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JORGE MIRAS • JAVIER CANOSA

EDUARDO BAURA

COMPENDIODE
DERECHOADMINISTRATIVO
CANÓNICO
Tercera edición actualizada

EUNSA
EDICIONE S UNIVERSIDAD DE NAVARRA , S .A .
PAMPLONA
..

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Primera edición: Mayo 2001


Segunda edición: Septiembre 2005
Tercera edición: Septiembre 2017

© Copyright 2017. Jorge Miras, Javier Canosa y Eduardo Baura


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)

ISBN: 978-84-313-3225-9
Depósito legal: NA 1956-2017

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lmprimatur: José Luis Zugasti, Vicario General
Pamplona, 2-11-2001
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«Lo que se busca en los administradores es que sean fieles»
(1 Cor 4, 2)

A la memoria del Profesor Eduardo Labandeira


ÍNDICE

SIGLAS Y ABREVIATURAS .......................................................................................... 21


PRESENTACIÓN . ..... . .. .. .. . .. ..... . . .. ... .. . .... .. .. . .. ... .. .. ... .. ... .. .. ....... .... . .... . .... . .... . .... . .. .. ... .. ... 23

PARTE PRIMERA

FUNCIÓN ADMINISTRATIVA
Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA ECLESIÁSTICA
Nota introductoria y bibliográfica.......................................................................... 25

LECCIÓN I
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO
EN LA IGLESIA
l. LAS FUNCIONES PÚBLICAS DE GOBIERNO: EL HECHO Y SU FORMALIZACIÓN . .. .... 27
Il. LAS FUNCIONES PÚBLICAS EN LA IGLESIA ............. ...... .... .. ........ ... .. ....... ......... ... 29
1. La función legislativa ........................................................................... 30
2. La función jurisdiccional ............................ ........... ............................... 30
3. La función administrativa .................................................................... 31
4. Importancia de la función administrativa en la Iglesia ........................ 33
5. Distinción de funciones y organización jurídica del ejercicio de lapo-
testad de gobierno ...... .. ........ ..... .............. ..... .. .. .................. .......... .... ..... 34
Ill. LA POTESTAD EJECUTIVA Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA ......................... 35
l. La separación de podere s y la organización eclesiástica ..................... 35
2. La distinción de las funciones de la potestad de gobierno en el Código
de Derecho Canónico ............................... ............................................ 38
3. La potestad ejecutiva en el Código de Derecho Canónico .............. .... 39
a) Concepto ........................ .......................................... ....................... 39
b) Naturaleza y caracteres ......................................... .......................... 40
c) Ámbito subjetivo de ejercicio ......................................................... 41

9
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

d) Ámbi t o objetivo y funciones .......................... ................................. 41


e) Notas sobre la tipología y el régimen jurídico de la potestad ejecutiva 43
4. La Administración pública eclesiástica .............................. .................. 44
a) Noción y composición .................................................................... 44
b) Principios organizativos fundamentales ......................................... 47
IV. EL DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO ..................................................... .. . 49
1. Concepto .. ..... ...... ... ... ..... .. ... ... .. ... ..... .. ......... .... ... ... .... ....... ... ... .. ... ..... .. .. . 49
2. Normas de derecho administrativo contenidas en el Código de Derecho
Canónico .......... ............................ .............. .................................... .. ..... 49
3. Caract eres ... ........ ..... ......... .. ..... ... ... .. ... .. ... .. ...... .. ...... ........... ... .. ..... ...... .. 50

LECCIÓN II
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA
l. FUNCIÓN DE GOBIERNO EN LA IGLESIA Y LEGALIDAD ...... ..... ...... ........ .... ..... .... .. 51
A. El sentido ministerial de la función de gobierno como ordenación esencial 51
1. La enseñanza del Concilio Vaticano 11 ................ ...................... ........... 51
2. Consecuencias constituciona les del carácter ese ncialmente ordenado
de la función de gobierno .......... .................. ................ ....................... .. 52
B. Traducción jurídica de la naturaleza ministerial del gobierno: del Conci-
lio al Código de Derecho Canónico ....... ... ...... ..... ... .. ......... .. .. ... .. .... ... ... .. .. 54
1. La naturaleza ministerial del gobierno como principio infonnador ... . 54
2 . Los principios directivos para la reforma del CIC: traducción de la
naturaleza ministerial del gobierno en el principio de legalidad ....... .. 54
a) Exclusión de la arbitrariedad ..................................... ...... ................ 54
b) Legalidad y justicia: algunas precisiones ........................................ 55
3. Establec imiento en el nivel constituc iona l de los presupuestos nece-
sarios para la aplicación del principio de legalidad ............................. 57
II. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO........ 58
A. Formulación, alcance y articulación técnica..... ........................................ 58
l. Vinculación de la Administración a la legalidad ............ ......... ............. 60
2. Predeterminación de la actividad administrativa por la ley ................. 61
B . Legalidad y discrecionalidad .................. ............. ................ ..................... 63
l. La discrecionalidad en el CIC ............ .............. ....... .......................... ... 65
2. Ejercicio y control de las potestades discrecionales ....................... ..... 65
a) Distinción de elementos discrecionales y reglados ............. ........... 66
b) Discrecionalidad y conceptos jurídicos indete1minados ...... .. .. ... .. . 66
c) El fin como límite de la discrecionalidad ....................................... 67
d) Discrecionalidad y equidad ..................... .................... .................... 69
e) Buen gobierno y ejercicio de la discrecionalidad ..................... ...... 70
C. Elementos principales de la regulación jurídica de la actividad de la Ad-
ministración en el CIC ............. ............... .......................... .......... .............. 70
l. Distinción entre normas y actos singu lare s y regulación de la activi-
dad normativa de la Administración ................................. ................... 71
2. La categoría formal de los actos administrativos singulares ............... 71
3. Regulación del procedimiento administrativo ........... ......... .............. ... 72

10
ÍNDICE

4. La impugnación de los actos administrativos en vía administrativa ... 72


5. El contencioso-administrativo .............................................................. 73
6. Responsabilidad de la Administración eclesiástica.............................. 73

PARTE SEGUNDA
ACTIVIDAD JURÍDICA DE LA ADMINISTRACIÓN
ECLESIÁSTICA
Nota introductoria y bibliográfica ......................................................... ................. 75

LECCIÓN lil
ACTIVIDAD NORMATIVADE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA
l. TIPIFICACIÓN DE LA NORMA ADMINISTRATIVA .... .... .... ..... .. ............. ...... .. .. .... .. ... 77
1. Conveniencia de tipificar la actividad jurídica de la Administración .. 77
2. Criterios de distinción entre actos administrativos y normas adminis-
trativas ......................... ......................................................................... 78
ll. INTERVENCIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN EN LA FUNCIÓN LEGISLATIVA ..... ........... 80
l. La función legislativa ........................................................................... 80
a) Su especial importancia .................................................................. 80
b) Autoridades con potestad legislativa ....................................... ....... 81
c) La promulgación de las normas ......................................... ............ . 82
2. Cooperación de la Administración en la función legislativa ................ 83
a) Conveniencia de la participación de la Administración en la acti-
vidad normativa ............................ ................................................... 83
b) Las normas administrativas ....... ............................ ................. ......... 84
lll. LA POTESTAD LEGISLATIVA DELEGADA A LA ADMINISTRACIÓN .......................... . 84
l. La delegación de la potestad legislativa .......................................... . .... 84
2. La delegación de la potestad legislativa a las autoridades ejecutivas .. 86
a) Naturaleza de los decretos legislativos ........................................... 86
b) Los decretos legislativos de la Curia romana ................................. 87
IV . LAS DISTINTAS CATEGORfAS DE NORMAS ADMINISTRATIVAS .............................. 90
l. Los decretos generales ejecutorios ..................... ..... ..... ....... ................. 90
a) Noción .................................................................... ......................... 90
b) Subordinación a la ley ..................................................................... 91
c) Autor............................ .................................................................... 92
d) Forma de producción ...................................................................... 93
2. Las instrucciones ........................................... ....................................... 94
a) Noción ......................................................................... .................... 94
b) Carácter administrativo ................................................................... 95
3. Las normas «independientes» .............................................................. 96
a) Los estatutos ................................ ................................................... . 96
b) Los reglamentos ...... .......... ........................................ ...................... 99
V. CONTROL DE LEGALIDAD DE LA ACTIVIDAD NORMATIVA . .............. .. ... ............... 100
l. La racionalidad de las normas ............. ............................. .................... 100
2. La jerarquía normativa ...... ............. .... ............. .......... ........................... 100
3. Los recursos contra las normas administrativas................. ................ .. 101

11
COMPEND JO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

LECCIÓN IV
NOTAS SOBRE LAS ACTIVIDADES CONTRACTUAL
Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN
ECLESIÁSTICA
l. ACTIVIDAD CONTRACTUAL DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA . . •. .. .. .•. ... ...• .. 103
l. Noción de contrato en derecho canónico ... ............... ........................... 104
2. Elementos esenciales del contrato. ..................................... .................. 104
a) El consentimiento de las partes .............................. ......................... 104
b) El objeto ............................ ............................ :................................. 106
c) La causa............ ............................................................................... 106
3. Peculiaridades de los contratos de la Administración eclesiástica ...... 107
4. Algunos supuestos contractuales de uso frecuente ........... ................... 11O
a) Agregación de clérigos .................................................................... 11O
b) Dedicación de clérigos a actividades supradiocesanas o interdio-
cesanas ................... ..... .................. .............................. ..... ..... .. ..... .... 111
c) Envío de personal misionero ................ .............................. ............. I 1I
d) Dedicación de laicos a la misión de una prelatura personal ........... 112
e) Encomienda de parroquias .............................................................. 112
f) Encomienda de actividades apostólicas de la diócesis ................... 113
g) Supuestos especiales de incardinación ............... ........... ............. .... 113
h) Organización de la actividad en territorios de misión .......... .... ..... . 114
i) El sistema de «commissio» en las circunscripciones eclesiásticas
de misión ......................................................................................... 114
5. Conclusión: la actividad contractual como instrumento jurídico de la
función administrativa . ............................ ..... ............ ............. ... ......... ... 114
11.ACTIVIDAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA ....... .•............. 115
A. Presupuestos ...... ..... ................................. ..... ........ ..... ....... ... ...................... 117
1. Tipos de sanciones canónicas .... ......... ..... ....................... ...................... 117
a) Penas medicinales o censuras ......................................................... 1I 8
b) Penas expiatorias ...................... ........ ............. ....... ........................... 118
c) Remedios penales y penitencias ......................................... ............. 118
d) Otras sanciones . ..... ................................... ...... .. .............. ................. I 19
2. Otras clasificaciones de interés ............................................................ 119
3. Momentos de la actividad sancionadora .............................................. 120
B. Intervención de la Administración eclesiástica en materia de sanciones . 121
l. Intervención en el momento constitutivo ................................... .......... 121
a) El precepto penal ..... .............. ................. .................... ............ ....... .. 121
b) Requisitos y límites ......................................................... ................ 122
2. Intervención en el momento impositivo....................... ........................ 123
a) La investigación previa .................................................. ................. 123
b) Intervenciones preventivas o sustitutivas de la actuación penal ..... 125
c) El procedimiento administrativo para la imposición de penas ....... 126
3. Intervención en el momento declarativo .............................................. 127
4. Intervención en el momento extintivo ..................... ............................ 128
C. Garantías y recursos en materia de actividad administrativa sancionadora . 129

12
ÍNDICE

LECCIÓN V
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR
l. INTRODUCCIÓN . ..... ....... ........ ..... .... . ............................................... .. ................. 131
II. EL ACTO ADMINISTRATIVO SIKGULAR EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNJCO ... 133
A. Concepto, notas esenciales y tipología ......................... ............................ 133
1. Acto jurídico .................................................................................... ..... 133
2. Dictado por una autoridad ejecutiva .................................................... 134
3. Acto unilateral .......................................................... ............................ 135
4. Acto singular ..................................................... ................................... 136
5. Tipología de los actos administrativos en el CIC ................................ 136
B. Estructura del acto administrativo ............................................................ 136
l. Sujeto del acto administrativo ........................................................ ...... 137
a) Legítimamente constituido en autoridad......................................... 137
b) Dotado de potestad ejecutiva .......................................................... 137
c) Con competencia en el caso de que se trate .................................... 138
2. Contenido del acto administrativo ....................................................... 138
a) Concepto .......................................... ............................................... 138
b) Tipos de contenido .......................................................................... 139
c) Requisitos del contenido .................. .................. ............................. 140
3. Causa del acto administrativo .............................................................. 140
a) El bien público en el acto administrativo........................................ 141
b) Los presupue stos objetivos del acto................................................ 143
c) El fin subjetivo del autor del acto .......... ................. .................... .... 143
4. Forma del acto administrativo.............................................................. 145
a) Delimitación del concepto que usaremos .................................... ... 145
b) Exigencia de forma escrita .............................................................. 145
c) Excepciones a la exigencia de forma escrita .................................. 146
d) Consecuencias de la ausencia de forma escrita ... ........................... 146
Ill. EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO ............................................................... 147
A. Concepto ................. .................... ..... .............. ..................... ........ .... ... ....... 147
B. Regulación del procedimiento administrativo en el derecho canónico .... 147
C. Principios del procedimiento ............ ........................... .................... ......... 148
1. Principio de publicidad ....................................................................... 149
2. Principio de participación ................................................................... 149
3. Principio de objetividad ...................................................................... 150
4. Princip io de motivación ...................................................................... 151
5. Principio de integridad de la resolución.............................................. 151
6. Principio de verdad material ............................................................... 151
7. Principio de formalidad adecuada....................................................... 152
8. Principio de celeridad.......................................................................... 152
9. Principio de estabilidad formal de las decisiones ............................... 152
10. Principio del derecho ordinario del interesado al recurso administra-
tivo ........................................................ ..................... .......................... 153
D. Las fases del procedimiento administrativo ............................................. 153
1. Iniciación ....... ........ ..... ............................ ..... ..... .................... ............. ... 154
2. Sustanciación ........................................................................................ 156

13
COMP ENDIO DE DERECHO AD MIN !STRA TJVO CANÓNICO

3. Conclusión ............ ........ ....... ................ .......... ........................... ............ 162


4. Actuaciones complementarias .................... ............................ .............. 165

L ECClóN Vl
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
l. EFICACIA DEL ACTO ADM INISTRATIVO ... ... ..... .. ..... ...... ... .. ........ ...... ..... . .... ...... .... 168
A. Duración de la eficacia ....... ................. ................... :.................... ........ .... .. 168
l. Momento inicial de la eficacia .... ............ ........ .......... ................. ... ....... 169
2. La ejecución del acto administrativo ............... ............ .................... .... 169
a) Concepto y necesidad. .... ........ ......................... ..... ........................... 169
b) La ejecución como actividad pública y accesoria ............. .............. 170
c) El ejecutor ...... ................... .................. ..................... ............. .......... 171
d) Deberes y potestades del ejecutor ...... ................... .................. ........ 171
e) Sustitución del ejecutor........... ....... ........................ ..... .................... 172
f) Procedimiento de ejecución .. .. ... ............. ........... .... ...... .......... .... .. ... 172
3. Cesación de la eficacia ......................... ............ ......... ...... ....... ........ ...... 173
4. Los actos administrativos condicionados ........................... .................. 174
B. Alcance objetivo de la eficacia ................................................................. 175
1. Fuero interno y fuero externo ... .. ........ ... .. ... .. ... ... ... ... ...... .... ...... .. ... .. ..... 175
2. Eficacia concreta de los actos ...................... ........ ............. ......... .......... 175
3. Interpretación de los actos administrativos .............. ...... ...................... 176
a) Nonna general : la eficacia determinada por el tenor literal .......... . 176
b) Interpretación de actos de tenor dudo so ............ ................. ............ 177
c) Interpretación de las condiciones incluidas en el acto .... ... .. ...... ..... 178
4. Colisión de actos administrativo s ............................... .......................... 179
5. Supuestos de eficacia contra legem y contra derechos adquiridos ...... 179
Il. I NVALIDEZ DEL ACTO ADMINISTRATIVO ....... .. .. ..... ............. ....... .... .. . ..... .... ...... ... 180
A. Ilegitimidad , inva lidez y sanción legal ... .. ... ..... .. ..... ...... . ...... .... ...... ..... .... . 180
B . Tratamiento codicia! de la invalidez de los actos admini strativo s ........... 181
l. Nulidad y rescindibilidad ... ... .... .... .. ........ .... ............ ... ... ... ....... ... ..... ..... 182
2. La nulidad ipso iure ... ......... ........... .... ............ ... ..... ... .......... ... ..... .......... 182
3. La rescindibilidad .. .. ... ... .. ... ..... ... .. ... .... ........ ....... ... ..... ... .. ...... .. .. ... .. .. .... 184
4. Impugnabilidad de los actos ilegítimos ........... ................ .......... ........... 185
a) La impugnabilidad en vía administrativa .................................. ...... 185
b) La impugnación en vía contencioso-administrativa ....................... 186
c) Convalidación, sanación y correcc ión ............ .......... .......... ............ 186
C. Responsabilidad de la Administración eclesiástica .......... ... ... .. ........ .... .... 187
l. La responsabilidad de la Administración en el CIC ... .. ... ..... ......... ..... .. 188
a) Requisitos del daño ilegítimo .......................................................... 188
b) Carácter objetivo del daño y exigencia del nexo causal ....... ......... . 189
c) La ilegitimidad del acto administrativo ...... ....... ...... .. ..... ................ 190
2. Daño y resarcimiento en derecho canónico ............ ............................. 191
3. Vías para la reclamación del resarcimiento de daño s ..... ..................... 192

14
ÍNDI CE

VII LECCI ÓN
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC:
EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO
l. EL DECRETO SINGULAR ........ ... ... ... ..... ... ..... .............. .... ........ ... .......... .. ...... ..... ... 193
A. Concepto , naturaleza y caracteres ....... .............. ............................. ..... ... ... 193
1. Concepto .... .................. ....... ..... ..... ..................................... ............. ...... 193
2. Naturaleza y caracteres específicos ...................................................... 194
B. Regimen jurídico : elementos específicos .................................... ............. 195
l. Características del régimen jurídico de los decretos ............................ 195
2. Sujeto ............................................................................................... ..... 195
3. Contenido ...................................... ....................................................... 195
4. Causa ............................................................ ..................................... ... 196
5. Fonna ........................................... ......................................................... 197
a) Forma escrita ................................................................................... 197
b) Consecuencias de la omisión de la forma escrita ........................... 198
c) Necesidad de motivar los decretos .......................... ........................ 198
d) Característica s de la motivación exigida .................................. ...... 199
e) Consecuencias de la ausencia de motivación ................................. 199
6. Procedimiento ..................................... .......................................... ........ 199
a) Recogida de informac iones y pruebas ........................... ................. 200
b) Audiencia de los interesados ........................................................... 200
c) Consecuencias de la omisión del procedimiento del c. 50 ............. 202
d) El silencio administrativo... ............................................................. 202
7. Eficacia de los decretos singulares .......... ....... .................... ............... ... 204
a) Duración de la eficacia ... .............................. .......... ............... .... ...... 205
b) Alcance objetivo de la eficacia .......................... ............................. 208
C. El precepto singular ...................................................................... ............ 210
l. Concepto y naturaleza ............ ...................... ... ....... ............. ................. 21O
2. Características ............................................ ..................... ..................... 210
3. Principales clases de precepto singular ............................................. ... 211
a) Precepto simple y precepto penal .......................... ......................... 211
b) Preceptos que urgen una obligación legal preexistente y preceptos
que imponen obligaciones prae ter legem ....................................... 211
4 . El precepto oral ............................................................. ....................... 212
a) Imposibilidad de urgir su cump limiento ......................................... 212
b) Cesación al cesar la potestad de su autor .......................... ... ........... 213
Il. EL RESCR[PTO ............. .. .. ........ ...... ........................ ... ..... ................ ...... .. ... .. ... .... 213
A. Concepto, naturale za y caracteres ........ .......... ..... ......... ............. .......... ...... 213
l . Concepto............. ............................................... ................................... 213
2. Caracteres comunes a otros actos administrativos ............................... 213
a) Acto unilatera l de la autoridad .................................... .................... 214
b) Se otorga por escrito ................ .......................... .................... .......... 214
c) Precedido por una petición ......................... ....... .......... .................... 215
3. Caracteres específicos ............................................ ... ............. .... ... ....... 215
a) Se refiere a la concesión de una gracia ........................................... 215
b) Se otorga en forma de respuesta ................... .................................. 216

15
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

B. Régimen jurídico : elementos específicos ................................................. 216


l . Sujeto....... .................................... ................................... ...................... 216
a) Distintas autoridades competentes .......... ..... .............................. ..... 216
b) Autoridad competente para otorgar un rescripto anteriormente de-
negado .......................................................................................... ... 217
c) Otros sujetos .............. .... .......... ............................ ............ ........ ........ 220
2. Contenido ............... ............ .......... ........ ............. .......... ........................ . 221
3. Causa .................................................................................................... 221
4. Forma .................................................................................................... 222
a) Diversidad de formas . ..... ..... ........................................... ..... ....... .... 222
b) Consecuencias de los errores formales ................. .......... .. ........ ...... 223
5. Procedimiento....... ....................................................................... ......... 223
a) Iniciación ......................................................................................... 223
b) Sustanciación.... ............................................................................... 224
c) Conclusión ....... ................................. ............................... ................ 225
6. Eficacia de los rescriptos ...................................................................... 226
a) Inicio de la eficacia ......................................................................... 226
b) Ejecución de rescriptos ................................................................... 226
c) Presentación de rescriptos para los que no se designa ejecutor ...... 228
d) Conflicto de rescriptos ................................................... ................. 229
e) Obligación de usar el rescripto concedido ...................................... 229
f) Cesación de la eficacia .................. .......... .......... ..... .................. ....... 230
g) Impugnación de rescriptos ...... ... ............. ....... ... ..... ......... ....... ......... 230
7. Extensión del régimen jurídico de los rescriptos ....... ........ .................. 231
a) La licencia ....................................................................................... 231
b) Las concesiones mediante oráculo de viva voz ............... ............... 231

VIII LECCIÓN
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS:
GRACIA, PRIVILEGIO Y DISPENSA
l. EL CONCEPTO CANÓNICO DE GRAC IA ........................................ .... .................... 233
A. Gracia y derecho ....................................................................................... 233
B. Fundamento de las gracias en el derecho canónico ....... ..... ...................... 234
C. Lugar de las gracias en el derecho administrativo canónico .................... 235
D. Algunos rasgos de la regulación codicia! de las gracias ........................... 237
II. EL PRIVILEGIO ... ........ .... ........ ..... .. ... .......... ... .. .. .. ....... ............... .... ..... .... ... ... .. ... 238
A. Significados del término privilegio .......................................................... 238
B. Evolución histórica del privilegio en el derecho canónico ....................... 238
C. El concepto actual de privilegio en el derecho canónico ................... ...... 239
l. El privilegio no es una norma general ................................................. 239
2. El privilegio no es un acto administrativo, sino el contenido de un ac-
to administrativo ............ ..... ................................. ............. .............. ...... 240
3. Caracteres específicos .......................................................................... 240
a) En cuanto al autor ............................................................................ 240
b) En cuanto el elemento causal ............ ....................... ................ ....... 241

16
jND!CE

4. Causas de extinción del privilegio ....................................................... 242


a) Causas referidas a la permanencia temporal de los presupuestos
jurídicos ........................................................................................... 242
b) Causas de extinción del privilegio por decadencia de alguno de los
presupuestos jurídicos .................................................................... 243
III. LA DISPENSA ............................................................................................. ....... 243
A. Noción de dispensa ................................................................................... 243
l. La definición legal ................................................................................ 243
2. Distinción de otras figuras afines ......................................................... 245
3. Objeto de la dispensa............................................................................ 246
a) Indispensabilidad de la ley divina ................................................... 246
b) Leyes dispensables .......................................................................... 247
4. La nota de la excepcionalidad .............................................................. 248
B. El autor de la dispensa .............................................................................. 249
1. La potestad de dispensar .... .............................. ...................... .............. 249
a) El poder originario de dispensar ..................................................... 249
b) La habilitación a la autoridad ejecutiva para conceder dispensas .. 250
c) La autoridad ejecutiva competente .................. ............... ................ 251
2. El autor de la dispensa de las leyes universales ..................... .............. 253
a) El régiinen actual ............................................................................. 253
b) Los titulares de esta potestad ........................... .......... ..................... 254
c) Las reservas ..................................................................................... 255
d) La potestad de dispensar de las leyes universales en caso urgente 255
3. El autor de la dispensa de las leyes particulares .................................. 256
C. El acto de concesión ........................... ...................... ............... .................. 256
1. Forma.................................................................................................... 256
2. Causa .................................................................................................... 257
a) Noción ...................................................................... ....................... 257
b) Necesidad ....................................................................... ................. 258
c) Posible derecho a la dispensa.......................................................... 258
3. Cesación ............................................................................................... 259
4. Legitiinidad .......................................................................................... 260

PARTE TERCERA
EL SISTEMA DE RECURSOS CONTRA
LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
Nota introductoria y bibliográfica .......................................................................... 263

IX LECCIÓN
EL RECURSO JERÁRQUICO
l. Los RECURSOS ADMINISTRATIVOS .................................. ......................... .......... 265
l. Los recursos administrativos: concepto y función ............................... 265
2. El recurso administrativo en el CIC ..................................................... 266
Il . ELEMENTOS DEL RECURSO JERÁRQUICO ............................................................ 267

17
COMPENDIO DE DERECHO ADM!NISTRATJVO CANÓNICO

A. Objeto del recurso ..................................................................................... 267


l. Inclusión de todos los actos administrativos ................... ..................... 267
2. Actos administrativos excluidos del recurso jerárquico ...................... 268
a) Los actos dados para el fuero interno ............................................. 268
b) Los actos de la suprema autoridad ............... ............... ...... .. .. .......... 268
c) Los actos administrativos de los dicasterios romanos .................... 268
B. Sujetos del recurso ................ ................. ............. ...................... ........... ..... 269
1. El recurre nte . ....... ..... ..... ... ..... ..... ... .. ... ........ .... ........... .... ........ ...... . ..... .. . 269
a) Cap~~idad. ;"······:· ........................................... :................................. 269
b) Leg 1ttmac1on activa......... ............. .................................................. . 270
c) Capacidad y legitimación son requisitos para la admisión del recurso 2 71
d) Derecho del recurrente a servirse de abogado o procurador .......... 272
2. La parte resistente............. ........................ ............................... ............ . 273
a) Legitimación pasiva ............................................................... ......... 273
b) La intervención de abogado por parte del autor del acto ................ 273
3. Otros posibles interesados .................................................................... 274
4. El superior jerárquico ......... ........... ......................................... ............ .. 274
C. Los motivos del recurso y su naturaleza .............. ............................ ......... 275
Ill. NORMAS SOBRE EL PROCEDIMIENTO DEL RECURSO JERÁRQUICO EN EL ClC ...... 275
A. Pasos previos al recurso ............................................................................ 276
l. Intento de conciliación ......................................................................... 276
a) Conveniencia de evitar los litigios innecesarios ............................. 276
b) Modos de buscar la conciliación....... ........................... ................... 278
e) Momento de intentar la conciliación .............................................. 279
2. Petición previa de enmienda o revocación .................... ....................... 280
a) Naturaleza de la petición ........................ ......................................... 280
b) Plazo de presentación ...................................................................... 280
e) Requisitos formales ..... ..... ...... .. ...... .. .... ............. ........ .. ............. ..... .. 280
d) Contenido ........................................................................................ 281
e) Efectos ........ .. ..... ..... ... .. ..... ... .. ... .. ... ... ... . ......... .... ...... .... ..... ..... ..... .. .. . 281
f) Plazo de respuesta y reacciones posibles del autor del acto ........... 281
g) Actos que pueden recurrirse sin petición previa ............................. 282
B. Interposic ión del recurso ........................................................................... 283
l. Plazo .................... ............................................... .................................. 283
2. Aspectos formales ................. ................................................ ............... 283
3. Efectos de la interposición del recurso ................................................ 284
4. La suspensión del acto administrativo ................................................. 285
a) Casos excepcionales de efecto suspensivo automático del recurso 286
b) Procedimiento en los restantes casos ..... ....... ... ..... .......... ..... .. ...... ... 286
5. Procedimiento de resolución del recurso jerárquico en el CIC ........... 287
a) Nonnas aplicables .................. ......................................... ................ 287
b) La posición del superior ............. ................................. .................... 288
c) El concepto de «oportunidad» .............................. .......................... 289
d) La resolución del recurso ....... ......................................................... 290
e) La cuestión del resarcimiento de daños ... ..... ...... .. ....... ....... ...... .. .... 292
IV EL PROCEDIMIENTO DEL RECURSO JERÁRQUICO ANTE LOS OICASTERIOS DE LA
CURIA ROMANA .. .. . ............... .... . .. . . . . ... . .... ..... . . . . .. .. ... ... .. .. . .. .... ... ... .... ..... . ...... .. . . . 292
A. Particular importancia de esta actividad de la Curia romana ................... 293

18
ÍNDI CE

B. Las partes .............. ........................ ............... .... .................... ........... .......... 294
l. Sujeto acti vo o recurrente ..................................................................... 294
2. Sajeto pasivo o resistent e ............... ........................................... ........... 295
3. Otros interesados .................. ........................... .................. ................... 296
C. El dicaste rio competente ..................................................... ...................... 296
D. Objeto y motivo s del recurso ...................... .............................................. 298
E. Proc edimiento del recurso .......... .............. ............... ............................. .... 298
1. Actuaciones preliminare s ....................... ........................................ ...... 298
a) La petición de enmienda o revocación prev ia al recurso .............. .. 298
b) Intento de conciliación . ........ ... ....... ..... ............... ....... .... .... ... .. ..... .... 299
2. Interposición del recurso jerárquico ................. ............... ..................... 300
a) Plazo de interposición ..... ............ ................... .......................... ....... 300
b) Forma de interposi ción ....... ....... .......................................... ............ 301
c) Admisibilidad del recur so ........................................................ ....... 301
d) Efectos de la admisión del recurso .................................................. 302
3. Sustanciación del recurso ...... ............................................................... 302
4. Resolución del recurso .......... .......................................... .................. ... 303
5. Notificación de la resolución del recurso .............. ............................... 305
6. Impugnación del decreto de resolución ................ ............... ................ 306

L ECCIÓN X
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
l. LA JURISDICCIÓN CONTENCI OSO- ADMINISTRATIVA ................. . .... .... ......... .. ........ 307
l. Necesidad y sentido de la vía jur isdiccion al para la impugnación de
los actos administra tivos .................................... ...................... ............ 307
2. Introducción de la jurisdicción contencioso-administrativa en derech o
canónico ..... ..... .. .. ... .... ........ ..... ... .. ... ... ..... ..... ....... ... .. ... .... ..... ..... ... ... .. .... 308
Il . ELEMENTOS DEL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO .......................... ... . 309
A. Objeto del recurso ................ .. .......... ........ .................................. ............... 309
B. Sujetos del recur so .............. .............. ....................... ............... .................. 31 O
1. El recurrente ..... ..... ... .. ..... .. ... ..... ..... ..... ... ..... ... .. ... .. ...... .. .. ............ ... ... .. . 31 O
a) Actos dados originariamente por los dica sterios ............... ............. 311
b) Actos emitidos secundariamente por los dica sterios ............... ....... 311
2. Parte resistente ............... ............... ........... ............... ............................ .. 3 11
3. Otros posibles interesados ............. ................................ ....................... 311
4. Patrocinio de las part es .................... ......................... .................... ........ 312
5. El tribunal competente ................. ........................................... ............. 313
C. Los motivos del recurso y su naturaleza ......................... ......... .......... ....... 313
1. Motivos del recurso ... .. ... ... .......... .......... ....... ..... .. ...... .. ............. ...... ... ... 313
2. Naturaleza del recurso ................... ............................. ....................... ... 314
lII . EL PROCEDIMIENTO DEL RECURSO CON TENC IOSO -ADMIN ISTRATIVO ...............•... 317
A. lntroducción ............... ................................... ............................................ 317
B. Interposición del recurso ....... ... ..... ..... .............. .. ... ........ .... .. .. ... ............. .... 318
C. Recepción del recurso. Primeras medidas .... ..... ... .. .. ....... ........ .. ...... .. ..... .. 319
1. Examen del recurso para verificar los presupuesto s elementales ........ 319
2. Decisión del Secretario ........ ........... ...... ..... ......... ...... ........ ........ ... .. ....... 321

19
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

a) Comprobación de los requisitos y corrección de los defectos sana-


bles ........ ........................ ................................... ............................... 321
b) Inadmisibilidad del recurso declarada in limine por el Secretario .. 322
c) Recepción del recur so ............ ................................................. ........ 325
d) Depósito pecuniario ........................................ ................ ............ .... 325
D. Instrucción de la causa para el juicio de admisión ante el Congreso ....... 326
1. Examen de la solicitud de suspensión del acto impugnado ................. 326
2. Últimos pasos antes del examen por parte del Congreso de la Signa-
tura Apostólica............. ............................................................. ............ 326
E. Juicio de admisión ante el Congreso de la Signatura ..................... .......... 329
1. La sesión del Congreso en la que se examina el recurso ..................... 329
2 . Decisión del Prefecto sobre la admisión del recurso ........................... 330
3. Recurso contra la decisión del Prefecto en el Congreso ...................... 331
F. Prosecución del proceso ante el Colegio de jueces .................................. 331
1. Discusión de la causa después de la admisión ..................................... 331
2. Sesión del Colegio de jueces ................ ....................................... ......... 333
G. Ejecución de la sentencia ............ .............................................................. 334
l. Decisión sobre la ejecución de la sentencia ......................................... 334
2. La ejecución efectiva de la sentencia en caso de dificultad ............... .. 334
3. Modo de ejecución de la sentencia .............................. ............... ......... 334
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIB UNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA . ... 337
GLOSARIO ......................... . ..... ....... .............. .... .. ..... . ..... ..... .............. ......... ............... 361

20
SIGLASY ABREVIATURAS

ap. apartado
art./arts artículo/artículos
e.Ice. canon/ cánones
CCEO Código de los Cánones de las Iglesias Orientales
CEC Catecismo de la Iglesia Católica
cf./cfr confer (confróntese)
CIC Código de Derecho Canónico
LPSA Lex propria de la Signatura Apostólica
NS Nonnae speciales de la Signatura Apostólica
PB Constitución Apostólica Pastor Bonus
RGCR Regolamento Genera/e della Curia Romana
v. vide (véase)

21
PRESENTACIÓN

Al elaborar este Compendio, hemos intentado ante todo ofrecer un instru-


mento que pueda servir a los alumnos de la licenciatura en derecho canónico
para la preparación de esta materia. Hemos pensado también muy directamen-
te en quienes, en las diversas curias eclesiásticas, tienen necesidad de usar a
diario el derecho administrativo, para procurar que puedan encontrar en estas
páginas una ayuda clara, ordenada y de acceso inmediato.
No se ha pretendido, pues, desarrollar exhaustivamente, a modo de trata-
do, cada una de las cuestiones; sino explicar de manera sistemática y rigurosa,
pero sintética, los principios y elementos fundamentales del sistema de derecho
administrativo vigente en la Iglesia . Se ha omitido la exposición de los antece-
dentes históricos, salvo en las mínimas referencias imprescindibles para la
comprensión de la disciplina actual. Asimismo, se ha optado por una presenta-
ción directa de algunas cuestiones sobre las que existen opiniones diversas, sin
referir pormenorizadamente su status quaestionis en la discusión doctrinal, por
más que, lógicamente, se haya tenido en cuenta .
El propósito de facilitar la lectura y el seguimiento continuo del hilo argu-
mental ha aconsejado prescindir de referencias bibliográficas detalladas y de
otras notas a pie de página, siguiendo una práctica frecuente en la manualísti-
ca. Así, los ejemplos y algunas explicaciones complementarias aparecen en ti-
pos de menor tamaño, dentro del mismo texto; y cuando se reproducen textual-
mente o en sus ideas sustanciales afirmaciones de otros autores, se cita su
nombre entre paréntesis.
Al comienzo de cada una de las tres Partes en que hemos dividido el Com-
pendio, se ofrece una mínima bibliografía complementaria: también aquí se ha
optado por limitar la relación de títulos a pocas referencias básicas y de fácil
localización, generalmente manuales, aunque se han incorporado también al-
gunas monografía s sobre temas que se han tratado en estas página s somera -
mente o de modo tangencial.

23
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

No es infrecuente oír o leer opiniones que, con intención reprobadora o


laudatoria, según los casos, afirman que el derecho administrativo canónico
constituye una importación o un préstamo de los ordenamientos seculares. Y,
en ocasiones , una exposición de las instituciones canónicas quizá excesiva-
mente apoyada en estudios de derecho comparado, ha podido dar pie a tales
valoraciones. Por esa razón y, también, por el convencimiento de la importan-
cia eclesial de esta materia, ha sido preocupación explícita de los autores mos-
trar los fundamentos genuinamente canónicos del sistema: su congruencia con
los principios y exigencias de justicia ínsitos en el misterio de la Iglesia, que
constituyen la clave para una correcta interpretación y aplicación de los recur-
sos técnicos concretos , con independencia de que algunos de esos recursos no
hayan sido, evidentemente, creados ex nihilo por el legislador canónico.
Hemos procurado acentuar el enfoque práctico. Naturalmente , ha sido pre-
ciso explicar, a veces de modo necesariamente abstracto, muchos principios y
conceptos teóricos; pero el criterio que nos ha guiado ha sido siempre el de li-
mitar la exposición a lo necesario y suficiente para su comprensión y su uso.
La orientación práctica se ha procurado subrayar al explicar el procedimiento
administrativo, tanto en general como en materia de recursos, con referencia
detallada a la prax is de la Curia romana . Además , teniendo en cuenta que en
este ámbito del derecho y de la ciencia canónica existe un lenguaje bastant e
técnico y que el uso de algunos conceptos varía según los autores, se ha inclui-
do un glosario en el que se explica el sentido con que se utilizan en el Compen-
dio los conceptos más importantes.
Finalmente , en cuanto al método de trabajo seguido , hay que decir que
cada uno de los autores ha preparado directamente la redacción inicial de algu-
nas lecciones o partes 1, pero todo el conjunto se ha reelaborado posteriormente
con la intervención de los tres , y a veces con largas conver saciones sobre di-
versos puntos para llegar a una exposición concordada . Asumimos , pues, soli-
dariamente la responsabilidad de aciertos y desaciertos de estas páginas , que se
imprimen con el deseo de contribuir en algo al conocimiento y a la aplicación
del derecho administrativo canónico como instrumento al servicio de la misión
de la Iglesia.

24
pARTE PRIMERA

FUNCIÓNADMINISTRATIVA
Y ADMINISTRACIÓNPÚBLICAECLESIÁSTICA

NOTA INTRODUCTORIA Y BIBLIOGRÁFICA

En esta primera parte se tratará solamente de algunas cuestiones esenciales para


delimitar el concepto de Administración eclesiástica y para conocer los principios bá-
sicos que rigen su estructura organizativa y su actuación, en especial el principio de le-
galidad.
Para situar esta materia en su contexto adecuado, conviene tener acceso a un tra-
tamiento más general de los presupuestos constitucionales y de la estructura y régimen
de la función pública en la Iglesia. Se ofrece a continuación una bibliografía básica,
compuesta de trabajos publicados sobre la base del CIC de 1983, en la que puede en-
contrarse un tratamiento más completo de esos temas y de otros que no abordaremos
en estas páginas.

ARRIETA,J.I., Diritto dell 'organizzazione ecclesiastica, Giuffie, Milano 1997.


D'Osnuo, F.,// diritto amministrativo della Chiesa, Citta del Vaticano 1995.
HERVADA, J., Elementos de Derecho Constitucional Canónico, 2: ed., Navarra Gráfica
Ediciones, Pamplona 2001.
HERVADA, J.-LOMBARDÍA, P., Prolegómenos, l. Introducción al Derecho Canónico, en
VV.AA. (coords. A. MARZOA.-J. MIRAS-R.RODR[GUEZ-ÜCAÑA), Comentario Exe-
gético al Código de Derecho Canónico, vol. I, 3.ª ed., Eunsa, Pamplona 2001.
LABANDE!RA, E., Tratado de Derecho Administrativo Canónico, 2.ª ed., Eunsa, Pam-
plona 1993.
VIANA,A., La organización del gobierno en la Iglesia, 2." ed., Eunsa, Pamplona 1997.
VV.AA. (ed. A. V1ANA), La dimensión de servicio en el gobierno de la Iglesia, Nava-
rra Gráfica Ediciones, Pamplona 1999.
ZUANAZZI, l., Il pri ncipio di lega/ita nella.funzione amministrativa canonica , en «Ius
Ecclesiae» 8 (1996) 37-69.
LECCIÓN I

ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO


EN LA IGLESIA

l. LAS FUNCIONES PÚBLICAS DE GOBIERNO: EL HECHO Y SU FORMALIZACIÓN

La primera Asamb lea General del Sínodo de Obispos , celebrada en 1967,


estudió y aprobó diez principios que debían orientar la revisión del Código de
Derecho Canónico de 1917 a la luz de las enseñanzas del Concilio Vaticano 11
(Principia quae Codicis Iuris Canonici Recognitionem Dirigant). En el sépti-
mo de esos principios directivos se pedía, entre otras cosas : «que se distingan
claramente las diversas funciones de la potestad eclesiástica, es decir, la legis-
lativa, la admini strativa y la jud icial».
Se afirmaba, pues , que al organizar jurídicamente el ejercicio de la potes-
tad pública en la Iglesia, es de aplicación , con los matices y caracterí sticas que
derivan de su naturaleza propia, la distinción de las funciones públicas de go-
bierno que ha venido haciéndose, de un modo u otro , desde las elaboraciones
más antiguas de la filosofía social y política.
Las formulaciones de esa distinción han sido muy variadas a lo largo de la
historia en cuanto a denominación , número y contenido de las funciones atri-
buidas a la autoridad pública; sin embargo, no parece tra tarse de una cuestión
puramente arbitraria, como si cada autor elaborara caprichosamente un modelo
e intentara encajar en él la realídad. Más bien puede decirse que las diversas teo-
rías intentan sistematizar la reflexión acerca del papel que corresponde a la auto-
ridad en la convivencia social, a partir de la concepción del hombre y de la
sociedad que cada autor posee y de la observación de la propia dinámica de la vida
social , con su compleja interrelación de posiciones, bienes, intereses , derechos
y deberes.
Esa relación de las funciones de la autoridad con la naturaleza del homb re
y de la sociedad se indicaba también en la encíclica Pacem in terris, en la que
Juan XXIII, después de aludir a las funciones públicas de gobierno «tanto en la
esfera legislativa como en la administrativa y judicial», afirmaba: «Juzgamos

27
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

(...) que concuerda con la propia naturaleza del hombre una organización de la
convivencia compuesta por las tres clases de magistraturas que mejor respon-
dan a la triple función principal de la autoridad pública» (n. 68).
En efecto, «Toda comunidad humana necesita una autoridad que la rija (cf.
León XIII, ene. lnmortale Dei; ene. Diuturnum illud). Ésta tiene su fundamen-
to en la naturaleza humana. Es necesaria para la unidad de la sociedad. Su mi-
sión consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad»
(CEC, 1898).
Y, si se reflexiona sobre las funciones esenciales que competen a la autori-
dad pública en su servicio al bien común --con independencia de que sus modos
concretos de ejercicio puedan organizarse según sistemas diversos-, resulta
claro que un primer aspecto fundamental de su misión consiste en establecer (a
veces simplemente reconocer) y dar a conocer las normas por las que se rige la
vida social y a las que, por tanto, deben someterse los particulares y las institu-
ciones, de modo que se garanticen los bienes y valores necesarios para el bien
común de una sociedad determinada.
Puesto que «cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a re-
glas específicas» (CEC , 1881 ), puede decirse que no hay vida social sin legislación ,
porque «una sociedad es un conjunto de persona s ligadas de manera orgánica por un
principio de unidad que supera a cada una de ellas» (CEC, 1880); y sin la presencia de
normas que ordenen la comunidad sobre la base y como proyección de ese principio de
unidad, la dimensión social se disolvería en un mero conglomerado de intereses indivi-
duales sin coordinación ni jerarquía ; es decir, sin la presencia eficaz de ese principio de
unidad --el bien común- que vincula orgánicamente a las personas, constituyéndolas
en sociedad.

Pero la misión de regir la vida social no se agota en dar normas. Las nor-
mas generales se caracterizan por ser abstractas; es decir, no consideran las cir-
cunstancias y características específicas de las situaciones concretas . Es más,
no pueden hacerlo , porque, de lo contrario, su eficacia sería meramente episó-
dica y no servirían como principio estable de ordenación y cohesión social. Sin
embargo, la consecución efectiva de los diversos aspectos del bien común que
las normas generales proclaman y promueven requiere ulteriores decisiones y
actuaciones de la autoridad, por las que se pongan los medios adecuados para
perseguir de modo concreto lo que aquí y ahora se ve necesario para el bien
público. Por tanto, otra de las funciones principales de la autoridad es gobernar
las situaciones concretas , siguiendo la orientación de las normas generales,
pero atendiendo a las circunstancias y condiciones reales de cada momento.
Por ejemplo , una cosa es proclamar que los fieles «tienen derecho a recibir de los
Pastores sagrados la ayuda de los biene s espirituales de la Iglesia, principalmente la
Palabra de Dios y los sacramentos» (c. 213), y otra tomar las decisiones y llevar a cabo
las acciones que hagan realidad esa ayuda en el caso de unos determinados fieles en
unas precisas circunstancias. De nada serviría esa proclamación si la autoridad no es-
tudiara después las necesidades concretas, según los tiempos y lugares , y tomara las

28
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

medidas oportunas: erigir parroquias, nombrar párrocos o capellanes, organizar la aten-


ción pastoral de los enfem10s, velar para que los responsables cumplan sus deberes
fielmente, suplir las deficiencias, etc.

Además, en la vida social se producen inevitablemente conflictos de inte-


reses, pretensiones enfrentadas en las que cada una de las partes cree tener ra-
zón; entre particulares o entre éstos y la autoridad pública. Para que estas situa-
ciones se resuelvan en coherencia con el bien común, otra función principal de
la autoridad consiste en dirimir esos conflictos administrando justicia, es decir
estableciendo imparcialmente la solución justa -dando a cada uno lo suyo-
mediante la aplicación de las normas generales al caso particular.
De lo contrario, o no se resolvería el conflicto, o la solución vendría dada por la ley
del más fuerte, que acabaría pronto con la cohesión social, al hacer desaparecer la justi-
cia, que es la base del bien común de toda sociedad: «opus iustitiae pax» (Is 32, 17).

En suma, puede observarse que existen unas necesidades fundamentales


que condicionan la viabilidad y la posibilidad misma de la vida social, y en ese
sentido se puede decir que responden a su naturaleza. Puesto que la misión de
la autoridad pública es gobernar la sociedad en orden al bien común, a esas ne-
cesidades esenciales corresponden/unciones públicas, que pueden sistemati-
zarse teóricamente y distribuirse por el derecho positivo de distintos modos, en
los que se harán presentes, más o menos articuladamente, esos tres órdenes de
exigencias naturales de la vida social: dictar normas generales que la ordenen,
decidir y realizar lo necesario para perseguir el bien público en las situaciones
concretas y administrar justicia para resolver controversias.

11. LAS FUNCIONES PÚBLICAS EN LA IGLESIA

El Concilio Vaticano II ha enseñado que la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuer-


po Místico de Cristo, no es solo comunidad de vínculos espirituales e invisi-
bles, sino que aparece también -simultáneamente, en este mundo- como so-
ciedad orgánicamente estructurada, ordenada jerárquicamente y presidida por
una autoridad que ha recibido de Jesucristo su misión y su potestad.
«Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad
de fe, esperanza y amor, como un organismovisible( ...) Pero la sociedad dotada de órga-
nos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo, el grupo visible y la comunidad espiritual
(...) no son dos realidades distintas. Forman más bien una realidad compleja en la que es-
tán unidos el elemento divino y el humano( ...) Esta Iglesia, constituida y ordenada en
este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica gobernada por el sucesor
de Pedro y por los obispos en comunión con él» (Lumen gentium, 8; cfr c. 204 § 2).

Al aplicar a la Iglesia el término sociedad, «se quiere poner de relieve su


formación como un cuerpo unitario (unidad corporativa), orgánicamente es-

29
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tructurado. Es decir, se habla de sociedad para mostrar la idea de un ente social


unitariamente organizado» (HERVADA). En efecto, la Iglesia, en su dimensión
histórica, muestra realmente las notas y la dinámica propias de una sociedad, lo
que significa que se da también en ella -de manera sustancialmente coinci-
dente, pero con sus características propias - el hecho que hemos explicado
más arriba: la correspondencia entre aquellas necesidades esenciales de toda
vida social organizada y las funciones públicas respectivas.
En este hecho, previo a toda teorización, se basa precisamente el principio
directivo para la reforma del Código de Derecho Canónico que hemos citado al
comienzo, cuando se refiere -asumiendo una tripartición usual en la filosofia
política- a las «diversas funciones de la potestad eclesiástica, es decir, la le-
gislativa, la administrativa y la judicial». Así pues, describiremos brevemente
a continuación esas tres funciones públicas, prestando especial atención a la
función administrativa.

l. La función legislativa

La función legislativa consiste en dictar, con carácter obligatorio, las normas


generales por las que se organiza una comunidad en orden al bien común, y por
las que se rige la conducta de los miembros de esa comunidad en cuanto tales.
Los actos propios de esta función se caracterizan por ser generales, porque
no van dirigidos a un destinatario singular, sino a la comunidad; y obligatorios,
esto es, vinculantes para los destinatarios: son normas, no simples proclama-
ciones o exhortaciones. Además, su contenido se formula con carácter abstracto,
es decir reduciendo el supuesto regulado a sus elementos universales y despo-
jándolo de toda circunstancia que pudiera identificarlo como un caso particu-
lar. De este modo, su aplicación no se agota en un caso concreto, sino que se
extiende a todos los casos subsumiblcs en el supuesto diseñado por la norma.

2. La función jurisdiccional
La función jurisdiccional (también llamada judicial) consiste en resolver
conflictos jurídicos entre partes formalmente enfrentadas, decidiendo e impo-
niendo con un acto imperativo la solución según derecho a las cuestiones con-
trovertidas.
El aspecto más característico de esta función es la posición de la autoridad
que la ejerce, que debe ser:
Imparcial, es decir, ajena a la controversia que se ventila y no afectada por
los intereses en conflicto: no se puede ser juez en causa propia.
Objetiva, en cuanto a los criterios en que base su resolución , lo que es tan-
to como decir que debe resolver según derecho, no arbitrariamente.
Independiente, de modo que ninguna otra persona, institución o autoridad
interfiera o influya en el juicio, que es el acto característico de esta función.

30
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

3. La función administrativa

La función administrativa es aquella por la que la autoridad eclesiástica


persigue de manera práctica e inmediata los fines públicos, aplicando los me-
dios de que dispone a la promoción del bien público eclesial y a la satisfacción
de las necesidades públicas concretas.
La doctrina científica, tanto en el ámbito del derecho estatal como en el del dere-
cho canónico, se muestra particulam1ente abundante y diversificada en cuanto a la de-
finición de la función administrativa y a la delimi tación de sus elementos esenciales.
Sin embargo, no nos interesa tanto en este compendio el examen de las diversas posi-
ciones, cuanto ofrecer un concepto eficaz para la comprensió n de la función adminis-
trativa en la Iglesia. El que proponemos sintetiza los elementos aportados por algunos
canonistas que han intentado propiamente una definición (CASTELLANO, URRUTIA , LA-
BANDE!RA).

La función administrativa se caracteriza por consistir en actividades de


contenido concreto, a diferencia de la legi slativa, que considera la realidad tra-
duciéndola a supuestos abstractos . Sin embargo, esa nota de concreción no sig-
nifica que la actividad administrativa se ciña exclusivamente a la solución del
caso particular tal como se plantea en un momento y lugar determinado: preci-
samente la dimensión de fomento, de promoción del bien público que posee la
función administrativa exige una consideración global de los problemas y ne-
cesidades, con cierta proyección ha cia el futuro, a diferencia de la función ju-
risdiccional.

Por ese motivo, aunque a veces es llamadafanción ejecutiva, resulta preferible no


usar esa denominación, que parece dar a entender que la actividad administrativa tiene
como única misión ejecutar jurídicamente las leyes o las disposic iones judiciales,
cuando la realidad es que se trata de una función bastante más amplia.

La actividad administrativa es inmediata: la autoridad administrativa reci-


be una serie de medios y facultades de actuación precisamente porque es direc-
tamente responsable del bien público , de modo que su actividad, más que en
establecer previsiones generales que deban llevarse a la práctica en un momen-
to posterior, o en acudir a mediar en asuntos ajenos, consiste en conocer de cer-
ca la situación social para atender de manera inmediata a las necesidades públi-
cas que le están encomendadas como asunto propio . Además, se trata de una
actividad práctica, que incide eficazmente en la realidad social, tomando me-
didas para resolver las necesidades rea les que se perciben, mediante la aplica-
ción de los medios que considere necesarios.
Por ejemplo, no corresponde a la función administrativa en la Iglesia dar las nor-
mas por las que se rige la erección de parroquias, ni juzgar para establecer si una dió-
cesis tiene o no el derecho de propiedad sobre un terreno en el que se quiere erigir una
parroquia. Lo propio de la función administrat iva es verificar que se da en el caso la

31
COMPENDIO DE DERE CHO ADMI NISTRATIVO CAN ÓNJCO

necesidad de atención pastoral que reclama la erección de una parroquia y dar los pa-
sos, jurídicos y materiale s, que conduzcan a su efectiva erección ; seleccionar y nom -
brar al párroco y a los demás ministros; y estudiar las circunstancias en que deberá des-
envolverse su ministerio para prever los medios de asegurar el funcionamiento regular
y eficaz de la nueva unidad pastoral.

No obstante, la función administrativa no es función de dominio: la posi-


ción del administrador y sus poderes no son los del dueño (dominus) , sino los
de quien ejerce una función que es, por su propia n~turaleza , subordinada . De
ahí que se deba enunciar también corno característica de la función administra-
tiva su sumisión a la legalidad o, más precisamente , su subordinación al orde-
namiento jurídico (Lección II).
Con lo dicho hasta ahora, se advierte que la función administrativa posee
un campo amplísimo de desenvolvimiento: se extiende a todo aquello que cabe
bajo el concepto de bien público ; y las actividades concretas en las que puede
manifestarse su ejercicio son muy diversas, por lo que una enumeración por-
menorizada resultaría punto menos que imposible . De ahí el interés de partir,
como hacemos, de una descripción que permita encuadrar en la función admi-
nistrativa toda actividad pública que presente los mencionado s rasgos.
Parte de esa actividad es de carácter jurídico , y se manifiesta en diversos
tipos de actos jurídicos, algunos de ellos característicos de la autoridad admi-
nistrativa (Lección V) ; otra parte consiste en actuaciones materiales y de ges-
tión, por las que se provee de múltiples maneras a las necesidades públicas .
Por ejemplo, pueden ser manife staciones de la función administrativa actos jurí-
dicos unilaterales de diverso tipo (dispensas , licencias, facultade s, nombramientos,
traslados , preceptos, aprobacione s, certificacione s, sanciones , etc.) ; o plurilaterales
(toda la actividad convencional: contratos , acuerdos, convenios, etc. : Lección IV).
Pero también lo son numerosas actividades materiales encaminadas a detectar las ne-
cesidades públicas (visitas, estudios, informes, etc.) ; o a satisfacerla s (organización de
servicios, administración de bienes, construcción o mantenimiento de templos , etc.) .

Los medios que emplea la autoridad eclesiástica en el ejercicio de la fun-


ción administrativa son también de distintos tipos. Además de los medios jurí-
dicos asignados por el derecho, cuenta también con medios per sonales, es de-
cir, personas que desempeñan diversos oficios , funciones o servicios ; y con
medios reales. Estos últimos pueden ser cosas -muebles o inmuebles : útiles,
equipos , edificios ...- , bienes económicos, etc. En la Iglesia, sin embargo, los
medios más caracterí sticos son bienes y servicios de eficacia sobrenatural: los
medios de salvación, es decir, la palabra de Dios y los sacramentos .
No pretendemo s afirmar, lógicamente, que la realidad más profunda de esos me-
dios salvíficos quede de manifies to con la mera indicación de que son medios de los
que aplica la autoridad eclesiástica en el cumplimiento de la función administrativa.
Sin embargo, no deja de ser cierto que, desde el punto de vista aquí adoptado, en la con-
sideración de los medios de los que la Iglesia dispone para satisfacer las necesidades

32
ADMINISTRACIÓN Y DER ECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

públicas, éstos se encuentran en primer lugar, por ser los más específicamente vincula-
dos con el fin propio de la Iglesia. Otra cosa es que su naturaleza sustantiva posea una
riqueza que desborda con mucho la perspectiva formal propia del derecho administra-
tivo y necesite, por eso, ser abordada desde otras ciencias.

Esto nos lleva a añadir a lo dicho algunas consideraciones que ayuden a


enmarcar la función administrativa en el contexto del fin de la Iglesia y a valo-
rar su importancia.

4. Importancia de la/unción administrativa en la Iglesia

«La razón de que la función administrativa tenga en la Iglesia tanta impor-


tancia estriba en una cualidad característica única de ella: en su carácter sacra-
mental , pues es signo eficaz de la presencia de Dios en el mundo, y ella se cui-
da del fin sobrenatural de los hombres y dispone de los medios indispensables
para lograrlo( ...) precisamente por su carácter de administradora de los medios
instituidos y ordenados por Cristo a la salvación de los hombres» (LABANDEIRA).
Esa analogía, según la cual «la Iglesia es, en Cristo, como un sacramento,
es decir, signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de
todo el género humano» (Lumen gentium, 1), se predica en general de todo el
Pueblo de Dios , ya que, como ha sintetizado el c. 204, todos los fieles, «cada
uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios
encomendó cwnplir a la Iglesia en el mundo».
Según hemos recordado, el Pueblo de Dios aparece en este mundo como
una sociedad jerárquicamente estructurada, de manera que la jerarquía y los
demás fieles desempeñan funciones distintas y articuladas orgánicamente en
orden a la misma misión de la Iglesia. Concretamente, es misión de la jerarquía
asumir la función pastoral de guiar y gobernar a todo el Pueblo de Dios, prove-
yendo a todo lo necesario para alcanzar el fin de la Iglesia.
El ejercicio de la función pastoral en sus diversos aspectos, entre ellos la función
de gobierno, se ordena jurídicamente constituyendo una estructura orgánica, pública
- más amplia que el concepto teológico estricto de jerarquía eclesiástica-, que com-
prende el conjunto de instituciones, oficios y personas que desempeñan las funciones
públicas en la Iglesia. Esa estructura orgánica, que recibe el nombre de organización
eclesiástica, «se justifica en su objetiva existencia por la misión de servicio al Pueblo
de Dios. Ha sido instituida por Cristo para cumplir una misión en relación con la Igle-
sia y con la entera humanidad. Esta misión es una misión primariamente de salvación
por medio de la predicación de la palabra de Dios, la administración de los medios sal-
víficos y en general la atención de todas las necesidades de la Iglesia (y las necesidades
de la humanidad relacionadas con el mensaje de salvación) . Se trata, pues, de una mi-
sión en beneficio del Pueblo de Dios y de la humanidad, que existe en función de las
necesidades de sus destinatarios» (HERVADA) . En esta misión de la organización ecle-
siástica se encuadra también la función administrativa.

33
COMPENDIO DE DERECHO ADMJNJSTRATIVO CANÓNICO

Si consideramos el fin para el que Cristo instituyó su Iglesia (la salus ani-
marum: la santificación de sus fieles y la extensión del Reino), con los medios
específicos que requiere, y recordamos el concepto de función administrativa
que hemos propuesto, concluiremos que esta función resulta particularmente
importante en la Iglesia. Baste pensar que, en las sociedades meramente huma-
nas, los propios miembros pueden tratar de atender por sí mismos a sus necesi-
dades personales y comunitarias más elementales, garantizando al menos la
subsistencia. En cambio, las necesidades más primarias y urgentes que se dan
en la vida de la Iglesia - y que constituyen la razón misma de la congregación
del Pueblo de Dios, el contenido específico de sus vínculos de comunión y la
fuente de su dinamismo intrínseco-- requieren medios que los fieles no pue-
den autoadministrarse - no pueden autodonarse la salvación- y sin los cuales
la Iglesia no subsiste y la misión se desvanece. Esos medios han sido puestos
en manos de los sagrados Pastores para que los custodien y administren.
Esto explica la amplitud relativa - considerada respecto a las otras dos
funciones- de la función administrativa en la vida de la Iglesia. Por ese moti-
vo, también su presencia en el CIC es proporcionalmente mayor que la de las
funciones legislativa y jurisdiccional.

5. Distinción defunciones y organización jurídica del ejercicio


de la potestad de gobierno

Al comienzo de esta lección hemos tratado de la distinción de funciones


de la autoridad pública en términos abstractos, de tal modo que aquellas consi-
deraciones resultan aplicables en general a toda sociedad, con independencia
de cuáles sean sus características específicas. Hemos procurado mostrar que
cada una de las funciones públicas de gobierno refleja la correspondencia entre
un núcleo de exigencias esenciales de la vida de toda sociedad organizada y la
respuesta adecuada que debe darle la autoridad social constituida, en cumpli-
miento de su misión. Como ha sintetizado ARRIETA:«función pública sería, así,
aquella actividad socialmente irrenunciable, realizada desde posiciones oficia-
les en interés de toda la comunidad».
Sin embargo, en cada sociedad concreta la asunción de la autoridad , la in-
vestidu ra del poder público y la organización jurídica de su ejercicio pueden
seguir principios y sistemas diversos. Y, consecuentemente, la distribución del
ejercicio de las funciones públicas y su atribución a unos u otros órganos pue-
den hacerse en el derecho positivo de distintos modos, según el sistema de or-
ganización social.
En el caso de la Iglesia, el sistema por el que se organiza el ejercicio de la
potestad de gobierno no es puro resultado de la aplicación de modelos más o
menos eficaces, sino que refleja el principio general que explicitaba en 1985 la
Comisión Teológica Internacional, al distinguir entre la estructura esencial de
la Iglesia, de derecho divino, y su desarrollo histórico en realizaciones organi-

34
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMJNJSTRATJVO EN LA JGLESIA

zativas concretas. Esto quiere decir que el sistema de ejercicio de la potestad de


gobierno en la Iglesia depende, en parte, de principios y condicionamientos de
origen divino; y en parte también de principios y opciones de carácter técnico,
que deben siempre respetar los anteriores. En consecuencia, presenta unos ele-
mentos inmutables, que vienen dados; y otros mutables, perfeccionables, liga-
dos en su evolución a las circunstancias históricas, sociales y científicas.
Teniendo esto en cuenta, pasemos ya a estudiar cómo se organiza el ejerci-
cio de la función administrativa en la Iglesia.

III. LA POTESTAD EJECUTIVA Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Hemos hablado hasta ahora de la administración solamente en sentido ob-


jetivo o funcional, entendiéndola corno función administrativa. Sin embargo,
se puede hablar de la administración también en sentido subjetivo: en ese caso
la Administración pública -o Administración, a secas- es el sujeto que reali-
za las actividades administrativas , o sea, el conjunto de órganos (personas, ofi-
cios , instituciones) de la organización eclesiástica (vide supra: II , 4) al que está
confiada de manera directa y principal la función administrativa. En las pági-
nas que siguen precisaremos esta descripción general.
El séptimo principio directivo para la reforma del CIC, que hemos tomado
como punto de partida de esta lección, solicitaba la distinción, no solo de las
funciones - legislativa , administrativa y judicial- de la potestad eclesiástica,
sino también «de los órganos que ejercen cada una de ellas». Se trata, en efec-
to, de dos cuestiones íntimamente relacionadas: en la misma medida en que se
haya llevado a cabo la distinción de funciones de la potestad de gobierno en el
Código será posible distinguir los órganos que integran la Administración ecle-
siástica.
Pero puesto que esta cuestión ofrece aspectos muy característicos en dere-
cho canónico, convendrá introducirla estableciendo brevemente algunas seme-
janzas y diferencias con el planteamiento usual en los ordenamientos estatales ,
más conocido quizá para el lector.

1. La separación de poderes y la organización eclesiástica

El poder público, que pe1mite vincular jurídicamente con decisiones y


mandatos a los miembros de la sociedad y que va anejo a la misión de la auto-
ridad, presenta diversas facetas, caracterizadas por la eficacia típica de los res-
pectivos actos de potestad .
Lógicamente esas facetas coinciden con las distintas funciones públicas,
ya que la misión de la autoridad se estructura en tomo a éstas. De ahí que, a lo
largo de la historia, se haya tratado de los poderes públicos proponiendo clasi-
ficaciones que varían según los autore s y las épocas , y distinguiéndolos o no de

35
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

las correlativas.funciones. Hoy es común en la ciencia jurídica y en la legisla-


ción comparada la distinción entre el poder legislativo , el ejecutivo y el judicial.
Esas tres manifestaciones del poder público -prescindiremos aquí de la
cuestión de si se trata de un poder con diversas vertientes o de tres poderes dis-
tintos- pueden ser ejercidas por un mismo sujeto o por sujetos diversos, si
bien no es indiferente la fórmula que se siga.
La filosofía política moderna, para impedir los abusos a los que había
dado lugar la concentración absoluta - esto es, libre de todo control - del po-
der, elaboró, con distintas versiones, el principio de 'separación de poderes, en
cuya virtud no solo se distinguen el poder legislativo , el ejecutivo y el judicial,
sino que se dividen y se atribuye en exclusiva el ejercicio de cada uno de ellos
a órganos separados, estableciendo mecanismos jurídicos de control y equili-
brio entre ellos . Así, en los sistemas estructurados según el principio teórico de
separación de poderes, el conjunto de órganos que tiene atribuido cada uno de
los poderes se constituye en una organización diferenciada, que se designa con
el nombre del poder correspondiente, usado en sentido subjetivo: el Poder le-
gislativo, el ejecutivo y el judicial.
Ahora bien , en la Iglesia impera en esta materia uno de los principios esen-
ciales e inmutables de su constitución a los que hemos hecho referencia más arri-
ba: por derecho divino, la potestad de gobierno se transmite personalmente al
Papa y a los obispos en comunión con él; y cada uno de estos oficios capitales
posee radicalmente toda la potestad legislativa, ejecutiva y judicial en su ámbito .
El ejercicio de esa potestad , como se verá después con más detenimiento, puede
ser asumido totalmente (concentración) por el oficio capital - es decir, en su ámbito
respectivo , el Papa o el Obispo diocesano (y quienes explícitamente o implícitamente se
le equiparan en derecho : los explícitamente equiparados al Obispo diocesano por el c.
381 § 2; los Ordinarios militares; los Prelados de las prelaturas personales, en el ámbito
de su jurisdicción; los Ordinarios de los ordinariatos rituales}-; o pueden colaborar en
él, como de hecho sucede , otras personas e instituciones, desempeñando oficios subor-
dinados que participan de distintos modos de la potestad del oficio capital (desco nc en-
tración), pero siempre de tal modo que éste mantiene la titularidad radical, por lo que no
cabe una transferencia en exclusiva a los oficios de colaboración. Esto se manifiesta en
que el oficio capital , además de la posibilidad de ejercer personalmente las potestades
desconcentradas, mantiene siempre el derecho de reserva (detenninar que algunos actos
son de su exclusiva competencia) y de avocación (asumir personalmente el tratamiento
de asuntos que había comenzado a tratar uno de los oficios desconcentrados).

Así pues, en la Iglesia rige el principio de unidad de potestad, por lo que


no cabe en modo alguno aplicar en ella la separación de poderes tal como ha
sido descrita. Sin embargo, ese principio no obliga a que la potestad de gobier-
no se ejerza en la Iglesia de un modo confuso y sin regulación jurídica, o con
una organización jurídica deficiente. Por el contrario, puede decirse más bien
que la racionalización de la función de gobierno eclesial viene exigida por su
propia naturaleza y finalidad.

36
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

Ciertamente, la potestad de gobierno está, por institución divina, al servicio de la


edificación del Pueblo de Dios (cfr Lumen gentium, 18; 27), por lo que su propia natu-
raleza exige un ejercicio ordenado y racional (Lección II). La vida eclesial requiere no
solo un gobierno pastoral, sino un buen gobierno pastoral (HERVADA).

En efecto:
a) El ejercicio indiferenciado de la potestad de gobierno en sus distintas
facetas expondría fácilmente a la autoridad al riesgo de la arbitrariedad y del
abuso de poder, provocando en la vida de la Iglesia un estado de inseguridad e
incertidumbre que en nada favorecería el desarrollo de la comunión.
b) Nada impide, por otra parte, que se delimiten los actos y efectos pro-
pios de los distintos aspectos de la potestad de gobierno -puesto que real-
mente son distinguibles- y se ordene jurídicamente de manera clara su ejer-
cicio.
c) Todo ello, claro está, de un modo acorde con la naturaleza de la potes-
tad en la Iglesia: no solo no contraviniendo las exigencias de sus elementos
esenciales de derecho divino, sino procurando una ordenación que permita su
manifestación más plena y eficaz, es decir un ejercicio de la potestad que tien-
da de la manera más adecuada a la edificación de la Iglesia.
Consideraciones de este orden son las que llevaron al Sínodo de Obispos
de 1967 a aprobar el texto de los principios directivos sexto y séptimo para la
reforma del Código de Derecho Canónico. El principio sexto, en el que se soli-
citaba que se reconocieran en el nuevo Código los derechos de los fieles, refle-
xionaba de este modo sobre la potestad eclesiástica, basándose en las enseñan-
zas conciliares: «Ciertamente, la potestad es una y reside en el Superior, tanto
Supremo como inferior( ...) completa en el ámbito respectivo. El hecho de que
a cada uno de ellos le competa por entero, para el servicio de la comunidad que
le ha sido confiada, confirma la unidad de la potestad, y nadie dudará de que
favorece en gran manera la cura pastoral de los súbditos. Sin embargo, el uso
de esa potestad en la Iglesia no puede ser arbitrario, y ello porque lo prohíbe
tanto el derecho natural como el derecho divino positivo y el mismo derecho
eclesiástico».
Y el principio séptimo, ya repetidas veces citado en esta lección, afirmaba,
entre otras cosas: «Es preciso proclamar que en derecho canónico el principio
de tutela jurídica se aplica por igual a superiores y súbditos, de tal modo que se
desvanezca por completo cualquier sospecha de arbitrariedad en la administra-
ción eclesiástica».
Como sabemos, es este mismo principio el que postula, como medio ne-
cesario para ese fin, la distinción de las funciones de la potestad eclesiástica
y la determinación de los órganos que ejercen cada una de ellas . En el apar-
tado siguiente estudiaremos en qué términos se han llevado a cabo la una y la
otra.

37
1

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

2. La distinción de las funciones de la potestad de gobierno


en el Código de Derecho Canónico

El parágrafo primero del c. 135 establece que la potestad de gobierno - tam-


bién llamada de jurisdicción: c. 129 § 1- «se distingue ("distinguitur") en le-
gislativa, ejecutiva y judicial».
El mismo canon declara con carácter general , en los tres parágrafos suce-
sivos, la sumisión al derecho del ejercicio de la potestad legislativa, judicial y
ejecutiva: Ǥ 2. La potestad legislativa se ha de ejercer del modo prescrito por
el derecho ( ...) § 3. La potestad judicial que tienen los jueces o tribunales se
ha de ejercer del modo prescrito por el derecho(. ..) § 4. Respecto al ejercicio
de la potestad ejecutiva, obsérvense las prescripciones de los cánones que si-
guen».
Se ha efectuado, por tanto, en el derecho canónico , una distinción concep-
tual, formal -no una radical separación, por las razones dichas- de tres as-
pectos o funciones de la potestad de jurisdicción que son realmente distingui-
bles, por su contenido material, por sus finalidades inmediatas y por sus
efectos característicos. Pero, además, se ha llevado a cabo una regulación jurí-
dica del ejercicio de la potestad en cada uno de esos aspectos, que implica:
a) Regulación diferenciada de sus actos propios . Éstos son, respectiva-
mente: las leyes (ce. 7-22); los actos que forman parte del proceso o se ordenan
a él, especialmente las sentencias y los decretos judiciales (regulados sobre
todo en el Libro VII del CIC); los actos jurídicos propios de la función admi-
nistrativa y las normas administrativas inferiores a la ley, que estudiaremos con
detenimiento en su lugar.
b) Regulación de los respectivos procedimientos propios. Se han regulado,
sobre todo, los procesos y procedimientos judiciales (Libro VII); y los propios
de la potestad ejecutiva: el procedimiento administrativo común y algunos es-
peciales , así como el procedimiento de los recursos administrativos.
e) Distinción conceptual y, en cierta medida, orgánica de los sujetos que
ejercen cada potestad. La distinción conceptual se ha llevado a cabo con bas-
tante nitidez, de tal manera que en el derecho vigente el sujeto de la potestad
legislativa es el legislador (cfr, por ejemplo, ce. 8, 16 § 1, 17, 29, 135 § 2, 466,
1318); el de la potestad judicial, eljuez o el tribunal (cfr, por ejemplo, ce. 125,
1419, 1425, 1442, 1590, etc.). Al sujeto de la potestad ejecutiva se le llama au-
toridad ejecutiva (cfr, por ejemplo, ce. 48, 59, 76) o también autoridad, auto-
ridad competente (cfr, por ejemplo, ce. 137 § 3, 139), y superior (cfr, por ejem-
plo, ce. 1736-1739).
Al mencionar esta distinción conceptual, se quiere poner de manifiesto que, en el
sistema de distinción de funciones introducido en el CIC, es una afirmación de con-
cepto que el legislador no ejerce, en cuanto tal, potestad judicial ni ejecutiva ; la autori-
dad ejecutiva no tiene atribuido el ejercicio de potestad legislativa ni judicial ; y lo mis-
mo debe decirse del juez respecto a la potestad ejecutiva y legislativa. Esto no

38
ADMINISTRACIÓN Y DERE CHO ADMI NISTRATIVO EN LA IGLESIA

significa , en cambio, que el CIC siempre use esos nombres cuando se ocupa de supues-
tos concretos de ejercicio de una u otra potestad : muchas veces se designa al sujeto que
actúa por el nombre de su oficio, y se sabe qué potestad está ejerciendo ese sujeto en el
supuesto, como se verá en seguida, por la naturaleza tanto del oficio como de la con-
creta actividad que desempeña.

Decimos, en cambio, que la distinción orgánica se ha llevado a cabo solo


en cierta medida , precisamente por la unidad de potestad que se da en los ofi-
cios capita les. El Romano Pontífice (y el Colegio episcopal) y los obispos son,
en sus respectivos ámbitos, titulares de toda la potestad, legi slativa, ejecutiva y
judicial (cfr ce. 331, 336, 381, 391), de manera que pueden actuar a título de
legislador, juez o autoridad ejecutiva , dependiendo de la actuación que lleven a
cabo en cada caso.
Bien entendido que no actúan indistintamente: precisamente por la regulación de
actos y procedimientos que hemos descrito, en cada tipo de actuación usan la potestad
y los procedimientos correspondientes. No se dicta sentencia con potestad ejecutiva, ni
se legisla con potestad judicial, ni se dispensa con potestad legi slativa: los efectos son
proporcionados a sus causas.

Sin embargo, si bien el ejercicio de la potestad legislativa se reserva a los


oficios capitales -aunque existe cierta posibilidad, limitada, de delegación:
cfr c. 135 § 2- , existen oficios subordinados de colaboración que participan
solamente de la potestad judicial de los oficios capitales (cfr ce. 1442 ss., 1419)
y otros que ejercen solo la potestad ejecutiva (se tratará más adelante de ellos).
En ese sentido se afirma la existencia de una relativa o limitada distinción or-
gánica de los sujetos que ejercen cada una de las funciones de la potestad ecle-
siástica de jurisdicción.
d) Integración de los diversos actos de potestad en un sistema, de tal
modo que los actos de las potestades judicial y ejecutiva guardan con la ley y
entre sí una relación determinada por el derecho; y existen mecanismos para
controlar que los actos de la potestad legislativa, ejecutiva y judicial son con-
formes a derecho .

3. La potestad ejecutiva en el Código de Derecho Canónico

a) Concepto
Ha habido en la doctrina anterior al Código de 1983 diversos intentos de
individuar de manera abstracta los elementos conceptuales sustantivos de la
potestad ejecutiva, con desigual fortuna . Sin embargo, de acuerdo con LABAN-
DEIRA, cuyo planteamiento seguiremos en esta exposición, una vez que se ha
introducido en el derecho canónico la distinción de potestades y se ha estable-
cido el régimen jurídico de cada una de ellas, es necesario elaborar el concepto
a partir de los datos que se desprenden de su regulación en el Código.

39
COMP ENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Para ello hay que tener en cuenta ante todo las normas que se refieren a
la potestad de jurisdicción en general y, en particular , al régimen de la potes-
tad ejecutiva. Asimismo deben considerarse las normas que asignan explícita-
mente actuaciones a la potestad ejecutiva y las que regulan los procedimien-
tos establecidos para ellas. Pero, además , es preciso advertir que, si el ámbito
de ejercicio de la potestad legislativa y de la judicial están delimitados con
toda precisión, no sucede lo mismo en el caso de la potestad ejecutiva, ya
que, aparte de los actos que le están explícitamente atribuidos, asume el con-
trol y el desarrollo de todas las actividades propias de la función de gobierno
que no están encomendadas formalmente a las otras dos potestades. Por este
motivo se dice que su delimitación ha de hacerse, en gran parte, con un crite-
rio residual .
Así pues, la potestad ejecutiva, tal como se encuentra regulada en el CIC,
puede definirse como «aquella parte de la potestad de gobierno que comprende
todo lo que no pertenece a la potestad judicial ni a la legislativa y que , subordi-
nada a esta última, cumple los fines de la Iglesia por procedimientos propios»
(LABANDEIRA) .

b) Naturaleza y caracteres
La naturaleza de la potestad ejecutiva, como parte de la potestad eclesiásti-
ca de gobierno, es precisamente la de una potestad pública, es decir, una situa-
ción subjetiva vinculada con la posición jurídica de la autoridad, que permite a
su titular actuar jurídicamente modificando de manera eficaz las situaciones en
las que incide y vinculando con el deber de obediencia a los destinatarios de
sus actos.
Por ser pública, se trata de una potestad-función. Las situaciones jurídicas
del tipo potestad permiten a su titular actuar en interés propio o en interés aje-
no; y se llama potestad-función aquella cuya razón de ser es actuar en interés
ajeno . La potestad ejecutiva es potestad -función porque está determinada, en
su configuración, en su transmisión y en su ejercicio, por los intereses genera-
les de la Iglesia. En consecuencia , su atribución da lugar no solo a derechos,
capacidades y facultades de su titular, sino también a deberes.
A esta naturaleza corresponden los siguientes caracteres principales de la
potestad ejecutiva:
En primer lugar, solo se adquiere y se pierde según los modos determina-
dos por el derecho . Esto, entre otras cosas, significa que es inalienable: puesto
que no forma parte del patrimonio privado de su titular, éste no puede enaje-
narla, transmitiendo su titularidad o su ejercicio a otra persona mediante un
acto o una transacción de naturaleza privada.
Por las mismas razones, es imprescriptible: su titularidad no puede perder-
se ni adquirirse mediante prescripción, es decir, mediante el transcurso de cier-
to tiempo de desuso de la potestad por su titular, o de uso por quien no es su ti-
tular (cfr ce . 197-199).

40
-
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

Finalmente, está sometida al principio de legalidad (Lección II): su actua-


ción se produce dentro del marco del ordenamiento jurídico, que determina
quién es su titular y cómo se le designa; la competencia para cada una de las
diversas actuaciones; los actos y funciones propios de la potestad ejecutiva; los
fines de su actuación y los procedimientos por los que se lleva a cabo.

c) Ámbito subjetivo de ejercicio

Al igual que toda potestad pública, la potestad ejecutiva necesita, como


presupuesto para su ejercicio, el previo establecimiento de la relación autori-
dad-súbditos. Por tanto, está delimitada en cuanto al ámbito de su ejercicio por
la determinación jurídica de sus súbditos: sus actos pueden producir efectos
solo en la esfera jurídica de los fieles situados por el derecho en una posición
de sujeción a la autoridad que actúa , respecto a los contenidos propios de su
misión.
El derecho canónico establece esas relaciones de sujeción jerárquica utili-
zando diversos criterios objetivos: generalmente, el criterio territorial; pero
también, simultánea o alternativamente, criterios de carácter personal.
A tenor del c. 136, la potestad ejecutiva cuyo ámbito esté delimitado por el
territorio puede ejercerse sobre los propios súbditos - es decir, sobre aquellos
que tienen su domicilio o cuasidomicilio en el territorio: cfr ce. 100 y 102-,
aunque se encuentren ausentes (por estar como transeúntes -c . 100- en otro
territorio), a no ser que conste otra cosa, por disposición del derecho o por la
naturaleza del asunto.
Puede ejercerse también sobre los peregrinos o transeúntes que se encuen-
tren en el territorio, si se trata de otorgarles favores (por ejemplo, algunas dis-
pensas) o de ejecutar las leyes universales o las particulares que les obliguen en
ese territorio según lo dispuesto en el c. 13 § 2,2.º.
En cuanto a la potestad delimitada con criterio personal, puede ejercerse
también sobre los súbditos propios dondequiera que se encuentren, a no ser
que el derecho disponga otra cosa, o lo impida la naturaleza del asunto.

d) Ámbito objetivo y funciones

El ejercicio de la potestad ejecutiva tiene, sin duda, una dimensión, suge-


rida por su nombre, de ejecución jurídica o aplicación inmediata del derecho.
Pero además está vinculado de manera especial-aunque no exclusiva, ni ex-
cluyente- al desenvolvimiento de la función administrativa, de manera que la
actividad conexa con la potestad ejecutiva abarca todo el amplio ámbito objeti-
vo que no está atribuido formalmente al legislador o al juez .
Así, le corresponde la dirección, coordinación y control de las activida-
des públicas ( de gestión, de servicio, materiales) encuadrables en la función
administrativa eclesiástica ; la adopción de providencias y disposiciones me-

41
1

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

<liantelas que se atiende de manera concreta a necesidades del bien público;


la ordenación, promoción y ayuda (y si lo requiere el caso, suplencia) de las
actividades eclesiales encomendadas a la responsabilidad e iniciativa de los
fieles.
En ese ámbito, la potestad ejecutiva, además de sustentar genéricamente toda la
actuación jurídica de las autoridades competentes, se manifiesta en actos administrati-
vos (Lección V), mediante los que se hacen nombramientos, destituciones o traslados,
se conceden licencias o dispensas, se erigen personas jurídicas, se dan mandatos o se im-
ponen sanciones, etc.

Por otra parte, se atribuyen a la potestad ejecutiva otras actividades jurídi-


cas que no corresponden propiamente a la función administrativa, sino a las
funciones legislativa y jurisdiccional. Concretamente, compete a la potestad
ejecutiva la emisión de normas generales de rango inferior a la ley (Lección
III), por las que se desarrollan las leyes y se determinan sus modalidades de
aplicación. Le compete asimismo dirimir ciertas controversias jurídicas me-
diante la resolución de los recursos administrativos (Lección IX).
Quiere ello decir que no es lo mismo lafunción administrativa que las funciones
de la potestad ejecutiva. Esto es así porque no se da una coincidencia perfecta -ni en
la Iglesia, ni en los Estados- entre los poderes y las respectivas funciones. La misma
función material puede ser llevada a cabo mediante actos que se atribuyen a poderes
y sujetos formalmente distintos . En ese sentido, es observación común que los órga-
nos legislativos tienen también algunas competencias materialmente administrativas
y (aunque en menor medida) jurisdiccionales ; y que los órganos judiciales no tienen
competencias normativas , pero sí materialmente administrativas (por ejemplo, la dis-
ciplina de los tribunales, etc.). Igualmente, la potestad ejecutiva tiene asignada de ma-
nera principal la función administrativa, pero su ámbito objetivo no se limita a esa
función. Así pues, para comprender adecuadamente esta cuestión, que es de especial
interés en derecho canónico, resulta necesario no confundir la distinción de funciones
con la división de pod eres. Las funciones se distinguen con un criterio material, no
formal es decir, teniendo en cuenta la actividad que materialmente se realiza. En
cambio, es el derecho positivo el que distribuye competencias entre las potestades y
distingue formalmente los sujetos de cada una y los tipos de actos que le correspon-
de llevar a cabo , con sus procedimientos propios . Por ejemplo, sin salir del ámbito
canónico, la función consistente en dictar normas generales y obligatorias (función
legislativa) pueden llevarla a cabo distintos sujetos (Lección III): unos, investidos de
potestad legislativa, dando normas que son propiamente leyes, con una serie de exi-
gencias formales; otros, que solo gozan de potestad ejecutiva, dando normas genera-
les subordinadas a las leyes. En ambos casos se ejerce materialmente la misma fun-
ción y los actos resultantes, prescindiendo de sus aspectos formales, compartirían el
nombre de norma o norma general; pero formalmente solo se legisla en el primer
caso, mientras que en el segundo se dan normas administrativas. Como veremos,
cuando la potestad ejecutiva da lugar a actos que materialmente pertenecen a las fun-
ciones legislativa o jurisdiccional, esas actuaciones adquieren siempre algunos de los
rasgos propios de la función administrativa (celeridad , inmediatez , discrecionalidad,

42
ADMINISTRACIÓN Y DERECH O ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

etc.), que son precisamente la causa de que se atribuyan a la potestad ejecutiva y no a


la potestad a la que materialmente corresponden.

e) Notas sobre la tipología y el régimen Jurf dico de la potestad ejecutiva


Las normas vigentes acerca de la potestad de gobierno distinguen:
Potestad ordinaria: es aquella que va aneja de propio derecho a un oficio
eclesiástico (c. 131 § 1); por tanto, se recibe al ser investido de ese oficio. La
potestad ordinaria, a su vez, puede ser propia o vicaria (c. 131 § 2). Es propia
la que se ejerce en nombre propio por el titular del oficio. Es vicaria la que se
ejerce en nombre ajeno, es decir, la que va aneja a un oficio que participa de la
potestad del oficio capital.
El c. 134 § 1 determina quiénes ostentan en la Iglesia la condic ión de Ordina-
rios: aquellos que tienen, al menos, potestad ejecutiva ordinaria; y en el § 3 especifi-
ca que lo que las normas atr ibuyen nominalmente al Obispo diocesano en el ámbito
de la potestad ejecutiva se entiende que compete exclusivamente a ese oficio y a sus
equiparados en derecho. No así lo que los cánones atribuyen a la competencia del Or-
dinario o del Ordinario del lugar, que se entiende atribuido a todos los que tienen esa
condición.

Potestad delegada: es la que se otorga a la persona, no a través del oficio


(c. 131 § 1); es decir, no queda institucionalizada entre las atribuciones estables
de un oficio, como la potestad ordinaria, sino que se recibe por un acto especial
del titular de la potestad propia o vicaria y se rige por las condiciones del acto
de delegación (c. 133).
Mientras que la delegación, cuando se trata de la potestad legislativa o de
la judicial, está muy restringida por el derecho (cfr ce. 135 §§ 2-3), su uso en el
ámbito de la potestad ejecutiva es muy frecuente, y se dedican varios cánones
a su regulación.
Concretamente se establece que puede delegarse la potestad ejecutiva ordinaria,
tanto para un acto como para la generalidad de los casos; y se regula la posibilidad de
subdelegación (c. 137). Se dan normas para la interpretación de la potestad delegada
(c. 138), de modo que pueda determinar se con certeza si la actuación del delegado se
ha excedido o no de los tém1inos de la delegación y, en consecuencia, la validez de sus
actos (c. 133). Se regulan los posibles conflictos de competencia entre varias autorida-
des, tambié n cuando su potestad es delegada (c. 139), y el régimen de coordinación
aplicable cuando existen varios delegados para el mismo asunto (ce. 140-141). Por úl-
timo, se dan las normas relativas a la extinción de la potestad delegada (c. 142) y a la
suplencia de la potestad ejecutiva en caso de error común o duda de hecho o de dere-
cho (c. 144).

En la línea de la potestad delegada existen dos figuras en las que la delega-


ción se vincula especialmente a los titulares de ciertos oficios. El mandato es-
pecial está previsto por el derecho para el otorgamiento de potestades al mar-

43
l

COMP ENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CAN ÓNICO

gen de la que tienen atribuida como ordinaria , por ejemplo , los obispos auxilia-
res (c. 406), los vicarios generales (c. 479), o las Conferencias episcopales (c.
455 §§ 1 y 4) . Las facultades habituales, que se rigen por las normas de lapo-
testad delegada (c. 132 § 1), conceden de manera estable al titular de un oficio
atribuciones que no podría ejercer a no ser por esa concesión ; se trata de facul-
tades delegadas, pero una vez recibidas se conservan mientras no se revoquen,
sin agotarse por su ejercicio en uno o varios casos.
Por último, es de interés para nuestra materia tener presente que el c. 129
prevé la posibilidad de que los fieles laicos cooperen en el ejercicio de la potes-
tad de gobierno a tenor del derecho .
Esta somera presentación de los elementos básicos del concepto y régi-
men jurídico de la potestad ejecutiva será suficiente para comprender la no-
ción subjetiva de Administración eclesiástica, de la que nos ocuparemos in-
mediatamente .

4. La Administración pública eclesiástica

«Administración pública eclesiástica» , o simplemente «Administración


eclesiástica», es la denominación que se utiliza habitualmente para designar al
conjunto de los sujetos que ejercen la potestad ejecutiva o colaboran en ese
ejercicio (y, por ende, desempeñan de manera principal -aunque no exclusi-
vamente , como hemos explicado- la función administrativa).
Se trata de una terminología aceptada usualmente por la doctrina y que se ha
usado alguna vez en las nonnas canónicas (concretamente las antiguas Normae
speciales del Tribunal de la Signatura Apostólica , dadas en 1968, dedicaban un
capítulo al procedimiento de los recursos "contra los actos de la Administración
pública eclesiástica"). El Código de Derecho Canónico no usa nunca esa deno-
minación, sino que se refiere al sujeto de la potestad ejecutiva con las diversas
expresiones que hemos mencionado más arriba, al tratar de esa cuestión (aparta-
do III.2 .c ). La vigente Lex propria [LPSA] de la Signatura Apostólica , de 21 de
junio de 2008, sigue en esta materia la tenninología codicia!.
Interesa, no obstante , delimitar bien este concepto -con independencia de
que pueda usarse indistintamente cualquiera de los términos con los que se de-
signa al sujeto de potestad ejecutiva-, no solo porque se utiliza habitualmente
en la doctrina administrativa canónica actual, sino sobre todo para conocer ade-
cuadamente la estructura subjetiva de la potestad ejecutiva en la Iglesia , que
presenta rasgos característicos en comparación con otros sistemas jurídicos.

a) Noción y composición

En los sistemas basados en el principio teórico de la separación de pode-


res, como hemos dicho, cada uno de los poderes constituye una organización
unitaria, más o menos complejamente articulada ; y la Administración -o, más

44
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

exactamente, las Administraciones públicas- se encuadra en la organización


del poder ejecutivo.
En la Iglesia, puesto que no cabe la separación de poderes, no existen or-
ganizaciones perfectamente diferenciadas que ejerzan cada uno de los aspectos
de la potestad de gobierno. La potestad eclesiástica de gobierno está atribuida
radicalmente y de modo pleno a la jerarquía; y a cada uno de los oficios capita-
les corresponde la titularidad suprema, en su ámbito propio, de la potestad le-
gislativa, ejecutiva y judicial.
En consecuencia, como se ha señalado con precisión, no se da una coinci-
dencia exacta entre la jerarquía y la Administración: la jerarquía eclesiástica
solo es Administración en la medida en que administra, pero no cuando legisla
o juzga. Así, si en los sistemas estatales la Administración se constituye en je-
rarquía al integrarse en el poder ejecutivo, en la Iglesia sucede justamente a la
inversa: la jerarquía se constituye en Administración cuando ejerce la potestad
ejecutiva (LABANDEIRA).
Además, existen, tanto en el ámbito de la Iglesia universal como en las
Iglesias particulares, otras autoridades subordinadas que participan de modo
estable de la potestad de los oficios capitales. Algunas de ellas participan vica-
riamente solo en el ejercicio de la potestad ejecutiva y pueden, por tanto, con-
siderarse integradas también en la Administración eclesiástica.
Asimismo, hay que considerar que el proceso, complejo, de formación de
las decisiones de gobierno requiere muchas veces la colaboración de personas
o de organismos que intervienen con su función de consejo en la formación de
actos de la autoridad, en ocasiones condicionando su validez (dictámenes pre-
ceptivos) y otras veces incluso determinando el sentido de la decisión (dictá-
menes vinculantes). En muchos casos esta función de consejo está instituciona-
lizada a través de colegios estables.
Hay también, por último, toda una serie de instituciones y oficios que co-
laboran habitualmente en el ejercicio de la función administrativa: no realizan
propiamente actos de la potestad de gobierno, sino actividades subalternas de
estudio, preparación, auxilio, gestión o ejecución de los actos de la autoridad;
pero llevan a cabo una tarea imprescindible para el ejercicio de la función de
gobierno administrativa y toda su actividad está organizada - incluso median-
te reglamentos- en tomo a la potestad ejecutiva y al servicio de sus funciones.
De acuerdo con esto, podemos decir que la Administración eclesiástica, en
sentido estricto, está formada por los oficios personales y colegiales que osten-
tan en la Iglesia potestad ejecutiva ordinaria propia y por aquellos otros cuyas
competencias jurídicas suponen de manera principal una participación vicaria
en la potestad ejecutiva. A ellos se añade la organización puesta al servicio ha-
bitual del ejercicio de la potestad ejecutiva, que fonna parte de la Administra-
ción eclesiástica entendida en sentido amplio.
No se integran, en cambio, en la Administración eclesiástica quienes ejercen sim-
plemente de manera episódica potestad delegada, por ese solo hecho, ya que no consti-

45
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNJCO

tuyen una organización estable . No obstante, se imputan a la Administración eclesiás-


tica los actos por los que ejercen la potestad delegada.

Así pues , una presentación esquemática mostraría la siguiente composi-


ción de la Administración eclesiástica :
En el ámbito de la Iglesia universal , ostentan la potestad ejecutiva supre-
ma el Papa (c. 331) y el Colegio episcopal (c. 336). Colaboran de distintas ma-
neras en el gobierno de la Iglesia diversas personas e instituciones, entre las
que destacan los Cardenales (c. 334). Los organismos estables de colaboración
se integran en la Curia romana, mediante la que el Romano Pontífice suele tra-
mitar los asuntos de la Iglesia universal (c. 360), y que se rige por una ley pro-
pia, la Const. Ap. Pastor Bonus, y por el Regolamento Genera/e della Curia
Romana. Los dicasterios de la Curia romana que no son tribunales ejercen vi-
cariamente la potestad ejecutiva. Los Legados pontificios actúan ante las Igle-
sias particulares como órganos de la Administración eclesiástica en el ámbito
de la Iglesia universal (cfr ce. 358 y 362 ss., especialmente 364).
En el ámbito de la Iglesia particular , cuyo paradigma organizativo es la
diócesis, la potestad ejecutiva radica en el Obispo diocesano (ce. 381 y 391 §
1). Colaboran con él en el gobierno de toda la diócesis diversas personas e ins-
titucione s integradas en la curia diocesana (ce. 469 ss.). El Obispo diocesano
puede ejercer la potestad ejecutiva personalmente o por medio de sus vicarios:
debe nombrar vicario general (c. 475) y puede nombrar vicarios episcopales (c.
476). Ambos oficios colaboran en el gobierno de la diócesis con potestad eje-
cutiva ordinaria, pero el vicario general lo hace con competencia general (c.
479) y el episcopal con competencias limitadas a una circunscripción, un tipo
de asuntos o un grupo de personas.
Lo dicho sobre la Administración en el ámbito de la diócesis es aplicable,
mutatis mutandis, a las demás circunscripciones eclesiásticas que se le equipa-
ran en derecho, explícita o implícitamente (cfr ce. 368 y 19).
Puede actuar como órgano administrativo en la Iglesia particular el arci-
preste o vicario foráneo , que entre sus variadas atribuciones posee algunas pro-
piamente de gobierno (cfr c. 555).
Tanto para la Iglesia univer sal como para la Iglesia particular existen di-
versos organismos que colaboran en la función de gobierno mediante su activi-
dad consultiva (fundamentalmente los sínodos y consejos).
En el ámbito supradiocesano existen algunas instituciones que pueden ac-
tuar como autoridades ejecutivas en el ámbito de su competencia: los concilios
particulares (cfr c. 445) y la Conferencia episcopal (ce. 447 ss.). También el
oficio de Metropolitano, aunque no está constituido para ejercer una potestad
de gobierno general sobre las diócesis sufragáneas (c . 436 § 3), posee algunas
competencias de gobierno ejecutivas (c. 436 § 1).
Las autoridades que gobiernan en los institutos de vida consagrada pueden recibir
en algunos casos potestad eclesiástica de gobierno propiamente dicha (c. 596 § 2), taro-

46
ADMINISTRACIÓN Y DERECHO ADMINISTRATIVO EN LA IGLESIA

bién ejecutiva. En los restantes casos, aunque su potestad no es de esa naturaleza (c.
596 § 1), se le aplican las normas sobre la potestad ejecutiva (c. 596 § 3), de tal modo
que el régimen jurídico de la función administrativa resulta aplicable por analogía al
caso de los institutos de vida consagrada, especialmente en cuanto a los actos jurídicos
de sus Superiores y capítulos ( cfr c. 19), pero teniendo siempre en cuenta las disposi-
ciones del derecho propio.

b) Principios organizativos fundamentales

Hemos venido aludiendo esporádicamente a algunas características es-


pecíficas de la Iglesia que determinan la organización en ella del ejercicio
de la potestad . Una vez expuesta la noc ión de Administración eclesiástica y
descrita en líneas generales su composición, sintetizaremos los principios
organizativos fundamentales a los que obedece en su estructura y funcionamien-
to, usando para ello algunas categorías comunes en la ciencia de la organiza-
ción:
l.º) Unidad de potestad en los oficios capitales: por institución divina , és-
tos concentran las tres dimensiones de la potestad de gobierno.
0
2. ) Inalienabilidad de la potestad radicada en los oficios capitales: no es
posible transferir en exclusiva ninguna faceta de la potestad a oficios subordi-
nados, de tal modo que el oficio capital la pierda. Los oficios capitales man-
tienen siempre la titularidad radical y también , en principio -salvo en algu-
nos supuestos extraordinarios, como el del obispo coadjutor con facultades
especiales (c. 403 § 3)-, la posibilidad de ejercicio inmediato de toda lapo-
testad.
3.0 ) Posibilidad de transferencia y participación de la potestad de los ofi-
cios capitales por otros oficios y personas. Los cauces principales son la vica-
riedad y la delegación. Estos supuestos y otros que pudieran darse constituyen,
en virtud del principio anterior, una desconcentración impropia de potestad,
que produce un sistema de competencias concurrentes y subordinadas.
Se habla de desconcentración cuando se producen transferencias de la potestad
que está concentrada en un solo oficio a otros dentro del mismo ámbito o nivel de or-
ganización. Se trata de una desconcentración en sentido propio cuando la potestad se
transfiere de tal modo que quien la recibe la ejerce en exclusiva y el titular originario
pierde la competencia para ejercerla en lo sucesivo en los aspectos desconcentrados.
Por eso la descon centración en la Iglesia es siempre impropia y da lugar a oficios sub-
ordinados de colaboración.

4.º) Descentralización y autonomía de la potestad en las Iglesias particulares.


Se habla de cen tralización y descentralización cuando se considera la relación de
distribución de competencias entre los órganos centrales y los que gobiernan en otros
ámbitos o niveles de una organización administrativa: en un sistema centralizado la
Administración central asume virtualme nte todas las competencias; la descentraliza-

47
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ción se manifiesta, en cambio , en el ejercicio autónomo de más o menos competencias


en los otros niveles. Junto al mayor o menor grado de descentralización, existe un sis-
tema de coordinación y control , más o menos intenso, de los actos de los órganos con
competencias descentralizadas.
Si se aplican estas categorías para describir con criterios doctrinales comu-
nes la estructura administrativa en la Iglesia, hay que afirmar que se da en ella
una verdadera - aunque peculiar- descentralización , ya que el oficio episco-
pal es de derecho divino, y la organización administrativa dependiente de él,
que le auxilia en el gobierno de la Iglesia particular, «no se confunde ni forma
parte de la organización "central" de la Iglesia» (VIANA).
Los obispos diocesanos no gobiernan como vicarios del Papa, sino como vi-
carios de Cristo y tienen por derecho divino «toda la potestad ordinaria, propia e
inmediata que se requiere para el ejercicio de su función pastoral» (c. 381) . Así
pues, en cuanto a su fundamento, la descentralización de la potestad que se da en
la Iglesia es consecuencia inmediata del derecho divino, de la propia naturaleza
del oficio episcopal, no un mero recurso organizativo. Por este motivo, da Jugar
a una peculiar autonomía de gobierno en las Iglesias locales, que se manifiesta
en el principio de subsidiariedad; y a la vez se trata de una descentralización
también peculiar, en cuanto que está intrínsecamente configurada por el principio
de comunión. Veamos brevemente estos dos principios.
5.0 ) Subsidiariedad: es una consecuencia del principio anterior , que apare-
cía subrayada también en el 5.0 principio directivo para la reforma del Código .
Se trata de un principio complejo y articulado, cuyos contornos cuando se apli-
ca a la Iglesia se han discutido bastante.
Cuando se habla en general del principio de subsidiariedad, se entiende que com-
prende dos aspectos complementarios: a) la autoridad superior debe permitir que las
comunidades inferiores asuman sus competencias y responsabilidades, sin intervenir
innecesariamente ahogando el desarrollo de su misión propia; b) simultáneamente,
debe hacer lo que esté de su parte para fomentar la actuación de las comunidades infe-
riores en su ámbito propio de responsabilidad, propiciando las condiciones más favo-
rables, sosteniendo y protegiendo su desenvolvimiento. Solo en caso de necesidad, la au-
toridad superior interviene de manera directa, en virtud del principio de suplencia.
Para el fin que aquí pretendemos parece suficiente citar la síntesis del 5.º
principio directivo recogida en el Prefacio del CIC, donde se afirma que el
principio de subsidiariedad «tiene aún mayor vigencia en la Iglesia» - por la
potestad de derecho divino de los obispos - y se explica que su aplicación en
el Código debería conducir a «conceder a los derechos particulares o a lapo-
testad ejecutiva aquello que no sea necesario para la unidad de la disciplina
eclesiástica, de suerte que se dé paso a razonables descentralizaciones».
De hecho, la excepción que se recoge en el CIC al principio general de
plenitud de potestad de los obispos en las respectivas Iglesias particulares son
aquellas cuestiones «que por el derecho o por decreto del Sumo Pontífice se
reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (c. 3 81).

48
ADMJNJSTRACJÓN Y DERECHO ADM!NJSTRATIVO EN LA IGLESIA

6.º) Comunión eclesial, en sus distintos aspectos y niveles: communio fide-


lium, communio hierarchica y communio ecclesiarum. Este principio, por for-
mar parte de la naturaleza de la función pastoral en la Iglesia, configura intrín-
secamente la potestad y su ejercicio, de tal modo que la comunión ofrece la
clave precisa para comprender adecuadamente el papel de la potestad suprema
en la comunión de Iglesias, la autonomía de gobierno de las Iglesias locales y
la consiguiente subsidiariedad . Una lectura reposada de los ce. 333, 336 y 375
es imprescindible para profundizar en este aspecto, de inmensa trascendencia
para la vida de la Iglesia.

IV. EL DERECHO ADMfNISTRATrVO CANÓNICO

l. Concepto

Tanto la dimensión estática y subjetiva de la Administración eclesiástica,


como su dimensión dinámica y objetiva -la función administrativa-, están
enmarcadas y condicionadas, como se ha visto, por el derecho en su sentido
más amplio; en definitiva por la plena exigencia de justicia con arreglo a los
principios que son propios de la naturaleza de la Iglesia (Lección II). Sin em-
bargo, cuando se habla del derecho administrativo se hace referencia directa a
las normas jurídicas positivas que formalizan y encauzan técnicamente tanto la
composición como la actividad de la Administración.
En ese sentido, y a la luz de los conceptos que llevamos expuestos , esta-
mos en condiciones de entender la siguiente definición: «El derecho adminis-
trativo canónico es el derecho de la Administración pública y de la función ad-
ministrativa en la Iglesia» (LABANDEIRA).
Por tanto, es objeto propio del derecho administrativo el régimen del con-
junto de órganos que ejercen la potestad ejecutiva y de los actos a los que da
lugar el ejercicio de esa potestad. Sin embargo, como sabemos, la función ad-
ministrativa no se agota en el ejercicio de la potestad de gobierno mediante la
realización de actos jurídicos , ya que tiene por objeto atender de manera inme-
diata a las necesidades públicas gestionando y aplicando los medios de que dis-
pone la Iglesia. Por ese motivo, la definición se completa indicando que el de-
recho administrativo regula también la función administrativa, incluyendo
todas las actividades de gestión pública.

2. Normas de derecho administrativo contenidas


en el Código de Derecho Canónico

Sin pretender hacer un elenco pormenorizado de los contenidos específi-


cos del CIC que se integran en el derecho administrativo, indicaremos los prin-
cipales núcleos que comprende.

49
l

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

l.º) Las normas relativas a la transmisión de la potestad ejecutiva y a la or-


ganización (estática) de su ejercicio, es decir, las normas sobre la organización
de la Administración eclesiástica.
2.º) Las normas que regulan la actividad jurídica de la Administración ecle-
siástica. Concretamente, las que se refieren a la actividad normativa de la Admi-
nistración (Lección Ill), a los actos administrativos (Lecciones V-VIII) y a las
actividades contractual y sancionadora de la Administración (Lección IV) .
3.0 ) Las normas que regulan otras funciones públicas de gestión (por ejem-
plo, la administración de bienes) y de prestación de servicios eclesiales. En
este último apartado se integran también las nonnas administrativas relativas a
las funciones de enseñar y santificar (en aquellos aspectos que suponen dere-
chos y deberes de los pastores y de los demás fieles en sus relaciones con oca-
sión de la administración de los medios salvíficos).
4. 0 ) Las normas sobre los recursos administrativos y sobre el contencioso-
administrativo (Lecciones IX-X).

3. Caracteres

Aunque podrían señalarse otras notas características, mencionaremos, para


terminar, solamente dos de especial interés.
En primer lugar, el derecho administrativo canónico es derecho público,
puesto que regula la posición y la actuación de personas constituidas en autori-
dad, en cuanto autoridades -es decir, en el ejercicio de sus funciones públicas- ,
y la posición y actuación de los demás fieles en su relación con esas autorida-
des y funciones.
En segundo lugar, si se considera en cuanto derecho positivo, no constitu-
ye un cuerpo sistemáticamente diferenciado del resto de las normas canónicas:
está integrado por las normas del Código que regulan la Administración pública
y la función administrativa, y por una serie de normas extracodiciales con el
mismo objeto. Sin embargo, constituye una rama autónoma del derecho canó-
nico, en la medida en que se articula como sistema unitario con unos principios,
recursos técnicos y normas propios y específicos. A este respecto, es significati-
vo el hecho de que los conflictos originados por los actos administrativos no
sean de competencia de los tribunales ordinarios, sino que se sometan a una ju-
risdicción especial (c. 1400 § 2).

50
LECCIÓN II

EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Al explicar el concepto de función administrativa (Lección 1), hemos se-


ñalado como nota característica su sumisión a la legalidad o, más precisamen-
te, su enmarcamiento en el ordenamiento jurídico. En la presente lección se
tratará de mostrar que, si bien el <<principiode legalidad» es una fórmula técni-
ca acuñada en los sistemas jurídicos estatales para ordenar y rodear de garantí-
as el ejercicio de la potestad pública, su aplicación en la Iglesia no obedece a
una simple «importación», sino que se fundamenta en la propia naturale za de
la potestad eclesiástica de gobierno. En otras palabras, se trata de una fórmula
técnica que viene a dar cauce a exigencias de justicia genuinamente eclesiales.
Además de su fundamento y sentido, en esta lección se explicarán las ca-
racterísticas que presenta el principio de legalidad, los recursos técnicos me-
diante los que se despliega y algunas de sus manifestaciones en diversas insti-
tuciones del derecho administrativo canónico.

l. FUNCIÓN DE GOBIERNO EN LA IGLESIA Y LEGALIDAD

A. El sentido ministerial de la.función de gobierno como ordenación esencial

1. La enseñanza del Concilio Vaticano JI

La Const. Lumen gentium del Concilio Vaticano II afirma en su n. 24:


«Aquella función que el Señor encomendó a los pastores de su pueblo es un
verdadero servicio, que en las sagradas Escrituras es llamado significativamente
"diaconía", o sea ministerio (cfr Act 1,17 y 25; 21,19; Rom 11,13; ITim 1,12)».
Esa afirmación del sentido ministerial, de servicio, de la función de go-
bierno en la Iglesia -y del ejercicio de la potestad de gobierno en particular-
no puede considerarse una simple exhortación, o un recordatorio de carácter

51
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ascético o moral para quienes son llamados a desempeñar esas tareas . Debe de-
cirse más bien, parafraseando el pasaje citado de la Const. Lumen Gentium,
que, porque la función de gobierno es verdaderamente un servicio, resulta sig-
nificativo que en la Escritura se le dé el nombre de diaconía o ministerio: es
adecuada esa denominación precisamente porque consigue captar y describir
con exactitud la verdadera naturaleza de la realidad que designa.
Efectivamente, cuando se afirma que la función de gobierno es servicio, se
está indicando ante todo que su misma existencia se explica y, consecuente-
mente, su ejercicio se justifica en razón de aquello a lo que sirve; y ello por su
propia naturaleza, no por una benévola disposición de quien la ejerce o por la
influencia de factores externos.
Por otra parte, la doctrina conciliar no se limita a una afirmación abstrac-
ta, como si el carácter de servicio del gobierno en la Iglesia se pudiera reducir,
en la práctica, a una vaga y genérica actitud servicial. Por el contrario, ese ser-
vicio tiene una finalidad bien determinada : «Los ministros que poseen la sagra-
da potestad están al servicio de sus hennanos para que todos los que son miem-
bros del Pueblo de Dios y tienen, por tanto, la verdadera dignidad de cristianos,
aspirando al mismo fin, en libertad y orden , lleguen a la salvación» (Lumen
gentium, 18).
Esta es la orientación natural de la ministerialidad, que impone a los Pas-
tores gobernar y ejercer la potestad jurídica incluida en esa función «única-
mente para edificar su rebaño en la verdad y santidad, recordando que el mayor
debe hacerse como el menor y el superior como el servidor (cfr Le 22,26-27)»
(Lumen gentium, 27). Podría decirse, por tanto, que un ejercicio del gobierno
que, incluso realizado con la mejor voluntad y sincero espíritu de servicio, con-
traviniera esa ordenación natural, estaría objetivamente desnaturalizado, con
independencia de la mayor, menor o nula responsabilidad moral del sujeto.

2. Consecuencias constitucionales del carácter esencialmente ordenado


de la.función de gobierno

La anterior consideración pretende poner de relieve gráficamente que la afir-


mación de la naturaleza ministerial del gobierno eclesiástico es de rango ontoló-
gico: pertenece al ser de la Iglesia y, por ello, contiene una dimensión jurídica
(de justicia) ineludible: «en este sentido, la función de gobierno representa una
actividad ordenada y delimitada, que encuentra en esa ordenación su razón de ser
y su justificación. Y ello en virtud de su origen divino, pues ese origen garantiza
que se trata de una función ex se esencialmente ordenada» (HERVADA).
Efectivamente, la dimensión jurídica de la Iglesia es intrínseca. Por tanto, estable-
cer el derecho en la Iglesia no consiste en idear caprichosamente reglamentaciones o
en construir , a impulsos de un prurito ordenancista, minuciosas superestructuras. Con-
siste más bien en sacar a la luz, conceptualizar jurídicamente y formalizar técnicamente

52
EL PRINCIPIO DE LEGALJDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

los elementos, principios y exigencias de justicia que existen ya en su propio ser, abrien-
do así cauces para promover su operatividad efectiva y para su adecuada protección .

Así pues, el sentido ministerial de la función de gobierno plantea, ante


todo, desde el punto de vista jurídico, una exigencia radical de autotutela del
ordenamiento canónico: la Iglesia necesita recoger y plasmar adecuadamente
en su derecho positivo ese elemento de derecho divino para custodiar su pro-
pia identidad, es decir, para que la organización del gobierno eclesiástico y su
actividad reflejen fielmente el modo de ser de la Iglesia y tiendan derechamen-
te a su fin. Por consiguiente, la naturaleza propia de la potestad en la Iglesia
tiene directas consecuencias constitucionales.
Es constitucional, o sea, perteneciente a la constitución de la Iglesia, la dimensión
jurídica primaria de los presupuestos ontológicos de la estructura fundamental de la Igle-
sia, de origen divino, que el derecho debe recoger, formalizándolos del mejor modo posi-
ble para garantizar que estén presentes con la fuerza necesaria en la ordenación jurídica
de la vida eclesial. La formalización de esos principios y exigencias de justicia funda-
mentales precisamente en el plano del derecho constitucional hace que sean técnicamen-
te prevalentes sobre el resto del ordenamiento jurídico. De esa manera, los contenidos del
derecho constitucional configuran e informan el resto del derecho canónico, que debe ser
congruentecon las normas constitucionales y ha de ser interpretado a su luz.
La doctrina conciliar, al poner de relieve con nueva fuerza ese dato onto-
lógico , sitúa en una s precisas coordenadas la relación entre la función de go-
bierno y la posición -también de raíz ontológica- de los fieles. De ahí deri-
van ciertos principios y exigencias de justicia , radicalmente canónicos, que
están en la base de la configuración jurídica constitucional de la función de go-
bierno en la Iglesia y de la tutela de los bienes y valores a los que afecta.
En términos constitucionales, esos principios y exigencias de justicia, con-
siderados desde la condición del fiel, se traducen en deberes fundamentales,
como los de comunión y obediencia (cfr ce. 209 y 212); y en una serie de dere-
chos fundamentales, que pueden sintetizarse en el «derecho al recto y adecuado
ejercicio de la función jerárquica»; o, si nos referimos directamente a la fun-
ción de gobierno como uno de los aspectos específicos de la función jerárqui-
ca, en el «derecho al recto y adecuado desenvolvimiento de las actividades de
la organización eclesiástica». La recta y adecuada acción pastoral ha de enten-
derse, efectivamente, no solo como un deber moral ante Dio s, sino también
como un deber de ju sticia hacia los fieles confiados al ministerio de los Pasto-
res, que tienen derecho a un buen gobierno (HERVADA).
Aunque el CIC no Jo proclama directamente mediante una fórmula explícita -es
bien sabido que la lista de derechos de los fieles que se formula en el Código no pre-
tende, ni puede, ser exhaustiva-, ese derecho al buen gobierno dimana directamente ,
como hemos visto, de principios de derecho divino que no pueden menos que manifes-
tar se en el dere cho canónico con reflejos muy variado s, para su vigencia real y efecti-
va. Se advertirá más claramente al estudiar cómo se lleva a cabo la acogida en el dere-
cho vigente de la enseñanza conciliar que estamos considerando.

53
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

B. Traducciónjurídíca de la naturaleza ministerial del gobierno:


del Concilio al Código de Derecho Canónico

l. La naturaleza ministerial del gobierno como principio informador


La proclamación de la naturaleza ministerial del gobierno eclesiástico,
para llegar a ser eficaz --es decir, realmente operativa en la vida eclesial- de-
bía plasmarse en niveles sucesivos de formalización o concreción técnico-jurí-
dica. El traslado de esa doctrina desde el plano magisterial al plano propio del
derecho canónico empieza a llevarse a la práctica cuando, desde el comienzo
de los trabajos para la reforma del CIC de 1917, se reconoce explícitam ente el
sentido ministerial de la potestad como uno de los principios informadores del
ordenamiento.
No sin motivo, el fruto más visible de esa labor de reforma, el Código de 1983, ha
sido descrito por Juan Pablo Il, en la Constitución Apostólica con la que lo promulga-
ba, como «un instrumento que se ajusta perfectamente a la naturaleza de la Iglesia, so-
bre todo tal como la propone el magisterio del Concilio Vaticano 11,visto en su conjun-
to, y de modo especial su doctrina eclesiológica . Es más: en cierto modo, este Código
puede considerarse como un gran esfuerzo por traducir a lenguaje canónico esa misma
doctrina, es decir la eclesiología del Concilio. Porque aunque no sea posible reprod u-
cir perfectamente en lenguaje "canónico" la imagen de la Iglesia descrita por el Conci-
lio, el Código, sin embargo, habrá de referirse siempre a esa imagen como a su modelo
original , y reflejar sus directrices, en cuanto sea posible a su propia naturaleza». Y más
adelante, añadía el Pontífice: «Entre los elementos que manifiestan la verdadera y pro-
pia imagen de la Iglesia deben apuntarse principalmente los siguientes: la doctrina por
la que se presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios (cfr Const. Lumen Gentium, 2) y a
la autoridad jerárquica como un servicio ( ...)».
A partir de ese reconocimiento, la naturaleza ministerial del gobierno ecle-
siástico, actuando como principio informador, ha impregnado eficazmente, en
sus grandes líneas, la reforma postconciliar del derecho canónico. El Código
vigente refleja muchas de sus consecuencias con manifestaciones variadas,
apropiadas a los distintos campos y actividades de la función de gobierno. Vale
la pena considerar con algo de detenimiento el camino por el que se ha llevado
a cabo la concreción de este principio informador en soluciones técnicas inme-
diatamente operativas.

2. Los principios directivos para la reforma del CIC: traducción


de la naturaleza ministerial del gobierno en el principio de legalidad

a) Exclusión de la arbitrariedad

De la necesidad de conectar la reforma del Código con la doctrina eclesio-


lógica del Concilio surgieron los Principia quae Codicis Iuris Canonici reco-
gnitionem dirigant, que hemos citado ya en la lección anterior.

54
p

EL PRINCIPJO DE LEGALJDAD Y LA ADMINJSTRACIÓN ECLESIÁSTICA

El principio 6.0 se refería expresamente a la enseñanza conciliar acerca de


la potestad eclesiástica como servicio, al ocuparse de «una cuestión, y cierta-
mente grave» que había de resolverse en el futuro Código : de qué modo se de-
fenderán y se tutelarán los derechos de las personas en la Iglesia. En ese con-
texto, después de afirmar la existencia de la potestad de gobierno en la Iglesia
y su plenitud, justificada precisamente por su sentido ministerial y por el fin al
que sirve, precisaba que su uso no puede ser arbitrario, porque lo prohíbe tan-
to el derecho divino, natural y positivo, como el derecho eclesiástico.
La alusión a la arbitrariedad aparecía de nuevo en el principio 7.0 , dedica-
do a los procedimientos jurídicos para tutelar los derechos subjetivos en la
Iglesia, cuando señalaba la necesidad de «proclamar que, en el derecho canóni-
co, el principio de tutela jurídica se aplica por igual a superiores y a súbditos,
de tal modo que se desvanezca toda sospecha de arbitrariedad».
En esos dos textos se encuentra, pues, la traducción jurídica primaria del ca-
rácter esencialmente ordenado de la potestad-servicio en la Iglesia: la exclusión
de la arbitrariedad. Para que se entienda correctamente esa afirmación hay que
aclarar, sin embargo, que arbitrario no es solo lo abusivo, injusto o antijurídico,
como indicaría el sentido peyorativo que suele tener el concepto de arbitrariedad
en el lenguaje corriente. Más en general, en sentido técnico, es arbitrario el ejer-
cicio de la potestad que no está sometido a normas jurídicas. Sería arbitrario, en
ese sentido, el ejercicio alega! de la potestad; es decir, un sistema en el que la pre-
sencia efectiva de las exigencias de justicia propias de la realidad eclesial - la
ordenación esencial que venimos considerando-- en las actuaciones y decisio-
nes concretas de gobierno dependiera en exclusiva del criterio, la capacidad de
discernimiento, o de acierto, y la buena disposición de quien ejerce la potestad.
Por tanto, excluir la arbitrariedad no consiste solo en proscribir y perseguir
los eventuales abusos, sino, primariamente y en sentido netamente positivo, en
regular jurídicamente el ejercicio de la potestad. Por esta razón puede entender-
se que el gran recurso técnico que canaliza la defensa de la naturaleza propia de
la potestad en la Iglesia, a la hora de su ejercicio, es el llamado «principio de le-
galidad», cuyo sentido fundamental en la materia que nos ocupa, prescindiendo
ahora de otros matices y precisiones, es la sujeción de la actividad de gobierno
-y concretamente de los actos de potestad- a las normas canónicas.
En esta perspectiva resulta evidente que el principio de legalidad está al
servicio de los fieles, pero simultáneamente al servicio de los sagrados Pasto-
res, en la medida en que tiende a facilitar y garantizar la fidelidad a su misión
propia en el ejercicio del gobierno (HERRANZ) ; y, en consecuencia , sirve objeti-
vamente a la parte que corresponde a la función de gobierno en la edificación
del Pueblo de Dios.

b) Legalidad y justicia: algunas precisiones


Acabamos de señalar que el principio de legalidad es un recurso técnico que ca-
naliza la defensa de la naturaleza propia de la potestad en la Iglesia, es decir, que sirve

55
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

para que el ejercicio de la potestad eclesiástica sea conforme a su naturaleza y se orde-


ne adecuadamente al fin propio de la Iglesia. Dicho de otro modo , el principio de lega-
lidad es un instrumento al servicio de la justicia. Por tanto, la legalidad no es un valor
absoluto, sino relativo e intrumental; sí es absoluta, en cambio, la exigencia de justicia.
La teoría clásica de la ley - muy especialmente en la exposición que hace Santo To-
más - permite comprender que pueden darse leyes injustas y actuaciones que, respe -
tando la ley - siendo legales- , lesionan sin embargo la justicia.
La ley, cuando es racional, procura captar y proteger las exigencias de justicia
propias de la materia que regula - muchas veces, eligiendo una entre varias posibilida-
des igualmente justas e imponiéndola con carácter obligatorio- ; y, por eso, el respeto
de las normas jurídicas legítimamente impuestas es generalmente (es decir, para la ge-
neralidad de los casos) garantía de justicia. De ahí que ordinariamente se pueda consi-
derar que el sometimiento a la legalidad protege los valores esenciales en el ejercicio
de la actividad administrativa, mientras que la arbitrariedad provoca un riesgo mayor
de injusticia y desacierto.
Ahora bien, la ley humana, aun siendo racional y justa, por su propia naturaleza
tiene que considerar la realidad en términos abstractos y generales (Lección III), de
manera que no puede prever todas las circunstancias concretas de las situaciones reales
que caerán en el füturo bajo su imperio . Por esa razón, adolece de una limitación in-
trínseca : podría suceder que, en algún caso particular , la mera aplicación automática de
una ley produjera un resultado injusto, contrario al fin de la ley misma . Esta es la razón
de una característica muy marcada del derecho canónico: la elasticidad, o flexibilidad
en la aplicación de las normas, que plasma toda una tradición de racionalidad no so lo
en el momento legislativo, sino también en el momento de la aplicación de la norma
(LOMBARDíA). Un legalismo a ultranza podría dar lugar a la paradoja de que la aplica-
ción de las leyes canónicas acabara produciendo, en casos concretos, unos efectos con-
trarios a la justicia, o poco sensibles hacia el fin propio de la Iglesia , la salvación de
cada una de las almas: «es preciso tener en cuenta a los sujetos uno a uno , de modo que
lo que es justo en la mayoría de los casos puede no serlo en un supuesto concreto, que
ha de tomarse aparte, como una excepción a la norma general. En definitiva : la salus
animarum consiste en la salvación de cada una de las almas y la ju sticia no es algo
abstracto y genérico sino !ajusticia del caso concreto» (FORNÉS).
Por eso tienen un papel de gran importancia en la aplicación de la ley la equidad
canónica y ciertas instituciones como la tolerancia o la disimulación. Además, el pro-
pio derecho canónico prevé la posibilidad de que la autoridad competente atienda a las
circunstancias concretas de los fieles mediante actos que crean legítimamente situacio-
nes jurídicas praeter legem (al margen de lo que dispone la norma que sería general-
mente aplicable al caso) e incluso contra legem ( contrarias a una disposición de la ley
eclesiástica que sería aplicable de no existir ese acto). Se trata de las concesiones de
gracias, principalmente los privilegios y las dispensas, que estudiaremo s más adelante
(Lección VIII: cfr, especialmente , ap . LB).
Es fácil advertir la importancia de estas precisiones, que habrán de tenerse en
cuenta siempre que hagamos referencia al sometimiento de la actividad de gobierno al
derecho para entender correctamente el fundamento y el juego del principio de legali-
dad.
No sería extraño, por otra parte, que la expresión principio de legalidad, al evocar
algunas de sus justificaciones teóricas en los ordenamientos estatales, pudiera producir
la desacertada impresión de que su aplicación en la Iglesia responde a un planteamien-

56
EL PRINC IPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓ N ECLESIÁSTICA

to dialéctico. En otras palabras, podría darse el error de entender que el principo de le-
galidad en la Igle sia se basa en un cierto grado de tensión o de desconfia nza hacia
quienes gobiernan y en una contraposición sistemática, potencialmente conflictiva, en-
tre autoridad y libertad, interés público e interés privado. Un enfoque que, ciertamente,
desvirtuaría la realidad eclesial, al aplicarle miméticamente patrones sociológicos y de
teoría política poco o nada adecuados a la Iglesia (y, por lo demás, de validez al menos
discutible en lo que se refiere a las sociedades civiles).
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La sumisión a la ley del ejercicio de la
función eclesial de gobierno, en general; y en particular el derecho administrativo, que
se ha formalizado - al menos en algunos núcleos importantes - por primera vez en el
Código de 1983, sin perjuicio de que muestre una lógica semejanza con otros sistemas
en ciertas instituciones e instrumentos técnicos, tiene raíces propias, específicamente
canónicas. No hay, pues, sentido dialéctico en el fundamento del principio de legalidad
en la Iglesia, aunque en el plano fenoménico puedan darse, lógicamente, manifestacio-
nes dialécticas norm ales , que el derecho procura encauzar. Hay, más bien, un profundo
sentido de communio, de servicio a la realizac ión terrena de la comunión, en la medida
en que a través de la legalidad se hacen presentes, en manifestaciones o reflejos jurídi-
cos adecuados a las diversas instituciones o actuaciones concretas , los rasgos esencia-
les e insoslayables de la naturaleza de la función de gobierno en la Iglesia.

3. Establecimiento en el nivel constitucional de los presupuestos


necesarios para la aplicación del principio de legalidad

Aunque el principio de legalidad puede formularse de manera muy gene-


ral, según hemos visto, como «exclusión de la arbitrariedad» , su concreción
operativa resulta necesariamente compleja y articulada.
En los citados principios directivos para la revisión del Código (6.º y 7.º)
se solicitaban a este propósito dos delimitaciones explícitas del ejercicio de la
potestad en la Iglesia, que tienen el carácter de presupuestos para la aplicación
del principio de legalidad: a) el reconocimiento de los derechos de los fieles y
b) la distinción de las funciones de la potestad eclesiástica y de los órganos que
las ejercen .
Ambas delimitaciones, que han sido efectivamente acogidas en el Código
de 1983, se sitúan técnicamente en el plano jurídico constitucional, pero no son
equiparables en cuanto a naturaleza y alcance.
a) El reconocimiento de los derechos de los fieles - ya lo indica suficien-
temente el verbo reconocer - hunde sus raíces en el derecho divino: inmedia-
tamente por lo que se refiere a los derechos fundamentales, y de manera me-
diata o derivada por lo que se refiere a otros derechos o intereses conexos. Por
tanto, su proclamación y tutela jurídica --cfr ce. 204 ss.- no es simplemente
factor externo de limitación de la potestad eclesiástica, sino que conecta con la
necesidad de salvaguarda de la identidad divina de la Iglesia a la que antes alu-
díamos, puesto que se constituye en condición indispensable para que «todos
los que son miembros del Pueblo de Dios y tienen, por tanto, la verdadera dig-

57
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

nidad de cristianos, aspirando al mismo fin, en libertad y orden, lleguen a la


salvación» (Lumen gentium , 18).
Existe una estrecha relación , como puede advertirse, entre la tutela jurídica de los
derechos en la Iglesia, de la que habla el 7 .º principio directivo, y la naturaleza minis-
terial del gobierno eclesiástico . Los derechos fundamentales no son ámbitos no ecle-
siales de la vida de los fieles, sino reflejos primarios en el plano jurídico de la condi-
ción fundamental de dignidad y libertad querida por Dios, para que cada fiel, dentro de
la comunión eclesial , se encamine personalmente al fin sobrenatural y contribuya al fin
de la Iglesia de manera libre y responsable. En esta perspectiva, se advierte con clari-
dad que la tutela jurídica de los derechos en la Iglesia no es una cuestión exclusiva del
interés privado, de los gobernados, sino propia de todo el Pueblo de Dios y, por tanto,
que forma parte del bien común eclesial, es decir, del fin público del derecho canónico .
b) En cambio, la tripartición de funciones y la distinción de órganos de la
potestad eclesiástica, que hemos estudiado en la lección anterior, son recursos
técnicos para ordenar y garantizar el ejercicio del poder de gobierno, que pueden
aplicarse oportunamente en la Iglesia sin contradecir el principio de derecho di-
vino de la unidad de potestad. Pero su naturaleza es instrumental: su formulación
obedece a la utílidad de la distinción de potestades para la aplicación práctica del
principio de legalidad y, por ende, de la tutela juridica de los derechos.
Esa relación instrumental entre la distinción de potestades y la aplicación del prin-
cipio de legalidad se advierte muy claramente en el hecho de que el c. 135, cuyo pri-
mer parágrafo acoge el postulado de la distinción, es el mismo que establece con carác-
ter general, en sus tres parágrafos sucesivos, la sumisión al derecho del ejercicio de la
potestad legislativa, judicial y ejecutiva, como hemos visto .

El principio de legalidad rige, con manifestaciones propias, en el ejercicio


de cada una de las dimensiones de la potestad de gobierno que distingue el c.
135. Pero posee una especial relevancia práctica en el ámbito propio de la fun-
ción administrativa; y concretamente en el ejercicio de la potestad ejecutiva,
por la incidencia inmediata de sus actos sobre las situaciones jurídicas de los
fieles . Una vez expuesta la fundamentación y enunciados los presupuestos
constitucionales comunes del principio de legalidad en el derecho de la Iglesia,
pasaremos a estudiar su desarrollo y funcionamiento en el vigente sistema de
derecho administrativo canónico.

11. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

A. Formulación, alcance y articulación técnica

El principio de legalidad, en el ámbito del derecho administrativo canóni-


co, puede formularse sencillamen te como la sumisión de la Administración
eclesiástica a la ley.

58
El PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Como hemos visto, el fundamento de la sumisión al derecho de la función


de gobierno en la Iglesia es genuinamente canónico. No obstante, es un hecho
que la formulación técnica del principio de legalidad se ha llevado a cabo sobre
todo en los sistemas estatales, y presenta versiones y matices diferentes, mu-
chas veces de matriz positivista, o desarrollos basados en principios y modelos
de relación entre poderes incompatibles con la naturaleza de la Iglesia. Se en-
tiende fácilmente, por eso, que una cosa es mostrar que el ejercicio de la potes-
tad eclesiástica debe estar sujeto al derecho y otra precisar el sentido y alcance
de la aplicación del principio de legalidad en la Iglesia y los medios tecnicos
con los que se lleva a cabo.
El sentido más directo de la legalidad en la Iglesia, obviamente, es el que
resulta de la contraposición, ya estudiada, entre legalidad y arbitrariedad. Si se
llama arbitrario, técnicamente, al poder que no está sometido a límites jurídi-
cos, resulta claro que la potestad en la Iglesia no es arbitraria. Toda potestad en
la Iglesia es constitutivamente limitada, tanto por su origen, como por su fin
propio ; lo que implica, como sabemos, que su ejercicio está ordenado esencial-
mente por el derecho divino natural y positivo. Pero, además, es función del
derecho humano explicitar y determinar los principios de orden y exigencias
de justicia que constituyen el derecho divino y dar cauce a su aplicación con-
creta mediante los instrumentos técnico-jurídicos más congruentes y eficaces
en cada caso.
Por ejemplo, en nuestro caso, esos recursos son la distinción de potestades, la
asignación de competencias , el establecimiento de categorías formales de actos, con
sus requisitos y procedimientos propios, etc.

Por tanto, el ejercicio de la potestad se debe someter también a las normas


positivas establecidas en la Iglesia. En consecuencia, la legalidad administrati-
va supone el ejercicio de la potestad de la Administración eclesiástica dentro
de sus límites propios y siguiendo las normas legítimamente establecidas. Con-
cretamente:
a) La potestad de la Administración debe ejercerse dentro del ámbito de
actuación delimitado por la naturaleza y fines propios de la Iglesia, es decir,
persiguiendo exclusivamente los fines propios de la misión de la Iglesia.
b) En ese ámbito, debe ejercerse respetando las competencias exclusivas
de los órganos legislativos y judiciales, que hacen que la Administración sea
absolutamente incompetente en esas materias.
c) Dentro de su propia esfera de competencias , ha de actuar respetando
los derechos fundamentales de los fieles y la legítima autonomía de las entida-
des inferiores (Lección 1).
d) Además, puesto que el derecho le encomienda unos fines propios y le
asigna unos medios determinados para ello, la Administración está obligada a
ejercer cada una de las potestades reconocidas o concedidas con arreglo a de-

59
COMPE NDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

recho, es decir: solo cuando se den los supuestos previstos, siempre persiguien-
do los fines para los que el derecho prevé cada actuación y siguiendo el proce-
dimiento establecido.
Puede ser oportuno advertir que, generalmente, no se entiende en ningún sistema
la legalidad corno mera sumisión a la ley formal -es decir, a aquel específico tipo de
norma positiva que cumple las formalidades que le otorgan rango de ley-, sino, más
en general, como sumisión al ordenamiento jurídico. En el ámbito canónico se ha en-
tendido la legalidad en el sentido de que la actividad administrativa ha de estar condi-
cionada por toda norma objetiva vigente en la Iglesia, escrita o consuetudinaria, y por
los principios generales del derecho canónico, interpretados con equidad (LABANDEIRA,
KRUKOWSKI).

Queda así enunciado el alcance del principio de legalidad en la Iglesia. Es-


tudiaremos ahora más precisamente cómo se articula su aplicación .

l. Vinculación de laAdminístración a la legalidad

La vinculación de la Administración a la legalidad puede entenderse según


distintos grados de combinación entre la sujeción al dictado de las normas jurí-
dicas y la libertad de decisión y actuación administrativa. Las dos posiciones
extremas que se han dado históricamen te entenderían la legalidad, respectiva-
mente, como vinculación meramente negativa o como vinculación positiva de
la Administración a las normas jurídicas que la rigen .
a) La legalidad como vinculación meramente negativa . Esta concepción
considera que la actividad de la Adminis tración es legítima cuando resulta
compatible con la ley, es decir, cuando no la contradice. Por tanto, cuando en
una materia la ley no dispone lo contrario, se entiende que la Administración
puede actuar. La ley se concibe aquí como mero límite exterior de la actuación
administrativa, que se rige por el principio de presunción de libertad.
b) La legalidad como vinculación positiva. Según esta concepción, para
que la actividad de la Administración sea legítima, debe darse conformidad con
las normas jurídicas: solo sería legítima , por tanto, la actuación autorizada po-
sitivamente por la ley. La exigencia de esta autorización -denominada habili-
tación o apoderamiento - es inexcusable, de tal modo que, en las materias en
que no se da, la Administración no puede actuar. La ley se concibe aquí como
condición de la actuación administrativa, que tiene por función ejecutar lo dis-
puesto en ella.
A la luz de lo que llevamos dicho, se entiende que ninguna de estas dos
versiones extremas del principio de legalidad es aceptable en la Iglesia.
Incluso prescindiendo de sus respectivos fundamentos filosóficos, se advierte fá-
cilmente que la primera de estas posturas, al confundir la necesaria capacidad de ma-
niobra de la Administración con la arbitrariedad, hace que se desvanezca del horizont e

60
El PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMJNISTRACJÓN ECLESIÁSTJCA

social cualquier atisbo de seguridad jurídica, abriendo paso fácilmente a injusticias y


abusos . La segunda, en cambio, si se llevara a la práctica rígidamente, acabaría por su-
peditar la eficacia de la Administración para atender a las necesidades públicas a la ca-
pacidad de previsión del legislador; y produciría inmediatamente el colapso de la acti-
vidad administrativa. Ninguna de esas consecuencias es tolerable en la vida de la
Iglesia .
Una comprensión adecuada de la legalidad administrativa debe combinar
equilibradamente aspectos de vinculación positiva y de vinculación negativa ;
la seguridad jurídica y la eficacia de la Administración; la necesidad de apode-
ramiento y la imprescindible discrecionalidad. En ese equilibrio se decide la
real dimensión de servicio de la Administración eclesiástica.

2. Predeterminación de la actividad administrativa por la ley

La característica eficacia inmediata de la actividad administrativa hace es-


pecialmente necesario rodearla de garantías que impidan que su desarrollo se
produzca con menoscabo de la seguridad jurídica. Para ello es preciso, ante
todo, determinar el campo en que puede desarrollarse legítimamente la activi-
dad administrativa, habilitando así a la Administración para actuar en el orde-
namiento exclusivamente con los poderes que la ley le atribuye.
Esta habilitación, que es la primera condición de legitimidad de la activi-
dad administrativa, presenta en la Iglesia contornos específicos, que trataremos
de deslindar.
Para entender esta cuestión es preciso recordar que en los Estados la Administra-
ción se constituye en jerarquía cuando se le hace parte del poder ejecutivo , otorgándo-
le poder para actuar en el ordenamiento y a la vez delimitando su esfera de actuación .
En la Iglesia, en cambio, la jerarquía tiene radicalmente , por derecho divino , toda la
potestad . Sin embargo, ya hemos dicho anteriormente , con LABANDEIRA (Lección 1),
que no se identifican jerarquía eclesiá stica y Admini stración, sino que la jerarquía se
constituye en Administración exclu sivamente en la medida en que administra ; y, ade-
más de los oficios que constituyen por derecho divino la jerarquía , componen la Admi-
nistración los demás órganos que participan a tenor del derecho en el ejercicio de lapo-
testad ejecutiva.
Aunque en la Iglesia, por derecho divino, rige la unidad de poder (Lección I),
se ha llevado a cabo la distinción de funciones y actos de la potestad eclesiásti-
ca precisamente como presupuesto para la sumisión de su ejercicio a la legali-
dad. En lo que aquí nos afecta , esa distinción permite que la ley determine las
atribuciones y competencias de la potestad ejecutiva, ordenando su ejercicio .
Esto es equivalente a una habilitación general de la Administración , en la me-
dida en que se delimita su campo propio de actuación: se le atribuye una parce-
la de la función de gobierno de la Iglesia , sometiéndola a unas reglas.
Así pues, la ley habilita a la Admini stración eclesiástica, ante todo, prede-
terminando y delimitando la esfera de actuación de la potestad ejecutiva. Esto

61
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

significa que la Administración no determina los límites de su propia actividad:


están predeterminados por la ley y debe sujetarse a ellos.
Nótese bien que decimos que la ley habilita a la Administración - concepto for-
mal que supone la distinción de potestades y la distribución de funciones entre ellas
por obra del derecho positivo--, no a la jerarquía eclesiástica (que por naturaleza tiene
radicalmente toda la potestad): así, por una parte, la Administración , según el régimen
vigente en el CIC para la potestad ejecutiva , no puede hacer lo que es propio de las po-
testades legislativa o judicial y actúa sometida a las nonnas; y por otra parte la jerar-
quía, cuando lleva a cabo las actividades propias de esas otras potestades no adminis-
tra: por tanto sus actos en esos ámbitos no poseen las características y la eficacia
propias de los actos de la potestad ejecutiva.
La Administración eclesiástica, por tanto, está habilitada para actuar legí-
timamente solo en las materias que el derecho canónico asigna a la potestad
ejecutiva. Pero, puesto que la delimitación del objeto de la potestad ejecutiva
es, en buena medida, residual (Lección 1), además de las materias que explíci-
tamente se le atribuyen, le corresponde tratar según sus procedimientos y re-
glas propios todo lo que no está reservado al legislador y al juez. En ese senti-
do, si bien es cierto que la actividad de la Administración está predeterminada
por el derecho, esto no significa que necesite una norma previa de habilitación
o apoderamiento (es decir, de atribución de poder) que le permita cada actua-
ción concreta.
Además de la habilitación general que hemos descrito, en el CIC aparecen
diversas normas que contienen cláusulas genéricas de apoderamiento, referi-
das en general a la autoridad ejecutiva , o a diversos oficios que forman parte de
la Administración. Ahora bien, en derecho canónico esas cláusulas genéricas
de apoderamiento no siempre significan otorgamiento de potestad: en el caso
de los oficios capitales se trata de reconocimiento o declaración de la potestad
que por derecho divino poseen, por lo que, en realidad, en esos casos estamos
ante apoderamientos impropios . Así, por ejemplo, las cláusulas gené ricas que
se refieren a la potestad del obispo diocesano.
Son las siguientes: «Al Obispo diocesano compete en la diócesis que se le ha con-
fiado toda la potestad ordinaria, propia e inmediata que se requiere para el ejercicio de su
función pastoral, exceptuadas aquellas causas que por el derecho o por decreto del Sumo
Pontífice se reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (c. 381 § 1).
«Corresponde al Obispo diocesano gobernar la Iglesia particular que le está encomenda-
da con potestad legislativa, ejecutiva y judicial , a tenor del derecho» (c. 391 § 1).
En cambio , expresan verdaderos y propios apoderamientos las cláusulas
que se refieren a otros oficios subordinados, que partipan de la potestad ejecu-
tiva a tenor del derecho, como por ejemplo, la que se refiere al Vicario general.
«En virtud de su oficio , al Vicario general compete en toda la diócesis la potestad
ejecutiva que corresponde por derecho al Obispo diocesano, para realizar cualquier tipo
de actos administrativos, exceptuados , sin embargo, aquellos que el Obispo se hubiera
reservado o que, según el derecho, requieran mandato especial del Obispo» (c. 479 § 1).

62
El PRJNC!P/0 DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Además de esos apoderamientos genéricos, hay tambi én apoderamientos


específicos, que habilitan a la Administración para una actuación concreta.
Existen numero sas norm as en el Código que encomiendan actos o actuacio nes a
la potestad ejecutiva, a la autoridad ejecutiva, al supe rior o al Ordinario (cfr c. 134):
por ejemplo: «Quienes gozan de pote stad ejecutiva pueden dar, dentro de los límites de
su propia competencia , decr etos generales ejecutorios» (c. 3 1); «Quie nes tienen pote s-
tad ejecutiva pued en dar legítimamente instrucciones » (c. 34); «El acto administrativo
singular( ...) puede ser dado por quien tiene pot estad ejecutiva» (c. 35); cfr también ce.
283, 289, 324, 474, etc.
Cuando se trata de cláusulas específicas de apoderamiento impropio -por
ejemplo, las que asignan actuaciones administrativas concretas al Obispo dio-
cesano-, podría pensarse que son innecesarias, dado el reconocimiento gene-
ral de potestad que ya existe. Sin embargo, esas normas tienen, en ocasiones, la
función de reservar una actuación a una autoridad ejecutiva con exclusión de
otras (cfr c. 134 § 3 ). Además , cumplen siempre una función determinativa, ya
que concretan aspectos de aquella distribución que asigna unas actuaciones a la
potestad ejecutiva y le sustrae otras; es decir, especifican aspectos de la esfera
de actuación propia de la potestad ejecutiva.
Por ejemplo: «A no ser que el derecho establezca expresamente otra cosa, compe-
te al Obispo diocesano prove er por libre colación los oficios eclesiásticos en su prop ia
Iglesia particulan> (c. 157); «Es autoridad competente para erigir asociaciones públi -
cas:( ...) 3. 0 el Obispo diocesano, dentro de su propio terri torio( ...)» (c. 312 § l); etc.
Tanto la colación de oficios como la erección de asociaciones se hacen mediante decre-
to singular, que es un acto propio de la potestad ejecutiva (Lección VII); y en este caso
el decreto se reserva al Obispo diocesano , con exclusión de los demás Ordinarios .
Por otra part e, algunos apoderamientos especificos tienen también una
función especia lmente conectada con la certeza jurídica. Hemos explicado que
la potestad eclesiástica está circunscrita dentro de unos límites, y que debe res-
petar la esfera de libertad y autonomía de los fieles y de las entidades inferio-
res. Pues bien , las cláusulas específicas de apoderamie nto, tanto propias como
impropias, cumplen también la función de indicar espacios de actuación legíti-
ma de la Administración que, de otro modo, podrían ser dudosos o necesitar in-
terpretación . Se favorece así la certeza jurídica en el ejercicio de la potestad .
Por ejemplo: «Las asociaciones privadas de fieles administran libremente los
bienes que posean según las prescripciones de los estatutos, quedando a salvo el dere-
cho de la autoridad ecle siástica competente de vigilar de manera que los bienes se em-
pleen para los fines de la asoc iación» (c. 325 § 1).

B. Legalidad y discrecionalidad

Que la actividad administrativa está predeterminada por el derecho , no


significa que la Administración se limite a ejecutar o aplicar automáti camente

63
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

lo dispuesto por la ley. Es propio de la ley considerar la realidad a través de


disposiciones generales y abstractas; y, precisamente por ese motivo, no puede
- ni debe- prever todas las circunstancias que se darán en cada momento y
lugar en que deberá ser aplicada. En cambio, la actividad administrativa es, por
su propia naturaleza, concreta e inmediata, lo que significa que se lleva a cabo
teniendo en cuenta y valorando en cada actuación las precisas circunstancias
de las personas, los tiempos y los lugares . Por esa razón es necesario que la
Administración goce, en el marco del derecho, de un cierto margen de libertad
de decisión y actuación para elegir los medios y modos más oportunos de al-
canzar en el caso concreto los fines que tiene encomendados.
Esto es particularmente importante en la Iglesia, porque los asuntos que trata la Ad-
ministración eclesiástica son especialmente sensibles y delicados , ya que afectan, mu-
chas veces de manera directa, al bien de las almas, de modo que resulta muy importante
el papel de la prudencia. Además, los principales bienes y medios que se administran,
por su propia naturaleza, no pueden ser encerrados en rígidas nonnas predetenninadas,
por más que su administración esté en ciertos aspectos regulada por normas jurídicas.

Pues bien , se llama discrecionalidad al margen de libertad que la ley otor-


ga a la Administración para elegir los medios más adecuados aquí y ahora para
procurar el bien público que se le confia.
Las normas que regulan la actividad administrativa contienen, por tanto,
no solo potestades regladas, que son aquellas que imponen a la Administración
una actuación determinada; sino también muchas potestades discrecionales,
que conceden a la Administración la facultad de optar entre varias posibilida-
des igualmente legítimas, según criterios de oportunidad , utilidad, convenien-
cia, etc.
Para salir al paso de un error frecuente, señalaremos que conviene no confundir
discrecionalidad con pastoralidad: todo el derecho canónico es pastoral, tanto en sus
aspectos reglados - recordemos que el principio de legalidad es precisamente cauce
técnico para garantizar un ejercicio de la potestad acorde con su naturaleza y fin pasto-
ral- como en sus aspectos discrecionales.

Pero adviértase que, tanto la actividad reglada como la discrecional, son


jurídicas (canónicas y, por ende, pastorales). La actividad discrecional no es
arbitraria, sino que está enmarcada en el derecho y sujeta a él. En la práctica, la
sujeción al derecho de la actividad de la Administración se concreta de manera
inmediata en la sumisión a las normas jurídicas que regulan cada actuación, de
tal modo que la autoridad administrativa:
a) Nunca puede actuar contraviniéndolas .
b) Debe actuar siempre con arreglo a derecho; pero esto lo hace de dos
maneras:
l.º) Ejerciendo sus potestades regladas según las normas que las regulan.
2.0 ) Ejerciendo sus potestades discrecionales dentro de sus justos límites.

64
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTR ACIÓN ECLESIÁSTICA

l. La discrecionalidad en el CJC

En el CIC no se usan nunca ni el sustantivo discrecionalidad, ni el adjeti-


vo discrecional . Los supuestos de discrecionalidad aparecen indicados de for-
mas muy variadas. Así, por ejemplo, cuando se dejan decisiones al «arbitrio»
(arbitrium), o al «prudente arbitrio» de la autoridad (cfr ce. 554 § 3, 563 , etc.);
cuando se establece que la autoridad puede proveer «libremente» (cfr ce. 165,
477 § l, etc.); o cuando se utiliza el verbo «poder» referido a alguna actuación
delaautoridad(cfrcc . 193 §3, 1739,etc.).
Otras veces se da la facultad de valorar si las circunstancias justifican una
actuación, juzgando si es «conveniente» (cfr ce. 301 § 2, 1118 § 2), «útil» (cfr
ce. 439 § 1, 775 § 2, etc.), «oportuna» (cfr 234 § 1, 1739, etc.); o si lo aconse-
jan las circunstancias, la utilidad o la necesidad (cfr ce . 269, 270, 766, etc.).
De todos modos, no hay una lista taxativa de fórmulas para indicar la pre-
sencia de la discrecionalidad, por lo que es necesario apreciar en cada caso la
modalidad de actuación que las normas prevén. Nos hallaremos ante una potes-
tad discrecional siempre que las normas atribuyan una actuación a la autoridad
administrativa sin regular alguno de sus elementos -qué, quién, cómo, cuándo,
con qué medios-, permitiendo así la elección entre varias posibilidades legíti-
mas .

2. Ejercicio y control de las potestades discrecionales

La valoración y la decisión acerca de los aspectos propiamente discrecio-


nales de una actuación están atribuidas en exclusiva a la Administración , por lo
que, mientras ésta cumpla las exigen cias establecidas por las no1mas aplicables
al caso , ningún juez o tribunal tiene competencia para revocar la decisión pro-
piamente discrecional o para sustituir la elección de la autoridad ejecutiva
competente por otra: aunque la decisión de la autoridad ejecutiva se demuestre
en la práctica menos útil o eficaz de lo esperado, los jueces no están facultados
para juzgar sobre la oportunidad o conveniencia de los actos de la Administra-
ción.
Pero , en todo caso, la actuación discrecional ha de ser legítima, lo que
equivale a respetar todos los elementos reglados que la condic ionan. Y en es-
tos últimos aspectos sí es posible llevar a cabo, incluso desde el tribunal admi-
nistrativo (Lección X), un adecuado control de la discrecionalidad .
Por esta razón es de suma importancia que en el ejercicio de la actividad adminis-
trativa la autoridad delimite correctamente el alcance de la discrecionalidad en cada
caso, de tal modo que su actuación no se vea privada de la garantía que supone la fun-
ción limitadora y orientadora de los elementos reglados. De esa manera , se aleja el pe-
ligro de error o de incurrir en mal uso o abuso de la potestad . Por su parte el juez, cuan-
do haya de resolver un recurso contencioso-administrativo (Lección X), no debe

65
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

declararse incompetente de manera automática siempre que en un asunto se haya ejer-


cido una potestad con algún elemento discrecional: puede y debe comprobar el cumpli-
miento de los aspectos reglados.
Apuntaremos brevemente, siguiendo en lo esencial a LABANDEIRA, algunas
cuestiones de especial importancia, tanto para orientar y garantizar el legítimo
y adecuado ejercicio de las pote stades discreciona les, como para controlarlo
con los medios previstos para ello en derecho canónico.

a) Distinción de elementos discrecionales y reglados


La actividad discrecional de la administración, como hemos dicho, se ejer-
ce en el marco del derecho ; está delimitada por el ordenamiento : de lo contra-
rio, estaríamos ante supuestos de ejercicio arbitrario de la potestad. En reali-
dad, no existen potestades absolutamente discrecionales, sino potestades que,
sobre la base de ciertos elementos reglados, prevén uno o más aspectos discre-
cionales. Así pues, lo decisivo para la legalidad administrativa es determinar la
medida de discrecionalidad que se da en cada caso, distinguiendo los elemen-
tos discrecionales de los reglados.
Los aspectos discrecionales, en los que la Administración puede optar por unas
u otras soluciones , basándose en razones de oportun idad, pueden comprender desde
la misma decisión de actuar o no, hasta el tipo de actuación que se decide , incluyen-
do la elección del momento oportuno , el modo de llevarla a cabo y su alcance preci-
so, etc.
Por amplio que sea el margen de discrccionalidad que una norma conceda
a la Administración, siempre habrá, al menos , dos elementos reglado s, que ga-
rantizan un ejercicio de la potestad discrecional con arreglo a derecho : la com-
p etencia para actuar en cada supuesto y elfln que el ordenamiento prevé para
el acto que se pretende realizar.

b) D iscrecionalidad y conceptos jurídicos indeterminados


Una potestad di screciona l, como hemos exp licado, es aquella que, en un
determinado supues to, permite a la Administra ción optar legítimamente entre
dos o más decisiones diversas, según lo que consider e más oportuno o conve-
niente en esas circunstancia s para el bien público .
Con frecuencia, las normas delimitan de manera preci sa el supuesto que
ju stifica la actuación administrativa; pero otras veces lo enuncian de manera
imprecisa, usando conceptos indeterminados, que es necesario interpretar para
juzgar si se verifican en el caso, antes de actuar.
Hay en el CIC muchas norma s que, para indicar el supuesto de hecho , recurren a
conceptos jurídicos indetermin ados, como los de «causa grave», «necesidad de la
Iglesia», «ministerio ineficaz», «retribuc ión conveniente», «fin verdadera mente útil»,
etc.

66
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Es importante aclarar que no siempre que aparece un concepto jurídico in-


determinado nos hallamos ante una potestad discrecional. La principal diferen-
cia, en la práctica, es que la discrecionalidad permite elegir la que se considera
más oportuna o adecuada entre varias soluciones, de tal modo que cualquiera
de ellas es igualmente legítima, con independencia de que se revele después
más o menos eficaz o acertada. En cambio los conceptos jurídicos indetermina-
dos no permiten elegir, sino que hacen necesario juzgar o interpretar si se ve-
rifican o no en el caso. Puede producirse, ciertamente, duda o error en esa in-
terpretación, pero no es indiferente, porque en la aplicación del concepto a la
situación real solo hay una solución legítima: o se verifica realmente el supues-
to previsto por la norma, o no se verifica; y la actuación solo estará justificada
en el primer caso.
Muchas veces se utilizan en el CIC conceptos jurídicos indeterminados para
enunciar los presupuestos de hecho de diversas actuaciones administrativas; la
ley puede establecer sobre esos presupuestos una potestad reglada -manda ac-
tuar de un modo concreto- o discrecional -permite elegir entre diversas actua-
ciones-, pero en ambos casos la legitimidad de la actuación está condicionada
a que se dé el supuesto previsto.

Por ejemplo, el c. 1740 dispone que «cuando por cualquier causa, incluso sin cul-
pa grave del interesado, el ministerio de un párroco resulta perjudicial o al menos inefi-
caz, éste puede ser removido de su parroquia por el Obispo diocesano». Se trata de una
potestad discrecional («puede ser removido», y por tanto puede no ser removido), que
tiene dos elementos reglados: el primero es la competencia (puede remover al párroco
solo el Obispo diocesano, no otro Ordinario: cfr c. 134 § 3); el segundo es el presu-
puesto de hecho, que se expresa mediante dos conceptos jurídicos indeterminados:
«ministerio perjudicial» y «ministerio ineficaz». Para que el Obispo diocesano pueda
remover legítimamente a un párroco basándose en esta norma, no basta la mera invo-
cación de esos conceptos: es necesario que el ministerio sea, objetivamente, perjudicial
o ineficaz. El Obispo no puede decidir libremente si el ministerio es o no ineficaz; en
cambio, una vez verificado, puede legítimamente remover al párroco o adoptar otras
medidas que le parezcan más oportunas para solucionar esa situación.

El tribunal administrativo (Lección X) no puede entrar a valorar el conte-


nido de una decisión discrecional legítima de la Administración; pero sí puede
-debe- juzgar si se dieron efectivamente en el caso los presupuestos de he-
cho que condicionaban la legitimidad de la actuación, y que la ley enunciaba
de manera indeterminada.

c) E/fin como limite de la discrecionalidad

Ya hemos dicho que, incluso en las potestades que se configuran con un


máximo grado de discrecionalidad, uno de los elementos reglados es siempre
el fin, la finalidad para la que el derecho confiere cada potestad.

67
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Toda la actividad de la Administración eclesiástica se justifica por su orde-


nación al bien común de la Iglesia, por perseguir fines públicos. Pero la Adminis-
tración no persigue el fin general del ordenamiento -la salvación de las almas,
en definitiva - abstractamente, sino de modo concreto; es decir, pro curando
aquí y ahora determinados aspectos del bien público que aparecen como con-
creciones parciale s de ese fin general . Así pues, el bien público aparece en
cada actuación administrativa como una finalidad concreta, como un determi-
nado interés público.
En ocasiones , las normas aplicab les al caso indican explícitamente el as-
pecto del bien público que debe perseguir una actuación, usando fórmulas pre-
cisas; otras veces, utilizan conceptos jurídicos indeterminados (bien común,
necesidad o utilidad de la Iglesia, bien de la Iglesia, etc.). Hay también normas
que omiten toda referencia explícita, incluso indeterminada, al interés público
que se pretende.
Pues bien, la actuación administrativa debe perseguir el fin que aparezca
explícitamente indicado en las normas , cuando es el caso; determinándolo
mediante la interpretación si está enunciado de modo impreciso . Y aunque las
normas no hagan referencia alguna al fin, también entonces ha de entenderse
que la potestad que confieren está implícitamente ordenada al concreto fin
que ese tipo de actuación puede perseguir de modo idóneo en la específica
materia de que se trate. En definitiva, la Administración no puede utilizar in-
distintamente sus potestades para cualquier finalidad, amparándose en la dis-
crecionalidad: romper la vinculación establecida por el ordenamiento entre
los medios y los fines supondría un modo especialmente pernicioso de arbi-
trariedad.
No basta, por tanto, en ningún caso, invocar genéricamente el bien públi-
co o el bien común para que quede legitimada cualquier actuación discrecio-
nal; más bien es necesario delimitar primero la necesidad existente, el interés
público en juego, para estudiar después el tipo de actuación más idóneo. Cuan-
do el fin per seguido por la Administración en una actuación concreta es diver-
gente del fin previsto por el ordenamiento, se incurre en el vicio de desviación
de poder , que provoca la ilegitimidad de la actuación, por buena que fuera la
intención con que se actuó. Se estudiará esta cuestión más detenidam ente al
tratar de la causa de los actos administrativos (Lección V).

Una sentencia de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de 26. Vl.1976,


además de una serie de vicios objetivos y de falta de equidad en un decre to de des-
titución de una Superiora religiosa, aprecia en las autoridades que actuaron una in-
tención divergente respecto al fin previsto por el derecho para las actuaciones que
llevaron a efecto, o sea, desviación de poder. La sentencia argumenta ese punto afir-
mando lo siguiente: «Con su imperita interpretación del Decreto , el Excmo. Presi-
dente y el Delegado Apostólico quisieron ganar tiempo, eliminando por sí mismos
a una Superiora general non grata, y de este modo llevaron a cabo numerosos actos
inválidos».

68
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

d) Discrecionalidad y equidad

La Administración actúa siempre, hemos dicho, persiguiendo el interés ge-


neral. Esto requiere muchas veces sacrificar, total o parcialmente, intereses
particulares lícitos de los fieles, en la medida en que su satisfacción aquí y aho-
ra resulte incompatible con el interés general. Sin embargo, este principio ele-
mental de la vida social no debe llevar a pensar que se dé una exclusión radical
de todo interés particular legítimo en la Iglesia. Indudablemente, la vida y la
actuación de los fieles no son absorbidas y uniformadas por su ordenación al
bien común eclesial, sino que existen muchos ámbitos en los que se dan legíti-
mamente, no solo derechos e intereses jurídicamente protegidos, sino también
espacios de libertad y campos en los que tienen lugar las lícitas preferencias,
inclinaciones y aspiraciones personales .
Precisamente forma parte del bien común la existencia y protección de
esos ámbitos, que son eclesiales, para que -como recordábamos más arriba
con palabras del Concilio Vaticano 11- «todos los que son miembros del Pue-
blo de Dios y tienen, por tanto, la verdadera dignidad de cristianos, aspirando
al mismo fin, en libertad y orden, lleguen a la salvación» (Lumen gentium, 18).
Por ese motivo, el derecho adminístratívo canónico regula ciertos actos jurídi-
cos de la autoridad que se ordenan inmediatamente a satisfacer algún interés
particular en armonía y coordinación con el interés general, como las concesio-
nes de dispensas, privilegios y otras gracias (Lección VIII).
Los legítimos intereses particulares, aunque están objetivamente subordi-
nados al interés general, en principio pueden y deben armonizarse con él; solo
en caso verdaderamente necesario deben sacrificarse por el bien de la comu-
nidad .
Así pues, la Administración, al ejercer sus potestades discrecionales debe
procurar no afectar innecesariamente a los derechos, intereses y legítimas ex-
pectativas de los fieles. Cuando el interés general exija adoptar medidas que
puedan afectar negativamente a algún fiel, debe hacerse procurando salvaguar-
dar en la mayor medida posible los intereses particulares, es decir, no sacrifi-
carlos más que en la medida imprescindible. En este aspecto interviene la equi-
dad, como limite interno -es decir, contenido en el propio concepto-- de la
actividad discrecional.
El juego de la equidad lleva a aplicar las normas buscando la justicia del
caso concreto , es decir, teniendo en cuenta sus circunstancias particulares. Pre-
cisamente los supuestos de discrecionalidad permiten a la Administración no
limitarse a aplicar automáticamente una norma -a veces, como reza una anti-
gua máxima, summum ius, summa iniuria: una decisión estrictamente legal
puede ser injusta-, sino modular su aplicación según lo requiera el caso. Es
más, no solo lo permiten, sino que lo imponen, ya que el criterio de ejercicio de
la potestad discrecional no es el simple poder, sino el poder valorar: la valora-
ción de la posibilidad más justa, oportuna y eficaz. La autoridad haría un uso
incorrecto de la discrecionalidad si se contentara con constatar que tiene líber-

69
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tad de actuación: debe ponderar sus decisiones de modo que no solo respeten
las condiciones exigidas por las normas -sean legales-, sino que sean equi-
tativas.

e) Buen gobierno y ejercicio de la discrecionalidad

Hemos procurado mostrar , resaltando distintos aspectos de la cuestión,


que la potestad discrecional no es arbitraria, sino que su uso está regulado por
el derecho. Sin embargo , por su propia naturaleza, la discrecionalidad origina,
dentro del marco del derecho, ámbitos de ejercicio prudencial de la potestad,
en los que rigen criterios de prudencia pastoral, oportunidad o conveniencia y
reglas no escritas de buena administración.
Para que la actuación administrativa sea legítima, es imprescindible obser-
var fielmente los extremos reglados; pero esto no es suficiente para que la ac-
tuación sea oportuna y adecuada. Por estas razones, quizá el verbo clave en
materia de discrecionalidad sea ponderar. La autoridad, al ejercer la potestad
discrecional debe ponderar las circunstancia s del caso y la adecuación de la
medida que se dispone a adoptar.
Esto muchas veces supondrá valorar las cosas sirviéndose también de cri-
terios no estrictamente jurídicos, sino de otro tipo: dogmático s (por ejemplo,
teniendo en cuenta la eficacia y necesidad de la gracia de Dios); morales; téc-
nicos (económicos, médicos, arquitectónicos); sociológicos; directrices o ex-
hortaciones pastorales ; etc.
En todo caso, es preciso entender que decidir con arreglo a criterios de
oportunidad no equivale a elegir al azar, caprichosa o inmotivadament e. Debe
tenerse siempre presente la ordenación esencial de la pote stad eclesiástica
como verdadero servicio, que origina para la autoridad administrativa el deber
jurídico de ejercerla rectamente. En ese sentido puede decirse que el «buen go-
bierno», al que aludíamos más arriba (ap. l. A.2), es el criterio que debe inspi-
rar el ejercicio de la discrecionalidad.

C. Elementos principales de la regulación jurídica de la actividad


de la Administración en el CJC

La sumisión de la actividad administrativa a la legalidad , cuyo alcance y


sentido acabamos de exponer, se manifiesta en el Código de Derecho Canóni-
co también en la regulación de diversos aspectos de la actividad jurídi ca de la
Administración , que constituyen los elementos más relevantes del sistema de
derecho administrativo vigente. Puesto que las partes restantes de este compen-
dio se centrarán en el estudio detenido de esos elementos, nos limitaremos aho-
ra a enunciarlos, mostrando así los principales aspectos de concreción práctica
de la legalidad en el derecho administrativo canónico.

70
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINIS TRACIÓN ECLESIÁSTICA

1. Distinción entre normas y actos singulares y regulación de la actividad


normativa de la Administración

El sometimiento de la actividad administrativa a la legalidad pasa, necesa-


riamente, por clarificar el ejercicio de la actividad normativa de la Administra-
ción, excluyendo de su competencia la emisión de leyes y estableciendo que
las nonnas generales dadas en virtud de la potestad ejecutiva no pueden contra-
decir válidamente lo dispuesto en las normas de rango superior (principio de
jerarquía normativa) .
En el Código y en la legislación posterior se han hecho esfuerzos notables
en este sentido (Lección III) . Por una parte, se ha procedido a la distinción, for-
mal y conceptual, entre normas generales (cfr ce. 3O y 31 § 1) y actos singula-
res de la Administración (ce. 3 5 ss. ). Por otra, se ha llevado a cabo una regula-
ción más detallada de la actividad normativa, cuyos aspectos principales son:
a) Distinción entre normas con rango de ley y normas administrativas, y
delimitación de la capacidad normativa de la potestad ejecutiva (cfr ce. 29-31 ).
b) Establecimiento de las condiciones en que la Administración puede re-
cibir excepcionalmente , por delegación del legislador , la pot estad de dar nor-
mas con rango de ley (cfr c. 30).
e) Declaración de que las normas ejecutivas no derogan las leyes (cfr c. 33
§ 1).
d) Fuera del Código, el Regolamento Generale della Curia Romana ha
completado el sistema, regulando con mayor precisión la actividad normativa
de los dicasterios romanos (cfr art. 125), y determinando taxativamente los ca-
sos en que se entiende que el Romano Pontífice asume como propios los actos
jurídicos de la Curia mediante su aprobación en forma específica (cfr RGCR,
art . 126).

2. La categoría formal de los actos administrativos singulares

El Código de 1983 ha acogido también la categoría técnica de «acto admi-


nistrati vo singular» (Lecciones V-VIII) . Esta innovación, estrechamente rela-
cionada con la aplicación práctica de la distinción de funciones solicitada por
los principios directivos para la revisión del CIC 17, supone un avance induda-
ble para la construcción del sistema de derecho administrativo canónico y, con-
secuentemente, para la implantación eficaz de la legalidad en la función de go-
bierno .
Anterionnentc un gran número de actividades administrativas, que se
plasmaban en diversos actos jurídicos, constituían supuestos aislados, con un
régimen jurídico no siempre completo y cierto . Todos esos actos ahora se inte-
gran en la categoría legal de actos administrativo s. Esto hace posible establecer

71
r

COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

una normativa general sobre los elementos comunes, evitando la dispersión y


la heterogeneidad en el régimen jurídico sustancial de esos actos. De ese modo
se instaura una regulación más clara y rigurosa del ejercicio de la potestad por
parte de la Administración eclesiástica, que favorece en mayor medida la cer-
teza y la seguridad jurídica.

3. Regulación del procedimiento administrativo

Una regulación adecuada del procedimiento que debe seguirse para la for-
mación de los actos administrativos facilita la correcta toma de decisiones por
parte de la autoridad y, como aplicación concreta del principio de legalidad,
tiende a garantizar un desempeño justo y cabal de ese aspecto de la función de
gobierno: un buen gobierno.
En el Código, como veremos, la regulación del procedimiento administra-
tivo (Lección V) es incompleta y presenta aspectos técnicamente mejorables.
No obstante, se han fijado algunas normas de procedimiento especialmente im-
portantes, entre las que pueden señalarse:
a) La audiencia de los interesados en el procedimiento de formación del
acto administrativo (Lecciones V y VII).
b) La introducción de la disciplina del silencio administrativo, después de
declarar la obligación por parte de la Administración de proveer ante las peticio-
nes o reclamaciones legítimas, para evitar que los efectos negativos de la even-
tual negligencia de ese deber recaigan sobre el fiel interesado (Lección VII).
c) La formalización de los actos, que exige como norma general laforma
escrita y la expresión de los motivos de las decisiones .
d) Los «controles» que se establecen para garantizar diversas actuaciones
de la Administración. El Código contiene abundantes disposiciones encuadra-
bles en el llamado «control de tutela», que busca asegurar la legalidad de los
actos controlados y su adecuación al sector del bien público que se encuentra
en juego en cada caso. Así , en la regulación de numerosas actuaciones concre-
tas de la potestad ejecutiva, aparece la exigencia de autorizaciones, licencias ,
facultades, revisiones, aprobaciones , etc., por parte de la autoridad superior. A
esta misma finalidad obedecen algunas manifestaciones de la función consulti-
va, no menos frecuentes en el Código: normas en que se impone a la autoridad
la obligación de solicitar el dictamen, y a veces el consentimiento, de determi-
nadas personas u órganos, para la validez de ciertos actos.

4. La impugnación de los actos administrativos en vía administrativa

La regulación en el Código del recurso contra los actos administrativos


responde directamente a la preocupación, manifestada en el 7.0 de los princi-

72
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

pios directivos de la reforma del CIC, de proclamar y tutelar los derechos sub-
jetivos en la Iglesia, de tal modo que se desvanezca toda sospecha de arbitra-
riedad en la administración eclesiástica. Se ha establecido el «recurso jerárqui-
co» como sistema ordinario para la revisión en vía administrativa de los actos
de la Administración, no solo en sus aspectos reglados, sino también por mo ti-
vos de oportunidad (Lección IX) .

5. El contencioso-administrativo

El sistema de impugnación de los actos administrativos se completa con el


«recurso contencioso-administrativo», que ya no se interpone en vía jerárqui-
ca, sino ante un tribunal especial. Desde sus orígenes en derecho canónico, la
jurisdicción contencioso-administrativa se ha ido perfilando cada vez con ma-
yor precisión. La reforma de la Curia roma na, llevada a cabo por Juan Pablo II
con la Const. Ap. Pastor Bonus, contribuyó a resolve r algunas dudas plantea-
das por la legislación anterior sobre la naturaleza y función del contencioso ad-
ministrativo canónico. La nueva Lex propria de la Signatura Apostólica, de
2008, ha asumido esos elementos de la const. Pastor Bonus, perfilando aún
más claramente ciertos aspectos (Lección X).

6. Responsabilidad de la Administración eclesiástica

El canon 57 § 3 declara formal y explícitamente que la Administración


eclesiástica es responsable de los daños causados ilegítimamente por sus actos
jurídicos -entre los que se incluyen también los actos administrativos-, así
como de los ocasionados por otros actos realizados con dolo o culpa.
Este principio es especialmente importante, ante todo porque la responsa-
bilidad de la Administración, al fijar claramente un límite que el mal gobierno
no puede traspasar sin consecuencias -el de la lesividad de los actos-, con-
firma que el recto y adecuado ejercicio del gobierno se reconoce como deber
jurídico exigible. Además, porque el resarcimiento de daños, si se hace una
adecuada interpretación del concepto de «daño» en el ámbito canónico, puede
ser cauce para urgir la adopción de decisiones que contrarresten (y no solo
compensen económicamente) las consecuencias del ejercicio inadecuado de la
función de gobierno en el ámbito administrativo; o sea, para enmendar el mal
gobierno, si fuera necesario (Lección VI).

73
PARTE SEGUNDA

ACTIVIDAD JURÍDICADE LAADMINISTRACIÓN


ECLESIÁSTICA

NOTA INTRODUCTORIA Y BIBLIOGRÁHCA

La Administración eclesiástica destina y aplica recursos de diversa naturaleza (hu-


manos , económicos, materiales, sobrenaturales, etc.) a la satisfacción de las necesida-
des públicas que tiene encomendadas , y lo hace mediante diverso s tipos de actividades
(puramente materiales , de gestión, jurídicas, etc.). Aquí nos ocuparemos exclusiva-
mente del régimen de aquella parte de la actividad de la Administración que se traduce
en la producción de actos jurídicos, de diverso tipo, que pueden desplegar su eficacia
propia en ámbitos muy variados de la actuación administrativa. No trataremos, por tan-
to, del amplio campo de las actividades públicas de gestión, gobierno, promoción, co-
ordinación, administración patrimonial o prestación de servicios, que son objeto de es-
tudio en las coITespondientes partes especiales del derecho administrativo: las que
tratan de la actividad de la Administración relativa al munus docendi y al munus sanc-
tificandi, el derecho patrimonial , el régimen jurídico de los clérigos, de la vida consa-
grada , la actividad jurídica en torno al derecho de asociación, etc.
Se ofrece a continuación una bibliografia básica, compuesta fundamentalment e
por manuales y algunos tra bajos publicados sobre la base del CIC de 1983, que puede
facilitar una primera aproximación a otras facetas de la actividad de la Administración
eclesiástica y un conocimiento más detallado de ciertos aspectos de su actividad jurídi-
ca que aquí expondremos de modo sintético o elemental.

a) Sobre otros aspectos de la actividad de la Administración

Es preciso advertir que al tratar actividades como el «munus docendi» o el «mu-


nus sanctijicandi», etc., los autores no s uelen adoptar una perspectiva exclusivamente
admini strativa, ya que en los manuales y monografías prevalece normalmente el inte-
rés por abordar de manera completa los distintos aspectos canónicos -y también teo-
lógicos- que presenta el tema. No obstante, se incluyen también los aspectos adminis-
trativos, que suelen abarcar una buena parte del régimen jurídico de esas actividades.

AzNAR GIL, F.R., La administración de los bienes temporale s de la Iglesia, Salamanca


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ERRÁZUR!Z M., C.J ., JI «munus docendi Ecc/esiae>>:diritti e doveri deifedeli, Giuffre,
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Pueden consultarse, además, los comentarios correspondientes a los cánones de re-
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Exegético al Código de Derecho Canónico, vol. I, 3.ª ed., Eunsa, Pamplona 2001.

76
LECCIÓNlll

ACTIVIDAD NORMATIVA DE LAADMINISTRACIÓN


ECLESIÁSTICA

l. TIPIFICACIÓN DE LA NORMA ADMINISTRATI VA

1. Conveniencia de tipificar la actividad jurídica de la Administración

Puede observarse que la actividad de regir una sociedad (en nuestro caso la
Iglesia) comporta la realización de actos de variada naturaleza y de eficacia muy
diversa, desde la producción de actos singulares por parte de la Administración
hasta leyes dadas para el futuro que afectan a toda la comunidad, sin olvidar las
sentencias judiciales que resuelven una controversia en un caso concreto. Todos
ellos tienen como nota común el ser actos jurídicamente vinculantes dirigidos a la
consecución del bien de la sociedad . Nos interesa ahora concentrar la atención en
la actuación de la autoridad administrativa , pero incluso aquí, dentro de las acti-
vidades estrictamente jurídicas (aquellas que persiguen directamente un efecto
jurídico) que se suelen asignar a las autoridades con potestad ejecutiva, encontra-
mos actos con muy distintas características: un rescripto mediante el cual se con-
cede una gracia al peticionario ; un decreto con el que se hace un nombramiento;
una instrucción que aclara a las demás autoridades administrativas el modo de
aplicar una ley; y tantos otros ejemplos que podrían ponerse . Resulta, pues, ne-
cesario calificar jurídicamente las distintas actuaciones de la autoridad adminis-
trativa con el fin de verificar su legitimidad y conocer su alcance jurídico.
No cabe duda de que todos los actos de gobierno (sean singulares o gene-
rales, ejecutorios de una ley o independientes de ella, para un caso concreto o
para situaciones futuras, etc .) son «actos» humanos, puestos libremente por la
autoridad en el ejercicio de sus funciones públicas. Por otra parte, todos los ac-
tos jurídicos se llaman así precisamente porque establecen (regulan) el régimen
jurídico de una determinada situación , determinando derechos y deberes, ya
sea de modo general para toda una comunidad, ya sea para un caso concreto .
De todos modos , ha de tomarse en consideración la conocida y fundamental di-

77
COMPENDIO DE DERECHO ADMJNJSTRATIVO CANÓNICO

visión de los actos realizados por la Administración en actos administrativos y


normas administrativas.
La cuestión no es meramente académica, sino que tiene una gran relevan-
cia a la hora de determinar la oportunidad de que se habilite a la autoridad ad-
ministrativa (Lección II) para realizar determinadas intervenciones jurídicas; y
a la hora de establecer la legitimidad de una actuación, su procedimiento y cau-
ce formal y el rango jurídico de los actos producidos por la Administración. La
doctrina ha encontrado numerosas dificultade s para fijar de manera pacífica la
diferencia entre uno y otro tipo de actuación. Para dilucidar la cuestión, más
que aplicar unas categorías conceptuales preconcebidas, conviene examinar las
distintas manifestaciones de la actividad de la autoridad administrativa a fin de
tipificarlas, para darles la correspondiente calificación jurídica.
Por otra parte, ya que caben -seg ún la utilidad qu e se persiga en cada
caso- distintos modos posibles de clasificar conceptualmente esta realidad,
no se trata de excluir tajantemente una u otra de las opciones diversas que pue-
dan darse al respecto , sino de intentar una tipificación que resulte adecuada a la
naturaleza de las actividades incluidas y congruente con su régimen jurídico
vigente. Desde este punto de vista, al realizar esa clasificación, hay que procu-
rar que en lo posible responda a las siguientes exigencias: a) que tenga raigam-
bre en la ciencia canónica, pues, siempre que no sea imprescindible acuñar
conceptos nuevo s, conviene adaptarse al modo tradicional de conceptualizar de
la doctrina ; b) que sea útil, es decir, que sirva para indicar quiénes son los legí-
timos autores de cada tipo de acto y cuál es su eficacia y rango jurídico; c) que
esté en armonía con la tipificación legalmente establecida.

2. Criterios de distinción entre actos administrativos


y normas administrativas

Tomando como punto de partida precisamente la última de esas exigencias,


parece que una manera posible y sencilla de distingu ir los actos administrativos
de las normas administrativas, sobre la ba se de la regulación del Código de
1983, es fijarse en los criterios de la singu.laridad o generalidad y concreción o
abstracción de las disposicione s de la autoridad ejecutiva, de manera que llama-
remo s actos administrativos a las resoluciones singulares o concretas, mientras
que reservaremos el nombre de normas administrativas para las regla s genera-
les y abstractas dadas por la autoridad ejecutiva. De esta suerte, por motivos de
claridad, no utilizaremos aquí la te1minología usada por algunos autores , que
hablan de «norma singular» y de «acto-norma». Veamos ahora qué significan
exactamente singularidad, concreción , generalidad y abstracción (si bien tampo-
co existe entre los autores una total uniformidad en el uso de estos términos).
Se entiende por singu.laridad la característica propia de los actos que están
dirigidos a un destinatario determinado, con exclusión de los re stantes miem-
bros de la misma comunidad.

78
ACTIVIDAD NORMATIVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Así, decimos que es un acto singular el decreto dado para una persona física, pero
también el dirigido a una persona jurídica (a una asociación, por ejemplo). En este últi-
mo supuesto el acto será singular, aunque de hecho afecte a numerosas personas físi-
cas, porque se dirige a una asociación determinada (singular) y no a todas las asocia-
ciones de la misma comunidad.
A la singularidad del acto se opone la generalidad, o sea, el carácter gene-
ral propio de los actos dirigidos a una comunidad en cuanto tal.
La concreción califica la eficacia de un acto que es dado para un caso o
para un tiempo detem1inados. A la concreción se opone la abstracción propia
de las disposiciones dadas con la pretensión de aplicarse a todos los casos que
se puedan presentar en la realidad, con tal que resulten encuadrables -subsu-
mib/es- dentro del tipo de situación considerada abstractamente por una nor-
ma: abstraer no es otra cosa que prescindir de todos los rasgos y circunstancias
peculiares que identifican una situación concreta (por ejemp lo, la identidad de
la persona, su edad, la fecha , los motivos , etc.), para elaborar un tipo que pue-
de verificarse concretamente en muchos casos. La abstracción de las normas
está íntimamente ligada con el hecho de que éstas se dan para el futuro y son
tendencialmente estables.
Es de advertir que los términos concreción y singularidad, tal y como acaban de
ser descritos, no son sinónimos, pues la singularidad se refiere al destinatario y la con-
creción a los casos a los que pretende afectar el acto; sin embargo, es bastante común
hablar de «acto singular», aunque el destinatario sea general, cuando el acto se refiere
a una situación determinada, porque se piensa en la singularidad del caso para el que es
dado; de hecho esta es la terminología utilizada por el CIC cuando habla de los actos ad-
ministrativos singulares en el Título IV de su primer Libro (Lección V). Así, puede dar-
se un acto administrativo singular para la generalidad de los sujetos de una comunidad,
pero para un caso determinado (por ejemplo, cuando se concede una dispensa de la ley
a toda la comunidad en una situación concreta, de manera que una vez pasada esa pe-
culiar situación se vuelve al régimen legal). Y, en rigor, cabría un acto singular abstrac-
to, es decir, un acto dado para un sujeto determinado, eficaz en las situaciones corres-
pondientes al modelo o tipo de situación establecido abstractamente (por ejemplo, un
privilegio concedido a una persona para que pueda utilizarlo cuando se den los casos
tipificados), si bien lo habitual es hablar de abstracción solo para las normas generales.
Resumiendo, comprenderemos dentro de la categoría del llamado «acto
administrativo singular» (Lección V) todos los actos dirigidos a un destinatario
concreto y todos los dados para un caso o para un tiempo determinados (aun-
que afecten a todos los miembros de la comunidad) . Llamaremos, en cambio,
«norma administrativa» a la que emite la autoridad ejecutiva, dirigida a toda la
comunidad, para regular situaciones consideradas abstractamente.

Con todo, como hemos dicho, no puede desconocerse - por estar muy arraigada
en la ciencia canónica- la terminología que habla de norma singular. Con esta expre-
sión se refieren muchos autores a algunos de los que ahora el CIC llama actos adminis-
trativos singulares cuya eficacia no está prevista en la ley o incluso es contraria a ella
(o sea, que sonpraeter o contra legem); es el caso del privilegio , de la dispensa y, en

79
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

cierta medida, del precepto penal. Se quiere resaltar con esta terminología el carácter
de novedad de estos actos respecto de la ley, es decir, que regulan jurídicamente una
detenninada situación de manera originaria , sin estar condicionados por la eficacia de
una ley previa (si bien, como es obvio, están condicionados, al igual que la ley, por la
realidad de las cosas, por el derecho natural).
Como quiera que es básico para el derecho administrativo el principio del someti-
miento de los actos administrativos a la ley, la presencia de estos actos plantea no po-
cos problemas de justificación, que se resue lven, en parte, comprendiendo que, según
hemos explicado, el sometimiento de la Administración a la legalidad no supone solo
limitarse a ejecutar en el caso concreto lo ya dispuesto a priori por la ley, sino actuar
dentro del marco del derecho, respetando las competencias, fonnas y procedimientos
detenninados; y, sobre todo, estos actos se justifican teniendo en cuenta que en reali-
dad ese principio no es más que un medio técnico para garantizar de manera objetiva
un principio más alto y definitivo , que es el principio de justicia (Lección JI), y, como
tal medio, puede ser objeto de excepciones (como ocurre en el caso de los privilegios y
las dispensas), con tal que estos actos respeten la justicia.
La independencia de estos actos respecto de las leyes aplicables en general a las
materias en las que inciden es lo que llevó a algunos, durante los trabajos de reforma
del CIC, a postular que estuviesen reservados a la autoridad dotada de potestad legisla-
tiva. Sin embargo, en atención a la singulari dad o concreción del acto, más concorde
con la función administrativa (Lección l), el CIC ha decidido tipificarlos dentro de la
categoría de los actos administrativos singulares. El régimen de estos actos, pues, es el
propio de los actos singulares dados por la autoridad ejecutiva. Aunque no se les puede
aplicar el principio de legalidad estrictamente en cuanto a su contenido, tampoco lo
contradicen abiertamente en cuanto a competencia y procedimiento, ya que la misma
ley prevé que se dé este tipo de actos. La consecuencia más importante de haber encua-
drado estos actos peculiares dentro de los actos administrativos singulares consiste en
que pueden utilizarse los mecanismos de control de legalidad previstos para todos los
actos administrativos singulares ( el régimen jurídico, el procedimiento y, sobre todo,
los recursos), a fin de verificar si responden a la justicia.

11. INTERVENCIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN EN LA FUNCIÓN LEGISLATIVA

l. La función legislativa

a) Su especial importancia
Ya se ha dicho (Lección 1) que forma parte de la misión de regir una socie-
dad el ordenar la vida social, estructurándola, estableciendo cuáles han de ser
las normas de conducta, atribuyendo competencias, organizando el gobierno,
etc. Ésta es la función legislativa que se manifiesta en la creación de leyes, que
son normas escritas generales y abstractas dadas por el legislador.
Las leyes, al dirigir la realidad social hacia el bien común, estructuran la sociedad,
atribuyen derechos, establecen deberes, determinan la actuación jurídica. Ahora bien,
seria un error - muy frecuente en los dos últimos siglos- reducir el derecho a la ley o

80
r
ACTIYJDAD NORMATIV A DE LA ADMI NISTRACIÓN ECLESIÁSTI CA

pensar que todo está, o ha de estar, predeterminado por la ley (vide supra, Lección II:
I.B.2.b). Ciertamente la ley es una füente de derechos, en cuanto atribuye competencias,
regula conductas y, por tanto, determina qué es lo justo. Pero , en contra de lo que sostie-
ne el nonnativismo, el derecho no es la regla de conducta , sino aquello que pertenece a
un suj eto y se le debe en justicia; se le debe porque le pertenece, no porque haya una
norma extrínseca que diga que hay que dárselo. Esto no quita que la ley pueda ser en
muchas ocasiones el título de un derecho (aquello que atribuye a un sujeto un derecho),
como es el caso de los derechos legales; ni que la ley pueda declarar derechos preexis-
tentes a ella misma , como sucede, por ejemplo, con los cánones que reconocen los dere-
chos fundamentales de los fieles (cfr ce . 208 a 223); etc. En cualquier caso, el derecho,
el objeto de la justicia, no debe confundirse con la norma, ni puede desconocerse la pre-
sencia de derechos existentes independientemente de que haya una determinada ley que
los reconozca o prevea. Puesto que la ley no es la única ni la primaria fuente del dere-
cho, hay que recordar ( contrariamente a lo enseñado por el positivismo) que la ley está
sometida a su vez a la realidad de las cosas: el legislador no es libre de dictar cualquier
tipo de norma , sino que ésta ha de ser racional para poder generar un deber jurídico (de
justicia) (HERVADA) .

Si bien cada acto jurídico produce las consecuencias jurídicas propias de


la singularidad del caso, no cabe duda de que las leyes determinan a priori en
gran medida la eficacia jurídica del actuar humano en la sociedad , pues pueden
establecer requisitos para la validez de un determinado tipo de acto (por ejem-
plo, exigiendo una específica forma o limitando la categoría de sujetos hábiles
para producirlo) , o pueden también atribuir efectos jurídicos precisos a ciertas
actuaciones. Esta eficacia de la ley se nota especialmente en los actos de go-
bierno, ya que, por una parte, suelen estar regulados con más detalle en cuanto
a la competencia , el procedimiento y la forma; y, por otra, en no pocas ocasio-
nes han de ejecutar lo que la ley establece.
Esto no significa que toda la eficacia jurídica de los actos ( de la autoridad o de los
particulares) dependa exclusivamente de su previsión legal. No puede ser así porque la
ley no es la única fuente del derecho. Se comprende así, que, cuando la ley establece,
por ejemplo , un requisito para la validez de un acto, si el sujeto agente no lo respeta, el
acto sea nulo en cuanto acto típico, pero que pueda producir otros efectos jurídicos (por
ejemplo , la obligación de resarcir los daños causados por la nulidad del acto) (Lección
VI), puesto que la capacidad de generar derechos y obligaciones no es exclusiva de la
ley. Por otro lado , hay que tener en cuenta que es imposible que la ley prevea toda la ri-
queza de la vida social, de ahí que en algún caso excepcional la solución justa pueda ser
la contraria a una determinada ley (epiqueya) ; por esta razón, la misma ley prevé actos
administrativos praeter o contra legem (privilegios, dispensas : Lección Vlll).

b) Autoridades con potestad legislativa

En cierto sentido, cabría decir que lo decisivo son las soluciones concretas
judiciales o administrativas, pues son las que afectan realmente a las personas .
Pero en cuanto éstas dependen (con las salvedades señaladas) de las reglas ge-

81
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

nerales y abstractas establecidas anteriormente --que suelen gozar de mayores


garantías de rationabilitas, precisamente por ser disposiciones generales-, se
suele reconocer a la función de dar leyes un papel primordial, dentro de las
funciones de gobierno. De ahí que en las sociedades democráticas la actividad
legislativa en sentido estricto quede reservada a los órganos que más directa-
mente representan al pueblo (el Parlamento); y en la Iglesia, a aquellas autori-
dades que gobiernan con potestad ordinaria propia: los órganos vicarios pue-
den tener potestad ejecutiva o judicial, pero carecen de la potestad de dar leyes.
Concretamente, tienen potestad legislativa, para la Iglesia universal, la autoridad
suprema (el Romano Pontífice, solo o con el Colegio episcopal, el cual la ejercitará
normalmente cuando esté reunido en Concilio ecuménico) y para las Iglesias particula-
res o comunidades a ellas equiparadas, el Ordinario propio que las preside (Lección I:
III. l ). Se discute en la doctrina de qué manera tienen esta potestad (ciertamente , limi-
tada) las Conferencias episcopales.
En el ámbito de los institutos de vida consagrada se dan también normas genera-
les (de acuerdo con la legislación universal y con las disposiciones del derecho pro-
pio), algunas de las cuales pueden ser calificadas de leyes eclesiásticas en sentido for-
mal cuando son dadas en virtud de la potestad eclesiástica de régimen (cfr c. 596).
La actividad legislativa, además de estar reservada a las autoridades prin-
cipales, suele estar sometida a un procedimiento y a unos requisitos formales
especiales , para garantizar su acierto, ya que se trata de dictar normas genera-
les para el futuro, con carácter estable. Sin embargo, en el derecho canónico no
existe un procedimiento establecido, debido en parte a que la autoridad legisla-
tiva es casi siempre un órgano unipersonal, lo que no obsta para que en la prác-
tica no se den leyes sino después de un largo proceso de maduración, pues la
prudencia legislativa requiere consultar y estudiar cuidadosamente la redacción
del texto, como sucede habitualmente en el caso de las leyes universales dadas
por el Papa.

e) La promulgación de las normas

En cuanto a la forma, es esencial que la ley esté promulgada. El CIC, reco-


giendo un dictum de Graciano, recuerda que la ley se instituye cuando se pro-
mulga (c. 7). Con esto , dando por supuesto que la ley es una norma escrita, se
quiere decir que la ley comienza a existir cuando el texto escrito queda fijado y
es publicado oficialmente con el fin de que entre en vigor, de manera que todos
sus destinatarios puedan conocer el texto legal. Hay que advertir , de todos mo-
dos, que en el derecho canónico el modo de promulgación es muy libre (c. 8):
las leyes universales se han de promulgar en el boletín llam ado Acta Apostoli-
cae Sedis, a no ser que en casos particulares se disponga otra cosa; las leyes
particulares se promulgan según el modo determinado por el legislador, que
será normalmente m ediante la publicación en el boletín oficial de la diócesis o
de la Conferencia episcopal.

82
ACTIVIDAD NORMATlVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

2. Cooperación de la Administración en la función legislativa


a) Conveniencia de la participación de la Administración
en la actividad normativa
A pesar de que la función de dar normas generales para el futuro está atri-
buida , debido a su importancia, a los órganos capitales, los cuales gobiernan
con potestad propia, no es posible reducir toda la función legislativa necesaria
para regir la sociedad a la actividad normativa que puedan desarrollar las auto-
ridades con potestad legislativa . Esto no debe extrañar, pues la constatación de
que la actividad de gobierno puede ser tipificada en tres funciones distintas no
significa en modo alguno -como hemos dicho : Lección I- que sea posible
realizar una división neta, como si se tratase de tres compartimentos estancos
sin ninguna comunicación. Por el contrario, por una parte, existen actos de go-
bierno con características típicas de más de una función y, por otra, para que el
gobierno de la sociedad funcione bien, la experiencia enseña que es preci so
atribuir a los órganos de una determinada función algunas actividades que en
rigor serían propias de otra.
Observamos , por ejemplo, en la sociedad civil, que los órganos con potestad judi-
cial, precisamente para garantizar su independencia, gobiernan la administración de
justicia (reali zando actos típicamente administrativos); el poder legislativo se reserva
la competencia de pon er determinados actos singu lares de especial importancia (aun-
que suelen revestir la forma de ley); la Administración pública res uelve determinados
conflictos <rjuzgando» o da, como veremos, ciertas nonnas generales.
Por lo que se refiere a la función legislativa, se ve la neces idad, en efecto,
de que también las autoridades ejecutivas puedan dar algunas normas genera-
les. La cercanía de la Administración con los problemas reales aconseja que
sea ésta la que determine más precisamente algunas disposiciones que en la
ley quedan formuladas de manera demasiado genérica. Además, para adminis-
trar correctamente, para ejecutar las exigencias de una ley, a veces es necesa-
rio dar normas generales; conviene, por ejemplo, que la Administración dé una
directiva (instrucción) a todas las autoridades ejecutivas para aclarar y unifor-
mar el modo de ejecutar una determinada ley; o puede ser necesario que la auto-
ridad administrativa concrete a los destinatarios de la ley el modo de cumplir-
la (decreto general ejecutorio). En los ejemplos citados vemos que se trata de
disposiciones generales y abstractas pero que tienen a la vez la finalidad de ha-
cer cumplir una ley, característica típica de la función administrativa . En otras
palabras, el otorgamiento de algunas prerrogativas normativas a la Administra-
ción (habilitación) no obedece a una decisión arbitraria, sino a una necesidad
del buen gobierno .
La existencia de norma s generales y abstractas dada s por las autoridades ejecuti-
vas es uno de los factore s que ha hecho que se distinga entre ley en sentido material y
ley en sentido formal. Con la primera expresión se quiere indicar el contenido de toda
norma general y abstracta , indepen dientemente de la forma que haya revestido su pro-

83
COMPE NDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

mulgación y de quién haya sido su autor. Así, por ejemplo, se dice que es ley en senti-
do material un decreto general ejecutorio dado por la autoridad ejecutiva con el fin de
determinar el cumplimiento de una ley precedente . Se habla , en cambio, de ley en sen-
tido formal para hacer referencia al acto puesto en virtud de la potestad legislativa , se-
gún las formalidades propias de las leyes (que en derecho canónico, como hemos visto,
se reducen a su promulgación según el modo establecido) . Para mayor claridad, siem-
pre que hablamos de ley en estas páginas nos referimos exclusivamente a las leyes en
sentido formal, de manera que a las normas generales administrativas nunca les dare-
mos el nombre de ley (aunque lo sean en sentido material).

b) Las normas administrativas


La posibilidad de que la Administración dé ciertas normas generales no
implica que tenga un poder ilimitado de hacerlo , de lo contrario no tendría nin-
gún sentido todo lo que hasta ahora se ha dicho acerca del derecho admini stra-
tivo, ya que se confundiría la función administrativa con la legislativa . La acti-
vidad normativa de la Administración ha de estar sometida también al
principio de legalidad. Esto es lo que da unas especiales característica s a las
nonnas administrativas, en contraposición con las leyes. Concretamente , una
norma administrativa necesita una ley anterior que la justifique y nunca puede
ser contraria a una ley, bajo pena de nulidad.
Llamamos, por tanto, normas administrativas a las reglas generales infra le-
gem dadas por las autoridades ejecutivas. Tales normas pueden ser ejecutorias,
porque tengan como finalidad aplicar una determinada ley (son de este tipo los
decretos generales ejecutorios y las instrucciones), o independientes, porque no
desarrollan algo establecido en una ley anterior, sino que regulan espacios no le-
gislados, pero dentro de los límites fijados por la ley (estatutos y reglamentos,
con las salvedades que más adelante se indicarán). Todas ellas son normas eje-
cutivas , en el sentido de que el autor es la autoridad ejecutiva, pero para mayor
claridad y para no confundir las normas administrativas en general con los de-
cretos generales ejecutorios, las llamaremos «normas administrativas».
A continuación , por tanto , examinaremos los distintos tipos de normas ad-
ministrativas mencionados (decretos generales ejecutorios, instrucciones, esta-
tutos y reglamentos) , haciendo mención primero de un fenomeno particular:
las normas con rango de ley dadas por la autoridad ejecutiva en virtud de una
delegación de la potestad legislativa.

III. LA POT ESTAD LEGISLATIVA DELEGADA A LA ADMINISTRACIÓN

1. La delegación de la potestad legislativa

Lo propio de la función legislati va es dar normas generales y abstractas


con carác ter estable, lo que supone una pre via maduración antes de llegar a

84
ACTIVIDAD NORMATJVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

la formulación de un texto. Es decir, no se pide de la función legislativa la ra-


pidez o urgencia que se requiere en ocasiones a las funciones administrativa
y judicial cuando tienen que resolver un caso concreto . Por lo demás, como
ya se ha dicho, la función legislativa tiene la importancia de poner las bases
para la futura actividad jurídica y determina en gran medida la actividad de
las funciones administrativa y judicial. Por estas razones, se entiende que la
potestad legislativa en la Iglesia esté reservada a las autoridades que gozan de
potestad propia dentro del ámbito de su jurisdicción. A diferencia de lo que
sucede con las potestades ejecutiva y judicial, no existen actualmente en el
ordenamiento jurídico de la Iglesia órganos vicarios con potestad ordinaria
legislativa.
Por las mismas razones relativas a la importancia de la función legislati-
va, la posibilidad de delegar esta potestad está muy limitada. Concretamente ,
el c. 135 § 2 establece que la potestad legislativa que tiene el legislador infe-
rior a la autoridad suprema no puede delegarse válidamente, a no ser que el
derecho disponga explícitamente otra cosa. En otras palabras, la autoridad su-
prema puede delegar su potestad de legislar, mientras que los demás legisla-
dores (los obispos diocesanos y los prelados a ellos equiparados -Lección I:
III.1-, principalmente) están obligados a ejercer su potestad legislativa per-
sonalmente, a no ser que el derecho establezca explícitamente otra cosa. En el
CIC no existe ninguna excepción a esta regla.
Es fácil comprender que la autoridad suprema (en la práctica, el Papa)
pueda delegar su potestad legislativa, no solo porque resultaría dificil justificar
que el Romano Pontífice se impusiese a sí mismo el límite de no poder delegar
en ese ámbito (por más que, aun haciéndolo, siempre pudiera hacer una excep-
ción a tal límite), sino también porque en la práctica puede resultar aconsejable
transmitir a otros sujetos la potestad de legislar sobre una determinada materia.
En efecto, no hay que olvidar que la suprema autoridad tiene la potestad
de dar leyes tanto universales como particulares. En el ámbito particular, pue-
de suceder que el Romano Pontífice estime conveniente delegar la potestad le-
gislativa en un caso determinado a otras autoridades, que conocen mejor las
circunstancias de la comunidad a la que se quiere dar una ley. Puede, así, dele-
gar en el Obispo diocesano (si se trata de dar una ley contraria a la legislación
universal, para la cual el Obispo carecería de competencia) o dar mandato a la
Conferencia episcopal para que regule uniformemente una determinada mate-
ria para todo el territorio de la Conferencia (cfr c. 455). En el ámbito universal,
el Papa cuenta con una Curia en la que hay dicasterios, con potestad solo eje-
cutiva, especializados en ciertas materias , capaces de preparar determinadas le-
yes sobre asuntos que requieren un minucioso estudio; parece lógico que en
ciertas ocasiones el Papa prefiera delegar en estos dicasterios la potestad de dar
una determinada ley sobre una de esas materias, de manera que sean éstos
quienes asuman la autoría y la responsabilidad de la ley.

85
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

2. La delegación de la potestad legislativa a las autoridades ejecutivas

a) Naturaleza de los decretos legislat ivos


Con estas premisas, analicemos el régimen de la potestad legislativa delega-
da a órganos con potestad ejecutiva. El c. 30 del CIC, haciendo referencia al c .
29, dispone que quien goza solamente de potestad ejecutiva puede dar un «de-
creto general» (mediante el cual se establecen prescripciones comunes para una
comunidad capaz de ser sujeto pasivo de una ley) con fuerza de ley en los casos
particulares en que le haya sido concedido expresamente por el legislador com-
petente (normalmente será solo la autoridad suprema), respetando las condicio-
nes establecidas en el acto de concesión. Aunque el Código no emplea explícita-
mente esta terminología, los autores (por ejemplo , LABANDEIRA)suelen referirse
a este tipo de normas con el nombre de «decretos legislativos», utilizando la ex-
presión que para las normas equivalentes se usa en el derecho estatal.

En los ordenamientos estatales, la presencia de los decretos legislativos tiene ma-


yor relevancia que en el ordenamiento canónico porque es una manera ágil de dar leyes
sobre materias especialmente complejas por parte del poder ejecutivo (o de comisiones
parlamentarias), sin demorarse con los procedimiento s lentos característicos del poder
legislativo . Estas exigencias no se dan en el ordenamiento canónico, donde la potestad
legislativa la ostentan órganos unipersonales y donde la producción de las leyes no está
sometida a especiales formalidades .

Los decretos legislativos se caracterizan, pues, por ser normas generales


dadas por la autoridad ejecutiva en virtud de una delegación de la potestad le-
gislativa, que tienen el mismo rango de la ley. Esto último comporta que los
decretos legislativos pueden dar normas nuevas, independientes de otras leye s,
o sea, pueden crear nuevas obligaciones o atribuir nuevos derechos, establecer ,
en definitiva, nuevas normas de conducta. Más aún, los decretos legislati vos,
puesto que tienen rango de ley, pueden contener disposiciones contrarias a le-
yes anteriores, derogándolas ( con tal que esto pertenezca al ámbito de compe-
tencia de la potestad recibida por delegación : cfr c. 131 § 1).
De todo lo dicho se desprende lo que explícitamente afirma el c. 29: que
los decretos legislativos «son propiamente leyes y se rigen por las disposicio-
nes de los cánones relativos a ellas» . Por tanto , los decretos legislativos no son
normas administrativas, no están sometidos a las leyes (del mismo rango) por-
que ellos mismos son leyes. Son normas dadas por autoridades ejecutivas , pero
en virtud de la potestad legislativa (delegada) poseen fuerza del ley; son expre-
sión de la actividad normativa propiamente legislativa, pues dan reglas genera-
les y abstractas ex novo. Si aquí se trata de estos decretos legislativos es en la
medida en que resulta necesario para distinguirlos de las normas administrati-
vas (especialmente de los decretos generales ejecutorios) y en cuanto es útil
conocer cómo ha de desarrollarse una posible actividad de la Administración.

86
ACTIVIDAD NORMATJVA DE LA ADMINISTRACJÓN ECLESJÁSTICA

Llamamos decreto legislativo solo a aquel que es dado por una autoridad ejecuti-
va en virtud de la potestad legislativa delegada; la única diferencia con la ley es, pues,
el autor. El c. 29 afirma que el decreto general dado por quien tiene potestad legislati-
va es ley; en realidad, es una definición formal de ley, una manera de afirmar la natu-
raleza legislativa de toda norma general dada por el legislador, independientemente de
cuál sea el nombre del documento en el que apare ce. Hay que tener en cuenta que en el
derecho canónico se conserva una larga tradición que distingue numerosos tipos de do-
cumentos, según su solemnidad, finalidad, etc.: decreto, ley, norma, instrucción, motu
proprio, estatuto, y así hasta más de setenta nombres , sin que tales nombres correspon-
dan exactamente a la naturaleza jurídica del contenido del documento (GONZÁLEZ DEL
VALLE). Pues bien, el c. 29, al sancionar el carác ter de ley de toda norma general cuyo
autor tenga potestad legislativa, indica que no habrá que fijarse únicamente en la apa-
riencia externa del documento para calificarlo de acto o norma administrativa o ley,
sino que será necesario examinar su contenido e identificar a su autor. Concretamente,
conviene tener en cuenta que es tradicional que las normas generales dadas por los
Obispos diocesanos en el ámbito de su circunscripción reciban el nombre de «decre-
to», si bien - puesto que se les reconoce la potestad legislativa en su ámbito (cfr c. 391
§ 1)- esos «decretos» son propiamente leyes. Indudablemente, sería deseable que la
praxis normativa se adecuase más a la sustanc ia de las cosas y al régimen actual, a
efectos de mayor claridad jurídica.
Apoyándose en la terminología del CIC y tomando como punto de referencia lo
que sucede en los ordenamientos civiles, algunos han querido ver diferencias sustancia-
les entre los «decretos legislativos» y las «leyes>>,admitiendo también la posibilidad de
que los legisladores diesen estos decretos, distintos de las leyes (o 'OSTILIO). En cambio,
por lo dicho más arriba, no cabe ver ninguna diferencia entre las normas generales dadas
por el mismo legislador, de manera que no tiene mucho sentido hablar de decretos legis-
lativos dados por la autoridad legislativa (porque , como afirma expresamente el c. 29,
son propiamente leyes). Más aún, como venimos diciendo , a tenor de lo dispuesto po r
los ce. 29 y 30, entre el decreto legislativo dado en virtud de delegación y la ley dada por
el legislador no hay en el ordenamiento canónico ninguna diferencia en cuanto a eficacia
y rango; hablar, pues, de decretos legislativos dados por la autoridad ejecutiva tiene sen-
tido solo en orden a controlar la legitimidad del decreto, es decir, a la hora de verificar si
el autor de la norma se ha atenido a los términos fijados en el acto de delegación.
Por la misma razón -pa ra controlar los límites de la delegación - cabe hablar de
decretos legislativos en el caso de normas generales dadas por organismos que no pue-
den ser calificados únicamente como administrativos. Así, el c. 455 § l prevé que las
Conferencias episcopales pueden recibir de la Sede Apostólica un mandato especial
para dar decretos generales (otorgado motu proprio o a petición de la misma Conferen-
cia); estos decretos necesitan la recognitio de la Santa Sede para su promulgación . Asi-
mismo, el c. 343 prevé que el Sínodo de Obispos --organismo de carácter consultivo--
reciba mandato especial del Romano Pontífice para dar decretos con potestad delibera-
tiva, pero también en este caso se requiere que el Papa ratifique la decisión del Sínodo.

b) Los decretos legislativos de la Curia romana


El caso más frecuente, en la práctica, de delegación de la potestad legisla-
tiva a una autoridad administrativa (y el que más problemas plantea) es el de la

87
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

delegación de la potestad legislativa que el Papa puede hacer en favor de un di-


casterio de la Curia romana. Aparte de la potestad judicial de la que gozan los
Tribunales Apostólicos, los dicasterios de la Curia romana poseen potestad eje-
cutiva (vicaria del Papa) y carecen de potestad legislativa, pero ya sabemos que
nada impide que puedan recibir la correspondiente delegación de parte del Ro-
mano Pontífice, como se reconoce en los ce. 30 y 135 § 2. Por su parte , el art.
18 de la Const. Pastor Bonus dispone taxativamente que los dicasterios no
pueden dar leyes ni decretos generales con fuerza de ley (decretos legislativos),
ni derogar las prescripciones del derecho universal vigente, a no ser en casos
particulares y con la aprobación del Sumo Pontífice . El art. 125 § 2 del RGCR
recoge la misma disposición, concretando que para que pueda darse la excep-
ción (de normas con fuerza de ley procedentes de los dicasterios) se requiere la
«específica aprobación» del Romano Pontífice.
Para algunos autores (URRUTIA), esta aprobación específica equivale a la delega -
ción de la potestad legislativa. Otros distinguen la delegación -atribución, previa a la
actividad del delegado, de una potestad que debe constar externamente-- de la aproba-
ción específica, la cual correspondería a la tradicional aprobación ex certa scientia o
aprobación en forma específica (opuesta a la aprobación en forma genérica); la aproba-
ción consistiría, pues, en una intervención del Papa, sucesiva a la producción de la re -
solución del dicasterio, mediante la cual la norma así aprobada recibiría la subsanación
del defecto de potestad del autor y quedaría equiparada a los actos del Romano Pontí-
fice, al menos en cuanto a sus consecuencias jurídicas, ya que equivaldría a la confir-
mación en fom1a específica de la que trata el c. 1405 § 2 ( que dispone que no puede ser
juzgado un acto aprobado en forma específica por el Papa, sin previo mandato suyo)
( GÓMEZ-IGLES!AS ).
Un dicasterio puede, por tanto, dar legítimamente un decreto legislativo si ha re-
cibido un mandato del Sumo Pontífice para ello o si somete un documento preparado
de propia iniciativa a la aprobación específica del Papa. Para este último caso, además
de comunicar el texto preparado a los dicasterios interesados , si los hubiera (PB, art. 17
y RGCR, art. 131 §§ 4 y 5), el art. 126 del RGCR, en sus tres primeros parágrafos , es-
tablece el procedimiento que ha de observarse : es necesario que conste por escrito la
petición, indicando, si las hay, cuáles so n las derogaciones que se pretenden hacer al
derecho universal, y por qué mot ivos, dejando el expediente en manos del Papa para
que lo examine. Respecto al supuesto en el que el dicasterio haya recibido especial
mandato para legislar, parece que también se debería pedir la aprobación (específica)
del texto antes de promulgarlo, ya que las dec isiones de mayor importancia deben so-
meterse a la aprobación del Sumo Pontífice, a tenor del art. 18 de la Const. PB , si bien
la lectura de este artículo da pie para interpretar que no es absolutamente imprescindi-
ble, pues exceptúa de esta obligación las decisiones para las cuales han sido atribuidas
a los jefes de los dicasterios especiales facultades.
En cualquier caso, el procedimiento de petición de la aprobación específica es
algo circunscrito a la gestación del acto, es decir , una cuestión interna que afecta a las
relaciones de las distintas autoridades entre sí. Ciertamente los destinatarios tienen de-
recho a saber si se ha seguido el iter previsto para la emisión de un decreto legislativo,
pero al fin y al cabo resulta indiferente que se haya recibido la necesaria potestad legis-
lativa una vez preparado el texto (mediante la aprobación específica) o antes de iniciar

88
ACTIVIDAD NORMATIVA DE LA ADMINISTRACIÓ N ECLESIÁSTICA

la preparación del documento, mediante un mandato especial , pues Jo que realmente


interesa al sujeto pasivo de la norma es que conste el poder (excepcional) con el que
una determinada autoridad ejecutiva da un decreto con fuerza de ley, ya que de no te-
ner tal poder la norma no sería tal, no vincularía.

En resumen, una norma general y abstracta, contraria a una ley precedente


o con contenidos normativos nuevos (que no entran dentro del marco señalado
por una ley precedente), es sustancialmente una ley, que puede darse única-
mente por quien tiene potestad legislativa; si el autor de tal norma fuese una
autoridad con potestad ordinaria solo ejecutiva, deberá constar que ha recibido
legítimamente la potestad (legislativa) necesaria para ello, pues de lo contrario
la norma se considerará nula.
La doctrina ha manifestado la conveniencia de hacer público el acto de
concesión del poder legislativo , pero la praxis de la Curia romana consiste en
mencionarlo en el mismo documento que contiene la norma general, de mane-
ra que es el mismo beneficiario de esa delegación, autor del decreto legislativo,
quien testimonia haber recibido el mandato. Por lo demás, el derecho canónico
no prevé que el decreto legislativo se dé mediante un documento específico
(puede recibir el nombre de «decreto», pero cabe que se dé un decreto legisla-
tivo bajo el nombre de «Normas», «Declaración», etc.).
De todos modos, el RGCR ha dado un paso importante en orden a dejar
constancia clara de la legitimidad de un decreto legislativo dado por un dicas-
terio, al establecer expresamente en su art. 126 § 4 que se deberá decir explíci-
tamente en el decreto legislativo que el Sumo Pontífice «in forma specifica ap-
probavit».
En caso de que se interpretase que esta norma no afecta al supuesto de que el di-
casterio haya obtenido una delegación previa a la producción del texto, deberá constar
por lo menos que existió tal delegación. Puede citarse el ejemplo de los decretos de la
Congregación para los Obispos (alguno posterior al RGCR) con los que se sancionan
los estatutos de los ordinariatos militares, invocando la potestad recibida a tenor del c.
30, sin que conste que hayan recibido una aprobación específica. Un decreto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, promulgado el 23 .lX.1988, con el que se tipi-
ficaba un nuevo delito , también invocaba la especial facultad recibida a tenor del c. 30.
Otras normas recientes , en cambio, han incluido la fórmula «Summus Pontifex in for-
ma specifica approbavit».
En otras ocasiones, se ha promulgado una norma y posteriormente se ha hecho
público un rescripto «ex audientia Ss.mi» (Lección VIII: 11.B.7 .b) en el que se mencio-
naba la aprobación específica de la norma anteriormente promulgada . En estos casos,
la validez de la norma (o, mejor, de los contenidos normativos con rango de ley) co-
mienza solo a partir de la promulgación de tal rescripto (y, si no se dice nada en contra-
rio, habría que esperar a que transcurra la correspondiente vacatio legis - cfr c. 8-
para su entrada en vigor). Hay que tener en cuenta, en efecto, que en el actual ordena-
miento canónico no existe lo que en el derecho civil se suele denominar «decreto-ley »
u «ordenanza», o sea, una ley emitida, por especiales razones de urgencia o necesidad ,
por un órgano con potestad ejecuti va, que necesita ser ratificada dentro de un determi-

89
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

nado plazo por el poder legislativo. El Motu proprio Cum Juris Canonici, de Benedic-
to XV, del 15 de septiembre de 1917, preveía este tipo de normas, pero de hecho no
llegó a aplicarse . Actualmente lo que se da, pues, es la posibilidad de que un dicaste-
rio prepare un texto legislativo pero Jo someta a la específica aprobación del Papa an-
tes de su promulgación; en cualquier caso, no cobra validez antes de haber recibido
tal aprobación.

Conviene añadir que, tanto en el caso de un mandato previo como en el de


la aprobación específica, el autor del decreto es el dicasterio en cuestión y no el
Romano Pontífice (el cual delega en otro o «aprueba» lo realizado por otro).
De todos modos , los efectos jurídicos son muy similares a los de los actos del
Papa. El art. 134 § 4 del RGCR, de hecho, citando el c. 1405 § 2 (sobre la im-
posibilidad de juzgar un acto aprobado en forma específica por el Papa, sin
previo mandato suyo), dispone que no se da nunca recurso contra los actos
aprobados por el Sumo Pontífice en forma específica.

IV. LAS DISTINTAS CATEGORÍAS DE NORMAS ADMINISTRATIVAS

1. Los decretos generales ejecutorios

a) Noción
El c. 31 § 1 ofrece una definición de decreto general ejecutorio, al estable-
cer que «quienes gozan de potestad ejecutiva, pueden dar, dentro de los límites
de su propia competencia, decretos generales ejecutorios, es decir, aquellos por
los que se determina más detalladamente el modo que ha de observarse en la
ejecución de la ley, o se urge la observancia de las leyes». Los elementos
esenciales de esta especie de decreto son, en consecuencia, los siguientes: a)
el autor es aquella autoridad que goza de potestad ejecutiva; b) es una norma,
general y abstracta; e) depende por completo de una ley precedente, a la que
pretende dar ejecución, y está, por tanto, por debajo de ella (infra legem y se-
cundum legem); d) su contenido consiste en el desarrollo de una ley preceden-
te y su finalidad es la de hacer cumplir la ley o determinar más detalladamente
el modo de aplicarla.
Este tipo de norma evidencia de modo especial la congruencia de que la
Administración desarrolle ciertas actividades normativas, ya que, si bien los
decretos generales ejecutorios son normas generales y abstractas, responden a
una necesidad de la autoridad administrativa, que, para cumplir su misión de
ejecutar y hacer cumplir las leyes, necesita en muchas ocasiones determinar
con más detalle para toda la comunidad, de modo abstracto, cómo ha de hacer-
se. A diferencia, pues, de los decretos generales legislativos anterionnente es-
tudiados, los decretos ejecutorios son normas que pueden llamarse propiamen-
te administrativas, y no solo porque se dan en virtud de la potestad ejecutiva,

90
ACTIVIDAD NORMATIVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

sino también, en cierto sentido, por su contenido y finalidad. Es, en efecto,


muy frecuente que las leyes determinen ciertas obligaciones, pero que no pre-
cisen cómo hay que cumplirlas: dónde, en qué plazos, qué cantidad, etc. A ve-
ces, el mismo legislador prevé la indeterminación de sus normas y otorga en el
propio texto legal habilitaciones especiales a las autoridades administrativas
para que desarrollen algunas disposiciones; otras, es la Administración la que
percibe la necesidad de dictar normas generales para determinar o urgir el
cumplimiento de una determinada ley.

b) Subordina ción a la ley

Los decretos generales ejecutorios son, por tanto, normas subordinadas a


una ley precedente. Consecuencia de esta característica esencial es la regla es-
tablecida en el c. 33 § 1: los decretos generales ejecutorios no pueden derogar
nunca las leyes - no tienen fuerza de ley- y sus prescripciones que sean con-
trarias a las leyes no tienen valor alguno. Aunque el canon no lo diga expresa-
mente, se puede añadir que son también nulas las disposiciones praeter legem,
es decir, aquellas que no tienen una base en la ley, pues no serían normas de ca-
rácter ejecutorio sino regulaciones ex novo, propias de las leyes o de los decre-
tos legislativos de los que trata el recién estudiado c. 30.
De todas formas , en estos supuestos es de aplicación la tradicional regla
(contenida en el Líber VIº Reg. 37) «utile non debet per inutile vitiari»: las dis-
posiciones contenidas en un decreto general ejecutorio que sean nula s por ser
contra o praeter legem no hacen nulo el resto del decreto. En cualquier caso, el
gran problema que plantea la existencia de estos decretos generales ejecutorios
es la dificultad de determinar si ciertas disposiciones son necesaria s para la eje-
cución de una determinada ley, es decir, si entran dentro de la noción de norma
ejecutoria, o si son más bien normas nuevas, independientes de la ley que se
quiere aplicar, en cuyo caso la autoridad administrativa no goza de potestad
para establecerlas.
Nótese que hemos dicho que son praeter legem las disposicione s de un decreto
general ejecutorio que no tienen base en la ley desarrollada; no lo son, en cambio,
aquéllas que establecen como obligatorio un modo entre los posibles de cumplir una
ley, aunque la ley no imponga ninguno. Por ejemplo, el c. 1066 establece el principio
general de que «antes de que se celebre el matrimonio, debe constar que nada se opone
a su celebración válida y lícita» y el c. 1067 remite a la nonnativa de la Conferencia
Episcopal acerca del examen a los contrayentes y de las proclamas: la Conferencia
Episcopal podrá , por tanto, emitir un decreto general ejecutorio en el que determine si
las proclamas deberán leerse en las iglesias o si deberán fijarse en sus puertas y por
cuánto tiempo.

Otra consecuencia de la subordinación a la ley es la norma contenida en el


parágrafo 2 del c. 33, que establece que cesan los decretos cuando cesa la ley
para cuya ejecución fueron dados. Asimismo, el CIC establece en el mismo lu-

91
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NIS TRATIVO CANÓNICO

gar que estos decretos pierden su vigor por revocación explícita o implícita he-
cha por la autoridad competente, pero no cesan al concluir la potestad de quien
los dictó, a no ser que se disponga otra cosa . Es autoridad competente para re-
vocar un decreto general ejecutorio la misma autoridad que lo estableció, su
sucesor y su superior jerárquico.

c) Autor
Afirma el c. 31 que pueden dar decretos generales ejecutorios quienes go-
zan de potestad ejecutiva, dentro, lógicamente, de los límites de su competen-
cia. La posibilidad de dar decretos generales ejecutorios forma parte, pues, de
la potestad ordinaria ejecutiva de la que gozan los órganos vicarios . Así, pue-
den dar este tipo de decretos los vicarios generales y los vicarios episcopales, a
no ser que medie alguna reserva (cfr c. 479 §§ 1 y 2); también pueden darlos
los dicasterios de la Curia romana (cfr RGCR , art. 125 § 1).
La competencia se define por los límites de la comunidad de fieles sobre
la que se ha de ejercer la potestad (el vicario general de una diócesis tiene com-
petencia en esa diócesis y no en otras; la Congregación para la Evangelización
de los Pueblo s, para los territorios de misión; etc.) y por la materia (el vicario
episcopal nombrado para ciertos asuntos puede dictar decretos generales ejecu-
torios sobre materias relacionadas con su cargo; un dicasterio de la Curia ro-
mana , sobre las cuestiones de su responsabilidad) . Es de advertir que la dispo-
sición del c . 32, que establece que «los decretos generales ejecutorios obligan
a los que obligan las leyes cuyas condiciones de ejecución determinan o cuya
observancia urgen», hay que ponerla en relación , lógicamente, con la compe-
tencia de la autoridad que dicta el decreto; es decir, cabe un decreto general
ejecutorio con un sujeto pasivo distinto del de la ley, como sucede en el caso de
un decreto de ámbito dioce sano para aplicar una ley universal: obliga a todos
los obligados por la ley que están sujetos a la competencia del autor del decre-
to. La norma del citado canon tiene por objeto subrayar el carácter de generali-
dad propio de los decretos generales ejecutorios.
La peculiar organización eclesiástica nos obliga a mencionar el hecho de
que que en la Iglesia todos los que gozan de potestad legislativa tienen tam-
bién potestad ejecutiva: ¿Pueden éstos dar decretos generales ejecutorios? La
cuestión no es baladí, pues cabe que el mismo legislador desee en un momen-
to posterior concretar mejor alguna de las disposic iones legale s o, lo que pue-
de ser más frecuente, que el Obispo diocesano -legislador en su diócesis, y
a quien compete la obligación de defender la unidad de la Iglesia universal ,
promoviendo la disciplina común a toda la Iglesia y exigiendo el cumpli-
miento de todas las leyes eclesiásticas (c. 392 § 1)- quiera dictar un decreto
general ejecutorio para dar cumplimiento cabal en su diócesis a una ley uni-
versal.
Es necesario recordar la disposición del c. 29, que establece que cualquier
norma general dada por el legislador es propiamente ley y se rige por los cáno-

92
ACTIVIDAD NORMATIVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

nes relativos a las leyes. Por tanto, si una autoridad con potestad legislativa
quisiera dar un decreto general ejecutorio (porque tiene también potestad eje-
cutiva), el decreto tendrá como contenido y finalidad la ejecución de una ley
anterior, pero el rango formal será el de ley, es decir, será una ley de contenido
ejecutorio, de manera que es irrelevante en este caso decir que es un decreto
general ejecutorio. En otras palabras, a ese decreto no le afectaría una de las
consecuencias jurídicas más características de los decretos ejecutorios, aquella
que exige que el decreto se limite a determinar más detalladamente el modo de
cumplir la ley (ya que los contenidos praeter /egem serían válidos, en cuanto
normas legales dadas por el legislador competente).
La ley con contenido ejecutorio dada por el legislador podría contener incluso dis-
posiciones contrarias a la ley - la cual quedaría derogada en esos puntos - , si el autor
del decreto fuese, obviamente, del mismo (o superior) rango del legislador de la ley.
Únicamente habría que examinar la dependencia de la nonna ejecutoria dada por el le-
gislador respecto de la ley para cuya ejecución fue dada a la hora de la cesación de la
ley: si la norma fuese verdaderamente ejecutoria y no tuviese sentido por sí sola, cesa-
ría, como suelen decir los canonistas, por «cesación de materia» (pero subsistirían, si
las hubiese , las disposiciones independientes de la ley cesada).
Una cuestión particular se presenta con la calificación jurídica de los decretos ge-
nerales de las Conferencias episcopales. Como es sabido, el CIC contiene numerosas
remisiones a la normativa complementaria de las Conferencias episcopales: ¿ Tienen
éstas potestad legislativa? ¿Las remisiones del CIC son habilitaciones para dar decre-
tos generales ejecutorios, o indican las materias sobre las que estos organismos tienen
potestad legislativa? El tema es muy complejo porque requiere estudiar la potestad de
estos organi smos. La Pontificia Comisión para la Interpret ación Auténtica del CIC res-
pondió afirmativamente, el 5 de julio de 1985, a la pregunta : «si bajo la denominación
«decretos generales» a que se refiere el c. 455 § 1 vienen también comprendidos los
decretos generales ejecutorios de los que se trata en los ce. 31-33». Aquí interesa más
bien fijarse en el contenido de esos decretos : en ocasiones parece que podrían encua-
drarse dentro de los decreto s generales ejecutorios, pues deben determinar más detalla -
damente la modalidad de cumplir una ley (por ejemplo, la determinación de la ley del
ayuno y de la abstinencia: cfr c. 1253) ; en otras, cabe pensar que son normas con un
contenido más independiente ( como pued en ser, por ejemplo, las normas sobre el con-
sejo presbiteral : cfr c. 496). En todo caso han de estar circunscritas a la materia señala-
da y seguir el procedimiento establecido en el c. 455.

d) Forma de producción
Los decretos generales ejecutorios son normas administrativas, pero, al fin
y al cabo, normas generales y abstractas como las leyes (leyes en sentido mate-
rial). Como toda norma estable dada para una comunidad, es necesario que
sean conocidos, es decir, que sean promulgados. El c. 31 § 2 afirma expresa-
mente que en lo que atañe a la promulgación de los decretos generales ejecuto-
rios habrá de seguirse la misma norma que el c. 8 establece para las leyes ecle-
siásticas, que ya hemos recordado. Asimismo, se aplica a los decretos generales

93
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ejecutorios el criterio previsto para las leye s respecto a la «vacación» (periodo


de tiempo que transcurre desde que se promulga hasta que entra en vigor): tres
meses para el decreto universal y un mes para el particular, a no ser que en el
mismo decreto se establ ezca (sin arbitrariedad) otro pla zo.
Como sucede con las leyes y con los decretos legislativos, los decretos ge-
nerales ejecuto rio s pueden ser promulgados bajo otro nombre. Esto explica el
inciso del c. 33 § 1, cuando dispone que estos decretos no pueden derogar las le-
yes «aunque se publiquen en directorios o documentos de otro nombre». Por
tanto, para averiguar la naturaleza jurídica (y la validez) de un documento habrá
que examinar quién es el autor, con qué potestad actúa y cuál es el contenido.
En cuanto al procedimiento de producción, hay que señalar la norma del c.
480, relativa a la actuación del vicario general y del vicario episcopal, los cua-
les deben infom1ar al Obispo diocesano sobre los asuntos más importantes -y
la producción de un decreto general ejecutorio, por ser general, es sin duda un
asunto importante- y nunca actuar án contra la voluntad e intenciones del
Obispo diocesano. Respecto a la producción de este tipo de normas por parte
de los dicasterios de la Curia romana, hay que estar a lo establecido por la
Const. Pastor Bonus (arts . 17 y 18) y por el RGCR (art. 131).
Podemos resumir así el procedimiento seguido en la Curia romana, que refleja el
proceso de maduración que comporta la emisión de una norma: el propio dicasterio de-
termina la naturaleza del decreto gene ral ejecutorio; la oficina correspondiente del di-
casterio, con la colaboración de los consultores u otros expertos, prepara un proyecto;
el Prefecto o Presidente del dicasterio , oído el parecer del Congreso , indica qué otros
dicasterios (u organismos episcopales) deben ser oídos ; el proyecto debe ser enviado al
Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y, si trata de algo relativo a la fe y a las
costumbres, a la Congregación para la Doctrina de la Fe; el texto del documento así
preparado es sometido al examen de los Miembros del dicasterio y, después de su apro-
bación , al Sumo Pontífice; el documento , firmado por el Jefe del dicasterio y contrafir-
mado por el Secretario , es puesto en conocimiento de los Obispos antes de su promul-
gación. En fin, el documento suele ser ilustrado a la opinión pública mediante la Sala
de Prensa de la Santa Sede .

2. Las instrucciones

a) Noción
El c . 34 del CIC ha acuñado el nombre de «instrucción» para referirse a un
tipo muy delimitado de norma, excluyendo otros significados má s genéricos
que han estado en uso. Mediante las instrucciones , según la definición del cita-
do canon, «se aclaran las prescripciones de las leyes, y se desarrollan y determi -
nan los modos en que ha de realizarse su ejecución» (hasta aquí se podría con-
fundir con el decreto general ejecutorio). Pero la nota específica de esta clase
de normas la constituye el destinatario a quien está dirigida: se trata de una nor-
ma interna de la Administración o, como afirma el c. 34, de una norma dada

94
ACT I VIDAD NORMAT IVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLES IÁSTICA

para todos aquellos a quienes compete cuidar de que se cumplan las leyes, que
quedan obligados a ejecutar las leyes del modo prescrito por la instrucción.
Así como el problema principal que planteaba el decreto general ejecutorio se re-
fería a la detenninación de] contenido nonnativo (es decir, que no sobrepasase el fin eje -
cutorio), en el caso de las instrucciones la cuestión estriba en que sus prescripciones se
dirijan exclusivamente a las autoridades que han de ejecutar la ley y no se pretenda me-
diante este tipo de norma dar otras reglas para los destinatarios de la ley (ya sean nuevas
o simplemente ejecutorias).
Puesto que las instruccio nes no están dirigidas a todos los destinatarios de
la ley, no necesitan ser promulgadas : basta que lleguen a conocimiento de los
destinatarios obligados (es decir, que se «promulguen» solo para lo s destinata-
rios). Si contuviese alguna disposición «externa» a la Administración , la ins-
trucción dejaría de ser tal y, para ser norma válida, tendría, obviamente, que ser
promulgada.
Cabe, en efecto , que , a propósito de una instrucción , la autoridad competente
quiera dar alguna disposición a todos los destinatarios de la ley; en tal caso, puede op-
tar por hacer una instrucción y otra norma (decreto general ejecutorio o ley), o bien
solo otra norma en la que se contengan también prescripciones para la Admini stración .
Lo que no resulta posible es que una instrucción no promulgada pretend a establecer
válidamente nueva s prescripciones para todos los destinatarios de la ley.
Conviene aclarar que las instrucciones pueden ser calificadas con todo ri-
gor de normas , en el sentido de que son generales y abstractas. Aunque aquí la
generalidad no se refiera a toda la comunidad a la que se dirige la ley, se da, de
todos modos, esta nota porque la instrucción está dirigida a todos aquellos que
deben ejecutar una ley (aunque de hecho sean pocas personas) y sus disposi -
ciones se conciben de manera abstracta, para el futuro.
Aunque el CIC haya reservado la p alabra «instrucción» para el tipo de norm a del
que estamos hablando , hay que tener en cuenta lo ya advert ido anterionnente, o sea,
que las normas pued en darse bajo nombres muy distinto s, sig uiendo crit erios más o
menos tradicionale s de cancillería. Así, por ejemplo, después de la entrada en vigor del
ere,se ha promul gado el 15 de agosto de 1997, con la aprobación específi ca del Papa,
una importante «Instrucción» sobre algunas cuestiones relativa s a la colaboración de
los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes, cuyo autor son varios dicasterio s. In-
dudablemente , se trata en realidad de un decreto legislativo de los del c. 30 con fuerza
de ley, en virtud de la aprobación específica, y no de un a instrucción del c. 34, si bien
se puede comprend er la elección del nombre en cuanto tiene algunos contenidos típi-
cos de las instruc cio nes en sentido estric to, es decir, dirigidos a los Ob ispos diocesa-
nos, quienes tienen que hacer cumplir la ley universal de la Igle sia.

b) Carácter administrativo

El autor de la s instrucciones es quien tiene potestad ejecutiva, dentro de


los límites de su competencia. Se tratará, por tanto , de una autoridad adminis-

95
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

trativa que tenga oficios u organismos jerárquicamente subordinados con la


responsabilidad de ejecutar leyes. Es irrelevante que tal autoridad tenga ade-
más potestad legislativa, pues con la instrucción no se da ninguna ley para toda
la comunidad (si así fuera, habría que promulgarla y cambiaría la naturaleza de
la norma).
Establece el parágrafo 2 del c. 34 que «lo ordenado en las instrucciones no
deroga las leyes , y carece de todo valor lo que es incompatible con ellas». Es
una manifestación más de que se trata de una norma subordinada a la ley, infra
legem; pero también es un efecto de la naturaleza propia de las instrucciones:
si el autor de la instrucción tuviese la potestad legislativa necesaria para cam-
biar la ley, para hacerlo tendría que promulgar la nueva ley, siendo del todo in-
suficiente una norma interna de la Administración.
En fin, el modo de cesación de las instrucciones es coherente con su na-
turaleza administrativa y dependiente de la ley: cesan mediante revocación
explícita o implícita de la autoridad competente que la emitió, o de su supe-
rior, y al cesar la ley para cuya aclaración o ejecución hubieran sido dadas (c. 34
§ 3).
La revocación explícita se realiza mediante un acto de la autoridad competente en
el que se declara expresamente que cesa la instrucción ; la revocación implícita puede
contenerse en una intervención de la autoridad competente que solo puede tener senti-
do si se interpreta que la instrucción quedó revocada , como sería el caso, por ejemplo,
de la emisión de una nueva instrucción para aplicar la misma ley.

3. Las normas «independientes»

Hasta ahora hemo s examinado, además de los decreto s legislativos (que,


recordemos , no son normas administrativas, sino legislati vas ), las normas ad-
ministrativas ejecutorias, que están subordinadas a la ley, es decir, que tienen
su razón de ser en una ley precedente, hasta el punto de qu e, si ésta cesa, cesa
automáticamente también la norma ejecutoria . Ahora bien , las autoridades ad-
ministrativas pueden también dar algunas normas «independientes», que no
hacen referencia a una ley concreta, aunque, coherentemente con su naturale za
administrativa, han de ser infra /egem , lo que supone, por encima de todo , que
nunca podrán contener disposiciones contra legem. Estas nonnas independien-
tes son los estatutos y los reglamentos.

a) Los estatutos

El CIC ha hecho diversos intentos de ftjar una terminología para aplicarla


a un determinado tipo de normas, como ha sucedido con las instrucciones. Así ,
el c. 94 da una definición de «estatutos», aunque aclara que la definición se re-
fiere a los estatutos en sentido propio, con lo que admite el sentido impropio.

96
ACTJVIDADNORMATJVADE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

En efecto, la palabra en cuestión ha sido muy utilizada en el derecho canónico,


de manera que no ha tenido nunca un significado muy preciso. Incluso el pro-
pio CIC emplea a veces el término «estatutos» en sentido impropio.
Pues bien , el c. 94 § 1 afirma que «estatutos, en sentido propio, son las
normas que se establecen a tenor del derecho en las corporaciones o en las fun-
daciones, por las que se determinan su fin, constitución, régimen y fo1ma de
actuar». La definición se basa, pues, en el contenido de estas norm as: son las
que establecen el derecho «constitucional» de un ente moral, de una universi-
tas personarum o de una universitas rerum, esté constituida en persona jurídi-
ca o no (cfr ce. 115-117).
El parágr afo 2 del mismo canon determina el ámbito de aplicación de es-
tas normas: obligan solo a las personas que son miembros de la corporación y
a quiene s se encargan del gobierno de la fundación. Los estatutos en sentido
propio son, por tanto, normas fundacionales de un ente y se refieren solo a ese
ente, de manera que no afectan directamente a terceros ajeno s a la corporación
o fundación. No obstante, cabe denominarlas «normas» generales y abstractas:
están dirigidas abstractamente a todos aquellos que pertenecen o pertenecerán
al ente. Naturalmente, el grado de generalidad y abstracción es mucho menor
que el de una ley dada, por ejemplo, para fijar el modo de elaborar los estatutos
de las asociaciones o fundaciones.
La colocación sistemática del c. 94, en el Título V del primer Libro, es decir,
en un Título posterior a otros destinados respectivamente a la ley, a la costumbre
y a las normas y actos administrativos, da pie para pensar que se trata de unas
nonnas que podrían no ser calificadas ni de legislativas ni de administrativas; más
aún, parece que los estatutos más típicos, que mejor corresponden a la definición
legal, son los que proceden de la autonomía privada de los fieles (PRADOS), es de-
cir, los estatutos de las asociaciones y fundaciones creadas por iniciativa de los
fieles, que determinan el fin, la constitución, el régimen y la forma de actuar de
estos entes. Tales estatutos no son, evidentemente, normas administrativas.
El c. 117 establece que para que una corporación o fundación obtenga la persona-
lidad jurídica es necesario que sus estatutos sean aprobados por la competente autori-
dad eclesiástica. Por lo que atañe a las asociaciones , hay que decir que todas ellas de-
ben tener sus propios estatutos (c. 304 § 1). El c. 299 § 3 dispone que no se admite
ninguna asociación privada en la Iglesia si sus estatutos no han sido revisados (si no
han obtenido la recognitio) por la autoridad competente (de la que trata el c. 312 § l);
para que estas asociaciones obtengan la personalidad jurídica sus estatutos deben ser
aprobados (c. 322 § 2), al igual que los de las asociaciones públicas (c. 314). Mucho se
ha escrito acerca de cuál pueda ser la diferencia entre la aprobación y la simple reco-
gnitio ; para algunos la recognitio sería un control de conformidad con la fe, las cos-
tumbres y el derecho eclesiást ico, mientras que la aprobación supone además un juicio
de valor positivo (NAVARRO). Lo que interesa aquí decir es que, en cualquier caso (ap-
probatio o recognitio, de una asociación o de una fundación) , se trata de un acto admi-
nistrativo singular por el que la autoridad competente aprueba o reconoce los estatutos
previamente elaborados, pero sin que ella se convierta en la autora de esta norma.

97
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

La naturaleza -legislativa, administrativa o de autonomía privada- de


los estatutos dependerá de quién sea su autor. De hecho, el c. 94 § 3 establece
que «las prescripciones de los estatutos que han sido establecidas y promulgadas
en virtud de la potestad legislativa, se rigen por las normas de los cánones acerca
de las leyes». En la práctica , puesto que el legislador tiene potestad para ello,
es posible que al dictar unos estatutos, éstos contengan prescripciones que
afecten también a terceros, en contra de lo dispuesto por el c. 94 § 2, de suerte
que ya no serían estatutos en sentido propio , sino leyes de contenido estatuta-
no.
Los estatutos de las circunscripciones eclesiá sticas (ordinariatos mili tares, prela-
turas personale s, ordinariatos rituales, etc .) son leyes , no solo porque el autor es el le-
gislador, sino porque consisten en una nonna nueva dada para toda la comunidad de la
circunscripción y, puesto que es el legislador (en estos casos, el legislador supremo )
quien da tales normas, pueden estos estatutos contener prescripciones que también in-
teresen a terceros, como , por ejemplo, en el caso de los ordinariatos militares, la moda-
lidad de intervención de la juri sdicción eclesiástica local en los lugares militares. Por
todo esto, los estatutos de estas circunscripciones no son estatutos en sentido propio,
sino leyes con un contenido principalmente «estatutario».
Es tradicional que en el acto de erección de una diócesis (o de otra circunscripción
análoga) se contengan algunas disposiciones de tipo estatutario, pero, en real idad, no
añaden nada a lo ya dispuesto por el derecho común; solo en las circunscripciones per-
sonales citadas se da la necesidad de definir el nuevo ente mediante estas leyes estatu-
tarias. Es excepcional el caso de la diócesis de Roma, que cuenta con una ley estatuta -
ria. Los actos de erección de las circunscripciones ecle siásti cas, ya sean mayores
(diócesis, prelatura s, prefectur as) o menores (por ejemplo , las parroquia s), son de por
sí actos singulares constitutivos. Ahora bien , se trata de actos que no afectan simple-
mente a situaciones jurídicas subjetivas, sino que configuran la propi a estructura social
pública. De ahí que estos actos estén revestido s de las mayores solemnidades formales
y reservados a las más altas autoridades (a veces, con especiales requisitos procedi-
mentales , como sucede para la erección de una panoquia). Se comprende, por eso, que
los ejemplos paralelos que encontramos en los ordenamiento s civiles suelan estar re-
serva dos al legislador, es decir, se den mediante una ley formal (aunque no sea ley en
sentido material).

De la misma manera que los estatutos dados en virtud de la potestad legis-


lativa son leyes, cabe decir que aquellos que son dados en virtud de la potestad
ejecutiva son normas administrativas. Así, por ejemplo, los estatutos de un san-
tuario, que tienen que estar aprobados (en este caso «aprobados» equivale a
«dados») por el Ordinario del lugar, pueden calificarse de normas administrati-
vas (c. 1232). En este caso, los estatutos deberán estar, lógicamente, sometidos
a la ley.
De todas formas, no resulta clara en mucho s casos la calificación administrativa
de los estatutos, ya que la autoridad que los da suele tener potestad legislativa y ejecu-
tiva, y no es posible detenninar con precisión cuál de las dos está ejercitando. Un po-
sible criterio sería el de considerar de nah1raleza administrativa aquellos estatutos que

98
ACTIVIDAD NORMATIVA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

regulan la constitución de un ente que posee ya una definición legal de base (por ejem-
plo, los estatutos de un consejo presbiteral o de un seminario), pero que necesitan unas
normas en las que se concrete cómo es exactamente su constitución, órganos de go-
bierno, etc. Por supuesto, serán administrativos los estatutos de un ente creado directa-
mente por la autoridad administrativa.

b) Los reglamentos

En otro de los aludidos intentos de definición de tipos de normas , el c. 95


contiene la noción de reglamento (pa labra utilizada en castellano para traducir
el término latino «ordo» ). Los reglamentos son, según este canon, las reglas re-
lativas a la constitución, régimen y procedimiento que han de observarse en las
reuniones de personas, tanto convocadas por la autoridad eclesiástica como li-
bremente promovidas por los fieles, así como también en las celebraciones. El
parágrafo 2 del mismo canon aclara que los reglamentos obligan a quienes to-
man parte en estas reuniones o celebraciones.
Al igual que los estatutos, los reglamentos son normas que se definen por
su objeto y, a diferencia de ellos, no se refieren a la constitución de un ente,
sino a la constitución y procedimiento de una reunión de personas. Así, encon-
tramos algunos entes, como, por ejemplo, el consejo presbiteral, que han de te-
ner uno s estatutos que determinen su constitución ( quiénes son miembros de
derecho, cuántos son mi embros por elección, cuántas veces se han de reunir ,
etc.) y un reglamento que regule sus reuniones (quién las preside, cómo se de s-
arrollan las votaciones, modalidad de las intervenciones, etc.).
Los reglamentos son nonnas abstractas, dadas para todas las veces que se cele-
bren ese tipo de reuniones (como el ejemplo citado de las reuniones del consejo pres-
biteral). Cabe también que se dé un reglamento para una sola reunión, como sería el
caso, por ejemplo, del reglamento de un sínodo, que una vez terminado se disuelve y el
reglamento decae. En este ejemplo (aparte de que el mismo sínodo puede reunirse bas-
tantes veces), el grado de abstracción es ciertamente menor porque se da para W1aco-
munidad constituida ad casum, pero estamos de todas maneras delante de una nonna
general (válida para toda la comunidad que se reúne) y abstracta, ya que regula la reu-
nión abstractamente, sin mencionar, por ejemplo, los nombres de las personas que in-
tervienen ni otras circunstancias concretas.
El c. 95 habla de reunion es tanto convocadas por la autoridad como por
iniciativa de los fieles. Esto quiere decir que también habrá reglamentos que
sean fruto de la autonomía pri vada (los reglamentos, por ejemplo, que regulen
las reuniones de la asamblea de socios de una asociación) y otros que sean ma-
nifestación del poder nonnativo de la autoridad eclesiás tica. Al igual que decía-
mos respecto a los estatutos, serán normas administrativas aquellos reglamentos
que sean dados por la autoridad administrativa en el ejercicio de sus funciones.
Es más , por la misma naturaleza de estas normas , en la mayoría de los casos
los reglamentos dictados por una autoridad eclesiástica, si son tales, serán nor-
mas administrativas (y, por tanto, infra /egem).

99
COMPENDJO DE DERECHO ADMJNISTRATJVO CANÓNICO

Cuestión distinta es q ue bajo el nombre de «reglamento» se dé una norma de otra


naturaleza. Por ejemplo, el tantas veces citado Reglamento General de la Curia roma-
na constituye un caso singular . Por la transcendencia de la actuación de la Curia y por
las materias que regula, su contenido es más bien legislativo y, en muchos puntos, eje-
cutorio de la Const. Ap. Pastor Bonus.

V. CONTROL DE LEGALIDAD DE LA ACTIVIDAD NORMATIVA

1. La racionalidad de las normas

Desde el punto de vista jurídico sustancial , lo que importa es que toda la


actividad de gobierno - normativa, administrativa o judicial- sea justa. En
cuanto a la actividad normativa, lo que se pide es que ésta sea racional (que
sea una ordinatio rationis de la vida social para conseguir el bien común, como
enseñaba Santo Tomás de Aquino). La norma, por tanto, ha de estar de acuerdo
con la realidad de las cosas y no contradecir el derecho divino (natural o posi-
tivo), ni ser contraria a la realidad social, ni ir contra el bien común, pues , de lo
contrario, la nom1a sería irracional - mandato proveniente del puro arbitrio de
la voluntad - y, por tanto, no sería en rigor norma , no vincularía jurídicamente
(con un vínculo de jus ticia).
El juicio de racionalidad de la norma se hace mediante la confrontac ión con la rea-
lidad que la norma prete nde regular (donde están presentes exigencias de justicia , tam-
bién elementos de derecho divino), lo que no supone introducir un elemento de incerti-
dumbre debido a la subjetividad en el modo de apreciar la realidad. Muy al contrario :
la realidad de las cosas, donde están ínsitas las exigencia s del derecho divino, es lo má s
objetivo, estable y seguro. De hecho , de nada serviría, por ejemplo, la «seguridad» de
que toda la actividad normativa se llevará a cabo según una ley fundamental, si tal ley
fundamental no es justa ( aparte de que la ley humana no puede prever todo) . Ha de te-
nerse en cuenta, de todas formas , que debe partirse de la presunción de validez de las
normas legítimamente dadas por las autoridades competentes y que una norma defec-
tuosa , discutible o insuficiente no es irracional; lo es sol amente aquélla contraria a la
naturaleza humana (inmoral o injusta) o contraria al bien común o completamente im-
perita (cuyo cumplimiento es imposible o comportaría efectos técnicos nocivos para la
comunidad) (HERVADA).

2 . La jerarquía normativa

Los ordenamientos jurídicos modernos arbitran algunos medios para ga-


rantizar la justicia de la actividad normativa, si bien tienen un valor relativo, al
tratarse solo de medios. Pues bien, uno de ellos es el de la jerarquía normativa:
existen distintos rangos de normas, de manera que las del escalón inferior han
de estar conformes co n la normativa superior; cuanto más alto sea el nivel nor-

100
ACTIVIDAD NORMATIVADE LA ADMINJSTRACJÓNECLESIÁSTICA

mativo, más requisitos se pedirán para producir las normas (reserva a ciertas
autoridades, especiales formalidades, etc.).
En el ordenamiento canónico, aunque no existe una ley constitucional es-
crita, se da una cierta jerarquía normativa, lo que favorece la seguridad jurídi-
ca. A lo largo de esta lección hemos insistido en numerosas ocasiones sobre la
necesidad de que las normas administrativas sean consideradas infra /egem y
que, por tanto, no contradigan las leyes ni contengan subrepticiamente nuevas
leyes. Conviene ahora hacer algunas puntualizac iones .
Las normas administrativas son inferiores a las legislativas. Concretamen-
te, los decretos generales ejecutorios están por debajo de las leyes Uerarquía
formal). Ahora bien , cuando el órgano vicario de un legislador da un decreto
general ejecutorio se sitúa, por así decir, en el nivel de ese legislador . Así, un
decreto general ejecutorio -s iempre y cuando se circunscriba a su contenido
meramente ejecutorio de una ley precedente- dictado por un dicasterio de la
Curia romana está, en cuanto a rango normativo , por encima de una ley parti-
cular de un Obispo diocesano (respetando en cualquier caso lo dispuesto por el
c. 20), de manera que éste no podrá contradecir la norma administrativa supe-
rior anterior. En otras palabras, en el derecho canónico, a la hora de establecer
la jerarquía normativa, prevalece el criterio subjetivo (la autoridad con que se
dan las normas) sobre el fonnal (LABANDEIRA).
Otro punto que hay que considerar es la falta de claridad fonnal en el mo-
mento de emitir las normas. Como ya se ha dicho repetidas veces, los nombres
utilizados para los documentos no suelen indicar el tipo de acto del que se tra-
ta. Por eso es preciso analizar bien cada acto para dilucidar a qué tipo pertene-
ce. Habrá que examinar, en primer lugar, quién es el autor y con qué potestad
actúa (si con potestad ejecutiva ordinaria, con potestad ordinaria propia legis-
lativa o con potestad legislati va delegada); y, en segundo lugar, cuál es el con-
tenido (es decir, si corresponde a un acto singular o a una norma, si se trata de
una norma ejecutoria o de una regla ex novo, etc.). El examen de estos extre-
mos da luz sobre la legitimidad (y validez) de las nonnas administrativas.
En la práctica se ha demostrado especialmente importante este punto a la hora de
examinar los decretos generale s dados por un dicasterio de la Curia romana . Habrá que
ver, por tanto , si la aprobación pontificia que han recibido es específica (y, en ese caso,
nada obsta para que contengan normas praeter legem) o si el dicasterio no ha recibido
delegación alguna, en cuyo caso las disposiciones nue vas (o contrarias a una ley) que
contenga el decreto serías nulas . El tema es particularmente delicado porque, como he-
mos dicho , en el caso de los decretos gene rale s ejecutorios se da frecuentemente un
ámbito en el que es dificil determinar si su contenido es ejecutorio o si es en realidad
una regul ación nueva.

3. Los recursos contra las normas administrativas


Así las cosas, parece una conclusión obvia que , para garantizar la legali-
dad de la actividad normativa de la Administración y hacer eficaz la jerarquía

101
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

normativa introducida, es necesario que se admita la posibilidad de recurrir


contra las normas dadas por las autoridades administrativas. Hay que decir, sin
embargo, que en este punto el derecho administrativo canónico no está sufi-
cientemente desarrollado y que, a diferencia de lo que ocurre en otros ordena-
mientos jurídicos, no está previsto el recurso contra las normas administrativas.
Tanto el recurso jerárquico del que habla el c. 1732 como el recurso con-
tencioso-administrativo del que se ocupa la Signatura Apostólica (c. 1445 § 2),
se refieren a los conflictos causados por los actos administrativos singulares, y
no a las normas administrativas (Lecciones IX y X); así es interpretado unáni-
memente por la doctrina y por la praxis. Naturalmente, cabria la posibilidad de
un recurso contra un acto administrativo singular basado en una norma admi-
nistrativa que se considera ilegítima , pero tener a disposición solo esta posibi-
lidad causa una gran inseguridad jurídica (piénsese, por ejemplo, en una situa-
ción en la que la disposición que se considera nula esté contenida en un decreto
general ejecutorio dado por la Curia romana, que las autoridades particulares
están obligadas a hacer cumplir).
A tenor de PB, art. 158, el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos puede
determinar si las leyes particulares y los decreto s generales dados por los legisladores
inferiores a la autoridad suprema son conformes o no a las leyes universale s. Natural-
mente esta norm a es de aplicación en el caso de decretos generales ejecutorios dado s
por las autoridades (legisladores o no) inferiores a la autoridad suprema, pero no afecta
a los decretos emitidos por los dicasterios de la Curia romana.

Hay que afirmar, de todos modos, con LABANDEIRA, que, si bien no están
previstos expresamente los recursos contra las normas administrativas, éstos
pueden tener lugar. Ya antes de la promulgación del CIC existían instituciones
que los permitían . Ahora, el CIC prevé la nulidad de las prescripciones admi-
nistrativas que no cumplan los requisitos de legalidad , las cuales pued en ser
derogadas (como todas las normas administrativas) por el autor de esas nor-
mas , su sucesor y su superior jerárquico, de oficio o a instancia de parte . Por
otra parte, el Sumo Pontífice puede ju zgar cualquier tipo de causa (cfr c. 1417
§ 1) y, por tanto , cualquier norma dada por un órgano vicario suyo o por una
autoridad particular ; e incluso puede suplicarse el mandato de la aperitio orís
para las normas aprobadas en forma específica por el Papa (cfr c. 1405 § 2). De
todos modos , qué duda cabe de que se ganaría mucho en certeza jurídica y, por
tanto , en buen gobierno, si se fonnalizase expresamente un canal para la revi-
sión de las normas administrativas .

102
LECCIÓN IV

NOTAS SOBRE LAS ACTIVIDADES CONTRAC'fUAL


y SANCIONADORA DE LAADMINISTRACION
ECLESIÁSTICA

Una vez examinada la actividad normativa, es necesario considerar, aun-


que sea sucintamente, otras dos expresiones de la actividad jurídica de la Ad-
ministración eclesiástica: ciertos contratos en los que la Administración es par-
te y la intervención atribuida a la autoridad ejecutiva en el ámbito penal.
Esas actividades no son objeto de una regulación completa y sistemática
en el derecho vigente , por lo que la doctrina canónica no las ha tratado especí-
ficamente en el contexto de una exposición del sistema de derecho administra-
tivo de la Iglesia . Sin embargo, la consideración general de la actividad jurídi-
ca de la Administración quedaría incompleta si se omitiera toda referencia a
estas manifestaciones, que forman indudablemente parte de ella. Así pues, ex-
pondremos en esta lección los aspectos más relevantes de las actividades con-
tractual y sancionadora de la Administración eclesiástica, sin que exista otro
motivo para tratar juntas estas dos actividades, de por sí tan distintas , que el
propósito de limitarnos a ofrecer una sucinta información sobre ellas, antes de
centramos en el estudio detenido de los actos administrativos singulares (Lec-
ciones V-VIII).

l. ACTMDAD CONTRACTUAL DE LA ADMINISTRACIÓN ECLE SIÁSTICA

La celebración de pactos, convenciones o contratos ha funcionado corrien-


temente desde antiguo como fuente de derechos y obligaciones en el ámbito
canónico. En el Código de Derecho Canónico se mencionan diversas figuras
que responden a la noción canónica de contrato y mediante las cuales se atien-
de a fines y necesidades relacionados con la misión de la Iglesia . En ellas apa-
rece como parte en muchas ocasiones la autoridad ejecutiva .

103
COMPENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

En efecto, las autoridades eclesiásticas no solo actúan en el ejercicio de


sus funciones mediante actos unilaterales, sino que frecuentemente establecen
con otros sujetos contratos, convenios , acuerdos o conciertos, por medio de los
cuales persiguen, de común acuerdo, fines públicos . Cuando la Administración
celebra un contrato en materias de su competencia, es obvio que no está legis-
lando ni juzgando, sino administrando, es decir, aplicando los medios que el
derecho le otorga (en este caso, a través de la capacidad de contratar) a la satis-
facción de necesidades públicas que tiene encomendadas. Desde ese punto de
vista, no cabe duda de que la actividad contractual de la Administración ecle-
siástica forma parte de la función administrativa (Lección I).

1. Noción de contrato en derecho canónico

La noción de contrato se extiende, en nuestro ámbito, a todo acuerdo de


voluntades con eficacia jurídica (BLANCO). Se llama contrato, pues, al consen-
timiento de dos o más sujetos sobre un mismo objeto ( «duorum ve l plurium in
idem placitum consensus», según la clásica definición de ULPIANO ), que vincu-
la jurídicamente a las partes, dando lugar a derechos y obligaciones entre ellas.
En este sentido son perfectamente sinónimos en derecho canónico los tér-
minos que hemos utilizado hasta ahora para aludir a esta actividad : contrato,
acuerdo, convenio, convención, pacto; y otros con los que pueda designarse
una realidad jurídica que presente esos rasgos sustanciales.
Mediante el contrato, las partes intercambian determinadas prestaciones
(bienes, servicios, actividades) sobre la base del vínculo de justicia (es decir,
jurídico) con el que han quedado ligadas en virtud del acuerdo de sus volunta-
des y, al mismo tiempo, fijan - dentro del marco general del ordenamiento, y
en mayor o menor medida según los casos - los términos de su relación jurídi-
ca . Por esto se dice clásicamente que el contrato es la ley primaria por la que se
rige la relación jurídica entablada entre las partes.

2. Elementos esenciales del contrato

a) El consentimiento de las partes


El primer elemento y núcleo fundamental del contrato es el consentimien-
to de las partes, que da origen al vínculo jurídico entre ellas . En relación con el
consentimiento se suele tratar de los sujetos que consienten, los requisitos y ca-
racterísticas que debe reunir ese consentimiento para ser válido (y por tanto los
defectos y vicios consensuales) y la forma que ha de revestir la declaración de
voluntad.
En cuanto a los sujetos (c. 124 § 1), además de las normas generales sobre
la capacidad necesaria para actuar en el ordenamiento canónico (cfr ce. 96-123 ),

104
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

deberán tenerse en cuenta los específicos requisitos que pudieran exigirse para
contratar en determinados supuestos (por ejemplo, ser clérigo, etc.); y habrá
que atender también a las normas por las que se rige la organización adminis-
trativa (Lección 1), ya que en los contratos que aquí estudiamos interviene
siempre como parte la Administración eclesiástica.
La Administración contrata mediante los sujetos que el derecho determina explí-
citamente en algunos supuestos (a veces se establece que puede realizar determinado
contrato precisamente el Obispo , o el Ordinario, etc.), o mediante los que tienen con
carácter general - por su oficio o por haber recibido esa comisión - la capacidad de
actuar en nombre de la Administración y la competencia necesaria sobre la materia de
que se trate.

Por lo que se refiere a la validez del consentimiento --o a su eficacia, se-


gún los casos- , son de aplicación a los contratos canónicos las normas que re-
gulan esa cuestión para los actos jurídicos en general (cfr ce. 125-127), además
de las disposiciones específicas que pudieran existir para algún tipo determina-
do de contratos .
Esas normas generales tratan de la incidencia de los vicios de violencia, miedo,
ignorancia, error y dolo; y de los casos en que se exige para contratar el consentimien-
to o el parecer previo de un colegio o grupo de personas.

La recíproca voluntad de obligarse que da lugar al vínculo contractual debe


exteriorizarsesiempre de algún modo que pueda ser percibido y reconocido
como declaración de voluntad jurídicamente relevante. Pero, aparte de esa exi-
gencia natural de que el consentimiento conste externamente de alguna manera,
hay que decir que el derecho canónico no impone una forma determinada, ni
para los actos jurídicos en general, ni en particular para los contratos. En nues-
tro ordenamiento «impera la libertad de forma como regla general» (FORNÉS).
Por consiguiente, si las normas que sean de aplicación a un específico tipo
de contratos canónicos no establecen algún requisito formal (cfr c. 124 § 1), es
suficiente para la validez (cfr c. 10) - y, por tanto, para que pueda exigirse el
cumplimiento-- que conste de manera inequívoca la voluntad de obligarse, no
viciada, de los contratantes y que se den los demás elementos esenciales del
contrato (los generales y los constitutivos del tipo específico de negocio de que
se trate: cfr c. 124 § 1).

Ahora bien, la certeza y la seguridad jurídica aconsejan la forma escrita, de mane-


ra que queden fijado s con exactítud en un documento los términos de la relación con-
tractual: los derechos y deberes que obligan recíprocamente a las partes en virtud del
contrato. Esto no es necesario si los términos del contrato están ya predeterminados
por la ley, pero en todo caso se requiere la constancia formal de la voluntad de las par-
tes. El c. 1547, al que remite el c. 1290, admite siempre la declaración de testigos como
medio de prueba de la existencia (y, en caso necesario, del contenido) de cualqui er
contrato canónico .

105
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

b) El objeto
El segundo elemento del contrato es el objeto: aquello sobre lo que las par-
tes consienten, la materia del acuerdo, que en nuestro caso será siempre, lógica-
mente , algo relacionado con la vida y la misión de la Iglesia. Los requisitos
esenciales que ha de reunir el objeto contractual se han sintetizado tradicional-
mente en la teoría general diciendo que ha de ser posible, lícito y determinado.
En cuanto al último requisito, la determinación del objeto, conviene señalar que
muchas veces la llevan a cabo las partes, estableciendo con toda libertad los contenidos
del contrato, según los intereses y fines que les mueven a contratar . Sin embargo, en
otras ocasiones --como veremos , es algo muy frecuente en los contratos a los que aquí
nos referimos más directamente -, el derecho predetem1ina, en todo o en parte, los
contenidos, de tal modo que las partes acuerdan vincularse jurídicamente sobre esos
contenidos ya determinados. La esencia del contrato --como afirma fundadamente
BLANCO- está, en efecto, en la libertad de las partes para elegir entre vincularse o no,
y no depende de la proporción en que intervenga su libertad para fijar el contenido, es
decir, para determinar los concretos derechos y obligaciones que les ligan en virtud de
su libre y recíproco consentimiento.

c) La causa
El tercer elemento se denomina causa, un concepto complejo que podría-
mos delimitar en esta rápida síntesis diciendo que es el fin que las partes se
proponen al contratar y, a la vez, la razón por la que el derecho canónico reco-
noce la juridicidad del tipo de obligaciones asumidas en virtud de ese contrato.
En efecto, el contrato no obliga simplemente porque las partes quieran obligar-
se a algo, sino porque ese concreto querer obligarse supone un ejercicio de la auto-
nomía congruente con el fin, los valores fundamentales y las dimensiones de justicia
propios del derecho canónico. Esto requiere en todo caso que la causa, en cuanto fin
que lleva a las partes a vincularse contractualmente , pueda estimarse lícita y razona-
ble, es decir, que al menos no resulte incongruente o perjudicial en relación con el
fin de la Iglesia .

Como ha escrito BLANCO, la causa «adquiere todo su sentido cuando se re-


conduce a los otros dos elementos del contrato: el consentimiento de las partes
y el objeto. La "causa" se manifiesta en el consentimiento como .finalidad que
mueve a cada una de las partes a contratar. Y, a la vez, se manifiesta en el obje-
to en cuanto que es conforme con la ley, la moral y el orden público».
También puede suceder -y , de hecho, sucede en los contratos más caracterizados
de la Administración- que el ordenamiento prevea determinadas figuras contractuales
precisamente como cauce para satisfacer intereses públicos eclesiales . En esos casos ,
la causa está fuertemente determinada y protegida por el derecho a través de las nor-
mas específicas que han de observarse al celebrar esos contratos, de tal modo que la
causa como fin que mueve a las partes a contratar --c on independencia de que haya

106
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCJONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLES!ÁSTJCA

también otras motivaciones subjetivas concomitantes, compatibles con ella- debe


coincidir necesariamente, en lo sustancial, con la causa que el derecho asigna al con-
trato en cuestión: por ejemplo, la atención de la cura pastoral de una comunidad, la rea-
lización de determinados fines pastorales o misioneros, etc.

3. Peculiaridades de los contratos de la Administración eclesiásti ca

En el ámbito estatal, la doctrina suele distinguir -con criterios que han


sido objeto de una discusión aún hoy inacabada - entre los llamados «contra-
tos administrativos» , en los que, con mayor o menor consenso doctrinal , se se-
ñalan una serie de peculiaridades , y otros contratos en los que la Administra -
ción es parte. En definitiva , el criterio de distinción más decisivo es la
existencia de un régimen jurídico especial para los contratos administrativos
(SANTAMARfAPASTOR) -como sucede , por ejemplo, en el derecho español-,
mientras que los demás contratos de la Administración siguen sustancialmente
el régimen común de los contratos.
Pero en derecho canónico no se da esa distinción . Sin duda , los contratos
en los que interviene la Administración eclesiástica , tanto por sus sujetos como
por las materias sobre las que versan, pueden presentar ciertos rasgos peculia-
res, pero no poseen un régimen jurídico especial en cuanto contrato s; entre
otras razones porque el derecho positivo canónico acerca de esta materia es
más bien escaso. Por otra parte , como hemos visto, la noción canónica de con-
trato es sumamente amplia y flexible, capaz de acoger todas las figuras de acti-
vidad convencional , con los rasgos ya descritos , que se pudieran dar en nuestro
ordenamiento.
La actividad contractual de la Administración eclesiástica -basta una so-
mera revisión del CIC para advertirlo- se presenta con manifestacione s varia-
das, que podrían sintetizarse distinguiendo:
a) Contrato s, generalmente de contenido patrimonial , en los que la Admi -
nistración actúa al modo de los particulares. La Administración eclesiástica
puede celebrar negocios en los que entran en juego bienes e intereses que , aun
siendo públicos y de incumbencia de la organización administrativa , se relacio-
nan solo indirecta o mediatamente con el fin de la Iglesia. Tales bienes e inte-
reses no poseen la suficiente relevancia eclesial como para que en esos contra-
tos se manifiesten rasgos canónicos especialmente notables, fuera de la misma
presencia de la Administración como parte y de las derivadas de la materia
cuando son objeto del contrato bienes eclesiásticos (cfr Libro V del CIC).
Piénsese, por ejemplo , en la adquisición de un vehículo o de un equipo informáti-
co por parte de un obispado; o en el arrendamiento por el mismo obispado de unos lo-
cales de oficina propiedad de una congregación religiosa; etc. Aunque la Admini stra-
ción aparece corno parte en estos contratos y, en el último ejemplo, también la otra
parte es una persona jur ídica canónica, los fines que se persiguen, sin dejar de estar re-
lacionados en último término con la misión y actividad de la Admini stración (pues se

107
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

trata de bienes eclesiásticos o que se destinan a un fin eclesial) , no tienen tal relevancia
eclesial que atraigan sobre el contrato especiales características propiamente canóni-
cas, como sucede en otros supuestos.
b) Contratos cuyo contenido patrimonial aparece con una concreta y di-
recta vinculación a un determinado fin de piedad o de caridad que se pretende
principalmente. Es el caso, señaladamente, de las pías voluntades y fundacio-
nes pías. Se trata de contratos que persiguen fines netamente eclesiales, aunque
no siempre tienden a satisfacer de manera directa e inmediata las necesidades
públicas. ·
Lógicamente, el objeto de estos contratos es siempre compatible y armonizable
con el bien público, pero a veces lo fomentan de manera indirecta y mediata. Por
ejemplo, sin dejar de ser siempre fines eclesiales , hay diferencias en cuanto a la inten-
sidad de conexión con el bien público eclesial de un legado para Misas, una donación
para dotar becas de estudios eclesiásticos, una fundación para acoger ancianos, etc.
Por otra parte , el fin que se per sigu e con ellos y la s condiciones de actua-
ción no son determinados ni por la ley, ni por una elección de la autoridad en
ejercicio de sus funciones, sino por la autonomía de la voluntad de los fieles,
en una iniciativa que la autoridad valora y acepta, si es el caso. Una vez acep-
tada por la autoridad, la voluntad del disponente es la regla fundamental, si
bien la peculiaridad del objeto y la especial responsabilidad de la autoridad
eclesiástica en esta materia atraen al régimen jurídico de estos supuestos todo
un cuerpo normativo específico (cfr ce. 1299-131 O).
e) Contratos, de contenido .fundamentalmente no patrimonial, que sirven
de cauce a la obtención de fines públicos encomendados a la Administración.
Es en estos supuestos donde aparece de manera más caracterizada la actividad
contractual como manifestación de la función administrativa. En ellos pueden
apreciarse, con mayor o menor intensidad según los casos, ciertas característi-
cas que manifiestan la dimensión pública de las relaciones jurídicas a las que
dan origen. Como principales peculiaridades cabe señalar las siguientes:
l.º) Presencia explícita de los .fines institucionales. En estos supuestos,
como veremos con algunos ejemplos presentes en el CIC, el contrato aparece
precisamente como el cauce específico previsto por el derecho canónico para
atender a la satisfacción de necesidades o utilidades públicas relacionadas di-
rectamente con el fin de la Iglesia. Se trata de contratos cuyo objeto pertenece
al núcleo mismo de las funciones propias de la Administración eclesiástica
(Lección 1), puesto que su finalidad es la organización y atención de diversos
aspectos del ministerio pastoral, del apostolado o de la actividad misional de la
Iglesia, etc., destinando personas y medios a esas tarea s.
Enseguida describiremos más detalladamente algunos de estos supuestos, a título de
ejemplo: el encargo de una parroquia o de detenninadas obras apostólicas de la diócesis
a una institución no sujeta a la jurisdicción del Obispo diocesano; la dedicación de un lai-
co, como fiel de una prelatura personal, a las obras apostólicas de ésta; el traslado de un
sacerdote de una diócesis para trabajar en otra o en instituciones supradiocesanas; etc.

108
ACTIVIDADES CON TRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

2.º) La presencia inmediata y explícita de los fines institucionales del or-


denamiento en el objeto de estos contratos hace que pueda apreciarse en ellos
un característico entrelazamiento entre contrato e institución.
En ciertos supuestos contractuales, como hemos señalado, la autonomía de la vo-
luntad de las partes configura la relación jurídica originada por el contrato práctica-
mente en todos sus extremos, estableciendo su nacimiento, su duración, la modalidad
y el contenido mismo de los recíprocos derechos y obligaciones. En otros, en cambio,
el acuerdo de voluntades no hace sino preci sar algunos extremos accidentales de esa
relación jurídica y, como efecto pr incipal -en algún caso, exclusivo--, determinar
que las parte s quedan vincu ladas en un marco institucional (es decir, de una institución
jurídica: por ejemplo la parroquia, el ministerio sacerdotal, la condición propia de los
laicos y su corresponsabilidad como miembros activos de la Iglesia , etc.), con unos
contenidos ya configurados y regulados sustancialmente por el derecho.

En realidad, en todo contrato se da, en distintas proporciones, esa relación


entre los extremos determinados libremente por las partes y los extremos insti-
tucionales (el propio contrato es una institución que atrae un régimenjurídico
general sobre cualquier acuerdo de voluntades con eficacia jurídica). La carac-
terística que se suele apreciar en los contratos que estamos estudiando consiste
en una presencia variable, pero siempre proporcionalmente significativa, del
elemento institucional , en cuya virtud el acuerdo de voluntades tiene como
efecto más sustantivo -a veces único- desencadenar el juego de otros ele-
mentos (posiciones jurídicas, vínculos, derechos, obligaciones) que no son con-
tractuales sino institucionales, es decir, que no se fundan en el contrato ni han
sido creados por él, sino que son propios de la institución que entra en funcio-
namiento a causa del acuerdo de voluntades en que consiste el contrato (sin
ese acuerdo, no se producirían esos efectos entre esos sujetos) .
Así, por ejemplo, cuando un presbítero se traslada a trabajar pastoralmente en otra
diócesis mediante contrato suscrito por el interesado y los Obispos de las diócesis a qua
y ad quam, el contrato , aparte de legitimar esa situación -q ue de otro modo seria anó-
mala-y vincular jurídicamente a las partes -que sin el contrato no tendrían ninguna
concreta vinculación natural a ese respecto--, establece algunos extremos accidenta-
les (como la duración de ese traslado, la asignación de las obligaciones -económicas,
de atención sanitaria, espiritual , etc.- de cada uno de los Obispos, las condiciones de
renovacion del período de traslado o de su te1minación antes del tiempo previsto, etc.);
sin embargo la posición jurídica del sacerdote trasladado en la diócesis de destino es
sustancialmente la de cualquier presbítero en su diócesis, de manera que se le aplican
las normas generales previstas por el derecho.

3.0 ) Las dos características que acabamos de describir determinan a su vez


un tercer rasgo peculiar de estos contratos: su marcado carácter público, que
condiciona la autonomía contractual. En estos casos es preciso matizar el prin-
cipio antes citado de que el contrato constituye la ley primaria de la relación
jurídica establecida entre las partes, de los derechos y deberes que correspon-
den a cada una de ellas.

109
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

El motivo es que normalmente -al menos en los supuestos más frecuen-


tes, sobre los que existe experiencia en la vida eclesial y sobre los que hay nor-
mas en el Código- esos contratos no crean funciones, instituciones o fórmu-
las organizativas, sino que, bajo las condiciones establecidas en el contrato y
sobre la base del acuerdo de voluntades, asignan a ciertas funciones normales
y típicas en la vida de la Iglesia medios (personales, materiales , etc.) que no es-
tán automáticamente asignados a ellas en virtud de la organización ordinaria.
Por estas razones, si bien la autonomía de la voluntad tiene un papel decisi-
vo en el origen de la vinculación jurídica, su intervención en la determinacion
del contenido, la naturaleza y el régimen jurídico de las situaciones y relaciones
nacidas está limitada o, en ocasiones, excluida por la presencia de elementos no
disponibles ni alterables por la voluntad de los sujetos, por ser de orden público.
«En los contratos más específicamente canónicos, de contenido no patrimonial ,
está presente siempre de algún modo la persecución del fin de la Iglesia, por lo que( ...)
el orden público se hace presente también casi siempre de alguna manera , tutelando to-
das las exigencias propias de la naturaleza canónica de las cosas( ...). La manifestación
más primaria de la presencia del fin de la Iglesia, por vía negativa, será, evidentemen -
te , excluir la posibilidad de modificar contractualmente lo que pertenece propiamente
a lo que podría llamarse "or den público eclesial"; pero otras manifestacione s igual-
mente relevantes consisten justamente en precisar y armonizar , por vía contractual, el
juego de determinados factores institucionales - de orden público- con la interven-
ción de la autonomía de la voluntad» (BLA~co).

Veamos ya, para ilustrar esta breve exposición teórica, algunos ejemp los
de este último tipo de contratos.

4. Algunos supuestos contractuales de uso frecuente

a) Agregación de clérigos

El c. 271 prevé la posibilidad de que un clérigo de una Iglesia particular se


traslade por un tiempo determinado a desempeñar su ministerio sagrado en otra,
en regiones con grave escasez de clero, sin dejar de estar incardinad o en su dió-
cesis de origen. Para estos supues tos de addictio, o agregación, el mismo canon
dispone que se alcance un acuerdo escrito entre el Obispo propio y el de la dió-
cesis a la que el sacer dote se traslada, en el que se determinen los derechos y
obligaciones.
En esos contratos son parte también el sacerdote interesado y, con bastante fre-
cuencia, un representante de algún instituto misionero o, si la hay, de la comisión de la
Conferencia episcopal dedicada a la cooperación en la distribución del clero . La Instr.
Postquam Apostoli, publicada por la Congregación para el clero el 25.III. 1980, trata en
su apartado VI de estos contratos, que deben precisar, entre otras cosas: a) el tiempo de
duración del servicio; b) las tareas ministeriales concretas que ha de desempeñar el sacer-
dote y el lugar donde lo hará; c) el compromiso del Obispo ad quem de proporcionar al

110
ACTIVIDADESCONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

acerdote vivienda, manutención, nómina y atención sanitaria igual que la de los demás
!acerdotes de la diócesis, y d) la determinación de la parte obligada a continuar cotizan-
do a la seguridad social y a los fondos de previsión social (jubilación, invalidez, enfenne-
dad) del sacerdote en su lugar de origen. En la práctica, es frecuente también introducir
otras cláusulas sobre ayudas espirituales, pastorales - por ejemplo, visitas- o técnicas
que recibirá el sacerdote; y sobre los periodos de vacaciones, gastos de viajes, etc.
Este sistema -p uesto que el fundamento es el mismo- sirve también
para la agregación de clérigos a otras circunscripciones eclesiásticas distintas
de aquella en la que están incardinados.
La Const. Ap. Spirituali militum curae, por la que se reformó el régimen de la
pastoral castrense , prevé que, además de los clérigos incardinados en el ordinariato mi-
litar, puedan ejercer también en él su ministerio otros sacerdotes del clero secular , in-
cardinados en sus respectivas diócesis, o religiosos. En estos supuestos se establecen
convenciones análogas a la descrita. Y podría utilizarse una solución semejante, cuan-
do así lo prevean los estatutos , para la agregación de clérigos a prelaturas personales.

b) Dedicaciónde clérigos a actividadessupradiocesanaso interdiocesanas


Durante los trabajo s de redacción del Código vigente, se aclaró en el seno de
la Comisión de reforma que la previsión del c. 271, que acabamos de ver, inclu-
ye también los supues tos de clérigos que son llamados a trabajar en organismos
o instituciones supradiocesanos (por ejemp lo, en organismos de la Conferencia
episcopal, en la Curia romana), en universidades católicas o eclesiásticas, etc.
En efecto, se trata siempre de clérigos que están previamente incardinados y, sin
dejar de estarlo, pasan a pr estar esos servicio s, que constituyen también una manifesta -
ción de su participación en la sollicitudo omnium ecclesianan.

c) Envío de personal misionero

Las normas de la citada Instrucción de la Congregación para el Clero seña-


lan también que se harán contratos similares a los de agregación, con las debi-
das adaptaciones, para el envío a lugares de misión de auxiliares laicos (o reli-
giosos, si bien en este caso han de tenerse en cuenta también las constituciones
de su orden o congregación). Mediante ese tipo de contratos algunos laicos se
comprometen a realizar específicas tareas apostólicas o misioneras, muchas
veces conforníe a su profesión (médicos, enfermeras, maestros ...).
Además de la duración del servicio y otros aspectos más generales , que son muy
similares a los del contrato de agregación de clérigos , en estos contratos se suelen esti-
pular otras cuestiones , como la atención espiritual y formativa de estas persona s; lo re-
lativo a la vivienda y al sostenimiento de la familia , en caso de que se trate de personas
casadas; ciertas cautelas o compromisos para garantizar la clara dimensión eclesial y
apostólica de la misión que se va a realizar , excluyendo, por ejemplo, actividades de
tipo político partidista ; etc .

111
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISI'RATI va CANÓNICO

d) Dedicación de laicos a la misión de una prelatura personal


El Concilio Vaticano II creó la figura organizativa de las prelaturas perso-
nales, una circunscripción eclesiástica con jurisdicción determinada por crite-
rios de tipo personal, no territorial, y pensada para la realización de obras pas-
torales o misioneras peculiares en favor de fieles de varias diócesis ( en un
ámbito nacional, regional o internacional). Es decir, para supuestos en que la
autoridad competente (la Santa Sede) considera que la atención pastoral de de-
terminados grupos de fieles no se alcanza adecuadamente mediante la activi-
dad de la ordinaria organización pastoral territorial.
El c. 296 establece que «mediante acuerdos establecidos con la prelatura,
los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal;
pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de esta coo-
peración orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella».
El modo de esta cooperación orgánica, dependiendo de las características y de la
misión de cada prelatura, que se detenninan en su derecho particular (estatutos dados
por la Santa Sede), puede ir desde una dedicación temporal o parcial, hasta la plena in-
corporación de los laicos como fieles de la prelatura, de modo que los vínculos eclesia-
les de comunión y el despliegue de la posición activa que corresponde a todos los lai-
cos en la misión de la Iglesia se concreten mediante la sujeción a la jurisdicción del
prelado y la plena dedicación -segú n la naturaleza de la condición de los laicos en la
Iglesia: en cooperación orgánica- a la misión propia de ésta.
Esto último es lo que sucede en el caso de la prelatura de la Santa Cruz y Opus
Dei , la primera erigida. En este caso, el contrato actúa como causa de la incorporación
a la prelatura y de su continuidad, y no está a disposición de las partes determinar el
contenido. Ahora bien , el vínculo por el que el laico queda unido con la prelatura, con-
siderado en sí mismo, no es contractual: la incorporación como fiel hace que entren en
juego los vínculos propios que estructuran toda circunscripción eclesiástica: la commu-
nio hierarchica y la communio fide/ium (HERVADA). Se trata, pues, de una posición ju-
rídica que no se reduce a los aspectos de derecho administrativo , aunque los incluye.
Por otra parte , nada impide que puedan existir prelaturas personales cuyos fieles no ha-
gan ningún tipo de acuerdo con la prelatura o en las que solo algunos realicen especia-
les convenciones, como está previsto en el caso de los ordinariatos militares.

e) Encomienda de parroquias
El c. 520, después de establecer la prohibición de que sea párroco una per-
sona jurídica - posibilidad que se usó abundantemente en otras épocas-, de-
termina que puede el Obispo diocesano encomendar una parroquia de la dióce-
sis -y por tanto la cura pa storal que se desarrolla en ella- a un instituto
religioso o a una sociedad clerical de vida apostólica, con tal que el nombra-
miento de párroco (o de moderador, si se sigue el modelo de pa1rnquia confiada
in solidum a varios sacerdotes: c. 517) recaiga sobre un presbítero determinado .
En estos casos, la encomienda de la parroquia, que puede ser temporal o per-
petua, «se hará mediante acuerdo escrito entre el Obispo diocesano y el Superior

112
p

ACTIVJDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMI NISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

competente del instituto o de la sociedad, en el que, entre otras cosas, se determi-


nará expresa y detalladamente cuanto se refiera a la labor que debe ejercerse , a las
personas que se dedicarán a ella y a los asuntos económicos» (c. 520 § 2).
En la práctica, este tipo de convenciones, que son muy frecuentes, se celebran
también con otras instituciones distintas de las mencionadas en el c. 520, por ejemplo,
con otras diócesis, prelaturas, etc. (en esos casos , más que de encomienda, se trata pro-
piamente de un acuerdo entre los dos Ordinarios por el que se facilita algún sacerdote
para desempeñar ese encargo pastoral). Por su gran frecuencia y utilidad, diversas
Conferencias episcopales y diócesis han elaborado formularios que contienen las cláu-
sulas habituales de estos contratos. En ellos se suelen precisar cuestiones como el régi-
men de los inmuebles (templo y dependencias anejas), que será distinto según la parro-
quia se erija en una iglesia de la diócesis o propia de la otra persona jurídica; la
annonización entre la cura parroquial común que corresponde a toda parroquia y las
obras pastorales y apostólicas específicas de la persona jurídica a la que se encomienda
la parroquia; las personas que se dedicarán a esa tarea y el modo de designación de los
sacerdotes a los que el Obispo conferirá los necesarios nombramientos para el oficio
pastoral; diversos aspectos económicos , señaladamente la retribución de los sacerdotes
y de otros colaboradores, alquileres, régimen de las ofrendas y limosnas, etc.

f) Encomienda de actividades apostólicas de la diócesis


El c. 681 se refiere a las actividades apostólicas de la diócesis encomenda-
das por el Obispo a religiosos, que quedan bajo la dirección del Obispo diocesa-
no, «sin perjuicio del derecho de los Superiores religiosos» (c. 681 § 1). En el §
2 se dispone que en estos casos debe celebrarse entre el Obispo diocesano y el
Superior competente del instituto un acuerdo escrito, en el que, entre otras cosas,
se determine de manera expresa y bien definida lo que se refiere a la labor que
debe realizarse , a los miembros que se dedicarán a ella y al régimen económico.

Se ha señalado atinadamente que este tipo de convenciones pueden establecerse


también «para otros casos en que se confien a instituciones de diverso tipo tareas apos-
tólicas o pastorales propias de la diócesis; y, en general, siempre que la disponibilidad
-como obligación jurídica precisa - de per sonas e instituciones para dedicarse direc-
tamente a labores propias de la solicitud y responsabilidad del Obispo diocesano no de-
rive de las normas de derecho común» (BLANCO).

g) Supuestos especiales de incardinación

El c. 738 considera el supuesto de una sociedad de vida apostólica que no


tenga facultad de incardinar, por lo que los clérigos de la sociedad estarán in-
cardinados en una diócesis.
Para esos casos, después de haber establecido que todos los miembros de
la sociedad están sometidos a sus propios Superiores y al Obispo diocesano en
las materias de su competencia, precisa que «las relaciones de un miembro in-
cardinado en una diócesis con su Obispo propio [es decir, el de la diócesis de

113
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

incardinación] se determinan por las constituciones o mediante acuerdo s parti-


culares» . El contrato se utiliza aquí como medio de determinación del régimen
de desempeño del ministerio sagrado de los sacerdotes: deberes ministeriales
para con la diócesis, régimen de la encomienda de oficios diocesanos, etc.

h) Organización de la actividad en territorios de misión


El c. 790, en su primer parágrafo , dispone que «en los territorios de misión
compete al Obispo diocesano: l.º promover, dirigir y coordinar las iniciativas y
obras que se refieren a la actividad misional; 2.0 cuidar de que se hagan los opor-
tunos convenios con los Moderadores de los institutos que se dedican a la tarea
misional, y de que las relaciones con ellos redunden en beneficio de la misión».
Así pues, la actividad de coordinación, promoción y dirección, característi-
ca de la función administrativa, como hemos visto (Lección 1),se lleva a cabo en
estos casos también recurriendo a la capacidad contractual de la Administración.

i) El sistema de «commissio» en las circunscripciones eclesiásticas


de misión
La configuración jurídica de algunas circunscripciones eclesiásticas, no
diocesanas, de misión (vicariatos apostólicos, prefecturas apostólicas, misiones
sui iuris) se realiza según el régimen de commissio, o comisión, que se concre -
ta en un acuerdo entre la Sede Apostólica y un instituto religioso, una sociedad
apostólica misionera o, incluso, una circunscripción eclesiástica no misional
(cfr Pastor Bonus, art. 89).
Mediante ese convenio el Romano Pontífice, como responsable de la dirección de
la actividad misional de la Iglesi a, confia la circunscripción eclesiástica de misión y su
tarea evangelizadora y pastoral al instituto, sociedad o circunscripción de que se trate ,
que se compromete por su parte a evangelizar y a cuidarse pastoralmente de la comu-
nidad del lugar. Al mismo tiempo se estipulan otros extremos organizat ivos, como la
facultad de pre sentar a la Sede Apostólica candidatos para el oficio que presidirá la cir-
cunscripción misional y el deber de destinar sacer dotes del instituto de que se trate para
fom1ar el pr esbite rio y asumir la cura pastoral en la circunscripción encomendada. De
este modo quedan vinculado s el instituto en cuestión y la circunscripción encomenda -
da, y a la vez se cons tituye una relación jurídic a esp ecial entre la Sede Apostólica y la
jerarquía que regirá la circunsclipción misionera , ya que la jurisdicción del respectivo
Pastor es vicaria, y el Pastor propio del vicar iato o de la prefectura es el Romano Pon-
tífice , lo cual tiene ciertas consecuencias jurídicas características (ARR!E1A) .

5 . Conclusión: la actividad contractual como instrumento jurídico


de lafanción administrativa

En los supuestos que acabamos de mencionar como ejemplo puede adver-


tirse con claridad que se trata siempre de destinar personas y medios a la satis-

114
ACTJVJDADESCONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMJNJSTRACIÓNECLESJÁSTJCA

facción de necesidades públicas relacionadas directamente con diversos aspec-


tos de la misión de la Iglesia. La actividad contractual de la Administración
eclesiástica aparece como un cauce adecuado para instrumentar jurídicamente
fórmulas que coordinan la responsabilidad propia de la Administración con la
corresponsabilidad y participación de diversos sujetos eclesiales en orden a los
fines públicos previstos por el ordenamiento.
Por esta razón, no parece que los ejemplos citados agoten las posibilidades
de la actividad contractual administrativa en la Iglesia. La doctrina canónica ha
afirmado siempre que la celebración de contratos es «de genere permi ssorum»,
es decir, pertenece al tipo de actividades jurídicas que, si no están limitadas ex-
plícitamente , se entienden permitidas. Y, a nuestro juicio , esa afirmación vale
también para la capacidad contractual de la Administración , con los matices
exigidos por la naturaleza pública de sus funciones .
Esto significa que entre las facultades con que cuenta la Administración
para llevar a cabo los fines que el ordenamiento le encomienda, se encuentra la
capacidad de celebrar acuerdos - los expresamente previsto s en el CIC y otros
no regulado s-, sobre materias de su competencia , con otros sujetos (personas
fisicas o jurídicas , públicas o privadas). Ciertamente , cuanto más directa e in-
mediatamente incidan esos acuerdo s o contratos sobre aspectos del fin o de la
misión de la Iglesia , tanto más intensamente se manifestarán en ellos las carac-
terísticas peculiares que hemos señalado.
El límite general a esa libertad de contratación será la necesidad de que los
elementos del bien público implicados en esos acu erdos puedan ser en todo
caso valorados por la autoridad adminis trativa, que tiene la responsabilidad de
procurar que resulten favorecidos y adecuadamente tutelados .

II . ACTI VIDAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLES IÁSTICA

La potestad de imponer racionalmente sanciones proporcionada s para pro-


teger bienes jurídico s relevantes de la comunidad const ituye una esfera a se de
la actividad de los podere s públicos. También en la Iglesia la función de gobier -
no de los Pastores sagrados incluye el ius puniendi, cuando su ejercicio aparece
como el último recurso para prote ger el bien común eclesial y el bien espiritual
del infractor. Así lo proclama el c. 1311, recogiendo una afirmación ya presente
en el Código anterior y en toda la tradición canónica: «la Iglesia tiene derecho
originario y propio a castigar con sanciones penales a los fieles que cometen de-
litos». Las peculiaridades propia s de esta faceta de la actividad jurídica de go-
bierno han dado lugar, también en derecho canónico, a una rama jurídica autó-
noma con sus propios conceptos, principios y normas: el derecho penal.
En la Iglesia se ha dado tradicionalmente una intensa y variada actividad de
la Administración dentro de ese sistema de derecho penal. A diferencia de la ac-
tividad contractual, la actividad sancionadora no forma propiamente parte de la
función administrativa. Sin embargo, cuando la Administración ejerce compe-

115
COMP ENDIO DE DERECHO ADMJNJSTRATJVO CANÓNJCO

tencias en materia de sanciones, su actuación refleja también ciertas caracterís-


ticas propias de la función administrativa tal como la hemos descrito: inmedia-
tez, celeridad, flexibilidad, capacidad de armonización de bienes particulares
con el bien público; etc. Y la doctrina justifica esa intervención de la Adminis-
tración pública precisamente por los rasgos administrativos que incorpora :
«permite actuar con mayor rapidez y simplicidad atendiendo equitativamente a
las necesidades espirituales y materiales del reo sin descuidar el interés gene-
ral» (LABANDEIRA) .
Pero esas mismas características pueden ser·también causa de ciertos ries-
gos de injusticia y arbitrariedad en el ejercicio de la potestad sancionadora . No
puede olvidarse que se trata de un ámbito de actividad que exige, por su misma
naturaleza, eficaces garantías jurídicas que protejan la dignidad y los derechos
de las personas , alejando el peligro del mal uso o del abuso de la autoridad .
En los sistemas estatales generalmente esa exigencia se traduce en diversas
manifestaciones jurídicas: el principio de legalidad penal (nadie puede ser casti-
gado por un delito no tipificado ni con una pena no prevista en una ley anterior),
subrayado por una reserva de ley en materia penal (prohibición de que se esta-
blezcan delitos o penas mediante nom1as inferiores a la ley) y complementado
por ciertas especialidades en cuanto a la eficacia de las leyes penales (sobre todo,
en el régimen de la retroactividad); la presunción constitucional de inocencia y
la necesidad de imposición de las penas con las garantías del proce so judicial;
etc. Además, se distingue entre sanción penal y sanción administrativa y, consi-
guientemente, entre el derecho penal propiamente dicho -que se ocupa de las
conductas ilícitas y de las penas más graves- y el derecho administrativo san-
cionador, que regula la actuación de la Administración pública al sancionar con-
ductas que no constituyen técnicamente delito, sino ilicitud administrativa.
En este último punto , se asiste en el derecho comparado a una creciente incorpo-
ración de las garantías propias del derecho penal propiamente dicho al derecho admi-
nistrativo sancionador, en materia de derechos de los afectados, de seguridad jurídica y
de procedimiento .
El derecho penal canónico cuenta también con las necesarias garantías ju-
rídicas, algunas de ellas coincidentes con las mencionadas, aunque su formali-
zación presenta diferencias y peculiaridades respecto a las correspondientes
instituciones en los ordenamientos seculares. En lo que ahora nos interesa, hay
que señalar que las distinciones entre ilícito penal e ilícito administrativo y de-
recho penal y derecho administrativo sancionador no están formalmente esta-
blecidas en derecho canónico . El CIC regula unitariamente en su Libro VI «las
sanciones en la Iglesia» ; y la actividad de la Administración eclesiástica en esta
materia puede tener por objeto tanto penas propiamente dichas como lo que
podrían considerarse sanciones administrativas.
Parte de la doctrina penalista canónica ha deplorado la inexistencia de un sistema
de sanciones administrativas distinto del sistema penal , dotado de sanciones menos
graves y que «permita una actuación distinta - aunque nunca absolutamente discrecio-

116
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

nal- a la hora de sancionar determinadas conductas, en sí mismas no delictivas , pero


sí perjudiciales al orden social. Esta ausencia obliga al sistema penal a extenderse más
allá de lo que le debería ser propio, ocasionando con ello la existencia de alguno s tipos
delictivos y algunas penas dificilm ente encajables en un sistema penal riguro so» (MAR -
ZOA). Existe también alguna interesante propuesta que desarrolla , a partir de los ele-
mento s que ya se dan en el derecho pena l vigente, un sistema canónico de derecho ad-
ministrativo sancionador (MARZOA,PÉREZ-MADR!D).
Esta realidad ha planteado no pocas cuestiones doctrinales que no aborda-
remo s en estas páginas , ya que tienen su lugar propio en los estudios de dere-
cho penal canónico. Nos limitaremos a exponer aquí, del mismo modo que he-
mos hecho al describir la actividad contractual, una visión sintética de la
intervenc ión que el derecho canónico vigente atribuye a la Administración en
materia sancionadora. Prescindiremos también del análisis directo de algunos
supuestos especiales, como las competencias penales exclusivas que el art. 52
de la Const. Pastor Bonus asigna a la Congregación para la Doctrina de la Fe,
para centramos fundamentalmente en el régimen codicia!.

A. Presupuestos
El c. 1341 expresa un principio fundamental de la actuación penal al dis-
poner que el Ordinario debe incoar el procedimiento, judicial o administrativo,
para imponer una pena «solo cuando haya visto que la corrección fraterna, la
reprensión u otros medios de la solicitud pastoral no bastan para reparar el es-
cándalo, restablecer la justicia y conseguir la enmienda del reo».
En efecto, la imposición de sanciones se considera siempre último recurso
-también pastoral, por cierto-- para obtener los fines ahí enunciados , que son
los que justifican el empleo de medios jurídicos coactivos en la Iglesia.
En su disc urso a la Rota Romana de 18.I.1990 , Juan Pablo Il advertía, a este res-
pecto: «es oportuno detenerse a reflexionar sobre un equívoco, tal vez compren sible,
pero no por eso menos dañoso, que por desgrac ia condiciona con frecuencia la visión
de la pastoralidad del derecho eclesial. Esa distorsión consiste en atribuir alcance e in-
tenciones pastora les únicamente a aquellos aspectos de moderación y humanidad que
se pueden relacionar directamente con la aequitas canónica, es decir , consiste en soste-
ner que solo las excepciones a las leyes , el evitar el recurso a los procesos y a las san-
ciones canónicas, y el reducir las fonnalidades jurídicas, tienen de verdad importancia
pastoral. Se olvida así que también la justicia y el estricto derecho - y, por consi-
guiente, las normas generales, los procesos, las sancione s y las demás manifestac ione s
típicas de la juridicidad , siempre que resulten necesarias - son exigidas en la Iglesia
para el bien de las almas y son, por lo tanto, realidades intrínsecament e pastorale s».

1. Tipos de sanciones canónicas


El c. 1312 enumera distintos tipos de sanciones . Teniendo en cuenta esa
norma y otras disposicion es, codiciales y extracodiciales, se pueden distinguir:

117
COMPEND IO DE DERECHO ADM INISTRATIVO CANÓNICO

a) Penas medicinales o censuras

Aunque toda pena canónica es medicinal, en el sentido de que se orienta a


la enmienda del delincuente y a su bien espiritual, este aspecto está especial-
mente subrayado en las censura s (de ahí su nombre de penas medicinales y su
cesación una vez obtenida la enmienda) . Las censuras, que se regulan en los
ce. 1331-1333, son, por orden ascendente de gravedad, la suspensión. (que pue-
de imponer se solo a los clérigos), el entredicho y la excomunión.
Por su propia naturaleza , las censuras solo pueden imponerse a los contu-
mac es ( delincuentes que persi sten en su actitud despreciando otros medios
puestos para obtener su enmienda) o a quiene s han cometido delitos especial-
mente graves que están castigados con una pena latae sententiae (vide infra, n.
2), y no pued en ser perpetua s, sino que el reo debe ser absuel to cuando aban-
dona la contumacia.

b) Penas expiatorias
En las llamada s p enas expiatorias, aunque también se busca el bien espi-
ritual del delincu ente, se subrayan más directamente los aspectos de restableci-
miento de la justicia y repara ción del escándalo causado por el delito .
Estas penas, según el c. 1336, son principalm ente :
- la prohibición o el mandato de residir en un determinado lugar o terri-
torio ;
- la privación de la pote stad, oficio, cargo, derecho, privilegio, facultad ,
gracia, título o distintivo , aun meramente honorífico ;
- la prohibición de ej erce r los actos relacionado s con las situaciones ju -
rídicas enumeradas en el apartado anterior, o de ej ercerlos en un deter-
minado lugar o fuera de un lugar determinado;
- el traslado penal a otro oficio;
- la expulsión del estado clerical ;
- otras que pudiera estab lecer la ley, por las que se prive a un fiel de al-
gún bien temporal o espiritual, siempre que sean confonne s con el fin
sobrenatur al de la Iglesia (cfr ce. 1312 § 2 y 1336 § 1).
Las penas expiatorias, a diferencia de las censuras, pueden ser perpetuas o
también imponer se por un tiempo , detennina do o indeterminado.

e) Remedios penales y penitencias


Adem ás de las sancione s penales propiamente dichas, el c. 1312 § 3 auto-
riza a emplear remedios penales, especialmente dirigidos a la preven ción del
delito . Los remedio s penales pre vistos en el Código son la amones tación y la
reprensión por parte del Ordinario competente o de la persona designada por
éste (c. 1339).

118
ACTIVIDADES CONTRACT UAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

Las penitencias consisten en alguna obra de caridad , de piedad o de reli-


gión que se manda hacer. Se utilizan para sustituir a una pena cuando, por las
circunstancias que concurren y por las disposiciones del delincuente, se consi-
dera que ya no es necesario o resulta desproporcionado imponerla (cfr ce. 1343
y 1344,2. º); o también, en algunos casos, para agravar una pena.

d) Otras sanciones
Además de las contenidas en el Libro VI, el CIC prevé en diversos lugares
otras actuaciones sancio nadora s de diversa naturaleza; y distintas normas ex-
tracodiciale s establ ecen sanciones disciplinarias - aquellas en las que media
una específica relación de dependencia entre la autoridad sancionadora y el
sancionado en el ejercicio de sus respectivas funciones - o de otro tipo .
Por ejemplo, el c. 193 prevé la remoción del titular de un oficio por causa grave,
sin excluir las causas disciplinares; de hecho, el c. 1741, que ejemplifica algunas de las
causas que pueden justificar la remoción de un párroc o, menciona entre ellas: un modo
de actuar que produzca grave detrimento o perturbación de la comunión eclesiástica y
la grave negligencia o transgresión de los deberes parroquiales, si persiste después de
una amonestación . El c. 253 § 3 se refiere a la remoción del recto r de un seminario; el
c. 318 § 2, a la del presidente o el capellán de una asociación pública; etc . Por su parte,
el RGCR dedica su título X a las sanciones disciplinarias que pueden impon erse al per-
sonal de la Curia romana: amonestación, oral o escrita, multa pecuniaria, suspensión,
relevo o despido del oficio y destitución .
No nos ocuparemos aquí con detalle de esas competencias y procedimien-
tos específicos, sino que nos limitaremos a las cuestiones más generales regu-
ladas en el CIC, que nos parecen bastantes para ilustrar esta faceta de la activi-
dad jurídica que el derecho canónico atribuye a la Administración eclesiástica .
Conviene señalar, no obstante, que la actividad sancionadora de carácter disci-
plinario o la que se tiene Jugar en supuestos de menor trascendencia eclesial en cuan-
to a las conductas castigadas y en cuanto a los bienes protegidos , es, por naturaleza,
más propia de la Administración que la intervención en el castigo de delitos propia-
mente dichos. Que en la Iglesia esté admitido (y convenientemente regulado) este úl-
timo tipo de intervención administrativa, se explica porque la amplia competencia
que se concede a la autoridad a la hora de graduar la imposición de sanciones (cfr ce.
1343 ss.) permite que se den muchos supuestos de intervención penal desprovistos de
la característica gravedad que presenta siempre lo estrictamente penal en otros orde-
namiento s.

2. Otras clasificaciones de interés

La ley o el precepto que establece una pena puede disponer -para su-
puestos especialmente graves - que se incurra en ella de manera automática,
por la sola comisión del delito con los requisitos establecidos (penas latae sen-

119
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

tentiae); de lo contrario, la norma general es que las penas han de imponerse


formalmente después del c01Tespondiente proceso (penasferendae sententiae).
Para completar la breve descripción de la tipología de las sanciones canó-
nicas , es de interés mencionar otras dos clasificaciones , que afectan también a
la intervención de la autoridad ejecutiva en esta materia (cfr c. 1315). En pri-
mer lugar, las sanciones pueden ser determinadas (si se indica con exac titud
cuál es la sanción correspondiente a un concreto acto ilícito) o indeterminadas
(cuando se deja en manos del juez o del superior determinar la pena en el mo-
mento de imponerla). ·
Además, se habla de pena preceptiva en los casos en que, de resultar puni-
ble una conducta, debe sancionarse obligatoriamente con la pena establecida.
Cuando se permite que, en algunos supuestos y con ciertas condiciones, la au-
toridad competente se abstenga de imponer la sanción , se dice que la pena es
facultativa.

3. Momentos de la actividad sancionadora

La intervención que el derecho vigente atribuye a la Administración en


materia de sanciones puede darse en cualquiera de los cuatro momentos jurídi-
cos de la actividad sancionadora que los tratadistas suelen denominar constitu-
tivo, impositivo, declarativo -a veces los momentos impositivo y declarativo
se agrupan, como dos posibilidades, dentro del momento llamado aplicativo-
y extintivo. Veamos brevemente el significado de cada uno de ellos.
a) Momento constitutivo. Se refiere al establecimiento legítimo, por una
ley o por un precepto, de una sanción para una conducta determinada, que se
considera delictiva o simplemente ilícita. A partir del momento constitutivo de
la sanción , quien comete la acción ilícita tipificada reuniendo los demás requi-
sitos de imputabilidad (cfr ce. 1321 ss.) puede ser castigado con la sanción es-
tablecida.
b) Momento impositivo. Generalmente -salvo en los supuestos de penas
latae sententiae-, las sanciones se imponen mediante el correspondiente pro-
ceso judicial, que culmina en una sentencia, o mediante procedimiento admi-
nistrativo concluido por decreto penal extrajudicial.
e) Momento declarativo. Puesto que en las penas latae sententiae se incurre
automáticamente, por el mismo hecho de la comisión del delito , puede suceder
que no conste por ningún acto de la autoridad que el sujeto está incurso en una
pena canónica. Cuando resulta oportuno o necesario que ese hecho conste públi-
camente, la autoridad procede a la declaración de la pena, es decir, a un acto for-
mal mediante el cual se hace jurídicamente notoria la situación del sujeto.
d) Momento extintivo. Algunas penas -las expiatorias impuestas por un
tiempo determinado- y otras sanciones cesan una vez cumplido el tiempo

120
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE !.A ADMINISTRACIÓN ECLESIÁST ICA

para el que se impusieron o realizadas las obras mandadas. En los demás casos,
para que el reo deje de estar sujeto a la pena es necesaria una intervención ex-
presa de la autoridad.

B. Intervención de la Administración eclesiástica en materia de sanciones

1. Intervención en el momento constitutivo

a) El precepto penal
El c. 1319 § 1 establece que, en la medida en que alguien, en virtud de su
potestad de régimen, puede imponer preceptos en el fuero externo, puede tam-
bién conminar mediante precepto con penas determinadas, excepto las expiato-
rias perpetuas.
El precepto puede constituir ex novo una pena o también determinar para un caso
particular la sanción ya prevista con carácter general por una ley. También, puesto que
quien puede lo más puede lo menos, pueden constituirse por precepto sanciones no
propiamente penales.

Quien puede dar ese tipo de preceptos en virtud de su potestad de régim en


es la autoridad ejecutiva. En efecto, el precepto singular (cfr ce. 48-49) es un
tipo de decreto singular, es decir, un acto administrativo (Lecciones V y VII)
por el que la autoridad ejecutiva competente impone a una persona o personas
determinadas la obligación de hacer o de omitir algo. El precepto se llama pe-
nal cuando la autoridad establece el mandato o la prohibición de que se trat e
reforzando su obligatoriedad o su urgencia con una sanción para el caso de in-
cumplimiento.
Est os preceptos podrían ser también generales, como lo confinna el hecho de
que, durante los trabajos de redacción del CIC, la Comisión codificadora afirmase que
el precepto general quedaba incluido bajo la categoría codicia! de «decreto general» de
los atribuidos a la autoridad ejecutiva (Lección III). Así lo da a entender también la
misma red acció n del c. 1319, que en su§ 2 aplica a estos preceptos los mismos requi-
sitos y límites que afectan a las leyes penales particulares; y el conjunto del régimen ju-
rídico de la constitución de sanciones, que dispone simultáneamente sobre leyes y pre-
ceptos penales en unos términos que muchas veces se ajustan más al supue sto de un
decreto general. Por ejemplo, la atenuante contemplada por el c. 1324, § 1,9.0 («quien
sin culpa ignoraba que la ley o el precepto llevaban aneja una pena») parece más fácil-
mente verificable en el precepto general, ya que el precepto singular está sometido a
las normas de forma y notificación personal establecidas para los decr etos singulares
(Lección VII). En todo caso, el dar normas generales de contenido penal es una activi-
dad que excede las competencias de las autoridades dotadas exclusivamente de potes-
tad ejecutiva, que solo pueden dar normas generales ejecutorias (añadir penas a una ley
o determinar las previstas en ella con carácter indeterminado es cambiar la ley). Por

121
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNJCO

tanto , estos preceptos generales penales solo puede darlos el titular del oficio capital,
que es a la vez legislador, por lo que la distinción entre precepto penal general y ley pe-
nal particular será irrelevante a tenor del c. 29 (Lección lll) .
El mismo precepto que establece la sanción puede indicar algunas circuns-
tancias, además de las previstas con carácter general en los ce. 1323-1326, que
eximan de responsabilidad al infractor del mandato, o que atenúen su respon-
sabilidad, o que la agraven (c. 1327).

b) Requisitos y límites
Al tiempo que concede a la autoridad ejecutiva la competencia para esta-
blecer sanciones mediante precepto , el legislador le manda que no adopte esa
medida sin una diligente reflexión (cfr c. 1319 § 2). Es un reflejo del carácter
de última ratio de las sanciones, que el c. 1319 § 2 proyecta también sobre el
precepto penal remitiéndose al c. 1317: «las penas han de establecerse solo en
la medida en que sean verdaderamente necesarias para proveer mejor a la dis-
ciplina eclesiástica».
Por otra parte, la posibilidad de establecer penas mediante precepto (cfr c.
1319 § 2) está sujeta a las mismas limitaciones previstas por el derecho para la
constitución de penas por ley particular (ce. 1317-1318), y a otras específicas :
- no pueden imponerse por precepto penas indeterminadas (c. 1319 § 1);
- no deben ser penas latae sententiae, salvo, si acaso, contra algunos de-
litos de especial malicia y que puedan causar un escándalo muy grave
o no puedan ser eficazmente castigados con penasferendae sententiae
(c. 1318);
- no deben establecerse censuras, especialmente la excomunión, si no es
con la máxima moderación, y solo contra los delitos (no contra cual-
quier acto ilícito) más graves (c. 1318);
- si se establece una suspensión latae sententiae por precepto, el mismo
precepto debe determinar necesariamente el alcance de la suspensión
(es decir, cuáles de los efectos previstos por el c. 1333 §§ 1-2 produc i-
rá). Solo una ley puede establecer una suspensión latae sententiae sin
esa determinación (c. 1334 § 2);
- de entre las penas expiatorias, se excluye la posibilidad de establecer por
precepto la expulsión del estado clerical como castigo de un delito (el c.
1317 reserva la imposición de esa pena al legislador universal) ;
- además, como ya hemos dicho , el e. 1319 § 1 excluye con carácter ge-
neral la posibilidad de establecer por precepto cualquier pena expiato-
ria pe,petua: toda pena expiatoria establecida por precepto debe ser
temporal.
En algunos supuestos, el incumplimiento de estos requisitos producirá la
invalidez del precepto (por ejemplo , en los indicados en los dos últimos pun-

122
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

tos, por falta de competencia material de la autoridad ejecutiva para estable-


cer ese tipo de penas); y, en todo caso, la inobservancia de esos límites y cri-
terios constituirá fundamento suficiente para su legítima impugnación (Lec-
ción VI: Il.B.4).

2. Intervención en el momento impositivo

El c. 1321 § 1 establece como principio general que nadie puede ser casti-
gado con una pena si no consta que ha cometido la infracción externa de una
ley o precepto (elemento objetivo del ilícito punible) y que esa infracción ex-
terna le es gravemente imputable, por dolo -intención deliberada de violar la
ley o el precepto- o por culpa --omisión de la debida diligencia - (elemento
subjetivo).
En el momento impositivo de la pena se trata, precisamente, de establecer
si se ha dado efectivamente el elemento objetivo -la infracción externa- y
en qué medida resulta imputable, para tomar la decisión que corresponda sobre
la posible sanción de esa conducta.
Para describir con mayor claridad la intervención de la autoridad ejecutiva
en el momento impositivo de las sanciones, se pueden diferenciar dentro de ese
mismo momento tres tipos de actuaciones: a) la investigación por la que la au-
toridad, partiendo de algún indicio de posible conducta ilícita o delictiva, llega
a la decisión de abrir el correspondiente proceso judicial o procedimiento ad-
ministrativo, o de archivar las investigaciones sin proceder; b) las medidas que
puede adoptar la autoridad para prevenir un delito o para detener una conducta
que puede desembocar en un delito; e) el procedimiento por el que se impone
una sanción, una vez que la autoridad ha decidido legítimamente seguir para
ello la vía administrativa.

a) La investigación previa
Los ce. 1717-1 719 regulan una serie de aspectos de la investigación previa
que permiten identificarla como una actividad propiamente administrativa, que
corresponde al Ordinario competente. En síntesis, esas normas se refieren a lo
que debe hacer el Ordinario cuando tiene noticia, al menos verosímil (c. 1717
§ 1), de un posible delito, por cualquier medio atendible : la vox populi, una de-
nuncia formal o una reclamación, una advertencia, su propia percepción de
ciertos indicios, etc.
En ese caso el Ordinario debe:
l.º) Decidir si se ha de llevar a cabo una investigación sobre esos posi-
bles hechos o si es absolutamente superflua (c. 1717 § 1), bien por tratarse de
un delito público y notorio, bien por tratarse de una denuncia evidentemente
falsa.

123
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

2.º) Si decide comenzar la investigación, debe hacerlo por decreto fonnal


(c. 1717). Se tratará de un decreto singular (Lección VII) en el que se debe nom-
brar también al investigador que se encargará de esas diligencias, si no las lleva
a cabo personalmente el Ordinario (c. 1717 § 1). La persona designada, que
debe ser idónea para esa función, ha de investigar «sobre los hechos y sus cir-
cunstancias así como sobre la imputabilidad» (c. 1717 § 1), y tendrá para el des-
empeño de su función las mismas potestades y obligaciones que un auditor en
un proceso (c. 1717 § 3).

La figuna del auditor se regula en el c. 1428 § 3: «Al auditor corresponde única-


mente recoger las pruebas y entregarlas al juez, según el mandato de éste; y si no se le
prohíbe en el mandato, puede decidir provisionalmente qué pruebas han de recogerse
y de qué manera, en el caso de que se discutan estas cuestiones mientras desempeña
su tarea».

3.º) Dirigir la investigación, que ha de llevarse a cabo con cautela y discre-


ción (c. 1717 § 1), y teniendo buen cuidado de evitar que a causa de las diligen-
cias practicadas se ponga en peligro la buena fama de alguien (c. 1717 § 2), so-
bre todo del investigado . Se debe ir formando el oportuno expediente de las
actuaciones, con intervención de los notarios, para que todo quede debidamente
documentado (cfrc. 1719).

4.0 ) Cuando el Ordinario estime que ya hay elementos suficien tes para de-
cidir, debe emitir un nuevo decreto con el que se pone fin a la investigación (c.
1718). En ese decreto, a partir de las informaciones y pruebas recogidas, se de-
cide: a) si debe ponerse en marcha o no el proceso para imponer una pena y b)
si conviene hacerlo así, atendiendo al c. 1341: es decir, si el Ordinario ha visto,
como fruto de la investigación, que la corrección fraterna, la reprensión u otros
medios de la solicitud pastoral no bastan para reparar el escándalo, restablecer
la justicia y conseguir la enmienda del reo.

5.0 ) En caso de decidir que se debe proceder, el Ordinario determinará


también en ese decreto si se procede por vía judicial o, en casos en que la ley
no lo prohíba, por vía administrativa .

6.º) Si decide, en cambio, que no se ha de proceder, porque de la investiga-


ción resulta la inocencia del investigado, o porque no se han obtenido pruebas
suficientes para iniciar un proceso, el decreto debe concluir ordenando que se
archiven las actas de la investigación.

El c. 1719 manda que se archiven en el archivo secreto de la curia (cfr c. 489) las
actas de la investigación y los decretos del Ordinario con que se inicia y concluye la in-
vestigación. Ambos han de ser decretos debidamente motivados (cfr c. 51; Lección
VII). Se han de archivar también en el mismo expediente todos los documentos que
preceden a la investigación, es decir, los relativos a la noticia verosímil del delito que
la motivó.

124
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SAN CIONAD ORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

b) Interven ciones preventivas o sustitutivas de la actuación penal

La investigación diseñada por el Código «no tiene como único y exclusi-


vo objetivo o finalidad necesaria la puesta en marcha del proceso penal, sino
más bien recoger todos aquellos elementos nece sarios que permitan un ejerci-
cio responsable de la función pastoral. Por ello, este instituto debería contribuir
eficazmente a que la pena canónica sea de verdad el último recurso entre los
medios pastorales» ( SANCHIS).
Por esta razón, a veces, como consecuencia de la investigación - y otras
veces como reacción ante hecho s o situaciones conocido s-, el Ordinario de-
cide aplicar otras medidas pastorale s: para intentar una última posibilidad de
evitar el proc eso penal, para prevenir un po sible delito o para sustituir a una
pena.
Puede suceder, en efecto, que sin necesidad de investiga ción formal el Ordinario
se dé cuenta de que la conducta de alguien que depende de su solicitud p astoral es ne-
gligente, imprudente, o corre el riesgo de degenerar en un comportamiento delictivo. O
también que de la investigación resulte la inocencia del investigado, pero convenga re-
prenderle a causa de imprudencias , desórdene s o errores, no delicti vos, en su compor-
tamiento (c. 1339 § § 1-2).
Es posible igualmente que de la investigación resulten indicios que no sean sufi-
cientes para incoar un proceso , pero que agraven las sospechas de la comisión de un
delito, aunque no se pueda probar (lo cual haría inútil el proceso): el c. 1339 prevé ese
caso al tratar del remedio penal de la amonestación.
Y puede suceder también que surja n de la investigació n indicio s graves y sufi-
cientes de delito como p ara incoar el proce so penal, pero antes de dar el decreto de
conclusión de la investigación, el Ordinario, atendiendo a lo dispuesto en el c. 1341,
decida comprobar si la corrección fraterna evangélica, o una advertencia de otro tipo ,
o un remedio penal propi amente dicho (repren sión o amonestación formales) son sufi-
cientes para que el sujeto rectifique y se restaure la ju sticia, siempre que no haya es-
cándalo. En este caso, los medios que se hayan puesto - y su resultado- con starán
también en el expe diente de la investigación previa y en la motivació n del decreto en
que se decide incoar o no el proceso penal.
En alguno s casos, según su prudencia, el Ordinario puede añadir una penitenci a al
remedio penal de la repren sión o de la amonestación (c. 1340 § 3).
Cabe, finalmente, que el tipo de delito en cuestión esté penado con una censura.
En ese caso la amonestación previa es requisito necesar io para la válida imposición de
la censura (c. 1347 § 1). También se requiere amonestación previa para poder aplicar
algunas penas expiatorias previstas para determinados delitos.
La reprensión y la amonestación, así como otras medidas pastorale s que se
estimen oportuna s, puede llevarlas a cabo el Ordinario personalmente o por
medio de otra persona designada para ello (cfr c. 1339 § 1).
En todo caso, la decisión de aplicar un remedio penal o una penitencia
debe adoptarse por decreto (cfr c. 1342 § 1); y debe quedar siempre constancia
escrita de la reprensión y de la amonestación formales, al m enos en algún do-
cumento que se custodie en el archivo secreto de la curia (c. 1339 § 3).

125
COMPENDI O DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

e) El procedimiento administrativo para la imposición de penas

Como hemos dicho, según el c. 1718, cuando el Ordinario considere que


la investigación realizada ha reunido ya elementos suficien tes, puede decidir
mediante decreto moti vado que se inicie el proceso para la imposició n de la
pena, en el que debe quedar probada la comisión del delito y la imputabilidad
del acusado. En ese momento, el Ordinario debe decidir tambi én si se seguirá
un proceso jud icia l (proceso penal) o un procedimiento administrativo.
Esta elección no es completamente libre para el Ordinario, ya que el Códi-
go prefiere , en principio, que las penas se impongan, cuando son necesarias ,
con las mayores garantías que supone el proceso judicial (DE PAOLIS, SANCHIS).
Por eso, el c. 1342 § 1 dispone que, si se trata de aplicar penas propiamente di-
chas, solo puede optarse por la vía administrativa cuando haya justas causas
que se opongan a la realización del proceso penal. Además, el § 2 del mismo
canon veta que se apliquen por vía administrativa las penas perpetuas (que
siempr e serán expiatorias) y aquellas otras que la ley o el precepto prohíbe
aplicar por decreto extrajudicia l. A este respecto habrá que atender también al
c. 1425 § 1,2.0 •
Se ha escrito que «la diferencia entre el proceso y la vía administrativa es que en
el primero se facilita mayor certeza moral para la decisión de la controversia. A la vez,
la valoración de la imputabilidad será más ajustada a la realidad, puede determinarse
mejor la contumacia y el grado de daño social. En definitiva, la pena podrá ser más
adecuada demostrándose, si fuera el caso, la imparcialidad, sin dejar ámbito a la arbi-
trariedad o a la improvisación. En cambio, son razones que desaconsejarían el empleo
del proceso penal: l. Cuando no conste con seguridad que el acusado haya cometido el
delito que se le imputa y que sea responsable. 2. Que no haya sido divulgada la noticia,
cuando el conocerla conlleve un daño mayor , y tal conocimiento sea la consecuencia
inevitable de la apertura del proceso correspondiente. 3. El peligro de la demora en la
resolución de la causa» (PÉREZ MADRID).

Si el Ordinario decide proceder por vía administrativa, ha de seguir el pro-


cedimiento indicado en el c. 1720:
«l. º hará saber al reo la acusación y las pruebas, dándole la posibilidad de
que se defienda, a no ser que el reo, legítimamente llamado, no quisiera com-
parecer;
2.0 debe sopesar cuidadosamente con dos asesores todas las pruebas y ar-
gumentos;
3.0 si consta con certeza el delito y no se ha extinguido la acción crimina l,
dictará decreto de acuerdo con los ce. 1342-1350, exponiendo, al menos breve-
mente, las razones de derecho y de hecho».
Los ce. 1342-1350, que deberán tenerse en cuenta al tomar mediante de-
creto la decisión con la que concluye el procedimiento administrativo, son los
que indican los deberes y los poderes y facultades discrecionales que incumben
al juez al imponer las penas en un proceso judicial. Por lo demás, el c. 1342 § 3

126
ACTIVIDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

establece como norma general que «lo que en la ley o en el precepto se prescri-
be sobre el juez, respecto a la imposición o declaración de una pena enjuicio,
se aplica también al Superior que impone o declara una pena mediante decreto
extrajudicial, a no ser que conste otra cosa y no se trate de prescripciones que
se refieran solo al procedimiento».
Esta salvedad de las prescripciones que se refieren al modo de proceder es
lógica , ya que si se impusieran a la autoridad ejecutiva en el procedimiento ad-
ministrativo las mismas formalidades y requisitos que al juez, no habría , en la
práctica, razón alguna para elegir una u otra vía. No obstante, el procedimiento
administrativo debe desarrollarse con todas las garantías, siguiendo estricta-
mente, además de lo indicado por el c. 1720, las demás normas y criterios de
procedimiento aplicables a la emisión de los decretos singulares (Lecciones V
y VII). Por otra parte, como punto de referencia a la hora de plantear y llevar a
cabo distintas fases del procedimiento que no cuentan con normas propias, será
necesario acudir, por analogía (cfr c. 19), a las normas dadas para casos seme-
jantes, concretamente a las que regulan el proceso penal (cfr ce. 1721 ss.) .
Ciertamente, el c. 19 exceptúa de ese recurso supletorio las cuestiones penales,
pero aquí tratamos de una cuestión no penal, sino de procedimiento, que redunda en
mayores garantías del reo: lo que prohíbe el c. 19 es aplicar analógicamente nonnas
que tipifican un delito o que establecen una pena a casos no previstos expresamente
por esas normas.
Como ya hemos dicho, el procedimiento administrativo puede emplearse
en todo caso para la aplicación de remedios penales (amonestación y repren-
sión) y de penitencias (cfr ce. 1339, 1340 y 1342 § 1).
Y se aplicará un procedimiento similar, teniendo en cuenta las normas procedi-
mentales específicas que pudieran existir, para la aplicación de otras sanciones admi-
nistrativas, disciplinarias o de otro tipo, previstas en diversas nonnas extracodiciales.

3. Intervención en el momento declarativo

La declaración se refiere solamente a las penas latae sententiae . Puesto


que en este tipo de penas se incurre por la sola comisión del delito con las con-
diciones requeridas, no son necesarios una sentencia o un decreto extrajudicial
que las imponga , y no se precisa nigún otro acto jurídico para que el delincuen-
te quede vinculado por la pena , aunque su situación no sea conocida pública-
mente.
Sin embargo, en ocasiones, el bien público - por ejemplo, cuando se ha
tratado de un delito público y notorio , con escándalo grave, cte .- requiere que
la autoridad declare fonnalmente que el sujeto está incurso en la pena de que se
trate. Esta declaración tiene también una eficacia jurídica específica en cuanto
a los efectos de la pena (cfr, por ejemplo, ce. 1331, 1332, 1335, 1338 § 3, 1352
§ 2) y en cuanto a su remisión (cfr ce. 1355-1357).

127
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

La declaración de la pena se realiza, según el c. 1341, después de un pro-


ceso judicial o de un procedimiento administrativo promovido especialmente
para ese fin, en el que se siguen sustancialmente los mismos pasos que acaba-
mos de enumerar. Por lo que se refiere a la elección de una u otra vía y a los lí-
mites para la elección de la vía administrativa, se aplican también los mismos
criterios vigentes para la imposición de penas, pues los ce. 1341-1343 se refie-
ren indistintamente a la imposición y a la declaración.
Se ha señalado que, teniendo en cuenta los estrictos requisitos de punibilidad para
que realmente se incurra de modo automático en una pena latae sententiae (cfr, por
ejemplo, c. 1324 § 3: siempre que se dé una de las circunstancias atenuantes previstas
por ese canon para las penasferendae sententiae el delincuente no incurre en la pena
latae sententiae), puede muy bien suceder que el autor del hecho delictivo no haya in-
currido efectivamente en la pena. En esos casos, si pese a todo se procede a la declara-
ción, el efecto del decreto no sería propiamente declarativo , sino más bien impositivo
(SANCHIS).

4. Intervención en el momento extintivo

La pena impuesta por tiempo determinado cesa normalmente por su cum-


plimiento. En cambio, la cesación de las penas impuestas por tiempo indeter-
minado requiere un acto de la autoridad (también las penas impuestas por tiem-
po determinado pueden cesar, antes de que tran scurra el tiempo, por un acto de
la autoridad). Esa intervención de la autoridad se llama remisión de la pena. Se
suele hablar - conservando la term inolog ía que usaba el Código anterior- de
absolución, en el caso de las censuras; y de dispensa, para las demás sancio-
nes. La disciplina de la remisión de penas se contiene en los ce. 1354-1361.
La absolución es un derecho del delincuente incurso en una censura una
vez que se haya enmendado, cesando en su contumacia. Por consiguiente, tras
comprobar adecuadamente este extremo (c. 1358 § 1), la autoridad debe conce-
der la absolución , ya que se ha cumplido la finalidad primaria de la pena medi-
cinal. Según el c. 1347 § 2, «se considera que ha cesado en su contumacia el
reo que se haya arrepentido verdaderamente del delito , y además haya repara-
do convenientemente los daños y el escánda lo o, al menos, haya prometido se-
riamente hacerlo».
La autoridad que absuelve de una censura puede velar, al mismo tiempo , por el
bien espiritual del reo absuelto con oportunas amonestaciones o con otros medios de
solicitud pastoral (cfr c. 1348), o bien imponerle una penitencia (c. 1358 § 2).

La dispensa, en cambio, es una concesión que depende de la decisión de la


autoridad . Para conceder la dispensa solicitada , la autoridad competente tendrá
que valorar las circunstancias del caso particular dentro del marco general del
régimen de las concesiones de gracias en derecho canónico (Lección VIII) y

128
ACTIVJDADES CONTRACTUAL Y SANCIONADORA DE LA ADMI NISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

conforme a las disposiciones específicas de los ce. 1354-1361. Esta «dispensa»


(remisión de una pena), es diferente de la dispensa de la ley en un caso particu-
lar, que explicaremos más adelante (Lección VIII: llI.A.2).
Tanto la dispensa como la absolución se conceden mediante acto adminis-
trativo singular (Lecciones V y VII), dado por la autoridad ejecutiva competen-
te. Los ce . 1354-1357 determinan cuál es la auto ridad competente para la remi-
sión según las caracterís ticas de la pena de que se trate.

C. Garantías y recursos en materia de actividad administrativa sancionadora

Al describir los distintos momen tos en que puede producirse la interven-


ción administrativa en materia penal, hemos hecho mención de las limitaciones
y de los requisitos de procedimiento que establecen las normas específicas que
regulan esas actuaciones. Además de ellos, son también de aplicación las de-
más normas que condicionan con carácte r general la actuación legítima de la
Administración al preparar y emitir los diversos tipos de actos administrativos,
y que estudiaremos en su lugar correspondiente (Lecciones V-VIII).
Entre otras garantías jurídicas, vale la pena mencionar aquí la norma del c.
36 § 1, que dispone la interpretación estricta (Lección VI: I.B.3) de los actos
administrativos que se refieren a la conminación o a la imposición de penas (o
sea, los preceptos penales y los decretos extrajudiciales por los que se impone
o se declara una pena).
A esos actos se les aplica también el régimen general de impugnación de los
actos administrativos mediante el recurso jerárquico (Lección IX) y, posterior-
mente, mediante el recurso contencioso-administrativo ante el tribunal supremo
de la Signatura Apostól ica (Lección X). El c. 1353 añade una garantía adicional
al recurso contra el decreto por el que se impone o se declara una pena: a diferen-
cia de lo que establece la norma general (c. 1736), la interposición de este recur-
so suspende automáticamente la ejecución de la pena de que se trate.

129
- ....

LECCIÓN V

EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

l. INTRODUCCIÓN

En el ejercicio de la función administrativa, como se ha expuesto (Lección I),


la Administración eclesiástica aplica los medios de que dispone a la satisfac-
ción inmediata de necesidades públicas.
Las actuaciones encaminadas a servir al bien público eclesial pueden ser
de tipo material (por ejemplo , la reparación de la cubierta de un templo); eco-
nómico (por ejemplo, la adquisición de un equipo de megafonía); o actividades
personales (por ejemplo, el trabajo ministerial de un párroco o de un vicario
parroquial). Otras veces consisten en actos jurídicos de diverso tipo (por ejem-
plo, un acuerdo con el Ministerio de Cultura para una mejor conservación del
patrimonio histórico-artístico; o la erección de una nueva parroquia).
El fin de la Administración, evidentemente, no es la producción de actos
jurídicos por sí misma , sino el servicio al bien público de la Iglesia. Sin embar-
go, sea cual sea el tipo de actuación en que se concrete la búsqueda directa e
inmediata del bien público , se requiere siempre un tipo peculiar de actividad
jurídica por la cual la Administración, en el ámbito de sus competencias, toma
las medidas y decisiones que parecen más adecuadas en el caso particular, y las
impone en virtud de su potestad pública, dando lugar a actos jurídicos de con-
tenido y efectos muy variados.
Estos actos son medio por el cual se asignan recursos , se distribuyen per-
sonas o se crean, modifican y extinguen situaciones jurídicas , con el fin de ha-
cer posibles, garantizar y ordenar las actuaciones encaminadas a satisfacer las
necesidades públicas .
Los contenidos específicos de esos actos pueden ser tan diversos como las facetas
del bien público al que sirven: nombramiento, remoción, erección, desmembración,
traslado , adjudicación, concesión, privación, licencia, aprobación, precepto, multa ,
prohibición, dispensa, resolución, etc. Así, la autoridad competente hace nombramien-

131
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tos para proveer los oficios eclesiásticos vacantes, de tal modo que se detennine con
certeza qué personas pueden y deben atender a los cometidos de ese oficio; concede li-
cencias para enajenar bienes eclesiásticos o para publicar textos adecuados para la en-
señanza de la doctrina cristiana; aprueba o revisa los estatutos de una asociación, ga-
rantizando su coherencia con la vida cristiana; ordena que el titular de un oficio actúe
de determinada manera ; impone sanciones para proteger el bien espiritual de los fieles ;
dispensa del cumplimiento de una nonna cuando hay justa causa; erige una parroquia ,
o une o divide las ya existen tes para una mejor atención pastoral; etc.
La Administración puede y debe realizar esos actos de oficio, es decir,
siempre que lo considere necesario u oportuno para el bien público, sin necesi-
dad de que nadie provoque o solicite su intervención. El acto realizado desplie-
ga su eficacia creando, modificando o extinguiendo situaciones jurídicas , sin
necesidad de acudir al juez o a otra autoridad para que lo ejecute (ejecutivi-
dad). Además , se presume que el acto emitido por la Administración es legíti-
mo: quien sostenga que no es así debe recurrir, y de no hacerlo en los plazos fi-
jados, normalmente breves, el acto despliega su eficacia sin trabas (presunción
de legitimidad).
A causa de esas especiales características y pre1TOgativas,tales actos pue-
den incidir de manera inmediata en la esfera jurídica de los fieles afectados,
modificándola. Y por ello resulta especialmente importante que estén sujetos a
un régimen jurídico claro, de manera que se sepa con certeza quién puede lle-
varlos a cabo, con qué requisitos y condiciones, de qué forma debe proceder y
qué garantías protegen a los interesados frente a posibles errores o injusticias .
Por otra parte, puesto que mediante esos actos la Administración eclesiástica
dispone, también con una eficacia inmediata, sobre asuntos de interés general,
es necesario que quede garantizada asimismo su orientación a la consecución
del bien público, que legitima la actuación de la autoridad.
En el Código anterior no existía un régimen general para esta actividad ju-
rídica: las normas aplicables a cada una de las actuaciones concretas de la au-
toridad eclesiástica se encontraban dispersas; y muchas veces presentaban la-
gunas en aspectos importantes. Por otra parte, no siempre era fácil establecer la
naturaleza jurídica de esas actuaciones ni, en consecuencia, determinar los me-
dios de defensa de los afectados por ellas, ya que no existía una distinción for-
mal explícita entre los diversos tipos de actividades y funciones de la potestad
pública eclesiástica. Todo ello hacía muy dificil aplicar eficazmente a la fun-
ción de gobierno las garantías basadas en el principio de legalidad (Lección II).
Precisamente en relación con estas cuestiones, el séptimo de los principios
directivos para la reforma del CIC de 1917, como sabemos, solicitaba: «Que se
distingan claramente las diversas funciones de la potestad eclesiástica: legisla-
tiva, administrativa y judicial; y se determine adecuadamente qué órganos ejer-
cen cada una de ellas»; y afirmaba también que «es preciso proclamar que , en
el derecho canónico, el principio de tutela jurídica se aplica igualmente a supe-
riores y súbditos, de manera que se desvanezca completamente cualquier sos-
pecha de arbitrariedad en la administración eclesiástica».

132
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

Como uno de los frutos de esos postulados, el Título IV del Libro I del
Código ha acogido por primera vez en la legislación canónica la categoría téc-
nica de «acto administrativo singular». Al mismo tiempo, el concepto y la na-
turaleza de diversos actos de la autoridad tradicionalmente existentes en el de-
recho canónico se han adaptado conscientemente a las caracteiisticas comunes
de ese género. Esta innovación es decisiva para implantar la distinción de fun-
ciones solicitada por el citado principio directivo y constituye un avance indu-
dable en la construcción del derecho administrativo canónico .
Tras la introducción del concepto de acto administrativo singular por el le-
gislador, toda una serie de actos que anterionnente poseían regímenes propios
según sus variados contenidos, han pasado a integrarse en esa categoría formal,
a cuyas normas deben ceñirse. Esto permite regular con economía y claramen-
te sus elementos comunes en cuanto acto s jurídicos de la autoridad eclesiásti-
ca: sujetos, potestad, competencia, forma, procedimiento , eficacia , impugna-
ción, etc. Se asegura así la existencia de un régimen jurídico básico, que
impone en todo caso los requisitos mínimos de buen gobierno, mientras que el
contenido propio de cada acto simplemente añadirá ciertas características o re-
quisitos específicos a las normas comunes.
Al evitarse la dispersión y la heterogeneidad innecesaiias en el régimen ju-
rídico de esos actos , se contribuye a una mejor regulación del ejercicio de la
potestad de gobierno eclesiástica, que proporciona certeza y seguridad jurídi-
cas y, en definitiva , redunda en bien de la Iglesia y de los fieles.

JI. EL ACTO ADMTNISTRATIVO SINGULAR EN EL CóDJGO DE D ERECHO CANÓNICO

A. Concepto, notas esencial es y tipología

Según está regulado en el CIC, el acto administrativo singular - o, sim-


plemente, acto administrativo- puede definirse brevem ente como: «acto jurí-
dico unilateral y singular de una autoridad ejecutiva».
Sus notas o caracteres esenciales son, por tanto, los siguiente s: en cuanto a
su naturaleza, es un acto jurídico. Dentro de ese género, es un acto dictado por
la autoridad en ejercicio de potestad pública; y, atendiendo a la distinción de
potestades y funciones, es un acto dado en virtud de la potestad ejecutiva. Por
lo que se refier e a las voluntades necesarias para su perfección, es un acto uni-
lateral. Finalmente, por su alcance, es un acto singu lar. Veamos con mayor dc-
teninúento estas características.

l. Acto jurídico

Según la distinción general entre hechos y actos jurídicos, el acto adminis-


trativo es un acto jurídico, es decir, un acto destinado por la voluntad de su autor

133
COMPENDJO DE DERECHO ADMI N!STRATJVO CANÓNICO

precisamente a producir determinados efectos jurídicos. Quedan fuera del con-


cepto de acto administrativo, por tanto, los actos de la Administración meramen-
te materiales o de gestión (por ejemplo, la redacción de un temario para cateque-
sis; o el ingreso de un cheque en una cuenta bancaria).
Se excluyen también de este concepto, siempre según resulta del régimen
codicia!, los actos jurídicos de la Administración con efectos meramente decla-
rativos (por ejemplo, una certificación). El acto administrativo es un acto dispo-
sitivo : contiene una manifestación de voluntad dotada de eficacia jurídica. Con-
cretamente contendrá una provisión, una decisión, un mandato o una concesión
de la autoridad eclesiástica, según sea un decreto singular (c. 48), un precepto
singular (c. 49) o un rescripto (c. 59).
Se incluyen entre los actos administrativos solo los actos jurídicos defini-
tivos, es decir, que ponen fin a un expediente y que, por regla general-o sea,
salvo que se trate de actos pontificios o del Concilio ecuménico, o de actos de
fuero interno, como veremos-, son ya directamente impugnables según el sis-
tema vigente de recursos (Lecciones IX-X); no, por tanto, los actos preparato-
rios o de trámite que conducen a la emisión de un acto administrativo (vide in-
fra: III.D.2).

2. Dictado por una autoridad ejecutiva

Se trata , ante todo, de un acto jurídico de una autoridad eclesiástica que


actúa en cuanto tal. No son actos administrativos , por eso, los actos privados
de un sujeto, aunque sea titular de un oficio de gobierno (aquellos actos jurídi-
cos en los que actúa como persona privada, por ejemplo, el testamento o una
donación de sus bienes particulares). En los actos administrativos la autoridad
actúa en ejercicio de sus funciones y con potestad pública.
Teniendo en cuenta, además, que el derecho vigente ha adoptado la distin-
ción de la potestad de gobierno en legislativa, ejecutiva y judicial (c. 135; Lec-
ción I), hay que precisar que no todo acto jurídico público de cualquier autori-
dad eclesiástica es un acto administrativo: el acto administrativo es
propiamente acto de una autoridad ejecutiva, lo cual excluye de este concepto
todos los actos dictados en virtud de las potestades legislativa y judicial, que
poseen su propio régimen.
El Código utiliza aún el adjetivo «extrajudicial» en varios cánones (ce. 1342,
1363, 1718, 1720), para calificar a los decretos singulares que imponen penas siguien-
do la vía administrativa (decretos penales) (Lección IV). Además, el c. 1732 establece
que el régimen de impugnación previsto para los actos administrativos (Lección IX) es
de aplicación solo a los actos extrajudiciales . Por eso algunos autores --como hace LA-
BANDEIRA al definir el acto administrativo- incluyen esta nota entre las características
definitorias de los actos administrativos canónicos, aunque solo sea para precisar su
significado en el derecho vigente y facilitar su comprensión en las normas que lo utili-

134
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

zan. El término «extrajudicial» es de uso tradicional en derecho canónico, y se acuñó


mucho antes de que se estableciera claramente la distinción de pote stades y vías de
ejercicio. Una vez establecida esa distinción y acogida la figura del acto administrati-
vo, en rigor resulta innecesario ese calificativo, ya que no existen actos administrativos
que no sean extrajudiciales , aunque hay actos extrajudiciales que no pueden ser catalo -
gados como actos administrativos. Para los efectos de delimitación que aquí nos inte-
resan , baste decir que esta nota indica que los actos administrativos se producenji,era
del proceso judicial, por la vía propia del ejercicio de la potestad ejecut iva, de la que
proceden.

Para dar un acto administrativo singular es necesario, pues, que la autori-


dad goce de potestad ejecutiva (Lección 1), elemento sin el cual no hay acto ad-
ministrativo. Esta característica es esencial y, por tanto , rigurosamente común
(al tratar de los rescriptos que contienen privilegios y dispensas - Lección
VIII-, se verá cómo se verifica también en esos actos).
La consecuencia más evidente de esta nota esencial de los actos adminis-
trativos es su sumisión al principio de legalidad (Lección II), que se da también
en todo caso.

Esto no significa que no puedan darse legítimamente actos administrativos contra


legem (cfr, por ejemplo ce. 36 § 1, 38, 85-93) , o praeter legem (cfr, por ejemplo, ce.
49 , 76-84): como se verá especialmente al trat ar de los privilegios y dispensas (Lec-
ción VIII) , pueden darse en los casos y con los requisitos que la ley establece, y en ese
aspecto cumplen el principio de legalidad, aunque su contenido, por definición, sea ex-
tralegal, o contrario a una disposición legal (Lección III: I.2).

3. Acto unilateral

El carácter unilateral es propio de los actos de autoridad: indica que, si


son debidamente realizados, adquieren su eficacia jurídica sin necesidad de
que concurra para la perfección del acto otra voluntad que la de la autoridad
competente, es decir , con independencia de la oposición o de la anuencia del
interesado. Cuestión distinta es la de la legitimidad de ese acto o la de las cau-
sas de ineficacia o invalidez que puedan darse en los supuestos concretos,
corno se verá en su momento (Lección VI).
Esta característica se justifica precisamente por el deber de atender inme-
diata y eficazmente al bien público que incumbe, en el ámbito de su competen-
cia, a la Administración pública (Leccción 1), responsabilidad que ésta no pue-
de compartir o descargar legítimamente en otros sujetos distintos.
Se excluyen, en consecuencia, del concepto y del régimen de los actos ad-
ministrativo s los actos bilaterale s o plurilaterales (por ejemplo , los contratos),
es decir, aquellos para cuya perfección se requiere el concurso de las volunta-
des de dos o más sujetos (Lección IV).

135
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

4. Acto singular
La singularidad, tal como el CIC utiliza el concepto (Leccíón III : I.2) sig-
nifica que el acto administrativo no es una norma general y abstracta. Por el
contrario, posee una eficacia «concreta»: afecta a una situación precisa, a una
persona o personas determinadas; y su eficacia (Lección VI) no puede exten-
derse a otros casos fuera de aquellos a los que se dirige (nótense las expresio-
nes de los ce. 48, 49, 52, 36 § 2, 59).
Es necesario hacer esta precisión porque, si bien todo acto administrativo
se da en virtud de la potestad ejecutiva , no todo acto jurídico de la potestad
ejecutiva es un acto administrativo singular. Existen, como se ha expuesto, ac-
tos propios de la potestad ejecutiva que tienen carácter normativo, puesto que
contienen prescripciones de carácter general, es decir, normas generales, aun-
que diferentes e inferiores a las leyes (Lección III). Estas normas administrati-
vas poseen un régimen propio, por lo que no les resultan aplicables las disposi-
ciones relativas a los actos administrativos.

5. Tipología de los actos administrativos en el CIC


El c . 35, primero de los que el Código dedica a los actos administrativos
en general, después de mencionar el concepto de acto administrativo singular,
distingue : «bien sea un decreto o precepto, bien sea un rescripto», indicando
así la tipología fundamental.
Se trata, en realidad, de mia bipartición: en efecto, el precepto singular no
es sino un tipo de decreto (c. 49) ; y los privilegios y dispensas, aunque se les
dedican específicamente sendos capítulos -IV y V- del título del Código so-
bre los actos administrativos, son en realidad gracias otorgadas mediante un
acto administrativo: el rescripto; es decir, constituyen el contenido propio y pe-
culiar (Lección VIII) de un acto administrativo (ce. 59 § 1; 76 y 85). Es, ade-
más, una bipartición exhaustiva , de manera que todos los actos administrativos
singulares en derecho canónico son adscribibles a uno de esos dos tipos funda-
mentales , en tomo a los cuales se ha construido toda la disciplina: decretos sin-
gulares y rescriptos (LABANDEIRA).
Por el momento , dejaremos simplemente enunciada la tipología legal de
los actos administrativos. Más adelante estudiaremos detenidamente cada uno
de los tipos (Lección VII).

B. Estructura del acto administrativo

Una vez expuesto el concepto de acto administrativo que puede deducirse


de su regulación en el CIC , y explicadas sus notas esenciales , hemos de fijar-
nos en su estructura.
Existen diversas concepciones doctrinales a la hora de descomponer el
acto administrativo en sus elementos integrantes, por lo que puede suceder

136
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

que los mismos términos tengan un significado u otro según los autores que
los empleen. En todo caso , lo que aquí importa es ofrecer un esquema que
permita en la práctica analizar ordenada y claramente esos actos, para com-
probar si poseen todo lo necesario para su perfección , verificar si ha y vicios
relevantes en alguno de sus elementos y determinar su eficacia jurídica.
Para ese fin, nos parece suficientemente eficaz la descomposición de la es-
tructura del acto administrativo en los siguientes elementos: sujeto, contenido,
causa y forma .

1. Sujeto del acto administrativo

El sujeto, o autor, del acto administrativo es quien lo dicta. Pero, estudian-


do este elemento con la finalidad que hemos indicado , interesa explicar quién
puede ser el sujeto; o, desde el punto de vista práctico, qué requisitos deben
darse en quien aparece como sujeto de un acto administrativo.
El Código designa a veces (por ejemplo, ce. 48 y 59) al autor del acto ad-
ministrativo como la «autori dad ejecutiva competente», fórmula que sintetiza
adecuadamente los requisitos que debe cumplir : ha de ser un sujeto (persona u
organismo) legítimamente constituido en autoridad, dotado de potestad ejecu-
tiva y con competencia para el caso de que se trate .

a) Legítimamente constituido en autoridad


Se ha explicado ya que el acto administrativo es un acto de autoridad , rea-
lizado en ejercicio de la potestad eclesiástica de gobierno (ce . 129 ss.). Por
consiguiente, su sujeto debe haber recibido legítimamente esa potestad de al-
guno de los modos previstos por el derecho (Lección I).
Según el c. 131, se llama potestad ordinaria la que va aneja a un oficio, de
modo que quien es investido de ese oficio con arreglo a derecho (ce. 145 ss.),
recibe al mismo tiempo la titularidad de esa potestad . Se llama , en cambio, po-
testad delegada la que se encomienda directamente a un sujeto por sí mismo,
no a través de su oficio (Lección 1: 111.3.e).Por tanto, el sujeto del acto admi-
nistrativo debe gozar de potestad ordinaria o delegada, situación que se mantie-
ne , una vez recibida legítimamente la potestad, mientras no se produzca su pér-
dida o suspensión por alguno de los motivos previstos por el derecho .

b) Dotado de pote stad ejecutiva

El c . 35 dispone que «el acto administrativo singular puede ser dado por
quien tiene potestad ejecutiva» . Ya se ha tratado más arriba de este aspecto en
cuanto constituye una nota esencial del concepto de acto administrativo, por lo
que no es necesario insistir sobre ello.

137
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINIS TRATIVO CANÓNJCO

Señalaremos ahora que, puesto que el sujeto del acto administrativo no


solo es una autoridad ejecutiva, sino que actúa precisamente ejerciendo la
potestad ejecutiva, las normas codiciales que afectan directamente a la cues-
tión del autor de los actos administrativos singulares son solo las referentes a
esa potestad (sobre todo, ce. 134 y 136-144); o, dicho de otro modo, son las
normas necesarias para determinar quién es en cada caso la «autoridad ejecu-
tiva».
Hay en la vida de la Iglesia también acto s de gobierno que no provienen propia-
mente de la potestad eclesiástica de jurisdicción: es el caso, señaladamente, de aquello s
institutos de vida consagrada cuyos Superiores no poseen esa potestad (cfr c. 596 § 1).
Además de las normas específicas que establezcan las constituciones de cada instituto,
a efectos prácticos, pueden aplicarse también a esos actos -congrua congruis referen-
do- las normas del CIC sobre actos administrativos singulares , toda vez que a la po-
testad de esos Superiores , aunque no sea potestad ejecutiva, se le aplican las normas
sobre la potestad ejecutiva (c . 596 § 3), como hemos dicho (Lección 1).

c) Con competencia en el caso de que se trate

A lo expuesto debe añadirse que gozar de potestad ejecutiva es condición


necesaria, pero no suficiente para la emisión legítima de un acto administrati-
vo. Quien tiene potestad ejecutiva debe, además, poder ejercerla en el caso del
que se trate: ha de ser, como se ha dicho, no solo autoridad ejecutiva, sino la
autoridad ejecutiva competente .
La competencia se determina en el caso concreto conjugando diversos cri-
terios establecidos por el derecho: hay que atender simultáneamente, según las
circunstancias, a la materia y tipo de acto de que se trate (competencia mate-
rial); al lugar (competencia territorial) y a las personas afectadas (competencia
personal; cfr, por ejemplo, c. 476), en relación con los criterios legales acerca
del ámbito de ejercicio de la potestad ejecutiva (cfr c. 136); y a la posible inter-
vención de autoridades ejecutivas jerárquicamente superiores (competencia
funcional: cfr c. 139), incluso mediante reservas (cfr, por ejemplo, c. 479 § 1).
Como hemos explicado (Lección II: 11.A.2), las normas que dete1minan la compe-
tencia pueden contener cláusulas generales de apoderamiento, o bien atribuciones es-
pecíficas para casos determinados. A esas normas hay que añadir, como se ha indicado,
las que regulan la delegación de la potestad ejecutiva (ce. 131-133, 137- 142).

2. Contenido del acto administrativo

a) Concepto
El acto administrativo , sea decreto singular o rescripto, sirve de vehículo
formal a provisiones, decisiones o concesiones diversas, que muchas veces apa-

138
EL ACTO ADMI NISTRATIVO SING ULAR

recen acompañadas de indicaciones comp lementarias sobre la manera precisa


de desplegar su eficacia jurídica en el caso (por ejemplo, un nombramiento se
hace mediante decreto singular, que puede prever también a partir de qué fecha
o hasta cuándo, o con qué condiciones se hará efectivo).
Llamamos contenido, u objeto, a aquello que mediante el acto administra-
tivo se dispone, incluyendo todo lo que, por la naturaleza de las cosas o por
previsión del derecho , suele acompañar a lo dispuesto, además de las cláusulas
que el autor haya querido añadir.

b) Tipos de contenido

Es usual en la teoría general de los actos jurídicos la distinción entre con-


tenido esencial, implícito y eventual. También en el acto administrativo canó-
nico pueden distinguirse :
l.º) Contenido esencial. El acto administrativo debe contener necesaria -
mente todos los elementos sin los cuales aquello que se dispone no existiría .
Así pues, el contenido esencial vendrá determinado en cada caso por la natura-
leza de lo que se dispone .

Por ejemplo, un precepto singular (c. 49) debe indicar qué conducta manda o pro-
híbe y a qué persona o personas; el acto por el que se responde favorablemente a la so-
licitud de licencia eclesiástica para la publicación de un libro (c. 830 § 3) no basta con
que contenga la constatación de que el dictamen del censor es favorable (nihil obstat),
sino que debe expresar la concesión de la licencia para editar el libro (imprimatur) y el
nombre del Ordinario competente.

2.º) Contenido implícito. Si el contenido esencial debe aparecer explícita-


mente en el acto administrativo, hay, en cambio , otros extremos que no es nece-
sario explicitar, ya que se entiende que acompañan ordinariamente a aquel conte-
nido esencial , bien porque el derecho lo dispone así, bien porque son usuales , o
bien porque de lo contrario no sería factible lo dispuesto mediante el acto. A esos
extremos y cláusulas, que se consideran incluidos en el acto aunque no se men-
cionen, se les llama contenido implícito.

Por ejemplo, no es necesario que el acto por el que se delega a alguien indique
pormenorizadamente todo lo que puede hacer, porque «se entiende que quien tiene una
potestad delegada tiene tambi én concedido todo lo necesario para que esa potestad
pueda ejercerse» (c. 138).

3.º) Contenido eventual. Hay ciertas disposiciones que, si se incluyen en el


acto , modifican o determinan de algún modo la eficacia propia del contenido
esencial; pero pueden también no incluirse, en cuyo caso la eficacia del acto es
simplemente la prevista por el derecho con carácter general. Estas cláusulas ,
llamadas accesorias, constituyen el contenido eventual.

139
COMPE NDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

La teoría general emunera, como tipos más importantes de cláusulas acce-


sorias: condición, término y modo.
Condición : es toda circunstancia incierta o ignorada de la que se hace de-
pender, en mayor o menor medida, la eficacia de un acto administrativo (por
ejemplo , se puede decretar un nombramiento con la condición de que el desig-
nado obtenga en cierto plazo determinado grado académico) .
Término: es la fecha a partir de la cual comienza o termina la eficacia del
acto administrativo. Si no se incluye una cláusula de este tipo, la eficacia tem-
poral del acto se rige por las normas generales (Lección VI).
Modo : es una carga que se puede añadir a una concesión graciosa (Lec-
ción VIII), de manera que el beneficiario, a la vez que se ve favorecido por la
concesión, quede gravado por algún deber u obligación accesoria (por ejemplo,
de usar la facultad recibida siempre que lo pidan los fieles razonablemente ; de
permitir el uso de un bien a otros en ciertas circunstancias ; de celebrar algunas
misas por determinadas intenciones ; etc.).
Estudiaremos más detenidamente algunos aspectos de las cláusulas acce-
sorias, en especial de la condición, al tratar de la eficacia de los acto s adminis-
trativos (Lección VI: l.B .3.c).

c) Requis itos del contenido


Aquí es también aplicable, con los matices propios del acto administrati-
vo, la teoría general, segú n la cual el objeto o contenido - cualquier tipo de
contenido- de los actos jurídicos debe ser posible, lícito y determinado .
Lo dispuesto por el acto debe ser posible, material y jurídicamente; de lo
contrar io, el acto sería nulo y no vincularía a los destinatarios (ad impossibilia
nema tenetur), aunque en ocasiones será necesario probar esa imposibilidad.
Debe ser licito, tanto moral como jurídicamente . Un contenido ilícito -in-
moral , ilegal o antijurídico- vicia siempre el acto, haciéndolo ilegítimo y, ade-
más, puede acarrear para su autor consecuencias (por ejemplo penales) propor-
cionadas al tipo de normas contravenidas.
Ha de ser, por último , determinado, ya que la indeterminación absoluta
del contenido haría al acto ineficaz . No obstante, se considera determinado el
contenido de un acto si al menos en el momento de su ejecución (Lección VI:
I.A.2) resulta determinable.

3. Causa del acto administrativo

Puede decirse, en general, que la causa explica el porqué del acto adminis-
trativo: es la justificación de que se dicte un acto determinado y de que el dere-
cho lo sostenga como tal acto de la autoridad .

140
EL ACTO ADMJN/STRATJVOSJNGULAR

Sin embargo, a la pregunta sobre ese porqué puede responderse de di-


versos modos: a) porque lo requiere el bien público encomendado a la Ad-
ministración; b) porque se daban las circunstancias objetivas previstas por la
ley para emitir ese acto; c) porque la autoridad pretendía conseguir tal o cual
fin .
Esas posibles respuestas aluden, respect ivamente, a tres cuestiones rela-
cionadas -o identificadas, según los autores - con el concepto de causa del
acto administrativo : el interés público, los presupuestos de hecho, y el fin sub-
jetivo del autor. Veamos en qué consisten.

a) El bien público en el acto administrativo


Toda actuación de la Administración eclesiástica se justifica exclusivamente
por el bien público, al que se ordena . Como se ha explicado (Lección I:
III.3 .b), la potestad ejecutiva, de la que proceden los actos administrativos, es
una potestad-fimción, que no se integra en el patrimonio jurídico privado de li-
bre disposición de su titular, sino que está determinada en su ejercicio por el in-
terés público.
En consecuencia, el acto administrativo tiene, por naturaleza, una vincula-
ción radical con el bien público, al que debe tender en todo caso. Sin embargo ,
la causa del acto administrativo no es una simple relación genérica con los in-
tereses generales, el bien público o el fin de la Iglesia, considerado corno ten-
dencia abstracta del ordenamiento. La Administración, como hemos dicho
(Lección ll: 11.B.2.c), no persigue el fin de la Iglesia de manera abstracta, sino
concretamente; es decir, procurando aquí y ahora determinados aspectos del
bien público que aparecen corno concreciones parciales de ese fin general, co-
nectadas con él, pero distintas y específicas.
Por ejemplo, el nombramiento de un profesor de una Facultad de Teología se or-
dena sin duda al fin general de la Iglesia, la salvación de las almas; pero de manera me-
diata: así, al nombrarlo hay que tener en cuenta, no cualquiera de las condiciones que
pueden hacer a una persona idónea para contribuir a ese fin general (por ejemplo , una
conducta moral ejemplar, una sólida vida de piedad), sino específicamente aquellas
que se consideran exigibles para poder servir a la Igle sia mediante la inve stigación y
enseñanza de la Teología. El nombramiento de una per sona buena, pero inepta para la
enseñanza - aunque esté muy capacitada para otras funcione s-, no sería adecuado
para satisfacer el interés público, es decir, el específico aspecto del bien público que
aquí se pretende.
A sí pues, el bien público, corno causa justificante y legitimadora, aparece
siempre en el acto administrativo corno una finalidad concreta, consistente en
la obtención de un bien o en la satisfacción de una necesidad o un interés deter-
minados , que guardan relación, desde su parcela propia de la vida eclesial, con
el fin general de la Iglesia (MO NETA, LABANDEIRA) . Ese aspecto del bien públi-
co que persigue una actuación administrativa determinada es el interés públi co
que mueve a la autoridad a actuar.

141
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

En ocasiones, las normas aplicables al caso indican explícitamente el inte-


rés público que debe perseguir un acto administrativo, usando fórmulas bien
precisas.
Por ejemplo, el c. 301 § 1 indica las finalidades que justifican la erección , me-
diante decreto singular, de una asociación pública : transmitir la doctrina cristiana en
nombre de la Iglesia, promover el culto público, u otros fines reservados por su propia
naturaleza a la autoridad eclesiástica.

Otras veces, las normas utilizan expresiones más imprecisas, conceptos Ju-
rídicos indeterminados (Lección 11:Il.B .2.b), como el bien común, la necesi-
dad o utilidad de la Iglesia, el bien de la Iglesia, etc. En estos casos es preciso
determinar siempre esas referencias, entendiéndolas como referidas a aquellos
aspectos del bien público que es capaz de perseguir inmediatamente ese acto
concreto.
Por ejemplo, el c. 1748 señala como interés público que justifica el traslado de un
párroco que está rigiendo con fruto una parroquia «el bien de las almas o la necesidad
o la utilidad de la Iglesia»: lógicamente, se refiere al bien de las almas y a las necesida-
des y utilidades susceptibles de ser aten didos mediante el ministerio de un párroco , no
a cualquier aspecto de las necesidades de la Iglesia o del bien de las almas , por bueno
que se considere.

Por último, hay casos en que las normas omiten toda referencia explícita,
incluso indeterminada, al fin al que se debe orientar una actuación. No obstan-
te, tamb ién entonces ha de entenderse que está implícita la ordenación objetiva
a aquellos aspectos del bien público para los que el acto en cuestión es instru-
mento adecuado, según su contenido propio, su naturaleza y su función en el
ordenamiento.
Resulta evidente, por ejemplo, que una licencia para enajenar bienes eclesiásticos,
la aceptación de la renuncia del titular de un oficio o la delegación de la facultad de
asistir a matrimonios son actos de naturaleza diversa y previstos para proveer a facetas
diversas del bien público. Aunque las normas aplicables a cada caso no contuvieran
ninguna referencia explícita, el contenido, la naturaleza y la función en el ordenamien-
to de cada uno de esos actos orientan sobre su ordenación objetiva , al menos en lo
esencial.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que la causa es el fin objeti-


vo previsto -explícita o implícitamente - por el ordenamiento para un deter-
minado acto administrativo.
Entendida de ese modo, la causa puede considerarse un verdadero elemento inte-
grante - intrínseco- del acto, no una mera referencia exterior a él. En efecto, puesto
que el fin es lo primero en la intención y lo último en la ejecución, el acto previsto por
el ordenamiento como instrumento para la obtención de un fin concreto queda determi-
nado intrínsecamente por la presencia de ese fin como tendencia objetiva desde el prin-
cipio, aunque su efectiva consecución quede fuera del acto mismo y no pertenezca a su
estructura, sino a su eficacia.

142
El ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

b) Los presupuestos objetivos del acto

Los actos administrativos no pueden dictarse arbitrariamente, sino que de-


ben estar ordenados en cada caso a su fin objetivo, según acabamos de expo-
ner. Por eso diversos autores sostienen que la causa del acto administrativo son
los presupuestos objetivos, de hecho y de derecho, previstos por las normas
para cada acto, de tal modo que la verificación de esos presupuestos es condi-
ción para que se dicte legítimamente.
No obstante, no se pueden identificar, estrictamente, los presupuestos ob-
jetivos de un acto con el interés público , aunque sí es posible relacionar ambas
categorías en un concepto unitario de causa. En efecto, los presupuestos de he-
cho no son el interés público perseguido por el acto, pero actúan como indica-
dores de su presencia, porque el derecho lo ha objetivado en ellos: allí donde se
verifican los presupuestos objetivos para emitir un determinado acto se estima
que existe el interés público, la causa que legitima el acto administrativo.
Por ejemplo, el fin objetivo - implícito- que persigue el derecho al prever la
posibilidad de remover a un párroco es proveer a una adecuada y fructuosa atención
pastoral de los fieles de esa parroquia, en la medida en que ello depende del ministerio
del párroco. Los presupuestos objetivos para poder dictar ese acto administrativo se
dan cuando «por cualquier causa, incluso sin culpa grave del interesado, el ministerio
de un párroco resulta perjudicial o al menos ineficaz» (c. 1740). Como se ve, ambas
cosas no coinciden, pero la presencia de los presupuestos indica la conveniencia o ne-
cesidad de proveer y garantiza que esa actuación responde , en lo esencial, al fin pre-
visto por el ordenamiento.
Así pues, sobre todo en el caso de los actos emitidos en ejercicio de potes-
tades regladas (Lección II: II.B.2.a), el derecho garantiza la existencia de la
causa, o sea, la adecuación del acto administrativo al interés público , mediante
la fijación de los presupuestos o requisitos objetivos: la autoridad se limita a
aplicar la norma tras comprobar que se verifican los presupuestos.
Por ese motivo el cumplimiento de los requisitos, o la verificación de los
presupuestos objetivos , es condición necesaria para la validez del acto; sin em-
bargo, como veremos en seguida, no siempre es condición suficiente para su
legitimidad (Lección VI : II.A).

c) El fin subjetivo del autor del acto


Cuando no se trata de actuaciones regladas, sino discrecionales (Lección U:
II.B), la Administración goza de un margen de libertad más o menos amplio,
que le permite actuar o no, o elegir un camino u otro para su actuación.
En esos casos la mera verificación de los presupuestos objetivos no garan-
tiza por sí sola que exista en el caso concreto la causa del acto administrativo:
es necesario, además, que el fin subjetivo del autor coincida con el fin objetivo
del acto, es decir, que el sujeto se proponga el fin al que el acto está ordenado por
el derecho.

143
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Precisamente porque se está actuando discrecionalmente , puede suceder


que se dicte un acto administrativo correcto en cuanto al cumplimiento de los
presupuestos objetivos, pero viciado por la intención del autor. En tal caso es-
taríamos ante el vicio denominado desviación de poder, que puede producirse
de diversos modos: se da, desde luego, cuando se usa la potestad pública para
actuar en beneficio propio, o por favoritismo, o buscando perjudicar a una per-
sona o a un grupo de personas; pero también cuando la intención del autor es
conseguir un fin bueno y usa, sin embargo, medios (procedimientos, actos) no
previstos por el derecho para ese fin.
Por ejemplo, puede apreciarse desviación de poder en el siguiente caso: un lai-
co, padre de familia, ha prestado muchos servicios como secretario personal del
Obispo, y va a quedar sin trabajo cuando éste se jubile en el plazo de un año. El
Obispo, antes de su jubilación , invocando el c. 517 § 2, le nombra encargado pasto-
ral de una pequeña parroquia de la ciudad, vacante a la sazón, fijándole una retribu-
ción y con derecho a residir en la casa parroquial, a la vez que designa al vicario pa-
rroquial de una parroquia cercana para que compagine su encargo con el de «dirigir
la actividad pastoral» en la parroquia sin párroco. Ciertamente, el c. 517 § 2 permite
confiar una participación en el ejercicio de la cura pastoral a un laico cuando se da el
presupuesto objetivo - escasez de sacerdotes, que aquí se verifica dudosamente,
puesto que hay una parroquia vecina con párroco y vicario-- pero lo hace para aten-
der a la cura pastoral, no para resolver problemas familiares o económicos del laico
en cuestión , que merecen ser atendidos, pero por los medios idóneos.

Constituye desviación de poder, por tanto, el uso de la potestad para fines


distintos de los previstos por el derecho . En esos casos, aunque el acto sea in-
atacable desde el punto de vista de los presupuestos objetivos, puede ser im-
pugnado alegando la desviación de poder . Ciertamente, es dificil de probar,
pero en ocasiones, al revisar la tramitación que ha conducido al acto viciado ,
aparecen indicios y elementos suficientes para que el tribunal la aprecie; y, de
hecho, la jurisprudencia administrativa de la Signatura Apostólica la ha admiti-
do en alguna ocasión (Lección II: II.B.c).
Cuando se producen esos supuestos, pese a la apariencia formal correcta ,
el acto administrativo está viciado de ilegitimidad (Lección VI: II.A), porque la
voluntad del autor del acto no asume la causa, el fin objetivo del acto querido
por el derecho, sino que la sustituye --consciente o inconscientemente- por
un fin subjetivo divergente.

***
En resumen, el acto administrativo ha de ir siempre encaminado a la reali-
zación de un interés público concreto, que unas veces aparece implícito en las
normas y otras se explicita - usando conceptos determinados o indetermina-
dos- en unos presupuestos objetivos exigidos por el derecho para la validez .
En todo caso, para que el acto sea legítimo, el fin pretendido por el autor debe
adecuarse a ese fin objetivo.

144
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

4. Forma del acto administrativo

a) Delimitación del concepto que usaremos

La doctrina no es unánime al sistematizar el tema de la forma de los actos,


puesto que hay diversas opciones y puntos de vista acerca del concepto mismo
de fonna y de los aspectos que comprende. Sin pretensiones de resolver aquí la
cuestión, vamos a tratar de la forma considerándola propiamente como ele-
mento del acto administrativo y, por tanto , distinguiéndola del procedimiento,
o sucesión de actuaciones que conducen a la formación de la voluntad que se
manifestará mediante el acto administrativo . Así pues, nos referiremos en este
apartado a laforma de emisión o de exteriorización, es decir, a los requisitos
externos que debe cumplir la manife stación de esa voluntad; y posteriormente
estudiaremos el procedimiento.
Las disposiciones sobre la forma de los actos administrativos contenidas
en el Código se refieren a dos grandes aspectos: laforma escrita de los actos y
la necesidad de expresar en ellos los motivos de la decisión (motivación). Sin
embargo, las normas comunes a todo s los actos administrativos (ce. 35-47) se
refieren únicamente a la forma escrita, como requisito formal común, mientras
que la motivación aparece preceptuada solo para los decretos singulares, ya
que los rescriptos presentan peculiaridades en esa materia. Por este motivo, tra-
taremos ahora solo de la forma escrita, dejando lo relativo a la motivación para
la lección en que se estudiarán específicamente el decreto singula r y el rescrip-
to (Lección VII).

b) Exigencia de forma escrita

El c. 37 establece que «el acto administrativo que afecta al fuero externo


debe darse por escrito», norma que los ce. 51 y 59 § 1 reiteran para los decre-
tos singulares y para los rescriptos, respectivamente.
La forma escrita se configura así como un requisito formal para la emi-
sión de todos los actos que afectan al fuero externo, es decir, para los actos
que constituyen la regla general entre los procedentes de la potestad de go-
bierno (c. 130). Este requisito pretende garantizar la certeza y seguridad de
las situaciones jurídicas, fijando de modo preciso e inequívoco el contenido
y alcance de las decisiones de la autoridad por las que puedan verse afecta-
das (cfr, por ejemplo, c. 36 § 2) , y haciendo posible su prueba documental,
de gran importancia , como ha demostrado la exper ienci a jurídica multisecu-
lar.
Por ese motivo el Código, además de establecerla en el c. 37 como norma
general, exige la forma esc rita también al regular específicamente muchos ac-
tos de la autoridad, que constituirán el contenido propio de otros tantos actos
administrativos.

145
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Se reitera específicam ente la exige ncia de escritura, por ejemplo, en el c. 156 para
la provisión de cualquier oficio eclesiástico; en el c. 267 para la excardinación y suce-
siva incardinación de un clérigo que pasa de una Iglesia particular a otra; en el c. 382
par a el nombramiento del Obispo diocesano; etc.

c) Excepciones a la exigencia deforma escrita


El tenor del c. 37, en relación con el c. 130, solo excluye de la exigencia
general de forma escrita los actos destinados a producir efectos únicamente en
el fuero interno.
Se explica tal exclusión por la peculiaridad de régimen y eficacia que po-
seen esos actos, característicos del derecho canónico. Pero si en algún caso hu-
bieran de tener algún reflejo en el fuero externo, por las circunstancias o por la
propia naturaleza del acto de que se trate (por ejemplo, cuando se trata de la
absolución de censuras declaradas: Lección IV), parece lógico que se exija
también la forma escrita.
Por eso se establece que las gracias concedidas oralmente (c. 59 § 2) pueden usar-
se con toda libertad en el fuero interno, pero deben ser probadas cuantas veces sea exi-
gido si quieren usarse en el fuero externo (c. 74) (Lección Vlll).
El CIC prevé también la posibilidad de que la autoridad vincule a alguien
mediante un precepto oral, es decir, emitido de viva voz, sin que conste en do-
cumento alguno. Pero el propio Código establece que ese precepto solo obliga
al afectado hasta que cese la potestad de la autoridad que lo dio (c. 58 § 2); y
cabe dudar razonablemente de su eficacia para vincular en el fuero externo,
como veremos más detenidamente al estudiar el régimen de los preceptos sin-
gulares (Lección VII).

d) Consecuencias de la ausencia de forma escrita


El tenor literal del c. 37 solo afama que el acto administrativo llamado a pro-
ducir efectos en el fuero externo «debe darse por escrito», Jo cual ha de entender-
se, ciertamente, como un requisito vinculante para la autoridad administrativa;
pero ¿qué consecuencias jurídicas precisas tendrá la infracción de esta norma?
Ante todo, debe advertirse que no se impone con carácter general la san-
ción de nulidad para los actos administrativos que no se consignen por escrito.
En efecto , según el c. 1O, para que una norma pueda considerarse invalidante
debe decir expresamente que un acto es nulo si no se atiene a ella, cosa que no
hac e el c . 37. Por consiguiente, para determinar las consecuencias precisas de
la omisión de la forma escrita habrá que estar a la regulación específica de cada
tipo de acto administrativo (Lección VII), y a las normas aplicables al conteni-
do propio del acto en cuestión.
En cuanto a las normas aplicables a los contenidos de las diversas actua-
ciones que pueden adoptar la fonna de acto administrativo, ya hemos señalado

146
El ACTO ADMI NISTRATJVO SINGULAR

que el Código exige forma escrita en numerosos casos (por ejemplo, ce. 179,
186, 190, 193, 268 § 1, 312 § 2, 973, etc.), por lo que deberá analizarse cada
uno de ellos para determinar las consecuencias de la ausencia de escritura se-
gún el tenor literal de la norma en ese caso.
Así, por ejemplo , e] c. 474 afirma expresamente que los actos de la curia diocesa-
na llamados a producir efectos jurídicos -entre ellos se cuentan los actos administra-
tivos- deben ser suscritos (y, por tanto, previamente deben estar escritos) por el Ordi-
nario del que provienen , <<comorequisito para su validez». En este caso la invalidez se
produce tanto si el acto se consigna por escrito, pero sin la finna del Ordinario, como
si no se pone por escrito, y en consecuencia no puede ser firmado, de manera que, por
vía indirecta, la forma escrita se constituye en uno de los requisitos de validez de estos
actos.

lII. EL PROCEDIMIENTOADMTNISTRATIVO

A. Concepto

Se entiende por procedimiento administrativo (o simplemente procedi-


miento) la secuencia de actos encaminados a la emisión de un acto administra-
tivo justo y oportuno . A través del procedimiento administrativo se desarrolla
la actividad de ponderación necesaria para que la decisión sea justa y razonable
y resulte acertada .
Racionalizar adecuadamente el proceso de formación de las decisiones de
gobierno favorece siempre la tutela jurídica que puede garantizarse mediante la
aplicación del principio de legalidad , con todo lo que esto implica (Lección II).
Pero, además, el procedimiento administrativo se revela especialmente impor-
tante para la función administrativa, en cuanto instrumento que guía la acción
de gobierno justa: por una parte, lleva a cabo el sometimiento de la actividad
de gobierno a las normas jurídicas, pero también y sobre todo -ya que en mu-
chos casos y ante la variedad de situaciones que se presentan, no existen nor-
mas jurídicas formalizadas- porque , al racionalizar la actividad de la potestad
ejecutiva, orienta el ejercicio prudente de la discrecionalidad en relación con la
justicia, la verdad, el re speto de la dignidad de la persona y la equidad, propi-
ciando así la correcta adopción de las decisiones de gobierno, el buen gobierno
en definitiva.
Como se ha explicado (Lección 1), el ejercicio de la potestad ejecutiva se
caracteriza, entre otras cosas, por tener procedimientos propios, que se pueden
agrupar en tomo a la formación, la notificación, ejecu ción e impugnación de
los actos. Esta asignación de unos procedimientos propios a la actividad de la
Administración es particularmente importante en un ordenamiento como el ca-
nónico, en el que algunos de los sujetos que intervienen pueden ejercer distin-
tas potestades (legislativa , judicial , ejecutiva) , dando diversa intensidad y al-
cance a sus disposiciones de gobierno . La diversa relación de cada una de las

147
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

actuaciones con el principio de legalidad se manifestará en unos procedimien-


tos propios de la potestad legislativa, otros de la potestad judicial y otros carac-
terísticos de la potestad ejecutiva.

B. Regulación del pro cedimiento administrativo en el derecho canónico

Quizá debido al carácter residual de la función administrativa (Lección I)


y a lo variado de la actividad que abarca, hasta ahora no ha existido una regu-
lación unitaria del procedimiento administrativo canónico , a diferencia de lo
que ha sucedido respecto al proceso judicial. Esta situación, que se mantenía
en el CIC 17, donde no aparecía la figura del acto administrativo, no se ha so-
lucionado por completo en el CIC 83 porque, aunque hubo un intento -e l
proyecto de «Lex de Procedura Administrativa» - de elaborar un cuerpo
completo de normas referidas al procedimiento administrativo, al final se
abandonó la idea de publicar esa ley especial, y los contenidos de los proyec-
tos que se habían estudiado durante años se incorporaron al CIC solo en una
pequeña parte.
En el CCEO, promulgado años después del CIC, se advierte un cierto avance en
la regulación de esta materia, a la que se dedican los ce. 1517-1526, sobre los procedi-
mientos de emisión, notificación y ejecución de los actos administrativos, y 996-1006,
sobre el procedimiento de impugnación de esos actos.

En definitiva, el bloque normativo constituido por las normas que el CIC


dedica a los actos administrativos permite configurar un mínimo esquema de
procedimiento que, sin embargo, debe completarse con otras normas específi-
cas para determinados tipo s de actos, y también acudiendo a los medios que el
Código admite para completar las lagunas legales: a las leyes que prevén casos
semejantes, a los principios generales del derecho aplicados con equidad canó-
nica, a la jurisprudencia y práctica de la Curia Romana y a la opinión común y
constante de los doctores (c. 19).
Obviamente, para que los requisitos de forma y procedimiento sean tales
-es decir , verdaderos requisitos- deben estar impuestos por una norma; y
solo determinarán la nulidad de un acto administrativo por defecto en el proce-
dimiento aquellas normas que expresamente lo establezcan ( cfr c. 1O).
Sería un equivocado uso de la analogía o de los principios generales del derecho
pretender exigir en todos los procedimientos administrativos, sin distinción, la aplica-
ción de normas previstas solo para detem1inadossupuestos. Así se puso de manifiesto
en un decreto de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de 20.IV.1991. El ob-
jeto del recurso contencioso-administrativo era el decreto del dicasterio competente
que, a su vez, confirmaba el decreto de un Obispo por el que se había suprimido una
asociación de fieles, después de que esta asociación hubiera difundido durante un pe-
riodo relevante de tiempo noticias sobre unas supuestas apariciones, desoyendo las in-
dicaciones contrarias de la autoridad competente.

148
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

La asociación interpuso recurso contencioso-administrativo. El recurso, sin em-


bargo, no fue admitido a la fase de discusión (Lección X) por carecer de fundamento.
Entre otros motivos de esa decisión, el tribunal afirmó que no constaba la violación de
la ley ya que el abogado de la parte recurrente consideraba que la supresión de la aso-
ciación era una sanción penal y que, por tanto, el Obispo debería haberse sometido a
las normas de procedimiento previstas para los decretos pena les extrajudiciales (c.
1718 § 1); pero en realidad la supresión de una asociación de fieles no es considerada
en el ordenamiento canónico como una pena. En consecuencia, el decreto del Obispo,
puesto que no contenía ninguna pena, había respetado las normas de procedimiento :
era suficiente que se siguieran las prev istas para los decretos singulares ( ce. 50-51) y
de las actuaciones resultaba que el Obispo había observado esas normas. Por otra par-
te, la entidad suprimida era una asociación privada, y para esta categoría de asociacio-
nes el Código no prevé ningún procedimiento particular en caso de supresión.
No obstante, existen en el derecho de la Iglesia ciertas normas exhortati-
vas y otros criterios que se aplican preceptivamente solo en algunos supuestos
particulares, pero que pueden servir como guía para otros casos. A partir de ese
conjunto de normas y criterios, la doctrina canónica ha enunciado una serie de
principios del procedimiento administrativo canónico o reglas fundamentales
del comportamiento de la Administración, cuya presencia caracteriza el buen
gobierno en la formación, comunicación, ejecución e impugnación de los actos
administrativos . Estos serían los principios a los que se refiere el c. 19, por lo
que respecta al procedimiento administrativo.

C. Principios del procedimiento

Debe advertirse, ante todo, que estos principios, que se dan interrelaciona-
dos, se manifiestan en normas jurídicas muy diversas y se aplican de modo di-
ferente en los distintos procedimientos y en las sucesivas fases de cada proce-
dimiento.
Conviene señalar, además, que no se hace referencia directa aquí al princi-
pio de legalidad en la actuación administrativa (Lección II, cfr RGCR, art.
124). La legalidad , comprendiendo un ámbito más amplio , constituye la condi-
ción que permite dar vigencia práctica a una serie de valores de importancia
significativa, que pueden agruparse en tomo a algunos principios de procedi-
miento, como son los que enunciemos a continuación :

1. Principio de publicidad

Se desprende este principio del carácter público general que debe presen-
tar la actividad administrativa (en el sentido de que no es una actividad priva-
da), de modo que exteriorice y haga cognoscible el itinerario de formación de

149

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

la decisión administrativa. Gracias a este principio es posible individuar el mo-


mento en el que esta decisión se concreta y las circunstancias que la determi-
nan.
En razón de este principio los actos administrativos no solo serán actos de
buen gobierno, sino que aparecerán como actos de buen gobierno: la impor-
tancia de este aspecto se puso de relieve en el 6.0 principio directivo para la re-
forma del CIC, que postulaba una ordenación de la actividad jurídica de la Ad-
ministración que quitara toda base incluso a la sospecha de arbitrariedad en el
ejercicio de la potestad eclesiástica.
El principio de publicidad se traduce, para los legítimos interesados, en un
derecho al conocimiento de los elementos que han sido tenidos en cuenta por la
autoridad al emitir un acto administrativo; derecho que indudablemente no dis-
minuye la obligación de mantener la necesaria reserva respecto a todos los no
interesados. En ocasiones, para salvaguardar bienes fundamentales, como la
buena fama de las personas , o para prevenir el escándalo u otros daños, este
principio puede verse limitado en la práctica --en el derecho canónico en ma-
yor medida- por normas adicionales que tutelen el carácter reservado de las
actuaciones e informaciones y la obligación de guardar secreto (cfr Discurso
del Papa a la Rota Romana, 26.1.1989y c. 1455).

2. Principio de participación

Se trata de un principio del procedimiento íntimamente relacionado con la


corresponsabilidad de los fieles en la misión de la Iglesia. Se dirige a facilitar
la posibilidad de que los distintos bienes e intereses en juego sean oportuna-
mente manifestados por sus titulares, de modo que puedan ser conocidos y te-
nidos en cuenta por la autoridad antes de adoptar una decisión de gobierno.
Un ejemplo ilustrativo lo ofrece el c. 1215 § 2: «El Obispo diocesano no otorgará
el consentimiento (para edificar una iglesia) a no ser que, oído el consejo presbiteral y
los rectores de las ig lesias vecinas, juzgue que la nueva iglesia puede servir al bien de
las almas y que no faltarán los medios necesarios para la edificación de la iglesia y
para el culto divino».
Para que esa participación sea eficaz, la autoridad debe proporcionar a los
sujetos directamente interesados las noticias y las pruebas que puedan ser co-
nocidas sin peligro de daño público o privado, y debe mostrarles las razones
que pudieran resultar contrarias a sus intereses, ofreciendo la oportunidad de
responder.
A este fin se dirige también la publicidad del procedimiento, de la que se
ha tratado anteriormente, mediante la obligación de comunicación preventi-
va de las decisiones que se pretende adoptar, el derecho de examinar la docu-
mentación, el deber de quien actúa de asistir e instruir a los interesados, la
posibilidad de dirigirse a la autoridad en cualquiera de las lenguas de uso co-
mún, etc.

150
EL ACTO AD MINISTRATIVO SINGULAR

3. Principio de objetividad

Este principio dirige la actuación administrativa a la consecución efectiva


de los intereses públicos. La decisión final resultará objetiva - es decir, orien-
tada verdaderamente hacia el bien público de la Iglesia - si la actuación de la
autoridad ejecutiva valora imparcialmente solo y todos los elementos relevan-
tes para decidir en ese caso. Esto guarda una relación estrecha con el principio
de participación, puesto que la objetividad resultará favorecida en la medida en
que esté prevista la intervención de los interesados y exista correspondencia
entre lo alegado por éstos y la decisón de la autoridad .

4. Principio de motivación

La obligación de exponer los motivos de la decisión obedece a una razón


de justicia y de racionalidad del gobierno, que no es ejercicio de un poder om-
nímodo, sino que es razonable.
La motivación puede subsanar en buena medida la dificultad provocada
por la falta de regulación clara de las fases y pasos del procedimiento, ya que
explica las razones que justifican la decisión adoptada y cómo se ha llegado a
ella . También puede tener una función práctica dirigida hacia el futuro jurídi-
co del acto, en la medida en que sirve como medio de persuasión para que los
destinatarios del acto comprendan y acepten la decisión, previniendo así even-
tuales impugnaciones; de otra parte, facilita que , si se llega a la impugnación ,
el interesado pueda rebatir unas razones determinada s.

5. Principio de integridad de la resolución

Este principio requiere que en la resolución se tengan en cuenta todos los


datos que deben obtenerse a través de la sustanciación del exped iente (ense-
guida explicaremos en qué consiste esa fase del procedimiento) y que, por tan-
to, se responda a todas las cuestiones previas necesarias (porque las prevé el
derecho o porque se planteen razonablemente durante la sustanciación).
Por ejemplo el c. 1020 - «no deben concederse las dimisorias antes de haber ob-
tenido todos los testimonios y documentos que se exigen por el derecho, a tenor de los
ce. 1050 y 1051»- refleja este principio en el procedimiento de concesión de dimiso-
tia s para la ordenación. También se manifie sta este principio en la necesidad de que la
petición de un rescripto llegue a la autotidad acompañada de todas las informaciones
que , según la ley, el estilo o la práctica de la Curia, son necesarias para su concesi ón.
De otro modo , la concesión de ese rescripto sería nula por vicio de subrepción (cfr c.
63 § 1).

151
COMPE NDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

6. Principio de verdad material

En virtud de los principios anteriores, la decisión tiene en cuenta una serie


de datos obtenidos y se ve determinada por ellos. Se trata de que los datos se
correspondan con la realidad, sin que sea suficiente la verosimilitud , o una
mera apariencia formal de veracidad . En este sentido, una decisión requiere
que se realicen previamente las actuaciones necesarias para la verificación de
los datos en los que se fundamenta . Este principio refleja una de las dimensio-
nes del realismo jurídico.

7. Principio de formalidad adecuada

Este principio reclama que las formalidades empleadas en el procedimien-


to sean las necesarias y suficientes para facilitar la participación de los legíti-
mos interesados y para dejar constancia de lo actuado.
A la influencia de este principio se debe atribuir la mencionada regla de la
forma escrita de los actos administrativos (c. 3 7) y, en general, la plasmación
en documentos de las actuaciones administrativas, que no se limita a la escritu-
ra de la decisión final, sino que se refiere también a la formalización escrita de
los actos que componen las fases previas del procedimiento. La escritura, ade-
más de proporcionar exactitud y claridad, facilita la prueba, el control y -cuan-
do ello sea necesario- la revisión de la decisión, en los distintos momentos de
su formación o de su eficacia. La firma de los titulares de las situaciones jurí-
dicas en juego, en los momentos en que se hace necesaria, manifiesta al mismo
tiempo la responsabilidad personal (principio de participación) y la autentici-
dad de lo actuado (principio de verdad material) .
La aplicación de este principio del procedimiento se traduce en la forma-
ción del expediente, constituido por el conjunto de los documentos escritos don-
de constan las actuaciones que se refieren a una misma decisión administrativa.

8. Principio de celeridad

Este principio (cfr RGCR art. 139), que tiende a evitar retrasos en la acti-
vidad administrativa, se refleja tanto en el impulso dado por la autoridad a la
mayor parte de las actuaciones administrativas, como en la fijación de plazos
para los procedimientos y en la relativa brevedad de esos plazos (cfr ce. 57 § 1,
1734 § 2, 1735).
La celeridad aparece en estrecha relación con la economía funcional del pro-
cedimiento, que influye para limitar las formas a lo esencial (formalidad adecua-
da), para evitar burocratismos, es decir, aquellos trámites que quizá serían útiles
únicamente para tutelar intereses ocasionales o dudosamente defendibles.
La economía procedimental tiene una aplicación concreta, por ejemplo, en la re-
lación entre los fueros interno y externo en el derecho administrativo matrimonial : el c.

152
EL ACTO ADMINISTRATIVO SJNGULAR

1082 establece que «a no ser que el rescripto de la Penitenciaria detennine otra cosa , la
dispensa de un impedimento oculto concedida en el fuero interno no sacramental se
anotará en el libro que debe guardarse en el archivo secreto de la curia; y no es necesa-
ria ulterior dispensa para el fuero externo, si el impedimento oculto llegase más tarde a
hacerse público».

9. Principio de estabilidad formal de las decisiones

Este principio, que es consecuencia de la consistencia de las situaciones


jurídicas creadas por las decisiones de gobierno, refuerza la seguridad jurídica
al favorecer una serie de cautelas que limitan la revocación de los actos admi-
nistrativos.
Son ilustrativos, en este sentido y a título de ejemplo, los§§ I y 3 del c. 974 acerca
de la revocación de la facultad de oír confesiones: «§ l. El Ordinario del lugar y el Supe-
rior competente no deben revocar sin causa grave la facultad de oír habitualmente confe-
siones.§ 3. Todo Ordinario del lugar que revoca a un presbítero la facultad de oír confe-
siones debe comunicarlo al Ordinario propio del presbítero por razón de la incardinación
o, si se trata de un miembro de un instituto religioso , a su Superior competente».

1O. Principio del derecho ordinario del interesado al recurso

Por último, debe mencionarse el principio del derecho ordinario del inte-
resado al recurso, que se manifiesta en formas diversas: principalmente, en la
posibilidad de pedir a la autoridad la revocación del acto que le perjudica; en el
recurso jerárquico ante el superior administrativo; y en el ulterior recurso con-
tencioso-administrativo ante el tribunal competente (Lecciones IX y X). Ade-
más de esas formas de revisión de los actos por impulso de parte, exactamente
determinadas y reguladas por el derecho, caben otros medios de impugnación
extraordinaria.

***
Los principios expuestos, que se aplicarían a cualqu ier procedimiento ad-
ministrativo, se refieren principalmente al procedimiento de formación de los
actos administrativos, ya que los procedimientos administrativos restantes (para
la notificación, ejecución e impugnación de los actos) son eventuales y presu-
ponen siempre un procedimiento de formación, que por este carácter principal
recibe el nombre de procedimiento administrativo por antonomasia.

D. Las fases del procedimiento administrativo

El resultado de la realización del procedimiento administrativo es un acto


administrativo perfecto (en el sentido de acto final, acabado), en cuya forma-

153
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ción se han sucedido los pasos procedimentales correspondientes a las distintas


actividades que conducen a la decisión, y que pueden agruparse en tres fases:
iniciación, sustanciación y conclusión .
Estas tres fases se dan siempre de un modo u otro, aunque, lógicamente,
en los diferentes procedimientos presentarán diversa amplitud y duración se-
gún la calidad y el número de los bienes afectados por la decisión final y el al-
cance de los resultados que la decisión sea capaz de producir .
Resulta obvio que en los actos administrativos más sencillos -;- piénsese, por ejem-
plo, en la concesión del permiso de utilización del órgano de una iglesia- las fases del
procedimiento de formación pueden sucederse en un término de duración brevísimo y
sin ninguna tramitación, mientras que en otros supuestos, de mayor complejidad - por
ejemplo, el procedimiento para la creación de una nueva circunscripción eclesiástica-,
la secuencia de las fases comportará necesariamente tiempos más largos.

l. Iniciación

a) Iniciación de oficio o a instancia de un interesado . El inicio del proce-


dimiento puede tener lugar a instancia de parte o bien de oficio, mediante los
actos que provocan la actuación de los órganos competentes para proceder.
No todos los procedimientos pueden comenzarse por iniciativa de la pro-
pia Administración (estos ú ltimos se denominan procedimientos iniciados de
oficio). Se explica esta distinción porque hay sectores de la actividad de la Ad-
ministración que requieren la solicitud del particular como presupuesto necesa-
rio para la iniciación del procedimiento y para su desarrollo posterior: en estos
casos se habla de procedimientos iniciados a instancia de parte.
En la medida en que resulte adecuado a su naturaleza propia, se aplicará también
en el procedimiento administrativo el principio establecido en el 1452 § 1 para el pro-
ceso judicial: «En un asunto que interesa solamente a los particulares, el juez puede
proceder solamente a instancia de parte. Pero una vez introducida legítimamente la
causa, el juez puede y debe proceder también de oficio cuando se trata de causas crimi-
nales y de otras que se refieren al bien público de la Iglesia o a la salvación de las al-
mas» . En el derecho administrativo está siempre en juego el bien público, pero a veces
-por ejemplo , en muchos rescriptos-, el bien público se pretende de modo media to,
mientras que inmediatamente se procura un bien particular.

b) Efectos del acto de iniciación . En los supuestos en que el procedimien-


to se inicia a instancia de parte, el acto inicial - que será, según los casos, una
petición, una instancia, una propuesta, etc .- es la manifestación de voluntad
de algún interesado. En ella se contiene una formulación de lo que, según la in-
tención del interesado, debería ser la decisión final. También se contienen los
elementos sustanciales que deben servir para fundamentar la decisión. Su efec-
to principal consiste en que, si verdaderamente es un acto de iniciación -no una
mera observación, información o sugerencia (cfr c. 212 §§ 2-3)--, comportará

154
El ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

para la Administración la obligación de proceder, es decir, de impulsar los su-


cesivos pasos del procedimiento administrativo (cfr c. 57 § 3, PB art . 26 § 3).
Para producir ese efecto, el acto de iniciación debe haber sido presentado legí-
timamente, es decir: a) por parte de la persona legitimada para hacerlo, b) ante
la autoridad competente para recibirlo, c) con una forma adecuada, d) dentro
del plazo establecido, si lo hubiere.
De no haberse realizado legítimamente, el acto que da inicio al procedimiento no
supone el nacimiento de la obligación de continuarlo, aunque, si los motivos de la falta
de legitimación son sanables, se puede replantear el acto inicial una vez subsanados los
defectos que impedían su operatividad. En tal circunstancia se habría puesto en ejerci-
cio el deber de la Administración de informar adecuadamente al administrado , como
consecuencia del principio de publicidad, y del principio constitucional que considera
la potestad pública como servicio.

c) Forma y elementos esenciales . La forma adecuada del acto de inicia-


ción puede estar determinada por normas concretas .
Por ejemplo, la mayoría de las peticiones de rescriptos requieren la firma de la
persona intere sada. Incluso en algunos casos la petición debe ser escrita de puño y
letra por el peticionario. Tal es el caso del supuesto previsto en el c. l 034, donde se
prescribe que «ningún aspirante al diaconado o al presbiterado debe recibir la orde-
nación de diácono o de presbítero sin haber sido admitido antes como candidato( ...)
previa solicitud escrita y firmada de su puño y letra , que ha de ser aceptada también
por escrito por la misma autoridad». Cfr también acerca de esta misma exigencia el
c. 1036.
Si no consta este tipo de determinaciones legales, el principio de formali-
dad adecuada compagina la libertad de forma con la escritura o documentali-
dad de los actos del procedimiento (c. 37). En estos primeros pasos se podría
prescindir de la fonna escrita -ya que la norma solo la exige para el acto final,
en la última fase del procedimient o-: de hecho, así ocurre para los actos más
sencillos - por ejemplo, las concesiones orales, de ejecución inmediata, como
podría ser el permiso del rector de una iglesia para celebrar una ceremonia litúr-
gica. Sin embargo, si en esta primera fase está indicada la formalización -
que afecta no solo a la instancia que da inicio al procedimiento, sino también a
otros documentos que quizá la acompañen- , es porque se tiene en cuenta la
actividad de instrucción de la fase sucesiva: a través de la escritura de las dis-
tintas intervenciones, podrán ser tomados en consideración los intereses que se
hayan manifestado .
Por ese motivo, gran parte de los procedimiento s incluyen la forma escrita
ya en los actos de iniciación , aunque no se requieran otras formalidades -sa l-
vo que hayan sido dispuestas por una norma - mientras esos actos contengan
los elementos esenciales.
Esos elementos serían, al menos: a) indicación tanto de la autoridad a quien se di-
rige la instancia --que será quien emita el acto final- como del sujeto que insta la ini-

155
y ,

COMPE NDIO DE DERE CHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ciación del procedimiento - peticionario, orador , recurrente, proponente-; b) indica-


ción, en su caso, del autor de la actividad de instrucción -c on los datos necesarios - ;
e) especificación de la decisión que se solicita o se propone; d) una breve descripción
de los presupuestos y motivos que hacen justa y oportuna la decisión; y e) la firma de
la propuesta o instancia , así como su localización geográfica y temporal.

En algunos supuestos la norma determina - y en otros casos, aunque no lo


disponga una norma, es conveniente hacerlo así- que se adjunte a la instancia
una determinada documentación : certificaciones, informes, pericias, etc .
d) Plazos. El principio de celeridad y economía funcional actúa aquí im-
poniendo a la Administración el deber de atenerse a los plazos establecidos
para comenzar la segunda fase del procedimiento y llevar a cabo la actividad
de esta primera fase - recepción de la instancia , control de legitimidad , trans-
misión al órgano competente para la sustanciación- diligentemente, con pron-
titud (cfr la mención correspondiente en el RGCR art. 26, a).
En relación con el principio de celeridad, vale la pena subrayar desde ahora la im-
portancia de los tiempos de actividad en cada fase (aunque esta observación no se refie-
re únicamente a la fase de iniciación, sino que es de interés general para el procedimien-
to). Teniendo en cuenta la duración máxima de todo el procedimi ento, para cuya
estimación podría servir de orientación el plazo de tres meses previsto en el c. 57 § 1,
pueden establecerse para cada fase términos distintos, o un plazo único para el procedi-
miento entero. Puede fijar esos plazos la autoridad que dictará el acto final, que también
puede delegar esta determinación a la autoridad inferior responsable de la primera fase.
Obviamente los plazos pueden establecerse también por ley o por una disposición sin-
gular del superior de la autoridad administrativa competente para emitir el acto final.

e) Otras consecuencias de la iniciación . Otros efectos de la iniciación


son: la eventual adopción de medidas cautelares, si se requieren (por ejemplo,
en el procedimiento administrativo de impugnación de un acto administrativo,
la suspensión cautelar del acto , antes de la resolución del recurso); el aviso del
inicio del procedimiento a otros posibles sujetos interesados y la formación del
dossier o expediente administrativo, en el que figurará un número de protoco-
lo, que a su vez producirá una anotación en el registro de entradas del organis-
mo receptor del acto inicial.

2. Sustanciación

Esta fase, conocida también como instrucción, sirve para determinar , com-
probar y analizar los datos necesarios para el estudio del asunto y para la pon-
deración de los bienes implicados en la decisión final. El conocimiento de los
elementos (personas, hechos y circun stancias, derecho aplicable y medios dis-
ponibles) que concurren al preparar una decisión de gobierno en un contexto
determinado forma parte del realismo jurídico , que se demuestra indispensable

156
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

para que la resolución que se adopte en la fase de conclusión sea una manifes-
tación de buen gobierno.
Por este motivo, en la fase de sustanciación se ponen especialmente de
manifiesto los principios de verdad material y de objetividad, cuya operativi-
dad real constituye el presupuesto para que el buen gobierno no sea un resulta-
do ocasional sino la consecuencia habitual de una actividad administrativa fun-
damentada en la realidad.
a) Sujetos que intervienen . La actividad dirigida a recabar los datos de la
realidad no tiene que llevarla a cabo necesariamente ni solo el sujeto que ha
protagonizado la iniciativa ni solo el sujeto (autoridad) a quien corresponderá
la decisión (cfr c. 50); pueden intervenir otros, según los casos, sin perjuicio de
las normas que para cada caso se establezcan.
La iniciativa respecto a los distintos actos de instrucción corresponde a la
Administración, teniendo presentes las solicitudes de los interesados y siempre
en el marco de la legalidad. En los procedimientos más sencillos, la sustancia-
ción suele ser efectuada por la misma autoridad administrativa competente para
poner el acto final. En procedimientos administrativos en que la decisión final
se encomienda a un órgano superior, las actividades de sustanciación del expe-
diente suelen corresponder a otros oficiales públicos, sobre todo el canciller y
los notarios, que actúan bajo la directa supervisión del moderador de la curia.
Además de otras disposiciones del CIC, resultan ilustrativos los siguientes cáno-
nes sobre los oficios del canciller y de los notarios: Ǥ 1. En cada curia, debe haber un
canciller, cuya principal función, a no ser que el derecho particular establezca otra
cosa , consiste en cuidar de que se redacten las actas de la curia, se expidan y se custo-
dien en el archivo de ésta. § 2. Cuando parezca necesario, puede nombrarse un ayudan-
te del canciller, llamado vicecanciller . § 3. El canciller y el vicecanciller son de propio
derecho notarios y secretarios de la curia» (c. 482) . «§ 1. Además del canciller, puede
haber otros notarios, cuya escritura o firma da fe pública, en lo que atañe ya a cualquier
tipo de actos, ya únicamente a los asuntos judiciales , o solo a los actos referentes a una
determinada causa o asunto . § 2. El canciller y los notarios deben ser personas de bue-
na fama y por encima de toda sospecha; en las causas en las que pueda ponerse en tela
de juicio la buena fama de un sacerdote, el notario debe ser sacerdote» (c. 483) . «El
oficio de los notarios consiste en: 1.0 redactar las actas y documentos referentes a de-
cretos, disposiciones, obligaciones y otros asuntos para los que se requiera su interven-
ción; 2.0 recoger fielmente por escrito todo lo realizado, y firmarlo, indicando el lugar,
día, mes y año; 3.0 mostrar a quien legítimamente los pida aquellas actas o documentos
contenidos en el registro , y autenticar sus copias declarándolas conformes con el origi-
nal» (c. 484).
La heterogeneidad de los bienes implicados en una decisión y la concurrencia de
los distintos principios de procedimiento se traduc e en la intervención eventual de
otros oficiales públicos : actuarios , minutantes o, incluso, párrocos, quienes, con rela ti-
va frecuencia, colaboran en la fase de sustanciación de los procedimientos.

b) Dirección de la actividad de instrucción. En estos casos corresponde al


moderador de la curia o a la autoridad delegada para ello la consiguiente res~

157

COMPEN DIO DE DERECHO ADM INISTRATIVO CANÓNI CO

ponsabilidad de impulso, coordinación y dirección de esta fase del procedi-


miento administrativo: decidir sobre la práctica de la prueba, sobre el intento
de conciliación en el caso de que existan intereses contrapuestos, etc.
Será necesario que la autoridad responsable de la fase de sustanciación lle-
ve a cabo un estudio preliminar del expediente recibido de la fase anterior para
poder disponer la preparación de las actuaciones y documentos que resulten
oportunos. Este estudio preliminar comprende la elaboración de un orden cro-
nológico de los hechos; el análisis de la situación jurídica; una determinación
de la posibilidad de verificación de los presupuestos tanto de hecho como de
derecho; un pronóstico de los efectos prácticos que se producirán como conse-
cuencia del acto administrativo que se pretende en el acto de iniciativa y, ante
la pr evisión de que tales efectos puedan resultar perjudiciales o, al menos, in-
cómodos, una primera estimación de otras posibles alternativas o - en el peor
de los casos- disposiciones accesorias para eliminar o reducir inconvenientes .
Realizada esta toma de contacto con los elementos que deberán tenerse en
cuenta en la decisión final, atendiendo a sus posibilidades reales y al tiempo
disponible, la autoridad responsable de esta fase determinará, directamente o
coordinando la actividad de un equipo de trabajo, la actividad de instrucción
que debe realizarse.
c) Los actos de instrucción. En la gran mayoría de los casos, esas activi-
dades u operaciones son de carácter secundario, accesorio, integrador e instru-
mental respecto a la decisión. Aunque contribuyen a la formación del acto
definitivo o a su eficacia, es el pronunciamiento que se contiene en el acto ad-
ministrativo final el que, en virtud de la imperatividad que le atribuye el derecho,
establece , ordena , concede, autoriza, etc. Los actos preparatorios o de instruc -
ción, por tanto, generalmente poseen una eficacia circunscrita al ámbito inter-
no del procedimiento .
Esos actos suelen estar menos determinados por las normas escritas , ya
que, por carecer de imperatividad, no pueden incidir directamente sobre las si-
tuaciones jurídicas de los sujetos. Existe, por tanto, un mayor margen de dis-
crecionalidad en lo que se refiere a su utilización . El buen gobierno advertirá
en qué situaciones la necesidad de tutela del bien público o de bienes persona-
les exige una aplicación más estricta de los principio s de procedimiento ya
mencionado s, que determine el uso más intenso de estos actos de instrucción
de manera que se garantice adecuadamente la justicia, la oportunidad y el
acierto de las decisiones que puedan acarrear efectos perjudiciales (por ejem-
plo, es obvio que en un procedimiento sancionador estarán más presentes los
actos de instrucción que en un procedimiento simple de comunicación) .
d) Actividades de verificación. Entre los actos de instrucción se incluyen
diversas actividades de verificación , que poseen especial importancia en el
procedimiento, sobre todo algunas de ellas especialmente cualificadas, como la
práctica de la prueba y las declaraciones de los sujetos interesados (baj o jura-
mento para determinadas actuaciones). Se trata de actividades íntimamente re-

158
EL A ero ADMINISTRATIVO SINGULAR

lacionadas con el principio de verdad material, especialmente cuando de una


decisión administrativa se pueden seguir perjuicios para algún sujeto.
En esos casos se hace más viva la necesidad de que los datos con los que cuenta la
autoridad para decidir estén suficientemente probados. Así se ha pue sto de manifiesto en
alguna sentencia de la Signatura Apostólica. Por ejemplo, en la sentencia de 20.1.1986
se declara que para llevar a cabo la dimisión extraordinaria de un religioso (cfr c. 703)
es necesaria la certeza moral de la culpabilidad , que solo se obtiene cuando han sido
suficientemente probados los datos recogidos.

Algunas de esas actuaciones se configuran como trámites predetermina-


dos, que no comportan valoraciones discrecionales (búsqueda y elaboración de
datos, adquisición y catalogación de documentos, adquisición de elementos in-
formativos para la preparación de documentos); en otros casos se precisa la
presentación de memorias escritas, aclaraciones, escritos ilustrativos y otros
documentos sobre los cuales frecuentemente resultará necesario llevar a cabo
un a modo de procedimiento interlocutorio para determinar su utilidad y su au-
tenticidad. La finalidad de estos actos de verificación consiste en adquirir el
necesario conocimiento de hechos, circunstancias, situaciones, cualidades .
Puede tratarse de verificaciones histórica s, que agotan su función en la
simple constatación, como si se fotografiara la realidad . Muchas de las pruebas
documentales, de acceso de la autoridad o de testigos se dirigen a obtener este
tipo de comprobaciones.
Ocurre así, por ejemplo , en el reconocimiento previo del estado de un lugar, nece-
sario para conceder el permiso de reserva de la Eucaristía.

El resultado de estas verificaciones se formaliza por medio de informes ,


actas, sellos, que dejan constancia, con certeza jurídica , de lo que se ha conoci-
do inequívocamente.
e) Certificaciones y registros. Pertenecen también a ese tipo de verificacio-
nes los registros y las certificaciones o declaraciones de conocimiento que ates-
tiguan hechos, situaciones, circunstancias, plasmados en un documento que deja
constancia de ellos o pone en circulación certezas jurídicas para uso público.
La importancia de los registros se puso de manifiesto en una sentencia de la sec-
ción segunda de la Signatura Apostólica, de 22.VIII.1987 . El objeto del recurso con-
tencioso-administrativo era el decreto de la Congregación competente que declaraba
quién era el titular de la propiedad de ciertos biene s de un monasterio. Tiempo atrás el
monasterio X había sido unido al monasterio W. Según el decreto de unión, el monas-
terio W se convertía en propietario de todos los bienes del monasterio X. Después de
esta unión algunas monjas del antiguo monasterio X fundaron un nuevo monasterio, el
mona sterio Q. Diecinueve años después de la unión de los monasterios X y W, la supe-
riora del monasterio Q pidió que le fueran restituidos algunos bienes (imágenes y li-
bros) que el monasterio X había depositado en el archivo de la dióce sis antes de la
unión con el monasterio W. A pesar de que existía una duda sobre la propiedad de es-

159

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tos bienes , como no se hacía mención expresa de ellos en el registro que se adjuntó al
decreto de unión, la Congregación competente decidió que estos bienes eran propiedad
del monasterio Q. La decisión fue impugnada ante el tribunal de la Signatura Apostóli-
ca, que esimó el recurso fallando que la Congregación romana había incurrido en vio-
lación de ley en la decisión.
Entre los motivos de esa resolución del tribunal figuraba la siguiente razón: para
decidir sobre la controversia la Congregación debería haber aplicado la ley civil del
país donde se encuentran los monasterios, porque es la norma a la que remite la legis-
lación canónica. Según esa ley civil, los bienes depositados deb(,!ríanrestituirse al su-
cesor del monasterio X es decir, al monasterio W. El nuevo monasterio Q no era suce-
sor del depositario y no tenía ningún derecho a la restitución de los bien es deposit ados.
Sin embargo, la controversia se habría evitado si en el registro se hubieran menciona-
do expresamente tales bienes.
Se dan certificaciones de actos de impulso (peticiones, propuestas, desig-
naciones) y certificaciones de actos de comunicación (denominadas notifica-
ciones cuando además se documenta la recepción del acto). También pertene-
cen a este grupo las actas, resultado de una actividad dirigida a producir un
documento para dejar constancia de hechos ocurridos: W1anarración histórico-
jurídica de un acto con relevancia jurídica que queda reflejada en un documen-
to debidamente autenticado.
f) Valoraciones y dictámenes. En otras ocasiones puede tratarse de verifi-
caciones que comportan una valoración. En ellas los datos reales no solo se
constatan, sino que además son sometidos a un juicio sobre la base de pericias
científicas, técnicas o basadas en la experiencia. Mientras que el resultado de las
verificaciones histórica s se concreta en una mera declaración descriptiva, el re-
sultado de estas otras verificaciones consiste en una opinión jurídicamente rele-
vante (así ocurre con los pareceres o informes y con las alegaciones).
Entre los diversos tipos de pareceres algunos se pronuncian acerca de la
factibilidad o acerca de la previsible eficacia de una eventual decisión de go-
bierno; algunos pareceres tratan cuestiones de naturaleza jurídica, y otros ver-
san sobre otras materias: por ejemplo , el c. 1216 establece que «en la edifica-
ción y reparación de las iglesia s, teniendo en cuenta el consejo de los peritos ,
se observarán los principios y las normas de la liturgia y del arte sagrado».
g) Comunicaciones. Junto a los actos que caracterizan la sustanciación del
expediente, que han sido ya examinados, hay que tener en cuenta otros instru-
mentos auxiliares que operan principalmente en esta fase, aunque están presen-
tes también en las demás fases del procedimiento. Se trata de las comunicacio-
nes administrativas, cuya adecuada previsión sirve para asegurar la publicidad
necesaria y hacer posible a los interesados la participación en el procedimiento.
No se menoscaba con ello la tutela general de la actuación reservada -consecuen-
cia del respeto por las personas -, que admite, a su vez, distinta s intensidades: desde la
obligación de secreto, presente en algunos procedimientos , hasta el extremo opuesto, que
se da cuando en ciertos procedimientos se emplea el trámite de la información pública.

160
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

h) Audiencia de los interesados y derecho de defensa. Igualmente impor-


tante resulta en esta fase la tutela del derecho de defensa: el derecho a ser escu-
chados antes de que se adopte una decisión presupone que se deben notificar a
los interesados en el procedimiento los actos que puedan afectarles, sobre todo
si pueden acarrearles algún perjuicio (cfr c. 50).
Es este uno de los extremos que siempre examina la Signatura Apostólica en los
recursos que han sido admitidos. A modo de ejemplo se puede mencionar el decreto de
la sección segunda de la Signatura Apostólica, de 30.X .1990, en el que se afirma que a
la parte recurrente no ha sido negado el derecho de audiencia. En cambio en la senten-
cia de 2.X.1984 se estimó la violación de este derecho como uno de los motivos de ile-
gitimidad de la decisión del Dicasterio. El objeto del recurso contencioso-administrati-
vo era el decreto de la Congregación competente que , a su vez , confirmaba el decreto
del Gran Canciller de una Universidad que había privado de su cátedra a un profesor
acusado de cometer delito de plagio al publicar unos apuntes para uso de los alumnos,
cuyo contenido no era del todo suyo. El profesor presentó recurso ante la Signatura
Apostólica , que dictó sentencia estimando el recurso y fallando que había existido vio-
lación de la ley tanto en el procedimiento como en la decisión. Entre los motivos de ese
fallo se afirma que al profesor se le había negado el derecho de defensa durante la ins-
trucción del expediente administrativo sancionador por parte de la comisión especial
constituida por el Gran Canciller a tal efecto.
No solo deben recibir comunicación del procedimiento en curso quienes
pudieran verse perjudicados. Como veremos al tratar de los decretos singulares
(Lección VII), también deben ser informados otros a los que pueda convenir la
participación en el procedimiento. El trámite de audiencia (cfr c. 50) está diri-
gido a que los posibles interesados puedan ejercer su derecho a ser escuchados:
sus declaraciones aportan datos de conocimiento y expectativas legítimas en
relación con los bienes que entran en juego en el procedimiento.
El derecho de defensa se ejerce en la fase de sustanciación, cuando todavía no se
ha adoptado el acto final. En una ocasión, un religioso , director de un centro intercon-
fesional, recurrió contra un supuesto pronunciamiento de la Congregación competente,
la cual, debidamente informada por parte de la Signatura Apostólica, manifestó que no
había adoptado todavía ninguna decisión , sino que únicamente había informado al reli-
gioso en cuestión sobre el procedimiento que se estaba llevando a cabo, mientras se es-
peraba el acuerdo al que podrían llegar el Obispo de la diócesis en la que se encontra-
ba ese centro y el Superior general de la Orden de pertenencia del religioso. El recurso
no pudo ser considerado como tal por no impugnar ningún acto administrativo, sino un
acto instruc torio .
Además de este derecho a ser escuchado e informado, existen otros, como
el derecho del interesado a recibir asesoramiento por parte de la autoridad o
por parte de otro sujeto cualificado; el derecho a la objetividad y, por tanto , a
solicitar garantías al respecto, de las cuales la extrema será la recusación, es
decir la petición del interesado a la autoridad superior para que en un asunto no
intervenga el oficial público que lo ha recibido, aduciendo razones determina-
das (por ejemplo, enemistad personal hacia el interesado).

161

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

3. Conclusión

La autoridad competente debe adoptar una decisión una vez que ha lleva-
do a cabo la actividad de verificación acerca de los presupuestos. En esta fase,
por tanto, se determina la voluntad del órgano administrativo, que resultará po-
sitiva o negativa con respecto al acto de iniciativa.
a) Ponderación de los elementos resultantes de la sustanciación. Todas
las intervenciones, que se habrán ido plasmando en documyntos, al reunirse en
el expediente, hacen posible la ponderación previa a la decisión final.
En distintas disposiciones se trata de la necesidad de esa ponderación al tomar las
decisiones. Sirvan a título de ejemplo estos cánones: «Si se han enajenado bienes ecle-
siásticos sin las debidas solemnidades canónicas, pero la enajenación resulta civilmen-
te válida, corresponde a la autoridad competente , después de sopesar todo debidamen-
te, determinar si debe o no entablarse acción, y de qué tipo, a saber personal o real, y
por quién y contra quién, para reivindicar los derechos de la Iglesia» (c. 1296). «§ l.
En la medida en que alguien, en virtud de su potestad de régimen, puede imponer pre-
ceptos en el fuero externo, puede también conminar mediante preceptos con penas de-
terminadas, excepto las expiatorias perpetuas.§ 2. No se promulgará un precepto sino
después de sopesado maduramente el asunto, y respetando Jo que se establece en los
ce. 1317 y 1318 sobre las leyes particulare s» (c. 1319).
En cualquier caso, para llegar a la decisión o para concluir el procedimien-
to de otro modo (lo cual ocurre, por ejemplo, cuando deja de existir el objeto
de la petición inicial; o en los casos de renuncia voluntaria por parte del direc-
tamente interesado; o cuando se llega a un acuerdo que hace innecesaria una
decisión de la autoridad; etc.) se deberán haber considerado los acto s que, du-
rante las dos primeras fases, han ido fonnando el expediente.
b) Decisiones de órganos colegiales. Si el órgano re sponsable de la deci-
sión es colegial , deberá actuar conforme a las disposiciones nonnativas aplica-
bles (del Código o de derecho particular).
Es de interés tener presente lo estableci do en el c. 127: «§ 1. Cuando el derecho
establece que , para realizar ciertos actos, el Superior necesita el consentimiento o
consejo de algún colegio o grupo de personas , el colegio o grupo debe convocarse a
tenor del c. 166, a no ser que, tratándo se tan solo de pedir el consejo, dispongan otra
cosa el derecho particular o propio; para la validez de los actos, se requiere obtener el
consentimiento de la mayoría absoluta de los presentes, o bien pedir el consejo de to-
dos. § 2. Cuando el derecho establece que, para realizar ciertos actos, el Superior ne-
cesita el consentimiento o consejo de algunas personas individuales: l.º si se exige el
consentimiento, es inválido el acto del Superior en caso de que no pida el consenti-
miento de esas persona s, o actúe contra su parecer, o contra el de alguna de ellas; 2.0
si se exige el consejo, es inválido el acto del Superior en caso de que no escuche a
esas personas: el Superior, aunque no tenga ninguna obligación de seguir ese parecer ,
aun unánime , no debe sin embargo apartarse del dictamen , sobre todo si es concorde,
sin una razón que, a su juicio, sea más poderosa . § 3. Todos aquellos cuyo consenti-
miento o consejo se requiere están obligados a manife star sinceramente su opinión, y

162
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

también, si lo pide la gravedad de la materia, a guardar cuidadosamente secreto, obli-


gación que el Superior puede urgir».
c) Motivación . En la motivación, o sea, la exposición de motivos, deberán
plasmarse las razo nes de la decisión . La motivación se requiere (cfr c. 51) en el
caso de los decretos singulares que contienen una decisión (Lección VII : I.B.5) .
De lo contrario la decisión infringiría esa nonna legal, como se puso de manifies-
to en la sentencia de la sección segunda de la Signatura Apostólica de 20.1.1986, que
apreció la violac ión del c. 51 en el procedimiento, ya que el decreto recurrido no pre-
sentaba la motivación - al menos sumaria - que se requería para ese acto (se trataba
de un decreto singular que contenía una decisión) .

Por eso , para redactar la motivación se eligen aquellos motivos que expre-
san suficientemente los eleme ntos de derecho y de hecho que fundamentan la
decisión . Si hay extremos muy delicados, que podrían lesiona r la fama de las
personas, cabe adjuntarlos en anexo reservado o rem itir a los documentos cus-
todiados en el archivo de la curia (cfr c. 1519 § 2 del CCEO) en aras de la exi-
gencia de una adecuada reserva.
d) Redacción del texto. Al redactar la motivación y la misma decisión es
útil comprobar su coherencia lógica. Muchas veces resultará oportuno que lea
el borrador del acto un colaborador, o incluso que sea examinado por el mismo
afectado antes de que lo firme la autoridad : aunque después de ese último exa-
men la sustancia de la decisión no vaya a alterarse, cabe perfilar mejor los mo-
dos de expresión u otros aspectos formales, para cuya apreciación es más sen-
sible el destinatario.
El texto de la decisión debe ser claro (cfr Lección VI: I.B .3). La claridad
de un texto se puede valorar adecuadamente si se tiene en cuenta la relación
entre el texto y los destinatarios.
Una posible división distinguiría entre destinatarios que son oficiales públicos (en
los diversos departamentos de las curias o, más en general, de la organización de la Igle-
sia), los intermediarios de la infonnación entre la autoridad pública y los fieles (por
ejemplo, párrocos, capellanes) y, finalmente, los fieles (como grupo , o individualmen-
te). En cualquier caso, se trata de simplificar el texto de forma que sea lo más transpa-
rente posible para el tipo de destinatarios de que se trate, en función de los objetivos que
se pretenden alcanzar y de la cantidad de información que se debe transmitir.
Puede ser útil fijarse en los distintos niveles a los que puede extenderse la simpli-
ficación de un texto: un primer nivel es el relativo a los términos usados y a su cons-
trucción sintáctica . El segundo nivel sería el de los conten idos (capacidad de descom-
poner y recomponer el texto en unidades informativas, distinguiendo las principales de
las secundarias, que sirven de apoyo a las primeras). El tercer nivel se refiere a la es-
tructura lógica del contenido, es decir al modo en que las unidades de infomrnción es-
tán relacionadas entre sí (si las unidades de información están re lacionadas de modo
solo implícito, porque el texto presupone que quien lee posee informaciones o conoci-
mientos que no se le dan explícitamente, es mayor la posibilidad de que la compren-
sión del texto resulte dificil).

163
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNJCO

Algunos medios posibles para simplificar el texto en cada uno de los niveles men-
cionados son los siguientes: en orden inverso al que ha servido para enunciar los dis-
tintos niveles de simplificación, se puede intervenir en primer lugar sobre la estructura
lógica de los textos ya escritos leyendo el escrito y releyéndolo (a ser posible, dos o
más personas), tomando nota de los puntos más o menos oscuros, buscando y añadien-
do la información necesaria para entender bien el texto. En segundo lugar, para mejo -
rar el texto en cuanto a las unidades de información, resulta útil formular hipótesis de
redistribución de la información, señalando claramente - a veces pueden emplearse
para ese fin las diversas variedades de disposición gráfica como pueden ser la división
numerada del texto en partes, parágrafos y subparágrafos; los diferentes tipos de caracte-
res (negrita, cursiva, etc.); el uso de colores, etc.- la distinción entre los datos princi-
pales y los que son auxiliares, y verificando en pequeños grupos de control la secuen-
cia lógica del texto y su transparencia. Por último, para intervenir sobre el lenguaje se
deben preferir, siempre que haya igualdad de significado, términos de uso común en lu-
gar de palabras técnicas o lenguaje especializado; si es necesario utilizar estos térmi-
nos, se puede explicar su significado en el contexto , o aparte (según su mayor funcio-
nalidad respecto al texto). También en este último nivel, se lleva a cabo una mejora
cuando el autor evita las formas pasiva e impersonal en los casos en que éstas no per-
mitan a quien lee conocer cuáles son el sujeto y el objeto de la acción (quién hace , o
quién debe hacer, qué cosa).
Después de haber rehecho el texto conviene releerlo tras haber dejado pasar cierto
tiempo (un período que sea compatible con los plazos predeterminados). También resulta
útil que lea el escrito -por breve o sencillo que éste sea- alguna persona que no haya
participado en su redacción, e incluso darlo a leer a una pequeña muestra de personas (al-
gunos no directamente interesados y otros sí). La discrecionalidad dispone de recursos
para conseguir hacerlo sin retrasar el plazo y sin dejar de tutelar la necesaria reserva.

e) Forma. En cuanto a sus requisitos formales, el acto final compagina la


libertad de forma con el requisito general de la escritura.
El requisito de la escritura se cumple , al menos, mediante la firma de la
autoridad que da el acto, situada al final del documento en el que se formaliza
la decisión. Este paso es - al menos formalmente-- el más importante del pro-
cedimiento administrativo. Como prescribe el c. 474, los actos de la curia lla-
mados a producir efecto jurídico deben ser suscritos por el Ordinario del que
provienen, como requisito para su validez. También deben ser firmados por el
canciller de la curia o un notario, que ejercen una función de autenticación; el
canciller tiene, además, obligación de informar al moderador de la curia acerca
de esos actos.

En algún caso es preceptivo para la validez mencionar en el acto el derecho de


impugnación que asiste al interesado: así se puso de manifiesto en una sentencia de la
sección segunda de la Signatura Apostólica de 20 .I.1986, que estimó la existencia de
violación de ley en el procedimiento por la omisión , en el decreto de la Congregación
competente, de la indicación del derecho de la parte recurrente a la impugnación del
acto en el plazo de diez días, en contra de Jo establecido para la validez por el c. 700.
Aunque no está establecido por la ley en los demás casos, resulta aconsejable hacerlo
siempre que la decisión pueda acarrear perjuicios para algún interesado.

164
EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR

4. Actuaciones complementarias

Una vez emitido el acto, son necesarias en algunos casos ciertas actuacio-
nes complementarias para que el acto llegue a producir los efectos previstos
(por ejemplo , actos de control sucesivo o de sanación o de convalidación).
La notificación del acto y su eventual impugnación no son, propiamente,
fases del procedimiento de formación del acto administrativo. Por tanto, más
que de actuaciones complementarias, se trata de procedimientos posteriores a
la emisión del acto perfecto (Lecciones VII, IX y X).
De todos modos, mencionaremos -por su relación con el procedimiento
de formación - que la notificación del acto normalmente es obligatoria y re -
sulta necesaria, no solo para la eficacia del acto, sino también para dar a los in-
teresados la oportunidad de presentar posibles respuestas e impugnaciones en
las que se solicite que la autor idad competente preste atención a determinados
factores que, quizá, no han sido adecuadamente atendidos durante el procedi-
miento de formación del acto.
En algunas ocasiones -piénsese, por ejemplo, en los actos que contienen
modificaciones de los límites geográficos de las circunscripciones eclesiásti-
cas-, además de su notificación a los interesados , resulta muy conveniente la
publicación del acto administrativo.

165
LECCIÓN VI

EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

El acto administrativo está destinado , por su propia naturaleza, a producir


aquellos efectos que el derecho le atribuye, incidiendo imperativamente y de
manera inmediata sobre las situaciones jurídica s a las que se refiere. Pero, para
que esa finalidad llegue a realizarse efectivamente y alcance toda su amplitud,
es necesario que el acto posea ciertas cualidades jurídicas.
La pe,fección del acto se produce cuando se han concluido todos los pasos
previstos por el derecho para su existencia. Por tanto , un acto es perfecto cuan-
do se ha sustanciado el expediente - la serie de trámites necesarios : recogida
de datos e informaciones, consultas, audiencias, dictámenes, actuaciones,
etc.-, siguiendo el procedimiento establecido para la formación de la volun-
tad de la Administración, y se ha manifestado formalmente esa voluntad (Lec-
ción V: III.D). Hasta entonces , el acto está en fase de formación, es imperfecto
y todavía no cabe hablar de su eficacia o de su validez .
La eficacia del acto es su aptitud actual para producir sus efectos propios. Un
acto perfecto puede no ser aún eficaz por diversos motivos: porque su eficacia no
comience hasta el momento de la notificación al destinatario; porque dependa del
cumplimiento de una condición; porque antes deba someterse a un preceptivo
control (por ejemplo, la revisión o la aprobación de una autoridad superior); etc.
La validez del acto depende de su conformidad con las norma s que lo re-
gulan. Cuando un acto, reuniendo sus elementos constitutivos esenciales, cum-
ple las exigencias y requisitos formales que el derecho establece, es válido y,
por tanto, está en condiciones de producir legítimamente sus efectos propios ,
en cuanto tal acto formal.
No deben confundirse validez y eficacia, aunque se trate de cualidades jurídicas
relacionadas. En primer lugar, porque un acto perfecto y válido puede no ser aún efi-
caz, como hemos dicho . En segundo lugar , porque los actos administrativos se presu-
men legítimos mientras no se demuestre lo contrario, de manera que un acto perfecto
en cuanto a sus elementos externos, aunque sea inválido por alguna razón, puede llegar
a ser eficaz (cuestión distinta es el régimen de los efectos producidos una vez que se

167
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

declare la invalidez). Por último , porque el derecho puede permitir que ciertos aspec-
tos invá lidos no impidan automática y radicalmente la eficacia de un acto. Para no in-
currir en errores, es útil tener presente que perfección , eficacia y validez son cualida-
des jurídicas, no situaciones de hecho. Pueden darse una perfección aparente , una
eficacia meramente de hecho -o incluso de derecho , pero provisional - y una validez
simplemente presunta. La función del derecho administrativo en esta materia es regu-
lar con claridad los elementos que determi nan cada una de esas cualidades de los actos
y establecer el régimen de sus consecuencias jurídicas.
Hemos tratado en la lección anterior del procedimiento ,de formación de
los actos administrativos (de su perfección), centrándonos en los aspec tos co-
munes a todos ellos, sin perjuicio de que al tratar de los distintos tipos de actos
(Lección VII), precisemos alg unos aspectos procedimentales específicos. Nos
ocuparemos ahora de la eficacia de esos actos, con especial referencia al proce-
dimiento para su ejecución. Estudiaremos después en detalle el rég imen de la
invalidez de los actos en derecho administrativo canónico . Finalmente, para ce-
rrar el estudio de las cuestiones comunes a los actos administrativos en general,
nos referiremos a la responsabilidad de la Adm inistración eclesiástica.

l. EFICACIA DEL ACTO ADMINISTRATIVO

Hemos definido la eficacia del acto administrativo como la aptitud actual


para producir sus efectos propios. El acto eficaz es el que ya cumple todos los
requisitos necesarios para desplegar su fuerza de crear, modificar o extinguir
situaciones jurídicas de los administrados, por lo que puede exigirse su cumpli-
miento y los destinatarios quedan vinculados.
Como hemos dicho, la validez y la eficacia están relacionadas , pero deben
distinguirse: para que un acto sea eficaz, es condición necesaria - aunque no
siempre suficiente - su validez; pero puesto que los actos aparentemente váli-
dos están protegidos por la presunción de legitimidad, basta la apariencia de
validez como fundamento de la eficacia, que se mantendrá si el acto no es im-
pugnado . Al denunciar la invalidez de un acto lo que se pretende es precisa-
mente conseguir su ineficacia, mediante la declaración de nulidad o la resci-
sión, como veremos más adelante.
Además de la validez, al menos aparente, puede ser necesario cumplir otros
requisi tos para que se despliegue la eficacia del acto. Y, una vez determinado el
momento desde el que el acto es eficaz, resulta necesario precisar hasta dónde
alcanza esa eficacia: a qué personas, cosas y asuntos; durante qué periodo de
tiempo; cómo se relacionan sus efectos con los de otros actos anteriores, simul-
táneos o posteriores.

A. Duración de la eficacia
La eficac ia de los actos administrativos tiene siempre un momento inicial,
que el derecho se ocupa de establecer con claridad, por razones evidentes de

168
EFJCACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

certeza de las situaciones jurídicas. Desde ese momento, la eficacia puede ser
instantánea, cuando el acto se agota al ser aplicado (por ejemplo, la dispensa
de un requisito para ser admitido al seminario); de duración determinada
(cfr, por ejemplo, c. 193 § 2); por tiempo indefinido (cfr, por ejemplo, c. 193
§ 1); o perpetua (por ejemplo, así se presume la duración de los privilegios:
c.78§1) .
Por consiguiente, la eficacia de todo acto administrativo tiene un momen-
to inicial y la de algunos tiene prefijado un momento final. Estudiaremos ahora
esos dos momentos, prestando especial atención a algunos conceptos generales
y aspectos comunes; y dejaremos el tratamiento pormenorizado de otras cues-
tiones para el momento en que se explicarán específicamente los distintos tipos
de acto administrativo (Lección VII).

1. Momento inicial de la eficacia

La regla general es que los rescriptos dados en forma simple surten efectos
desde el momento en que se emite el documento en que se contienen (c. 62); y
los decretos singulares desde su notificación al destinatario (c. 54) .
Puede suceder también que, tanto el rescripto como el decreto singular se
den en forma comiso ria, lo que significa que el comienzo de su eficacia se sus-
pende hasta el momento de la aplicación del acto, que lleva a cabo el propio
autor o una persona distinta (ejecutor), a quien se encomienda (committitur)
esa misión . Por tanto, todos los actos dados en forma comisaria requieren para
su eficacia un posterior acto -o conjunto de actos - de ejecución, con un pro-
cedimiento propio que estudiaremos a continuación.

2. La ejecución del acto administrativo

a) Concepto y necesidad

La ejecución es la actividad del autor del acto administrativo, o de otra


autoridad, que tiene por fin poner el acto en práctica, haciendo que produzca
los efectos que le son propios. Como ya se vio anteriormente (Lección I), la
función administrativa se caracteriza por su inmediatez y por su orientación
eminentemente práctica, que tiende a procurar la satisfacción de las necesida-
des de interés general. Para ello, atendiendo a las circunstancias concretas de
cada caso, las autoridades ejecutivas competentes adoptan las medidas ade-
cuadas para favorecer el bien público sin perjudicar el bien de los particulares
o para tutelar el bien público, de modo que no resulte dañado al beneficiar a
los particulares.
De ahí que el buen gobierno requiera siempre la oportuna ponderación al
tomar las decisiones. Pero, además, en muchas ocasiones aconseja que el acto

169
......

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

administrativo, producido ya de modo completo y acabado, no comience a ser


eficaz hasta ser ejecutado por una autoridad pública, que, por encontrarse en si-
tuación de mayor proximidad a lo s destinatarios y al objeto del acto, esté en
condiciones de apreciar y satisfacer mejor las exigencias que pudieran plan-
tearse en el momento de su aplicación .

b) La ejecución como actividad pública y accesoria

La ejecución es una actividad pública, que se integra en la función admi-


nistrativa : corresponde a lo que sería la función propiamente ejecutiva (en el
sentido de dar cumplimiento efectivo a una disposición) referida a los actos
administrativos. Se distingue, por tanto , de la que podría denominarse ejecu-
ción espontánea, consistente en la serie de actuaciones particulares del desti-
natario o de otros interesados dirigidas a la consecución de los efectos propios
del acto.
Como actividad pública administrativa, la ejecución comporta, normal-
mente, la intervención de una autoridad ejecutiva, que actúa con potestad ordi-
naria o delegada. Esa intervención de la autoridad ejecutiva refleja el carácter
práctico de la función administrativa, que no se limita a señala r un interés pú-
blico, sino que actúa para alcanzarlo efectivamente.

Por tanto, la ejecución no se dirige necesariamente, a vencer la inercia o la resis-


tencia de algún sujeto: esto podría ocurrir si se trata de ejecutar algún tipo de decisión
que perjudique a intereses o derechos del destinata rio o de terceros, pero ocurrirá más
difícilmente en el caso de la ejecución de otro tipo de actos, como pueden ser gran par-
te de los rescriptos (Lección Vil).

La ejecución es, además, una actividad accesoria . Respecto al acto admi-


nistrativo principal, la intervención en que consiste la ejecución se configura
como un acto accesorio al que se aplica el régimen de los actos administrativos
también en cuanto a la forma (cfr c. 37).
Exis te una relación de dependencia y subordinación del acto de ejecu-
ción respecto al acto administrativo principal. A su vez el acto de ejecución
requiere una serie de actos preparatorios (cfr c. 43) , que se suceden según las
fases del procedimiento administrativo (Lección V: Ill.D) y que consisten
muchas veces «en operaciones materiales (recibir o entregar objetos), en acti-
vidades jurídico-priva das ( compraventas, cobros, pagos) y la consiguiente
comprobación y constancia de tales u otras actividades (reconocimiento de
documentos, valoración de bienes, comprobación de condiciones o de aptitud
de personas)» (LABANDEIRA). En esa actividad preparatoria posee especial im-
portancia la verificación efectiva de los presupuestos que han configurado el
elemento causal-la causa- en el acto administrativo principal (Lección V:
11.B.3).

170
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

c) El ejecutor

El ejecutor es la persona encargada de llevar a cabo la ejecución. Cuando


el llamado a ejecutar es una persona distinta de la autoridad que ha emitido el
acto, puede recibir el encargo por medio de un mandato formal, que lleva con-
sigo una delegación de potestad, o bien por medio de otro tipo de acto de comi-
sión. En esos casos subyace una relación de dependencia (no necesariamente
de subordinación) y de confianza - al menos institucional- entre el autor del
acto administrativo principal y el ejecutor.
Dentro de la categoría de los actos comisorios, pueden darse actos admini strati-
vos con acto de ejecución pero sin un nombramiento específico de ejecutor, bien por-
que la ejecución la lleva a cabo la misma autoridad que ha puesto el acto - aunque
ocupando una posición distinta , caracterizada por la proximidad respecto al objeto
del acto administrativo o respecto al destinatario - , o bien porque se encarga de la
ejecución otra persona , que ha recibido del autor una delegación general para ejecu-
tar actos.

En los casos en los que se nombra formalmente un ejecutor «el mandato es


válido sin necesidad de aceptación por parte del ejecutor, aunque éste no está
obligado a asumir esa función -que supone una carga para él- a menos que
el autor del acto tenga la potestad necesaria para imponerle tal cometido» (LA-
BANDEIRA).

La ejecución requiere el ejercicio de cierta potestad ejecutiva. Por tanto, el acto de


nombramiento puede consistir únicamente en el encargo de la ejecución para quienes
son ya titulares de un oficio con potestad ejecutiva (por ejemplo, en el caso del ejecu-
tor que coincide con el autor del acto, o del ejecutor que tiene una competencia admi-
nistrativa general para este tipo de actos de ejecución) . De otro modo en el acto de
nombramiento deberá otorgarse la potestad necesaria para llevar a cabo la ejecución
{cfr c. 42 y, con carácter supletorio, ce. 133 y ss.), que incluye todos los poderes nece-
sarios para realizarla .

Las condiciones que se requieren para ser nombrado ejecutor varían mu-
cho dependiendo del tipo de ejecución: por ejemplo, está claro que para actos
de ejecución que se llevan a cabo en el fuero interno sacramental el ejecutor
deberá haber recibido el orden sacerdotal. Otros tipos de actos de ejecución po-
drían encomendarse a laicos (cfr c. 129 § 2), siempre que no haya una norma
particular o razones de oportunidad que lo impidan y teniendo en cuenta las
costumbres legítimas y la praxis de cada lugar.

d) Deberes y potestades del ejecutor

El ejecutor debe atenerse en todo caso al mandato recibido, que es la regla


fundamental de la ejecución. Para actuar válidamente, al menos ha de respetar
las condiciones esenciales señaladas en el mandato y la forma sustancial de

171
'+

COMP ENDIO D E DER ECHO ADMI NIS TRATIVO CANÓNI CO

proceder , según el caso (c. 42) : se puede tratar, por ejemplo, de un acto de eje-
cución que comporte la toma de posesión de un oficio, o la confesión sacra-
mental, o 1a entrega de instrumentos , etc.
Al mismo tiempo posee el derecho-deber de denegar la ejecución: a) si le
consta que el acto es manifiestamente nulo o que no podrá ser sostenido en el
futuro; b) si advierte que no se han cumplido las condiciones - en caso de que
se hayan puesto-; c) si considera que la ejecución es inoportuna (porque el
destinatario no es digno, o porque podría producirse escándalo a causa de de-
terminadas circunstancias personales o del lugar). En estas· situaciones deb e
suspender la ejecución e informar al autor del acto (cfr c. 41 ).
En algunos casos dispone de un poder más amplio que el de la mera ejecu-
ción (cfr c. 70), si el autor del acto principal le confía no solo la ejecución sino
también la decisión de si se ha de emitir o no el acto administrativo principal. Lo
veremos con más detalle al tratar de la ejecución de los rescriptos (Lección VII :
II.B.6).

e) Sustitución del ejecutor


En principio, el ejecutor que ha sido nombrado puede hacerse sustituir
siempre en la realización de los actos preparatorios (cfr c. 43 ), y también en la
misma ejecución, salvo que en e1 acto de su nombramiento conste de forma ex-
plícita que no puede ser sustituido, o que se le haya nombrado precisamente en
atención a sus condiciones personales ; y siempre que en ese acto de nombra-
miento no haya sido designado un sustituto determinado .
Distinta de la sustitución voluntaria , que queda a la discrecionalidad del au-
tor del acto o del ejecutor mismo , es la que se podría denominar sustitución legal,
que tiene lugar cuando el que ha sido nombrado ejecutor cesa en el oficio que
ocupaba y por razón del cual había sido nombrado ejecutor . Le sucede entonces
en ese encargo quien le sustituya en la titularidad del oficio, a no ser que el eje-
cutor hubiese sido elegido atendiendo a sus cualidades personales (cfr c. 44) .

f) Procedimiento de ejecución
1.º) Iniciación. El procedimiento se inicia cuando el ejecutor recibe la co-
municación escrita con su nombramiento para ese encargo o, en el supuesto de
que haya sido investido anteriormente de un poder general de ejecución, cuando
recibe por escrito el encargo de ejecutar un acto administrativo singular determi-
nado. En ambos casos deberá comprobar la autenticidad y la integridad de dicha
comunicación escrita. Si el ejecutor no actuara de esta forma, es decir, si proce-
diera a la ejecución habiendo recibido únicamente la noticia oral de su encargo,
la ejecución no sería válida , a no ser que, en aplicación de los principios de cele-
ridad y de formalidad adecuada (Lección V: III.C), el ejecutor hubiera recibido
previamente noticia de ese acto y conociera inequívocamente y con suficientes

172
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

garantías de autenticidad (aunque le llegue a través de teléfono, telégrafo , fax,


correo electrónico) que la noticia procede de la misma autoridad que ha emitido
el acto administrativo. En ese supuesto la ejecución seria válida (cfr c. 40).
Como en otras categorías de procedimientos, también en el procedimiento
de ejecución de un acto administrativo la iniciación puede tener lugar de oficio
o a instancia de parte . Será de oficio cuando el autor del acto administrativo
haya enviado al ejecutor la comunicación escrita del nombramiento o del en-
cargo para que realice la ejecución. Si lo hace fijando un plazo, el mandato de
ejecución depende de su observancia; si no se ha fijado plazo, la ejecución se
realizará en el momento determinado por el ejecutor discrecionalmente, salva-
guardando los principios de buen gobierno. La ejecución a instancia de parte
tendrá lugar cuando el autor haya hecho entrega del acto administrativo - y, en
su caso , del mandato de ejecución- al destinatario del acto (no es infrecuente
en el caso de los rescriptos), para que lo presente al ejecutor cuando lo conside-
re oportuno (en cualquier momento, mientras no haya fraude o dolo, cfr c. 69),
aunque también en este caso el autor del acto principal podría fijar un plazo
para la ejecución.
2.0 ) Sustanciación. Consiste, al menos - para los procedimientos de ejecu-
ción más sencillo s-, en comprobar que el acto administrativo principal no es
claramente nulo ; asegurar que podrá sostenerse en el futuro; cerciorarse de que
se han cumplido las condiciones, en caso de que las haya, y de que no se oponen
a la ejecución motivos que la hagan inoportuna por circunstancias de la persona
o del lugar (c. 41 ). Si el ejecutor ha recibido una discrecionalidad mayor, la sus-
tanciación comprenderá además otras actividades (Lección V: III.D.2) .
3.º) Conclusión. La ejecución concluye cuando el ejecutor da cumpli-
miento al acto administrativo principal. Se formaliza por escrito, a no ser que
se trate de una ejecución exclusivamente oral (por ejemplo, en el fuero interno
sacramental). El acto ejecutado es eficaz a partir de este momento , pero si du-
rante la ejecución hubiera incurrido en cualquier error, el ejecutor puede reali-
zarla de nuevo (c. 45) y entonces el comienzo de la eficacia se producirá en la
fecha de la nueva conclusión .
4. 0 ) Comunicación de la ejecución y actuaciones adicionales . Normal-
mente el ejecutor deberá dar noticia de la ejecución al autor del acto (o a otra
persona, como el oficial de archivo, por ejemplo), especialmente cuando así se
disponga en el mandato recibido. Eventualmente, serán necesarias también
otras actuaciones adicionales, como por ejemplo la publicación del acto ejecu-
tado.

3. Cesación de la eficacia

La terminación de la eficacia de los actos adminis trativos puede producir-


se de distintos modos. Los principales son los siguientes:

173
e+

COMPENDIO DE DER E CHO ADMJNJSTRA TJVO CANÓNICO

a) Por el cumplimiento de su finalidad . Por esta causa cesan, una vez apli-
cados, los actos de eficacia instantánea (por ejemplo , la remoción de un oficio:
c. 193 § 3) o los dados para un número determinado de casos (por ejemplo la
delegación para realizar ciertos actos: c. 142 § 1).
b) Por transcurso del tiempo fijado en el acto, si la autoridad competente
no lo prorroga (cfr, por ejemplo, c. 72).
e) Por desaparición de alguno de sus presupuestos necesarios: de la ley en
que se basaba (cfr c. 58 § 1), del objeto o de l destinatario del acto (por ejemplo ,
por fallecimiento), o de las circunstancias para las que se dio (por ejemplo, por
cese completo de la causa que motivó una dispensa: c. 93 ).
d) Por renuncia del destinatario, con los requisitos previstos en cada caso
por el derecho (por ejemplo, puede cesar así la eficacia de los nombramientos
para oficios eclesiásticos: cfr ce . 187-189) .
e) Por un nuevo acto de la autoridad, que revoque el primero (c. 47), por
motivos de oportunidad ; o que lo declare nulo o lo rescinda a causa de un vicio
de legitimidad (c. 1739). También caben la declaración de nulidad y la resci-
sión por sentencia del tribunal admini strativo , como veremos enseguida.
f) Excepcionalmente (cfr c. 46), por cesación de la pote stad del autor del
acto . Cesan así algunos preceptos singulares y cierto s privilegios y dispen sas
(ce. 58 § 2, 81, 93).
Al estudiar el régimen de los decretos singulares y de los rescriptos, preci-
saremos los modos de cesación de cada uno de esos tipo s de acto administrati-
vo (Lección VII).

4. Los actos administrativos condicionados

El c . 39, al regular la interpretación de las condiciones añadidas a los actos


administrativos, admite la posibilidad de que se den actos condicionados . La
condición es, como sabemos , uno de los po sibles contenidos eventuales de los
actos administrativos (Lección V: II.B.2). La hemos definido , para el ámbito
que ahora nos interesa, como toda circunstancia incierta o ignorada de la que
se hace depender, expresamente y en mayor o menor medida, la eficacia de un
acto jurídico.
Pueden darse condiciones suspen sivas , de cuyo cumplimiento se hace
depender el comienzo de la eficacia de un acto (suspenden la eficacia); y
condiciones resolutorias, que determinan el fin de la eficacia (resuelven el
acto) .
En cuanto a la fuerza limitadora de la eficacia que se atribuye a las condi -
ciones , según la fórmula que se emplee al expresarlas , nos remitimo s a lo que
se dirá enseguida , al tratar de la interpretación de los actos admini strativos,
dentro del estudio de su eficacia objetiva .

174
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

B. Alcance objetivo de la eficacia

El ámbito objetivo de la eficacia de los actos administrativos debe deter-


minarse atendiendo a distintos criterios. Expondremos aquí las cuestiones co-
munes a todos los actos, si bien existen normas específicas que se estudiarán al
analizar cada uno de los tipos (Lección VII) .

1. Fuero interno y fuero externo

La índole propia y peculiar de las situaciones, relaciones y bienes jurídicos


que son objeto de regulacíón por el ordenamiento canónico hace que en ocasio-
nes, sin que los actos pierdan necesariamente su carácter jurídico, no se requie-
ra sin embargo que sus efectos posean una especial relevancia externa y públi-
ca, o incluso sea conveniente que no la posean. El c. 37, acogiendo la previsión
general contenida en el c. 130 para el ejercicio de la potestad de gobierno, ad-
mite implícitamente la posibilidad de que, entre los actos administrativos sin-
gulares, haya algunos que solo posean eficacia en el fuero interno.
Entre ellos se encuentran fundamentalmente los que forman parte de las competen-
cias de la Sagrada Penitenciaría, en el fuero interno: «absoluciones , conmutaciones, sa-
naciones condonaciones, dispensas y otras gracias para el fuero interno» ( cfr PB, arts.
117-118; c. 74).

Cuando se trata propiamente de actos jurídicos que reúnen las demás ca-
racterísticas esenciales (Lección V), son realmente actos administrativos singu-
lares, pero con un régimen jurídico especial, ya que se trata de supuestos ex-
cepcionales de ejercicio de la potestad de gobierno (cfr c. 130). No obstante, la
regla general es que los actos administrativos afectan en principio al fuero ex-
terno, y se rigen por las normas del Código.

2. Eficacia concreta de los actos

Respecto a las personas, situaciones y asuntos a los que afecta el acto ad-
ministrativo, el c. 36 § 2 dispone que «no debe extenderse a otros casos fuera
de los expresados». Esta norma, aunque es común a todos los actos, se reitera
explícitamente en el c. 52, para los decretos singulares (Lección VII) .
Se trata de una consecuencia directa del carácter singular y concreto de
los actos administrativos (cfr por ejemplo, ce. 48, 49 , 71, 85, etc.). En efecto, al
emitir un acto administrativo, la autoridad ejecutiva no está dando una norma
general y abstracta (Lección III), sino adoptando una decisión que tiene en
cuenta las condiciones peculiares de la situación a la que va a afectar jurídica-
mente (cfr, por ejemplo , c. 50), y que no son extrapolables a otras situaciones .

175
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Puesto que la dec isión depende de todo un conjunto de factores variables


en cada caso, es característica esencial de los actos administrativos la limita-
ción de su eficacia al caso del que tratan. Los casos anteriores semejantes po-
drán servir de orientación o precedente , pero será necesaria siempre una nueva
decisión ad hoc, sin que quepa interpretar o presumir que la voluntad de la au-
toridad eclesiástica ha de ser idéntica a la ya manifestada en relación con otros
supuestos, aunque sean muy semejantes.

3. Interpretación de los actos administrativos

Para determinar en la práctica el alcance de la eficacia concreta que hemos


descrito, hay que estar al tenor de Jo manifestado en cada acto administrativo,
pero la certeza jurídica hace conveniente que existan normas para resolver las
dudas de interpretación que a veces pueden presentarse a la vista del texto. El c.
36 § 1 establece las reglas generales de interpretación de los actos y el c. 39
ofrece una norma de interpretación de las condiciones que pudieran añadírseles.

a) Norma general: la eficacia determinada por el tenor literal

El primer inciso del c. 36 § 1 dispone que el acto administrativo «se ha de


entender según el significado propio de las palabras y el modo común de ha-
blar». Un acto administrativo expresado en términos inequívocos no requerirá
interpretación; de ahí que se impon ga como regla genera l la comprensión lite-
ral de los actos administrativos, que no es propiamente interpretación.
Cuando se trata de interpretar una ley, los tratadistas sostienen que, incluso la de-
terminación de l tenor literal ( cfr c. 17) requiere una cierta interpretación , dado el ca-
rácter abstracto e intempor al de la norma; esto es diferente en los actos admin istrati-
vos , precisamente por su carácter concreto y su inmediatez a la situación a la que se
refieren.

Además, la norma trata de limitar po sibles intentos de manipulación u os-


curecimiento artificioso del tenor literal , advirtiendo que las palabras han de
entenderse en su sentido propio y según el modo común de hablar. De manera
que no se presumirá , por ejemp lo, que la autoridad utiliza las palabras en senti -
do metafórico o en sus acepciones más inusuales. Por el contrario, la presun -
ción de partida es que la autoridad quiere decir precisamente Jo que dice , y por
tanto su voluntad se ha de entender en los término s en que la manifiesta.
Esta norma contiene , implícitamente, una exhortación a la Administración públi-
ca para que exprese con propiedad y claramente su voluntad en los actos administrati -
vos. Pero hay que advertir que la referencia al «modo común de hablan> no indica que
haya de usarse en los actos administrativos un lenguaje vulgar. En efecto, esa adverten-
cia no excluye que se usen expr esiones técnicas, con un significado preciso en el len-

176
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

guaje jurídico; o fórmulas acuñadas en el estilo de la Curia romana, que poseen un sen-
tido muy determinado por la praxis y el uso. Se trata del modo común de hablar en el
contexto en el que se suelen usar esas expresiones: bien en el lenguaje jurídico, si se
trata de expresiones técnicas, o en el lenguaje corriente al uso, cuando se trate de pala-
bras corrientes; bien en el lenguaje propio del ámbito del que se trate, cuando se usan,
por ejemplo, términos propios de una ciencia o de un saber determinado. Hemos trata-
do de la redacción de los actos al ocupamos de la fase de conclusión del procedimien-
to administrativo (Lección V: III.D.3.d).

b) Interpretación de actos de tenor dudoso

El c. 36 se refiere también a la situación que se produce cuando, tras la


lectura del tenor literal de un acto administrativo, se suscitan dudas acerca de
su exacto sentido o de su alcance. Para esos casos establece, según sea el con-
tenido de los actos que se hayan de interpretar, dos criterios contrapuestos, que
responden sustancialmente a la acogida, tradicional en derecho canónico, de la
antigua regla «favorabilia amplianda, odiosa restringenda».
La regla general es que los actos administrativos cuyo sentido literal sea
dudoso se interpretan ampliamente , es decir, de tal modo que su alcance no se
vea limitado por restricción alguna que no haya sido expresamente incluida en
el propio acto o prevista con carácter general por el ordenamiento jurídico.
Aunque el c. 36 no lo señala expresamente, por exclusión se deduce que esta in-
terpretación amplia afectará fundamentalmente a los actos administrativos cuyo conte-
nido pueda ser calificado, con expresión clásica , de favorable. Enseguida (n. 4 .0 ) nos
referiremos a la interpretación de los privilegios.
En cambio, se impone la interpretación estricta para una serie de actos ad-
ministrativos cuyo contenido ha recibido tradicionalmente la calificación de
odioso:
1.0 ) Actos que se refieren a litigios o a la conminación o imposición de
penas (por ejemplo, los preceptos penales del c. 1319 y los decretos penales
del c. 1342: Lección IV; o el decreto que decide sobre el recurso jerárquico:
Lección IX; etc.).
2.º) Actos que coartan los derechos de la persona. Se incluyen aquí los
actos en virtud de los cuales se impide, suspende o limita el goce de derechos ,
por ejemplo endureciendo sus condiciones de ejercicio; aquellos por los que se
imponen nuevas obligaciones , o se agravan las ya existentes (cfr, por ejemplo,
c. 49); los actos que restringen facultades o atribuciones; etc.
3.0 ) Actos que lesionan los derechos adquiridos de terceros. Como podrían
ser, por ejemplo, los actos administrativos relacionados con remociones de ofi-
cios y nombramiento de nuevos titulares (cfr c. 192), con la asignación de des-
tino a los bienes de una persona jurídica extinguida (cfr c. 326), etc.

177
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

4.º) Actos contrarios a una ley en favor de particulares. En esta categoría


se integran precisamente los rescriptos que contienen privilegios y dispensas
(Lección VIII). Las normas específicas sobre estos actos insisten en la necesi-
dad de interpretación estricta, remitiéndose al c. 36 (cfr ce. 77 y 92).
Lógicamente, en el caso de los privilegios (cfr c. 77) la interpretación, sin dejar de
ser estricta, deberá ser favorable, de tal modo que el destinatario del privilegio reciba ver-
daderamente alguna ventaja: de lo contrario, la interpretación no sería estricta, sino res-
trictiva, y desnaturalizaría el privilegio. Es perfectamente compatib le interpretar favora-
blemente y a la vez estrictamente un privilegio, acto que por naturaleza es concesivo: se
interpreta como verdadero favor, es decir, sin limitarlo por restricción alguna que no haya
sido expresamente incluida en el propio acto o prevista con carácter general por el dere-
cho, pero sin extenderlo más allá de lo que resulta del acto interpretado estrictamente.
La norma de interpretación estricta de los supuestos 3.0 ) y 4 .º) se ve refor-
zada por especiales requisitos, que estudiaremos algo más adelante, al tratar de
los supuestos de eficacia contra legem y contra derechos adquiridos.

c) Interpretación de las condiciones incluidas en el acto


El texto del c. 39 -traducido literalmente- dice así: «Solo se consideran
puestas para la validez del acto administrativo aquellas condiciones que se ex-
presan mediante las partículas "si", "a no ser que", "con tal que" (si, nisi, dum-
modo)». Habla, por tanto, de condiciones «ad validitatem», pero se trata de una
expresión inexacta: en rigor, lo que se condiciona no es la validez del acto ad-
ministrativo, sino su eficacia: «si el acto condicionado no fuera válido, tampo-
co lo sería la condición , y entonces ésta no produciría efecto» (LABANDEIRA) .
Como sabemos, el acto que posee sus elementos esenciales y cumple los requisito s
establecidos es vá lido; pero si está sujeto a condición , sus efectos no se producirán si no
se verifica la condición suspensiva, o cesarán si se verifica la condición resolutoria .
Esta disposición presupone la distinción clásica entre condiciones esencia-
les, que condicionan la eficacia, y accidentales, que afectan solo a la licitud.
Por lo demás, conviene aclarar que el c. 39 no pretende establecer una forma
necesaria --esencial: c. 124 § 1- para los actos condicionados (aunque la tra-
ducción oficial castellana de este canon, que es inexacta, podría dar a entender
lo contrario), sino un criterio legal para la interpretación de la virtualidad ju-
rídica de las condiciones añadidas al acto administrativo . Dicho de otro modo,
el legislador no prohíbe que se introduzcan condiciones esenciales para la efi-
cacia del acto con otras fórmulas , siempre que sean inequívocas; pero en caso
de que la expresión literal del acto suscite dudas sobre si el autor del acto ha
pretendido o no imponer las condiciones con carácter esencial, entonces -y
solo entonces- se aplica la regla de interpretación: «solo se consideran puestas
para la validez» las que utilizan las expresiones indicadas, y las demás se con-
siderarán accidentales.

178
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

Por tanto, quien pretenda condicionar esencialmente la eficacia de un acto admi-


nistrativo debe hacerlo constar mediante una fórmula totalmente indubitable, que ga-
rantice la certeza sobre las situaciones jurídicas afectadas por el acto condicionado. De
no hacerlo así, se aplicaría a esa condición una interpretación restrictiva (en la línea
que señala el c. 36, como hemos visto, para los actos que coartan derechos), y sería
considerada no esencial, sino accidental.

4. Colisión de actos administrativos

En ocasiones puede producirse una colisión o conflicto entre actos admi-


nistrativos. Se trata de supuestos en los que actos distintos e incompatibles en-
tre sí afectan a la misma situación.
En esos casos, es norma general para los actos administra tivos (cfr ce. 53
y 67 § 1) que el más peculiar prevalece sobre el más general, en aquello que se
establece peculiarmente (por ejemplo, si un acto se refiere a un grupo de perso-
nas y otro solo a una de ellas, éste prevalece sobre el más general en lo que se
refiere a esa persona) .
En cambio, si los actos en conflicto son igualmente peculiares o generales,
se aplica el criterio cronológico, de manera distinta según se trate de decretos
singulares o de rescriptos: en el primer caso prevalece el de fecha posterior, y
en el segundo el de fecha anterior. Esta diferencia se debe a la distinta natura-
leza y contenido de esos dos tipos de actos (Lección VII: LB.7.b; II.B.6.d).

5. Supuestos de eficacia «contra legem» y contra derechos adquiridos

Hemos mencionado ya la nom1a que impone la interpretación estricta de


los actos administrativos que sean contrarios a una ley (o a una costumbre con
fuerza de ley) en favor de particulares, es decir, de aquellos rescriptos que con-
tienen privilegios contra legem y dispensas (lección VIII), que por su propia
naturaleza son actos legítimamente contrarios a una ley (no a la ley, precisa-
mente porque la ley los prevé y regula), con determinadas condiciones. La mis-
ma interpretación estricta se aplica a los actos que lesionan los derechos adqui-
ridos de un tercero (expresión que incluye al destinatario del acto).
Se llama derecho adquirido a aquel que queda adscrito a la propia esfera personal
como fruto de una actividad adquisitiva del sujeto - un contrato, la adquisición de una
plaza por oposición, etc.-, o protagonizada de algún modo por él (OTADUY), realizada
bajo una cobertura jurídica (ley, acto administrativo) que posteriormente cambia: la
nueva situación no permitiría que el sujeto adquiriera ese derecho, pero no lo elimina
automáticamente si ya está adquirido.

Se trata de una exigencia rigurosa, hasta tal punto que el c. 38 añade un nue-
vo requisito - tambien sujeto a interpretación estricta - al disponer que todo

179
......

COMPENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

acto administrativo «carece de efecto en la medida en que lesione el derecho


adquirido de un tercero o sea contrario a una ley o a una costumbre aprobada,
a no ser que la autoridad competente hubiera añadido de manera expresa una
cláusula derogatoria».
El principio de respeto a los derechos y situaciones jurídicas sustentados
por las nonnas generales vigentes, y a los derechos adquiridos, justifica este re-
quisito formal, que garantiza que no se producirán efectos jurídicos contrarios
a ellos sin que la autoridad competente los haya previsto y pretendido, mani-
festando expresamente esa intención: en términos clásicos, se trata de una vo-
luntad odiosa que no se puede -y no se quiere- presumir .
Al hablar de «cláusula derogatoria» el c. 38 puede dar lugar a confusión .
En efecto, no se trata propiamente de una derogación : un acto administrativo
singular no afecta nunca directamente a la ley o costumbre, que siguen vigen-
tes e intactas (cfr c. 36 § 2); simplemente impide que sus efectos normales se
produzcan en un caso determinado.
En el caso de la cláusula contraria a un derecho adquirido de un tercero, el
acto administrativo sí afecta directamente al derecho en cuestión, en la medida
en que sea incompatible con él, pero no se trata tampoco aquí de una deroga-
ción del derecho objetivo, sino de una modificación, más o menos amplia, de
la situación jurídica del afectado o los afectados. Por eso tal «cláusula deroga-
toria» puede ponerse en virtud de la potestad ejecutiva, que es la propia de la
autoridad competente para todo acto administrativo; y no se opone al principio
de legalidad (Lección III: 1.2). En cambio , una verdadera derogación requeriría
un acto de la potestad legislativa, no un acto administrativo.
La consecuencia jurídica que asigna el mismo c. 38 a la omisión de esa
cláusula expresa es que el acto administrativo carece de efecto ( «effectu ca-
ret» ). No se trata , pues, de una sanción de nulidad radical --enseguida tratare-
mos sobre la invalidez del acto administrativo--, sino de ineficacia, que no es
necesariamente absoluta, sino más o menos amplia, «en la medida» (quatenus)
en que el contenido del acto, o parte de él, sea contrario a una ley o costumbre
o a un derecho adquirido.

11. INVALIDEZDEL ACTO ADMINISTRATIVO

A. Ilegitimidad, invalidez y sanción legal

Explicábamos al comienzo que la validez del acto administrativo es una


cualidad jurídica que depende de que posea sus elementos constitutivos
esenciales y de su conformidad con las normas jurídicas (comunes y especí-
ficas) que lo regulan . La disconformidad del acto con una norma constituye
un vicio o irregularidad -denominado ilegalidad, ilegitimidad o también
ilicitud- que, cuando reviste la suficiente importancia, causa el efecto co-
nocido como invalidez.

180
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

La invalidez es sancionada por el derecho de distintos modos (se suele ha-


blar de nulidad, anulabilidad, rescindibilidad) que, dependiendo del tipo de
anomalía que la produce y de su importancia, eliminan, limitan o hacen preca-
ria la eficacia jurídica del acto.
En esta materia, cada sistema jurídico , con arreglo a sus principios pro-
pios, busca armonizar y equilibrar dos valores: la justicia, que exige que las si-
tuaciones jurídicas de los administrados no se vean alteradas por actos inváli-
dos (lo cual sería como legitimar un ejercicio meramente fáctico del poder); y
la seguridad jurídica, que reclama que los actos jurídicos realizados correcta-
mente en cuanto a sus elementos externos se mantengan, no sean por principio
precarios y de eficacia incierta. Ambos valores se ven peculiarmente acentua-
dos en el derecho administrativo, también en el ámbito canónico:
a) La incidencia inmediata de los actos unilaterales de la Administración
en la esfera jurídica de los administrados, hace que estos actos se vean rodea-
dos de mayores garantías legales que los actos jurídicos privados. Se trata de
actos intensamente reglados en cuanto a competencia, procedimiento, forma y
contenido, lo cual garantiza en mayor medida su justicia cuando se atienen a
las normas que los rigen .
b) En contrapartida, por tratarse de actos jurídicos mediante los que se per-
siguen intereses públicos, el interés social en su conservación es mayor que en
el caso de los actos privados , ya que de su invalidación pueden derivarse per-
juicios para el bien público; por ello, el régimen de la invalidez en este caso se
caracteriza por dificultar las nulidades que no sean estrictamente necesarias y
claras, protegiendo de distintos modos la presunción de legitimidad de que go-
zan los actos aparentemente válidos.

B. Tratamiento codicia/ de la invalidez de los actos administrativos

Por las razones que acabamos de explicar, la invalidez de los actos admi-
nistrativos no se despliega de manera automática: estos actos están protegidos
por una presunción de legitimidad (c. 124 § 2), en cuya virtud es necesario que
el interesado los impugne en vía administrativa o jurisdiccional para conseguir
su ineficacia (Lecciones IX-X) . Además, se establecen sistemas para salvar los
elementos válidos de los actos (por ejemplo, la ineficacia parcial y ciertas po-
sibilidades de corrección y convalidación). Por último, se modulan las sancio-
nes de tal modo que la más severa -la declaración de nulidad- no constituya
la regla general sino que sea más bien excepcional.
Para sintetiza r el tratamiento de la invalidez de los actos administrativos
en el vigente sistema de derecho administrativo canónico hay que considerar el
título (Lib. 1, tít. VII, ce. 124-128) que el CIC dedica a los aspectos más gene-
rales de los actos jurídicos, uno de cuyos tipos son los actos administrativos.
Además, existen otras normas, dispersas por el Código, que son relevantes en

181
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATJVO CANÓ NICO

!Sta cuestión; y hay que tener en cuenta de manera muy especial el régimen de
.mpugnación de los actos administrativos.
Cabe indicar, no obstante , que, tanto la terminología como la delimitación de las
;onsecuencias jurídicas de los distintos tipos de invalidez de los actos administrativos
m el derecho vigente, son imprecisas: mucho más, por ejemplo, que la regulación de la
nisma materia en las normas de derecho procesal. Puesto que el Código no aborda sis-
.emáticamente esta cuestión, su sistematización ha de hacerse en sede doctrinal. Por
)tra parte, es necesario que la jurisprudencia administrativa vaya precisando las conse-
;uencias que a este respecto se derivan de la impugnación de los actos administrativos
,or motivos de ilegitimidad. Ni la una ni la otra pueden considerarse aún cuestiones
;ompletamente claras; sin embargo, para los fines que pretenden estas páginas consi-
ieramos necesario intentar una presentación lo más ordenada posible , para la que se-
;t1iremos en buena parte la orientación de LABANDE!RA.

1. Nulidad y rescindibilidad
El derecho vigente prevé solo dos tipos de sanciones para los actos cuya
rregularidad es tal que detennina su invalidez: la nulidad y la rescindibilidad.
La nulidad es la máxima sanción jurídica de la invalidez. Se da cuando un
icto carece de aptitud para producir sus efectos, por falta de un elemento esen-
;ial o por estar afectado de un vicio que la ley sanciona con nulidad. La nuli-
iad se produce, por tanto, ipso iure: el acto es nulo en sí mismo; sin embargo,
10 consta eficazmente hasta que se intenta ejecutar el acto y es impugnado para
Jbtener la declaración de nulidad. El decreto o la sentencia que declaran la nu-
idad de un acto son declarativos -es decir, no crean una situación, sino que
ieclaran cuál ha sido desde el principio la situación del acto-; y, por consi-
~iente, su eficacia se produce ex tune, o sea, desde la fecha del acto, eliminan-
io los efectos de hecho que haya producido y dando lugar al resarcimiento de
os daños causados por el responsable de la nulidad.
La otra sanción de la invalidez en el Código vigente es la rescindibilidad
.la rescisión canónica posee los efectos de la anulación de los actos en otros
Jrdenamientos, y la rescindibilidad equivale a la anulabilidad). Es la situación
le! acto que posee ciertos vicios de invalidez que, sin embargo, por disposición
iel derecho, no impiden su eficacia, a no ser que los interesados pidan su rcs-
:isión (anulación). El decreto o la sentencia de anulación de un acto son cons-
itutivos -esto es, producen la nulidad del acto: lo anulan- , de modo que su
:ficacia se produce ex nunc (desde su fecha), aunque puede tener carácter re-
roactivo, lo que significa que puede alcanzar también a los efectos que llegó a
,roducir el acto cuando aún no había sido anulado.

2. La nulidad «ipso iure»


El c. 124 § 1 dispone con carácter general que, «para que un acto jurídico
:ea válido, se requiere que haya sido realizado por una persona capaz, y que en

82
EFICACIA DE LOS ACTOS ADM!NJSTRAT!VOS

él concurran los elementos que constituyen esencialmente ese acto, así como las
formalidades y requisitos impuestos por el derecho para la validez del acto».
De esta norma, interpretada en relación con el c. 1O- «se han de conside-
rar irritantes o inhabilitantes tan solo aquellas leyes en las que expresamente se
establece que un acto es nulo o una persona es inhábil»--, pueden extraerse los
tres tipos genéricos de nulidad ipso iure previstos por el derecho canónico. Así
pues, un acto administrativo será nulo de pleno derecho:
a) Cuando haya sido realizado por persona incapaz, lo que, a tenor del c.
10, ha de entenderse en sentido estricto: persona que la ley declara expresa-
mente inhábil (por ejemplo, ce. 171, 1331 § 2,2.º). Pero, puesto que esta norma
trata de los actos jurídicos en general, hemos de interpretarla para nuestro ám-
bito teniendo en cuenta que el sujeto capaz de dar válidamente un acto admi-
nistrativo es solo la competente autoridad ejecutiva (Lección V: 11.B.1), de tal
modo que, a estos efectos, han de considerarse inhabil itados todos los sujetos
no habilitados por el derecho (Lección II: II.A.2), es decir, todos los que no
gozan de potestad ejecutiva -ord inaria o delegada-y las autoridades ejecu-
tivas carentes de competencia en la materia.
Por analogía, puede comprobarse cómo también el c. 1620 adapta el requisito de
la «persona capaz» al supuesto de las sentencias judiciales, un tipo peculiar de acto ju-
rídico de la potestad judicial: «La sentencia adolece de vicio de nulidad insanable si:
l. º fue dictada por un juez absolutamente incompetente ; 2.º fue dictada por quien care-
ce de potestad de juzgar en el tribunal ante el cual se ha tratado la causa». No obstante,
en el caso de la potestad ejecutiva hay que tener en cuenta, en su caso, el posible juego
del c. 144, que regula la «suplencia» de la potestad ejecutiva en ciertos supuestos.
b) Cuando carezca de alguno de sus elementos constitutivos esenciales.
En nuestro caso, esto supone que deben darse todos aquellos elementos comu-
nes sin los cuales no existiría un acto administrativo, además de los que perte-
necen al contenido esencial del tipo de acto de que se trate (Lección V: 11.A.2).
Este tipo de invalidez se debe a la propia naturaleza de las cosas y, por tanto, se
daría aunque el Código no lo dijera. Pero puesto que lo configura precisamente como
un supuesto de nulidad, desaparece en derecho canónico la justificación de la categ o-
ría doctrinal de los llamado s actos inexistentes, que tiene por finalidad principal reco-
ger esos supuestos de «invalidez natural» para evitar que la falta de mención expresa
en la ley impida obtener la declaración de nulidad de los actos afectados por ella.
c) Cuando incumpla alguna de las formalidades o requisitos que el dere-
cho exige «ad validitatem». Según el c. 10, solo se consideran normas irritan-
tes (o sea, invalidantes de un acto) «las que establecen expresamente que un
acto es nulo». Sin embargo, puede disponerse expresamen te la nulidad sin uti-
lizar precisamente esa fórmula («es nulo tal acto») , con tal que resulte inequí-
voca la sanción de nulidad.
Por ejemplo, el c. 65 utiliza diversas expresiones para establecer la sanción de nu-
lidad : «La grac ia denegada por el vicario general o por un vicario episcopal no puede

183
...
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ser válidamente concedida por otro vicario( ...)»(§ 2); <<Es inválida la gracia que( ...),
pero la gracia denegada por el Obispo diocesano no puede conseguirse válidamente del
vicario general( ...)»(§ 3). El c. 425 § 1, por su parte, establece: «Para el cargo de Ad-
ministrador diocesano solo puede ser elegido válidamente un sacerdote que tenga cum-
plidos treinta y cinco años( ...)».

La terminología del CIC en esta materia no es rigurosamente uniforme,


sino que la misma sanción de nulidad se designa con distintos términos latinos,
que se usan como equivalentes. Los principales son:
- invalidus (cfr ce. 49, 65 § 3, 90 § 1, 127 § 2, 170, 172, !'74 § 2, 1281 § 1,
etc.);
- irritus(cfrcc.42,66,67§3, 126, 149, 153, 1360, 1739,etc.);
- nullus (cfr ce. 41, 166 § 3, 175, 179 § 4, 425 § 3, etc.).
Se usan también algunas locuciones, como pro infecto habere (cfr c. 125);
nihil agere (cfr ce. 133, 173 § 3); etc.
Hay que tener en cuenta, por lo demás, que a veces el Código habla de va-
lidez para referirse más bien a la eficacia. Así lo hace en el c. 126, que estudia-
remos enseguida, para distinguir entre actos nulos y actos rescindibles. Tam-
bién, por ejemplo, en el c. 39, que hemos estudiado más arriba al hablar de los
actos condicionados.
Y conviene advertir, asimismo, que la sanción de nulidad no siempre com-
porta la plena ineficacia del acto , ya que a veces se permite que se produzcan
algunos efectos que no dependen de los extremos viciados del acto en cuestión.
Así, por ejemplo, el c. 38, estudiado más arriba, establece que «todo acto adminis-
trativo( ...) carece de efecto en la medida en que lesione el derecho adquirido de un ter-
cero o sea contrario a una ley o a una costumbre aprobada( ...)». Por tanto si no está ra-
dicalmente viciado, solo se produce su ineficacia en los aspectos que no se sostendrían
sin infracción de ley o sin lesión de derechos adquiridos.

En definitiva, es necesario analizar cada caso, distinguiendo bien los con-


ceptos de validez y eficacia; y, dentro de la invalidez , las sanciones de nulidad
-que puede presentarse con distintas fórmulas; y que puede ser parcial, como
hemos visto- y rescindibilidad. Hablaremos ahora de este último supuesto.

3. La rescindibilidad

Los ce. 125 y 126, tratando de la influencia del miedo, la ignorancia y el


error respecto a los actos jurídicos en general, establecen la distinción entre
unos supuestos en que el acto es irritum, o pro infecto habetur (o sea, es nulo)
y otros en que valet (esto es, produce efectos), pero es rescindible.
Ya en el terreno propio del derecho administrativo, el c. 149 § 2, en mate-
ria de provisión de oficios, dispone: «La provisión de un oficio eclesiástico he-
cha a favor de quien carece de las cualidades requeridas, solamente es inválida

184
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMI NIS TRATIVOS

- léase nula- cuando tales cualidades se exigen expresamente para la validez


de la provisión( ...); en otro caso, es válida-es decir, eficaz- , pero puede res-
cindirse por decreto de la autoridad competente o por sentencia del tribunal ad-
ministrativo» . De modo semejante se expresa, por ejemplo, el c. 166 acerca de
la validez de las elecciones.
Se trata de supuestos en los que el acto es irregular, pero las anomalías
que presenta no son consideradas por el derecho de tal gravedad que exijan ne-
cesariamente la sanción de nulidad radical. Por tanto, en virtud del principio de
conservación de los actos al que hemos aludido más arriba, se permite que el
acto administrativo produzca efectos a pesar de estar viciado. Si, en los plazos
previstos por el derecho, el acto es impugnado, puede rescindirse (en principio,
con eficacia ex nunc) por decreto administrativo o por sentencia del tribunal
administrativo; en caso contrario, el vicio queda sanado y la eficacia jurídica
del acto se consolida.
Hemos visto que la sanción de nulidad, por considerarse odiosa, es objeto
de interpretación estricta y solo se aplica cuando el derecho lo dispone expre-
samente. No sucede otro tanto, a nuestro juicio , con la rescindibilidad, cuyos
supuestos no están taxativamente enumerados en el derecho vigente . Se enten-
derá esta afirmación si analizamos las consecuencias del régimen de impugna-
ción de los actos en el derecho vigente sobre esta cuestión.

4. lmpugnabilidad de los actos ilegítimos

a) La impugnabilidad en vía administrativa

Como estudiaremos con detenimiento en su lugar, por regla general - sal-


vo que se trate de uno de los supuestos expre samente excluidos (Lección IX}-
' siempre que el interesado se considere perjudicado por un acto administrati-
vo, puede impugnarlo mediante recurso jerárquico por cualquier motivo justo
(c. 173 7). La consecuencia directa de esta nonnativa es que toda irregularidad
de un acto administrativo será justo motivo que permita impugnarlo dentro de
los plazos previstos; o dicho de otro modo, todo acto irregular es impugnable.
Junto a esto, el c. 1739, al enumerar las posibilidades de resolución del re-
curso, reconoce al superior competente, según lo requiera el caso, no solo la fa-
cultad de confirmar el acto o declararlo nulo , sino también la de rescindirlo.
Por tanto , una vez interpuesto el recurso:
1.0 ) Procederá declarar la nulidad de un acto cuando haya infringido nor-
mas que prevén expresamente la sanción de nulidad .
2.0 ) En otros casos , cuando la norma aplicable así lo disponga, la mera
impugnación hará que el superior deba rescindir el acto que era meramente
anulable . Entonces, la eventual impugnación actúa, en realidad, a modo de
condición resolutoria .

185
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATI VO CANÓNICO

Por ejemplo, el c. 166 § 2 establece que la elección vale aunque se haya preterido
. uno de los que debían ser convocados ; pero si éste, en un plazo de tres días, lo pide,
:debe ser rescindida por la autoridad competente, incluso después de confinnada».

3.º) Finalmente, aunque las normas aplicables al caso nada digan, a te-
1or del c. 1739 la autoridad competente puede siempre rescindir el acto que
>resenta alguna irregularidad. Esto significa que , como norma general, todo
icto irregular es rescindible, aunque no se estable zca expresame nte esa san-
:ión.
Tratamos aquí solo de las posibilidades de resolución del recurso jerárquico que
ienen que ver con la legitimidad del acto administrativo y, por tanto, con su validez. El
:. 1739, como estudiaremos en su momento (Lección IX), otorga al superior jerárqui-
:o también otras facultades, de naturaleza diversa, que tienen que ver con criterios de
1portunidad, como las de revocación y sustitución del acto administrativo.

b) La impugnación en vía contencioso-administrativa


Hemos afirmado que todo acto irregular o ilegítimo, aunque no esté san-
;ionado expresamente con la rescindibilidad, es de suyo rescindible en vía
1dministrativa, mediante el recurso jerárquico. Una vez agotada la vía admi-
listrativa , se abre el paso a la interposición del recurso contencioso-adminis-
rativo ante el tribunal competente (Lección X).
El recurso contencioso administrativo tiene restringidos los motivos por
.os que puede plantearse: no se admite por cualquier justo motivo. Pero esto no
1fecta en nada al supuesto que nos ocupa : la motivación admisible acoge sin
!xcepción a todos los actos irregulares , ya que cabe interponerlo «siempre que
;e pretenda que el acto impugnado haya violado alguna ley en el procedimien-
:o o en la decisión» (Const. Ap . Pastor Bonus, art . 123 § 1; LPSA, art . 34 § 1).
A la vista de esta norma, puede decirse que el contencioso-administrati-
vo «generaliza la sanción de invalidez para todo acto ilegal o ilegítimo» (LA-
3ANDEIRA) . En efecto, todo acto irregular puede ser llevado al tribunal admi-
nistrativo que, al apreciar una violación de ley que no lleve expresamente
:1parejada la nulidad, puede, no solo rescindirlo , sino también condenar al re-
sarcimiento de los daños ilegítimamente causados (Const. Ap. Pastor Bonus ,
:trt. 123 § 2; LPSA, art . 34 § 2).

c) Convalidación, sanación y corrección

La impugnabilidad de los actos administrativos no es temporalmente ili-


mitada, sino que está suj eta a unos plazos, normalmente breves (Lección IX) .
Una vez transcurridos esos plazos sin recurso, el acto irregular deja de ser di -
rectamente impugnable, y su invalidez queda sin sanción , es decir, convali-
dada , por lo que se consolidan los efectos jurídicos del acto (cfr, por ejem-
plo , c. 1736 § 4).

186
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

Además de esta convalídacíón tácita que se produce con carácter general


por falta de impugnación, son tradicionales en derecho canónico la sanación de
vicios sanables del procedímiento, o algunas formas de convalidación expresa
de actos jurídícos, todo ello por parte de la autoridad superior.
No existe una regulación explícita de esta materia en el ámbito administrativo,
por lo que debe tratarse con suma cautela. En cambio, el derecho procesal (cfr ce. 1620
y 1622) sí distingue entre nulidad sanable e insanable.

En todo caso, cuando se trata de la impugnación de un acto en vía admi-


nístrativa, a la que hemos aludido ya, el c. 1739, además de la facultad de res-
cindir el acto, otorga al superior jerárquico la posibilidad de corregirlo, que
puede ejercerse, a nuestro juicio, también para subsanar -enmendándolas-
posibles irregularidades, cuando ello resulte más conveniente para el bien pú-
blico que la rescisión del acto, siemp re que no se trate de un supuesto sancio-
nado con nulidad radical.
Cuanto llevamos dicho en este apartado se refiere fundamentalmente a los actos
rescindibles. En rigor, los supuestos de nulidad radical no se convalidan por el mero
transcurso inútil de los plazos de recurso: baste mencionar, por analogía, que en el ám-
bito procesal la nulidad puede oponerse perpetuamente como excepción --esto es,
como defensa procesal pasiva - (cfr ce. 1492 y 1621). Por otra parte, la celeridad y
agilidad del procedimiento administrativo hacen innecesaria --e inadecuada, por la
poca intensidad de la intervención del interesado en el expediente, a diferencia de lo
que sucede en el proceso judicial- la sanación automática de vicios de legitimidad por
el acto definitivo; y la corrección solo es posible cuando hay elementos válidos , y por
tanto conservables, en el acto. Así pues, en general, la forma más conveniente y jurídi-
camente segura de subsanar los vicios de un acto radicalmente nulo es repetirlo correc-
tamente, si ha lugar, una vez declarada la nulidad.

C. Responsabilidad de la Administración eclesiástica

La actividad de la Administración eclesiástica, mediante actos jurídicos o


mediante actos materiales o de gestión, es portadora de intereses públicos; por
ello se impone a los administrados con una eficacia peculiar, sacrificando,
cuando es necesarío, derechos e intereses particulares en aras del bíen común
(Lección Il). La naturaleza de las relaciones entre bien común y bien particular
justífica teóricamente -en abstracto-- esos sacrificios; y, con mayor razón, en
la vida eclesial cada fiel debe estar dispuesto a renunciar a lo propio por el bien
de la Iglesia, entre otras razones porque un bien eclesial propio que no pueda
gozarse, aquí y ahora, sin daño del interés general , pierde su razón de bien.
Sin embargo, no es menos cierto que existen legítimamente en la Iglesía
verdaderos derechos e íntereses, personales o de agrupaciones, que, en general,
no solo son compatibles con el bien común, sino que están ordenados a él y, en
ese sentido, forman parte de él. Así pues, en la práctica, para que un fiel deba

187
COMP ENDJO DE DERECHO ADMJNlSTRATJVO CANÓNICO

asumir en justicia el perjuicio concreto que le impone una actuación adminis-


trativa en nombre del interés público, es preciso que esa actuación sea legítima.
En efecto, ya hemos explicado que la potestad de la Administración no es ilimitada
y por tanto no puede ejercerse arbitrariamente (Lección II). La poderosa eficacia de los
actos de la Administración y su gran margen de discrecionalidad están condicionados por
la exigencia de una actuación legítima, respetuosa con las normas jurídicas que regulan
cada actividad y de ese modo protegen y garantizan el bien de la Iglesia y el de cada fiel.
Cuando la actividad administrativa causa ilegítimamente un perjuicio ,
queda lesionada la justicia y la Administración es responsable del daño causa-
do, por lo que está obligada a repararlo .
Aunque el concepto de Administración eclesiástica no se ha empezado a
usar hasta tiempo muy reciente , a lo largo de la historia se ha reconocido --con
diversos matices y mediante fórmulas más o menos directas- la responsabili-
dad por los daños causados por el mal ejercicio de funciones públicas.
En el derecho vigente la regulación explícita de la responsabilidad de la
Administración es una de las manifestaciones concretas del principio de legali-
dad. Se trata de una pieza importante del sistema de derecho administrativo ca-
nónico, en la medida en que confirma que el recto y adecuado ejercicio de lapo-
testad de gobierno se reconoce como deber jurídico exigible, a la vez que trata
de poner los medios jurídicos adecuados para evitar que la actividad administra-
tiva, a causa de posibles negligencias, errores o abusos, redunde de manera irre-
parable en detrimento de los fieles y del verdadero bien al que tiende.

1. La responsabilidad de la Administración en el C/C

El Código y la legislación extracodicial vigente reconocen la responsabili-


dad de la Administración eclesiástica por sus actos . El c. 128 establece con ca-
rácter general el principio de responsabilidad en derecho canónico: «Todo
aquel que causa a otro un daño ilegítimamente por un acto jurídico o por otro
acto realizado con dolo o culpa, está obligado a reparar el daño causado». Por
su parte , el c. 57 § 3 declara que esa norma del c. 128 es aplicable también a la
actividad de la Administración eclesiástica.
Esto significa que la Administración eclesiástica es responsable de los
daños causados ilegítimamente en su actividad, tanto por sus actos jurídicos
como por otro tipo de actos, así como por la omi sión de sus actos debido s
(cfr c. 57 § 3 ), en los términos previstos por el derecho . Veamos cómo se confi-
gura, a tenor del c. 128, el daño resarcible, o sea, el daño ilegítimamente cau-
sado.

a) Requisitos del daño ilegítimo

Si se analiza el contenido del c. 128 a la luz de la tradición canónica (cfr c.


6 § 2), recogida en el derecho antiguo y en la abundante jurisprudencia canónica

188
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

sobre resarcimiento de daños, puede establecerse que el concepto de daño ile-


gitimo -es decir, de aquel que genera la obligación jurídica de «reparar el
daño causado»- posee los siguientes requisitos (REGOJO BACARDf):
l.º) Debe tratarse de un daño efectivamente causado («todo aquel que
causa a otro un daño ...»).
2. 0 ) Ha de haberse causado de manera ilegítima, esto es, injustamente
(«todo aquel que causa a otro un daño ilegítimamente»).
3.º) Tiene que darse un nexo causal entre el acto de la Administración y el
daño efectivamente causado («todo aquel que causa a otro un daño ilegítima-
mente por un acto jurídico o por otro acto»).
4. 0 ) Si se trata de un acto jurídico ilegítimo, no es necesario que haya ha-
bido dolo o culpa del agente, aunque puedan concurrir («...ilegítimamente por
un acto jurídico o por otro acto realizado con dolo o culpa»).

b) Carácter objetivo del daño y exigencia del nexo causal

La jurisprudencia canónica ha determinado claramente que los requisitos


esenciales para que el daño sea resarcible son los objetivos: que se baya produ-
cido efectivamente - no basta que el acto en sí mismo sea capaz de causar
daño, o haya generado el peligro de un eventual daño, si no lo ha llegado a cau-
sar- y de manera injusta. En cambio, no tiene gran relevancia el elemento
subjetivo (que se haya debido a dolo, error, ignorancia, culpa, impericia o ne-
gligencia). Así pues, el daño es imputable sin necesidad de la intencionalidad
del autor de la lesión: si ésta no concurre, no por ello se excusa el agente; y si
concurre, se tendrá en cuenta como elemento agravante de la responsabilidad.
Así lo ha entendido la doctrina posterior al CIC al aplicar el concepto a los ac-
tos de la Administración eclesiástica (KRUKOWSKI, MONTINI).
Ahora bien, es necesario que se dé realmente la relación causa-efecto en-
tre el acto y la lesión. La jurisprudencia ha subrayado este requisito estable-
ciendo que el acto debe ser causa eficaz del daño, es decir, que éste sea verda-
dero efecto del acto.
Por tanto, la Administración no incurre en responsabilidad por los daños que sean
mero resultado de un accidente , sin conexión probable con el acto, aunque el acto haya
sido ocasión de ese resultado accidental. Tampoco incurre en responsabilidad por los
efectos lesivos del acto que van más allá de la intención del autor - por ejemplo , los
que se deben a error de otros o del propio interesado----, ni por los daños que sean con-
secuencia de caso fortuito (causas imprevisibles y no imputables a sujeto alguno) o
fuerza mayor (causas naturales ingobernables), ya que en todos estos casos se rompe el
nexo causal entre acto y efecto lesivo.

En definitiva, cuando el daño ha sido eficazmente causado por un acto de


la Administración, solo se requiere que se trate de una lesión ilegítima, por
cualquier motivo, para que dé lugar a la obligación de reparar. Así pues, para

189
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

determinar la responsabilidad derivada de los efectos lesivos de un acto admi-


nistrativo, la cuestión fundamental es si el acto es o no ilegitimo.

c) La ilegitimidad del acto administrativo

El art. 34 de la vigente Lex propria, ya citado, recogiendo lo dispuesto en


el art. 123 de la Const. Ap. Pastor Bonus, indica que puede interponerse recur-
so contencioso-administrativo ante el tribunal de la SignaturaApostólica con-
tra un acto administrativo (§ 1). Y en esos casos, el tribunal, además del juicio
de ilegitimidad, puede conocer también, si el recurrente lo pide, de la repara-
ción de los daños causados por el acto ilegítimo(§ 2).
Para interpretar adecuadamente esta disposición , que tiene que ver con el
tipo de competencia del tribunal (Lección X : II .C.2), hay que entender la rela-
ción que existe entre la ilegitimidad del acto y la ilegitimidad del daño. Con-
cretamente hay que tener en cuenta que la ilegitimidad del acto a veces es cau-
sa de la ilegitimidad del daño, pero otras veces es efecto de esta última.

Como hemos visto, hay perjuicios que pueden imponerse justamente a un admi-
nistrado cuando es necesario para el bien común: por ejemplo , puede suceder así en el
supuesto de la remoción del oficio de un párroco. En esos casos, la condición para que
el daño se infiera legítimamente es que el acto administrativo respete todos los requisi-
tos de legitimidad en el proced imiento (ce. 1740 ss.). De ser así, el perjuicio que pudie-
ra derivarse para el interesado no da origen a la obligación de reparar o resarcir, aun-
que la ley busca el modo de compensar al perjudicado de modo equitativo (c. 1746).
En cambio, otras veces , la decisión afecta a derechos o situaciones que no son sacrifi-
cables por la actuac ión admini strativa: cuando la Administración no reconoce un dere-
cho preexistente del interesado y produce un acto administrativo que lo lesiona, enton-
ces, aunque el acto haya cumplido los requi sitos de legitimidad formal , es ilegítimo
precisamente por la ilegitimidad del perjuicio que pr etende causar : por la decisión
misma. Así sucedería, por ejemplo, si siguiendo todos los requisitos establecidos para
la imposición de un tributo ordinario a las personas jurídica s públicas sujetas a la juris-
dicción del Obispo diocesano (c. 1273), pretendiera imponerse también a una persona
jurídica privada.

Resumiendo: todo acto ilegitimo hace injusto el daño que cause; y todo
acto que cause un daño injusto es, por ello, también ilegitimo, aunque cumpla ,
por lo demás, los requisitos fonnales de legitimidad .
Téngase en cuenta , por último , que el concepto de ilegitimidad del daño
ha de entenderse en sentido amplio: es ilegítimo, es decir, injusto, porque pri-
va al afectado de algo que le es debido en justicia. Por tanto la ilegitimidad no
solo se da cuando se viola una ley positiva, sino también siempre que se viole
un derecho ajeno. En ese sentido, coincide con el concepto de ilegitimidad
que se requiere como motivo del recurso contencioso-administrativo (PB , art .
123; LPSA , art. 34; Lección X), y que incluye la transgresión de toda norma

190
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

de derecho divino o eclesiástico, escrita, oral o consuetudinaria ( LABANDEIRA,


KRUKOWSKI).

2. Daño y resarcimiento en derecho canónico

La consecuencia jurídica del daño ilegítimo es la obligación de reparar o


resarcir por parte de la Administración eclesiástica.
Hay que considerar, en esta materia, que los bienes y derechos que admi-
nistra y protege el derecho canónico son de muy diversos tipos , que incluyen
bienes materiales, inmateriales, morales y propiamente espirituales (Lección 1:
ll.4). Esto quiere decir que el concepto de daño, en derecho canónico, puede
adoptar también contornos peculiares, habida cuenta de la naturaleza de los
bienes y derechos lesionables. Ciertamente no cabe aplicar un concepto restric-
tivo, que tenga en cuenta solamente las lesiones ilegítimamente producidas en
la esfera económica patrimonial de los administrados.
Si se considera la amplia gama de bienes y derechos peculiares que caen bajo la
competencia de la autoridad eclesiástica , en razón de la misión propia de la Iglesia ,
puede advertirse que el ámbito patrimonial es solo uno más entre los posibles ámbitos
susceptibles de ser lesionados . Piénsese , por ejemplo, en los posibles daños derivados
de una culpable desatención espiritual de los fíeles y atribuibles a negligencia de la au-
toridad ; en posibles daños de tipo moral causados por un proceder imprudente de la au-
toridad ; etc.

Lógicamente, la peculiaridad de los bienes lesionables exigiría que tam-


bién la eventual reparación pudiese adoptar multitud de formas propias, con-
gruentes con los medios específicos de los que dispone la Iglesia para cumplir
su fin, y no reductibles a la reparación económica (que no se excluye en los
casos en que sea de esa naturaleza la lesión) . En consecuencia, también el re-
sarcimiento, que ha de ser proporcionado al daño efectivo, seguirá el criterio
de procurar reparar de manera específica la lesión causada (MONTINI), es decir:
tratará, siempre que sea posible, de restablecer la situación en el estado en que
se encontraba antes del acto lesivo , adoptando para ello medidas de tipo eco-
nómico cuando sea el caso, pero también otras medidas de carácter jurídico y
pastoral.
No es nuestro propósito detenemos mucho más sobre este aspecto de la respon -
sabilidad administrativa ; sin embargo , parece conveniente señalar que la tendencia
histórica de la jurisprudencia canónica no ha sido la de hacer una simple valoración
económica del daño para una reparación equivalente , lo cual sería mucha s veces com-
pletamente inadecuado a los supuesto s que se dan en la Iglesia. Por el contrario , puede
advertirse cómo se han buscado medidas para reparar materialmente los daños materia-
les; para reparar y satisfacer adecuadamente los daños inmateriales (por ejemplo, dar al
que fue removido con razone s falsas otro oficio equivalente al que tuvo) y morale s
(por ejemplo, la difamación); y también para resarcir con medidas espirituale s los da-

191
-
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

íos espirituales (por ejemplo , el escándalo producido por la negligencia de la autoridad


:n la adopción de medidas de gobierno ante el ejercicio perjudicial del ministerio de un
,árroco podría ser reparado con una cualificada atención espiritual de los fieles, con
nedios extraordinarios de catequesis, con el nombramiento de un pastor idóneo, etc .).
~n definitiva, la jurisprudencia y la praxis canónica se han esforzado - y deben conti-
mar haciéndolo---- por configurar la responsabilidad, el daño y la reparación con unos
1centos propiamente canónicos, acogiendo también eficazmente los elementos más ge-
minos del ordenamiento canónico y de la vida de la Iglesia.

3. Vías para la reclamación del resarcimiento de daños

En cuanto al cauce jurídico para reclamar la responsabilidad administrati-


va, además de la vía contencioso-admini stra tiva abierta expresamente por el
1rt. 123 § 2 de la Const. Ap . Pastor Bonus y confirmada por el art. 34 § 2 de la
nueva Lex propria de la Signatura Apostólica , cabe sin duda presentar esa re-
:lamación en el propio recurso jerárquico (Lección IX), o como petición autó-
noma a la autoridad, cuando la causa del daño no haya sido un acto jurídico
(administrativo en este caso) y por tanto no haya lugar a interponer recurso.
Esa petición constituiría precisamente un posible supuesto del § 1 del c. 57, que
obligaría a la autoridad competente a responder con un decreto singular (Lección VII).
Si ese de creto no satisface a quien se considera damnificado, puesto que se trata de un
acto administrativo, queda expedita ya la vía del recurso jerárquico y posteriormente el
contencioso -administrativo.

192
LECCIÓN VII

TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC:


EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

En las lecciones V y VI hemos estudiado los elemen tos comunes del régi-
men jurídico de los actos administrativos en el Código de Derecho Canónico.
Pasaremos ahora a exponer los elementos específicos de los dos tipos regula-
dos por el derecho vigente: los decretos singu lares y los rescriptos. El CIC ha
incluido todos los actos administrativos en una u otra de esas dos categorías
formales por razones prácticas: es más simple y económico -en cuanto a po-
lítica normativa - dar normas para una categoría de actos, en la que cabe una
gran multiplicidad de supuestos, que establecer nonnas peculiares para cada
uno de los subtipos ahora incluidos en esa categoría , lo cual daría lugar, sin
duda, a enojosa s reiteraciones y, lo que es peor, a lagunas e incertidumbres, con
menoscabo de la seguridad jurídica.
El régimen jurídico fundamental de todo acto administrativo se determina ,
en cons ecuencia, por las normas que regulan sus elemento s comun es y por las
específicas para la categoría a la que pertenecen. Por ese motivo , aunque al
hilo de la exposición se irán haciendo las oportunas remisiones, no está de más
advertir de antemano que la comprensión sistemática de cuanto aquí se dirá
presupone los conceptos generales y los elementos comunes que se han expli-
cado en las dos lecciones anteriore s.

l. EL DECRETO SINGULAR

A. Concepto, naturaleza y caracteres

l. Concepto

«Por decreto singular se entiende el acto administrativo de la autoridad


ejecutiva compe tente, por el cual, según las normas del derecho y para un caso

193
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

articular, se toma una decisión o se hace una provisión que, por su naturaleza,
o presuponen la petición de un interesado» (c. 48). Este canon, en cierto
1odo, define el decreto singular, aunque para dar una definición técnica más
,recisa hay que tener en cuenta otros elementos que se desprenden del conjun-
::,de los cánones 48-58.
Pero, más que definir con precisión científica, la función de esa nonna es
ncluir toda una serie de actos jurídicos heterogéneos de la autoridad eclesiásti-
:a dentro de la categoría de los decretos singulares. En efecto, a tenor del c. 48,
:n relación con el c. 59 - que contiene el concepto de rescripto-, ha de enten-
lerse que todos los actos singulares de la autoridad que no tengan que asumir
a forma de rescripto (cfr c. 59) son decretos singulares y, por tanto , se some-
en al régimen jurídico determinado por las nonnas comunes y específicas que
·cgulan esos decretos.
Y ello con independencia de que el Código no use siempre la expresión «decreto
;ingular» cuando se refiere a actos que, según hemos dicho, se integran en esa catego -
ia. A veces sí lo hace (por ejemplo, ce. 114, 116 § 2, 149 § 2, etc.); pero otras muchas
1eces se habla en el Código de actuaciones que se llevan a cabo mediante decreto sin-
~lar, designándolas por su contenido: nombramiento (c. 98), proveer (c. 162), remo-
;er ( c. 253 § 3 ), prohibir ( c. 1030), etc. En otras ocasiones se alude al decreto singular
jes ignándolo por el documento en que se contiene: letras o documento (ce. 40, 154,
267, 367, 379, etc.). Lo esencial , en todo caso, es que se trate de una decisión o provi-
;ión formal de la autoridad ejecutiva competente.

2. Naturaleza y caracteres específicos

El c. 48 indica la natura leza del decreto singular diciendo que es un «acto


administrativo» . Con esa afinnación , ad emás de atraer a la figura de decreto
Lodos los elementos comunes que ya conocemos (Lección V), se establece la
diferencia entre el decreto singular y otro s decretos que son normas generales
(Lección III: IV.l) , dadas también por la competente autoridad ejecutiva (cfr ce.
31-33). De ese modo se evita que la similitud de denominación pueda inducir a
error sobre la naturaleza y régimen jurídico de los actos de los que se trata.
El propio canon expresa también dos rasgos característicos de los decreto s
singu lares: el contenido y la iniciativa de la autoridad.
a) Contenido . La primera diferencia específica que se señala para caracte-
rizar a los decretos singulares se refiere a su contenido: mediante decreto «se
toma una deci sión o se hace una provisión para un caso particular» .
b) Iniciativa. El c. 48 añade un matiz que precisa en cierta medida la am-
plitud de los conceptos de «decisión» y «provisión»: se trata de decisiones o de
provisiones que «por su naturaleza no presuponen una petición hecha por al-
guien», ya que la iniciativa corresponde a la autoridad.
Sin embargo, estas dos notas por sí solas no son suficientes para diferen-
ciar con precisión la figura del decreto singular dentro del género de los actos

194
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

administrativos. Para una delimitación más completa respecto de los rescriptos


es necesario atender conjuntamente a los div ersos elementos del régimen jurí-
dico específico de los decretos.

B. Regimenjurídico: elementos específicos

1. Características del régimen jurídico de los decretos

El conjunto de las normas que regulan los decretos singulares revela otras
características importantes, además de las enunciadas por el c. 48.
Ya hemos dicho que el legislador, mediante la categoría del decreto singu-
lar, ha querido dotar de unidad de régimen jurídico a todo un conjunto hetero-
géneo de decisiones singulares de gobierno que no cabe encuadrar en el otor-
gamiento de gracias. El decreto singular aparece, así, caracterizado como acto
formal dispositivo de amplísimo alcance: bajo esta forma la autoridad adopta
decisiones capaces de crear, modificar o extinguir unilateralmente situaciones
jurídicas variadísimas, por iniciativa propia, protegidas por una sólida presun-
ción de legitimidad (Lección VI) y capaces de incidir inmediatamente sobre la
esfera jurídica de los fieles y sobre el bien público.
Bien puede decirse , por tanto, que el acto administrativo singular por ex-
celencia es el decreto singular: aunque las concesiones de gracias tienen una
gran importancia en derecho canónico (Lección VIII: I), no reflejan la parte
más sustancial de la función administrativa en la Iglesia (Lección I: Il.3). Por
estas razones, las normas sobre los decretos singulares (ce. 48-58), además de
añadir algunos matices a los elementos comunes de los actos administrativos,
constituyen un régimen jurídico caracterizado por una especial presencia de las
garantías a través de diversas exigencias específicas, como veremos.

2. Sujeto

El sujeto del decreto singu lar se designa en el c. 48 como «la autoridad


ejecutiva competente». Es válido, pues, en este punto lo que se expuso acerca
del sujeto del acto administrativo en general (Lección V: 11.B.1). Puesto que se
trata del acto administrativo por excelencia, es lógico que no se impongan re-
quisitos especiales al sujeto considerado abstractamente, si bien el Código con-
tiene abundantes delimitaciones de competencia en las normas que regulan di-
versos contenidos posibles de los decretos singulare s.

3. Contenido

Es aplicab le también aquí cuanto se dijo acerca del contenido de los actos
administrativos (Lección V: 11.B.2). Además, como hemos visto, el c. 48 indi-

195
COMPENDIO DE DERECHO ADMINJSTRATIVO CANÓNICO

:1.el
contenido específico de los decretos singulares con los términos «provi-
ón» y «decisión», que son, evidentemente, imprecisos y genéricos , aptos para
esignar una amplia gama de medidas concretas de gobierno.
Pueden aludir, como sabemos, a nombramientos, remociones , erecciones , extin-
.ones, resoluciones, sanciones, mandatos, prohibiciones , confirmaciones , revocacio-
es, sustituciones, etc. Las decisiones pueden versar sobre conflictos (cfr, por ejemplo,
;, 51, 1734 § 3,2.º, 1735), aunque no necesariamente; y las provisiones pueden ser re-
ttivas a los oficios eclesiásticos (cfr, por ejemplo, ce. 146-156), pero no solo se han de
:ferir a estos casos.

En realidad puede incluirse bajo esos conceptos cualquier disposición con-


reta de gobierno que verse sobre un caso particular, salvo las concesiones de
racias a petición de los interesados, que constituyen el contenido específico
e los rescriptos.

4. Causa

El c. 48 afirma que la decisión o la provisión que se hacen mediante de-


reto singular, por su propia naturaleza, no presuponen la petición del interesa-
.o. Pero esto no significa que la emisión de un decreto no pueda ser precedida
- o incluso exigida- por la petición de algún interesado; por el contrario,
n muchos casos así sucederá , como veremos (cfr c. 57) . Quiere decir, más
,ien, que por su propia naturaleza la decisión o provisión de que se trate
on adoptadas soberanamente por la autoridad competente en ejercicio de su
1otestad de gobierno, a partir de su propia valoración de los hechos , de las
ircunstancias y de las necesidades - de los eventualmente manifestados
ior el posible peticionario, pero también de otros-, y de su propia apreciación
le lo más justo, conveniente o adecuado en el caso para el bien público (cfr
:. 50).
No sucede exactamente así en el caso de los rescriptos, como diremos ense-
;uida : en la concesión de gracias la autoridad se mueve, por lo general, a petición
lel interesado , y considera fundamentalmente los motivos que éste expone en las
,preces», evaluando su suficiencia y la ausencia de obstáculos para conceder lo pe-
lido.

Por esta razón, son de especial importancia en los decretos singulares las
:onsideraciones que hicimos , a propósito de la causa del acto administrativo,
;obre el bien público, los presupuestos de hecho, y el fin subjetivo del autor
Lección V: II.B.3) . Evidentemente, se trata de consideraciones aplicables a
odo acto administrativo, pero se manifiestan con acentos peculiares diversos
m el rescripto y en el decreto singular: en este último el bien público aparece
;iempre como fin inmediato, por lo que los presupuestos de hecho se encuen-
ran más intensamente vinculados por las normas que en los rescriptos, donde

196
TIPOS DE ACTOS ADMINISTR A TIVOS EN El CIC: EL DE CRETO SING ULAR Y EL RESCRIPTO

ordinariamente el solicitante interviene de manera directa en la detem1inación


de la causa y del fin inmediato de la concesión .
Se ha señalado, para diferenciar entre sí esos dos tipos de actos, que «el fin inme-
diato y principal del decreto es ordinariamente el bien público, lo cual no es óbice para
que tenga un destinatario concreto que unas veces resulta favorecido por él y otras per-
judicado (ce. 50 y 52). En cambio, aun cuando el fin último de l rescripto sea el bien
público, el inmediato es favorecer a una o varias personas concretas , otorgándoles una
gracia , un favor o una ventaja (ce. 59, 61, 71, 77 y 80), e incluso estableciendo algo
contrario a una norma en favor de particulares (c. 36)» (LABANDE!RA).

5. Forma

El c. 51 dispone que el decreto singular «ha de darse por escrito y, si se


trata de una decisión , haciendo constar los motivos, al menos sumariamente».
Por tanto, son dos las exigencias relativas a la forma de los decretos singulares:
la forma escrita y la motivación.

a) Forma escrita

Se reitera explícitamente para los decretos singulares la norma general es-


tablecida por el c. 37 para todos los actos de fuero externo (Lección V: 11.B.4).
De este modo , se establece con toda claridad que el decreto es un acto disposi-
tivo formal de la autoridad, para el que la forma escrita es la única posibilidad
considerada por el derecho .
Efectivamente, el tenor del c. 51 no admite otra posibilidad, y el resto de las nor-
mas que guardan relación con la forma de los decretos da por supuesto que se han dado
por escrito, como veremos más adelante al tratar de la notificación . No se prevé más
excepción a la forma escrita que el caso de algún precepto singular - un tipo de decre-
to que estudiaremos enseguida - , cuya eficacia queda notablemente limitada en caso
de ser impuesto oralmente .

Si se tiene en cuenta que, como hemos dicho, la mayor parte de las dispo-
siciones de gobierno , las decisiones más importantes para el bien público de la
Iglesia --que afectan muchas veces al modo de vida y a las situaciones jurídi-
cas de los fieles (cfr c. 50)-- , se adoptan mediante decreto, nada tiene de extra-
ño que el legislador exija la seguridad y certeza jurídicas que proporciona la
fonna escrita: mediante ella pueden conocerse con precisión el tenor, conteni -
do, motivación y alcance de una decisión, y existe un fundamento cierto -do-
cumental - para las situaciones jurídicas que se crean, modifican o extinguen ,
así como para la eventual impugnación de esas decisiones.
N i que decir tiene que la oralidad de las decisiones de gobierno como sistema lle-
varía consigo una precariedad generalizada de las situaciones jurídica s, con consecuen-

197
COMPE NDI O DE DERECHO A DMINISTRATIVO CANÓNICO

is negativas incalculables para la vida de la Iglesia. La incertidumbre, la inseguridad,


es un estado deseable.

b) Consecuencias de la omisión de la forma escrita


Ya hemos señalado que el legislador no prevé un decreto sin forma escri-
. Sin embargo , esto no equivale a una sanción expresa de nulidad que, como
bemos, sería necesaria, a tenor del c. 10, para entender que la forma escrita
exige con carácter general ad validitatem (Lección VI). En cambio, sí per-
ite afirmar que es éste un elemento característico del concepto de decreto,
te condiciona directamente su eficacia jurídica.
En efecto, el c. 54 § 2 establece que no puede exigirse el cumplimiento de
1 decreto singular que no haya sido intimado (es decir, notificado) mediante
Jcumento legítimo, lo cual presupone que el decreto se ha de haber emitido
)rescrito. Por tanto, la ausencia de forma escrita hace imposible la notifica-
ón legítima y acarrea en consecuencia la ineficacia del decreto .
Además de las nonnas generales de los ce. 37 y 51, en muchas ocasiones el Códi-
> reiteraexplícitamente la exigencia de fonna escrita para decretos específicos (cfr
:. 156, 179 § 3, 190 § 3, 193 § 4, 268 § 1, etc.), indicando también a veces las conse-
tencias preci sas de la omisión de esa fom1a en el caso.

c) Necesidad de motivar los decretos


El segundo requisito formal que impone el c. 51 es la exigencia de que se
(pongan , «al menos sumariamente», los motivos del decreto «cuando se trata
~ una decisión».
A estos efectos, el concepto de decisión ha de determinarse considerando
tipo de incidencia del decreto en cuestión y la posibilidad - en cuanto sea
,evisible- de que surja algún interesado en impugnarlo.
La exigencia de motivar los actos administrativos está relacionada con el abando-
) de una concepción según la cual la relación de los súbditos con la Administración
ioptaria siempre la forma de una supplicatio, a la que la autoridad respondería gracio-
1mente y con libertad de disposición; es decir, sin verse limitada por ningún verdade-
> derecho de los fieles. Cuando se introduce en la Iglesia la posibilidad de recurrir
mtra los actos administrativos, con todo lo que ello presupone respecto a la concep -
ón del ejercicio de la potestad en la Iglesia (Lección ll), la doctrina advierte ensegui-
:1.que es necesaria la motivación de esos actos, para que puedan ser impugnados efi-
1zmente.

Habrá que motivar el decreto, por tanto, siempre que en él se dé una resolu-
ión de la autoridad entre posibilidades contrarias (LABAND EIRA) que pudiera
ontradecir derechos, expectativas u otro tipo de pretensiones legítimas, ya que
n esos casos los interesados necesitan conocer la motivación para saber a qué

98
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El CIC: El DECRETO SINGULAR Y El RESCRIPTO

atenerse. Únicamente será innecesario motivarlo cuando contenga una provi -


sión, que es el otro tipo de contenido propio, según el c. 48 .
Aquí han de entenderse las provisiones - de oficios o de otro tipo- como actua-
ciones en las que la autoridad, velando por propia iniciativa sobre la parcela del bien
común que tiene encomendada, aplica los medios (personales, materiales, económicos,
etc.) que cree más idóneos para atender a las necesidades que aprecia, y se atiene a los
criterios que el derecho --en su caso-- le señale , y a otras normas de prudencia, efica-
cia, oportunidad, conveniencia, buen gobierno, etc., que estima conveniente tomar en
consideración. Pero no hay en estos casos, al menos en principio, conflicto entre la me-
dida adoptada y determinados derechos o intereses: si lo hubiera, se trataría , a estos
efectos, de una decisión.

d) Características de la motivación exigida

La motivación consiste en una exposición de los motivos del acto, que


comprende los fundamentos de derecho, los presupuestos de hecho y las razo-
nes que llevan a adoptar precisamente esa decisión, y no otra.
El c. 51 exige que se exponga la motivación «al menos sumariamente».
Cabe subrayar que ese inciso no puede interpretarse como si bastara motivar
«vagamente», «abstractamente», o «genéricamente» las decisiones: se pide una
motivación que expliq ue qué razones ha apreciado la autoridad y cuáles no ha
considerado relevantes para decidir de ese modo en ese caso . Otra cosa es que
tal motivación no requiera un desarrollo exhaustivo del razonamiento, sino que
baste con enunciarla de manera resumida, es decir, sumariamente.

e) Conse cuencias de la ausencia de motivación


Puesto que se trata de un requisito exigido de modo absoluto por el c. 51
para todos los decretos que contienen decisiones, no ha de omitirse la motiva-
ción, más o menos desarrollada seg ún los casos. La omisión no causa directa-
mente la nulidad de esos decretos, según el c. 10 (no se establece una sanción
expresa de nulidad como se hace para el caso de las sentencias inmotivadas: cfr
ce. 1611,3.º y 1620 ,2.º); pero, indudablemente, los hace impugnables (Lección
VI: 11.B.4) en vía jerárquica y posteriormente mediante el recurso contencioso-
administrativo (Lecciones IX-X).

6. Procedimiento

Anteriormente hemo s descrito , en general , el procedimiento de los actos


administrativos (Lección V: III). Estudiaremos ahora tres elementos procedi-
mentales establecidos explícitamente para los decretos singulares: la recogida
de informacion es y pruebas; la audiencia de los interesados y el silencio admi-
nistrativo .

199
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Los dos primeros se recogen en el c. 50: «Antes de dar un decreto singu-


r , recabe la autoridad las informaciones y pruebas necesarias, y en la medida
~ lo posible, oiga a aquellos cuyo s derechos puedan resultar lesionados».

a) Recogida de informaciones y pruebas


Es ta actividad precede lógicamente a la emisión de un decreto: evidcnte-
iente, la autoridad ha de procurar siempre actuar con conocimiento de causa,
ue se adquiere durante la sustanciación del expediente (Lecci6n V: III.D .2).
·ero el c. 50 se refiere a las «necesarias» informaciones y pruebas : no se trata
e conocer la materia en general, sino de estudiar diligentemente todos los as-
·ectos específicos del asunto que pudieran influir en la decisión final, ya que se
~ata de un decreto singular, dado para un caso particular .
En ocasiones, las normas del Código indican los extremos que han de investigar-
e (cfr, por ejemplo, c. 114 § 3); y a veces detenninan tambi én las consecuencias de la
ctuación que p ase por alto la adquisición de los datos necesarios: por ejemplo, si se
rata de la provisión de un oficio, ha de comprobarse que está vacante (c. 153 § 1) y ob-
enerse información ace rca de los extremos mencionado s en el c. 149 § 1.Además, la
,utoridad competente , a la vista del asun to, puede considerar necesario cerciora rse
ambién de otros elementos, aunque no constituyan un requisito legal para la validez
!el acto.
Así pues, las informaciones que han de procurarse pueden ser variadísi-
nas, según los casos, y deben permitir al autor del acto tener una idea exacta
ie la situación sobre la que va a incidir su decisión, de modo que el decreto sea,
mtc todo, válido y eficaz, pero también lícito , útil y oportuno.
En cuanto a las pruebas propiamente dichas, serán necesarias cuando la
voluntad que se habrá de manifestar en un decreto dependa de que conste con
::erteza que una circunstancia esencial es verdadera.
Así sucede, señaladamente, en los decretos que imponen penas (cfr c. 1720) ,
pero también en otros casos en los que el decreto responde a la alegación de determi-
nada s circunstancias por parte del interesado (cfr, por ejemplo, ce. 166 § 2, 179 § 1,
182 § 2, etc.), y especialmente en el decreto que resue lve un recur so jerárquico. A fal-
ta de nonnas específicas, cabe aplicar a estas pmebas, al menos orientativamente, los
ce. 1526 ss.
Las informaciones y pruebas valorada s, en la medida en que determinan la
decisión que se adopte, constituirán, lógicamente, la sustancia de la motivación
del decreto, antes estudiada.

b) Audiencia de los interesados

En los proyectos de reforma del Código se diseñaba un trámite de audien-


cia de los interesados que les permitía personarse -es decir, tener una presen-
cia jurídica, con ciertos derechos y deberes- en el expediente o conjunto de

200
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El CJC: El DECRETO SJNGUlAR Y El RESCRJPTO

actuaciones que les afectase, conociendo las razones de la medida que se iba a
adoptar; se les daba la posibilidad de hacer alegaciones e incluso de contar con
el asesoramiento de un perito o de un abogado. En el texto del canon 50 ha
quedado de todo ello simplemente la lacónica indicación de que, antes de dar
un decreto, la autoridad, «en la medida de lo posible, oiga a aquellos cuyos de-
rechos puedan resultar lesionados».
Se ha evitado positivamente configurar la audiencia como un trámite abso-
lutamente vinculante (se dice «en la medida de lo posible»); y se indica a quié-
nes se ha de oír con una expresión restringida (no se dice «los interesados»,
que es expresión amplia, sino «aquellos cuyos derechos puedan resultar lesio-
nados»), todo ello -según se deduce de los trabajos de redacción del canon-
con la intención de evitar que pueda producirse sistemáticamente en la práctica
un efecto paralizador de la acción de gobierno, que podría causar graves daños
al bien público eclesial.
Sin embargo, al aplicar esa norma ha de huirse también del peligro con-
trario, que sería despojarla de su sentido - la introducción de este paso pro-
cedimental se debe, como es evidente, al deseo del legislador de regular ade-
cuadamente el ejercicio de la potestad y de procurar una mejor tutela de los
derechos de los fieles-, interpretándola en la práctica como si la regla gene-
ral fuera la audiencia restrictiva de los afectados, o la fácil omisión de ese trá-
mite.
No puede dejar de tenerse presente que el deber gustoso de obediencia a los legí-
timos Pastores se ve muy facilitado por un estilo de ejercicio de la potestad que, siem-
pre que sea posible, se muestre sensible a las peticiones y a los puntos de vista que los
interesados pudieran manifestar (cfr c. 212), con más razón cuando pueden verse afec-
tados negativamente - aun cuando lo fueran de manera legítima (Lección VI:
11.C.l .c)-- en sus derechos o situaciones jurídicas.

La sensibilidad que requiere el sometimiento de la Administración a esta


norma debería plasmarse, a nuestro juicio, en una interpretación estricta del in-
ciso «en la medida de lo posible» y en una interpretación amplia del inciso
«cuyos derechos puedan resultar lesionados».
El inciso «en la medida de lo posible» exige, ciertamente, una interpreta-
ción estricta (cfr c. 18), ya que de, ser interpretado ampliamente, redundaría en
una reducción de las garantías jurídicas que la norma quiere establecer.
Una interpretación estricta implica que , si la autoridad decide legítimamente
continuar con el expediente sin haber dado audiencia a todos o a alguno de los afecta-
dos, ha de ser porque, en efecto, no haya sido fisica o moralmente posible actuar de
otro modo: por ejemplo, porque se desconocía sin culpa la existencia o el interés de la
persona en cuestión, o porque ésta se niega a hablar con la autoridad, o está ilocaliza-
ble; porque adopta una conducta deliberadamente dilatoria; porque se prevé prudente-
mente -fundadamente- que la entrevista sería perjudicial, o que comportaría una
demora desproporcionadamente lesiva del bien de las almas u otros gravísimos incon-
venientes; etc.

201
T

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Por su parte, el inciso «cuyos derechos puedan resultar lesionados» ha de


nterpretarse ampliamente, de tal modo que no se limite la audiencia exclusiva-
nente a las personas que conste que son titulares de un derecho estricto que
,aya a verse efectivamente lesionado.
La autoridad puede -y debe- dar audiencia también a otros posibles afectados.
:orno criterio práctico de buen gobierno, debería concederse el trámite de audiencia al
nenos a quienes, previsiblemente, podrían estar legitimados en el futuro para recurrir
!l decreto que va a darse, es decir a quienes podrían considerarse perjudicados por el
lecreto, por cualquier justo motivo (crr c. 1737; Lección IX: 11.B.1).

c) Consecuencias de la omisión del procedimiento del c. 50

Puesto que el c. 50 no establece expresamente la nulidad de los decretos


1ue se emitan sin atenerse a él, la omisión de este procedimiento no acarrea
.ampoco directamente la nulidad del acto (c. 10).Pero eso no significa que, en
;u caso, su omisión indebida no tenga consecuencias jurídicas .
En primer lugar, la omisión del deber de recabar la información necesaria,
Jodria producir la nulidad del decreto, o al menos su re scindibilidad, si desem-
,ocara en el supuesto de ignorancia o error del c. 126, o si tuviera como conse-
;uencia la inobservancia, por falta de información, de algún requisito que el
ierecho establece para la validez o para la eficacia del acto en el supuesto de
1ue se trate .
Además, aun cuando el acto no sea nulo, la omisión de este procedimiento
o hace recurrible, y por tanto, permite su eventual revocación , anulación, co-
Tección o sustitución (cfr c. 1739); además de la valoración del superior jerár-
1uico y -en su caso- del tribunal administrativo sobre la justificación de esa
)misión, quizá ilegítima.
Por último, en la medida en que la emisión de un decreto con omisión -nc-
~ligente o no- de estos requisitos pueda causar daños ilegítimamente, cabe
Jedir su resarcimiento a la Administración (Lección VI: 11.C).

d) El silencio administrativo

El c. 57 introduce por primera vez en el derecho canónico una regula-


::ión general del «silencio administrativo». Se trata de un mecanismo para
~vitar que una eventual ausencia negligente de respuesta por parte de la Ad-
ministración provoque una situación, prolongada más allá de lo razonable, de
incertidumbre e indefensión del interesado . Para ello existen diversas fórmu-
las técnicas que, en síntesis, conducen a que, transcurrido un plazo determi-
nado sin respuesta, el interesado no necesite dirigirse de nuevo a la autoridad
::¡ueno haya respondido , volviendo a iniciar un periodo de espera, porque la
ley atribuye un valor determinado -de afirmación o de negación - a ese si-

202
TJPOS DE ACTOS ADMINJSTRATIVOS EN EL CJC: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

lencio . Desde esa fecha el interesado puede proceder sobre la base del silen-
cio administrativo.
El c. 212 § 2 declara el derecho de todos los fieles a «manifestar a los Pastores sus
necesidades, principalmente las espirituales, y sus deseos». Dentro de esa declaración
general se puede incluir, ciertamente, el llamado «derecho de petición», en virtud del
cual los fieles pueden pedir lo que consideren debido, necesario , útil, conveniente o ra-
zonable a los Pastores sagrados, siempre que se trate de cuestiones que caen bajo la au-
toridad de éstos. Algunas de esas peticiones, porque se encaminan a obtener una res-
puesta que exige una decisión de la autoridad, o porque requieren una determinada
provisión, puede decirse -usando la expresión del canon 57- que están hechas «para
obtener un decreto» (otras veces los fieles se dirigen a la autoridad para solicitar res-
criptos, o se limitan a exponer hechos, u opiniones, sin solicitar ninguna respuesta).
Además , en ocasiones, la obtención de ese decreto --que se solicita a veces mediante
simple petición: cfr ce. 1734-1735, y a veces mediante recurso: cfr c. 1737)- es im-
prescindible para poder pasar a defender un derecho o una situación jurídica que el fiel
considera lesionados, bien en vía administrativa o bien ante el tribunal administrativo
(cfr ce. 221 § 1, 1400 § 2, 1445 § 2; PB, art. 123). Por último, en ocasiones es la propia
ley la que manda a la autoridad emitir un decreto, sin necesidad de que lo pida ningún
interesado (cfr c. 48): entonces hay un derecho estricto de los interesados a que se dé
ese decreto ( cfr, por ejemplo, ce. 116-117, 163, etc.) . En todos esos casos, si se diera
ausencia de respuesta por parte de la autoridad competente, el interesado quedaría in-
erme, sin más posibilidad que insistir en su petición hasta que la Administración tuvie-
ra a bien responderle, positiva o negativamente.

Es evidente que, tanto el fin y las características de la potestad en la Igle-


sia, como la dignidad de todos los fieles -y de los demás posibles interesa-
dos- y la extrema delicadeza de los bienes y derechos sobre los que incide la
actuación de la autoridad eclesiástica, hacen especialmente exigible una aten-
ción diligente por parte de los sagrados Pastores a las necesidades y pretensio-
nes legítimas de los fieles que caen bajo su competencia; atención que en mu-
chas ocasiones constituye una obligación no sólo moral, sino propiamente
jurídica (de buen gobierno: Lección 11: I.A.2). De ahí que haya de valorarse
muy positivamente la introducción del silencio administrativo en el derecho
canónico. Los elementos de su regulación son los siguientes:
l.º) Obligación de proveer ante las peticiones o recursos legítimos. El fun-
damento necesario de la posibilidad de vigencia del silencio administrativo es
la declaración de la obligación de proveer por parte de la Administración . De
hecho, el Código no aplica la norma del silencio administrativo más que a los
decretos singulares (sin que ello prejuzgue el carácter debido o no de la res-
puesta a las preces para obtener un rescripto, que es otra cuestión, que se estu-
diará más adelante: Lección VII).
Según el c. 57, la autoridad competente tiene verdadera «obligación de
emitir el decreto»(§ 3) cuando la ley manda que se emita o cuando un intere-
sado presenta legítimamente una petición o un recurso que haya de resolverse
por decreto(§ 1).

203
-
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

Legítimamente significa que ha de cwnplir los requisitos establecidos para los re-
cursos (cfr ce. 1732-1739) o para las peticiones regladas por la ley (cfr, por ejemplo, la
petición del c. 1734, que ha de hacerse por escrito en el término perentorio de diez
días). En los demás casos, no es preciso dar a esa legitimidad un contenido restrictivo
del derecho de petición (y, correlativamente, del deber de respuesta): será legítima toda
petición formal que sea razonable, debidamente presentada por una persona capaz que
pueda considerarse «interesada» .

2. 0 ) Presunción de respuesta negativa a efectos de recurso. Transcurridos


tres meses (cfr ce . 200-203) desde la fecha de la petición o recurso, a no ser
que la ley determine otro plazo (cfr, por ejemplo , c. 1735), el Derecho presume
que la respuesta de la Administración es negativa.
El mecanismo técnico de la presunción adoptado finalmente por el Código posee
un alcance limitado. La ley no atribuye ta xativamente un valor al silencio de la Admi-
nistración, como sucede en otros ordenamientos, sino que simplemente construye so-
bre él una presunción a efectos de proponer recurso como si la petición o el recurso hu-
bieran sido rechazados.

Por tanto, el único efecto que produce el silencio -con carácter general,
porque en algunos supuestos la ley puede establecer un silencio de eficacia
sustantiva: cfr c. 268 § 1- es abrir al interesado la posibilidad de recurso, pero
si no llega a interponerlo, la situación sigue pendiente de la decisión de la au-
toridad y no se produce ningún efecto sustantivo.
3.º) Posibilidad de respuesta fuera de plazo. Puesto que se trata solo de una
presunción, cederá ante la certeza de una verdadera respuesta de la Administra-
ción. El transcurso del plazo establecido para el silencio administrativo no exime
a la autoridad de la obligación de emitir el decreto(§ 3), por lo que puede hacer-
lo estando ya el recurso pendiente; no, en cambio, si ya se ha resuelto , porque en
ese caso la competencia ha sido asumida y ejercida por el superior jerárquico .
En esos casos, podría ser que el contenido del decreto efectivamente emitido dejara
sin fundamento , al menos parcialmente, e1recurso, si bien «la equidad exige que éste no
se paralice automáticamente produciendo un doble daño al interesado, sino que subsista
y sea eficaz, a no ser que se haya dado satisfacción a las pretensiones del administrado,
supuesto en el cual faltaría al recurso la causa final y el interés actual» (LABANDEIRA).
En todo caso, sea uno u otro el contenido del decreto emitido fuera de pla-
zo, habrá que considerar la cuestión de los daños posiblemente causados por el
retraso (Lección VI: 11.C), que serán al menos los gastos afrontados para inter-
poner el recurso(§ 3).

7. Eficacia de los decretos singulares

También en lo que se refie re a la eficacia de los decretos singulares hay


algunas normas específicas, que expondremos sintéticamente, aunque debe-

204
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

remos detenernos algo más al explicar el papel de la notificación, por razón


de su especial relevancia.

a) Duración de la eficacia

1.0 ) Momento inicial: la notificación . El c. 54 § l señala el momento ini-


cial de la eficacia de los decretos, distinguiendo dos posibilidades, según se
trate de un decreto que requiera ejecución o no. Cuando se encomiendan a un
ejecutor, la eficacia comienza en la fecha de la ejecución, procedimiento que
ya hemos estudiado (Lección VI: I.A.2) . En caso contrario, la regla general es
que los decretos comienzan a ser eficaces desde la fecha de su legítima notifi-
cación (llamada también intimación) al interesado por autoridad de quien los
haya emitido. La notificación es pieza clave para la eficacia de los decretos,
como se pone de manifiesto en otros lugares del Código.
Por ejemplo, en el c. 47, para la revocación de actos administrativos; en el c. 190
§ 3, para los decretos de remoción de oficios; en el c. 193 § 4 para los de traslado;
etc.

Un decreto puede implicar-además de la creación de situaciones jurídi-


cas favorables- el surgimiento de cargas, deberes u obligaciones para el des-
tinatario, o para terceros, por lo que es lógico que no comience a ser eficaz en
tanto los interesados no tienen noticia oficial. Además, la fecha de notificación
actúa como punto inicial preciso de las modificaciones que se producen en di-
versas situaciones jurídicas subjetivas, lo cual es de gran importancia para la
determinación del régimen jurídico de las situaciones pendientes.
Si se compara esta nonna con la que marca el comienzo de la eficacia de los res-
criptos, puede advertirse una clara diferencia. A tenor del c. 62, «el rescripto en el cual
no se designa ejecutor, surte efectos a partir del momento en el que se ha expedido el
documento», no a partir de su recepción por el interesado. El motivo de esta diferen-
cia está en la naturaleza del contenido propio de estos actos administrativos: el res-
cripto es el vehículo a través del cual se instrumentan las concesiones de gracias, por
lo que su contenido es favorable para el interesado. Puesto que la concesión no depen-
de de su aceptación por parte del destinatario, sino de la autoridad rescribente, nada se
opone a que la eficacia comience en el momento en que el acto de la autoridad se per-
fecciona . Esto no impide que, a determinados efectos, la fecha que haya de tenerse en
cuenta sea la de notificación (cfr, por ejemplo, a efectos de posibles recursos, ce. 1734
§ 2, 1735).
2.0 ) Forma de la notificación. El c. 54 no solo exige que el decreto se no-
tifique, sino que ello se haga «legítimamente», esto es, siguiendo las normas
previstas para la notificación, que se contienen en ese mismo canon y en los ce.
55-56. La lectura conjunta de esas disposiciones permite distinguir dos formas
(una ordinaria y otra extraordinaria) de notificación efectiva del decreto; y una
forma de notificación equivalente . Detengámonos brevemente en cada uno de
estos supuestos.

205
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

El c. 54 § 2 establece que «para que pueda exigirse el cumplimiento de un


decreto singular , se requiere que haya sido intimado mediante documento legí-
timo, confonne a derecho», de modo que la notificación habrá de hacerse por
escrito, como regla general.
En efec to, la forma ordinaria de notificación consiste en la comunicación
del decreto al destinatario mediante documento legítimo ; es decir, en la entre-
ga del texto escrito del decreto. A estos efectos es indiferente que se una o no al
texto una carta o escrito de acompañamiento: lo esencial es que se entregue
una copia auténtica del decreto al destinatario, sea por correo (certificado con
acuse de recibo , para que conste la fecha de notificación) o en mano.
Sin embargo, el legislador ha previsto la posibilidad de que la notificación
se realice, por razones excepcionales, siguiendo otras formas igualmente legí-
timas, y por eso el c. 54 § 2 añade el inciso «conforme a derecho».
Esas formas especiales de notificación se regulan en los ce . 55 y 56. El c. 55 co-
mienza con una salvedad : «quedando a salvo lo dispuesto en los ce. 37 y 51» , cánones
que, como recordamos, establecen respectivamente la exigencia de forma escrita para
la emisión de todos los actos administrativos en general, y de los decretos en particular.
Por tanto, el canon está subrayando desde el comienzo la diferencia entre forma de emi-
sión y forma de notificación, para aclarar que la forma de emisión ha de ser escrita en
todo caso; pero que , sin perjuicio de esta exigencia, en determinadas circunstancias ex-
cepcionales podrían ser legítimas otras formas de notificación, además de la ordinaria.

Laforma extraordinaria de notificación consiste en dar lectura al texto


del decreto, ante notario (el canciller de la curia u otro de los notarios: cfr ce.
482-484) o ante dos testigos, para que el destinatario tome conocimiento de él
(c. 55). El c. 55 considera legítimo este modo de notificación sólo cuando una
razón gravisima impida que el texto del decreto sea entregado al destinatario .
En general , lo deseable es que el interesado tenga en su poder el texto, para poder
conocer y estudiar a fondo la decisión que le afecta y, en su caso , los motivos que la
fundamentan, para no disminuir la posibilidad de defensa a efectos de recurso , por
ejemplo. En cambio, la situación contraria ha de ser muy excepcional: cuando se da
una razón gravísima: en todo el Código sólo se utiliza el adjetivo «gravissimus» otras
siete veces, además de ésta, mientras que «gravis» o sus comparativos son usado s en
más de sesenta ocasiones , lo que muestra que se trata de un adjetivo utilizado con toda
intención.

¿Qué ha de entenderse por «razón gravísima»? Ante todo, nótese que esa
razón gravísima no impide, lógicamente , que el interesado conozca el texto del
decreto , sino que se le entregue; luego la razón ha de estar relacionada con gra-
visimas dificultades que pudieran derivarse de la eventual circulación del texto
oficial.
Por ejemplo a causa de una situación hostil a la Iglesia en un país, o de unas cir-
cunstancias más o menos coyunturales que permitan prever gravísimos daños si el tex-
to llega a otras manos (prensa , tribunales civiles, alguna persona mencionada inciden-

206
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOSEN EL CIC: EL DECRETOSINGULAR Y EL RESCRIPTO

talmente en el decreto, etc.). En todo caso, ha de salvaguardarse el derecho de defensa,


de manera que si el interesado decide recurrir , puesto que no podrá presentar, unida al
recurso, copia auténtica del decreto , habrá de expedírsele certificación del acta de la
notificación. El superior que admita el recurso deberá solicitar por su parte la necesaria
información reservada del autor del decreto.

Concluida la lectura , se levantará acta que ha de ser firmada por todo s


los presentes, es decir , al menos por quien leyó el decreto y por el notario, si
estaba presente, o por los dos testigos. Debe firmar también, dándose por en-
terado, el destinatario; pero si se negase, la notificación se tiene por hecha
sin su firma, según el supue sto previsto por el c. 56, que veremos a continua-
ción.
El c. 56 regula dos supuestos esencialmente distintos . El primero de ellos
se refiere a la incomparecencia del interesado debidamente convocado para re-
cibir el decreto u oír su lectura (es decir, para su notificación, sea ordinaria o
extraordinaria) . Cuando no pueda alegar justa causa para no comparecer , la
norma establece que el decreto «se tiene por notificado».
Este caso constituye propiamente una forma equivalente de notificación, con los
mismos efectos de la notificación efectiva, que ha sido calificada de notificación
<<ficta», por basar se en una ficción (LABA NDEIRA). Es así porque el interesado no co-
noce el contenido del decreto por su propia culpa y la ley, para evitar una paraliza-
ción de la acción de gobierno causada por mala fe del destinatario , establece una fic-
ción en virt ud de la cual el decret o comienza a ser eficaz , sin esperar a que el
interesado conozca efectivamen te el texto. Bien entendido que esta ficción opera solo
en caso de que el interesado haya sido «debidamente citado». No puede considerarse
cumplido este requisito si no consta con certeza ante todo que el interesado ha recibi-
do la citación, oral o escr ita. Quien alegue posteriormente que no compareció por
causa justa (por ejemp lo , a efectos de cómputo de plazos para rec urrir), debe probar
su afirmación.
El segundo caso del c. 56 es diferente, porque el interesado sí ha compar e-
cido y conocido el decreto, pero se niega a firmar - se entiende que se niega a
firmar el recibo con-espondi cnte o el acta de la notificación extraordiinaria que
exige el c. 55- ; por tanto no es preciso que se le «tenga por notificado», por-
que lo ha sido efectivamente. En este supuesto lo que suple la ley es sólo un re-
quisito formal (la ausencia de firma), pero el supuesto, a efectos de constancia
documental, se equipara a la notificación equivalente, porque no consta la fir-
ma del interesado en el acta .
3.0 ) Consecuencia de la omisión de laforma legítima de notificación. La
sanc ión prevista por el c. 54 § 2 para el supuesto de omisión de la forma legí-
tima de notificación es la imposibilidad de exigir el cumplimiento del decre-
to, aunque sea perfecto y vál ido (Lección VI). Esto equ ivale en la práctica a
la ineficacia del decreto , si el destinatario exige la notificación en forma an-
tes de acatarlo, ya que no hay po sibilidad de urgir legítimamente su cumpli-
miento.

207
COMPENDJO DE DERECHO ADM/NJSTRATJVO CANÓNICO

4. 0 ) Cesación de la eficacia. Los supuestos normales de cesación de los


decretos singulares, según el c. 58 § 1, son dos: la revocación y la pérdida de
vigor de la ley que ejecutan, en su caso.
La revocació n, si atend emo s al c. 47 , que es la norma común aplicada ex-
plícitamente aquí, se produce por otro acto administrativo, en el que la autori-
dad competente (el autor del decreto o su superior), en virtud de una nueva
con sideración de la situación afectada por un decreto singular , adopta una de-
cisión o provisió n sobre ella, distinta de la anterior.
Esto supone que la autoridad competen te, por propia iniciativa o a instancia de
parte interesada, ha vuelto a valorar el asunto , teniendo en cuenta las circunstancias
que concurren en él, y ha tomado una nueva decisión que considera má s oportuna,
conveniente, acertada o beneficiosa que la anterior. La revocación puede ser explícita
(cfr ce. 1734, 1739) o implícita, cuando no se hace mención expresa del acto que se
revoca, pero éste queda de todos modos sin efecto (cfr, por ejemplo, c. 53 in fine).
Para precisar adecuadamente el alcance de los supues tos de revocación implícit a ha-
brán de tenerse pre sentes, si es el caso, las regla s establecidas por el c. 36 (cfr tam-
bién c. 38).

El decr eto revocado deja de tener vigor una vez se notifica legítimamente
al destinatario el nuevo decreto (c. 47).
Cesa tamb ién el decreto singular, de manera indirecta , al desaparecer la
ley «para cuya ejecución se dio». Esta expresión del c. 58 § 1 no ha de ent en-
derse en sentido reductivo, como si afectara sólo a los decret os que constituyen
una aplicación específica de una ley, sino más bien como equivalente a la si-
guiente: «a l cesar la ley que constituye el fundamento par a la legitimidad de
aquello que específicamente dispone el decr eto».

b) Alcance objetivo de la eficacia

1.0 ) La «singularidad» j urídica de los decretos. El c. 36 § 2, como vimo s


(Lec ción VI), establec e para todos los actos admini strati vos el principio de que
no ha de extenderse su eficacia fuera de los casos que mencionan expresamen-
te. El c. 52 , en su primer inciso , pr ecisa po sitivam ente la eficacia del decr eto
singular , indicando que «afec ta solo a las co sas de que trata y a las persona s a
las que se dirige».
2.º) Eficacia personal de los decretos singulares , como regla general. La
segu nd a regla que establece el c. 52, aunque esta vez admiti endo po sibles ex-
cepciones, es la eficacia en prin cipio p ersonal del decreto singular: «afect a
solo a las cosas de que trata y a las person as a las que se dirige; pero las obliga
en cualqui er lugar, a no ser que conste otra cosa».
Puesto que mediante estos decretos se toma una deci sió n o se hace una
provisión para un caso particular (c. 48) , la regla lógi ca en cuanto al ámbito de
eficacia es la per sonalid ad, si hay personas directamente afec tada s por el de -

208
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El CIC: El DECRETO SINGULAR Y El RESCRIPTO

creto -ése es siempre el caso en los preceptos singulares: c. 49-, a diferencia


de lo que sucede en el caso de las leyes particulares (cfr c. 13 § 1).
Esta norma es, también, plenamente coheren te con el ámbito de ejercicio que de-
termina el c. 136 para la potestad ejecutiva. La referencia a este último canon sirve, de
paso, para explicitar algo que sobreentiende el c. 52: esa eficacia personal de los decre-
tos presupone, naturalmente , que las personas afectadas son «súbditos» de la autoridad
que los dicta. Éste es uno de los aspectos que permiten determinar si la autoridad que
actúa es la competente.

3.0 ) Conflicto entre decretos singulares. El c. 53 contiene las norma s que


han de aplicarse para resolver los conflictos o colisiones entre decreto s. El pre-
supuesto objetivo de aplicación del presente canon es la existencia coincidente
en el tiempo de dos o má s decretos singulare s, igualmente legítimos, que inci-
den total o parcialmente sobre el mismo «caso particular» (c. 48), o sobre las
mismas personas, o sobre los mismos casos y personas; y que son contrarios
entre sí, de tal modo que no resulta posible atenerse simultáneamente a todo s
ellos, armonizándolos, sino que hay que determinar cuál resulta aplicable y cuá-
les quedan sin efecto, y en qué medida.
Para el caso de colisión de decretos, se establecen dos criterios, que han de
aplicarse sucesivamente: ante todo, el grado de «generalidad» de las disposi-
ciones contenidas en el decreto; secundariamente, la sucesión temporal.
El primer criterio determina la prevalencia del decreto más peculiar sobre
el más general, en aquello que establece peculiarmente.
Evidentemente, la generalidad a la que se alude aquí no implica confusión entre
acto administrativo singular y norma genera l (Lección III), además de que los conflic-
tos entre actos singulares y normas generales constituye n un supuesto diferente del
que ahora contemp lamos (cfr c. 38). Se trata de mayor o menor ge neralid ad siempre
dentro del carácter singular y concreto propio de estos decretos, de manera que en
todo caso ha de ser una provisión o decisión dada para un caso particular. Ahora bien,
tanto las personas como las materias, o las situaciones jurídicas en general, pueden
verse afectadas más o menos directa o específicamente («pecul iarmente») por un de-
creto singular.

La peculiaridad o generalidad no se predica directamente del decreto, sino


de la disposición o disposiciones de un decreto que afecten a un caso, o a una
persona o personas dete1minadas. Lo que ha de compararse es el modo más o
menos peculiar de disponer sobre el caso particular o las personas afectadas.
Por eso el c. 53 afirma la prevalencia del decreto más peculiar precisamente
<<respecto de las cosas que se establecen peculiarmente».
La razón de esa norma es que la mayor peculiaridad de un decreto indica tanto
mayor intenció n de la autoridad competente de afectar de una manera precisa a una si-
tuación determina da, por lo que no se presume un cambio de intención si no es mani-
festado por la autoridad de un modo al menos igualmente directo y específico. Así, un
decreto que imponga una obligación para ciertos sacerdotes relativa a los domingos de

209
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

un tiempo litúrgico cederá para uno de ellos ante un decreto contrario que le afecte di-
rectamente, o que se refiera sólo a uno de esos domingos; y si el decreto más general es
posterior y no menciona al anterior, éste sigue vigente, de modo que el sacerdote afec-
tado o el domingo indicado se rigen por él.

Pero puede suceder que el grado de generalidad o peculiaridad de dos de-


cretos sea el mismo, es decir, que afecten --en todo o en parte- de manera igual-
mente directa -o indirecta- a una situación, o a una materia, o a una persona
o personas. En ese caso, el c. 53 especifica que el posterior prevalece sobre el
anterior «en la medida en que lo contradice», dejando en pie las disposiciones
del decreto anterior que no sean contradictorias con él.

C. El precepto singular

1. Concepto y naturaleza

Según el c. 49, «El precepto singular es un decreto por el que directa y le-
gítimamente se impone a una persona o a unas personas determinadas la obli-
gación de hacer u omitir algo, sobre todo para urgir la observancia de la ley» .
Por consiguiente, se trata de un decreto caracterizado por su contenido,
que consiste en una orden directa dada a una o varias personas determinadas .
El motivo de que se mencione específicamente en el Código este tipo de decreto
ha de buscarse en la propia naturaleza del precepto singular, que vincula directa e in-
mediatamente las conductas de los fieles afectados por él, imponiéndoles una obliga-
ción: la especificación de este tipo de decretos no se ha hecho para indicar a continua-
ción una serie de normas especiales -de hecho solo se da una : c. 58 § 2-, sino para
regular los preceptos sometiéndolos a las mismas garantías establecidas para los demás
decretos singulares.

El precepto singular aparece, así, expresamente configurado como acto


administrativo, con lo cual se superan antiguas incertidumbres, que llevaban a
una parte de la doctrina anterior al Código a considerarlo acto legislativo. Es
más, el Código sólo se ocupa aquí de los preceptos dados por la autoridad ecle-
siástica competente en virtud de la potestad ejecutiva, prescindiendo de otras
figuras afines: se dice, en efecto, que el precepto es un decreto, o sea, un «acto
administrativo dado por la competente autoridad ejecutiva» (c. 48).

2. Características

a) La decisión contenida en el precepto consiste en imponer directamente


-no mediante una norma general- a una o varias personas determinadas un
mandato (orden de hacer algo) o una prohibición (orden de abstenerse de algo).

210
TIPOS D E A CTOS ADMI NISTRATIVO S EN EL CJC: El DE CRETO SINGULAR Y EL RESC RIPTO

b) Se trata de una ord en de la «a utor idad ejecutiva compete nte», y por


tanto su destinatario es alguien sujeto por algún concepto a la potestad de quien
da el precepto (cfr ce. 35, 48, 136).
e) Ha de imponerse «legítimamente» (c. 49) , es decir, «según las normas
del derecho» (c. 48); de modo que, además de las normas ap licables a la situa -
ción a la que se refiera el precepto, han de observarse especialmente las nor-
mas sobre competencia, procedimiento (cfr c. 50), forma (ce. 51 , 58 § 2) y no-
tificación (ce. 54-56).
d) Una vez impuesto legítimamente, ob liga a su destinatario o destinata-
rios en todo lug ar, salvo que conste expresamente otra cosa (c. 52) .

3. Principales clases de precepto singular

Prescindiendo ahora de otras distinciones que se podrían establecer a par-


tir del contenido de los preceptos, del modo como preceptúan, o de las modali-
dades en que se expresa su eficacia vinculante, citaremos dos que nos parecen
de especia l interés.

a) Preceptosimple y precepto penal

La obligación de hacer o de omitir en que consiste esencialmente el conte -


nido de un precepto puede imponer se simplemente o también llevar anej a la
conminación de una pena para el caso de incumplimiento . En estos casos se
habla de «precepto penab> (cfr ce . 1314 ss. ), figura cuyo régimen aparece sim-
plificado en el Código, que le asigna las características y el régimen de los ac-
tos administrativos (Lección IV: II.B.1 ).
Para estos casos, además de las garantías propias de todo precepto , son de
aplicación las pecu liares garantía s relativa s a la materia penal, incluida la que
supone la interpretación estricta impuesta por el c. 36 § 1 a los actos que se re-
fieren «a la conminación o imposición de penas».

b) Preceptos que urgen una obligación legal preexistente


y preceptos que imponen obligaciones <<praeter legem»
El inciso final del c. 49 establece que el precepto singular se impone «so-
bre todo (praesertim) para urgir la observancia de la ley» . De este modo, el
texto definitivo del canon admite --coherentemente con el concepto de acto
administrativo- que urgir la observancia de la ley no es la única función posi-
ble del precepto, sino solo la principa l.
La autoridad ejecutiva, en el ámbito de su competencia, puede también
imponer obligaciones particulares que no estén previamente establecidas por la

211
COMPENDIO DE DERECHO ADMJN/STRATIVO CANÓNICO

ley, y ello no significa que en esos casos el precepto posea naturaleza legislati-
va, o que vulnere el principio de legalidad.
La legalidad característica de los actos de la potestad ejecutiva -o, en general,
de la función administrativa - , como hemos explicado (Lección 11: 11.B) no debe
entenderse como una limitación de su funcionalidad a la mera ejecución automática
de la ley (si la ley pudiera prever todas las eventuales necesidades concretas que
van a surgir en los distintos tiempos y lugares, dando a priori la solución para cada
una de ellas, no sería precisa la función administrativa). La legalidad consiste más
bien en que la actuación de la autoridad ejecutiva ha de producirse siempre «legíti-
mamente», «con arreglo a derecho». Cuando una autoridad ejecutiva, mediante pre-
cepto singular, establece legítimamente una obligación «praeter legem», en realidad
está actuando «secundum legem», puesto que el Derecho le confiere esa posibilidad
de actuación: lo que la legalidad exige no es que el contenido del precepto esté ya
presente explícitamente en la ley, sino que el precepto sea dado «con arreglo a dere-
cho».

4. El precepto oral

El § 2 del c. 58 dispone que «el precepto singular no impuesto mediante


documento legítimo pierde su valor al cesar la potestad del que lo ordenó». De
este modo, reconoce implícitamente la posibilidad de que pueda darse un pre-
cepto de viva voz, y por tanto sin sujetarse a la exigencia de forma escrita, ge-
neral para todo decreto singular.
Sin embargo, no puede decirse que el derecho favorezca esa posibilidad ,
ya que el precepto oral es objeto de dos limitaciones en cuanto a su eficacia: la
imposibilidad de urgir su cumplimiento y la cesación al extinguirse la potestad
de su autor.

a) Imposibilidad de urgir su cumplimiento


En el Código se ha hecho una distinción clara entre forma de emisión y
forma de notificación de los decretos. La imposibilidad de exigir el cumpli-
miento de un decreto singular (y también de un precepto, en consecuencia) se
deriva de la falta de intimación o notificación legítima (c. 54 § 2). La notifi ca-
ción, como hemos explicado, aunque puede llevarse a cabo oralm ente, en su-
puestos especiales (cfr c. 55), presupone siempre la forma de emisión escri ta,
cuando se trata de actos para el fuero externo. Por consiguiente, si la autoridad
pre tende poder urgir el cumplimiento de un precepto, en cualquier caso debe
emitirlo por escrito, aunque las circunstancias aconsejen que el precepto se
notifique sólo oralmente, según la forma extraordinaria.
Pero en ese caso no estaríamos ante el supuesto del c. 58 § 2: ese precepto se ha-
bría impuesto mediante documento legítimo y sólo sería oral - aunque también legíti-
ma- sufonna de notificación. Por tanto no cesaría al cesar la potestad de su autor.

212
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El C/C : El DECR E TO SINGUL AR Y El , RESCRIPTO

El supuesto específico de este canon es el precepto emitido oralmente . En


nuestra opinión, el Código no considera como hipótesis «legítima» la notifica-
ción de un precepto para el fuero externo que se haya emitido oralmente. En
efecto , como hemos visto, el c. 55, que autoriza la notificación oral en determi-
nados supuestos excepcionales, comienza reafirmando la vigencia en todo caso
de los ce. 3 7 y 51, que imponen la forma de emisión escrita para los actos de
fuero externo. Si no cabe notificación legítima, ha de concluirse que no es po-
sible exigir jurídicamente en ningún caso el cumplimiento de un precepto de
fuero externo dado oralmente.

b) Cesación al cesar la potestad de su autor


Además, la limitada eficacia que pudieran poseer esos preceptos - ya que
dependen siempre del acatamiento por parte del destinatario o de la interv en-
ción directa de su autor para urgirlos personalmente- cesa por completo al ce-
sar la potestad de quien los dio.
El c. 58 § 2 contiene, pues, una excepción expresa al principio establecido
en el c. 46 (Lección VI: l.A .3). Cuando no hay constancia fehaciente, median-
te legítimo documento, de la impo sición de un precepto singular, al cesar la po-
testad de quien lo dio desaparece el fundamento de la certeza jurídica de la si-
tuación afectada, y el legislador considera preferible no prolongar la vigencia
de situaciones jurídicas de base incierta; de ahí que disponga este supues to es-
pecial de cesación de preceptos singulares.

Il. EL RESCRIPTO

A. Concepto, naturaleza y caracteres

l. Concepto

Del c. 59 § l se desprende que el rescripto es un acto administrativo singu-


lar, en forma de respuesta escrita, que supone la concesión (o la denegación) de
una gracia -privilegio, dispensa o favor de otro tipo-- por parte de una auto-
ridad ejecutiva competente, lo cual presupone, en principio, que la gracia con-
cedida haya sido previamente solicitada.

2. Caracteres comunes a otros actos administrativos

De los elementos que constituyen la noción de rescripto, algunos, como el


contenido y la forma de respuesta, son específicos ; otros , en cambio, son co-
munes a los demá s actos admini strativos.

2 13
,...

COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Obviamente, no es exclusiva del rescripto la caracterización como acto adminis-


trativo singular (de la que participan también el decreto y el precepto singulares, como
hemos dicho); tampoco la fonna escrita (característica de todos los actos administrati-
vos singulares -cfr c. 37-, que no por ello deja de tener notable importancia en los
rescriptos porque marca la diferencia con los oráculos de viva voz); ni la autoridad con
potestad para darlo (la competente autoridad ejecutiva); ni tan siquiera que sea un acto
que se emite a instancia del interesado (en primer lugar , porque en algunos rescriptos
puede no haber tal instancia, pero, sobre todo , porque cabe pensar en otros actos admi-
nistrativos singulares dados a instancia del interesado, como ocurre con no pocos de-
cretos singulares: por ejemplo , los que contienen la incardinación o la excardinación) .

a) Acto unilateral de la autoridad

Como todo acto administrativo, el re scripto consiste en un acto jurídico,


singular y unilateral otorgado por una autoridad con pote stad ejecutiva (Lec-
ción V: 11.A).Acerca de su carácter unilateral , conviene puntualizar que la gran
importancia de la intervención del solicitante o del destinatario en este tipo de
acto administrativo no lo convierte en un acto negocia! o bilateral (Lección IV:
1). Si bien cabe un amplio espacio a la autonomía de la voluntad del sujeto pa-
sivo -s obre todo en cuanto a la iniciativa y a la motivación de la solicitud y en
cuanto al uso del resc ripto - , no por ello deja de tratarse de un acto unilateral
en el que la voluntad de la autoridad posee fuerza vinculante por sí sola.
En un decreto del congreso de la Signatura Apostólica de l 1.VII. 1972 se puso de
manifiesto el carácter no bilateral del rescripto, al declararse que carecía de fundamen-
to, en el caso concreto, la exigencia por parte del orado r de la cuantía determinada de
una pensión, cuando el Ordinario ya había fijado autoritativamente su modalidad.

b) Se otorga por escrito


El requisito formal de la escritura -como se deduce también de la etimo-
logía del nombre de estos actos, que deri va del latín «rescribere»- ha carac-
terizado siemp re al rescripto, figura de antigua tradición jurídica, distinguién-
dolo de la respuesta en forma oral, que se denomina oráculo de viva voz (cfr
c. 59 § 2).
La forma escrita -que es, como sabemos , regla general para los actos ad-
ministrativos que afectan al fuero externo (cfr c. 37}--hace posib le, entre otras
cosas, la prueba de la concesión de que se trate y, por tanto, permite que el res-
cripto pueda ser calificado también como documento público eclesiá stico (cfr
c. 1540 § 1). En algunos ca sos, un rescripto puede ser tenido en cuenta también
en el ámbito estatal. Asimismo, la escritura hace posible el adecuado registro y
archivo de cada acto (cfr c. 486), extremo de no poca importancia para la segu-
ridad jurídica, si bien en algunos casos especiales (por ejemplo en los rescrip-
tos de la Penitenciaría Apostólica para el fuero interno) es preceptiva la des-
trucción del rescripto , una vez conocido el contenido.

214
TIPOS DEACTOS A DMl NJSTRATIVOS EN EL CIC: EL D ECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

c) Precedido por una petición

Para la emisión del rescripto, ordinariamente se requiere su petición por


parte de un sujeto interesado distinto de la autoridad otorgante. Se ha resal-
tado el adverbio ordinariamente porque caben los denominados rescriptos
«motu proprio», que son dados por la autoridad sin que exista una instancia
por parte del interesado , llamado orador, en terminología tradicional. El su-
puesto normal, sin embargo, es el rescripto instado por la petición de un ora-
dor.
El ejercicio del derecho de petición (cfr c. 212) comporta para la autoridad
«una obligación - jurídicamente exigible - de estimar debidamente la peti-
ción y de darle la respuesta que sea más justa, o si se trata de materias de carác-
ter discrecional, más conveniente» (DEL PORTILLO) .

3. Caracteres específicos

Junto a estos caracteres comunes a otros actos administrativos , existen dos


elementos característicos que distinguen a los rescriptos de los demás actos ad-
ministrativos escritos.

a) Se refiere a la concesión de una gracia

El primero de ellos es que todo rescripto tiene por objeto la concesión o


denegación de una gracia (Lección VIII : I). Cuando la autoridad, a petición del
orador, otorga algo que - aun encontrándose previsto por el derecho- no es
debido, sino que se concede como favor, o concede algo no previsto o incluso
contrario a una norma, se trata entonces de una concesión graciable . En efec-
to, el objeto del rescripto es una concesión graciable, ante todo en el sentido de
que se dirige a favorecer a un sujeto particular , a ampliar su esfera de derechos
o facultades; y también en el sentido de que tal concesión comporta, por parte
de la autoridad que la concede, una amplia valoración discrecional de las cir-
cunstancias que la hacen justa y oportuna .
La amplitud de esa valoración discrecional marca la diferencia entre la concesión
de una gracia y la de una licencia, figura también mencionada en el c. 59 § 2 a la que
nos referiremos más adelante . En el caso de la licencia, lo solicitado no es la concesión
de una gracia en sentido propio; más bien se solicita la facultad de ejercicio de un de-
recho del que se es titular, pero que tiene ciertas limitaciones en atención al bien públi-
co. En este sentido la concesión de una licencia, aunque no contenga una gracia en sen-
tido estricto , es también una conce sión favorable, puesto que removiendo ciertas
limitaciones , favorece a un sujeto particular .

La concesión, como hemos dicho, puede ser oral o escrita: oráculo de viva
voz, si se concede de forma oral; rescripto, si se concede por escrito.

215
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

b) Se otorga en forma de respuesta


El segundo elemento característico propio del rescripto consiste en que se
otorga en fo1ma de respuesta; de ahí que la concesión del rescripto suponga por
regla general su impetración; es decir, requiera de una petición o «preces», en
terminología más tradicional.
De todos modos, conviene aclarar que no toda respuesta de la autoridad eclesiás-
tica otorgada por escrito es un rescripto. No lo son, por ejemplo, las respuestas del
Pontificio Consejo de Interpretación de los Textos legislativos que contienen la inter-
pretación auténtica de determinados cánones del CIC.
El interesado, señalando una necesidad particular (cfr c. 212 § 2), dirige
las preces a la autoridad pública a la que compete tutelar la parcela concreta del
bien público que se ve afectada. Esa petición del orador será denegada o con-
cedida con un acto de la autoridad. Al decidir sobre la instancia recibida, la Ad-
ministración presta una peculiar atención al bien individual y responde a esa
necesidad particular a través del rescripto, aunque al hacerlo no deba perder
nunca de vista el bien público. De este modo, incluso al conceder un beneficio
particular al interesado, se beneficia indirectamente el interés general.

B. Régimen jurídico: elementos específicos

l. Sujeto

a) Distintas autoridades competentes

El c. 59 establece que el autor del rescripto es la autoridad ejecutiva com-


petente. Las distintas autoridades competentes para emitir un determinado res-
cripto pueden encontrarse al mismo nivel o a niveles distintos.
Por ejemplo, según el c. 824 § 1, varios Ordinarios del lugar, situados en el mis-
mo nivel jerárquico, pueden conceder la licencia para publicar un libro que la requiera.
En cambio, el c. 691 establece que el indulto de salida del instituto de un profeso de
votos perpetuos lo concede la Santa Sede, y en institutos de derecho diocesano también
puede ser concedido por el Obispo diocesano de aquella casa a la que está asignado el
religioso.

Cuando un mismo tipo de gracia puede ser concedida por diversas autori-
dades , hay que tener en cuenta el§ l del c. 139, a cuyo tenor la potestad ejecu-
tiva de una autoridad no se suspende por el hecho de que alguien acuda a otra
autoridad también competente, aunque sea superior. El § 2 del mismo canon
añade que, «sin embargo, la autoridad inferior no debe inmiscuirse en una cau-
sa que ha sido llevada a la autoridad superior, si no es por causa grave y urgen-
te, en cuyo caso ha de informar inmediatamente del asunto a la autoridad supe-
rior».

216
TIPOS DE A erosADMINISTRATI vosEN EL CIC: EL DECRETO SINGULAR yEL RESCRIPTO

Otras veces se requiere , para un mismo asunto, la intervención de dos au-


toridades distintas, cada una de ellas mediante un acto distinto sobre la misma
materia; y en ocasione s la previa obtención de un rescripto de una autoridad es
condición para que otra autoridad pueda emitir un segundo rescripto.
Un ejemplo del primer caso puede verse en el c. 609 § 2, que exige para la
erección de monasterios de monjas , además del consentimiento del Obispo diocesa -
no dado por escrito, la licencia de la Sede Apostólica . El segundo supuesto aparece,
por ejemplo, en el c. 693, según el cual el indulto de salida de un miembro de un ins-
tituto religioso , en el caso de que sea clérigo, no se concede antes de que haya encon-
trado un Obispo que le incardine en la dióc esis o, al menos, le admita a prueba en
ella.

b) Autoridad competente para otorgar un rescripto


anteriormente denegado
Para los rescriptos se plantea una cuestión particular, precisamente por la
caracterización de su contenido -una gracia- como algo no exigible j urídi-
camente : se trata de la posibilidad de solicitar y obtener de una autoridad com-
petente una gracia que haya sido anteriormente denegada por otra autoridad
también competente.
El régimen establecido por los ce. 64 y 65 determina el modo de articular
los criterios cronológico - hay una petición anterior y otra posterior- y jerár-
quico - las peticiones sucesivas se dirigen a autoridades que pueden ser de
igual o de diverso rango jerárquico-, para evitar o resolver conflictos de com-
petencias y para favorecer la certeza del derecho.
l.º) Concesiones de la Santa Sede . El c. 64 dispone que «sin perjuicio del
derecho de la Penitenciaria para el fuero interno, una gracia denegada por cual-
quier dicasterio de la Curia romana no puede ser concedida válidamente por
otro dicasterio de la misma Curia ni por otra autoridad competente inferior al
Romano Pontífice, sin el consentimiento del dicasterio con el que comenzó a
tratarse».
La correcta aplicación de esta norma requiere, a nuestro juicio, indicar tres
presupuestos. El primero es que ha de tratarse de una gracia efectivamente de-
negada por cualquier dicasterio de la Curia romana , es decir , no de una gracia
solo pedida, o tramitada , ni tampoco presuntamente denegada por silencio ad-
ministrativo (cfr c. 57).
No se refiere el c. 64 a 1a gracia denegada por una autoridad inferior, que podría
ser válidamente concedid a por un dicasterio de la Curia romana aunque no se contara
con el consentimiento de la autoridad que inicialmente la denegó. Ni se refiere tampo-
co al supuesto de una misma gracia ya concedida anteriormente por otro dicasterio, en
el caso de que fuera susceptible de nueva concesión .
El segundo presupu esto es que, teniendo en cuenta el c. 59 § 2, esta regu-
lación debe aplicarse también a las licencias mientras no conste otra cosa, a pe-

217
COMP ENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CAN ÓNICO

sar de que el texto se refiere a la petición y concesión de gracias: por tanto,


debe entenderse aquí el término «gracia» en sentido amplio.
Según la norma del c. 64, la denegación por parte de cualquier dicasterio (cfr PB,
art. 2 § 1) de la Curia romana autorizado para emitir rescriptos (cfr RGCR , art. 133)
afecta, no solo a los restantes dicasterios de la Curia romana , sino también a las demás
autoridades ejecutivas inferiores . No afecta, en cambio , al Romano Pontífice , ni al mis -
mo dicasterio que denegó la concesión , ni a la Penitenciaria Apostólica por lo que se
refiere a las concesiones para el fuero interno.
En este último caso, lo que se tiene en cuenta es la competencia' de la Penitenciaria
Apostólica para conceder válidamente para el fuero interno gracias que hayan sido de-
negadas anteriormente por otro dicasterio para el fuero externo, en virtud de la indepen-
dencia y diferente régimen existente entre el fuero externo y el fuero interno , y del dis-
tinto régimen aplicable a cada tmo de ellos (cfr ce. 130 y 1732) . Esa diversidad , a su
vez, tiene su fundamento en los distinto s modos de tutelar la «salus animamm» , consi-
deradas las peculiaridades de uno y otro fuero : en caso de que el bien espiritual o mate -
rial de un miembro comprometa el bien de otros miembros de la Iglesia (piénsese en si-
tuaciones en las que haya peligro de escándalo con el consiguiente daño para los fieles) ,
la autoridad actúa de forma distinta que cuando --c omo ocurre en el fuero interno - ,
haciendo una concesión, no compromete la «salus animarum » de otros miembro s (y ello
porque puede convenir para la salud del alma del concesionario que, de cara a Dios, se
disuelva algún v ínculo que no convenga relajar de cara a la comunidad). Por tanto, los
rescriptos de la Penitenciaría Apostólica que conceden gracia s -absolucione s, dispen -
sas, sanacione s o acto s análogos - son válido s para el fuero interno aunque ya hayan
sido denegado s en el fuero externo por otro dicasterio. Ev entualmente, sin embargo , en
el caso de la dispensa de impedimentos matrimoniales concedida en el fuero interno no
sacramental , el rescripto de la Penitenciaria puede valer en el fuero externo si más ade-
lante el impedimento llega a hacerse público (cfr c. 1082); en cambio, en otras materias
que no se refieran a impedimentos matrimoniales (por ejemplo , la sanación, reducción
y otros actos sim ilares relativos a carga s de Misas, solicitados en el fuero interno a la
Penitenciaría Apostólica) no con sta una disposición normati va por la que , pasado el
tiempo, se permita hacer valer para el fuero externo la misma concesión.

El tercer presupuesto es que ha de tratarse de la misma gracia: debe darse


identidad de beneficiario y de objeto .
Con estos presupuestos, la norma establece la invalide z de la concesión
(no de la petición en sí, que a lo sumo podría ser considerada ilícita), hecha por
un dicasterio o por otra autoridad inferior, de una gracia denegada previamente
por un dicasterio de la Curia romana, a no ser que cuente con el consentimien-
to del dicastcrio que la denegó , sin que sea suficiente la mera mención de esa
denegación en el rescripto de concesión .
No cae bajo la dispo sición de este canon al supue sto de la gracia denegada por un
dica sterio y concedida posteriormente por el Romano Pontífice, aunque en la petición
no se haya hecho mención de la denegación y, por tanto , no se cuente con el consenti-
miento del dica sterio . Ello sin perjuicio de que la actuación del orador en este supue sto
pueda no ser lícita y de que el acto , aunque válido, pueda ser revocable .

218
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL C/C: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

2.º) Concesiones de otras autoridades . El régimen es distinto en el caso


de las concesiones que son de competencia de otras autoridades distintas de la
Santa Sede. A este respecto, la norma aplicable es la del c. 65, que considera,
por un lado, el caso de autoridades de igual rango pertenecientes a distintas es-
tructuras jurisdiccionales y, por otro, el de autoridades de igual o distinto rango
en una misma estructura jurisd iccional.
Se parte también aquí de los tres presupuestos antes mencionados: se soli-
cita de nuevo una gracia, en sentido amplio, con idéntico objeto y para el mis-
mo sujeto que la que ha sido denegada anteriormente.
Como ya hemos dicho, la norma trata de conces iones de gracias en sentido am-
plio. Un ejemplo concreto de su aplicación a una licencia es la remisión al c. 65 que
hace la Instrucción sobre algunos aspectos del uso de los instrumentos de comunica-
ción social en la promoción de la doctrina de la fe, de 30.III.1992, dada por la Congre-
gación para la Doctrina de la Fe, al estab lecer que «cuando la licencia ha sido negada
por un Ordinario del lugar se puede recurrir a otro Ordinario competente, con la obli-
gación de hacer mención de la negativa precedente; el segundo Ordinario , a su vez, no
debe conceder la licencia sin haber obtenido del Ordinario precedente las razones de la
negativa».
En los supuestos considerados en este nivel particular de gobierno es más
fácil apreciar que la sola transgresión del criterio cronológico --es decir, el he-
cho de volver a pedir a otra autoridad de igual rango lo ya denegado-- deter-
mina la ilicitud de la petición o de la concesión, mientras que la lesión del prin-
cipio jerárquico determina la invalidez del rescripto. La ilicitud a la que se hace
referencia en este y en otros cánones no es meramente moral, sino que tiene
consecuencias jurídicas, como pueden ser la revocación del acto, la obligación
de reparar los daños producidos (cfr c. 128), o las sanciones administrativas a
que hubiera lugar, sin descartar que pudiera recurrirse, en situaciones graves, a
las sanciones penales (cfr c. 1389).
Así, en el c. 65 § 1 se trata del supues to de peticiones dirigidas a varios
Ordinarios de igual rango (si son de rango desigual, al entrar en juego el prin-
cipio de jerarquía, habría que remitirse, o bien al c. 64, ya estudiado, o bien al
§ 3 de este mismo canon); y se establece que no es lícito conceder lo solicitado
sin consultar al Ordinario propio que lo denegó.
El texto de la norma reza así: «§ 1. Sin perjuicio de lo que preceptúan los §§ 2 y
3, nadie pida a otro Ordinario una gracia que le ha denegado el Ordinario propio, sin
hacer constar tal denegación; y, cuando se hace constar, el Ordinario no deberá conce-
der la gracia sin haber antes recibido del primero las razones de la negativa».
Incurriría en esa ilicitud el orador si calló tal extremo en su petición, ha-
ciéndose acreedor a la rescisión del rescripto si la práctica o el estilo de la cu-
ria del Ordinario concedente así lo han establecido (según el c. 1530 del
CCEO, el rescripto así emitido no sólo es ilícito, sino inválido). Incumía en ili-
citud sólo la autoridad concedente -pero no el orador-, si en las preces se
daba a conocer la anterior denegación.

219
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Puesto que en esta cuestión no puede prescindirse del principio de jerarquía, pro-
bablemente no incurriría en esa ilicitud la autoridad que otorga el rescripto sin conocer
las razones de la negativa por parte de una autoridad inferior (ya no estamos aquí en el
supuesto de autoridades de igual rango). Otra cosa es que ese modo de actuar, por par-
te de una autoridad inferior al Romano Pontífice, no sea el más oportuno en la genera-
lidad de los casos, aunque podría serlo en alguna situación particular.
En los §§ 2 y 3 del c. 65 se establece el régimen de las concesiones que
pueden ser hechas por más de una autoridad en una misma estructura jerárqui-
ca: en el § 2, si son de igual rango y gozan ambos de potestad·vicaria; en el § 3,
si son de distinto rango.
Ǥ 2 . La gracia denegada por el Vicario general o por un Vicario episcopal no
puede ser válidamente concedida por otro Vicario del mismo Obispo, aun habiendo ob-
tenido del Vicario denegante las razones de la denegación. § 3. Es inválida la gracia
que, habiendo sido denegada por el Vicario general o por un Vicario episcopal, se ob-
tiene después del Obispo diocesano sin hacer mención de aquella negativa; pero la gra-
cia denegada por el Obispo diocesano no puede conseguirse válidamente del Vicario
general , o de un Vicario episcopal, sin el consentimiento del Obispo, ni siquiera ha-
ciendo mención de tal negativa».
Como puede apreciarse, en el § 2 se repiten sustancialmente los criterios
dados para la Curia romana en el c. 64: es válida la concesión que no haya sido
denegada por otro vicario del Obispo, pero sería inválida en todo caso la que
ya hubiera sido denegada por otro vicario del Obispo. En cambio, aunque no se
explicite en el texto del canon , parece lógico pensar que no sería inválida la
concesión de la gracia si el segundo Vicario la concede con el consentimiento
del primero, puesto que ese consentimiento , posterior a la primera denegación,
actuaría como una revocación de ésta.
Esta disposición tutela la uniformidad en el ejercicio de la potestad ejecuti-
va atribuida al Obispo para la concesión de gracias; en un sentido análogo, aun-
que de modo más genérico, lo hacen los ce. 473 § l y 480. Esa es la razón por la
que en el § 3 del c. 65 no interviene el criterio de la jerarquía, de forma que es
inválida la gracia concedida por el Obispo, si antes fue solicitada a uno de sus
Vicarios y denegada por éste, y al pedirla al Obispo no se hizo mención de esta
denegación.
Más que de una quiebra de la potestad del Obispo frente a la potestad del Vicario
-que no puede darse- , se trata de un supuesto específico de subrepción -omisión
en las preces de la mención de que la gracia que se solicita ha sido ya denegada por un
Vicario ( cfr c. 63 § 1)-- que la ley incorpora para proteger y reforzar la unidad de la
potestad ejecutiva que el Obispo ejerce por sí o a través de sus Vicarios.

e) Otros sujetos
En la actividad jurídica que rodea a la concesión de una gracia pueden par-
ticipar distintos sujetos. El c. 59 menciona los dos principales, esto es, la auto-

220
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC: EL DECRETO S!NGULAR Y EL RES CRIPTO

ridad concedente y el beneficiario; pero caben otros participantes como el ju-


risperito que asesora al solicitante , el ejecutor de los rescriptos en los que está
prevista su actuación, el Ordinario a quien se presenta el rescripto, el Obispo
que prorroga los rescriptos de la Santa Sede, cte. Nos referiremos ahora breve-
mente al beneficiario, y aludiremos más adelante a otros posibles sujetos al es-
tudiar los pasos procedimentales en los que pueden intervenir.
En cuanto al destinatario, el c. 60 establece que cualquier rescripto puede
ser obtenido por «todos aquellos a quienes no les está expresamente prohibi-
do», por tanto, sean fieles católicos o no lo sean , ya que para estos últimos no
consta expresamente -como requiere el c. 60- la prohibición. En este senti-
do, el alcance del c. 60 es mayor que el del derecho de petición enunciado en el
c. 212 § 2, que se refiere solo a los fieles.

2. Contenido
Si se atiende solo a la «definición»· que consta en el c. 59 § 1, habría que de-
cir que el rescripto es, en sentido estricto, la respuesta escrita con la que se conce-
de una gracia (Lección VIII); pero una consideración más general del régimen ju-
rídico de esta figura permite ampliar esa visión. En sentido más amplio , sería
rescripto la mera respues ta escrita que supone una concesión (noción que incluye
también las licencias). Este es el sentido recogido por el CCEO (c. 1510 § 2,3. 0 ),
aunque también se encuentra presente en el CIC, puesto que el § 2 del c. 59 prevé
la aplicación de la normativa de los rescriptos a la concesión de licencias, mien-
tras no conste otra cosa. En un tercer sentido, aún más amplio , rescripto es la res-
puesta escrita de concesión o de denegación de la concesión solicitada.
Caben, por tanto, rescriptos en los que en lugar de conceder, se difiera la
concesión o se deni egue la gracia impetrada.
Lo avala la práctica de la Curia romana: las denegaciones de gracias solicitadas
mantienen la forma de respuestas escritas, con tenor distinto de las concesivas. Suelen
emplearse fórmula s de estilo, como «non expedit» o «non expedire» -- que se podría
traducir por «no conviene», «no es conveniente»--, «dilata» --« no se responde a la
petición por el momento» --, «lectum» -que significa : «la petición ha sido leída pero
no se puede atender»-- , «in decisis» --c uando ha habido una precedente decisión de
la autoridad a la que ha seguido una petición , y la autoridad responde confirmando la
decisión anterior, a pesar de la nueva petición--, etc.

3. Causa
En la figura del rescripto se conjugan unos elementos que responden al ca-
rácter público de todo acto administrativo singular, y otros que manifiestan el
ejercicio de la autonomía de la voluntad de los administrados, como la mi sma
petición del rescripto y la libertad de uso de la que goza el concesionario (cfr
ce. 69, 71, 73). Por lo que respecta a la causa (Lección V: 11.B.3), la emisión

221
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

del rescripto requiere la previa armonización de dos elementos que, desde la


petición y durante todo el procedimiento previo a la respuesta, deben aparecer
como compatibles: de una parte, un bien personal o individual, que actúa como
fin inmediato de la concesión; de otra parte, el bien público, que se sitúa como
fin mediato.
Al conceder un rescripto, la autoridad aprecia unos motivos, aducidos por
el orador, que justifican la concesión, porque la hacen razonable. El concedente
considera esos motivos por medio del procedimiento administrativo (Lección V:
111)y, después de las necesarias verificaciones llevadas a cabo en el procedi-
miento, los hace propios y los convierte en la causa del rescripto. La termino-
logía tradicional alude a la causa o a las causas motivas refiriéndose a aquellos
motivos alegados que de por sí son suficientes para obtener la concesión.
Como señala LABANDEIRA, la causa motiva propuesta - cuando es alegada y
sugerida por el orador- se convierte en la causa motivante una vez que ha
sido asumida por la autoridad, dando origen a un rescripto válido. Por el con-
trario, impide la validez del rescripto el vicio de obrepción, que es la exposi-
ción de falsedades en las causas motivas de un rescripto.
Otro tipo de motivos que puede alegar el orador influyen en la concesión
solo como causas impulsivas, que predisponen a la autoridad hacia la decisión
favorable o coadyuvan a ella.
En caso de que en la solicitud se alegue solo una causa, ésta debe ser moti-
va, y si es falsa, el rescripto será inválido. Si se alegan varias causas es suficien-
te, para que pueda concederse válidamente el rescripto, que una de las causas
motivas sea verdadera. Si, en cambio, solo se alegan varias causas impulsivas
pero ninguna motiva, para que del conjunto de las impulsivas resulte una moti-
va se requiere que todas sean verdaderas, a no ser que, de resultar falsa alguna
de esas causas, sea accidental y de menor importancia (cfr c. 63).
Por ejemplo, si alguien solicita dispensa de la forma matrimonial canónica para
poder contraer ante un ministro acatólico, porque éste es su padre, la circunstancia de
ser hijo del ministro acatólico seria , en este caso, la causa motiva que justificaría la
concesión . Si esa causa fuera la única motiva alegada y fuera falsa , el rescripto, y por
tanto también la dispensa y el subsiguiente matrimonio , serían inválidos, porque una
falsedad en esta circunstancia constituiría obrepción. No ocurriría lo mismo en el caso
de que no respondieran a la verdad otras circunstancias accidentales alegadas, que ími-
camente operarían como causas impulsivas (por ejemplo, la posibilidad de que lacere-
monia Jlevada a cabo de esa manera sirva para acercar a la fe católica a la familia no
católica de los contrayentes).

4. Forma
a) Diversidad de formas
Además de las notas generales sobre la forma de los actos administrativos
(Lección V: II.B.4), y de las consideraciones que hemos hecho al inicio de esta

222
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El CIC: El DECRETO SINGULAR Y El RESCRIPTO

sección (11.A.2.b) sobre la fonna escrita , parece oportuno señalar ahora que el
nombre de rescripto no designa un tipo único de documento (un género diplo-
mático), sino un tipo de acto administrativo: la respuesta escrita a una petición.
Por lo que se refiere a la forma documental, el rescripto podrá adoptar formas
externas diversas -bula, breve, simple carta o comunicación ...-, dependiendo
de factores como la autoridad concedente, el objeto, el destinatario o las cir-
cunstancias.

b) Consecuencias de los errores formales


La falta de correspondencia entre los datos que figuran en el rescripto y la
persona a quien el rescripto se otorga o el objeto al que se refiere no es automá-
ticamente causa de su invalidez (c. 66). La razón es que el rescripto no se con-
cede atendiendo al nombre, sino a la persona del orador y a sus cualidades in-
trínsecas; por tanto, cuando constan la persona que solicita y la verdad en las
preces, no obsta el error en el nombre. Otro tanto sucede con los errores en
cuanto al lugar o en cuanto a la calificación jurídica del asunto.
Quien juzga acerca de si el error en esos extremos materiales alcanza tam-
bién a la sustancia es el Ordinario, que, mediante una actividad de control , tu-
tela la voluntad de la Administración. Si el Ordinario, a la vista de un rescripto
que contenga errores como los descritos, juzgara que cabe dudar de la identi-
dad del sujeto o del objeto, el rescripto - según la expresión del c. 66- se ve-
ría afectado de invalidez, que aquí significa más bien ineficacia: es decir, no
produciría ningún efecto, y se tendría que volver a dar o bien sería preciso sa-
nar el error.

5. Procedimiento

Como hemos dicho, el rescripto se emite ordinariamente a petición de algún


interesado. Esto detennina la importancia del procedimiento de formación de estos
actos, que puede esquematizarse en las mismas fases o momentos que hemos dis-
tinguido (Lección V: III.D) al tratar de los actos administrativos en general (inicia-
ción, que supone la preparación, elaboración y comunicación de la petición ; sus-
tanciacióny valoración de la petición; conclusión, en la que se llega a la emisión
del rescripto; y, para algunos casos, debe tenerse en cuenta la fase de ejecución).

a) Iniciación
La fase de iniciación , que se concreta normalmente en una petición, presu-
pone la facultad, reconocida en el c. 212 § 2 a todos los fieles, de «manifestar a
los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente las espirituales , y sus
deseos». Sin embargo , el alcance de las normas sobre rescriptos , y más concre-
tamente el alcance del c. 60 cuando establece que «todos aquellos a quienes no

223
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

les está expresamente prohibido pueden obtener cualquier rescripto», es mayor .


En efecto, además de que, como hemos señalado, el c. 60 se refiere a «todos»,
no solo a los fieles, la expresión usada en ese canon («rescriptum impetrari po-
test») no se refiere únicamente a la posibilidad de manifestar las propias necesi-
dades o deseos, ni se extiende solo a la capacidad de formular peticiones a la au-
toridad en la Iglesia: impetrare significa literalmente «obtener, conseguir», en
este caso un rescripto.
Acerca de quién deba formular la petición, la regla general es la validez
del rescripto aunque el solicitante sea distinto del favorecido por la concesión,
y aunque este último no haya tenido noticia de la petición. Esta regla que, sin
embargo, admite las excepciones que se dispongan en las normas, establece la
validez del rescripto aun antes de la aceptación por parte del destinatario , salvo
que se hayan añadido cláusulas contrarias.
El derecho exige en determinados casos que el orador o firmante de la instancia
sea la misma persona que el beneficiario del rescripto (por ejemplo, en los supuestos
de los ce. 241, 293, 597, 690, 735, 1034, entre otros). No obstante , cuando no consta
esta exigencia, el orador puede ser alguien distinto del beneficiario del rescripto , como
en el caso previsto por el c. 1357 § 2, que al tratar de la remisión en el fuero interno sa-
cramental de la censura «latae sententiae» de excomunión o de entredicho no declara-
dos (Lección IV: II.B.4 ), permite que la petición -y en este caso, la obtención del res-
cripto con la remisión de la pena- pueda hacerse por medio del confesor, sin indicar
el nombre del penitente. El beneficiario en este caso conoce que se está en vías de ob-
tener un rescripto a su favor y es voluntad suya que se actúe de ese modo. Pero puede
darse el caso de que el beneficiario no conozca que se obtiene o que se ha obtenido ya
un rescripto en su favor, merced a la petición hecha por un orador distinto de él mismo.
Así, por ejemplo , sería válida la delegación que otorga a un sacerdote la facultad de
asistir a un matrimonio (cfr c. 1109), aunque ese sacerdote no la hubiera solicitado y
además desconociera la petición realizada por otro a su favor. Si, a pesar de tal desco-
nocimiento, la delegación efectivamente ha sido concedida por la autoridad competen-
te antes de la fecha de la boda, es válido el matrimonio celebrado en presencia del sa-
cerdote en cuestión, que de otro modo resultaría nulo por defecto de forma. Incluso
está prevista (cfr c. 61) la posibilidad de que el concesionario no consien ta en el res-
cripto , bien por descono cer lo que se está haciendo en su favor, o bien porque , cono-
ciendo la petición que se ha fonnulado, se muestre contrario: también en esos casos el
rescripto es válido antes de la aceptación, que puede no producirse nunca. Todo ello sin
perjuicio de que en en ciertos casos se prevea que para alcanzar la eficacia se requiere
la aceptación del concesionario, como ocurre, por ejemplo, para el indulto de salida de
un instituto religioso que, como preceptúa el c. 692, «lleva consigo la disp ensa de los
votos y de todas las obligaciones provenientes de la profesión, a no ser que en el acto
de la notificación fuera rechazado el indulto por el mismo miembro».

b) Sustanciación

En esta fase , en la que la autoridad recaba los elementos necesario s para


ponderar las circunstancias que justificarán o no la concesión, tiene particular

224
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN El CIC: EL DECRETO SINGULAR Y El RESCRIPTO

interés la prevención de dos posibles vicios, ya mencionados, que invalidan el


rescripto: la subrepción y la obrepción (cfr c . 63).
Por subrepción se entiende la ocultación de la verdad que impide la validez
de un rescripto, porque en la petición no se ha expuesto todo aquello que debe
manifestarse, según está previsto por la ley, el estilo y la praxis canónica .
Cuando en la petición de un rescripto de gracia falta algo de «aquello que
debe manifestarse para la validez», pero la autoridad concede el rescripto con la
indicación de que lo hace «motu proprio» (o sea, por propia iniciativa), queda sa-
nada esa omisión que, de otro modo, invalidaría el rescripto. La cláusula «motu pro-
prio», manifestación también de que la actividad de la Administración se desarrolla
generalmente de modo práctico e inmediato, supone un acto accesorio de sanación
por parte de la autoridad rescribente, que, a través de medios propios de la Admi-
nistración, suple la falta de la información necesaria de que adolecía la petición.
Aquí también se advierte una de las diferencias entre el decreto y el rescripto: si la
instancia del interesado que mueve a la autoridad a dar el decreto no se apoyara en la
verdad, el decreto no por ello dejaría de ser válido , aunque pueda solicitarse su resci-
sión o ser revocado por la autoridad que lo emitió. No ocurre así en el caso del rescrip-
to, que sí ve afectada su validez . La razón de esta diferencia estriba en que al emitir un
decreto singular la autoridad valora autónomamente la oportunidad y la utilidad de
adoptar una decisión para el bien público, con independencia de los motivos que ex-
ponga quien provoque su actuación (podría emitirse un decreto que contenga la deci-
sión que solicitaba el interesado , pero no necesariamente por los motivos que aducía;
por eso la falsedad de éstos no implica necesariamente la invalidez); en cambio, en el
rescripto , generalmente - ya hemos hablado del rescripto motu proprio-, los motivos
los aporta el orador y la autoridad valora su suficiencia para conceder lo pedido.
A diferencia de la subrepción, la obrepción -vicio que produce la invali-
dez del rescripto por exponer causas motivas falsas en las preces- no se sana
por la cláusula «motu proprio», no solo porque muchas veces la falsedad de las
causas aducidas manifiesta un «animus doli», una intención fraudulenta, sino
también porque es, al menos, ilícito conceder una gracia sin causa suficiente, y
en muchos casos la falta de causa suficiente también acarrea la invalidez de la
concesión (cfr c. 90) .
Atendiendo a lo expuesto en las preces, corresponde a la autoridad rescri-
bente una actividad de verificación consistente en juzgar qué causas son moti-
vas. Si detectara obrepción en alguna de las causas, el rescribente debe exami-
nar si, por lo menos, una de las motivas es verdadera en el momento en que se
otorga el rescripto, si se trata de un rescripto que no tiene ejecutor, o lo será en
el momento de su ejecución, si se trata de un rescripto para el que se nombra
un ejecutor (cfr c. 63 § 3).

c) Conclusión
La deliberación de la autoridad competente, que pondera las circunstan-
cias y decide si concede la gracia atendiendo a lo solicitado o toma una deci-
sión diversa, se concluye con la firma, ya que se trata de un acto escrito.

225
COMPENDIO DE DEREC HO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

En ocasiones la autoridad es colegial, como ocurre para algunos de los rescriptos


otorgado s por los dicasterios de la Curia romana . Así , por ejemplo , en la sentencia de
la sección segunda de la Signatura Apostólica de 19.Ill.1972 se puso de manifiesto im-
plícitamente la legitimidad de la denegación de un rescripto acordada en el congreso de
una Congregación.

6. Eficacia de los rescriptos

a) Inicio de la eficacia

En relación con el momento en que producen efectos, el c . 62 distingue


dos tipos de rescriptos:
Unos desplie gan sus efectos inmediatamente , esto es, a partir del mismo
momento en que el documento se expide, circunstancia que se verifica cuando
la autoridad concedente firma el escrito de concesión.
El rescripto produc e efectos desde entonce s, y no en un momento anterior (por
ejemplo , cuando la concesión que debe ser acorda da por un órgano colegial recibe en
la reunión correspondiente la mayoría de los votos favorables), o posterior (cuando ,
por ejemplo, el rescripto se notifica al beneficia rio). Por excepción, una norma puede
establecer para determinados rescriptos que la producción de todos sus efectos, o de al-
gunos de ellos, comience desde que la voluntad de concesión se manifiesta por prime -
ra vez, antes de la expedición.

Otros rescriptos empiezan a producir efectos , con eficacia diferida , solo


desde el momento de su ej ecución, y se denominan en la tradición canónica
rescripto s comisarios o dados en forma com isaria.

b) Ejecución de rescriptos

Ya hemos tratado de los aspec tos comunes de la ejecución al estudiar en


gene ral la eficacia de los actos admini strati vos (Lección VI: I.A .2). Veremos
ahora algunos aspectos más específicos de la ejecución de los rescripto s.
l.º) El ejecutor. Ademá s de la distinción en cuanto al inicio de su eficacia,
los rescriptos dado s en forma comisoria se diferencian de los dados en forma
simp le por las autoridades que deben intervenir para que el acto sea eficaz :
mi entr as que en los simples la eficacia depende solo de La autoridad conc eden-
te , en los comisorios está prevista además la intervención de un ejecutor .
Tradicionalmente , atendiendo al poder de instrucción y de deci sión nece-
sarios para la ejecución del rescripto, en el derecho canónico se ha distinguido
entre los meros ejecutores y los ejecutores mixtos.
Al mero ejecutor - que realiza una mínima actividad de instrucción - se le en-
comiend a el simpl e cometido de llevar a la práctica el rescripto, sin capacidad para

226
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

practicar pruebas acerca de la veracidad de las preces y sin el deber de investigar so-
bre la oportunidad de la concesión o sobre las cualidades del orador o del beneficia-
rio. Tan solo deberá abstenerse de ejecutar el rescripto si consta notoriamente algún
vicio de obrepción o subrepción: el ejecutor no decide si el rescripto es nulo o no, sino
que se limita a ejecutarlo o, ante alguna circunstancia obstativa, se abstiene de hacer-
lo.
Al ejecutor mixto se Je confiere potestad delegada para conceder la gracia o no con-
cederla. Si en el caso del mero ejecutor se trata de hacer operativa una gracia que ya ha
sido concedida, en el caso del ejecutor mixto la gracia no ha sido otorgada todavía por la
autoridad rescribente: su concesión depende de la actuación del ejecutor. Investido de tal
poder, debe cerciorarse de la veracidad de las preces (cfr c. 63) y de la verificación de las
condiciones necesaria s ( c. 41 ); y decide en consecuencia si el rescripto debe ejecutarse.
El contenido de la ejecución y el modo concreto en que debe llevarse a cabo puede ha-
berse detem1inado por la autoridad rescribente mediante cláusulas especiales.
Tradicionalmente se han usado algunas como «constito de assertis» (una vez que
se haya verificado lo que ha sido alegado por el orador), «vocatis vocandis» (convoca-
das las personas que deban ser convocadas) o «si preces veritate niti repereris» (una
vez que se haya comprobado la veracidad de las preces). Cuando aparecen esas cláusu-
las en el mandato de ejecución o alguna norma jurídica impone la necesidad de cercio-
rarse de determ inados extremos, el ejecutor no puede proceder a la concesión de la gra-
cia a su arbitrio, sin esa previa instrncción y sin verificar que se hayan observado las
prescripciones contenidas en el rescripto; esa actividad sin embargo , no se impone
como preceptiva para la validez de la ejecución.
En cualquier caso, al ejecutor mixto sólo se le atribuye la facultad de conceder la
gracia o de denegarla , a no ser que en el rescripto se establezca otra cosa expresamente.
No le compete, en cambio, como hemos dicho, valorar la oportunidad de la concesión ,
a no ser que se trate de un ejecutor mixto a quien se le conceda la potestad de otorgar la
gracia «según su prudente arbitrio y conciencia» ( c. 70), y no meramente ejecutar la
concesión, una vez comprobado que nada se opone. Queda claro que las palabras de esa
cláusula no implican una libertad ilimitada del ejecutor, pues éste no puede conceder o
denegar la gracia según su arbitrio si no ha realizado una adecuada instrucción sobre la
verdad de las preces y el resto de elementos que debe conocer antes de tomar la deci-
sión.

2.º) Momento de la ejecución . El rescripto para el que se ha previsto la in-


tervención de un ejecutor suele dirigirse por la autoridad concedente al Ordina-
rio del destinatario del rescripto, quien, además, habitualmente intervendrá
como ejecutor del rescripto. Normalmente será éste quien informe al beneficia -
rio e incluso quien proponga el momento de la ejecución. Pero también podría
darse el caso de que lo reciba directamente el peticionario (o el beneficiario), y
entonces éste tiene que dirigirse al ejecutor con el rescripto recibido para pro-
ceder a la ejecución, ya que el ejecutor no podría realizarla antes de recibir el
documento (cfr c. 40). En cualquier caso, en ambos supuestos, el c. 69 otorga
al interesado la libertad de elegir el momento de la ejecución. Esta libertad
puede concederse porque el rescripto se dirige inmediatamente al bien particular
o personal de un administrado, pero se otorga con la condición de que no haya
fraude ni dolo.

227
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Se pone esta condición porque el fraude o el dolo lesionarían tanto al bien del in-
teresado como al bien común, lo cua l es incompatible con el interés público presente
en todo acto de la Administración. No sería lícito, por tanto , retrasar la ejecución con
intención dolosa o fraudulenta: por ejemplo , para que unas circunstancias, que eran fal-
sas en el momento de la concesión, se verifiquen en el momento de la ejecución (cfr c.
63 § 3). El Ordinario -o el ejecutor, si no es el mismo Ordinario- debe calibrar si se
ha dado fraude o dolo durante el tiempo que ha transcurrido desde la concesión hasta
la ejecución ( cfr c. 41) y, en ese caso, su apreciación tendría efectos retroactivos en
cuanto a subrepción y obrepción .

3.º) Forma de la ejecución . La ejecución debe hacerse por escrito, cuando


se trata de rescriptos que afectan al fuero externo , como establece el c. 37 para
la ejecución de cualquier acto administrativo singular . Esta disposición afecta
solo a la licitud y no a la validez de la ejecución, a no ser que esté previsto ex-
presamente lo contrario en algún caso.
Se explica la exigencia de la escritura porque es el medio ordinario y más
sencillo de probar los actos que deben ser eficaces en el fuero externo . La eje-
cución escrita facilita la determinación del momento preciso en que el rescrip-
to comienza a producir efectos -cuando se suscribe el documento por el eje-
cutor- , con independencia de que la concesión deba ser todavía notificada a
la persona en cuyo favor se ha concedido el rescripto .
Las informaciones que acompañan a la ejecución no deben consignarse
por escrito necesariamente, aunque sí conviene dejar constancia de ellas en do-
cumento distinto al de la ejecución .

c) Presentación de rescriptos para los que no se designa ejecutor

Se establece en el c. 68 - para la licitud , no para la validez - que el res-


cripto de la Santa Sede para el cual no se haya designado ejecutor se debe pre-
sentar al Ordinario sólo en tres supuestos:
1.0 ) Si la presentación se dispone en el mismo rescripto.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando por rescripto de la Penitenciaría Apo stólica se
conceden facultades especiales a determinados sacerdotes para absolver de censuras en
el fuero interno. En tal caso, el rescripto debe mostrarse al Ordinario.
2.0 ) Si el rescripto trata de cosas pública s. En este caso la publicidad se
refiere más bien a la notoriedad del contenido del rescripto, que determina una
precisa relación con el bien público.
De ahí que aunque , de suyo, los rescriptos concedidos en el fuero interno no de-
ben pre sentarse al Ordinario , la dispensa de la Penitenciaría Apostólica concedida por
rescripto en el fuero interno no sacramental, para un impedimento matrimonial oculto,
se debe anotar en el libro que debe guardarse en el archivo secreto de la curia (cfr ce.
1082 y 1049) porque , aunque esa dispensa no afecta actualmente a una situación noto-
ria, sí existe la posibilidad de que esto ocurra en el futuro.

228
TIPOS DE ACTOS ADMINISTRATIVOS EN EL CIC: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

Las cosas pueden ser públicas por razón de las personas a quienes se dirige el res-
cripto (por ejemplo, miembros de un instituto religioso), en aquello que se refiere a la
publicidad de su condición; por razón del modo de ejercicio de la facultad concedida
(por ejemplo, a través de actos públicos); o por razón de la materia (por ejemplo, conce-
sión de indulgencias a iglesias de institutos religiosos; dedicación de altares a beatos en
iglesias y oratorios por indulto pontificio; dispensas de matrimonio rato y no consuma-
do; concesión de permiso para poner reliquias a la pública veneración; y todos aquellos
privilegios que limiten la jurisdicción del Ordinario).
0
3. ) Si es necesario comprobar algunas condiciones. También el rescripto
en el que no se prevé la intervención de un ejecutor puede ser sometido a con-
diciones para que produzca todos o parte de sus efectos.
En los tres casos citados, el testimonio del reconocimiento del Ordinario
suele señalarse con la expresión «visto».

d) Conflicto de rescriptos

El CIC resuelve los problemas que surgen de la interpretación y de la apli-


cación de rescriptos contradictorios entre sí teniendo en cuenta el contenido y
la fecha de emisión. En el c. 67 se establece que el rescripto peculiar prevalece
sobre el general en aquello que se expresa peculiarmente; y que, si son igual-
mente peculiares o generales, el anterior prevalece sobre el posterior que no lo
mencione expresamente, a no ser que el primer solicitante que obtuvo su res-
cripto no lo haya usado por dolo o negligencia culpable.
Debe advertirse que el criterio cronológico de prevalencia entre actos contradicto-
rios es distinto para los dos tipos de actos administrativos singulares. En el caso de los
rescriptos prevalece el anterior, mientras que si se trata de decretos singulares, es el pos-
terior el que deroga al anterior, en la medida en que lo contradiga (cfr c. 53). En el caso
de los rescriptos , su concesión supone el inicio de una situación favorable para el desti-
natario, cuyo cese no se presume, salvo que la autoridad indique expresamente que ésa
es su intención; los decretos comportan, en cambio, decisiones de la autoridad que, por
iniciativa propia, puede modificar un decreto anterior después de una nueva valoración
de las circunstancias.

Para la determinación de la prioridad cronológica, se considera la fecha de


emisión del rescripto, no la de su ejecución, incluso si al emitirlo se hubiera
nombrado ejecutor.

e) Obligación de usar el rescripto concedido

El beneficiario recibe las concesiones de gracias con la facultad de dispo-


ner acerca de su uso. Queda, por tanto, a su libre elección usar la gracia o no, y
hacerlo cuando le parezca oportuno.
El c. 71, no obstante, plantea la posibilidad de que exista obligación de
usar el rescripto, no ya cuando se concede una gracia al beneficiario para cjer-

229
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ccrla en favor de otros sujetos - lo que es evidente-, sino cuando se le conce-


de solo en su propio favor, pero queda canónicamente obligado a usarla por
otra razón.
La obligación de usar el rescripto puede ser de distinta índole: natural, mo-
ral, y también --como en el caso que ahora consideramos- jurídica. Se dispo-
ne , en efecto, que la persona que ha obtenido un rescripto sólo en su favor no
está obligada a usarlo a menos que se encuentre vinculada por obligación canó-
nica, es decir, fundada en el derecho y prevista en el ordenamiento canónico,
pero nacida de otro título distinto a la concesión de la gracia. ,
En este supuesto, al igual que cuando la norma establece la ilicitud de la demora
dolosa en la ejecución de un rescripto (cfr c. 69), se manifiesta la naturaleza pública del
rescripto . El carácter público puede determinar, en ciertos casos, una disminción del
espacio de autonomía para el destinatario que es propio de esta categoría de actos ad-
ministrativos cuyo contenido son gracias .

f) Cesación de la eficacia
Aunque los rescriptos, como cualquier acto administrativo singular, no ce-
san al extinguirse la potestad de quien los emitió (cfr c. 46), ni quedan automá-
ticamente revocados por una ley contraria posterior (c. 73), la autoridad com-
petente puede disponer su revocación, siempre respetando la justicia, o puede
haber establecido al concederlos la fecha o las circunstancias que determinarán
la cesación de su eficacia.
En estos supuestos cabría la concesión de una prórroga que extendiese
la eficacia del rescripto. En el caso de un rescripto de la Santa Sede sometido
a término, el Obispo diocesano podría conceder prórroga por un tiempo de-
terminado, no superior a tres meses a partir del día en que expiró el rescripto
(c. 72).

g) Impugnación de rescriptos

Cabe la posibilidad de recurrir la concesión de un rescripto (por ejemplo,


el recurso de un tercero para quien la concesión comporte un perjuicio).
Cabe también que el solicitante impugne la denegación de lo solicitado: por ejem-
plo, el recurso contra la denegación de la dispensa para poder recibir el sacramento de
la confirmación antes de la edad prevista en el derecho particular, que fue acogido por
la Congregación para el Culto Divino (prot. n. 2607/98/L).

No obstante, como se ha mencionado, la excepción que se aplica a los ac-


tos del Romano Pontífice y a los del Concilio Ecuménico (c. 1732), que no son
susceptibles de recurso, rige también cuando se trata de rescriptos. También
queda excluida la vía del recurso jerárquico respecto a los rescriptos concedi-
dos para el fuero interno (Lección IX : 11.A).

230
TIPOS DE ACTOS ADMJNISTRAT!VOS EN EL C!C: EL DECRETO SINGULAR Y EL RESCRIPTO

7. Extensión del régimen jurídico de los rescriptos

El régimen jurídico de los rescriptos, a no ser que conste lo contrario, se


aplica a otras figuras que ya se han mencionado: a las concesiones de licencias
y a las concesiones orales de gracias, mediante los llamados oráculos de viva
voz. Vale la pena detenerse a considerar ahora algunos aspectos de las licencias
y oráculos a los que se refiere el c. 59 § 2.

a) La licencia
En primer lugar, acerca de las licencias, se debe observar que no existe en el
CIC un término unívoco para designar el acto de la autoridad por el que se con-
cede a un sujeto la facultad de ejercer un derecho, de tal modo que ese ejercicio
no resulte ilícito o, en ocasiones, incluso inválido. Con mucha frecuencia en las
normas canónicas se usan otras denominaciones -permiso, concesión, autmiza-
ción, consentimiento ...- que parecen responder a ese mismo contenido.
En cualquier caso, tanto la licencia como las figuras afines, tienen como
fin la regulación por parte de la autoridad del ejercicio de los derechos en aten-
ción al bien común (cfr c. 223). En efecto, quien pide una licencia no solicita
que le sea concedido un derecho --que ya tiene-, sino la posibilidad de ejer-
cerlo efectivamente en armonía con el bien común .
Puesto que la licencia también tiene carácter concesivo, se asemeja en ese
aspecto a las concesiones de gracias que son contenido propio de los rescriptos.
Esto justifica la disposición del c. 59 § 2, que extiende el régimen jurídico de
los rescriptos a los actos por los que se conceden licencia s. No obstante, como
hemos señalado (vide supra: 11.A.3.a), una licencia se diferencia de una conce-
sión graciable en sentido estricto en el alcance de la valoración discrecional
que lleva a cabo la autoridad: en las concesiones propiamente graciables, la in-
tervención de la autoridad da origen a un nuevo derecho; en el caso de las li-
cencias, simplemente libera de una limitación, permitiendo el ejercicio lícito o
válido (según los casos) de una facultad.

b) Las concesiones mediante oráculo de viva voz


Los oráculos de viva voz mediante los que se conceden o deniegan gracias
se rigen también por las normas de los rescriptos (cfr c. 59 § 2), a no ser que
conste otra cosa. Mientras que para el fuero interno no existe una regla general
que preceptúe la forma escrita de los actos, sí existe esa norma para los actos
administrativos singulares que se dan en el fuero externo (cfr c. 37), por lo que,
teóricamente, cabría pensar que los oráculos de viva voz en ese fuero son la ex-
cepción.
En cada uno de los fueros operan diferentes requisitos de eficacia; son más
exigen tes en el fuero externo porque el bien personal del concesionario puede
entrar en conflicto con el bien público que se alcanzará de forma mediata e in-

231
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

directa. En el fuero interno los requisitos son menos exigentes porque en ese
ámbito la tutela del bien particular mediante la concesión de un favor al solici-
tante redunda directa e inmediatamente en la «salus animarum», sin necesidad,
muchas veces, de una especial armonización con los intereses generales, ya
que disminuye el riesgo para el bien público. De ahí que el ordenamiento jurí-
dico prevea, además, ciertos actos de control y exija la prueba de la concesión
cuando el oráculo, además de producir efectos en el fuero interno, vaya a tener
también eficacia en el fuero externo: en esos casos el beneficiado por la conce-
sión «tiene obligación de probarla para el fuero externo cuantas veces se le exi-
ja esto legítimamente» (c. 74).
Una especie intermedia entre el rescripto y el oráculo de viva voz es el denomina-
do «rescriptum ex audientia Sanctissimi»: según URRUTIA se trata de «un testimonio
cardenalicio del oraculum vivae vocis del Pontífice. Como es sabido, la doctrina consi-
dera ese testimonio cardenalicio como pmeba juridica plenamente válida».

232
LECCIÓN VIII

EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS:


GRACIA, PRIVILEGIO Y DISPENSA

El Código de Derecho Canónico, a diferencia de lo que hace al regular los


decretos singulares, asigna a los rescriptos unos contenidos propios - privile-
gios, dispensas y otras gracias- a los que dedica una serie de cánones específi-
cos. Se trata de figuras de larga tradición en el Derecho Canónico, que durante si-
glos han actuado como instituciones a se y que en la última codificación el
legislador ha sometido al régimen de los actos administrativos, configurando los
privilegios, las dispensas y otras clases de gracias como contenidos típicos de los
rescriptos . Nos detendremos a examinar seguidamente los rasgos comunes que
permiten caracterizar como gracias, en sentido jurídico-canónico, tales figuras.

l. EL CONCEPTOCANÓNICODE GRACIA

A. Gracia y derecho

La ciencia jurídica llama gracia a la concesión de la autoridad que da ori-


gen a cierta situación con relevancia jurídica -merecedora, por tanto , de tute-
la por parte del derecho-, que se califica de favorable, porque amplía la esfe-
ra jurídica del concesionario. Se trata , además, de una situación favorable
caracterizada por su gratuidad objetiva, en la medida en que se adquiere sin
que medie sacrificio por parte del adquirente.
La gracia, pues, origina una situación jurídica-activa o pasiva , es decir,
que permite a su titular hacer algo o abstenerse de algo- que ha pasado desde
el estadio de expectativa a su consolidación como derecho, potestad o facultad,
por medio de la intervención de una autoridad competente . Esto supone que la
situación jurídica de que se trata no es originaria, sino derivada, pues su exis-
tencia requiere que medie una concesión de la autoridad, que no es exigible, o
sea debida en justicia, sino graciosa o graciable.

233
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Entiéndase bien, la titularidad de una situación jurídica graciable -y su


consiguiente consolidación en el ordenamiento como elemento de la esfera ju-
rídica del concesionario- depende de una decisiónjusta (es decir, no injusta
ni arbitraria) de la autoridad, pero el contenido de esa decisión, siendo justo, no
es exigible jurídicamente.
Para el nacimiento de una situación jurídica graciable no es suficiente, por
tanto, el simple reconocimiento de ciertos presupuestos que justificarían su
concesión. Se requiere además una decisión justa y prudencial por parte de una
autoridad pública que, del mismo modo que concede, podría ·abstenerse de con-
ceder y, al hacerlo, se comportaría también justamente: de lo contrario, no se
trataría de verdaderas gracias, sino de derechos. Esta diferencia con la exigibi-
lidad de los derechos explica el porqué de la denominación de «gracia», esto
es, don gratuito de contenido jurídico que, sin embargo, no aparece investido
de una exigibilidad originaria.

B. Fundamento de las gracias en el derecho canónico

La justificación natural de las concesiones de gracia, que acabamos de ver,


se encuentra en la intrínseca limitación de la ley debida a la imposibilidad de
prever de antemano, con carácter general, todas las circunstancias de las situa-
ciones concretas y las posibilidades de armonización entre bien común y bien
propio de un determinado sujeto en unas precisas circunstancias.
A esto se añade en derecho canónico otro elemento de fundamentación ,
que remite en último término al misterio de la Iglesia (cfr Decr. Optatam totius,
n. 16). La gratuidad de la salvación y de los medios para alcanzarla no puede
dejar de tener un reflejo, más o menos intenso según los casos, en los elemen-
tos que integran el derecho de la Iglesia; por eso nada tiene de extraño que en
el ordenamiento canónico la gracia no presente la excepcionalidad que la ca-
racteriza en los ordenamientos civiles. El fundamento de esta normalidad pue-
de encontrarse en la misma naturaleza de la Iglesia.
El ejercicio de la función de gobierno, considerado en esta perspectiva --es
decir, en la medida en que participa de la instrumentalidad salvífica , de índole
sobrenatural, de la Iglesia (cfr Lección I: II.4)- , necesita una serie de instru-
mentos adecuados a sus características propias, entre los cuales, además de los
medios jurídicos destinados a garantizar la justicia -que no pueden faltar en la
Iglesia-, se cuentan otros destinados a perfeccionar el alcance de la justicia
legal. Esto es así porque para llevar a cabo ese designio salvífico, en la medida
en que corresponde a la actividad jurídica de gobierno, «lo que prevé la volun-
tad fundacional no es simplemente un gobierno pastoral, sino un buen gobier-
no pastoral» (HERVADA).
En principio -aunque esta afirmación es matizable - , las gracias, si se adminis-
tran no solo con la competencia jurídica requerida , sino también con la pericia y la pm-

234
El CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRIVILEGIO Y DIS PENSA

dencia de gobierno necesarias, pueden ser medios para mejorar la capacidad del dere-
cho pos itivo de acercarse a la justicia del caso concreto en algunas situaciones en las
que podría verificarse el adagio ciceroniano «summum ius, summa iniuria». Esa mejo-
ra se realiza a través de la equidad, entendida aquí en el sentido de perfeccionamiento
del derecho positivo: «si nos atenemos a una concepción realista del derecho, de modo
que éste sea la ipsa res iusta, la equidad actuará como principio indicador, como poten-
te faro iluminador de la prudencia jurídica del que gobierna ( ... ), para determinar en
cada caso concreto cuál es - en la práctica- esa res iusta , ese ius que a cada uno co-
rresponde» (FORNÉS).
Pero, entiéndase bien, no significa esto que la ley, en general, se presuma injusta
o incapaz de orientar una actuación concreta justa cuando se aplican sus disposiciones .
Toda ley, por ser general y abstracta, tiene -como hemos dicho: Lección II: I.B .2.b-
la limitación intrínseca de no poder prever y considerar todas las circunstancias parti-
culares que se puedan dar en cada caso concreto , pero esto no significa que su aplica-
ción sea normalmente injusta, o que actúe solo como un vago criterio orientador , entre
otros , cuando no aparece ninguna circunstancia especial. Téngase en cuenta que la ley
ju sta, además de ser racional (ordinatio rationis), es también un acto de imperio , de po-
testad, por el que la autoridad legítima configura en cierta medida la realidad en aten-
ción al bien común, de tal modo que posee una vis directiva . Cuando la ley es racional
y justa --que es lo habitual- , en la gran mayoría de los casos, las exigencias esencia-
les de la justicia del caso concreto se salvan aplicándola, porque en ella se encuentran
ya consideradas las circunstancias más relevantes para el bien común y, de manera me-
diata, para el bien propio de cada miembro de la comunidad . La ley no es fin, sino me-
dio, pero no en pie de igualdad con cualquier otro, sino un medio cualificado y preva-
/ente, en la medida en que ordena la vida de la comunidad haciendo presentes en ella
los principios de ju sticia y los valores esenciales que informan la propia comunidad.
Esto no obsta para que, en ciertos casos concretos, resulte compatible con el bien
común y conveniente para el bien de las personas concretas aplicar flexiblemente o no
aplicar una norma, o incluso disponer ad cas um para una situación determinada.

Todo esto se ha manifestado tradicionalmente en la elasticidad oflexibili-


dad propia del derecho canónico y, como una de sus consecuencias, en el des-
arrollo jurídico de la concesión de gracias. Para esos casos el derecho canónico
ha previsto y regulado una serie de medios, confiando a la autoridad competen-
te mayores posibilidades de apreciación discrecional de las circunstancias que
hacen que, en algunas situaciones concretas, no aparezcan en estado puro los
supuestos de hecho típicos que hacen razonable una nonna general, y otorgán-
dole --en aquello que favorece a los interesados - un margen amplio de deci-
sión acerca de lo más conveniente y adecuado al caso.

C. Lugar de las gra cias en el derecho administrativo canónico

El uso de las concesiones de gracia plantea, ciertamente, problemas, como


el de la eventual lesión del principio de igualdad o el de la posible arbitrariedad
en su otorgamiento o denegación .

235
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

La resolución de tales dificultades requiere, en primer lugar, entender co-


rrectamente que «a todos los fieles se les debe trato igual. Esta igualdad tiene
en cuenta la proporción, es decir, no significa dar a todos lo mismo, sino dar a
todos lo que les corresponde, de modo que a igual situación el trato debe ser
igual y a distinta situación el trato debe ser distinto, pero proporcional» (HER-
VADA) .
Aquí se encuentra una razón más de la importancia que tiene la verdadera
discrecionalidad en la función eclesiástica de gobierno (Lección II: 11.B).Es
muy razonable, en efecto , que en la Iglesia se disponga del necesario margen
de discrecionalidad que, asumiendo el principio de legalidad, aleja el riesgo de
la arbitrariedad .
El recto ejercicio de la discrecionalidad, junto al respeto de los aspectos
reglados, en el procedimiento de concesión permite que se puedan atribuir gra-
cias sin dejar de tutelar las exigencias de justicia. Como toda decisión de go-
bierno, la concesión de una gracia debe ir precedida de una actividad de ins-
trucción (vide supra, Lección V: III.D.2): también en este caso se cumple la
afirmación según la cual la calidad -relación con la verdad- de la decisión
tomada dependerá de la calidad de la información usada.
El principio de buen gobierno, que en parte se encuentra plasmado en las
normas que rigen la actividad administrativa -de ahí la importancia de respe-
tar los aspectos reglados- y en parte depende de criterios prudenciales, supo-
ne un límite a lo que la autoridad puede decidir -en este caso, conceder- y a
cómo debe hacerlo, al exigir que la decisión sea razonable. De este modo se re-
duce el espacio a la posible sospecha de arbitrariedad, a la que aludía el 7. 0
principio directivo para la reforma del CIC.
Por el contrario , «sería una excusa carente de valor rechazar la racionalización [de
la actividad de gobierno] de la que venimos hablando, invocando para considerarla in-
necesaria, la existencia de los carismas que van unidos al ministerio de los Pastores»
(HERVADA). Cuando, por ejemplo, no se sabe con claridad por qué se conceden unas
gracias mientras que otras en cambio se deniegan, se puede dar la impresión de que las
concesiones se otorgan por favoritismo .

Los fieles - y la misma Administración eclesiástica, en razón de la auto-


tutela (Lección 11:I.A.2) - tienen derecho a que la decisión de conceder o de-
negar una gracia presente garantías de objetividad, merced a la debida transpa-
rencia que evita malentendidos o reacciones de desconcierto. En la concesión
de gracias , actividad de derecho público, las formas y los procedimientos ade-
cuados se convierten, así, en modos de dar razón de la decisión adoptada.
Se comprende, desde este punto de vista, por qué la tradición canónica ha querido
que las gracias - fueran éstas dispensas , privilegios u otro tipo de favores - se conce-
dieran a través de rescriptos, cauce formal y, por tanto, de tutela de la seguridad jurídi-
ca. Si la discrecionalidad en la concesión de gracias supone ciertos márgenes de liber-
tad de las autoridades competentes, la formalidad y la transparencia refuerzan su

236
EL CONTENIDO DE LOS RESCRJPTOS: GRACIA. PRIVILEGIO Y DISPENSA

responsabilidad en el ejercicio de la potestad que tienen atribuida; libertad y responsa-


bilidad que la configuran como potestad-función , orientada al deber de servir a la Igle-
sia y a cada fiel con un buen gobierno.
Es lógico, pues, que el derecho administrativo se ocupe de la regulación
de las gracias. A través de ellas la autoridad procura favorecer a los agraciados
ampliando razonablemente sus posibilidades de actuación, en consideración a
sus circunstancias y necesidades particulares; pero, al mismo tiempo, la regu-
lación jurídica de esas actuaciones evita que quede lesionado el principio de
igualdad por la posible dispensación arbitraria de situaciones de ventaja y pre-
viene la eventual concesión de atribuciones favorables a costa del empobreci-
miento de algún aspecto del bien público actualmente indisponible.

D. Algunos rasgos de la regulación codicia[ de las gracias

A diferencia de los ordenamientos estatales, donde la concesión de gracias


se encuentra mucho más limitada porque solo un número tasado de autoridades
pueden otorgarlas, la legislación actual de la Iglesia prevé un espacio propio
para las gracias.
Las gracias aparecen junto a otras situaciones jurídicas subjetivas , como los dere-
chos o las facultades (cfr c. 1336 § 1 CIC y c. 1430 CCEO); se conceden (cfr ce. 59 §
1 y 70 CIC; ce. 848 § 2, 1522 § 2 y 1527 CCEO), se usan y en ocasiones requieren ser
probadas (cfr c. 74 CIC). En algunos casos la legislación distingue claramente entre
derecho y gracia (cfr ce. 306 y 1336 CIC) , aunque la gracia, una vez obtenida determi -
ne en el titular la posesión de un derecho, o incluso de una potestad (cfr c. 84).
Se consideran gracias la dispensa (cfr c. 59 § 1 CIC), el privilegio (cfr ce. 59 § 1,
76 y 77 CIC) , la conva lidación (cfr c. 1161 § 1 CIC) , la disolución del matrimonio rato
y no consumado (cfr c. 1704 § 1 CIC) , e inc luso el Código oriental considera que la li-
cencia participa de los rasgos prop ios de una gracia (cfr c. 1510 § 2,3.° CCEO) .
Se prevé la circunstancia de que una gracia concedida pueda resultar no serlo
efectivamente (cfr c. 77 CIC) , o de que pueda favorecer al titular y al mismo tiempo re-
sultar onerosa para terceros ( cfr ce. 82 y 1697 CIC).
Asimismo, existe un derecho de petición de gracias ( cfr c. 1697 CIC), que no es
propiamente un «derecho a la gracia»: el eventual «derecho a la gracia» podría darse
con referencia a la gracia entendida en un sentido más amplio, distinto del usado aquí.
El régimen jurídico de las gracias determina los modos de petición ( cfr, entre otros , ce.
59 § 1 y 64 CIC) y de uso (cfr c. 74 CIC) conforme a derecho, de manera que la falta
de ciertos presupuestos requeridos puede comportar, no solo la denegación (cfr ce. 64,
65 y 70 CIC, aunque la denegac ión requiere la consiguiente exposición de razones para
determinados casos), sino la misma privación de la gracia anteriormente recibida (cfr
c. 1336 § 1 CIC).
En cuanto al procedimiento seguido para la concesión de las gracias, existen di-
versas posibilidades: desde un procedimiento sencillo, no formalizado, como es el que
precede a la mayoría de las gracias otorgadas oralmente (cfr c. 59 y c. 74 CIC) , hasta la
previsión de diferentes momentos e instancias en su sustanciación (cfr ce. 1697-1706
CIC), para otras gracias .

237
COMPEND IO DE DERECHO ADMINISTRA TIVO CANÓNICO

Existe incluso un régimen jurídico de la gracia denegada, que permite solicitarla


de nuevo , y que sea concedida, por la misma autoridad que denegó o por otra autoridad
competente (cfr ce. 64 y 65 § 1 CIC).

Este rápido examen de los dos Códigos no pretende demostrar la consis-


tencia j urídica de las gracias simplemente por su presencia en la norm ativa de
la Iglesia. Como ocurre con toda realidad de contenido jurídico , su juridicidad
no reside primariamente en su regulación positiva, sino que ésta es consecuen-
cia de la juridicidad de las gracias, que necesitan causa justa para su concesión,
además de la concurrencia de otras razones de oportunidad . Ese repaso de al-
gunas disposiciones codiciales muestra que en el ordenamiento canónico las
gracias constituyen una realidad presente, operante y no superflua. En el dere-
cho de la Iglesia no parece que pueda resolverse la cuestión de las gracias adu-
ciendo un pretendido carácter excepcional , como ocurre en los ordenamientos
estatales. Un sano realismo lleva a pensar que, aunque pudiera parecer a prime-
ra vista anacrónico referirse a las gracias en el derecho canónico -en la medi-
da en que ello implicara una visión de las relaciones entre los fieles y la autori-
dad superada en la eclesiología que fundamenta el derecho vigente-, existe
sin embargo un concepto actual de gracia que es adecuado y conveniente en el
derecho de la Iglesia.

Il. EL PRIVILEGIO

A. Significados del término privilegio

Resulta necesaria una premisa: el término privilegio, en su uso no canóni-


co, connota frecuentemente la significación de favor injusto, es decir, de bene-
ficio discriminatorio que atenta contra la igualdad entre los hombres. No es ese
el significado que ha recibido y que recibe en el derecho canónico.
Tanto en el derecho canónico antiguo como en el vigente, el privilegio se
ha considerado siempre un instrumento de lo justo , que no daña el bien común
--en definitiva, la salus animarum - sino que lo promueve , a través del favor
otorgado a un sujeto en atención a determinadas circunstancias singulares. No
obstante, la noción técnica de privilegio como figura jurídica ha experimenta-
do una evolución que permite señalar diferencias entre el concepto actual y el
anterior al Código de 1983.

B. Evolución histórica del privilegio en el derecho canónico

En el Decreto de Graciano se recogía la definición de privilegio transmiti-


da por San Isidoro: «Privilegia sunt leges privatorum, quasi privatae lcges» (D .
3.3). Con esta expresión se quería afinnar que el privilegio era una ventaja re-

238
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA , PRIVILEGIO Y DISPENSA

servada para algunos (<<privatorum») pero con un valor imperativo general


(«le ges»), en el sentido de que tales favores debían ser respetados por todos.
Esa definición era aplicable a dos tipos distintos de favores: los concedidos a
ciertas comunidades o a determinadas categorías de personas a través de una
norma general; y los otorgados a una persona fisica o jurídica determinada, a
través de un acto singular.
El CIC 17 incluía en la primera categoría los privilegios de los clérigos,
cardenales, abades, canónigos, religiosos, etc., contenidos en los propios cáno-
nes («privilegia clausa in corpore iuris» ): por ejemplo, el privilegio del fuero
para los clérigos (en virtud del cual solo podían ser juzgados ante tribunales
eclesiásticos, aunque hubieran cometido un delito civil) . Junto a este tipo de
privilegios establecidos en el Código, se regulaba el régimen jurídico de aque-
llos otros concedido s por rescripto (ce. 63-70 CIC 17).
El primer tipo de privilegios -los contenidos en el mismo CIC 17 o en
otras normas generales-, establecidos a través de una ley o una costumbre, te-
nían rango de ley, aunque se consideraban leyes especiales. Los privilegios del
segundo tipo, concedidos mediante un acto peculiar de la autoridad, también
eran considerados leyes especiales si la autoridad concedente era el Papa.
Así se puso de manifiesto en una sentencia de la sección segunda de la Signatura
Apostólica, de 29.IX.1989. El objeto del recurso contencioso-administrativo era el de-
creto de la Congregación competente que, a su vez, confirmaba el decreto por el que un
Obispo había dividido la masa de bienes perteneciente a dos entes distintos (un santua-
rio y un patronato) . Hasta ese decreto de división los biene s comunes habían sido admi-
nistrados por uno solo de los entes (el patronato). En el decreto del Obispo se nombraba
a los nuevos administradores y al rector del santuario. El patronato consideraba que este
decreto era contrario a algunos privilegios concedidos en una Bula papal de más de cua-
tro siglos de antigüedad. Tanto el Obispo como la competente Congregación entendían
que esos priv ilegios habían dejado de estar vigentes. La decisión de la segunda sección
del tribunal de la Signatura Apostólica estimó el recurso declarando que el decreto epis-
copal incurría en violación de la ley tanto en el procedimiento como en la decisión, ya
que había actuado en contra de la Bula papal, que era una ley especial todavía vigente.

C. El concepto actual de privilegio en el derecho canónico

El sumario apunte histórico que pr ecede a este epígrafe muestra los moti-
vos que aconsejan exponer dos premisas negativas antes de ofrecer la noción
actual de privilegio, más restringida que la noción clásica.

1. El privilegio no es una norma general

El progreso de la técnica jurídica produjo una evolución en la noción de


pri vilegio . Concretamente, dejaron de entenderse como situaciones de ventaja
del tipo privilegio las disposiciones favorables en beneficio de categorías gene-

239
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

rales de sujetos, que pasaron a ser consideradas como parte del estatuto jurídi-
co (cfr principio 6.0 para la reforma del CIC) de tales grupos.
La distinción entre normas generales y actos singulares (Lección III: I.2)
detennina que a partir del CIC 83 ya no se consideren técnicamente privilegios
las situaciones favorables concedidas a través de una nonna general. Algunos
años antes, en una de las sesiones de los trabajos de preparación de los cáno-
nes, se había dictaminado en el sentido de que los privilegios establecidos por
una ley o introducidos por una costumbre, son formal y jurídicamente leyes o
costumbres y como tales deberían ser considerados.

2. El privilegio no es un acto administrativo, sino el contenido


de un acto administrativo

A esto se suma una segunda distinción, ahora entre el acto administrativo


singular y uno de sus elementos. Si bien en el lenguaje común es normal tomar
la parte por el todo (por ejemplo, denominar nombramiento del párroco al acto
administrativo singular--decreto-- con el que se le nombra) , la técnica jurídi-
ca requiere distinguir.
En este sentido técnico el privilegio, que, como se ha visto, no es una nor-
ma, tampoco es un acto administrativo, sino un tipo de gracia, que se concede
por medio de un rescripto, que, a su vez, es un tipo de acto administrativo sin-
gular. En efecto, el c. 59 menciona los privilegios entre los contenidos posibles
de los rescriptos; y el c . 76 establece una noción legal de privilegio que lo con-
sidera una gracia concedida a través de un acto peculiar.
La conjunción de los cánones 59 y 76, sirve para caracterizar el privilegio
como una gracia que se concede mediante un acto administrativo del tipo res-
cripto en favor de una persona o unas personas determinadas, físicas o jurídi-
cas. Según el concepto de gracia que hemos expuesto más arriba, se trata de
una situación jurídica subjetiva que ha pasado del estadio de mera expectativa
a su consolidación como derecho, potestad o facultad, en virtud del acto de una
autoridad competente, que favorece efectivamente (cfr c. 77) al concesionario.

3. Caracteres específicos
El privilegio, como los demás contenidos posibles de los rescriptos, asume
las características comunes de ese tipo de acto administrativo (Lección VII:
11.A), pero presenta rasgos específicos en dos de los elementos: el autor y la
causa .

a) En cuanto al autor
El c. 76 establece que el privilegio puede ser concedido por el legislador, así
como por la autoridad ejecutiva a quien el legislador haya atribuido tal potestad .

240
El CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRIVILEGIO Y DJSPENSA

Que sea concedído por el legíslador no sígnífica que se trate de un acto le-
gíslativo. Téngase en cuenta que los legisladores , en derecho canóníco, poseen
también la potestad ejecutiva. Cuando un legislador da un rescripto no lo hace
en ejercicio de la potestad legislativa, sino de la potestad necesaria para un acto
administrativo , que es, como sabemos, la potestad ejecutiva (Lección V: 11.A.2;
cfr ce. 35 y 59 § 1). Pero en el caso de los rescriptos que contíenen un privile-
gío, hay una reserva hacia la autoridad ejecutiva que además es legislador: es
decir, la autoridad ejecutiva superior en cada ámbito autónomo de gobierno
(cfr ce . 75 y 76) .
También puede conceder privílegios la autorídad ejecutiva que haya reci-
bido del legíslador la potestad para hacerlo. Esta habilitación puede hacerse a
través de una norma general.
Por ejemplo, «según el c. 858 § 2 el Ordinario del lugar ( que no tiene necesaria-
mente la condición de legislador) puede p enn itir que haya pila bauti smal en otra igle-
sia u oratorio además de la iglesia parroquial, p ara comodidad de los fieles ; ( ...), y el c.
936 se refiere a que el Ordinario por justa causa puede conceder que en un oratorio dis-
tinto del principal en una casa religiosa o piado sa se pueda reservar la Santísima Euca-
ristía» (LABANDEIRA).

Igualmente se puede recibir esa habílitación por acto singular del legisla-
dor : se trata entonces de una delegación, no de la potestad ejecutiva--el habi-
litado, según el c. 76 § 1, es una autoridad ejecutiva-, síno de la competencía
necesaria para conceder privilegios.

b) En cuanto al elemento causal

El privilegio presenta especiales características tambi én en cuanto a la


causa (Lección V: II.B.3) . La gracia en que consiste el privilegío, en virtud de
la concesión de la autoridad que emite el rescripto, se traduce en un derecho (u
otro tipo de situación jurídica activa) y por tanto se presume perpetuo (cfr c.
78). Esta diferencia entre el privílegio y la dispensa (que ordinariamente con-
siste en una gracia actual y episódica, que relaja el vínculo de la ley para un
caso determinado) se asienta en el elemento causal.
El derecho entie nde que existen situaciones en las que la estabilídad de la
ventaja otorgada en favor de un sujeto determinado puede beneficiar, no solo al
sujeto mismo, sino también a la comunidad. Por eso, cuando se dan una serie de
presupuestos, el bien público se beneficia con la perpetuídad del privilegio, lo
cual no ocurre en el caso de la dispensa, donde se entiend e que el bien público
se beneficia sólo si se relaja la ley para un caso o unos casos determinados, ya
que si se generalizara tal relajación, acabaría siendo perjudicial (en buena lógi-
ca, una ley que favoreciera al bien común sólo o principalmente cuando es dis-
pensada, debería derogarse).
De modo análogo, sería perjudicial la perpetuidad del privilegio cuando
dejaran de verificarse los presupuestos que determinan su racionalidad . De ahí

241
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

que en el Código, sin perjuicio de la presunción de perpetuidad ya menciona-


d~, se especifiquen de forma muy precisa las causas de extinción del privile-
g10.

4. Causas de extinción del privilegio

a) Causas referidas a la permanencia temporal


de los presupuestos jurídicos
El derecho prevé que la voluntad del autor de la concesión, de otra autori-
dad competente, del beneficiario, o de un tercero pueda intervenir modificando
la permanencia temporal de los presupuestos jurídicos y, en la práctica, despo-
jando al privilegio de la característica de la perpetuidad. Se establecen, así, las
siguientes causas de extinción del privilegio:
1.º) Extinción por acto revocatorio de la autoridad competente (c. 79) . Se
entiende por autoridad competente la que ha concedido el privilegio , su suce-
sor o su superior. La autoridad competente sólo puede revocar el privilegio por
un motivo proporcionado y razonable , respetando los derechos adquiridos y las
demás exigencias de jus ticia . La revocación se realiza mediante un acto admi-
nistrativo contrario al privilegio en vigor (c. 47) , que requerirá el adecuado
procedimiento de formación a través del cual se manifieste la corrección jurí-
dica de la decisión y su oportunidad.
2.º) Extinción por el transcurso del tiempoftjado. El privilegio puede ex-
tinguirse una vez transcurrido el tiempo para el que fue dado o agotado el nú-
mero de casos para el que fue concedido (cfr c . 83). El plazo o los casos se de-
terminan mediante cláusulas que forman parte del contenido eventual del
rescripto (Lección V: 11.B.2).
3. 0 ) Extinción por circunstancias relacionadas con el autor. Como regla
general, no se extingue el privilegio al cesar la potestad de quien lo ha conce-
dido, a no ser que lo haya dado con la cláusula «según nuestro beneplácito» u
otra similar ( c. 81), por ejemplo, «hasta que yo quiera», «mientras ocupe este
oficio».
4. 0 ) Extinción por renuncia. El privilegio puede extinguirse por la renun-
cia del privilegiado , que requiere siempre aceptación por parte de la autoridad
competente (c. 80 § 1).
5.0 ) Extinción por prescripción . Se llama prescripción-extintiva, en este
caso (cfr ce. 197- 199 y, además, las normas de la legislación civil del país res-
pectivo, a las que remite el CIC)-, al transcurso de un tiempo establecido le-
gítimamente, durante el cual el titular no usa un privilegio, o hace un uso con-
trario de él. El c. 82 dispone que solo cesan por este motivo los privilegios que
sean gravosos para terceros .

242
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRIVILEGIO Y DISP ENSA

b) Causas de extinción del privilegio por decadencia de alguno


de los presupuestos jurídicos

En otros casos, el derecho prevé la extinción del privilegio cuando se dan


ciertas alteraciones del contexto jurídico que inequívocamente suponen la de-
cadencia de los presupuestos que hasta entonces hacían razonable la estabili-
dad de la ventaja otorgada:
1.0 ) Extinción por perención de la persona o de la cosa interesada. La
disposición del c. 78 §§ 2-3 se basa en la distinción tradicional entre privilegios
reales y privilegios personales. Personal es el privilegio que termina cuando
deja de existir la persona beneficiada (por muerte, si se trata de una persona fí-
sica, o por extinción jurídica, si se trata de una persona jurídica). El privilegio
real se extingue con la destrucción completa del objeto .
2.º) Extinción por cambio de circunstancias. Si, con el transcurso del
tiempo, las circunstancias que justificaron en su momento la concesión cam-
bian de tal modo que, a juicio de la autoridad competente , el uso del privilegio
se hace ilícito o resulta dañoso, éste queda extinguido (c. 83 § 2). En este caso
no se requiere un acto de revocación , sino la simple declaración por parte de la
autoridad de que se ha producido la extinción por ese motivo.
3.º) Extinción por privación . La privación de un privilegio es una de las
penas expiatorias previstas en el c. 1336 § 1,2.º, que puede imponerse cuando
el beneficiario comete ciertos delitos que le hacen merecedor de su pérdida
(Lección IV: 11.A.l .b ). Si el privilegio comporta el uso de una potestad, y el ti-
tular abusa gravemente de ella , el Ordinario, después de haberle amonestado
inútilmente, puede proceder a la privación del privilegio , si lo concedió él
mismo; pero si fue otorgado por la Santa Sede, debe informar a ésta del asun-
to (c. 84).

IJI. LA DISPENSA

A. Noción de dispensa

1. La definición legal

El c . 85, al hacer un inciso explicativo , consagra una definición legal de


dispensa, recogiendo el concepto tradicional desde el siglo XII: «relajación de
una ley meramente eclesiástica en un caso particular». Aunque esta definición
no lo diga expresamente, es evidente que un elemento esencial de la dispensa
es la causa justa y razonable (las particularidades del caso) que justifica la ex-
cepción de la ley. De hecho, el CCEO, al definir la dispensa en su c. 1536 § 1,
contiene una referencia a la causa. Los canonistas antiguos hablaban de la dis-
pensa como de una derogatio casualis (dada solo para un caso) y causa/is (ba-

243
COMPE NDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

sada en una causa) . Por su propia naturaleza, la dispensa será, pues, un expe-
diente de carácter excepcional.
El c. 85 añade que la dispensa puede ser concedida por quien tiene potes-
tad ejecutiva o ha recibido la potestad de dispensar . La concesión se hace por
medio de un acto administrativo. Puede extrañar que un acto administrativo
tenga como objetivo relajar el cumplimiento de la ley; pero la extrañeza se di-
sipa al considerar que, en realidad, lo que se busca con la dispensa es una solu-
ción conveniente a un caso excepcional que, si bien será contraria a la regla ge-
neral, no puede ser lesiva de la justicia. La misma ley canónica, consciente de
la limitación intrínseca de la ley humana -como hemos considerado al expli-
car el concepto de gracia-, prevé la institución de la dispensa, que será contra
legem, pero no contra ius.
Desde el punto de vista objetivo, la dispensa es la situación legítima de in-
aplicación de una disposición legal meramente eclesiástica en un caso particu-
lar (permaneciendo firme la vigencia de la ley para todos los demás casos) , en
atención a una causa justa, producida por un acto administrativo (habitualmen-
te un rescripto) dado por la competente autoridad ejecutiva. Desde el punto de
vista subjetivo, la dispensa crea la situación jurídica de desvinculación respec-
to a una ley, cuyo título es el acto administrativo que la ha concedido.
La relajación de la ley puede consistir en la ineficacia de cualquiera de los efectos
propios de la norma legal: obligatorios (dispensa de la obligación de ayunar, por ejem-
plo) , irritantes (como sería la dispensa de la norma que obliga a seguir una determina-
da fonnalidad bajo pena de nulidad del acto), inhabilitantes (como es el caso de las dis-
pensas de los impedimentos matrimoniales, que inhabilitan a determinadas personas
para contraer matrimonio), etc . En el acto de concesión se deberá determinar cuál es el
objeto exacto de la dispensa , ya que en muchas ocasiones se tratará solamente de dis-
pensar de un efecto concreto de una ley que en todo lo demás sigue vinculando (por
ejemplo, cuando se dispensa a alguien de un impedimento matrimonial quedando so-
metido al resto de la disciplina matrimonial). Por lo demás , se habla de «relajación»
porque no se produce una desvinculación total del dispen sado respecto de la ley, sino
que simplemente se impide la aplicación de la ley en su caso, para los efecto s señala-
dos por el acto de concesión.
La existencia de esta definición legal lleva consigo que el régimen previs-
to para la concesión de dispensas se refiera únicamente a la institución jurídica
delimitada por el c. 85, de suerte que se excluyen de él otros fenómenos de ex-
cepciones o modos de mitigar el rigor legal (incluso algunos que el mismo CIC
denomina «dispensa») que no sean subsumibles en el concepto legal.
De esta manera, no son dispensas en sentido estricto - y, por tanto, no se les pue-
de aplicar el régimen codicia! de la dispensa - la llamada dispensa del matrimonio
rato y no consumado, ni la dispensa del voto, ya que en estos casos no se da una rela-
jación de una ley eclesiástica , sino la disolución de una situación y el perdón de una
promesa cualificada. Tampoco es una dispensa la sana ción en la raíz del matrimon io
( ce. 1161-1165), que constituye un tipo autónomo de institución jurídica , si bien puede
contener también una dispensa.

244
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS : GRACIA , PRIVILEGIO Y DISPENSA

2. Distinción de otras figuras afines

Para delimitar mejor la noción de dispensa conviene confrontarla con otras


instituciones similares. En primer lugar, puesto que la dispensa se refiere a un
caso particular, se distingue de la abrogación (o derogación) de una ley y del su-
puesto de la ley especial contraria a una ley más general: todo esto se produce en
el ámbito de la generalidadde las leyes (Lección III), mientras que la dispensa se
concede mediante acto administrativosingular por quien tiene potestad ejecutiva.
La dispensa se diferencia también de otras instituciones, como la licencia (Lec-
ción VII: II.B .7) la cual es un requisito para realizar válida o lícitamente algún acto de
acuerdo con la ley; la dispensa, en cambio, supone la suspensión de una disposición de
ley, facultando al beneficiario para actuar contra la ley. En la tolerancia, la autoridad
- generalmente el legislador - no sanciona jurídicamente una detenninada conducta,
dejando esa actuación fuera del ámbito jurídico, mientras que en la dispensa se atribu-
ye positivamente al dispensado un derecho a no seguir una detemlinada disposición de
ley. En la disimulación, la autoridad se comporta como si desconociese la infracción de
la ley (para evitar males mayores), pero sin suprimir la obligatoriedad de la ley, ni con-
ceder ningún derecho a actuar contra ella. Asimismo, la dispensa se distingue de la ab-
solución o remisión de una pena , que es el acto de la autoridad por el que se remiten
los efectos ya producidos por el quebrantamiento de una ley. Aunque en el pasado se
ha empleado la palabra «dispensa» para designar la absolución (hablando de dispensas
post factum ), la acepción técnica actual de dispensa lleva a distinguir ésta de la remisión
de las penas, las cuales no relajan una ley en un caso particular , sino que «relajan» la
eficacia de un acto singular (la imposición de la pena, ya sea explícita o latae senten-
tiae) (Lección IV: II.B.4) .
La dispensa es diferente de la epiqueya, entendida esta última como la no obliga-
toriedad de la ley porque decae su ratio en un caso singular, debido a circunstancias
muy extraordinarias. La no obligatoriedad de la ley en estos casos no es debida a una
intervención de la autoridad, sino a las circunstancias mismas del caso, que hacen que
la ley (justa para la generalidad de los casos) no tenga en ese caso concreto fuerza de
obligar con justicia (por ejemplo, si se da imposibilidad de cumplir la ley o si, de cum-
plirla, se produciría un resultado más injusto que el daño que pudiese llevar consigo el
incumplimiento de la ley). La epiqueya, por tanto, puede ser aplicada por los sujetos
interesados, si bien para la certeza jurídica conviene que se den las correspondientes
intervenciones de la autoridad (como podría ser una dispensa).

Finalmente, hay que distinguir la dispensa del privilegio, figura que ya he-
mos estudiado.Tanto el privilegiocomo la dispensase concedenmediante un acto
administrativoy ambos otorgan una situaciónjurídica favorable,pero cabe seña-
lar algunas diferenciasentre ambas instituciones:el privilegiopuede no ser contra
legem, tiene carácter estable,con tendenciaa ser perpetuo, y tiene un régimen dis-
tinto del de la dispensa (la autoridad que puede concederlono coincidecon la pre-
vista para la dispensa; son distintas las causas de cesación, etc.). Sí cabría afirmar
que, en la perspectiva subjetiva, en cuanto a la situaciónjurídica que crean, privi-
legio y dispensa son dos especiesde un mismo género: una situaciónlegítimapar-
ticular creada por un acto administrativo,fuera de la regulacióngeneral.

245
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

3. Objeto de la dispensa

a) Indispensabilidad de la ley divina


El objeto de la dispensa es la ley meramente eclesiástica. Con esta expre-
sión se quiere excluir del ámbito de las excepciones la ley divina. No cabe, en
efecto, hacer una excepción (legítima) a la ley divina , pues ésta, a diferencia de
la humana, es infalible, abarca todos los supuestos. El fundamento jurídico de
la dispensa, es decir, aquello que justifica que la autoridad haga una excepción
en un caso particular, es precisamente la defectibilidad de la ley humana. En
efecto, como sabemos, una ley puede ser racional, conveniente y justa para la
generalidad de los casos, pero puede resultar que en un caso particular, por cir-
cunstancias excepcionales, sea más conveniente, incluso más justo, hacer una
excepción a la norma general.
Hay que considerar que el legislador humano elabora normas generales y abstrac-
tas, es decir, da unas órdenes para una comunidad (Lección lll). Pero la realidad co-
munitaria es preexistente a la ley humana, por lo que el legislador, para establecer el
orden deseado, deberá primero aprehender algunos aspectos de la realidad ( en primer
lugar, las exigencias de justicia ínsitas en la misma realidad), y esta tarea la realiza
mediante la abstracción de muchos datos concretos y de las circunstancias particulares
para formular una regla que sirva para la generalidad de los casos. Tal regla, en cuanto
tiene de abstracción de la realidad y de elección (a la hora de optar por un orden deter-
minado y no por otro), constituye un orden extrínseco a la misma comunidad. La ley
humana pone de manifiesto la limitación intrínseca del conocimiento humano que, al
concebir los conceptos universales, no abarca (los abstrae) todos los detalles particula-
res que se dan en la realidad, detalles que, en ocasiones excepcionales, pueden aconse-
jar una solución distinta a la de la norma general contenida en una fórmula abstracta,
es decir, justifican una excepción a la ley ( que sigue siendo válida para la generalidad
de los casos).
Muy al contrario, la ley divina es el orden puesto por Dios a las cosas. Si se trata
de la ley divina natural , quiere decir que es el orden puesto en la misma creación, pues
está en la naturaleza de las cosas; si se habla de la ley divina positiva, se refiere a inter-
venciones directas de Dios que fundan una determinada realidad (por ejemplo, los sa-
cramentos). En cualquier caso, es un orden intrínseco y constitutívo de la realidad, por
lo que comprende todos sus aspectos. Se trata, por tanto, de un orden inmutable y uni-
versal, que no admite excepciones . En rigor, hablar de una excepción justa a la ley di-
vina es una contradicción metafísica. Otra cosa muy distinta es el conocimiento huma-
no que se tiene de esa ley divina: las fórmulas humanas con las que se pretende
expresar la ley divina son abstracciones de la realidad elaboradas por los hombres, de
manera que pueden resultar formulaciones imperfectas por no haber captado todos los
matices de la ley divina. Es perfectamente posible que se den excepciones a las fórmu-
las humanas de la ley divina , pero no a la misma ley divina. (Por ejemplo, la justifica-
ción de la agresión por legítima defensa no es una excepción a la ley divina de no agre-
dir al prójimo, sino que es una excepción a esa fonnulación , que debería ser completada
diciendo que no se puede agredir al prójimo inocente: cfr CEC, 2261 ss.).
A veces , resulta muy dificil deslindar lo que es una exigencia constitutiva, de de-
recho divino, de lo que no es más que la formulación histórica, humana , de un princi-

246
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS : GRACIA, PRIVILEGIO Y DISPENSA

pio de origen divino. Por eso, lo que a veces ha podido ser con siderado como excep-
ción a la ley divina , en realidad no Jo era. Corresponde al Magisterio de la Iglesia de-
clarar lo que es inmutable por ser de derecho divino, natural o positivo.

b) Leyes dispensables

El objeto de la dispensa como institución, tal y como ha sido configurada


por el CIC, es, pues, la ley eclesiástica, y no otras obligaciones de justicia que
puedan surgir por otros títulos (por ejemplo , por votos o juramentos) , cuya re-
lajación puede recibir impropiamente el nombre de dispensa, pero no se rige
por los ce . 85-93 (vide supra: III.A. l. No se ve ningún inconveniente, en cam-
bio, en entender referida la expresión «ley meramente eclesiástica» no solo a la
ley en sentido formal, sino también a las demás normas generales eclesiás ticas:
las costumbres y los decretos administrativos generales .
El c . 86 precisa el objeto de la dispensa, al aclarar que «no son dispensa-
bles las leyes que determinan los elementos constitutivos esenciales de las ins-
tituciones o de los actos jurídicos». Efectivamente, solo son dispensables las leyes
meramente eclesiásticas, pero de entre éstas se excluyen las leyes ahí descritas,
es decir, las llamadas leyes constitutivas.
En rigor, el c. 86 no introduce un precepto nuevo, sino que tiene un valo r exp li-
cativo, pues es contra la naturaleza de las cosas una excepción a una norma que defi-
ne la esencia de los actos o de las institucione s. Pretender dispensar de un elemento
esencial sería manifestación de un vacío fom1alismo jurídico , pues equivaldría a con-
ceder el «nome n iuris» a actos o instituciones que son esencialmente otra cosa, lo que
acarr earía un notable perjuicio a la seguridad; y, en cualquier caso, faltaría la causa
- el bien de los fieles - para conceder la dispensa. Aunque tengan un origen huma-
no, tanto las institucione s como los actos jurídico s están constituidos p or unos ele-
mento s qu e definen su esencia, de manera que, de faltar uno de esos elementos, ya no
serían tal institución o tal acto, sino otros con consecuencias jurídicas diferentes. Por
ejemplo, no se puede dispen sar de la necesidad de promulgar la ley (c. 7); ni de enco-
mendar una comunidad de fieles a un párroco para constituir una parroquia (c. 515);
ni del tran scurso del tiempo para hablar de prescripción; etc. Corresponde a la juri s-
prudencia y a la doctrina ir identificando los elemento s esenciales constitutivos de los
actos y de las instituciones , ya que la mayoría de ellos no estarán especificados en las
leyes (precisamente por ser esenciales).
Conviene advertir que no hay que confundir las leyes constitutivas con las irritan-
tes o inhabilitante s (aquellas que determina n que un acto es nulo , o una persona inhá-
bil: cfr c. 10). Éstas pueden no proteger un elemento constitutivo esencial, sino simple-
mente obedecer a la libre decisión del legislador de sancionar con la nulidad la
carencia de ciertos requisitos (por ejemplo, cuando requiere para la realización de un
acto una determinada forma «ad va liditatem » ). Las leyes irr itantes e inhabilit antes , si
no protegen elementos constitutivos, por lo mismo que pueden ser abrogadas, pueden
ser tambi én dispensadas. Otra cuestión es que las leyes constitutivas produzca n efectos
irritante s aunque no se declare expresame nte , ya que no es necesar io seg uir la nonn a

247
COMP ENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CANÓNJCO

del c. 1O para dictaminar la nulidad de un acto que carece de alguno de sus elementos
esenciales constitutivos (Lección VI: II.B.2 .b) .

4. La nota de la excepcionalidad

Es una nota esencial de la dispensa que la relajación de la ley que se con-


cede mediante un acto singular se refiera a un caso particular . La particulari-
dad que se menciona como elemento definitorio de la dispensa es aquélla que
se contrapone a la generalidad, o a la abstracción , propia de la ley (Lección III:
1.2). Por tanto, la dispensa propiamente dicha ha de ser concedida mediante un
acto singu lar, el cual agota su eficacia en un caso determinado : para unas per-
sonas determinadas por una causa específica, o para una comunidad pero en
una situación concreta; de lo contrario, estaríamos ante una norma general abro-
gatoria o ante una nonna espec ial favorable. Es, pues, de particular importan-
cia examinar bien si se dan los extremos de la singularidad, ya que es uno de
los requisitos que legitima el ejercicio del poder de dispensar: si se tratase de la
relajación de una ley para una situación abstracta o indeterminada, se requeri-
ría el correspondiente poder legislativo.
La particularidad del caso no viene dada por la cantidad de situaciones j u-
rídicas o de personas afectadas por la dispensa , sino por el carácter de determi-
nación, de concreción, de la dispensa, que permite que la ley siga existiendo,
operando eficazmente en la comunidad para la que ha sido dada .
Por ejemplo, cabe dispensar de la ley del ayuno a una persona mientras tenga esta
enfermedad ( dispensa que podría aplicarse en una o en muchas ocasiones), o puede
dispensarse a toda una comun idad capaz de recibir una ley (verbigracia, una diócesi s),
pero solo en tm caso determinado: en este año porque ha habido una catástrofe .

De ahí que la doctrina haya admitido que la dispensa pueda ser: a) «sim-
plex» (cuando la dispensa se refiere a una sola persona, física o moral, para un
solo acto; por ejemplo, la dispensa de un impedimento para recibir la ordena-
ción); b) «simplex cum tractu successivo» (para una persona , pero no se agota
en un solo acto, como sería la dispensa de una penitencia mientras dure una de-
terminada enfermedad); c) «multipl ex» (que se dirige a varias personas respec-
to a un solo acto ; por ejemplo, la dispensa a toda una diócesis de la obligación
del ayuno de este viernes santo por una catástrofe sucedida recientemente); y
d) «multiplex cum tractu successivo» (para varios sujetos, sin que se agote en
un solo acto, como sería el caso del ejemplo anterior pero si la dispensa durase
hasta que cese el estado catastrófico) . En todo s estos casos debe estar pres ente
la nota de la singula ridad, que se da cuando los destinatarios o los casos a los
que se aplican son determinados .
Debido al carácter de excepcionalidad de la dispensa , surge la necesidad
de tutelar de modo especial su alcance singular y, como consecuencia de todo
esto , se entiende que el c. 92 establezca que la dispensa ha de interpre tarse es-

248
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRIVILEGIO Y DISPENSA

trictamente a tenor del c. 36 § 1. Este último canon preceptúa que el acto admi-
nistrativo, cuando es contrario a una ley a favor de particulares -como es el
caso, obviamente, de la dispensa - , ha de interpretarse estrictamente. Rige, por
tanto, el mismo principio establecido en el c. 18 para las leyes que contienen
excepciones a las leyes más generales. Es decir, en caso de duda hay que favo-
recer la observancia de la ley general, en vez de su excepción.
Es, en suma, el carácter de excepción a la ley, propio de la dispensa, el fac-
tor que postula una interpretación estricta en caso de duda y el que rechaza
cualquier interpretación extensiva, es decir, aquélla que vaya más allá del sen-
tido literal de las palabras, ampliando la dispensa a otros sujetos o a otras obli-
gaciones de la ley o a otros casos no explícitamente previstos en el acto de con-
cesión. Esto no obsta para que se aplique analógicamente el principio del c. 77,
es decir, que la dispensa suponga realmente alguna ventaja para el beneficiado.
Ahora bien , la interpretación estricta debe ser entendida correctament e: como un
tipo de interpretación explicativa que se realiza en caso de duda, como lo corrobora la re-
misión al c. 36 (al cual habría que acudir igualmente, aunque no existiese esta explícita
referencia, porque el acto de concesión de la dispensa es un acto administrativo). El c. 36,
en efecto, dispone que el acto administrativo ha de entenderse, en primer lugar, según el
significado propio de las palabras y el modo común de hablar (Lección VI: I.B.3 ); sólo
en caso de duda se ha de acudir a una interpretación explicativa (que puede ser amplia o
estricta); y el c. 36 impone la interpretación estricta para el caso del acto administrativo
contrario a una ley a favor de particulares (que es el supuesto de la dispensa).
Téngase en cuenta, además, que --como hemo s explicado en su momento-- no
hay que confundir la interpretación estricta con lo que se suele llamar interpret ación
restrictiva . La primera es un tipo de interpretación explicativa que, en caso de duda, eli-
ge, entre varios sentidos posibles, el más restringido (por ejemplo, cuando la pa labra
«laico» es interpretada en el sentido de los fieles no ordenados ni consagrados, exclu-
yendo a los fieles consagrados no ordenados) . La segunda, en cambio, no consiste en
una mera explicación de las palabra s, sino que fuerza su signi ficado literal, dándoles un
sentido más restrictivo, pensando que ése es el único significado racional posible. Natu-
ralmente, la ley puede indicar que determinados actos y normas se interpreten estricta-
mente (las leyes penales, los actos que contiene una excepción a la ley, etc .), pero no
exigirá la interpretación restrictiva, ya que ésta supone corregir el tenor literal del acto
interpretado.

B. El autor de la dispensa

1. La potestad de dispensar

a) El poder originario de dispensar

La dispensa es fruto de un acto puesto por la autoridad. Solo quien tiene la


potestad pública de regir la sociedad puede disponer que en un caso concreto,
por justificados motivos, no se aplique la nonna general. Cuando el legislador

249
COMPENDIO DE DER ECHO ADMINISTRATIVO CANÓNI CO

regula una determinada materia, puede decirse que , en cierto modo, se ha re-
servado la potestad de decidir sobre ella. Pero , a partir de la distribución de
funciones de gobierno , no se ve por qué tendría que ser nece sariamente el le-
gislador (o su sucesor o su superior) el autor de la dispensa de la ley que se pre-
tende dispensar, ya que no es lo mismo dar una norma general y abstracta para
regular la vida futura de una comunidad que resolver las necesidades concretas
de un caso peculiar.
Mucho se ha discutido en la doctrina canónica durante siglos acerca de la potestad
para dispensar de las leyes . Un principio tradicional es afirmar que puede quitar la
obligación quien puede imponerla . Con excesi va frecuencia se ha invocado este axio-
ma apoyándolo en presupuestos de tipo <<voluntarista», es decir , en aquella concepción
de la ley que ve en ésta el fruto de la voluntad del legislador y piensa que la razón de su
obligatoriedad es la voluntad del superior . Desde esta per spectiva, se concibe la posi-
ción de la autoridad como si fuese la de un dominus sobre la comunidad, lo que se ma-
nifiesta a la hora de tratar de la dispensa: el legislador libremente impuso una obliga -
ción, libremente la puede relajar; la razón última de la dispensa seria, pues, la voluntad
del superior .
Los canonistas han intentado moderar el principio voluntarista, requiriendo la ra-
tionabilita s de la ley ; y, por lo que se refiere a la dispen sa, exigiendo la presencia de
una causa justa, pero sin llegar a rechazar de lleno la concepción voluntarista. Esto se
nota, por ejemplo, a la hora de calificar la dispensa dada sin causa: es en todo caso ilí-
cita (los clásicos dirán que la autoridad peca al concederla), pero es válida si es dada
por el mismo autor de la ley, ya que la dispensa se consideraba en el fondo como un
acto de liberalidad de un dueño .
Pero la concepción voluntarista no debe ser simplemente moderada, sino rechaza-
da. Por supuesto que la libre voluntad de la autorida d tiene un papel importante en la
realiza ción de los actos y de las normas (los actos jurídicos son manifestaciones de vo-
luntad : Lección V: II.A. l ), pero la raíz última de la obligación jurídica no puede ser la
voluntad de un superior sino la necesidad de ordenar la v ida social y declarar la justi-
cia ínsita en la realidad (a la que se accede por la razón, en nuestro caso , iluminada por
la fe). En conclusión, el poder de dispensar no radica en la voluntad de la autoridad
sino en la potestad-función de la autoridad de resolver justamente casos particulares.

b) La habilitación a la autoridad ejecutiva para conceder dispensas

Dentro de la distinción de funciones de la potestad de gobierno, el CIC


atribuye la potestad de dispensar a quien tiene potestad ejecutiva y da las opor-
tunas reglas de competencia en los ce. 87-89 y 91.
Interesa detenerse en el porqué de esa opción del CIC de atribuir a la po-
testad ejecutiva el poder de dispensar . La dispensa es en cierto sentido un acto
peculiar, porque presenta notas características de cada una de las tres funciones
de gobierno: a) dispone sobre una materia legislativa, porque decreta la sus-
pensión de la eficacia de una ley en un caso concreto -algu nos autores han
propuesto , por esta razón, que fuese considerada como un acto de la potestad
legislativa - ; b) implica un momento de juicio de las peculiaridades del caso

250
EL CONTENJDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA , PRIVILEGIO Y DISP ENSA

-en algunos momentos históricos esta fase ha tenido especial importancia, so-
bre todo en algunas dispensas concedidas en forma comisoria-; y c) consiste
en satisfacer las necesidades de un caso concreto , permitiendo que no se apli-
que una ley, pero en razón de criterios que no contradicen la justicia . Este úl-
timo punto ha sido determinante para incluir la dispensa dentro de la función
administrativa, haciendo que el cauce formal para concederla sea el acto ad-
ministrativo. La tipificación de la dispensa como actividad administrativa tie-
ne la ventaja de aprovechar la cercanía de las autoridades ejecutivas con los
problemas reales.

c) La autoridad ejecutiva competente


La dispensa se concede mediante un acto administrativo emitido, como
afirma el c. 85, «por quienes tienen potestad ejecutiva, así como por aquellos a
los que compete explícita o implícitamente la potestad de dispensar , sea por
derecho propio sea por delegación». Antes de pasar a analizar quién tiene po-
testad de dispensar según se trate de una ley universal o particular, veamos al-
gunas reglas generales acerca de la potestad ejecutiva en la concesión de dis-
pensas.
El c. 91 establece que «quien tiene potestad de dispensar puede ejercerla
respecto a sus súbditos, incluso cuando él se encuentra fuera del territorio, y
aunque ellos estén ausentes de él; y si no se establece expresamente lo contra-
rio, también respecto a los transeúntes que se hallan de hecho en el territorio, y
respecto a sí mismo».
La dispo sición del canon recoge , pues , sustancialmente la regla más genérica del
c. 136, sobre el ejercicio de la potestad ejecutiva en general : puede ejercerse, aun en-
contrán dose fuera del territorio, sobre los propio s súbditos , incluso ausentes del terri-
torio (si no consta otra cosa por la naturaleza del asunto o por prescripción del derecho)
y sobre los peregrinos que actualmente moran en el territorio .
Son súbditos los que pertenecen a una jurisdicción personal respecto al Ordinario
personal, y, respecto al Ordinario local, los que tienen en su territorio el domicilio o
cuasi dom icilio y los vagos (c. 107 §§ 1 y 2), siempre en el ámbito de las respectivas
competencias. Los peregrinos no son, en principio, súbditos de los Ordinarios locales
(el transeúnte o peregrino es, a tenor del c. 100, el fiel que se encuentra fuera del domi-
cilio o cuasidomicilio que aún conserva) . El c. 136 excluye la competencia sobre los
peregrinos respecto a las leyes personales a las que están some tido s y a las particulares
de su territorio cuya transgresión cause daño en el propio territorio . El c. 91 no contie-
ne esta salvedad y, por ser más específico que el c. 136, podría pensarse que prevalece
sobre éste; además, la potestad ejecu tiva ha de interpretarse ampliamente (c. 138). No
obstante, aparte del caso de las leyes territoria les que obligan a los ausentes porque su
transgresión causaría un daño (y, por tanto , dificilmente podrá existir una causa ju sta
para su dispensa), el mismo c. 91, al establecer que también se puede dispensar a los
transeúntes, contiene el inciso «nisi contrarium expresse statuatur»; y, tanto el c. 136,
como el 13 § 2,1. º, disponen que no están bajo la competencia del Ordinario territorial

251
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

las mencionadas leyes. Nada impediría, sin embargo, que en el caso urgente se aplicase
por analogía lo dispuesto en el c. 87 § 2 sobre las leyes dadas por la autoridad suprema.

En resumen, la dispensa puede concederse solamente a los súbditos. Cabe


considerar, sin embargo, que alguien pueda beneficiarse indirectamente de una
dispensa dada por quien no es su Superior competente: es el caso de la dispen-
sa otorgada a un fiel que disuelve un vínculo legal que afectaba por igual a otro
(puede ocurrir, por ejemplo, en la dispensa de un impedimento matrimonial de
consanguinidad).
También ha establecido el c. 91, zanjando una cuestión que se venía discutiendo
desde hace siglos, que el superior puede dispensarse a sí mismo. Esto facilita la certeza
jurídica y es consecuencia de considerar al superior como un fiel de la comunidad de
que se trate. Naturalmente en estos casos la autoridad deberá extremar la prudencia en
la valoración de la causa. Normalmente se tratará de que el mismo superior conceden-
te pueda beneficiarse de una dispensa concedida a una comunidad de la que él forma
parte, o bien de asuntos que tienen escasa relevancia externa.

Al configurarse la potestas dispensandi como parte de la potestad ejecuti-


va, se rige también por las reglas de este tipo de potestad lo relativo a la dele-
gación. Es decir, es de aplicación lo dispuesto en el c. 137; y, en efecto, el c. 85
hace mención explícita de la potestad delegada de dispensar, si bien - precisa-
mente porque la dispensa es una excepción a la ley-, solo razones de mucho
peso pueden aconsejar esta delegación. De hecho, el c. 92 afirma que la potes-
tad de dispensar concedida para un caso determinado ha de interpretarse estric-
tamente.
Por último, hay que hacer referencia a la disposición del c. 89, que aclara
que «el párroco y los demás presbíteros o los diáconos no pueden dispensar de
la ley universal y particular a no ser que esta potestad les haya sido concedida
expresamente». Aunque , en rigor, se trata de una aclaración obvia, se entiende
la presencia de esta norma por las cuestiones suscitadas a lo largo de la histo-
ria sobre el tema, y para subrayar que tampoco en los casos extremos (que son
precisamente los que postulan una dispensa), en los que es dificil recurrir a la
autoridad competente, pueden los ministros sagrados dispensar de las leyes, ni
siquiera los párrocos, que son pastores propios bajo la autoridad del Obispo
diocesano (cfr ce. 515 § 1 y 519). De todos modos, precisamente en atención a
las funciones pastorales que desempeñan, cabe que a los sujeto s mencionados
se les conceda, por ley o por delegación , la potestad de dispensar en algunas
materias.
El mismo CIC concede al párroco, al ministro sagrado debidamente delegado y al
sacerdote o diácono que asisten al matrimonio de que trata el c. 1116 § 2, en peligro de
muerte y si no es posible acudir al Ordinario del lugar , la facultad de dispensar de la
forma del matrimonio y de todos los impedimentos de derecho eclesiástico, excepto
del surgido del orden sagrado del presbiterado (c. 1079 §§ 1 y 2); el § 3 del c. 1079 es-
tablece que en peligro de muerte el confesor goza de la potestad de dispensar en el fue-

252
-
EL CONTENIDODE LOS RESCRIPTOS: GRACJA.PRJVILEGJOY DJSPENSA

ro interno de los impedimentos ocultos. El c. 1080 concede también a los ministros sa-
grados antes mencionados la potestad de dispensar de algunos impedimentos en el lla-
mado «caso perplejo».
Además de las facultades , reconocidas en los ce. 1196 y 1203, de dispensar de vo-
tos y juramentos, el c. 1245 otorga al párroco la pote stad -que habrá de ejercer según
las prescripciones del Obispo diocesano- de dispensar de la obligación de guardar un
día de fiesta o de penitencia. En virtud de la equiparación al párroco , tienen también
esta facultad el cuasiparroco (c. 516) , el sacerdote del que trata el c. 517 § 2, el admi-
nistrador parroquial (c. 540 § 1), el capellán militar (Const. Ap. Spirituali Militum Cu-
rae, art. 7). Además , el mismo c. 1245 concede esta misma facultad al Superior de un
instituto religioso o de una sociedad de vida apostólica, si son clericales de derecho
pontificio, respecto a sus propios súbditos y a otros que viven día y noche en la casa.

2. El autor de la dispensa de las leyes universales

a) El régimen actual
Además de la potestad de dispensar que tiene el Papa (cfr c. 331 ), el c. 87
§ 1 establece que los Obispos diocesanos pueden dispensar de las leyes univer-
sales (promulgadas para su territorio o para sus súbditos) , salvo que se trate de
leyes procesales o penales, o de leyes cuya dispensa haya sido reservada espe-
cialmente a la Sede Apostólica o a otra autoridad.
Se consideran aquí «leyes univers ales» las que proceden de la autoridad universal
de la Iglesia , aunque su ámbito de aplicación sea particular .

El texto del c. 87 § 1 recoge sustancialmente el principio proclamado por


el Decreto Christus Dominu s, 8/b y responde a lo propuesto en los principios
5.0 y 6.º para la reforma del Código. Este canon contiene uno de los cambios
más importantes llevados a cabo por el CIC, respecto al Código anterior. En el
CIC de 1917 se daba lo que podemos llamar «sistema de facultades», según el
cual el principio general era que solo la autoridad supr ema podía dispensar de
las leyes universale s (basándose en que puede quitar la obligación quien pudo
ponerla), si bien, por razones práctica s, se concedían numerosas facultad es a
los Ordinarios locales para que pudiesen dispensar en las materias más fre-
cuentes. Ahora rige un sistema que podríamo s denominar «de re servas»: el
Obispo diocesano puede dispensar de todas las leyes salvo de aquélla s cuya
dispensa se reserve (a sí o a otras autoridades) la autoridad suprema.
La pote stad de los Obi spo s dioce sanos de dispensar de las leyes universales se
apoya, de un lado , en la doctrina del Concilio Vaticano Il sobre la episcopalidad, con-
cretamente sobre la pote stad (propia , ordinaria , inmedi ata) que tienen los Obispos de
reg ir como vicarios de Cristo, bajo la autoridad del Papa, las porcione s del Pueblo de
Dios que se les han encomendado (cfr Lum en Gentium, 27); y, de otro, en la tipifica -
ción de la dispensa como algo propio de la pot estad ejecutiva, que permite no identifi-
car su autor con el de la ley. Por otra parte , la potest ad episcopal ha de ejer citarse en

253
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

comunión con el Colegio episcopal , cuya cabeza es el Romano Pontífice, supremo ga-
rante de la comunión eclesiástica. Esto implica que el Papa puede avocar a sí determi-
nadas instituciones especi alme nte delicadas, reserván dose la fac ultad de dispensar en
esas materias. Éstas son las base s del actual régimen de la dispensa de las leyes univer-
sales.

b) Los titulares de esta potestad


El sujeto al que se reconoce esta potestad es principalmente el Obispo
dioces ano y todos aquellos qu e le están equiparados jurídicam ente (explícita
o implícitamente: los expresame nte equiparados al Obi spo dioce sano por el
c. 38 1 § 2, los Ordinarios militares, los Prelados de las pr elatura s personales
en el ámbito de su jurisdicción, los Ordinarios de los ordinariatos rituales),
porque también necesitan gozar de toda la potestad ejecutiva , ordinaria y pro-
pia , salvo en lo exceptuado por el derecho, para poder ejercer la función pro-
pia de capitalidad en la porción del Pueblo de D ios que les ha sido encomen-
dada .
La potestad del Obispo dioc esano de dispensar de las leyes universales es
ejecutiva, ordinaria y propia y, como tal, es delegable en virtud del c. 137 § 1,
tanto para un acto, como para la generalidad de los casos. Sin embargo, por la
importancia del asunto (conceder una excepción a una ley universal), es acon-
sejable usar muy restrictivamente de esta posibilidad (no habría sido extraño
que el legislador hubiese proh ibido expresamente este tipo de delegación). Hay
que tener en cuenta, por lo demás, la obligación que tiene el Obispo dio cesano
de defender la unidad de la Iglesia uni versal y de promo ver la disciplina común
de la Igle sia, exigie ndo el cumplimiento de las leyes eclesiásticas y vigilando
para que no se introdu zcan abusos (cfr c. 392), de manera que la dispensa de
una ley universal se presenta siempr e como algo excepciona l, justificado por
una causa.
No gozan ipso iure de la potestad de dispensar de las leyes universales los vica-
rios generales y episcopales: si bien éstos gozan de toda la potestad ejecutiva que co-
rresponde por derecho al Obispo diocesano (c. 479) , en esta mat eria es de aplicación el
c. 134 § 3, en cuya virtud todo lo que se atribu ye nominatim al Obispo diocesano en el
ámbito de la potestad ejecu tiva se entiende que compete sólo a él y a sus eq uiparados,
excluidos el vicario general y episcopal, a no ser que tengan mandato especial. En el
supuesto del c. 87 § 1, la potestad de dispensar es atribuida nominalmente al Obispo
dioce sano en razón de su potestad propia, que le ha sido reconocida por el derecho en
atención a su función de capitalid ad en la diócesis. Efectivamente, corresponde a la
responsabilidad episcopal de quien preside una porción del Pueblo de Dios hacer valer,
como expresión de la comunión ecles iástica, la legislaci ón promu lgada por la auto ri-
dad suprema, a la vez que dispensar, con justa causa, de su cumplimiento en casos par-
ticulares.
Además de la potestad que tienen los Obispos diocesanos (y sus equipara-
dos), el CIC concede a otros Ordinarios la facultad de dispensar de determina-
das leyes universales: el c. 1078 § 1 atribuye el poder de dispensar de los impe-

254
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRJVILE GJO Y DISPENSA

dimen tos matrimoniales de derecho eclesiástico no reservados (contenidos en


leyes universales) al Ordinario del lugar; el c. 1047 § 4 establece que el Ordina-
rio (cfr c. 134 § 1) puede dispensar de las irregularidades e impedimentos rela-
tivos al sacramento del orden, no reservados a la Santa Sede; y el c. 14 permite
a los Ordinarios dispensar de las leyes en los casos de duda de hecho (con tal
que, tratándose de una dispensa reservada , suela concederla la autoridad a quien
se reserva).

c) Las reservas
El c. 87 § 1 excluye de la potestad de dispensar de los Obispos diocesanos
(es decir, reserva a la autoridad suprema) las leyes procesales y penales. La ra-
zón se ve con facilidad: las leyes procesales procuran la defensa de los dere-
chos de los fieles, la igualdad de las partes, la averiguación de la verdad; de
suerte que será muy raro que una excepción a estas leyes pueda beneficiar a
los fieles , es decir, que pueda haber una causa justa. En cuanto a las leyes pe-
nales, hay que decir que habitualmente estas leyes tipifican como delitos con-
ductas gravemente inmorales (y en estos casos no cabe, lógicamente, ninguna
dispensa).
El CIC reserva, además, a la Santa Sede las dispensas de las siguientes
materias: el celibato sacerdotal (c. 291 ); la obligación de asociar al menos otros
dos Obispos consagrantes en la consagración episcopal (c. 1014); la edad re-
querida para el presbiterado y para el diaconado cuando el tiempo sea superior
a un año (c. 1031); las irregularidades e impedimentos para recibir las sagradas
órdenes previstos en el c. 1047; y los impedimentos matrimoniales de orden ,
de crimen y de voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso de
derecho pontificio (c. 1078 § 2). La autoridad suprema puede reservar la dis-
pensa de otras materias en un caso particular o como norma general, por ejem-
plo, declarándolo en la misma ley cuya dispensa quiere reservarse.
Una interpretación de la Comisión Pontificia para la interpretació n auténtica del
Código de Derecho Canónico, de 20.Vl.1987, afirmaba que el Obispo diocesano no
puede dispen sar de la norma del c. 767 § 1, que excluye a los laicos de la predicación
de la homilía. Este acto puede interpret arse, no como una reserva, sino como una de-
claración de indispensabilidad de la norma, si se entiende que es elemento constitutivo
de la homilía el que sea pronunci ada por un ministro ordenado (y en tal caso tampoco
la autoridad suprema podría dispen sar). Otra interpretación del mismo organismo, del
5.VII.1985 , reservó a la Santa Sede el poder de dispensar de la forma canónica en un
matrimonio entre dos católicos.

d) La potestad de dispensar de las leyes universales en caso urgente


El c. 87 § 2 extiende la potestad de dispensar de las leyes universales a
cualquier Ordinario (cfr c. 134 § 1) en caso urgente , es decir, «si es dificil recu-

255
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

rrir a la Santa Sede y existe además peligro de grave daño en la demora» , in-
cluso para aquellas dispensas reservadas a la Sede Apostólica, salvo la del celi-
bato clerical, con tal que la Santa Sede suela conceder esa dispensa en las mis-
mas circunstancias.
Al conceder este tipo de dispensas, por tanto , el Ordinario deberá juzgar,
además de si existe causa justa (en su caso, de acuerdo con la praxis de la San-
ta Sede), si se dan los elementos propios del caso urgente .

3. El autor de la dispensa de las leyes particulares

La dispensa de las leyes diocesanas y de las promulgadas por el Concilio


regional o provincial o por la Conferencia Episcopal corresponde al Ordinario
del lugar, a tenor del c. 88, lo que está en coherencia con la concepción de la
dispensa como objeto de la función administrativa . Es decir, corresponde a la
ordinaria administración de la diócesis (o de la comunidad de fieles a ella equi-
parada) dispensar de las leyes en beneficio de los fieles y de la propia comuni-
dad, lo cual es competencia de los que tienen encomendado el gobierno ordina-
rio de esa comunidad (cfr c. 479) .
La potestad de dispensar de estas leyes es delegable a tenor del c. 137 § 1, ya que
forma parte de las competencias normale s de la potestad ordinaria del Ordinar io del lu-
gar. Todo esto sin perjuicio de que el legislador particular se reserve , por importante s
razones, la facultad de dispensar de una concreta nonna .

C. El acto de concesión

l. Forma

La suspensión de la ley en un caso particular, con la correspondiente conce-


sión de un derecho a comportarse contra legem (contra la concreta ley que que-
da dispensada), solo puede concederse mediante un acto dado por quien tiene
potestad pública para hacerlo . A tenor del c. 85, la dispensa puede ser concedida
por quien tiene potestad ejecutiva y por quien goce de la potestad de dispensar
(al margen de la potestad ejecutiva) por derecho propio o por legítima delega-
ción. Esta norma está en consonancia con la ubicación sistemática del capítulo
dedicado a la dispensa (dentro del título IV del Libro 1, es decir, entre los actos
administrativos singulares) y repite lo dispuesto en los ce. 35 y 59: que los actos
administrativos singulares , entre los que se cuenta el rescripto (con el que se
puede conceder, entre otras cosas, una dispensa), son dados por quien tiene po-
testad ejecutiva, dentro de los límites de su competencia (Lección V: JI.B.1).
El acto de concesión será , por tanto, un acto administrativo singular; y, a
tenor del canon 59, lo habitual será que se trate de un rescripto. Nada impide

256
EL CONTENIDODE LOS RESCRIPTOS: GRACIA, PRIVILEGIO Y DISPENSA

que la dispensa se conceda de viva voz, como se ha estudiado al tratar de los


rescriptos (Lección VII: 11.B.7.b), pero , en ese caso, tendrá la dificultad de la
prueba. Las concesiones de viva voz podrán ser más o menos frecuentes en
aquellos supu estos en lo s que la relevancia social de la dispensa sea muy esca-
sa; por ejemplo, la dispensa del ayuno a un fiel.
En la doctrina se ha discutido acerca de la posibilidad de dispensas tácitas e im-
plícitas. Hay que descartar la dispensa tácita, pues la dispensa ha de provenir en cua l-
quier caso de un acto jurídico puesto por la autoridad competente; de la mera conduc-
ta omisiva no puede deducirse la concesión de una dispensa (podría hablar se, si acaso,
de la disimulación o de la prescripc ión, etc.). Cabría pensar en la hipótesis de una dis-
pensa concedida implícitamente cuando un acto de la autorida d comporta necesaria-
mente la previa concesión de una relajació n de la ley: en estos casos, sería necesario
probar la existencia de la voluntad de la autoridad de dispen sar y los demás elementos
esenciales de la dispensa. En todo caso, la concesión de una dispensa de modo implí-
cito debería ser reservada a casos rarísimos, pues la certeza jurídica y el buen gobier-
no requieren que se expliciten la situación excepcional de inaplicación de una ley y su
causa .

2. Causa
a) Noción
Se trata aquí de la causa motiva de la dispensa, que es la que impele a la
autoridad competente a suspender la eficacia de la ley en un caso singular, para
conseguir un resultado equitativo. La causa estará , pues, constituida por el con-
junto de circunstancias del caso que aconsejan la excepción a la norma general.
El c. 1536 § 2 del CCEO apunta como causa justa y razonable el bien espiritual
de los fieles (nótese que se habla de bien espiritua l de las almas, el cual puede
resultar muy oneroso desde otros puntos de vista).
El c. 90 del CIC habla simplemente de «causa justa y razonable». Que la
dispensa sea justa quiere decir que no puede lesionar ningún bien jurídico (de
la comunidad, o un derecho de particulare s). Por otra parte, que la causa sea ra-
zonable sign ifica que debe haber una armonía entre la razón de la dispensa y la
racionalidad propia de la ley, una proporción entre las circunstancias del caso y
la gravedad de la ley. Es precisamente en la valoración de la causa donde se ha
de agudizar la sensibilidad jurídica de la autoridad para que su concesión o de-
negación de la dispensa sea un acto prudente, equitativo.
El CIC no contiene prop iamente causas taxativas de la dispensa, excepto la dispo-
sición del c. 14 ya recordada (que haya duda de hecho). En algunos casos, sobre todo
cuando se concede a otra autoridad la facultad de dispensar , pueden describirse las cir-
cunstancias que deben concurrir para que haya una causa razonable para la dispensa.
Así nacieron las Jlamadas «causas canónicas», cuando la Santa Sede otorgaba a los Or-
dinario s locales facultades para disp ensar si concu rrían determinadas circunstancias.
Ahora bien, incluso en el caso de contar con una causa canónica (ya prevista) , la auto-

257
COMPENDIODE DERECHO A.DM!NISTRATJVOCA.NÓNICO

ridad concedente debe gozar de un margen de discr ecionalidad para juzgar la conve-
niencia de la dispensa, de lo contrario no estaríamos ante una dispensa, sino ante una
licencia.

b) Necesidad
El c. 90 § 1 dispone que «no se dispense de la ley eclesiástica sin causa
justa y razonable» . Es, en efecto , la causa el elemento que convierte a la dis-
pensa en una institución perfeccionadora de la ley, lejos ; por tanto, de ser un
factor perturbador del orden disciplinar establecido, fruto de un acto arbitrario.
Si la causa justa y razonable faltase , la dispensa no tendría razón jurídica de
ser: en expresión de los clásicos , no sería dispensatio (conceder sopesando)
sino dissipatio.
Es esclarecedor, a este respecto, lo dispuesto por el c. 93: la dispen sa cesa por la
cesación cierta y total de la causa motiva. Estamos aquí ante una consecuencia de la
importancia que tiene en la dispensa el elemento esencial de la causa (hasta el punto de
marcar una de las diferencias de esta institución con el privilegio) .
El c. 90 § 2 establece que la dispensa se concede válida y lícitamente
cuando hay duda sobre la suficie ncia de la causa. Aunque de hecho no fuese
suficiente la causa, es justo que esta norma supla esos casos dudosos po r mo-
tivos de certeza jurídica (y para evitar las ansi edades en el ámbito moral indi-
vidual).
El juicio acerca de la suficiencia de la causa es prudencial y requiere una observa-
ción atenta de las circunstancias del caso y de las exigencias jurídicas implicadas. Hay
circunstancias que aconsejan directamente que la ley sea dispensada: porque su cum-
plimiento supon e un incomodo especialmente oneroso (por ejemplo, cuando por debi-
lidad del cuerpo es mejor dispensar de la ley del ayuno) o porque la dispensa puede
producir un bien mejor, verbigracia, cuando facilita otra obligación import ante (por
ejemplo, cuando se dispensa de la obligación de la Misa para poder cuidar de un enfer-
mo). En otras ocasiones, puede ser aco nsejab le la dispensa aunque no haya ninguna
circunstancia que se oponga directamente al cumplimiento de la ley, pero de su relaja-
ción se puede obtener algún bien : para conseguir la reconciliación de una persona o
prevenir una transgresión más grave de una ley, etc. En estos últimos casos hay que va-
lorar más atentamente la racionalidad y la justicia de la causa, para no confundir la dis-
pensa con la mera relajación de la disciplina en detrimento del bien espiritual de los
fieles.

c) Posible derecho a la dispensa

La existencia de una causa justa y razonable para la dispensa no significa


que la dispen sa sea debida en justicia, que el peticionario tenga derecho a la
dispensa. La concesión de la dispensa --c omo hemos dicho al tratar de las gra-
cias en general- es un acto prudencial de gobierno y no de administración de
ju sticia ; es decir, no satisface un derecho previo, sino que crea uno nuevo.

258
EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA. PRIVILEGIO Y DISP ENSA

Con la dispensa se busca el bien del dispensado, sabiendo que el cumpli-


miento de la ley también es un bien para la comunidad y, en última instancia,
para el individuo. Solo en supuestos muy extremos puede haber un verdadero
derecho a recibir una dispensa: son aquéllos en los que cesa la ratio legis en un
caso particular y el único modo de hacer valer esa situación es mediante la ob-
tención de una dispensa .
Sería, por ejemplo , el caso de una ley irritante o inhabilitante (es decir que hace
nulo un acto o inhábil a una persona para poner un detem1inado acto) que limita el
ejercicio de un derecho fundamental, de suerte que el único modo de ejercitar tal dere-
cho sería con la dispensa que removería el obstáculo irritante o inhabilitante (piénsese ,
por ejemplo, en un impedimento matrimonial impue sto por una determinada razón , la
cual no se da en un caso concreto, si bien en la disciplina actual es dificil que esto se dé
porque solo han quedado los impedimentos más importantes) .
Hay otros casos en los que cesa la obligación y no es necesaria la dispensa ; basta
que el interesado aplique el criterio de la epiqueya (por ejemplo , si se da imposibilidad
de cumplir la ley, como haría un sacerdote enfermo que no puede cumplir la obligación
de rezar la liturgia de las horas).

Podría hablarse de derecho a la dispensa cuando exista una praxis de con-


cederla en determinadas condiciones, por razones de justicia distributiva (igual-
dad de trato) y derecho al buen gobierno, si bien las peculiaridades de los casos
singulares hacen que sea muy dificil que se den exactamente las mismas condi-
ciones, especialmente en el ámbito canónico, en el que hay que procurar el bien
espiritual de cada fiel , de manera que factores aparentemente irrelevantes pue-
den ser decisivos a la hora de juzgar la oportunidad de una dispensa. De todas
formas, sería justo denegar una dispensa que hasta entonces se solía conceder
cuando se declara explícitamente que se quiere cambiar en lo sucesivo el crite-
rio de concesión (por ejemplo, si la autoridad estima que la frecuencia de dis-
pensa está causando un daño grave a la comunidad) .
Si queda demostrado que en un caso particular no tiene sentido la disposición legal,
es justo que se dé la dispensa y cabe el recurso contra su denegación . Por ejemplo, la
Congregación para el Culto Divino ha considerado (el 18.XII.1999, prot. n . 2607/98/L)
que la hija de los recurrentes contra el acto administrativo del Obispo, que denegaba la
dispensa para recibir el sacramento de la confirmación antes de la edad requerida por
el derecho particular , reunía todas las condicione s de preparación exigidas por el dere-
cho universal para recibir la confirmación, por lo que su derecho fundamental a recibir
este sacramento, que había pedido razonablemente, prevalece sobre las disposiciones
( en general, justas) de derecho particular que exigen una edad mayor.

3. Cesación

La dispensa puede agotarse con el cumplimiento de un acto; por ejemplo ,


la dispensa de un impedimento matrimonial cesa con la celebración del matri-
monio ; la dispensa de edad para ser ordenado diácono, con la ordenación . Pero

259
COMPENDJODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNJCO

en otras ocasiones, la dispensa puede ser de tracto sucesivo, de modo que, en vir-
tud de la desvinculación concedida, permite realizar más de un acto contrario a la
ley dispensada (por ejemplo, la dispensa de la ley de la abstinencia de la carne
para esta cuaresma se mantiene durante todos los viernes de esta cuaresma).
Dispone el c. 93 que la dispensa de tracto sucesivo cesa de la misma forma
que el privilegio (vide supra: II.C.4).
Así, la dispensa cesaría, además del caso de muerte del interesado (c. 78 § 2), por
renuncia aceptada por la autoridad competente (c. 80 § 1) y por revocación de la auto-
ridad competente de acuerdo con lo dispuesto en el c. 47 (cfr c. 79). Naturalmente se
requiere una causa justa para tal revocación, ya que, si bien la concesión de Ja dispensa
es discreciona l, su revocación no lo es, pue s la dispensa da lugar a un auténtico dere-
cho en el sujeto pasi vo. Podria considerarse causa justa de la revocación el abuso de la
dispensa, conforme al c. 84. También cesaría la dispensa por las otras causas previ stas
para el privilegio, aunque éstas se darán más raramente en el caso de la dispensa. Con-
cretamente, por el cumplimiento del plazo o por agotarse el número de casos para el
que fue concedida la dispensa (c. 83); por cesación de la potestad de quien concedió la
dispensa , pero solo si la otorgó con la cláusula «a nuestro beneplácito» u otra similar
(ce. 81 y 46); por destrucción de la cosa o del lugar, si la dispensa tuviere esa referen-
cia real; y por desu so, y consecuente prescripción legítima, si la dispensa redundase en
gravamen de otros (lo cual sería muy dificilmente conciliable con la causa justa que
debe tener) .
También establece el c. 93 que, además de las causas de cesación comunes
con el privil egio, y a diferencia de éste, la dispensa de tracto sucesivo cesa con
la desaparición cierta y total de la causa motiva.
La cesación de la causa ha de ser cierta y total. No basta, pue s, que haya desapa-
recido sólo alguno de los motivo s que indujeron a la concesión de la dispensa, ni que
se haya aligerado la gravedad de las circunstancias. Asimismo, la cesación ha de ser
cierta y, por tanto, si hay duda, la dispensa continúa en vigor y puede usarse lícitamen-
te. Es importante que exista tal certeza, ya que la cesación de la dispensa no requiere
de por sí una declaración explícita de la autoridad.
Cabe pregunt arse si cesa la dispe nsa en el caso de que cese su causa motiva antes
de que la dispensa haya sido usada. Naturalmente, si en virtud de la dispens a se han
ejecutado ya algunos actos, aunque la dispensa como tal no haya sido llevada a efecto ,
habrá que respetar los derechos adquiridos por el sujeto pasivo de la dispensa. En el su-
puesto de que no se lesione ningún derecho adquirido, habría que aplicar extensiva-
mente el c. 93 a este caso y afirmar la cesación de la dispensa simple por cesación de la
cau sa, habida cuenta también de la esencialidad de la causa como elemento constituti-
vo de la institución de la dispensa.

4. Legitimidad

Una dispensa sin causa justa y razonable es claramente ilícita: así lo decla-
ra el c. 90, añadiendo que, si fue concedida por una autoridad distinta al legis-
lador o a su superior, es además inválida.

260
EL CONTENIDODE LOS RESCRIPTOS: GRACIA. PRIVILEGIO Y DISPENSA

No hay que olvidar que en la Iglesi a todos los que gozan de poder legislativo tie-
nen también potestad ejecutiva y, por tanto, pueden conceder dispensas mediante actos
administrativos. Por legislador aquí se entiende la autoridad que dio la ley que es obje-
to de dispensa , su sucesor y su superior, de manera que quedan excluido s los legislado-
res inferiore s (sería el caso, por ejemplo, del Obispo diocesano respecto a las leyes uni-
versales).

Esta diferencia de tratamiento entre la dispensa concedida por el legislador


y por quien no Jo es se debe a una reminiscencia de la historia de la institución
de la dispensa, que, en este punto , manifiesta una clara concepción de la ley de
tipo voluntarista, como hemo s explicado. Actualmente esta distinción carece
de consecuencias prácticas, ya que , válida o no, en cualquier caso la dispensa
es ilícita; y, si está concedida por la autoridad competente en la forma debida,
goza de la presunción de validez (cfr c. 124 § 2), de manera que, tanto para de-
clarar su nulidad como para rescindir el acto de concesión por ilicitud (Lección
VI) , se requiere el correspondiente recurso, que, en caso de prosperar, llegará
al mismo resultado práctico , independientemente de que la dispensa hubiese
sido concedida por el legislador o no.
Es en este punto donde se puede observar la m ayor ventaja de la tipifica -
ción del acto de concesión de la dispensa como acto administrativo: aquel que
se sienta perjudicado (que puede ser el mismo beneficiado si, por ejemplo , por
motivos de conciencia, quiere revisar la oportunidad de la concesión) puede re-
currir el acto (Lección IX) . El control de legitimidad del acto no puede hacer-
se, obviamente , confrontándolo con el texto de la ley (pues el acto dispen sato-
rio pretende , por naturaleza , un efecto contrario a la ley que dispensa), sino con
otros criterios de justicia: las exigencias de las peculiaridades del caso concre-
to, lo s valores que están en juego, las razones de oportunidad , etc. En caso de
duda, como hemos recordado, debe respetarse la dispensa, pero si se demue s-
tra claramente la insuficiencia de la causa, debe ser revocada o declarada nula ,
sin perjuicio de los efectos jurídicos que haya podido producir ya en virtud de
la presunción de validez.

261
PARTE TERCERA

EL SISTEMADE RECURSOSCONTRA
LOS ACTOSADMINISTRATIVOS

NOTA INTRODUCTORIA Y BIBLIOGRÁFI CA

Con la Const. ap. Regimini Ecclesiae Universae, de Pablo VI, se instituyó en 1967
la sectio altera del Tribunal de la Signatura Apostólica, con competencia para conocer
de los recursos contencioso-administrativos. Este hecho dio lugar a una abundante bi-
bliografía, pionera del derecho administrativo canónico, anterior al CIC de 1983. Poste-
riormente, los estudios sobre la justicia administrativa en la Iglesia se han multiplicado.
No obstante, atendiendo al objetivo de este Compendio, nos limitaremos a ofrecer
aquí algunas referenciasbibliográficasposteriores al Código vigente que puedan completar
rápida y eficazmentela informaciónsobre algunos aspectos del régimen canónicode los re-
cursos en la perspectiva del sistema de derecho administrativointroducidopor el CIC 83.

D'O STILIO, F.,JI diritto amministrativo della Chiesa, Citta del Vaticano1995.
DE DIEGO-LORA,C.-LABAND EIRA,E., La tutela de los derechos en la iglesia, en VV.AA.,
Manual de Derecho Canónico, 2: ed., Pamplona 1991, en especial, pp. 777-807.
HERRANZ, J., La giustizia amministrati va ne/la Chiesa dal Concilio Vaticano 11al Codice
del 1983, en «Ius Ecclesiae»2 (1990) 433-453.
GROCHOLEWSK I, Z., Treinta años de jusli cia administrativa canónica. Balance y persp ecti-
vas, en «Fidelium Jura» 8 (1998) 267-306.
LABA NDE JRA, E., Tratado de Derecho Administrativo Canónico, 2.ª ed., Eunsa, Pamplona
1993.
LLOBELL , J., JI «petitum» e la «causa petendi» nel ricorso contenzioso-amministrativo ca-
nonico. Projili sos tanziali ricoslr uttivi a/la luce della Cost. Ap. «Pastor bonus» , en
«Ius Ecclesiae» 3 (1991) 119-150 .
MARCHES!, M., 1 ricorsi gerarchici presso i dicasteri della Curia romana, en «Ius Eccle-
siae» 8 ( 1996) 71-96.
MONETA , P., La tutela dei diritti dei fedeli di.fi-011teall 'autorita amministrativa, en «Fide-
lium Iura» 3 (l 993) 281-306.
VV.AA., La gius tizia amministrativa nella Chiesa («Studi Giuridici»,vol. 24) , Citta del Va-
ticano 1991.
Pueden consultarse, además, los comentarios correspondientesa los cánones de refe-
rencia en VV.AA.(coords. A. MARZOA.-J. MIRAS-R. RoDRiGU EZ-ÜCAÑA), Comentario Exe-
gético al Código de Derecho Canónico, 3: ed., Eunsa, Pan1plona2001.

263
LECCIÓN IX

EL RECURSO JERÁRQUICO

J. Los RECURSOSADMINISTRATIVOS

l. Los recursos administrativos: concepto y función


Los actos administrativos poseen eficacia ejecutiva inmediata, como hemos
explicado. Cuando el afectado por un acto administrativo se considera perjudi-
cado por la resolución de la autoridad, la justicia exige que exista la posibilidad
de revisarla: de ese modo, si se mantiene, será despué s de haber sido reconsi-
derada para comprobar al menos su legitimidad; y preferiblemente también
otros aspectos de oportunidad.
La revisión del acto administrativo puede hacerse como respuesta a una
simp le petición, solicitud o súplica, de carácter gracioso, que instaura otra re-
lación jurídica entre el autor del acto y el solicitante, basada en el derecho de
petición del interesado (c. 212 § 2) y en la obligación de la autoridad de ejercer
un buen gobierno (Lección JI: I.A.2). Esa petición ofrece a la autoridad la
oportunidad (a veces reglada) de reconsiderar la medida adoptada, bien para
conso lidar su perfección (Lección VI: Introducción) , si decide mantenerla, o
bien para modificarla o incluso revocarla, al advertir aspectos que le habían pa-
sado por alto, o al decidir bené volamente acceder a la solicitud que se le hac e,
buscando otros modos posibles de satisfacer el bien público.
Pero esa revisión pued e ser también consecuencia de una impugnación,
esto es, una reclamación prevista y regulada por el derecho, por la que el acto
es jurídicamente atacado y se entabla también una nueva relación jurídica, aho-
ra contenciosa, entre su autor y el afectado, que pasan a ser respectivament e
suje to activo y pasivo, es decir, par tes de esa nueva relación: recurrente y re-
sistente. Como en toda relación contenciosa, hay entonces una autoridad que
resuelve el conflicto imponiendo jurídicamente la solución a las partes.
La impugnación puede producirse en vía administrativa, es decir, ante una
autoridad que fonna parte de la Administración pública, y que resuelve en vir-

265
COMPENDJO DE DERECHOADMJNJSTRAT!VO CANÓNJCO

tud de la potestad ejecutiva. En este caso, se establece una competencia de tipo


jerárquico, que puede dar lugar a sucesivos recursos ante el superior jerárqui-
co de quien resolvió el anterior, hasta agotar la vía administrativa. Puede darse
también -s imultánea, alternativa o sucesivamente- la posibilidad de impug-
nar el acto en vía jurisdiccional o judicial: ante un tribunal, que resuelve en
virtud de la potestad judicial y siguiendo las normas de actuación de los tribu -
nales de justicia.
Pues bien, se llama recurso administrativo a la impugnación de un acto en
vía administrativa . Cuando la impugnación se lleva a cabo en vía judicial, se
trata de un recurso jurisdiccional, que se puede llamar administrativo sólo por
el objeto sobre el que versa (un acto administrativo).

2. El recurso administrativo en el CIC

Al hablar del principio de legalidad (Lección II), hemos recordado los prin-
cipios directivos para la reforma del CIC 17 que se referían más directamente a
la regulación de la actividad de la Administración eclesiástica, y cuyo desarro-
llo ha sido cauce para implantar de manera concreta la legalidad administrativa .
Citaremos ahora por extenso el principio 7.0 , que expresa con gran claridad la
función de los recursos en el sistema de derecho administrativo canónico:
«No basta que en nuestro derecho esté vigente de manera conveniente la
tutela de los derechos. En efecto, han de reconocerse verdaderos y propios de-
rechos subjetivos, sin los cuales dificilmente puede concebirse la ordenación
jurídica de una sociedad. Por tanto , es preciso proclamar que el principio de tu-
tela jurídica se aplica por igual en derecho canónico a los superiores y a los
súbditos, de tal manera que se desvanezca cualquier sospecha de arbitrariedad
en la Administración eclesiástica.
»Esta finalidad puede obtenerse solo mediante recursos sabiamente dis-
puestos por el derecho para que si alguien considera lesionado su derecho por
la instancia inferior, éste pueda ser eficazmente restaurado en la superior.
»Mientras que se considera que en el Código están suficientemente regula-
dos segú n las exigencias de la justicia los recursos y las apelaciones judiciales,
por el contrario la opinión común de los canonistas considera que los recursos
administrativos están muy ausentes en la praxis eclesiástica y en la administra-
ción de justicia( ...)».
En aplicación de este principio se introdujo en el Código la Sección I de la
Parte V del Libro VII, que regula el «recurso contra los decretos administrati-
vos» (ce. 1732-1739). Este recurso es, en realidad, el único que cabe incluir
con propiedad en la categoría genérica de «recursos administrativos» que utili-
za el epígrafe de la Parte V, y su nombre propio es el de «recurso jerárquico»
(cfr ce. 1734 § 3,2. 0 , 1736 § 1).
En efecto, el Código no regula más recursos administrativos propiamente
dichos contra los actos singulares de la Administración, ya que la «petición»

266
EL RECURSOJERÁRQUICO

(c. 1734) previa al recurso, que estudiaremos, no es propiamente un recurso; y


el contencioso-administrativo -al que e l Código simplemente alude: cfr ce.
1400 § 2, 1445 § 2; Lección X- no es un recurso administrativo, sino jurisdic-
cional, es decir, un verdadero proceso ante un tribunal judicial sobre un acto ad-
ministrativo.
Veamos qué elementos presenta la regulación codicia! del recurso jerár-
quico.

Il. EL EME NTOS DEL RECURSO JERÁRQUICO

A. Objeto del recurso

El c. 1732 indica así los actos que pueden ser objeto del recurso jerárqui-
co: «Lo que se establece en los cánones de esta sección sobre los decretos, ha
de aplicarse también a todos los actos administrativos singulares que se produ-
cen en el fuero externo extrajudicial, exceptuados aquéllos que procedan direc-
tamente del propio Romano Pontífice o del Concilio Ecuménico». De este
modo se delimita el objeto del recurso, extendiéndolo a todos los actos admi-
nistrativos; y precisando después el alcance de esa extensión.

1. Inclusión de todos los actos administrativos

Aunque el epígrafe de la Sección I y el texto de los propios cánones 1732-


1739 hablan solo de los decretos singulares, esas nom1as son de aplicación
también a los demás actos administrativos singulares, de manera que solo se
excluyen a priori del recurso jerárquico las normas generale s de la Administra-
ción (Lección 111:V.3).
Por tanto, el recurso jerárquico puede interponerse contra los decretos y pre-
ceptos singulares; y también contra los rescriptos, cualquiera que sea su conte-
nido.
Ciertamente, los actos objeto del recurso serán normalmente decretos , por su pro-
pia naturaleza y por la tipología de sus contenidos (Lección VII). En cambio, podría
parecer más dific il ju st ificar que quien recibe un rescripto denegatorio de una gracia
padezca por ello propiamente una lesión que justifique la interposición de un recur so
jerárquico, dado el carácter gracioso - no debido en justicia - del contenido natural
de los rescriptos. Sin embargo, el legislador ha querido asegurar expresamente la po si-
bilidad de interponer recurso jerárquico también contra los rescriptos porque no puede
excluirse que la concesión de privilegios , dispensas u otra s gracias, tenga en ciertas
ocasiones carácter «debido» (Lección VIII: III.C.2.c) ; ni que, en algno s casos , sea cau-
sa de lesiones o cargas, no ya para el interesado, sino para tercero s, que quedarían in-
defen sos de no contar con un cauce claro de tutela de sus derechos y situac iones jurídi-
cas afectados por la concesión hecha al beneficiario .

267
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

2. Actos administrativos excluidos del recurso jerárquico

Pero la posibilidad del recurso jerárquico no se extiende exactamente a to-


dos los actos administrativos, puesto que se lleva a cabo con dos re striccione s,
fundadas en motivos de div ersa naturaleza.

a) Los actos dados para e/fuero interno

La primera restricción la señala el c . 1732, al decir que las normas sobre


el recurso se aplican a todos los actos administrativos <<quese producen en
el.fuero externo». Al estudiar el alcance de la eficacia de los actos adminis-
trativos (Lección VI: I.B . l ), hemos hablado de la posibilidad de actos que
afecte n sólo al fuero interno: cuando reúnen las demás notas esenciales, se
trata de actos administrativos, pero con un régim en ju rídi co especial, que se
manifiesta, entre otras cosas, en que no pueden ser objeto del recur so jerár-
quico.
El propósito del c. 1732 no es establecer que esos actos no sean susce pti-
bles de remedio jurídico alguno , sino simplemente excluir que ese remedio
sea el recurso jerárquico. No olvidemos que se trata de supuestos exce pciona -
les de ejercicio de la potestad de gobierno (cfr c. 130), cuyo ámbito normal es
el fuero externo; mientras que precisamente el recurso jerárquico constituye la
vía ordinaria y general para la impugnación de actos admin istrat ivos.

b) Los actos de la autoridad suprema

La segun da limitación a la aplicabilidad de las nonnas sobre el recur so je-


rárquico se refiere a los actos adminis trativos procedentes de la autoridad su-
prema de la Iglesi a. En este caso el c. 1732 no hace más que aplicar explícita-
mente a este ámbi to el principio general contenido en los ce. 333 § 3 y
336-338, y tutelado penalmente por el c. 1372. Contra los actos de la suprema
autoridad de la Iglesia no cabe interponer recurso propiamente dicho .
Lo mismo puede decir se de los actos de los dicasterio s romano s aproba -
do s por el Romano Pontífi ce en forma esp ecífica (cfr RGCR, art s. 126 y 134
§ 4) .
En esos casos cabría , a lo sumo, dirigirse al Romano Pontífice mediante una sú-
plica en vía de gracia, según la antigua institució n de la «aperitio orís» , mediante la
cual el Papa puede otorgar mandato a una autoridad inferior para que revise un acto
suyo o confirmado en forma especifica por él (cfr c. 1405 § 2).

e) Los actos administrativos de los dicasterios romanos

Aunque el c. 1732 no lo advierte expresamen te, tampoco son objeto de re-


curso jerárquico los demás actos administrativos emitidos o aprob ados por los

268
EL RECURSO JERÁRQU/CO

dicasterios de la Curia romana, aunque no cuenten con la aprobación en forma


específica del Papa, porque agotan la vía administrativa ordinaria.
Contra ellos solo cabría, en vía administrativa, una suerte de reposición ante el
propio dicasterio , regulada en el RGCR, art. 118 §§ 1-3, que recoge la clásica institu-
ción del benejicium novae audientiae; o bien un recurso extraordinario --es decir, fue-
ra del sistema ordinario de recursos jerárquicos- al Romano Pontífice ( cfr c. ] 417).
Al haberse agotado la vía administrativa, la impugnación ordinaria de es-
tos actos - no aprobados en forma específica- se produce ya en vía jurisdic-
cional, mediante el llamado «recurso contencioso-administrativo» ante la «sec-
tio altera» (sección segunda) de la Signatura Apostólica (Lección X).

B. Sujetos del recurso

El recurso jerárquico insta.urajurídicamente una controversia (que ya exis-


tía previamente de manera no formal, es decir, no institucionalizada en un cau-
ce jurídico de solución) entre dos partes con intereses en conflicto, y la somete
a la autoridad administrativa competente para que la resuelva en uso de su po-
testad ejecutiva, imponiendo la solución a las partes mediante decreto. Por tan-
to, siempre intervienen en el recurso una parte activa, a la que el Código llama
«recurrente» (c. 1738); una parte pasiva o resistente, que se le opone, y que el
Código designa como el «autor del decreto» (c. 1733 §§ 1 y 3, 1734 § 1, etc.);
y un superior jerárquico competente para resolver el recurso.

1. El recurrente

Al estudiar la figura del recurrente hay que referirse en primer lugar a los
requisitos que ha de reunir para ser reconocido jurídicamente como sujeto (ca-
pacidad jurídica) capaz de actuar en un recurso jerárquico (capacidad de obrar);
y además, es preciso dilucidar qué tipo de relación ha de tener con el acto recu-
rrido para ser admitido como parte activa en un determinado recurso (legiti-
mación activa).

a) Capacidad
La capacidad -aptitud jurídica para ser sujeto en un ordenamiento, o en
un ámbito determinado de un ordenamiento- es un requisito que el derecho
reconoce en abstracto, y por tanto no guarda relación con un acto administra-
tivo determinado. Pues bien, el Código no establece ninguna norma especial
sobre quiénes gozan, en abstracto, de la capacidad jurídica y de obrar requeri-
das para actuar en un recurso jerárquico, por lo que se aplicarán las normas
generales.

269
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

Tiene, por tanto, capacidad para recurrir toda persona hwnana, bautizada o
no, mayor de dieciocho años.

En efecto, si el recurrente es una persona física, la capacidad de obrar se regirá (c.


19) por los ce. 1476-1479, que presuponen los requisitos generales de capacidad de los
ce. 97 ss. Los menores y los carentes de uso de razón han de ser representados por sus
padres, tutores o curadores, aunque en algunos casos los menores con uso de razón que
hayan cumplido catorce años podrían ser admitidos a actuar personalmente (cfr ce. 96-
99, 1476, 1478-1479).

Tienen también capacidad para recurrir, por medio de sus representantes


legítimos, las personas jurídicas, públicas o privadas.

Rige en esta materia la norma del c. 1480, que ha de entenderse a la luz de las
normas generales contenidas en los ce. 113-123. Una interpretación auténtica de la Co-
misión Pontificia para la interpretación de los textos legislativos, de 20. VI.1987 decla-
ró que los grupos de fieles -incluyendo las asociaciones privadas de fieles sin perso-
nalidad (c. 310)- cuyos estatutos no hayan sido al menos revisados por la autoridad
competente (c. 299 § 3), no son capaces para recurrir como sujeto unitario. En cambio ,
los miembros de asociaciones privadas de fieles sin personalidad, cuyos estatutos ha-
yan sido objeto de esa revisión, pueden defender sus derechos e intereses conjunta-
mente, aunque no como asociación (c. 310); extremo éste expresamente reconocido
por la citada respuesta auténtica, según la cual podrían recurrir «en cuanto fieles singu-
lares, actuando individual o conjuntamente».

b) Legitimación activa

No todo sujeto capaz, en abstracto, para recurrir puede impugnar cualquier


acto administrativo. Además de la capacidad, el derecho establece otras condi-
ciones que han de concurrir para que un sujeto pueda impugnar un acto admi-
nistrativo determinado, que en cambio no podría ser recurrido por otros, aun-
que gozasen también de capacidad. Esa especial situación del sujeto capaz
respecto a un acto determinado se denomina legitimación activa. Por tanto,
puede ser recurrente el sujeto capaz que, además, está legitimado, por su rela-
ción (en los términos previstos por el derecho) con el acto objeto del recurso, o
por su posición ante los efectos de ese acto.
El c. 1737 § 1 expresa el requisito de la legitimación estableciendo que
puede interponer el recurso jerárquico «quien se considera perjudicado» (cfr c.
1733) por el acto administrativo y, por tanto , está interesado en su revocación
o enmienda (c. 1734).
Los verbos latinos usados por las normas que aluden a este requisito no
son verbos de ciencia o conocimiento , sino de opinión o pretensión ( «qui se ...
gravatum esse contendit», «quoties quis gravatum se decreto putet» ), lo que in-
dica bien a las claras que, para poder recurrir, no se exige la constancia absolu-
tamente cierta y objetiva de la existencia de un perjuicio efectivo. Pero tampo-

270
EL RECURSO JERÁRQUICO

co han de entenderse esos verbos en un sentido puramente subjetivo, como si


la legitimación residiera simplemente en un estado psico lógico que habilitara
para el recurso a cualquiera que concibiese -incluso sin fundamento alguno--
la impresión personal de que un acto administrativo le perjudica.
Por el contrario , para recurrir este acto administrativo aquí y ahora está le-
gitimado sólo quien puede experimentar un perjuicio si el acto se confirma y se
ejecuta , o puede verse beneficiado si el recurso prospera (LABANDEIRA). Esto
acontece, por supuesto, cuando el interesado ha visto vulnerado por el acto ad-
ministrativo un derecho subjetivo estricto; pero también -como explicaremos
al tratar de los motivos del recurso-- siempre que resulte verosímil que el re-
currente, en vittud de alguna situación jurídica digna de tutela (que no tiene por
qué ser identificable con un derecho estricto) , pueda verse perjudicado por el
acto administrativo.
Es necesario, por tanto, que el interés legitimador de un sujeto sea «objeti-
vable» de alguna manera, o dicho de otro modo, es preciso que pueda apreciar-
se, al menos, que el recurso no constituye una reacción absolutamente temera-
ria o infundada ante el acto de la autoridad.
Eso es lo que trata de expresar la doctrina cuando enumera, de maneras más o me-
nos coincidentes, las características que debe reunir el «interés» que hace que el sujeto
esté legitimado. Y en un decreto de la Signatura Apostólica (2 l .XI.1987) se estableció
que el interés legitimador ha de ser: «personal , directo, actual, fundado al menos indi-
rectamente en la ley y proporcionado». Pero más que los calificativos concretos que
acompañen al interés, lo que importa para la posibilidad real de acceso al recurso es el
contenido que asigne la jurisprudencia a cada uno de esos requisito s. Ciertamente , la
genuina sensibilidad canónica hacia la justicia y una orientación profundam ente perso -
nalista de las instituciones jurídicas parecen reclamar en la práctica una exquisita aten-
ción hacia todas las situaciones eventualmente dignas de consideración y tutela , que no
se vea obstacul izada por limitaciones formales innecesarias , es decir, derivadas solo de
una interpretación restrictiva no impuesta por el tenor de las nonnas jurídicas , siempre
que éstas admitan lecturas más amplias y flexible s, más acordes con la finalidad a la
que sirven (cfr, a sensu contrario , c. 18).

c) Capacidad y legitimación son requisitos para la admisión del recurso


Quizá sea oportuno, para comprender el alcance de este problema, adver-
tir que la legitimación activa no es el fondo de la controversia , sino una cues-
tión previa, que constituye un requisito de admisión del recurso, pero que no
prejuzga en modo alguno la decisión que pueda adoptar el superior que lo ha
admitido, cuando entre a conocer con detenimiento el fondo: cabe perfecta-
mente estar legitimado para recurrir y posteriormente no tener éxito en el re-
curso.
Precisamente por tratarse de una cuestión previa, el superior que recibe un
recurso no está en condiciones de adoptar en ese momento - sin oír a las dos
partes, sin pruebas, sin garantías - una decisión sobre el fondo del recurso; y

271
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRAT/VOCANÓNICO

el derecho no le pide que lo haga. Para admitir a trámite el recurso debe, sim-
plemente, verificar de modo sumario (sin necesidad de practicar especiales di-
ligencias o pruebas) que de la motivación aducida por el recurrente se despren-
de algo equivalente a lo que la doctrina, en el ámbito procesal, suele llamar
«fumus boni iuris», o sea, la presencia de un cierto fundamento que justifique
la actuación del recurrente como parte interesada en el recurso; o mejor -ya
que en este supuesto es de aplicación el principio «favorabilia amplianda»-,
que haga que no aparezca como evidentemente absurda e infundada.
En efecto, un recurso razonablemente accesible para los fieles - tan razonab le-
mente accesible como lo configura el Código-- , que sea posteriormente resuelto con
una motivación clara y rigurosa, parece más favorecedor de la paz y de la comunión -
y por tanto del interés general y del buen gobierno en la Iglesia - que la fácil inadmi-
sión de recursos basada en una exigencia desmedida de requisitos formales innecesa-
rios para la legitimación. No obstante, queda a la tarea jurisprudencia! ir determinando
la praxis en esta materia. Por otra parte , a propósito de la legitimación , se ha planteado
en la doctrina la cuestión de los intereses colectivos, así como la de los llamados inte-
reses difusos, que no puede decirse que tengan un titular determinado jurídicamente ,
pero cuya protección interesa de hecho a toda una serie de sujetos. En estos casos, a
pesar de que no exista una titularidad directa y exclusiva, puede suceder que se trate de
intereses verdaderamente dignos de protección, que quedarían sin tutela efectiva por
falta de un sujeto formalmente legitimado para reclamarla , en caso de que la jurispru-
dencia no adoptara un punto de vista flexible ante la cuestión. Por lo demás, se trata de
una flexibilidad que no sería totalmente novedosa en derecho canónico (LLOBELL, MO-
NETA, LABANDEIRA), y que se ha manifestado también en algunas resoluciones recientes
(ZUANAZZI).

d) Derecho del recurrente a servirse de abogado o procurador

El c. 1738 recoge para los recursos administrativos la regla general vigen-


te en el sistema procesal canónico, según la cual, salvo prescripción expresa en
contra, quien es parte puede llevar a cabo personalmente toda la actividad que
le corresponde en el proceso (cfr c. 1481 § 1); y establece, a la vez, que el recu-
rrente «tiene derecho a servirse de un abogado o procurador, pero evitando di-
laciones inútiles». Por tanto, la asistencia letrada se presenta como un derecho
que corresponde al recurrente, pero del que puede no hacer uso.
El inciso «pero evitando dilaciones inútiles» no puede interpretarse como una fór-
mula restrictiva del derecho a la asistencia letrada, que se da siempre en el recurso,
sino simplemente como una exhortación en la línea del principio de celeridad que pre-
side el procedimiento administrativo (Lección V: lll .C.8). Por tanto, si el recurrente es-
tima que ha de valerse de abogado o procurador, el superior que resuelve el recurso no
puede oponerse a ello. A lo sumo, podrá ejercer una actividad impulsora y ordenadora
del procedimiento, velando para que no se produzcan demoras que no sean estricta -
mente necesarias, pero siempre sin causar indefensión. Esta garantía del derecho a la
representación letrada para el recurrente indica, ciertamente, que la sustanciación del

272
EL RECURSO JERÁRQUICO

recurso jerárquico posee un carácter propiamente contradictorio: las partes tienen la


posibilidad de presentar alegaciones y pruebas en favor de sus intereses , y han de mo-
verse en un contexto fonnal que requiere una específica preparación, por lo que en mu-
chas ocasione s la intervención técnica del letrado será imprescindible.

Además de este derecho del recurrente, el c. 1738 regula un deber y una


facultad del superior jerárquico que ha de resolver el recurso:
El superio r tiene el deber de nombrar de oficio un patrono al recurrente si
lo considera necesario y éste no lo ha hecho. Si en el caso concreto el superior
estima que la ausencia de patrono puede producir indefensión o notable des-
ventaja al recurrente, porque éste no se muestre capacitado para defender per-
sonalmente de manera adecuada sus intereses, debe designarle patrono de ofi-
cio.
No obstante, se establece que, aun en los casos en que el recurrente actúe
representado por un patrono, designado por él o de oficio, el superior «puede
siempre» citarle para que comparezca personalmente y sea interrogado.

2. La parte resistente

a) Legitimación pasiva
La legitimación pasiva -para ser sujeto pasivo del recurso-- corresponde
siempre primaria y directamente a la autoridad que emitió el acto administrati-
vo que se recurre . Así lo expresan claramente las palabras «el autor del decre-
to» que utiliza repetidamente el Código para referirse a la parte resistente. Solo
se excluyen de ese supuesto de legitimación pasiva, por razones de orden cons-
titucional, el Romano Pontífice y el Concilio ecuménico , cuyos actos, como
hemos indicado , no pueden ser objeto de recurso (cfr c. 1732).

b) La intervención de abogado por parte del autor del acto


En el recurso contra un acto administrativo siempre está en juego, o puede
estarlo de algún modo, el bien público, puesto que ese fin ha de presidir toda
actuación legítima de la autoridad eclesiástica. Sin embargo, no se impone la
intervención de abogado o procurador por parte del autor del acto impugnado.
En cambio, en el ámbito procesal, una de las excepciones que impone el c. 14 8 1 a
la regla general de posibilidad de actuación personal de las partes en el juicio conten-
cioso son las causa s en las que entra en juego el bien público: en ellas es siempre pre-
ceptiva la designación de defensor de oficio a la parte que no lo tiene.

Esto se justifica, probablemente , por dos razones: en primer lugar, porque


se supone al autor del acto administrativo la capacidad de tutelar la parcela del
bien público afectada -que es «su interés» en estos casos- por sí mismo . En

273
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

segundo lugar , porque el superior qu e resuelve el recurso tiene también , por su


oficio, la función de velar por esos mismo s bienes. Por tanto, la no interven-
ción de abogado o procurador por parte de la autoridad cuyo acto se impugna
no tiene por qué poner necesariamente en peligro el bien público en juego . No
obstante, nad a impide tampoco que el autor del acto impugnado sea represen-
tado por un abogado o procurador, si lo estima oportuno.

3. Otros posibles interesados

Además del sujeto o los sujetos directamente afectados por el acto adminis-
trativo , podrían existir otras personas interesadas en su modificación o revoca-
ción --o incluso en su confirmación -, que deberían ser oídos por el superior,
si ello es posible , antes de resolver (cfr c. 50) , y que incluso podrían unirse for-
malmente a la pretensión de una de las parte s legitimadas en el recurso: es la fi-
gura de los «coadyuvantes», no prevista explíc itamente por el Código en este
ámbito, pero perfectamente po sible , como veremos al tratar del procedimiento
del recurso ante los dicasterios de la Curia romana.
El derecho procesal canónico --c uyas nonnas son de aplicación por analogía para
los aspectos procedimentales del recurso no regulados explícitamente (cfr c. 19)- pre-
vé varias hipótesis de intervención de terceros en causas judiciales: cfr ce. 1596-1597.

4. El superior jerárquico

La determinación de la autoridad comp etent e para recibir y re solver el re-


curso se reduce a la identificación del superior jerárquico del autor del acto ad-
ministrativo en cuest ión .
Así, para los actos administrativos emitidos por autoridades subordinadas
al Obi spo dioc esano, el superior ad quem será el Obispo . Los actos administra-
tivos del Obispo diocesano (o de sus equiparados: Lección I: III.l) habrán de
recu rrir se ante el dica sterio pontificio competente por razón de la materi a (PB,
art. 19 § 1); si hubiera varios que pudieran parecer competentes, puede dirigir-
se el recurso a uno de ellos o simultán eament e a varios, ya que la cuestión de la
determinación de competencia será resuelta por el procedimiento previ sto en
PB , art. 20 y RGCR , art. 137.
PB, art. 20 dispone que «si surgen conflictos de competenciaentre dicasterios, se so-
meterán al Supremo Tribunal de la SignaturaApostólica, a no ser que el Sumo Pontífice
quisiera proveer de otro modo». Por su parte, el art. 137 del RGCR impone a los dicaste-
rios, antes de admitir a trámite Wl recurso, la obligación de asegurarsede su propia compe-
tencia( § l) y de dirigirse a la Signatura Apostólicapara que resuelvaen ca<;ode duda(§ 2).
La nueva Lexpropria de la SignaturaApostólicaregula esta materia en su art. 105.
Los actos administrativos de los dica sterios romanos, como hemos dicho ,
no pueden ser objeto de recur so jerárquico, toda vez que no hay superior j erár-

274
EL RECURSO JERÁRQUICO

quico competente para conocerlo, por lo que se agota para ellos la vía adminis-
trativa y solo pueden ser objeto del recurso contencioso-administrativo ante la
Signatura Apostólica (Lección X).
En cuanto a a la determinación del superior competente en el caso de actos emiti-
dos en el seno de un ente asoc iativo o de un instituto de vida consagrada, habrá que es-
tar a lo dispuesto en las normas por las que se rigen, tanto las de derecho común como
las contenidas en sus estatu tos y constituciones.

C. Los motivos del recurso y su naturaleza

El recurso jerárquico debe ser motivado. Esto nos lleva inmediatamente a


preguntamo s de qué tipo pueden ser los motivos que han de alegarse para recu-
rrir.
A tenor del c. 1737 § 1, el interesado puede recurrir «por cualquier motivo
justo». Se trata de una expresión muy amplia que, en realidad, solo excluye ab-
solutamente los recursos que se presenten sin motivo alguno, o por un motivo
que no pueda ser calificado de <~usto».Si se relaciona esta norma con las posi-
bilidades de resolución-también muy amplias- previstas en el c. 1739, pue-
de decirse que cabe fundar el recurso jerárquico en cualquier motivo que el su-
perior pueda justa y legítimamente tomar en consideración para adoptar una
decisión en el marco de las facultades que el derecho le reconoce; o, en otras
palabras, que cabe pedir por todos los motivos por los que el superior puede
conceder (LABANDEIRA).
Esa amplitud admitida en la motivación indica una concepción del recurso como
propiamente administrativo, que lo aleja de posturas de corte jurisdicc ionalista. En
efecto, una construcción del recurso jerárquico que lo aproximara a las revisiones de
actos en vía judicial vendría a restringir sus motivos , centrándolos en tomo a las cues-
tiones de legitimidad y de estricta justicia. En cambio, la concepción administrativa no
transforma al superior jerárq ui co en juez , sino que mantiene a todo s los efectos - tam-
bién en cuanto a la resolución del rec urso- su caracterización como autoridad compe-
tente para administrar en la misma esfera y materia que el autor del acto recurrido, pero
en un ni vel superior. La autoridad que resuelve el recurso no es un juez que aplica el
derecho estricto, sino un superior que gobierna, y ello se refleja en la amplitud de sus
poderes de decisión, como veremos.

111.NORMAS SOBRE EL PROCEDIMIENTO DEL RECURSO JERÁRQUICO EN EL CIC

Aunque la rúbrica de la Parte V del Libro VII del CIC anuncia que en los
cánones que introduce se va a tratar del «procedimiento en los recursos admi-
nistrativos» , en realidad allí se regula sobre todo lo que ha de hacer el interesa-
do para llegar a interponer el recurso. En cambio, se trata muy escasamente el

275
COMPENDJODE DERECHOADMINISTRAT/VO CANÓNICO

verdadero procedimiento, es decir, el itinerario de sustanciación y resolución


del recurso jerárquico. Estudiaremos en primer lugar las norma s de procedi-
miento contenidas en el CIC, y completaremos la exposición tratando de la
praxis que se sigue en los dicasterios de la Curia romana para la admisión, sus-
tanciación y resolución de los recursos.

A. Pasos previos al recurso

El Código establece dos pa sos pre vios a la interposición del recurso jerár-
quico: el intento de alcanzar una solución de común acuerdo que evite el recur-
so (c. 1733), y la petición dirigida al autor del acto para que lo revoque o lo en-
miende (c. 1734).

1. Intento de conciliación

a) Conveniencia de evitar los litigios innecesarios

En el contexto de la regulación canónica de los procesos en general se pro-


clama, como rasgo de la fisonomía cristiana que ha de caracterizar la conviven-
cia de todos los fieles en la Iglesia, el deber de excluir el espíritu litigio so (cfr,
por ejemplo, Tit 3, 1-2; 1 Tim 3, 3; 2 Tim, 2, 23-24; etc.), que ha de ser sustitui-
do por Wl espíritu benigno y man so (cfr 1 Cor 13, 4-7) , que busque con diligen-
cia el modo de que «sin perjuicio de la justicia, se eviten en lo posible los litigios
en el Pueblo de Dios y se arreglen pacíficamente cuanto antes» (c. 1446 § 1).
El § 1 del c. 1733 traslada ese mismo espíritu al ámbito de los recursos ad-
mini strat ivos: «Es muy de desear que, cuando alguien se considere perjudica-
do por un decreto, se evite el conflicto entre él y el autor del decreto, y que se
procure llegar de común acuerdo a una solución equitativa, acudiendo incluso
a la mediación y al empeño de personas prudentes, de manera que la controver-
sia se eluda o se dirima por un medio idóneo».
Evidenteme nte , cuando la norma exhorta a que «la controversia se eluda o se diri-
ma por un medio idóneo», no quiere decir que el recurso jerá rqui co sea un medio in-
idóneo para resolver jurídicamente controversias: como remedio jurídico , no cabe duda
de que las zanja, pero lo hace mediante 1m acto de potestad , que impone a las partes la
solución de modo autoritativo. La preocupación manifestada por este canon se debe
más bien a que ese cauce, aun siendo adecuado y perfectamente legítimo para resolver
las posibles controversias, no lo es, ciertamente, para evitar conflictos o para resolver-
/os de común acuerdo. Y, en ese sentido, no cabe duda de que, siempre que sea posible ,
es preferible una solución pacífica y concorde a otra que, además de prolongar la situa-
ción de conflicto mientras se resuelve el recurso (y los posibles recursos ulteriores) , re-
sulta rá más traumática en cuanto a la decisión final (no satisfará al menos a una parte,
y en ocasiones a ninguna de las dos plenamente); y, además, podría exponer a las par-

276
EL RECURSOJERÁRQUICO

tes en conflicto - por deficiencias no achacables a los instrumentos jurídicos, sino a la


condición de la naturaleza humana - a lesionar la comunión, al menos afectiva, ha-
ciendo más costoso reparar el posible deterioro de las deseables relacione s de mutua
confianza y colaboración, una vez concluido el litigio.

Pero esta llamada al espíritu de concordia, de diálogo y de cooperación no


insta en modo alguno a la dejación sistemática de derechos , o a la negligencia
de obligaciones, de tal modo que se eviten los conflictos a toda costa.
El legislador canónico sabe - recuérdense los principios directivos 6.0 y
0
7. - que una hipotética concordia promovida sobre la base de situaciones in-
justas, o de cualquier modo nocivas para la vida de la Iglesia, no sería la verda-
dera paz sino, a lo sumo, una apariencia superficial de ausencia de conflictos ,
que muy poco tendría que ver con la comunión : «la paz será obra de la ju sti-
cia» (Is 32, 17), de modo que, cuando es necesario acudir a ellos, también los
recur sos, y en general los medios regulados para la tutela jurídica de los dere-
chos, son medios idóneos y eficaces al servicio de la comunión.

No hay que olvidar que esta nonna se encuentr a preci samente en el contexto de la
regula ción canónica del recur so jerárquico , por lo que no ha de entenderse como con-
tradictoria, sino como complementaria del derecho fundamental de los fieles a la tutel a
de sus derecho s, reconocido en el c. 221 § 1; que, a su vez, debe ser interpretado en ar-
monía con los ce. 209 y 223, relativos a la obligación de conservar la comunión y ten-
der al bien común de la Iglesia.
Como hemos explicado al hablar de los límites de la potestad ejecutiva (Lección
U) y de la responsabilidad de la Administración (Lección VI), en la búsqueda del bien
públi co es inevitable sacrificar en ocasiones alguno s intereses o situacione s parti cula-
res, que deben ceder ante el bien superior : cuando no hay otro camino para asegurar el
bien público , no se puede renunciar legítimamente al ejercicio de la autoridad , en aras
de un irenismo mal entendido . Pero en otras ocasiones la lesión del bien particular pro-
ducida por el acto de autoridad puede ser ilegítima, es decir , contraria a la ley; o pued e
suceder también que, aun siendo legítimo el acto, el sacrificio impuesto no sea impres-
cindible, o resulte desproporci onado ; o que la medida adoptada sea inoportuna, o res-
pond a a una deci sión precipitada, que cabría reconsiderar con mayor cuidado para ha-
cerla menos grav osa , más justa y equitativa. En todos esos casos , el fiel afectado tiene
derecho a reclamar, un derecho cuyo recto ejercicio no supon e, evidentement e, un
atentado contra la comunión .

Lógicamente, esta norma no va dirigida solo a quien se considere p erjudi-


cado por el acto administrativo, sino también a la autoridad de la que proc ede
el acto administrativo en cuestión (de manera más explícita, el c. 1446, que he-
mos invocado ya como principio general del que desciende el presente canon,
señala que son sujetos del deber de evitar los conflicto s innece sarios «todos los
fieles y en primer lugar los Obispos»). En efecto, en materia de rel aciones ad-
ministrativas , corresponde a la autoridad un papel importantísimo en la evita-
ción de conflictos, mediante una especial preocupación por el recto y adecua -
do desempeño del servicio de ejercer la potestad eclesiástica.

277
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

En este contexto , como se ha señalado acerta damente (MONETA), podría tener es-
pecial importancia, como medio de evitar muchos conflictos posterior es, el interés por
hacer efectiva y operante la audiencia de los posibles afectados antes de emitir un acto
administrativo, norma de procedimiento que el Código confía a la sensibilidad de la
autoridad eclesiástica y a su prud ente valoración de las circunstancias , sin imponerla
como requisito de validez de los actos (Lección VII: I.B.6.b).

b) Modos de buscar la conciliación

El medio más directo de buscar la conciliación es, sin duda, el diálogo in-
mediato entre la autoridad y el afectado por el acto administrativo. Pero no
siempre será posible, o prudente, o fructífero; y por eso el canon 1733 § 1 pre-
vé además la posibilidad de acudir a algunas personas prudentes que estudien
el asunto y medien entre las parte s, procurando hacer posible , y quizá eficaz,
ese diálogo.
Las circunstancias de cada caso determinarán las condiciones que hayan de reunir
los mediadores idóneo s: podrán aconsejar que se trate de per son as que gocen de la
confianza del afectado, o que posean acceso fácil a las partes en conflicto, o tal vez que
cuenten con otro tipo de cualidades -cierto prestigio , determinadas aptitudes técnicas ,
profesionales, etc.- , además de la prudencia.

El § 2 del mismo canon prevé la posibilidad de que la Conferencia Episco-


pal mande que en cada diócesis se constituya un organismo estable con esa
misma función . En ausencia de decisión de la Conferencia Episcopal, el Obis-
po puede instituir ese departamento o consejo en su diócesis.
En todo caso , la decisión final ha de ser de la autoridad y del afectado, ya
que cualquier tipo de mediación tiene como única finalidad acercar posiciones
y sugerir vías de solución que no serán eficaces sin la aceptación de las partes
en conflicto.
En cuanto a los modos concretos de evita r el recurso , es oportuno seña lar que,
para el ámbito judicial, el Código, en los ce. 1713 -1716 , regula la transacción y el com-
promi so arbitral como medios de solución extrajudicial de controversias . La transacción
es sustancialmente un acuerdo por el que las partes, cediendo ca da una en algún aspec-
to de su posición inicial , alcanzan una solución de común acuerdo con la que ambas se
declaran satisfec has y ponen fin al litigio . En los conflictos provocados por actos admi-
nistrativos cabría -a pe sar de la prohibición del c. 1715 de hacer transacción sobre lo
que pertenece al bien público-- la transacción, porque no supone automáticamente
una dejación de la obligación de la autoridad , toda vez que ésta puede sopesar las posi-
bles soluciones que surjan en el diálogo y comprobar en cada caso, antes de aceptarlas ,
que no lesionan el bien público. La expres ión «soluciones de común acuerd0>>que em-
plea el canon no signific a, ciertamente, que el resultado del intento previo de concilia-
ción sea un acto administrativo de naturalez a en cierto modo «cont ractual», o de carác-
ter bilateral, lo cual sería contradictorio con la propia naturaleza del acto de autoridad,
que siem pre es unilateral (Lección V: II.A.3). Pero sí puede suce der que, como fruto
del diálogo previo , la autoridad alcance un acuer do o un compromiso - una transac-

278
EL RECURSO JERÁRQUICO

ción- , incluso fonnalizándola en un contrato, y después emita un nuevo acto adminis-


trativo modificado en todo o en parte (o simplemente mantenga el anterior). En caso de
enmienda del acto, la autoridad actuará así porque estima que el nuevo acto no contra-
viene el bien público en juego, sino que lo persigue en conju nto más acertadamente
que el anterior; y adem ás conoce que el nuevo acto no será impugnado. De otro modo ,
si la autori dad no pudie se ceder y comprome terse en nada de lo relacionado con su
acto administrativo, no se entiende bien cómo podría llegarse a so luciones «de común
acue rdo», según pide el c. 1733.
El comp romiso arbitral es el acuer do por el que las partes se comprometen a dejar
la solución de su conflicto a la decisión de uno o varios árbitros , designados de común
acuerdo , que resuelven al margen del proceso judicial, generalmente - aunque no
siempre- con arreglo a su leal saber y enten der, o sea , según lo que consid eran equi-
tativo en el caso (arbitraje de equidad). El arbitraje, a diferencia de la transacción, no
seria admisible en la materia que estudiamos, porque pondría la decisión en mano s de
un tercero distinto de la autoridad , y ésta tendría que aceptar en todo caso la solución
dada, contraviniendo directamente la prohibición del c. 1715.

e) Momento de intentar la conciliació n

El Código no impone formalmente este intento de conciliación como re-


quisito previo al recurso, sino que se limita simplemente a señalar el interés de
que se llegue a una solución acordada antes de la resolución del posible recur-
so. Preci samente por eso, no hay norma alguna que supedite el comienzo del
transcurso de los plazos para recurrir al fracaso del intento de conciliación , de
tal modo que el tiempo cuenta ininterrumpidamente desde la fecha establecida
con carácter general (cfr ce. 1734 § 2, 1735 y 1737 § 2), y corre en contra de
quien se considera perjudicado por el acto administrativo.

Así pues, a efectos prácticos, quien estima que debe recurrir un acto admin istrati-
vo, ha de tener en cuenta que los plazos establecido s son perentorios y no se interrum-
pen, por lo que debe continuar dando los pasos necesarios en cada plazo, sin perjuicio
de que , paralelamente , estén en curso conversaciones destinadas a la búsqueda de otra
posible soluc ión.

La interposic ión del recurso en tiempo no cierra en modo algun o la posi-


bilidad de alcanza r ese acuerdo . Por eso el § 3 del c. 1733 indica que el mo-
mento de intentar la solución alternativa es «principalmente» una vez presen-
tada la petición previa al recur so del c. 1734, y antes de que se agoten los
plazos para recurrir ; pero nada impide que , aunque ya se haya presentado el
recurso, siga buscándose una solución de común acuerdo. De hecho, el mismo
canon hace una llamada al superior-paralela a la que se hace al juez en el c.
1446 § 2- para que, siemp re que abrigue esperan za de éxito, exhorte a las
partes a buscar esa solución, eso sí, teniendo en cuenta el transcurso del tiem-
po para resolver (cfr c. 57), que tampoco se interrumpe en virtud de esos in-
tentos.

279
COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

2. Petición previa de enmienda o revocación

a) Naturaleza de la petición
El c. 1734 § 1 dispone que «antes de interponer recurso, el interesado debe
solicitar a su autor por escrito la revocación o enmienda del decreto», solicitud
que se configura como requisito previo inexcusable («antes de interponer re-
curso ... debe solicitar») para la interposición del recurso jerárquico , en los ca-
sos y con las condiciones establecidas por esta norma.
Esta petición no es propiamente un recurso, ya que no posee el carácter im-
pugnatorio propio de todo recurso: su presentación no instaura todavía el conflicto
jurídico, un contradictorio, entre la autoridad y el fiel afectado, como hemos dicho.
Así pues, se trata simplemente de una petición, solicitud o súplica (en la doctrina se
le ha dado, entre otros, el nombre de supplicatio), anterior al verdadero recurso.
Su finalidad es sobre todo prevenir a la autoridad eclesiástica de que hay alguien
que se considera perjudicado por su acto administrativo y tiene interés en recurrirlo, de
modo que pueda reconsiderar su decisión y optar, bien por reafirmarse en ella, afron-
tando el recurso, o bien por revocarla o modificarla. Ciertamente, resulta razonable que
la autoridad eclesiástica que emite un acto administrativo en ejercicio de su función de
gobierno no se vea sorprendida por la interposición de un recurso, sin haber tenido
oportun idad de intentar explicar mejor al afectado el motivo de su decisión, o de modi-
ficar o retirar su decisión, tras reconsiderarla movido por las razones afloradas en el
diálogo con el fiel que se considera agraviado.

b) Plazo de presentación
El c. 1734 § 2 establece un plazo perentorio de diez días útiles (cfr ce. 201-
203 ), a contar desde la legítima notificación del acto administrativo cuya revo-
cación o enmienda se pide (Lección VII: I.B.7.a). Transcurrido el plazo de diez
días sin que se haya presentado la petición (salvo que haya transcurrido inútil-
mente, porque el interesado ignoraba la existencia del acto, o la posibilidad de
realizar esa petición, o porque no podía presentarla: c. 201 § 2), el fiel que se
considera perjudicado por el acto administrativo pierde su derecho a recurrir (c.
1465), ya que el recurso posterior no le será admitido si no ha mediado la peti-
ción previa.
No obstante, parece claro que si, a pesar de todo, el autor del acto admite la peti-
ción fuera de plazo y responde a ella, se vuelve a abrir para el interesado la posibilidad
de recurso (LABANDEIRA).

c) Requisitos formales
Respecto a los requisitos formales de la petición, el c. 1734 § 1 sólo exige
la forma escrita («debe solicitar ... por escrito») . Puede tratarse de un escrito en
forma de instancia o de una simple carta.

280
EL RECURSO JERÁRQUICO

d) Contenido
El escrito ha de contener al menos una petición explícita: la de revoca-
ción o refonna del acto. Esta solicitud, por ser previa a la instauración jurídi-
ca del conflicto, no requiere formalmente una exposición pormenorizada de
motivos, pruebas y alegaciones: basta con que el interesado manifieste suma-
riamente que se considera perjudicado en su situación por ese acto adminis-
trativo y por qué . No obstante, nada impide que se ofrezca una argumentación
detallada.
Puede incluirse también la petición de que se suspenda la ejecución del
acto administrativo, pero si no se hace, el c. 1734 § 1 la añade automáticamen-
te a la petición (<<hechaesta petición, se considera solicitada automáticamente
también la suspensión de la ejecución del decreto»).

e) Efectos
Los efectos de la presentación de esta petición de revocación o enmienda
son los siguientes:
l.º) A veces, como veremos, implica ipso iure la suspensión automática
del acto (cfr c. 1736 § 1).
2.º) En los demás casos, como hemos dicho, constituye una solicitud im-
plícita ( c. 1734 § 1) de suspensión de la ejecución del acto administrativo, que
pone en marcha un iter paralelo al del recurso, referido solo a la suspensión,
que estudiaremos enseguida.
3.º) Pone en marcha los intentos de conciliación, ya estudiados, a los que
se refiere el c. 1733.
4.0 ) Marca el día inicial (c. 203 § 1) en el cómputo del plazo de treinta días
para que el autor del acto responda a la petición . Transcurrido ese plazo, queda
expedita para el interesado la vía del recurso jerárquico (c. 1735).

f) Plazo de respuesta y reacciones po sibles del autor del acto


El c. 1735 prevé dos posibilidades de reacción del autor del acto adminis-
trativo ante la petición de revocación o enmienda:
1.0 ) Emisión y notificación de un nuevo decreto. En caso de que la res-
pue sta a la petición de enmienda o revocación del acto anterior se produzca
mediante un nuevo decreto , éste puede tener diver sos contenidos:
- rechazo de la petición , que supone la confirmación del acto anterior;
- revocación del acto administrativo, y restauración, en consecuencia , de
la situación anterior a él;
- emisión de un nuevo acto administrativo que enmiende en algunos as-
pectos el anterior. En este caso, la enmienda puede satisfacer al afecta-
do por el primer acto administrativo -podría ser consecuencia de lo s

281
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

intentos de conciliación que habrán comenzado al presentarse la peti-


ción- ; pero también podría suceder que continuase considerándose
perjudicado por el nuevo acto y mantuviese, en consecuencia, su inte-
rés en recurrirlo.
2.º) Ausencia de respuesta. Puede suceder también que la autoridad no res-
ponda a la petición. Entonces nos hallariamos ante uno de los supuestos de silen-
cio administrativo descritos en el c. 57 § 1: la ausencia de respuesta de la Admi-
nistración «cuando el interesado presenta legítimamente una petición( ...) para
obtener un decreto» (Lección VII: I.B.6.d). Sin embargo, en'este caso se estable-
ce un plazo especial, distinto del general de tres meses que prevé el c. 57: si la
autoridad no ha emitido un nuevo decreto en el plazo de treinta días, el plazo
para recurrir comienza a contar desde el día trigésimo desde la presentación de la
petición.
Ha de recordarse, en todo caso, que en derecho canónico el silencio de la Adminis-
tración no es una respuesta, sino que simplemente da lugar a una presunción de respues-
ta negativa que permite al interesado continuar sus diligencias. Pero la autoridad sigue
obligada a responder a las peticiones legítimas, y puede hacerlo , a tenor del c. 57 § 3,
aunque haya transcurrido el plazo y se haya interpuesto ya el recurso.

g) Actos que pueden recurrirse sin petición previa


El c. 1734 § 3 enumera los casos en que, por distintas razones, no se exige
el requisito de la previa petición de revocación o enmienda para la interposi-
ción del recurso:
1.0 ) En primer lugar, cuando se interpone recurso ante el Obispo contra
actos de autoridades subordinadas a él.
En este supuesto la posibilidad de recurso directo se debe a la posición del Obis-
po como cabeza de la Iglesia particular, que constituye su ámbito propio de gobierno
ordinario e inmediato (cfr cc. 381 y 391), por lo que su intervención directa, sin más
trámites, en la cuestión no tiene el carácter en cierto modo extraordinario que puede
apreciarse en otros supuestos.
2.º) Cuando el decreto que se pretende impugnar se haya emitido en reso-
lución de un recurso (por tanto, ya hubo petición prevía), salvo que quien lo
haya resuelto sea el Obispo, porque en ese caso no hubo petición previa (vide
supra: 1.0 ). Por tanto, cuando se trata de impugnar el decreto por el que el
Obispo resuelve un recurso contra un acto de una autoridad inferior, habrá que
pedir previamente al propio Obispo la revocación o enmienda de su decreto.
3.0 ) Cuando se recurre en virtud del silencio administrativo, en el supues-
to general del c. 57 (tres meses), o en el supuesto específico de silencio ante la
petición de revocación o enmienda (treinta días: c. 1735).
4.º) Cuando se responde a la petición previa con un nuevo acto que en-
mienda el anterior, pero no llega a satisfacer al afectado.

282
EL RECURSO JERÁRQUJCO

Tanto en este caso como en el anterior, se trata de una excepción lógica: teniendo
en cuenta que el autor del decreto ya ha tenido ocasión de reconsiderar el asunto, e in-
cluso ha enmendado los extremos que ha considerado que podía o debía reformar, la ne-
cesidad de previa petición de revocación dejaría de tener su sentido originario , y produ-
ciría un efecto simp lemente dilatorio, poco deseable en este ámbito, en el que se procura
-también mediante la especial brevedad de los plazos- que la situación de conflicto
pendiente se pro longue lo menos posible, para evitar que pueda dañarse la comunión
(HERRANZ).

B . Interposición del recurso

Vistos ya los requisitos y actuaciones previos al recurso , examinaremos


ahora la interposición del recurso propiamente dicho. La norma principal a este
respecto es el c. 1737, en el que se dispone que quien se considere perjudicado
«puede recurrir por cualquier motivo justo al superior jerárquico de quien emi-
tió el decreto»(§ 1), y se establece para ello «el plazo perentorio de quince días
útiles», determinando cómo han de computarse según los casos(§ 2).

l. Plazo

El plazo perentorio de quince días útiles para recurrir ha de contarse:


a) desde la legítima notificación del acto administrativo (Lección VII :
LB. 7 .a), en los casos en que no es precisa la petición previa de revocación o
enmienda;
b) desde la notificación del decreto que responde a esa petición, cuando el
autor del acto administrativo que se pretende impugnar responde dentro del
plazo de treinta días;
c) desde el día trigésimo a partir de la presentación de la petición , cuando
no ha habido respuesta .
Puesto que se trata de un plazo perentorio, tran scurrido ese plazo, el inte-
resado - si sabía y podía recurrir, ya que se trata de días «útiles» (cfr ce. 201-
203 )- pierde la posibilidad de interponer el recurso jerárquico; y el acto pue-
de ejecutarse sin trabas a partir de esa fecha.

2. Aspectos formales

El recurso puede presentarse directamente ante el superior j erárquico com-


petente, o también ante el autor del acto, que debe tra sladarlo de inmediato al
superior, sin ulteriores dilaciones (c. 1737 § 1), ya que a partir de ese momento
la cuestión escapa de su competencia.
El autor del acto recurrido podría siempre continuar intenta ndo vías de solución
distintas del recurso, como sabemos (cfr c. 1733 § 3 ), pero simultáneay paralelamente

283
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

a su sustanciación, es decir , sin congelar la tramitación del recurso, que debe ser en
todo caso inmediata por su parte.
Ha de interponerse por escrito, en el que deberían constar, al menos, los si-
guientes extremos:
a) los datos necesarios para identificar inequívocamente el acto adminis-
trativo al que se refiere, adjuntando incluso, si es posible, la copia del acto que
obre en poder del interesado;
b) la identificación de la persona que presenta el recurso, así como su do-
micilio a efectos de notificaciones;
e) cuando interviene en el recurso abogado o procurador, ha de constar su
apoderamiento bastante para actuar en nombre y representación del interesado;
d) la indicación del superior al que se dirige ;
e) la exposición de los motivos que dan lugar al recurso, junto con la docu-
mentación que pueda apoyarlos (o al menos su indicación, ya que en el breve
plazo del que se dispone puede no ser fácil obtenerla, y siempre cabe presentar-
la una vez admitido a trámite el recurso, en los plazos que señale el superior
competente) y la argumentación que pueda servir para fundamentarlos;
f) copia de la documentación (por ejemplo, escrituras de propiedad, con-
tratos, estatutos, decretos de nombramiento, actas y certificaciones, etc.) que
respalde la situación juríd ica en virtud de la cual el interesado se considera le-
gitimado para recurrir; o al menos, la indicación de la documentación que po-
dría aportarse, de ser requerida;
g) la pretensión del recurrente respecto al acto administrativo impugnado
y respecto a la situación jurídica afectada (lo que se pide);
h) si no se suspendió automáticamente la ejecución del acto impugnado (cfr
c. 1736 § 1), ni se acordó tampoco la suspensión provisional, puede pedirse de
nuevo al interponer el recurso, ya que el superior que lo resuelve tiene facultad
para acordarla de oficio o a instancia de la parte interesada (vide infra: ap . 4);
i) nada impide que, en su caso, se plantee también , en el recurso, la recla-
mación de resarcimiento por los daños eventualmen te causados por el acto im-
pugnado (ce. 128 y 57 CIC y ce. 1000 § 3 y 1005 CCEO; Lección VI: II.C);
j) la fecha y la firma del recurrente o de su procurador.

3. Efectos de la interposición del recurso

Al tratar de las impugnaciones, en general , se suelen distinguir dos efectos


primarios, que se denominan clásicamente <<devolutivo» (consistente en remi-
tir la cuestión al órgano que ha de resolver la impugnación, creando o actuali -
zando su competencia) y «suspensivo» (consistente en la suspensión de los
efectos del acto impugnado en tanto se resuelve la impugnación).

284
ELRECURSO
JERÁRQUICO

La interposición del recurso jerárquico instaura, o al menos actualiza , la


competencia del superior ad quem sobre la cuestión objeto de controversia: el
«efecto devolutivo». En cambio, por regla general, el efecto suspensivo no se
produce aquí automáticamente, sino sólo por expresa decisión del superior, ba-
sada en causa grave, como explicaremos enseguida.
Además, una vez interpuesto el recurso, nace para el superior la obligación
de responder (cfr c. 57), bien rechazando motivadamente su admisión (cfr c.
51), bien resolviendo, también motivadamentc, sobre el fondo, una vez haya
sido admitido.
El c. 57 establece con carácter genera l el plazo de tres meses para la resolución ,
aunque las normas especiales que regulen la materia de que se trate podrían establecer
otros plazos diferentes. Además , una vez admitido el recurso, el superior podría , si es
necesario , comunicar a las partes que el plazo para la resolución del recurso - por su
complejidad o por otros motivos, que han de especificarse- se prorrogará por un
tiempo determinado (cfr, por ejemplo, RGCR, art. 136 § 2).

4. La suspensión del acto administrativo

Si en el ámbito judicial la apelación, como regla general, suspende siem-


pre la ejecución de la sentencia (cfr c. 1638), en cambio, en el recurso adminis-
trativo la norma es la contraria. A pesar del orden en que se expresa el c. 1736,
puede decirse que, por regla general, el recurso jerárquico sólo produce efecto
devolutivo, salvo en algunos casos expresamente determinado s por la ley.
Esta acusada diferencia entre el ámbito judicial y el administrativo puede expli-
carse por las especiales características de la actividad administrativa , en cuanto ejerci-
cio inmediato de la función de gobierno que persigue de oficio el bien público eclesial.
La extrema importancia y fragilidad del bien público cuya tutela se confia a la autori -
dad eclesiástica hace necesario garantizar que la función de gobierno pueda llevarse a
cabo con agilidad y sin traba s innece sarias. Si por regla general el recurso - y la mis-
ma petición previa , según lo establecido en el § 1 del c. 1736--- suspendiera de manera
automática la ejecución del acto impugnado, cabría temer el riesgo de una virtual para-
lización de la posibilidad de actuación de la autoridad eclesiástica ante situacio ne s en
las que tiene obligación de adoptar medidas que puedan ser ejecutadas sin demora. De
ahí, sin duda , que se haya preferido establecer como norm a que la suspensión no sea
efecto automático de todo recurso.

Pero esta importante prerrogativa que protege a los actos de la Admini stra-
ción - reforzando las defensas del interés público constituidas por la presunción
de legitimidad y la ejecutividad- también implica el riesgo de que al ejecutar el
acto administrativo se produzcan lesiones -a fieles singulares, a comunidades
o incluso al bien público-, que algunas veces podrían ser de imposible o muy
dificil reparación, aunque finalmente el acto fuera enmendado, revocado o de-
clarado nulo. Por ese motivo, se prevé también la posibilidad de que el propio

285
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNJCO

autor del acto o el superior, si aquel no lo hiciera, suspenda cautelarmente la


ejecución. Se trata, pues , de un ámbito en el que la armonización y la garantía
de los delicados bienes en juego se deja en gran parte a la prudencia de la auto-
ridad competente.
Las reglas sobre la suspensión de los actos administrativos son las siguientes:

a) Casos excepcionales de efecto suspensivo automático del recurso

En algunos supuestos, especialmente graves, la ley establece el efecto sus-


pensivo automático del recurso, y el c. 1736 § 1 del canon que comentamos
extiende en esos casos la misma eficacia suspensiva a la presentación, no ya
del recurso propiamente dicho, sino incluso de la petición previa.
Así sucede, por ejemplo, en los recursos contra el decreto de expulsión de un
miembro de un instituto religioso (c . 700), o contra el decreto que impone o declara
una pena (c. 1353, en relación con los ce. 1319, 1342 § 1, y 1720); o, parcialmente, en
los recursos contra los decretos de remoción y de traslado, en los que se suspende solo
la facultad del Obispo de nombrar nuevo párroco mientras esté pendiente el recurso
(ce. 1747y 1752).

b) Procedimiento en los restantes casos


En los demás casos, la suspensión sigue un itinerario propio, paralelo al
desarrollo del recurso, que podría esquematizarse así:
1.º) Solicitud implícita de suspensión. Presentada la petición de enmienda
o revocación del acto administrativo, en los supuestos en que se exige, se en-
tiende automáticamente solicitada también su suspensión (c . 1734 § 1).
2. 0 ) Plazo autónomo de silencio administrativo para la solicitud de sus-
pensión. Desde la presentación de la petición previa comienza a contar un
plazo de diez días para que el autor del acto decida sólo respecto a la suspen-
sión .
3.0 ) Suspensión provisional anterior a la presentación del recurso. Trans-
curridos esos diez días sin haber recibido re spuesta sobre la suspensión, el in-
teresado puede solicitarla al superior jerárquico -es decir, al mismo que habrá
de resolver, en su caso, el posterior recurso-, y éste puede concederla provi-
sionalmente antes de la interposición del recurso , es decir, cuando aún está en
vigor el plazo para la respuesta a la petición previa. Pero solo puede hacerlo
por causas graves -cuya valoración le corresponde- y cuidando de que no
sufra detrimento el bien de las almas (c. 1736 § 2), consideración que podría
llevarle igualmente a no otorgar la suspensión, atendiendo a todas las circuns-
tancias .
Aquí el superior jerárquico no conoce aún del recurso, del fondo del asunto, sino solo
de la suspensión. Sea cual fuere la decisión que adopte en este momento , el superior jerár-
quico habrá de volver sobre ella una vez interpuesto el recurso (ce. 1736 § 3 y 1737 § 3).

286
EL RECURSO JERÁRQUJCO

4. 0 ) Cese de la suspensión provisional si no se interpone el recurso en


plazo. La suspen sión provisional que se hubiera concedido queda sin efecto si,
transcurrido el plazo de quince días útiles, no se interpone finalment e el recur -
so (c. 1736 § 4), en cuyo caso el acto administrativo puede ejecutarse sin más
trámites.
5. 0 ) Confirmación o revocación de la suspensión otorgada provisional-
mente. Si se concedió la suspensión provisional, una vez interpuesto el recurso,
el que debe resolverlo (es decir, el superior jerárquico) vuelve a pronunciar se
sobre ella, decidiendo si la mantiene mientra s esté pendiente la resolución del
recurso, o la revoca (c. 1736 § 3).
6.0 ) Concesión de la suspensión que se había denegado provisionalmente.
Si se había denegado la suspe nsión provisional, el superior jerárquico puede
conce derla todavía al conocer el recurso, una vez estudiadas más en profundi-
dad las circunstancias del caso. Esa concesión está sujeta a las mismas condicio-
nes indicadas por el c. 1736 § 2 para la suspensión provisional (c. 1737 § 3).
No se regulan expresamente en el Código las peculiaridades del iter que ha de se-
guir la suspensión en los casos en que no se exige la petición previa al recurso . A nues-
tro juicio, cabría también en esos supuestos - si el interesado lo estima necesario-
comenzar el trámite de la suspensión antes de la interposición del recurso, siguiendo
los pasos del itinerario que hemos descrito a partir del punto 3.º), es decir, presentando
en primer lugar al superior je rárquico la solicitud de suspensión provisional, que podría
otorgarse y ser confirmada o revocada una vez presentado el recurso propi ame nte di-
cho. Esta interpretación nos parece acorde con la finalidad para la que se ha previsto la
posibilidad de suspender la ejecución del acto administrativo, que sigue estando vigen-
te en esos supuestos de recurso directo al superior . En todo caso, para pedir la suspen-
sión sería necesario simp lemente explicar el posible perjuicio que se derivaría de la
ejecución del decreto y la dificultad de repararlo, mientras que la interpo sición del re-
curso requiere ya una motivación detallada que justifique su admisibilidad , como he-
mos explicado.

La suspensión concedida cesa, lógicamente, cuando se agotan sin éxito los


recursos ordinarios contra el acto administrativo.

5. Procedimiento de resolución del recurso jerárquico en el CIC

a) Normas aplicables
La regulación codicial del procedimiento se interrumpe, como hemos di-
cho, en el momento de la interposición del recurso, y pasa directamente al
momento de la resolución. La la guna abarca, por tanto, toda la sustanciación
del recurso, desde el trámite de admisión hasta la redacción del decreto defi-
nitivo, pasando por la actividad de las partes, los medios de prueba, etc.

287
COMPENDJODE DERECHO ADMJNJSTRATJVOCANÓNJCO

Las normas que pueden aplicarse para suplir - parcialmente- esa laguna
son, en primer lugar, los ce. 35-47, que contienen normas generales sobre los
actos administrativos. Además, serán aplicables algunos de los cánones relati-
vos a los decretos administrativos en general, toda vez que la resolución de un
recurso jerárquico se produce mediante decreto singular. Especialmente, sin
perjuicio de cuanto se ha explicado sobre el procedimiento administrativo en
general (Lección V: III), serian de aplicación en el procedimiento de los recur-
sos jerárquicos:
- el c. 50, del que se desprende que el superior que resuelva el recurso
debe recabar la s informaciones y pruebas necesarias, y oír, siempre
que sea posible, a los interesados (Lección VII: I.B.6.b ). No hay más
normas sobre la prueba y la audiencia de los interesados, de manera
que pueden servir al menos de orientación, congrua congruis referen-
do (cfr c. 19) las normas acerca de estas materias en el proceso judicial
(ce. 1476-1490; 1526-1586 ; etc.).
- el c. 51, que dispone que el decreto de resolución del recurso se emita
por escrito y se motive la decisión (Lección VII: l.B.5);
- el c. 57, que establece el plazo de tres meses para la resolución del re-
curso y la posibilidad de pasar al contencioso-administrativo si transcu-
rre ese plazo sin resolución, es decir, en virtud del silencio administrati-
vo (Lección VII: I.B.6.d). Además, en virtud del § 3 de ese mismo
canon, resulta aplicable a los recursos administrativos la norma del c.
128, a propósito del eventual resarcimiento de daños por parte de la Ad-
ministración eclesiástica (Lección VI: ll.C).
El RGCR regula en sus arts. 134- 138 el «procedimiento para el examen de los re-
cursos» cuando el superior jerárquico competente es un dicasterio de la Curia romana,
y declara expresa o implícitamente aplicables a ese procedimiento los extremos conte-
nidos en los cánones que acabamos de citar. Al final de esta lección se expondrá la pra-
xis de los dicasterios romanos en la resolución de recursos (cfr c. 19).

b) La posición del superior

De acuerdo con el c . 1739, «según lo requiera el caso, el superior que re-


suelve el recurso puede no solo confirmar o declarar nulo el decreto, sino tam-
bién rescindirlo o revocarlo o, si lo juzga más conveniente, corregirlo, susti-
tuirlo por otro u obrogarlo».
El superior, como dijimos al tratar de los motivos del recurso, no se encuentra li-
mitado, en cuanto a sus posibilidades de resolución, por las restricciones que afectan al
juez en la resolución del recurso contencioso-administrativo, que solo puede ser admi-
tido por motivos de legitimidad (Lección X: 11.C).Y ello es asi porque la tarea propia
del juez no es tomar decisiones de gobierno, sino solo juzgar si una determinada medi-
da adoptada por la autoridad administrativa es confom1e o no con el ordenamiento ca-

288
EL RECURSO JERÁRQUICO

nónico, e imponer a las partes en conflicto su sentencia. En cambio, el superior jerár-


quico es autoridad administrativa, y resuelve el recurso administrando, gobernando in
actu sobre la misma materia objeto de la decisión del autor del acto impugnado, que ha
pasado a ser de su competencia directa merced al recurso interpue sto; y sus atribucio-
nes sobre la cuestión son las mismas que tenía el autor del acto, pero en un grado jerár-
quicamente superior.

En consecuencia, el superior no tiene por qué limitarse a verificar la legiti-


midad del acto administrativo recurrido, sino que puede - si lo considera más
oportuno-- volver sobre el asunto y tomar una nueva decisión, que se encuen-
tre entre las posibilidades de solución igualmente legítimas, basada en su propia
autoridad y en el conocimiento adquirido durante la sustanciación del recurso.
Es significativo, a ese respecto , el tenor literal del c. 1739. Recordémoslo: «según
lo requiera el caso, el superior que resuelve el recurso puede no solo confirmar o decla-
rar nulo el decreto , sino también rescindirlo - hasta aquí, podría entenderse que nos
movemos en el terreno de la legitimidad: Lección VI: 11.A- o revocarlo o, si lo juzga
más conveniente, corregirlo, sustituirlo por otro u obrogarlo».

De la redacción del c. 1739 se desprende que en la resolución del recurso


jerárquico se prevé, ciertamente, la consideración de cuestiones de legalidad,
de requisitos de validez, pero también se incluye la posibilidad de resolver el
recurso atendiendo a motivos de oportunidad, de conveniencia, de buena admi-
nistración, etc.

Lo confirma la interpretación que hace de esta norma el RGCR, cuando establece


que los dicasterios, al resolver recursos, los examinan tanto por lo que se refiere a la le-
gitimidad , como por lo que se refiere al «mérito» (art . 136 § 1). En todo caso, el supe-
rior jerárquico no desconocerá la función propia de la autoridad inferior. Concretamen-
te, en la Iglesia, se trata habitualmente de recursos a los dicasterios romanos -que
resuelven con potestad vicaria del Romano Pontífice- contra actos de los Obispos;
por ese motivo, toda resolución que no se base en la ilegitimidad del acto, sino en mo-
tivos de oportunidad o conveniencia, debe tener en cuenta y valorar que el asunto ya ha
sido resuelto en la instancia de gobierno ordinaria, propia e inmediata, y sólo se adop-
tará cuando haya razones de verdadero peso.

c) El concepto de «oportunidad»

Ha de tenerse en cuenta que una decisión adoptada por motivos de oportu-


nidad no equivale a una decisión inmotivada, y que, por tanto, un recurso plan-
teado por motivos de oportunidad no es tampoco un recurso inmotivado . El
concepto de «oportunidad» que se utiliza en el ámbito del derecho administrati-
vo no es sinónimo de arbitrariedad, de capricho o de ausencia de motivos. Ante
todo presupone la legitimidad: entre legalidad estrictamente reglada e ilegalidad
manifiesta hay una banda -más o menos ancha, según los casos - en la que
ju ega la discrecionalidad, que no es mero espacio para el ejercicio caprichoso de

289
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATJVOCANÓNICO

la autoridad, sino posibilidad de elección entre diversas medidas igualmente le-


gítimas ante un caso determinado (Lección II: II.B). Y la elección, la decisión
que se adopte en cada caso, se basará en unos determinados motivos, criterios,
apreciaciones, etc., que el superior jerárquico puede , a su vez, ponderar nueva-
mente: todo acto administrativo ha de responder a unos criterios, a una valora-
ción de las circunstancias, a un juicio sobre el bien público y el bien del interesa-
do en el caso, que son los que llevan a la autoridad a tomar esa decisión y no otra.
Ante un ámbito de discrecionalidad, los criterio s de opoi;tunidad, conveniencia,
buen gobierno , buena administración, eficacia , etc. , que deciden no son puramente ima-
ginativos , o subjetivos; por eso el canon supedita los amplios poderes concedidos al su-
perior a un ejercicio «según lo requiera el caso», o a la decisión que «juzgue más conve-
niente» . En ese terreno intervienen criterios que no revisten la forma de mandato s
jurídicos , pero que contribuyen a precisar hacia qué fines deben encaminarse las medi-
das discrecionales de la autoridad, qué valores o preferencia s deben tener presentes , etc.
La falta de ponderación de ese tipo de criterios no hace estrictamente ilegítimo un acto
discrecional, pero puede hacerlo inoportuno, inútil, inconveniente, etc.; y, por ello, im-
pugnable.

d) La resolución del recurso

El recurso jerárquico se resuelve mediante un decreto singular del superior


competente, dado por escrito , que debe hacer constar los motivos en los que se
basa ( c. 51 ). En cuanto a su contenido, la decisión puede adoptar diversas mo-
dalidades, en una gama que va desde la total confirmación del acto hasta su to-
tal sustitución por un acto contrario. Veamos con detenimiento las distintas po-
sibilidades de solución según el c. 1739:
1.0 ) Confirmación del acto recurrido. Supone al menos que el superior
considera legítima la decisión contenida en el acto recurrido , ya que la legit i-
midad es en todo caso requisito necesario -aunque no siempre suficiente o
deci sivo-- para la confirmación del acto. Esta decisión implica el rechazo de
toda s las peticiones del recurrente y la subsistencia del acto administrativo im-
pugnado en los mismos términos en que se emitió.
2.0 ) Declaración de nulidad . En alguno s casos, el acto administrati vo es
nulo ipso iure, por falta absoluta de potestad o de comp etencia en su autor (cfr c.
35), por carencia de algún elemento esencial, por ausencia de alguno de los re-
quisito s establecidos por el derecho para la validez de ese tipo de actos (cfr c.
124 § 1), o por la presencia de algún vicio de procedimiento sancionado expresa-
mente con la nulidad (cfr c. 10). Pero esa nulidad no opera automáticamente,
como sabemo s; y, por tanto, los actos pret endidamente nulos vinculan a sus des-
tinatario s mientras no se produzca la declaración de nulidad (Lección VI: II.B).
Si se llega a declarar la nulidad , puesto que los efectos - jurídicos y materia/es-
eventualmente producido s hasta ese momento dependían de un acto absolutamente invá-
lido, la declaración de nulidad tendrá tambi én eficacia desde la fecha de la emisión del

290
EL RECURSO JERÁRQUICO

acto cuya nulidad se declara (ex tune), en la medida de lo posible. En estos casos, el su-
perior deberá tener en cuenta también la cuestión de los po sibles daño s, que habr án de
ser reparados a tenor del c. 128 (Lección VI: Il.C). La prudent e pre visió n de esta even-
tualidad puede ser una de las causas que aconseje suspender la ejecución del acto admi-
nistrativo .
3.0 ) Rescis ión (anulación). Puede suceder también que el acto impugnado
se vea afectado por algún vicio que no implique su nulidad absoluta o ipso
iure, pero que sí podría dar pie a su rescisión a instancia del interesado .
En estos casos - a diferencia de los supuesto s de nulidad absoluta - la decisión
producir á efectos desde su fecha (ex nunc), y no automáticamente desde el moment o de
la emisión del acto anulado (Lección VI: 11.8.3). Sin embargo, la justicia exigirá, en hi-
pótesis de este tipo, conjugar adecuadamente la posible retroactividad - total o parcial-
de los efectos de la anulación con la legitimidad de las situaciones que puilieran haber na-
cido al amparo de un acto que era válido (eficaz) hasta ese momento, pero anulable .
4.0 ) Revocació n. La revocación es el modo normal de cesación de los ac-
tos administrativos en general (Leccione s V y VII), y consiste en la emisión de
un decreto cuyo objeto es precisamente dejar sin efecto el acto anterior, sin ne-
cesidad de establecer en su lugar otro acto referido a la cuestión afectada.
El acto revocado no posee vicios de nulidad, ni otras irregularidades que lo hagan
anulable: de ser así la medida adecuada sería, bien la declaración de nulidad, o bien la res-
cisión. Se trata, pues, de un acto que podría subsistir, pero que el superior revoca por mo-
tivos de oportunidad, es decir, porque estima que es innecesario, o contraproducente de al-
gúnmodo, o ineficaz, o despropor cionadamente gravoso para el fin que pretende, etc.
5.0 ) Enmienda o corrección. Se da cuando el superior considera que debe
mantener par cialmente el acto impugnado, pero enmendando algunos extre-
mos . La corrección podría llevarse a cabo , ciertamente, para satisfacer al recu-
rrent e (cfr c. 1734); pero también como un modo de perfeccionar , en alguno s
aspectos defectuosos o menos oportunos, el acto que el superior considere sus-
tancialment e correcto, pero que no estime conveniente - o posibl e- confir-
mar simplemente en su redacción original.
Los extremos obj eto de enmiend a pued en ser, por ej emplo, errores materiales, o
algunos aspectos colaterales que el super ior no considera oportunos, o uno s determina-
dos plazos establecidos en el acto impugnado, o el cómputo de una antigüedad, etc.
Pero siem pre se mantiene en sustan cia el mi smo contenido del acto impu gna do: de lo
contrario, nos hall aríamos ante una revocació n o ante una sustit ución (vide infra). Pero
la corrección se distingue tanto de la sanación de vicios de nulid ad o que hagan rescin-
dible el acto (cfr, para las sentencias judici ales, ce. 1616 , 1619 y 1622), como de la
convali dación, que no seria ya una mera enmie nda (Lección VI: Il .8.4. c).
6.0 ) Sustitución. La última de las posibles decisiones prevista s en el c.
1739 es la sustitución del acto admini strativo por otro . Propi amente se da una
sustitución cuando el contenido del nuevo acto es diverso, es decir, cuando no
cabe apreciar identidad sustancial con el acto impugnado .
Nó tese que aquí no se trata de revocación, porque aunque también la revocación
se lleva a cabo mediante un nuevo acto admini strat ivo, éste no tiene por finalidad esta-

291
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

blecer una nueva situación, sino dejar sin efecto el acto anterior; en cambio, los su-
puestos de sustitución se dan cuando en lugar del acto impugnado se pone otro de con-
tenido diverso. Y tampoco se trata de una simple corrección o enmienda, porque no
puede hablarse de sustitución si el nuevo acto mantiene sustancialmente el anterior.
Esta posibilidad aparece en el texto del canon bajo dos denominaciones
que, si no son redundantes, podrían referirse a dos especies de sustitución:
- subrogatio: es la sustitución del acto impugnado por otro acto distinto
(el Código usa ese término, además de en este caso, para referirse a las
sustituciones de personas: cfr ce. 1425 § 5, 1624);'
obrogatio: es la sustitución del acto impugnado por otro, no ya simple-
mente distinto, sino contrario, tal como se deduce del uso de ese mis-
mo verbo que hace el c. 53.
Tal podría ser la resolución adecuada, por ejemplo, en los casos en que el superior
aprecie que el acto impugnado vulnera un derecho verdadero y propio, y estima que no es
suficiente la revocación del acto lesivo, sino que conviene hacer constar el reconocimien-
to de ese derecho violado, mediante un acto administrativo que lo tutele expresamente.

e) La cuestión del resarcimiento de daños


Para finalizar, conviene tener en cuenta que, excepto en los supuestos de
confirmación, el superior deberá tener presente la posible responsabilidad por
los daños causados por el acto administrativo (Lección VI: Il.C). La Const. Ap.
Pastor Bonus, como hemos explicado, ha establecido en su art. 123 un cauce
para la reclamación en vía jurisdiccional de esa posible responsabilidad de la
Administración, a petición del interesado; pero en la vía jerárquica ésta debe
ser una de las cuestiones que el superior examine de oficio, incluso cuando el
interesado no la incluya en el recurso entre sus pedimento s.
A efec tos prácticos, el recurrente se verá beneficiado si al plantear el recurso in-
cluye ya entre sus peticiones la relativa al eventual resarcimiento de dañ os, sin aguar-
dar a la interposición, en su caso, del contencioso-administrativo, ya que de ese modo
puede contar al menos con dos pronunciamiento s sobre la cuestión . El CCEO, poste-
rior al CIC en su redacción definitiva , sí contempla explícitamente entre los pedim en-
tos del recurso jerárquico el resarcimiento de daños (c. 1000 § 3) y establece el criterio
par a indicar qué autoridades incurren en responsabilidad y en qué medida , en el caso
de un acto impugnado (c. 1005) , extremos que están ausentes en el CIC, y que habrán
de ser suplidos cuando menos jurisprudencialmente (en aplicación del c. 19).

IV. EL PROCEDIMIENTODEL RECURSOJERÁRQUICOANTE LOS DICASTERIOS


DE LA CURIA ROMANA

Cuando se interpone recurso jerárquico contra un acto de una autoridad


administrativa que no tiene más superior jerárquico inmediato que el Romano

292
El RECURSO JERÁRQUICO

Pontífice, el Papa ejerce la función primacía! que le es propia a través de la ac-


tividad de los dicasterios de la Curia romana (cfr PB, art. 2).
Esta premisa permite entender adecuadamente la posición de los dicaste-
rios competentes cuando conocen de los recursos jerárquicos y, a la vez, expli-
ca la potestad que ejercen cuando eliminan el acto administrativo impugnado,
lo reforman o lo sustituyen por otro. Indudablemente, el dicasterio, que en este
tipo de recurso actúa como superior competente, tendrá en cuenta que ya ha
habido una decisión de la autoridad que era inmediatamente competente res-
pecto del asunto objeto del recurso; por tanto, si de la sustanciación del recurso
no resultan elementos suficientes para adoptar una resolución distinta de la que
contiene el acto administrativo impugnado, el dicasterio lo confirmará.
Las peculiaridades de procedimiento del recurso ante los dicasterios roma-
nos hacen oportuno dedicarle un apartado propio, también por su influencia so-
bre el modo de resolver los demás recursos jerárquicos. No debe olvidarse que
la actividad administrativa de la Curia romana, que incluye la resolución de re-
cursos, se configura según el c. 19 como una fuente supletoria para las lagunas
legales en derecho canónico y, en consecuencia, su conocimiento es necesario
muchas veces para resolver adecuadamente las controversias administrativas en
los niveles inferiores. Por estas razones, en las páginas que siguen ilustraremos
algunos aspectos del recurso jerárquico teniendo en cuenta la praxis de los di-
casterios romanos, sin volver a explicar las cuestiones generales que ya han
quedado expuestas.

A. Particular importancia de esta actividad de la Curia romana

Tratar del recurso jerárquico ante un dicasterio de la Curia romana - que


actúa con potestad vicaria del Papa- significa referirse a la actividad de con-
trol sobre la legalidad y sobre la oportunidad de los actos administrativos que
se realiza en la última instancia de la Administración pública eclesiástica. En
este sentido, se afirma que la decisión del dicasterio al resolver el recurso ago-
ta la vía administrativa, puesto que, si alguna de las partes continúa conside-
rándose perjudicada tras la decisión del dicasterio, la via de impugnación suce-
siva ya no será la del recurso administrativo jerárquico, sino la del recurso
jurisdiccional, ante el tribunal de la Signatura Apostólica (Lección X).
Al mismo tiempo, la decisión del dicasterio que resuelve un recurso jerár-
quico es presupuesto necesario para pasar a la vía jurisdiccional: no se puede
recurrir directamente a la Signatura Apostólica contra un acto administrativo
que no haya sido emitido o aprobado por un dicasterio de la Curia romana
-cfr PB, art. 123 § 1 y RGCR, art. 136 § 4-, salvo que, en algún caso poco
frecuente, el Papa o un dicasterio trasladen una controversia administrativa di-
rectamente a la Signatura Apostólica, según la previsión del art. 123 § 3 PB.
A la vista de estos presupuestos, resulta muy razonable que se empleen los
abundantes medios disponibles en el dicasterio --<lictámenes de consultores,

293
COMPENDIO DE DERECHO ADMINJSTRATI VO CANÓNICO

conocimiento de los precedentes, colaboración y asesoramiento por parte de


otros órganos de la Curia romana, etc .- para procurar llevar a cabo, al trami-
tar el recurso jerárquico, una actuación especialmente correcta desde el punto
de vista del buen gobierno.
Para alcanzar ese fin, teniendo en cuenta, además, que en la mayor parte
de los casos falta una relación de proximidad -ante todo geográfica, pues el
dicasterio se encuentra en Roma; y, consecuentemente, en lo que se refiere al
conocimiento pormenorizado de las personas y circunstancias de la controver-
sia-, resulta particularmente importante la aplicación ade,cuada de las normas
universales y especiales sobre la materia (cfr RGCR, art. 124) a la luz de los
principios del procedimiento que se han examinado (Lección V: III.C) .
En efecto, aunque este tipo de actividad administrativa de control desarrollada por
los dicasterios de la Curia se dirige a tutelar mejor el principio de objetividad (y la co-
rrespondiente imparcialidad) , la mencionada utilización de los medios disponibles en
la Curia tiene como finalidad realizar efectivamente otros principios del procedimien-
to, como el de verdad material y el de integridad de la decisión, que, de otro modo , po-
drían ver disminuido su influjo a causa de la distancia geográfica respecto del lugar de
los hechos. Por otra parte, este tipo de recursos manifiesta la importancia de la adecua-
da formalización escrita de las actuaciones, sin la cual sería dificil llegar a una decisión
de buen gobierno en este sector de la actividad administrativa, Si el procedimiento ad-
ministrativo de la primera decisión - la que luego ha sido recurrida ante el dicaste-
rio- se ha fonnalizado de modo completo, produciendo toda la documentación nece-
saria, el dicasterio que conoce del recurso dispondrá de los elementos apropiados para
ponderar convenientemente los distintos bienes en juego .

B. Las partes

1. Sujeto activo o recurrente

En cuanto a las necesarias capacidad y legitimación del sujeto interesado, el


principio general es que puede recurrir cualquier persona fisica o jurídica que se
considere perjudicada por la decisión contenida en un acto administrativo. De to-
dos modos , para este tipo de recursos se hace particularmente aconsejable cono-
cer si el interés invocado por el recurrente ha sido interpretado en la práctica de la
Curia romana en casos precedentes corno suficiente para legitimar al recurrente.
Por ejemplo, en el supuesto de la supresión de una parroquia, se ha considerado
que resultaban directamente perjudicados, y por tanto estaban legitimados para recurrir,
los fieles con domicilio en el territorio de dicha parroquia; en cambio, cuando se ha de-
cretado la remoción del párroco o la renovación ornamental de la iglesia parroquial, no
se ha considerado que los fieles de ésta pudieran alegar un interés directo . Así se puso
de manifiesto en un decreto de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de
26.1.1990. El objeto del recurso contencioso-administrativo era el decreto del dicasterio
competente que confirmaba el decreto de un Obispo mediante el cual se renovaba una

294
EL RECURSO JERÁRQUICO

iglesia parroquial según las nonnas del Concilio Vaticano ll . La Signatura Apostólica
rechazó el recurso declarando la ausencia de legitimación activa, ya que el caso no se
podía acoger a la prescripción del c. 214, invocada como fundamento por el recurrente
(«los fieles tienen derecho a tributar culto a Dios según las nom1as del propio rito apro-
bado por los legítimos Pastores de la Iglesia, y a practicar su propia fonna de vida espi-
ritual, siempre que sea conforme con la doctrina de la Iglesia»), aunque la renovación de
una iglesia sea fuente de ciertas incomodidades o de dificultades para los fieles.
El art. 138 del RGCR aplica a los recursos jerárquicos que se interponen
ante los dicasterios de la Curia romana la disposición del c. 1738, sobre el de-
recho del recurrente al patrocinio de un abogado o procurador. Aunque ningu-
na disposición normativa exija el patrocinio forense en este tipo de recursos,
debe subrayarse la conveniencia de la representación por medio de abogado o
procurador. De una parte, porque suele tratar se de una impugnación más com-
pleja, que requiere conocimientos técnicos --entre ellos, un buen conocimien-
to del estilo y la práctica de la Curia romana - y, en este aspecto, el abogado o
el procurador cumplen un servicio necesario para que el recurrente pueda hacer
valer adecuadamente sus derechos e intereses. De otra, por la mayor importan-
cia que adquiere la formalización cuando -se ha dicho ya- falta la cercanía.
El abogado o el procurador, además, pueden disuadir a tiempo al recurrente en
caso de que su pretensión carezca de fundamento, favoreciendo así el principio
de economía del procedimiento.
En aquellos casos en que la parte elige ser asistida por un abogado, debe
designarlo entre los abogados admitidos en el elenco de abogados habilitados
para ejercer en la Curia romana (cfr PB, art. 183), que también pueden actuar
en el eventual recurso contencioso-administrativo ante el Tribunal de la Signa-
tura Apostólica (donde sí es preceptivo el patrocinio forense). Para los casos en
que el recurso se promueva sin la ayuda de un abogado, la autoridad superior
del dicasterio -Prefecto o Presidente, según los casos - podría decidir, si lo
considerase necesario, que se nombrara un abogado de oficio.

2. Sujeto pasivo o resistente

El autor del acto administrativo recurrido es una autoridad inmediatamente


sujeta a la Santa Sede (Conferencia episcopal, Obispo diocesano y equiparados
- Lección 1: III.1-, Superiores mayores de institutos de vida consagrada o socie-
dades de vida apostólica, Capítulo de un instituto de vida consagrada, Presidente
o Asamblea de una asociación internacional de fieles) que, por tanto , no tiene su-
perior jerárquico intermedio. Por regla general, la autoridad cuya decisión ha sido
impugnada habrá tenido oportunidad de revisar la corrección del acto administra-
tivo en un momento anterior gracias a la preceptiva supplicatio, o petición previa
de enmienda o revocación del acto (c. 1734), que -como hemos explicado-- es
un instrumento de autotutela que ofrece a la Administración la posibilidad de rec-
tificar decisiones erradas sin necesidad de que intervenga la autoridad superior.

295
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTR ATIV O CANÓNICO

Como el último acto de la instancia anterior, antes del recurso (salvo en


los casos en que se recurre en virtud de silencio administrativo: c . 57), es la
respuesta a la supplicatio , que muchas veces confirmará lo dispuesto en el
acto principal, debe responder a esa petición la misma autoridad que emitió el
acto administrativo. En caso de que, por error, haya respondido el vicario gene-
ral en nombre del Obispo , confirmando la decisión que se pretende impugnar,
se hace necesaria una convalidación, que realizará la misma Congregación
competente, puesto que el acto impugnado tiene que proceder, también formal-
mente, del Obispo.

3. Otros interesados

Los intereses que llevan a recurrir un acto administrativo ante un dicaste-


rio de la Curia romana suelen ser de cierta importancia: de otra manera el re-
curso parecería un medio desproporcionado. No puede extrañar, por tanto, que
alguna vez un tercero interesado se sume a la impugnación del recurrente, con
tal que su interés tenga las cualidades necesarias para legitimarle .
Así se puso de manifiesto en una sentencia de la sección segunda de la Signatura
Apostólica, de 22. VIII.1987. El objeto del recurso jerárquico había sido un decreto de
la autor idad diocesana que declaraba quién era el titular de la propiedad de unos bienes
reclamados por un monasterio . Además de la oposición del recurrente , se dio también
la oposición de un tercero --e n ese caso, el responsable del archivo diocesano-- que,
según la ley civil, podía impedir la restitución .

C. El dicasterio competente

Recibe el recurso jerárquico el dicasterio competente por razón de lama-


teria (cfr PB, art. 19 § 1). No obstante, otras normas atribuyen competencias a
las Congregaciones para las Iglesias Orientales (cfr PB, art. 60) y para la Evan-
gelización de los Pueblos (cfr PB, art. 89) siguiendo un criterio territorial.
La información que se ofrece en algunas publicaciones - como por ejemplo el
volumen anual «L' Attivita della Santa Sede»·- pone de manifiesto que, al meno s en
los últimos años, los dicasterios que reciben un número mayor de recursos jerárquicos
son la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida
Apostólica y la Congregación para el Clero . Al primero, en razón de las competencias
atribuida s por los arts. 105-111 PB, se dirigen, por ejemplo, los recursos contra actos
administrativos que decretan la dimisión del estado religioso ; la denegación de la pro-
fesión de votos; la exclaustración impuesta; el traslado forzoso a una casa religiosa dis-
tinta; el precepto de volver a la casa religiosa; la impo sición de una visita médica; la
remoción de un oficio de gobierno o de enseñanza en una escuela confiada a un insti-
tuto de vida consagrada; ciertas autorizaciones relacionadas con cuestiones de índole
patrimonial y sucesoria referidas a religiosos; la remoción de cargos de dirección en

296
EL RECURSO JERÁRQUICO

una asociación de fieles dependiente de un instituto de vida consagrada; algunos pre-


ceptos impuestos por la vía administrativa; y, para el caso de sacerdotes que son miem-
bros de un instituto de vida consagrada, la suspensión de la actividad ministerial o la
remoción del oficio de párroco.
A la Congregación para el Clero, según las competencias atribuidas por los arts.
93-98 PB, se dirigen, entre otros, los recursos contra actos administrativos que decre-
tan la remoción o el traslado del oficio de párroco; la remoción, la suspensión o el tras-
lado de otros oficios diocesanos ejercitados por sacerdotes seculares; la denegación de
la incardinación o de la excardinación; el precepto de regresar a la propia diócesis; la
declaración de un impedimento para ejercer el orden sagrado; la suspensión de la acti-
vidad ministerial; decisiones relacionadas con cuestiones de índole patrimonial (inclui-
das las relativas a pensiones) referidas a sacerdotes del clero secular; la supresión de
parroquias; la demolición de iglesias parroquiales; la supresión de fundaciones; la re-
moción del cargo de presidente de una fundación; la concesión o la denegación de la
aprobación de la Conferencia Episcopal para la publicación de un texto de religión
para las escuelas; la denegación de sepultura en una iglesia.
Otros dicasterios a los que se remiten recursos jerárquicos son: la Congregación
para las Iglesias Orientales (en razón de las competencias atribuidas por los arts. 56-
61 PB, se interponen ante ella, por ejemplo, los recursos contra actos administrativos
que decretan la dimisión del estado religioso o la exclaustración impuesta de miem-
bros de institutos de vida consagrada de rito oriental); la Congregación para la Evan-
gelización de los Pueblos (por las competencias atribuidas por los arts. 85-92 PB, se
dirigen a ella, entre otros, los recursos contra actos administrativos que decretan la di-
misión del estado religioso o la la exclaustración impuesta de miembros de institutos
de vida consagrada o sociedades de vida apostólica que dependen de esta Congrega-
ción; la remoción, la suspensión o el traslado de oficios en diócesis que dependen de
esta Congregación); la Congregación para la Doctrina de la Fe (según las competen-
cias atribuidas por los arts. 48-55 PB, se le dirigen, entre otros, los recursos contra ac-
tos administrativos que contienen la autorización o la denegación del penniso para la
publicación de libros relativos a la fe y a las costumbres); la Congregación para el
Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos (en virtud de las competencias atribui-
das por los arts. 62-70 PB, se le envían, entre otros, los recursos contra actos adminis-
trativos que contienen la autorización o la denegación de la recepción de los sacra-
mentos o la participación en actos de culto); la Congregación para la Educación
Católica y para los Seminarios e Institutos de Estudio (en razón de las competencias
atribuidas por los arts. 112-116 PB, se le cursan, entre otros, los recursos contra actos
administrativos que decretan la remoción de un oficio de gobierno o de enseñanza en
una escuela o universidad católica o en un seminario); el Pontificio Consejo para los
Laicos (por las competencias atribuidas por los artt. 131-134 PB, recibe, entre otros,
los recursos contra actos administrativos que decretan la supresión de una asociación
de laicos, la remoción de cargos de gobierno en asociaciones de laicos, la imposición
por la via administrativa de sanciones penales a laicos) . Por el tipo de competencias
atribuidas, en otros dicasterios resultará muy escaso - o inexistente - el número de
recursos jerárquicos que se presenten.
En caso de que el objeto de la controversia sea competencia de más de un
dicasterio, el recurso se tratará conjuntamente por los dicasterios interesados
(cfr PB, art . 21 § 1).

297
COMPE NDIO DE DERE CHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

D. Objeto y motivos del recurso

Objeto del recurso administrativo ante el dicasterio de la Curia romana es


un acto administrativo singular dado por una autoridad inferior a la Sede Apos-
tólica. Se exceptúan, como hemos explicado, los actos emitidos para el fuero
interno (cfr c. 1732).
También se excluyen los actos que, pareciendo actos administrativos, no Jo son en
realidad . El hecho de que una persona dirija a la Curia romana .un escrito de queja de
cualquier género y lo llame recurso no significa que esté interponiendo un recurso je-
rárquico: posiblemente refleje un problema real que habrá que re solver, pero no me-
diante el recurso jerárquico .

Aunque todos los actos administrativos emitidos para el fuero externo ad-
miten recurso, es dificil que prosperen , en la práctica, algunos recursos contra
actos en los que la autoridad, al tomar la decisión, disponía de un margen de
discrecionalidad muy amplio.
Por ejemplo el recurso contra la sustitución de un vicario general o de un canciller
(que son nombrados libremente por el Obispo), pues en tales nombramientos influye
de manera muy relevante la relación de confianza entre la autoridad y la persona desig-
nada.

Lo mismo ocurriría en el caso de ciertas provisiones (concretamente, las


intervenciones de la autoridad que vienen a completar otro acto administrati-
vo: por ejemplo, después de remover a un párro co - c. 1746-, el Obispo
diocesano debe proveer acerca de la situación del párroco removido, buscar
otro oficio, etc.). No obstante, cabe el recurso contra esos actos, pues nada im-
pide que el dicasterio , atendiendo a las razones expresadas por el recurrente,
considere justo u oportuno actuar en otro sentido una vez recabada la informa-
ción necesaria .

E. Procedimiento del recurso

1. Actuaciones preliminares

a) La petición de enmienda o revocación previa al recurso


Como se ha dicho anteriormente, el recurso debe ser presentado en el pla-
zo establecido (quince días como norma general, diez días en otros casos,
como en los recursos contra la dimisión de un miembro de un instituto de vida
consagrada o de una sociedad de vida apostólica), que comienza a contar des-
de la recepción de la respuesta a la petición previa, ya estudiada, si la respuesta
se ha dado dentro del plazo de treinta días. Si no ha habido respuesta a la sup-
plicatio, el plazo para la interposición del recurso comienza a contarse a partir

298
ELRECURSOJERÁRQUICO

del trigésimo día desde que ésta se presentó . Esa petición previa actúa, pues,
siempre como precedente procesal inmediato del recurso ante un dicasterio de
la Curia romana. Vale la pena detenerse en algunos extremos de este tipo de ac-
tuación en la práctica.
Si el recurso se interpone sin que se haya presentado la supplicatio, el di-
casterio, después de hacer las averiguaciones y comprobaciones necesarias
ante el Obispo y ante el representante pontificio (quien , con ocasión de estas
gestiones, puede realizar además un intento de mediación), lo rechaza.
Tales comprobaciones son necesarias porque, en la práctica, no siempre es
fácil verificar los presupuestos necesarios para la admisión del recurso: cada
caso necesita indagaciones específicas sobre la legitimación y sobre los plazos
de notificación (para cerciorarse de cuándo ha conocido el interesado el decre-
to). Tampoco la determinación precisa de los términos temporales es cosa fácil:
no siempre los Ordinarios informan a los interesados de las posibilidades jurí-
dicas que tienen para recurrir; en otras ocasiones la redacción del decreto no es
clara o la forma que reviste es la de una simple carta, en una cuartilla de papel
(puesto que las prescripciones de los ce. 3 7 y 51, que se refieren a la escritura,
no especifican más respecto a la presentación).
A veces la petición previa de enmienda o revocación se hace oralmente,
porque aunque el c. 1734 establece que se haga por escrito, no lo exige como
requisito de validez. Si el recurrente ha solicitado de viva voz la revocación del
acto, esa petición podría valer en algún caso, si puede probarse adecuadamente
que ha tenido lugar.
Si el recurso es presentado en un dicasterio dentro de los diez días siguien-
tes a la notificación del acto administrativo al interesado, sin que se haya pre-
sentado la supplicatio, el dicasterio lo suele remitir al autor del acto adminis-
trativo , para que el recurso cumpla la función de la supplicatio.

b) Intento de conciliación

Como se ha estudiado ya en páginas anteriores, cuando un Ordinario reci-


be la petición de enmienda o revocación de un acto administrativo debe hacer
lo establecido en el c. 1733: estudiar si se puede solucionar la controversia evi-
tando el recurso.
La función de buscar y sugerir soluciones equitativas en estos casos puede ser con-
fiada, como hemos dicho, a un organismo estable que puede establecer la Conferencia
Episcopal o cada Obispo en la propia diócesis (cfr c. 1733 §§ 2-3), cuya función es «de
carácter consultivo y sus conclusiones nunca son vinculantes, ni para el superior ni para
el fiel que se considera perjudicado a causa del acto administrativo» (o'osnuo) .

Si en esta primera fase no se consigue la conciliación, en la práctica pocas


veces se alcanza a lo largo de los intentos que se llevarán a cabo más adelante .
Una vez que el recurso haya sido admitido por el dicasterio, y sobre todo si du-

299
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

rante el primer examen del recurso se manifiesta la apariencia de una lesión ju-
rídica producida al recurrente por el acto administrativo impugnado, y dicho
perjuicio se va confirmando a medida que se completa la sustanciación, el di-
casterio suele escribir a la autoridad que emitió el acto recurrido, haciéndole
partícipe de los resultados parciales de la sustanciación, y sugiriéndole que re-
voque el decreto o que lo modifique para salvar las situaciones jurídicas que
eventualmente hayan sido lesionadas, tal y como se han manifestado en el re-
curso.

2. Interposición del recurso jerárquico

a) Plazo de interposición
Si el recurso es presentado en un dicasterio una vez transcurridos los 15
días de plazo perentorio y, después de consultar a la autoridad recurrida -y
muchas veces también al representante pontificio (MARCHES!)--, se verifica
que al interesado no le fue imposible presentarlo dentro de plazo, se declara in-
admisible (también por el principio de estabilidad formal de las decisiones ,
para que quien gobierna no se vea turbado en el ejercicio de su función por in-
certidumbres, que es un aspecto de la certeza jurídica).
Si, en cambio, se puede probar la imposibilidad de atenerse a los plazos
para recurrir , el mismo dicasterio puede solicitar al Papa que dispense de ellos
al recurrente.
Por la lejanía geográfica y la dificultad de comunicación, a veces se crean
problemas dificiles de resolver. Si, por ejemplo, el recurrente se encuentra le-
jos de Roma y no recibe ninguna respuesta, no sabrá cuándo ha llegado el re-
curso al dicasterio; aunque lo normal sea que el órgano correspondiente de la
Curia romana le envíe una certificación de la recepción del recurso. En caso
contrario, hay que tener en cuenta que, si no se da respuesta dentro de tres me-
ses y pasan otros treinta días a partir del cumplimiento de los tres meses desde
el día en el que fue presentado el recurso ante el dicasterio, el recurrente pierde
el derecho de impugnación ante la Signatura Apostólica.
Problemas de este género se han dado. En una ocasión un sacerdote presentó re-
curso contencioso-administrativo sobre la base del silencio administrativo de un di-
casterio, que no había respondido al recurso jerárquico contra un acto del propio
Obispo. El recurso contencioso-administrativo no prosperó porque el dicasterio alegó
que nunca había recibido carta alguna u otro tipo de documento enviado por ese sa-
cerdote.
En la práctica, cuando se dan esas situaciones complejas tiene mayor importancia
la oportuna aplicación de principios del procedimiento como el de formalidad adecua-
da, que interviene, por ejemplo, si el último día del período para recurrir coincide con
una fecha en la que es imposible presentar el recurso porque las oficinas de correos lo-
cales o las oficinas de la Curia están cerradas: en ese caso, el límite de tiempo se exten-
dería hasta el siguiente día hábil para presentar el recurso.

300
EL RECURSOJERÁRQUICO

No es superfluo recor dar que con frecuencia no es fácil saber cuándo ha conocido
el interesado el acto impugnado y los demás extremos que hacen posible que ejerza su
derecho a recurrir: ese dato es importante porque el plazo no corre cuando la persona
ignora, por ejemplo , que tiene derecho a recurrir el acto administrativo , ya que se trata
de tiempo útil (cfr c. 201 § 2). Pero la ignorancia solo tendrá este efecto en los raros ca-
sos en los que se p ueda probar que la persona fue verdaderamente ignorante y de nin-
guna manera negligente en buscar la informac ión nece saria. La ignorancia de la ley y
del derecho de recurrir, o del límite de tiempo establecido por la ley para hacerlo , no se
presume (c. 15 § 2). En la práctica los dicasterios no rechazan un recurso amparándose
en el incumplimiento de los plazos, si el retraso sólo es de uno o dos días. Si el incum-
plimiento del plazo es mayor, la defen sa de la estabi lidad del acto recurrido sí puede
apoya rse en la extemporaneidad del recurso. De otra manera, cabría el riesgo de dejar
en la incertidumbre a la autoridad.

La calificación de estos quince días como útiles significa también que el


tiempo no corre cuando la persona está obstaculizada para actuar, por ejemplo
por seria enfermedad (c. 201 § 2).

b) Forma de interposición

Para que la interposición del recurso sea jurídicamente eficaz e imponga al


dicasterio la obligación de proveer no es necesaria una forma determinada ,
pero tienen que cumplirse una serie de requisitos esenciales, ya explicados (ce.
1734-1737).

e) Admisibilidad del recurso

Antes de aceptar un recurso los dicasterios deben verificar su propia com-


petencia en el caso y también que se han observado las normas relativas a la in-
terposición de recursos. En caso contrario declaran la propia incompete ncia o
que el recurso no cumple los requisitos para que se pueda admitir. En caso de
duda sobre la admisibilidad, es competente para resolver la Signatura Apostó-
lica (RGCR, art. 137).
Se debe advertir que a un dicasterio llegan normalmente mucha s instan-
cias y debe, no solo comprobar la propia competencia en cada asunto, sino
también discernir cuáles son verdaderos recursos y cuáles son consultas, es-
critos de queja, cartas anónimas, etc. Para hacerlo se tiene en cuenta que el re-
curso jerárquico se dirige a impugnar un acto administrativo y que, por tanto ,
no se refiere a un acto del poder judicial (por ejemplo, la decisión de un tribu-
nal) o del poder legislativo (por ejemplo, estatuto s que proceden de un obispo
diocesano). Asimi smo, es necesario advertir que entre los muchos actos de la
auto ridad administrativa que podrían llamarse actos administrativos en senti-
do amplio , los únicos susceptibles de recur so son los actos administrativos en
sentido estricto (decretos singulares o rescriptos), no otros actos fruto de la ac-

301
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tividad administrativa , como certificaciones, actos de mera información o de


comunicación.

d) Efectos de la admisión del recurso


Cuando un dicasterio admite un recurso, adquiere la obligación de emitir,
en el plazo de tres meses (se considera bastante ese tiempo , a no ser que concu-
rran circunstancias de lejanía y de especial complejidad), , un pronunciamien to
sobre la cuestión, en ejercicio de su potestad ejecutiva. Si esos tres meses no
resultaran suficientes, el art. 136 § 2 del RGCR permite prorrogar el tiempo
para reso lver dando comunicación a los interesados, indicando la duración de
la prórroga y sus motivos (se entiende que tal decisión de prorrogar el plazo se
podría recurrir). De otro modo , habría transcurrido el plazo del silencio negati-
vo (c. 57), sin que por ello cese la obligación de pronunciarse.
La práctica de la Curia romana a este respecto consiste en que si, una vez transcu-
rrido el pla zo de silencio administrativo , el recurrente acude en contencioso-adminis-
trativo ante la Signatura Apostólica, este tribunal antes de conocer el recurso se dirige
al dicasterio interesado, solicitando los datos necesarios.

Una vez que se admite el recurso jerárquico ante el dicasterio, el acto ad-
ministrativo que emitió la autoridad resistente queda en una situación especial:
deja de ser eficaz en sentido pleno. Como sabemos, algunos recursos suspen-
den total o parcialmente los efectos del acto (en materia de religiosos y de re-
moción de párrocos y en los recurso s contra decretos penales) ; y en los restan-
tes, la suspensión sigue las normas que hemos explicado.

3. Sustanciación del recurso

Admitido el recurso, se sigue el procedimiento de sustanciación del acto


administrativo: hay, por tanto, un responsable del procedimiento (normalmente
será uno de los jefes de las distinta s oficinas o departamentos que componen
un dicasterio ), que llevará a cabo las actividades de instrucción, siguiendo las
indicaciones de las autoridades superiores del dicasterio y de acuerdo con unos
procedimientos empleados otras veces en el dicasterio para atender casos aná-
logos. Esa actividad le debe poner en condiciones de presentar un proyecto
para la resolución final , qu e deberá ser adoptada por el nivel de gobierno com-
petente en el dicasterio (congreso, sesión ordinaria o sesión plenaria del dicas-
terio) en el plazo de tres me ses (cfr RGCR , art. 136 § 2).
A tal efecto realiza rá, además de otras posibles, las siguientes actuaciones: «por
lo que se refiere a la instrucción, que lleva a cabo un oficial que actúa como relator ,
se envía una copia del recurso al autor del acto, que -co mo el recurrente- puede
nombrar un abogado o procurador. Las pruebas son presentada s por las partes o soli-

302
EL RECURSO JERÁRQUICO

citadas de oficio; se debe enviar una copia de ellas a las partes o a la parte contraria.
Los testigos pueden ser examinados por un oficial que actúa como notario, aunque
puede resultar útil atribuir esa actividad a una autoridad -ge neralmente judicial - del
lugar» (ORTIZ).
Es usual so licitar el parecer de consultores del dicasterio (cfr PB, art. 8 y RGCR,
arts. 121-122) sobre cuestiones de naturaleza jurídica ( en relación con la decisión
que se debe adoptar o en relación con el conflicto en curso); preparar la minuta de re-
solución siguiendo las indicaciones recibidas y teniendo en cuenta las peticiones del
recurso, para responder a cada una de ellas (la necesidad de hacerlo así se puso de
manifiesto en una sentencia de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de
22. VIII.1987).
Se debe evitar que haya contradicciones entre la motivación y la decisión final, o
entre decisiones análogas; disparidad de tratamiento; alteración de los hechos ; algún tipo
de incompetencia; violación de alguna norma; vicios de la voluntad; vicios en el fondo.
Sobre este último punto es interesante volver a considerar una sentencia de la sec-
ción segunda de la Signatura Apostólica, de 27.X.1984. Para este caso, el Papa, a tra-
vés de la Secretaría de Estado, concedió a la Signatura Apostólica la potestad para juz-
gar no solo sobre la violación de ley, sino también sobre el fondo. El objeto del recurso
contencioso-administrativo era el decreto del dicasterio competente que confirmaba el
decreto del gran canciller de una universidad, que había privado a un profe sor de la cá-
tedra universitaria por considerarlo autor de un delito de plagio , cometido al publicar
unos apuntes para uso de los alumnos cuyo contenido no era del todo suyo. El profe sor
presentó recurso ante la Signatura Apostólica. La decisión del tribunal acogió el recur-
so declarando la violación de la ley tanto en el procedimiento como en la decisión ;
pero, además, en cuanto al fondo, la Signatura consideró que a los apuntes para uso de
lo s alumnos no se puede aplicar el concepto de plagio, y tampoco se puede decir que
esos apuntes fuesen un título de mérito para la atribución de una cátedra , por lo que tal
comportamiento no puede constituir motivo suficiente para la privación decretada por
el gran canciller. En este caso, en la Signatura Apostólica se llevó a cabo un análisis
críti co sobre el concepto de plagio y sobre el tipo de publ icac ione s requerido para la
obtención de cátedras univer sitarias que, en buena lógica , tendría que haber sido efec-
tuado por el dicasterio para resolver adecuadamente el recurso contra el acto del gran
canc iller de la universidad.

4. Resolución del recurso

El dicasterio , a continuación , emite su pronunciamiento mediante un de-


creto singu lar ( c. 48) que contiene una decisión y, por tanto, según el c. 51,
debe ser motivado. En algún caso (por ejemplo, c. 700) también es necesario,
para la validez del decreto, indicar el derecho que tiene el recurrente de impug-
nar ese acto ante la Signatura Apostólica , y el plazo perentorio que tiene para
hacerlo.
Así se puso de manifiesto en una sentencia de la sección segunda de la Signatura
Apostólica, de 20.1.1986. El objeto del recurso contencio so administrativo era el decre-
to del dicasterio competente mediante el cual se había expulsado a una religiosa de su

303
~

1
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

instituto. La sentencia acogió el recurso declarando la violación de la ley tanto en el


procedimiento como en la decisión . Uno de los motivos hacía referencia al incumpli-
miento del c. 700, ya que el decreto del dicasterio no indicaba el derecho que tenía la
recurrente de impugnarlo dentro del plazo perentorio de diez días. El decreto del dicas-
terio debía mencionar expresamente ese extremo , puesto que no confirmaba las deci-
siones precedentes (del consejo general del instituto y del Ordinario del lugar), sino
que por propia potestad declaraba a la recurrente expulsada del instituto.

Ya hemos estudiado con carácter general los diversos contenidos que pue- 1
de asumir la resolución del recurso jerárquico; sin embargo, puede ser útil
ejemplificar ahora la praxis de la Curia romana en algunos supuestos de reso-
lución . 1
a) Cuando el dicasterio confirma el acto administrativo impugnado, pue-
de incluso añadir algún motivo no expresado por el autor del acto recurrido.

En estos casos, como el decreto del dicasterio es distinto del decreto que se ha
confirmado aunque tenga el mismo contenido, no se deben dar por supuestas las for-
malidades de la ley, sino que es preciso verificar que se cumplen también en el acto del
dicasterio.

b) Para corregir el acto administrativo impugnado que, siendo válido en


sus elementos esenciales, presenta algún defecto en sus elementos accesorios,
se subsanarán del modo más oportuno según su naturaleza los defectos que lo
requieran.

Por ejemplo, debe hacerse una corrección si el decreto de remoción de un párroco


se emite en una fecha y, en cambio, la baja de ese sacerdote del fondo de sostenimien-
to del clero, que es consecuencia de la remoción , presenta fecha anterior. En ese caso,
para no tomar elementos accidentales como si fueran esenciales , no se anula el decreto
de remoción, pero se debe corregir la fecha en la certificación que otorga el organismo
que se ocupa del sostenimiento del clero.

c) Cuando se decide sustituir el acto administrativo impugnado por otro acto


administrativo, en algunos casos el dicasterio pide a la autoridad cuyo acto fue im-
pugnado que emita un nuevo decreto, especificando cuále s son los elementos que
debe contener y las formalidades requeridas . Si se produce de nuevo una impug-
nación, el dicasterio confirma ese decreto, que se ha realizado según sus indica-
ciones . En otras ocasiones es la misma Congregación la que cambia el acto.

Puede verse un ejemplo de sustitución -e n este caso de la que hemos llamado


subrogatio- en una sentencia de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de
15.Xll.1979 . El objeto del recurso contencioso administrativo era el decreto del dicas-
terio competente mediante el cual se había expulsado de su instituto a una religiosa
porque turbaba la vida de la comunidad con frecuentes actos de desobediencia . En un
primer momento el dicasterio sustituyó la expulsión por una exclaustración. La religio-
sa presentó de todos modos un recurso ante la Signatura Apostólica contra este acto,

304
EL RECURSO JERÁRQUICO

pero, mientras tanto, el dicasterio sustituyó de nuevo su decreto de exclaustración , y


decidió la reintegración de la religiosa en su instituto. Sin embargo, el comportamiento
de la religiosa no cambió, por lo que el dicasterio emitió el decreto de expulsión.
Un ejemplo del tipo de sustitución que hemos llamado obrogatio -sustituir el
acto impugnado por otro contrario - puede verse en la resolución de l 8.XII.1999
(prot. n. 2607/98/L), en la que la Congregación para el Culto Divino considera que , la
hija de los recurrentes reúne todas las condiciones de preparación exigidas por el dere-
cho universal para recibir la confirmación , por lo que su derecho fundamental a recibir
el sacramento que pide razonablemente prevalece sobre las disposiciones de derecho
particular que exigen una edad mayor. En consecuencia pide al Obispo, que había de-
negado la dispensa de la edad mínima establecida por una norrna diocesana, que se
ponga de acuerdo con los padres para fijar lo antes posible la fecha de la confirmación
y que envíe al dicasterio la información sobre el acuerdo alcanzado con la familia para
la administración del sacramento.
En cuanto a su redacción, el decreto que resuelve un recurso «obedece
ciertamente a algunos cánones formales (epígrafe y parte dispositiva), pero no
existe, y tampoco es necesaria, una forma dete1minada que sea siempre igual
para todos los decretos. En algunos casos puede usarse la forma de carta-decre-
to, en otros puede redactarse propiamente un decreto "impersonal" ("visto que
[...]"; "teniendo en cuenta que[ .. .]"; "examinada la documentación que obra en
las actas y constatado que [... ]"; "verificado que [...]"; "comprobada la propia
competencia [ ...]"; "decreta [...]"; "declara [...]"; "dispone [...]")» (MARCHES!).

5. Notificación de la resolución del recurso

El dicasterio debe notificar su decisión a las partes, con una notificación


que contenga el pronunciamiento o enviando una copia del decreto. Esta comu-
nicación se lleva a cabo mediante una carta certificada con acuse de recibo -
«ricevuta di ritorno», en la terminología del servicio postal italiano-, que da
al dicasterio la seguridad de que las partes han recibido la notificación del de-
creto (asegurándose así de que el eventual recurrente podrá impugnar el acto
frente a la Signatura Apostólica en los plazos previstos, pero no después , por
ejemplo, al cabo de un año). En otras ocasiones, el dicasterio envía la comuni-
cación a la autoridad que emitió el acto impugnado para que, a su vez, la dé a
conocer al recurrente.
En una ocasión la autoridad que había emitido el acto impugnado retuvo la comu-
nicación del decreto del dicasterio sin transmitirla al interesado. Para que el recurrente
no resultara perjudicado por esta omisión, se le proporcionó la posibilidad de impugnar
el acto del dicasterio mediante recurso contencioso-administrativo ante la Signatura
Apostólica despué s de expirado el plazo legal , porque, en realidad , los días que habían
pasado para él no habían sido útiles. Para evitar situaciones de este tipo , es frecuente
que desde el dicasterio se envíen dos copias del decreto y, al menos la del recurren te,
debe devolverse al dicasterio con la firma del interesado, que certifica su conocimiento
en la fecha prevista.

305
COMPENDIO DE DERECHO ADMJNJSTRATJVO CAN ÓNICO

6. Impugnación del decreto de resolución

Cuando un dicasterio ha adoptado una decisión, la parte que considera ne-


cesario impugnar el decreto correspondiente debe pedir al dicasterio , en el pla-
zo de diez días desde la recepción de la notificación oficial, que revoque o mo-
difique su decisión (RGCR, art. 119 § 1).
Puede interponerse recurso contencioso-administrativo (Lección X) contra
la decisión del dícasterio ante la Signatura Apostólica dentro del plazo de trein-
ta días útíles a contar desde la recepción de la notificación oficial de la respues-
ta del dicasterio a esta petición (RGCR, art. 119 § 2 y PB, art. 123 § 1).
Si el dicasterio hubiera confirmado la decisión original, el recurso a la Sig-
natura puede hacerse contra el acto tal cual fue confirmado por el dicasterio .
En este caso sólo la parte que inicialmente recurrió al dicasterio en contra del
acto de la autoridad resistente puede recurrir a la Signatura Apostólica contra la
decisión del dicasterio .
Si el dicasterio hubiera adoptado una decisión distinta de la que se impugnó, po-
drá interponer el recurso contencioso-administrativo contra la decisión del dicasterio
cualquiera de las partes que se considere perjudicada por la nueva decisión (por ejem-
plo, el Obispo diocesano o el Superior religioso cuya decisión fue modificada, corregi-
da, sustituida o anulada; o la parte recurrente original que sigue sin estar satisfecha con
la deci sión sobre el asunto) .
En caso de que el dicasterio hubiera decidido rechazar el recurso porque fue inter-
pue sto fuera de plazo , o porque consideró que la persona que lo interpuso no estaba le-
gitimada, el recurso ante la Signatura Apostólica sólo puede referirse a esa decisión de-
negatoria del dicasterio, pero no al pronunciamien to original de la autoridad inferior.

306
LECCIÓN X

EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

l. LA JURISDICCIÓNCONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA

1. Necesidad y sentido de la víajurisdiccional para la impugnación


de los actos administrativos

El recurso administrativo ofrece, como hemos visto, una tutela potencial


especialmente extensa, si consideramos la amplitud de motivos por los que pue-
de admitirse y la no menos amplia gama de decisiones que puede adoptar el su-
perior jerárquico al resolverlo. Sin embargo, la impugnación de los actos en vía
administrativa supone una de las mayores prerrogativas que pueden otorgarse a
la Administración en un ordenamiento: la posibilidad de juzgar en causa propia,
ya que el superior jerárquico que resuelve el recurso es también Administración.
Este hecho, en sí mismo, no merece una valoración negativa, ni implica ne-
cesariamente injusticia . Sin duda, conviene -tanto para el bien público como
para las situaciones subjetivas de los administrados - que haya más de una ins-
tancia capaz de decidir sobre el mismo asunto con la amplitud de poderes carac-
terística de la actividad administrativa: de ese modo se pueden resolver los con-
flictos con mayor rapidez, inmediatez, eficacia y profundidad. Además, se evita
así el riesgo de que el interés público afectado en el caso quede en situación pro-
visional por largo tiempo, si no es imprescindible, ya que la sustanciación del
recurso jerárquico es, a fin de cuentas, un modo de seguir gobernando sobre el
mismo asunto, porque el superior jerárquico tiene confiado como propio el mis-
mo interés público que perseguía el autor del acto impugnado.
Todo esto hace necesaria la existencia del recurso administrativo y justifi-
ca la mencionada prerrogativa, pero a condición de que la vía jerárquica no sea
exclusiva . No sería plenamente satisfactorio un sistema de garantías que solo
admitiera la posibilidad de revisión de los actos administrativos por otras auto-
ridades administrativas, mediante decisiones basadas en una apreciación am-

307
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

pliamente discrecional de criterios de oportunidad o conveniencia. Para que el


sistema de justicia administrativa sea completo, es preciso que exista además la
posibilidad de controlar la legitimidad de los actos con la necesaria indepen-
dencia; es decir, no gobernando acerca del mismo asunto, sino juzgando sobre
la legitimidad de la actuación administrativa anterior.
Esta es la finalidad de la jurisdicción contencioso -ad min istrativa, cuyos
rasgos fundamentales en derecho canónico nos disponemos a estudiar.

2. Introdu cción de lajurisdicción contencioso-administrativa


en derecho canónico

El 7.0 principio directivo para la reforma del CIC, refiriéndose a la necesi-


dad de arbitrar medios para la tutela jurídica de los derechos en la Iglesia , ponía
de relieve, en los término s que ya conocemos (Lección IX : I.2), la necesidad de
establecer un sistema de recursos, hasta entonces prácticamente inexistentes
«tanto en la praxi s eclesiástica--o sea, en lo que llamamos la vía administrati-
va- como en la administración de justicia ». <<Poresa razón -se concluía-- en
toda s parte s se experimenta vivamente la necesidad de organizar en la Iglesia
tribunale s administrativos según grados y especies , de tal modo que la defensa
de los derechos tenga en ellos su procedimiento propio y canónico».
Esta petición se vio parcialmente acogida en 1967, en el contexto de una
reforma más amplia de la Curia romana, con la instauración por Pablo VI de la
sectio altera (sección segunda) del tribunal de la Signatura Apostólica, dotada
de competencia para conocer de los recursos contra los actos <<dela potestad ad-
ministrativa eclesiástica» (Const. Ap. Regimini Ecclesiae universae, art. 106).
Posteriormente , el Código de Derecho Canónico introdujo, en el c. 1400 §
2, la distinción entre las competencias de la jurisdicción ordinaria y la compe-
tencia para conocer de los conflictos originados por actos administrativos: «las
controversias provenientes de un acto de la potestad administrativa pueden lle-
varse solo al superior [jerárquico] o al tribunal administrativo». A su vez , el c.
1445 § 2 confirmaba que el tribunal administrativo -hoy por hoy el único
existente- es el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica: «Este mismo
Tribunal dirime los litigios proveniente s de un acto de la potestad administrati-
va eclesiástica que se lleven a él legítimamente( ...)» ..
En 1988 Juan Pablo II reformó de nuevo la organización de la Curia roma-
na, mediante la Const. Ap. Past or Bonus, en cuyo proemio recuerda que , entre
otra s innovacione s, la Const. Ap. Regimini E cclesiae Universae «instituyó en
el Tribunal de la Signatura Apostólica la sectio altera, para tutelar mejor los
derechos más altos y principales (summa eaque principalia) de los fieles».
Desde sus orígenes en derecho canónico, la juri sdicción conte ncioso-ad-
ministrativa se ha ido perfilando con mayor precisión. La reforma de la Curia
romana llevada a cabo por Juan Pablo II, además de confirmar la competencia
contencioso-administrativa de la Signatura Apostólica constituyó también un

308
El RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

paso adelante, que vino a superar algunas dificultades de interpretación plan-


teadas por la legislación anterior y aclaró en mayor medida la naturaleza del re-
curso contencioso-administrativo canónico. Todo ello ha quedado nuevamente
confirmado con la promulgación por Benedicto XVI de la Lex propria de la
Signatura Apostólica de 21 de junio de 2008.
En esta lección, con la que se completa la visión de conjunto del sistema
canónico de derecho administrativo , estudiaremos el recurso contencioso-ad-
ministrativo tal como queda configurado por la legislación vigente. Al igual
que hemos venido haciendo en las lecciones anteriores , omitiremos general-
mente las referencias históricas que no sean imprescindible s para comprender
el alcance de los rasgos propios de la actual configuración de ese recurso ante
la Signatura Apostólica.

U. ELEMENTOS DEL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

El art. 123 § 1 de la Const. Ap. Pastor Bonus delimitó la competencia con-


tencioso-administrativa de la Signatura Apostólica estableciendo que el tribu-
nal«( ...) conoce de los recursos interpuestos, en el plazo perentorio de treinta
días útiles, contra actos administrativos singulares emitidos por los dicasterios
de la Curia romana o aprobados por ellos, siempre que se discuta si el acto im-
pugnado violó alguna ley en el procedimiento o en la decisión». La LPSA re-
coge la misma norma en su art. 34 § 1, modificada con la ampliación del plazo
a sesenta días útiles (cfr también art. 74 § 1).
A partir de este texto legal, pueden estudiarse los elementos del recurso
contencioso-administrativo. De manera semejante a como hicimos al ocupar-
nos del recurso jerárquico, algunas de las cuestiones que aquí trataremos suma-
riamente se estudiarán con más detalle en el apartado III, al hablar del procedi-
miento del recurso.

A. Objeto del recurso


El recurso contencioso-admi nistrati vo puede interponerse «contra actos
administrativos singulare s emitidos por los dicasterios de la Curia romana o
aprobados por ellos» (PB, art. 123; LPSA, art. 34). En esa expresión, que indi-
ca el objeto del recurso, se deben entender incluidos todos los actos adminis -
trativos en los que de un modo u otro intervienen los dicasterios.
Esto es tanto como decir que el recurso contencioso-administrativo sola-
mente puede interponerse cuando se ha agotado previamente la vía adminis-
trativa, porque no hay ya super ior jerárquico al que int erponer recur so admi-
nistrativo. Esto sucede, como dijimos al hablar del objeto del recurso
jerárquico (Lección IX) , cuando ha intervenido el dicasterio competente de la
Curia romana.

309
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Los dicasterios administrativos no están ordenados según un sistema de subordina-


ción jerárquica , sino que «son jurídicamente iguales entre sí» (PB, art. 2 § 2): rige entre
ellos un sistema de distribución de competencias por razón de la materia (PB, arts. 14 y
19), y existen los oportunos mecanismos de coordinación (PB, arts. 20-22 y 41 § 1).

Por tanto, pueden ser objeto de recurso ante la Signatura Apostólica tanto
los actos originados primariamente en el seno de un dicasterio, como los origi-
nados a consecuencia de otros actos de autoridades administrativas inferiores
que requieren la intervención del dicasterio.
Según esto, son recurribles en vía contencioso-administrativa:
a) Acto s administrativos producidos por el correspondiente dicasterio en
materias de su competencia, bien por propia iniciativa, bien porque la cuestión
le haya sido confiada por el Romano Pontífice (cfr PB, art. 13).
b) Actos administrativos en los que el dicasterio interviene como superior
competente a los efectos de resolución de un recurso jerárquico .
Cualquiera de las posibilidades de resolución de un recurso jerárquico previstas en
el c. 1739 (Lección IX) puede entenderse , por tanto, comprendida en los términos gene-
rales que emplea la legislación vigente sobre el contencioso-administrativo. Cualquiera
de ellas produce como resultado siempre un acto «dado» o «aprobado» por el dicasterio ,
dependiendo de si su actividad se limita a confirmar el acto original o si, por el contra-
rio, introduce en él elemento s nuevos , en uno u otro sentido, o bien lleva a cabo una eli-
minación , en cualquiera de sus posibles modalidade s.
c) Actos administrativos en los que el dicasterio actúa como órgano com-
petente de la Santa Sede para aprobar determinados actos de autoridades admi-
nistrativas inferiores.
Ciertamente, la aprobación concedida por el dicasterio no hace suyo el acto de
una autoridad inferior a la Santa Sede , por lo que podría sostenerse que es preci so re-
currir previamente en vía jerárquica contra el acto de la autoridad inferior . Ahora bien,
el interesado en recurrir , si impugnara el acto de la autoridad inferior en cuanto tal, de-
bería , en primer lugar, solicitar la enmienda o revocación del acto a su autor -que, ló-
gicamente, opondría a esa petición la aprobación ya recibida de la Santa Sede- y, des-
pués, interponer recurso jerárquico ante el mismo dicaste rio que ya pre viamen te ha
aprobado ese acto, todo lo cual resultaría dudosament e útil, y seguramente perjudicial
para el bien público y para los intereses del recurrente , pue s supondría una dilación no-
table en la resolución del asunto. Téngase en cuenta, por lo demás, que, incluso en caso
de impugnar directamente el acto del dicasterio , antes se presentaría ante el mismo di-
casterio la petición de enmienda o revocación de su acto (RGCR, art. 135 § 1), dándo-
le así la oportunidad de recon siderar la aprobación anteriormente concedida.
En definitiva , ha de darse a los término s «dados» y «aprobados» el alcan-
ce más amplio posible , de modo que una interpr etación reductiva no excluya
de la posibilidad de recurso contencioso-administrativo ninguno de los actos
que caben de suyo en esas expresiones genéricas.
No obstante este principio general, en los últimos años ha habido varias interven-
ciones del Romano Pontífice que han excluido, ad casum o incluso mediante normas

310
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

de carácter especial, ciertos actos administrativos de algunos dicasterios de la Curia ro-


mana del sistema ordinario del recurso contencioso-administrativo ante la Signatura
Apostólica. Se trata de cuestiones de particular graveda d o relativas a materias que son
objeto de competencias y procedimientos especiales (por ejemplo, algunos graviora
delicta). En la normativa propia sobre esos supuestos pueden encontrarse, en su caso,
las disposiciones excepcionales acerca del recurso. Naturalmente, es de esperar que en
un futuro próximo también estos casos puedan beneficiarse de la tutela que ofrece el
sistema ordinario de la justicia administrativa.

B. Sujetos del recurso


1. El recurrente
En lo que se refiere a los sujetos del recurso, es preciso distinguir según
se trate de actos producidos primariamente en un dicasterio o de actos en los
que el dicasterio ha intervenido sec undariamente , sobre la base del acto de
una autoridad inferior.

a) Actos dados originariamente por los dicasterios

En estos casos, como hemos dicho, el acto del dicasterio agota la vía ad-
ministrativa, ya que no es posible interpone r contra él recurso jerárquico. Por
tanto, en lo que afecta a la legitimación activa, los criterios que han de apli-
carse son los mismos que hemos visto al tratar del recurso jerárquico (Lec-
ción IX: II.B. l ).
Estará legitimado, en consecuencia, «quien se considera perjudicado» por
el acto administrativo, sea persona física o jurídica, pública o privada. Sin em-
bargo, como veremos, la motivación admisible en el recurso contencioso-ad-
ministrativo es mucho más restringida que en el caso del recuso jerárquico: es
necesario que la legitimación activa se ponga en conexión necesariamente con
vicios de ilegitimidad del acto (Lección VI: II.A).

b) Actos emitidos secundariamente por los dicasterios

En los demás supuestos hay, lógicamente, una estrecha relación entre las
posiciones de los sujetos en el recurso jerárquico y en el contencioso-adminis-
trativo . Así, estarán legitimados, en principio, quienes fueron parte en el recur-
so jerárquico resuelto por el dicasterío. Ahora bien, puede suceder:
1.0 ) Que quien fue parte activa en el recurso jerárquico se vea satisfecho
en su pretensión por la decisión del dicasterio, en cuyo caso, podrían invertirse
las posiciones originarias de las partes, de tal modo que el inicial recurrente
pase a ser parte pasiva en el contencioso-administrativo, mientras que el autor
del acto impugnado con éxito se convierte en parte activa (GROCHOLEWSKI).

311
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

2.º) Que se mantengan las posiciones del recurso jerárquico , porque la de-
cisión del dicasterio no satisface, en todo o en parte, al recurrente.

2. Parte resistente

En todo caso, el dicasterio adopta la posición de parte resistente, pero según


se dé uno u otro de los supuestos que acabamos de describir, será también parte
resistente el autor del acto originario o quien originariamente fue recurrente.

3. Otros posibles interesados

El art. 79 de la LPSA manda que , una vez recibido el recurso, se notifique


al dicasterio autor del acto impugnado y a cuantos intervienen legítimamente
ante ese dicasterio (§ 1). Dispone además que se proceda del mismo modo,
congrua congruis referendo, respecto a otros posibles interesados en el recurso
(§ 2), dándoles así la posibilidad de intervenir en el proceso en la medida en
que les afecte.
Los terceros que intervienen pueden hacerlo defendiendo un interés propio , pero
actuando junto a la parte resistente (litisconsorcio pasivo); o bien sumándose al interés
de la parte resistente y ayudándole en su oposición al recurso (a quien litiga en esa po-
sición, no como parte autónoma, se le suele dar el nombre de coadyuv ante). Por ejem-
plo , en la sentencia de la sección segunda de la Signatura Apostólica, de 22.VIII.1987,
ya citada, el objeto del recurso contencioso-administrativo era un decreto del dicaste-
rio competente que declaraba quién era el titular de la propiedad de unos bienes de un
monasterio . Además de la oposición del recurrente , se dio también la oposición de un
tercero --en ese caso, el responsable del archivo diocesan o- que, según la ley civil,
podía oponerse.

En el citado artículo de la LPSA, como se preveía ya en las Normae spe-


cia/es, no se habla de la información a otros posibles interesados en que prospe-
re el recurso , porque generalmente el tribunal no habrá de advertir a la parte ac-
tiva -más bien es ésta quien provoca la actuación del tribunal-, sino que se
limitará a informar de la interposición del recurso a los que pudieran verse afec-
tados pasivament e por él (que normalmente aparecerán mencionados en la pro-
pia argumentación del recurso y en la documentación adjunta). Sin embargo,
cabe también perfectamente admitir en la parte activa la intervención de terce-
ros como coadyuvantes del recurrente principal, o actuando en litiscon sorcio
con él (cfrcc. 1596-1597).
Así lo reconoce un decreto de la Signa tura Apostólica de 21 .XL 1987, basándose
en una interpretación auténtica del c. 299 § 3, que -entre otras cuestiones de diverso
alcance- afirma que cuando los recurrente s son varias personas fisicas que no consti-
tuyen un sujeto único (por ejemplo, una asociación con personalidad jurídica), pueden

312
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

actuar «bien individualmente, bien conjuntamente , expresión esta última que indica tm
litisconsorcioactivo».

4. Patrocinio de las partes

El art. 16 de la LPSA establece que las partes solo pueden actuar en juicio
ante la Signatura Apostólica representadas por patrono (procurador-abogado),
de tal modo que si el recurrente no tiene patrono admitido por la Signatura
Apostólica, el Secretario le instará a que lo designe en un tiempo determinado,
y declarará la perención de la causa si no lo designa sin aducir excusa legítima
o haber obtenido el patrocinio gratuito.
Los art. 31 y 73 § 2,2° se refieren a la concesión del beneficio de patroci-
nio gratuito, que puede ser total o parcial, a la parte que lo solicite. Cuando se
concede este beneficio, el Secretario del Tribunal nombra patrono de oficio a la
parte.
El art. 80 dispone que, si la parte resistente (el dicasterio correspondiente)
no ha designado patrono, lo designará de oficio el Prefecto.
En aplicación de lo dispuesto en PB, arts. 183-185 y en otras normas pontificias
dadas posteriormente para desarrollar esas disposiciones, se constituyó el «Cuerpo de
Abogados de la Santa Sede», cuyos miembros asumen el patrocinio de los dicasterios
de la Curia romana en las causas ante los tribunales; asimismo, se ha establecido el
«Elenco de abogados ante la Curia Romana», que incluye a los admitidos para patroci-
nar recursos contencioso-administrativos ante la Signatura Apostólica (que también
pueden intervenir en los recursos jerárquicos ante los dicasterios administrativos). La
LPSA (art. 17) admite como patronos en las causas contencioso-administrativas a los
abogados ante la Curia romana, y deja abierta la posibilidad de admitir a abogados de
la Rota romana que sean verdaderamente expertos en la materia o incluso, si el caso Jo
requiere, otros verdaderamente expertos que sean doctores en derecho canónico.

5. El tribunal competente

Como ya hemos dicho, el único tribunal administrativo (cfr ce. 149 § 2 y


1400 § 2) existente en la actualidad es el Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica, que tiene otras competencias, además de la contencioso-adminis-
trativa (cfr LPSA, arts. 32-35).
La calificación de tribunal administrativo se debe a las materias que cons-
tituyen la competencia exclusiva de la originalmente llamada sectio altera de
este tribunal: no significa, en modo alguno, que se trate de un organismo inte-
grado en la organización administrativa (Lección II). Su naturaleza es propia-
mente jurisdiccional: la competencia contencioso-administrativa constituye una
actividad especializada (LABANDEIRA) de un tribunal, que actúa ejerciendo po-
testad judicial, no como superior jerárquico de las autoridades administrativas.

313
COMPENDIO DE DERECHO ADMJNISTRATIVO CANÓNICO

Por tanto, el recurso contencioso-administrativo se sustancia en vía juris-


diccional, es decir, mediante un proceso de naturaleza judicial (cfr PB, art. 19
§ 2). Esto determina los motivos y la naturaleza del recurso contencioso-admi-
nistrativo, que veremos a continuación.

C. Los motivos del recurso y su naturaleza

1. Motivos del recurso

Por lo que se refiere a los motivos del recurso, PB, art. 123 § 1 y LPSA,
art. 34 § 1 se expresan en los siguientes términos: «siempre que se discuta si el
acto impugnado violó alguna ley en el procedimiento o en la decisión».
Se señala, pues, como único motivo posible del recurso, la «violación de
ley». Pero debe advertirse que, si bien es cierto que la expresión normativa de-
termina taxativamente un solo motivo para el recurso, no es menos cierto que
se trata de un motivo que puede aparecer bajo formas diversas.
Esto se advierte, ante todo, en la especificación que se hace de los dos mo-
mentos sucesivos en los que se puede apreciar esa violación: bien cuando afec-
te al procedimiento seguido en el acto recurrido - es decir, a las normas apli-
cables al procedimiento de formación de la voluntad, a la notificación y a la
ejecución (Lecciones V,VI y IX)-; bien cuando se refiera a la decisión misma,
que podría verse viciada por su objeto, por el fin o por los motivos que la ins-
piran (Lección 11).Así pues, es posible recurrir un acto alegando violación de
ley en gran variedad de supuestos.
Y con mayor razón si se tiene en cuenta que esta alusión a la violación de
ley no se puede entender como una referencia estrictamente ceñida a la ley en
sentido formal, sino más bien en un sentido genérico, referido a toda norma ju-
rídica aplicable a la situación a la que afecta el acto recurrido.
De hecho , en los trabajos preparatorios del CIC 83, la concepción del contenido
de la legitimidad era amplia. Así, por ejemplo, tratando de la competencia de la sectio
altera, se decía: «se aumenta la competencia de los tribunales administrativos, puesto
que, además de la competencia que tiene la sectio altera de la Signatura Apostólica
para conocer de la ilegitimidad del acto administrativo, se le otorga también la potes-
tad de conocer de la reparación de daños; y, además, la misma competencia sobre la
ilegitimidad se amplía un tanto, porque junto al derecho de conocer si el acto mismo ha
violado alguna ley, se le da también la potestad de ver si se han observado los princi-
pios generales del derecho y de la equidad canónica, y si los motivos aducidos en el de-
creto son verdaderos». Aunque la norma a la que se refería esa explicación no llegó a
entrar en el Código, la Const. Pastor Bonus incluyó explícitamente la mencionada
competencia sobre el resarcimiento de daños, y la LPSA recoge la misma norma en su
art. 34 § 2. Debe entenderse también que están implícitamente incluidos en el concep-
to de «ley violada» los principios generales del derecho y de la equidad canónica y la
veracidad de los motivos alegados - inclusión admitida por la doctrina (LABANDEIRA,
GROCHOLEWSKI)- ; y por tanto su admisibilidad como fundamento posible de un recur-

314
EL RECURS O CONTENC IOSO-ADM INISTRATIVO

so. Como expusimos al tratar de la legalidad administrativa (Lección U), esta compren-
sión de la «ley» que excluye el sentido estrictamente formal, resulta evidentemen te
más acorde con el derecho canónico y sirve mejor a la finalidad para la que se previó el
recurso, que es una defensa amplia de la justicia de la actividad de gobierno en la Igle-
sia.
En suma , el moti vo del recur so contencioso- administr ativo se encuentra
expresado con una fórmula a la vez taxati va y genérica, pue sto que incluye en
sí misma diver sidad de supuesto s y excluye solamente el recurso que no pu eda
basarse en motivos de legitimidad; es decir , todo recurso que, dirigido contra
un acto administrativo legítimo, solo pudiera alegar motivo s de convenienc ia,
oportunidad u otros semejantes , que tienen su sede adecuada de apreciación en
la vía jerárquica (Lección IX: II.C; III .B.5.c), pero no en la jurisdiccional.

2. Naturaleza del recurso

Con lo dicho, queda de manifiesto que la Signanrra Apostólica, como instan-


cia propiamente jurisdiccional, separada de la línea j erárquica de la Administra-
ción, no interviene del mismo modo que lo haría el superior jerárquico en un re-
curso administrativo (Lección IX: III.B.5.b) : no está gobernando de manera
inmediata , sino administrando j usticia, y por tanto no puede acudir a criterios
propios de la actividad inmediata de gobierno, como serían los de oportunidad,
conveniencia, utilidad, posibilidad, bu ena administración, etc.
El Tribunal conoce exclusivamente de la violación de ley que deb e alegar
el recurrente para que el recurso sea admitido . Ahora bien, ¿qué tipo de resolu-
ciones puede espera r el recurrent e del tribunal administrati vo?
Es conocida la distinción doctrinal entre los recursos objetivos, o de mera
legitimidad, en los que el pronun ciam iento del tribunal se ciñe a la anulación
del acto en el que aprecia ilegalidad, buscando prim ariamente la protección del
ordenamiento jurídico, entendido como legalidad vigente; y los subjetivos, o de
plena jurisdicción, en los que el tribunal entra al fondo de la cuestión, recono-
ciendo, en su caso, los derechos qu e están en juego y restableciendo las situa-
ciones jurídica s subjetivas ilegítimament e afectadas.
A raíz de la interpretación restrictiva de las competencias del tribunal que se hizo
bajo la legislación anterior, hubo dudas y discusiones sobre la naturale za del recurso
contencioso -administrativo canónico a este respecto. Debido a la terminología que
emple aba una respuesta auténtica sobre esa cuestión, la propia Signatura interpretó
restrictivamente sus competenc ias y modificó su modo de juzgar a partir de esa res-
puesta, autolimitando sus pronunciamientos, aunque ello suponía convertir el recurso
contencioso -administrativo canónico en un remedio jurídico clarame nte insuficiente
para su finalidad, en principio amplia, de tutelar los derechos de los fieles . Efectiva-
mente, un sistema que admitiera, ante su única jurisdicción competente en materia
administrativa solo el recurso de mera legitimidad , cuya máxima aspiración es obte-
ner la anulación del acto ilegítimo para proteger la legalidad vigente; y en cambio no

315
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

contemplase ninguna po sibilidad de acción declarativa de derecho s ni impositiva de


conducta s para la Administración, ni de resarcimiento de daños, presentarí a graves
lagunas en la tutela de los derechos. La mera anulación del acto solo resultarí a satis-
factoria para el recur rente en contadísimas ocasiones, y en las restantes dejaría la
cuestión, no solo sin resolver, sino de nuevo en manos de la Administración, que en
muchos casos podría volve r sobre su decisión mediante una simple corrección for-
mal.

También en este aspecto supuso un paso adelante la Const. Pastor Bonus,


que acogió, al menos parcialm ente, las ju stas criticas de buena parte de la doc-
trina a la concepción restrictiva de las compet encias del tribunal sobre la legiti-
midad . El§ 2 del art. 123 estableció, en efecto:«§ 2. En estos casos , ademá s
del juicio acerca de la ilegitimidad , [el tribunal] puede entrar también a cono-
cer, si el recurrente lo pidiere , sobre la reparación de los daños causados con el
acto ilegítimo». Idéntica disposición contiene el art. 34 § 2 de la LPSA, de
2008.
Ese parágrafo recupera una posibilidad que aparecía en los proyectos del
Código hasta 1982, en una serie de cánones que no llegaron a incluirse en el tex-
to definitivo. De este inciso resulta, ante todo, que el pronunciamiento del Tribu-
nal no tiene que limitarse al mero <~uicio sobre la ilegitimidad» , sino que puede
pronunciarse sobre la responsabilidad de la Administración.
En los proyectos anteriores al Código, se especificaba así el contenido posible del
<rjuicio sobre la ilegitimidad»: «El tribunal puede rescindir o declarar nulo el acto que
juzgue ilegítimo, pero no puede enmendarlo o modificarlo de cualquier otra manera».

Pero esta posibilidad , sobre todo, viene a negar expresamente la interpr e-


tación de que el único pronunc iamiento posible en el contencio so-administrati-
vo canónico sea la anulación o la declaración de nulidad del acto ilegítimo .
Para apreciar la ilegitimidad de la lesión que puede dar ori gen a un resarci-
miento de daño s, el Tribunal no puede menos que juzgar sobre los derechos y
situaciones jurídica s en ju ego y, al menos implícitamente , reconocerlos.
No parece, pues , que se pueda catalogar el recurso contencio so-adminis -
trativo canónico como recurso objetivo de mera legitimidad . Es, sin duda, un
recurso propiamente juri sdiccional y ello, como hemos visto, determina los
motivo s admisibles para recurrir y el papel del juez, que no pued e tomar deci-
siones de gobierno sobre la situación sustantiva que subyac e al acto controver-
tido, sino solo juzg ar sobre la legitimidad del propio acto. Pero, como hemos
visto, la ilegitimidad puede provenir de la infracción de una norma en el proce-
dimiento o en la deci sión ; y la deci sión será ilegítima siempre que imponga un
perjuicio ileg ítimo, aunque respete formalmente las norma s de procedimiento
(Lección VI: II.C. l.c ).
Pues bien, cuando el tribunal valora elementos de la situación sustantiva
sobre la que versa el acto recurrido, para comprobar si quedó afectada ilegíti-
mamente , no está invadi endo el ámbito de actuación administrativa del supe-

3 16
EL RECURSO CONTENCJOSO -ADMINISTRATIVO

rior jerárquico, porque no valora motivos de oportunidad, sino estrictamente de


legitimidad, pero no formal, sino sustancial.
Así, por ejemplo, un decreto de la Signatura Apostólica, de 30.X.1990, rechaza la
admisión de un recurso como manifiestamente carente de fundamento . El acto recurri-
do era un decreto por el que se imponía a la recurrente la pena de prohibición de entra-
da en una determinada iglesia, por haber perturbado gravemente en reiteradas ocasio-
nes el desarrollo de las celebraciones litúrgicas. Al fundamentar su decisión, el
tribunal, además de comprobar que se siguieron todas las normas de procedimiento
exigidas para un decreto de ese tipo, expone también los siguientes considerandos:
«Teniendo en cuenta que [la recurrente) -con independencia de que sean o no ciertas
sus afirmaciones sobre violaciones de las normas litúrgicas y errores doctrinales en la
iglesia del Santísimo Rosario- no observó la debida moderación al manifestar su des-
acuerdo ; considerando que la pena en este caso se impuso porque la recurrente no obe-
deció al Arzobispo cuando le mandó legítimamente que dejara de perturbar gravemen-
te con su intervención las celebraciones litúrgicas, y persistió en su desobediencia
después de ser amonestada (cfr. can. 1371,2. 0 ) , lo cual no podía hacerse sin culpa( ...)».
Podrían ponerse otros ejemplos de la jurisprudencia de la Signatura, pero aquí se ad-
vierte claramente que, para detenninar la legitimidad del perjuicio impuesto a la recu-
rrente por el decreto del Arzobispo , se valoran , lógicamente , los hechos que lo detem1i-
naron, no solo los aspectos formales, y se declara que la recurrente no tenía derecho a
actuar como lo hizo : por eso, y no solo porque se cumplieron fonnalmente las normas
explícitas de procedimiento, es legítima la actuación del Arzobispo.

En realidad , la única limitación a la actuación del tribunal administrativo


se da en los aspectos en los que la Administración goza de verdadera discre-
cionalidad, para decidir con arreglo a los criterios de buen gobierno, una vez
cumplidos los aspectos reglados y respetando los demás límites que enmarcan
su actuación (Lección II).
No obstante, queda a la jurisprudencia administrativa la tarea de ir deter-
minando la amplitud de tutela efectiva que otorgue el contencioso-administra-
tivo, que dependerá de la amplitud con que el tribunal interprete y aprecie la
ilegitimidad y del contenido que asigne a sus pronunciamientos. Nada impide ,
a nuestro juicio, que el contencioso-administrativo se resuelva entrando siem-
pre que sea preciso en las cuestiones de fondo, mientras no se sobrepasen los
límites naturales de la competencia para conocer sobre la legitimidad de los ac-
tos administrativos (LABANDErRA).
En este sentido, la nueva LPSA muestra algunos indicadores significativos
de la orientación del contencioso-administrativo canónico hacia un juicio de le-
gitimidad sustancial. Así, por ejemplo, el art. 90 establece que los jueces «para
resolver la controversia pueden establecer los efectos directos e inmediatos de
la ilegitimidad» (sin limitarse, por tanto, a afirmar que consta que el acto es ile-
gítimo). Además, en esta misma línea, el art. 93 §§ 3-4 dispone que, cuando
declara la ilegitimidad de un acto, la sentencia puede incluir indicaciones de-
terminadas, tanto in procedendo como in decernendo, para que ese acto pueda
rehacerse legítimamente. Y añade que el autor del acto ilegítimo solo podrá dar

317

COMPENDIO DE DERECHO ADM!NfSTRATIVO CANÓNICO

un nuevo acto sobre la cuestión «ad normam iuris» y ateniéndose a los térmi-
nos y modos indicados por el tribunal.

III. ELPROCEDIMIENTODEL RECURSOCONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

A. Introducción

Antes de afrontar en detalle el estudio del procedimiento del recurso con-


tencioso-administrativo, conviene hacer referencia a diversas cuestiones preli-
minares, que se refieren a las normas directamente aplicables y a las normas
supletorias; a la resolución de los conflictos de competencia que eventualmen-
te puedan surgir entre dos dicasterios de la Curia romana con motivo de la in-
terposición de un recurso contencioso-administrativo y a la necesidad de patro-
cinio forense en este proceso .
La norma que se aplica al procedimiento del recurso contencioso-adminis-
trativo es la ya citada Ley propia de la Signatura Apostólica (LPSA), sobre
todo su Título IV, De processu contentioso administrativo (arts. 73-105), ade-
más de los arts. 123 PB y 136 § 4 RGCR.
El procedimiento regulado por la LPSA se sigue igualmente en los casos en que la
Signatura haya recibido un encargo especial, por parte del Papa o de un dicasterio, para
conocer también sobre el fondo y no solo sobre la violación de la ley producida por un
acto de la potestad administrativa (cfr LPSA , art. 104); supuesto diferente del modo de
entrar en las cuestiones de fondo al que acabamos de referirnos (supra: Il.C.2) .

El art. 122 LPSA establece que, en defecto de disposición específica de la


Ley propia, al juzgar una causa contencioso-administrativa, se seguirán, en la
medida en que resulten aplicables en el caso, las normas procesales del CIC ,
teniendo en cuenta también la tradición canónica y la praxis de la Signatura
Apostólica .
Si, con motivo de un recurso , surgiera un conflicto de competencia entre
los dicastcrios de la Curia romana (cfr RGCR , art . 137 § 2), se aplicará la nor-
ma del art. 105 LPSA, según la cual el conflicto debe resolverse lo más rápida-
mente posible en el Congreso de la Signatura, tras haber escuchado a los dicas-
terios interesados y con el voto previo del Promotor de justicia .
Como está previsto para los demás juicios que se desarrollan ante la Sig-
natura Apostólica, también en este proceso las partes pueden actuar solo por
medio de un patrono, que es procurador y abogado (LPSA, art. 16 § 1): a través
de él la parte puede ser representada; presentar los escritos y recursos; conocer
el estado de la causa durante el proceso; recibir la notificación de los actos y
ser defendida (cfr LPSA, art. 18 § 2).
Es razonable que se actúe mediante aboga do , teniendo en cuenta la mayor
complejidad que presentan las causas contencioso-administrativas, en las que,
habitualmente, se encuentra implicado el bien público (cfr c. 1481 § 3). Tratán-

318
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

<lose de un proceso judicial, el patrocinio forense garantiza la consistencia del


efectivo contradictorio procesal, es decir, que se argumenten de manera funda-
da y sólida las alegaciones en que las partes basan sus respectivas pretensiones.
Se trata de un proceso escrito, realizado mediante memoriales, en el que siem-
pre se otorga a una y otra parte la posibilidad de contrarréplica y en el que, al
final, los memoriales de ambas partes llegan a los jueces del Tribunal. En cam-
bio, no está prevista una fase de discusión oral, salvo la que tiene lugar en una
sesión posterior a la admisión de la causa, cuyo objeto es la determinación del
modo de proceder en la fase sucesiva del proceso (LPSA, art. 85 § 1).
En este punto cabe hacer referencia a la tutela, ejercida por la Signatura Apostóli-
ca, del principio de la necesaria reserva (LPSA, arts. 18 § 1, 25 y 26 § 1); tutela que se
extiende a lo largo de todo el proceso. Así, por ejemplo, en la reunión del Congreso de
la Signatura de 6.Xl.1992 se acordó amonestar gravemente a un sacerdote recurren te y
a su abogado por haber divulgado documentos del proceso. Se trataba de una causa
(prot. n. 22785 /91 CA) en la que el sacerdote recurría la confirmación por parte de la
Congregación del Clero del decreto de remoción del oficio de canónigo, dado por un
Arzobispo: el recurso del sacerdote había sido admitido en el Congreso de la Signatura
del 17 de julio de ese mismo año 1992.

B. Interposicióndel recurso

El recurso se debe interponer por medio de una demanda, contenida en un


documento original firmado por la parte recurrente (cfr LPSA, art. 73 § 1; c.
1502).
No existen, hasta el momento , precedentes que avalen la posibilidad de una peti-
ción oral ( c. 1503 § 1). Tampoco parece que esa hipótesis sea congruente con la com-
plejidad y la importancia de un recurso ante la Signatura Apostólica.

El escrito debe presentarse en la cancillería de la Signatura Apostólica , de-


positándolo en mano , o enviándolo por correo. En la mayor parte de los casos,
de hecho , el recurso contencioso-administrativo llega a la cancillería a través
de una simple carta que envía un fiel. Al recibir este tipo de carta, aunque no
sea el escrito de un procurador o de un abogado, el tribunal lo tiene en cuenta
y, en un segundo momento , el abogado que la parte designe podrá preparar el
escrito (cfr LPSA, art. 81 § 1); en cualquier caso , la parte actora deberá nom-
brar un abogado en el plazo prescrito, transcurrido el cual, si no ha ofrecido ex-
cusa suficiente para no haberlo hecho ni ha obtenido el patrocinio gratuito, el
Secretario de la Signatura, mediante decreto, declara extinguida la causa (cfr
LPSA, art. 16 § 2).
Siempre que se dirija un recurso a la Signatura , debe hacer se de tal mane-
ra que la parte recurrente conserve alguna prueba de que fue depositado en la
cancillería del tribunal (obteniendo el recibo correspondiente en el que figure la

319
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

fecha de entrada) o de que fue enviado dentro del plazo establecido, por ejem-
plo, expidiendo el escrito por correo certificado con acuse de recibo. De esta
forma, el interesado posee una prueba de cuándo -qué día- ha sido enviado,
que deberá adjuntar posteriormente para las actas del proceso. Aunque la LPSA
no establezca expresamente (anteriormente lo prescribía el art . 105 § 2 de las
Normae Speciales de 1968) que el interesado deberá adjuntar el recibo auténti-
co de la oficina postal desde donde ha enviado el recurso, indicador de la fecha
de envío, no hacerlo podría determinar el riesgo de que el recurso sea rechaza-
do preliminarmente por presentación fuera de plazo (LPSA, art. 76 § 1, 4°).
El documento enviado por fax o por correo electrónico no se acepta como docu-
mento original firmado, por lo que, si se transmite una copia del escrito del recurso a
través de ese medio, debe enviarse también en cualquier caso el documento original
firmado dentro del plazo establecido. Aunque el fax pueda utilizarse para pedir notic ias
o para otras comunicaciones , no se considera un medio apto para presentar un recurso
contencioso -admin istrativo .

Una última cuestión que puede plantearse en relación con la interposición


del recurso contencioso-administrativo hace referencia a la posibilidad de pre-
sentarlo -a efectos, por ejemplo, de cómputo de plazos - ante el mismo di-
casterio cuya decisión se impugna (cfr ce. 1630 § 1, 1737 § 1). Las veces en
que esto ha ocurrido hasta ahora, a causa de la modalidad concreta del escrito,
se ha interpretado que no se trataba propiamente de un recurso contencioso-ad-
ministrativo. Sin embargo, cabe pensar en esa posibilidad, sobre todo si consta
expresamen te que el propósito del recurrente es iniciar el recurso jurisdiccional
ante la Signatura Apostólica.

C. Recep ción del recurso. Primeras medidas

1. Examen del recurso para verificar los presupuesto s elementales

Una vez que el escrito se ha recibido y se ha protocolizado en la cancille-


ría del Tribunal (LPSA , art. 11 § 3), se traslada al Secretario de la Signatura ,
que procede a examinarlo preliminarmente. Los requisitos que debe reunir el
recurso se refieren a seis aspectos (cfr LPSA , art. 73 § 1): identificación del re-
currente, iden tific ación del acto recurrido, especificación de la reclamación
concreta con ten ida en el recurso (ilegitimidad del acto solamente, o ilegitimi-
dad con reclamación de daños), mención del derecho que fundamenta la peti-
ción (aduciendo la violación de una norma con fuerza de ley), indicación de la
fecha de notificación del acto administrativo que se recurre --de modo que
conste que el recurso se ha presentado dentro del plazo legal- y, por último, la
firma del recurrente.
Para evi tar que el Secretario declare nulo el recurso por estimar que se
muestra absolutamente incierto acerca de las personas interesadas o por el ob-

320
EL REC URSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

jeto del que trata (cfr LPSA , art. 75), al preparar el recurso conviene tener en
cuenta las siguientes reglas prácticas:
a) Para identificar con certeza al recurrente, deben constar su nombre y
apellidos, su condición eclesial, el domicilio o lugar de residencia, y el título de
representación, en caso de que el firmante no actúe en nombre propio.
b) También debe constar la referencia expresa al acto administrativo de
un dicasterio que se impugna, señalando la fecha en que, según lo establecido
por la ley (LPSA , arts . 34 § 1 e 74 § 1), el acto fue notificado al recurrente o
este recibió la noticia de la decisión de otro modo previsto por el derecho. Asi-
mismo debe adjuntarse una copia del acto impugnado, a menos que resulte im-
posible (LPSA, art. 73 § 2, 1º).
c) Además debe añadirse una exposición sumaria de los hechos y de las
razones en las que se basa el recurso, especificando las normas que se conside-
ran violadas por el acto administrativo impugnado, y las conclusiones a las que
ha llegado el recurrente a partir de estos elementos.
d) Es necesaria la firma del recurrente o del abogado que interviene en su
nombre . Debe adjuntarse (LPSA, art. 73 § 2, 2º) el mandato por el cual el recu-
rrente encarga el patrocinio de la causa a uno de los abogados previstos por la
LPSA, art. 17, o la solicitud, avalada por los documentos necesarios, de patro-
cinio gratuito.

2. Decisión del Secretario

La actuación del Secretario de la Signatura en esta fase proce sal no pre-


tende ser un juicio de admisión anticipado, que estaría fuera de sus atribucio-
nes, porque ese juicio es competencia del Congreso de la Signatura. Se limita
a excluir del examen aquellos recursos que manifie stamente , es decir, sin lu-
gar a dudas, no puedan ser tramitados . En cualquier caso no se impide el
eventual recurso contra la decisión del Secretario, que es resuelto por el Pre-
fecto en el Congreso de la Signatura.

a) Comprobación de los requisitos y aceptación del recurso

El Secretario del Tribunal recaba todos los autos relacionados con el caso
(cfr LPSA , art . 3 7), verificando que se cumplen los requisitos del art . 73
LPSA. Si advierte la existencia de defectos subsanables, él mismo puede con-
ceder un plazo para su corrección (LPSA, art. 77).

Por ejemplo, en un recurso firmado por un abogado que no había recibido man-
dato, se concedió un plazo para que se fonnalizara el mandato.

321
COMP ENDIO DE DERECHO ADMI NIS TRATIVO CANÓNICO

b) Inadmisibilidad del recurso declarada in limine por el Secretario

Por economía procesal (para evitar actividades que después se revelarían


inútiles, como por ejemplo, el nombramiento de abogados , el envío de la provi-
sión de fondos, el requerimiento de las actuaciones al dicasterio que ha emitido
el acto, etc .), el Secretario, oído el Promotor de Justicia, rechazará el recurso in
limine ( es decir, antes de empezar el proceso propiamente dicho) si en el exa-
men inicial aparece indudablemente alguna de las siguientes circunstancias
(LPSA, art . 76 § 1):
l.º) Resulta evidente que el objeto del recurso queda fuera de la compe-
tencia del Tribunal administrativo (LPSA, art . 76 § 1, 1º). En efecto, se consi-
dera defecto manifiesto que el recurso, en contra de lo establecido en los arts.
123 § 1 PB y 136 § 4 RGCR, se dirija a impugnar un acto administrativo para
el cual la Signatura Apostólica no disponga de competencia, por ejemplo, un
acto administrativo singular aprobado por el Papa en forma específica: cfr
RGCR, art. 134 § 4.
El 28.Xl.1987 fue rechazado el recurso presentado por un sacerdote contra el de-
creto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con el cual se confirmaba la decla-
ración emitida por el Ordinario del sacerdote acerca de una pena de excomunión latae
sententiae reservada a la Santa Sede, sobre la base de los ce. 977 y 1378, en la cual ha-
bía incurrido el sacerdote . La Signatura Apostólica recibió de la Congregación para la
Doctrina de la Fe la información de que el decreto que confirmaba la declaración del
Ordinario había recibido la aprobación en forma específica del Papa y escribió al sa-
cerdote comunicándole que el recurso no podía ser admitido.

El Secretario rechazará igualmente el recurso contra un acto administrati-


vo que no haya sido emitido o confirmado por un dicasterio de la Curia roma-
na. Tal es el caso de los actos administrativos de autoridades inferiores.
Por ejemplo , un sacerdote, profesor de un Instituto Superior de Teología , recurrió
con tra las pretendidas irregularidade s cometidas por las competente s autoridade s aca-
démicas en la asignación de una cátedra en esa institución. El recur so fue transmitido
por la Signatura Apostólica a la Congregac ión para la Educación Católica.

Análogamente, se considera defecto manifie sto que provoca inadmisibili-


dad recurrir actos de organismos de la Curia romana que no se ajustan a la ca-
tegoría de dicasterio, como por ejemplo , del Ufficio del Lavara della Sede
Apostolica (ULSA) .
En alguna ocasión se ha presentado un recurso contra un acto de la Comisión Ec-
clesia Dei: por ejemplo , el recurso de un fiel que, habiendo solicitado un indulto a la
Comisión Ecclesia Dei, había recibido una respuesta de esta Comisión que afirmaba no
disponer de competencia para conceder lo solicitado; cuando el fiel presentó recurso a
la Signatura Apostólica el recurso fue admitido . Se puede explicar esa actuación por la
relación administrativa de esta Comisión con otros dicasterios de la Curia romana, es-

322
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINJSTRAT!VO

pecialmente con la Congregación del Clero, en un primer momento, y con la Congre-


gación para la Doctrina de la Fe , posteriormente , que le hace participar de muchas de
sus características.

2.0 ) Se aprecia que el recurrente carece de capacidad proc esal (LPSA, art.
76 § 1, 2º).
3.º) No existe la ley que se afirma que ha sido violada (LPSA, art. 76 § 1,
3º).
4.0 ) La presentación del recurso se realizó fuera de plazo (LPSA, art. 76 §
1, 4°). La circunstancia determinante para declarar nulo en este caso el recurso
es que se haya presentado después del plazo perentorio de 60 días útiles desde
la notificación del acto impugnado (LPSA , arts. 34 § 1 y 74 § 1, que han dero-
gado parcialmente en cuanto a los pla zos los arts. 123 § 1 PB y 135 § 2
RGCR). Ese plazo se cuenta desde que la persona recibe noticia de la decisión;
el problema es que muchas veces no hay prueba de esa recepción. En este pun-
to vuelv e a eviden ciarse la importancia de la notificación y de su prueba . En
efecto, la presentación extemporánea del recurso no se configura como defecto
manifiesto si el recurrente alega la falta de notificación, que pueda oponerse a
la presunción de notificación de los actos por parte de la Administración.
Así ocurrió en la causa prot. n. 25322/94 CA, cuyo recurso fue presentado «for-
malmente» después del transcurso de los treinta días (por tanto, presumiblemente fue-
ra de plazo) , pero, por las circunstancias que concurrían, fue admitido , no solo en el
examen preliminar del Secretario , sino también en la deliberación del Congreso. En la
fijación del objeto de la sentencia, la primera cuestión (a la que seguían dos cuestiones
más) se refería preci samente a si se había respetado el plazo perentorio para la interpo-
sición del recurso por parte del recurrente, a lo que la sentencia respond ió que consta -
ba que el recurrente se había atenido al plazo.

El plazo se cuenta siempre como término de tiempo útil, que, por tanto , no
corre cuando la per sona no puede actuar o hay ignorancia . En este último caso ,
el recurrente debe demostrar que no ha habido negligencia por su parte en la
ignorancia que alega para presentar el recurso extemporá neamente. Es dificil
que pueda acogerse esta alegación si, como es frecuente, ha habido un recurso
previo y el recurrente ha contado con el asesoramiento de un canon ista.
Los supuestos que pueden plantearse en tomo a la notificación y al cómputo de
los plazos son muy variados. En una ocasión , la autoridad inferior cuyo acto se había
impugnado ante el dicasterio competente, había recibido la notificación del decreto de
la Congregación para que, a su vez , lo notificara al sacerdote recurrente , pero no llevó
a cabo esa notificación . Al cabo de un año, el sacerdote recurrió el acto admini strativo
de la Congregación, que había confimiado la decisión de la autoridad inferior, y la Sig-
natura Apostólica admitió el recur so contencioso-administrativo porque no se había
efectuado la notificación (y, por tanto, el año transcurrido no había sido tiempo útil
para el recurrente).

323
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

Si el recurrente rechazara la notificación, el enca rgado de llevarla a cabo puede le-


vantar acta ante dos testigos y hacer constar que el destinatario de la notificación ha re-
husado firmar, y entonces, a partir de la fecha del acta, empieza a contar el plazo.
En otro caso, el interesado, después de no haber recibido respuesta a la solicitud
de revocación del acto dirigida a su autor, recurrió a la Congregación competente al
cabo de un año, amparándose en la omisión de respuesta (cfr c. 57 ). En realidad, para
que pudiese prosperar el recurso por silencio administrativo tendría que haber recurri-
do dentro del plazo de treinta días, a partir de los tres meses desde que se presentó la
solicitud de revocac ión del acto. La Congregación no respondió a este recurso. Al cabo
de tres meses , el recurrente impugnó ante la Signatura la presunta respuesta negativa
en virtud del silencio del dicasterio. Tampoco la Signatura Apostólica acogió el recur-
so contencioso-adm inistrativo, confirmando así la legitimidad de la omisión de res-
puesta, en ese caso, por parte del dicasterio.
El art. 135 § 1 RGCR estab lece que quien pretenda impugnar un acto administra-
tivo de un dicasterio debe presentar antes al mismo dicasterio la petición de revocación
del acto (a la que se suele llamar «remonstratio») en el plazo de diez días útiles desde
la notificación. Pero el § 2 del mismo artículo añade que, en cualquier caso, en el pla-
zo desde la notificación (que a partir de la entrada en vigor de la LPSA son sesenta días
útiles), puede presentarse el recurso ante la Signatura Apostólica. Como observa GRO-
CHOLEWSKI, «tal disposición normativa parece anular la anterior acerca de la necesidad
de la petición de revocación del acto. En consecuencia, la Signatura Apostólica - vista
la falta de claridad de esa norma- actualmente acepta los recursos , también en el caso
de que no se haya realizado esa petición de revocación, si el recurso se presenta dentro
de los treinta días desde la notificación de la decisión del dicasterio». En caso de que
se recurra un acto administrativo ante un dicasterio y, transcurridos tres meses desde la
presentación del recurso, el dicasterio no dé respuesta, dentro de los sesenta días si-
guientes y en virtud del c. 57 §§ 1 y 2 y del art. 135 § 2 RGCR, modificado por los arts.
34 § 1 y 74 § 1 della LPSA, el recurrente puede presentar recurso contencioso-admi -
nistrativo ante la Signatura Apostó lica. La Signatura Apostólica , en ese caso, acepta el
recurso pero pide información inmediatamente al dicasterio , y si el dicasterio responde
que el recurso está en estudio , la Signatura Apostólica escribe al recurrente y le comu-
nica que esperará a la decisión del dicasterio antes de dar trámite al recurso contencio-
so-administrativo .

Cuando el recmTente padece una enfermedad que no le permite actuar, no


corre el plazo (cfr c. 201 § 2), aunque para acogerse a este beneficio el recu-
rrente tendrá que demostrar que la enfermedad le impidió el ejercicio de ese
derecho.
El art. 74 § 2 LPSA prevé la posibilidad de la dispensa de los plazos (re-
missio in terminas) concedida por el Romano Pontífice si existe una causa jus-
ta. Debe tenerse en cuenta que "el Papa decide sobre la oportunidad de su con-
cesión, tras haber oído el parecer de la Signatura Apostólica, que es consultada
en cumplimiento del art. 124,2º PB al tratarse de una gracia relativa a la justi-
cia" (AUMENTA).
Si el Secretario, oído el Promotor de justicia , rechaza el recurso, lo hace
mediante un decreto, del que informa al mismo Promotor de justicia y, si el
caso lo requiere , a la autoridad competente (LPSA, art. 76 §§ 1-2). Contra el

324
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMIN ISTRATIVO

decreto de rechazo existe el derecho de apelación al Congreso , dentro del pla-


zo perentorio de diez días contabilizados desde su recepción . Ese derecho se
debe mencionar explícitamente en el decreto del Secretario (LPSA, art. 76 § 3).
El decreto del Congreso que confirma el rechazo del Secretario no admite re-
curso (LPSA, art. 76 § 4).

c) Recepcióndel recurso

Si considera que el recurso reúne las condiciones mínimas para que pueda
procederse al juicio de admisión ante el Congreso, el Secretario, mediante de-
creto, dispone acerca de los siguientes extremos:
l.º) l.º) Establece que se notifique al dicasterio y a quienes intervienen
legítimamente ante el dicasterio la recepción del recurso y, al mismo tiempo ,
los invita a nombrar un patrono por legítimo mandato (LPSA, art. 79 § 1, 1º).
2. º) Requiere al dicasterio que, en el plazo de treinta días, envíe copia del
acto impugnado y todos los autos referidos a la controversia (LPSA, art. 79 §
1, 2°).
0
3. ) Designa un Promotor de justicia para la causa (LPSA, art. 79 § 1, 3º).
4.º) Manda a la Cancillería que indique al recurrente y a los demás men-
cionados en el n. 1, las obligaciones que han de cumplir según lo establecido
(LPSA, art. 79 § 1, 4°).

d) Depósito pecuniario

Si el recurrente no ha solicitado y obtenido el beneficio de pobreza , la


Cancillería le indica que deberá efectuar un depósito de dinero, acerca del cual
el Congreso de la Signatura decide mediante normas propias, como se prevé en
LPSA, art. 30 § 1 ( en 2016 el depósito requerido era de 2000 euros, o su equi-
valente en otra moneda). Este pago puede hacerse con un cheque bancario a fa-
vor del supremo tribunal de la Signatura Apostólica . Al final del proceso se de-
cidirá si una parte del depósito o toda la cantidad, se devuelve a la parte
recurrente o si, en cambio, se destina a pagar las tasas judiciales. Si el recurren-
te no puede afrontar ese gasto, debe haber adjuntado al recurso la solicitud de
exención (o reducción) de expensas y de patrocinio gratuito.
Según la doctrina, para la concesión de alguno de estos beneficios se debe demos-
trar la situación de pobreza . La Signatura Apostólica concede fácilmente la reducción
de las tasas o la posibilidad de efectuar el pago en varios meses si el recurrente escribe
desde un país indigente o si se aportan pruebas del estado personal de pobreza, y ade-
más la causa debe presentar cierto fundamento (cfr c. 1505 § 2, 4.0 ). Si, por el contra-
rio, el recurso contiene una pretensión que se puede cons iderar trivial o irrelevante, no
se concede el beneficio de pobreza .

325
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

De la misma manera , si la parte recurrente no puede pagar los honorario s del abo-
gado, puede solicitar el patro cinio gratuito , lo que significa asignarle un abogado de
oficio , sin coste para la parte recurrente . Para que la solic itud sea atendida se exige
también que se demuestre la dificultad financiera del recurrente mediante alguna prue-
ba . El beneficio será concedido, en su caso, por el Prefecto, previa consulta al Secreta-
rio y al Promotor de ju sticia (LPSA, art. 31).
Cuando el recurrente es miembro de un instituto religioso que vive bajo voto de
pobreza , es el instituto al que pertenece el recurren te el que suele estar obligado a pa-
gar esas expensas. La práctica seguida en la Signatura Apostólica es que el instituto se
hace cargo de los gastos tanto del abogado del religioso, como de los del abogado de la
Congregación y de las tasas proce sales establecidas por la Signatura Apostólica.

D. Instru cción de la causa para el jui cio de admisión ante el Congreso

Si no se da alguna de las circunstancias que determinan el final de la con-


troversia ( que, como establece el art. 78 LPSA, son la caducidad de la instan-
cia, la revocación del acto impugnado , la renuncia y la composición pacífica) ,
se tomarán en cuenta otros aspectos necesarios para que el recurso pueda pro-
ceder.

1. Examen de la solicitud de suspensión del acto impugnado

Si, junto con el recurso, se hubiera solicitado la suspensión de la ejecución


del acto impugnado (por ejemp lo, si se recurre el decreto de demolición de una
iglesia y sus efectos no se suspenden hasta la resolución, el recurso podría ser
inútil) se lleva a cabo un examen preliminar del acto impugnado (LPSA , arts.
95-100).
La solicitud de suspensión total o parcial de la ejecu ción del acto adminis-
trativo impugnado , que debe ir acompañada de las razones que la sostienen ,
puede ser presentada en cualqui er etapa del proce so y no solo en el momento
de interponer el recur so (LPSA, art. 95 § 1). En casos graves, esa cuestión pue-
de ser propuesta por el Promotor de Justicia (LPSA, art. 95 § 2). Si se plantea
una cue stión relativa a la suspensión del acto , debe examinarse tan pronto
como sea posible (LPSA, art. 95 § 3).
Si el Secretario , después de haber escuchado al Promotor de Justicia , aco-
ge previamente la solicitud de suspensió n, debe transmitirla al autor del acto
impugnado y a los terceros intere sados, y notifi cará el plazo de que disponen
para responder con sus propios argumento s y presentar documento s, lo antes
posible. Sin embargo , el Secretario también puede neg ar preliminarmente la
suspensión, oído el Promotor de Justicia, si no hay cierta apariencia de que,
conforme a derecho, el recurrente puede tener razón y si, además , cabe la posi-
bilidad de causar un daño suspendiendo el acto, mientras que, por el contrario ,
la denegación de la suspensión no hace inútil el recurso (LPSA, art. 96 § 1).

326
EL RECURSO CONTENCIOSO -ADMINISTRATIVO

A continuación toda la documentación se entrega al Promotor de Justic ia


para que redacte un voto (dictamen) Jo antes posible (LPSA, art. 96 § 2). Des-
pués, el Prefecto debe decidir en Congreso en el plazo de 60 días desde que fue
presentada la instancia de suspensión (LPSA, art. 96 § 3). Si se concede la sus-
pensión, se debe notificar la decisión a la autoridad interesada del modo más
rápido posible para que pueda surtir efecto (LPSA, art. 97).
Por ejemplo, en el Congreso de la Signatura del 16.111.1991,acogiendo la solici-
tud contenida en el recurso presentado por un grupo de fieles de una parroquia, se acor-
dó la suspensión de la ejecución de un decreto emitido por la Congregación del Clero,
referido a la supresión de una parroquia en una diócesis de Estados Unidos.

La decisión del Congreso sobre la suspensión del acto impugnado es in-


apelable. Sin embargo, la cuestión podrá ser presentada de nuevo alegando
nuevas razones (LPSA, art. 98). La suspensión de la ejecución del acto, a me-
nos que el Congreso disponga lo contrario, persiste durante el tiempo en que la
causa está pendiente, pero no tiene efecto retroactivo (LPSA, art. 99).
Con los ajustes que sean del caso, las normas relativas a la suspensión del
acto impugnado se aplicarán a las acciones y excepciones relativas al secuestro
de bienes y a la inhibición del ejercicio de derechos (LPSA, art. 100).

2. Últimos pasos antes del examen por parte del Congreso de la


Signatura Apostólica

Una vez que se ha comprobado que el recurso ha llegado con todos los do-
cumentos requeridos, que el Secretario ha completado las formalidades exigi-
das por el art. 79 LPSA y que se ha resuelto, en su caso, la cuestión de la sus-
pensión cautelar del acto, se pueden llevar a cabo los siguientes pasos en esta
fase procesal:
a) Cuando llega la documentación sobre la que se ha fundado la decisión
del dicasterio, el Secretario informa al abogado del recurrente y Je fija median-
te decreto un plazo perentorio para que presente un memorial en el que se indi-
quen claramente las leyes que se sostiene que se han violado (cfr PB, art. 123 §
2 y LPSA, art. 34 § 2) y se aclare, complete o corrija el recurso . En este mo-
mento se pueden exhibir o solicitar otros documentos y pruebas (LPSA, art. 81
§ 1).
b) Una vez transcurrido el plazo concedido al recurrente, el Secretario, me-
diante decreto, fija un plazo para que el abogado de la parte resistente presente
su memoria l, y también, si es el caso, otros documentos (LPSA, art. 81 § 2).
Si no ha existido un recurso jerárquico previo, sino que se impugna directamente
el acto administrativo de un dicasterio, la única parte resistente es el dicasterio autor
del acto. Del mismo modo, únicamente el dicasterio es parte resistente si ha rechazado
la admisión de un recurso jerárquico, por ejemplo, por considerar que ha transcurrido

327
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

el plazo. En ese caso, se puede recurrir contra esta decisión ante la Signatura Apostóli-
ca, que no entrará a conocer del acto administrativo de la autoridad inferior que se in-
tentó impugnar: lo único que puede examinar en esa situación es si el dicasterio ha te-
nido en cuenta el cómputo de los días útiles . Si la Signatura Apostólica , en este caso,
da la razón al recurrente, el recurso vuelve al dicasterio para que se plantee de nuevo su
admisión a trámite, sin que pueda rechazarse por el mismo motivo por el que fue re-
chazado la primera vez .
En el supuesto de que el recurso contencioso-administrativo se dirija a impugnar
un acto de una autoridad confirmado por un dicasterio , el concepto de parte resistente
incluye, para la Signatura Apostólica , a las dos autoridades : la autoridad inferior y el
dicasterio; en consecuencia, se notifica a los dos, y se invita a los dos a nombrar abo-
gado.
Si el dicasterio se ha pronunciado contra la autoridad inferior cuyo acto se había
impugnado , para la Signatura Apostó1ica la parte resistente incluye también a dos suje-
tos: se envía la comunicación al laico, religioso o sacerdote que recurrió al dicasterio,
por si quiere tener otro abogado distinto al del dicasterio, y también a la autoridad in-
ferior cuyo acto fue impugnado inicialmente, que ha visto modificada su decisión por
parte del dicasterio.
Es útil saber que, de acuerdo con el art. 27 § 1 LPSA, los plazos que establezca el
Secretario en el mencionado decreto no son perentorios - lo que implicarla la inadmisi-
bilidad de las memorias presentadas fuera de plazo-, sino que son ordenatorios. Por
tanto, es posible que los memoriales se acepten incluso si son presentados con retraso,
salvo que el Prefecto o el Secretario determinen que esos plazos son perentorios al eva-
luar que el asunto requie re una mayor rapidez (LPSA, art. 27 § 2). En cualquier caso,
se tratará de plazos de tiempo útil (LPSA, art. 27 § 3).

e) Transcurrido el plazo, y completada toda la documentación, se hace


llegar al Promotor de Justicia (o, según los casos, al Promotor de Justicia susti-
tuto, o a un Promotor de Justicia encargado para una causa determinada) .
El art. 9 LPSA establece que el Promotor de Justicia encargado para una causa de-
terminada puede ser uno de los promotores de Justicia sustitutos, el Defensor del Vín-
culo de la Signatura Apostólica, uno de los referendarios (suelen ser profesores de de-
recho canónico nombrados por el Papa como referendarios de la Signatura Apostólica :
cfr. LPSA, art. 10) o un canonista experto en la materia .

El Promotor de Justicia, o el Promotor de Justicia encargado para la causa,


prepara entonces un voto «pro rei vcritate» (LPSA, art. 81 § 3 ), que debe pre-
sentarse en el plazo de treinta días. Ese dictamen procura ser un documento
muy equilibrado, que acaba estableciendo una conclusión clara acerca de si la
causa debe ser admitida o rechazada atendiendo a la verdad de los hechos.
En el voto pro reí veritate el Promotor de Justicia podrá invocar cuales-
quiera violaciones de ley, aunque no hayan sido indicadas por el recurrente o
su patrono (DANEELS).
d) Presentado el voto «pro rei veritate», se comunica a los abogados de las
partes, que pueden replicar en el plazo de diez días. Normalmente al patrono

328
El RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

del recurrente se le transmite también el memorial del resistente y un sumario


o selección de documentos .
La parte que está de acuerdo con el voto «pro rei veritate» suele manifes-
tar su conformidad, añadiendo, si es el caso, otros argumentos en el mismo
sentido.
El Promotor de Justicia puede escribir el últmo (LPSA, art. 82).

E. Juicio de admisión ante el Congreso de la Signatura

1. La sesión del Congreso en la que se examina el recurso

Se preparan copias de la documentación (el acto administrativo de la auto-


ridad inferior, el acto administrativo del dicasterio, el voto «pro rei veritate» y
los memoriales de las dos partes) para que los reciban quienes participan en el
Congreso. En el plazo establecido por el Prefecto (cfr. LPSA , arts. 40 y 83 § 1)
tiene lugar una reunión de este órgano, en la que el Prefecto toma la decisión
después de haber escuchado las opiniones proporcionadas por el Secretario , el
Promotor de Justicia y sus sustitutos , y también con la participación de otros
cargos: el Defensor del Vínculo y el Jefe de la Cancillería, como notario. Tam-
bién asiste el Promotor de Justicia encargado para la causa (que, como se ha
mencionado, será un referendario o un perito que ha colaborado en el «votum
pro rei veritate»), si lo hubiere (cfr. LPSA, art. 22 § 1). A esta reunión el Pre-
fecto pueden convocar reunión otros referendarios.
Durante la sesión del Congreso, el Promotor de Justicia de la causa actúa
como ponente, es decir, expone una relación de la causa, incluyendo su pare-
cer. A continuación, comenzando por el Secretario , dan todos su opinión.
En el debate que sigue debe dilucidarse con claridad qué ley ha sido viola-
da, de qué modo y qué pruebas hay, ya que, para que el recurso pueda ser ad-
mitido , no es suficiente que una persona no esté de acuerdo con la decisión im-
pugnada, aun por razones que parezcan sensatas : hace falta fundamentar
adecuadamente esos extremos . Por esta razón, para cerciorarse de la suficiente
fundamentación del recurso, se hace necesaria esa discusión preliminar en el
ámbito del Congreso de la Signatura . Ese debate es importante sobre todo en
los casos en que se trata de declarar la violación de la ley en la decisión, ya que
suele ser más dificil de determinar que la violación de ley en el procedimiento .
En no pocas ocasiones se han impugnado decisiones administrativas para las cua-
les la ley canónica no determina requisitos particulares, tampoco en cuanto a las razo-
nes suficientes para adoptar tal decisión. En ausencia de dichos requisitos específicos,
y teniendo en cuenta que la discrecionalidad de la autoridad competente al emitir un
acto administrativo suele ser bastante amplia, no siempre resultará fácil distinguir en-
tre la discrecionalidad administrativa y los conceptos jurídicos indeterminados (Lec-
ción II) o establecer la necesaria proporción entre los motivos del acto y el acto mismo .
Como ha puesto de manifiesto DANE ELS, es el caso, por ejemplo, de decisiones concer-

329
COMPENDIODE DERECHOADMINISTRATIVOCANÓNICO

nientes a cambios sustanciales en una parroquia (unión, división, supresión, cambio de


limites, etc.). Esa dificultad se pone de manifiesto en la reunión del Congreso que esta-
mos considerando, al llevarse a cabo una valoración indirecta acerca de la adecuación
del acto administrativo a la ley, que tiene por objeto decidir la admisibilidad del recur-
so; se manifiesta de modo más acusado porque únicamente son objeto de juicio los
conceptos jurídicos indeterminados y no la discrecionalidad, y también porque la le-
sión de la legalidad indeterminada debe poder probarse .

Solo si puede demostrarse que la decisión fue sustancialmente infundada,


puede existir la base para que se reconozca la alegada violación de la ley en la
decisión impugnada.
En otras situaciones, además de que los motivos del acto administrativo sean sufi-
cientes, la ley exige que la autoridad , para adoptar algunas decisiones más graves, al-
cance una certeza moral -convenientemente avalada por pruebas- acerca de los he-
chos o circunstancias. Esto explica que se admitan a juicio de la Signatura acto s
administrativos de este tipo en los que la falta de pruebas suficiente s no permitía alcan-
zar la certeza moral objetiva necesaria para adoptar la decisión impugnada. Por ejem-
plo, una sentencia de la Signatura Apostólica declaró la violación de la ley en la deci-
sión porque el dicasterio competente había confirmado la expulsión de una religiosa
por presuntos actos que atentaban contra las buenas costumbres , pero sin que constaran
pruebas suficientes de esos actos. En esa expulsión se violó, por tanto , el c. 696 § 1,
que prescribe que, para expulsar a un religioso, se requieren causas graves , externa s,
imputables, que deben probarse del modo previ sto por el derecho.

Si, en cambio, la ley canónica requiere razones específicas para un tipo


particular de decisión (por ejemplo , los ce. 1740 1741 relativos a la remoción
de un párroco) , y puede demostrarse que dichos requisitos no fueron observa-
dos, resulta más sencillo discemir si existe fundamento o no para apreciar una
violación de la ley.

2. Decisión del Prefecto sobre la admisión del recurso


Finalmente el Prefecto toma la decisión de admitir la causa para su discu-
sión o de rechazarla como manifiestamente carente de fundamento (LPSA, art.
83 § 1). En el primer caso, cuando el recurso se admite, no se exponen moti-
vos, a no ser que, con respecto a las alegaciones de la parte recurrente, se admi-
ta por un supuesto de violación de ley y no por otros.
En el segundo caso, cuando se rechaza el recurso, se añade una motiva-
ción completa. Se puede también rechazar un recurso por falta de presupuestos
(por ejemplo por falta de legitimación activa en el recurrente).
Alguna vez el Prefecto decide aplazar la decisión para completar algún
punto.
Por ejemplo, en el Congreso de la Signatura del 13.VI.1991 se decidió «dilata et
compleantur acta» acerca del recurso presentado por un sacerdote de una diócesis italia-
na contra el decreto de la Congregación del clero relativo a un beneficio eclesiástico.

330
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

También durante el Congreso se examina, en su caso, el recurso contra la


primera denegación del Secretario.
Por ejemplo, el 7.X.1993 fue denegado en el Congreso de la Signatura el recurso
presentado por un religioso contra el decreto del Secretario de la Signatura Apostólica
que, a su vez, había rechazado un recurso por haberlo presentado fuera de plazo.

La decisión que adopta el Prefecto en el Congreso, que es muy semejante


a la decisión de aceptar o rechazar un escrito de demanda en una causa judicial
ordinaria (c. 1505), se notifica a las partes (LPSA, art. 83 § 2).

3. Recurso contra la decisión del Prefecto en el Congreso

No se da recurso contra el decreto del Prefecto que admite el recurso. En


cambio, el decreto que deniega la admisión se puede recurrir ante el Colegio de
jueces (LPSA, art. 84 ). Para este fin, ese decreto debe hacer mención del dere-
cho del recurrente a impugnar el rechazo de su recurso (cfr LPSA, art. 42 § 1).
En tal caso «la parte recurrente deberá hacer efectivo un depósito adicional de
1.000 euros, su abogado deberá presentar las razones del recurso y, a continuación , el
Promotor de Justicia prepara un voto «pro rei veritate» y, a la vista del recurso y del
voto <<prorei veritate» el Colegio de jueces decide)> (PUNDERSON). La decisión es
similar a la resolución de un recurso contra el rechazo del escrito de demanda en una
causa judicial ordinaria ( c. 1505 § 4 ), que se debe presentar antes de 10 días; en este
caso, el plazo será perentorio (cfr. LPSA, artt. 28 § 2 y 42 § 2).
Las partes tienen un plazo de diez días para presentar sus observaciones. Por últi-
mo, el Promotor de Justicia emite su opinión (cfr LPSA, art. 42 § 3).
La decisión del Colegio, que en este caso puede estar compuesto por tres jueces
solamente, si así lo ha establecido el Prefecto (cfr LPSA, art. 21), no es susceptible de
recurso.
Daneels, en 2006, señalaba que en los diecinueve años que hasta entonces había
trabajado en la Signatura Apostólica no había conocido un solo caso en el que el Cole-
gio hubiese revertido la decisión de no admitir una causa adoptada por el Prefecto en el
Congreso. Parece que esta línea se ha mantenido también posteriormente Anteriormen-
te existía la posibilidad sucesiva de apelación en el caso de que la decisión del Colegio
fuese denegatoria , pero actualmente el derecho no la prevé (cfr art. 42 § 4 LPSA).

F. Prosecución del proceso ante el Colegio de jueces

1. Discusión de la causa después de la admisión

Después de la admisión del recurso se tiene una reunión en la que el Se-


cretario convoca a los abogados de las partes y al Promotor de Justicia para te-
ner un breve debate oral en el que se manifi esten las observaciones respectivas,
de modo que se pueda establecer el modo de proceder en la fase sucesiva: cuá-

331
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

les son las cuestiones prejudiciales -es decir, que deben resolverse antes de
entrar en el fondo del recurso- y cuáles las fundamentales; qué cuestiones de-
ben ser apreciadas de oficio y cuáles, en cambio, necesitan todavía ser tratadas.
El acuerdo sobre estas cuestiones, que pretende llegar a definir los términos
precisos de la controversia, adquiere firmeza con el decreto del Secretario que
establece el dubium o cuestión a la que deberá responder la decisión del Cole-
gio de Jueces (cfr LPSA , art. 85 § 1).
Contra este decreto cabe presentar recurso ante el Prefecto, cuya decisión
no es impugnable (cfr LPSA, art. 85 § 2). ·
A la vista de lo tratado en la reunión, el Secretario puede disponer una ins-
trucción adicional. Si fueran una o ambas partes quienes proponen una instruc-
ción complementaria, el Secretario decidirá lo antes posible acerca de la con-
cesión del incidente probatorio.
A su vez, el Prefecto, si lo considera necesario, puede solicitar otros docu-
mentos como, por ejemplo, el parecer de un perito en materia administrativa
(cfr LPSA, art. 87).
A continuación, se prepara y se distribuye el sumario, es decir , la carpeta
que contiene los documentos del caso.
A menudo los expedientes son voluminosos y no conviene distribuir toda la docu-
mentación, sino solo los documentos que las partes consideran esenciales para que
pueda entenderse la controversia y para sostener la propia posición. En la práctica , las
partes y el Promotor de Justicia proponen los documentos que deben incluirse en ese
sumario. Por esta razón, los patronos preparan sus memoriales solo después de la con-
fección y distribución del sumario (citando los documen tos según el orden del suma-
rio), en el plazo establecido (cfr. LPSA , art. 88 § 1).
G.P. Montini, en su calidad de Promotor de ju sticia de la Signatura Apostólica, ex-
plica que, en la praxis vigente en el tribunal, es el abogado del recurrente quien prime-
ro propone una selección de los actos de la causa que considera necesarios y suficien-
tes para fonnar el sumario ; a continuación el abogado de la parte resistente examina la
propuesta y, a su vez propone variaciones o ampliaciones ; teniendo en cuenta las pro-
puestas de las partes, el Promotor de Justicia decide la propuesta definitiva de sumario,
cuya aprobación corresponde al Secretario .

Una vez transcurrido el plazo mencionado anteriormente, el Promotor de


Justicia ( titular , sustituto o encargado) presenta su voto «pro rei veritate» (cfr.
LPSA, art. 88 § 2), explicitando en este segundo dictamen si considera que la
violación de la ley está probada o no lo está. A cada abogado se le traslada
tanto el voto del Promotor de Justicia como el memorial de la parte contraria.
A uno y otro escrito pueden replicar los abogados dentro de un plazo de diez
días.
Por último, el Promotor de Justicia tiene la facultad de añadir un dictamen
final (cfr. LPSA, art. 88 § 3).
Terminada esta fase de discusión, el Prefecto decide la composición del
Colegio que juzgará la causa y la fecha en que se reunirá; también dispone que

332
EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO

la documentación de la causa se prepare para que pueda ser distribuida en su


momento a los miembros del Colegio de jueces (cfr LPSA , artt. 46 y 89).
"La composición del Colegio debe ser comunicada a los patronos de las
partes y al Promotor de justicia , para que puedan ejercitar el control, previsto
en toda causa judicial , relativo a la solicitud de abstención o recusación (cf.
arts. 23-24 LPSA)" (MONTINI).

2. Sesión del Colegio de jueces

El Prefecto preside la sesión del Colegio de jueces (cfr LPSA, art. 5 § 2,


1º), siendo él mismo uno de los jueces que componen el Colegio (salvo que
deba abstenerse o haya sido recusado: cfr LPSA , arts. 23 § 2 y 24 § 2). Partici-
pan cuatro jueces más de entre los miembros del Tribunal -según los dato s
del «Anuario Pontificio», en el año 2016, el tribunal estaba compuesto por
once cardenales y seis obispos ; y la LPSA , en su art. 1 § 2, ha previsto la posi-
bilidad de que sean miembros también otros clérigos-, a menos que el Prefec-
to, a la vista de las particularidades del caso, no haya convocado el Pleno (cfr
LPSA, art. l § 3). En virtud de las disposiciones combinadas de los arts. 6 § 2,
4 ° y 47 § 2 LPSA, el Secretario podrá estar presente en la reunión para expli-
car los detalles del caso , pero deberá ausentarse en el momento de la decisión
de los jueces.
En la sesión del Colegio de jueces:
a) Después de la exposición de la causa por parte del juez relator, también
llamado ju ez ponente (cfr LPSA , art. 47 § 1), en la que pre senta los argumen-
tos a favor y en contra del recurso, intervienen los otro s Jueces, ilu strando sus
conclusiones y las razones que las sustentan , tanto de derecho como de hecho,
entregan al Juez ponente las propi as conclusiones escritas que po steriorment e
se añaden a las actuaciones de la causa, protegida s por el secreto (cfr LPSA ,
art. 4 7 § 2), se decide por mayoría de votos y se firm a la parte dispo sitiva de la
sentenci a o del decr eto del Colegio de ju eces, redactada por el juez ponent e
(cfr. LPSA , art. 47 §§ 3-4). Esta decisión se tran smite inmediatamente al Se-
cretario de la Signatura.
b) Si lo considera necesario, el Colegio de juec es, en lugar de resolv er la
causa definiti vament e, puede también decidir, mediante decreto, que se realice
una instrucción adicional (cfr. LPSA, art. 49) y para llevarla a cabo se delega al
Secretario.
c) Los Juece s decid en sobre cada petición y sobre las resp ectiva s excep-
ciones. Para resolver la contro vers ia, pueden establecer los efectos directo s e
inmediatos que se siguen de la declaración de la ilegalidad contenida en la sen-
tencia (LPSA, art. 90). Sin embargo, si la sentencia "a firma que no consta la
ilegalidad del acto impugnado, éste devi ene automáticamente eficaz, y com-
porta la terminación de cualquier efecto suspensivo producido por el recurso"
(COPPOLA) .

333
COMPENDIODE DERECHO ADMINTSTRATJVOCANÓNICO

d) La decisión se pronuncia también acerca de las costas judiciales, los


honorarios de los Patronos y, en su caso, la indemnización de los daños (cfr
LPSA, art. 30 § 3).
e) El Juez Ponente redacta tan pronto como sea posible el texto de la de-
cisión y las razones en que se fundamenta. El Prefecto puede detennin ar en un
caso concreto que las razones de hecho y de derecho de la sentencia sean re-
dactadas por el Promotor de Justicia (cfr LPSA , art. 48).
f) Para la notificación de la sentencia o el decr eto del Colegio de jueces
nonnalmente se espera a su redacción, y entonces se notifica a las partes a tra-
vés de sus patronos (cfr LPSA, art. 26 § 2). Alguna vez se comunica antes la
parte dispositiva, a petición de una de las partes (cfr c. 1614).
«La sentencia del Colegio de jueces del Supremo Tribunal constituye cosa
juzgada y por tanto no es susceptib le de apelación; siempre queda el recurso
extraordinario al Santo Padre, así como la proposición de la "que rela nullitatis"
o de la "restit utio in integrum" con arreglo a los ce. 1620-1627 y 1645-1648»
(D'OSTILJO y LPSA, art . 91). En cambio, si la Signatura ha juzgado sobre la
sustancia (cfr LPSA, art. 104), la sentencia sí es apelable (LLOBELL).

G. Ejecución de la sentencia

l. Decisión sobre la ejecución de la sentencia

Si no se establece otra cosa, el Dicastcrio que dio o aprobó el acto impug-


nado debe ejecuta r la sentencia, por sí o por otro. (LPSA, art. 92 § 1).

2. La ejecución efectiva de la sentencia en caso de dificultad

Si hubiera dificultades en la ejecución de la sentencia - negativas, impe-


dimentos, dilaciones indebidas- , procederá a la ejecución la misma Signatura
Apostólica , a solicitud de la parte interesada y tras infonnar al Romano Pontí-
fice (cfr LPSA, art. 92 § 2). Queda siempre a salvo para la parte interesada el
derecho de pedir y obtener la reparación por el daño causado. Si surge algun a
controversia en relación con la ejecución, el Congreso debe resolverla con la
mayor celeridad (LPSA, art. 94).

3. Modo de ejecución de la sentencia

El ejecutor (ya sea el dicasterio que emitió o aprobó el acto impugnado o,


con carácter excepcional, la misma Signatura Apostólica) ha de llevar a cabo la
ejecució n de la sentencia conforme al significado propio de sus palabras consi-
derado en el texto y en el cont exto (LPSA, art. 93 § 1).

334
EL RECURSO CONTENCJOSO-ADM!NJSTRATIVO

La LPSA distingue tres contenidos posibles de la sentencia para especifi-


car algunos de los efectos y exigencias de su ejecución :
a) Cuando se trata de daños económicos , si la ejecución incluye un resar-
cimiento en dinero , el pago debe hacerse en el plazo de treinta días desde la no-
tificación de la sentencia, salvo que el Supremo Tribunal haya previsto otra
cosa (LPSA, art. 93 § 2).
b) Cuando la sentencia declara la ilegitimidad del acto impugnado in pro-
cedendo, la autoridad de que se trate solamente podrá dar de nuevo el mismo
acto confo1me a derecho, es decir, siguiendo el procedimiento previsto y te-
niendo en cuenta el modo y los términos que se hubieran determinado en la
sentencia (LPSA, art. 93 § 3).
c) Cuando la sentencia declara, en cambio, la ilegitimidad del acto admi-
nistrativo recurrido in decernendo, es decir, por considerar ilegítima la decisión
mi sma que contiene, la autoridad solamente podría decidir de nuevo sobre el
mismo asunto respetando lo establecido por el derecho y siguiendo el modo y
los término s que se hubieran determinado en la sentencia (LPSA , art . 93 § 4).

335
[texto latino oficial en www.vatican.va]

Moru PROPRIO «ANTIQUA ÜRDINATJONE»,


POR EL QUE SE PROMULGA LA
LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

BENEDICTO PP. XVI

Hace cien años, Nuestro Santo Predecesor el Papa Pio X suprimiendo la


antigua ordenación de los tribunales de la Signatura papal de Gracia y Justicia,
restableció, o más bien estableció, el Tribunal Supremo de la Signatura Apos-
tólica mediante la Constitución Apostólica Sapienti Consilio del 29 de junio de
1908, con la que se reorganizaba la Curia Romana y a la cual iba unida la Ley
propia de la Sagrada Rota Romana y de la Signatura Apostólica. El mismo
Sumo Pontífice confirmó y ratificó las Regulae servandae in iudiciis apud Su-
premum Apostolicae Signaturae Tribunal, el 6 de marzo de 1912, atribuyéndo-
les fuerza y autoridad de Ley peculiar para el Tribunal Supremo de la Signatu-
ra Apostólica, y mandó que fueran publicadas en Acta Apostolicae Sedis,
promulgadas y estrictamente respetadas en el futuro por aquellos a los que
afectaran.
Las competencias de la Signatura Apostólica, así determinadas, fueron au-
mentadas por su Sucesor el Sumo Pontífice Benedicto XV, a instancias del
Eminentísimo Cardenal Michele Lega, Prefecto del Supremo Tribunal, con el
quirógrafo Attentis expositis de 28 de junio de 1915; y fueron nuevamente ex-
puestas en el Codex luri s Canonici promulgado poco tiempo después, esto es
el 27 de mayo de 1917, por el mismo Antecesor Nuestro.
Dichas competencias pe1manccieron casi sin cambios hasta la Constitu-
ción Apostólica Regimini Eccelesiae Universae, con la cual el Sumo Pontífice
Pablo VI, de venerada memoria, el día 15 de agosto de 1967, llevó a cabo con
entusiasmo la nueva regulación de la Curia Romana; instituyó la Sección Se-
gunda, para tutelar más adecuadamente los derechos esenciales y fundamenta-
les de los fieles ante el Tribunal de la Signatura Apostólica, y extendió también

337
....

COMPEND IO DE DERECHO ADMIN ISTRATIVO CANÓNICO

a las causas matrimoniales su función de vigilar la recta administración de jus-


ticia.
Estas grandes innovaciones requerían que se redactaran cuanto antes unas
Norma e Speciales, que fueron aprobadas ad experimentum por el mismo Sumo
Pontífice ya el día 23 de marzo del año 1968, sustituyeron desde entonces a las
Regulae servandae y estuvieron en vigor durante cuarenta años, en un período
de profunda revisión de la legislación canónica.
En efecto, el Siervo de Dio s Juan Pablo II promulgó el 25 de enero de
1983 el Codex Iuris Canonici; el 28 de junio de 1988 la Constitución Apostóli-
ca Pastor Bonus ; y el 18 de octubre de 1990 el Codex Canonum Ecclesianmi
Orientalium.
Una vez concluida s felizmente todas esta s cos as, faltaba afrontar por últi-
mo la redacción de una Ley propia que, conforme al artículo 125 de la Consti-
tución Apostólica Pastor Bonu s, rigiera el Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica . Preparado el proyecto de la Ley propia por los Eminentísimos y
Excelentísimos Padres de este Supremo Tribunal, presididos por S.E.R. Carde-
nal Agostino Vallini, Prefecto del mi smo Dicasterio, lo sometieron a detenido
examen en la Congregación Plenaria de los días 15 y 16 de noviembre de 2007 ,
y resolvieron que el texto corregido de las normas Nos fuera presentado para
que recibiera la sanción Apostó lica.

338
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

He aquí revisada la

LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

Título I
DE LA CONSTITUCIÓN Y LOS OFICIOS DEL TRIBUNAL

Capítulo I
DE LA CONSTITUCIÓN DE LA SIGNATURA APOSTÓLIC A

Art. 1. § 1. El Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica está formado


por un grupo de Padres Cardenales y Obispos, que son nombrados por el Sumo
Pontífice. Lo preside el Cardenal Prefecto elegido por el mismo Sumo Pontífi-
ce.
§ 2. Al grupo de los Miembros pueden ser adscritos también algunos cléri-
gos , de íntegra fama, doctores en derecho canónico y dotados de eximia doctri-
na canónica.
§ 3 Si no se dispone otra cosa, el Supremo Tribunal conoce las causas por
colegios, quedando a salvo la facultad del Prefecto de deferidas al Pleno de la
Signatura.
§ 4. Cuando queda vacante la Santa Sede , el Prefecto y los Miembros ce-
san en su oficio .

Art . 2. § 1. El Secretario ayuda al Prefecto en el gobierno de los asuntos y


personas en la Signatura Apostólica.
§ 2. Cuando está vacante la Santa Sede, el Secretario se ocupa del gobier-
no ordinario de la Signatura Apostólica, gestionando solamente los asuntos or-
dinarios . Él mismo, por su parte , necesita la confirmación del Sumo Pontífice
en los tres primeros meses desde la elección de este.

Art. 3. En el Dicasterio prestan sus servicios el Promotor de justicia, el


Defen sor del vínculo , los Promotores de justicia sustitutos y el Jefe de la Can-
cillería, así como un número adecuado de Oficiales y Ayudantes. Asi sten tam-
bién al Tribunal, como consultores, los Referendarios .

Art . 4 . El Secretario , el Promotor de justicia, el Defensor del vínculo, los


Promotores de justicia Sustitutos, como Oficiales mayores que son, y también
los Referendarios son nombrados por el Sumo Pontífice. Los Oficiales y Ayu-
dantes se incorporan conforme a las normas generales por las que se rige la Cu-
ria Romana .

339
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Capítulo II
DELOS OFICIOS EN PARTICULA R

Art. 5. § 1. El Prefecto modera la Signatura Apostólica, la dirige y la re-


presenta.
§ 2. Le corresponde principalmente:
1° Constituir el Colegio de Jueces o convocar el Pleno de la Signatura, de-
signar al Ponente y presidir las sesiones de Jueces;
2° presidir el Congreso y tomar las decisiones en él;
3° conceder las gracias solicitadas y dar los decretos decisorios fuera del
Congreso.

Art. 6. § 1. El Secretario, bajo la autoridad del Prefecto , se encarga de todo


lo relativo a la instrucción y tramitación de los asuntos.
§ 2. Le corresponde sobre todo:
1º Asignar las instancias recibidas y otras cuestiones que deban estudiarse;
2° rechazar in limine, si el caso lo requiere, los recursos y otras instancia s;
3° ejercer la función de Auditor;
4º asistir a la reunión de Jueces para ilustrar la causa, quedando a salvo lo
dispuesto en el art. 47 § 2;
5° velar por la correcta redacción de las cartas y decretos que deban ser fir-
mados por el Prefecto o por él mismo ;
6° administrar los bienes.
§ 3. Hace las veces del Prefecto ausente o impedido, excepto en los casos
reservados al mismo Prefecto.

Art. 7 § 1. El Promotor de justicia , al que ayudan al menos dos Sustitutos,


interviene en las causas y cuestiones referidas a la recta administración de jus-
ticia.
§ 2. En las causas judiciales y contencioso-admini strativas propugna la
justicia y la verdad, más allá de las partes ; en las causas penales y disciplinares
promueve la acción por mandato del Prefecto.
§ 3. Hace las veces del Secretario ausente o impedido .
§ 4. Cesa en el oficio al cumplir la edad de setenta y cinco años.

Art. 8. § l. El Defensor del vínculo debe intervenir en las causas y asuntos


en los que se trata de la nulidad de la sagrada ordenación o de la nulidad o di-
solución del matrimonio; fuera de los casos en que, por la naturaleza del asun-
to, se requiere evidentemente su intervención, correspond e al Secretario deci-
dir si debe intervenir o no, quedando a salvo el art. 22 .
§ 2. Por oficio, está obligado a proponer y manifestar todo lo que pueda
aducirse razonablemente contra la nulidad o la disolución .
§ 3. Cesa en el oficio al cumplir la edad de setenta y cinco años.

340
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIG NATURA APOSTÓLICA

Art. 9. Además de a los Oficiales mayores, el Secretario puede designar


por justa causa a Referendarios y a otros expertos para que ejerzan en un caso
la función de Promotor de justicia o Defensor del vínculo.

Art. 1O. § l. Los Referendarios, quedando a salvo el art. 9, tienen la fun-


ción de consultores que expresan un parecer , en virtud de su ciencia y expe-
riencia , sobre las cuestiones que se les plantean.
§ 2. Los Referendarios deben ser doctores en derecho canónico y destacar
por su honestidad de vida, prudencia y competencia jurídica.

Art. 11. § 1. El Jefe de la Cancillería la dirige bajo la guía del Secretario.


§ 2. Le corresponde principalmente firmar los actos que se han de despa-
char en nombre de la Cancillería, custodiar el sello de la Signatura Apostóli-
ca , confeccionar el sumario de las causas, y preparar las órdenes de pago o
cobro.
§ 3. Con la ayuda de los Notarios y adjuntos , cuida de que todos los actos
que llegan a la Signatura se registren en el protocolo; se anote el desarrollo de
las causas; se confeccionen y expidan correctamente las cartas , decretos y res-
criptos según las órdenes recibidas ; se guarden debidamente las actas en el ar-
chivo; y la biblioteca cuente con las necesarias obras de consulta.
§ 4. Se encarga de que queden recogidas todas las decisiones, algunas de
las cuales, seleccionadas cada año en el Congreso por el Prefecto , son publica-
das por impulso del Supremo Tribunal.

Art. 12. § l. El Jefe de la Cancillería y el resto de los Notarios dan fe pú-


blica de los actos realizadas ante ellos y testifican con su firma la autenticidad
de las copias .
§ 2. El Secretario pu ede conceder el cargo de Notario para un acto a los
que se dedican al trabajo de la Cancillería .

Art. 13. § l. Los Notarios y los que se dedican al trabajo de la Cancillería,


según las funciones específicas que tengan encomendadas , redactan las cartas,
decretos y rescriptos e informan del estado de las cuestiones qu e se han de tra-
tar.
§ 2. El más antiguo de los Notar ios por nombramiento hace la s veces del
Jefe de la Cancillería cuando esté ausente o impedido .

Art. 14. Los ordenanzas de la Signatura desempeñan también la función


de cursor es.

Art. 15. Los Oficiales mayores , Oficiales y Ayudantes enumerados en la


Lista de cargos (Tablilla orgánica) de la Signatura Apostólica deben cumplir
con diligencia sus funciones bajo la dirección de los Superiores.

341
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Capítulo III
D E LOS PATRONOS

Art. 16. § 1 Las partes solo pueden actuar en juicio por medio de patrono ,
es decir por un procurador-abo gado .
§ 2. Si la parte recurrente, una vez informada del asunto, no provee en el
plazo prescrito , sin aducir excu sa suficienteu obtener el patrocinio gratu ito, el
Secretario declara extinguida la causa.
Art . 17. § 1. Los Abogados ante la Curia Romana pueden recibir el encar-
go de ejercer el patrocinio de las causas.
§ 2. Se admiten, además, los Abogados de la Rota Romana en las causas
judiciales de las que se trata en el art. 33 y en las causas disciplinares de las que
se trata en el art. 35, n. l.
§ 3. En las causas contencioso-administrativa s, de las que trata el art. 34,
el Prefecto puede admitir , para un caso concreto , Abogados de la Rota Romana
con tal que sean verdaderamente exp ertos en la materia , y si el caso lo requie-
re , otro verdad erame nte experto que sea doctor en derecho canónico.
§ 4. Los Abogados ante la Curia Romana al comenzar a ejercer el oficio
recibido , y los demás al inicio de la causa contencioso-administrati va en la que
actúen , deben prestar juramento de guardar secreto y de desempeñar re cta y
fielmente su función.

Art . 18. § 1. El Patrono, por su oficio, está obligado a defender los dere-
chos de la parte y a guardar el secreto de oficio.
§ 2. Le corresponde repre sentar a la part e, presentar los escritos o los re-
curso s, informar a la parte del estado de la causa, recibir en su nombre las noti-
ficaciones y defenderla .

Art . 19. § 1. Los Patronos tienen derecho a honorario s adecuados.


§ 2. Si surge una cuestión sobre los honorarios, la resuelve el Secretario , a
instancia de parte o de oficio , después de oír a los interesados, salvo recur so al
Prefecto, quedando firmes los art. 35, n. 1 y 113.

Art. 20. Los patronos deben prestar patrocinio gratuito cuando reciban ese
mandato del Secretario, sin perjuicio de una compensación equitativa que ha-
brá de pagarse , en su caso, de las arcas del Supremo Tribunal.

Capítulo IV
D E LA DISCIPLINAQUE HA DE GUARDARSE

Art . 21. Constituyen el Colegio de Jueces cinco miembros , a no ser que el


Prefecto decid a en el Congre so que el recurso contra el decreto de rechazo
dado en el Congreso, en su caso , debe ser juzgado por un Colegio de tre s Jue-
ces.

342
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SlGNATURA APOSTÓLJCA

Art. 22. § 1. En el Congreso decide el Prefecto con la intervención del Se-


cretario, el Promotor de justicia , el Defensor del vínculo y los Promotores de
justicia Sustitutos, así como de otros que pudieran haber sido designados para
hacer la función de Promotor de justicia o Defensor del vínculo en las causas
que vayan a tratarse, estando presente el Jefe de la Cancillería; pueden ser invi-
tados, si el Prefecto lo juzga oportuno, los Referendarios cuya presencia se
considere útil.
§ 2. En un caso urgente basta que estén presentes, además del Prefecto y el
Secretario, o quien haga sus veces, otros dos de los convocados.

Art. 23. § 1. El Prefecto , los Jueces, el Secreta rio, el Promotor de justicia


y el Defensor del vínculo, en los casos señalados en los ce. 1448 § 1 del Códi-
go de Derecho Canónico y 1106 § 1 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales, deben abstenerse de intervenir en la causa que se va a tratar.
§ 2. Si el Prefecto se abstiene, debe ejercer sus funciones en la causa el Se-
cretario hasta la Sesión de Jueces, la cual preside, en cambio, el Cardenal juez
más antiguo por orden y promoción.
§ 3. Si el Secretario se abstiene, debe ejercer sus funciones en la causa el
Promotor de justicia.

Art. 24. § l. En estos casos, si ellos mismos no se abstienen, la parte pue -


de recusarlos.
§ 2. Si es recu sado el Prefecto u otro Cardenal, la parte recusante debe so-
meter el asunto al Sumo Pontífice, después de informar a la Signatura; en los
restantes casos el Prefecto juzga sobre la recusación .

Art. 25. Todos, al comenzar a ejercer el oficio recibido , deben hacer ante
el Prefecto, con la presencia de un Notario, la profesión de fe y el juramento de
guardar el secreto y de cumplir fiel y diligentemente su función.

Art. 26. § 1. Los Patronos que lo piden, pueden obtener copia de los autos
con licencia del Secretario y oído el Promotor de justicia; pero tienen obliga-
ción grave de evitar que se entregue a otros, sin exceptuar a las partes, copia to-
tal o parcial de cualquiera de los autos.
§ 2. La publicación o intimación de las decisiones, a todos los efectos jurí-
dicos, se lleva a cabo entregando o transmitiendo copia de ellas a los Patronos.

Art. 27. § l. Los plazos establecidos para los actos procesales son ordena-
torios , a no ser que sean perentorios por derecho, o así se declaren expresamen-
te.
§ 2. Sin embargo el Prefecto y el Secretario pueden establecer plazos pe-
rentorio s, si es necesario para resolver expeditivamente un caso.
§ 3. Los plazos establecidos en esta ley se entienden de tiempo útil.

343
COMPENDIODE DERECHO ADMINISTRATIVOCANÓNICO

Art. 28. § 1. A no ser que se disponga otra cosa, contra un decreto no me-
ramente ordenatorio del Secretario cabe recurso motivado al Prefecto, que se
ha de interponer en el plazo perentorio de diez días.
§ 2. Siempre que se da la facultad de recurrir al Colegio contra un decreto
del Congreso, el recurso motivado debe interponerse dentro del plazo perento-
rio de diez días.

Art. 29. § l. Además de en la lengua latina oficial, se puede acudir tam-


bién a la Signatura Apostólica en las lenguas hoy más ampliamente conocidas.
Si alguien acude a ella en otra lengua, el Secretario puede exigirle que utili ce
un idioma más ampliamente conocido.
§ 2. Las demás instancia s, defen sas y votos han de ser presentados en len-
gua latina.

Capítulo V
DE LAS COSTASY DEL PATROCINIOGRATUITO

Art. 30. § 1. El Congreso estable ce normas sobre las cauciones que se han
de depositar, los gastos judiciale s, los honorarios y las tasa s por rescriptos .
§ 2. El Secretario, por justa causa, puede establecer otra cosa, en casos sin-
gulares, sobre la caución que se haya de depositar o la tasa que se haya de pa-
gar.
§ 3. En las decisiones se dispone acerca de los gastos, los honorarios y, si
es el caso, el resarcimiento de daños.

Art. 31 . § 1. Quien solicita el patrocinio gratuito debe gozar de un presun-


to buen derecho para introducir la causa, y presentar pruebas que muestren su
situación económica.
§ 2. El Prefecto , por decreto, oídos el Secretario y el Promotor de justicia,
concede o deniega el beneficio total o parcialmente .
§ 3. No cabe apelación contra el decreto del Prefecto, pero la parte puede
recurrir en los siguientes quince días ante el propio Prefecto.
§ 4. Concedido el patrocinio gratuito, el Secretario nombra un Patrono de
oficio.

344
APÉNDIC E: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIG NATURA APOSTÓLICA

Título II
DE LA COMPETENCIA DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

Art. 32. El Dicasterio, además de ejercer la función de Tribunal supremo,


provee a la recta administración de justicia en la Iglesia.

Art. 33. La Signatura Apostólica juzga:


1° las querellas de nulidad contra las decisiones definitivas o con fuerza de
sentencia definitiva de la Rota Romana;
2° las peticiones de restitutio in integrum contra las decisiones de la Rota
Romana;
3º los recursos, en las causas sobre el estado de las personas, contra la de-
negación de nuevo examen de la causa por la Rota Romana;
4° las excepciones de sospecha y otras causas contra los Jueces de la Rota
Romana por actos realizados en el ejercicio de su función;
5º los conflictos de competencia entre tribunales que no están sujetos a un
mismo tribunal de apelación, a no ser que el derecho disponga otra cosa .

Art . 34 . § 1. La Signatura Apostólica conoce de los recursos, interpuestos


en el plazo perentorio de sesen ta días útiles , contra los actos administrativos
singulares dados por los Dicasterios de la Curia Romana o aprobados por ellos,
siempre que se discuta si el acto impugnado violó alguna ley en la decisión o
en el procedimiento .
§ 2. En estos casos, además del juicio de ilegitimidad, puede conocer tam-
bién, si el recurrente lo pide, de la reparación de los daños causados por el acto
ilegítimo .
§ 3. Conoce también de otras controversias administrativas que le sean en-
comendadas por el Romano Pontífice o por los Dicasterios de la Curia Roma-
na, así como de los conflictos de competencia entre los mismos Dicasterios.

Art. 35. Corresponde también a la Signatura Apostólica la vigilancia de la


recta administración de justicia , y en especial :
1º determinar que se proceda co ntra los ministros de los tribunales, los
abogados o los procuradores, si es necesario;
2º examinar las peticiones presentadas a la Santa Sede para obtener la co-
misión de una causa ante la Rota Romana , la dispensa de leyes procesales, in-
cluso por lo que se refiere a las Iglesias orientales, u otra gracia relativa a la ad-
ministración de justicia .
3° prorrogar la competencia de los tribunales inferiores ;
4º conceder la aprobación, reservada a la Santa Sede, del Tribunal de ape-
lación ;
5° promover y aprobar la erección de tribunales interdiocesanos;
6° conocer de aquellas cuestiones que son atribuidas a la Signatura Apos-
tólica por acuerdos entre la Santa Sede y los Estados.

345
---...............
______ ~ _

COMPENDIODE DERECHOADMJNJSTRATIVOCANÓNICO

Título III
DEL PROCESO JUDICIAL

Capítulo I
NORMAS GENERALES

Art. 36. El recurso se introduce por medio de un escrito , al que se debe ad-
juntar su copia au téntic a, cuando se impugna una sentencia o un decreto.

Art. 3 7. El Secretario recaba todos los autos relacionados con el caso.

Art. 38 . E l Secretario se encarga de notificar el escrito introductorio a to-


dos los interesados, así como al Defensor del vínc ulo, si interviene en el proce-
so; y establece un plazo para designar Patrono , si es necesario y quedando fir-
me el art. 16, así como para presentar los escritos.

Art. 39. § 1. Transcurrido ese plazo, el Promotor de justicia emite el voto


pro reí veritate.
§ 2. El Secretario se encarga de comunicar este voto, juntamente con los
escritos de los que se trata en el art. 38, a las partes, que tienen derecho a repli-
car, si lo desean, en el plazo de diez días.
§ 3. Una vez dada la posibilidad al Defensor del vínculo de replicar de
nuevo , el Promotor de justicia puede intervenir en último lugar.

Art. 40. El Prefecto fija el día en el que se debe tener el Congreso, y man-
da que sea notificado a las partes.

Art. 41 . § 1. Una vez cumplido lo indicado, el Congreso admite o rechaza


el recurso.
§ 2. Las decisiones del Congreso se notifican por escrito a las parte s.

Art . 42. § 1. Contra el decreto de recha zo cabe recurso ante el Colegio de


Jueces, a no ser que el derecho disponga otra cosa; el mismo decreto debe in-
formar al recurrente de este derecho.
§ 2. El recurso, con los argumentos en que se basa, debe interponerse en el
plazo perentorio de diez día s.
§ 3. Debe informarse de la interposición del recur so a las partes , que tie-
nen derecho a presentar sus observaciones en el plazo de diez días.
§ 4. Una vez pre sentado el voto del Promotor de justicia , el recurso se so-
mete cuanto antes al Colegio, cuya decisión no es susceptible de recur so .

Art. 43. § 1. Admitido el recurso, el Secretario convoca a todos los intere-


sados para la litis contestatio.
§ 2. Compete al Secretario, después de oír a todos los interesados , estable-
cer la fórmula de dudas por decreto, moderar la instrucción de la causa canfor-

346
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SJGNAT URA APOSTÓLJCA

me a las normas del derecho y dirimir con la máxima celeridad las cuestiones
incidentales, si las hubiera.

Art. 44. Completada la instrucción, el Secretario, ayudado por el Promotor


de justicia y oídos los Patronos de las partes así como el Defensor del vínculo,
se encarga de preparar el sumario de la causa; además, conforme a los arts. 38-
39, pide el memorial de las partes y las observaciones del Defensor del víncu-
lo, así como el voto del Promotor de justicia, y manda que sean notificados.

Art . 45. Presentadas las respuestas de las partes, del Defensor del vínculo
y del Promotor de justicia, ha de concluirse la causa.

Art. 46. Una vez llevados a cabo todos los actos que deben realizarse se-
gún el derecho, el Prefecto remite la causa al Colegio para su decisión.

Art. 4 7. § 1. En la reunión de Jueces, el Juez Ponente o Relator informa


sobre la cuestión disputada y resume las razones a favor y en contra del recur-
so.
§ 2. A continuación los Jueces, sin que esté presente nadie más, presentan
por orden sus conclusiones con las razones tanto de hecho como de derecho.
Las conclusiones escritas se entregan al Ponente para que redacte la sentencia;
luego se añaden a los autos de la causa para que se guarden bajo secreto.
§ 3. Terminada la discusión, el Colegio toma la decisión en la que recaiga
la mayoría de los votos.
§ 4. La parte dispositiva es redactada por el Juez ponente o Relator, la fir-
ma cada uno de los Jueces e inmediatamente se entrega al Secretario.

Art. 48. § 1. El Juez Ponente o Relator redacta cuanto antes el texto de la


decisión.
§ 2. El Prefecto del Supremo Tribunal puede establecer, si el caso lo re-
quiere, que sea el Promotor de justicia quien ponga por escrito las razones de
derecho y de hecho de la decisión.

Art. 49. Si el Colegio de Jueces mandara hacer una instrucción ulterior, el


Secretario la lleva a cabo.

Art. 50. No cabe impugnación contra las decisiones del Colegio, salvo que
expresamente se establezca otra cosa.

Capítulo II
SOBRE LA QUERELLA DE NULIDAD CONTRA LAS DECISION ES
DE LA ROTA ROMANA

Art. 51. La querella de nulidad puede interponerse no solo contra senten-


cias definitivas , sino también contra sentencias interlocutorias y decretos emi-

347
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

tidos de cualquier modo por la Rota Romana, con tal que tengan fuerza de sen-
tencia definitiva, a no ser que el derecho disponga otra cosa.
Art. 52. § 1. Si alguien ha actuado en nombre de otro sin legítimo manda-
to, el vicio se considera sanado por la apelación interpuesta por la misma parte
antes de que sea opuesta la nulidad, incluso por cualquier acto, puesto por la
misma parte antes de la presentación de la querella , que sea equivalente a la ra-
tihabición.
§ 2. En el caso de que trata el § 1, el recurso es rechazado in limine por de-
creto del Secretario.
Art . 53. § l . Si la querella de nulidad se acumula con la apelación, aquella
se debe interponer ante la Signatura Apostólica y esta ante la Rota Romana.
§ 2. La decisión de la querella debe preceder a la decisión de la apelación,
salvo que la Signatura hubiera ordenado otra cosa.
Art. 54. Una vez admitido el recurso , debe concordarse el dubium con la
fórmula: «Si consta la nulidad de la decisión de la Rota Romana».

Capítulo III
SOBRE LAS PETICIONES DE RESTITUCIÓN IN INTEGRUM CONTRA DECISIONES
DE LA ROTA ROMANA

Art. 55. § 1. La petición de restitución in integrum suspende la ejecución


aún no iniciada de la sentencia.
§ 2. Sin embargo, si por indicio s probables se sospec ha que la petición se
ha hecho para demorar la ejecución, el Congreso puede decidir que la senten-
cia sea ejecutada , pero asignando al que pidió la restitución una caución idó-
nea, de modo que si es restituido in integrum, no quede perjudicado.

Art. 56. Una vez admitido el recurso, debe concordarse el «dubium» con
la fórmula: «Si debe concederse la restitutio in integrum».
Art. 57 . Concedida la restitutio, a no ser que el Sumo Pontífice provea de
otro modo, la causa se remite a la Rota Romana para que juzgue sobre el fondo
según sus normas.

Capítulo IV
SOBRE LOS RECURSOS CONTRA LA DENEGACIÓN DE NUEVO EXAMEN DE LA CAUSA
POR PARTE DE LA ROTA ROMA NA

Art . 58. En las causas sobre el estado de las personas, el recurso contra la
denegació n por la Rota Romana de nuevo examen de la causa puede interpo-
nerse en el plazo perentorio de treinta días .

348
APÉNDICE: LEY PROP IA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLI CA

Art . 59. § l. El Secretario fija un plazo breve al recurrente para que ilustre
los motivos de la petición, comunicándolo a la otra parte; luego el Defensor del
vínculo redacta sus obs ervacione s; el Promotor de ju stici a emite en último lu-
gar el voto pro rei veritate.
§ 2. El Congreso, excluido cualquier recurso , admite o rechaza la nueva
proposición de la causa.

Art . 60. El decreto dado por el Congreso se notifica a la parte recurrent e y


al Decano de la Rota Romana , y se informa de él a la otra parte.

Art. 61. Mientras está pendiente el recurso ante la Signatura Apostólica, el


Congreso puede juzgar sobre la concesión o revocación de la ejecución de la
sentencia.

Capítulo V
SOBR E LAS EXCEPCTONES DE SOSPECHA CONTRA LOS J UECES
DE LA RO TA ROM ANA

Art. 62. Puede proponerse la excepción de sospecha contra un Juez de la


Rota Romana en los casos de los que se trata en los ce. 1448 § 1 y 1624 del Có-
digo de Derecho Canónico, y 1106 § 1 y 1305 del Código de Cánones de las
Iglesias Orientales .

Art . 63. § 1. Después de comunicarlo inmediat amente al juez recusado , el


Secretario fija un plazo al proponente de la excepción para ilustrar los argu-
mentos aducido s; luego , una vez recibidos los memoriale s de las parte s sobre
la cuestión, así como las observaciones del Defensor del vínculo, si interviene,
y el voto «pro rei veritate» del Promotor de justicia, la causa se traslada al Con-
gre so.
§ 2. El Juez recusado es oído por el Secretario, si él lo pide o el caso lo re-
qmcre .

Art. 64. El Congreso, excluido cualquier recur so, declara si ha lugar o no


a la recu sación del jue z.

Art. 65. El decret o del Congreso se notifica cuanto antes al Decano de la


Rota Romana.

Capítulo VI
SOBR E LAS CAUSAS CONTRA LOS JUEC ES DE LA ROT A ROMANA

A11.66. § 1. El proceso en las cau sas, sean penales o contenciosas, contr a


Jueces de la Rota Romana , por actos en ejercicio de sus propio s cargos , se des-

349
"""

COMP ENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CAN ÓNICO

arrolla conforme a los arts. 36-49, con las acomodaciones que requieran las ca-
racterísticas del caso, así como según las normas del derecho codicia!.
§ 2. La parte perjudicada puede ejercer en el mismo juicio penal la acción
contenciosa para la reparación de los daños que se le hayan causado a conse -
cuencia del delito.
Art . 67. § l. En el juicio penal el Promotor de justicia desempeña la fun-
ción del actor.
§ 2. Todo lo que compete al Ordinario al promover y entablar el juicio pe-
nal lo ejerce el Prefecto.
Art. 68. La sentencia es dictada por un Colegio de cinco jueces.
Art . 69. La parte que se considere perjudicada y el Promotor de justicia
pueden servirse de los recursos ante la Signatura Apostólica previs tos por el
derecho, sin excluir en su caso la apelación.

Capítulo VII
SOBRE LOS CONFLICTOS DE COMPETENCIA ENTRE LOS TRIBUNALE S

Art. 70. Quedando a salvo la competencia prevista por el art . 35, nn. 2-3,
cuando se denuncia un conflicto de competencia, la Signatura Apostólica valo -
ra primero si se trata realmente de un conflicto que se haya de resolver según
los artículos de este capítulo.
Art . 71. El Secretario, después de exami nar todas las circunstancias del
conflicto, suspende los procesos pendientes según el caso lo requiera.
Art. 72. § 1. Una vez recibidos los autos de la causa y los memoriales de
las partes, y oídos los Tribunales cuando el caso lo requiera, el Defensor del
vínculo, si interviene en el juicio, presenta sus observaciones y el Promotor de
justicia su voto pro rei veritate.
§ 2. El Congreso , excluido todo recurso, resuelve por decreto el conflicto
propuesto, estab leciendo, en la medida que sea necesario , el fuero competente
y el modo de proseguir.

350
APÉNDICE: LEY PR OPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIG NATURA APOSTÓLICA

Título IV
SOBRE EL PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

Capítulo I
SOBRE LOS RECURSOS CONTRA LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS SINGULARES

Art. 73. § l. El recurso debe decir :


1° quién es el que lo interpone;
2° qué acto se impugna;
3° qué se pide;
4° en qué derecho se funda;
5° qué día se recibió la notificación del ac to impugnado;
6° la firma de la parte recurrente.
§ 2. Se deben adjuntar al recurso:
1° el acto que se impugna, salvo que el recurrente no pueda presentarlo;
2º el mandato debidamente conferido al Patrono o la petición documenta-
da de patrocinio gratuito.

Art. 74. § 1. El recurso debe presentarse dentro del plazo perentorio de se-
senta días útiles a contar desde el día en que se notificó el acto.
§ 2. Solo el Romano Pontífice puede conceder la dispensa de los plazos.
Art. 75. El recurso es nulo si queda absolutamente incierto de qué perso-
nas o de qué objeto se trata.

Art. 76. § 1. El Secretario, oído el Promotor de justicia, rechaza in limine


por decreto el recurso que indudabl e y evidentemente car ezca de algún presu-
puesto, como cuando:
1º no se trata de un asunto que competa al tribunal administrativo;
2º el recurrente carece de capacidad procesal;
3° no existe la ley que se afirma que ha sido violada ;
4º han transcurrido los plazos para recurrir.
§ 2. El Secretario informa de este decreto al Promotor de justicia, y si el
caso lo requiere, a la competente Autoridad.
§ 3. En el mismo decreto se debe informar al recurrente sobre la facultad
de recurrir al Congreso en el plazo perentorio de diez días desde su recepción .
§ 4. El decreto por el que el Congreso confirma el rechazo in limine no ad-
mite recurso.

Art. 77. Quedando a salvo el art. 16 § 2, el Secretario establece un plazo


para repetir el recurso, si adolece de vicios que se pueden subsanar .

Art . 78. § 1. En cualquier fase del proceso, pueden poner fin al litigio la
caducidad de la instancia, la revocación del acto impug nado, la renuncia o la
composición pacífica.

351
COMP ENDJO D E DERECHO ADMJN!STRATIVO CANÓNJCO

§ 2 . La composición pacífica alcanzada entre las partes requiere aproba-


ción del Congreso.
§ 3. En los demás casos de fin de litigio, el Secretario da un decreto al res-
pecto, que debe ser comunicado a los interesados.

Art. 79. § l. El Secretario, por decreto,


1º manda notificar el recurso recibido al Dicasterio competente y a todos
los legítimamente intervinientes ante el Dicasterio y los invita a que nombren
Patrono por legítimo mandato ;
2° requiere al Dicasterio que, en el plazo de treinta días, envíe copia del
acto impugnado y todos los autos referidos a la controversia;
3° designa un Promotor de justicia para la causa;
4° manda a la Cancillería que indique al recurrente y a los demás mencio-
nados en el n . l, las obligaciones que han de cumplir según lo establecido.
§ 2. El Secretario procede del mismo modo respecto a otros que puedan
tener interés, acomodando lo dispuesto a las características del caso.
Art. 80. Si el Dicasterio no designa Patrono, el Prefecto lo nombra de ofi-
cio.
Art . 81. § 1. Recibidos los autos del Dicasterio, el Secretario informa al
Patrono del recurrente y le fija por decreto un plazo para que presente un me-
morial, en el que se indiquen claramente las leyes que se sostiene que se han
violado y se aclare , complete o corrija el recurso; y para que presente o solicite
nuevos documentos, si es el caso .
§ 2. Una vez transcurrido el plazo al que se refiere el§ 1, el Secretario fija
también por decreto un plazo al Patrono de la parte resistente para que, después
de examinar todo lo indicado en el§ 1, presente su memorial y pueda presentar
asimismo nuevos documentos.
§ 3. Cuando se haya llevado a cabo todo lo anterior, el Promotor de justi-
cia emite un voto pro rei veritate.
Art. 82. Cuando se les comuniquen los escritos , los Patronos pueden res-
ponder en diez días; el Promotor de justicia puede escribir el último .
Art. 83. § l. Convocado el Congreso conforme al art. 40, el Prefecto deci-
de si el recurso debe admitirse a discusión o debe ser rechazado por carecer
manifiestamente de algún presupuesto o de fundamento. En este segtmdo caso,
explica los motivos .
§ 2. Las decisiones del Congreso se notifican por escrito a las partes .

Art. 84. Quedando a salvo el art. 76 § 4, contra el decreto de rechazo cabe


recurso al Colegio, que se habrá de proponer y tramitar conforme al art. 42 .
Art . 85. § 1. Una vez admitido el recurso, el Secretario , con voca cuanto
antes a los Patronos y al Promotor de Justicia para una breve discusión oral y,

352
APÉ NDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATU RA APOSTÓLICA

atendiendo a sus preguntas y respuestas, establece los términos de la controver-


sia fijando por decreto las dudas concordadas .
§ 2. Contra este decreto cabe recurso al Prefecto en diez días, excluido
cualquier recurso ulterior.
Art. 86. Después de un sumario debate oral, el Secretario, si es preciso ,
completa la instrucción de la causa. Si las partes objetan algo, él mismo resuel-
ve el asunto con la mayor celeridad .
Art. 87. Después de que se haya elaborado el sumario de la causa , las par-
tes no pueden presentar ningún otro documento, salvo que el Prefecto dispon-
ga otra cosa y quedando a salvo el art. 49 .
Art. 88. § 1. Cuando esté confeccionado el sumario de la causa, cada Pa-
trono presenta su escrito conclusivo en el plazo establecido .
§ 2. Transcurrido ese plazo , el Promotor de justicia presenta un voto pro
rei veritate.
§ 3 . Los Patronos pueden presentar respuestas en el plazo de diez días; el
Promotor de justicia tiene la facultad de intervenir en último lugar.
Art . 89. Una vez que se haya llevado a cabo todo lo que dispone el dere-
cho, se procede con arreglo a los artículo s 46-49.
Art. 90. Los Jueces, para resolver la controversia , pueden establecer en la
sentencia los efectos inmediatos y directos de la ilegitimidad .
Art. 91. § 1. Contra las sentencias del Colegio solo caben los recursos de
la querella de nulidad y de la petición de restitución «in integrum», teniendo
siempre en cuenta , sin embargo, la naturaleza del Supremo Tribunal.
§ 2 . Si el caso lo requiere , el Prefecto puede remitir inmediatamente el
asunto al Colegio de Jueces.
Art. 92. § 1. Si no se establece otra cosa, el Dicastetio que dio o aprobó el
acto impugnado debe ejecutar la sentencia, por sí o por otro.
§ 2. Si se negase , fuera negligente o la retrasara por más tiempo del ade-
cuado o establecido, la ejecución corresponde al mismo Supremo Tribunal a
instancia de la parte interesada, una vez informada del asunto la Autoridad Su-
perior, y quedando a salvo el derecho a la reparación de los daños que pudieran
haberse causado.
Art. 93 . § l. El ejecutor debe ejecutar la sentencia misma, según el signifi-
cado propio de las palabras considerado en el texto y en el contexto .
§ 2. Si se trata de un resarcimi ento en dinero , el pago debe hacerse en el
pla zo de treinta día s desde la notificación de la sentencia, salvo que el Supre-
mo Tribunal haya previsto otra cosa.
§ 3. Si se hubiera declarado la ilegitimidad del acto en cuanto al modo de
proced er (in proccdendo), la Autoridad solamente puede dar de nuevo el mis-

353
COMPENDIO DE DERECHO ADM INISTRATIVO CANÓNICO

mo acto conforme a derecho y siguiendo el modo y los térmjnos que se hubie-


ran determinado en la sentencia.
§ 4. Si se hubiera declarado la ilegitimidad del acto en cuanto a la decisión
(in decemendo), la Autoridad solamente puede decidir de nuevo sobre el asun-
to conforme a derecho y siguiendo el modo y los términos que se hubieran de-
terminado en la sentencia.
Art. 94. Si surge alguna controversia sobre el modo de ejecución, el Con-
greso la dirime con la máxima celeridad.

Capítulo U
SOBRE LA SUSPENSIÓNDE LA EJECUCIÓNDEL ACTO ADMINISTRATIVO

Art . 95. § l. En cualquier estado de la causa puede pedirse, aduciendo las


ra zones, la suspensión total o parcial de la ejecución del acto impugnado.
§ 2. En casos más graves el mismo Promotor de justicia puede proponer la
suspensión de la ejecución del acto impugnado.
§ 3. Si surge la cuestión de la suspensión, debe examinarse con el mayor
cuidado cuanto antes.

Art. 96. § 1. A no ser que a su juicio, después de oír al Promotor de justi-


cia, la instancia para la suspensión de la ejecución de la decisión impugnada
deba rechazarse in limine, el Secretario, tras notificar la instancia a la Autori-
dad y a los demás interesado s, fija a la vez el plazo para presentar los escritos
y el día de la decis ión, lo ante posible.
§ 2. Transcurrido ese plazo, el Promotor de Justicia emite un voto pro rei
veritate cuanto antes.
§ 3. El Congreso concede o deniega la suspensión de la ejecución dentro
de los sesenta días desde la presentación de la instancia.

Art. 97. Si se decide la suspensión de la ejecución, la decisión se notifica


con la máxima celeridad a la Autoridad competente para que sea inmediata-
mente llevada a efecto.

Art. 98. Contra la decisión del Congreso no cabe recurso alguno; sin em-
bargo, la cuestión puede proponerse de nuevo, siempre que se aduzcan nuevas
razones.

Art. 99. A no ser que en el Congreso se hubiera previ sto expresamente otra
cosa por decreto, la suspensión de la ejecución permanece mientra s la causa
esté pendiente , y no tiene efecto retroactivo.

Art. 100. En cuanto a las acciones y excepciones de secuestro de una cosa


y de inhibición del eje rcicio de un derecho, han de observarse las norma s de
este capítulo, con las acomodaciones que requieran las características del caso.

354
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

Capítu lo III
D E LA REPARACIÓNDE DANOS

Art. 1Ol. Se puede presentar la petición de reparación de los daños provo-


cados por el acto ilegítimo, de la que trata el art. 34 § 2, hasta el debat e oral su-
mario.

Art. 102. La Autoridad es demandada y responde en la medida en que los


daños reclamado s se hayan producido a causa de sus decisiones.
Art. 103. Para evitar retrasos excesivos, el Prefecto o el Colegio pueden
diferir la cuestión sobre los daño s hasta que el Supremo Tribunal dicte senten-
cia definitiva sobre la ilegitimidad .

Capítulo IV
SOBRE LAS CONTROVERSIASADMINISTRATIVAS
LLEVADAS
AL SUPREMO TRIBUNAL

Art. 104. Salvo que el Romano Pontífice hub iera dispues to otra cosa en
casos singu lares , el Supremo Tribunal, en las controversias administrativas que
se llevan a él, ju zga sobre el fondo de la cuestión conforme a las normas del
proceso contencioso administrativo y a las del proceso contencioso ordinario ,
con las acomodacio nes que requiera la naturaleza del caso.

Capítulo V
SOBRE LOS CONFLICTOSDE COMPETENCIAENTRE LOS ÜTCASTERIOS

Art. 105. Cuando surge un conflicto de competencia entre Dicasterio s, la


cue stión se dirime con la máxima celeridad en el Congreso, oídos los Dicastc-
rios de que se trate y con el voto previo del Promotor de justicia.

355
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

Título V
SOBRE EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO

Art. 106. § l. Si no se establece otra cosa, en los asuntos indicados en el


art. 35, el Prefecto decide con el voto previo del Promotor de justicia y oído el
Secretario; además es oído el Defensor del vínculo según lo dispuesto en el art.
8 § l.
§ 2. El Prefecto, quedando firme el art . 6 § 3, puede encomendar habitual-
mente al Secretario que resuelva, con el voto previo del Promotor de justicia,
algunos asuntos ordinarios .

Art. 107. § l. Sobre los asuntos de mayor importancia se trata en el Con-


greso.
§ 2. Compete al Prefecto decidir que una cuestión se debe tratar en el Con-
greso, además de los casos previstos.
§ 3. Nada grave y extraordinario se hace sin haberlo expuesto antes al
Sumo Pontífice.

Art. 108. Corresponde al Secretario, con el voto previo del Promotor de


justicia, rechazar in limine un recurso o una petición, por defecto manifiesto de
presupuesto o de fundamento, sin perjuicio de la facultad de recurrir conforme
al art. 28 § l.

Art. 109. En la medida en que sea posible, deben ser oídos aquellos cuyos
derechos puedan ser lesionados.

Capítulo I
SOBRE LA VIGILANCIADE LA RECTAADMTNISTRACIÓN
DE JUSTICIA

Art. 110. § l. Después de examinar la relación anual o las sentencias de un


tribunal, el Secretario ofrece los oportunos consejos u observacione s.
§ 2. En caso de denuncia contra algún tribunal, corresponde al Secretario,
oído según lo requiera el caso, su Moderador , el Vicario judicial o el juez de la
causa, y con el voto previo del Promotor de justicia, decidir si se debe proceder y
de qué modo, quedando a salvo la competencia de los tribunales y de los jueces.
§ 3. Si parece necesario hacer observaciones sobre cuestiones más graves,
remite el asunto al Prefecto .

Art. 111. § 1. En caso de que se detecten irregularidades graves, se decide


en el Congreso sobre los preceptos que se han de dar al tribunal para velar por
la recta jurisprudencia, o para que, en adelante, se cumpla el modo de proceder
prescrito por el derecho; sobre el traslado de una causa a otro tribunal; sobre la
suspensión de la ejecución de una decisión dictada ; y sobre la inspección del
tribunal.

356
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

§ 2. En un caso urgente, para que no se origine un daño irreparable, el Pre-


fecto o el Secretario, con el voto previo del Promotor de justicia o del Defensor
del vínculo, ordenan la suspensión de la ejecución de una decisión judicial has-
ta que el Congreso decida sobre el asunto.
§ 3. Siempre que lo considere necesario para proteger la recta jurispruden-
cia, la Signatura Apostólica puede pedir al Sumo Pontífice la potestad de juz-
gar también sobre el fondo del asunto.

Art. 112. Corresponde a los Padres de la Signatura Apostólica junto con el


Secretario, examinar y aprobar el texto de un decreto general ejecutorio o de
una instrucción preparado en el Congreso, así como estudiar las cuestiones ge-
nerales referentes a la recta administración de justicia.

Capítulo II
SOBRE LAS SANCIONES DISCIPLINARES

Art. 113. § 1. Si hay que hacer observaciones acerca de personal de algún


tribunal, abogados o procuradores, el Prefecto nonnalmente manda al Modera-
dor del tribunal que examine la cuestión, provea si es necesario y a continua-
ción informe; no obstante, la decisión del Moderador puede ser revocada o co-
rregida , incluso de oficio, en el Congreso.
§ 2. Pero si se plantea una acción disciplinar ante la Signatura Apostólica,
el Promotor de justicia prepara el escrito de demanda y, después de sopesar los
argumentos de la defensa , lo confirma o lo enmienda; tras haber dado la posi-
bilidad de responder , se decide sobre el asunto en el Congreso.
§ 3. La amonestación también puede ser impuesta por el Prefecto fuera del
Congreso.

Capítulo III
SOBRE LOS RECURSOS JERÁRQU ICOS

Art. 114. § 1. Sobre los recursos jerárquicos relativos a la recta administra-


ción de justicia que se interponen, se decide conforme al art. 106 § 1, quedan-
do a salvo los arts. 107-109.
§ 2. El recurrente puede pedir la enmienda o revocación del decreto del
Prefecto, aportando las razones, dentro de los diez días desde su recepción.

Capítulo IV
SOBRE LAS COMISIONES Y OTROS RESCRIPTOS

Art. 115. § l. Cuando se recibe la petición para que una causa sea enco-
mendada a la Rota Romana o a un tribunal que de otro modo seria absoluta-

357
COMPENDJO DE DERECHO ADMJNJSTRATIVO CANÓNICO

mente incompetente, o para que se prorrogue la competencia de un tribunal re-


lativamente incompetente, o para que se conceda otra gracia relativa a la admi-
nistración de justicia, se procede con arreglo al art. 106 § l, quedando a salvo
los arts. 107-109.
§ 2. Solamente en el Congreso pueden decidirse la concesión de dispensa
de la doble sentencia conforme en causas de nulidad matrimonial o la comisión
de una causa al juicio del Tribunal de la Rota Romana.
§ 3. Cuando se pide el beneficio de nueva audiencia, la cuestión se remite
al Congreso. ·
§ 4. Al tramitar estos asuntos se debe juzgar si existe causa justa y razona-
ble, teniendo en cuenta las circunstancias del caso y la gravedad de la ley; pero
no se puede dispensar de las cosas que constituyen esencialmente el proceso
judicial.

Art. 116. § 1. Salvo que la petición de una gracia que pueda conceder úni-
camente el Romano Pontífice deba ser rechazada in limine, se decide en el
Congreso, confonne a lo dispuesto en los arts. 106 § 1 y 109, an SS.mo con su-
lendum sit pro gratia, es decir , si se puede dar al Romano Pontífice un parecer
favorable a la concesión .
§ 2. Si la decisión fuera negativa , la Signatura Apostólica lo comunica a
los interesados.

Art. 117. Se he de seguir el modo de proceder descrito en el art . 106 § 1 al


dar la aprobación de decretos de erección de tribunales interdiocesanos o al
aprobar tribunales de apelación, cuando la aprobación de la designación está
reservada a la Santa Sede .

Capítulo V
SOBRE LA DECLARACIÓN DE NULIDAD MATRIMONIAL

Art. 118. Pero cuando la Signatura Apostólica debe decidir sobr e la decla-
ración de nulidad del matrimonio en casos que no exijan un examen o investi-
gación más detenidos, la causa se remite al Congreso junto con las observacio -
nes del Defensor del vínculo y el voto del Promotor de justicia.

Capítulo VI
SOBRE LOS DECRETOS DE EJECUTIVIDAD EN ORDEN A
OBTENER EFECTOS CIVILES

Art. 119. § l. Corresponde al Secreta rio, a instancia del interesado, dar el


decreto para que las decisiones ejecutivas en causas de nulidad de matrimonio
obtengan efectos civiles en los Estados que tengan acuerdo con la Santa Sede
sobre esta materia.

358
APÉNDICE: LEY PROPIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA

§ 2. Si surgiera una duda sobre el asunto, se procede según la norma del


art. 106 § 1, quedando a salvo los arts. 107-109.
§ 3. Mientras está pendiente una impugnación contra aquellas decisiones
ante el fuero competente conforme a derecho, no se da normalmente el decreto
de ejecutividad.

Art. 120. § l. No cabe impugnación contra el decreto de ejecutividad .


§ 2. Pero corresponde al Prefecto suspender o revocar de oficio , por causa
grave, el decreto, quedando a salvo el art. 109 y oídos el Defensor del vínculo,
el Promotor de justicia y el Secretario.

Art. 121. En las causas de disolución del vínculo del matrímonio rato y no
consumado, se procede análogamente.

359
<if J

COMPENDIODE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

Título VI
SOBRE EL DERECHO APLICABLE

Art. 122. En cuanto a las cosas no previstas en esta ley propia obs érvense,
en la medida en que puedan aplicarse , las normas procesales codiciales , tenien-
do en cuenta también la tradición canónica y la praxis de la Signatura Apo stó-
lica .

Así pue s, en virtud de Nuestra autoridad, aprobamos, decretamos y esta-


blecemos todo lo dicho, sin que pu eda oponerse nada en contrario .

Dada en Roma , en San Pedro , el día XXI del mes de Junio , del año del Se-
ñor 2008 , cuarto de Nuestro Pontificado.

BEN EDICTO PP. XVI

360
GLOSARIO

Se recoge aquí el sign[ficadode una serie de términos de usofrecuente en


este Compendio, como ayudapara resolver las dificultadesde comprensiónque
pudieran plantearse a los lectoresmenosfamiliarizados con el lenguaje técnico.
No se ha pretendido, por parecer innecesariopara estafinalidad, elaborar un
cuerpo exhaustivoni resolver cuestiones doctrina/es paraformular df:!finiciones
de máximaprecisión,sino simplementeexplicar el sentido con el que empleamos
esos términos,para apoyar la lecturay el estudio de una manerapráctica y ac-
cesible. Las remisiones a otros términos del Glosariose indican escribiendo en
VERSALITASla palabra correspondiente,seguida de la indicación (v.). En muchos
casos, además,se remite al lector a la lección en la que puede encontrarnoticia
más precisa y detalladadel conceptoque el Glosarioexplicasucintamente.

«A INSTANCIA DE PARTE»: Modalidad de realización de una actuación o de un PROCEDI -


MIENTO (v.) o PROCESO (v.) en que la solicitud de un particular resulta presupuesto
necesario para su INICIAClÓN (v.) y, en mayor o menor medida, para su desarrollo
posterior (Lección V) (v. «DE OFICIO»).
ABOGADO: PATRONO (v.) letrado que asiste a cada PARTE (v.) con su consejo técn ico y
actuando ante el TRIBUNAL (v.) en su nombre y repre sentación, mediante escritos o
intervenciones orales por los que se argumenta y se responde a las razones adver-
sas, se propone la PRUEBA (v.) y se alega todo lo conveniente para la defensa de
los intereses de su patrocinado.
ABSOLUCIÓN: En derecho penal canónico, acto por el que la autoridad competente levan-
ta una CENSURA (v.) al delincuente que cesa en su CONTUMACIA (v.) (Lección IV).
ABROGACIÓN: El Código de derecho canónico llama abrogación a la REVOCACIÓN (v.)
comp leta de una LEY (v.).
ACTA: En el PROCEDIMIENTO (v.) administrativo , DOCUMENTO (v.), redactado genera l-
mente por un NOTARIO (v.) que lo autentifica con su firma, en el que se deja cons-
tancia , para determinados efectos jurídicos, de una actuación de la AUTORlDAD
EJECUTIVA (v.) o de los interesados.

361
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

ACTOADMINISTRATIVO: ACTOJURÍDICO (v.) UNILATERAL (v.) mediante el que la AUTORI-


DADEJECUTIVA (v.) competente toma una DECISIÓN (v.), hace una PROVISIÓN (v.) o
concede una GRAC IA (v.), dentro del ámbito de su COMPETENCIA (v.), para un caso
particular (Lección V).
ACTOADMINISTRATIVO COMJSORJO: ACTOADMINISTRATIVO (v.) que, para producir su
EFICACIA (v.), requiere ser ejecutado (Lección VI). Se suele hablar de actos dados
en forma comisaria y dados en forma simple, que no requieren EJECUCIÓN (v.).
ACTODECOMUNICACIÓN: En el PROCEDIMIENTO (v.), acto formal de la AUTORIDAD EJE-
CUTIVA(v.) o del ÓRGANO ADMIN ISTRATI VO(v.) que está llevando a cabo las actua-
ciones, dirigido a poner en conocimiento de los interesados 'elinicio del procedi-
miento, algunos aspectos de su desarrollo o su terminación y resultado.
ACTODEIMPULSO:ACTOJURÍDI CO(v.) encaminado a hacer avanzar el PROCEDIMIENTO
(v.), bien A INSTANC IA DEPARTE(v.) o bien DEOFICIO (v.) (Lección V).
ACTODECURIA:Cada una de las actuaciones administrativas de una CURIA (v.) eclesiás-
tica, de la que se levanta ACTA (v.) o queda constancia en DOCUMENTO (v.) legítimo.
ACTOJURÍDICO: Acto humano que se realiza para producir determinados efectos jur ídi-
cos legítimos pretendidos por el sujeto.
ACUERDO: V.CONTRATO
ADMINISTRACIÓN ECLESIÁST ICA:Conjunto de los sujetos de la ORGANIZACIÓN ECLESIÁS-
TICA(v.) que, ejerciendo la POTESTAD EJECUTIVA (v.) o colaborando en su ejercicio,
desempeñan de manera principal la FUNCIÓN ADMINISTRATIVA (v.) (Lección 1).
AMONESTACIÓN: REMEDIO PENAL(v.) consistente en una advertencia FORMAL (v.), hecha
por el ORDJNARIO (v.) o por la persona designada por él, a alguien que se encuen-
tra en ocasión próxima de cometer un DELITO (v.) o de quien, después de una IN-
VESTIGACIÓN (v.), se sospecha gravemente que lo ha cometido. A veces la amones-
tación es requisito previo necesario para imponer alguna PENA(v.), como sucede
siempre cuando se trata de una CENSURA (v.) (Lección IV).
ANULABIUDAD: Situación del ACTOJURÍDICO (v.) afectado por algún vicio que no lleva
aparejada su NULIDAD (v.) radical, pero que si es denunciado por alguno de los in-
teresados dentro del PLAZO (v.) previsto por el derecho, puede dar pie a que el JUEZ
(v.) o la AUTORrDAD EJECUTIVA (v.) competente lo anule. Ese acto de la autoridad
se llama en derecho canónico RESCISIÓN (v.) (Lección VI).
ANULACIÓN: V.RESCISIÓN
<<APERJTIO orus»: Se conoce tradicionalmente por este nombre el acto por el que el Ro-
mano Pontífice, ante la petición de un interesado, otorga un mandato a una autori-
dad inferior (que, de no existir ese mandato, no podría intervenir) para que revise
un acto pontificio o que ha recibido una APROBACIÓN PONTIFICIA ENFORMA ESPECÍ-
FICA(v.) (LeccionesIII y IX).
APODERAMIENTO: V.HABILITACIÓN
APROBACIÓN: Acto de CONTRO L (v.) sucesivo por el que la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.)
superior se declara conforme con el contenido del acto de una autoridad inferior y
permite que se despliegue su EFICACIA (v.)jurídica.
APROBACIÓN PONTIFICIA ENFORMAESPECÍF ICA:Tipo de APROBACIÓN (v.) que se con-
trapone a la aprobación en forma común o genérica, y que indica que el Romano
Pontífice ha considerado detalladamente y con exacto conocimiento el contenido
del acto de una autoridad inferior así aprobado. Su consecuencia práctica más
importante es que a los actos aprobados en forma específica se les aplica el mis-
mo régimen de los actos pontificios en cuanto a la posibilidad de IMPUGNA CIÓN
(v.) (Lección IX).

362
GLOSARJO

ARBITRAJE: Medio para resolver conflictos fuera del PROCESO (v.), que consiste en el
ACUERDO (v.) de los interesados para encomendar la solución de la controversia a
una persona (árbitro) designada por ellos con el compromiso de some terse a su
decisión .
ARBITRARIEDAD: En sentido técnico, ausencia de regulación jurídica de una POTESTAD
(v.), que pennite su ejercicio sin más límites que el arbitrio de su titular (Lección
II). En lenguaje común suele incorporar la connotación de injusticia o abuso de
poder.
ARCHIVO SECRETO: En la CURIA (v.) diocesana debe existir un archivo secreto, o al me-
nos un armario o una caja dentro del archivo general, totalmente cerrada con lla-
ve y que no pueda moverse del sitio, en donde se conserven con suma cautela los
documentos que han de ser custodiados bajo secreto (c. 489).
AUDIENCIA DE LOS INTERESADOS: Uno de los trámites necesarios en el PROCEDIMIENTO
(v.) administrativo. Para darle cumplimiento, la AUTORIDAD EJECUTJVA (v.) compe-
tente, antes de emitir un DECRETO S!NGULAR (v.), debe oír en la medida de lo posi-
ble a todos aquellos cuyos derechos pudieran verse afectados por el decreto (Lec-
ción VII).
AUTORIDAD EJECUTIVA: Denominación que da el Código al sujeto de POTESTAD EJECU-
TIVA (v.) con COMPETENC IA (v.) para una actuación (Lección 1).
AVOCACIÓN: De avocare : acto por el que una autoridad superior decide tratar personal-
mente un asunto , excluyendo para ese caso la competencia que, ordinariamente ,
tiene otra autoridad inferior para intervenir en ese tipo de asuntos.

«BENEFICIUM NOVAE AUDIENTIAE»: Institución tradicional (regulada actualmente en el


art. 118 §§ 1-3 del RGCR) por la que un DICASTERIO (v.) accede a revisar de nue-
vo un acto suyo que ya no puede ser objeto de RECURSO JERÁRQUICO (v.), por ha-
ber agotado la VIA ADMINISTRATIVA (v.).
BIEN COMÚN: Este concepto (perteneciente al ámbito de la filosofia social) se contrapo-
ne al de «bien particular», e indica el conjunto de condiciones socia les y medios ,
establecidos por la acción de las autoridades con la contribución de los demás
miembros de la sociedad , que hacen posible y favorecen que cada uno pueda al-
canzar personalmente el bien pleno como persona .
BIEN PÚBLICO: Este concepto se usa como equivalente en el ámbito jurídico del con-
cepto filo sófico de BIEN COMÚN (v.) y se contrapone al concepto de «bien priva-
do». El bien público eclesial, cuya obtención y custodia corresponde a la autori-
dad pública , comprende el conjunto de bienes, valores, cualidades y condiciones
que convienen a la Iglesia, en cuanto institución, para el adecuado cumplimien-
to de su fin. La actividad , jurídica o material, de la ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTI-
CA (v.) está siempre determinada , legitimada y limitada por el bien público, que
se concreta en el INTERÉS PÚBLICO (v.) que se trata de satisfacer con cada actua-
ción.
BUEN GOBIERNO: Concepto que agrupa el conjunto de condiciones que debe reunir el
recto y adecuado ejercicio de las funciones y potestades propia s del gobierno
eclesiástico con arreglo a su naturaleza y a su fin : dentro de sus límites propios ;
de modo respetuoso con la justicia y con la dignidad de las personas y los biene s
en juego; con sumisión a las normas y requisitos jurídicos; racionalmen te; con la
necesaria pericia técnica.

363
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

CANCILLER: OFICIO (v.) de la CURIA (v.) diocesana, cuya principal función, a no ser que
el DERECHO PARTICULAR (v.) establezca otra cosa, consiste en cuidar de que se re-
dacten las ACTAS (v.) de la curia, se expidan y se custodien en el archivo. Es NOTA-
RIO (v.) y secretario nato de la curia (c. 482).
CAPACIDAD DE OBRAR: Supuesta la CAPACIDAD JURÍDICA (v.), la capacidad de obrar es la apti-
tud de la persona para realizar actos con eficacia jurídica La capacidad de obrar de una
persona puede ser mayor o menor según sus circunstancias personales -eda d, uso de
razón y otras circunstancias que modifican la capacidad de obrar-y el tipo de actua-
ción con efectos jurídicos de que se trate: CONTRATO (v.), PROCESO (v.), DELITO (v.), etc.
CAPACIDAD JURÍDICA: Equivale a la condición de sujeto de derecho que tiene toda PER-
SONA FÍSICA (v.), o sea, su aptitud para ser titular de DERECHOS (v.) y OBLIGACIONES
(v.), de SITUACIONES JURÍDICAS (v.). La misma condición de sujeto se atribuye a la
PERSONA JURÍDICA (v.) legítimamente constituida.
CAUSA MOTIVA: Cada uno de los motivos alegados por el ORADOR (v.) que son suficien-
tes de por sí para la CONCESIÓN (v.) otorgada por RESCRIPTO (v.) (Lección VII).
CAUSA IMPULSIVA: En la tem1inología tradicional , cada una de las razones alegadas por
el ORADOR (v.) que , sin ser de suyo suficientes para constituir la CAUSA MOTIVA
(v.), coadyuvan a ella o predisponen a la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) a una RESOLU-
CIÓN (v.) favorable al emitir un RESCRIPTO (v.) (Lección VII).
CELERIDAD: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) que impone a la ADMINISTRACIÓN ECLE-
SIÁSTICA (v.) el deber de atenerse a los plazos establecidos (v. PLAZO) o de abreviar-
los, si no se produce DAÑO (v.) al BIEN PÚBLICO (v.) o a los interesados (Lección V).
CENSURA: SANCIÓN (v.) penal llamada «medicinal», porque en ella se subraya, entre los
fines de la pena, el de obtener la enmienda del delincuente. Por este motivo , una
vez que el delincuente da prueba s de haberse enmendado, debe concedérsele la
ABSOLUCIÓN (v.). Las censuras previstas por el derecho son la SUSPENSIÓN (v.), el
ENTREDICHO (v.) y la EXCOMUN IÓN (v.) (Lección IV) .
CERTIFICACIÓN: Declaración de conocimiento realizada por una AUTORIDAD EJECUTIVA
(v.) o por un OFICIAL (v.) público y plasmada en un DOCUMENTO (v.), que sirve para
poner en circulación certezas jurídicas, de uso público, acerca de hechos , situacio-
nes u otras circunstancias.
COADYUVANTE: En un RECURSO (v.), el TERCERO (v.) que se adhiere fonnalmente a la posi-
ción de RECURRENTE (v.) o de RESIST ENTE (v.), y a la preten sión de una de las PARTES
(v.) por tener interés personal en que prospere (v. LITISCONSORCIO) (Lecciones IX y X).
COLACIÓN: Uno de los modo s de llevar a cabo la PROVISIÓN (v.) de un OFICIO (v.), esto
es, el PROCEDIMIENTO (v.) por el que se confiere a una per sona la titularidad de un
oficio vacante. La libre colación de un oficio consiste en un DECRETO STNGULAR (v.)
por el que la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) nombra directamente al titular del oficio.
Las otras modalidades de provisión previstas en el derecho vigente son: la presen-
tación de ooo o varios candidatos por quienes tienen ese derecho para que la auto-
ridad competente proceda al nombramiento o institución ; la elección por parte de
quienes tienen ese dere cho, con posterior CONFIRMACIÓN (v.) de la autoridad com-
petente; la postulación que hacen los electores para que la autoridad instituya a un
candidato que consideran idóneo , pero que carece de alguno de los requ isitos exi-
gidos, que la autoridad debe dispensar .
COLEGIO: Conjunto de persona s que adopta las decisiones comunes (voluntad colegial)
con la intervención de todos sus miembros, según las modalidades y normas esta-
blecidas por el derecho .

364
GLOSARIO

COMPETENC IA: Supuesta la POTESTAD DE GOBIERNO (v.), la competencia es la FACULTAD


(v.) de ejercerla en una determinada materia (competencia materia[) , en un deter-
minado territorio (competencia territorial), en relación con determinadas perso -
nas (competencia persona[), o con preferencia a otros sujetos también competen-
tes (competencia funcional) .
CONCEPTO JURÍDICO INDETERMINADO: Supuesto de hecho descrito legalmente de ma-
nera imprecisa, que la autoridad habrá de comprobar si se verifica para actuar le-
gítimamente en una situación concreta (por ejemplo, el c. 1740, como otros mu-
chos, usa conceptos indeterminados cuando describe el supuesto del ministerio de
un párroco que «resulta pe1:iudicia/ o al menos ineficaz ...») (Lección ll).
CONCES IÓ N: RESOLUCIÓN (v.) de la autoridad competente dirigida a favorecer a un suje-
to, ampliando su esfera de DERECHOS (v.) o FACULTADES (v.) (Lecciones VII y Vlll).
CONC IE RTO: V. CONTRATO
CONCILIACIÓN: Negociación mediante la que se intenta alcanzar un acuerdo (v. TRAN-
SACCIÓN) por el que se solucione una controversia sin necesidad de un RECURSO
(v.) o de un PROCESO (v.) para dirimirla.
CONCLUS IÓN: En el PROCEDIMI ENTO (v.), fase en la que, tras la SUSTANCIACIÓN (v.) del
EXPEDIENTE (v.), se adopt a la RESOLUCIÓN y se emite el correspondiente ACTO AD-
MINISTRATIVO (v.) (Lección V).
CONDICIÓN; Toda circunstancia incierta o ignorada de cuya verificación se hace depen-
der, en mayor o menor medida, la EFICACIA (v.) de un ACTO ADMINISTRATIVO (v.).
CONFIRMACIÓN: Acto por el que la autoridad superior competente , bien en virtud de
una actividad ordinaria de CONTROL (v.), bien al resolver un RECURSO JERÁRQUICO,
declara que un acto de la autoridad inferior puede mantenerse y desplegar su EFI-
CACIA (v.) en los mismos términos en que se emitió.
CONGRESO DE DICASTERIO: ÓRGANO ADM !N!STRATIVO (v.) colegial para el gobierno de
un DICASTE RIO de la CURIA ROMANA (v.), compue sto normalmente por el PREFECTO
(v.) (o Presidente) , el SECRETARIO (v.), el subsecretario , el jefe del departamento
del que depende la materia en cuestión y el OFICIAL (v.) responsable del EXPEDIEN-
TE (v.) en estudio (Lecciones IX y X).
CONMINACIÓN: Previsión de una SANCIÓN (v.) en una ley o en un PRECEPTO PENAL (v.),
de modo que los destinatarios puedan conocer su existencia (Lección IV).
CONSEJO: Recomendación de una persona fisica, de un grupo de personas o de un CO-
LEGIO (v.) que la autoridad, según los casos, puede o debe solicitar antes de reali-
zar ciertos actos. Debe solicitarse y tenerse en cuenta cuando se trata de un conse-
jo , parecer o dictamen (v. INFORM E) pr eceptivo, aunque puede actuarse en sentido
distinto del indicado en él si hay causas razonables que lo requieran (v. VOTO CON-
SULTIVO) .
CONSENTIMIENTO : V. VOTO DELIBERATIVO
CONSTITUCIONAL: Es constituciona l, o sea, perteneciente a la constitución de la Iglesia,
la dimensión jurídica primaria de los presupuestos ontológico s de la estructur a
fundamental de la Iglesia, que el derecho positivo debe acoger , formalizándolos
del mejor modo posible para garantizar que estén presentes en la ordenación jurí-
dica de la vida eclesial. La formalización de esos principios y exigencias de justicia
fundamentales en el plano del derecho constitucional hace que sean técnicamente
pr eva/ent es sobre el resto del ordenamiento jurídico, de modo que configuran e
informan el resto del derecho canónico , que debe ser congruente con las normas
constitucionales y ha de ser interpretado a su luz (Lección Il).

365
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

CONTRATO: En derecho canónico este concepto es de la máxima amplitud: incluye todo


acuerdo de voluntades a propósito de un mismo objeto por el que dos o más suje-
tos se vinculan jurídicamente (Lección IV).
CONTROL: Actividad jurídica mediante la que, en la organización jerárquica de la AD-
MINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA (v.), las autoridades superiores ejercen una función
de garantía velando por la LEGALIDAD (v.) o por la OPORTUNIDAD (v.) y utilidad
de ciertos actos jurídicos más relevantes de las autoridades inferiores. Existen
diversos tipos de actos de control: la clasificación más práctica es la que distin-
gue entre actos de control preventivo -co mo la LICENCIA (v.) o la autoriza-
ción- y actos de control sucesivo - como la APROBACIÓN (v.), o la CONFIRMA-
CIÓN (v.)-, según se realicen antes o después de la producción del acto de la
autoridad inferior.
CONTUMACIA: Actitud de quien, después de haber recibido una AMONESTACIÓN (v.),
persiste en el DELITO (v.) o, después de haberlo cometido, se niega a arrepentir-
se, rectificando y reparando el daño y el escándalo causados. El cese de la con-
tumacia es requisito necesario y suficiente para la ABSOLUCIÓN (v.) (Lección
IV).
CONVALIDACIÓN: Acto por el que la autoridad competente, supliendo los vicios o las
omisiones que hacían nulo un acto, le otorga VALIDEZ (v.), de tal modo que su EFI-
CACIA(v.) se retrotrae, en la medida de lo posible, al momento en que se dio, es
decir, como si hubiera sido válido desde el principio (LecciónVI).
CONVENCIÓN: V. CONTRATO
CONVENIO: V. CONTRATO
CORRECCIÓN: V.ENMIENDA
CORRECCIÓN FRATERNA: Medio evangélico de solicitud pastoral que debe emplear el
ORDINARIO (v.) para procurar la enmienda del sujeto antes de recurrir a la aplica-
ción de un REMEDIO PENAL(v.), una PENITENCIA (v.) o una PENACANÓNICA (v.)
(Lección IV). Consiste en una advertencia personal, clara y directa, con la que se
hace ver al interesado que cierta actitud o determinadas acciones no son acordes
con el espíritu evangélico y se le exhorta a rectificarlas.
CURIA:Romana: conjunto de oficios y organismos mediante los que el Romano Pontí-
fice suele tramitar los asuntos de la Iglesia universal, y que realiza su función para
el bien y servicio de las Iglesias en nombre y por autoridad del Papa, con POTES-
TADEJECUTIVA o JUDICIAL VICARIA (v.). Diocesana: aquellos organismos y perso-
nas que colaboran con el Obispo en el gobierno de toda la diócesis, principalmen-
te en la dirección de la actividad pastoral y en la administración de la diócesis, así
como en el ejercicio de la potestad judicial.

DAÑO:Toda lesión de un bien jurídico ocasionada por la actuación de un sujeto. Se


suele emplear en el sentido de daño ilegítimamente ocasionado, que da lugar a la
obligación de RESARCIMIENTO (v.) (Lección VI).
«DEOFICIO»:Modalidad de realización de una actuación o de un PROCEDIMIENTO (v.) o
PROCESO (v.) en que la iniciativa corresponde a un ÓRGANOADMJNISTRATIVO (v.) o
al TRIBUNAL (v.) (v. «A INSTANCIA DEPARTE»).
DEBER: En el ámbito jurídico, SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA
(v.) pasiva que se da, en
general, siempre que sobre un sujeto recae el imperativo jurídico (de justicia) de
observar un comportamiento determinado para satisfacer un derecho de otro o de
la comunidad.

366
GLOSARIO

DECISIÓN: Se considera que un DECRETO SINGULAR (v.) contiene una decisión cuando
aquello que dispone implica una elección entre dos o más posibilidades contra-
rias. En esos casos el decreto debe incluir siempre la MOTIVACIÓN (v.), al menos
sumaria (Lección VII).
DECLARACIÓN: De una CENSURA (v.): DECRETO PENAL (v.) o SENTENCIA (v.) por el que la
autoridad competente hace pública la situación de quien ha incurrido automática-
mente en una censura latae sententiae, con los consiguientes efectos jurídicos (Lec-
ción IV).
DECRETO SINGULAR: ACTO ADMINISTRATIVO (v.) por el que la AUTOR IDAD EJECUTIVA (v.)
competente, sin que sea necesaria la previa petición de un interesado, toma una
DECISIÓN (v.) o hace una PROVISIÓN (v.), con arreglo a derecho (Lección VII).
DECRETO GENERAL: NORMA GENERAL (v.) que, dependiendo de su autor y de su conte-
nido, puede ser propiamente una LEY (v.); tener valor de ley aunque su autor no
sea legislador (v. DECRETO LEGfSLAnvo); o ser de rango inferior a la ley (v. DECRE-
TO GENERAL EJECUTORIO) (Lección Ill).
DECRETO GENERAL EJECUTORIO: DECRETO GENERAL (v.), dado por la AUTORIDAD EJECUTI-
VA (v.) dentro de los límites de su competencia, para determinar más detalladamente
el modo que ha de observarse en el cumplimiento de una LEY (v.), o para urgir su ob-
servancia. Depende de la ley, por lo que cesa al cesar la ley para cuya ejecución fue
dado y son nulas las prescripciones contrarias a la ley que contenga (Lección III).
DECRETO LEGISLATIVO: DECRETO GENERAL (v.) con rango de LEY (v.), dado por la AUTO-
RIDAD EJECUTIVA (v.), pero no por su propia potestad, sino en virtud de la POTES-
TAD LEGISLATI VA (v.) que le ha sido legítimamente delegada, con la obligación de
atenerse a las condiciones y límites que se indican en el acto de DELEGACIÓN (v.)
(Lección Ill).
DECRETO PENAL: DECRETO SINGULAR (v.) con el que se impone una SANCIÓN (v.) por VÍA
ADMINISTRATIVA (v.) (Lección IV).
DELEGACIÓN: Modo de transmisión jurídica de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) o de la
COMPETENCIA (v.) mediante un ACTO JURÍDICO (v.) de su titular. Se llama también
delegación al acto jurídico por el que se delega (v. POTESTAD DELEGADA).
DELITO: Transgresión externa, voluntaria y gravemen te imputable de una LEY (v.) que
lleva aneja una PENA (v.).
DERECHO: En sentido realista (según el realismo jurídico clásico), es el objeto de la
virtud de la justicia, es decir, aquello que pertenece a un sujeto y le es debido por
otro u otros. Puede ser una cosa material o inmaterial (la fama, un oficio, etc .) y
puede pertenecer al sujeto de distintas maneras ( cabe que sea de su propiedad o de
su uso, o de su competencia, etc.). En otro sentido, v. DERECHO UNIVERSAL y DERE-
CHO PARTICULAR.
DERECHO ADQUIRIDO: DERECHO (v.) consolidado - no mera EXPECTATIVA (v.)-- de un
sujeto producido positivamente por una causa idónea: una LEY (v.) o una costum-
bre; la PRESCRIPCIÓN (v.); un ACTO ADMINISTRATIVO (v.) o una SENTENCIA (v.); o un
ACTO JURÍDICO (v.) del propio sujeto o de otro.
DERECHO ADMINISTRATIVO: Sector del derecho canónico que regula todo lo relativo a la
ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA (v.) y a la FUNCIÓN ADMINISTRATIVA (v.) (Lección 1).
DERECHO AL RECURSO ADMINISTRATIVO: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) en cuya vir-
tud los interesados que se consideren perjudicados por una RESOLUCIÓN (v.) pue-
den obtener, de ordinario, su revisión ante el SUPERIOR (v.) de la AUTORIDAD EJECU-
TIVA (v.) que em itió el ACTO ADMINISTRATIVO (Lecciones Vy IX).

367
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

DERECHO FUNDAMENTAL: En el ordenamiento canónico, DERECHO (v.) que pertenece a


todo fiel en virtud del bautismo, es decir, en virtud de la condición CONSTITUCIO-
NAL (v.) de fiel.
DERECHO PARTICULAR: Conjunto de normas canónicas (v. NORMA GEN ERAL) cuyo des-
tinatario son los fieles de una Iglesia particular, de otra circunscripción eclesiásti-
ca, o de una agrupación de Iglesias particulares. Puede proceder de las mismas au-
toridades com petentes de la comunidad destinataria, o de la autoridad superior
competente.
DERECHO UNIVERSAL: Conjunto de normas canónicas (v. NORMA GENERAL) que obligan
en todo el ámbito de la Iglesia a todos aquellos para quienes han sido dadas.
DEREC HO SUBJETIVO: SITUACIÓ N JURÍDICA SUBJETIVA (v.) con sistente en la facultad o
conjunto de facultades de exigir, de posee r o de ejercitar un DERECHO (v.). El dere-
cho subjetivo es consecuencia de la titularidad de un derecho, pero no se puede
confundir con éste (el objeto de la justicia es el derecho, no el derecho subjetivo).
DEROGACIÓN: El Código de derecho canónico llama derogación generalmente a la RE-
VOCACIÓN (v.) parcial de una LEY (v.), pero a veces usa el término en el sentido de
ABROGACIÓN (v.).
DESCENTRALIZACIÓN : En teoría organizativa se habla de centralización y descentrali-
zación para describir la relación de distribución de comp etencias entre los órganos
centrales (v. ÓRGANO ADMINISTRATIVO) y los que gobiernan en otros ámbitos o ni-
veles de una organización (órganos periféricos): el grado de descentralización se
manifiesta en el ejercicio autónomo de más o menos competencias por los órga-
nos periféricos. En la organización administrativa de la Iglesia se da una peculiar
descentralización (Lección I).
DESCONCENTRAC IÓN: El ejercicio de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) en su ámbito propio
puede ser asumido totalmente por el OFICIO CAPITAL (v.) (concentración) o pueden
colaborar en él otras personas e instituciones, desempeñando OFICIOS (v.) auxilia-
res que participan de distintos modos de la potestad del oficio capital (desconcen-
tración). Por la naturaleza propia de la potestad en la Iglesia, la desconcentración
se da siempre de tal modo que el oficio capital mantiene la titularidad radical de la
potestad: además de la posibilidad de ejercer personalmente las potestades des-
concentradas, conserva siempre el derecho de RESERVA (v.) y de AVOCACIÓN (v.)
(Lección 1).
DESVIAC IÓN DE PODER : Vicio de ilegitimidad (v. LEGITIMIDAD) de un ACTO ADMINISTRA-
TIVO (v.) que se da cuando cuando el fin intentado por la ADM!NíSTRAC!ÓN ECLE-
SIÁSTICA (v.) al realizar un acto de la POTESTAD EJECUTIVA (v.) es divergente del fin
previsto por el ordenamiento.
DEVOLUT IVO: Efecto de la INTERPOSICIÓN (v.) de un RECURSO (v.) consistente en hacer
que la autoridad que lo recibe legítimamente reciba por ese mismo hecho la COM-
PETENCIA (v.) inmediata sobre el asunto de que se trate, excluyendo la de otras au-
toridades inferiores (Lección IX).
DICASTERIO: Organismo de la CURIA (v.) romana al que se le atribuye un ámbito espe-
cifico de COMPETENCIA (v.). En determinados RECURSOS JERÁRQUICOS (v.) puede
actuar como SUPERIOR (v.) competente para resolverlo (Lecciones IX y X). Ade-
más de la Secretaría de Estado, son dicasterios las Congregaciones, los Tribuna-
les, los Consejos Pontificios y los Oficios previstos en la ley vigente sobre la Cu-
ria Romana, que es la Constitución apostólica «Pastor Bonus» .
DICTAMEN V. INFORME.

368
GLOSARIO

DIÓCESIS: Figura jurídica principal que adopta la Iglesia particular y que sirve de modelo or-
ganizativo para las demás figuras de Iglesia particular y para las restantes circunscrip-
ciones jurídicamente afines. El Código la define como porción del pueblo de Dios,
cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de
manera que, unida a su Pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el
Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamen-
te está presente y actúa la Iglesia de Cristo una santa, católica y apostólica (c. 369).
DISCRECIONALIDAD: Margen de libertad que las nonnas jurídicas conceden a la ADMI-
NISTRACIÓN ECLESIÁSTICA (v.) para elegir, en una actuación concreta , entre varias
posibilidades igualmente legítimas (v. LEGITIMIDAD).
DISPENSA: Situación legítima (v. LEGITIMIDAD) de inaplicación de una disposición legal
meramente eclesiástica en un caso particular en atención a una causa justa, produ-
cida por un ACTO ADM[N!STRATIVO (v.), habitualmente un RESCRIPTO (v.), dado por
la competente AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) (Lección VIII).
DOCUMENTO: Escrito apto para formar parte de un EXPEDIENTE (v.), en cuanto que ilus-
tra sobre hechos o contiene datos fidedignos que pueden ser usados como PRUEBA
(v.) de algo.
DOCUMENTO PÚBLICO: DOCUMENTO (v.) que ha sido redactado por un OFICIAL (v.) públi-
co en el ejercicio de sus funciones, habiendo observado la FORMA (v.) prevista por
el derecho. Sirve como PRUEBA (v.) de su contenido.
DOCUMENTO PRIVADO: DOCUMENTO (v.), constituido sin intervención de un OFICIAL (v.)
público, que puede alcanzar valor de PRUEBA (v.) si, en atención a sus característi-
cas, resulta admitido por la autoridad competente .
«DOSS IER »: V. EXPEDIENTE

EFICACIA: Aptitud actual de un ACTO JURÍDICO (v.) para producir sus efectos propios.
Un ACTO ADMIN ISTRATIVO (v.) perfecto (v. PERFECCIÓN) puede no ser aún eficaz por
diversos motivos: porque su eficacia no comience hasta el momento de la NOTIFI-
CACIÓN (v.) al destinata rio ; porque dependa del cump limiento de una CONDICIÓN
(v.); porque antes deba someterse a un preceptivo CONTROL (v.); porque requiera
EJECUCIÓN (v.); etc. (Lección VI).
EFICAC IA CONSTITUTIVA: La de los actos cuyo efecto es crear (constituir) una nueva SI-
TUACIÓN JURID!CA (v.), o modificar o extinguir la existente.
EFICACIA DECL ARATIVA: La de los actos cuyo efecto es constatar (declarar), sin modi-
ficarla, una SITUACION JURÍDICA (v.) existente.
EJECUCIÓN: Actividad del autor del ACTO ADMINISTRATIVO (v.), o de otra autoridad, que
tiene por finalidad poner el acto en práctica, haciendo que se despliegue la EFICA-
CIA (v.) que le es propia (Lección VI).
EJECUTOR: Persona encargada de llevar a cabo la EJECUCIÓN (v.) (Lección VI) .
ENMIENDA: O corrección: Actuación por la que el autor de un ACTO ADMINISTRATIVO
(v.) o su SUPERIOR (v.) jerárquico modifican en algo su contenido, de modo que re-
sulte menos gravoso para el interesado , o que quede petfeccionado en algunos as-
pectos erróneos, defectuosos o menos oportunos (Lección IX).
ENTREDICHO: CENSURA (v.) por la que se imponen al sujeto, sin excluirle de la comu-
nión de los fieles, algunas de las consecuencias jurídicas de la EXCOMUNIÓN (v.):
fundamentalmente la prohibición de participar ministerialmente en la celebración
de la Eucaristía o en cualesquiera otras ceremonias de culto, de celebrar los sacra-
mentos o sacramentales y de recibir los sacramentos.

369
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

EQUIDAD: Es la justicia en cuanto se adecua a las exigencias jurídicas reales y a otras


necesidades del caso concreto, lo que permite incluso una solución distinta de la
que resultaría de la simple aplicación automática de las prescripciones legales
(pero sin contradecir la justicia). En otro sentido, es la moderación o condonación
de un deber jurídico por parte de quien puede disponer del correspondiente dere-
cho, por razones de benignidad.
ESCRITURA: FORMA (v.) escrita, que es regla general (cfr c. 37) de todo ACTO ADMINIS-
TRATIVO (v.) que afecta al FUERO EXTERNO (v.). Entre otras cosas, po sibilita la
PRUEBA (v.) del acto administrativo de que se trate.
ESTABILIDAD FORMAL DE LAS DECISIONES: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) que refuer-
za la seguridad jurídi ca al establecer una serie de limitaciones para la REVOCACIÓN
(v.) de los ACTOS ADMfN ISTRATIVOS (v.) (Lección V).
ESTATUTOS : Normas cuyo contenido establece la constitución , el fin, el régimen y la
forma de actuar de un ente. Tienen carácter administrativo cuando son dadas por
la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) (Lección III).
ESTILO DE CURIA: V. «STILUS CURIAE»
EXCOMUNIÓN: CENSURA (v.), prevista para algunos DELITOS (v.) gravísimos, por la que
se excluye al sujeto de la comunión de los fieles y, en consecuencia, se le prohíbe
cualquier participación ministerial en la celebración de la Eucaristía o en cuales-
quiera otras ceremonias de culto, celebrar los sacramentos o sacramentales y reci-
bir los sacramentos; así como desempeñar oficios, ministerios y cargos eclesiásti-
cos o realizar actos de régimen.
EXP ECTATIVA: Se suele calificar con el adjetivo legítima. Es una SITUACIÓN J URÍDICA
SUBJETIVA (v.) activa que se caracteriza por ser provisional y previa a la adquisi-
ción de otra situación , a la que se orienta totalmente. Se le reconoce relevancia ju-
rídica porque no se basa en la mera aspiración del sujeto, sino que tiene una base
jurídica precisa (una disposición legal; las cualidades objetivas del sujeto cuando
se trata de un concurso de méritos; actos preliminares ya realizados por la autori-
dad y que normalmente conducen al resultado que se espera; una situación que ya
disfruta el sujeto y espera que se le renueve; etc.).
EXPEDIENTE: Conjunto de DOCUM ENTOS (v.) que deja constancia del desarrollo de las
diversas actividades que tienen lugar a lo largo del PROCEDIMENTO (v.). El expe-
diente es como la materialización del procedimiento; por ese motivo , a veces, el
término expediente es usado como sinónimo de procedimiento (Lección V).

FACULTAD: SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA (v.) que consiste en la capacidad actual de un


sujeto para realizar un determinado acto de manera legítima y eficaz (v. EFICACIA,
LEGITIMIDAD).
FACULTADES HABITUALES: FACULTADES (v.) que se conceden de manera estable al titular
de un OF ICIO (v.), capacitándole para realizar determinados actos. Se trata de fa-
cultades delegadas, pero una vez recibidas se conservan mientras no se revoquen,
sin agotarse por su ejercicio en uno o varios casos. Se rigen por las normas sobre
la POTESTAD DELEGADA (v.).
FASES PROC EDIMENTALES: Periodos en los que se divide el PROCEDIMJENTO (v.) admi-
nistrativo (v. INICIACIÓN, SUSTANCIACIÓN, CONCLUSIÓN) (Lección V).
FAVOR: V. GRACIA
FORMA: Conjunto de requisitos externos que el derecho exige para la exteriorización
eficaz de un ACTO JURID!CO (v.).

370
GLOSARIO

FORMAL: Se dice del ACTOJURiD1 co (v.) para el que el derecho exige una FORMA (v.)
determinada.
FORMALIDAD ADECUADA: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) según el cual las formalida-
des empleadas en el procedimiento han de ser las necesarias y suficientes para fa-
cilitar la PARTICIPACIÓN (v.) de quienes tienen algún INTERÉS (v.) en el asunto y
para dejar constancia de lo actuado (Lección V).
FUEROEXTERNO: Ámbito de ejercicio de la POTEST ADDEGOBIERNO(v.) en el que las ac-
tuaciones se realizan públicamente, con publicidadju rídica (no necesariamente
con publicidad de hecho).
FUEROINTERNO: Ámbito de ejercicio de la POTESTAD DEGOBI ERNO(v.) en el que las ac-
tuaciones se realizan de modo que su conocimiento queda reservado a la autori-
dad y al interesado, sin hacerse público.
FUEROSACRAMENTAL: El acto de celebración del sacramento de la penitencia cuando
dentro de él se realiza un acto de la POTESTAD DEGOBIERNO(v.) para el FUERO IN-
TERNO (v.).
FUNCIÓN ADM INISTRATIVA: FUNCIÓN PÚBLICA (v.) por la que la autoridad legítima persi-
gue de manera práctica e inmediata el BIENPÚBLICO (v.), aplicando los medios de
que dispone a la satisfacción de las necesidades públicas concretas.
FUNCIÓN JURISDICCIONAL: FUNCIÓN PÚBLICA (v.) por la que la autoridad legítima re-
suelve, cuando se le trasladan legítimamente, conflictos jurídicos entre PARTES (v.)
formalmente enfrentadas, decidiendo e imponiendo con un acto imperativo la so-
lución según derecho a las cuestiones controvertidas.
FUNCIÓN LEGISLATIVA: FUNCIÓN PÚBLICA (v.) por la que la autoridad legítima dicta, con
carácter obligatorio, las normas generales por las que se organiza una comunidad
en orden al bien común, y por las que se rige la conducta de los miembros de esa
comunidad.
FUNCIÓN PÚBLICA: Actividad imprescindible para el funcionamiento de la vida social
que se realiza desde una POSICIÓN JURÍDICA (v.) oficial en interés de toda la comu-
nidad (Lección I).

GARANTÍA JURiDICA:Todo mecanismo por el que el ordenamiento jurídico procura la


TUTELA(v.) de los bienes y valores que considera relevantes, protegiéndolos con-
tra cualquier atentado y ofreciendo a los interesados los medios eficaces para su
defensa y para su restauración.
GRACIA: CONCESIÓN (v.) de la autoridad, no exigible en justicia , que amplía la esfera
jurídica del beneficiario sin que medie sacrificio por parte de éste. Da lugar, por
tanto, a una SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA (v.) favorable y gratuita (Lección
Vlll).

HABILITACIÓN: Acto o disposiciónjurídica por el que se dota a una persona de la habi-


lidad (v. CAPACIDAD, FACULTAD, POTESTAD) necesaria para una actividad jurídica
detenninada. En el caso de la atribución de POTESTAD EJECUT IVA(v.) a la ADMINIS-
TRACIÓN ECLESIÁSTICA(v.), el ténnino se usa impropiamente cuando se refiere a
un OFICIOCAPITAL (v.) (Lección II).

ILEGITIMIDAD! V. LEGITIMIDAD
IMPETRACIÓN:Obtención de un RESCRIP
TO (v.) que previamente ha sido solicitado
(Lección VI).

371
COMPENDIO DE DERECHO ADM/NISTRATJVO CANÓNICO

IMPUGNACIÓN: Reclamación FORMAL (v.) ante la autoridad compet ente, prevista y re-
gulada por el derecho, por la que el ACTO JURÍDICO (v.) de una autoridad pública es
jurídicamente atacado por un sujeto, sobre la base de unos motivos que el derecho
considera dignos de consideración.
INFORME! Declaración descriptiv a emitida por un ÓRGANO ADMINISTRATIVO (v.) o por
un OFICIAL (v.) acerca de hechos, situaciones u otras circunstancias, a la que suele
añadi rse una opinión sobre la base de conocimientos juríd icos, científicos, técni-
cos o de experiencia (v. PERITO).
INICIACIÓN: Fase procedimental en la que se llevan a cabo las actividades necesarias
para la incoación del PROCED IMIENTO (v.). Puede tener lugar DE OFICIO ( v. ) o A INS-
TANCIA DE PARTE (v.) (Lección V).
I NSTANCIA : Petición de un interesado que se configura como acto de INICIACIÓN (v.) de
un PROCEDIMIENTO (v.). En un sentido distinto , cada uno de los niveles jer árquicos
de CONTROL (v.) dentro de la ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA (v.).
INSTRUCCIÓN: NORMA GENERAL (v.) interna de la Administración , dirigida a quienes de-
ben cuidar de que se cumplan las leyes, dada para aclarar, desarrollar o determinar
el modo en que ha de ejecutarse una ley. Depende de la ley para cuya aclaración o
ejecución hubiera sido dada, de modo que cesa al cesar ésta y carece de valor todo
aspecto de su contenido que sea incompatible con la ley (Lección JII).
INSTRUCCIÓN: De un EXPEDIENTE (v.): v. SUSTANCIACIÓN.
INTEGRIDAD DE LA RESOLUCIÓN: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) según el cual en la
RESOLUCIÓN (v.) se han de ten er en cuenta todos los datos que deben obtenerse a
través de la SUSTANC IACIÓN (v.) y se ha de responder a todo lo cuestionado (Lec-
ción V).
INTERÉS: Se suele calificar con el adjetivo legítimo. En el ámbito del DERECHO ADMI-
NISTRATIVO (v.), es una SITUACIÓN JURIDICA SUBJET IVA (v.) activa que se basa en
una relación jurídicamente relevante del sujeto con el bien jurídico en juego, y
que permite a su titular utilizar los medios que el ordenamiento pone a disposición
de los interesado s para obtener algo que depende de la POTESTAD (v.) de la ADM I-
NISTRACIÓN ECLESIÁSTICA (v.) (esos medio s pueden ser: diversos modo s de ejerci-
cio del derecho de petición ; la intervención en un EXPEDlENTE (v.) cuyo resultado
puede afectar al interesado ; la IMPUGNACIÓN (v.) de actos de la Administración por
los cauc es previstos; etc.) (Lección IX).
INTERÉS PÚBLICO: Aspecto del BIEN PÚBLICO (v.) perseguido por una concreta actuación
admini strativa, en sintonía con el fin prev isto por las normas que legitiman y re-
gulan esa actuación (Lecciones lI y V).
INTERPOS ICIÓN: Presentación de un RECURSO (v.) que cumple una serie de requis itos
esenciales y que , al ser jurídicamente eficaz, impone a la autoridad compete nte la
obligación de pronunciar se al respecto (Lecciones IX y X) .
I NTERPRETAC IÓ N: Operació n intel ectual por la que quien debe aplicar una NORMA GE-
NERAL (v.) a un caso concreto o ejecutar un ACTO ADMIN ISTRATIVO (v.), procura de-
terminar su exacto sentido y alcance (Lección VI).
INTIMACIÓN! v. NOTIF ICACIÓN
INVALIDEZ! V. VALIDEZ
INVESTIGACIÓN PREVIA: En derecho penal, conju nto de actuaciones que puede poner
en marcha la autoridad cuando tiene noticia, al menos probable, de un DELITO (v.),
para determinar si existen PRUEBAS (v.) o, al menos, indicios sufic iente s para ini-
ciar el procedimiento de rRROGAC fÓN (v.) de una SANCIÓN (v.) (Lección IV).

372
GLOSARJO

IRROGACIÓN: En derecho penal, imposición de una SANCIÓN (v.) canónica mediante


SENTENCIA (v.) judicial o DECRETO PENAL (v.) extrajudicial (Lección IV).

JERARQUÍA NORMATIVA: Ordenación de los diversos tipos de NORMAS GENERALES (v.)


según su mayor o menor rango (atendiendo normalmente a su autor y a su tipo
formal) para determinar la que prevalece en caso de conflicto entre diversas nor-
mas aplicables a una misma situación (Lección III).
JUEZ: Denominación que da el Código al sujeto de la POTESTAD JUDICIAL (v.) (v. TRIBU-
NAL).
JURJSDJCCIÓN: V. POTESTAD DE GOBIERNO
JURISPRUDENClA: Doctrina establecida por los TRIBUNALES (v.) de justicia al resolver
reiteradamente de manera uniforme los conflictos acerca de una determinada ma-
teria.

LEGITIMACIÓN: HABILIDAD (v.) de un sujeto para ser PARTE (v.), activa o pasiva, en un
determinado PROCESO (v.) o RECURSO (v.) administrativo, que el derecho reconoce
a quienes tienen una determinada relación con la cuestión controvertida (v. INTE-
RÉS) (Lecciones IX y X).
LEGALlDAD: En DERECHO ADMINISTRATIVO (v.) canónico, significa la sumisión de la AD-
MINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA (v.) a la ley en su actividad (Lección ll).
LEGISLADOR: Autoridad eclesiástica dotada de POTESTAD LEGISLATIVA (v.).
LEGITIMIDAD: Cualidad del ACTO JURÍDICO (v.) o de la actuación que se realiza con
arreglo a DERECHO (v.).
LEY: NORMA GENERAL (v.) por la que la autoridad dotada de POTESTAD LEGISLATIVA (v.)
establece prescripciones comunes para una comunidad capaz de ser sujeto pasivo
de una ley.
LEY UNIVERSAL: LEY (v.) por la que se establecen prescripciones de DERECHO UNIVER-
SAL (v.).
LEY PARTICULAR: LEY (v.) por la que se establecen prescripciones de DERECHO PARTICU-
LAR (v.).
LICENClA: CONCESIÓN (v.) de la FACULTAD (v.) de ejercer otra SITUACIÓN JURÍDICA (v.)
activa de la que ya se es titular, pero cuyo uso está sujeto a ciertas limitaciones en
atención al BIEN PÚBLICO (v.) (Lección VII).
LITISCONSORCIO: Figura procesal que se da cuando un TERCERO (v.) se une legítima-
mente a la posición, activa o pasiva, de una PARTE (v.), defendiendo su propia pre-
tensión , o a veces la misma de la parte a la que se une, porque satisface también
su pretensión . En este último caso al tercero interviniente se Je llama, en derecho
administrativo, COADYUVANTE (v.) (Lección X).

MEDIDAS CAUTELARES: Actuaciones de la ADMINISTRACIÓN (v.) dirigidas a asegurar la


EFICACIA (v.) de un ACTO ADM!NISTRAT!VO (v.) futuro, o a evitar el DAÑO (v.) que
pudiera seguirse de un acto que ha sido objeto de !MPUGNAC!ÓN (v.).
MINUTA: Borrador o proyecto de un escrito oficial.
Mono: Carga que se puede añadir a la concesión de una GRACIA (v.), de manera que el
beneficiario, a la vez que se ve favorecido por la concesión, quede gravado por al-
gún DEBER (v.) accesorio.

373
COMPENDJO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

MOTIVACIÓN: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) según el cual deben expresarse ordina-


riamente las razones en que se basa la RESOLUCIÓN (v.) contenida en el ACTO ADMI-
NISTRATIVO (v.) (Lección V). Se llama también motivación a la exposición, en el
propio acto, de los motivos en que una autoridad se ha basado para tomar una de-
terminada decisión: en el DECRETO SINGULAR (v.) que contenga una DECISIÓN (v.) y
en las SENTENCIAS (v.) y decretos de la SIGNATURA APOSTÓLICA debe incluirse siem-
pre. También se denomina así la exposición de las razones que mueven al RECU-
RRENTE (v.) a impugnar un ACTO ADMINISTRATIVO (v.), que deben hacerse constar
en el RECURSO (v.) (Lecciones IX y X).

NORMA GENERAL: Disposición de la autoridad competente que vincula jurídicamente


a una comunidad en unos supues tos considerados abstractamente (Lección III).
NOTARIO: OFICIO (v.) consistente en redactar las ACTAS (v.) y documentos de CURIA
(v.), dando fe pública (es decir, constituyendo PRUEBA (v.) suficiente de la vera-
cidad de lo que consta con carácter principal y directo en el DOCUMENTO (v.) re-
dactado o fümado por el notario). Además del CANCILLER (v.), puede haber otros
notarios nombrados para actuar en cualquier tipo de actos, o únicamente en los
asuntos judiciales, o solo en los actos referentes a una determinada causa o
asunto (c. 483).
NOTIFICACIÓN: PROCEDIMIENTO (v.) destinado a comunicar al interesado un ACTO ADMI-
NISTRATIVO (v.) o una SENTENCIA (v.) o decreto judicial. Cuando se trata de un DE-
CRETO SINGULAR (v.), la notificación es requisito para su EFICACIA (v.). Se llama
también así al propio ACTO DE COMUNICACIÓN (v.), de cuya recepción por parte del
destinatario queda constancia documental (Lección V).
NULIDAD: Sanción que el derecho impone al ACTO JURÍDICO (v.) que carece radicalmen-
te de aptitud para desplegar su EFICACIA (v.), por falta de un elemento esencial o
por estar afectado de un vicio sancionado explícitamente con nulidad por disposi-
ción de la ley (Lección VI).

OBJETIVIDAD: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) que dirige la actuación administrativa


a la consecución efectiva del INTERÉS PÚBLICO (v.) de la Iglesia (Lección V).
OBLIGACIÓN: DEBER (v.) de un sujeto de observar un detenninado comportamiento que
corresponde estrictamente al DERECHO SUBJETIVO (v.) que asiste a otro para exigir-
lo, en virtud de una precisa relación jurídica que vincula a ambos.
OBREPCIÓN: Vicio que produce la INVALIDEZ (v.) del RESCRIPTO (v.) (cfr c. 63 §§ 2-3).
Consiste en la alegación de falsedades al exponer las CAUSAS MOTIVAS (v.) en las
PRECES (v.) (Lección VII).
OBROGACIÓN: En el CIC de 1917 indicaba la sustitución de una LEY (v.) por otra. El
CIC de 1983 usa ese ténnino para referirse a la sustitución de un ACTO ADMINIS-
TRATIVO (v.) por otro contrario (Lección IX).
OFICIAL: Titular de ftu1ciones admin istrati vas subordinadas en el ámbito de una CURIA
(v.) eclesiástica.
OF1c10: Todo cargo constituido establemente que ha de ejercerse para un fin espiritual.
OFICIO CAPITAL: OFICIO (v.) de gobierno pastoral que preside en nombre propio,
por derecho di vino o humano, una circunscripción eclesiástica o comunidad
de fieles establecida por el derecho en la ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA (v.)
Son oficios capi tale s, en su ámbito respectivo, el Papa y el Obispo diocesano
y quienes explícita o implícitamente se equiparan a éste en derecho; es decir:

374
GLOSARIO

los expresamente equiparados al Obispo diocesano por el c. 381 § 2; los Ordi-


narios militares; los Prelados de las prelaturas personales; los Ordinario s que
presiden ordinariatos rituales (Lección 1).
OPORTUNIDAD: Adecuación de un ACTO ADMlNlSTRA TIVO (v.) a las circunstancias con-
cretas (de personas, tiempo , lugar, etc.) en las que se emite. Indica el conjunto de
moti vos, criterios y apreciaciones que el autor del acto ha tomado en considera-
ción para elegir unas u otras posibilidades en los aspectos en los que la ley le otor-
ga DISCRECIONALIDAD (v.), por estimar que así su acto cumple el fin previsto del
modo más adecuado en esas precisa s circunstancias. El REC URSO JERÁRQUICO (v.)
puede basarse no solo en motivos de LEGITIMIDAD (v.), sino también en razones de
oportunidad (Lección IX).
ORÁCULO DE VIVA voz: Acto por el que la autoridad competente concede una GRAClA
(v.) oralmente, sin hacerlo constar en un DOCUMENTO (v.) (Lección VIII).
ORADOR: Solicitante de un RESCRIPTO (v.) (Lección VII).
ORDINARIO: Titular de un OF!Clü (v.) que goza de POTESTAD EJECUTIVA PROPIA (v.) o VICA-
RIA (v.) con funciones de capitalidad (v. OFIClO CAP lTAL); y también, respecto a los
miembros del instituto, el Superior mayor que goza de POTESTAD EJECUTlVA ORDI-
NARIA (v.) en un instituto de vida consagrada. Son, pues, Ordinarios, además del
Romano Pontífice, los Obispos diocesanos y los equiparados a ellos, los Vicarios
generales y episcopales y los Superiores mayores de institutos religiosos clericales
y de sociedades de vida apostólica clericales, de derecho pontificio (c. 134).
ORDINARIO DEL LUGAR: ORDINARIO (v.) con POTESTAD EJECUTIVA (v.) en el ámbito de
una circunscripción eclesiástica. Son, pues , Ordinarios del lugar todos los Ordina-
rios exceptuados los Superiores mayores de los institutos religiosos y de las socie-
dades de vida apostólica (c. 134).
«ORDO»: NORMA GENERAL (v.) que determina lo referente a la constitución, régimen y
procedimiento de ciertas reuniones de personas o celebraciones, convocadas por
la autoridad eclesiástica o promovidas por iniciativa de los fieles. Obligan a quie-
nes toman parte en ellas (Lección Ill).
ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA: Estrncturación jurídica de las funciones públicas (v.
FUNCIÓN PÚBLICA) en la Iglesia (Lección I).
ÓRGANO ADMINISTRATIVO: Unidad administrativa, sin PERSONAUDAD (v.) jurídica, dotada
de un conjunto de competencias, que pertenecen radicalmente al ente público en el
que se integra y al que encama en su actuación. En derecho canónico no se puede
usar el concepto en su sentido propio, porque la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) no radi-
ca en entes o en PERSONAS JURÍDICAS (v.), sino personalmente en cada OFICIO CAPITAL
(v.), que la ejerce con la colaboración de otros oficios auxiliares. En sentido impro-
pio se puede y se suele utilizar para designar al sujeto público competente para lle-
var a cabo una actuación administrativa (por ejemplo, un DICASTERIO (v.), etc.).
PACTO: v. CONTRATO
PARECER: V. DICTAMEN.
PARTE: Cada uno de los sujetos que se vinculan, con su consentimiento, en un CONTRA-
TO (Lección IV). En materia de conflictos, los suje tos que intervienen en un RE-
CURSO (v.) defendiendo intereses contrapuestos acerca de un ACTO ADMINISTRATI-
VO (v.), como RECURRENTE (v.) y RESlSTENT E (v) (Lecciones IX-X).
PARTICIPACIÓN: Principio de PROCEDIMIENTO (v.) que tiende a fomentar que los distintos
rNTERESES (v.) que entran en juego al adoptar una RESOLUCIÓN (v.), puedan ser mani-
festados por sus titulares y conocidos por la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) (Lección V).

375
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

PATRIMONIO: Conjunto de bienes (materiales o espirituales), DERECHOS (v.) y SITUACIO-


NES JURIDICAS (v.) con un mismo titular.
PATROCINIO GRATUITO: Beneficio que el JUEZ (v.) puede conceder a la PARTE que lo so-
licite, alegando y demostrando su carencia de recursos económicos suficientes
para costear los honorarios del PATRONO. En ese caso, se designa un patrono de
oficio, cuyos honorarios son satisfechos por el TRIBUNAL (v.).
PATROCINIO LEGAL: Actividad técnica mediante la que el PATRONO (v.) asiste a su patro-
cinado. Se usa también con frecuencia la expresión «patrocinio forense)) o «asis-
tencia letrada» .
PATRONO: ABOGADO (v.) o PROCURADOR (v.) a quien se otorga mandato o poder bastan-
te para actuar como letrado en nombre de su representado en un PROCESO (v.) o en
un PROCEDIMIENTO (v.) administrativo, dirigiéndose formalmente a la autoridad ,
compareciendo y alegando cuanto interesa a su representado , y recibiendo las ne-
cesarias comunicaciones.
PENA: V. SANCIÓN
PENA EXPIATORIA: SANCIÓN (v.) penal, llamada así porque, aunque también busca el
bien espiritual del delincuente , como las CENSURAS (v.), persigue más directamen-
te los fines de restablecimiento de la justicia y reparación del escándalo causado
por el DELITO (v.) (Lección IV).
PENA MEDIClNAL! V. CENSURA.
PENITENCIA: Alguna obra de caridad, de piedad o de religión que se manda hacer para
sustituir a una SANCIÓN (v.) cuando, por las circunstancias que concurren y por las
disposiciones del delincuente, se considera que ya no es necesario o resulta des-
proporcionado imponerla; o también, en algunos casos, para agravar una pena.
PERFECCIÓN: Cualidad jurídica del ACTO ADMINISTRATIVO (v.) una vez que se ha con-
cluido el PROCEDIMIENTO (Lección V) con la adopción formal de la RESOLUCIÓN
(v.) por la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) competente.
PERITO: Persona de competencia y prestigio en su especialidad profesional a la que se pue-
de solicitar un parecer o dictamen sobre cuestiones relacionadas con su área del saber.
PERSONA FÍSICA: Se denomina así la persona humana en cuanto sujeto de DERECHO (v.),
es decir, en cuanto posee la capacidad genérica de protagonizar actividad jurídica
y de ser titular de SITUACIONES JURÍDICAS SUBJETIVAS (v.).
PERSONA JURÍDICA: Colectividad de personas o conjunto de bienes (v. PATRIMONIO) a los
que se dota de PERSONALIDAD (v.) unitaria para que, a través de sus legítimos represen-
tantes, puedan actuar como sujeto de derecho, es decir, como centro de imputación de
actos y SITUACIONES JURÍDICAS SUBJETIVAS(v.), análogo a la PERSONA FÍSICA (v.).
PERSONALIDAD! Condición de PERSONA FÍSICA (v.) o de PERSONA JURÍDICA (v.) que os-
tenta el sujeto de derecho.
PLAZO: Espacio de tiempo (días, semanas, meses o años) establecido por el derecho
para la realización de un determinado ACTO JURÍDICO (v.).
PONDERACIÓN: Actividad que se desarrolla durante el PROCEDIMIENTO (v.), mediante la
cual se sopesan y estudian todos los elementos disponibles para que la RESOLU-
CIÓN (v.) sea justa, razonable y acertada (Lección V).
POSICIÓN JURÍDICA: Condición o categoría, más o menos estable, de un sujeto en el or-
denamiento respecto de los demás, de la que derivan diversas STTUACIONES JURÍDI-
CAS SUBJETIVAS (v.). Son posiciones jurídicas, por ejemplo, la condición de fiel
(que es fündamental y común a todos los bautizados, por lo que es posible hablar
del principio fündamental de igualdad), la de clérigo, la de religioso, la de supe-
rior, la de subordinado, etc.

376
GLOSARIO

POTESTAD: SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA (v.) que permite a su titular actuar, modifi-
cando la esfera jurídica de otros sujetos de manera UNILATERAL (v.), en relación
con determinados bienes, derechos e intereses, públicos o privados (la potestad se
calificará de pública o privada, según permita a su titular actuar en virtud de una
POSICIÓN JURÍDICA (v.) oficial o como persona particular) , propios o ajenos.
POTESTAD DE GOBIERNO: POTES'JAD (v.) pública , llamada también potestad de régimen
o de jurisdicción, que existe por institución divina para el gobemo de la Iglesia.
En su ejercicio, y según los actos a los que da lugar, se distingue como POTESTAD
LEGISLAT!VA (v.), POTESTAD EJECUTIVA (v.) y POTESTAD JUDICIAL (v.) (Lección I).
POTESTAD DELEGADA: POTESTAD DE GOBIERNO (v.) que se recibe en virtud de una con-
cesión explícita de su titular, llamada DELEGACIÓN (v.), no en virtud de un OFICIO
(v.).
POTESTAD DISCRECIONAL! POTESTAD (v.) pública que el derecho otorga a una autoridad
para realizar algún acto concediéndole DISCRECIONALIDAD (v.), es decir, cierto
margen de libertad de elección (Lección Il).
POTESTAD EJECUTIVA: Parte de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) que comprende todo lo
que no está atribuido en exclusiva a la POTESTAD LEGISLATIVA (v.) o a la POTESTAD
JUDICíAL (v.) y que, sometida a la ley, persigue los fines de la Iglesia mediante los
actos y procedimientos que el derecho le asigna (Lección 1).
POTESTAD-FUNCIÓN: Tipo de POTESTAD (v.) que su titular recibe para actuar en INTERÉS
(v.) ajeno, generalmente en ejercicio de una FUNCIÓN PÚBLICA (v.). Por su natura-
leza, genera no solo el derecho, sino también el DEBER (v.) de ejercerla siempre
que sea necesario para los intereses a los que está vinculada, que son ajenos a su
titular en cuanto persona particular (Lección I).
POTESTAD JUDICIAL: Parte de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) que el OFIC[O CAPITAL (v.)
ejerce por sí mismo o, normalmente, mediante los JUECES (v.) y TRIBUNALES (v.),
para resolver los conflictos jurídicos que se les trasladan legítimamente a través
del PROCESO (v.) (Lección X).
POTESTAD LEGISLATIVA: Parte de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) que el titular de un OFI-
CIO CAPITAL (v.) (la autoridad suprema y los legisladores inferiores) ejerce para dar
leyes (v. LEY) (Lección III).
POTESTAD ORDINARIA: POTESTAD DE GOBIERNO (v.) que va aneja, por disposición del de-
recho, a un OFICIO (v.) eclesiástico, de modo que, al recibir el oficio, su titular re-
cibe con él la potestad (Lección 1).
POTESTAD PROPIA: POTESTAD ORDINARIA (v.) que se ejerce «en nombre propio», ya que
su razón de ser radica en el mismo OFICIO (v.) de quien la ejerce (Lección I).
POTESTAD VICARJA: POTESTAD ORDINAR[A (v.) que se ejerce «en nombre ajeno», es de-
cir, que va aneja a un OFICIO (v.) cuya razón de ser consiste en colaborar en el ejer-
cicio de la POTESTAD PROPIA (v.) del titular de un OFICIO CAPITAL (v.) (Lección I).
POTESTAD REGLADA: POTESTAD PÚBLICA (v.) cuyo ejercicio está condicionado y deter-
minado por precisas normas jurídicas, sin dar lugar a la DISCRECIONALIDAD (v.) de
la autoridad que actúa (Lección Il).
PRAXIS: Modo de resolver cuestiones de gobierno que consiste en decidir de acuerdo
con la línea de actuación marcada por una serie de RESOLUCIONES (v.) precedentes
de la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) competente en una serie de casos análogos. La
praxis de la CURTA ROMANA (v.) se configura, según el c. 19 CIC, como medio de
obtener los criterios necesarios para resolver una cuestión cuando la ley no dispo-
ne directamente al respecto .

377
COMPENDIO DE DERECHO ADMI NISTRATIVO CANÓNICO

PRECEPTO PENAL : PRECEPTO SINGULAR (v.) por el que se conmina (v. CONMINACIÓN) con
una SANCIÓN (v.) para urgir el cumplimiento de una ley, o se impone una OBLIGA-
CIÓN (v.) reforzándola con una sanción para el caso de incumplimiento, a una per-
sona o a unas personas determinadas (Lección IV).
PRECEPTO SINGULAR! DECRETO SINGULAR (v.) por el que se impone a una persona o a
unas personas determinadas la OBLIGACIÓN (v.) de hacer o de omitir algo (Lección
VII), generalmente para hacer cumplir una ley.
«PRECES»: Nombre técnico que recibe tradicionalmente el escrito de petición que se
presenta para obtener un RESCRIPTO (v.) (Lección Vil).
PREFECTO DE DlCASTERIO: Cardenal (o Arzobispo) que pres ide la actividad de un Dl-
CASTERIO (v.). En algunos dicasterios (por ejemplo, en los Consejos Pontificios) el
cargo se denomina Presidente del dicasterio (Lecciones IX y X).
PRESCRIPCIÓN: Modo de adquirir o perder un DERECHO (v.) o de liberarse de una OBLI-
GACIÓN (v.) merced a la permanencia de una situación de hecho durante un cierto
tiempo.
PRESUNCIÓN: Conjetura probable sobre una cosa incierta . Su uso como medio jurídico
de PRUEBA (v.) hace que, a determinados efectos jurídicos, se tenga por cierto
(como si hubiera quedado probado, mientras no se pruebe lo contrario) algo que
se de sconoce , pero que se puede inferir a partir de algún dato conocido, mediante
un razonamiento del JU EZ (v.) o de la autoridad competente (praesumptio homi-
ni s). A veces se usa como modo legal de distribución de la carga de la prueba: en
esos casos es una conjetura establecida por la ley, en cuya virtud se tiene por cier-
to algo probable hasta que no se pruebe lo contrario, correspondiendo la carga de
la prueba a quien niega la presunción (praesumptio iuris).
PRIVILEGIO: SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA (v.) favorable otorgada con carácter de GRA-
CIA (v.) a un sujeto o a unos sujetos determinados mediante RESCRIPTO (v.) de la
AUTORrDAD EJECUTIVA (v.) competente, en cuya virtud se permite al privilegiado
actuar en una materia determinada de modo distinto al previ sto con carácter gene-
ral por el derecho (Lección Vlll).
PROCEDlMIENTO: En DERECHO ADMINISTRATIVO (v.), secuencia de actos jurídicos yac-
tuaciones previstos por el derecho para la emisión de un ACTO ADMIN ISTRATIVO
ju sto y oportuno (Lección V).
PROCESO: Sucesión de actos formales , celebrado s ante el competente tribunal, encami -
nada a la realización de la justicia en el caso concreto mediante el ejercicio de la
POTESTAD JUDICIAL (v.) para determinar e imponer la solución justa de una contro-
versia jurídica plasmada formalmente en la reclamación de una PARTE (v.) frente a
otra .
PROCURADOR: PATRONO (v.) letrado que asiste a cada PARTE (v.), ejerciendo en su nom-
bre y representación la postulación procesal (es decir, compareciendo para dirigir
al TRIBUNAL (v.) las comunicaciones fonnales por las que se inicia el PROCESO (v.)
y las posteriores necesarias para su continuación) y los demás actos propios de la
parte, y recib iendo las notificaciones del tribunal.
PROMOTOR DE JUSTICIA: OFICIO (v.) eclesiástico que debe intervenir en todo PROCEDI-
MIENTO (v.) o PROCESO (v.) en que esté implicado el BIEN PÚBLICO (v.) de la Iglesia,
para tutelarlo (Lección X).
PROMULGACIÓN: Publicación oficial de una norma general escrita hecha por su autor
(o por mandato suyo), mediante la cual la norma queda instituida , se fija su tenor
literal y se hace posible que la conozca la comunidad a la que va dirigida .

378
GLOSARIO

PROPUESTA: Proyecto de ACTO ADMINISTRATIVO (v.) preparado por un OFICIAL (v.) públi-
co o por un ÓRGANO ADMINISTRATIVO (v.). Se configura como un tipo de acto de
INICIACIÓN (v.) de un PROCEDIMIENTO (v.).
PROTOCOLO: Orden numérico de los DOCUMENTOS (v.) que corresponde al de su asien-
to en un REGISTRO (v.).
PROVISIÓN: Se considera que un DECRETO SINGULAR (v.) contiene una provisión cuando
la AUTORIDAD EJECUTIVA (v.), velando por propia iniciativa sobre la parcela del BIEN
PÚBLICO (v.) que tiene encomendada, aplica los medios (personales, materiales, eco-
nómicos, etc.) que cree más idóneos para atender a las necesidades que aprecia. En
las provisiones la autoridad se atiene a los criterios que el derecho le señala, y a
otras normas de OPORTUNIDAD (v.) y BUEN GOBIERNO (v.), pero no elige entre posibi-
lidades contrarias o en conflicto. sino simplemente distintas, y en eso se diferencia
de una DECISIÓN (v.) (Lección VII). Para la provi sión de un OFICIO (v.), v. COLAC IÓN.
PRUEBA: Actividad por la que en un PROCESO (v.) o en un PROCEDIMIENTO (v.) se procu-
ra demostrar con certeza jurídica la verdad de un hecho o circunstancia que se
afinna. También se llama así cada uno de los medios admitidos por el derecho
para este fin.
PUBLICACIÓN: Actividad del autor de una NORMA GENERAL (v.) o de un ACTO ADMINIS-
TRATIVO (v.), o realizada por su mandato, dirigida a darlo a conocer a una plurali-
dad de destinatarios.
PUBLICIDAD: Principio de PROCEDIM IENTO (v.), derivado del carácter público de la FUN-
CIÓN ADMINISTRATI VA (v.), que determina la posibilidad de que los interesados co-
nozcan los distintos pasos del procedimiento de un ACTO ADMINISTRATIVO (v.)
(Lección V).

RECURRENTE: PARTE (v.) activa en un RECURSO (v.), es decir, quien lo interpone (Lec-
ciones IX y X).
RECURSO: El recur so administrativo es la IMPUGNACIÓN (v.) de un ACTO ADMINISTRATI-
VO (v.) ante la misma autoridad que lo emitió o ante su SUPERIOR (v.) jerárquico, es
decir, en VÍA ADM INISTRATIVA (v.). Cabe tambien el recurso contra un acto adminis-
trativo en VÍA JUDIC IAL (v.), una vez agotada la vía administrativa (v. RECURSO
CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO).
RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO: IMPUGNACIÓN (v.) de un ACTO ADMINISTRATI-
VO (v.) ante el TRIBUNAL (v.) competente (v. SIGNATURA APOSTÓLICA), una vez que
ya no cabe contra él ulterior RECURSO (v.) en víA ADMINISTRATIVA (v.). Este recurso
solo se puede interponer por motivos de LEGITIMIDAD (v.), es decir , cuando se pre-
tenda que el acto impugnado ha violado alguna norma jurídica en el PROCEDIMIEN-
TO (v.) o en la DECISIÓN (v.) (Lección X).
RECURSO JERÁRQUICO: RECURSO (v.) int erpuesto en VÍA ADMINISTRATIVA (v.) por quien
se considera perjudicado por un ACTO ADMINISTRATIVO (v.) ante el SUPERIOR (v.) je-
rárquico de la autoridad que lo ha emitido (Lección VI)
REGISTRO: Soporte (un libro o cuaderno, un fichero, una base de datos informática,
etc.) donde se anotan los DOCUMENTOS (v.) que entran oficialmente en un organis-
mo de la Administración y los que salen de él (v. PROTOCOLO).
REGLAMENTO: V. «ORDO»
REMEDIO PENAL: Actuación jurídica de la autoridad competente dirigida especialmente
a la prevención del DELITO (v.). Los remedios penales previstos en el CIC son la
AMONESTACIÓN (v.) y la REPRENSIÓN (v.) (Lección IV).

379
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

REPRENSIÓN: REMEDIO PENAL(v.) consistente en una conversación FORMAL (v.), del OR-
DINARIO (v.) o de la persona designada por él, con aquel que provoca con su con-
ducta escándalo o grave perturbación del orden, para reprobar y corregir su actua-
ción de manera proporcionada a las circunstancias de la persona y del hecho
(Lección IV) .
RESARCIMIENTO: Reparación del DAÑO(v.) causado por un ACTOJURÍDICO (v.) o como
resultado de otra actividad imputable a un sujeto.
RESC
ISIÓN:En derecho canónico es el acto por el que la autoridad competente deja sin
efecto (anula) un ACTOADMrNISTRATIVO (v.) afectado por un vicio que no implica
su NULIDAD (v.) radical, a instancia de un interesado (v. ANULABILIDAD) (Lección
VI).
RESCRIPTO: ACTOADM INISTRATIVO (v.) en forma de respuesta escrita, que contiene la
CONCESIÓN (v.) (o la denegación) de una GRACIA (v.) - PRIVILEGIO (v.), DISPENSA
(v.) o FAVOR (v.) de otro tipo- por parte de una AUTORIDAD EJECUTIVA (v.) compe-
tente, lo cual presupone, en principio, que la gracia concedida haya sido previa-
mente solicitada (Lección VII).
«RESCRIPTUM EXAUDIENTIA SANCTISSIMI»: Testimonio cardenalicio del ORÁCULO DE
VIVAvoz (v.) del Romano Pontífice, que es considerado por la doctrina como
PRUEBA (v.) jurídica plena (Lección VII).
RESERVA: Acto por el que el OFICIOCAPITAL (v.) asume personalmente , o atribuye en
exclusiva a otra autoridad, la COMPETENCIA (v.) para realizar determinado acto.
RESISTENTE: PARTE (v.) que en el RECURSO (v.) se opone a la pretensión del RECURREN-
TE(v.) (Lecciones IX y X).
RESOLUCIÓN: Voluntad determinada de la ADMINISTRACIÓN (v.) que se contiene en un
ACTO ADMINISTRATIVO (v.) (v. DECISIÓN, PROV ISIÓN, CONCESIÓN).
RESPONSABILIDAD: DEBER (v.)jurídico de reparar el DAÑO(v.) o perjuicio causado.
RETROACTIVIDAD: EFICAC IA (v.) de una LEY(v.) o de un ACTOADM INISTRATIVO (v.) so-
bre situaciones anteriores a su vigencia.
REVOCAC IÓN:Cesación de la vigencia de una LEY(v.) producida por otra posterior (v.
ABROGACIÓN, DEROGACIÓN). Cesación de la eficacia de un ACTOADMINISTRATIVO
(v.) producida por otro acto posterior de la autoridad competente basado en moti-
vos de OPORTUN IDAD(v.) (Lecciones VI, VII, IX).

SANACIÓN:Acto por el que la autoridad competente suple los vicios o deficiencias que
impedían la EFICACIA (v.) de un ACTOJURIDICO (v.), permitiéndole así desplegar le-
gítimamente sus efectos y consolidando los que hubiera producido antes de la sa-
nación.
SANCIÓN: En derecho penal, toda privación LEGÍTIMA (v.) de un bien impuesta por la
autoridad competente a quien ha cometido un acto ilícito. Cuando se trata de un
DELITO (v.) la sanción es propiamente una pena, mientras que los actos ilícitos de
menor gravedad pueden recibir como castigo sanciones menores, administrativas
o de otro tipo (Lección IV) .
SECRETARIODE DICASTERIO: Prelado que ayuda al PREFECTO (v.) a dirigir las personas
y tratar los asuntos asignados a un DICASTERIO (v.) según la distribución de com-
petencias de la CURIA (v.) romana (Lecciones IX y X).
SENTENCIA: ACTOJURÍDICO (v.) por el que el JUEZ(v.) o TRIBUNAL (v.) resuelve definiti-
vamente la cuestión controvertida que ha conocido en el PROCESO (v.), vinculando
a las PARTES (v.) y a sí mismo con su decsión (Lección X).

380
GLOSARIO

SIGNATURA APOSTÓLICA: TRIBUNAL (v.) supremo de la organización judicial de la Igle-


sia, que ostenta también la COMPETENCIA (v.) exclusiva para resolver el RECURSO
CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO {v.), además de las competencias administrativas
sobre la administración de justicia en la Iglesia (Lección X).
SILENCIO ADMINISTRATIVO: Mecanismo jurídico por el que se permite al interesado in-
terponer RECURSO JERÁRQUICO {v.) como si hubiera recibido una respuesta negati-
va cuando la ADM INISTRACIÓN ECLESIÁSTICA deja transcurrir un determinado PLA-
ZO (v.) sin responder a una petición legítima o a un RECURSO {v.) presentados para
obtener un DECRETO SINGULAR (v.) (Lecciones VII y IX).
SITUACIÓN JURÍDICA SUBJETIVA: Cada una de las determinaciones jurídicas del modo
como aparece: un sujeto de derecho al considerarlo en el contexto de un determi-
nado asunto, como consecuencia de su POSICIÓN JURÍDICA (v.) o de su relación con
determinados bienes jurídicos y con otros sujetos. Se suelen clasificar en situacio-
nes favorables o desfavorables (según amplíen o restrinjan la esfera jurídica del
sujeto), activas y pasivas o inactivas (según su contenido sea un hacer o un no ha-
cer). Entre ellas están el DERECHO SUBJETIVO (v.), la POTESTAD (v.), la FACULTAD
(v.), el INTERÉS (v.), el DEBER (v.), la OBLIGACIÓN, la EXPECTATIVA, etc.
«STILUS CUR IAE»: Forma de expresión característica de la actividad de la CURIA (v.),
que se manifiesta principalmente en los DOCUMENTOS (v.) utilizados en el ejercicio
de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.).
SUBREPC IÓN : Ocultación de la verdad que causa la INVAUDEZ (v.) de un RESCRIPTO (v.)
(cfr c. 63 § 1), si en la petición (v.) no se ha expuesto todo aquello que debe mani-
festarse , según está previsto por la ley, el ESTILO (v.) y la PRAXIS (v.) de la CURIA
(v.) romana (Lección VII).
SUBROGACIÓN; Cuando se trata de una de las po sibles resoluciones de un RECURSO JE-
RÁRQ UICO (v.), significa la SUSTITUCIÓN (v.) de un ACTO ADMINISTRATIVO (v.) por
otro distinto (v. OBROGACIÓN) (Lección IX).
SUBSIDIARIEDAD: Principio de filosofia social que comprende dos aspecto s complementa-
rios: a) la autoridad superior debe pennitir que las comunidades inferiores asuman sus
competencias y responsabilidades, sin intervenir innecesariamente ; b) simultáneamen-
te, debe hacer lo que esté de su parte para favorecer la actuación de las comunidades
inferiores en su ámbito propio de responsabilidad. Solo en caso de necesidad, la co-
munidad superior interviene de manera directa, en virtud del principio de suplencia.
En derecho canónico se da una peculiar vigencia de este principio (Lección l).
SUBSUNCIÓN: Operación intelectual por la que quien debe aplicar una NORMA GENERAL
(v.) a un caso concreto verifica que el caso entra dentro del supuesto abstracto
considerado por la norma.
SUPER IOR: O superior jerárquico: Denominación que da el Código a la AUTORIDAD EJE-
CUTIVA (v.) competente para resolver un RECURSO JERÁRQU ICO (v.).
«SUPPLICATIO»: Cualquier petición o INSTANCIA (v.), sin carácter de IMPUGNACIÓN (v.),
realizada para obtener un acto de la autoridad.
SUSPENSIÓN: CENSURA (v.) prevista para algunos DELITOS (v.) especialmente graves y
aplicable solo a los clérigos, por la que se prohíbe al sujeto el ejercicio del orden
sagrado, de la POTESTAD DE GOBIERNO (v.) o del OFICIO (v.), o de todo a la vez, y en
algnos casos del derecho a percibir algunos bienes económicos.
SUSPENSIÓN: De un acto: Inhibición provisional de la EFICACIA (v.) de un ACTO ADMINIS-
TRATIVO (v.) mientras se resuelve una petición o una IMPUGNACIÓN (v.) dirigida a
obtener su eliminación o la modificación de su contenido (Lecciones IX y X).

381
COMPENDIO DE DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO

mSPENS1vo:Efecto del RECURSO (v.) cuya interposición comporta automáticamente la


SUSPENSIÓN (v.) del acto impugnado (Lecciones IX y X).
SUSTANCIACIÓN : Fase del PROCEDIMIENTO (v.), en la que se determinan, recaban, com-
prueban y analizan los datos necesarios para el estudio y la PONDERACIÓN (v.) de
los bienes implicados en la RF.SOLUCIÓN (v.) (Lección V).
SUSTITUCIÓN:Acto por el que la autoridad competente deja sin efecto un ACTOADMI-
NISTRATIVO (v.) poniendo otro en su lugar (v. OBROGACIÓN, SUBROGAClÓN).

TERCERO:Toda persona que sin ser sujeto primario de una relación o actividad jurídi-
ca determinada se ve afectada por eJla o es llamada a intervenir.
TÉRMINO: Fecha concreta en la que se debe realizar una determinada actividad jurídica
o en la que empieza o termina la EFICACIA (v.) de un ACTOJUR!D1co (v.). En dere-
cho canónico a veces se emplea como sinónimo de PLAZO (v.).
TrEMPOÚTIL:Concepto usado para indicar un PLAZO (v.) que no corre cuando el sujeto
no actúa por falta de conocimiento o está imposibilitado para hacerlo (c. 201 § 2).
TRANSACCIÓN: Acuerdo (v. CONTRATO) por el que los interesados, cediendo cada uno en
algo, dan por zanjada una controversia, evitando así entablar un RECURSO (v.) o un
PROCESO (v.) para dirimirla (v. CONCILIACIÓN).
TRIBUNAL: Órgano constituido para el ejercicio de la POTESTAD JUDICIAL (v.), formado
por un JUEZ(v.) único o por un COLEGIO (v.) de jueces y los demás ministros que
intervienen en el PROCESO (v.).
TUTELA JURÍDICA: Actividad por la cual, mediante instrumentos adecuados, el derecho
asegura eficazmente determinados valores, bienes y SITUACIONES JURÍDICAS (v.)
que se consideran socialmente merecedores de protección.

UNILATERAL: Se dice del ACTOJURlDICO


(v.) que no necesita más voluntad que la de su
autor para su EFICACIA(v.).

VALIDEZ:Cualidad del ACTOJURÍDICO (v.) que, reuniendo sus elementos esenciales,


cumple los requisitos necesarios para su realización y, por tanto, está en condicio-
nes de desplegar legítimamente su EFICACIA (v.) (Lección VI).
VÍAADMIMSTRATIVA: Cauce de actuación jurídica en el que intervienen solo organismos
de la Administración:por ejemplo, la imposición de SANCIONES (v.) por vía adminis-
trativa significa la posibilidad de sancionar sin necesidad de un PROCF.SO (v.)judicial,
siguiendo simplemente un PROCEDIMIENTO (v.) administrativo propio (Lección IV).
Si se trata de la interposiciónde un RECURSO (v.), la vía administrativa está integrada
por la serie de autoridades ejecutivas superiores que pueden ir resolviendo sucesiva-
mente el RECURSO JERÁRQUICO (v.) contra un ACTO ADMINISTRATIVO (v.) (Lección IX).
Se agota la vía administrativa cuando resuelve el recurso una AUTORIDAD EJECUTIVA
(v.) que no tiene SUPERIOR (v.)jerárquico en la organización administrativa: en ese
caso, ya solo cabe recurrir su decisión mediante el RECURSO CONTENCIOSO-ADMINIS-
TRATIVO (v.), que se interpone y se resuelve por VÍAJUDICIAL (Lección X).
VÍAJUDJCIAL: Cauce de actuación jurídica ante el TRIBUNAL (v.) competente mediante
el correspondiente PROCESO (v.).
VICARIO:OFICIO (v.) dotado de POTESTAD VICARIA (v.).
VERDAD MATERIAL: Principio de PROCEDIMI ENTO(v.) que impone la exigencia de que
los datos que determinan la adopción de una RESOLU CIÓN(v.) correspondan a la
realidad. (Lección V).

382
GLOSARIO

VOTO CONSULTIVO: Acto de una persona, grupo de personas o COLEGIO (v.) por el que
se da un CONSEJO (v.) a una autoridad.
VOTO DELIBERATIVO: Acto de una persona, grupo de personas o COLEGIO (v.) por el que
se da el consentimiento necesario para que la autoridad pueda actuar en un deter-
minado sentido. Cuando se establece que se requiere el consentimiento o el voto
deliberativo para que una autoridad realice un determinado acto, éste sería inváli-
do si no se pide o si se actúa contra el voto recibido.
VOTO «PRO REl VERlTATE»: INFORME (v.) preparado por el PROMOTOR DE JUSTICIA (v.)
que acaba estableciendo una conclusión clara acerca de si el RECURSO CONTENCIO-
SO-ADMINISTRATIVO (v.) debe ser admitido o rechazado atendiendo a la verdad de
los hechos (Lección X).

383
INSTITUTOMARTÍNDE AZPILCUETA
FACULTADDE DERECHOCANÓNICO
UNIVERSIDADDE NAVARRA

1. COLECCIÓNCANÓNICA

La Colección
canónica,comenzada en el año 1959, está integrada por monografías so-
bre temas de Derecho canónico y eclesiástico. Hasta el momento han sido publicados es-
tos títulos:

1959 J. HERVADA La impotenciadel varónen el Derechomatrimonial canónico[Publi-


cacionesdel EstudioGeneral de Navarra]
1960 J.füRVADA Losfines delmatrimonio.Su relevancia en laestructurajurídicamatri-
monial[Publicacionesdel Estudio Generalde Navarra]
1963 A. DELAH ERA El regalismoborbónicoen su proyección i11dia11a
[RJALP]
1963 R. LLANO Naturalezajurídicadela «fictíoiuris»[RIALP]
1965 A. D'ÜRS,J. ÜRLANDIS, Tresestudioshistóricos
sobrelacolegialidad episcopal
[RIALP)
A. DE LAH ERA
1965 J.M .' GONZÁLEZDELVALLE LaplenituddelDerecho canónico[RrALP]
1965 L.J.DE LA PENA Lalegislación mexicana en relaciónconlaIglesia[RIALP]
1965 A. GARCIAR urz Laobediencia de losclérigosen losdocumentos pontificios[RIALPNa-
varra]
1965 V.DEREINA Elsistemabeneficia/ [RIALPNavarra]
1965 P. MADRENYS La impericiay la enfermedadcomocausasde remocióndel párroco
[RIALP Navarra)
1965 J.M .CA SADO Influjo delasamenazasde suicidioen el consentimiento matrimonial
[R!ALPNavarraJ
1966 A. DEFUENMAYOR El ConvenioentrelaSantaSedey Espal'ia sobreUniversidades deestu-
dioscivil es[RrALPNavarra)
1966 A.D ELA HERA Relevanciajur(dico-canónica de la cohabitación
conyugal[RIALPNa-
varra]
1966 ). HERVA
DA El ordenamiento canónico.Aspectoscentralesde la construcción del
concepto [RIALP Navarra}
1966 J. A RIAS El «consensus
communitatis"
en laeficacia
normativadela costumbre
[RJALPNavarra]
1966 C. LÁZARO Influenciadel procesoextraordinario
en la nocióndejuiciocanónico
[RIALPNavarra]
'67 G. PORRAS Iglesiay Estadoen NuevaVizcaya(1562-1821) [RlALPNavarra]
167 F.MART! LaprimeraMisión dela Santa Sedea América[EUNSA]
167 E. LABANDEIRA Laspresuncionesen Derechocanónico[RlALPNavarra]
167 V.DEREINA Errory doloen elmatrimonio co[EUNSAJ
canó1ti
168 A. DEMIER La buenafe en la prescripcióny en la costumbrehastael siglo XV
[EUNSA]
)69 A. DEL PORTILLO Fielesy laicosen laIglesia. Basesdesus respectivosestat11t
osj11rídico
s
(videinfra, 3: ed., 1991)
)69 P.J. VII.ADRJ
CH Teoríade los derechos
ftmdame11tales
del fiel. Presupuestos críticos
[EUNSA]
no P.A. PERLADO Lalibertadreligiosaen /nsConstituyentes
del69 [EUNSA)
m J.M. FLADER Losmatrimonios mixtosante la reformadel CódigodeDerechoCanó-
nico [EUNSA)
m J.M. RlBAS Incardinación
y distribución
delclero[EUNSA]
971 E.SAU)ÓN El matrimonio,misterioy signo.Desdeel siglo I a S. Agustín [EuN-
SA]
971 T. RlNcóN-PÉREZ El matrimonio
, misterioy signo. SiglosIX-Xlll [EUl'\SA]
971 E. TEJERO misterioy signo. SiglosXIV-XVI[EUNSA]
El matrimonio,
971 G. DELGADO Desco
ncentraciónorgánica
y potestadvicaria[EUNSA]
971 J.M .° GoNzALEZDELVALLE Libertad
en la ordenació
n [EUNSA]
971 P.A. PERLADO Los Obisposespañoles
antelaamnistía de 1817[EUNSA]
971 REDACOÓN «Ius (ANONICUM» Elproyectodefa'YFundame
ntaldelaIglesia[EUNSA]
971 J.A. Souro La nocióncanónica
deoficio[EUNSA]
971 J.M.' GoNzALEZDELVALLE Derecho
s fundamenta/esy derechospúblicoss11bjetivos
en la Iglesia
[EUNSA]
972 M. BAHIMA La condiciónjurídicadel laicoen la doctrina canónicadel s. XIX
[EUNSA]
972 A. LEDESMA Lacondiciónjurídicadellaicodel C.l.C.al Vaticano
ll [EUNSA]
.972 M: M. GóMEZ CARRASCO Lacondiciónjurídicadellaicoen el ConcilioVaticanoIl [EUNSA]
1972 F.VARELADE LJMIA La separac al de los cónyugesy el Derechoespaiio
ión co11vencio11 l
[EUNSA]
[972 A. D!Az D!Az Derecho
fundame11tal
deasocia
ción en laIglesía [EUNSA]
[972 A. QUINTELA El alentadoenel procesocanónico[EUNSA)
1972 J.M.' GoNZÁLEZDEL VALLE El sacrament o de lapenitencia. Fundame
ntos históricosde su reg11/a-
ción actual[EUNSA]
1973 M . FAL<;AO Lasprohibicione
s matrimoniales
decaráctersocialen el Imperio roma-
1,0 [EUNSA]
1973 J.A . Souro Notasparaunainterpretación
actual del Derechocanónico[EuNsA]
1973 J. H ERVADA Tresestudíossobreel uso deltérmino laico[EUNSA]
1973 L. DELAMO Interrogatorio
y confesióneu losjuiciosmatrimonia/es
[EUNSA)
1973 G. DELGADO La CuriaRomana.Elgobiernocentralde la Iglesia [EUNSA)
1973/ 90 C. DED IEGO-loRA Estudiosde Derechoproce
sal canónico.
l. Temassobreel ejercicio
de la«potes/as judicialis» [EUNSA]
U. Temassobrecausasmatrimoniales [EUNSA]
IIl. Lafuncióndejusticiaen laIglesia[EUNSA]
y Justicia[EUNSA]
IV. Función pastoral
1973/91 P. LOMBARD
lA Escritosde Derecho
canónico
(Vols.I, ll y Ill) [EUI\SA
]
Escritosde Derechocanónicoy de Derechoeclesiástico del Estado
(Vols.IV y V) [EUNSA]
1974 E. MOLANO Laautonomiá
privadaen elordenamiento
canónico
[EUNSA]
1974 M. CABREROS
DEANTA Vigencia y estadoactualdela legislación
canónica[EUNsA]
1974 G. DELGADO El Consejo diocesanodegobierno[EUNSA ]
1974 A. DEFUENMAYOR La libertadreligiosa
[EUNSA]
1975 J.ARIAS Lapenacanónica enlaIglesiaprimitiva[EUNSA1
1975 J. FORNÉS La nociónde«status»en Derecho canónico[EUJ\sA]
1975 S. PANIZO
ÜRALLO Perso11a
juridicay ficción.Estudiode laobrade Sinibaldode Fieschi
(lnocencio
IV) [EUNSA]
1975 G. DELGADO Errory matrimoniocanónico[EuNsA]
1975 M. CABREROS
DEANTA Iglesiay Derecho
h01;.
Estudioscanónicos posconciliares JEuNS
A]
1976 c.DEDm;o-LORA y funcióndejusticiaen la Iglesia [EuNSA]
Poderjurisdiccional
1976 A.J.GOMES
MARQUES O BispoDiocesano génesedo«ChristusDominus»[EUNSA]
1111

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1977 C. LARRÁINZAR Unai11troduccióna FranciscoSuárez[EUNSA]
1977 R.J.REY El ObispoDiocesano en lagénesisdela «LumenGenti11m». Aspectos
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1977 A. VILLAR Lapruebadocumental públicaen lascausasmatrimoniales [EUNSA ]
1977 J.CALVO Concordato y acuerdosparciales y Derecho[EUNSA]
: Política
1977 E. MOLAI\O Contribuciónal estudiosobrela esenciadelmatrimonio [EUNSA]
1977 L. DELAMO Sentencias,casosy cuestionesen laRotaEspa1io/a [EuNsA]
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MARTlN Lapruebadocumental
privadaen elprocesocanónico [EUNSA]
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[EuNSA]

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doroEstudita[EUNSA]
984 M.l. CASTAJ\105-MOLLOR Lasecularidad en los escritorescristianosde los dosprimerossiglos
[EUNSA]
984 J.FoRNffi Lacienciacanónicacontemporánea (Valoración
crítica)[EUNSA]
985 M.' L.JoRDÁN Malafe y accióndenulidaden elmatrimonio canónico [EUNSA]

985 F.YARZA El Obispoen laorganizacióneclesiástica


delasDecreta/es pseudoisido-
rianas[EUNSA]
985 ]. DE0rADUY Laextincióndelcontratode trabajoporrazonesideológicas enloscen-
trosdocentesprivados[EuNSA]
985 A. VIANA Losacuerdosconlasconfesiones religiosas
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[EUNSA]
985 A.MARZOA Lacensurade excomunión.Estudiode su naturalezajurídicaen ss.
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1991 C. PURROYYTURRILLAS UnlibroinéditodeLebrónsobrediezmosdeIndias [EuNsA]
1991 G. LOCASTRO Lasprelaturas personales. Perfiles
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1991 D. CENAL\!OR LaLetJFundamental de la Iglesia.Historiay análisisde un proyecto
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1991 J.M .' VAZQUEZ Lei;esautonómicasde serviciossociales.Su repercusión sobrelas en-
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delmatrimonio.Intmtos anteriores
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1992 J.M."VÁZQUEZ Lascapellanías
co/ativo-familiares
(Régimenlegalvigente)[EUNSA]
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Tempvsotii secvndvm(2.º
ed. corregiday aumentada) [NAVARRAGRÁFICAEDICIONES]
)02 J.HERVADA Coloquiospropedéuticos
sobreelderecho
canónico
(2.ª ed. corregida y
aumentada) [NAVARRAGRÁFICAEDICIONES]
)02 R. RODRÍGUEZ-ÜCAf.JA Lademanda judicialcanónica[NAVARRA GRÁFICAEDIOONES]
)02 A. VIANA Derechocanónico Historiay doctrinadelterritorio
territorial. diocesa-
no [NAVARRAGRÁFICAEDIOONES]
)02 J. 0rADUY Fuentes,Interpretación,
Personas.
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Iglesia.Aspectossociales,religiososy canónicos
,, (Pamplona,16 y
17.IX.2002)[N AVARRA GRÁFICAEDIOONES]
)03 J.HERVADA Pueblocristianoy circunscripciones
eclesiásticas
[NAVARRAGRÁFICA
EDIOONES)
)03 M. RODRJGUEZBLANCO Los conveniosentre las administracionespúblicasy las confe-
sionesreligiosas[NAVARRAGRÁFICAEDICIONES)
)04 M.AREmo Obedienciay libertaden la vidaconsagrada
[NAVARRAGRÁFICAEDI-
CIONES)
)04 F. PUJG La esenciadelmatrimonioa la luz del realismojurídico[N AVARRA
GRÁFICAEDICIONES]
)04 J.HERVADA Pensamientos
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EDIOONES]
)04 J. HERVADA Tempvsotii. Fragmentos sobrelos orígenesy el usoprimitivo de
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)04 l. J!MÉNEZ-AYBAR El Islamen España.Aspectosinstitucionalesde su estatutoju-
r(co[NAVARRAGRÁFICAED!OONES]
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Simposio Internacional del Instituto Mart(n de Azpilcueta
(Pamplona, 3-5.Xl.2004)[N AVARRA GRÁFICAEDIOONES]
JOS E. TEJERO ¿Imposibilidad decumpliro incapacidaddeasumirlasobligaciones
esencialesdelmatrimonio?Historia,jurisprudencia, doctrina,nor-
mativa,magisterio, y psicopatología
interdisciplinariedad incidentes
enlacuestión[NAVARRA GRÁFICAEDIOONES]
J.HERVADA Veteraetnova. Cuestiones
deDerechoamónicoy afines(1958-2004).Se-
gunda edición remodelada [NAVARRA
GRÁFICA
EDiarn, ,ESj
2. MANUALESY TRATADOS

2.1. Manuales
deDerecho y eclesiástico
canónico
Se han editado Manuales generales y Tratados de Derecho canónicoy Derecho ecle-
siástico,y de algunas disciplinasconcretas,orientados a los alumnos de la Cátedra de la
especialidaden las Facultadesde Derecho,y a los de Derechocanónico.Entre otros:
1955 V. DELGIUD!CE Nocionesde Derecho
canónico
(traduc. P. LOMBARDlA)
1970/73 J.HERVADA-P.LOMBARDfA El DerechodelPueblodeDios.
l. Introducción.
Laconstitución delaIglesia[EUNSA]
III. Derechomatrimonial [EUNSAJ
1975 CATEDRÁTICOSDEDERECHO Derecho canónico
(2:' ed.) [EUNSA]
CANÓNICODE UNIVERSIDADES
ESPAÑOLAS
1980 G. FELICIANI Elementos
de Derecho
canónico[EuNsA]
(traduc. E. MOLANO)
1987 J.HERVADA ElementosdeDerecho constitucionalcanónico [EuNsA] (agotado)
1991 J.CALVO(Coor.) Manualde Derecho canónico(2:' ed.) [EUNSA]
1993 E. LAllANDEIRA Tratadode Derechoadministrat
iuocanónico (2: ed.) [EU!\SA]
1994 J.DEÜTADUY(Coor.) Tratadode Derechoeclesiástico
[Eu NsA]
1995 J.M:GONZÁLEZDELVALLE Derechocanónicomatrimo,1íal(7." ed.) [EuNsA]
1996 J. FERRER(Coor.) Derechoeclesiástico
delEstadoespmiol(4.'' ed.) [EuNSA]
J.FORNÉS,
J.M.> GONZÁLEZVALLE,
P. LOMBARDIA,M. LóPEZ
ALARCÓN, R. NAVARRO
VALLS,P.J.VILADRICH
2001 J.HERVADA Elementosde Derecho
constitucional
canónico(2." ed.) [NAVARRA
GRAflCAEDTOONES]
2005 P. BIANCHI ¿Cuándo es 111110el matrimonio7 Guiapráctica
de causasde nulidad
paraelasesoramiento jurídicode matrimonios
encrisis[EUNSA]

2.2. Manuales
delInstitutoMartíndeAzpilcueta
Esta nueva Colecciónse propone, ante todo, ofrecer a los alumnos de los cursos de
Licenciatura en Derecho canónicoun instrumento básico para preparar específicamen-
te el programa de las distintas disciplinas que la integran. La orientación no es solo do-
cente, ya que los diversos títulos, que irán apareciendo sucesivamente, están concebi-
dos para permitir a un público amplio introducirse con un nivel asequible en el
conocimientode las respectivas materias.
1997 A. VIANA Organizació11 delgobiernoe,¡ la Iglesia(2.ª ed.) [EuNsA)
1998 T. RINCóN-PÉREZ Laliturgiay lossacramentos en el Derechodela Iglesia[EUNsA]
2001 J.MIRAS,J.CANOSA,E. BAURA Compendio de Dmcl10Administrativo Canónico [EUNSA]
2001 T. RINCóN-PÉREZ La¡,idaconsagrada en la IglesiaLatina.Estatutoteológic o-canóni-
co[EUNSA)
2002 T. RlNCóN-PÉREZ La liturgiay los sacramentos e11el Derechode la iglesia(2."ed.)
[EUNSA]
2003 C DEDIEGO-LORA, Lecciones
dederecho
procesal
ca11ónico.
Partegeneral[EU!\sA]
R. RooRJGUEZ-ÜCAÑA
2003 J. ÜRLANDIS Historiade las institucionesde la iglesiacatólica. Cuestiones
fundamentales[EUNSA]
•. TEXTOS
LEGISLATIVOS
Y COMENTARIOS

- CódigodeDerechoCanónico. Ediciónanotada(6: ed. 2001).Los cambios introduci-


los en esta 6ª edición son, debido al tiempo transcurrido, abundantes. En primer lugar,
·l texto normativo (cfr.ce. 750 y 1371)ha sido ampliado y retocado por el m. p. Ad tuen-
1amfidem.En segundo lugar, se ha sustituido la antigua ley de elección del Romano
>ontíñcepor la nueva Const. Ap. UniversiDominicigregis.En tercer lugar, se han reco-
;ido también las nuevas interpretaciones publicadas por el ConsejoPontificio de los
:'extosLegislativos. Los comentarios a los diversos cánones se han adaptado conve-
lientemente.
Se han publicado ediciones en francés, italiano, portugués, inglés y catalán. Tam-
>iénvarias ediciones castellanas en México.
- ComentarioExegéticoalCódigodeDerecho
Canónico
(3."edición,2002),obra dirigida
7coordinada por los Profs ÁNGELMARZOA, JORGE
MIRAS y RAFAEL RODRfGUEZ-ÜCAÑA, 5
rolúmenes (8 tomos).Publicado por EuNSA.

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