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ASÍ SE MIENTE
CON ESTADÍSTICAS
Cómo nos manipulan con gráficos y curvas

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ASÍ SE MIENTE
CON ESTADÍSTICAS
Cómo nos manipulan con gráficos y curvas

Walter Krämer

Editorial
Tébar Flores

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Datos de catalogación bibliográfica:
Así se miente con estadísticas
Cómo nos manipulan con gráficos y curvas
Walter Krämer

EDITORIAL TÉBAR FLORES, S.L., Madrid, año 2019


ISBN digital: 978-84-7360-669-1
Materias: JHBC Investigación social y estadística. PBT Probabilidad y estadística.
Formato: 150 × 210 mm
Páginas: 200

www.tebarflores.com
Todos los derechos reservados. Queda prohibida, salvo excepción prevista en
la Ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y
transformación de esta obra sin contar con la autorización expresa de Editorial
Tébar Flores. La infracción de estos derechos puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal).

Así se miente con estadísticas


Cómo nos manipulan con gráficos y curvas
Walter Krämer

Título original: SO LÜGT MAN MIT STATISTIK, de Walter Krämer


© 2015 by CAMPUS VERLAG GmbH, Frankfurt
“Este libro fue negociado por mediación de Ute Körner Literary Agent, Barcelona
- www.uklitag.com”

© 2019 Editorial Tébar Flores, S.L.


C/ Matilde Hernández, 34
28019 Madrid
Tel.: 91 550 02 60
Fax: 91 550 02 61
ventas@tebarflores.com
www.tebarflores.com
ISBN digital: 978-84-7360-669-1

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Índice
Prólogo a la nueva edición ........................................................... 11
Prólogo ........................................................................................... 15
El espejismo de la precisión .......................................................... 19
Atención, ¡curvas! .......................................................................... 31
Los perros prefieren morder a los hombres ............................... 51
La confusión del abogado ............................................................. 61
Promedios manipulados ............................................................... 67
Porcentaje ostentoso ..................................................................... 77
Tendencias engañosas .................................................................. 87
El superlativo sintético ................................................................. 95
La muestra preclasificada .............................................................. 103
El pictograma trucado ................................................................... 117
Cómo suena un árbol si cae en un
bosque en el que no hay nadie ..................................................... 129
¿Son estadísticas o es realmente paro? ........................................ 143
Ricos y pobres: ¿somos todos iguales? ......................................... 151
Todos los mapas tienen truco ...................................................... 161
Correlación y causalidad ............................................................... 171
El ruido de los aviones produce sida ........................................... 183
¿De qué números nos podemos fiar?............................................ 193

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“Dicen que los números gobernarán el mundo, lo que no dicen
es si los números que gobiernen, nos gobernarán bien o mal”.
Johann Wolfgang von Goethe,
Conversaciones con Eckermann

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Prólogo a la nueva
edición

¿Puede haber una alegría mayor para un autor que le pidan que es-
criba un prólogo para un libro que salió hace 25 años? Imposible.
Eso significa que la gente todavía lo está comprando. Y no fue pre-
cisamente algo que estuviera entre mis planes, mientras lo escribía
durante el verano de 1990 en una granja antigua de Devonshire, en
Inglaterra. Desde entonces, se ha convertido en un clásico, con do-
cenas de ediciones y traducciones al italiano, al coreano, al chino...
Como autor es algo genial, como experto en estadísticas sin em-
bargo, es tan bueno como malo. Bueno, por un lado, porque signi-
fica que las personas se interesan por el tema, y malo, por el otro,
porque este asunto de la estadística sigue siendo polémico. Hay que
decir que cierto tipo de manipulaciones parecen haberse vuelto me-

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nos frecuentes en estos últimos años. Gráficos con datos recortados
de manera selectiva para mostrar solo determinados aspectos, como
se muestra en el capítulo Atención, ¡curvas!, se ven cada vez me-
nos, y los periodistas, que son los principales proveedores de estos
ejemplos, han aprendido mucho. Pero se están colando otro tipo
de abusos. No voy a mencionar la brutal falsificación de cuentas
estatales en Grecia (algo que, por cierto, también hizo la República
Democrática Alemana en su momento y veremos en el capítulo 17).
A otro nivel, más profundo quizás, pero con unas consecuencias
igualmente fatales a largo plazo para los lectores, este tipo de abusos
empeoran cuando se trata de temas que nos producen gran incerti-
dumbre y que son expuestos a los medios de manera absolutamente
manipulada, con ayuda de probabilidades y porcentajes. Muchos de
estos errores son una consecuencia, no de una falta de escasa inte-
ligencia o de poca cultura, sino del “cableado” de nuestros cerebros,
casi como si se tratara de una herencia genética heredada de los si-
mios de África de hace miles de años.
Como ha intentado demostrar el psicólogo y premio Nobel Daniel
Kahneman en su best seller mundial Pensar rápido, pensar despa-
cio, hay una parte del cerebro que hemos heredado de los simios
y que se llama sistema 1. El sistema 1 consiste en que una parte de
nuestro cerebro funciona como un analista de estadísticas, el pro-
blema es que este analista es bastante malo. El cerebro puede sumar
y comparar totales, pero es incapaz de hacer promedios, multiplicar
o dividir (y, de hecho, es incapaz de hacer raíces cuadradas y de
calcular logaritmos). Y una gran parte de nuestro pensamiento (de
nuestro pensamiento rápido), que funciona de manera casi automá-
tica y sin una intervención consciente, el llamado sistema 1, comete
muchos errores, por ejemplo, a veces, en lugar de multiplicar, suma.
Y muchas conclusiones erróneas de las estadísticas las causa precisa-
mente este mecanismo.

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Esta fuente de mal funcionamiento del cerebro posiblemente sea
genética. Significa que en 100.000 años ya no habrá libros como
este. Pero lo que intenta este libro es llamar la atención sobre lo que
Kahneman designa como el sistema 2, la parte de nuestro cerebro
que regula el pensamiento lento y que solo funciona con esfuer-
zo voluntario y trabajo; el “verdadero pensador”, por así decirlo. Es
por eso que solo activamos esta parte si creemos que vale la pena.
Y este libro quiere demostrar que sí vale la pena, quiere animar a
sus lectores a que cuando traten con estadísticas usen con más fre-
cuencia que hasta ahora al “verdadero pensador”; con la esperanza
de que, como decía el conocido analista alemán Ernst Wagemann,
lo correcto reluzca entre lo erróneo: “La experiencia misma ha pro-
bado —escribió Wagemann en 1935 en su libro Narrenspiegel der
Statistik (que podría traducirse por Las tomaduras de pelo de las
estadísticas)— que entendemos mejor la esencia de las cosas si ob-
servamos su lado negativo”. Sobre este lado negativo veremos más
que suficiente a lo largo de este libro.
Walter Krämer

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Prólogo

“Primero confirma los hechos. Después puedes distorsionarlos”.


Mark Twain

Abrimos por las mañanas el periódico, y antes de terminar la última


página hemos visto más estadísticas que Schiller y Goethe en toda
su vida. Según unas fuentes u otras, el número de parados ha au-
mentado o disminuido; el riesgo de contraer cáncer y el agujero de
la capa de ozono han aumentado; un tercio de la población mundial
vive por debajo del umbral de la pobreza; un ciudadano medio con-
sume 8 litros de helado al año; los músicos tienen una esperanza de
vida mayor que otras personas; el aire del campo es sano, el aire del
campo no es sano; en el año 2050 habrá 10.000 millones de personas
en la Tierra; el índice Dow-Jones ha subido 30 puntos; el jugador

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de tenis X nunca ha perdido contra un tenista zurdo más joven que
él; un 25 % más de mujeres que de hombres se meten en calles en
contradirección; los dinosaurios desaparecieron hace 65 millones
de años; comer carne puede producir infartos; los emigrantes son
criminales; los votantes de partidos ecologistas sufren, con frecuen-
cia, de impotencia (esto no es broma, lo llegó a decir un investiga-
dor nada menos que en el Parlamento alemán); en Nueva York, el
sitio más seguro para dormir es el Central Park; solo nos separan
30 años de la siguiente catástrofe nuclear; nos amenaza el cambio
climático, y si se celebrasen elecciones este domingo, el partido X
no estaría entre los más votados ni por asomo.
Muchas de estas estadísticas son falsas. Algunas están manipuladas a
conciencia, otras simplemente están mal elaboradas. En unos casos,
las cifras son incorrectas, en otros, se presentan de forma confu-
sa. Se mezclan manzanas con peras de manera chapucera; se plan-
tean preguntas de manera subjetiva; supuestas modas reciben una
atención exagerada; ratios y cuotas medias estadísticas se calculan
de manera irresponsable; se maltratan similitudes y se destrozan
pruebas irrefutables, de forma que mentiras y estadísticas forman
una sola idea. Como dijo Benjamin Disraeli: “Hay tres clases de
mentiras: mentiras, mentiras malditas, y estadísticas”, y a los po-
bres expertos en estadística la opinión pública les critica sin piedad
desde hace siglos. Y se les critica, en parte, de manera injusta, pero
también hay razones de peso para hacerlo, y es que de cualquier
herramienta se puede hacer un uso profesional o se puede abusar de
ella. Es cierto que vemos lo que nos rodea tal y como nos gustaría
que fuera y no como realmente es. En muchas ocasiones utilizamos
la estadística como un borracho utiliza una farola: para sujetar nues-
tro punto de vista y no tanto para iluminar nuestro conocimiento,
como dijo Andrew Lang.

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Este libro engloba mis experiencias a lo largo de muchos años como
experto en estadística. No predico (al menos no de manera cons-
ciente) desde el púlpito del coleccionista profesional de datos. La
presentación honrada de hechos no es una cuestión de saber, sino
de querer, y de esto adolecen muchos falsificadores de datos.
Existe un pacto de caballeros en los medios de comunicación que
dice que a la hora de lograr un buen fin, la verdad no es tan impor-
tante. Así se justificaba el periódico oficial de médicos de Alemania
cuando se descubrió un error en las estadísticas sobre el sida, al ele-
var los datos del número de enfermos muy por encima de los reales,
para así conseguir que se incrementasen las cantidades destinadas a
investigación: “Si esta exageración contribuye a que se logren más
fondos, dejémoslo así durante un tiempo”, escribieron.
Esta apelación al “derecho a mentir” en pos de un buen fin, sea ob-
jetivo o subjetivo, no conoce fronteras partidistas, la utiliza tanto
la derecha como la izquierda, progresistas y conservadores. Eso sí,
aumenta hasta la exageración cuando el manipulador de datos se
cree en posesión de la verdad absoluta. El que está convencido de
que el mundo se va a acabar en los próximos veinte años, a no ser
que ocurra tal o cual acontecimiento, se siente realmente constre-
ñido por la exactitud de los hechos y la objetividad en su misión de
salvación de la humanidad. “Cuanto más dramática veamos la situa-
ción, mejor para la humanidad”, se excusa un experto en clima nor-
teamericano como pretexto para sus afirmaciones sobre el futuro
catastrófico que nos espera. “Como científico es necesario crear de
vez en cuando un poco de pánico para lograr ser escuchado”, opina
un destacado estudioso sobre la desaparición de la capa de ozono.
Pero no solo los salvadores de la humanidad quieren mostrarnos
las cosas de manera diferente a como realmente son. Esta tentación
vale tanto para un manifestante de Greenpeace como para un direc-
tor general en una junta de su empresa, o para un cazador contando

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sus proezas. Vale tanto para un marido infiel como para el director
de un balneario en busca de nuevos clientes y para el director de la
Dirección General de Tráfico respecto al control de la velocidad.
Desde que existen los datos, existe la manipulación de datos.
Entre las manipulaciones más o menos elaboradas no hago distin-
ción especial, todas entran en el mismo saco de falsificaciones. Con
esto no quiero decir que me resulte igual de despreciable una publi-
cidad engañosa sobre un lavavajillas que la manipulación del peligro
de contraer cáncer, evidentemente hay una gran diferencia. Aquí
solamente me fijaré en los métodos, no en las intenciones y objeti-
vos finales de estos engaños.
Para descubrir estos métodos no hacen falta grandes conocimientos
de estadística. Quien no recuerde bien las clases de estadística en
el colegio o en la universidad, no tiene que preocuparse, no hacen
falta más que cuatro reglas matemáticas básicas y la intención de
descubrir las trampas de los datos en nuestro día a día para disfrutar
de este libro. Al fin y al cabo, no hace falta llamarse Caruso para
distinguir si alguien canta bien o mal.
Los patrones básicos de la manipulación con estadísticas ya los
descubrieron a lo largo de la historia muchos otros autores. Una
constante fuente de inspiración ha sido el clásico How to Lie with
Statistics, de Darrell Huff.
Muchos de los ejemplos que se citan en este libro los he incluido
gracias a las aportaciones de mis alumnos de la universidad, otros
gracias a mis compañeros de profesión. Para trasladar la idea a un li-
bro he contado con la ayuda de mucha gente, y quiero agradecérselo
a todos. Los errores y los datos que puedan resultar controvertidos,
así como los prejuicios que puedan interpretarse en estas páginas,
solo deben achacarse al autor.

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Capítulo 1
El espejismo de la
precisión

“El cielo y la tierra fueron creados de igual manera y al mismo tiempo


por la Trinidad, un domingo, el 21 de octubre de 4004 a.C., a las
nueve de la mañana”.
James Ussher (1581-1656),
arzobispo de Armagh, en su libro Annals of the World.

Hace poco estaba enfrascado con mi declaración de la renta. Lo tí-


pico, gastos y más gastos, pero ¿dónde podían estar los justificantes?
Perdidos. Un fastidio; sí, por cosas como esa se pagan más impues-
tos de la cuenta.
Pero ¡un momento!, me dije, ¿no acepta Hacienda determinados
costes sin justificar? Según algunas versiones, en ciertos países es
suficiente un mínimo indicio de verosimilitud para justificar la au-
tenticidad de los comprobantes y, aunque lo correcto sea presentar
facturas, se podrían aportar, también, otros documentos. La pre-
gunta que se plantea es: ¿cómo?

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20 Así se miente con estadísticas

Yo lo he hecho así: en vez de poner “60 euros”, que suena a algo


así como “más o menos unos 60 euros, pero exactamente no me
acuerdo”, he anotado: “Gastos de material de oficina: 58,24 euros”.
El funcionario de turno aceptará antes 58,24 que 60 euros, el peligro
de que quiera ver todos y cada uno de justificantes de esos 58,24
euros se reduce, por lo menos, a la mitad. En otras palabras, he ma-
nipulado con datos.
El 6 de abril de 1909, el norteamericano Robert E. Peary fue el pri-
mer hombre en llegar al Polo Norte. Al menos eso creía yo, e ima-
gino que no sería el único. O más bien, eso es lo que él quería que el
mundo se creyera: que esa gesta era suya, por eso dio su localización
exacta de 89 grados, 57 minutos y 11 segundos de latitud Norte; a 5
kilómetros del polo (a todos los efectos un dato muy preciso, y ese
era justo el efecto que buscaba).
En realidad era completamente imposible que Peary determinase
su posición con una precisión de 30 metros (puesto que esa es la
distancia de 11 segundos en el cálculo de latitudes). Incluso ahora,
con la ayuda de la más moderna tecnología de navegación por sa-
télite, conseguir esta precisión sería extremadamente difícil. En esa
época, era totalmente impensable. También los amigos de Peary
reconocieron que, contando con sus limitados medios, no hubiese
podido calcular más que con una precisión de 6 minutos de latitud,
equivalente a 10 kilómetros. El resto de cifras simplemente se las
inventó.
Leí en algún medio que en nuestro planeta existen 8.523.012 per-
sonas que tienen el húngaro como lengua materna. Probablemente,
también esta estadística sea falsa, a no ser que el mismísimo Dios lo
haya calculado. Pero lo más probable es que un aficionado a la ma-
nipulación de datos, al estilo de Peary, se lo haya inventado.

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El espejismo de la precisión 21

Pero de todas formas, nos lo creemos. Cuando preguntamos en un


pueblo que visitamos por primera vez dónde se encuentra la oficina
de Correos, y nos contesta un lugareño que “más o menos a tres
kilómetros, y después, gire a la izquierda”, y otro nos dice: “2,4 kiló-
metros en línea recta, luego a la derecha”, ¿a quién creeremos?, ¿nos
desviamos en el cruce a la izquierda o a la derecha?
Yo creo que la mayoría giraría a la derecha y no a la izquierda. Gira-
ríamos a la derecha por la misma razón por la que creeríamos a un
explorador del Polo que conoce su posición con absoluta precisión
de minutos y segundos geográficos, o a un lingüista que nos asegura
que domina este o aquel idioma. Cuantos más números cuelguen de
una cifra, más confianza nos transmitirá.
También en la literatura se utiliza este método. Jonathan Swift en
Los Viajes de Gulliver escribió: “Y soltó tal chorro sobre los que le
rodeaban, que 260.418 parisinos murieron de forma terrible y hú-
meda, sin contar mujeres y niños”.
Otro autor, Georg Büchner, escribe en su libro El mensajero rural
de Hessen: “En el Gran Ducado de Hessen viven 718.373 personas,
que le dan al Estado 6.363.364 florines, de esta manera”:

1) Impuestos directos 2.128.131 fl.


2) Impuestos indirectos 2.478.264 fl.
3) Fincas 1.547.394 fl.
4) Regalías 46.938 fl.
5) Multas 98.511 fl.
6) Orígenes diferentes 64.198 fl.
6.363.363 fl.

Por supuesto que Büchner no podía conocer estos datos con exacti-
tud. ¿De dónde los sacó? No lo sabemos. Probablemente conocería

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22 Así se miente con estadísticas

de manera aproximada las proporciones de las cifras e inventaría, en


calidad de recurso literario, el resto. Porque suena muy pobre la fra-
se: “Los ciudadanos pagan anualmente unos 2 millones de florines
de impuestos directos”. En cambio, nos imaginamos a los 2.478.264
florines pasando de uno en uno de los bolsillos de los ciudadanos al
saco del Gran Duque.

¿Cuántos años tenía Matusalén?


Esta dosis de confianza que le otorgamos a las cifras irregulares
frente a las exactas forma parte de la frase extraída de la sabiduría
popular: “Los números redondos siempre son falsos”. Yo, por ejem-
plo, jamás he recibido una factura de teléfono de exactamente 100
euros y no recuerdo ni una comida con mi mujer o con mis amigos
que costase justo 200 o 300 euros. Estas cifras redondas no aparecen
prácticamente nunca (véase la excepción de la imagen que aparece-
rá a continuación).
Lo malo es que inconscientemente creemos que cada cifra no re-
donda debe ser correcta, y esto es mentira. El supermercado es
consciente de ello y vende la mermelada por 2,97 euros en vez de
por 3 euros justos, igual que el experto en automoción que, frente a
un juez, informa de la huella de frenada de un coche de exactamente
69,59 metros, o el pescador que nos describe su última captura. Ja-
más exageres con decenas de truchas, sino di que eran 23 y que una
se escapó del anzuelo.
Este truco de las cifras redondas es tan viejo como los mismos nú-
meros. Adán, según cuenta la Biblia, llegó a cumplir 930 años, su
hijo Set 912 y Matusalén vivió hasta los 969 años de edad. Lo que
pretendía el autor del Génesis era hacernos ver que todos estos
hombres llegaron a ser muy viejos. Pero tenía claro que siendo au-
tor de un libro como este no podía escribir con números redondos,

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El espejismo de la precisión 23

no fuesen a pensar sus lectores que había investigado de manera


chapucera. Los 969 años de Matusalén demuestran, en cambio, una
cosa: que el autor controla los pequeños detalles.

Este tipo de tickets son muy difíciles de ver: normalmente todos estos decimales nunca se
convierten en un número redondo.

Por esta razón, Goliat no era “bastante grande” o “muy grande”, sino
que medía exactamente seis codos y un palmo, y la tienda santa que
acarreaban los israelíes en su travesía del desierto no era simple-
mente extraordinariamente larga y ancha, sino que medía exacta-

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24 Así se miente con estadísticas

mente veintiocho codos de largo y dieciocho de ancho. La famosa


Arca de la Alianza medía 2,5 codos, 1,5 de ancho y 1,5 de alto, y el
oro utilizado pesaba 29 talentos y 730 siclos, la plata 100 talentos y
1775 siclos. Así se disipa cualquier ápice de duda.
El Instituto de Estadística informa de que a finales de año vivían
tantos millones, tantos miles y tantas personas en el país, entre ellos
X parados y un total de Y extranjeros; además de 26.857.800 vacas,
2.642.118 ovejas y 15.032.081 cerdos en miles de granjas. Leemos
que en un determinado año ha habido 667.259 contribuyentes con
un total de tantos millones de ingresos, 435.474 pernoctaciones de
daneses en campings alemanes y 325.519 accidentes con X heridos,
que 20.437 personas fallecieron de cáncer de pulmón, que un traba-
jador del sector de la energía gana de media X euros y que, de media,
cada uno de nosotros come al año 61,6 kilos de carne.
¿Por qué queremos saber todo con tanta exactitud? La población de
un país no se conoce con exactitud a pesar de las campañas para ac-
tualizar el censo de población. De las ocho cifras del número total de
habitantes se puede confiar en las dos primeras, y a veces ni siquiera
en esas. Es mucho más difícil poder medir con exactitud segmentos
de la población, como por ejemplo parados o extranjeros (algo que
comentaremos con más detenimiento más adelante), y con míni-
mos cambios en la definición de parado o extranjero modificamos
sus cifras en varios cientos de miles obedeciendo, por supuesto, a
intereses concretos.
El recuento de ganado es muy complejo por diversos motivos (hay
incluso libros dedicados solo a este tema). Calcular los impuestos
sobre patrimonio también es más complicado de lo que creemos,
por muchas razones, y las estadísticas que cuentan causas oficiales
de fallecimiento tampoco son muy exactas que digamos (en com-
probaciones posteriores se establece que, de media, un tercio de las
causas de fallecimiento eran erróneas). Al calcular los ingresos de

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El espejismo de la precisión 25

empleos por cuenta ajena no queda claro qué se debe incluir en esos
ingresos (¿se incluye la comida del comedor de la empresa?, ¿debería
incluirse también el coche de la misma?). Solo Dios sabe cuántos
daneses se alojan sin registrarse en campings alemanes, y esos 61,6
kilos de carne también son poco fiables, porque, por ejemplo, queda
abierta la posibilidad de que parte de esa carne se tire a la basura o
se dé a perros o gatos.
Sin embargo, estos números aparecen con mucha autoridad. Pero
se trata de un maquillaje, rascando ligeramente en las cifras más
pequeñas sale todo el montaje a la luz.
Así que cuando leemos en la revista Nature que en Inglaterra hay
30.946 prostitutas y que se producen 4.641.900 contactos sexuales al
año, no nos lo deberíamos tomar al pie de la letra. Según la revista
Zeit, las olimpiadas de Londres 2012 costaron en total 12 billones
538 millones de euros, pero cualquier cifra entre 10 y 20 billones
hubiese sido igualmente correcta. Y esto vale para todo un abanico
de modernas cifras precisas.
Un fabricante de galletas publica en una nota de prensa que en Es-
tados Unidos cada mes se comen 59.080.165 unidades de sus pro-
ductos. Según el periódico Bild, un ama de casa típica trabaja al día
una hora, 50 minutos y 13 segundos solo para su marido (un tiempo
que, entre otras tareas, se divide de la siguiente manera: 4 minutos
dedicados al planchado de camisas, 2 minutos y treinta segundos
para hacer la cama, 1 minuto para sacar pelillos del afeitado del la-
vabo y 15 segundos dedicados a cerrar la tapa del váter). El total de
compra y venta de acciones en la bolsa de Frankfurt en un determi-
nado día sumó 5.000.607.978 euros. Según la revista La Atalaya, de
los testigos de Jehová, en el año 1995, 244.591 argentinos partici-
paron en comidas de la organización, comparados con 287.321 ale-
manes, 21 libios, 2.262 macedonios y 3.109 chipriotas. La Primera
Guerra Mundial tuvo unos costes para los países participantes de

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26 Así se miente con estadísticas

186.333.637.097 dólares. En el año 2013 se robaron en Alemania


316.857 bicicletas… Todas estas cifras no son más que cálculos en
bruto, adornados con cifras inventadas.

Número de paquetes de galletas Keebler que se comieron


mensualmente en Estados Unidos durante el año pasado

Este es el número de paquetes de galletas de la marca Keebler que se comen los americanos
cada mes.

Divide y vencerás
Estas pequeñas triquiñuelas no tienen por qué tener malas inten-
ciones, lo normal es que los expertos en estadística del ministerio
correspondiente tengan la obligación por ley de publicar los datos
tal y como vienen, no pueden redondearlos, a pesar de que segura-
mente les encantaría hacerlo.
En otros casos, los números irregulares se producen por las sumas y
las restas y, casi a regañadientes, como en el caso de aquel estudiante
que a la pregunta sobre la edad de la Tierra respondió “4.000 años
y una semana”.
—¿Cómo estás tan seguro?
—¡La semana pasada aprendimos que la edad de la Tierra era exac-
tamente de 4.000 años!

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El espejismo de la precisión 27

Por ejemplo, si calculamos nuestros bienes:


Vivienda 400.000,00 euros.
Dinero 3.934,58 euros.
Suma 403.934,58 euros.

Esta cifra tan exacta es precisa solo en apariencia. El valor de la vi-


vienda es conocido, digamos, en +/- 50.000 euros, así que la canti-
dad resultante de la suma no puede ser exacta.
La cifra, en apariencia, exacta de 6.548.233 civiles del lado aliado
muertos durante la Segunda Guerra Mundial ha sido obtenida su-
mando cifras con diferentes grados de fiabilidad (ver imagen). Uno
de los sumandos es incluso desconocido (unknown), otro un enor-
mous number. Pero ¿cuál es la suma de un enormous y un unknown
number?

Precisión a través de la suma: La cifra real de víctimas no se conoce (extraído de Fighting


with Figures: Statistical Digest of the Second World War, Londres 1995, una colección de
estadísticas de guerra inglesas de la Segunda Guerra Mundial).

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28 Así se miente con estadísticas

Lo mismo ocurre con la división. Cuando leo que un físico alemán


gana anualmente una media de 66.667 euros, pienso que es dema-
siado preciso como para ser verdad. Y en este caso la cifra misma
nos dice de dónde se ha sacado: apuesto lo que sea que es la división
de 200.000 entre 3. Seguramente 3 empresas a las que se preguntó
por este tema habían contratado a un físico y se acordaban vaga-
mente del sueldo, dos dirían 70.000 y una 60.000 euros.
Así que cuando escuchamos en la radio que un productor de arroz
gana en Bangladesh exactamente 87 euros y 53 céntimos, nos sugie-
re que ha habido una investigación exhaustiva que en realidad nun-
ca se ha llevado a cabo. Seguramente se han extrapolado los datos
en bruto de los ingresos de toda la población a cada habitante y se ha
calculado el cambio euro-taka, la moneda de Bangladesh. De todos
estos ingredientes, el único preciso es el del cambio de moneda; el
producto bruto y el número de habitantes son cálculos aventurados.
Pero si se echan todos estos ingredientes en un mismo saco, nos sale
una cifra (aparentemente) exacta.
También de esta forma se crean esas cifras tan sorprendentemente
exactas sobre consumo de alimentos. Si creemos a los expertos en
estadística, un hogar medio compuesto por dos jubilados consume
8,3 litros de leche al mes, además de 8.540 kilos de patatas, 34 gra-
mos de té, 1.027 gramos de café, 1.286 gramos de carne de ternera y
2.098 de cerdo. Aquí también se han dividido las cifras en bruto por
el número de hogares, “precisando” el dato.
También tuve la ocasión de leer que, de todos los habitantes del
mundo, los austriacos son los que más calorías consumen, con una
cantidad de 3.819 calorías por persona al día. Este es otro ejemplo de
estadística elaborada mediante el sistema de pasar de lo más grueso
a lo más fino, sin muchos escrúpulos. Según este estudio, los alema-
nes están en el octavo lugar de la lista y consumen una cantidad de
3.547 calorías por cabeza al día, tras Portugal (3.584) y por delan-

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El espejismo de la precisión 29

te de Canadá, donde se consumen 3.533 calorías por cabeza al día,


pero estas cifras son, a pesar de la aparente exactitud, tan inexactas
que cualquiera de estos países podría estar situado perfectamente en
los puestos primero hasta trigésimo de la lista.
En muchos países se añaden a los errores anteriores los datos im-
precisos sobre el consumo de los turistas, ya que muchos analistas
usan la ecuación de venta = consumo. En Austria, algunas de las
3.819 calorías que se consumen por habitante acaban en los estó-
magos de los turistas. Luxemburgo, por ejemplo, lideró la lista de
los fumadores de cigarrillos, no porque los luxemburgueses fuesen
adictos al tabaco, sino por los bajos precios de los paquetes de taba-
co y las consiguientes compras masivas de los turistas. Siguiendo
esta lógica, podríamos llegar a la conclusión de que una familia de
la Selva Negra, de media, es propietaria de unos 20 relojes de cuco.
Los coleccionistas de datos profesionales son totalmente conscien-
tes de estos márgenes de error, y los utilizan para su beneficio cuan-
do escriben que el partido X ganaría si las elecciones se celebrasen
el próximo domingo, con un 38 % de los votos, “con un margen de
error de 2 puntos”. En otras palabras, el dato estaría entre el 36 y el
40 %, y ni siquiera con una seguridad exacta, sino con una seguridad
relativa, aunque probable. Pero como solemos evitar leer la letra
pequeña, nos quitamos el sombrero frente a cifras que han recibido
una buena capa de maquillaje de datos inútiles adicionales y que pa-
recen mucho más exactas de lo que realmente son.

Bibliografía
El clásico de las apariencias en el mundo de la economía es el libro
de O. Morgenstern On the Accuracy of Economic Observations,
Princeton, 1950. Es destacable el capítulo 1.

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30 Así se miente con estadísticas

Sobre el debate en torno al explorador Peary (ver el libro de P. Wa-


llich: Polar Heat. The Argument Continues over an Explorer’s good
Name, The Scientific American, marzo 1990).
El debate completo se desarrolla minuciosamente en un estudio pu-
blicado por la Foundation for the Promotion of Navigation: Robert
E. Peary and the North Pole: A Report to the National Geographic
Society, Rockville 1989.
Sobre el enemigo de Peary en la conquista del Polo Norte, Cook,
véase también el libro de Johannes Zeilinger Auf brüchigem Eis.
Frederick A. Cook und die Eroberung des Nordpols, Berlín 2009.

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Capítulo 2
Atención, ¡curvas!

“Con qué facilidad se crea uno una falsa opinión, deslumbrado por el
resplandor de las apariencias”.
Molière

“El ser humano es un animal de vista”, escribe Ludwig Reiners. “El


ojo es capaz de seguir percibiendo cuando la razón ya se ha agota-
do. Esta capacidad debe utilizarse”. A lo que solo podemos añadir:
“Amén”. Y los manipuladores también dicen “amén”.
Tomemos como ejemplo a un jefe de prensa de una gran corpo-
ración, que debe redactar un texto para la conmemoración de la
fiesta para el décimo aniversario de la empresa. Por desgracia, los
resultados económicos de su empresa han sido más bien mediocres.
No se puede hablar de beneficios, el ambiente de trabajo es malo,
cada año que pasa hay más peligro de quiebra… en otras palabras:

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32 Así se miente con estadísticas

el buitre del concurso de acreedores está a punto de aterrizar sobre


sus oficinas. Pese a todo, el Consejo de Administración espera que
se redacte un discurso lo más positivo posible.
Observemos entonces cómo nuestro pobre jefe de prensa logra
convertir a la cenicienta en la princesa del cuento. Estos fueron los
volúmenes de negocios:
100 101 100,5 102 101,5 103 102,5 101,5 103 105
El siguiente cuadro nos muestra la triste realidad: sin crecimiento, más
bien un constante estancamiento y ninguna razón para ilusionarse.

Beneficio
110

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Un típico diagrama de curvas, aburrido pero correcto.

Para105ahorrar espacio, muchosBeneficio


cortan una parte del eje vertical,
como104
vemos en el siguiente cuadro. Esto está permitido, siempre
103

102 © Editorial Tébar Flores. Prohibida la reproducción sin la autorización expresa de la editorial

101

100
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
102

50 101

40 100
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

30

20 Atención, ¡curvas! 33
Beneficio
10 110

que todo
0
1 el mundo
2 3 vea que
4 se 5ha cortado.
100
6 Si no se
7 8 ve, 9estamos
10 ante
una manipulación. 90

80
Beneficio
105 70

104
60
103
50
102

101 40

100 30
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Ahorramos espacio recortando el eje. 20

10
Beneficio
En el
110siguiente paso se estira0 el eje vertical y los resultados ya son

mucho más dinámicos. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

100

90 Beneficio
105
80

70

104
60

50

40 103

30

20 102

10

0
101
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Estiramos el eje vertical,
estrechamos el eje horizon-
tal, y la curva ya es mucho
Beneficio
más dinámica. 100
105 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

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104
104

34 Así se miente con estadísticas


103

Todavía molesta un poco el 102crecimiento tan plano entre los años 6


y 10, pero podemos ayudar a cambiar esto: dejamos fuera los años
que hay entre ambos periodos, y ¡solucionado! Una unidad en el eje
horizontal vale tanto para un101año como para tres. Al mismo tiempo,
bajamos un poco el techo del diagrama, de forma que la curva de
resultados la traspasa con fuerza como si fuese un cohete volando
hacia el cielo. Y para que no100quede atisbo de dudas, le añadimos al
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
final de la curva una flecha bien grande. Además, quitamos los nú-
meros de los ejes y… ¡voilà!

Los resultados vuelan como


un cohete.

La excitante vida de las acciones


Los casos más habituales de maquillaje gráfico de cifras suele realizar-
se a mitad de camino entre el último gráfico y el diagrama de salida.

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Atención, ¡curvas! 35

Incluso en la publicidad, donde ya está uno acostumbrado a la exa-


geración, los gráficos como el del caso que acabamos de ver no son
habituales. Lo normal es ver detalles como los que aparecen en un
anuncio de Peugeot:
6,6 6,6

6,6 6,5
6,6 Consumo medio de los vehículos diésel
6,4 aprobado en Europa (promedio-ECE)
6,5 Consumo medio de los vehículos diésel
100 km

6,4 6,3 6,3 (promedio-ECE)


aprobado en Europa 6,3
6,2 6,3
6,2 6,2 6,2 6,2
/ 100 /km

6,3 6,3 6,3


6,2 6,3
LitrosLitros

6,0 6,2 6,2 6,2 6,2

6,0 Consumo medio de los


5,9
5,8 modelos diésel de Peugeot
5,8 Consumo medio de los
5,9
5,8 5,7 modelos 5,7
5,7 diésel de Peugeot 5,7 5,7
5,6 5,8
5,6
5,7 5,7 5,7 5,7 5,7
5,6
Año
5,6

Año

El ahorro increíble de los motores Peugeot, en apariencia…

Consumo medio de los vehículos diésel


7,0
aprobado en Europa (promedio-ECE)
Consumo medio de los vehículos diésel
7,0
6,0 aprobado en Europa (promedio-ECE)

6,0 Consumo medio de los


100 km

5,0
modelos diésel de Peugeot
Consumo medio de los
/ 100 /km

5,0
4,0
modelos diésel de Peugeot
LitrosLitros

4,0
3,0

3,0
2,0

2,0
1,0

1,0
0
Año
0
...y en la realidad. Año

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36 Así se miente con estadísticas

Este gráfico quiere demostrar que los motores diésel de este fabri-
cante de automóviles son más económicos que los de la competen-
cia. Y el consumidor tiene que creer que los números son verdade-
ros (que lo son, aunque no del todo). Para inflar este intervalo, en
el anuncio se corta la mayor parte del eje vertical. Imágenes como
esta se pueden encontrar en periódicos y revistas muy a menudo.
Sin embargo, dado que en realidad no buscamos la verdad en los
anuncios, la mentira lo es solo a medias.
Molestan más estas estadísticas distorsionadas en textos de periódi-
cos y revistas. Del siguiente gráfico se ha cortado la vertical y se ha
estirado el eje horizontal. La curva dramatiza el índice bursátil es-
tadounidense Dow Jones en el texto original. Bajo el título “Raging
Bull”, que en castellano significa “el toro furioso”, sirvió a la revista
Newsweek para confirmar, una vez más, la teoría de que el merca-
do de valores estadounidense es simplemente extraordinario, algo
enormemente exagerado.

3000

2500
El índice del Dow-Jones durante cuatro meses
2000

1500

1000

500

Así se convierte a una cabra domesticada...

2900

Promedio
industrial del
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2850 Dow
Jones
Cierre semanal
1500

1000

500

0
Atención, ¡curvas! 37

2900

Promedio
industrial del
2850 Dow
Jones
Cierre semanal

2800

2750

2700

2650

...en un toro furioso. Marzo Abril Mayo Junio

El beneficio semanal máximo durante este periodo fue menos de


100 puntos de índice. En general, el índice subió menos de un 10 %
durante el trimestre del que tenemos gráfico, algo muy satisfactorio
para los accionistas, pero muy lejos de ser un récord, porque esto es
lo que sube (y baja) un índice de acciones en un día. Si en lugar de
este gráfico vemos un diagrama de este mismo hecho sin modifi-
carlo, sin cortarlo ni estirarlo, esta exageración se vuelve evidente.
De modo que incluso la bajada más nimia parecería una caída dra-
mática.
El siguiente gráfico lo recorté durante unas vacaciones en Francia
en la ópera Fígaro de París. Esta gráfica tenía la intención evidente
de hacer un drama sobre una reducción mínima en la tasa del euro
en comparación con la del dólar. Y, sí, desde las 9 de la mañana has-
ta las 6 de la tarde, la cotización había caído de 1,298 a 1,285 puntos.
Una caída de 1,3 puntos porcentuales, un poco más de un 1 %.

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38 Así se miente con estadísticas

Esto es casi insignificante en un día en el mercado bursátil, pero


observad el siguiente gráfico, da miedo, ¿verdad?

Así se convierte un ratón en


un elefante.

Los malentendidos, a veces, surgen de dos curvas en un mismo dia-


grama. Aquí tenemos uno de los primeros gráficos del libro Atlas
comercial y político, que representa por medio de gráficas en placas
de cobre el progreso del comercio, los ingresos, gastos y deudas de
Inglaterra durante todo el siglo XVIII: The Commercial and Politi-
cal Atlas: Representing, by Means of Stained Copper-Plate Charts,
the Progress of the Commerce, Revenues, Expenditure and Debts
of England during the Whole of the Eighteenth Century del autor
inglés William Playfair (1759-1823).
Se le considera el pionero de los gráficos de datos y, en el siguien-
te ejemplo, se representan las importaciones y exportaciones entre

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Atención, ¡curvas! 39

Inglaterra y España. Como podemos ver, las exportaciones son más


altas que las importaciones durante todo el siglo. Solo en ciertos
momentos, a mediados de siglo, se igualan. En realidad, sin em-
bargo, las curvas no se igualan en absoluto: las distancias verticales
siguen siendo esencialmente las mismas.

Uno de los primeros gráficos de datos del mundo.

La misma
distancia vertical

Así ven nuestros


ojos la distancia
de las curvas

Nuestros ojos interpretan las distancias verticales en lugar de ortogonales.

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40 Así se miente con estadísticas

… las barras doblándose


En lugar de curvas, a menudo se ven columnas o barras. Por ejem-
plo, los siguientes dos diagramas muestran el desarrollo de los clien-
tes de un banco alemán muy conocido.

80 75

60
74

73
40

72

20
El desarrollo de los clientes 71
de los últimos cinco años,
tal como fue realmente.
(Número en miles). 0 70

80 75

60
74

73
40

72

20
71
Así presentó el banco los
números en la revista de la
0 70
compañía.

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Atención, ¡curvas! 41

Y el siguiente ejemplo muestra que no solo son las empresas priva-


das las que embellecen sus balances mediante gráficos engañosos. Se
trata de unas elecciones a la presidencia de Venezuela. El resultado
estuvo muy reñido entre los dos candidatos: uno de ellos recibió el
50,66 por ciento de los votos y el otro el 49,07 %. El siguiente grá-
fico muestra la victoria del candidato vencedor de manera un tanto
distorsionada, si la observamos con atención:
50
50,66 %
49,07 %
40

30

20

10

0
Las elecciones presidenciales Actual Candidato
en Venezuela. presidente

Aparentemente el ganador de las elecciones no estaba del todo de


acuerdo con este gráfico. Y en un periódico simpatizante al gobier-
no ganador, apareció la siguiente foto:

Mediante el recorte de una parte de las columnas se convierte en una victoria aplastante
que da escalofríos.

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42 Así se miente con estadísticas

En lugar de aumentar o disminuir la altura de las columnas, a veces


se recortan. Esto es lo que ocurre en el siguiente anuncio de una
emisora de radio francesa. Lo que quiere decir es que las dos emi-
soras más populares de Francia comparten el mercado casi al 50 %,
pero la más escuchada está a punto de perder su liderazgo y sería la
segunda la que quedaría en cabeza (emitido por el anunciante de la
segunda emisora).

Este gráfico quiere aumentar la distancia entre el segundo y el tercero y reducir la distancia
entre primero y el segundo.

En realidad, las dos emisoras más populares tienen entre las dos
aproximadamente el 7 % del total de los oyentes, la tercera y las
demás tienen el 4 %. Con otras palabras, tanto la primera emisora
como la segunda más escuchadas son casi tan buenas como cual-
quier otra en lo que se refiere a fines promocionales, ninguna de las
dos domina el mercado radiofónico por encima de las demás emiso-
ras, la gran diferencia se encuentra entre las dos primeras y el resto.
El siguiente gráfico se tiene que mirar dos veces para ver dónde
está el truco. Este gráfico de barras muestra cuántas personas en
diferentes grupos de edad contraen la gripe. Y, como se puede ver,

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Atención, ¡curvas! 43

el verdadero peligro de la gripe aumenta, de nuevo, a partir de los


30 años.

Influencia de la enfermedad
7000

7095
por tramo de edad
6000

5457
5000
4000

3689
3000
2000

2160 2160
1725
1000

1345
928 900
565 583
0

0–4 5–9 10–14 15–19 20–24 25–29 30–39 40–49 50–59 60–69 70+

Rangos de edad

Desigualdad en los intervalos de edad y mismo ancho en las columnas del gráfico.

De hecho, lo que muestra este gráfico no es verdad. Si ampliáramos


la imagen, el crecimiento sube como el aire caliente. Desde los vein-
te hasta los treinta años, las barras representan cinco años; a partir
de los cuarenta hasta los cincuenta cada barra equivale a diez años.
El hecho de que en este grupo, de repente, se duplique la cantidad
de gente que contrae la gripe en relación a la cantidad de gente que
la contrae entre los veinte y veinticinco años, no debería sorpren-
dernos.
En el siguiente ejemplo la manipulación es de otro tipo. Vemos
cómo coloca la distribución de los días en los que faltan los emplea-

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44 Así se miente con estadísticas

dos a su trabajo en Alemania durante los 5 días de la semana laboral.


El 37 % se ausenta los viernes, el 31 % se ausenta los lunes; los miér-
coles, sin embargo, solo el 6 %. Pero tenemos un gráfico de datos que
ilustra el pensamiento del espectador, vemos el resultado a través de
una hamaca social llena de prejuicios y una valoración incorporada al
gráfico. Los gráficos serios nunca usarían esta imagen.

Lunes y viernes
Las ausencias de los trabajadores en porcentajes

37

31

16

10
6
Viernes
Jueves
Miércoles
Martes
Lunes

Un gráfico con una valoración incorporada.

Intervenciones quirúrgicas
Las manipulaciones de las curvas presentadas hasta ahora se cen-
tran, sobre todo, con respecto al eje vertical: si este se recorta, inclu-
so las fluctuaciones más pequeñas pueden ser cuestionables, ya sea
hacia arriba o hacia abajo. Pero el eje horizontal no se libra de ser

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Atención, ¡curvas! 45

manipulado. Por ejemplo, ¿dónde empieza y dónde acaba el gráfico?


Aquí tenemos un gráfico con una curva que termina en el 5 y que
empieza en el 1. Según esta imagen el crecimiento final es cero.
Por otro lado, si en lugar de observar el gráfico desde el 1 hasta el
5, empezamos a mirar a partir del periodo 2, vemos que el gráfico
tiene una tendencia alcista. Pero si cortamos por el periodo 4 del
gráfico, este tiene, aparentemente, una tendencia a la baja.

1 1 2 2 1 3 3 2 4 4 3 5 5 4 5

Una curva con crecimiento cero.

2 2 3 3 2 4 4 3 5 5 4 1 1 5 2 2 1 3 3 2 4 4 3 4

Dependiendo de la sección, sube o baja.

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46 Así se miente con estadísticas

Dependiendo de la porción que seleccionemos, la tendencia puede


ser al alza o a la baja, de modo que con el mismo gráfico hay material
suficiente para insinuar optimismo o pesimismo. Sobre todo en las
presentaciones de cuentas, este tipo de técnicas son muy comunes.
Estirar selectivamente las partes o comprimirlas en relación al eje
horizontal es más sofisticado. En la curva siguiente, o más bien en
la línea, la ganancia total es la misma en todos los periodos. Para
que el efecto óptico suponga una reducción, cortan el eje horizontal
y lo alargan, consiguiendo así darle un toque de crecimiento que es
únicamente visual.

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Una línea recta que indica un aumento absoluto por periodo.

1 6 7 8 9 10

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1 2 3 4 5 6 7 8Atención,
9 ¡curvas!
10 47
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

1 6 7 8 9 10
1 6 7 8 9 10
Al estirar la segunda parte del eje horizontal, el crecimiento parece nivelarse.

1 2 3 4 5 10
1 2 3 4 5 10

Al estirar la primera parte del eje horizontal, parece que el crecimiento aumenta.

Ahora veremos un ejemplo de la conocida empresa alemana de co-


rreos Deutsche Bundespost, que presentó un gráfico para celebrar
un periodo de precios constantes. Este periodo duró desde 1983
hasta 1986. Las alabanzas por el hecho de que los precios fueran
constantes se repetían una y otra vez en su informe, algo normal en
este tipo de documentos. Las tarifas postales solían ser constantes

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48 Así se miente con estadísticas

durante mucho más tiempo del que aquí se presentaba (por ejem-
plo, un sello de Pensilvania las conservó durante más de una déca-
da) y, probablemente, esa es la principal razón por la cual la fecha de
inicio de la empresa no está en el gráfico. En este caso, simplemente
estirando el borde derecho del eje horizontal se crea una ilusión
óptica de constancia, donde realmente no la hay.

Querido cliente, véalo con sus propios ojos: Esto significa un periodo legislativo sin aumento de franqueo,
desde 1983 las tarifas de envío de cartas, postales ¡por primera vez en veinte años!
y paquetes no han aumentado. Y ustedes también
se mantienen fieles, siempre con nosotros, desde 1986.

1982 1983 1984 1985 1986

1979 80 80 80 80 80
1974
60
1972 50
1966 40
30 + 33,3% +0%
20 + 20%

+ 25%

+ 33,3% Este hecho se debe a la política de estabilidad constante de

+50%
Deutsche Post
desde 1983. 1983–1986 +0 %

En los anuncios de Deutsche Post.

Bibliografía
El pionero en gráficos de datos es el ya mencionado economista e inge-
niero escocés William Playfair (1759-1823), en su libro The Commer-
cial and Political Atlas: Representing, by Means of Stained Copper-
Plate Charts, the Progress of the Commerce, Revenues, Expenditure
and Debts of England during the Whole of the Eighteenth Century,
Londres 1786.

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Atención, ¡curvas! 49

En lo que respecta a las instituciones más recientes, recomiendo a


H. Riedwyl: Graphische Gestaltung von Zahlenmaterial, Zelazny:
Wie aus Zahlen Bilder werden, Wiesbaden.
Y, con toda la modestia, recomiendo también mi libro Statistik
verstehen.

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Capítulo 3
Los perros prefieren
morder a los hombres

“Los perros prefieren morder a los hombres, los gatos prefieren a las
mujeres mayores y los caballos a las niñas. Esto fue lo que descubrió
Ellif Dahl, de la asociación médica de Noruega”.
Molière

Un minorista compra productos por 100 euros y los vende por 200
euros. ¿Qué porcentaje de margen comercial obtiene?
—¡Qué vergüenza! —decimos como clientes— ¡tiene un beneficio
neto del 100 %!
—Tampoco es tan bueno para el minorista —dice el distribuidor—.
Las ganancias porcentuales realmente no son para tanto.
De hecho, ambos tienen razón: 100 euros son el 100 % de 100 euros
y el 50 % de 200 euros.

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52 Así se miente con estadísticas

Ocurrió algo parecido cuando el actor alemán Manfred Krug pro-


tagonizó un anuncio para la compañía alemana de teléfonos Tele-
kom: “Con Telekom, llamar a Estados Unidos no le cuesta ni un
céntimo más que llamar a Suiza”.
—¡Qué vergüenza! —dijo un cliente de Telekom—. ¡Pago lo mismo
por tener una conversación con alguien de Suiza, que por tenerla
con alguien que está en Estados Unidos!
De modo que la misma frase se ve de modo muy diferente depen-
diendo de con qué lo comparemos. Observemos el color gris en los
siguientes recuadros. Sobre un fondo negro, el círculo gris parece
casi blanco, pero sobre un fondo blanco, el círculo gris parece más
bien negro.

El mismo color gris parece oscuro en una imagen y claro en la otra.

Todo depende de cómo lo digamos. Un descuento para aquellos que


pagan en efectivo y al contado atrae a los clientes, mientras que una
tarifa extra para los que pagan con cheque o tarjeta los desalienta.
Una prestación exenta de impuestos para los ciudadanos con hijos
hace muy felices a los padres, un impuesto adicional para los ciuda-
danos que no tienen hijos molesta mucho a esos contribuyentes sin

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Los perros prefieren morder a los hombres 53

descendencia. Una cirugía en la que el 90 % de los pacientes sobre-


viven, nos tranquiliza, una operación en la que muere el 10 % de los
pacientes nos aterra.
Tanto un vaso como el otro están medio llenos y medio vacíos al
mismo tiempo, en ambos casos el número es igual de grande o de
pequeño, pero todo depende de con qué lo estemos comparando.
Si, por ejemplo, la nueva deuda federal de un país asciende a 0,049
billones de euros en un año, podríamos decir, “¡Qué bien!”. En cam-
bio, si nos enteramos de que el Gobierno se está comprometiendo
en una nueva deuda de 49.000 millones de euros, nos preocupará
cómo y de dónde se va a sacar el dinero para pagar esa deuda. Y el
horror nos invade al ser conscientes de que tenemos una deuda de
49.000 millones de euros.
En realidad, la deuda es la misma en todos los casos: 49.000 millones
de euros equivalen a 0,049 billones de euros, pero suena a mucho
más si se expresa de la primera forma. Dependiendo de si elegimos
como base la de un billón, mil millones o un millón de euros, la
imagen que mostramos cambia.
Cuantos más ceros haya detrás de una persona o detrás de un núme-
ro, más vale el número y más vale la persona, reza un dicho popu-
lar en Alemania, y mediante una base lo suficientemente adecuada
podremos producir un número de ceros tan grande como si de una
procesión del Corpus Christi se tratara.
Por ejemplo, la radioactividad de una sustancia es el número de
transformaciones del núcleo atómico por segundo, y se expresa de
dos maneras, en Curie (Ci) y en Becquerel (Bq). Un Becquerel signi-
fica una desintegración, mientras que un Curie significa 37 mil mi-
llones de desintegraciones por segundo. Una milésima de Curie es
lo mismo que 37 millones de Becquereles, una carga de unos cientos
o mil Becquereles es apenas perceptible en Curie. Podemos hacer

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54 Así se miente con estadísticas

diferentes conjeturas sobre en qué medida prefieren transmitir la


información los integrantes de los partidos ecologistas y los de las
centrales nucleares…
En general, siempre se requiere precaución si una base no ha sido
previamente especificada. Esto es especialmente importante si
comparamos el pasado con el presente. Dependiendo de lo que que-
remos decir con “ayer” o “antaño”, la comparación a veces es más o
menos halagüeña: para los parados o para la inflación, por ejemplo,
da la impresión de que el presente, el ahora, es mejor cuanto más
altos sean los valores del pasado. Es por eso que, en este aspecto, al
gobierno actual le gusta medirse en niveles históricos. Con el cre-
cimiento económico o los superávits comerciales pasa lo contrario:
cuanto menores sean los valores del pasado, mejor se verá el tiempo
presente; es por eso que al gobierno actual le gusta viajar al pasado
como una medida de su propio éxito (y viceversa, a la oposición le
gusta comparar buenos datos económicos con datos mejores).

¿Quién es parte de qué?


El significado de las bases de una encuesta se muestra mejor me-
diante comparaciones, ya sea porque se ve claramente la falacia o,
directamente, porque la mentira resulta más evidente, pero están
totalmente equivocados. Un periódico americano publicaba un es-
tudio sobre los crímenes en Estados Unidos y según esta investiga-
ción, la mayoría de ellos ocurrirían en las viviendas: en la cocina,
en la sala de estar o en el dormitorio. Tomando en cuenta estos
datos, el periódico concluyó que, por la noche, dormías más seguro
en Central Park que en tu casa.
El periódico London Times especulaba de esta forma sobre los pe-
ligros del matrimonio: “El 50 % de las mujeres víctimas de asesinato
son asesinadas por sus novios o esposos. Solamente, alrededor del

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Los perros prefieren morder a los hombres 55

10 % de todas las mujeres asesinadas son víctimas de personas to-


talmente ajenas a su rutina; el asesino forma parte, normalmente,
de la familia cercana de la víctima (suele suceder durante los fines
de semana o las vacaciones, que es cuando las familias están más
tiempo juntas)”.
Este tipo de conclusiones erróneas es culpa de las bases que se esta-
blecen. El hecho de que las víctimas de un asesinato sean personas
cercanas al asesino no es un argumento suficiente que se posicione
en contra de los maridos, amigos y conocidos, sino una consecuen-
cia de que cuanto más conocidos sean, a menudo, más razones y
oportunidades tiene el autor de los hechos para asesinar a alguien,
cosa que no ocurre con un desconocido. La base del cálculo no son
los casos concretos en los que se produce un asesinato, sino las po-
sibilidades de que ocurra el mismo. Los hombres también son ase-
sinados más frecuentemente por conocidos que por desconocidos,
y es simplemente porque estos asesinatos suceden cuando, según el
periódico, “las familias permanecen más tiempo juntas”. También
puede ser porque el asesinato por telepatía es poco probable. Es por
eso que ocurren más asesinatos en las habitaciones y cocinas de las
viviendas de Nueva York que en Central Park. No porque las vi-
viendas sean peligrosas en sí, sino porque es el lugar donde pasamos
más tiempo. Por el contrario, las posibilidades de que te apuñalen,
disparen o estrangulen en Central Park (en caso de que duermas
allí) son mucho mayores que si te quedas en casa durante la noche.
Este tipo de falacias, causadas por una confusión de las bases, son
probablemente los errores estadísticos más frecuentes. Recuerdo
un artículo de una revista de viajes que decía: “Los conductores re-
ducen su concentración al volante justo antes de llegar a su destino,
por lo que el tramo más peligroso durante las vacaciones es, espe-
cialmente, el de los últimos kilómetros”. La base de esta afirmación
es una estadística según la cual la mayoría de los accidentes ocurren

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56 Así se miente con estadísticas

en un radio de 30 kilómetros de distancia del lugar de residencia


del conductor. La idea de que los conductores, a menudo, tienen
accidentes cerca de su lugar de residencia viene dada por el hecho de
que por esa zona conducen con mayor frecuencia que por cualquier
otro sitio.
Otro ejemplo: una fundación de Alemania presenta una investiga-
ción en la que se concluye que “el ocio puede ser un terreno favo-
rable para cometer un crimen”. Irse sin pagar, robar, engañar, pero
también cometer asesinatos y homicidios son delitos que normal-
mente ocurren durante el tiempo libre del criminal (aquí cometen
exactamente el mismo error que los del diario Times: si no lo hacen
durante su tiempo libre, ¿cuándo lo harán?).
De nuevo, según una revista de automóviles: la mayoría de los acci-
dentes de tráfico ocurre a velocidades moderadas, conducir rápido
no es tan peligroso, y conducir es más peligroso durante el día que
durante la noche (porque el 70 % de los accidentes de tráfico ocu-
rre durante el día). Por esta regla de tres podríamos concluir que
los hospitales son una clara amenaza para la vida de los ciudadanos
(más de la mitad muere allí), que los colegios producen delincuentes
(por ejemplo, casi todos los reclusos de las cárceles del oeste de Ale-
mania fueron al colegio) o que la pérdida de pelo está relacionada
con leer el periódico (¿quién no ha leído nunca el periódico?).
A 200 km/h ocurren menos accidentes que a 50 km/h porque casi
nadie conduce tan rápido. A 400 km/h, hasta donde yo sé, no se ha
registrado ni un solo accidente en las carreteras. Por la misma ra-
zón, se producen más accidentes durante el día que durante la noche
(aunque conducir en la oscuridad sea, sin duda, más peligroso): la
falta de tráfico supone que el conductor tiene menos oportunidades
de tener un accidente en esa franja horaria.

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Los perros prefieren morder a los hombres 57

Incluso los profesionales de la estadística caen en estos errores. Un


colega estadounidense presentó el siguiente cuadro a un grupo de
analistas. En este gráfico se muestra la distribución de fumadores en
Estados Unidos según su religión:

FUMADORES

Católicos:
20 %

Otros:
40 %

Protestantes:
40 %

Entre los fumadores estadounidenses hay dos veces más protestantes que católicos.

A continuación se preguntó a los expertos sobre estos datos: “¿Están


ustedes de acuerdo con la afirmación de que los protestantes fuman
el doble que los católicos?”. El 60 % de los analistas consultados es-
tuvo de acuerdo.
En realidad, el gráfico anterior no habla sobre esta pregunta, solo
muestra la proporción de católicos (y protestantes) que fuman, pero
no la proporción de fumadores entre los católicos. Podría ser que
todos los católicos fumaran y que solo fumara uno de cada dos pro-
testantes, pero aparecen cuatro veces más protestantes, y, por eso,
sale un resultado como el que se ve en el gráfico anterior.

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58 Así se miente con estadísticas

En ocasiones, el sentido común ayuda a evitar estas falacias. Por


ejemplo, el porcentaje de personas sobrias que tienen un accidente
mientras están al volante asciende a un 80 %. O, desde la otra pers-
pectiva: tan solo un 20 % de los conductores que tienen un accidente
habían bebido alcohol antes de subirse al coche. Pero a pesar de
esto, a nadie se le ocurriría pensar que el alcohol aumenta la seguri-
dad mientras conduces.
En estas comparaciones, tanto la X como la Y son correctas, depen-
diendo de las bases de referencia que tengas y de las cosas que com-
pares. ¿Quién es parte de qué? Cuando un conductor ebrio tiene un
accidente pasa a formar parte tanto del grupo de accidentes en total
como del grupo de conductores ebrios, eso son casi dos subgrupos.
Y para evaluar el peligro del tráfico solo se comparan los conducto-
res ebrios con los sobrios. Sin embargo, no dice nada del porcentaje
de conductores ebrios que tienen accidentes. Lo único importante
es: de todos los conductores que tienen un accidente: ¿cuántos van
borrachos? Y, probablemente, este porcentaje es mucho más alto
para los conductores que beben que para los que no beben.

Las estadísticas son peligrosas para el matrimonio


Los errores a la hora de elegir las bases de la encuesta que mostra-
mos aquí, generalmente se hacen sin mala intención, pero no por
ello dejan de confundir al lector. En la revista alemana Stern pode-
mos llegar a leer titulares tales como: “Los futbolistas son las perso-
nas que más “se rompen”. La mitad de los accidentes deportivos se
producen entre futbolistas”, y eso no es así. Los futbolistas tienen
más accidentes que otros deportistas porque hay más futbolistas que
profesionales de otros deportes. Los deportistas que más accidentes
tienen son los esquiadores, con un porcentaje de un 8 % del total
de accidentes, mucho más de lo que corresponde a su participación

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Los perros prefieren morder a los hombres 59

total entre los atletas de toda la nación. La misma confusión reina


en los accidentes de esquí. “Más del 50 % de las víctimas que se tra-
tan en el hospital del cantón suizo Chur provienen de Alemania”,
asegura el periódico Spiegel, y continúa: “Los alemanes esquían más
salvajemente en las pistas suizas que en otras”. Esto puede ser así o
no, sin saber el total de ciudadanos alemanes que hay en las pistas
suizas no podemos establecer ninguna conclusión clara. Si el 80 %
de los esquiadores de las pistas suizas durante las vacaciones son de
Alemania, una porción de tan solo el 50 % de lesionados sería inclu-
so una característica de calidad.
O, qué decir del siguiente informe de un periódico de Stuttgart: “El
patinaje en línea es una actividad recreativa muy peligrosa, espe-
cialmente para los niños. Más de uno de cada dos niños que murió
practicando este deporte tenía menos de 15 años”. Sí, ¿y por qué será
que no es peligroso para los jubilados?
Probablemente este tipo de errores son también la causa de mensa-
jes como el emitido por la agencia de noticias Associated Press sobre
la mordedura selectiva de los animales, asegurando que los perros
prefieren a los hombres, los gatos a las mujeres y los caballos, sobre
todo, a las chicas jóvenes. Esta es la conclusión de una investigación
de más de 1.000 víctimas de mordeduras en un hospital noruego.
Aquí la comparación se realizó seleccionando a aquellos a los que les
había modido un perro, de entre todos los hombres con mordedu-
ras. Lo que tendríamos que observar para ofrecer un dato correcto
sobre a quién prefieren morder los perros es el total de personas en
general a las que muerden los perros y, dentro de ese total, cuántos
son hombres. Si tenemos en cuenta esto, quizás los perros, igual que
los caballos, prefieren morder a las chicas jóvenes en lugar de a las
personas mayores, ¿no?
Del mismo modo sucede con una teoría no probada del New York
Times sobre las causas del alcoholismo. Una de las principales ra-

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60 Así se miente con estadísticas

zones por las cuales los hombres empiezan a beber no es otra que
sus propias esposas. Esta razón se ha extraído del hecho de que dos
tercios de los alcohólicos están casados, por lo que se supone que la
esposa es quien promueve este compulsivo impulso por la bebida.
De hecho, la proporción de alcohólicos que están casados, extraída
de manera aislada, no quiere decir nada en absoluto. Para que esta
afirmación quisiera significar algo tendríamos que saber la propor-
ción de esposos en el grupo en riesgo en total (es decir, hombres en
edad de casarse) que son alcohólicos y, si esto supera los dos tercios
(algo que dudo mucho), la conclusión final apuntaría a un efecto
aleccionador de la vida de casados.

Bibliografía
El diferente efecto de las proporciones de un total en la percepción
de cifras y datos de cualquier tipo también se conoce como “efecto
marco”, véase A. Tversky y Kahneman D: “Rational Choice and the
Framing of Decisions”, Journal of Business 1986, p. 251–278. Por la
investigación de este efecto, Daniel Kahneman fue galardonado con
el Premio Nobel de Economía en 2002, investigación que plasmó en
su libro, que fue un éxito internacional, líder en ventas.
Incluso mi amigo y coautor ocasional Gerd Gigerenzer sigue seña-
lando la importancia de la base en las comparaciones, para saber más
lea Das Einmaleins der Skepsis. Über den richtigen Umgang mit
Zahlen und Risiken, Berlín 2002, o nuestro libro (con Th. Bauer):
Warum dick nicht doof macht und Genmais nicht tötet, Frankfurt
am Main 2014.
Una lectura especialmente recomendable sobre conclusiones erró-
neas de las llamadas “probabilidades condicionales” es W. Krämer
und G. Gigerenzer: “How to confuse with statistics: the use and mi-
suse of conditional probabilities”, Statistical Science 20, 2005.

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Capítulo 4
La confusión del
abogado

“Cuantas más personas se crean una cosa, es mayor la probabilidad de


que su opinión sea falsa”.
Søren Kirkegaard

Otra fuente constante de malentendidos, junto al hecho de elegir un


grupo de comparación equivocado, es establecer una definición de-
masiado limitada, o al contrario, demasiado amplia. Bajo el título de
“Con los años eres más feliz”, un periódico argumentó lo siguiente:
el porcentaje de suicidios del total de casos de muerte se da de ma-
nera mayoritaria entre los jóvenes, con un 20 al 25 %, comparado
con el 10 % de los de las edades comprendidas entre los 30 a los 40
años, y menos del 2 % de mayores de 70 años. “Se reduce por tanto
la decisión de caer en el suicidio a medida que aumenta la edad”,
publica el periódico, sugiriendo que a mayor edad, mayor felicidad.

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62 Así se miente con estadísticas

En realidad se da exactamente el caso contrario. Los suicidios au-


mentan con la edad, de menos del 5 por cien mil en el intervalo de
los menores de veinte años a casi el 50 por cien mil de los mayores
de 70 años. Cuanto mayores somos, más frecuente es que elijamos
pasar a mejor vida, y además siempre se ha producido, y así ocurre
en todos los países. Pero que los suicidios tengan esa importancia
entre jóvenes radica precisamente en que los jóvenes mueren en
menor proporción que los mayores. A estas edades las causas de
muerte son casi únicamente accidentes, asesinatos y suicidios, por
lo que ese porcentaje de suicidios no debe extrañarnos. Los gru-
pos de comparación no deben ser los fallecidos de una determina-
da edad, sino todas las causas del fallecimiento entre las personas
de una determinada edad; esta noticia tan alarmante basada en una
comparativa errónea tenía una base demasiado reducida.
En el caso del famoso jugador de rugby O.J. Simpson, en cambio,
esta base era demasiado amplia. Simpson fue acusado de asesinar a
su esposa. Se sabía que la había pegado con anterioridad. El abogado
de Simpson argumentó lo siguiente: “Solo una de cada 2.500 muje-
res maltratadas por sus parejas ha sido posteriormente asesinada”,
así que, según él, con estos datos no se le podía inculpar.
El jurado hizo caso de estos y muchos otros argumentos exculpa-
torios planteados por el abogado defensor, y le acabó declarando
inocente. Quizás los miembros del jurado hubiesen optado por otro
veredicto si se hubiese elegido el grupo de comparación correcto. Y
ese grupo no es el de mujeres maltratadas por sus maridos, sino el
de mujeres maltratadas y posteriormente asesinadas. En 8 de cada 9
casos, el asesino es el marido.

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La confusión del abogado 63

La coartada del deshollinador de chimeneas


Las bases de comparación erróneas se convierten en un peligro para
la salud de algunas personas. Aquí se disfrazan las cuotas como pro-
babilidades, y el hecho de que abogados y jueces se manejan muy
mal con estas realidades nos lo demostró el recién comentado caso
de O.J. Simpson: la probabilidad de que el marido sea el asesino
cuando ha maltratado previamente a su mujer no es 1:2.500, si no
8:9. En este caso, la base comparativa es demasiado amplia.
Algunas veces la base de comparación está completamente equivo-
cada, tal como se vio en el capítulo 3. Este error, cuando se produce
en un juicio, se conoce en la literatura inglesa como “the prosecutors
fallacy”. Lo podemos traducir como “la confusión del fiscal”. Uno de
los muchos casos relacionados con este planteamiento erróneo se
produjo en un juzgado de Alemania en 1973, en el que se juzgaba
el asesinato del deshollinador de chimeneas por parte de un com-
pañero de profesión. Y todo pintaba muy mal. Entre otras cosas, la
fiscalía hizo declarar a un experto, que de forma correcta demostró
la probabilidad de un 3 % de que las huellas de sangre halladas en
el lugar del crimen, así como en la ropa del deshollinador, podían
encontrarse en ambos sitios por pura casualidad. Así que, según el
fiscal, el acusado era el asesino con un 97 % de probabilidad. Y el
jurado estaba a punto de convencerse de esta idea.
Por suerte, el acusado tenía una coartada totalmente segura y com-
probable, y pudo escabullirse de la que le estaba a punto de caer
encima. Pero no todos los falsamente acusados se pudieron librar
de sentencias basadas en las probabilidades. El caso más conocido
es el de la abogada inglesa Sally Clark, que fue acusada del asesinato
de sus dos hijos y posteriormente condenada. Ambos niños murie-
ron a causa de la llamada muerte súbita. El argumento del fiscal se
basaba en que era prácticamente imposible que se diese esa casuali-
dad (según él, una entre 70.000.00) y que, por lo tanto, Clark había

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64 Así se miente con estadísticas

asesinado a sus propios hijos. Y así Sally Clark fue encarcelada, con
gran probabilidad de manera injusta, porque tanto el fiscal como el
jurado tomaron la probabilidad condicionada como prueba de ino-
cencia, en el caso de dos muertes súbitas de niños, confundida con la
probabilidad condicionada de dos muertes súbitas de niños cuando
se es inocente. Y este último caso es realmente improbable. De esta
forma, fiscal y jurado concluyeron de forma injusta que, por lo tan-
to, el primer caso era también muy improbable.
Por suerte para Clark, unos expertos ingleses en estadística des-
montaron el planteamiento equivocado que la llevó a la cárcel, y
fue finalmente liberada. Pero según los cálculos del experto Gerd
Gigerenzer, miles de acusados de crímenes se hallan en la actualidad
entre rejas, o en peores circunstancias, únicamente porque jueces y
fiscales no fueron capaces de entender qué es la probabilidad con-
dicionada.

Miedo al sida
También ocurren estos desajustes en la diagnosis clínica. Suponga-
mos que todos los ciudadanos sexualmente activos debieran hacerse
la prueba del VIH. El médico se dirige a una de estas personas y le
dice: “Señora X, le tengo que comunicar, que desgraciadamente, el
test da positivo”. ¿Con qué probabilidad esa señora tiene realmente
el sida?
Demos por hecho que es un test realizado con todas las de la ley. En
el caso de infectados por sida, lo detecta en un 99 % de los casos, y en
no infectados da igualmente un resultado fiable en un 99 %. De esta
forma, los pacientes, y por desgracia también los médicos, piensan
que estos tienen sida con un 99 % de seguridad. Y se dan casos que,
por desesperación, algunos diagnosticados con sida se han llegado
a suicidar.

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La confusión del abogado 65

Pero en realidad, la probabilidad de tener sida es de menos del 10 %


del total. Dando por hecho que más o menos 50.000 ciudadanos tie-
nen sida, 49.500 de ellos son detectados con el test. En el caso de los
restantes 50 millones de ciudadanos sexualmente activos, el test de-
termina en el 99 % de los casos, o sea en 49.500.000 de personas, que
no tienen sida. Pero a 500.000 se les dice que sí que lo tienen, y de
manera errónea. En total, se marca a 549.500 ciudadanos como en-
fermos de sida, pero la mayoría no tiene ni rastro de él. Sobre todo
en el caso de enfermedades raras es aconsejable, desde el punto de
vista de la estadística, evitar los reconocimientos médicos en serie.

Bibliografía
El experto en estadística I.J. Good mostró en la revista Nature el uso
correcto de la probabilidad condicionada en el caso del juicio de O.J.
Simpson: When batterer becomes murderer, 1996, pág. 481.
Sobre la confusión de fiscales con la estadística se puede leer a Gige-
renzer: Calculated risks: How to know when numbers deceive you,
Nueva York 2002 (Simon & Schuster).

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Capítulo 5
Promedios manipulados

“El que sabe mucho álgebra es un necio si no sabe nada más”.


Federico el Grande

Todo el mundo sabe lo que es un promedio. Si el granjero A tiene


tres vacas y el granjero B cinco, ambos tienen, de promedio, cuatro.
No hay nada más simple.
Con promedio nos referimos, de manera coloquial, a una media
aritmética; o sea, la suma de los valores dividida por su número, en
nuestro caso tres más cinco dividido entre dos. Es manejable, fácil
de calcular y resume grandes masas de datos de manera elegante en
una cifra compacta.
Pero, por desgracia, esto supone simplificar demasiado las cosas,
como muestra el viejísimo chiste sobre profesionales de la estadísti-

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68 Así se miente con estadísticas

ca: dos hombres están en un bar, uno se está comiendo una paletilla
de cordero, el otro se está bebiendo dos jarras de cerveza. Estadís-
ticamente, cada uno de ellos se está comiendo media paletilla y be-
biendo una jarra, pero realmente uno de ellos se está hartando de
comer y el otro está borracho.
La media aritmética a veces produce una masa compacta que di-
luye los valores que se encuentran alrededor del promedio. Si en
nuestro pueblo tenemos diez granjeros, uno de ellos tiene 40 vacas
y los demás ninguna, entonces de media cada uno de ellos tendrá
cuatro. Para los otros nueve pobres granjeros, este dato es un triste
e inútil consuelo. Aparentemente supone una diferencia si los datos
se agrupan alrededor del promedio o se reparten en todas las direc-
ciones, pero esta diferencia no se aprecia en el valor del promedio.
La temperatura media de Plymouth, Inglaterra, es de 13 grados du-
rante el año (valores diurnos), y se iguala a la temperatura de Min-
neapolis, Estados Unidos. Pero el clima no es equiparable entre una
ciudad y otra. El promedio anual de esos 13 grados en Plymouth
oculta una reducida dispersión de la temperatura a lo largo del año.
En febrero, el mes más frío del año, el termómetro baja solo hasta
los 8 grados, mientras que en julio sube solo hasta los 21. Las hela-
das y el calor extremo no existen. “Los veranos relativamente fres-
cos obligan a plantar melocotones y albaricoques bajo la protección
de muros o vallas, los meses de invierno con temperaturas agrada-
bles permiten aclimatar muchas plantas de origen subtropical”, po-
demos leer en una guía de viajes. “En el campo se pueden encontrar
tanto el mirto como los arbustos sudeuropeos”.
Los agricultores de Minneapolis ni se imaginan contar con este tipo
de cultivo… A ellos las orejas se les congelan en los meses de invier-
no. En enero, el termómetro marca 15 grados, pero bajo cero, y en
verano, asciende hasta los 30 grados, llegando en algunas ocasiones

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Promedios manipulados 69

hasta los 40, pero si sacamos la media anual, no existe diferencia


entre Minneapolis y Plymouth.
Así que una media sin dispersión solo vale la mitad. Para obtener
un promedio fiable necesitamos conocer el grado de su variación.
De qué forma, nos da en este caso un poco igual, lo importante es
que con datos puramente relacionados con promedios debemos ser
muy prudentes.

¿Qué promedio debemos utilizar?


La media aritmética, muy útil para la mayoría de los casos, no debe
ser la única que se utilice. Su principal competidor es el valor medio
o la mediana. Se refiere a la cifra que, explicado de manera sencilla,
tiene los mismos vecinos a la izquierda como a la derecha. Si tene-
mos los datos como si fueran tubos de un órgano, la mediana es el
valor que está en el centro.

Un gráfico con una valoración incorporada.

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70 Así se miente con estadísticas

La mediana es incluso más fácil de encontrar que la media aritméti-


ca y tiene además otras ventajas. En primer lugar, con esta medida
se obtiene siempre el valor real, mientras que con la media arit-
mética obtenemos datos como familias con 1,7 hijos de media, o
3,5 relaciones sexuales por ciudadano a la semana… cifras con las
que los expertos en estadística divierten a su público, pero que no
se utilizan con la mediana. En segundo lugar, la mitad de todos los
valores siempre será más pequeña y la otra mitad más grande que la
mediana, cosa que obtenemos de cualquier valor medio correcto. La
media aritmética puede ceñirse a esta regla, pero no es obligatorio.
En nuestro pueblo, el que utilizamos en el ejemplo anterior, nueve
granjeros tienen menos de la media aritmética de cuatro vacas, y
solo uno tiene más. Y en tercer y último lugar, la mediana es útil
incluso cuando se manejan valores característicos que no se pueden
sumar o dividir, como notas del colegio o puestos de una lista de
éxitos musicales.
En nuestro pueblo con sus 10 granjeros y 40 vacas que pertenecen
a un solo señor, la mediana de la posesión de vacas es igual a cero.
Nueve ceros y un cuarenta, puestos en fila uno al lado del otro, tie-
nen en su mitad como resultado siempre un cero. La media aritmé-
tica en cambio siempre es mayor, en concreto igual a cuatro.
Esto no es casualidad. En este ejemplo, los valores están, como sue-
len decir los expertos, repartidos de manera torcida, torcidos a la
derecha, para ser exactos: aparecen muchos valores pequeños, pero
muy poco elevados. Este reparto es típico para características como
ingresos económicos, riqueza o propiedades, y cuanto más se sube,
más complicada es la situación. Con estas características, la media
aritmética siempre está por encima de la mediana, a veces de manera
muy llamativa. Así que cuando leemos, por ejemplo, que el salario
en Brunei asciende a unos 63.500 euros al año de media, comparado
con los 48.000 en Alemania, no quiere decir necesariamente que el

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Promedios manipulados 71

ciudadano medio alemán sea más pobre que un súbdito del sultán.
Más bien todo lo contrario, porque en ambos casos al referirse al
promedio se usa la media aritmética, o sea, ingresos a nivel nacional
dividido entre el número de ciudadanos del país. Pero el reparto de
los ingresos es dramáticamente más desigual en Brunei que en Ale-
mania. Si dejamos a un lado al sultán, que figura como el hombre
más rico del mundo, vemos una imagen de Brunei muy diferente.
Estos extremos atraen a las medias aritméticas como un imán.

“¿Optamos por la media aritmética para definir la altura media del equipo, y asustamos al
contrario, o usamos la mediana y le engañamos?”.

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72 Así se miente con estadísticas

A las medianas, los extremos le importan poco. Si nuestro súper-


ganadero tiene 400 vacas en vez de 40, la mediana se mantiene en
cero. La media aritmética, en cambio, se descentra y sube de 4 a 40…
un solo valor característico tiene totalmente controlada a la media
aritmética.
Así que, por ejemplo, cuando el presidente de la asociación de mé-
dicos habla de los ingresos medios de los médicos, no se refiere nor-
malmente a la media aritmética sino a la mediana. Cuando en la
prensa médica se puede leer sobre dinero, se tiene en cuenta que
aparte de la media aritmética existen otro tipo de medias.

La paradoja del arancel


Habitualmente se suele utilizar la conocida media aritmética, cuan-
do en muchos casos se debería escoger la media ponderada. Un pro-
pietario de un puesto ambulante de comida del lejano oeste contestó
a la pregunta de qué tipo de carne llevaba su ragú diciendo: “Bueno,
es cierto que también lleva carne de caballo” y cuando le pregunta-
ron en qué proporción, contestó: “Mitad y mitad, un conejo y un
caballo”.
La media aritmética clásica calcula de la misma manera, trata a to-
dos los valores de la misma forma. Casi siempre es correcto, pero
no siempre. Cuando en una empresa las mujeres cobran 20 euros
la hora y los hombres 30, no quiere decir que el sueldo medio sea
de 25 euros para todos, dependiendo de la cantidad de hombres y
de mujeres es a veces mayor y a veces menor: si hay más hombres,
el promedio es mayor, si en cambio hay más mujeres, el promedio
es menor. Solo para igual número de mujeres que de hombres se
corresponde el sueldo medio a la media aritmética, o sea 25, si no
esto no se cumple. El verdadero promedio es, por tanto, la media

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Promedios manipulados 73

aritmética ponderada de 20 y de 30, por ejemplo en siete mujeres y


tres hombres sería:
0,7 x 20 + 0,3 x 30 = 23
La ponderación de 0,7 y de 0,3 en este caso se ve claramente en
este ejemplo. Pero en otros casos no está tan claro. Tomemos como
ejemplo un país que establece un arancel a la importación, y solo
importa dos productos: coches y carne enlatada. El arancel sobre
importación de coches se fija en un 50 %, y sobre la importación
de carne enlatada en un 10 %. ¿A cuánto asciende el arancel medio?
La media aritmética al uso nos sirve aquí de muy poco. Los automó-
viles son, para el comercio internacional, mucho más importantes
que la carne enlatada, así que las diferentes tasas arancelarias deben
ponderarse de manera diferenciada. La pregunta es, ¿de qué ma-
nera? A primera vista, una ponderación lógica sería la proporción
de cada producto en los ingresos totales del país. Suponiendo en
nuestro ejemplo que los automóviles suponen un 80 % y la carne
enlatada un 20 % del valor importado, el arancel medio sería este:
0,8 x 50 % + 0,2 x 10 % = 42 %
Pero este cálculo tiene un inconveniente. Supongamos que la patro-
nal del automóvil de ese país convence a su Gobierno de que aplique
un aumento del arancel del 200 % para productos extranjeros. De
esta manera aumenta el arancel medio, o al menos esto es lo que se
espera. El primer arancel no varía, el segundo aumenta, así que la
media aumenta.
Con el mismo peso constante esto es cierto, pero no es necesario
con nuestro sistema. Como consecuencia del aumento del arancel
se reduce, como se pretende, el número de automóviles extranjeros
que entran en nuestro país, aproximadamente en un 10 %. Al mis-
mo tiempo, varían los pesos de nuestro valor medio. Antes del au-

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74 Así se miente con estadísticas

mento del arancel, los coches tenían un peso del 0,8, tras el aumento
cae al 0,1, aumentando el de los alimentos hasta un 0,9, y así baja el
arancel medio. Ahora su valor es este:
0,1 x 200 % + 0,9 x 10 % = 29 %
De forma menos llamativa, podemos encontrar esta paradoja del
arancel en el índice de precios del coste de la vida. Esta famosa esta-
dística es una media aritmética ponderada, en concreto, una media
aritmética de la relación del índice de precios al consumo con los
que se calcula la cesta de la compra: alimentos, vacaciones, alqui-
leres, automóviles, etc. Sus respectivos precios de ese momento se
dividen entre los precios del periodo de referencia, y esa relación de
precios se condensa en un promedio calculado a través de la media
aritmética ponderada para sacar el índice de precios para el coste de
la vida.
El Estado pone su peso en los gastos relativos para cada producto,
que se adaptan de manera periódica a modificaciones de consumo.
Pero cuando un determinado bien, por ejemplo los viajes de vaca-
ciones a Acapulco, aumenta su precio y por tanto su volumen de
negocio, su peso relativo desciende, por lo que de manera regular la
inflación, con nuevos pesos, es más reducida que con antiguas. Los
sindicatos insisten en que no se puede mantener invariable la mis-
ma cesta de la compra; puesto que no se adapta a los consumidores,
no se corresponde con la realidad. Las bases de los cálculos del Go-
bierno, al menos en Alemania, son favorables a los trabajadores. Si
se tomasen referencias nuevas cada año, los aumentos de precios no
serían mayores, como piensan algunos sindicalistas, sino menores.

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Promedios manipulados 75

Miedo a volar
Otra confusión característica y recurrente es el número por el cual
se divide la suma para hacer la media aritmética. Por ejemplo, la
seguridad de los medios de transporte. ¿Qué es más seguro: la ca-
rretera, el avión o el tren? (El coche como asesino número uno lo
dejamos claro desde el principio).
En este caso hay dos respuestas, una que viene de la cabeza y otra
que viene del estómago. Nuestra cabeza nos dice que volar es más
seguro. Lo hemos leído mil veces en la prensa, que no se pierde
ningún acontecimiento y menos una catástrofe con la que, además,
muestran los restos de aviones y de partes del cuerpo de los falleci-
dos. En promedio, según el argumento estándar, se mueren menos
personas que en ferrocarril.
La pregunta es, ¿cómo calculamos el promedio?, ¿cómo dividimos
el número de víctimas al hacer la media?, ¿qué tenemos como deno-
minador común?
Los denominadores comunes son el total de pasajeros por reco-
rrido. Esto nos da un promedio aproximado de los primeros cinco
años de la segunda década del este milenio:
Tren: 20 muertos por 100 mil millones de pasajeros/km.
Avión: 10 muertos por 100 mil millones de pasajeros/km.
Este tipo de estadísticas ya lo conocemos, tranquilizan porque con-
forman la fórmula que asegura que en este sentido viajar en tren es
mucho más peligroso y mueren el doble de personas que en avión.
¿Por qué nos entran los sudores cuando nos subimos a un avión,
pero no cuando nos subimos a un tren? Como muestra la siguiente
estadística, este miedo no es tan irracional como muchas personas
piensan. Con la misma razón con la que relacionamos el número

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76 Así se miente con estadísticas

de muertes por camino recorrido, también podríamos relacionarlo


con las horas que pasamos en peligro.
Tren: 7 muertes por 100 millones de pasajeros por hora.
Avión: 24 muertes por 100 millones de pasajeros por hora.
De modo que la ventaja de volar se invierte: el tráfico aéreo produce
tres veces más accidentes mortales por hora que el ferrocarril.

Bibliografía
Se puede encontrar más información sobre los promedios en todos
los libros de texto estándar de estadísticas. Para una introducción
sin fórmulas y símbolos, vea capítulos 2 y 3 de mi libro Statistik
verstehen.
Para más información sobre los riesgos relativos a la aviación lea A.
Weir: The Imperative Tombstone-Truth about Air Safety, Nueva
York 1999.

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Capítulo 6
Porcentaje ostentoso

“¡Un porcentaje! ¡La verdad!”.


“En realidad, estos científicos usan unas palabras tan maravillosas,
son tan tranquilizadoras, tan científicas… Es que cuando dices la
palabra ‘porcentaje’ ya no tienes que preocuparte…”.
Dostoievski, Crimen y castigo

En un periódico cualquiera de Alemania se pueden leer las palabras


“por ciento” unas cien veces al día. Las he contado en diferentes
ediciones del Frankfurt Allgemeine Zeitung. Una vez, la palabra
“porcentaje” llegó a aparecer exactamente 126 veces (sin contar
anuncios), en otra ocasión llegué a verla en 135 ocasiones. Creo que
tanto “porcentaje” como “por ciento” son las palabras más comunes
en la lengua alemana actual.
Tanto los malpensados como los inocentes aprecian los porcentajes
por su aura de neutralidad matemática y objetividad; “porcentaje” o
“por ciento”, estas palabras huelen a contabilidad, huelen a respeto.

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78 Así se miente con estadísticas

Los porcentajes representan credibilidad y autoridad, los porcen-


tajes denotan certeza, muestran que se puede contar con ellos. Le
imprimen autoridad y superioridad a cualquier afirmación, y más
aún si tenemos en cuenta que algunos lectores ni siquiera saben qué
es un porcentaje.
Una empresa de Gran Bretaña dedicada a encuestas, preguntó en
una ocasión a un grupo de personas: “¿Qué es un porcentaje?” y,
aproximadamente, la mitad respondió “uno de cuarenta” o “un
cuarto”. O incluso los mismos redactores del periódico Norderneyer
Badezeitung demostraron que no entendían muy bien el concepto
del porcentaje al publicar esta noticia: “Hace menos de un año, uno
de cada diez conductores conducía demasiado deprisa, hoy uno de
cada cinco. Un 5 % sigue siendo muchísimo, a pesar de que se está
controlando el problema, y los infractores tienen que pagar eleva-
das multas”.
Mediante porcentajes también puedes “vender aire” como “una tasa
de resolución del 104 %”. La policía de Jena, una ciudad de Alema-
nia, informó en el periódico Die Welt: “Nadie encuentra más asesi-
nos que la policía de Jena: el 104,8 % de todos los casos de asesinato,
intentos de asesinato y muertes los resuelven los funcionarios de la
policía de Jena”.
La solución a este enigma: los policías dividieron los casos resueltos
en un año por los casos denunciados en el mismo periodo. Así que
las probabilidades no son nada del otro mundo, e incluso es lógico
que mejoren: si se produce un asesinato en un año y se resuelven
tres asesinatos “antiguos”, evidentemente, hay una tasa de éxito del
300 %.

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Porcentaje ostentoso 79

El crecimiento de la cuota femenina


Los porcentajes, naturalmente, no están solo para reflejar tonterías.
Si sé que 5.000 personas votan al partido político X, no tengo mu-
cha más información que la que tenía antes. Ese dato, por ejemplo,
es un número muy grande para unas elecciones locales con 6.000
votantes, sin embargo para unas elecciones autonómicas de un mi-
llón de votantes no es tanto, y si hablamos de unas elecciones nacio-
nales no es casi nada. Por eso los porcentajes son tan importantes
en las elecciones. Una vez leí en un libro para sexto de primaria: “En
un concurso gana uno de cada tres participantes; en otro concurso
ganan 270 participantes de cada 800. ¿En qué concurso hay más po-
sibilidades de ganar?”
Por otro lado, es verdad que un porcentaje no solamente saca mucha
información a la luz, sino que también la oculta. Tenemos dos nú-
meros, el numerador y el denominador: 1/5; 7/35; 117/585, todos
dan el mismo porcentaje, concretamente: el 20 % del total , aunque
tanto el numerador como el denominador son números completa-
mente diferentes, así que cualquiera que tenga algo que esconder va
a usar porcentajes. “¡Hemos aumentado un 50 % la proporción de
diputadas!”, informa el jefe del partido X después de las elecciones.
Después, uno de los diputados añadía en voz baja: “Bueno… sí, pri-
mero había cuatro y ahora hay seis”.
En este caso, las estadísticas porcentuales tenían un valor más iró-
nico en lo que respecta a la presencia femenina en el Parlamento,
al igual que lo que se pudo leer en el folleto informativo de una
universidad de los Estados Unidos, donde aseguraban mediante la
estadística que “el 50 % de nuestros estudiantes se casa con un profe-
sor”. Este folleto se presentó en una época en la que el hecho de que
las mujeres quisieran estudiar no era obvio, de esta forma se espe-
raba que este folleto hiciera más popular el hecho de estudiar entre
el sexo femenino. Lo que muestra el porcentaje no era mentira, ya

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80 Así se miente con estadísticas

que solo había dos mujeres en el departamento y una de ellas era la


mujer del decano.
Esto de esconder números pequeños detrás de porcentajes impre-
sionantes tiene una larga tradición. En el antiguo Reichstag alemán
hubo un crecimiento, digamos, inmoral de la población en un pue-
blo de Baviera: las estadísticas oficiales habían registrado un au-
mento de nacimientos ilegítimos de, al menos, un 200 %. ¿La razón?
Una mujer soltera había tenido trillizos.
Allan Wallis y Harry Roberts en el libro The Nature of Statistics nos
cuentan la anécdota que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial. Un
oficial había intentado reforzar su grupo de siete técnicos pidiendo
por todos los medios más personal, sin éxito, hasta que un día, uno
de ellos colapsó a causa de los nervios. Gracias a su comentario lacó-
nico: “El 14 % del personal se ha vuelto loco a causa de la sobrecarga
de trabajo”, obtuvo incluso más refuerzos de los que necesitaba.
Imaginémonos a un ganadero cuyo ganado se compone de 57 % de
vacas, 14 % de cerdos y un 29 % restante de otros animales. ¿Quién
podría llegar a pensar que nuestro querido ganadero tiene 4 vacas,
2 ovejas y un cerdo? Desde que empezamos a leer eso de “el 80 % de
los encuestados eligen…” el café X, la pasta de dientes Y o el corta-
césped Z, incluso cuando aseguran que el 100 % de la mano de obra
trabaja voluntariamente, todos estos porcentajes tienen el mismo
propósito: ocultar la base a la que se refiere el porcentaje.
Se recomienda precaución especial con el 33,3 % y el 66,6 %. Lo
que ocultan es directamente proporcional a la extensión del número
tres.
Sin embargo, otras cosas son relativamente fáciles de esconder
detrás de un porcentaje. Si les preguntamos a diez personas: “¿A
qué partido votas?” y cuatro de ellas votan por el partido X, eso
es el 40 %. Pero nadie, aunque no haya escuchado hablar sobre los

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Porcentaje ostentoso 81

errores de la muestra, apostaría demasiado dinero si le ofreciesen


adivinar el resultado definitivo de las elecciones.
Pero, por otro lado, si preguntamos a 1.000 votantes y 400 dicen
que votan o votarán al partido X, tenderemos a creer en el pronósti-
co que nos dan sobre las elecciones (porque el tamaño de la muestra
aumenta la confiabilidad de los datos).

Una de cada dos personas vive sola


Según el Süddeutsche Zeitung, “en casi 100 años, el estilo de vida ha
cambiado mucho respecto a la década de los 90”. “A principios de
este siglo, la convivencia en la familia era lo habitual. Casi la mitad
de la población vivía en hogares con cinco o más personas”. Hoy en
día ocurre algo muy diferente: dos tercios de la población vive sola
o en pareja. “El 66 % de los hogares está compuesto por menos de
tres personas”.
En Frankfurt, incluso el 77 % de los hogares está compuesto por
menos de tres personas, y el 53 % de ellos por una sola. Por tanto,
una de cada dos personas vive sola.
Esta desaparición de la familia numerosa sería muy bienvenida en
Londres, donde según estudios sociológicos se considera que las fa-
milias numerosas suelen tener algún criminal entre sus miembros.
En muy pocos casos los delincuentes juveniles provienen de fami-
lias con un solo hijo. Cuanto más grandes son las familias, más pro-
babilidades existen de que haya un criminal.
De nuevo, el mismo error al calcular los hogares sobre las personas:
los hogares pequeños constituyen un gran porcentaje de hogares,
pero un porcentaje mucho menor de personas.

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82 Así se miente con estadísticas

La base volátil
Los porcentajes también pueden sumarse o restarse mal. Si una
obra de arte pierde el 50 % de su valor dos veces seguidas, el precio
no acaba siendo cero.
En uno de sus artículos, el periódico alemán Der Spiegel fue res-
tando por porcentajes todos los alimentos desde que nacían en el
campo hasta que llegaban al plato: el tanto por cien que se pierde en
la cosecha, menos lo que se pierde durante el transporte, menos lo
que se pierde en el almacén, menos el porcentaje de lo que se pierde
en el supermercado. Y si sumamos todo esto…
El ejemplo que mejor ilustra este fenómeno proviene de un pro-
yecto del Gobierno de México que se parece un poco al cuento de
la lechera. Uno lee The Economist y se cree que puede aumentar la
capacidad de las autopistas de dos a tres carriles.

El increíble aumento en la eficiencia


del sistema de autopistas de México
1. 2. (+ 50%) 3. ( – 33%)

= +17 %
Crecimiento vs. consistencia.

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Porcentaje ostentoso 83

Debido a la falta de dinero, tan solo se estrecharon las vías y se hi-


cieron tres pistas, pero se expandió la capacidad de los coches en
un 50 %. Lamentablemente, esto supuso numerosos accidentes y el
Gobierno se vio obligado a volver a las medidas del principio, lo que
supuso que se redujera, otra vez, la capacidad de los coches a un 33 %.
En el informe final, el Gobierno aseguró que se había conseguido
una expansión de la capacidad neta del 17 %.
El problema aquí es el cambio de la base. Incluso los expertos a veces
caen en estas trampas. Una vez leí en un libro de texto de Matemáti-
cas: si una vaca produce un 25 % más de leche, el granjero necesitará
un 25 % menos de vacas para conseguir la misma cantidad de leche.
¡De ninguna manera! El agricultor necesita un 20 % menos de vacas
para conseguir la misma cantidad de leche. Si antes tenía diez vacas y
cada una le daba 10 litros de leche, tiene 100 litros de leche. El 25 %
más serían 12,5 litros de leche por vaca. De modo que ahora nece-
sita 8 vacas para conseguir 100 litros, lo que supondría que necesita
un 20 % y no un 25 % menos de vacas.

El riesgo inflable
Hace algunos años, se recomendó a las mujeres moderar el uso de
píldoras anticonceptivas de lo que se conocía como “tercera gene-
ración”. Simplemente, el riesgo de sufrir trombosis aumentaba un
100 %. Las consultas de los médicos se inundaron de cartas, las far-
macias daban explicaciones detalladas en todos los medios, incluso
en Inglaterra las autoridades sanitarias terminaron por eliminar los
anuncios de la píldora en los principales periódicos, lo que redundó
en que muchas mujeres dejaron de tomarla. Solamente en Inglate-
rra se contabilizaron más de 10.000 abortos adicionales a la media
debido a embarazos no deseados.

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84 Así se miente con estadísticas

¿Qué pasó? Varios estudios han demostrado que entre las 7.000
mujeres que tomaron la píldora, una de ellas sufrió una trombo-
sis. Entre las mujeres que tomaron la píldora de tercera generación,
fueron dos las mujeres que sufrieron una trombosis, es decir, hubo
un aumento del 100 %. Pero solo fue un aumento relativo. El riesgo
absoluto era insignificante, tanto en la segunda como en la tercera
generación. El resultado paradójico fue que, debido a todos los em-
barazos adicionales que hubo, y que un embarazo supone un mayor
riesgo de trombosis, muchas más mujeres murieron por trombosis
de las que hubieran muerto por efectos secundarios de las píldoras.
Un efecto similar se produjo con el tratamiento informativo que dio
en su momento la prensa alemana al creciente peligro de contraer
cólera. “El cólera puede llegar a Alemania a través del Mar Báltico”
(Die Welt), “Gérmenes peligrosos en el Mar Báltico” (Frankfurter
Rundschau) o “Cambio climático: gérmenes peligrosos se esparcen
por el Mar Báltico” (Hamburger Abendblatt). Se temía un aumento
del riesgo de infección. Actualmente, tan solo unas dos personas
son diagnosticadas de cólera cada año en toda Alemania. Si el pe-
ligro se duplicara, serían cuatro personas, el doble que la cifra ex-
puesta. Cuatro de 80 millones es el 0,0005 % del total, es verdad que
para los afectados sigue siendo igual de malo, pero en general, sean
dos o sean cuatro no es prácticamente nada. Los riesgos relativos
son enormemente populares, especialmente entre aquellas personas
interesadas en generar pánico.
Pero los porcentajes también dan beneficios, por ejemplo, si uno
quiere creer un estudio especializado que dice que la dieta medite-
rránea logra reducir el riesgo de diabetes en un 30 %. Eso puede ser
cierto, pero en términos absolutos, la disminución es mucho más
modesta, entre el 8 y el 6 %.
Se usa este tipo de porcentajes a la hora de engañar cuando se pre-
sentan determinadas tasas de crecimiento, que convierten una brisa

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Porcentaje ostentoso 85

suave en una tormenta salvaje. Tomemos como ejemplo una em-


presa que muestra las siguientes ventas:
100 101 102,5
Primero las ventas crecen un 1 % y después un 1,5/101 = 1,49 %.
Este crecimiento no es gran cosa, es una tasa de crecimiento tan
plana como podría ser cualquier otra, cuando hablamos de tasa de
crecimiento “dinámica” nos referimos, normalmente, a otra cosa.
Si, por otro lado, ofrecemos datos de producción en lugar de tasas
de crecimiento, la imagen cambia. Si las ventas crecen un 1 % en el
primer año y un 1,49 % en el segundo año, ¡el aumento de los ingre-
sos asciende a un impresionante 49 %!
Aunque este cálculo sea matemáticamente correcto, convierte la
realidad en todo lo contrario. Si nos enteramos de un aumento en el
crecimiento de las ventas de casi el 50 %, difícilmente imaginamos
los datos anteriores de referencia. Muchos meten en el mismo saco
las tasas de crecimiento y las tasas de crecimiento de las tasas de
crecimiento, como por ejemplo el Berliner Zeitung en un artículo
sobre el aumento de precios en los nuevos estados federales. Con el
título “¿Será el próximo año más barato?”, informaba de una futura
disminución de la inflación. En realidad, el siguiente año no fue en
absoluto “más barato”, ya que los precios continuaron aumentando,
pero no tan rápido.
Las tasas de crecimiento de las tasas de crecimiento pertenecen, por
lo tanto, a los trucos de los expertos en estadística. Además, supo-
nen otra fuente de confusión, la que hay entre puntos porcentuales
de crecimiento y tasas de crecimiento. Por ejemplo, si nuestra tasa
de contribución al seguro de salud aumenta del 13 % al 14 %, au-
menta un punto porcentual, o en 1/13 = 7,7 %. Esta diferencia, a
menudo, no queda muy clara para muchos.

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86 Así se miente con estadísticas

Con un porcentaje inicial menor que 100, la diferencia en puntos


es siempre menor que el porcentaje. Si quiere hacer esta diferen-
cia visualmente más pequeña, cambie el porcentaje por puntos. En
cambio, si el índice de inicio es mayor que 100, la diferencia de los
puntos es mayor que el porcentaje. Por ejemplo: un aumento en el
índice de precios de 150 a 160 equivale a un aumento de 10 puntos o
10/150 = 6,6 %. En este caso, cuando quieren que dé la impresión de
que el cambio es muy pequeño, el uso de porcentajes es muy usual.
Por lo tanto, los porcentajes suelen usarse tanto para adormecer
como para estimular. Igual que un par de binoculares que se sos-
tienen en la dirección contraria y hacen que las cosas grandes se
vean pequeñas. “Me gustaría tener 2 mil millones de euros”, dijo
el ministro de Agricultura, que necesitaba dinero para financiar a
los agricultores. A lo que el ministro de Finanzas respondió: “Pi-
des demasiado”. “No es ni siquiera un 0,1 % del producto nacional”,
le insistió el ministro de Agricultura. Expuesto de esta manera, el
ministro de Finanzas quedó como un sinvergüenza. No es de extra-
ñar, por tanto, que a cualquiera que necesite dinero le guste pedirlo
usando un porcentaje de la mayor cantidad posible.

Bibliografía
La problemática de nuestro manejo erróneo de porcentajes se re-
toma desde otro punto de vista en Th. Bauer, G. Gigerenzer y W.
Kramer: Warum dick nicht doof macht und Genmais nicht tötet,
Frankfurt am Main 2014. En ese libro encontrará muchas más
fuentes y referencias.

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Capítulo 7
Tendencias engañosas

“No vemos nada más allá de nosotros mismos”.


Faust, en Auerbachs Keller

“En 170 años —calculaba Mark Twain— el bajo Mississippi se habrá


acortado en 240 millas”. Eso es un promedio de 1 y 1/3 millas por
año. Por lo tanto, todo el mundo debería tener claro que hace un
millón de años, el río Mississippi medía más de un millón trescien-
tas mil millas, sobresaliendo del Golfo de México como si fuera una
caña de pescar. De esta manera es muy fácil entender que dentro
de 742 años, el Mississippi medirá solo una milla y tres cuartos...
Eso es lo fascinante de la ciencia, obtienes los mejores resultados
así como si nada... Valiéndose de métodos similares, la prestigio-
sa revista científica Science demostró —haciendo un guiño a Mark

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88 Así se miente con estadísticas

Twain— que el mundo se hundirá el 13 de noviembre del año 2026.


Exactamente ese día, si la población de la Tierra continúa creciendo
como hasta ahora.
Tanto Science como Mark Twain hicieron algo que a todas las per-
sonas les ha encantado hacer desde los tiempos de Adán y Eva: ob-
servar la tendencia, o como dicen los estadísticos, “extrapolar”. Si el
Mississippi continúa disminuyendo como lo ha hecho hasta ahora,
en unos cientos de años no será más que un arroyo. Y si siempre se
reduce como tal, como dijo Mark Twain, se debe de haber reducido
más de un millón de millas hace un millón de años.
Hacer este ejercicio mental es algo innato, igual que respirar y es-
tar en posición vertical. “¿Cómo te has dejado el chubasquero?”, me
preguntó mi mujer más de una vez durante unas vacaciones en un
lugar donde llueve mucho y, finalmente, tuve que admitir “porque
el clima en casa era agradable”.
Del mismo modo, nos gusta mantenernos de la misma manera aun-
que estemos en lugares distintos. Si se ven menos abejorros en pri-
mavera, tememos por su extinción. Pero por otro lado, si se ven más
abejorros de lo usual, contamos los días que nos quedan hasta que la
plaga de insectos se haya comido el último pelo de nuestras cabezas.
Cuando el viento en nuestros países sopla un poco más fuerte de lo
normal durante unas cuantos días, “Alemania se ha convertido en
un país de huracanes” según el periódico Bild. Y puesto que Alema-
nia casi tiene el récord mundial de la tasa de natalidad más baja, los
medios anuncian una futura despoblación del país.
El calentamiento global parece ser uno de los problemas que más
nos preocupan últimamente. Si continuamos como hasta ahora con
esta tendencia de las cuatro últimas décadas, pronto podremos freír
huevos en la montaña más alta del país. El problema es que desde
el momento en que pensamos en el futuro la imaginación nos juega

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Tendencias engañosas 89

una mala pasada, el camino hacia el futuro tiene muchas curvas y


a nosotros nos gusta creer que es recto. Además de por la inercia,
esto también puede deberse a una necesidad de tener seguridad y
certeza: nada atormenta más que la incertidumbre sobre lo que nos
depara el futuro.

¡Seguimos!
En casi todos los casos, las tendencias a corto plazo deben usarse
como guía. Los llamados pronósticos ingenuos, que mantienen un
crecimiento o un nivel del período anterior, a menudo son más efi-
caces que los sofisticados modelos de los expertos. Respecto al tiem-
po, por ejemplo, el dicho de los agricultores es que “para el próximo
día el tiempo será el del día anterior”, y muchas veces tienen más
razón que los sofisticados estudios de meteorología.
Sin embargo, cuanta más información tengamos sobre una tenden-
cia, más improbable es que esta tendencia siga igual. Una vez leí algo
relacionado con esta idea sobre las vacas de un pueblo de Alemania.
En 1990, las vacas de ese pueblo daban un promedio de 4.200 litros
de leche; en el año 2000, sin embargo, daban un promedio de 4.700
litros e incluso en 2010 llegaron hasta los 5.200 litros. Y, a pesar de
esta maravillosa tendencia, si fuera yo, iría con mucho cuidado en
pronosticar que en 2020 las vacas lecheras darán 5.700 litros y que
en el año 2030 darán 6.200 litros...
Un reportero de deportes predijo el récord mundial de atletismo
en un futuro muy lejano, después de que el primer registro oficial
(de un inglés llamado Webster en 1865) mejorara en 30 segundos.
El primero tardó 4 minutos 44 segundos y, 30 años después, el si-
guiente en batir el récord lo consiguió en 4 minutos 17 segundos. El
reportero argumentó lo siguiente: “Conseguimos un segundo me-
nos por año. Los cuatro minutos se reducirán a más tardar en 1920”.

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90 Así se miente con estadísticas

“Genial —dijo el editor jefe—. Eso significa que reduciremos los 3


minutos en 1972 y que seremos más rápidos que la velocidad del
sonido en 2132”.
Los que extrapolan a partir de tendencias son como los que condu-
cen de noche sin luz en una carretera recta; tienen suerte mientras
no haya curvas. Luego llega el gran inconveniente de cualquier ten-
dencia que se extiende en el tiempo, siempre acaba mostrando que
la dirección no tiene por qué ser recta.
Con cada paso que damos hacia el futuro, disminuye la seguridad
de que la tendencia va a seguir tal y como está ahora. Solo en raras
ocasiones una tendencia continúa igual hasta el final de los tiempos.
Por lo general, en poco tiempo acaba en el absurdo país de las mara-
villas, en el momento en que retrocedemos en el tiempo tanto como
cuando todavía no había personas sino dinosaurios, (cuando nos si-
tuamos en que la tendencia del crecimiento de la población humana
seguirá igual durante miles de años), o con las citadas vacas, cuando
aseguramos que solo una de ellas cubrirá las necesidades de leche de
toda la tierra, ya que si seguimos extrapolando desde la tendencia
pasada, una vaca podrá dar 40.000 litros de leche al año en 2500.
Siempre que este tipo de pronósticos aparezca en las páginas de hu-
mor de nuestros periódicos, no debemos preocuparnos. Por ejem-
plo, el Journal of Irreproducible Results demostró estadísticamente
que la ciudad de St. Louis se hundiría en el 2224 como consecuencia
de los avances médicos. Su argumento: los portaobjetos de vidrio
con muestras de tejido de bazo humano, que se examinan en el la-
boratorio de un hospital local, están en constante aumento. Cada
nueve años, el número se duplica. En la década de 1990, se suponía
que el vidrio usado desbordaría el vertedero local, y que en el año
2224 cubriría toda la ciudad con una capa de vidrio de 90 cm de alto.
(En 2350, para seguir dándole bola, esta capa de vidrio sería tan alta
como el monte Everest, y no mucho más adelante, en 2493, llegaría

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Tendencias engañosas 91

a alcanzar la luna. Podríamos decir que si la tendencia continúa es-


table unos años más acabaríamos mudando hasta el espacio).

3
Número de esposos

0
Ayer Hoy

Según esta imagen, vas a tener más de dos docenas de maridos a finales del próximo mes.
Casi mejor que vayas buscando una empresa que haga descuentos en pasteles de boda.

Otro artículo en esta misma revista muestra que el continente


norteamericano está muriendo a causa de la revista National Geo-
graphic: cada uno de los 10 millones de suscriptores guarda cada
ejemplar de la revista que recibe, tal como revelaron las encuestas.
Cada revista pesa alrededor de 400 gramos, el peso mensual total
es, por lo tanto, de 4.000 toneladas, y la producción anual es de
48.000 toneladas. Si la gente continúa coleccionando las revistas, el
continente se volverá cada vez más pesado y más pronto que tarde
comenzará a hundirse. Así que, después de este descubrimiento, el
autor del artículo exigió ante el congreso de los Estados Unidos la
prohibición de esta revista.

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92 Así se miente con estadísticas

El fin se acerca
La ciencia tampoco es inmune a las tendencias. El famoso econo-
mista del siglo XVIII, el venerable reverendo Robert Thomas Mal-
thus, en sus predicciones en relación a alimentos y población, había
calculado que la población humana tendería a duplicarse, al igual
que tenía que ocurrir con el vidrio en la ciudad de San Luis, a inter-
valos constantes, a menos que la frenaran, claro. Malthus aseguraba
que estaba comparando la población, en crecimiento exponencial,
con un producto social eternamente lineal. De modo que la comida
que había en el mundo nunca sería capaz de alimentar a la pobla-
ción, lo que suponía el hambre y la miseria para la mayoría de per-
sonas como una consecuencia inevitable.
En aquel momento, Malthus tenía toda la razón, pero como sabe-
mos hoy, esto pronto se revirtió, al menos en las naciones indus-
trializadas occidentales. Poco después de la muerte de Malthus, el
pastel del producto nacional comenzó a crecer más rápido en vez
de más lento que la población que lo consumía. Hoy en día, el pro-
blema no es cómo alimentar a toda la población mundial sino qué
hacer con los excedentes de leche, de mantequilla o de trigo.
Los herederos modernos de Malthus son los apocalípticos del Club
de Roma. Su famoso informe de 1972 conmocionó al mundo sobre
todo por la extrapolación de la tendencia de la producción de ali-
mentos o el consumo y suministro de energía. Según ellos, ahora
casi no tendríamos petróleo, y apenas podríamos alimentarnos. El
hecho de que la especie Homo sapiens sea cada vez más eficiente
con sus recursos y desarrolle nuevas fuentes de energía no cabe en
la mente de los profetas más catastróficos.

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Tendencias engañosas 93

Bibliografía
Una prueba estrictamente científica de que la Tierra se caería en
2026, proporcionada por Heinz von Foerster et al.: Doomsday: Fri-
day 13. November A.D. 2026, Science, Nov. 1960, pp. 1291-1295.
La extrapolación de las tendencias del Club de Roma se puede leer
en D. Meadows et al.: Die Grenzen des Wachstums, Stuttgart 1972.

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Capítulo 8
El superlativo
sintético

“En el país de los ciegos el tuerto es el rey”.


Proverbio popular

“¡Visite Exmoor Bird Paradise!”, leí en una revista. “Disfrute del


paisaje único, el hogar de la mayor colección de aves tropicales del
norte de Devonshire”.
Desafortunadamente no sé cuántos parques de aves hay en el norte
de Devonshire, que está en el sur de Inglaterra y tiene un paisaje
precioso. Probablemente solo tenga un parque de aves. De modo
que es evidente que es el más grande, el más bonito, el que tiene más
aves, el más fenomenal de todos los de esa zona.
Estos superlativos no son reales, son artificiales, los han fabricado
sintéticamente. Estos superlativos artificiales, por otro lado muy

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96 Así se miente con estadísticas

comunes, se solían encontrar en los folletos de las atracciones tu-


rísticas: “Noble residencia de los alrededores de Bremen” (el castillo
Schönebeck), “¡El único en pie!”, “¡El único gran teleférico del norte
de Alemania”, “El mayor parque urbano de la cuenca del Ruhr”, “El
más bello edificio civil renacentista al norte de los Alpes” (se refie-
re al Ayuntamiento de Augsburgo), y así sucesivamente. Mientras
estaba de vacaciones en Inglaterra visité los únicos ventanales de la
casa de Chagall, el teatro activo más antiguo, la iglesia más pequeña
y el barco de vapor de hierro más antiguo impulsado por una hélice
de Inglaterra, todo esto sin contar la singularidad de todas y cada
una de las atracciones que he pasado por alto. Dondequiera que va-
yamos de viaje, encontramos una docena de superlativos artificiales.
A veces ves estos superlativos e inmediatamente te das cuenta de
que son artificiales; otras veces no. ¿Cómo puede alguien dar la opi-
nión sobre una persona a la que no conoce, y salir airoso del apuro
y sin mentir? Pues en lugar de decir que el Sr. X (o la Sra. Y) destaca
por su mediocridad, se le describe como el mejor experto en lingüís-
tica medieval de entre los 35 expertos en lingüística medieval que
hay en la facultad.

Un Óscar para cada uno


Sin embargo, cualquier actuación o comportamiento mediocre pue-
de convertirse en una buena oportunidad para usar un superlativo.
Cualquiera que trabaje en arte o entretenimiento no se libra de estar
nominado a algún premio tarde o temprano. Cualquiera que quiera
dar un premio a alguien desconocido o no muy popular creará, por
ejemplo (para llevar esta premisa al extremo), un premio para el
mejor cantante de Rumanía de menos de 23 años. En la actualidad,
el codiciado Óscar no se otorga únicamente a la mejor película o
el mejor director, sino también al mejor diseño de vestuario, los

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El superlativo sintético 97

mejores efectos especiales, la mejor banda sonora y, dentro de poco,


también al mejor maquillador mexicano soltero sin selectividad.

Long John Silver: ¿El pirata cojo más rico al sur del Ecuador?

Así que, al final, todo el mundo acaba ganando un premio, porque


casi todos podemos hacer algo mejor que cualquier otra persona del
mundo: imitar pájaros debajo del agua, ser la persona que más tiem-
po aguanta tocando la flauta, ser la persona que más naranjas pela o
la persona que más rebanadas de pepinos corta (el récord mundial
está en cortar 240 rebanadas). Ser la persona que lanza más lejos los

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98 Así se miente con estadísticas

huesos de las cerezas (actualmente, la persona ganadora lanza los


huesos de cereza a 21 metros y 71 centímetros), hacer girar tron-
cos, dar besos, hacer kitesurf o memorizar todos los números que
han ganado la lotería desde 1955 hasta la actualidad. Hay quien con
los ojos vendados reconoce la marca de un coche solo por el soni-
do de la puerta al cerrarse, hay gente que reconoce obras musicales
cuando las escucha al revés, y otra gente que ha memorizado la guía
completa de los ferrocarriles federales.
El engaño se produce en el momento en que los criterios de partida
se utilizan para, por ejemplo, dar un premio o crear uno de estos
superlativos artificiales. Para ser el mejor, obviamente, es suficiente
con que todos los competidores que vayan a participar sean peores.
La pregunta clave es, ¿quién controla la selección de los participan-
tes en el certamen? ¿Realmente dicha participación está abierta a
todos, o se está manipulando en la línea de partida?
Aquí, los superlativos artificiales difieren de los superlativos verda-
deros en el hecho que se compara. En un superlativo verdadero, lo
que se compara es firme e inamovible; no está adaptado al propó-
sito del ejercicio o del concurso. Por contra, cuando el superlativo
es artificial, los competidores han sido seleccionados a dedo: como
en el caso del excampeón de peso pesado de boxeo Floyd Patterson,
que ganó ese título únicamente por las victorias conseguidas frente
a competidores de segunda categoría, seleccionados con el expreso
propósito de que ganara Patterson.
Existe una prueba simple para saber si un superlativo es artificial,
y es ampliando la base de la comparación. Si de esta forma el su-
perlativo persiste, es que es real. Cuando Floyd Patterson se vio las
caras con el primer competidor no elegido a dedo, perdió estrepito-
samente (los fanáticos de este deporte recordarán que el boxeador
en cuestión era Sonny Liston), por tanto el superlativo era artificial.
Entonces, si el parque de pájaros tan maravilloso del que hablába-

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El superlativo sintético 99

mos al comienzo tiene un gran competidor en el sur de Devonshire,


los elogios del folleto sobre este parque huelen claramente a mani-
pulación.
El Libro Guinness de los Récords vive de este reduccionismo de cri-
terios. En lugar de ser un resumen de “los mejores especímenes de
la evolución humana”, héroes tanto en cuestiones de talento como
de ciencia, buscamos a alguien que pueda hacer el mayor número de
flexiones sobre un brazo en el transcurso de diez minutos. Bajo el
título “Soy más grande y mejor que tú”, The Economist de Londres
publicó en el año 2000 que cada uno de los 24 países de la OCDE
es el ganador de distintas categorías en comparación con los demás
miembros: Australia es el país que concentra más habitantes vivien-
do en la misma casa, los suecos son los que pagan más impuestos,
los alemanes los que beben más cerveza, los suizos los que tienen
más dinero, los americanos los que tienen el producto nacional más
elevado. Incluso Islandia es mejor que el resto en un detalle, concre-
tamente en ventas por habitante del juego “Trivial Pursuit”.

Si Hummels mete un gol


La máxima perfección del arte de usar los superlativos artificiales la
podemos ver en el ámbito del deporte. Según el criterio y la base de
comparación, el mismo rendimiento ofrece superlativos positivos
y negativos, tantos como el lector sea capaz de leer. Estas son las
puntuaciones del jugador de tenis B en sus primeros diez partidos
de la temporada:

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100 Así se miente con estadísticas

Juego Torneo Continente Pista Resultado

1 1 Australia Hierba Perdido


2 2 América Pista dura Perdido
3 3 Europa Hierba Ganado
4 3 Europa Hierba Ganado
5 3 Europa Hierba Ganado

6 4 Europa Pista dura Perdido


7 5 Europa Hierba Ganado
8 5 Europa Hierba Ganado

9 5 Europa Hierba Ganado


10 5 Europa Hierba Ganado

A partir de esta imagen se deducen los siguientes titulares, que son


indiscutiblemente correctos:
“¡B está subiendo como la espuma! Más del 75 % de los últimos ocho
juegos ganados”.
“B a la baja. Se retiró en la primera ronda en más de la mitad de sus
torneos”.
“¡Fenomenal! Nadie derrota a B en Europa sobre hierba”.
“El triste récord de B: no ha ganado hasta ahora sobre tierra”.
Y podríamos sacar muchísimos titulares parecidos. Por cada opi-
nión preconcebida, encontramos el superlativo apropiado. Todas y
cada una de estas estadísticas son verdaderas y aun así están equivo-
cadas. Es cierto que B ha ganado más del 75 % de sus últimos ocho
juegos, nunca ha perdido sobre hierba en Europa o ha ganado en
tierra, y ha abandonado tres de los cinco torneos en la primera ron-
da. Los números no mienten. El único que miente es el numerador.

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El superlativo sintético 101

El truco que se utiliza es la optimización de la cantidad de referen-


cia; es mucho más fácil de ver si llevamos esta idea al extremo y
quitamos la cantidad de referencia. Supongamos que B nunca ha
jugado contra un zurdo. Entonces las siguientes afirmaciones serían
verdaderas:
“¡Pobre B! ¡Nunca ha ganado contra un zurdo!”.
“¡Bravo, B! ¡Cuando juegas contra zurdos no pierdes ni un set!”.
De modo que también podemos producir un buen efecto tan solo
con los datos mínimos.
Este tipo de titulares que se refieren a récords también son muy
populares en el mundo del fútbol: “Los últimos siete partidos fuera
de casa no se han perdido”, “Ocho encuentros sin goles en contra”,
“Nueve goles seguidos en penaltis” (justamente el décimo penalti no
fue gol), “Cuando llevamos una ventaja de 2-0 nunca hemos perdi-
do un partido”, etc. Siempre que Hummels mete un gol en esta Copa
del Mundo, Alemania gana.
E incluso el pobre FC Cologne tiene al menos dos récords. Una
vez porque fue el primer campeón de la Bundesliga (temporada
1962/63), y otra, por haber sido el equipo que durante más partidos
no ha conseguido un resultado superior al 0-0: nueve durante la
temporada 2014/15.

Bibliografía
Una fuente inagotable de superlativos artificiales es el Libro Guin-
ness de los Récords, que se reedita anualmente y aparece en este
capítulo. Estas son algunas de las personas que han batido récords:
Pete Czerwinski, de Canadá, que batió el récord en comer la mayor
cantidad de huevos de chocolate en un minuto, al comer alrededor
de 100; la ciudad de Hamburgo, que animó a 19.897 ciudadanos a

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102 Así se miente con estadísticas

batir un récord, encendieron una antorcha con el objetivo de conse-


guir la candidatura olímpica del año 2024; el conejo inglés Nipper’s
Geronimo, que con 79 cm es el conejo de monte con las orejas más
largas del mundo.

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Capítulo 9
La muestra
preclasificada

“Me parece desconcertante creer que sabemos lo que piensan sesenta


millones de personas cuando solo les hemos preguntado a dos mil.
No me lo puedo explicar. Es así”.
Elisabeth Noelle-Neumann

Un psiquiatra escribió una vez que toda la humanidad está loca.


Cuando se le preguntó cómo llegó a esa conclusión, dijo: “Mira toda
la gente que viene a mi consulta...”.
Una revista de público femenino afirma que las chicas son más in-
teligentes que los chicos. Esta estadística se extrajo en base a una
prueba: en un instituto de Baden-Württemberg, el año anterior a la
publicación de la noticia, suspendieron 5.100 niños frente a un to-
tal de 3.800 niñas. Conclusión: “En lo que respecta a la inteligencia
cuantificable, las mujeres son mejores”.

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104 Así se miente con estadísticas

Pero no es tan sencillo. En primer lugar, faltan las cifras totales tan-
to de niños como de niñas del instituto de Baden-Württemberg. Si
hubiese un total de 4.000 niñas en ese instituto, que de esas 4.000
suspendiesen 3.800 no dejaría, precisamente, en muy buen lugar al
sexo femenino.
Pero aparquemos este aspecto y supongamos que tanto el número
absoluto (el del total de chicas y chicos) como el número relativo de
chicas es más pequeño que el número total de chicos. Incluso en ese
supuesto, las estadísticas no significarían nada. En segundo lugar,
los estudiantes de secundaria de este instituto no son una muestra
aleatoria de todos los jóvenes en edad escolar. Podríamos suponer,
por ejemplo, que de media son un poco más inteligentes que otros.
Por lo tanto, nadie pensaría que el cociente de inteligencia de es-
tos estudiantes de secundaria es representativo; esta muestra es un
ejemplo bastante claro de lo que los expertos en estadística conside-
ran una “estadística distorsionada”.
“Distorsionado” es lo opuesto a “representativo”: ciertos subcon-
juntos de la población, como en este caso los adolescentes más
inteligentes, están sistemáticamente sobrerrepresentados en las
muestras, mientras que otros apenas están representados. Después
de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno militar estadounidense
examinó al azar el estado nutricional de la población alemana. Se
instalaron en las calles básculas donde pesaban a las personas que
pasaban por ahí. ¿Qué tipo de personas pasaba por esos sitios? Sobre
todo, personas bien alimentadas que podían desplazarse, lo que im-
plicaba que todos sus compatriotas hambrientos y enfermos fueron
totalmente ignorados.
La distorsión en nuestro ejemplo inicial era que, probablemente, los
estudiantes a quienes se les hicieron las pruebas eran más inteligen-
tes que la media. Lo importante no es el resultado, sino la respuesta
a la pregunta: “¿Los niños son más tontos que las niñas?”, porque a

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La muestra preclasificada 105

este tipo de revistas no les interesa la inteligencia en sí misma, sino


más bien las diferencias entre dos conjuntos, en este caso niñas y
niños. Pero la muestra sin ningún conocimiento adicional no tiene
valor alguno, porque el tipo de distorsión no es necesariamente el
mismo para los niños que para las niñas. La mayor tasa de suspensos
entre los niños también podría deberse a que los padres llevan a sus
hijos, más que a sus hijas, a colegios o a institutos donde se exige un
nivel mayor que en otros. Hasta no hace tanto, las chicas eran mi-
noría en los institutos y uno podría presuponer que las que podían
asistir al colegio eran las chicas más inteligentes.
Una vez durante unas clases como profesor invitado en una uni-
versidad de Canadá, para mi sorpresa, descubrí que los estudiantes
extranjeros, especialmente de China y Hong Kong, eran a menudo
mejores que los canadienses; ninguno de los canadienses tuvo tan-
to éxito en mi clase como los estudiantes de Hong Kong. Durante
algún tiempo pensé que este fenómeno se debía a que estadística-
mente los asiáticos tenían más talento. Entonces me di cuenta de
que en este caso funcionaba el mismo mecanismo del caso anterior:
una familia en Hong Kong envía a un solo hijo o hija de la familia
a estudiar a Canadá (es decir, solo mandan al extranjero a aquellos
que son realmente talentosos), sin embargo, en Canadá estos es-
tándares son mucho más modestos. De hecho, hay tantos jóvenes
tontos y listos en Canadá como en cualquier otro lugar. Lo que ocu-
rrió en este caso fue que la selección de jóvenes canadienses que me
encontré en la universidad era diferente a la de los estudiantes de
Hong Kong.

Asesinato y homicidio
De modo que, cuando sacamos conclusiones de un estudio, muchas
veces nos equivocamos porque la estadística de la que extraemos

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106 Así se miente con estadísticas

la conclusión está distorsionada. “Creo que ocurren más asesinatos


aquí que en Alemania”, comentó mi esposa después de tres semanas
de estancia en Inglaterra. Se había dado cuenta de que no pasaba ni
un solo día sin que hubiera una noticia sobre asesinatos en la pren-
sa. Pero, de hecho, mueren menos personas en Inglaterra que en
Alemania, simplemente es que los periódicos de Inglaterra publican
más noticias sobre estos temas. De alguna manera morbosa, a los
ingleses les interesa más que a otros ciudadanos leer sobre asesi-
natos. No en vano, Inglaterra es el hogar de muchos escritores de
novela negra, desde Agatha Christie a Arthur Conan Doyle, y en
el museo de cera de Madame Tussaud, además de reyes y primeros
ministros, también hay figuras de los criminales más famosos. Por
lo tanto, la impresión que uno puede tener sobre de un país lleno de
asesinos es, en parte, otro mérito de los medios.
En países con un régimen totalitario sucede todo lo contrario: si
apenas se informa sobre crímenes, creemos que no existe actividad
criminal. Es muy difícil conocer algo sobre robos y asesinatos en
China, en parte porque la censura suprime sistemáticamente cual-
quier informe al respecto.
Las noticias que escuchamos en la radio, vemos en la televisión y
leemos en los periódicos son siempre una muestra de todas las po-
tenciales noticias, una muestra seleccionada de acuerdo con los pre-
juicios y la visión del mundo de los medios, por lo que no vemos el
mundo tal y como es, sino como lo ve el editor del medio de comu-
nicación que escuchamos, vemos o leemos.

La muerte en masa de los estudiantes


No siempre es la intención o el prejuicio de los medios lo que está
involucrado en este tipo de distorsiones; a menudo, las muestras ya
están distorsionadas cuando se redactan. Por ejemplo, cuando leo

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La muestra preclasificada 107

en la prensa que el parto en casa es más seguro que en el hospital, o


que los llamados bebés probeta mueren tres veces más de lo que lo
hacen otros bebés al nacer, vemos que en estos casos las muestras
tomadas también están distorsionadas. Por un lado, a las mujeres
embarazadas no les gusta quedarse en casa si hay complicaciones
inminentes en el embarazo o en el parto, por lo que casi todos los
casos críticos se encuentran en el hospital y; por otro lado, las ma-
dres de bebés nacidos artificialmente son de media cinco años ma-
yores que la media de mujeres que tiene hijos de forma natural. No
es de extrañar que estos nacimientos sean menos satisfactorios que
el promedio de otros partos. En ambos casos, miramos la realidad a
través de un cristal coloreado, como el conserje de Ritz, que sacude
la cabeza con incredulidad cuando se le dice que la hambruna se está
extendiendo en la India: “Yo no estaría muy convencido de eso. He
visto a muchos indios, pero ninguno parecía estar muriéndose de
hambre”.
O, por ejemplo, observemos las malas noticias de las que informaba
el London Times el 30 de marzo de 1990: “¡El 60 % de los pilotos
de aviación civil mueren antes de cumplir los 65!”. Los líderes del
sindicato de pilotos estaban muy alarmados, un estudio, no preci-
samente barato, de la Federación Internacional de Asociaciones de
Pilotos de Aerolíneas hizo una encuesta a 70.000 pilotos sobre hábi-
tos de consumo de alcohol y tabaco que parecen iluminar las causas
de estas muertes misteriosas en el gremio.
Pero este resultado no tiene por qué ser cierto al cien por cien. Vea
cómo surgió la muestra: The Times informó sobre los fondos de
pensiones y seguros de vida de los pilotos en Reino Unido, América
del Sur y Canadá. Incluso si suponemos que sus clientes son una
muestra representativa de los pilotos de todo el mundo, la pregunta
sigue siendo a qué se refieren estas muertes.

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108 Así se miente con estadísticas

Lo que se entiende es, obviamente, aquello que dice literalmente


el mensaje: dos tercios de todos los pilotos que existen actualmen-
te, probablemente mueran antes de cumplir 65 años. The Times
no puede saber eso exactamente, a menos que esté en contacto con
Dios. Después de todo, los pilotos de quien se obtiene la muestra
todavía están vivos. Probablemente, el 60 % se refiera a los pilotos
activos y anteriores que murieron el año pasado, el 60 %, pues, tenía
menos de 65 años.
Sin embargo, esta muestra de pilotos que murieron el año anterior
está distorsionada. Esto es fácil de comprobar cuando transferimos
el problema a los jugadores de fútbol. “¡Alarma —podría haber sido
el titular de todos los periódicos nacionales— los futbolistas de la
Bundesliga no llegan a cumplir los sesenta y cinco años!”.
La Bundesliga existe desde 1963. Ninguno de los futbolistas que
empezaron a jugar ese año, ni siquiera los más viejos, tenía más
de 30 años y, por lo tanto, en 1990, en el momento del artículo del
Times tendrían menos de 65. En otras palabras, todos los jugado-
res que murieron, antes de ese artículo del Times, por alguna ra-
zón (alcohol, infarto, accidente de tráfico, todo lo que nos amenaza
también durante la juventud) no llegaron a los 65 años. Es decir,
no se contempla que murieran deportistas a los 65 años por causas
derivadas del deporte, sino que directamente no llegaron a cumplir
los 65 años. Y si no hay personas mayores de 65 años en un grupo
de riesgo, nadie mayor de 65 años puede morir (o, como dijo el ge-
neral Hessian: “Estadísticamente probado: en los aparcamientos en
los que no hay cámaras no se roban las cámaras de videovigilancia”).
Desde este punto de vista, la misteriosa muerte de los pilotos ya
no es tan misteriosa: la aviación civil se expandió dramáticamente
entre 1960 y 1990, con el resultado de que la mayoría de los pilotos
actuales y anteriores tenían menos de 65 años en el momento del
artículo del Times. Veinte años después, todo se ve bastante dife-

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La muestra preclasificada 109

rente; en ese momento los veteranos eran una pequeña minoría,


no necesariamente porque murieran como moscas antes de la jubi-
lación, sino tal vez porque no había muchos pilotos mayores. (Por
cierto, aún más peligroso que los pilotos, los estudiantes mueren
antes de llegar a los 30…).

Las estadísticas y la segadora


“En el semestre del verano X, los primeros graduados del programa
de Administración de Empresas de la Universidad Y-Z aprobaron el
examen final”, dice una prestigiosa universidad alemana. “Los gra-
duados necesitaron un máximo de nueve semestres para terminar
sus estudios y lograron, según el departamento del grado, unas ca-
lificaciones que estaban por encima de la media. Demostraron que
los esfuerzos del departamento X e Y al recortar la duración de los
estudios a través del diseño significativo de las asignaturas han sido
exitosos...”.
Puede que el “esfuerzo por acortar la duración del estudio” fuera
exitoso, o puede que no. En cualquier caso, las estadísticas citadas
no tienen valor, al menos no de la forma en la que son entregadas.
Después de todo, ¿cuántos de los exalumnos pudieron estudiar en
un máximo de nueve semestres a la primera si el programa acababa
de abrirse?
Las “calificaciones por encima de la media” de las que nos informan
no son sorprendentes en absoluto. Por supuesto, la pequeña mi-
noría de estudiantes que terminan sus estudios dentro del período
regular también es más inteligente que los que tardan más años.
Para concluir, tomar como muestra todos los estudiantes que han
aprobado y analizarla como si todos fueran iguales es un error de
principiante. Si la oficina de prensa responsable de este informe hu-
biera esperado hasta que el último estudiante que se matriculó en

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110 Así se miente con estadísticas

este grado nuevo hubiera aprobado el examen final, habría apareci-


do una imagen completamente diferente. Finalmente, nunca se nos
hubiera ocurrido tomar como muestra el tiempo que han tardado
los diez primeros atletas para informar sobre cómo les ha ido a to-
dos los candidatos de la carrera.
De algún modo, también copiamos esta falacia en el cálculo de lo
que llamamos nuestra esperanza de vida. El tiempo que pasamos,
de media, desde que nacemos hasta que morimos, es actualmente
en Alemania de 78 años para los hombres y 83 para las mujeres. En
otras palabras, un bebé que nazca hoy tiene por delante una media
de 78 u 83 años en este maravilloso mundo. No solo los periodistas
y la gente de la calle tienen en cuenta este número, sino también los
seguros de vida, los fondos de pensiones y los políticos.
De todas maneras, esta interpretación es incorrecta, un niño que
nazca hoy no cumplirá 78 años de media, pero puede que llegue a
cumplir más de 80 años, y una niña que nazca hoy no llegará a cum-
plir 83 años, sino que morirá alrededor de los 90. Los números 78
y 83 se basan en la llamada “tabla de mortalidad” actual, que aproxi-
madamente indica, para cada grupo de edad, qué tanto por ciento ha
muerto en un año. Por ejemplo, en la actualidad, 23 de cada 10.000
hombres de 40 años y 13 de cada 10.000 mujeres de 40 años mueren
a la edad de 41 años, y lo mismo se aplica a todos los demás grupos
de edad, muchos de ellos no llegarán a asistir siquiera a su próximo
cumpleaños.
Al calcular la esperanza de vida, ahora se supone que el futuro con-
tinuará igual, y eso es de todo menos seguro. ¿Quién dice que en
cuarenta años las probabilidades de mortalidad serán iguales a las de
ahora? De hecho, probablemente sean más pequeñas, si creemos en
las previsiones de los demógrafos. ¿Cuánto tiempo duran estas me-
dias como verdaderas? Ciertamente no seguirán así hasta el próxi-

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La muestra preclasificada 111

mo siglo. Si alguien lee y vuelve a calcular estas líneas, es probable


que ya sea mayor que 78 u 83.
Varias empresas comerciales, como las compañías de seguros, que
ganan dinero con la muerte y la vida de otras personas, se sienten
cómodas con esta distorsión. Las primas del seguro de vida se calcu-
lan de acuerdo con la tabla de mortalidad actual. Por otro lado, los
estrategas de pensiones solo esperan a que el pensionista pague de
media durante 9 o 13 años, lo que es demasiado bajo. Los requisitos
de nuestro fondo de pensiones aumentarán mucho más de lo que
pensamos hoy.

¿Qué tienen en común las imágenes de bombardeos


y los coleccionistas de arte?
A pesar de todas las distorsiones, las muestras son una de las he-
rramientas más útiles que la estadística conoce. Para una prueba de
alcoholemia, una muestra de sangre es suficiente para determinar
el porcentaje de alcohol en el organismo; para que la muestra sea
válida, Tráfico no tiene que drenar toda la sangre. Una pequeña
muestra sin distorsiones puede representarlo todo. De manera si-
milar, si extraemos una muestra lo suficientemente bien combinada
de 2.000 personas de la población, algunos estarán completamente
convencidos de saber, a través de las encuestas, cuántos ciudadanos
van a votar por el partido X en las próximas elecciones o cuántos
tienen pensado ir de vacaciones a Mallorca.
Los profesionales de la estadística simulan la mezcla que nuestros
cuerpos hacen por sí mismos con la sangre, dibujando así la llama-
da muestra aleatoria. En general, esto significa que todos tienen las
mismas posibilidades de formar parte de la muestra. En este caso,
también se habla de una muestra aleatoria pura. Además, nuestros
encuestadores también usan otros métodos, como las muestras re-

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112 Así se miente con estadísticas

presentativas. Lo único importante es que la posibilidad de termi-


nar en la muestra no depende de la característica que se examina.
Es por eso que no preguntamos “¿Cuántos alemanes son católicos?”,
a los participantes de la misa de Navidad en la catedral de Colonia o,
si queremos saber el ingreso promedio de todos los alemanes, como
una muestra tampoco lo hacemos a partir de los personajes del jue-
go del Quién es quién; en ambos casos, la muestra que extrajéramos
ofrecería un resultado significativamente diferente a la realidad que
se estudiara.
No es necesario ser un experto en estadística para ver dónde te quie-
re llevar la subrepresentación o sobrerrepresentación sistemática de
ciertos fenómenos. Durante la Segunda Guerra Mundial, los esta-
dounidenses examinaron una vez sus bombarderos para detectar los
impactos de los cañones antiaéreos alemanes: ¿qué partes del bom-
bardero eran atacadas con mayor frecuencia?, ¿dónde se necesitaban
refuerzos adicionales?
El siguiente dibujo muestra dónde impactaban con mayor frecuencia
los proyectiles:

Las cruces marcan los lugares donde los misiles habían herido a los soldados de regreso a
casa; los soldados que estaban dentro del rectángulo ya no regresaron.

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La muestra preclasificada 113

Los misiles atacaron uniformemente toda la estructura, con una ex-


cepción: no llegaron a un cuadrado particular del fuselaje. ¿Por qué?
No es que este lugar no estuviera en la estela del antiaéreo, sino que
aquí se encontraba el tanque de gasolina, por tanto, los soldados que
estaban en este lugar no volvieron a casa…
Tomemos un ejemplo menos marcial y más moderno: la inversión
en arte, ya sea actual o antigua. ¿Deberíamos invertir nuestros aho-
rros en arte o no? “Por supuesto”, contestó un amigo mío dueño de
una galería. “No hay mejor inversión. ¡Es suficiente con mirar las
subastas! ¡Los precios se están volviendo locos!”.
Y, de hecho, tiene razón. Si repasamos el trayecto de una determi-
nada pintura que ha ido cambiando de manos, nos sorprenderá el
salto del precio de un propietario a otro. Aquellos que compraron
cuadros del desconocido Van Gogh hace 100 años como decora-
ción para la escalera, probablemente serían más ricos hoy que los
sucesores de Rockefeller: los precios de las pinturas subastadas au-
mentaron en un 44,5%, según The Economist londinense. Por el
contrario, las acciones y otros valores cayeron significativamente.
Así que, ¿nos vamos todos a Sotheby’s? Un momento, diría un ex-
perto en estadística. ¿Las pinturas que se venden hoy también son
una muestra aleatoria de todas las pinturas que existen? En esta
muestra, realmente, ¿estamos incluyendo también las pinturas que
adornan las paredes de los museos igual que las que adornan las pa-
redes de las oficinas y las salas de estar en todas las casas del mundo,
entre todas las que se subastan? Solo en caso de que así sea, po-
dremos saber el valor real total de todas las pinturas compradas y
vendidas en las subastas.
Solo con pensar un poco, lo vemos de inmediato: los cuadros com-
prados ahora o los comprados en galerías no son una muestra para

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114 Así se miente con estadísticas

nada aleatoria. De hecho, es todo lo contrario, es como si solo estu-


viéramos escogiendo las pasas de un pastel seco.
El conocido economista de la Universidad de Nueva York William
J. Baumol examinó en cierta ocasión el mercado de galeristas du-
rante más de 300 años, de 1652 a 1961, y de media vio que tenían
menos del 1 % de rendimiento al año sobre los precios de venta.
Con los bonos del Gobierno inglés, habrían ganado el doble. No
es mucho mejor la conclusión de los economistas suizos Bruno S.
Frey y Werner Pommerehne. Los dos calcularon sobre la base de
2.396 transacciones entre los años 1645 y 1987, y observaron un
rendimiento anual real para las pinturas de los maestros antiguos
del 1,5 %.
Los números no son mucho mejores con el arte actual. Hace unos
años, el economista James E. Pesando, de la Universidad de Toron-
to, presentó en el American Economic Review una investigación
sobre la evolución de los precios de los grabados de artistas cono-
cidos. Desde 1978, todos los precios en las principales subastas del
año pasado se han incluido en la lista anual del precio de impresión
de Gordon; de los años 1977 a 1992. Pesando calculó un rendimien-
to anual real del 1,5 %. Limitado a las impresiones de Picasso, esta
tasa media de rendimiento aumenta al 2,1 %, pero aún es menor
que el promedio anual de 2,5 % ajustado por la inflación, que podría
haberse logrado durante el mismo período con bonos del Tesoro de
Estados Unidos sin riesgo alguno.
E incluso los años posteriores no han aliviado esta imagen de ma-
nera significativa. Aunque siempre hay burbujas de precios que au-
mentan temporalmente, cuando las personas no saben dónde gastar
sus ahorros, estas ganancias se desvanecen con la misma rapidez.
Además, el aumento de valores en subastas y otro tipo de ventas tie-
nen que deducir costes considerables. Sobre todo, las carteras de va-
lores de arte suelen ser puramente hipotéticas: si un Bacon, Hockney

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La muestra preclasificada 115

o Richter se subastan por un precio récord de X millones de euros,


este precio, o uno similar, se agregará al resto de obras de estos ar-
tistas en su cartera de valores.
Al mismo tiempo, esta es la razón por la cual existe el consejo co-
nocido por todos: compra arte de primera calidad. Pero, ¿qué quiere
decir de primera calidad? Por definición, estos son obras que logran
los mejores precios en subastas y otro tipo de ventas. Siempre y
cuando no haya medida alguna para la profundidad artística de una
obra de arte —y probablemente nunca lo habrá—, esto es y seguirá
siendo el estándar de todas las cosas. Entonces, este consejo vale
igual para un comprador de acciones: a principios de año, compre
solo las acciones que aumentarán más el próximo año.
La euforia recurrente en el mercado del arte es, por lo tanto, esen-
cialmente el resultado de una notoria selección de pasas en una tar-
ta: solo las historias de éxito entran en los informes y las estadísticas
de precios, las obras de poco valor económico se quedan fuera. Por
lo tanto, parece mucho “El paisaje con el sol naciente” de Van Gogh
comprado por 9,9 millones de dólares en 1984, vendido por 50 mi-
llones de dólares en 1989, mientras que en vida se vendían sus obras
por 20.000 marcos alemanes. Sin embargo, los bocetos de un pintor
olvidado, pero muy famoso en su momento, ahora mismo están de-
valuados por completo.
Deberíamos comprar arte si nos gusta. O porque queremos cola-
borar con el artista o creemos en él. Como un conocido matemá-
tico, que organizó una exposición a principios de los años sesenta
en Hamburgo para un artista gráfico estadounidense desconocido,
porque quería ver cómo llegaban sus obras a Europa. Nunca lo hi-
cieron. Como consuelo, mi colega compró algunas de las obras ex-
puestas por poco dinero. El nombre del artista era Andy Warhol y
el comprador era Günter Sachs.

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116 Así se miente con estadísticas

Bibliografía
Sobre las muestras aleatorias correctas se aprende en todas las in-
troducciones de cualquier libro de estadística, uno de los ejemplos
es Warum dick nicht doof macht und Genmais nicht tötet, Frank-
furt am Main 2014.
Cómo invertir en arte lo explica Horst Wagenbach muy sensible-
mente en Kunst als Kapitalanlage, Stuttgart 1965. Los argumentos
citados en el texto contra dicha inversión de capital pueden encon-
trarse, por ejemplo, en William J. Baumol: Unnatural value, or art
investment as floating crap game, American Economic Review
1986, o B. S. Frey und Werner W. Pommerehne: Muses and Mar-
kets: Explorations in the Economics of Arts, Oxford 1995.

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Capítulo 10
El pictograma
trucado

“Oh, cómo brilla la falsedad del exterior”.


William Shakespeare, El mercader de Venecia

En el país A, un trabajador gana 10 euros por hora, en el B gana


20 euros. ¿Cómo representamos gráficamente mejor esta situación?
Del tercer capítulo ya conocemos el diagrama de columnas: dos co-
lumnas, una dos veces más alta que la otra. Si, en cambio, tomamos
dos pilas de monedas para una mejor ilustración, obtenemos un pic-
tograma que seguro que nos suena:

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118 Así se miente con estadísticas

La pila de monedas correcta simboliza el doble de ingresos.

Los pictogramas como este muestran gráficamente los números de


una manera fiable; nos ayudan a almacenar los datos más rápido y,
al mismo tiempo, de forma más permanente. Un buen pictograma
traduce datos abstractos a nuestro idioma. Incluso aquellos que no
saben leer comprenderían el mensaje sin dificultad.
Pero los pictogramas también pueden distorsionar una realidad. Su-
pongamos que estamos interesados en poner énfasis en la ventaja
del país B. El primer pictograma no ayuda, ya que presenta las cosas
tal y como son: en B ganas el doble que en A, y ya está.
Pero esta otra versión usa billetes en lugar de monedas: en lugar de
dos pilas de monedas (una dos veces más alta que la otra), hay dos
billetes, uno dos veces más largo (y más ancho) que el otro.

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El pictograma trucado 119

Tiene truco: el área del billete de la derecha es cuatro veces más grande que el área del
billete de la izquierda.

La longitud de los billetes es correcta, tanto para el billete de 20


como para el billete de 10, pero eso no es lo que importa aquí. Para
las figuras bidimensionales establecemos el tamaño del área, no la
longitud del lado. Pero el área del billete B es cuatro veces la del
billete A y a su reflexión dejamos el pictograma.
Esta distorsión puede aumentar aún más mediante la representa-
ción espacial. Para hacer esto, reemplazamos el ingreso de B con un
lingote de oro con bordes dos veces más largos que en A:

Tiene truco: el volumen del lingote de la derecha es ocho veces mayor que el de la izquierda.

En este caso, nuestro cerebro no hace relaciones de corresponden-


cia entre los bordes, sino entre los volúmenes, y estos ahora llegan a
suponer un 8:1 en detrimento de la figura A.

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120 Así se miente con estadísticas

La propagación milagrosa de Volkswagen


A continuación me centro en las dos dimensiones. La siguiente
imagen (extraída de un folleto informativo del entonces Gobierno
Federal Alemán) debería representar el tamaño de las viviendas en
la Alemania comunista y la federal, es decir, mostrar explícitamente
dos áreas; sin embargo, iguala las longitudes de los lados en lugar de
las áreas.
Como resultado, las áreas de los dos planos no son de 82:58, lo que
correspondería a las proporciones verdaderas, sino de 116:58 (el
apartamento de Alemania Occidental no parece el 41 %, sino el 100 %
más grande que el de la antigua República Democrática Alemana).

ca. 82 m2

ca. 58 m2

El apartamento de Alemania Occidental aparece demasiado grande respecto al de la Repú-


blica Democrática Alemana.

El siguiente gráfico sobre la producción de automóviles alemana


también distorsiona la realidad: la diferencia entre Volkswagen y
Ford, por ejemplo, es demasiado grande. Mientras que Volkswagen

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El pictograma trucado 121

en realidad solo triplica el número de coches, el dibujo del coche que


lo representa en el gráfico es ocho veces más grande que el de Ford
(aparte del hecho de que la cantidad de la venta de los coches no
quiere decir nada, es mucho más importante el valor de las ventas,
es decir, lo que los fabricantes se llevan por cada coche vendido).

Volkswagen
27 %

Opel
17 %

Ford
10 %

Volkswagen exagera su ventaja.

Del mismo modo, los gráficos siguientes exageran los hechos reales.
El primero quiere mostrar que el carbón quema más CO2 que otros
combustibles fósiles, pero dispara mucho más allá de su objetivo:
mientras que el carbón produce el doble de CO2 que el gas natural,
la nube de humo mostrada es cuatro veces mayor.

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122 Así se miente con estadísticas

Una correcta elección


del combustible ayuda
al medio ambiente
Carbón Gasóleo Gas natural

0,40
0,26
0,20

Estas nubes cubren la verdad.

Y, del mismo modo, el siguiente gráfico eclipsa las verdaderas pro-


porciones (aunque, por supuesto, no se puede exagerar con este tipo
de temas). Muestra hongos atómicos de varios tamaños que repre-
sentan el poder explosivo de cada bomba. La mayor bomba detonada
oficialmente se llamaba AN602 (más tarde también se llamaría Zar
Bomb); pesaba 27 toneladas, medía 8 metros de largo y 2 metros de
diámetro y fue arrojada el 30 de octubre de 1961 sobre la isla rusa de
Novaya Zemlya, a una altitud de 10.000 metros; su fuerza explosiva
de 50 megatones produjo una onda expansiva de 60 kilómetros, la
onda dio la vuelta al mundo tres veces. Comparado con esto, las dos
súper bombas americanas Mike y Bravo parecen simples granadas,
y la bomba de Hiroshima es apenas visible a su lado.

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El pictograma trucado 123

50 mt

40 mt

Zar-Bomb

30 mt

20 mt
20 kt

15 kt Trinity Bravo
10 mt
Hiroshima Mike
10 kt

5 kt

¿Se puede exagerar el factor de miedo?

El siguiente ejemplo muestra que se puede exagerar una pérdida. Se


trata de una pérdida supuestamente dramática de tierras de cultivo.
Esto se exagera al dividir por el número de personas en la Tierra.
Y aquí el pronóstico para 2050 es probablemente demasiado alto.

La tierra cultivable disponible per cápita


está disminuyendo constantemente

1950 2000 2050

La pérdida de tierra cultivable se exagera visualmente.

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124 Así se miente con estadísticas

Así pues, tiene lugar una reducción en la que el área del círculo para
1950 es aproximadamente cuatro veces más grande que el área del
círculo para 2050. Pero la tierra de cultivo per cápita es solo 2,5
veces más grande.

El efecto Matterhorn
El siguiente ejemplo pone otro factor de distorsión en juego. Lo
llamaremos el efecto Matterhorn. El gráfico muestra el Zugspitze,
la montaña más alta de Alemania, y el Matterhorn, la montaña más
alta de Suiza. El Matterhorn tiene 4.478 metros y el Zugspitze mide
2.962 metros. En un gráfico, el Matterhorn está al lado de Zugspitze
y, en el otro, el Zugspitze está más atrás: el tamaño de las montañas
es siempre el mismo, pero en el gráfico de la derecha el Matterhorn
parece mucho más grande porque está detrás. Si colocamos los ob-
jetos en una imagen al fondo, nuestros cerebros magnifican ese ob-
jeto para compensar la distancia.

La montaña en el fondo se ve aún más grande.

El crecimiento de la población mundial pasa de 2,5 billones de per-


sonas en 1950 a un estimado de 9,2 billones cien años más tarde, en
2050. Esto se puede visualizar de varias maneras.
En una imagen hay 25 figuras frente a las 92 figuras de la otra. In-
cluso el analfabeto más grande ve cuál es el problema.

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El pictograma trucado 125

1950

2050

1950 de la población.
Una visualización correcta del crecimiento

Todo funciona con columnas en lugar de barras. Sin embargo, dado


que las figuras no se pueden2050
apilar unas encima de las otras, lo nor-
mal sería poner columnas, que aunque son igualmente correctas, no
son tan sugestivas.

1950 2050

1950 2050

Correcto, pero menos bonito.

El engaño comienza cuando las columnas neutrales son reemplaza-


das por figuras humanas, con alturas y anchuras en la proporción de
1950 2050

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1950 2050
126 Así se miente con estadísticas

9,2 a 2,5. La relación de área ya no es de 9,2 a 2,5, sino de 33,8 a 2,5,


es decir, el verdadero incremento parece mucho mayor de lo que es.
1950 2050

Las medidas del hombre de


la derecha son exageradas. 1950 2050

Y la guinda del pastel es el efecto Matterhorn. El siguiente gráfico


lo recorté del Corriere della Sera durante unas vacaciones en Italia;
hace que la figura gigante en el fondo parezca aún más poderosa que
la de delante.

El hombre en el fondo pare-


ce mucho más grande de lo
que le correspondería según
los números.

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El pictograma trucado 127

Así que id con cuidado con los gráficos de datos en grandes dimen-
siones, sobre todo si hay dos imágenes encajadas, es decir una de-
lante de la otra. A lo sumo, si los dibujos que se muestran tienen las
mismas áreas o volúmenes, las figuras de dos o tres dimensiones
se podrán usar de manera significativa para los gráficos de datos.
Por otro lado, los datos unidimensionales también pertenecen a una
vista unidimensional.

Bibliografía
Los clásicos absolutos de los gráficos de datos son los hermosos li-
bros Envisioning Information y The Visual Display of Quantitative
Information, de Edward Tufte.
Otras introducciones para los recién llegados son las obras de H.
Riedwyl, ya mencionadas en el Capítulo 2: Graphische Gestaltung
von Zahlenmaterial, Bern 1975, y G. Zelazny: Wie aus Zahlen Bil-
der werden, Wiesbaden 1988.

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Capítulo 11
Cómo suena un árbol
si cae en un bosque en
el que no hay nadie

“Si exiges una respuesta inteligente debes hacer una pregunta inteligente”.
Goethe

Según una encuesta del sindicato de la Unión Industrial de Traba-


jadores del Metal, el 95 % de los trabajadores de Alemania se nie-
ga a trabajar los sábados. De acuerdo con una encuesta simultánea
del Offenbach Marplan Institute (investigación del mercado de la
sociedad alemana), sin embargo, el 72 % de los empleados estaría
dispuesto a trabajar durante el fin de semana. Estas dos afirmacio-
nes no acaban de encajar; es evidente que hay algo sospechoso. Y
también es fácil ver en qué consiste el tipo de encuesta.
“Vote por el fin de semana libre”, aparecía en letras enormes en la
parte superior de la encuesta del sindicato de la Unión Industrial de

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130 Así se miente con estadísticas

Trabajadores del Metal (IG Metall). Por eso, este resultado estaba
programado. Me pregunto por qué se ha llegado a esta conclusión
tan dispar con más de 2 millones de cuestionarios.
Al mirar las encuestas ves que las preguntas en sí son sugestivas;
se aseguran de que todos los encuestados sepan qué poner. Por
ejemplo, la pregunta ya contiene las palabras “fin de semana”: “Los
sindicatos impusieron durante las décadas de los 50 y los 60 que la
semana laboral fuera de 5 días, de lunes a viernes... Esto ha supuesto
que nos acostumbremos a tener un tiempo de ocio, en los fines de
semana, en el que es fácil que surjan momentos para compartir este
tiempo con otras personas”. Y sigue, “(…) y tú ¿qué opinas?”. Y ofre-
ce las siguientes alternativas:
1. En mi opinión, eliminar los fines de semana supondría un
fuerte impacto para la familia, los amigos, las parejas, los
deportes y la vida cultural.
2. No considero que los días para hacer cosas en común sean
tan importantes. La eliminación de los fines de semana da-
ría lugar a un mejor uso de las instalaciones de ocio y de
transporte.
3. No sabe / no contesta.
Estas opciones no dejan lugar a dudas: los que no están de acuerdo
con la frase número 1 sufren patologías sociales.
De la misma manera, la respuesta que los sindicatos desean que des
incluye la palabra clave: sábado. “Los empresarios y, sobre todo, al-
gunos políticos quieren que el sábado vuelva a ser día laboral”, y la
pregunta de la encuesta es: “¿Qué te parecería si tuvieras que traba-
jar los sábados?”. A esta pregunta, las alternativas son: “No me im-
portaría” o “Perdería calidad de vida”. El 95 % de todos los votos son
para la segunda alternativa y no sorprende a nadie. Por el contrario,
debería ser bastante preocupante que, a pesar de esta pregunta tan

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 131

guiada, todavía el 5 % de los encuestados marcara la cruz justo don-


de un sindicalista nunca la pondría.
Igual de sugerente, pero con la intención contraria, el Instituto
Marplan también pregunta sobre los sábados. A la pregunta “¿En
qué medida estarías dispuesto a trabajar los sábados, si eso fuera
bueno para la situación económica de su empresa?”, ofrece las si-
guientes respuestas:
1. Ocasionalmente, cuando te den otro día libre a cambio.
2. A menudo, algunos sábados (alrededor de 8-12 veces al
año, si se ofrecen vacaciones adicionales de varios días con-
secutivos).
3. Alternativamente, una vez a la semana cada 6 días, incluido
el sábado, y 4 días la semana siguiente, por lo que podría
tener un “fin de semana de tres días” esa semana; en total
sería alrededor de 20 sábados al año.
4. No, en ningún caso.
Así como el IG Metall solo ve los lados negativos, aquí se señalan
las ventajas, como si el que trabajara los sábados eligiera el trozo
más grande del pastel. Además, el hecho de añadir a la pregunta: “Si
supusiera un beneficio económico para la situación de la empresa…”,
la última respuesta estaría casi fuera de lugar, a nadie le gusta sentirse
un egoísta en su ámbito de trabajo. Por lo tanto, que el 72 % eligiera
la opción de “trabajar ocasionalmente los sábados” no es sorpren-
dente.
A veces, incluso el mismo organismo consigue invertir la opinión
pública en cuestión de días. En la década de 1980, se les preguntó a
los ciudadanos alemanes a través de la revista Panorama: “¿Están a
favor o en contra de reforzar la industria armamentística?”. Solo el
14 % de los encuestados estaba a favor. Seis días después, se les hizo

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132 Así se miente con estadísticas

la misma pregunta en nombre del Ministerio federal de Defensa y


esta vez era el 54 % el que estaba a favor.
La pregunta específica en la encuesta de Panorama fue: “Si las ne-
gociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética no llegan
a buen puerto, será inevitable que caigan misiles en la República
Federal de Alemania en un futuro cercano, ¿estás a favor o en contra
de lanzar nuevos misiles?”.
La pregunta específica en la encuesta encargada por el ministro de
Defensa fue: “Occidente debe permanecer lo suficientemente fuer-
te contra la Unión Soviética. Por eso es necesario establecer armas
nucleares modernas en Europa occidental si la Unión Soviética no
desmantela sus nuevas armas de medio alcance”. A continuación,
los encuestados debían decir si estaban de acuerdo o no con la afir-
mación, y el 58 % estuvo de acuerdo.
“La destrucción de la capa protectora de ozono provoca cáncer de
piel y muchos otros problemas de salud y medioambientales. ¿Apo-
ya la demanda de Greenpeace para que DuPont, el mayor productor
mundial de químicos que agujerean la capa de ozono, detenga su
producción de inmediato?”, pregunta Greenpeace en EE. UU. Por
supuesto que lo apoyamos.
“¿Necesitamos otra agencia de control además de todas las que ya
tenemos, o las existentes deberían funcionar de manera más efi-
ciente?”. Pregunta a una asociación de empresarios que se defiende
contra una autoridad de protección al consumidor. Por supuesto, la
mayoría de personas piensan que las agencias existentes deberían
funcionar más eficientemente antes de pensar en crear otra nueva.
Incluso en estos casos, la respuesta ya está incorporada en la pre-
gunta.

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 133

Con la siguiente secuencia de preguntas, probablemente podríamos


probar que el 90 % de los alemanes está a favor de poner límite de
velocidad en las autopistas:
1. Como ya sabrás, la cantidad de accidentes en nuestras ca-
rreteras ha ido retrocediendo durante años. ¿Crees que eso
es bueno? (¡Por supuesto!)
2. Los locos al volante también tienen la culpa de muchos ac-
cidentes. ¿Crees que se debería hacer algo con respecto a
estos locos? (¡Por supuesto!)
3. ¿Estarías dispuesto a conducir más despacio para aumentar
la seguridad del tráfico? (Mmm, bueno…)
4. Quiere decir que, si tú conduces más lento, entonces los
demás también deberían hacerlo. (Si es así, ¡sí!)
Del mismo modo, también se generan muchas opiniones a favor de
no restringir la velocidad en autopistas:
1. Como ya sabrás, los automóviles alemanes se consideran
los más seguros del mundo. ¿Crees que es bueno?
2. El 40 % —u otro porcentaje imponente— de nuestros au-
tomóviles se exportan, sobre todo debido a sus excelentes
características de manejo, incluso a alta velocidad; aseguran
cientos de miles de empresas. ¿Eras consciente de ello?
3. La mayoría de los accidentes ocurren a velocidades mode-
radas dentro de las áreas urbanas. ¿Crees que deberíamos
atender este aspecto como una prioridad?
Al final de este cuestionario, incluso el líder de los partidos ecolo-
gistas estaría a favor de no restringir la velocidad.
Las encuestas como estas no quieren medir la opinión pública,
quieren crear una opinión. Ya sean los ecologistas para ponerte en
contra de la energía nuclear; la industria farmacéutica, para posicio-

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134 Así se miente con estadísticas

narte a favor de los experimentos con animales; ya sean las cadenas


de televisión privadas o las tarifas de transmisión o la Asociación
Hartmann para la libre elección de los médicos… es muy fácil saber
lo que va a salir. Y una vez que los números dan un resultado, este
se puede tirar, sin duda, a la basura.

¿Se puede fumar mientras se reza?


El objetivo principal de esta pregunta tan específica es bien cono-
cido por los entrevistadores profesionales. Por ejemplo, así extrajo
Elisabeth Noelle Neumann una muestra representativa de trabaja-
dores: “¿Cree que en una empresa todos los trabajadores deberían
estar en el sindicato de su profesión?”, de la que obtuvo el siguiente
resultado:
A favor 44 %
En contra 20 %
No saben/no contestan 36 %
Luego, presentó la misma pregunta a otra muestra de igual tamaño
e igualmente representativa, añadiendo una segunda parte a la pre-
gunta: “...o debería permitirse que cada individuo decidiera unirse o
no a los sindicatos”. Resultado:
A favor 24 %
En contra 70 %
No sabe no contesta 6 %
Añadir esta segunda parte a la pregunta de un modo aparentemente
inocente reduce a la mitad el número de personas que están a favor
de la unión sindical del 44 % a solo el 24 %. Al mismo tiempo, per-
mite que sus oponentes crezcan desde los 20 a 70 %, una oposición
más de tres veces mayor debido a unas pocas palabras añadidas.

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 135

También hay una gran diferencia entre prohibir algo o “no permi-
tir” algo. El 54 % de los participantes en una encuesta estadouniden-
se cree que Estados Unidos debería prohibir los ataques públicos a
la democracia. Por el contrario, el 75 % cree que Estados Unidos no
debería permitir los ataques públicos contra la democracia. Cuan-
do preguntamos: “¿Le parece adecuada la legalización del aborto?”,
obtenemos resultados diferentes que al preguntar: “¿Está a favor de
la legalización del aborto?”. Un ejemplo (el que se sepa el chiste, por
favor, que continúe leyendo más abajo):
Dos monjes discuten si se puede fumar mientras se reza. “¡Pregun-
temos a nuestros superiores!”
Negando con la cabeza, regresa el primer hombre.
—Yo pregunté: “¿Puedo fumar mientras rezo?”
—¿Y? ¿Cuál fue la respuesta?
—El abad me dijo que no.
—Es curioso —dice el segundo monje— a mí me dijo que sí.
—¿Qué le preguntaste?
—¿Puedo rezar mientras fumo?
Tales coincidencias de la pregunta pueden incluso cambiar el cur-
so de la historia mundial. Al comienzo del escándalo Watergate, el
encuestador Gallup les pidió a los estadounidenses su opinión sobre
una acusación contra el presidente. “¿Estás a favor o en contra?” La
mayoría estaba en contra. Y dado que los senadores y congresistas
estadounidenses escuchan la opinión pública más que a Dios, esa
fue una carta blanca para el presidente Nixon (que agitó estas en-
cuestas como una bandera durante meses para los periodistas).
Pero luego se descubrió que la mayoría de los estadounidenses ni
siquiera saben lo que significa la palabra acusación. Muchos creye-
ron que significaba condena, y eso iba demasiado lejos incluso para
aquellos que desaprobaban el comportamiento del presidente. Así

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136 Así se miente con estadísticas

que Gallup cambió ligeramente la pregunta, en lugar de “defender


una acusación”, preguntaron, “¿Debería el Presidente comparecer
ante una comisión del Senado?”. Lo cual era exactamente lo mismo,
y las encuestas resultaron ser dramáticas. Una gran mayoría estuvo
de acuerdo con esta propuesta, los políticos se adaptaron diligente-
mente a la nueva mayoría, y comenzó el procedimiento del impea-
chment. Poco antes de iniciarse, Nixon renunció voluntariamente.

Di que sí
Otra fuente de resultados que tienen truco en las encuestas son las
opciones de respuestas que ofrecen. Un informe periodístico ase-
guraba que “el 59 % de los alemanes son felices”. La pregunta era la
siguiente:
Se siente:
feliz
infeliz
ni la una ni la otra
El resultado tendría un porcentaje totalmente diferente si la pre-
gunta fuera:
Se siente:
feliz
satisfecho
bastante satisfecho
bastante insatisfecho
insatisfecho
infeliz
En el caso de respuestas en las que solo se puede contestar sí o no,
también es importante identificar qué alternativa se puede contes-
tar con un “sí”. Porque la mayoría de la gente prefiere decir “sí”. Los

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 137

investigadores de opinión estadounidenses preguntaron una vez:


“¿Está de acuerdo con la afirmación de que los delitos de este país
son más frecuentemente realizados por culpa de, principalmente,
la mala conducta y no tanto por la situación social de la persona
que efectúa el delito?”. El 60 % de los encuestados respondió que sí.
Luego preguntaron a las mismas personas un poco más adelante en
el mismo cuestionario: “¿Está de acuerdo con la afirmación de que el
aumento del crimen en nuestro país es principalmente responsabi-
lidad de la sociedad y no de la maldad individual de cada uno?”. Y de
nuevo el 60 % dijo que sí.
Si los aficionados a la liga de fútbol alemana quieren que los juga-
dores de la Bundesliga dejen de tener vacaciones en invierno, en la
encuesta deberíamos preguntar: “¿Debería dejar de haber vacacio-
nes de invierno en la Bundesliga?”. Si, por otro lado, preferimos que
exista ese descanso, deberíamos preguntar: “¿Debería la Bundesliga
seguir haciendo una pausa durante el invierno?”.

Problemas de contacto
La siguiente “trampa” forma parte de la misma naturaleza de la en-
cuesta. En las encuestas que se llevan a cabo por escrito, por ejem-
plo, mucha gente simplemente no contesta, normalmente las perso-
nas que no le dan especial importancia a lo que están haciendo. Si en
un periódico adjuntamos una tarjeta en la que aparezca la pregunta:
“¿Crees que la Tierra se va a destruir en un futuro cercano? Respon-
da sí o no y envíe la tarjeta a la editorial”. ¿Quién va a contestar? So-
bre todo, contestarán los profetas del día del juicio final y a los que
el agujero de la capa de ozono o el calentamiento global les quitan el
sueño, y el periódico acabará afirmando con el titular: “¡El 90 % de
los alemanes cree que la Tierra se destruirá pronto!”.

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138 Así se miente con estadísticas

Cuando leo en Reader’s Digest que más del 80 % de las carteras per-
didas en los Estados Unidos se devuelven al propietario, simple-
mente no me lo creo. Esta estadística se basa en una encuesta de un
periodista que en un editorial preguntó a sus lectores: “¿Alguna vez
ha perdido su cartera o bolso? Por favor, escríbame si lo recuperó o
no”. Respondieron alrededor de 600 personas de las cuales más del
80 % habían conseguido recuperar su cartera.
Desafortunadamente, eso no significa que el 80 % de todas las carte-
ras que se pierden se devuelven; solamente significa que el 80 % de
los que perdieron la cartera respondieron a la revista que se les ha-
bía devuelto la cartera; todas aquellas personas que no recibieron su
cartera de nuevo, seguramente la mayoría, no vieron la razón para
contestar. Solo aquellas que experimentan un acontecimiento poco
común sienten la necesidad de comunicarlo a su entorno, y, en mi
experiencia, que no te devuelvan un bolso o una cartera que habías
perdido es una experiencia de lo más común.
“¿Se usan demasiados anglicismos en la lengua alemana?”. El perió-
dico Dortmund Ruhr una vez les preguntó a sus lectores: “Díganos
hoy por teléfono desde las 11 a.m. hasta las 6 p.m. si cree que se usan
demasiados anglicismos, diga “sí” o “no” a la grabación”.
Desgraciadamente, me enteré demasiado tarde de esta encuesta. Me
gustaría haber llamado varias veces y gritar: “Sí” (estoy realmente
harto del Pidgin English en nuestro hermoso idioma). Pero ¿real-
mente habría llamado si este tema me fuera indiferente? Por eso no
me sorprende haber visto un 97,4 de votos afirmativos.
Pero las encuestas cara a cara tampoco están libres de riesgos. Un
experto en estadística del instituto electoral Emnid me dijo una vez
cómo realizó una encuesta sobre el nivel de conciencia de los fabri-
cantes de ordenadores, y cómo, él mismo como encuestador, sin
ninguna intención, metió la pata: “¿Qué fabricantes de ordenadores

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 139

conoces?”, preguntaba el encuestador mientras tecleaba la respuesta


en un ordenador que tenía el logotipo “Compaq” bien visible.
Incluso la persona que hace las preguntas es relevante. Cuando las
mujeres blancas de Texas preguntaron a otras mujeres blancas si
estaban a favor de la pena de muerte, el resultado fue muy distinto
a cuando los hombres negros hicieron la misma pregunta a muje-
res blancas. En una encuesta de discriminación racial entre soldados
estadounidenses negros, el 11 % de los encuestados por un entre-
vistador blanco dijo sentirse discriminado; cuando el que hacía la
encuesta era negro, el porcentaje de soldados que decían sentirse
discriminados aumentó al 35 %.
Otra cosa que ocurre es que los encuestados realmente no son como
dicen ser. Por ejemplo, a la hora de comprar un coche, los alemanes
prestan especial atención principalmente a la seguridad y al consu-
mo de combustible (57 % y 53 %, respectivamente), pero no están
muy interesados en los caballos (22 %) o en la velocidad (16 %),
cuando realmente también tendrían que tenerlo en cuenta. El 73 % de
los alemanes quiere donar sus órganos; el 76 %, de toda la progra-
mación ofrecida en la televisión, prefiere ver las noticias; el 91 % re-
chaza la violencia contra inmigrantes; todos son políticamente muy
correctos, pero si estas respuestas reflejan la verdadera opinión de
la gente, solo Dios lo sabe.
Esta tendencia de los encuestados a ajustar las respuestas a la opi-
nión del encuestador o del momento en el que se encuentra es res-
ponsable del mayor desastre en estudios de opinión reciente: el
pronóstico de las elecciones de la Asamblea Popular de la Repúbli-
ca Democrática de Alemania del 18 de marzo de 1990, debido a la
preferencia que los medios de comunicación y creadores de opinión
mostraron por el partido socialdemócrata, y que no pasó por alto
a los ojos de ningún votante. Por lo tanto, cuando se les preguntó
al respecto, muchos de esos electores dijeron que votarían al par-

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140 Así se miente con estadísticas

tido socialdemócrata (a nadie le gusta estar en el punto de mira en


estos aspectos). De modo que el partido socialdemócrata, el día de
las elecciones se consideraba un partido con una mayoría absolu-
ta, mientras que en realidad solo contaba con aproximadamente un
quinto de todos los votos totales.

Por qué hay más mujeres casadas que


hombres casados
Como si los encuestadores, pobres, no tuvieran suficientes proble-
mas con el simple hecho de ser encuestadores, la siguiente compli-
cación es la falta de fiabilidad de los encuestados; no por culpa de la
tendencia, como acabamos de ver, de ser amables con el encuesta-
dor (Schuman/Presser: The Acquiescence Quagmire), sino por sus
intereses personales, que también pueden arruinar una encuesta.
Por ejemplo, una encuesta sobre el tamaño del hogar en Atenas
(Grecia) reveló que hay más personas que viven en esa ciudad que
en Munich, Hamburgo y Berlín juntas: alrededor de seis millones, si
creemos a la Administración Pública de la ciudad griega.
La solución del rompecabezas es la siguiente: los servicios públicos
de Atenas planificaron un racionamiento de agua potable; todos los
atenienses deberían, en un futuro cercano, consumir una cantidad
determinada de agua al día. Para implementar este racionamiento,
se preguntó en los hogares: “¿Cuántas personas viven aquí?”. El pe-
riódico Hannoversche Allgemeine Zeitung nos da la respuesta: “En
los formularios que se rellenaron por parte de la central de abas-
tecimiento, aparecen apartamentos de dos habitaciones en los que
viven ocho o incluso diez personas. Tampoco son infrecuentes los
hogares con quince miembros e, incluso, parientes lejanos que re-
sulta que vuelven a vivir en Atenas. Y que los parientes que emi-

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Cómo suena un árbol si cae en un bosque en el que no hay nadie 141

graron a Australia o Estados Unidos aparecen recientemente en los


cuestionarios como compañeros de piso”.
Si creemos al experto en estadística estadounidense Jerome Cohen,
en una misma provincia china, a comienzos del siglo XX, hubo pri-
mero 28 millones de personas y, un poco más adelante, 105 millo-
nes: el primer recuento fue para modelar y recaudar impuestos, el
segundo para la distribución de suministros de socorro durante una
posible hambruna.
Por esta tendencia que tienen los encuestados a engañar a su favor
siempre que sea posible, dudo mucho de nuestra sinceridad cuando
nos hacen una encuesta para averiguar la verdadera frecuencia con
la que tenemos relaciones sexuales. Por ejemplo, un estudio recien-
te del Reino Unido concluyó que las mujeres tenían una media de
2,9 parejas sexuales durante toda su vida, sin embargo la media as-
cendía a 11 parejas sexuales para los hombres ingleses, y como bien
dice el refrán “se necesitan dos para bailar un tango”. Otro resultado
de una encuesta del Reino Unido dice que hay muchas más mujeres
casadas que hombres casados, en ambos casos las respuestas parecen
haberse ajustado a los estándares de la conveniencia o de la mascu-
linidad.
Incluso con preguntas inofensivas, las respuestas no son necesaria-
mente fiables, como muestra una encuesta de un periódico entre
estudiantes de primer año: además de la edad, pasatiempos, ante-
cedentes y ocupación de los padres, también preguntaron sobre su
estado civil, con el siguiente resultado:
Solteros 1561
Casados 16
No lo sé 11

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142 Así se miente con estadísticas

Del mismo modo, tiene poco sentido preguntar quién pega a sus
hijos o si es alcohólico. Preguntas como “¿Crees en Dios?”; “¿Tienes
miedo a volar?”; “¿Te duchas todos los días?” o “¿Te gustaría ser
presidente del Gobierno?” provocan sistemáticamente mentiras
por una infinidad de razones. Así que, cuando leí en la prensa que
el 76 % de todos los gerentes alemanes se esfuerzan, principalmen-
te, por tener “una vida en la que haya un equilibrio ideal entre la fa-
milia, el trabajo y el ocio”, pensé, ¿con qué fin? Cualquiera que real-
mente aspire a ser el director ejecutivo de Daimler-Benz no debería
tener ninguna consideración por todo esto, ya que lo va a perder
seguro. Entonces, si las encuestas nos dicen que a los alemanes les
encantan los niños o que los extranjeros ven a los alemanes como
culturalmente ricos a los que les gusta leer un buen libro, sabemos
lo que tenemos que contestar cuando nos pregunten tanto dentro
como fuera del país.

Bibliografía
La clásica encuesta de opinión sigue estando en E. Noelle-Neumann:
Umfragen in der Massengesellschaft (Einführung in die Methoden
der Demoskopie), Reinbek 1963.
Sobre esto y sobre H. Schuman y St. Presser: Questions and Answers
in Attitude Surveys, New York 1981, así como de W. Schneider:
Unsere tägliche Desinformation, Hamburg 1984, también se ex-
traen varios de mis ejemplos.
Una nueva introducción altamente recomendada es Thomas Peter-
sen: Der Fragebogen in der Sozialforschung, Stuttgart 2014.

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Capítulo 12
¿Son estadísticas
o es realmente paro?
“El paro no es solo un problema económico, es un desafío sociopolí-
tico de primer orden y que nos afecta a todos”.
Helmut Kohl
“Si no bajamos la tasa de desempleo significativamente, entonces no
merecemos ser reelegidos, ni lo seremos”.
Gerhard Schröder (una semana antes de reemplazar a Kohl
como canciller, su gobierno bajó la tasa de desempleo en Alemania
y alcanzó su máximo histórico de 13 %)

Si hay una estadística que movilice políticamente a las personas y


que al mismo tiempo sirva como un testigo estelar de que todo se
puede probar con datos, esa es, sin duda alguna, el paro.
Algunos creen que las estadísticas oficiales se tergiversan siste-
máticamente, otros que están exagerando. Titulares como “Cae el
desempleo, pero solo sobre el papel” o “Pseudo-aumenta el desem-
pleo” expresan claramente estas dudas, algunas personas piensan:
“¡Lo sabía!”. Como ninguna otra, los estudios sobre desempleo le-
vantan el famoso prejuicio de que cualquier tema se puede demos-
trar con estadísticas.

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144 Así se miente con estadísticas

Un informe del Hannoversche Allgemeine Zeitung, por ejemplo,


bajo el título “Tasa de desempleo mejorado”, representa la creen-
cia generalizada de que las cifras oficiales son demasiado bajas: “El
descenso del paro del cual informó la Oficina Federal de Prensa
prácticamente no ha sucedido. La reducción del número de desem-
pleados a tiempo completo de 95.313 personas en un año, según lo
calculado por el Gobierno, se debe a un cambio en los sistemas de
estadísticas, asistencia social y creación de empleo. Es el resultado
de una comparación con datos de la Oficina Federal de Trabajo en
Nüremberg”.
Por otro lado, el siguiente artículo de otro periódico, titulado “Para-
dos por unas estadísticas incorrectas”, representa la opinión igual-
mente generalizada de que las cifras oficiales son demasiado altas:
“La mejora de las estadísticas del mercado laboral es un requisito
previo esencial para la lucha contra el paro”. Así se afirma en un
documento de la Unión Democrática Cristiana y de la Unión So-
cial Cristiana de Baviera en el parlamento sobre los principios de la
política económica y del mercado de trabajo. En las estadísticas de
desempleo solo se reconoce como desempleadas a aquellas personas
que concuerdan con la definición que dan los partidos de la Unión:
“Aquellas personas que realmente están disponibles para incorpo-
rarse al mercado laboral y que quieren un trabajo porque es su única
o principal fuente de ingresos”. Para el “desempleo relacionado con
la riqueza”, según los partidos de la Unión, los ciudadanos que solo
están parcialmente interesados en emprender una actividad, ya sea
porque tienen ingresos de una propiedad o de un cónyuge que in-
vierte en su empresa, se pueden establecer estadísticas separadas.
También se busca mejorar las estadísticas del mercado laboral con-
trolando mejor la disponibilidad real de las personas desempleadas y
proporcionar estadísticas separadas para los solicitantes de empleo
a tiempo completo y a tiempo parcial.

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¿Son estadísticas o es realmente paro? 145

Entonces, ¿qué está pasando exactamente? ¿Existen realmente mu-


chos desempleados oficiales pero están solamente en la imaginación
de los partidos opositores, o lo que dicen las estadísticas es que te-
nemos demasiados?

Reservas ocultas
La respuesta es: ambas partes tienen razón. El desempleo es uno de
los términos más amplios de todos, con un margen lo suficiente-
mente grande para docenas de definiciones, donde una de ellas tiene
el mismo derecho a existir que cualquier otra. Y, dependiendo de la
definición, el resultado final son unos números u otros.
La Oficina Federal del Trabajo de Nuremberg facilita especialmente
las cosas (no por conveniencia, sino porque las cifras están dispo-
nibles de una manera muy simple), y cuenta como desempleados a
aquellos que están registrados en la oficina de empleo como solici-
tantes de empleo y que además:
• Quieren trabajar más de 18 horas a la semana.
• No solo están buscando trabajo temporal.
• Son mayores de 15 años y menores de 65 años.
• Están disponibles de inmediato para incorporarse al mer-
cado laboral.
De modo que no es fácil estar oficialmente desempleado en este
país. Si alguien busca un trabajo a tiempo parcial de menos de 18
horas a la semana o quiere unas vacaciones, o no está disponible
temporalmente debido a una enfermedad o simplemente ha dejado
de buscar trabajo desde la oficina de empleo, no se le considerará
desempleado. Desde esta perspectiva, las cifras oficiales son dema-
siado bajas.

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146 Así se miente con estadísticas

Otros países son o han sido incluso más restrictivos que Alemania.
En Francia o Inglaterra, los desempleados a tiempo parcial no con-
taron en absoluto durante mucho tiempo, incluso requiriendo más
de 18 horas semanales. En otros lugares, antes de considerar que
estás parado debes haber trabajado, es decir, los adolescentes que
salen del colegio o los recién graduados después de salir de la uni-
versidad, por definición no pueden estar desempleados.
Pero incluso se ven definiciones más liberales. En los Estados Uni-
dos, por ejemplo, un jubilado de 80 años que busca ingresos adicio-
nales como cuidador durante algunas horas a la semana también
estaría desempleado según las estadísticas. Allí, las estadísticas son
mucho más completas.
Un término que probablemente se acerca más a nuestra idea in-
tuitiva de parado es el conocido paro. Un parado es cada persona,
sin importar su edad, que quiera trabajar a cambio de una remu-
neración, sin importar cuánto tiempo, y que no encuentre un tra-
bajo. Esta definición incluye (se podría pensar) lo que el Gobierno
considera como desempleados oficiales, pero también se incluyen
muchos otros: las personas desanimadas que ya no se registran en la
oficina de empleo, pero también la esposa del millonario que quiere
emanciparse, la estudiante desempleada o el jubilado que está bus-
cando un puesto de conserje; y así aumenta el desempleo a simple
vista.
Sin embargo, muchos olvidan que las estadísticas oficiales de des-
empleo también incluyen desempleados de transición, trabajadores
ilegales o los conocidos parados con subsidio familiar, que están re-
gistrados como desempleados principalmente para cobrar las pres-
taciones. Dado que el interés en el empleo remunerado está crecien-
do, estas personas están oficialmente desempleadas pero no están
desempleadas en el sentido anterior. Por lo tanto, las cifras oficiales
son demasiado elevadas.

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¿Son estadísticas o es realmente paro? 147

El siguiente diagrama elimina esta contradicción. Representa a los


desempleados oficiales en el círculo izquierdo y los parados no regis-
trados en el círculo derecho. Ninguno de estos conjuntos es un sub-
conjunto de los demás; los círculos se superponen, con la intersec-
ción que abarca a los desempleados que podrían incluirse en ambas
definiciones. También hay quienes están oficialmente desempleados,
pero no por falta de trabajo (la media luna izquierda), así como otros
(la media luna derecha), que a pesar de sus mejores intenciones no
aparecen en los ficheros de las oficinas de empleo; están en el limbo
laboral.

Parados
Parados no registrados

Parados y “parados no registrados” no es lo mismo.

Qué medialuna es más grande no queda del todo claro. Por lo ge-
neral, el Gobierno de turno niega que el circulo derecho exista y la
oposición niega que el de la izquierda sea tal y como se especifica,
pero en realidad ambos círculos contienen cientos de miles de per-
sonas.

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148 Así se miente con estadísticas

Cuotas mágicas
Sin embargo, esto no significa que se hayan agotado los problemas
de las estadísticas de desempleo. Además de los desempleados, esto
también muestra la tasa de desempleo, el cociente de desempleo real
y los desempleados potenciales, y como si no tuviéramos suficientes
problemas con el numerador, todavía hay una ignorancia generali-
zada sobre cuál es el denominador de la tasa de desempleo. “¡Shock!
¡Una de cada diez personas está en paro!”, anunció en una ocasión
en letras enormes el periódico Bild Zeitung. Uno de cada diez de los
80 millones de ciudadanos alemanes nos da la cifra de 8 millones de
desempleados, y nunca habíamos tenido tantos.
De hecho, los desempleados están divididos por la mano de obra.
Todas las llamadas personas inactivas están fuera del denominador.
Pero incluso ciertas personas activas laboralmente, como autóno-
mos, funcionarios y soldados, que en conjunto suman más de tres
millones de personas, estuvieron fuera del denominador durante
mucho tiempo y aún hoy están fuera del denominador en Alema-
nia, que es más pequeño que el de otros lugares y hace que la tasa de
desempleo sea más grande (si el denominador crece, una fracción
se vuelve más pequeña, y si el denominador se reduce, la fracción
se hace más grande). En otras palabras, con un aumento del deno-
minador, que es mucho menos obvio que retocar las cifras del nu-
merador, la tasa de desempleo alemana se reduciría abruptamente
(como se demostró en el Reino Unido en 1986, donde, sin un solo
desempleado nuevo, la tasa cayó de la noche a la mañana del 13,6 al
12,2 %).
Si las tasas de desempleo internacional se reducen al mismo deno-
minador (incluyendo en los datos oficiales tanto a los demandantes
activos de empleo como a los considerados ‘inactivos’), algunos de
esos éxitos nacionales que nos venden se traducirían a la hora de
revisar los datos simplemente en una buena voluntad. En Bélgica y

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¿Son estadísticas o es realmente paro? 149

los Países Bajos, por ejemplo, la tasa de desempleo para este cálculo
está aumentando significativamente, mientras que en Alemania y
Francia está disminuyendo.
Por lo tanto, podemos ver que, como en el caso del vino y el queso,
las tasas de desempleo son muy variadas. El verdadero problema
no es la posible diversidad de queso y vino, todas tienen sus ven-
tajas y sus desventajas, y obviamente no hay ninguno mejor que
otro, sino la ignorancia de los consumidores sobre la amplia gama
de oferta que existe. Siempre que definamos una sola variedad, no
hay problema. Pero si el experto en estadísticas nos ofrece una cifra
que solo él conoce, entonces tendremos que ser muy precavidos con
ella.

Bibliografía
El dilema de que los hechos y los términos utilizados para describir-
los no siempre coinciden se denomina problema de adecuación en
estadística; es ampliamente reconocido en muchos libros de texto
de estadística económica y social. Para una descripción general del
problema del desempleo, lea W. Krämer: “Der Nürnberger Trich-
ter. Or who counts the unemployed”, Kursbuch 152, junio de 2003,
pp. 93-102.

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Capítulo 13
Ricos y pobres:
¿somos todos iguales?

Los servicios sociales tienen que pagar las mochilas escolares. La


mochila forma parte de los útiles necesarios para los niños. A los
niños y niñas sin mochila se les margina y eso puede perjudicar su
autoestima.
Nota de prensa a una sentencia del Tribunal Administrativo Federal

Nunca tuve mochila para ir al cole. Durante mi etapa de colegio, mis


padres no se lo pudieron permitir y, cuando ya pudieron permitír-
selo, yo ya no tenía que ir más al colegio. Pero por aquel entonces
nunca se me pasó por la cabeza que mi familia fuera pobre.
Sin embargo, hoy sí lo sería. “La pobreza se expande”, “La pobreza:
una realidad deprimente”, “Una de cada cinco personas vive en la
pobreza”. Me encuentro constantemente con este tipo de titulares, y
no se refieren precisamente a Somalia o a Bangladesh, sino a la rica
República Federal Alemana.

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152 Así se miente con estadísticas

Esta es la gran cruz de las estadísticas, tanto económicas como so-


ciales. ¿Cómo podemos hacer una distinción sensata entre cosas,
personas y hechos? No pasa solo con la pobreza o el paro, sino con
muchas otras cosas; lo que contamos, medimos y comparamos, todo
depende del cristal con el que se mire.
Según las estadísticas de la oficina federal alemana, casi uno de cada
diez alemanes presenta una discapacidad severa, no porque estén
realmente enfermos, sino por lo que se considera como severamen-
te discapacitado. Hoy en día se consideran como severamente dis-
capacitantes muchísimas más enfermedades que hace 50 años, todo
esto sin mencionar el resto de dolencias que pueden suponer que a
alguien se le considere una persona con discapacidad. Si nuestro lis-
tón de lo que consideramos una discapacidad lo trasladamos a otros
países, más de mil millones de chinos, que no pueden pronunciar la
“r” del modo en que la pronunciamos los alemanes, estarían enfer-
mos bajo nuestro punto de vista.
¿Cuántas personas al año mueren debido a accidentes en la vía pú-
blica? En Alemania, actualmente, entre 3.000 y 4.000 personas al
año (el récord en este aspecto fue 1970, donde se alcanzó la increíble
cifra de 19.200 muertes por accidentes en la vía pública). Pero si
esa persona muere una semana después del accidente, ¿se considera
que ha muerto en la vía pública?, ¿y si muere tres meses después?
En Alemania, a partir de los 31 días después del accidente se puede
considerar oficialmente una muerte en vía pública, cuando, anti-
guamente, solo se consideraba a partir de las 72 horas.
O, ¿cuánta gente hay que no sabe leer ni escribir? Hoy en día la
cifra se redondea en torno a 7,5 millones de analfabetos en Ale-
mania, un número sorprendente, si lo comparamos con los menos
de 10.000 que se suponía que existía aproximadamente en torno a
1900. ¿Cómo es posible? Pues porque, por aquel entonces, un anal-
fabeto era una persona que no sabía escribir su propio nombre. Ac-

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Ricos y pobres: ¿somos todos iguales? 153

tualmente, según la definición de la UNESCO “un analfabeto es una


persona que no puede participar de todo tipo de actividades que se
le proponga ya sea para un grupo o para una comunidad en las que
se requiera leer, escribir o realizar cálculos aritméticos; y, en el uso
continuo de estas técnicas que le permitan un desarrollo posterior
propio o de su comunidad”.
O, tomemos como ejemplo el problema relacionado con la escola-
ridad. En este aspecto, Alemania se encuentra, en numerosas es-
tadísticas que engloban las naciones industrializadas, muy por de-
bajo de Inglaterra y los Estados Unidos. Aunque allí los colegios
no son mejores que los de Alemania, es más, según mi experiencia,
generalmente son peores. En Alemania somos los que pasamos más
tiempo en el colegio, o sea, que no tiene ningún sentido meter en
el mismo saco un instituto de Alemania que un instituto de Estados
Unidos; además, resulta que la formación profesional alemana, tan
envidiada por todo el mundo, no se está contabilizando como tiem-
po de escolaridad.
Fijémonos en la delincuencia. Si un hombre armado mata a diez
personas en un tiroteo, en Londres se le juzga como si hubiera co-
metido diez asesinatos; sin embargo, en la Glasgow escocesa las
diez muertes se consideran como un solo asesinato. En Alemania,
si después de once cervezas te puedes beber una más, eres uno más
de la pandilla, en cambio, en Teherán, un criminal. Un objetor de
conciencia, un adúltero, una persona que contamina el medio am-
biente, una persona que blasfema, un maltratador de animales, un
violador, pueden ser juzgados como criminales y de golpe y porra-
zo, dejar de serlo. Incluso hay delitos, como torturar prisioneros,
que tienen pena de cárcel aquí, y en otros lugares se conceden me-
dallas por ello.
O, por ejemplo, la mortalidad infantil. Se puede leer en las estadís-
ticas de la ONU que en Alemania no sobreviven al parto 5 de cada

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154 Así se miente con estadísticas

1.000 niños; un número más elevado que, por ejemplo, en Hong


Kong o Singapur, también en países en los que nos inclinamos a su-
poner que sus condiciones en cuanto a higiene y asistencia sanitaria
son peores que en Alemania. La razón: la definición de mortalidad
infantil. En Alemania se considera mortalidad infantil a todos aque-
llos bebés que mueren durante su primer año de vida, sin necesidad
de haber nacido muertos, y ahí está el truco: si, como hacen en mu-
chos otros países, consideráramos que la mortalidad infantil incluye
a los niños que murieron el primer día o hasta su bautizo, reduciría-
mos la mortalidad infantil a la mitad.
Entre otros motivos, así surgió la supuesta ventaja del este, respecto
al oeste de Alemania en lo referente a la mortalidad infantil: en el
oeste se considera que un recién nacido está vivo cuando respira o
cuando le late el corazón (si no se da ninguno de estos dos casos y
pesa menos de 1.000 gramos se considera un aborto involuntario
y no se contabiliza en las estadísticas de mortalidad infantil). Si un
recién nacido con estas características muere, entonces sí se con-
tabiliza en las estadísticas. En el este de Alemania, sin embargo, se
considera que un recién nacido vive cuando respira y cuando le late
el corazón. Si una de las dos cosas no sucede, se considera que el
bebé no ha sobrevivido al parto; cuando realmente nace muerto ni
siquiera aparece en las estadísticas. En ese caso, oficialmente, nunca
ha nacido.

La milagrosa multiplicación de los esquimales


A veces, en según qué casos, realizar estadísticas es inevitable. Las
estadísticas no surgen deliberadamente para manipular a los ciu-
dadanos, son más bien una consecuencia de esa incertidumbre tan
natural, inherente a muchas comunidades de personas.

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Ricos y pobres: ¿somos todos iguales? 155

Hasta ahora Dios no ha declarado la manera de medir las huelgas, la


escolaridad, la delincuencia y la mortalidad infantil, así que parece
que no nos queda más remedio que atender a los números.
La manipulación y el engaño empiezan en el momento en el que de-
finimos los conceptos; depende de cómo los definamos, el resultado
supondrá una imagen u otra de nuestro país frente al mundo. “Así
pues, según el tipo de cálculos y el juicio que se establezca en la de-
finición del concepto, la proporción de familias obreras que llevan
a sus hijos al colegio y al instituto se puede duplicar o reducir a la
mitad”, asegura Konrad Adam en el periódico alemán FAZ (Frank-
furter Allgemeine Zeitung). “Para enfatizar la importancia de un ti-
tular el porcentaje puede subir de un 7 % a un 36 %”. Cualquiera que
crea que estamos cerca de la igualdad de oportunidades hará bien en
recordar que solo los padres de dos de cada cinco estudiantes han
terminado los estudios universitarios y, quien piense que el objetivo
ya se ha alcanzado, lo puede confirmar observando que uno de cada
dos estudiantes es el primero de su familia en ir a la universidad.
Si en las estadísticas financieras de muchos países islámicos desco-
nocen el término “intereses” es porque en esos países, como dicta-
mina el Corán, no se les llama intereses sino costes administrati-
vos. Si en los países católicos apenas hay divorcios o abortos, no es
porque haya pocos o menos que en otros países, sino porque se les
llama anulaciones matrimoniales o abortos involuntarios. Y cuando
un lugar es conocido mundialmente por el turismo sexual, como
sucede en Tailandia, apenas figura que haya prostitución, porque
ahí se les conoce como trabajadoras sociales.
Este hecho de que todos los términos sirven para todo, supone una
gran tentación. Por ejemplo, ¿que en las películas infantiles no se
pueden poner demasiados anuncios? No pasa nada, a las películas
infantiles se las clasifica como familiares. ¿Que por cada película
solo pueden meter X minutos de anuncios? No pasa nada, compra-

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156 Así se miente con estadísticas

mos tres o cuatro películas del mismo tema y hacemos una serie. En
las series se pueden poner anuncios más a menudo…
O, ¿qué es un turista? El sector turístico alemán, al que le encanta
informar de los nuevos récords de los viajes que se hacen a Alema-
nia por vacaciones, también incluye los viajes de negocios, los viajes
de estudios y los visitantes de fin de semana, por tanto, podemos
llegar a 50, 60, 70 u 80 millones de viajes de vacaciones al año, de-
pendiendo de a quién le preguntemos, claro.
O, ¿qué es una vivienda de protección oficial? La estadística de la
antigua república alemana celebraba, año tras año, el nuevo récord
de construcción de viviendas, pero muchas de estas viviendas de
protección oficial eran tan solo plazas en residencias de ancianos o
apartamentos en edificios muy antiguos. En total, las estadísticas de
la construcción de viviendas fueron exageradas en más de un millón
de unidades.
Incluso la misma población puede aumentar o disminuir, depen-
diendo de lo que englobemos dentro del concepto de población. Lo
mostraba un registro en Canadá: los aborígenes aumentaban cada
vez más; desde el último censo (cinco años antes), el número de
aborígenes en Canadá casi se había duplicado. Pero no porque real-
mente hubieran nacido más, sino porque muchos canadienses se
veían a ellos mismos como aborígenes. Esto implicó determinados
beneficios sociales y una mejora de la autoestima, que supone que
cada vez se considere más atractivo ser aborigen, lo que hace que a
las personas les cueste cada vez menos admitir quienes son, así, si el
tatarabuelo de un canadiense era indio o esquimal, hoy el tataranie-
to de ese señor se considera indio o esquimal.

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Ricos y pobres: ¿somos todos iguales? 157

El truco del marajá


Pero volvamos a la pobreza. ¿Realmente somos tan pobres como los
medios nos quieren hacer creer o simplemente no estamos prestán-
dole atención a lo que toca?
Según un estudio, uno de cada ocho niños en los riquísimos Estados
Unidos pasa hambre. Una vez más el estudio se basaba en una en-
cuesta a los hogares, en la cual se preguntaba:
• ¿Alguna vez han tenido en su hogar poco dinero para com-
prar comida?
• ¿Sus hijos comen menos de lo que en su opinión deberían
porque no les llega el dinero para comer?
• ¿Se han quejado sus hijos alguna vez de que tenían hambre?
A partir de un cierto número de preguntas con respuesta afirma-
tiva, los niños de esa casa se contabilizaron como niños que pasan
hambre. En otras palabras, entre los niños que pasan hambre una
vez cada cinco años y aquellos que cada día pasan hambre, este es-
tudio no hace diferencias; tampoco hace diferencias entre el grado
de hambre, se contabiliza por igual el hambre que pone en peligro
la vida de muchos niños y el apetito inmediato y repentino. Si se tu-
viera el mismo concepto de lo que es el hambre en países como In-
dia o Bangladesh, el hambre en Estados Unidos habría desaparecido
prácticamente. El Banco Mundial lo simplificó todavía más: defi-
nió como hambrientos a todos los americanos que ingerían menos
calorías por promedio que la media, lo que generó un importante
descontento popular entre los ciudadanos ya que casi la mitad de los
americanos sufren de hambre. (Como recordatorio, parte esencial
de una media es que la mayoría de los valores de esta son más bajos
que la propia media, a veces incluso la mitad…).

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158 Así se miente con estadísticas

Si hacemos caso a este método, todas las personas que están por
debajo de la media o por debajo de un cierto porcentaje de la media
se consideran hambrientas o pobres. De modo que regiones como
Münchausen, en Alemania, que ya se ven como regiones pobres, no
necesitan buscar más justificaciones.
Entonces, realmente, ¿qué es ser pobre? Según el estudio, “un pobre
es aquel que tiene menos ingresos que la mitad de la media”, pero
en la letra pequeña se puede encontrar (y ahí se ve claro, porque la
pobreza no se puede esconder), que incluso si todos los alemanes,
tanto ricos como pobres, cobraran el doble o el triple del dinero
que cobran actualmente o se les pagara igual que hace unos años,
la proporción de personas que estarían por debajo de la media sería
exactamente la misma; si multiplicáramos los ingresos de las perso-
nas por diez o, incluso, por cien, no cambiaría nada. La proporción
de personas por debajo de la mitad del promedio no se movería ni
un milímetro. Igual que ocurre con el calado de un barco, siempre
es el mismo independientemente del nivel del agua; así pues, la po-
breza seguirá siendo la misma independientemente de lo ricos que
seamos o dejemos de ser.

Una comparación de la pobreza en el espacio y el tiempo es inútil si entendemos que la


línea de flotación de un barco fluctúa igual que el listón de lo que es considerado pobreza.

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Ricos y pobres: ¿somos todos iguales? 159

Ya se trate de los medios de comunicación o de nuestras propias


vivencias, nosotros mismos tendemos a subir constantemente el
listón del nivel de vida. En 1972 a la pregunta: “¿Puede permitir-
se comprar algo más que las necesidades básicas?”, dos de cada tres
alemanes contestaron que sí. Doce años más tarde, solo un tercio
contestó que sí, aunque, cabe decir que, para aquellos que tienen los
ingresos más bajos, el nivel de vida no deja de aumentar. Sin embar-
go, desde nuestra perspectiva nos estamos empobreciendo.
Si queremos hacer comparaciones internacionales este estándar de
pobreza, al que podríamos denominar de juguete, produce resul-
tados absurdos. Por ejemplo, si tomamos como referencia el listón
de pobreza que hay en la India, todos los alemanes serían ricos. En
cambio, si en la India cogemos el mismo listón para medir la po-
breza de los alemanes, casi todos los indios serían pobres (aunque
muchos de los que nos referiríamos como pobres se consideraran
los más ricos de su país).
Lo que realmente mide este listón no es tanto la verdadera pobreza,
sino las desigualdades, la diferencia entre aquellos que tienen rela-
tivamente mucho y aquellos que tienen relativamente poco. Esto
también puede suponer a los ciudadanos, y estarían en todo sus
derecho, una molestia: hay buenas razones para distribuir de una
manera más equitativa tanto los dividendos morales como los eco-
nómicos, pero la verdadera pobreza, la preocupación constante, re-
lacionada con el simple hecho de sobrevivir, no tiene nada que ver;
las personas realmente pobres de este mundo solo pueden reírse de
estos cálculos. Y la verdadera diferencia entre los ricos y los pobres
se puede remediar fácilmente: les quitamos a los ricos sus ganancias
adicionales, y así la pobreza habría desaparecido.

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Bibliografía
Para cuestiones sobre estadísticas de medición de la pobreza puede
consultar el libro Armut in der Bundesrepublik: Zur Theorie und
Praxis eines überforderten Begriffs, de W. Kramer, Frankfurt am
Main 2000. O bien alguno de los ensayos y libros del indio Pre-
mio Nobel de Economía A.K. Sen, por ejemplo Poverty and Fami-
nes. An essay on Entitlement and Deprivation, Oxford 1982.

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Capítulo 14
Todos los mapas
tienen truco

“La verdad pura no existe, pero mucho menos existe el error puro”.
Friedrich Hebbel

Una premisa: los mapas mienten siempre. No mienten a propósito,


sino porque tienen que mentir. Ya sean mapas de carreteras, ma-
pas del tiempo o mapas geográficos, puesto que tienen que elegir
entre millones de datos, es imposible que muestren toda la verdad.
El desorden o el engaño empieza cuando usamos esta limitación
contra la que no podemos hacer nada, para omitir aquello que no
nos gusta o no nos parece bien y presentar la realidad de una for-
ma diferente de lo que realmente es, consiguiendo de esta forma
pasar por alto o dramatizar problemas. Todo esto empieza con las
delimitaciones que aparecen en los mapas, porque es sabido que la

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162 Así se miente con estadísticas

Tierra es una esfera, con una superficie sin un centro natural, por
lo que cualquier mapa bidimensional ya contiene un juicio de va-
lor. Por ejemplo, el primero de los siguientes dos mapas muestra el
mundo tal y como nos gusta verlo a los europeos: Europa como una
araña en su red, más o menos en el centro, y el resto de la Tierra a
su alrededor. Estamos acostumbrados a esta imagen, la mayoría de
europeos no nos damos ni cuenta, pero optamos siempre por ser los
dueños del globo terráqueo.

Europa en el centro…

Europa como un lugar marginal.

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Todos los mapas tienen truco 163

El segundo mapa muestra el mundo como lo ven los japoneses, los


chinos, y los australianos. El reino medio en el medio y los Gwei-
los, es decir, los bárbaros, en los bordes. Alguien podría pensar que
otra manera sería poner el mapa bocarriba, de modo que serían los
pobres australianos los que pasarían a estar repentinamente en pri-
mera categoría. En ningún sitio se establece que el norte del mapa
tenga que estar siempre en la parte de arriba, de hecho antiguamen-
te el norte estaba en muchos mapas en la parte de abajo.
Desgraciadamente, los juicios de valor son inevitables en los mapas
del mundo, en algún lugar se tiene que establecer el centro. Y, por
supuesto, a todos nos gusta vernos en el centro donde nos encon-
tramos situados, es fácil de entender.

GRENOBLE

LYON PARIS

DIGNE
AVIGNON
moustiers
autoroute A7

SAINTE MARIE
CAVAILLON
CASTELLANE

NICE

MARSEILLE
TOULON

El centro del universo: Moustiers-Sainte Marie, en la Provenza francesa.

Por tanto, incluso este mapa, que puso en mis manos una querida
amiga de la oficina de información turística de un pueblo de mon-
taña del sur de Francia, debía considerarse como una manipulación.
No solamente se muestran en el centro las ciudades o pueblos que
uno visita, otros aspectos del entorno también se muestran en el
centro de los mapas turísticos. Le animo a observar en diferentes

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164 Así se miente con estadísticas

mapas cómo se va mostrando a los visitantes los diferentes lugares


de interés para que estos encuentren desde la calefacción local hasta
las ruinas de la fábrica de ladrillos quemada.

¿Cuál es el camino hacia el vertedero?

Pero como en los folletos turísticos rara vez se busca la verdad, estos
pecados se perdonan. Solo faltaría que el lector no esperara este tipo
de exageración o, si como hacía el KGB en algunos lugares de Rusia,
no marcáramos nada en absoluto o lo marcáramos erróneamente

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Todos los mapas tienen truco 165

adrede. Y eso no solamente lo hacía el KGB: intente encontrar el


acceso al “Camp David” del presidente americano en algún plano.
Sin embargo, la mentira más grande mostrada en los mapas es cuan-
do igualan el área y el tamaño, poder y potencial militar. Todos co-
nocemos los mapas de los tiempos de la Guerra Fría en los que la
Unión Soviética y los países más pobres de la OTAN estaban casi
unidos debido a que se usaba la proyección cartográfica de Merca-
tor, o también ocurría con los mapas del conflicto de Oriente Me-
dio, donde Israel prácticamente desaparecía entre un mar de enemi-
gos. Con este tipo de proyección cartográfica los nazis camuflaron
sus intenciones de guerra porque si no, ¿quién podría atreverse a
atacar a un gigante como el Imperio británico?

Imagen extraída de la publicación nazi ‘Facts in Review’, vendida en Estados Unidos el 5 de


febrero, donde Gran Bretaña prácticamente aplasta a una pequeña Alemania.

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166 Así se miente con estadísticas

Aunque está hecho con mala intención, estos tipos de mapas no son
tan fáciles de entender si las superficies están dibujadas de modo
diferente, dependiendo de según qué datos. Supongamos, por ejem-
plo, que queremos saber la densidad de ciudadanos en Alemania. El
siguiente mapa muestra los 16 Estados de Alemania, indicando en
gris oscuro los que tienen más de 200 habitantes por kilómetro cua-
drado; y si no tiene más de 200 habitantes, se deja en blanco.

Un mapa típico para medir la densidad de población de la República Federal de Alema-


nia. Todos los Estados con más de 200 personas por kilómetro cuadrado son de un color
oscuro; los otros, blanco.

Como podemos observar, la mayoría del país está en blanco, en


prácticamente toda Alemania hay menos de 200 personas por kiló-

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Todos los mapas tienen truco 167

metro cuadrado; mucho menos que la media, por ejemplo en Bél-


gica (320), en Holanda (350) o en Inglaterra (360); parece que en
Alemania todavía tenemos mucho sitio.
En realidad, en Alemania viven cerca de 220 personas por kilómetro
cuadrado, exactamente las mismas que en Inglaterra (si contamos
con Escocia, Gales e Irlanda del Norte). El hecho de que parezca que
el mapa muestra algo totalmente diferente se debe a que en Alema-
nia, igual que en otros países, mucha gente vive en las afueras de
las ciudades, en el Ruhr, en Stuttgart, en Frankfurt, en Leipzig, en
Dresde, entre otras. Muchos de los ciudadanos de Alemania viven
en poblaciones con menos densidad de habitantes, si los habitantes
se fueran a vivir de un modo más uniforme por todo el país, todo el
mapa estaría oscuro.
Este tipo de mapas de densidad de población sacan a la luz muchos
datos erróneos. Supongamos que establecemos este tipo de distri-
bución espacial de la delincuencia, atendiendo a los atracos a los
bancos por año y por lugar. En los núcleos de las ciudades, según
este tipo de mapas, los que tienen la superficie oscura, se pueden
producir más de tres atracos (que es el promedio de criminalidad
estimado en Alemania), sin embargo, en los lugares que tienen la
superficie blanca eso no sucede. ¡Por eso casi todo el mapa tiene las
superficies claras! Puesto que los atracos en las ciudades densamen-
te pobladas son más frecuentes que en las ciudades pequeñas es muy
difícil que todos los crímenes que se producen en las grandes ciu-
dades cambien el blanco que se ve en el mapa. Así, la criminalidad
parece mucho menor de lo que realmente es.
Y viceversa, estos mapas de densidad de población también pueden
dramatizar datos que en realidad son inofensivos. En Alemania, por
ejemplo, tendemos a clasificar los distritos rurales y los urbanos de-
pendiendo del tiempo medio que tardan en llegar los servicios de
emergencia desde el momento en que se efectúa una llamada de so-

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168 Así se miente con estadísticas

corro hasta que llega la asistencia al lugar del accidente. Dado que el
tiempo de espera es, naturalmente, mayor en las áreas escasamente
pobladas, es fácil que dé la impresión de que los servicios de emer-
gencia tienen a todo el país desatendido (cuando la realidad es que
Alemania tiene muchos puestos de emergencias).
El siguiente mapa de densidad muestra los crímenes por cada 1.000
ciudadanos en un año en diferentes cantones de Suiza (cuanto más
oscuro esté el dibujo, más crímenes se han denunciado). Así que,
según este mapa, en Suiza casi no hay crímenes. Pero, en realidad,
hay muy pocas áreas que sean totalmente blancas.

< 40,0
40,0–54,9
55,0–79,9
Basel
80,0–149,9 113,5
Winterthur
≥ 150,0 BASEL-LAND- 123,8
SCHAFT Zürich 71,6
Cantidad de
crímenes en
SOLOTHURN
las ciudades
LUZERN
NEUENBURG Bern

139,2

WAADT
Lousanne
167,3

Genf
143,9

Número de crímenes anuales por cada 1.000 ciudadanos en cantones suizos.

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Todos los mapas tienen truco 169

Bibliografía
Una visión general sistemática de la mentira de los mapas se puede
encontrar en el libro de Mark Monomonier: Eins zu einer Million.
Die Tricks und Lügen der Kartographen, Basel 1996.

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Capítulo 15
Correlación
y causalidad

“Alguien que solo tiene números y signos en la cabeza es incapaz de


averiguar la relación causal de las cosas”.
Arthur Schopenhauer

Leo en una publicación: “Unos estudios académicos largos suponen


mayores ingresos”. Este sorprendente resultado es de un estudio que
atiende a los primeros salarios de los jóvenes profesionales, para el
cual la Sociedad Alemana de Recursos Humanos hizo encuestas a 44
empresas.
Esto sí que me sorprende. Desde hace años les pido a mis alum-
nos: “No os quedéis colgados, estudiad sí, pero, aprobadlo todo en el
tiempo que toca y después aprovechad vuestro sueldo”. ¡Y de repen-
te me encuentro con esto!

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172 Así se miente con estadísticas

Cualquiera que haya llegado hasta aquí, sospecha, naturalmente,


que esta noticia no es más que una falsedad. Esta falacia es una de
las más comunes entre las estadísticas, es la conclusión incorrecta
de correlación sobre la causalidad. La suposición de que si dos va-
riables son paralelas, cualquiera de ellas conducirá hacia las mismas
conclusiones.
Esta conclusión a veces resulta ser correcta y a veces incorrecta. En
cuanto a este estudio, es incorrecta.
Es una ilusión que cuanto más estudias más cobras. De hecho, la
realidad muestra todo lo contrario. En las asignaturas en las que he
participado tanto de forma pasiva como activa, ya haya sido dando
clases o atendiendo a ellas, los estudiantes tienen unas ideas relati-
vamente modestas de lo que es un buen sueldo, por norma general,
a mayor tiempo menores sueldos iniciales.
Las noticias y sus estadísticas no lo cambian. La correlación positiva
entre la duración de los estudios y el sueldo es simplemente que
todas las circunstancias se han metido en el mismo saco. Y en este
saco enorme se han metido a los graduados universitarios de las
carreras de mayor duración, por ejemplo, Medicina, que en los co-
mienzos de su vida laboral tienen salarios más elevados que el resto.
Pero no han tenido mayores sueldos por el tiempo que han estado
estudiando, sino porque son estudios muy difíciles; el hecho de que
las carreras duren más o menos no contribuye al salario de ningún
modo. Por otro lado, que un estudiante de Química se saque la ca-
rrera antes de tiempo merece que se le retribuya de manera especial,
pero es mucho más difícil que acabe rápido sus estudios un químico
que un estudiante de otra carrera quizás menos difícil.
El caso de la carrera de Administración de Empresas es diferente, ya
que las habilidades requeridas aquí son más prácticas que académi-
cas y se pueden enseñar en menor tiempo (las cualidades de un líder

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Correlación y causalidad 173

se tienen o no se tienen, y si no, incluso el mejor estudio no ayuda


rá a lograrlo). Por lo tanto, todos los economistas graduados se en-
cuentran en el podio más bajo en lo que respecta a la lista de salarios
iniciales, pero no porque sus estudios duren mucho o poco, sino
porque hay un exceso de oferta. De nuevo, como en Química, un
estudio rápido se recompensa, aunque desde una base más pequeña.
Sin embargo, si la tercera variable, es decir, lo que se estudia, se
mantiene constante, la relación entre la duración del estudio y el
salario en todas las asignaturas es negativa, como se muestra en el
siguiente gráfico:

Química

Economía Física
Salario inicial

y Admon.
de Empresas

Periodo de estudio

Si solo atendemos a los estudiantes de una carrera, los salarios iniciales disminuyen a me-
dida que aumenta la duración del estudio. Si pones todas las carreras en un mismo saco, el
salario inicial parece aumentar con un estudio largo.

De una forma menos acusada, este fenómeno también se da en la


conocida correlación entre fumar y muerte temprana. Fumar gene-
ralmente se asume como una causa de la muerte temprana. Según
el Centro Federal de Educación para la Salud, por ejemplo, un fu-
mador de 30 años que consume de uno o dos paquetes de cigarrillos
al día muere seis años antes que un no fumador. Según el Instituto

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174 Así se miente con estadísticas

del Fondo Nacional de Seguro Médico, fallecerá incluso doce años


antes.
Sin embargo, no podemos asegurar que estos años sean atribuibles
al tabaco. Después de todo, hay fumadores a los que se asesina o a
los que atropella un autobús, igual que podría morir cualquiera aun-
que no fuera fumador, y esto casi no tiene nada que ver con fumar.
Más bien hay variables de fondo como la genética o la personalidad
fumadora, que promueve muchos hábitos peligrosos por igual, de
modo que los fumadores modernos también morirían antes, aun-
que Colón nunca hubiera descubierto América y el tabaco.
De la misma manera, la elevada correlación entre educación e in-
gresos no respalda por sí sola que la educación sea la panacea. Aquí
se descuida una tercera variable, la ambición, y también una cuarta,
el talento, que afecta positivamente al éxito escolar y profesional.
En otras palabras, muchas personas exitosas habrían triunfado sin
un diploma de secundaria (igual que muchos fumadores morirían
antes, incluso sin fumar). El éxito en el trabajo y la educación van de
la mano, entre otras cosas, porque en ambas se encuentran personas
con determinadas características de éxito.

¿Qué pasa con las cigüeñas?


Al omitir hábilmente variables de fondo, se puede convertir cada
verdad en mentira. A mediados de la década de 1970, por ejemplo,
una gran universidad estadounidense fue acusada de discriminar
a las mujeres. En términos de porcentaje, admitía más candidatos
masculinos que femeninos.
“¡Esto no es verdad! —se defendió la universidad acusada—. A pesar
de todos los hombres que hay, ¡siempre permitimos la entrada a más
mujeres que hombres!”.

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Correlación y causalidad 175

Y así era. La proporción de mujeres en general era pequeña, no por


la discriminación contra el sexo femenino, sino porque las mujeres
elegían carreras en las que había una cantidad elevada de candida-
tos. Por esa única razón, relativamente más mujeres que hombres se
quedaron a las puertas de entrar. Pero si observamos las notas que
sacaron las mujeres en cada asignatura que componía la carrera, las
mujeres sacaban mejores notas que los hombres.
Igual que ocurre con los estudiantes más atrasados, se crea una im-
presión falsa al pasar por alto la variable de fondo sujeto de estudio.
Si hubiera habido el mismo número de mujeres que de hombres
para entrar en carreras de más fácil acceso, las mujeres tendrían más
presencia en la universidad.
Por la misma razón, algunas quejas de los médicos de Alemania so-
bre la disminución de sus ingresos no son del todo convincentes.
Según la Asociación Nacional de Médicos, que distribuye este tipo
de comunicados de prensa una y otra vez, el ingreso de los médi-
cos en la República Federal de Alemania, de media, cayó en varios
puntos porcentuales durante un determinado periodo de tiempo.
En realidad, sin embargo, los ingresos de los médicos, con algunas
excepciones, siguieron aumentando durante esos años. Aun así, el
ingreso promedio se redujo simplemente debido al aumento del nú-
mero de médicos jóvenes que estaban en el comienzo de su carrera
y que abrían sus primeras consultas, por pequeñas que fueran. En
otras palabras, incluso si los ingresos aumentan, sobre todo, para los
más veteranos, la media de este ingreso puede disminuir si llegan
nuevos profesionales con sueldos relativamente bajos.
Fijémonos en el riesgo de padecer un cáncer. Oímos o leemos casi
a diario en los medios cómo esta enfermedad nos amenaza. Sin em-
bargo, sucede todo lo contrario: la probabilidad de morir de cán-
cer ha disminuido en todos los grupos de edad, tanto para hombres
como para mujeres, en los últimos 30 años. Por contra, puede re-

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176 Así se miente con estadísticas

sultar paradógico que cada vez más personas mueran a causa de esta
enfermedad (actualmente alrededor del 27 %, en comparación con
menos del 5 % a principios del siglo XX), la única razón es porque,
de media, vivimos más años que antes. Otra vez se pasa por alto una
variable de fondo necesaria: la edad. El hecho de que los contempo-
ráneos del Imperio Alemán raramente tuvieran cáncer no se debe a
su estilo de vida saludable, sino a que morían a la edad de 45 años a
causa de otras enfermedades.
Estas variables de fondo que obviamos producen, en muchas oca-
siones, correlaciones sin ningún sentido. Por ejemplo, se relaciona
el número de nacimientos de cigüeñas con el número de nacimien-
tos de los ciudadanos, el número de tías solteras de una persona y
el contenido de calcio de su esqueleto (inversamente proporcional),
la alergia al polen y el precio del trigo (inversamente proporcio-
nal), tamaño del zapato y legibilidad de la escritura (directamente
proporcional), la educación escolar y el ingreso (directamente pro-
porcional), o hasta la proporción de extranjeros y el delito (directa-
mente proporcional), abarcando un amplio abanico de un concepto
de correlación mal entendido, o un abuso intencionado.
La correlación entre los nacimientos y las cigüeñas no es relevante.
Aunque en realidad están estrechamente relacionados en algunas
áreas, nadie cree que la cigüeña traiga a los bebés a casa. La correla-
ción positiva entre la proporción de extranjeros y la delincuencia en
los municipios de la República Federal ya es más peligrosa; aquí las
estadísticas respaldan este hecho, ya que las grandes comunidades
atraen del mismo modo a extranjeros que a criminales.
La correlación negativa entre las alergias al polen de trigo y el pre-
cio del trigo se debe al clima: si el trigo crece bien debido al buen
tiempo, el precio disminuye, como todo estudiante de Economía
aprende en el primer semestre, debido a la elevada oferta. En cuanto
a las tías solteras y el contenido de calcio en los huesos, así como

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Correlación y causalidad 177

el tamaño del zapato y la escritura, sin embargo, el truco está en la


edad de la persona: las personas más jóvenes tienen la probabilidad
de tener más tías solteras que las personas más mayores y, cuando
eres más mayor, tienes una tendencia mayor a tener menos calcio
en los huesos. Por su parte, los estudiantes de mayor edad tienen
los pies más grandes y una letra más bonita (y los hombres mayores
tienen menos pelo, pero más dinero...).
Con un cálculo de correlaciones absurdo, como los que he citado,
los cirujanos estéticos estadounidenses una vez intentaron captar
nuevos clientes. Según un estudio realizado por la famosa Clínica
Mayo en Rochester, las mujeres operadas viven 10 años más que
la media. Y realmente parece ser así. Es difícil de creer que las ope-
raciones estéticas como tal prolonguen la vida (¿más éxito con los
hombres, más satisfacción vital?), pero la explicación es que estas
mujeres generalmente provienen de las clases sociales elevadas en
las que uno muere mucho más tarde. Y, sobre todo, porque general-
mente se someten a este tipo de intervenciones en una edad avan-
zada. Igualmente, la expectativa de vida restante de una mujer de
60 años es de alrededor de 30 años más, es decir, todas las mujeres
que llegan a los 60 años pueden llegar a cumplir unos 90 de media,
se operen o no.
Sin embargo, la clave de todas las variables es el tiempo. Los datos
de series cronológicas como la renta nacional, la deuda nacional, el
índice bursátil o de precios, el número de estudiantes, los turistas
extranjeros, o el consumo de frutas tropicales o la pertenencia a la
Federación de Fútbol muestran, a menudo, una tendencia monóto-
na por varias razones. Si esta tendencia apunta en la misma direc-
ción para ambas (ya sea al alza o a la baja, no importa), las variables
se correlacionan positivamente y, si las tendencias apuntan en di-
recciones diferentes, entonces las variables se correlacionan negati-
vamente, independientemente de si existe una relación causal o no.

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178 Así se miente con estadísticas

Esta tendencia es responsable de la correlación de las cigüeñas y los


nacimientos, por ejemplo, ya que ambas variables disminuyeron de
forma escalonada durante mucho tiempo. Los anuarios estadísticos
están repletos de estas relaciones curiosas. Si, por ejemplo, piensas
que el único culpable de todos los males del mundo es la riqueza,
aquí encuentras la confirmación. Dado que la riqueza nacional ha
aumentado en todos los países industrializados occidentales duran-
te varias décadas, se correlaciona automáticamente con todas las va-
riables que también han aumentado durante este período, como el
asesinato, el suicidio, el cáncer, los accidentes de tráfico, el consumo
de alcohol y el divorcio.
El punto de inflexión es que una correlación positiva o negativa,
es decir, una relación igual u opuesta de dos variables, puede tener
otras causas además de una relación en una dirección u otra.
Con dos hermanos rubios nadie dirá que el segundo es rubio porque
el primero lo es, sino que ambos han heredado esta característica
de sus padres. De igual manera, una correlación también puede ser
creada en otro lugar por unos “padres o madres” ocultos en el fon-
do, por una tercera variable influyente que olvidamos, que fuerza
a las dos variables de salida en la misma dirección o en direcciones
opuestas.

“Dice que estamos arruinando la correlación que tenía montada entre altura y peso”.

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Correlación y causalidad 179

Muchas correlaciones también son fruto de la casualidad y no tie-


nen nada que ver con la causalidad, ni entre sus respectivas varia-
bles ni entre estas relaciones y otras distintas. Durante algunas dé-
cadas, por ejemplo, los precios de las acciones y los azulejos fueron
sorprendentemente paralelos y no han hecho falta explicaciones.
De manera similar, hace pocos años, los gurús de Wall Street es-
peraban con impaciencia la Superbowl, la final de la temporada de
fútbol americano, ya que cuando ganaba la Conferencia Nacional,
el año bursátil se cerraba con ganancias, y cuando ganaba la Confe-
rencia Americana, con pérdidas. Tampoco en este caso había la más
mínima conexión.

Los maridos viven durante más tiempo


Incluso si se excluyen el azar o una tercera variable como causas de
una correlación, esto no explica la dirección que seguirá por esta po-
sible causalidad. Hasta hace poco, los habitantes de las Islas Vanuatu
creían que los piojos eran buenos para la salud. Si creemos a Darrell
Huff, quien ha desenterrado estas estadísticas, la correlación entre
estas variables fue impresionante. A los piojos y la salud les gustaba
aparecer en tándem, los isleños sanos tenían piojos, los enfermos
no. Por eso, los piojos fueron tratados casi como mascotas, a todos
los habitantes les hubiera gustado tener tantos como fuera posible.
En realidad, la relación causa-efecto era la contraria. No es que los
piojos ahuyentaran la enfermedad, sino que la enfermedad expulsa-
ba a los piojos. Las personas enfermas generalmente tienen fiebre,
lo que hace que la cabeza se caliente y que los piojos, que odian el
calor, desaparezcan.
Pero para encontrar este tipo de falacias no hace falta que vayamos a
las Islas Vanuatu. Con el titular “Meditación saludable”, Bild-Zeitung
informa de que la meditación combate los ataques al corazón. Según

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180 Así se miente con estadísticas

un estudio estadounidense, el 87 % de las personas que meditaban


tenían “una tasa de infarto muy baja”. Una vez más, la causa puede
ser exactamente la que nos dice el titular, o tal vez otro aspecto re-
lacionado con las personas con una tasa baja de infartos: a las per-
sonas que evitan el estrés y los ataques al corazón les gusta meditar.
Esa es probablemente la razón por la que las historias de terror que
aparecen en las revistas confunden las diferencias en la mortalidad
de diferentes regiones. Por ejemplo, en muchos balnearios con aire
particularmente bueno muere más gente que en las áreas industria-
les. Sin embargo, no es el buen clima lo que mata a las personas,
sino al revés: los enfermos y las personas que mueren pronto prefie-
ren trasladarse a lugares con aire saludable. O, citando al periódico
alemán Ditmarscher Landeszeitung: “Si las muertes aumentaron de
54 a 65, no se debió a una mayor tasa de mortalidad, sino a la ex-
pansión del hospital Brunsbüttelkooger”. O qué deberíamos pensar
del siguiente comunicado de prensa (del periódico Bild, pero que
podemos encontrar en casi todos periódicos durante el verano):
“Los casados viven más tiempo: los solteros de entre 45 y 54 años
deberían atreverse a lanzarse a la aventura del matrimonio. Según
las estadísticas de la Facultad de Epidemiología de la Universidad de
California, el 23 % de los hombres solteros en este grupo de edad
morirá durante la próxima década. Por el contrario, el riesgo de
muerte de los hombres casados es solo del 11 %”.
Las cifras reales detrás de este informe son, en realidad, bastante
correctas: de media, los casados viven más que los solteros, 5 años
en Alemania y 15 años en Japón. Pero la explicación que leemos en
los medios no es cierta y suele ser la siguiente: los casados viven más
tiempo porque están casados. En realidad, la dirección causal proba-
blemente esté invertida. Los casados no viven más tiempo porque
estén casados, sino que se casan porque viven más tiempo. Factores
como la riqueza y la salud que promueven una vida larga, estés o no

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Correlación y causalidad 181

estés casado, colaboran a que te cases, y factores como la pobreza o


la enfermedad que tienden a acortar la vida también, tanto dentro
como fuera del matrimonio, son más perjudiciales para el matri-
monio. O, como dijo una vez uno de mis alumnos: “El fenomenal
titular Los maridos viven más tiempo, que dará a todos los hombres
casados satisfacción y seguridad, resulta que es infundado”.
Con esto no niego que el matrimonio promueva la longevidad. Por
ejemplo, los hombres casados pueden comer más sano que las per-
sonas solteras, simplemente porque, siguiendo el modelo tradicio-
nal, las mujeres todavía cocinan mejor y, sobre todo, más saludable.
Y como todo psicólogo sabe, la estabilidad emocional de un matri-
monio feliz puede tener un efecto positivo en la salud y la esperanza
de vida de ambos cónyuges. Estas relaciones causales conflictivas,
conocidas en la demografía como selección de matrimonio y pro-
tección del matrimonio, no son fáciles de separar y, por lo tanto,
siguen siendo objeto de debate científico. Lo único que me interesa
es que si consideramos la probabilidad de morir en un plazo de diez
años para dos grupos de hombres: casados y solteros, las cifras por sí
solas no nos dicen nada sobre lo bueno y lo malo de la vida conyugal.

Bibliografía
Un clásico sobre seudocorrelaciones que vale la pena leer es G.U.
Yule: “Why Do We Sometimes Get Nonsense Correlations Be-
tween Time Series? – A Study in Sampling and the Nature of Time
Series”, Journal of the Royal Statistical Society.
El debate sobre la discriminación de género en la admisión univer-
sitaria aparece recopilado de modo exhaustivo en P.J. Bickel, E.A.
Hammel y J. W. O’Connell: Sex Bias in Graduate Admissions: Data
from Berkeley.

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182 Así se miente con estadísticas

Para el matrimonio y la esperanza de vida, véase también N. Gold-


man: Marriage Selection and Mortality Patterns, Demography.
Y una colección deliciosa y constantemente actualizada de correla-
ciones sin sentido se puede encontrar online en www.tylervigen.
com. Por ejemplo, encontré una correlación notable de 0,992 entre
el gasto en programas espaciales de EE.UU. y los suicidios debido a
ahorcamiento y asfixia.

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Capítulo 16
El ruido de los
aviones produce sida

“Por cuestión de probabilidad, meterán algún que otro gol”.


Christoph Daum, entrenador de fútbol

Un hombre va al médico: “Bueno, la situación es bastante seria. Está


usted muy enfermo. Estadísticamente, nueve de cada diez pacientes
no sobreviven a esta enfermedad —el paciente palidece—. Pero tie-
nes suerte —lo tranquiliza el doctor—. He tenido nueve pacientes
con los mismos síntomas, y están todos muertos”.
“La noche del jueves, en Frankfurt, los agentes de la patrulla de po-
licía pidieron a un analista de sistemas y matemático de 44 años que
detuviera el vehículo porque había consumido mucho alcohol”, así
lo contó un conocido periódico alemán Berliner Tagesspiegel. “El
científico dijo que llamaría a su esposa y le pediría que lo fuera a

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184 Así se miente con estadísticas

buscar”. Cerró el coche y se fue. Sin embargo, cuando los oficiales


regresaron al mismo lugar poco después, vieron a nuestro amigo
alejarse conduciendo. Le volvieron a parar, le hicieron un análisis
de sangre y le quitaron el carné de conducir. “No esperaba un se-
gundo control —se disculpó. Nunca me habían parado antes y de
acuerdo con el cálculo de probabilidad, el segundo control de tráfico
se realiza después de cien años—”.
Suponemos que nuestro amigo había pensado lo siguiente: “Con
una probabilidad de, digamos, 1 entre 200, hoy me han parado para
hacerme un control. Por lo tanto, la probabilidad de que me hagan
dos controles en la misma noche es (1/200)2 = 1:40.000. Esto ocu-
rre, en promedio, una vez cada 100 cien años, así que puedo estar
tranquilo. Si la policía me volviera a parar hoy ya sería una gran
coincidencia”.
Pero no es así como funcionan las probabilidades: nuestro mate-
mático había confundido la llamada probabilidad condicional con
la probabilidad incondicional normal de un evento. Dos controles
en la misma noche son, en efecto, muy improbables, pero la pro-
babilidad condicional de dos controles, como ya hemos notado, es
mucho mayor; de hecho, en los controles independientes, es tan
grande como la probabilidad de un solo control.
Ejemplos de eventos independientes son: “En el año X, Alemania
se convertirá en campeón mundial de fútbol” y “en el año X + 1,
habrá un terremoto en las Islas Fiji”. La probabilidad para el pri-
mero es, digamos, 1:10, la probabilidad para el segundo es 1:100, la
probabilidad para ambos es 1:1.000 (para eventos independientes,
la probabilidad de ambos juntos es solo el producto de las proba-
bilidades individuales). Para estos acontecimientos, nadie pensaría:
“¡Ah!, los alemanes se han convertido en campeones mundiales de
fútbol, por tanto, la probabilidad de un terremoto en las Islas Fiji
cae de 1:1.000 a 1:100”. Esta probabilidad se mantiene en el mismo

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El ruido de los aviones produce sida 185

1:100 que tenía antes, sin importar lo bien o lo mal que los alemanes
jueguen al fútbol.
A menudo, sin embargo, esta consecuencia de la independencia se
pasa por alto, ya sea intencionadamente o por ignorancia. Cuan-
do, por ejemplo, el Frankfurter Allgemeine Zeitung escribe sobre
la lotería: “Si juega dos veces a la semana a la lotería es casi inevita-
ble que se lleve el bote; siempre y cuando llegue a cumplir 135.000
años”, eso no es para nada cierto. Si tiene mala suerte, el jugador de
lotería puede llegar a jugar hasta el fin de sus días sin ganar ni una
sola vez. Aunque la probabilidad de obtener un gran premio, como
calculó correctamente el Frankfurter Allgemeine Zeitung, es de
1:13.983.816, esto no significa que el que quiera ganar tenga que ju-
gar 13.983.816 veces (o dos días por semana) durante 135.000 años
para asegurarse el bote. En sorteos independientes, y los números
de lotería son claramente independientes entre sí, es posible que
aparezca una combinación dos veces, pero también que nunca salga.
También es incorrecto cuando el periódico Frankfurter Rundschau
titula un artículo con esta afirmación: “La catástrofe nuclear tam-
bién puede ocurrir aquí”; “Una catástrofe nuclear cada 10.000 años.
Hasta la fecha se cumplen 3.500 años”. Se refiere a que hay una pro-
babilidad de 1:10.000 al año de que una central sufra un accidente.
Si esa probabilidad de 1:10.000 de sufrir una catástrofe es correcta,
debemos calcular unos 10.000 años hasta que ocurra, pero ese pe-
riodo se mantiene inalterado independientemente del periodo de
vida de cada central nuclear. No se debe descartar la probabilidad
de que ocurra un grave accidente nuclear, pero esta no aumenta con
la duración de la vida de las centrales, más bien se reduce por las
crecientes mejoras técnicas en seguridad nuclear.
A menudo olvidamos esta verdad tan simple. “Abuela, acaba de sa-
lir el cero —dice Dostoyevski en el libro El jugador—, así que no
volverá a aparecer durante mucho tiempo. Perderá mucho dinero

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186 Así se miente con estadísticas

si siempre quiere apostar al cero. Mejor si espera un poco más”. Y


como ya sabe todo aquel que conoce a Dostoyevski, poco tiempo
después, la incorregible abuela volvió a apostar al cero y salió del
casino de Wiesbaden con mucho más dinero del que traía.
Miles de jugadores de lotería siguen buscando números que no han
salido premiados durante mucho tiempo, esperando que aumenten
sus posibilidades. La madre de tres niños cree que su cuarto hijo
será niña (porque la probabilidad de cuatro niños ocurre una vez de
cada dieciséis casos). Los veteranos de la Primera Guerra Mundial
contaban que buscaban cráteres creados por bombas recién caídas
porque era prácticamente imposible que otra bomba cayese exacta-
mente en el mismo punto.
Y todos saben el chiste del pasajero del avión que siempre lleva una
bomba con él, por razones de seguridad, “porque la probabilidad
de que haya dos bombas en el mismo avión es prácticamente nula”.
En todos estos casos se repite el error de nuestro matemático y el
del Frankfurter Zeitung: la probabilidad de que de cuatro partos
salgan consecutivamente cuatro varones es muy pequeña, es decir
(1/2)4 = 1:16. La probabilidad condicional de que salga un niño,
habiendo dado a luz anteriormente a tres, no es de 1:16, sino que es
igual de grande que la probabilidad incondicional, concretamente
1:2. El resultado de la cuarta vez es completamente el mismo que el
de la primera: todos los espermatozoides luchan por llegar a un mis-
mo óvulo. Del mismo modo, el terrorista que introduce una bomba
en un avión no piensa mucho sobre quién más lleva consigo un
artefacto explosivo, y las veces que uno participa en la lotería no le
importan nada a las bolas que sacan los números con premio.

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El ruido de los aviones produce sida 187

El falso significado de lo significativo


Las falsas probabilidades también nos llevan a la pregunta sobre
si ciertos sucesos pueden explicarse por casualidad o si tienen una
causa sistemática. El periódico Hannoversche Allgemeine Zeitung
informa: “A menudo la leucemia se relaciona con las personas que
viven cerca de centrales nucleares”. De media, el número de casos
de leucemia es diez veces mayor para personas menores de 25 años
que viven dentro de un radio de 12 kilómetros alrededor de la cen-
tral energética escocesa Dounreay. “Hubo cinco casos de leucemia
en el área afectada en cuatro años”, pero por estadística pura “debe-
ría haber habido solo 0,5 casos”. Como resultado, la coincidencia se
descarta como una explicación y la central queda marcada como la
causante de estos casos.
Quién sabe, tal vez la central sea quien realmente tiene la culpa.
En otra central (Sellafield), se utilizaron métodos estadísticos para
mostrar la exposición a la radiación de quienes trabajaban allí como
causa de la leucemia de sus hijos. Mi conclusión es que las estadísti-
cas de Hannoversche Allgemeine no dicen nada sobre este aspecto,
con el mismo método ahora probaremos que el ruido de los aviones
produce sida.
Para esto necesitamos saber cuándo se puede explicar que un hecho
ha ocurrido por casualidad y cuando no. Por ejemplo, si tiramos un
dado diez veces y sacamos cada vez un seis, tenemos una señal clara:
el dado es falso. Si fuera verdadero, sería extremadamente raro que
saliera el seis diez veces (teniendo en cuenta que existe la probabili-
dad (1/6)10 = 0,00000002). Tampoco podemos descartar que pueda
suceder, pero es muy sospechoso.
De acuerdo con este principio, todas las pruebas estadísticas, in-
cluidas aquellas en las que Hannoversche Allgemeine Zeitung basa
su informe, funcionan: rechazamos la casualidad como causa única

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188 Así se miente con estadísticas

(asumiendo automáticamente que existe un razonamiento causal


sistemático), y constatamos que el evento en cuestión es extrema-
damente fortuito, es decir, poco probable (lo extremadamente im-
probable tradicionalmente comienza en 5 %).
Del mismo modo, ahora decidiremos si el ruido de los aviones ge-
nera sida. Supongamos, hipotéticamente, que solo existe una coin-
cidencia. Si se producen más casos de sida cerca de los aeropuertos
de los que se pueden explicar por mera casualidad, rechazaremos el
azar como la causa.
Por lo tanto, supongamos que uno de cada diez alemanes se ve afec-
tado por el virus del sida (en realidad, la verdadera proporción es
mucho menor). Para comprobar si esta proporción es sistemática-
mente más alta en las inmediaciones de los aeropuertos que en cual-
quier otro lugar, extraemos una muestra aleatoria de diez residentes
de cada uno de los siete aeropuertos más grandes de Alemania y
comprobamos si se ven afectados con mayor frecuencia que en cual-
quier otro lugar. La siguiente tabla muestra el resultado (separado
por aeropuerto).

AEROPUERTO CASOS DE SIDA


Berlín 0
Frankfurt 2
Hannover 0
Leipzig 1
München 2
Hamburg 4
Düsseldorf 0

Como era de esperar, la frecuencia de las personas con sida varía de


un lugar a otro. En algunos lugares contamos con menos pacientes
y en otros con más. En total, 7 de las 70 personas examinadas están

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El ruido de los aviones produce sida 189

infectadas, lo mismo que la población promedio; la estadística no


proporciona ninguna indicación de que el ruido de los aviones pro-
duzca sida. Esta hipótesis queda desacreditada por ser un producto
de la imaginación (lo estadísticamente correcto sería congelar el es-
tudio hasta que llegasen más pruebas).
Sin embargo, ahora demostraremos estadísticamente que el ruido
de los aviones produce sida. Eliminamos todos los lugares, excep-
to Hamburgo. En otras palabras, extraemos un subconjunto de la
muestra, pero un subconjunto no aleatorio.
El truco comienza cuando calculamos si cuatro o más casos de sida
en diez personas siguen siendo mera casualidad, y actuamos como si
creyéremos que las diez personas fueran seleccionadas al azar. Esta
probabilidad es muy pequeña. Un 10 % de la población total infec-
tada, supone tan solo un 1 %, que uno puede descubrir rápidamente
por medio de algunas simples reglas de la teoría de la probabilidad, y
eso es lo suficientemente pequeño. La casualidad como única razón
de este resultado es tan improbable que podría incluso excluirse. En
otras palabras, debe haber algo más que coincidencia detrás de los
datos, porque como dicen los expertos en estadística estos datos son
significativos.
En realidad, son cualquier cosa menos significativos, la importancia
se produce artificialmente. El truco es siempre el mismo, es decir,
eliminar la submuestra que sea menos favorable a nuestra hipótesis
original, pero proceder con el cálculo de probabilidades, como si la
muestra aleatoria hubiera sido seleccionada al azar.
Si se calcula correctamente, cuatro o más individuos infectados en
la peor de las siete submuestras no serían excepcionales. Esto ocurre
en más del 5 % de todos los casos por pura casualidad y, por lo tanto,
no es significativo para los estándares comunes.

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190 Así se miente con estadísticas

Por lo tanto, las estadísticas de Hannoversche Allgemeine Zeitung,


sin más datos, son inútiles como prueba. Con alrededor de 300 cen-
trales nucleares en todo el mundo en este momento, la probabi-
lidad de que se produzcan más de cinco casos de leucemia en las
proximidades de cualquiera de estas centrales es definitivamente
superior al 5 %, incluso si la energía nuclear en realidad no tuviese
nada que ver con el cáncer.
También la selección de la muestras es complicada en términos de
causas de la muerte, el espacio y el tiempo. Aparte del caso extre-
mo de la uniformidad absoluta, más personas sufrirán o morirán de
una determinada enfermedad en cualquier momento y en cualquier
lugar que en cualquier otro lugar y en cualquier otro momento, de
modo que seleccionando la muestra adecuada podemos demostrar,
de la misma forma, que el yogur produce cáncer gástrico y que el al-
pinismo produce caries, que los flautistas tienen hemorroides y los
taxistas granos, que en las grandes ciudades tiende a haber alcoho-
lismo y en el campo es probable que mueras de malaria, que las úl-
ceras estomacales son más comunes cerca de las fábricas de galletas,
que la claustrofobia se desarrolla cerca de las minas, que la diarrea
se contrae por el eglefino y que la pérdida de pelo es por causa de
la avena. Los ordenadores son los culpables de las cataratas, los que
tienen televisión por cable se ven más a menudo amenazados por
ataques al corazón que otros, los esquiadores son esquizofrénicos,
el coco viene cuando hay luna llena, una gran cantidad de gemelos
siameses van al museo del chocolate en verano, y cualquier cosa que
coincida con cualquier otra produce algo. Lo único que necesitamos
es un prejuicio fijado y unas estadísticas mórbidamente autotejidas.

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El ruido de los aviones produce sida 191

Bibliografía
Más sobre el presunto ataque de leucemia a través de centrales nu-
cleares en A.K. Dewdney: 200 % of Nothing, Nueva York 1993 (iró-
nicamente, la sección sobre peligros significativos de las centrales
nucleares fue omitida en la traducción alemana), o W. Krämer y G.
Arminger: True believers or: Numerical terrorism at the nuclear
power plant, Jahrbücher für Nationalökonomie und Statistik 2011.
Sobre los problemas generales de las pruebas de significación estadís-
tica y especialmente sobre el sinsentido que causan, ver Capítulo 8
de mi libro Denkste! Trugschlüsse aus der Welt des Zufalls und der
Zahlen o Stephen T. Ziliak y Deirdre N. McCloskey: The Cult of
Statistical Significance: How the Standard Error Costs Us Jobs,
Justice and Lives, Ann Arbor 2008.

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Capítulo 17
¿De qué números nos
podemos fiar?

“Un falso testigo falso no quedará sin castigo,


y el que cuenta mentiras perecerá”.
Los Proverbios de Salomón, 19.9

Afortunadamente, incluso las mentiras estadísticas también tienen


las patas cortas (o como dice un viejo proverbio de Angola: “Incluso
un pedo que sueltas bajo el agua sale a la superficie”). “Y luego, para
todas las subdivisiones, los resultados debían desglosarse de acuer-
do con los cinco criterios posibles: curación, mejora, sin cambio,
deterioro y muerte”, escribe Alexander Solzhenitsyn en Pabellón
del cáncer: “El ayudante de Soja anotó con especial atención los re-
sultados. Inmediatamente se dio cuenta de que casi no había curas
definitivas, pero también había pocas muertes, y le preguntó al res-

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194 Así se miente con estadísticas

pecto. ‘Ah, nadie puede morir aquí porque dan el alta a los enfermos justo
a tiempo’, dijo Kostoglotkov”.
Y así, rápidamente, reconoceremos a simple vista incluso a los ma-
yores falsificadores de estadísticas. Si, por ejemplo, el historiador
griego Herodoto nos hace creer que el ejército persa de Jerjes había
cruzado el Bósforo con más de 5.283.220 hombres, lo calificaremos
de tontería. Primero, el número es demasiado exacto; es únicamen-
te para que el lector sienta que está leyendo a un autor que sabe lo
que dice (ver Capítulo 1), en segundo lugar, un ejército como ese
no cabe en el campo de batalla en el que los persas se enfrentaron a
los griegos. “He calculado —escribe el historiador Hans Delbrück—
que si nos imaginamos a este ejército marchando uno tras otro, en
fila, en una carretera, la hilera hubiera tenido 420 millas de largo, es
decir, cuando el primero llegaba a las Termópilas, el último tendría
que empezar a marchar desde Susa...”.

No sirve para nada, en algún momento todo saldrá a la luz.

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¿De qué números nos podemos fiar? 195

En realidad, los persas contaban con alrededor de 15.000 guerreros,


según los cálculos de Delbrück atendiendo, simplemente, a los su-
ministros y la comida que necesitaron; tenían una desventaja numé-
rica respecto a los griegos en las dos guerras persas.
Del mismo modo, muchos otros datos incorrectos pueden desen-
mascararse fácilmente si prestamos la atención necesaria. Se dice
que el ejército normando en la batalla de Hastings, en 1066, fue
tan grande que se bebió todos los ríos; eran doce veces cien mil
hombres. Pero si se piensa en cuántos barcos tenían los normandos
y cuántos guerreros podría transportar un barco, se llegaría a un
máximo de cuatro mil. La fuerza de los polacos en la batalla de Tan-
nenberg se indica en una Crónica de Lübeck con 5.100.000 hom-
bres, el número de muertos con 630.000. De hecho, los polacos y
sus aliados contaban con alrededor de 17.000 hombres, que pueden
calcularse fácilmente en función de las necesidades de comida, bebi-
da, movimiento, sitios para dormir: este tipo de exageraciones tan
obvias en los relatos históricos no pueden engañar a mucha gente.
Cuando un ejército enemigo tiene más guerreros de los que podría
alimentar una economía entera, si Saddam Hussein derribaba más
aviones de los que participaron en la Guerra del Golfo, o cuando
los terremotos matan a más personas de las que viven en ese área,
ahí veremos claramente que están hablando los falsificadores de las
estadísticas.

Tiene la palabra el camarada Mittag


Pero incluso con esta eterna amenaza de los hechos a un lado, los
falsificadores no tienen una vida demasiado sencilla No solo tie-
nen que ser más astutos que nuestro escepticismo, sino también que
nuestra lógica, y falsificar se vuelve cada vez más difícil con cada
nueva mentira. La última imagen de este libro se basa en una ins-

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196 Así se miente con estadísticas

trucción de Günter Mittag, secretario de Asuntos Económicos de la


Zentralkomitee de la SED, la Oficina Estatal Central de Estadísticas
en la antigua República Democrática Alemana. A Mittag le hubiera
gustado mejorar un poco las cifras del comercio exterior: en lugar
de un superávit, ya falso, de 521 millones hubiera preferido un su-
perávit de 910 millones. En realidad, en el período en cuestión, los
tres primeros trimestres de 1987, hubo un déficit de 579 millones
de marcos alemanes; estas y otras intervenciones directas del partido
en la imagen estadística de la RDA pueden leerse en el informe de la
Comisión de Investigación Aufarbeitung von Geschichte und Folgen
der SED-Diktatur in Deutschland (Modificación de la historia y con-
secuencias de la dictadura de la SED en Alemania) del Bundestag ale-
mán, especialmente en el informe de mi colega Peter von der Lippe.
Pero estos números fantasma llevaron a los pobres profesionales de
la estadística de la RDA a pasarlo realmente mal. Porque si aumen-
ta el superávit de comercio exterior en un año, su crecimiento será
menor un año después... a menos que se falsifique el próximo año
otra vez...
Y, además, si se falsifica un número, se deben falsificar también los
otros. No es suficiente aumentar el superávit de exportación en
unos pocos millones de marcos imaginarios; al menos una de las
cifras de importación y exportación también se tendría que falsi-
ficar (y como podemos ver en la figura, las cifras de importaciones
se redujeron realmente en los millones necesarios). Y si falsifico las
importaciones, también tengo que falsificar la balanza de pagos, y
si falsifico la balanza de pagos, tengo que falsificar las estadísticas
del Banco Central, y si falsifico las estadísticas del Banco Central...
Es mucho más difícil simular una economía fantasma estadística-
mente coherente que representar la verdad de forma consecuente;
si la RDA no hubiera desaparecido políticamente, todo el castillo de
naipes de las figuras creadas se habría derrumbado por sí solo bajo
el peso de tantas contradicciones.

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¿De qué números nos podemos fiar? 197

Un documento original de los archivos de las estadísticas oficiales de la RDA: el número


910 en el centro fue encargado por el propio Günter Mittag, las notas manuscritas a conti-
nuación documentan la reacción de los expertos en estadística de Alemania.

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198 Así se miente con estadísticas

Las mentiras oficiales a gran escala son como una bola de nieve:
cuanto más tiempo las aplastamos, más duras se hacen: a la larga,
no se puede engañar al mundo con estadísticas. O, para usar las pa-
labras de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a algunas personas de
vez en cuando, pero no puedes engañar a todas las personas todo el
tiempo”.
Un consuelo final: los números falsos suelen ser más fáciles de re-
conocer que las palabras falsas, y nadie nos puede tratar como igno-
rantes a largo plazo
Amén.

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