herráiz

no creía en el matrimonio canónico y que si se casaba por la Iglesia era sólo por
condescender con las creencias y gustos de su entonces novia, pero no por pro-
pias convicciones. Sobre el tema de la indisolubilidad afirma la demandada:
Durante el noviazgo él comentó alguna vez que era partidario de la separación
o el divorcio, si el matrimonio no funcionaba, así por ejemplo no entendía por
qué su padre no había tomado esta opción, al igual que con respecto a mi her-
mano. Antonio llegó a decir incluso que si a él le sucediese lo mismo que a su
padre, o a su futuro cuñado, que él haría lo mismo.
Así pues, deja bien claro la esposa la voluntad de rechazo de la indisolubili-
dad del matrimonio por parte del esposo debido a su falta de creencia religiosa y
ello ya en tiempo antematrimonial, por tanto tempore non suspecto. Y en la siguien-
te respuesta vuelve a insistir en la misma idea la demandada, contraponiendo
sus creencias y convicciones religiosas a las del entonces novio en relación con el
matrimonio: “Él se casó creyendo que el matrimonio era disoluble, aunque no
me hizo ningún comentario en el momento de contraerlo (…)”.
Estima que es comprensible que el esposo ocultara en aquel momento su
exclusión a su esposa en los precisos momentos de contraer, siendo sabedor,
como lo era, de sus ideas y convicciones religiosas. En la versión de la esposa es
el mismo actor quien toma la iniciativa de separarse y divorciarse rompiendo
el matrimonio, mientras que en la declaración del esposo se decía que él había
obrado así respondiendo a una invitación de la esposa. El primer caso, si la ini-
ciativa es del esposo, concordaría más aún con sus ideas divorcistas y disolubistas.
La sentencia responde afirmativamente a la fórmula de dudas y decla-
ra la nulidad del matrimonio por exclusión de la perpetuidad por parte del
esposo 117.

Segunda instancia

Sentencia del Tribunal de la Rota. C. De Celis Fernández de 13 de junio


de 2003
El iter procesal en 2ª instancia es el siguiente:
El Defensor del Vínculo del Tribunal de la Rota, en informe de 7 de
octubre de 2001, dice que no consta de la nulidad de este matrimonio. Por
Decreto de 26 de febrero de 2002, no se confirma la sentencia del Tribunal
primijuzgador y se pasa a proceso ordinario, fijándose la siguiente fórmula de

117
Compartimos el planteamiento de la sentencia de 1ª instancia en cuanto a la exclusión de la
indisolubilidad.

46
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

dudas, de simulación de consentimiento por exclusión de la perpetuidad del


vínculo por parte del esposo.
Se propuso prueba, consistente en confesión de ambos esposos, docu-
mental y testifical. Con posterioridad el esposo presentó un escrito manuscri-
to suyo.
Por Decreto de 26 de julio de 2002, se admite sólo la confesión del espo-
so demandante y la documental. Practicada la prueba, el Ilmo. Sr. Defensor
del Vínculo se remite al informe anterior y la defensa presentó su escrito de
alegaciones.

Trascripcion de los puntos más relevantes del in iure de la sentencia

Merece la pena analizar el planteamiento que hace de la prueba de la si-


mulación que luego sostiene en la valoración de los hechos.
Al tratar de las exclusiones del c. 1101, bien sea de todo el matrimonio,
sería mejor decir rechazarlo como tal; o de alguna de esas propiedades, como
es la indisolubilidad, y la perpetuidad, hemos de partir de las consideraciones
y cánones anteriores, esto es, si realmente puede un contrayente contraer un
matrimonio canónico y a la vez rechazar algo del mismo, pues caso de darse,
habría una clara contradicción entre lo que se está manifestando en el mo-
mento de prestar ese consentimiento y lo que realmente se quiere.
Esa contradicción, ilógica por otra parte, exige la prueba, pues la presun-
ción está a favor del matrimonio, de que se quiso realmente, lo que estaba
diciendo.
A continuación menciona el posicionamiento al respecto de Panizo
Orallo 118. En un caso de excluir la institución o alguna de sus propiedades
esenciales, al alterarse la condición del objeto, el contrayente, ante la Iglesia,
prestaría asentimiento a un matrimonio no “eclesiástico”. Prosigue Panizo:
la exclusión o rechazo del elemento esencial del matrimonio, el matrimo-
nio mismo, la indisolubilidad por medio de un acto positivo de la voluntad,
según el canon 1101.2, del presunto simulante. Ello quiere decir que, tal ex-
clusión, ha de consistir en una decisión firme de la voluntad...; que dicha
exclusión ha de venir referida al propio matrimonio que se contrae; y que
la intención con que se verifica dicha referencia, ha de ser actual o al menos

118
Cuyo posicionamiento dista mucho del expuesto en el análisis que hemos hecho de la sentencia
del Tribunal de la Rota, c. Panizo Orallo de 12 de julio de 2002, que fue confirmada por Decreto c. de
Celis Fenández de 28 de mayo de 2004.

47
Julio Ortiz Herráiz

virtual, sin que sean suficientes las intenciones habituales o, menos aún, las
interpretativas.
Exigencia primordial para la exclusión es el acto positivo y prevalente de
la voluntad en ese sentido, sea explícito o implícito 119; actual o virtual. En fra-
se de García Faílde es: “un velle non”.
A continuación, el Ponente apartándose de la línea de Panizo Orallo en
cuanto a la elocuencia de los hechos sobre las palabras, y la importancia de
los indicios y presunciones, se va por otros derroteros totalmente distintos vol-
viendo al viejo esquema probatorio de la simulación. Dice así:
No podemos confundir la verdadera voluntad excluyente con actitudes pu-
ramente intelectivas, porque los actos que radican sólo en la esfera del en-
tendimiento, no conllevan voluntariedad, y nada representan en cuanto a la
intencionalidad, o acto positivo de la voluntad 120.

Aplicación a los hechos

Estudiada con detenimiento la prueba practicada en esta instancia, y


relacionada con toda la habida anteriormente, al ponente le surgen sólidas
dudas 121 sobre el acto positivo de exclusión que, no aparece suficientemente
probado, queriendo ser, más bien, “una vaga manifestación”, No se cuestiona
la credibilidad del esposo, sino de no hallar el acto positivo de excluir, de
modo que creara en este Tribunal, la certeza necesaria para declarar que cons-
ta de tal nulidad matrimonial.
Considera que no puede analizar la prueba de la causa sin una relación y
complemento en todo caso, de lo habido en el Tribunal de Madrid, así como
los antecedentes, concomitantes y siguientes circunstancias y modo de actuar del
demandante. Junto a datos verosímiles y que podrían ayudar a la prueba; hay con-
tradicciones. Alguna, entre las dos confesiones del actor, y otras, con los testigos.

Valoración de la prueba

El informe del Defensor del Vínculo, que comparte el Ponente se ciñe a


lo siguiente:
119
El Ponente necesita la prueba de un acto positivo de voluntad expreso y, bajo este punto de vista,
echa por tierra los argumentos de 1ª instancia.
120
Cologiovani: “La positividad del acto indica la categoricidad de la voluntad que quiere, absolu-
ta o hipotéticamente, llevar la práctica su propósito”. Se trata de un acto categórico, firme, serio y efectivo
(Cfr., SRRD, vol. LXXII, p. 579). En este sentido tenemos sentencias c. Julien, en SRRD XLIX, p. 844; c. Di
Felice, en SRRD XXIII, vol. 2, p. 109).
121
Este es el posicionamiento frecuente del juez en este tipo de causas, ya sea en 1ª o 2ª instancia.

48
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

“No basta la voluntad habitual, o la mera inclinación, opinión o voluntad in-


terpretativa que, al permanecer en la esfera intelectual, y no pasar al campo
de la voluntad, no pueden de ninguna forma irritar el matrimonio” 122.
Sigue en su informe, ante las discrepancias en los testimonios y en la con-
ducta del actor, hay que seguir el principio de: facta sunt potiora verbis, pero en
el presente caso no fue de aplicación por razones que desconocemos.
“La esposa con sus coincidencias y discrepancias, habla del comentario al
respecto, pero... se casó creyendo que el matrimonio era disoluble, aunque no
me hizo algún comentario a la hora de contraer”.
Algunos testigos dicen: Creo que XXXX (…), otros, que le oyeron decir
que si le ocurriera como a su padre (…), etc., Sin embargo, “El creo, pienso,
no es declarar lo visto y oído”. ¿Cómo lo sabe? El padre parece el más espontá-
neo y manifiesta lo que sigue:
alguna vez manifestaron algunas ideas sobre la posibilidad de la separación.
Ellos lo habían comentado en mi situación (pero él no lo hace al darse esas
circunstancias). No pasan de simples comentarios, sin relación alguna que
aparezca en el momento de contraer 123.
En mi opinión, la valoración que el ponente realiza de causa contrahendi y
la causa simulandi es totalmente arbitraria:
Una cosa es que se lo pensara más o menos, de hecho dice él que hablaron de
matrimonio y de los hijos... y si lo deciden entre los dos y no aparece repug-
nancia a esa unión, ¿dónde está la causa de simular 124? No es igual, repetimos,
el me gustaría, no me convencía, in-mente y, otra es, excluir positivamente.
En la parte dispositiva se procede reformar la sentencia de fecha 28 de
mayo de 2.001, dictada el Tribunal eclesiástico de Madrid, DECLARANDO
QUE NO CONSTA LA NULIDAD DEL MATRIMONIO, POR SIMULACIÓN
DEL CONSENTIMIENTO POR EXCLUSIÓN DE LA PERPETUIDAD DEL
VINCULO POR PARTE DEL ESPOSO.

Nueva proposicion de la causa por incapacidad del esposo

Se podría haber apelado contra esta sentencia de conformidad con los c.c.
1628 y 1630, pero a la vista de la exigencia probatoria que se hace de la simula-
ción consideramos imposible seguir intentando convencer al tribunal senten-
122
Tomado de una sentencia de c. Bruno, 1-2-1991 en SRRD V, 83, pp. 67-68.
123
Esta sentencia es un claro ejemplo de lo que indicamos de la prueba testifical y, bajo un punto de
vista objetivo, es imposible esa prueba.
124
Ante la duda que se plantea el Juez debería haber acordado la práctica de una prueba pericial.
Este es uno de los puntos donde observo el límite de la prueba de la simulación.

49
Julio Ortiz Herráiz

ciador de la pretendida exclusión. En base a ello, optamos por presentar nue-


va demanda en el Tribunal Eclesiástico de Madrid fundamentando la nulidad
matrimonial en la incapacidad del esposo.
El Tribunal Eclesiástico n° 2 del Arzobispado de Madrid, por decreto de
09 de febrero del 2004, fijó la fórmula de dudas en los siguientes términos: “SI
CONSTA LA NULIDAD DE ESTE MATRIMONIO POR FALTA DE VÁLIDO
CONSENTIMIENTO MATRIMONIAL DEBIDO A GRAVE DEFECTO DE
DISCRECIÓN Y/0 INCAPACIDAD PARA ASUMIR LAS OBLIGACIONES
ESENCIALES DEL MATRIMONIO POR PARTE DEL ESPOSO, EN ESTE
CASO”. Y se tuvo a la esposa por sometida a la justicia del tribunal.

Valoracion de la prueba

En lo que respecta al esposo: En cuanto al defecto de discreción invoca-


do, se estima que las declaraciones recogidas en autos acreditan que el esposo
no ponderó con la suficiente madurez lo que supone la comunidad de vida y
amor propia del matrimonio, avalando asimismo la falta de decisión y volun-
tad personal con que accedió al matrimonio.
Por lo demás, se hallan asimismo acreditadas la religiosidad, la veracidad
y la probidad de los declarantes; los testigos que declaran de ciencia propia,
mostrándose constantes y firmes en sus decisiones y contestes entre sí.
Por su parte, el Perito ha contado además en este caso con la entrevista
personal realizada al actor, aportando como fruto de todo ello el diagnóstico
de la “inmadurez psico-afectiva grave” que padecía el actor al tiempo de con-
traer, afectándole “de forma definitiva a su decisión respecto del matrimonio,
siendo éste un acto mecánico e irreflexivo” (cfr. f. 163) 125. Y vuelve a insistir en
ello al responder al Defensor del Vínculo (cfr. f. 164, 4ss). Tratándose de un
trastorno que impide juzgar, valorar y reflexionar de forma adecuada; por lo
que incapacita para tomar verdaderas decisiones... Estamos, en efecto, ante
un trastorno de personalidad por inmadurez, que afecta particularmente a
la dimensión afectiva e interpersonal del sujeto, impidiéndole disponer de
su propia persona, ya que su nivel de conciencia y libertad queda reducido,
siendo prisionero de su falta de control mental y de su estructura compulsiva.
Consiguientemente, presenta un acusado sentimiento de inseguridad, deter-
minado por su inestabilidad y su escasa tolerancia.

125
Estos datos aportados se extraen del informe pericial que forma parte del dossier de la causa
en cuestión, no publicada pero localizable en su tribunal de origen, Tribunal Eclesiástico de Madrid. Estos
datos pueden confrontarse en los folios que indicamos del mencionado dossier.

50
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Estas características de su personalidad se pusieron especialmente de ma-


nifiesto inmediatamente después de contraer matrimonio, aunque ya estaban
presentes en la época de configurarse la propia personalidad, con anteriori-
dad al matrimonio.
En efecto, el demandante aparece como una persona con un compor-
tamiento irreflexivo e impulsivo, fruto de su inmadurez afectiva, que influyó
negativamente en el actor respecto de los elementos esenciales que integran
el contrato matrimonial.
Analizando el conjunto de las pruebas, podemos concluir que el tipo vi-
vencial del esposo presenta un escaso desarrollo de los factores introversivos y
extroversivos; asimismo al estudiar su capacidad de decisión se ve que no fue
dueño de sí mismo respecto del consentimiento matrimonial, pues sucum-
bió a la fuerza de los impulsos internos sin ser capaz de resistirlos; del mismo
modo, su emotividad presenta un control emocional muy bajo, provocándole
frecuentes vacilaciones, a la vez que manifiesta una emotividad elevada, vién-
dose fácilmente afectado por las circunstancias que concurren a su alrededor.
De ahí que en la pericia que se ha practicado al esposo aparezca eviden-
ciada la carencia del grado suficiente de evolución afectiva que se requiere
para establecer una relación interpersonal de entrega mutua, tal como es exi-
gida por la naturaleza misma del matrimonio. Por lo que se le describe como
una persona con un trastorno de inmadurez psico-afectiva, con inestabilidad
emocional, viéndose incapacitado para asumir los compromisos propios del
matrimonio.
Así lo corroboran todas las declaraciones recogidas en autos. Por lo que
también el Perito sostiene que el demandante no contaba con suficientes re-
sortes psicológicos para controlar los impulsos que le empujaban al matrimo-
nio como única vía para conseguir un cierto equilibrio emocional, aunque
evidentemente excesivamente precario, siendo en realidad incapaz de man-
tener la donación y la entrega necesarias en orden a establecer ese consor-
cio estable y verdadero que supone la comunidad de vida y amor propia del
matrimonio. 126
Por lo demás, el propio Defensor del Vínculo concluye sus Observaciones
admitiendo que no tiene “nada que oponer a los capítulos referidos al esposo”.
En la parte dispositiva el Tribunal Eclesiástico de Madrid por sentencia
de fecha 13 de enero de 2005 127 respondió AFIRMATIVAMENTE al defecto
126
Cfr. f. X dossier cit. en loc. cit. (confróntese folio x del mismo informe ya citado y referido).
127
La sentencia fue confirmada por Decreto del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica de
fecha 16 de febrero de 2006. Omitimos su análisis ya que es reiterativo de la sentencia de 1ª instancia, tanto
en el “in facto” como en el “in iure”.

51
Julio Ortiz Herráiz

de válido consentimiento por el defecto de discreción y a la incapacidad para


asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por parte del esposo.

SEGUNDO CASO: SENTENCIA DEL TRIBUNAL ECLESIÁSTICO


DE MADRID 11 DE DICIEMBRE DEL 2007 128

Hechos más relevantes de la causa

En la demanda se consignan de manera muy escueta unos hechos que se


concretizan en los siguientes: Los esposos contrajeron matrimonio canónico
en Madrid, el 18 de octubre del 1976. Fruto de este matrimonio existen tres
hijos: un primer hijo (nacido en 1977), una hija (en 1979) y otra hija (en
1980). Fue el actor quien rompió el primer noviazgo.
Se conocieron en 1974 en una Academia, estudiando Económicas.
Viajaron a Londres. No tuvieron relaciones prematrimoniales porque la de-
mandada no lo aceptaba. Unos meses antes de la boda el demandante mani-
festó su voluntad de no aceptar un matrimonio para toda la vida. Fiel a este
planteamiento se casaron en régimen de separación de bienes. 129 Este matri-
monio se separó en 1988, a instancias de la esposa como consecuencia de las
infidelidades del esposo.
Con fecha 05 de octubre del 2006 el esposo presenta demanda de nu-
lidad matrimonial ante el Tribunal Eclesiástico de Madrid, que fijó la fór-
mula de dudas en los siguientes términos: “SI CONSTA LA NULIDAD DE
ESTE MATRIMONIO POR DEFECTO DE VÁLIDO CONSENTIMIENTO
MATRIMONIAL DEBIDO A LA EXCLUSIÓN DE LA PERPETUIDAD DEL
VÍNCULO MATRIMONIAL POR PARTE DEL ESPOSO, EN ESTE CASO”.
Se tuvo a la esposa por opuesta a la demanda y personada activamente en
juicio.

Puntos relevantes del in iure de la sentencia

Sorprende la fundamentación jurídica de la sentencia, en tanto en cuan-


to difiere del criterio de la anterior y de la jurisprudencia de la Rota Romana.
Pero aún más todavía cuando a la hora de la valoración de los hechos no apli-
ca el “in iure” de la sentencia.
128
Sentencia no publicada. Ubicada en el los archivos del Tribunal Eclesiástico de Madrid.
129
Se trata de un verdadero acto positivo de voluntad. Sin embargo la valoración que de la prueba
se hace en esta causa, lo pone en tela de juicio.

52
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Los argumentos que expone son los siguientes:


Si se da una falta de adhesión, por rechazo positivo, a lo que constituye la na-
turaleza de la institución matrimonial canónica, es considerado por la Iglesia
como un vicio de consentimiento, ya que la voluntad del contrayente, absolu-
tamente necesaria para que haya matrimonio (cf. c. 1057), no se proyecta so-
bre lo que es el matrimonio en el sentir de la Iglesia, sino sobre algo diferente
(cf. c. 1101). La demostración de la voluntad excluyente pasa, en todo caso,
por la afirmación de ello por medio de otras pruebas, por la comprobación
de la existencia de razones o causas de simulación y de las razones o causas
que hubo para manifestar externamente lo que internamente no se admitía,
así como por la concurrencia de circunstancias que apoyen objetivamente
dicha voluntad excluyente.
Pero no es necesario que el acto positivo de voluntad sea externo; bastará que
sea interno; aunque, para probarlo jurídicamente, será preciso que se justi-
fique de alguna manera. Tampoco es necesaria una voluntad actual, siendo
suficiente la voluntad virtual. La voluntad excluyente no precisa ser absolu-
ta, sino que basta una voluntad hipotética 130. Por lo demás, se debe tener en
cuenta que se requiere el acto positivo de la voluntad, que no consiste en no
querer contraer sino en querer no contraer.

Valoracion de la prueba

Se cuenta como medios de prueba las declaraciones judiciales de los espo-


sos y la testifical a instancia de cada uno de los cónyuges.
Los puntos más destacados de la prueba se centran en la contradicción
de todas las pruebas morales y que a modo de resumen se observa en lo que
deponen los esposos litigantes 131: El actor declara lo siguiente:
Me reafirmo en que nunca he aceptado la indisolubilidad del matrimonio.
Conocía la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio,
pero no la aceptaba... Para mí no es lógico ni racional que dos personas que
se conocen en un determinado momento, más o menos de una manera su-
perficial, puedan comprometerse de por vida a vivir juntos, cuando se cambia
de todo: caracteres, actitud ante la vida, incuso de gustos; y esto suponiendo
que la persona con la que te cases responda a la imagen que te has hecho de
ella... Esta decisión mía de que el matrimonio es disoluble la conocían mi fa-
milia y mis amigos... Esto lo hablábamos nosotros y no delante de las chicas. A
escasos 200 metros de la iglesia de la Concepción, de Goya, cuando me acom-
pañaban a casarme mi madre y XYXY, les dije que diera la vuelta al coche, di-

Es en este punto donde la sentencia se aparta diametralmente de la prueba de la simulación.


130

Como en el supuesto anterior, he recogido literalmente lo que declaran porque el relato de cada
131

uno de ellos apunta más al capítulo de incapacidad que al de simulación.

53
Julio Ortiz Herráiz

ciéndole: XYXY, da la vuelta al coche, que no me caso... No estaba enamora-


do... Le dije a YYYY unos tres meses antes de la boda mi intención de disolver
el matrimonio si no se cumplían las condiciones del contrato que teníamos
que haber firmado. Yo quise hacer separación de bienes porque si fracasaba
el matrimonio no tuviéramos más problemas. La convivencia matrimonial ha
durado 12 años. Los problemas comenzaron casi en el viaje de novios. No
llegamos a formar una pareja; para empezar, no teníamos ni la misma cama...
No estuve nunca enamorado de ella... No me sentía amado por ella. Hemos
tenido tres hijos... El primero fue buscado y deseado... Empezaron a compli-
carse las cosas en el matrimonio; yo dije: bueno, espero que crezca y luego
pido la nulidad. La separación vino a raíz de una gran discusión porque YYYY
había comprado un hanster a mi hijo, y a mí me repugnan los ratones”.
La esposa, por su parte, ofrece una versión de los hechos totalmente
contradictoria:
Es mentira que él tuviera dudas antes de casarse; al contrario, insistía en que-
rer casarse... Él tuvo celos de los hijos... Todos estos datos que doy son para
probar que es una persona que no dice la verdad. El carácter de mi marido
es muy fuerte... Te menosprecia ante los amigos... No entiende a los hijos,
los regaña mucho por nada con castigos que ya no se llevan.... Yo soy una
persona muy sentimental, he sufrido mucho. Que yo sepa, mi marido nunca
me comunicó que en el año 82 quisiera pedir la nulidad de mi matrimonio.
Él aceptaba la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, tanto es así que,
antes de casarnos nosotros, cuando mi hermana se casó por lo civil quedamos
a comer juntos y él le dijo expresamente que el único matrimonio válido es el
celebrado por la Iglesia... Hace 30 años, que no se hablaba mucho del tema
del divorcio... no he oído hablar de este tema con los amigos, pero sí que sé
que hay amigos que dirán lo que él quiera. La convivencia matrimonial ha
durado unos 12 años. Los problemas comenzaron muy pronto cuando nació
mi primer hijo con un pie torcido, que nos agobió a los dos... Él estaba muy
alterado. También los problemas económicos que él me decía que tenía... No
creo que haya habido infidelidades. Lo que nos llevó a la separación es que
no podíamos seguir conviviendo así, incluso los hijos le tenían miedo... Yo
pedí la separación.
Tras analizar los autos, la valoración inicial que el tribunal hace de la prue-
ba es la siguiente:
Se concluye que el esposo tiene un carácter fuerte e impositivo, con ideas
claramente conservadoras sobre el rol de la mujer. No tolera que le lleven
la contraria. Es un hombre exigente. Todo lo cual hace coincidir al tribunal
eclesiástico con los testigos que manifiestan que las ideas del demandante
son más bien de tipo conservador, sin que casen muy bien con una supues-
ta mentalidad divorcista. De hecho, el último testigo confiesa expresamente
que actualmente el actor es más partidario de la nulidad que del divorcio.
Por tanto, no resulta verosímil la hipótesis de una previsión de divorcio. Por

54
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

eso, no es de extrañar que las declaraciones del actor resulten ambiguas: ¿co-
nocía la esposa su propósito contrario a la perpetuidad o sólo lo conocían su
propia familia y sus amigos? La esposa, por su parte, se opone por completo a
la versión del actor. Mientras que entre los testigos, divididos en dos bloques,
los de la esposa dan la impresión de ser más sinceros; percibiéndose a veces
cierto “amiguismo” mal entendido entre los que apoyan al actor 132.

SENTENCIA NEGATIVA EN 1ª INSTANCIA Y APELACION 133

Valoración de la prueba

La Defensa del Vínculo viene a concretar, tras un serio estudio de los


Autos, su percepción sobre el mérito de la causa en estos términos:
(…) este Ministerio considera que no han quedado despejadas las dudas que
provocaron la sentencia negativa en el primer grado de jurisdicción en cuan-
to se refiere al capítulo de exclusión de la indisolubilidad del matrimonio
por parte del esposo. Por el contrario, a nuestro juicio, hay prueba suficiente
en autos del capítulo de incapacidad del esposo para asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica, pero no de ese
mismo capítulo referido a la esposa demandada, capítulos estos últimos juz-
gados ahora como en primera instancia.
Cuando él contrae estaba decidido a pedir la disolución del matrimonio si
no le iban bien las cosas. Esta manera de pensar- su mentalidad-, contraria
a la indisolubilidad, la conocía la demandada que no se oponía ni le daba
importancia.
En cuanto a que “esta decisión mía de que el matrimonio es disoluble la co-
nocía mi familia y mis amigos”.
La Defensa del Vínculo anclada en el viejo esquema de la simulación,
considera que tanto los términos “manera de pensar” como “decisión”, los
132
Ante la contradicción de las pruebas morales de la simulación.
133
En consecuencia, definitivamente juzgando en primer grado de jurisdicción, el tribunal respon-
de NEGATIVAMENTE a la exclusión de la perpetuidad invocada. Por escrito de fecha 26 de Marzo de ese
mismo año, se prosigue el Recurso de Apelación ante el Tribunal de la Rota, en el que, al mismo tiempo, se
solicita ampliación de la fórmula de dudas que queda fijada para la segunda instancia la fórmula de dudas
en los términos siguientes: A.- Juzgando como en segunda instancia: “Si se ha de confirmar o reformar por
defecto de válido consentimiento por simulación parcial por exclusión de la indisolubilidad del matrimo-
nio por parte del esposo, en este caso. B.- Juzgando como en primera instancia: Si ha lugar a la declaración
de nulidad de este matrimonio debido a la falta de consentimiento por incapacidad de alguno de los cónyu-
ges para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica, en este caso”.
La ampliación del dubium se realiza porque la dirección letrada de la parte contraria se percata de que la
prueba de la simulación es cada vez más endeble, y conforme a la oposición del defensor del vínculo y de la
sentencia de 1ª instancia, resultaba muy difícil seguir defendiendo el capítulo de exclusión de la perpetui-
dad del vínculo.

55
Julio Ortiz Herráiz

expresa el esposo de modo genérico, es decir sobre el matrimonio, pero no se


puede tomar, por la forma de expresarse, hasta el momento, y aplicar al matri-
monio concreto que contrae con la persona concreta de la esposa 134.
La valoración que se hace de la declaración judicial del marido, presunto
simulante en segunda instancia, es que no se considera probada suficiente-
mente que su pretendida mentalidad divorcista y que traspasara el ámbito de
la razón, y pasara a la voluntad, por lo que al contraer, hubiera excluido con
un acto positivo de voluntad la indisolubilidad del matrimonio.
Sino que más bien, lo que el esposo −presunto simulante− pretendía era
que ese matrimonio concreto que contraía con la persona de la esposa, no
fracasara, −en un posible fracaso versaban sus dudas−, y de aquí todas las cau-
ciones que él mismo tomó antes de contraer e impuso a la esposa 135. Nos lla-
ma, pues, la atención los comportamientos del demandante, que conllevan
indicios de personalidad carente de cierta madurez psicológica 136.
Las circunstancias subsiguientes al matrimonio, tampoco aportan da-
tos o hechos, con suficiente fuerza probatoria de que la decisión del esposo
de romper la convivencia matrimonial se debiera a su pretendida menta-
lidad divorcista. Recordemos que es la esposa quien decide la separación
conyugal.
En referencia al resto de la prueba obrante en primera Instancia, tras un
serio estudio de las mismas, el criterio de la Defensa del Vínculo coincide con
el de primera instancia y con la valoración global de la Sentencia del tribunal
de Madrid. En este punto la simulación perece, no porque no exista como tal,
sino porque la prueba es difícil: la evidente contradicción en la versión de los
hechos expuesta por ambas partes en cuanto a la presunta mentalidad divor-
cista del esposo, y que viene a ser desmentida de forma contundente por la
esposa, la falta de congruencia en la misma confesión judicial del demandan-
te, y la clara contradicción existente entre los testigos de ambas partes, crea la
duda del tribunal de 2ª instancia.
En la sentencia que analizamos, brilla por su ausencia la valoración de
la prueba indirecta basada en indicios y presunciones, a pesar de que en esta
segunda Instancia del proceso se practica nueva declaración judicial de am-

134
Más sorprendente resulta el criterio de la Defensa del Vínculo respecto al amor del demandante
a otra mujer: “aún prescindiendo, en este momento, de analizar el influjo del amor en el consentimiento
matrimonial -ya que no es el caso-, el hecho de que él se enamorara de otra mujer tras haber contraído ma-
trimonio, no significa necesariamente que no estuviera enamorado de su esposa”.
135
No compartimos el criterio de la Defensa del Vínculo: el esposo simula el matrimonio, incluso
de su confesión judicial se confirma que excluye, pero lo ocurre es que la prueba es contradictoria.
136
En este punto es donde coexisten la simulación e incapacidad para asumir las obligaciones esen-
ciales del matrimonio que trato en otro epígrafe.

56
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

bos esposos y de dos testigos, hermanas del esposo, una de las cuales ya había
declarado judicialmente en la anterior instancia. Así mismo, entre la prueba
documental, el esposo aporta tres informes de su credibilidad acerca del espo-
so, que, como viene a valorar la Defensa del Vinculo, “a nuestro juicio, poco
aportan al mérito de la causa”.
Tras el complemento de prueba practicado en la segunda instancia del
Proceso, las deficiencias probatorias que se produjeron en el tribunal eclesiás-
tico no han sido superadas, en cuanto al capítulo de exclusión de la indisolu-
bilidad por parte del esposo, juzgado como en segundo grado de Jurisdicción.
El Juez Ponente coincide con la Defensa del Vínculo en lo siguiente:
los datos obrantes en autos, a nuestro juicio, no permiten afirmar una exclu-
sión prenupcial de la indisolubilidad por parte del esposo”. En primer lugar,
prácticamente ninguno de los deponentes aporta hechos concluyentes sobre
una verdadera voluntad excluyente por parte del esposo. A lo más, cabe ha-
blar de las ideas que éste tenía al casarse y a estos efectos es necesario precisar
que las ideas, opiniones, creencias, etc. no tienen naturaleza de acto de vo-
luntad, que es lo que importa a efectos del capítulo de simulación 137.
En este sentido, el juez ponente 138 sigue la misma argumentación que la
Defensa del Vínculo. Veamos:
en las pruebas morales, el supuesto acto de voluntad del esposo aparece en
ocasiones forzado 139. No aparece con claridad la causa simulandi 140 y los he-
chos posteriores no favorecen en modo alguno la existencia de la pretendida
exclusión: la convivencia conyugal ha durado doce años y de este matrimonio
han nacido tres hijos. No es de recibo el que la mera mentalidad divorcista
lo sea, y ello porque las propensiones animi, que se quedan en el ámbito del
intelecto y no obran con un acto positivo de la voluntad excluyente de la indi-
solubilidad, no causa la nulidad matrimonial.
Pues bien, en la valoración global de la prueba, conforme venimos sos-
teniendo en el presente trabajo de investigación, la simulación se agota. Por
esta razón no se declaraba la nulidad de este matrimonio por exclusión de la
indisolubilidad del matrimonio por parte del esposo.
Sin embargo, queda el capítulo de la INCAPACITAS ASSUMENDI
DE ALGUNO DE LOS CÓNYUGES, JUZGANDO COMO EN PRIMERA
INSTANCIA.

137
La conclusión final de las sentencias que versan sobre este capítulo es la misma.
138
Francisco Ponce Gallén.
139
El subrayado es nuestro.
140
Sin embargo en la prueba pericial, el Psiquiatra sí que descubre la causa de simular que la
Defensa del Vínculo y el Ponente pasan por alto al no ser un medio de prueba de la simulación.

57
Julio Ortiz Herráiz

Además de la declaración judicial de las partes y de la prueba testifical, en


esta segunda instancia del Proceso, se ha practicado prueba pericial psiquiá-
trica sobre ambos esposos.
La personalidad del esposo, a la luz de las pruebas personales morales
de 1ª Instancia, tal como hemos reflejado anteriormente, nos viene definida
con los siguientes rasgos: dotado de un carácter fuerte e impositivo, con ideas
claramente conservadoras sobre el rol de la mujer, no tolera que se le lleve la
contraria, es un hombre exigente.
La esposa en su declaración judicial de Primera Instancia, advera que el
demandante tenía celos de sus hijos, niega que ella le hubiera negado su apo-
yo, reitera que el carácter de su esposo es muy fuerte, y la menosprecia ante
los amigos, que no entiende a los hijos, les regaña en exceso por cosas insig-
nificantes y les impone castigos que “ya no se llevan”, y tergiversa los hechos.
La prueba testifical resalta que el esposo tiene un carácter muy estricto y
ordenado, que es muy cabezota, tenaz y coherente con sus ideas, que es muy
absorbente, con un carácter muy fuerte, autoritario, interesado, es una perso-
na con un carácter un poco conflictivo, es una persona que se manifiesta un
poco violentamente 141.
En cuanto a la convivencia matrimonial, la versión de la esposa es más
objetiva, creíble y respetuosa que la del esposo. La secuencia, pues, es que
la mayor parte de los problemas habidos entre los esposos se deben a la pe-
culiar personalidad del esposo demandante apelante y a sus concretos
comportamientos.
Se practica, al respecto, prueba pericial psiquiátrica sobre ambos esposos,
habiendo examinado directamente tan solo al esposo. La pericia cuenta con
todos los elementos de juicio necesarios para permitir unos resultados con
suficiente solvencia científica. Las conclusiones realizadas por el Sr. Perito son
fundadas y se ven ratificadas, en líneas generales, por el resto de la prueba
obrante en autos.
Diagnostica el Sr. Perito sobre el esposo demandante y apelante que éste,
al momento de contraer, mostraba “un trastorno de la personalidad de tipo
obsesivo-compulsivo asociado a rasgos narcisistas -DSM-IV”. 142 y que el men-
cionado trastorno de su personalidad y la gravedad del mismo le genera una
grave incapacidad para hacer frente a las funciones matrimoniales, particular-

141
Vemos como gracias a la prueba pericial se refuerza la credibilidad del esposo.
142
Cfr., causa referida en nota 22; DSM (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos menta-
les). Clasificación americana de enfermedades mentales.

58
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

mente entrega y donación al otro cónyuge... así como de la prole (para lo cual
su personalidad obsesivo compulsiva le incapacitaba).
En su Informe o Voto técnico sobre la esposa practicado sobre el estudio
de los Autos, concluye el Sr. Perito que no se puede afirmar que la esposa pa-
deciera, al tiempo de contraer matrimonio, ningún trastorno de la personali-
dad, ni otro tipo de anomalía psíquica 143.
La conclusión del Tribunal de la Rota 144 es que del estudio de las prue-
bas personales morales y del contenido de la pericial psiquiátrica, el criterio
del Tribunal de 2ª instancia es que las deficiencias psíquicas del esposo, en el
momento de contraer matrimonio, eran suficientemente graves como para
poder hablar de verdadera incapacidad consensual en la faceta de instaurar
una auténtica comunidad de vida y amor, y por tanto para poder ser cónyu-
ge, −incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por
causa de naturaleza psíquica−, que hacen moralmente imposible instaurar la
comunidad de vida y amor propia del estado matrimonial. No se ha probado
suficientemente la incapacitas assumendi por parte de la esposa.
Bajo nuestro punto de vista es que agotada la prueba de la simulación en
cuanto a la pretendida exclusión de la indisolubilidad, en algunos supuestos
como los que analizamos, lo que subyace es una verdadera incapacidad psí-
quica que le impide al esposo gravemente asumir las esenciales obligaciones
matrimoniales y que es a la vez la causa que motiva la simulación.
Después del análisis de estos casos y volviendo a la pregunta inicial de la
repercusión que los trastornos graves y leves pueden tener sobre el proceso
voluntario, MI CONCLUSION PERSONAL es que en ocasiones ante la apa-
riencia de un simulador lo que subyace en realidad es una anomalía del psi-
quismo grave que le hace ser incapaz para asumir las obligaciones esenciales
del matrimonio del canon 1095.3, sin negar por ello que coexistan incapaci-
dad y simulación o más aún, que el incapaz pueda simular.

143
Cfr. II Inst. f. 94, del dossier de esta 2ª causa, loc. cit. nota 22.
144
En la PARTE DISPOSITIVA de la sent. c. Ponce Gallén de 11 de mayo de 2010 declaratoria
de la nulidad matrimonial en primer grado de jurisdicción, se indica: “QUE SÍ CONSTA LA NULIDAD
DEL MATRIMONIO DEBIDO A FALTA DE VÁLIDO CONSENTIMIENTO POR INCAPACIDAD DEL
ESPOSO PARA ASUMIR LAS OBLIGACIONES ESENCIALES DEL MATRIMONIO POR CAUSAS DE
NATURALEZA PSÍQUICA.”
“QUE NO CONSTA LA NULIDAD DE ESTE MATRIMONIO POR INCAPACIDAD DE LA
ESPOSA PARA ASUMIR LAS OBLIGACIONES ESENCIALES DEL MATRIMONIO POR CAUSAS DE
NATURALEZA PSÍQUICA.” JUZGANDO COMO EN SEGUNDA INSTACIA: Que procede confirmar, en
segundo grado de proceso, la sentencia dictada por el Tribunal Metropolitano de Madrid en la causa de
nulidad de matrimonio con fecha once de diciembre de dos mil siete, en cuanto a exclusión de la indi-
solubilidad del matrimonio por parte del esposo, y NO CONSTA LA NULIDAD DEBIDO A FALTA DE
VÁLIDO CONSENTIMIENTO POR EXCLUSIÓN DE LA INDISOLUBILDAD DEL MATRIMONIO POR
PARTE DEL ESPOSO.

59
Julio Ortiz Herráiz

Las factispecies pueden ser diversas y muy variadas; de entre ellas, nos
gustaría referirnos sucintamente, a los supuestos de exclusión de la fidelidad
al llamado acting-out. Se trata de una cuestión pionera de la relación entre si-
mulación e incapacidad −que ya ha cumplido más de 60 años, pues se planteó
por vez primera en la famosa sentencia c. Heard, de 19 de enero de 1942−; en
aquella ocasión, se trataba de evaluar la hipersexualidad (ninfomanía) como
incapacitas bonum fidei servandi, la cual habría llevado a la mujer a simular.
Se trata de hipótesis en las que la extrema frecuencia de relaciones con
partners diversos no es sino la respuesta a situaciones humanas de “desadapta-
ción” que van más allá de la plena consciencia del sujeto; es decir, situaciones
en las que el sexo se convierte en un escape, en un intento inconsciente de
evadirse, de evitar los problemas que afectan seriamente a la esfera psicoló-
gica del individuo. Está claro que este recurso –basado, en última instancia,
en comportamientos exteriores que responde a la estructura de estímulo-res-
puesta–, no puede satisfacer las diversas inquietudes del individuo, de modo
que la insatisfacción permanecerá, incluso se agravará, y necesitará de nuevas
“escapadas-huidas”; así sucesivamente. Este acting-out no es sino un sustituto
de la consciencia y de la verbalización de los sentimientos y de los problemas,
una respuesta inmadura y primitiva a ciertos eventos de la vida. Este tipo de
individuos, cuyo comportamiento suele tener una etiología patológica, irán
construyendo una especie de superestructura que poco a poco va suplantan-
do la personalidad, convirtiéndose en un auténtico modus vivendi. Son sujetos
que son víctimas de una psicología patológica, que en el ámbito volitivo le
hará incapaz de responder a los problemas afectivos, haciendo imposible el
control de la propia esfera sexual. Semejante debilidad volitiva implicará un
estado de incapacidad a la hora de decidir sobre sí, sobre la propia donación
total y exclusiva al otro cónyuge. En estos casos, más que ante un sujeto que
excluye la unidad-fidelidad conyugal, estaremos ante sujetos que no pueden
cumplir con la entrega-donación exclusiva y fiel y se trate de una hipótesis
de incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio; en este
caso, se requerirá un mayor empeño probatorio, con el fin de demostrar la
existencia de una patología subyacente a este particular tipo de incapacidad
(hiperestesia sexual, en las formas de satiriasis y de ninfomanía). Esto es:
Sustinui mus postea quod cum consensus nuptialis in essentia certe vitiatur
ab illo qui unicitatem vinculi non acceptat, propositum in ipso momento
nuptiarum exclusivitatem copulae fragendi, id est, commercium sexualem
cum tertia habendi, consensum simulatum et proinde invalidum non ex se
inducit. Sub aspectu yero morali, colere talem intentionem absdubio pecca-
tum secum fert, et quiden grave; sub aspectu tamen jurídico, non necessarie
implicat simulationem, quae consistit nempe in quodam consensu deficien-

60
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

te, modo quidem constitutionali, eo usque ut impar sit ad verum matrimo-


nium instaurandum 145.
La anomalía psíquica, para ser causante o determinante de una verdadera
imposibilidad psíquica, referible a opciones primarias de vida humana, ha de
ser una seria forma de anomalía; ha de tener envergadura. Desde la Psicología
una forma cualquiera de anomalía se puede llamar seria si la misma es técni-
camente encajable en un patrón de conducta humana, estable y constante,
que produzca en un campo de relaciones interpersonales, en este caso el ma-
trimonio, una dificultad y un malestar tan “insostenibles” humanamente que
se resienta sustancialmente la posibilidad de convivencia normal de él con
ella y viceversa, siendo siempre necesario estudiar detenidamente caso por
caso y circunstancia por circunstancia, pudiéndose aplicar también aquí el in-
cuestionable dicho de que más que enfermedades lo que hay son enfermos 146.
Por ello, en clave probatoria, afirmamos con Panizo Orallo (q.e.p.d) que lo
importante no es la enfermedad en sí, sino la incidencia real que ese trastorno
o afección ha tenido y ha representado en la condición concreta de esa perso-
na 147, y en qué medida objetiva afecta la estructura esencial del matrimonio,
sólo así conseguiremos aplicar el principio de equidad.
Así pues, las anomalías psíquicas no absolutamente graves entrarían den-
tro de la causa simulandi, y por vía de presunciones probarían la existencia de
un acto positivo de exclusión que −conforme he expuesto en la primera parte
de esta tesis y con el examen de estos supuestos que hemos analizado−, en la
práctica no se entran a valorar, quedando en una mera teoría.
De este modo, la causa simulandi, en un gran número de casos, estaría
enmarcada en las anomalías psíquicas, que pueden a su vez ser consideradas
como incapacitantes para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.

145
Sent. c. Burke, 17 -6-1993, en Ius Ecclesiae 7, (1995), p. 221.
146
Rosa María López López, “El Derecho Canónico ante las patologías y carencias en la forma-
ción de la personalidad”, en Jorge Otaduy (Editor), Derecho Canónico en tiempos de cambio, (Actas de las XXX
Jornadas de Actualidad Canónica), Dykinson, Madrid, 2011, pp. 69-90, y en concreto p. 89.
147
S. Panizo Orallo, “La normalidad/anormalidad para consentir en el matrimonio: criterios
psicológicos y canónicos”, en Curso de Derecho matrimonial y Procesal Canónico para Profesionales del Foro, X,
Salamanca 1992, p.59.

61
V.- EL SUJETO INCAPAZ PARA EL MATRIMONIO
PUEDE TAMBIÉN SIMULAR

En la segunda parte que este trabajo dedica a las connotaciones psicológicas


de la prueba de la simulación, nos ha parecido importante finalizar con un apar-
tado especialmente dedicado al sujeto incapaz. Es obvio que la propia deno-
minación asertiva del mismo: “El sujeto incapaz para el matrimonio puede
también simular”, es en sí misma conclusiva y, tal y como demuestra la gran
extensión de este apartado −que no podría haberse abordado sin todos los
apartados anteriores de esta segunda parte−, se trata de una de las cuestiones
que más nos ha interesado destacar, por la problemática que plantea, tanto
desde el punto doctrinal como jurisprudencial y, obviamente, por tratarse de
un hecho estrechamente relacionado con la prueba de la simulación y sus
connotaciones psicológicas.
Aunque sabemos que las disfunciones psíquicas, sobre todo si son graves,
influyen en la voluntad excluyente, sin embargo, no es menos cierto que un
sujeto incapaz puede simular.
Este apartado se propone analizar esta cuestión desde un punto de vista
teórico y práctico, aportando el análisis de veinte causas de nulidad elegidas
bajo el único criterio de la concurrencia de simulación explícita o implícita
en todas ellas, con el objeto de mostrar la estrecha relación existente entre la
simulación y el funcionamiento psíquico anómalo o patológico. Dicho análisis
forma parte de un rastreo científico que tiene por objeto cotejar la sentencia
judicial de cada una de las causas de nulidad con el diagnóstico de la prueba
pericial del presunto simulador de las mismas. Finalizando con una valoración
global y comparativa de las mismas, seguida de las conclusiones pertinentes.

5.1. Aproximación teórica

La causa psíquica que produzca la incapacidad puede a veces afectar al su-


jeto de forma tal que le impulse a contraer matrimonio con verdadero animus

63
Julio Ortiz Herráiz

non contrahendi, buscando en él la satisfacción de posibles intereses o deseos


que nada tienen que ver con la naturaleza del vínculo matrimonial; o bien,
aun cuando exista en el sujeto la voluntad de contraer matrimonio, éste pue-
de verse impelido, por influencia de la enfermedad o anomalía que padece, a
excluir algún elemento o propiedad esenciales del matrimonio, de forma que
dicha anomalía, atacando a la esfera volitiva del contrayente, determine en él
un animus non se obligandi.
En el primer caso existiría una discrepancia entre la voluntad interna y
aquella otra que aparece externamente, es decir, entre la voluntad real y la
manifestada, y tal disconformidad viciaría el consentimiento, que sería nulo
por el capítulo de la simulación total. En el segundo se daría el supuesto de
exclusión o simulación parcial 148.
Pues bien, con anterioridad a la configuración de la incapacitas assumendi
como capítulo de nulidad autónomo, la Jurisprudencia acudió en numerosas
ocasiones a la simulación −concretamente a la simulación parcial− para de-
clarar la nulidad del matrimonio por consentimiento viciado, fundamental-
mente en casos en que alguno de los contrayentes era víctima de algún tipo de
perversión o desviación de tipo sexual.
Y puesto que el Código no hacía referencia, como tampoco lo hace después
de la reforma del 83, a cuáles eran los elementos esenciales del matrimonio
que se consideraban excluidos en tales casos, la Doctrina y la Jurisprudencia
entendieron que los mismos tenían relación con los tres clásicos bona matri-
monii, de forma que se invocaba la exclusión de alguno de esos bienes como
causa de la nulidad 149.
Así, una sentencia c. Sabattani, de 20 diciembre 1963, aseguraba que los
supuestos de homosexualidad grave no podían constituir causa de nulidad
autónoma, y proponía, entre otras posibilidades, que determinadas pertur-

148
El Código de Derecho Canónico de 1983, al igual que el de 1917, no utiliza el término de ‘si-
mulación’ sino el de ‘exclusión’ del matrimonio o de un elemento esencial, o una propiedad esencial del
mismo, (can. 1.101. 1.0). En realidad, aunque en el primer caso existe una auténtica simulación –total– en
el segundo no puede hablarse correctamente de simulación, entendida en sentido estricto, pues ésta lle-
va consigo una discrepancia entre la voluntad manifestada externamente, de contraer matrimonio, y la
reservada internamente, contraria al mismo. Sin embargo, en el supuesto de exclusión de alguno de los
elementos o propiedades esenciales del matrimonio, puede no existir tal discrepancia pues, por una parte,
no se manifiesta, al prestar consentimiento, una voluntad expresa acerca de tales elementos y propiedades
esenciales que, por tanto, no puede diferir de la verdadera voluntad; por otra, en la llamada simulación
parcial el sujeto que contrae quiere realmente contraer matrimonio, pero no el matrimonio tal como está
configurado, esencialmente, por el ordenamiento canónico. Vid., en el mismo sentido. L. Del Amo, “La
prueba de la simulación en las causas matrimoniales”, en REDC 18, (1963) 388-389.
149
Sentencias: c. Sabattani, 21-6- 1957, en SRRD 49, dec. 132; c. Pinna, 4-4-1963, en SRRD 55, dec.
50; c. Mattioli, 22-10-1964, en SRRD 56, dec. 134; c. Ewers, 22-6- 1968, en SRRD 60, dec. 133; c. Lefebvre,
10-7- 1971, en SRRD 63, dec. 159, etc.,

64
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

baciones sexuales fueran reconducidas a la exclusión de los actos de por sí


aptos para la generación 150. De hecho, en ocasiones, se declaró la nulidad del
matrimonio si el contrayente había rechazado, por acto positivo de la volun-
tad, la prole, en el momento de contraer matrimonio 151. No obstante, en los
casos de homosexualidad, se reconoció más frecuentemente la existencia de
una exclusión del bonum fidei 152, si bien no siempre se consideró infidelidad la
relación homosexual.
Tampoco fueron pocos los casos de ninfomanía grave en que se consideró
que la mujer que padecía de tal “furor” en el momento de la boda, no había
podido contraer matrimonio válido por exclusión del bonum fidei o, incluso,
en algunos casos, del bonum sacramenti, por causa de su enfermedad 153.
Pero la llamada simulación parcial puede no reducirse a la exclusión de al-
guno de los bienes del matrimonio 154. Dada la amplitud del término utilizado
por el legislador, cabría considerar también como causa de simulación −en al-
gunos casos total−, la exclusión del ius ad vitae communionem, o la exclusión del
derecho a la relación interpersonal conyugal 155, puesto que ambos conceptos
pertenecen a la esencia del matrimonio.
El tema no es nuevo ni exento de dificultad en tanto en cuanto la proble-
mática estriba en combinar vicio con defecto de consentimiento (simulación
con incapacidad para asumir). No hay un posicionamiento claro al respec-
to y a medida que se analizan sus distintos criterios la cuestión se hace más
complicada 156.

150
SRRD 55, dec. 157, pp. 961-962.
151
Sent. c. Sabattani, 11-1-1963, en SRRD 55, dec. 4.
152
Sent. c. Parrillo, 12-8-1929, en SRRD 21, dec. 52; c. Lamas, 15-3-1956, en SRRD 48, dec. 57; c.
Mattioli, 11-12- 1958, en SRRD 50, dec. 210.
153
Sentencias: c. Lefebvre, 26-4- 1958 en SRRD 50, dec. 85; c. Heard, 27-6- 1959, en SRRD 51, dec.
115; c. Lefebvre, 19 -12-1959, en SRRD 51, dec. 185.
154
Ya en el período de revisión del Código fue rechazada una sugerencia que pretendía incluir una
referencia expresa a los tres bienes clásicos –“bonum fidei”, “bonum prolis” y “bonum sacramenti”−, Víd.
Communicationes 9, (1977) 374-375.
155
J.M. Martinell, “Matrimonio canónico y simulación: Cuestiones controvertidas del can. 1.086
y de su modificación en el Proyecto de la reforma del C.I.C., J.C. 21 (1981) 188 y SS”, en Ius Canonicum
Vol. XXI, nº 41 (1981); A. BERNÁRDEZ CANTON, Compendio de Derecho Matrimonial Canónico,Tecnos, 9ª
ed., Madrid, 2006, pp. 188-189; J.J. GARCÍA FAILDE, “Nulidad matrimonial. Inexistencia o ineficacia jurí-
dica del consentimiento”, en Curso de Derecho matrimonial y procesal canónico para profesionales del foro, Vol. 5,
Bibliotheca Salmanticensis. Estudios 50, Salamanca, Universidad Pontifica, 1982, pp. 91-124. El mismo autor
recoge una serie de sentencias que se expresan en este sentido, a saber: c. Lefebvre, 31 -1-1976, en EIC
32, (1976), p. 285; c. Parisella, 11-5- 1987, en M.E. 103, (1978), p. 395; c. Pinto, 20 -4-1979, en M.E. 104,
(1979), p. 396; idém., 23-11-1979, en M.E. 105, (1980), p. 393; idém., 18 -12-1979, en M.E. 105, (1980), p. 376.
(102) “Ninfomanía e causa di nullita matrimoniale”, en IDE 71, (1970) pp. 162-163 y 179. En el mismo sen-
tido, F.R. Aznar Gil, “La incidencia de las desviaciones sexuales en el consentimiento matrimonial (1965-
1984)”, en REDC 41, (1985), p. 93.
156
Y se complica mucho más si nos adentramos en el análisis de la exclusión del derecho y el ejerci-
cio del derecho. Una cuestión determinante que requiere sin duda un análisis teórico y doctrinal.

65
Julio Ortiz Herráiz

Un sector que sigue la línea de Serrano Ruiz se decanta tanto por la pure-
za de la naturaleza de los capítulos como por la pureza del criterio canónico,
y considera que hasta ahora las causas de nulidad por exclusión −como todas
las demás que no sea de incapacidad e impotencia− han recabado para sí un
tratamiento que por mantenerse más alejado de la técnica psiquiátrica se con-
sidera más jurídico y judicial 157 y, sin descartar la influencia de las ciencias psi-
quiátricas, se pone en tela de juicio las aportaciones de la pericia psicológica
y psiquiátrica, en el sentido de que se produce una contaminación procesal
indebida, llegando a la conclusión de que los jueces que han apostado por “la
conexión” violentan el sentido de la ley.
En este sentido, Serrano afirma lo siguiente:
Quien excluye en el matrimonio es consciente, al menos objetivamente, de la
reserva que vicia su consentimiento, mientras que la incapacidad no advierte
con precisión- según los casos, hasta ignora y no percibe-, lo que invalida el
acuerdo consensual y lo hace meramente aparente 158.
Desde este punto de vista, resulta imposible la acumulación por razones
obvias: el individuo puede carecer de uso de razón, de discreción de juicio o
simplemente ser incapaz para asumir las obligaciones matrimoniales y, por
tanto, no puede contraer; de ahí que, el matrimonio celebrado por una per-
sona que adolece de este perfil psicológico “es un negocio jurídico imposible
porque el sujeto carece de la facultad de disponer del objeto del contrato, es
decir, no puede comprometer la realización de las prestaciones personalísi-
mas que están en la esencia del objeto del matrimonio” 159. Por el contrario, el
individuo simulante no quiere celebrar nupcias o tiene intención de contraer
pero excluye positivamente algún elemento o propiedad esencial, teniendo
plena capacidad para asumir dichas obligaciones conyugales; es un problema
de voluntad.
Dentro de esta línea, S. Villeggiante sostiene que una persona incapaz
no puede ser sujeto de simulación pues, según él, sólo aquel que es capaz de
obligarse puede ser considerado capaz de excluir, por un acto positivo de la
voluntad, las obligaciones inherentes al contrato matrimonial. Sólo el que es
capaz de formular y prestar válidamente el consentimiento puede ser capaz
de simularlo. Y añade el autor:
157
J. Mª. Serrano Ruiz, “EL acto de voluntad por el que se crea o se frustra el consentimiento”, en
Revista Española de derecho Canónico, (1994), 587.
158
J. Mª. Serrano Ruiz, “Incapacidad y exclusión: afinidades y divergencias entre los dos temas de
nulidad de matrimonio”, en Curso de Derecho matrimonial... 5 (1982) 191-192; idém., Sentencia, c. de 5 abril
1973, en Nulidad de matrimonio coram Serrano, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1981, p. 23,
n. 6.
159
M. LOPEZ ALARCÓN – R. NAVARRO VALLS, Curso de Derecho Matrimonial canónico y concordado,
Tecnos, Madrid 1994, p.162.

66
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

“pero si por un hecho patológico constitucional, inamovible, existe sólo la


incapacidad del contrayente para obligarse, y de aquí la imposibilidad obje-
tiva de asumir las obligaciones matrimoniales, ¿cómo puede ser considerado
capaz de excluirlas?” 160.
Otro sector jurisprudencial a favor de la conexión simulación e incapa-
cidad, considera que pueden guardar ciertas similitudes de fondo teniendo
en cuenta las aportaciones de la pericia psiquiátrica y psicológica, apostando
por la conexión entre uno y otro capítulo, y que la simulación parcial puede
no reducirse a la exclusión de alguno de los bienes del matrimonio 161. Dada
la amplitud del término utilizado por el legislador, cabría considerar tam-
bién, como causa de simulación −en algunos casos, total− la exclusión del
ius ad vitae communionem, o la exclusión del derecho a la relación interper-
sonal conyugal 162, puesto que ambos conceptos pertenecen a la esencia del
matrimonio.
Centrados en el tema de la cuestión, es obvio que un sujeto que tiene
perturbadas sus facultades mentales de forma tal que es incapaz para el acto
psicológico del consentimiento, no debe ser capaz tampoco de excluir, por un
acto de voluntad, el matrimonio mismo, o uno de sus elementos o propieda-
des esenciales. Pero no es este el caso de la incapacitas assumendi, pues en ella
la incapacidad del sujeto, como ya hemos visto, no lo es para la formación del
proceso psicológico del consentimiento, sino para el cumplimiento y asun-
ción de los deberes conyugales.
Por tanto, en los dos casos −incapacidad y simulación− el matrimonio es
nulo, pero con una diferencia substancial: el can. 1.101. 2.° prescribe, como
requisito necesario para que el consentimiento se entienda viciado, que la
exclusión se realice mediante un acto positivo de la voluntad. En la incapaci-
tas assumendi, en cambio, el sujeto afectado por la anomalía psíquica puede

160
“Ninfomanía e causa di nullità matrimoniale”, en IDE, 71 (1970), 162-163 y 179. En el mismo
sentido, F.R. AZNAR GIL, “La incidencia de las desviaciones sexuales en el consentimiento matrimonial
(1965-1984”), en REDC 41 (1985) 93.
161
Ya en el período de revisión del Código fue rechazada una sugerencia que pretendía incluir una
referencia expresa a los tres bienes clásicos –“bonum fidei”, “bonum prolis” y “bonum sacramenti”–. Víd.
Communicationes 9, (1977), 374-375.
162
J.M. Martinell, “Matrimonio canónico y simulación. Cuestiones controvertidas del can. 1.086 y
de su modificación en el Proyecto de la reforma del C.I.C.”, J.C. 21 (1981) 188 y ss; A. Bernárdez Canton,
Compendio de Derecho Matrimonial Canónico, op. cit., pp. 188-189; J.J. García Faílde, “Nulidad matrimo-
nial. Inexistencia o ineficacia jurídica del consentimiento”, en Curso de Derecho..., 5 (1982), pp. 107-108.
El mismo autor recoge una serie de sentencias que se expresan en este sentido: c. Lefebvre, 31-1-1976, en
EIC 32, (1976), 285; c. Parisella, 11-5-1987, en M.E. 103, (1978), 395; c. Pinto, 20-4- 1979, en M.E. 104,
(1979), 396; idém., 23-11-1979, en M.E. 105, (1980), 393; idém., 18 -12-1979, en M.E. 105 (1980), 376. (102)
“Ninfomanía e causa di nullita matrimoniale”, en IDE, 71, (1970). 162-163 y 179. En el mismo sentido, F.R.
Aznar Gil, “La incidencia de las desviaciones sexuales en el consentimiento matrimonial (1965-1984)”, en
REDC 41, (1985), 93.

67
Julio Ortiz Herráiz

no ser consciente de su incapacidad para cumplir las cargas conyugales, ni


siquiera tener conocimiento de la existencia de la enfermedad o trastorno
que padece.
La diferencia más relevante, por tanto, entre las causas de incapacidad y
las de exclusión, radica en la conciencia o deliberación que es característica
de estas últimas, y que puede no existir en aquéllas. No basta, por tanto, para
que exista simulación, la mera carencia de voluntad de contraer matrimonio,
ni el vago deseo de hacerlo 163, sino que es necesario un verdadero animus non
contrahendi, que no existe en la incapacitas assumendi. No obstante, pudiera
ocurrir que la persona afectada por la anomalía psíquica fuera consciente de
su incapacidad para entregarse sincera y exclusivamente a su cónyuge, aún sin
existir por su parte una deliberación expresa acerca de la exclusión del matri-
monio, o de sus elementos esenciales 164.
Un ejemplo lo tenemos en la sentencia c. Gianneccini 18-II-1963. 165 Los
familiares de la esposa se oponen a la boda, ya que los novios eran primos
hermanos y el marido manifestaba un signo anormal por naturaleza y se temía
las consecuencias de una posible enfermedad hereditaria. La convivencia no
fue feliz como consecuencia de su falta de aptitud para el matrimonio. Tras la
separación previa, la esposa instó la nulidad del matrimonio por incapacidad
y exclusión de la prole por parte del esposo. En la sentencia se declara la nu-
lidad combinando la exclusión del bien de la prole con la incapacidad para
asumir una obligación esencial 166.
Ante planteamientos tan contradictorios, ¿Cuál es el más convincente?
Para Ruano, en el caso de la incapacitas assumendi, la incapacidad no lo es para
la formación del acto psicológico del consentimiento, sino para el cumpli-
miento y asunción de los deberes conyugales, pudiendo plantearse una simu-
lación implícita o virtual 167.

163
0. GIACCHI, Il consenso nel matrimonio canonico, op. cit., pp. 96-97; J.M. Martinell, Matrimonio
canónico y simulación, op. cit., p. 172.
164
Quizá en estos casos es donde podría plantearse la posibilidad de que existiese una simulación
implícita o virtual.
165
Cfr. Monitor Eccleiasticus CXII, (1987), 464 ss.
166
Una sentencia que presenta las mismas características es la del Tribunal Eclesiástico de
Barcelona, de 6-IV-1987, siendo Ponente de la misma D. Jaime Riera Rius, en Colectánea de Jurisprudencia
canónica 28, (1998), 393 ss.
167
L. Ruano, La incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas psíqui-
cas, como capítulo de nulidad, Bosch, Barcelona, 1989, pp. 79-80. En el mismo sentido, F.R. Aznar Gil,,
Incapacidad de asumir (c.1095,3º) y jurisprudencia de la Rota Romana, en REDC 53 (1996), 24; Víd., sobre las
diferencias entre esta incapacidad y la del nº 2, M. l’abbé Gaston Candelier, “La relation entre le 2º et le
3º du canon 1095”, en Studia Canonica 312, (1998) 47-95.

68
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Se ha podido sustentar esta hipótesis con más solidez en el caso del 1905
§ 3 o “l’incapacité exécutive”, como lo denomina Pompedda 168. El nº 2 se descarta
mayoritariamente por la jurisprudencia 169 y no le falta razón. Si tenemos en
cuenta que la simulación consiste en una voluntad positiva de exclusión del
matrimonio mismo, o de alguno de sus elementos o propiedades esenciales,
es claro que en cualquiera de estos supuestos se necesita, en el que excluye, la
discreción de juicio y libertad que, al menos, es necesaria para prestar el acto
de consentimiento matrimonial, lo cual no sería posible si, al mismo tiempo,
quien se dice simulador no tiene la discreción de juicio y libertad suficiente
para consentir en el matrimonio.
Según estos principios de teoría, 170 se impone que procesalmente estos
dos capítulos, cuando se invocan en una y sola persona que solicita por ambas
razones la nulidad de su matrimonio, debe hacerse subsidiariamente, es decir,
ha de tratarse, en primer lugar, por el capítulo de grave defecto de discreción
de juicio y falta de libertad; si consta la nulidad del matrimonio por este ca-
pítulo no ha lugar a tratarse por el capítulo de simulación, porque si no es
capaz de consentir el matrimonio tampoco se es capaz de excluir. Si no consta
de la nulidad por el primer capítulo se ha de tratar por el segundo capítulo
invocado, porque el contrayente puede tener capacidad para consentir, pero
puede haber excluido el consentimiento al excluir algún elemento esencial
del mismo. Así lo recoge una c. Egan, que cuando trata sobre los capítulos en
cuestión, dice así:
Si alguien es incapaz de contraer matrimonio válido porque no puede pres-
tar el acto del consentimiento con la “voluntad deliberada” que exige un
asunto tan grave como el matrimonio. i.e., porque le falta “la discreción de
juicio debida”, es incapaz también de excluir el bien de la fidelidad con una
acto positivo de voluntad. Así pues, en las causas de nulidad de matrimonio
por estos dos capítulos de nulidad es necesario preguntarse primero por el
defecto de discreción debida, y, sólo cuando aparezca que no consta esto, es
lícito investigar sobre la exclusión del bien de la fidelidad. 171
Hasta aquí grave defecto de discreción versus simulación, sin embargo,
difícilmente sería posible la acumulación si se trata de incapacidad por amen-

168
M. Pompedda, “Lectura du canon 1095 du Code de 1983 á la Lumière de la Doctrine et de la
jurisprrudence”, en L’annèe canonique 35, (1992), 263.
169
En este sentido, la sentencia coram Faltin, Reg. Insubris seu Brixien: 14-12- 1994, alcanzada la
certeza de la falta de discreción de juicio por alcoholismo, considera que no cabe proponer ni exami-
nar la exclusión del bounm sacramenti. Cfr. en Jurisprudentia Tribunalis Apostolici Roate Roamane, en Monitor
Eccleiasticus, pp. 380-398. En el mismo sentido, la sentencia c. Bruno, Reg. Flaminii seu Bonnonien, 7-7-
1995, Jurisprudentia Tribunalis Apostolici Rotae Romanae, en ME, (1997), 198-213.
170
Bajo mi punto de vista no dejan de ser una mera teoría, toda vez que como expongo más adelan-
te no tiene que ver nada con la práctica.
171
TASRRD, sent. c. Egan, 1-3-1984, en F. Della Rocca, op.cit., p. 221.

69
Julio Ortiz Herráiz

cia, propiamente dicha, pues en tal caso sí que había que admitir el mayor
grado de deliberación que se requiere para excluir 172.
La sentencia de 24 de octubre de 1996, del Tribunal Diocesano de
Tournai, 173 declara la nulidad por incapacidad, c.1095 § 2 y 3 y por exclusión de
la indisolubilidad en el mismo contrayente incapaz. En este supuesto, el esposo
entra en el cuadro patológico del narcisismo, lo que le impide desarrollar en la
vida conyugal, la alteridad. Planteadas las relaciones vitales e insoslayables entre
los planos intelectivo/volitivo con respecto al objeto formal del matrimonio y,
ponderados todos los hechos, el Tribunal se decanta por considerar que “el nar-
cisismo provoca una incapacidad para realizar el bien de los cónyuges en igual-
dad, y un rechazo consciente de la indisolubilidad del lazo conyugal”.
Como bien apunta la Profesora Briones Martínez, se refleja con claridad
una conexión que sería imposible establecer en el contexto de un Derecho
Canónico estático y a los trabajos preparatorios del mismo; de ahí que el ar-
mazón central y decisivo en una causa sea la prueba y la ponderación correcta
de los hechos 174. En este mismo sentido advierte Viladrich:
Un defecto radical en la estructura esencial del matrimonio si es constitu-
tivamente estructural, se manifiesta siempre en precedentes, en el período
coetáneo y en el subsiguiente al momento nupcial, constituyendo, sea cual
sea la modalidad de los hechos singulares, un continuo biográfico, que es
precisamente la línea a probar para alcanzar la certeza de que el defecto es
de índole radical 175.
Nosotros disentimos de la visión mayoritaria doctrinal y jurisprudencial,
toda vez que se queda en lo teórico y no se ajusta a la complejidad que se en-
cierra en la biografía de cada persona. Una jurisprudencia minoritaria así lo
recoge en sus fundamentos de Derecho, como la sentencia, c. Pompedda, de
19 de octubre de 1992, admitiendo que, cuando la incapacidad para asumir
las obligaciones esenciales supone no tener capacidad de poner un acto hu-
mano para la generación de la prole, se puede examinar al mismo tiempo la
simulación 176.

172
J.M. Serrano Ruiz, “Incapacidad y exclusión: afinidades y divergencias entre los dos grandes
temas de nulidad de matrimonio”, en AA.VV., Curso de derecho matrimonial y procesal para profesionales del foro
V, Salamanca 1982. pp. 175-202.
173
Cfr. en Il Diritto Eccleiastico II, (1997-2), 35-50.
174
Irene María Briones Martínez, “La simulación parcial: Conexión y diferencias con la incapa-
cidad psíquica consensual” en Ius canonicum 39, Nº Extra 1, 1999 (ejemplar dedicado a: Escritos en honor
de Javier Hervada), págs. 817-828.
175
P.J. Viladrich, Estructura esencial del matrimonio y simulación del consentimiento, EUNSA, Pamplona,
1997, p.55.
176
Leemos una buena distinción entre incapacidad y exclusión voluntaria en la sentencia del
Tribunal del arzobispado de Barcelona, con fecha 30 de septiembre de 1993, en Revista Española de derecho
Canónico, (1194), 830.

70
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Sin embargo, la praxis judicial es otra realidad bien distinta. Desde hace
años como refieren las estadísticas fiables y confirma la práctica en los tribu-
nales eclesiásticos, un altísimo porcentaje de las demandas de nulidad matri-
monial cursa invariablemente por alguno de los títulos que se consigna en los
apartados del canon 1095, más especialmente en el 2º y más todavía en el 3º.

5.2. Aproximación a la praxis judicial: Análisis de veinte


causas paradigmáticas del fenómeno que nos ocupa

Así pues, vamos a examinar veinte causas inéditas de nulidad matrimo-


nial 177 por simulación en cualquiera de sus clases, total o parcial. Estas cau-
sas conforman el corpus del análisis que me ha interesado llevar a cabo; de
ellas presentamos, en primer lugar, la sentencia de la causa de nulidad, re-
ferida a su ponente, fecha del decreto ratificatorio y tribunal de origen, esta
sentencia se destaca en negrita. Seguidamente, aparece la prueba pericial,
este criterio que adoptamos en el orden de disposición de ambas informa-
ciones, pretende facilitar que el lector pueda cotejar la sentencia judicial
con el diagnóstico de la pericia psicológica, y de ello saque las conclusiones
pertinentes. Este es uno de los objetivos de este análisis, que nos atrevemos
a llamar “rastreo científico”, tanto por el método que sigue como por los ob-
jetivos que se propone, y en ambas cosas hemos pretendido aportar el rigor
científico necesario.
Otro objetivo −mucho más importante− es indagar la causa motiva de la
simulación, así como averiguar si el sujeto incapaz para el matrimonio tam-
bién puede simular. Para su realización, cuando alguna de las causas me pa-
reció interesante, propuse a mi cliente que se sometiese a un peritaje psico-
lógico. El presunto simulador (parte demandante) se sometió previamente a
iniciar el proceso a un examen pericial psicológico privado 178, y cuando el que
simulaba era la parte demandada, se hizo la prueba pericial sobre los autos

177
Estas veinte causas de nulidad que presento son en su mayoría y hasta la fecha inéditas, salvo la
causa nº 20, que aparece en un libro publicado, al que refiero cuando procede. Estas veinte causas provie-
nen de mi práctica profesional y han sido seleccionadas por su valor paradigmático en la cuestión que nos
ocupa, sin por ello haber utilizado un criterio de selección que favorezca llegar a unas conclusiones previs-
tas de antemano. Tal y como se verá, estas veinte causas de nulidad son un fiel reflejo del panorama real de
la praxis jurídica de los tribunales eclesiásticos.
178
La prueba pericial fue realizada por un experto Perito, cuya identidad no referimos por motivos
obvios de confidencialidad, y sin cuya colaboración esta parte de nuestra investigación no hubiese sido
posible, ya que a su buen hacer profesional hay que añadir todas las posteriores valoraciones-resumen, que
introduce en cada uno de los casos, y que recapitula en una visión de conjunto, llevando a cabo en todo
momento cualquier aclaración que ha considerado necesaria para un lector que no esté familiarizado con
este campo concreto de la psicología y psiquiatría.

71
Julio Ortiz Herráiz

de la causa. De esta prueba pericial nunca se hizo uso en el proceso, y hemos


podido comprobar como el tribunal declaraba la nulidad del matrimonio por
simulación, cuando nosotros previamente sabíamos de antemano que el simu-
lador carecía de discreción de juicio y/o era incapaz para asumir las obliga-
ciones esenciales del matrimonio por aplicación del canon 1095.2 o 1095.3,
respectivamente.
Exponemos a continuación el resumen de los peritajes psicológicos 179 de
estos procesos de nulidad en los que por Decreto ratificatorio se confirma la
nulidad del matrimonio por simulación y el sujeto es incapaz, bien sea por
aplicación del canon 1095.2 o 1095.3.

I- c. De Celis Fernández. 180 Nulidad de matrimonio (Simulación parcial


por exclusión de la perpetuidad por parte del esposo). Decreto
ratificatorio de 13 de junio de 2003 del Tribunal de la Rota de la
Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL.
(Practicada a los esposos)

Ambos simularon la indisolubilidad del vínculo. Él por inmadurez afecti-


va, Ella por Trastorno Narcisista y Antisocial.
Aunque tuvieron dos hijas, el esposo excluía a la prole, pero accedió a ella
a cambio de que la esposa le permitiese comprarse los coches deseados. La
esposa no excluyó la prole desde el punto de vista de un acto de su voluntad,
pero sí que manejó para tenerlas unas motivaciones alejadas de lo que en psi-
cología se entiende como un “sano deseo de ser madre”.

179
Estos resúmenes de los peritajes se encuentran depositados en los archivos de mi despacho
profesional y referimos fielmente el contenido de los mismos, tan solo ocultamos la identidad real de los
protagonistas sometidos a pericia, así como el nombre de familiares, amigos, empresas, etc., respetamos,
por ejemplo, cuestiones fundamentales como nº de hijos, años de duración del matrimonio, etc., pero
ocultamos sus nombres y cualquier otro dato que pudiese servir para identificar a los protagonistas de las
causas de nulidad o de sus diagnósticos psicológicos. Por ello hemos sustituido sus nombres por D. XXXX
y Dª. YYYY, el esposo, la esposa, él, ella, el periciado, la periciada, etc., Cuando mencionamos a los testigos,
los llamamos XYXY o simplemente con una inicial, también lo sustituimos por el padre, la madre, el hijo, la
hermana, el amigo, etc.
180
Sentencia no publicada, al igual que las dieciocho siguientes, únicamente la nº 20 se recoge en
un trabajo que referimos en su momento, sin embargo, huelga decir que todas estas causas se encuentran
depositadas en los Archivos de causas de nulidad de mi despacho profesional y en los tribunales eclesiásti-
cos originarios de la causa.

72
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Fue un noviazgo que duró 17 meses, tormentoso desde sus inicios, con
constantes enfrentamientos y desencuentros 181, que no cesaron con la proxi-
midad de la boda. El esposo, para salir de las discusiones, se disculpaba por
todo, aunque fuera ella quien provocara las situaciones violentas, que no aho-
rraba durante estas peleas los malos modos, las agresiones verbales y los insul-
tos obscenos, cuando estaba enfadada, con evidente pérdida de control.
Ambos hablaron en varias ocasiones que el matrimonio no era para siem-
pre, basándose en las experiencias ajenas, sobre todo a partir de los fracasos
de los padres del esposo y del hermano de la esposa. Ella quería casarse en
los Jerónimos, con posterior celebración en el Ritz, porque los consideraba
una necesidad social. La boda se decidió en un café, con un calendario en la
mano, porque la madre de ella les dijo que, si ya tenían trabajo y casa 182, era
hora de que se casaran. Todo ello envuelto en una gran frivolidad, puesto que
ninguno de los dos estaba enamorado.
Una vez juntos en convivencia, no coincidían en nada: ni en su carácter,
ni en sus aficiones, ni en sus deseos, ni en su educación y ambiente familiar.
No obstante, el primer año de matrimonio se soportaron mutuamente.
Las relaciones íntimas continuaron –como antes de contraer− muy espo-
rádicamente, marcando la esposa los tiempos y los momentos y que única-
mente se normalizaban cuando ella impuso quedarse embarazada. Es muy
importante destacar en qué consistió el deseo de embarazo de la esposa: tenía
como proyecto inexcusable “tener la parejita”. Cuando consideró que era el
momento de cada embarazo, accedía y presionaba para mantener relaciones
íntimas frecuentes. Y ante la negativa del esposo a tener hijos, ella intenta-
ba comprarle. El paradigma de esta actuación fue el embarazo de la 2ª hija,
ante el que el esposo se negaba rotundamente, pero ella, sabiendo el deseo de
aquél por comprarse un coche nuevo, negoció con él quedarse embarazada a
cambio de permitirle el capricho del nuevo coche.
Tras el nacimiento de la hija pequeña, se inició una temporada en la que
ella le trataba sádicamente, hasta llegar a empujarle en algunas discusiones e
impedirle entrar a la habitación conyugal para ocupar su lugar en el lecho.
Por parte de la esposa era una necesidad social el tener “la parejita”; y no
dudó en comprar al esposo para tal menester, puesto que sus relaciones se-
xuales, fuera de esta misión eran prácticamente inexistentes. Por parte del pa-
dre, existía una negativa nítida a tener hijos, en aquellos momentos al menos,
quizás por tener conciencia de su inmadurez personal, quizás por su negativa
experiencia como hijo.
181
Decl. del esposo (15/04/04), p. 1, a la 1ª: “Fue un noviazgo tumultuoso, cuando yo decía blanco ella
decía negro”.
182
Al esposo le había regalado su padre un piso.

73
Julio Ortiz Herráiz

El interés nítidamente narcisista de la esposa respecto al hecho de ser ma-


dre queda evidenciado cuando no hace nada por ocuparse de su atención y
crianza, ya que, siendo copartícipe con su esposo de la gestión de su propio
negocio (que había abandonado para atender los negocios de su hermano),
dejó en manos de varias y consecutivas niñeras el cuidado de sus hijas bebés,
lo que denota una gran indiferencia hacia ellas.
El esposo, tampoco parece que se implicara suficientemente en esta tarea,
durante los primeros años. En los antecedentes psicobiográficos del esposo se
detecta que cualquiera de sus padres utilizaba el castigo físico frecuentemente
con sus hijos.
Durante los primeros años creyó que el culpable de la peleas era su padre,
que trataba mal a su madre, pero relativamente pronto fue consciente de que
quien provocaba las situaciones insoportables en la convivencia era la depen-
dencia que sufría su madre.
En su etapa de adolescencia disfrutó de un agradable entorno socio-esco-
lar, y, por el contrario, fue en estos años cuando tomó una mayor conciencia
del drama que se vivía dentro de su familia, teniendo que soportar duras es-
cenas de una madre por los suelos, desvalida y de un padre desesperado, sin
saber cómo afrontar el problema que se hizo cotidiano. Esto le abocó a estar
más tiempo en la calle y, en un momento determinado, hizo un intento de
marcharse de su casa, puesto que no soportaba lo que allí se estaba viviendo,
que no llegó a cristalizar. En esta etapa inició una gran afición a los coches.
A partir de comenzar su paso por la universidad tuvo varias relaciones
sentimentales, que le duraron pocos meses, fundamentalmente porque él no
tenía actitud alguna de comprometerse en una relación estable. Se da la cir-
cunstancia de que todas ellas tenían novio cuando empezaba, llegando inclu-
so alguna de ellas a simultanear su relación con el otro, con la aquiescencia
del periciado.
Tuvo una novia que le gustaba y que tenía perspectivas de continuidad,
pero la familia de ella la obligó a dejarlo porque tenía otro novio –médico−, al
que consideraban mejor partido.
Este abandono le supuso un sentimiento de angustia para él. Inmerso en
este duelo comenzó a relacionarse con quien sería su esposa, que también
tenía un novio, al quien abandonó tres meses después, cuando las relaciones
entre ellos comenzaban a tomar cuerpo.
El esposo nació y creció en una familia con serios problema internos, pro-
vocados en gran medida por la alcoholemia de su madre y las reacciones de su
padre derivadas de esta dramática circunstancia.

74
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Con su madre alcohólica desde que él era niño es fácil deducir las caren-
cias, en cuanto a investimiento afectivo, que hubo de padecer. La intoleran-
cia que esto provocaba en su padre −lógica, por otra parte−, generaba cons-
tantes peleas a las que la madre reaccionaba agresivamente haciendo gala de
una incontinencia verbal. El drama familiar impidió que durante su infancia
y adolescencia el periciado pudiera establecer unos criterios mínimos de lo
que significaba una relación afectiva y de cuáles pudieran ser los parámetros
sobre los que han de discurrir las emociones en clave gratificante y de bien-
estar interior. Desde esta perspectiva teórico-clínica se pueden entender sus
declaraciones 183.
Ante su ambiente familiar de inestabilidad crónica y generadora de an-
gustia, en un niño pequeño se produce el impedimento de poder crecer or-
ganizándose un criterio de qué elementos son esenciales en la formación de
una pareja. Puede tener una clara aversión a repetir situaciones parecidas,
pero no siempre es así, ya que nuestro psiquismo tiende a reactualizar lo vivi-
do traumáticamente en reiterados intentos –fallidos casi siempre− de resolver
aquellas situaciones en las que quedamos anclados y atrapados, sobre todo si
se trata de nuestras relaciones parentales.
A esto debemos añadir la circunstancia de haber sido rechazado por mo-
tivos socio-económicos, por una novia a quien él quería, justo antes de su en-
cuentro con quien después sería su esposa.
Lo que sí que es cierto es que en el noviazgo ya quedó patente la imposibi-
lidad del esposo para establecer en aquellos momentos una relación de amor
basada en una adecuada y saludable canalización de sus sentimientos. Su in-
madurez afectiva le aboca a ubicarse en una relación de dependencia de otras
personas que prometen −tácita o expresamente− un avance en los aspectos
externos y superficiales de su vida (trabajo, posición social, dinero, etc.).
Su tendencia a utilizar los mecanismos de defensa de idealización y regre-
sión ante la desestabilización que le producen las situaciones conflictivas fa-
cilitaron su conducta acomodaticia y su dejarse llevar hacia algo tan impor-
tante como es el matrimonio, sin importarle demasiado su desacuerdo con
algunas de las obligaciones esenciales que comportaba 184, y sin poder hacer
una reflexión sobre las características personales de la mujer con quien iba a
183
Decl. del esposo (15/04/04), pág.3, a la 3ª: “... pero que comentados los hechos después con algunos
amigos, me han reconocido que aquella inmadurez que he hecho referencia a algunos pasos de mi vida como este matri-
monio, no son más que consecuencia de aquel desorden de ideas, sentimientos que son la única explicación a la vorágine
de impulsos que yo viví desde niño. Una persona así no puede ver claro, ni puede responder muchas veces por qué hace
ciertas cosas y por qué omite otras.”.
184
Avalado por la experiencia de sus padres, separados tras una desastrosa vida en común, no creía
en la indisolubilidad del matrimonio ni tampoco era proclive a tener hijos que sufrieran como él había
sufrido.

75
Julio Ortiz Herráiz

contraer, y, lo que es más importante, sin amor para entregar y compartir. Se


casó urgido por la necesidad de salir de su casa y con la primera mujer que le
ofreció un proyecto −en este caso profesional y económico−, confundiéndolo
con lo que debería haber sido un proyecto de vida y de amor 185.
Consideramos que el esposo, al tiempo de contraer padecía una inmadurez
psico-afectiva grave, que afectó de forma definitiva a su decisión respecto al matri-
monio, siendo éste un acto mecánico e irreflexivo, y que esta misma inmadurez le
impidió la formación de una vida en común y la dedicación y cuidado necesarios
hacia la prole. A esto hay que añadir la gravísima inmadurez que manifestó años
después, al aceptar la negociación y el chantaje de la esposa, sobre la concepción
de su segunda hija a cambio de poder disfrutar de un nuevo coche.
Se observa cómo la experiencia vivida en el matrimonio continúa siendo
un fantasma de su pasado que le hizo infeliz hasta extremos insospechados,
del que no logra desprenderse.
Concluye el Perito, por todo lo anteriormente explicado, que el esposo
padecía al tiempo de contraer una grave inmadurez psico-afectiva, que está
contemplada en la Clasificación CIE-10 186 (F60.8) 187 como Trastorno de per-
sonalidad inmadura.
De la esposa, carecemos de información sobre su infancia y adolescencia,
excepto la gran diferencia de edad entre ella −la menor− y sus hermanos y el
brusco cambio económico del que disfrutó su familia, a partir de un creci-
miento importante de los negocios de su padre.
Sin embargo es altamente significativa la proximidad, de carácter simbió-
tico, que mantuvo siempre con su hermano nueve años mayor, tanto que in-
cluso llegó a preocupar a su propia madre, y la influencia que éste ejercía so-
bre ella, llegando la periciada a convertirse en la sombra de su hermano tanto
en los negocios, como en lo personal; en este aspecto destaca su connivencia
en las conductas perversas de aquél 188.
El abanico de conductas registradas en autos son reflejo de dos vías psico-
patológicas paralelas y complementarias:

185
Decl. del testigo D. XYXY (1/04/04), pág. 2, a la 4ª: “... el esposo creo que, entre los motivos que tenía,
era salir del problema familiar y vio una puerta para salir el casarse con YYYY” “... por eso se casó, porque me consta que
él lo que quería era salir de la infelicidad en que vivía.”
Decl. del esposo (15/04/04), pág. 3, a la 3ª: “Yo nunca he manifestado a YYYY que estuviera enamorado de
ella ni de que la quisiera... ni manifestado cualquier clase de ternura o cariño.”
186
CIE-10 (clasificación internacional de enfermedades mentales). Clasificación europea de enfer-
medades mentales.
187
(F60.8) es la numeración que corresponde al Trastorno de Personalidad Inmadura.
188
Facilitaba las infidelidades de su hermano, conminando incluso al esposo a que participara de la
mentira.

76
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

A) Por una parte se observan una serie de síntomas propios de un Trastorno


Narcisista de Personalidad, a saber:
— La preocupación por su aspecto físico la ha llevado a someterse a va-
rias cirugías estéticas 189.
— Su frialdad afectiva 190.
— La imposibilidad de reconocer errores.
— Su condición que puso de celebrar el matrimonio en los lugares de
la élite social, confundiéndose con aquellos a quienes no se podía
igualar 191.
— El anteponer sus intereses a todo y a todos, no dudando en hacer
daño para lograrlos, incluso a su esposo y a sus propias hijas 192.
— La búsqueda de la completud narcisista a través de sus hijas.
— La imposibilidad de entrega a sus hijas 193.
B) Por otra parte coinciden varias conductas que, todas ellas integradas
en la misma persona nos alertan sobre comportamientos psicopáticos rei-
terados, que pudieran por sí mismos conformar un Trastorno Antisocial de la
Personalidad. Veamos:
— El esposo debía ceder y disculparse de todo para evitar que conti-
nuaran sus enfados y discusiones, siendo así que la esposa se libera-
ba de la angustia que pudieran producir las situaciones de malestar
entre ellos, y se la cargaba a su pareja (este es un rasgo nuclear en
los trastornos antisociales: pasar la angustia propia al otro de forma
sistemática) 194.
— El simultanear dos relaciones de noviazgo 195.

189
Decl. del esposo (15/04/04), pág. 2, a la 2ª: “A mí de YYYYY la obsesión que ella tenía con el no comer
en un culto clarísimo al cuerpo. No ha habido tratamiento psicológico, pero sí tenía que haber habido por este tema.”
190
Decl. de la testigo Dª XYXY (15/04/04), pág. 1, a la 3ª: “...poco cariñosa y muy pendiente de sí mis-
ma”... “En aquella relación de noviazgo faltaba el amor, no se manifestaba, no había manifestaciones ni afectivas ni
cariñosas”·
Decl. del testigo D. XYXY (16/04/04), pág. 1, a la 2ª: “Ella era una mujer muy apática, introvertida, muy
seca y seria en sus manifestaciones afectivas (manifestaciones que yo no he visto nunca)”.
191
En los Jerónimos y en el Ritz.
192
Desde hace dos años imposibilita que se cumpla el régimen de visitas impuesto por el Juez.
193
La contratación de entre 15 o 20 niñeras diferentes para atender a sus hijas durante su etapa de
bebés y primeros años de vida de éstas.
194
Decl. del esposo (15/04/04), pág. 2, a la 2ª: “A mí me desagradaba de ella su egoísmo, prepotencia y que
era incapaz de reconocer sus faltas.”
195
Decl. del esposo (15/04/04), pág. 2, a la 2ª: “YYYY venía de un noviazgo de 10 años cuando empezó
conmigo, hasta el punto que hubo un momento que salía con los dos a la vez, por eso le dije que optara por uno de los
dos”.

77
Julio Ortiz Herráiz

— Todas las situaciones de chantaje que propició en la relación y una


vez acabada ésta, de las cuales la primera de la que tenemos noticia
es la exigencia de compartir la propiedad del piso que su suegro ha-
bía regalado al esposo siendo novios, y la última y más sangrante la
obstrucción a la ley que está llevando a cabo en la actualidad evitan-
do que sus hijas compartan las visitas con el padre, conculcando los
derechos de todos ellos, sin olvidarnos del chantaje para quedarse
embarazada 196.
— La tendencia a la mentira, siendo esta una afirmación que realizan
algunos testigos y constatada también en las contradicciones encon-
tradas en las declaraciones, realizadas por ella y presentes en autos,
ante el V. Tribunal Ecco., dependiendo de cuándo se han realizado.
— Los intentos de apropiación indebida de bienes comunes, durante el
proceso de separación.
— El hablar mal a las niñas de su padre.
— El intento, vía judicial, de incapacitar al esposo para la atención de su
hija menor.
— La proyección que hace a lo largo de sus declaraciones, asegu-
rando que el esposo era el único responsable directo del fracaso
matrimonial.
— La ausencia de sentimientos de culpa por todas estas conductas.
Toda esta sintomatología parte, sin duda, de una importante debilidad
del Yo, generada muy probablemente a partir de fallas estructurales en el in-
vestimento afectivo de los primeros años de vida. Las dos alternativas que
está utilizando, ambas patológicas, son la dependencia de su hermano y la
relación psicopática con su entorno, entrelazada con una serie de manifesta-
ciones narcisistas. Ambas son intentos fallidos de envolver protésicamente su
propio “Yo” que siente en precario y debilitado.
Las consecuencias inmediatas de esta patogenia se proyectan en su per-
manente inconformismo, y en la imposibilidad para relacionarse armóni-
camente consigo misma y con los demás. Quizás lo más alarmante de este
funcionamiento psíquico que presenta la periciada sea su incapacidad para
intercambiar afectos, utilizando la vida afectiva de las personas que la rodean

Decl. del esposo (15/04/04), pág. 1, a la 1ª: “Una ruptura fue con motivo de un flirteo de ella con un terce-
ro.... fue diez días antes de la boda”.
196
Decl. del esposo (15/04/04), pág. 3 y 4, a la 3ª:... “personalmente yo no quise tener la segunda hija y
lamentablemente tengo que añadir que por ser una decisión de ella, consultada previamente a su hermano, yo accedía por
el precio de un coche, que es lo que ella me compró.”

78
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

como una puesta en escena manipuladora para el logro de sus propios intere-
ses. Así pensamos que no ha podido establecer una comunidad de amor en la
solidaridad, en la comprensión y en el diálogo. Del mismo modo, considera-
mos la relación con sus hijas como un factor generador de inestabilidad para
las menores, ya que antepondrá su imagen social y sus ambiciones al bienestar
de la prole.
Las dificultades en la relación sexual, declaradas por el esposo, encajan
en las patologías descritas, puesto que la entrega del cuerpo en el amor es una
prolongación de los sentimientos y de la conexión entre sus espíritus.
Las relaciones sexuales fueron muy poco frecuentes, salvo cuando quería
tener las hijas. Esto también es una manipulación de los encuentros sexuales
con el esposo. Quería la parejita: cuando él decidió no tener ya más hijos de
una forma irreductible, ella se enojó porque “si se muere una de mis hijas,
qué hago yo”. Es una necesidad alejada del deseo de hijo, es más bien es un acto
marcado por la necesidad de hijo y fundamentado en la completud narcisista
que parece haber perseguido permanentemente, ya que esta frase implica un
mayor dolor por lo que a ella le faltaría si falleciera una de sus hijas, importan-
do menos lo que a la niña hipotéticamente pudiera sucederle. Pertenece al
tipo de personas a quienes cualquier desgracia ajena lo es en tanto en cuanto
repercute de alguna forma en ella.
***********************

II.- c. Ponce Gallén. Nulidad de matrimonio (Simulación parcial por


exclusión de la prole y subsidiariamente incapacidad para asumir
las obligaciones esenciales del matrimonio por parte de la esposa
demanda). Decreto ratificatorio de 23 de febrero de 2004 del
Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL.
(Practicada a la esposa)

Antes de contraer matrimonio no podemos considerar que existiera una


relación de noviazgo propiamente dicha, ya que los dos meses que coincidie-
ron en la misma ciudad, entre la preparación de la boda y las obligaciones
laborales de ambos, apenas tuvieron tiempo, no ya para conocerse, sino que
ni siquiera lo tuvieron para tratarse personalmente. Por otra parte, ambos es-
taban anclados en su mundo fantástico respecto a lo que representaba para
cada cual el futuro inmediato: para el entonces novio era su primer amor y

79
Julio Ortiz Herráiz

como tal se encontraba obnubilado, negando cualquier imperfección que pu-


diera mancillar la imagen de su amada; por parte de ella, la ilusión de alejarse
de los graves conflictos que embargaban a su familia y, quizás, la fantasía de
una vida futura presidida por la opulencia y el reconocimiento social.
Una vez hubieron contraído, desde el primer día de convivencia, no les
quedó otra salida que despertar de sus sueños y enfrentarse a la realidad: dos
personas con una organización psíquica y social tan contradictoria que no po-
dían coincidir ni en sus aficiones ni en sus proyectos, ni en sus deseos.
Educados en familias muy diferentes, con presupuestos religiosos e
ideológicos distantes. Un hombre afectivo frente a una mujer desafectada, a
causa de los conflictos infantiles sin resolver; un hombre con una gran con-
ciencia moral y fiel cumplidor de las normas, frente a una mujer que se ma-
nejaba cómodamente entre conductas perversas y transgresoras; un hombre
que, a pesar de su inexperiencia, deseaba a su esposa y necesitaba de relacio-
nes íntimas, frente a una mujer que, lejos de desear a su esposo, no le amaba
y que, además, tenía serios problemas para acceder espontáneamente a la
excitación sexual; un hombre que, a pesar de sus accidentes en el campo
de la salud personal, tenía capacidad para superarse y gran tolerancia a las
frustraciones de la vida, frente a una mujer cuya tolerancia era francamente
limitada, con una capacidad “cero” de adaptación, que actuaba de acuerdo
con sus necesidades más perentorias, siempre al dictado de sus pulsiones
incontroladas; etc.
Es digno de destacar cómo el esposo, a pesar de sus profundos sentimien-
tos religiosos y aceptación sin cortapisas de la Doctrina de la Iglesia, toleró los
planteamientos contrarios a la indisolubilidad del matrimonio por parte de la
esposa, incluso antes de casarse. Él ingenuamente y quizás omnipotentemen-
te pensaba que “con mi ayuda ya cambiará”.
Dª YYYY, durante su infancia y adolescencia, transitó por unas relacio-
nes familiares presididas por importantes desajustes afectivos. Las frecuentes
discusiones intrafamiliares, con presencia ineludible del alcohol, y las conse-
cuentes conductas impositivas del padre enturbiaron considerablemente el
desarrollo psico-evolutivo de aquella niña, después adolescente.
Muy probablemente esta situación generó una persona con importantes
lagunas en su organización psíquica, que tuvo que enfrentarse a los aconteci-
mientos propios de la vida adulta con serias carencias en su madurez afectiva.
De este modo se entiende la necesidad de huir de la presencia de sus
padres que, en vez de aportarle contención y tranquilidad, le provocaba in-
quietud y angustia. Sin embargo, no puede llevar a cabo esta huida de forma

80
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

independiente, porque para ella este extremo representaría un salto en el va-


cío. Por este motivo se marcha de su hogar, cuando cree tener asegurado otro
entorno que la acoja y la proteja, aunque en su fantasía esta protección estu-
viera basada en la estabilidad que dan el dinero y el prestigio. Por este motivo
se siente rápidamente desencantada, cuando comprueba que no son éstas las
cualidades que adornan a la familia del esposo en aquellos precisos momen-
tos, sino que más bien pertenecían al pasado.
Su intolerancia para participar en el diálogo y comunicación con la fa-
milia del esposo no es más que la imposibilidad de presenciar escenas que
denuncian las carencias sufridas en su familia. Por este motivo, era muy difícil
que ella pudiera mantener un clima de comunicación con su esposo.
Pero, tal como suele ocurrir con las personas poco investidas afectivamen-
te y carenciadas desde su niñez, tiene gran dificultad para amar, en el sentido
de entregarse y de compartir; su fórmula de amor tiene un tinte narcisista, es
decir, siendo ella el centro de atención, sin apenas recursos para entregarse a
los demás, ni siquiera en el ámbito del amor pasional de los inicios de una re-
lación amorosa. Son personas que en su psiquismo más profundo sienten que
el mundo les debe algo y desarrollan una gran capacidad para unirse a quie-
nes les puedan entregar mucho a cambio de nada. Y, cuando sienten que una
persona ya no les satisface en su insaciable demanda, pierden todo interés por
ella y la desprecian, ejerciendo sobre el otro la proyección de sus intolerables
e insoportables carencias.
En sus elecciones de objeto amoroso está ausente el amor, en el senti-
do de entrega, reciprocidad, generosidad y solidaridad, criterios estos que se
aproximan al concepto de verdadero amor. De ahí las declaraciones de los
testigos en la línea coincidente de adjudicarle, como elementos básicos de su
comportamiento, los calificativos de intratable, egoísta, dominante, despega-
da afectivamente, etc.
La anécdota de pedir dinero 197 a cambio de “facilitar la nulidad matri-
monial” es un acto perverso, en el sentido de pervertir las más elementales
normas éticas de la persona, y, al mismo tiempo, es una conducta de omnipo-
tencia narcisista, al intentar suplantar la personalidad de quien tiene potestad
y capacidad de evaluar la posible nulidad.
Dado el abanico de síntomas con tintes psicopáticos, encontramos en
la periciada suficientes elementos como para, una vez probados éstos, afir-
mar que todos ellos componen un síndrome, que en la clasificación DSM-


197
Fol. 150 de 1ª instancia (Sentencia definitiva del V. T. ECCO. de Bilbao).

81
Julio Ortiz Herráiz

IV, se cataloga como TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD


(F60.2) 198.
***********************

III.- c. Heredia Esteban. Nulidad de matrimonio (exclusión de la


prole por parte de la esposa demanda) Decreto ratificatorio de
15 de junio de 2011 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura
Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada al esposo)

— Se conocieron por unos amigos comunes teniendo ambos 29 años de


edad y contrajeron matrimonio canónico a los cinco meses de noviaz-
go. Este noviazgo fue aprobado por las familias de ambos esposos.
No tanto la boda, ya que la familia materna del esposo no asistió a la
boda pensando ésta que era una locura.
— Mantuvieron relaciones íntimas desde el comienzo, y, dadas las au-
sencias de la novia, motivadas por su trabajo, cuando se veían convi-
vían durante algunos días, por lo que el esposo presionó para que se
casaran en seguida, para darle estabilidad a la relación 199.
— El matrimonio duró solamente 6 meses, durante los cuales no logra-
ron su adaptación a la nueva situación. Aunque el tiempo real de
convivencia fue muy inferior al señalado, puesto que la esposa estaba
trabajando fuera de casa muchos días de este periodo 200.
— Pusieron los medios necesarios y seguros para evitar la procreación.
— Lo que en principio le atrajo al esposo de aquélla que después sería
su esposa fue su atractivo físico con el coadyuvante de la profesión de
azafata que ejercía 201.

198
Tal y como hemos explicado en una nota anterior, cada trastorno o anomalía contemplada en
estas dos clasificaciones (CIE y F60) tiene su número identificador y que en este caso refieren un “Trastorno
Antisocial de la Personalidad”.
199
Decl. de la esposa: “La iniciativa de casarse fue de él, insistiendo reiteradamente en que nos casáramos”.
200
Decl. del esposo: “Nuestro tiempo de convivencia duró tan solo seis meses y en este tiempo, si yo quería estar
con ella, tenía que estar volando. El mayor periodo de tiempo que hemos estado juntos ha sido durante la luna de miel”.
201
Decl. del esposo: “Lo que vi en principio en YYYY es lo que entra por los ojos, que era una mujer bonita y
rodeada del encanto propio de su profesión y edad.”

82
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— El esposo había tenido una experiencia sentimental traumática, al ser


abandonado por otra mujer tras una convivencia de cuatro años 202.
— Se casaron sin apenas conocerse 203.
— El periciado tuvo dudas antes de contraer que comunicó a sus pa-
dres, a lo que éstos le sugirieron que no se casara. No obstante, deci-
dió seguir adelante.
— Apenas se habían casado, el esposo sintió que se había equivocado al
contraer este matrimonio. Durante el viaje de novios estuvieron dos
días sin dirigirse la palabra 204.
— El esposo no quería tener hijos porque estaba muy confuso respecto
al matrimonio que había contraído 205. No obstante, algunos testigos
afirman que, siendo novios ya mostró rechazo a la paternidad, aun-
que él no se lo dijera a la esposa 206.
— Quienes le conocían de antes hablan de su obcecación 207.
— El Perito diagnostica Trastorno de inestabilidad emocional de la persona-
lidad de tipo límite, aplicado al momento de la exploración, aunque
−según se critica en la sentencia−, no se puede extrapolar el estado
psíquico actual al momento de contraer.
En ausencia de informaciones concretas sobre su psicobiografía, especial-
mente en las etapas infantiles y adolescentes, que nos pudieran orientar sobre
la dinámica concatenación de sus síntomas, a la luz de lo anteriormente selec-
cionado de los autos, estamos en condiciones de afirmar lo siguiente:
202
Decl. del esposo: “Yo había tenido una amarga experiencia de un fracaso en una relación con una chica
que había vivido conmigo cuatro años”.
Decl,. del padre del esposo: “Mi hijo estaba conviviendo con otra chica desde hacía tiempo, aproximadamente
dos años y esa chica le dejó. Mi hijo entonces lo estaba pasando muy mal y a los cinco meses de haber pasado esto nos
comunica que ha conocido a otra chica que le iba a cambiar su vida”.
203
Decl. del esposo: “Creo que en realidad no nos conocíamos en absoluto, que yo me confundí al escoger el
matrimonio y los choques eran brutales entre nosotros”.
204
Decl. del esposo: “... durante la luna de miel, y estuvimos dos días sin hablarnos en esa etapa, ya que
inmediatamente me di cuenta de que no había hecho bien en casarme, ya que las diferencias de forma de pensar entre
nosotros eran meridianas”.
205
Decl. del esposo: “Mi postura con relación a la descendencia era que yo no quería tener hijos, porque tenía
miedo de que, si teníamos hijos, ya no podría dar marcha atrás en mi situación familiar. La verdad es que estaba muy
confuso en mi interior.
206
Decl. de la testigo XYXY.: “Nos comentó a mi marido y a mí que no le apetecía tener niños”.”Lo que recuer-
do que él decía es que su intención era no tener hijos”.
207
Decl. de la madre del esposo: “Nunca se sabe hasta qué punto se está capacitado o no para una cosa
concreta, Lo que pasa es que mi hijo, cuando se le mete algo en la cabeza....”.
Decl. del padre del esposo: “Todo el razonamiento de ellos es que para estar viviendo separados lo mejor era ca-
sarse”.Decl. del padre del esposo: “En aquel momento mi hijo no estaba en sus cabales como para tomar una decisión
de tanta trascendencia como era el casarse en aquellas circunstancias y con tanta prisa. Decl. del testigoYXYX.: “Mi
amigo S., mi mujer y yo tuvimos la impresión de que la decisión de casarse era una locura irreflexiva”.

83
Julio Ortiz Herráiz

El esposo periciado había sufrido una pérdida traumática de su anterior


novia y esta otra forma de relación (siendo ella azafata y volando con fre-
cuencia) le sumía en una profunda inseguridad encadenada con la pérdida
anterior.
Siendo un hombre irreflexivo y obcecado, como síntoma paliativo de su
debilidad yoica, impuso su necesidad de asegurarse la relación mediante el
matrimonio. De esta forma, trató de paliar la inestabilidad, que le generaba las
constantes ausencias de la entonces novia, casándose, para así asegurarse que
no ocurriría lo mismo que con la anterior, creyendo que de esta forma la pare-
ja sería estable incluso en la distancia 208. Tuvo miedo de perderla como había
perdido a la anterior y esto le llevo a presionar a su novia y a decidir contraer
sin un mínimo de reflexión necesaria 209. Y lo hizo por la Iglesia porque él esta-
ba inscrito en esa tradición familiar, aunque no fuera creyente practicante 210.
Pero todo ello no sería significativo para la búsqueda de la Justicia, si su
personalidad no estuviera sustentada por una anomalía psíquica, que el Perito
que le exploró para la presente Causa de Nulidad determinó como Trastorno
Límite de la Personalidad, conclusión que nos parece acertada, una vez repasada
toda la Causa, especialmente las declaraciones de los esposos y los testigos.
La crítica que en la sentencia se realiza sobre la extrapolación de este
diagnóstico “actual” al momento de autos, desde el punto de vista puramen-
te psicológico, nos parece erróneamente fundamentado, ya que un trastorno
de esta índole es difícilmente mutable desde la etapa adolescente; además el
tiempo transcurrido desde la celebración del matrimonio hasta el momento
de la exploración psicológica es de dos años, demasiado escaso para que esta
anomalía cambie, incluso con la mediación de una terapia en profundidad.
Por tanto, consideramos que el esposo demandante padecía, al tiempo
de contraer, una grave inmadurez afectiva, asociada muy probablemente a
un Trastorno Límite de la Personalidad. Y que la exclusión del bonum prolis
no es en este caso más que un comportamiento evasivo de responsabilidad,
propio de la confusión que, ante determinadas situaciones, le generaba su
inmadurez.

***********************
208
Decl. del esposo: “Entonces nos planteamos, para darle cierta estabilidad a esa relación, vemos que la
salida lógica es el matrimonio. Por eso decidimos casarnos”.
209
Decl. de la madre del esposo: “Se casaron porque les dio el siroco, porque yo ya dije más arriba que ambos
salían de una relación de experiencia negativa y pensaron que ésta era la salida a su situación angustiosa. Por lo menos,
eso pienso de mi hijo”.
210
Decl. de la madre de la esposa: Mi hijo se casó por la Iglesia porque no se podía pensar que lo hiciera de
otra manera, por tradición familiar”.

84
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

IV.- c. García Faílde. Nulidad de matrimonio (exclusión de la


perpetuidad por parte de la esposa demandada). Decreto
ratificatorio de 1 de febrero de 2005 del Tribunal de la Rota de la
Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada a la esposa)

Cuando él tenía 19 años y ella 18, veraneando en la playa, entablaron


amistad. Una vez en Madrid, pocos días después ella le llamó y, a partir de en-
tonces, comenzó la relación.
A los tres años de conocerse –en junio del 91–, el esposo tiene que mar-
charse a otra ciudad para incorporarse a su primer trabajo. Cuando apenas
habían pasado unos días desde que él estaba instalado, la esposa, tras una
fuerte discusión con sus padres, se marchó con él.
El esposo, aunque sorprendido, se sintió bien porque estaba acompañado
por la mujer que amaba y, sobre todo, por se alejaba el fantasma de la soledad,
siendo éste un sentimiento que no soportaba.
En esta convivencia estuvieron excluidas las relaciones sexuales, por con-
vicciones éticas y religiosas del esposo, que la esposa respetó. Los padres de
ambos estaban disgustados por la circunstancia de su convivencia sin matri-
monio previo. Especialmente los padres del esposo les presionaron para que
se casaran (fol. 39, a la 4ª). Por lo que él, aun no sintiéndose maduro ni pre-
parado para ello (fol. 35, a la 6ª), propuso el matrimonio. La entonces novia
aceptó, a pesar de tener unas ideas contrarias a la Doctrina de la Iglesia sobre
el matrimonio, tanto en relación a la indisolubilidad como a las obligación
esencial de la fidelidad; más bien se entusiasmó con los aspecto más lúdicos
y superficiales de la celebración, como son el traje, la luna de miel y sentirse
importante en ese evento. El esposo pensó después que no había sido valiente
ni maduro para mantener sus dudas y solucionarlas antes de casarse.
Por tanto, ella no creía en lo esencial del matrimonio, pero le atraía lo
superficial en torno a la celebración. Él sí que conocía y aceptaba las obliga-
ciones esenciales del matrimonio, pero en aquellos momentos tenía más peso
el hecho de salir de la soledad y de poder hacer un proyecto de vida serio
con la mujer a la que quería, aunque la realidad de la relación era contraria
a ese proyecto. Este conflicto supuso para él un duro enfrentamiento entre
sus necesidades y sus principios éticos y religiosos. El miedo de él a que si no

85
Julio Ortiz Herráiz

aceptaba casarse, pudiera quedarse solo (fol. 34, a la 3ª) fue determinante, y la
presión de la madre también.
En cualquier caso, la boda se preparó rápidamente; ambos tenían pri-
sa, aunque por causas diferentes. Los padres del esposo colaboraron desde
Madrid, ante la ausencia de los contrayentes, para las gestiones burocráticas.
El esposo cree que estaba enamorado de ella y que este amor estaba basa-
do exclusivamente en el importante atractivo físico que ella ejercía sobre él,
puesto que no encontraba en su novia ni el diálogo y la comunicación a los
que él estaba acostumbrado, ni una actitud comprensiva hacia su forma de
sentir y de pensar; no obstante, creía que todo mejoraría con el matrimonio y
que éste sería para toda la vida. Es decir que confundió deseo imaginario con
realidad.
Ni antes ni después de la celebración del matrimonio existió una comu-
nicación fluida entre los esposos, debido al carácter voluble de la esposa, a
quien le resultaba muy difícil mantener una conversación sobre temas de cier-
ta profundidad, sin alterarse y provocar el corte del diálogo.
Curiosamente, del mismo modo que la abstinencia propuesta por el espo-
so durante el noviazgo no provocó ningún tipo de ansiedad en la esposa, tam-
poco supuso conflicto alguno para el esposo el hecho de que, una vez casados
y durmiendo en el mismo lecho, los problemas de la esposa no permitieran
desarrollar una sexualidad normal, con la fluidez propia de una pareja joven
de recién casados.
La imposibilidad por parte de la esposa de mantener relaciones sexuales
completas perduró en la pareja durante todo el primer año de casados. Las
consultas al ginecólogo dieron como resultado el conocimiento de que la es-
posa no sufría ninguna patología física, por lo que el especialista les indicó
que era un problema psicológico y les prescribió ayuda en este sentido, que la
esposa rechazó.
Pasados dos años tuvieron un hijo, a quien, con pocos meses dejaron en
manos de terceras personas, dedicándose ambos progenitores con avidez a
sus respectivos trabajos.
La esposa propuso la separación a raíz de que el esposo la encontró en
actitudes amorosas con otro hombre y, ante la demanda de explicaciones, ella
contestó que ya no le quería y que deseaba separarse. Ante esta situación, que
él mismo presenció, asumió la inminencia de la separación. No obstante, du-
rante el periodo de la tramitación de la separación, el esposo insistió en que
juntos pidieran ayuda especializada, por si se podía salvar el matrimonio, a lo
que ella se negó en rotundo.

86
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Unos meses después, ella decide cerrar su empresa y se traslada por mo-
tivos de trabajo a Nueva York, desentendiéndose de la custodia de su hijo y
delegando su educación en el padre
Dª YYYY durante su infancia y adolescencia transitó por unas relaciones
materno-filiales presididas por importantes carencias afectivas, que en parte
pudo paliar su padre desplegando actitudes protectoras hacia sus hijos. Sin
embargo, las frecuentes discusiones intrafamiliares, marcadas por el alcoholis-
mo de su madre, y las consecutivas expulsiones de los hermanos enturbiaron
considerablemente el desarrollo psicoevolutivo de aquella niña, que tuvieron
su disruptiva continuidad en la etapa adolescente.
De este modo se entiende la necesidad de huir de la presencia de su ma-
dre que, en vez de aportarle contención y tranquilidad, le provocaba inquie-
tud y angustia. Por este motivo se marcha de su hogar, cuando tiene asegura-
do otro entorno que le acoja y le proteja, trasladándose a otra ciudad con su
novio.
Su intolerancia para participar en los momentos de diálogo y comunica-
ción con la familia del esposo no es más que la imposibilidad de presenciar
escenas que denuncian las carencias sufridas en su familia. Por este motivo
es muy difícil que ella pudiera mantener un clima de comunicación con su
esposo.
Pero, tal como suele ocurrir con las personas poco investidas afectivamen-
te y carenciadas desde su niñez, tiene gran dificultad para amar, en el sentido
de entregarse y de compartir. Son personas que en su psiquismo más profun-
do sienten que el mundo les debe algo y desarrollan una gran capacidad para
unirse a quienes les puedan entregar mucho a cambio de nada. Y, cuando
sienten que una persona ya no les satisface en su insaciable demanda, pierden
todo interés por ella y la desprecian. Eso sí, para despegarse de la persona con
la que están, como ocurrió respecto a su madre, es imprescindible que haya
otra instalada en su vida, supliendo a la anterior. Esto explicaría su compul-
sión a establecer relaciones sentimentales antes de concluir con la actual 211.
Por esto mismo se procura hombres que, en principio, superen al anterior en
la escala social y económica, de acuerdo con sus propios criterios. En ningún
caso permite que se produzca un proceso de duelo por la relación perdida,
imprescindible y necesario desde el punto de vista de la salud psíquica, para
poder transitar con garantías hacia otro hombre de quien enamorarse.

211
Esto ha sido una constante: empezó con D. XXXX cuando no había roto con el novio anterior,
inició una relación estando aún casada y volvió a comenzar una nueva relación después, en Madrid, cuando
aún no se había producido la ruptura con el hombre que había sustituido al esposo.

87
Julio Ortiz Herráiz

Las dificultades que, durante temporadas, presentó, para poder dedicarse


a su hijo (fol. 35, a la 6ª; fol. 40, a la 6ª), tienen que ver con un mecanismo psí-
quico (inversión de la pulsión) que consiste en la puesta en activo de aquellas si-
tuaciones traumáticas que siendo niños hemos sufrido pasivamente: dadas las
circunstancias de alcoholismo en las que su madre tuvo que criar a sus hijos,
no hay muchas dudas de que aquella niña tuvo que sentirse de forma reitera-
da en situación de abandono, a pesar de la conducta maternal de su padre. La
inversión de la pulsión 212, muy difícil de evitar para el ser humano, abocó a Dª
YYYY a provocar situaciones abandónicas respecto a su hijo.
De acuerdo con las conclusiones a que hemos llegado, a partir de la prue-
ba testifical, sin haber podido contrastar con la exploración directa de la pe-
riciada, la esposa desplegaba, al tiempo de contraer, una serie de comporta-
mientos anómalos que, en su conjunto, conforman lo que en psicopatología
se denomina como TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD,
gestado desde su infancia, a causa de una relaciones materno-filiales defici-
tarias. Esta es una patología que permite una existencia normal en diferentes
áreas de la vida, no tanto en las relaciones afectivas, por la ausencia de empa-
tía emocional y el peculiar sentido de las relaciones interpersonales, plenas de
demanda, pero huérfanas de entrega y generosidad.

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V.- c. Martínez Valls. Nulidad de matrimonio (exclusión de la fidelidad


por parte del esposo). Decreto ratificatorio de 21 de marzo de 1997
del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

El esposo excluye el bonun fidei como consecuencia de un trastorno por


satiriasis.
Se hicieron novios siendo unos niños. El amor que a ella le surgió por él y
el desahogo sexual que desde el comienzo encontró el muchacho en aquella


212
Tendencia a actuar en activo aquellas situaciones que hemos padecido en pasivo.

88
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

relación, mantuvieron ésta por más tiempo de lo esperado. Su ignorancia e


impulsividad les precipitó a un embarazo que ni se habían planteado 213.
Casados cuando aún eran muy jóvenes por presión y decisión de sus de
sus padres, aceptaron el matrimonio con la misma ingenuidad que les había
abocado a concebir un hijo.
Crisis importante inmediatamente después de contraer 214: al verse impo-
tentes ante las responsabilidades que les venían dadas con el matrimonio se
refugiaron él en su vida social de alterne y bebida, y ella en un repliegue ha-
cia sí misma que derivó en una grave depresión, probablemente enmascarada
por la consabida depresión “post-parto”.
Cuando aún no habían logrado una adaptación a su nueva realidad, les
sacudió la venida de un nuevo hijo, que engendraron con las mismas premisas
que el primero), aunque hubieran pasado algunos años. (no deseado, fallo en
sus métodos anticonceptivos, irresponsabilidad manifiesta de ambos).
La vida en común no existía, la relación sexual era insatisfactoria y los
sentimientos de abandono y soledad de la esposa estaban más que justifica-
dos, puesto que el esposo hacía casi toda su vida fuera del hogar, incluidos sus
devaneos con otras mujeres. Volvía generalmente con unas copas de más, en
un estado en el que se vehiculizaba el maltrato psíquico −nunca físico- hacia
la esposa.
La apertura del negocio les dio un motivo de unión, ya que ambos, cada
uno desde su función, colaboraban en el desarrollo de aquél. El crecimiento
de la empresa y la mejoría económica que trajo les colocó en un estado psíqui-
co de omnipotencia que taponó los problemas de relación, dejándose llevar
por el gasto fácil del dinero que ganaban y pasando a un segundo plano el
resto de las preocupaciones.
No supieron canalizar su bonanza económica y el esposo desparramó en
gastos con prostitutas que antes habían frecuentado pero de forma más con-
tenida. La esposa, abandonada en lo afectivo y en todo lo relativo al hogar y a
los hijos, dio rienda suelta a una fiebre por comprar, y lo hacía de forma com-
pulsiva y descontrolada.
En resumen, nunca existió una verdadera comunidad de amor entre
ellos, a pesar de los muchos años transcurridos juntos y a pesar de haber teni-
do tres hijos comunes. Muy probablemente hubo un enamoramiento de la es-

213
Decl. de la esposa, fol. 50, a la 3ª: “Aunque procurábamos no completar el acto sexual, para evitar un
posible embarazo, éste sobrevino, con el consiguiente disgusto para nosotros y con el terror a la reacción de nuestros padres,
cuando supieran lo que nos había pasado. Nosotros dependíamos por completo de ellos”.
214
Decl. del esposo, fol. 48, a la 6ª: “Desde el principio discutíamos mucho”.

89
Julio Ortiz Herráiz

posa hacia el esposo que, por momentos, tomó un carácter masoquista, pero
la respuesta del esposo fue siempre despectiva hacia ella, materializándose su
principal desprecio en la infidelidad permanente.
El esposo nació y creció en una familia estructurada, con un padre tra-
bajador pero ausente del hogar en cuanto a la atención directa a sus hijos.
Tampoco su madre, dadas las condiciones laborales que tenía (trabajaba du-
rante los horarios extraescolares de los niños) pudo atenderlos como reque-
rían las necesidades propias de las edades más tempranas. Por todo ello la
infancia del periciado se desarrolló carente de normas, y, ubicado en la calle
más tiempo y más libre de lo esperable y aconsejable en aquella etapa, pre-
sentó conductas transgresoras. No se plegaba a situaciones donde pudiera ser
controlado por los adultos, como era el caso del colegio, medio este en el que
fracasó durante los cursos de la enseñanza primaria, tanto a nivel académico
como en todo lo relacionado con la disciplina propia de la situación escolar.
Su temprano acceso al mundo laboral le proporcionó algún dinero que él
manejaba a su antojo, derivando en actitudes omnipotentes ante sus amigos.
A sus 16 años, edad en la que entabló la relación sentimental con Dª YYYY,
era por tanto un joven afectivamente inmaduro pero con maneras y costum-
bres de adulto, siendo esto último lo que seducía a las chicas de su entorno.
Sus dificultades para poner en juego los afectos, detectadas en la evalua-
ción de las pruebas psicológicas aplicadas, ya estaban presentes entonces. Por
lo que fue la facilidad que encontró para la relación sexual completa lo que le
ancló a su novia, con quien compartía únicamente este aspecto, manteniendo
la continuidad en la conducta de salidas nocturnas con los amigos, y los deva-
neos con otras chicas, puesto que su grado de compromiso no había variado
lo más mínimo 215.
El embarazo no lo vivió como un grave conflicto para él, por irresponsa-
bilidad y porque los demás (sus padres) tomaron las riendas del problema 216.
Se dejó llevar, mitad inconsciente y mitad a sabiendas de que su vida de liber-
tinaje, sobre todo el frecuentar a mujeres varias no cambiaría por el hecho de
convivir con su futura esposa 217.

215
Decl. del esposo, fol. 48, a la 5ª: “Entre nosotros no había más que una atracción física que procurábamos
satisfacer cuando podíamos”.
216
Decl. del esposo, fol. 48, a la 4ª: “Ambas madres se encargaron de los preparativos de la boda que nos
vimos obligados a celebrar cuanto antes”.
217
Decl. del esposo, fol. 47, a la 4ª: “Aguantamos en silencio mientras pudimos, unos dos meses, hasta que
nos vimos obligados a descubrir lo sucedido. La madre de ella se llevó un enorme disgusto... Mis padres reaccionaron tam-
bién muy contrariados y disgustados y mi padre me dijo tajantemente que tenía que hacer frente a lo que había hecho... No
fue una amenaza pero me dio a entender que yo tenía que casarme para responsabilizarme de lo que había hecho”.

90
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Inaccesible a los cambios que exigían las circunstancias de hombre casa-


do y padre, continuó en su dinámica de frivolidad, alternando hasta altas ho-
ras con los amigos, bebiendo en exceso y frecuentando el mundo de la pros-
titución, que, a medida que avanzaba el tiempo en convivencia, se intensificó
cuando dispuso de más dinero.
Su crónica incapacidad para el afecto nunca le permitió formar una co-
munidad de amor con su esposa, puesto que sus motivaciones e intereses se
mantuvieron siempre en los superficial, es decir en la relación sexual carente
de sentimientos y en la descarga pulsional evitando y menospreciando cual-
quier otro elemento que se lo impidiera. Por este motivo no podía atender la
demanda de atención y de cariño de la esposa, ni pudo responder a sus res-
ponsabilidades como padre.
En la valoración de los test psicológicos aplicados para la realización de la
presente pericia hemos destacado su fórmula vivencial “coartado”, indicativa
de la ausencia de afectos, pero también carente de la ideación mínima necesa-
ria para elaborar mentalmente aquellos comportamientos que emanan direc-
ta y libertinamente de su mundo pulsional. La perseverancia de las respuestas
sexuales registradas en el test de Rorschach 218 y los elementos que proyecta
en los Tests Proyectivos Gráficos, y en el Test de Apercepción Temática 219, así
como la importante falla encontrada en sus mecanismos de represión, corro-
boran su perversión sexual 220, que le impiden unas vivencias naturales y esta-
dísticamente normales sobre este tema.
En resumen a todo lo expuesto anteriormente, estamos convenci-
dos de que el esposo periciado, al tiempo de contraer padecía una grave
INMADUREZ PSICO-AFECTIVA concomitante a una estructura de persona-
lidad perversa, que se manifiesta en diversas comportamientos y cuya prin-
cipal expresión es una anomalía psíquica en el área de su sexualidad, que en
psicopatología se denomina como TRASTORNO SEXUAL DE SATIRIASIS
(CIE-10 [F52.7] 221. Lejos de ser reflejo este trastorno de un exceso de poten-

218
Rorschach: Test de psicodiagnóstico de H. Rorschach (Sistema Comprehensivo de Exner). Nos
referimos a esta prueba psicológica de evaluación de la personalidad porque es considerada por todas las
teorías sobre psicodiagnóstico la más completa, estudiada e investigada, así como la menos manipulable de
las existentes a nivel mundial.
219
Ambos tests a partir de ahora se referirán con las siglas TPG y TAT, respectivamente.
220
Lejos de hacer una valoración moral o ética del concepto de perversión, nos estamos refiriendo
a la anomalía psíquica que representa la tendencia, establecida como conducta habitual, a salirse de la
norma social y estadística, como es la práctica periódica y muy frecuentemente del sexo pagado, con el
agravante de contraer riesgos importantes para la salud de su esposa y la suya propia.
221
Es el número identificador del Trastorno de Satiriasis en la Clasificación CIE-10, que ya hemos
explicado. Dicho trastorno consiste en un estado de exaltación morbosa de las funciones genitales, pro-
pio del sexo masculino. El nombre de esta enfermedad proviene del mito clásico de los sátiros, que eran
unos seres de aspecto bastante desagradable que pululaban por los bosques de la antigüedad clásica con el

91
Julio Ortiz Herráiz

cia sexual que el sujeto necesita evacuar imperiosamente como algo impues-
to por su condición biológica extraordinaria −tal como lo describen algunas
enciclopedias psiquiátricas−, en Psicología se entiende que esta conducta
responde a un importante inseguridad respecto a su propia potencia sexual
que genera una permanente necesidad de demostrarse a sí mismo que po-
see unos incontestables atributos varoniles 222; y nada mejor que probarse
con mujeres a quienes no es necesario satisfacer y que no exigen sobrepasar
ningún umbral en este sentido: las prostitutas. Aquí es necesario traer el
dato aportado por la esposa en la entrevista diagnóstica sobre la eyaculación
precoz que padecía el esposo, lo que viene a demostrar que se cumplía una de
las premisas descritas.
¿Por qué decimos que está encuadrada esta anomalía en una estructura
de personalidad perversa? Porque observamos una serie de conductas
trasgresoras de la ley natural y social como eran sus fechorías infanto-juveniles
con daño para otros, sus constantes infidelidades independientemente de con
qué mujeres, su exceso en la bebida, el abandono de la esposa y, sobre todo, el
abandono de los hijos 223 y su egocentrismo. Desde la valoración de los test uti-
lizados en la exploración se confirma plenamente este diagnóstico: por la per-
severancia de respuestas sexuales y la falta de represión proyectada (T.A.T.),
marcando los caracteres sexuales femeninos, exceso fantasías sexuales y des-
precio hacia las figuras femeninas (T.P.G.). A esto tenemos que añadir la grave
dificultad que tiene para controlar sus impulsos, rasgo que ha quedado paten-
te en todas y cada una de las pruebas diagnóstica aplicadas.

***********************

principal pasatiempo de perseguir a las ninfas y utilizarlas como objetos sexuales. Etimología: saturο (gr.)
[sátiro (divinidad fálica)] +-asι (gr.) [enfermedad].
222
Decl. del esposo, fol. 48, a la 6ª: “Yo reconozco que bebía en exceso y me gustaba jugar a las cartas y tam-
bién me he ido con mujeres de club y volvía a casa de madrugada muy a menudo”...”Ella ha sido buena madre, pero yo
reconozco que no me he comportado bien como padre ni como esposo”.
Este comportamiento pertenece a las defensas hipomaníacas, que hemos descrito anteriormente en
este informe, y que están entre las que utiliza el periciado habitualmente.
223
Decl. del esposo, fol. 48, a la 6ª: “Yo, después del trabajo, pasaba más tiempo con los amigos que con mi
mujer y con mi hijo, cuando nació”.
Decl. de la esposa, fol. 51, a la 6ª: “Nuestra convivencia como esposos ha sido completamente nula, porque él no
se ha responsabilizado de lo que es ser esposo y padre”.
Decl. del testigo D. XYXY, fol. 54, a la 2ª: “... es muy buena persona, pero reconozco que no se ha comportado
bien con su esposa y no ha afrontado sus deberes en el matrimonio”.

92
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

VI.- c. Panizo. Nulidad de matrimonio (exclusión del bonum prolis por


parte del esposo) Decreto ratificatorio de 15 de diciembre de 1999
del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada al esposo)

— Cuando empiezan a hacer proyectos para su futura vida matrimonial,


el esposo manifestó que no quería tener descendencia.
— Ante la negativa de la esposa a continuar con el proyecto de matrimo-
nio bajo este condicionante, él acepta contraer y procrear pero una
vez hubieran pasado cinco años de matrimonio, lo cual es aceptado
por la esposa.
— Casados y una vez pasado el periodo de tiempo acordado, el espo-
so continuó poniendo medios anticonceptivos y negándose a que se
produjera el embarazo, cumpliendo sus originales pretensiones de
no tener hijos, desoyendo las llamadas de la esposa a cumplir con
esta obligación esencial del matrimonio que, además implicaba un
compromiso formal a nivel de pareja.
— Cuando las relaciones matrimoniales ya estaban deterioradas, por la
negativa del esposo a procrear, incumpliendo su palabra ante la espo-
sa y la obligación contraída al matrimoniar, intervinieron varios ami-
gos, ante quienes el esposo demandado reiteró y afianzó su decisión
preconcebida.
— Abundaba en la idea de que los hijos en el matrimonio iban a ser
algo insoportable, una incomodidad, suponiéndole un auténtico
reto, al pensar que, cuando se fueran haciéndose mayores habría que
educarles.
— El esposo demandante declara haber contraído matrimonio con el
conocimiento de la Doctrina de la Iglesia y estando de acuerdo, pero
con alguna salvedad, y es que “yo no quería tener hijos y mi decisión
era rotunda y definitiva, no era cuestionable... y yo comprendí que, si
no cedía en algo, no podía casarme con ella... pero seguía pensando
lo mismo”.
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE SU PSICOLOGÍA, de las declaraciones
presentes en autos se deducen los siguientes elementos:

93
Julio Ortiz Herráiz

— Exhibía un rechazo manifiesto a tener hijos, que de forma conscien-


te se argumentaba como una huida de la responsabilidad que se con-
traía hacia ellos 224.
— Quienes le conocían aseguran que exhibía una cierta inmadurez de-
bido a una infancia traumática 225.
— Que lo extraordinario de su infancia era que fue un niño cedido a
sus abuelos 226, que este mismo abuelo y su madre fallecieron siendo
él muy pequeño 227 y que, poco después, le fue arrancado de su abue-
la que le había criado para vivir con su padre, casado en segunda
nupcias, formando una nueva familia, en la que él nunca se sintió
bien tratado 228. De esto eran conscientes sus padres 229.
— Que, al tiempo de contraer, se comportaba de forma egoísta 230. A
pesar de ello, la esposa se enamoró de él por su simpatía y por su
formación 231.
— Sentía miedo ante la posibilidad de procrear 232.
— Utilizaba el mecanismo psíquico de negación, como forma de evitar
afrontar su problema no resuelto 233.

224
“Los motivos por los que yo excluía los hijos, primero porque no me gustan los niños, segundo, me parecen los
hijos una carga de responsabilidad que no estoy dispuesto a asumir porque no quiero”.(del. del esposo demandante).
225
Decl. de la esposa a la 2ª: “Él es inmaduro por la infancia tan traumatizante que tuvo”.
Decl. del testigo XYXY: XXX, “quizás por la infancia que había tenido, el caso es que tenía una postura clara de
rechazo a los hijos.... El motivo del rechazo de XXX –insisto- que es algo que se remonta a su infancia como causa, como
originario”.
226
Decl. de la esposa, a la 2ª: “Hasta los cinco años vivió con los abuelos, todo esto lo sé por él”. “Él dice que
de su madre no tiene recuerdos, porque al año de estar aquí viviendo con sus padres, la madre trabajaba y se encargaba de
él una chica interna”.
227
“Al año muere la madre en un accidente de coche. Él va para M. con su tía y abuela, al año muere la tía y al
año siguiente el abuelo”.
228
“El padre se casa en segundas nupcias y obliga al niño a venirse con ellos, pero la infancia es espantosa.
Recuerda su infancia con horror, con carencia de afecto y de atenciones y con una terrible inseguridad, viendo que perdía
a sus seres queridos más cercanos”.
Decl. de un hermanastro del esposo: “... el hecho es que mi hermano nunca se ha sentido en casa con nuestros
padres, como yo me siento, esto no solamente es impresión sino que él me lo ha dicho.”
229
Decl. de un hermano del esposo: “Yo a mi madre la he oído comentar que tanto ella como un padre ya
sabían ellos el modo de pensar de XXXX. Sobre este punto de los hijos”.
230
Decl. de la esposa a la 3ª “Es patológicamente egoísta”.
Decl. del testigo XYXY: “Le gusta hacer las cosas a su manera y que los demás lo hagan como él quiere”.
231
Decl. de la esposa a la 3ª: “Me gustó de él su formación -era un hombre culto- y su simpatía”.
232
Decl. de la esposa a la 3ª: “Conocía la Doctrina de la Iglesia, pero no quería tener hijos porque le espantaba
y se encerraba en este miedo y no pasaba de ahí. Yo siempre pensé que le iba a convencer, nunca pensé que fuera tan a
rajatabla”.
233
Decl. de la esposa a la 7ª: “Él nunca me dijo que no quería tener hijos por su infancia, se limitaba a decir
que no quería; a lo largo del tiempo yo creo ver la causa de esto en su infancia; ni él mismo hablando del tema reconoce que
puede haber algo de lo vivido en su infancia como causa del rechazo a los hijos”.

94
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

En este caso, el rechazo a los hijos es una consecuencia directa de una


infancia traumática durante la cual no pudo ser investido afectivamente, de
acuerdo con las necesidades de sus consecutivas etapas infantiles.
Al concluir su primer año de vida, se convirtió en un niño cedido. Lo que
generó en él un sentimiento de abandono.
La muerte de su madre y de sus abuelos supuso la pérdida de sus figuras
parentales, que hubo de condensar en su abuela inmediata y obligatoriamen-
te. Y la posterior pérdida de su abuela, al pasar a residir con su padre −quien
previamente le había abandonado−, completó el círculo de abandonos y pér-
didas fundamentales. La nueva pareja que formó su padre no parece que le
compensara suficientemente de tantas carencias afectivas y de tantos abando-
nos consecutivos.
El énfasis que se advierte por contraer matrimonio implicaba el hecho de
que, por primera vez −además de forma legal e institucionalizada−, él era el
objeto de amor de “alguien” −de su esposa−, en exclusiva y para siempre. La
esposa, en el acto del matrimonio así lo afirmó expresamente:
“Prometo amarte siempre, en las alegrías y en la tristeza..., por encima de
todo y de todos. Lo que significa que no volvería a sentirse excluido del amor
de una mujer, ni abandonado por ella”.
Esto, que es aplicable a todos los contrayentes, en éste toma una significa-
ción especial, más allá del amor conyugal, porque los futuros hijos son vividos
como los nuevos ladrones del amor, los que le volverían a excluir en un hipo-
tético triángulo −madre, padre, hijo−, en el que tan mal parado había salido
durante su primera infancia.
Con su temor a nuevamente ser el perjudicado por la exclusión en el
amor, caracteriza al niño de 4 ó 5 años que fue y que, en determinados aspec-
tos, no pudo superar, en cuanto al devenir de su vida afectiva.
Podemos deducir que el esposo demandante padecía, al tiempo de con-
traer, una inmadurez afectiva grave, que le impidió definitivamente
asumir y cumplir la obligación esencial del matrimonio en relación a los cui-
dados y educación de la prole, puesto que sus vivencias más íntimas le posicio-
naban a él mismo como un niño, que con el matrimonio necesitaba encontrar
el afecto maternal del que había carecido en su necesaria medida y solventar
sus sentimientos de abandono y de exclusión; siendo estos unos sentimientos
que eclosionaban ante la sola idea de compartir a su esposa con otro/s niños,
aunque éstos fueran hijos suyos.

***********************

95
Julio Ortiz Herráiz

VII.-c. Gil de las Heras. Nulidad de matrimonio (exclusión del bonum


prolis por parte del esposo) Decreto ratificatorio de 10 de junio de
1998 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada al esposo)

— Tras cuatro años de armoniosas relaciones, los esposos contrajeron


matrimonio.
— La esposa durante el noviazgo se mantuvo en la preocupación que
le generaba la negativa del esposo a tener hijos. Pero esperaba que
cambiara de idea.
— Esta negativa del esposo a tener hijos se mantenía pasados dos años de
matrimonio y afirmaba que mantendría su postura indefinidamente.
— Agotadas las posibilidades de convencerle, la esposa toma la iniciati-
va de separarse y denunciar la nulidad de su matrimonio por la causa
expuesta.
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE SU PSICOLOGÍA, del examen pericial
directo del esposo y de las declaraciones presentes en autos se deducen los
siguientes elementos:
— Había estudiado en un colegio religioso y conocía la doctrina de la
Iglesia sobre el matrimonio; además había estudiado Derecho, por lo
que también era conocedor de los compromisos que asumía y de las
derivaciones jurídicas 234.
— En su casa eran seis hermanos 235.
— Al tiempo de contraer mantenía sin resolver problemas (presumible-
mente graves) de relación con su padre y con la autoridad que aquél
ostentaba 236.

234
Decl. Del esposo: “Yo estudié en el colegio de los claretianos y después Derecho.... Conocía la doctrina del
matrimonio cristiano. Ella lo aceptaba, yo tenía mis reservas sobre el carácter indisoluble del matrimonio y que fuere esen-
cial la procreación”.
235
Decl. del testigo XYXY: “No conozco a sus padres; sé que tiene cinco hermanos”.
Decl. del testigo XYXY: “... y a mí me sorprendió porque él no es hijo único, porque él es de una familia numero-
sa, pues tiene cinco hermanos”.
236
Decl. de la esposa: “Yo nunca he entendido por qué no quería tener hijos y manifestaba cosas muy raras
con relación a su padre, a la autoridad y cosas por el estilo”.
Decl. del testigo XYXY: “y decía que no quería tener hijos porque no quería repetir los mismos errores que su pa-
dre había tenido con él”. “Daba la impresión, por sus conversaciones, un tanto de aversión a su padre”.

96
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— Estos problemas debían ser confusos para él 237, aunque le generaban


un síntoma fóbico hacia los niños 238.
— Al menos en este tema, aun habiéndose pronunciado con anteriori-
dad al matrimonio, no era capaz de dialogar, teniendo en cuenta que
la esposa estaba deseosa de ser madre, abordándolo evasivamente y
con cierto desprecio hacia ella 239.
— Dice haberse casado enamorado, pero antepuso la confirmación de
su negativa a su amor hacia la esposa 240.
— No tuvo reparo en falsear su compromiso 241.
— Es un hombre que no acepta reflexionar sobre sus decisiones, an-
clándose rígidamente en sus propias convicciones, sin darse un mar-
gen de escucha hacia el otro 242.
— Da una imagen de egocentrismo por sus conductas 243.
— Después de divorciarse y volverse a casar, continúa sin tener hijos, de
donde deducimos que sigue sin solucionar el conflicto original que
provoca esta conducta 244.
El esposo de este caso organizó una conducta fóbica respecto a los niños,
que llevaba más allá de la negativa a su propia paternidad, puesto que incluso
hablaba con hostilidad de los niños que circunstancialmente le rodeaban.
Las frustraciones o/y los traumas de su infancia están relacionados con
sus vivencias sobre su padre. En un proceso rígido de identificación se ha he-
cho insoportable para él la idea de sí mismo como padre, negándose a consi-
derar la idea de generar un cambio en esta dinámica desde su propia evolu-
ción personal.
Las vivencias que él conservaba, al tiempo de contraer, respecto a su ima-
gen paterna eran muy negativas y, de alguna manera, generalizaba el conflicto
a todo aquello que significase autoridad. Es muy probable que tuviera estre-
chamente asociada la idea de “padre malo” con la religión católica, quizás a
través del enlace que supuso su educación en un colegio religioso, que, como

237
Decl. de la esposa: “... y lo manifestaba con cosas vagas”.
238
Decl. del testigo XYXY: “... él era despectivo con los niños. Él decía que nuestra hija nos tenía tiranizados”.
239
Decl. de la esposa: “Él incluso me decía que si yo quería tener hijos que los tuviese con otro y no con él, cosa
que a mí me indignaba y me molestaba”.
240
Decl. del esposo: “El motivo de nuestra separación es la negativa mía a tener hijos”.
241
Decl. del esposo: “Yo en mi fuero interno excluí los hijos y el carácter indisoluble del matrimonio”.
242
Decl. de la esposa: “Quiero añadir que mi esposo es firme y tozudo en sus decisiones. Él lo decía a todos su
familiares y amigos y que de él no esperasen descendencia”.
Decl. del testigo XYXY: “Tiene un temperamento fuerte y prepotente y siempre quería tener la razón”.
243
Decl. del testigo XYXY.: “Yo por lo que veía el motivo por el que XXXX no quería tener hijos era porque era
excesivamente egoísta”.
244
Decl. de la esposa: “En la actualidad estamos divorciados y él está casado y que yo sepa, no tiene hijos.

97
Julio Ortiz Herráiz

toda institución escolar, debió transmitir las funciones de padre y de autori-


dad sobre él. Desde ahí podemos entender que realizara un acto perverso (la
simulación), sin ningún tipo de culpabilidad, como si realmente se tratase de
una venganza justificada.
Este conflicto infantil −sin solventar aún−, debe haber interferido el
proceso de la formación de su personalidad. Porque los rasgos de “rigidez”,
“ofuscación”, “egoísmo”, “desconsideración” hacia la esposa a la que pretende
“amar” y “prepotencia” 245, conforman un trastorno del carácter (caracteropa-
tía) 246, que, aunque en la Causa de Nulidad aparece enquistado en “una fobia
específica a los niños” (por rechazo a su propia infancia), debe estar presente
en otros síntomas importantes, que en los autos se soslayan.

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VIII.- c. Gil de las Heras. Nulidad de matrimonio (exclusión del bonum


prolis por parte del esposo). Decreto ratificatorio de 22 de mayo de
2000 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

El esposo simuló, excluyendo el matrimonio (vínculo) y en particular


la perpetuidad y el bonum prolis como consecuencia de padecer al tiempo de
contraer dos patologías estructurales: Trastorno de Control de los Impulsos y
Trastorno Antisocial de la Personalidad.
Al no personarse el esposo demandado, entre otras razones porque se en-
cuentra en paradero desconocido, únicamente tenemos las declaraciones de
la parte actora y los testigos que ésta ha presentado.

245
Son todos términos que hemos destacado en las declaraciones de los testigos.
246
La caracteropatía, aunque es un término algo genérico, conlleva una serie de comportamientos
caracterizados por su rigidez. Respondería a la afirmación de que “Las cosas son como son porque así tienen que
ser”; es decir que se basa en una rigidez defensiva –se defiende de todo lo que signifique afecto o emocio-
nes- sin mediación de la elaboración mental. El caracterópata es dependiente de sus propios tópicos, que
aún basados en la norma social, él los utiliza sin posibilidad de interpretación o modulación alguna, inde-
pendientemente de las circunstancias y desoyendo cualquier razonamiento externo.
Para esta cuestión víd.: R. Fernández, “Carácter y psicosomática”, IEPPM 35-36, (oct. 1997); W.
Reich, Análisis del carácter, Paidós Ibérica, 2005; S. Pérez Galdós, “Una neurosis de comportamiento”,
IEPPM 29, (abril 1995); IEPPM (revista de Psicoterapia y Psicosomática del IEPPM Instituto de Estudios
Psicosomático y Psicoterapia Médica) APM es la revista de la Asociación Psicoanalítica de Madrid.

98
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Todas las declaraciones giran en torno a la etapa comprendida entre el


periodo de noviazgo y los cuatro años de matrimonio, y son absolutamente
coincidentes en varios elementos sintomales del periciado, que destacamos a
continuación:
— Decía que el vínculo del Matrimonio no tenía valor alguno y mucho
menos de carácter de vínculo perpetuo 247.
— No deseaba tener hijos porque no quería ataduras de ninguna
clase 248.
— Se casó por la Iglesia ante la negativa de la esposa a la convivencia sin
el compromiso religioso, tal como él pretendía 249.
— Resultó ser un ludópata 250, cualidad que había ocultado a la esposa
antes de contraer.
— Debido a su ludopatía debía dinero a entidades bancarias y a perso-
nas amigas suyas 251.
— No cumplió nunca la promesa que hizo a su esposa de asistir a un
psicoterapeuta 252, para intentar solucionar el problema.
— Tras la separación, dejó embarazada a una chica, desapareciendo
después, para no hacerse cargo de sus obligaciones, por lo que se
encuentra actualmente desaparecido 253.
— Los años de matrimonio vivió sin responsabilizarse de las obligacio-
nes que conllevaba esta relación 254.
— Fue despedido de su trabajo, al no cumplir con sus obligaciones 255.
Aunque no disponemos de datos psicobiográficos, que nos hubieran per-
mitido establecer el origen y una relación causa/efecto entre sus conflictos
infantiles y la sintomatología descrita anteriormente, es fácil adivinar que este
cuadro de conductas dependientes y antisociales responde a una grave inma-
durez, gestada desde sus etapas infanto-juveniles y persistentes en la adultez.
Destacan dos ramas definidas de patología psíquica:
— la dependencia del juego
— las conductas antisociales
247
Decl. de la esposa, a la 4ª.
248
Decl. de la esposa, a la 5ª.
249
Decl. de la esposa, a la 6ª.
250
Decl. de la esposa, a la 7ª.
251
Decl. de la esposa, a la 7ª.
252
Decl. de la esposa, a la 7ª.
253
Decl. de la esposa, a la 8ª.
254
Decl. de la testigo M.C., a la 5ª; y de la testigo M.S., a la 4ª.
255
Decl. de la testigo M.S., a la 5ª.

99
Julio Ortiz Herráiz

Ambas cuestiones, al activarse conjuntamente, se refuerzan y afianzan. No


es extraño encontrar un trastorno por dependencia y un trastorno antisocial
interactuando en una misma persona, ya que ambos tienen un origen común:
la falla narcisista.
Cuando la dependencia es de sustancias o del juego, deber ser conside-
rada como una conducta perversa, en tanto en cuanto conlleva la trasgresión
de la norma social; pero también la trasgresión de la ley natural, al incidir de
forma lesiva (en el caso de las sustancias y el alcohol) para el propio cuerpo.
Por otra parte, las conductas antisociales 256 normalmente se originan a
partir de la primera infancia, por haber sufrido graves carencias o desvíos de
su investimiento afectivo. Por tanto, es altamente probable que el esposo de-
mandado, en el momento de contraer, padeciera lo siguiente:
— Trastorno de Control de los Impulsos (Juego Patológico) [DSM-IV,
F63.0].
— Trastorno Antisocial de la Personalidad [DSM-IV, F60.2].
Ante la característica esencial de egocentrismo que preside el T. Antisocial y la
gran dificultad en el control de sus impulsos, elemento eje de la Ludopatía, te-
nemos que concluir que su falta de responsabilidad, su falta de ética personal, su
simulación en el contraer −desde el punto de vista de su funcionamiento psíqui-
co−, no son más que consecuencias sintomales de sus patologías estructurales.

***********************

IX.- c. Panizo. Nulidad de matrimonio (exclusión del bonum prolis por


parte del esposo) Decreto ratificatorio de 15 de junio de 2003 del
Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada al esposo)

— Iniciaron el noviazgo con 28 y 18 años respectivamente y duró dos


años en buena sintonía.

256
En este caso se debe considerar la mentira a la esposa sobre su grave conflicto, los débitos impa-
gados a los amigos y a los bancos, la desaparición personal tras haber provocado un embarazo, etc.

100
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— Antes de contraer, el esposo manifestó tanto a su novia como a los


familiares más directos que no quería tener hijos en su matrimonio.
— Las diferencias importantes entre ellos surgieron después de cinco
años de matrimonio en convivencia. Por una parte, la frecuente ne-
cesidad de realizar viajes por parte del esposo, cuyo trabajo así lo exi-
gía; por otra, la contradictoria posición de cada uno respecto a los
hijos, puesto que el esposo mantenía su actitud de no tenerlos. Esta
situación les llevó a la separación legal, diez años después de haber
contraído.
— Los padres del esposo se habían separado cuando él tenía 19 años,
con el agravante de que el padre nunca más se ocupó de la familia,
compuesta por la madre y siete hijos, el menor casi un bebé 257.
— Esta situación le marcó respecto a lo cotidiano de la vida familiar,
pero también en lo relativo a sus relaciones sociales 258.
— Siendo niño estuvo varios años interno, lejos de casa, y, cuando venía
de vacaciones sentía un ambiente hostil por culpa de los comporta-
mientos de su padre, que el esposo consideraba dirigía contra él 259.
— En realidad su padre desplegó hacia él conductas violentas y
abandónicas 260.
— Por el contrario, estaba muy unido a su madre 261.
— Este conflicto le llevó a un razonamiento directo: nunca propiciaría
una situación semejante, puesto que evitaría ser padre 262.
Ante una actitud de oposición tan extrema en un tema de gran importan-
cia como es la paternidad y su afianzamiento a lo largo de los años de esta de-
257
Decl. del esposo: “Yo con mi padre no tenía trato porque él nos abandonó a los siete hijos siendo yo el ma-
yor. Mi madre tuvo que hacerse cargo de los hijos trabajando....”.
Decl. del testigo XYXY: “... tiene un problema que arranca desde su infancia, y es el problema de su padre, que
abandonó a su madre y a siete niños, él era el mayor de todos... y la postura permanente que le he oído es la del rechazo a
los hijos.” “Como hombre que era y el mayor de la familia, vivió todo aquello con una presión mayor, que por eso le dejó
más marcado”.
258
Decl. del esposo: “Mi madre tuvo que hacerse cargo de los hijos trabajando y tenida cuenta de que hace 20
años de todo esto y la situación era más llamativa socialmente y más duro de llevar apara ella”.
259
Decl. del esposo: “Yo estuve interno lejos de Madrid cuatro o cinco años, y cuando yo llegaba a casa veía
mucha hostilidad por causa de mi padre hacia mí”.
260
Decl. de la madre del esposo: “... aparte de este terrible trauma, siendo él el mayor de los siete hermanos,
además de todo esto, el comportamiento que tuvo el padre con él fue duro y hasta agresivo. Lo tuvo varios cursos interno...
El comportamiento de mi marido con XXXX no tenía justificante alguno,... no dudó en exigirle todo y más porque todo le
parecía poco”.
261
Decl. de la madre del esposo: “Yo sé todo esto porque he vivido con mi hijo y está muy unido a mí”.
“Nunca me ha dado un disgusto”.
262
Decl. del esposo: “... aquel hecho marcó mi vida y decidí claramente no vivir más una situación semejante,
ni por crearla yo ni por padecerla yo, y la solución, más drástica era no tener hijos”.

101
Julio Ortiz Herráiz

cisión, habiendo mediado el enamoramiento, un noviazgo, un matrimonio y


diez años de convivencia, tenemos que pensar que necesariamente, tras el ra-
zonamiento que el esposo esgrime, existe una anomalía en su funcionamiento
psíquico. Y lo detectamos por su rigidez y por la intolerancia que se aprecia en
sus planteamientos y en el enquistamiento que mantiene sobre ellos. Estamos
seguros que no es este tema el único sobre el que aplica su rigidez e intoleran-
cia, puesto que la imposibilidad de modificar su postura respecto a los hijos
está sustentada en un inmovilismo más general que afecta a más amplias áreas
de su personalidad. La formación de un trauma, como ocurrió en el esposo
demandante, interesa siempre a varias estancias del psiquismo.
Tenemos a un padre cuya misión preferente parece que fue la de tener
muchos hijos para maltratarlos y abandonarlos. Al menos así lo vivenció el
periciado. Él se sintió abandonado y maltratado. El padre se encargó de hacer
realidad lo que de fantasía pudiera haber en la mente de su hijo mayor, aban-
donando realmente a todos, cuando éste tenía 19 años.
Como contrapartida, él se identificó intensamente con su madre −con
una madre sufriente−, cuya cruz fue aquel esposo y, por extensión, el gran nú-
mero de hijos que hubo de sacar adelante. A todo esto hemos de añadir lo que
el esposo vivió como una marginación social de la madre en aquella situación
de precariedad.
Siendo él el hijo mayor, no puede evitar, por identificación con su padre,
sentirse culpable de repetir una posible futura paternidad maltratadora y aban-
dónica hacia unos hipotéticos hijos, muy probablemente como formación reac-
tiva al odio que siente hacia su propio padre. Porque existe el odio a su padre,
pero también están presentes sentimientos negativos hacia los hijos − incluido
él− que tanto malestar provocaron a la madre; no podemos olvidarnos de que
los hijos de un matrimonio, en el que están presentes los malos tratos, son fruto
de la agresión (odio) y no del amor, al menos en la fantasía del niño.
No ha podido superar esta idea porque no es capaz de entender la dife-
rencia entre él-padre y él-hijo. En cualquier forma que lo fantasee le aparece
la idea de la relación padre-hijo como una constante de sufrimiento.
El no lograr salir de esta dinámica le tiene sumido en una caracteropatía,
que, sin duda, le impidió tomar la decisión de contraer con total libertad interna y le
incapacita, de momento, para la obligación esencial de matrimonio de procu-
rar la crianza y educación de los hijos, salvo que un proceso psicoterapéutico
le ayude a superarlo.

***********************

102
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

X.- c. De Celis Fdez. Nulidad de matrimonio (exclusión del bonum prolis


por parte de la esposa) Decreto ratificatorio de 2 de febrero de
2010 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada a la esposa)

— Contrajeron Matrimonio Canónico tras un año de noviazgo intenso y


en buena armonía.
— Dos meses antes de contraer la esposa había expresado su decisión
de no tener hijos.
— Aunque ya habían hablado de matrimonio, un día la esposa llama por
teléfono al esposo y le impone “adelantar la fecha de la boda como sea”.
— Durante la ceremonia, hubo gran tensión contenida por parte de las
familias de ambos.
— A la vuelta de viaje de novios, la esposa sigue impidiendo el embarazo
y la relación entre ellos se va deteriorando a marchas forzadas.
— Se separaron a los tres meses de haber contraído.
Desde el punto de vista psicológico tenemos los siguientes datos extraídos
de todo lo actuado en autos:
— La esposa había mantenido un noviazgo durante cinco años que cesó
ella misma.
— La esposa se sintió bien acogida por la familia del esposo y expresa-
ba su malestar por los problemas existentes en el seno de su propia
familia 263.
— Aunque habían hablado de casarse, ella presionó para que esto se
llevara a cabo rápida e inesperadamente, por su necesidad de aban-
donar la casa paterna 264.
— Había necesitado de tratamiento psiquiátrico, del mismo modo que
sus padres 265.
263
Decl. del esposo: “Ella estaba volcada hacia mí y mi familia, en la que también cayó muy bien. Ella me
comentó que en su casa lo estaba pasando muy mal; que sus padres la maltrataban y tenía unas ganas muy grandes de
salir de su casa”.
264
Decl. del esposo: “... un buen día me vino diciendo que teníamos que casarnos cuanto antes, que no
aguantaba más en su casa.” “Ella cuenta a este sacerdote que en su casa sus padres la maltrataban moralmente y a veces
físicamente, tanto era así según ella que ni quería que su padre fuera el padrino”
265
Decl. del esposo: “Siendo novia mía, ella estuvo un tiempo en tratamiento psiquiátrico por traumas que
tenía familiares.Sus padres también tenía problemas entre sí y la madre estuvo y sigue aun tratándose”.

103
Julio Ortiz Herráiz

— Los problemas que tenía con sus padres, de alguna forma estaban
relacionados con la función de autoridad 266.
— Era reacia a tener hijos, al menos por el momento 267. Tomaba anti-
conceptivos, aduciendo prescripción médica, lo cual no era cierto 268.
— Da mucha importancia a las apariencias 269.
— Imposibilitaba el diálogo 270.
— La esposa culpa a la madre del esposo de no tolerarla a ella, haberla
agredido y haber provocado la separación 271. Sin embargo ella mis-
ma se contradice, puesto que a la psicóloga perito le dijo que con
quien tenía los problemas era con sus propios padres.
— En el reparto de bienes −más bien de deudas−, la esposa chantajeó al
esposo 272.
— Las declaraciones de la esposa son contradictorias con las del esposo
y sus testigos, ofreciéndose ella como víctima. Además tacha al espo-
so de drogadicto, sin aportar prueba ninguna.
En su informe psicológico la psicóloga perito llega a las siguientes conclu-
siones sobre la personalidad de la esposa:
— Nivel de inteligencia superior a la media.
— Personalidad fría y excesivamente calculadora, que carece de capaci-
dad de entrega y que presenta una clara tendencia a la manipulación
de las personas y situaciones de su entorno.
— Para no mostrarse dañada por su propia inseguridad se presenta ante
los demás en actitud rígida y fía, falta de espontaneidad.
— Egocéntrica, que antepone la satisfacción de sus necesidades perso-
nales al cumplimiento de cualquier tipo de obligación.

266
Decl. del esposo: “Ella se quejaba constantemente de que sus padres quisieran dirigirle a ella su vida”.
267
Decl. del esposo: “También decía que no quería tenerlos hasta no ver cómo funcionaba nuestro matrimo-
nio. Esta conversación la tuvimos recién casados”.
268
Decl. de la esposa: “Después de casada tuve que seguir tomando la píldora anticonceptiva por prescripción
médica”.
Decl. del esposo: “Fuimos al médico y nos dijo que estaba totalmente normal”.
269
Decl. del esposo: “Como ella es muy dada a guardar las apariencias, yo no podía desechar mis dudas de
que lo que hacía, es decir casarse por la Iglesia, era por eso mismo”.
270
Decl. del esposo: “... con ocasión de su trabajo tenía que salir fuera. Yo intenté hablar con ella sobre este
cambio que noté y no hubo forma de tener un diálogo con ella”. “A los tres meses de casados se fue de casa definitivamente
y no volvió y no he podido hablar con ella, aunque lo he intentado y no he logrado explicarme aún el porqué de esta mar-
cha definitiva conmigo”.
271
Decl. del esposo: “No hubo tal episodio; sino que su madre, que había ido a visitarles a su casa salió ha-
blando con ellos normal sobre diversas cuestiones y no hubo violencia por parte de nadie”.
272
Decl. del esposo: “Ella me dijo que o yo me hacía cargo de todos los gastos o si no ella trataría de hacerme la
vida imposible”.

104
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— Durante la exploración se detecta tendencia a la manipulación cons-


ciente de la realidad con el fin de adecuar ésta a sus necesidades.
— Afectividad fría y rígida.
Como datos de anamnesis únicamente disponemos del hecho probado
de que la relación con sus padres, especialmente con su padre era muy negati-
va, y que esta negatividad se jugaba en el eje autoridad-rebeldía.
También declara un testigo que tiene conocimiento de que al novio ante-
rior le rechazó después de 5 años, dejándole muy dañado psíquicamente.
Si unimos todos los síntomas que hemos ido rescatando de autos y los
integramos en la manipulación y la falsedad que ha empleado en sus declara-
ciones, así como en el escrito de oposición a la demanda presentada, nos ve-
mos abocados a pensar que estamos ante una mujer que padecía un Trastorno
Antisocial de la Personalidad.
Si es así, su negativa a tener hijos y la simulación que esta actitud conlleva
en alguien que contrae matrimonio canónico, es un síntoma más de los inscritos
en dicho trastorno. Ya que una de las características propias del antisocial es la
búsqueda de sus objetivos de forma fría, consciente y preconcebida, aunque
esto conlleve hacer daño a los demás o/y transgredir cualquier norma social
que se le interponga.

**********************

XI.- c. León Rey. Nulidad de matrimonio (exclusión de la perpetuidad


por parte del esposo). Decreto ratificatorio de 7 de septiembre de
2009 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL:
(Practicada al esposo)

— Familia bien estructurada.


— No se aprecian traumas ni conflictos especiales durante sus periodos
infanto-juvenil, salvo un exceso de proteccionismo y dirigismo por
parte de su familia, especialmente de la madre.
— Normal rendimiento escolar.
— Exitosa historia laboral.

105
Julio Ortiz Herráiz

— Relación sentimental anterior, en la que fue rechazado por influen-


cia de los padres de la chica; no elaboró adecuadamente el duelo, al
sustituir los afectos por una cierta promiscuidad sexual.
En la dinámica que establece en la relación de pareja, le atrae esta mu-
jer porque es diferente a las otras: no pasional, buena persona, algo tímida e
inhibida.
Fundamenta todo el noviazgo en estas diferencias. Aunque mantienen re-
laciones sexuales, conserva separada la pasión (con otras mujeres) del cariño
(con ella). Su traslado laboral a otra ciudad durante gran parte del noviazgo
facilita esta dicotomía. No logra centrar su objeto sexual.
La decisión de contraer es inmadura, puesto que no está basada en los
sentimientos y parece que existe simulación (no aceptaba ni creía en la indiso-
lubilidad, aunque no se lo comunicó a la esposa).
Se casó con ella, porque consideró que podía seguir manteniendo la se-
paración entre cariño a su esposa y relaciones sexuales satisfactorias con otras
mujeres. Y así lo llevó a la práctica durante casi todo el matrimonio. También
influyeron en su decisión de contraer los siguientes factores:
— El hecho de que llevaban casi cuatro años de noviazgo y ella se lo me-
recía por la paciencia, dedicación y bondad manifestadas hacia él.
— Se casó porque “ con cualquier otra serían las cosas de la misma manera”.
— Se casó porque los padres insistían en la necesidad de que se centra-
se, hartos de tanto picoteo con mujeres. La madre, una vez aceptó
a esta novia, lo cual le costó, le dijo “ no vuelvas a presentarme ya más
chicas y céntrate de una vez”.
Una vez casados, todo siguió igual durante varios años. Tuvieron su pri-
mera hija porque él cedió a las presiones de la esposa, y porque pensó que ella
se merecía esta condescendencia; pero se desilusionó porque no fue varón.
Un año después se enamoró de otra mujer, con la que estuvo 18 meses, parte
en convivencia. Volvió a su casa porque se sintió muy culpable. Volvieron a te-
ner otro hijo como consecuencia y buenas intenciones del reencuentro, pero
la esposa ya nunca le perdonó y la relación se fue deteriorando a marchas
forzadas, hasta que, por su propio peso se produjo la separación, propiciada
por ambos.
En las Pruebas psicológicas se desprende:
— Elevada capacidad cognitiva;
— muy escasa respuesta a los estímulos afectivos;

106
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— pone en juego el pensamiento y el raciocinio ante cualquier situa-


ción, dejando aplacado el afecto;
— en las relaciones interpersonales generalmente se coloca en posición
activa, no pudiendo soportar que sea otro quien dirija la relación;
— generalmente da predominancia a sus necesidades por encima de las
de los demás, pero tiene tolerancia suficiente como para ser condes-
cendiente con los deseos del otro, siempre que no pasen por encima
de los suyos;
— lo único que le frena en cuanto a evitar en parte hacer daño a los de-
más a costa de satisfacer sus necesidades son los sentimientos de culpa.
En definitiva, se aprecian un conjunto de factores en sus comportamientos
y en los rasgos de personalidad obtenidos de las pruebas aplicadas, que debida-
mente integrados arrojan un diagnóstico de grave inmadurez psico-afectiva, de
donde podemos deducir incapacidad para establecer una comunidad de amor.
La compulsiva tendencia a la infidelidad está en la misma línea. Podríamos ha-
blar de rasgos narcisistas, no demasiado graves en su conjunto, y los sentimien-
tos de culpa lo suavizan e impiden que se conviertan en rasgos psicopáticos.
Lo más destacado sea su dificultad para poner en juego los afectos y la
sustitución que de su vida afectiva hace con las relaciones sexuales esporádicas
y promiscuas (por temporadas).

***********************

XII.-c. Heredia. Nulidad de matrimonio (incapacidad para asumir las


obligaciones esenciales del matrimonio y subsidiariamente 273 por
simulación total por parte de la esposa). Decreto ratificatorio de 24 de
enero de 2008 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada a la esposa)

Dª YYYY creció en una familia bien estructurada, siendo ella la menor de


los hermanos, con una diferencia de edad importante respecto al resto, lo
cual, según su versión, provocó que fuera especialmente mimada.
273
Personalmente, respetando el criterio de fijación del dubium, considero que el término “sub-
sidiariamente” no procede, ya que por tratarse de un defecto de consentimiento los capítulos de nulidad
pueden citarse acumulativamente.

107
Julio Ortiz Herráiz

Durante su adolescencia estuvo volcada con la actividad deportiva, con-


cretamente el balonmano.
Nos llama especialmente la atención la huida que llevó a cabo al conocer
la enfermedad de su madre y la gravedad del diagnóstico, marchándose lo
más lejos que le fue posible, haciendo gala de su mecanismo de defensa de
negación 274 de una forma exagerada. Ella misma reconoce ahora que fue una
equivocación.
Pero el mismo hecho tuvo sus repercusiones en la relación de noviazgo
que ya había comenzado un año antes. Conjuntando todos los datos de los que
disponemos, pensamos que no solo huyó, incapaz la periciada de soportar la
enfermedad y deterioro de su madre, sino también del compromiso personal
y vital que suponía para ella el afianzamiento de la relación con su novio 275.
Esta relación, sin que ninguna otra en el ámbito sentimental se hubiera
dado anteriormente, comenzó como un acople entre dos amigos, no existien-
do por parte de ella enamoramiento ni deseo alguno en el plano de la sexua-
lidad. Aunque sí parece cierto que se había establecido una fluida comuni-
cación y que encontraba en él una contención que no había experimentado
antes con ningún otro chico. Estoy convencido también de que este bienestar
en la relación se frenó cuando, pasados doce meses, la demanda de su no-
vio y el compromiso de implicación exigido fue en aumento. La coincidencia
con la enfermedad de su madre hicieron el resto para que se alejara de él.
Fundamentamos nuestra teoría en el hecho de que, aun habiéndose marcha-
do sin romper la relación, sino con promesa de continuidad, no solo no pro-
yectó el tiempo que se quedaría fuera, sino que ella no hacía absolutamente
nada por contactar, siendo el chico quien insistía una y otra vez en comunicar-
se telefónicamente, extremo este que a Dª YYYY le agobiaba, pues no sentía
ninguna necesidad de entablar conversación ni de comunicarle ninguno de
sus sentimientos 276. Tal era su agobio que, cuando no le quedó más remedio
que volver a Madrid porque su madre había fallecido, acabó rompiendo la
relación, para evitar la continuidad con D. XXXX.
Aceptó que se reanudara el noviazgo porque la presencia de D. XXXX en
otro tiempo había paliado su soledad, un sentimiento que ahora, fallecida su
madre se hacía más patente. Pero ni en esta retoma ni en los años posteriores
la periciada se sintió atraída por él 277.

274
Apdo. 3.1.- Defensas.
275
Decl. del esposo, fol. 50, a la 3ª: “Ella me decía que estaba dividida entre dejar de vernos y cortar definiti-
vamente o casarnos sin pensar en más”.
276
Este extremo ha sido relatado por la periciada a este Perito durante la entrevista diagnóstica.
277
Decl. de la esposa, fol. 54, a la 3ª: “Nos reconciliamos por darnos nueva oportunidad y seguimos más por
rutina que por verdadero enamoramiento”.

108
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Ya en el viaje de novios apareció el fracaso de la relación, precisamente en


los días en que se produjeron los primeros encuentros sexuales, que sirvieron
para comenzar a separarlos, contrariamente a lo que suele ser habitual 278.
Ante la ausencia de deseo y la angustia con que ella vivencia lo masculi-
no, la convivencia estaba destinada a fracasar. Fueron otros los argumentos
de los que ambos invistieron la separación, pero estamos convencidos de que
el principal factor de desencuentro y, por tanto de fracaso, fue la confusión
y el rechazo que la esposa sintió hacia el sexo. Hizo, como vulgarmente se
suele decir, “de tripas, corazón”, y lo soportó mientras pudo: unos pocos meses
y con demasiada precariedad en sus infrecuentes encuentros íntimos 279. Ante
las preguntas directas sobre este tema la esposa aplica un discurso en el que se
evidencia su desinterés y ausencia de placer en las relaciones heterosexuales.
Para ella la prueba del matrimonio, a la que se había sometido, había resulta-
do fallida, porque ante su confrontación con la sexualidad (con la heterose-
xualidad) ella no pudo salir airosa.
Dados los rasgos de su personalidad que hemos encontrado en la evalua-
ción psicológica a través de las diferentes pruebas utilizadas, pensamos que
estos problemas respecto a la sexualidad con su esposo era la singularidad de
un rechazo más amplio hacia un intercambio sexual con los hombres en ge-
neral. Nos lo corrobora el hecho constatado por ella misma de que ni antes ni
después, ni tampoco durante la ruptura ha tenido relación alguna con ningún
otro hombre, más allá de la amistad; tampoco lo ve como algo previsible en un
futuro.
Como resumen a todo lo expuesto, entendemos que la esposa periciada
padecía al tiempo de contraer un rechazo a la relación sexual, muy probablemen-
te asociado a homosexualidad, que le imposibilitaba para establecer una comu-
nidad de amor con su esposo, siendo ésta una circunstancia que ella conocía.

*****************************

Decl. de la hermana del esposo, fol. 57, a la 3ª: “A mí nunca me parecieron verdaderamente enamorados. Yo
veía que era una relación no profunda y más bien fría”.
278
Decl. de la testigo Dª XYXY, fol. 67, a la 6ª: “Ya a la vuelta del viaje me contó su desilusión y me dijo que
los dos coincidían en haberse equivocado. Ni siquiera en el viaje de novios se sintieron felices y ya vinieron con la misma
frialdad que antes de casarse”.
279
Decl. de la esposa, fol. 55, a la 6ª: “… como así lo hicimos durante los ocho meses que duró nuestro ma-
trimonio en las escasas veces que hicimos uso del matrimonio, porque desde el principio el distanciamiento afectivo fue
aumentando”.

109
Julio Ortiz Herráiz

XIII.- c. Iniesta. Nulidad de matrimonio (exclusión de la perpetuidad por


parte del esposo). Decreto ratificatorio de 1 de febrero de 2005 del
Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

El esposo como consecuencia de su trastorno por dependencia simuló


el matrimonio con esta mujer, con la idea de separarse; y ella por psicopatía.
Ambos se negaron a tener hijos desde el principio, pensando siempre en la
pronta separación.
En la dinámica establecida en la relación de pareja: se observa que, poco
antes de contraer, el esposo confiesa a su madre y a su cuñada que no desea
casarse, pero éstas, ante la inminencia de la celebración, le convencen de que
siga adelante, porque, en caso de que saliera mal, se podrían divorciar.
Todos a su alrededor eran conscientes de que este matrimonio no podía
durar mucho, dadas las características de cada uno de ellos y de la relación en
sí misma 280.
El esposo no veía en ella la mujer para toda la vida, con la que él soñaba.
Incluso se sorprendió de que el sacerdote que les casó, unos minutos antes de
la ceremonia, le dijo que aún estaba a tiempo de rectificar.
Los testigos y los esposos mismos coinciden en que no fue un día feliz
para el esposo, porque −dice−, se sentía presionado por todo el entorno y por
sus propias inseguridades hacia un futuro incierto.
No querían tener hijos porque no se sentían seguros como pareja.
Utilizaban métodos anticonceptivos naturales pero poco fiables.
Aunque ambos esposos parecían tener claro que condicionaban el tener
hijos a cómo les fuera en la convivencia 281, el esposo sucumbió a lo que él in-
terpretó como los deseos de sus padres y propuso tenerlos, cuando las relacio-
nes entre ellos se habían deteriorado 282.

280
Decl. del esposo, fol. 44, a la 3ª: “Como yo sabía con certeza que me equivocaba... por eso mismo quise
hacer separación de bienes, para facilitar las cosas en caso de ruptura, como yo preveía... No puedo decir que estuviera
enamorado y acepté casarme, más por rutina, que por otra cosa, porque estaba seguro de que mi matrimonio no iba a
durar”.
281
Fol. 3, apdo. 5º: “Yo siempre –dice la esposa- ponía la excusa de mi trabajo porque pensaba que era priorita-
rio consolidar la relación antes de tener hijos”.
282
Fol. 3, apdo. 5ª: “... Él y su familia, especialmente el padre, querían que tuviéramos un hijo.... le pregunté
por qué había querido tener hijos. Su respuesta fue “para ver si nos unían”.

110
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Aproximadamente un año y medio después de contraer, el esposo se sien-


te muy atraído por otra mujer, compañera de trabajo, y, en la comparación,
cae en la cuenta de la distancia afectiva que le separa de su esposa y de la situa-
ción de desánimo, en la que está con ella.
Le dice a su esposa que no puede seguir con ella porque el amor entre
ellos no existe.
Se encontraron dos personas bastante opuestas en cuanto a carácter, a sus
vivencias religiosas, a su ideología y a costumbres familiares 283. Pero, a falta de
amor, hubo, como siempre ocurre, algo que les unió y que les mantuvo hasta
llegar a contraer matrimonio, que fueron los rasgos de personalidad comple-
mentarios: la esposa, una mujer de fuerte carácter, rígida y dominante; y el
esposo un hombre sumiso y dependiente. Cada cual tenía las carencias que el
otro complementaba. El problema es que estas carencias estaban basadas en
elementos psicopatológicos, que les incomodaron de forma recíproca, al dar-
se cuenta de que no era lo que cada uno necesitaba para crecer, sino que esta
complementariedad les afianzaba aún más sus conflictos. La relación durante
el noviazgo estuvo presidida por conductas infantiles por ambas partes 284. Y,
después de contraer, en la convivencia resaltaron de tal forma los problemas
entre ellos que se les volvieron insoportables.
D. XXXX nació y se educó en una familia bien estructurada, con inquie-
tudes religiosas y de elevado nivel cultural.
Sus padres, muy trabajadores en sus respectivas profesiones, desplegaron
un cuidado y atención exquisitos hacia sus hijos, destacando por parte de la
madre una actitud sobreprotectora hacia su hijo menor, el periciado 285.
Fue siempre un estudiante mediocre, destacando en esta área, los tres
años que perdió en su intento de estudiar una ingeniería, con ínfimos re-
sultados. Este hecho es un ejemplo de la excesiva tolerancia, en el marco de
una gran protección hacia él, con la que sus padres soportaron siempre sus
veleidades.
Durante su adolescencia transita por varias relaciones sentimentales, dán-
dose la circunstancia de que en todas ellas se sumerge bruscamente y con in-
tensidad afectiva, quedando fuertemente dañado cuando se rompen, siempre
por iniciativa de las chicas.

283
Decl. de la esposa, fol. 49, a la 6ª: “Tengo muy claro que somos dos caracteres incompatibles totalmente”.
284
Decl. del hermano del esposo, fol. 60, a la 4ª: “Eran dos críos caprichosos, incapaces de afrontar juntos
un mínimo problema. Yo ya les veía muy despegados el uno del otro”.
285
Decl. del testigo D. XYXY, tío materno del esposo, fol. 54, a la 2ª: “Ha sido muy protegido por sus
padres hacia los que tiene adoración y ha sido también un chico bastante inmaduro y caprichoso”.

111
Julio Ortiz Herráiz

Su tipo de vivencial ambiguo, que preside sus relaciones afectivas, le po-


siciona como un hombre sometido a los deseos de aquellas personas, funda-
mentalmente mujeres, con quienes establece vínculos. De esta forma, sin des-
hacer la dependencia de su madre, tanto en lo afectivo, como en lo material,
realiza intentos de apego y adhesión a otras mujeres. Pero ante las dificultades
que surgen en cada nueva relación, vuelve de nuevo a la dependencia ma-
terna. Así queda sellado en los distintos episodios de su vida adulta: cuando
intenta vivir solo en una casa perteneciente a sus padres, no lo soporta, se de-
prime y tiene que volver al hogar paterno; cuando su novia le convence para
comprar una vivienda, cerca de los padres de ésta, pagan una importante en-
trada con dinero que le gestiona su madre; ella misma le anima a casarse ante
las importantes dudas que le acechan semanas antes; lo que él entiende como
presión de sus padres le lleva a proponer a su esposa tener un hijo, cuando la
relación estaba en sus peores momentos; cuando se separa de su esposa, retor-
na a la casa de sus padres; cuando la esposa le exige otra importante cantidad
de dinero para solventar el reparto de su vivienda, vuelve a ser su madre quien
lo soluciona.
En esta conducta cíclica, a través de la cual, intenta solucionar sus fracasos
personales recalando en el “regazo materno”, conoció y estableció un noviazgo
con quien después sería su esposa. Al ser ésta una mujer con carácter fuerte
y dominante, encajaba, en principio, en sus presupuestos conductuales de es-
tablecerse como dependiente de una mujer. Sin embargo, no encontró en su
novia la contención y protección que él necesitaba, como continuidad de sus
tendencias de siempre. Por este motivo, las dudas, o más que eso, el rechazo
a contraer aparecieron cuando se aproximaba el momento, llegando a la de-
cisión de abandonar el proyecto muy poco antes de la boda. Y, al consultar
−¡cómo no!− con su madre aquellas dudas, ésta, preocupada por la inminen-
cia de la celebración y el descalabro que desde lo social supondría tal retroce-
so, le dirige hacia el cumplimiento del compromiso contraído.
Este proceso fue posible gracias a las características de personalidad del
periciado, entre las que destacan: baja capacidad para responder a los estímu-
los, lento e impredecible, inseguro, afectivamente dependiente, baja autoesti-
ma, tendente a sufrir depresiones, debilidad de YO −que se puede confundir
con bondad, aunque ambas coexistan− y defensas de regresión e idealización.
El fracaso posterior en la convivencia no fue más que el resultado −previs-
to por todas aquellas personas que les conocían−, de incompatibilidad entre
ellos respecto a las vivencias y necesidades que cada uno tenía de la relación
de pareja y de la incapacidad de diálogo para afrontarlo, sin olvidarnos de la

112
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

falta de amor, que, salvo en los primeros años de noviazgo, estuvo ausente a lo
largo de toda la relación.
En resumen a todo lo expuesto, el esposo, en el momento de contraer
padecía un TRASTORNO DE PERSONALIDAD POR DEPENDENCIA, de
acuerdo con la descripción de la Clasificación DSM-IV [301,6].
Todas estas dificultades y necesidades conforman un conjunto sintomal
que presupone una imposibilidad real para poner un juego su libertad interna en
la tarea de tomar decisiones, y, de acuerdo con lo reflejado en autos y tal como
lo hemos documentado, tenemos la certeza de que coexistían en el momento
de contraer.
Comentario resumen sobre la esposa:
La información más primitiva e importante de la que disponemos es la
aparición de su diabetes a los 16 años aproximadamente y la consecuente in-
sulino-dependencia a la que desde entonces se ve sometida.
No vamos a entrar en los posibles orígenes psicosomáticos de su diabe-
tes, ya que sería trabajar con hipótesis endebles, dado que no sabemos de sus
antecedentes familiares en este campo. Pero sí podemos afirmar que esta en-
fermedad y sus consecuencias en la vida cotidiana de la periciada suele −cuan-
do surge en edades infantiles o adolescentes−, aportar a su funcionamiento
psíquico una tendencia a conductas caracteropáticas 286 como una forma de
defensa reactiva ante el sentimiento de enfermedad y las limitaciones que ésta
conlleva, salvo que se hubiera sometido a un proceso de psicoterapia intensi-
va, de lo que no tenemos noticia alguna, antes de contraer. Si a esto añadimos
una sobreprotección por parte de sus padres, que al parecer, pudo producirse
en forma de abundancia económica hasta sus 18 años, es muy probable que
su comportamiento caprichoso, dominante y poco dialogante fuera tan real
como lo describen algunos testigos en la causa.
Muy probablemente en sus elecciones de objeto amoroso estará ausente el
amor, en el sentido de entrega, reciprocidad, generosidad y solidaridad, crite-
rios estos que se aproximan al concepto de verdadero amor 287. De ahí las decla-
raciones de los testigos en la línea coincidente de adjudicarle como elementos
básicos de su comportamiento, los calificativos de egoísta, caprichosa y voluble 288.

286
Equivalente al Trastorno Límite de la Personalidad.
287
Decl. de la testigo Dª XYXY, fol. 58, a la 5ª: “Era claro que no había amor entre ellos, no para formar un
hogar. Eran dos caprichosos que se habían juntado: ella para que él le siguiera dando mimos, no para darse ella y hacerle
feliz a él. Y él porque no tuvo valor para romper a tiempo”.
288
Decl. de la madre del esposo, fol. 51, a la 2ª: Es muy caprichosa y voluble, por lo que resulta muy difícil
de contentar.”; y a la 4ª: “Es una persona muy egoísta, y muy consentida en casa, porque como estaba diabética desde que
tenía catorce o quince años, siempre le dejaban salirse con su capricho”.

113
Julio Ortiz Herráiz

De esta forma entendemos las actitudes egocéntricas, en virtud de las cua-


les su empatía con su novio y después esposo era muy escasa, preocupada más
por su status social y por el dinero que por el bienestar espiritual y por la vida
en común.
EN LA ESPOSA: La rigidez de pensamiento y la incapacidad de reflexión
y de diálogo que parecían determinar las conductas de la esposa en el momen-
to de contraer imposibilitaron la ponderación necesaria que sobre el acto de
contraer debería haber realizado.

*****************************

XIV.- c. Morán Bustos. Nulidad de matrimonio (exclusión de la


perpetuidad y de la fidelidad por parte del esposo). Decreto
ratificatorio de 11 de septiembre de 2009 del Tribunal de la Rota
de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

El esposo vivió una infancia y adolescencia atípica para su edad, en un


contraste de afectos y una confusión de valores y de moralidad. Por una parte,
en su hogar una madre inexistente desde el punto de vista afectivo y un padre
ausente. La persona que ejerció la función materna −una tía de su madre muy
mayor para este ejercicio− era extremadamente permisiva con él en la aplica-
ción de un proteccionismo mal entendido y contrario al establecimiento de
normas sociales y familiares. Por otro lado, la educación religiosa que se le in-
culcaba en el colegio entraba en fuerte contradicción con lo que él veía en sus
mayores, especialmente en su padre, lo que le generó una crisis de fe en una
etapa demasiado precoz para poder afrontarla por sí mismo 289.
Cuando, siendo adolescente, existió una aproximación a su padre, éste
ya se había convertido en un modelo identificatorio perverso, regido por la
transgresión permanente de las más elementales normas morales, donde las
amantes, el juego y el desorden horario eran los postulados esenciales de su
Decl. del testigo D. XYXY, fol. 54, a la 3ª: “Ella es una chica muy difícil de convivir con ella, es muy egoísta y se
ha sentido muy protegida y mimada por sus padres y está siempre acostumbrada a salirse con la suya, so pena de montar
un escándalo”.
289
Decl. del esposo, fol. 55: “Yo considero que tuve derogación en el campo de la moral, por la formación que
recibí en el Colegio ZZZZ, nos enseñaron una religión absurda de miedo, terror”.

114
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

vida. Acercó a su hijo de 17 años a los casinos −prohibidos en aquella épo-


ca− donde el peritado desarrolló su afición al juego. Con este encuadre, el
fracaso en sus estudios, para los que estaba bien dotado, fue la consecuencia
inmediata 290.
La pronta actividad laboral le permitió manejar más dinero que los chicos
de su edad. Esto, junto a las enseñanzas paternas que había recibido, le sumer-
gió en una vida de libertinaje, donde los pilares de su conducta eran el juego,
el alcohol y la prostitución, afianzándose rápidamente en el consumo de to-
das ellas 291.
En este marco vital conoció y se encaprichó de Dª YYYY, una muchacha
de familia tradicional, a punto de casarse con su novio, que encontró en D.
XXXX una liberalización de su mundo, más represor y coercitivo que el que
le proponía la nueva relación 292. La abstinencia sexual y la prohibición que
los padres de la novia establecieron, fueron, además de las atractivas virtudes
de Dª YYYY, elementos fundamentales para el afianzamiento del noviazgo y, lo
que es más importante, para la decisión de contraer, al menos por parte del
peritado, como un trámite necesario para la convivencia.
Puede resultar paradójico en una lectura superficial que un hombre,
acostumbrado a relacionarse sexualmente con diferentes mujeres, concentra-
ra sus esfuerzos en lograr como esposa a una mujer que le ponía unos límites
tan estrictos precisamente en la sexualidad. Sin embargo, está descrito hace
mucho tiempo en psicología que hay un tipo de hombres que disocian −no
solo diferencian− la idea de que hay unas mujeres para el sexo y otras para
compartir la vida y para que sean la madre de sus hijos. Es una disociación
mórbida entre el sexo y el amor. Suele ocurrir en hombres con una importan-
te carencia de figura materna en su infancia, como el caso que nos ocupa. De
forma que, cuando fantasean a la madre de sus hijos, de alguna manera vuel-
ven a sentirse, por identificación con aquellos, el niño que no tuvo madre y
con esta mujer trata erróneamente de recuperar las carencias maternales que
padeció en otra época de su vida. De esta forma se propician las circunstancias
que permiten, o más bien abocan, a mantener relaciones sexuales al margen

290
Decl. del esposo, fol. 55: “yo me movía en un ambiente de juego, cabarets, era una persona jugadora,
conocido en cualquier juego de azar desde los 17 años, porque mi padre y mi abuelo también lo eran”.
291
Decl. del esposo, fol. 55: “Yo veía como normal el que un hombre tenga relación con distintas mujeres”.
Decl. del testigo D. XYXY, fol. 74: “él empezó a manejar dinero muy joven, con 19 años. Él ha sido siempre
muy emprendedor en cuanto a negocios, en aquel momento tenía una agencia de viajes y algunas cosas más. El hecho de
tener acceso a posibilidades económicas mayores, le superaba un poco esta situación, él en aquella época lo único que le
preocupaba era irse de juerga, ir con mujeres, muy acusadamente, esta actitud la ha mantenido durante su noviazgo y
su matrimonio.”
292
Decl. de la esposa, fol. 60: “... su vida estaba marcada por mucha libertad, era demasiado independiente
y no tenía ningún tipo de control”.

115
Julio Ortiz Herráiz

del entorno familiar 293, y su pareja representa para ellos una mujer que sexual-
mente no les interesa demasiado.
Esto explica la conmoción que sufrió cuando, al poco de separarse, co-
menzó a convivir con una prostituta, mucho más joven que él, y, al unificarse
en esta relación ambas vertientes de la mujer, que él había mantenido diso-
ciadas (el sexo y el amor), le generó una importante desestabilización en lo
psíquico y una serie de trastornos psicosomáticos, que solo pudo afrontar con
el convencimiento de que se trataba de fenómenos paranormales 294 y, conse-
cuentemente, repudiando a aquella mujer.
Cuando tenía 52 años −hacía varios que se había separado−, experimentó
lo que él llama “una visión” 295, que consistió en tomar consciencia, después de
haber desplumado en la mesa de juego a un amigo, del mal que sus ganancias
producían a los demás; a partir de ese momento no volvió a jugar nunca más.
Desde un análisis psicológico, tenemos que entender que aquel fenómeno co-
rresponde a la irrupción de sentimientos de culpa y que está en la misma línea
que el especial acercamiento que experimentó hacia su propio hogar cuando
nació su primer hijo. Pero lo más importante de este análisis es que nos aleja
de un diagnóstico en la línea de los trastornos antisociales, a pesar de que sus
conductas generaban angustia y daños importantes a los demás, especialmen-
te a su esposa e hijos.
Dando rienda suelta a sus impulsos de jugador y de bebedor, no solo es-
taba cumpliendo fielmente las pautas que su padre le había marcado en el
lecho de muerte, sino que estaba poniendo en práctica una elevada capacidad
intelectual y su capacidad de previsión. No obstante, ésta le falló en dos oca-
siones en las que se arruinó por arriesgar demasiado en negocios excepcional-
mente ambiciosos.
Se desataba su impulsividad de jugador no solo en la mesa de juego, sino
en, como acabamos de decir, negocios no suficientemente estructurados por
los que apostaba más de lo que tenía. Todo jugador pone en acto sus defen-
sas maniacas, aplicando la fantasía de éxito a hipotéticas y urgentes ganancias
que −estadísticamente demostrado− son siempre inferiores a las pérdidas, en
el devenir vital de cualquier ludópata.

293
Decl. de la esposa, fol. 61: “... me enteré de su infidelidad a los 17 años de estar casados. Por lo que él me
ha dicho considero que antes de casarnos era infiel y mantenía relaciones íntimas con otras mujeres”.
294
Entre las defensas psíquicas utilizadas por el peritado está la de pensamiento mágico, que hemos
podido observar en la valoración de las pruebas aplicadas.
Decl. del esposo, fol. 55: “He sido jugador de perder y ganar mucho dinero, hasta los 52 años”.
295
Nuevamente recurre al pensamiento mágico, como defensa a la angustia que le generan sus senti-
mientos de culpa.

116
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Y algo de apuesta ludópata hubo en su decisión de contraer matrimonio:


deseaba ganar a una mujer que en tres años de noviazgo no consiguió del
todo, al menos como él sentía que se debía conseguir a una mujer, sexualmen-
te; y se jugaba su libertad de hombre sin reglas morales ni límites familiares.
En este caso sí que se cumplió su fantasía, puesto que logró lo que se propo-
nía, pero no perdió lo que arriesgaba, puesto que continuó sus conductas de
libertinaje sin atender a las limitaciones que para estos excesos debe conllevar
siempre el matrimonio.

De todo ello deducimos que el peritado ostentaba, al tiempo de contraer


una personalidad netamente perversa.

Se suele considerar perverso − no necesariamente psicópata− a quien ca-


naliza su goce pulsional a través de la sexualidad y de la oralidad (ingestión
excesiva de alcohol, por ejemplo), y no desarrolla otras conductas agresivas
y/o violentas en otros aspectos de su vida de relación. De este modo las per-
versiones por excelencia −no las únicas− son las sexuales, el alcoholismo y la
drogadicción, aunque desde el punto de vista diagnóstico estos fenómenos
puedan ser tratados desde otra perspectiva. Es decir tienen una personalidad
perversa aquellas personas que utilizan o buscan la satisfacción por las vías de
la trasgresión de la norma natural.

Como parte de este todo que hemos llamado personalidad perversa con-
fluían, a tenor de lo descrito en las clasificaciones de psicopatología, las si-
guientes anomalías en el esposo demandante, al tiempo de contraer:
— Juego patológico (DSM-IV, F63.0)
— Abuso del alcohol (DSM-IV, F10.1)
— Trastorno sexual de satiriasis (CIE-10, F52.7) 296.

***********************


296
Ya hemos explicado anteriormente en que consiste dicho trastorno.

117
Julio Ortiz Herráiz

XV.- c. Gil de las Heras. Nulidad de matrimonio (exclusión de la prole


y de la fidelidad por parte de la esposa). Decreto ratificatorio de
7 de septiembre de 2009 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura
Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada a la esposa)

La esposa excluyó la prole y la fidelidad como consecuencia de su


Trastorno Antisocial.
Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, exponemos a con-
tinuación los datos psicobiográficos con los que contamos de la esposa
demandada:
— Dª YYYY es la tercera de cuatro hermanas, todas ellas mujeres.
— No había realizado estudios superiores.
— Tenía muy mal ambiente en su casa, en cuanto a sus relaciones fami-
liares, por lo que su lema era “cuantas menos horas esté en casa, mejor”.
Ella tenía muy mala relación con sus padres, aunque no está claro
cuál podría ser el motivo, al menos por parte de ellos 297.
— Su padre era empleado de banca. La relación entre padre e hija esta-
ba especialmente deteriorada 298.
— Siempre trataba de imponer sus criterios, no tenía en cuenta lo que
los demás opinaran o desearan o necesitaran.
— Se comportaba de forma hipócrita en sus relaciones interpersonales 299.
— Era muy egoísta con el dinero.
— Era muy envidiosa de la belleza y simpatía de su hermana menor.
— Presumía de ser poseedora de una cultura que le era ajena, es decir
que aparentaba virtudes que no poseía.
— Llevaba sus conversaciones −siempre en la superficialidad− a la con-
frontación, hablara con quien hablara, lo cual le generaba antipatías
por todas partes.
— Era mentirosa, no solo por librarse de compromisos puntuales, sino
que se inventaba historias increíbles.

297
Decl. del testigo D. XYXY (2/07/1975), fol. 100: “Ella tenía problemas serios con sus familiares, según
la interesada me ha manifestado repetidas veces”.
298
Decl. de la madre de la esposa (18/06/74), fol. 89: “Hemos tenido en casa problemas familiares y esta
hija nunca se ha llevado bien con su padres. Me atengo a mis propias observaciones”.
299
Decl. del testigo D. XYXY, (16/06/71) fol. 79: “... pero sí que es de un carácter más bien hipócrita”.

118
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— Simuló al contraer matrimonio, puesto que había confesado a su pro-


pia hermana, entre otras personas, su intención, por encima de los
deseos del esposo, de no tener hijos 300.
— No tenía un adecuado control sobre su propia agresividad 301.
— Criticaba tanto a los amigos como a los familiares del esposo, por
todas aquellas cosas que no coincidían con sus propias ideas o
conductas.
— Era muy cambiante en sus opiniones y en sus decisiones.
— Presionó al esposo para casarse, como un medio para salir de su casa.
— Estando casada y en convivencia con su esposo mantuvo, al menos
dos relaciones de infidelidad continuadas. La primera supuso el
abandono del hogar familiar durante ocho meses. La segunda provo-
có la huída a un país sudamericano sin aviso previo y por sorpresa.
— Engaño y robó al esposo, marchándose a Sudamérica sin avisarle pre-
vio esquilme de todos los enseres, sobresaliendo la anécdota de dejar
a débito del esposo el pasaje de avión.
— En el año 78 se presentó en la casa del esposo e insultó gravemente
a la actual mujer del periciado, estando ésta en avanzado estado de
gestación.

Comentario resumen:

En ausencia de informaciones sobre su infancia y primera adolescencia,


que nos permitan establecer una concatenación de las causas y efectos orga-
nizadores de su patológico psiquismo, la periciada presenta de entrada unas
relaciones familiares muy conflictivas, donde, además de la existencia de envi-
dias irracionales hacia sus hermanas, destaca una intolerancia a todo aquello
que represente autoridad y observancia de la norma, por lo que la relación
con su padre estaba especialmente deteriorada.
Su actitud impositiva, su falta de control pulsional 302 con presencia de vio-
lencia, y su egocentrismo incapaz de ponerse en lugar del otro organizaron
300
Decl. de la hermana de la esposa (18/06/75), fol. 83: “Mi hermana me había hablado a mí durante el
noviazgo y estando yo presente de que ella se casaba con la condición de no tener hijos, porque la aterraban los niños”.
Decl. del padre de la esposa (28/06/74), fol. 86: “No han tenido hijos porque ella no los quería”.
301
Decl. de la hermana de la esposa (18/06/75), fol. 83: “Mi hermana es de un carácter violento e
irascible”.
Decl. del padre de la esposa (28/06/74), fol. 86: “Y es... de un carácter introvertido, irascible, cuando se le
lleva la contraria”.
Decl. de la madre de la esposa (18/06/74), fol. 89: “Él es de un carácter apacible y el de mi hija es irascible”.
302
Decl. del testigo Rvdo. D. XYXY (11/06/04), pág. 1, a la 1ª: “Ella se la veía una chica muy liberal y
superficial, que alternaba con uno y con otro”.

119
Julio Ortiz Herráiz

una relación de noviazgo de la que se sirvió para manipular al que después se-
ría su esposo 303. Lo utilizaba como un “pelele” a su servicio 304, convirtiéndolo
en un trofeo para ella, ya que gracias a él salía en la prensa porque pertenecía
a la élite de la moda. El “salir en la foto” junto a él fue un sucedáneo de su pro-
yecto e ilusión nunca cumplido: ser actriz de teatro, para lo que nunca puso
los medios necesarios.
Si combinamos los datos enumerados en el apartado anterior, nos encontra-
mos con una mujer que presenta el perfil de un TRASTORNO ANTISOCIAL
DE LA PERSONALIDAD 305, de acuerdo con los criterios establecidos por la
Clasificación DSM-IV, ya que se cumplen sintomalmente los rasgos exigidos por
dicha clasificación para ser considerado este trastorno como tal.

***********************

XVI.- c. Morán Bustos. Nulidad de matrimonio (Simulación total


y exclusión de la prole 306 por parte de la esposa) 307 Decreto

303
Decl. del testigo D. XYXY (1/06/04), pág. 2, a la 2ª: “todos los compañeros le repetía que se iba con otros
hombres y hasta le daban nombres concretos, pero eso no le hacía reaccionar. En aquel noviazgo había muchas discusiones y
choques, ella quería llevar siempre la razón e imponer su criterio por encima de todo. D. XXXX era siempre el que cedía.”
304
Decl. de la madre de la esposa (18/06/74), fol. 87: “Lo único que veía antes de casarse es que ella le
dominaba a él, pues tenía más genio que él”.
305
Es un patrón de conducta que, en general, refleja un desprecio y violación de los derechos de
los demás que se presenta desde la edad de 15 años, aproximadamente, según la definición de DSM-IV.
306
La Exclusión de los hijos es un capítulo muy repetido (por el momento, aparece en los casos
analizados 1, 2, 6, 7, 9, 10, 15 y 16, y adelantamos que también lo encontramos en dos de las cuatro causas
que seguidamente examinamos). La experiencia nos dice que este capítulo se suele parcializar al tener en
cuenta solamente la obligación de procrear. Por lo que convendría dejar claro que este capítulo se refiere
no solo a dicha obligación sino también a la obligación de procurar el bien de la prole. Cuando los hijos no
son concebidos bajo el deseo expreso de darles una individualidad, sino que lo son por necesidades narci-
sistas de los padres, salvo que después se haga un importante movimiento en la dirección de erigirles a ellos
como protagonistas de su propio crecimiento, vienen a la vida con un futuro psíquico patógeno ya marca-
do, que muy probablemente se va a materializar durante sus etapas infanto-juvenil, con ineludibles conse-
cuencias en su adultez. En el caso que nº 1 la dinámica de la causalidad de sendos embarazos, la crianza en
manos extrañas y cambiantes durante los primeros años, y el estatus actual de impedimento de las visitas
del padre, nos abocan a ser pesimistas respecto al devenir psico-afectivo de los menores. En cualquier caso,
desde el punto de vista jurídico canónico, procurar la paternidad como remedio a la patología narcisista o
como fórmula para conseguir un bien material, lo que viene a ser lo mismo, no es la manera adecuada de
cumplir con esta obligación esencial. Una mención especial merece el caso nº 7, que tiene cierta similitud
con el caso nº 9, en relación a la exclusión de la prole por la existencia de una fobia específica. La ineludible
e insuperada asociación de su traumática infancia con una hipotética paternidad le abocaba al esposo a
renunciar de forma voluntaria a tener hijos. La dificultad con la que ocasiones se cuenta para contar con
una contundente prueba testifical sobre la simulación hace que infravaloremos en muchas ocasiones este
capítulo, y se recurra a la psicopatología que la acompaña para estimar o desestimar la nulidad. Sin embar-
go, creemos que hay bastantes causas de nulidad por simulación, con sus diferentes exclusiones, que verían
cimentada la prueba testimonial con la aportación de una prueba pericial.

120
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

ratificatorio de 31 de mayo de 2010 del Tribunal de la Rota de la


Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada a la esposa)

La esposa simuló, excluyendo el matrimonio y la prole en particular,


como consecuencia de su trastorno antisocial de personalidad.
La esposa peritada creció y se educó en una familia bien estructurada, que
por las obligaciones laborales de sus padres hubo de echar mano de personas
que cuidaran de los hijos en sus edades tempranas. No consideramos que esto
fuera obstáculo para la normal evolución de los menores. Sin embargo, la re-
lación interfamiliar estaba algo desequilibrada puesto que la madre, una mu-
jer que había sufrido carencias en su infancia, se erigió en dominadora y pun-
to de referencia de todos los miembros de la familia. Dado el carácter rebelde
de la periciada y su tendencia a proyectar las responsabilidades en los demás,
y a actuar impulsivamente y de forma descontrolada 308, ésta, a partir de la ado-
lescencia, plantó cara a su madre, lo que generó alteraciones importantes en
la relaciones materno-filiales, con especial incidencia en su propio devenir vi-
tal: lo más significativo fue el abandono de sus estudios, sobre todo si tenemos
en cuenta que ambos padres se dedicaban a la docencia y que esperaban de
sus hijos lo mejor en esta área; también se produjo la independencia respecto
a su familia con bastante precocidad, el inicio temprano de la convivencia con
su novio y, lo que es más lamentable, la ruptura de relaciones con sus padres.
Tanto si es cierto o no el relato que ella misma hace de sus avatares amo-
rosos, de lo que no hay duda es de lo cualitativo de sus vivencias sobre el tema:
en todos los casos −cuatro que sepamos− llega un momento, relativamente
pronto, de la relación en el que se decepciona del hombre con el que está y
lo rechaza porque no da la talla en alguno de los aspectos que ella hubiera de-
seado (en la madurez esperada, en las aspiraciones personales, en la respuesta
sexual, en el grado de compromiso).
Si es evidente que comenzó por propia iniciativa la relación con el esposo,
a pesar de estar emparejada y conviviendo con su anterior novio, resulta vero-
símil la versión del esposo de que, antes de separarse, conviviendo aún con él,
la esposa inició otra relación con entrega sexual incluida. Y parece bastante
presumible que todas sus relaciones han comenzado solapadas con la ante-
307
Respetando el criterio del ponente, en mi opinión concurren defecto y vicio de consentimiento,
por lo que no procede citarse cumulativamente, sino subsidiariamente.
308
Rasgos que se han deducido de la evaluación de las pruebas psicológicas aplicadas.

121
Julio Ortiz Herráiz

rior, si tenemos en cuenta sus rasgos de personalidad, que arrojan puntuacio-


nes extremas en extroversión, la puesta en juego de los afectos forma bastante
descontrolada y sus tendencias agresivas 309. Es decir, que en el momento en
que ella se siente decepcionada del hombre con quien se relaciona, automá-
ticamente necesita comenzar con otro que llene sus vacíos psíquicos, y que
renueve la recarga de su precario narcisismo, siendo la vía de la sexualidad la
más urgente, todo ello sin que le haya dado tiempo para expulsar de su vida al
anterior.
Es bastante evidente, si repasamos su psicobiografía y la integramos en sus
rasgos de personalidad, que lleva a cabo una identificación literal con algunos
elementos de su figura materna, como es su tendencia a dominar y manipu-
lar a quienes la rodean 310, no sintiéndose segura ni ella misma cuando otros
toman la iniciativa 311. Este es el motivo fundamental −muy probablemente in-
consciente− por el que decidió casarse con D. XXXX, porque era un hombre
afectivamente entregado y fácil de manejar, dada su debilidad y su incondicio-
nal enamoramiento hacia ella.
Pero no es suficiente con esto, sino necesita exhibir ante los demás un
pseudoself 312, que se refleja, por ejemplo, en la ostentación de logros profesio-
nales y académicos que en la realidad no existen; por eso, lo que ella resaltaba
de su novio-esposo no eran sus cualidades internas, sino lo más superficial, lo
que a ella mejor podía completarle narcisísticamente: nos estamos refiriendo
al sueldo, al puesto de trabajo, al coche 313, etc.
Por todo lo expuesto, consideramos que la esposa, al tiempo de contraer,
padecía un Trastorno antisocial de la personalidad, de acuerdo con la descrip-
ción que hace la Clasificación DSM-IV [F60.2], al cumplirse más de los tres
criterios exigidos por esta clasificación para considerar la existencia de dicha
anomalía. Estos son:
— Deshonestidad indicada por mentir repetidamente (le dio al esposo
y mantuvo un nombre falso durante los dos primeros meses de no-
viazgo 314, mantuvo simultáneamente dos relaciones sentimentales y
309
Rasgos que se evidencian en la valoración del test de Rorschach, que le ha sido aplicado en la
exploración.
310
Decl. del esposo en 1ª instancia, fol. 62, a la 3ª: “El padre de YYYY es un esposo totalmente sometido a
su esposa. La madre de YYYY es una persona dominante y autoritaria con su marido”.
311
Decl. de la esposa en 2ª instancia, pág. 1: “Sus padres querían participar bastante en la preparación de
la boda. Sobre todo su madre. Es difícil llegar a un consenso, … las discusiones fueron constantes”.
312
Decl. del esposo en 1ª instancia, fol. 62, a la 2ª: “YYYY creo que es egoísta… no le importa ser irrespetuo-
sa y sobre todo es una persona embaucadora, capaz de mostrar una cara distinta a la realidad”.
313
Decl. del esposo en 2ª instancia, pág. 2: “Cuando hablaba a los demás de mí era para decirles lo mucho
que ganaba, el puesto que tenía y del coche”.
314
Decl. del esposo en 1ª instancia, fol. 63, a la 4ª: “Cuando conocía YYYY ella convivía con su novio. No
lo supe desde el primer momento, sino dos meses después de haber comenzado una relación de noviazgo intensa. YYYY

122
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

durante los dos primeros meses de noviazgo, mantuvo otra relación


sentimental y sexual meses antes de terminar la relación y la convi-
vencia con el esposo, miente sobre su titulación académica, mintió
en su venida a Madrid, diciendo que le habían ofrecido en su em-
presa un cargo a desarrollar en la Capital, siendo incierto). Por otra
parte, resulta especialmente deshonesta su postura ante el matrimo-
nio y sus obligaciones esenciales, dada su negativa a tener hijos con
el hombre con quien se casaba, su canalización del sacramento en sí y
su actitud y conducta infiel 315.
— Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro (el dejar de es-
tudiar, el venirse a Madrid abandonando su trabajo, sin tener otro y
quedando su manutención al albor de la generosidad de su novio).
— Irritabilidad y agresividad (aunque no hay constancia de agresiones
físicas, sí que hubo maltrato psicológico hacia el esposo en nume-
rosas ocasiones, y se daba con evidente pérdida de control de los
impulsos).
— Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mante-
ner un trabajo con constancia o hacerse cargo de obligaciones eco-
nómicas (abandonó los estudios por una discusión con su madre, se
vino a Madrid, con la excusa de mejorar laboralmente, pero en reali-
dad lo hizo sin ninguna perspectiva de trabajo) 316.
— Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás
(cuando el esposo, estando ya conviviendo con ella, se sintió deprimi-
do y en plenas crisis de angustia, ella no solo no se preocupó por él,
sino que le insultaba y le agredía verbalmente, en vez de apoyarle) 317.

dio datos falsos acerca de su identidad, por ejemplo un nombre que no era el suyo, me dijo que era licenciada en derecho
cuando no era así”.
315
Decl. del esposo en 2ª instancia, pág.1: “Yo le insistí en el que tuviéramos hijos y me dijo que no íbamos a
hablar más de eso, pues no quería casarse por la Iglesia, ya que para ella el matrimonio eclesiástico era ‘papel mojado’”.
Decl. de la esposa en 2ª instancia, pág. 2: “Al acceder al matrimonio mi voluntad firme era no tener hijos, ni
me lo planteé… No me hubiera gustado que fuera el padre e mis hijos. Ni me gustaba como padre ni me gustaban sus
padres. Pensaba que me habrían robado a los niños”.
Decl. de la esposa en 2ª instancia, pág. 1: “Antes de casarnos convivimos en el piso que tenía alquilado… La
idea de casarse parte de él, a mí ni se me había ocurrido… Después lo pensé mejor y, como estaba enamorada, no pensé
en ciertas cosas”.
316
Decl. del esposo en 2ª instancia, pág. 1: “La matriculé en la universidad, que era el sueño de su madre,
con la que no se hablaba. Todo esto que yo hacía no servía para nada, pues no estudiaba; tampoco hacía nada en casa”.
317
Decl. del esposo en 2ª instancia, pág. 2: “Esto me produjo ese ataque de ansiedad, ella no me ayudó, me
dejó solo en la habitación. Después de una hora me sentí mejor”.
Decl. del esposo en 1ª instancia, fol. 64, a la 9ª: “Al final de nuestra convivencia, un día, al llegar a casa me
sentí francamente mal, con mareos y nauseas, sin poder sujetarme en pie. Cuando llamé a YYYY al trabajo para que me
llevara al hospital me dijo que lo haría cuando saliera del trabajo… Llegué al hospital con una gastroenteritis vírica muy
fuerte y con alta fiebre”.

123
Julio Ortiz Herráiz

— Falta de remordimientos como lo indica la indiferencia o la justifi-


cación del haber dañado, maltratado o robado a otros (al separarse
exigió y logró un sueldo mensual que no le correspondía y el pago
del apartamento durante un año por parte del esposo 318; y lo exigió
como una compensación (¿?), dándose la circunstancia de que ella
estaba manteniendo relación sentimental y sexual con otro hombre,
motivo por el que el esposo propuso separarse).
— Proyección de la angustia al otro (defensa psíquica de proyección
paranoide) 319.

***********************

XVII.- c. De Celis. Nulidad de matrimonio (exclusión de la perpetuidad y


de la fidelidad por parte del esposo) Decreto ratificatorio de 28 de
mayo de 2004 del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

En las observaciones sobre la psicología del actor estamos ante un hom-


bre prototipo de aquéllos que en los años 70 encarnaban ciertos movimientos
llamados liberales- provenientes del espíritu del “MAYO del 68” francés, cuya
filosofía de la vida encontró su caldo de cultivo en determinados grupos co-
munistas, que se confundían con sus considerados por ellos mismo enemigos
ácratas en sus prácticas y en sus postulados. Una de las características esencia-
les de aquellos movimientos era la negación de la religión y de todo aquello
que la simbolizara, sin ser conscientes de que lo que ellos defendían y trata-
ban de llevar a la práctica era otro tipo de religión.
Sin pretender hacer aquí una crítica a todas las personas que siguieron
aquellas ideas y aquella forma de entender la vida, nuestro actor en la causa
de nulidad XXX/YYY pertenecía a quienes consideraban que la solidaridad
consistía en poder disponer con facilidad y sin ataduras del cuerpo de cual-
quier mujer que perteneciera a su grupo. Presupuesto realmente atractivo

318
Decl. del esposo en 2ª instancia, pág. 2: “Cuando yo le dije que así no se podía vivir, que debía marchar-
se de casa, me dijo que no. Tuvimos que llegar a un acuerdo económico porque, si no, no se iba de casa”.
319
Decl. de la esposa en 2ª instancia, pág. 2: “Más que él sometido a mí, sería al contrario, yo sometida a él.
Yo he intentado ser lo más dulce y agradable posible. Pero he estado constantemente amenazada por él y por su familia”.

124
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

para quien en su infancia y comienzos de la adolescencia había estado bajo


el yugo de unos padres demasiado rígidos, siendo esta rigidez directamente
asociada con las normas religiosas.
Por lo que consideramos −y ya entramos de lleno en los elementos psico-
lógicos del caso−, que el esposo actor padeció, como se dice en la demanda,
ciertas crisis, que nosotros llamaríamos de identidad, en su etapa adolescente.
Y que, en vez de atravesar y superar dichas crisis, le sumieron en una situación
de estancamiento y paralización de su evolución madurativa, con el defensivo
razonamiento de su liberalidad, aunque ésta respondiera a una liberación de
las normas que no solo eran religiosas, sino sociales y éticas en general, como
son el respeto hacia el cuerpo de la mujer y el principio de igualdad en la
unión con ella. Al fin y al cabo era la forma de racionalizar la satisfacción pul-
sional más primitiva, la sexualidad, sin cortapisas ni reglas.
Y decimos que se paralizó su maduración, porque la incoherencia de sus
actitudes no resiste una mínima argumentación: si su ideal era la vida en co-
muna con la promiscuidad que esto conlleva, ¿cómo es que él se propuso y lle-
vó a término su deseo de vivir con una mujer en exclusividad? Nos referimos a
que esa una −su esposa− fuera en exclusiva para él, sin que nadie la tocara. De
una forma más intelectualizada, es decir, más manipulada, es el mismo argu-
mento del que padece satiriasis: “yo con todas y nadie con la mía”. No podemos
olvidar aquí que, cuando, pasados los años, su esposa le es infiel, su reacción
está muy lejos de ser ponderada y comprensiva 320. Estas reacciones no son fru-
to de haber vuelto al redil de los creyentes, sino que responden al narcisismo
herido de un hombre que no es capaz de percibir a su esposa en el mismo
nivel y con los mismos derechos que se adjudica a sí mismo. Sobre todo si, tal
como afirma en sus declaraciones, “no la quería cuando me casé ”, y si, además,
después continuó él mismo siendo infiel.
Pero existen en autos otros datos reveladores de su grave inmadurez, al
tiempo de contraer: si tan seguro estaba de sus teorías y planteamientos vita-
les, ¿cómo es que por miedo a su padre organiza una boda en contra de sus
convicciones?
Más bien parece que estas convicciones no eran tales o que no se sintió
con una identidad suficientemente lograda como para comportarse de acuer-
do a ellas. Y no parece que su preocupación fuera causar dolor a su padre,
sino el miedo que le tenía, aumentado por el antecedente de que a su herma-

320
Decl. del testigo XYXY, a la 6ª: “por los hermanos de XXXX, sé que tuvo unos celos atroces, incluso tras-
tornos psicológicos, porque ella había tenido una aventura y no le había sido fiel; él tomó una actitud de venganza irra-
cional contra ella y no fue capaz de perdonarla, aunque ella sí que le había perdonado algunas infidelidades que había
tenido tiempo atrás...”.

125
Julio Ortiz Herráiz

na la había desheredado por haberse casado embarazada; pero, ¿aquellos gru-


pos que entonces se proclamaban comunistas no eran contrarios al fenómeno
social de la herencia, tal como la entendíamos y la entendemos en nuestra
sociedad?
Parece, por tanto, que el miedo está muy presente y que fue determinante
para la decisión de contraer.
Como resumen, consideramos que el esposo, al tiempo de contraer pade-
cía una grave inmadurez psico-afectiva, que se había generado en sus etapas
infanto-juvenil, a partir de una relación paterno-filial en el marco de la rigidez
y la intolerancia, aplicada de forma especial a lo religioso. Y que el esposo,
ante las carencias afectivas que existían solapadas tras tanta rigidez, desarro-
lló una estrategia defensiva basada en la racionalización y en la inversión de la
pulsión, es decir, aplicando falsos razonamientos a la satisfacción directa y libre
de normas de su sexualidad. Que a esto se añadió un temor insuperable a su
padre, lo que le impidió llevar a efecto una convivencia sin matrimonio, tal
como él hubiera deseado, aunque muy probablemente sin demasiada con-
vicción, puesto que sus postulados filosóficos y políticos eran producto de la
superficialidad y del desajuste emocional que arrastraba desde hacía varios
años.

***********************

XVIII.- c. Juan J. García Faílde. Nulidad de matrimonio (Grave defecto


de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales
del matrimonio, por parte del esposo y /o Incapacidad para
cumplir las obligaciones esenciales del matrimonio por causa de
naturaleza psíquica, por parte del esposo, Y, subsidiariamente,
simulación parcial por exclusión de la perpetuidad vínculo por
parte del esposo). Decreto ratificatorio de 18 de marzo de 2000 del
tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.

PRUEBA PERICIAL
(Practicada al esposo)

El esposo peritado, nacido el 3 de enero de 1963, es el mayor de dos her-


manos, siendo la menor una mujer a la que lleva dos años. Su familia, desde
que él era niño, funciona de forma desestructurada, debido al alcoholismo

126
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

de su padre y los malos tratos verbales que habitualmente dirige a su esposa e


hijos. Finalmente, cuando él tenía 14 años, se separaron de hecho, no volvien-
do a ver a su padre más que de tarde en tarde, y más por pena que por cariño
hacia él.
Residían en un barrio marginal de Madrid, y durante su adolescencia es-
tuvo en contacto directo con la delincuencia y con el consumo de estupefa-
cientes, actividades en las que participaba ocasionalmente con su grupo de
amigos.
Estudio Filosofía y Letras, para lo que tuvo que emplear dos años más de
los previstos, por su comportamiento irresponsable, su inasistencia a clase y a
exámenes, así como falta total de dedicación y de estudio.
Durante los dos últimos cursos estuvo incluido (en la facultad) en un grupo
en el que consumían abundantemente alcohol y droga. En este periodo también
tuvo su primera relación sentimental, que en realidad era un intercambio sexual
sin trascendencia en lo emocional, salvo cierto grado de dependencia que él se
generó respecto a aquella chica. Por este motivo, cuando ella decidió cortar la
relación, pasó por episodios depresivos, que intentaba paliar con el alcohol.
Terminada su carrera con malas artes (copiando algunos exámenes y
comprando a compañeros que los hicieran por él) encontró un trabajo por
unos meses, que fue donde conoció a Dª. YYYY. Terminado este contrato, no
volvió a trabajar hasta poco antes de separarse, cinco años después.
Dinámica que establece en la relación de pareja:
Dª YYYY y D. XXXX se conocieron a principios de 1991 en Madrid, por
coincidencias laborales. En el verano de 1991 formalizaron su relación como
pareja. Salen casi siempre en grupo, con los amigos de él. A los dos años (vera-
no de 1993) deciden irse a vivir juntos.
A partir de este paso, Dª YYYY comienza a descubrir un consumo excesi-
vo de alcohol en D. XXXX, especialmente los fines de semana y cuando sale
con los amigos. Le da importancia, tratando de hacerle recapacitar sobre ello,
pero sin preocuparse todavía en exceso.
D. XXXX no tiene trabajo en todo ese tiempo (desde finales de 1991 en
que queda desempleado), está solo e inseguro, le cuesta mucho tomar de-
cisiones y deja que el peso de la relación y de la convivencia en sus aspectos
prácticos y domésticos recaiga exclusivamente sobre la esposa. Ella sustenta la
economía doméstica y trata de motivarle para que encuentre un empleo y una
cierta estabilidad en su vida. Esto le hace a él sentirse controlado y dirigido
por ella; y continuamente sermoneado por su falta de iniciativa y su dejadez.

127
Julio Ortiz Herráiz

Al año de vivir juntos Dª YYYY propone matrimoniar. Ella sigue llevando


la iniciativa y él pone reparos a casarse pero, al depender afectiva y económi-
camente de ella, acepta, aunque no de buena gana. Todo su entorno (madre,
hermana y amigos) le malmeten para que no haga algo con lo que no está de
acuerdo, pero él decide aceptar, diciéndoles a todos que el matrimonio para
él es como un regalo que le hace a YYYY, pero que no cree en él como algo que
tenga que ser para siempre, sino hasta que dure el amor.
Dª. YYYY asiste a los cursillos prematrimoniales y D. XXXX se excusa con
la ayuda de Dª. YYYY, porque en realidad no cree en el matrimonio como un
compromiso para toda la vida. Esta es una idea que él transmite a Dª. YYYY,
pero ésta, segura de su poder sobre él, considera que con el paso del tiempo
ya cambiará de opinión.
Contraen matrimonio canónico en la Parroquia de Santo Tomas de
Logroño, el 3 de junio de 1994.
Ella se siente enamorada para dar ese paso, pensando que con el tiempo
las cosas iban a mejorar y que D. XXXX iba a cambiar. Tras el viaje de novios y
regreso al domicilio conyugal, las cosas no cambian; al contrario, empeoran.
Ella pasa todo el día fuera por su horario laboral; y los fines de semana él
prioriza su relación con los amigos con los que juega al fútbol; llenándose la
casa de sus amigos con sus parejas, bebiendo en exceso y no teniendo más vida
social que ésta (desde 1993 el domicilio de la pareja los fines de semana servía
de centro de reunión de los amigos de él).
La bebida se iba convirtiendo en un hábito peligroso. D. XXXX comienza
a manifestar síntomas de adicción y episodios de ebriedad con demasiada fre-
cuencia. Aparecen los primeros problemas derivados del abuso del alcohol: se
provocan discrepancias y malestar.
A raíz de quedar ella embarazada (finales de diciembre de 1994) se agudi-
za la situación. Comienza a darse en él reacciones agresivas, ataques de celos,
pensando que el centro de interés ya no iba a ser él. Aparecen las primeras
agresiones verbales y, sin tardar, los primeros maltratos psíquicos y físicos del
esposo hacia la esposa, sobre todo cuando se encontraba bajo los efectos del
alcohol. Y poco después se producen sin origen definido y de forma habitual.
El 11 de octubre de 1995 nace su hija. Durante un tiempo intentaron su-
perarlo, pero la situación cada vez iba a peor. La esposa trató de hacerle re-
capacitar sobre su conducta y de entrar en razón. El reconocía sus excesos y
pedía perdón; pero luego no era capaz de superar su problemática y volvía a
caer en los mismos errores.

128
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

La falta de trabajo y responsabilidad social unido a su carácter se mantie-


nen en este tiempo.
Las discusiones eran constantes, cada vez más violentas y agresivas; final-
mente, incluso él, reconoció que no podían seguir así, que no solo se estaban
haciendo mucho daño sino que podía írseles de las manos y acabar trágica-
mente; por lo que opta por abandonar, en agosto de 1999, el domicilio conyu-
gal. Acordándose mutuamente su separación.

Resultados de las pruebas psicológicas

— Excesivo autocentramiento 321: que es un rasgo antisocial con un es-


tilo resistente al cambio 322. Es una alta preocupación por su propia
persona y una lucha tenaz porque sus intereses sobresalgan sobre los
de los demás, sin reparar en los daños o perjuicios que pueda ocasio-
nar a las otras personas o a sí mismo.
— Importante aumento de los elementos hostiles 323, asociados a formas
muy peculiares de percibir la realidad: tendencia a colocar bajo la
responsabilidad de los demás cualquier estímulo interno o externo
que le produzca angustia (evitando la reflexión o el diálogo), y la
aparición espontánea de una respuesta agresiva.
— Ausencia de COP 324: gran dificultad para emprender acciones de
colaboración con otros, más allá de lo que le produce satisfacciones
inmediatas.
— Impredictibilidad e inconsistencia de las conductas 325.
— Estilo hipoincorporador en la toma de datos 326: la percepción de las
situaciones está sesgada en la línea de preservar sus intereses, por lo
que evita contrastar sus propios criterios, intentando que éstos preva-
lezcan por encima de los de los demás.
— Descontrol afectivo 327. Le resulta muy difícil conseguir que la razón
y el pensamiento mediatice y canalice en parte o en todo sus afectos,
quedando éstos en gran medida bajo el mandato de sus pulsiones.

321
Se trata de un rasgo o criterio de los que conforman el Trastorno Antisocial de la Personalidad.
322
Rorschach. Fr+rF = 0 con T = 0.
323
Rorschach. S: 7 (30%), de las que 6 van acompañadas de “u” como cualidad formal.
324
COP es uno de los muchos ítems del test Rorschach, y alude a las respuestas de cooperación.
325
Rorschach. EB: ambigual coartativo.
326
Rorschach. Zd: -2.
327
Rorschach. C+CF> FC.

129
Julio Ortiz Herráiz

— A nivel de sus sistemas defensivos:


La debilidad del Yo que presenta conlleva un temor a la herida narcisis-
ta, es decir, está siempre presente la idea insoportable de sentirse inferior.
Contra esto se organiza un sistema defensivo que le proteja de lo que él pue-
de considerar como agresiones del entorno. Este sistema defensivo se basa
fundamentalmente en conductas hipomaniacas, conductas regresivas y utili-
zación excesiva del recurso de la fantasía como elemento tranquilizador de
sus frustraciones.

Comentario resumen:

Tanto el entorno familiar como social en el que creció el esposo peritado


han de ser considerados como patógenos para su evolución madurativa y psí-
quica en general. En lo social, por el grado de marginalidad que el barrio tenía
en aquellos años y la proclividad a la transgresión de los niños y muchachos
que conformaban su grupo de amigos, así como el fácil acceso al consumo de
sustancias; en la familia, por la inestabilidad que generó la enfermedad de su
padre, el alcoholismo que éste padecía y las consecuentes disputas y agresio-
nes entre sus progenitores, que necesariamente presenciaba D. XXXX 328.
Con estos antecedentes durante su infancia y adolescencia, en su etapa
universitaria atravesó de forma prolongada a lo largo de tres cursos una de las
peores situaciones de inestabilidad, si no la peor, de las que ha transitado en
su vida: fueron unos años de desenfreno en la bebida, de consumo de sustan-
cias y de una relación sentimental que tenía como objeto y fin la sexualidad
mezclada con todo lo anterior. El peritado recuerda esta etapa inmerso en
la confusión, la pulsionalidad desatada y la inestabilidad psíquica extrema.
Tenía entre 23 y 27 años.
Cuando comenzó la relación con Dª. YYYY, tenía 29 años y encontró en
ella a una mujer madura, que le daba seguridad y estabilidad, además de pro-
tección, es decir que conjuntó en ella imaginariamente las figuras paterna y
materna a partir de unas cualidades que no había conocido anteriormente 329.

328
Decl. de la esposa, a la 3ª: “Por la madre de XXXX y por éste sé que ha tenido una infancia traumá-
tica y extraña, por el comportamiento que su padre tenía con su propia hija,… que tenía la hermana hacia el propio
XXXX...”.
Decl. de la esposa, a la 34ª: “XXXX me ha comentado que su padre era alcohólico y que recibió malos tratos de
su familia…”.
Decl. Del esposo a 2ª: “Desde pequeño he presenciado en mi casa peleas, incluso agresiones físicas de mi padre a
mi madre. Y, algunas veces acababa pegándonos a nosotros”.
329
Decl. de la esposa, a la 12ª: “XXXX siempre se consideró inferior a mí. Se vio muy cautivado por mi figura
física y por mis dotes profesionales, que son ciertos. A XXXX eso le daba mucha seguridad, pero a él le agradaba y en el

130
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

La inteligencia y proyectos profesionales de Dª. YYYY también ayudaron a des-


lumbrarle y enamorarse −a su manera− de ella.
El problema es que el esposo, ante tanta cualidad positiva de su novia, se
sentía muy por debajo de ella humana y profesionalmente, a pesar de que él
contase también con un título universitario. Quedó al descubierto en la rela-
ción su pobreza en la elaboración mental de los conflictos, su debilidad del
yo y la tendencia a depender de su novia. Y se concretó en que se incapacitó
él mismo para lograr ningún trabajo, pasó a sobrevivir con los ingresos de Dª.
YYYY y encontrar en sus amigos el contrapunto de identidad y de realidad que
perdía cuando estaba con ella. Por este motivo se vio entre dos fuegos: las exi-
gencias de Dª. YYYY y las críticas que su familia y sus amigos hacían de su novia
por no considerarla una de los suyos, reprochándole que se sometiera a una
mujer de clase diferente. Esta doble exigencia vino a aumentar aún más su ya
precaria estabilidad 330.
Entre otros cuidados, Dª. YYYY le protegía de los excesos en el alcohol,
consiguiéndolo solo en parte. Aceptó casarse por la Iglesia como otras mu-
chas cosas a las que accedía, porque Dª. YYYY lo proponía, pero en contra
de sus creencias y haciendo partícipes a la esposa, a sus amigos y a su propia
familia de lo efímero de este compromiso, si las cosas no iban bien. Pero el re-
traso de la boda y el paso a la convivencia un año antes, le afincó como mucho
más dependiente de lo que hubiera imaginado, hasta el punto de que entre
esta forma de relacionarse y el desfase respecto a ella, cada día más evidente,
él sentía su debilidad más acentuada que nunca, reactivando así sus defensas
maniacas y agresivas hacia quien le generaba este desfase.
Pero lo que con mayor intensidad le desestabilizó fue la constatación del
embarazo, que vivenció como una exclusión de su persona y como una mer-
ma de los cuidados que recibía de Dª. YYYY, unido a que la esposa dejo de
ejercer un control tan exhaustivo sobre la ingesta de alcohol de D. XXXX. A
partir de este momento las agresiones físicas a su esposa se suceden, incluso
durante el embarazo. Al principio bajo los efectos del alcohol, y muy pronto
final sin alcohol.
Por todo lo expuesto, se consideró en la pericia que el esposo, al tiempo de
contraer, padecía un TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD,
de acuerdo con la clasificación DSM-IV [F60.2], al cumplirse, según los autos,
los siguientes items:
fondo quería que yo le diera el rol que había tenido con su (madre) y, verse protegido, etc. Eso lo quería pero le hacía sentir-
se molesto y le enrabietaba”.
330
Decl. de la esposa, a la 7ª: “… a mí me decían que era cursi, porque nunca dejé de manifestar mis convic-
ciones y sentimientos cristianos; también me consideraban como de clase social superior, pero que no es verdad, lo que pasa
es que siempre he ido de cara a las cosas…”.

131
Julio Ortiz Herráiz

— Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro 331.


— Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o
agresiones 332.
— Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás 333.
— Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de man-
tener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones
económicas 334.
La exclusión del matrimonio viene adherido al trastorno antisocial, en vir-
tud de sus rasgos de irresponsabilidad, falta de compromiso y desconsideración
hacia los valores que la esposa pretende compartir con él. Y la misma aceptación
de matrimoniar a pesar de su descreimiento es un acto falaz en sí mismo 335.

***********************
331
Decl. del esposo a la 11ª: “Yo reconozco que siempre me ha costado mucho entrar en el campo laboral”.
Decl. de la esposa, a la 6ª: “Él no tenía dinero, tampoco tenía trabajo, ni hacía por encontrarlo. A mí me decía
que yo no quería que él trabajase, pero no es cierto, porque los trabajos puntuales que él hizo yo se los había proporcionado”.
Decl. de la esposa, a la 10ª: “Otra cosa es que yo no valoré suficiente la falta de esfuerzo con que XXXX se com-
portaba en buscar trabajo o en tomar decisiones… Cuando, ya de casados, estuvo trabajando en APAM, recibió dinero,
pero tampoco aportó nada…”.
332
Decl. de la esposa, a la 9ª: “Después de casados él siguió haciéndolo y después de quedar embarazada casi
todos los fines de semana me pegaba o me zarandeaba porque yo le reprochaba que llegara habiendo bebido con exceso”.
Decl. de la esposa, a la 27ª: “Al poco de casarme y quedar embarazada comenzó XXXX a tener un comporta-
miento violento que me vi con el mundo encima de mí, y con sentimientos de toda clase, vergüenza, fracaso, el compor-
tamiento de malos tratos psicológicos y psíquicos de XXXX hacia mí fue creciendo hasta el punto de llegar a necesitar
separarme, como ya hice”.
Decl. de la esposa, a la 33ª: “El resto del embarazo fue una repetición de las mismas cosas y con agresiones más
feas por su parte. Reconciliarnos y enfrentarnos, y así una y otra vez, hasta tirarme por las escaleras o arrastrarme por
ellas, muchas veces en todo el embarazo. Los golpes que recibí me ha dejado lesiones en cervicales y tres hernias discales.
Esto me lo han diagnosticado en 2007, cuando me han estudiado profesionalmente y que creían era consecuencia de un
accidente, cosa que no he tenido, sino lo que ya he contado del maltrato recibido de XXXX en los años anteriores…·
333
Decl. de la esposa, a la 9ª: “Creo que antes de casarnos ya sucedió alguna vez que, cuando terminaban de
jugar al fútbol pasaba el resto de la tarde bebiendo con los amigos y llegaba a casa muy bebido. Yo se lo reproché, con ese
motivo teníamos violencia verbal. … XXXX se mostraba violento también conmigo, cuando yo le expresaba mi extrañeza
de que su hermana o sus amigos le hubieran dejado coger el coche en esas condiciones”.
Decl. de la esposa, a la 5ª: “XXXX volvía bebido por las noches desde Madrid conduciendo su coche bebido, ha-
biendo recorrido en muy precarias condiciones 40 kms. de autovía. Esto ocurría con mucha frecuencia”.
334
Decl. de la esposa, a la 6ª: “XXXX siguió trabajando hasta finales del 91 en la empresa ZZZZ y desde
entonces no vuelve a trabajar, hasta que nos separamos en el 2000, aunque ha picado en dos sitios pero los ha dejado en
seguida porque decía que no le iban… En el año 1993 nos fuimos a vivir juntos y desde que él dejó el trabajo en el 91
hasta que nos vamos a vivir juntos, en esos dos años, él no le dijo a su madre que no trabajaba, pero a mí me pedía que yo
le ayudara dándole dinero con el que colaboraba con su familia a los gastos de la casa… En ese año 93 yo me hacía cargo
de todos los gastos económicos de los dos años y también de lo correspondiente a las cuotas que él tenía pendiente de haber
comprado el coche”.
335
Decl. de la esposa, a la 18ª: “La idea de casarnos por la Iglesia fue cosa mía. XXXX no quería, pero lo
aceptó por mí también aunque no era practicante. De hecho yo creía que cambiaría de opinión respecto al matrimonio,
pero nunca reconoció haberse casado convencido ni haberse convencido después de la validez del matrimonio cristiano
para él”.

132
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

XIX.- c. Bernardo Alonso. Nulidad de matrimonio. (Incapacidad para


asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causa
de naturaleza psíquica, por parte del esposo y Simulación total
del matrimonio por parte del esposo). Decreto ratificatorio de
15 de febrero de 2001 del tribunal de la Rota de la Nunciatura
Apostólica.

FÓRMULA DE DUDAS (sobre el esposo):


— Incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio
por causa de naturaleza psíquica, por parte del esposo.
— Simulación total del matrimonio por parte del esposo.
Se trata de dos personas emigrantes, provenientes de Rumanía, que con-
trajeron matrimonio canónico en su país.

Respecto al esposo:

Creció y se educó en una familia estructurada. Con un padre rígido y au-


toritario, que imposibilitaba la relación afectuosa con sus hijos; y una madre
preocupada por sus hijos, aunque demasiado controladora e invasiva en la
vida de éstos.
En su etapa adolescente su madre continuaba teniendo gran influencia y
control sobre él, pero sabía cómo zafarse de este control. Empezó a beber y a
fumar pronto con su grupo de amigos; especialmente cuando, a los 19 años
comenzó a trabajar en la mina.
Trabajó durante cinco años en la mina. Después en una empresa de mon-
taje de automóviles. Posteriormente se vino a España, donde trabajó en la
construcción y actividades derivadas de ésta.

Dinámica de la pareja:

Comenzaron un noviazgo cuando tenían 22 y 20 años respectivamente y


sólo habían pasado dos meses cuando él le pidió casarse, a lo que ella respon-
dió afirmativamente, tras tomarse unos días para digerir la propuesta.
Durante estos nueve meses de noviazgo todo iba bien entre ellos. Incluso
D. XXXX no fumaba y, cuando se daba la ocasión de tomar una copa, lo re-
huía. Es decir que, ni siquiera mostraba aquellas costumbres habituales en él y

133
Julio Ortiz Herráiz

entre sus amigos, que podrían disgustar a Dª. YYYY, haciendo aún más patente
su interés.
Él trabajaba duramente en la mina de carbón y tenía turnos, por lo que
únicamente podían coincidir dos o tres tardes por semana, que dedicaban
a pasear, ir al cine y visitar a sus respectivas familias que les acogieron con
entusiasmo. A la madre de Dª. YYYY le encantaba este chico. El padre de Dª.
YYYY le buscó trabajo en su empresa de montaje de automóviles.
También dificultaba los encuentros entre ellos el hecho de que el padre
de D. XXXX estaba gravemente enfermo y él −al menos esta era su excusa− en
muchas ocasiones tenía que cuidarle.
Este hombre, que consideraba que Dª. YYYY era una buena chica para su
hijo, consiguió que ella le prometiera que se casaría con él. Y se lo pidió desde
el chantaje emocional que suponía su grave estado de salud. El padre de D.
XXXX falleció un mes antes de la fecha de la boda, pero tanto el novio como
su propia madre insistieron en que debían cumplir con la fecha prevista.

Boda

Contrajeron matrimonio canónico el 11 de agosto de 1986, resultado con


normalidad tanto la ceremonia religiosa como la celebración social, aunque
influidos por la tristeza del padre ausente, recientemente fallecido, lo que li-
mitó la normal alegría y espontaneidad de este acontecimiento.

Convivencia

Comenzaron la convivencia en la vivienda de la madre, que había queda-


do sola. Por otra parte, las estrecheces económicas de los recién casados que-
daba paliadas si ahorraban el alquiler de su casa.
Las relaciones sexuales fueron desde el principio hasta el final de la convi-
vencia infrecuentes, desagradables y escasamente gratificantes para la esposa,
dado que el esposo buscaba únicamente su rápida satisfacción física, carente
de toda ternura, incapaz de respetar el tiempo de excitación de la esposa.
El comportamiento de D. XXXX, desde que empezaron a vivir indepen-
dientes, fue siempre desconcertante para Dª. YYYY: en un primer momento in-
tentó que unos familiares de Dª. YYYY que residían en CANADÁ le facilitaran
emigrar a este país, a donde pretendía marcharse él solo, sin su esposa y sin
su hijo; ante esta imposibilidad, hizo un movimiento copernicano en su acti-

134
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

tud y cambió la relación con su esposa: en ningún caso se mostró cariñoso ni


exhibió sentimientos hacia ella, mucho tiempo ausente, excesos en la bebida,
frecuentes salidas con los amigos.

Separación

De pronto, un día, el esposo, utilizando argumentos espurios, se marchó


de la vivienda conyugal (hacía solo un mes que se habían cambiado) a la casa
de su madre. Durante dos meses la envió algo de dinero para el mantenimien-
to del niño, pero pasado este tiempo desapareció todo rastro de él.
Cuando la esposa fue a la casa de su suegra para interesarse sobre qué
había pasado con D. XXXX, aquélla la humilló con insultos y desprecios y la
cerró la puerta a ella y a su nieto.
Finalmente, tras denunciar a la policía la desaparición de su esposo, le
informaron de que había viajado a España, pero estaba ilocalizable.
Cuando la madre de D. XXXX viajó a España y vio cómo vivía su hijo, se
asustó y pensó que necesitaba tener cerca a su esposa e hijo para centrarse y
controlar el tipo de vida disoluta e irracional que llevaba. Entonces ella, al vol-
ver, convenció a Dª. YYYY de que él los quería mucho y que estaba deseando
reunirse con ellos (esposa e hijo) en España. La convenció para que se viniera
y emprendió el viaje, a Torrejón (Madrid), donde residía D. XXXX compar-
tiendo una pequeña vivienda con seis compatriotas.
Reunidos los tres, una vez hubieron pasado las dos primeras semanas
en cierta sintonía, D. XXXX continuó haciendo su vida, es decir de total
abandono hacia su esposa e hijo, dejaron de compartir el lecho y Dª. YYYY
pudo comprobar que no había sentimientos recíprocos y que D. XXXX se
dejaba llevar por el alcohol, las relaciones con otras mujeres y las ausencias
durante varios días, sin preocuparse por el bienestar de la que en realidad
era su familia.
Ante las exigencias de la esposa, él solicitó el divorcio, para lo que Dª.
YYYY tuvo que volver a Rumanía y asistir al juicio en el que se decidía la disolu-
ción civil de la pareja.

Resultados de las pruebas psicológicas:

Los rasgos más significativos y determinares de su funcionamiento psíqui-


co son:

135
Julio Ortiz Herráiz

— Su tipo vivencial es ambigual coartativo 336, lo que significa que es una


persona más bien dudosa, ambigua y ambivalente ante las respuestas
a un problema.
— Apenas registra los indicadores afectivos, y éstos están al servicio de
sus intereses, pudiendo mostrarse bastante insensible ante las emo-
ciones de los demás 337.
— Hace un rígido esfuerzo defensivo y tiene una mayor predisposición a
la impulsividad, con serias dificultades en sus controles pulsionales 338.
— La percepción del otro se basan en experiencias más en la fantasía
que en la realidad 339.
— Hace todo lo que esté a mano para dirigir él la relación interpersonal 340.
— Se observan dificultades en los procesos de identificación 341.
— Pobre percepción de sí mismo, sustituyéndola por una percepción
protésica y forzada;
— Presenta unas defensas psíquicas desproporcionadas y patógenas 342.
Como podemos observar, el perfil de personalidad que se ha investigado
en la evaluación realizada para la pericia, está formado por un abanico de
rasgos narcisistas y psicopáticos, que lo definen como un hombre en el que
prima su satisfacción personal, sin tiempo de espera, aunque esto suponga el
desprecio y violación de los derechos de los demás, especialmente en todo lo
relacionado con su esposa y su hijo.

Comentario resumen:

Podemos manejar como antesala de su posterior sintomatología la infor-


mación sobre la relación conflictiva entre sus padres, con un padre autorita-
rio, desafectado y rígido, y una madre invasiva 343. Tampoco debemos banali-

336
Se trata de una de las variables del test Rorschach que se refiere a cómo se maneja el sujeto con
los afectos y sentimientos, relacionados con el control/descontrol de los mismos.
337
Rorschach: R C = 0.
338
Rorschach: EB.
339
Rorschach: H<(H)+Hd+(Hd).
340
Decl. de la testigo Dª EEEE, a la 2ª: “Era un hombre dominante, cuando él decía algo, tenía que ser como
él decía. Parecía un hombre frío y no era cariñoso”.
341
Rorschach: H.
342
Apdo. 3.5.
343
Decl. de la esposa a la 2ª: “El padre tenía un carácter muy duro, era una persona muy estricta, el ambiente
de su casa era muy tenso y a mí no me gustaba ir allí… La relación entre sus padres no era buena…XXXX me decía que
el padre era muy estricto y que las relaciones entre los miembros de la familia no eran buenas…”

136
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

zar, como un elemento significativo de la patológica relación interfamiliar, la


enfermedad psíquica de la hermana, que ha llegado a ser incapacitada para
cuidar de sus hijas 344.
Cuando el matrimonio, en su primera etapa, residía con la madre tenía
una fuerte influencia de ella, dejándose llevar en aspecto propios de su rela-
ción de pareja, asumía y aceptaba todo aquello que la madre decía, aunque
fuera en contra de la persona y de la dignidad de la esposa.
La etapa del noviazgo está velada por la excesiva idealización que Dª: YYYY
hizo de él, a pesar de que ya mostraba sus intenciones 345, a los cuatro meses
de noviazgo propuso matrimonio 346 y, cuando falleció su padre unas sema-
nas antes de la boda se negó a retrasarla contra la opinión de los demás 347.
Pero la inmediata exigencia por su parte, apenas había contraído matrimonio
de que la esposa le facilitara la conexión con sus parientes de CANADÁ 348,
la indiferencia que mostró en los primeros meses de convivencia, llegando a
abandonar el hogar conyugal y, especialmente su salida a España a espaldas de
la esposa en el más absoluto secreto, son actos realmente contrarios a lo que
podemos entender por una relación matrimonial sana. Si además observamos
su perfil de personalidad, cuyos rasgos apuntan directamente a la psicopatía,
todo parece indicar que existió simulación, tal como la esposa declara, del
matrimonio, al contraer con fines que nada tienen que ver con la esencia de la
unión matrimonial.
Pasó más de un año hasta que la esposa supo dónde estaba y lo logró por
medio de la información policial. Solo a instancias de la abuela aceptó que su
esposa e hijo se reunieran con él en España. Una vez se produjo la reunifica-
ción familiar, el fue un esposo infiel y padre abandónico. En España, desde
que llegó, su vida estuvo impregnada de alcohol, orgías y relaciones efímeras
con mujeres. Cuando la esposa se reunió con él, por iniciativa y presión de la
madre del esposo, no cambió en nada esta forma de vida.
344
Decl. de la esposa a la 2ª: “… me enteré que su hermana tenía una enfermedad psíquica y que había perdi-
do la custodia de sus hijas, que la tenía su madre… tenía comportamientos muy extraños”.
345
Decl. de la esposa a la 3ª: “Al principio del noviazgo no estuvimos mal, pero poco a poco él empezó a enfa-
darse, porque yo no quería mandar una carta a mi familia de Detroit para que le recibieran allí, él lo único que quería era
irse allí, él solo, no hablaba para nada de que nos casáramos y nos fuéramos los dos, este tema provocó muchas discusio-
nes entre nosotros, ya que él lo único que quería era marcharse de Polonia para no volver nunca…”.
346
Decl. de la esposa a la 5ª: “La iniciativa de la boda partió de él, él me pidió matrimonio en abril, a los
cuatro meses de estar saliendo… yo le dije que esperáramos un poco pero él y su madre ya empezaron a organizar todo de
abril a septiembre…”.
347
Decl. del esposo a la 3ª: “El 12 de agosto murió mi padre y el 5 de septiembre teníamos fijada la fecha de
la boda y nos casamos… le dije que mi familia en la celebración no cantaría ni bailaría, pero que la suya podía divertirse
sin problema”.
348
Decl. de la esposa a la 3ª: “… y XXXX tenía mucho interés en que yo les escribiera para que él pudiera ir
allí…en esos momentos en Polonia era casi imposible, solo te lo daban (el visado) si estabas casado o tenías hijos, ya que
así el gobierno consideraba que, si salías, ibas a regresar, a las personas solteras no se le daban bajo ningún concepto”.

137
Julio Ortiz Herráiz

Estos hechos descritos en autos, apuntan claramente a lo que en la pericia


se diagnosticó como un trastorno antisocial de la personalidad, contemplado
en la Clasificación DSM-IV [301.7]. Lo avala la confirmación en autos de los
siguientes items:
— Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias,
estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer 349.
— Proyección hacia los demás de sus propios desmanes 350.
— Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o
agresiones 351.
— Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás 352.
— Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de man-
tener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones
económicas 353.
— Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justifica-
ción del haber dañado, maltratado o robado a otros 354.

349
Decl. de la esposa a la 2ª: “No es una persona digna de crédito, él me ha mentido muchas veces y también
me ha mentido su madre, yo jamás le he hablado mal a nuestro hijo de él, pero mi hijo por sí mismo se ha dado cuenta de
cómo es”.
350
Decl. de la esposa a la 6ª: “cuando yo intentaba resolver nuestros problemas, él me ignoraba o se reía de mí
y me culpaba a mí como si yo fuera la causante de todos los problemas… Él buscaba siempre excusas para iniciar discusio-
nes y procuraba echarme la culpa de todo”.
351
Decl. de la esposa a la 1ª de la Letrada: “Él ha llegado borracho a casa y me ha pegado y estos fueron los
motivos de la separación definitiva, no mi mal carácter”.
352
Decl. de la esposa a la 6ª: “Cuando el niño tenía dos meses, él se marchó de casa definitivamente, adu-
ciendo una excusa absurda como él mismo reconoce en la carta aportada por mi abogada-.. Él me dejó sin nada y tuvie-
ron que ayudarme mis padres, luego me mandó dos veces algo de dinero para el niño, para que yo no le denunciara en
Polonia, pero en cuanto consiguió el visado, se marchó del país y no volvió a mandar dinero nunca más”.
Doc. nº 3, escrito del esposo: “Ahora no podré mandarte dinero, porque me quedaré algo más en España y
necesito juntar cierta cantidad de pasta, simplemente se me ha ocurrido una idea y la tengo que realizar. Así que no podré
ayudarte”.
353
Decl. de la esposa a la 2ª: “… no es un hombre responsable en absoluto, me abandonó con un niño de dos
meses, sin dejarme dinero alguno y pude salir adelante gracias a la ayuda de mis padres.”
Decl. del testigo D. XYXY, a la 2ª: “Yo, cuando conocía XXXX, aquí en España, me pareció un hombre muy
irresponsable. Luego, cuando vinieron su mujer y su hijo tampoco los atendía, solo pensaba en sí mismo, tenía a su hijo
pequeño en el hospital y no se ocupaba de él”.
Decl. del testigo D. YXYX a la 2ª: “A XXXX le gustaba mucho la fiesta, tomar cubatas, pero a día de hoy es un
‘niñato’, un inmaduro, no ha sabido ser buen marido ni buen padre. Nunca ha dado importancia a su matrimonio ni
a su hijo…”.
354
La culpabilización hacia la esposa del fracaso matrimonial, que continúa defendiendo actual-
mente, tal como el mismo esposo expresa en las declaraciones ante el Tribunal, adjudicando este fracaso
a la infidelidad de la esposa, quien resalta que su relación actual comenzó tras la separación legal activada
por el esposo.

138
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

En este caso la simulación total (hacia el matrimonio, hacia la prole y ha-


cia la fidelidad conyugal) está íntimamente ligada a su patología psíquica del
Trastorno Antisocial de la Personalidad.
Más allá de sus creencias religiosas, su necesidad de contraer tenía como
objeto y fin procurarse la salida de su país. Algo que quedó en evidencia por
sus prisas en casarse, sus comportamientos posteriores y por el abandono de
su esposa e hijo antes de emigrar a España y una vez se produjo la reunifica-
ción familiar.

***********************

XX.- c. Panizo Orallo. Nulidad de matrimonio (Exclusión de la prole por


parte de la esposa). Decreto ratificatorio de 20 de diciembre de
2000 del tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica 355.

Fórmula de dudas: “Exclusión del bonum prolis, por parte de la esposa”

Datos psicobiográficos de la esposa:

Dª. YYYY es hija única. Las vivencias que conserva de su infancia son muy
gratificantes para ella. Sus padres, emigrantes peruanos, que se trasladaron
a España cuando ella contaba con solo dos años de edad, habían retarda-
do cinco años en concebir a su primera y única hija, debido a problemas de
infertilidad.
Una vez en España intentaron por todos los medios −incluidos la aplica-
ción de técnicas de reproducción asistida− ampliar la familia inútilmente.
La peritada, muy unida a sus padres, vivía muy de cerca y con gran in-
tensidad aquellas ilusiones, expectativas incumplidas, embarazos fallidos y de-
presiones que conllevaba la lucha por tener más hijos. Recuerda de forma
especial −con 12 años− que, estando de campamento de verano, le dieron la
noticia de un embarazo, llevándose una gran desilusión, cuando, al volver, se
encontró a su madre en el hospital ante el padecimiento de un nuevo aborto.

355
Esta sentencia aparece recogida en la obra de Panizo Orallo, El Matrimonio a debate hoy.
Nulildades en el 2000, Trivium, Madrid, 2001. pp. 573- 585.

139
Julio Ortiz Herráiz

Terminado el bachillerato superior estudió A.T.S., como respuesta a su


deseo de ayudar en la medida que le fuera posible a mujeres con problemas
de infertilidad.

Dinámica de la pareja:

Habían mantenido un noviazgo y comienzos de convivencia en buena sin-


tonía. Habían mantenido relaciones sexuales completas con cierta frecuen-
cia, pero utilizando doble método anticonceptivo (preservativo y píldora)
por expreso deseo de la esposa desde el comienzo de las relaciones íntimas.
Celebrando el primer aniversario con un viaje especial para tal fin, el esposo
planteó con delicadeza la posibilidad de embarazo, para lo cual debían retirar
las medidas anticonceptivas que hasta ese momento habían estado utilizando.
Desde el primer momento de esta propuesta la esposa se sintió angustiada
por la idea, angustia que le impidió terminar el viaje con la sensación de bien-
estar inicial. Y, a partir de ese momento, la idea del embarazo se convirtió para
ella en una amenaza insoportable que le impedía disfrutar de la sexualidad al
principio, y rechazar rotundamente el débito conyugal después. El esposo, al
sentirse rechazado, vio cómo su libido se apartaba de su esposa como objeto
de su sexualidad. La esposa, al no sentirse ya deseada, entró en una dinámica
de incomunicación y las discusiones fueron a partir de aquellos momentos el
único medio de intercambio personal. En esta tesitura, seis meses después del
primer aniversario, fecha en la que había hecho irrupción el desencuentro, la
peritada decidió poner tierra por medio y se fue con sus padres, esperando que
él se interesase por ella y así demostrara que seguía queriéndola, a pesar de su
rechazo al embarazo.
Aunque la esposa ya había mostrado su miedo al embarazo antes de con-
traer y se había procurado medios exagerados para que no se produjera, en
el proyecto de matrimonio había quedado velado este tema, que el esposo
esperaba resolver. Una vez estuvieran casados. Pero la esposa, en su entrevista
personal con el perito, así como en sus declaraciones, afirma que ya desde
antes de contraer no se sentía capaz de ser madre, pero que no se lo decía
claramente a su novio para que no la abandonase, puesto que el amor entre
ellos era intenso.
Para Dª. YYYY éste era un tema que daba por hecho, pero ni su fantasía ni
sus palabras pasaban por concretar nada sobre ello, pero en su fuero interno
era una decisión firme el evitar la procreación, aunque no podía darse una
explicación del porqué.

140
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Resultado de las pruebas psicológicas:

El perfil de personalidad que se obtuvo en la pericia aportaba abundantes


rasgos histéricos, que combinados con otros rasgos fóbicos, daban como resul-
tado diagnóstico la existencia de una histerofobia 356.

Comentario resumen:

Dª YYYY fue una niña muy deseada por sus padres, que nació después de
cinco años de matrimonio y de haber presentado su madre serios problemas
para lograr este su primer embarazo. Si ya son de por sí unos padres muy afec-
tuosos, la necesaria emigración a un país lejano les unió aún más a los tres,
haciendo una piña familiar en la que cada miembro se identificaba intensa-
mente con las alegrías y con el sufrimiento de los otros dos.
Nacida su primera hija, y ya estables en España, persiguieron tenazmente
la consecución de nuevos hijos, siendo esta una empresa que se les resistió, a
pesar de que accedieron a todos los medios posibles, incluidas las técnicas de
reproducción asistida que la técnica moderna les ofrecía. La peritada, enton-
ces niña, se identificó con el sufrimiento de su madre y vivenciaba los intentos
de embarazo y las visitas médicas como algo propio. Los reiterados fracasos
−entre ellos cuatro abortos− también lo eran para ella, que solapaba su deseo
como el de tener un hermanito, puesto que así se lo habían enfocado sus pa-
dres y ésta era la fórmula social de entenderlo.
Creció como una jovencita extremadamente leal a sus padres, lejos de
cualquier rebeldía, muy responsable y cumplidora de sus obligaciones, sien-
do ésta una cualidad que abundó para el éxito de sus estudios y en los inicios
laborales.
Así, cuando inició su primer noviazgo serio, ella parecía más responsable
y madura que su novio y se desarrolló esta etapa en unos parámetros de nor-
malidad 357. Del mismo modo, el proyecto de casarse fue una decisión respon-
sable por su parte. Aunque una de las condiciones del proyecto de la pareja
−el tener hijos− para ella no estaba en el horizonte 358, pero lo que la avocaba
al matrimonio por encima de otras consideraciones era su deseo de convivir
con su entonces novio, de quien estaba enamorada y por quien se sentía ama-
da, deseada y protegida 359.
356
Denominación que hace alusión a una variante del trastorno histérico.
357
Decl. del esposo, a la 4ª: “Ella era una persona muy seria, educada, óptima, responsable, era muy tratable.
Yo presumía de novia”.
358
Decl. del esposo, a la 11ª: “Mostraba un temor a tener hijos que yo pensaba que se le pasaría“.
359
Decl. de la esposa, a la 6ª: “Yo accedí porque lo que quería era estar junto con él”.

141
Julio Ortiz Herráiz

Sin duda, y estudiado a posteriori, el deseo de hijo estaba patológicamen-


te interferido por todo lo que en su familia se había vivido alrededor de este
mismo tema. Ella no sabía que, llegado el momento, se iba a convertir en la
piedra angular de su fracaso, pero algo debía intuir al respecto, porque en sus
relaciones sexuales exageraba las barreras anticonceptivas, circunstancia que
continuó después de casada 360.
La primera propuesta seria de su esposo en torno a un futuro embarazo
quebró radicalmente la felicidad de la peritada y el bienestar y buen enten-
dimiento en la pareja 361. La posibilidad de quedarse embarazada se convirtió
en un elemento persecutorio para ella, de forma que no podía ni pensarlo y,
consecuentemente, deterioró las relaciones sexuales, impidiéndole primero
disfrutar de su sexualidad, después ahogó su deseo sexual y, posteriormente,
evitó cualquier acercamiento con su esposo en este sentido 362.
Paradójicamente, al experimentar el alejamiento del esposo, que se sintió
engañado 363, ella pasó a un estado de soledad y de sentimientos abandónicos
que la abocaron a huir del hogar conyugal y regresar (también en sentido evo-
lutivo) al regazo de sus padres 364.
Al integrar este comportamiento fóbico respecto al embarazo en los resul-
tados de las pruebas aplicadas en la pericia, se deducen conclusiones científi-
cas sobre la existencia de un síndrome que refleja una anomalía de su perso-
nalidad, que se encuadra y denomina como HISTEROFOBIA:
— por una parte, el sufrimiento vivido en su familia por la impenitente
búsqueda de embarazos quedó muy marcado en ella y, a nivel cons-
ciente, es una experiencia dolorosa que le repugna repetir en su pro-
pia persona 365;

360
Decl. del esposo, a la 13ª: “Ella ponía excesivos medios para no tenerlos. Yo al principio no le daba impor-
tancia a que ella me lo exigiese siempre.
361
Decl. del esposo, a la 13ª: “... y al año o así se lo planteé seriamente y entonces ella me dijo que no quería
tener hijos nunca y me quedé asombrado... Al año justo de casarnos. El año 2.002”.
Decl. de la esposa, a la 2ª: “Sí, porque yo no quise tener hijos en el matrimonio”.
362
Decl. del esposo, a la 13ª: “A los cinco o seis meses del viaje la convivencia se hacía malísima. Yo me sentía
muy mal y había muy mal ambiente en la casa. Fue tema de conversación con cierta frecuencia”.
363
Decl. del esposo, a la 15ª de la Letrada de la parte demandante: “Me pareció una falta de respeto
hacia mí porque lo consideré un engaño. Yo así lo viví, me sentí engañado”.
364
Decl. de la esposa, a la 10ª: “Yo me fue a casa de mis padre y él se quedó en casa y ya nunca hemos vuelto
a tener ningún acercamiento. Después del viaje no tuvimos relación”.
Decl. del padre de la esposa, a la10ª: “La separación fue antes de esas navidades. YYYY se vino a mi casa. La
situación fue muy triste. A ella la vimos fatal”.
365
Decl. de la esposa, a la 7ª: “Yo sufría mucho cuando tenía cinco o seis años tengo el recuerdo de ver sufrir
a mi madre que tenía problemas para tener hijos. Cada aborto que tenía era mucho dolor; tuvo cuatro y cuando yo tenía
trece o catorce años mi madre tuvo un embarazo ectópico y le hubieron de cortar las trompas y entonces ya no tuvo posibili-
dad....Yo he ido todos los fines de semana con mis padres a Madrid siempre que iban a la consulta de fertilidad... Yo veía
todo lo que ellos han sufrido y yo creo que no podría con todo eso”.

142
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

— es muy importante la vivencia que ella ha internalizado de una ma-


dre limitada e incompleta en sus funciones maternas, representando
los fracasos materializados en abortos una posibilidad −la imperfec-
ción, vivida como tal por la peritada− a la que no se puede enfrentar;
— pero también es significativo −de ahí la denominación de HISTERO...−
que, si ella se pudiera quedar embarazada sin problemas y, sobre todo,
si pudiera tener más de un hijo, como, por otra parte, sería normal y
esperable, estaría superando a una madre que ha sido y continúa sien-
do un modelo identificatorio que no se puede permitir mancillar su-
perándola en algo tan importante y vital para ella como la maternidad;
— su tipo vivencial extratensivo 366 (implica escaso concurso de la funcio-
nes de raciocinio ante la invasión de los afectos), una identificación
excesiva para su edad con sus figuras parentales 367, su escasez de re-
cursos psíquicos para afrontar los conflictos 368 y el sistema defensivo
que emplea su psiquismo (fantasía, regresión y pensamiento mágico,
conjuntamente facilitan y promueven un funcionamiento psíquico
de tipo fóbico) 369.
Todo en su conjunto conforma un TRASTORNO DE ANSIEDAD
DE FOBIA ESPECÍFICA, de acuerdo con los criterios establecidos por la
Clasificación DSM-IV (F40.2). Para ser considerada como tal han de concurrir
los siguientes criterios, que a nuestro modesto entender se cumplen en el caso
actual:
— Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desen-
cadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación
específicos 370;
— la exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una
respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una
crisis de angustia situacional 371;
— la persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional 372;

366
Apdº 3.1. (Afectos), de la pericia.
367
Apdº 3.2. y 3.3. de la pericia.
368
Apdº 3.1. (Controles) de la pericia.
369
Apdº 3.5.- Defensas, de la pericia.
370
Decl. de la esposa, a la 9ª: “Tenía miedo a todo lo que lleva el tener un hijo”.
371
Decl. de la esposa, a la 10ª: “Yo, cada vez que él se acercaba a mí, creía que solo me buscaba para eso y para
las Navidades tuvimos una discusión y yo planteé que así no podíamos seguir”.
372
Decl. de la esposa, a la 9ª: “Yo veo un niño y digo ‘sería maravilloso’, pero mi cabeza me impide ver que eso
es normal.”

143
Julio Ortiz Herráiz

— la situación fóbica se evita o se soporta a costa de una intensa ansie-


dad o malestar 373;
— los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el males-
tar provocados por la situación temida interfieren acusadamente con
la rutina normal de la persona 374.

*******************

Llegados a este punto, tras haber expuesto el resumen de los peritajes de


los 20 procesos de nulidad, podemos apreciar que en todos ellos se ha con-
firmado por Decreto ratificatorio la nulidad del matrimonio por simulación
aunque el sujeto es incapaz (por aplicación del canon 1095.2 o 1095.3). Para
mayor claridad del fenómeno que hemos querido evidenciar y con el objeto
de ofrecer una visión global y comparativa, en las próximas páginas presenta-
mos dos cuadros resumen y una recapitulación gráfica del mismo.

5.3. Recapitulación global y comparativa

Seguidamente presentamos unos comentarios globales de las veinte cau-


sas que hemos analizado. Con este fin presentamos a continuación dos cua-
dros resumen de los resultados, atendiendo a las dos variables que estamos
manejando en esta investigación concreta y relacionándolas entre sí.

5.3.1. Cuadro resumen de los diagnósticos en relación al objeto de


la exclusión de las causas de nulidad cuyos peritajes hemos
extractado anteriormente:

DIAGNÓSTICO DE LA CASO1 Nº EXCLUSIÓN DE


PERICIA
Inmadurez afectiva 1 la indisolubilidad y la prole
6 la prole
11 la indisolubilidad
17 el vínculo

373
Decl. del padre de la esposa, a la11ª: “La situación mental de YYYY. No veo otra razón.”
374
Consideramos que la imposibilidad de mantener relaciones sexuales con su esposo, a quien de-
seaba, por miedo al embarazo, es una grave interferencia en su vida.

144
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Trastorno narcisista 1 la indisolubilidad


4 el vínculo
Trastorno antisocial 1 la indisolubilidad
2 la indisolubilidad y la prole
8 el vínculo
10 la prole
15 la prole y la indisolubilidad
16 el vínculo y la prole
18 el vínculo
19 El vínculos y la fidelidad
Satiriasis 5 la fidelidad
14 la fidelidad (implícitamente)
Trastorno por dependencia 13 el vínculo
Trastorno límite de la 3 el vínculo
personalidad
9 la prole
13 el vínculo
Fobia específica 7 la prole
20 la prole
Homosexualidad 12 el vínculo (implícitamente)

145
Julio Ortiz Herráiz

5.3.2.- Cuadro resumen del objeto de la exclusión en relación a los


diagnósticos de las causas de nulidad cuyos peritajes hemos
extractado anteriormente:

EXCLUSIÓN DE: CASO Nº DIAGNÓSTICO DE LA PERICIA


El vínculo 17 Inmadurez afectiva
4 Trastorno narcisista
8 Trastorno antisocial
16 Trastorno antisocial
18 Trastorno antisocial
19 Trastorno antisocial
13 Trastorno por dependencia
13 Trastorno límite de la personalidad
3 Trastorno límite de la Personalidad
12 Homosexualidad
la indisolubilidad 1 Trastorno narcisista
1 Inmadurez afectiva
11 Inmadurez afectiva
1 Trastorno antisocial
2 Trastorno antisocial
15 Trastorno antisocial
la fidelidad 5 Satiriasis
14 Satiriasis
19 Trastorno antisocial

146
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

la prole 1 Inmadurez afectiva


6 Inmadurez afectiva
2 Trastorno antisocial
10 Trastorno antisocial
15 Trastorno antisocial
16 Trastorno antisocial
9 Trastorno límite de la personalidad
7 Fobia específica
20 Fobia específica

5.3.3.- Gráfico de recapitulación global-comparativa

4,5
4
3,5
3 TRAST. ANTISOCIAL
2,5 TRAST. NARCISISTA
2 SATIRIASIS
1,5
1 TRAS. DPENDIENTE
0,5 INM. AFECTIVA
0
TRAST. LÍMITE
D

D
LO

LE

HOMOSEXUALIDAD
DA

DA
O
CU

LI
PR

LI

FOBIA ESPECÍFICA
BI
N

DE

LU

FI
OS
DI
IN

Exponiendo el resumen de los peritajes de estas 20 causas, elegidas bajo el


único criterio de la concurrencia de simulación explícita o implícita en todas
ellas, tratamos de mostrar la estrecha relación existente entre la simulación y
el funcionamiento psíquico anómalo o patológico.
Estos gráficos nos permite apreciar con claridad que las disfunciones psí-
quicas graves pueden producir una voluntad excluyente y las anomalías psí-
quicas no absolutamente graves encajarían en la fisonomía de causa simulandi
y, como bien sabemos, las causas motivas, en este caso, explican un escenario

147
Julio Ortiz Herráiz

biográfico que permite suponer razonablemente la existencia de un acto po-


sitivo de exclusión.

148
VI.- valoración conclusiva

A la vista de los 20 casos analizados, y retomando la cuestión de si la per-


sona que es incapaz para el matrimonio puede simularlo, podemos adelantar
ya, en una valoración conclusiva, que aunque en la mayoría de los casos es la
incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio lo que prima, a
partir de la psicopatología existente, no es menos cierto −y esto será sin duda
objeto de controversia− que también encontramos algunos casos en los que
algún tipo de exclusión y la incapacidad cognitiva pueden estar simultáneamente
presentes en el acto de contraer matrimonio.
Coincidimos con la jurisprudencia canónica, en que la simulación, para
que sea considerada como tal, ha de ser un acto positivo de la voluntad. Y que
el acto de contraer también debe conllevar este positivismo de la voluntad
del contrayente, para que sea jurídicamente válido. Sin embargo, hemos de
puntualizar determinados extremos que pudieran llevarnos a establecer dife-
rencias entre ellos, dependiendo de ciertas circunstancias que se nos antojan
fundamentales. La decisión de contraer tiene tres fases: a) saber y conocer sobre
el asunto en cuestión, b) la reflexión proporcionada a la gravedad o importancia de lo
que está en juego y, por último, c) el deliberar y decidir con suficiente libertad interna
y externa:
— El saber y conocer incluye a su vez la percepción de la realidad, que,
en ocasiones, por motivos relacionados con la afectividad y otras por
alteraciones fisiobiológicas se distorsiona y produce las primeras al-
teraciones en el proceso. Por otra parte, la triada cognitiva que se
evalúa en el test de Rorschach 375 desglosa esta función del conoci-
miento en tres estratos: la fidelidad en la recogida de información
(procesamiento); cómo reúne e integra los elementos del estímulo
para darle un sentido (mediación); y cómo forma el concepto y lo
define, abstrayéndose de la confusión, lo que supone una capacidad
de síntesis (ideación).

375
Prueba psicológica de evaluación de la personalidad considerada como la más completa y me-
nos manipulable, a la que ya hemos aludido.

149
Julio Ortiz Herráiz

— La reflexión proporcionada va a depender de la estabilidad psíquica


de la etapa en la que se sedimenta; el exceso de estrés, de preocupa-
ciones y de presiones familiares, sociales y de la propia pareja, en re-
lación al contraer, pueden limitar en gran medida o incluso impedir
que esta fase reflexiva se produzca de forma adecuada; las propias
vivencias 376 sobre el matrimonio y sobre la persona con la que se va
a casar, también pueden desviar de manera perniciosa su capacidad
de reflexión. Por tanto, podríamos decir que esta fase es de las tres
enunciadas la que mayores posibilidades tiene de verse impedida o
desviada por causas emocionales y relacionales.
— La fase deliberativa es fundamentalmente consecuencia de las dos
anteriores; pero en ella encontramos el envite decisivo y a ella se re-
fiere el adjetivo de “positivo” con el que hemos definido el acto de
contraer. Es decir, que podrían haberse dado las otras dos fases y en
ésta ausentarse nuestra voluntad y ser sustituida por la de otro/s, a
pesar de haber cubierto convenientemente las anteriores.
El conjunto de elementos coincidentes en el acto de matrimoniar, en
cuanto a compromiso humano, religioso y económico, derechos, deberes,
cambio de vida, incidencia en funciones vitales como corresponde al inter-
cambio de sentimientos, la interrelación de la sexualidad propia con la del
cónyuge, la futura paternidad, etc., hace que no sea un acto positivo más, sino
una suma de decisiones englobadas en una sola. Sin embargo, cada una de
las obligaciones esenciales susceptibles de ser excluidas conlleva, tanto en su
cumplimiento como en su evitación, un proceso bastante menos complejo.
A nuestro entender, esta evidente diferencia en la complejidad que define
cada acto en cuestión (el de matrimoniar y el de excluir), dependiendo de
cuál sea el objeto de la exclusión los hace en algunas ocasiones compatibles,
desde el punto de vista de la capacidad cognitiva. Es decir, que un sujeto pue-
de ser incapaz de contraer con libertad, incapaz de superar el entramado de
elementos que hemos descrito y, sin embargo −dentro de un perfil psicoló-
gico de un sujeto frío, preciso y calculador, que en su fuero interno no ama
y no se entrega a la persona con la que se casa−, realizar el acto positivo de la
voluntad de excluir alguna de las obligaciones esenciales del matrimonio 377.

376
Cuando en psicología se habla de vivencias, este concepto se refiere a un compuesto de realida-
des y fantasías que conforma nuestra interpretación de todo aquello que nos rodea y de nuestras tensiones
y emociones internas. La predominancia de unas y otras (realidad o fantasía) está marcada por nuestro sen-
tido de realidad y por la utilización más o menos intensa de mecanismos de defensa basados en el campo de
lo imaginario.
377
J. J. García Faílde, La nulidad matrimonial hoy, Simulación del matrimonio, op. cit., pp. 128-129.

150
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

La exclusión en relación con la incapacidad para asumir alguna de las


obligaciones esenciales del matrimonio nos parece menos conflictiva y, por
tanto más fácil de entender. Así, tal como encontramos en nuestros ejemplos
nn. 5, 7, 14 y 20 en los dos casos de satiriasis, los dos de fobia específica y el
referido a la homosexualidad femenina, los contrayentes tenían una capacidad
cognitiva suficiente para contraer matrimonio, pero no había una actitud ni
voluntad positiva respecto al bonum fidei o bonum prolis, ni tampoco –aquí está
la concurrencia de la exclusión con la patología psíquica– podían observar
la fidelidad a su cónyuge o la disposición a tener hijos, puesto que de forma
compulsiva e insoslayable escapaba a su voluntad la observancia de la fideli-
dad conyugal.
Llegados a este punto y para llegar a conclusiones fundadas, interesa
adentrarnos en la simulación desde lo psicológico. La simulación en términos
generales es considerada desde la psicología como una perversión, o al menos
como un acto perverso, si se trata de un acto concreto como es el matrimoniar,
aunque el contraer matrimonio conlleva un proceso, generalmente premedi-
tado, y engloba un conjunto de consecuencias que cualquier ser humano con
suficiente uso de razón y capacidad cognitiva entiende.
La perversión en psicología es un acto o tendencia a realizar actos que en-
tre sus objetivos incluyen de forma esencial la transgresión de la norma. Esta
transgresión se acompaña a veces del engaño, cuando éste es necesario para la
comisión de dichos actos. De la perversión es relativamente fácil el paso a los
comportamientos psicopáticos (antisociales), aunque hay barreras que lo di-
ferencian. A tenor de nuestros ejemplos, nos cabe la hipótesis −constatable en
investigaciones posteriores− de que el Trastorno Antisocial es la patología que
más frecuentemente se asocia a la simulación (en 11 de 20, más de la mitad de
nuestros casos, se da esta circunstancia).
La imposibilidad de quienes padecen un Trastorno Antisocial de la
Personalidad para amar, en el sentido de entrega y solidaridad con el otro
cónyuge y la simulación generalizada que aplica a la mayoría de sus actos de
pseudointegración en la normativa social, suele conllevar alguna exclusión en
particular. Seis de los casos que hemos elegido dan buena cuenta de ello (nn.
2, 10, 15, 16, 18 y 19).
Sin embargo, consideramos que no todos los casos de simulación inclu-
yen en su ejecución la transgresión. Existen otras alternativas en el funciona-
miento psíquico de un sujeto que se presentan como causas de la simulación:
— Una de ellas es el miedo (caso nº 17), que se encuadraría entre lo
que se entiende por ideas paranoides, independientemente de que

151
Julio Ortiz Herráiz

este miedo sea provocado por causas reales o imaginarias 378. Por mie-
do también se puede simular, como suele ocurrir en algunos casos de
embarazos prematrimoniales, en los que las reacciones de los padres
son vividos por la persona contrayente como amenazantes. Por tanto
el capítulo sobre el miedo y la simulación no son incompatibles 379.
— Otra causa de simulación puede ser la dependencia, bien sea de su fa-
milia o de la sociedad que nos rodea, o de ambas. Ocurre en aquellos
casos en los que se contrae matrimonio porque toca, porque las cir-
cunstancias familiares y amicales que rodean al contrayente le exigen
−según sus vivencias−, casarse. Un ejemplo puede ser el de lograr de-
terminado estatus social, económico, etc., que el mismo contrayente,
confundido con su entorno, espera y desea por encima de los medios
para lograrlo.
— Un denominador común que aparece en los casos analizados y en
la jurisprudencia es la falta de amor. Mucho se ha escrito y hablado
sobre si la existencia del amor por parte de uno o ambos esposos al
tiempo de contraer es determinante o no en las causas de nulidad 380,
pero previamente a la consideración de esta premisa deberíamos
analizar si el sujeto en cuestión es capaz de amar. Porque la incapa-
cidad de amar −al menos como lo entiende la jurisprudencia rotal−
está asociada siempre a algún tipo de anomalía psíquica crónica o
transitoria. La incapacidad de amar tiene mucho de anomalía psí-
quica, porque en la esencia del psiquismo humano está implícita la
capacidad para intercambiar sentimientos positivos, que va más allá
de lo que en psicología se entiende por experimentar emociones,
hecho este que se suele confundir con amar. El amor del sujeto que
padece trastorno narcisista es un cúmulo de sensaciones que tienen
más relación con su necesidad de completud de su falla narcisista 381,

378
Si el miedo es provocado por causas reales estaríamos ante ideas paranoides, es decir ante el temor
a que nuestros actos generen muy probablemente reacciones externas perjudiciales para nosotros. Si el
miedo es provocado por causas no reales, estaríamos ante ideas paranoicas, es decir un temor a que nuestros
actos generen improbables o imposibles reacciones externas perjudiciales para nosotros. Si los males espe-
rados provienen del propio cuerpo, como el miedo a enfermar, estaríamos en una variante de la paranoia
que es la hipocondría.
379
J. J. García Faílde, La nulidad matrimonial hoy, Simulación del matrimonio, op. cit., pp. 126-127.
380
Sent. n. 31: “…Sin embargo la jurisprudencia rotal no ha aceptado, hasta ahora, la relevancia jurídica
del amor, conyugal, como capítulo autónomo de la nulidad del matrimonio fundamentalmente por el miedo de pecar de
‘divorcista’; así, ‘el defecto de amor no impide de por sí el consentimiento matrimonial y no hace al contrayente del todo
incapaz para obtener los fines del matrimonio…” (de Sent. coram Pinto, 30-07-69, en SRR., en Rev. Esp. Der. Can.,
XXIX, (1973), n. 83, pág. 424, n. 3).
381
Entendemos por falla narcisista un conjunto de carencias experimentadas por el ser humano
durante sus primeros años de vida, en la línea de la estimulación y el investimiento afectivo, que en la vida

152
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

que de entrega al otro, ya que el otro o incluso los hijos 382 son perci-
bidos como una prolongación utilitarista de sí mismo (casos nn. 1,
4 y 19); por lo que estos individuos excluyen implícitamente el bien
común de los cónyuges. Cuando este intercambio de sentimientos
está vedado o muy limitado para un sujeto, es porque alguna ano-
malía psíquica impide esta función humana. Por este motivo Sifneos
hace menos de medio siglo acuñó del griego (α-lexiς-timη) el térmi-
no “alexitimia” −que significa ‘sin palabras para los sentimientos’−, para
englobar la constelación de factores cognitivo-afectivos propios del
estilo comunicativo de los pacientes psicosomáticos en la consulta.
Aunque no creó un concepto nuevo, ya que estas características ha-
bían sido señaladas anteriormente, fue este autor quien organizó en
una entidad conceptual las observaciones clínicas y fenomenológicas
descritas a partir de pacientes psicosomáticos 383. Ejemplos de esta in-
capacidad para amar son los casos nn. 11 y 13.
En cuanto a la exclusión de los hijos (casos nn. 1, 2, 6, 7, 9, 10, 15, 16, 19
y 20), la experiencia nos dice que este capítulo se suele parcializar al tener en
cuenta solamente la obligación de procrear. Por lo que convendría dejar claro
que este capítulo se refiere no solo a dicha obligación sino también a la lo que
de obligación tiene el procurar el bienestar y la educación de la prole.
Cuando los hijos no son concebidos bajo el deseo expreso de darles una
individualidad, sino que lo son por necesidades narcisistas de los padres, salvo
que después se haga un importante movimiento en la dirección de erigirles
a ellos como protagonistas de su propio crecimiento, vienen a la vida con un
futuro psíquico patógeno ya marcado, que muy probablemente se va a mate-
rializar durante sus etapas infanto-juvenil, con ineludibles consecuencias en
su adultez.
En el caso nº 1 la dinámica de la causalidad de sendos embarazos, la
crianza en manos extrañas y cambiantes durante los primero años y el estatus
actual de impedimento de las visitas del padre, nos abocan a ser pesimistas
respecto al devenir psico-afectivo de los menores. En cualquier caso, desde
adulta le proveen de una precariedad en su autoestima, y que trata de compensar mediante conductas ego-
céntricas tendentes a compensar aquellas carencias estructurales.
382
Sobre esta cuestión víd. J.J García Faílde, La nulidad matrimonial hoy, op. cit., pp.157 y 158, se
pregunta: “¿A qué clase de educación de la prole está ordenado el matrimonio por su naturaleza, de modo que la exclu-
sión del derecho u obligación a la misma y/o la incapacidad para ejercer ese derecho y para cumplir esa obligación anule
el matrimonio?”.
383
Lo hizo público en un congreso de psicosomática, en 1.972, celebrado en Inglaterra.
Taylor y cols., basándose en otras revisiones, resume las características alexitímicas más sobresalientes:
1) dificultad en identificar y describir sentimientos; 2) dificultad para distinguir entre sentimientos y sen-
saciones corporales propias de la activación emocional; 3) proceso imaginario empobrecido, evidenciado
por la escasez de fantasías; 4) estilo cognitivo orientado hacia el exterior.

153
Julio Ortiz Herráiz

el punto de vista jurídico canónico, procurar la paternidad como remedio a


la patología narcisista de los padres o como fórmula para conseguir un bien
material, lo que viene a ser lo mismo, es una forma patológica de cumplir
con esta obligación esencial, que tendrá repercusiones negativas para el cre-
cimiento emocional de los hijos y para las relaciones entre los esposos en
general 384.
Una mención especial merece el caso nº 7 –que tiene cierta similitud con
el caso nº 9– en relación a la exclusión de la prole por la existencia de una fo-
bia específica. La ineludible e insuperada asociación de su traumática infancia
con la hipotética paternidad/maternidad le abocaba al esposo/a a renunciar
de forma voluntaria a tener hijos. En semejantes parámetros interesa analizar
el caso nº 20, donde una anómala relación con la madre lleva a la esposa a
contraer matrimonio, a la vez que rechaza la maternidad dentro del mismo.
Y, por último, hay que resaltar la simulación total del caso nº 19, al perver-
tir los fines del matrimonio en aras de un objetivo concreto ajeno al mismo,
aplicándose para ello y poniendo en acto su patología en toda su extensión.

******************

La dificultad para organizar una contundente prueba testifical sobre la


simulación hace que infravaloremos en muchas ocasiones este capítulo, y se
recurra a la psicopatología que la acompaña para estimar o desestimar la nu-
lidad. Sin embargo, creemos que hay bastantes causas de nulidad por simula-
ción, con sus diferentes exclusiones, que verían cimentada la prueba testimo-
nial con la aportación de una prueba pericial.
Las causas que hemos analizado, en las que hemos sometido al simulador
a un examen pericial psicológico, son un ejemplo paradigmático de nuestros

384
En esta delicada cuestión, el criterio de J. J. García Failde, es de nuevo muy valioso, veamos:
¿A qué clase de educación de la prole está ordenado el matrimonio por su naturaleza, de modo que la exclusión
del derecho u obligación a la misma y/o la incapacidad para ejercer ese derecho y para cumplir esa obligación anule el
matrimonio?
La doctrina y la jurisprudencia más común la reducen a la educación física, es decir a conservar la
prole, a procurar la educación física y nada más. Es demasiado poco para cifrar en ello el mínimo de la
donación del matrimonio por su naturaleza a la educación. Lo menos que se puede admitir es que se trata,
además de la educación física, de la educación humana a la que alude precisamente el c. 795, al describir
en qué consiste en realidad la verdadera educación, es decir, una educación que ponga a la persona en
condiciones de poderse desarrollar en todas sus dimensiones: la física, la afectiva, la intelectual, la cultural,
la familiar, la social...
Contraerá inválidamente matrimonio aquél contrayente que al celebrar el matrimonio esté incapaci-
tado por causas de naturaleza psíquica para dar cumplimiento en la convivencia matrimonial a esta obliga-
ción”. (La nulidad matrimonial hoy, op. cit., pp. 157-158).

154
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

postulados, en el sentido de que en un elevado porcentaje de casos en los que


está presente la simulación concurre alguna anomalía psíquica transitoria o
crónica.
También ha quedado evidenciado que las alteraciones psíquicas graves
pueden producir una voluntad excluyente y las anomalías psíquicas no abso-
lutamente graves encajarían en la fisonomía de causa simulandi y, como bien
sabemos, las causas motivas, en este caso, explican un escenario biográfico
que permite suponer razonablemente la existencia de un acto positivo de ex-
clusión. Por todo lo anterior, parece oportuno concluir que a efectos probato-
rios el dictamen pericial psicológico o psiquiátrico es un instrumento de gran
ayuda para el juez eclesiástico.

155
ANEXOS

I. Fuentes

1.1. Códigos y comentarios

Codex Iuris Canonici, promulgado por S. S. el Papa Benedicto XV el 27 de mayo de 1917 en AAS
9 (1917), II 3-321. Texto latino y versión castellana, (8ª ed.) BAC, Madrid, 1969.
Codicis luris Canonici Fontes. Ed. Gasparri-Seredi, Roma, 1926- 1939.
Código de Derecho Canónico y legislación complementaría. (Miguélez-Alonso-Cabreros), Madrid,
1954.
Código de Derecho Canónico y legislación complementaria. Texto latino y versión castellana, con jurispru-
dencia y comentarios, ed. Pontificia Universidad Eclesiástica de Salamanca, Madrid 1962.
Comentarios al Código de Derecho Canónico (Cabreros-Alonso Lobo-Alonso Morán), Madrid,
1963.
Derecho Canónico Posconciliar. Suplemento al Código de Derecho Canónico. Ed. Miguélez-Alonso
Morán-Cabreros de Anta, Madrid, 1976.
Código de Derecho canónico. Edición anotada. A cargo de P. Lombardía y J. I. Arrieta, Pamplona, 1983.
Código de Derecho Canónico. Edición Comentada por Profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca,
Madrid, 1983.
Codex Iuris Canonici, promulgado por S.S. el Papa Juan pablo II el 25 de enero de 1983, en AAS
75 (1983), II 1-317. Texto bilingüe y comentado, (13ª ed.), BAC, Madrid, 1995.
Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe comentada por los profesores de derecho canónico de la
Universidad Pontificia de Salamanca, ed. De Echeverria L., Madrid 1985.
Codex luris Canonici. Fontium Annotatione et indice analytico- alpphabetico auctus, Ed. Pontificia
Commissio Codici luris Canonici Authenticae Interpretando, Roma, 1989.
Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, auctoritate Ioannis Pauli PP. II promulgatus, Civitas
Vaticana 1990, en AAS (1990), pp. 1045-1363.
Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe y anotada, ed. Inst. Martín Azpilcueta de la Universidad
de Navarra, Pamplona 1992.
Acebal, J. L., “Comentario al canon 1628”, en Código de Derecho Canónico, ibíd., pp.753-757.
Código de Derecho Canónico. Edición comentada, Valencia, 1993.

157
Julio Ortiz Herráiz

Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Cord. A. Marzoa, J. Miras y R. Rodriguez


Ocaña, Pamplona, 1996. Vol. III.
“Comentarios a los cc. 1055-1165”, en Código de Derecho Canónico. Edición anotada, Pamplona
2001.
Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, 5 vols. EUNSA, Pamplona, 3º ed. 2003.

1.2. Documentos Conciliares

Concilio Vaticano II:


• Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium, 4-XII-1963, en AAS 56 (1964).
• Constitución Dogmática Lumen gentium, 21-XI-1964, en AAS 57 (1965).
• Constitución Pastoral Gaudium et spes, 7-XII-1965, en AAS 58 (1966).

1.3. Documentos Pontificios

Pio XII:
• Alloc.: Ad Praelatos Auditores ceterosque Officiales ed Administros Tribunalis Sacrae
Romanae Roate necnon eiusdem Tribunalis Advocatus el Procuratores, 3-10-1941, en AAS
33 (1941).
• Alloc.: Al Tribunale Della Sacra Romana Rota,1-10-1942, : en AAS, 34, (1942).
• Const. Apostolica “Provida Mater Ecclesia” 2-2-1947, en AAS 39 (1947).
Juan Pablo II:
• Litt. Enc. : Redemptor hominis, 4-III-1979, en AAS 71 (1979).
• Adhort. Ap. : Familiaris Consortio, 22-XI-1981, en AAS 74 (1982).
• Alloc.: ad Romanae Rotae Auditores coram admissos, 30-I-1986, en AAS 78 (1986).
• Alloc.: Ad Rotae Romanae Auditores, coram admissos, 5-2-1987, en AAS 79 (1987).
• Alloc.: Ad Rotae Romanae Auditores, 25-1-1988, en AAS 80 (1988).
• Epist. Ap.: Mulieris dignitatem, 15-VIII-1988, en AAS 80 (1988).
• Aloc.: al Tribunal de la Rota Romana, 28-1-1991, en AAS 83, (1991).
• Catecismo de la Iglesia Católica, 11-X-1992, Ciudad del Vaticano (1992).
• Alloc.: ad Romanae Rotae Auditores coram admissos, 29-I-1993, en AAS 85 (1993).
• Litt. Enc.: Veritatis Splendor, 6-VIII-1993, en AAS 85 (1993).
• Littera ad Familias, 2-II-1994, en AAS 86 (1994).
• Alloc.: Ad Rotae Romanae Iudices, 10-2-1995, en AAS 87 (1995).
• Aloc.: al Tribunal de la Rota Romana, 22-1-1996, en AAS 88 (1996).
• Aloc.: a los Miembros del Tribunal de la Rota Romana de 21-1-1999, en AAS 91, (1999.
• Alloc.: ad Romanae Rotae Auditores coram admissos, 21-I-2000, en AAS 92 (2000).
Benedicto XVI:
• Discurso en el Encuentro mundial de las Familias, 8-VII-2006.
• Discurso a los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de Roma sobre “Familia y comu-
nidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe”, 6-VI-2006.

158
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

1.4. Otros documentos de la Santa Sede

Acta Sanctae Sedis, Roma, 1865-1908.


Sacra congregatio sacramentorum, Provida Mater Ecclesia, Instructio servanda a
Tribunalibus diocesanis in pertractandis causis de nullitate matrimoniarum, 15-8-1936,
en AAS 28 (1936), pp. 313-361.
PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI RECOGNOSCENDO, Ex actis
Pontificiae Commissionis Codici Iuris Canonici recognoscendo. Opera consultorum in
apparandi canonum schematibus, en Communicationes 2, (1970), pp. 79-107, 167-195.
Acta Apostolicae Sedis. Commentarium oficiale. Roma, 1909-1997.
SUPREMUM SIGNATURAE APOSTOLICAE TRIBUNAL, Res.: Quesitum de usu periti in cau-
sis nullitatis matrimonii, 16-6-1988, en Periodica 87 (1988), pp. 619-622.
Acta et documenta Pontifíciae Commisionis Codicis Iuris Canonici Recognoscendo. Congregatio Plenaria
Diebus 20-29 Octobris 1981 habita. Ed. Pontificium Consilium de Legum Textibus
Interpretandis. Roma, 1991.
Pontificium Consilium de Legum Textibus. Dignitas Connubii Instructio Servanda a
Tribunalibus Diocesanis e Interdiocecesanis in Pertractandis nullitatis Matrimonii, Città
del Vaticano, 2005.

1.5. Otras fuentes

Sacrae Romanae Rota Decisiones seu Sententiae, Roma,1912-1997.


Ius canonicum et Iurisprudentia Rotalis. CD-ROM, Milán,1995.
Documenta recentiora circa rem matrimonialem et processualem, Ed. I. Gordon- Z. Grocholewski,
Roma, 1977.
“De iurisprudentia rotali recentiore circa simulationem totalem et partialem (cc. 1101 - 2 CIC; 824, -2
CCEO)”, Monitor Ecclesiasticus 122, (1997), pp. 189-234. (A. Sztankiewicz).
Del Amo, L., Sentencias, casos y cuestiones en la Rota española, Eunsa, Pamplona, 1977.
“De iurisprudentia rotali recentiore circa simulationem totalem et partialem (cc. 1101 - 2 CIC; 824, -2
CCEO)”, Monitor Ecclesiasticus 122, (1997), pp. 189-234.
Panizo Orallo, S., “Nulidades de matrimonio por Incapacidad. Jurisprudencia y Apuntes
Doctrinales”, Bibliotheca Salmanticensis 49, Salamanca, 1982.
Jurisprudencia matrimonial de los tribunales eclesiásticos, Universidad Pontificia de Salamanca, 1991.
Della Rocca, F., Colectánea de Jurisprudencia Canónica 49, (1992).
García Faílde, L. J. La nulidad matrimonial hoy: doctrina y jurisprudencia, Ed. Bosch, 1994.
Acebal Luján, J. L., y Aznar Gil, F. R., Decisiones y Sentencias de Tribunales Eclesiásticos Españoles sobre
el Can. 1095, 2º y 3º (II), Universidad Pontificia de Salamanca, 1999.
Relatio super jurisprudentia de ritu in Decisionibus Incidentíbus et Praeliminaribus latis a Tribunals
Apostolico Rotae Romanae, a nova Codificatione Iuris Canonici usque ad praesentiarum (Pars
III), Ed. A. Fanelli, Ciudad del Vaticano, 2000.
Panizo Orallo, S., El matrimonio a debate hoy. Nulidades en el dos mil, ed. Trivium, Madrid, 2001.
Colectánea de Jurisprudencia Canónica (CJC), vols. 1, 2, 4, 5, 7, 8, 11, 13, 14, 15, 17, 18, 19, 20, 21,
58, 59, 60, 61, 62, 63, y 64 (principalmente), Universidad Pontificia de Salamanca.

159
Julio Ortiz Herráiz

Otras fuentes doctrinales y jurisprudenciales son las distintas revistas puntualmente referidas.
(Apollinaris; Communicationes; Estudios eclesiásticos; Il Diritto Ecclesiastico; Ius Canonicum
(IC); Ius Ecclesiae; L’anné e canonique; Monitor Eccleiasticus; Periódica; Revista de Derecho
Privado (RevDerPriv); Revista Española de Derecho Canónico (REDC); Studi di Diritto processua-
le; StuGiu¸ etc.
Asi como los distintos volúmenes de Curso de Derecho Matrimonial y Procesal Canónico para profe-
sionales del Foro (CDMPC), (vols. V; VIII; IX; X; IX, etc.,) Bibliotheca Salmanticensis. Estudios,
Salamanca, Universidad Pontificia.

1.6. Fuentes Web

http://portaljuridico.lexnova.es/
http://www.iustel.com/
www.bac-editorial.com/
http://elpais.com/tag/
http://dialnet.unirioja.es/
http://www.news.va/es
http://w2.vatican.va/content/vatican/es.html (Audiencias, Cartas, Cartas Apostólicas,
Constituciones Apostólicas, Discursos, Encíclicas, Exhortaciones Apostólicas, etc.,)
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm [Catecismo
de la Iglesia Católica, Libros y Documentos del Concilio Vaticano II (Constituciones,
Declaraciones, Decretos) ] 
http://biblioteca.ugr.es/pages/biblioteca_electronica/bases_datos/aranzadi-online-westlaw
(Bases de datos: Westlaw-Aranzadi, Base del Conocimiento Jurídico IUSTEL).

II. Jurisprudencia

2.1. Sentencias de la Sacra Rota Romana

Sent. c. Abbo, 30-1-1969, SRRD 61, pp. 115-123.


Sent. c. Abbo, 30-1-1978, n. 2, SRRD 70, (1978), pp. 93.
Sent. c. Alwan, 20-4-1999, RRT 91, pp. 298-311.
Sent. c. Alwan, 12-4-2002, SRRD 94, (2010), pp. 233-242.
Sent. c. Anné, 28-6-1965, SRRD 57, n. 13, p. 512.
Sent. c. Anné, 13-2-1968, SRRD 60 (1968), dec. 32, n. 4, p. 91.
Sent. c. Anné, 25-2-1969, SRRD 61, pp. 174-192.
Sent. c. Anné, 28-6-1969, SRRD 61, n. 5; y de 21-3-1970, n. 6.
Sent. c. Anné, 19-12-1969, SRRD 61, pp. 1172-1179.
Sent. c. Agustoni, 9-5-1973, SRRD 65, (1973), pp. 409-417.
Sent. c. Agustoni,21-3-1986, SRRD 78, pp. 204-212.

160
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Sent. c. Arokiaraj, 13-3-2008, Studia Canonica 42, (2008), pp. 525-540.


Sent. c. Bejan, 9 -11-1961, SRRD 53, p.497, n.6
Sent. c. Bejan,10-5-1967, SRRD 56, n.5.
Sent. c. Bejan, dec. 7-2-1968, SRRD 60, n. 6, pp. 67-68,
Sent. c. Bennan, 20-X-1965, SRRD 57 (1965), p.693, n. 8.
Sent. c. Boccafola, 16-1- 1989, n. 9, SRRD 81, 12.
Sent. c. Boccafola, 24-1- 1991, ARRT 83, 1994, pp. 50-51, nn.5-6.
Sent. c. Boccafola, 14-1-1999, SRRD 91, pp. 1-8.
Sent. c. Boccafola, 11-4-2002, SRRD 94, (2010), pp. 212-222.
Sent. c. Bonet, 2 -5-1953, n. 2, SRRD 45, 311
Sent. c. Bonet, 22 -3-1955, n. 2, SRRD 46, 251.
Sent. c. Bonet, 22-5-1961, SRRD 47, n.5.
Sent. c. Bonet, 2-2-1967, SRRD 48, nn.5-7.
Sent. c. Bottone, 21-11-2002, SRRD 94, (2010), pp. 662-667.
Sent. c. Bottone, 5-12-2003, SRRD 95, (2012), pp. 753-757.
Sent. c. Brennan, 27-6-1950, n. 2, SRRD 42, 403.
Sent. c. Brennan, 16-2-1956, SRRD 48, p. 120, n.5.
Sent. c. Brennan, 30-4-1957, SRRD 49, p.372,n.3.
Sent. c. Bruno, 23 -6-1982, SRRD 74, (1982), pp. 434-435.
Sent. c. Bruno de 30 -3-1984, TASRRD, Della Rocca, op. cit. p. 183.
Sent. c. Bruno, 30-3- 1984, Della Rocca., F.,op. c.,p.183.
Sent. c. Bruno, 22-6-1984, SRRD 76, pp. 438 ss.
Sent. c. Bruno, 15-2- 1985, nn. 3-5, SRRD 77, 76 ss.
Sent. c. Bruno, 24-7- 1985, nn. 14-15, RRD 77, pp. 411-412.
Sent. c. Bruno, 1-2-1991, RRD, V. 83, pp. 67-68.
Sent. c. Bruno,19 -7-1991, Monitor Eclesiasticus 117, (1992), n. 6, p.170.
Sent. c. Bruno, 7-7-1995, Jurisprudentia Tribunalis Apostolici Rotae Romanae, Monitor
Eclesiasticus, (1997), pp. 198-213.
Sent. c. Bruno, 18-4-1997, RRDec. 89, (1997), pp. 335-341.
Sent. c. Burke, 13-6- 1988, RRD 80, nn. 21-23, pp. 383-384.
Sent. c. Burke, 17-6-1993, Ius Ecclesiae 7, 1995, p. 221.
Sent. c. Burke, 14 -7-1994, Monitor Eclesiasticus 120, 1995, n. 8, p. 528.
Sent. c. Caberletti, 15-4-2000, SRRD 92, (2000), pp. 292-306.
Sent. c. Caberletti, 24-10-2003, SRRD 95, (20012), pp. 618-633.
Sent. c. Canestri, 16 -7- 1943, SRRD 35. Sent. c. Canestri, 16-6-1945, SRRD 37, dec. 42, n. 24,
p. 397.
Sent. c. Canestri, 10-12-1953, n. 2, SRRD 45, p. 759. Sent. c. Cattani Amadori, n.3, p. 172,
dec. XVIII/1920, SRRD 49, (1957), pp. 842-849, SRRD 82, (1990), p. 229.
Sent. c. Ciani, 30-10-2002, SRRD 94, (2010), pp. 590-597.
Sent. c. Ciani, 6-6-2001, SRRD 93, (2009), pp. 460-470.

161
Julio Ortiz Herráiz

Sent. c. Ciani, 21-5-2003, SRRD 95, (2012), pp. 319-333.


Sent. c. Civili, 23-10- 1991, ARRT 83, (1994), n.28, p. 356,
Sent. c. Civili, 23-10-1991, ARRT 83, (1994), n. 15, pp. 573-74.
Sent. c. Colagiovanni, 8-7-1986, RRD 78, (1986), p. 427.
Sent. c. Colagiovanni, 15-1-1987, SRRD 79, 5.
Sent. c. Colagiovanni, 15-3-1983, SRRD 75 (1983), pp. 96-105.
Sent. c. Colagiovanni, 9-4-1991, ARRT 83, (1994),p. 233, n.18 (n. 12, pp. 230-31).
Sent. c. Colagiovanni, 16-10-1991, ARRT 83, (1994), pp.539-40, n.16. Sent. c. Corso, 16-4-
1986, SRRD 78, (1991), p. 244, n.6. Sent. c. Corso, 18-1-1989, SRRD 81, nn. 13-14, 25-26.
Sent. c. Chimenti, 14-3-1924, n. 3, SRRD 16, 108.
Sent. c. Davino, 10-1-1985, SRRD 77, (1985), pp. 1-10.
Sent. c. Davino, 24-3-1985, ARRT 77, (1990), 180-88. Sent. c. Davino, 17 -1-1986, ME 111,
(1986), pp. 283-289. Sent. c. Davino, 15-10- 1987, RRD 79, n. 2, p. 532; (n. 13, p. 537).
Sent. c. Davino, 24-1-1991, ARRT 83, (1994), n.7, p.41; (n.13, y p.45).
Sent. c. Davino, 24-1- 1991, ARRT 83, (1994), n.6, p.40.
Sent. c. De Jorio, 29-4-1964, SRRD 56, n. 7, p.314.
Sent. c. De Jorio, 24-7- 1968, SRRD 60, pp. 601-604. Sent. c. De Jorio, 28-5-1969, SRRD 6, p. 558.
Sent. c. De Jorio, 27-10-1971, n. 5, SRRD 53, p. 785. Sent. c. De Jorio, 22-2-1984, n. 4.
Sent. c. De Lanversin, 18 -2-1984, SRRD 76, (1989), p.100, n.3. Sent. c. De Lanversin, 24-7-
1985, n. 17, SRRD 77, p. 422. Sent. c. De Lanversin, 26-6-1991, SRRD 83, (1994), p.425,
n.12. Sent. c. Di Felice, 26-2-1983, SRRD 80, (1993), p.62, n.3.
Sent. c. Defilippi, 22-7-1999, RRT 91, pp. 557-573.
Sent. c. Defilippi, 25-7-2002, SRRD 94, (2010), pp. 468-487.
Sent. c. Doran, 22-2-1990, RRD 82, (1990), pp. 126-137. Sent. c. Egan, 2-3-1974, SRRD 66
(1974), p.1965, n. 9. Sent. c. Egan, 19-7-1984, n. 4, SRRD, 76, 479. Sent. c. Egan, 1-3-
1984, Della Rocca, F., op. cit., p. 221.
Sent. c. Ewers, 22-6-1968, SRRD 60, dec. 133, pp. 476-85. Sent. c. Ewers, 6-12-1969, SRRD 62, n.
3. Sent. c. Ewers, 10 -2-1973, SRRD 65, (1973), pp. 88-89.
Sent. c. Faltin, 24-5- 1991, ARRT 83, (1994), n.10, p.334.
Sent. c. Faltin, 30-10-1991, ARRT 83, (1994), n.12, p.696, y n.22, p.704. Sent. c. Faltin, 30-
10-1991, ARRT 83, (1994), n.24, pp. 704-5. Sent. c. Faltin, 14-12-1994, Jurisprudentia
Tribunalis Apostolici Rotae Romanae, Monitor Eccleiasticus, pp. 380-398.
Sent. c. Faltin, 9-4-1997, RRDec, 59, n.9, p.251.
Sent. c. Felici, 5-12-1951, SRRD, Vol. XLIII, dec. III, n. 11, pp. 756-757. Sent. c. Felici, 24-4-
1956, SRRD 48, 24-4-1956, n. 3 p. 402. Sent. c. Felice, 2-4-1957, SRRD 49, (1957), pp.
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Sent. c. Felici, 17-12-1958, SRRD 49, (1958), pp. 842-849.
Sent. c. Felici, Discurso, 21-II-1977, Comm. 9 (1977), p. 180.
Sent. c. Ferraro, 20-7-1982, TASRRD, Della Rocca, op. cit. p. 92. Sent. c. Fideccicchi, 1-5- 1951,
RRD 43, n. 2, p. 341. Sent. c. Filipiak, dec. XX/1949, n.3, p. 109. Sent. c. Filipiak, 9-7-
1951, RRD 43, n. 2, p. 511. Sent. c. Filipiak, 22-2- 1957, RRD 49, nn. 4 y 5, p. 122. Sent.
c. Filipiak, 25-5- 1968, SRRD 60, n. 2, p. 366. Sent. c. Fiore, 18 -10-1972, SRRD 64, pp.
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162
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

SRRD 82, (1990), pp. 369 y 373. Sent. c. Florczac, 31-7-1928, S.R.R.D XX, Dec. 36, n.
3, pp. 334-336. Sent. c. Funghini, 22-1-1986. Sent. c. Funghini, 22 -2-1989, RRD 81, n.
8, p. 135. Sent. c. Funghini, 22-2-1989, RRD 81, n. 14, pp. 138-139. Sent. c. Funghini,
5-12-1990, RRD 82, pp. 122. Sent. c. Funghini, 17-4-1991, ARRT 83, (1994), nn.7-8, pp.
250-51.
Sent. c. Funghini, 17-4-1991, ARRT 83, (1994), n.17, p.259. Sent. c. Funghini,23-10- 1991,
ARRT 83, (1994), n.10, p.610.
Sent. c. Funghini, 5-6-1996, RR Dec. 88, pp. 434-444.
Sent. c. Funghini, 15-4- 1997, ME 125, (2000), pp. 16-78.
Sent. c. Giannecchini, 14-5-1982, TASRRD, Della Rocca, F.,op.c., p. 65. Sent. c. Giannecchini,
19-11-1982, SRRD 74 (1982), p. 540.
Sent. c. Giannecchini, 19-7-1983, ME 109, (1983), pp. 234-244.
Sent. c. Giannecchini, 23-1-1996, RR Dec. 88, pp. 42-51. Sent. c. Giannecchini, 14-6-1988,
SRRD 80, (1993), p. 389. Sent. c. Giannecchini, 14-6- 1988, SRRD 80, nn. 10-11, pp. 394-
395. Sent. c. Giannecchini, 25 -10-1988, SRRD 80, (1988), n. 2, pp. 551-552.
Sent. c. Giannecchini, 25 -10-1988, ME 114 (1988), pp. 439-449.
Sent. c. Giannecchini, 18-12-1990 II/1926, Sent. c. Giannechini, 18 -5-1991, Il Diritto Eccleiastico
102, (1991/II), n.4, p. 488.
Sent. c. Giannechini, 12 -7-1991, ARRT 83, (1994), n. 2, pp.441-42. Sent. c. Guglielmi, 17
agosto 1926, SRRD 18, n. 3, p. 17. Sent. c. Grazioli, II/1926, n.11, pp. 232-233. Sent. c.
Grazioli, 18-6-1943, SRRD XXXV, dec.46, n.4, p. 454. Sent. c. Grazioli, SRRD 29, dec.
56, n. 6, p. 559. Sent. c. Guglielmi, 24-10-1934, RRD 26, nn. 4. 15, pp. 673. 678. Sent. c.
Heard, 25-3-1941, SRRD 33, n. 3-5, pp. 193-194. Sent. c. Heard, 19-6-1943, SRRD 35, pp.
466-481. Sent. c. Heard, 22-3-1947, SRRD 39, n. 2, p. 47. Sent. c. Heard 27-6-1959, SRRD
51, dec. 115. Sent. c. Huber, 26-11-1993, SRRD 85, n. 7, p. 725.
Sent. c. Huber, 27-10-1999, RRT, 91 626-635.
Sent. c. Huber, 23-7-2003, SRRD 95, (2012), pp. 525-536.
Sent. c. Huot, de 22-4-1982, SRRD 74, (1982), p. 193. Sent. c. Janasik, 4 -12-1941, SRRD 33,
nn. 5-7, pp. 887-890. Sent. c. Janasaki, 4-12-1941, SRRD Vol. XLIII, dec. 82, n. 12. Sent.
c. Jarawan, 19-2-1985, RRD 77, n. 6, p. 119. Sent. c. Jarawan, 30-9-1987, SRRD 79, n.
7, p. 226. Sent. c. Jarawan 17- 4-1991, ARRT 83, (1994), n. 8¸ p.267. Sent. c. Jarawan
16-10-1991, ARRT 83, (1994), n. 5, p.550. Sent. c. Jullien 23-3-1925, SRRD 17, n. 2, p.
131. Sent. c. Jullien, dec.XXXVIII/1933, n.8, p. 332. Sent. c. Jullien dec. XVII/1933
cit.n.10, p. 140. Sent. c. Jullien,10-11- 1934, RRD 26, p. 729. Sent. c. Jullien 10-12-1934,
RRD 26, n. 3, p. 279. Sent. c. Jullien, 13-11-1937, SRRD 29, p. 664. Sent. c. Jullien, 23-6-
1938, RRD 30, n. 2, p. 345. Sent. c. Jullien, 30-7-1940, SRRD 32, dec.57, n.4, p.630. Sent.
c. Jullien 8-2-1943, SRRD 35, n. 2, p. 123. Sent. c. Jullien, 1-6-1943, SRRD 35, n. 4, p. 38.
Sent. c. Jullien, 16-7-1946, RRD 38, n. 3, p. 395.
Sent. c. Jullien 25-7- 1949, RRD 41, pp.416-42. Sent. c. Lamas, 15-3-1956, SRRD 48, dec. 57.
Sent. c. Lanversin, 18-2-1984, ARRT 76, (1989), n. 3, p. 100.
Sent. c. Lanversin, 26-6-1991, SRRD 83, (1994), n. 12, p. 425.
Sent. c. Lanversin, 30-V- 1991, Monitor Ecclesiasticus 117, (1992), p. 55. Sent.c. Lefebvre, 26-
4-1958, SRRD 50, dec. 85. Sent.c. Lefebvre, 19 -12-1959, SRRD 51, dec. 185. Sent.c.
Lefebvre, 27-1-1968, SRRD 63, n. 3. Sent. c. Lefebvre, 18-5-1968, SRRD 63, n. 3. Sent. c.
Lefebvre, 10 -7-1971, SRRD 63, dec. 159. Sent. c. Lefebvre, 31-1-1976, EIC 32, (1976), p.
285. Sent. c. Lega, 30-8-1911, SRRD 3, dec. 40, n. 24, p. 471.

163
Julio Ortiz Herráiz

Sent. c. López- Illana, 15-1-2000, RRT 92, pp. 25-53, LEV, 2007.
Sent. c. López- Illana, 15-1-2003, SRRD 95, (2012), pp. 38-55.
Sent. c. Mannucci, 20-12-1926, SRRD 18, n.2, p. 222. Sent. c. Many, 21-1- 1911, SRRD 3, pp. 16-
17. Sent. c. Many, 29-2- 1916, RRD 8, p. 53. Sent. c. Massimi, 7-2-1925, SRRD 17, n. 8, 62.
Sent. c. Massimi, 10-8-1928, SRRD 20, Dec. 44, pp. 392-393. Sent. c. Massimi, 16-5-1933,
SRRD 25, dec.36, n.8, p.315. Sent. c. Massimi, 9-4-1934, RRD 34, nn. 7-12, p. 169-172.
Sent. c. Mattioli, 30-10-1953, SRRD 45, dec. 101, n. 2, p. 642. Sent. c. Mattioli, 24-3-
1956, SRRD 48.
Sent. c. Mattioli, 11-12-1958, RRD 50, dec. 210. Sent. c. Mattioli, 22-10-1964, SRRD 56, dec.
134. Sent. c. Mattioli, 31-3-1966, «in jure» B.
Sent.c. Monier, 26-3-1999, RRT 91, pp. 213, 321.
Sent.c. Monier, 4-7-2003, SRRD 95, (2012), pp. 456-465.
Sent.c. Monier, 27-10-2006, Studia Canonica 43, (2009), pp. 243-260.
Sent. c. Morano, 26-6-1934, RRD 34, n. 11, p. 456. Sent. c. Mori, 24-6-1909, SRRD 1, p. 108. Sent.
c. Mundy, 26-5-1970, SRRD 62, nn. 9-10, p. 534. Sent. c. Palazini, 17-12-1965, SRRD 57,
dec. 196, n.7. Sent. c. Palestro, 16 -5-1990, RRD 82, n.8, pp. 368 ss. Sent. c. Palestro,
6 -6-1990, ARRT 76, 1989, pp. 367-79. Sent. c. Palestro, 27-5- 1992, Monitor Ecclesiasticus
117, (1992), n.5, pp.459-60. Sent. c. Parisiella, 16 -6-1983, SRRD 75, (1988), nn.2-3, pp.
343-43. Sent. c. Parisiella, 15-3-1984, SRRD 76, n. 23, p. 165. Sent. c. Parisiella, 24 -5-
1984, ARRT 76, (1989), n. 7, p.297. Sent. c. Parisiella, 11-5-1987, M.E. 103, (1978), p.
395. Sent. c. Parrillo, 12-8-1929, SRRD 21, dec. 52. Sent. c. Pinna, 4 -8-1953, n. 3, SRRD
45, 563. Sent. c. Pinna, 4-4-1963, SRRD 55, dec. 157, pp. 961-962.
Sent. c. Pinto, 30 -7-1969, SRRD 61, n. 5, p. 903. Sent. c. Pinto, 17-VI-1974, SRRD 66, (1974),
n.4, p.447. Sent. c. Pinto, 20-4-1979, M.E. 104, (1979), p. 396. Sent. c. Pinto, 23-11-
1979, M.E. 105, (1980), p. 393. Sent. c. Pinto 18-12-1979, M.E. 105, 1980), p. 376. Sent.
c. Pompedda, 19-10-1990, ARRT 82, 1994, p. 688, n. 8. Sent. c. Pompedda, 23-10-1991,
ARRT 83, (1994), n.5, p.566. Sent. c. Pompedda, 1-6-1992, ARRT 84, (1995), n. 7,
pp.324-25.
Sent. c. Pompedda, 19-10-1992, SRRD 84, (1992), pp. 493-501.
Sent. c. Prior, 10-8-1912, SRRD 4, n. 11, p. 405. Sent. c. Prior, 10-12-1914, SRRD 6, dec.33, n.18,
p. 349. Sent. c. Prior, 6-7-1914, RRD 6, p. 245. Sent. c. Prior, XXVIII/1921, n.5, p. 266.
Sent. c. Prior, XVI/1921, dec. X/1921, n.6, p. 104. Sent. c. Prior, XVI/1922, decano,
n.6, p.149. Sent. c. Quatrrocolo, dec. LVII/1929, n.17, p. 486. Sent. c. Quatrrocolo,
24-3-1931, SRRD 23, dec. 19. Sent. c. Quattrocolo, 14-3-1933, SRRD 25, (1933), n.10,
p.140. Sent. c. Quattrocolo, 19-6- 1934, RRD 26, n. 5, p. 144. Sent. c. Quattrocolo,
16-6-1937, SRRD 29, n. 14, p. 68. Sent. c. Quattrocolo, 21-12-1941, SRRD 33, n. 4, p.
207. Sent. c. Ragni, 19-7-1983, ARRT 75, (1988), n.4, p.465. Sent. c. Ragni, 16-6-1987,
RRD 79, n. 11, p. 379. Sent. c. Ragni, 11-6-1993, ARRT 83, (1994), n.4, p.401. Sent. c.
Rogers 17-7- 1964, SRRD 56, n. 2, p. 504.
Sent. c. Rogers, 14 -11-1967, SRRD 59.
Sent. c. Rogers, 21 -11-1967, SRRD 59, dec. 186. Sent. c. Rogers, 11-7-1972, SRRD 64, nn. 2-4,
p. 442.
Sent. c. Sabattani, 13-10-1956, SRRD 48, n. 3, p. 785. Sent. c. Sabattani, 21-6- 1957, SRRD 49,
dec. 132. Sent. c. Sabattani, 17 enero 1958, SRRD 58, n. 2, p. 19. Sent. c. Sabattani, 11-
1-1963, SRRD 55, dec. 4. Sent. c. Sabattani, 29-10-1963, RRD 5, n. 3, p. 706.
Sent. c. Sabattani, 20-12-1963, SRRD 55, dec. 157, pp. 961-962.

164
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Sent. c. Sable, 12-6-2003, SRRD 95, (2012), pp. 351-358.


Sent. c. Sciacca, 25-10-2002, SRRD 94, (2010), pp. 563-579.
Sent. c. Sciacca, 28-11-2003, SRRD 95, (2012), pp. 718-724.
Sent. c. Sebastianelli, 10-3- 1916, SRRD 8, n. 3, p. 140. Sent. c. Serrano, 13-12- 1991, ARRT 83,
1994, nn.6-7, pp. 729-80.
Sent. c. Serrano, 14-3-2003, SRRD 95, (2012), pp. 158-165.
Sent. c. Serrano, 3-10-203, SRRD 95, (2012), pp. 570-578.
Sent. c. Staffa, 21-5-1948, SRRD 40, 1948, dec.40, n. 2, p.186. Sent. c. Staffa, 23-2-1951, RRD
43, n. 7, 144. Sent. c. Stanckiewicz, 13-5-1978, Ephemerides Iuris Canonici, (1978), n. 7, p.
384. Sent. c. Stanckiewicz, 23-6-1978, Ephemerides Iuris Canonici, (1979), p. 290. Sent. c.
Stanckiewicz, 20-4-1989, RRD 81, n. 11, p. 286.
Sent. c. Stanckiewicz, 26 -3-1990,SRRD 82, 1990, p. 229.
Sent. c. Stanckiewicz, 28 -5-1991, ARRT 83, 1994, nn. 12-13, pp. 348-49.
Sent. c. Stanckiewicz, 7-3-1991, ARRT 83, 1994, n. 10, p. 152.
Sent. c. Stanckiewicz, 24-2-1994, en ME 120 (1995), pp. 493-94.
Sent. c. Stanckiewicz, 24-6-1997, ME 124, (1999), pp. 614-628.
Sent. c. Stanckiewicz, 27-11-2003, SRRD 95, (2012), pp. 692-707.
Sent. c. Stanckiewicz, 27-2-2004, Ius Ecclesiae 22, (2010), pp. 71-90.
Sent. c. Teodori, 14-1- 1950, RRD 42, n. 3, p. 17. Sent. c. Teodori, 28-1- 1950, RRD 42, n. 2, pp.
42-54. Sent. c. Teodori, 10-3-1950, RRD 18, n. 3, p. 354.
Sent. c. Turnaturi, 20-1-2000, RRT 92, (2000), pp. 64-74.
Sent. c. Turnaturi, 11-12-2003, SRRD 95, (2012), pp. 758-776.
Sent. c. Verginelli, 17-7-2002, SRRD 94 (2010), pp. 448-457.
Sent. c. Verginelli, 29-11-2002, SRRD 94 (2010), pp. 737-745.
Sent. c. Wynen, 1-3- 1934, RRD 26, n. 18, p. 78. Sent. c. Wynen, 10-6-1939, SRRD 31, dec.9,
pp.389-403. Sent. c. Wynen, 23-5-1941, SRRD 33, n. 6, p. 437. Sent. c. Wynen, 11-6-1942,
SRRD 34, dec.47, n.7, p.502. Sent. c. Wynen, 22-1-1944, SRRD 36, n. 2, p. 57.

2.2. Sentencias del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica

Sent. c. Alonso Rodríguez, B., 23-2-1987, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en


J. L. ACEBAL-F. AZNAR, (Eds.), Jurisprudencia matrimonial de los Tribunales eclesiásticos
españoles, Salamanca, 1991, p. 300.
Sent.c. Alonso Rodriguez, B., 15-2-2001, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica,
Decreto ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 19ª del
análisis experimental).
Sent. c. De Celis, 13-6-2003, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica. Decreto
Ratificatorio.
Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 1ª del análisis experimental).
Sent. c. De Celis, 28-5-2004, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto ra-
tificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 17ª del análisis
experimental).

165
Julio Ortiz Herráiz

Sent. c. De Celis Fernández, 2-2-2010, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto


ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 10ª del análisis
experimental).
Sent.c. García Faílde, 28-9-1978, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en Algunas
Sentencias y Decretos, Salamanca, Bibliotheca Salmanticensis, Estudios 45, (1981), p.62, n.11
Sent. c. García Faílde, 14-6-1988, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en J. L.
ACEBAL-F. AZNAR, (Eds.), Jurisprudencia matrimonial de los Tribunales eclesiásticos españo-
les, Salamanca, 1991, p. 281.
Sent.c. J. J. García Faílde, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto ratificatorio
18-3-2000. Sin publicar.
Sent.c. J. J. García Faílde, 18-3-2000. Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 18ª del análisis
experimental).
Sent. c. García Faílde, 1-2-2005, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 4ª del análisis
experimental).
Sent. c. García López, 20 -11-2010, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica. Sin
publicar.
Sent. c. Gil de Las Heras, 10-6-1998, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 7ª del análisis
experimental).
Sent. c. Gil de Las Heras, 22-5-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 8ª del análisis
experimental).
Sent. c. Gil de Las Heras, 7-9-2009, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 15ª del análisis
experimental).
Sent. c. Heredia, 24-1-2008, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto ra-
tificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 12ª del análisis
experimental).
Sent. c. Heredia Esteban, 15-6-2011, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 3ª del análisis
experimental).
Sent. c. Heredia Esteban, 7-9-2009, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica. Sin publi-
car, decreto no ratificatorio referida a una sentencia del Tribunal Eclesiástico de Madrid.
Sent. c. Iniesta, 1-2-2005, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto ratificatorio.
Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 13ª del análisis experimental).
Sent. c. Iniesta, 11-5-2006, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica. Sin publicar.
Confirmada Por Decreto ratificatorio sent. c. Ponce de 10-7-2006. Sentencia no publi-
cada, fuente propia.
Sent. c. León Rey, 7-9-2009, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto ra-
tificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 11ª del análisis
experimental).
Sent. c. Martínez Valls, 21-3-1997, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 5ª del análisis
experimental).

166
Connotaciones psicológicas de la simulación en el matrimonio canonico

Sent. c. Morán Bustos, 11-9-2009, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto


ratificatorio. Sin publicar (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 14ª del análisis
experimental).
Sent.c. Morán Bustos, 31-5-2010, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 16ª del análisis
experimental).
Sent. c. Panizo Orallo, 26-6- 1995, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en CJC 43
(1995), p. 97-109; en REDC 139 (1995), pp. 847-859.
Sent. c. Panizo Orallo, 15-12-1999. Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 6ªdel análisis
experimental).
Sent. c. Panizo Orallo, 7-7-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en J. L
López Zubillaga, (Ed.) Iustitia Ecciesiae. Homenaje al Prof. Dr. D. Juan José García
Faílde, Salamanca, 2004, pp. 156-157.
Sent. c. Panizo Orallo, 7-10-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en GIC 58
(2003) 19; en REDC 154 (2003), p. 301.
Sent. c. Panizo Orallo, 11-10-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, en CJC
58, (2003), pp, 287-303.
Sent. c. Panizo Orallo, 21-11-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, decre-
to ratificatorio, que confirma la sent. del Tribunal eclesiástico de Mérida-badajod,
7-abril-2000, en S. Panizo Orallo, El Matrimonio a debate hoy. Nulildades en el 2000,
Trivium, Madrid, 2001. pp. 458-472.
Sent.c. Panizo Orallo, 20-12-2000, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio, en S. Panizo Orallo, El Matrimonio a debate hoy. Nulildades en el 2000,
Trivium, Madrid, 2001. pp. 573-585. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 20ª del
análisis experimental).
Sent. c. Panizo Orallo, 12-7-2002, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, confirma-
da por Decreto c. de Celis Fenández de 28-5-2004. Depositada en el Archivo de senten-
cias del Tribunal Eclesiástico de Madrid.
Sent. c. Panizo Orallo, 24-4-2003, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica. Depositada
en el Archivo de causas matrimoniales del Tribunal Eclesiástico de Madrid.
Sent. c. Panizo Orallo, 15-6-2003, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 9ª del análisis
experimental).
Sent. c. Ponce Gallén, 23-2-2004, Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica, Decreto
ratificatorio. Sin publicar. (Sita en el cap. V (5.2) de la 2ª parte, causa 2ª del análisis
experimental).

2.3. Sentencias de la Audiencia Provincial

Sent. c. Carrera Ibarzabal, J., 15-2-2007, Audiencia Provincial de Pontevedra, Sec. 6ª.
Accesible en Web: http://portaljuridico.lexnova.es/
Sent. c. Chamorro Valdés, J. A, 14-3-2008, Audiencia Provincial de Madrid, Sec.22ª. Accesible
en Web: http://portaljuridico.lexnova.es/

167
Julio Ortiz Herráiz

Sent. c. De Motta García-España, J. E., 27-4-2004, Audiencia Provincial de Valencia, Sec. 10ª.
Accesible en Web: http://portaljuridico.lexnova.es/
Sent. c. Díez Núñez, J. J., 30-5-2007, Audiencia Provincial de Málaga, Sec. 6ª, Accesible en Web:
http://portaljuridico.lexnova.es/
Sent. c. Sánchez Franco, A., 10-9-2003, Audiencia Provincial de Madrid, Sec. 24ª. Accesible en
Web: http://portaljuridico.lexnova.es/
Sent. c. Val Suárez, C., 30-9-1997, Audiencia Provincial de Madrid, Sec. 22ª. Accesible en Web:
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