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RÉGIMEN LEGAL DE LOS LUGARES DE CULTO

Nueva frontera de la libertad religiosa


Actas del IX Simposio Internacional
del Instituto Martín de Azpilcueta
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ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autoriza-
ción escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser
constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

Primera edición: Mayo 2013

© Copyright 2013. Jorge Otaduy (Editor)


Instituto Martín de Azpilcueta, Facultad de Derecho Canónico, Universidad de Navarra
Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA)

ISBN: 978-84-313-2916-7
Depósito legal: NA 545-2013

Imprime: Uљѧюњю ёієіѡюљ, S.L. Pol. Areta. Huarte (Navarra)

Printed in Spain – Impreso en España

Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)


Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
Teléfono: +34 948 256 850 - Fax: +34 948 256 850
e-mail: info@eunsa.es
JORGE OTADUY
(Editor)

RÉGIMEN LEGAL
DE LOS LUGARES DE CULTO
Nueva frontera
de la libertad religiosa
Actas del IX Simposio Internacional
del Instituto Martín de Azpilcueta
(Pamplona 9, 10 y 11 de noviembre de 2011)

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
Índice general

Presentación ........................................................................................................... 11

Giorgio Feliciani
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional
y en la jurisprudencia del TEDH
1. El derecho internacional ............................................................................. 15
2. La jurisprudencia del TEDH ...................................................................... 20

José María Vázquez García-Peñuela


Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español:
Aspectos constitucionales y legales
1. Introducción: los precedentes históricos del termino «lugar de cul-
to» . .................................................................................................................. 29
2. Concepto actual de lugar de culto en el derecho español . ................... 33
3. El estatuto legal de los lugares de culto: la inviolabilidad .................... 46

Montserrat Abumalham Mas


Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas
1. Introducción .................................................................................................. 53
2. Lo sagrado en el mundo semita . ............................................................... 55
3. La sacralidad espacial y personal .............................................................. 60
4. Lugares de culto ........................................................................................... 60
5. Lo cultual en el momento actual ............................................................... 63

Fernando Romero Saura


Lugares de culto y régimen urbanístico
1. Objeto del trabajo ......................................................................................... 65
2. El carácter normativo de los planes de urbanismo ................................ 66
8 Régimen legal de los lugares de culto. Nueva frontera de la libertad religiosa

3. Dotaciones, equipamientos y usos religiosos . ........................................ 68


4. Dotaciones y equipamientos públicos y privados . ................................ 76
5. La exigencia de los equipamientos religiosos desde el punto de vista
urbanístico ..................................................................................................... 78
6. Las cargas urbanísticas de cesión y las dotaciones de uso religioso ... 79
7. La obtención gratuita de suelo dotacional o de otros inmuebles con
destino a equipamientos religiosos ........................................................... 80
8. Los templos dentro del régimen de compatibilidad de usos en los
edificios .......................................................................................................... 81
9. Los equipamientos religiosos como sistemas generales o sistemas lo-
cales . ............................................................................................................... 82
10. La implantación de templos en las operaciones de reforma interior .. 83
11. El suelo dotacional de uso múltiple .......................................................... 83
12. La obtención de suelo para equipamientos religiosos en las actuacio-
nes asistemáticas . ......................................................................................... 84
13. La obtención de suelo para equipamientos religiosos en las actuacio-
nes sistemáticas . ........................................................................................... 85
14. La adjudicación de edificabilidad de uso religiosos o de uso dotacio-
nal múltiple privado en las actuaciones sistemáticas ............................ 86
15. La implantación del uso religioso mediante el sistema de concesión
administrativa sobre suelo dotacional público ....................................... 87
16. Posibles soluciones ante la extinción de la concesión ............................ 88
17. La desafectación de los bienes demaniales .............................................. 89
18. La valoración del suelo a efectos de su adquisición una vez obtenida
la desafectación demanial ........................................................................... 90
19. Los convenios urbanísticos . ....................................................................... 91

Jorge Otaduy
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura
1. Observaciones preliminares ....................................................................... 93
2. El uso religioso como actividad no sujeta a licencia de apertura. In-
terpretación jurisprudencial ....................................................................... 101
3. Opiniones doctrinales favorables a la sujeción a licencia de la activi-
dad religiosa .................................................................................................. 105
4. Nueva licencia municipal de apertura y uso de centros de culto en la
ley 16/2009, de 22 de julio, de la Generalidad de Cataluña .................. 113
5. La licencia de apertura de centros de culto a la luz de las nuevas ten-
dencias del Derecho administrativo en materia de autorizaciones . ... 125

José Tomás Martín de Agar


Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología
1. Introducción .................................................................................................. 131
2. Noción y normas generales ........................................................................ 133
Índice general 9

3. Iglesias ............................................................................................................ 138


4. Oratorios y capillas privadas ..................................................................... 146
5. Santuarios ...................................................................................................... 148
6. Altares ............................................................................................................ 160
7. Cementerios .................................................................................................. 162

Antonio S. Sánchez-Gil
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados.
La experiencia de la Iglesia en Italia y de la Diócesis de Roma
1. Consideraciones introductorias ................................................................. 163
2. La deputatio ad cultum, origen y fundamento del régimen jurídico de
las iglesias y demás lugares de culto, en el CIC y en las disposiciones
de la CEI ......................................................................................................... 168
3. La reparatio iniuriae en caso de profanación de un lugar de culto . ...... 174
4. La reductio ad usus profanos de un lugar de culto . ................................... 176
5. Actos de la autoridad eclesiástica en el ejercicio de sus poderes y
funciones sobre los lugares de culto en la praxis italiana ..................... 179
6. Actos relativos a iglesias, oratorios, capillas privadas y santuarios . .. 185
7. Actos e indicaciones específicas establecidas en las disposiciones de
la CEI .............................................................................................................. 179
8. La praxis de la Diócesis de Roma en la construcción de nuevas igle-
sias: l’Opera Romana per la Preservazione della Fede e la Provvista di nuo-
ve Chiese in Roma ........................................................................................... 196
Anexos . .......................................................................................................... 200

Antonio Vázquez del Rey Villanueva


Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia y, en particular, de los
lugares de culto
1. Introducción .................................................................................................. 215
2. Fundamento y legitimidad ......................................................................... 216
3. Régimen fiscal ............................................................................................... 224

María Goñi Rodríguez de Almeida


La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad*
1. Introducción: la relación entre la libertad religiosa y el Registro de la
Propiedad ...................................................................................................... 269
2. Objeto de la inscripción: Lugares de culto. Delimitación de su ámbi-
to a efectos registrales .................................................................................. 271
3. La posibilidad de inscripción de los lugares de culto: especial refe-
rencia a los pertenecientes a la Iglesia Católica . ..................................... 275
4. La inmatriculación de los lugares de culto .............................................. 279
5. La inscripción de lugares de culto ya inmatriculados a través de la
declaración de obra nueva .......................................................................... 297
10 Régimen legal de los lugares de culto. Nueva frontera de la libertad religiosa

6. La necesidad de la constancia registral de la adscripción al culto de


un inmueble .................................................................................................. 304
7. Conclusiones ................................................................................................. 310

José Mª Martí Sánchez


Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural
1. Objeto de estudio ......................................................................................... 313
2. Valores religiosos y comunitarios . ............................................................ 315
3. La libertad de culto: su protección ............................................................ 319
4. Marco normativo de los lugares de culto como elementos del patri-
monio cultural . ............................................................................................. 323
5. Condicionantes del régimen de los lugares de culto con valor cultu-
ral .................................................................................................................... 339
6. Conclusiones ................................................................................................. 351
Anexo ............................................................................................................. 354

Alejandro González-Varas Ibáñez


Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública
1. Introducción .................................................................................................. 361
2. Aspectos comunes en el régimen de estos lugares . ............................... 362
3. Lugares de culto en el ámbito del Patrimonio Nacional ....................... 367
4. Patronatos públicos de régimen general sobre lugares de culto ......... 398
5. La Obra Pía de los Santos Lugares ............................................................ 410
6. Conclusiones ................................................................................................. 427

Francisca Pérez-Madrid
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos.
Una aproximación de Derecho comparado
1. Introducción .................................................................................................. 429
2. Francia ............................................................................................................ 431
3. Italia ................................................................................................................ 458
4. Estados Unidos ............................................................................................. 470
5. Breves consideraciones finales ................................................................... 477
Presentación
Jorge Otaduy

El régimen legal de los lugares de culto es un aspecto del Derecho es-


pañol que pasó en poco tiempo de un relativo olvido o desatención a ocu-
par un lugar prioritario entre los intereses de los poderes públicos y, si
tenemos en cuenta su presencia en los medios de comunicación, de buena
parte de la sociedad.
Apenas se contienen referencias a ellos en la Ley orgánica de libertad
religiosa ni en los Acuerdos celebrados en 1979 entre el Estado español
y la Santa Sede, más allá de reconocer el derecho a su establecimiento
como una parte del contenido esencial del derecho de libertad de religión.
Los Convenios firmados en 1992 con las confesiones minoritarias aporta-
ron alguna referencia suplementaria en la materia, como lo relativo a su
definición legal, pero sin entrar en ulteriores pormenores. La parquedad
normativa no necesariamente debe estimarse un defecto –en ocasiones se
incluye en el haber del legislador‒ y por lo mismo esta observación carece
absolutamente de sentido crítico.
En cierto momento pareció, en efecto, que el pacífico statu quo iba a
resultar profundamente modificado. En 2009 se aprobó una ley de centros
de culto en Cataluña, que pretendía ofrecer un tratamiento sistemático del
régimen jurídico de esos lugares. No se ahorraron calificativos generosos
para el nuevo texto legal, del que se alababa su carácter «pionero», no solo
en España sino en toda Europa. Uno de sus principales mentores, el señor
Carod-Rovira, expresaba su satisfacción tras la aprobación de la ley seña-
lando que «Cataluña ha dado una vez más una lección de modernidad
democrática» (La Vanguardia, 16 de julio de 2009). Los excesos verbales
pretenden a veces ocultar objetivos menos confesables o resultados prác-
12 Régimen legal de los lugares de culto. Nueva frontera de la libertad religiosa

ticos más bien pobres. A la vuelta de tres años, parece que los objetivos
de clarificación normativa y de pacificación social que pretendía lograr el
nuevo régimen autonómico están lejos de cumplirse, quizá más que antes
de la intervención del legislador. Las ruidosas disputas de 2011 a propósi-
to de la ubicación de mezquitas y centros de culto evangélico en Cataluña
podrían ser el emblema de un fracaso anunciado.
Las ínfulas normativistas no se dejaron sentir solamente en el terreno
autonómico sino que también el legislador orgánico pareció dispuesto a
intervenir sobre el particular y, efectivamente, hubimos de transitar a lo
largo de una entera legislatura, entre 2008 y 2011, bajo el anuncio de una
nueva ley orgánica de libertad religiosa que, entre otras cosas, podría ha-
ber cambiado también el guión del Simposio que se encuentra en el origen
de estas Actas. Si bien el hermetismo en torno a los contenidos de aquel
anteproyecto de ley fue total durante esos casi cuatro años, personas bien
informadas, situadas en los aledaños del poder, aseguraban que uno de
los aspectos novedosos de la ley sería, precisamente, el establecimiento
de un nuevo régimen jurídico para los lugares de culto. Ignoro si esta
temática encontraría encaje en el propósito de «incorporar a la ley la ju-
risprudencia del Tribunal Constitucional en materia religiosa» o en el de
«avanzar la laicidad», según las crípticas expresiones que resumían los
objetivos de la fallida reforma legal.
De regreso al ámbito autonómico, cabe recordar otras iniciativas de
diversa naturaleza relativas a centros de culto religioso.
Ante los problemas sociales suscitados por la implantación en Bilbao
de varias mezquitas –una de ellas con la pretensión de constituirse en el
centro religioso de mayor aforo de Euskadi ‒una verdadera «catedral del
Islam» en la ciudad del Nervión‒ el Ayuntamiento de la localidad decidió,
según parece, afrontar la revisión de las Ordenanzas municipales. El alcal-
de de Vitoria, por su parte, ante problemas análogos, instó al defensor del
pueblo del País Vasco a plantear en el Parlamento autonómico una posible
regulación sobre el tratamiento urbanístico de los centros de culto y el Go-
bierno vasco de entonces anunció la existencia de un anteproyecto de ley
sobre centros de culto, que deseaba ver aprobado en marzo de 2012.
El cambio de clima político y social, consecuencia en gran parte de la
profunda crisis económica por la que atraviesa el país, ha modificado de
manera contundente las prioridades de los ciudadanos y determinadas
iniciativas, que no parecen tan urgentes, han resultado aparcadas.
Presentación 13

La actividad académica, sin embargo, no corre pareja con la novedad


o el interés momentáneo de una cuestión determinada. El Simposio que
se encuentra en el origen de esta publicación se concibió, sin duda, en
conexión con la realidad social del momento, pero con el propósito de
llevar a cabo un estudio exhaustivo y profundo, desde una perspectiva
jurídica e interdisciplinar, del tema objeto de consideración. El Derecho
administrativo, en su imparable desarrollo y crecientes ramificaciones, se
encuentra ampliamente presente en estas páginas, pero también desde la
perspectiva civil, constitucional y de estricto derecho eclesiástico se han
realizado aportaciones de relieve. Los aspectos canónicos están asimismo
ampliamente cubiertos, porque, por obvias razones, se otorga una parti-
cular relevancia al régimen de los lugares de culto pertenecientes a la Igle-
sia católica. El Derecho internacional y la perspectiva comparada ayudan
a alcanzar una visión más completa del objeto de estudio.
El Simposio respondió a lo que cabe esperar de una verdadera activi-
dad académica, que reclama el constante ejercicio del diálogo, el contraste
de opiniones, la corrección de los puntos de vista personales para captar
otras dimensiones no suficientemente percibidas acerca del objeto de es-
tudio. Quienes participamos en ese foro no acudimos a expresar nuestras
certezas o a presentar respuestas definitivas, sino, más bien, a hacer unas
propuestas provisionales a la espera de ser contrastadas con otras. Sola-
mente así, mediante la observancia de esa disciplina rigurosa y exigente
–que consiste, en definitiva, en el respeto del método científico‒ se puede
avanzar en el conocimiento de la realidad. No es la tarea académica una
actividad solitaria, sino desarrollada junto con quienes nos sentimos par-
te de una misma comunidad científica, que encuentra el hábitat para la
subsistencia en el intercambio de las ideas y en el debate abierto de las
opiniones. La Universidad es por naturaleza un lugar de encuentro, de
reflexión en común, y sin el diálogo académico no habría auténtica vida
universitaria. Los textos que ahora ven la luz son el resultado, precisa-
mente, de aquel momento que hizo posible un ejercicio de pensamiento
conjunto y de debate abierto.
Régimen de los lugares de culto en el Derecho
internacional y en la jurisprudencia del TEDH
Giorgio Feliciani

Universitá Cattolica del Sacro Cuore


Milán

Sumario: 1. El derecho internacional. 1.1. Advertencia preliminar. 1.2. Las declaraciones y resoluciones de
las Naciones Unidas. 1.3. Las convenciones de la UNESCO. 1.4. El documento de la CSCE. 1.5. El Convenio
Europeo para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y la Carta de los dere-
chos fundamentales de la Unión Europea. 1.6. Prerrogativas de los edificios de culto en las fuentes del derecho
internacional. 2. La jurisprudencia del TEDH. 2.1. Ámbito y método de esta reseña. 2.2. La sentencia de 26
de septiembre de 1996 en el caso Manoussakis y otros contra Grecia. 2.3. La sentencia de 9 de junio de 1997
en el caso Pentidis y otros contra Grecia. 2.4. La sentencia de 24 de junio de 2004 en el caso Vergos contra
Grecia. 2.5. La sentencia de 10 de mayo de 2001 en el caso Grecia contra Turquía. 2.6. La sentencia de 3 mayo
de 2007 en el caso Miembros de la Congregación de los Testigos Jehová de Gldani y otros contra Georgia. 2.7.
La sentencia de 27 de enero de 2011 en el caso Boychev y otros contra Bulgaria. 2.8. Reflexiones finales.

1. El derecho internacional


1.1.  Advertencia preliminar

Con el fin de no sobrepasar el tiempo que razonablemente se suele


asignar a una ponencia de un congreso, solo tomaré en consideración las
fuentes de carácter universal, así como las relativas a todo el continente
europeo o a la Unión Europea.

1.2.  Las declaraciones y resoluciones de las Naciones Unidas

Para exponer y analizar críticamente, de forma adecuada, las cues-


tiones relativas a la normativa sobre los lugares de culto en el derecho
internacional, es conveniente tomar como punto de partida algunas dis-
posiciones de carácter general y, sobre todo, lo que la Declaración universal
de derechos humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones
16 Giorgio Feliciani

Unidas el 10 de diciembre de 1948, establece en materia de libertad religio-


sa. Dicha Declaración se cuida de precisar que el «derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión», que corresponde a toda perso-
na, incluye «la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual
y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza,
la práctica, el culto y la observancia» (Art. 18). La explícita mención del
ejercicio colectivo del culto y de la observancia de las prácticas corres-
pondientes, da ya a entender, por sí sola, que el derecho en cuestión se
extiende también de manera necesaria a los lugares donde dicho ejercicio
concretamente se lleva a cabo, ya sean lugares utilizados de forma ocasio-
nal (como, por ejemplo, una sala alquilada) o bien destinados establemen-
te a esa finalidad. Esta interpretación se ve claramente confirmada por
la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y
discriminación fundadas en la religión o las convicciones, aprobada por
la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de noviembre de 1981,
en la que se señala que el derecho a la libertad religiosa incluye también
las siguientes libertades: practicar el culto; celebrar reuniones vinculadas
con la religión o las convicciones; fundar y mantener lugares para esos
fines; enseñar la religión o credo en lugares adecuados para esa finalidad;
respetar los días de descanso y celebrar las festividades y ritos según los
preceptos de la propia religión o credo (art. 6). Cosas, todas ellas, que di-
recta o indirectamente, de manera expresa o implícita, hacen referencia a
los lugares de culto, incluidos los de carácter estable.
Vale la pena mencionar también la Declaración sobre los derechos de los
pueblos indígenas, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Uni-
das el 13 de septiembre de 2007, que reconoce a estos pueblos el derecho
de «mantener y proteger sus lugares religiosos y culturales y de acceder a
ellos privadamente» (art. 12).
Pero, volviendo a los aspectos de carácter general, las solemnes procla-
maciones de principio no se corresponden, muchas veces, con la realidad
de los hechos. Por eso, el 25 de junio de 1993, la Conferencia Mundial
sobre los derechos humanos de las Naciones Unidas, reunida en Viena,
aprobó una declaración y un programa de acción, que, entre otras cosas, invi-
taba a los Gobiernos a tomar medidas apropiadas para hacer frente a «la
profanación de lugares religiosos», considerada como una forma de vio-
lencia derivada de la intolerancia y, en cualquier caso, como algo contrario
al derecho a la libertad religiosa (n. 22).
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 17

Una llamada de atención que no obtuvo grandes resultados, dado que,


en los años siguientes, se multiplicaron las resoluciones de las Naciones
Unidas para deplorar con firmeza «todos los actos de violencia psicoló-
gica y física, los ataques y la incitación a cometerlos», no solo «contra las
personas sobre la base de su religión o sus creencias», sino también «con-
tra sus empresas, bienes, centros culturales y lugares de culto, así como
los ataques y la profanación de los libros sagrados, los lugares santos y los
símbolos religiosos de todas las religiones». En este sentido, como última
aportación, puede verse la resolución de la Asamblea General de 21 de
diciembre de 2010, que exhorta de nuevo a los Estados a «que hagan todo
lo posible» con el fin de «garantizar que se respeten y protejan plenamente
los lugares de culto y los lugares, santuarios y símbolos religiosos», adop-
tando medidas concretas en los casos en que se vean expuestos al peligro
de profanación o destrucción (n. 3 y 22).
Por su parte, las Naciones Unidas, en el Estatuto del Tribunal Penal In-
ternacional para la ex Yugoslavia, adoptado por el Consejo de Seguridad
el 25 de mayo de 1993, han considerado que «la ocupación, destrucción
o daño deliberado de edificios consagrados a la religión» constituyen un
crimen perseguible por el mismo tribunal en cuanto violación de las leyes
y costumbres de guerra (art. 3, letra d).
Análogamente, el estatuto del Tribunal Penal Internacional –adopta-
do en Roma, el 17 de julio de 1998, por la Conferencia diplomática de
Plenipotenciarios de las Naciones Unidas–, califica como «crimenes de
guerra», sujetos a la jurisdicción del mismo Tribunal, «los ataques dirigi-
dos intencionalmente contra edificios dedicados al culto», en cuanto «vio-
laciones graves de las leyes y usos aplicables en los conflictos armados
internacionales dentro del marco del derecho internacional» (art. 8, n. 2,
letra b, IX).

1.3.  Las convenciones de la UNESCO

Estas disposiciones van más allá de lo previsto por las Convenciones


de la UNESCO. En efecto, en la adoptada en La Haya para la protección
de los bienes culturales en caso de conflicto armado (12 de mayo de 1954),
el amparo previsto no hace referencia a los edificios de culto en general,
sino solo a los «los monumentos de arquitectura, de arte o de historia,
religiosos o seculares» (art. 1, letra a). Y en la sucesiva Convención para la
18 Giorgio Feliciani

protección a nivel mundial del patrimonio cultural y natural –firmada en


París el 16 de noviembre de 1972–, los edificios de carácter religioso ni si-
quiera se mencionan, si bien bastantes de ellos pueden quedar amparados
por tal Convención, en cuanto «obras arquitectónicas» de «valor universal
excepcional» desde el punto de vista de la historia y del arte (art. 1, primer
apartado).
Por lo demás, los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra
de 1949, sobre la protección de las víctimas de los conflictos armados in-
ternacionales, que fueron adoptados en esa misma ciudad el 8 de junio de
1977, precisaron de manera significativa las normas de la Convención de
La Haya. El primero de ellos prohíbe, «sin perjuicio de las disposiciones
de la Convención de La Haya (…) y de otros instrumentos internacionales
aplicables», los «actos de hostilidad» dirigidos contra los «lugares de culto
que constituyen el patrimonio cultural o espiritual de los pueblos», así
como «utilizar tales bienes en apoyo del esfuerzo militar» o convertirlos
en «objeto de represalias» (art. 53). El segundo protocolo reproduce esta
disposición, pero sin mencionar las represalias (art. 16).

1.4.  El documento de la CSCE

Una total sintonía con las fuentes internacionales hasta ahora men-
cionadas la encontramos en el documento final de la Conferencia sobre
la seguridad y la cooperación en Europa, que se celebró en Viena del 4
de noviembre de 1986 al 19 de enero de 1989. En dicho documento, en
efecto, «a fin de asegurar la libertad de la persona de profesar y practicar
una religión o creencia», los Estados participantes se comprometen, entre
otras cosas, a respetar el derecho de «las comunidades de creyentes que
practiquen o deseen practicar su religión en el marco constitucional de
sus Estados» a «establecer y mantener lugares de culto o de reunión libre-
mente accesibles» (n. 16.3-4). De este modo, se acogió la propuesta hecha
por la Santa Sede en el mensaje de uno de septiembre de 1980, dirigido a
las autoridades firmantes del acto final de la Conferencia de Helsinki (1
de agosto de 1975), de reconocer, como parte del contenido de la libertad
religiosa, el derecho de toda persona a «realizar, individual y colectiva-
mente, en privado y en público, actos de oración y de culto, y de tener
iglesias o lugares de culto según lo requieran las necesidades de los cre-
yentes» (n. 4, letra a, segundo párrafo). Por lo demás, hay que señalar una
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 19

diferencia: mientras el documento de la Conferencia de Viena atribuye


este último derecho a las comunidades religiosas, el mensaje de la Santa
Sede reconoce que es propio de cada persona. No parece que esta última
opción sea accidental o fortuita, dado que se aparta de las enseñanzas
conciliares –que no atribuyen el «derecho de construir edificios religio-
sos» a las personas, sino a los «grupos religiosos» (declaración «Dignitatis
humanae», n. 4)– y, probablemente, responde al intento de garantizar una
mayor protección de ese derecho. En efecto, la garantía y protección que
los Estados modernos conceden a los derechos individuales de libertad
es, por lo general, más amplia y eficaz que la concedida a los derechos de
las agrupaciones.

1.5.  El Convenio Europeo para la protección de los derechos humanos


y de las libertades fundamentales y la Carta de los derechos
fundamentales de la Unión Europea

En plena sintonía con la Declaración Universal, el Convenio Europeo


para la protección de los derechos humanos y de las libertades funda-
mentales –firmado en Roma, el 4 de noviembre de 1950– y la Carta de
los derechos fundamentales de la Unión Europea –dada en Niza, el 7 de
diciembre de 2000, y modificada en Estrasburgo, el 12 de diciembre de ese
mismo año– establecen el derecho de toda persona «a la libertad de pen-
samiento, de conciencia y de religión» (cf. art. 9, n. 1 del Convenio y art.
10, n. 1 de la Carta). Una prerrogativa que incluye, además de «la libertad
de cambiar de religión o de convicciones», «la libertad de manifestar su
religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en
privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia
de los ritos» (art. 9, n. 1). En cambio, es completamente nueva y original
la disposición del n. 2 del art. 9 del Convenio, que deja constancia, de
manera implícita pero clara, de que esa libertad no puede ser ilimitada e
incondicionada, al tiempo que se ocupa de precisar cuidadosamente bajo
qué condiciones las eventuales restricciones podrían considerarse legíti-
mas. De hecho, dispone lo siguiente: «La libertad de manifestar su propia
religión o sus convicciones no puede ser objeto de más restricciones que
las que, previstas por la ley, constituyen medidas necesarias, en una socie-
dad democrática, para la seguridad pública, la protección del orden, de
la salud o de la moral públicas, o para la protección de los derechos o las
libertades de los demás».
20 Giorgio Feliciani

En la segunda parte de esta ponencia, dedicada a la jurisprudencia


del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, volveremos a ocuparnos
con mayor amplitud de estos principios, en lo que se refiere al presen-
te estudio. Pero, obviamente, sobre el tema de los edificios de culto, se
podrían mencionar también varias resoluciones y recomendaciones de
la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa y del Parlamento Eu-
ropeo.

1.6.  Prerrogativas de los edificios de culto en las fuentes del derecho


internacional

A partir de todas estas fuentes, resulta claro que la libertad religiosa,


tal y como la conciben las Naciones Unidas y otros organismos inter-
nacionales, incluye necesariamente una serie de derechos en relación
con los lugares de culto; concretamente: el derecho a instituirlos, man-
tenerlos abiertos y disponer de ellos libremente; el derecho a entrar en
ellos sin impedimentos y a reunirse allí sin sufrir perturbación alguna.
Ciertamente, se trata de disposiciones de carácter general, por no decir
genérico, a veces simplemente implícitas, pero que, por otro lado, se ven
puntualmente confirmadas por la jurisprudencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, que además las concreta cuando resulta conve-
niente.

2. La jurisprudencia del TEDH


2.1.  Ámbito y método de esta reseña

Teniendo en cuenta el tema y la finalidad de este encuentro, única-


mente tomaremos en consideración los pronunciamientos relativos a edi-
ficios de culto y, además, solo bajo aquellos aspectos que se refieren a
verdaderas o presuntas violaciones de la libertad religiosa, tal y como está
consagrada en el art. 9 del Convenio. Los detalles acerca de las cuestiones
que fueron objeto de recurso, los argumentos aportados por las partes y
las propias observaciones del Tribunal, solo serán traídos a colación en la
medida en que sean útiles para comprender los principios enunciados en
las sentencias que ahora nos interesan.
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 21

2.2.  La sentencia de 26 de septiembre de 1996 en el caso Manoussakis


y otros contra Grecia

Este pronunciamiento merece una especial atención, en la medida en


que establece algunos principios de notable importancia, que condicionan
la jurisprudencia posterior. Los hechos que dieron lugar al recurso se pue-
den resumir del siguiente modo.
En 1983, algunos Testigos de Jehová alquilan un local para tener allí
sus reuniones. Pocos meses después, la parroquia ortodoxa del lugar los
denuncia a la policía por haber abierto una sala de oración sin la autori-
zación prescrita. En realidad, los recurrentes se habían preocupado de
solicitarla, pero la oficina competente pospuso, primero de mes en mes y
luego de año en año, el examen del expediente, indicando como motivo
que aún no se había reunido toda la información necesaria. Y así, en 1986,
se llegó a acusar a los recurrentes de un delito, por haber abierto una sala
de oración sin la autorización de la autoridad eclesiástica ortodoxa y del
ministro de educación nacional y de cultos. El Tribunal de primera ins-
tancia los absolvió, reconociendo a los creyentes de cualquier religión la
libertad de reunirse, incluso sin la autorización establecida, siempre que
se abstuviesen de hacer proselitismo. En cambio, el Tribunal de apelación
los condenó a penas pecuniarias y de privación de libertad. Decisión con-
firmada después en Casación, por entender el Tribunal que la legislación
griega en materia es plenamente compatible no solo con la Constitución,
sino también con el art. 9 del Convenio para los derechos humanos. Por
último, en 1993, la policía clausuró y precintó el local en cuestión.
El Tribunal Europeo, reconoce, con carácter preliminar, que los Estados
que han firmado el Convenio tienen un cierto margen de discrecionalidad
a la hora de valorar cuándo es necesaria una ingerencia en el ejercicio de la
libertad religiosa. Pero, al mismo tiempo, afirma que es exigible un control
europeo, tanto sobre la ley, como sobre los modos de aplicarla, para verifi-
car que las medidas previstas están justificadas y son proporcionadas. En
concreto, hay que salvaguardar ese verdadero pluralismo religioso que es
inherente a la noción misma de sociedad democrática.
Por lo que se refiere al caso en estudio, en particular, el Tribunal hace
notar que la normativa griega sobre los lugares de culto no pertenecientes
a la iglesia ortodoxa griega, permite una intensa intervención de las auto-
ridades político-administrativas e incluso eclesiásticas, en el ejercicio de la
libertad religiosa. Más aún, que el propio Estado Griego tiende a servirse
22 Giorgio Feliciani

de las posibilidades ofrecidas por esas normas para imponer condiciones


rígidas y hasta prohibitivas en lo que se refiere a la práctica de algunos
cultos distintos de la religión ortodoxa, sobre todo el de los Testigos de
Jehová. Y, a este respecto, el Tribunal advierte que la libertad religiosa, tal
y como la entiende el Convenio, excluye cualquier tipo de valoración por
parte de los Estados en lo que se refiere a la legitimidad de las creencias y
de sus correspondientes formas de expresión.
En cuanto a la condena impuesta a los recurrentes, el Tribunal consi-
dera que incide de tal manera sobre su libertad religiosa, que no resulta
proporcionada a la finalidad legítimamente perseguida y, por tanto, tam-
poco necesaria en una sociedad democrática.
Finalmente, a la luz de todas estas consideraciones, se deja constancia
de que hubo violación de art. 9 del Convenio.
Los motivos de la decisión se exponen con mayor amplitud en el voto
particular conforme de uno de los jueces, unido a la sentencia. En ese voto
particular, se señala que subordinar la construcción y el uso de un lugar
de culto a una previa autorización del Estado no se opone necesariamente
al Convenio. En efecto, entra dentro de lo posible que mantener abierto
un lugar de culto en un sitio determinado –y con mayor razón construirlo
allí– dé lugar a graves problemas de orden público. Por otro lado, en cuan-
to que afecta a la libertad religiosa, la cuestión es muy delicada, dado que
invocar exigencias de orden público puede fácilmente encubrir formas
de intolerancia, sobre todo en un Estado como Grecia, donde existe una
religión oficial. En tal caso, tanto el modo de redactar las leyes, como el
modo concreto de aplicarlas, debe manifestar de manera muy clara que la
finalidad perseguida no es, en ningún caso, hacer una valoración sobre las
verdades de la religión llamada en causa. En resumen: debería concederse
siempre la autorización, salvo que existiesen razones de orden público,
del todo excepcionales, objetivas e indiscutibles. Y, en cualquier caso, debe
evitarse que las autoridades eclesiásticas de la religión mayoritaria inter-
vengan en los correspondientes procedimientos.

2.3.  La sentencia de 9 de junio de 1997 en el caso Pentidis y otros contra


Grecia

La condena de Grecia en el caso Manoussakis probablemente tuvo un


efecto decisivo en la composición amigable de esta controversia, relativa a
un asunto muy similar. También en este caso, algunos Testigos de Jehová
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 23

alquilan un local para destinarlo a las reuniones de sus correligionarios.


Un grupo de vecinos pide que se les aleje del barrio. Mas tarde, tras la
clausura y precinto del lugar, se produjo la puesta en marcha de los proce-
dimientos judiciales, que llevaron a una absolución en primera instancia y,
en segunda, a penas pecuniarias y de privación de libertad, confirmadas
luego en Casación. Los interesados se dirigieron a la Comisión europea
para los derechos humanos, que señaló la existencia de una violación del
art. 9 del Convenio. Sin embargo, posteriormente, los propios interesados
solicitaron al Tribunal que la causa fuese cancelada del registro, hacien-
do notar que habían obtenido del Ministerio de educación nacional y de
cultos la autorización para su casa de oración. El Tribunal aceptó la pe-
tición, pero no dejó de recordar la decisión adoptada en el análogo caso
Manoussakis.

2.4.  La sentencia de 24 de junio de 2004 en el caso Vergos contra Grecia

Este caso es notablemente distinto de los examinados hasta ahora, por-


que no se refiere a la apertura de un lugar de culto, sino a la construcción
de un edificio para albergarlo. Por tanto, no entraba en juego la compe-
tencia del Ministerio de educación nacional y de cultos, sino la del muni-
cipio, que debía valorar si la solicitud era compatible con la ordenación
del territorio.
En 1991, el recurrente, perteneciente a la comunidad de los Verdaderos
Cristianos Ortodoxos o «Vetero-Calendarista» –que se separó de la Iglesia
Ortoxa Griega para mantenerse fiel al calendario juliano– pidió al muni-
cipio en el que residía poder construir una casa de oración en un terreno
de su propiedad. Durante mucho tiempo, su solicitud no recibió respues-
ta y, en 1995, fue finalmente denegada, por varias razones. Se ponía de
relieve, en primer lugar, que en ese municipio no había ningún otro fiel
de esa confesión y que esta última disponía ya de una casa similar en un
municipio cercano. Luego, se aludía al peligro de que construir esa casa
hiriese la sensibilidad de los otros cristianos y diese lugar a desórdenes. Y,
en cualquier caso, el terreno no se consideraba idóneo.
Vergos, el solicitante, recurrió la decisión hasta el Consejo de Estado,
que rechazó su recurso con argumentos más sutiles. Por un lado, recorda-
ba que la ley griega solo permite construir edificios de utilidad pública,
como sucede con una casa de oración, en los lugares a ellos destinados
en el plan regulador. Por otro lado, hacía notar que modificar ese mismo
24 Giorgio Feliciani

plan, para permitir la construcción solicitada, carecería de justificación, ya


que no respondería a una necesidad social, sino a la petición de una sola
persona.
El Tribunal, con carácter preliminar, pone empeño en exponer los prin-
cipios inspiradores de su jurisprudencia en esta materia. Hace notar que,
a efectos del art. 9 del Convenio, las injerencias en el ejercicio del derecho
allí consagrado solo son legítimas si responden a los requisitos previstos
en el n. 2 de ese mismo artículo. Reconoce a los Estados firmantes del
Convenio un cierto margen de discrecionalidad a la hora de valorar la
necesidad de una injerencia, pero siempre bajo el correspondiente control
europeo, tanto respecto a las disposiciones de las leyes, como respecto a
los modos de aplicarlas. Concretamente, para delimitar el ámbito de esa
discrecionalidad, el Tribunal tiene presente la necesidad de asegurar un
verdadero pluralismo religioso, que es inherente a la noción misma de
sociedad democrática. Una exigencia, esta última, a la que hay que prestar
especial atención cuando se trata de verificar si la injerencia responde a
una ineludible necesidad social y si es proporcionada a la finalidad que
legítimamente se persigue.
Entrando ya en el examen del caso, el Tribunal constata que es clara-
mente distinto del caso Manoussakis. Este último, en efecto, hacía refe-
rencia a normas que, al someter los lugares de culto a una autorización
previa, afectaban directamente al ejercicio de la libertad religiosa. Ahora,
en cambio, se trata de ver si en la aplicación de leyes de carácter general
relativas a la ordenación del territorio se ha lesionado o no el derecho del
recurrente a la libertad religiosa.
El Tribunal llega a la conclusión de que no hubo violación del art. 9 del
Convenio, porque el acuerdo de modificar el plan regulador solo se podía
adoptar para la construcción de un edificio de utilidad pública. Y, a ese
respecto, las necesidades de una comunidad religiosa habrían merecido
la debida atención. Pero, en el caso examinado, las exigencias derivadas
de una planificación racional del territorio no podían ser sacrificadas a
causa de las necesidades religiosas de una sola persona; necesidades que,
además, dicha persona podía satisfacer en la casa de oración existente en
un municipio cercano, destinada precisamente al culto de todos los Ver-
daderos Cristianos Ortodoxos de la región.
La sentencia no es del todo límpida, puesto que el Consejo de Estado
griego consideraba la construcción solicitada por Vergos como edificio de
utilidad pública, mientras que el Tribunal considera que vendría a respon-
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 25

der a los intereses de un solo particular; pero, en este momento, no merece


la pena detenerse en esta cuestión.
En cambio, a efectos del presente encuentro, sí es importante subrayar
que el Tribunal afirmó, implícitamente, un principio de gran relevancia:
una planificación que no tuviese en cuenta las necesidades de las comuni-
dades religiosas presentes en el territorio de disponer de lugares de culto
adecuados, supondría una violación del art. 9 del Convenio.
Vale la pena recordar también que los acuerdos estipulados entre la
Santa Sede y algunos Estados se ocupan precisamente de esta cuestión.
Así, el Acuerdo italiano de 1984 obliga a las autoridades civiles a tener
en cuenta «las necesidades religiosas de la población de cada territorio,
presentadas por la autoridad eclesiástica competente, en lo que se refiere
a la construcción de nuevos edificios para el culto católico y para las co-
rrespondientes labores parroquiales» (art. 5, n. 3). Más explícito aún es el
Acuerdo con Brasil de 2008, en el que el Estado «declara su compromiso
de destinar espacios a fines religiosos, que deberán preverse en los ins-
trumentos de planificación urbana, que se establecerán en los respectivos
planes urbanísticos» (art. 14).

2.5.  La sentencia de 10 de mayo de 2001 en el caso Grecia contra Turquía

Este caso no se refiere a la construcción de un lugar de culto, ni al hecho


de mantenerlo abierto y en uso, sino a la exigencia de que no se impida
u obstaculice ilegítimamente el acceso al mismo. Los hechos contra los
que se protesta se remontan a 1974, cuando el territorio de Chipre quedó
dividido en dos partes, a consecuencia de las operaciones militares efec-
tuadas por Turquía. En la parte de la isla en manos de Turquía –donde
se proclama la República turca de Chipre del Norte, no reconocida por
la comunidad internacional–, Grecia se queja de una serie de violaciones
de los derechos fundamentales protegidos por el Convenio. En concreto,
denuncia una injerencia en la libertad religiosa de la población griega,
consistente en limitar la libertad de circulación y, en consecuencia, el ac-
ceso a los lugares de culto. Y, de hecho, los fieles no podían ya acudir al
monasterio Apostolos Andreas, ni salir de sus pueblos para participar en
las ceremonias religiosas.
El Tribunal reconoce que las autoridades turcas no obstaculizaron, en
cuanto tal, el ejercicio del derecho de los chipriotas griegos de manifestar
su religión individual o colectivamente. Pero, por otra parte, constata que
26 Giorgio Feliciani

las restricciones a la libertad de circulación redujeron de manera notable


la posibilidad que estos tenían de observar sus propias convicciones reli-
giosas, acudiendo a los lugares de culto situados fuera de sus pueblos y
participando en otros ámbitos de la vida religiosa. Considera, por tanto,
que existió violación del art. 9 del Convenio.
Se reconoce, pues, que el derecho de acceder a los lugares de culto de la
propia religión forma plenamente parte de la libertad religiosa afirmada
en el Convenio. E impedir tal acceso se considera contrario al Convenio
mismo, no solo cuando es consecuencia de leyes directamente encami-
nadas a obstaculizarlo, sino también cuando deriva de leyes de carácter
general que limitan la libertad de circulación.

2.6.  La sentencia de 3 mayo de 2007 en el caso Miembros de la Congregación


de los Testigos Jehová de Gldani y otros contra Georgia

El pronunciamiento resalta un aspecto del régimen de los lugares de


culto completamente diverso de los que hemos visto hasta ahora, ya que
hace referencia a conductas que, de por sí y bajo distintos puntos de vista,
son constitutivas de delito.
Un grupo de algunas decenas de Testigos de Jehová, reunidos en un
teatro, sufrió una agresión a causa de sus convicciones religiosas; fueron
humillados, golpeados violentamente y obligados a presenciar la quema
de sus libros y objetos religiosos. Este acto lo llevó a cabo un grupo de ex-
tremistas ortodoxos, dirigidos por un sacerdote que había sido expulsado
de la Iglesia autocéfala ortodoxa de Georgia por sus tendencias separatis-
tas. Las autoridades se mostraron absolutamente indiferentes ante las de-
nuncias de los agredidos, por considerar que su comunidad era peligrosa
para la ortodoxia cristiana, y no tomaron ninguna medida de protección.
Al ver asegurada su impunidad de esta manera, los agresores multipli-
caron la violencia contra los Testigos de Jehová en todo el territorio de
Georgia.
El Tribunal constata que, al no intervenir, las autoridades incumplie-
ron con su obligación de hacer que el grupo de extremistas tolerase la
existencia de la comunidad religiosa de los recurrentes, que hubiera per-
mitido a estos últimos ejercer libremente el derecho de libertad religiosa.
Considera, por tanto, que hubo violación del art. 9 del Convenio. Pero no
solo. En efecto, condena también a Georgia por violación del art. 3 –que
dice que «nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhuma-
Régimen de los lugares de culto en el Derecho internacional 27

nos o degradantes»– y del art. 14, que exige que «el goce de los derechos
y libertades» reconocidos en el Convenio sea «asegurado sin distinción
alguna», incluida, entre otras posibles causas, la basada en la religión.
De ahí cabe deducir que, a juicio del Tribunal, todas las violaciones de
los derechos y deberes consagrados en el Convenio, cuando están provo-
cadas por la intolerancia hacia la religión y sus manifestaciones, implican
también necesariamente una violación del art. 9.
Y, por lo que respecta a los lugares de culto, se puede considerar tam-
bién que, con esta sentencia, el Tribunal hace notar, implícita, pero clara-
mente, que la libertad religiosa afirmada en el art. 9 incluye, además, el
derecho de los creyentes de reunirse en sus respectivos lugares de culto,
libres de toda perturbación indebida y, en especial, de cualquier forma de
violencia.

2.7.  La sentencia de 27 de enero de 2011 en el caso Boychev


y otros contra Bulgaria

Tal interpretación se ve confirmada por esta reciente sentencia, rela-


tiva a la alteración de la paz y el orden de una reunión religiosa, no por
obra de fanáticos, sino de los mismos poderes públicos. En 1997, la policía
irrumpió en una casa privada, donde estaban reunidas una docena de
personas pertenecientes a la Iglesia de la unificación, fundada por Sun
Myung Moon, identificó a los presentes, inspeccionó el local y se incautó
de diversos materiales.
El Tribunal constata que se trataba sin duda de un encuentro de carác-
ter religioso y que, por lo tanto, interrumpirlo constituía una injerencia en
el derecho de los recurrentes a manifestar su fe. Injerencia que siempre
supone violación del art. 9 del Convenio, a menos que esté prevista por la
ley y sea necesaria, dentro de una sociedad democrática, para perseguir
un fin legítimo. A este respecto, el Tribunal recuerda que, según su propia
y constante jurisprudencia, no es suficiente que la injerencia esté prevista
por el derecho interno, sino que es necesario, además, que las disposicio-
nes que la establecen cumplan determinadas condiciones. Es necesario,
en concreto, que estén redactadas con claridad y precisión, de manera que
ofrezcan una regla segura de comportamiento. De hecho, si el ámbito de
discrecionalidad de los poderes públicos no estuviese definido, la ley sería
contraria a los principios fundamentales de una sociedad democrática.
Por tanto, es preciso que la ley delimite bien la amplitud de la posible in-
28 Giorgio Feliciani

jerencia y los modos de ponerla en práctica. Según el Tribunal, las fuentes


aducidas por Bulgaria en su defensa no cumplían estas condiciones.
La sentencia, pues, no se limita a repetir cuanto ya afirmado en el pro-
nunciamiento relativo al caso de los Testigos de Jehová contra Georgia.
En efecto, por un lado, reconoce el derecho de los creyentes a reunirse en
lugares de culto, incluso de carácter ocasional, libres de toda perturbación
indebida, tanto por parte de grupos violentos, como de las autoridades
públicas. Y, por otro lado, a la luz de la constante jurisprudencia del Tri-
bunal, establece precisamente los límites, formales y materiales, de la dis-
crecionalidad de que gozan esas mismas autoridades cuando se trata de
poner condiciones al ejercicio de dicho derecho.

2.8.  Reflexiones finales

Como hemos podido ver, las sentencias del Tribunal con relevancia a
efectos del presente encuentro, aunque no sean muchas, sí definen con
claridad algunas importantes cuestiones de principio. De hecho, recono-
cen que la libertad religiosa, tal y como está afirmada en el art. 9 del Con-
venio, implica necesariamente el derecho de instituir y mantener abiertos
lugares de culto, de poder acceder a ellos libremente y de reunirse allí sin
sufrir indebidas perturbaciones, incluso por parte de los poderes públi-
cos. A primera vista, podría parecer que esta reseña no ha añadido nada
importante a las conclusiones a las que ya habíamos llegado tras examinar
las fuentes del derecho internacional. Pero, en realidad, cabe señalar que
estas sentencias ofrecen al menos dos elementos nuevos y originales en
relación con la protección de la libertad religiosa, por lo que se refiere,
en particular, a los lugares de culto. Ante todo, los derechos que hemos
ido recordando se expresan de manera absolutamente explícita y formal
y, además, se indica la motivación, aunque sea de modo sucinto. En se-
gundo lugar, y este es el aspecto más interesante, se señalan de manera
precisa, más allá de lo expresamente previsto por el Convenio, las condi-
ciones que pueden legitimar una injerencia en su ejercicio, tanto respecto
al modo de formular las correspondientes leyes, como respecto al modo
en que las autoridades administrativas y judiciales han de aplicarlas.
RÉGIMEN LEGAL DE LOS LUGARES DE CULTO EN EL DERECHO
ESPAÑOL: ASPECTOS CONSTITUCIONALES Y LEGALES
José María Vázquez García-Peñuela

Universidad Internacional de La Rioja


Logroño

Sumario: 1. Introducción: los precedentes históricos del termino «lugar de culto». 2. Concepto ac-
tual de lugar de culto en el derecho español. 2.1. El plano material. 2.2. Plano teleológico: destinación al
culto. 2.2.1. Características de la destinación al culto: publicidad. 2.2.2. Características de la destinación al cul-
to: exclusividad. 2.3. El plano formal: las certificaciones de la autoridad confesional. 3. El estatuto legal de los
lugares de culto: la inviolabilidad. 3.1. Alcance de la inviolabilidad. 3.2. Contenido de la inviolabilidad.

En este trabajo me propongo explicar, fundamentalmente, qué es un


lugar de culto para el ordenamiento jurídico español, según se desprende
de las principales normas que inciden en esa determinación (Constitu-
ción, Acuerdos con la Santa Sede de 1979 y Acuerdos de 1992 con las con-
fesiones minoritarias) y en qué consiste la inviolabilidad de los lugares de
culto, como la más destacada consecuencia jurídica de las que conforman
su estatuto en el Derecho español.

1. Introducción: los precedentes históricos del termino


«lugar de culto»
La expresión «lugar de culto» empezó a incluirse en textos legales y
doctrinales del panorama jurídico español en una época relativamente
tardía. No es posible hallarla en las fuentes normativas españolas hasta
bien entrado el siglo veinte. Y aunque ahora su uso se puede considerar
consolidado 1, no puede decirse lo mismo de su significado, como se ex-
pondrá más adelante.

1. No sin algún titubeo significativo: el legislador autonómico catalán promulgó la Llei
16/2009, del 22 de juliol, dels centres de culte, (DOGC, n. 5432 30 juliol de 2009).
30 José María Vázquez García-Peñuela

Una rápida consulta de las repertorios legislativos y de jurisprudencia


del siglo XIX y de la primera mitad del XX (y no digamos ya de las obras
que pueden considerarse sus precedentes en siglos anteriores) pone de
manifiesto que la locución «lugar de culto» no fue utilizada ordinariamen-
te. La razón parece evidente. Tal expresión tiene un carácter genérico que
resulta de utilidad cuando se trata de aludir a los, se podría decir, distin-
tos ubi cultuales de las diversas confesiones religiosas existentes para un
ordenamiento dado. Pero la terminología tradicional española refleja la
también tradicional confesionalidad de España, de manera tal que en sus
fuentes lo ordinario fue, hasta hace poco tiempo, o bien designar con sus
nombres específicos (catedral, iglesia, colegiata, ermita, etc.) los distintos
lugares de culto de la Iglesia católica o, recurrir a la voz «templo» como
una denominación general que designara a todos los edificios donde te-
nían lugar los actos de culto (católico).
Significativamente, la utilización de muy diversos términos para refe-
rirse a cada clase de lugar de culto fue muy propia de las disposiciones
regalistas, ya fueran las dictadas en la época absolutista, ya fueran las de
los gobiernos liberales, que, como es sabido, en España no tuvieron en
absoluto un afán separacionista, al contrario de lo que sucedió en otros
países europeos. Concretamente, se referían muy por menudo a los dis-
tintos edificios eclesiásticos las normas que, desde los inicios mismos del
siglo XIX, llevaron adelante la política de reducción de conventos y, sobre
todo, las de naturaleza desamortizadora que fueron muy numerosas y de
todo rango.
La Segunda República española implantó en materia de política reli-
giosa un sistema beligerantemente laicista que comportó, entre otros as-
pectos llamativos, la promulgación, por imperativo constitucional, de una
ley especial de confesiones y congregaciones religiosas. Esta norma, que
ahondó más aún de lo que lo había hecho el artículo 26 de la Constitución
de 1931 el desafecto de amplios sectores del catolicismo español al régi-
men republicano, se refería, primaria y principalmente, a los templos, es
decir, recurría al término genérico tradicional para designar los distintos
lugares de culto. Sin embargo, también lo hacía a los «edificios destinados
al culto». Aunque la ley no lo señalaba expresamente, cabía entender que
los primeros eran los templos de la Iglesia católica, mientras los segundos
eran los edificios destinados al culto de otras confesiones.
Efectivamente, el artículo 3 de la Ley de Confesiones y Congregaciones
Religiosas de 2 de junio de 1933 disponía lo siguiente:
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 31

«El Estado no tiene religión oficial. Todas las Confesiones podrán ejercer
libremente el culto dentro de sus templos. Para ejercerlo fuera de los mismos
se requerirá autorización especial gubernativa en cada caso.
»(…)
»Los letreros, señales, anuncios o emblemas de los edificios destinados al
culto estarán sometidos a las normas generales de policía». 
Debe tenerse en cuenta que durante la Restauración el tema de los car-
teles y rótulos de las capillas protestantes (que no tenían aspecto exterior
de templos y que, por tanto, debían darse a conocer a través de ellos) fue
una recurrente cuestión objeto de frecuente y contradictoria regulación
durante la vigencia de la Constitución de 1876, al compás de los cambios
de signo impuestos por el turno gubernamental tan propios de esa etapa
política de nuestra historia contemporánea.
Por otro lado, cuando la Ley republicana procede a nacionalizar, en
el artículo 11, determinados bienes de la Iglesia católica, se refiere por
una parte a «los templos de toda clase y sus edificios anexos, los palacios
episcopales y casas rectorales, con sus huertas anexas o no, seminarios,
monasterios» y por otra a las «demás edificaciones destinadas al servicio
del culto católico o de sus ministros». Aunque en ese precepto lo más
llamativo es, como resulta obvio, que la nacionalización sólo opera res-
pecto de los católicos, sobre lo que se pretende llamar la atención es que
nuevamente reserva para éstos el vocablo templos, que distingue bien
de otros edificios que les resultan accesorios.
Restaurado el sistema confesional durante el régimen de Franco, nue-
vamente, el término genérico de templo es el más frecuente en los títulos
de las disposiciones de todo rango que fueron publicadas durante los tres
primeros decenios de dicho régimen. Ello no obstante, se debe mencionar
que, dada, precisamente por la intensa confesionalidad del ordenamiento
jurídico inmediatamente anterior a la vigente Constitución de 1978, la fre-
cuencia con la que se acudía a las técnicas nomogenéticas de la remisión
y del presupuesto, aparece también abundantemente el término canónico
de lugares sagrados cuyo significado desborda, en mucho, el de templos
pues se incluyen en dicho significado, por ejemplo, los cementerios.
Con todo, como sucede con otros muchos términos jurídicos (lo cual
resulta explicable aunque solo fuera por la larga extensión en el tiempo
del régimen de Franco) especialmente en campos como el de la previsión
social, el urbanístico y el tributario, la expresión lugar de culto comienza
a utilizarse en dicha etapa. Concretamente, con la Ley de Libertad Reli-
giosa de 28 de junio de 1967.
32 José María Vázquez García-Peñuela

Conviene recordar, siquiera muy someramente, que esa Ley fue fruto
del autoimpuesto compromiso por el Régimen de Franco de adaptar su
legislación a la doctrina de la Iglesia católica y que en ésta, con la De-
claración Dignitatis Humanae, del Concilio Vaticano II, se había dado una
formulación nueva a la cuestión de la libertad religiosa al considerarla,
primariamente, como un derecho civil fundado en la dignidad de toda
persona. Ese derecho civil a la libertad religiosa debería ser respetado y
protegido, en sus dimensiones individual y comunitaria, por todos los Es-
tados. Tal formulación doctrinal llevó, aparte de a una reforma del artículo
6 del Fuero de los Españoles, imprescindible en buena técnica legislativa
si de lo que se trataba era de dar cabida a tal derecho, a la promulgación
de la Ley de Libertad Religiosa de 1967.
Esa norma incluía en distintos preceptos la expresión «lugares de cul-
to», que la venía a hacer equivalente o prácticamente sinónima a la de
«templos». El artículo 21, 1º, daba pie para pensar en esta sinonimia cuan-
do expresaba: «Podrá practicarse libremente el culto público y privado en
los templos y en los lugares de culto debidamente autorizados». Conse-
cuentemente, el artículo 22, proclamaba el derecho (a la vez que reiteraba
que su ejercicio estaba sometido a la previa autorización gubernativa) al
establecimiento de lugares de culto por parte de las asociaciones confe-
sionales no católicas, que fue la veste jurídica que, con carácter exclusi-
vo y obligatorio, el legislador creó ex profeso para dotar de personalidad
a las confesiones distintas de la Iglesia católica. En el artículo siguiente,
se garantizaba la inviolabilidad de los lugares de culto debidamente au-
torizados «con arreglo a las leyes». Las previsiones legales a ese efecto
resultaron muy parcas. Eran las que se contenían en el propio artículo
22: «a tal efecto lo solicitarán al Ministerio de Justicia, detallando en la
solicitud el emplazamiento y las características de los edificios así como
los símbolos y denominaciones expresivos de su confesionalidad». En un
nivel inferior al legal, la Orden 5 abril 1968, en la que se dictaban medidas
complementarias para el ejercicio del derecho civil de libertad religiosa,
preveía que, una vez autorizado el establecimiento de un lugar de culto de
una asociación confesional, debía procederse a la anotación en el Registro.
Dicho registro era el que preveía la propia Ley de 27 de junio de 1967 para
la inscripción de las asociaciones confesionales 2.

2. Cfr. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lu-
gares de culto, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 2000, 360-361.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 33

Tras la entrada en vigor de la Constitución de 1978, y quizá como con-


secuencia, más o menos consciente, del principio de igualdad en materia
de religión, el término lugares de culto, empezó a aplicarse también a los
templos de la Iglesia católica. Significativamente, la primera vez que se
utiliza (al menos en una disposición de rango no considerado menor o
inferior al legal) esa expresión es en el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos
de 1979, es decir, en una norma concordataria. En efecto, en el apartado 5)
del artículo primero del Acuerdo se expresaba que «los lugares de culto
tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes. No podrán
ser demolidos sin ser previamente privados de su carácter sagrado. En
caso de su expropiación forzosa, será antes oída la autoridad eclesiástica
competente». Debe hacerse notar que en ningún otro pasaje de esa norma
se alude por sus nombres específicos (iglesias, capillas, santuarios…) a los
variados tipos canónicos de lugares de culto.
Al poco tiempo la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, es decir, la ver-
sión postconstitucional de la dictada poco más de un decenio antes, al
desplegar, en su artículo segundo, el catálogo de facultades que se contie-
nen en el derecho fundamental de libertad religiosa, tras referirse a los de
titularidad individual, inmediatamente, añade en un segundo apartado
que «asimismo comprende el derecho de las Iglesias, Confesiones y Co-
munidades religiosas a establecer lugares de culto o de reunión con fines
religiosos…». Tampoco esta norma, que desde su inicio se consideró como
una norma marco para todas las confesiones, contiene ningún otro térmi-
no más específico de tipos más concretos de lugares de culto, ya fueran
aplicables a varias confesiones (templos, capillas, oratorios) ya lo fueran a
una sola (sinagoga, por ejemplo).

2. Concepto actual de lugar de culto en el derecho español


Como se ha expresado, desde los mismos inicios del periodo postcons-
titucional, el término más frecuente, también en el ámbito doctrinal, para
designar los locales, edificios o construcciones destinados a la actividad
cultual es el de «lugares de culto», sin que ello haya representado, desde
esta perspectiva estrictamente terminológica, problema alguno.
No se puede decir lo mismo en el orden conceptual. Porque como se
tratará de exponer a continuación, aportar una definición de lugar de cul-
to no es tarea sencilla. Definir, como es sabido, es una operación lógica
que, fundamentalmente, consiste en encuadrar una realidad dada en una
34 José María Vázquez García-Peñuela

categoría más amplia de realidades (en un «género») y, a continuación,


aportar lo que diferencia esa realidad que se trata de conceptualizar de
todas las otras que se incluyen en la categoría.
A mi modo de ver, lo diferencial de un lugar de culto, no se circunscri-
be o se manifiesta en un único plano, sino que se encuentra en tres planos
distintos: el plano material, el teleológico y el formal.

2.1.  El plano material

La definición de lugar de culto, desde un punto de vista jurídico, no


parece que pueda limitarse a la meramente nominal, de manera que la ca-
tegoría genérica a la que se acaba de hacer referencia fuera la de lugar, en
el sentido usual de paraje, situación o ubicación y la diferencia específica
fuera «lo cultual»: habría lugares de culto, como los hay de recreo, de ocio
o de reunión.
No adquiere para el derecho la condición de lugar de culto cualquier
sitio en el que, por la razón que sea, se rinde o se celebra algún tipo de
culto. No lo es el paraje montañoso en el que un sacerdote católico celebra
una misa al aire libre, ni tampoco el andén de la estación de tren en el que
un creyente musulmán extiende su esterilla para rezar orientado hacia la
Meca, ni el estadio donde unos Testigos de Jehová bautizan a un grupo
numeroso de nuevos miembros.
Más adelante se señalará cómo la nota de la permanencia o de la exclu-
sividad de su destinación debe concurrir necesariamente para hallarse ante
un lugar de culto. Ahora solamente se pretende poner de manifiesto que
un rápido vistazo a las principales normas que en el ordenamiento espa-
ñol se refieren a los lugares de culto, deja patente que cuando se hace una
referencia a un lugar de culto esa referencia se está realizando a una parte
o a todo un edificio en su conjunto. No de otra manera cabría entender la
prohibición de demolerlos sin que se les prive antes de su carácter sagrado,
que se encuentra en el Acuerdo Jurídico suscrito con la Santa Sede como
en los acuerdos de 1992 con confesiones minoritarias con notorio arraigo.
En este sentido, como, a mi juicio, acertadamente expone Rodríguez
Blanco 3, el término edificio de culto, que es el usual en el derecho italiano,

3. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares
de culto, cit., 25.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 35

resulta más preciso que el de lugar de culto, pero no cuenta con el arrai-
go que éste ha adquirido, si bien que recientemente, en el ordenamiento
español.
Desde un punto de vista lógico y sistemático, seguramente lo más co-
rrecto (y en este sentido apuntaban algunas de las primeras disposiciones
normativas de implantación del derecho urbanístico español contemporá-
neo 4, sería referirse a edificios [destinados a usos] religiosos y, dentro de
éstos, distinguir como una clase o tipo especial los edificios de culto.

2.2.  Plano teleológico: destinación al culto

Efectivamente, un análisis algo más detenido de la legislación básica


en la materia (Acuerdos concordatarios de 1979, Ley Orgánica de Libertad
Religiosa y Acuerdos de 1992) deja claro que entre los lugares, edificios o
inmuebles a los que ser refieren esas normas y de los que las confesiones re-
ligiosas se sirven para la consecución de sus fines propios, los de culto resul-
tan siempre mencionados y siempre en primer lugar. Ello se debe, sin duda,
a que del conjunto de variadas actividades que las confesiones religiosas
despliegan (enseñanza, asistencia, beneficencia, etc.) la que les resulta más
propia, en la consideración del legislador estatal, es la de culto. En realidad,
sin intentar ahora establecer una jerarquía entre esas actividades (intento,
por lo demás, baldío porque si puede revestir una mayor o menor dificultad
fijar tal jerarquía para una determinada confesión, es de todo punto impo-
sible hacerlo para todas en conjunto: una vez más la multiforme realidad
se mostraría inmune frente a una hipotética pulsión sistematizadora), sí se
puede mantener que la actividad de culto, es, como va dicho, la más pro-
pia y característica y, en realidad, exclusiva de las confesiones religiosas 5.
Sucede que al resultar el culto la actividad religiosa por antonomasia
(persigue, directa e inmediatamente la religación con Dios) le alcanza a

4. Me refiero al Decreto 736/1962, de 5 de abril (BOE nº 89, de 13 de abril), sobre cons-
trucción de edificios religiosos. Esta norma, dictada para ejecutar el Plan Nacional de la
Vivienda del año anterior, es analizada en J. A. Rodríguez García, Urbanismo y confesiones
religiosas, Editorial Montecorvo, Madrid 2003, 54-58.
5. En efecto, las organizaciones de ateos, sin entrar ahora en la discusión de si están
amparadas por el derecho de libertad de pensamiento o por la libertad religiosa, pueden
desarrollar, al menos en su materialidad, en mayor o menor medida, las otras actividades
que realizan las confesiones religiosas, pero en absoluto lo pueden hacer con la de culto,
si no es al precio de pasar a convertirse en aquello a lo que pretenden oponerse frontal y
militantemente.
36 José María Vázquez García-Peñuela

lo cultual tanto la dificultad para definirlo, cuanto la incapacidad estatal


para identificarlo o catalogarlo.
No es este el lugar adecuado para intentar dar con los motivos que
han llevado a la doctrina eclesiasticística española a una especie de ge-
neral «desprecio intelectual» hacia la dicción literal del artículo 16. 1 de
la Constitución que, como es sabido, recoge junto a la de pensamiento, a
la libertad religiosa y a la de culto. En efecto, la doctrina española, desde
el inicio y por lo general, vino a presentar a la de culto como una especie
de sinonímica redundancia de la libertad religiosa, a la vez que injertaba,
rudamente, sin especiales alardes de justificaciones exegéticas o sistemá-
ticas, en ese mismo artículo 16, el esqueje tomado de los textos internacio-
nales de una libertad de conciencia que, con ser de evidente importancia,
el constituyente no tuvo a bien mencionarla.
Valga ahora señalar, solamente, que, de no haberse tomado en con-
sideración de forma casi exclusiva la libertad religiosa, con una práctica
preterición de la de culto, no se la hubiera considerado como una libertad
preponderantemente intelectualista (libertad para adherirse o no, o para
dejar de hacerlo, a unas determinadas creencias) con lo que ello comportó
de obviar un elemento –la práctica del culto‒ que hubiera contribuido en
buena medida a mostrar más claramente las diferencias de la libertad de
religión con otras libertades y derechos afines, en especial la libertad de
pensamiento o ideológica.
Igualmente, hubiera sido útil el tener presente la libertad de culto para
subrayar, como conviene hacer, si no se quiere tener una visión poco per-
filada de la libertad religiosa, su dimensión institucional. En efecto: si es
más que dudoso que el ordenamiento jurídico pueda tener en considera-
ción las creencias religiosas que son profesadas por un solo individuo, no
parece asumible en absoluto un hipotético culto de uno.
Esto nos devuelve a nuestro hilo argumental, pues enlaza con el tema
de la incompetencia del Estado para considerar o no un determinado lu-
gar como de culto. Esa incompetencia es una lógica y directa derivación
de otra más radical, cual es la incompetencia del Estado para pronunciar-
se sobre si determinadas acciones o conductas tienen o no naturaleza cul-
tual, lo cual no es sino, a su vez, la quizá más clara y concreta consecuencia
de la general y voluntariamente asumida ineptitud del Estado laico en la
materia religiosa. En resumen: como quiera que el Estado laico ni quiere
ni puede catalogar determinados actos como cultuales, tampoco puede,
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 37

por sí mismo, atribuir el carácter de lugares de culto a los inmuebles en


que dichos actos se llevan a cabo. En ese punto habrá de estar a lo que las
confesiones religiosas determinen. Compartimos, también en este punto,
la opinión de Rodríguez Blanco, al respecto, quien, además, especifica el
modo de ese «tener en cuenta» a las confesiones al expresar que «parece
claro, en nuestra opinión, que en el caso de los lugares de culto opera la
técnica del presupuesto. Ni los poderes públicos otorgan relevancia a la
normativa confesional sobre los requisitos de constitución o erección de
estos lugares, ni el Estado es competente para determinar lo que es un
lugar de culto. Los poderes públicos se limitan a dictar una serie de dis-
posiciones, cuyo objeto es conferir un estatuto civil a los edificios y locales
destinados al culto, tomando el concepto confesional de lugar de culto
como presupuesto de hecho de tales normas» 6.
No obstante, el Estado, en atención a que de la catalogación de un local,
edificio o construcción como lugar de culto se derivan concretos y ope-
rativos efectos jurídicos (fundamentalmente en lo que se refiere a su in-
violabilidad, pero también, por ejemplo, en el ámbito fiscal) puede exigir
algún requisito para considerar un lugar como de culto, no en lo referido
al «qué» se hace en él, sino en el «cómo» o en el «cuánto».

2.2.1.  Características de la destinación al culto: publicidad

Estos requisitos, implícitamente, se les venía exigiendo –y, en cierta for-


ma, como vimos, se les continúa exigiendo‒ a los lugares de culto católico,
cuando el Diccionario de la Real Academia Española dice que los templos
están destinados «pública y exclusivamente» al culto.
La exclusividad, se puede tratar, pensamos que sin especial dificultad,
conjuntamente con los lugares de culto de las confesiones minoritarias.
No sucede así, sin embargo con el requisito de la publicidad porque la
distinción entre lugares de culto públicos y privados, responde, en la Igle-
sia católica, a una tradicional y bien perfilada (sobre todo en la primera
codificación canónica) distinción vinculada a la existencia de culto de uno
y otro carácter. Vinculada pero no absolutamente determinada, en el sen-
tido de que la celebración de actos de culto público (en general se puede
decir que toda acción litúrgica es un acto de culto público) no comporta

6. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares
de culto, cit., 33.
38 José María Vázquez García-Peñuela

que el lugar en el que se celebre pase a ser automáticamente un lugar de


culto público.
La actual regulación canónica en lo tocante a lugares de culto distingue
entre iglesias, oratorios y capillas privadas. Las iglesias vienen definidas
en el canon 1.214 del Código de Derecho Canónico como un «edificio sa-
grado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho de entrar,
para la celebración, sobre todo pública, del culto divino». El libre acceso
–se entiende que de los fieles católicos– queda también garantizado por el
canon 1221: «La entrada en la iglesia debe ser libre y gratuita durante el
tiempo de las celebraciones sagradas».
El oratorio, al contrario de la iglesia, significativamente, no viene des-
crito como un edificio, sino como «un lugar destinado al culto divino, con
licencia del Ordinario, en beneficio de una comunidad o grupo de fieles
que acuden allí, al cual pueden tener acceso otros fieles, con el consenti-
miento del superior competente» 7. No hay, pues, un acceso libre, como
en las iglesias, sino que está previsto para un número mayor o menor de
fieles, pero no para todos ellos. Esas comunidades o grupos de fieles pue-
den ser variadísimos, pero un caso muy frecuente es el de los oratorios de
las casas, conventos o monasterios de los institutos de vida consagrada. Y
aunque el legislador canónico no se refiere, como se señalaba para las igle-
sias, a la celebración «sobre todo pública» del culto divino, sí que expresa
que en los oratorios «pueden realizarse todas las celebraciones sagradas, a
no ser las exceptuadas por el derecho, por prescripción del Ordinario del
lugar o que lo impidan las normas litúrgicas» 8.
El número de fieles al que se destinan las capillas, es mucho más reduci-
do aún. De hecho, el legislador canónico habla siempre de «capillas priva-
das», a las que define como «un lugar destinado al culto divino, con licen-
cia del Ordinario del lugar, en beneficio de una o varias personas físicas» 9.
Y, al contrario de lo que sucede con los oratorios (y a fortiori con las iglesias),
no hay una habilitación general, ex lege, para la realización de actos de cul-
to público, sino que «para celebrar la Misa u otras funciones sagradas [se
excluyen las capillas privadas de los obispos, que el canon 1227 equipara a
los oratorios] se requiere licencia del Ordinario del lugar» 10.

 7. Canon 1223.
 8. Canon 1225.
 9. Canon 1226.
10. Canon 1228.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 39

De esta rápida clasificación de los lugares de culto regulados por el


Derecho canónico, que tiene como ratio el acceso público, o restringido
a ellos y la posibilidad o no de celebración de culto público se deduciría
que en absoluto se podría considerar que las capillas están destinadas
«públicamente» al culto y que muy dudosamente lo estarían los oratorios.
Sin embargo, a mi manera de ver, que el Diccionario de la Real Academia
Española exprese que el templo debe estar «pública y exclusivamente»
destinado al culto no tiene, por una parte, como consecuencia necesaria,
que todos los lugares de culto de la Iglesia católica, tengan que tener esa
destinación de idéntico modo. El carácter publico del destino de los ora-
torios y capillas no viene determinado por el público acceso a ellos, ni
porque en ellos se celebren actos de culto público, sino que proviene del
hecho de que tal destinación se realizó mediante un acto de la autoridad
pública eclesiástica.
De tal modo, el hecho de que en un determinado espacio de una cons-
trucción o de una edificación construida ad hoc, (como podría serlo una
ermita o una construcción similar sita en una finca de un ciudadano par-
ticular) se destine por una persona o un grupo de ellas a sus prácticas
devocionales, no hace de esos espacios o construcciones lugares de culto,
en tanto que no intervenga la autoridad canónica competente. Ni tampoco
se pueden considerar destinadas públicamente al culto por muy libre que
pudiera ser el acceso a tales lugares o construcciones.
Respecto de las confesiones minoritarias, para aquéllas que fueron (a
través de las federaciones respectivas) partes en los Acuerdos de Coope-
ración de 1992, es decir, la FEREDE, la FCI y la CIE, nada dicen sus res-
pectivos acuerdos acerca de la publicidad o el acceso libre a ellas. El Dic-
cionario de la Real Academia Española, en lo que hace a las mezquitas y
sinagogas tampoco señala nada especial al respecto. Pero sí que se puede
predicar respecto de ellas, como de las iglesias evangélicas, las notas de
publicidad y exclusividad que, en general, como se ha visto, el Diccionario
aplica a los templos.
Nada hay que haga interpretar que la publicidad se haya de entender
respecto de las confesiones minoritarias en el sentido de libre acceso al
público en general, sino que, de manera análoga a lo que se ha visto para
la Iglesia católica, basta con que la autoridad confesional competente haya
realizado un acto de destinación al culto del edificio o del local del que se
trate. La manera en que ha de constar ese acto, lo veremos al examinar el
elemento formal diferencial de los lugares de culto.
40 José María Vázquez García-Peñuela

Respecto de los lugares de culto de confesiones que no tienen suscrito


acuerdo de cooperación con el Estado 11, o grupos confesionales que no
forman parte de las federaciones que suscribieron los de 1992 12 o incluso
a las que no están inscritas en el RER, cabe decir que igualmente es ne-
cesaria la intervención de las autoridades o de los representantes de las
iglesias, confesiones y comunidades religiosas, pues es a éstas, institucio-
nalmente, y no a sus miembros singulares a quienes el apartado 2) de la
Ley Orgánica de Libertad Religiosa (tras enumerar en el apartado 1) las
facultades individuales que se incluyen en el derecho de libertad religio-
sa) les atribuye el «derecho […] a establecer lugares de culto o de reunión
con fines religiosos».

2.2.2.  Características de la destinación al culto: exclusividad


Tradicionalmente, los templos católicos se han destinado de manera
casi o totalmente exclusiva a las celebraciones litúrgicas y a las prácticas
de devoción, personal o comunitaria, de los fieles que los frecuentan. Sin
embargo, no es del todo inusual que, esporádicamente, en las iglesias ca-
tólicas tengan lugar, por ejemplo, conciertos de música sacra (para cuya
realización las autoridades eclesiásticas de algunas diócesis españolas han
dado una serie de instrucciones, para que, aun en esos actos de naturaleza
claramente cultural, no se deje de tener en consideración por los asistentes
que se está en un lugar sagrado). Tampoco es infrecuente que se desarro-
llen en el interior de las iglesias católicas, cuando no hay locales anexos
a ellas que permitan que tengan lugar en su interior, las catequesis de
preparación para la recepción de los sacramentos.
Desde un punto de vista del derecho positivo, y en lo que hace a los
lugares de culto de la Iglesia católica, el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos,
nada señala sobre si la cultual debe ser o no la única actividad que se lleve
a cabo en ellos. Indirectamente, el Acuerdo sobre Asuntos Económicos,
sí da alguna clave para distinguirlos de los edificios o locales destinados
a otros fines y actividades. En efecto, respecto de la antigua contribución
urbana, este acuerdo, en su artículo 4, 1, A), aporta un elenco bastante
minucioso de inmuebles de titularidad eclesiástica y, en el primero de sus

11. Es, por ejemplo, el caso de los Salones del Reino de los Testigos Cristianos de Jehová
que se cuentan por cientos a lo largo de la geografía española.
12. Es el caso de numerosas mezquitas de comunidades islámicas que no pertenecen a
ninguna de las dos entidades que, en su día, constituyeron la CIE.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 41

apartados, previamente a todos los demás, distingue entre «los templos y


capillas destinados al culto», y […] «sus dependencias o edificios y locales
anejos destinados a la actividad pastoral». Luego, en los cuatro restantes
apartados se refiere a diversos fines y actividades a los que, de destinarse
a ellos, los inmuebles de titularidad eclesiástica, resultan también exentos
del actual impuesto sobre bienes inmuebles 13.
Cabe decir, a mi juicio, que, aunque no hay veto normativo expreso a
que se desarrollen otras actividades, los lugares de culto católicos deben
estar destinados con un carácter marcadamente preponderante a la cele-
bración de los actos de culto que les son propios.
Para el resto de las confesiones, desde un punto de vista general, la Ley
Orgánica de Libertad Religiosa, se refiere, en el art. 2. 2 al «derecho de las
Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas a establecer lugares de
culto o de reunión con fines religiosos», lo cual no esclarece la cuestión
que estamos tratando sobre si la destinación al culto debe tener un carác-
ter exclusivo o no.
No obstante, sí conviene no pasar por alto otra cuestión directamente
relacionada con este precepto y que tiene un alcance importante porque su
repercusión práctica puede ser determinante para el radio de alcance de
este derecho de las confesiones religiosas al establecimiento de lugares de
culto (y de reunión con fines religiosos). Me refiero a la opinión doctrinal
según la cual este derecho al establecimiento de lugares de culto estaría
limitado a las confesiones religiosas que estuvieran inscritas en el Registro
de Entidades Religiosas y que, a través de ese trámite, hubieran adquirido
personalidad jurídica estatal. Esta opinión sorprende por dos motivos. En
primer lugar porque en ningún pasaje de la LOLR se recoge tal limitación;
al contrario: lo que dice en el artículo 3 es que «el ejercicio de los derechos
dimanantes de la libertad religiosa y de culto tiene como único límite la
protección del derecho de los demás al ejercicio de sus libertades públicas
y derechos fundamentales, así como la salvaguardia de la seguridad, de

13. «2) La residencia de los Obispos, de los Canónigos y de los Sacerdotes con cura de
almas.
3) Los locales destinados a oficinas, la Curia diocesana y a oficinas parroquiales.
4) Los Seminarios destinados a la formación del clero diocesano y religioso y las Univer-
sidades eclesiásticas en tanto en cuanto impartan enseñanzas propias de disciplinas ecle-
siásticas.
5) Los edificios destinados primordialmente a casas o conventos de las Ordenes, Con-
gregaciones religiosas e Institutos de vida consagrada».
42 José María Vázquez García-Peñuela

la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden pú-


blico protegido por la Ley en el ámbito de una sociedad democrática». En
segundo lugar, porque quienes mantienen esa limitación, en ocasiones,
no dudan en señalar, y en eso están en lo cierto, que el establecimiento
de los lugares de culto forma parte del contenido esencial del derecho de
libertad religiosa, lo cual no se compadece con esa exigencia de carácter
formal como sería la inscripción de la confesión titular del lugar de culto
en el RER 14.
Sí incluyen el adjetivo «exclusiva», aplicado a la forma en que deben
destinarse los lugares de culto, los Acuerdos de 1992 con la FEREDE, la
FCI y la CIE. Y aunque hay un marcado paralelismo entre sus respectivos
artículos 2, que son los que se destinan a los lugares de culto, no dejan
también de presentar diferencias notables en algunos puntos.
A nuestro modo de ver, lo más relevante de la regulación que de los
lugares de culto se establece en los acuerdos de 1992, que básicamente,
también en este aspecto, constituyen un trasunto de lo regulado en los
acuerdos concordatarios con la Iglesia católica en 1979, es que las acti-
vidades que en ellos se pueden llevar a cabo pueden ser, además de la
cultual, otras distintas. En efecto, en el acuerdo con la FEREDE, se expresa
que serán a todos los efectos considerados lugares de culto «los edificios
y locales que estén destinados de forma permanente y exclusiva a las fun-
ciones de culto y asistencia religiosa». El de la FCI, contiene la misma
dicción, salvo el hecho de que añade también la función de «formación».
Mayores diferencias se dan en el artículo 2.1 del de la CIE que, no sólo no
incluye el adjetivo permanente (que sustituye por «habitual»), sino que,
curiosamente, entre las actividades a las que se refiere, no se menciona el
culto: «A todos los efectos legales, son Mezquitas o lugares de culto de las
Comunidades Islámicas pertenecientes a la Comisión Islámica de España,
los edificios o locales destinados en forma exclusiva a la práctica habitual
de la oración, formación o asistencia religiosa islámica».
Una interpretación literalista podría dar pie a entender que tienen con-
sideración de lugares de culto los edificios o locales destinados, exclu-
sivamente, a la asistencia religiosa, (o la formación, en el caso de la FCI

14. Cfr. A. Castro Jover, Los lugares de culto en el derecho urbanístico: un análisis desde la
igualdad material, Laicidad y Libertades 7 (2007) 12 y 13; y R. M. Ramírez Navalón, Los luga-
res de culto y los cementerios, en Vv. Aa., Acuerdos del Estado español con los judíos, musulmanes
y protestantes, Salamanca 1994, 122.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 43

y la CIE) aunque en ellos no se realizara actividad de culto alguna. Esa


interpretación, que, por otra parte, extendería, la inviolabilidad que se les
asigna a los lugares de culto (en los respectivos apartados 2, de cada uno
de los tres artículos) a edificios que no se destinaran en sentido estricto a
la actividad cultual, no resulta aceptable.
La interpretación más razonable parte del hecho de que con frecuen-
cia, en las confesiones religiosas minoritarias, dada la precariedad que, en
muchos casos, tiene su implantación, los lugares de culto necesariamen-
te se han de destinar a otras actividades de naturaleza religiosa pero no
propiamente cultual. Lo que señalan los acuerdos son, precisamente, esas
otras actividades cuyo desarrollo no desvirtúa el carácter de lugar de culto
del edificio o local del que se trate.
Hay en los acuerdos otros aspectos de convergencia o de divergen-
cia que también resultan de importancia pero de ellos el único que atañe
directamente y de manera importante a la categorización propiamente
dicha, como lugares de culto es la exigencia de que la calidad de tales sea
certificada por las respectivas autoridades confesionales. Esta exigencia
conforma el tercero de los planos sobre los que descansa el concepto jurí-
dico de lugar de culto.

2.3.  El plano formal: las certificaciones de la autoridad confesional

Las cuestiones atinentes a las certificaciones confesionales y, en espe-


cial, sus efectos en el ordenamiento jurídico civil está por estudiar mono-
gráficamente en España. Sí fue tratada esta materia, con altura científica,
en un trabajo breve, que, necesariamente, por tanto, adopta un punto de
vista general, publicado por Ramírez Navalón hace aproximadamente
quince años a raíz de la entrada en vigor de los Acuerdos de 1992 con las
confesiones religiosas minoritarias (que aluden en bastantes pasajes de
su articulado a las certificaciones que habrán de expedir las autoridades
confesionales) 15.
Específicamente se refiere a las certificaciones confesionales sobre los
lugares de culto, Rodríguez Blanco 16. El planteamiento de ambos autores

15. R. M.ª Ramírez Navalón, Las certificaciones eclesiásticas en la nueva disciplina pacticia,
Revista Española de Derecho Canónico 140 (1996) 133-155.
16. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares
de culto, cit., 50-56.
44 José María Vázquez García-Peñuela

es casi coincidente. Se podría expresar diciendo que tanto la Iglesia cató-


lica como las confesiones que no tienen acuerdo suscrito con el Estado 17,
cuando certifican que un determinado lugar lo es de culto, ese acto de
adveración goza de una fuerza notablemente mayor que cuando el cer-
tificado lo emite una confesión con acuerdo. En el primer caso, al decir
de Rodríguez Blanco, goza de una presunción iuris tantum de veracidad
(análoga a la de los documentos públicos) 18 o, en expresión de Ramírez
Navalón, tendrían «el valor jurídico de prueba plena» 19.
Sin embargo, carecerían de ese plus de fuerza probatoria, las certifica-
ciones expedidas por las autoridades de confesiones religiosas sin acuer-
dos de cooperación suscritos con el Estado que «no van a contar con la
presunción de veracidad a su favor, y deben demostrar fehacientemente
que el edificio o local al que se refieren cumplen con los requisitos del
artículo 2 de los Acuerdos» 20.
El motivo en que ambos basan esa postura se contrae a afirmar que ni
el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos, ni la Ley Orgánica de Libertad Reli-
giosa, contienen un concepto de lugar de culto, por tanto, qué lugar revis-
te tal condición (dada la radical incompetencia del Estado para verificar
la existencia o no de culto y si son actos cultuales o no los que tienen lugar
en un edificio, local o lugar determinado) sólo lo pueden dar por cierto,
certificar, las confesiones religiosas.
Por el contrario, en el respectivo artículo 2 de los Acuerdos de 1992, sí
se contiene una noción civil o, al menos, una noción que contiene elemen-
tos civiles, de lugar de culto y, en esa misma medida, el Estado tendría
una capacidad revisora sobre lo que mantienen o afirman las autoridades
confesiones que son lugares de culto.
No me parece que esta postura pueda mantenerse. Efectivamente, ni
el AJ ni la LOLR nos dicen nada de los lugares de culto, salvo eso mismo:

17. Ramírez Navalón se refiere expresa y únicamente a las confesiones inscritas, las de-
más, como vimos que ya sostenía en un trabajo anterior, no podrían, en su opinión, establecer
lugares de culto: «Cumplido el trámite de la previa inscripción, la certificación eclesiástica es
determinante del régimen jurídico civil de las categorías confesionales de ministro y de lugar
de culto» (R. M.ª Ramírez Navalón, Las certificaciones eclesiásticas en la nueva disciplina pacticia,
cit., 150). Rodríguez Blanco, por su parte, no hace ese distingo (cfr. M. Rodríguez Blanco,
Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares de culto, cit., 50).
18. Cfr. Ibidem.
19. R. M. Ramírez Navalón, Las certificaciones eclesiásticas en la nueva disciplina pacticia,
cit., 150.
20. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares
de culto, cit., 55.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 45

que son lugares de o para el culto religioso ¿Qué dicen los respectivos ar-
tículos 2 de los Acuerdos de 1992 sobre los lugares de culto que no digan
las dos normas antes citadas? En los Acuerdos solo se añaden dos tipos
de cosas. Por un lado, y como se ha visto hace poco al tratar sobre la nota
de exclusividad, que, aparte de los actos de culto, pueden realizarse otras
actividades: «asistencia religiosa» (FEREDE); «formación o asistencia reli-
giosa» (FCI) y «oración, formación o asistencia religiosa islámica» (CIE).
Es claro que las autoridades o los poderes públicos estatales no gozan
de mayor legitimidad o competencia para decir cuando hay o no oración,
asistencia o formación religiosa que para señalar cuando hay culto. Al con-
trario: son igualmente incompetentes para decir cuando un ministro o un
fiel está rindiendo culto, que para expresar que está asistiendo o confor-
tando espiritualmente a un tercero o que está catequizando, adoctrinando
o formando religiosamente.
El segundo tipo de cuestiones que añaden los Acuerdos de 1992 con
relación a los lugares de culto respecto del AJ y de la LOLR, es que
los lugares de culto deben destinarse al culto o a esas otras activida-
des de naturaleza religiosa (oración, asistencia y formación) de forma
«permanente y exclusiva» (FEREDE y FCI) o «de forma exclusiva [a la
práctica habitual de]» (CIE). Esta especificación, el que la destinación al
culto (y eventualmente las otras actividades religiosas admitidas junto
a éste) deba revestir la nota de exclusividad no me parece que pueda
ser considerada como un elemento, noción o categoría civil que viniera
a incrustarse en una categoría o categorías confesionales (culto, oración,
asistencia y formación religiosas) y a operar una suerte de civilización
o secularización de todo o de algunos elementos del concepto o de la
noción de lugar de culto que contienen los Acuerdos de 1992 y, en esa
misma medida, a legitimar a las autoridades estatales para revisar que
si lo que consideran lugares de culto las confesionales realmente lo son
o no.
En puridad, certificar sobre si un edificio está destinado «a secas», y
sin más distinción, al culto no es una actividad más confesional que certi-
ficar que está dedicado en exclusiva al culto. De la misma manera que no
es más –ni menos– confesional el certificado de dedicación exclusiva a
su ministerio de un pastor, un rabino o un imán, que el que refleje que la
dedicación es a tiempo parcial. Otra cuestión es que el Estado con el acuer-
do, o no, de las confesiones disponga que en el ordenamiento jurídico se
deriven distintas consecuencias, como en el caso de los ministros: el que
46 José María Vázquez García-Peñuela

no tenga dedicación exclusiva no podrá gozar de los derechos que se le


reconocen al que sí la tenga.
Por otro lado, aunque no es la razón más poderosa que se puede adu-
cir, de estimarse que, en esta concreta materia, la autoridad estatal tiene
una capacidad revisora de mayor alcance o intensidad cuando se trata
de confesiones con acuerdo que cuando se trata de confesiones que no
lo tienen, nos llevaría a la paradoja de que los poderes públicos tendrían
una mayor «desconfianza» respecto de aquellas entidades que se han he-
cho merecedoras, por reunir los requisitos previstos en el ordenamiento
jurídico estatal, de un mejor estatuto jurídico, que de aquellas otras que
no lo disfrutan y que, en cierta manera, le resultan menos «cercanas» o
conocidas (y por tanto fiables) a esos mismos poderes públicos.
Finalmente, se debe tener en cuenta que cuando se pide que se ha de
«probar fehacientemente» que los lugares de culto se dedican de manera
exclusiva a las actividades admitidas en ellos (el culto y las otras que se
señalan en los respectivos segundos artículos de los Acuerdos) se está pi-
diendo un imposible jurídico (por serlo también y previamente lógico): no
se puede probar (es el más claro supuesto de probatio diabólica) un hecho
negativo, como es el de que no se llevan a cabo otras actividades distintas
de las admitidas.

3. El estatuto legal de los lugares de culto: la inviolabilidad


Se ha visto hasta ahora qué es para el ordenamiento jurídico español
un lugar de culto. Resumidamente se podría decir que un lugar de culto
es un edificio o una parte de él que tiene como finalidad asignada (como
destinación) por las autoridades confesionales la de que en él se realicen,
como actividad exclusiva o al menos prevalente, actos de culto y así es
puesto en conocimiento a las competentes autoridades estatales a través
de una certificación confesional o de otro medio idóneo.
En tanto en cuanto el establecimiento (y, como es obvio, su adecuado
mantenimiento) de lugares de culto forma parte del contenido esencial
del derecho de libertad religiosa, los poderes públicos velarán para que,
al igual que el resto de facultades que se integran en ese contenido esen-
cial, resulte jurídicamente factible y operativo. Esto no se puede perder de
vista: no se trata ya, solamente, de que los poderes públicos se abstengan
de poner trabas para ese establecimiento, sino que están obligados, cons-
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 47

titucional y legalmente, a un cierto «facere». Constitucional y legalmente:


no se debe atribuir a la casualidad que los adjetivos «real y efectiva» que
aparecen, en plural en el artículo 9. 2 de la Constitución, que es la base más
clara del carácter promocional del Estado social y democrático que diseña
la propia norma fundamental, figuren, en el apartado 2.3 de la LOLR:
«Para la aplicación real y efectiva de estos derechos…».
Ese deber de protección y promoción del derecho de las confesiones
al establecimiento de lugares de culto tiene diversas manifestaciones en
sectores concretos del ordenamiento: en el ámbito fiscal, en el urbanístico,
en el de la actividad administrativa de policía, etc.
Aquí nos vamos a centrar, principalmente, en una nota de carácter,
diríamos, previo y fundamental, a esas manifestaciones específicas o con-
cretas y que tiene una tradición importante en la historia de las relaciones
entre los ámbitos religioso y estatal. Es la nota de la inviolabilidad, de la
que trataremos de fijar su alcance y contenido.

3.1.  Alcance de la inviolabilidad

La cuestión del alcance resulta, a nuestro modo de ver, sencilla: la in-


violabilidad se recoge, exclusivamente, en las normas pactadas con las
confesiones, no en las unilaterales. En efecto, la LOLR no hace referencia
alguna a la inviolabilidad de los lugares de culto, a pesar de que poco an-
tes de su elaboración y promulgación, el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos
sí acogía –ya veremos en qué términos‒ la inviolabilidad para los lugares
de culto de la Iglesia católica. Esto abona la tesis mantenida más arriba
de que cualquier confesión religiosa operante en España tiene derecho a
establecer lugares de culto al amparo de lo dispuesto en el artículo 2.2 de
la LOLR. En contrapartida a tan amplia facultad, la inviolabilidad no se
extendería de a todos los lugares de culto sino a los de las confesiones que
consiguieran incorporar a su estatuto jurídico por vía de acuerdo bilateral
esa especial protección.

3.2.  Contenido de la inviolabilidad

El término inviolabilidad no responde a un concepto jurídico bien per-


filado. Se usa con significados diversos en distintos sectores de los orde-
namientos jurídicos, como pueden ser los propios textos constitucionales
48 José María Vázquez García-Peñuela

(donde no es infrecuente que se califiquen como inviolables determinados


o todos los derechos fundamentales); el derecho parlamentario (al definir
la especial situación jurídica subjetiva de los miembros de las cámaras le-
gislativas) o en derecho internacional público (con relación, por ejemplo,
al estatuto de las legaciones extranjeras en los territorios de los Estados
en que están sitas). En términos generales se puede decir que en todos
esos contextos inviolabilidad comporta una super-protección de carácter
excepcional que va, desde luego, más allá de la protección común que el
ordenamiento jurídico depara a los ordinarios derechos o intereses jurí-
dicos.
La inviolabilidad de los lugares de culto católico, que es una materia
que se regula con frecuencia en las normas concordatarias, se inscribía,
históricamente, en el género más amplio de las inmunidades eclesiásti-
cas, dentro de las cuales se encontraban las de carácter local. Entre éstas
destacaba el derecho de asilo, como manifestación más palmaria de la
exclusión de la jurisdicción civil en las iglesias y de otros lugares sagrados.
No obstante, junto a la existencia de una ininterrumpida reivindicación
por las autoridades eclesiásticas y por la doctrina canónica desde la época
del derecho canónico clásico, de estas inmunidades locales, a la vez se
reconocía, al menos por algunos canonistas, que su fundamento no era de
derecho divino sino humano 21.
El Código de 1917, en su canon 1179, a pesar de que ya entonces «era
más un recuerdo histórico que un derecho o una praxis que la iglesia hu-
biera podido invocar» 22, seguía afirmando el derecho de asilo: «Ecclesia
iure asyli gaudet ita ut rei, qui ad illam confugerint, inde non sint extrahendi, nisi
necessitas urgeat, sine assensu Ordinarii, vel saltem rectoris ecclesiae».
En realidad, como pone de relieve Longhitano 23, el derecho de asilo
no era sino una concreción del principio proclamado en el canon 1160 de
exención de la jurisdicción civil de la que gozaban los lugares sagrados:
«Loca sacra exempta sunt a iurisdictione auctoritatis civilis et in eis legitima
Ecclesiae auctoritas iurisdictionem suam libere exercet».

21. «Immunitas localis ecclesiarum seu privilegium asyli non competit ecclesiis aliisque piis
locis de iure naturali et divino, sed solum de iure humano, tum civil, tum canonico» (F. Lucii Ferra-
riis, Bibliotheca canonica iuridica moralis thologica, necnon ascética, polémica rubricistica
histórica, t. IV. Romae, MDCCCXXXVIII, 170).
22. A. Longhitano, Comentario al c. 1213, en Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, t. III, Eunsa, Pamplona 1996, 1811.
23. Ibid.
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 49

Evidentemente, el reconocimiento de tales inmunidades y de tal exen-


ción, por parte de los poderes civiles variaba de un Estado a otro y, en cada
determinada nación, como resulta claro, también ha diferido a través de
las distintas épocas históricas.
Por lo que a nuestra nación se refiere, el precedente inmediato a la ac-
tual regulación de la inviolabilidad de los lugares de culto lo constituye el
régimen normativo que se estableció en el Concordato de 1953. En éste, en
su artículo XXII se contenía una remisión, aunque no completa o genérica,
al derecho canónico (al contrario de lo que sucedía en otros pasajes), sino
que se ceñía al c. 1.160, dejando fuera, por tanto, el derecho de asilo del c.
1.179. Concretamente el apartado 1) del art. XXII establecía: «Queda ga-
rantizada la inviolabilidad de las Iglesias, Capillas, Cementerios y demás
lugares sagrados, según prescribe el canon 1160 del Código de Derecho
Canónico». En el número 2 se extendía esa inviolabilidad a otros edificios
religiosos que no tenían la consideración canónica de lugares sagrados.
En los siguientes apartados –el artículo tenía siete‒ se dibujaba con cierto
detalle el estatuto jurídico básico de los lugares sagrados y de los edificios
asimilados, con referencias expresas a cuestiones tales como la entrada en
ellos de la fuerza pública por razón de urgente necesidad, los supuestos
de demolición, expropiación forzosa, etc.
En los años últimos de vigencia del Concordato, en las postrimerías
del régimen de Franco, con la publicación del Código penal de 1973, se
introdujo un tipo delictivo que reforzaba y, a la vez, extendía la garantía
de inviolabilidad. Debe tenerse en cuenta que la inviolabilidad que se ga-
rantizaba en la norma concordada, por efecto de la remisión al canon 1160
del código pío-benedictino, apuntaba exclusivamente a las autoridades ci-
viles y, en esa misma medida, dejaba fuera de su ámbito de protección la
actuaciones antijurídicas –ya lo fueran desde el punto de vista civil o canó-
nico‒ de los particulares. El legislador penal de 1973, sin embargo, partía
en el diseño del tipo pena del quebrantamiento de inviolabilidad de lugar
sagrado del supuesto de que ese quebrantamiento era operado por un par-
ticular y, sólo secundariamente, se refería al llevado a cabo por la autori-
dad estatal. En efecto, el artículo 492 bis del Código penal establecía que

«salvo lo dispuesto en articulo 491 el que quebrantara la inviolabilidad


de un lugar sagrado, edificio religioso u otro inmueble protegido por dicho
privilegio por Ley especial o convenio internacional, debidamente ratificado,
incurrirá en la pena de arresto mayor y multa de 100.000 a 1.000.000 pesetas.
50 José María Vázquez García-Peñuela

»Si el reo fuera funcionario público o agente de la autoridad y obrare con


abuso de su cargo, se impondrá la pena de prisión menor y multa de 100.000
a 1.000.000 pesetas».

Merece la pena llamar la atención sobre dos aspectos de este precep-


to. En primer lugar, la conexión directa o equiparación que se estable-
ce entre la inviolabilidad de los lugares de culto y la de las legaciones
extranjeras, a las que se alude, aunque sin citarlas. En segundo lugar,
que al contener el tipo no solo la mención de los lugares sagrados sino
también a los «edificios religiosos», su acción protectora no sólo se ex-
tendía a los edificios que en el artículo XXII se asimilaban a los lugares
sagrados, sino a los templos de las asociaciones confesionales constitui-
das, como única posibilidad de gozar de un estatuto jurídico civil, por
las confesiones acatólicas al amparo de la Ley de libertad religiosa de 27
de junio de 1967.
Hasta qué punto influyó en la creación de este tipo, veinte años des-
pués, de la publicación del Concordato de 1953, cuando ya esta norma se
la consideraba poco operativa para la regulación de unas relaciones cada
vez más difíciles del Estado franquista y la Iglesia católica, la prolifera-
ción de los «encierros» en las iglesias, con mayor o menor anuencia de
las autoridades eclesiásticas, como acto de protesta política, no es fácil de
decir (aunque cabe suponerlo) sin un estudio previo de la documentación
manejada por los elaboradores del texto.
Sin embargo, paradójicamente, la protección penal de la inviolabilidad
de los lugares de culto católicos (y acatólicos) sobrevivió no sólo al régi-
men franquista y al Concordato de 1953, sino al presupuesto al que este se
remitía, es decir a la norma canónica que excluía la jurisdicción civil sobre
los lugares sagrados.
A tornar más paradójica aún la cuestión contribuyó el hecho de que
en el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos de 1979, solo seis años posterior al
Código Penal de 1973, como es sabido, aunque se sigue proclamando la
inviolabilidad de los lugares de culto de la Iglesia católica, la remisión ya
no se hace a la ley canónica, sino, simplemente «a las Leyes», es decir, a las
del Estado y, por tanto, al entonces vigente art. 492 bis del Código Penal.
Por su parte, el Código de Derecho Canónico de 1983, no es que ya no
se refiera a las inmunidades eclesiásticas, ni por tanto al derecho de asilo,
sino que en el c. 1.213, al contrario de lo que hacía su precedente, como ya
se ha visto, se omite la referencia a la exención de la jurisdicción civil de
Régimen legal de los lugares de culto en el derecho español 51

los lugares sagrados, ya que se limita a afirmar que en ellos la eclesiástica


se despliega con libertad y ejerce las potestades que le son propias.
Así pues, tras la entrada en vigor, primero del Acuerdo sobre Asuntos
Jurídicos y después del Código de Derecho Canónico de 1983, los perfi-
les de la inviolabilidad de los lugares de culto de la Iglesia católica, hay
que buscarlos exclusivamente en un precepto penal de origen franquista,
pensado para reforzar una exención respecto de la jurisdicción estatal que
había dejado de tener existencia legal, tanto en el ordenamiento estatal
como en el canónico.
Para tornar aún más sin sentido la regulación de la inviolabilidad de los
lugares de culto, en los acuerdos con las confesiones minoritarias de 1992,
el estatuto legal de sus lugares de culto, como ya se ha dicho, constituye
un trasunto del diseñado por el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos de 1979
y, al igual que en éste, el alcance de la inviolabilidad de los lugares de culto
protestante, musulmán o judío, es el que señalan las leyes del Estado. Por
tanto, esa inviolabilidad era la que constituía el bien jurídico protegido del
492 bis, vigente a la entrada en vigor de los acuerdos de 1992.
Sin embargo, esa vigencia se dilató pocos años más: el Código penal
de 1995, no contiene ningún tipo que se dirija a la protección específica de
la inviolabilidad de los lugares sagrados. Con ello sucede que la garantía
de inviolabilidad concordada en 1979 o acordada en 1992 hoy en día no
es más que un flatus vocis. En efecto como «los lugares de culto tienen
garantizada su inviolabilidad con arreglo a las leyes» del Estado y éstas
no disponen nada acerca de tal inviolabilidad, lo que se opera es una re-
misión en vacío. Los lugares de culto no tienen una protección específica
como cabría esperar de tan rimbombante proclamación, y, sobre todo, de
la alta estima que para un amplio número de ciudadanos tiene lo que
dichos lugares de culto simbolizan y lo que en ellos se lleva a cabo. No
tienen protección distinta que la que el artículo 202.1 del Código penal
instrumenta para cualquier «domicilio de una persona jurídica pública o
privada, despacho profesional u oficina, o en establecimiento mercantil
o local abierto al público fuera de las horas de apertura»: quien entre en
cualquiera de esos lugares contra la voluntad de sus respectivos titulares
«será castigado con las penas de prisión de seis meses a un año y multa de
seis a diez meses». En el número 2, de ese mismo artículo 202, la pena de
prisión puede incrementarse hasta tres años si la entrada (o el mantenerse
dentro: supuesto que no se contempla en apartado 1) se lleva a cabo con
violencia o intimidación.
Lugares de culto y sus especificaciones
en diversas tradiciones religiosas
Montserrat Abumalham Mas

Departamento de Estudios Árabes e Islam


Universidad Complutense de Madrid
Madrid

Sumario: 1. Introducción. 2. Lo sagrado en el mundo semita. 3. La sacralidad espacial y personal. 4.


Lugares de culto. 5. Lo cultual en el momento actual.

1. Introducción
En el tiempo reservado a esta intervención, sería desde luego insensato
pretender colmar todas las expectativas que un título como el que aparece
en el programa permite y sugiere.
Para evitar cualquier clase de equívoco, vamos a tratar de hacer una
breve distinción inicial que afecta de manera general a todas las manifes-
taciones religiosas, tanto en el campo de lo sagrado como en el de los ri-
tuales y el culto, para luego referirnos de manera más concreta al islam.
En casi todas las tradiciones religiosas, tanto en aquellas aún vivas
como en las ya extinguidas, hallamos algún término que se refiere a lo
“sagrado” o “sacro” que, entre otras posibles connotaciones como las de
lo mistérico, lo inefable, etc. ‒que entrarían más en el campo de lo metafí-
sico y teológico‒ se refieren a una idea espacial.
Es decir, la manifestación de lo sagrado comporta un componente es-
pacial 1 que, en primer lugar, puede aparecer ligado tanto a lugares na-
turales (árboles, montes, ríos, volcanes, etc.), donde se ha producido una
teofanía o que representa un valor simbólico significativo en la tradición

1. M. Delahoutre, Lo sagrado y su expresión estética: Espacio sagrado, arte sagrado, monu-
mentos religiosos, en J. Ries (coord.), Tratado de antropología de lo sagrado, vol. I, Madrid 1995,
127 y ss.
54 Montserrat Abumalham Mas

correspondiente; o bien, en segundo lugar, se refiere a espacios construi-


dos expresamente para la conmemoración o la representación simbólica
de lo mistérico.
Estos lugares no siempre aparecen ligados a la realización de un culto.
También puede darse el caso de que aun conservando su carácter plena-
mente simbólico y siendo lugares de reverencia y/o cultuales, no remitan
directamente a lo sagrado. Es decir, poseen un carácter especial, pero no
son propiamente “lugares sagrados”.
Por su parte, los lugares de culto, pueden coincidir o no con el concep-
to de sagrado o sacro y en ellos la variedad de rituales o liturgias que se
desarrollan o tienen lugar son de muy variada índole. En algunos casos,
aparecen desligados de lo sacro, se prestan a la manifestación de la reli-
giosidad individual o colectiva, o están reservados a una clase especial
de creyentes; los consagrados al oficio sacerdotal, y el pueblo creyente en
general no tiene acceso a ellos.
En las más diversas tradiciones, incluso aquellas en las que no existe
una idea clara de divinidad, como es el caso del budhismo, hallamos lu-
gares sagrados como Kushinagar y su bosque de mangos, donde el Bud-
ha alcanzó el paranirvana tras su muerte 2. Así mismo, en aquellas otras
tradiciones en las que existe un principio supremo y una multiplicidad de
dioses o incluso manifestaciones de carácter monoteísta, como es el caso
de las múltiples variantes del hinduismo, hallamos ciudades santas como
la célebre Benarés o el propio río Ganges 3.
Entre las tradiciones religiosas de Asia hallamos otras como el shintois-
mo, que parece tener un muy antiguo origen animista y que da culto a los
espíritus de los antepasados, pero también a divinidades que se hallan en
un plano superior al de los humanos. El culto, que en muchos casos se rea-
liza en el propio hogar del fiel, también tiene lugar en espacios naturales
y templos a los que se accede a través de una puerta, Torii, que es la que
establece el tránsito del espacio profano al espacio sagrado 4.

2. J. Ries, Las enseñanzas del budismo (trad. A. Viñas), Editorial Nerea, San Sebastián
2008.
3. J. Ruiz Calderón, Breve historia del hinduismo: de los Vedas al siglo XXI, Biblioteca Nue-
va D.L., Madrid 2008.
4. S. Ono, Sintoísmo: El camino de los Kami, Satori, Gijón 2007; A. J. Falero (coord.),
Aproximación al Shintoismo, Amarú D.L., Salamanca 2007.
Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas 55

2. Lo sagrado en el mundo semita


En las tradiciones del Oriente Medio, en particular en las monoteístas
y vivas; judaísmo, cristianismo e islam, se hallan planteamientos que acu-
san las reminiscencias de las antiguas religiones semitas 5 y que reservan,
especialmente el judaísmo y el cristianismo, espacios específicos para lo
sagrado a los que no tienen acceso todos los fieles. Sin embargo, conviene
precisar que en este sentido hablamos más bien del judaísmo post-exílico
que centra su culto en el templo de Jerusalem y en ello coincide con la
religión del Antiguo Israel, mientras que el judaísmo posterior a la des-
trucción del Segundo Templo pierde en buena parte ese carácter de lugar
sagrado, siendo las sinagogas más bien lugares de culto, sin referencia
directa o espacial a lo sagrado. En esta situación, el judaísmo se decanta
por la “sacralidad” del texto bíblico y de la propia lengua “santa” y no
tanto por el espacio 6.
De manera que en las religiones vivas contemporáneas, especialmen-
te aquellas que forman parte de nuestro entorno más cercano; judaísmo,
cristianismo e islam, hallamos algunas manifestaciones en las que coin-
ciden lo sacro y lo cúltico, mientras que en otras lo cúltico es lo que pre-
domina y lo sacro no tiene allí presencia o bien, nos encontramos con
“lugares sagrados”, más bien porque desempeñan un papel importante
en la transmisión de la tradición o han sido lugares de presencia de lo
sacro en el pasado.
Otro aspecto que hemos de considerar es el de “culto” propiamente
dicho. La reverencia que los fieles prestan a diversos espacios o lugares,
así como las prácticas que en ellos realizan, pueden denominarse de este
modo. Sin embargo, quizá por influencia de la presencia mayoritariamen-
te cristiana en nuestros entornos, existe la tendencia a considerar el culto
desde la equiparación con liturgia.
En las diversas tradiciones religiosas el culto tiene que ver también
con rito y éste puede cambiar incluso dentro de una misma confesión
religiosa, con lo que ello supone de variaciones más o menos complejas
en la gestualidad y en la liturgia. Por otra parte existen ritos diversos que

5. J. Bottéro, La religión más antigua: Mesopotamia, (trad. de M. Tabuyo y A. López),


Trotta D.L., Madrid 2001.
6. N. de Lange, El judaísmo (trad. de María Cóndor), Cambridge University Press, Ma-
drid 2000.
56 Montserrat Abumalham Mas

se cumplen por parte de los fieles una vez en la vida y otros que son fre-
cuentes. Algunos son individuales y otros colectivos. No necesariamente
algunos de esos rituales se llevan a cabo siempre en recintos denominados
sagrados o con características especiales, pues pueden formar parte de las
devociones particulares o responder a muy diversos planteamientos.
Dentro de la tradición musulmana, los términos árabes que hacen refe-
rencia a conceptos más o menos cercanos al de “sagrado” o “sacro” serían
los términos haram y muqaddas. El primero de ellos, que contiene una clara
referencia espacial, nos remite al Haram al-sharif, es decir a la explanada
del Templo de Jerusalem sobre la que se yerguen las mezquitas de Al-
Aqsa y de la Roca (Qubbat al-Sajra). Por su parte, muqaddas, posee más
bien una connotación abstracta, y lo encontramos en Al-Bayt al-Muqaddas
que es un término que se aplica al santuario de la Ka`ba en Meka, y que
se construye por analogía con la denominación del Templo de Jerusalem
(Beyt ha-Miqdash).
Por otra parte, si la raíz qds se refiere a la idea de “santidad” o “sa-
cralidad” de una manera espiritual, en cambio, la raíz hrm en realidad
hace referencia a aquello a lo que no es lícito aproximarse en estado de
impureza. Es decir, se refiere a un espacio u objeto, que exige del creyente
o el orante un determinado estado, por otro lado, transitorio. En el mun-
do musulmán existen diversos espacios a los que se designa mediante el
término haram; son, por una parte, las ciudades de Meka y Medina y, por
otra, las de Jerusalem y Hebrón que, constituyendo parejas, se denominan
con el nombre dual Al-Haramayn. Es decir, dos lugares a los que acuden
los creyentes en situación de pureza ritual.
Esto, en sí mismo, no significa que de ello se derive de manera natural
y seguida el carácter sagrado de esos espacios. Es más bien una forma de
expresión ritual de veneración o respeto por un espacio significativo desde
el punto de vista de la historia de la revelación, y el “estado de sacrali-
dad” o “pureza” afecta a los individuos y no tanto al espacio en sí mismo.
Son, no obstante, lugares que han presenciado momentos clave del de-
sarrollo de la revelación o donde se conmemora algún acontecimiento de
alto significado simbólico, como en el caso de la Mezquita de la Roca que
reúne la tradición del sacrificio de Abraham y el ascenso a los cielos del
profeta Muhammad.
Por lo tanto, el concepto de “espacio sagrado” o lo “sacro”, como abs-
tracción, no son directamente aplicables en el mundo musulmán cuando
nos referimos a lugares de oración comunes. Dicho de otro modo, no se
Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas 57

puede considerar a la mezquita un espacio sagrado, ya que carece de los


rasgos que definen a lo sagrado y a su representación espacial, tal como
se ha hecho notar 7.
Dicho esto a modo de situación general, hemos de señalar que bien
por reminiscencias o bien por desarrollos históricos, hallamos en el islam
espacios a los que de manera propia podemos referirnos con el califica-
tivo de “sagrados” o su equivalente “santos”. Cuando se califican esos
espacios mediante los términos a los que hemos hecho mención (haram
y muqaddas), nos referimos a santuarios o espacios en los que de algún
modo más o menos directo se tiene conciencia por parte de los fieles de
la presencia de lo divino, ya que así lo ha transmitido la tradición o así lo
elabora la religiosidad popular.
El más importante de los espacios “santos” es sin duda el santuario
de la Ka`ba en Meka. Este lugar de larga tradición religiosa anteislámica
va directamente ligado a la práctica del ritual de peregrinación que, des-
de antiguo, formaba parte de las manifestaciones religiosas en Arabia.
Este rito que es uno de los cinco Pilares del islam, es decir uno de los
preceptos constitutivos del islam, recibe en árabe el nombre de hayy,
procedente de una raíz semítica hwy que significa “andar en redondo”.
Esta denominación se refiere a rituales de peregrinación anteislámicos a
determinados santuarios de Arabia, en los que los peregrinos realizaban
dos tipos de movimientos; el de tawf, circuambulación 8, y el de waqf,
estancia o parada.
Por otra parte, el propio término Ka`ba está emparentado con la pala-
bra semita k`b que posee diversos significados, entre los que aparece como
una antigua denominación de “santuario” y existen todavía determina-
dos topónimos que conservan en parte este nombre.
Los comentaristas del Hadiz, la tradición del Profeta Muhammad, ex-
plican este término poniéndolo en relación con “talón del pie” que recibe
el mismo nombre, ka`b, por su forma circular.
Muslim, uno de los máximos compiladores y comentaristas de Hadi-
ces dice textualmente:

7. X. Pikaza, El fenómeno religioso, Madrid 1999, 271 y ss.; J. Ries (coord.) et alii, Tratado
de antropología de lo sagrado, 3 vols., ed. española, Madrid 1995, en particular volúmen I. Así
mismo, G. van der Leeuw, Fenomenología de la Religión, FCE, México 1964, 517-560 o G. Wi-
dengren, Fenomenología de la religión, Madrid 1986, 169-300.
8. J. Chevalier y A. Gheerbrant, Diccionario de los símbolos, Barcelona 1995, 298-300.
58 Montserrat Abumalham Mas

Se le llama Ka`ba por su altura y su forma circular, de ahí que también se hable
del ka`b (talón) del pie, o del ka`b (pezón) del pecho de la mujer cuando es alto y re-
dondo 9.

De manera que, tanto en la acción del peregrinar como en el espacio


que constituye el punto de destino de la peregrinación, aparece la idea
de círculo y redondez. En este sentido, hay que señalar que, mientras las
mezquitas se orientan (qibla) hacia un punto externo al propio edificio
y los orantes se sitúan de frente al punto de orientación marcado por el
mihrab, el Santuario de la Ka`ba tiene por eje de orientación su propio
centro y es hacia allí hacia donde se orienta la oración de todo el mundo
musulmán.
En este Santuario se encuentra la conocida Piedra negra que es, al pa-
recer, un aerolito que se halla situado en la cara Este del Santuario. Es
decir, hacia el naciente del sol. Esta Piedra ya se hallaba en el santuario
desde antes de la implantación del islam y era venerada por los árabes
preislámicos que peregrinaban a ese santuario con preferencia sobre otros
lugares.
La ubicación de la Piedra en el Santuario en un eje Este/Oeste marca
una división del espacio, por otra parte común en el mundo semita, en
dos partes; una fasta y otra nefasta que coinciden respectivamente con la
derecha y la izquierda. Esta división incluso tendría su reflejo, desde muy
antiguo, en los nombres geográficos de Yemen (de yaman derecha), cono-
cida por la Arabia Felix, es decir la zona fasta, y Sham (Siria) emparentada
con el término shamal izquierda o Norte, por tanto zona nefasta.
Además, esta ubicación, en un eje que va del Naciente al Poniente del
sol, reflejaría muy probablemente un origen de culto solar del Santuario,
en tanto que el carácter circular del ritual practicado en el propio San-
tuario podría entenderse como una representación simbólica del cosmos.
Ambos elementos presentan notables paralelismos con otros santuarios
de culto solar del Antiguo Oriente Medio.
La explicación de Muslim que hemos mencionado remite al pecho fe-
menino y al pie. Si atendemos a los valores simbólicos, sabemos que el
pie es un eufemismo en las lenguas semíticas para referirse a los genitales
masculinos. En tanto que el pecho femenino es una clara alusión en mu-
chas culturas y desde antiguo a la fertilidad femenina, baste recordar la

9. Muslim, Al-Sahih, ed. de Dar al-Fikr, 9 vols., Beirut, s/d, comentario al h. 169, vol. I, 188.
Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas 59

iconografía de la zona del Oriente Medio de diosas de la fertilidad dota-


das de múltiples mamas. Ambos símbolos serían, pues, alusiones de tipo
sexual, simbólicas de la fertilidad de la tierra o de un matrimonio entre di-
vinidades, femenina y masculina, que fecunda la tierra. Todo ello reunido
en un Santuario, como el de Ka`aba, que remite a un culto solar, encajaría
perfectamente con un mito de unión entre el sol, símbolo celestial de vida,
y la tierra, símbolo ctónico de la fertilidad. De manera que el origen de
este Santuario no sólo presenta un elemento que remite a una teofanía,
la piedra caída del cielo, sino que conserva cierta memoria de cultos más
antiguos donde podría haberse representado una unión entre los dioses.
En la tradición musulmana, además, el Santuario de la Ka`ba recibe el
nombre de Bayt Allah, la casa de Dios, reproduciendo los términos con los
que se designaba al Templo de Jerusalem, Beyt ha-Miqdash, pues no estaba
concebido como oratorio, sino como sede del recuerdo de una manifesta-
ción divina: el Arca de la alianza.
Por su parte, el dios anteislámico, Allah, era un dios solar que, en su
momento, desplazó a un dios lunar, y deviene, por tanto, en dios del Uni-
verso, rey de los cielos, dispensador de la lluvia. Su culto no tiene sólo
presencia en Arabia, sino que estaba muy extendido desde tiempos muy
antiguos entre nabateos, palmirenos y otros grupos semitas 10. La tribu de
Quraysh, a la que perteneció el profeta Muhammad, tenía dedicado su
Santuario de la Ka`ba a este dios, de ahí su orientación al Este. El Profeta,
en sus invectivas contra los mekíes, les acusa de adorar a Baal (dios solar)
(Qur. 37,125), lo que, por otra parte, puede ser significativo de una seme-
janza con otros dioses del amplio panteón semita.
Así mismo, el Allah coránico presenta en sus atributos y descripciones,
restos de una relación astral y con la naturaleza:
El es el dios de Sirio (Qur. 53,49), del Oriente y el Occidente (Qur., 26,28;
73,9 y ss.), es el que hace que llegue la noche (Qur., 22,61), el que trae a las
nubes cargadas de lluvia (Qur., 13,12), el que hace revivir la tierra (Qur.,
30,24) y el relámpago muestra su poder (Qur., 13,12 y ss.). Estas caracteri-
zaciones o muy semejantes son las que adornan también al Dios bíblico,
tal como se le presenta en Deuteronomio 11,14-15.
Sin repasar todos los rasgos que apuntan a que el Santuario de Meka es
el que conserva la reminiscencia de elementos que remiten a lo “sagrado”,

10. J. Chelhod, Les structures du sacré chez les arabes, Paris 1964, 100-101.
60 Montserrat Abumalham Mas

heredados de su pasado, no cabe duda de que no es únicamente un lugar


de oración y, en este sentido, resulta atípico dentro del panorama musul-
mán de los lugares de culto.

3. La sacralidad espacial y personal


Junto con la falta de una verdadera “sacralización” del espacio, en el
islam no se contempla en absoluto la idea de persona «consagrada». Sin
embargo, precisamente en el ritual de peregrinación, el peregrino ha de
realizar un acto completo de purificación y “sacralización”; ha de hacer
una ablución completa, cortarse el cabello y las uñas y cubrirse con ropas
especiales de color blanco. Ha de abstenerse de contacto sexual, de usar
perfumes o desparasitarse. Así mismo, una vez iniciado el rito, se dejará
crecer el cabello y las uñas hasta que realice el sacrificio (dahiyya) de des-
acralización, una vez cumplido todo el ritual de la peregrinación con sus
distintas estaciones. Es decir, conserva en su aspecto físico algunas de las
tradiciones semíticas más antiguas de los “consagrados”, como es el caso
de los nazareos. Al final de estos ritos, el peregrino, por un ritual de salida,
deja el estado sacral y regresa al estado profano.
Por otra parte, el carácter sacro transitorio tiene su correspondencia
con un carácter sacro permanente que se produce en aquellas personas
que reciben la consideración de “elegido o amigo de Dios” (wali); siendo
éste el caso de pureza permanente que se concede al profeta Muhammad
o de María, la Virgen y otros profetas contemplados en el Corán.
Este rasgo particular es el que ha permitido el desarrollo, en la piedad
popular, de la figura de los “santos” y así mismo el de un estatuto especial a
sus tumbas o santuarios que conmemoran algunas de sus acciones. Entran
en este rango místicos, ascetas y hombres o mujeres carismáticos, así como
fundadores de grupos religiosos especiales como es el caso, por ejemplo,
de Yalal al-Din Rumi, el místico venerado desde hace siglos en Persia y
Turquía, y apodado Mevlana, fundador de la célebre orden de los dervi-
ches giróvagos y cuya tumba de Konya es un santuario de gran renombre.

4. Lugares de culto
No obstante, los lugares de culto en el mundo musulmán no poseen
este carácter sagrado. Son simplemente lugares de oración y, por su tama-
Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas 61

ño y por su dedicación pueden recibir diferentes nombres: Masyid, Masyid


Yami`i o musalla.
El Masyid es la mezquita. Supone un espacio suficientemente amplio,
dotado de lugar para poder realizar las abluciones rituales y al que acu-
den los fieles a realizar su oración personal en las horas prescritas. El
Masyid yami`i, es la conocida en castellano como mezquita aljama, que
se consagra a la oración comunitaria de los viernes, por ser un espacio
suficientemente amplio y, en el desarrollo histórico, es a donde acuden
las autoridades a esa oración del viernes; normalmente la oración del
mediodía. La musalla, por su parte, es un simple espacio señalado que
permite orar, tanto es así que puede referirse a la simple alfombrilla en la
que se coloca el fiel.
El término masyid procede de la raíz syd que se refiere a la idea de
prosternarse. Masyid yami`i se refiere al lugar donde uno se prosterna en
comunidad, ya que el término ym` quiere decir reunión. Mientras que el
término musalla, procede de la raíz sllà, que significa orar y es, por tanto, el
instrumento que se usa para rezar, de ahí que en muchos lugares se refiera
únicamente al tipo de estera que usa un fiel para delimitar el espacio de
pureza en donde realiza la oración.
Quizá entre las obligaciones religiosas que debe practicar un musul-
mán, sean precisamente la de la oración y la de la peregrinación aquellas
que más se acerquen al concepto de culto, por otra parte y según numero-
sos autores inexistente como tal en el islam 11.
En este sentido, lo que se denomina en árabe `Ibadat más bien se co-
rresponde con “rituales”, cuyo desarrollo se ve influido por costumbres
locales, tradiciones especiales y orientaciones del fiqh (jurisprudencia)
propias de cada una de las escuelas de derecho islámico. Por poner algu-
nos ejemplos significativos, actos como la circuncisión o el matrimonio no
pueden considerarse como actos de culto, sino como ritos y, en particular,
la circuncisión en los tratados sobre las `Ibadat aparece como una simple
recomendación. En este sentido se asemejan más a las prácticas judías,
entre las que ni el matrimonio ni la circuncisión tienen carácter de “culto”.
Son ritos que se practican sin referencia al lugar de oración. En el caso
específico de la circuncisión, que sí es en el judaísmo un rito obligado, se
hace en las casas y lo practica un experto que recibe el nombre de mojel.

11. G. H. Bousquet, Les grandes pratiques rituelles de l’Islam, Paris 1949.


62 Montserrat Abumalham Mas

Podríamos decir, pues, que no podemos establecer equivalencias en-


tre las prácticas musulmanas y las manifestaciones religiosas de carácter
cúltico, con su acompañamiento litúrgico y simbólico, de algunas de las
manifestaciones del cristianismo.
Si atendemos a la extensión y detalle de las prescripciones acerca de
la pureza ritual que se refieren a la oración, que se encuentran en esos
tratados aludidos, podemos afirmar que propiamente el único culto (con
reservas) es el de la oración.
La oración 12, por su parte, responde a un compromiso personal que no
posee un verdadero valor comunitario. Es el desarrollo histórico, algunas
recomendaciones que se hallan en la tradición y el hecho de que sirva
como elemento de cohesión de la comunidad lo que establece la conve-
niencia y la costumbre de la reunión del viernes.
Así mismo, la presencia de califas, sultanes y príncipes que asisten con
todo boato a la oración comunitaria, en principio como uno más de los
fieles, va a desarrollar toda una serie de elementos como la qita`, espa-
cio reservado. El hecho de que una mezquita aljama sea aquella que ha
fundado un califa o un sultán, nombrando para ella a un imam, es lo que
explica la existencia de almimbares o púlpitos cada vez más elevados, en
la parte delantera de la mezquita, mostrando que existe una diferencia
entre el común de los fieles y el sultán, o el imam de una mezquita aljama
y el de una mezquita menor o de barrio.
La legitimación de los gobernantes ‒una vez que se asocia el poder a lo
religioso o que el poder utiliza de lo religioso para lograr la cohesión y el
apoyo popular‒ viene por su perfecto cumplimiento de las obligaciones
de la fe. Por ello es frecuente que en todos los tiempos observemos com-
plejos cada vez más suntuosos que de manera indirecta señalan al carácter
advenedizo del gobernante.
En este sentido, es muy significativo el afán constructor de los sulta-
nes otomanos, por referirnos al último gran Imperio musulmán, que aso-
ciaban la mezquita aljama, de grandes proporciones, a una madrasa, un
zoco, un baño y un cementerio, en donde hacían construir su propio mau-
soleo. Es ejemplar en este sentido la mezquita Suleymaniyye de Estambul,
construida por Solimán el Magnífico. No hay que olvidar que los turcos

12. M. Abumalham, El Islam: De religión de los árabes a religión universal, Ed. Trotta, Ma-
drid, 2007; Textos fundamentales de la tradición religiosa musulmana, Ed. Trotta, Madrid 2005,
231.
Lugares de culto y sus especificaciones en diversas tradiciones religiosas 63

otomanos se apoderaron del mundo del cual había surgido el islam y lo


dominaron.

5. Lo cultual en el momento actual


En el mundo contemporáneo observamos muy diversas soluciones,
sobre todo en las ciudades cada vez más extensas, donde proliferan las
mezquitas aljamas, especialmente si los gobernantes son declarada-
mente musulmanes y el país confesional. Este es el caso de Marruecos,
en donde en los últimos cincuenta años los sultanes o reyes respectivos
han construido numerosas mezquitas sobre todo en ciudades como Ra-
bat y los barrios aledaños, que eran pequeños pueblos periféricos y que
han quedado unidos a la capital. Un ejemplo es la gran mezquita del
barrio de Agdal o la nueva mezquita en el centro de la parte europea de
Tetuán.
En los lugares en los que sociológicamente el islam es mayoritario,
pero el estado es laico, como es el caso de Turquía en la actualidad, proli-
feran las mezquitas en las nuevas urbanizaciones, pero también aparecen
pequeños oratorios de carretera, junto a los restaurantes y las gasolineras.
En alguna medida se trata de una versión contemporánea de los antiguos
caravansares.
En la emigración a países donde los musulmanes son minoría, algunos
estados musulmanes como Arabia Saudí han favorecido la existencia de
Centros islámicos, en los que además de otros servicios como restauran-
tes, bibliotecas o salas de conferencias y cursos de lengua y religión, se
han construido mezquitas. Pero también, musulmanes no vinculados a
ningún Estado musulmán se han organizado en los barrios para tener
un oratorio, en algunos casos sumamente modesto, alquilando pequeños
locales, pisos o incluso garajes.
La única condición que un lugar de culto ha de cumplir en este sentido
es la de poseer al menos un muro orientado a Meka, que constituye la
qibla y en donde se encuentra el mihrab, punto exacto de la dirección de
la oración. Debe tener, caso de ser posible, un espacio para realizar las
abluciones rituales, pero con un simple lavatorio o pediluvio y un grifo
es suficiente y ha de contar al menos con una estantería o un armario en
el que dejar el calzado. El mayor o menor ornato responde simplemente a
las posibilidades económicas de los fieles.
64 Montserrat Abumalham Mas

La tradición de llevar a cabo al menos una de las oraciones del viernes


en común, no es obligación en absoluto. De manera que los fieles pueden
cumplir con todo lo prescrito orando en su casa o juntándose en un salón
particular con otros fieles si lo desean.
La llamada a la oración, por otra parte, es también un hábito que se ha
ido imponiendo con el tiempo, y que, posiblemente, tenga su origen en
el modo de convocar a la asamblea eucarística mediante el toque de cam-
panas. Nace, por otra parte, de recordar a los fieles sus obligaciones, no
tanto para que acudan a la mezquita, lo que no es necesario, sino para que
cumplan con sus deberes religiosos allí donde estén a la hora adecuada.
Por último, en ningún caso estos lugares de culto musulmanes son
equiparables, salvo en el respeto debido, a los templos católicos en donde
se reconoce la presencia de la divinidad y, por lo tanto, cuentan con un ‘es-
pacio sagrado’. Pero esta «realidad de la presencia divina» es únicamente
compartida por los fieles de esa confesión. En el caso del islam esa presen-
cia no es ni siquiera pretendida por los fieles. Tampoco se puede hablar de
lugar de culto pues, como ya se ha dicho, la práctica de la oración, como la
de otros actos como los funerarios es simplemente un ritual.
El estatuto de los lugares en donde se practica algún ritual musulmán,
sea prescrito o devocional, puede ser diferente en cada uno de los países
de mayorías musulmanas. Generalmente estos lugares, junto con cemen-
terios, tumbas, hospitales y asilos u orfanatos, suelen depender o bien de
un Ministerio de Asuntos religiosos o bien de una Fundación religiosa y
regirse según la rama de derecho musulmán dominante en el lugar.
Lugares de culto y régimen urbanístico
Fernando Romero Saura

Departamento de Urbanismo
Universidad Politécnica de Valencia
Valencia

Sumario: 1. Objeto del trabajo. 2. El carácter normativo de los planes de urbanismo. 3. Dotaciones,
equipamientos y usos religiosos. 4. Dotaciones y equipamientos públicos y privados. 5. La exigencia
de los equipamientos religiosos desde el punto de vista urbanístico. 6. Las cargas urbanísticas de ce-
sión y las dotaciones de uso religioso. 7. La obtención gratuita de suelo dotacional o de otros inmue-
bles con destino a equipamientos religiosos. 8. Los templos dentro del régimen de compatibilidad
de usos en los edificios. 9. Los equipamientos religiosos como sistemas generales o sistemas locales.
10. La implantación de templos en las operaciones de reforma interior. 11. El suelo dotacional de uso
múltiple. 12. La obtención de suelo para equipamientos religiosos en las actuaciones asistemáticas.
13. La obtención de suelo para equipamientos religiosos en las actuaciones sistemáticas. 14. La adju-
dicación de edificabilidad de uso religioso o de uso dotacional múltiple privado en las actuaciones
sistemáticas. 15. La implantación del uso religioso mediante el sistema de concesión administrativa
sobre suelo dotacional público. 16. Posibles soluciones ante la extinción de la concesión. 17. La des-
afectación de los bienes demaniales. 18. La valoración del suelo a efectos de su adquisición una vez
obtenida la desafectación demanial. 19. Los convenios urbanísticos.

1. Objeto del trabajo


El tema se pretende abordar desde una perspectiva netamente urbanís-
tica, señalando cuál es la problemática y las posibles soluciones que en la
práctica se plantean para la implantación de los equipamientos religiosos,
más concretamente para la implantación de templos católicos. Dejo apar-
te, por tanto, lo relativo a los principios jurídicos que amparan la ubica-
ción de esas dotaciones y el tratamiento crítico que en el plano doctrinal
puede suscitar su implantación.
Por otra parte, debe advertirse que la efectiva implantación de templos
depende, en buena medida, de las circunstancias concretas que se den en
el municipio correspondiente según el carácter del gobierno local, nivel
de percepción por parte de la población de la necesidad de esos equipa-
mientos, mentalidad de los redactores del planeamiento, asociaciones con
66 Fernando Romero Saura

arraigo en la población, etc., por lo que se expone a continuación son los


elementos técnicos que pueden viabilizar la implantación de los templos.
En todo caso son estrategias técnico-jurídicas que, abstracción hecha de las
concretas circunstancias del municipio, resultan de general aplicación 1.

2. El carácter normativo de los planes de urbanismo


Un primer aspecto que conviene tener presente es el relativo a la na-
turaleza de los planes de urbanismo. El que sea un documento de carác-
ter técnico, realizado generalmente por arquitectos o ingenieros, con sus
correspondientes equipos de abogados, economistas, sociólogos u otros
especialistas, podría abocarnos a una idea de que el plan de urbanismo es
un mero documento de carácter proyectual.
La realidad es, sin embargo, muy distinta puesto que el plan de ur-
banismo tiene una naturaleza reglamentaria y, consecuentemente, tiene
carácter normativo, si bien es una norma peculiar, en tanto que la base
de la misma es una ordenación planimétrica sobre la que se instaura una
reglamentación que afecta a todo el territorio planeado 2. En el caso del
planeamiento general que constituye el sistema básico del urbanismo, el
territorio ordenado y regulado es todo el término municipal.

1. El estudio tiene como base las experiencias de la Comisión de Nuevos Templos insti-
tuida en el año 1991 por el Cardenal de Valencia D. Agustín García-Gasco y Vicente (1931-
2011) en aquella diócesis y que, entre otras diversas actuaciones, auspició la construcción
en Valencia de los templos, como edificios exentos, de El Espíritu Santo, Nuestra Señora de
los Dolores, San Maximiliano Kolbe, Los Mártires Valencianos, San Josemaría Escrivá, San
Luis Obispo y San José Obrero, éste último en Sagunto. Actualmente se encuentran en fase
de promoción el dedicado a San Isidro Labrador y otro más.
Las abreviaturas que se emplean en este trabajo son las siguientes:
– RDU Revista de Derecho Urbanístico y Medio ambiente
– RPOTAU Decreto 248/2004, de 14 de septiembre, de Castilla-La Mancha, por el que se
aprueba el Reglamento de Ordenación del Territorio y de la Actividad Urbanística
– RPU Reglamento de Planeamiento Urbanístico. Real Decreto 2159/1978
– RUCL Decreto 22/2004, de 29 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de Urba-
nismo de Castilla y León
– TRLS 1976. Real Decreto 1346/1976, de 9 de abril, por el que se aprueba el Texto Re-
fundido de la Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana.
– TRLS 2008 Real Decreto Legislativo 2/2008, de 20 de junio, por el que se aprueba el
Texto Refundido de la Ley de Suelo.
2. J. M. Baño León, Derecho Urbanístico Común, Madrid 2009, 128. «Los planes jurídica-
mente tienen el rango, no la naturaleza, del instrumento a partir del cual se aprueban. Si un
plan se aprueba mediante ley, será una ley. Si se aprueba mediante un acuerdo administra-
tivo, será un reglamento».
Lugares de culto y régimen urbanístico 67

El planeamiento general, constituido básicamente por los planes ge-


nerales y normas subsidiarias, regulan, como es sabido, los usos urba-
nísticos que pueden implantarse en cualquier parte del territorio plani-
ficado y, consecuentemente, sólo si el plan prevé un determinado uso,
sea viviendas, oficinas, industrias, equipamiento religioso, etc., puede
implantarse.
Esta primera observación básica nos lleva ya a una conclusión de capi-
tal importancia, cual es que aquellas instituciones que tienen un carácter
representativo de legítimos intereses que afectan a muchos ciudadanos,
han de velar por hacerse presente en la fase de redacción de los planes de
urbanismo para defender las correspondientes propuestas.
La participación pública en la fase de redacción de los planes siempre
ha tenido un carácter relevante y ha sido atendida por la Administración
actuante mediante los períodos de exposición al público de los planes,
pero actualmente esa fase ha salido muy robustecida como consecuencia
de la Ley 9/2006, de 28 de abril sobre Evaluación Ambiental Estratégica,
de la que se deriva la elaboración de estrategias de participación ciudada-
na en la tramitación del planeamiento general, de manera que el órgano
que aprueba el plan ha de considerar el nivel de esa participación ciu-
dadana. Así las cosas, cuando se trate de lograr que el plan considere la
implantación de una determinada dotación religiosa, es evidente que los
ciudadanos están legitimados para apoyar esa petición y es muy recomen-
dable que se utilicen las estrategias habituales en este tipo de procesos,
como es la firma de alegaciones por parte de numerosas personas, apoyos
de asociaciones, medios de opinión, etc. 3.
Además de esta cierta movilización, es natural que la cuestión se trate
con los responsables del planeamiento que se está confeccionando, tanto a
nivel técnico como político, designando las personas adecuadas que sean
válidos interlocutores. Es evidente que en esta fase se deciden los aspec-
tos fundamentales en orden a la ubicación de los equipamientos de que
tratamos.

3. R. Galán Vioque, Fundamentos de Derecho Urbanístico, Pamplona 2009, 406. «El TRLS
2008 conmina a las administraciones públicas competentes, con carácter general a los muni-
cipios, a impulsar la publicidad telemática en la elaboración de sus planes urbanísticos para
garantizar la difusión, entre otros aspectos, del anuncio de su sometimiento a información
pública».
68 Fernando Romero Saura

3. Dotaciones, equipamientos y usos religiosos


El derecho al disfrute de las dotaciones y los equipamientos por el ciu-
dadano se sitúa al máximo nivel, ya que forma parte del «estatuto de la ciu-
dadanía», entendiendo por tal, como señala el apartado IV de la Exposición
de Motivos del Real Decreto Legislativo 2/2008, de 20 de junio, por el que
se promulga el TRLS 2008, un régimen jurídico que asegure a la persona
el «disfrute en libertad del medio en el que vive, su participación en la or-
ganización de dicho medio y su acceso igualitario a las dotaciones, servi-
cios y espacios colectivos que demandan la calidad y cohesión del mismo».
Este solemne y justificado pronunciamiento del legislador no se corres-
ponde, sin embargo, con el rigor que debería presidir la materia. En efecto,
los términos de dotación aparecen entremezclado con el término “zona”,
efectuándose un uso indiscriminado de ambos y, en la praxis ordinaria, se
han venido designando realidades diversas. Por citar algunos ejemplos, se
habla de dotación escolar o de zona escolar o de equipamiento escolar de
modo indiferenciado, y esto mismo puede predicarse de otros usos como
el sanitario, al decir equipamiento sanitario, o dotación sanitaria, o zona sa-
nitaria y lo mismo podríamos decir de otros usos como el asistencial, admi-
nistrativo, religioso, etc. Como un término más o menos equivalente al de
zona, dotación y equipamiento se utiliza el de “reservas” para los sistemas
generales y locales, en donde aparecen las zonas verdes, administrativas,
comerciales, etc. Por si fuera poco, con el término “zona” podemos referirnos
indistintamente a una zona verde y, con iguales pretensiones de exactitud
conceptual, referirnos a la zona marítimo-terrestre, de dominio público, etc.
Esta falta de precisión ‒más bien confusión‒, ha permanecido y, to-
davía permanece, en los medios urbanísticos, lo cual ha sido puesto de
relieve de modo reiterado por la doctrina desde los primeros trabajos que
se publicaron en relación con el TRLS 1976 hasta las publicaciones recien-
tes. Llama la atención que un aspecto de tanto relieve y de uso habitual
en el urbanismo, haya padecido una tan acusada situación de orfandad
conceptual, tal vez explicable por ser una materia de frontera entre el de-
recho y la técnica urbanística, sin que haya sido suficientemente atendida
desde cualquiera de las dos vertientes. Un breve repaso por las opiniones
doctrinales ‒que no son muchas‒, nos lo demuestra. González Berenguer 4

4. J. L. González-Berenguer Urrutia, Dictamen sobre sistemas generales, RDU nº 127,


(marzo-abril 1992), 60.
Lugares de culto y régimen urbanístico 69

entiende que las dotaciones son «instituciones tendentes a la atención de


los ciudadanos». Moreno López 5, en el detallado análisis que realiza, dice
que «llama la atención poderosamente que la legislación urbanística haya
hecho de la institución de los sistemas generales, por ejemplo, un con-
cepto jurídico indeterminado, pese a su capital importancia. Igual suerte
corren las dotaciones locales y el equipamiento…
Es cierto que a lo largo de la Ley y del Reglamento de Planeamiento la
figura de los usos dotacionales aparece en más de una ocasión. No obstan-
te, como ya hemos visto, la legislación urbanística española no establece
una definición concreta que nos aparte del fantasma del concepto jurídico
indeterminado». Valcárcel Fernández 6 dice que «no es excesivo considerar
que las locuciones “dotaciones públicas” y “sistemas generales” integran
el acervo de conceptos urbanísticos y de ordenación del territorio que se
han consolidado en la cultura tradicional española en estas materias. Pese
a ello, en la legislación estatal no ha existido nunca un concepto perfecta-
mente diáfano y acuñado condensado en un precepto dedicado ex profeso
a concretar qué haya de entenderse por tales. Por el contrario, la idea que
encierran las expresiones ha debido extraerse de los artículos que, dando
por entendida su definición abstracta o, a lo sumo, recordando alguna de
las notas que veremos la integran, ponen ejemplos de las mismas o buscan
directamente fijar el régimen jurídico de su gestión». Fernández Criado y
Quintana Quintana 7 afirma que se trata de un «tema poco estudiado de
forma sistemática» a pesar de la gran importancia que reviste. Ruiz Che-
ca 8 dice que «en la legislación estatal no ha existido nunca un concepto
perfectamente diáfano y acuñado condensado en un precepto dedicado
ex profeso a concretar qué haya de entenderse por dotación pública».

5. J. Moreno López, Dotaciones, equipamientos urbanísticos, Madrid 1999, 86. Cita a Ji-
ménez de Cisneros para quien «el concepto de dotación/dotación pública para describir
aquellos usos urbanísticos destinados a satisfacer necesidades colectivas, sin que, por el
contrario se hubiere establecido su definición o régimen jurídico».
6. P. Valcárcel Fernández, Introducción a la gestión de las dotaciones públicas, redes pú-
blicas, sistemas generales y dotaciones locales: actualidad de la distinción, RDU nº 222 (diciembre
2005), 33.
7. J. Fernández Criado y L. Quintana Quintana, Dotaciones de las normas municipales,
su régimen, según la legislación urbanística de Castilla y León, Revista Técnica Especializada en
Administración y Justicia Municipal. El Consultor, nº 13, (2010), 26.
8. A. Ruiz Checa, Dotaciones públicas, espacios libres y zonas verdes como factor de calidad
de la ciudad. Revista Técnica Especializada en Administración y Justicia Municipal. El Con-
sultor, n. 6 (2011), 73.
70 Fernando Romero Saura

Moreno López 9 renuncia a efectuar una definición conceptual de do-


tación y efectúa una descripción de las dotaciones en base a las siguientes
características: A) Es un servicio de interés público ya que los usos do-
tacionales implican la prestación de un servicio a la comunidad. B) Son
servicios de interés social, ya que la ciudad implica una dimensión social
de servicio igualitario a los ciudadanos. C) Están integradas en el equipo
urbano comunitario: la dimensión pública y social exige que la dotación
se encuentre al mismo nivel del conjunto de todas las dotaciones de la
ciudad. D) Proporcionalidad a las necesidades y características socio-eco-
nómicas de la población. Son las deficiencias de la vida ciudadana las que
marcarán la proporcionalidad de los medios a utilizar.
Finalmente, para Valcárcel Fernández 10 los términos “dotaciones pú-
blicas” y “sistemas generales” en la legislación española han carecido
de un concepto diáfano y en la cultura tradicional se vienen empleando
como sinónimos.
Del análisis efectuado puede concluirse en que, pese a que los términos
dotación y equipamiento urbanístico son de uso ordinario en el urbanis-
mo, la doctrina no ha ido más allá de señalar los borrosos e indefinidos
perfiles que adornan al concepto, cuestión que, si bien desde la óptica
doctrinal produce una clara perplejidad, es inevitable que de ella se de-
rive una acusada inseguridad jurídica, puesta de relieve en la abundante
jurisprudencia emanada al efecto.
A partir de la situación expuesta, hay que advertir que algunos desa-
rrollos reglamentarios de las legislaciones autonómicas han aportado im-
portantes elementos que sirven para clarificar los conceptos, si bien se cir-
cunscriben al ámbito de la correspondiente comunidad autónoma, pero,
es obvio, que proporcionan un estimable efecto clarificador. A mi juicio,
son dos desarrollos reglamentarios los que de modo bastante coincidente
aportan una definición de dotación urbanística. En Castilla y León, la DA
Única RUCL da una definición más bien descriptiva, como «el conjunto
de los sistemas y elementos que se caracterizan por estar destinados al
servicio de la población, que comprenden vías públicas, servicios urba-
nos, espacios libres públicos, equipamientos y espacios protegidos» y con
ella coincide, en buena medida la definición de uso dotacional recogida

 9. J. Moreno López, Dotaciones, equipamientos…, cit., 89.


10. P. Valcárcel Fernández, Introducción a la gestión de las dotaciones públicas, redes pú-
blicas, cit., 40.
Lugares de culto y régimen urbanístico 71

en el desarrollo reglamentario de Castilla-La Mancha, Anexo I RPOTAU.


Otros elementos clarificadores se extraen de la legislación estatal, pero no
del TRLS 1976 que alberga un planteamiento confuso, sino del RPU y más
concretamente del Anexo RPU.
Por tanto, nos encontramos con una relación o interdependencia entre
unos usos principales ‒residir o trabajar‒ y otros que tienen una relación
de dependencia, como son las vías públicas, las zonas verdes, los espacios
libres y los equipamientos que acondicionan adecuadamente el suelo, y
están al servicio de los usos residenciales, industriales o terciarios. Esta
relación entre uso principal y uso dependiente viene referida con toda cla-
ridad en el Anexo RPU en el que se dice que los planes parciales preverán
las dotaciones de equipamiento comunitario que señale el plan general,
«distinguiéndose, en todo caso, en razón de los usos dominantes, los si-
guientes:
–Dotaciones necesarias en suelo residencial.
–Dotaciones necesarias en suelo industrial.
–Dotaciones necesarias en suelo destinado a uso terciario».
Una característica importante de estos usos dependientes es que exi-
gen para su implantación una reserva específica de terreno, ya que pue-
den existir determinados usos que están al servicio de la población (o del
uso residencial, industrial o terciario) y, sin embargo, para su implanta-
ción no exigen esa reserva específica. Pensemos, por ejemplo, en un cen-
tro de educación infantil que tiene el carácter de estar al servicio del uso
residencial, pero puede estar instalado en la planta baja de un edificio y
su implantación obedece a que las ordenanzas del plan establecen que
ese uso es compatible con el residencial. En cambio, si ese centro escolar
se dispone sobre una reserva específica de terreno, estaríamos ante una
dotación urbanística. Esta nota de reserva específica aparece con toda niti-
dez en la legislación estatal, cuyo art. 25 RPU habla de “reservas” de suelo
para los sistemas generales y el art. 48 RPU que trata de «las reservas de
suelo que se prevean para dotaciones de planes parciales», y el art. 49 que
habla de «las reservas de terrenos de dominio y uso público que el plan
parcial debe establecer…». El Anexo al RPU se titula “Reservas de Suelo
para Dotaciones en Planes Parciales”.
Por tanto, a partir de la descripción (que no definición) del RUCL y de las
notas extraídas del RPU, a que antes se ha hecho referencia, y configurando
todo ello en una expresión genérica, susceptible de aplicarla en cualquier
72 Fernando Romero Saura

caso, puede definirse la dotación urbanística como aquel uso pormenori-


zado, al servicio de un uso principal residencial, industrial o terciario, bien
de carácter global o pormenorizado, cuya implantación exige una reser-
va específica de terreno. Esta definición se corresponde con la dotación de
zona verde, de espacio libre, de viario, de aparcamiento, de parque, etc.
Una vez configurado el concepto de dotación urbanística, procede
plantearnos qué deba entenderse por equipamiento urbanístico con el fin
de encuadrar a los lugares de culto y más específicamente a los templos,
en la categoría de dotación o equipamiento, cuestión que tiene su trascen-
dencia vistas las cosas desde la óptica del planeamiento urbanístico.
La doctrina ha venido aventurando alguna aproximación al concepto
de equipamiento, pasando superficialmente sobre la cuestión, o, cuando
se ha querido entrar con más profundidad, sin llegar, en cualquier caso,
a ofrecer una imagen acabada. Argullol Morgadas 11 dice que «en la evo-
lución de nuestra legislación urbanística no han sido los equipamientos
comunitarios ‒entendiendo por tales las instalaciones que proporcionan
servicios tales como hospitales, escuelas, seguridad y administración, tea-
tros…‒, la determinación que ha tenido inicialmente mayor atención…».
Moreno López 12 afirma que «alcanzar una definición de esta institución
posee una notable complejidad que debemos desentrañar. Al igual que las
dotaciones, los equipamientos siguen siendo servicios de interés público
y social proporcionales a las necesidades y características de la ciudad;
ahora bien, si las infraestructuras poseían la característica de servir de
acomodo a procesos económicos y a otros servicios, los equipamientos
constituyen esos procesos económicos y esos servicios. La posibilidad de
equipamiento, de esta modalidad de equipamiento que nosotros ofrece-
mos puede ser muy variada. Desde el residencial, al industrial, pasando
por el comercial, turístico, etc.». Como puede observarse, existe una con-
fusión con los usos ya que el equipamiento se identifica con un proceso
económico de carácter residencial, industrial, etc.
González Romero 13, ya citado, refiere que «equipamiento, referido a
las aglomeraciones urbanas, equivale a conjunto de los elementos necesa-

11. E. Argullol Morgadas, Notas sobre el régimen jurídico de los equipamientos, RDU nº
84, (julio-septiembre) 1983, 14.
12. J. Moreno López, Dotaciones, equipamientos urbanísticos, Madrid 1999, 113.
13. G. González Romero, En torno a la problemática de los equipamientos, RDU nº 51, (ene-
ro-febrero 1977), 39.
Lugares de culto y régimen urbanístico 73

rios para el cumplimiento de sus funciones: la reproducción de la fuerza


de trabajo (equipamiento escolar, sanitario, social y de instrucción: clubs,
bibliotecas, cines, espacios verdes); la reproducción y sobre todo, distribu-
ción de las mercaderías (equipamiento comercial: almacenes, oficinas, etc.,
y de transportes); la administración pública (edificios, oficinas públicas) y
la dotación de infraestructuras (vías públicas, energía, comunicaciones…
agua, cloacas, alcantarillado). En el concepto de equipamiento domina,
por tanto, la idea de función comunitaria». Como se ve, se trata de una
enumeración en la que se mezclan elementos de distinta naturaleza y no
resulta posible extraer ni delimitar un concepto de equipamiento.
La legislación de Castilla y León, en la DA Única RUCL define el equi-
pamiento como «sistema de construcciones, instalaciones y espacios aso-
ciados que se destinen a la prestación de servicios básicos a la comunidad,
de carácter educativo, cultural, sanitario, social religioso, deportivo, admi-
nistrativo, de ocio, de transporte y logística, de seguridad, de cementerio y
de alojamiento de integración». A mi entender, esta definición concuerda
plenamente con las características que se han extraído de la legislación
estatal que, si bien no entra en una definición del equipamiento, sí que
sienta las bases para una correcta deducción.
Esta definición guarda una gran similitud con la propuesta por Pons
González y del Arco Torres 14 para quienes los equipamientos comprenden
«todos aquellos centros de servicio de toda la población, determinados usos
administrativos, comerciales, culturales y docentes, sanitarios, asistenciales,
religiosos, cementerios y cualquiera otros que se consideren necesarios para
el mejor desarrollo de los intereses comunitarios: aquellas instalaciones y
obras cuya implantación pueda influir de forma sustancial en el desarro-
llo del territorio, como centros productores de energía y otras análogas».
Sobre la base de las anteriores referencias, podemos afirmar que el
equipamiento es una modalidad de dotación urbanística, provista de ele-
mentos constructivos o edificatorios que pueden ser muy variados, sin
que resulte necesario, a nuestro juicio, acudir, como hace el RUCL, a enu-
merar la tipología de posibles equipamientos (educativo, cultural, sanita-
rio, etc.), por la sencilla razón de que, como dotaciones que son, están al
servicio de un uso global o pormenorizado de carácter principal.

14. M. Pons González y M. A. del Arco Torres, Diccionario de derecho urbanístico, Gra-
nada 1993, 176.
74 Fernando Romero Saura

En consecuencia, podría definirse el equipamiento como una dotación


urbanística caracterizada por la exigencia específica de un sistema de
construcciones, edificaciones y espacios asociados, al servicio de un uso
global o pormenorizado de carácter residencial, industrial o terciario. Este
es el concepto que con toda exactitud recoge la STSJ de Castilla-León (sede
Burgos) de 21 mayo 2010 (EDJ 2010/170277) cuando dice: «… por cuanto
se trata de una dotación urbanística de equipamiento…» 15.
A la vista de las dos configuraciones ‒dotación y equipamiento‒ es cla-
ro que los lugares de culto entran dentro de la categoría de equipamiento
asociado a un determinado uso, como seguidamente veremos.
Los usos urbanísticos se encuadran en una clasificación básica que
comprende usos urbanísticos globales y pormenorizados, a partir de los
cuales se encaja la categoría de uso religioso. Procede, por tanto, examinar
primeramente el carácter de aquéllos.
Parece acertada la definición de uso global formulada por Fajardo Spí-
nola 16 cuando dice que «es la determinación estructurante que, sobre un
recinto espacial de dimensión significativa, establece el destino funcional
que el planeamiento le atribuye respecto al conjunto del territorio».
El uso global viene configurado, según el art. 25 RPU, como un ele-
mento integrante de la estructura general y orgánica del territorio, al decir
que esta se compone, entre otras determinaciones, por «la asignación a las
diferentes zonas de los usos globales cuya implantación se prevea, y la intensidad
de los mismos» y como tal determinación fundamental garantiza su estabi-
lidad, ya que la alteración del uso global sólo puede efectuarse mediante
el procedimiento de revisión del plan en tanto que tal alteración afecta al
modelo urbanístico adoptado 17.

15. Un ejemplo reciente de la imprecisión con que se siguen empleando los conceptos, nos
lo ofrece la Ley 2/2012, de 23 de enero, de modificación de la Ley 7/2002, de 17 de diciembre,
de Ordenación Urbanística de Andalucía (BOE 23 de febrero de 2012), cuyo Art. Ocho, dice:
«Las reservas para dotaciones, tales como parques y jardines, centros docentes, sanitarios o
asistenciales, equipamiento deportivo, comercial, cultural o social, alojamiento transitorio de
promoción pública y aparcamientos, deberán localizarse de forma congruente con los criterios
establecidos en el apartado E) del artículo nueve…». A mi juicio, según se ha razonado, los cen-
tros docentes, sanitarios o asistenciales, conceptualmente son equipamientos, al mismo nivel
que el equipamiento comercial, cultural o social y no deben calificarse como dotaciones. Por
otra parte, si se trata de un aparcamiento en superficie anejo a red viaria, no puede equipararse,
por ejemplo a un centro cultural, y merece la calificación de dotación y no de equipamiento.
16. L. Fajardo Spínola, Sistema de planeamiento en Canarias, Madrid 2006, 299.
17. Art. 154.3 RPU: «Se entiende por revisión del Plan la adopción de nuevos criterios
respecto de la estructura general y orgánica del territorio o de la clasificación del suelo,
motivada por la elección de un modelo territorial distinto…».
Lugares de culto y régimen urbanístico 75

La pormenorización de los usos se regula también en base a la com-


binación de elementos sustantivos con otros de carácter formal. Según el
primer criterio el uso pormenorizado, como dice el Anexo I RPOTAU, se
corresponde con las diferentes tipologías en las que puede desagregar-
se el uso global. Así, por ejemplo, una tipología de bloque exento pue-
de albergar un uso residencial unifamiliar, plurifamiliar, vivienda libre o
protegida, comercial, oficinas u otros análogos. A nuestro entender, este
planteamiento del RPOTAU nos parece claramente aceptable, por más
que algún autor haya efectuado algún planteamiento que puede parecer
contrario y, a nuestro juicio, no suficientemente concluyente 18.
La siguiente relación es la de compatibilidad entre los usos, concepto
que se utilizará más adelante El art. 165 ROTUA determina que es uso
compatible aquél que, en determinada proporción, puede sustituir al uso
predominante, sin que éste pierda su carácter, mientra que el prohibido o
incompatible es el que se excluye en razón de que imposibilitarían el logro
de los objetivos fijados por el plan. El uso complementario es aquel que se
juzga necesario para el desarrollo del uso predominante o que se estable-
ce para garantizar una adecuada diversidad de usos en la trama urbana.
Finalmente, usos incompatibles o prohibidos son aquellos contrarios a la
ordenación urbanística propuesta.
A la vista de todo lo anterior hay que decir que los lugares de culto
entran dentro de la categoría de uso pormenorizado, comprendido dentro
de otro global que ordinariamente será el residencial, aunque no puede
descartarse que fuera también el terciario y, más raramente, pudiera ser el
industrial. Resulta de interés atender a la configuración que efectúa el Re-
glamento de Ordenación y Gestión Territorial y Urbanística de la Comu-

18. R. Del Caz Enjuto, J. Lorente Ruesga y M. Saravia Madrigal, Derecho Urbanístico
de Castilla y León, Madrid 22005, 764. «De manera que no debe confundirse la tipología edi-
ficatoria con el uso. Ésta también ha de definirse para cada zona (para cada tesela), y tiene
sus propias ordenanzas (altura máxima, posibilidades de vuelos o aleros, determinado tipo
de cerramiento o de cubiertas, etc.), que se aplicarán a la edificación que allí vaya a cons-
truirse, sea residencial o comercial, oficina o taller, o mezcla de ambos. Pero tiene, en prin-
cipio, poco sentido hablar de uso “vivienda unifamiliar”, integrando en un solo concepto
las condiciones de edificación y las de uso, cuyas lógicas son diferentes. Sólo cabría esa
simplificación (hablar de uso de “vivienda unifamiliar”) cuando la correspondencia fuera
biunívoca y exclusiva, lo que no es frecuente. De manera que en cada tesela habría un uso
pormenorizado (digamos, por ejemplo “residencial 1”, por el que se permitirían instalar allí
un buen grupo de los usos básicos previstos, con sus específicas condiciones de compatibi-
lidad), y una tipología edificatoria, más o menos determinada (quizá reducida a unos pocos
parámetros)». A nuestro juicio, si bien es cierto que una cosa es el uso y otra la tipología, es
ésta la que se desagrega en usos pormenorizados posibles.
76 Fernando Romero Saura

nidad Valenciana, promulgado por Decreto 67/2006, de 12 de mayo, que


establece un uso global genérico al que denomina “dotacional” dentro del
cual se comprenden los usos asistenciales, administrativos, deportivos,
religiosos, aparcamientos, de seguridad, etc.

4. Dotaciones y equipamientos públicos y privados


El equipamiento religioso se configura como privado y comparte esa
naturaleza con otros muy variados usos y, consecuentemente, le resultan
predicables los aspectos generales de los equipamientos privados. El que
muy diversas iniciativas empresariales privadas puedan disponer de sue-
lo para poderse implantar es una cuestión de trascendencia económica y
social. Para las iniciativas empresariales de tipo industrial o de tipo ter-
ciario, los planes prevén suelo para ubicarlas. Sin embargo, existen otras
muchas iniciativas que tienen un carácter claramente dotacional como
centros hospitalarios, educativos, culturales, deportivos, religiosos, etc.,
para los que muy frecuentemente no existe previsión del plan para su
ubicación. En estos casos, dependiendo del interés y tesón del promotor,
es preciso acudir a la consabida negociación municipal, muchas veces vía
convenio, para encontrar una ubicación, a veces con modificaciones pun-
tuales de planeamiento.
Hay legislaciones autonómicas en las que los sistemas generales y lo-
cales a prever por el plan son siempre y únicamente públicos. La primera
legislación autonómica que se posicionó en este sentido fue la Ley Regu-
ladora de la Actividad Urbanística de la Comunidad Valenciana (1994),
criterio rectificado posteriormente por la vigente Ley Urbanística de la
Comunidad Valenciana (2005). En la actualidad las legislaciones cuya pre-
visión de dotaciones y equipamientos son únicamente públicos son las de
Galicia, Cataluña, Castilla-La Mancha, Navarra y Extremadura.
Ésta es, a nuestro entender, una cuestión tratada de modo superficial
en los planes de ordenación, o ni siquiera planteada, cuando lo cierto es
que existen mandatos constitucionales que contemplan esta realidad. En
primer lugar, el art. 38 de la Constitución Española que dice:

«Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de merca-


do. Los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la
productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su
caso, de la planificación».
Lugares de culto y régimen urbanístico 77

Aunque la referencia que se hace en el art. 38 de la Constitución a la


planificación se refiere a la económica, lo cierto es que cualquier iniciati-
va empresarial sea económica, cultural o social, requiere un suelo sobre
el que radicarse y, en este sentido, la planificación económica está unida
indisolublemente a la planificación territorial y difícilmente puede haber
una garantía para el principio de libertad de empresa sin que exista una
justificada versión territorial del mismo y no solo por lo que se refiere al
suelo industrial y terciario, sino también al dotacional. Por otra parte, el
art. 2 del vigente Texto Refundido de la Ley del Suelo promulgada por
Real Decreto Legislativo 2/2008, de 20 de junio, al tratar del desarrollo
territorial y urbano, como no podía ser de otra manera, enlaza con «los re-
querimientos económicos», como uno de los elementos a armonizar en el
uso racional del suelo. Igualmente la jurisprudencia hace referencia a que
los sistemas generales no pueden definirse por el plan en consideración
nada más que de criterios urbanísticos 19.
Las referencias a las dotaciones privadas en las legislaciones autonó-
micas son muy variables. Así, a modo de ejemplo, en el País Vasco, art.
54 de la Ley 2/2006, de 30 de junio, de Suelo y Urbanismo contiene un
amplia formulación según la cual se admiten los equipamientos colectivos
privados, tales como centros comerciales, religiosos, culturales, docentes,
deportivos, sanitarios, asistenciales, de servicio técnico y de transporte y
demás equipamientos privados de interés público o social. En Navarra
el art. 53 de la Ley Foral 35/2002, de 20 de diciembre, de Ordenación del
Suelo y Urbanismo, después de decir que las redes de dotaciones deben
de ser de dominio y uso público, establece una tímida referencia a las “fór-
mulas concertadas que se establezcan con los particulares para su man-
tenimiento y conservación”. En la Rioja, el art. 63 de Ley 5/2006, de 2 de
mayo, de Ordenación del Territorio y Urbanismo, se limita a decir que el
planeamiento debe definir el carácter público o privado de las dotaciones.
En la Comunidad Valenciana, el art. 52 de la Ley 16/2005, de 30 de di-

19. STSJ de Andalucía de 17 enero 2010, Sección 2ª (EDJ 2007/30622). Los sistemas gene-
rales «no sólo se prevén y desarrollan bajo criterios puramente urbanísticos o territoriales,
sino que entran a ponderación otra serie de criterios y elementos fundamentales para su de-
terminación, como son los económicos, diversificados en aspectos tales como industriales,
comerciales, turísticos, comunicación… en definitiva los sistemas generales forman parte
de la ordenación estructural, para cuyo desarrollo no sólo se tienen en cuenta aspectos pu-
ramente urbanísticos, sino también aquellos que determinan la función llamada a cumplir y
el servicio a prestar, lo que excede del marco estrictamente urbanístico, abarcando aspectos
como los citados».
78 Fernando Romero Saura

ciembre, Urbanística Valenciana prevé la implantación de equipamientos


privados en la red estructural siempre que por su relevancia o función
contribuyan a la estructuración de la ciudad. Posteriormente, el art. 132
del Decreto 67/2006 de 12 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento
de Ordenación y Gestión Territorial y Urbanística, determinó que las do-
taciones de dominio privado pueden ser las de uso recreativo-deportivo,
educativo-cultural, asistencial y servicio urbano-infraestructuras. Dentro
de las dotaciones asistenciales se comprenden las de uso religioso.

5. La exigencia de los equipamientos religiosos desde el punto


de vista urbanístico

El Texto Refundido de la Ley de Suelo, promulgado por el Real Decreto


Legislativo 2/2008, de 20 de junio, de aplicación básica, contiene elemen-
tos importantes desde los cuales se puede exigir la implantación de los
equipamientos de uso religioso, como son los arts. 2 y 3 en los que se
reclama que el suelo sea utilizado de acuerdo con el interés general, el art.
2. C) en el que se exige que el medio urbano esté suficientemente dotado,
exigencia que se repite en el art. 12. 3 al advertir que el suelo urbano debe
estar provisto de las dotaciones y servicios requeridos por la población.
Una exigencia más precisa se encuentra en el Texto Refundido de la
Ley del Suelo de 1976 promulgado por Real Decreto 1346/1976, de 9 de
abril, de aplicación supletoria en todo el Estado, en razón de la Sentencia
del Tribunal Constitucional 61/97 de 20 marzo, en cuyo art. 12 se exige
expresamente para el suelo urbano la dotación de templos. Sin embargo,
con independencia de los pronunciamientos anteriores, la buena praxis
urbanística conlleva el análisis de las necesidades comunitarias que se
perciben en el territorio a ordenar para darles cumplida satisfacción.
Consecuentemente el suelo urbano ha de contar con las dotaciones y
equipos que el uso residencial exige, y es evidente que una parte aprecia-
ble de la población requiere las dotaciones de uso religioso. Esta exigencia
junto con la de otros equipamientos, debe ser tratada por los redactores de
los planes de urbanismo en un documento integrante del mismo, cual es
la Memoria Justificativa, refiriendo y justificando que el plan satisface las
necesidades colectivas de la población que se asienta en ese territorio.
En la práctica, la asignación específica y espontánea de una dotación
urbanística de uso religioso en el plan de urbanismo, puede calificarse, al
Lugares de culto y régimen urbanístico 79

menos, de poco frecuente y sólo se produce si existe una previa deman-


da manifestada en el período de información pública del plan, trámite
al que nos hemos referido anteriormente. Los equipos redactores de los
planes suelen tener otras preferencias a la hora de equipar el suelo, y ello
con independencia del color político del gobierno municipal. Sólo si se ha
percibido una demanda previa o incluso una apreciable presión social, los
redactores del plan, en concordancia con el gobierno municipal, optarán
por asignar en el plan una dotación de uso religioso.

6. Las cargas urbanísticas de cesión y las dotaciones


de uso religioso

Las dotaciones de uso religioso satisfacen un indudable interés públi-


co, no solo desde el punto de vista subjetivo de los fieles que acuden a
los mismos y valoran su existencia, sino también desde el punto de vis-
ta objetivo, por cuanto actualmente un templo no se concibe únicamente
como una sede cultual, sino que tiene un carácter complejo en el que se
desarrollan múltiples actividades en beneficio de la sociedad. En efecto,
los templos que se proyectan actualmente, como elementos anejos dispo-
nen de aulas para la impartición de formación cultural y religiosa, lugares
de reunión, realizan a veces funciones asistenciales como centro de día,
entrega de alimentos, etc. Esta naturaleza hace que algunas legislaciones
autonómicas, como por ejemplo la valenciana, considere a los templos
como elementos integrantes del uso asistencial.
Este carácter es el que en el Texto Refundido de la Ley del Suelo de
1976, hoy legislación estatal supletoria, hacía que los templos fueran eng-
lobados bajo el epígrafe de «servicios de interés público y social». A partir
de aquí pudo surgir alguna hipótesis sobre la exigencia por parte de los
propietarios de cesión gratuita de los suelos destinados a equipamientos
religiosos, tal como sucede con los suelos destinados a zonas verdes, o
zonas escolares. Sin embargo, las distintas leyes del suelo han mantenido
el principio de no exigibilidad como cesión gratuita del suelo destinado a
este tipo de equipamientos y actualmente este extremo queda refrendado
por el art. 16 del Texto Refundido de la de Suelo de 2008, promulgado por
Real Decreto Legislativo 2/2008, de 20 de junio, de aplicación básica, en el
que las obligaciones de cesión de suelo para dotaciones y equipamientos
se circunscriben a los «viales, espacios libres, zonas verdes y restantes do-
taciones públicas incluidas en la propia actuación o adscritas a ella».
80 Fernando Romero Saura

7. La obtención gratuita de suelo dotacional o de otros inmuebles


con destino a equipamientos religiosos

Dado el carácter de interés general con que urbanísticamente se revis-


ten los equipamientos religiosos, si bien no procede la cesión obligatoria
y gratuita del suelo para su implantación, no obstante, existe otro marco
normativo, distinto al urbanístico, que contempla la posible cesión gratui-
ta de suelo o bien de edificios con destino a cumplir esa finalidad.
Por lo que se refiere a la posible cesión gratuita de suelo por parte de
las entidades locales, debe acudirse al art. 109.2 del Reglamento de Bienes
de las Corporaciones Locales, promulgado por Real Decreto 1372/1986, de
13 de junio, en el que se prevé la cesión gratuita de bienes patrimoniales
a entidades o instituciones públicas para fines que redunden en beneficio
de los habitantes del término municipal, así como a las instituciones pri-
vadas de interés público sin ánimo de lucro.
Aunque no nos corresponde hacer un análisis de las condiciones que
establece el art. 109.2 del Reglamento de Bienes, parece claro que las con-
fesiones religiosas, al menos la Iglesia Católica, lleva a cabo una efectiva
labor social, puesto que, como ya se ha advertido, un nuevo templo en la
actualidad no se concibe únicamente como un espacio cultual sino que el
proyecto arquitectónico alberga otros variados usos complementarios del
culto, que tienen un carácter eminentemente social y asistencial como son
centros de día para atención de personas mayores, aulas para instrucción,
almacén de alimentos para socorrer a personas necesitadas, atención a in-
migrantes, promoción de actividades recreativas, celebración de eventos
sociales, etc. y todo ello de forma gratuita merced a la colaboración solida-
ria de muchos fieles. Difícilmente puede negarse que se trata de fines que
redundan en beneficio de los habitantes del término municipal.
En cuanto a la cesión gratuita de suelo u otros bienes inmuebles para
equipamientos religiosos por parte del Estado o de las Comunidades Au-
tónomas, esta posibilidad se contempla en el art. 145 de la Ley 33/2003
del Patrimonio de las Administraciones Públicas que prevé una cesión
gratuita para fines de utilidad pública o interés social a las comunidades
autónomas, entidades locales, fundaciones públicas o asociaciones decla-
radas de utilidad pública, si bien la propiedad sólo se puede transmitir a
las comunidades autónomas, entidades locales o fundaciones públicas.
En los demás casos, lo que se puede transmitir es el uso y éste sometido
a las limitaciones que puedan establecerse. El art. 137 de la misma Ley, al
Lugares de culto y régimen urbanístico 81

tratar de las formas de enajenación, establece que cuando el adquirente


sea una entidad sin ánimo de lucro declarada de utilidad pública o una
iglesia, confesión o comunidad religiosa, se podrá efectuar una enajena-
ción directa.

8. Los templos dentro del régimen de compatibilidad


de usos en los edificios

Como se ha dicho anteriormente, lo característico de la dotación y del


equipamiento es la exigencia de una reserva específica de terreno, concep-
to que se corresponde con la imagen tradicional de templo o iglesia como
edificio exento. En época más reciente, hemos asistido al fenómeno de
ubicación de templos en las plantas bajas de edificios residenciales, lo cual
se ha dado generalmente en zonas de expansión de las ciudades, a veces
en condiciones un tanto precarias. En estos supuestos ya no estamos ante
una dotación, ni ante un equipamiento, puesto que no existe una reserva
específica de suelo, sino ante una implantación en un suelo residencial en
el que se tolera la ubicación de un uso secundario que se considera com-
patible con el residencial.
Esta posibilidad no suele encontrar dificultades por parte de los re-
dactores de los planes, puesto que no supone ningún pronunciamiento a
priori y simplemente se deja abierta una posibilidad de implantación del
uso religioso en las plantas bajas de los edificios. Generalmente, en los pla-
nes de urbanismo, el uso religioso entra dentro del grupo del dotacional,
al lado del sanitario, asistencial, recreativo, institucional, residencias de
tercera edad, guarderías, etc. La ubicación de templos en las plantas ba-
jas se ha visto propiciada por la confluencia de diversos factores. Uno de
ellos ha sido la falta de previsión por parte de los redactores de los planes
de urbanismos a quienes no se les reclamó en su momento la previsión
de equipamientos, otras veces han sido motivos económicos y también
ideológicos en cuanto que, en determinados momentos, la imagen de un
templo exento se consideró como un signo de cierta prepotencia.
Lo cierto es que, según mi experiencia, bastantes plantas bajas prestan
un servicio en unas condiciones un tanto deficientes y de muy difícil re-
emplazamiento, a no ser que se tratara de un intercambio de una planta
baja por otra de mejores condiciones, ya que el tratamiento en suelo es-
pecífico, como tal dotación urbanística, es muy difícil dado el nivel de
ocupación del suelo urbano.
82 Fernando Romero Saura

Cuando se trata de la implantación del uso religioso en complejos resi-


denciales, no sólo hay que atender al plan de ordenación urbana que per-
mita en régimen de compatibilidad el uso religioso, sino que hay que acu-
dir también a los estatutos de la propiedad horizontal, de los que suelen
estar dotados esos complejos que pueden contener restricciones privadas
del uso urbanístico e imposibilitar la implantación del uso religioso.

9. Los equipamientos religiosos como sistemas generales o sistemas


locales

Todas las redes de dotaciones y equipamientos se encuadran dentro


de esta clasificación básica de sistemas generales y locales que, en algunas
legislaciones autonómicas, concuerda con la de ordenación estructural y
ordenación pormenorizada. Los sistemas generales los integran aquellos
equipamientos y dotaciones que, por su relevancia, puede decirse que es-
tán al servicio de toda la población. En una población de tamaño pequeño
o mediano, los templos existentes suelen estar catalogados como sistemas
generales, ya que prestan un servicio general a toda la población. En estos
casos el plan urbanístico se limita a recoger lo existente, pero conviene
estar sobre aviso para que se le asigne la calificación correcta, y también
del tratamiento de zonas perimetrales o anejas a los templos que a ve-
ces existen, y que los redactores de los planes tienden a calificarlas como
zonas de uso público, cuando son de titularidad privada y anejas a un
equipamiento del que reciben todo su significado y su sentido histórico.
En las grandes poblaciones pueden coexistir las calificaciones de sistemas
generales y locales, dado que algunos templos se consideran al servicio de
áreas muy definidas.
Situación distinta es la del suelo que se proyecta como ensanche de la
población, esto es, el suelo periférico que puede no estar próximo a los
templos existentes en el casco urbano, o el suelo alejado del casco, como es
el caso de las actuaciones típicas de segunda residencia. En estos casos los
equipamientos religiosos tienen el carácter de sistemas locales, por cuanto
el servicio que prestan se refiere a un ámbito definido que en términos
urbanísticos constituye un sector.
En los supuestos anteriores, el logro de los objetivos queda enteramen-
te en manos de los responsables de la diócesis o de la parroquia corres-
pondiente y, de no mantenerse al tanto del proceso de elaboración del
Lugares de culto y régimen urbanístico 83

plan, puede llegarse al resultado de total carencia de los equipamientos


religiosos. En la segunda situación ‒suelo alejado del casco urbano‒, al
tratarse de un suelo en el que no existe ninguna ocupación, por ser de nue-
va factura, seguramente ningún ciudadano, en la fase de tramitación del
plan, presentará alegaciones reclamando la carencia de un servicio cuya
existencia se echará en falta más adelante. De no existir la previsión del
plan, se cierra la posibilidad de existencia de equipamientos religiosos.

10. La implantación de templos en las operaciones de reforma


interior

Junto a las actuaciones urbanísticas de ensanche a las que nos hemos


referido anteriormente, existen otras que operan en el interior de la ciudad
ya construida y que tienen como fin la regeneración de áreas más o menos
degradadas, implantar equipamientos en zonas carentes de los mismos,
esponjar el tejido urbano creando nuevos viarios, mejorar las condiciones
de habitabilidad, etc. Cuando estas operaciones tienen lugar en los cas-
cos históricos ‒supuesto frecuente‒ no suelen ser precisos nuevos equi-
pamientos religiosos ya que estas zonas, generalmente, están suficiente-
mente dotadas. Sin embargo, también pueden llevarse a cabo en áreas
de borde de la ciudad en las que se reclasifica el suelo que antes estaba
ocupado por naves, almacenes, industrias, etc. y se recalifica en suelo re-
sidencial, en cuyo caso la situación es parecida a la que ya se ha referido
anteriormente para el suelo de ensanche.

11.  El suelo dotacional de uso múltiple


La praxis urbanística ha demostrado que la asignación de usos dota-
cionales muy específicos y limitados desde el planeamiento no suele ser
aconsejable, por el hecho de que las determinaciones del plan se adoptan
en unas concretas circunstancias que pueden variar con el paso del tiem-
po. Baste recordar que desde que el plan se aprueba hasta que se gestiona
pueden transcurrir varios lustros, y en el momento de implantar un de-
terminado equipamiento es cuando se dispone de la mejor información
para adoptar una determinada decisión en relación con el uso concreto
de que se trate.
De aquí que resulte una buena práctica la asignación de suelo dota-
cional con usos múltiples, por ejemplo, deportivo, asistencial, sanitario,
84 Fernando Romero Saura

religioso, etc. Cuando llega el momento de la implantación de uno de los


usos posibles, el tratamiento es distinto si se trata de suelo público, ordi-
nariamente de la Administración Local, o privado. En el primer caso el
peticionario habrá de justificar la conveniencia o necesidad del uso que se
solicite en la correspondiente concesión administrativa. Si el suelo ya fuere
de titularidad privada, toda la tramitación se reducirá a la solicitud de la
correspondiente licencia de edificación. En cualquier caso la definición de
los equipamientos de uso múltiple es una opción, a mi juicio, plenamente
válida, por cuanto deja abierta una puerta para la futura implantación.

12. La obtención de suelo para equipamientos religiosos


en las actuaciones asistemáticas

Es preciso hacer referencia a dos modalidades de gestión urbanística, si


quiera sea de un modo somero, para definir el iter que se sigue desde que
el plan de ordenación urbana ha calificado un suelo como equipamiento
religioso hasta la obtención del mismo por un determinado titular.
Las llamadas actuaciones asistemáticas se refieren a calificaciones de
suelo dotacional que se encuentran dispersas por el tejido urbano ya con-
solidado, y son como pequeñas islas de suelo que quedan vacantes de
edificación o, aun estando edificadas, puede tratarse de edificaciones ob-
soletas y el plan, en razón de una conveniencia urbanística justificada, ha
determinado el cambio de calificación urbanística, recalificándolo como
dotacional. Si la calificación es la de dotacional privado y, más en concreto
dotacional religioso, nos encontramos ante el supuesto ya referido y el
titular se limitaría simplemente a la solicitud de la licencia de obra.
En el caso del suelo calificado como dotacional público que, como ya
se ha dicho, lo más usual es que sea dotacional múltiple con posible inclu-
sión del uso religioso, hay que distinguir si el suelo es de titularidad priva-
da o es de titularidad pública. En el primer caso la situación que se ofrece
es la de un titular privado que posee una parcela calificada de dotacional
múltiple y la parcela en cuestión debe ser obtenida por la administración
vía expropiación o convenio privado. En este supuesto, tratándose de un
equipamiento religioso, la diócesis puede dirigirse a la administración ins-
tando la expropiación para implantar el correspondiente uso religioso. Se
trata, por tanto, de una solicitud que será valorada por la administración
y que puede ser atendida si existe una demanda ciudadana claramente
perceptible. Algunas cuestiones de interés se plantean en este supuesto.
Lugares de culto y régimen urbanístico 85

La primera es la financiación de la expropiación. Si la administración


posee disponibilidad presupuestaria podrá llevar a cabo la expropiación
correspondiente. Una vez adquirido el suelo se pondría a disposición de
la diócesis mediante una concesión administrativa. Este sería el supuesto
más lineal que no ofrece ninguna particularidad. Sin embargo, en la prác-
tica, es muy posible que la administración aduzca dificultades presupues-
tarias o, simplemente, entienda que para un uso dotacional privado, por
más que sea de interés público y esté previsto en el plan de ordenación,
no procede la financiación del mismo. En este caso puede plantearse un
itinerario subsidiario consistente en la celebración de un convenio urba-
nístico, según el cual la diócesis corre con el justiprecio de la expropiación
y realizada ésta se procede al cambio de calificación jurídica del bien ex-
propiado, pasándolo de demanial a patrimonial para que, posteriormen-
te, pueda ser enajenado a favor de la diócesis. Más adelante tratamos con
más detalle este aspecto.

13. La obtención de suelo para equipamientos religiosos


en las actuaciones sistemáticas

Así como las actuaciones asistemáticas se refieren al tejido urbano


consolidado, las actuaciones sistemáticas son más propias del suelo de
ensanche, es decir de las nuevas actuaciones de expansión del casco o de
actuaciones más o menos alejadas del casco, o actuaciones de segunda
residencia que, en cualquier caso, plantean la transformación de un suelo
generalmente de uso agrícola en otro suelo urbanizado. También pueden
plantearse, aunque es más excepcional, en el tejido urbano cuando existen
áreas vacantes, o también cuando se trata de regenerar áreas obsoletas o
degradadas. En estas actuaciones lo característico es que se trata de ámbi-
tos definidos y delimitados por unidades de actuación o de ejecución ‒se-
gún las diversas denominaciones de las legislaciones autonómicas‒ que
tienen que gestionarse de modo integral.
Cada ámbito ‒unidad de ejecución‒ se corresponde con un proyecto de
urbanización que es el documento técnico que define las obras a realizar y
su importe, y un proyecto de reparcelación cuya finalidad es la de repartir
entre los propietarios, de modo proporcional a las parcelas o fincas que
poseen, la edificabilidad definida en el plan de ordenación, las cesiones
gratuitas de suelo para viales, zonas verdes y demás equipamientos pú-
86 Fernando Romero Saura

blicos y la cantidad de dinero que corresponde aportar (cuotas de urbani-


zación) a cada propietario para financiar las obras de urbanización.
Efectuada la reparcelación, la administración recibirá los suelos dota-
cionales públicos previstos por el plan; si alguno de esos suelos tiene la
calificación específica de uso religioso, situación muy improbable de no
haberse solicitado oportunamente, la diócesis puede solicitar la correspon-
diente concesión administrativa e igualmente si la calificación urbanística
es la de suelo dotacional múltiple en la que se incluye el uso religioso, tal
como se ha visto anteriormente.
Una distinta posibilidad consiste en que la diócesis pudiera disponer
de algún terreno en esa área de actuación y le interese destinarla a equi-
pamiento religioso. En este supuesto los pasos a seguir están en función
de la fase en la que se encuentren los instrumentos urbanísticos. Si el plan
está en fase de redacción no habría inconveniente en que se admita esa pe-
tición y se califique la parcela en cuestión como uso dotacional religioso.

14. La adjudicación de edificabilidad de uso religioso o de uso


dotacional múltiple privado en las actuaciones sistemáticas

Abordamos aquí un escollo que puede plantearse cuando, como hemos


visto en el apartado anterior, a un determinado propietario se le adjudica
una parcela cuyo uso es el dotacional múltiple o el de uso específicamen-
te religioso. De estos supuestos se derivan dos consecuencias que deben
tenerse en cuenta, como son: al propietario de la parcela se le asigna un
uso que desde el punto de vista económico vale menos que el uso resi-
dencial que reciben el resto de propietarios con edificabilidad. Este esco-
llo se presenta, en realidad, siempre que en la ordenación aparecen zonas
con distinto valor y la solución consiste en la aplicación de coeficientes
correctores en la reparcelación, de manera que el propietario inicialmente
desfavorecido sea compensado con una mayor edificabilidad en razón de
que el uso asignado es, comparativamente, de menor valor si se considera
una valoración comparativa de metro a metro en la que no se aplicaran
coeficientes correctores. Por tanto, desde el punto de vista de la equidad
distributiva el propietario de suelo de uso religioso o dotacional múltiple
privado, al menos teóricamente, no debería experimentar ningún perjuicio.
El segundo escollo que puede aducirse es, desde luego, de mayor en-
tidad que el anterior, y se deriva de que, aun habiendo recibido una equi-
Lugares de culto y régimen urbanístico 87

tativa edificabilidad o superficie, lo cierto es que se trata de usos muy


específicos y de una limitada demanda en el mercado. Si se tratara de un
uso específicamente religioso la demanda puede ser inexistente, lo que
aboca a que esta vía sea difícilmente asumible en la práctica. En cambio,
si se trata de un uso privado dotacional múltiple que alberga, por ejemplo,
los usos deportivo, asistencial, sanitario, escolar y religioso, las posibili-
dades de una promoción lucrativa aumentan notablemente, y el número
de posibles adquirentes también, lo que en la práctica, resulta algo más
planteable dentro de unos parámetros razonables. En todo caso será un
punto que habrá de tratarse suficientemente en la Memoria Justificativa
del plan, aportando las motivaciones de esta decisión.

15. La implantación del uso religioso mediante el sistema de


concesión administrativa sobre suelo dotacional público

Es frecuente que los planes de ordenación no prevean suelos dotacio-


nales privados, a menos que haya existido una petición expresa por parte
de algún interesado en la fase de redacción del plan. En cambio, lo que casi
siempre existen son suelos dotacionales públicos de usos múltiples, den-
tro de los cuales suele contemplarse el uso religioso. Ante esta situación,
si la diócesis pretende implantar un templo exento, como tal equipamien-
to, la única posibilidad es acudir al régimen de concesión administrativa
sobre suelo de dominio público. La alternativa a esta opción, como ya se
ha dicho, es la ubicación de templos en plantas bajas, dentro del régimen
de compatibilidad de usos, aunque también cabría, bajo el régimen de
compatibilidad de usos referido al suelo y no a los edificios, construir el
templo exento en suelo residencial.
Centrándonos en la opción concesional, la diócesis puede dirigirse a la
administración competente solicitando razonadamente la oportuna con-
cesión administrativa para la implantación de un templo. Esta petición, si
se ve conveniente, debería ser apoyada por los ciudadanos afectados para
evidenciar la necesidad del equipamiento que se solicita. De acuerdo con
el art. 93.1 de la Ley 23/2003 de Patrimonio de las Administraciones Públi-
cas que, a tenor de la Disposición Final Segunda, tiene carácter básico, al
tratarse de una confesión o comunidad religiosa legalmente reconocida,
la concesión puede efectuarse de modo directo. No obstante debe adver-
tirse que también los entes locales pueden acudir al procedimiento de
88 Fernando Romero Saura

libre concurrencia mediante concurso o subasta. El plazo máximo de la


concesión es de 75 años.
La concesión administrativa, como es conocido, está sometida a la sa-
tisfacción de un canon que tiene naturaleza tributaria y, en consecuencia,
es modulable en relación con la capacidad del concesionario y con el tipo
de servicio que se presta, por lo que puede llegar a tener un carácter sim-
bólico e incluso eliminarse.

16. Posibles soluciones ante la extinción de la concesión


La implantación de un equipamiento religioso sobre suelo dotacional
público por la vía concesional, aboca a una situación final que debe ser
sopesada detenidamente. Transcurridos los 75 años de duración de la con-
cesión, la administración recupera el pleno dominio del suelo junto con
el edificio construido, por lo que el uso religioso podría erradicarse. Tam-
bién hay que considerar el desembolso que la construcción de un templo
conlleva que, en este caso, tendría una efectividad limitada, a diferencia
de lo que sucede habitualmente ya que, un templo exento es un edificio
con vocación de perpetuidad.
Llegada la extinción de la concesión, una primera solución consistiría
en la realización de un nueva concesión. Esta posibilidad existe a tenor
del art. 137.4 i) en relación con el art. 93 de la Ley 23/2003 de Patrimo-
nio de las Administraciones Públicas, pero, habida cuenta de la notoria
inestabilidad del marco jurídico administrativo, surgen algunos inquie-
tantes interrogantes: ¿dentro de 75 años existirá la Ley de Patrimonio de
las Administraciones Públicas? Y caso de que exista ¿seguirá en vigor ese
precepto? Y aun suponiendo que no se haya alterado el marco jurídico ¿la
administración del momento estará dispuesta a otorgar una nueva conce-
sión? ¿Habrán surgido nuevas posibilidades para resolver el problema?
No cabe duda de que se ciernen incógnitas de cierta entidad sobre esta
posible solución, y lo razonable parece ser acudir a las posibilidades reales
que en estos momentos nos ofrece el marco jurídico vigente para tratar de
solucionar el problema actualmente, sin transferirlo a los fieles del año
2086, fecha de la caducidad de la concesión.
A mi entender la verdadera solución consiste en que la diócesis pase
a ser propietaria del conjunto inmobiliario, es decir el suelo y la edifica-
ción. Para tratar esta cuestión hay que partir del art. 79 de la Ley 7/1985
Lugares de culto y régimen urbanístico 89

Reguladora de las Bases de Régimen Local que determina que los bienes
de las entidades locales son de dominio público o patrimoniales. Sobre
los primeros el régimen de explotación por parte de un particular es el
régimen de concesión que examinamos. Para que la administración pueda
enajenar el suelo público que ha sido objeto de una concesión, existen dos
posibles itinerarios que examinamos seguidamente.

17. La desafectación de los bienes demaniales


Para que las entidades locales puedan enajenar un bien éste ha de pa-
sar a la categoría de bien patrimonial o privativo, para lo cual la admi-
nistración ha de proceder a desafectarlo de la finalidad pública a la que
estaba adscrito. Esta operación puede realizarse de dos modos. El primero
consiste en promover un expediente de desafectación del bien, a tenor de
lo dispuesto en el art. 8 del Real Decreto 1372/1986 por el que se aprueba
el Reglamento de Bienes de las Entidades Locales, mediante el cual, una
vez adoptado el acuerdo correspondiente que habrá de adoptarse por
mayoría absoluta de los miembros de la Corporación, el bien pasaría a la
categoría de bien patrimonial y podría procederse a su enajenación. Esta
enajenación, en la que sería adquirente la propia diócesis, puede hacerse
directamente, puesto que el art. 103 (básico) de la Ley 33/2003 de Patrimo-
nio de las Administraciones Públicas, establece que «cuando de acuerdo
con la enajenación onerosa de bienes patrimoniales, los titulares de dere-
chos vigentes sobre ellos que resulten de concesiones otorgadas cuando
los bienes tenían la condición de demaniales tendrán derecho preferente
a su adquisición». Por tanto, se trataría de que la entidad local adoptara
la desafectación en orden a la enajenación del suelo, opción que desde el
punto de vista político no parece difícil de defender.
La otra opción que permite la desafectación de los bienes de dominio
público, también según lo dispuesto en el art. 8 del citado Reglamento de
Bienes, consiste en utilizar la vía de la modificación del correspondiente
plan de ordenación urbana, calificando el suelo que anteriormente era
equipamiento de dominio y uso público, pasándolo a equipamiento pri-
vado, por lo que al aprobarse la modificación del plan se produce una
desafectación automática. Esta vía resulta útil cuando existe abierto un
procedimiento de modificación o revisión de los planes urbanísticos, en
cuyo caso no suele resultar difícil colocar ese cambio de naturaleza jurí-
90 Fernando Romero Saura

dica del suelo. En cambio, plantear una modificación de planeamiento


con el fin exclusivo de modificar la naturaleza jurídica del suelo dotacio-
nal será seguramente un procedimiento desaconsejable en razón de su
mayor complejidad, en comparación con el expediente administrativo
de desafectación. Obtenida ésta podría procederse como en el caso an-
terior.

18. La valoración del suelo a efectos de su adquisición


una vez obtenida la desafectación demanial

Hemos descrito en el apartado anterior el posible itinerario a seguir


para pasar del régimen de concesión sobre un suelo de dominio público
y poder llegar a la obtención del mismo, de manera que la diócesis pase
a ser propietaria del total del inmueble. Queda ahora por referir el cri-
terio a seguir en la valoración del suelo que se pretende adquirir. Debe
advertirse que no se trata de una venta en la que haya que llegar a un
acuerdo sobre el precio que se determine libremente, sino que se trata
de la definición de un precio según unos criterios reglados, a tenor de lo
dispuesto en los arts. 22 y 24 del Real Decreto Legislativo 2/2008 por el
que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Suelo. En concreto, el art.
22.4 determina que «la valoración de las concesiones administrativas y
de los derechos reales sobre inmuebles, a los efectos de su constitución,
modificación o extinción, se efectuará con arreglo a las disposiciones
sobre expropiación que específicamente determinen el precio sobre los
mismos». Por su parte, el art. 24 del citado Texto Refundido, establece las
reglas de valoración del suelo y determina que ésta se efectuará en con-
sideración «al uso y edificabilidad de referencia» atribuidos a la parcela
por la ordenación urbanística.
A la vista de lo anterior, el primer criterio es el del uso del edificio,
en este caso el de equipamiento religioso cuyo valor lucrativo es muy
reducido, puesto que tal uso constituye un servicio de interés público
y social, y ello a tenor del art. 45 del Real Decreto 2159/1978 por el que
se aprueba el Reglamento de Planeamiento Urbanístico, de aplicación
supletoria en todo el Estado, a tenor de lo dispuesto en la Sentencia
del Tribunal Constitucional 61/1997. Por tanto, un valor muy distinto e
inferior al que podría calcularse para el suelo residencial al que presta
su servicio.
Lugares de culto y régimen urbanístico 91

19. Los convenios urbanísticos


Ya hemos señalado que la vía de la concesión administrativa puede
ser, en ocasiones, la única que posibilite la implantación de un templo en
las áreas de ensanche. También hemos referido que un punto básico es
la posibilidad de acceder a la propiedad del suelo objeto de concesión en
un plazo razonable, lo que implica la desafectación del suelo como bien
demanial y su venta al titular de la concesión. Todos estos pasos pueden
ligarse mediante el correspondiente convenio urbanístico que, a tenor del
art. 47 del vigente Texto Refundido de la Ley de Suelo, tiene carácter ad-
ministrativo.
Dicho convenio queda caracterizado dentro del tipo de convenio de
gestión que se corresponde con una categoría de clara raigambre en el
urbanismo y que algunas comunidades autónomas han regulado expre-
samente, aunque de acuerdo con el art. 25 de la Ley 30/2007, de 30 de
octubre, de Contratos del Sector Público, las administraciones gozan de
una amplia cobertura para la celebración de tales convenios que pueden
tener, además, un carácter atípico.
En el supuesto de que se tratara de introducir la previsión de un
equipamiento religioso en la fase de redacción del planeamiento, podría
plantearse también un convenio de planeamiento, mediante el cual los re-
dactores del plan adoptarían, de acuerdo con el peticionario, una determi-
nada ordenación urbanística. Los límites de los convenios son realmente
amplios, si bien no pueden derogar, ni en beneficio de la administración,
ni tampoco a favor de los particulares, las reglamentaciones de carácter
imperativo.
Control administrativo de los lugares de culto.
La licencia municipal de apertura
Jorge Otaduy

Facultad de Derecho Canónico


Universidad de Navarra
Pamplona

Sumario: 1. Observaciones preliminares. 1.1. Marco normativo básico. 1.2. La autorización como técnica
de intervención administrativa. 1.3. Licencias para lugares de culto. 2. El uso religioso como actividad
no sujeta a licencia de apertura. Interpretación jurisprudencial. 3. Opiniones doctrinales favorables
a la sujeción a licencia de la actividad religiosa. 4. Nueva licencia municipal de apertura y uso de
centros de culto en la ley 16/2009, de 22 de julio, de la Generalidad de Cataluña. 4.1. Motivos de la ley.
4.2. Reserva de ley orgánica. 4.3. Respeto del contenido esencial del derecho de libertad religiosa. 4.4. Retro-
actividad de la ley. 4.5. El Proyecto de Ley de 2011 de modificación de la ley catalana de centro de culto. 5. La
licencia de apertura de centros de culto a la luz de las nuevas tendencias del Derecho administrativo
en materia de autorizaciones.

«Es técnicamente imposible cumplir


con todos los requisitos legalmente
exigidos; por cuya razón un inspector celoso
puede paralizar, con un reglamento en la mano,
cualquier proceso».
Alejandro Nieto, La «nueva organización del desgobierno»,
Ariel, Barcelona 1996, 219

1. Observaciones preliminares
1.1.  Marco normativo básico

La intervención administrativa sobre la libre actividad de los particula-


res encuentra en España apoyo legal en el vigente artículo 84 de la LBRL,
según el cual las Entidades locales podrán intervenir la actividad de los
ciudadanos incluso a través del «sometimiento a previa licencia y otros
actos de control preventivo» (núm. 1, letra b) 1.

1. Ley 7/1985, de Bases de Régimen Local de 2 de abril. BOE de 3 de abril.


94 Jorge Otaduy

Este criterio de la Ley de 1985 no supuso ninguna novedad porque re-


cogió una realidad vigente desde hacía treinta años y bien consolidada ya
por entonces en nuestro Derecho. En efecto, el Reglamento de Servicios de
las Corporaciones Locales introdujo en 1955 un régimen profundamente
innovador para su época en materia de intervención de los ayuntamientos
en la actividad de los particulares, que ha mantenido su vigencia hasta
fecha muy reciente 2. El artículo 1 consignó los supuestos en los que la in-
tervención podría tener lugar 3, y según el artículo 5, sobre los medios para
el ejercicio del control de la actividad de los administrados, éste podría
llevarse a cabo mediante Ordenanzas, Reglamentos y Bandos de policía
y buen gobierno; Ordenes individuales, constitutivas de mandato para la
ejecución de un acto o la prohibición del mismo; y también mediante el
sometimiento a previa licencia. El artículo 21, por su parte, se destinó a
regular la sujeción a previa licencia, entre otras actividades, las obras de
nueva planta, la modificación de estructura o aspecto exterior de las exis-
tentes, la primera utilización de los edificios y la modificación objetiva del
uso de los mismos; estableció la comprobación del ajuste del acto proyec-
tado a los planes de ordenación urbana, a las condiciones de seguridad,
salubridad y estética adecuadas a su emplazamiento 4.

2. Decreto de 17 de junio 1955. Aprueba el Reglamento de Servicios de las Corpora-


ciones Locales. BOE de 15 julio 1955. Dictado en desarrollo de la Ley de Régimen Local,
aprobada por Decreto de 16 de diciembre de 1950.
3. «Los Ayuntamientos podrán intervenir la actividad de sus administrados en los si-
guientes casos:
1º En el ejercicio de la función de policía, cuando existiere perturbación o peligro de
perturbación grave de la tranquilidad, seguridad, salubridad o moralidad ciudadanas, con
el fin de restablecerlas o conservarlas.
2º En materia de subsistencias, además, para asegurar el abasto de los artículos de con-
sumo de primera necesidad, la calidad de los ofrecidos en venta, la fidelidad en el despacho
de los que se expendan a peso o medida, la normalidad de los precios y la libre competencia
entre los suministradores y vendedores.
3º En el orden del urbanismo, también para velar por el cumplimiento de los planes de
ordenación aprobados.
4º En los servicios de particulares destinados al público mediante la utilización especial
o privativa de bienes de dominio público, para imponer la prestación de aquéllos debida-
mente y bajo tarifa.
5º En los demás casos autorizados legalmente y por los motivos y para los fines previs-
tos».
4. F. López Menudo valora en los siguientes términos el RSCL: «Contiene una regulación
de las licencias que ha contribuido  meritoriamente a dibujar sus perfiles jurídicos; caracterís-
ticas tales como el sometimiento de las licencias al principio de igualdad ante la ley, la necesi-
dad de concurrencia de los motivos y los fines que la justifican, congruencia de su contenido
con tales requisitos, principio de “neutralidad” de la Administración respecto a las relaciones
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 95

Los establecimientos industriales y mercantiles contaban con normas


específicas para verificar si los locales e instalaciones reunían las condicio-
nes de tranquilidad, seguridad y salubridad y las que, en su caso, estuvie-
ren dispuestas en los planes de urbanismo debidamente aprobados. Ese
régimen fue desarrollado y sistematizado mediante el Decreto 2414 de 30
de noviembre 1961, que aprobó el importantísimo y longevo Reglamento
de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas, que ha perma-
necido también en vigor hasta fecha reciente 5. Para completar los elemen-
tos del cuadro normativo referencial del tema de estudio, hay que men-
cionar la aprobación, veinte años más tarde, de un específico Reglamento
General de Policía de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas 6.
En la actualidad, la legislación autonómica ha venido a sustituir –o
en su caso a complementar– la mayor parte de las disposiciones citadas.
Por otra parte, como trataremos con cierto detalle en la parte final de este
trabajo, la Ley de bases de Régimen Local, que figura a la cabeza de esta
enumeración normativa, ha resultado profundamente revisada en lo que
toca a las medidas de control de las actividades sujetas a libre iniciativa
de los particulares, por imperativo del Derecho comunitario relativo a la
libertad de establecimiento y prestación de servicios 7.

1.2.  La autorización como técnica de intervención administrativa


No es objeto de este trabajo abordar desde la perspectiva de teoría del
Derecho administrativo el tema de las autorizaciones o licencias, aunque
resulta ineludible hacer alguna referencia que permita situar en su contex-
to lo que trataremos después a propósito de la actividad de control sobre
los lugares de culto.

del sujeto autorizado con terceros y sobre el derecho de propiedad, régimen de transmisibili-
dad y de revocación, etc. han encontrado oportuna fijación en dicho Reglamento, tan modesto
de rango formal como influyente desde el punto de vista práctico, y “didáctico” desde el doc-
trinal», Autorización, en Enciclopedia Jurídica Básica, I, Civitas, Madrid 1995, 712.
5. Decreto 2414/1961, de 30 de noviembre. Aprueba el Reglamento de Actividades Mo-
lestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas. BOE de 7 de diciembre.
6. Real Decreto 2816/1982, de 27 de agosto. Aprueba el Reglamento General de Policía
de Espectáculos públicos y actividades recreativas. BOE de 6 de noviembre.
7. La normativa europea fue introducida en España, en el ámbito estatal básico, por
medio, principalmente, de las dos leyes siguientes: Ley 17/2009, de 23 de noviembre (Ley
Paraguas). Libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio. BOE 24 noviembre 2009;
y Ley 25/2009, de 22 de diciembre (Ley Omnibus). Modificación de diversas leyes para su
adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio (RCL
2009/2256). BOE de 23 diciembre 2009.
96 Jorge Otaduy

Como afirma Santamaría, la licencia es «la figura más clásica de todas


las técnicas de ordenación» empleadas por la Administración 8, si bien se
trata de una figura en crisis, como suele señalarse al inicio de las exposi-
ciones generales sobre la materia. Según la teoría tradicional –que se re-
monta a Ranelletti, cita obligada en este tipo de aproximaciones generales
al tema– la autorización estaba ligada a la idea de remoción de límites
para el ejercicio de un derecho prexistente y la correspondiente fiscaliza-
ción previa de la inocuidad de su ejercicio 9. En la actualidad –desde hace
varias décadas, en realidad 10– la licencia administrativa tiende a conver-
tirse en un instrumento al servicio de la política comercial o industrial que
pretenden impulsar los poderes públicos 11; es decir, en un recurso para la
ejecución de la política económica del Gobierno.
También es común en este tipo de aproximaciones generales a la figura
destacar la dificultad de establecer una definición universal de la autori-
zación, habida cuenta la variedad del objeto al que se refiere, aunque no
faltan intentos para conseguirlo. Según López Menudo, por ejemplo, la
autorización «es uno de los diversos medios de intervención de la Admi-
nistración sobre la actividad de los administrados, que tiene como finali-
dad controlar preventivamente si el ejercicio de un derecho (…) se ajusta
y armoniza con el interés general» 12. Para Laguna de Paz, la autorización,
como técnica general del Derecho, consiste en «el control preventivo que

 8. J. A. Santamaría Pastor, Principios de Derecho Administrativo General, II, Iustel, Ma-
drid 2004, 260.
 9. Vid., por ejemplo, J. L. Meilán Gil, Sobre la determinación conceptual de la autorización
y la concesión (a propósito del régimen jurídico de las centrales lecheras), Revista de Adminis-
tración Pública 71 (1973) 80. Una interesante exposición acerca de la crisis del concepto de
autorización y la posición actual de la doctrina administrativista sobre el particular puede
encontrarse en T. R. Fernández Rodríguez, Breves reflexiones sobre la autorización administra-
tiva, en La autorización administrativa. La Administración electrónica. La enseñanza del Derecho
administrativo hoy, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor (Navarra) 2007, 15-23.
10. Villar Palasí identificó los síntomas de esta evolución en los años cincuenta del pa-
sado siglo. Vid. J. L. Villar Palasí, La intervención administrativa en la industria, DEP, Madrid
1965. Citado por T. R. Fernández Rodríguez, Breves reflexiones sobre la autorización adminis-
trativa, cit., 16.
11. Un meritorio esfuerzo de reconstrucción de la figura de la autorización como cate-
goría unitaria, en línea con el planteamiento tradicional de remoción de obstáculos para el
libre ejercicio del derecho prexistente puede encontrarse en J. C. Laguna de Paz, La autoriza-
ción administrativa: entre la escila del dogmatismo y el Caribdis del relativismo, en La autoriza-
ción administrativa. La Administración electrónica…, cit., 25-48. Más ampliamente, del mismo
autor, La autorización administrativa, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor (Navarra) 2006.
12. F. López Menudo, Autorización, en Enciclopedia Jurídica Básica, I, Civitas, Madrid
1995, 712.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 97

un sujeto realiza respecto de la actuación de otro, con el fin de comprobar


que reúne las condiciones que permiten entender que dicho comporta-
miento no dañará sus intereses, o los de aquellos cuya salvaguardia tiene
encomendados» 13.
La razón de ser del control previo que ejerce la Administración res-
ponde al potencial dañoso de ciertas actividades o a la intensidad de uso
del dominio público que comporta. En el primer caso nos encontramos
ante los típicos controles de policía administrativa, que según la invoca-
da concepción clásica –sin entrar ahora en más detalles–, se ordenan a la
remoción de los obstáculos establecidos por la norma para el desarrollo
de la actividad. La segunda modalidad responde a las autorizaciones de-
maniales, destinadas a controlar el aprovechamiento del dominio público,
cuando un exceso de utilización respecto al que corresponde a todos pu-
diera impedir el uso común.
Las categorías fundamentales en las que se traducen los intentos de
clasificación a los que se somete la figura remite, en primer lugar, a las
de tipo reglado o discrecional, según que se base sobre la comprobación
de circunstancias previstas en la norma para el ejercicio de la actividad o
que se admita un margen de valoración de la oportunidad del desarrollo
de la iniciativa. Como cabía suponer, la doctrina relativiza el alcance de la
distinción, que no puede entenderse en términos absolutos 14. Es asimismo
relevante la diferencia entre las autorizaciones simples y operativas. Me-
diante las primeras se lleva una actividad de mero control, mientras que
las segundas se refieren más bien a la programación o seguimiento de la
actividad 15. Es fácil comprender que si cabe hablar de licencias adminis-
trativas para el control de lugares de culto, cuya existencia responde al
ejercicio del derecho fundamental de libertad religiosa, tales intervencio-
nes tendrían la consideración de licencias regladas y de carácter simple.
Hay quienes se esfuerzan en establecer diferencias terminológicas –no
reducidas a cuestiones lingüísticas sino como expresión de diversidades
conceptuales– en el ámbito de las actuaciones administrativas referidas.
Según tales opiniones, la autorización sería un término reservado a las

13. J. C. Laguna de Paz, La autorización administrativa, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor


(Navarra) 2006, 35.
14. Cfr. J. A., Santamaría Pastor, Principios de Derecho Administrativo General, II, cit.,
264-265.
15. Cfr. F. López Menudo, Autorización, cit., 714.
98 Jorge Otaduy

intervenciones en las que cabe una apreciación discrecional por parte de la


Administración, mientras que las licencias y permisos responderían más
bien a las actuaciones regladas. «A despecho de tales intentos –concluye
Laguna– la verdad es que los términos, en general, son indistintamente
utilizados por las normas, aparentemente, sin más criterio que la rutina de
su aplicación a unos y otros sectores (…) todos ellos se refieren a la misma
técnica de intervención administrativa, para la que –de manera genérica–
reservamos la calificación de autorización» 16.
El Derecho administrativo español en materia de control de actividades
de libre iniciativa privada responde a una arraigada tradición autoritativa
o de control preventivo por parte de la Administración, incluso en el caso
de aquéllas que son resultado del ejercicio de derechos fundamentales
o libertades públicas. Se comprende que ciertos bienes jurídicos –como
la seguridad de las personas, la salud o el medio ambiente– encuentren
adecuada protección frente a riesgos ocasionados por ciertas actividades
económicas o industriales, pero hay que calibrar al mismo tiempo la ten-
dencia expansiva que, casi por naturaleza, caracteriza a las medidas de
fiscalización de la autoridad y que podría llegar a producir –de hecho esta
denuncia no es inusual– una auténtica inflación de controles públicos con
la consiguiente obstaculización de la actividad económica.
Con todo, conviene añadir, para matizar el argumento, que la activi-
dad de la Administración en un Estado de Derecho se encuentra sujeta al
principio de legalidad, lo que a los efectos que aquí interesan significa que
todo género de intervención pública que suponga una cierta restricción
de derechos ha de ser establecida por ley; y además, ha de resultar medio
necesario, eficaz y proporcionado para la obtención del fin perseguido, y
no dar lugar, por el contrario, a un entorpecimiento inútil de la iniciativa
privada 17.

16. J. C. Laguna de Paz, La autorización administrativa, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor


(Navarra) 2006, 33.
17. El principio pro libertate, informador del Derecho administrativo, se encuentra ex-
presamente invocado, a propósito de la materia objeto de estudio, en el artículo 84.2 de la
LBRL: «La actividad de intervención de las Entidades locales se ajustará, en todo caso, a
los principios de igualdad de trato, necesidad y proporcionalidad con el objetivo que se
persigue» y en el Artículo 6 del RSCL «1. El contenido de los actos de intervención será
congruente con los motivos y fines que los justifiquen. 2. Si fueren varios los admisibles, se
elegirá el menos restrictivo de la libertad individual». El contenido de la licencia, en suma,
ha de ser el menos restrictivo posible para la libertad individual.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 99

1.3.  Licencias para lugares de culto

Estas breves consideraciones preliminares de carácter general facilitan


el acceso al objeto de este estudio, sobre la licencia municipal de apertura
de los lugares de culto. En el origen de la intervención administrativa se
encontrará probablemente la preocupación por salvaguardar la seguridad
y salubridad de las personas participantes en las actividades religiosas,
por lo que se tratará de una típica licencia de policía, pues normalmente
en estos casos no se encontrará implicado el problema de un uso intensivo
del dominio público.
Asimismo, cabe deducir que la licencia a la que nos referimos –si llega-
ra a estimarse procedente–, sería de carácter reglado. A esta conclusión se
llega a la vista del carácter fundamental del derecho de libertad religiosa
que está en la base de la actividad cultual, cuyo ejercicio no podría de
ningún modo quedar comprometido por la voluntad discrecional de la
Administración. Aunque no se discute este principio, sí se ha hecho notar
que, a pesar de su solemne proclamación, en la práctica podría resultar
poco operativo. En efecto, aunque la Administración se limita, en el caso
de las licencias regladas, a comprobar la realización de las circunstancias
predeterminadas para conceder la autorización, todo depende de cuántas
y cuáles sean éstas; sobre todo, cuando esos requisitos predeterminados
se establecen sobre la base de conceptos indeterminados, lo que en el ám-
bito administrativo es usual por ocuparse de asuntos extremadamente
técnicos, que no pueden ser determinados por la ley. En tales supuestos,
las licencias regladas podrían llegar a no distinguirse gran cosa en la prác-
tica de las autorizaciones discrecionales 18.
A propósito de los edificios de culto, hay que advertir que no se discute
su sujeción al Derecho urbanístico y, por lo tanto, a las licencia municipa-
les que éste contempla. Las licencias urbanísticas –si se me permite decirlo
de forma extremadamente sintética– se ordenan al control de la construc-
ción, al uso de las edificaciones y a la división de los terrenos (el ámbito
propio del urbanismo). Las licencias de actividad, en cambio, se destinan
a la ordenación de la iniciativa económica de los particulares y a la con-
servación del medio ambiente, entendido éste en un sentido muy amplio.
A los lugares de culto no se aplican las licencias municipales de este tipo.

18. En tal sentido J. C. Laguna de Paz, La autorización administrativa, Thomson-Aranza-


di, Cizur Menor (Navarra) 2006, 139.
100 Jorge Otaduy

El culto religioso no es equiparable a la actividad económica, para la que


se prevé esas licencias. Además, el Estado español es aconfesional y no se
permite intervenir sobre actividades religiosas, que no son fiscalizables en
cuanto tales por los poderes públicos.
A este criterio responden las normas vigentes en España sobre el esta-
blecimiento de los lugares de culto. El ineludible control en materia de se-
guridad constructiva y de salubridad de los templos se practica habitual-
mente mediante la acumulación de estas medidas de control a las licencias
urbanísticas, en concreto a la de primera utilización.
La doctrina eclesiasticista española no ha prestado hasta ahora una
gran atención a estos problemas, si se compara con otros mucho más dis-
cutidos –o más interesantes– que éste 19. La jurisprudencia, por su parte,
sin ser abrumadora, es abundante, por la gran relevancia social del fenó-
meno del culto y la inevitable conflictividad resultante en la práctica.
En los últimos años han aumentado en España las tensiones sociales
y políticas en torno a la autorización de los lugares de culto como conse-
cuencia, suele decirse, del incremento del pluralismo religioso, que se si-
gue principalmente del aumento de la inmigración. Más allá de la motiva-
ción y fundamento del fenómeno, es indudable que se está produciendo
un cambio de actitud por parte de algunas Administraciones –la central y
algunas autonómicas‒, en el sentido de intervenir más intensamente so-
bre los procesos de implantación geográfica de las confesiones religiosas.
Como el control requiere información, han comenzado a elaborarse en el
nivel autonómico los llamados «mapas de lugares de culto», para deter-
minar la ubicación exacta de todos los centros religiosos. No son lugares
clandestinos y por lo tanto su presencia no era ningún secreto; es más, las
confesiones religiosas suelen inscribir en el Registro del Ministerio de Jus-
ticia los lugares de culto, aunque ni la Ley Orgánica de libertad religiosa
ni el Real Decreto 142/1981, de 9 de enero, sobre organización y funciona-
miento del Registro de entidades religiosas les obliguen a hacerlo 20. Por

19. El estudio más completo es el llevado a cabo por M. Rodríguez Blanco, Libertad reli-
giosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares de culto, Boletín Oficial del Estado, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 2000.
20. Vid. Dirección General de Asuntos Religiosos, Guía de entidades religiosas de Es-
paña (Iglesias, Confesiones y Comunidades minoritarias), Madrid 1998, elaborada por Joaquín
Mantecón Sancho. El autor hace notar que las confesiones religiosas suelen hacer la ins-
cripción de estos lugares «ya que de ello se pueden derivar algunos beneficios o exenciones
contributivas», e indicaba que en esa fecha, ya algo lejana, eran 2.672 los lugares de culto
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 101

tales motivos, el “mapeado” religioso por parte de la Administración ha


sido recibido con extrañeza, si no con reticencia, por parte de algunas con-
fesiones. Es cierto que se trata de una mera recopilación de información,
sin conferir a los datos eficacia jurídica adicional de ningún género, pero
se teme que pueda tratarse del preámbulo de ulteriores intervenciones 21.
Mayor relevancia tiene el fenómeno de la revisión del régimen de li-
cencias municipales de lugares de culto que está teniendo lugar en di-
ferentes lugares, invocando un vacío normativo que conduciría –según
dicen– a una situación de falta de seguridad para las personas. Estos ar-
gumentos han sido ya acogidos por la ley catalana de centros de culto,
aprobada en 2009.
El conjunto de la situación descrita hace aconsejable, a mi parecer, un
tratamiento sistemático de la materia, que es lo que me propongo realizar
seguidamente.

2. El uso religioso como actividad no sujeta a licencia de apertura.


Interpretación jurisprudencial
El Ordenamiento jurídico español nunca ha considerado que el ejerci-
cio del culto religioso haya de someterse a una licencia municipal especí-
fica; se parte del principio de que el culto no es una actividad económica
objeto de regulación por parte de los poderes públicos, ni tampoco sus-
ceptible de producir efectos perjudiciales en el aspecto medioambiental,
de manera que requiera un control de esa naturaleza 22.

pertenecientes a todas las entidades religiosas no católicas; ofrecía seguidamente algunos


datos sobre la evolución de la inscripción de los lugares de culto a lo largo de los años.
21. El llamado Observatorio del pluralismo religioso en España (http://www.observatoriore-
ligion.es/directorio-lugares-de-culto/explotacion-de-datos/index_1.html), ubicado en el Ministerio de
Justicia, mantiene un «Directorio de lugares de culto» que se describe como «una herramienta
para la identificación y ubicación espacial de los lugares de culto de las diferentes confesiones
religiosas con implantación en el Estado español. Permite hacer búsquedas por municipios,
comunidades autónomas y confesiones religiosas. Los resultados se pueden visualizar en el
mapa o en listados que se pueden descargar en formato Excel» (consulta 9 de mayo de 2012).
El sitio web de la Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales de la Ge-
neralidad de Cataluña (http://www20.gencat.cat/portal/site/governacio) ofrece información so-
bre lugares de culto : Dades sobre llocs de culte per comarques i religions; Mapa de llocs
de culte; Mapa de la diversitat religiosa; Mapa dels temples catòlics; Mapa de les Esglésies
Evangèliques; Mapa dels llocs de culte islàmics; Mapa dels Salons dels Regne (consulta 9
de mayo de 2012).
22. A. Cano Murcia considera que el uso religioso es una actividad no sujeta y que no
procede «someter el derecho [de libertad religiosa] a límites y requisitos distintos de los se-
102 Jorge Otaduy

A una razón de tipo material o sociológica, relativa a las condiciones


mismas de la actividad, se añadiría otra de carácter más bien sustantiva
o jurídica, exigida por la configuración misma de nuestro sistema, que
garantiza el derecho de libertad religiosa, tanto en su dimensión indivi-
dual como colectiva, y se inspira, además, en el principio de laicidad del
Estado. El criterio de configuración del Estado español en materia religio-
sa, en efecto, aboga por una nítida distinción de los ámbitos correspon-
dientes a lo temporal y a lo espiritual. El principio de laicidad reclama
de los poderes públicos –en especial de quienes actúan en nombre de la
Administración– una exquisita sensibilidad para esquivar todo género de
interferencias entre religión y política –en la práctica, sobre todo, entre
religión y control administrativo–, con arreglo al principio según el cual
las competencias estatales no se extienden a lo religioso en sí, sino exclu-
sivamente a los aspectos sobre los que lo religioso se proyecta en la esfera
jurídica civil.
De ahí se sigue que una verdadera cultura jurídica de laicidad –que
adopte como eje la idea básica de la distinción de ámbitos– es congruente
con un tratamiento específico del fenómeno religioso, que de suyo nada
tiene que ver con la concesión a las iglesias de un estatus privilegiado. La
laicidad no aboga por una sujeción indiscriminada al “Derecho común”,
como suele decirse, de las iglesias y confesiones, ni se caracteriza por el
intervencionismo de los poderes públicos sobre la vida religiosa, sino más
bien por el respeto de la autonomía del fenómeno religioso y de sus ins-
tituciones.
El legislador español ha manifestado hasta ahora una notable sensibili-
dad en cuanto al control administrativo de los lugares de culto, mediante
un sabio equilibrio, según mi parecer, entre las afirmaciones y los silencios;
entre la aplicación de las normas, por una parte, y de los principios, por
otra; entre lo que es preciso señalar con explícito criterio legal y lo que resul-
ta preferible dejar a la interpretación de la jurisprudencia. La combinación
de estos elementos da lugar a un lenguaje plenamente inteligible para el
jurista, por más que para el profano pueda parecer impreciso o confuso 23.

ñalados por la ley [orgánica de libertad religiosa]». El nuevo régimen jurídico de las licencias de
apertura: adaptado a la Ley 17/2009, sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio,
La Ley, Madrid 2010, 135-136.
23. La difundida concepción de la licencia como instrumento al servicio de la inter-
vención de los poderes públicos en el ámbito de la iniciativa privada hacía, a los ojos de
la propia Administración, que la figura resultara poco apta para incidir sobre la actividad
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 103

Es claro que en una sociedad organizada nadie se encuentra por encima


de la ley ni puede, por referirnos propiamente al tema que aquí interesa,
establecer cualquier tipo de edificio, en cualquier lugar, con cualesquiera
características; tampoco las confesiones religiosas, sujetas –como no po-
dría ser de otro modo– a la normativa urbanística y a la de seguridad y
salubridad de sus locales. La jurisprudencia del Tribunal Supremo –como
en tantos otros aspectos del Derecho urbanístico– ha ejercido una labor
relevante en la interpretación de las normas reguladoras en este ámbito
de las actividades de las entidades religiosas. También los Tribunales Su-
periores de Justicia se han sumado, en fecha más reciente, a esta tarea de
clarificación jurídica. Las confesiones religiosas no constituyen una zona
exenta de regulación sino que se encuentran sujetas, en principio, al régi-
men urbanístico general.
Así, por ejemplo, ante una reclamación eclesiástica que invocaba de-
terminadas exclusiones normativas a propósito de la construcción de un
templo parroquial, el Tribunal Supremo justificó la actuación del ayunta-
miento, que procedió a aplicar las normas «en el ejercicio de unas potes-
tades otorgadas precisamente para que las construcciones de toda especie
se ajusten al interés público expresado en dicha ordenación, poderes que,
en contra de lo alegado, no se oponen ni interfieren los reconocidos a la
Iglesia en su esfera propia de actuación a la que se refiere el Concordato,
puesto que las limitaciones genéricas para edificar no afectan a la libertad
para erigir nuevas parroquias (art. XI) ni tampoco para cuanto se refiere a
su organización, distribución interior de sus dependencias según las ne-
cesidades parroquiales, etc., sino simplemente, como se ha dicho, al cum-
plimiento de las limitaciones generales de uso y edificación establecidas
por las Leyes y en su virtud por los planes» 24.
Si bien el mismo Tribunal complementó su tesis en sentencia poste-
rior consignando que los lugares de culto no se encuentran sujetos a las
disposiciones del Reglamento General de Policía de Espectáculos Públi-
cos y de Actividades Recreativas (RD 2816/1982, de 27 de agosto) ni al
Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas
(D 2414/1961, de 30 de noviembre), sin que por ello queden exentos de
control:

religiosa. Esta sensibilidad, fruto de un fino sentido jurídico, es la que está siendo lamenta-
blemente “superada” en la actualidad.
24. Sentencia de 29 de enero de 1980 (RJ 1980/286).
104 Jorge Otaduy

«La autonomía municipal –afirma– atribuye a los Ayuntamientos potesta-


des de intervención en la actividad de los ciudadanos (art. 84.1 de la Ley de
Bases de Régimen Local y 1 y 5 del Reglamento de Servicios) que pueden lle-
gar al sometimiento a previa licencia y otros actos de control preventivo. Pero
dicha actividad de intervención debe ‒máxime al tratarse del ejercicio de un
derecho como el que aquí se examina– ajustarse cuidadosamente a los princi-
pios de igualdad (art. 14 CE), proporcionalidad y favor libertatis que explicita
el art. 84.2 de la referida Ley de Bases de Régimen Local» 25.

Cabría, en consecuencia, un sometimiento de estos edificios al Regla-


mento de Actividades Molestas, dice, pero de modo excepcional y previa
motivación.
El Tribunal Superior de Andalucía (sede Granada), en Sentencia
de 10 de febrero de 1997 (RJCA 1997/339) —con apoyo en el Tribunal Su-
premo, Sentencia de 22 de julio de 1996 (RJ 1996/5948)—, se refiere, como
doctrina pacífica y bien conocida, a las medidas de control aplicables a los
de lugares de culto:

«se exige licencia con carácter preceptivo, no sólo en los supuestos de pri-
mera utilización de edificios, sino también para la modificación del uso de
los mismos, lo que reiteran los núms. 10 y 13 del art. 1.º del Reglamento de
Disciplina Urbanística y que implica que cuando el edificio va a ser utilizado
por primera vez sea necesaria una licencia y que si con posterioridad a la
licencia de primera utilización se produce una modificación objetiva del uso,
tal modificación está también sujeta a licencia».

A mayor abundamiento, el Tribunal

«deja abierta la posibilidad de exigencia de licencia incluso cuando se pro-


ducen ruidos que exijan la adopción de medidas correctoras».

De los argumentos reseñados cabe deducir que el Tribunal Supremo


siempre ha entendido que existe en España un régimen preciso de control
de los lugares de culto, que es exigente y a la vez respetuoso de la natura-
leza fundamental del derecho a cuyo servicio tales lugares se encuentran.
Se requiere, en efecto, la observancia de unas condiciones básicas de segu-
ridad acomodadas a las características de los locales y de las actividades

25. Sentencia de 18 de junio de 1992 (RJ 1992/6004).


Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 105

que se desarrollan, que se consideran distintas de las propias de otro tipo


de establecimientos, como cafeterías, bares, pubs, restaurantes o cines. Es
razonable suponer la concurrencia de mayores riesgos para la seguridad
de las personas en una discoteca, por ejemplo, que en un templo religioso.
En el primero suelen producirse reuniones masivas de personas, durante
largas horas; se expenden bebidas alcohólicas, la música alcanza volúme-
nes elevados, puede haber cocinas y otros elementos que generen riesgos
de accidentes etc. Poco tiene que ver este panorama con la sosegada cele-
bración litúrgica que reúne en oración, normalmente durante un período
de tiempo más bien breve ‒en la mayoría de los casos no supera los treinta
minutos– a un grupo de fieles. Los riesgos para la seguridad de las perso-
nas en este último caso quedan de ordinario minimizados. En atención a
estas circunstancias se justifica plenamente que el control administrativo
de la seguridad y salubridad de estos locales se acumule al trámite de la
gestión de las preceptivas licencias urbanísticas, preferentemente la de
primera utilización. No se puede negar la congruencia de esta fórmula
con el principio de proporcionalidad, que informa por imperativo legal la
actividad de la Administración 26.

3. Opiniones doctrinales favorables a la sujeción a licencia


de la actividad religiosa

Según alguna opinión doctrinal 27, los lugares de culto deberían estar


sujetos a la licencia municipal de apertura de establecimientos con arre-
glo a lo dispuesto en el Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres,
Nocivas y Peligrosas y en el Reglamento General de Policía de Espectácu-
los Públicos y Actividades Recreativas (hay que entender que el autor se
refiere a las normas de carácter autonómico que sustituyen al RAMINP,
ya derogado).

26. Ya he citado con anterioridad los artículos 84.2 LBRL y 6 RSCL, que obligan a some-
ter la intervención pública en la actividad de los ciudadanos a los principios de congruencia
con los motivos y fines justificativos y respeto de la libertad individual. En este sentido,
añade Laguna de Paz que «la exigencia de autorización ha de justificarse debidamente y
–además– debe ser objeto de una interpretación restrictiva. En cada caso no puede dejar de
hacerse la pregunta de si el sometimiento de la actividad a autorización resulta necesaria y
proporcionada», La autorización administrativa, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor (Navarra)
2006, 71.
27. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 192-216.
106 Jorge Otaduy

En contra de la doctrina legal establecida por el Tribunal Supremo acer-


ca de la inaplicación del RAMINP a los lugares de culto –o, en todo caso,
de la excepcionalidad del recurso a ese instrumento‒, Rodríguez Blanco
estima conveniente que «estos edificios y locales se sometan a la licencia
del Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligro-
sas, fundamentalmente a causa del ruido» 28. No sería suficiente el someti-
miento de los lugares de culto a las licencias urbanísticas y a los controles
que éstas conllevan en relación al uso y seguridad de los edificios, sino
que «parece necesario –insiste– que se apliquen a los lugares de culto las
licencias municipales de apertura» 29.
Es obvio que los edificios religiosos no pueden incluirse entre las in-
dustrias o los establecimientos mercantiles –a los que se destinan las es-
trictas medidas de control previo de sus actividades– pero, según este
autor, «por la concentración de personas que se produce y los ruidos que
conlleva el desarrollo de los actos religiosos, parece razonable a estos in-
muebles las licencias derivadas del RAMINP» 30. No sería óbice, a su pa-
recer, que el culto no se encuentre entre las actividades señaladas en el
nomenclátor del Reglamento, porque esa enumeración tendría carácter
meramente enunciativo 31. Redondea su argumento afirmando que tam-
bién procede la aplicación a los lugares de culto de las medidas de control
previstas en el Reglamento General de Policía de Espectáculos Públicos y
Actividades Recreativas, por la concentración de personas que tiene lugar
en estos centros 32.
Como se ve, Rodríguez Blanco no encuentra ninguna dificultad en la
aplicación del régimen de los controles previos de la Administración a la
actividad de culto porque, a su parecer, las licencia administrativas «no
son medidas restrictivas» 33 del ejercicio de los derechos. A su juicio, no
debería enfocarse el tema desde la perspectiva de los límites al ejercicio
de los derechos porque tales exigencias, que se concretan por lo que aquí
interesa en la obligatoria licencia municipal de apertura de los centros de
culto, «no tienen nada que ver con los límites del derecho fundamental de
libertad religiosa, y no es necesario, por tanto, acudir a ellos para justificar

28. Ibidem, 211-212.
29. Ibidem, 215.
30. Ibidem, 215.
31. Ibidem.
32. Cfr. Ibidem, 215-216.
33. Ibidem, 194.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 107

la necesidad de su acatamiento» 34. El planteamiento de la jurisprudencia


y de la doctrina, que han recurrido habitualmente a esta categoría jurídica
para justificar o no el control administrativo sobre lugares de culto, sería
erróneo 35.
Rodríguez Blanco funda su parecer sobre el criterio de que una cosa
es la limitación del derecho y otra su delimitación. Que exista un dere-
cho a establecer lugares de culto «no quiere decir que la prohibición de
construir en determinados sitios (costas, espacios protegidos, zonas mo-
numentales…) vulnere ese derecho; simplemente se trata de actuaciones
no amparadas o contempladas en su ámbito de protección. No es una
cuestión de límites –concluye– sino de interpretación sistemática de la
Constitución» 36.
Parece deducirse de esta opinión que la licencia administrativa en
cuestión llegaría a formar parte del derecho mismo, tesis que se confirma
cuando sostiene, en efecto, que «las licencias de apertura que nos ocupan
aparecen como consustanciales al derecho a establecer lugares de culto» 37.
A mi juicio, convendría matizar estas afirmaciones.
1º. Es indiscutible que la libertad religiosa no ampara la facultad de establecer
un lugar de culto en cualquier espacio. Poco más arriba he tenido ocasión de
pronunciarme expresamente en este sentido. Ningún autor, que yo sepa,
defiende una suerte de “impunidad eclesiástica” de este estilo.
La identificación de los “límites” del derecho –es decir, de aquellas
circunstancias con relevancia jurídica que han de ser tenidas en cuenta
en cada caso para dar lugar al derecho efectivo‒, debe realizarse sin em-
bargo con la debida ponderación, para no alterar su auténtico conteni-
do. El sentido negativo que a veces acompaña a la categoría –la idea de
“límite” como “restricción” del legítimo contenido del derecho, aunque
inevitablemente necesaria por razón de un interés superior– favorecería
una interpretación “libertaria” de los derechos, en el sentido de no admitir
fácilmente la vigencia de circunstancias que contribuyan a acotarlo en el

34. Ibidem, 193.
35. Cfr. Ibidem, 211 y nota 556, relativa al error de planteamiento de la jurisprudencia;
al supuestamente equivocado enfoque de la doctrina en esta materia alude principalmente
en nota 576.
36. Ibidem, 193.
37. Ibidem, 216. Reitera en nota 576 que entiende «este tipo de licencias como consus-
tanciales al ejercicio del derecho a establecer lugares de culto, no siendo éste un tema de
límites».
108 Jorge Otaduy

espacio que en realidad le corresponde. Un planteamiento de este estilo


podría poner en riesgo otros bienes jurídicos estimables (el orden público,
en última instancia).
En el caso que nos ocupa, el derecho a establecer lugares de culto po-
dría esgrimir su condición de derecho fundamental como argumento de-
fensivo frente a quienes pretendieran someter a regulación alguna de sus
manifestaciones, en particular lo que se refiere al control sobre la segu-
ridad del local. Rodríguez Blanco sale al paso de este peligro, si bien se
inclina demasiado, a mi juicio, hacia la vertiente contraria, en una opción
“conservadora” que, para garantizar la protección de otros bienes jurídi-
cos en peligro –la seguridad, la salud‒, podría llegar a erosionar elemen-
tos específicos del derecho de libertad religiosa.
En el tema que tratamos, no cabe partir de una suerte de apriorística
presunción de legitimidad de cualquier intervención administrativa con-
dicionante del ejercicio de un derecho fundamental, con el argumento de
que toda aparente restricción del derecho es en realidad una contribución
necesaria a su correcta delimitación, porque de esta manera se frustra cual-
quier posibilidad de discusión sobre el asunto. El razonamiento aparente
constituye en realidad una petición de principio. Resulta más congruente
con la lógica jurídica partir de que las restricciones controvertidas deben
analizarse como una injerencia en el ejercicio de las libertades y centrar el
análisis en su posible justificación.
Tal es el criterio que sigue el Tribunal Europeo de Derechos Huma-
nos en Lentia contra Austria, que declaró contraria al artículo 10 del Con-
venio la autorización previa exigida para el establecimiento de canales
privados de radio y televisión 38. La Corte estimó que los obstáculos que
encontraron los demandantes para obtener una licencia de explotación de
cadenas de radio y televisión constituyó una injerencia injustificada del
Gobierno austriaco en el derecho a comunicar informaciones. De nada le
sirvió al Gobierno invocar la responsabilidad del Estado en relación con
«la garantía de la objetividad y la imparcialidad de la información, la re-
presentación equilibrada de todas las opiniones y la independencia de las
personas y órganos responsables de las emisiones» (n. 30). La injerencia
gubernamental se estimó desproporcionada en relación con el fin perse-

38. Caso Informationsverein Lentia y otros contra Austria, Sentencia de 24 de noviembre


de 1993 (TEDH 1993 56).
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 109

guido, porque el Gobierno no justificó una “necesidad imperiosa” para


prohibir el establecimiento de esos medios de comunicación ni argumen-
tó sobre la ineficacia de soluciones equivalentes menos restrictivas (vid. n.
39). Si este criterio vale para la protección de libertad de expresión a través
de medios audiovisuales, actividad que cuenta con unos importantes con-
dicionamientos técnicos que justifican una injerencia más intensa de los
poderes públicos, cuánto más habrá de sostenerse en el caso de la libertad
religiosa 39.
El enfoque del Tribunal Europeo en esta cuestión es congruente, por
lo demás, con la doctrina constitucionalista –principalmente alemana– en
cuyo seno se forjó la teoría de la restricción y delimitación de los derechos
que Rodríguez Blanco invoca en su favor. Una referencia mínimamente
detenida a los términos del debate queda fuera del objeto de estas pá-
ginas. Baste decir que en la doctrina hay dos posiciones fundamentales
–como sintetiza Simón Yarza– que se expresan «en la teoría restringida del
supuesto de hecho o ámbito de protección —cuya defensa ha encabezado
Müller— y la teoría amplia, defendida por Alexy y mayoritariamente ad-
mitida. De acuerdo con la teoría amplia, cualquier ejercicio de la libertad
fundamental forma parte del contenido prima facie del derecho, de suerte
que cualquier restricción de dicho ejercicio ha de justificarse formal (lega-
lidad) y materialmente (proporcionalidad). La teoría estricta tiende, por el
contrario, a estrechar el ámbito de protección, con el consiguiente riesgo
de excluir de dicho ámbito numerosas injerencias indirectas o mediatas, de
consecuencias graves incluso 40».
A tenor de la mencionada interpretación amplia patrocinada por Alexy
es difícil no encontrar en el hecho de exigir una licencia de apertura de
establecimiento una injerencia en el ámbito protegido por el Derecho. No
es una mera definición de sus límites, sino una injerencia en el ámbito
protegido prima facie. El supuesto de hecho o ámbito de protección del de-
recho tiende a ser definido por la doctrina más autorizada (Robert Alexy,
y la mayoría de la doctrina alemana) de un modo amplio, de modo que

39. Al desarrollo de la tecnología se refiere la sentencia en el número 39: «Gracias a los


progresos técnicos de las últimas décadas, las citadas restricciones ya no pueden basarse en
consideraciones relativas al número de frecuencias y de canales disponibles (…). Además,
éstas han perdido en el caso presente muchas de sus razones de ser con la multiplicación de
los programas extranjeros dirigidos al público austriaco».
40. F. Simón Yarza, Medio ambiente y derechos fundamentales, Madrid 2012, 182, con cita
de F. Müller, Die Positivität der Grundrechte, Duncker & Humblot, Berlín, 1990.
110 Jorge Otaduy

aquello que afecta a su ejercicio tiende a verse como una “injerencia” o


“restricción” 41.
El Tribunal Europeo de Derecho Humanos, como hemos tenido ocasión
de comprobar en el supuesto anteriormente referido, no duda en calificar
la denegación de una licencia para erigir un canal de televisión privado
como una “injerencia” en la libertad de expresión (vid. n. 27). Y ello a pesar
de que el propio artículo 10.1 del Convenio, tras reconocer el derecho la
libertad de expresión, afirma que «el presente artículo no impide que los
Estados sometan las empresas de radiodifusión, de cinematografía o de
televisión a un régimen de autorización previa».
En este caso parece que hay una injerencia en el derecho, y por tal mo-
tivo es preciso atenerse escrupulosamente al principio de proporcionali-
dad, que requiere la observancia de las siguientes condiciones:
a) Que la medida sea “idónea”, esto es, apta o apropiada, para alcan-
zar un fin legítimo.
b) Que resulte “necesaria”, es decir, que no quepa otra medida igual-
mente eficaz y menos gravosa para alcanzar el fin perseguido.
c) Por último, tiene que se presente como “proporcionada en sentido
estricto”, es decir, la medida restrictiva ha de prevalecer, en un ba-
lance de costes y beneficios, sobre la libertad afectada; o, por decirlo
con palabras de Kluth, el control de proporcionalidad se refiere «a
la ponderación de si la limitación de la libertad está en una rela-
ción justa con la importancia y el significado del fin que legitima
esa intervención» 42.
La cuestión de la que estamos tratando quizá se entienda mejor si se
contempla el derecho desde una perspectiva menos conceptual y más
realista. El derecho no es una mera deducción lógica que encuentra una
determinada formulación normativa, sino que es más bien la cosa justa
que corresponde a cada cual en el caso concreto. En la relación jurídica
singular se dan circunstancias específicas que modifican o matizan el al-
cance del derecho genéricamente formulado en el texto legal. El derecho
–mejor o peor “delimitado” normativamente– no vive, sin embargo, en

41. Una aproximación general al tema puede encontrarse en R. Alexy, La Teoría de los


derechos fundamentales, Madrid 2007, 239-297 (se trata del capítulo VI de esta obra, ya clásica,
que versa sobre El derecho fundamental y sus restricciones).
42. W. Kluth, Prohibición de exceso y principio de proporcionalidad en Derecho alemán, Cua-
dernos de Derecho Público 5 (septiembre-diciembre 1998) 232.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 111

esa formulación legal, sino en la realidad de lo justo de cada uno en una


relación jurídica singular. La “delimitación” del derecho o la “fijación de
los límites” que lo configuran es tarea del caso concreto, que se hace a
tenor de las circunstancias particulares que influyen sobre la posición ju-
rídica de las partes.
2º. El acto de control administrativo no es elemento consustancial del derecho
a establecer lugares de culto.
Coincido con Rodríguez Blanco en el parecer de que el “verdadero”
derecho a establecer lugares de culto comporta de suyo la ausencia de
lesión de derechos de terceros, de daños al medio ambiente, y de riesgos
para la seguridad de las personas. Si se produjera la colisión con estos
bienes jurídicos u otros que eventualmente puedan entrar en juego, el
derecho a establecer lugares de culto sencillamente no existiría. La falta
de obstáculos de esta índole, si se permite hablar así, es consustancial con
el derecho. También es necesario –con una necesidad lógica‒, que la no
concurrencia de esas circunstancias sea verificada en cada caso, y aquí es
donde se descubre, justamente, el papel de la Administración en la mate-
ria de la que nos ocupamos, que sin duda es necesario.
Debe advertirse, sin embargo, que, en sentido estricto, esa tarea de con-
trol no es parte constitutiva del derecho sino un mero requisito para el
ejercicio expedito del derecho. Los actos de control de la Administración
no pueden considerarse “consustanciales” al derecho al que se refieren
sino que advienen como algo adjetivo para que éste pueda efectivamente
desplegar sus efectos.
Por otra parte, me parece arriesgada la consecuencia que podría des-
prenderse de una interpretación estricta de la tesis de este autor –enun-
ciada en repetidas ocasiones‒, según la cual no existiría el derecho al
culto si el local no reuniera las condiciones de higiene, salubridad y se-
guridad establecidas en la normativa correspondiente. En el origen de la
preocupación se encuentra el arraigado principio de desconfianza hacia
los administrados que inspira tanto la normativa cuanto la praxis de la
Administración en España. No es infrecuente que los requisitos para el
otorgamiento de autorizaciones y licencias se establezcan con un criterio
maximalista, que se extiende en realidad más allá de lo “estrictamente
necesario”. Sostener que solo mediante la observancia de “todas” las dis-
posiciones reglamentarias se configura el derecho de libertad religiosa en
el caso concreto podría ser una exageración de la que se siguiera un abuso.
112 Jorge Otaduy

La ausencia de un extintor no anula el derecho al culto de una comunidad


religiosa, por mucho que el inspector de turno encuentre apoyo norma-
tivo para su requerimiento. Hay cosas que no se resuelven simplemente
con la invocación de una circular.
3º. La licencia no es instrumento necesario para el ejercicio del control admi-
nistrativo de los lugares de culto.
Menos sostenible resulta aún que sea precisamente la licencia –acto de
control previo de la actividad de los particulares– la actuación administra-
tiva “consustancial” al derecho a establecer lugares de culto. La compro-
bación o verificación de que no concurren circunstancias impedientes del
desarrollo de la actividad puede realizarse mediante otros mecanismos
previstos por el Derecho administrativo. Incluso si lo que se pretende es
en todo caso someter la apertura de centros de culto a control, la Adminis-
tración podría emplear otros instrumentos, como la comunicación previa,
por ejemplo, que permite proteger el interés general y supone una me-
nor carga burocrática para el administrado y para la propia Administra-
ción 43.
4º. La elevación de la licencia a elemento consustancial del derecho a establecer
lugares de culto no es congruente con la práctica administrativa.
Elevar la licencia preventiva a elemento consustancial del derecho a
establecer lugares de culto supone, aparte cuestiones de índole dogmá-
tica, ignorar la praxis administrativa. El acusado uso –y abuso– de la au-
torización en nuestra cultura administrativa conduce frecuentemente a
una verdadera inflación de medidas de control sobre la iniciativa privada,
que actúan como verdadero “límite” del derecho, entendido en este caso
como medidas restrictivas no justificadas, que entorpecen la actividad
económica que las personas tienen derecho a desarrollar (en el caso de
los lugares de culto, no es tanto la libertad económica la que está en juego
sino la libertad religiosa). Las licencias –sean de carácter sectorial o territo-
rial– tienden a multiplicarse sobre la misma actividad, lo que obliga a una
permanente tarea de depuración normativa, si se desea alcanzar un míni-
mo de eficacia en la gestión de la actividad económica. En este contexto,

43. Sobre las dudas que la inclusión de las nuevas “herramientas” de la declaración


responsable y de la declaración previa plantean a la doctrina, así como de la bibliografía
que esta comenzando a aparecer sobre la materia puede consultarse M. A. Salvador Ar-
mendáriz, Directiva de Servicios y Administración Local: cuestiones generales de su transposición
en Navarra, Revista Jurídica de Navarra 52 (julio-diciembre 2011) 107-162.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 113

se comprende que los controles administrativos no se establecen con la


mentalidad de «acotar cuidadosamente el ámbito del contenido esencial
de un derecho», como correspondería si la licencia fuera efectivamente
consustancial al mismo derecho, sino de manera bastante menos reflexi-
va, casi automática, como resultado de una “práctica generalizada” que
responde al arraigado principio de la desconfianza de la Administración
hacia los administrados.
En suma, me parece más atendible la postura de la jurisprudencia ex-
puesta en el epígrafe anterior que la opinión doctrinal comentada en estas
últimas páginas.

4. Nueva licencia municipal de apertura y uso de centros de culto en


la ley 16/2009, de 22 de julio, de la Generalidad de Cataluña

El modelo de no sujeción a licencia de la actividad religiosa que ha


funcionado en los términos descritos durante los últimos treinta años no
se encontraría adaptado, según algunos, a las circunstancias actuales de la
realidad socio-religiosa de España, y no resultaría suficientemente garan-
tista del interés público: en los lugares de culto la seguridad y la salud de
las personas se encontraría en riesgo y las molestias a terceros no podrían
ser convenientemente atajadas.

4.1.  Motivos de la ley

En el caso de Cataluña, estas opiniones han cuajado en un nuevo régi-


men normativo, compuesto de ley y de reglamento 44. Según el artículo 9
de la citada ley, en efecto, «para iniciar las actividades de un nuevo centro
de culto de concurrencia pública debe obtenerse previamente una licencia
municipal de apertura y de uso de centros de culto de naturaleza reglada».
En la línea de la más pura tradición intervencionista del Derecho adminis-
trativo hispano –a la que he aludido ya en otros lugares de este escrito‒, se
procede a la creación de una nueva licencia para una actividad que hasta
ahora gozaba de un sistema de control diverso, en atención a la peculiar

44. Ley 16/2009, de 22 de julio, de los centros de culto. Diario Oficial de la Generalidad


de Cataluña de 30 de julio; Decreto 94/2010, de desarrollo de la Ley 16/2009, de los centros
de culto. Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña de 22 julio de 2010, y corrección de
errores en Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña de 9 de noviembre de 2010.
114 Jorge Otaduy

naturaleza del elemento religioso, y que ahora viene a asimilarse, de al-


gún modo, al régimen de las actividades comerciales o industriales 45.
Esta iniciativa normativa pretende justificarse en la transformación so-
cial de Cataluña, resultado, se dice, del pluralismo religioso imperante;
habríamos pasado de una sociedad cultural y religiosa monocolor a otra
distinta, multicultural y plurirreligiosa; la creciente variedad confesional
haría obligada la adaptación legislativa en materia de lugares de culto, a
la vista de que la demanda de apertura de este tipo de centros es superior
y mucho más diversificada de lo que era antaño 46.
La consideración de estos argumentos desde la perspectiva jurídica
aboca a una situación de perplejidad. El mero incremento numérico de
los casos que haya de atender la ley no parece exigir la modificación de
una norma general. Por otro lado, el aumento de la diversidad confesional
de quienes solicitan disponer de lugares de culto tampoco obliga de por
sí al cambio del procedimiento que la ley establece para todos. Bastaría
la aplicación a todas las confesiones solicitantes del mismo régimen, en
virtud del principio de igualdad religiosa.
También fue invocado como motivo de fuste para elaborar el nuevo
texto legal el hecho de la diversidad de criterios de las entidades locales
a la hora de aplicar a las confesiones religiosas la normativa vigente en
materia urbanística 47. Habría que aclarar, primeramente, si las dispares

45. Entre las publicaciones sobre la ley catalana pueden mencionarse las siguientes: J.
J. Guardia Hernández, La relación entre urbanismo y libertad religiosa en Cataluña: Llei
16/2009 dels centres de culte, Ius Canonicum 101 (2011) 277-328; J. L. Llaquet de Entramba-
saguas, Normativa catalana sobre centros de culto (I), Revista General de Derecho Canónico y
Derecho Eclesiástico del Estado núm. 27 (2011) en www.iustel.com; M. Moreno Antón, El
tratamiento urbanístico de los lugares de culto: a propósito del Proyecto de Ley de Cataluña sobre
centros de culto o de reunión con fines religiosos, Revista General de Derecho Canónico y Dere-
cho Eclesiástico del Estado 17 (2008) en www.iustel.com; J. Ponce Solé, Derecho urbanístico
y libertad religiosa en España: aspectos competenciales y materiales. La ley catalana 16/2009, de 22
de julio, de los centros de culto, en Ciudades, derecho urbanístico y libertad religiosa. Elementos
comparados de Europa y Estados Unidos, Barcelona 2011; M. M. Martín García, Derecho de
libertad religiosa y establecimiento de centros de culto. A propósito de su desarrollo legal en Cataluña,
Revista Española de Derecho Constitucional 94 (enero-abril 2012) 239-265.
46. Con estos argumentos arranca el Preámbulo de la Ley: «Cataluña está en un proceso
de crecimiento demográfico y urbanístico. Muchos municipios experimentan un progresivo
aumento de población y nacen nuevos barrios y zonas de viviendas. Junto con ese hecho, la
realidad religiosa de Cataluña es cada día más plural, en parte por el fenómeno de la inmi-
gración, y en ella conviven distintas confesiones, algunas de ellas con una gran diversidad
interna. La nueva situación plantea nuevos retos y pide nuevas respuestas».
47. Este es el tenor del párrafo segundo del Preámbulo: «El vacío legal existente hasta
ahora sobre los centros de culto ha provocado disparidad de criterios entre los ayunta-
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 115

actuaciones municipales pudieran resultar conforme a Derecho al ampa-


ro del principio de autonomía local. El uniformismo normativo ope legis
quizá incremente la seguridad jurídica, pero si el legislador irrumpe en
el ámbito competencial de otros poderes públicos carece de legitimidad.
Además, la supuesta “diversa interpretación” de las normas vigentes por
parte de los funcionarios municipales tampoco es por sí misma motivo
consistente para cambiar la ley. Si el distinto criterio respondiera a una
interpretación antijurídica de la norma, habría que confiar en la función
correctora que corresponde a los tribunales.
A mi juicio, el aumento de la demanda de lugares de culto y la diversi-
dad de las confesiones religiosas solicitantes, si así se constatara de hecho,
abogaría por una cuidadosa aplicación del régimen vigente con arreglo al
principio de igualdad; es decir, con sujeción a la disciplina urbanística y
de las normas de seguridad constructiva. Con tales criterios se encuentran
en funcionamiento numerosos templos pertenecientes a la Iglesia católica,
así como tantos otros –centenares, quizá miles– que hasta ahora han reci-
bido las licencias establecidas por la ley, se encuentran inscritos muchos
de ellos en el Registro de entidades religiosas y abren sus puertas a todo
tipo de personas a lo largo del territorio español.
Es inconcebible que un centro religioso de concurrencia pública pueda
operar sin la preceptiva autorización municipal, que incluye la compro-
bación del cumplimiento de las condiciones básicas de seguridad y salu-
bridad. Tal conducta convertiría ese lugar en una instalación clandestina
y la autoridad competente habría de proceder a su clausura. A este fin, los
entes locales se encuentran dotados de los procedimientos jurídicos per-
tinentes. Carece de toda lógica que para atajar el problema de los centros
clandestinos se establezca un nuevo régimen jurídico que se haga exten-
sivo a edificios que cuentan su existencia por décadas o centurias, que
fueron establecidos de acuerdo con la legalidad, que son públicamente
conocidos y se encuentran disponibles para todos.
Las dudas acerca de la oportunidad del nuevo régimen no arredraron
al legislador catalán que fue adelante con su proyecto. La norma aprobada

mientos a la hora de conceder licencias: desde la aplicación rigurosa de la Ley 10/1990, de


15 de junio, sobre policía del espectáculo, las actividades recreativas y los establecimientos
públicos ‒que no tiene en cuenta los centros de culto‒, hasta la ausencia de exigencia de
medidas de seguridad, hoy consideradas necesarias. En algunos casos, esta disparidad ha
desorientado a los responsables de los centros de culto, algunos de los cuales han pedido la
unificación de criterios».
116 Jorge Otaduy

pretende ser una ley general sobre centros de culto que aborde tanto los
aspectos urbanísticos como los de seguridad constructiva 48. Tras el trámi-
te parlamentario, sin embargo, los aspectos urbanísticos se diluyeron en
gran parte dejando las cosas prácticamente como estaban. Esta circuns-
tancia ha venido a acentuar la inadecuación de un texto legislativo cuyos
efectos se circunscriben, a la postre, a la introducción en el ordenamien-
to español de una nueva licencia municipal específicamente destinada al
control de los centros religiosos. El núcleo de la ley, en efecto, se concentra
actualmente en la licencia municipal de apertura y uso de los centros de
culto, artículos 8 a 11, a los que hay que añadir la disposición transitoria
3ª, que establece la aplicación retroactiva de la norma a todos los templos
existentes no incluidos en el patrimonio cultural catalán 49.
El legislador –como no podría ser de otra manera– es quien establece o
crea esta licencia, si bien añade que será el Gobierno, mediante disposición
reglamentaria, quien determine –según la expresión literal del número 2
del artículo 8– las condiciones técnicas y materiales mínimas que hayan
de cumplir los mencionados centros en materia de seguridad, salubridad,
accesibilidad, protección acústica, aforo, evacuación así como para evitar
molestias a terceros.
Esta disposición legal fue recibida con notable aprensión por parte de
amplios sectores de la sociedad, pues el ejercicio del derecho fundamental
de libertad religiosa queda, mediante la remisión al reglamento, a la dis-
crecionalidad del poder ejecutivo de turno.

48. El párrafo sexto del Preámbulo resume los propósitos que persigue la ley: «De acuer-
do con ello, la presente ley parte del reconocimiento del derecho fundamental de libertad
religiosa y tiene como finalidad facilitar el ejercicio del derecho de libertad de culto, apoyar
a los alcaldes a la hora de facilitar el ejercicio de este derecho y velar por unas condiciones
adecuadas –y proporcionadas a la actividad– en cuanto a la seguridad, la higiene y la dig-
nidad de los locales de culto. También es una finalidad de la presente ley evitar posibles
molestias a terceras personas. A su vez, la Ley evita causar problemas a los centros de culto
que ya prestan sus servicios sin dificultades». En el párrafo séptimo, añade: «La aportación
de la presente ley a la garantía del ejercicio del derecho de libertad de culto consiste en esta-
blecer que los planes de ordenación urbanística municipal prevean suelos con la calificación
de sistema de equipamiento comunitario donde se admitan los usos de carácter religioso.
La apertura de locales de culto es un derecho por el que deben velar las administraciones».
49. Disposición Transitoria tercera: «Los centros de culto de concurrencia pública existen-
tes en el momento de la aprobación de la presente ley, no incluidos en el inventario al que se
refiere la disposición transitoria segunda, deben cumplir las condiciones básicas de seguridad
que establezca el reglamento al que se refiere el artículo 8. La adaptación debe hacerse en el
plazo de cinco años a partir de la aprobación del reglamento. A tales efectos, los titulares de
los centros deben comunicar a los ayuntamientos que cumplen los requisitos mencionados».
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 117

Hubo que esperar solamente un año para comprobar que estos rece-
los no eran infundados, pues en el Decreto de 2010 se dan cita los malos
presagios que habían sido insinuados. Se trata, en efecto, de una norma
sumamente intervencionista, que regula el régimen de los centros de ma-
nera muy detallada y deja en manos de la Administración municipal po-
deres extraordinarios de control, que dudosamente resultan compatibles,
a mi juicio, con la integridad del derecho de libertad religiosa.
En mi opinión, el Decreto debería ser derogado íntegramente, conside-
rando que los inconvenientes que presenta no son de detalle, sino que pro-
ceden del planteamiento global del autor de la norma sobre el tema, difí-
cilmente armonizable con la construcción de los derechos fundamentales y
sus garantías que diseña la Constitución. El Decreto en su conjunto adolece
de vicios de legalidad que reclaman, a mi juicio, su anulación completa.

4.2.  Reserva de ley orgánica

La propia ley resulta, a mi parecer, de dudosa legitimidad. El artículo


81 de la Constitución española, como es bien sabido, establece que el de-
sarrollo de los derechos fundamentales y las libertades públicas requiere
ley orgánica, mientras que el 53 indica que solo por ley, que en todo caso
deberá respetar el contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de ta-
les derechos y libertades (todos los del capítulo II del Título I), que se
tutelarán de acuerdo con lo previsto en el artículo 161. 1, a (recurso de
inconstitucionalidad contra las leyes). La doctrina trata de dilucidar qué
ha de entenderse por “desarrollo del derecho” y qué por “regulación de
su ejercicio”, para reclamar la intervención de la ley orgánica, en el primer
caso, o de la ley ordinaria, en el segundo.
La Ley orgánica de libertad religiosa contiene dos referencias explícitas
al derecho al culto. El art. 2. 1 b) declara que forma parte del contenido
esencial del derecho «practicar el culto»; el art. 2.2 reconoce el derecho de
las iglesias «a establecer lugares de culto». En el primer caso se atiende
a la dimensión individual y en el segundo a la vertiente colectiva de la
libertad religiosa.
A mi parecer, el lugar de la celebración de los ritos religiosos es un ele-
mento necesario para la práctica del derecho al culto 50. Se trata de una

50. El número 4 de la Observación general nº 22, realizada por el Comité de Derechos


Humanos en el 48º período de sesiones, en 1993, sobre el artículo 18 del Pacto Internacional
118 Jorge Otaduy

realidad instrumental pero necesaria e inseparable del ejercicio de esa ac-


tividad religiosa, que viene intrínsecamente exigida, en suma, por el de-
recho mismo a practicar el culto. En este sentido, no me parece exagerado
afirmar que el establecimiento del régimen jurídico de los lugares de culto,
en sus aspectos esenciales, constituye un desarrollo directo del derecho de
libertad religiosa, reservado pues al legislador orgánico. El único límite al
libre ejercicio del derecho es el orden público, que en estos casos, por razón
de la materia, se referirá a los elementos de la salud y de la seguridad de
las personas. El carácter fundamental del derecho obliga en todo caso a
una interpretación restrictiva de la aplicación de los mencionados límites.
El legislador español se ha mantenido hasta ahora dentro de este mar-
co de moderación normativa. No se han promulgado leyes para desa-
rrollar específicamente el contenido del derecho «a practicar el culto»,
mencionado en el art. 2.1,b) de la ley orgánica de libertad religiosa. La
jurisprudencia del Tribunal Supremo, por su parte, ha prestado una deci-
siva contribución para interpretar el alcance del límite del orden público
con vistas a garantizar la seguridad de las personas. El planteamiento del
Ordenamiento español, en suma, podría considerarse más respetuoso de
la libertad religiosa que el patrocinado por el legislador catalán mediante
el desarrollo por ley autonómica de un aspecto esencialmente vinculado
a un derecho fundamental.

4.3.  Respeto del contenido esencial del derecho de libertad religiosa

En el supuesto de que la regulación básica de los lugares de culto no


se considerara “desarrollo directo” del derecho de libertad religiosa sino
mera “regulación de su ejercicio” habría que analizar la normativa resul-
tante desde la perspectiva del artículo 53 de la Constitución, es decir, del
respeto del contenido esencial. Se admitiría la hipótesis de la regulación

de derechos civiles y políticos, se destina a reflexionar sobre el sentido preciso del termino
culto y el conjunto de actividades que ampara: «La libertad de manifestar la propia religión
o las propias creencias puede ejercerse “individual o colectivamente, tanto en público como
en privado”. La libertad de manifestar la religión o las creencias mediante el culto, la cele-
bración de los ritos, las prácticas y la enseñanza abarca una amplia gama de actividades. El
concepto de culto se extiende a los actos rituales y ceremoniales con los que se manifiestan
directamente las creencias, así como a las diversas prácticas que son parte integrante de
tales actos, comprendidos la construcción de lugares de culto, el empleo de fórmulas y
objetos rituales, la exhibición de símbolos y la observancia de las fiestas religiosas y los días
de asueto».
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 119

mediante ley ordinaria, siempre que no sufriera menoscabo la integridad


del derecho en las dos vertientes reconocidas en la ley orgánica: “la prác-
tica del culto” por las personas y “el establecimiento de los centros” por
las iglesias.
En el caso de la normativa catalana objeto de consideración, el estudio
de detalle del régimen resultante no pasa, a mi juicio, ese test de legiti-
midad. No hay congruencia entre las condiciones materiales exigidas a
los edificios de culto y el carácter que corresponde al derecho sobre el
que aquéllas se proyectan. La desproporción se hace más patente en la
medida en que los requisitos técnicos resulten más numerosos y exigen-
tes. Circunstancias como que el espacio disponible para el asiento de las
personas no alcance la medida estipulada de 0’60 metros, que el número
de extintores no se ajuste al cupo establecido, la inexistencia un baño para
discapacitados, o que la calzada a la que se abre el acceso al templo no
tenga el ancho prefijado podrían poner en jaque el derecho fundamental
de libertad religiosa, si de tales incumplimientos se siguiera el cierre o
desalojo de un centro de culto.
Una regulación de estas características difícilmente puede considerarse
compatible con el contenido esencial del derecho de libertad religiosa. Se
podrá argüir que las condiciones más rigoristas y pormenorizadas no se
encuentran en la ley sino en el reglamento. Y ciertamente es así, porque el
artículo 8.2 es una norma en blanco para que la Administración disponga
a su criterio el régimen jurídico de una materia que afecta inmediatamente
al ejercicio de un derecho fundamental. Soy del parecer que tal opción es
de suyo contraria al mandato del artículo 53 de la Constitución de respetar
en todo caso el contenido esencial del derecho, con anterioridad aún a que
el poder ejecutivo haga uso de la facultad reglamentaria recibida. La inse-
guridad que genera semejante opción del legislador no podría encontrar
respaldo jurídico.
La interpretación jurídica es unánime en el sentido de que el riesgo de
cualquiera de los bienes constitutivos del orden público, para que legitime
el drástico efecto de la restricción de un derecho fundamental, debe ser
grave y próximo. No bastaría, por lo tanto, la invocación de una “amenaza
remota”, de un “ligero perjuicio”, de una “hipótesis improbable” o de una
“molestia o incomodidad leve”.
Así se ha pronunciado de manera constante la jurisprudencia sobre
eventuales limitaciones de la práctica del derecho al culto. Citaré algunos
ejemplos significativos.
120 Jorge Otaduy

En materia de licencias de apertura de establecimientos, la actividad


de la Administración es estrictamente reglada y no puede emplearse la
analogía para lograr la limitación de un derecho de los administrados.
«Tal doctrina debe extremarse cuando de la libertad de culto se trata ya que
la misma ostenta el rango y la protección debidos a un derecho fundamental
(art. 16,1 de la CE y art. 1 de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 julio de libertad re-
ligiosa) y los Tribunales debemos examinar con rigor máximo los supuestos
en que se encuentra en juego, para otorgar el amparo judicial que nos exige el
art. 4.º de la referida Ley Orgánica» 51.

Añade el Tribunal que

«la libertad religiosa, que consagra el art. 16.1 de la Constitución, es tam-


bién libertad de culto, en la que se comprenden los derechos a exteriorizar y
practicar externamente, tanto individual como comunitariamente las creen-
cias religiosas, abarcando, por tanto, la libertad de reunirse públicamente para
manifestar las creencias de quienes profesan un mismo credo ‒art. 2.1 d) Ley
Orgánica 7/1980‒» 52.

Y también que

«la libertad religiosa se vulnera no sólo cuando se condiciona con la prácti-


ca de una determinada religión el ejercicio de los derechos de ciudadanía, sino
también cuando se mediatiza la libertad de reunirse para desarrollar activida-
des de culto, siempre que las mismas no incidan en los supuestos que –como
único límite de los derechos dimanantes de dichas libertades– se especifican
en el art. 3.1 de la Ley Orgánica 7/1980, al perturbar el orden público protegido
por la Ley en el ámbito de una sociedad democrática» 53.

La autonomía municipal atribuye a los Ayuntamientos potestades de


intervención en la actividad de los ciudadanos que pueden llegar al some-
timiento a previa licencia y otros actos de control preventivo,

«pero dicha actividad de intervención debe –máxime al tratarse del ejerci-


cio de un derecho como el que aquí se examina– ajustarse cuidadosamente a
los principios de igualdad (art. 14 CE), proporcionalidad y “favor libertatis”
que explicita el art. 84.2 de la referida Ley de Bases de Régimen Local» 54.

51. Sentencia Tribunal Supremo 18 de junio de 1992 (RJ 1992/6004).


52. Ibidem.
53. Ibidem.
54. Ibidem.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 121

En Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (Granada)


entiende la Sala que es lícito cierto control de los lugares de culto, que
garantice el orden público, cuya defensa autoriza la normativa al efecto,
sobre todo como cuando en el caso de autos, el local no se diseñó espe-
cíficamente para lugar de culto, pero hay que tener en cuenta también el
principio de proporcionalidad que deriva directamente del art. 106.1 CE,
y al que ya aludía el art. 6.1 del Reglamento de Servicios de las Corpora-
ciones Locales de 17 junio 1955 (sentencias de 28 de mayo de 1991 y 10 de
mayo de 1995), que impone,

«estando en juego el principio de libertad religiosa, un exquisito control de


las potestades administrativas de forma que permitieran antes de la drástica
medida de la clausura, no el simple trámite de audiencia que para las activida-
des clandestinas viene exigiendo la jurisprudencia, para aquellas actividades
necesitadas específicamente de licencia, sino el requerimiento expreso con in-
dicación de las medidas precisas correctoras en relación con esos ruidos, pre-
cisamente por estar en juego el ejercicio de un derecho fundamental y aquellas
otras necesarias para garantizar el orden público –en el propio concepto a
que alude la resolución combatida– que permitieran un adecuado control del
mismo, con medidas que efectivamente garanticen el derecho de los vecinos y
de los propios participantes en los cultos» 55.

A la vista de esta doctrina es fácil deducir que un régimen reglamenta-


rio como el introducido por el Decreto 94/2010 del Gobierno de Cataluña,
prolijo en requisitos y condiciones para la apertura y utilización de los
centros de culto y con procedimientos rigurosos de inspección, conducirá
casi inevitablemente a situaciones de obstaculización o de impedimento
del ejercicio del derecho de la libertad religiosa. En todo caso, contribuirá
a la judicialización del régimen jurídico del factor religioso en Cataluña e
incrementará la conflictividad social. El mal que justamente se pretendía
erradicar con esta norma.

4.4.  Retroactividad de la ley

Muy discutible resulta asimismo la opción por la aplicación retroactiva


de la ley a la totalidad de los lugares de culto existentes, con la única ex-

55. Sentencia de 10 de febrero de 1997 (RJCA 1997/339).


122 Jorge Otaduy

cepción de los templos incluidos en el Inventario del Patrimonio Cultural


Catalán.
Esta amplísima retroactividad, que no conoce excepciones, es motivo
de sorpresa, ante todo, por lo inusual de tal modo de proceder en la praxis
legislativa. No se puede omitir en este punto la referencia al art. 9.3 de la
Constitución, que garantiza el principio de irretroactividad de las normas
restrictivas de derechos. El Código Civil (art. 2.3), por su parte, recuerda
que la retroactividad de las leyes es la excepción: «Las leyes no tendrán
efecto retroactivo, si no disponen lo contrario». La figura de la retroactivi-
dad, se reserva, de ordinario, para extender efectos beneficiosos 56.
La plena retroactividad del nuevo régimen de aplicación a los lugares
de culto comporta el desconocimiento absoluto del existente con ante-
rioridad sobre la materia 57. Téngase en cuenta que las nuevas normas no
introducen meras actualizaciones por razones técnicas, sino que estable-
cen ex novo un estatuto jurídico específico para los lugares de culto en
Cataluña, desconociendo la realidad jurídica anterior.
Sin embargo, no pueden darse por inexistentes determinadas actuacio-
nes de sujetos dotados de titularidad jurídica, realizadas de acuerdo con
la legalidad vigente, de las que necesariamente se siguieron situaciones
de derechos adquiridos.
Tal es el caso de las autorizaciones de los lugares de culto de las confe-
siones religiosas que se sujetaron a las normas vigentes para su apertura.
No puede obviarse la existencia en España de un preciso régimen jurídico
relativo a esta materia, como he tenido ocasión de recordar anteriormen-
te. No son exactas, por eso, las afirmaciones contenidas en le Ley y en el
Reglamento catalanes acerca del “vacío legal” que con estas normas se
vendría a cubrir 58. Nada más lejos de la realidad. Los controles urbanísti-
cos y de seguridad e higiene de los lugares de culto por parte de las cor-
poraciones municipales ya existían y se practicaban en todo el territorio
español. Si en algún caso no hubiera sido así, habría que achacarlo a la

56. Vid., por ejemplo, Ley 1/1998, de derechos y garantías de los contribuyentes, art. 4.3,
sobre retroactividad de las normas tributarias favorables.
57. Sorprenden por eso las afirmaciones del Preámbulo en el sentido de que el propósi-
to de la Ley es «evitar causar problemas a los centros de culto que ya prestan sus servicios
sin dificultades» (párrafo sexto); o el cuidado del legislador para que «la regulación de los
centros de culto no signifique un perjuicio para las confesiones que disponen de locales que
prestan servicios religiosos desde ya hace tiempo con normalidad y sin problemas» (párrafo
décimo).
58. Así, por ejemplo, en el Preámbulo, párrafo segundo.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 123

desidia de los gestores municipales, o a la falta de voluntad o de autoridad


para hacer cumplir la ley, pero no a que éstos carecieran de los recursos
jurídicos necesarios.

4.5.  El Proyecto de Ley de 2011 de modificación de la ley catalana de centro


de culto

La prueba de que las objeciones planteadas a la Ley de centros de culto


no van muy descaminadas es que al poco de producirse en 2010 el cambio
de Gobierno en Cataluña se presentó un proyecto de Ley para su refor-
ma 59.
En el preámbulo se subrayan los dos objetivos que se propuso en su
día la Ley: prever suelo donde se admita o se asigne el uso religioso, de
acuerdo con las necesidades y la disponibilidad de los municipios y regu-
lar las condiciones técnicas y materiales mínimas que deben garantizar la
seguridad de las personas y las condiciones adecuadas de salubridad de
los centros mencionados.
Pues bien, se reconoce que la aplicación de algunas de las disposiciones
de la Ley 16/2009, de 22 de julio, ha generado problemas de diversa natu-
raleza que hacen necesaria su modificación. Se refiere, por una parte a la
referencia legal sobre la reserva de suelo para usos de carácter religioso de
nueva implantación y a la obligación de adecuar el planeamiento general
a las previsiones de la ley en el plazo de 10 años. Se propone, en una pala-
bra, que las dos propuestas estrella de la ley en materia de planeamiento
urbanístico decaigan definitivamente. Lo primero porque no cabe atentar
contra la autonomía municipal propia de los municipios, a quienes co-
rresponde determinar si existe o no necesidad de suelo en su demarcación
para el uso religioso; lo segundo, porque carece de sentido imponer a los
ayuntamientos una revisión forzosa de su planeamiento cuando no haya
una demanda o necesidad social previa. En resumen, se pretende que las
cosas continúen exactamente como estaban con anterioridad a los debates
que, iniciados en 2006, condujeron a aprobación de la ley en 2009.
En cuanto a la regulación de las condiciones técnicas y materiales mí-
nimas que deben cumplir los centros de culto para obtener la licencia mu-
nicipal de apertura, se pretende introducir una previsión según la cual el

59. Puede consultarse el texto del proyecto en Butlletí Oficial del Parlament de Catalunya,
núm. 147, de 3 de octubre de 2011, 21-23.
124 Jorge Otaduy

cumplimiento de estas condiciones técnicas y materiales debe ser compa-


tible con el respeto de «las características arquitectónicas, culturales, de
tradición, históricas y los elementos artísticos de los centros de culto ya
existentes».
No está mal que se quieran corregir, con la introducción de semejante
cláusula, los efectos más hirientes de unas disposiciones que amenazaban
lesionar principios jurídicos fundamentales, como la libertad religiosa. No
puede pasarse por alto, sin embargo, que la presente reforma no introdu-
ce un verdadero cambio de criterio acerca del principal problemas que
plantea el vigente régimen catalán sobre lugares de culto, a saber, la im-
plantación de una nueva licencia municipal de actividad, obligatoria para
los centros de culto religioso, y la retroactividad de sus normas.
La Ley de modificación, si bien dulcifica las aristas más agresivas de
algunas de las normas, consagra los principios y los instrumentos jurí-
dicos introducidos por la ley anterior. Cobrará carta de naturaleza en el
ordenamiento catalán, concretamente, la licencia municipal de apertura
de centros de culto y asimismo quedará sancionada la retroactividad de
la legislación sobre lugares de culto, con el correspondiente desprecio de
situaciones jurídicas consolidadas, cuya tutela cabía esperar en un verda-
dero Estado de Derecho. Al amparo del régimen jurídico anterior a la ley
catalana de 2009 y plenamente vigente en el resto de España –legítimo y, a
mi parecer, razonable– un gran número de centros de culto religioso han
podido desempeñar pacíficamente su función al servicio de los ciudada-
nos, también en Cataluña. Resulta contrario a toda lógica jurídica que esa
situación de derechos adquiridos resulte ahora lisa y llanamente ignorada
por la ley.
La legislación catalana reciente sobre lugares de culto nació con un
grave vicio de origen, cual es la desmedida pretensión de uniformismo. Se
ha intentado imponer, en efecto, idénticas soluciones para todos los ayun-
tamientos, en materia de reserva de suelo, y para todas las confesiones re-
ligiosas, en cuanto a las condiciones materiales y técnicas de los centros de
culto. Por lo que se refiere a lo primero, pronto se advirtió la inviabilidad
del intento, porque los casi mil ayuntamientos catalanes se encuentran,
naturalmente, en circunstancias dispares a los efectos de la legislación de
referencia. De hecho, las previsiones en materia urbanística –que se pre-
sentaron como motivo principal de la nueva Ley– fueron diluyéndose a lo
largo de los trabajos parlamentarios, hasta quedar el mandato de reserva
de suelo en una mera posibilidad, según las necesidades y la disponibili-
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 125

dad de los municipios. En la modificación que ahora se propone desapa-


rece incluso esa última mención del artículo 1.
A la vista de las afirmaciones anteriores, puede afirmarse que el diri-
gismo originario de la Ley se ha corregido en gran parte en lo que afecta a
las corporaciones municipales, pero no así en los relativo a las confesiones
religiosas, a las que se ha sometido a una férrea unidad de régimen, sin
“tener en cuenta” –por emplear la expresión constitucional del artículo
16– las diversidades jurídicas, organizativas, litúrgicas, de tradición o de
simple realidad sociológica que existen entre ellas 60.
La solución preferible en esta materia, a mi juicio, sería volver a la si-
tuación anterior: es decir, la exigencia para los lugares de culto solamente
de las licencias urbanísticas, que, como es sabido, actúan a la vez como
instrumentos de control de las condiciones básicas de seguridad e higiene
de esos centros. Sin perjuicio, además, de la aplicación de todos los re-
cursos a posteriori de que dispone el ordenamiento para hacer respetar el
orden público en supuestos de incumplimiento. Sin embargo, se pretende
mantener la licencia municipal de apertura y uso para todos los centros de
culto, si bien la modificación legal que ahora se quiere introducir parece
ofrecer vías –si se contara con un “Gobierno benévolo”– para sortear en la
práctica la efectividad de su control.

5. La licencia de apertura de centros de culto a la luz


de las nuevas tendencias del Derecho administrativo
en materia de autorizaciones

Puede resultar ilustrativo enmarcar esta tendencia favorable al incre-


mento del control municipal sobre los lugares de culto religioso, como
la que se expresa en la ley catalana, dentro del cuadro más amplio de la
evolución del Derecho administrativo en materia de autorizaciones.
Ya se ha hecho notar anteriormente que el modelo histórico español
para el ejercicio del control administrativo ha sido preferentemente el de
carácter preventivo, es decir, la autorización o licencia previa. Y se ha alu-

60. La movilización de los entes locales de Cataluña en contra de las previsiones legales
que amenazaban su autonomía fue desde el inicio de los trabajos parlamentarios suma-
mente vigorosa y, a la postre, han logrado su objetivo de anular los efectos de la ley en esa
materia. Las confesiones religiosas, obviamente, no tiene la misma capacidad de presión
que la agrupación de las entidades locales.
126 Jorge Otaduy

dido, entre las normas relativas de mayor influencia y tradición en esta


materia, al RSCL, que tan decisivamente ha contribuido al arraigo en
nuestra Administración de lo que puede denominarse como una verda-
dera “cultura autorizadora”.
Este modo de proceder apenas resultó afectado por la entrada en vi-
gor de la Constitución española de 1978, pese a que en el artículo 38 se
reconoce «el derecho a la libertad de empresa en el marco de la economía
de mercado». La referencia a «las exigencias de la economía general y,
en su caso, de la planificación», del inciso final de la segunda frase del
artículo citado no obligaría, según la interpretación mayoritaria de la doc-
trina, a un cambio drástico en materia de control administrativo de las
actividades económicas. Por decirlo suavemente –porque en realidad la
interpretación mayoritaria, como digo, iba mucho más allá– la libertad de
empresa constitucional no resultaría incompatible con el régimen de con-
troles preventivos sobre la actividad económica, que habrían de conside-
rarse intervenciones legítimas mientras no resultasen desproporcionadas
o arbitrarias.
Este pacífico y acomodado statu quo ha venido a removerse como
consecuencia del influjo del Derecho comunitario, que aboga decidida-
mente por la libertad económica, en el sentido de libertad de prestación
de servicios y establecimiento y de libre circulación de personas y de
mercancías. Lo que la Jurisprudencia del Tribunal de Justicia ha veni-
do formulando a lo largo de los años ha quedado recogido en norma
transversal y vinculante para todos en virtud de la Directiva 2006/123/
CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de diciembre, relativa
a los servicios en el mercado interior, conocida generalmente como la
“Directiva de servicios” o “Directiva Bolkestein”, que pretende impul-
sar la competitividad y eliminar trabas y limitaciones en el sector de los
servicios 61.
Si me entretengo en la exposición de esta realidad, por otra parte tan
conocida para quienes se encuentran mínimamente en contacto con el De-
recho administrativo, es porque, como los especialistas en esta disciplina
no han dejado de advertir, nos encontramos ante una verdadera “revo-
lución” o “cambio de paradigma” en nuestra modelo de Administra-

61. DOL de 27 diciembre 2006, núm. 376. El texto se encuentra plagado, en efecto, de


referencias a la doctrina del Tribunal sobre múltiples aspectos particulares ahora recogidos
y sistematizados en la norma legal.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 127

ción 62. En síntesis, se puede decir, con palabras de Muñoz Machado, que la


Directiva de 2006, transpuesta en España mediante sendas leyes de 2009 63,
introduce un cambio esencial del régimen de las autorizaciones adminis-
trativas 64; el principio general es ahora la prohibición de las intervenciones
autorizadoras de carácter previo 65. Según el artículo 9.1 de la Directiva, en
efecto, solo se podrá supeditar el acceso a una actividad de servicio a un
régimen de autorización con estas condiciones: que la medida no resulte
discriminatoria; que se invoque una razón imperiosa de interés general; y
que no pueda obtenerse el resultado mediante la aplicación de medidas
menos restrictivas (es decir, cuando el control a posteriori llegaría demasia-
do tarde y resultaría ineficaz). Muñoz Machado no tiene inconveniente en
calificar este nuevo régimen como un “golpe de timón”, que ordena modi-
ficar el rumbo de una Administración preparada preferentemente para el
ejercicio del control preventivo y que ahora debe acomodarse a un sistema
de controles a posteriori, porque los regímenes de autorización preventiva
han dejado de ser lícitos con carácter general y solo son admisibles si con-
curren las circunstancias que la propia norma europea establece 66. Nos en-
contramos en suma –concluye Sánchez Armas, con excesiva contundencia
quizá– ante la «liquidación del sistema autorizativo clásico» 67.
Esta referencia a las nuevas tendencias legislativas en el ámbito del
Derecho administrativo es pertinente en relación con el tema que nos ocu-
pa, porque pone de relieve que la tesis favorable al establecimiento de
una licencia de nueva creación para los lugares de culto es una iniciativa
contra corriente, que necesitaría muy buenas razones –mejores que las
invocadas– para hallar justificación.

62. Las expresiones son de S. Muñoz Machado, Ilusiones y conflictos derivados de la Direc-


tiva de Servicios, en Vv. Aa., Retos y oportunidades de la transposición de la Directiva de Servicios,
Círculo de Empresarios, Madrid 2009, 297 y 302.
63. Ley 17/2009, de 23 de noviembre (Ley Paraguas). Libre acceso a las actividades de
servicios y su ejercicio. BOE de 24 de noviembre 2009; y Ley 25/2009, de 22 de diciembre
(Ley Omnibus). Modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre
acceso a las actividades de servicios y su ejercicio (RCL 2009\2256). BOE de 23 de diciem-
bre 2009.
64. S. Muñoz Machado, Ilusiones y conflictos…, cit., 299.
65. No es el lugar, obviamente, para entrar con detalle en un tema de tanta complejidad
y amplitud. Pero estimo que la referencia a esta materia resulta ilustrativa, casi a modo de
epílogo, en el trance de concluir este estudio.
66. Ibid. 302.
67. T. Sánchez Armas, El régimen de autorizaciones en la Directiva de Servicios: ¿hacia un
nuevo Derecho administrativo?, en Vv.Aa., Retos y oportunidades de la transposición de la Directi-
va de Servicios, Círculo de Empresarios, Madrid 2009, 427.
128 Jorge Otaduy

Podría alegarse que no es congruente proyectar sobre materia religiosa


lo que se dispone en relación con el régimen de actividades económicas.
Sin embargo, como ya se ha hecho notar, con motivo de la transposición
de la Directiva de servicios no nos encontramos ante una mera innovación
normativa de carácter sectorial sino ante un cambio de los principios rec-
tores de la materia, llamados a modificar en profundidad la actividad de
la Administración.
Por otra lado, si el “redescubrimiento” del principio del favor libertatis
en materia de autorizaciones administrativas es de aplicación a la libertad
económica de manera tan amplia, con mayor motivo habrá de serlo en
favor de la libertad religiosa, que goza, por decirlo así, de más alto rango
que la primera 68. Aun estimándose que la libertad de empresa pueda cali-
ficarse como derecho fundamental, a tenor del rótulo general del Título I
de la Constitución, dentro del que se incluye, sin embargo no forma parte,
como la libertad religiosa, de la sección primera del capítulo II del mismo
Título, que cuenta con la protección reforzada que establece el número 2
del artículo 53 (recurso de amparo).
Cabe aludir todavía a un argumento que sitúa a la libertad religiosa
por encima, no ya de la libertad de empresa sino de todos los demás de-
rechos fundamentales, hasta convertirla en un derecho singular, único; en
“la primera de la las libertades”, como acostumbran a señalar en el mundo
anglosajón. Me refiero a la vigencia de la laicidad como principio de con-
figuración del Estado en relación con el fenómeno religioso, que consagra
el criterio de la no intervención de los poderes públicos en esa materia,
de reconocimiento de la incompetencia estatal in re religiosa, y el respeto
de la autonomía de las iglesias y confesiones en su régimen interno. La
naturaleza de la religión hace de ese fenómeno una realidad singular, dis-
tinguible de los restantes, que le permite acceder a un régimen peculiar
–y en cierto sentido suplementario– de protección jurídica. La laicidad, en
suma, potencia el derecho de libertad religiosa.
Lo que pudiera parecer una mera formulación de principios teóricos
está llamado a configurar, sin embargo, las soluciones jurídicas en mate-
rias tan concretas como la que constituye el objeto de este estudio. Baste

68. Un interesante análisis de la incidencia de la Directiva de servicios en el modo de


afrontar la cuestión relativa a la interpretación del artículo 38 de la Constitución se encuen-
tra en M. A. Salvador Armendáriz, Repercusiones de la transposición de la Directiva de servicios
en la libertad de empresa, en Vv.Aa., Retos y oportunidades de la transposición…, cit., 355-403.
Control administrativo de los lugares de culto. La licencia municipal de apertura 129

recordar los numerosos pronunciamientos del Tribunal Supremo traídos


a consideración en estas páginas que apelan al rango peculiar y a la espe-
cialidad del derecho de libertad religiosa para contener la vis expansiva
de las actividades de control previo ejercido por la Administración. El
sometimiento a previa licencia y otros actos de control preventivo de los
lugares de culto debe ajustarse cuidadosamente, por esa razón, a los prin-
cipios de igualdad, proporcionalidad y favor libertatis que explicita el art.
84.2 de la Ley de Bases de Régimen Local.
Como la doctrina administrativista no deja de recordar con sano rea-
lismo, sería ilusorio pensar que el nuevo régimen en materia de control
de la actividad económica pueda cumplirse a golpe de Boletín Oficial del
Estado, «porque sin reformas organizativas y procedimentales no se rea-
lizarán sus exigencias» 69; ni cabe pensar que «con un simple chasquido
de dedos», por decirlo con la eficaz expresión de Muñoz Machado, pueda
el legislador «llevar a cabo tan formidable transformación de estructuras,
prácticas y formas de acción administrativa seculares» 70. Ante la ingente
tarea que aguarda en esta materia al legislador, al Gobierno y a las pro-
pias Administraciones, no me parece sensato proceder a la creación de
un nuevo sistema de control preventivo de los centros de culto. Máxime,
cuando el legislador podría razonablemente mantener el régimen actual
y ahorrarse, incluso, el chasquido de dedos.

69. R. Rivero Ortega, Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid: análisis del Proyecto
de Ley Ómnibus, en Vv.Aa., Retos y oportunidades de la transposición…, cit., 328.
70. S. Muñoz Machado, Ilusiones y conflictos…, cit., 302.
Lugares de culto.
Marco de la regulación canónica y tipología
José Tomás Martín de Agar

Facoltà di Diritto Canonico


Pontificia Universitá della Santa Croce
Roma

Sumario: 1. Introducción. 2. Noción y normas generales. 2.1. Noción. 2.2. Dedicación y bendición de
los lugares sagrados. 2.3. Disciplina eclesiástica de los lugares sagrados. 2.4. Violación de lugar sagrado.
2.5. Pérdida de la condición sagrada de un lugar. 2.6. Uso y cuidado de los lugares sagrados. 3. Iglesias.
3.1. Características jurídicas. 3.2. Edificación, disposición y reparación. 3.3. Dedicación o bendición. Título
de una iglesia. 3.4. Culto y cuidado de las iglesias. 3.5. Execración y reducción a uso profano de iglesias. 4.
Oratorios y capillas privadas. 4.1. Oratorios. 4.2. Capillas privadas. 5. Santuarios. 5.1. Definición. 5.2.
Clasificación de los santuarios. 5.3. Estatutos de los santuarios. 5.4. Pastoral de los santuarios. 6. Altares. 7.
Cementerios.

1. Introducción
Hablar de lugares sagrados en el derecho canónico parece requerir una
referencia preliminar a los diferentes conceptos o significados de sacro, y
en qué sentido esta cualidad se atribuye a determinados lugares (y cosas):
si se les reconoce una santidad que de por sí tienen o más bien se les atri-
buye, segregándolos de lo común y profano.
Aunque el dilema pueda parecer un artificio, pues sus opciones más
que excluirse se necesitan (siempre desde una religión), no es ociosa desde
luego una reflexión sobre el sentido intramundano de lo sacro y su loca-
lización 1; pero no puede ser muy extensa en una ponencia cuyo objeto es
ya de por sí bastante amplio, necesariamente panorámico y apegado a la
normativa en vigor.
He sabido no ha mucho que en la India los sacerdotes suelen celebrar
descalzos; también los fieles cuando se acercan al altar para llevar las ofren-

1. Vid. p.e. M. Calvi, L’edificio di culto è un «luogo sacro»? La definizione canonica di «luogo
sacro», Quaderni di Diritto Ecclesiale (2000) 228-247.
132 José Tomás Martín de Agar

das dejan sus sandalias al pie del presbiterio. Recuerdan seguramente la


advertencia de Dios a Moisés cuando se quiso allegar a la zarza ardiente:
«¡No te acerques más. Descálzate porque el lugar que pisas es santo!» (Ex
3,5). Algo semejante se nos refiere del monte Sinaí, del tabernáculo o tien-
da, en fin del templo figura de Cristo imagen perfecta del Padre «en quien
habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2,9; cf 1,19).
El cristianismo se inserta en la tradición judía y recoge también cos-
tumbres del culto pagano aportando la inefable riqueza de la Encarnación
y de la Eucaristía; que no es posible siquiera resumir aquí sin banalizarla.
Baste pensar en la palabra del Señor sobre los verdaderos adoradores en
espíritu y en verdad (cf. Jn 4, 20-25), a la doctrina paulina sobre el cuerpo
del cristiano como templo del Espíritu Santo (1Cor 6,19; 2Cor 6,16; 2Tim
1,14; etc.) o a la Iglesia cuerpo místico y casa de Dios edificada con piedras
vivas (Ef 4, 12; 1Pt 2, 4-7).
En la economía presente las relaciones entre lo sacro y lo profano van
desde la distinción y el contraste netos hasta la interacción y continuidad
a la que están llamados en la consumación de la ciudad santa, la nueva
Jerusalén que no tiene «templo alguno en ella, pues su templo es el Señor
Dios omnipotente y el Cordero» (Ap 21, 22).
En cualquier caso el derecho se ocupa especialmente de lo exterior, por
más que esté atento a crear las condiciones para que los fieles puedan ser
conducidos de lo visible al amor de lo invisible.
La regulación canónica vigente de los lugares sagrados, tratando de
plasmar la doctrina litúrgica del Concilio Vaticano II, ha simplificado la
precedente, superando en casos un cierto formalismo y dejando a los li-
bros rituales los aspectos meramente litúrgicos. Como siempre, se ha tra-
tado de encontrar un equilibrio entre un ritualismo minucioso, asfixiante
y el idealismo irreverente de quien piensa que pues todo acontece en el
corazón del creyente, las formas son prescindibles 2.
La Iglesia desea que los lugares donde se celebra habitualmente el
culto, estén destinados exclusivamente a él, dispuestos de manera que
respondan lo mejor posible a ese fin; se conserven, mantengan y utilicen
dignamente, que en ellos se desarrollen los ritos y ceremonias con orden,
participación y provecho espiritual de los fieles. Se trata de una materia

2. Vid. A. Longhitano, De los lugares y tiempos sagrados. Introducción a Lib. IV, Pars III cc.
1205-1253, en A. Marzoa, J. Miras, R. Rodríguez-Ocaña, Comentario Exegético al C.I.C., III/2,
Pamplona 32002, 1782-1793.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 133

particular de la disciplina sobre la función de santificar de la Iglesia 3. En


este plano de lo meramente canónico el adjetivo ‘sagrados’ es significativo
pero no me parece esencial, podrían titularse lugares de culto o religio-
sos.
De todas maneras la idea de espacios y objetos especialmente reserva-
dos para el culto de la divinidad parece estar unida a la de religión misma;
en la normativa de la Iglesia, los conceptos y terminología que esa destina-
ción religiosa conlleva provienen más bien del derecho romano 4 por más
distintos que sean en ambos el concepto y la función del templo.

2. Noción y normas generales


2.1.  Noción

Efectivamente el Título del Código que se ocupa de los lugares sa-


grados, comienza definiéndolos como «aquellos que se destinan al culto
divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición
prescrita por los libros litúrgicos» (c. 1205). Eco de la definición de Gayo:
sacrae sunt quae diis superis consecratae sunt (Inst. I, II, 4) 5.
De esta noción canónica se desprende que un lugar es sagrado cuando
se dan dos requisitos:
1ª) que sea destinado al culto o a la sepultura de los fieles cristianos
por parte de la autoridad (afectación);
2ª) que esté dedicado o bendecido litúrgicamente (consagración).
Ambas condiciones están ligadas en la definición que hemos trans-
crito, en cuanto que la dedicación o bendición de un lugar presupone y
expresa su destinación al culto por parte de la competente autoridad. En
la definición del canon la primera (destino al culto o sepultura), se realiza
mediante la segunda (dedicación o bendición).
Pero aunque la segunda condición siempre incluye la primera, no su-
cede lo mismo al revés. Hay lugares destinados de hecho o de derecho al
culto que no han sido dedicados ni bendecidos, y entonces no son sagrados,
aunque se celebren en ellos habitualmente actos de culto, en cuanto no

3. Vid. J. T. Martín de Agar, sub cc. 1205-1243, en Código de Derecho canónico, EUNSA,
Pamplona 72007.
4. Como pone de relieve R. Naz, Lieux sacrés, en Diccionario de Derecho Canónico DDC,
VI, Paris 1957, col. 529-530.
5. Que distingue entre cosas sacras, santas y religiosas.
134 José Tomás Martín de Agar

cumplen las condiciones del c. 1205. También de éstos se ocupa el Código


al hablar de los lugares sagrados, pues su uso estable para el culto, de
hecho o de derecho, exige que se observen en ellos también las normas
canónicas sobre lugares sagrados; de manera que el Título ‘De los lugares
sagrados’ se refiere en realidad a todos los lugares de culto (y además a los
cementerios) 6.
De todas formas, lo más conveniente es que todos los lugares de culto
se dediquen o bendigan, pues la dignidad de la liturgia pide que los ac-
tos de culto, especialmente la Misa, se celebren habitualmente en lugar
sagrado (c. 932).

2.2.  Dedicación y bendición de los lugares sagrados

Estos dos términos se refieren a los modos litúrgicos de constituir un


lugar en sagrado. No se distinguen por su eficacia, sino por su importancia
y solemnidad.
La dedicación se reserva para los lugares más importantes (iglesias,
altares), mientras que el resto se bendicen con bendición constitutiva y
no simplemente invocativa. El término dedicación se utiliza en el nuevo
código en lugar de consagración que empleaba el antiguo (c. 1154), porque
este último se prefiere para las personas de acuerdo con una terminolo-
gía teológicamente más precisa; de modo que las personas se consagran a
Dios, los lugares se le dedican.
Ministro ordinario de la dedicación es quien ha recibido la consagra-
ción episcopal, pero puede hacerla también un presbítero que esté facul-
tado por el derecho o por concesión legítima (c. 1169 § 1). Distinta del
ministro es la persona a quien corresponde disponer que un lugar sea
dedicado (desde luego puede coincidir). Esto compete al Obispo diocesa-
no y a quienes se le equiparan en el derecho, cada uno en su jurisdicción.
Cualquiera de estos puede optar por realizar él la dedicación o encomen-
darla a otro ministro (c. 1206).
La bendición se reserva para los lugares sagrados menos importan-
tes (oratorios, capillas, cementerios), pero hay que advertir que pueden
también bendecirse las iglesias y altares cuando por alguna circunstancia

6. Vid. B. Pighin, Configurazione e gestione dei luoghi di culto, en J. I. Arrieta (ed.), Enti
ecclesiastici e controllo dello Stato, Venecia 2007, 117-123.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 135

(normalmente de tipo litúrgico) no puedan ser dedicados. La bendición


de un lugar debe hacerla el Ordinario que tenga jurisdicción sobre él, pero
la bendición de iglesias se reserva también al Obispo diocesano. Ambos
pueden delegar esta función en un presbítero (c. 1207), incluso de modo
general.
De la dedicación o bendición de un lugar conviene que quede cons-
tancia escrita, por los efectos jurídicos que tiene. Sin embargo, el derecho
general sólo exige expresamente que se levante acta en el caso de iglesias
y cementerios (c. 1208) 7.
El Ordo dedicationis ecclesiae et altaris, para la dedicación o bendición de
iglesias y altares, se ha renovado de acuerdo con las directrices del Con-
cilio Vaticano II; en él se precisan con más detalle algunas disposiciones
generales del CIC.

2.3.  Disciplina eclesiástica de los lugares sagrados

El que un lugar sea sagrado, su relación con el culto religioso, le con-


fiere la dignidad propia de lo que pertenece a Dios, de las res sacrae. Con-
secuencia de esta dignidad es el que estos lugares gocen de un estatuto
jurídico especial, que los distingue de otros bienes semejantes y tiende a
realzar y proteger su carácter religioso, la santidad de que están reves-
tidos; va más allá del interés cultural o artístico que puedan tener: es su
causa; el arte o los materiales obedecen precisamente a la función cultual
a que se destinan.
Parece por tanto que hablar de bienes eclesiásticos de interés cultural
o de bienes culturales de interés religioso no expresa toda la importancia
de las cosas sagradas, se trata en todo caso de bienes religiosos de interés
cultural, artístico, histórico, etc.
Antaño el carácter sagrado de un lugar lo excluía del comercio y de la
jurisdicción civil. Todavía el c. 1160 del CIC 1917 afirmaba esta exención,
que en las iglesias comportaba el derecho de asilo (ibíd. c. 1179), pero
que ya era desconocida por muchos ordenamientos estatales; otros sin
embargo –por vía concordataria sobre todo– la reconocían con cierta am-
plitud bajo el concepto de inviolabilidad. El Código vigente no pretende

7. Cuando se duda si un lugar está dedicado o bendecido y no hay constancia escrita,


puede bastar el testimonio de una persona a tenor del c. 1209.
136 José Tomás Martín de Agar

ya aquella exención pero, como aquél, afirma que «la autoridad eclesiás-
tica ejerce libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados» (c.
1213). En verdad una limitada inviolabilidad de los lugares de culto suele
estar garantizada a todas las religiones por las leyes civiles de libertad
religiosa, y se puede bien fundar en la autonomía de las confesiones para
organizar el culto y su vida interna, pero no es una exención total del
poder civil 8. En España lo está en virtud de la ley Orgánica de libertad
religiosa (art. 2.2 y 6.1) 9, y además en virtud del acuerdo Iglesia-Estado
español sobre asuntos jurídicos del 3-I-1979 (Art. I, 5) y de los acuerdos
con las confesiones minoritarias (Art. 2).
A la autoridad eclesiástica le incumbe ordenar el culto y establecer
normas para que se respeten los lugares sagrados (c.1213). La disciplina
canónica sobre los lugares sagrados afecta a todos en cuanto que en ellos
se celebra la liturgia de la Iglesia, independientemente de quién sea la
persona, física o moral, pública o privada, civil o eclesiástica dueña de
ellos. En los países donde estos lugares pertenecen al Estado (o al Ayun-
tamiento, como Francia), el derecho civil suele asegurar la afectación per-
manente y exclusiva al culto 10 atribuyendo a la autoridad eclesiástica su
organización 11.

 8. A. Longhitano, Sub can. 1213, en Com.Ex. Vol, III/2, Pamplona 32002.
 9. También la Ley colombiana de Libertad religiosa (33/1994 de 23 de mayo), art. 7.a.
10. Por ejemplo el Codice civile italiano, art. 831 establece que «gli edifici destinati
all’esercizio pubblico del culto cattolico, anche se appartengono a privati, non possono es-
sere sottratti alla loro destinazione neppure per effetto di alienazione, fino a che la desti-
nazione stessa non sia cessata in conformità delle leggi che li riguardano». El art. 13 de la
Ley francesa de separación, de 9.XII.1905 (modificado en 1998), dispone a su vez que «les
édifices servant à l’exercice public du culte, ainsi que les objets mobiliers les garnissant,
seront laissés gratuitement à la disposition des établissements publics du culte, puis des
associations appelées à les remplacer auxquelles les biens de ces établissements auront été
attribués… La désaffectation et ces immeubles pourra, dans les cas ci-dessus prévus être
prononcée par décret rendu en Conseil d’Etat. En dehors de ces cas, elle ne pourra l’être
que par une loi».
11. Vid., entre otros, el acuerdo con el Estado libre de Sajonia de 2.VII.1996: «Arti-
colo 17 Edifici ecclesiastici di proprietà non-ecclesiastica (1) Per le chiese e gli altri edifici
ecclesiastici, che sono di proprietà dello Stato Libero e vengono usati per scopi ecclesiastici
o caritativi, viene garantilo illimitatamente il fine di destinazione. Nel quadro del proprio
obbligo di contribuire al mantenimento dei fabbricati, lo Stato Libero si prenderà cura della
manutenzione di tali edifici o parti di edifici. (2) Per mezzo di un’intesa con la rispettiva
diocesi, il proprietario obbligato al mantenimento dell’edificio si può impegnare a trasferire
la proprietà del terreno destinato a scopi ecclesiastici o caritativi, svincolandosi dall’onere
di contribuzione al mantenimento del fabbricato, eventualmente dietro indennizzo». En
el mismo sentido el concordato portugués (2004) art. 22. Los textos concordatarios citados
pueden verse en J. T. Martín de Agar, Raccolta di concordati 1950-1999, Librería Editrice
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 137

La disciplina eclesial sobre lugares sagrados consiste, sobre todo: en


excluirlos de usos profanos (c. 1210); en el juicio que corresponde a la au-
toridad sobre la conveniencia e idoneidad de un lugar para ser destinado
al culto; en estar sometidos a la vigilancia de la misma autoridad para
comprobar que se mantiene en ellos la dignidad debida. El mismo dere-
cho penal protege esta dignidad castigando el delito de profanación (c.
1376). En último término, corresponde también a la autoridad eclesiástica,
decretar la pérdida de la condición sagrada de un lugar (c. 1212).
Las principales normas sobre lugares sagrados se encuentran en el CIC
(cc. 1205-1243) y en las disposiciones litúrgicas, sobre todo la Institutio
generalis Missalis Romani (Cap. V) y el Ordo dedicationis ecclesiae et altaris.
Todas ellas tratan de aplicar los deseos del Concilio sobre esta materia,
recogidos en la Constitución Sacrosanctum Concilium. A la Sagrada Con-
gregación para el Culto Divino le compete desarrollar e interpretar las
normas sobre lugares sagrados 12.

2.4.  Violación de lugar sagrado

La realización de actos injuriosos en un lugar sacro, cuando se cometen


en ciertas circunstancias, lleva consigo su violación, esto es, la prohibición
de celebrar en ellos actos de culto, mientras no se repare la injuria. En el
CIC de 1917, c. 1172 § 1, estaban objetivamente determinados los actos y
circunstancias que entrañaban violación. El nuevo Codex (c. 1211) exige
cuatro condiciones: a) que se trate de hechos injuriosos; b) cometidos en
el lugar sagrado; c) con escándalo de los fieles; d) que el Ordinario juzgue
que ha habido violación. Se trata con estos nuevos criterios de evitar cierto
formalismo y resaltar que la injuria se infiere no al lugar material, sino a su
santidad (esto es, a Dios) y a la sensibilidad religiosa de los fieles; por eso
la reconciliación de un lugar violado no debe hacerse ya en secreto, sino
con participación de pueblo.

Vaticana, Città del Vaticano 2000; Íd., I concordati dal 2000 al 2009, Librería Editrice Vaticana,
Città del Vaticano 2010.
12. Vid. p.e. el Documento Concerti nelle chiese (5.XI.1987), sobre los conciertos de músi-
ca profana en las iglesias, Enchiridion Vaticanum 10/2244-2265.
138 José Tomás Martín de Agar

2.5.  Pérdida de la condición sagrada de un lugar

La execración de un lugar o pérdida de su condición sagrada (c. 1212)


tiene lugar por dos causas: a) por la destrucción de gran parte del lugar;
b) por su reducción permanente a usos profanos. Esta última, a su vez,
puede ser de hecho, cuando por la causa que sea el lugar deja de utilizarse
para el culto y comienza a usarse para otras cosas, o de derecho, cuando el
Ordinario así lo determina mediante decreto. La destrucción o reducción
de hecho pueden constituir delito de profanación (c 1376), según las cir-
cunstancias en que se produzcan. Más adelante volveremos brevemente
sobre la supresión de iglesias (c. 1222).
El lugar execrado pierde la dedicación o bendición recibidas, por lo
que para volverlo a destinar al culto hay que dedicarlo o bendecirlo de
nuevo.

2.6.  Uso y cuidado de los lugares sagrados

Los lugares sagrados deben utilizarse exclusivamente para el culto y


ejercicios de piedad de los fieles; deben construirse de acuerdo con las
normas del arte sagrado y de la liturgia (c 1216), de modo que ayuden a la
devoción y fomenten la participación de todos los fieles en las ceremonias,
cada cual según su condición (c. 835).
Quienes están encargados de ellos deben cuidar de que se conserven
y estén limpios de modo acorde con la dignidad de la liturgia, e impedir
que sean utilizados para actos o reuniones que desdigan de su santidad.
Sin embargo, el Ordinario puede permitir que, en algún caso concreto, se
utilicen para fines ajenos al culto, no contrarios a su santidad (c. 1210).

3. Iglesias
3.1.  Características jurídicas

El c. 1214 define la iglesia como «edificio sagrado destinado al culto


divino al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre
todo pública, del culto divino». Son los ‘edificios’ de culto por excelen-
cia (los oratorios y capillas son ‘lugares’), su característica principal es el
derecho de los fieles a entrar para participar en los ritos. Este derecho se
precisa aún más por las normas que establecen que las iglesias estén abier-
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 139

tas, al menos algunas horas al día, para que puedan los fieles orar ante el
Santísimo (c. 937) y que la entrada en ellas sea libre y gratuita 13 durante
las celebraciones sagradas (c. 1221).
Este carácter público hace de cada iglesia un foco de vida cristiana;
donde especialmente los fieles rinden culto al Señor, se acercan a los me-
dios de santificación (la palabra y los sacramentos), viven sus devociones.
Por esto las iglesias están siempre bajo la autoridad eclesiástica del lugar
donde se hallan, principalmente en lo que se refiere a la ordenación de la
liturgia y al nombramiento y funciones del rector, independientemente de
a quién pertenezcan (cc. 392 § 2, 397 § 1, 557 ss, 838).
Salvo que la hubieran recibido expresamente, de por sí las iglesias no
tienen personalidad canónica. Hoy la tendencia suele ser que funcionen
como parte del ente al que pertenecen: diócesis, casa religiosa, parroquia,
cofradía 14.
En razón del estatuto canónico-pastoral existen diversos tipos de igle-
sias, las más relevantes son las catedrales y las parroquias, las iglesias
rectorales (c. 556), las anejas a una casa religiosa o seminario, los santua-
rios; existen también las basílicas (mayores 15 y menores) las colegiatas, etc.
Muchas veces en una misma iglesia concurren varios de estos títulos 16.
Una Instrucción de la Conferencia episcopal italiana establece una clasi-
ficación de las iglesias en función de «la persona jurídica responsable del
culto» y atribuye al obispo de la diócesis la calificación de las iglesias que
no la tuvieren 17.

13. En este sentido, la Nota del Consiglio Episcopale Permanente de la Conferencia ita-
liana de 31.I.2012, pide que no se cobre por entrar en las iglesias.
14. M. Petroncelli, por influjo quizá del c. 99 del CIC 1917, estima que la iglesia, por
ser edificio público de culto, «goza de personalidad jurídica desde el momento y por el he-
cho mismo de su destino al culto» (La disciplina dei luoghi sacri e la nuova classificazione degli
edifici di culto, en Vv.Aa., Vitam impendere vero. Studi in onore di Pio Ciprotti, Città del Vaticano
1986, 273-274, trad. mía). En Italia la normativa creada por el Acuerdo de 1984 prevé la su-
presión en principio las iglesias parroquiales y catedrales como sujetos a sé, agregándolas
a la parroquia y diócesis respectivamente (Norme sugli enti e i beni ecclesiastici, art. 29-31).
Pueden ser reconocidas como ente civil si no son anejas a otro ente, están abiertas al público
y tienen medios económicos para funcionar (ibíd. art. 11).
15. Son las romanas del Salvador de Letrán, S. Pedro en el Vaticano, S. María Mayor en
el Esquilino, S. Pablo extramuros y S. Lorenzo extramuros; a estas e añaden por concesión
pontificia las de S. Francisco y S. María de los Ángeles en Asís.
16. Por ejemplo la ‘Villa’ de Ntra. Sra. de Guadalupe (México) es basílica, colegiata,
parroquia, y santuario nacional.
17. Istruzione in materia amministrativa (2005), nn. 120-122, Notiziario CEI 8-9 (2005) 393-
394. Vid. la ponencia de A. Sánchez Sánchez-Gil en este volumen de actas.
140 José Tomás Martín de Agar

3.2.  Edificación, disposición y reparación

Para construir una nueva iglesia es necesario el consentimiento expre-


so y escrito del Obispo diocesano; que no debe darlo sin escuchar antes
el parecer del consejo presbiteral y de los rectores de las iglesias vecinas.
Debe sopesar en cada caso el bien que la nueva iglesia rendirá a las almas
y los medios con que se cuenta para su total construcción y funciona-
miento. Esta disposición canónica ha adquirido eficacia civil en algunos
países por vía concordataria, pues al Estado también le interesa que sólo
se construyan aquellas iglesias que satisfagan un real interés religioso de
la población, posean medios para funcionar y se atengan a las normas ur-
banístico-administrativas 18. El consentimiento del Obispo para erigir una
casa religiosa, lleva consigo, en el caso de los institutos clericales, el dere-
cho a tener iglesia (c. 611, 3º), pero aún en estos casos, deberá el Instituto
obtener licencia episcopal para edificarla en un lugar cierto y determinado
de la diócesis (c. 1215).
Al construir o reparar una iglesia, deben tenerse en cuenta y seguirse
los principios y normas de la liturgia y del arte sagrado. En concreto de-
ben disponerse las cosas de manera que se exprese adecuadamente la fe
de la Iglesia, se resalte la dignidad de la liturgia, se facilite la participación
de todos los fieles según la condición y función en el culto de cada uno, se
fomente la piedad y devoción.
En la disposición material de la iglesia, el Sagrario debe estar situado
en un lugar adecuado, noble y patente, adornado convenientemente, apto
para la adoración y la oración. Es muy conveniente reservar el Santísimo

18. En este sentido el concordato polaco (28.VII.1993) dice en su art. 24 que «della
necessità di edificare una chiesa o di erigere un cimitero, decide il Vescovo diocesano o
l’Ordinario competente», el cual para proceder se pondrá de acuerdo con las autoridades y
obtendrá los consiguientes permisos y licencias.
El AJ con Croacia (19.XII.1996) art. 11 dice: «1. La Chiesa Cattolica ha il diritto di cos-
truire chiese… 2. Il Vescovo diocesano decide sulla necessità di costruire edifici ecclesiastici
e ne sceglie il luogo in accordo con gli organi competenti della Repubblica di Croazia. 3.
Le competenti autorità della Repubblica di Croazia non prenderanno in considerazione le
richieste per la costruzione di edifici ecclesiastici senza aver ricevuto il consenso scritto del
vescovo diocesano».
El art. 10 del acuerdo con el Gabón (12.XII.1997): «… § 2. Solo il vescovo diocesano può
decidere in merito all’opportunità di costruire nuove chiese o nuovi edifici ecclesiastici su un
terreno acquistato nel quadro delle normative vigenti: in questo caso, il vescovo informerà
le autorità civili competenti. § 3. Di conseguenza, queste stesse autorità non prenderanno in
considerazione le domande relative alla costruzione di chiese se non dopo aver ottenuto il
consenso scritto del vescovo della diocesi sul cui territorio è prevista la costruzione».
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 141

en una capilla ad hoc que reúna esas condiciones; pero si no es posible,


puede colocarse el Sagrario en otro lugar de la iglesia, sobre un altar o en
otro lugar digno y bien visible.
El Sagrario debe ser de una materia sólida no transparente, fijo y cerra-
do, de tal manera que se evite en lo posible el peligro de profanación. Ha-
bitualmente habrá un sólo Sagrario en cada iglesia, donde esté reservado
el Santísimo Sacramento (c. 938).
La distribución de la iglesia debe facilitar el buen desarrollo de las ce-
remonias y resaltar la función propia de todos los fieles que participan. El
presbiterio debe distinguirse del resto y ser visible. La sede y el ambón con-
viene que sean fijos, tengan también coro y órgano su lugar propio. Debe
haber siempre en lugar patente confesonarios con rejilla (c. 964). Si existen
en la iglesia capillas laterales, debe procurarse que sean independientes
de las naves centrales. De los altares se trata expresamente más adelante.
Debe haber, como es costumbre, imágenes sagradas expuestas a la ve-
neración de los fieles, que muevan a piedad y devoción. Para ello conviene
que no sean muchas y estén colocadas con orden, de modo que no desvíen
la atención de los fieles (c. 1188). No debe haber más de una imagen del
mismo santo. Las imágenes especialmente veneradas por el pueblo, no
pueden enajenarse válidamente, ni trasladarse perpetuamente, sin licen-
cia de la Sede Apostólica (c. 1190 § 3); si fuese menester restaurarlas, debe
pedirse licencia escrita al Ordinario (c. 1189).
Las iglesias deben adornarse con noble sencillez y dignidad, de modo
que el conjunto favorezca la educación religiosa de los fieles. Asimismo
conviene que sean acogedoras y resulte cómodo a los fieles estar en ellas y
seguir activamente las ceremonias (bancos, reclinatorios, megafonía, cale-
facción, luz, etc.). Para lograr todo esto, está establecido que se instituyan
comisiones de arte sagrado y liturgia y que sean consultadas.
La Iglesia tiene el derecho de juzgar la idoneidad de un lugar, para que
en él se realicen actos de culto. Aunque no considera como propio ningún
estilo particular, ni impide, al contrario, que surjan nuevas formas de arte
que se adecuen mejor a las circunstancias de cada lugar y época, debe
vigilar para que no se introduzca nada en el arte sacro que vaya contra la
fe o la moral, ofenda el sentido religioso o sea poco artístico (Sacrosanctum
Concilium, 44-46, 122-126).
Este deber de vigilancia corresponderá, en el caso de las iglesias, al
Obispo diocesano quien deberá juzgar en cada caso, asesorado por las
142 José Tomás Martín de Agar

comisiones de arte y de liturgia. Esto no quiere decir que corresponda al


Obispo determinar en concreto el estilo o la forma en que debe edificarse o
restaurarse una iglesia, eso corresponde a sus dueños; pero sí debe juzgar
su idoneidad para el culto y no permitir celebraciones sagradas en lugares
que carezcan de la dignidad debida (c. 1216).

3.3.  Dedicación o bendición. Título de una iglesia

Antes de ser dedicadas o bendecidas no deben celebrarse en las iglesias


actos de culto, por eso el c. 1217 pide que se dediquen o bendigan cuanto
antes 19.
Ya hemos visto que lo propio de las iglesias es la dedicación, pero este rito
más solemne no puede hacerse cuando se trata de una iglesia provisional
o no hay en la nueva iglesia un altar que pueda ser dedicado juntamente
con ella; entonces la iglesia puede sólo ser bendecida. Las iglesias catedra-
les 20 y parroquiales deben siempre dedicarse solemnemente 21. También
hemos observado anteriormente que estas ceremonias corresponden, en
principio, al Obispo diocesano (cc. 1206-1207).
Una iglesia que sólo haya sido bendecida, puede más tarde ser dedica-
da si se producen en ella cambios importantes arquitectónicos o jurídicos
(p.e. ampliación de sus naves, elevación a la categoría de parroquia) y
existe además un altar para ser dedicado en la misma ceremonia que la
iglesia.
Al dedicar o bendecir una iglesia se le debe imponer su propio título.
Pueden serlo la Santísima Trinidad, las Personas divinas, los misterios o
nombres de Cristo recibidos en la liturgia, las advocaciones marianas, los
ángeles y los santos (no los beatos, sin indulto apostólico). El titular debe
ser único salvo que se trate de la Santísima Trinidad o de santos cuyos
nombres aparecen unidos en el calendario. Una vez dedicada, no se puede
cambiar el titular de una iglesia (c. 1218).

19. Vid. A. Acquaviva, Gli ‘edifici’ e i ‘luoghi di culto’ tra Stato, Chiesa cattolica e confessioni
di minoranza, (pro manuscripto), Università Roma Tor Vergata - Dottorato di ricerca in Di-
ritto pubblico, Roma AA 2008/2009, 88-107.
20. Sobre estas F. de Andrés, Régimen jurídico de las iglesias catedrales, Tesis doctoral (pro
manuscripto), Roma 2001.
21. No es que existan diversos ritos de dedicación de iglesia, sino que del único rito
pueden hacerse simplificaciones y acomodaciones (p.e. en lo que se refiere al ministro). Lo
que pide el c. 1217 § 2 es que en el caso de las catedrales y parroquias no se hagan simplifica-
ciones innecesarias de las ceremonias, y se evite en lo posible el que sólo sean bendecidas.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 143

3.4.  Culto y cuidado de las iglesias

Las iglesias en cuanto tales son aptas para que puedan realizarse en
ellas todos los actos de culto divino (c. 1219). Sin embargo el derecho ge-
neral o particular determina, a veces, que ciertas ceremonias se realicen
en una iglesia concreta, excluyendo a las demás. Uno de estos casos son
los derechos o funciones parroquiales, según los cuales corresponde a la
iglesia parroquial, en principio, la celebración de bautismos, matrimo-
nios, funerales, Misa mayor (c. 530); pero esas mismas funciones pueden
realizarse en otra iglesia si el derecho o el Ordinario del lugar lo establecen
(c. 560) o con permiso del párroco. Del mismo modo, hay ceremonias que
deben realizarse en la iglesia catedral (cc. 382 § 4, 1011, 1178). En caso de
necesidad, el Ordinario del lugar puede permitir que se celebren actos de
culto cristiano no católico (Dir. Ecuménico, 137).
En las catedrales, colegiatas, parroquias e iglesias anejas a una casa
religiosa o de una Sociedad de vida apostólica, debe estar reservado el
Santísimo Sacramento. También puede haber reserva Eucarística en las
demás iglesias, con licencia del Ordinario local (c. 934, § 1). Esas iglesias
deben permanecer abiertas a los fieles durante algunas horas del día, para
que puedan rezar ante el Sagrario (c. 937). En ellas debe celebrarse la Misa
al menos dos veces por mes (c. 934 § 2) y se han de renovar con frecuencia
las formas consagradas, (c. 393). Ante el Sagrario debe lucir permanen-
temente la acostumbrada lamparilla, para honrar al Señor e indicar su
presencia a los fieles (c. 940).
La iglesia es la Casa de Dios, por eso quienes la tienen confiada deben
atender a su limpieza, conservación y decoro, evitando en ellas todo lo
que desdiga de su santidad (c. 1220).
Deben también tomarse las medidas de seguridad que las circunstan-
cias aconsejen. Es notable la insistencia del nuevo Código en este punto,
principalmente lo que se refiere a la custodia de la Santísima Eucaristía 22.
También deben protegerse las imágenes sagradas y los objetos de culto,
sobre todo si son preciosos (c. 1220 § 2).

22. En concreto, aparte de las normas ya dichas sobre la inviolabilidad de los Sagrarios,
los cánones abundan en indicaciones y sugerencias: Debe haber siempre alguien al cuidado
de todo lo referente a la reserva Eucarística (c. 934 § 2); donde alguna causa grave lo aconse-
je, el Santísimo puede estar reservado en un lugar digno y especialmente seguro, sobre todo
durante la noche; y la llave del Sagrario debe guardarse con gran diligencia (c. 938).
144 José Tomás Martín de Agar

3.5.  Execración y reducción a uso profano de iglesias


Las iglesias pierden su condición sagrada por las mismas causas que
los demás lugares sagrados, que, como hemos visto, son la destrucción de
gran parte de ellos y la reducción permanente, de hecho o de derecho, a
usos profanos.
Cuando una iglesia se encuentra tan deteriorada que no puede em-
plearse para el culto y tampoco hay posibilidad de restaurarla, el Obispo
puede decretar su reducción a usos profanos (c. 1222 § 1) 23. Este era el
único motivo por el que en el código antiguo (c. 1187) se podía desafectar
una iglesia, sin licencia especial de la Sede apostólica 24.
El actual (c. 1222 § 2; CCEO c. 873 § 2) admite aliae graves causae distin-
tas del mal estado físico, que pueden aconsejar la execración por decreto
de una iglesia; en estos casos el Obispo debe cerciorarse de tal gravedad
y oír el parecer del consejo presbiteral. Además deben consentir en ello
quienes tengan legítimos derechos sobre la iglesia en cuestión. Y, en todo
caso, debe evitarse que sufra detrimento el bien de las almas. Sólo cuando
se den todas estas condiciones puede el Obispo diocesano decretar la re-
ducción a usos profanos 25.
Esta reducción de iglesias está adquiriendo hoy en algunos lugares
tonos problemáticos. Con cierta frecuencia llegan ahora recursos y quejas,
de grupos de fieles, a la Santa Sede contra demoliciones o enajenaciones
de iglesias decretadas por el obispo diocesano, algunos de estos casos han
sido tratados por la Signatura Apostólica 26.
Esta por su parte tiende a respetar los derechos y competencias de
quienes gobiernan y por tanto a considerar en principio válidas y justifi-
cadas esas reducciones, siempre que en verdad haya razones suficientes
de buen gobierno y bien de las almas 27 y se observe el procedimiento

23. El decreto del Obispo debería especificar, de algún modo, el uso profano a que que-
da destinada la iglesia, uso que no debe ser sórdido, es decir, demasiado ajeno o contrario
a la dignidad que, como sagrado, tuvo la iglesia. En mi opinión sería sórdido destinar una
antigua iglesia, por ejemplo, a restaurante o cine y no lo sería destinarla a museo de arte
sacro o sala de reuniones de una cofradía; pero esto depende también de si la iglesia se
enajena o sigue siendo propiedad eclesiástica.
24. H. Wagnon, Églises. XIII. Désaffectation des Églises, en Diccionario de Derecho Canónico,
V, Paris 1953, col. 209.
25. G. P. Montini, La cessazione degli edifici di culto, Quaderni di Diritto Ecclesiale (2000)
281-299.
26. F. Daneels O.Praem., Soppressione, unione di parrocchie e riduzione ad uso profano della
chiesa parrocchiale, Ius Ecclesiae (1998) 111-148.
27. Íbid., 117.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 145

establecido de modo adecuado a la importancia de la decisión. La Signa-


tura considera que las razones que justifican la supresión, fusión o una
reordenación general de las parroquias, no son de por sí bastantes para
decretar la cesación de la iglesias que dejan de ser parroquiales; ni tam-
poco el parecer favorable del consejo presbiteral que se pide además de la
grave causa 28. Tampoco sería suficiente el encomiable deseo de promover
la unidad de la parroquia 29 o subrayar el papel central de la iglesia parro-
quial en la celebración de las fiestas de precepto. Lo son en cambio el gasto
o la carga excesivos que comportaría para la comunidad la manutención y
funcionamiento de algunas iglesias, cuya venta podría aliviar la economía
parroquial o diocesana 30.
Las causas que determinan la supresión de iglesias en no pocos países
de antigua tradición cristiana no son otras que el declinar de las condicio-
nes que el c. 1215 § 2 pone para su edificación: falta de recursos económi-
cos y pastorales para mantenerlas abiertas al culto, debida en definitiva a
la escasa asiduidad de fieles 31.
Son situaciones dramáticas que reclaman la responsabilidad de los fie-
les para tratar de invertir una tendencia y para aportar soluciones; nuevos
modos de entender la pertenencia a la Iglesia y la participación de todos
en los problemas prácticos de la vida de la comunidad. Sin ignorar que
cada caso es distinto, me parece que algunas de esas decisiones episcopa-
les tal vez podría haberse evitado por medio de una colaboración, desde
luego más comprometida, de los hoy recurrentes.

28. Ibíd., 127-128.
29. Pero al peligro aducido de que la iglesia suprimida sirviera como sede de un asocia-
ción ‘paralela’ que celebra el culto sin atención a las orientaciones del obispo, la Signatura
admite que, siendo así, este peligro constituye una causa grave que requiere la intervención
del Obispo (Sent. 18.I.1997, n. 7-10, citada por F. Daneels O.Praem., Soppressione, unione
di…, cit., 130, nota 42).
30. Teniendo en cuenta que no todos los recursos económicos pueden destinarse al cul-
to descuidando las demás finalidades del patrimonio eclesiástico. Pero G. P. Montini estima
que cuando las razones son económicas, el Tribunal Apostólico no debería contentarse con
aceptar como graves las causas que el obispo considera graves pues de este modo «il pre-
supposto di un atto legittimo dell’autorità amministrativa sembra divenire una praesumptio
iuris ac de iure» (La cesazione degli…, cit. 289).
31. «Conservatio trium ecclesiarum intollerabile onus oeconomicum novae paroeciae
imponeret… venditio illarum ecclesiarum confestim efficax subsidium necessitatibu urgen-
tioribus novae paroeciae praestat, quod secus prorsus deficeret. Nam numerus fidelium
quorum oblationibus nova paroecia praesertim sustinetur, in dies minuit» (Sent. 4.V.1996, n.
9, citada por F. Daneels O.Praem., Soppressione, unione di…, cit., 130, nota 42).
146 José Tomás Martín de Agar

4. Oratorios y capillas privadas


El antiguo Código (c. 1188) distinguía tres tipos de oratorios: públicos,
semipúblicos y privados. El nuevo CIC ha simplificado las cosas. El con-
cepto de oratorio público, tan parecido al de iglesia, ha sido suprimido y
los oratorios privados han pasado a denominarse capillas. De modo que los
locales destinados al culto han quedado reducidos a tres: iglesias, oratorios
y capillas privadas. Los que ahora el Código llama simplemente oratorios
corresponden aproximadamente a los antiguos oratorios semipúblicos.
Oratorios y capillas constituyen en el CIC figuras jurídicas diferentes,
como se desprende de los cc. 1223-1228; sin embargo tienen algunas ca-
racterísticas comunes y el mismo Código habla, a veces, de oratorios in-
cluyendo no sólo éstos sino también las capillas, por ejemplo el c. 938. De
todas formas esta equiparación es excepcional y, de modo general, cuando
los cánones mencionan sólo los oratorios, han de entenderse excluidas las
capillas.
El CIC define unos y otras como lugares destinados al culto divino con
licencia del Ordinario (cc. 1223 y 1226). Oratorios y capillas no son pues,
siempre, lugares sagrados como son las iglesias, sino sólo lugares de culto.
Sin embargo es conveniente que se bendigan y adquieran así condición
sagrada (c. 1229), entre otras razones porque la Misa debe celebrarse en
lugar sagrado (c. 932). En los oratorios y capillas, lo definitivo para que
puedan celebrarse en ellos actos de culto es la licencia del Ordinario (del
lugar en el caso de las capillas) para constituirlos.

4.1.  Oratorios

Son lugares de culto, constituidos con licencia del Ordinario, en favor


de una comunidad o grupo de fieles (c. 1223). Conviene que se bendigan
y entonces son además lugares sagrados. Se diferencian de las iglesias
en que están, en principio, reservados al grupo de fieles en cuyo favor se
erigen; aunque también pueden entrar en ellos otros fieles, con permiso
del superior a quien compete el oratorio.
La comunidad o grupo en cuyo beneficio se constituye el oratorio, no
tiene por qué ser una persona jurídica en sentido estricto; basta con que
sea un grupo de fieles, determinado o determinable por alguna circuns-
tancia; por ejemplo, el personal y los enfermos de un hospital, los que tra-
bajan en un centro educativo o los pasajeros y tripulantes de un barco.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 147

La licencia para constituir un oratorio, corresponde darla al Ordinario


que tiene jurisdicción sobre la comunidad o grupo en cuyo favor se cons-
tituye; no debe concederla sin haber comprobado antes, por sí o por otro,
la digna instalación del oratorio.
Concedida la licencia, el oratorio está legítimamente constituido en
lugar de culto, pueden celebrarse en él actos de culto y queda excluido
de usos profanos. El mismo Ordinario que dio la licencia para erigir el
oratorio, es quien puede autorizar que el local vuelva a utilizarse para
fines profanos.
En los oratorios pueden celebrarse todas las ceremonias litúrgicas,
salvo las excluidas por el derecho, por la liturgia o el Ordinario del
lugar. El derecho, sin excluir taxativamente los oratorios, establece que
determinados sacramentos (bautismo, confirmación, orden, matrimo-
nio) se celebren preferentemente en las iglesias (cc. 857-859, 881, 1011,
1118). El Ordinario del lugar puede excluir del oratorio algunas cere-
monias; por ejemplo, se necesita su licencia para reservar el Santísimo
en un oratorio que no sea anejo a una casa religiosa u otra pia domus (cc.
608, 934, 941). A veces conviene distinguir entre quienes forman parte
del grupo o comunidad beneficiaria del oratorio y las demás personas
que de hecho pueden acudir al oratorio más o menos habitualmente.
Así, aunque los funerales corresponden a la iglesia parroquial, el c. 1179
establece que las exequias de religiosos se celebren en su propia iglesia
u oratorio.
Los oratorios están sujetos a la autoridad del Ordinario que los erigió.
También el Obispo diocesano puede visitarlos, a tenor del derecho, espe-
cialmente cuando están abiertos habitualmente a los fieles de la diócesis
(cc. 397, 683) 32.

4.2.  Capillas privadas

Como los oratorios, las capillas son lugares de culto constituidos no


para uso de todos los fieles, ni de una comunidad o grupo más o menos
determinado, sino en beneficio de una o varias personas físicas, por ejem-

32. En los oratorios anejos a una casa religiosa o a otra pia domus debe haber reserva
de la Santísima Eucaristía; en los demás puede haberla si da licencia el Ordinario del lugar
(cc. 608, 934). También deben observarse en los oratorios las normas y cautelas, que hemos
dejado dichas al tratar de la reserva eucarística en las iglesias.
148 José Tomás Martín de Agar

plo una familia; aunque no se excluye que, de hecho, puedan acceder a


ellas otras personas.
Las capillas privadas están en todo bajo la autoridad del Ordinario
del lugar. A él le corresponde dar licencia para su erección, para que se
celebren en ellas funciones sagradas, para tener reserva de la Sagrada Eu-
caristía (c. 934). Así que, a diferencia de los oratorios, la licencia para la
constitución de una capilla, no da por sí sola derecho a celebrar en ellas
funciones sagradas de culto público, ni siquiera la Santa Misa. Para esto
se requiere una particular licencia del mismo Ordinario del lugar, si bien
nada impide que la autorización para celebrar determinadas funciones li-
túrgicas (y para reservar la Eucaristía), vaya aneja a la licencia de erección
de la capilla. En resumen, mientras que en los oratorios pueden celebrarse
todas las funciones que no estén excluidas, en las capillas sólo pueden
celebrarse las funciones que estén autorizadas (c. 1228).
Un género especial de capillas privadas, lo constituyen las de los Obis-
pos, que el mismo derecho equipara a los oratorios (c. 1227) y pueden
tener reserva del Santísimo (c. 934 § 1, 2º). El derecho de los Obispos a
constituir su propia capilla privada, se extiende lógicamente a los Carde-
nales, aun en el caso de que no sean Obispos (a tenor del c. 351 § 1).
Como los oratorios, las capillas por el solo hecho de estar legítimamen-
te constituidas, no son lugares sagrados. Para esto es preciso que además
sean bendecidas, lo cual es muy conveniente (c. 1229). En cualquier caso
el local destinado a capilla no debe utilizarse para otros fines.
En el Código de 1917 el precepto dominical no se podía cumplir, en
principio, oyendo la Misa en un oratorio privado; el nuevo Código ha su-
primido esta restricción, al disponer el c. 1248 § 1 que se cumple el precepto
asistiendo a Misa «en cualquier lugar que se celebre»; aunque desde luego
está muy recomendado cumplir el precepto en la propia parroquia 33.

5. Santuarios
5.1.  Definición

Los santuarios constituyen una realidad de la vida de la Iglesia, muy


ligada al concepto de peregrinación o romería, que nace de la piedad po-

33. SC 42; Juan Pablo II, Litt. Ap. Dies Domini, 35-36; Instr. Eucharisticum mysterium,
25.V.1967, 26, AAS 59 (1967) 555.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 149

pular, cuyo tratamiento jurídico específico había sido solicitado por algu-
nos autores sobre todo italianos 34.
Los cánones que se dedican a los santuarios son una novedad del Có-
digo vigente 35 y constituyen un principio de reglamentación unitaria, un
marco jurídico general, dentro de la cual tienen cabida supuestos fácticos
y jurídicos muy diferentes. Esta regulación no ha creado o definido un nue-
vo tipo de lugar de culto, sino que ha pretendido dar cauce jurídico espe-
cífico a una realidad tan antigua y variada como es la de los innumerables
lugares que, por uno u otro motivo, atraen la concurrencia de peregrinos,
a cuya atención pastoral específica se debe proveer.
Pues si se compara la temática que abordan los cánones que se refieren
a los santuarios, con la de los demás lugares de culto, fácilmente se advier-
te que el interés del legislador es muy diferente en uno y otro caso. De los
santuarios no se trata sobre su construcción o instalación, ni de su dedi-
cación o bendición, ni de las ceremonias que pueden realizarse en ellos o
del uso que debe dárseles: en estos particulares se les aplican las normas
relativas a las iglesias o demás lugares de culto (cfr. cc. 1214-1229) 36. Lo
que interesa al legislador sobre los santuarios son otros temas, como se
verá al tratar de los estatutos (c. 1232 § 2).
El c. 1230 trae una definición de santuario que, con las limitaciones de
toda definición legal, se propone delinear jurídicamente el fenómeno de
los santuarios: «con el nombre de santuario se designa una iglesia u otro
lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en pere-
grinación numerosos fieles, con aprobación del Ordinario del lugar». Se
trata de una definición amplia, abarcante, que al mismo tiempo, señala los
hechos y condiciones que deben darse para que un lugar que de hecho es
meta de peregrinaciones pueda ser considerado de derecho santuario 37.

34. Cfr, además de los diversos Diccionarios, D. Staffa, De notione sanctuarii et de ip-


sius obligatione solvendi tributum pro seminario, Apollinaris 49 (1976) 251-258; G. Ferroglio,
Note sulla definizione giuridica dei santuario, en Studi in onore di F. Scaduto, I, Milano 1936,
383-388. A. C. Jemolo, I Santuari, Rivista di Diritto pubblico e della Pubblica Amministrazio-
ne II (1913) 494-533. Vid. J. T. Martín de Agar, sub cc. 1230-1234, en Com.Ex., cit., 1847-1861.
35. Cfr. Communicationes (1972) 165-166, (1980) 341. Vid. M. Calvi, I santuari nel nuovo
Codice di diritto canonico,  Quaderni di Diritto Ecclesiale 2 (1989) 181-187; X. Brossa To-
rruella, Régimen jurídico de los santuarios en el CIC 1983, Roma 1996, pro manuscripto; G.
Feliciani, I santuari cristiani, Rivista di storia e letteratura religiosa (2006) 605-619.
36. Cfr P. Ciprotti, voz «Santuari», en Enciclopedia Giuridica XXVII, Roma 1991, 1.
37. Cfr. Communicationes (1980) 342. Para una breve historia de esta definición y sus
diferencias con la propuesta por Staffa (De notione…, cit. 256), cfr C. Rosell, Santuarios y
Basílicas en el Derecho canónico vigente, Efemerides Mexicana 6 (1988) 157-170.
150 José Tomás Martín de Agar

En primer lugar debe tratarse de un lugar sagrado, normalmente una


iglesia. Es corriente que un santuario haya comenzado siendo una ermita y
luego, a medida que crecía el aflujo de fieles, se haya construido una iglesia
mayor; pero no siempre tiene que ser así. En cualquier caso, sea cual sea el
hecho que dio origen a la concurrencia de fieles, un santuario lo constituye
la iglesia o lugar sagrado allí edificado donde los peregrinos encuentran
los auxilios espirituales, independientemente de que pueda haber otros
locales relacionados con él: museo, casa donde nació o vivió un santo, hos-
pital, etc. Mientras no haya un lugar sagrado donde se dé culto y se atienda
espiritualmente a los peregrinos, no hay santuario propiamente dicho 38.
Naturalmente, nada impide que a una iglesia u oratorio, que no sea jurídi-
camente un santuario, acudan peregrinos por algún motivo piadoso.
La característica específica de los santuarios es que acudan allí los fieles
en peregrinación atraídos por un motivo concreto de piedad. Esto es lo
que los distingue de los demás lugares de culto 39. Las causas por las que
los fieles peregrinan a los santuarios son muy diversas: milagros, apari-
ciones, imágenes o reliquias de particular veneración popular, obtención
de indulgencias, etc.: cada santuario tiene la suya peculiar, que explica la
afluencia de peregrinos 40.
Pero si nacen como hechos de la piedad popular, la aprobación del Or-
dinario da legitimidad a esa realidad 41. De todas maneras el c. 1230 no
exige que esta aprobación se manifieste de una forma determinada; puede
ser tácita, basta la no oposición de modo semejante a la introducción de
una costumbre, pues, al menos en muchos casos, de eso se trata: peregri-
naciones que se hacen usuales y obedecen a un motivo piadoso concreto.
La aprobación del Ordinario del lugar tiene un doble significado: de
una parte representa el juicio de conformidad, con la fe y con la vida de
la Iglesia, sobre los hechos concretos que originan las peregrinaciones y
santuarios (fenómenos extraordinarios, protagonistas de tales hechos, ex-
presiones de piedad, etc.); pero además la aprobación eclesiástica tiene el
sentido de integrar a los santuarios en el derecho canónico, reconducien-
do la realidad fáctica al cauce jurídico específico previsto para ella en el

38. En sentido diverso M. Petroncelli, La disciplina dei luoghi sacri…, cit., 265.
39. Cf. G. Feliciani, I santuari cristiani, cit., 607-609.
40. Para una breve historia de los santuarios españoles cfr. Aldea-Marín y Vives, voz
«Santuarios» en Diccionario de historia eclesiástica de España, IV, Madrid 1975, 2205-2380.
41. Cfr. Communicationes (1980) 342.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 151

derecho de la Iglesia, como se desprende de los cc. 1231 a 1234. A partir


de ahora los santuarios estarán identificados como tales a efectos jurídi-
cos, patrimoniales sobre todo. Se ha colmado así una laguna del CIC 17
que había ocasionado problemas, de modo particular en Italia donde la
ausencia de una definición jurídica dificultaba la aplicación del art. 27 del
concordato lateranense (11.II.1929) 42, hoy aún en vigor por lo que respecta
a la devolución de santuarios a la Iglesia 43.
Que el CIC haya organizado la materia de los santuarios, por lo demás
en manera amplia y flexible, no significa que pretenda construir ex novo
la situación jurídica de estos lugares de culto, ni que daba considerarse
abrogado el estatuto jurídico que tenían al entrar en vigor el Código (leyes
fundacionales, titularidades, privilegios, etc.): solo los puntos que sean
claramente incompatibles con la actual legislación deben considerarse re-
formados por ella, como sucede con cualquier otra materia, teniendo en
cuenta la normativa general sobre derechos adquiridos, costumbre, dere-
cho particular, privilegios, etc.

5.2.  Clasificación de los santuarios

Los santuarios pueden ser diocesanos, nacionales o internacionales.


Con esta clasificación el legislador intenta establecer un principio de or-
denación administrativa, determinando (tal vez apriorísticamente) la au-
toridad a cuyo control queda sujeto cada santuario. La aprobación del
Ordinario del lugar a que se refiere el c. 1230 basta para que el santuario

42. «Art. 27 - Le basiliche della Santa Casa di Loreto, di San Francesco in Assisi e di


Sant’Antonio in Padova con gli edifici ed opere annesse, eccettuate quelle di carattere mera-
mente laico, saranno cedute alla Santa Sede e la loro amministrazione spetterà liberamente
alla medesima… Relativamente ai beni ora appartenenti ai detti Santuari, si procederà alla
ripartizione a mezzo di commissione mista, avendo riguardo ai diritti dei terzi ed alle dota-
zioni necessarie alle dette opere meramente laiche. Per gli altri Santuari, nei quali esistano
amministrazioni civili, subentrerà la libera gestione dell’autorità ecclesiastica, salva, ove del
caso, la ripartizione dei beni a norma del precedente capoverso».
Cfr R. Jacuzio, Commento della nuova legislazione in materia ecclesiastica, Torino 1932,
141-145; P. G. Caron, Le amministrazioni civili dei santuari e l’art. 27, ult. cpv., del Concordato
lateranense, Il Diritto Ecclesiastico 64, II (1953) 212-228; Id., voz «Santuario», en Novissimo
Digesto Italiano XVI, Torino 1969, 527-530; G. Feliciani, voz «Santuario» en Enciclopedia del
Diritto XLI, Varese 1989, 300-302.
43. Cfr. Legge 20.V.1985, n. 222, art. 73; F. Finocchiaro, voz «Enti centrali della Chiesa
cattolica», en Enciclopedia Giuridica XII, Roma 1988, 3; F. Feliciani, supra, 302; P. Ciprotti,
voz «Santuari», cit., 2.
152 José Tomás Martín de Agar

pueda llamarse sin más diocesano 44. En cambio las aprobaciones de la


Conferencia Episcopal y de la Sede Apostólica normalmente serán expre-
sas, pues responderán a una petición de los interesados, aunque cabe ima-
ginar algún supuesto diverso.
Independientemente de que la denominación diocesano, nacional o in-
ternacional pueda ser catalogada como título, categoría, clase o de otro
modo, lo importante es que la aprobación dada por la autoridad compe-
tente pretende ciertos efectos jurídicos como se desprende del c. 1232 45.
En el CIC no se indican los criterios a tener en cuenta para determinar
la categoría de los santuarios. En mi opinión habrá que atender princi-
palmente a la procedencia de los peregrinos, es decir al ámbito de influjo
espiritual del santuario, sobre todo en el caso de santuarios ya existentes
que pretendan obtener el título de nacional o internacional (de que quizá
de hecho ya gozan). Lo normal es que los santuarios nazcan como dioce-
sanos, pudiendo luego pasar a las categorías superiores en la medida que
atraigan peregrinos de más lejana procedencia. Pero también puede ser
un santuario desde el principio nacional o internacional, p.e. si se constru-
ye con donativos de los fieles de todo el país o de varias naciones. En todo
caso lo jurídicamente relevante a efectos del título de diocesano, nacional
o internacional es la aprobación dada por la autoridad eclesiástica corres-
pondiente, pues el c. no exige otros requisitos.
Corresponde a los titulares del santuario solicitar su clasificación como
diocesano, nacional o internacional, aduciendo las razones que avalen tal so-
licitud. No parece en cambio que esa clasificación pueda hacerla la autoridad
por iniciativa propia sin el consentimiento del titular del santuario, pues el c.
habla claramente de aprobación, lo que implica una petición de los propieta-
rios. En cambio puede darse por iniciativa de la autoridad la revocación de la
aprobación dada cuando haya razones suficientes para ello, por ejemplo si el
influjo del santuario se reduce, o si deja de cumplir determinados requisitos
en base a los cuales se le otorgó el poder llamarse nacional o internacional.
Por otra parte el Ordinario local, la Conferencia Episcopal o la Santa
Sede pueden conceder su aprobación bajo ciertos requisitos o condicio-

44. En una primera propuesta se hablaba además de santuarios parroquiales y regionales,


cfr. Communicationes (1972) 165-166. Desde luego nada impide que, como afirma Felicia-
ni, «un santuario pueda denominarse regional si todos los obispos interesados se pronun-
cian en tal sentido» (voz «Santuario», en Enciclopedia del Diritto XLI, Varese 1989, 301).
45. En sentido contrario C. Rosell, Santuarios y Basílicas…, cit., 176-177.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 153

nes que afecten permanentemente a la condición jurídica del santuario.


Precisamente porque la clasificación de un santuario tiene consecuencias
jurídicas, el acto administrativo de aprobación (o su denegación) puede
ser recurrido por quienes se estimen perjudicados (titular del santuario,
otra autoridad eclesiástica, etc.).
La aprobación necesaria para que un santuario se pueda llamar nacio-
nal compete a la Conferencia Episcopal. Algunas han legislado sobre el
ejercicio de esta competencia suya. Concretamente la de Chile ha dispues-
to que los trámites a seguir para la aprobación de un santuario nacional,
y de sus estatutos, sean los mismos que para la aprobación o erección
de asociaciones nacionales, y que la petición sea hecha o aprobada por
el Obispo de la diócesis donde esté el santuario situado 46. La del Ecua-
dor requiere que el santuario tenga al menos 25 años de existencia como
meta de peregrinaciones, durante los cuales y hasta el presente se haya
atendido debidamente a los devotos, con fidelidad a la doctrina y decoro
en la liturgia. La Conferencia filipina señala los diversos motivos que ha-
cen posible la aprobación de un santuario como nacional. La italiana ha
determinado que sus competencias en materia de santuarios las ejerza la
Comisión Permanente en base al expediente tramitado por la Presidencia.
La Conferencia Episcopal de México ha declarado directamente santuario
nacional la Basílica de Nª. Sra. de Guadalupe en el Tepeyac y ha estableci-
do una comisión “que llevará a cabo este reconocimiento”.
La aprobación de un santuario como internacional corresponde a la
Santa Sede, que ejerce esta competencia a través de la Congregación para
el Clero (Pastor Bonus, art. 97, 1º): la Cong. desea que la petición se haga
a través de la Conferencia Episcopal e incluya los estatutos. Han sido de-
clarados internacionales algunos santuarios como Lourdes y Fátima. En
la práctica la intervención de la Santa Sede se limita a la aprobación de los
estatutos, por lo demás suelen permanecer bajo el gobierno del Obispo
o de la Conferencia episcopal; la calificación como internacional parece
tratarse más bien de un título, lo que pone de manifiesto los límites de la
clasificación codicial tripartita. También son internacionales los santuarios
pontificios de Loreto, Pompeya y S. Antonio de Padua 47.

46. El texto de las disposiciones de las Conferencias Episcopales a que hacemos referen-
cia puede verse en J. Martín de Agar - L. Navarro, Legislazione delle Conferenze Episcopali
complementare al CIC, Coletti, Roma 22009.
47. Que por ser pontificios, junto a los de Asís, ya dependían directamente de la Santa
Sede que los gobierna mediante Delegado apostólico.
154 José Tomás Martín de Agar

5.3.  Estatutos de los santuarios

Parece que el c. 1232 al referirse a los estatutos de los santuarios da por


supuesto que todos los tendrán; así lo estiman algunos autores. Pero la
ley no dice expresamente que todo santuario haya de tener sus propios
estatutos; de hecho la propuesta de un consultor de la Comisión Codifi-
cadora de que se estableciera «obligatio pro omnibus sanctuariis habendi
propria statuta», fue rechazada 48. De todas maneras el interés del legis-
lador por clarificar y dar cauce específico a una realidad tan importante
como es la de los santuarios, hace muy conveniente que estos tengan sus
estatutos, también como instrumento de tutela de la identidad y misión
de cada uno de ellos.
Lo que sí establece el c. es la autoridad competente para aprobar los
estatutos de un santuario, caso que los tenga: el Ordinario local si se trata
de un santuario diocesano, la Conferencia Episcopal si es nacional y la
Santa Sede si es internacional; o sea, la misma autoridad que aprueba la
denominación del santuario a tenor del c. 1231.
Por tanto, cuando el Ordinario, la Conferencia Episcopal o la Santa
Sede aprueban que un santuario pueda llamarse diocesano, nacional o
internacional, al mismo tiempo están avocando la competencia adminis-
trativa sobre él, en lo que se refiere a la aprobación de los estatutos, en los
cuales se concreta el régimen jurídico particular de cada santuario, dentro
del marco de la normativa general.
Nos referimos lógicamente a los estatutos canónicos de los santuarios,
es decir a aquellos aspectos de su constitución y actividad regulados y
tutelados por el ordenamiento de la Iglesia. Algunos de esos aspectos,
sobre todo los referentes a los bienes temporales, pueden regirse simple-
mente por el derecho civil, cuando el santuario no es ni pertenece a una
persona jurídica eclesiástica; desde luego en lo que se refiere al culto y a la
pastoral los santuarios están siempre sometidos a la disciplina canónica:
estos aspectos son susceptibles de ser desarrollados normativamente en
unos estatutos.
Que un santuario tenga estatutos no implica necesariamente que
sea constituido como persona jurídica. Habrá santuarios con personali-

48. Communicationes (1980) 343. En sentido contrario M. Petroncelli, La disciplina dei


luoghi…, cit., 266. Vid. H. Rehinhardt, Geweihte Stätten, en Vv.Aa., Handbuch des katholischen
Kirchenrechts, Regensburg 1983, 651.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 155

dad 49, y en este caso sí que deben tener estatutos a tenor del c. 117; otros
dependerán de una persona física o jurídica (civil o canónica). En todo
caso la existencia de estatutos indica la presencia de un sujeto diferen-
ciado cuya capacidad y autonomía se determinan en ellos 50.
La elaboración de los estatutos corresponde al sujeto titular del san-
tuario. Una primera redacción del canon 1232 iniciaba diciendo: Ad con-
denda statuta… 51, pero ya en el Schema Codicis de 1980 (c. 1183) aparece la
actual redacción: Ad approbanda statuta…, circunscribiendo justamente la
competencia de la autoridad a aprobar o no los estatutos que le sean pre-
sentados. De todas formas el requisito de la aprobación implica una cierta
dependencia administrativa con la autoridad, que quedará reflejada en
los mismos estatutos del santuario.
La aprobación de los estatutos es un acto administrativo de control que
mira a garantizar el cumplimiento de la disciplina eclesiástica en la vida y
actividad del santuario. Quien está llamado a dar esta aprobación puede
exigir algunos requisitos o condiciones concretos para otorgarla, en orden
a asegurar en el tiempo el respeto de la ley y a precisar las relaciones del
santuario con la autoridad. Pero tales requisitos no deben limitar arbitra-
riamente la legítima autonomía del santuario ni de sus propietarios, ni
someterlo a exacciones injustificadas; ni desde luego el acto de aprobación
significa que el santuario pase a pertenecer a la diócesis, a la Conferencia
Episcopal o a la Santa Sede 52. En resumen, parece que la sujeción del san-
tuario a la autoridad que lo aprueba será en general semejante a la de las
personas jurídicas o asociaciones diocesanas, nacionales o internaciona-
les, y en concreto la que establezcan los estatutos.
Por otra parte el Obispo diocesano tiene sobre los santuarios situados
en su diócesis, independientemente de que sean nacionales o internacio-
nales, los mismos derechos y deberes que sobre los demás lugares de cul-

49. Feliciani afirma que en este caso el santuario debe constituirse como persona ju-
rídica pública no colegial en virtud de los cc. 115 y 116 (voz «Santuario» en Enciclopedia del
Diritto XLI, Varese 1989, 302).
50. Petroncelli, por el contrario, piensa que todo santuario debe tener sus estatutos,
cuya aprobación comporta automáticamente la adquisición de personalidad eclesiástica,
caso que no la tuviera (La disciplina dei luoghi…, cit., 266).
51. Schema canonum Libri IV de Ecclesiae munere sanctificandi, Pars II, Typ. Pol. Vat. 1977,
c. 26.
52. No han faltado interpretaciones en este sentido, sobre todo por lo que se refiere al
patrimonio de algunos santuarios nacionales, cf. X. Brossa T., Régimen jurídico de…, cit.,
167-169.
156 José Tomás Martín de Agar

to y entes que están y actúan dentro de su jurisdicción, en cuanto a él le


corresponde garantizar el orden y la disciplina y organizar el culto, la
pastoral y el apostolado 53. El carácter de nacional o internacional no lleva
consigo la exención de la autoridad local. Otra cosa son los privilegios o
exenciones otorgados al santuario por la Santa Sede 54.
La gran variedad de santuarios que existe encontrará en el derecho
estatutario un cauce adecuado de expresión y tutela. Téngase en cuenta
que santuario puede ser lo mismo una ermita de propiedad familiar, que
una iglesia rectoral, parroquial, catedral o monasterio; o perteneciente a
una ciudad, a una cofradía, etc.
Por todo ello el contenido de los estatutos será igualmente variado y
diverso. Como hemos dicho, normalmente los santuarios tenían ya antes
del CIC una situación jurídica definida, que no se puede considerar extin-
guida como si todo debiera constituirse ex novo al redactar los estatutos 55:
se tratará más bien de reflejar esa situación en ellos, clarificando lo que sea
preciso y determinando tal vez con más detalle lo que el derecho exige de
los santuarios, concretamente lo que se refiere a la atención pastoral de
los peregrinos y las materias a las que se refiere el § 2 del c. 1232: «el fin,
la autoridad del rector, el dominio y administración de los bienes». Sobre
estos puntos el legislador desea que haya la claridad que exigen el buen
orden y la seguridad jurídica.
Por lo que se refiere al fin, hay que decir que los fines de todo san-
tuario, como lugar sagrado que es, son promover el culto, la piedad y el
provecho espiritual de los fieles, y que los medios para esto son siempre
esencialmente los mismos: la liturgia, especialmente la celebración de la
Misa, de los demás sacramentos y la predicación. Por eso me parece que
de lo que se trata es de determinar el motivo peculiar de piedad que atrae a
los peregrinos, los modos de favorecer tal devoción y, a través de ella, el

53. Vide p.e. cc. 381 §1, 386, 391, 392, 394, 397.
54. Por ejemplo los santuarios pontificios (Loreto, Pompeya, Asís, S. Antonio de Padua)
que están exentos de la jurisdicción del Obispo diocesano al ser regidos por un Delegado
pontificio (cfr Pío XI, Const. Ap. Iam annus elapsus, 13.VI.1933, AAS 25 (1933) 325-328; Const.
Ap. Lauretanae Basilicae, 15.IX.1934, AAS 26 (1934) 578-579; Pío XII, Decr. Pompeiana Praela-
tura, 21.III.1942, AAS 34 (1942) 203-204; Pablo VI, Const. Ap. Lauretanae Almae, 20.VI.1965,
AAS 58 (1966) 265-268; M.P. Inclita toto, 8.VIII.1969, AAS 61 (1969) 553-555.
55. Feliciani observa que un santuario puede resultar «ya suficientemente disciplinado
en sus actividades por las normas del derecho universal y particular en cuanto iglesia de
una diócesis, de una parroquia, de un istituto religioso o de otro ente de naturaleza eclesiás-
tica o no» (voz «Santuario», cit., 301).
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 157

culto y la edificación de los fieles. Lo cual también servirá para tutelar la


identidad y características de cada santuario 56.
Por lo que se refiere al rector, se debe determinar el sistema de desig-
nación y nombramiento, sus facultades y los vínculos a que esté sujeto en
los diversos aspectos de su oficio (al Obispo diocesano, a los titulares del
santuario, al párroco, al Superior religioso, etc.). Lógicamente esta materia
habrá de fijarse en los estatutos teniendo en cuenta las leyes generales y
particulares sobre párrocos, rectores de iglesias, institutos religiosos, etc.,
en función del tipo de santuario.
Sobre los bienes también las situaciones pueden ser muy diversas. Cabe
sin duda distinguir los casos en que el santuario es persona jurídica de
aquellos en que no lo es, pero como es sabido, las personas (físicas o jurí-
dicas) no son los únicos sujetos de derechos y deberes; ya hemos observa-
do que el hecho de que un santuario tenga estatutos propios indica que
estamos ante un ente determinado e identificable capaz de titularidades
jurídicas. Por eso siempre será conveniente definir con claridad el patri-
monio del santuario distinguiéndolo del de otras entidades o sujetos que
puedan estar relacionados con él (parroquia, casa religiosa, asociación de
fieles, etc.), y también los fines a que se destinarán los recursos económi-
cos del santuario.
En cuanto a la titularidad de los bienes, esta corresponde al santua-
rio mismo, sea plenamente si es persona jurídica, sea como patrimonio
separado de la persona titular del santuario. Lo mismo cabe decir de su
administración: corresponde en principio a los órganos del santuario, con
mayor o menor autonomía según la dependencia o independencia de que
goce respecto de otros sujetos. Son precisamente estos extremos los que
deben determinarse con claridad en los estatutos.
Los bienes de los santuarios son bienes eclesiásticos si el santuario es
persona eclesiástica pública o si, no teniendo personalidad propia, perte-
nece a una persona eclesiástica pública. En estos casos se les aplican los
cánones del Libro V. Si el santuario tiene personalidad canónica privada
o pertenece a una persona de ese tipo, sus bienes no son eclesiásticos y se
rigen por los estatutos a tenor del c. 1257 §2, pero sobre ellos la autoridad
eclesiástica tiene el deber y derecho de vigilar para que sean bien emplea-
dos en los fines del santuario.

56. Cfr. Communicationes (1980) 343.


158 José Tomás Martín de Agar

Si el santuario es o pertenece a una entidad meramente civil o a una


persona física, lógicamente sus bienes son seculares, se rigen por el dere-
cho civil. En todo caso siendo el santuario un lugar sagrado con fines de
culto y religión, la autoridad eclesiástica tiene competencia para exigir el
cumplimiento de la disciplina sobre lugares sagrados (cfr. c. 1213), para
organizar la pastoral y para vigilar el recto uso de las ofertas y limosnas.
De lo contrario no dará la aprobación del c. 1230, ni la de los estatutos, y
podrá retirarlas si fuera necesario, incluso públicamente.
Además de para la denominación, algunas Conferencias Episcopales
han establecido asimismo el procedimiento o requisitos para la aproba-
ción de estatutos de santuarios nacionales. Así, la de Chile exige que «en
los estatutos, además de las determinaciones señaladas en el can. 1232 §2,
deberá expresarse con toda claridad que la autoridad para la labor pasto-
ral del santuario es el Ordinario del lugar». La de Ecuador someterá los
estatutos que le sean presentados al informe de una comisión ad hoc, y si
fuera favorable los propondrá a la aprobación de la asamblea general. La
de Filipinas establece los requisitos que deben reunir los santuarios nacio-
nales, muy semejantes a los exigidos para que una iglesia pueda recibir el
título de basílica menor: dignidad en la liturgia, schola cantorum, suficiente
número de sacerdotes, etc. 57.

5.4.  Pastoral de los santuarios

El legislador ha querido subrayar expresamente la finalidad eminen-


temente pastoral de los santuarios en los cc. 1233 y 1234; aunque hubiera
bastado su general consideración como lugares de culto. Al margen de
otros motivos de interés (artísticos, históricos, etc.), la Iglesia desea que
los fieles encuentren allí el ambiente y la atención pastoral que les ayude
a acercarse a Dios y mejorar su vida cristiana. Dispensar abundantemente
los medios salvíficos a los fieles que acuden, constituye en cierto sentido el
deber más importante de quienes tienen encomendado un santuario (vide
c. 213) y lo que justifica los privilegios de que puede ser titular.

57. Cfr. Decreto Sagrada Congregación de Ritos, Domus Dei decorem, 6.VI.1968, AAS
60 (1968) 536-539; Enchiridion Vaticanum 3, 456-460; Normas de la Sagrada Congregación
de Sacramentos Ecclesia congruenti, 15.VIII.1975, Notitiae 11 (1975) 260-262; Enchiridion
Vaticanum, Supplementum (S1) vol. 1 - Documenti ufficiali della Santa Sede. Omissa (1962-
1987), 572-584.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 159

La vida del santuario debe girar en torno al culto divino y a la oración:


celebración del Santo Sacrificio, administración de la Penitencia, predica-
ción, ejercicios y prácticas de piedad que estén aprobados (c. 839).
Las circunstancias en las que se desenvuelve la actividad pastoral de
los santuarios son, por lo general, peculiares y representan una ocasión de
renovación espiritual de los peregrinos, a través de la participación en la
liturgia, de la predicación, de la recepción de los sacramentos cotidianos.
Mirando al bien de las almas, para hacer más eficaz la atención pastoral
de los peregrinos, puede ser muy conveniente la concesión de ciertos pri-
vilegios a los santuarios. Por esto el orden de los cc. 1233 y 1234 podría
muy bien ser inverso: es la adecuada atención pastoral de los peregrinos
(c. 1234) la razón principal de las concesiones hechas al santuario (c. 1233).
Estas pueden ser de carácter litúrgico (p.e. la celebración más solemne
de algunas fiestas y recurrencias o la exposición perpetua del Santísimo
Sacramento), o pastorales: la absolución de censuras o de pecados reser-
vados, indulgencias; también exenciones pecuniarias, etc.
Aunque el c. 1233 habla de privilegios, en sustancia puede muy bien
tratarse de concesiones, dispensas, licencias, etc., otorgadas al santuario,
al rector o sacerdotes que lo atienden o están de paso, a los peregrinos,
según las normas generales que rigen esa clase de actos y la materia a
que se refieran. En el Schema canonum de 1977 (c. 25 §2), se hablaba de
exenciones en lugar de privilegios 58. Los hechos que pueden justificar su
concesión son muy variados, p.e. las distancias geográficas, las aglomera-
ciones de peregrinos, la vinculación del santuario a la vida e historia de la
región, etc. En todo caso su concesión debe mirar sobre todo al bien de los
fieles devotos, de modo que obtengan el mayor fruto de su paso por esos
lugares de culto y oración, que constituya un impulso de vida cristiana,
destinado a prolongarse después en la vida de cada uno, y para que cada
santuario sea un centro de irradiación espiritual y punto de referencia
para otras iglesias y comunidades de fieles.
De modo concreto se deberá cuidar la dignidad y esplendor de las ce-
lebraciones litúrgicas, especialmente de la Eucaristía, la predicación fre-

58. Muchos santuarios gozan desde antiguo de diversos privilegios y gracias; los esta-
tutos que eventualmente se elaboren a tenor del c. 1232, pueden servir también para con-
firmar o no su interés, utilidad o vigencia, con el fin de resolver dudas, evitar pleitos y cla-
rificar en lo posible esta materia a veces complicada (Cfr. Sentencia del S.T. de la Signatura
Apostólica de 29.IX.1989 c. Stickler, REDC 48 [1981] 307-319).
160 José Tomás Martín de Agar

cuente y esmerada. Puesto que la peregrinación tiene siempre un carácter


penitencial, deberá facilitarse a los fieles la posibilidad de recibir el sa-
cramento del perdón, con abundancia de confesores en horarios conve-
nientes; el c. 961 advierte a este respecto que la concurrencia de muchos
peregrinos no justifica de por sí el recurso a la absolución colectiva, por lo
que se deberán prever en lo posible los momentos de mayor afluencia, de
modo que no falte a los romeros la ocasión de confesarse y ser absueltos
personalmente 59.
Algunas Conferencias Episcopales, como las de Ecuador y Filipinas,
han subordinado precisamente al cuidado del culto, a la fidelidad de doc-
trina, a la facilitación del sacramento de la penitencia, la aprobación de
un santuario como nacional. La Santa Sede se ocupa de la pastoral de los
santuarios a través del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e
itinerantes 60.
Por último, preceptúa el c. 1234 que se conserven a la vista y se custo-
dien con seguridad los exvotos, sea en la iglesia del santuario, sea en otra
dependencia. Estos objetos aunque no sean siempre cosas preciosas, no
deben desecharse, porque son recuerdo de agradecimiento y manifesta-
ción de piedad y arte populares. Para su enajenación válida se requiere
licencia de la Santa Sede (c. 1292 §2) 61.

6. Altares
Altar es la mesa sobre la que se celebra el Sacrificio de la Misa. En esta
definición cabe cualquier mesa, pero el c. 1235 se refiere al altar en cuanto
lugar sagrado, que es la mesa destinada exclusivamente al culto divino

59. Cfr. Relatio complectens…, Typ. Pol. Vat. 1981, 275.


60. Sobre la importancia y la pastoral de los santuarios ver sobre todo: Juan Pablo. II,
Enc. Redemptoris Mater, n. 28; Congregación del culto divino, Collectio missarum de beata
Maria virgine, 15.VIII.1986, Praenotanda, nn. 29-33, Notitiae 22 (1986) 907-925, Enchiridion
Vaticanum 10, 764-768; Idem, Orientamenti e proposte per la celebrazione dell’anno mariano,
3.IV.1987, nn. 73-94, Notitiae 23 (1987) 342-396, Enchiridion Vaticanum 10, 1519-1550; Con-
sejo Pontificio para la pastoral de los emigrantes, Documento, Il santuario. Memoria, pre-
senza e profezia del Dio vivente, 8.V.1999, Enchiridion Vaticanum 18, 858-916; Congr. para el
culto divino y la disciplina de los sacramentos, Directorio sobre piedad popular y liturgia,
(17.XII.2001) Cap. VIII (nn. 261-287), LEV 2002, Enchiridion Vaticanum 20, 2746-2790.
61. Sobre las medidas de seguridad para proteger los bienes preciosos, cfr. Circular de
la Sagrada Congregación del Clero Opera artis de 11.IV.1971, Enchiridion Vaticanum 4,
655-664.
Lugares de culto. Marco de la regulación canónica y tipología 161

mediante la dedicación o la bendición (c. 1205). Por su parte, el c. 932 de-


termina que la Misa se celebre en lugar sagrado y sobre un altar dedicado
o bendecido; sólo cuando en caso de necesidad haya que celebrar fuera
de sagrado, podrá hacerse sobre una mesa apropiada, utilizando siempre
el mantel y el corporal.
Los altares pueden ser fijos o móviles. Es fijo el altar que está cimentado
de tal manera en el suelo que no puede moverse. La mesa debe ser de
un solo bloque de piedra natural, pero la Conferencia Episcopal puede
autorizar el uso de otro tipo de material digno y sólido. Las columnas o
el pie del altar pueden ser de cualquier material (c. 1236 § 1). Altar móvil
es el que no está adherido al suelo y puede trasladarse; puede estar hecho
de cualquier material digno (c. 1236 § 2). El ara portátil o piedra sagrada
ya no es necesaria.
Los altares fijos deben dedicarse. Corresponde hacer la dedicación al
Obispo diocesano, quien puede encomendarla a otro Obispo o, excep-
cionalmente, a un sacerdote. Aunque no es necesario, conviene hacer la
deposición de reliquias bajo el altar (c. 1237 § 2); éstas pueden ser de Már-
tires o de otros Santos. Las leyes litúrgicas mandan que las reliquias sean
grandes, que conste su autenticidad y que sean colocadas en la base del
altar, no sobre la mesa ni dentro de ella.
Los altares móviles deben dedicarse o bendecirse. La bendición correspon-
de al Ordinario, que puede delegar en otro sacerdote (c. 1207). Aunque sea
dedicado, bajo el altar móvil no deben colocarse reliquias.
Los altares pierden la condición sagrada por los mismos motivos que
los demás lugares (c. 1238), esto es: por destrucción de gran parte del altar
o por reducción de hecho o de derecho a usos profanos (c. 1212). Sin em-
bargo, la execración de un recinto sagrado (iglesia, etc.), no lleva consigo
la de los altares que haya dentro (c. 1238 § 2); tampoco tienen ya relevancia
las causas de execración de altares que contenía el c. 1200 del CIC de 1917.
Incluso puede trasladarse un altar ya bendecido o dedicado, de un lugar
a otro, y no hay que volver a dedicarlo o bendecirlo.
En las iglesias debe haber un altar mayor fijo, que sea dedicado a la
vez que ella si es posible. Al construir el altar mayor, conviene situarlo en
lugar central, en lo posible coram populo y que pueda circularse a su alre-
dedor (IGMR n. 299). Puede haber otros altares, pero deben ser pocos y, en
adelante, estarán en capillas separadas de la iglesia. En los demás lugares
de culto el altar puede ser fijo o móvil.
162 José Tomás Martín de Agar

Como lugares sagrados que son, los altares sólo deben utilizarse para
el culto divino; está prohibido cualquier uso profano. Bajo un altar no
debe haber enterrado ningún cadáver y, si lo hubiera, no es lícito celebrar
en él la Misa (c. 1239). Sí puede existir una cripta, separada por bóveda,
bajo el altar.

7. Cementerios
Ya hemos visto en la definición de lugar sagrado, que también lo son
los lugares destinados a la sepultura de los fieles (c. 1205) debidamente
bendecidos, aunque no sean lugares de culto. La Iglesia reivindica el dere-
cho a poseer sus propios cementerios, pero donde las leyes estatales no lo
permitan, debe procurarse reservar un espacio en los cementerios civiles,
que, bendecido, haga sus veces. Donde ni siquiera esto sea posible debe
bendecirse cada sepultura: los fieles difuntos deben reposar en lugar sa-
grado. Con ello la Iglesia manifiesta su fe en la resurrección de la carne.
Las parroquias y los Institutos religiosos pueden tener su propio ce-
menterio, que deberá bendecirse siempre. Las demás personas jurídicas y
las familias pueden tener también su propio cementerio o panteón, pero
éstos sólo pueden bendecirse si así lo juzga el Ordinario del lugar (c. 1241).
Esta diferencia parece responder a la necesidad de asegurar el respeto a
la disciplina eclesiástica sobre los lugares sagrados; por eso, el Ordinario
sólo autorizará la bendición de un cementerio particular cuando sus pro-
pietarios garanticen que se cumplirán en él las normas eclesiásticas. Mien-
tras el cementerio no sea bendecido, deberá bendecirse cada sepultura.
Según las circunstancias de cada lugar, el derecho particular estable-
cerá las normas disciplinares sobre los cementerios católicos, en orden a
proteger y resaltar su carácter sagrado (c. 1243). Parece que esta remisión
al derecho particular pretende que los cristianos den en todas partes testi-
monio de su fe en la vida eterna, sean cuales sean las actitudes y las leyes
de la sociedad civil en que vivan.
Práctica administrativa canónica
en materia de iglesias y lugares sagrados.
La experiencia de la Iglesia en Italia
y de la Diócesis de Roma
Antonio S. Sánchez-Gil

Facoltà di Diritto Canonico


Pontificia Università della Santa Croce
Roma

Sumario: 1. Consideraciones introductorias. 1.1. Una doble opción metodológica. 1.2. Delimitación de la
materia de estudio. 2. La deputatio ad cultum, origen y fundamento del régimen jurídico de las iglesias
y demás lugares de culto, en el CIC y en las disposiciones de la CEI. 2.1. Autoridad competente y efectos
litúrgicos y pastorales. 2.2. Relevancia canónica y civil en Italia. 2.2. La prueba de la deputatio ad cultum. 3.
La reparatio iniuriae en caso de profanación de un lugar de culto. 4. La reductio ad usus profanos de un
lugar de culto. 5. Actos de la autoridad eclesiástica en el ejercicio de sus poderes y funciones sobre
los lugares de culto en la praxis italiana. 5.1. Los conciertos en iglesias. 5.2. Las visitas y las exposiciones
en las iglesias. 5.3. El sonido de las campanas. 6. Actos relativos a iglesias, oratorios, capillas privadas
y santuarios. 6.1. La licencia para la construcción de una iglesia. 6.2. La licencia para la constitución de
un oratorio o de una capilla privada. 6.3. La autorización para la reserva de la Santísima Eucaristía. 6.4. La
dispensa para la sepultura en una iglesia. 6.5. La aprobación de un santuario y de sus estatutos. 7. Actos
e indicaciones específicas establecidas en las disposiciones de la CEI. 7.1. La «calificación jurídico-
pastoral de una iglesia». 7.2. Los acuerdos sobre el uso de una iglesia. 7.2.1. El acuerdo para encomendar una
iglesia a un instituto. 7.2.2. El acuerdo para conceder una iglesia a una comunidad oriental no católica. 7.3.
Las indicaciones de la CEI sobre las diversas categorías de iglesias. 7.3.1. La iglesia catedral. 7.3.2. La iglesia
rectoral. 7.3.3. La iglesia santuario. 7.3.4. La iglesia parroquial. 7.3.5. La iglesia aneja a una persona jurídica.
8. La praxis de la Diócesis de Roma en la construcción de nuevas iglesias: L’Opera Romana per la
Preservaziones della Fede e la Provvista di nuove Chiese in Roma. 8.1. Origen y desarrollo de la ORPF. 8.2.
Configuración jurídica y modus operandi de la ORPF. Anexos.

1. Consideraciones introductorias
El estudio de la práctica administrativa de la Iglesia en materia de
iglesias y lugares sagrados comprende el análisis, desde el punto de vista
de la praxis, de aquellos actos y funciones que la Administración ecle-
siástica y, eventualmente, otros sujetos jurídicos pueden o deben realizar
en relación con las iglesias y lugares sagrados de la Iglesia católica. Se
trata, como se verá, de actos y funciones de naturaleza muy diversa (pa-
trimonial, administrativa, pastoral, litúrgica, técnica, artística, cultural,
164 Antonio S. Sánchez-Gil

económica, etc. 1), en los que pueden intervenir sujetos también muy di-
versos (la autoridad eclesiástica, la persona física o jurídica responsable
del culto, la persona física o jurídica propietaria de la iglesia o del lugar
sagrado –privada o pública, eclesiástica o civil–, los simples fieles, la au-
toridad civil, etc.), que tienen, sin embargo, en común la producción de
efectos jurídicos, primariamente en el ámbito canónico, pero también en
el ámbito civil, de acuerdo con las leyes de cada Estado.
Es útil recordar, en este sentido, que en la praxis canónica sobre iglesias
y lugares sagrados deben ser tenidas en cuenta, de modo coordinado y se-
gún su jerarquía, todas las fuentes del derecho que se refieren a la materia,
sin olvidar el oportuno respeto de los legítimos usos y tradiciones locales.
Concretamente constituyen fuentes del derecho en materia de iglesias y
lugares sagrados las normas canónicas universales y particulares ‒en el
plano de la Conferencia Episcopal o en el provincial o diocesano‒ y las
normas concordatarias y estatales en materias relacionadas (tutela de la li-
bertad religiosa, reconocimiento civil de los entes eclesiásticos, cuestiones
patrimoniales, administración de bienes, contratos, normas urbanísticas,
etc.), así como las costumbres locales canónicas y civiles.

1.1.  Una doble opción metodológica

En atención a la extensión de la materia y, sobre todo, a su carácter


contingente ‒por definición la práctica administrativa canónica no puede
ser estudiada en abstracto, sino en concreto, mediante el examen de una
praxis determinada, realmente existente‒ he considerado necesario rea-
lizar una doble opción metodológica. De un lado, he juzgado oportuno
limitar la exposición a algunas categorías de lugares sagrados, concreta-
mente a los edificios y a los otros lugares de culto 2 ‒es decir, las iglesias,

1. A propósito de la variedad de actos que pueden afectar a una iglesia piénsese, por
ejemplo, en el consentimiento escrito del Obispo para su construcción (acto de naturaleza
administrativa motivado por razones pastorales y con importantes implicaciones patrimo-
niales y económicas), o en su dedicación (acto de naturaleza litúrgica con efectos canónicos
y civiles), o en su restauración (acto de naturaleza técnica o artística o litúrgica, según se
trate de elementos arquitectónicos estructurales o artísticos o propiamente litúrgicos, con
relevantes implicaciones económicas), o en la realización en ella de un concierto o de una
exposición (acto de naturaleza artística y cultural con relevancia religiosa), etc.
2. Acerca de la expresión «edificios o lugares de culto», ausente en la normativa ca-
nónica universal ‒que habla en cambio de «edificios y lugares sagrados»‒, pero frecuente
en las normas concordatarias, en las leyes civiles y en algunas normativas canónicas par-
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 165

los oratorios, las capillas privadas y los santuarios 3‒, dejando fuera de


nuestro estudio los otros lugares sagrados mencionados en las normas
canónicas (como los altares, los cementerios y las sepulturas) o litúrgicas
(como el sagrario, el ambón, el baptisterio, el confesonario, etc.). Por otro
lado, he considerado preferible, más que ofrecer una panorámica de la
praxis en distintos países ‒que hubiera debido ser necesariamente sin-
tética‒, examinar la práctica administrativa canónica de una sola nación
‒concretamente Italia‒, y dedicar, dentro de ella, una atención especial a
la experiencia particular de una sola diócesis ‒en concreto la Diócesis de
Roma y su peculiar praxis en la construcción de nuevas iglesias‒. Una
opción, fundada inicialmente en el simple hecho de residir en Italia y en
Roma y de disponer, por tanto, de información directa de estos lugares,
que ha sido, sin embargo, sucesivamente corroborada por una razón pro-
piamente científica. En efecto, después de haber examinado la práctica de
la Iglesia en Italia y en Roma en esta materia, estoy persuadido del valor,
en cierta medida, ejemplar que tal praxis puede tener para la Iglesia en
otros países y, concretamente, en España.
En este sentido, se debe señalar que la Iglesia en Italia, a partir de la
experiencia acumulada en sus relaciones con el Estado, desde la unifica-
ción del Reino de Italia en 1861 y el fin de los Estados Pontificios en 1870,
ha desarrollado en los últimos tiempos ‒sobre todo a partir del Código
de Derecho Canónico de 1983 [= CIC] y del Acuerdo para la revisión
del Concordato lateranense (de 1929) entre la Santa Sede y la República

ticulares, así como en la normativa litúrgica, cfr. A. Acquaviva, Gli «edifici» e i «luoghi» del
culto tra Stato, Chiesa cattolica e confessioni di minoranza, Roma 2009, 88-92; B. F. Pighin, Con-
figurazione e gestione dei luoghi di culto, en Vv.Aa., Enti ecclesiastici e controllo dello Stato. Studi
sull’Istruzione CEI in materia amministrativa, a cargo de J. I. Arrieta, Venezia 2007, 117-138;
M. Calvi, L’edificio di culto è un «luogo sacro»? La definizione canonica di «luogo sacro», Quader-
ni di diritto ecclesiale 13 (2000) 228-247.
3. Como se recordará, en la vigente normativa canónica, se entiende por “iglesia” «un
edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la
celebración, sobre todo pública, del culto divino» (c. 1214 CIC); por “oratorio” «un lugar
destinado al culto divino con licencia del Ordinario, en beneficio de una comunidad o gru-
po de fieles que acuden allí, al cual también pueden tener acceso otros fieles, con el consen-
timiento del Superior competente» (c. 1223 CIC); por “capilla privada” «un lugar destinado
al culto divino, con licencia del Ordinario del lugar en beneficio de una o varias personas
físicas» (c. 1226 CIC); y por “santuario” «una iglesia u otro lugar sagrado al que, por un
motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del
Ordinario del lugar» (c. 1230 CIC). En adelante se empleará la expresión «edificio de culto»
como equivalente a iglesia y otros «lugares de culto» para referirse a los oratorios, a las
capillas privadas y a los santuarios que no son iglesias.
166 Antonio S. Sánchez-Gil

italiana del 18 de febrero de 1984 [= Acuerdo 4]‒ un completo sistema


de praxis administrativa en materia de edificios y lugares de culto, con-
cretado en la Istruzione in materia amministrativa, emanada por la Confe-
rencia Episcopal Italiana [= CEI] el 1 de abril de 1992, actualizada pos-
teriormente el 1 de septiembre de 2005 [= IMA 5]. Un sistema renovado,
pero confirmado por una experiencia de casi dos décadas, que por sus
características técnicas puede ser tomado como modelo por otras Con-
ferencias Episcopales ‒como, por ejemplo, la española‒, que aún no han
desarrollado indicaciones específicas en la materia, que puedan servir de
orientación a la normativa diocesana. Asimismo la praxis de la Diócesis
de Roma, dotada ‒como veremos‒ de un específico ente con competen-
cia exclusiva en materia de nuevas iglesias, puede también constituir un
modelo inspirador para la praxis de otras diócesis, tanto en Italia como
en otras naciones.

1.2.  Delimitación de la materia de estudio

Tomando, pues, como puntos de referencia las disposiciones canónicas


universales y las disposiciones particulares de la Iglesia en Italia, así como
las disposiciones concordatarias y estatales vigentes en Italia, examinare-
mos, desde el punto de vista de la práctica administrativa canónica, los
actos y funciones que se refieren a las iglesias y demás lugares de culto,
analizando tanto sus elementos constitutivos y sus consecuencias jurídicas
‒canónicas y civiles‒ como su concreta realización en la praxis de la Iglesia

4. Accordo tra la Santa Sede e la Repubblica italiana che apporta modificazioni al Concordato
lateranense, 18 febrero 1984, AAS 77 (1985) 521-531; Protocollo addizionale, 18 febrero 1984,
ibidem, 532-535; Protocollo, 15 noviembre 1984, ibidem, 536-337; Allegati, 15 noviembre 1984,
ibidem, 538-544; Processo-Verbale, 3 junio 1985, ibidem, 545-546.
5. CEI, Istruzione in materia amministrativa, 1 septiembre 2005, Notiziario CEI 31 (2005)
325-427. Promulgada mediante Decreto del Presidente de la CEI (en Notiziario CEI 31 [2005]
329), después de ser aprobada por la Asamblea General con mayoría absoluta, «a sus deter-
minaciones, aunque no sean jurídicamente vinculantes, cada Obispo se atendrá en relación
con la unidad y el bien común, a no ser que razones de especial relieve lo disuadan, a su jui-
cio, de su adopción en la propia diócesis» (art. 18 Statuti della CEI, Notiziario CEI 26 [2000]
257-280). (La traducción española de éste y otros textos italianos es mía). En este sentido se
trata de un texto que ofrece indicaciones comunes, útiles para instaurar una praxis común
en materia administrativa. Cfr. M. Rivella, L’Istruzione in materia amministrativa 2005
della Conferenza Episcopale Italiana, Ius Ecclesiae 18 (2006) 187-197; J. Miñambres, Evoluzione
nella prassi amministrativa della Chiesa in Italia: dalla «Istruzione in materia amministrativa» del
1992 a quella del 2005, ibidem, 199-216.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 167

en Italia 6. Conviene señalar que la mayor parte de estos actos y funciones


son objeto de la normativa del CIC y tienen, por tanto, carácter universal,
aunque nosotros los examinaremos según el modo propio en que se reali-
zan en Italia; otros están determinados por las disposiciones particulares
de la CEI y son, en consecuencia, específicos de la praxis italiana.
Entre los primeros destaca por su importancia la deputatio ad cultum:
acto de la autoridad eclesiástica, realizado mediante la dedicación o la
bendición (cfr. cc. 1205-1207 CIC), que es origen y fundamento del pecu-
liar régimen jurídico de las iglesias y demás lugares de culto; y merece
por tanto una atención especial. También son importantes, por referirse,
como el anterior, a todos los lugares de culto: la reparatio iniuriae: acto de
la comunidad cristiana, realizado mediante un rito penitencial, en caso de
violación del edificio o lugar de culto (cfr. c. 1211 CIC); la reductio ad usus
profanos: de hecho o mediante un acto de la autoridad eclesiástica, que
comporta la pérdida de la dedicación o de la bendición (cfr. c. 1212 CIC);
y, más en general, los actos que la autoridad eclesiástica realiza en el libre
ejercicio de sus poderes y funciones sobre los lugares de culto (cfr. c. 1213
CIC), entre los que merece una mención particular la autorización del Or-
dinario, en casos concretos, de usos diversos al culto, siempre que no sean
contrarios a la santidad del lugar (cfr. c. 1210 CIC).
De menor importancia, pero también objeto de la normativa univer-
sal, son los siguientes actos y funciones relativos, unas veces, a las igle-
sias, otras veces, a los oratorios, a las capillas privadas o a los santuarios:
el consentimiento escrito del Obispo diocesano para la construcción de
una iglesia (cfr. c. 1215 CIC); la debida vigilancia y cuidado de la iglesia,
a cargo del responsable de la misma (cfr. c. 1220 CIC); la licencia para
la constitución de un oratorio por parte del Ordinario y su autorización

6. De especial utilidad para nuestro estudio ha sido también el vademécum, preparado
por los ecónomos de las principales diócesis italianas: Economi delle grandi diocesi, La
gestione e l’amministrazione della parrocchia, a cargo de P. Clementi e L. Simonicelli, Bologna
2008. En él se recoge la experiencia de las curias diocesanas italianas, constituyendo ‒con
palabras de Mons. Mauro Rivella, Subsecretario de la CEI y entonces Director del Ufficio
Nazionale per i problemi giuridici‒ «una extensión y una traducción en la praxis de los princi-
pios contenidos en la Instrucción en materia administrativa. El texto (…) nace de la experiencia
concreta y mantiene un carácter de ejemplaridad, pero no quiere ni puede ocupar el lugar
del derecho particular y de las disposiciones diocesanas, pretendiendo más bien favorecer
la adopción sobre el territorio nacional de praxis virtuosas, con el fin de favorecer una co-
rrecta administración de los recursos confiados a nuestras Iglesias para su misión de evan-
gelización y testimonio» (Premessa, ibidem, V).
168 Antonio S. Sánchez-Gil

para que, sucesivamente, pueda ser destinado a usos profanos (cfr. cc.
1223-1225 CIC); la licencia para la constitución de una capilla privada y la
sucesiva licencia para que en ésta puedan celebrarse la Santa Misa u otras
funciones sagradas, ambas a cargo del Ordinario del lugar (cfr. cc. 1226 y
1228 CIC); la licencia del Ordinario del lugar para que pueda conservarse
la Eucaristía en otras iglesias, oratorios y capillas ‒diversas a la iglesia ca-
tedral o equiparada, a la iglesia parroquial o a la iglesia u oratorio anejos a
la casa de un instituto religioso o sociedad de vida apostólica, o a la capilla
privada del Obispo‒ (cfr. c. 934 § 1 CIC); y la aprobación de un santuario
y de su estatuto, por parte de la autoridad competente (cfr. cc. 1230-1232
CIC) y la eventual concesión de privilegios (cfr. c. 1234 CIC).
Entre los actos señalados por las indicaciones de la CEI destacan por
su importancia y por su originalidad desde el punto de vista canónico: la
«calificación jurídico-pastoral» de la iglesia, acto que compete realizar al
Obispo diocesano (cfr. IMA, nn. 120-121) y tiene por objeto la determina-
ción de la función pastoral de la iglesia y de la persona responsable de la
misma, tanto en materia pastoral y litúrgica, como en materia administra-
tiva (cfr. IMA, nn. 125 y 128); y el «acuerdo» o convenio, previsto en ciertos
casos, sobre el uso de una iglesia (cfr. IMA, nn. 122, 125, 135 y 138).

2. La deputatio ad cultum, origen y fundamento del régimen jurídico


de las iglesias y demás lugares de culto, en el CIC y en las
disposiciones de la CEI

Entre todos los actos y funciones contemplados por la normativa canó-


nica en materia de lugares sagrados destaca sin duda, por su fundamental
relevancia no sólo canónica sino también civil, la «destinación al culto
divino o a la sepultura de los fieles» (deputatio ad divinum cultum fideliumve
sepulturam) de un determinado lugar. Un acto que, según el c. 1205 CIC, se
realiza «mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúr-
gicos», y que tiene como efecto la constitución ‒o transformación‒ de un
determinado lugar en «lugar sagrado», quedando desde entonces desti-
nado al culto divino o a la sepultura de los fieles. Dejando de lado, como se
ha dicho anteriormente, la deputatio ad sepulturam, que tiene características
específicas propias, centraremos nuestra atención en la deputatio ad cultum
divinum ‒o simplemente deputatio ad cultum‒, es decir el acto, constituido
por elementos jurídicos y litúrgicos, por el que un lugar se destina al culto
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 169

y queda constituido como lugar sagrado, siendo en adelante «admitido»


en éste sólo «aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la
piedad y de la religión», y “prohibido” «lo que no esté en consonancia con
la santidad del lugar», según las palabras del c. 1210 CIC; que, en relación
con los usos admitidos apenas indicados, establece que «sin embargo, el
Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no
sean contrarios a la santidad del lugar».

2.1.  Autoridad competente y efectos litúrgicos y pastorales

Conforme a su naturaleza eminentemente eclesial y en atención a la


forma litúrgica con que concretamente se realiza, la deputatio ad cultum
es competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica. No es, por tanto,
suficiente que el propietario, u otras personas que tengan a su disposición
el edificio o el lugar de que se trate, decidan destinarlo al culto o que se
destine de hecho al culto. Según la vigente normativa canónica, la deputa-
tio ad cultum puede ser realizada, en el ámbito del propio territorio, por el
Obispo diocesano y por aquellos que se le equiparan por el derecho, si se
trata de la «dedicación» de una iglesia o de otro lugar o de la «bendición»
de una iglesia, y, en el ámbito de su propia jurisdicción, por el Ordinario,
si se trata de la «bendición» de un lugar sagrado diverso a la iglesia (cfr. cc.
1206-1207 CIC). Acerca de la razón de tal reserva a la autoridad eclesiás-
tica, y, más en concreto, de la reserva al Obispo diocesano de la deputatio
ad cultum de una iglesia, la CEI señala que la destinación de un edificio al
culto público compete al Obispo diocesano, por el hecho de que «la litur-
gia puede ser legítimamente celebrada sólo en comunión con él y bajo su
autoridad (cfr. cc. 838 y 899 § 2 CIC)» (IMA, n. 120).
Evidentemente tanto la dedicación como la bendición, mediante las
cuales se cumple de manera efectiva la deputatio ad cultum, son actos de
naturaleza litúrgica que pueden ser celebrados eventualmente por un mi-
nistro sagrado distinto del Obispo diocesano y de los equiparados por el
derecho, o distinto del Ordinario competente. Sin embargo es importante
observar que, en este caso, tal ministro no debe realizar la dedicación o la
bendición ‒serían ilegítimas‒ si no ha recibido el encargo o el mandato
del Obispo diocesano o del Ordinario competente; es decir, si no se ha
producido previamente la destinación en sentido jurídico, que podríamos
denominar deputatio canonica, que es, en cambio, un acto singular de natu-
170 Antonio S. Sánchez-Gil

raleza administrativa, propio de quien tiene en la Iglesia potestad ejecuti-


va ordinaria (cfr. c. 134 CIC) 7.
En efecto, si bien la celebración litúrgica de la dedicación puede ser
encomendada a otro Obispo o, en casos excepcionales, a un presbítero,
mediante mandato especial y explícito, y la celebración de la bendición
puede ser delegada a otro sacerdote, como permiten las normas canóni-
cas y litúrgicas 8, la previa deputatio canonica corresponde a la autoridad
eclesiástica competente, que puede cumplir personalmente, celebrando
él mismo el acto litúrgico de dedicación o bendición, o mediante un acto
‒en este caso de naturaleza administrativa‒ con el que encomienda la ce-
lebración litúrgica a otro Obispo o a un sacerdote. Dependerá del tipo de
lugar sagrado de que se trate (iglesia catedral o iglesia parroquial, oratorio
o capilla privada, santuario, etc.) la mayor o menor solemnidad del acto
litúrgico que debe celebrarse ‒la dedicación o la bendición 9‒ y si debe
realizarla un Obispo o puede encomendarse a un presbítero, así como el
alcance de sus consecuencias tanto en el ámbito litúrgico y pastoral, como
en el orden canónico y civil.
Acerca de los efectos litúrgicos y pastorales del legítimo cumplimiento
de la deputatio ad cultum de un lugar ‒y su consiguiente transformación
en «lugar sagrado» destinado al culto‒ la misma normativa canónica es-
tablece que «en la iglesia legítimamente dedicada o bendecida pueden
realizarse todos los actos del culto divino, sin perjuicio de los derechos
parroquiales» (c. 1219 CIC) y que «en los oratorios legítimamente cons-

7. En este sentido, Martín de Agar señala: «dos son los elementos jurídicos que constitu-
yen un lugar en sagrado: a) el destino del lugar al culto o a sepultura, hecho por la autoridad
competente; y b) la dedicación o bendición litúrgica. Estos elementos, si bien están conecta-
dos, pueden considerarse de algún modo independientes en cuanto puede darse el primero
sin el segundo, no al revés (cfr. Communicationes 12 [1980] 339), pero sólo cuando se den los
dos el lugar se considera sagrado» (Comentario al c. 1205, en Vv.Aa., Código de Derecho Canónico.
Edición anotada, a cargo de P. Lombardía y J. I. Arrieta, Pamplona 1984, 722-723). Cfr. también
A. Longhitano, Comentario al c. 1205, en Vv.Aa., Comentario exegético al Código de Derecho Canó-
nico, a cargo de A. Marzoa, J. Miras y R. Rodríguez-Ocaña, Pamplona 1996, III, 1796-1800.
8. Cfr. cc. 1169 y 1206-1207 CIC; Pontificale Romanum, Ordo dedicationis ecclesiae et
altaris, In Civitate Vaticana 1994, II, 6 y IV, 2. Acerca de «las iglesias en las que se celebra y se
conserva la santísima Eucaristía», el Directorio para los Obispos Apostolorum Successores [=
AS] señala que «no son simples lugares de reunión para los fieles, sino la morada de Dios y
símbolo de la Iglesia que se encuentra en aquel lugar. Porque son lugares destinados perma-
nentemente al culto de Dios, el Obispo debe celebrar en forma solemne el rito de la dedicación
o favorecer que lo haga otro Obispo o, en casos excepcionales, un sacerdote» (n. 154).
9. Por ejemplo, el c. 1217 § 2 CIC establece que se “dediquen” «con rito solemne las
iglesias, sobre todo las catedrales y parroquiales».
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 171

tituidos pueden realizarse todas las celebraciones sagradas, a no ser las


exceptuadas por el derecho, por prescripción del Ordinario del lugar, o
que lo impidan las normas litúrgicas» (c. 1225 CIC). También se señalan
las diferencias, por otra parte evidentes, entre la función pastoral de una
iglesia y la de un oratorio o una capilla privada (cfr. cc. 1214, 1221, 1223 y
1226 CIC) 10.

2.2.  Relevancia canónica y civil en Italia

A propósito de la relevancia canónica y civil en Italia de la deputatio


ad cultum, la CEI señala: «La libertad de ejercicio público del culto es un
derecho tutelado a nivel constitucional (cfr. art. 19 Const.) y el régimen
de las iglesias destinadas al culto católico está establecido por las normas
concordatarias (cfr. arts. 2, 5 y 7 del Acuerdo del 18 de febrero de 1984). El
art. 2 del Acuerdo dispone: «En particular se asegura a la Iglesia la libertad
de organización, de público ejercicio del culto, de ejercicio del magisterio
y del ministerio espiritual…», de acuerdo con el c. 1213 CIC, según el cual
«la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y funciones en los
lugares sagrados». El art. 5 del Acuerdo prevé algunas hipótesis taxativas
en presencia de la cuales es necesario un concierto entre el Estado italiano
y la autoridad eclesiástica: «1º) Los edificios abiertos al culto no pueden
ser requisados, ocupados, expropiados o demolidos si no es por graves
razones y previo acuerdo con la competente autoridad eclesiástica. 2º) Sal-
vo los casos de urgente necesidad, la fuerza pública no podrá entrar, para
el ejercicio de sus funciones, en los edificios abiertos al público, sin haber
dado previo aviso a la autoridad eclesiástica» (IMA, n. 124).
En el mismo contexto la CEI añade: «La tutela de la destinación al culto
y la reserva de las correspondientes facultades a la autoridad eclesiástica
competente por el territorio constituye una constante de la legislación es-
tatal, que garantiza la inmutabilidad de la destinación al culto (cfr. art. 831,
comma secondo, cod. civ.) hasta que no haya sido dispuesta por la autoridad
eclesiástica la reducción a un uso profano del edificio de culto, a tenor del
c. 1222 CIC» (ibidem) 11. Una disposición de la mayor importancia por la

10. Vid. supra nota 3.


11. El citado art. 831, comma secondo, del Codice civile italiano establece en concreto: «Gli
edifici destinati all’esercizio pubblico del culto cattolico, anche se appartengono a privati, non posso-
no essere sottratti alla loro destinazione neppure per effetto di alienazione, fino a che la destinazione
172 Antonio S. Sánchez-Gil

que el derecho civil italiano asume la normativa canónica en la materia,


subrayando de manera inmejorable la relevancia civil de la deputatio ad
cultum, mediante el reconocimiento de la competencia exclusiva de la au-
toridad eclesiástica sobre los edificios destinados al ejercicio público del
culto católico. Lo que, en línea de principio, comporta la aplicación y la
tutela, exigible también civilmente, de algunas interesantes indicaciones
de la CEI sobre las consecuencias canónicas de la deputatio ad cultum.
Concretamente, la afirmación de que «la dedicación de una iglesia al
culto público es un hecho permanente no susceptible de fraccionamiento
en el espacio o en el tiempo, tal que consienta actividades diversas al culto
mismo. Esto equivaldría en efecto a violar el vínculo de destinación, tu-
telado por el art. 831 cod. civ.» (IMA, n. 128). En consecuencia, «la iglesia
debe estar en la exclusiva disponibilidad de la persona jurídica compe-
tente para la celebración de culto y por tanto no puede ser objeto de un
contrato que atribuya a terceros derechos, facultades, poderes, posesión
o coposesión sobre el edificio de culto; no puede ser bien instrumental
para actividades comerciales, ni puede ser utilizada en modo alguno para
fines de lucro» (ibidem). Asimismo la CEI precisa que «la responsabilidad
pastoral de la iglesia compete al rector; la responsabilidad administrati-
va corresponde al rector, si la iglesia tiene personalidad jurídica, de otro
modo, al ente eclesiástico del que la iglesia depende» (ibidem) 12.
Todo lo cual se aplica, y es también de la mayor importancia, no sólo al
espacio en el que concretamente se realizan los actos de culto, sino a todo
lo que, según las indicaciones de la CEI, en conformidad con las normas
civiles italianas, debe ser considerado como “pertenencias de los edificios
de culto”: «Son pertenencias las cosas destinadas de modo duradero al ser-
vicio o al ornamento de otra cosa. La destinación puede ser efectuada por
el propietario de la cosa principal o por quien tiene un derecho real sobre
la misma (art. 817 cod. civ.). Las pertenencias siguen el mismo régimen de
la cosa principal. Se consideran ordinariamente pertenencias de la iglesia
la sacristía, el campanario, la zona de la entrada [en italiano: sagrato], los

stessa non sia cessata in conformità delle leggi che li riguardano». Para un estudio de esta dispo-
sición, cfr. A. Bettetini, Gli enti e i beni ecclesiastici. Art. 831, Milano 2005; C. Minelli, La rile-
vanza giuridica della «Deputatio ad cultum» (art. 831 Codice Civile), en Vv.Aa., Enti ecclesiastici
e controllo dello Stato, cit., 257-271.
12. A este propósito, vid. infra 5, sobre las actuaciones de la autoridad eclesiástica en el
libre ejercicio de sus poderes y funciones sobre los lugares de culto, y 7.1, sobre la califica-
ción jurídico-pastoral de una iglesia.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 173

locales utilizados como oficina o como vivienda de los sacerdotes y de


las personas dedicadas al culto, así como aquellos usados para las obras
pastorales anejas a la iglesia y al culto que en ella se celebra (cfr. Consiglio
di Stato, Sezione Prima, Parere 18 octubre 1989, n. 1236/89)» (IMA, n. 126).

2.3.  La prueba de la deputatio ad cultum

Como es natural, la deputatio ad cultum de un edificio o lugar determi-


nado por parte del Obispo diocesano o del Ordinario no excluye sino más
bien presupone la previa intervención de aquellas otras personas (físicas
o jurídicas, privadas o públicas, eclesiásticas o civiles) que tengan según
diverso título el derecho de disposición sobre el edificio o lugar de que se
trate y decidan legítimamente destinarlo al culto divino. Tratándose de un
acto de disposición particularmente intenso ‒porque mediante su trans-
formación en lugar sagrado, ese determinado bien patrimonial quedará
sujeto de modo permanente a la autoridad eclesiástica, la cual ejercerá
en él libremente sus poderes y funciones (cfr. c. 1213 CIC)‒ es de gran
importancia que la voluntad del propietario, expresa o tácita, pueda ser
probada, tanto a los efectos canónicos como civiles 13.
En este sentido, la CEI señala que pueden ser inscritos como propie-
tarios en los registros inmobiliarios un ente eclesiástico, un ente público,
una persona privada o una persona física (cfr. IMA, n. 125). Precisa, sin
embargo, que «en el caso de que el sujeto propietario sea una persona
física o un ente civil, éste no puede sustraer el edificio a la destinación al
culto, ni puede gestionar directamente el mismo culto, dado el principio
de que el sujeto que celebra la liturgia puede ser solamente una comuni-
dad de fieles en comunión con el Obispo diocesano. El propietario está
por tanto obligado a conceder el uso del edificio, a título de ejercicio del
culto, al ente eclesiástico designado por el Obispo. Las condiciones de la
concesión pueden ser determinadas mediante convención» (ibidem).

13. Sobre la relevancia civil del consentimiento del propietario del lugar para su des-
tinación al culto, interesa señalar una resolución de la Corte suprema italiana que declara:
«Para que la provisión constitutiva eclesiástica de la “deputatio ad cultum” (…) produzca
efectos civiles, es necesario el consentimiento, expreso o tácito, del propietario para la des-
tinación de la cosa al específico uso religioso» (Cass. civ., sez. I, 16 marzo 1981, n. 1474, en
G. P. Montini, La cessazione degli edifici di culto, Quaderni di diritto ecclesiale 13 [2000] 281-
299; cfr. nota 56 de su artículo, donde reenvía a M. Petroncelli, Edifici di culto cattolico, en
Enciclopedia del diritto, XIV, Milano 1965, 297-311).
174 Antonio S. Sánchez-Gil

En atención a las relevantes consecuencias que comporta la deputatio


ad cultum realizada por la autoridad eclesiástica es necesario que pueda
probarse. A este respecto, la normativa canónica establece que «se ha de
levantar acta de la dedicación o bendición de una iglesia» y que «se guar-
dará un ejemplar en la curia diocesana, y otro en el archivo de la iglesia»
(c. 1208 CIC); lo que no excluye, obviamente, que sea también muy opor-
tuno levantar acta de la dedicación o bendición de otros lugares de culto;
como de hecho se hace en la practica en Italia en el caso de la bendición de
los oratorios y de las capillas privadas 14. En ausencia de tal documento,
la misma ley canónica señala que «la dedicación o bendición de un lugar,
con tal de que no perjudique a nadie, se prueban suficientemente por un
solo testigo libre de toda sospecha» (c. 1209 CIC). De todo ello, así como
de los actos que hayan precedido la dedicación o la bendición, tanto por
parte del propietario como de la autoridad eclesiástica, es oportuno que
quede constancia en los archivos de la curia 15.

3. La reparatio iniuriae en caso de profanación de un lugar de culto


En el caso ‒por desgracia no infrecuente en la historia de la Iglesia,
también en nuestros días‒ de que en un lugar de culto se cometan deli-
tos que, según la descripción del Ceremonial de Obispos, supongan una
«grave injuria a los sagrados misterios, sobre todo a las especies euca-
rísticas», o se cometan otras acciones «en desprecio de la Iglesia, o que
ofenden gravemente la dignidad del hombre y de la sociedad humana» 16,
las normas canónicas y litúrgicas establecen que se realice la oportuna
reparatio iniuriae, mediante la celebración de un rito penitencial.
La vigente normativa canónica prevé la necesaria intervención del Or-
dinario del lugar, a quien corresponde valorar la naturaleza y las con-
secuencias de lo sucedido ‒en particular, el escándalo provocado en los
fieles‒ y juzgar si los actos injuriosos han sido de «tal gravedad» y «tan
contrarios a la santidad del lugar» que sea oportuno suspender el ejercicio

14. Cfr. Anexo 4. Licencia para la constitución de un oratorio; y Anexo 5. Licencia para la


constitución de una capilla privada.
15. Si se trata de una nueva iglesia, la decisión del Obispo diocesano de dedicar al culto
el nuevo edificio ‒lo que antes hemos denominado deputatio canonica, previa a la dedica-
ción litúrgica‒ puede considerarse implícita en el consentimiento, dado por escrito, para su
construcción (cfr. Anexo 3. Licencia para la construcción de una iglesia).
16. Cfr. Caerimoniale Episcoporum, In Civitate Vaticana 1985, n. 1070.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 175

del culto hasta que se repare la injuria (cfr. c. 1211 CIC). Por su parte, las
leyes litúrgicas establecen que «a la injuria causada a una iglesia se debe
poner remedio lo más rápidamente posible con un rito penitencial» y que
«hasta que tal rito no haya sido realizado, no se celebren en ella ni la eu-
caristía, ni los demás sacramentos o ritos litúrgicos» 17. También señalan la
conveniencia de que el rito penitencial sea presidido por el Obispo dioce-
sano, el cual, junto al rector de la iglesia, establecerá si se debe cumplir la
celebración del Sacrificio eucarístico o una Liturgia de la Palabra 18.
En consecuencia, desde el punto de vista de la praxis, es necesario que
la noticia de una acción injuriosa cometida en un lugar de culto sea in-
mediatamente comunicada al Ordinario del lugar, a quien corresponde
tomar personalmente la decisión oportuna. En este sentido conviene dis-
tinguir el acto de la autoridad eclesiástica, de naturaleza administrativa y
pastoral, que puede revestir modalidades diversas (un decreto, una carta,
una declaración, una visita personal o de un delegado, etc.), en el que se
establece lo que debe hacerse, y la reparatio iniuriae, acto de naturaleza
litúrgica que debe celebrarse en el lugar de culto que ha sido profanado,
en el que interviene toda la comunidad cristiana, «de la que el edificio
sagrado es signo e imagen» 19.
Aparte de hechos sucedidos recientemente en España de todos conoci-
dos 20, me parece útil citar dos casos acaecidos en Roma. En primer lugar,
el suicidio de un anciano en la Basílica de San Pedro el 26 de agosto de
1999. El Arcipreste de la Basílica, el Cardenal Virgilio Noè, si bien conside-

17. Ibidem, n. 1071, en donde se contienen además algunas indicaciones pastorales para


estos casos: «Es verdaderamente oportuno preparar los ánimos de los fieles al rito peni-
tencial con la predicación de la palabra de Dios y con píos ejercicios; y mejor todavía pro-
ponerles la renovación interior mediante la celebración del sacramento de la penitencia».
También se precisa que, hasta que se cumpla la reparación, «en signo de penitencia el altar
permanezca sin manteles y se elimine todo signo que habitualmente sirve para expresar
alegría: luces encendidas, flores y otras cosas por el estilo» (ibidem).
18. Ibidem, n. 1072. Si el lugar de culto profanado es una iglesia, se recomienda una cele-
bración eucarística (cfr. ibidem,n. 1075), en la que los sacerdotes presentes concelebren con el
Obispo, especialmente aquellos que ejercitan su oficio pastoral en la iglesia que ha sufrido
la profanación (cfr. ibidem, n. 1076). Sobre el modo en que debe desarrollarse la celebración,
cfr. ibidem, nn. 1075-1091.
19. Ibidem, n. 1070.
20. Por ejemplo la profanación de la capilla universitaria de Somosaguas, el 10 de mar-
zo de 2011, mediante la invasión de un numeroso grupo de jóvenes que realizaron conduc-
tas obscenas y blasfemas alrededor del altar. El Arzobispo de Madrid, el Cardenal Antonio
María Rouco Varela, decidió que fuera celebrada por uno de sus Obispos auxiliares una
Misa de reparación que tuvo lugar el 18 de marzo siguiente.
176 Antonio S. Sánchez-Gil

ró que no se había tratado propiamente de una «deliberada profanación


del templo», ni de un «acto sacrílego en sí», sino de un «gesto desespe-
rado», en atención al lugar en que se había cometido, estableció que al
día siguiente fuera celebrada por el párroco de San Pedro, en el Altar de
la Cátedra, una Misa de reparación. En segundo lugar, la profanación y
destrucción de un Crucifijo y de una estatua de la Virgen, situados en los
locales de la iglesia de los Santos Marcelino y Pedro, el 15 de octubre de
2011. De acuerdo con el Vicario de Roma, el Cardenal Agostino Vallini, el
párroco estableció que se rezara un Santo Rosario de reparación durante
toda la semana siguiente a los hechos.

4. La reductio ad usus profanos de un lugar de culto


A diferencia de la profanación, que puede comportar, a juicio del Or-
dinario del lugar, la suspensión temporal del ejercicio del culto, la reductio
ad usus profanos implica la pérdida definitiva de la destinación al culto
del lugar que ha sido dedicado o bendecido. Como es sabido, la norma-
tiva canónica trata de la reducción a usos profanos en tres disposiciones
más bien generales que dejan amplio margen de determinación al derecho
particular y a la praxis.
En la primera, se establece, con carácter general, que «los lugares sa-
grados pierden su dedicación o bendición si resultan destruidos en gran
parte o si son reducidos permanentemente a usos profanos por decreto del
Ordinario o de hecho» (c. 1212 CIC). Una disposición preponderantemen-
te ritual, en la que, sin entrar a valorar los hechos ‒voluntarios o no‒ que
han determinado la destrucción o la reducción permanente a usos pro-
fanos, establece como consecuencia la pérdida de la dedicación o bendi-
ción 21. En la segunda, se establece, que «si una iglesia no puede emplearse
en modo alguno para el culto divino y no hay posibilidad de repararla,
puede ser reducida por el Obispo diocesano a un uso profano no sórdido»
(c. 1222 § 1 CIC). En este caso, referido explícitamente a una iglesia, la
reductio ad usus profanos es consecuencia de una decisión que corresponde
tomar personalmente al Obispo diocesano, mediante un acto administra-
tivo ‒normalmente en forma de decreto‒, siempre que se haya constatado,

21. Cfr. A. Longhitano, Comentario al c. 1212, en Vv.Aa., Comentario exegético al Código de


Derecho Canónico, cit., III, 1810.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 177

mediante el oportuno procedimiento, tanto la imposibilidad del empleo


de la iglesia para el culto, como la imposibilidad de su reparación. En la
tercera, se establece, que «cuando otras causas graves aconsejen que una
iglesia deje de emplearse para el culto divino, el Obispo diocesano, oído
el consejo presbiteral, puede reducirla a un uso profano no sórdido, con el
consentimiento de quienes legítimamente mantengan derechos sobre ella,
y con tal de que por eso no sufra ningún detrimento el bien de las almas»
(c. 1222 § 2 CIC). No se trata, por tanto, en este caso de «imposibilidad»,
sino de la presencia de «otras causas graves» que «aconsejan» que una
iglesia no siga destinándose al culto. Compete también al Obispo dioce-
sano verificar la gravedad de tales causas y tomar la decisión ‒mediante
decreto‒ de reducción a uso profano no sórdido, no sin antes verificar que
el bien de las almas no sufrirá ningún detrimento, contar con el consenti-
miento de quienes tengan derechos sobre la iglesia y escuchar el parecer
del consejo presbiteral. Por lo que será necesario abrir un procedimiento
administrativo en el que puedan intervenir los sujetos interesados y se
hagan constar los extremos señalados en el c. 1222 § 2 CIC.
En la práctica canónica es, sin embargo, oportuno distinguir las diver-
sas causas. A propósito, por ejemplo, de la destrucción total o «en gran
parte» del edificio o de otro lugar de culto o de la imposibilidad de su
uso y de su reparación, es importante distinguir la cuestión ritual y canó-
nica de la pérdida de la dedicación o bendición del lugar de culto, de la
cuestión pastoral y económica de la oportunidad y de las posibilidades
de «reconstrucción» o «reparación» para que en ese mismo lugar pueda
surgir de nuevo un edificio o lugar de culto equivalente al que ha sido
destruido o pueda seguir utilizándose el que estaba dañado. En conse-
cuencia será necesario que la intervención de la autoridad eclesiástica no
se limite a constatar la situación de destrucción o de daño sino que exami-
ne las causas ‒fortuitas o provocadas, con dolo o culpa‒ de la destrucción
o del daño. Teniendo en cuenta las circunstancias concretas de cada caso,
corresponderá a la autoridad eclesiástica, al propietario, a la persona res-
ponsable del culto y a la comunidad de fieles afectada, determinar los
caminos a seguir. En este contexto, es importante recordar cuanto estable-
ce el c. 1284 § 2,1º CIC, a propósito de los administradores de bienes, los
cuales deben: «vigilar para que los bienes encomendados a su cuidado no
perezcan en modo alguno ni sufran daño, suscribiendo a tal fin, si fuese
necesario, contratos de seguro». Ésta es, en efecto, la práctica habitual en
Italia, en donde es «obligatorio» suscribir un seguro contra incendios y
178 Antonio S. Sánchez-Gil

otras calamidades naturales o provocadas y «aconsejable» una póliza de


responsabilidad civil por daños a terceros 22. En el caso de la Iglesia en
Italia, es importante tener presentes los acuerdos con el Estado sobre la
financiación de la reconstrucción o reparación de las iglesias destruidas o
dañadas por calamidades naturales 23.
Por lo que se refiere a las «otras graves causas», que según el c. 1222
§ 2 CIC, pueden «aconsejar» que una iglesia deje de emplearse para el
culto divino, ni la jurisprudencia de la Signatura Apostólica, ni la doctri-
na han llegado a indicar criterios precisos para su determinación. Como
señala Montini, después de haber analizado la jurisprudencia, el juicio
sobre la gravedad parece dejado al Obispo diocesano sobre la base de que
él, más que ningún otro, está en condiciones de conocer la situación pas-
toral, patrimonial, económica, etc. En la praxis en Italia, como sucede en
otros países europeos, se presenta con frecuencia el caso de una progresi-
va disminución de la población en el centro histórico de muchas ciudades,
en donde existen numerosas iglesias, que resulta excesivamente oneroso
‒desde el punto de vista pastoral y económico‒ mantener abiertas al culto.
Como señala Montini a propósito de las «situaciones de hecho» 24, existen
muchos modos, formalmente diferentes a la reducción a uso profano de
una iglesia, que comportan sin embargo los mismos efectos: por ejemplo,
la decisión de «cerrar» una iglesia 25, o de «no autorizar» en ella la celebra-

22. Con referencia a este canon, en el vademécum preparado por los ecónomos de las
diócesis italianas se recuerda a los párrocos ‒pero es aplicable a todas las personas respon-
sables de un edificio o lugar de culto‒ la necesidad de tutelar el patrimonio de la parroquia
ante situaciones de riesgo, con la obligación de suscribir un seguro contra incendios y otros
eventos, fortuitos o no, que puedan afectar a los edificios y a los bienes en ellos conteni-
dos, así como la conveniencia de suscribir un seguro contra otros infortunios que cubra
los eventuales daños a terceros. También se señalan los criterios que deben ser tenidos en
cuenta en la estipulación de tales contratos y se recuerda la necesidad de respetar los pla-
zos de denuncia de los siniestros previstos en los contratos de seguros (cfr. La gestione e
l’amministrazione della parrocchia, cit., 137-146).
23. Cfr. Relazione della Commissione paritetica Italia-Santa Sede istituita per la soluzione di
questioni interpretative ed applicative delle norme relative ai beni e agli enti ecclesiastici approvate
con il Protocollo del 15 novembre 1984, 24 febrero 1997, AAS 90 (1998) 702-709.
24. Se debe tener en cuenta que la reductio ad usus profanos de hecho puede tener su origen
no sólo en actos ilegítimos de diverso tipo ‒por parte del Estado, del propietario o de terceros‒,
sino también en la falta de medios económicos para mantener abierto el lugar de culto, en el
gradual abandono de la práctica religiosa, o en la falta de ministros, etc. (cfr. G.P. Montini, La
cessazione degli edifici di culto, cit., 281-282 y 290-292). Cfr. también F. Daneels, Soppressione, unio-
ne di parrocchie e riduzione ad uso profano della chiesa parrocchiale, Ius Ecclesiae 10 (1998) 111-148.
25. A este propósito se puede citar el Tassario de la Archidiócesis de Milán, en el que, a
propósito de las prácticas que se refieren a edificios de culto, a continuación de la «dedica-
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 179

ción del culto, sin que haya una decisión formal ‒mediante decreto del
Obispo diocesano‒ de reducción a uso profano y sin que hayan podido
intervenir los sujetos interesados 26. Será, por tanto, necesario examinar
las circunstancias concretas de cada caso, para determinar la naturaleza
de la situación de hecho, la legitimidad de las actuaciones de la autoridad
eclesiástica, y las posibilidades de intervención de los demás sujetos afec-
tados.

5. Actos de la autoridad eclesiástica en el ejercicio de sus poderes


y funciones sobre los lugares de culto en la praxis italiana

Teniendo en cuenta que la deputatio ad cultum de un lugar comporta su


permanente reserva al ejercicio y al fomento del culto, de la piedad y de
la religión, el derecho canónico prohíbe todo uso impropio, es decir todo
«lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar» (c. 1210 CIC) y
establece que en él «la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes
y funciones» (c. 1213 CIC). La misma normativa canónica establece que el
Ordinario ‒por tanto, sólo él‒ puede, en casos concretos ‒esto es, en cir-
cunstancias específicas y ocasionales‒ permitir otros usos, siempre que no
sean contrarios a la santidad del lugar (cfr. c. 1210 CIC). Entre tales usos,
se suelen considerar, en situaciones de emergencia o de calamidad, la aco-
gida de personas necesitadas, y, en situaciones normales, las actividades
culturales de contenido religioso.
En general, corresponde a la autoridad eclesiástica, en el ejercicio de
sus poderes y funciones sobre los lugares de culto, el derecho y el deber
de vigilancia sobre su administración y conservación 27; lo que compren-

ción o bendición de iglesias, oratorios, etc.», se contempla la «licencia para el cierre al culto
de un edificio sagrado». Para ambas prácticas se establece la tasa de 50 €, a lo que se añade
el reembolso de los eventuales gastos sostenidos por el organismo competente.
26. Como ha señalado Daneels, y recuerda Montini, es praxis constante de la Signatura
Apostólica considerar la clausura de una iglesia para el culto divino como equivalente a su
reducción a uso profano (cfr. F. Daneels, Soppressione, unione di parrocchie e riduzione ad uso
profano della chiesa parrocchiale, cit., 130; G. P. Montini, La cessazione degli edifici di culto, cit., 291).
27. Como establece la normativa canónica, «están sujetos a la visita episcopal ordinaria
las personas, instituciones católicas, cosas y lugares sagrados que se encuentran dentro del
ámbito de la diócesis» (c. 397 § 1 CIC), con algunas limitaciones en lo referente a las iglesias
y oratorios de los Institutos de derecho pontificio (cfr. cc. 392 § 2; 615; 628 § 2; 637 y 683
CIC; AS, n. 220). Acerca de la visita pastoral a las parroquias, el Directorio para los Obispos
recuerda que «en la visita no se debe omitir el examen de la administración y conservación de
la parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros parroquiales y otros bienes.
180 Antonio S. Sánchez-Gil

de, entre otras cosas, fijar los criterios para la organización de conciertos
de música sagrada, de exposiciones de arte sagrado o de visitas guiadas
en iglesias y lugares sagrados, de acuerdo con las normas canónicas y, en
Italia, con las disposiciones de la CEI. Según éstas últimas corresponde el
Obispo diocesano establecer ‒si lo considerara oportuno‒ una regulación
diocesana sobre el sonido de las campanas, en el respeto de las legítimas
costumbres y del contexto social.

5.1.  Los conciertos en iglesias

Acerca de la concesión de una iglesia o de otro lugar de culto para con-


ciertos de música, se debe tener presente el documento Conciertos en las
iglesias, enviado por la Congregación para el Culto Divino a los Presiden-
tes de las Conferencias Episcopales en 1987 28, sintetizado en el Directorio
para los Obispos de 2004 en los siguientes términos: «En lo que se refiere a
los conciertos, conviene vigilar para que sólo se ejecute música sagrada ‒es
decir, compuesta como acompañamiento a la liturgia‒, o por lo menos de
inspiración religiosa cristiana, y que sean programados y ejecutados con
la finalidad explícita de promover la piedad y el sentimiento religioso y
nunca en detrimento del servicio pastoral primario que debe ofrecer el lu-
gar. En cada caso tales iniciativas sean evaluadas con sabiduría y limitadas
a pocos casos» (AS, n. 155).
Conviene, sin embargo, reconocer que la música sagrada es parte inte-
grante del patrimonio de la Iglesia, con un valor que no es meramente cul-
tural sino propiamente religioso. En este sentido, considerando que «no
todos los conciertos son ajenos a la actividad de culto, piedad y religión,
aunque se desarrollen fuera del contexto litúrgico» 29, la CEI ha establecido
algunos criterios con el fin de identificar los tipos de ejecución musical

Sin embargo, algunos aspectos de este examen pueden ser asignados a los vicarios foráneos
o a otros clérigos idóneos, para que sean realizados en los días precedentes o sucesivos a
la visita, de manera que el Obispo pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los en-
cuentros personales, como corresponde a su oficio de Pastor» (AS, n. 221).
28. Congregación para el Culto Divino, Conciertos en las iglesias, 5 noviembre 1987
en Notitiae 24 (1988) 25-32. El documento distingue entre música y canto para la liturgia,
música de inspiración religiosa y música no religiosa, y ofrece algunas orientaciones para la
decisión de la autoridad diocesana.
29. La gestione e l’amministrazione della parrocchia, cit., 53, en donde se recuerda al párro-
co la necesidad de informarse sobre las normas civiles ‒en particular, sobre los derechos de
autor‒ así como sobre la existencia de una normativa canónica local en la materia.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 181

que pueden ser organizados sin necesidad de obtener el permiso del Or-
dinario previsto en el c. 1210 CIC: «La ejecución musical en una iglesia
fuera de la liturgia constituye una actividad institucional del ente oficiante
sólo cuando concurren conjuntamente las siguientes condiciones: a) or-
ganización por parte de un ente eclesiástico; b) ejecución preponderante
de música sagrada; c) ingreso libre y gratuito. Si falta una de estas tres
condiciones, el concierto constituye una actividad cultural, diversa de la
actividad de culto, que requiere, a tenor del c. 1210 CIC, la licencia escrita
del Ordinario diocesano para el uso profano de la iglesia per modum actus
y a la que es aplicable la normativa [civil] sobre los espectáculos» (IMA,
n. 130).
Criterios análogos pueden también aplicarse a la realización en otros
lugares de culto de otro tipo de actuaciones de contenido religioso ‒por
ejemplo, autos sacramentales u otras representaciones artísticas que sean
expresión de piedad popular‒, de modo que se garantice su dignidad y su
valor estético, conforme a las tradiciones y costumbres de cada lugar.

5.2.  Las visitas y las exposiciones en las iglesias

Considerando que el mejor modo de valorizar la dimensión cultural de


las iglesias y demás lugares de culto, y en general de las manifestaciones
del arte cristiano al servicio del culto, se realiza en las acciones litúrgi-
cas 30, la CEI ha establecido algunos principios sobre las visitas culturales
o turísticas a las iglesias, que pueden también aplicarse a otras iniciativas
de carácter didáctico, científico o divulgativo como, por ejemplo, las ex-
posiciones: «Sólo en línea de principio es posible distinguir la dimensión
cultural de una iglesia de su dimensión religiosa, porque de hecho los dos
aspectos son inseparables: en efecto la dedicación al culto constituye la ra-
zón de ser del edificio y de las obras de arte que contiene. La visita de una

30. Como afirmó el Beato Juan Pablo II: «La nueva evangelización exige un renovado
compromiso en el culto litúrgico, que es también una rica fuente de instrucción para el
pueblo fiel (cf. Sacrosanctum Concilium, 33). Como es sabido, el culto ha encontrado desde
siempre un aliado natural en el arte, de modo que, además de su intrínseco valor estético,
los monumentos de arte sacro poseen también el catequístico y cultual. Por eso, es preciso
valorarlos teniendo en cuenta su hábitat litúrgico, conjugando el respeto a la historia con la
atención a las exigencias actuales de la comunidad cristiana, y haciendo que el patrimonio
histórico-artístico al servicio de la liturgia no pierda nada de su elocuencia» (Discurso a la
Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, 31 de marzo
de 2000, n. 5, en www.vatican.va).
182 Antonio S. Sánchez-Gil

iglesia comporta la comprensión de los valores dedicados al culto de aquel


lugar, que son también testimonio de la vida y de la historia de la Iglesia,
y exige respeto: las iglesias no son simples bienes de consumo turístico.
Acerca de la visita y de la utilización de una iglesia, manténgase firme el
principio de que ésta debe ser accesible libre y gratuitamente a todos en el
horario establecido por el rector» (IMA, n. 129). Un principio establecido
en CIC 31, que no excluye, sin embargo, de modo absoluto que en algunos
casos determinados, con la autorización del Ordinario del lugar, pueda
fijarse una cantidad, a modo de oferta o contribución al mantenimiento y
a las medidas de seguridad, para la visita de iglesias especialmente ricas
en obras de arte, en los horarios en que no se desarrollan actos de culto y
siempre que se respeten los derechos de los fieles 32.
En la praxis seguida hasta ahora en Italia, solamente en alrededor de
60 iglesias ‒concentradas en su mayor parte en Florencia, Venecia y Ve-
rona, en donde la afluencia de turistas es particularmente numerosa‒ se
ha adoptado un sistema de billetes o tickets 33. Una praxis destinada, sin
embargo, a cambiar en el futuro, conforme a las indicaciones contenidas
en un reciente documento de la CEI de enero de 2012 [posterior, por tanto,
al Simposio de Pamplona de noviembre de 2011], en el que, apelándose a

31. En el que se establece expresamente que «la entrada a la iglesia debe ser libre y gra-
tuita durante el tiempo de las celebraciones sagradas» (c. 1221 CIC); y se declara que «los
fieles tienen derecho a entrar [en la iglesia] para la celebración, sobre todo pública, del culto
divino» (c. 1214 CIC); razón por la que también se establece que «la iglesia en la que está re-
servada la santísima Eucaristía debe quedar abierta a los fieles, por lo menos algunas horas
al día, a no ser que obste una razón grave, para que puedan hacer oración ante el santísimo
Sacramento»T (c. 937 CIC).
32. Tratándose de una materia particularmente delicada, en la que debe evitarse «hasta
la más pequeña apariencia de negociación o comercio» ‒como establece el c. 848 CIC en
materia de ofrendas de Misas, pero aplicable, en mi opinión, a todo lo que se refiere al
culto‒, resulta oportuno que el Ordinario del lugar, antes de aprobar este tipo de medi-
das, verifique que no son practicables otras soluciones (como las ofrendas voluntarias, o
la destinación de fondos públicos ‒teniendo en cuenta que tales visitas favorecen el interés
general‒ o privados) y vigile que la cantidad solicitada sea moderada, que lo recaudado
se destine exclusivamente al mantenimiento y seguridad de la iglesia de que se trate, y se
garantice la entrada libre y gratuita a los fieles que desean entrar para fines de culto. Cfr. G.
Feliciani, La questione dei ticket d’accesso alle chiese, en Vv.Aa., Studi in onore di Mario Romano,
IV, Napoli 2011, 2809-2816; en donde se señalan las incongruencias de la praxis seguida en
algunas iglesias italianas.
33. Se trata de un numero ciertamente reducido si se tiene en cuenta que en Italia exis-
ten alrededor de 95.000 iglesias, de las cuales alrededor de 85.000 están sujetas a la tutela
prevista en la legislación estatal sobre bienes culturales; cfr. G. Feliciani, Le chiese nel quadro
della tutela del patrimonio culturale, en Vv.aa, Gli edifici di culto tra Stato e confessioni religiose, a
cargo de D. Persano, Milano 2008, 255-269.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 183

la tradición italiana, se opta por favorecer del modo más amplio posible el
acceso libre y gratuito a todas las iglesias abiertas al culto, salvo en casos
excepcionales a juicio del Ordinario del lugar, y se limita la admisibilidad
de un ticket «solamente para la visita turística de partes del complejo (crip-
ta, tesoro, baptisterio autónomo, torre, claustro, capilla singular, etc.), cla-
ramente distintas del edificio principal de la iglesia, que debe permanecer
disponible para la oración» 34.
En la práctica de la Iglesia en Italia también se recomienda a las pa-
rroquias que promuevan o acojan con favor iniciativas «dirigidas al más
amplio conocimiento del patrimonio cultural, también a través de visitas
guiadas y exposiciones» 35, con la condición de que «la destinación al cul-
to de los lugares sagrados no reciba ningún perjuicio y se garanticen las
condiciones de seguridad del patrimonio» 36. En este sentido se establece
que la creación de un museo parroquial o interparroquial debe ser estu-
diada por los organismos competentes de la curia diocesana y obtener la
debida autorización por parte del Ordinario. Asimismo se aconseja a las
parroquias que, para la organización de exposiciones, acudan a la curia
diocesana para obtener el oportuno asesoramiento 37.

5.3.  El sonido de las campanas

Acerca del uso de las campanas, que en los últimos tiempos ha sus-
citado algunos problemas por razones de diverso género (acciones judi-
ciales para obtener el «silenciamiento» de las campanas; ordenanzas mu-
nicipales sobre la denominada «contaminación acústica»; el pretendido
«respeto» de las minorías religiosas; etc.), es útil señalar un documento
de la CEI de mayo de 2002 38, en el que se afronta la cuestión, tanto desde
el punto de vista de los principios como de las normas canónicas y litúr-

34. CEI-Consiglio Permanente, Nota L’acceso nelle chiese, 31 enero 2012 (en www.chie-
sacattolica.it [página web de la CEI]). Vid Anexo 1. El acceso a las iglesias.
35. La gestione e l’amministrazione della parrocchia, cit., 105. Interesante a este respecto la
iniciativa de la Pontificia Universidad Lateranense de ofrecer un programa de formación
para «guías turísticas pastorales», con el fin de que desarrollen una función, no sólo cultu-
ral, sino también de formación y evangelización.
36. Ibidem.
37. Ibidem, 106.
38. CEI-Comitato per gli enti e i beni ecclesiastici, Circolare 33. La regolamentazione del
suono delle campane, 10 mayo 2002, en www.chiesacattolica.it.
184 Antonio S. Sánchez-Gil

gicas 39, y se ofrecen indicaciones y sugerencias para que esta práctica tra-


dicional sea tutelada del modo más correcto y eficaz. Aparte de recordar
que el sonido de las campanas es un elemento de la tradición de la Iglesia,
que tiene un fundamento consuetudinario que se remonta a los siglos
V-VI, la CEI señala su carácter primariamente religioso y cultual, como
expresión de la vida de la comunidad cristiana, que impide que puedan
equipararse a la simple emisión de sonidos.
A los Obispos diocesanos se sugiere que establezcan un reglamento
específico sobre el uso de las campanas y se ofrecen indicaciones preci-
sas sobre sus posibles contenidos. También se ofrece un formulario que
puede servir de modelo para la elaboración de un reglamento diocesa-
no 40. Concretamente se señala la conveniencia de reflejar en la premisa
los siguientes puntos: el carácter tradicional del sonido de las campanas;
su prioritario, pero no exclusivo, significado litúrgico y de servicio para
la comunidad cristiana; su pertenencia a la esfera de la libertad religiosa;
la competencia exclusiva en la materia de la autoridad eclesiástica; y la
conveniencia de respetar en lo posible las legítimas exigencias y sensibili-
dades. En la parte dispositiva se sugiere: establecer los horarios que deben
respetarse; las modalidades del sonido; su duración; y el respeto de las
legítimas costumbres y del contexto social 41.

39. Es útil señalar a este respecto el examen que se hace en el documento de la CEI de la
evolución normativa en esta materia y de la laguna legal provocada por la no inclusión en
el CIC 83 de las disposiciones contenidas en el c. 1169 §§ 1-4 CIC 17: «§ 1. Cuilibet ecclesiae
campanas esse convenit, quibus fideles ad divina officia aliosque religionis actus invitentur. § 2.
Etiam ecclesiarum campanae debent consecrari vel benedici secundum ritus in probatis liturgicis
libris traditos. § 3. Earum usus unice subest ecclesiasticae auctoritati. § 4. Salvis conditionibus,
probante Ordinario, appositis ab illis qui campanam ecclesiae forte dederint, campana benedicta ad
usus mere profanos adhiberi nequit, nisi ex causa necessitatis aut ex licentia Ordinarii aut denique
ex legitima consuetudine». En la fase de elaboración del CIC 83 se consideraron suficientes
las normas contenidas en los libros litúrgicos (cfr. Communicationes 12 (1980) 336), que, sin
embargo, sólo tratan de las campanas a propósito de su bendición (cfr. Rituale Romanum,
De Benedictionibus, editio typica, In Civitate Vaticana 1994, Praenotanda, nn. 1455-1460).
40. Vid. Anexo 2. Reglamento diocesano sobre el sonido de las campanas.
41. En el caso de que se presenten acciones judiciales o se emanen ordenanzas admi-
nistrativas tendentes a silenciar la campanas o a regular los horarios en que pueden usarse,
el vademécum citado recuerda al párroco que, antes de tomar cualquier decisión, “debe”
informar oportunamente a la curia diocesana, «con el fin de evitar que la inercia o la supina
obediencia a los lamentos de algunos constituyan un precedente después difícil de superar»
(La gestione e l’amministrazione della parrocchia, cit., 53-54).
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 185

6. Actos relativos a iglesias, oratorios, capillas privadas


y santuarios

Como se ha dicho anteriormente, la normativa canónica universal con-


sidera algunos actos administrativos ‒licencias, autorizaciones, dispensas,
etc.‒ en relación, unas veces, con las iglesias, otras veces, con los oratorios,
las capillas privadas o los santuarios. Examinaremos a continuación los
más frecuentes teniendo en cuenta las indicaciones particulares de la CEI.
Dejamos para el apartado posterior la «calificación jurídico-pastoral» de
una iglesia, acto del Obispo diocesano previsto por las disposiciones de la
CEI (vid. infra 7.1).

6.1.  La licencia para la construcción de una iglesia

Entre los actos administrativos que se refieren a las iglesias ocupa el


primer lugar el consentimiento escrito del Obispo diocesano para su cons-
trucción, previsto en la normativa canónica universal (cfr. c. 1215 CIC) 42.
En la práctica italiana se realiza mediante un acto escrito en que se hace
constar: el sujeto que presenta la petición, indicando si se trata de un sacer-
dote o del superior o superiora; que han sido oídos el consejo presbiteral y
los rectores de las iglesias vecinas; que la nueva iglesia podrá servir al bien
de las almas; que se ha verificado que no faltarán los medios necesarios
para edificarla y para sostener en ella el culto divino; que se ha tenido en
cuenta el parecer del organismo diocesano competente en la materia; que
en la construcción de la iglesia se observarán las indicaciones de éste; y
que, terminada la construcción, la iglesia será dedicada o bendecida cuan-
to antes, conforme a las leyes litúrgicas (cfr. c. 1516 CIC) 43.

6.2.  La licencia para la constitución de un oratorio o de una capilla privada

Características similares a la licencia para la construcción de una igle-


sia, presenta el acto ‒en la práctica italiana realizado también por escrito‒
por el que se concede la licencia para la constitución de un oratorio por

42. Para un análisis de la normativa canónica sobre la construcción de una nueva igle-


sia, cfr. M. Mosconi, Chiesa e chiese: le norme canoniche relative alla costruzione di una nuova
chiesa, Quaderni di diritto ecclesiale 13 (2000) 248-267.
43. Vid. Anexo 3. Licencia para la construcción de una iglesia.
186 Antonio S. Sánchez-Gil

parte del Ordinario (cfr. cc. 1223-1225 CIC). En este documento se hace
constar: el sujeto solicitante, especificando si se trata del capellán o del
superior o superiora; la indicación del lugar ‒mediante documentación
planimétrica y fotográfica‒ en donde será constituido el oratorio; que se
ha oído el parecer del párroco y del arcipreste competentes por territorio;
que se ha tenido en cuenta el parecer del organismo competente en mate-
ria de liturgia, sobre la base de la visita realizada en tal fecha; que se da,
contemporáneamente, mandato al Vicario general o episcopal de proveer
a la bendición del lugar (cfr. c. 1229 CIC) y de levantar la correspondiente
acta en doble copia; que, una vez bendecido, el oratorio quedará reserva-
do únicamente al culto divino y no podrá ser destinado a usos profanos
sin autorización del mismo Ordinario (cfr. c. 1224 § 2 CIC); y la indicación
expresa de que la celebración de la Santa Misa y de los otros actos de culto
en el oratorio deberán tener lugar con el debido respeto de los derechos
de la parroquia en donde se encuentra y de la normativa universal y dio-
cesana 44. Acerca de los oratorios interesa también señalar cuanto afirma
la instrucción administrativa de la CEI: «El oratorio no tiene jamás per-
sonalidad jurídica sino que está anejo a otra persona jurídica, que puede
también ser un ente no eclesiástico. La responsabilidad pastoral del ora-
torio compete al sacerdote encargado, mientras que la responsabilidad
económica compete al administrador de la persona jurídica a la que el
oratorio está anejo» (IMA, n. 141).
Similar al anterior es el acto ‒realizado igualmente por escrito en la
praxis italiana‒ por el que el Ordinario del lugar concede la licencia para
la constitución de una capilla privada y, eventualmente, para que en ésta
puedan celebrarse la Santa Misa u otras funciones sagradas (cfr. cc. 1226 y
1228 CIC). En él se debe hacer constar: el sujeto solicitante, habitualmente
un fiel laico, hombre o mujer, propietario del lugar; la indicación precisa
‒mediante documentación planimétrica y fotográfica‒ del lugar en donde
se constituirá la capilla; que se ha oído el parecer del párroco y del arci-
preste competentes por territorio; que el edificio o el ambiente indicado
quedará reservado únicamente al culto con exclusión de cualquier uso
doméstico (cfr. cc. 1226 y 1229 CIC); eventualmente, que se pueden cele-
brar la Santa Misa y otros actos de culto, dejando a salvo los derechos de la
parroquia y en el respeto de la normativa universal y diocesana; eventual-

44. Vid. Anexo 4. Licencia para la constitución de un oratorio.


Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 187

mente, que se puede custodiar el Santísimo Sacramento; y que se da, con-


temporáneamente, mandato al Vicario general o episcopal de proveer a la
bendición del lugar (cfr. c. 1229 CIC) y de levantar la correspondiente acta
en doble copia 45. La instrucción de la CEI señala además que «la responsa-
bilidad administrativa y económica de la capilla [privada] corresponde al
propietario, sin perjuicio del derecho del Ordinario diocesano de ejercitar
su propio poder de vigilancia (cfr. c. 1213 CIC)» (IMA, n. 142).

6.3.  La autorización para la reserva de la Santísima Eucaristía

En el caso de las iglesias ‒diversas a la iglesia catedral o equiparada, a


la iglesia parroquial y a la iglesia aneja a la casa de un instituto religioso o
sociedad de vida apostólica‒, de los oratorios ‒diversos al oratorio anejo a
la casa de un instituto religioso o sociedad de vida apostólica‒ y de las ca-
pillas privadas ya constituidas, que no hubieran recibido la autorización
para reservar la Santísima Eucaristía, ésta puede ser concedida mediante
un acto del Ordinario del lugar (cfr. c. 934 CIC), que en la práctica italiana
se concede también por escrito. En este documento se hace constar: el suje-
to solicitante, indicando si se trata del capellán o del superior o superiora;
el lugar en que se reservará el Santísimo Sacramento; que ha sido oído el
párroco competente por territorio; que se ha tenido en cuenta el parecer
del organismo competente en materia de liturgia, sobre la base de la visita
realizada en tal fecha; y se precisa además: que, en la medida de lo posible,
celebrará allí la Santa Misa un sacerdote al menos dos veces al mes (cfr.
c. 934 § 2 CIC); que ante el sagrario en el que está reservada la santísima
Eucaristía ha de lucir constantemente una lámpara especial (cfr. c. 940
CIC); que se guarde con la mayor diligencia la llave del sagrario (cfr. c. 938
§ 5 CIC); que las Hostias consagradas deben renovarse con frecuencia (cfr.
c. 939 CIC); y que se deben observar las demás normas canónicas y litúr-
gicas sobre la reserva y el culto de la Eucaristía. También se hace constar
habitualmente la duración de la autorización, y la necesidad de renovar la
petición al cumplirse el término establecido 46.

45. Vid. Anexo 5. Licencia para la constitución de una capilla privada.


46. Vid. Anexo 6. Autorización para reservar la Santísima Eucaristía. En la Archidiócesis
de Milán, por ejemplo, para la tramitación de esta autorización se establece la tasa de 10 €,
a lo que se añade el reembolso de los eventuales gastos sostenidos por el organismo com-
petente.
188 Antonio S. Sánchez-Gil

6.4.  La dispensa para la sepultura en una iglesia

Aunque la normativa canónica establece la prohibición general de en-


terrar en iglesias, con excepción del Romano Pontífice, de los Cardenales
y de los Obispos diocesanos (cfr. c. 1242 CIC), en la práctica italiana es
posible obtener la dispensa y la correspondiente autorización del Obispo
diocesano, a petición del rector de la iglesia, mediante un acto escrito en
el que se hace constar: el sacerdote solicitante, los datos del difunto, los
motivos de la petición, la explícita dispensa del c. 1242 CIC, y los datos
relativos a la colocación del sepulcro 47. Como es obvio, antes de conceder
la autorización el Obispo debe verificar la oportunidad de la petición te-
niendo en cuenta las circunstancias del caso .

6.5.  La aprobación de un santuario y de sus estatutos

Como establece la normativa canónica, corresponde al Ordinario del


lugar la aprobación de un santuario diocesano y de sus estatutos, a la
Conferencia Episcopal si se trata de un santuario nacional y a la Santa
Sede si se trata de un santuario internacional (cfr. cc. 1230-1232 CIC). En la
praxis de la Iglesia en Italia el Ordinario del lugar ejercita esta competen-
cia mediante un acto administrativo en forma de decreto, por el que erige
una determinada iglesia ‒u otro lugar sagrado‒ en «santuario diocesano».
En tal decreto se hace constar: la iglesia que se erige en santuario, con la
indicación de la parroquia en que está situada; una crónica histórica de
los eventos que han contribuido a convertir ese lugar en meta de pere-
grinaciones y centro de piedad y de vida espiritual; que ha sido oído el
arcipreste y que se aprueban los estatutos, en el texto anexo al decreto 48.
Por lo que se refiere de modo específico a la iglesia y locales anejos es
oportuno que en los estatutos se haga constar: que al rector del santuario
corresponde la cura litúrgica, pastoral y administrativa del santuario; que
en el santuario se desarrollan todas las celebraciones litúrgicas y de piedad
popular, excepto las que son propiamente parroquiales; que, como norma,
no se celebran matrimonios; que los horarios de las funciones litúrgicas
dominicales se concordarán con los párrocos de las parroquias vecinas; a
quién corresponde la propiedad de los inmuebles y, eventualmente, que

47. Vid Anexo 7. La dispensa para la sepultura en una iglesia.


48. Vid. Anexo 8. Decreto de erección de un santuario diocesano.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 189

su uso estará regulado mediante acuerdo del Ordinario del lugar con el
ente propietario; y que el rector, en su calidad de representante legal del
santuario, puede realizar todos los actos de ordinaria y extraordinaria ad-
ministración en el respeto de las autorizaciones canónicas establecidas 49.
Por lo que se refiere a los santuarios nacionales en Italia, la CEI ha es-
tablecido que «el órgano competente para declarar nacional un santuario
y para aprobar los correspondientes estatutos, a tenor de los cc. 1231-1232
CIC, es el Consejo Episcopal Permanente, previa instrucción a cargo de la
Presidencia de la CEI» 50.

7. Actos e indicaciones específicas establecidas en las disposiciones


de la CEI

7.1.  La «calificación jurídico-pastoral» de una iglesia

Teniendo en cuenta las diversas funciones litúrgicas y pastorales que


puede tener una iglesia, en atención a la comunidad de fieles que la usa
y en ella celebra la liturgia con el consentimiento del Obispo diocesano,
la CEI ha establecido en su instrucción administrativa un sistema para
que quede perfectamente definida la condición jurídica de cada iglesia
existente en Italia y la persona jurídica responsable del culto y de la pas-
toral que en ella se desarrollan (cfr. IMA, nn. 120-121) 51. Tal sistema se
basa, por una parte, en la «calificación jurídico-pastoral» de las iglesias,
que compete realizar al Obispo diocesano, mediante decreto, en relación
con todos los edificios de culto existentes en el territorio de su diócesis;
y, por otra, en una clasificación de la iglesias, establecida por las mismas
disposiciones de la CEI «en relación con la función cultual y pastoral y a
la comunidad de fieles que en ella celebra la liturgia» (IMA, n. 121). Con-
forme a esta clasificación se pueden distinguir y calificar las iglesias según
las siguientes categorías:
a) iglesia catedral;
b) iglesia parroquial;
c) iglesia rectoral [en italiano: chiesa rettoria];

49. Vid. Anexo 9. Estatutos de un santuario diocesano, arts. 3-6.


50. CEI, Delibera n. 34, 18 abril 1985, en Notiziario CEI 3 (1985) 47.
51. En este sentido la misma instrucción afirma que «a los fines de la calificación jurídi-
ca de la iglesia, no es relevante el sujeto propietario del edificio, sino solamente la persona
jurídica responsable del culto» (IMA, n. 120).
190 Antonio S. Sánchez-Gil

d) iglesia santuario;
e) iglesia aneja a una persona jurídica:
– a un capítulo;
– a una casa de un instituto religioso clerical o de una sociedad
clerical de vida apostólica, de un instituto religioso laical o feme-
nino o de una sociedad laical o femenina de vida apostólica o de
un instituto secular;
– a una asociación o a una cofradía [en italiano: confraternita];
– a un seminario o a otro ente eclesiástico;
– a una parroquia.
Según la misma instrucción de la CEI, en donde todavía no se haya he-
cho «el Obispo diocesano proceda a examinar las iglesias existentes en el
territorio de la diócesis, de modo que se pueda certificar la propiedad y la
calificación jurídica de cada lugar de culto. Donde la calificación no resul-
te de los actos de la curia, proceda mediante decreto a la determinación»
(IMA, n. 122). También se aconseja, en caso de duda sobre la calificación
que se debe dar a una iglesia, «elegir la calificación de iglesia aneja a la pa-
rroquia en cuyo territorio se encuentra el edificio de culto, de modo que la
responsabilidad de la iglesia corresponda al párroco» (ibidem). En el caso
de una iglesia con dos o más funciones pastorales, se establece que «com-
pete al Obispo diocesano, oídas las partes interesadas, determinar cuál
función pastoral sea la preponderante, es decir dar la calificación jurídica
de modo que quede individuada, también a los efectos civiles, la persona
jurídica responsable del ejercicio del culto» (ibidem).

7.2.  Los «acuerdos» sobre el uso de una iglesia

Además del caso, apenas mencionado, de una iglesia con dos o más
funciones pastorales, en que las indicaciones de la CEI consideran nece-
sario un «acuerdo» entre las partes, en el que se precisen las modalidades
de colaboración en el ejercicio del culto (cfr. IMA, n. 122), y del caso, al que
nos hemos referido anteriormente (vid. supra 2.3), de que el propietario
del edificio de culto sea una persona física o un ente civil, en el que se pre-
vé, eventualmente, un «acuerdo» en el que se determinen la condiciones
de la concesión del uso del edificio a la persona jurídica responsable del
ejercicio del culto (cfr. IMA, n. 125), las normas administrativas de la CEI
prevén expresamente ‒en conformidad con la normativa canónica (cfr. c.
681 § 2 CIC)‒ la necesidad de un «acuerdo» escrito en el caso de que una
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 191

iglesia rectoral sea encomendada a un instituto religioso clerical o a una


sociedad clerical de vida apostólica (cfr. IMA, n. 135).

7.2.1.  El acuerdo para encomendar una iglesia a un instituto

En este último caso, en la práctica italiana el «acuerdo» es firmado nor-


malmente por el Obispo diocesano y el Superior Provincial del institu-
to, y en él se hace constar a propósito del edificio de culto: que al rector
corresponde la responsabilidad de edificio sagrado y de los locales ane-
jos, del culto y de la pastoral; que el culto y la acción pastoral deben ser
congruentes con la finalidad específica a la que la iglesia está destinada,
en el respeto del programa pastoral diocesano y según las indicaciones
del Ordinario diocesano, al que el rector responderá personalmente, sin
perjuicio de lo dispuesto en el c. 678 CIC; y que cualquier uso eventual de
la iglesia y de los locales anejos para actividades no inmediatamente de
religión o de culto ‒pero en todo caso en consonancia con la función y la
dignidad de lugar‒ debe realizarse en el respeto del derecho particular
de la diócesis y ‒según los casos‒ ser específicamente autorizado por el
Ordinario diocesano 52.

7.2.2.  El acuerdo para conceder una iglesia a una comunidad oriental no
católica

Otro caso particular de «acuerdo», no previsto en las normas admi-


nistrativas contenidas en la IMA de 2005, pero posteriormente objeto de
indicaciones específicas por parte de la CEI ‒en un vademécum publica-
do ad experimentum en 2010 53‒, se refiere a la posibilidad de concesión de

52. Vid. Anexo 10. Acuerdo entre una diócesis y un instituto religioso para encomendar una
iglesia rectoral, art. 5.
53. CEI-Ufficio Nazionale per l’ecumenismo e il dialogo interreligioso-Ufficio Na-
zionale per i problemi giuridici, Vademecum per la pastorale delle parrocchie cattoliche verso gli
orientali non cattolici, 23 febrero 2010, en www.chiesacattolica.it. El vademécum ‒con pala-
bras de don Gino Battaglia y de Mons. Adolfo Zambon, Directores de los respectivos Uffici‒
«se propone una finalidad práctica de índole pastoral, como ayuda para las Iglesias parti-
culares. (…) Ajeno a cualquier intento de proselitismo, quiere ofrecer algunas indicaciones
útiles para las relaciones con la jerarquía oriental no católica, en el caso de que ésta pida la
colaboración de las diócesis italianas. Se publica en vía experimental bajo la responsabili-
dad conjunta de los dos Uffici, competentes por razón de la materia, de la Secretaría General
de la CEI, con la autorización del Consejo Permanente de la CEI» (Introduzione, en ibidem, 1).
192 Antonio S. Sánchez-Gil

iglesias católicas a comunidades orientales no católicas que lo soliciten.


Entre otras cosas se señalan a los Obispos diocesanos algunos criterios
de conducta sobre el tratamiento de tales solicitudes 54, y sobre los modos
que conviene adoptar ‒si así lo considera oportuno el Obispo diocesano‒
para la concesión de una iglesia: formalizada habitualmente mediante un
contrato de comodato por un tiempo no superior a 19 años 55.

7.3.  Las indicaciones de la CEI sobre las diversas categorías de iglesias

Las disposiciones de la CEI en materia administrativa no sólo estable-


cen las diversas categorías en que pueden ser calificadas las iglesias (vid.
supra 7.1), sino también ofrecen indicaciones particulares para cada una
de ellas, de las que a continuación se mencionan las más significativas,
para evitar ‒en la medida de lo posible‒ repeticiones de lo dicho anterior-
mente.

7.3.1.  La iglesia catedral

Acerca de la iglesia catedral, en atención al hecho de que la condición


jurídica de las iglesias catedrales en Italia es diversa en cada diócesis, se-

Cfr. P. Gefaell, L’attenzione agli orientali cattolici nei documenti delle Conferenze episcopali, Ius
Ecclesiae 22 (2010) 367-382.
54. Acerca del tratamiento que se debe dar a estas solicitudes, se señala: «Cuando una
Iglesia oriental no católica no tenga un edificio sagrado o un cementerio y pida ayuda a un
Obispo católico (cfr. c. 670 § 2 CCEO), éste, antes de valorar la petición, verificará la canoni-
cidad de tal Iglesia, con la indicación de la eparquía y del Obispo del que depende, así como
la identidad del sacerdote, el número de fieles orientales no católicos que deberían valerse
de la iglesia y la periodicidad de las celebraciones. Además se tendrá en cuenta la situación
del diálogo ecuménico con la Iglesia en cuestión y de la devolución de los edificios de culto
a las comunidades orientales católicas en el país de origen según el criterio ecuménico de la
reciprocidad (cfr. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos,
Directorio ecuménico, nn. 105-106)» (ibidem, n. 67).
55. A propósito de la concesión se sugiere en concreto: «Si el Obispo diocesano conside-
ra oportuno conceder iglesias católicas a una comunidad oriental no católica (cfr. Directorio
ecuménico, n. 137; Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes,
Instr. Erga migrantes caritas Christi, 3 mayo 2004, n. 56), elija preferiblemente edificios sagra-
dos que no estén en uso. La concesión, como norma, sea formalizada mediante un contrato
de comodato por un tiempo no superior a diecinueve años. Exíjase que el edificio sagrado o
el local sean mantenidos de modo idóneo y decoroso, según las propias normas litúrgicas.
No se admita absolutamente que sean nombrados párrocos, o en cualquier caso encargados
de la pastoral en estos lugares, sacerdotes que pertenecieron a la Iglesia católica» (ibidem,
n. 68).
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 193

gún los precedentes históricos y los estatutos particulares de cada catedral,


y de que normalmente diversas personas jurídicas están interesadas en
ellas, la CEI considera necesario que el Obispo diocesano determine con
claridad su condición jurídica, con el fin de plantear correctamente las re-
laciones entre las diversas personas jurídicas interesadas (cfr. IMA, n. 132).
También se señala en las disposiciones de la CEI que, si la iglesia ca-
tedral goza de personalidad jurídica, se debe considerar como un ente
separado con administración propia, distinta de la administración de las
otras personas jurídicas. En este caso, la cura pastoral y la responsabilidad
administrativa, con la excepción de las eventuales competencias de otros
entes 56, pueden ser ejercitadas: a) por el capítulo catedral 57; b) por un rec-
tor (en el caso de que en la catedral tenga su sede una parroquia, se reco-
mienda que el párroco sea nombrado rector); c) por el Obispo diocesano.
Si la iglesia catedral no tiene personalidad jurídica se considera aneja al
ente diócesis y, por tanto, está regida y administrada personalmente por el
Obispo diocesano: es decir la administración de la catedral queda absorbi-
da por la administración de la diócesis (cfr. IMA, 132).

7.3.2.  La iglesia rectoral

La CEI define la iglesia rectoral [en italiano: chiesa rettoria] como «una
iglesia destinada al culto público para los fieles de la diócesis, según una
finalidad específica determinada por el Obispo diocesano» que «está re-
gulada por los cc. 556-563 CIC y por el eventual estatuto» (IMA, n. 134).

56. En particular las denominadas fabbricerie, entes civiles regulados por normas esta-
tales, que así las definen: «Bajo el nombre de fabbricerie se comprenden todas las adminis-
traciones, que, con varias denominaciones, fabbriche, opere, maramme, cappelle, etc., proveen,
según las disposiciones vigentes, a la administración de los bienes de las iglesias y a la
manutención de los respectivos edificios» (art. 15, comma secondo, de la ley n. 848/1929). Si
bien no se trata de entes eclesiásticos directamente sujetos a la autoridad eclesiástica, la CEI
reconoce su gran relevancia por la importancia de los lugares de culto a los que se refieren
(cfr. IMA, n. 131).
57. A este propósito la CEI sugiere al Obispo diocesano que «contextualmente a la de-
terminación de la condición jurídica de la iglesia catedral, provea también a definir las fun-
ciones del capítulo catedral, a tenor del c. 503 CIC, y a disponer la separación del capítulo
de la parroquia, a tenor del c. 510 § 1 CIC, en el caso de que el capítulo fuera todavía titular
de la cura de almas. A petición de la autoridad eclesiástica competente, puede ser revocado
el reconocimiento civil de los capítulos, en el caso de que éstos ya no respondan a particu-
lares exigencias o tradiciones religiosas o culturales de la población (cfr. art. 14 de la ley n.
222/1985). Es útil recordar que la erección, la modificación o la supresión del capítulo cate-
dral están reservadas a la Sede Apostólica (cfr. c. 504 CIC)» (IMA n. 133).
194 Antonio S. Sánchez-Gil

Asimismo establece que «el rector es el único administrador y el represen-


tante legal del ente iglesia» (ibidem). Y que «la iglesia rectoral puede ser
confiada a un instituto religioso clerical o a una sociedad clerical de vida
apostólica mediante una convención entre la diócesis y el instituto (vid.
supra 7.2). También en este caso la iglesia permanece bajo la jurisdicción
del Obispo diocesano» (IMA, n. 135).

7.3.3.  La iglesia santuario

A propósito de la iglesia que ha sido erigida en santuario la CEI recuer-


da que su función pastoral «es el ejercicio del culto por parte de los fieles
de una diócesis o de una o más naciones». Por este motivo, «la iglesia-san-
tuario no puede considerarse iglesia aneja a un instituto religioso o a una
determinada comunidad de fieles, aunque este ente sea el propietario del
inmueble» (IMA, n. 136). En consecuencia se establece que «la condición
jurídica de una iglesia calificada como santuario es equivalente a la de las
rectorías con personalidad jurídica canónica (cfr. IMA, nn. 134-135), salvo
cuanto está previsto por los cc. 1230-1234 CIC y por los estatutos propios»
(IMA, n. 136). Teniendo en cuenta que «el ejercicio del culto en tal lugar
se refiere a fieles de toda la diócesis (o nación o varias naciones)», «el
santuario está bajo la especial vigilancia de la autoridad eclesiástica que
ha aprobado el estatuto», y «compete a la misma autoridad también la tu-
tela sobre la administración de bienes del santuario» (ibidem). También se
sugiere: «en el caso en que un santuario se encuentre en una situación de
hecho diversa a la prevista por la normativa vigente, el Obispo diocesano
considere si conviene aprobar, a tenor del c. 1232 § 1 CIC, unos estatutos
redactados según lo principios antes indicados, y pedir el reconocimiento
a los efectos civiles de la personalidad jurídica» (ibidem).
Por lo que se refiere a los efectos de la calificación como «santuario» de
una iglesia sede de una parroquia se señala que esto «significa el recono-
cimiento por parte del Obispo diocesano que la iglesia tiene como función
pastoral preponderante la celebración del culto por parte de los fieles que
acuden en peregrinación respecto a la celebración de la comunidad parro-
quial. En caso contrario la iglesia debería calificarse como iglesia parro-
quial y podría ser denominada “santuario” en sentido lato, no jurídico»
(IMA, n. 137). En el primer caso «corresponde al santuario proveer a la
custodia y manutención del edificio de culto, al ejercicio del culto (con ex-
cepción de las celebraciones parroquiales) y a la pastoral de acogida de los
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 195

peregrinos. Compete, por el contrario a la parroquia proveer a la custodia


y manutención de los locales parroquiales, a las celebraciones parroquia-
les y a la actividad pastoral de la comunidad parroquial» (ibidem).
En el caso en que el Obispo diocesano encomiende «la rectoría de un
santuario, mediante estatuto o mediante convención, a un instituto reli-
gioso clerical o a una sociedad clerical de vida apostólica», puede «dispo-
ner la asignación al mismo instituto de una parte de las ofertas recibidas
de los peregrinos» (IMA, n. 138).

7.3.4.  La iglesia parroquial

Conforme a las normas canónicas y estatales la CEI define como “igle-


sia parroquial” «en sentido propio, la iglesia que es sede de una parroquia
y está aneja jurídicamente a la misma. A tenor de los arts. 30 y 11 de la
ley n. 222/1985, ésta [la iglesia parroquial] no puede tener personalidad
jurídica civil autónoma [de la parroquia]» (IMA, n. 139). También se pre-
cisa que no toda iglesia sede de una parroquia debe necesariamente ser
calificada como «parroquial». En efecto, puede darse el caso de que una
parroquia tenga su sede definitiva en una iglesia catedral o en un santua-
rio, o una sede provisional en una iglesia aneja a otra comunidad de fieles
(cfr. ibidem). Por este motivo, la CEI no da indicaciones específicas para la
iglesia parroquial, pues se le aplican las indicaciones correspondientes a
la categoría de que se trate.

7.3.5.  La iglesia aneja a una persona jurídica

Acerca de las iglesias anejas a una persona jurídica, la instrucción de la


CEI señala que «tienen como función pastoral preponderante la celebración
de la liturgia por parte de la comunidad de fieles a la que están anejas».
Según la ley italiana (cfr. art. 11 ley n. 222/1985), tales iglesias «no pueden
obtener la personalidad jurídica en el ordenamiento civil: su administra-
ción está absorbida en la administración de la persona jurídica de la que
dependen y a la que compete la responsabilidad económica» (IMA, n. 140).
También se establece a quién compete la responsabilidad pastoral en
los diferentes casos. En concreto:
– si es una iglesia aneja a un capítulo, al canónigo que tiene la respon-
sabilidad de culto según los estatutos capitulares;
196 Antonio S. Sánchez-Gil

– si es una iglesia aneja a una casa de un instituto religioso clerical o de


una sociedad clerical de vida apostólica, al superior de la casa (éste,
aunque sea denominado comúnmente «rector», no lo es en el sentido
propio del c. 556 CIC y por tanto no es nombrado por el Obispo);
– si es una iglesia aneja a una casa de un instituto religioso laical o
femenino o de una sociedad laical o femenina de vida apostólica o
de un instituto secular, al rector nombrado por el Ordinario dioce-
sano 58;
– si es una iglesia aneja a una cofradía [en italiano: confraternita], al rec-
tor nombrado por el Ordinario diocesano, que debería ser el capellán
de la cofradía, a menos que la cura de la comunidad o de la iglesia
no exijan otra cosa;
– si es una iglesia aneja a un seminario o a otro ente eclesiástico, al
rector nombrado por el Obispo diocesano, que debería ser el rector
del seminario o del colegio al que la iglesia está aneja, a menos que
el Obispo diocesano haya establecido otra cosa;
– si es una iglesia aneja a una parroquia, al párroco (cfr. IMA, 140).

8. La praxis de la Diócesis de Roma en la construcción de nuevas


iglesias: l’Opera Romana per la Preservazione della Fede e la
Provvista di nuove Chiese in Roma
Por lo que respecta a la praxis de la Diócesis de Roma en materia de
iglesias y lugares de culto, centraremos nuestra atención únicamente en
la construcción de nuevas iglesias y en la Opera Romana per la Preservazione
della Fede e la Provvista di nuove Chiese in Roma [= ORPF], un peculiar orga-
nismo del Vicariato de Roma especialmente dedicado, con competencia
exclusiva, a todo lo que se refiere a la construcción de nuevas iglesias en
Roma 59.

58. En este caso se precisa: «El Código prevé que el capellán de la casa religiosa haga
también de rector, a menos que la cura de la comunidad o de la iglesia no exija otra cosa (cfr.
c. 570 CIC), y que el Ordinario del lugar no proceda al nombramiento del capellán sin haber
consultado al Superior, el cual tiene derecho, oída la comunidad, de proponer un sacerdote
(cfr. c. 567 § 1 CIC)» (IMA, n. 140).
59. Si bien en el Vicariato de Roma también existe un Ufficio per l’Edilizia di Culto, la
competencia sobre las nuevas iglesias es de la ORPF, que se sirve de la colaboración de tal
Ufficio. Por otra parte, el encargo de Director del Ufficio per l’Edilizia del Culto está confiado
a la misma persona que tiene el encargo de Secretario de la ORPF. Además de los docu-
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 197

8.1.  Origen y desarrollo de la ORPF

Instituida en 1930, con el nombre de Pontificia Opera per la Preservazione


della Fede e la provvista di nuove Chiese in Roma, por el Papa Pío XI 60, que
transformó y amplió la Opera Praeservationis Fidei ‒fundada por el Papa
León XIII en 1902, para la conservación de la fe en la ciudad de Roma 61‒,
añadiendo la función de erigir nuevas iglesias, dotándola de personalidad
jurídica 62 y haciéndola depender directamente del Sumo Pontífice.
El mismo Pío XI estableció que el Presidente efectivo sería un Cardenal
por él nombrado ‒distinto del Cardenal Vicario General para Roma, pero
con el cual se mantendría en continua relación‒, que debería referir direc-
tamente al Romano Pontífice y sería el representante de la nueva Opera
para todos los efectos jurídicos y administrativos. También estableció que
estuviera dividida en dos secciones con objetivos distintos pero estrecha-
mente coordinados: la primera, encargada de la «preservación de la fe»; la
segunda, encargada de la «provisión de iglesias principalmente, aunque
no exclusivamente, parroquiales». A través de su segunda sección, la nue-
va Opera tenía como misión proceder, «tan pronto como fuera posible, a la
erección, institución y dotación de nuevas parroquias, también mediante
la desmembración, si fuera necesario, de las antiguas, a la adquisición de
las áreas, a la construcción de iglesias y edificios anejos, así como a las
prácticas necesarias ante las Autoridades civiles» 63. Como manifestación
de la amplitud de competencias que el Romano Pontífice atribuyó a la
nueva Opera, destaca la capacidad de «tratar y concluir con las mismas

mentos pontificios ‒publicados en AAS y citados a continuación‒ he podido disponer de


la información amablemente facilitada por Mons. Ernesto Mandara, Secretario de la ORPF
y Director del Ufficio per l’Edilizia di Culto desde el año 2002 ‒y, desde el año 2004, Obispo
Auxiliar para el sector centro de la Diócesis de Roma‒ hasta el año 2011, en que ha sido
nombrado Obispo de la Diócesis Suburbicaria de Sabina-Poggio Mirteto. Durante su man-
dato ha seguido directamente la construcción de aproximadamente 50 nuevas iglesias y
centros parroquiales en Roma.
60. Pío XI, Motu Proprio In allocutione de Novo Opere in locum Leoniani Operis de
Fidei Praeservatione sufficiendo, 5 agosto 1930, AAS 22 (1930) 337-340.
61. León XIII, Motu Proprio Litteras ante annos quo instituitur consilium pro opere con-
servationis fidei, 25 noviembre 1902, ASS 35 (1902-1903) 265-266. Como se indica en el mis-
mo título del Motu Proprio, Leon XIII instituyó una Comisión Cardenalicia, compuesta por
cinco miembros, con la función de moderar y promover la Opera Praeservationis Fidei (cfr.
ibidem, 266).
62. Personalidad jurídica que fue reconocida civilmente mediante Real Decreto del 4 de
diciembre de 1930.
63. Pío XI, Motu Proprio In allocutione, cit., 339.
198 Antonio S. Sánchez-Gil

Autoridades las modalidades y las compensaciones por la cesión de an-


tiguas iglesias, de las que fuera necesaria la demolición, para la ejecución
de obras de utilidad pública» 64. Asimismo el Papa establecía que él mismo
destinaría a la nueva Opera las sumas necesarias para alcanzar sus fines,
dedicando también a la erección de nuevas iglesias y parroquias las sumas
obtenidas mediante la cesión de antiguas iglesias o mediante donativos de
los fieles. También se establecía, finalmente, que para la construcción de
nuevas iglesias, el Cardenal Presidente contaría con la ayuda de una Co-
misión, de la que formarían parte, además de un párroco urbano y otros
eclesiásticos que el Papa considerara oportuno, un abogado y tres técnicos
nombrados todos ellos por el Papa 65.
En 1989, teniendo en cuenta los cambios verificados desde la fundación
en 1930 de la Opera Pontificia, que aconsejaban darle una nueva configura-
ción jurídica, el Papa Juan Pablo II la transformó en ente diocesano y le dio
su nombre actual 66. Concretamente estableció que tal Opera, con persona-
lidad jurídica pública (cfr. c. 116 CIC), pasara bajo la inmediata y directa
jurisdicción del Cardenal Vicario General para la Ciudad de Roma y su
Distrito, que sería según derecho su Presidente y su representante legal, y
tuviera un Consejo de Administración según los propios estatutos 67.

8.2.  Configuración jurídica y modus operandi de la ORPF

Conforme a los estatutos de la ORPF, predispuestos bajo forma de


«atestado» del Ordinario de la Diócesis de Roma el 30 de abril de 1990 68,
el Cardenal Vicario, Presidente de la ORPF, cuenta con la colaboración de
un Secretario, de un Consejo de Administración con funciones consulti-
vas y de una Comisión para la construcción de nuevas iglesias 69. Desde
el punto de vista operativo, para perseguir sus fines institucionales, la
ORPF se sirve del Ufficio per l’Edilizia di Culto del Vicariato de Roma, que
tiene una estructura interna equiparable a la que tenía la Comisión para la

64. Ibidem.
65. Cfr. ibidem.
66. Juan Pablo II, Litterae Apostolicae Motu Proprio datae I mutamenti quibus orga-
nismo vulgo «Pontificia Opera per la preservazione della Fede e per la provvista di nuove
Chiese in Roma» nova denominatio et ordinatio datur, 1 julio 1989, AAS 82 (1990) 1510-
1511.
67. Cfr. ibidem, 1510.
68. Vid. Anexo 11. Estatutos de la ORPF.
69. Cfr. Statuto dell’ORPF, arts. 3-4.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 199

construcción ya prevista por el Motu Proprio de 1930, y cuyo Director es la


misma persona que tiene el encargo de Secretario de la ORPF 70.
El Secretario de la ORPF provee a la administración ordinaria en virtud
de un poder [en italiano: procura] notarial conferido por el Cardenal Pre-
sidente. Al mismo Secretario le han sido conferidos otros cuatro poderes
para que pueda intervenir en actos de naturaleza dispositiva que se repi-
ten con mucha frecuencia; en particular:
– para la suscripción de actos de vínculo de destinación de uso por
veinte años en favor de la CEI sobre los complejos parroquiales de
nueva construcción que han sido edificados con la contribución del
«8 por mil»;
– para la suscripción de todos los actos necesarios para la concesión
de áreas en el subsuelo de zonas parroquiales para la realización de
aparcamientos;
– para la suscripción de actos de concesión de la disponibilidad de
espacios de propiedad del la ORPF para la colocación temporal de
antenas para telecomunicaciones;
– para la suscripción de actos relativos a contratos de concesión de
obras 71.
En relación específica a la financiación de la CEI para la construcción
de nuevas iglesias, el Director del Ufficio per l’Edilizia di Culto, en calidad
de Encargado diocesano para la edilizia di culto, predispone las correspon-
dientes solicitudes que son firmadas por el Ordinario diocesano 72.
En definitiva, y esto es quizá el dato más importante, según declara-
ción de su Secretario, «característica fundamental de la ORPF, que por
otra parte constituye el elemento distintivo respecto a las demás Diócesis
italianas, es la de operar directamente con terceros (instituciones y priva-
dos) en cuanto Ente institucionalmente encargado por la Diócesis para la
provisión de nuevas parroquias en todas las fases de la edificación, desde
la identificación de las áreas hasta la completa ejecución de los trabajos.
Además, estando dotada de personalidad jurídica y, por tanto, de plena

70. Cfr. Appunto del Secretario de la OPRF, pro manuscripto.


71. En todo lo que no está contenido en los citados poderes, y teniendo en cuenta la
naturaleza de los actos que deban realizarse, el Cardenal Presidente confiere poderes ad hoc
al Secretario (cfr. ibidem).
72. Desde el año 2008 las prácticas para acceder a esta financiación están completamen-
te informatizadas, dotando al Ordinario diocesano y al Encargado diocesano para la edilizia
di culto de certificados digitales (cfr. ibidem).
200 Antonio S. Sánchez-Gil

autonomía patrimonial, la misma ORPF permanece como propietaria de


los complejos parroquiales realizados» 73.

ANEXOS*
Anexo 1.  El acceso a las iglesias

L’accesso Nelle Chiese

1. Secondo la tradizione italiana, è garantito a tutti l’accesso gratuito


alle chiese aperte al culto, perché ne risalti la primaria e costitutiva desti-
nazione alla preghiera liturgica e individuale. Tale finalizzazione è tutela-
ta anche dalle leggi dello Stato.
2. La Conferenza Episcopale Italiana ritiene che tale principio debba
essere mantenuto anche in presenza di flussi turistici rilevanti, consen-
tendo l’accesso gratuito nelle chiese nelle fasce orarie tradizionali, salvo
casi eccezionali a giudizio dell’Ordinario diocesano. Pertanto le comuni-
tà cristiane si impegnano ad assicurare l’apertura delle chiese destinate
al culto, in special modo quelle di particolare interesse storico e artistico
situate nei centri storici e nelle città d’arte, sulla base di calendari e orari
certi, stabili e noti.
3. Le comunità cristiane accolgono nelle chiese come ospiti graditi tut-
ti coloro che desiderano entrarvi per pregare, per sostare in silenzio, per
ammirare le opere d’arte sacra in esse presenti.
4. Ai turisti che desiderano visitare le chiese, le comunità cristiane
chiedono l’osservanza di alcune regole riguardanti l’abbigliamento e lo
stile di comportamento e soprattutto il più rigoroso rispetto del silenzio,
in modo da facilitare il clima di preghiera: anche durante le visite turisti-
che, infatti, le chiese continuano a essere «case di preghiera».
5. In presenza di flussi turistici molto elevati gli enti proprietari, allo
scopo di assicurare il rispetto del carattere sacro delle chiese e di garantire
la visita in condizioni adeguate, si riservano di limitare il numero di per-
sone che vengono accolte (ricorrendo al cosiddetto contingentamento) e/o
di limitarne il tempo di permanenza.

73. Ibidem.
* Los formularios contenidos en los Anexos 3-10 están tomados de la página web de
Quaderni di diritto ecclesiale (www.quadernididirittoecclesiale.org).
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 201

6. Deve essere sempre assicurata la possibilità dell’accesso gratuito a


quanti intendono recarsi in chiesa per pregare e deve essere sempre con-
sentito l’accesso gratuito ai residenti nel territorio comunale.
7. L’adozione di un biglietto d’ingresso a pagamento è ammissibile
soltanto per la visita turistica di parti del complesso (cripta, tesoro, batti-
stero autonomo, campanile, chiostro, singola cappella, ecc.), chiaramente
distinte dall’edificio principale della chiesa, che deve rimanere a disposi-
zione per la preghiera.
Roma, 31 gennaio 2012
Memoria di San Giovanni Bosco
Il consiglio permanente della conferenza episcopale italiana

Anexo 2.  Reglamento diocesano sobre el sonido de las campanas

Regolamento diocesano sul suono delle campane

Il significato del suono delle campane è delineato nel n. 1455 del Bene-
dizionale: «Risale all’antichità l’uso di ricorrere a segni o a suoni particolari
per convocare il popolo cristiano alla celebrazione liturgica comunitaria,
per informarlo sugli avvenimenti più importanti della comunità locale,
per richiamare nel corso della giornata a momenti di preghiera, special-
mente al triplice saluto alla Vergine Maria. La voce delle campane esprime
dunque in certo qual modo i sentimenti del popolo di Dio quando esulta
e quando piange, quando rende grazie o eleva suppliche, e quando, riu-
nendosi nello stesso luogo, manifesta il mistero della sua unità in Cristo
Signore».
Da tempo immemorabile l’uso delle campane è espressione cultuale
della comunità ecclesiale, strumento di richiamo per le celebrazioni litur-
giche e per altre manifestazioni della pietà popolare, nonché segno che
caratterizza momenti significativi della vita della comunità cristiana e di
singoli fedeli. Esso rientra nell’ambito della libertà religiosa, secondo la
concezione propria della Chiesa cattolica e gli accordi da essa stipulati con
la Repubblica italiana. Come tale, la Chiesa intende tutelarlo e disciplinar-
lo in modo esclusivo, con attenzione alle odierne condizioni sociali.
Anche nella nostra diocesi si rende opportuna una regolamentazione
del suono delle campane, che ne salvaguardi le caratteristiche tipicamente
religiose nel rispetto delle attuali esigenze della popolazione.
Pertanto con il presente atto
202 Antonio S. Sánchez-Gil

Decretiamo
che nella nostra diocesi si osservino le seguenti disposizioni:
1. Il suono delle campane è consentito solo per i seguenti scopi:
– indicare le celebrazioni liturgiche e le altre manifestazioni di pre-
ghiera e di pietà popolare;
– essere segno, in particolari circostanze, che accompagna le sud-
dette celebrazioni;
– scandire i momenti più importanti della vita della comunità cri-
stiana (feste, lutti, ecc.);
– richiamare al mattino, a mezzogiorno e alla sera il saluto a Ma-
ria.
Altri utilizzi potranno essere richiesti e consentiti, in via eccezionale,
da parte dell’Ordinario del luogo.
2. Il suono delle campane, per gli scopi sopra indicati, è consentito:
– nei giorni feriali dalle ore __ alle ore __ (in città dalle ore __ alle
ore __)
– nei giorni festivi dalle ore __ alle ore __ (in città dalle ore __ alle
ore __)
Costituiscono eccezione la Veglia pasquale e la Notte di Natale;
3. Gli orari indicati nel n. 2 devono essere rispettati anche per gli even-
tuali rintocchi dell’orologio campanario, qualora il suo utilizzo sia di com-
petenza della parrocchia o di altro ente ecclesiastico a cui spetta l’ufficia-
tura dell’edificio di culto. I rintocchi dovranno essere limitati alle ore o, al
più, alle mezz’ore, e non essere ripetuti.
4. La durata del suono per l’avviso delle celebrazioni liturgiche non
deve mai superare i __ minuti (__ minuti in città), con eccezione delle so-
lennità, in cui non si dovrà però superare la durata di __ minuti (__ per la
città). La durata del suono per altri scopi (per l’Angelus o in occasione di
particolari solennità, della festa patronale, della morte di un fedele, ecc.)
non deve comunque superare quella tradizionale ed essere ispirata a cri-
teri di moderazione.
5. L’intensità del suono deve essere, se possibile (agendo per esempio
sull’eventuale amplificazione), regolata in modo tale che, con attenzione
al contesto ambientale in cui l’edificio di culto è inserito, le campane man-
tengano la funzione di segno (siano quindi percepibili da parte dei fedeli),
ma non siano fonte di disturbo;
6. Le presenti disposizioni si applicano, per quanto possibile, anche
quando il suono è riprodotto mediante strumenti meccanici o elettronici.
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 203

Dato a ________ il ______________


Il Vescovo diocesano
Il Cancelliere vescovile

Anexo 3. Licencia para la construcción de una iglesia

Concessione della licenza per la costruzione di una chiesa

Protocollo n. ________
VISTO la richiesta presentata in data ___________ dal/la Rev.do/Rev.
da _________________ (qualifica ecclesiastica), a nome della parrocchia
(dell’istituto religioso, della società di vita apostolica, della cappellania,
__) __________ , intesa a ottenere la costruzione di una nuova chiesa nella
parrocchia di __________, comune di __________, via __________;
UDITI, a norma del c. 1215 § 2 CIC, il Consiglio presbiterale in data
____________ (cfr. c. 495 § 1 CIC) e i rettori delle chiese viciniori;
RITENENDO che la nuova chiesa potrà servire al bene delle anime;
VERIFICATO che non mancheranno i mezzi necessari per la sua co-
struzione e per il culto divino;
SENTITO il parere espresso dall’ufficio liturgico (commissione liturgi-
ca, commissione di arte sacra, commissione nuove chiese, __), a ciò da Noi
deputato, in data __________;
AI SENSI del c. 1215 CIC
con il presente atto
concediamo Licenza
perché venga costruita una nuova chiesa a___________, nella parroc-
chia di __________, in via __________
Nella costruzione della chiesa si osserveranno le indicazioni date
dall’ufficio liturgico
(commissione liturgica, commissione di arte sacra, commissione nuo-
ve chiese, ___).
Compiuta opportunamente la costruzione la nuova chiesa sarà quanto
prima dedicata (benedetta) con rito solenne secondo le leggi della sacra
liturgia e le verrà assegnato un titolo proprio (cfr. cc. 1217-1218 CIC).
Luogo e Data _____________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile
204 Antonio S. Sánchez-Gil

Anexo 4.  Licencia para la constitución de un oratorio

Concessione della licenza per la costituzione di un oratorio

Protocollo n. __________
VISTO la richiesta presentata in data _________ dal/la Rev.do/Rev.da
______________, _______________ (qualifica ecclesiastica), intesa a ottene-
re che il luogo meglio descritto nell’acclusa documentazione fotografica
e situato nella struttura denominata __________________sia costituito in
oratorio;
PRESO ATTO del parere espresso dal Parroco e dal Vicario foraneo
competenti per territorio;
SENTITO il parere espresso dall’Ufficio liturgico, a ciò da Noi deputato,
sulla base dell’ispezione a detto luogo effettuata in data ____________;
AI SENSI dei cc. 1223 e 1225 CIC
con il presente atto
concediamo Licenza
affinché l’ambiente di cui in premessa _________ sia destinato al culto
divino quale Oratorio.
Contestualmente, diamo mandato al nostro Vicario generale (o Vicario
Episcopale) di provvedere, ai sensi del c. 1229 CIC, alla benedizione del
suddetto luogo, avendo altresì cura di redigere in duplice copia il relativo
documento (cfr. cc. 1207-1208 CIC).
Una volta benedetto (cfr. c. 1229 CIC), l’Oratorio dovrà essere conside-
rato un luogo sacro riservato unicamente al culto divino e non potrà esse-
re convertito ad usi profani senza l’autorizzazione di questo ordinariato
(cfr. c. 1224 § 2 CIC).
La celebrazione di S. Messe nell’Oratorio dovrà avvenire nel rispetto
dei diritti della Parrocchia in cui esso si trova, della normativa universale e
di quella diocesana. Per la celebrazione degli altri atti di culto si osservino
le disposizioni del diritto.
Luogo e Data ___________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 205

Anexo 5.  Licencia para la constitución de una capilla privada

Concessione della licenza per la costituzione di una cappella privata

Protocollo n. _________
Vista la richiesta presentata in data ___________ dal/la Sig./Sig.ra
___________, intesa ad ottenere la licenza per destinare il luogo denomi-
nato _____________, meglio descritto nell’acclusa documentazione plani-
metrica e fotografica e di sua proprietà, a cappella privata (con possibilità
di celebrazione della S. Messa o di altre funzioni sacre), con riserva unica-
mente al culto ed esclusione di qualsiasi uso domestico (cfr. c. 1229 CIC);
vista la lettera del parroco territorialmente competente in data
_____________;
sentito il parere del competente Vicario foraneo;
con il presente atto
decretiamo e concediamo
– che l’edificio (l’ambiente) indicato in premessa sia destinato a Cap-
pella privata, ai sensi del c. 1226 CIC, con riserva unicamente al culto ed
esclusione di qualsiasi uso domestico (cfr. c. 1229 CIC);
– (eventualmente) che in detto edificio (ambiente) si possano celebrare
la S. Messa o le altre funzioni sacre (cfr. c. 1228 CIC), salvi i diritti della Par-
rocchia di ___________ e nel rispetto della normativa canonica universale
e quella vigente in questa (Arci)diocesi, in particolare _____________1.
– (eventualmente) che in detto edificio (ambiente) si possa custodire
l’Eucaristia (cfr. c. 934 § 1 CIC).
Diamo mandato al nostro Vicario generale (o Vicario episcopale terri-
torialmente competente) di benedire il suddetto edificio (ambiente) (cfr. c.
1229 CIC) e di redigere in duplice copia il relativo documento (cfr. c. 1208
CIC).
Luogo e Data ______________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile
1
. Per esempio: «non è consentita nella cappella la celebrazione di matrimoni, …»; …; «si
chieda licenza all’Ordinario del luogo per la celebrazione di matrimoni (cfr. c. 1118 CIC)».
206 Antonio S. Sánchez-Gil

Anexo 6.  Autorización para reservar la Santísima Eucaristía

Autorizzazione a conservare il S. Sacramento

Protocollo n. ___________
VISTA l’istanza presentata in data _________, da _______________,
(qualifica del richiedente: cappellano, superiore ) ________________ intesa
ad ottenere l’autorizzazione a conservare il SS. Sacramento nell’Oratorio
(chiesa, cappella privata, …) situato nella casa _____________ (nome della
comunità o della casa), nel territorio della Parrocchia di _____________;
SENTITO il delegato vescovile per la liturgia e il Parroco del luogo in
cui sorge il luogo sacro indicato;
PRESO ATTO del parere espresso dall’Ufficio Liturgico, dopo il sopral-
luogo effettuato in data _______________;
VISTI i cc. 934, 936 e 938 CIC;
con il presente atto
concediamo l’autorizzazione richiesta
precisando che:
a) almeno due volte al mese, se possibile, vi si celebri la S. Messa (cfr.
c. 934 § 2 CIC);
b) giorno e notte risplenda la speciale lampada davanti alla S. Eucari-
stia (cfr. 940 CIC);
c) venga custodita con particolare cura la chiave del Tabernacolo (cfr.
c. 938 § 5 CIC);
d) le ostie consacrate devono essere rinnovate di frequente (cfr. c. 939
CIC);
e) siano osservate le altre prescrizioni delle leggi ecclesiastiche riguar-
danti la custodia e il culto del SS.mo Sacramento.
Salvi i diritti parrocchiali.
Il presente Decreto avrà la durata di _____________ (per esempio un
quinquennio), al termine del quale si dovrà rinnovare la richiesta.
Luogo e Data __________________________
L.S.
L’Ordinario del luogo
Il cancelliere (arci)vescovile
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 207

Anexo 7.  La dispensa para la sepultura en una iglesia

Dispensa per la tumulazione in una chiesa

Vista la richiesta presentata in data _________ dal Rev.do ______________,


Parroco della parrocchia di __________, con sede in _________________,
nel Comune di _________________ intesa a ottenere il permesso per sep-
pellire in detta chiesa le spoglie mortali di ________________;
PRESO ATTO delle motivazioni addotte nella richiesta;
VISTO il disposto dei cc. 87 § 1 e 1242 CIC
con il presente atto
DISPENSIAMO
dalla norma stabilita dal c. 1242 CIC
e AUTORIZZIAMO
la tumulazione nella suddetta Chiesa (Parrocchiale) di ____________ le
spoglie mortali del defunto ______________ nel sepolcro ____________1
Luogo e Data __________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile

———————————
1. Si precisi la collocazione del sepolcro, eventuali indicazioni in merito alla sua cos-
truzione rimandando, se del caso, ad ulteriori autorizzazioni necessarie.

Anexo 8.  Decreto de erección de un santuario diocesano

Erezione di un santuario diocesano

Protocollo n. _________
La chiesa di __________, collocata nella nostra diocesi, nel territorio
della parrocchia di ___________, è divenuta un punto di riferimento spiri-
tuale e un luogo di pellegrinaggio.
Infatti _____________ (breve cronistoria delle vicende della chiesa che
hanno contribuito a renderla un luogo di pellegrinaggi e un centro di vita
spirituale).
Desiderando dunque dare un assetto canonico alla chiesa che ne evi-
denzi il carattere di luogo di pellegrinaggio e punto di riferimento spiri-
tuale, sentito il vicario foraneo;
208 Antonio S. Sánchez-Gil

visti i cc. 1230-1234 CIC


erigiamo
la suddetta chiesa in Santuario diocesano «______________» con sede
in _____________
Approviamo inoltre lo statuto del Santuario diocesano «…………….» nel
testo allegato al presente decreto.
Luogo e Data ________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile

Anexo 9.  Estatutos de un santuario diocesano

Statuto di un santuario diocesano

Art. 1. Il Santuario diocesano «________» è un luogo di pellegrinaggi e


di riferimento spirituale per i fedeli della diocesi di ______________, per-
ché _________________ (breve spiegazione storica). Il Santuario ha sede in
__________, via ______ n° __, nel territorio della parrocchia ___________
Art. 2. Il Santuario diocesano «________» è luogo di preghiera e di
pietà popolare. In esso i fedeli possono trovare con maggior abbondan-
za occasioni di preghiera, di ascolto della Parola di Dio, di celebrazione
dei Sacramenti, in particolare, dell’Eucaristia e della Riconciliazione, di
catechesi, di iniziative di carità cristiana. In base alla vigente legislazio-
ne universale e alle disposizioni dell’Enchiridion indulgentiarum potranno
acquistare l’indulgenza plenaria, alle consuete condizioni, i fedeli che vi-
siteranno il Santuario in occasione ___________ («della memoria liturgica
del beato»; «una volta all’anno in un giorno scelto dal singolo fedele»; «di
un pellegrinaggio collettivo», «________». (Sempre che, evidentemente,
le indulgenze siano state concesse dalla competente autorità a norma del
c. 995 CIC).
Art. 3. Il rettore del Santuario è un sacerdote nominato dal Vescovo
diocesano (è un sacerdote presentato dal Superiore generale o provinciale
della Congregazione __________ e nominato a tale incarico dal Vescovo
diocesano [cfr. cc. 557 § 2 e 682 § 1 CIC]). A lui spetta la cura liturgica,
pastorale e amministrativa del Santuario. Ha la legale rappresentanza di
esso e ha i compiti previsti dai cc. 556-563 e 1230-1234 CIC («Collaborano
con il Rettore, stabilmente o saltuariamente, altri confratelli presenti nella
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 209

Casa Madre»). Potrà essere rimosso dal suo ufficio a norma del c. 563
CIC.
Art. 4. Nel Santuario si svolgono tutte le celebrazioni liturgiche e di pie-
tà popolare, eccetto quelle propriamente parrocchiali, destinate a offrire al
popolo di Dio occasioni di preghiera e di vera conversione.
L’orario delle Sante Messe e di altre funzioni liturgiche domenicali an-
drà concordato, sotto la responsabilità del vicario foraneo, con i Parroci
delle parrocchie vicine.
Di norma nel Santuario non si celebrano matrimoni.
Art. 5. Il Santuario diocesano _________ è inserito nel complesso immo-
biliare costituito da: _____________ ed ha a disposizione per le sue attività,
oltre all’edificio di culto: l’abitazione del rettore, i locali per la catechesi e
gli incontri, i locali per l’accoglienza dei pellegrini; __________ La proprie-
tà dei suddetti immobili è ___________ («della Diocesi di_______»; «del
Comune di ________»; «_______») e l’utilizzo è regolato da apposita con-
venzione sottoscritta dall’Ordinario diocesano con l’ente proprietario.
Art. 6. Il rettore del Santuario, nella sua qualità di amministratore e
legale rappresentante dell’ente, può compiere tutti gli atti di ordinaria e
straordinaria amministrazione nel rispetto delle autorizzazioni canoniche
stabilite (e delle eventuali disposizioni dei Superiori della Congregazio-
ne).
Art. 7. Per quanto non previsto nel presente statuto valgono le norme
canoniche e civili vigenti in materia.
Luogo e Data _________________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
Il cancelliere (arci)vescovile

Anexo 10.  Acuerdo entre una diócesis y un instituto religioso para


encomendar una iglesia rectoral
Convenzione tra diocesi e istituto religioso
per l’affidamento di una rettoria
(con annessa missio cum cura animarum per migranti)

Protocollo n. ___________
Art. 1. Il Vescovo diocesano di ________ affida alla Provincia religiosa
della Congregazione «____________» la quale a norma delle proprie Co-
210 Antonio S. Sánchez-Gil

stituzioni accetta, nella persona del Superiore competente - la cura pasto-


rale della chiesa _______, sita in __________, nella situazione di diritto e di
fatto in cui essa oggi si trova.
Art. 2. § 1. Il Superiore si impegna a destinare alla chiesa un sacerdo-
te a tempo pieno come rettore, nella persona del religioso membro del-
la Congregazione [a cui sarà conferito contemporaneamente l’ufficio di
cappellano responsabile della Missione con cura d’anime dei migranti
__________ (per esempio: latinoamericani di lingua spagnola e portoghe-
se, _____), presentandolo per l’istituzione all’Ordinario diocesano]. Resta
ferma la possibilità del Superiore competente di destinare liberamente al
servizio della chiesa altri religiosi sacerdoti, anche a tempo parziale, senza
inserimento nel sistema del sostentamento del clero, semplicemente dan-
done avviso all’Ordinario diocesano.
§ 2. I religiosi destinati alla cura pastorale della chiesa sono considerati
in senso pieno appartenenti all’Istituto religioso e risiederanno presso la
comunità ___________ costituita in casa autonoma, con sede nelle perti-
nenze annesse alla chiesa.
§ 3. I religiosi destinati alla cura pastorale della chiesa esercitano il loro
ministero in armonia con la pastorale diocesana, in fraterna collaborazio-
ne con la parrocchia territoriale, con la propria comunità religiosa e coi
clero diocesano, nello spirito e con lo stile proprio del carisma del loro
Istituto. La loro immissione ed il loro trasferimento sono regolati dalle
Costituzioni dell’Istituto, salvo quanto stabilito dall’articolo successivo.
§ 4. I religiosi destinati alla cura pastorale della chiesa, fatto salvo quan-
to impone la loro peculiare condizione, hanno gli stessi obblighi e gli stesi
diritti dei presbiteri diocesani, sia nella conduzione della pastorale della
Chiesa sia nell’amministrazione dei beni, nel rispetto delle norme canoni-
che e del diritto proprio.
Art. 3. § 1. L’istituzione e la rimozione del rettore della chiesa avvengo-
no a norma del c. 682 CIC, nel rispetto dei principi enunciati all’art. 2 § 1
della presente convenzione.
§ 2. L’esercizio del ministero dei religiosi è regolato a norma del c. 678
CIC.
§ 3. L’avvicendamento dei religiosi nell’ufficio di rettore avviene me-
diante consegna amministrativa, alla presenza di un delegato del Vesco-
vo, secondo le procedure vigenti nella diocesi di _____________.
§ 4. Le parti convengono che la remunerazione del rettore, addetto a
tempo pieno alla cura della Chiesa, sarà conforme a quanto disposto dalle
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 211

norme per il sostentamento del clero deliberate dalla Conferenza Episco-


pale Italiana.
Art. 4. § 1. La chiesa, posta sotto la vigilanza dell’Ordinario diocesano,
è persona giuridica distinta dalla casa dell’istituto religioso cui è affidata.
[§ 2. La stessa chiesa è sede della Missione con cura d’anime dei migran-
ti ________, istituita con decreto del Vescovo diocesano, Prot. N. ______ in
data ___________ e successive modifiche].
Art. 5. § 1. La chiesa è retta dal rettore che ha la responsabilità dell’edi-
ficio sacro e dei locali annessi, del culto e della pastorale di accoglienza di
tutti i fedeli, da armonizzare col servizio specifico cui la chiesa è destina-
ta, nel rispetto dei programma pastorale diocesano, secondo le direttive
dell’Ordinario diocesano, cui risponde personalmente fermo restando il
disposto del c. 678 CIC.
§ 2. Qualsiasi eventuale utilizzo della chiesa e dei locali annessi per
attività non immediatamente riconducibili alle finalità di religione o di
culto - ma comunque consone alla funzione e alla dignità del luogo - deve
avvenire nel rispetto anche del diritto particolare della Diocesi di ______
o – a seconda dei casi – deve essere specificamente autorizzato dall’Ordi-
nario diocesano.
Art. 6. La presenza dell’Istituto religioso nella compagine diocesana
costituisce un arricchimento per la Diocesi di __________. I religiosi espri-
mono la loro identità carismatica con la testimonianza della loro vita, re-
stando fedeli allo spirito dell’istituto e dando un’attenzione privilegiata
alla carità spirituale e materiale, (nonché all’offerta di adeguata accoglien-
za e di occasioni formative ai migranti ___________, secondo le finalità
proprie della Missione).
Art. 7. § 1. La chiesa è amministrata dal rettore.
§ 2. L’amministrazione della chiesa è nettamente distinta da quella del-
la Casa religiosa (e anche, per quanto è possibile, da quella della Missione
con cura d’anime di cui è sede). È tenuta a norma dei cc. 1284 § 3 e 1278
CIC, nonché secondo le norme della Diocesi di ___________ riguardanti
l’amministrazione delle chiese non parrocchiali, con relativo obbligo di
presentazione del rendiconto (bilancio) annuale, e sempre salvo il potere
di vigilanza del Superiore maggiore a norma del diritto.
Art. 8. § 1. Le parti si danno atto reciprocamente che la chiesa ed il
complesso rettoriale sono di proprietà di _________
212 Antonio S. Sánchez-Gil

§ 2. I beni mobili ad essi pertinenti, eccetto quelli imputati a soggetti


diversi nell’inventario dei beni storici-artistici allegato alla presente con-
venzione, sono di proprietà di ____________
§ 3. L’acquisizione di eventuali beni mobili futuri sarà soggetta a verifi-
ca concordata tra la Provincia religiosa della Congregazione _________ e
Diocesi di ___________, con integrazione dell’inventario di cui sopra.
Art. 9. § I. Tutte le offerte raccolte in chiesa in occasione dell’attività
pastorale ordinaria competono a _____________ (a favore della comunità
dei migranti ______________ competono alla Missione), a meno che non
consti anche dalle semplici circostanze una diversa intenzione del donan-
te. È dovere del rettore, quando le circostanze lo richiedano, di verificare
l’intenzione del donante.
§ 2. Sono a carico dell’amministrazione (della Missione e) dell’ente
chiesa le spese di manutenzione ordinaria della chiesa stessa e dei locali
annessi, così come previsto dalla normativa e dalla prassi vigente.
Art. 10. Gli atti di amministrazione straordinaria devono essere auto-
rizzati preventivamente dalla competente autorità ecclesiastica.
Art. 11. L’affidamento della cura pastorale della chiesa, fatto all’Isti-
tuto religioso e non al rettore come persona fisica, è convenuto a tempo
indeterminato, con decorrenza dal ______________, (ed è vincolato alla
destinazione della medesima chiesa a sede della Missione con cura d’ani-
me _______________).
Luogo e Data _______________
L.S.
Il (L’Arci)vescovo
L.S.
Il Superiore Provinciale
Il cancelliere (arci)vescovile

Anexo 11.  Estatutos de la ORPF


Roma, 30 aprile 1990
VICARIATO DI ROMA
450/90
L’Ordinario della Diocesi di Roma

attesta
che l’OPERA ROMANA PER LA PRESERVAZIONE DELLA FEDE E
LA PROVVISTA DI NUOVE CHIESE IN ROMA, con sede in Roma Piazza
Práctica administrativa canónica en materia de iglesias y lugares sagrados 213

S. Giovanni in Laterano n. 6/a, già denominata Pontificia Opera per la


Preservazione della Fede e la provvista di Nuove Chiese in Roma, cano-
nicamente eretta con Motu Proprio di S.S. Papa Pio XI del 5 agosto 1930,
riconosciuta civilmente con R.D. del 4 dicembre 1930 e iscritta nel Registro
delle Persone Giuridiche presso il Tribunale di Roma il 3 giugno 1987 al n.
867/87, è retta dalle seguenti norme statutarie:
Art. 1. L’Opera Romana per la preservazione della Fede e la provvista
di nuove Chiese in Roma è un Ente ecclesiastico della Diocesi di Roma
con sede in Roma.
Art. 2. L’Opera ha come fini istituzionali la provvista delle sedi delle
nuove Parrocchie di Roma con la costruzione di nuovi edifici di culto e di
complessi parrocchiali o con l’acquisizione in proprietà, o ad altro titolo,
di immobili da destinare a centri di culto definitivi o provvisori, e la evan-
gelizzazione della periferia urbana.
Art. 3. L’Opera ha come Presidente, Amministratore unico e Legale
Rappresentante il Cardinale Vicario Generale di Sua Santità per la Dio-
cesi di Roma. Egli può compiere tutti gli atti di ordinaria e straordinaria
amministrazione.
Art. 4. Il Cardinale Presidente è assistito a norma del c. 1280 CIC da un
Consiglio di Amministrazione a titolo consultivo, e dalla Commissione
per la costruzione delle nuove Chiese, prevista nel Motu Proprio istitutivo
del 5 agosto 1930 e da un ecclesiastico da lui stesso nominato con funzioni
di Segretario generale.
Art. 5. Il patrimonio dell’Opera Romana per la preservazione della
Fede e la provvista di nuove Chiese in Roma è costituito dai complessi
parrocchiali dalla stessa realizzati, anche con le precedenti denominazio-
ni, dalle offerte dei fedeli per tale scopo e da eventuali donazioni, eredità
e legati. In caso di estinzione dell’Opera il patrimonio sarà devoluto alla
Diocesi di Roma con decreto del Cardinale Vicario, fermo restando il di-
sposto dell’art. 20 della Legge 20 maggio 1985 n. 222, contenente le norme
circa gli enti e i beni ecclesiastici in Italia.
Art. 6. Le modifiche delle norme statutarie devono essere approvate
con decreto del Cardinale Vicario osservato quanto previsto dall’art. 19
della Legge citata nel precedente articolo.
Art. 7. Per quanto non previsto valgono le norme del diritto canonico e
delle Leggi italiane in materia di enti ecclesiastici.
L.S.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia
y, en particular, de los lugares de culto
Antonio Vázquez del Rey Villanueva

Derecho Financiero y Tributario


Universidad de Navarra
Pamplona

Sumario: 1. Introducción. 2. Fundamento y legitimidad. 3. Régimen fiscal. 3.1. Introducción. 3.2.


Supuestos de no sujeción. En especial la adquisición de objetos de culto. 3.3. Exenciones. 3.3.1. Impuesto sobre
Bienes Inmuebles. 3.3.2. Impuestos reales o de producto, sobre la renta o el patrimonio. 3.3.2.1. Impuesto
sobre Sociedades. 3.3.2.2. Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO). 3.3.3. Im-
puesto sobre Transmisiones Patrimoniales. 3.3.4. Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos. 3.3.5.
Contribuciones especiales. 3.3.6. Tasas. 3.4. Beneficios fiscales de las entidades sin fin de lucro. 3.4.1. Introduc-
ción. 3.4.2. Aspecto subjetivo. 3.4.3. Contenido. 3.4.3.1. Impuesto sobre Sociedades. 3.4.3.2. Impuestos
locales. 3.4.3.2.1. Impuesto sobre Bienes Inmuebles. 3.4.3.2.2. Impuesto sobre el Incremento del Valor
de los Terrenos de Naturaleza Urbana. 3.4.3.3. Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos
Jurídicos Documentados.

1. Introducción
La cuestión del régimen fiscal de los lugares de culto apunta la existen-
cia de una realidad inmobiliaria (templos, capillas, mezquitas, sinagogas)
que, bajo ciertas condiciones, es objeto de un tratamiento fiscal especial.
A pesar de la posición central que estos lugares ocupan dentro de la ac-
tividad de la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas, su régi-
men fiscal no difiere del de otros bienes inmuebles. Es por ello que hemos
considerado oportuno no ceñir nuestro objeto de estudio a dichos lugares
sino abordar, de una manera más amplia, el régimen y la problemática de
los bienes inmuebles de titularidad religiosa, sobre todo en un momento
en que se debate la posibilidad de excluir algunos de ellos del ámbito de
la exención del IBI –un beneficio fiscal paradigmático dentro del régimen
aplicable a la Iglesia.
Salvo excepción, no vamos a examinar en este trabajo cuestiones tri-
butarias de carácter general en las que la presencia de un lugar de culto o
de una confesión religiosa no tenga incidencia alguna respecto al régimen
216 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

aplicable al resto de los contribuyentes 1. Tampoco trataremos los luga-


res de culto desde la perspectiva de los bienes de interés cultural a pesar
de que, como es sabido, buena parte del Patrimonio Histórico en manos
privadas corresponde a la Iglesia Católica. Ello nos llevaría a un ámbito
en el que el reconocimiento de beneficios fiscales seguramente obedece a
razones distintas de las que nos ocupan, con independencia del carácter
religioso de los bienes inmuebles 2. Sí examinaremos, en cambio, en sus
aspectos relevantes, el régimen fiscal de las entidades sin fines de lucro, al
que de manera expresa se remiten los acuerdos de cooperación del Estado
con las confesiones religiosas.
Por último, centraremos nuestra atención en el régimen aplicable a la
Iglesia Católica, sin perjuicio de las referencias que ocasionalmente hare-
mos a las demás confesiones religiosas. Ello no excluye que buena parte
de las consideraciones que siguen les resulten igualmente aplicables, no
sólo porque su tratamiento se inspira fundamentalmente en el previsto
para la Iglesia sino también porque el régimen de las entidades sin fines
lucrativos les resulta igualmente aplicable 3.

2. Fundamento y legitimidad
Antes de abordar los detalles del régimen fiscal consideramos oportuno
plantear la cuestión relativa a su fundamento y legitimidad, a efectos de tan-
tear las bases sobre las que nos movemos. En la actualidad pocos discuten
que las actividades de asistencia social y caritativa, de educación, sanitarias,
etc., que realiza la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas son
merecedoras del tratamiento previsto para las entidades sin ánimo de lucro
que persiguen la realización del interés general. La cuestión no parece tan
clara, sin embargo, cuando se trata de la actividad propiamente religiosa.
¿Cómo es posible, cabe plantear, que un Estado que cuenta con un prin-
cipio de generalidad en materia de sostenimiento de los gastos públicos

1. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso del IVA tras la renuncia por parte de la Iglesia a
la aplicación –en relación con este impuesto– del supuesto de no sujeción del artículo III y
de la exención del art. IV.1 C) del Acuerdo con la Santa Sede sobre Asuntos Económicos, de
3 enero 1979.
2. Para un estudio de esta dimensión remitimos a la obra de J. Pedreira Menéndez,
Beneficios e incentivos fiscales del patrimonio cultural, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor 2004.
3. Para un examen de las diferencias entre los distintos acuerdos de cooperación, véase
M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares de culto,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 2000, 273 y ss.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 217

(según el art. 31 de la Constitución, «todos contribuirán al sostenimiento


de los gastos públicos…») que, además, se proclama aconfesional, dispen-
se a los lugares de culto del pago de los impuestos? ¿Acaso esta situación
no constituye un privilegio injustificado, particularmente rechazable en
un contexto como el de la actual crisis económica, en una situación de
grave déficit público?
En una primera aproximación cabe afirmar que los beneficios fiscales
que se aplican a la Iglesia y al resto de confesiones religiosas inscritas no
comportan una vulneración del principio de generalidad que rige en ma-
teria tributaria –en definitiva, del principio de igualdad–, en la medida en
que su legitimidad descansa en la promoción del derecho fundamental a
la libertad religiosa (artículo 16 CE). En otras palabras, el reconocimiento
de beneficios fiscales constituye un instrumento válido para favorecer y
garantizar el ejercicio del derecho de libertad religiosa por los ciudadanos
y los grupos que lo facilitan y, desde esta perspectiva, existe una diferencia
de tratamiento pero que no cabe calificar de injustificada ni de discrimi-
natoria. La afirmación anterior debe matizarse enseguida, no obstante,
puesto que la Constitución reconoce el derecho a la libertad religiosa con
carácter general, no sólo a católicos, protestantes, judíos y musulmanes;
y no parece que la exención del IBI de las iglesias, mezquitas, sinagogas y
otros inmuebles de titularidad religiosa tenga nada que ver con el derecho
fundamental de quienes profesan otras creencias religiosas o, incluso, de
quienes dentro de su derecho a la libertad religiosa, no manifiestan sus
creencias o no profesan creencia alguna.
El régimen fiscal especial aplicable a la Iglesia aparece recogido, ante
todo, en el Acuerdo con la Santa Sede sobre Asuntos Económicos, de 3
enero de 1979, ratificado por instrumento de 4 de diciembre (en adelante
AAE), que ha servido como referencia para los posteriores acuerdos de co-
operación concluidos por el Estado (FEREDE, Federación de Comunida-
des Israelitas y Comisión Islámica). Dicho acuerdo establece básicamente:
(i) una serie de supuestos de no sujeción; (ii) un régimen de exenciones
propias, y; (iii) la extensión a las entidades religiosas de los beneficios
fiscales previstos por la normativa interna para las entidades sin fines de
lucro y entidades benéficas privadas 4. Por su parte, el artículo 7.2 de la Ley

4. Básicamente es un régimen fiscal especial previsto para entidades que persiguen fi-
nes de interés general, tengan o no naturaleza confesional.
218 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de libertad religiosa, establece que «en los


acuerdos y convenios, y respetando siempre el principio de igualdad, se
podrá extender a dichas Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas
(las inscritas) los beneficios fiscales previstos en el ordenamiento jurídico
general para las Entidades sin fin de lucro y demás de carácter benéfico» 5.
En la base de esta previsión se encuentra la consideración de que la Iglesia
Católica y las demás confesiones religiosas legalmente reconocidas sirven
a la realización del interés general, hasta el extremo de complementar o
incluso suplir la acción social de los poderes públicos. Desde esta perspec-
tiva interesa remover los obstáculos fiscales a su actuación, favoreciendo
que puedan realizar las actividades que justifican su existencia.
Dejando a un lado lo dispuesto en el AAE, la posibilidad de exten-
der a las confesiones acordadas los beneficios fiscales previstos para las
entidades sin fines lucrativos forma parte de la configuración legal del
derecho fundamental a la libertad religiosa, lo que implica que todas las
confesiones que reúnen los requisitos que establece la Ley Orgánica tie-
nen derecho a que se les aplique dicho régimen 6. Sin embargo, si esto es
así, ¿qué fundamento tienen entonces los beneficios fiscales específica-
mente contemplados en los acuerdos de cooperación y que no forman
parte del régimen fiscal de las entidades sin fin de lucro? En la actualidad,
la Ley 49/2002, de 23 diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin
fines lucrativos, recoge la mayoría de los beneficios fiscales contemplados
en los acuerdos de cooperación, sin embargo, piénsese, por ejemplo, en la
exención de las contribuciones especiales o en el hipotético caso de que el

5. En esta línea, el fundamento del régimen fiscal especial se ha situado en la contribu-
ción de la Iglesia al bien común de la sociedad civil (actividades pastorales, beneficencia,
etc.) siendo, en último término, consecuencia del derecho constitucional a la libertad reli-
giosa (Herráez Rubio, B., Introducción al libro Conferencia Episcopal española (ed.), El
régimen tributario de la Iglesia católica en España, Madrid 1985, 9).
6. Fuera de este ámbito, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) en su deci-
sión de 10 de enero de 1992 (Iglesia Bautista “El Salvador” y otros contra España), ha señalado
que dentro del derecho a la libertad religiosa que aparece reconocido en el artículo 9 del
Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales,
no se puede leer «… un derecho a que los locales destinados al culto estén exentos de todo
impuesto (…) el derecho a la libertad de religión no implica en absoluto que a las iglesias o a
sus fieles se les deba reconocer un estatus fiscal diferente del de los demás contribuyentes».
En el mismo sentido, véase la decisión TEDH de 14 de junio 2001, Alujer Fernández y Caba-
llero García v. España. Por su parte, el Auto TC 480/1989, de 2 octubre (RTC 1989\480) afirma
que «el art. 16 de la Constitución no contiene, en efecto, previsión alguna que garantice un
especial trato fiscal a las confesiones religiosas, ni puede mantenerse que la sujeción de
éstas a las normas tributarias lesione la libertad que se les reconoce».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 219

Estado decidiera recortar o incluso suprimir el régimen fiscal de las enti-


dades sin fines lucrativos.
En el caso de la Iglesia Católica, cabría entender que la situación se jus-
tifica en el carácter político de la exención. Es decir, en la medida en que
el régimen se encuentra recogido en un tratado internacional, el Estado
no puede disponer unilateralmente de él (según el artículo 96.1 CE, «…
sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas
en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas
generales del Derecho internacional»). A pesar de que la afirmación resul-
ta incuestionable, a nuestro juicio no resulta un argumento concluyente
frente a las objeciones planteadas, en la medida en que sitúa la respuesta
en un plano meramente formal. Y ello fundamentalmente porque, a fin
de cuentas, todos los acuerdos de cooperación se encuentran sometidos a
la Constitución, sin que la mediación de un tratado internacional permita
dar cobertura a tratamientos discriminatorios o a vulneraciones del prin-
cipio de aconfesionalidad 7. La cuestión queda, por tanto, abierta.
Por otra parte, cabe entender que el fundamento de las exenciones apli-
cables a la Iglesia se encuentra, de una manera genérica, en el derecho
fundamental a la libertad religiosa, fuera del marco jurídico definido por
la ley orgánica. Sin embargo, si esto fuera así, ¿cómo justificar entonces
que dichos beneficios no se apliquen a otras creencias religiosas como el
hinduismo o el budismo? y, más aún, ¿cómo justificar las diferencias que
existen entre las distintas confesiones acordadas? (por ejemplo, la exen-
ción del ICIO sólo se reconoce a la Iglesia Católica).
El fundamento de los beneficios fiscales específicamente recogidos en
el AAE y los demás acuerdos de cooperación no hay que buscarlo tan-
to en el derecho a la libertad religiosa como en la particular forma de
ser de las relaciones entre el Estado y las confesiones religiosas o, lo que
es lo mismo, en el principio de cooperación que establece el art. 16.3 de
la Constitución. Según este precepto, «los poderes públicos tendrán en
cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las
consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las de-
más confesiones» 8. Aunque evidentemente el principio de cooperación

7. Cfr. Auto TC 480/1989, de 2 octubre (RTC 1989\480). Asimismo, L. Mª Díez Picazo,


Sistema de derechos fundamentales, Thomson-Civitas, Cizur Menor 32008, 260.
8. Como señala el referido Auto TC 480/1989, de 2 octubre (RTC 1989\480), «(…) es
evidente que el reconocimiento de esos beneficios fiscales queda, en todo caso, supedita-
220 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

cobra sentido en relación con el derecho fundamental, es dentro de este


contexto donde corresponde analizar si la existencia de beneficios fiscales
comporta una vulneración del principio de aconfesionalidad o si supone
un tratamiento discriminatorio.
En lo que se refiere a la relación entre el Estado y las confesiones reli-
giosas, la lógica del constitucionalismo no conduce a una solución unita-
ria –ni siquiera tendencialmente–, sino que es una cuestión que depende
de las peculiaridades de cada país 9. En este sentido, a diferencia de otros
países, la Constitución española no establece una separación radical en-
tre la Iglesia y el Estado sino un principio de aconfesionalidad que, sin
embargo, no permite al Estado ignorar el hecho religioso ni excluir su
relación con la Iglesia Católica y con otras confesiones religiosas 10. Tal y
como ha señalado el Tribunal Constitucional, el art. 16.3 CE contempla «el
componente religioso perceptible en la sociedad española y ordena a los
poderes públicos mantener las «consiguientes relaciones de cooperación
con la Iglesia Católica y las demás confesiones», introduciendo de este
modo una idea de aconfesionalidad o laicidad positiva» (SSTC 177/1996,
de 11 de noviembre, F. 9; 154/2002, de 18 de julio, F. 6; y 101/2004, de 2 de
junio, F. 3). El TC no concreta el sentido de este concepto, cuyo contenido
habrá que situar entre, de una parte, «la confusión entre fines religiosos
y estatales» y, de otra, la indiferencia del Estado ante el fenómeno reli-
gioso.
La cuestión se centra, por tanto, en determinar si dentro de las referi-
das “relaciones de cooperación” que el Estado está llamado a mantener
resulta admisible la concesión de beneficios fiscales o si, por el contrario,

do a la celebración entre el Estado y la correspondiente Iglesia, Confesión o Comunidad


de un acuerdo o Convenio de Cooperación, en los términos previstos por el art. 7.1 de la
misma Ley Orgánica 7/1980. Quiere decirse, pues, que en sí misma considerada, no exis-
tiendo acuerdo o convenio de cooperación alguno entre el Estado Español y la Comunidad
Evangélica de Habla Alemana de Baleares, la liquidación tributaria que a la Comunidad
recurrente le ha sido practicada y girada no resulta atentatoria del derecho fundamental a
la libertad religiosa».
 9. L. Mª Díez Picazo, Sistema de derechos…, cit., 253.
10. Como apunta Navarro-Valls, la actitud del Estado «nada tiene que ver con “mirar
hacia otro lado”, o con actitudes esencialmente abstencionistas» (A. Ruiz Miguel y R. Na-
varro-Valls, Laicismo y Constitución, Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid 2008,
197). El principio de aconfesionalidad supone que el Estado no puede adherirse ni prestar
su respaldo a un credo religioso (ninguna confesión puede tener carácter estatal). Según
el TC, «en su dimensión objetiva, la libertad religiosa comporta una (…) exigencia (…) de
neutralidad de los poderes públicos, ínsita en la aconfesionalidad del Estado».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 221

dicha situación va más allá de la laicidad positiva y comporta, por tanto,


una vulneración del principio de aconfesionalidad.
Quienes defienden una concepción liberal de la neutralidad del Esta-
do consideran que el principio de aconfesionalidad exige la abstención
de toda intervención pública que no se dirija a garantizar el libre curso y
concurrencia de las distintas creencias; es decir, que la función del Estado
ha de reducirse a la tutela del libre mercado de las creencias 11. A nues-
tro juicio, aun cuando este planteamiento puede resultar admisible en el
plano de las ideas, resulta excesivamente restrictivo y sospechosamente
uniformizador, además ignorar nuestra realidad jurídica –regida, como
hemos visto, por el art. 16.3 CE– y la de otros países donde la cuestión
igualmente se ha planteado. Así, por ejemplo, el concepto de aconfesiona-
lidad o laicidad positiva, utilizado por nuestro Tribunal Constitucional, se
encuentra emparentado con el de «neutralidad benevolente», que el Tri-
bunal Supremo de los Estados Unidos ha utilizado para pronunciarse en
un sentido favorable a la exención de los lugares de culto 12. Por otra parte,
países más próximos a nuestra tradición cultural y religiosa, como es el
caso de Portugal, Italia, Austria o Grecia, también dispensan a los lugares
de culto del pago de los impuestos.
La realidad social y jurídica que subyace a las relaciones entre el Estado
y las confesiones religiosas resulta muy variada y no se puede pretender
hacer tabla rasa al amparo de una pretendida concepción de la neutrali-
dad. Tal y como reconoce el Tribunal de Estrasburgo, existe un «margen
de apreciación que hay que dejar a cada Estado, concretamente en cuanto
al establecimiento de las delicadas relaciones entre el Estado y las religio-

11. A. Ruíz Miguel, en A. Ruíz Miguel y R. Navarro-Valls, Laicismo y Constitución, cit.,


187. En otro momento el autor expone su planteamiento con las siguientes palabras: «lo
que el punto de vista laico exige es que las distintas creencias en materia religiosa operen
en la sociedad con plena libertad negativa, sin privilegios que marquen preferencias por
unas convicciones sobre otras, de modo que cada cual pueda practicar sus ideas, e incluso
intentar expandirlas, sin privilegios o trabas que impidan o dificulten la libre competencia»
(76 y s.).
12. La expresión fue utilizada por primera vez en el asunto Walz v. Tax Commission. In-
teresa traer a colación esta referencia porque Estados Unidos se caracteriza por una estricta
separación entre Iglesia y Estado («wall of separation between church and State», como se pue-
de en Walz v. Tax Commission). En este sentido, según el Tribunal Supremo norteamericano,
no se puede tolerar la existencia de confesiones religiosas oficiales como tampoco ningún
tipo de interferencia estatal en el ámbito de la religión. No obstante, al margen de tales actos
prohibidos, hay espacio para una neutralidad benevolente que permite el libre ejercicio de
la religión sin que exista respaldo (sponsorship) ni interferencias gubernamentales.
222 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

nes, (…) dicho margen de apreciación se justifica aún más no existiendo


en Europa un estándar común en materia de financiación de las iglesias o
cultos; estas cuestiones se encuentran estrechamente vinculadas a la his-
toria y a las tradiciones de cada país» (decisión de 14 de junio 2001, Alujer
Fernández y Caballero García v. España) 13.
A la postre, la cuestión no estriba en determinar si el régimen fiscal
aplicable a los lugares de culto responde a una determinada concepción
intelectual de la neutralidad, sino en si dicho régimen tiene cabida dentro
de los parámetros que traza el artículo 16.3 CE, a saber, si resulta admisi-
ble dentro de un Estado aconfesional que no sólo no puede permanecer
indiferente ante el hecho religioso sino que, es más, está llamado a enta-
blar relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y con las confesiones
religiosas arraigadas en la sociedad española.
A nuestro juicio, el AAE se sitúa dentro del margen de apreciación que
apunta el TEDH, estableciendo el compromiso del Estado de colaborar al
sostenimiento económico de la Iglesia católica «con respeto absoluto del
principio de libertad religiosa». El acuerdo comporta la renuncia a gravar
los bienes que integran el patrimonio –fundamentalmente inmobiliario–
de la Iglesia que está destinado o relacionado con la actividad religiosa 14.
Teniendo en cuenta que la actividad propia de la Iglesia no tiene un carác-
ter económico (no tiene como finalidad allegar recursos), el Estado conce-
de la exención de los tributos que gravan la titularidad y la adquisición de
los bienes destinados a la actividad religiosa, evitando así el consiguiente

13. El reconocimiento de la existencia de distintas tradiciones nacionales sin que ello


implique la vulneración de derecho alguno se encuentra también en la base de la sentencia
de 18 marzo 2011, Lautsi y otros v. Italia. Destacamos algunas declaraciones del Tribunal que
sintonizan con el planteamiento expuesto en el texto principal: «70. El Tribunal considera
que en el presente caso, la decisión relativa a si los crucifijos deben estar presentes en las
escuelas públicas es, en principio, una cuestión que entra dentro del margen de apreciación
de cada Estado. Es más, el hecho de que no exista un consenso europeo acerca de la presen-
cia de los símbolos religiosos en las escuelas públicas habla a favor de dicha aproximación»;
«…es cierto que al establecer la presencia de los crucifijos en las clases de las escuelas públi-
cas –un signo que, con independencia de que tenga un valor simbólico secular añadido, se
refiere indudablemente al Cristianismo– la legislación confiere a la religión mayoritaria del
país una visibilidad preponderante en el entorno escolar. No obstante, esto no es suficiente
para evidenciar un proceso de adoctrinamiento por parte del Estado…».
14. En este sentido, la circular de 4 octubre 1985 señala que «uno de los principios bási-
cos en que se fundamenta el régimen fiscal especial de la Iglesia Católica es el de liberarla de
tributación en cuanto a aquellos gravámenes que se exijan por la simple posesión o propie-
dad de los bienes inmuebles y que, en cambio soporte aquellos tributos que se exijan como
consecuencia de la obtención de cualquier clase de rendimientos (…)».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 223

drenaje de recursos que, a la postre, sirven para la realización de los fines


propios de la Iglesia 15. Ello no implica, por sí solo, pertenencia ni adscrip-
ción del Estado a la Iglesia Católica –prueba de ello es que los referidos
beneficios posteriormente se extendieron a otras confesiones religiosas–,
ni mucho menos afecta a la autonomía religiosa o ideológica de quienes
no profesan la creencia beneficiada. El Estado simplemente remueve un
obstáculo fiscal al mantenimiento y desarrollo de la actividad religiosa de
las confesiones legalmente reconocidas.
La legitimidad del régimen fiscal especial aplicable a la Iglesia depen-
de, en último término, de que no comporte un tratamiento discriminato-
rio. Desde esta perspectiva, la duda surge fundamentalmente en relación
con dos aspectos: de una parte, el hecho de que las confesiones religiosas
que carecen de acuerdo de cooperación no puedan beneficiarse del régi-
men de exención 16; y, de otra, la cuestión relativa a la legitimidad de las
diferencias existentes entre los distintos acuerdos, particularmente, entre
el régimen fiscal de la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas.
Para no extendernos demasiado, simplemente indicaremos que, tal y
como ha señalado el TEDH en reiteradas ocasiones, el artículo 14 del Con-
venio Europeo de Derechos Humanos no prohíbe cualquier distinción de
trato en el ejercicio de los derechos y libertades reconocidos, no violándo-
se la igualdad de trato sino «cuando la distinción carece de justificación
objetiva y razonable» (sentencias de 9 febrero 1967, Lingüística belga y
Darby contra Suecia, de 24 septiembre 1990). Desde esta perspectiva, el
Tribunal considera que no existe una vulneración del principio de igual-
dad en la medida en que «la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, sobre
libertad religiosa, autoriza el establecimiento de acuerdos entre el Estado
y las diferentes iglesias o asociaciones religiosas en función del número de
fieles y de las creencias mayoritarias de la sociedad española» (decisión de
10 de enero de 1992, Iglesia Bautista “El Salvador” y otros contra España).
El argumento no tiene un carácter meramente formal sino que se basa en
la constatación de una realidad religiosa existente, así como en el hecho

15. A la postre, con independencia de la manifestación de riqueza gravada, los impues-


tos se pagan con la riqueza que el contribuyente obtiene o con el patrimonio que posee,
lo que en el caso de las confesiones religiosas implica una detracción de los recursos des-
tinados a financiar la actividad pastoral o asistencial o bien la erosión progresiva de su
patrimonio.
16. Cfr. R. Navarro-Valls, en A. Ruíz Miguel y R. Navarro-Valls, Laicismo y Constitu-
ción, cit., 197.
224 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

de que los acuerdos de cooperación no sólo comportan beneficios fiscales


para las confesiones religiosas sino también obligaciones y deberes («la
Iglesia demandante no ha concluido un acuerdo semejante con el Estado
español (…). No tiene pues, frente al Estado, las mismas obligaciones que
cumplir»). Así, por ejemplo, la Iglesia católica se compromete a poner al
servicio de la sociedad todo su patrimonio histórico, artístico y documen-
tal, según lo dispuesto en el artículo XV del Acuerdo relativo a la ense-
ñanza y a los asuntos culturales 17. Desde esta doble perspectiva, el arraigo
social y las obligaciones asumidas por cada confesión, se abre la puerta a
la legítima existencia de diferencias entre los regímenes fiscales, incluso
entre aquellas confesiones que cuentan con acuerdo de cooperación.

3. Régimen fiscal
3.1.  Introducción

El AAE no establece un concepto de “lugar de culto”, probablemente


porque dicha definición no se consideraba necesaria en el momento de su
negociación –sobre todo si tenemos en cuenta la tradición católica espa-
ñola– y porque, en definitiva, es un concepto que corresponde definir a
las autoridades eclesiásticas 18. A los efectos que aquí interesan, los lugares

17. Desde esta perspectiva, a juicio del TEDH, «la obligación impuesta a una Iglesia
de concluir un acuerdo con el Estado para poder gozar de la retrocesión de una parte del
impuesto sobre la renta recaudado por el Estado no parece una exigencia carente de funda-
mento ni desproporcionada». En suma, «la conclusión de acuerdos entre un Estado y una
Iglesia concreta previendo un estatus fiscal específico a su favor no se opone, en principio,
a las exigencias que se derivan de los artículos 9 y 14 del Convenio desde el momento en
que la diferencia de trato se apoya en una justificación objetiva y razonable y que es posible
concluir acuerdos similares con otras Iglesias que expresarían su deseo de hacerlo».
18. Desde esta perspectiva, cabe traer a colación el canon 1205 del Código de Derecho
Canónico, que establece que «son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino
o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros
litúrgicos». Con carácter general, la dedicación corresponde al Obispo diocesano. El Códi-
go contempla expresamente como lugares de culto divino las iglesias, oratorios y capillas
privadas y los santuarios.
Por el contrario, los acuerdos de cooperación firmados por el Estado con las demás con-
fesiones religiosas sí definen el concepto, utilizando para ello unos términos similares. Se
entiende por lugar de culto, «los edificios o locales destinados de forma permanente y ex-
clusiva a las funciones de culto o asistencia religiosa, cuando así se certifique por la Iglesia
respectiva con la conformidad de la Comisión Permanente de la FEREDE» (art. 2 de la Ley
24/1992, de 10 noviembre (RCL 1992\2419). El Acuerdo con la Federación de Comunidades
Israelitas (FCI) de España añade la función de “formación” a las dos anteriores y señala la
necesidad de certificación por la Comunidad respectiva, con la conformidad de la Secretaría
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 225

de culto son edificios o partes de edificios cuya titularidad pertenece a la


Iglesia o a otra confesión religiosa legalmente reconocida, los cuales se
encuentran destinados a una determinada actividad que no constituye
una explotación económica.
La complejidad del régimen fiscal aplicable a los lugares de culto y, en
general, a los bienes inmuebles de Iglesia Católica deriva en buena medi-
da de la confluencia de normas que regulan la materia, a saber, el AAE –y
los demás acuerdos de cooperación–, el RDLeg. 2/2004, de 5 marzo, por el
que se regula el Texto Refundido de la Ley Reguladora de Haciendas Lo-
cales y la Ley 49/2002, de 23 diciembre, de régimen fiscal de las entidades
sin fines lucrativos, con sus respectivos desarrollos reglamentarios 19.
Evidentemente, la condición de tratado internacional que tiene el AAE
hace que su contenido no pueda ser derogado o modificado unilateral-
mente por parte del Estado, salvo denuncia de las partes, lo que lo con-
vierte en un régimen “de mínimos” 20. Nada obsta, en cualquier caso, que
dicho tratamiento pueda ser mejorado por el legislador, como tradicio-
nalmente ha ocurrido. Con todo, las mejoras no suelen proyectarse sobre
la totalidad de los beneficios fiscales previstos en el AAE, lo que obliga a
tener presente tanto la norma interna como el propio acuerdo.
Por otra parte, la vocación de permanencia con que se aprobó el AAE
no se compadece bien con la evolución que ha experimentado nuestro sis-

General de la FCI (art. 2 de la Ley 25/1992, de 10 noviembre (RCL 1992\2420). Por su parte, el
Acuerdo con la Comisión Islámica (CI) de España define los lugares de culto como «los edi-
ficios o locales destinados de forma exclusiva a la práctica habitual de la oración, formación
o asistencia religiosa islámica, cuando así se certifique por la Comunidad respectiva, con la
conformidad de dicha Comisión» (art. 2 de la Ley 25/1992, de 10 noviembre (RCL 1992\2421).
19. Nos referimos fundamentalmente al RD 1270/2003, de 10 octubre, que aprueba el
Reglamento para la aplicación del régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos, y a
las ordenanzas fiscales municipales que concretan los términos de la Ley Reguladora de
las Haciendas Locales. A estas disposiciones habría que añadir, como ya adelantamos en
su momento, el régimen fiscal que figura en la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio
Histórico Español y su reglamento de desarrollo, el RD 111/1986, de 10 enero.
20. En un sentido similar, M. Blanco, La Ley de Haciendas Locales. Régimen tributario
de los entes eclesiásticos, RHAL XX (1990) 112 señala que «en el caso de la Iglesia Católica
está claro que los Acuerdos –y de forma particular el Acuerdo sobre Asuntos Económicos–
juegan como norma límite marcando –de alguna manera– las directrices de la normativa
interna». El carácter paccionado del AAE tiene su reflejo también a la hora de resolver los
problemas que plantea la interpretación y aplicación del régimen tributario. En este sentido,
según el artículo VI, «la Santa Sede y el Gobierno español procederán de común acuerdo
en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir en la interpretación y apli-
cación de cualquier cláusula del presente Acuerdo, inspirándose para ello en los principios
que lo informan».
226 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

tema tributario. Algunas de las referencias que allí se contienen perdieron


sentido o quedaron desactualizadas con la Ley 39/1988, reguladora de las
Haciendas Locales –por ejemplo, la tasa de equivalencia o la Contribución
Territorial Urbana–. Al margen de ello, las Haciendas Local y Autonómica
cuentan hoy con impuestos que no existían en la fecha de negociación
del Acuerdo con la Santa Sede –por ejemplo, el ICIO o los impuestos so-
bre el suelo sin edificar o sobre las edificaciones ruinosas–, lo que genera
cierta inseguridad jurídica desde el punto de vista del tratamiento del
patrimonio eclesiástico 21. Todo ello contribuye a que, como señala la STS
de 19 marzo 2001 (RJ 2002\10288), «cada vez es más difícil encuadrar o
encasillar los nuevos impuestos (…) en las clasificaciones clásicas como
las ofrecidas en el citado Tratado Internacional» 22.

3.2.  Supuestos de no sujeción. En especial la adquisición de objetos de culto

El art. III AAE establece la no sujeción a los impuestos sobre la renta o


el consumo, según proceda, de:
– Los conceptos mencionados en el art. I (prestaciones recabadas li-
bremente de los fieles, organización de colectas públicas, limosnas
y oblaciones);
– La publicación de las instrucciones, ordenanzas, cartas pastorales,
boletines diocesanos y cualquier otro documento de las autoridades
eclesiásticas competentes y también su fijación en los sitios de cos-
tumbre;
– La actividad de enseñanza en seminarios diocesanos y religiosos, así
como de las disciplinas eclesiásticas en Universidades de la Iglesia; y
– La adquisición de objetos destinados al culto.

21. Lógicamente, los acuerdos de cooperación de 1992 se benefician de una actualiza-


ción de las referencias sobre las que se proyectan las respectivas exenciones, más acordes
con la realidad del sistema tributario actual.
22. A pesar de que el propio Acuerdo establece un cauce para resolver este tipo de
situaciones –sin necesidad de volver a negociar el tratado internacional ni de añadir un
protocolo–, sería deseable un recurso más frecuente a esta fórmula. Recordamos, en este
sentido, que según el apartado 2 del Protocolo adicional del AAE, «ambas partes, de común
acuerdo, señalarán los conceptos tributarios vigentes en los que se concretan las exenciones
y los supuestos de no sujeción enumerados en los artículos III a V del presente Acuerdo».
Dicha disposición concluye con otra referencia fundamental en este sentido: «siempre que
se modifique sustancialmente el ordenamiento jurídico-tributario español, ambas Partes
concretarán los beneficios fiscales y los supuestos de no sujeción que resulten aplicables de
conformidad con los principios de este Acuerdo».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 227

Sin pretender entrar en el debate acerca de la naturaleza de estas pre-


visiones –si se trata de verdaderos supuestos de no sujeción o si, por el
contrario, son exenciones 23–, entendemos que el AAE pretende establecer
una materia no gravable con independencia del momento fiscal concreto
o de la evolución del sistema tributario, quizás tratando de evitar tam-
bién su consideración como beneficio fiscal “concedido” por el Estado.
En cualquier caso, la inclusión de estos supuestos en el acuerdo revela la
voluntad de las partes de que dichas situaciones en ningún caso resulten
gravadas 24.
De los supuestos referidos cabe hacer referencia, a los efectos que aquí
interesan, a la no sujeción de la adquisición de los objetos destinados al
culto (art. III. c) AAE). Nos encontramos ante un supuesto que sólo figura
en el AAE –no así en los demás acuerdos de cooperación–, cuyo objeto
está constituido exclusivamente por los bienes muebles, en sintonía con el
criterio que ya se había sostenido durante la vigencia del Concordato de
1953 25. La Orden de 25 de junio de 1984 [RCL 1984\1754] y posteriormen-
te la Orden Ministerial de 29 de febrero de 1988 [RCL 1988\552], dictadas
al amparo del apartado segundo del Protocolo del Acuerdo sobre Asun-
tos Económicos, vinieron a confirmar esta interpretación al reconducir
las entregas de bienes inmuebles destinados a la actividad religiosa a la
exención prevista en el art. IV.1 C) del AAE –en lugar de aplicar la norma
de no sujeción que nos ocupa–. De esta manera, todas las adquisiciones
de inmuebles destinados al culto eran objeto de la referida exención, con
independencia de su sujeción al IVA, al ITPAJD o al IS 26.

23. Para I. Martín Degano, El régimen tributario de las confesiones religiosas y de sus entida-
des en el derecho español, McGraw-Hill, 1996, 83, el AAE se limita a reflejar el tratamiento de
que eran objeto estas situaciones en el momento de la conclusión del AAE, sin perjuicio de
que la evolución ulterior del sistema tributario quizás no permita seguir conceptuándolos
como tales sino que obligue a considerarlos como exenciones.
24. La redacción de los acuerdos de cooperación de 1992 resulta particularmente clara
en este sentido cuando señala que «tendrán la consideración de operaciones no sujetas a
tributo alguno: (…)». Básicamente estos acuerdos establecen la no sujeción de: (i) las presta-
ciones recabadas de los fieles, organización de colectas públicas, ofrendas y liberalidades de
uso; (ii) la entrega de publicaciones de carácter religioso realizada directamente a sus fieles,
siempre que sea gratuita; y (iii) la enseñanza religiosa en seminarios y centros de formación
de las respectivas confesiones, destinados a la formación de ministros de culto y similares.
25. I. Martín Degano, El régimen tributario…, cit., 102.
26. Por lo demás, la referida Orden de 29 de febrero 1988 estableció que el art. III, letra
c) AAE amparaba la no sujeción al IVA de las entregas e importaciones de objetos “desti-
nados exclusivamente” al culto por el adquirente o el importador, siempre que las corres-
pondientes adquisiciones o importaciones se “efectuasen directamente por” la Santa Sede,
228 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

La incompatibilidad de esta situación con el régimen armonizado del


IVA dentro de la Unión Europea –fundamentalmente, con la actual Di-
rectiva 2006/112/CE–, denunciada por la Comisión Europea a través de
la apertura de un procedimiento de infracción contra España, dio lugar
a una revisión del sistema de asignación tributaria de la Iglesia Católi-
ca. En este contexto se produjo, según señala el preámbulo de la Orden
EHA/3958/2006, de 28 de diciembre [RCL 2006\2325], la renuncia expresa
por parte de la Iglesia a los beneficios fiscales relativos al IVA. A partir de
1 de enero de 2007 los regímenes de no sujeción y exención que derivan
del AAE no rigen en el ámbito del IVA.

3.3.  Exenciones

El art. IV.1 AAE establece una serie de «exenciones, calificables de di-


rectas o autónomas, que se aplican con independencia de las concedidas
en el Ordenamiento fiscal interno para cualquier clase de organismos»
[STS de 26 de noviembre de 1991 (RJ 1991\8772) y STS de 15 junio 2000 (RJ
2000\6842), entre otras]. A diferencia del régimen de no sujeción, dichas
previsiones cobran sentido en relación con una realidad tributaria deter-
minada sobre la que se proyectan, sin perjuicio de su necesaria adaptación
a un sistema tributario cambiante.
Las exenciones que establece el art. IV.1 AAE tienen un carácter mixto,
es decir, su aplicación depende tanto del sujeto como del objeto. Es un
régimen que sólo se aplica, de una parte, a las entidades que forman parte
del núcleo básico de la Iglesia Católica –la Santa Sede, la Conferencia Epis-
copal, las diócesis, las parroquias y otras circunscripciones territoriales,
las Órdenes y Congregaciones religiosas y los Institutos de vida consa-
grada y sus provincias y sus casas–. Cualquier otra persona o entidad que
obtenga rentas, sea titular de bienes inmuebles o adquiera bienes, aunque
se encuentren relacionados con la actividad religiosa, está excluida del

la Conferencia Episcopal, las diócesis y otras circunscripciones territoriales, las Órdenes y


Congregaciones religiosas y los Institutos de vida consagrada, sus provincias y sus casas. En
otras palabras, la previsión recogida en el acuerdo se matiza con una referencia al destino
de los objetos y se circunscribe a las adquisiciones realizadas por las entidades del art. IV.1
A) AAE, con lo que el supuesto de no sujeción se aproxima al régimen de las exenciones del
AAE, adquiriendo una especie de carácter mixto. En lo que aquí interesa, este régimen ha
amparado hasta 2007 la no sujeción de la adquisición de campanas, vasos sagrados, candele-
ros, imágenes, crismeras, casullas, bancos y asientos de Iglesias, altavoces y micrófonos para
sonorizaciones en parroquias, calderas para uso exclusivo de un templo parroquial, etc.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 229

régimen de exención acordado –por ejemplo, las asociaciones y entidades


religiosas del artículo V AAE, sin perjuicio de que les resulten aplicables
los beneficios fiscales que la normativa interna establece para las entida-
des sin fines lucrativos 27.
Por otra parte, sólo están exentos los bienes o derechos que se encuen-
tran destinados a determinados fines o actividades de carácter religioso.
El art. IV.1 AAE regula este aspecto de una manera diferenciada, según
se trate de tributos que recaen directamente sobre los bienes inmuebles
(IBI, contribuciones especiales) o de los Impuestos sobre Sucesiones y Do-
naciones y Transmisiones Patrimoniales. Cualquier otro bien o derecho
destinado a otros fines se encuentra fuera de la exención, aun cuando sea
adquirido o pertenezca a las entidades anteriormente referidas 28. La ex-
cepción se encuentra en el art. IV.1 C) AAE, que establece la «exención
total y permanente de los impuestos reales o de producto, sobre la renta o
el patrimonio», lo que apunta la existencia, no de una exención mixta sino
de una exención subjetiva en la que el destino de los bienes o las rentas
carece de relevancia, si bien con exclusiones. Enseguida volveremos sobre
esta cuestión.

27. Es posible que la titularidad del inmueble en el que se encuentra el lugar de culto no
corresponda a la Iglesia sino a un tercero. La Res. DGT nº V1507-09, de 22 junio, considera
procedente la imputación de rentas inmobiliarias a efectos del IRPF en el caso de un bien
inmueble del patrimonio histórico y cultural, cuya capilla pretende ponerse a disposición
para su utilización como iglesia parroquial.
28. Desde esta perspectiva, el destino de los bienes y derechos es un elemento clave
del régimen de exención que establece el AAE. En este sentido, el Tribunal Supremo ha
señalado que las exenciones «…aun referidas a lo que constituye el núcleo esencial de la
Iglesia Católica sólo pueden reconocerse si se refieren a inmuebles con destino determinado
(templos, capillas, residencias de Obispos y Sacerdotes, locales destinados a oficinas curia-
les, seminarios, edificios destinados primordialmente a casas o conventos, etc.), con lo que
quiere significarse que el destino de los bienes objeto de gravamen, o cuyas transacciones
sobre ellos los determinan, es elemento esencial, incluso, para estas entidades que, como se
ha dicho, tienen un régimen independiente de exenciones por ser las constitutivas del nú-
cleo básico de la Iglesia Católica» [STS de 26 de noviembre 1991 (RJ 1991\8772), STS de 16
junio 2000 (RJ 2000\6842) y STS 10 marzo 2001 (RJ 2001\7225)]. Por su parte, la STJS Comu-
nidad Valenciana nº 276/2002, de 1 marzo (JT 2002\846) señala que «del acuerdo se deriva
que todas las exenciones que se consagran en los diversos supuestos que se contemplan en
el Acuerdo, tienen unas finalidades muy específicas, esto es, los edificios, las dependencias,
los derechos que se adquieren, gozan de exenciones fiscales, porque están destinados a: “la
actividad pastoral”; “la cura de almas”; “las enseñanzas propias de las disciplinas eclesiás-
ticas”; “la sustentación del Clero”; “el sagrado apostolado”; o el “ejercicio de la caridad”.
Desde una perspectiva teleológica, resultaría contrario a la finalidad de la exención, otor-
garla para aquellos actos destinados a intervenir en el mercado inmobiliario, con el objeto
de obtener beneficio de las expectativas urbanísticas, actualizando las plusvalías acumula-
das a raíz o resultas de la acción urbanizadora de los entes públicos…».
230 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

3.3.1.  Impuesto sobre Bienes Inmuebles


El art. IV.1 A) AAE (RCL 1979\2964) establece la «exención total y per-
manente de la Contribución Territorial Urbana (…)». A partir de la entra-
da en vigor de la Ley 39/1988, de 28 diciembre, reguladora de las Hacien-
das Locales, dicha mención hay que entenderla referida al Impuesto sobre
Bienes Inmuebles (IBI), cuyo régimen actual se encuentra recogido en los
artículos 60 a 77 del RDLeg. 2/2004, de 5 marzo 29.
El IBI es un impuesto municipal que grava periódicamente la titula-
ridad de una serie de derechos reales (propiedad, usufructo, derecho de
superficie) sobre los bienes inmuebles rústicos y urbanos, así como la ti-
tularidad de concesiones administrativas sobre los propios inmuebles o
sobre los servicios públicos a que se hallan afectos. Dentro de este con-
texto, el art. 62.1 c) establece la exención de los inmuebles «de la Iglesia
Católica, en los términos previstos en el Acuerdo entre el Estado Español
y la Santa Sede sobre Asuntos Económicos, de 3 de enero de 1979, y los de
las asociaciones confesionales no católicas legalmente reconocidas, en los
términos establecidos en los respectivos acuerdos de cooperación suscri-
tos en virtud de lo dispuesto en el art. 16 de la Constitución» 30. No existe,
por tanto, una regulación expresa de la exención en esta sede, sino que la
ley se remite a los acuerdos de cooperación.
La exención del IBI es la pieza central del régimen fiscal aplicable a
los lugares de culto, no sólo porque dicho impuesto recae directamente
sobre la titularidad real de los bienes inmuebles –además, como hemos
dicho, se exige con carácter periódico–, sino también porque dentro del
AAE sirve como referencia para las exenciones aplicables en el ICIO y las
contribuciones especiales.

29. Los acuerdos de cooperación de 1992 hacen referencia expresa al IBI a efectos de


declarar la exención de los lugares de culto y sus dependencias o edificios y locales anejos,
destinados al culto o a la asistencia religiosa y a la residencia de los ministros. La OM de
2 de febrero de 1994 (RCL 1994\518) vino a aclarar que dentro del ámbito de la exención
había que entender incluidos «los huertos, jardines y dependencias de los inmuebles enu-
merados en dichos preceptos, siempre que no estén destinados a industrias o a cualquier
uso de carácter lucrativo».
30. La inclusión de esta referencia en el art. 62.1 c) ha sido considerada redundante por
las STSJ Cataluña nº 769/2001, de 12 julio 2001 (JT 2001\1384), no sólo con las reglas genera-
les de la Ley de Haciendas Locales (arts.1.3 y 9.1) sino incluso con el vigente art. 62.1 c) del
RDLg. 2/2004, de 5 marzo, que genéricamente establece la exención de «los inmuebles a los
que sea de aplicación la exención en virtud de convenios internacionales en vigor (…)». La
afirmación puede ser cierta en relación con la Iglesia Católica pero no respecto de los demás
acuerdos de cooperación, que carecen de la condición de tratado internacional.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 231

El fundamento de la exención se encuentra, como hemos señalado


páginas atrás, en la voluntad del Estado de colaborar al sostenimiento
económico de la Iglesia, al amparo del principio de cooperación que esta-
blece el art. 16.3 de la Constitución. En cualquier caso, a nadie se oculta,
como en su momento puso de relieve la Orden Ministerial de 4 octubre
1985, que la Iglesia Católica es titular de «un patrimonio inmobiliario de
gran valor histórico o artístico, pero de muy escaso rendimiento, con lo
que se produce un importante desfase entre la importancia de su patri-
monio y su utilidad económica. Muchos de los bienes de las entidades
eclesiásticas están además afectos a obras benéficas, docentes o culturales,
lo que les impide enajenarlos; en otros casos, han recibido calificaciones
urbanísticas que los deprecian mucho en el mercado, por las limitaciones
que aquéllas implican» 31. Por tanto, razones de interés social, cultural e,
incluso, de naturaleza tributaria –simplificación en la gestión tributaria,
inadecuación del patrimonio eclesiástico al sostenimiento de los gastos
públicos– se encuentran en la base de la exención 32.
Cabe destacar, en primer lugar, que la exención prevista en el AAE sólo
se aplica a las entidades que forman parte del núcleo básico de la Iglesia
Católica en relación con los siguientes bienes inmuebles:
(i) los templos y capillas destinados al culto, sus dependencias o edi-
ficios y locales anejos destinados a la actividad pastoral 33;

31. Preámbulo de la circular de 4 octubre 1985 del Ministerio de Hacienda, recogida en


Conferencia Episcopal, El régimen tributario de la Iglesia…, cit., 97. Este tipo de referencias
figuran, asimismo, en la base del régimen fiscal aplicable a los bienes que forman parte del
Patrimonio Histórico Español. Así, según el art. 69 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, se crea
un régimen de beneficios fiscales «como fomento al cumplimiento de los deberes y en com-
pensación a las cargas que en esta Ley se imponen a los titulares o poseedores de los bienes
integrantes del Patrimonio Histórico Español, además de las exenciones fiscales previstas
en las disposiciones reguladoras de la Contribución Territorial Urbana…».
32. F. De Luis Monasterio, El régimen fiscal de las entidades eclesiásticas, en Conferencia
Episcopal, El régimen tributario de la Iglesia…, cit., 17.
33. En relación con los conceptos “anejo” y “actividad pastoral”, véase la STSJ Madrid
nº 460/1996, de 6 junio (JT 1996\686). Según el TSJ madrileño, “anejo” es lo «agregado a otro
con dependencia de él». Que esa conexión o agregación hayan de ser físicas es algo que no
viene exigido por el concepto de que se trata ni siquiera referido a cosas materiales. En cam-
bio sí resulta constitutivo de aquél la relación de dependencia». Por otra parte, en relación
con el sentido que debe atribuirse a “actividad pastoral”, «…consiste en el cuidado espiri-
tual de los fieles o, con la expresión histórica que figura también en el Acuerdo, la cura de
almas. Lo que no viene exigido por la norma es que la actividad haya de ser “directamente”
pastoral. Esta requiere, incluso para la actividad intrínsecamente religiosa como es el culto
dentro del templo, o incluso el estudio y la formación doctrinal, de medios instrumentales
que pueden no realizarse o guardarse en el tiempo mismo y que pueden ser jurídicamente
232 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

(ii) la residencia de los Obispos, de los canónigos y de los sacerdotes


con cura de almas;
(iii) los locales destinados a oficinas de la Curia diocesana y a oficinas
parroquiales;
(iv) los seminarios destinados a la formación del clero diocesano y re-
ligioso y las Universidades eclesiásticas en tanto en cuanto impar-
tan enseñanzas propias de disciplinas eclesiásticas y, por último,
(v) los edificios destinados primordialmente a casas o conventos de
las Órdenes, Congregaciones religiosas e Institutos de vida consa-
grada 34.
Además, la Orden de 24 de septiembre de 1985, por la que se aclara el
alcance de la exención por Contribución Territorial Urbana, incluyó den-
tro de la exención los huertos, jardines y dependencias de los inmuebles
enumerados en el art. IV.1 A) AAE 35.
El hecho de que los inmuebles se encuentren destinados a los fines
referidos no excluye que la entidad pueda percibir rentas a título de con-
traprestación. En este sentido, como señala la STSJ Cataluña nº 224/2001,
de 16 marzo (JUR 2001\208312), en relación con una casa de un Instituto
religioso destinada a cursos de formación, «las actividades constatadas
por el Ayuntamiento se corresponden con las propias de la “actividad
pastoral” (apartado 1 del art. 4 del Acuerdo), no siendo óbice para su cali-
ficación como actividad pastoral el mero hecho de que la asociación perci-
ba una contraprestación económica, ya que, como alega la actora, se trata
de actividades que conllevan gastos».
La relevancia del destino de los inmuebles –y la necesidad de que el
sujeto acredite esta circunstancia– ha dado lugar a ciertas dificultades en

considerados como medios y actividades mediatamente pastorales, incluidos en el texto y


sentido de la norma».
34. Por lo que se refiere a los demás acuerdos de cooperación, la exención del IBI se
aplica básicamente a (i) las Mezquitas y lugares de culto, sus dependencias o edificios y lo-
cales anejos, destinados al culto o a la asistencia religiosa o a la residencia de pastores evan-
gélicos, Imames y dirigentes religiosos islámicos; (ii) los locales destinados a oficinas de las
Iglesias y Comunidades pertenecientes a las referidas Federaciones y Comisión Islámica;
y (iii) los seminarios y centros destinados a la formación de ministros de culto, Imames
y dirigentes religiosos islámicos, cuando impartan únicamente enseñanzas propias de las
disciplinas eclesiásticas, de su misión rabínica o estén destinados únicamente a la formación
de los referidos Imames y dirigentes islámicos.
35. El problema que motivó la referida orden no radicaba tanto en la Contribución Te-
rritorial Urbana, cuya norma reguladora preveía la exención de dichos lugares, como en las
contribuciones especiales y la tasa de equivalencia –vid. art. IV.1.C) AAE–, respecto de los
que no se decía nada (F. De Luis, El régimen fiscal…, cit., 18).
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 233

la práctica. Así, por ejemplo, se ha discutido si el concepto de lugar de


culto comprende los cementerios parroquiales 36, o si están exentos los in-
muebles que en el momento de la controversia no se utilizan para los fines
que legitiman la exención (un solar donado para construir una iglesia o
una capilla destinada al culto 37 o una Casa Rectoral que no está ocupada
de forma permanente 38) o, en fin, si está exenta la parte de la residencia
de los miembros de la Congregación religiosa que no se dedican al culto
o a actividad estrictamente religiosa, sino a la enseñanza, que es una acti-
vidad económica 39.
En cualquier caso, como veremos enseguida, la Ley 49/2002 permite
obviar este tipo de dificultades en la medida en que declara exentos todos
los bienes inmuebles de los que son titulares las confesiones religiosas,
excepto los afectos a explotaciones económicas no exentas del Impuesto
sobre Sociedades.

36. Así, según la STSJ Cataluña nº 348/1997, de 6 mayo 1997 (JT 1997\844), «en lo to-
cante al espacio físico destinado a Cementerio de Sant Joan de Vilatorrada, este Tribunal se
ratifica en su tesis de que están exentos del pago del IBI, por formar parte de la Parroquia y
estar asimilados, por el Código Canónico, en su art. 1205, a los lugares destinados al culto
divino (por su condición de lugares sagrados)».
37. Según la STSJ Castilla-La Mancha nº 500/1997, de 28 octubre 1997 (JT 1997\1418),
«la vinculación de la donación a dicho tipo de actividades religiosas, habiendo sido acepta-
da por la donataria y por el Arzobispado de Toledo que acepta la donación justamente para
esos fines religiosos, según certificación extendida por el Canciller Secretario General del
Arzobispado de Toledo de fecha 20 de junio de 1994, determina una afección del inmueble
en cuestión a los fines de culto previstos en la donación; por lo que, en definitiva, siendo
cierto que la simple titularidad dominical de un inmueble por la Iglesia Católica no deter-
mina por sí sola el reconocimiento del derecho al beneficio fiscal solicitado, en el presente
caso la afección del inmueble a la construcción de una iglesia o capilla destinada al culto
viene a vincular de tal modo la naturaleza propia del mismo que permite concluir que el in-
mueble debe gozar de la exención total y permanente del Impuesto sobre Bienes Inmuebles
–antigua Contribución Territorial Urbana– por así exigirlo el artículo IV.1, A) del Acuerdo
entre el Estado Español y la Santa Sede».
38. STSJ Cataluña nº 348/1997, de 6 mayo 1997 (JT 1997\844)
39. La STSJ Cataluña nº 108/1997, de 11 febrero 1997 (JT 1997\363) considera exentas
estas situaciones en la medida en que «las “casas” de las Congregaciones religiosas están
comprendidas en la exención, y que no consta en la norma legal excepción o salvedad al-
guna. Por consiguiente, la denegación de la exención, en cuanto se basa en un hecho: la
dedicación de los miembros de la Congregación religiosa a la actividad de enseñanza en
el colegio anexo, hecho en modo alguno recogido en aquella norma para excepcionar la
exención expresada, no se ajusta a derecho».
234 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

3.3.2.  Impuestos reales o de producto, sobre la renta o el patrimonio

Según el art. IV.1 B) AAE, el núcleo básico de la Iglesia Católica disfruta


de una «exención total y permanente de los impuestos reales o de produc-
to, sobre la renta o el patrimonio». A diferencia del resto de las exenciones
acordadas, nos encontramos ante una exención subjetiva que se proyec-
ta sobre una serie de impuestos genéricamente designados «mediante la
descripción de la naturaleza o el objeto de gravamen» [STSJ Castilla-La
Mancha, nº 1048/1999, de 6 noviembre 1999 (JT 1999\1996)] y que en la
actualidad cobra sentido fundamentalmente en relación con el Impuesto
sobre Sociedades (IS) y el Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y
Obras (ICIO). En cualquier caso, dados los términos que adopta el AAE,
no cabe descartar su aplicación a otras situaciones 40.

3.3.2.1. Impuesto sobre Sociedades


El Impuesto sobre Sociedades grava periódicamente la renta obtenida
por las sociedades y demás entidades con personalidad jurídica residen-
tes en territorio español. Fue introducido por la Ley 61/1978, de 27 diciem-
bre, y en la actualidad se encuentra regulado por el RDLeg. 4/2004, de 5
marzo.
A los efectos que aquí interesan, el art. 5.1 de la Ley Orgánica 7/1980, de
5 de julio, de Libertad Religiosa establece que «las Iglesias, Confesiones y
Comunidades religiosas y sus Federaciones gozarán de personalidad jurí-
dica una vez inscritas en el correspondiente Registro Público, que se crea,
a tal efecto, en el Ministerio de Justicia». En el caso de la Iglesia Católica,
la disposición 1ª el acuerdo de 10 de octubre de 1980 sobre aplicación del
Impuesto sobre Sociedades a las entidades eclesiásticas establece que son
sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades aquellas Entidades ecle-
siásticas que tengan personalidad jurídica civil (BOE n. 111 de 9 mayo
1981). No obstante, el Ministerio de Hacienda, a petición de las Entidades
eclesiásticas afectadas, reconocerá como sujetos pasivos a Entidades con
un ámbito más amplio. Según el referido acuerdo, «atendiendo a razones

40. En este sentido, el Tribunal Supremo ha llegado a justificar la exención del Impuesto
sobre el Incremento del Valor de los Terrenos en el art. IV.1 B) del AAE [STS de 23 enero 1997
(RJ 1997\234)]. Asimismo, la STSJ País Vasco nº 206/1994, de 28 marzo (JT 1994\320). Los
acuerdos de cooperación con las demás confesiones religiosas, por su parte, sólo contem-
plan la exención del Impuesto sobre Sociedades con las exclusiones que establece el art. 5.
Dos y Tres Ley 61/1978, de 27 diciembre, a las que enseguida nos referiremos.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 235

prácticas y de mutua conveniencia para la Iglesia y el Estado, el Ministerio


de Hacienda aconseja como nivel más idóneo para configurar el sujeto pa-
sivo de las Entidades eclesiásticas, el de diócesis o provincia religiosa que
comprenda todas las actividades y rendimientos de las personas morales
inferiores que de ellas dependan» 41. Obviamente, la cuestión es relevante
no sólo a efectos de individualización del sujeto pasivo sino también de
determinación de la base imponible; en este sentido, además, el referi-
do acuerdo establece que «las transferencias y cesiones de bienes que se
produzcan entre las Entidades integradas en un mismo sujeto pasivo no
darán lugar a tributación por ningún impuesto» 42.
Las entidades del art. IV.1 AAE están exentas del IS con excepción de
«los rendimientos derivados del ejercicio de explotaciones económicas,
los rendimientos derivados de su patrimonio cuando su uso se halle ce-
dido, las ganancias de capital, y los rendimientos sometidos a retención
en la fuente por impuestos sobre la renta» 43. Como resulta evidente, estas
exclusiones en buena medida vacían de contenido la exención, sobre todo
si tenemos en cuenta que las limosnas, oblaciones, etc., no están sujetas a
imposición en virtud del art. III AAE. Esta solución no debe sorprender
si tenemos en cuenta que, como señala la comunicación circular de 4 de
octubre de 1985, «uno de los principios básicos en que se fundamenta el
régimen fiscal especial de la Iglesia Católica es el de liberarla de tributa-
ción en cuanto a aquéllos gravámenes que se exijan por la simple posesión
o propiedad de bienes inmuebles y que, en cambio, soporte aquellos tri-
butos que se exijan como consecuencia de la obtención de cualquier clase

41. Según la Res. DGT V0468-09, de 10 marzo 2009, «en este caso, serán estas entida-
des mayores las que integren como sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades a las
entidades menores que dependan de ellas, integrando todas sus rentas en su declaración
del Impuesto sobre Sociedades. Si existe reconocimiento por el Ministerio de Hacienda la
entidad eclesiástica afectada que se integra en la entidad más amplia no presentará de-
claración por el Impuesto sobre Sociedades. Sin embargo, esta forma de tributación no se
corresponde con la de los grupos fiscales del régimen de consolidación fiscal del Impuesto
sobre Sociedades».
42. Una vez ejercida la opción a que se refiere al número anterior, tal decisión deberá
mantenerse inalterada durante un periodo de cinco años.
43. El artículo 5.2 de la Ley 61/1978, de 27 diciembre, establecía la exención de «la Igle-
sia Católica y las asociaciones confesionales no católicas legalmente reconocidas». No obs-
tante, en unos términos muy similares al AAE, la exención no alcanzaba a «los rendimientos
que estas Entidades pudieran obtener por el ejercicio de explotación económica, ni a los
derivados de su patrimonio cuando su uso se halle cedido, ni tampoco a los incrementos
de patrimonio». Asimismo, también quedaban excluidos de la exención los rendimientos
sometidos a retención por este impuesto.
236 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

de rendimientos». En lo que aquí interesa, las referidas exclusiones que


establece el art. IV.1 B) AAE comportan la sujeción al IS de los alquileres,
ganancias patrimoniales derivadas de la transmisión de bienes inmuebles
y las rentas derivadas de cualquier actividad económica, sin perjuicio del
tratamiento que, como veremos, comporta el régimen fiscal de las entida-
des sin fines lucrativos.
Conviene recordar que, a partir de la Ley 29/1987, de 18 de diciembre,
las adquisiciones a título gratuito (herencias, legados y donaciones) que
obtienen las personas jurídicas no se encuentran sujetas al Impuesto sobre
Sucesiones y Donaciones sino al Impuesto sobre Sociedades. A partir de
ese momento hay que entender que la exención que figura en el art. IV.1
C) AAE se proyecta sobre este impuesto, de manera que están exentos del
IS los incrementos de patrimonio a título gratuito, «siempre que los bienes
y derechos adquiridos se destinen al culto, a la sustentación del clero, al
sagrado apostolado o al ejercicio de la caridad» 44.
Por último, cabe señalar que la referencia a la Iglesia que figuraba en
el art. 5.2 de la Ley 61/1978 fue suprimida por la Ley 30/1994, de 24 no-
viembre, de Fundaciones e incentivos fiscales a la participación privada
en actividades de interés general (disposición adicional 9ª). A partir de ese
momento desaparece del IS toda referencia expresa al tratamiento de la
Iglesia y las demás confesiones religiosas, cuyo régimen se asimila al de
las fundaciones y entidades sin fines lucrativos (cfr. disposición adicional
5 Ley 30/1994), dentro de los límites que establecen los acuerdos de coope-
ración. Tendremos ocasión de volver sobre este aspecto con ocasión del
examen de la Ley 49/2002, de 23 diciembre.

3.3.2.2. Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO)


Las entidades del art. IV.1 AAE están exentas del Impuesto sobre Cons-
trucciones, Instalaciones y Obras (ICIO). El ICIO es un impuesto munici-
pal, creado por la Ley 39/1988, de 26 diciembre, de Haciendas Locales, que
grava la realización de obras, construcciones e instalaciones para la cuales
se exige licencia de obras o urbanística, con independencia de que haya
sido o no obtenida y siempre que su expedición corresponda al Ayunta-

44. La negociación de los demás acuerdos de cooperación en un momento posterior a


la modificación de 1987 permitió actualizar la referencia. Con carácter general se establece
la exención de las confesiones a efectos del IS, en los términos previstos en los números 2 y
3 del art. 5 de la Ley 61/1978, de 27 diciembre.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 237

miento de la imposición (art. 100 del RDLeg. 2/2004, de 5 marzo). El sujeto


pasivo a título de contribuyente es el dueño de la construcción, instalación
u obra (esto es, quien soporte los gastos o el coste de su realización), sea o
no propietario del bien inmueble sobre el que se realice aquélla.
A pesar de que el AAE no contiene una referencia expresa al ICIO –no
existía en el momento de la negociación del AAE–, el fundamento de la
exención se encuentra en el artículo IV.1 letra B). Inicialmente la inclusión
del impuesto dentro de dicho apartado suscitó algunas dudas 45, no obs-
tante, la Orden Ministerial de 5 de junio de 2001, dictada «en el marco
de la voluntad concordada de ambas partes, expresada en el seno de la
Comisión Técnica Iglesia Católica-Estado para Asuntos Económicos, y de
acuerdo con el Consejo de Estado» 46, se pronunció en un sentido favora-
ble. Su preámbulo justifica la solución «tomando en consideración que los
impuestos reales son aquéllos cuyo presupuesto de hecho se define sin
vinculación alguna a una persona determinada y el criterio del Tribunal
Supremo (…), así como los principios y espíritu que informan el Acuerdo
sobre Asuntos Económicos entre el Estado español y la Santa Sede» 47.
La Orden de 5 de junio 2001 estableció la exención de todos los bienes
inmuebles de la Iglesia (entidades del art. IV.1 AAE), sin precisión algu-
na respecto a su destino o utilización (exención subjetiva) 48, no obstante

45. No obstante, la jurisprudencia se pronunció mayoritariamente en un sentido favo-


rable a la exención. Así, la STSJ Comunidad Valenciana, nº 423/1996, de 14 mayo 1996 (JT
1996\715) y la STSJ Andalucía, Granada nº 139/2001, de 26 febrero (JT 2001\562) en el caso
de unas obras de construcción de un templo, la STSJ Castilla-La Mancha, nº 1048/1999, de
6 noviembre 1999 (JT 1999\1996), respecto a la construcción de dos viviendas y semisóta-
no destinados a actividades apostólicas y la JCA Madrid, nº 25 sentencia nº 38/2000, de 3
marzo (JUR\2001\89222), respecto a las obras de ampliación de un templo. Igualmente,
la STSJ Comunidad Valenciana nº 99/2001, de 25 enero (JUR 2001\273500), la STSJ Madrid
nº 401/2001, de 30 abril (JT 2001\1400). Con un criterio más discutible, la STSJ Comunidad
Valenciana, nº 574/2000, de 31 marzo 2000 (JT 2000\1483) llegó al extremo de reconocer la
exención del ICIO por la construcción de un templo evangelista, sin fundamento alguno en
el acuerdo de cooperación recogido en la Ley 24/1992, de 10 noviembre.
46. La Orden de 5 de junio de 2001 (RCL 2001\1441) fue dictada al amparo del artículo
VI y del Protocolo Adicional AAE.
47. Previamente, la STS de 19 marzo 2001 (RJ 2002\10288) se había pronunciado en un
sentido favorable a la exención al entender, de una parte, que el ICIO era efectivamente un
impuesto real y, de otra, que si el resultado de la construcción, instalación y obra se hallaba
exento (del IBI) el proceso que desemboca en ese resultado también debería estarlo.
48. Según el artículo 2 de la Orden de 5 de junio 2001, «la Santa Sede, la Conferencia
Episcopal, las Diócesis, las Parroquias y otras circunscripciones territoriales, las Órdenes y
Congregaciones Religiosas y los Institutos de Vida Consagrada y sus provincias y sus casas,
disfrutan de exención total y permanente en el Impuesto sobre Construcciones, Instalacio-
nes y Obras».
238 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

la Orden EHA/2814/2009, de 15 octubre (RCL 2009\1986) posteriormente


excluyó las obras realizadas en aquellos bienes inmuebles que se encuen-
tran afectos a actividades económicas gravadas. De esta manera, el ámbito
objetivo de la exención acordada viene a corresponderse hoy con el de la
exención del IBI que establece la Ley 49/2002, de 23 diciembre, de régimen
fiscal de las entidades sin fines lucrativos 49.
No existe una exención similar en los demás acuerdos de cooperación
del Estado ni en la legislación aplicable a las entidades sin fines lucrati-
vos.

3.3.3.  Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales

El art. IV.1 C) AAE establece la «exención total de los Impuestos sobre


Sucesiones y Transmisiones Patrimoniales siempre que los bienes y dere-
chos adquiridos se destinen al culto, a la sustentación del clero, al sagrado
apostolado y al ejercicio de la caridad». Hoy en día la referencia se proyec-
ta sobre el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados (ITPAJD), además del Impuesto sobre Sociedades, al que
ya hemos tenido ocasión de referirnos 50.
El ITPAJD es un tributo indirecto que grava las transmisiones patri-
moniales onerosas, las operaciones societarias y los actos jurídicos do-
cumentados. La modalidad de transmisiones patrimoniales grava fun-
damentalmente las transmisiones onerosas por actos inter vivos que no
están sujetas al IVA o bien, tratándose de bienes inmuebles, las entregas
sujetas pero exentas del IVA (vid. art. 20. Uno. 20º a 22º Ley 37/1992, de 28
diciembre, del IVA). Por otra parte, un mismo acto en ningún caso puede
ser liquidado por el concepto de transmisiones patrimoniales onerosas y
por el de operaciones societarias, lo que implica que los desplazamientos
patrimoniales sujetos por este último concepto no se gravan como trans-
misiones patrimoniales onerosas.

49. Ya apuntamos esta solución de lege ferenda en nuestro trabajo El sistema tributario y la
financiación de la Iglesia en España, en J. Otaduy y D. Zalbidea (eds.), El sostenimiento económi-
co de la Iglesia católica en España. Nuevo modelo, Colección Canónica, Pamplona 2008, 68 y ss.
50. No obstante, la referencia en ocasiones también se ha usado para fundamentar la
exención del Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana
[véase, por ejemplo, la STSJ Cataluña nº 45/2002, de 22 enero (JUR 2002\134235)]. Por su
parte, los acuerdos de cooperación con las demás confesiones religiosas establecen la exen-
ción del ITPAJD, siempre que los respectivos bienes o derechos adquiridos «se destinen al
culto o al ejercicio de la caridad».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 239

La exención prevista en el art. IV.1 C) AAE se aplica a las transmisiones


patrimoniales onerosas cuando los bienes y derechos adquiridos están
destinados a los fines señalados. Mayores dudas plantea, sin embargo,
la exención de los actos jurídicos documentados (formalización de docu-
mentos notariales, mercantiles y administrativos). En contra de la exen-
ción cabe aducir que el AAE hace referencia a los «bienes y derechos ad-
quiridos» en relación con los «Impuestos sobre Sucesiones y Donaciones
y Transmisiones Patrimoniales», omitiendo toda referencia a los actos ju-
rídicos documentados –téngase en cuenta que dicha modalidad ya existía
en el momento de la negociación del AAE 51. A nuestro juicio, la razón de
la omisión radica en la peculiar forma de ser del ITPAJD y, más concreta-
mente, en la articulación de sus formas de gravamen en el momento de la
negociación del AAE, pero sin que ello implique que no proceda aplicar
la exención en estos casos.
Centrándonos en los documentos notariales, que son los que más in-
teresan desde la perspectiva que nos ocupa, el IAJD grava las escrituras,
actas y testimonios notariales (art. 28 RDLeg. 1/1993, de 24 septiembre)
con una cuota fija correspondiente al papel timbrado en que se extienden
(0,30 € por pliego o 0,15 € por folio). Además, las primeras copias de escri-
turas y actas notariales cuyo contenido es una cantidad o cosa valuable y
consisten en un acto o contrato inscribible en un Registro de la Propiedad,
Mercantil, de la Propiedad Industrial y Bienes Muebles) son objeto de
una cuota gradual 52. No se exige la cuota gradual, sin embargo, cuando
el acto se encuentra sujeto a ITPO, IOS o al Impuesto sobre Sucesiones y
Donaciones. Este criterio de articulación, que hoy aparece recogido en el
art. 31.2 RDLeg. 1/1993, de 24 septiembre, ya figuraba en el art. 100.2 del
Decreto 1018/1967, de 6 abril.
Pues bien, a nuestro juicio, la razón por la que el AAE omite la referen-
cia a la exención de los actos jurídicos documentados obedece a que no
se pretende excluir a la Iglesia del gravamen correspondiente a la forma-
lización documental 53, sin embargo, esto no es incompatible con el hecho

51. Vid. en contra de la exención de IAJD, la STSJ Madrid de 28 octubre 1993 (JT


1993\1220).
52. Dicha cuota variable es el resultado de aplicar el tipo de gravamen fijado por la Co-
munidad Autónoma competente –o, en su defecto, el 0,5%– sobre el valor declarado.
53. Tradicionalmente, la Iglesia no ha estado exenta del Impuesto sobre el Timbre,
como señala J. Mª Martí, Las confesiones religiosas ante el impuesto sobre Transmisiones Patri-
moniales y Actos Jurídicos Documentados y tributos aduaneros, en J. Mª González del Valle y I.
240 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

de que la cuota gradual tradicionalmente no le ha resultado exigible en


virtud de las referidas normas de articulación con ITPO e ISD. El proble-
ma radica en que los sucesivos textos refundidos dictados en materia de
ITPAJD (RD3050/1980, de 6 abril y el vigente RDLeg. 1/1993, de 24 sep-
tiembre) han mantenido inalterada la redacción de la regla procedente
del Decreto 1018/1967 cuando sin embargo, como sabemos, a partir de la
Ley 29/1987, de 18 diciembre, las adquisiciones gratuitas realizadas por
las personas jurídicas salieron de la órbita del ISD para entrar en el ámbi-
to del Impuesto sobre Sociedades –impuesto que, recordemos, no existía
cuando se redactó la norma original de ITPAJD 54.
A nuestro juicio, la exención del art. IV.1 C) AAE se proyecta sobre la
cuota gradual de AJD en el caso de las adquisiciones realizadas –a título
oneroso y a título gratuito– por las entidades del art. IV.1, siempre que
los bienes y derechos adquiridos se encuentren destinados a los fines que
legitiman la exención 55. Esta solución es la única admisible a efectos de
mantener el statu quo en el momento de la negociación del AAE, de mane-
ra similar a lo que ocurre en relación con el IS. A este respecto, en línea con
la doctrina mayoritaria, consideramos que el AAE establece la «exención
total» de los impuestos correspondientes a los bienes y derechos adquiri-
dos, entre los figura el IAJD, sobre todo si tenemos en cuenta que el sujeto
pasivo en el caso de documentos notariales es precisamente «el adquiren-
te del bien o derecho» (cfr. art. 29 del RDLeg. 1/1993). En último término,
no pasa desapercibido que los acuerdos de cooperación con las demás
confesiones religiosas cuando regulan este aspecto se refieren a la exen-
ción del «Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados, siempre que los respectivos bienes o derechos adquiridos
se destinen al culto o al ejercicio de la caridad». A nuestro entender, no

C. Ibán (coords.), Fiscalidad de las confesiones religiosas en España, Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, Madrid 2002, 220, nota 510.
54. De ahí la duda relativa a la sujeción a cuota gradual de las escrituras correspon-
dientes a adquisiciones gratuitas a favor de las entidades jurídicas (A. Martínez Lafuente,
Manual del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, Marcial
Pons, Madrid 1996, 487).
55. En este sentido, la STSJ Galicia nº 793\2002, de 28 junio (JT 2003\583) denegó la
exención a una Congregación religiosa en el entendimiento de que «no a toda operación
económica o jurídica sujeta al Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados en sus distintas modalidades se le reconoce la referida exención como sin
duda aquí sucede con la concertación de un préstamo hipotecario, pues no supone adqui-
sición de un bien o derecho que se adscriba a dichos fines». En la misma línea, la referida
STSJ Madrid de 28 octubre 1993 (JT 1993\1220).
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 241

existe en este punto una verdadera diferencia de tratamiento sino sólo


una diferente redacción del mismo beneficio, fruto del momento en que
se redactaron los respectivos acuerdos de cooperación.
En aquellos casos en los que no entran en juego las reglas de incompati-
bilidad anteriormente referidas (por ejemplo, escrituras de otorgamiento
y cancelación de hipoteca, o de división de propiedad horizontal), enten-
demos que –según el AAE– la escritura notarial está sujeta a la cuota gra-
dual de AJD 56. En cualquier caso, es preciso tener en cuenta, sin embargo,
que la Orden de 23 de julio de 1983 estableció la exención «del concepto
de Actos Jurídicos Documentados del Impuesto sobre Transmisiones Pa-
trimoniales de las escrituras de declaración de obra nueva de inmuebles
destinados al culto, a la sustentación del clero, al sagrado apostolado o
al ejercicio de la caridad, cuando el sujeto pasivo obligado al pago del
mismo sea cualquiera de las entidades a que se refiere el artículo IV del
Acuerdo».
Al margen de las referencias anteriores, enmarcadas dentro de la exen-
ción mixta que establece el AAE, el régimen que hoy en día se aplica a la
Iglesia Católica y a las demás confesiones religiosas resulta más favorable,
en virtud de la modificación que la Ley 49/2002, de 23 diciembre, ha ope-
rado en el art. 45.I del RDLeg. 1/1993, de 24 septiembre. Volveremos sobre
este aspecto al final del trabajo.

3.3.4.  Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos

El art. IV.1 D) AAE establece la exención de las entidades del artícu-


lo IV de la tasa de equivalencia, una modalidad decenal del Impuesto
sobre el Incremento del Valor de los Terrenos (IIVT) que en el momento
de la negociación del AAE se exigía a las personas jurídicas, «en tanto
recaigan estos tributos sobre los bienes enumerados en la letra A) de este
artículo» 57. La Ley 39/1988, de 28 diciembre, reguladora de las Haciendas
Locales, sustituyó el IVT por el Impuesto sobre el Incremento del Valor de

56. Probablemente la exención resulta descartable en estos casos en la medida en que la


escritura no comporta la adquisición de un bien o derecho destinado al culto, a la sustenta-
ción del clero, al sagrado apostolado y al ejercicio de la caridad, como ocurre en la referida
STSJ Galicia nº 793\2002, de 28 junio (JT 2003\583).
57. Por el contrario, según se desprende del AAE, a las entidades del art. IV.1 en princi-
pio resultaba exigible la modalidad instantánea que se devengaba con ocasión de la trans-
misión de los bienes inmuebles [STS de 5 febrero 2001 (RJ 2001\1518)]. Véase en el mismo
242 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

los Terrenos de Naturaleza Urbana (IIVTNU), de cuyo régimen desapa-


reció la tasa decenal. A partir de ese momento hay que entender vacía de
contenido la referencia que figura en el art. IV.1 D) AAE 58.
Por otra parte, en el momento de la firma del AAE el artículo 90 del
RD 3250/1976, de 30 diciembre (BOE de 31 de enero 1977), de desarrollo
de la Ley 41/1975 (RCL 1975\2334), establecía la exención de las entidades
benéficas del IIVT lo que suponía que, en virtud del art. V AAE, las asocia-
ciones y entidades religiosas dedicadas a actividades religiosas, benéfico-
docentes, médicas u hospitalarias, o de asistencia social estaban exentas de
la modalidad instantánea. La Orden de 29 de julio 1983 extendió este trata-
miento a las entidades del art. IV.1 AAE, las cuales a partir de ese instante
pasaron a estar exentas también de la modalidad instantánea de IIVT, no
en virtud del régimen de exenciones propias del AAE sino por asimilación
a las entidades benéficas y sin ánimo de lucro 59. Esta situación se mantiene
hoy en día en relación con el IIVTNU, como veremos más adelante.

3.3.5.  Contribuciones especiales

El art. IV.1 D) AAE establece la exención de las contribuciones especia-


les, «en tanto recaigan estos tributos sobre los bienes enumerados en la
letra A) de este artículo» 60. No existe una exención similar en el régimen

sentido la comunicación circular de 4 octubre 1985 del secretario de Estado de Hacienda,


recogida en Conferencia Episcopal, El régimen tributario de la Iglesia…, cit., 97.
58. No sorprende, en este sentido, que los acuerdos de cooperación con las demás con-
fesiones religiosas omitan toda referencia a esta exención.
59. En definitiva, como señala la STS de 26 noviembre 1991 (RJ 1991\8772), «si bien es
cierto que la exención establecida en el art. 353.2,c) LRL, se refiere sólo a la modalidad dece-
nal o tasa de equivalencia del art. 350.1,b) de la misma, sin embargo la exención pretendida
en el caso –del Impuesto municipal sobre el incremento de valor de los terrenos–, surge de
la aplicación conjunta, por doble remisión, de los artículos IV y V Acuerdo entre España y
la Santa Sede 3 de enero de 1979 (asuntos económicos), y 353.1, d) y f) LRL, pues a tenor
del artículo 1.º de la OM de Economía y Hacienda de 29 de julio de 1983, las asociaciones o
Entidades del artículo IV tendrán derecho a disfrutar los beneficios tributarios que el orde-
namiento tributario español prevea en cada momento para las entidades sin fin de lucro y,
en todo caso, los que se concedan a las entidades benéficas privadas, razones que llevan a
considerar aplicable al caso el supuesto previsto en el artículo 353.1, d) LRL». La sentencia
reconoce la exención a un obispado porque la vinculación de la donación a las actividades
religiosas exentas (sustentación del Clero, Sagrado Apostolado y ejercicio de la caridad, de
conformidad con el art. IV.1 C) del Acuerdo) estaba expresamente establecida en la propia
escritura notarial. Asimismo, véase la STS 9 abril 1992 (RJ 1992\3288).
60. En relación con esta exención la STSJ Madrid nº 460/1996, de 6 junio 1996 (JT
1996\686) ha tenido ocasión de pronunciarse en relación con el sentido de los términos
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 243

fiscal de las entidades sin fines lucrativos, por lo que sólo las entidades
que integran la estructura de la Iglesia –y demás confesiones acordadas–
pueden acogerse a este beneficio fiscal en los términos referidos.
Las contribuciones especiales son tributos cuyo hecho imponible está
constituido por la obtención por el sujeto pasivo de un beneficio o de un
aumento de valor de sus bienes como consecuencia de la realización de
obras públicas o del establecimiento o ampliación de servicios públicos
(por ejemplo, obras de infraestructura y pavimentación de una calle, ilu-
minación, etc.). A pesar de que este tributo puede encontrarse en cual-
quier nivel de Administración (estatal, autonómica y local), es un recurso
típico de la Hacienda municipal (vid. arts. 28 a 33 del RDLeg. 2/2004, de
5 marzo). El sujeto pasivo es la persona física o la entidad especialmente
beneficiada por la realización de las obras o el establecimiento o amplia-
ción de los servicios públicos. La base imponible está constituida, como
máximo, por el 90 por ciento del coste real de la obra, establecimiento o
ampliación del servicio público, cuyo importe se reparte entre los sujetos
especialmente beneficiados en función de una serie de módulos (metros
lineales de fachada de los bienes inmuebles, superficie, volumen edifica-
ble y valor catastral a efectos del IBI).
Los bienes inmuebles exentos de las contribuciones especiales son
aquellos que, según el AAE, están exentos del IBI (vid. art. IV.1 A) AAE).
Cualquier otro inmueble está excluido de la exención, aunque se encuen-
tre afecto a fines asistenciales, benéficos, educativos, sanitarios, etc. (in-
sistimos en que el régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos no
contempla esta exención). En este sentido, como señala la STSJ Castilla y
León, nº 682/1996, de 17 mayo 1996 (JT 1996\771), «ninguna duda, pues,
ofrece la exención de las contribuciones que correspondan al edificio ‒o
parte de éste‒ destinado a casa o convento de la Congregación Religiosa
demandante; mas, según ella misma reconoce, hay otra parte del edificio
dedicada a asilo de ancianos y guardería infantil; actividades ambas que,
aunque tengan el carácter de benéficas, no determinan por sí mismas la
exención en esta clase de tributos. Y no sirve para mantener la tesis contra-
ria el artículo V del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede ‒que
la actora invoca‒, en primer lugar, porque dicho artículo sólo es aplicable

“anejo” y “actividad pastoral” recogidos en el art. IV.1 A) AAE. La exención resulta aplica-
ble, en unos términos similares, a las Entidades Religiosas Evangélicas, a las Comunidades
Israelitas de España y a la Comisión Islámica.
244 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

a las Entidades Religiosas no comprendidas en el anterior ‒y la deman-


dante sí lo está‒, y, en segundo, porque en él se contiene una remisión a la
legislación ordinaria y en ésta no se reconoce la exención pretendida».
Obviamente, la exención debe reconocerse en su integridad cuando los
bienes se destinan exclusiva o primordialmente a los fines exentos, sin que
la realización ocasional de otras actividades desvirtúe esta solución. Las
dudas surgen cuando el inmueble se utiliza habitualmente tanto para las
funciones que legitiman la exención como para otras actividades. La STSJ
Asturias de 12 junio 1997 (JT 1997\911) resuelve el caso de un Seminario
Metropolitano cuyas edificaciones venían siendo utilizadas para la for-
mación del clero y para otras actividades (una Escuela de Formación de
Profesorado de EGB, un colegio privado y una emisora de radio) negando
la procedencia de la exención –ni siquiera parcial– de la contribución es-
pecial. A nuestro juicio, en la medida en que las actividades señaladas te-
nían lugar en el Seminario, un lugar destinado por su propia naturaleza a
la formación del clero en el que, de hecho, se continuaba ejerciendo dicha
función, hubiera debido acreditarse qué partes de las edificaciones esta-
ban destinadas a las actividades no exentas y aplicar la exención sobre el
resto del inmueble. Alternativamente, el Tribunal podía haber reconocido
la exención parcial de la contribución en la parte proporcional de superfi-
cie destinada a la función exenta, incluidos los espacios comunes 61. Desde
esta perspectiva nos parece más acertada la posición de la STSJ Castilla
y León, nº 682/1996, de 17 mayo 1996 (JT 1996\771), que consideró que
«como no se ha practicado en este proceso prueba alguna encaminada
a demostrar si se trata de edificios independientes o la proporción del
edificio único dedicado a uno u otro destino, sólo es posible reconocer el
derecho a la exención en la parte proporcional correspondiente del edifi-
cio destinada a casa o convento de la Congregación y a la capilla destinada
al culto». Lo que no resulta admisible es negar totalmente la exención,
cuando resulta acreditado que en las referidas edificaciones se realiza de
manera efectiva la actividad que legitima el beneficio fiscal.

61. Téngase en cuenta que la mayor parte de la superficie del seminario estaba consti-
tuida por huertos, jardines y superficie destinada a instalaciones deportivas. Recordamos,
en este sentido, que la Orden de 24 de septiembre de 1985, por la que se aclara el alcance de
la exención por Contribución Territorial Urbana, incluyó dentro de la exención los huertos,
jardines y dependencias de los inmuebles enumerados en el art. IV.1 A) del AAE, precisa-
mente a efectos de aclarar su exención de las contribuciones especiales.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 245

3.3.6.  Tasas

En línea de principio, la Iglesia Católica y las demás confesiones reli-


giosas están sujetas al pago de las tasas 62. Ni el AAE ni los demás acuerdos
de cooperación contienen referencia alguna que permita entender que es-
tas entidades se encuentran exentas.
El problema se plantea fundamentalmente porque hay ciertas tasas lo-
cales cuyo importe se determina tomando como referencia el valor catas-
tral de los bienes inmuebles (por ejemplo, tasas por recogida de basuras,
alcantarillado y saneamiento de aguas residuales) y, sin embargo, como
ya hemos referido, uno de los principios básicos del régimen fiscal de la
Iglesia consiste en la dispensa del pago correspondiente a los gravámenes
sobre los bienes inmuebles afectos a la actividad religiosa. La cuestión
en cualquier caso no es nueva ni específica del régimen fiscal de la Igle-
sia. Tradicionalmente ha existido una cierta tendencia en el ámbito local a
desnaturalizar las tasas, de manera que bajo la apariencia formal de este
tributo –sobre todo, detrás de un hecho imponible que muestra la realiza-
ción de una actividad administrativa– se encuentra un gravamen que se
cuantifica como un verdadero impuesto, no en función del coste provoca-
do sino de la capacidad económica del sujeto pasivo 63.
La Comisión Mixta Iglesia-Estado para el desarrollo de los Acuerdos
con la Santa Sede tuvo ocasión de abordar la cuestión, como se refleja en
la comunicación circular de 4 de octubre de 1985 de la Secretaría de Estado
de Hacienda. En este documento se deja constancia de la preocupación de
la Comisión por el hecho de que la exención de los impuestos de carácter
real [art. IV.1 B) AAE] «vea erosionado su contenido como consecuencia
de la exigencia de tasas que, por la forma de su configuración, pueden su-
poner de hecho un gravamen sobre el valor de los inmuebles». Desde esta
perspectiva, considera «necesario que los Municipios encuentren una so-
lución a este problema, en el sentido de que los Ayuntamientos procedan

62. Según el art. 2 de la Ley 58/2003, de 17 diciembre, General Tributaria, «tasas son los
tributos cuyo hecho imponible consiste en la utilización privativa o el aprovechamiento es-
pecial del dominio público, la prestación de servicios o la realización de actividades en régi-
men de derecho público que se refieran, afecten o beneficien de modo particular al obligado
tributario, cuando los servicios o actividades no sean de solicitud o recepción voluntaria
para los obligados tributarios o no se presten o realicen por el sector privado».
63. Véase el caso paradigmático de la tasa por licencia de obras anterior al ICIO (E.
Simón Acosta y A. Vázquez del Rey Villanueva, Curso de Hacienda Local, Aranzadi, Cizur
Menor 22011, 63).
246 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

a la exacción de las tasas en relación con el efectivo aprovechamiento del


servicio, dada la naturaleza y las especiales características de ocupación y
destino de dichos inmuebles».
La jurisprudencia se ha hecho eco de estas consideraciones en la STSJ
Navarra, nº 923/1994, de 1 septiembre 1994 (JT 1994\1127). Según el tribu-
nal, es legítimo exigir la tasa de alcantarillado a un inmueble ocupado en
su parte inferior por una parroquia y en su parte superior por la residencia
de la Congregación religiosa que regenta la parroquia. No obstante, pro-
cede a anular la liquidación practicada en la medida en que «el procedi-
miento para la fijación de las cuotas en función de la renta catastral puede
sin embargo producir particulares desajustes entre la contribución al coste
del servicio y el efectivo valor del aprovechamiento o beneficio obtenido,
desajustes que resultan especialmente graves y precisados de rectificación
ante inmuebles en los que, por su naturaleza y destino, el valor y la renta
catastral no se corresponden con la utilización del servicio de alcantarilla-
do atribuible a otros inmuebles de similares valores ni con las utilidades
que con la consiguiente rentabilidad están unos y otros en condiciones de
proporcionar» 64.
Una desviación grosera del principio informador de las tasas –el clá-
sico principio del beneficio que la doctrina tributarista más reciente ha
reformulado como principio de provocación de costes– en el momento de
la determinación de la cuantía coloca estas realidades fiscales en los lindes
de los impuestos a los que genéricamente se refiere la exención del art.
IV.1 B) AAE, sobre todo cuando la magnitud de la que se sirven está direc-
tamente relacionada con los bienes inmuebles destinados o relacionados
con la actividad religiosa. Fuera de este contexto, sin embargo, considera-
mos legítima la exigencia de cualquier tasa a la Iglesia, tal y como recono-
ce la Comisión Mixta en la referida circular de 4 de octubre de 1985 65.

64. En la misma línea, STSJ País Vasco, nº 151/1996, de 27 febrero 1996 (JT 1996\344).
65. Desde esta perspectiva, no compartimos la opinión de J. Tussell, La tributación de las
confesiones religiosas en el ámbito autonómico y local, en J. Mª González del Valle e I. C. Ibán,
Fiscalidad de las confesiones religiosas…, cit., 278, respecto a la licencia de apertura de locales
de culto. Dicha tasa no pretende gravar los bienes inmuebles sino el coste provocado por
la tramitación del correspondiente expediente administrativo. Como ya hemos señalado,
dentro del marco del principio de cooperación del Estado que establece el art. 16.3 CE, el
AAE no contempla la exención de las tasas, como tampoco lo hacen la Ley 49/2002, de 23
diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos ni el Texto Refundido en
materia de Haciendas Locales. Además, esta última norma prohíbe la posibilidad de «reco-
nocer otros beneficios fiscales en los tributos locales que los expresamente previstos en las
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 247

3.4.  Beneficios fiscales de las entidades sin fin de lucro


3.4.1. Introducción

El régimen fiscal del AAE se cierra con la concesión a la Iglesia de los


«beneficios fiscales que el ordenamiento jurídico-tributario del Estado es-
pañol prevé para las entidades sin fin de lucro y, en todo caso, los que se
conceden a las entidades benéficas privadas» (art. V AAE) 66. La referencia
no tiene un contenido material específico, como ocurre en el caso de las
exenciones, sino que depende del régimen aplicable en cada momento a
dichas entidades. En otras palabras, como ha señalado Martín Degano,
«el contenido y la extensión de estos beneficios serán los que determine de
forma unilateral la legislación tributaria en cada momento» 67.
En la actualidad los beneficios fiscales a los que se refiere el AAE apa-
recen recogidos en la Ley 49/2002, de 23 diciembre, de régimen fiscal de
las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo.
Dicha disposición mejora considerablemente las exenciones que figuran
en los acuerdos de cooperación (excepto en materia de contribuciones es-

normas con rango de ley o los derivados de la aplicación de los tratados internacionales»
(art. 9 del RDLeg. 2/2004, de 5 marzo).
66. El artículo V AAE prevé la aplicación de este régimen a «las entidades y asociacio-
nes religiosas no comprendidas entre las enumeradas en el artículo IV de este Acuerdo y
que se dediquen a actividades religiosas, benéfico-docentes, médicas u hospitalarias, o de
asistencia social (…)», no obstante, la Orden del Ministerio de Hacienda de 29 de julio de
1983, estableció que «las Asociaciones y entidades religiosas comprendidas en el artículo IV
del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede, de 3 de enero de 1979, disfrutarán, en
todo caso, de los mismos beneficios fiscales que las entidades a que se refiere el artículo V
del Acuerdo». Como ha señalado la STS de 9 abril 1992, «no es lógico, en el marco de una
interpretación separada y excesivamente literalista de los arts. IV y V de dicho Acuerdo -an-
tes citado-, que las entidades incluidas en el último tengan, por remisión, un régimen fiscal
más favorable que las reseñadas en el primero (constitutivas del núcleo esencial de la Iglesia
Católica)» por lo que «la Orden de 29 julio 1983 ha armonizado la interpretación sistemática
de los mismos, cerrando el círculo hermenéutico y evitando resultados contrarios a los fines
perseguidos por el propio Acuerdo». Por su parte, el artículo 7.2 de la Ley Orgánica 7/1980,
de 5 julio, de Libertad Religiosa (RCL 1980\1680) establece que «en los acuerdos o conve-
nios, y respetando siempre el principio de igualdad, se podrá extender a dichas Iglesias,
Confesiones y Comunidades los beneficios fiscales previstos en el ordenamiento jurídico
general para las Entidades sin ánimo de lucro y demás de carácter benéfico».
67. I. Martín Degano, El régimen tributario de las confesiones religiosas…, cit., 72. Por su
parte, la STS 26 noviembre 1991 señala que se trata de «exenciones que, frente a las del
art. IV (en las que el Estado no tiene poder unilateral de decisión, al estar definidas en un
acuerdo o tratado internacional vinculante para ambas partes), dependen, en definitiva, de
la voluntad del Estado Español, ya que se mueven en un marco jurídico, el de las entidades
benéficas o sin fin de lucro, que aquél puede modificar libremente; marco o régimen que,
una vez definido no puede dejar de ser aplicado».
248 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

peciales y de ICIO en el caso de la Iglesia Católica), así como el régimen


fiscal de su antecesora, la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de Fundaciones
e Incentivos Fiscales a la Participación Privada en Actividades de Interés
General. A los efectos que aquí interesan, la Ley 49/2002 amplía la exención
del IS, convierte la exención del IBI en una exención de carácter subjetivo
(con exclusiones) e incorpora formalmente a su régimen la exención del
IIVTNU –hasta entonces sólo existía en la legislación local–, a la que tam-
bién dota de carácter subjetivo. Además, su disposición adicional tercera
modifica el art. 45 del RDLeg. 1/1993, de 24 septiembre, por el que se re-
gula el Texto Refundido del ITPAJD, para introducir una nueva exención
subjetiva que se proyecta sobre las tres modalidades de gravamen 68. Como
es obvio, el giro hacia la exención subjetiva amplía el ámbito de los bene-
ficios fiscales al tiempo que facilita su aplicación y reduce la litigiosidad 69.

3.4.2.  Aspecto subjetivo

El régimen de la Ley 49/2002 se aplica tanto a las entidades que inte-


gran la Iglesia en sentido estricto (art. IV), como a las demás entidades y
asociaciones religiosas que se dedican a actividades religiosas, benéfico-
docente, médicas u hospitalarias o de asistencia social contempladas en
el art. V del AAE. No obstante, existe una diferencia importante entre
ambas situaciones: mientras las entidades del art. IV se benefician directa

68. Hasta ese momento el RDLeg. 1/1993 se limitaba a remitir a los acuerdos de coope-
ración que, como ya sabemos, establecen una exención mixta. La norma omitía una referen-
cia expresa al Acuerdo de 3 de enero de 1979 –suplida por la mención genérica a los tratados
internacionales–, mientras que sí se aludía las Leyes 24/1992, 25/1992 y 26/1992, de 10 de
noviembre, así como a la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa.
69. Como ya hemos referido, los acuerdos de cooperación –y también la Ley 30/1994–,
regulan las exenciones atendiendo tanto del sujeto como el objeto. En relación con este
último, el destino de los bienes acota el ámbito del beneficio, excluyendo cualquier otro
bien que no sirva a los fines que legitiman la exención, con la consiguiente necesidad de
que el sujeto acredite este aspecto. De hecho, la STS de 16 de junio 2000, dictada en re-
curso de casación en interés de ley, estableció la siguiente doctrinal legal: «el disfrute de
los beneficios fiscales prevenidos en la Ley 30/1994, de Fundaciones, aplicables a la Iglesia
Católica e Instituciones de ella dependientes según lo en la misma establecido, se encuentra
condicionado a que la entidad que los solicite acredite, en la forma legal, que el bien sobre
el que pudiera recaer la exención se halle afecto a la persecución y cumplimiento de fines
de asistencia social, cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, de co-
operación para el desarrollo, de defensa del medio ambiente, de fomento de la economía
social o de la investigación, de promoción del voluntariado social, o cualesquiera otros fines
de interés general, como los de culto, sustentación del Clero, sagrado apostolado y ejercicio
de la caridad».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 249

y automáticamente de los beneficios fiscales, las entidades y asociaciones


del art. V han de cumplir los requisitos que la ley establece para cualquier
entidad sin fines lucrativos.
Con carácter general, la Ley 49/2002 establece una serie de requisitos
a efectos de delimitar la realidad a la que resulta aplicable. La entidad,
además de revestir alguna de las formas jurídicas establecidas (funda-
mentalmente, ha de tratarse de una fundación o una asociación declarada
de utilidad pública), es preciso que persiga fines de interés general 70, que
destine las rentas e ingresos obtenidos a la realización de dichos fines 71,
que la actividad realizada no consista en el desarrollo de explotaciones
económicas ajenas a su objeto o finalidad estatutaria 72, que los destina-
tarios principales de las actividades no sean los fundadores, asociados,
miembros de los órganos de gobierno, etc. ni sus cónyuges ni parientes,
que los cargos directivos y de representación sean gratuitos, que en caso
de disolución el patrimonio se destine a entidades beneficiarias del me-
cenazgo, que la entidad esté inscrita en el registro correspondiente, que
cumpla las obligaciones contables previstas en la normativa por la que se
rige, que cumpla las obligaciones de rendición de cuentas que establezca
su legislación específica y, por último, que elabore una memoria económi-
ca anual en la que se especifiquen los ingresos y gastos del ejercicio 73.
Las asociaciones y entidades religiosas dedicadas a actividades reli-
giosas, benéfico-docentes, médicas u hospitalarias o de asistencia social

70. Bajo la Ley 30/1994, la STS de 16 junio 2000 (RJ 2000\6842) señaló que dentro de
los fines de interés general deben entenderse comprendidos «los referidos en el artículo
IV.C del Acuerdo (sobre Asuntos Económicos), esto es, los de culto, sustentación del Clero,
Sagrado apostolado y ejercicio de la caridad».
71. La entidad ha de destinar el 70 por 100 de los ingresos obtenidos en el ejercicio a
la realización de los fines de interés general, mientras que el resto de las rentas e ingresos
han de estar destinados a incrementar la dotación patrimonial o las reservas. El plazo para
cumplir esta exigencia se extiende desde el inicio del ejercicio en que se hayan obtenido las
respectivas rentas e ingresos y los cuatro años siguientes al cierre del mismo.
72. Se considera cumplido este requisito si el importe neto de la cifra de negocios del
ejercicio correspondiente al conjunto de explotaciones económicas no exentas ajenas a su
objeto o finalidad estatutaria no excede del 40 por 100 de los ingresos totales de la entidad,
siempre que el desarrollo de estas explotaciones económicas no exentas no vulnere las nor-
mas reguladoras de la competencia en relación con las empresas que realicen la misma
actividad.
73. Para un mayor detalle de estos requisitos, véase el art. 3 Ley 49/2002, de 23 diciem-
bre. En la doctrina, J. Pedreira Menéndez, Régimen fiscal del sector no lucrativo. Comentarios
a la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de Régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los
incentivos fiscales al mecenazgo, Civitas, Madrid 2003, 84 y ss.
250 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

que reúnen los requisitos anteriores pueden acogerse al régimen fiscal


especial que establece la Ley 49/2002, tal y como expresamente señalan el
art. V del AAE y el apartado 2 de la disposición adicional novena de la Ley
49/2002 74. Dicho régimen resulta igualmente aplicable a las Fundaciones
religiosas (disposición adicional octava de la Ley 49/2002) y, cabe añadir, a
las confesiones religiosas sin acuerdo de cooperación con el Estado.
Los requisitos de la Ley 49/2002 no resultan exigibles, sin embargo, a
las entidades que forman parte del núcleo básico de la Iglesia Católica.
En estos casos el régimen fiscal especial resulta directamente aplicable
por asimilación legal, al amparo de la Orden del Ministerio de Hacienda
de 29 de julio de 1983 y del apartado 1 de la disposición adicional 9ª de la
Ley 49/2002 75.
El hecho de que la Iglesia Católica no esté sometida al cumplimiento de
los referidos requisitos en ocasiones ha sido objeto de crítica 76. Es preciso
señalar, en cualquier caso, que la dispensa no sólo favorece a la Iglesia,

74. Según el apartado 2 de la disposición adicional 9º de la Ley 49/2002 «el régimen


previsto en esta Ley será también de aplicación a las asociaciones y entidades religiosas
comprendidas en el artículo V del Acuerdo sobre Asuntos Económicas suscritos entre el
Estado español y la Santa Sede, así como a las entidades contempladas en el apartado 5 del
artículo 11 de la Ley 24/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Co-
operación del Estado con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas, en el apartado
5 del artículo 11 de la Ley 25/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo
de Cooperación del Estado con la Federación de Comunidades Israelitas de España, y en
el apartado 4 del artículo 11 de la Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba
el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España, “siempre que
estas entidades cumplan los requisitos exigidos por esta Ley a las entidades sin fines lucra-
tivos para la aplicación de dicho régimen”» (el entrecomillado final es nuestro).
75. Vid. Res. DGT V0021-11, de 12 enero 2011. Según el apartado 1 de la Orden de
29 julio 1983, «las Asociaciones y entidades religiosas comprendidas en el artículo IV del
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede, de 3 enero 1979 disfrutarán, en todo caso,
de los mismos beneficios fiscales que las entidades a que se refiere el artículo V del Acuerdo.
Los beneficios se aplicarán directamente por el sujeto pasivo al presentar sus declaraciones
o autoliquidaciones o por la Administración en los demás casos». En cambio, en el caso de
las asociaciones y entidades del art. V, la orden establece que «el disfrute por las entidades
a que se refiere el apartado anterior de los beneficios fiscales citados requerirá su previo
reconocimiento por el Centro Directivo competente del Ministerio de Economía y Hacienda
a instancia del sujeto pasivo obligado al pago del Impuesto correspondiente». Un contraste
similar resulta de la lectura de la DA 9ª de la Ley 49/2002, de 23 diciembre.
76. De hecho, bajo la Ley 30/1994, la STS 16 de junio 2000 trató de extender los requi-
sitos a las entidades del art. IV AAE: «…y fue, precisamente para que estas entidades no
tuvieran un régimen de exenciones más limitado que el reconocido a las asociaciones y
entidades religiosas no integrantes de ese núcleo –las del art. V–, para lo que la Orden Mi-
nisterial de 29 de julio de 1983 extendió a las primeras el régimen de exención por remisión
básico reconocido para estas últimas, “pero entonces, lógicamente, en los mismos términos
y con las mismas condiciones a éstas aplicables”» (el entrecomillado final es nuestro).
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 251

sino también a las entidades equivalentes de las demás confesiones reli-


giosas con acuerdo, así como a una serie de instituciones laicas (la Cruz
Roja y la ONCE, el Instituto de España y las Reales Academias integradas
en el mismo, las instituciones autonómicas con fines análogos a los de
la Real Academia Española) 77. A nuestro entender, la solución se justifi-
ca porque se trata de entidades cuyo carácter no lucrativo, benéfico y de
servicio al interés general está suficientemente contrastado y arraigado
en la sociedad española, las cuales cuentan con una estructura orgánica
y un régimen jurídico que garantiza el cumplimiento de sus fines 78. Por
lo demás, el hecho de que la crítica se dirija sólo contra la Iglesia Católi-
ca, obviando las demás situaciones, basta por sí solo para descalificar el
planteamiento.
A efectos de su aplicación, es preciso que las entidades sin fines lucra-
tivos ejerzan la opción por el régimen fiscal especial a través de la corres-
pondiente declaración censal y que comuniquen el ejercicio de la misma
al Ayuntamiento competente a efectos de las exenciones aplicables en los
impuestos municipales (IBI, IAE e IIVTNU). Por el contrario, las entidades
que forman parte de la organización de la Iglesia que decidan aplicar el
régimen fiscal especial –artículos 5 a 15 de la Ley 49/2002– no tienen que
comunicar su opción a la Administración Tributaria ni comunicársela al
Ayuntamiento a efectos de los tributos locales. Los beneficios fiscales se
aplican directamente por la entidad cuando se trate de tributos objeto de
declaración o autoliquidación, y por la Administración en los demás casos
(disposición adicional única del RD 1270/2003, de 10 octubre) 79.

77. En el caso de la Cruz Roja y la Once, sólo es preciso que se acredite la gratuidad de
los administradores que representen a estas entidades en las sociedades mercantiles en las
que participen, salvo que las retribuciones percibidas por la condición de administrador se
reintegren a la entidad que representen (art. 3.5º último párrafo de la Ley 49/2002).
78. El art. 6.1 de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 julio, de libertad religiosa, establece en
este sentido que «las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas tendrán ple-
na autonomía y podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno y
régimen de su personal. (…)».
79. En definitiva, como señala la Res. DGT V2685-09, de 4 diciembre 2009 en relación
con el IBI, a las entidades del art. IV AAE «…resulta de aplicación la exención en el Impues-
to sobre Bienes Inmuebles prevista en el apartado 1 del artículo 15 de la Ley 49/2002. Esta
exención debe ser directamente aplicada por la Administración Tributaria, no siendo nece-
sario el ejercicio de la opción por el régimen fiscal especial ni la comunicación al respectivo
Ayuntamiento, en aplicación de lo dispuesto en el apartado 1 de la disposición adicional
única del Reglamento aprobado por el Real Decreto 1270/2003».
252 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

3.4.3.  Contenido
3.4.3.1. Impuesto sobre Sociedades
La pieza central del régimen fiscal especial que establece la Ley 49/2002
es la exención del Impuesto sobre Sociedades, no sólo por la importancia
intrínseca que tiene el impuesto sobre la renta en la actividad de cualquier
entidad jurídica –desde nuestra perspectiva, particularmente a efectos del
tratamiento de alquileres, ganancias patrimoniales de los bienes inmue-
bles y explotaciones económicas relacionadas–, sino también porque su
regulación encierra la clave de las exenciones del IBI y el IIVTNU 80.
La Ley 49/2002 amplía el ámbito de la exención que establece el AAE,
dando cobijo a los rendimientos de ciertas explotaciones económicas, a las
rentas derivadas del patrimonio mobiliario e inmobiliario y a las ganan-
cias patrimoniales, con independencia de que se pongan de manifiesto a
través de operaciones a título oneroso o gratuito 81.
Según el art. 6 de la Ley 49/2002 están exentas del IS:

1º. Las derivadas de los siguientes ingresos:


Los donativos y donaciones recibidos para colaborar con los fines de la
entidad, incluidas las aportaciones o donaciones en concepto de dotación pa-
trimonial, en el momento de su constitución o en un momento posterior, y
las ayudas económicas recibidas en virtud de los convenios de colaboración
empresarial regulados en el artículo 25 de esta Ley y en virtud de los contratos
de patrocinio publicitario a que se refiere la Ley 34/1998, de 11 de noviembre,
General de Publicidad.
Las cuotas satisfechas por los asociados, colaboradores o benefactores,
siempre que no se correspondan con el derecho a percibir una prestación de-
rivada de una explotación económica no exenta.
Las subvenciones, salvo las destinadas a financiar la realización de explo-
taciones económicas no exentas.

80. Las entidades e instituciones sin ánimo de lucro que no cumplen los requisitos esta-
blecidos en la Ley 49/2002 pueden acogerse al régimen especial de entidades parcialmente
exentas, previsto en los arts. 120 ss. del RDLeg. 4/2004, de 5 de marzo, por el que se regula
el Texto Refundido del Impuesto sobre Sociedades.
81. Recordamos que el AAE y los demás acuerdos de cooperación establecen la no su-
jeción o la exención del IS de las rentas obtenidas por las confesiones religiosas, “salvo” los
rendimientos derivados del ejercicio de explotaciones económicas, los rendimientos deri-
vados de su patrimonio cuando su uso se halle cedido, las ganancias de capital y los rendi-
mientos sometidos a retención en la fuente por impuestos sobre la renta (art. IV.1.B AAE y
art. 5, números 2º y 3º de la Ley 61/1978, de 27 diciembre, del Impuesto sobre Sociedades).
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 253

Las referencias anteriores, si bien seguramente no suponen una nove-


dad significativa respecto al régimen de no sujeción y de exención que ya
disfrutan las entidades del art. IV.1 AAE, comportan la exención para las
asociaciones y entidades religiosas contempladas en el art. V AAE.
Además, están exentas:

2º. Las procedentes del patrimonio mobiliario e inmobiliario de la entidad,


como son los dividendos y participaciones en beneficios de sociedades, inte-
reses, cánones y alquileres.
3º. Las derivadas de adquisiciones o transmisiones, por cualquier título,
de bienes o derechos, incluidas las obtenidas con ocasión de la disolución o
liquidación de la entidad 82.
4º. Las obtenidas en el ejercicio de explotaciones económicas exentas.
5º. Las que, de acuerdo con la normativa tributaria, deban ser atribuidas o
imputadas a las entidades sin fines lucrativos y que procedan de rentas exen-
tas incluidas en alguno de los apartados anteriores de este artículo.

Tradicionalmente uno de los aspectos más problemáticos del régimen


fiscal de las entidades sin fines lucrativos ha sido el tratamiento de las
rentas derivadas del ejercicio de explotaciones económicas, fundamental-
mente por razones de neutralidad con los demás operadores económicos.
A efectos de regular este aspecto, la Ley 30/1994 optó por establecer una
exención rogada –al Ministerio de Economía y Hacienda– para aquellas
explotaciones económicas que coincidiesen con el objeto o finalidad espe-
cífica de la entidad sin fines lucrativos 83. El art. 7 de la Ley 49/2002 adopta

82. Según la Res. DGT V0175-06, de 27 enero 2006, la renta obtenida por una entidad
del art. V AAE por la transmisión de un bien inmueble arrendado a cambio de una parcela
urbanizada (permuta) está exenta del IS. Asimismo, la Res. DGT V1447-08, de 8 julio 2008,
considera exentas del IS las plusvalías que se ponen de manifiesto en una entidad eclesiás-
tica como consecuencia de una permuta inmobiliaria. En la consulta, una Orden religiosa
titular de dos colegios dedicados a la enseñanza privada –en cada uno de los cuales estaba
ubicada la casa vivienda de los miembros de la Orden Religiosa, una Capilla y una Igle-
sia– pretendía permutar los inmuebles a cambio de un colegio de nueva construcción con
la correspondiente vivienda para los miembros de la Orden y una capilla. Según el criterio
administrativo, «(…) del mismo modo, quedarán exentas las rentas derivadas de transmi-
siones realizadas en el ejercicio de la explotación económica exenta, ya que dichas rentas
tendrán el mismo tratamiento fiscal que cualquier otra derivada de la explotación econó-
mica desarrollada. Por ello, la renta derivada de la permuta de un colegio por otro colegio
quedará exenta del Impuesto sobre Sociedades de la consultante».
83. En principio, el hecho de que una entidad realice una actividad económica no es
incompatible con su carácter no lucrativo. Como señala la STSJ Castilla-León nº 296/2001,
de 27 junio (JT 2001\1261), «el mero hecho de que se perciban contraprestaciones no supone
254 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

un planteamiento diferente: establece una lista cerrada de explotaciones


que declara automáticamente exentas, siempre y cuando sean desarro-
lladas en cumplimiento del objeto y finalidad específica de la entidad.
Concretamente, están exentas:

1º Las explotaciones económicas de prestación de servicios de promoción y


gestión de la acción social, así como los de asistencia social e inclusión que se
indican a continuación, incluyendo las actividades auxiliares o complementa-
rias de aquéllos –por ejemplo, servicios accesorios de alimentación, alojamien-
to y transporte–: a) protección de la infancia y de la juventud; b) asistencia a
la tercera edad; c) asistencia a personas en riesgo de exclusión o dificultad
social o víctimas de malos tratos; d) asistencia a personas con discapacidad,
incluida la formación ocupacional, la inserción laboral y la explotación de
granjas, talleres y centros especiales en los que se desarrollen su trabajo; e)
asistencia a minorías étnicas; f) asistencia a refugiados y asilados; g) asistencia
a emigrantes, inmigrantes y transeúntes; h) asistencia a personas con cargas
familiares no compartidas; i) acción social comunitaria y familiar; j) asistencia
a ex reclusos; k) reinserción social y prevención de la delincuencia; l) asistencia
a alcohólicos y toxicómanos; m) cooperación para el desarrollo; n) inclusión
social de las personas a que se refieren los párrafos anteriores.
2º Las explotaciones económicas de prestación de servicios de hospitali-
zación o asistencia sanitaria, incluyendo las actividades auxiliares o comple-
mentarias de los mismos, como son la entrega de medicamentos o los servicios
accesorios de alimentación, alojamiento y transporte.
3º Las explotaciones económicas de investigación científica y desarrollo
tecnológico.
4º Las explotaciones económicas de los bienes declarados de interés cultu-
ral conforme a la normativa del Patrimonio Histórico del Estado y de las Co-
munidades Autónomas, así como de museos, bibliotecas, archivos y centros
de documentación, siempre y cuando se cumplan las exigencias establecidas
en dicha normativa, en particular respecto de los deberes de visita y exposi-
ción pública de dichos bienes.

de suyo que exista un ánimo lucrativo, entendido éste como un fin de obtener una ganancia
o enriquecimiento, sino que cabe que la contraprestación sólo cubra el coste de la actividad,
sin originar beneficio, o incluso, aun cuando esto es más discutible, que tenga beneficio pero
que el mismo se destine a los propios fines sociales de la entidad». Por su parte, la STS de
11 junio 1990 (RJ 1990\4846) consideró que la entidad en litigio era una entidad sin ánimo
o fin de lucro puesto que para atribuir finalidad lucrativa es preciso que persiga “de modo
primordial la obtención de rentas” mediante “el ejercicio de explotaciones económicas”,
circunstancias que no concurría, estatutariamente, en una entidad cuyo objeto social o fina-
lidad específica era la construcción de Viviendas de Renta Limitada.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 255

5º Las explotaciones económicas consistentes en la organización de repre-


sentaciones musicales, coreográficas, teatrales, cinematográficas o circenses.
6º Las explotaciones económicas de parques y otros espacios naturales
protegidos de características similares.
7º Las explotaciones económicas de enseñanza y de formación profesional,
en todos los niveles y grados del sistema educativo, así como las de educa-
ción infantil hasta los tres años, incluida la guarda y custodia de niños hasta
esa edad, las de educación especial, las de educación compensatoria y las de
educación permanente y de adultos, cuando estén exentas del IVA, así como
las explotaciones económicas de alimentación, alojamiento o transporte reali-
zadas por centros docentes y colegios mayores pertenecientes a entidades sin
fines lucrativos 84.
8º Las explotaciones económicas consistentes en la organización de expo-
siciones, conferencias, coloquios, cursos o seminarios.
9º Las explotaciones económicas de elaboración, edición, publicación y
venta de libros, revistas, folletos, material audiovisual y material multime-
dia.
10º Las explotaciones económicas de prestación de servicios de carácter
deportivo a personas físicas que practiquen el deporte o la educación física,
siempre que tales servicios estén directamente relacionados con dichas prácti-
cas y con excepción de los servicios relacionados con espectáculos deportivos
y de los prestados a deportistas profesionales.

De esta manera, la norma permite que las entidades sin fines lucrati-
vos puedan allegar recursos libres de impuestos con los que financiar sus
actividades, al tiempo que reduce la litigiosidad en un ámbito tradicional-
mente problemático. El objeto y el fin de la entidad, normalmente refleja-
dos en sus estatutos, constituciones, fines fundacionales, etc., sirven para
circunscribir el ámbito de la exención, impidiendo que la entidad pueda
ejercer otras explotaciones económicas de entre las relacionadas en el art.
7 de la Ley 49/2002 al amparo del beneficio fiscal 85.

84. Según la Res. DGT V0986-05, de 1 junio 2005, «la explotación económica de alimen-
tación, alojamiento o transporte realizada por el Colegio Mayor perteneciente a la entidad
consultante, dado que se realiza en cumplimiento de su finalidad específica, constituye una
explotación económica exenta del Impuesto sobre Sociedades». El fin específico de la Con-
gregación religiosa titular era «buscar la gloria de Dios, la santificación de sus individuos
y la salvación de las almas en todo el mundo», valiéndose para lograrlo de la enseñanza en
todos los niveles educativos.
85. Así, por ejemplo, las rentas que genera una librería de una Obra Diocesana, estarán
exentas del IS siempre que en la librería se desarrolle la explotación descrita en el número
256 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

Conviene precisar que el arrendamiento de bienes inmuebles en nin-


gún caso constituye una explotación económica dentro del ámbito de la
Ley 49/2002 (cfr. art. 3.3º), de manera que las rentas derivadas siempre
estarán exentas del IS (vid, art. 6.2º de la Ley 49/2002). La Res. DGT V1331-
12, de 18 junio 2012, se pronuncia en este sentido en el caso de una Con-
gregación religiosa dedicada a la enseñanza concertada que arrienda un
local a una empresa para la prestación del servicio de comedor a los alum-
nos del centro. Por lo demás, las rentas obtenidas por la entidad están
exentas con independencia de que los servicios sean prestados directa-
mente por la propia entidad o a través de terceros (por ejemplo, mediante
subcontratación) 86.
También están exentas las rentas de las explotaciones económicas que
tienen un carácter meramente auxiliar o complementario de las explota-
ciones económicas exentas o de las actividades encaminadas a cumplir
los fines estatutarios o el objeto de la entidad sin fines lucrativos (art. 7.11º
de la Ley 49/2002). Asimismo, la exención se aplica a las explotaciones
económicas de escasa relevancia, entendiendo por tales aquéllas cuyo im-
porte neto de la cifra de negocios no supera en conjunto los 20.000 € (art.
7.12º Ley 49/2002) 87. Ambos supuestos, explotaciones complementarias y
de escasa relevancia, permiten que actividades económicas distintas de
las listadas en el artículo 7 de la Ley 49/2002 puedan acogerse al régimen
de exención, dentro de los límites establecidos.
La norma no define cuando la actividad tiene un carácter meramente
auxiliar o complementario, sino que se limita a establecer que no tienen
dicho carácter las actividades cuyo importe neto de la cifra de negocios
del ejercicio correspondiente al conjunto de ellas excede del 20 por 100 de
los ingresos totales de la entidad (incluyendo subvenciones, donativos,
etc.). La Dirección General de Tributos ha señalado en reiteradas ocasio-

9 del artículo 7 de la Ley 49/2002, en cumplimiento de la finalidad específica de la entidad


(Res. DGT V2185-06, de 31 octubre 2006).
86. Según la Res. DGT V2682-11, de 8 noviembre 2011, «…dado que los servicios de
asistencia geriátrica que va a prestar la consultante estarían encuadrados en la letra b) del
artículo 7.1 de la Ley 49/2002, las rentas derivadas de la prestación de dichos servicios, con
independencia de que sean prestados directamente o a través de terceros, estarían exentas
de tributación en el Impuesto sobre Sociedades siempre y cuando la consultante hubiese
optado por la aplicación del régimen fiscal especial con arreglo a lo dispuesto en el artículo
14 de la Ley 49/2002».
87. La utilización de esta fórmula como último recurso para la exención puede encon-
trarse en la Res. DGT V1051-11, de 20 abril 2011.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 257

nes que para que una explotación económica tenga carácter complemen-
tario o auxiliar es preciso que «coadyuve, facilite o complemente» a la
explotación económica exenta o a la actividad que es objeto de la entidad.
Desde esta perspectiva ha incluido dentro de la categoría las máquinas
expendedoras de bebidas y las tiendas dedicadas a la venta de recuerdos
(Res. DGT V033-09, de 12 enero 2009) 88 y lo mismo cabe decir, a nuestro
entender, respecto a los aparcamientos de conventos, monasterios, etc.
Por su parte, la Res. DGT V0948-12, de 4 mayo 2012, señala que «…dado
que la entidad consultante es un instrumento de la Iglesia Católica cuya
finalidad principal consiste en prestar apoyo a los más desfavorecidos, la
actividad de compraventa de productos de primera necesidad a través
de economatos podría estar exenta al amparo de los números 11º y 12º
del artículo 7 siempre y cuando se cumplieran los límites cuantitativos
contemplados en la norma, en la medida en que parece constituir una
explotación económica que coadyuva, facilita o complementa la realiza-
ción de las actividades benéficas que constituyen el objeto social de la
consultante» 89. En último término, en el caso de que la cifra de negocio por
este tipo de explotaciones rebase el límite del 20 por ciento, la actividad
pierde el carácter de auxiliariedad y las rentas dejan de estar exentas, pa-
sando a tributar al tipo de gravamen del 10 por ciento previsto en el art.
10 de la Ley 49/2002.
Las entidades que optan por el régimen fiscal especial de la Ley 49/2002
están obligadas a declarar la totalidad de sus rentas, exentas y no exentas,

88. Asimismo, la Res. DGT V1639-07, de 25 julio 2007, considera que la venta de ma-
terial escolar y uniformes y las cesiones de locales o negocios en el caso de una fundación
cuyo fin fundacional es la educación, promoviendo tanto la tarea docente como cursillos,
conferencias, seminarios y toda otra actividad que contribuya a las finalidades fundaciona-
les, «parecen ser explotaciones que coadyuvan, facilitan o complementan la realización de
la actividad que constituye el objeto social de la consultante».
89. En la misma línea, Res. DGT V2147-09, de 25 septiembre 2009. Por el contrario, en la
Res. DGT nº 1961/2007, de 24 septiembre 2007, una fundación privada cuyo objeto principal
era la promoción y divulgación de la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalu-
cía, modifica sus estatutos con el objeto de poder certificar la conformidad de empresas,
productos, y/o servicios a los requisitos definidos en normas y especificaciones técnicas
establecidos por organismos competentes, como la Consejería de Medio Ambiente de la
Junta de Andalucía prioritariamente en el ámbito de los Espacios Naturales Protegidos de
Andalucía. Según la DGT, «no se aprecia que la actividad certificadora sea auxiliar o com-
plementaria de la explotación económica de parques y otros espacios naturales protegidos
de características similares, dado que ni ayudan ni completan esta última actividad, sino,
más bien, aparece como una actividad autónoma y con entidad propia aunque relacionada
con los parques y espacios naturales».
258 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

en el IS (art. 13 de la Ley 49/2002) 90. Las rentas exentas en virtud de la Ley


49/2002 no están sometidas a retención ni ingreso a cuenta 91, a cuyos efec-
tos es preciso distinguir según se trate de entidades del art. IV AAE o del
art. V AAE. Las entidades que forman parte del núcleo básico de la Iglesia
han de acreditar su condición al retenedor mediante certificado expedido,
a petición de la entidad interesada, por el órgano competente de la Admi-
nistración Tributaria, en el que se acredite que la entidad está incluida en
el apartado 1 de la disposición adicional octava de la Ley 49/2002. En la
solicitud presentada ha de acreditarse la personalidad y naturaleza de la
entidad mediante certificación de su inscripción emitida por el Registro
de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia 92. Las demás asociacio-
nes y entidades religiosas han de acreditar su condición de entidad sin fin
lucrativo mediante certificado expedido por el órgano competente de la
Agencia Tributaria, en el que conste que ha comunicado la opción por la
aplicación del régimen especial y que no ha renunciado a éste.

3.4.3.2. Impuestos locales
3.4.3.2.1. Impuesto sobre Bienes Inmuebles
Según el art. 15 de la vigente Ley 49/2002, los bienes inmuebles de los
que sean titulares las entidades sin fines lucrativos están exentos del IBI,
excepto los que estén afectos a explotaciones económicas no exentas del
Impuesto sobre Sociedades 93. La norma ofrece una nueva aproximación
a la exención del IBI –respecto a los acuerdos de cooperación y respecto a
la Ley 30/1994– en la que el destino de los inmuebles carece de relevancia
“salvo” que estén afectos a explotaciones económicas gravadas en el IS 94.

90. Véase en este sentido la Res. DGT 1880-04, de 7 octubre 2004, en relación con una
entidad religiosa perteneciente a la FEREDE.
91. Según la Res. DGT V0231-05, de 16 febrero 2005, relativa a un empresario que ejerce
una actividad empresarial en un local arrendado, propiedad de una parroquia, el retenedor
u obligado a ingresar a cuenta, que no está obligado a retener, no tiene la obligación de
presentar el modelo 115 ni, en consecuencia, el resumen anual.
92. Res. DGT V0157-03, de 26 diciembre 2003, en relación con las entidades del art. IV.1
del Acuerdo sobre Asuntos Económicos.
93. Según la propia Exposición de Motivos de la Ley 49/2002, están exentos del IBI
«“todos aquellos bienes sujetos a este impuesto de los que sean titulares” las entidades sin
fines lucrativos, “con la excepción de” los afectados a explotaciones económicas no exentas
del Impuesto sobre Sociedades». (el entrecomillado es nuestro).
94. A diferencia de lo que venía exigiendo la jurisprudencia del Tribunal Supremo bajo
la Ley 30/1994, no es necesario que «junto al elemento subjetivo, concurra el elemento fi-
nalístico de la afectación del bien de que se trate a la función propia de una comunidad
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 259

Se trata, por tanto, de una exención subjetiva con exclusiones que, en su


caso, corresponderá acreditar a la Administración Tributaria.
La exención se aplica, en primer lugar, a los bienes inmuebles de los
que la entidad es titular «en los términos que establece la normativa regu-
ladora de las Haciendas Locales». La referencia permite albergar dentro
de la exención cualquier situación sujeta al IBI –por ejemplo, la titularidad
de un derecho real de usufructo o de un derecho de superficie–, lo que
resulta de particular interés para las confesiones religiosas distintas de la
Iglesia católica, cuyos acuerdos de cooperación sólo contemplan la exen-
ción de los bienes inmuebles “de su propiedad” 95.
Tal y como ha señalado la Res. DGT nº 2685/2009, de 4 diciembre 2009
(JT 2010\74), relativa a los bienes pertenecientes a la Iglesia Católica, ade-
más de los bienes contemplados en el art. IV.1 A) AAE, están exentos:

a) Los bienes inmuebles no afectos a explotaciones económicas 96.


b) Los bienes inmuebles afectos a las explotaciones económicas cuyas ren-
tas se encuentren exentas del Impuesto sobre Sociedades en virtud del art. 7
de la Ley 49/2002.

A efectos de precisar el límite de la exención conviene realizar varias


consideraciones. En primer lugar, los bienes inmuebles arrendados en

religiosa o al cumplimiento de los fines benéfico docentes, así como la necesidad de que
dicho extremo quede acreditado para que la exención del pago del impuesto aquí cuestio-
nado pueda ser reconocida». Cfr. STS 16 junio 2000 (RJ 2000\6842) y STS de 10 de marzo de
2001 (RJ 2001\7225). Por lo que se refiere a la acreditación del destino, la STSJ Comunidad
Valenciana, nº 164/2008, de 29 diciembre, reconoce el derecho a la exención en la medida en
que no considera suficientemente probada la afectación de los inmuebles a una actividad
económica no exenta (JUR 2009\130507).
95. En cualquier caso, ya la Ley 30/1994 permitía resolver la cuestión en un sentido
favorable a la exención.
96. De donde se desprende, por ejemplo, la exención de los terrenos en los que aún no
se ha construido el templo o de los garajes para uso particular. La afectación de los bienes
inmuebles a una actividad lucrativa tradicionalmente se ha utilizado para delimitar el alcan-
ce de la exención. Así, la Orden de 24 septiembre 1985 fue dictada ante la duda de «si ha de
entenderse implícitamente comprendidos en la exención establecida en el antedicho apar-
tado 1, A), del artículo IV del Acuerdo económico los huertos, jardines y dependencias de
los inmuebles en él numerados, “siempre que no estén destinados a industrias o a cualquier
otro uso de carácter lucrativo” (el entrecomillado es nuestro)». Por su parte, la STSJ Asturias
nº 130/2000, de 3 febrero 2000 (JT 2000\317) establece la exención del IBI de unas oficinas
destinadas a Cáritas, porque han de considerarse comprendidas en el concepto de oficinas
–contemplado dentro del ámbito de la exención que establece el art. IV.1.A del Acuerdo y,
además, «no se acredita en modo alguno, ni siquiera en la vía administrativa que los inmue-
bles en cuestión se destinan a industrias o cualquier otro uso de carácter lucrativo (…)».
260 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

ningún caso se consideran afectos a una explotación económica (cfr. art.


3.3º de la Ley 49/2002) de manera que –a diferencia de lo que ocurría bajo
la Ley 30/1994– siempre estarán exentos del IBI, se cuente o no con un
local destinado al ejercicio de la actividad y con una persona contrata-
da a tiempo completo [STSJ Cataluña nº 303/2009, de 19 marzo 2009 (JT
2009\982)] 97. Piénsese, por ejemplo, en el alquiler de los salones parro-
quiales, el arrendamiento del templo para la celebración de un concierto,
o de ciertas partes del inmueble con carácter permanente para hospedería,
cafetería, etc.
La exención se aplica a todos los bienes inmuebles no afectos a activi-
dades económicas gravadas en el IS, así como a los bienes afectos a activi-
dades económicas cuyas rentas se encuentran exentas del IS. Tratándose
de estos últimos, la clave de la exención del IBI radica, como ya hemos
visto, en que la explotación económica resulte encuadrable en alguno de
los supuestos previstos en el art. 7 de la Ley 49/2002 y que responda al
objeto y finalidad específica de la entidad 98. A estos efectos, como señala la
referida Res. DGT nº 2685/2009, de 4 diciembre 2009 (JT 2010\74), la exen-
ción del IBI «sólo se ve afectada por las actividades realizadas por el sujeto
titular del derecho sobre el bien inmueble gravado, con independencia de
las actividades que pueda llevar a cabo el arrendatario del inmueble en el
caso de que todo o parte del inmueble gravado se ceda en arrendamiento
a un tercero. Es decir, que si el inmueble propiedad de la entidad sin fines
lucrativos que cumpla los requisitos y esté acogida al régimen fiscal de
la Ley 49/2002 se encuentra arrendado a un tercero, esto no obsta para
que le resulte aplicable la exención regulada en el apartado 1 del artículo

97. Recordamos que el art. 27 de la Ley 35/2006, de 28 noviembre, del IRPF utiliza am-
bos elementos para distinguir cuando el arrendamiento de bienes inmuebles genera rendi-
mientos de la actividad económica o rendimientos de capital inmobiliario. Por otra parte, la
Ley 30/1994 condicionaba la exención a que los bienes no se encontrasen cedidos a terceros
mediante contraprestación, que estuviesen afectos a las actividades que constituyan su ob-
jeto social o finalidad específica y que no se utilizasen principalmente en el desarrollo de
explotaciones económicas que no constituyesen su objeto o finalidad específica.
98. La STSJ Castilla-León nº 296/2001, de 27 junio (JT 2001\1261), señaló en relación con
la Ley 30/1994 que «el propio art. 58.1 contempla precisamente la posibilidad de que en el
bien se desarrollen actividades económicas, cuando establece la exigencia de que los bienes
“no se utilicen principalmente en el desarrollo de explotaciones económicas que no consti-
tuyan su objeto o finalidad específica”. De ello se infiere que lo relevante es que el bien no se
utilice en actividades económicas que no integren la finalidad específica, pero nada se opo-
ne a que en el bien en cuestión se desarrolle una actividad que integre la finalidad específica
del ente en cuestión, finalidad esa que es la que a la postre justifica la exención».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 261

15 de la Ley 49/2002, con independencia de la actividad que realice el


arrendatario» 99. Desde esta perspectiva la exención resulta aplicable, por
ejemplo, a una parroquia que arrienda un local destinado a gimnasio a un
Ayuntamiento a cambio de una renta 100.
Por otra parte, en el caso de las entidades religiosas, el hecho de que sus
constituciones o sus estatutos hagan referencia al ejercicio de la caridad
o algún otro fin religioso no implica que la realización de actividades a
cambio de contraprestación deba considerarse necesariamente al margen
de su objeto y fines específicos ni que la entidad no carece de ánimo lu-
crativo. En este sentido, la Res. DGT V0986-05, de 1 junio 2005, considera
que una congregación religiosa, cuyo fin específico es «buscar la gloria de
Dios, la santificación de los individuos y la salvación de las almas en todo
el mundo» valiéndose para lograrlo de la enseñanza en todos los niveles
educativos, está exenta del IBI correspondiente a un colegio mayor 101.

 99. Según la Res. DGT nº 1940/2005, de 29 septiembre 2005 (JT 2005\1264), «la ex-
cepción hace referencia a bienes inmuebles de las entidades sin fines lucrativos que están
afectos (consecuencia de la ordenación por cuenta propia de medios de producción y de
recursos humanos, o de uno de ambos, con la finalidad de intervenir en la producción
o distribución de bienes y servicios) al ejercicio, por dichas entidades, de explotaciones
económicas no exentas del Impuesto sobre Sociedades, por cuyo rendimiento las mismas
tendrán que tributar conforme a los artículos 8 y siguientes de la Ley 49/2002. Por lo tanto, si
el bien inmueble, sobre el que recae la realización del hecho imponible del Impuesto sobre
Bienes Inmuebles por el que la entidad sin fines lucrativos es sujeto pasivo, no está afecto a
una explotación económica ejercida por la misma, el bien está exento del impuesto; de tal
manera que, en el caso de que el bien inmueble sea objeto de arrendamiento, no se encuen-
tra excepcionada la exención del apartado 1 del artículo 15 de la Ley 49/2002 por el hecho
de que el arrendatario afecte dicho inmueble a una actividad económica, sea cual fuere esta
actividad económica, esté o no el rendimiento de esa actividad económica del arrendatario
sujeto al Impuesto sobre Sociedades, al Impuesto sobre la Renta de las Persona Físicas o
al Impuesto sobre la Renta de No Residentes, y esté el rendimiento de dicha actividad del
arrendatario exento o no en el correspondiente impuesto personal que lo grave».
100. La STSJ Cataluña nº 348/1997, de 6 mayo 1997 (JT 1997\844) estableció, correcta-
mente desde la perspectiva del Acuerdo sobre Asuntos Económicos y de la Ley 30/1994, que
el supuesto referido no estaba exento del IBI.
101. Bajo la Ley 30/1994 la jurisprudencia se había mostrado en buena medida contraria
a la exención de las Congregaciones religiosas que eran titulares de residencias universita-
rias y geriátricas, en el entendimiento de que el ejercicio de dichas explotaciones económi-
cas no constituía el objeto o finalidad específica de unas entidades dedicadas al ejercicio
de la caridad. La STS Cataluña nº 155/1999, de 16 febrero 1999 (JT 1999\392) es un buen
ejemplo de la criticable línea argumental que se seguía en estos casos. Según el Tribunal
catalán, la finalidad específica de la congregación recurrente es el «cuidado tanto físico
como psíquico de las personas necesitadas, y que según el Registro de Entidades Religiosas
consiste esencialmente en el ejercicio de la caridad, desarrollando su actividad mediante la
asistencia a toda clase de enfermos, por cuanto para el ejercicio de 1996 constan en la cuenta
de resultados unos ingresos de más de 98 millones de pesetas provenientes de ingresos
262 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

Por otra parte, de acuerdo con lo expuesto en las páginas anteriores, la


exención también se aplica a los inmuebles afectos a explotaciones econó-
micas de carácter complementario y auxiliar y a las explotaciones de esca-
sa relevancia, siempre que dichas actividades estén exentas del IS. Como
ya hemos referido, la precisión de este aspecto resulta fundamental a la
hora de determinar el tratamiento fiscal de parkings, tiendas de souvenirs
en conventos y monasterios, etc.
Una de las cuestiones que se plantea es la posibilidad de una exención
parcial de los bienes inmuebles cuando parte del inmueble se encuentra
destinada a la realización de explotaciones económicas no exentas del IS.
La Res. DGT V1639-07, de 25 julio 2007, ha negado esta posibilidad de
una manera radical, sentando un criterio excesivamente restrictivo que,
a nuestro juicio, no se compadece bien con el sentido de la norma 102. La
excepción no puede convertirse en el criterio que resuelva este tipo de
controversias, sino que debe abrirse la vía a una solución equilibrada. De
hecho, en un contexto mucho menos favorable a la exención, como era el
de la Ley 30/1994, la jurisprudencia se mostró favorable a la interpretación
que sostenemos. En este sentido, la STSJ Aragón nº 643/2002, de 29 julio
(JT 2003\935), vino a señalar que «la solución contraria (la exención par-
cial), sin embargo, ni contraviene la normativa aplicable, ni es extraña a la

privados y casi 58 millones de pesetas provenientes de estancias subvencionadas por el


Institut Català de la Salut. Por tanto, existe una genérica actividad asistencial pero no una
específica y exigible finalidad asistencial, referida a personas necesitadas, esto es, carentes
de recursos económicos para procurarse aquella actividad asistencial, lo que lleva a concluir
en la improcedencia de la exención por faltar el esencial presupuesto recogido en el art. 58.1
de la Ley 30/1994 de que el bien esté afecto a las actividades que constituyan su finalidad
específica. O dicho a sensu contrario, no constituye la finalidad específica de la recurrente la
asistencia geriátrica a personas no necesitadas ni carentes de recursos, mediante la oportu-
na contraprestación económica (directa o a través del ICS) en el inmueble de que se trata y
que está afecto a dicha asistencia geriátrica, con la consiguiente necesidad de desestimar el
recurso de apelación». En un sentido similar la STSJ Madrid nº 433/2000, de 27 abril 2000
(JT 2000\1794) y STSJ Galicia nº 1080/2003, de 24 julio 2003 (JT 2003\1639), STSJ Cataluña
nº 85/2000, de 19 de julio, (JT 2000\1289), STSJ Cataluña nº 769/2001, de 12 julio 2001 (JT
2001\1384), STSJ Cataluña nº 1753/2002, de 11 diciembre 2002 (JT 2003\742) y STSJ Catalu-
ña nº 1526/2003, de 19 diciembre 2003 (JT 2004\816).
102. Según la DGT, «para que la citada exención del Impuesto sobre Bienes Inmuebles
sea aplicable es necesario que todas y cada una de las actividades realizadas por el sujeto
pasivo en el inmueble estén exentas del Impuesto sobre Sociedades. Si una de ellas no está
exenta de este impuesto, aunque sólo se ejerza en una parte del inmueble, no se podrá
aplicar la exención del Impuesto sobre Bienes Inmuebles, quedando sujeta y no exenta la
totalidad del inmueble, sin que sea posible prorratear la cuota del impuesto en función de
la superficie».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 263

práctica administrativa. Así debe señalarse, por un lado, que la aplicación


parcial de la exención, si bien no contemplada expresamente en la norma,
en supuestos como el aquí planteado no sólo no resulta inviable sino que
al contrario supone alcanzar un mayor nivel de aplicación de las normas
evitando soluciones rigoristas, como la que se propugna por la parte de-
mandada y se impugna en este proceso, en beneficio de soluciones más
justas y, por otra parte, que no son extraños los pronunciamientos juris-
diccionales en los que, aunque no constituyendo el tema específicamente
controvertido, se resalta la procedencia de dicha solución» 103. En último
término, el criterio de la DGT no resultará aplicable cuando el inmueble se
sitúe al amparo del art. IV.1 AAE, puesto que en estos casos resultará obli-
gado reconocer la exención, siquiera parcial, de los inmuebles destinados
a los fines religiosos allí contemplados.

3.4.3.2.2. Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos


de Naturaleza Urbana
La Ley 49/2002 establece la exención del Impuesto sobre el Incremento
del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana (IIVTNU). El IIVTNU fue
introducido por la Ley 39/1988, de 28 diciembre, en sustitución del ante-
rior Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos (Impuesto
sobre la Plusvalía) 104. Es un impuesto directo que grava el incremento de
valor que experimentan los referidos terrenos como consecuencia de la

103. El Tribunal aragonés trae a colación la STS de 10 de marzo de 2001 (RJ 2001\7225)
en la que se impugnan diversos acuerdos de la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento
de Granada y en concreto «A) acuerdo de 16 de febrero de 1993, en cuanto acuerda dene-
gar a la congregación recurrente exención tributaria en IBI en relación a finca sita en calle
A. (referencia catastral … 003) “en la parte que no estuviese dedicada a Residencia de la
Congregación”; (…) C) Acuerdo de 26 de agosto de 1994, por el que se acuerda denegar
la exención en IBI inmueble sito en calle R., núm…, para el ejercicio de 1993, “en aquella
parte de superficie dedicada a centro de enseñanza”; D) acuerdo de 11 de marzo de 1994, en
cuanto deniega exención de IBI para el ejercicio de 1993, para finca sita en calle A., Colegio
“R.”, ref catastral…) “en aquella parte destinada a centro de enseñanza”; E) acuerdo de 8 de
abril de 1994, en cuanto denegar exención tributaria para finca de la Congregación sita en
Plaza G., núm …., ref catastral … 117, “en aquella parte de la finca destinada a residencia
de estudiantes”», señalando la sentencia que «el Ayuntamiento, con toda corrección legal,
en los Acuerdos de su Comisión de Gobierno de 9 de octubre de 1992 y de 18 de febrero,
11 de marzo, 8 de abril y 26 de agosto de 1994, excluyó de la denegación, expresamente, la
parte de los inmuebles destinada a vivienda de las religiosas, capillas y oratorios privados,
así como la casa de formación y postulantado» (el entrecomillado es nuestro).
104. Tal y como expresamente señala la Exposición de Motivos de la Ley 39/1988, de 28
diciembre.
264 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

transmisión de la propiedad de los terrenos por cualquier título o por la


constitución o transmisión de cualquier derecho real de goce, limitativo
del dominio. Dentro de este contexto, el artículo 106.2 e) –actual artículo
105.2 del RDLeg. 2/2004, de 5 marzo–, establece la exención de «las institu-
ciones que tengan la calificación de benéficas o de benéfico-docentes».
Tradicionalmente la jurisprudencia ha considerado que la exención
que figuraba en la legislación local tenía un carácter subjetivo. Así, por
ejemplo, según la STSJ Andalucía, Granada, nº 835/1995, de 18 septiembre
1995 (JT 1995\1155) la exención es de «carácter subjetivo y no subordina-
da a la finalidad de los terrenos transmitidos». Por su parte, para la STSJ
Castilla-La Mancha nº 324/1996, de 20 mayo 1996 (JT 1996\764), «resulta
superflua la polémica que introduce el Ayuntamiento demandado en la
contestación a la demanda en cuanto trata de poner en duda que los bie-
nes donados vayan a destinarse o al menos se destinen efectivamente en
su totalidad a los fines de culto o religiosos que justificarían la concesión
de la exención, pues con independencia de esta cuestión, no puede negar-
se que la exención que a la Congregación corresponde es la que se otorga
a cualquier entidad benéfica con arreglo a lo dispuesto en el citado art.
106.2, c) de la LHL, precepto que no requiere de la justificación o destino
de los bienes transmitidos a las actividades benéficas o benéfico-docentes
propias de las mismas, y ello en virtud de la atribución a dichas entidades
religiosas de los mismos beneficios fiscales que a las entidades de dicho
carácter» 105.
La STS de 16 junio 2000 (RJ 2000\6842), dictada en recurso de casación
en interés de ley, marcó un punto de inflexión en la línea jurisprudencial
que acabamos de referir 106. En esta sentencia el Alto Tribunal vino a acotar

105. Al amparo de esta concepción y de las STS de 26 noviembre 1991 (RJ 1991\8772) y
STS de 9 abril 1992 (RJ 1992\3288), la jurisprudencia había considerado exenta la adquisi-
ción a título gratuito por parte de la diócesis de un inmueble con la finalidad de convertirlo
en edificio destinado al culto [STSJ Murcia nº 433/1995, de 15 junio 1995 (JT 1995\753) y
STSJ Castilla-La Mancha nº 324/1996, de 20 mayo 1996 (JT 1996\764)], aun en el caso de
que no se hubiese terminado la construcción [STSJ Andalucía, Granada, nº 835/1995, de
18 septiembre 1995 (JT 1995\1155)], de un inmueble destinado a servir de vivienda a unas
religiosas (STSJ Castilla-La Mancha nº 190/1996, de 27 marzo 1996 (JT 1996\275). Asimis-
mo, los tribunales se pronunciaron en un sentido favorable a la exención en el caso de la
transmisión a título oneroso de un convento a una sociedad [STSJ País Vasco nº 206/1994,
de 28 marzo 1994 (JT 1994\320)]. En el mismo sentido, la STSJ País Vasco nº 603/1994, de 2
noviembre 1994 (JT 1994\1425).
106. El objeto de la controversia fue una liquidación del IIVTNU girada con ocasión de
la enajenación a título oneroso de una vivienda por parte de una Congregación religiosa.
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 265

el alcance del artículo 106 letra c) de la Ley de Haciendas Locales a tra-


vés de la siguiente doctrina legal: «que la exención en el Impuesto sobre
el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana, para la
Iglesia Católica y entidades religiosas comprendidas en los arts. IV y V
del Acuerdo suscrito entre el Estado Español y la Santa Sede, sobre Asun-
tos Económicos, el 3 de enero de 1979, que pudiera resultar del régimen
en él establecido, de su conexión con las exenciones recogidas en el art.
106.1, aps. c) y e), de la vigente Ley Reguladora de las Haciendas, o de la
aplicación directa de estas últimas, sólo puede ser reconocida en aquellos
supuestos en que se acredite, por la entidad que solicite su aplicación y en
la forma legalmente establecida, que el bien transmitido se halla afecto a
actividades o finalidades religiosas, entre ellas las de culto, sustentación
del Clero, Sagrado apostolado y ejercicio de la caridad, benéfico-docentes,
médicas y hospitalarias o de asistencia social» 107. En otras palabras, el TS
viene a asimilar la exención subjetiva que figuraba en la Ley de Haciendas
Locales al régimen de exención mixta establecido en el AAE y en la Ley
30/1994 108.
El alcance del pronunciamiento que acabamos de referir llega incluso
más allá puesto que, a partir de la frase que «el inmueble en cuestión esté o
haya de ser destinado a actividades religiosas, benéfico-docentes, médicas
u hospitalarias», posteriormente la STS de 30 octubre 2000 (RJ 2001\942)
llegó a considerar que, en caso de transmisiones onerosas por entidades
religiosas, no sólo resultaba relevante el destino anterior de los inmuebles
sino también el ulterior. En el caso concreto, el órgano judicial negó la
exención del IIVTNU a la transmisión onerosa por parte de una Congre-
gación religiosa de una finca anteriormente destinada a Seminario, en la
medida en que no resultaba acreditado que la empresa adquirente fuese
a afectar el inmueble a actividades religiosas, benéfico-docentes, médicas
u hospitalarias o de asistencia social 109.

107. En la misma línea, la STS de 23 septiembre 2000 (RJ 2000\7819). Asimismo, en


relación con el IBI, la STSJ País Vasco nº 247/2005, de 31 marzo (JT 2005\1103).
108. En este sentido, según el Tribunal Supremo, «es del todo punto insoslayable la
necesidad de que dichas entidades –todas, las religiosas y las no religiosas– acrediten, en
cualquier caso, la afección o destino del bien de que se trate al cumplimiento de las finalida-
des que fundamentan, en cada supuesto, la existencia del beneficio fiscal».
109. En el mismo sentido, la STS de 21 noviembre 2000 (RJ 2001\958), relativa a la trans-
misión de una finca anteriormente destinada a Colegio-residencia de una Congregación
religiosa a una empresa para la construcción de viviendas de protección oficial. Siguen este
criterio, la STSJ Castilla y León, Valladolid, nº 1838/2001, de 17 diciembre 2001 (JT 2002\432),
266 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

Con independencia de la crítica que merecen estos pronunciamientos


–que se apartan injustificadamente de la literalidad de la norma– 110, el
criterio que sostienen hay que entenderlo superado por la Ley 49/2002,
de 23 diciembre, cuyo artículo 15.3 establece que «estarán exentos del
Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza
Urbana los incrementos correspondientes cuando la obligación legal de
satisfacer dicho impuesto recaiga sobre una entidad sin fines lucrativos».
Ello implica que la exención se aplica, en primer lugar, cuando una enti-

la STSJ Aragón nº 865/2001, de 5 noviembre 2001 (JT 2002\961), STSJ Comunidad Valencia-
na nº 276/2002, de 1 marzo (JT 2002\846) y la STSJ Aragón nº 266/2003, de 26 febrero de
2003 (JT 2003\1355). No obstante, existe una línea jurisprudencial que considera que el
criterio del TS se circunscribe a las transmisiones onerosas y, en este sentido, declara exenta
la adquisición gratuita de un inmueble que acto seguido es enajenado y precio obtenido es
destinado a la atenciones y fines benéficos [(STSJ Cataluña, nº 1258/2003, de 27 octubre (JT
2004\1181) y STSJ Cataluña nº 988/2004, de 7 octubre (JUR 2004\304005)], o la adquisición
gratuita de la nuda propiedad sobre un inmueble [STSJ Cataluña nº 1005/2004, de 8 octubre
(JUR 2004\303849) y STSJ Cataluña nº 1226/2005, de 3 noviembre (JT 2006\585)]. Asimismo,
la STSJ Aragón nº 772/2002, de 30 septiembre 2002 (JT 2003\945) considera exenta la adqui-
sición a título gratuito por una Fundación religiosa de dos viviendas destinadas a arrenda-
miento. En un sentido favorable a la exención, véanse también la STSJ Aragón nº 901/2000,
de 20 diciembre (JT 2001\490), STSJ Aragón nº 348/2001, de 21 marzo (JT 2001\1757) y STSJ
Aragón nº 258/2001, de 21 marzo (JT 2001\1752), con una argumentación que parece igno-
rar la referida doctrina legal del TS.
110. I. Martín Degano, El carácter subjetivo o mixto de la exención de las confesiones religio-
sas en el Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana, Jurisprudencia
Tributaria Aranzadi 11 (2001). Asimismo, frente al criterio de la STS de 30 octubre 2000,
consideramos oportuno traer a colación las siguientes consideraciones recogidas en la sen-
tencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 1 de Ávila (Comunidad Autónoma
de Castilla y León, sentencia nº 77/2003, de 14 junio (JT 2004\103): «exigir, como parece
pretender el Ayuntamiento demandado (…), que la forma de acreditar el requisito objetivo
de afección a los fines de la entidad sea siempre el de probanza de que los bienes transmi-
tidos sirvan nuevamente a la finalidad para la cual estaban afectados, aparte de suponer
una exigencia de imposible cumplimiento para el transmitente significa dejar vacío de todo
contenido el esquema tributario que regula la exacción de este tributo, en el cual, como bien
dice el Ayuntamiento demandado el momento que se ha de considerar no es el período
anterior, y –aquí ha de añadirse–, o el posterior, al fenómeno de la transmisión negocial,
sino el momento exacto en la que ésta se produce pues se trata de una operación tributaria
que lo que sujeta es, estrictamente, el incremento del valor con ocasión de la transmisión».
Dicha interpretación «llevaría a impedir sistemáticamente la aplicación de la exención en
todos aquellos casos que las entidades benéficas no pudieran controlar el destino futuro
del bien el cual, por hipótesis ya no les pertenece, pues los nuevos titulares asignarán al
bien transmitido el destino que crean pertinente en el ejercicio de su derecho de propiedad
adquirido». En cualquier caso, «no es incorrecto ponderar además el destino posterior que
se haya de darse a tales bienes como un mero indicador de la afección anterior que tales
bienes tenían a los fines de la Entidad, pues no se trata de gravar una transmisión, sino un
incremento del valor que no atiende sólo a criterios de exención objetivos, sino también
subjetivos entre los cuales está el comportamiento patrimonial que la Entidad benéfica haya
ido desplegando y pretenda desplegar».
Régimen fiscal de los bienes inmuebles de la Iglesia 267

dad sin fines lucrativos adquiere el terreno –o se constituye un derecho a


real a su favor– a título gratuito, con independencia del destino al que se
encuentre o vaya a estar afecto el inmueble (exención subjetiva). Tratándo-
se de transmisiones o de la constitución o transmisión de derechos reales
de goce limitativos a título oneroso por la referida entidad, sin embargo,
la exención se encuentra condicionada a que «tales terrenos cumplan los
requisitos establecidos para aplicar la exención del Impuesto sobre Bienes
Inmuebles», lo que implica que la exención se aplicará siempre y cuando
en el momento de la transmisión los inmuebles no se encuentren afectos a
actividades económicas gravadas en el IS. No estará exenta, en cambio, la
transmisión a título oneroso realizada por un tercero a una entidad sin fi-
nes lucrativos, aunque las partes hayan pactado que la entidad adquirente
se haga cargo del pago del impuesto.

3.4.3.3. Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos


Documentados
La Ley 49/2002, de 23 diciembre, vino a modificar el art. 45.I A) del
RDLeg. 1/1993, de 24 septiembre, por el que se regula el Texto Refundido
del ITPAJD. Hasta ese momento, la norma se limitaba, de una parte, a
establecer la exención de las «transmisiones y demás actos y contratos en
que la exención resulte concedida por Tratados o Convenios internaciona-
les que hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno» [art. 45.I.
B) 1], aplicable en el caso de la Iglesia Católica, y, de otra, a remitir a las
Leyes que recogen los acuerdos de cooperación con las demás confesiones
religiosas [art. 45.I. C) 18º, 19º y 20º].
La primera cuestión que interesa destacar es que, a diferencia de la
exención mixta que figura en el AAE, el art. 45.I A letra d) del RDLeg.
1/1993 establece que «están exentos del impuesto: (…) “d) la Iglesia Cató-
lica y las iglesias, confesiones y comunidades religiosas que tengan sus-
critos acuerdos de cooperación con el Estado español”. En línea con la
orientación general de la Ley 49/2002 se introduce una exención subjetiva
en la que resulta irrelevante el destino de los bienes y derechos adquiri-
dos 111. La única exigencia es que el sujeto pasivo se encuentre integrado en
la estructura de una confesión acordada. En cualquier caso, también están

111. Así, según la Res. DGT V1117-11, de 4 mayo 2011, «la Archidiócesis de Madrid
forma parte de la Iglesia Católica y, por lo tanto, tendrá derecho a acogerse a la exención
subjetiva del impuesto sin necesidad de justificar el destino de los bienes adquiridos».
268 Antonio Vázquez del Rey Villanueva

exentas “b) las entidades sin fines lucrativos a que se refiere el artículo 2
de la Ley 49/2002 (…) que se acojan al régimen fiscal especial (…)”».
Por otra parte, según se desprende de la redacción de la norma, la
exención se proyecta sobre las tres modalidades de gravamen que inte-
gran el ITPAJD, con lo que se resuelven las dudas que, como hemos visto
páginas atrás, podían existir acerca de la exención de la Iglesia Católica de
la cuota gradual de IAJD. Conviene precisar, sin embargo, que tal y como
establece el art. 45.II del RDLeg. 1/1993, el beneficio fiscal no se aplica a las
letras de cambio, a los documentos que suplan a éstas o realicen función
de giro, ni a la cuota fija correspondiente a los documentos notariales (art.
31.1 TRITPAJD).
Según el art. 90 del RD 828/1995, de 29 mayo, a efectos de acreditar el
derecho a la exención, la autoliquidación del ITPAJD debe acompañarse
de copia del certificado previsto para las entidades religiosas del apartado
1 de la disposición adicional novena (apartado 1 de la disposición adicio-
nal única del Reglamento aprobado por RD 1270/2003, de 10 octubre) o
copia del certificado vigente en el momento de la realización del hecho
imponible en el caso de entidades y asociaciones religiosas del apartado
2 de la disposición adicional novena y fundaciones religiosas (art. 4 del
Reglamento). A tal efecto, las entidades han de solicitar el certificado co-
rrespondiente en la Agencia Estatal de Administración Tributaria donde
radique el domicilio fiscal de la entidad 112.

112. Res. DGT V2263-05, de 7 noviembre 2005.


La inscripción de los lugares de culto
en el Registro de la Propiedad*
María Goñi Rodríguez de Almeida

Derecho Civil
Universidad Antonio de Nebrija
Madrid

Sumario: 1. Introducción: la relación entre la libertad religiosa y el Registro de la Propiedad. 2.


Objeto de la inscripción: Lugares de culto. Delimitación de su ámbito a efectos registrales. 3. La
posibilidad de inscripción de los lugares de culto: especial referencia a los pertenecientes a la Iglesia
Católica. 4. La inmatriculación de los lugares de culto. 4.1. Inmuebles pertenecientes a la Iglesia Católica
art. 206 LH. 4.1.1. Requisitos de la inmatriculación de lugares de culto a través del art. 206 LH. 4.1.2. La posi-
ble inconstitucionalidad del art. 206 LH. 4.1.3. La constitucionalidad y vigencia del art. 206 LH. 4.1.4. Efectos
de la inmatriculación: presunción de exactitud y suspensión de efectos de la fe pública registral. 4.2. Inmuebles
pertenecientes a otras confesiones y particulares. 5. La inscripción de lugares de culto ya inmatriculados
a través de la declaración de obra nueva. 5.1. Construcción de edificio de culto en suelo ya inmatriculado
a favor de la propia confesión o entidad religiosa. 5.2. Construcción de edificio de culto en suelo inmatriculado
a favor de una persona privada distinta de la entidad religiosa que establece el lugar de culto. 5.3. Construcción
de edificio de culto en suelo inmatriculado de titularidad pública. 6. La necesidad de la constancia registral
de la adscripción al culto de un inmueble. 7. Conclusiones.

1. Introducción: la relación entre la libertad religiosa


y el Registro de la Propiedad

La libertad religiosa como derecho fundamental y el Registro de la


Propiedad como instrumento de seguridad jurídica del tráfico jurídico
inmobiliario, a priori, poco tienen que ver. No obstante, si nos detenemos
a reflexionar sobre su relación, veremos que existe un nexo de unión entre
ambos, que justifica plenamente esta extraña simbiosis.
Esa relación, o especial unión, se instrumenta o explica a través del
peculiar objeto de inscripción en el Registro que, precisamente, se va a
analizar en este trabajo: los lugares de culto.

* Este artículo ha tenido su origen en la ponencia con el mismo título, presentada en el


IX Simposio Internacional sobre el Régimen legal de los Lugares de Culto. Nueva frontera
de la libertad religiosa, organizado por el Instituto Martín de Azpilicueta, de la Universidad
de Navarra, que tuvo lugar en Pamplona, el 10 de Noviembre de 2011.
270 María Goñi Rodríguez de Almeida

En efecto, si el art. 16 CE establece el derecho fundamental a la li-


bertad religiosa, el art. 2.2 LOLR considera el «derecho de las Iglesias,
Confesiones y Comunidades religiosas a establecer lugares de culto o
de reunión con fines religiosos», como una de las manifestaciones de
ese derecho a la libertad religiosa. Es la libertad de culto y su facultad
concreta de establecer lugares de culto, el nexo de unión entre Registro
y libertad religiosa.
Se trata, en definitiva, de la misma relación –ya conocida y que gran
parte de la doctrina se ha dedicado a analizar–, que surge entre el ur-
banismo y la libertad religiosa, que se consigue, justamente, a través de
la libertad de culto. Moreno Antón explica esta relación de la siguiente
forma: «la conexión jurídica urbanismo/libertad religiosa tiene lugar a
través… de esa libertad de culto, en la que se comprenden los derechos a
exteriorizar y practicar externamente las creencias religiosas, tanto de for-
ma individual como comunitaria, así como el derecho a reunirse pública-
mente para manifestar las creencias de quienes profesan un mismo credo.
Ahora bien el ejercicio de estas facultades no es absoluto, sino que debe
coordinarse con otros bienes jurídicos e intereses dignos de protección…
Y entendemos que solo desde esta perspectiva pueden abordarse las rela-
ciones urbanismo/libertad religiosa, relaciones que convergen en y sobre
los lugares de culto, espacios físicos a través de los cuales se desenvuelve
la libertad religiosa y de culto» 1.
De igual forma, y ahora con relación al Registro de la Propiedad, po-
demos decir que, como consecuencia de ese derecho a establecer lugares
de culto, las Iglesias y Confesiones religiosas pueden construir, adquirir
y constituir lugares adecuados en los que desarrollar y practicar su culto,
con todas las garantías necesarias para ello, y sin intervención o autoriza-
ción previa por parte del Estado. Pues bien, si los lugares de culto son, en
definitiva, bienes inmuebles en los que desarrollar de forma permanente
la actividad cultual, el establecimiento de los mismos solo se consigue de
forma plena si se consigue hacer oponible a terceros, tanto la titularidad
dominical sobre aquellos, como su propia condición de lugares destina-
dos a culto. Y esto se logra a través del Registro de la Propiedad, pues es

1. M. Moreno Antón, El tratamiento urbanístico de los lugares de culto: a propósito del pro-
yecto de Ley de Cataluña sobre centros de culto o de reunión con fines religiosos, www.iustel.com,
Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº
17 (2008) 5.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 271

el instrumento jurídico destinado a otorgar seguridad jurídica en el tráfico


inmobiliario, también de los inmuebles destinados al culto; es decir, los
lugares de culto.
Y si, además, el punto final del proceso urbanístico es su recepción y
constancia en el Registro de la Propiedad, la inscripción en el Registro de
los lugares de culto es, entonces, la última etapa del establecimiento de los
lugares de culto, pues, como hemos dicho, solo con ella se garantiza tanto
la titularidad de los mismos, como su especial destino frente a todos. Es
decir, la inscripción en el Registro de la Propiedad es el último peldaño del
derecho a establecer lugares de culto, manifestación importantísima del
derecho fundamental a la libertad religiosa. No se puede olvidar, como
añade Corral Martínez 2, que la inscripción en el Registro beneficia a quien
lo hace, pues resulta favorecido por el principio de publicidad registral,
haciendo segura su adquisición frente a todos.
Es decir, para garantizar el pleno desenvolvimiento de la libertad re-
ligiosa, a nuestro juicio, debe garantizarse también la posibilidad de ins-
cripción de los lugares de culto de cualquier Iglesia o Confesión en el Re-
gistro de la Propiedad; eso sí, respetando las propias normas del Derecho
civil y sometiéndose a las mismas para conseguir los efectos pretendidos
de la fe pública registral, sin que esto suponga una merma a la libertad
religiosa, sino un límite a este derecho fundamental necesario para con-
seguir sus efectos.
Si esto es así, analizar cómo se consigue, y cuáles son las especiales
características de las relaciones Registro-lugar de culto, es lo que corres-
ponde desarrollar en las siguientes líneas.

2. Objeto de la inscripción: Lugares de culto.


Delimitación de su ámbito a efectos registrales
La expresión «lugares de culto» abarca supuestos tan distintos como
iglesias, capillas, oratorios, sinagogas, mezquitas, templos, etc. Esta de-
nominación es hoy la comúnmente aceptada por la doctrina, ya que tie-
ne un fundamento legal, pues es utilizada en los principales cuerpos le-

2. J. Corral Martínez, Aspectos civiles, registrales y tributarios de la Urbanística de culto, en


Urbanística del culto. Libro homenaje al Prof. Dr. José Mª Urteaga Embil, (C. Corral Salvador,
S.- J. [coord.]), Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 2004, 23-45.
272 María Goñi Rodríguez de Almeida

gislativos 3, con preferencia a otras similares como «edificios de culto»,


«templos» o «lugares sagrados», que en algún momento se referían a la
misma realidad. Pero ¿qué son los lugares de culto? ¿a qué corresponde
esta denominación? ¿qué tienen en común todos estos lugares? La función
o finalidad a la que se destinan: el culto.
En efecto, un lugar de culto, según Rodríguez Blanco 4, es «un edificio o
local dedicado al culto», siendo precisamente esa función y destino prin-
cipal y continuado lo que le caracteriza; el desarrollo en su interior de ac-
tividades cultuales es lo que lo identifica como tal. En este sentido, la STS
3 enero 1979 afirma que «por edificio destinado al culto se entiende todo
aquél, cualquiera que sea su titularidad dominical (pública o privada) y
su denominación (templo, iglesia, capilla, oratorio, etc.) que se encuentra
adscrito al menester de celebrar ceremonias religiosas con independencia
de su periodicidad».
Por eso, lugares de culto propiamente dichos no son aquellos en los
que, a pesar de desarrollarse en los mismos ciertas actividades cultuales,
su destino o función principal no es el culto, como ocurre con cementerios
o escuelas o salas habilitadas ad hoc, etc. Y por el contrario, no pierden su
consideración como lugares de culto aquellos inmuebles en los que, ade-
más de actividades cultuales, se desarrollen otras actividades no religio-
sas, como conciertos, conferencias, etc., siempre que éstas sean de carácter
residual o accesorio.
Además, y como también recoge Rodríguez Blanco 5, para ser lugar de
culto no es necesario que ese edificio o local sea absolutamente indepen-
diente, sino que puede estar inmerso en otro edificio, o como dependencia
aneja al mismo, piénsese, por ejemplo, en capillas u oratorios dentro de
otros edificios como hospitales, cárceles, aeropuertos, casas particulares,
etc.
En general, un lugar de culto está abierto al público, y podemos decir
que, de alguna forma, son edificios para un uso público, a los que accede

3. Véase, por ejemplo, art. 2.2. LOLR; Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede
sobre Asuntos Jurídicos, de 3 enero 1979; y en el art. 2.1 de los acuerdos específicos con
distintas confesiones (evangélica, israelita e islámica), de 10 noviembre 1992 con FEREDE,
FCI, y CIE.
4. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico sobre los lu-
gares de culto, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Boletín Oficial del Estado,
Madrid 2000, 21.
5. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 23.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 273

un gran número de personas; aunque nada impide que tengan un uso pri-
vado, cuando su acceso se restringe a un pequeño grupo de personas 6.
El establecimiento de un lugar de culto, o lo que es lo mismo, la destina-
ción de un edificio o local al culto depende únicamente de la Iglesia o Con-
fesión que lo destina. Es decir, su establecimiento, como señala el art. 2.2
LOLR, es una de sus facultades propias, siendo el Estado absolutamente
incompetente en esta materia, debido precisamente a la aconfesionalidad
del Estado, recogida en el art. 16 CE. Las confesiones religiosas son las
únicas competentes para decidir y determinar el carácter religioso de un
establecimiento. Cómo un local o edificio pasa de ser tal a ser un lugar de
culto, es distinto según las diferentes confesiones o iglesias, pues queda
sometido a su potestad, y al ordenamiento confesional correspondiente,
limitándose el Estado a otorgar ciertos efectos jurídicos civiles a esos esta-
blecimientos ya erigidos como tales por las confesiones religiosas.
En concreto, por ejemplo, en la Iglesia Católica, un edificio pasa a ser
lugar de culto, a través de la deputatio ad cultum, que se lleva a cabo nor-
malmente por la dedicación o bendición del mismo, tal y como parece
deducirse del c.1205 CIC, aunque también es posible establecer un lugar
de culto a través de la licencia del Ordinario (cc. 1223 y 1226 CIC relati-
vos a los oratorios y capillas). Desde ese momento, el edificio es lugar de
culto, está destinado al mismo, y queda afecto a ese destino cultual, que
solo puede variarse y suprimirse a través de un acto de la propia Iglesia
(desacralización), pues es la única que puede «suprimir» esa destinación
que le da su estatus especial.
Para las confesiones religiosas que firmaron los acuerdos de 1992, el
establecimiento de lugares de culto viene determinado por el art. 2 de los
respectivos convenios, en los que se define qué se entiende por lugares
de culto y cuáles son los requisitos para su establecimiento 7. No se puede
olvidar que son las confesiones las únicas competentes para certificar di-
cha condición, variando quién deba certificar según la confesión de que
se trate.

6. En este sentido, M. Moreno Antón, El tratamiento urbanístico…, cit., 7.


7. Véase: Art. 2 del Acuerdo de Cooperación entre el Estado español y la Federación
de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ley 24/1992, de 10 de noviembre);el Art. 2
del Acuerdo de Cooperación entre el Estado español y la Federación de Comunidades Ju-
días de España (Ley 25/1992, de 10 de noviembre); y el Art. 2 del Acuerdo de Cooperación
entre el Estado español y la Comisión Islámica de España (Ley 26/1992, de 10 de noviem-
bre).
274 María Goñi Rodríguez de Almeida

Por eso, y siguiendo en este punto también a Rodríguez Blanco 8, pode-


mos decir que sobre un lugar de culto recaen tres potestades: la eclesiás-
tica, la estatal y la dominical; pues una cosa es quién destine y regule su
función cultual; otra, el sometimiento de los lugares de culto a la normati-
va estatal como límite del ejercicio del derecho fundamental de la libertad
religiosa; y otra, a quién pertenece dicho inmueble, que es independiente
de su destino cultual. Un lugar de culto, por tanto, lo es con independen-
cia de su titularidad dominical, pues no es esta potestad la que sirve para
reconocerlos, sino su función cultual principal, tal y como hemos dicho.
Pues bien, partiendo de estas ideas, ahora debemos delimitar el objeto
concreto de nuestro estudio: los lugares de culto como objeto de inscrip-
ción registral. De este modo, analizados los lugares de culto, únicamente
como objeto de inscripción, como fincas registrales, hemos de concluir lo
siguiente:
– Un lugar de culto, como objeto de inscripción, es un bien inmueble
que debe constituir una finca registral. Ese inmueble puede ser un
edificio o local, pero siempre deberá ser independiente, constituir
finca registral propia y por tanto ser capaz de abrir folio registral
nuevo y autónomo.
– Por eso, solo vamos a analizar los locales o edificios independientes,
sin que nuestro estudio alcance a esos lugares inmersos en otras fin-
cas, pues en esos casos se inscribirán como tales fincas (hospitales,
centros penitenciarios, fincas particulares, etc.), y no habrá una for-
ma de practicar la inscripción distinta de la de la finca que los acoge;
ya que al tratarse de un accesorio, anejo o parte integrante de la finca
registral matriz, su inscripción no reviste particularidad alguna res-
pecto de la de aquella.
– Además, lo que determina la inscripción de esos lugares de culto
es la potestad dominical, a quién pertenecen, debido a que el dere-
cho de propiedad es el verdadero objeto de la publicidad registral.
Luego, los lugares de culto interesan al Registro solamente desde la
perspectiva de la titularidad dominical.
– Precisamente, como consecuencia de esa potestad dominical, pue-
den variar los requisitos para la inscripción de un lugar de culto en
el Registro, pues no es lo mismo un inmueble de culto de la Iglesia
Católica, que el de un particular, o de otra confesión.

8. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 106-124.


La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 275

– El carácter de inmueble independiente y principal, la potestad domi-


nical del mismo, junto con su destino cultual, son las claves de una
inscripción diferenciada.
– Con estas precisiones, nos atrevemos a afirmar que un lugar de culto
como objeto de inscripción registral será aquel edificio o local inde-
pendiente destinado al culto, que puede abrir folio en el Registro,
con independencia de quien sea su titular dominical, pero siendo
éste el dato el más relevante a efectos registrales, pues hará variar la
forma, procedimiento y requisitos de su inscripción.
En definitiva, lugar de culto es la finca registral destinada a culto de
cualquier confesión religiosa.

3. La posibilidad de inscripción de los lugares de culto:


especial referencia a los pertenecientes a la Iglesia Católica

Definidos de esta forma los lugares de culto, hoy no cabe duda de la


posibilidad de su inscripción. Todos los lugares de culto pueden inscribir-
se en el Registro de la Propiedad, tal y como se desprende de los arts. 4, 19
y 20 Reglamento Hipotecario (RH).
El art. 4 RH afirma que «serán inscribibles los bienes inmuebles y los
derechos reales sobre los mismos, sin distinción de la persona física o jurí-
dica a que pertenezcan, y por tanto, los de las Administraciones Públicas
y los de las entidades civiles y eclesiásticas». Como ya hemos dicho antes,
la titularidad dominical de una entidad o confesión religiosa no es óbice
para su inscripción en el Registro y, siempre que la misma tenga perso-
nalidad jurídica reconocida, podrá practicar la inscripción de ese bien in-
mueble destinado al culto, a su nombre.
Por otra parte, y ya en relación con la Iglesia Católica, los arts. 19 y
20 RH determinan las normas concretas para llevar a cabo esas inscrip-
ciones, remitiéndose a las normas generales para las Administraciones
Públicas.
Pero esto no ha sido siempre así. Hay que recordar que, antes de la
reforma del RH de 1998, el antiguo art. 5 RH exceptuaba de inscripción
a los bienes de dominio público, los bienes municipales y provinciales
de dominio y uso público, las servidumbres legales de utilidad pública o
comunal, y los templos destinados al culto católico. Es decir, no había que
inscribir los lugares de culto de la Iglesia Católica.
276 María Goñi Rodríguez de Almeida

Creemos que el artículo 5 RH, ya derogado, no recogía una prohibición


expresa a la inscripción de los bienes de la Iglesia Católica 9, sino más bien
se inclinaba por la no necesidad de inscripción de los templos de culto,
pues, hasta entonces, la notoriedad de los templos católicos y su uso co-
mún, de acceso abierto a una pluralidad de fieles, similar a un uso público,
hacían innecesaria su inscripción. La razón de su no inscripción radicaba
en que se trataba de bienes cuya titularidad dominical era notoria y co-
nocida por todos, y por eso no necesitaban de inscripción para obtener
publicidad, a la vez que sobre ellos existía un uso común, similar al que
concurría en el resto de bienes excluidos de inscripción del art. 5 RH.
En efecto, las razones que la doctrina ha esgrimido para excluir la ins-
cripción de estos bienes, han sido tradicionalmente las siguientes, siguien-
do en este punto a Ruano Espina 10 y lo que recoge de Mínguez y Puente:
a) La notoriedad de los templos de culto católico 11.
b) La similitud a los bienes de dominio público, por su función o des-
tino cultual que implica cierto uso generalizado o público de los
mismos 12.
c) La confesionalidad del Estado que otorgaba un privilegio a la Igle-
sia Católica, eximiendo de la inscripción de dichos bienes 13.

 9. Como lo demuestra el hecho de que en la práctica sí se inscribieron templos, capillas


e iglesias de culto católico antes de la reforma de 1998 RH, dependiendo en la mayoría de
los casos de la interpretación que de este precepto hacía el Registrador competente.
10. L. Ruano Espina, Régimen Jurídico Registral de los Bienes de las Confesiones Religiosas y
su Tratamiento Jurisprudencial, Ed. Thomson Aranzadi, Pamplona 2005, 118-119.
11. S. Mínguez y J. Puente, Consideraciones sobre el régimen jurídico registral de las Enti-
dades Religiosas, en Ponencias y Comunicaciones presentadas en el II Congreso Internacional de
Derecho Registral, II, Madrid 1974, 693 y 696-697. Se inclinan por la tesis de la apariencia
notoria, debido en la mayoría de los casos a la verticalidad de las construcciones anteriores,
que hacía superflua la inscripción, pues era reconocido por todos como pertenecientes a la
Iglesia Católica.
12. J. M. Chico y Ortiz, Estudios sobre Derecho hipotecario, tomo II, Ed. Marcial Pons, Ma-
drid 1994, 992, y A. Palos Estaun, Inmatriculación en el registro de la propiedad de los bienes de la
Iglesia, Revista Española de Derecho Canónico 51 (2001) 804; estos autores ponen el énfasis
en el carácter sagrado de tales inmuebles, lo que les excluye del comercio de los hombres,
asimilándolo en cierto modo a los bienes de dominio público (Chico), o a su función social
que también les equipara a dicho bienes (Palos). En otro sentido, M. Rodríguez Blanco,
Libertad religiosa y confesiones…, cit., 347-349, afirma que la falta de inscripción de los lugares
de culto de la Iglesia Católica se debe más a su asimilación con los bienes de uso y servicio
público que a otra cosa, rechazando que su no inscripción se derive de su carácter de res
sacra, ni mucho menos de un privilegio anticonstitucional.
13. J. M. García García, Derecho inmobiliario registral o hipotecario, tomo I, Ed. Civitas,
Madrid 1988, 126, consideraba que esta excepción era un privilegio a la Iglesia Católica
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 277

La Dirección General de los Registros del Notariado (DGRN) en re-


solución de 31 marzo 1982 justificó esta excepción en razones de «uso
general por todos los fieles», y de la titularidad de la Iglesia Católica sobre
ellos. De este modo, solo los lugares de culto pertenecientes a las enti-
dades jerárquicas de la Iglesia Católica (normalmente iglesias), con un
acceso abierto y, por tanto uso general de los fieles, son los que quedaban
excluidos de inscripción, sin que se pudiera extender esta exclusión a los
lugares destinados al culto católico de titularidad privada o pertenecien-
tes a otras entidades públicas y uso restringido a unos particulares (por
ejemplo, capillas u oratorios) 14.
Compartimos la tesis de esta resolución en el sentido de que hace hin-
capié en la diferencia entre la titularidad dominical –potestad dominical–,
y la potestad eclesiástica, que ya hemos puesto de relieve, siendo la pri-
mera lo verdaderamente relevante para el Registro de la Propiedad. No
obstante, no puede olvidarse a efectos de inscripción la función o destino
específico de estos inmuebles, que es lo que precisamente les otorga di-
ferencias en el sistema registral, ni la posibilidad del acceso restringido o
abierto a los mismos, que es lo que les confiere un uso privado o general,
asimilándolos a los bienes de dominio público.
En cualquier caso, y como hemos dicho, la reforma de 1998, modificó
este artículo y, en la actualidad, sí se permite la inscripción de bienes de
dominio público y de templos de la Iglesia Católica, lo cual nos parece muy
acertado, ya que, a pesar de ser los lugares de culto, en general, de propie-
dad notoria, la falta de inscripción les privaba de protección registral, y
por tanto, disminuía la seguridad jurídica. Esto coloca, en consecuencia, a
la Iglesia Católica en situación de inferioridad con respecto a otras confe-
siones, al no poder conseguir los beneficiosos efectos derivados de la ins-
cripción registral, tal y como afirmaba la propia Exposición de Motivos del
RD 1867/1998 de 4 de septiembre de reforma del Reglamento Hipotecario.
En este sentido, la RDGRN de 12 enero 2001 declaró la posibilidad de
inscripción de los templos de culto católico, basándose, precisamente, en

derivado de la confesionalidad del Estado español anterior a la CE 1978, y que por lo tanto,
hoy hay que suprimirlo.
14. La RDGRN 31 marzo 1982 afirma respecto a los bienes de la Iglesia, que «al igual
que los del Estado, Provincia o Municipio cabía la distinción establecida para estos últimos
bienes entre los destinados a un uso general de todos los fieles, y que por su misma natu-
raleza deberían estar excluidos de la inscripción, y aquellos otros bienes de la propiedad
privativa que serían inscribibles».
278 María Goñi Rodríguez de Almeida

el art. 14 CE, ya que si se permitía la inscripción de templos de otras Con-


fesiones, también debería poder inscribirse los de la Iglesia Católica. En
concreto se basó en «la proscripción del trato discriminatorio por razón
de religión no legitimado constitucionalmente –cfr. art. 14 CE, cuya recta
interpretación ha de impedir que se prohíba la inscripción de templos
destinados al culto católico y, en cambio, se permita la de los destinados
al culto propio de cualquier otra confesión religiosa–».
Por lo tanto, lo que en un primer momento podría haberse considerado
como un privilegio de no inscripción 15, se convirtió en una desventaja clara
para la Iglesia Católica, pues al no poder inscribir sus bienes inmuebles
destinados al culto católico se le privaba de la defensa efectiva de su titu-
laridad dominical, y de la posibilidad de hacerla oponible erga omnes, po-
niéndola en una situación de clara desventaja o inferioridad con respecto a
otras confesiones religiosas que sí podían hacerlo. Ya que, como afirma Co-
rral, la inscripción hoy en día no puede entenderse como una carga, de la
que pretenda librarse a la Iglesia Católica en virtud de un trato preferente
derivado de la anterior confesionalidad del Estado español, sino una ven-
taja que no puede obviarse, pues «la inscripción registral produce como
fundamental efecto el beneficiarse del principio de publicidad con todas
sus consecuencias sustantivas, principalmente el principio de fe pública
registral. Las personas inscriben sus propiedades en el Registro de la Pro-
piedad por dos razones fundamentales: para gozar de una mayor seguri-
dad jurídica en su adquisición, es decir, para beneficiarse de los efectos que
produce la fe pública registral, y para poder acceder al crédito territorial,
para entendernos, para que el banco le dé un préstamo hipotecario» 16.
Por eso, desde nuestro punto de vista, fue buena y lógica la reforma
del reglamento hipotecario suprimiendo la exclusión de inscripción de
los templos de la Iglesia Católica. La reforma hipotecaria ha dado la vuel-
ta totalmente a la situación existente: Se ha pasado de ser un pretendido
privilegio de la Iglesia Católica –evitar la «carga» de inscribir‒, a todo lo

15. En este sentido, consideran que la no inscripción de estos bienes es un privilegio


de la Iglesia Católica basado en la confesionalidad del Estado de la época anterior: (García
García, J. M.); otros consideran que se trata de cierto privilegio, por tratarse de bienes fue-
ra del comercio de los hombres (A. Ventura-Traveset y González), o por ser res sacra (G.
García Cantero), o por la propia notoriedad de la propiedad de los mismos a favor de la
Iglesia Católica, (J. M. Chico y Ortiz).
16. J. Corral Martínez, Aspectos civiles, registrales y tributarios de la Urbanística de culto,
cit., 24.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 279

contrario, una discriminación por el hecho de que no pudieran hacerlo,


en aras al nuevo orden constitucional y los principios de igualdad (art.14
CE), y la aconfesionalidad del Estado (art.16 CE), en él consagrados.
Como consecuencia de esta reforma reglamentaria, se ha producido
un aumento importantísimo en las inmatriculaciones de lugares de culto
por parte de la Iglesia Católica, ya que al suprimirse esa excepción, se ha
aprovechado para inscribir e inmatricular todos aquellos bienes que ante-
riormente podían ser rechazados según la interpretación que del antiguo
art. 5 RH hacía cada Registrador.
Se ha procedido, por tanto, a inmatricular edificios de culto católico
con muchos años de existencia y de pertenencia a la Iglesia Católica que,
sin embargo, no habían accedido al Registro hasta ahora.
En consecuencia, si en la actualidad todos los bienes de culto se pueden
inscribir, corresponderá analizar en las siguientes líneas las diferentes for-
mas de incorporación de los lugares de culto al Registro de la Propiedad y
la constancia registral del carácter cultual; y estas son las siguientes:
a) La inmatriculación o incorporación por vez primera del lugar de
culto al Registro de la Propiedad, referida por tanto a edificios ya
construidos y existentes.
b) La inscripción del edificio o local de culto sobre la finca registral ya
inmatriculada, a través de la correspondiente declaración de obra
nueva.
c) La inscripción de la adscripción al culto en todos los inmuebles.

4. La inmatriculación de los lugares de culto


La inmatriculación registral supone la incorporación en el Registro de
la finca registral ‒edificio de culto ya construido 17‒, por primera vez, que
se realiza siempre a través de la primera inscripción de dominio, plasman-
do por tanto su titularidad dominical.
Por eso, en este apartado es obligado diferenciar según cuál sea la titu-
laridad dominical de los mismos: si el lugar de culto (edificio) pertenece

17. Solo los lugares de culto que sean edificios ya construidos –y normalmente desde
hace mucho tiempo–, son objeto de inmatriculación registral propiamente dicha, porque
los de nueva construcción, en general, no acceden al Registro por la inmatriculación, sino
por la declaración de obra nueva sobre una finca registral que ya está inmatriculada. Sí que
se pueden inmatricular otras fincas pertenecientes a la Iglesia Católica u otras confesiones,
pero si no llevan construcción, no serán lugares de culto.
280 María Goñi Rodríguez de Almeida

a la Iglesia Católica o si, por el contrario, es de dominio particular, o per-


tenece a otras confesiones, pues el modo de inmatricular unos y otros es
muy distinto.
De nuevo se pone de relieve que es la potestad dominical y no la ecle-
siástica, la que determina el tipo de inscripción registral, pues las diferen-
tes inmatriculaciones dependen de a quién pertenece ese edificio y no a
qué religión se adscribe 18.

4.1.  Inmuebles pertenecientes a la Iglesia Católica art. 206 LH

La Ley Hipotecaria (LH) recoge en el art. 199 los procedimientos para


inmatricular fincas, que son los siguientes: el expediente de dominio y el
título público de adquisición, completado por acta de notoriedad o docu-

18. En este sentido y diferenciando claramente la potestad eclesiástica de la dominical,


y señalando cómo debe ser esta la que determina la inscripción, se encuentra la STS 18
noviembre 1996 que afirma lo siguiente: «La inviolabilidad y respeto que nuestro Ordena-
miento Jurídico mantiene, en ejecución con los acuerdos de la Santa Sede, para los lugares y
edificios destinados al culto de la Iglesia Católica –sobre los cuales mantiene su jurisdicción
específica– es totalmente compatible con la propiedad que corresponda de los terrenos de
otras personas jurídicas o físicas»; y continúa respecto al caso concreto: «la existencia de
ermitas en los montes del pleito, resulta perfectamente compatible con la titularidad vecinal
sobre los mismos, ya que aquellas, al estar destinadas al culto católico, sujeto a la disciplina
del Derecho canónico, no lo obstaculiza ni menoscaba precisamente, sino que incluso lo
ampara y fomenta la referida titularidad dominical vecinal». De igual forma, pero sensu
contrario, la STS 25 enero 1991 separa la potestad eclesiástica de la dominical, afirmando que
el ejercicio de aquella, a través de la celebración de actos de culto en una capilla, no implica
titularidad dominical de la Iglesia sobre la misma. De esta forma, y como recoge L. Ruano
Espina, Régimen Jurídico Registral de los Bienes de las Confesiones Religiosas y su Tratamiento
Jurisprudencial, cit., 127-129, en varias resoluciones y sentencias, es perfectamente posible la
existencia de capillas, ermitas u oratorios que, aunque sometidos a la potestad eclesiástica
en su actividad cultual, pueden pertenecen a otras personas físicas o jurídicas, sobre todo
cuando se transmiten dentro de otra finca que los comprende (vgr. se venden unos terrenos
–finca registral– en los que se encuentra unos edificios, y además una capilla, o una ermita).
En estos casos, la potestad eclesiástica sobre aquellos no supone, a nuestro entender, una
potestad dominical. Habría que probar en cualquier caso quién es el dueño de los mismos.
Pero incluso, y como ya hemos dicho, si se encuentran como parte integrante, o anejo de una
finca registral, su titularidad será la del de la finca total por principio de accesión (superficie
solo cedit y accesorium sequitor principale). En este sentido, y abundando en esta idea, la STS
28 diciembre 1959, distingue la potestad eclesiástica sobre capillas o ermitas, de la potestad
dominical o territorial de aquellas, por lo que «dejando al margen dicha jurisdicción, que
siempre queda a salvo, nada se opone a que tal dominio y propiedad corresponda a los par-
ticulares que en terreno propio las levantaron y conservan, como de hecho ocurre, y hay de
ello numerosos ejemplos, siendo perfectamente lícita y legal en tal supuesto la inscripción
registral del dominio y propiedad de dichos edificios y la consiguiente, transmisión de los
mismos por sus correspondientes titulares, caso en que es de conceptuar la ermita de que se
trata», tal y como recoge L. Ruano Espina, Régimen Jurídico Registra…, cit., 121.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 281

mento fehaciente, y la certificación administrativa del art. 206 LH, y solo


para los casos que en ese artículo se establecen.
El art. 206 LH permite un sencillo modo de inmatricular fincas que
pertenezcan a cualquiera de las Administraciones Públicas: Estado, pro-
vincia, municipios y corporaciones de Derecho público.
Para inmatricular las fincas de su pertenencia basta que el funcionario
competente ‒el que esté a cargo de la administración de los inmuebles que
se pretenden inscribir‒ emita una certificación, en la que se expresará el
título de adquisición o el modo en que fueron adquiridos dichos bienes,
y que, por tanto, justifica que pertenecen a la administración correspon-
diente. Eso sí, solo procederá utilizar este medio de inmatriculación cuan-
do se carezca de título escrito de dominio que probara estos extremos.
En consecuencia, para inmatricular, es suficiente que se presente dicha
certificación por duplicado, en la que se expresen las circunstancias del
art. 303 RH (descripción de la finca, justificación de la carencia de título
escrito, naturaleza, valor y cargas del derecho que se pretende inscribir,
identidad del transmitente de la finca o derecho, el título de adquisición, y
servicio público al que se destina la finca), acompañada de la certificación
catastral correspondiente a la finca, y la autoliquidación del ITP y AJD,
‒aunque, como luego veremos, si se trata de un lugar de culto, está exento
de los mismos‒ 19. El Registrador calificará dicho documento examinando
si contiene todas las circunstancias requeridas y que la finca descrita no
coincide con ninguna otra ya inscrita; en cuyo caso practicará la inscrip-
ción de inmatriculación solicitada.
Se trata, en definitiva, de un medio privilegiado y rápido para con-
seguir la inmatriculación de las fincas a favor de la administración, evi-
tando los largos trámites del expediente de dominio. La justificación de
este procedimiento reside en la notoriedad de su propietario que, al ser la
propia administración, se le presume el derecho de propiedad a su favor,
sin necesidad de prueba como en el expediente. Al ser una forma de inma-
tricular extraordinaria y privilegiada, debe interpretarse restrictivamente;
es decir, solo para los casos y con los requisitos previstos en el art. 206 LH.
Aunque eso sí, y al igual que la inmatriculación en virtud de título públi-
co (art. 205 LH), está sometida a la suspensión de efectos de la fe pública

19. Esta exención está recogida en art. 4.1, C) Acuerdo de Asuntos Jurídicos entre el
Estado Español y la Santa Sede.
282 María Goñi Rodríguez de Almeida

registral durante un periodo de dos años, según establece el art. 207 LH,
precisamente para paliar los posibles errores o defectos de titularidad que
puedan ocasionarse por la «facilidad» de esta inmatriculación.

4.1.1.  Requisitos de la inmatriculación de lugares de culto


a través del art. 206 LH
El art. 206 LH permite que también puedan inmatricularse por este
medio privilegiado los bienes pertenecientes a la Iglesia Católica.
Es decir, la Iglesia Católica puede inmatricular sus edificios de culto,
por este procedimiento especial, siempre que aquellos no estén previa-
mente inscritos y se carezca de título escrito de dominio de los mismos.
Basta para ello, y como ya se ha dicho, la presentación de una certificación
de dominio, más la certificación catastral que describa ese inmueble des-
tinado al culto.
Pero, en este caso, tanto el objeto que se inmatricula –el edificio de
culto‒, como la persona que debe emitir la certificación, tiene unas ca-
racterísticas especiales, que deben ponerse de relieve, pues modifican,
en parte, el régimen general previsto para las Administraciones Públicas;
amén de que debe prestarse una especial atención a la debatida cuestión
de su constitucionalidad o vigencia, pues, según algunos, puede suponer
un privilegio en manos de la Iglesia Católica.
Las especialidades de la inmatriculación a través del art. 206 LH y su
desarrollo reglamentario del art. 304 RH, para la Iglesia Católica se pue-
den resumir en las siguientes:
– En primer lugar y en cuanto al objeto de inmatriculación, hay que
decir que sólo pueden inmatricularse bienes que pertenezcan a la
Iglesia Católica 20, excluyendo la inmatriculación de bienes que per-
tenezcan a cualquier otra confesión religiosa, y creemos que, ade-
más, esos bienes tienen que ser bienes eclesiásticos.
– Además, el sujeto que debe emitir la certificación es el «funcionario a
cuyo cargo esté la administración de los bienes», y en este caso con-
creto es el diocesano correspondiente, es decir, el obispo diocesano
(art. 304 RH).

20. Se habla aquí de «bienes» de forma genérica y no de lugares de culto, pues este
procedimiento inmatriculador puede usarse para inmatricular todo tipo de bienes que per-
tenezcan a la Iglesia Católica, y no solo lugares de culto (vgr. fincas, hospitales, escuelas,
edificios no cultuales, etc.); si bien, en este trabajo solo se pretenden estudiar estos últimos.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 283

Con respecto a lo primero, los bienes eclesiásticos son aquellos bienes


temporales de la Iglesia Católica cuya titularidad la ostentan personas ju-
rídicas públicas conforme al Derecho canónico, tal y como se recoge en el
c. 1257 CIC 21. Es decir, el carácter de eclesiástico no procede de la natura-
leza o del contenido de dichos bienes, sino de su titularidad. El propio c.
1257 CIC enumera como personas jurídico públicas a la Iglesia Universal,
la Sede Apostólica, y añade «otras personas jurídicas públicas», entre las
que se encuentran las diócesis, las provincias eclesiásticas, las Conferen-
cias Episcopales, las parroquias, los seminarios, las asociaciones públicas
de fieles, los Institutos de Vida Consagrada, etc., constituidas por la Au-
toridad eclesiástica competente mediante decreto de erección o ipso iure
para actuar en nombre de la Iglesia.
Se plantea la cuestión, de si los únicos bienes que se pueden inmatri-
cular por el art. 206 LH son los que pertenecen a las entidades jerárqui-
cas (diócesis y otras circunscripciones eclesiásticas) o también los perte-
necientes a Institutos de Vida consagrada y asociaciones y fundaciones.
Creo que respecto a los primeros la respuesta ha de ser sin duda afirma-
tiva. Respecto al resto de personas jurídico públicas, siempre que tengan
reconocida tal personalidad jurídica en el Derecho civil español y sean
entidades sujetas al Obispo diocesano, por emplear la expresión codicial,
deberían poder inmatricular sus bienes en virtud del art. 206 LH. Hay que
tener en cuenta que la Iglesia Católica, como tal, no puede ser titular regis-
tral, sino que actúa a través de sus distintos entes eclesiásticos, y si estos
tienen personalidad jurídica propia, podrían inmatricular por este proce-
dimiento, aunque este asunto es una cuestión debatida por la doctrina 22.

21. C. 1257 CIC: «1. Todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia universal,
a la Sede Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia, son bienes eclesiásti-
cos, y se rigen por los cánones que siguen, así como por los propios estatutos. 2. Los bienes
temporales de una persona jurídica privada se rigen por sus estatutos propios, y no por
estos cánones, si no se indica expresamente».
22. Son personas jurídico-públicas: Iglesia Universal, Sede Apostólica, diócesis, provin-
cias eclesiásticas, Conferencias Episcopales, parroquias, seminarios, asociaciones públicas
de fieles, Institutos de vida consagrada. Para todos ellos, entendemos, que es válida esta
forma de inmatricular. Pero las personas jurídicas canónicas privadas no pueden utilizar
este especial medio inmatriculador. Si bien, como apuntamos, la cuestión no es pacífica,
pues puede entenderse que solo las entidades jerárquicas de la Iglesia pueden utilizar este
procedimiento inmatriculador, que queda vetado a otras personas jurídicas, aún incluso de
carácter público.
En este sentido, J. M. González del Valle, Régimen económico, patrimonial y fiscal, en
Vv.Aa., Derecho eclesiástico del Estado español, Eunsa, Pamplona 62007, 218, que entiende que
estas disposiciones no benefician a las «asociaciones y comunidades religiosas católicas» (el
284 María Goñi Rodríguez de Almeida

Está claro que mientras su titular tenga personalidad jurídica reconocida


pueden ser también titular registral, pero el problema es si pueden hacer
uso de este especial medio inmatriculador, o no, al tratarse de una medida
propia de un régimen específico.
En relación al sujeto emisor de la certificación, este debe ser el «fun-
cionario a cuyo cargo esté la administración de los bienes», y en este caso
concreto es el diocesano correspondiente, es decir, el obispo diocesano
(art. 304 RH).
Sin embargo, y tras la STS 16 noviembre de 2006, que luego analiza-
remos, este requisito no puede interpretarse de forma estricta, ya que si,
según el Derecho canónico, otra persona está legitimada para emitir esa
certificación, como el Derecho canónico es aplicable en nuestro ordena-
miento, se debe admitir también que emita el certificado persona distinta
del diocesano, siempre que, según el Derecho canónico, pueda hacerlo. En
concreto, esta sentencia contempla el supuesto de la inmatriculación de
una ermita a favor del Arzobispado de Valencia, en virtud de certificación
emitida por el Canciller-secretario de la Diócesis. Se pretende la nulidad
de tal inmatriculación, al no haber sido emitida la certificación por el dio-
cesano respectivo, tal y como recoge la ley, o el funcionario a cuyo cargo
se encuentre la administración de dichos bienes, no teniendo el Canciller-
secretario tal facultad de administración. Sin embargo, el TS rechaza el
motivo de casación, y la nulidad pretendida afirmando lo siguiente: «En
el caso presente, la certificación fue librada por el Canciller-secretario de la
Diócesis, que carece de la facultad de administración y tiene en exclusiva
la de expedir certificaciones, conforme a su legislación propia (Código de
Derecho canónico, cánones 482, 1º y 483.3º) que es aplicable como regu-
lación interna de la Iglesia Católica, conforme al artículo 1.4 que le reco-
noce personalidad jurídica civil y plena capacidad de obrar, del Acuerdo
sobre asuntos jurídicos suscrito por la Iglesia y el Estado de fecha de 3
de enero de 1979. Tratado internacional integrante del ordenamiento ju-
rídico español conforme al art. 96 de la Constitución española. Por ello se
desestima el motivo cuarto». Por lo tanto, como para el Derecho canónico
el Canciller-secretario sí está facultado para emitir certificaciones, y este
derecho es aplicable en nuestro ordenamiento, debe admitirse que emitan

subrayado es nuestro, lo que pone de relieve la ambigüedad del término en el que pueden
incluirse personas jurídico públicas) porque el Ordinario ha de ser local, y solo puede certi-
ficar sobre los bienes que tiene a su cargo.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 285

la certificación aquellas personas que, para el Derecho canónico, estén fa-


cultadas para hacerlo, aunque no sean las que expresamente menciona el
art. 304 RH. Por otra parte, la solución que recoge esta sentencia, es cohe-
rente, igualmente, tal y como dice Ruano Espina 23, con la normativa sobre
las certificaciones de dominio «pues de hecho, el art. 303 RH, al referirse a
la persona competente para expedir la certificación, indica que será el Jefe
de la dependencia a cuyo cargo esté la administración o custodia de las
fincas, siempre que por su cargo ejerza autoridad pública o tenga facultad
de certificar».
Brevemente, analizamos ahora la constitucionalidad de este precepto
y en definitiva la vigencia del mismo, según se aprecie o no su constitu-
cionalidad.
En torno a este tema, son dos las posturas que encontramos: los que de-
fienden la inconstitucionalidad del art. 206 LH y por tanto su derogación,
y los que, al contrario, entendemos su plena aplicación.

4.1.2.  La posible inconstitucionalidad del art. 206 LH

Como ya hemos dicho, se plantea por parte de la doctrina 24 que este


especial medio inmatriculador favorece de manera especial y privilegiada
a la Iglesia Católica, en perjuicio del resto de Confesiones religiosas que
carecen del mismo, y deben acudir para inmatricular sus bienes al expe-
diente de dominio o título público de adquisición.
Este sector doctrinal afirma que el art. 206 LH equipara, en cierto
modo, a la Iglesia Católica con la Administración pública, y al diocesano
con un funcionario público, al otorgarle la misma prerrogativa inmatricu-
ladora; no siendo esto posible en un Estado aconfesional, que recoge en
su Constitución que ninguna confesión tiene carácter estatal (art. 16.3 CE);
abogan, en consecuencia, por la derogación de este precepto.

23. L. Ruano Espina, Titularidad e inscripción en el Registro de la Propiedad de los bienes


inmuebles (culturales) de la Iglesia, RGDCEE, Iustel 14, Marzo 2007, 20.
24. Véase, por todos, A. Torres Gutiérrez, Estudio crítico de los privilegios de la Iglesia Ca-
tólica en materia de inmatriculación de bienes inmuebles de titularidad eclesiástica, en línea: http: //
www.plataforma-ekimena.org/. También cuestionan la constitucionalidad de este precepto:
R. Ballarín Hernandez, Rectificaciones constitucionales a la vigencia actual de la certificación de
dominio como medio inmatriculador, RCDI 563 (1984) 859-861; P. Haza Díaz, Inmatriculación de
bienes de la Iglesia mediante certificación expedida por el Diocesano, RCDI 630 (1995) 1597-1600;
C. J. Maluquer de Montes Bernet, Titularidad de montes vecinales y constitucionalidad o no del
art. 206 LH, Revista de Derecho Privado (RDP), febrero 1999, 136-137.
286 María Goñi Rodríguez de Almeida

Para justificar la inconstitucionalidad de este artículo se acude a la STC


340/1993 de 16 de noviembre, en la que se debatía sobre la constitucionali-
dad del antiguo art. 76.1 del texto refundido de la LAU de 24 de diciembre
de 1964.
En este artículo se establecía que tanto el Estado, la Provincia, el Munici-
pio, la Iglesia Católica y otras Corporaciones de Derecho público, estaban
exentos de justificar la causa de necesidad para ocupar sus establecimien-
tos o viviendas arrendados. La necesidad era causa legal de excepción
a la prórroga forzosa. Por tanto podían poner fin a los arrendamientos
concertados sobre los mismos sin la justificación que, sin embargo, sí se
exigía al resto de arrendadores.
En definitiva, y siempre según los autores defensores de la tesis de la
inconstitucionalidad, en este artículo se equiparaba a la Iglesia Católica
con las Corporaciones de Derecho público, y se equiparaban los fines re-
ligiosos a los fines públicos; explicación que solo puede encontrarse en
el hecho de que este precepto es pre-constitucional, y que se publicó en
la época franquista, donde el Estado era confesional y debía contribuir y
asumía como propios fines de la Iglesia 25.
El TC, en la sentencia aludida, afirma que este artículo no encuentra
acomodo en nuestro modelo de Estado actual, encontrándose su justifica-
ción en «el carácter confesional del Estado con anterioridad a la vigencia
de la Constitución española, lo que es contrario al inciso inicial del art.
16.3 de nuestra Norma Fundamental». Además, entiende que el deber de
cooperación del Estado con las Confesiones religiosas establecido en el
art. 16.3 CE no da cobertura a este precepto porque «en ningún caso las
confesiones religiosas pueden trascender los fines que les son propios y
ser equiparables al Estado ocupando una igual posición jurídica». Repite
en este punto la doctrina que estableció la STC 24/1982, en la que se decía
expresamente que el art. 16.3 CE «veda cualquier tipo de confusión entre
funciones religiosas y funciones estatales».
Los defensores de la inconstitucionalidad del precepto de la Ley Hipo-
tecaria hacen un paralelismo entre ambos artículos (206 LH y 76.1 LAU),
en el sentido de que los dos son preceptos preconstitucionales, dictados
en una época de Estado confesional, en el que tanto la Iglesia, como sus

25. Véase A. Torres Gutiérrez, Estudio crítico de los privilegios de la Iglesia Católica en


materia de inmatriculación de bienes inmuebles de titularidad eclesiástica, cit.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 287

fines, eran asimilados a las Corporaciones de Derecho Público y los su-


yos. Por lo tanto, defienden que no existe obstáculo alguno para aplicar la
doctrina constitucional de estas sentencias al art. 206 LH, abogando por
su inconstitucionalidad.
Otro argumento a favor de la misma es que también se entiende vulne-
rado el principio de igualdad del art. 14 CE, ya que se favorece a la Iglesia
Católica con respecto a otras Confesiones, que carecen de este especial
medio inmatriculador.
En este sentido, la STS 18 noviembre 1996, refiriéndose a la inmatricu-
lación de bienes de la Iglesia a través del 206 LH, aunque sin entrar en el
fondo, y dando simplemente una «opinión» sobre su constitucionalidad,
afirma que el art. 206 LH «se presenta poco conciliable con la igualdad
proclamada en el artículo 14 de la Constitución, ya que puede presentar
un privilegio para la Iglesia Católica, en cuanto no se aplica a las demás
confesiones religiosas inscritas y reconocidas en España». También, la ya
citada STC 340/1993 considera vulnerado el art. 14 CE, no siendo posible
justificar en el caso que se planteaba la diferenciación normativa, por lo
que declara que el art. 76.1 LAU es «sobrevenidamente inconstitucional y
por consiguiente, nulo en cuanto a la mención de la Iglesia Católica».
La DGRN no se ha manifestado directamente sobre la constitucionali-
dad o no de este medio inmatriculador para la Iglesia Católica; pero, por
ejemplo, la RDGRN 12 enero 2001 no entra en la idoneidad o no del título
inscribible por no haber sido objeto de recurso (se trataba de la inmatri-
culación de un templo católico en virtud del art. 206 LH, y se discutía
sobre la posible inscripción del templo), pero hace una afirmación de la
que podría deducirse que no es muy partidaria de esta posibilidad. Esta
manifestación es la siguiente: «debe omitirse ahora cualquier pronuncia-
miento sobre la idoneidad de la certificación expedida ex art. 206 LH por
las Autoridades de la Iglesia Católica para la inmatriculación de fincas
que les pertenezcan».

4.1.3.  La constitucionalidad y vigencia del art. 206 LH

Analizados los argumentos que esgrime parte de la doctrina a favor


de la inconstitucionalidad de este artículo, vamos ahora a exponer los
que, desde aquí, se defienden, entendiendo que este artículo no vulnera
la Constitución, es de plena vigencia, y debe, en consecuencia, permitirse
288 María Goñi Rodríguez de Almeida

que las entidades eclesiásticas inmatriculen por este procedimiento espe-


cial, siempre que se cumplan los requisitos establecidos en la Ley.
Nuestros argumentos son:
– Los antecedentes históricos del precepto examinado explican su ver-
dadera justificación, que no puede encontrarse en un mero privi-
legio pre constitucional a favor de la Iglesia Católica por parte del
Estado. En efecto, y como bien explica Arrieta 26, el art. 206 LH tiene
unos precedentes históricos clarísimos, y no aparece ex novo en la
LH de 1944-46, sino que ya existían en la LH de 1863 unos precep-
tos similares al actual art. 206 LH, en concreto los arts. 1 y 3 RD
6 noviembre de 1863, por los que se permitía inmatricular bienes
inmuebles poseídos por el Estado o Corporaciones civiles, a través
de la correspondiente certificación de posesión de los mismos, ex-
tendiéndose esta misma posibilidad en el art. 3 a los «bienes que
posea el clero», aunque en este caso, las certificaciones necesarias
para ello las expedirá el diocesano respectivo. Es decir, ya en 1863,
se pone en manos de la Administración y de la Iglesia Católica un
procedimiento inmatriculador basado en una certificación posesoria
cuya finalidad era agilizar el lento proceso inmatriculador, vigente
hasta entonces, del expediente posesorio ‒ante la falta de títulos es-
critos de dominio‒, donde el interesado en un largo procedimiento
de jurisdicción voluntaria debía probar su posesión actual y la ad-
quisición de la finca. Por este motivo y como consecuencia de la des-
amortización de los bienes en poder de las manos muertas, se hizo
necesario inscribir el elevado número de bienes que formaba parte
de los patrimonios de la Iglesia y de las Administraciones Públicas,
y no hubiera sido posible hacerlo por el lento proceso del expedien-
te posesorio, impidiendo la finalidad primordial del legislador que
era la máxima incorporación de bienes inmuebles al Registro de la
Propiedad. Por este motivo, el legislador prefirió dotar de un medio
ágil de inmatricular en detrimento, a veces, de la seguridad jurídi-
ca completa. Posteriormente, el expediente posesorio evolucionó al
actual expediente de dominio, y la certificación posesoria a la actual
certificación de dominio. En el caso de los bienes de la Iglesia Católi-

26. J. Arrieta Sevilla, La inmatriculación de fincas de la Iglesia Católica por medio de certifi-
cación diocesana, Ius Canonicum 60 (2010) 517-533.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 289

ca, además, era fácil acreditar la propiedad de muchos de sus bienes,


puesto que RD 21 agosto 1860 impuso a las diócesis la obligación de
elaborar por triplicado un archivo en el que debían constar todas sus
fincas, las adquiridas antes de 1860 que habían quedado excluidas
de desamortización, o las que le fueron devueltas. La existencia de
este archivo facilitó enormemente la certificación posesoria y domi-
nical de tales bienes.
Pues bien, si esta es la razón y fundamento histórico de este artículo, no
puede pretender justificarse en razones de privilegio o aconfesionalidad
del Estado de la época de 1944-46; pues queda claro que su ratio legis fue
otra muy distinta: economía o agilidad en el procedimiento registral, para
conseguir inmatricular el elevado número de posesiones de la Iglesia Ca-
tólica, cuando se carecía de título escrito de dominio, lo que se mantuvo
hasta 1944-46.
– Por otra parte, la STC que acabamos de analizar no puede ser direc-
tamente aplicable al art. 206 LH porque no contempla un supuesto
igual, sino que está pensando en un precepto legal diferente, y en un
caso concreto en el que sí podía vulnerarse el principio de igualdad,
pero esto no es aplicable al supuesto del art. 206 LH (véase STS 16
noviembre 2006).
– Del mismo modo, no existe ninguna sentencia que haya declarado
expresamente tal inconstitucionalidad, ni la DGRN se ha manifesta-
do claramente en este sentido. Lo más que encontramos son vagas
suposiciones o interpretaciones, de las que se deduce el rechazo a
este artículo, pero en ninguna de ellas se afirma claramente la in-
constitucionalidad; luego, si ésta fuera clara y manifiesta, se habría
declarado como tal.
– Por el contrario, sí que existe una sentencia en la que expresamente
se declara la constitucionalidad de este medio inmatriculador a fa-
vor de la Iglesia Católica. Se trata de la STS 16 noviembre de 2006,
a la que antes nos hemos referido, que, en un caso de inmatricula-
ción de bienes de la Iglesia por el art. 206 LH, afirma expresamente
su procedencia y su constitucionalidad. Por tanto, a partir de este
pronunciamiento jurisprudencial, no creo que pueda dudarse de la
misma. Las palabras exactas de esta sentencia, en su fundamento
tercero son: «Procede, pues, en primer lugar, tratar del tema de la
constitucionalidad de la atribución a las corporaciones o servicios
290 María Goñi Rodríguez de Almeida

de la Iglesia Católica de la posibilidad de inscribir bienes inmuebles


en el Registro de la Propiedad, cuando carezcan de título escrito de
dominio, mediante la certificación que contempla el art. 206 LH. No
se estima inconstitucional este precepto ni procede plantear la cues-
tión de inconstitucionalidad porque el Ayuntamiento demandante,
recurrente en casación, no puede alegar discriminación ni atentado
al principio de igualdad respecto a otras iglesia, ni, por último, pue-
de obviarse que el párrafo segundo de aquella norma ha sido intro-
ducido por el artículo 144 de la Ley 13/ 1996 de 30 de diciembre, de
medidas fiscales, administrativas y de orden social, sin que se haya
cuestionado nunca la posible inconstitucionalidad de todo el precep-
to. Por otra parte, la alegada inconstitucionalidad tampoco afectaría
a una situación jurídica ya consolidada, ya que en el presente caso la
inscripción se ha producido tiempo ha. Por último, no es argumento
lo resuelto por la STC 340 /1993 de 16 de noviembre, que declaró in-
constitucional la mención de la Iglesia en un tema de arrendamiento
urbano que sí atentaba al principio de igualdad en relación con la
otra parte contendiente».
– Esto queda abundado por el hecho –ya mencionado en el fundamen-
to de derecho tercero que acabamos de transcribir‒ de que la Ley
13/1996 de 30 diciembre, de Acompañamiento, añadió un nuevo pá-
rrafo al art. 206 LH, en virtud del cual el Estado y otros entes admi-
nistrativos podrían, a partir de ahora, inscribir declaraciones de obra
nueva y división horizontal a través de la certificación administrati-
va, sin necesidad de escritura pública. Este segundo párrafo –post-
constitucional‒ no menciona a la Iglesia Católica que, por lo tanto,
no goza de esta facilidad. Pero esto no significa, como pretenden los
partidarios de la inconstitucionalidad, que este nuevo párrafo afecte
al primero, en el sentido de que al excluir a la Iglesia Católica en el
segundo párrafo post-constitucional, deba entenderse que también
se le excluye de la posibilidad de inmatriculación prevista en el pri-
mero pre-constitucional. Este cambio legislativo debe interpretarse
justamente al contrario. Si el legislador pudiendo modificar el pri-
mer párrafo no lo hizo, y en ese nuevo párrafo post-constitucional no
se dice nada respecto del primero, hay que concluir que aquel está
en vigor y, por tanto, debemos interpretar que quiso expresamente
que permaneciera ese medio inmatriculador a favor de la Iglesia (tal
y como recoge la STS 16 noviembre 2006).
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 291

– Por otra parte, un Estado aconfesional no significa que sea laico, y


que no pueda colaborar o apoyar a una Confesión religiosa, sino más
bien al contrario, los poderes públicos «mantendrán las consiguien-
tes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás con-
fesiones» (art. 16.3 CE).
– No existe vulneración del principio de igualdad del art. 14 CE, por-
que éste no supone que todos seamos iguales, sino que en la diferen-
cia debemos actuar de forma semejante, tal y como recogía la propia
STC 340/1993, cuando afirmaba que «no toda desigualdad de trato
legislativo en la regulación de una materia entraña una vulneración
del derecho fundamental a la igualdad ante la Ley del art. 14 CE,
sino únicamente aquellas que introduzcan una diferencia de trato
entre situaciones que puedan considerarse sustancialmente iguales
y sin que posean una justificación objetiva y razonable». Y, nos guste
o no, lo que no puede obviarse es que la Iglesia Católica tiene un
arraigo y una presencia en la sociedad española de mucho mayor
calado que otras confesiones religiosas. Por eso, es propietaria de
templos o bienes inmuebles desde tiempos inmemoriales, los cuales
debe defender, la mayoría de las veces frente a los ayuntamientos que
reivindican dichos inmuebles, cosa que no ocurre respecto a otras
confesiones, lo que justificaría el distinto trato del art. 206 LH, sin
que genere desigualdad. Además, aunque defendiéramos que se vul-
nera el principio de igualdad, podríamos abogar no por la solución
negativa que consiste en excluir de este medio inmatriculador a la
Iglesia, sino por la positiva, que supondría extenderlo al resto de las
confesiones. Lo que ocurre es que, en este segundo caso, no parecería
muy razonable ofrecer dicho procedimiento inmatriculador tan sen-
cillo y rápido a todas las confesiones, porque, como ya hemos dicho
antes, fallaría –en muchas ocasiones– la notoriedad que atribuye una
posesión inmemorial a favor de la Confesión religiosa, lo que sí sue-
le predicarse de los templos o bienes de culto de la Iglesia Católica.
A la vista de estas consideraciones, debemos concluir afirmando la
vigencia y constitucionalidad del art. 206 LH y defender su aplicación
para la inmatriculación de lugares de culto de la Iglesia Católica. Por eso,
si nos preguntáramos cómo debería actuar un Registrador cuando llega
al Registro de la Propiedad la solicitud de este tipo de inmatriculación,
deberíamos contestar que el Registrador –que desde luego no es quien
deba decidir acerca de su inconstitucionalidad–, podrá y deberá practi-
292 María Goñi Rodríguez de Almeida

car el asiento correspondiente, pues este artículo sigue vigente y no ha


sido derogado por la Constitución. Y en cualquier caso, si se declarara
su inconstitucionalidad, ésta no afectaría a todas las inmatriculaciones ya
practicadas, por lo que queda claro que éstas deberían permanecer.

4.1.4.  Efectos de la inmatriculación: presunción de exactitud y suspensión


de efectos de la fe pública registral

Si bien es cierto que podemos defender la constitucionalidad y vigencia


del art. 206 LH a favor de la Iglesia Católica, no es menos cierto que este pe-
culiar y privilegiado modo de inmatriculación del inmueble está sometido
a la suspensión de efectos de la fe pública registral del art. 207 LH.
Es decir, precisamente, por tratarse de un medio inmatriculador fácil
y rápido, en el que el propio diocesano certifica el dominio del inmueble
que se pretende inmatricular, puede cometerse un error en alguna oca-
sión, privando al verdadero titular dominical de la posibilidad de reivin-
dicar dicho inmueble, cuando éste hubiera sido transmitido a un tercero
adquirente de buena fe; es decir el tercero hipotecario, que vería inataca-
ble su adquisición por efecto de la fe pública registral.
Precisamente, para evitar esto, y que un verdadero propietario pierda
su derecho en aras de un modo inmatriculador sencillo, originado por
motivos de economía registral, se prevé la suspensión de efectos de la
fe pública registral durante un periodo de dos años, suficiente para que
el verdadero propietario pueda reclamar antes de que la adquisición del
tercero de buena fe (art. 34 LH) devenga inatacable.
Por lo tanto, al existir suspensión de efectos de la fe pública, aunque se
hubiera transmitido a un tercero dicho inmueble cultual, podrá también
atacarse dicha adquisición, antes de los dos años de la inmatriculación, y
perder la titularidad dominical inscrita, a favor del verdadero propietario
no inscrito.
En consecuencia, no podemos olvidar que, a veces, es mejor la inmatri-
culación de los lugares de culto a través del expediente de dominio que no
está sometida a suspensión de efectos de la fe pública, haciendo inatacable
la adquisición del tercero desde el inicio 27.

27. En este sentido se manifiesta J. Corral Martínez, Aspectos civiles, registrales y tribu-
tarios de la Urbanística de culto, cit., 29.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 293

Por otra parte, hoy en día, la mayoría de los pleitos dominicales sobre
lugares de culto tienen lugar entre la Iglesia (diócesis, parroquias, etc.), y
los ayuntamientos del lugar donde radica el inmueble 28. Pues bien, no se
puede olvidar que tanto una entidad como otra tienen a su favor el mismo
procedimiento inmatriculador, fácil y rápido, y será la primera que inma-
tricule la que aparezca como titular dominical del mismo y se presumirá
como tal frente a todos, como consecuencia de la presunción de exactitud
del Registro (art. 38 LH).
En cualquier caso, esa presunción dominical es iuris tantum, y por tanto
puede probarse en contrario; de este modo, si la titularidad dominical se
impugna ante los tribunales por la otra entidad, deberá probar en juicio
declarativo la falta de ese dominio inscrito, destruyendo la presunción de
exactitud hasta entonces existente.
La mayoría de los conflictos generados por la inmatriculación de lu-
gares de culto católico, tan de actualidad hoy en día, son de este tipo: dis-
cusión acerca de la verdadera titularidad dominical de los mismos, entre
las distintas entidades civiles y religiosas. Solo la prueba de ese dominio
en el devenir de la reivindicatoria o declarativa correspondiente, con la
sentencia que así lo recoja, podrá modificar el derecho ya inscrito en el
Registro, pues los asientos registrales están bajo la salvaguarda de los tri-
bunales (art. 1.3 LH). Habrá que estar, entonces, a lo que éstos dispongan
en última instancia.
La prueba del dominio habrá de ser clara y contundente, lo que suele
ser difícil, pues se carece de título escrito de dominio sobre el lugar de
culto en cuestión, y por eso, hay que probar muchas veces una adquisición
derivativa a través de testimonios y pruebas de circunstancias de hecho, o
en la mayoría de los casos, se pretende probar una adquisición dominical
originaria, a través de la prescripción adquisitiva inmemorial de dichos
inmuebles.
En este segundo caso, cuando se trate de probar en el procedimiento
judicial correspondiente la usucapión consumada del lugar de culto, no
podemos olvidar que habrá que probar por parte del que la alega una
posesión pública, pacífica, ininterrumpida y en concepto de dueño. Sien-

28. Véase, por ejemplo las siguientes sentencias que resuelven sobre conflictos plantea-
dos entre ambos: STS 17 julio 1995; SAP Teruel 1995; SAP Coruña 2001; SAP Vizcaya 2002.
En todas ellas se discute sobre la titularidad dominical de lugares de culto: ermitas, iglesias,
templos o monasterios.
294 María Goñi Rodríguez de Almeida

do este último aspecto el más importante, ya que como recogió la STS 25


enero 1991, y ya hemos puesto de manifiesto con anterioridad, «la celebra-
ción de actos de culto… es irrelevante, por sí sola, para decidir acerca de
la titularidad dominical de la mencionada capilla». El desempeño de acti-
vidades cultuales no implica actos dominicales, y por tanto, no basta para
usucapir; será necesario probar una verdadera posesión en concepto de
dueño, es decir, la realización externa de actos propios del dominio civil.

4.2.  Inmuebles pertenecientes a otras confesiones y particulares

Cuestión muy distinta es la inmatriculación de lugares de culto per-


tenecientes a otras confesiones religiosas, o bienes de culto católico, pero
pertenecientes a particulares o personas canónicas jurídico-privadas o pú-
blicas que no puedan inmatricular ex art. 206 LH.
La inmatriculación de estos lugares de culto será exactamente igual
que la de cualquier finca registral que quiera acceder al Registro por pri-
mera vez y que sea de titularidad privada. No obstante, cabe señalar que
la inmatriculación directa de lugares de culto ‒edificios ya construidos‒
pertenecientes a otras entidades y confesiones religiosas distintas de la
católica es escasa, debido a que la mayoría de estas inscripciones se realiza
sobre fincas ya inmatriculadas y a través de la declaración de la obra nue-
va sobre las mismas. Esto es debido a que no es muy normal, por razones
históricas y de la propia tradición española, encontrarnos con edificios de
culto de gran antigüedad de otras confesiones que accedan, ya construi-
dos y terminados, al Registro de la Propiedad. En cualquier caso, si los
hubiera, deberán inmatricularse como explicamos a continuación.
Se podrán inmatricular por el procedimiento de expediente de domi-
nio, recogido en los arts. 201 y 202 LH o por el de título público de los arts.
205 LH y 198 RH.
1. El expediente de dominio: Se trata de un procedimiento que pro-
porciona una titulación supletoria a efectos inmatriculadores, y que,
por tanto, se usa cuando la Confesión religiosa o el particular carez-
can de título formal (escrito) de dominio, pero no de título material
(acto o negocio jurídico que produjo la modificación jurídico real),
y siempre que la finca –edificio de culto‒ no esté inmatriculada.
Desde un punto de vista procesal se trata de un acto de jurisdicción
voluntaria que tiene por objeto acreditar la adquisición de una finca
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 295

no inmatriculada; y que, aunque propiamente no excluye la contra-


dicción, sí la restringe.
Se desarrolla ante el Juez de primera instancia donde radica el in-
mueble que se pretenda inscribir, y en él se deberá probar la titula-
ridad dominical que se alega. La oposición sólo podrá fundarse, ex
art. 282 RH, en el hecho de si se ha acreditado o no suficientemente
la adquisición del dominio del actor.
Los efectos del expediente de dominio son: a) el auto recaído será
título bastante para la inscripción solicitada, y b) ello, sin la sus-
pensión de efectos que durante 2 años, impone el art. 207 LH a las
inmatriculaciones por título público o certificación administrativa.
Si el que inicia el expediente de dominio es una entidad o Con-
fesión religiosa, deberá tener reconocida su personalidad jurídica
pues solo entonces estará legitimada para iniciar el procedimiento
judicial destinado a probar su dominio. Para ello, será necesario que
esté inscrita en el Registro de Entidades Religiosas. Si se trata de
particulares o personas canónicas jurídico-privadas, deberá igual-
mente probarse su personalidad jurídica o su capacidad de obrar.
En ambos casos, habrá de probar el título material de adquisición
del dominio alegado.
La inmatriculación se conseguirá, entonces, con el auto judicial por
el que se considera probado el dominio, siendo título suficiente
para la inscripción, y habrá que presentar en el Registro testimonio
judicial bastante en el que conste que el auto sea firme. El auto se
insertará de forma literal, y se habrá producido la inmatriculación.
No obstante, este expediente no produce efectos de cosa juzgada
por lo que no se impide plantear después el correspondiente juicio
declarativo contradictorio, por quien se encuentre perjudicado.
2. Inmatriculación por título público del art. 205 LH
En este caso, se pueden inmatricular las fincas cuando el que pre-
tende inscribirlas tiene título escrito, formal, de dominio, y además
puede probar la adquisición de su transmitente en virtud de otro
título fehaciente o de un acta de notoriedad que asevere que aquel
«era tenido como dueño de la finca».
Es decir, se trata del juego de dos títulos escritos y públicos de do-
minio, el del adquirente inmatriculante y el de su transmitente, que
deben presentarse en el Registro.
296 María Goñi Rodríguez de Almeida

a) En primer lugar, por tanto, el inmatriculante debe acreditar su


adquisición «actual» mediante un título público adquisitivo
(cualquiera de los que reconoce el art. 3 LH 29).
b) y se exige además que acredite fehacientemente la titularidad
anterior de su transmitente  y para ello existen dos formas: 1.
Bien mediante otro título adquisitivo también público (doble ti-
tulación pública) que, tras STS 31 enero 2001, parece que deberá
ser necesariamente un documento público de los incluidos en
el art. 3 LH 30. 2. O, en defecto de dicho título, será precisa acta
de notoriedad que dote de fehaciencia la hipotética adquisición
anterior declarando que el transmitente o causante es tenido por
dueño y que será complementaria del primero.
Estos dos títulos, junto con el certificado catastral de la finca se pre-
sentan ante el Registrador, quien previo examen positivo de los mis-
mos, practicará la inmatriculación solicitada, que queda sometida
en su eficacia a la publicación de edictos en el Ayuntamiento corres-
pondiente, de la que queda constancia en el Registro a través de la
nota marginal.
Si los edictos no se publicaran y no existiera esa nota marginal, pa-
sados dos meses desde la inmatriculación, el Registrador cancelará
de oficio la inmatriculación practicada. Si, por el contrario, se anota
la publicación de edictos, la inmatriculación es, desde ese momento,
eficaz y empieza a producir los efectos propios de presunción de
exactitud y legitimación.
Al igual que ocurría con la certificación administrativa, se produce
una suspensión de efectos de la fe pública registral durante un pe-
riodo de 2 años, tal y como establece el art. 207 LH; evitando, por
tanto, que un tercer adquirente de buena fe pueda alegar la protec-
ción del art. 34 LH, haciendo irreivindicable su propiedad.

29. Art. 3 LH: «Para que puedan ser inscritos los títulos expresados en el artículo ante-
rior, deberán estar consignados en escritura pública, ejecutoria, o documento auténtico ex-
pedido por Autoridad judicial o por el Gobierno o sus Agentes, en la forma que prescriban
los reglamentos».
30. La STS citada anula la inclusión de los documentos privados entre los documentos
fehacientes a los que se refiere el art. 205 LH, que, ex art. 1227 CC, hagan prueba contra de
tercero en cuanto a su fecha, y es que según afirma el Alto Tribunal, lo que exige la LH es
que la fehaciencia se refiera al hecho mismo de la adquisición, y no sólo a su fecha.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 297

5. La inscripción de lugares de culto ya inmatriculados a través


de la declaración de obra nueva

Corresponde analizar ahora, el supuesto en el que la finca (suelo) ya


está inmatriculada en el Registro de la Propiedad y, posteriormente, sobre
la misma se construye el edificio destinado al culto 31.
Esto, a su vez, puede ocurrir de dos formas: que el suelo sobre el que se
va a construir ya pertenezca y esté inmatriculado a nombre de la Iglesia o
Confesión religiosa que va a construir el lugar o inmueble de culto; o bien
que el suelo donde se vaya a construir esté inmatriculado a nombre de
otro titular, diferenciando, entonces, si éste fuera de titularidad privada, o
de titularidad pública destinado en los planes urbanísticos como lugar de
culto. De este modo se distinguen las siguientes situaciones:
a) Construcción de edificio de culto en suelo ya inmatriculado a favor
de la propia confesión o entidad religiosa.
b) Construcción de edificio de culto en suelo inmatriculado a favor de
una persona privada distinta de la entidad religiosa que establece
el lugar de culto.
c) Construcción de edificio de culto en suelo inmatriculado de titula-
ridad pública.

5.1.  Construcción de edificio de culto en suelo ya inmatriculado a favor de la


propia confesión o entidad religiosa

En estos casos, cuando la finca –suelo‒ ya está inmatriculada a favor


de la entidad religiosa concreta, y por tanto ya le pertenece, todo lo que
se construya sobre la misma pertenecerá al dueño del suelo por accesión
(arts. 353 y 359 CC). No existe en este caso problema en cuanto a la titula-
ridad dominical del edificio construido que accede al dueño del suelo, y
corresponderá a éste otorgar la correspondiente escritura de declaración
de obra nueva, conforme a lo previsto en la LH, y que ésta se inscriba.
La declaración de obra nueva es una operación registral que consiste
en la constatación de la existencia de nuevas construcciones sobre un

31. Véase en este sentido a M. Moreno Anton, El tratamiento urbanístico…, cit., 7 y ss.;


J. Corral Martínez, Aspectos civiles, registrales y tributarios de la Urbanística de culto, cit., 25 y
ss.; L. Ruano Espina, Régimen jurídico registral de los bienes…, cit., 116 y ss.
298 María Goñi Rodríguez de Almeida

solar o la modificación o ampliación de las construcciones ya existen-


tes.
Viene prevista en los arts. 208 LH y 308 RH, que deben ponerse en
relación con el art. 20 de la Ley del Suelo 2008 y con la normativa de las
Comunidades Autónomas 32.
La declaración de obra nueva se hará constar en escritura pública.
Aunque, de conformidad con el art. 206.2 LH, el Estado, la Provincia,
el Municipio, las Comunidades Autónomas y demás Entes Públicos po-
drán inscribir la declaración de obra nueva mediante certificación admi-
nistrativa, esto no puede aplicarse en ningún caso a la Iglesia Católica, al
quedar expresamente excluida en este segundo párrafo de la posibilidad
de inscribir las obras nuevas por certificación administrativa, como ya se
puso anteriormente de relieve.
El título en cuya virtud accede al Registro de la Propiedad la decla-
ración de obra nueva deberá contener la descripción de la construcción
(art. 45 RD 1093/1997, de 4 de julio por el que se aprueban las normas
complementarias al Reglamento para la ejecución de la Ley Hipotecaria
sobre inscripción en el Registro de la Propiedad de actos de naturaleza
urbanística), con las circunstancias siguientes:
– Número de plantas.
– Superficie de parcela ocupada por la edificación.
– Total de metros cuadrados edificados.
– Otras circunstancias: si en el proyecto aprobado se especifica, se ex-
presará también el número de viviendas, apartamentos, estudios,
despachos, oficinas o cualquier otro elemento susceptible de apro-
vechamiento independiente.
La obra nueva deberá ser declarada por el propietario de la finca que
sea el titular registral de la misma ‒por exigencias del principio de trac-
to sucesivo‒, y se practicará en el Registro a través del correspondiente
asiento de inscripción.
Los requisitos necesarios para practicar la inscripción de una obra nue-
va, además de la escritura pública, son:

32. En este sentido, el reciente Real Decreto-ley 8/2011 de 1 julio de medidas de apoyo
a los deudores, en su art. 24, modifica el art. 20 de la Ley del Suelo que recoge los requisitos
de la inscripción de la obra nueva. En el mismo se reitera la necesidad de que se cumplan
todos los requisitos legales necesarios para su inscripción, por tanto, todas las licencias,
autorizaciones y garantías que ya se establecían en la ley.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 299

a) Licencia de obras.
Supone la autorización administrativa de que la obra reúne los requisi-
tos legales necesarios y deberá acreditarse la obtención de la misma, salvo
que legalmente no fuera exigible.
La forma de acreditación puede ser:
– Licencia expresa: En la escritura pública de declaración de obra nue-
va terminada deberá testimoniarse literalmente la licencia concedi-
da.
– Licencia por acto presunto: Es posible que la licencia se entienda
concedida por silencio administrativo, es decir, por acto presunto,
cuando la administración no haya contestado ni positiva ni negativa-
mente a la solicitud de la licencia en el plazo legalmente establecido
para ello, que con carácter general es de 3 meses (salvo que la legis-
lación autonómica correspondiente establezca un plazo distinto).
b) Certificación de técnico competente.
Deberá acreditarse que la descripción de la obra nueva, en cuanto a las
circunstancias a que se refiere el art. 45 ya citado, se ajusta al proyecto para
el que se obtuvo la licencia.
Esta acreditación podrá realizarse en alguna de las formas previstas en
el art. 49 RD 1093/1997 33.
Si la obra nueva estuviera en construcción, además de lo anterior, ha-
brá que hacer constar la finalización de la misma a través de nota marginal
(art. 47 RD 1093/1997), para lo cual será necesario presentar acta notarial
de finalización de la obra. Además, deberá acreditarse la finalización de
la construcción, mediante certificado de técnico competente que justifi-
que que la obra ha finalizado y que se ajusta al proyecto correspondiente.
Podrá realizarse mediante comparecencia del técnico al otorgamiento del
acta, incorporación a la matriz de la certificación o presentación de ésta
como documento complementario.

33. Según el art. 49 RD 1093/1997:


«– Por comparecencia del técnico en el mismo acto del otorgamiento de la escritura.
–Por incorporación a la matriz de la escritura de certificación del técnico, que deberá
contener la descripción de la obra nueva coincidente con la que resulte del título, y tener
la firma legitimada notarialmente. Dicha legitimación de firma podrá hacerse en la misma
escritura de declaración de obra nueva en construcción.
–Por la presentación de la certificación del técnico como documento complementario.
La firma deberá estar legitimada notarialmente; en dicha certificación habrá de constar la
descripción de la obra objeto de la escritura, así como el nombre del Notario autorizante, la
fecha del documento y el número del protocolo».
300 María Goñi Rodríguez de Almeida

Y si la obra nueva que se pretende inscribir ya está terminada, habrá


que justificar la constitución de las garantías del art. 19 c) de la Ley 38/1999
de 5 de noviembre, de Ordenación de la Edificación. Es decir, deberá acre-
ditarse la constitución del seguro decenal en los casos y formas que se
señala para la declaración de obra nueva terminada. Sin embargo, enten-
demos que la construcción de lugares de culto está exenta de la cons-
titución del seguro decenal, así que este requisito no podrá exigirse en
estas declaraciones de obra nueva, pues tal y como recoge la disposición
adicional 2ª de Ley de Ordenación para la Edificación, el seguro decenal
solo se exigirá en aquellas construcciones destinadas a vivienda. Es mas,
y como sostiene Corral Martínez 34, incluso la construcción de conventos,
hospederías, colegios etc, de pertenencia a una entidad religiosa, estarían
exentos del seguro decenal, pues según el espíritu de la Ley, esta garantía
está pensada solo para el promotor de vivienda, que obtiene beneficio con
la construcción, y por tanto debe responder de sus defectos.
Por último, nos planteamos la cuestión siguiente: si la construcción del
lugar de culto se hubiera hecho hace mucho tiempo, y por tanto las edifi-
caciones tuvieran cierta antigüedad, cómo debe practicarse la inscripción
de esa obra nueva «antigua». Esta tiene ciertas especialidades establecidas
en el art. 52 RD 1093/1997, que recoge Gómez Gálligo 35:
«–Será necesario que se acredite la terminación de la obra en fecha deter-
minada y su descripción coincidente con el título. Esto podrá probarse por
certificación del Catastro o del Ayuntamiento, por certificación técnica o por
acta notarial.
Todo ello sin perjuicio de que para acreditar la antigüedad de la obra –y
permitir así la inscripción registral sin necesidad de licencia–, cuando no sea
el técnico certificante el que firmó el proyecto o dirigió la obra, deberá demos-
trarse, con la oportuna documentación de su colegio, que tiene facultades bas-
tantes para expedir el certificado (RRDGRN 27 enero 2005 y 21 marzo 2006).
–Asimismo, habrá que justificar que dicha fecha de terminación de la obra
sea anterior al plazo previsto por la legislación aplicable para la prescripción
de las infracciones urbanísticas en que hubiera podido incurrir el que realizó
la construcción. Como regla general, este plazo es de cuatro años, si bien habrá
que estar a lo dispuesto en la legislación autonómica aplicable.

34. J. Corral Martínez, Aspectos civiles, registrales y tributarios de la Urbanística de culto,


cit., 31-32.
35. Seguimos en este punto lo recogido en Vv.Aa., Los contratos: aspectos civiles y registra-
les, J. Gómez Gálligo (dir.), Centro de Estudios Registrales, Madrid 32006, 455.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 301

–Que no conste practicada en el Registro de la Propiedad anotación pre-


ventiva por incoación de expediente de disciplina urbanística sobre la misma
finca objeto de la edificación».

5.2.  Construcción de edificio de culto en suelo inmatriculado a favor


de una persona privada distinta de la entidad religiosa que establece
el lugar de culto

En este caso, además de la declaración de obra nueva, la Confesión o


entidad religiosa debe llevar a cabo previamente el negocio jurídico en
cuya virtud adquiera el dominio del suelo o finca donde se vaya a cons-
truir el edificio.
La adquisición del dominio, propiedad de otro titular, podrá realizarse
por cualquiera de los modos previstos por la Ley, y entre ellos lo mas habi-
tual será a través de un título o contrato traslativo de dominio como puede
ser la compraventa, la permuta, o la donación; sin que nada obste a que la
adquisición del dominio del suelo se lleve a cabo por sucesión testada o
intestada, o incluso por usucapión.
Una vez adquirido el dominio, se procederá a su inscripción en el Re-
gistro siguiendo el procedimiento registral previsto, sin que exista ningu-
na particularidad específica. Para ello, por tanto, será necesario que el acto
o negocio adquisitivo se recoja en un documento público o auténtico, tal
y como exigen los arts. 3 LH y 33 RH, que se cumpla el tracto sucesivo, y
que obtenga la calificación positiva del Registrador que consienta en su
inscripción.
Otra de las fórmulas que también se pueden utilizar para la construc-
ción del lugar de culto puede ser la constitución de un derecho de super-
ficie por parte del dueño del suelo a favor de la entidad o confesión reli-
giosa. En este caso, se inscribirá el derecho de superficie sobre el edificio
construido conforme a lo establecido en el art. 16.1 RH para la superficie
urbana, aplicándose lo dispuesto en la Ley del suelo, y por tanto con ins-
cripción constitutiva para la superficie urbanística (art. 40.2 Ley del Suelo
2008), cuando se trate de suelo sometido a plan de actuación urbana.
En cualquier caso, además de la inscripción del dominio o derecho de
superficie, a continuación será necesario la declaración de obra nueva por
el titular registral, tal y como ya hemos explicado.
Puede ocurrir que cuando se adquiera la propiedad de la finca, en ella
ya exista una obra en construcción o que se adquiera una finca con la cons-
302 María Goñi Rodríguez de Almeida

trucción ya terminada, pero que acceda la nueva titularidad al Registro de


la Propiedad con anterioridad a la obra.
En el primer caso, la inscripción se realizará con la descripción que
resulta del Registro de la Propiedad, y el Registrador hará constar en la
nota de despacho que la obra está pendiente de que se practique la nota
marginal de su finalización.
Y si la construcción se llevó a cabo antes de ser propietario el actual
titular registral, la declaración de obra nueva la realizará este nuevo y
actual titular registral, independientemente de que en la fecha de cons-
trucción fuese o no el propietario; es decir, aunque la obra la hubiese rea-
lizado un propietario anterior que no la declaró. Así lo señala la RDGRN
20 marzo 2002.

5.3.  Construcción de edificio de culto en suelo inmatriculado


de titularidad pública

Bajo este epígrafe se pretende analizar el supuesto de hecho en el que


una confesión o entidad religiosa pretende la construcción de un edificio
de culto en suelo de titularidad pública, como consecuencia normalmente
de un planeamiento urbanístico.
La posibilidad de destinar suelo público para un uso religioso o de
culto es perfectamente admisible en nuestro derecho y, como dice Guardia
Hernández 36, tiene su base en el art. 93 Ley de Patrimonio de las Admi-
nistraciones Publicas, donde se prevén las concesiones sobre bienes de
dominio público, junto con el 137.4, que permite la adjudicación directa
de una concesión cuando el adquirente sea una entidad sin ánimo de lu-
cro, declarada de utilidad pública, o una iglesia, o confesión o comunidad
religiosa legalmente reconocida.
Es decir, la cesión de un terreno público para un uso religioso es posi-
ble, y esto se hará a través de la cesión onerosa o gratuita a las entidades
religiosas. También se ha contemplado, recientemente, la constitución de
derechos de superficie sobre ese suelo destinado a equipamientos de ca-
rácter religioso o comunitario.
Esta cesión de los terrenos es consecuencia de haber sido clasificados y
reservados como terrenos dotacionales o equipamientos dotacionales en

36. J. J. Guardia Hernández, El lugar de culto en suelo de titularidad pública en España,


Cuadernos Doctorales 23 (2009) 15-17.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 303

el correspondiente planeamiento general urbanístico, y por tanto, destina-


dos a satisfacer fines o necesidades colectivas. Estos terrenos pueden tener
carácter público o privado, cuya constancia debe quedar clara en el Plan
General 37. La administración tradicionalmente adquiría estos terrenos
destinados a usos dotacionales a través de la ocupación, o expropiación,
siendo mucho más frecuente en la actualidad tras la Ley del Suelo de 2008,
que los adquiera por cesión obligatoria de los propietarios particulares en
su caso. De cualquier forma, una vez que ya son de titularidad pública,
corresponderá a la administración correspondiente –el ayuntamiento‒, la
cesión de los mismos a favor de las entidades o confesiones religiosas que
correspondan.
Según Castro Jover 38, normalmente las cesiones de suelo dotacional
privado suelen ser a título oneroso, de acuerdo con el precio que tenga el
suelo, y si son de suelo dotacional público, serán a título gratuito.
Esto supone que quien ostente la potestad eclesiástica o religiosa sobre
el lugar de culto erigido no tiene la titularidad dominical del mismo, sino
solo un uso cedido por la administración correspondiente. Este uso, con-
secuencia de la cesión obligatoria, no se inscribirá de forma independiente
en el Registro, puesto que la posesión como hecho, con independencia del
título en virtud del cual se posee, no accede al Registro (art. 5 LH).
Es decir, si el suelo es demanial y en él se construye un edificio de culto
como equipamiento dotacional, ese edificio sigue siendo de titularidad
demanial, y la confesión correspondiente solo tiene derecho de uso sobre
el mismo, amén, claro está del ejercicio de su potestad eclesiástica.
En este caso, tanto el suelo como el edificio tienen carácter demanial,
y así estarán inscritos en el Registro de la Propiedad. En el planeamiento
urbanístico correspondiente, ya se hizo constar que ese suelo concreto era
un equipamiento dotacional y, por tanto, se inscribió desde el inicio, como
finca registral, con esa característica.

37. Sobre la reserva de terrenos para lugares de culto en los planes urbanísticos y todo
su tratamiento, véase: M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 195-200;
A. Castro Jover, Los lugares de culto en el derecho urbanístico: un análisis desde la igualdad mate-
rial, Laicidad y Libertades 7 (2007) 26-36; M. Moreno Antón, El tratamiento urbanístico de los
lugares de culto:…, cit., 18-25; M. González Sánchez, Competencia de las entidades locales con
los lugares de culto, Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado vol. XXVI (2010) 557-589; J. J.
Guardia Hernández, El lugar de culto en el suelo de titularidad pública en España, cit., 36-41.
38. A. Castro Jover, Los lugares de culto en el Derecho urbanístico…, cit., 30.
304 María Goñi Rodríguez de Almeida

6. La necesidad de la constancia registral de la adscripción


al culto de un inmueble

El destino o función de culto de un edificio o local, lo convierte en lugar


de culto, y le imprime un carácter distintivo que modifica, en parte, su
régimen jurídico.
Un lugar de culto tiene un estatuto y régimen diferente, en ciertos as-
pectos, al de otro inmueble que no esté adscrito a dicho fin, pues por una
parte dicha función le supone ciertas ventajas, o tratamientos diferencia-
dos (por ejemplo, exenciones a nivel fiscal, o del seguro decenal), y en
otras supone una clara limitación al dominio de su titular, en el sentido
de que ve limitadas sus facultades dominicales, por ejemplo, la de desti-
nación, o incluso impone limitaciones a los terceros que entren en relación
con dichos inmuebles, pues deben respetar dicha función, y esto implica
limitar también su actuación sobre aquellos.
Todo ello nos lleva a defender, desde estas líneas, la necesidad de que
la función cultual, el destino al culto de esos determinados inmuebles, se
haga constar en el Registro, pues solo así ese carácter será conocido por
todos y, por lo tanto, se hará oponible a terceros, imponiendo el corres-
pondiente deber de respeto o abstención de las situaciones jurídicas opo-
nibles, siendo estas la función principal del Registro de la Propiedad 39.
En efecto, los lugares de culto, precisamente por su especial destino,
tiene un régimen jurídico especial que debe conocerse. Este régimen se
caracteriza por lo siguiente:
1. El carácter cultual de un inmueble supone una limitación de dominio,
pues el titular ve mermada su facultad de disposición, al no poder
ejercitar la facultad de destinación propia del titular dominical. Esto
es así porque, como ya dijimos en las primeras líneas, son las confe-
siones religiosas quienes establecen el lugar de culto, y le otorgan tal
destino, siendo el Estado incompetente en esta materia. Ellas son las
que deben certificar ese destino, y ellas son las únicas que pueden
poner fin al mismo. La Iglesia Católica mediante la desacralización

39. Defienden, asimismo, la necesidad de la constancia registral de la adscripción al


culto de un inmueble: L. Ruano Espina, Régimen jurídico registral de los bienes…., cit., 179-181,
y M. López Alarcón, Régimen patrimonial de las confesiones religiosas, en Tratado de Derecho
eclesiástico, Pamplona 1984, 737-864; J. Díaz Fraile, Titularidad registral y Entidades públicas,
en Las reformas de los reglamentos hipotecario y del registro mercantil. Por RD 1867/1998 de 4 de
septiembre, Centro de Estudios Registrales, Madrid 1998, 21 (13-42).
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 305

de los lugares sagrados (c. 1212 y 1222 CIC) 40, y las otras confesiones
mediante una declaración o certificación aseverando que el inmueble
ha perdido ese carácter cultual. Si alguien adquiere un lugar de culto,
debe saber cuál es su destino, y que no puede cambiarlo unilateral-
mente, porque, precisamente, una cosa es la potestad dominical y
otra la eclesiástica, que debe respetar y no puede suprimir, sin más
y sin previa declaración, por parte de la Confesión correspondiente.
2.  Los lugares de culto gozan de inviolabilidad en los términos es-
tablecidos en las leyes 41. La inviolabilidad protege, como afirma
Rodríguez Blanco 42, «varios bienes jurídicos de naturaleza perso-
nal –intimidad, sentimientos religiosos y ejercicio de culto–». Por
eso, al ser la intimidad uno de los bienes jurídicos protegidos, sus
consecuencias jurídicas deben equipararse a la inviolabilidad del
domicilio, lo que implica, entonces, que la inviolabilidad de los lu-
gares de culto supone la prohibición de entrada de fuerzas públi-
cas y la necesidad del consentimiento de la autoridad eclesiástica
o auto judicial para su Registro. De igual forma, la inviolabilidad
supone que los poderes públicos deben adoptar medidas que pue-
dan evitar la entrada de personas ajenas al lugar de culto, y tam-
bién el castigo de las conductas que atenten contra el mismo.
3. Igualmente, los lugares de culto gozan de un régimen especial con
respecto a ciertas actuaciones de la administración: no pueden ser
expropiados sin ser oídos antes los representantes de la propia Con-
fesión (autoridad eclesiástica para la Iglesia Católica, la Comisión
permanente de FEREDE, el Secretario General de CIJ) 43.

40. Los supuestos de pérdida del carácter sagrado que se recogen son: destrucción total
o en gran parte del inmueble, o la utilización del lugar de culto para usos profanos de forma
permanente (c.1212 CIC), y reducción permanente del lugar de culto a usos profanos por
decreto del Ordinario (c.1222 CIC).
41. Véase: Art. II.5 Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado español y la Santa
Sede: Los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las leyes. No
podrán ser demolidos sin ser previamente privados de su carácter sagrado. En caso de su
expropiación forzosa, será antes oída la autoridad eclesiástica competente. Y arts. 2.2. del
Acuerdo de cooperación entre el Estado español y la Federación de Entidades Religiosas
Evangélicas de España (Ley 24/1992, de 10 de noviembre), del Acuerdo de cooperación
entre el Estado español y la Federación de Comunidades Judías de España (Ley 25/1992,
de 10 de noviembre), y del Acuerdo de cooperación entre el Estado español y la Comisión
Islámica de España (Ley 26/1992, de 10 de noviembre).
42. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 115-123.
43. Art. II.5 Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado español y la Santa Sede
y arts. 2.3 de los Acuerdos de Cooperación entre el Estado español y las otras confesiones
religiosas de 1992.
306 María Goñi Rodríguez de Almeida

4. Tampoco puede demolerse un edificio de culto sin ser previamente


privado de su carácter sagrado o cultual, es decir, requiere de esa
desafectación previa en todo caso, y para todas las confesiones. 44
5. Además, las mezquitas o lugares de culto islámicos tampoco pue-
den quedar sujetas a ocupación temporal, o a las servidumbres que
impone el art. 119 Ley Expropiación Forzosa.
6. No se pueden olvidar las peculiaridades que presenta la prescrip-
ción adquisitiva de los lugares de culto. El c. 1269 CIC afirma que
las cosas sagradas (y entre ellas los lugares de culto), si pertenecen
a personas privadas, pueden adquirirse por prescripción por otras
personas privadas, pero no puede cambiarse su destino y dedicarse
a usos profanos. Si pertenecieran a una persona jurídica eclesiásti-
ca pública, solo cabe la prescripción de aquellas por otra persona
jurídica eclesiástica pública. Estos datos tienen especial relevancia
a efectos registrales, pues en el primero se limita la facultad de des-
tino del nuevo propietario, y en el segundo se establece una limita-
ción subjetiva en la adquisición de un lugar de culto, que impediría
la inscripción de la usucapión ganada por una persona privada o de
otro tipo.
7. El art. 606.3 LEC afirma que son inembargables «los bienes sacros
y los destinados al culto de las religiones legalmente registradas».
Está claro que los lugares de culto, como bienes inmuebles, tienen
gran valor, y podrían ser un objeto de embargo importante, si bien
la LEC decide excluirlos de tal posibilidad. Eso sí, condiciona la
inembargabilidad a que estén adscritos a una religión legalmente
registrada; entendemos que se refiere a la pertenencia a una Confe-
sión religiosa con personalidad jurídica reconocida, es decir, de las
inscritas en el RER.
Desde el punto de vista registral, y a la vista de este peculiar efecto
del lugar de culto, se hace totalmente imprescindible que esa ads-
cripción se haga constar en el Registro, pues es la única forma de
informar y hacer oponible su inembargabilidad a terceros, evitan-
do, así, embargos nulos. Si llegara al Registro de la Propiedad una
anotación de embargo sobre estos bienes, y en el Registro aparecie-

44. Véase Art. II.5 Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado español y la Santa
Sede, y los arts. 2.4 de los Acuerdos de Cooperación entre el Estado español y las otras con-
fesiones religiosas de 1992 ya citados.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 307

ran adscritos a tal fin cultual, creemos que el Registrador debería


rechazar la práctica de la anotación preventiva de embargo 45, pero,
sin embargo, si no consta tal adscripción, practicaría una anotación
de un embargo que sería nulo y que en puridad no debería tener
acceso al Registro.
8. Por otra parte, y como ya se ha mencionado, las declaraciones de
obra nueva de construcciones de edificios de culto están exentas de
la constitución del seguro decenal, por su destino cultual. Circuns-
tancia que debe conocer el Registrador, pues si no, en la calificación
de la escritura de obra nueva terminada, apreciará la falta de este
requisito y rechazará su inscripción.
9. Por último, y como otro rasgo de su especial régimen jurídico, hay
que recordar que las transmisiones patrimoniales que tengan por
objeto lugares de culto están exentas de tributación por ITP, AJD,
tal y como establecen los arts. 4.1C) AAE y en los arts. 11.3 c) de
los Acuerdos de 1992 con la FEREDE, la FCJ, y la CIE. No se puede
olvidar que la razón de esta exención es el destino de esos bienes; es
decir, es su adscripción al culto lo que les hace merecedores de tal
exención 46. De igual forma, los lugares de culto, sus dependencias y
locales anejos están exentos de IBI, del Impuesto sobre el Incremen-
to de Valor de los terrenos de naturaleza urbana (la plusvalía) y de
las contribuciones especiales, todo ello en virtud de los acuerdos
suscritos con las distintas confesiones que acabamos de citar, y de
la disposición adicional 9ª de la Ley 49/2002 de 23 de diciembre. Es
necesario, una vez más, que el Registrador conozca que las fincas
que se transmiten son objetos de culto pues, si no, exigirá la co-
rrespondiente liquidación de estos impuestos, requisito previo para
practicar cualquier inscripción.
Todo esto nos lleva a pensar que el destino al culto, la adscripción cul-
tual de un inmueble, supone una verdadera alteración del régimen jurí-

45. Sobre el embargo de los lugares de culto, véase M. Rodríguez Blanco, Libertad reli-
giosa y confesiones…, cit., 254-257, que incluso antes de la aprobación de la nueva LEC 2000,
se inclinaba por la inembargabilidad de los lugares de culto, atendiendo a la función social
que desempeñan.
46. En este sentido, véase J. M. González del Valle, Régimen económico, patrimonial y fis-
cal, cit., 226, tal y como recoge el art. 45.Ia), apartados b y d del RD Legislativo 17/1993, de 24
de septiembre que aprueba el texto refundido de la Ley del Impuesto sobre Transmisiones
patrimoniales y actos jurídicos documentados.
308 María Goñi Rodríguez de Almeida

dico de dicho inmueble, dotándole de un estatuto especial, que debe ser


conocido por terceros pues modifica el régimen jurídico general de los
inmuebles en ciertos aspectos.
Es decir, la adscripción a este uso peculiar, el culto, debe ser conocida
por todos y en definitiva oponible erga omnes; sugerimos y defendemos
que esa adscripción debe constar en el Registro de la Propiedad, ya que en
el mismo deben inscribirse, y ese es su verdadero objeto, todas las situa-
ciones jurídicas inscribibles; es decir, todo aquello que deba ser oponible
a terceros, y entre ellas no cabe duda que se encuentra la adscripción al
culto 47. No solo los derechos reales son objeto de inscripción sino todo
aquello que deba ser oponible a terceros, y que afecte a una titularidad
inmobiliaria, es decir, que suponga cierta alteración en su régimen y que
deba ser conocido por todos; y ahí encaja perfectamente la posibilidad de
inscribir la adscripción al culto.
Además, no podemos olvidar que ya se hacen constar en el Registro
otras adscripciones de uso y demás circunstancias informativas que con-
ciernen a la finca inscrita, que deben ser conocidas por todos, como son
ciertas limitaciones medioambientales 48, urbanísticas o afecciones fiscales
que, sin ser derechos reales, deben inscribirse por afectar a terceros, ya que
suponen alteración o limitación en la disposición de esos bienes.
La adscripción al culto puede llegar al Registro a través de una nota
marginal, desde luego, podría tratarse de una nota con carácter meramen-
te informativo, de las que facilitan una publicidad-noticia, pues son las
destinadas a recoger aquellos sucesos que afectan al inmueble o derecho
y que deben ser conocidos; sirven, por tanto, para dar a conocer a terce-
ros la condición de lugar de culto del inmueble concreto. Pero, incluso,

47. En este sentido, recogiendo el verdadero objeto del registro y de la publicidad regis-
tral, Pérez García, afirma que deben inscribirse todas aquellas situaciones o circunstancias
que deban ser oponibles, independientemente de su carácter de derecho real o personal; e
incluso son y deben ser objeto de inscripción, y por tanto de publicidad, situaciones que
ni siquiera son derechos, pero que deben ser conocidas por terceros, porque les afectan o
tienen cierta trascendencia jurídico real, por ejemplo, las sentencias sobre incapacitación,
demandas, condiciones suspensivas o resolutorias, modificaciones formales de fincas, etc.).
M. Pérez García, Derechos personales y Registro de la propiedad, Colegio de Registradores de
la Propiedad y Mercantiles de España, Madrid 2004.
48. El Real Decreto 9/2005 de 14 de enero por el que se establece la relación de activida-
des potencialmente contaminantes del suelo y los criterios y estándares para la declaración
de suelos contaminados regula en su artículo 8 la publicidad registral de suelos contamina-
dos (desarrollando la previsión contenida en el artículo 27 de la Ley de Residuos de 21 de
abril de 1998) y tipifica diferentes tipos de notas marginales, recogiendo esta circunstancia
a través de nota marginal-noticia.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 309

podríamos plantearnos si esa nota marginal podría ser también una nota
de modificación jurídica, pues son las destinadas a dar publicidad a un
acontecimiento que impulsa o determina un cambio real, o influye en el
proceso de dicho cambio, o advierte de una condición en una finca inma-
triculada. Es en este último supuesto donde encajaría la nota marginal de
adscripción al culto.
Además, podemos sostener su admisión por similitud con lo que dis-
ponía el anterior art. 17.3 RH con respecto a las adscripciones a un servicio
público de los bienes de las Administraciones Públicas que se encontraban
inscritos en el Registro 49. La adscripción al culto cumple una función simi-
lar a las allí previstas, al asignar un determinado inmueble a un servicio
social, o semi público, siempre que el inmueble pertenezca a una entidad
o confesión con personalidad jurídica, a semejanza de lo que se establecía
en dicho artículo.
Por otra parte, el título en virtud del cual deben llegar al Registro esas
adscripciones al uso cultual será el certificado que unilateralmente emita
la Confesión o entidad religiosa, pues, como ya hemos dicho, solo a ella
le compete certificar dicho extremo (art. 2 LOLR). Este certificado servirá
como documento auténtico, de los recogidos en el art. 33 RH; eso sí, debe-
rá ir acompañado, como siempre, de la certificación del RER que demues-
tre la personalidad jurídica de la entidad que solicite la inscripción.
Asimismo como está prevista la anotación de los lugares de culto en el
RER (art. 2.5 del Acuerdo con la FCI, y el art. 2.4 con la CIE), creemos que,
cuando estos lugares de culto estén anotados en dicho Registro, también
podría acompañarse al certificado de la confesión religiosa la certificación
del RER en la que conste que ese lugar de culto está allí inscrito, como do-
cumento complementario que acompaña la inscripción. Esta certificación
solo se entiende como documento complementario, pues al ser el RER

49. Nos referimos a la redacción del art. 17.3 y 4 RH, tras la modificación del RH de
1998, que establecía lo siguiente: 3. «En las inscripciones –de los bienes inmuebles que per-
tenezcan a las Administraciones Públicas– podrá hacerse constar el organismo o servicio
al que se hallen adscritos los bienes…», el punto 4. añadía que «con posterioridad a la ins-
cripción de los bienes, podrá también hacerse constar a través de nota marginal los cambios
de adscripción de los bienes de las Administraciones Públicas a los diversos órganos de las
mismas». Esta redacción quedó sin efecto tras la STS 31 enero 2001 que anuló el nuevo art.
17 RH, volviendo a su redacción anterior. En la actualidad en el art. 17.3 RH, se dice que «en
la inscripción a favor del Estado podrá hacerse constar el organismo o servicio público a que
se hallaren adscritos los bienes». Es decir, no se menciona la nota marginal, pero creemos
que es el asiento destinado a ello, y creemos que se puede seguir sosteniendo la posibilidad
de inscribir las adscripciones a un servicio determinado por esta vía.
310 María Goñi Rodríguez de Almeida

un registro meramente administrativo, sus certificaciones y sus asientos


no hacen fe de lo que recogen, ni hacen prueba de su contenido frente a
terceros, sino que son meros indicios informativos, que sirven solamente
a esos efectos 50.
En definitiva, abogamos por la necesidad de la constancia registral de
la adscripción al culto de los bienes inmuebles, pues la misma modifica
sustancialmente su régimen jurídico, y por tanto debe ser conocida por
todos 51.

7. Conclusiones
La inscripción en el Registro de la Propiedad de los lugares de culto
está en estrecha relación con el desarrollo del derecho a la libertad religio-
sa a través de la libertad de establecimiento de lugares de culto.
Esto es así porque si los lugares de culto son bienes inmuebles en los
que desarrollar de forma permanente la actividad cultual, el estableci-
miento de los mismos, solo se consigue de forma plena si se consigue
hacer oponible a terceros tanto su titularidad dominical como su propia
condición de lugares destinados a culto, a través de su inscripción en el
Registro de la Propiedad.
Por tanto, en la actualidad, los lugares de culto pueden inscribirse en el
Registro de la Propiedad. Ya no se excepciona su inscripción ni para los de
culto católico. Esa inscripción, además de posible, es necesaria.
De este modo, los lugares de culto se incorporan al Registro de la Pro-
piedad a través de la inmatriculación y de la inscripción del edificio de
culto sobre finca inmatriculada.
En cuanto a la inmatriculación, entendemos que se mantiene la cons-
titucionalidad y vigencia de la inmatriculación por certificación adminis-
trativa del art. 206 LH para la Iglesia Católica.

50. Sobre la eficacia de las anotaciones de los lugares de culto en el RER, véase a L.


Ruano Espina, Régimen jurídico registral de los bienes de las confesiones…, cit., 177-179), M.
Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confesiones…, cit., 359-363; Lopez Alarcón, M., Ré-
gimen patrimonial confesiones religiosas, en Tratado de Derecho eclesiástico, Eunsa, Pamplona,
1994, 758.
51. De hecho, y como ya hemos dicho, no son ajenas al Registro inscripciones de este
tipo, que no suponen exactamente modificaciones jurídico reales, pero de las que debe que-
dar constancia porque afectan al desenvolvimiento del inmueble: afecciones urbanísticas,
medioambientales, fiscales, etc.
La inscripción de los lugares de culto en el Registro de la Propiedad 311

Las inmatriculaciones del resto de entidades religiosas, así como de


lugares de culto católicos pero de pertenencia privada, se llevarán a cabo
por los procedimientos normales de expediente de dominio y título pú-
blico.
Si la finca ya está inmatriculada y se pretende inscribir el edificio de
culto que se construye sobre la misma, deberá hacerse a través de la corres-
pondiente declaración de obra nueva, con ciertas peculiaridades, como es
la exención del seguro decenal.
Si el edificio de culto se construyera sobre suelo demanial, su inscrip-
ción no llegaría al Registro cuando esa construcción fuera habilitada por
un simple derecho de uso, al seguir correspondiendo la titularidad domi-
nical ‒del suelo y por tanto del edificio‒ a las Administraciones Públicas.
Por último, sostenemos la necesidad de hacer constar en el folio regis-
tral del inmueble su adscripción al culto, pues ese peculiar destino le con-
fiere un régimen jurídico especial, en cuanto supone limitaciones domini-
cales para el titular, para los terceros adquirentes y goza de determinadas
exenciones fiscales y requisitos legales.
Proponemos de lege ferenda la registración de tal condición a través
de una nota marginal de modificación jurídica, o al menos de carácter
meramente informativo, siendo el título que la justifica el certificado de
erección de la propia entidad religiosa, más la certificación de anotación
del lugar de culto en el Registro Entidades Religiosas, en su caso.
Por lo tanto, y de este modo, comprobamos que el Registro de la Pro-
piedad se convierte en elemento clave de la defensa de un lugar de culto,
pieza fundamental en el derecho de establecimiento ‒y mantenimiento‒
de los lugares de culto, contenido del derecho a la libertad religiosa. La
estrecha relación entre ambos queda plenamente justificada.
Los lugares de culto
como elementos del patrimonio cultural
José Mª Martí Sánchez

Facultad de Derecho
Universidad de Castilla-La Mancha
Albacete

Sumario: 1. Objeto de estudio. 2. Valores religiosos y comunitarios. 3. La libertad de culto: Su protec-


ción. 4. Marco normativo de los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural. 4.1. El pro-
cedimiento para la declaración de bien de interés cultural. Peculiaridades de los lugares de culto; 4.2.
Bienes eclesiales y coordinación entre los poderes públicos; 4.3. La cooperación entre los poderes públi-
cos y las confesiones. 5. Condicionantes del régimen de los lugares de culto con valor cultural. 5.1. Pre-
lación de los fines que encarnan; 5.2. Restricciones legales sobre el patrimonio eclesial. 6. Conclusiones.

1. Objeto de estudio
Por bien cultural entendemos aquel que debe ser apreciado, como
logro de civilización o encarnación de los valores de convivencia y dig-
nificación de un pueblo. Frente a otros calificativos (artístico, histórico,
etc.), hoy se prefiere designar este patrimonio como cultural. La razón es
la amplitud del concepto cultura 1. La importancia de estos bienes los hace
acreedores del cuidado de la autoridad. Los poderes públicos crean un
ambiente favorable a su aprovechamiento, conservación y mejora. Para
ello realizan acciones concretas y aprueban normas 2. El marco de protec-

1. Así lo explica la Ley 4/1998, de 11 de junio, reguladora del Patrimonio Cultural Valen-
ciano. Cf. Mª R. García Vilardell, El patrimonio cultural de la Iglesia católica en el ordenamien-
to jurídico español: desarrollo normativo de la Comunidad Autónoma Valenciana e instrumentos de
cooperación, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado XXVII (2011) 518 y 521-522. En gene-
ral, cf. J. Mª Martí Sánchez, Religión, cultura y patrimonio histórico-artístico, comunicación en
A. Mª Vega Gutiérrez / M. del M. Martín García / M. Rodríguez Blanco / J. M. Vázquez
García-Peñuela (coords.), V Simposio Internacional de Derecho Concordatario. Protección del
patrimonio cultural de interés religioso, Universidad de La Rioja, Logroño 19-21 octubre 2011,
Ed. Comares, Granada 2012, 463-474.
2. Cf. J. García Fernández, La protección del patrimonio cultural. Problemas de técnica le-
gislativa que se suscitan en la legislación estatal y autonómica, en Vv.Aa., Estudios en homenaje al
profesor Martínez Valls, vol. I, Universidad de Alicante 2000, 221-222.
314 José Mª Martí Sánchez

ción es gradual. La Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico


Español, crea tres grupos protección, que son, de más a menos: el com-
puesto por los bienes declarados de interés cultural (art. 9); el formado
por bienes muebles que, a pesar de no ser declarados de interés cultural,
tienen singular relevancia y se incluyen en un inventario general (art. 26).
El último bloque es el de los bienes que integran el patrimonio cultural
español, sin más especificaciones (art. 1). Su protección genérica depende
del bien concreto 3.
El estudio de los lugares de culto, como elementos del patrimonio cul-
tural, parte del sentido técnico de la categoría «bien de interés cultural»,
sin eludir algunas consideraciones que lo desbordan. El asunto ofrece tres
focos de interés. Los enumeramos: el lugar de culto y su valor cultural;
la regulación de los bienes culturales y su compatibilidad con la desti-
nación religiosa, y la vía convencional como más apta, para armonizar
las relaciones interpotestativas en torno a este patrimonio. El núcleo del
trabajo concreta las peculiaridades del estatuto jurídico de este tipo de bienes
religiosos. Estatuto que implica, tras caracterizarlos, fijar las limitaciones de
la propiedad, y las obligaciones de conservación y gestión del patrimonio
cultural que, como contrapartida, se imponen a los poderes públicos.
Los temas señalados se abordarán desde una perspectiva amplia, que
tome cuenta de cómo enfocan las confesiones sus espacios religiosos 4 y
de la importancia de la libertad de culto. El método predominante será el
jurídico que analiza el Derecho vigente, si bien, la diversidad de fuentes y
Administraciones implicadas, nos obliga a una selección. En concreto, por
la estructura del Simposio Internacional, nos ceñiremos a la mera alusión,
que dé unidad a la exposición, en cuestiones canónicas y, dentro del Dere-
cho español, a las constitucionales, tributarias y de Administración local.
Quedaríamos satisfechos si los criterios empleados permiten una descrip-
ción equilibrada de cómo se regulan, en el Derecho español, los lugares de
culto, en cuanto integrantes del patrimonio cultural. Precisamente por la
abundante y cualificada bibliografía, nos parece fuera de lugar la preten-
sión de exhaustividad u originalidad.

3. Cf. Mª R. García Vilardell, El patrimonio cultural de la Iglesia católica…, cit., 519-520,


y J. García Fernández, La protección del patrimonio cultural…, cit., 237-239.
4. Cf. J. Mª Martí Sánchez, Religión, cultura y patrimonio histórico-artístico, cit.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 315

2. Valores religiosos y comunitarios


En España, hasta el siglo xv la creación cultural es exclusivamente de
impronta religiosa, tal vez con la salvedad de los castillos, frecuentemen-
te deteriorados 5. Aproximadamente el ochenta por ciento del patrimonio
artístico, documental y bibliográfico está en manos de la Iglesia católica.
«Es la primera titular de bienes inmuebles de carácter histórico-artístico» 6.
El Preámbulo del acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede, sobre
Enseñanza y Asuntos Culturales (1979), reconoce que «El patrimonio his-
tórico, artístico y documental de la Iglesia sigue siendo parte importantí-
sima del acervo cultural de la nación».
La preservación del legado cultural, como algo vivo, implica su de-
fensa, aprovechamiento (turístico, usos cívicos 7 y litúrgicos, etc.) y me-
jor conocimiento (contemplación, estudio, investigación y divulgación).
Hoy se han potenciado mucho las posibilidades turísticas del patrimonio
histórico-artístico 8. Tal actividad no carece de valor pastoral, de ahí que
también la Iglesia la favorezca 9, con las debidas cautelas 10.

 5. Cf. J. L. Álvarez Álvarez, El patrimonio histórico cultural de la Iglesia en España, en A.


Rucosa Escudé (ed.), XVII Jornadas de la Asociación Española de Canonistas, Ed. Universidad
Pontificia, Salamanca 1998, 261-267.
 6. Cf. T. Romeo Garre, Breve aproximación a los museos y colecciones eclesiásticas, Boletín
de la ANABAD XXVIII (1988) (3) 48.
 7. Un destino permanente a un uso ajeno sagrado sólo puede producirse si previa-
mente el lugar ha perdido su carácter sacro (execratio) (can. 1212). Pero se permiten otros
usos, con licencia del Ordinario, en casos concretos y que no sean contrarios a la santidad
del lugar (can. 1210).
 8. Cf. J. Bonet Navarro, El turismo religioso y el patrimonio inmaterial. Aproximación al
estudio de su presencia en la legislación española, en R. Mª Ramírez Navalón (coord.), Régimen
económico y patrimonial de las confesiones religiosas, Universitat de Valencia / Tirant lo Blanch,
Valencia 2010, 379-450.
 9. Sobre él gravitaron las XXVII Jornadas Nacionales del Patrimonio Cultural de la Iglesia.
En las conclusiones (29 Junio 2007) manifestaban la convicción de que: «El Turismo es un
cauce para la comunicación y la comunión entre las personas, por lo que valoramos como
muy positivo el fenómeno social del turismo y más en concreto el turismo cultural y reli-
gioso».
10. Cf. Congregación para el Clero, Carta circular sobre Conservación del Patrimonio
Histórico-Artístico de la Iglesia (11 abril 1971), nº 5: «Los ordinarios del lugar […] procuren
que los lugares y objetos de valor artístico, testimonio de vida y de la historia de la Iglesia,
sean accesibles a todos. Sin embargo, puesto que los edificios sagrados son lugares de
culto, incluso cuando tienen valor artístico, los turistas nunca deben turbar las funciones
litúrgicas que en ellos se celebran». Apud, I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destina-
dos al culto, en A. Rucosa Escudé (ed.), XVII Jornadas de la Asociación Española de Canonistas,
cit., 314.
316 José Mª Martí Sánchez

El aprovechamiento será fiel al contexto religioso en que la obra, si es el


caso, se produce 11. Conservar los bienes es también respetar la inspiración
y sentido originarios que, en virtud de su libertad artística (art. 20 b CE),
imprimió a estas piezas su autor o autores 12. En relación con tales com-
promisos, no podemos olvidar que es misión del poder público propiciar
‒y subsidiariamente proporcionar 13‒ la formación integral de la persona
(art. 27.2 de la Constitución y 13.1 del Pacto Internacional de Derecho Eco-
nómicos, Sociales y Culturales 14). Para ello hay que cultivar la dimensión
estética del hombre ‒que se desarrolla ante la obra de arte: «educar la
necesidad de belleza»‒ 15, así como transcendente o espiritual 16. Guardini,
testigo del envilecimiento a que condujo la prepotencia y la búsqueda de
la «eficiencia» a ultranza, planteaba, en El hombre incompleto y el poder  17,
la tarea de distanciarse de lo inmediatamente dado (no dejarse absorber)
y de fomentar la libertad espiritual: «entrar en contacto con las raíces de
la existencia». Lo que, en nuestra materia, conlleva facilitar el acceso y
comprensión de estos monumentos, que, para la Iglesia, forman parte de

11. La Iglesia facilita la contemplación de su patrimonio con carácter general. Mas ad-
vierte que el valor estético de la obra se completa y realza por su razón de ser, funcionalidad
y simbolismo, en el seno de la comunidad creyente. Cf. R. A. García Lozano, El patrimonio
histórico-artístico de la Iglesia. Fe y vida pública, en IX Congreso Católicos y Vida Pública. Dios en
la vida pública. La propuesta cristiana, Tomo I, Ediciones CEU, Madrid 2008, 289.
12. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, Re-
vista Derecho y Religión 5 (2010) 152, e I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados
al culto, 284 y 287.
13. Por todos, cf. T. González Vila, Educación obligatoria y escolarización voluntaria, Aná-
lisis Digital, 30 junio 2011; y 7 y 11 julio 2011, especialmente esta última entrega.
14. «Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la
educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la
personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los de-
rechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo en que la educación
debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre,
favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos
los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas
en pro del mantenimiento de la paz».
15. Cf. United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, Final
Report by Professor Larry O’Farrell. The Second World Conference on Arts Education (Seoul, 28
May 2010). «Seoul Agenda: Goals for the Development of Arts Education». «GOAL 1: En-
sure that arts education is accessible as a fundamental and sustainable component of a
high quality renewal of education. Strategies 1.a Affirm arts education as the foundation for
balanced creative, cognitive, emotional, aesthetic and social development of children, youth
and life-long learners».
16. Cf. A. Scola, Una nueva laicidad, tr. J. Padilla, Encuentro, Madrid 2007, 165 y 168.
Sobre su reconocimiento en un sistema laico, cf. R. Domingó Oslé, Dios en el Ordenamiento
jurídico, El Mundo, 26 octubre 2011.
17. Tr. J. Mª Valverde, Guadarrama, Madrid 1960.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 317

la evangelización 18. El Estado, de entrada, reconoce lo religioso como un


hecho perceptible que merece amparo 19. Mas ni concurre con el fin es-
pecífico de la institución religiosa (art. 16.3 CE), ni estorba la difusión de
su mensaje 20. Éste es el sentido de la libertad religiosa, en su dimensión
objetiva, resumida por la sentencia del Tribunal Constitucional 101/2004,
de 2 de junio, FJ 3º 21.
Actuaciones unilaterales del Estado muestran la concurrencia de sus inte-
reses con la religión, en el terreno de la cultura y el sentir comunitario. Ocurre,
verbigracia, cuando se declara la trascendencia nacional o internacional de
manifestaciones religiosas, como las celebraciones de Semana Santa 22, o se
incluyen dentro del patrimonio inmaterial 23. Algo parecido se reconoce con la

18. Sobre ello se reflexionó en las XXIX Jornadas Nacionales de Patrimonio Cultural de la


Iglesia. «La razón de ser del patrimonio cultural de la Iglesia: la catequesis» (29 junio-3 julio 2009).
Además, cf. Vv.aa., Patrimonio cultural de la Iglesia y evangelización, Universidad Pontificia,
Salamanca 2009.
19. Cf. R. Domingo Oslé, Dios en el ordenamiento jurídico, cit.
20. Cf. Mª C. Musoles Cubedo, Planes nacionales para la conservación y restauración del
patrimonio cultural eclesiástico, en R. Mª Ramírez Navalón (coord.), Régimen económico y pa-
trimonial de las confesiones religiosas, cit., 309-310.
21. Además, cf. I. Aldanondo, El Patrimonio cultural de las confesiones religiosas en Espa-
ña, Revista Derecho y Religión 5 (2010) 150.
22. Resolución de 27 de julio de 2011, de la Secretaría General de Turismo y Comercio
Interior, por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turístico Nacional» a la fiesta
«Semana Santa» de Astorga (León), o Resolución de 5 de abril de 2011, de la Secretaría Ge-
neral de Turismo y Comercio Interior, por la que se concede el título de «Fiesta de Interés
Turístico Internacional» a la fiesta «La Semana Santa» de Murcia, o Resolución de 11 de
abril de 2011, de la Secretaría General de Turismo y Comercio Interior, por la que se concede
el título de «Fiesta de Interés Turístico Nacional» a la fiesta «Semana Santa de Badajoz», o
Resolución de 11 de abril de 2011, de la Secretaría General de Turismo y Comercio Interior,
por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turístico Internacional» a la fiesta «Se-
mana Santa» de Cáceres, o Resolución de 11 de noviembre de 2011, de la Secretaría General
de Turismo y Comercio Interior, por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turís-
tico Nacional a la Semana Santa de Crevillent», o Resolución de 11 de noviembre de 2011,
de la Secretaría General de Turismo y Comercio Interior, por la que se concede el título de
«Fiesta de Interés Turístico Nacional» a la «Semana Santa Marinera» de Valencia, o Resolu-
ción de 17 de noviembre de 2011, de la Secretaría General de Turismo y Comercio Interior,
por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turístico Nacional» a la «Semana Santa»
de Cieza (Murcia), o Resolución de 19 de diciembre de 2011, de la Secretaría General de
Turismo y Comercio Interior, por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turístico
Internacional» a la «Semana Santa de Medina del Campo», o Decreto 199/2011, de 23 de
diciembre, del Consell, por el que se declara bien de interés cultural inmaterial la Cabalgata
de Reyes Magos de Alcoy.
23. Cf. Resolución de 22 de junio de 2011, de la Secretaría General de Turismo y Co-
mercio Interior, por la que se concede el título de «Fiesta de Interés Turístico Nacional» a
la fiesta «La Bajada del Ángel» de Peñafiel (Valladolid), o Resolución de 22 de febrero de
2011, del Consejo Insular de Ibiza (Illes Balears), referente a la incoación del expediente de
declaración como bien de interés cultural de las Caramelles de Pascua, o Resolución de 17
318 José Mª Martí Sánchez

Orden EHA/2656/2011, de 28 de septiembre, por la que se acuerda la emisión,


acuñación y puesta en circulación de monedas de 2 euros conmemorativas
de la Catedral de Burgos (patrimonio mundial de la UNESCO) 24. Lo religio-
so, sin perder su carácter, incorpora el prestigio social o de la tradición, para
asegurarse el apoyo de los órganos rectores de la comunidad 25. En el ámbito
autonómico, el Estatuto de la Comunidad Valenciana caracteriza el Real Mo-
nasterio de Santa María de la Valldigna, como «templo espiritual, histórico y
cultural del antiguo Reino de Valencia, y es, igualmente, símbolo de la gran-
deza del Pueblo Valenciano reconocido como Nacionalidad Histórica» 26.
La sentencia del Tribunal Constitucional 34/2011, de 28 de marzo, ha
profundizado en el valor tradicional de símbolos de origen cristiano, ex-
ponentes de un marco de convivencia compartido. «Sobre la importancia
de estos elementos representativos señalamos en la STC 94/1985, de 29 de
julio, que “no puede desconocerse que la materia sensible del símbolo (…)
trasciende a sí misma para adquirir una relevante función significativa.
Enriquecido con el transcurso del tiempo, el símbolo [político allí] acumu-
la toda la carga histórica de una comunidad, todo un conjunto de signifi-
caciones que ejercen una función integradora y promueven una respues-
ta socioemocional, contribuyendo a la formación y mantenimiento de la
conciencia comunitaria, y, en cuanto expresión externa de la peculiaridad
de esa Comunidad, adquiere una cierta autonomía respecto de las signi-
ficaciones simbolizadas, con las que es identificada; de aquí la protección

de enero de 2011, de la Conselleria de Cultura y Deporte, por la que se incoa expediente de


declaración de bien de interés cultural inmaterial a favor de la Fiesta de la Santantonada de
Forcall, o Resolución de 29 de diciembre de 2010, de la Conselleria de Cultura y Deporte,
por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés cultural inmaterial a favor
de la Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy.
24. «Continuando con la temática iniciada con la Orden EHA/3423/2009, de 9 de di-
ciembre, de monedas conmemorativas destinadas a conmemorar bienes o lugares incluidos
en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO».
25. Sobre este problema, Prieto Álvarez opina que: «las instituciones públicas han de
estar abiertas precisamente a la orientación legítima que proceda del pueblo –en su sentido
jurídico más estricto–; y por lo tanto aquellas instituciones, muy legítima y razonablemen-
te, pueden decidir que ciertos aspectos con connotaciones ideológicas o religiosas puedan
incorporarse eventualmente a los ámbitos públicos» (Colegios profesionales, aconfesionalidad y
patronazgo religioso. Comentario a la STC 28 de marzo de 2011, Revista Andaluza de Adminis-
tración Pública nº 79 [enero-abril 2011] 147); además, cf. idem, Crucifijo y escuela pública tras
la sentencia del TEDH Lautsi y otros contra Italia, Revista Española de Derecho Administrativo
nº 150 (2011) 454.
26. Art. 63 (que da nueva redacción al art. 57 del Estatuto) de la Ley Orgánica 1/2006, de
10 de abril, de Reforma de la Ley Orgánica 5/1982, de 1 de julio, de Estatuto de Autonomía
de la Comunidad Valenciana.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 319

dispensada a los símbolos [políticos allí] por los ordenamientos jurídicos”


(FJ 7)» (FJ 4º) 27.

3. La libertad de culto: su protección


En el culto es donde la trascendencia social del hecho religioso alcanza
su máxima expresión. El culto es de carácter comunitario ‒fue el Cristia-
nismo el que abrió la celebración a todos 28‒ y reclama, para desenvolver-
se, un espacio y momento recognoscibles como religiosos. Se puede defi-
nir como «lado visible por excelencia de la vida religiosa […]; mediación
por la que la comunidad religiosa se hace presente ante el conjunto de la
sociedad» 29. Esto le da, per se, un carácter cultural, de comunión en unos
valores y tradiciones capaces de alentar el proceso de subjetivización y
compromiso social 30.
La libertad de culto se perfila como un derecho cultural, esto es, una ga-
rantía, de que goza cada persona, actúe sola o conjuntamente, para poder

27. «La posibilidad de que la Corporación asuma signos de identidad que, desprovistos


de una significación religiosa incompatible con el art. 16 CE, fueran en su origen propios de
una u otra confesión o de ninguna, es algo que sólo a la Corporación corresponde decidir
democráticamente (art. 36 CE), considerando cuáles son las señas de identidad que de forma
más oportuna o conveniente cumplen la función integradora o representativa buscada, o lisa y
llanamente, satisface o responde mejor a las sensibilidades y preferencias de diversa índole de
quienes con su voto mayoritario contribuyan a la aprobación de los elementos representativos
de la institución (en este sentido, STC 130/1991, de 6 de junio, FJ 5); y que, en tanto se configu-
ren como tradiciones, han de gozar de la protección pretendida por el preámbulo de nuestra
Constitución» (FJ 6º). Además, sentencia nº 19/1985, de 13 febrero: « Que el descanso semanal
corresponda en España, como en los pueblos de civilización cristiana, al domingo, obedece a
que tal día es el que por mandato religioso y por tradición, se ha acogido en estos pueblos; esto
no puede llevar a la creencia de que se trata del mantenimiento de una institución con origen
causal único religioso, pues, aunque la cuestión se haya debatido y se haya destacado el origen
o la motivación religiosa del descanso semanal, recayente en un período que comprenda el
domingo, es inequívoco en el Estatuto de los Trabajadores, y en la precedente (Ley de Rela-
ciones Laborales) (RCL 1976\766 y NDL 29181) y las más anteriores, con la excepción de la
Ley de Descanso Dominical de 1940 ( RCL 1940\1241 y NDL 8861), que el descanso semanal
es una institución secular y laboral, que si comprende el «domingo» como regla general de
descanso semanal es porque este día de la semana es el consagrado por la tradición» FJ 4º.
28. De ahí que, según se extendió y las circunstancias se lo permitieron, crease un nue-
vo edificio, la basílica, para reunir a la asamblea de fieles. Cf. Mª C. Musoles Cubedo, Planes
nacionales para la conservación y restauración del patrimonio cultural eclesiástico, cit., 300.
29. L. Martínez Sistach, Libertad religiosa y actividad de culto, en La libertad religiosa. Me-
moria del IX Congreso Internacional de Derecho Canónico, Universidad Autónoma, México D.C.
1996, 307.
30. Cf. P. Meyer-Bisch, Le droit à la liberté de conscience dans le champ religieux selon la
logique des droits culturels, Revue de Droit canonique 52/1 (2002) 19.
320 José Mª Martí Sánchez

acceder a los recursos culturales necesarios para construir su identidad 31.


El objeto cultural, y más aún si es religioso, se ofrece como referencia,
como testigo, cuyo sentido propicia la maduración personal 32. Desde esta
perspectiva, la conciencia entra en relación (en términos de adhesión o
rechazo) con tradiciones y comunidades, sus valores e instituciones. Tam-
bién este aspecto debe ser contemplado por el Derecho 33.
A pesar de que el culto es lo más característico de la vivencia religiosa,
pues es un rasgo diferencial, respecto a otras convicciones o posturas no
fideístas, no siempre se ha protegido. Inicialmente, recuerda González del
Valle, al rehacer la historia del derecho de la libertad religiosa, ésta sólo
amparaba la «profesión religiosa», con un sentido prioritariamente inte-
lectual. Se primaba lo «confesional» 34, aunque la religión es más: un estilo
de vida y ocasiones para compartirlo.
Hoy se concede una protección cualificada al culto. La «Declaración so-
bre eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación por mo-
tivos religiosos o de convicciones» (1981) recoge ampliamente sus dos ele-
mentos básicos. El artículo 6 establece que: «De conformidad con el artículo
1 de la presente Declaración y sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo 3 del
artículo 1, el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión
o de convicciones comprenderá, en particular, las libertades siguientes: a) La
de practicar el culto o de celebrar reuniones en relación con la religión o las
convicciones, y de fundar y mantener lugares para esos fines». En España,
la libertad de culto viene amparada en la Ley Orgánica 7/1980, de libertad
religiosa. Forma parte de su contenido esencial (art. 2.1.b 35). Incluye la liber-
tad para que las confesiones puedan elegir sus lugares de culto (art. 2.2 36).

31. Ibidem, 9, asimismo, cf. 15 y 19-20. La cultura tiene la virtualidad de ofrecer una «ca-
pacité de formation de l’identité individuelle et une capacité de lien» (ibidem, 11).
32. Cf. ibidem, 19-21.
33. Cf. ibidem, pp. 9-10. «Une conviction interne qui ne pourrait pas s’exprimer, non
seulement serait mutilée dans son exercice, mais encore dans sa substance même, car
elle ne pourrait pas se nourrir d’autrui, des traditions, des pratiques, des opportunités
d’engagement et de vérification» (ibidem, 11).
34. Cf. J. Mª González del Valle, Derecho eclesiástico español, Thomson-Civitas, Madrid
5
2005, 131. Sobre la preponderancia intelectual, cf. ibidem, 269-270, y S. Ferlito, La legge
portoghese di libertà religiosa, Il diritto ecclesiastico (2003) 99-100.
35. Ésta comprende el derecho a: «Practicar los actos de culto y recibir asistencia religio-
sa de su propia confesión; conmemorar sus festividades; celebrar sus ritos matrimoniales;
recibir sepultura digna, sin discriminación por motivos religiosos, y no ser obligado a prac-
ticar actos de culto o a recibir asistencia religiosa contraria a sus convicciones personales».
36. «Asimismo comprende el derecho de las Iglesias, Confesiones y Comunidades reli-
giosas a establecer lugares de culto o de reunión con fines religiosos…».
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 321

Estas medidas están complementadas por la inviolabilidad del espacio


sagrado. Según el Acuerdo Jurídico con la Santa Sede: «Los lugares de cul-
to tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes. No podrán
ser demolidos sin ser previamente privados de su carácter sagrado. En
caso de su expropiación forzosa será antes oída la Autoridad Eclesiástica
competente» (art. I.5) 37. En la legislación ordinaria, el artículo 524 de la
Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, establece su
protección 38, y el 606 de la Ley 1/2002, de 7 de enero, de Enjuiciamiento
Civil, declara inembargables «los bienes sacros y los dedicados al culto de
las religiones legalmente registradas» 39. Una disposición específica sobre
estos lugares es la Ley de centros de culto de Cataluña (16/2009, 22 julio) 40.
Trata de distribuir espacios para el culto en función de la población y su
demanda.
La sentencia del Tribunal Constitucional 195/2003, 27 de noviembre,
revela la trascendencia de la libertad de culto y su prevalencia, en algu-
nas ocasiones, ante otros derechos fundamentales, como el de reunión.
Dado que la manifestación-concentración se convocó un domingo ante
la basílica de la Candelaria, no se apreció que la limitación del uso de la

37. Lo mismo establecen los Acuerdos con confesiones minoritarias, art. 2.1-4. Cf. P.
Lorenzo, Expropiación forzosa de los bienes de las confesiones religiosas, en Aspectos del régimen
económico y patrimonial de las confesiones religiosas, A. C. Álvarez Cortina / M. Rodríguez
Blanco, (coords.), Ed. Comares, Granada 2008, 212-228. Además, Cf. M.ª J. Roca, Interpreta-
ción del término «inviolabilidad» en el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede, en RGDC
y DEE, n.º 29 (2012).
38. «El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas ejecutare
actos de profanación en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados será cas-
tigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses».
39. Cf. D. García-Pardo, La inembargabilidad de los bienes de las confesiones religiosas, en
Aspectos del régimen económico y patrimonial de las confesiones religiosas, 227-239. En esto se ha
producido una mejora de la situación anterior. Cf. M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa
y confesiones. El régimen jurídico de los lugares de culto, Boletín Oficial del Estado/Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 2000, 254-257.
40. El 13 de septiembre de 2011, la Generalidad aprobó el Proyecto de Ley por la cual
se modifica la Ley16/2009, de 22 de julio, de los centros de culto. La modificación garantiza
la autonomía local. Los municipios decidirán si incluir suelo en los planes urbanísticos para
usos religiosos de nueva implantación. Cf. J. A. Rodríguez García, La normativa catalana
sobre centros de culto (I): planeamiento urbanístico, Revista de Derecho Urbanístico, Número
263 (enero–febrero 2011); Idem, Las cesiones gratuitas de los bienes del patrimonio municipal de
suelo a las confesiones religiosas y el proyecto de Ley catalana sobre los centros de culto, Práctica
urbanística: Revista mensual de urbanismo nº 78 (2009) 20-33; C. Corral, Polémica Ley de
centros de culto en Cataluña (22 julio 2009) [BLOG 162], Periodista Digital, 14.10.2009, y Mª J.
Roca, La eventual reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Consideraciones de política
legislativa y de régimen jurídico, en XI Congreso Católicos y Vida Pública. La Política, al servicio
del bien común, cit., 298-299.
322 José Mª Martí Sánchez

megafonía vulnerase el régimen constitucional del art. 21 CE. La sentencia


sí concedió amparo a la prohibición de instalar mesas y una tienda saha-
raui, a falta de una motivación concreta 41. También se ve la preeminencia
del culto, sobre los titulares de la propiedad, en la sentencia del Tribunal
Supremo de 13 de mayo de 1994, referido al acceso a la ermita.
A la protección de lugares de culto, dada la afectación religiosa, se
suma la que aportan sus méritos artísticos e históricos. Como hitos de la
memoria colectiva, los bienes culturales quedan fuera del tráfico jurídico
habitual (sometidos al tanteo y el retracto, o con la prohibición de trans-
mitirlos a particulares). En el respeto y conocimiento de la obra de arte
está en juego la conciencia nacional, la unidad espiritual de sus miembros.
Gracias al lenguaje universal del arte, se conecta con generaciones pasa-
das, lugares remotos y se preserva el saber imperecedero del olvido o la
manipulación 42.
La comunidad internacional es consciente de la riqueza que encierra
el arte y de la importancia de arbitrar medidas que la protejan. Prueba de
ello son iniciativas, como 43: Resolución adoptada en el seno de la Prime-
ra Conferencia Europea de Ministros Responsables de la Salvaguardia y
la Rehabilitación del Patrimonio Cultural Inmobiliario (Bruselas, 1969);
Carta Europea del Patrimonio Cultural (26 septiembre 1975); Convenio
del Consejo de Europa, para la Salvaguarda del Patrimonio Arquitectó-
nico de Europa (3 octubre 1985), y la Convención, sobre Protección del
Patrimonio Mundial, Cultural y Natural (París, 23 noviembre 1972), en el
seno de la Conferencia General de la ONU para la Educación, la Ciencia
y la Cultura.

41. «La prohibición de instalar mesas o una tienda de campaña por los reunidos, con
virtualidad para la exposición e intercambio de mensajes e ideas, no puede justificarse en
meras dificultades o simples molestias para la circulación de las personas que allí transiten,
frente a lo que entiende el órgano judicial, como tampoco es asumible el razonamiento de
éste según el cual son los titulares del derecho de reunión quienes tienen que “justificar
suficientemente” la necesidad de la instalación de la tienda de campaña, “cuando ya dis-
ponían de otros medios para llamar la atención como la megafonía”, pues es a la autoridad
gubernativa a la que le corresponde motivar y aportar las razones que, desde criterios cons-
titucionales de proporcionalidad, expliquen por qué tenía que quedar excluida o limitada
la libertad que asiste a los titulares del derecho del art. 21.1 CE para elegir los instrumentos
que consideren adecuados para la emisión de su mensaje» (FJ 9).
42. Cf. A. Solzhenitsyn, Discurso para la recepción del Premio Nobel (1970), en http://www.
laeditorialvirtual.com.ar/pages/solyenitzin/Solyenitzin_Semblanza.htm.
43. Cf. B. González Moreno, El patrimonio cultural en el Derecho europeo, Derecho y Reli-
gión 5 (2010) 27-58 y R. Tejón Sánchez, Confesiones religiosas y patrimonio cultural, Ministerio
de Justicia, Madrid 2008, 85-100.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 323

4. Marco normativo de los lugares de culto como elementos


del patrimonio cultural
4.1.  El procedimiento para la declaración de bien de interés cultural.
Peculiaridades de los lugares de culto
Es frecuente la incorporación de lugares de culto ‒mantengan o no su
dedicación canónica 44‒ al catálogo del patrimonio cultural español. Éste
se forma por aquellos bienes que, integrados en el Patrimonio Histórico
Español 45, por sus méritos, han sido declarados de interés cultural 46. Aquí
se suma el referente de un pasado común, que nutre los rasgos propios
de un pueblo 47, y la relevancia artística 48. Un elemento y otro gradúan la
entidad cultural del bien. En ocasiones, en las resoluciones o acuerdos de
incoación del procedimiento de calificación, se especifica el motivo y la
necesidad de proteger también los alrededores 49. Puesto que la ley esta-
blece que: «La resolución del expediente que declara un bien de interés
cultural deberá describirlo claramente. En el supuesto de inmuebles, deli-
mitará el entorno afectado por la declaración y, en su caso, se definirán y
enumerarán las partes integrantes, las pertenencias y los accesorios com-
prendidos en la declaración».
Es interesante el concepto de «bien de conjunto», por cuanto puede
suceder que alguno de sus elementos, verbigracia, un lugar de culto, no

44. Canon 1212: «Los lugares sagrados pierden su dedicación o bendición si resultan


destruidos en gran parte o si son reducidos permanentemente a usos profanos por decreto
del Ordinario o de hecho».
45. Ley del Patrimonio Histórico Español. Artículo 1. 2: «Integran el Patrimonio Histó-
rico Español los inmuebles y objetos muebles de interés artístico, histórico, paleontológico,
arqueológico, etnográfico, científico o técnico. También forman parte del mismo el patrimo-
nio documental y bibliográfico, los yacimientos y zonas arqueológicas, así como los sitios
naturales, jardines y parques que tengan valor artístico, histórico o antropológico».
46. Al decir de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español, «los bienes más rele-
vantes del Patrimonio Histórico Español deberán ser inventariados o declarados de interés
cultural en los términos previstos en esta Ley» (art. 1.3). Del patrimonio histórico, dice que:
«es el principal testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización univer-
sal y de su capacidad creativa contemporánea» (Preámbulo).
47. Recordemos que el Tratado de la Unión Europea, en su Preámbulo, reconoce «la he-
rencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores
universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona».
48. Lo histórico identificativo de un pueblo y lo artístico son los denominadores de la
noción amplia de cultura. Cf. M. Vidal Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia en
el Derecho Eclesiástico del Estado, Universidad de Valladolid, Valladolid 1999, 106-107.
49. Resolución CLT/143/2011, de 13 de enero, por la que se incoa expediente de decla-
ración de bien cultural de interés nacional, en la categoría de lugar histórico, a favor de la
ermita de Sant Sebastià, en Vic (Osona) y de delimitación de su entorno de protección.
324 José Mª Martí Sánchez

tenga protección por sí mismo (en tanto que monumento), sino sólo en
función de ese conjunto. Se duda de si en este caso se le eximiría de ciertas
servidumbres, al no haber quedado acreditado el interés público indivi-
dualizado. Ello también disminuiría su protección 50. Es una cuestión que
no podemos abordar. Nos inclinamos a pensar que la declaración del con-
junto beneficia y condiciona el trato dado a sus elementos 51. La sentencia
del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 2009, FJ 5º, abona tal interpre-
tación 52.
El criterio predominante a la hora de abrir expediente de calificación
de bien de interés cultural, como leemos en las resoluciones más recientes
(se citan en Anexo), se fija en la tradición, la preservación de rasgos carac-
terístico de la zona, el arraigo o significatividad del monumento. Tampoco
falta, en estas decisiones, la alusión a lo innovador o singular 53. La religio-

50. Recientemente se ha planteado con la imagen del Corazón de Jesús de Monteagudo


(Murcia), pues, aunque está enclavada en una zona protegida, el castillo mudéjar, no está
expresamente incluido en la Declaración de bien de interés cultural, incluso el demandante
alegaba, como motivo de derribo, el perjuicio que causaba al monumento. Cf. sentencia del
Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Sala de lo contencioso-administrativo, 20 de mayo
de 2011. Ésta sentencia, por tratarse de la vía jurisdiccional preferente y sumaria, para la de-
fensa de los derechos fundamentales, no resolvió el caso. Cf. sentencia del Tribunal Supre-
mo de 10 de febrero de 2009, comentada por I. Aldanondo, La interpretación jurisprudencial
sobre la coordinación entre valor de cultura y valor de culto en la sentencia del Tribunal Supremo de
10 de febrero de 2009, en Algunas cuestiones controvertidas del ejercicio del derecho fundamental de
libertad religiosa en España, I. Martín Sánchez / M. González Sánchez (coords.), Fundación
Universitaria Española, Madrid 2009, 176-177.
51. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 322-326.
52. «Conforme a los artículos 14 y 19 de la Ley 16/85 de 25 de junio del Patrimonio
Histórico Español se consideran bienes inmuebles cuantos elementos puedan considerarse
consustánciales con los edificios que forman parte de los mismos o lo hayan formado, y
que es preciso la oportuna autorización administrativa para realizar obras en el interior
o a cualquiera de sus partes integrantes o pertenencias, no hay que olvidar que la Sala de
Instancia valorando los datos que obran en las actuaciones llega a la conclusión del valor
histórico artístico de las lápidas siendo éstas en si mismo consideradas como bienes de inte-
rés cultural, y si bien es cierto que no hay declaración oficial al respecto, se ha de significar
que ya estaban en la Catedral cuando ésta se declaró monumento histórico artístico por Real
Orden de 31 de octubre de 1914, cual refiere la parte recurrida y que la Administración, la
Comisión Territorial de Patrimonio Cultural por acuerdo de 22 de julio de 1999, que valora
y tiene en cuenta la sentencia recurrida, dispuso el mantenimiento de las lápidas en su lugar
original y ese acuerdo además de firme fue aceptado por el Dean del Cabildo Catedralicio
según muestra el folio 20 del expediente, y por todo ello no cabe apreciar que la Sala de Ins-
tancia haya hecho un aplicación indebida del artículo 4 de la Ley del Patrimonio Histórico
Español como se denuncia en este motivo de casación».
53. Acuerdo 195/2011, de 28 de julio, de la Junta de Castilla y León, por el que se declara
la Iglesia del Colegio Apostólico de los Padres Dominicos, en Valladolid, bien de interés
cultural con categoría de monumento. «La Iglesia del Colegio Apostólico de los Padres Do-
minicos situada en Valladolid, obra de referencia de Miguel Fisac Serna, constituye una
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 325

sidad ha sido cauce o estímulo para expresar estos valores hondamente


sentidos.
La tramitación se describe en el artículo 9 de la Ley 16/1985, del Patri-
monio Histórico Español. Allí leemos: «1. Gozarán de singular protección
y tutela los bienes integrantes del Patrimonio Histórico Español declara-
dos de interés cultural por ministerio de esta Ley o mediante Real Decre-
to de forma individualizada. 2. La declaración mediante Real Decreto 54
requerirá la previa incoación y tramitación de expediente administrativo
por el organismo competente, según lo dispuesto en el artículo 6 de esta
Ley. En el expediente deberá constar informe favorable de alguna de las
instituciones consultivas señaladas en el artículo 3, párrafo 2, o que tengan
reconocido idéntico carácter en el ámbito de una Comunidad Autónoma.
Transcurridos tres meses desde la solicitud del informe sin que éste hu-
biera sido emitido, se entenderá que el dictamen requerido es favorable a
la declaración de interés cultural. Cuando el expediente se refiera a bienes
inmuebles se dispondrá, además, la apertura de un periodo de informa-
ción pública y se dará audiencia al Ayuntamiento interesado. 3. El expe-
diente deberá resolver en el plazo máximo de veinte meses a partir de la
fecha en que hubiera sido incoado…».
Cualquier persona está legitimada para solicitar la incoación del expe-
diente. Prosigue el artículo 10: «El organismo competente decidirá si pro-
cede la incoación. Esta decisión y, en su caso, las incidencias y resolución
del expediente deberán notificarse a quienes lo instaron».
De lo analizado surge la pregunta por la índole del acto administrativo
que declara un objeto como Bien de Interés Cultural o Bien del Inventario

realización arquitectónica de relevante interés, tanto por su calidad arquitectónica como


por los valores simbólicos y de innovación espacial, que supusieron una novedad en un
periodo determinado de la arquitectura española de mediados del siglo XX y en su día el
reconocimiento con la medalla de oro de la Exposición de Arte Sacro de Viena de 1954».
54. Se resolverá mediante decreto, cuando la declaración parta de la comunidad autó-
noma, cf. art. 11.1. «De acuerdo con lo previsto en el artículo 6.b) de la Ley 16/1985, corres-
ponde al Ministerio de Cultura tramitar los expedientes para declarar de interés cultural los
bienes integrantes del Patrimonio Histórico Español adscritos a servicios públicos gestiona-
dos por la Administración General del Estado o que formen parte del Patrimonio Nacional.
Su tramitación por dicho Ministerio se efectuará de acuerdo con las normas establecidas en
este capítulo. 2. Corresponde a las comunidades autónomas la declaración de interés cultu-
ral de los restantes bienes del Patrimonio Histórico Español, cuya tramitación se regirá por
su propia normativa». Redacción según Real Decreto 64/1994, de 21 de enero, por el que se
modifica el Real Decreto 111/1986, de 10 de enero, de desarrollo parcial de la Ley 16/1985,
de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Se nota aquí la influencia de la sentencia
Tribunal Constitucional 17/1991, de 31 de enero (FJ 10º).
326 José Mª Martí Sánchez

General (muebles), ¿será constitutivo o declarativo? La tendencia de los


instrumentos internacionales prima la definición normativa, a partir de
requisitos objetivos; en el Derecho interno pesa más la decisión de la au-
toridad. De cualquier modo predomina su sentido declarativo 55.
Cuando hablamos de monumentos nos referimos a inmuebles. Sobre
qué se entienda por estos, dice el artículo 14 que: «tienen la considera-
ción de bienes inmuebles, además de los enumerados en el artículo 334
del Código Civil, cuantos elementos puedan considerarse consustanciales
con los edificios y formen parte de los mismos o de su entorno o lo hayan
formado, aunque en el caso de poder ser separados constituyan un todo
perfecto de fácil aplicación a otras construcciones o a usos distintos del
suyo original, cualquiera que sea la materia de que estén formados y aun-
que su separación no perjudique visiblemente al mérito histórico o artísti-
co del inmueble al que están adheridos. Los bienes inmuebles integrados
en el Patrimonio Histórico Español pueden ser declarados monumentos,
jardines, conjuntos y sitios históricos, así como zonas arqueológicas, todos
ellos como bienes de interés cultural» (párr. 1º y 2º).
Los monumentos se definen así en el artículo 15: «Son monumentos
aquellos bienes inmuebles que constituyen realizaciones arquitectónicas
o de ingeniería, u obras de escultura colosal siempre que tengan interés
histórico, artístico, científico o social».
La ley no configura una regulación completa para los bienes de titula-
ridad religiosa, aunque existen preceptos específicos. Asimismo la legis-
lación autonómica ha buscado vías de excepcionalidad, para estos bienes,
dado su volumen y destinación 56. A veces, no falta un trámite de notifica-

55. Cf. L. A. Anguita Villanueva, La Protección Jurídica de los Bienes Culturales en el Dere-


cho Español, Revista electrónica Ius et Praxis, vol. 10, nº 1 (2004) 11-44 (http://dialnet.unirioja.
es/servlet/articulo?codigo=2260765. Nota del editor: visto el 5 de febrero de 2013). Reforza-
do por el hecho de que la ley enumera una serie de cualidades cuya concurrencia en el bien
lo incluyen dentro del nomen iuris patrimonio histórico español. Cf. A. Motilla, Régimen
jurídico de los bienes histórico-artísticos de la Iglesia católica, Eurolex, Madrid 1995, 32.
56. Así la Ley 4/1990, de Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha, cuya Disposi-
ción Adicional determina que: «La ejecución de lo establecido en la presente Ley, en re-
lación con el Patrimonio Histórico de la Iglesia Católica, podrá realizarse en el marco de
convenios de colaboración entre esta y la Junta de Comunidades en materias de interés
común». Más tímida es la Ley 2/1999, de 29 de marzo, de Patrimonio Histórico y Cultural
de Extremadura, pues su art. 3.2, dispone que: «La Iglesia Católica, como titular de bienes
integrantes del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, estará obligada a velar por
la conservación, protección, acrecentamiento y difusión del mismo. A tal fin, una Comisión
mixta constituida por la Junta de Extremadura y la Iglesia Católica establecerá el marco de
colaboración entre ambas instituciones para desarrollar actuaciones de interés común. A
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 327

ción, cuando se adoptan medidas que les afecten 57. La idea de un régimen


particular cuenta con apoyos en la doctrina. Se suple su carencia con una
interpretación correctora del sistema común 58. Para esa regulación espe-
cial se hubiera partido del Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Cultura-
les. Sin embargo, éste quedó orillado, con una tangencial referencia de la
Disposición Adicional séptima de la Ley del Patrimonio Histórico Espa-
ñol: «Sin perjuicio de lo dispuesto en la presente Ley, las Administracio-
nes a quienes corresponda su aplicación quedarán también sujetas a los
Acuerdos internacionales válidamente celebrados por España». Cláusula
insuficiente 59. En general, los bienes de las entidades religiosas se someten

tales bienes, así como a los que estén en posesión de otras confesiones religiosas, les será de
aplicación el régimen general de protección y tutela previsto en esta Ley, sin perjuicio de las
singularidades que pudieran derivarse para la Iglesia Católica como sujeto de derecho». La
Ley 7/2004, de 18 de octubre, de Patrimonio Cultural, Histórico y Artístico de La Rioja, parte
del régimen general, pero tendrá en cuenta «las singularidades que puedan derivarse de la
Iglesia católica como sujeto de derecho» (art. 7.3).
57. Es el caso de la Ley 3/1999, de 10 de marzo, del Patrimonio Cultural Aragonés y su
artículo 82: «1. La Iglesia Católica y sus entidades, como titulares de una parte importante
del patrimonio cultural aragonés, y el resto de confesiones religiosas que se encuentren
implantadas en el territorio aragonés y puedan adquirir en el futuro bienes muebles e in-
muebles, velarán por la conservación y difusión de dicho patrimonio, colaborando a tal fin
mediante los oportunos convenios con las Administraciones públicas de Aragón. 2. Una
comisión mixta, en la que estará representada la Administración de la Comunidad Autó-
noma y las diócesis de Aragón, establecerá el marco de colaboración recíproca para la con-
servación y difusión del patrimonio cultural aragonés que esté en posesión de instituciones
eclesiásticas. Esta comisión deberá ser informada de las intervenciones en el patrimonio cul-
tural de titularidad eclesiástica sostenidas con fondos públicos». Mayor voluntad de acuer-
do muestra la Ley 1/2001, del Patrimonio Cultural de Asturias, en la Disposición Adicional
novena: «Con objeto de mantener el sistema de colaboración existente entre ambas institu-
ciones, establecido en el Acuerdo de 18 de febrero de 1987, entre el Principado de Asturias y
la Archidiócesis de Oviedo, sobre Asuntos Culturales, el Principado de Asturias favorecerá
el mantenimiento de la Comisión Mixta establecida en el mismo, con las funciones, com-
posición y funcionamiento prescritas en dicho Acuerdo. A través de ella se analizarán los
problemas relativos a la protección, conservación, restauración y difusión del patrimonio
cultural afectado, con sujeción a lo dispuesto en la presente Ley, muy especialmente en lo
relativo a seguridad y preservación física, compatibilidad entre los usos religiosos y otras
funciones de carácter cultural, acceso a los investigadores y disfrute público».
58. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 312-313 y 316-317.
Inicialmente reproduce los argumentos de la Comisión Episcopal Española para el Patrimo-
nio cultural (25 marzo 1985), en pro de crear una categoría legal, para los Archivos, Museos
y Monumentos de la Iglesia, de «carácter público especial». Asimismo, apoya un tratamien-
to especial, por la cuantía y naturaleza del patrimonio eclesial, J. L. Álvarez Álvarez, El
patrimonio histórico cultural de la Iglesia en España, cit., 265 y 276.
59. Cf. J. Bonet Navarro / J. M. Pascual Palanca, Los bienes de interés cultural y de rele-
vancia local en la Comunitat valenciana, en R. Mª Ramírez Navalón (coord.), Régimen económi-
co y patrimonial de las confesiones religiosas, Universitat de Valencia / Tirant lo Blanch, Valencia
2010, 455-456.
328 José Mª Martí Sánchez

a la normativa estatal común. Un atenuante, a este serio descuido, es la


normativa pactada de que nos ocuparemos más tarde.

4.2.  Bienes eclesiales y coordinación entre los poderes públicos

Existe un gran contraste entre el modelo español, de distribución com-


petencial, y el italiano. En este la pauta viene fijada, a nivel nacional, por
la norma unilateral y concordada. Excepcionalmente se concede más au-
tonomía a Sicilia 60. En España, la ejecución de la Ley 16/1985 (salvo los
bienes adscritos a la Administración central) depende de la instancia au-
tonómica, igual que la firma de acuerdos operativos con las confesiones
religiosas 61. La asunción de las competencias exclusivas se adopta en leyes
como la 7/1990, de 3 de julio, del Patrimonio Cultural Vasco 62. La vocación

60. Este extremo no cabe en la autonomía prevista en Italia, para los entes regionales.
Tampoco allí es admisible estipular convenciones entre autoridades regionales y grupos re-
ligiosos encaminadas a la efectiva tutela de los bienes historico-artísticos. En este aspecto Si-
cilia goza de una autonomía excepcional por su amplitud. Cf. F. di Prima, La tutela del patri-
monio storico e artistico d’interesse religioso nelle autonomie speciali. Due esempi a confronto: Sicilia
e Catalogna, en C. Caparrós / Mª M. Martín / M. salido (eds.), XXX años de los Acuerdos entre
España y la Santa Sede, Ed. Comares, Granada 2010, 362-370. Una de las peculiaridades del
régimen de protección de Sicilia es que reserva un derecho de veto a la autoridad religiosa,
respecto a los aspectos cultuales, en los proyectos aprobados por el órgano administrativo.
61. Cf. F. di Prima, La tutela del patrimonio storico e artistico d’interesse religioso nelle auto-
nomie speciali. Due esempi a confronto: Sicilia e Catalogna, cit., 370-375.
62. «El Estatuto de Autonomía del País Vasco reconoce como competencias exclusivas
de la Comunidad Autónoma la cultura, el Patrimonio Histórico y los archivos, bibliotecas y
museos, salvo los de titularidad estatal. La Ley de Territorios Históricos, por su parte, atri-
buye a las instituciones forales de dichos territorios competencia de desarrollo legislativo
y ejecución en materia de conservación, restauración, mejora y, en su caso, excavación del
Patrimonio histórico-artístico monumental y arqueológico, y competencia exclusiva sobre
archivos, bibliotecas y museos de su titularidad.
En ejercicio de las competencias asumidas por la Comunidad Autónoma del País Vasco,
se aprueba la presente Ley con el fin de diseñar una política cultural que siente la base jurí-
dica sobre la que debe descansar el régimen de protección de nuestro Patrimonio Cultural.
Se presenta bajo el título de Ley de Patrimonio Cultural por entender que el término
cultura es más apropiado y válido para englobar todas las cuestiones que la misma regula
Patrimonio histórico, archivos, bibliotecas y museos, y por entender que el concepto de cultura
es más amplio que el de historia, dentro del cual éste también queda englobado como un
elemento más.
Los fines principales de esta Ley son el diseño de una política tanto para la defensa
y protección, difusión y fomento del Patrimonio Cultural del pueblo vasco, como para el
desarrollo de una infraestructura de archivos, bibliotecas y museos, por ser éstos los prin-
cipales centros depositarios del Patrimonio Cultural Vasco» (Preámbulo). En general, cf. R.
Tejón Sánchez, El patrimonio cultural de interés religioso en la normativa autonómica, Laicidad
y libertades. Escritos jurídicos, nº 4 (diciembre 2004) 249-289.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 329

expansionista se refleja en el Estatuto catalán (Ley orgánica 6/2006, de 19


de julio) 63 y su artículo 127 64. Anteriormente, esta comunidad autónoma
había creado, con la Ley del Patrimonio Cultural Catalán de 1993, un ca-
tálogo de «bienes integrantes del patrimonio cultural catalán» 65.
Merced a la redacción del artículo 148 de la Constitución de 1978 ‒«1.
Las comunidades Autónomas podrán asumir competencias en las si-
guientes materias: 16. Patrimonio monumental de interés de la Comuni-
dad Autónoma» 66‒, recayó la competencia sobre este asunto en el Derecho
autonómico 67. Sin perjuicio de ello: «el Estado considerará el servicio de la

63. El artículo es muy extenso. Sobre todo nos fijamos en: «1. Corresponde a la Genera-
litat la competencia exclusiva en materia de cultura. Esta competencia exclusiva comprende
en todo caso: b) El patrimonio cultural, que incluye en todo caso: Primero. La regulación
y la ejecución de medidas destinadas a garantizar el enriquecimiento y la difusión del pa-
trimonio cultural de Cataluña y a facilitar su acceso. Segundo. La inspección, inventario
y restauración del patrimonio arquitectónico, arqueológico, científico, técnico, histórico,
artístico, etnológico y cultural en general. Tercero. El establecimiento del régimen jurídico
de las actuaciones sobre bienes muebles e inmuebles integrantes del patrimonio cultural
de Cataluña y la determinación del régimen jurídico de los bienes inmuebles, así como la
declaración y la gestión de estos bienes con la excepción de aquéllos que sean de la titulari-
dad del Estado. Cuarto. La protección del patrimonio cultural de Cataluña, que incluye la
conservación, la reparación, el régimen de vigilancia y el control de los bienes, sin perjuicio
de la competencia estatal para la defensa de los bienes integrantes de este patrimonio contra
la exportación y la expoliación».
64. También, por ejemplo, el artículo 9.1.47 Ley Orgánica 1/2011, de 28 de enero, de
reforma del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma de Extremadura atribuye
a la Comunidad Autónoma de Extremadura la competencia exclusiva en materia de patri-
monio cultural.
65. Para dar viabilidad a tales pretensiones se aprobó, en fecha temprana, el Reglamen-
to de Funcionamiento de la Comisión de Coordinación Generalidad-Iglesia en Cataluña
para el Patrimonio Cultural en 1981. En general sobre estas competencias, cf. M. A. Cañiva-
no Salvador, Competencias de las Comunidades Autónomas en materias de los Acuerdos, en XXX
años de los Acuerdos entre España y la Santa Sede, cit., 224-225.
66. El nº 15 se refiere a: «Museos, bibliotecas y conservatorios de música de interés para
la Comunidad Autónoma», y el 17 al: «El fomento de la cultura…».
67. Cf. art. 149: «1. El Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias.
28. Defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación
y la expoliación; museos, bibliotecas y archivos de titularidad estatal, sin perjuicio de su
gestión por parte de las Comunidades Autónomas. 2. Sin perjuicio de las competencias que
podrán asumir las Comunidades Autónomas, el Estado considerará el servicio de la cultura
como deber y atribución esencial y facilitará la comunicación cultural entre las Comunida-
des Autónomas, de acuerdo con ellas. 3. Las materias no atribuidas expresamente al Estado
por esta Constitución podrán corresponder a las Comunidades Autónomas, en virtud de
sus respectivos Estatutos. La competencia sobre las materias que no se hayan asumido por
los Estatutos de Autonomía corresponderá al Estado cuyas normas prevalecerán, en caso
de conflicto, sobre las de las Comunidades Autónomas en todo lo que no esté atribuido a la
exclusiva competencia de éstas. El derecho estatal será, en todo caso, supletorio del derecho
de las Comunidades Autónomas»
330 José Mª Martí Sánchez

cultura como deber y atribución esencial y facilitará la comunicación cul-


tural entre las Comunidades Autónomas, de acuerdo con ellas» (art. 149.2).
El Tribunal Constitucional tuvo ocasión de deslindar las respectivas com-
petencias en la sentencia 17/1991, de 31 de enero. Su doctrina se resume en
que «las competencias autonómicas en esta materia ‒cuya determinación
resulta necesaria para el despliegue de su legislación general‒ derivan de
una potestad originaria y prevalente para dictar la legislación reguladora
del patrimonio histórico situado en su ámbito territorial» 68. La exigencia
de que sea por Real Decreto como se declare el interés cultural sólo se
mantiene para cuando es competente el Estado y le corresponde a él la
ejecución de la ley. La hipótesis se produce caso de adoptar una acción
de defensa ‒ante una exportación o expoliación‒, o gestionar bienes ads-
critos a la Administración del Estado o del Patrimonio Nacional (FJ 8º y
10º). Motilla lo ha resumido así: «En términos generales las Comunidades
poseen la potestad normativa y ejecutiva sobre los bienes culturales de su
territorio que no pertenezcan al Estado –el criterio de la territorialidad se
consolida, como afirma la Sentencia del Tribunal Constitucional de 8 de
junio de 1988, en el principio básico competencial en materia de patrimo-
nio cultural‒. Y, respecto de los del Estado, la gestión de museos, archivos
y bibliotecas de titularidad estatal que no se reserve aquél» 69. Además, la
competencia autonómica, añade al marco de actuación amplio, fijado por
sus estatutos, la «capacidad ejecutiva en materia de acuerdos internacio-
nales que afecten a su competencia y, por consiguiente, para la ejecución
de los acuerdos con la Santa Sede y las normas concordatarias comple-
mentarias sobre patrimonio cultural» 70.
También la Administración local tiene un relevante papel en la conserva-
ción del patrimonio cultural 71. De hecho, las autoridades locales (Diputacio-

68. A. C. Álvarez Cortina, Régimen jurídico del patrimonio religioso de carácter cultural, en
A. C. Álvarez Cortina / M. Rodríguez Blanco (coords.), Aspectos del régimen económico y
patrimonial de las confesiones religiosas, Ed. Comares, Granada 2008, 246.
69. Cf. A. Motilla, Bienes culturales de la iglesia católica: legislación estatal y normativa
pacticia, en V Simposio Internacional de Derecho Concordatario. Protección del patrimonio cultural
de interés religioso, cit., 45-70.
70. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit.,
158.
71. Art. 7. de la Ley 16/1985: «Los Ayuntamientos cooperarán con los Organismos com-
petentes para la ejecución de esta Ley en la conservación y custodia del Patrimonio His-
tórico Español comprendido en su término municipal, adoptando las medidas oportunas
para evitar su deterioro, pérdida o destrucción. Notificarán a la Administración competente
cualquier amenaza, daño o perturbación de su función social que tales bienes sufran, así
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 331

nes provinciales, Cabildos o Consejos insulares, y Ayuntamientos) partici-


pan en la gestión de sus bienes culturales y, en el marco de sus atribuciones,
suscriben convenios de colaboración con las diócesis de su territorio 72.
El deseo de consolidar la propia identidad y su patrimonio ha provo-
cado disputas entre Comunidades Autónomas. En conexión con la enaje-
nación de los bienes culturales, se suscitó en 1997 una controversia entre
el Gobierno aragonés y el catalán. Afectaba a unos bienes muebles de la
Orden de San Juan de Jerusalén, que ocupaba el monasterio de Sigena
(Huesca), declarado Monumento Nacional por Real Orden de 28 marzo
de 1923. La orden los depositó en diversas instituciones museísticas ca-
talanas a causa del deterioro y destrucción del monasterio, especialmen-
te después del incendio sufrido en 1936. En 1983 la Generalitat adquirió
parte de esos bienes a la orden religiosa, que en 1970 se había trasladado
a Valldoreix (Barcelona), los cuales fueron depositados en el Museo Dioce-
sano de Lérida; en 1992 se compraron otros bienes que habían sido previa-
mente depositados en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y
en el Centro de Restauración de la Generalitat.
«En el presente caso, por tanto, nos hallamos ante dos Comunidades
Autónomas que poseen competencia exclusiva en materia de protección de
patrimonio histórico y cultural. Ambas Comunidades ejercen dicha compe-
tencia respecto de unos determinados bienes procedentes del Monasterio
de Sigena que habían sido trasladados a Cataluña por su propietaria (Orden
de San Juan de Jerusalén), de tal modo que, mientras que el Gobierno de la
Generalitat de Cataluña, estando éstos ya en su territorio procedió en 1983 y
1992 a su adquisición, y ha actuado desde entonces a favor de su protección;
el Gobierno de Aragón ejerció respecto de ellos el derecho de retracto como
un modo para procurar el retorno de los mismos a su territorio» (sentencia
del Tribunal Constitucional de 18 de enero de 2012, FJ 6º).

como las dificultades y necesidades que tengan para el cuidado de estos bienes. Ejercerán
asimismo las demás funciones que tengan expresamente atribuidas en virtud de esta Ley».
72. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 297-298 e I. Al-
danondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit., 162. Los textos
completos de los convenios suscritos hasta el año 2000 pueden verse, organizados por mate-
rias, en C. Corral / I. Aldanondo, Código del Patrimonio Cultural de la Iglesia, Edice, Madrid
2001, 537 y ss. Sobre el territorio balear, con especificación de acuerdos entre los Consejos
insulares y los ayuntamientos con la Iglesia católica, cf. C. Pons-Estel Tugores, Derecho au-
tonómico y religión. El caso balear, Civitas-Thomson Reuters, Madrid 2010, 262-266, e Idem, El
patrimonio cultural de la Iglesia Católica en las Islas Baleares. Los convenios con las administracio-
nes públicas, Ed. Comares, Granada 2010. La obra reproduce los acuerdos suscritos, muchos
de ámbito local (Consejos Insulares y Ayuntamientos).
332 José Mª Martí Sánchez

«Ciertamente, al ejercer su competencia sobre patrimonio histórico so-


bre los bienes que se hallan en su territorio ‒con independencia de cuál sea
el origen de los mismos‒, Cataluña viene cumpliendo la señalada función
de preservación del patrimonio histórico y artístico de España, y resulta
constitucionalmente congruente desde esta perspectiva, toda vez que los
bienes sobre los que versa la controversia están en adecuadas condiciones
de conservación en Cataluña, que los mismos permanezcan en la Comu-
nidad Autónoma en la que se encuentran» (FJ 8º).
Otro enfrentamiento, entre estas dos comunidades autónomas, surgió
a causa de los bienes artísticos de las parroquias de la Franja Oriental de
Aragón, tras la formación de la Diócesis de Barbastro y Monzón, a partir
de la de Lérida. La decisión eclesial que instan a su devolución (Decreto
del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica de 28 de abril de 2007
que confirma íntegramente lo ya dispuesto por la Congregación para los
Obispos) no ha sido ejecutada 73. La doctrina de la sentencia de 18 de ene-
ro de 2012, que impone a ultranza el criterio territorial no va a facilitar
las cosas. Sin embargo, existe el precedente del traslado de los bienes del
Monasterio de Concepcionistas franciscanas de localidad de Pastrana
(Guadalajara) y Membrilla (Ciudad Real), ambas en la Comunidad de
Castilla-La Mancha. La doctrina aquí ha hecho valer la justa autonomía
de la Iglesia en aras de su misión: «En aquellos supuestos en que se pueda
proceder al traslado, que en la práctica es casi siempre, la Iglesia podrá
determinar la disposición de los objetos de culto en el lugar de destino,
amparándose no sólo en su derecho de propiedad, sino sobre todo en la
libertad religiosa y de culto garantizada constitucionalmente» 74.

73. Cf. F. R. Aznar Gil / R. Román Sánchez (coords.), Los bienes artísticos de las parroquias
de la Franja: el proceso canónico (1995-2008), Fundación Teresa de Jesús, Zaragoza 2009, y Z.
Combalía Solís, Derecho canónico y Derecho autonómico: a propósito del conflicto de los bienes de
las parroquias de la Franja, en V Simposio Internacional de Derecho Concordatario. Protección del
patrimonio cultural de interés religioso, cit., 163-176.
74. Cf. I. Aldanondo, Régimen jurídico del traslado de bienes eclesiásticos en el Patrimonio
histórico, Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, XI (1995) 15-60. Según la Ley del Pa-
trimonio Histórico Español, «los bienes muebles, incluso los declarados de interés cultural
[…] pueden ser trasladados con la mera comunicación a la Administración, sin necesidad de
solicitar una autorización» (ibídem, 34). Dificulta la movilidad una vinculación esencial, con
el conjunto, o ser considerados pertenencias o accesorios de otro bien principal fijo. El Dere-
cho autonómico suele ser más exigente. Impone una descripción exhaustiva de los muebles
adscritos al monumento, cuando éste se somete a un régimen de protección intenso. La auto-
rización para el traslado, fuera del territorio autonómico, será la regla (ibídem, 44-46).
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 333

Los precedentes han endurecido los requisitos. «Los traslados de


bienes culturales dentro de los límites del territorio nacional, incluso en
aquellos supuestos en los que no hay transmisión ni cesión de la titulari-
dad, suelen ser a menudo objeto de confrontación política entre titulares
de administraciones distintas» 75. El artículo 62 de la Ley 3/1999, del Patri-
monio Cultural Aragonés, sobre bienes muebles del Censo General del
Patrimonio Cultural Aragonés, en posesión de instituciones eclesiásticas,
ha restringido su desplazamiento fuera de la comunidad autónoma 76. El
recelo no debe ir más allá de velar, en el traslado, por la seguridad e inte-
gridad del bien, salvo casos excepcionales de vinculación a un ambiente
concreto 77. Si es así, según el art. 18 de la Ley de Patrimonio Histórico Es-
pañol, debería especificarse en la declaración de bien cultural del inmue-
ble, cuyo ámbito de protección comprenderá el perímetro y componentes
que constituyen su valor.

4.3.  La cooperación entre los poderes públicos y las confesiones

El sector de la conservación y explotación del patrimonio cultural es


particularmente idóneo para la cooperación (art. 16.3 CE) 78. No olvide-
mos que estamos ante una riqueza comunitaria 79 (enucleada alrededor de
la vocación cristiana). Aquí confluyen los argumentos generales en pro de
la cooperación: eficacia, participación, etc., con otros específicos, como el
del uso cultual stricto sensu del bien y su autonomía 80.
El Acuerdo suscrito con la Santa Sede, sobre Enseñanza y Asuntos
Culturales (3 enero 1979), confirma, tanto en su Preámbulo 81 como en el

75. I. Aldanondo, El Patrimonio cultural de las confesiones religiosas en España, cit., 167.
76. Sobre su encaje en las competencias autonómicas, cf. ibidem, 166-168. Sobre los des-
ajustes entre las previsiones estatales y autonómicas, cf. J. M. Alegre, Patrimonio Histórico,
Cultural y Estado Autonómico, Patrimonio Cultural y Derecho 5 (2001) 157-165.
77. Cf. I. Aldanondo, El Patrimonio cultural de las confesiones religiosas en España, cit., 168.
78. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 309-311, y Y. Gar-
cía Ruiz, Titularidad y conservación de los bienes culturales destinados al culto, en R. Mª Ramírez
Navalón, (coord.), Régimen económico y patrimonial de las confesiones religiosas, Universitat de
Valencia / Tirant lo Blanch, Valencia 2010, 230.
79. Cf. J. L. Álvarez Álvarez, El patrimonio histórico cultural de la Iglesia en España, cit.,
269-271, y Cf. M. Vidal Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia…, cit., 151.
80. En general, cf. A. Motilla, Régimen jurídico de los bienes histórico-artísticos de la Iglesia
católica, cit., 75-84.
81. «El patrimonio histórico, artístico y documental de la Iglesia sigue siendo parte im-
portantísima del acervo cultural de la Nación; por lo que la puesta de tal patrimonio al
334 José Mª Martí Sánchez

artículo XV, el interés de la colaboración institucional. Al decir de éste:


«La Iglesia reitera su voluntad de continuar poniendo al servicio de la
sociedad su patrimonio histórico, artístico y documental y concertará con
el Estado las bases para hacer efectivos el interés común y la colaboración
de ambas partes, con el fin de preservar, dar a conocer y catalogar este pa-
trimonio cultural en posesión de la Iglesia, de facilitar su contemplación
y estudio, de lograr su mejor conservación e impedir cualquier clase de
pérdidas en el marco del articulo 46 de la Constitución. A estos efectos,
y a cualesquiera otros relacionados con dicho patrimonio, se creara una
Comisión mixta en el plazo máximo de un año a partir de la fecha de en-
trada en vigor en España del presente acuerdo» 82. Se ha criticado el giro
«en posesión de la Iglesia», con sabor regalista 83.
Desde la perspectiva eclesial, se trata de renunciar al libre ejercicio de
sus poderes y funciones, como autoridad religiosa (can. 1213), en los lu-
gares sagrados, para atender mejor otra exigencia del Código de Derecho
canónico. Concretamente, respecto a las iglesias, la obligación de «prote-
ger los bienes sagrados y preciosos», a cuyo objeto: «deben emplearse los
cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de segu-
ridad» (can. 1220.2) 84. Con las previsiones de la Ley del Patrimonio His-
tórico Español, el ejercicio de la libertad de actuación se graduaría, pero
sin que desaparezca. Tampoco lo hacen las obligaciones de protección del
titular de los bienes, según dispone la ley 85. La obligación de conservación
y custodia se somete a la inspección de los organismos oficiales competen-
tes (art. 13 de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español).
La misma ley, consciente de las restricciones que implica la calificación
de un bien como de interés cultural, emplea el sintagma de «compensa-

servicio y goce de la sociedad entera, su conservación y su incremento justifican la colabo-


ración de Iglesia y Estado».
82. La Comisión elaboró el «Documento relativo al marco jurídico de actuación mixta
Iglesia-Estado sobre Patrimonio Histórico-Artístico» (30 octubre 1980).
83. Cf. S. Bueno Salinas, Los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español a los 25 años
de su vigencia, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, nº
8 (junio 2005) 13-14. En general, cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las
confesiones religiosas, cit., 155.
84. También lo exige el can.1234 §2. «En los santuarios o en lugares adyacentes, consér-
vense visiblemente y custódiense con seguridad, los exvotos de arte popular y de piedad».
85. Art. 36.1, principalmente, de la Ley 16/1985, el cual dice: «1. Los bienes integrantes
del Patrimonio Histórico Español deberán ser conservados, mantenidos y custodiados por
sus propietarios o, en su caso, por los titulares de derechos reales o por los poseedores de
tales bienes». En el ámbito autonómico, La Ley 9/1993 de Patrimonio cultural catalán, tam-
bién lo dispone en su art. 4.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 335

ción a las cargas que en esta Ley se imponen a los titulares o poseedores de
los bienes integrantes del Patrimonio Histórico Español…» (art. 69) 86.
Existe paralelismo del citado artículo XV con el artículo 13 de dos de los
acuerdos de cooperación de 1992. El Acuerdo con la Federación de Entida-
des Evangélicas de España omite este detalle. Concretamente, el convenio
judío, dice: «El Estado y la Federación de Comunidades Israelitas de Es-
paña colaborarán en la conservación y fomento del patrimonio histórico,
artístico y cultural judío, que continuará al servicio de la sociedad, para su
contemplación y estudio. Dicha colaboración se extenderá a la realización
del catálogo e inventario del referido patrimonio, así como a la creación de
Patronatos, Fundaciones u otro tipo de instituciones de carácter cultural»
(Ley 25/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de
Cooperación del Estado con la Federación de Comunidades Israelitas de
España). El Acuerdo con la Comisión Islámica de España (Ley 26/1992),
añade a la redacción la participación de representantes de la Comisión
Islámica en los patronatos, fundaciones u otras instituciones que se creen.
En ninguno de los convenios se plantea una comisión mixta, dada la au-
sencia de un patrimonio que gestionar.
Cuando la Conferencia Episcopal Española, en el «Documento relati-
vo al marco jurídico de actuación mixta Iglesia-Estado sobre Patrimonio
Histórico-Artístico» (30 octubre 1980), prevé acuerdos sucesivos acerca
del desarrollo de los principios generales en él contenidos (punto 5º), no
sólo mira al ámbito nacional, sino a todas las Administraciones públicas
implicadas. Para toda España, se aprobaron de inmediato unas «Normas
con arreglo a las cuales deberá regirse la realización del inventario de to-
dos los bienes muebles e inmuebles de carácter histórico-artístico y docu-
mental de la Iglesia española» (30 marzo 1982) 87.
El Instituto del Patrimonio Cultural de España 88, en su función de ela-
borar y ejecutar planes de conservación y restauración del patrimonio

86. Cf. M. Vidal Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia…, cit., 161-167.


87. Suscrito entre el presidente de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural
y el subsecretario de Cultura. No ha sido publicado oficialmente, cf. www.conferenciaepis-
copal.nom.es/archivodoc/jsp/system/win_main.jsp y Boletín de la Conferencia Episcopal
Española nº 14 (abril-junio 1987), 87. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de
las confesiones religiosas, cit., 157.
88. Desde el punto de vista organizativo es una Subdirección General de la Dirección
General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, integrada en la
Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Cf. Real
Decreto 257/2012, de 27 de enero, por el que se desarrolla la estructura orgánica básica del
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
336 José Mª Martí Sánchez

(mobiliario e inmobiliario), propició el acuerdo conocido como Plan de Ca-


tedrales 89. «Prevé la coordinación de las autoridades civiles y eclesiásticas
para la conservación de las catedrales, a través de planes directores en los
que queden reflejados los aspectos técnicos y presupuestarios de las obras
a realizar y contempla, asimismo, los correspondientes mecanismos para
la financiación de las obras» 90. En ellos se busca la sinergia de: Estado,
comunidades autónomas, Iglesia, personas físicas o jurídicas y Unión Eu-
ropea, para hacer frente a todos los gastos. La elaboración y aprobación de
los planes directores incumbe a representantes del Ministerio de Cultura,
de las Comunidades autónomas y del Obispado del lugar.
Complementario del anterior, y con su mismo espíritu, se firmó el
Acuerdo de colaboración para la puesta en marcha del Plan Nacional de
Abadías, Monasterios y Conventos (25 marzo 2004), entre la Ministra de
Educación y el Presidente de la Conferencia Episcopal.
Hay que añadir que, por recaer la mayoría de las competencias sobre
patrimonio cultural en el ámbito autonómico, es ahí donde se necesita
articular la colaboración. Máxime cuando predominan las comunidades
autónomas con una pretensión de regular su patrimonio con carácter
general y exclusivo. Éste es un campo abonado para los denominados
convenios interpotestativos. Su objeto más típico es la creación de una co-
misión mixta Iglesia-Comunidad autónoma, con competencia sobre la
gestión (tutela y conservación) de los bienes culturales de la Iglesia radi-
cados en el territorio. Entre otros 91, citamos el Convenio Marco de cola-
boración en materia de patrimonio histórico entre la Generalitat Valen-
ciana y la Iglesia Católica (28 junio 1989) 92, y el Convenio de 26 de abril

89. Acuerdo sobre el Plan de Catedrales (25 febrero 1997) suscrito entre el Ministerio de
Educación y Cultura y la Iglesia católica. No fue oficialmente publicado, cf. www.conferen-
ciaepiscopal.nom.es/archivodoc/jsp/system/win_main.jsp. En general, cf. Mª C. Musoles
Cubedo, Planes nacionales para la conservación y restauración del patrimonio cultural eclesiástico,
cit., 310-320. Sobre su normatividad, cf. M. Rodríguez Blanco, Los convenios entre las ad-
ministraciones publicas y las confesiones religiosas, cit., 112, y Mª C. Musoles Cubedo, Planes
nacionales para la conservación y restauración del patrimonio cultural eclesiástico, cit., 320-326.
90. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit.,
157-158.
91. Por ejemplo, el Convenio de 19 de diciembre de 1985, sobre la constitución, compo-
sición y funciones de la Comisión Mixta Junta de Andalucía-Obispos de la Iglesia católica
en Andalucía para el patrimonio cultural. Además, cf. M. Rodríguez Blanco, Los convenios
entre las administraciones publicas y las confesiones religiosas, cit., 104-105. Tampoco faltan, en la
materia, los convenios de naturaleza normativa (reglamentaria). Cf. ibídem, 120.
92. Cf. J. Bonet Navarro / J.M. Pascual Palanca, Los bienes de interés cultural y de rele-
vancia local en la Comunitat valenciana, cit., 468-470.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 337

de 1985, entre la Comunidad Autónoma de las Illes Balears y los Obispos


de la Iglesia católica de las Diócesis de Mallorca, Menorca e Ibiza sobre
patrimonio cultural de la Iglesia católica, completado con el Reglamento
de la Comisión Mixta Gobierno Balear-Diócesis de la Iglesia católica en
las Illes Balears, sobre Patrimonio Cultural de la Iglesia católica 93.
Todas las Comunidades autónomas han firmado al menos un pacto
con las respectivas iglesias locales 94. La estructura es similar y consta de:
un preámbulo que menciona las normas generales y habilitadoras; reco-
nocimiento de la propiedad o posesión eclesiástica de los bienes, y crea-
ción de la comisión mixta Iglesia-Comunidad autónoma, así como sus
competencias y funcionamiento 95.
Para comprobar la operatividad de los acuerdos, nos fijamos en las
leyes sectoriales. En general, las remisiones a los acuerdos bilaterales son
escasas 96. La primera de las leyes autonómicas fue la Ley 4/1990, de 30
de mayo, del Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha. Su Disposi-
ción adicional muestra un compromiso por la bilateralidad, pues dice
que: «La ejecución de lo establecido en la presente Ley, en relación con el
Patrimonio Histórico de la Iglesia Católica, podrá realizarse en el marco
de convenios de colaboración entre ésta y la Junta de Comunidades en
materias de interés común». Es digna de mención la Ley 4/1998, de 11 de
junio, de Patrimonio Cultural Valenciano y el apartado que titula: «Co-
laboración con la Iglesia Católica» 97. Posibilidad que también se ofrece,
para igual fin, a «las demás confesiones religiosas reconocidas por la ley».
Es común que estas normas permitan la intervención de las autoridades
eclesiásticas, con carácter consultivo o decisorio, en la configuración del

93. Cf. C. Pons-Estel Tugores, Derecho autonómico y religión. El caso balear, Civitas-


Thomson Reuters, Madrid 2010, 240-244.
94. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas,
cit., 159.
95. Cf. A. C. Álvarez Cortina, Régimen jurídico del patrimonio religioso de carácter cultural,
cit., 249. Con más detalle: I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones
religiosas, cit., 160-162.
96. Cf. R. Tejón Sánchez, Confesiones religiosas y patrimonio cultural, cit., 478-481.
97. «1. Sin perjuicio de cuanto se dispone en los acuerdos suscritos entre el Estado espa-
ñol y la Santa Sede, la Iglesia Católica, como titular de una parte singularmente importante
de los bienes que integran el patrimonio cultural valenciano, velará por la protección, con-
servación y divulgación de los mismos y prestará a las administraciones públicas compe-
tentes la colaboración adecuada al cumplimiento de los fines de esta Ley, con sujeción a las
disposiciones de la misma. 2. La Generalitat podrá establecer medios de colaboración con
la Iglesia Católica al objeto de elaborar y desarrollar planes de intervención conjunta que
aseguren la más eficaz protección del patrimonio cultural de titularidad eclesiástica en el
ámbito de la Comunidad Valenciana…». Es parecido el art. 4 de la Ley 12/1998, del Patrimo-
nio Histórico de las Illes Balears.
338 José Mª Martí Sánchez

estatuto jurídico de su patrimonio cultural. La participación se canaliza a


través de los convenios comunidades autónomas-iglesias diocesanas.
Las comisiones mixtas suelen actuar como órganos asesores de otros
que, dotados de capacidad decisoria (en el organigrama de las Comu-
nidades autónomas y de la Iglesia católica local), asumen los acuerdos
que aquellas les presentan. Su contenido es muy variado: realización del
inventario o catálogo, cesiones temporales de uso de templos para la cele-
bración de conciertos; exposiciones artísticas; aprobación de presupues-
tos y subvenciones para obras de restauración o conservación de bienes
eclesiásticos de interés cultural, secuenciación de las actuaciones, etc. 98.
El abigarrado panorama legislativo exige la coordinación y colabora-
ción entre las diversas instituciones (religiosas y civiles). Este cometido
le está encomendado especialmente, dentro de la Secretaria de Estado
de Cultura (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte), al Consejo del
Patrimonio Histórico 99. Las leyes autonómicas cuentan con organismos si-
milares. Estos consejos del patrimonio histórico están abiertos a diversos
representantes 100. En Aragón, se prevé incluso la participación de confe-
siones religiosas minoritarias 101.

98. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit.,


161-162.
99. Art. 3 de la Ley y del Real Decreto 111/1986, de 10 de enero, de desarrollo parcial de
la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Este detalla que: «son fun-
ciones del Consejo del Patrimonio Histórico: a) Conocer los programas de actuación, tanto
estatales como regionales, relativos al Patrimonio Histórico Español, así como los resulta-
dos de los mismos». Sobre su importancia, cf. J. L. Álvarez Álvarez, El patrimonio histórico
cultural de la Iglesia en España, cit., 278.
100. Ley 4/1990, de 30 de mayo, del Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha, prevé
la Colaboración institucional (art. 2). Al efecto crea un consejo Regional del Patrimonio Histó-
rico: «La elaboración; comunicación e intercambio de programas de actuación e información
relativos al Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha, serán facilitados por el Consejo Re-
gional ,del Patrimonio Histórico, como órgano consultivo, constituido por representantes de
los siguientes órganos y entidades con la siguiente distribución: Siete representantes de la
Federación de Municipios y Provincias de Castilla-La Mancha: Los cinco Presidentes de las
Comisiones Provinciales del Patrimonio Histórico; Dos representantes de la Iglesia Católica
en Castilla-La Mancha; Dos representantes de la Universidad de Castilla-La ,Mancha; Dos
representantes de los sindicatos; Un representante de cada una de las Reales Academias
existentes en la Región; Los cinco Presidentes de las Diputaciones Provinciales o personas
en quienes deleguen; Dos personalidades de reconocido prestigio en el ámbito de las profe-
siones relacionadas con la conservación del Patrimonio Histórico, designados por la Conse-
jería de Educación y Cultura. Se podrá incorporar el Delegado del Gobierno en Castilla-La
Mancha o persona en quien delegue. Actuará como Presidente el Consejero de. Educación y
Cultura y como Vicepresidente el Director general de Cultura» (párr. 2º).
101. Artículo 78. Consejo Aragonés del Patrimonio Cultural, de la Ley 3/1999, de 10 de
marzo, del Patrimonio Cultural Aragonés: «El funcionamiento y composición del mismo
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 339

5. Condicionantes del régimen de los lugares de culto


con valor cultural

5.1.  Prelación de los fines que encarnan


La Constitución impone que los poderes públicos garanticen y pro-
muevan la conservación y «el enriquecimiento del patrimonio histórico,
cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo in-
tegran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La Ley
penal sancionará los atentados contra este patrimonio» (art. 46). La tutela
y difusión del patrimonio no puede ser a costa de desnaturalizar su voca-
ción primera de cauces de la religiosidad y de medios para el culto divi-
no. «La liberté de conscience dans le champ religieux implique le respect
de la nature des traditions et des communautés» 102. El reto es armonizar
los intereses propiamente religiosos e histórico-patrimoniales del Estado,
principalmente el de conservación. A priori no es difícil, pues ambos as-
pectos conviven en la obra, así como en la sociedad que le ha dado origen
y aprecio. A ello apunta el citado artículo 46. Las razones expuestas tam-
bién ampararían a los bienes religiosos desafectados de las funciones de
culto. Entre otras iniciativas 103, la Resolución 916 (1989) del Consejo de
Europa (9 mayo 1989) se ocupó de los edificios religiosos secularizados.
Para que el valor cultural del bien se mantenga, pide que se le dote de un
nuevo uso religioso o cultural acorde con su sentido primigenio (nº 7) 104.

se establecerá reglamentariamente, pero, en cualquier caso, estarán representadas cuantas


instituciones, entidades o asociaciones puedan y deban contribuir al cumplimiento de los
objetivos de esta Ley, con especial mención a la Iglesia Católica y otros credos, a los Ayun-
tamientos, a la Universidad de Zaragoza y a las asociaciones culturales de mayor relieve en
la Comunidad Autónoma» (párr. 4º).
102. Cf. P. Meyer-Bisch, Le droit à la liberté de conscience dans le champ religieux selon la
logique des droits culturels, cit., 23.
103. Como el Documento del Simposio de Cracovia sobre el patrimonio cultural de los
estados participantes en la Conferencia ‒hoy Organización‒ sobre la Seguridad y la Coope-
ración en Europa (28 mayo-7 junio 1991). Entre sus acuerdos están: II. Cultura y patrimonio.
12 «La documentación completa y duradera de lugares de interés, […] incluidos monumen-
tos históricos religiosos y culturales, tal como existen actualmente, es uno de los legados más
importantes que el patrimonio cultural puede ofrecer a las futuras generaciones». III. Princi-
pales esferas de conservación y cooperación. 26. «Reconociendo la importante contribución
de las creencias, instituciones y organizaciones religiosas para el patrimonio cultural, los
Estados participantes cooperarán estrechamente con ellas en lo que respecta a la conserva-
ción del patrimonio cultural y prestarán la debida atención a los monumentos y objetos de
origen religioso que las comunidades de donde proceden no los usen más o ya no existan en
la región de que se trate del Consejo de Europa». En http://www.osce.org/es/library/24401.
104. Cf. R. Tejón Sánchez, Confesiones religiosas y patrimonio cultural, cit., 99.
340 José Mª Martí Sánchez

El compromiso que nace de estos textos, para los poderes públicos, es el


de garantizar la conservación de su valor cultural, «procurando no des-
vincularlo ni desarraigarlo del sentido originario, lo cual significa que la
Administración cultural ha de respetar la función litúrgica de los bienes
culturales que originariamente cumplían» 105.
La Ley del Patrimonio Histórico Español mantiene un equilibrio 106,
que no es perfecto, como veremos. Esto se deduce de sus disposiciones y
flexibilidad, para adaptarse a usos litúrgicos o cultuales (art. 13.1 107).
Una excepción a la confluencia de voluntades se produciría en el su-
puesto de grupos religiosos que condicionan el derecho de acceso a deter-
minados espacios. La entrada a estos lugares ‒con connotación religiosa o
estrictamente cultual‒ se puede reservar a los propios fieles, o a algunos
de ellos. Esto ocurre en la clausura canónica, a favor de los miembros de
una comunidad que gozan así de un ambiente de intimidad y silencio 108.
Como advierte Motilla, respeto a la ejecución del artículo 46 de la Consti-
tución, el derecho fundamental al acceso de los bienes de nuestra historia,
ha de tomar en cuenta otros derechos. Concretamente, «la acción de los
poderes públicos en defensa del patrimonio histórico-artístico ha de ejer-
cerse en el respeto de derechos como la intimidad personal y familiar (art.
18.1)» 109. El Convenio de colaboración, entre el Ministerio de cultura y la
Conferencia episcopal española, para el desarrollo del Plan Nacional de
Abadías, Monasterios y Conventos (25 marzo 2004), reitera la jerarquía

105. I. Aldanondo, La interpretación jurisprudencial…, cit., 174.


106. Cf. M. Vidal Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia…, cit., 155-156.
107. «A los bienes declarados de interés cultural se les expedirá por el Registro General
un Título oficial que les identifique y en el que se reflejarán todos los actos jurídicos o artís-
ticos que sobre ellos se realicen».
108. El Código de Derecho Canónico de 1983, cuando fija las obligaciones y derechos
de los institutos religiosos y de sus miembros introduce, en el canon 667, una fuente de
conflicto potencial: «§ 1. En todas las casas se observará la clausura, adaptada al carácter y
misión del instituto, según determine el derecho propio, debiendo quedar siempre reser-
vada exclusivamente a los miembros una parte de la casa religiosa. § 2. Ha de observarse
una disciplina más estricta de la clausura en los monasterios de vida contemplativa. § 3.
Los monasterios de monjas de vida íntegramente contemplativa deben observar la clausura
papal, es decir, según las normas dadas por la Sede Apostólica. Los demás monasterios de
monjas vivirán la clausura adaptada a su carácter propio y determinada en las constitucio-
nes. § 4. El Obispo diocesano goza de la facultad de entrar con causa justa en la clausura de
los monasterios de monjas que se encuentren en su diócesis, y de permitir, con causa grave,
y consentimiento de la Abadesa, que otras personas sean admitidas en la clausura, y que las
monjas salgan fuera de la misma durante el tiempo verdaderamente necesario».
109. Cf. A. Motilla, Bienes culturales de la iglesia católica: legislación estatal y normativa
pacticia, cit., 45-70.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 341

de fines, establecida en el Documento relativo al marco jurídico de actua-


ción mixta Iglesia-Estado sobre patrimonio histórico-artístico (1980) 110. En
consecuencia, prevé que los Planes Directores incluyan un apartado con:
«Relación de posibles usos compatibles [del espacio] con la vida claustral
y la singularidad del lugar» (cláusula 2.4).
Las tradiciones religiosas judía e islámica, por ejemplo, distribuyen el
espacio en función de los sexos. Además, el Judaísmo reserva la asistencia
a la sinagoga a sus adeptos, al igual que lo hace, de ordinario, el Islam,
para la Mezquita, y la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, para su
templo (recinto interior) 111.
La sentencia del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 2009 es funda-
mental. Es la primera en ocuparse de la armonización entre finalidad de
culto y aprovechamiento de un bien cultural 112. La Ley del Patrimonio
Histórico deja margen para que los titulares de un bien lo conserven y
adapten a sus necesidades. Pero cualquier decisión que afecte a su man-
tenimiento está sometida a la autorización administrativa. Esto incluye la
reforma de inmuebles o la instalación de rótulos o símbolos en fachadas o
cubiertas (art. 19.1). También la restauración de bienes muebles (art. 39.1).
Las prescripciones litúrgicas justifican la licencia, para obras (interiores o
exteriores) de los lugares de culto, o la restauración o mejora de su mobi-
liario. Este aspecto habrá de ser conjugado, por la Administración, con el
acceso y conservación del bien cultural (valor artístico y estético) 113.
La sentencia ordena al Cabildo de la Catedral y a su Obispado el le-
vantamiento de las obras realizadas al amparo de las resoluciones de la
Administración de Castilla y León, que autorizaban el proyecto de ejecu-
ción de las obras de remodelación del Presbiterio de la Capilla mayor de la

110. En el considerando Segundo, dice: «Que el Ministerio de Educación, Cultura y De-


porte reconoce la función primordial de culto y vida comunitaria y la utilización con fines
religiosos de las Abadías, Monasterios y Conventos. Por su parte, la Iglesia reitera su volun-
tad de que continúen al servicio del pueblo español, así como de cuidarlos y utilizarlos de
acuerdo con su valor histórico y artístico, respetando siempre su finalidad última, cual es la
vida religiosa claustral. utilizarlos de acuerdo con su valor histórico y artístico, respetando
siempre su finalidad última, cual es la vida religiosa claustral». El texto en: http://www.
conferenciaepiscopal.es/index.php/convenio-patrimonio.html
111. Sobre los aspectos históricos, culturales y religiosos, cf. M. A. Félix Ballesta, El
régimen jurídico acordado en España sobre las peculiaridades culturales de las confesiones religiosas
minoritarias, Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado XVI (2000) 111-138, principalmente.
112. Cf. I. Aldanondo, La interpretación jurisprudencial…, cit., 165-181.
113. Cf. A. Motilla, Bienes culturales de la iglesia católica: legislación estatal y normativa
pacticia, cit., 45-70.
342 José Mª Martí Sánchez

Catedral de Ávila, y las realizadas sin autorización que queden afectadas


por esta anulación (altar y ambón). El problema de fondo que se ventila
es: «preservar el fin litúrgico de esta Capilla mayor y adaptar toda esta
Capilla a las exigencias del Concilio Vaticano II, entre las que se encuen-
tran la de la celebración de los actos litúrgicos de cara a los feligreses y
con la máxima participación de los mismos, situando el altar mayor de tal
forma que concluyan hacia él todas las miradas de los feligreses de forma
lógica y directa, no lo es menos cierto que se deben preservar los valores
recogidos en la indicada Ley 16/85, y no eliminar todos estos valores por el
hecho de tener que conservar el fin social de la liturgia [(…). Ante la hipó-
tesis de conflicto] sería cuestión de estudiar si es más importante proteger
el derecho de los ciudadanos a contemplar este monumento funerario o
el derecho a realizar la función social religiosa de la Catedral; pero esto se
produciría si no hubiese unos medios técnicos adecuados para permitir
el cumplimiento de las dos funciones, la religiosa y la histórico-artística
que se recoge en el Real Decreto 111/86 (RCL 1986, 275, 661) y en la Ley
16/85. El propio perito ya indica que se podría emplear otro losado que
permitiría, por una parte, dar seguridad para la conservación del conjunto
funerario y permitir a la vez la visión del mismo y, por otra, permitir la
función sagrada de la Capilla» (FJ 1º que reproduce otro de la sentencia
impugnada) 114.
La sentencia desestima las pretensiones del Obispado de Ávila, en or-
den a adaptar, a los usos litúrgicos actuales, el altar mayor de la Iglesia
catedral de «El Salvador». El argumento definitivo, apoyado en el peritaje,
es que las opciones técnicas permiten compatibilizar los fines legales en
liza. En consecuencia, el Alto tribunal no puede válidamente admitir, como
refiere la parte recurrente, «que la sentencia haya debido de acoger como
preferente uso el litúrgico o religioso, pues el escoger entre uno y otro, y en
este caso sería ciertamente el litúrgico o religioso, sólo sería exigible cuando
estuviera acreditada la absoluta incompatibilidad entre uno y otro» (FJ 4º).
El Documento relativo al marco jurídico de actuación mixta Iglesia-
Estado sobre patrimonio histórico-artístico (1980) reconoce esta prelación

114. La argumentación enerva la pretendida infracción, alegada por el recurrente, como


motivo de casación, del artículo 3 del Acuerdo Marco Iglesia-Estado que «establece, como
bases de la cooperación técnica y económica en el tratamiento de los bienes eclesiásticos
que forman parte del Patrimonio Histórico de la Iglesia, el siguiente principio: “El respeto
del uso preferente de dichos bienes en los actos litúrgicos y religiosos y la utilización de los
mismos, de acuerdo con su naturaleza y fines por sus legítimos titulares”».
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 343

de fines: «2º. Se reconoce por el Estado la función primordial de culto y la


utilización para finalidades religiosas de muchos de esos bienes que ha de
ser respetada. Sin perjuicio de ello, la Iglesia reitera su voluntad de con-
tinuar poniéndolos al alcance y servicio del pueblo español y se compro-
mete a cuidarlos y a usarlos de acuerdo con su valor artístico e histórico».
En parecidos términos, toma partido, respecto a estos lugares de culto,
el Plan de Catedrales. La idea es que, al igual que toda propiedad queda
limitada en su disfrute cuando se detecta el carácter público del bien, el
Estado se ve condicionado, en la protección del bien cultural, cuando el
mismo tiene la cualificación de religioso por su fin cultual 115. Como hemos
observado, es una exigencia de la libertad religiosa 116.
Aldanondo da mucha importancia a la gestión respetuosa del patri-
monio. Defiende que es una exigencia de la normativa. Se fija en precep-
tos autonómicos 117. Concretamente, la Ley del Patrimonio Cultural de
Valencia estipula la cesión de inmuebles de titularidad pública a particu-
lares o a entidades, para su mejor conservación, restauración y promo-
ción, mas introduce una salvedad. No se cederán los bienes cuya espe-
cial significación histórica, social o religiosa sea incompatible con su uso
privado (art. 90). Briones menciona tres acuerdos que velan porque, en la
utilización de los bienes, se dé preferencia al uso religioso 118, son los de:

115. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 284-285 y 315. La
autora pone el ejemplo de la adaptación de los edificios de culto y los altares a los cambios
litúrgicos, y entiende que impedirlo sería «atentar contra la vida de la Iglesia misma» (p.
285). Estas reformas también son polémicas, por la merma estética, en el seno de la Iglesia.
Cf. F. J. Lorente Páramo, Argumentos esgrimidos para conservar la integridad de los espacios
litúrgicos, en Los Suplementos de Religión en Libertad.com (19 febrero 2010).
116. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 286-287 y 302-303.
117. Art. 12 de la Ley 7/1990 de Patrimonio Cultural Vasco: 1. La calificación de un
bien cultural incluirá, en los términos que reglamentariamente se desarrollen, los siguientes
extremos: d) El régimen de protección del bien calificado, con especificación de las actua-
ciones que podrán o deberán realizarse sobre el mismo y las que queden prohibidas. Cuan-
do se trate de bienes culturales destinados al culto religioso habrá de tenerse en cuenta la
peculiaridad de los fines religiosos inherentes a los mismos». Se reproduce esta previsión,
cuando se trata de los de los bienes inmuebles, en el art. 29. «1. Las intervenciones que de-
ban realizarse sobre bienes culturales calificados y su entorno, salvo las contempladas en el
artículo 33, quedarán sujetas a autorización de los órganos competentes de la Diputación
Foral afectada. Dicha autorización será previa a la concesión de la licencia municipal. Cuan-
do se trate de bienes culturales destinados al culto religioso, habrán de tenerse en cuenta las
exigencias que, dicho uso requiere». El uso y puesta a disposición de estos bienes quedan,
asimismo, condicionados por su naturaleza especial, cf. arts. 23-24.
118. Cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 318-320. La auto-
ra cita luego alguna salvedad, de Extremadura y Murcia, aplicadas a sus catedrales.
344 José Mª Martí Sánchez

Galicia 119, Murcia 120, y el firmado entre la Diputación General de Aragón


y las diócesis correspondientes 121.
También existe la preocupación por garantizar el valor cultural. Ciertas
disposiciones responsabilizan a las autoridades eclesiásticas de la custo-
dia y destino de los bienes del patrimonio histórico, consagrados al uso
religioso. Éstas han de cuidar de que las actividades de culto no vayan
en detrimento de la adecuada protección y conservación del bien cultu-
ral 122.
Aquí el concepto clave es el de radicación de los bienes, en su contexto y
tradición religiosa 123. «El patrimonio es un medio que contribuye a desa-
rrollar los fines principales de la iglesia, prioritariamente el de santificar, y
también su misión docente» 124. Prima la dimensión pastoral o de atención
espiritual de los fieles y puede hablarse, en contra del tópico, de bienes vi-
vos, con un cometido propio 125. De este modo, la Instrucción Inter oecume-

119. Cf. arts. 2 y 5 del Convenio de colaboración entre los Obispos de las Diócesis que
comprenden el territorio de la comunidad Autónoma de Galicia y la Xunta de Galicia (17
abril 1985).
120. Cf. Art. 9 del Acuerdo de constitución, composición y funciones de la Comisión
Mixta Comunidad Autónoma de Murcia-Diócesis de Cartagena para patrimonio de interés
cultural (25 septiembre 1985), publicado por la Resolución de 2 de enero de 1986, de la
Dirección Regional de Cultura: «Ambas partes contratantes establecen los siguientes crite-
rios básicos de actuación: a) El respeto del uso preferente de los bienes objeto del presente
Convenio en los actos litúrgicos y religiosos, y la utilización de los mismos, de acuerdo con
su naturaleza y fines, por sus legítimos titulares…».
121. De 28 de noviembre de 1990. La Estipulación 4ª da unos criterios básicos para la
utilización de los bienes objeto de dicho convenio: «1. El respeto del uso preferente de los
bienes objeto del presente Convenio en los actos litúrgicos y religiosos, y la utilización de
los mismo, de acuerdo con su naturaleza y fines, por sus legítimos titulares…». Este espí-
ritu luego se plasmó en la cláusula 3ª del Convenio de colaboración entre el Arzobispo de
Zaragoza y la Comunidad Autónoma de Aragón para la difusión cultural de la Catedral del
Salvador, La Seo, de Zaragoza (25 noviembre 2001), publicado por Orden de 8 de noviem-
bre de 2001, del Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales. También es de
interés la cláusula cuarta: «Ciclos de conciertos de música religiosa. La Seo del Salvador
estará abierta a posibles conciertos de música religiosa, que serán siempre libres y gratuitos.
Se prestará particular atención a los conciertos de órgano. En todo caso, será de obligado
cumplimiento la normativa para conciertos en los Templos contenida en el Código de Dere-
cho Canónico, en las normas de la Santa Sede y en las normas diocesanas de Zaragoza».
122. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit.,
169-170.
123. A. Scola, Una nueva laicidad, cit., 165.
124. R.A. García Lozano, El patrimonio histórico-artístico de la Iglesia. Fe y vida pública,
cit., 285.
125. Cf. J. Landete Casas, La tutela canónica de los bienes temporales integrados en el patri-
monio histórico, en R. Mª Ramírez Navalón (coord.), Régimen económico y patrimonial de las
confesiones religiosas, Universitat de Valencia / Tirant lo Blanch, Valencia 2010, 557-559.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 345

nici (nº 90), para aplicar la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium,


sobre la sagrada liturgia, sostiene que la reconstrucción o adaptación de
una iglesia, se ha de procurar que resulte adecuada para celebrar las accio-
nes sagradas, conforme a su auténtica naturaleza y lograr la participación
activa de los fieles. Asimismo, el Derecho canónico da unas sucintas indi-
caciones de obligado cumplimiento 126.
De no tenerse en cuenta estos presupuestos, se corre el riesgo de mani-
pulación y vulneración de la libertad religiosa. «On mésestime largement
l’aliénation interne durable [la restriction del forum internum] qui est pro-
duit par un rétrécissement du forum externum, par un environnement à
tendance totalitaire» 127.
Creemos que una cosa ‒el valor religioso‒ ayuda a comprender la otra,
lo cultural. En esta clave hay que interpretar la cláusula del art. 36.2 de la
Ley de Patrimonio Histórico Español: «La utilización de los bienes decla-
rados de interés cultural, así como de los bienes muebles incluidos en el
Inventario General, quedará subordinada a que no se pongan en peligro
los valores que aconsejan su conservación. Cualquier cambio de uso de-
berá ser autorizado por los Organismos competentes para la ejecución de
esta Ley» 128.
La normativa acordada tiene la ventaja de respetar esta doble dimensión,
así como la de ajustarse mejor a las características de cada culto o religión
(autonomía) 129. En el reparto de funciones, la autoridad civil vela por los
asuntos económicos y técnicos (medidas de seguridad y conservación),
nunca por impulsar una cultura oficial 130. Dice el Documento relativo al
marco jurídico de actuación mixta Iglesia-Estado sobre patrimonio histó-
rico-artístico que: «El Estado, en virtud del mismo interés y para compen-
sar las limitaciones que se establezcan en las normas jurídicas que desa-
rrollen el artículo 46 de la Constitución, se compromete a una cooperación
eficaz, técnica y económica, para la conservación y enriquecimiento del

126. Can. 1216: «En la edificación y reparación de iglesias, teniendo en cuenta el consejo


de los peritos, deben observarse los principios y normas de la liturgia y del arte sagrado».
127. P. Meyer-Bisch, Le droit à la liberté de conscience dans le champ religieux selon la logique
des droits culturels, cit., 11.
128. Cf. Y. García Ruiz, Titularidad y conservación de los bienes culturales destinados al
culto, cit., 237.
129. Cf. arts 2.2 y 6 de la Ley Orgánica 7/1980. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patri-
monio cultural de las confesiones religiosas, cit., 153, y I. Briones, Los bienes inmuebles culturales
destinados al culto, cit., 287-288.
130. Por todos, cf. Tribunal Constitucional, Pleno, Sentencia 5/1981, de 13 de febrero, FJ 9º.
346 José Mª Martí Sánchez

Patrimonio Histórico-Artístico y Documental de carácter eclesiástico». A


cuenta de la autoridad religiosa corre lo que es el acceso y difusión de su
patrimonio histórico-artístico. Tal reparto facilita el disfrute del mismo,
por parte de los fieles, y su estudio y conocimiento por los especialistas y
el público en general.
Aparte de las iniciativas de carácter general, consensuadas con la au-
toridad religiosa, son muchas las actuaciones de las Administraciones
públicas en la conservación del patrimonio cultural de connotación reli-
giosa 131.

5.2.  Restricciones legales sobre el patrimonio eclesial

La Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español determina la legisla-


ción autonómica 132. De hecho, esta tiene en cuenta sus categorías concep-
tuales y mecanismos de protección, sin que falten singularidades 133. El ré-

131. Entre las más recientes, cf. Resolución de 3 de noviembre de 1999, de la Dirección


General de Cooperación y Comunicación Cultural, por la que se da publicidad al Convenio
suscrito entre el Ministerio de Educación y Cultura, la Comunidad Autónoma de Castilla
y León, Caja España y la Fundación «Las Edades del Hombre», para la rehabilitación del
monasterio de Santa María de Valbuena, en San Bernardo (Valladolid).
- Resolución de 14 de febrero de 2011, de la Secretaría General Técnica. Ministerio de
Cultura, por la que se publica el Acuerdo de modificación del Convenio de colaboración
con la Comunidad Autónoma de Canarias, para la ejecución de proyectos de conservación,
rehabilitación y restauración de bienes culturales.
- Resolución de 14 de febrero de 2011, de la Secretaría General Técnica. Ministerio de
Cultura, por la que se publica el Acuerdo de prórroga del Convenio de colaboración con la
Comunidad Autónoma de Canarias, para la ejecución de proyectos de conservación, reha-
bilitación y restauración de bienes culturales.
- Real Decreto 1100/2011, de 22 de julio, por el que se regula la concesión de subvencio-
nes directas del Ministerio de Cultura y sus Organismos Autónomos a diversas entidades
e instituciones culturales.
132. La Ley 10/1998, del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, trata de
preservar los bienes que por su naturaleza lo merezcan, pero que pertenecen a una comu-
nidad más amplia (Española, Europea y del resto de pueblos). Por ello su acción beneficia
a todos ellos, en primer término a los españoles, y será más fructífera en conexión con la
Ley de Patrimonio Histórico Español. «La interrelación con la legislación estatal ha de ser
necesariamente estrecha, y por ello se ha tomado como referencia la Ley 16/1985, de 25 de
junio, del Patrimonio Histórico Español, y se ha huido en lo posible de la utilización de no-
menclaturas diversas para expresar la misma realidad protegida» (Preámbulo). El mismo
espíritu tienen la Ley 1/2001, del Patrimonio Cultural de Asturias, según su Preámbulo y la
Ley 12/1998, del Patrimonio Histórico de las Illes Balears.
133. Existe coincidencia plena con Galicia: Título I de su Ley 8/1995, de 30 de octubre,
del Patrimonio Cultural de Galicia, y Decreto 430/1991, de 30 diciembre 1991, Tramitación
para la Declaración de Bien de Interés Cultural y Creación del Registro de Bienes de Interés
Cultural de Galicia. También con Castilla-La Mancha: arts. 6 y 10 (inmuebles de interés
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 347

gimen de los bienes viene escalonado en función de su valor y protección.


El nivel más alto es el de los bienes de interés cultural, que serán declara-
dos como tales a través de un procedimiento específico y exigente.
La Ley del Patrimonio Histórico Español converge, en ocasiones, con la
disciplina de la Iglesia católica 134, no así con la de otras religiones. Según
aquella, el acceso a la iglesia deber ser libre y gratuito durante las cele-
braciones sagradas (can. 1221). Lo que encaja con la previsión del artículo
13.2: «Asimismo, los propietarios y, en su caso, los titulares de derechos
reales sobre tales bienes, o quienes los posean por cualquier título, están
obligados a permitir y facilitar su inspección por parte de los Organismos
competentes, su estudio a los investigadores, previa solicitud razonada de
éstos, y su visita pública, en las condiciones de gratuidad que se determi-
nen reglamentariamente, al menos cuatro días al mes, en días y horas pre-
viamente señalados 135. El cumplimiento de esta última obligación podrá
ser dispensado total o parcialmente por la Administración competente
cuando medie causa justificada».
Sin embargo, hay otras disposiciones que pueden entrar en colisión o
con la titularidad o con la libertad a la hora de administrar el patrimonio
eclesial. Los profesores Bonet Navarro y Pascual Palanca sistematizan así
el conjunto de medidas 136: a) Reciben la consideración de bien de dominio
público, con una función social y el control administrativo; b) necesitan
autorización para obras o reparaciones y, las licencias de obras que les
afecten (incluso durante la tramitación del expediente de declaración de
bien de interés cultural), se pueden suspender; c) como bienes de dominio
público 137, se someten a inspección y acceso público; d) gozan de bene-
ficios fiscales y ayudas económicas para su conservación. Concretamen-
te, las mencionan los artículos 67 138, 68 (creación del fondo del 1% para

cultural) de la Ley 4/1990, de 30 de mayo, de Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha.


Sobre otros instrumentos y clasificaciones, cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales des-
tinados al culto, cit., 301-302.
134. Cf. F. R. Aznar Gil, Propiedad y fines del patrimonio cultural de la Iglesia Católica, cit., 57.
135. La visita de cuatro días al mes, cada uno de ellos durará al menos cuatro horas. Cf.
Disposición Adicional 4ª.3 del Real Decreto 111/1986.
136. Cf. Los bienes de interés cultural y de relevancia local en la Comunitat valenciana, cit.,
454.
137. La equiparación de la regulación del patrimonio eclesiástico de interés cultural y
la de los bienes demaniales culmina en la Ley de 13 de mayo de 1933. Cf. A. Motilla, Bienes
culturales de la iglesia católica: legislación estatal y normativa pacticia, cit., 45-70.
138. «El Gobierno dispondrá las medidas necesarias para que la financiación de las
obras de conservación, mantenimiento y rehabilitación, así como de las prospecciones y
348 José Mª Martí Sánchez

mantenimiento del Patrimonio), 69 139 y 70 140 de la ley. Hay que señalar


que las aportaciones de las personas físicas o jurídicas a los Planes Nacio-
nales de Catedrales, así como al de Abadías, Monasterios y Conventos,
han sido consideradas, en las Leyes de los presupuestos generales del Es-
tado, como actividades prioritarias de mecenazgo. Con ello se acogen a
las deducciones contempladas en la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de

excavaciones arqueológicas realizadas en bienes declarados de interés cultural tengan pre-


ferente acceso al crédito oficial en la forma y con los requisitos que establezcan sus normas
reguladoras. A tal fin, la Administración del Estado podrá establecer, mediante acuerdos
con personas y Entidades públicas y privadas, las condiciones para disfrutar de los benefi-
cios crediticios». La Ley 39/1988, de 28 de diciembre, Reguladora de las Haciendas Locales
(vigente hasta el 10 de marzo de 2004), en su disposición adicional novena, suprimió cuan-
tos beneficios fiscales estuvieran establecidos en los tributos locales, tanto de forma genéri-
ca como específica, en toda clase de disposiciones distintas de las de régimen local, lo que
hacía inaplicable la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español, en la materia.
139. Antes la previsión se recogía en el art. 71, pero los porcentajes de la exención a los
mecenas ha mejorado ahora. «1. Como fomento al cumplimiento de los deberes y en com-
pensación a las cargas que en esta Ley se imponen a los titulares o poseedores de los bienes
integrantes del Patrimonio Histórico Español, además de las exenciones fiscales previstas
en las disposiciones reguladoras de la Contribución Territorial Urbana y del Impuesto Ex-
traordinario sobre el Patrimonio de las Personas Físicas, se establecen los beneficios fiscales
fijados en los artículos siguientes. 2. Para disfrutar de tales beneficios, salvo el establecido
en el artículo 72.1, los bienes afectados deberán ser inscritos previamente en el Registro
General que establece el artículo 12, en el caso de Bienes de Interés Cultural, y en el In-
ventario General a que se refieren los artículos 26 y 53, en el caso de bienes muebles. En el
caso de Conjuntos Históricos, Sitios Históricos o Zonas Arqueológicas, sólo se considerarán
inscritos los inmuebles comprendidos en ellos que reúnan las condiciones que reglamenta-
riamente se establezcan. 3. En los términos que establezcan las Ordenanzas Municipales, los
bienes inmuebles declarados de interés cultural quedarán exentos del pago de los restantes
impuestos locales que graven la propiedad o se exijan por su disfrute o transmisión, cuando
sus propietarios o titulares de derechos reales hayan emprendido o realizado a su cargo
obras de conservación, mejora o rehabilitación en dichos inmuebles. 4. En ningún caso pro-
cederá la compensación con cargo a los Presupuestos Generales del Estado en favor de los
Ayuntamientos interesados».
140. «1. Los contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas tendrán
derecho a una deducción sobre la cuota equivalente al 20 por 100 de las inversiones que
realicen en la adquisición, conservación, reparación, restauración, difusión y exposición de
bienes declarados de interés cultural, en las condiciones que por vía reglamentaria se se-
ñalen. El importe de la deducción en ningún caso podrá exceder del 30 por 100 de la base
imponible. 2. Asimismo, los contribuyentes de dicho impuesto tendrán derecho a deducir
de la cuota el 20 por 100 de las donaciones puras y simples que hicieren en bienes que for-
men parte del Patrimonio Histórico Español siempre que se realizaren en favor del Estado
y demás Entes públicos, así como de las que se lleven a cabo en favor de establecimientos,
instituciones, fundaciones o asociaciones, incluso las de hecho de carácter temporal, para
arbitrar fondos, clasificadas o declaradas benéficas o de utilidad pública por los Órganos
competentes del Estado, cuyos cargos de patronos, representantes legales o gestores de he-
cho sean gratuitos, y se rindan cuentas al órgano de protectorado correspondiente. La base
de esta deducción no podrá exceder del 30 por 100 de la base imponible».
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 349

Régimen Fiscal de las Entidades Sin Fines Lucrativos y de los Incentivos


Fiscales al Mecenazgo. e) No pueden desplazarse o removerse los bienes
del Patrimonio Histórico Español (art. 18); f) en el Municipio en que estén
asentados, se les somete a un plan especial de protección 141. En general, las
medidas fiscales de estímulo no se han desarrollado suficientemente 142. El
Ministro de Educación ha anunciado un nuevo régimen del mecenazgo
para reforzar el protagonismo de la sociedad civil 143.
Se puede discutir algún detalle, sobre todo la sumisión a tutela de los
titulares, en el disfrute de sus bienes. Sin embargo, hay que tener en cuen-
ta que aquéllos están revestidos de interés público, por su contenido cul-
tural 144. La preservación de este carácter justifica tanto las ayudas cuanto
los controles 145.
El artículo 28 establece una limitación severa a la libertad de disposi-
ción de todo titular del dominio (de bienes muebles) 146. Dice el artículo
citado que: «1. Los bienes muebles declarados de interés cultural y los
incluidos en el Inventario General que estén en posesión de instituciones
eclesiásticas, en cualquiera de sus establecimientos o dependencias, no
podrán transmitirse por título oneroso o gratuito ni cederse a particulares
ni a entidades mercantiles. Dichos bienes sólo podrán ser enajenados o
cedidos al Estado, a entidades de Derecho Público o a otras instituciones

141. Sobre algunas cuestiones técnicas, relacionadas con los arts. 20-21 de la Ley del
Patrimonio Histórico Español, cf. I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto,
cit., 326-329.
142. Cf. J. L. Álvarez Álvarez, El patrimonio histórico cultural de la Iglesia en España, cit.,
276-278.
143. El Ministro de Educación, Cultura y Deporte anunció, en su primera intervención
ante la Comisión de Cultura del Congreso (2 febrero 2002), la aprobación de una nueva Ley
de Mecenazgo «amplia y ambiciosa […] que debe involucrar sectores como el cultural, el
social, el educativo, el deportivo, el científico y el de la innovación, que se nutren, en parte,
de las aportaciones de la sociedad civil». «Planteará un incremento en las desgravaciones
fiscales para alcanzar porcentajes similares a los de otros países europeos. Se mejorarán
los incentivos en el IRPF y el Impuesto de Sociedades, siendo los beneficiarios tanto las
personas físicas como las jurídicas. No hay que olvidar que las personas físicas son quie-
nes construyen y constituyen nuestra sociedad civil y por ello merecen un reconocimiento
especial en este régimen de desgravaciones». (http://www.educacion.gob.es/horizontales/
prensa/discursos/2012/02/20120202-comparecencia-cultura-congreso.html).
144. Sobre la convergencia del «interés cultural» con el «interés público», cf. M. Vidal
Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia…, cit., 159-160.
145. Cf. J. L. Álvarez Álvarez, El patrimonio histórico cultural de la Iglesia en España, cit.,
268-269 y 274-275, e I. Briones, Los bienes inmuebles culturales destinados al culto, cit., 284.
146. Sobre el debate parlamentario, cf. C. Presas Barrosa, El patrimonio histórico eclesiás-
tico en el Derecho español, cit., 87-91.
350 José Mª Martí Sánchez

eclesiásticas» 147. De la tradición legislativa española, «llama la atención


que las limitaciones y trabas a la propiedad de la Iglesia no se extendieran
a otros propietarios privados; en el liberalismo dogmático del xix español,
la propiedad privada y el libre comercio eran principios intangibles» 148.
Para los demás bienes integrantes del Patrimonio Histórico Español, las
medidas son menos drásticas (art. 36).
Algunas disposiciones autonómicas adoptan cautelas parecidas 149. La
Ley 3/1999, de 10 de marzo, del Patrimonio Cultural Aragonés, es aún más
estricta, pues, aplica las cautelas, con carácter definitivo, a todos los bienes
muebles eclesiásticos que estén en el Censo General del Patrimonio Cultu-
ral Aragonés 150. «Los bienes muebles incluidos en el censo general del patri-
monio cultural aragonés que estén en posesión de instituciones eclesiásticas
no podrán transmitirse por título oneroso o gratuito ni cederse a particula-
res ni a entidades mercantiles. Dichos bienes sólo podrán ser enajenados o
cedidos al Estado, a la Comunidad Autónoma, a las entidades locales ara-
gonesas o a otras instituciones eclesiásticas con sede en Aragón» (art. 62).

147. La prohibición, contenida en el art. 28.1, por efecto de la disposición transitoria


5ª, se extiende a todos los bienes muebles integrantes del patrimonio histórico español,
en posesión de instituciones eclesiásticas, hayan sido o no declarados de interés cultural o
incluidos en el Inventario general de bienes muebles del art. 26 LPHE. La previsión era por
diez años, desde la entrada en vigor de la Ley. Fue prorrogada, en virtud de la disposición
transitoria primera de la Ley 42/1994, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administra-
tivas y del orden social. Finalmente, la disposición adicional segunda de la Ley 4/2004, de
29 de diciembre, de modificación de tasas y de beneficios fiscales de acontecimientos de
excepcional interés público, amplió el plazo otros siete años, hasta 2012.
148. A. Motilla, Bienes culturales de la iglesia católica: legislación estatal y normativa pac-
ticia, cit., 45-70.
149. Ley 1/2011, de 11 de marzo, de segunda modificación de la Ley 1/2001, de 6 de
marzo, de Patrimonio Cultural que da esta redacción al apartado 1º de la Disposición transi-
toria 3ª: «Con vistas a su protección preventiva, los bienes a que hace referencia el apartado
2 de esta disposición transitoria quedan sometidos al régimen de los bienes incluidos en el
Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias hasta el 31 de diciembre de 2015, salvo que
expresamente la Consejería competente en materia de cultura deseche su inclusión. El Prin-
cipado de Asturias adoptará las medidas precisas para que antes de que finalice el mencio-
nado plazo se haya producido la inclusión individualizada en el Inventario del Patrimonio
Cultural de Asturias de cuantos bienes reúnan los méritos y condiciones para ello».
El apartado 2º decía: «Los bienes afectados por la previsión del apartado 1 son los si-
guientes: c. Las iglesias parroquiales, casas rectorales, ermitas, capillas, capillas de ánimas,
cruceros, cruces y señales religiosas, erigidas con anterioridad al año 1900».
150. El Censo del Patrimonio Cultural Aragonés, a tenor del art. 59.2 de la Ley 3/1999
del Patrimonio Cultural Aragonés, viene conformado por cuatro categorías legales: los bie-
nes declarados de interés cultural, los catalogados, los inventariados y el resto de bienes
integrantes del patrimonio cultural de Aragón portadores de algún interés de entre los re-
feridos en el art. 2.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 351

Aparte la limitación territorial, antes explicada. El precepto es de du-


dosa constitucionalidad. El motivo es que aumenta las restricciones de
disposición de la Iglesia, respecto a la norma general. Entra así en conflicto
con el art. 33 de la Constitución, que consagra la propiedad y el principio
de libertad de disposición (al menos entre las entidades que configuran la
Iglesia) 151. Además, en tanto afecta exclusivamente a los bienes eclesiásti-
cos 152, ¿no infringiría el principio de no discriminación (art. 14 CE)? 153.
Debido a su difícil encaje en el Ordenamiento, nos parece discutible la
extrapolación de la medida a cualquier clase de bienes en manos eclesiales,
también a los inmuebles, así como inducir del precepto que el título de las
instituciones católicas sobre los bienes (muebles) sea de mera posesión 154.
La prohibición es sólo aplicable a los bienes muebles, dada su mayor ex-
posición a la exportación o el expolio (cf. art. 149.1.28 de la Constitución) 155.
En el caso de los inmuebles, la protección vendría asegurada por la ins-
cripción en el registro especial y en el de la Propiedad, a instancias de la
Administración 156, así como a través de la remisión al Urbanismo 157.

6. Conclusiones
El panorama normativo sobre nuestro patrimonio cultural es complejo.
Las atribuciones autonómicas han reforzado el interés por este tipo de bie-

151. Cf. I. Aldanondo Salaverría, El patrimonio cultural de las confesiones religiosas, cit.,


172-174.
152. A veces se ha querido extender a los bienes religiosos (de cualquier confesión). Cf.
R. Tejón Sánchez, Confesiones religiosas y patrimonio cultural, cit., 348. Mas aplicando el favor
libertatis, habría que evitar cualquier extensión del sentido literal de los términos.
153. Cf. ibidem, pp. 165-166. Defiende su constitucionalidad, A. Motilla, Bienes cultura-
les de la iglesia católica: legislación estatal y normativa pacticia, cit., 45-70.
154. Cf. M. Vidal Gallardo, Bienes culturales y libertad de conciencia…, cit., 132-133.
155. De estos conceptos habla la Ley en los arts. 4 y 5. Cf. Y. García Ruiz, Titularidad y
conservación de los bienes culturales destinados al culto, cit., 223-224, y Cf. R. Tejón Sánchez,
Confesiones religiosas y patrimonio cultural, cit., 350-352.
156. Art. 15 del Real Decreto 111/1986, en su redacción, según Real Decreto 64/1994:
«1. Publicado el Real Decreto, el Registro General de Bienes de Interés Cultural inscribirá
de oficio la declaración. 2. En el caso de monumentos y jardines históricos, el Ministerio de
Cultura instará de oficio la inscripción gratuita de la declaración en el Registro de la Pro-
piedad. Será título suficiente para efectuar dicha inscripción la certificación administrativa
expedida por el citado Departamento en la que se transcriba la declaración de monumento
o de jardín histórico. La certificación contendrá los demás requisitos previstos en la legis-
lación hipotecaria».
157. Opción que Briones, por su simplicidad, considera un acierto (Los bienes inmuebles
culturales destinados al culto, cit., 321).
352 José Mª Martí Sánchez

nes. El patrimonio histórico-artístico actúa como soporte de identidad 158 y


aspiraciones políticas 159. La Ley asturiana del Patrimonio Cultural explica:
«que las prescripciones que recoge tienen una naturaleza específica y un
valor propio, en la medida en que se refieren a la identidad de la propia
sociedad asturiana y a su aportación a un patrimonio común de la hu-
manidad, y representan, en sí mismas, una parte sustancial de la respon-
sabilidad de las generaciones presentes hacia las futuras» (Preámbulo).
Los rasgos identitarios, tan importantes dado el ambiente de anonimato
imperante, se derivan también y principalmente de las convicciones, o
principios rectores de la persona 160. Éstos, cuando se comparten, crean y
modulan la cultura 161. La obra de arte y el monumento histórico se fun-
den con este trasfondo y sólo en él tienen sentido, además y aseguran su
futuro.
La estructura territorial de España encierra el riesgo de la hipertrofia y
dispersión normativa 162. La fragmentación y desigualdad en las medidas
aprobadas 163, pueden conducir a la ineficacia. Un indicio de desigualdad
es la Ley 16/2009, de 22 de julio, de los centros de culto de Cataluña 164,

158. Cf. A. C. Álvarez Cortina, Régimen jurídico del patrimonio religioso de carácter cul-
tural, cit., 271.
159. Recordemos la importancia que, a este particular, da la Constitución a la histo-
ria (cuyos vestigios los bienes culturales). Artículo 143: 1. En el ejercicio del derecho a la
autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con
características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las
provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse
en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto en este Título y en los respectivos
Estatutos». La Disposición Adicional primera afirma: «La Constitución ampara y respeta
los derechos históricos de los territorios forales». Además, cf. art. 147.2.
160. Cf. S. Ferrari, Religioni, Diritto e conflitti sociali, Anuario de Derecho Eclesiástico
del Estado, XXIII (2007) 44-46.
161. «Entre los vínculos más antiguos generadores de identidad colectiva están los de la
ascendencia común, la pertenencia a una tribu o a una “gens” y, por supuesto, la aceptación
compartida de una divinidad. El reconocimiento de un “Dios” común, unido a la comuni-
dad de estirpe y la ascendencia compartida, son “marcadores” potentes de identidad desde
la Antigüedad» (J. A. Ortega y Díaz-Ambrona, Identidades colectivas y educación: El papel de
la sociedad civil, en Libertad, igualdad y pluralismo en educación, Oidel Europa / Comunidad de
Madrid, Madrid 2003, 62).
162. Cf. A. Motilla, Régimen jurídico de los bienes histórico-artísticos de la Iglesia católica,
cit., 34 y L. A. Anguita Villanueva, La Protección Jurídica de los Bienes Culturales, cit., Intro-
ducción.
163. Cf. A. C. Álvarez Cortina, Régimen jurídico del patrimonio religioso de carácter cul-
tural, cit., 272.
164. Decreto 94/2010, de 20 de julio, de desarrollo de la Ley 16/2009, de 22 de julio, de
los centros de culto. Está en trámite parlamentario el Proyecto de ley de modificación de la
Ley 16/2009.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 353

como obstáculo a una libertad religiosa plenamente vivida. En cuanto a


la ineficacia, puede venir propiciada por la escasez de recursos o las gran-
des necesidades de ciertas administraciones autonómicas y por la mu-
tua confrontación. Ni siquiera son descartables medidas autonómicas en
perjuicio del interés general de España 165. La Ley de Patrimonio Español
poco puede impedir, dada su naturaleza de marco teórico y aplicación re-
sidual 166. Tampoco garantiza el cumplimiento del art. 149.1.1º de la Cons-
titución: «igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y
en el cumplimiento de los deberes constitucionales».
Otro problema es el descuido de la dimensión religiosa de los luga-
res de culto, cuando son catalogados como bienes culturales. Gracias a
los pactos, la dispersión normativa no les ha afectado. El lugar de culto
siempre se encuentra preservado por la legislación religiosa específica y
la colaboración a través de las comisiones mixtas 167.
El reto es integrar unas competencias con otras y el carácter religioso
con el cultural. Nuestras normas dan un primer paso, aunque tímido y no
concluyente, para garantizar el valor religioso (litúrgico y pedagógico) del
bien o monumento. Pero la Ley 16/1985 establece un régimen común para
todos los bienes, sea cual sea su titular o fin. Sólo ocasionalmente se in-
troduce alguna concreción para los bienes religiosos. La técnica empleada
no ha sido la correcta 168. Ha faltado sinergia institucional, un esfuerzo por
cumplir los compromisos adquiridos en un tratamiento que aúne contem-
plación, estudio y conservación del patrimonio cultural, con respeto de su
carácter y misión religiosa.

165. Recordemos la Ley 28/2010 de 3 de agosto, por la que se prohibirán las corridas


de toros en Cataluña a partir de 2012. La ley está recurrida ante el Tribunal Constitucional.
En Canarias, la Ley 8/1991, de 30 de abril, de Protección de los Animales, desarrollada me-
diante Decreto 117/1995, de 11 de mayo, protege a los animales domésticos y de compañía.
Según el art. 5 de la ley, éstos no pueden emplearse ni en peleas, ni en fiestas, ni en espectá-
culos, pero nada se dice ni de toros ni de festejos taurinos.
166. Razón por la cual se ha sugerido la reforma de la norma ‒inspirada en los arts.
139.2 y 149.2 de la Constitución‒ que evite tales problemas. Cf. I. Aldanondo, El Patrimonio
cultural de las confesiones religiosas en España, cit., 166-167.
167. Cf. A. C. Álvarez Cortina, Régimen jurídico del patrimonio religioso de carácter cul-
tural, cit., 272.
168. Cf. ibidem, 277-278.
354 José Mª Martí Sánchez

ANEXO 169
Resoluciones recientes sobre edificios religiosos con «interés cultural»

Resolución de 8 de febrero de 2011, de la Consejería de Cultura y Tu-


rismo, por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés
cultural para el «Convento de la Bien Parada» en Abadía (Cáceres), en la
categoría de monumento. Como argumento se dice: «El Convento de la
Bien Parada debe considerarse como una excelente obra arquitectónica
conventual franciscana en Extremadura, seña de identidad junto con el
Palacio de los Duques de Alba y la Iglesia Parroquial de Santo Domingo
y pilar importante en el terreno de la cultura y el pensamiento extremeño
por la dedicación a tareas docentes con la institución de un colegio de Teó-
logos y Pasantes, por sus más que evidentes valores patrimoniales, que le
hacen merecedora de ser propuesta su incoación para la declaración como
Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento».
Resolución CLT/608/2011, de 24 de febrero, por la que se modifica la
Resolución CLT/196/2011, de 13 de enero, por la que se incoa expediente
de delimitación del entorno de protección del monasterio de Sant Pere del
Burgal, en La Guingueta d’Àneu (Pallars Sobirà).
Resolución CLT/609/2011, de 24 de febrero, por la que se modifica la
Resolución CLT/195/2011, de 13 de enero, por la que se incoa expediente
de delimitación de un entorno de protección de la iglesia de Santa Maria
d’Àneu, en La Guingueta d’Àneu (Pallars Sobirà).
Resolución de 1 de marzo de 2011, de la Dirección General de Patrimo-
nio Cultural, de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura, por la que
se incoa expediente para la delimitación del entorno de protección de la
Iglesia de Santa María de los Alcázares, en Maqueda (Toledo), declarada
bien de interés cultural, con categoría de monumento.
Acuerdo GOV/35/2011, de 8 de marzo, por el que se declara bien cultu-
ral de interés nacional, en la categoría de monumento histórico, la iglesia
del Sagrado Corazón de Vistabella, en La Secuita y se delimita su entor-
no de protección. En el Anexo I se dice: «La arquitectura de Jujol […] se
fundamenta en la construcción tradicional catalana, la utilización de los
recursos disponibles y de los materiales y técnicas propias de cada lugar.

169. Agradezco al Prof. I. C. Ibán los datos que he seleccionado y ordenado.


Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 355

La situación de este monumento es un hito que configura una imagen


paisajística de interés dentro del marco urbano, territorial y comarcal que
le apoya. Al mismo tiempo, la relación entre este monumento y el espacio
físico donde está situado ha establecido un diálogo ambiental que a lo
largo del tiempo ha dado una gran entidad paisajística, arquitectónica,
emblemática y cultural en el municipio de La Secuita y en todo El Tarra-
gonès».
Resolución CLT/681/2011, de 9 de marzo, por la que se incoa expedien-
te de declaración de bien cultural de interés nacional, en la categoría de
monumento histórico, a favor del convento de Santa Anna, en Alcover y
de delimitación de su entorno de protección.
Resolución de 16 de marzo de 2011, de la Dirección General de Patri-
monio Cultural, de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura, por la
que se incoa expediente para la delimitación del entorno de protección de
la Iglesia de Santiago, en Talavera de la Reina (Toledo), declarada bien de
interés cultural, con categoría de monumento.
Resolución de 16 de marzo de 2011, de la Dirección General de Patri-
monio Cultural, de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura, por la
que se incoa expediente para la delimitación del entorno de protección
de la Ermita de San Pedro de la Mata, en Casalgordo-Sonseca (Toledo),
declarada bien de interés cultural, con categoría de monumento.
Resolución de 14 de abril de 2011, de la Dirección General de Patrimo-
nio Cultural, de la Consejería de Cultura y Turismo, por la que se incoa
expediente para la declaración de bien de interés cultural, con la categoría
de monumento, en favor del Santuario de Nuestra Señora del Refugio
la Divina Peregrina, en el término municipal de Pontevedra. Allí se in-
dica: «La consideración de la Capilla de la Peregrina como uno de los
bienes más sobresalientes de nuestro patrimonio cultural ya fue puesta
de manifiesto en el año 1979 por la Comisión Provincial para la Defensa
del Patrimonio Histórico-Artístico, cuando, en su reunión celebrada el 12
de noviembre, acordó elevar petición a la Dirección General del Patrimo-
nio Artístico, Archivos y Museos para su declaración como monumento
histórico-artístico. A raíz de esta solicitud en el año 1981 se motivó la im-
portancia y significación de la capilla, tanto para la historia artística de la
ciudad como para el conjunto de las artes gallegas y peninsular, en dos
puntos fundamentales: tanto por su tipología, al pertenecer a la exigua
serie de capillas de plan central construidas en Galicia, donde el modelo
356 José Mª Martí Sánchez

se introduce muy tardíamente (siglo XVIII), como por mostrar definidas


de forma antológica las oscilaciones que se producen en el tránsito del
barroco al neoclasicismo en tierras gallegas».
Acuerdo GOV/61/2011, de 29 de marzo, por el que se declara bien
cultural de interés nacional, en la categoría de monumento histórico, la
iglesia de Sant Francesc y los restos del antiguo convento, en Montblanc.
En el Anexo se describe así: «La austeridad e integridad de su tipología
de nave gótica primigenia, así como la sencillez de su campanario le dan
una percepción espacial excepcional en el contexto de la arquitectura gó-
tica catalana. La situación de este monumento es un hito que configura
una imagen paisajística de interés dentro del marco urbano del conjunto
histórico de Montblanc y del ámbito territorial y comarcal que le apoya.
Al mismo tiempo, la relación entre este monumento y el espacio físico
donde está situado ha establecido un diálogo ambiental que a lo largo
del tiempo ha dado una gran entidad paisajística, arquitectónica, em-
blemática y cultural al municipio de Montblanc y a toda La Conca de
Barberà.»
Resolución de 4 de mayo de 2011, de la Dirección General de Patrimo-
nio Cultural de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura, por la que
se incoa expediente para declarar bien de interés cultural, con categoría de
monumento, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Tembleque
(Toledo).
Resolución de 23 de mayo de 2011, de la Dirección General de Patrimo-
nio Cultural, de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura, por la que
se incoa expediente para la delimitación del entorno de protección de la
Iglesia Parroquial de San Cristóbal, en Almorox (Toledo), declarada bien
de interés cultural, con categoría de monumento.
Acuerdo 67/2011, de 16 de junio, de la Junta de Castilla y León, por el
que se declara la Iglesia de los Santos Justo y Pastor en Olleros de Pisuer-
ga, Aguilar de Campoo (Palencia), bien de interés cultural con categoría
de monumento. «La iglesia de los Santos Justo y Pastor, constituye un rele-
vante ejemplo de arquitectura rupestre del valle del Ebro, excavada en un
promontorio de naturaleza arenisca, que junto a la necrópolis rupestre y a
las cuevas o eremitorios excavados en la roca, constituyen un conjunto de
alto valor patrimonial, íntimamente relacionado con el entorno geográfico
en que se ubica».
Acuerdo 68/2011, de 16 de junio, de la Junta de Castilla y León, por
el que se declara la Capilla de Cerralbo en Ciudad Rodrigo (Salamanca),
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 357

bien de interés cultural con categoría de monumento. «La Capilla de Ce-


rralbo, fundada por el Cardenal Francisco de Pacheco y Toledo, embaja-
dor en Roma, virrey de Nápoles y arzobispo de Burgos, es un magnifico
mausoleo obra de finales del siglo XVI del arquitecto D. Juan de Valencia
y del maestro de obras y cantero D. Juan del Ribero Rada, que por sus di-
mensiones, trazado y pureza de estilo, constituye un relevante ejemplo de
arquitectura clasicista. Conserva un conjunto de bienes muebles y retablos
de interés singular, que por su vinculación al inmueble, se incorporan a la
declaración como partes integrantes, pertenencias o accesorios».
Acuerdo 69/2011, de 16 de junio, de la Junta de Castilla y León, por
el que se declara la Abadía de Santa María de Párraces en Bercial (Sego-
via), bien de interés cultural con categoría de monumento. «La abadía
de Párraces, llegó a ser uno de los Señoríos de Abadengo más poderosos
de Castilla durante los siglos XIV y XV momento de máximo esplendor,
cuando se establece en la Abadía, un colegio y seminario que tendrá vida
desde 1567 a 1575 año en que se produce el traslado del Seminario a El
Escorial y comienza su decadencia y final con la desamortización eclesiás-
tica de 1836».
Resolución CLT/1701/2011, de 1 de julio, por la que se incoa expediente
de delimitación del entorno de protección de la iglesia de Santa Maria, en
Sanaüja (Segarra). «Acumular este expediente al anterior de declaración
de monumento histórico-artístico a favor de la iglesia de Santa Maria, en
Sanaüja».
Acuerdo 186/2011, de 7 de julio, de la Junta de Castilla y León, por el
que se declara la Iglesia Parroquial de Pumarejo de Tera (Zamora), bien
de interés cultural con categoría de monumento. «Obra de 1985, del Ar-
quitecto Miguel Fisac Serna, el proceso constructivo de la Iglesia Parro-
quial de Pumarejo de Tera (Zamora), constituye en sí mismo un singular
ejemplo de la organización de un pueblo para la consecución de un bien
común, la última “facendera”, es decir un sistema de organización de
tiempo inmemorial, ya caído en el olvido, que permitía en determinadas
épocas del año, realizar obras a favor de la comunidad. El templo, que se
asienta sobre la traza de la antigua iglesia, constituye un relevante ejemplo
de integración con la arquitectura local. Entre los valores que concurren
en este monumento, prevalecen los valores inmateriales derivados de este
peculiar proceso constructivo convertido en un fenómeno social, en el que
todo un pueblo seduce a un Arquitecto de prestigio, para realizar de modo
altruista un proyecto en el que participan todos los vecinos».
358 José Mª Martí Sánchez

Acuerdo 199/2011, de 25 de agosto, de la Junta de Castilla y León, por el


que se declara el antiguo Monasterio de San Polo en Soria, bien de interés
cultural con categoría de monumento. «El antiguo monasterio de San Polo
en Soria, ubicado en un paraje de singular belleza dentro del conjunto his-
tórico declarado de la margen izquierda del río Duero, del que se conserva
la iglesia y algunos restos de lo que fue el claustro del siglo XII, constituye
un singular y relevante bien en el que confluyen valores arquitectónicos,
históricos y ambientales, que han convertido a este mágico y romántico
lugar en una de las señas de identidad de la ciudad de Soria».
Resolución de 5 de octubre de 2011, de la Dirección General de Patri-
monio Cultural, de la Consejería de Cultura y Turismo, por la que se incoa
expediente para la declaración de bien de interés cultural, con la categoría
de monumento, en favor del Convento franciscano de Santo Antonio de
Herbón, en el término municipal de Padrón (A Coruña).
Acuerdo 205/2011, de 6 de octubre, de la Junta de Castilla y León, por
el que se adecua el bien de interés cultural denominado «Monasterio de
Fresdelval» en Burgos, en la categoría de monumento, delimitando su en-
torno de protección. «El Monasterio del Fresdelval, de unas 120 hectáreas
hoy de propiedad particular, constituye un relevante y significativo docu-
mento histórico y artístico, para el estudio del desarrollo de la Orden Je-
rónima y por los restos conservados de lo que fuera la iglesia y el claustro
de finales del gótico y renacimiento».
Acuerdo 206/2011, de 6 de octubre, de la Junta de Castilla y León, por
el que se declara el Palacio de Anaya (Antiguo Colegio de San Bartolo-
mé), Hospedería e Iglesia de San Sebastián (Salamanca), bien de interés
cultural con categoría de monumento. «El conjunto monumental formado
por el Palacio de Anaya (antiguo Colegio de San Bartolomé), Hospedería
e Iglesia de San Sebastián, ubicado en la plaza de Anaya de Salamanca,
frente a la catedral, en un entorno monumental de gran valor patrimonial,
constituye una de las obras mas importantes de la arquitectura española
del siglo XVIII».
Decreto 202/2011, de 13 de octubre, por el que se declara bien de interés
cultural, con la categoría de monumento, el Santuario de Nuestra Señora
del Refugio La Divina Peregrina, en el término municipal de Pontevedra.
Acuerdo 210/2011, de 27 de octubre, de la Junta de Castilla y León,
por el que se declara la Iglesia Parroquial de San Pedro de Treviño en
Condado de Treviño (Burgos), bien de interés cultural con categoría de
monumento.
Los lugares de culto como elementos del patrimonio cultural 359

Resolución CLT/2925/2011, de 2 de noviembre, por la que se incoa ex-


pediente de delimitación del entorno de protección de la iglesia de Santa
Maria, en Cornudella de Montsant.
Resolución CLT/3027/2011, de 2 de noviembre, por la que se incoa ex-
pediente de delimitación del monasterio de Santa Maria de Vallbona, en
Vallbona de les Monges, declarado bien cultural de interés nacional, en la
categoría de monumento histórico, y de su entorno de protección.
Acuerdo GOV/148/2011, de 15 de noviembre, por el que se declara bien
cultural de interés nacional, en la categoría de monumento histórico, el
convento de Santa Anna, en Alcover (Cataluña), y se delimita su entorno
de protección.
Resolución de 18 de octubre de 2011, de la Dirección General de Cul-
tura, de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, por la que se
incoa expediente para declarar bien de interés cultural, con categoría de
monumento, la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, en Budia (Gua-
dalajara).
Resolución de 26 de octubre de 2011, de la Dirección General de Cultu-
ra de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, por la que se incoa
expediente para declarar bien de interés cultural, con categoría de monu-
mento, la Iglesia de la Natividad, en Hijes (Guadalajara).
Resolución CLT/2829/2011, de 17 de noviembre, por la que se incoa
expediente de delimitación del entorno de protección del Palau Abacial,
común con el monasterio de Sant Joan de les Abadesses y con la Torre
Rodona, en Sant Joan de les Abadesses (Ripollès).
Resolución de 21 de noviembre de 2011, de la Dirección General de
Cultura, de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, por la que se
incoa expediente para declarar bien de interés cultural, con categoría de
monumento, la Iglesia Parroquial de la Asunción, en Cuevas de Velasco
(Cuenca). La Iglesia Parroquial de la Asunción es un magnífico templo
del siglo XVI proporcionado y de grandes dimensiones, realizado entera-
mente en sillería escuadrada, con planta de una sola nave, dividida en tres
tramos. La cabecera es de forma poligonal, a su derecha se abre la sacristía
y a los pies se sitúa la torre, de planta cuadrada, a la que se accede por una
amplia escalera interior.
Resolución de 21 de noviembre de 2011, de la Dirección General de
Cultura, de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, por la que se
incoa expediente para declarar bien de interés cultural, con categoría de
360 José Mª Martí Sánchez

monumento, la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en El


Cubillo de Uceda (Guadalajara). Cuenta con varios elementos singulares
de los que destaca, en primer lugar, el ábside mudéjar, uno de los pocos
ejemplos que podemos encontrar en la provincia de Guadalajara. No me-
nos importantes son la fachada renacentista, de cuidadosa manufactura y
el artesonado de estilo mudéjar que cubre la nave de la iglesia.
Régimen jurídico de los lugares
de culto de titularidad pública*
Alejandro González-Varas Ibáñez

Derecho Eclesiástico del Estado


Universidad de Zaragoza
Zaragoza

Sumario: 1. Introducción. 2. Aspectos comunes en el régimen de estos lugares. 3. Lugares de culto


en el ámbito del Patrimonio Nacional. 3.1. Visión de conjunto. 3.2. Los bienes de Patrimonio Nacional.
3.2.1. Régimen jurídico general. 3.2.2. La integración del Monasterio de San Jerónimo de Yuste dentro del
Patrimonio Nacional. 3.3. Los Reales Patronatos. 3.3.1. Régimen común. 3.3.2. Casos concretos: a) La mo-
dificación de los estatutos del Copatronato de Doncellas Nobles de Toledo. b) El Valle de los Caídos y la “Ley
de Memoria Histórica”. 4. Patronatos públicos de régimen general sobre lugares de culto. 4.1. Plan-
teamiento. 4.2. Patronatos sobre monasterios en los que no existía vida monacal: de la simple preservación del
valor histórico-artístico al restablecimiento de la vida regular. 4.3. Patronatos sobre inmuebles en los que ya
existía vida monacal. 4.4. Traslado del título de propiedad a una Orden religiosa. 4.5. Cesión del usufructo
sin creación de patronato. 4.6. Los patronatos sobre Covadonga y Montserrat. 5. La Obra Pía de los Santos
Lugares. 5.1. Planteamiento. 5.2. La situación histórica en Oriente próximo hasta el acuerdo entre España y
la Santa Sede de 1994. 5.3. La solución ofrecida por el acuerdo de 1994. 5.4. Otros inmuebles pertenecientes a
la Obra Pía fuera de Oriente próximo. 6. Conclusiones.

1. Introducción
Nuestro ordenamiento jurídico configura un régimen especial para al-
gunos lugares de culto. Se trata de aquellos que, como herencia de nuestra

*
Abreviaturas: AIA: Archivo Ibero-Americano. BOCM: Boletín Oficial de la Comuni-
dad de Madrid. BOE: Boletín Oficial del Estado. BOPA: Boletín Oficial del Principado de
Asturias. CIC: Código de Derecho Canónico. DOE: Diario Oficial de Extremadura. DOGC:
Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña. LOFAGE: Ley de Organización y Funcio-
namiento de la Administración General del Estado. LOLR: Ley Orgánica de Libertad Re-
ligiosa. LPN: Ley reguladora del Patrimonio Nacional. RAP: Revista de Administración
Pública. RDP: Revista de Derecho Político. REDC: Revista Española de Derecho Canónico.
REDCons: Revista Española de Derecho Constitucional. REDI: Revista Española de Dere-
cho Internacional. RGDCEE: Revista General de Derecho Canónico y de Derecho Eclesiás-
tico del Estado, en www.iustel.com. RNA: Revista Nacional de Arquitectura. RPN: Regla-
mento de la Ley 23/1982, reguladora del Patrimonio Nacional. STSJ: Sentencia del Tribunal
Superior de Justicia. UNESCO: Organización de las Naciones unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura.
362 Alejandro González-Varas Ibáñez

Historia, pertenecen a los poderes públicos y son ellos mismos quienes


los gestionan en los aspectos materiales, guardando el debido respeto al
Derecho canónico en las cuestiones que le están reservadas. Aunque cada
uno de los inmuebles que integran este patrimonio público de carácter sa-
grado podría ser objeto de atención de manera individualizada por cuan-
to se refiere al conjunto de derechos y obligaciones de los que es objeto,
pueden agruparse del siguiente modo, atendiendo a titularidad o modo
de gestión.
Encontramos, en primer lugar, lo inmuebles pertenecientes al Patrimo-
nio Nacional. A su vez, aquí es posible delimitar el régimen de aquéllos
que se hallan afectados al uso y servicio del Rey y de la Familia Real para
el ejercicio de la alta representación que les atribuyen la Constitución y las
leyes. Y, por otra parte, los bienes que se integran dentro de las fundacio-
nes y reales patronatos propios regidos por las normas del Patrimonio Na-
cional. El primero de los conjuntos es objeto de atención en los apartados
3.1 y 3.2, mientras que el segundo bloque se estudia en el apartado 3.3.
Junto a ello, es posible identificar otros patronatos estatales o autonó-
micos de régimen administrativo común. Se crearon en diferentes mo-
mentos del siglo XX con finalidades diversas que se examinarán en el
apartado 4. A ello le seguirá el último conjunto de inmuebles, que son los
pertenecientes a la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén. A pesar
del nombre, no sólo administra bienes en Oriente próximo, sino también
en Marruecos. Sobre estas cuestiones se incide en el apartado 5.
Las diferencias normativas que existen entre estos conjuntos no deben
hacernos pensar que se trata de compartimentos estancos y que no existen
notas comunes entre sí. Todos ellos se encuentran dentro del sistema ju-
rídico español y por ello es posible identificar algunos aspectos comunes
entre los mismos, que es a lo que se destina el apartado 2.

2. Aspectos comunes en el régimen de estos lugares


Los lugares de culto que serán objeto de atención en estas páginas
ofrecen un régimen jurídico singular. Es cierto que se pueden agrupar
en bloques atendiendo a determinados criterios –especialmente a quién
corresponde su titularidad‒ pero los derechos y obligaciones que gravitan
sobre cada uno de ellos es fruto de la propia historia del inmueble. No
podemos desconocer que estamos tratando unos recintos cuya existencia
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 363

se prolonga en algunos casos desde el siglo XIII y, los más recientes, han
sido adquiridos o construidos en el XX. Y aun así su régimen jurídico
sigue evolucionando y en aún pleno siglo XXI son objeto de normación.
De ello es testimonio la aún no consolidada situación jurídica del Valle de
los Caídos, la incorporación del Monasterio y Palacio de San Jerónimo de
Yuste al Patrimonio Nacional, o la venta de inmuebles pertenecientes a la
Obra Pía de los Santos Lugares. Estos datos ayudan a comprender que,
aunque cada uno de estos espacios pueda incardinarse en un conjunto de
bienes con su régimen determinado –tal como ha quedado adelantado en
la introducción‒ lo cierto es que el estatuto de cada uno necesita ser com-
pletado con sus reglas específicas.
Se estudiarán por tanto las líneas directrices de la regulación de cada
conjunto de monumentos. No obstante ello, es posible identificar como
premisa la concurrencia de unos aspectos comunes a todos estos bienes.
En primer lugar, son de titularidad pública y se encuentran regidos por
los correspondientes órganos administrativos, de diferente naturaleza, tal
como se examinará en cada caso. A ello se une que el destino religioso
que presentan es el propio de la religión católica, lo que es fácil de enten-
der si atendemos a su origen histórico. Por este motivo se habrán de te-
ner presentes las normas del Derecho canónico, sin que se vean afectadas
otras confesiones ni sus ordenamientos jurídicos. Por último, muchos de
estos conjuntos son bienes de interés cultural u otras categorías otorga-
das en atención a su valor histórico-artístico. En algunos casos incluso se
encuentran ubicados dentro de espacios protegidos –como Covadonga y
Montserrat, sitos dentro de un parque nacional y natural respectivamente.
Esto provoca que, inevitablemente, se encuentren afectados por la norma-
tiva vigente sobre protección del patrimonio cultural o natural.
Todo ello conduce a que encontremos en torno a estos lugares un ré-
gimen jurídico complejo donde confluyen distintas potestades y tipos de
normas. Por una parte, resulta evidente que, aun siendo lugares de culto,
se encuentran sometidos a la jurisdicción estatal 1. En el momento presente
ya no está vigente el concordato de 1953 cuyo artículo veinte se remitía a
su vez al canon 1160 del CIC de 1917 que afirmaba que los lugares sagra-

1. En relación con la potestad dominical, cultual, y la jurisdicción pública que aparecen
sobre un lugar de culto, puede consultarse M. Rodríguez Blanco, Libertad religiosa y confe-
siones. El régimen jurídico de los lugares de culto, BOE-Centro de Estudios Políticos y Constitu-
cionales, Madrid 2000, 106-142.
364 Alejandro González-Varas Ibáñez

dos estaban exentos de la jurisdicción civil 2. Hoy día, en cambio, el CIC


de 1983 indica, más sencillamente, que «la autoridad eclesiástica ejerce
libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados».
A partir de aquí, y por lo que se refiere a los bienes que nos ocupan,
los poderes públicos ostentan una doble competencia. Por una parte, son
sus propietarios, por lo que les corresponde a ellos la potestad dominical.
Están legitimados, por tanto, para realizar los actos jurídicos civiles con-
venientes, como podría ser –desde un punto de vista puramente teórico,
pues dependiendo del tipo de bien que sea algunos actos estarán exclui-
dos por la propia normativa‒ su venta, arriendo, cambio de adscripción, u
otros. Los llevarán a cabo a través de las figuras jurídicas que consideren
idóneas para ello, bien sea una fundación, un Real Patronato, o un orga-
nismo autónomo, u otras posibles que el Estado o, en su caso, las Comu-
nidades Autónomas, hayan establecido.
Por otra parte, los poderes públicos son los sujetos competentes para
regular las materias que no afecten al elemento espiritual. Por ello, estos
lugares están vinculados a la normativa sobre urbanismo, protección del
patrimonio o del medio natural, medioambientales, o de otro tipo que
dicten en esas materias.
No obstante, como se acaba de indicar, sus actuaciones no pueden afec-
tar a las cuestiones relacionadas con el culto, lo religioso, o aspectos inter-
nos de la Iglesia católica. Hemos de recordar al respecto que la mayoría de
estos inmuebles no son sólo lugares de culto desde el punto de vista de la
normativa civil, sino que son también lugares sagrados desde el punto de
vista del Derecho canónico 3 –o al menos lo será una parte de ellos como
las iglesias de los monasterios o los cementerios que se conserven‒ o están
dedicados a otros usos religiosos aunque no sean cultuales –como las zo-
nas reservadas al desarrollo de la vida de los religiosos que habitan allí 4‒.

2. El tenor de este canon era, exactamente, el siguiente: «los lugares sagrados están
exentos de la jurisdicción de la autoridad civil, y la autoridad eclesiástica legítima ejerce en
ellos libremente su jurisdicción».
3. Canon 1205 del CIC de 1983: «son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto
divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los li-
bros litúrgicos». Añade el canon 1210 que «en un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello
que favorece el ejercicio y fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo
que no esté en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede per-
mitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar».
4. En relación con los institutos de vida consagrada y su régimen de vida, vid. cánones
573 y ss. Más en concreto, acerca de las casas de los institutos religiosos, vid. cánones 608-
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 365

Por ello, más que referirnos a «lugares de culto» de titularidad pública,


deberíamos hablar con mayor propiedad de «lugares sagrados» de esa
titularidad.
Esta situación nos permite comprender que habrá usos incompatibles
con las características propias del lugar. Se entiende que la regulación de
estos aspectos es competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica no
sólo porque el CIC le reserve esta facultad en el ya mencionado canon
1213, sino porque el Estado es incompetente en materia religiosa. Antes
bien, debe respetar la autonomía de las confesiones religiosas en gene-
ral 5 y, en relación con la Iglesia católica, la libertad para ejercer su misión
apostólica y de las actividades que le son propias, en especial las de culto,
jurisdicción y magisterio, tal como aparece reconocido en el acuerdo sobre
asuntos jurídicos de 1979 6. Esa situación vincula al titular del bien –los po-
deres públicos‒ que han de respetar esta afectación al culto y entendemos
que también a otros posibles usos religiosos. Incluso en caso de hipotética
enajenación del inmueble, o el más probable cambio de adscripción a otro
organismo, debería también respetarse esa afectación por quien lo recibe.
En cualquier caso, por tanto, debe quedar salvaguardada la potestad de la
Iglesia sobre los lugares sagrados.

616. Resulta significativo que el canon 610 § 1 indique que «la erección de las casas se hace
teniendo en cuenta la utilidad de la Iglesia y del instituto, y asegurando todo aquello que
es necesario para que los miembros vivan debidamente la vida religiosa, según los fines
propios y el espíritu del instituto». Estas funciones no deberían verse alteradas dentro del
territorio nacional. Aparte de la autonomía y libertad de la Iglesia establecida en las nor-
mas civiles que se citarán en el texto, también el Ministerio de Educación ha reconocido
la «función primordial de culto y vida comunitaria y la utilización con fines religiosos de
las abadías, monasterios y conventos» y se compromete a respetar esas actividades, como
indican la manifestación primera (parcialmente transcrita) y cláusula octava del Acuerdo de
colaboración entre el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Iglesia Católica para el Plan
Nacional de Abadías, Monasterios y conventos, de 2004, Boletín Oficial de la Conferencia Epis-
copal Española 72 (junio 2004) 3-6. Otra prueba de que su régimen de vida ha de estar regu-
lado exclusivamente por el Derecho canónico es que el personal calificado ‒en términos am-
plios‒ como eclesiástico (religiosos, religiosas, sacerdotes, capellanes, etc…) se encuentra
excluido expresamente del ámbito de aplicación del convenio colectivo del personal laboral
del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional por su artículo 2.d). Este convenio
se publica a través de la resolución de 14 de julio de 2010, de la Dirección General de Traba-
jo, por la que se registra y publica el texto del convenio colectivo para el personal laboral del
Consejo de Administración del Patrimonio Nacional, en BOE n. 180, de 26 de julio.
5. Artículo 6.1 de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de libertad religiosa, en BOE n.
177, de 24 de julio. Sobre esta cuestión, cfr. M. J. Roca, Derechos fundamentales y autonomía de
las Iglesias, Dykinson, Madrid 2005.
6. Acuerdo de 3 de enero de 1979 entre el Estado español y la Santa Sede, sobre asuntos
jurídicos, en BOE n. 300, de 15 de diciembre.
366 Alejandro González-Varas Ibáñez

Quedaría mencionar en este momento una última cuestión. Me refiero


a la compatibilidad entre la aconfesionalidad o laicidad del Estado, y el
hecho de que existan unos lugares sagrados que son de su propiedad e
incluso sobre los que S.M. el Rey es patrono y protector. Se trata de una
cuestión que no ha suscitado polémica en los ya más de treinta años de
régimen constitucional, por lo que entiendo que no resulta problemática
y por este motivo no será objeto de prolongada atención. En primer lugar,
hemos de tener en cuenta que la configuración jurídica de estos lugares es
en gran medida, como se indicó en su momento, fruto de su historia, que
en ocasiones se prolonga durante siglos. En la mayoría de los casos se trata
de establecimientos creados por los reyes que formaban parte de la misma
dinastía a la que pertenece nuestro actual monarca –dinastía cuyo origen
supera los mil doscientos años 7‒ y que en la actualidad es nuestro legado,
como tendremos ocasión de reiterar en el apartado 3.3.
Por tanto, somos herederos de esta situación y alterar su régimen sería
ir en contra de nuestra propia Historia. Aparte de ello, no hay motivos
para sospechar que se está produciendo lesión alguna de la aconfesiona-
lidad del Estado o de la neutralidad religiosa e ideológica de los poderes
públicos 8. Ni hay identificación entre el Estado y la Iglesia, ni hay confu-

7. Sobre esta cuestión, véase A. De La Hera, Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero
de la Dinastía histórica, en Vv.Aa., Studi in Onore di Gaetano Catalano, Rubbettino, Catanzaro
1998, Tomo II, 497-534. En efecto, nuestro actual Rey recibe esta dignidad que le hace titular
de la Corona como consecuencia de pertenecer a la dinastía en que ha nacido. La dinastía es
la familia en la cual se perpetúa, a través de la herencia, el título de rey (ibid., 502). En el caso
español, desde los sucesores de don Pelayo hasta ahora se produce una continuidad dinásti-
ca –con independencia de las interrupciones que ha habido en el desarrollo de las funciones
de la monarquía o su supresión en el período 1868-1871, 1936-1975, y las dos repúblicas‒,
pues siempre ha reinado «una misma familia, dividida en varias casas o ramas, en la que la
totalidad de los reyes descienden sin solución de continuidad de un tronco común. Los cam-
bios de dinastía se reducen en realidad a cambios de apellidos dentro de esa misma única
familia», en ibid., 506. Precisamente ser descendiente de estos reyes anteriores que forman la
dinastía hispánica ha sido el aval que ha garantizado la llegada al trono de S.M. D. Juan Car-
los I, su mantenimiento y el de su descendencia y, en último término, el de la existencia de la
Constitución de 1978 que él mismo promulga como rey de España. «El rey no debe la Corona
a la Constitución» (ibid., 517) antes bien creo que podríamos pensar que es al revés. La dinas-
tía española –y el miembro de ella que ahora es rey, como lo serán los futuros titulares de la
Corona– está indisolublemente ligada a la Historia de España, así lo testimoniaron las Cortes
constituyentes en el momento de incorporar un artículo 57.1 de la Constitución que predica
que la Corona es hereditaria en los sucesores de S.M. don Juan Carlos I de Borbón, legítimo
heredero de la dinastía histórica (ibid. 526-534), y por todo ello considero que nuestra Histo-
ria ha de respetarse y servir como criterio de interpretación de los hechos presentes.
8. En relación con este tema vid., desde una perspectiva general, A. González-Varas
Ibáñez, Principios y fuentes del Derecho eclesiástico, en M. Á. Jusdado (coord.), Derecho eclesiás-
tico del Estado, Cólex, Madrid 2011, 49-81.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 367

sión de funciones civiles y religiosas, del mismo modo que tampoco se


deriva de esta situación privilegio alguno para la Iglesia católica o sus fie-
les, ni discriminación para las demás confesiones o quienes pertenezcan
a ellas. Por ello, debe mantenerse este estatuto jurídico sin temor alguno
a lesionar ningún principio constitucional. Lejos de ello, constituye una
muestra de respeto a la Historia de España.

3. Lugares de culto en el ámbito del Patrimonio Nacional


3.1.  Visión de conjunto
La institución del Patrimonio Nacional aparece recogida en el artículo
132.3 de la Constitución, en el momento de establecer los elementos fun-
damentales de los bienes de titularidad estatal. De este modo, junto al es-
tablecimiento de reservas de ley para regular los bienes de dominio públi-
co 9 y los bienes patrimoniales 10, indica que también por ley «se regulará
[…] el Patrimonio Nacional, su administración, defensa y conservación».
No es este el momento de realizar un recorrido histórico por el proce-
so de configuración del Patrimonio Nacional 11. Baste mencionar que, tras
prolongados siglos de monarquía patrimonial en que se entendía al reino
como propiedad del rey, el constitucionalismo del siglo XIX logra diferen-
ciar el Patrimonio de la Corona. En este último caso se englobaban bienes
que pertenecían al Rey pero no como titular privado, sino como titular de
la Corona y para el ejercicio de sus funciones institucionales. Era, además,
un patrimonio distinto de la Hacienda pública, con la cual no se confun-
día. La primera ley general y uniforme sobre al Patrimonio de la Corona
fue la dictada en 1865. Con la llegada de la II República, el Estado incauta
el Patrimonio de la Corona que pasará a integrar –a través de la Ley de
22 de marzo de 1932‒ el Patrimonio de la República. Finalizada la guerra
civil, y tras el correspondiente cambio político, esos bienes pasan a formar
lo que la Ley de 7 de marzo de 1940 articula como el nuevo Patrimonio
Nacional, antecedente inmediato de la normativa actualmente vigente.

 9. Artículo 132.1 y 2 de la Constitución.


10. Artículo 132.3 de la Constitución.
11. La obra de referencia sobre la historia del Patrimonio Nacional es la de F. Cos Ga-
yón, Historia Jurídica del Patrimonio Real, Imprenta de Enrique de la Riva, Madrid 1881. Asi-
mismo F. Diez Moreno, La evolución constitucional del Patrimonio Nacional, en Reales Sitios.
Revista del Patrimonio Nacional, Número Extraordinario 1 (1989) 15-30. L. López Rodó, El
Patrimonio Nacional, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1954.
368 Alejandro González-Varas Ibáñez

En el momento presente aparece regulado, además de la previsión


constitucional antes mencionada, por la Ley de Patrimonio Nacional de
1982 12 y su Reglamento de desarrollo de 1987. La jurisprudencia y la bi-
bliografía sobre esta materia no es amplia, por lo que se fijará la atención
de modo particular en esas normas.
Antes de avanzar en esta tarea conviene tener presente un dato im-
portante a los efectos de esta investigación. El Patrimonio Nacional se
encuentra integrado por dos elementos principales que aparecen iden-
tificados en el artículo 2 de la LPN: por una parte, el conjunto de bienes
titularidad del Estado que están afectados al uso y servicio del Rey y de
los miembros de la Familia Real para el ejercicio de la alta representación
que la Constitución y las leyes les atribuyen. Y, por otra parte, los derechos
y cargas de patronato sobre las Fundaciones y Reales Patronatos a que se
refiere esa misma ley.
El primero de los conjuntos (los bienes de titularidad estatal afectos
al fin descrito) lo integran principalmente lo que podríamos denominar
«inmuebles civiles» ‒con los correspondientes bienes muebles que con-
tengan‒, como son palacios y montes, si bien también aparece integrado
algún edificio religioso. Es este el caso de dos edificios ubicados en El
Pardo (Madrid): el convento del Cristo, mandado construir por Felipe III
en 1612 y regentado desde entonces por los Padres Capuchinos con la fun-
ción de seminario de misiones, y la iglesia de Nuestra Señora del Carmen,
levantada por iniciativa de Francisco Franco en 1966. Hemos de añadir
también el palacio y monasterio de Yuste, sobre lo que se fijará la atención
más adelante.
Salvando estos dos espacios, los demás edificios religiosos relacionados
con Patrimonio Nacional forman parte del segundo bloque de elementos
a los que antes se hacía referencia, es decir, los denominados Reales Patro-
natos. No se trata, por tanto, de inmuebles de titularidad estatal porque
formen parte del Patrimonio Nacional, sino de inmuebles cuya titularidad
corresponde a cada Real Patronato sujetos a una serie de derechos y de-
beres cuya administración realiza Patrimonio Nacional, y sobre los cuales
S.M. el Rey ostenta el patronato. Prueba de que la normativa distingue el
tratamiento jurídico de los edificios civiles y de los religiosos es que, en

12. Ley 23/1982, de 16 de junio, Reguladora del Patrimonio Nacional, BOE n. 148, de 22


de junio de 1982.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 369

relación con San Lorenzo de El Escorial, encontramos que su régimen se


halla dividido: el palacio real, el palacete y otros inmuebles civiles están
incorporados directamente en el Patrimonio Nacional (articulo 4 LPN),
mientras que el monasterio se encuentra bajo el correspondiente Real Pa-
tronato (artículo 5 LPN) 13. En estos patronatos centraremos la atención, si
bien antes se analizará brevemente la institución del Patrimonio Nacional
con el fin de ubicar adecuadamente el régimen jurídico de aquéllos.

3.2.  Los bienes de Patrimonio Nacional


3.2.1.  Régimen jurídico general

Como ya quedó anteriormente explicado, son bienes del Patrimonio


Nacional los de titularidad del Estado y están afectados al uso y servicio
del Rey y de los miembros de la Familia Real para el ejercicio de la alta
representación que la Constitución y las leyes les atribuyen.
El artículo 4 de la LPN establece una relación del conjunto de bienes
que forman parte del Patrimonio Nacional 14, que serán objeto de un de-

13. A ello se añade, como se examinará más adelante, el oportuno sometimiento de


cada uno de estos monumentos –como de otros que formen parte del Patrimonio Nacio-
nal o de los Reales Patronatos, a la legislación sobre patrimonio histórico-artístico. De este
modo, siguiendo con el ejemplo de El Escorial, encontramos que es bien de interés cultural
en la categoría de «monumento» desde 1931, y asumido como patrimonio de la humanidad
por la UNESCO desde 1984. La situación se hace más compleja cuando encontramos que
espacios no comprendidos en el Patrimonio Nacional están sometidos a protección especial,
pues el Decreto 52/2006, de 15 de julio, de la Comunidad de Madrid (BOCM n. 291, de 21
de junio de 2006) declara bien de interés cultural, en la categoría de Territorio Histórico, el
Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, constituido por el ámbito delimitado por la Cerca
Histórica de Felipe II. Es interesante observar que se excluye expresamente del Territorio
Histórico al Valle de los Caídos, por tratarse de un bien de Patrimonio Nacional y por tanto
de competencia estatal.
14. La enumeración de tales bienes la establece el artículo 4 LPN en los siguientes tér-
minos: «integran el Patrimonio Nacional los siguientes bienes:
El Palacio Real de Oriente y el Parque de Campo del Moro.
El Palacio Real de Aranjuez y la Casita del Labrador, con sus jardines y edificios
anexos.
El Palacio Real de San Lorenzo de El Escorial, el Palacete denominado la Casita del
Príncipe, con su huerta y terrenos de labor, y la llamada Casita de Arriba, con las Casas de
Oficios de la Reina y de los Infantes.
Los Palacios Reales de la Granja y de Riofrío y sus terrenos anexos.
El monte de El Pardo y el Palacio de El Pardo, con la Casita del Príncipe. El Palacio Real
de la Zarzuela y el predio denominado La Quinta, con su Palacio y edificaciones anexas; la
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, el Convento de Cristo y edificios contiguos.
El Palacio de la Almudaina con sus jardines sito en Palma de Mallorca.
370 Alejandro González-Varas Ibáñez

tallado inventario 15. A éstos debemos añadir, desde el año 2004, el Mo-


nasterio de San Jerónimo de Yuste (Cáceres), integrado en el Patrimonio
Nacional por Real Decreto 1867/2004 16. A ello nos referiremos en el lugar
correspondiente.
Centrándonos en las características generales de los bienes del Patri-
monio Nacional, conviene prestar atención a una cuestión debatida como
es la de su naturaleza jurídica. Está claro que son de titularidad del Es-
tado, pues así lo dice expresamente el artículo 2 de la LPN, y de hecho
deberán estar inscritos en el registro de la propiedad con esa titularidad 17.
La cuestión que podemos plantearnos es si se trata de bienes demaniales,
patrimoniales, o si son un nuevo género de bienes estatales.
Observamos, por una parte, que se trata de bienes inalienables, im-
prescriptibles e inembargables, y que gozarán del mismo régimen de
exenciones tributarias que los bienes de dominio público del Estado 18.
Estas características, sin duda, les aproximan a la categoría de los bienes
demaniales. Sin embargo, al mismo tiempo, están adscritos o afectados
a un uso concreto y distinto del genérico –uso y servicio público de na-
turaleza administrativa‒ como es el del servicio al Rey y la Familia real,
aunque no sea por sus necesidades personales, sino en cuanto desempe-
ñan la función de alta representación que la Constitución les confiere 19.

Los bienes muebles de titularidad estatal, contenidos en los reales palacios o deposita-
dos en otros inmuebles de propiedad pública, enunciados en el inventario que se custodia
por el Consejo de Administración del Patrimonio Nacional.
Las donaciones hechas al Estado a través del Rey y los demás bienes y derechos que se
afecten al uso y servicio de la Corona.
Para la exacta delimitación de los bienes enumerados en los seis primeros apartados
de este artículo, se atenderá al perímetro fijado por los correspondientes Decretos de de-
claración de conjunto histórico-artístico. En su defecto, se seguirá el criterio de preservar la
unidad del conjunto monumental.
A los efectos de está Ley se entiende por Monte de El Pardo la superficie de terreno que,
bajo este nombre, aparece descrita en los planos del Instituto Geográfico Nacional.
El Plan de protección medioambiental del monte de El Pardo afectará únicamente a los
terrenos de dicho monte que tengan la calificación de rústicos».
15. Artículo 8.2 i) LPN, y artículos 12 a 16 del RPN, en lo que se refiere al inventario.
16. Real Decreto 1867/2004, de 6 de septiembre, por el que se integra en el Patrimonio
Nacional el Monasterio de San Jerónimo de Yuste, en BOE n. 219, de 10 de septiembre de 2004.
17. Artículo 6.2 LPN.
18. Artículo 6.2. LPN.
19. M. Bassols Coma, Instituciones administrativas al servicio de la Corona: dotación, Casa
de S.M. el Rey y Patrimonio Nacional, RAP, 100-102, vol. II (1983) 925 y ss. Idem, El régimen
jurídico del Patrimonio Nacional (disposición adicional cuarta), en J. F. Mestre Delgado (dir.),
El régimen jurídico general del Patrimonio de las Administraciones Públicas. Comentarios a la Ley
33/2003, de 3 de noviembre, 2ª ed. La Ley, Madrid 2010, 1451 y ss.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 371

El cumplimiento de esta finalidad principal justifica que pueda haber un


trasvase de bienes del Patrimonio del Estado al Nacional y viceversa 20, lo
que demuestra la comunicabilidad que existe entre ambos patrimonios,
de modo que puede decirse que el segundo es una especialización fun-
cional del primero 21. Por último, están gestionados por un órgano creado
ad hoc, como es el Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, y
además la LPN indica expresamente que se aplicará como supletoria la
Ley de Patrimonio del Estado 22.
Tras el examen de estos artículos puede concluirse 23 que no se trata de
bienes de dominio público, sino que son bienes patrimoniales del Estado,
si bien adquieren un régimen especial que les acerca a éstos, sobre todo
por el otorgamiento de un carácter inalienable, imprescriptible e inem-
bargable 24.
A su vez, cabe indicar que el Patrimonio Nacional es distinto de la
dotación presupuestaria de la Corona, al que se refiere el artículo 65.1
de la Constitución en el momento de indicar que «el Rey recibe de los
Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su
Familia y Casa, y distribuye libremente de la misma». Aunque no sea este

20. Artículos 4 y 8 de la LPN.
21. M. Bassols Coma, Instituciones administrativas al servicio de la Corona…, cit., 926.
Idem, El régimen jurídico del Patrimonio Nacional…, cit., 1452.
22. Artículo 6.1 LPN, que establece, por tanto, la supletoriedad de la Ley 33/2003, y el
real Decreto 1373/2009, de 28 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento General de la
Ley 33/2003, de 3 de noviembre, del Patrimonio de las Administraciones Públicas.
23. J. L. Álvarez Álvarez, Estudios sobre el Patrimonio histórico español y la ley de 25 de ju-
nio de 1985, Cívitas, Madrid 1989, 825. M. Bassols Coma, Instituciones administrativas al servi-
cio de la Corona…, cit., 929. Idem, El régimen jurídico del Patrimonio Nacional…, cit., 1456. Sigue
estas tesis M. V. García-Atance y García de Mora, El Patrimonio Nacional, RDP, 33 (1991)
162 y ss. Vid. asimismo L. M. Díez-Picazo, El Régimen jurídico de la Casa del Rey, REDCons
6 (1982) 123 y ss. Ha habido voces críticas hacia esta consideración es el caso de F. Diez
Moreno, La evolución constitucional del Patrimonio Nacional, cit., 29 y ss. que considera que
si el nombre que reciben es «Patrimonio Nacional», deberían pertenecer a la Nación, como
heredera en este aspecto de la Corona. Por eso, la atribución del título de propiedad al Esta-
do que realiza la LPN no tiene suficiente justificación. Además, en el proceso constituyente
tampoco se propuso en ningún momento realizar esta atribución patrimonial. Lo correcto,
desde este punto de vista, hubiera sido crear un tertium genus de bienes, los de Patrimonio
Nacional, diferenciados tanto de bienes demaniales como patrimoniales del Estado.
24. Esto es cierto, pero no es suficiente para disminuir su carácter patrimonial. De esta
situación «no puede deducirse a priori una equivalencia absoluta, ya que estas notas pue-
den tener una justificación especialísima que per se no equivalgan al régimen demanial».
Estamos ante una excepción al régimen común de los bienes patrimoniales legitimada por
la ley especial que regula el Patrimonio Nacional, según M. Bassols Coma, El régimen jurí-
dico del Patrimonio Nacional…, cit., 1457.
372 Alejandro González-Varas Ibáñez

el momento de profundizar 25 en la naturaleza de esta cantidad y de las


características que le diferencian del Patrimonio Nacional, baste indicar
que se trata de una dotación presupuestaria incluida cada año en los Pre-
supuestos Generales del Estado, y no de un conjunto de bienes muebles o
inmuebles, o de derechos y cargas que conforman un patronato. Por otra
parte, el destino de esta dotación es la de sufragar los gastos generados
por el Rey en el ejercicio de sus funciones ‒es decir, en cuanto titular de la
Corona‒ y el sostenimiento de su Familia y Casa. Por último el Rey puede
disponer libremente de ello, aunque cuando lo hace con efectos externos
es también en estos casos irresponsable de sus actos y esta situación se
cubre con la interposición del Jefe de la Casa del Rey. Los efectos internos
se entiende que son domésticos y no necesitan interposición alguna.
En cuanto a la afectación de bienes muebles o inmuebles al uso y servi-
cio de la Corona, o su desafectación cuando hubiesen dejado de cumplir
sus finalidades primordiales, le corresponde realizarla al Gobierno a pro-
puesta del Consejo de Administración del Patrimonio Nacional 26. Ejem-
plo de ello ha sido, como tendremos ocasión de comprobar, el monasterio
de San Jerónimo de Yuste. Se ha de tener en cuenta, no obstante, que en
ningún caso podrán desafectarse los bienes muebles o inmuebles de valor
histórico-artístico 27. Sin embargo, el Gobierno sí puede desafectar los que
no tienen ese valor. Se pone en evidencia a través de esta previsión la alta
valoración que ofrece a los bienes culturales, que no pueden extraerse en
ningún caso del Patrimonio Nacional. El motivo 28 puede ser que forman
parte de la Historia de España, que tienen una función representativa,
y que se conservan mejor y usan conforme a su destino manteniéndoles
afectados al servicio de la Corona.
El hecho de que estos bienes estén afectados a un uso concreto lleva a
plantearnos si es compatible con otros distintos. Por otra parte, nos per-
mite examinar el régimen jurídico que les corresponde desde el momento
en que son declarados bienes de interés cultural u otras categorías de pro-
tección especial por su alto valor histórico o artístico.

25. Sobre ello cfr. L. M. Díez-Picazo, El Régimen jurídico de la Casa del Rey, cit., 115-138.
Asimismo M. V. García-Atance y García de Mora, El Patrimonio Nacional, cit., 153-171. C. Fer-
nández-Miranda Campoamor, Dotación de la Corona. La Casa del Rey, RDP, 33 (1991) 125-150.
26. Artículo 8.2 j) y k) de la LPN.
27. Artículo 8.2. j) LPN, y artículo 17 RPN.
28. Así lo entiende J. L. Álvarez Álvarez, Estudios sobre el Patrimonio histórico español…,
cit., 830.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 373

En cuanto al primero de ellos, la propia LPN asegura 29 que pueden ser


susceptibles de usos culturales, científicos y docentes, siempre que sean
compatibles con su destino principal de servicio al Rey, y así lo decida
el Consejo de Administración del Patrimonio Nacional. Es evidente que,
aunque la ley no lo mencione expresamente, entre esos otros usos compa-
tibles con el principal, ha de mencionarse también el cultual pues algunos
de estos bienes, aun siendo la minoría, son, precisamente, lugares de culto
o, en términos utilizados por el CIC, lugares sagrados. Es más, incluso
podríamos decir que el uso principal es en estos casos el religioso, pues
como templos o monasterios fueron erigidos en su momento por propia
voluntad de sus fundadores y con esas funciones han de permanecer.
Por cuanto se refiere a la segunda cuestión, relativa a su valor histórico
o artístico, hemos de advertir que en este extremo el régimen es común
tanto para los bienes del Patrimonio Nacional como para los de los Reales
Patronatos. La previsión normativa 30 es que a los bienes que tengan valor
o carácter histórico-artístico les será también de aplicación la legislación
sobre patrimonio histórico-artístico nacional. De ello también es muestra
que el régimen de visita de los inmuebles del Patrimonio y de los Reales
Patronatos habrá de ser análogo al de la legislación sobre monumentos
histórico-artísticos 31. El criterio general de visita es el de libre acceso, sin
más limitaciones que las que correspondan para la necesaria conservación
del lugar y del respeto a los fines a que están afectados 32.
Por cuanto se refiere a su conservación, defensa y mejora de los bienes
y derechos le corresponde ejercitarlas al Consejo de Administración 33. En
concreto, la restauración o reparación de los bienes será una de sus tareas
preferentes. Podrá realizarlo directamente a través de sus servicios, o me-
diante contrato con entidades o particulares 34. También habrá de velar por
el mantenimiento íntegro de las colecciones 35.

29. Artículo 3 de la LPN. Artículo 23 RPN.


30. Artículo 6.3 y disposición final primera de la LPN, y artículo 43 RPN.
31. Disposición Final primera de la LPN. Artículo 43 RPN.
32. Artículo 44 RPN. El intento de asimilar su tratamiento jurídico con el de los bienes
de interés cultural se observa asimismo en el contenido del artículo 46 RPN, cuyo tenor es-
tablece que «el Consejo de Administración aplicará el principio de gratuidad a las visitas, en
términos de días y horas análogos a los previstos en la legislación del patrimonio histórico
y adecuados a las peculiaridades de los bienes del Patrimonio Nacional».
33. Artículo 8 LPN y 32 RPN.
34. Artículo 37 RPN.
35. Artículo 38.2 RPN.
374 Alejandro González-Varas Ibáñez

Estas previsiones son una muestra de que el Patrimonio Nacional


no escapa de la aplicación de otras normas sectoriales. Ejemplo de ello
también es, en el afán de poner otro ejemplo, su necesario sometimiento
a las normas de Derecho urbanístico 36, entendemos que no sólo de los
inmuebles de Patrimonio Nacional, sino también de los incluidos en los
Reales Patronatos. Podría considerarse asimismo que han de guardar el
debido respeto a las normas de Derecho canónico que afecten al esca-
so número de bienes que también son lugares de culto del Patrimonio
Nacional, o al conjunto de derechos y deberes que ostentan los Reales
Patronatos.
Encontramos, por tanto, un régimen jurídico complejo. En él conflu-
yen las normas propias que regulan el Patrimonio Nacional, a las que se
añade la aplicación, cuando corresponda, de la normativa de los bienes
patrimoniales del Estado. A su vez, en una amplia mayoría de casos, debe-
rán respetarse las previsiones de la legislación sobre patrimonio histórico-
artístico. Por último, convergen otras normas, como las urbanísticas, que
también habrán de respetarse, y las de Derecho canónico cuando el lugar
esté afectado al culto o sea de uso religioso.

3.2.2.  La integración del Monasterio de San Jerónimo de Yuste


en el Patrimonio Nacional

Como ya se ha tenido ocasión de mencionar, el monasterio de San Je-


rónimo de Yuste ha pasado a formar parte del Patrimonio Nacional me-
diante el Real Decreto 1867/2004. Podemos afirmar que ha quedado in-
corporado directamente al Patrimonio Nacional y no dentro de los Reales
Patronatos porque el decreto habla de la integración dentro de los bienes
afectados al uso y servicio de la Corona, lo que coincide literalmente con
la afectación de los bienes de Patrimonio Nacional según el artículo 2.1
de la LPN. A ello se añade que el decreto 37 que mencionamos establece
exactamente la integración del monasterio en el Patrimonio Nacional. Por
otra parte, se extingue el Patronado del Monasterio de Yuste que se había

36. Sobre esta cuestión, y los conflictos que puedan suscitarse, especialmente en mate-
ria de licencias urbanísticas y otros actos sujetos a intervención municipal, vid. M. Bassols
Coma, Instituciones administrativas al servicio de la Corona…, cit., 932 y ss. Idem, El régimen
jurídico del Patrimonio Nacional…, cit., 1459.
37. Artículo 2 del Real Decreto 1867/2004.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 375

creado mediante Real Decreto 1563/1988, de 23 de diciembre 38, y no apa-


rece sustituido por ningún otro patronato y menos aún se menciona la
categoría de los Reales Patronatos.
Examinemos la historia reciente de Yuste para entender mejor su in-
tegración en el Patrimonio Nacional. Este inmueble pertenecía a los mar-
queses de Mirabel, duques de Montellano y al duque viudo de Bailén,
quienes decidieron donarlo al Estado en 1941 39 animados por un patrio-
tismo a su vez «estimulado por el deseo de que no llegue a consumarse
la ruina del monasterio» 40, y con el expreso deseo de que fuera destinado
a museo histórico. En efecto, así fue. En el mismo decreto de aceptación
de la donación se erige la «Fundación Mirabel-Patronato del Monasterio
de Yuste», de carácter benéfico-educativo con el fin de crear un museo
histórico-artístico 41. Esta fundación estaría regida por un patronato presi-
dido por el ministro de Educación Nacional 42. Se convertía, además, en la
propietaria de los bienes y así había de figurar en el registro de la propie-
dad 43. De este modo se pretendía mantener estos bienes que mostraban
«de un modo singular la memoria del Emperador [procurando] conservar
aquellas venerables reliquias, no sólo como evolución de gestas pretéritas,
sino como estimulo y acicate para la nueva España» 44.
El Estado, en 1958, lo cedió por decreto 45 en usufructo a la Orden de
San Jerónimo por un período de treinta años, incluyendo la custodia del
palacio del Emperador. Esta práctica no fue una excepción, pues el Es-
tado cedió en esta época conjuntos que le pertenecían para el uso de las

38. BOE n. 312, de 29 de diciembre de 1988. Este decreto lo ha derogado el Real Decreto


1867/2004, disposición derogatoria única.
39. La aceptación de la donación se realizó por Decreto de 12 de julio de 1941, en BOE
n. 207, de 26 de julio de 1941.
40. Preámbulo del Decreto de 12 de julio de 1941.
41. Artículo 1 del Decreto de 12 de julio de 1941.
42. Artículo 2 del Decreto de 12 de julio de 1941. Habría de ser el Ministerio de Educa-
ción Nacional el que se encargara de aprobar el Reglamento de Régimen interior (artículo 3
del Decreto) y sufragar los gastos de mantenimiento, así como la ordenación del museo, la
designación de las personas o entidades que había de estar adscritas a su servicio, y demás
funciones a él reservadas en el artículo 4.
43. Artículo 2 del Decreto de 12 de julio de 1941. Los bienes que fueron donados y que
pasaron a estar bajo la titularidad de la fundación aparecen enumerados en el artículo 1 del
mismo Decreto. Se trata de los siguientes: Monasterio de San Jerónimo de Yuste, Iglesia con-
ventual, Palacio del Emperador, edificios anejos, ermita y parcelas de tierra comprendidas
dentro del recinto rural.
44. Preámbulo del Decreto de 12 de julio de 1941.
45. Decreto de 24 de septiembre de 1958, en BOE n. 247, de 15 de octubre.
376 Alejandro González-Varas Ibáñez

respectivas comunidades religiosas junto con la creación de un patronato


dependiente de un Ministerio que asegurara el mantenimiento del inmue-
ble, cuestión sobre la que volveremos en el apartado 4.
Retomando la situación de Yuste, transcurrido el plazo establecido en
el decreto de 1958, por Orden de 30 de junio de 1988, se declaró extinguido
ese usufructo. Por ello, con el fin de ajustarse a la Ley de Patrimonio His-
tórico Artístico de 1985 y ser fiel a los principios que inspiran esta norma,
se creó un nuevo patronato 46 adscrito al Ministerio de Cultura a propues-
ta de su Ministro y tras haber oído a la Junta de Extremadura. Entre las
funciones 47 del patronato se encontraba la de aprobar, en su caso, las con-
diciones de uso del conjunto monumental por la Sagrada Orden de San
Jerónimo. Esta previsión, aun digna de celebrarse por tener en cuenta las
necesidades de la comunidad religiosa, podría haber parecido insuficien-
te por indicar que esas condiciones de uso se establecerían «en su caso» y
sin quizá dar el protagonismo debido a los moradores del inmueble y a
su destino religioso o afectación cultual de algunas partes. Podría haber
sido una buena ocasión para mostrar una mayor sensibilidad hacia estas
cuestiones. No obstante ello, lo cierto es que en 1996 se firmó un convenio
de colaboración entre el Ministerio de Cultura, la Consejería de Cultura
y Patrimonio de la Junta de Extremadura y la Orden de San Jerónimo
para la cesión, conservación y utilización para fines culturales del con-

46. Según el artículo 2.1 del Real Decreto 1563/1988 la composición del patronato del
Monasterio de Yuste era la siguiente:
«a) Presidente: el Ministro de Cultura, o, por delegación, el Subsecretario del Departa-
mento.
b) Vicepresidente: el Consejero de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura.
c) Vocales:
El Director General de Bellas Artes y Archivos.
El Director del Instituto de Conservación y Restauración.
El Jefe del Departamento de Monumentos del referido Instituto.
Tres vocales, designados por el Ministro de Cultura.
Dos vocales, en representación de la Junta de Extremadura, designados por el presiden-
te de la misma.
2. Asimismo, tendrá derecho a formar parte del patronato el Alcalde de Cuacos de la
Vera.
3. Actuará como Secretario, sin voz ni voto, un funcionario del Ministerio de Cultura».
47. Según el artículo 3 del Real Decreto 1563/1988, las otras funciones del Patronato
eran: a) aprobar el plan anual de actividades, así como la memoria del ejercicio anterior;
b) aprobar el horario y condiciones de visita pública; c) informar los proyectos de obras o
actuaciones entre los bienes inmuebles que integran el conjunto monumental y, d) formular
las propuestas y recomendaciones que estimara oportunas para promover mejoras en la
gestión.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 377

junto monumental del Monasterio de Yuste 48 respetuoso con su destino


religioso. Posteriormente, en el año 2006, tras la incorporación de Yuste a
Patrimonio Nacional, se firmó un nuevo convenio entre esta institución y
el prior de la Orden de San Jerónimo que no deroga al anterior, sino que
«entrará en vigor en el momento de su firma, quedando condicionados
sus efectos a la extinción del anterior Convenio de fecha 27 de febrero de
1996» 49. Cabe advertir, no obstante, que –como se examinará más adelan-
te‒ la aplicación de estos convenios presenta dificultades en el momento
presente como consecuencia del traslado de esta comunidad religiosa a
otro monasterio y de la llegada a este recinto de otra nueva procedente de
Polonia. El contenido de estos acuerdos se estudiará a continuación, pero
en aras de seguir el orden cronológico de la historia jurídica reciente de
este complejo monástico y palaciego, se examinará el último paso de este
recorrido que desemboca en su incorporación al Patrimonio Nacional.
El traspaso de este monasterio a Patrimonio Nacional se pudo realizar
gracias a que el patronato del monasterio de Yuste aceptara su afectación
al mismo en su sesión de 20 de enero de 2004. A continuación, el Consejo
de Administración del Patrimonio Nacional propuso al Gobierno la acep-
tación de este cambio, con la consiguiente desafectación del Ministerio de
Cultura 50, lo que ha quedado manifestado en el Real Decreto 1867/2004,
de 6 de septiembre.

48. En BOE n. 76, de 28 de marzo de 1996, donde se publica la resolución de 11 de


marzo de 1996 de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Cultura por la que se da
publicidad al mencionado convenio. También se encuentra el convenio en el DOE, n. 39, de
6 de abril de 1996.
49. Estipulación décimo tercera del convenio de colaboración entre el Consejo de Ad-
ministración del Patrimonio Nacional y la Orden de San Jerónimo para la cesión de uso
de diversas zonas y dependencias de la finca denominada «Monasterio de San Jerónimo
de Yuste» [en adelante, «convenio de 2006»], firmado en Mérida en 19 de julio de 2006.
Habida cuenta de que se trata de un convenio que firma una institución pública –como es
Patrimonio Nacional– con otra privada, no es precisa su publicación oficial. De hecho, este
documento no se halla en ningún diario o boletín oficial y he tenido acceso a él por corte-
sía de Patrimonio Nacional que han tenido la gentileza –que agradezco expresamente– de
enviármelo.
50. La desafectación del Ministerio de Cultura y la afectación a los fines propios de los
bienes que integran Patrimonio Nacional se ha realizado en unidad de acto, y por un mismo
órgano (el Gobierno de la Nación) a través de un solo decreto. En principio, la afectación
de un bien patrimonial a otro departamento u organismo público debería haberse realiza-
do por mutación demanial, en los términos en que aparece regulada en los artículos 71 y
siguientes de la Ley 33/2003, reguladora del Patrimonio de las Administraciones Públicas,
correspondiendo la competencia al Ministerio de Economía y Hacienda. Sin embargo, por
motivos de economía procesal se procedió a obrar del modo anteriormente indicado, lo que
378 Alejandro González-Varas Ibáñez

Aunque se hayan producido estos cambios, el aún vigente convenio


de colaboración de 1996 y el nuevo de 2006 –a los que antes se ha hecho
referencia‒ nos permiten entender que los usos allí indicados seguirán lle-
vándose a cabo, pues en nada se oponen a la nueva afectación adquirida.
Es pues, preciso contemplar en este instante el régimen jurídico del com-
plejo de Yuste, fijando particular atención a los aspectos que afectan a su
destino religioso y la vida monástica. Podemos adelantar dos cuestiones
preliminares. La primera es que, teniendo en cuenta la evolución histórica
de este lugar, es lógico que actualmente la propiedad no pertenezca a la Or-
den de los Jerónimos, sino al Estado –actualmente al Patrimonio Nacional,
anteriormente al Ministerio de Cultura‒. En segundo lugar, los convenios
consiguen el equilibrio entre el destino religioso y el cultural de este espa-
cio. No en vano, como indica expresamente el convenio de 2006, su «obje-
tivo primordial» es asegurar la vida monástica en el monasterio 51, «según
la tradición de la Monarquía española en las Fundaciones Reales confi-
guradas como Monasterios-Palacios, y garantizando el espacio adecuado
para el mantenimiento del régimen de clausura en que vive la Orden» 52.
A partir de aquí, ambos convenios se muestran cuidadosos con el ré-
gimen de vida contemplativo de los monjes jerónimos y pretenden que,
en cualquier caso, no se vea alterada, lo que es un signo de sensibilidad
hacia la vida consagrada y de loable deferencia hacia ella. El respeto por
el uso religioso se detecta también en el régimen de visita del conjunto
monumental y en los usos de la iglesia –en cualquier caso culturales‒ que
habrán de respetar en cualquier caso la santidad del lugar y la clausura
monástica, lo que es otra solución satisfactoria.

justifica el mismo Real Decreto en el momento de afirmar que la competencia del Ministro
de Economía y Hacienda queda modulada por lo establecido en la Ley 23/1982, de 16 de
junio, reguladora del Patrimonio Nacional, y su Reglamento —respecto de los cuales la
Ley 33/2003, de 3 de noviembre, es supletoria según lo previsto en su disposición adicional
cuarta—. Así, en su artículo 8.2.j) se establece que «corresponde al Consejo de Administra-
ción del Patrimonio Nacional la propuesta al Gobierno de afectación de bienes muebles e
inmuebles al uso y servicio de la Corona. Por tal motivo, y en virtud del principio de eco-
nomía procesal, mediante este real decreto se procede, por un lado, a desafectar el bien en
cuestión del Ministerio de Cultura, en virtud de la avocación del Consejo de Ministros que
expresamente regula el artículo 11.2 de la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, en materia de
gestión patrimonial; y, por otro, se procede a su afectación a los fines propios de los bienes
que integran el Patrimonio Nacional. De este modo, se efectúa la mutación demanial nece-
saria en un solo acto y por un mismo órgano».
51. Estipulación novena.
52. Manifestación tercera.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 379

Descendiendo de modo más concreto a las estipulaciones de los conve-


nios, el Ministerio de Cultura anteriormente, y ahora Patrimonio Nacio-
nal, ceden a la Orden de San Jerónimo, a título gratuito, el derecho de uso
de las zonas y dependencias del conjunto monumental del monasterio de
Yuste enumeradas en el anexo por un período de treinta años prorroga-
bles 53. Durante ese tiempo la Orden se compromete a no arrendar, traspa-
sar, ni ceder, ni siquiera temporalmente ni a título de precario, a terceras
personas, el derecho de uso que ostenta 54.
Por otra parte, La Orden de San Jerónimo permitirá la utilización de
la iglesia del monasterio para actos culturales, concretos y selectivos, or-
ganizados por Patrimonio Nacional y la fundación Academia Europea de
Yuste, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar y respe-
ten, en todo caso, la clausura monástica 55. Por cuanto se refiere a la visita
pública, será de exclusiva competencia de Patrimonio Nacional, que en
cualquier caso garantizará la clausura monástica. El acceso a estas zonas
estará sujeto a la autorización del padre prior con arreglo a las normas y
usos de la Orden 56.
Otras cuestiones de interés son que las obras de rehabilitación, repara-
ción y conservación del conjunto monumental objeto de cesión correrán a
cargo del Patrimonio Nacional 57, lo cual es lo más coherente con la titula-
ridad del derecho de propiedad. También por ello es lógico que asuma las
funciones de vigilancia de seguridad 58.
Conviene recordar que en 1996 las partes acordaban que la Junta de
Extremadura podía instalar una pequeña hospedería que estuviera en
consonancia con la importancia y valor del conjunto monumental del mo-

53. Estipulación primera del convenio de 1996, y estipulación primera del convenio de


2006 que indica –estipulación segunda– que ese plazo de 30 años comienza a contar desde la
firma de este acuerdo. Como cabía esperar, también añade que el período de cesión puede
ser prorrogado. La estipulación quinta del convenio de 1996 advertía no obstante, que estos
derechos de uso y habitación se ejercerán de manera que no afecten negativamente al des-
tino cultural del conjunto ni dificulten el acceso de los ciudadanos a los bienes integrantes
de aquél en los horarios y condiciones de visita pública que se establezcan por el Patronato
del Monasterio de Yuste, que, en ningún caso, perturbarán el régimen contemplativo de la
Orden religiosa.
54. Estipulación tercera del convenio de 2006.
55. Estipulación quinta del convenio de 1996, que añadía que dichos actos necesitarían
la aprobación del obispo de Plasencia. Estipulación cuarta del convenio de 2006.
56. Cláusulas sexta y quinta del convenio de 2006.
57. Estipulación quinta del convenio de 2006.
58. Estipulación octava del convenio de 2006.
380 Alejandro González-Varas Ibáñez

nasterio. Se advierte, no obstante, que su funcionamiento en todo caso de-


bería guardar «el respeto debido al carácter contemplativo de la Orden de
San Jerónimo, impidiendo que se transgreda el clima de soledad y silencio
propio del entorno, que precisamente habrá de ser su mayor atractivo
para el visitante» 59. En ese mismo momento también se prevé la habilita-
ción de dependencias para sede de la Fundación Academia Europea de
Yuste dentro del Palacio de Carlos V 60. Ese mismo convenio también ase-
guraba el funcionamiento del noviciado y de la hospedería monástica 61,
aparte de la posibilidad de establecer otra turística a cargo de la Junta de
Extremadura, pues era parte en el convenio en ese momento.
Puede añadirse, por último, que si por cualquier motivo se produce la
extinción de la cesión del derecho de uso 62, la consecuencia será la recupe-
ración por parte del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional
de los espacios que son objeto de esa cesión de uso. La situación presente
coincide con esta previsión. En efecto, desde hacía unos meses, la comuni-
dad jerónima de Yuste había decidido trasladarse al monasterio hermano
de el Parral (Segovia) como consecuencia de la necesidad de juntar ambas
comunidades ante el reducido número de monjes que componían cada
una de ellas. A partir de este momento el Obispado de Plasencia –diócesis
a la que pertenece Yuste‒ comenzó a buscar otra comunidad religiosa que
sustituyera a los jerónimos. Ante las dificultades de encontrarla en España
–habida cuenta de la escasez de vocaciones religiosas que padece nuestra
Nación‒ el Obispado comunicó en abril de 2011 que sería un grupo de re-
ligiosos polacos pertenecientes a la Orden de San Pablo Eremita (conocida
como comunidad paulina) quien se haría cargo de la vida monástica en

59. Estipulación novena de 1996, § 1, b).


60. Estipulación novena de 1996, § 3.
61. Estipulación novena del convenio de 1996, § 2.
62. Los motivos previstos para la posible extinción de la cesión son los siguientes, se-
gún la estipulación séptima del convenio de 1996 y décima del de 2006:
«a) La falta de ocupación de las zonas y dependencias durante un período de seis me-
ses, salvo que obedeciera a motivos justificados. Corresponderá al Ministerio de Cultura la
valoración, en cada caso concreto, de las causas alegadas por la citada Orden para justificar
dicha falta de ocupación.
b) El incumplimiento de las obligaciones que la Orden contrae por este Convenio, pre-
via comunicación a la misma a efectos de que se formulen las alegaciones que se consideren
oportunas.
c) La expiración del plazo fijado».
El convenio de 2006 añade un apartado d) que se refiere al mutuo acuerdo de las par-
tes.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 381

el Real Monasterio de Yuste 63. Las gestiones del Obispo de Plasencia y la


incorporación de estos religiosos han sido bien acogidas por Patrimonio
Nacional, además de haber apoyado también estas gestiones la Junta de
Extremadura y la Academia Europea de Yuste. Los dos primeros monjes
llegaron desde Polonia el 22 de octubre de 2011 y, a lo largo de 2012 estaba
previsto que se unieran los demás miembros de la comunidad. Ocuparán
el recinto de la antigua hospedería, quedando los dos claustros y demás
antiguas dependencias monacales abiertas a la visita turística y al uso de
la Familia Real.
A todos estos datos se une que el monasterio de Yuste es Monumento
Histórico Artístico desde el año 1931 64, por lo que le será también aplica-
ble la normativa propia de este tipo de documentos.

3.3.  Los Reales Patronatos


3.3.1.  Régimen común

El artículo 5 de la LPN afirma expresamente que «forman parte del Pa-


trimonio Nacional los derechos de patronato o de gobierno y administra-
ción sobre las siguientes Fundaciones, denominadas Reales Patronatos:
 1. La Iglesia y Convento de la Encarnación.
 2. La Iglesia y Hospital del Buen Suceso.
 3. El Convento de las Descalzas Reales.
 4. La Real Basílica de Atocha.
 5. La Iglesia y Colegio de Santa Isabel.
 6. La Iglesia y Colegio de Loreto, en Madrid, donde también radican
los citados en los apartados precedentes.
 7. El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, sito en dicha locali-
dad.
 8. El Monasterio de Las Huelgas, en Burgos.
 9. El Hospital del Rey, sito en dicha capital.
10. El Convento de Santa Clara, en Tordesillas.
11. El Convento de San Pascual, en Aranjuez.

63. Véase la noticia que publica El Periódico de Extremadura, Suplemento «Noticias del


2011», de 31 de diciembre de 2011, 28.
64. Lo es en virtud del Decreto de 3 de junio de 1931, en Gaceta de Madrid n. 155, de 4
de junio.
382 Alejandro González-Varas Ibáñez

12. El Copatronato del Colegio de Doncellas Nobles, en Toledo».


A estos lugares debemos añadir el Valle de los Caídos, al que se hará
mención aparte más adelante. Estos son, pues, los lugares de culto que, a
través de su inclusión en los correspondientes Reales Patronatos, forman
parte del Patrimonio Nacional. Gozan, como se examinará a continuación,
de un régimen jurídico propio, si bien se asimilan a los bienes que inte-
gran el Patrimonio Nacional en algunos aspectos. De este modo, también
los bienes de los patronatos disfrutan de las mismas exenciones fiscales
que los de dominio público del Estado, y también serán imprescriptibles
e inembargables 65. Por otra parte, la LPN atribuye a Patrimonio Nacional
solamente la titularidad de los derechos de patronato y de gobierno y ad-
ministración de los Reales Patronatos, pero no otros derechos distintos,
como el de propiedad. Esto nos permite concluir 66 que la propiedad de
los bienes sobre los que se ejercen esos derechos corresponde al propio
Real Patronato como entidad con personalidad jurídica independiente.
Conviene examinar los siguientes aspectos: las normas que les son
aplicables y el contenido de los derechos que forman estos patronatos;
los derechos de gobierno y administración; y, finalmente, la función de
protectorado que le corresponde a S.M. el Rey.
En relación con la primera de las cuestiones, el contenido de los de-
rechos que los componen será el determinado en las cláusulas funda-
cionales. En caso de insuficiencia de las mismas, comprenderá con toda
amplitud las facultades de administración de las fundaciones respecti-
vas 67. De este modo, el orden jerárquico de las normas que se les aplican
se compone de la siguiente manera 68: se aplicarán en primer lugar las
cláusulas fundacionales o estatutarias; en segundo lugar, la Ley y Regla-
mento de Patrimonio Nacional. Por último, el artículo 51 del RPN 69se re-
mitía en lo no previsto en él a la normativa sobre fundaciones culturales
privadas que, en efecto, existía en el momento en que fue aprobado 70.

65. Artículo 7.2 LPN, y 50 RPN.


66. F. Diez Moreno, El régimen jurídico de los Reales Patronatos y del convento de Santa Cla-
ra de Tordesillas, Reales Sitios. Revista del Patrimonio Nacional, 106 (1990) 39 y 41.
67. Artículo 7.1 LPN.
68. F. Diez Moreno, El régimen jurídico de los Reales Patronato…, cit., 40.
69. Según el artículo 51 RPN, «en todo lo no previsto en este Reglamento, en cuanto a
la administración, gobierno y ejercicio del protectorado sobre los Reales Patronatos, será de
aplicación la normativa sobre fundaciones culturales privadas».
70. Las fundaciones culturales privadas estaban reguladas por el decreto 2930/1972, de
21 de julio, en BOE n. 260, de 30 de octubre, Reglamento de Fundaciones Culturales.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 383

Hemos de entender que la normativa correspondiente a esta cuestión


sería, en todo caso, la Ley de Fundaciones y su normativa de desarrollo.
Sin embargo, no será posible su aplicación porque lo excluye expresa-
mente esta ley 71. Podemos entender que la publicidad, posibilidad de
conocer su contenido y seguridad para el tráfico jurídico quedan satisfe-
chos ministerio legis, es decir, por su simple mención en la legislación de
Patrimonio Nacional.
Distintos motivos nos impiden entrar aquí a estudiar con detalle sus
distintos contenidos de las cláusulas fundacionales de cada Real Patro-
nato o intentar reconducir a un modelo único su funcionamiento. Baste
tener en cuenta las distintas épocas en que fueron erigidos, o la distinta
personalidad de sus fundadores. En ocasiones incluso encontramos va-
rios documentos que se refieren a la fundación de una institución 72, la
modificación de sus estatutos por reyes posteriores 73, o el simple hecho
de que estos patronatos han tenido que verse afectados forzosamente por
los acontecimientos históricos propios de cada momento, como han podi-

71. La propia Ley de Fundaciones, 50/2002, de 26 de diciembre, excluye en su disposi-


ción adicional primera a estos patronatos de su ámbito de aplicación.
72. Es el caso, por ejemplo, del convento de Santa Clara en Tordesillas, que responde en
su origen a cuatro documentos fundacionales. El primero de ellos es el testamento de Pedro
I, otorgado en Sevilla en 1362. El segundo es un privilegio de la Infanta Doña Beatriz, hija
del mencionado rey, otorgado en Sevilla el 2 de enero de 1363 y que constituye el verdade-
ro título constitutivo de la fundación. El tercero es el Privilegio de la Infanta Doña Isabel,
también hija de Pedro I y otorgado en la misma fecha que el anterior. El cuarto y último
documento es el Privilegio de Pedro I, de la misma que los anteriores documentos y que se
puede decir que integra los otros tres. Sobre esta cuestión vid. F. Diez Moreno, El régimen
jurídico de los Reales Patronatos…, cit., 43.
73. Modificaciones incluso no siempre aceptadas por la comunidad religiosa corres-
pondiente. Así sucedió con el patronato sobre la real capilla y monasterio de las Descalzas
Reales de Madrid, fundadas por Doña Juana de Austria, hermana de Felipe II, en 1572 a
instancia de su confesor San Francisco de Borja. Cuatro años después del fallecimiento de la
fundadora, el Rey Felipe II, en calidad de patrono, otorgó una real cédula que modificaba
la primitiva fundación de su hermana que, a pesar de ser confirmadas por Gregorio XIII
con un breve de 1578, produjo el rechazo de la comunidad por considerar que eran una
agravio y quebrantamiento de la regla de Santa Clara. A su vez, las modificaciones de Felipe
II pronto fueron derogadas por su sucesor Felipe III que por medio de otra real cédula de
1601 añade nuevas cláusulas a la escritura fundacional con la que aproxima al patronato a
un régimen cercano al deseado originariamente por Doña Juana, según C. García López,
Real Capilla y Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Evolución económica y jurídica de las
fundaciones de Dª Juana de Austria: del Patronato Regio al Consejo de Administración del Patri-
monio Nacional, en Vv.Aa., Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos, Con-
federación de Asociaciones de Archiveros, Bibliotecarios, Museólogos y Documentalistas.
ANABAD, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Guadalajara 2002, vol. I, 145-149,
y ss. en relación con la historia posterior de este patronato.
384 Alejandro González-Varas Ibáñez

do ser las desamortizaciones o los cambios de régimen político 74. Ello no


evita que podamos identificar una constante que está en el trasfondo de
su razón de ser, y ésa consiste en que se trata, en todos los casos, de insti-
tuciones de ámbito eclesiástico creadas por los reyes de Castilla –no hay,
como puede apreciarse, Reales Patronatos sobre fundaciones aragonesas
o navarras‒ para que las respectivas comunidades elevaran sus oraciones
por la Corona. Ejemplo de esta voluntad es este testimonio de Felipe II en el
documento de fundación del monasterio de San Lorenzo de El Escorial 75:

«… y para asimismo se ruegue e interceda a Dios por nos y por los reyes
nuestros antecesores y sucesores y por el bien de nuestras ánimas y la conser-
vación de nuestro estado real».

Éste es, pues, su fin principal porque así fue querido por sus fundado-
res, y así deberá continuar siendo en los tiempos futuros 76.
Por otra parte, tal como se ha adelantado, la normativa distingue entre
las funciones de Patronato y las de Protectorado. Las primeras son las
propias de gobierno y administración. Las ejercerá 77 el Consejo de Admi-
nistración del Patrimonio Nacional. Como ya se adelantó, el contenido de

74. En este sentido, puede tomarse como ejemplo la historia económica y jurídica del
Real Patronato de las Descalzas Reales que relata C. García López, Real Capilla y Monasterio
de las Descalzas Reales…, cit., 145-158, el modo en que fue afectado por las desamortizacio-
nes del siglo XIX y el trance de la devolución de los bienes, el paso por las dos Repúblicas,
régimen del General Franco, y actual situación en Patrimonio Nacional.
75. Á. Atienza, Tiempos de conventos, Marcial Pons-Universidad de La Rioja, Madrid
2008, 127, continuando la autora con la siguiente interpretación: «aquí se refleja la parte
personal, la que estuvo detrás impulsando la mayor parte de las empresas conventuales en
toda España durante la Edad Moderna, convirtiéndolas en obras al servicio de la salvación
de las almas de sus fundadores y en las que, igual que aquí, era muy habitual incorporar
también como beneficiarios de las oraciones y sufragios de los religiosos a los miembros de
la familia. Naturalmente en ese caso, las oraciones y ruegos debían también orientarse a la
conservación de “nuestro estado real”. El alma y el estado: sin duda los dos elementos de
más peso y valor para cualquier soberano del Antiguo Régimen».
76. Podríamos mencionar otros ejemplos. Así encontramos el fin fundacional del Con-
vento de Santa Clara de Tordesillas, tal como lo deseó la Infanta Doña Beatriz: «rogar a Dios
y a Santa María por la vida y por el estado de dicho Señor Rey Don Pedro, y por su salud,
y porque la de victoria contra sus enemigos, y otrosí al fin de salvación para su alma, y por
las almas del dicho Infante don Alfonso, mío hermano, y de la dicha Reina Doña María, mi
madre, y por mi vida y mi salud», según aparece en F. Diez Moreno, El régimen jurídico de
los Reales Patronatos…, cit., 43. Por motivos semejantes se fundó también el Real Monasterio
de la Encarnación, como puede comprobarse en M. T. González Alarcón, Los fundadores,
en Vv.Aa., Real Monasterio de La Encarnación de Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia,
Patrimonio Nacional, Fundación BBVA, Madrid 2005, 139.
77. Artículo 48 del RPN.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 385

estos derechos aparecerá determinado en las cláusulas fundacionales 78.


El motivo que aparece en el trasfondo de esta disposición ha de ser el
necesario respeto que, en toda fundación, debe existir hacia la voluntad
del fundador. Por ello el artículo 54 del RPN indica expresamente que «en
el ejercicio de los derechos de administración de los Reales Patronatos,
el Consejo de Administración del Patrimonio Nacional deberá cumplir
la voluntad del fundador, mantener en buen Estado de conservación y
producción los bienes y valores de la fundación, y procurar la suficiencia
de medios económicos derivados de las rentas de sus bienes para atender
a los fines fundacionales». Este respeto a la voluntad de los fundadores
vinculará también, como se examinará a continuación, al protectorado.
En cuanto al protectorado que ejerce el Rey, en el ejercicio de sus fa-
cultades, «se velará especialmente por el cumplimiento de la voluntad de
los fundadores y de los causantes de legados o donaciones hechas al Es-
tado, a través del Rey, con destino a cualquiera de los Reales Patronatos».
Es curioso observar 79 que las funciones del protectorado no le aparecen
atribuidas al Rey en el artículo 62 de la Constitución –como sucede con
el alto patronazgo de las Reales Academias‒, sino por medio de una ley
ordinaria como es la reguladora del Patrimonio Nacional. El motivo que
puede originar esta diferencia de trato jurídico puede estribar en que las
funciones que desarrolla en los Reales Patronatos las recibe como herede-
ro de la voluntad de aquellos antecesores que los fundaron y que él debe
perpetuar, en lugar del ejercicio de funciones públicas o constitucionales.
Esto no evita que 80, en atención al artículo 64 de la Constitución, las de-
cisiones que adopte el Rey en el ejercicio del protectorado deberán estar
refrendadas, como cualquier otra facultad o acto que realice.
Quedan algunos aspectos genéricos por examinar. Por una parte, cada
uno de los Reales Patronatos elaborará anualmente una memoria de las
actividades desarrolladas, que deberá contener la información suficiente
sobre el grado de cumplimiento del objeto fundacional y que será eleva-
da al Consejo de Administración del Patrimonio Nacional. A su vez, el
Consejo de Administración elaborará anualmente una memoria conjunta
sobre la situación de los Reales Patronatos, que será elevada al protectora-

78. Artículo 49 RPN.
79. Así lo hace F. Diez Moreno, de quien tomo la idea que explica en Idem, El régimen
jurídico de los Reales Patronatos…, cit., 41.
80. F. Diez Moreno, El régimen jurídico de los Reales Patronatos…, cit., 39 y 41.
386 Alejandro González-Varas Ibáñez

do de los mismos 81. Se trata de unos informes que tienen efectos internos,


no susceptibles de publicación oficial, y que en último término tienen la
función de informar a S.M. el Rey, como patrono, del estado de estas fun-
daciones que están bajo su protección.
Otra cuestión de interés es la relativa a la modificación, fusión o extin-
ción de los Reales Patronatos. Estos actos jurídicos los podrá realizar 82 el
Protectorado a propuesta del Consejo de Administración del Patrimonio
Nacional cuando así lo exija el mejor cumplimiento de los fines fundacio-
nales, o cuando concurran los supuestos contemplados en el artículo 39
del Código civil 83. Habida cuenta del origen histórico de estas institucio-
nes y del siempre debido respeto a la voluntad de su fundador en su uso
y destino, creo que deberán realizarse las menores alteraciones posibles
en su funcionamiento. De hecho, desde que está en vigor la normativa vi-
gente, tan sólo se ha hecho uso de estas previsiones legales en una ocasión,
que ha correspondido con las modificaciones efectuadas en el Copatrona-
to del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, y con independencia de lo
que pueda suceder en el futuro con el Valle de los Caídos, aspectos a los
que nos referiremos en el lugar correspondiente.
Esta situación da lugar a entender que algunas otras normas que rigen
los bienes de Patrimonio Nacional se pueden aplicar, pero siempre que sean
compatibles con el régimen específico de los Reales Patronatos que apa-
rece especificado en sus cláusulas fundacionales. De este modo, los usos
culturales, científicos y docentes a que hacía referencia el artículo 3.1 LPN,
también serán posibles en los locales pertenecientes a los regios patronatos
si no impiden la consecución de los fines para los que fueron establecidos
y es compatible con sus estatutos. Es decir, del mismo modo que el desti-
no principal de los bienes de Patrimonio Nacional es el uso y servicio al
Rey y la Familia Real y a ellos quedan subordinados los demás usos, en
el caso de los Reales Patronatos las posibles utilizaciones también estarán

81. Artículo 55 RPN.
82. Artículo 57 del RPN.
83. Según este artículo, «si por haber expirado el plazo durante el cual funcionaban
legalmente, o por haber realizado el fin para el cual se constituyeron, o por ser ya imposible
aplicar a éste la actividad y los medios de que disponían, dejasen de funcionar las corpo-
raciones, asociaciones y fundaciones, se dará a sus bienes la aplicación que las leyes, o los
estatutos, o las cláusulas fundacionales, les hubiesen en esta previsión asignado. Si nada se
hubiere establecido previamente, se aplicarán esos bienes a la realización de fines análogos,
en interés de la región, provincia o Municipio que principalmente debieran recoger los be-
neficios de las instituciones extinguidas».
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 387

subordinadas a lo que las cláusulas fundacionales definan como usos prin-


cipales. Así lo hemos podido comprobar en los aspectos referentes al régi-
men de visitas, que los bienes de los Reales Patronatos comparten con los
integrados en el Patrimonio Nacional, donde la visita está condicionada a
su conservación, indemnidad, y respeto a los fines a que están afectados.

3.3.2.  Casos concretos


a) La modificación de los estatutos del Copatronato de Doncellas Nobles
de Toledo
Se efectuará una breve referencia al Copatronato de Doncellas Nobles
de Toledo. Fue fundado en 1551 por el Cardenal Silíceo, arzobispo de To-
ledo, con la ayuda de Diego Hurtado de Mendoza, conde de Mélito, en as-
pectos relativos a la adquisición de los edificios. El objeto de la fundación
fue recoger niñas para educarlas como futuras madres de familia, y bajo
la advocación de Nuestra Señora de los Remedios 84. Se trataba formar
damas cristianas y darles, en su origen, una dote adecuada para un futuro
matrimonio 85. La escritura de fundación redactada por el Cardenal fue,
en su origen, muy minuciosa. En 1557 dicta unas exhaustivas constitucio-
nes para el gobierno del Colegio con cuarenta y nueve puntos. Extiende,
además, el patronazgo a los reyes españoles, con lo que involucra a la
Monarquía, creando un Patronazgo compartido 86.
En 1988 se produjo su transformación en colegio femenino donde se
podrá residir. La modificación de los estatutos la firmaron el cardenal
arzobispo de Toledo Marcelo González Martín y el entonces presidente
del Patrimonio Nacional Manuel Gómez de Pablos tras la aprobación del
propio arzobispo y del Rey, como copatrono de la institución 87. Con esta

84. M. González Cristóbal, Colegio de Nuestra Señora de los Remedios. Copatronato del Co-
legio de Doncellas Nobles de Toledo. Patrimonio Nacional, Madrid 2004, 11. Con más extensión
torno a la vida del Cardenal Silíceo y la fundación del Colegio, vid. ibid, 9-16.
85. Recoge algunos de los puntos de la Real Cédula de confirmación y ampliación de
las Constituciones y Nuevas Ordenanzas del Colegio de Doncellas nobles de 1566 L. Santa-
laya Heredero, El Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Algunos puntos de sus Constituciones,
Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, 7 (1994) 355-364. Asimismo, E. Pedraza Ruiz, El Colegio
de Doncellas Nobles: una institución en inminente peligro, Toletum, 19 (1986) 9-44.
86. M. González Cristóbal, Colegio de Nuestra Señora de los Remedios…, cit., 11.
87. Puede ampliarse la información sobre este tema en http://www.abc.es/hemeroteca/
historico-13-10-2001/abc/Toledo/la-conversion-en-residencia-del-colegio-de-doncellas-nobles-de-
toledo-respeto-la-voluntad-de-su-fundador_52934.html
388 Alejandro González-Varas Ibáñez

modificación se ha pretendido adaptar este colegio a los tiempos recien-


tes, pero manteniendo el espíritu de su fundador, lo cual es norma debida
en toda fundación. De este modo, el colegio seguirá siendo femenino, y
las colegiales continuarán recibiendo formación cristiana. Se acordó asi-
mismo que desaparecerían las referencias al linaje, limpieza de sangre,
raza, dote, así como la procedencia de la circunscripción territorial del
arzobispado de Toledo.
Aparte de estas cuestiones, interesa indicar que este conjunto monu-
mental ha sido declarado bien de interés cultural, con la categoría de mo-
numento, en 1999 88.

b)  El Valle de los Caídos y la “Ley de Memoria Histórica”.


El Valle de los Caídos, como es de sobra conocido, tiene su origen en la
guerra civil de 1936-1939. Justo un año después de que la contienda bélica
viera su fin, el Jefe del Estado dictó un decreto 89 en que dispuso la creación
de una basílica y un monasterio en la finca de Cuelgamuros, en el munici-
pio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Fue en 1957, avanzadas ya las
obras, cuando se decidió ofrecer una configuración jurídica determinada
para los espacios construidos y para asegurar su función y destino. A ello se
procedió por medio del Decreto-Ley que Francisco Franco aprobó en San
Sebastián el 23 de agosto de ese año 90, «por el que se establece la Fundación
de la Santa Cruz del Valle de los Caídos». Quizá este sea el documento
que mejor puede ilustrar sobre el régimen jurídico de este lugar y los fines
que con él se perseguían. El resumen lo ofrece con claridad el preámbulo:

«[…] Próximas a su terminación las obras de construcción del Monumen-


to, y fieles al espíritu fundador de los mejores tiempos españoles, es llegado
el momento de crear una Fundación que, colocada bajo el Alto Patronato del
Jefe del Estado, ejerza la titularidad del Monumento, con todos sus bienes y
pertenencias, asegure su conservación, vele por el cumplimiento de los fines

88. Real Decreto 913/1999, de 21 de mayo, por el que se declara bien de interés cultural,
con la categoría de monumento, el Colegio de Doncellas Nobles en Toledo, en BOE n. 132,
de 3 de junio de 1999.
89. Decreto de 1 de abril de 1940, disponiendo se alcen Basílica, Monasterio y Cuartel
de Juventudes, en la finca situada en las vertientes de la Sierra de Guadarrama (El Escorial),
conocida por Cuelgamuros, para perpetuar la memoria de los caídos en nuestra gloriosa
Cruzada, en BOE de 2 de abril.
90. BOE n. 226, de 5 de septiembre de 1957. Tras su aprobación, se dio cuenta a las
Cortes de este Decreto-Ley.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 389

religiosos y sociales a que está destinado, y celebre el oportuno convenio con


la Abadía Benedictina de Silos, según las Normas del Derecho Canónico y con
arreglo a las bases establecidas por el presente Decreto‐Ley […]».

El articulado concreta estas previsiones iniciales. Centrándonos única-


mente en cuanto puede resultarnos de utilidad a efectos de este estudio,
puede decirse que los fines concretos 91 de la Fundación consisten en «ro-
gar a Dios por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional, impetrar
las bendiciones del Altísimo para España, y laborar por el conocimiento e
implantación de la paz entre los hombres, sobre la base de la justicia social
cristiana».
Para conseguir esos fines se dota a la Fundación de una serie de bienes,
y se incorpora a ella una Abadía Benedictina encargada de realizar no sólo
funciones religiosas, sino otras de carácter cultural e incluso social que
más adelante se mencionarán.
En cuanto a los bienes que se afectan a la Fundación, se encuentran el
territorio que abarca el Valle de Cuelgamuros con todos sus edificios (in-
cluidos los mobiliarios y ajuares), terrenos y derechos accesorios 92. Estos
bienes reciben la calificación expresa de bienes de dominio público. So-
bre la concordancia de esta calificación con la naturaleza que actualmente
adquieren los bienes de Patrimonio Nacional tras la promulgación de la
LPN no vamos a profundizar. Baste únicamente tener en cuenta que, se
merezcan la calificación de bienes patrimoniales o de dominio público,
lo cierto es que tanto el Decreto Ley de 1957 como la LPN coinciden en
garantizar su carácter inalienable, imprescriptible, inembargable, y su no
sujeción a tributación 93.
Además de estos bienes, dentro de la Fundación también se integra la
Abadía benedictina. Su establecimiento final –también en el Valle de Cuel-

91. Artículo 1 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957.


92. Artículo 3 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957.
93. Artículo 3 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957. El Decreto-Ley preveía que su
masa patrimonial se pueda incrementar con donativos, y con los beneficios de la Lotería
Nacional que se celebrara cada cinco de mayo con este fin. El motivo del establecimiento de
estas fuentes de ingresos –quizá la segunda de ellas pueda resultar llamativa–. Su origen
radica en que estaba previsto que el Valle de los Caídos se construyera con los fondos de
la denominada «suscripción nacional», es decir, el dinero donado durante la guerra volun-
tariamente a favor del bando nacional con el fin de que el Estado no tuviera que asumir
ningún gasto. Estas cantidades no fueron suficientes y, en aras de seguir evitando los gastos
para el Estado, se estableció la posibilidad de realizar donaciones y de realizar estos sorteos
de lotería. Información obtenida en http://www.valledeloscaidos.es/monumento/historia.
390 Alejandro González-Varas Ibáñez

gamuros‒ fue fruto del acuerdo alcanzado entre la Fundación y la Abadía


de Silos, y según el cumplimiento de las normas de Derecho canónico que
hubieran de observarse para ello 94. De este modo, en 1958 el Valle de los
Caídos recibió a los primeros miembros de su comunidad provenientes
de Silos que tuvieron como primer abad a Fray Justo Pérez de Urbel.
Esta instalación había de tener el carácter de Abadía independiente y
de contar al menos veinte monjes profesos, y el correspondiente novicia-
do. A ello se añadía 95, además del deber de mantener el culto, la dirección
de la escolanía, la atención de la hospedería, la celebración de ejercicios
espirituales, y la importante dirección del Centro de Estudios Sociales,
con las tareas que de aquí se derivan como son el mantenimiento de la
biblioteca y realizar estudios de pensamiento cristiano, especialmente so-
bre la doctrina social de la Iglesia. Mientras la Abadía satisfaga estos fines
fundacionales podrá permanecer dentro de la Fundación. En caso de in-
cumplimiento, el Patronato se reserva la facultad de dar cuenta a la Santa
Sede y, en su caso, solicitar la sustitución de la Abadía Benedictina por otra
Orden o Instituto de la Iglesia 96.
Desde luego que los amplios frutos que ha ofrecido la Abadía, no sola-
mente en el desarrollo de las funciones litúrgicas, sino en el ámbito cultu-
ral y social al servicio de la sociedad en general justifican la permanencia
en el patronato. No es este el momento de enumerar todas las actividades
realizadas por ella 97, pero sí es justo recordar, por citar algunos datos,
la formación que reciben los escolanos de la escolanía de la abadía y los
numerosos conciertos interpretados en sus más de cincuenta años de exis-
tencia, tanto en España como en el extranjero 98. Conjuntos como Schola
Antiqua se componen de personas que en su niñez se formaron en la Es-
colanía. Puede añadirse la actividad del Centro de Estudios Sociales entre
1958 y 1982, con la publicación periódica de la Revista de Estudios Socia-
les 99, y la formación de una biblioteca con más de treinta mil volúmenes.

94. Artículo 5 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957. La Orden PRE/1396/2011 afirma


que el convenio se suscribió el 29 de mayo de 1958, previo decreto de establecimiento de la
Abadía por Pío XII, el 27 de mayo de 1958, a petición del Estado. Poco después la iglesia fue
erigida en Basílica Menor por Juan XXIII el 7 de abril de 1960.
95. Artículo 5 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957.
96. Artículo 6 del Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957.
97. Con independencia de las referencias que se hagan en las notas a pie de página, es
recomendable consultar la web de la Abadía http://www.valledeloscaidos.es/
98. Cfr. sobre ello S. Ruiz Torres, La Escolanía de la Santa Cruz, Música y Educación.
Revista trimestral de pedagogía musical, 63 (2005) 17-40.
99. ISSN 0303-9889.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 391

Salvada esta cuestión, queda por examinar un aspecto de relieve como


es la justificación de que el Valle de los Caídos forme parte actualmente
del Patrimonio Nacional. El motivo es que el Decreto-Ley que establece
la Fundación la integra directamente en el Patrimonio Nacional (tal como
estaba regulado en la Ley de 1940), y la normativa ahora vigente que lo
regula así lo ha recibido. El texto fundacional de 1957 lo incorpora bajo la
figura de un patronato, correspondiendo estas funciones y su represen-
tación al Jefe del Estado. Es, por tanto, una figura semejante a los Reales
Patronatos, es decir, unos bienes pertenecientes a una Fundación, presi-
dida por la más Alta Autoridad del Estado, a la que se asignan unos fines
determinados por medio de unas cláusulas que, en este caso, aparecen en
el mencionado Decreto-Ley.
Con la creación de este Patronato sobre el Valle de los Caídos se recu-
pera la tradición histórica de que el Rey o, en este caso, el Jefe del Estado,
erija y ponga bajo su protección un templo y un monasterio con el fin de
que sus moradores eleven sus oraciones a Dios por la Corona o el Estado,
entre otros fines. Es una muestra más del entronque que Francisco Franco
quería hacer, tal como se explicaba en los términos acostumbrados en esos
momentos, de la «nueva España» surgida tras la guerra con la España
histórica que había dejado sus «mejores huellas en la Historia». En este
mismo estudio hemos podido ver expresiones de este tipo en el momento
de aceptar la titularidad de monumentos que han sido hitos en nuestra
Historia como Yuste, o en la creación simbólica de otros nuevos como el
Valle de los Caídos a través de unas normas cuyo texto muestra claramen-
te esa intención.
La recepción de esta Fundación y su Patronato en el Patrimonio Nacio-
nal tal como está regulado en la actualidad la realiza la disposición final
tercera de la vigente LPN. Allí se dice expresamente que «las funciones
atribuidas al Jefe del Estado por Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957 en el
Patronato de la Fundación que constituye, se entenderán referidas al Con-
sejo de Administración del Patrimonio Nacional» 100. Se trata de una recep-
ción acompañada de la necesaria adaptación al nuevo régimen jurídico de
este Patrimonio. No obstante ello se prevé también que el Gobierno dicte
un nuevo real decreto que regule las materias objeto del Decreto-Ley de
1957. Para ello previamente el Gobierno habrá de nombrar una comisión

100. En el mismo sentido también el artículo 58 del RPN.


392 Alejandro González-Varas Ibáñez

que deberá elevarle una propuesta sobre el régimen jurídico de los bienes
integrados en el patrimonio de la Fundación y sobre las situaciones jurí-
dicas derivadas del mencionado Decreto-Ley 101.
El nuevo real decreto aún no se ha dictado. No obstante, sí ha sido
nombrada una comisión por Orden del Ministerio de la Presidencia de 27
de mayo de 2011 102. Sin embargo, este hecho no parece obedecer tanto a
la necesidad de ofrecer una respuesta al estatuto jurídico del Valle de los
Caídos tal como viene indicado en la LPN desde 1982, como a la inter-
posición entre esta ley y el posible nuevo real decreto de la Ley 52/2007,
popularmente conocida como «Ley de la Memoria histórica» 103. De hecho,
la Orden por la que se crea la Comisión se centra en las orientaciones que
ofrece esta última ley mencionada, haciendo solamente una referencia re-
sidual a la LPN y su previsión de dictar un nuevo reglamento 104. En efecto,
el trabajo de la «Comisión sobre el futuro del Valle de los Caídos», creada
por la voluntad del Gobierno 105 para estudiar esta cuestión, ya no quedará
circunscrito a los aspectos técnicos que indicaba la LPN para facilitar su
integración en Patrimonio Nacional, sino que quedará mediatizado por
lo establecido en la Ley 52/2007 que, más allá de resolver ese tipo de as-
pectos, pretende revisar la Historia de España y colmar una serie de ex-
pectativas que trascienden lo jurídico 106. Analicemos pues, cuáles son los

101. Disposición final tercera LPN.


102. Orden PRE/1396/2011, de 27 de mayo, por la que se publica el Acuerdo de Consejo
de Ministros por el que se crea la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caí-
dos, en BOE n. 127, de 28 de mayo de 2011. En relación con el contenido de este informe,
véase con más extensión A. González-Varas Ibáñez, El Valle de los Caídos y su régimen jurídi-
co: propuestas para una situación estable, Revista General de Derecho Canónico y Eclesiástico
del Estado, n. 28 (enero 2012) 13 y ss.
103. Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se
establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la gue-
rra civil y la dictadura, en BOE n. 310, de 27 de diciembre.
104. La única referencia que realiza la Orden PRE/1396/2011, de 27 de mayo a la LPN
se expresa en estos términos: «este elenco de cuestiones [derivadas de la Ley 52/2007] debe
contemplar asimismo la necesidad de actualizar y definir tanto el régimen jurídico de la
Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos como el estatuto de la Abadía Benedicti-
na. Es un propósito ya planteado por la Ley 23/1982 que autorizó al Gobierno a regular, me-
diante Real Decreto, la adecuación al régimen jurídico de la Fundación, sin que finalmente
llegara a producirse, a pesar de que con tal objeto se dispusiera la creación de una Comisión
por Real Decreto 663/1984, de 25 de enero». El último decreto mencionado se encuentra en
el BOE n. 81, de 4 de abril de 1984, y traía causa únicamente en la LPN.
105. Así lo indica la Orden PRE/1396/2011, de 27 de mayo.
106. Esta ley «sienta las bases para que los poderes públicos lleven a cabo políticas pú-
blicas dirigidas al conocimiento de nuestra historia y al fomento de la memoria democrá-
tica», según explica su exposición de motivos. Su objeto, según el artículo 1.1, consiste en
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 393

principales contenidos de la Ley de Memoria Histórica en relación con el


Valle de los Caídos.
Se refiere expresamente a este bien del Patrimonio Nacional en su ar-
tículo 16. Allí indica expresamente que «el Valle de los Caídos se regirá
estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares
de culto y a los cementerios públicos». Añade que «en ningún lugar del
recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores
de la Guerra Civil, sus protagonistas, o del franquismo» 107.
A partir de aquí, la Orden del Ministerio de Presidencia, partiendo del
contenido de la Ley 52/2007 108, pretende abrir la oportunidad de que el
monumento, «como lugar de memoria, pueda ser contemplado por sus
visitantes y por la conciencia colectiva del país con un nuevo significado
más inclusivo, desde el espíritu de la reconciliación y el respeto al pluralis-
mo reconocido en el pacto constitucional». Deberá partirse de la dignifica-

«reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia, por


razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil o la Dictadu-
ra, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y
adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los
ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas ge-
neraciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales».
107. En relación con esta última cuestión, cabe indicar que a algunas personas se les ha
impedido acceder al recinto del Valle de los Caídos para asistir a la misa anual en sufragio
de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, sepultados en el Valle de los Caídos,
por asistir con determinada indumentaria. Según los pronunciamientos, dichas vestimen-
tas permitían inferir que existía una intencionalidad en sus conductas que trascendía la
meramente religiosa, máxime cuando los hechos se producían en fechas cercanas al 20 de
noviembre, aniversario de la muerte natural y fusilamiento de las dos personas menciona-
das. Por ello había motivo bastante para entender que, además de los motivos religiosos que
pudieran guardar, también podía sospecharse fundadamente que pretendían «exteriorizar
su adhesión y exaltación de uno de los protagonistas a los que alude» el artículo 16 de
la «Ley de Memoria Histórica», como indica la STSJ de Madrid, Sala de lo contencioso-
administrativo, n. 946/2010, de 27 de octubre. A otras personas y a sus esposas tampoco
les permitieron la entrada «por ser portadores de pequeños ramos de flores, conformados
por claveles rojos y amarillos que se encontraban entrelazados por una pequeña cinta con
los colores de la bandera española», lo que en este caso la Guardia Civil también entendió
que era un caso de exaltación contrario al artículo 16 de la Ley que nos ocupa. También
ahora otro órgano jurisdiccional –en este caso la Audiencia Provincial de Madrid, en auto n.
1910/2011, de 3 de mayo– ha considerado que tales precauciones adoptadas por la Guardia
Civil no supusieron ninguna vulneración de los derechos fundamentales de los denuncian-
tes –en concreto, de su libertad religiosa e ideológica–.
108. Disposición adicional sexta: «la fundación gestora del Valle de los Caídos incluirá
entre sus objetivos honrar y rehabilitar la memoria de todas las personas fallecidas a conse-
cuencia de la Guerra Civil de 1936-1939 y de la represión política que la siguió con el objeto
de profundizar en el conocimiento de este período histórico y de los valores constitucio-
nales. Asimismo, fomentará las aspiraciones de reconciliación y convivencia que hay en
nuestra sociedad. Todo ello con plena sujeción a los dispuesto en el artículo 16».
394 Alejandro González-Varas Ibáñez

ción de la memoria cívica de las víctimas de la Guerra civil y su represión


posterior. A ello se añade que se realizarán obras escultóricas y arquitectó-
nicas 109 de honra funeraria y de creación de un «espacio cívico compartido
por la sociedad española, un lugar de afirmación de la convivencia, la de-
mocracia y los derechos humanos, a la vez que de rechazo de la violencia,
la guerra y las dictaduras». A ello debería unirse el desmonte de símbolos
relacionados con la guerra civil o el régimen de Franco, aspectos sobre los
que se centra la Ley 52/2007 en su artículo 15 110. Es evidente que el Valle
de los Caídos, fruto de la época en que se realizó contiene símbolos de este
tipo, pero también es cierto que sin ellos perdería parte de su significado
y personalidad propia. Quizá sea así, en su versión originaria, como los
tiempos futuros, con una perspectiva más lejana de los hechos de que trae
causa la construcción, deseen contemplar este monumento-documento
del pasado 111. Sería oportuno, pues, que no sólo se tuviera la Historia para
enjuiciar el pasado, sino para considerar la responsabilidad de cuanto se
lleva a cabo en el presente en relación con el tiempo futuro.
Prueba de que reinterpretar el significado de este conjunto monumental
no es pacífico es que el preámbulo de la Ley 52/2007 reconoce en su exposi-
ción de motivos que las heridas abiertas entre los españoles por esos episo-
dios históricos no están aún cerradas. A su vez, la Orden indica que el Valle
de los Caídos es «todavía un lugar controvertido en la conciencia colectiva
de los españoles» con lo que a su vez reconoce que adoptar una postura
ante él no es fácil. Por ello no parece prudente que la norma emita califi-
cativos sobre este monumento, como sucede cuando lo designa «memoria
de parte», o que es un «lugar de memoria duro y doloroso, que recuerda

109. En relación con la repercusión que puede tener la Ley de Memoria Histórica sobre
el patrimonio arquitectónico –no sólo en el Valle de los Caídos, sino en términos generales–
cfr. A. Muñoz Cosme, Arquitectura y Memoria. El Patrimonio Arquitectónico y la Ley de Memoria
Histórica, Patrimonio Cultural de España, 1 (2009) 83-102.
110. A los efectos de retirar símbolos de la época de Franco de los bienes de la Adminis-
tración General del Estado, el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio de Cultura,
adoptó un acuerdo en su reunión de 31 de octubre de 2008, que puede consultarse en la
Orden CUL/3190/2008, de 6 de noviembre de 2008, BOE de 7 de noviembre. Sobre esta
cuestión, cfr. L. Lafuente Batanero – I. Ortega Fernández, El régimen jurídico de la Memoria
Histórica, Patrimonio Cultural de España, 1 (2009) 123-138. J. A. Martín Pallín, Eliminación
de los símbolos y monumentos de la Dictadura, en el mismo volumen citado, 61-82, con un sen-
tido claramente crítico hacia la presencia de estos símbolos.
111. En relación con la «condición dual» de las obras de arte como documentos y su
correspondiente valor histórico, y como unidades de imagen y su valor artístico, cfr. I. Gon-
zález-Varas Ibáñez, Conservación de bienes culturales, Cátedra, Madrid 52006, 49-53.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 395

un pasado al que la España democrática de hoy no desea volver». Realizar


estos juicios de valor, o juicios sobre la Historia de España, no parece que
sea el cometido que corresponde a una norma jurídica, con independencia
de que el Derecho está destinado a regular conductas sociales futuras en
lugar de enjuiciar las pasadas. Teniendo en cuenta la materia sensible que
tratamos, la aún escasa perspectiva histórica que nos permita analizar con
mayor sosiego esos hechos, y que incluso todavía hoy hay personas que
vivieron directamente –de un modo u otro‒ ese pasado histórico reciente,
parece más oportuno apelar a la prudencia y no ofrecer soluciones preci-
pitadas ante una situación que, en los últimos años, no se había mostrado
conflictiva. Quizá esta actitud favorezca en un grado mayor la conciliación
de posturas y, en consecuencia, sería más oportuno que el real decreto que
haya de ocuparse del régimen jurídico del Valle de los Caídos se centre
en aspectos técnicos y estrictamente jurídicos –sin mezcla de valoraciones
políticas o históricas‒, en desarrollo a la LPN.
Por otra parte, si realizamos una mirada detenida sobre los propósitos
que abrigan la Ley de Memoria Histórica y la Orden que crea la Comisión
de estudio de su futuro, observaremos que poco añaden a los propósitos
con que fue inicialmente concebido el Valle de los Caídos. Las distintas
referencias a la concordia, la paz, los derechos humanos, o la honra y
memoria de los difuntos, aparecían en el Decreto-Ley de 1957, como ya
hemos analizado en el momento de explicar los fines de la creación de
la Fundación del Valle de los Caídos. Baste recordar que el preámbulo
indica expresamente que los factores de los que trae causa exigen «que el
Monumento Nacional a los Caídos no sea una simple construcción mate-
rial, sino también un lugar de oración y de estudio donde, a la vez que se
ofrecen sufragios por las almas de los que dieron sus vidas por su Fe y por
su Patria, se estudie y se difunda la doctrina social católica, inspiradora
de las realizaciones sociales del régimen». Añade que el deber de honrar
a los difuntos debe ir acompañado del sentimiento de perdón, y que este
monumento pretende ser el símbolo de una política guiada por el más
elevado sentido de unidad y hermandad entre los españoles. Eso ha de
ser el «Monumento a todos los Caídos, sobre cuyo sacrificio triunfan los
brazos pacificadores de la Cruz» 112. No aparecen, pues, elementos reivin-

112. En relación con el carácter simbólico de la cruz, véanse los criterios aducidos para
la selección de los proyectos de construcción, en Concurso de anteproyectos para una gran
Cruz Monumental, convocado por el Patronato del Monumento Nacional a los Caídos, RNA, 18-19
396 Alejandro González-Varas Ibáñez

dicativos o de exaltación de una victoria o de un bando, sino de rezar por


muertos de los dos bandos 113 y por España.
De este modo, el destino que pretende dar la nueva legislación puede
entenderse, en su esencia, ya cumplidos desde el mismo momento de la
Fundación del Valle de los Caídos. Es cierto, como no puede ser de otro
modo, que la terminología utilizada y algunos principios inspiradores son
diferentes. De este modo, términos como «represión» o «dictadura» sólo
aparecen en la legislación del siglo XXI. Asimismo, la normativa funda-
dora prescribe que los estudios y otras actividades que allí se realicen
deberán estar inspirados en el humanismo cristiano, lo cual es cierto que
refleja el carácter confesional del Estado del momento. De todos modos,
podemos preguntarnos si el hecho de que el Estado tenga un Patronato
sobre una Fundación que persigue fines de este tipo es contrario al nuevo
régimen de laicidad instaurado por la Constitución de 1978 en su artículo
16, a lo que nos referimos en el § 2 de este estudio 114. Y, además, ¿sería
posible que el Estado prohibiera a una comunidad religiosa católica –en
este caso benedictinos‒ realizar estudios y actividades desde este punto
de vista? Podría considerarse una intromisión en materia religiosa sobre
la que no es competente el Estado, además de encontrarnos ante una po-

(junio-julio 1943) 244-275. El sentido histórico y trascendente estuvo presente en el momen-


to de la selección. En concreto, a la hora de comentar el primer y segundo premio, afirma
el jurado que «existe dos [proyectos] destacados sobre los demás por su mayor suma de
aciertos y la fuerza expresiva con que exponen su fundamento cristiano, claramente, sin ne-
cesidad de minuciosas explicaciones […] El seleccionado en primer lugar [correspondiente
a Enrique Huidobro Pardo, Luis Moya Blanco y Manuel Thomas] presentaba una cruz con
más finura, españolismo y emoción», en 244, añadiendo en ibid., 251 que «sigue el estilo
tradicional español, heredado de nuestros antepasados, lo mismo que las esculturas que lo
acompañan», ubicando en el vástago de la Cruz el Ángel tutelar de España.
113. Según reconoce la propia la Orden PRE/1396/2011, «en el Valle de los Caídos yacen
los restos registrados de 33.833 personas, víctimas de uno y otro lado de la contienda, que des-
de 1959 hasta 1983 fueron llevados en 491 traslados desde fosas y cementerios de todas las
provincias de España salvo Orense, La Coruña, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, para
ser depositadas en columbarios individuales y colectivos, sitos en las ocho cavidades adya-
centes al crucero y a las capillas de la Basílica de la Santa Cruz […]», cursiva propia. La Or-
den precisa que «los tres libros de registro donde constan los traslados, así como las fichas
individuales, han sido digitalizados en virtud del Convenio entre Patrimonio Nacional y el
Ministerio de Justicia, de 6 de octubre de 2009, habiéndose elaborado el Censo de víctimas
inhumadas en el Valle de los Caídos. Su información es accesible a través del Portal de la
Memoria Histórica desde el 5 de mayo de 2011». En cuanto el sentido de este monumento
según sus arquitectos, cfr. P. Muguruza Otaño – F. J. Oyarzábal – A. Muñoz Salvador,
Monumento nacional a los Caídos, RNA, 10-11 (1942) 55-63, donde se contienen imágenes del
proyecto constructivo y breves explicaciones sobre la obra y su significado.
114. Véase nuevamente la nota a pie de página n. 8.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 397

sible quiebra de la autonomía de las confesiones consagrada en el artículo


6.1 de la LOLR.
Por otra parte, el hecho de que el Estado ostente un Patronato sobre un
templo religioso y una abadía benedictina que tiene como fines rezar por
las intenciones del fundador o realizar otras actividades según el espíritu
propio de la comunidad religiosa no es una situación nueva en nuestro or-
denamiento jurídico ni atenta a la neutralidad de los poderes públicos 115.
Antes bien, comparte los fines y el régimen jurídico de los Patronatos
históricos que también están actualmente incorporados en el Patrimonio
Nacional, por lo que el Valle de los Caídos no debería examinarse con una
óptica distinta que aquéllos. Por tanto, este Patronato puede contemplar-
se, desde este punto de vista, como el último creado por un Rey o Jefe de
Estado para perseguir unos fines que muestran continuidad histórica y se
inserta pacíficamente, sin necesidad de forzar normas ni situaciones, en
nuestra tradición histórica y jurídica.
En conclusión, el escaso recorrido histórico desde la fundación del Valle
de los Caídos y, por el contrario, la presencia aún cercana de acontecimien-
tos sensibles de nuestra Historia, tal vez recomienden ser prudentes en la
configuración jurídica del Valle de los Caídos y su Fundación. Por eso mis-
mo quizá la actitud más prudente sea simplemente dictar un decreto que
se limite a regular su estatuto jurídico dentro del Patrimonio Nacional tal
como aparece configurado en la LPN. Por lo demás, teniendo en cuenta
que el contenido de sus cláusulas fundacionales y las actividades que allí se
realizan continúan la tradición histórica de los demás Reales Patronatos, no
es fácil apreciar la concurrencia de motivos que le ofrezcan un tratamiento
jurídico de estos otros y, en definitiva, de cambiar los estatutos y las funcio-
nes propias que ahora tiene el Patronato del Valle de los Caídos, a lo cual
ayuda su entorno arquitectónico y artístico sin necesidad de ser modificado.
Ante esta situación, las posibilidades de actuación jurídica en el Valle
de los Caídos se desplegarían en estas cuatro 116. La más aconsejable podría
ser dejarlo tal como está, sin modificaciones, consolidando una situación
en principio transitoria pero que de hecho lleva funcionando treinta años
–desde la promulgación de la LPN‒ sin que haya presentado problemas.

115. Vid. apartado 2 de este estudio.


116. Sobre las posibles situaciones jurídicas en que puede encajar el Valle de los Caídos,
véase A. González-Varas Ibáñez, El Valle de los Caídos y su régimen jurídico…, cit., particu-
larmente 23-36.
398 Alejandro González-Varas Ibáñez

Si tenemos en cuenta que estamos ante una cuestión aún sensible –como
se ha podido explicar en las páginas precedentes‒, tal vez la actitud más
prudente sea la de no modificar nada. De otro modo, se abre la posibili-
dad de mantenerlo igualmente dentro de Patrimonio Nacional, para lo
cual se abren otras dos vías posibles. Una es su conversión formal en un
Real Patronato como los demás existentes, lo que no sería nada forzado
habida cuenta de que su funcionamiento y espíritu es realmente cercano.
La otra opción consiste en su incorporación al conjunto de bienes afecta-
dos al uso y servicio del Rey y de la Familia Real a que se refiere el artículo
4 LPN, si bien se muestra como una solución más compleja y menos acon-
sejable por motivos técnico-jurídicos. En último lugar, podría valorarse la
posibilidad de desvincular al Valle de los Caídos de Patrimonio Nacional
o de cualquier otro modo de titularidad pública, trasladando la propiedad
a la Orden de San Benito y rigiéndose en el mayor grado posible por el
Derecho canónico. Esta opción permitiría que no se ejecutaran algunas de
las propuestas presentadas por la Comisión de expertos que dificultarían
algunas de las actividades de la comunidad benedictina cuando no su
expulsión del Valle de los Caídos. Si la vinculación al Estado puede llegar
a reportar estos efectos, podemos plantearnos la conveniencia de seguir
vinculado a él. No obstante, esta opción es presenta dos dificultades en
su ejecución 117. Por una parte, se aleja del espíritu fundacional, ya que es
cierto que la voluntad original consistía en que estuviera incorporado al
Patrimonio Nacional pues esto lo asemejaba a otras fundaciones históricas
que ya hemos estudiado. En segundo lugar, se presenta el serio problema
del mantenimiento material del recinto, dado que esta tarea exige unas
cuantiosas sumas de dinero. Por elevado que sea el número de visitantes,
las ayudas públicas que podría haber en cada momento, o los convenios
con Administraciones públicas o con empresas privadas que pudieran fir-
marse, hacen que esta opción haya de valorarse con prudencia.

4. Patronatos públicos de régimen general sobre lugares de culto


4.1.  Planteamiento

Existen otros patronatos públicos sobre lugares de culto que dependen


de la Administración del Estado o, ahora también, autonómica, y han sido

117. A. González-Varas Ibáñez, El Valle de los Caídos y su régimen jurídico…, cit., 29-35.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 399

creados por las leyes correspondientes en diferentes momentos del siglo


XX. Su objetivo común ha sido conservar la integridad del monumento y
preservar su valor y significado histórico-artístico. A ello se ha unido en
algunos casos la restauración de la vida monacal a través de la cesión del
usufructo a las Órdenes religiosas correspondientes así como asegurar la
presencia de clérigos o religiosos en el patronato. Esta última política sólo
nos consta que se haya practicado a partir de los años cuarenta. Hemos
tenido ocasión de comprobarlo en el momento de estudiar el régimen jurí-
dico del conjunto monumental de Yuste. Recordamos que en 1958 se cedió
a la Orden de San Jerónimo el derecho de usufructo sobre el inmueble, y el
derecho de uso de la comunidad ha sido prorrogado en diferentes ocasio-
nes facilitando de este modo su presencia en la actualidad. Sin embargo,
como también tuvimos ocasión de adelantar en ese mismo lugar, ésta no
fue una práctica aislada, sino que el Estado, en una loable sensibilidad
hacia el destino religioso que siempre habían tenido algunos monasterios
de su propiedad en todo el territorio nacional, decidió recuperar ese em-
pleo originario y ceder su uso a las respectivas comunidades religiosas
desde el fin de la guerra civil. Entroncábamos de este modo con los orí-
genes propios de estos lugares y con la tradición histórica a pesar de que,
lamentablemente, algunas de esas comunidades han tenido que volver a
abandonar el lugar como consecuencia de la falta de vocaciones.
Junto a esta situación, podemos detectar incluso casos en que, más allá
de la restauración de la vida regular, se ha cedido la nuda propiedad a
una Orden. Asimismo, dentro de la variada tipología jurídica que ofrece
la relación entre el Estado y las Órdenes religiosas en estos aspectos, po-
demos localizar algún caso en que se ha cedido el usufructo del inmueble,
pero sin la correspondiente creación de un patronato. Vamos a ver cada
una de estas situaciones por separado y los patronatos que, en la mayoría
de los casos, se han creado. Se partirá del examen de algunos de los casos
más significativos que sirven de muestra de lo que estamos explicando,
sin ánimo de exponer todos y cada uno de los monasterios que han sido
objeto de estas regulaciones durante este tiempo.
Es preciso adelantar, no obstante, que el hecho de que se haya creado
un patronato que vele por los intereses del monasterio no nos ha de hacer
pensar que estamos ante un Real Patronato. En los casos que ahora nos
ocupan no ha habido una incorporación de los conjuntos a un Real Patro-
nato, ni se rigen en modo alguno por la LPN, sino que están al margen de
400 Alejandro González-Varas Ibáñez

ella. Se trata, más sencillamente, de Patronatos creados por el Estado, de-


pendientes de un Ministerio o en su caso, desde 1978, de una Comunidad
Autónoma, y que tienen algunas autoridades civiles dentro de sus órga-
nos de gobierno. A nuestro modo de ver, encajan dentro de la categoría
de los organismos autónomos, tal como aparecen regulados en el artículo
45 a 52 de la LOFAGE 118 o la norma autonómica correspondiente. Podrían
haberse adoptado otras soluciones, como la creación de fundaciones, pero
los casos examinados se corresponden con el tipo de organismo que se
ha indicado. En conclusión, su régimen jurídico entendemos que serán
las normas de Derecho administrativo comunes 119, y en modo alguno la
normativa especial sobre el Patrimonio Nacional.

4.2.  Patronatos sobre monasterios en los que no existía vida monacal:


de la simple preservación del valor histórico-artístico al restablecimiento
de la vida regular

Desde los años treinta del siglo XX los gobiernos españoles crearon va-
rios patronatos sobre monasterios en los que, en ese momento, no había
vida monacal como consecuencia de las desamortizaciones del siglo XIX y
la exclaustración resultante. Los que no lograron venderse continuaron en
manos del Estado y en los momentos que hemos indicado deciden crear
patronatos con el fin de garantizar la conservación del monumento, pre-

118. Ley 6/1997, de 14 de abril, de organización y funcionamiento de la Administración


general del Estado, en BOE n. 90, de 15 de abril. Según el artículo 45.1, se rigen por el De-
recho administrativo y se les encomienda, en régimen de descentralización funcional y en
ejecución de programas específicos de la actividad de un Ministerio, la realización de activi-
dades de fomento, prestacionales o de gestión de servicios públicos. Tal como indica el artí-
culo 42.2 de la misma Ley, los organismos autónomos han de depender de un Ministerio, al
que le corresponde la dirección estratégica, la evaluación y el control de los resultados de su
actividad, a través del órgano al que esté adscrito el organismo. Como organismos públicos
que son, la Ley que los cree (en tiempos anteriores a la LOFAGE podrá comprobarse que su
establecimiento podía realizarse mediante normas de otro rango normativo) habrá de indi-
car sus fines generales, así como el Ministerio u organismo de adscripción, y también una
propuesta de estatutos. A éstos se refiere el artículo 62, donde afirma que han de determi-
nar los máximos órganos de dirección del organismo, ya sean unipersonales o colegiados.
Podremos comprobar que los patronatos, con sus respectivas juntas, pueden considerarse
un mecanismo adecuado de dirección de estos organismos autónomos que por eso mismo
son también organismos públicos. También deberán especificar el patrimonio asignado así
como su régimen presupuestario y económico-financiero, lo que se comprobará que tam-
bién sucede con los organismos que nos ocupan. Según el artículo 62.3 de la LOFAGE, los
estatutos tendrán que aprobarse por real decreto del Consejo de Ministros.
119. Artículo 45.1 de la LOFAGE.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 401

servar el contenido científico-cultural que corresponde a su historia, y ve-


lar por el cumplimiento de la normativa vigente en cada momento sobre
patrimonio histórico-artístico. Algunos de ellos fueron erigidos durante la
época de Primo de Rivera, como es el caso del monasterio de Santa María de
Poblet (Tarragona) creado en 1930 120. La Segunda República continuó esta
idea, también con el fin de conservar el monumento y que sirviera como
representación del Ministerio de Instrucción pública en el lugar. Así suce-
dió, por ejemplo, con la creación del patronato del monasterio de Santas
Creus 121 (Tarragona) o el patronato del Monasterio Alto de San Juan de la
Peña (Huesca), que en realidad también incluye el monasterio bajo o viejo 122.
En ninguno de estos casos se aprecia la presencia de ninguna autoridad
religiosa en los patronatos. Esta es una diferencia respecto de los patrona-
tos creados tras el fin de la guerra civil que sí incorporan representación
de la Iglesia, haya o no vida monástica en el recinto, lo que no deja de ser
una muestra de respeto hacia el significado religioso que había tenido
–o seguía teniendo‒ el inmueble. Conviene precisar, además, que incluso
en ocasiones se modifica expresamente la composición de los patronatos
creados durante los regímenes anteriores para dar cabida a nuevos inte-
grantes, entre ellos representantes de la Iglesia, como sucedió en Poblet 123,
Santas Creus 124, o San Juan de la Peña 125.
Como ya hemos adelantado, con la llegada de Francisco Franco a la
Jefatura del Estado, se crean nuevos patronatos sobre monasterios ‒con
vida religiosa o sin ella‒ en los que es pauta habitual que formen parte clé-
rigos, especialmente cuando la antigua iglesia monacal es la actual iglesia
parroquial y, en otras ocasiones, el obispo de la diócesis en que se halla

120. Real Decreto 1523, de 14 de junio de 1930, en Gaceta de Madrid n. 166, de 15 de


junio.
121. Decreto de 17 de noviembre de 1931, en Gaceta de Madrid n. 322 de 18 de noviem-
bre.
122. Decreto de 22 de octubre de 1935, en Gaceta de Madrid n. 298, de 25 de octubre.
123. En el caso de Poblet, donde no sólo se modifica el patronato sino, como veremos en
la nota n. 128, se restaura la vida monástica.
124. Orden del Ministerio de Educación Nacional de 16 de enero de 1951, en BOE n. 71,
de 12 de marzo. Por Orden de 4 de junio de 1954, en BOE n. 193, de 12 de julio, se incorporan
al patronato el cura ecónomo de Santas Creus, y un representante de la Orden del Císter.
125. Véase el decreto de 9 de noviembre de 1944, por el que se modifica la composición
del patronato de San Juan de la Peña, en BOE n. 323 de 18 de noviembre, incorporando al
obispo de Jaca o un representante suyo. Este patronato se vuelve a ampliar en 1945 a través
de la Orden del Ministerio de Educación Nacional de 5 de octubre, en BOE n. 311, de 7 de
noviembre.
402 Alejandro González-Varas Ibáñez

el inmueble o un representante suyo. Se trata igualmente de patronatos


públicos dependientes normalmente del Ministerio de Educación o de
Cultura, según el momento. Encontramos varios ejemplos de este tipo de
patronatos. Mencionaremos, como ejemplos clarificadores, el constituido
en 1941 sobre el monasterio de San Cugat del Vallés (Barcelona) 126, o en
1951 sobre el monasterio de la Santa Espina (Castromonte, Valladolid) 127.
En otros lugares no sólo se erige esta figura jurídica sino que, además,
se restablece la vida monacal. Algunos de los ejemplos más significativos
–a alguno de los cuales ya hemos hecho referencia‒ son los siguientes:
‒ Monasterio de Santa María de Poblet (Tarragona) 128: cesión del dere-
cho de usufruto a la Sagrada Orden del Císter por un período de noventa
y nueve años, prorrogable por otro tanto tiempo si el Estado no pidiera la
reversión dentro del último año de ese plazo.
‒ Monasterio de El Paular (Madrid) 129: en atención a la solicitud del
abad de Montserrat, visitador de la provincia benedictina española, el Es-
tado cede el derecho de usufructo a favor de la provincia española de la
Sagrada Orden Benedictina por un período de treinta años. Se cede tam-
bién la hospedería del monasterio. Si el Estado no acordara la reversión
dentro del último año del plazo citado, se entenderá prorrogada la cesión,
y así sucesivamente.
‒ Monasterio de San Jerónimo (Granada) 130: cesión del derecho de usu-
fructo a favor de la Orden de San Jerónimo de la iglesia y el claustro del
antiguo convento, por un plazo de treinta años. Pocos años después 131, el

126. Orden del Ministerio de Educación Nacional de 5 de septiembre de 1941por la que


se constituye un patronato sobre el Real Monasterio de San Cugat del Vallés (Barcelona),
monumento histórico-artístico, en BOE n. 258, de 15 de septiembre.
127. Decreto de 23 de noviembre de 1951, en BOE n. 338 de 4 de diciembre.
128. Decreto de 17 de julio de 1953, de cesión del Monasterio de Poblet, en BOE de 19
de julio, en adelante «Decreto de Poblet». El estatuto del patronato queda fijado mediante
Orden del Ministerio de Educación Nacional de 11 de junio de 1954, en BOE n. 180, de 29
de junio, modificados por Orden del mismo Ministerio de 13 de marzo de 1975, en BOE n.
120, de 20 de mayo.
129. Orden del Ministerio de Educación Nacional de 31 de diciembre de 1948, en BOE
n. 51, de 20 de febrero, por la que se cede en usufructo a la Provincia Benedictina Española
el Monasterio de El Paular, Monumento Nacional. Decreto de 15 de enero de 1954, de cesión
del Monasterio de El Paular, en BOE de 23 de febrero, en adelante «Decreto de El Paular»,
que recuerda la existencia de la cesión de este derecho de usufructo, y se crea el patronato.
130. Decreto 2400/1962, de 20 de septiembre, de cesión del Monasterio de San Jerónimo
de Granada, en BOE de 1 de octubre.
131. Decreto 561/1965, de 4 de marzo, que amplía la cesión del Monasterio de San Je-
rónimo de Granada, en BOE de 13 de marzo, en adelante «Decreto de San Jerónimo». Ley
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 403

Estado amplía el terreno de cesión, afectando a algunos espacios ocupados


por la Universidad de Granada y otros que habían estado anteriormente
ocupados por el ejército. Se crea 132 un patronato para la adecuada conser-
vación del monumento. Entendemos que este patronato dependía del Mi-
nisterio de Educación Nacional puesto que es su Ministro quien designa a
sus miembros y es el Director General de Bellas Artes quien lo preside 133,
si bien también el Ministerio de Hacienda estaba facultado para dictar las
órdenes que fueran precisas para cumplir lo establecido en la normativa
que se ha citado. Ese derecho de usufructo es sustituido en 1973 por una
cesión gratuita del conjunto monumental a la mencionada Orden, «si bien
condicionando la cesión a que el monasterio sea destinado a la finalidad
prevista [en el momento de su creación por los Reyes Católicos 134, es decir,
la residencia de monjes o monjas] y estableciendo que determinadas par-
tes del mismo podrán ser objeto de visita por el público» 135.
Durante la existencia de estos tres patronatos –el de San Jerónimo se
extingue como consecuencia de la cesión del inmueble a la Orden‒ se han
regido por un patronato dependiente del entonces Ministerio de Edu-
cación Nacional 136 constituido por autoridades civiles y religiosas. Sus
funciones 137 consisten en procurar la conservación y restauración de los
monumentos, mantenimiento de su carácter y vigilancia de su entorno;

65/1967, de 22 de julio, sobre ampliación de la cesión en usufructo s la Orden de San Jeróni-


mo de un solar lindante con el monasterio de dicho nombre, en BOE n. 175, de 24 de julio.
132. Su creación la prevé el artículo cuarto del Decreto 561/1965. Aunque la existencia
del patronato estaba prevista desde ese momento, no se nombran sus miembros y entra en
funcionamiento hasta que el Ministro de Educación Nacional dicta la Orden de 30 de junio
de 1969, en BOE n. 207, de 29 de agosto.
133. Orden del Ministerio de Educación Nacional de 30 de agosto de 1969.
134. En relación con el fructífero impulso de los Reyes Católicos en la creación de mo-
nasterios especialmente en los territorios reconquistado, encomendándolos principalmente
a dominicos y franciscanos –también jerónimos–, véase Á. Atienza, Tiempos de conventos,
cit., especialmente 97-123. Es significativo cuanto indica en la 101, donde se explica cómo los
monarcas se presentaban a sí mismos y a sus campañas en los documentos fundacionales
como merecedores de la gracia divina y manifestaban «cómo sus acciones se publicitaban
plagadas de voluntad sacra. Los conventos fundados debían ser la expresión viva de esta
realidad, el recuerdo permanente de la misma, instrumentos que, entre otras cosas, debían
colaborar en la santificación de la monarquía y de su política».
135. Ley 27/1973, de 21 de julio, en BOE n. 176, de 24 de julio.
136. En realidad, el decreto de San Jerónimo no especifica de quién depende el Patro-
nato que crea en el artículo 4, si bien se adivina vinculación al mismo desde el momento
en que indica en su artículo 5 que «se autoriza a los Ministerios de Hacienda y Educación
Nacional para que en la esfera de sus respectivas competencias, puedan dictar las órdenes
que consideren necesarias para el cumplimiento de lo establecido en este decreto».
137. Artículo 2 del decreto de Poblet. Artículo 3 del Decreto de El Paular.
404 Alejandro González-Varas Ibáñez

la ayuda a la comunidad usufructuaria; y el fomento y regulación del


turismo hacia su comarca. Sin embargo, como ya se adelantó en el plan-
teamiento, estos patronatos son de régimen común y no debemos confun-
dirlos con los Reales Patronatos regulados por la LPN. Por tanto, en modo
alguno puede pensarse que el restablecimiento de la vida conventual, la
cesión del usufructo, y la creación de un patronato haya dado lugar a la
incorporación de estos monasterios al Patrimonio Nacional.

4.3.  Patronatos sobre inmuebles en los que ya existía vida monacal

Encontramos que en las décadas centrales del siglo XX también se crea-


ron algunos patronatos sobre conjuntos religiosos que albergaban vida
monacal. Uno de ellos es el convento de La Rábida en Palos de Moguer
(Huelva), creado por Primo de Rivera en 1930 138. Este es el único patro-
nato establecido antes de la guerra civil que realiza alguna mención a ele-
mentos religiosos pues el decreto indica que el prior ostentará la repre-
sentación del patronato en el convento. Esta referencia seguramente se
debe a que en ese momento se estaba desarrollando vida conventual. No
obstante, resulta algo sorprendente que el prior del convento no forme
parte de la Junta de Patronato, aunque sea como vocal.
Otro ejemplo es el del monasterio de Santa María la Real de Nájera,
panteón de los Reyes de Navarra (La Rioja). Se crea un patronato 139 en
1959 dependiente del Ministerio de Educación Nacional. En el momento
de su establecimiento –como continúa sucediendo ahora‒ habitaba una
comunidad religiosa franciscana. El organismo se erige para velar por la
conservación del monumento, así como promover y encauzar iniciativas
en su favor, y salvaguardar el cumplimiento de la legislación sobre protec-
ción del patrimonio histórico-artístico. Entre los vocales del patronato se
encuentran el obispo de Calahorra-La Calzada (hoy también Logroño), y
un representante de la comunidad que habita en el monasterio. Por tanto,
se trata de un patronato que tiene como fin principal la conservación del
monumento pero, a la vez, se aprecia claramente el afán por respetar su
afectación al culto y su destino como residencia conventual, con lo que en
modo alguno se desvirtúa el fin con el que originariamente fue concebido.

138. Real Decreto 1523, de 14 de junio de 1930, en Gaceta de Madrid n. 166, de 15 de


junio.
139. Decreto 507/1959, de 18 de marzo, en BOE n. 82, de 6 de abril.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 405

4.4.  Traslado del título de propiedad a una Orden religiosa

A estos datos hay que unir que, en alguna ocasión, el Estado incluso
ha cedido la nuda propiedad de monasterios a las Órdenes religiosas que
originariamente ostentaron este derecho. Este ha sido el caso de la cesión
gratuita del monasterio de Santa María de los Ángeles de El Puig (Valen-
cia) a la Orden de la Merced, fundado en 1238 por el rey Jaime I de Aragón
para celebrar la decisiva batalla para reconquistar Valencia. A esta Orden
fundada por San Pedro Nolasco –quien sugirió al rey la idea de construir
este conjunto monástico‒ perteneció hasta la incautación del Estado en el
siglo XIX a través de las leyes desamortizadoras. En 1948 el Estado cedió
el usufructo a la Orden, y a través de la Ley 64/1967 140 le traslada la nuda
propiedad.

4.5.  Cesión del usufructo sin creación de patronato

En otros casos, se ha cedido el usufructo, sin prever la creación de un


patronato. Fue el caso del monasterio de Santa María de Aguilar de Cam-
poo (Palencia) 141: cesión del usufructo de este inmueble a la Provincia de
Santo Tomás de Villanueva de la Orden de los Agustinos recoletos con el
fin de que establezcan una casa de formación para misioneros. No se crea
patronato, pero ello no impide que se preserve el valor histórico-artístico
del conjunto, pues el decreto de cesión impide que los moradores realicen
obras sin la autorización de la Dirección General de Bellas Artes. Años
más tarde volvió a abandonarse el monasterio, siendo desde 1994 sede
de la Fundación cultural privada «Santa María la Real» como centro de
estudios del románico, además de estar ubicado el Museo del románico e
incorporar una posada.

4.6.  Los patronatos sobre Covadonga y Montserrat

Resta por analizar, finalmente, el régimen jurídico de dos patronatos


que estudiaremos aparte por sus características particulares. Se trata del

140. Ley 64/1967, de 22 de julio, por la que se cede gratuitamente a la Orden de la Mer-


ced la nuda propiedad del Monasterio de Santa María de los Ángeles, de El Puig (Valencia),
en BOE n. 175, de 24 de julio.
141. Orden del Ministerio de Educación Nacional de 13 de julio de 1951, en BOE n. 216,
de 4 de agosto.
406 Alejandro González-Varas Ibáñez

Patronato Nacional de la Montaña de Montserrat –creado en 1950 142‒, y


el Patronato Nacional de la Gruta y Real Sitio de Covadonga, en 1952 143.
Como puede apreciarse, las fechas de erección son cercanas, como también
lo son los motivos que concurren en cada caso para justificar su creación, así
como los fines que persigue y régimen de organización y funcionamiento.
Puede decirse que en ambos casos se apela a la importancia religiosa
y cultural de los lugares y a la trascendencia histórica que les ha hecho
alcanzar un conocimiento e importancia universales, lo que aparece algo
más subrayado en cuanto a la forma en el caso de Covadonga. El relieve
que han adquirido explica que sea cada vez mayor la afluencia de peregri-
nos y turistas, atraídos por sus tesoros religiosos y patrióticos. Esta situa-
ción provoca que tengan que adoptarse una medidas proporcionadas a
su importancia desde diferentes aspectos, tanto en el de facilitar su acceso
y hospedaje a visitantes, como mantenimiento de los conjuntos arquitec-
tónicos y preservación del medio natural de extraordinaria riqueza que
los rodea. Para ello es precisa la debida coordinación entre los diferentes
sujetos afectados.
En efecto, las tareas mencionadas se ven dificultadas por la diversidad
de organismos, jurisdicciones e intereses que aparecen 144, que no facilitan
que se pueda acometer con unidad de criterio y de forma coordinada,
precisa e inaplazable el conjunto de obras que han de realizarse.
Por tanto, la variedad de instituciones implicadas, y la naturaleza y
amplitud de las obras que había que realizar, justificaban indudablemen-
te la creación de estos dos patronatos. Sus fines 145, explicados con mayor
detalle en el caso de Covadonga, consistían básicamente en la realización
de las obras de acceso y alojamiento antes indicadas, el desarrollo de ini-

142. Decreto-Ley de 16 de octubre de 1950, en BOE n. 362, de 28 de diciembre, en ade-


lante, «Decreto-Ley de Montserrat», con aclaración de su contenido en el decreto de 26 de
marzo de 1954 por el que se fijan normas al Patronato Nacional de la Montaña de Montse-
rrat, en BOE n. 103, de 13 de abril.
143. Decreto-Ley de 25 de enero de 1952, en BOE n. 36, de 5 de febrero, en adelante,
«Decreto-Ley de Covadonga».
144. En el caso de Covadonga, coexistía la acción de la Diputación provincial de Astu-
rias y el Municipio de Cangas de Onís, a lo que se unía la condición de parque nacional del
lugar –declarado así por Ley de 22 de julio de 1918–, la afectación de la gruta y de la cole-
giata al patrimonio histórico, artístico y monumental del Estado, y que el cabildo poseyera
la mayor parte de los terrenos. En el caso de Montserrat, la montaña forma parte de varios
términos municipales, además de la actuación que correspondía a la Diputación provincial
y la preservación de los intereses de la comunidad benedictina.
145. Artículo quinto del Decreto-Ley de Montserrat. Artículo 4 del Decreto-Ley de Co-
vadonga.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 407

ciativas y proyectos que preservaran su valor histórico-artístico y natural,


y de fomento de los intereses religiosos y de intensificación del culto.
Por cuanto se refiere a la Junta de Patronato, huelga decir que no sólo
contaba con la presencia de autoridades civiles, sino también de miem-
bros de las comunidades que habitan estos lugares y, en el caso de Cova-
donga, del Arzobispo de Oviedo 146. Su funcionamiento se regiría por un
Reglamento de Régimen Interno 147.
El régimen de cada uno de estos patronatos ha divergido con el cambio
de régimen y la aparición en España de la Comunidades Autónomas. En
efecto, desde este momento, los patronatos siguen existiendo, pero regu-
lados por leyes autonómicas y con la correspondiente variación de sus
componentes. Se ha tratado de una variación que ha respondido princi-
palmente a la necesidad de respetar el reparto de competencias entre el
Estado y las Comunidades Autónomas trazado por la Constitución de
1978. Sin embargo, por lo que se refiere a su naturaleza jurídica, funciones,
modo de actuar, e incluso composición, siguen mostrándose cercanos a
sus antecesores nacionales.
Nos centramos en primer lugar en la evolución del Patronato de la
Montaña de Montserrat. En el momento de su creación su presidencia es-
tuvo atribuía al Ministerio de la Gobernación. En 1977 pasó al Presidente
de la Diputación Provincial de Barcelona 148, y en 1982 al Presidente de la
Generalidad 149, quedando finalmente adscrita al año siguiente al Depar-
tamento de la Presidencia de la Generalidad 150. La regulación final le ha

146. En el caso de Covadonga, la presidencia de honor le correspondía a S.E. el Jefe del


Estado, la presidencia al Ministro de Gobernación, y la presidencia efectiva al arzobispo
de Oviedo. Como vocales se hallaban, entre otros, el abad de la colegiata y tres canónigos,
según el artículo 2 del decreto de Covadonga. Por cuanto se refiere a Montserrat, el presi-
dente nato sería el Ministro de Gobernación. Entre los vocales tenía su puesto cinco repre-
sentantes del monasterio nombrados pos su abad mitrado, según el artículo tercero de su
Decreto-Ley de creación.
147. Decreto de 9 de mayo de 1958 por el que se aprueba el Reglamento de Régimen
Interior del Patronato de la Gruta y Real Sitio de Covadonga, en BOE n. 125, de 26 de mayo.
Decreto de 13 de febrero de 1953 por el que se aprueba el Reglamento de Régimen Interior
de la Junta del Patronato Nacional de la Montaña de Montserrat, en la provincia de Barce-
lona, en BOE n. 68, de 9 de marzo.
148. Real decreto 864/1977, de 23 de abril, en BOE n. 100, de 27 de abril.
149. Real decreto 2837/1982, de 15 de octubre, en BOE n. 268, de 8 de noviembre, que
modifica al cintado en la nota anterior, y cambia el nombre de «Patronato Nacional de la
Montaña de Montserrat» por el de «Patronat de la Muntagna de Montserrat».
150. Decreto 319/1983, de 21 de julio, de adscripción al Departamento de la Presidencia
del Patronato de la Montaña de Montserrat, entidad autónoma de carácter administrativo,
en DOGC n. 357, de 24 de agosto de 1983.
408 Alejandro González-Varas Ibáñez

venido dada mediante una ley autonómica catalana dictada en 1989 151


bajo la cobertura de las competencias 152 asumidas por la Comunidad Au-
tónoma en el contexto del Estado de las Autonomías. En este momento
nos interesa indicar que la naturaleza del patronato es la de entidad autó-
noma de carácter administrativo, lo que le permite gozar de personalidad
jurídica y disponer de un patrimonio para el cumplimiento de sus fines 153.
Aparte de ello, la Montaña de Montserrat fue declarada parque natural
por ley autonómica en 1985 154, por lo que estará sujeta a la regulación de
estas instituciones jurídicas.
Por cuanto se refiere a la Gruta y Real Sitio de Covadonga, su patro-
nato estuvo sin funcionar durante varios años, si bien se intentó dar con-
tinuidad a su existencia. Prueba de ello es que el 18 de febrero de 1987 el
Principado de Asturias y el Arzobispado de Oviedo firmaron un conve-
nio 155 para mantener el Patronato con los fines y funciones establecidos en
el Decreto-Ley fundacional, y desarrollar una actuación coordinada que
redundara en la mayor efectividad y exaltación de los valores históricos,
recreativos, turísticos y de todo orden en Covadonga.
El funcionamiento, composición y funciones de la Junta del Patronato
se encuentra actualmente regulada por una ley del Principado de Astu-
rias de 1987 156, aprobándose su Reglamento de Régimen Interno dos años
después 157. Estas normas se dictan en amparo de la diferente situación po-
lítica de España en relación con la fecha de fundación del patronato, y del
reparto de competencias entre el Estado y las comunidades Autónomas

151. Ley catalana 10/1989, de 10 de julio, del Patronato de la Montaña de Montserrat, en


BOE n. 178, de 27 de julio. Véase también el decreto 268/1990, de 20 de junio, de aprobación
del estatuto de organización y funcionamiento del patronato de la Montaña de Montserrat,
en DOGC n. 1370, de 21 de noviembre.
152. En concreto, en virtud de las competencias reconocidas en el artículo 33.2 del Esta-
tuto de Autonomía de Cataluña vigente en ese momento.
153. Artículo 1 de la Ley catalana 10/1989.
154. Anteriormente el Ministerio de Educación y Ciencia lo declaró paisaje pintoresco
mediante el decreto 1225/1975, de 24 de abril, con lo que amplió las facultades del patro-
nato, como también lo fueron a través del decreto del Gobierno de la Generalidad 59/1987,
de 29 de enero, que declaraba la montaña parque natural y designaba al Patronato como
órgano gestor del parque.
155. La referencia a este convenio se encuentra en el preámbulo de la Ley 2/1987, de
Asturias.
156. Ley 2/1987, de 8 de abril, del Principado de Asturias, de modificación de la deno-
minación, sede y composición de los órganos de gobierno y administración del Patronato
Real de la Gruta y Sitio de Covadonga, en BOPA de 25 de abril de 1987.
157. Decreto 115/1989, por el que se aprueba el Reglamento de Régimen Interior del
Patronato de la Gruta y Sitio de Covadonga, en BOPA n. 7, de 10 de enero de 1990.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 409

que deriva de la Constitución de 1978. Su composición continúa inclu-


yendo tanto autoridades civiles autonómicas y locales como religiosas 158,
pero con los cambios oportunos. La presidencia de honor le corresponde
a Su Alteza Real el Príncipe de Asturias 159 habida cuenta de la especial
vinculación y relación del Principado de Asturias con el Heredero de la
Corona de España.
La disposición transitoria segunda de la Ley asturiana 2/1987 prevé la
modificación de su Reglamento de Régimen Interior del Patronato, con-
cretando los fines y funciones del mismo según las disposiciones funda-
cionales, debidamente adaptadas a la nueva composición del Patronato y
de sus órganos.
Nuevamente aquí se produce una confluencia de regímenes jurídicos.
Aparte de estas normas que configuran el patronato, se aplicarán otras
normas que afecten al conjunto monumental por su valor histórico-artís-
tico, normas de preservación de su afectación cultual, y las correspondien-
tes al uso y gestión 160 del territorio circundante en cuanto que forma parte
de un parque nacional.
En ambos casos observamos que las mayores modificaciones de su ré-
gimen jurídico se han producido como consecuencia de adaptarlo al nue-
vo Estado de las Autonomías. Son éstas las que han asumido las compe-
tencias en las materias que afectan a estos patronatos y por eso desde los
años ochenta se encuentran regulados por leyes autonómicas y normativa
de desarrollo, con independencia de que estos lugares se hallen también
afectados por otras normas sectoriales como las destinadas a preservar el
valor histórico-artístico o natural, o su destino religioso.

158. Artículo 3 de la Ley asturiana 2/1987. La Presidencia y la Vicepresidencia corres-


ponden al presidente del Principado de Asturias y al arzobispo de Oviedo, y serán ejercidas
por los mismos por períodos anuales de forma rotatoria. Son vocales natos el consejero de
la Presidencia del Principado, el vicario general de la diócesis de Oviedo, y el alcalde del
Ayuntamiento de Cangas de Onís. También formarán parte de la Junta como vocales cinco
representantes de la Administración del Principado, y cinco representantes de la diócesis
de Oviedo.
159. Artículo 2 de la Ley asturiana 2/1987.
160. Efectivamente, y como se anunció anteriormente, Covadonga es parque natural
desde 1922. Más recientemente se han aprobado las normas de uso y gestión adaptadas a la
regulación vigente sobre esta materia. Se trata del real decreto 2305/1994, de 2 de diciembre,
por el que se aprueba el Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional de la Montaña de
Covadonga, en BOE n. 291, de 6 de diciembre, siguiendo los dictados de la entonces en vi-
gor Ley 4/1989, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres,
derogada por la actualmente vigente Ley 42/2007, de 13 de diciembre, de Espacios Natura-
les Protegidos-Protección de Animales y Plantas, en BOE n. 299, de 14 de diciembre.
410 Alejandro González-Varas Ibáñez

Esta asunción de competencias por las Comunidades no parece ha-


ber afectado tanto a los motivos que han justificado la continuidad de los
patronatos o los fines que han de perseguir, pues todo ello coincide sus-
tancialmente con los expuestos en el momento de su creación en los años
cincuenta. Ha afectado más bien a la identificación de los miembros que
componen las correspondientes juntas de patronato, pues se sustituyen
los de procedencia estatal por los nuevos autonómicos.
Sin embargo, esto no ha afectado a la presencia de clérigos o religiosos
pues en este sentido hay continuidad, sin que haya sido óbice para ello
la laicidad de los poderes públicos derivada del artículo 16 de la Consti-
tución. En realidad, en nada se contraponen este principio y la presencia
religiosa en estos patronatos, pues ello no significa confusión de funcio-
nes civiles o religiosas, ni origina sospecha alguna de confesionalidad.
Se trata, simplemente, de dar participación a instituciones directamente
afectadas por las decisiones que adoptarán los patronatos y que se encon-
traban en estos lugares desde tiempos claramente anteriores a la creación
de éstos. Estamos ante lugares que siempre han tenido destino religioso
–aparte de su valor histórico, artístico o natural, que los convierten en
símbolos de nuestra Historia‒ y por ello es lógico que se siga teniendo en
cuenta este uso y la opinión de las autoridades religiosas. Por tanto, lejos
de estar ante una contraposición al principio de laicidad, es plenamente
coherente con él, además de ser un signo de la obligada cooperación que
los poderes públicos han de tener con las confesiones religiosas, tal como
prescribe el artículo 16.3 de la Constitución.

5. La Obra Pía de los Santos Lugares


5.1.  Planteamiento

Otro conjunto de lugares de culto de titularidad estatal que resulta


interesante son los que pertenecen a la Obra Pía de los Santos Lugares.
Como se examinará en el apartado 5.2, esta institución tiene su origen
inmediato en la Comisaría de Tierra Santa creada por Carlos III en 1772.
Las cuestiones referentes a la titularidad de los bienes tienen un origen
histórico antiguo y complejo que estudiaremos a continuación. Es preci-
so, sin embargo, identificar antes a la Obra Pía tal como se halla regulada
por la normativa española vigente puesto que ello nos permitirá entender
mejor el origen de las discrepancias en torno a la titularidad de los bienes
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 411

discutidos y la solución alcanzada en el acuerdo entre España y la Santa


Sede en 1994.
La «Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén» es una institución au-
tónoma con personalidad jurídica y patrimonio propios, dependiente del
Ministerio de Asuntos Exteriores que se encuentra regulada actualmente
por la Ley de 3 de junio de 1940 161, promulgada en el contexto de creación
de otras instituciones que favorecían la presencia de misioneros españo-
les en el extranjero 162. El patronato le corresponde al Estado español y lo
ejercerá el Ministerio de Asuntos Exteriores 163 a través de una Junta 164.

161. Ley de 3 de junio de 1940 por la que se constituye la institución autónoma con per-
sonalidad jurídica y patrimonio propios, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores,
a la Obra Pía de los Santos Lugares y reorganizando la Junta de Patronato de la misma, en
BOE de 9 de junio de 1940.
162. En efecto, junto a la regulación de la secular Obra Pía, el Estado español erigió el
Consejo Superior de Misiones mediante Orden del Ministerio de Asuntos Exteriores de 5
de marzo de 1940. En él estarían representadas todas las órdenes misioneras españolas. Su
misión consistía en asesorar a ese Ministerio en relación con el apoyo y ayuda que había
de prestar el Estado a las misiones y a los misioneros españoles en el aspecto cultural de su
actividad, pues su acción civilizadora, tanto en la Historia como en ese momento, habían
contribuido a mantenimiento del sentido de la «Hispanidad en las Naciones que constitu-
yeron el Imperio español». Asimismo, se restablece la Agencia General de Preces a Roma
–suprimida en 1931– mediante Orden del Ministerio de Asuntos Exteriores de 7 de marzo
de 1942. Aparte de las funciones desarrolladas a través de estas instituciones, ese Ministe-
rio tenía competencia, en esos momentos, sobre otras cuestiones como las dotaciones de
personal y material de los vicariatos apostólicos de Fernado Poo y de Marruecos, según J.
Soto de Gangoiti, La Santa Sede y la Iglesia Católica en España, Ministerio de Justicia, Madrid
1942, 122-132.
163. Más recientemente el ministro de Asuntos Exteriores ha delegado la presidencia
de la Obra Pía en la Subsecretaria de Asuntos Exteriores y de Cooperación a través de la
Orden AEC/3813/2007, de 3 de diciembre, en BOE n. 309, de 26 de diciembre de 2007.
164. Artículo 4 de la Ley de 3 de junio de 1940. Su composición y funciones están esta-
blecidas en ese mismo lugar y en su modificación por Decreto-Ley de 20 de abril de 1951,
en BOE n. 117, de 27 de abril. Se modificó posteriormente mediante Orden ministerial de 30
de abril de 1953, en BOE n. 163, de 12 de junio, y por decreto 2509/1977, de 5 de agosto, en
BOE n. 234, de 30 de septiembre. El número de vocales natos se amplió mediante Orden del
Ministerio de Asuntos Exteriores de 4 de agosto de 1986, en BOE n. 225, de 19 de septiem-
bre, debido al reciente establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel y el previsible
incremento de las actividades de la Obra Pía en Oriente Medio. El resultado final, tal como
también lo reflejan las órdenes ministeriales por las que se publican las cuentas anuales de
la Obra Pía, es que la Junta de Patronato está integrada por:
A) Su Presidente, que será el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, con la
facultad de delegar en el Subsecretario del Departamento.
B) El Vicepresidente de la Junta: el Rector de San Francisco el Grande, de Madrid.
C) Los vocales natos, que son: 1. Director General de Política Exterior para el Medite-
rráneo, Oriente Próximo y África del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 2.
Director General del Servicio Exterior, del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Coopera-
ción. 3. Director General de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos
412 Alejandro González-Varas Ibáñez

En la actualidad es una institución adscrita a la Subsecretaría de Asuntos


Exteriores y de Cooperación 165.
La regulación vigente obedece, como indica expresamente el preám-
bulo de la ley que la establece, a que «nuestro país no puede abdicar se su
pasado histórico e influencia en Oriente, no sólo en el aspecto religioso,
sino desde el punto de vista político, cultural y comercial», especialmen-
te desde que otros países con menos tradición que el nuestro pretenden
ejercer esa influencia a través de instituciones similares. Mediante este
marco legal, el Estado pretende, pues, conservar por medio de la Obra Pía
la presencia española en Marruecos y en Oriente próximo y dotarle de un
nuevo impulso.
Como consecuencia de este planteamiento, en la actualidad la Obra
Pía tendrá como actividad principal la «administración de su patrimonio:
un conjunto de inmuebles situados en Tierra Santa, Marruecos, Siria y
Turquía. Además, la Obra Pía se encarga del sostenimiento de la basílica-
museo de San Francisco el Grande de Madrid y coopera con órdenes re-
ligiosas para el desarrollo de labores caritativas y humanitarias» 166. Junto

Exteriores y de Cooperación. 4. El Jefe de Área de Relaciones con la Santa Sede y Obra Pía
del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, que actúa como Secretario de la
Junta. 5. Un Franciscano versado en asuntos de Tierra Santa. 6. El Abogado del Estado, Jefe
del Servicio Jurídico del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. 7. Un Francis-
cano versado en asuntos de Marruecos. 8. Un Funcionario de la carrera diplomática en el
que concurra la circunstancia de haber sido cónsul de España en Tierra Santa o Marruecos
o haber desempeñado la Jefatura de la Dirección de Obra Pía del Ministerio de Asuntos
Exteriores.
D) Seis vocales electivos.
165. Así lo establece el artículo 13.2.k) del real decreto 1748/2010, de 23 de diciembre,
por el que se desarrolla la estructura orgánica básica del Ministerio de Asuntos Exteriores y
de Cooperación, en BOE n. 12, de 14 de enero de 2011.
166. Así lo indica la Orden AEC/1842/2012, de 12 de junio, por la que se publican las
cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén del ejercicio 2010, en
BOE n. 203, de 24 de agosto de 2012. En iguales términos, la Orden AEC/3225/2011, de 14
de noviembre, por la que se publican las cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lu-
gares de Jerusalén, del ejercicio 2009, en BOE n. 284, de 25 de noviembre de 2011. También
incluye información sobre la cuantía de las subvenciones destinadas a las entidades y misio-
neros en Tierra Santa y Marruecos, y las actividades que realizan, especialmente atención
a desvalidos y escolarización de niños. En relación con las actividades de la Obra Pía vid.
también las órdenes anteriores por la que se publican sus cuentas anuales, como la Orden
AEC/371/2009, de 6 de febrero, por la que se publican las cuentas anuales de la Obra Pía de
los Santos Lugares de Jerusalén, correspondientes al ejercicio 2006, en BOE n. 45, de 21 de
febrero de 2009; Orden AEC/266/2010, de 28 de enero, con las cuentas del ejercicio 2008, en
BOE n. 38, de 12 de febrero de 2010; Orden AEC/946/2009, de 6 de abril, sobre el ejercicio
de 2007, en BOE n. 93, de 16 de abril de 2009; resolución de 29 de diciembre de 2006 con las
cuentas de 2005, en BOE n. 50, de 27 de febrero de 2007; resolución de 8 de febrero de 2006,
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 413

esa cooperación «contribuye a la difusión de España y su cultura entre los


pueblos del Mediterráneo y Oriente» 167. Por supuesto, también tiene como
cometido velar por el cumplimiento del acuerdo alcanzado por España y
la Santa Sede en 1994 en torno a la propiedad de los bienes de Tierra Santa,
en lo que centraremos la atención a continuación.

5.2.  La situación histórica en Oriente próximo hasta el acuerdo entre España
y la Santa Sede de 1994

En relación con la materia que nos ocupa, trataremos de exponer la


situación jurídica en que se hallan los bienes pertenecientes a la Obra Pía
de los Santos Lugares. La situación actual tiene como marco fundamental
el Acuerdo entre el Reino de España y la Santa Sede sobre Asuntos de
interés común en Tierra Santa y Anejo, de 21 de diciembre de 1994 168. Este

sobre el ejercicio de 2004, en BOE n. 74, de 28 de marzo de 2006. Entre estas actividades se
encuentra la colaboración en el sostenimiento de entidades ligadas a su Historia y activida-
des como colegios franciscanos, misiones de esta Orden y el rectorado de la basílica de San
Francisco el Grande, propiedad de la Obra Pía, según se indica en la Orden mencionada
de 2008. La Ley de 3 de junio de 1940 identifica en su preámbulo los bienes y actividades
que están bajo su responsabilidad: la iglesia-museo de San Francisco el Grande de Madrid,
construida a expensas de la Obra Pía. Atiende asimismo a las necesidades de los colegios de
misioneros de Santiago y de Chipiona, destinados a la preparación del personal franciscano
que ha de servir en Marruecos y Palestina, el sostenimiento de las misiones en Marruecos, y
también de la pequeña iglesia y escuela de Argel; el Hospicio español de Constantinopla y
los establecimientos que denomina «netamente españoles» de Tierra Santa, que son los de
San Juan in Montana, Pera, Jaffa, Ramleh y Nicosia en la isla de Chipre. En 1946 se amplía
la propiedad de San Francisco el Grande mediante la cesión de otros edificios anejos, a
través de la Ley de 18 de octubre de 1946, en BOE de 20 de diciembre. Todo esto ha de ser
interpretado actualmente a la luz de los acontecimientos históricos que se han producido
desde 1940, y de la firma del acuerdo de 1994 entre España y la Santa Sede para resolver el
contencioso en torno a la propiedad de los bienes cuya propiedad se discutía entre el Estado
y la Custodia de Tierra Santa.
167. Resolución de 8 de febrero de 2006, de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jeru-
salén, por la que se publica el resumen de las cuentas anuales, correspondiente al ejercicio
2004, en BOE n. 74, de 28 de marzo de 2006.
168. BOE n. 179, de 28 de julio de 1995. En relación con este acuerdo véanse los estudios
realizados por C. Corral, Acuerdo entre el Reino de España y la Santa Sede sobre Asuntos de
interés común en Tierra Santa y Anejo, REDI, vol. XLVII, 2 (1995) 535-545, también en Idem,
Acuerdos España-Santa Sede (1976-1994), BAC, Madrid 1999, 537-557. C. Corral Salvador-S.
Petschen, Concordatos vigentes, Fundación Universitaria Española, Madrid 1996, tomo III,
273-284. P. García Barriuso, El acuerdo entre el Reino de España y la Santa Sede sobre asuntos
de interés común en Tierra Santa (21 de diciembre de 1994), en E. Gil – C. Corral (eds.), Del
Desencuentro a la Comprensión. –Israel-Jerusalén-Iglesia católica–, Universidad Pontificia de
Comillas, Madrid 2001, 345-422. Un estudio más reciente sobre este acuerdo, sus orígenes
históricos y las materias relacionadas, como el patronato histórico de los reyes de España, lo
414 Alejandro González-Varas Ibáñez

acuerdo pretende resolver, entre otros asuntos a los que haremos referen-
cia, problemas suscitados en torno a la propiedad de algunos bienes ubi-
cados en Tierra Santa, pues era preciso definir si le correspondía a la Obra
Pía o a la Custodia. Por ello podemos decir que, tras su entrada en vigor,
ha quedado mejor definida la función de la Obra Pía de los Santos lugares
y los bienes de que es propietaria, así como su relación con la Santa Sede
y la Custodia de Tierra Santa.
Conviene identificar a los sujetos que han participado en el momento
presente y en tiempos anteriores en el debate sobre la titularidad de estos
bienes y materias conexas. Por una parte, encontramos la Custodia de
Tierra Santa. Con este nombre identificamos «el conjunto de elementos
personales y materiales de una circunscripción eclesiástica en la Orden
franciscana, como la configura la legislación particular y especial del De-
recho Eclesiástico, para el fin específico que tiene asignado esa persona
jurídica en los Santos Lugares, por comisión de la Santa Sede» 169. Fue
una de las dos Custodias pertenecientes a la Provincia franciscana de
Siria o Tierra Santa erigida en el Capítulo General de Narbona del año
1260, si bien la presencia franciscana en Tierra Santa se constata desde su
llegada a Ptolemaida (Acre) entre 1217 y 1219 170. Desde ese momento, y
atravesando diferentes vicisitudes históricas, ha continuado funcionan-
do hasta nuestros días. Interesa indicar que desde el concilio Vaticano II
–y, en el caso que analizamos, la reforma de las Constituciones Genera-
les de la Orden Franciscana en 1968‒ se va produciendo una paulatina
desaparición de los privilegios históricos que ostentaban en Tierra Santa
países de tradición cristina 171, entre los que cobraba particular relevancia
España. Veamos a continuación de qué modo ejercía nuestra nación esa
influencia.
Desde sus inicios, la Custodia recibió la protección de las coronas ara-
gonesa y napolitana y, después de Aragón y Castilla y de España, proceso

ofrece R. Palomino, El Acuerdo entre el Reino de España y la Santa Sede sobre asuntos de interés
común en Tierra Santa. Una perspectiva histórico-jurídica, diez años después, www.iustel.com,
Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº
2 (2003).
169. P. García Barriuso, España en la Historia de Tierra Santa. Ministerio de Asuntos
Exteriores, Madrid, tomo I, 1992, 3. Idem, El acuerdo entre el Reino de España…, cit., 418.
170. F. Del Buey – C. Alvi, Orígenes de la Custodia de Tierra Santa, AIA, 250-251 (2005) 11.
171. Una síntesis de la evolución histórica de la Custodia de Tierra Santa, vid. R. Pa-
lomino, El Acuerdo entre…, cit., 2-6. Con una amplitud mayor, véanse los dos tomos que
componen la obra España en la Historia de Tierra Santa, cit., de García Barriuso.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 415

que también fue estimulado por los pontífices 172. La asunción de prerro-


gativas sobre Tierra Santa la realiza el Estado español a través de la Real
Cédula de 17 de diciembre de 1772 a través de la cual Carlos III establece
en Madrid una Comisaría General de los Santos Lugares 173. Esta cédu-
la pretende adquirir legitimidad en la afirmación de la existencia de un
patronato de los reyes sobre la Obra Pía canónica de los Santos Lugares
(que quedaría absorbida por la Comisaría) desde los tiempos de los reyes
de Sicilia Roberto y Sancha 174. Ese patronato permitía a los monarcas la
presentación de oficios de la Custodia de Tierra Santa, así como la protec-
ción de sus inmuebles y la administración económica. Según la real cédu-
la, una bula dictada en 1746 por Benedicto XIV había menoscabado esos
derechos regios, por lo que era llegado el momento de recuperarlos. En
1836 Carlos IV extingue esa Comisaría y dos años después se aprueba el
Reglamento que erige la Real Junta Protectora de la Obra Pía de los Santos
Lugares de Jerusalén, dependiente del Ministerio de Hacienda. Esta Obra
pía secularizada «vendría a ser un organismo paralelo a la Obra Pía canó-
nica, unida al Estado y apoyada en la estructura eclesiástica diocesana» 175.
Actualmente, tal como adelantamos, se encuentra regulada por la Ley de
3 de junio de 1940. Recordemos que la configura como una institución
autónoma con personalidad jurídica y patrimonio propios, dependiente

172. Sobre el inmediato establecimiento de los frailes menores en Tierra Santa y la pro-


tección de los Reyes españoles hasta la época de los Reyes Católicos, vid., F. Del Buey – C.
Alvi, Orígenes de la Custodia de Tierra Santa, cit., 7-96, basado en parte en documentación
inédita hasta el momento.
173. Ofrece una copia de este texto, tal como se encuentra en el archivo de Simancas
P. García Barriuso, España en la Historia de Tierra Santa, Ministerio de Asuntos Exteriores,
tomo II, Madrid 1994, 119-133. Un análisis crítico del documento lo encontramos en ibid.,
135-145. Sobre los antecedentes inmediatos de la Real Cédula y, en concreto, las consultas a
la Cámara de Castilla, cfr. Conde de Campo Rey, Historia diplomática de España en los Santos
Lugares (1770-1980), Dirección General de Relaciones Culturales, Madrid 1982, 19-64, trans-
cribiendo también este autor el texto de 1772 en las 64-70.
174. Sobre la veracidad de estos hechos, cfr. P. García Barriuso, España en la Historia de
Tierra Santa, cit., tomo I, 26-31. Aun la Ley de 3 de junio de 1940 que constituye la Institución
de la Obra Pía de los Santos Lugares, recuerda el derecho de patronato concedido a estos
reyes en su preámbulo. Este patronato lo ostentaron los Reyes de Nápoles y pasó, tras la
anexión a favor de la Monarquía hispánica, a los reyes de España. Sobre la relación histórica
entre la obra pía canónica y la civil, cfr. P. García Barriuso, El acuerdo entre el Reino de Espa-
ña…, cit., 364-366 y 418-420. Idem, España en la Historia de Tierra Santa, cit., tomo I y II passim,
y de un modo más breve en tomo I, 1-15. En cuanto a la obra pía canónica propiamente
dicha, vid. el tomo I, 45-59. Un resumen de la historia de la Obra Pía, retomando también
el patronato que aquí tratamos, lo ofrece el preámbulo de la propia Ley que la configura
jurídicamente en la actualidad, Ley de 3 de junio de 1940.
175. R. Palomino, El Acuerdo entre…, cit., 8.
416 Alejandro González-Varas Ibáñez

del Ministerio de Asuntos Exteriores que es quien ejerce el Ministerio a


través de una Junta.
Lo que no resultaba tan fácil de identificar son los bienes que gestiona-
ba la Obra Pía y, por tanto, conocer hasta dónde se extendían sus propie-
dades, que es lo que ha pretendido resolver el acuerdo de 1994. El motivo
principal en que descansa esta dificultad es que la presencia de España
en Tierra Santa durante siglos ha sido, en expresión de Palomino, emi-
nentemente personal y económica, pero no diplomática o política 176. Con
ello se quiere decir que siempre ha habido presencia nacional, pero cana-
lizada fundamentalmente a través de la elevada cantidad de franciscanos
españoles en la Custodia –que incluso históricamente tenían reservados
determinados oficios 177‒ y del apoyo económico español –tanto de la Mo-
narquía como de origen popular‒ para el sostenimiento de los santos lu-
gares, hasta el punto de poder afirmar con García Barriuso, O.F.M., que
«España y sus Reyes eran el alma que sostenía la Custodia» 178.
Existen varios motivos que explican la dificultad de localizar los con-
cretos bienes de titularidad española. En primer lugar, no existían docu-
mentos fehacientes que acreditaran esa propiedad 179. Aunque numerosos
inmuebles habían sido adquiridos o reformados con dinero español, no
era frecuente que constara la propiedad a favor del Estado porque hu-
bieron de comprarse por medio de fedatarios. La razón que lo explica es
que el Derecho otomano no permita la inscripción a favor de personas

176. R. Palomino, El Acuerdo entre…, cit., 12. Nos basaremos en las páginas 12 y ss. de
este estudio para continuar esta exposición.
177. En relación con los cargos reservados a franciscanos en Tierra Santa, vid. P. García
Barriuso, El acuerdo entre el Reino de España…, cit., en particular, 349-353.
178. P. García Barriuso, El acuerdo entre el Reino de España…, cit., 364.
179. García Barriuso formula la cuestión y su respuesta en los siguientes términos:
«¿cabe admitir que sea legítima la reclamación del dominio sobre esas casas que viene sien-
do planteada por España, y nunca reconocida por la Custodia ni por la Santa Sede? El pleito
ha podido prolongarse durante siglos porque España nunca ha podido presentar docu-
mentos convincentes a su favor, directamente probatorios, de su derecho de propiedad, y
sólo pruebas indiciarias, pero no vehementes, de su pretendido derecho. Por ser así, está en
peor condición que la otra parte, a la que favorece el hecho proclamado en los Estatutos de
Benedicto XIV según los cuales ‘todos los Conventos y Hospicios de la Custodia son comu-
nes’ [es decir, pertenecen] a todos los frailes de cualquier nación que fueren […]. A falta de
documentos fehacientes que puedan demostrar un título de propiedad, España ha alegado
una serie de hechos y gestos, acreedores a la gratitud eterna de la Custodia de Tierra Santa,
pero que no constituyen necesariamente unas pruebas del derecho que pretenden poseer
sobre esas casas, cuya propiedad reclama», en P. García Barriuso, El acuerdo entre el Reino
de España…, cit., 368, deteniéndose en las páginas siguientes a examinar el modo en que
fueron adquiridos los inmuebles de propiedad discutida.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 417

jurídicas, por lo que el Estado tuvo que servirse de personas físicas como
intermediarias para adquirir esos bienes –en numerosos casos religiosos
franciscanos españoles.
A todo ello se añade la nueva situación canónica y política que apare-
ce en el siglo XIX. Por una parte, Tierra Santa pasa a estar en lo político
bajo protectorado francés, lo que le permite ejercer influencia en todos
los ámbitos incluido el patrimonial, y el riesgo de que los bienes creados
o mantenidos por España pasaran a considerarse franceses. Desde otro
punto de vista, la Santa Sede restaura en 1847 el Patriarcado Latino de
Jerusalén, y en 1853 dicta un decreto en virtud del cual el conjunto de
fondos destinados a Tierra Santa a favor de la Custodia pasan a estar bajo
la administración del Patriarcado 180, lo que disminuye la capacidad de ac-
tuación de ésta nutrida fundamentalmente de fondos españoles. España
reacciona creando el Consulado de Jerusalén el mismo año 1853 181.
El resultado de esta situación fue que España durante el siglo XIX no
pudo demostrar con documentos que los bienes discutidos son suyos y,
en cambio, la Santa Sede afirmaba que le corresponden a ella. Hubo in-
tentos de solución en 1871 ‒con las bases de negociación sentadas entre el
custodio P. Milani y el cónsul español en Jerusalén‒, 1922 –a través de las
negociaciones entre la comisión de tres cardenales nombrados por Gaspa-
rri y el Gobierno español‒, y el malogrado acuerdo entre la Santa Sede y el
Estado de 1980 182, hasta llegar al actualmente vigente de 1994.
Antes de entrar en las soluciones que ofrece este texto conviene referir,
aunque sea brevemente, que los aspectos debatidos no se han circunscrito
únicamente a los patrimoniales, sino que han abarcado otros diferentes.
Uno de ellos será pretensión española de continuar con el derecho de pre-
sentación de algunos oficios de la Custodia. Se trata, no obstante, de una
cuestión que en los últimos años no ha suscitado mayor interés. De hecho,
en el acuerdo fallido de 1980 España mostraba su voluntad de renunciar
a él 183. Otras cuestiones serán las que recuerden la presencia histórica de

180. Sobre este episodio, vid. P. García Barriuso, España en la Historia de Tierra Santa,
cit., tomo II, 259 y ss.
181. Sobre la creación de este consulado, vid. Conde de Campo Rey, Historia diplomática
de España…, cit., 77-141.
182. Cfr. P. García Barriuso, España en la Historia de Tierra Santa, cit., tomo II, 383-430
y 625-696.
183. Vid. C. Corral, Acuerdo entre el Reino de España…, cit., 536-538. En relación con este
acuerdo vid. Conde de Campo Rey, Historia diplomática de España…, cit., 508-517. P. Gar-
cía Barriuso, La Obra Pía de Tierra Santa y la sombra de un patronato, REDC, 106-107 (1981)
418 Alejandro González-Varas Ibáñez

España en Tierra Santa, como son las misas en sufragio por el Rey, y la
presencia de insignias y escudos nacionales en los inmuebles de la Cus-
todia, que también quedan resueltos en el acuerdo de 1994. Analicemos,
pues, estas cuestiones.

5.3.  La solución ofrecida por el acuerdo de 1994

Este acuerdo pretende cerrar las controversias suscitadas histórica-


mente entre la Santa Sede y España en torno a la administración y nom-
bramiento de cargos eclesiásticos en Tierra Santa y, en concreto, en la
Custodia. Por ello en, el primer artículo España reconoce la plena y única
potestad de la Sede Apostólica y de la Custodia de Tierra Santa para el
libre e independiente ejercicio de su jurisdicción en relación con la conser-
vación y administración de los Santos Lugares e instituciones del Próximo
Oriente sobre las que se proyecta la actividad de la Custodia. A partir de
aquí, el marco jurídico de los inmuebles discutidos se traza del siguiente
modo.
Por una parte 184, el acuerdo reconoce la titularidad de la propiedad a
favor de la Obra Pía del terreno del ex cementerio de Jaffa, el Olivar de
Ramleh, el complejo de la Almazara de Ramleh, y el Hospicio de Pera
(Estambul). La Custodia trasladará a la Obra Pía los documentos que sean
necesarios para facilitar su inscripción en los registros a su nombre. Poste-
riormente, la Obra Pía deberá enajenarlos en el plazo máximo de dos años
y entregará el 20% del precio neto obtenido a la Custodia.
Por otra parte, el acuerdo reconoce 185 la nuda propiedad de la «Casa de
España» en Damasco y de la «Casa Nova» de Jaffa en favor de la Obra Pía.
También queda confirmada la reserva establecida por España y aceptada
por la Custodia, con ocasión de la cesión a esta última del terreno de dos
mil metros cuadrados para el convento franciscano de Belén, en 1874.
Además de estas cuestiones, el anexo del acuerdo 186 expresa el com-
promiso que alcanzan la Obra Pía y la Custodia en elaborar un inventa-
rio de todos los cuadros, objetos artísticos de culto, ornamentos sagrados

189-213. Sobre el mismo y otros antecedentes inmediatos del alcanzado en 1994, vid. con
mayor extensión Idem, El acuerdo entre el Reino de España…, cit., 401-416.
184. Artículos 2 a 7 del acuerdo de 1994.
185. Artículo 8 del acuerdo de 1994.
186. Artículo 3 del anexo del acuerdo de 1994.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 419

y demás objetos de valor artístico que reflejen la presencia y la obra de


España en Tierra Santa y que habrán de incorporarse al Museo de San
Juan de la Montaña. Con el propósito de recordar esta presencia y labor
se conviene 187 también que se conservarán y, en su caso, se repondrán, las
armas y símbolos de España y las placas recordatorias de las contribucio-
nes españolas allí donde existan y, de un modo especial, en los conventos
de San Pedro de Jaffa, San Nicodemo de Ramhel, San Juan de la Montaña,
Damasco y Nicosia, donde España ha proyectado su acción durante siglos.
El recuerdo de España en aquellas tierras queda garantizado, final-
mente, por el compromiso que adquiere la Custodia de celebrar cada año,
con ocasión de la fiesta nacional española, un solemne acto litúrgico por
España en la Iglesia de San Salvador de Jerusalén, así como otra misa cada
año en la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén por sus Majestades los
Reyes, los gobernantes, y el pueblo de España.
El grado de cumplimiento del acuerdo ha variado según cada tipo de
bienes, pues es necesario recordar que, aparte de la voluntad de las partes
por llevarlo a cabo, se suman factores externos de toda índole que provie-
nen de la inestabilidad política y jurídica de los territorios en que están
ubicados los inmuebles que dificultan su ejecución.
Como resultado de este proceso, puede concluirse que los inmuebles
que pertenecen en propiedad a la Obra Pía de los Santos Lugares ‒en lo
que podemos denominar genéricamente como Oriente próximo‒ son, a
fecha de 25 de noviembre de 2011 188, los siguientes:
–Olivar de Ramleh.
–Excementerio de Jaffa.
–25 parcelas en Jaffa.
–Parcela Barrio Husseini.
–Parcelas en Beit Safafa 189.

187. Artículo 4 del anexo del acuerdo de 1994.


188. Son los inmuebles contabilizados como inmovilizado propiedad de la Obra Pía en
la Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas anuales de
la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, en BOE n. 284, de 25 de
noviembre de 2011. El conjunto de los bienes pertenecientes a la Obra Pía (es decir, tanto los
enumerados en este momento como los que se señalan en el apartado 5.4), están valorados
en casi treinta y siete millones de euros. Véase la Orden AEC/1842/2012, de 12 de junio,
consultada en corrección de prueba de este texto, pero que no difiere sustancialmente de la
orden precedente.
189. Su venta estaba prevista para el ejercicio 2009, pero no llegó a culminarse, como
informa la Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas
420 Alejandro González-Varas Ibáñez

–Edificio Heleni Hamalka.


–Edificio Haportzim.
–Hospicio de Pera en Estambul.
–Casa de Damasco en Siria.
–Casa Marshán.
Un caso diferente es el de la «Casa de la Ciudad Vieja» de Jerusalén 190.
La propiedad está cedida a la Congregación Hijas del Calvario que regen-
tan, desde 1922, el Colegio de Nuestra Señora del Pilar.
Esta situación demuestra que, de los bienes que se comprometía a ena-
jenar la Obra Pía en Virtud del acuerdo de 1994, a fecha de 2010, sólo se
ha concluido la correspondiente a la Almazara de Ramleh. Ésta la ha ven-
dido en marzo de 2008, pero lo ha hecho a la Custodia de Tierra Santa 191,
lo que no deja de resultar sorprendente si leemos el destino que le estaba
previsto a este bien junto con otros: la enajenación y entrega del 20% del
precio a la Custodia. Al efectuarse la venta a la propia Custodia se optó
como solución la deducción del 20% del precio de venta. Los demás bie-
nes que, según el acuerdo de 1994, estaban a la venta, aún no han podido
ser enajenados por motivos de diferente índole 192.
Aparte de estas cuestiones, el Patronato ha continuado con el proce-
so de liquidación de aquellos elementos del inmovilizado material de la

anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, en BOE n. 284,
de 25 de noviembre de 2011.
190. Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas
anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, en BOE n. 284,
de 25 de noviembre de 2011. Tanto este inmueble, como la parcela edificable de 1353 m² del
barrio Husseini, y las parcelas de Beit Safafa de 1090 y 1133 m², se encuentran inscritas en
el registro de la propiedad a nombre de la Obra Pía. La Casa Betania, también en Jerusalén,
que era de propiedad de la Obra Pía, se la cedió a la Conferencia Episcopal Española con
destino al Colegio-Residencia de Estudios Bíblicos. Todo ello según P. García Barriuso,
España en la Historia de Tierra Santa, cit., tomo II, 736.
191. Orden AEC/266/2010, de 28 de enero, por la que se publican las cuentas anuales de
la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, correspondientes al ejercicio 2008.
192. Explica los motivos que han impedido su enajenación hasta la fecha de su inves-
tigación R. Palomino, El Acuerdo entre…, cit., 48-50. Se detiene en la adquisición de estos
lugares por parte de España o, en su caso, de la Custodia, y también de los problemas de-
rivados para la ejecución del acuerdo de 1994 P. García Barriuso, El acuerdo entre el Reino
de España…, cit., 366 y ss., deteniéndose en concreto en el caso de los inmuebles en Ramleh,
San Juan de la Montaña (Ain Karem), el convento y propiedades de Jaffa, el convento e
iglesia de Pera (Constantinopla), casas en Nicosia, el convento de Damasco y la Casa de
España en Esta ciudad. Sobre el modo de ejecutar el acuerdo, vid. ibid., 420-422. Sobre el
origen histórico de estos bienes, con más detalle, Idem, España en la Historia de Tierra Santa,
cit., tomo II, 441 y ss.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 421

Obra Pía que no sirven a los fines de la institución ni tengan ningún in-
terés histórico, cultural o económico de entidad. De este modo, en el año
2007 se enajenó la «Casa Consular de Jaffa» en Tel Aviv-Yafo, (Israel); en
2008 se han vendido la «Casa Sdomi», también en Jaffa o Tel Aviv-Yafo, a
un particular 193.
La conclusión que podemos obtener del acuerdo de 1994 es que, tras su
firma, «se pone fin al contencioso entre la Obra Pía de los Santos Lugares
y la Custodia de Tierra Santa, se deslindan los bienes de ambas respecto a
los históricamente vinculados con España, se acentúa la presencia diplo-
mática y consular de España en Tierra Santa, y la Obra Pía podrá seguir
cumpliendo con su propia y peculiar finalidad, cual es la de contribuir al
sostenimiento y conservación de los Santuarios de la Custodia de Tierra
Santa» 194, lo que no puede hacernos olvidar que estas funciones se pueden
también trasladar a Marruecos habida cuenta de la presencia y funciones
paralelas que desarrolla allí la Obra Pía de los Santos Lugares, aunque
sea ésta una cuestión que queda fuera del acuerdo de 1994, centrado en la
situación de Tierra Santa.

5.4.  Otros inmuebles pertenecientes a la Obra Pía fuera de Oriente próximo

Existe otro conjunto de bienes que son propiedad de la Obra Pía de los
Santos Lugares que se encuentran en otras áreas territoriales. Se trata, en
concreto, del convento de San Francisco el Grande de Madrid, y varios es-
pacios en Marruecos que se hallan cedidos en su mayoría al Arzobispado
de Tánger o al Estado marroquí para tender finalidades humanitarias y
sociales o como centros educativos 195. Se trata de los siguientes cuyo uso,
salvo los dos primeros, se encuentra cedido:

193. Informa de ello la Orden AEC/266/2010, de 28 de enero, por la que se publican


las cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, correspondientes al
ejercicio 2008.
194. C. Corral, Acuerdo entre el Reino de España…, cit., 540.
195. Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas
anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, en BOE n. 284,
de 25 de noviembre de 2011. Aunque se explicará brevemente en nota el origen y destino
actual de los bienes de uso cedido, amplíese esta información en P. García Barriuso, España
en la Historia de Tierra Santa, cit., tomo II, 739-785. Aparte de este dato, el autor se detiene
a examinar en la obra citada otros locales pertenecientes no a la Obra Pía sino a la Misión
católica española y que continúan hoy en funcionamiento.
422 Alejandro González-Varas Ibáñez

–Antigua Casa Misión de Safí.


–San José de Larache.
–Escuelas Casa Riera de Tánger 196.
–Convento del Sagrado Corazón de Jesús en Tánger 197.
–Casa Misión de la Purísima Concepción en Tánger 198.
–Iglesia de San Buenaventura en Casablanca 199.
–Nuestra Sra. de las Victorias y Casa de España en Tetuán 200.

196. «En la escritura de adquisición consta que el solar fue adquirido por la Obra Pía
por escritura de 11 de enero de 1896 y los edificios se construyeron gracias a un donativo
de 300.000 (ilegible) del Marqués de Casa Riera para establecer dos colegios con edificios,
uno para escuela de niños y otro para escuela de niñas. El pabellón de niñas lo regentan las
misioneras franciscanas de la Inmaculada Concepción y desde marzo de 1972 el pabellón de
niños está cedido a las autoridades educativas marroquíes. La Obra Pía carece del dominio
efectivo sobre la propiedad, tanto sobre el pabellón cedido a las autoridades marroquíes
como el cedido a las misioneras. La Obra Pía no cuenta con inscripción registral alguna a
su favor», en Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas
anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009. También en
Orden AEC/1842/2012, cit.
197. Según la Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las
cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, «fue
adquirida en 1902 junto con la casa del Marchán. No está inscrita en el Registro de la Propie-
dad. En el inmueble están instaladas las Hijas de la Caridad, que regentan en el Convento el
Hogar Infantil padre Lerchundi para la atención de menores en riesgo de exclusión social,
por lo que el inmueble consta como patrimonio entregado en cesión. La Obra Pía carece del
dominio efectivo sobre la propiedad y de inscripción registral alguna a su favor, sin per-
juicio de que la Obra Pía haya llevado a cabo acciones que manifiestan su dominio sobre el
bien como obras de restauración o la autorización por escrito a las Hijas de la Caridad para
su empleo como Hogar Infantil». En los mismos términos, Orden AEC/1842/2012, cit.
198. «Fue adquirida por la Obra Pía el 28 de abril de 1871. Aunque se posee la escritura
de compraventa no está inscrita en el Registro de la Propiedad. Tras haber estado próximo
a la ruina, ha sido recuperada por el Arzobispado de Tánger y está siendo utilizada por
las Misioneras de Calcuta para la atención de fines sociales (atención de madres solteras
y guardería). La Obra Pía carece del dominio efectivo sobre la propiedad y de inscripción
registral alguna a su favor, sin perjuicio de que el Arzobispado de Tánger reconoce la pro-
piedad de la Obra Pía sobre el inmueble. Por ello, el inmueble se encuentra contabilizado
como patrimonio entregado en cesión», en Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por
la que se publican las cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del
ejercicio 2009. Así lo indica también la Orden AEC/1842/2012, cit.
199. «Fue adquirida en 1877. Aunque se conserva el documento de cesión no está inscri-
ta en el Registro de la Propiedad. Actualmente se encuentra en mal estado y ocupada, sin tí-
tulo, por alrededor de 75 personas. El Patronato de la OPSL en su reunión de 29 de enero de
2002 acordó que se iniciaran las gestiones para proceder a su retrocesión al Estado marro-
quí. Se contabiliza como patrimonio entregado en cesión», según la Orden AEC/3225/2011,
de 14 de noviembre, por la que se publican las cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos
Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009. Igualmente, Orden AEC/1842/2012, cit.
200. Según la Orden AEC/3225/2011, de 14 de noviembre, por la que se publican las
cuentas anuales de la Obra Pía de los Santos Lugares de Jerusalén, del ejercicio 2009, «Fue
adquirida en 1921 a “Ensanche Oliva de Tetuán, S.A.”, a cuyo favor sigue constando la
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 423

Estos inmuebles, así como la ayuda que presta la Obra Pía a los religio-
sos españoles en Marruecos, son el testimonio de la presencia secular de
España tanto en este lugar como lo fue también en Argelia y Egipto 201. En
relación con Marruecos, nuevamente García Barriuso 202 informa que se
constata la presencia de religiosos dominicos y franciscanos desde el si-
glo XIII. A estos religiosos correspondió también desde esos momentos la
mitra episcopal tras la consagración recibida por los arzobispos de Toledo
y de Sevilla. Desde sus inicios, la misión en estos lugares la han llevado a
cabo religiosos españoles ‒especialmente franciscanos‒ salvo determina-
dos períodos entre mediados del siglo XV y del XVI en que el protagonis-
mo lo adquirió Portugal como consecuencia de la conquista de determi-
nadas plazas. Fue determinante la toma de Tánger en 1471, que pasó a ser

inscripción registral. Es utilizada por la Iglesia católica y como casa de España en Te-
tuán. Consta como patrimonio entregado en cesión». No varía su contenido en la Orden
AEC/1842/2012, cit.
201. Aun en el s. XVIII la Custodia de Jerusalén tenía cinco casas en Egipto, en concreto,
en Alejandría, Rossetto, Faium, El Cairo Viejo, y en El Cairo Nuevo. Era una misión cier-
tamente gravosa que era mantenida en buena parte por la Monarquía española hasta que
se extinguió. En relación con esta cuestión, cfr. P. García Barriuso, España en la Historia de
Tierra Santa, cit., tomo I, 449-460, 463-464, y tomo II, 61-90. En ibid., 217-282, incluye, como
propiedad de la Obra Pía en el momento de publicación de esa obra (1994) dos inmuebles
en Argel: una iglesia con unos locales en su planta baja que sirvió de alojamiento a los ca-
pellanes y una casa donde están instaladas la oficina consular y las habitaciones del cónsul
y del vicecónsul, ambos edificios rodeados por un jardín. No consta que en la actualidad
continúen perteneciendo al Estado español. En relación con la presencia actual del cristia-
nismo en Argelia cfr. D. González, La Iglesia en Argelia: arraigo, pruebas y conversiones, desde
1830 hasta nuestros días, en Vv.Aa., El Cristianismo en el Norte de África. MAPFRE, Madrid
1993, 101-119, y el capítulo del mismo autor en la misma obra titulado La Iglesia en Argelia
en la actualidad, 167-176. Véase también para un período algo más temprano J. B. Vilar, La
cultura española en Argelia, en V. Morales Lezcano (Coord.), Presencia cultural del España en
el Magreb Ed. MAPFRE, Madrid 1993, 99-118.
202. En especial en P. García Barriuso, La constitución jerárquica histórica y actual de la
Iglesia en Marruecos, en REDC, 116 (1984) 217-282. Fue el propio San Francisco de Asís quien
envió a Fr. Bernardo y otros cinco compañeros a tierras musulmanas de Al-Ándalus con el
fin de que dieran testimonio del ideal cristiano que les movía con su propia vida. Se pre-
sentaron ante el emir almohade de Sevilla Yusuf al-Muntasir. Éste les acusó de proclamar
públicamente el cristianismo y los trasladó a Marrakech donde, el 20 de enero de 1220 mu-
rieron ajusticiados. Lo mismo sucedió en 1227 con otros siete franciscanos establecidos en
Ceuta. Véase también sobre esta cuestión R. Lourido Díaz, Embajadas a Marruecos presididas
por franciscanos (s. XVII), en AIA, 250-251 (2005) 103-109. Sobre este momento cfr. asimismo
R. Lourido, La Iglesia en Marruecos del s. XIII al XIX, en Vv.Aa., El Cristianismo en el Norte de
África., cit., 75 y ss. Centrándose en el concepto que tenía San Francisco sobre la misión entre
musulmanes, vid. el capítulo de esta obra colectiva de A. Peteiro, titulado El carisma de San
Francisco de Asís en Marruecos, 239-259, de modo más significativo hasta la 243. Asimismo,
R. Lourido Díaz, La Iglesia española en el Magreb y sus aportaciones culturales, en V. Morales
Lezcano (Coord.): Presencia cultural del España…, cit., 55.
424 Alejandro González-Varas Ibáñez

sede episcopal –si bien su titular rara vez residió allí‒, correspondiendo la
potestad de nombrar esta dignidad al arzobispo de Lisboa 203. En el resto
del territorio marroquí no ocupado por cristianos, la labor evangelizadora
se mantenía solamente a través de misioneros que, por iniciativa propia
y sin directa conexión con los obispos de Tánger y Ceuta, atendían a los
cautivos cristianos en esos territorios, en ocasiones pagando su celo con
el martirio.
A principios del siglo XVII la Santa Sede crea la Congregación de Propa-
ganda Fide, encargada de la evangelización en tierras paganas, que a partir
de ese momento debería ajustarse a sus directrices. La misión de Marrue-
cos pasó, desde ese momento, a estar configurada como Prefectura Apos-
tólica 204 encomendada de forma casi constante a franciscanos españoles
de la provincia de San Diego de Andalucía, hasta el protagonismo que
adquieren los franciscanos franceses en el siglo XIX como consecuencia de
la creación en Marruecos del Protectorado francés compartido con Espa-
ña y, en tiempos más recientes, la Provincia franciscana de Santiago. Los
franciscanos practicaron una total entrega a su cometido en estas tierras
cual era el servicio espiritual y material a los cautivos de estos lugares, si
bien España no dudó en hacer uso de sus conocimientos del terrenos y
habitual conocimiento de la lengua árabe para solicitarles funciones de
enlace con Marruecos a modo de embajadores o enviados circunstanciales
cuando todavía no estaban establecidas de forma estable las relaciones
diplomáticas 205. Tras un breve tiempo de persecución musulmana a fina-
les del s. XVIII la situación se restablece como consecuencia del tratado
hispano-marroquí de 1799 que permitía, entre otros contenidos, el libre
ejercicio del culto católico a los españoles, con expreso reconocimiento de
las residencias de la misión franciscana. Este hecho permitió un floreci-

203. P. García Barriuso, La constitución jerárquica histórica…, cit., 234. La sede de Tánger
pasó a estar unida a la de Ceuta desde 1570. En relación con la penetración portuguesa en
Marruecos y sus resultados apostólicos vid. R. Lourido, La Iglesia en Marruecos del s. XIII al
XIX, cit., 83 y ss.
204. Se constata la existencia de un Vicariato apostólico en la persona del P. Fr. Diego
de Escacena, con el título de arzobispo de Staurópolis, entre 1693 y 1696 en que fallece este
religioso, retomándose la institución de la Prefectura Apostólica, en P. García Barriuso, La
constitución jerárquica histórica…, cit., 261.
205. Sobre esta actividad vid. R. Lourido Díaz, Embajadas a Marruecos presididas por fran-
ciscanos…, cit., 97-134. Idem, La Iglesia española en el Magreb…, cit., 60 y ss. Con mayor exten-
sión, Idem, El Imperio ‘Alawí de Marruecos, en J. B. Vilar – R. Lourido, Relaciones entre España
y el Magreb. Siglos XVII y XVIII, Ed. MAPFRE, Madrid 1994, 257-382.
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 425

miento misional que se tradujo en la apertura de casas en las principales


ciudades del litoral marroquí 206.
La situación quedó ensombrecida a principios del siglo XIX no por
motivo de persecución, sino por falta de apoyo del Gobierno español que
provocó la práctica desaparición de la misión franciscana. La situación se
recuperó entre mediados y finales del siglo XIX. La creación con el apoyo
del Gobierno del Colegio de Misioneros franciscanos para Tierra Santa y
Marruecos en Priego (Cuenca) en 1856 207, trasladado cinco años después a
Santiago de Compostela, supuso un aumento de la actividad. Ésta se con-
solidó bajo la prefectura del P. Lerchundi que, al final de su actividad con
su muerte en 1886, presentó una situación prometedora 208, lo que también
se vio favorecido por el aumento de posesiones de plazas españolas en la
zona y su influencia bajo el Protectorado.
En 1908 la Santa Sede sustituye la Prefectura Apostólica por el Vicariato
Apostólico de Marruecos que se extendía por todo el territorio del Sultana-
to. Esto suponía la presencia de una única autoridad religiosa sobre un te-
rritorio que estaba desde 1912 bajo el protectorado de dos Estados: España
y Francia ‒que ocupaba la mayor parte‒. Esta situación provocó la protesta

206. P. García Barriuso, La constitución jerárquica histórica…, cit., 249.


207. La iniciativa de este Colegio de Misiones se llevó a cabo por iniciativa del P. Vehilo,
Procurador de Tierra Santa, testigo de excepción de la drástica caída de de misioneros espa-
ñoles en Palestina tras la exclaustración producida en nuestro país en 1835. Recibió el apoyo
del gobierno español pues éste era consciente del interés que le suponía la presencia de mi-
sioneros españoles en Cuba, Puerto Rico, filipinas y países de antigua soberanía española,
así como Marruecos y Tierra Santa, y velando por que todos los misioneros que hubiera en
estos territorios fueran españoles. Como resultado, Isabel II dicta en 1852 una real Orden
autorizando la creación del colegio reclamado. Los movimientos revolucionarios que hubo
en el momento fueron la causa del retraso en su creación. En un principio el destino de los
religiosos allí formado había de ser únicamente Tierra Santa, pero en 1856 la reina ordenó
que se admitiera al menos doce personas más siempre que se comprometieran a ir a Ma-
rruecos. Vid. R. Lourido Díaz, El problema de la unión de los franciscanos españoles con Roma y
la misión franciscana de Marruecos, AIA, 249 (2004), 539-546.
208. «Al fallecer el P. Lerchundi, Prefecto de la Misión de Marruecos (8-III-1896) la cons-
titución jerárquica de la Iglesia en esos dominios del Islam estaba sólidamente establecida
en régimen de Prefectura Apostólica, con sus cuasiparroquias y estaciones misionales, ser-
vidas por un clero exclusivamente Regular franciscano y español, contando la Misión con
casas religiosas, establecimientos de enseñanza y de beneficencia y organizaciones piadosas
de fieles. Durante la Prefectura del P. Lerchundi había Casa-Misión en Tánger, en Tetuán
(desde 1860), Larache (desde 1888), Casablanca (desde 1868), Mazagán (desde 1869), Safí
(desde 1888) y Mogador (desde 1868)», en P. García Barriuso, La constitución jerárquica
histórica…, cit., 259 y ss. En relación con la figura de Lerchundi, véase asimismo R. Lourido,
La nueva imagen de la Iglesia en el Marruecos precolonial, en Vv.Aa., El Cristianismo en el Norte
de África., cit., 121-133.
426 Alejandro González-Varas Ibáñez

de Francia que no acogió de buen grado la dependencia eclesiástica de un


vicario español, y que fuesen franciscanos españoles quienes prestaran la
asistencia espiritual en todo el territorio. El resultado fue la división del
Vicariato en 1923 en dos: el de la Zona española y Tánger, y el de la Zona
francesa bajo la autoridad de la Vicaría apostólica de Rabat 209. A su vez, en
los años 50, estos Vicariatos se transformaron en Arzobispados. Este fue
el momento más floreciente en cuanto a actividades apostólicas, construc-
ciones religiosas y civiles integradas en las ciudades marroquíes 210, como
también en número de católicos, pues tras su independencia, el número de
católicos ha descendido vertiginosamente en Marruecos.
De todo ello, aparte de la actividad misional de los religiosos ahora
presentes en Marruecos 211, el Estado español conserva los inmuebles que

209. P. García Barriuso, La constitución jerárquica histórica…, cit., 267.


210. En este sentido es interesante observar que las construcciones españolas, siguiendo
la tradición histórica, buscaban la integración con la población indígena y la convivencia
pacífica, con lugares de culto de las religiones allí presentes. De este modo, construían la
nueva zona europea a continuación de la tradicional marroquí, frente al modelo francés que
las ubicaba de modo separado, dejando entre sí un espacio baldío. Son clarificadoras las si-
guientes palabras: el modelo español pretende el «respeto a las construcciones indígenas, de
estilo musulmán, casi todas arruinadas. Frente a los franceses, que construían las ciudades
nuevas separadas de las ya existentes marroquíes, España no consideró necesario poner el
campo entre protectores y protegidos. Buscábamos y deseábamos una buena vecindad y las
nuevas villas surgieron a la vera de los melahs y de las medinas, separadas únicamente por
algún retazo de muralla o por algún bastión que todavía se hallaba en pie […]. A todas partes
se ha llevado la comprensión y amor al indígena; y como la maestría no faltaba, ahí está el
prodigio de las ciudades viejas de un cuarto de siglo nada más y ya con solera marroquí, con
preocupaciones urbanísticas y superándose cada vez que ha de construirse una casa, trazar-
se un nuevo barrio moro, una mezquita, una sinagoga o una iglesia», según L. A. De Vega,
Arquitectura y arquitectos del Marruecos español, RNA, 26 (1944) 43 y ss. El modelo español las
ciudades del protectorado constituían un banco de pruebas para los arquitectos españoles.
Son también significativas las palabras del Director General de Arquitectura de Tetuán,
pronunciadas el 3 de diciembre de 1943, con ocasión de la Exposición de Urbanismo del Pro-
tectorado, que indica que el plan de ordenación «debe inspirarse en un principio elemental
de espíritu cristiano, de sentido humanitario, de justicia social», RNA, 26 (1944) 55.
Efectivamente, España no descuidó tampoco al final de su época de Protectorado la
construcción de templos que, como en la metrópoli, se convertirían en ejes urbanísticos. En-
tre lo varios ejemplos que podrían citarse, mencionaremos el ya referido plan de ordenación
de Tetuán. Se realizó en torno a dos vectores: la calle Generalísimo (actual calle Mohamed
V), y la plaza de España (actual plaza Hassan II). En relación con ésta última, la explicación
del plan indica que «el eje de la composición lo ocupa la iglesia de tres naves con cúpula
sobre crucero. A su lado se desarrolla el Centro Misionero, en dos planos, ocupando las dos
alas laterales del templo. El ala derecha se destina a los servicios parroquiales y catequesis,
y la izquierda a residencia de PP. Misioneros. El conjunto queda encerrado por galerías
porticadas que forman dos claustros con jardines, dando unidad al conjunto», en Proyecto
de ordenación parcial de Tetuán, RNA 26 (1944) 95, el plan entero en 90-100.
211. Su reconocimiento no sólo en la labor misional y humanitaria, sino también en el
avance cultural, educativo e incluso médico de Marruecos puede constatarse a través de los
Régimen jurídico de los lugares de culto de titularidad pública 427

se han indicado al inicio de este epígrafe y que testimonian la presencia


española y el significado que esta ha adquirido durante el tiempo.
Con ello se cierra la lista de inmuebles destinados a uso religioso que
tiene el Estado en este territorio, del mismo modo que también como
fruto de las Historia los sigue poseyendo en el extranjero como sucede
en Roma. Tales son, entre otros la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado
Corazón –antigua iglesia de Santiago de los españoles‒ iglesia nacional
española desde 1506 hasta 1878, fecha en que se vendió a los misioneros
franceses del Sagrado Corazón. La actual «iglesia nacional» española es
Nuestra Señora de Montserrat. Entre otros inmuebles, el Estado también
ostenta la propiedad de San Pedro in montorio, edificada por los Reyes
católicos para conmemorar la reconquista de Granada, y actual sede de la
Real Academia de España en Roma.

6. Conclusiones
I. En este trabajo se ha examinado el régimen jurídico de varios luga-
res de culto que pertenecen al Estado y están administrados por él o por
otras entidades públicas. Podría decirse que cada uno de los inmuebles es-
tudiados tiene su historia propia y su situación jurídica concreta, lo que no
impide que se puedan agrupar en los conjuntos que aquí han sido analiza-
dos. Se trata, principalmente, de los integrados en el Patrimonio Nacional
–la mayoría de ellos dentro de un Real Patronato‒, los pertenecientes a la
Obra Pía de los Santos Lugares, y los que se encuentran administrados
por un organismo autónomo.
Las características comunes son la titularidad pública y que –al menos
todos los que están en España‒ son lugares sagrados desde el punto de
vista canónico –ya sea en su integridad, o en la parte correspondiente del
conjunto arquitectónico‒ o están destinados a otros usos religiosos como
es la vida religiosa.
Estas notas no deberían hacernos suponer que se está violando la neu-
tralidad de los poderes públicos, pues ni se produce confusión de funcio-
nes civiles y religiosas, ni se deriva de este hecho una identificación del

datos que aporta, R. Lourido Díaz, La Iglesia española en el Magreb…, cit., 47-73, como fue la
introducción de las primeras imprentas en ese territorio, o los avances médicos que indica
en la 65. Véase también J. Bover, Las bibliotecas españolas en Marruecos, en V. Morales Lezca-
no (coord.), Presencia cultural del España…, cit., 119-141.
428 Alejandro González-Varas Ibáñez

Estado con la Iglesia, ni constituye un privilegio hacia ella o una discri-


minación hacia otras confesiones. Es, de una manera mucho más sencilla,
un legado de nuestra Historia a la que la España actual no puede ni debe
renunciar. Al contrario, da razón de ser y sentido a las instituciones jurídi-
cas que tenemos en el momento presente y, en concreto, la de estos lugares
sagrados.
II. La confluencia de intereses y potestades sobre estos lugares son la
causa de que presenten un régimen jurídico complejo. En cuanto que son
de titularidad pública, será la Administración correspondiente quien los
regule y administre. Sin embargo, es preciso señalar que estas facultades
no pueden extenderse más allá de los aspectos materiales. Lo que se refie-
re a la vertiente espiritual es competencia exclusiva de la Iglesia. Es a ella
a quien le corresponde la potestad de conferir o quitar el carácter sagrado
de los espacios afectados, el modo de vida de los religiosos, los usos que
sean compatibles o no con ese carácter sagrado y destino religioso, y otras
cuestiones relacionadas.
Admitir lo contrario y que, por tanto, los poderes públicos pudieran in-
miscuirse en estas cuestiones, supondría una lesión de la debida autono-
mía de las confesiones religiosas y del derecho a la libertad que el Acuerdo
jurídico de 1979 reconoce a la Iglesia para realizar su misión apostólica y
actividades que le son propias.
Tampoco podemos desconocer que estos conjuntos han recibido, en
la mayoría de los casos, la declaración de bien de interés cultural, o la
categoría de protección correspondiente. El resultado es que se encuen-
tran vinculados a la normativa sobre protección del patrimonio vigente
en cada momento. Igualmente, algunos de ellos están ubicados dentro de
espacios naturales protegidos, por lo que también habrán de observarse
estas normas.
III. Como fruto de la Historia que son, estos lugares sirven de testimo-
nio de la misma Historia de España y, más en concreto, de su proyección
sobre determinadas áreas geográficas como Tierra Santa y el Norte de
África. Los inmuebles que aún conserva en Oriente próximo y Marruecos
acreditan el interés de España por tener presencia en estos lugares y de
los intereses que ha pretendido proteger en cada momento. Por respeto
a nuestra Historia y a las actividades que a través de ellos ha pretendido
realizar, debe continuar manteniendo su preocupación por conservarlos
y seguir utilizándolos del modo más acorde con sus destino originario y
las necesidades presentes.
El régimen legal de los lugares de culto
en Francia, Italia y Estados Unidos.
Una aproximación de Derecho comparado
Francisca Pérez-Madrid

Derecho Eclesiástico del Estado


Universidad de Barcelona
Barcelona

Sumario: 1. Introducción. 2. Francia. 2.1. El mapa actual de las religiones en Francia. 2.2. Las
primeras disposiciones “laicas”. 2.3. La Ley de 1905. 2.4. El régimen peculiar de Alsacia, Mosela
y los territorios de Ultramar. 2.5. El Derecho urbanístico y los lugares de culto en Francia. 2.6.
Financiación pública. 2. 7. Breve consideración sobre el régimen fiscal de los lugares de culto. 2.8.
¿Una posible reforma de la Ley de 1905? 3. Italia. 3.1. Introducción 3.2. El régimen legal de los
lugares de culto en Italia. 3.3. Financiación de los lugares de culto. 3.4. Consideraciones finales. 4.
Estados Unidos. 4.1. Introducción. 4.2. La RLUIPA (Religious Land Use and Institutionalized
Persons Act, 2000). 5. Breves consideraciones finales.

1. Introducción
El objeto de estas páginas es analizar los aspectos más relevantes del
régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos.
Tres países occidentales que al tener un sistema de relaciones entre el Es-
tado y las Confesiones religiosas tan diverso, ofrecen un amplio espectro
de cuestiones que permiten realizar un estudio comparado. El análisis del
derecho constitucional, la reglamentación urbanística, la financiación, la
jurisprudencia relativa a la materia, la dimensión cultural de los lugares
de culto, así como los conflictos que pueden surgir en el ámbito del De-
recho canónico en cada uno de los mencionados países, ofrecería materia
suficiente para elaborar una monografía.
Del mismo modo que el “legislador” toma con frecuencia ideas y mo-
delos de otros países, para implantarlos en las sucesivas leyes que preten-
den solucionar los problemas locales, el “académico” y el “jurista prácti-
co” pueden obtener del derecho comparado una base intelectual de gran
interés para la interpretación y el análisis de los distintos sistemas jurídi-
cos, y para entender e interpretar el sistema del propio país.
430 Francisca Pérez-Madrid

El lugar de culto es, sin lugar a duda, un presupuesto imprescindible


para que las personas puedan ejercer plenamente su libertad religiosa in-
dividual o colectivamente. Si el ordenamiento reconoce que sus ciudada-
nos pueden creer y vivir su religión, consecuentemente el Estado debe
prever y regular las condiciones jurídicas concretas y necesarias para el
ejercicio del correspondiente derecho fundamental de sus ciudadanos, el
derecho a ejercer la práctica religiosa, sea cual sea su modelo de relaciones
Iglesia-Estado.
Aunque sea notable la diversidad de modelos y soluciones jurídicas en
el ámbito internacional, se podría llegar a establecer un mínimo común
de condiciones o de garantías que deben estar presentes en cualquier ré-
gimen legal del culto, para asegurar de forma eficaz el respeto pleno a la
libertad religiosa de las personas 1.
La Guía para la revisión de la legislación relativa a la religión o las creencias 2
publicada por la Osce en 2004 se detiene en algunas de estas cuestiones. Al

1. «Vale la pena trabajar en la tarea de fijar un paradigma global de libertad religiosa,


basado en la dignidad de la persona humana, compatible con los diversos modelos cons-
titucionales y sobre la base de un desacuerdo generalizado en cuestiones religiosas, como
es el que realmente existe en nuestro planeta. Porque, de la misma manera que no hay un
ordenamiento jurídico ideal, tampoco existe un modelo constitucional perfecto para prote-
ger la libertad religiosa. Cada modelo, como cada ordenamiento jurídico, es producto de la
historia, la cultura, la tradición, el consenso público y, tantas veces, la propia religión. Pero
si bien cada ordenamiento debe proteger la libertad religiosa de acuerdo con su propia
identidad, no cabe duda de que existe un quid común a todos ellos, que justifica la abstrac-
ción». R. Domingo, Dios en el ordenamiento jurídico, publicado en El Mundo, el 26 de octubre
de 2011. El autor ha tratado en otra ocasión acerca de la delimitación de una “reserva de
globalidad” 2, en el caso de que se llevara a cabo una mínima armonización necesaria de
los sistemas jurídicos sin uniformarlos, según un criterio material. Vid. R. Domingo, ¿Qué
es el Derecho Global?, Thomson-Reuters Aranzadi, Pamplona 22008, 172. Posiblemente, la
regulación de los lugares de culto no entraría explícitamente en dicha reserva, pero sí las
condiciones básicas para que el sistema asegure el pleno respeto a la libertad de creencias
y de culto.
2. OSCE, Guidelines for review of legislation pertaining to religion or belief, http://www.osce.
org/. Sobre estas materias dice explícitamente en la p. 25: «C. Land use/zoning. Laws re-
lating to building, remodelling, or use of properties for religious purposes are likely to
involve complicated State laws relating to land, property, and historical preservation. It is
not uncommon for State officials (at the national, federal, or local level) to use such laws
to restrict religious communities from operating religious facilities. The justifications for
restrictions may appear to be neutral (such as regulating the flow of traffic, harmony with
other buildings or activities, or noise restrictions), but are selectively enforced for discrimi-
natory purposes against disfavoured religious groups. It is important that such laws both
be drafted neutrally and applied neutrally, and that they be enforced with a genuinely le-
gitimate purpose. D. Religious-property disputes: There are two classic religious-property
disputes. The first is where the ownership of religious property is disputed as a result of
a prior State action that seized the property and transferred it to another group or to in-
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 431

referirse a la legislación urbanística y a la edificación de lugares de culto,


reconoce la posibilidad, el riesgo, de que se den prácticas discriminatorias
tanto en el diseño de la legislación correspondiente como en su aplicación.
Por tal motivo, exige que se respete la neutralidad en ambos planos y que
siempre la Administración persiga un propósito legítimo cuando deba
decidir en esta materia.
Comenzaremos nuestra exposición con los países europeos para anali-
zar finalmente el modelo estadounidense.

2. Francia
El objeto de este estudio es analizar los aspectos más relevantes del
régimen legal de los lugares de culto, a la vista de las opiniones emana-
das en los últimos años sobre la necesidad de repensar la laicidad ante la
pluralidad creciente de la sociedad francesa en relación a las creencias.
El modelo francés, que se ha considerado como un modelo duradero de
regulación jurídica laica del factor religioso, parece necesitar ciertos re-
ajustes, como sostienen algunos expertos de reconocida competencia, tal
y como se recoge en estas páginas. Sin duda, el análisis de los motivos así
como de las soluciones propuestas por quienes se cuestionan la validez de
la legislación vigente, puede aportar criterios válidos para realizar una re-
flexión similar en los países europeos vecinos. Aunque el sistema español
de relaciones entre el Estado y las Confesiones religiosas es marcadamen-
te diferente del francés, este estudio puede facilitar una crítica ponderada
de las soluciones que a veces se han postulado para promover el respeto
de la libertad religiosa en una sociedad plurirreligiosa 3.

dividuals. This has been particularly problematic in many cases in formerly communist
countries. The second case is where a dispute within a religious community leads to one
or more groups contesting ownership rights. Both types of dispute, as well as other related
issues, often involve historical and theological questions. Such disputes can be very com-
plicated and demand expertise not only on strictly legal issues involving property, but also
on technical questions of fact and doctrine. To the extent that laws deal with such issues, it
is important that they be drafted and applied as neutrally as possible and without giving
undue preferential treatment to favoured groups».
3. Cfr. acerca de la delimitación del concepto jurídico de lugar de culto, M. Rodríguez
Blanco, Libertad religiosa y confesiones, Madrid 2000, 21 y ss; J. J. Guardia, El lugar de culto
en el suelo de titularidad pública española, Cuadernos Doctorales 23 (2009) 11-50, en especial
43-44.
432 Francisca Pérez-Madrid

2.1.  El mapa actual de las religiones en Francia

Decía Víctor Hugo que «en la Edad Media, el genio humano no pen-
só nada importante que no lo escribiera en piedra». En estas palabras se
encierra algo más que un mero reconocimiento de aquellos siglos en los
que se construyó un espacio cultural uniforme, “cristiano”, floreciente des-
de el punto de vista económico, y llamado por algunos “el tiempo de las
catedrales” 4. La frase del poeta evoca en cierto modo la centralidad del
lugar de culto por excelencia en dicha época, la catedral, que se conside-
raba como una obra de toda la ciudad, con profundo significado religioso
y cultural. Así, André Maurois señala: «Es un hecho incontestable que, en
Inglaterra como en Alemania, los fieles han copiado las Iglesias de Francia,
opus francigenum». Entre las razones que aporta para tal afirmación señala
el prestigio de la Francia de los Capetos, las órdenes monásticas de Cluny
y Citeaux, la autoridad de San Luis y de los príncipes franceses de Oriente,
el esplendor de la Universidad de París. «A partir del siglo XII, la catedral
llega a ser la obra de la ciudad entera. Es realmente el libro de un pueblo que
no tiene libros. Sobre los muros, sobre los pórticos se lee la verdad revelada,
mientras en los capiteles de las columnas se expresa la moral cotidiana o
los suplicios de los pecadores (…). El arte de la Edad Media no es un arte
sensual; es un arte didáctico. La catedral es todo un tratado de teología. La
música se hace para la iglesia: Misas, Réquiems, Aleluyas, y el músico es
anónimo, como el arquitecto, pues su obra no tiene otro objeto que el orar
mejor ante Dios. Todo arte es, entonces una función religiosa, una mística
de comunión con Dios, y debe representar los Divinos Misterios, los ánge-
les, los santos, los diablos, o recordar los dogmas bajo forma simbólica» 5.
Desde hace poco más de cien años, la mítica Ley de 9 de diciembre de
1905, estableció las coordenadas de un sistema de separación entre Iglesia
y el Estado en Francia que ha afectado de modo decisivo al régimen legal
de los lugares de culto hasta ahora. No obstante, como se ha señalado
con acierto, el gran público conoce mejor el contexto que el texto de dicha
norma 6.

4. Aunque trata concretamente el tema de la mujer en la Edad Media, vid. R. Pernoud,


La mujer en el tiempo de las catedrales, Santiago 1999.
5. A. Maurois, Historia de Francia en Obras completas, Barcelona 1951, 85.
6. «Le contexte de la loi [de séparation] est mieux connu que son texte qui reste le
grand méconnu de cette année commémorative», E. Poulat, Retour au texte de 1905, Idées en
mouvement (décembre 2005) 2.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 433

Durante la vigencia de la Ley, la sociedad francesa ha cambiado de


forma muy relevante. A falta de estadísticas oficiales sobre la afiliación
religiosa de los ciudadanos, podemos recordar los datos de una encuesta
llevada a cabo por el diario La Croix en el año 2009. Se estimaba que el
64 por ciento de la población francesa es católica romana. No obstante,
según la misma fuente sólo el 5 por ciento acude a ceremonias religiosas
con regularidad. Otras fuentes apuntan que la asistencia a la Misa domi-
nical es algo mayor 7. El Islam cuantitativamente es la segunda religión
del país con más de cinco millones de fieles, lo que viene a ser entre un
8 y un 10 por ciento de la población. El 33 por ciento de los musulmanes
encuestados dijeron que observaban las cinco oraciones diarias del Islam,
un 23 por ciento asistía a la mezquita para las oraciones del viernes y un
70% afirmaba observar el Ramadán 8.
El Ministerio del Interior y de Cultos tenía registrados 150 lugares de
culto musulmán en 1976, 900 en 1985 y 1.555 en 2001. En 2011 eran 2.052
si se exceptúan los territorios franceses de ultramar, como la Isla Reunión,
donde hay una gran presencia musulmana 9. Por otro lado, el 60% de los
lugares de culto musulmán, a menudo financiados por las propias comuni-
dades, no excede de 100 metros cuadrados. Los grandes edificios, las llama-
das “mezquitas-catedrales” (con las salas de oración de más de 2.000 metros
cuadrados), constituyen menos del 1% de los lugares de culto musulmán 10.
Aunque Churchill afirmaba con cierta ironía que había tres clases de
mentiras: las leves, las graves y las estadísticas, fiándonos de estos datos,

 7. A partir del dato de la asistencia “mensual”, dato que resulta algo sorprendente
puesto que se trata de un precepto dominical, estima que en Francia el porcentaje es de un
19%: http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=9503.
 8. Cfr. el Informe sobre la Libertad religiosa en el Mundo, elaborada por el Departamento
de Estado de los Estados Unidos, Informe 2010.
 9. En comparación, hay 45.000 iglesias católicas en el país, 3.000 lugares de culto pro-
testantes (incluyendo 1.800 locales evangélicos), 280 sinagogas y 150 pagodas o salas de
meditación budista. Por cada mezquita-edificio (90 en Francia) hay 20 salas de oración (más
de 1.800 en el Hexágono, es decir, la Francia continental). La variación de cifras se explica
debido a que las “salas de oración” son más fáciles de abrir y cerrar. Existe, en general, una
por cada departamento.
10. En la actualidad, según el presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán
(CFCM) M. Moussaoui, se están construyendo entre 100 y 150 mezquitas. Pero a largo
plazo, más de 1.000 lugares de culto nuevos serían necesarios para cubrir las necesidades
de la comunidad musulmana. El equilibrio entre fieles y mezquitas podría lograrse con
3.000 mezquitas y salas de oración. J. Guénois, Le Figaro, http://www.lefigaro.fr/actualite-
france/2011/08/30/01016-20110830ARTFIG00587-les-lieux-de-culte-musulmans-ont-do-
uble-en-vingt-ans.php.
434 Francisca Pérez-Madrid

podemos concluir que al menos un millón y medio de musulmanes acude


semanalmente a rezar a un lugar de culto, sin que exista espacio disponi-
ble para cubrir tal demanda. El Consejo de Estado francés, “el regulador
de la vida parroquial”, como le llamó Le Bras 11, en una Resolución del 25
de agosto de 2005 12, después de haber recordado que la libertad de culto
es una libertad fundamental, subrayó que esta libertad no se limitaba al
derecho de todo individuo a expresar las convicciones religiosas de su
elección dentro el respeto del orden público, sino que también compren-
día la libre disposición de los bienes necesarios para el ejercicio de un culto.
Por otra parte, la cuestión de los bienes inmuebles cultuales se consi-
dera, cada vez más en las políticas locales, como un elemento clave para
la integración de las minorías religiosas, y para el arraigo de las comuni-
dades en el territorio, sean cuales sean sus creencias 13.

2.2.  Las primeras disposiciones “laicas” 14

La Revolución francesa llevó a cabo la primera expropiación de los


edificios del culto católico que pasaron a ser propiedad de la nación 15. La
fiebre política posterior provocó una serie de medidas que afectaron al
ámbito religioso además de la «puesta a disposición de la nación» de los
bienes del clero para remediar las dificultades del Tesoro 16; hay que re-

11. G. Le Bras, Le Conseil d’État régulateur de la vie paroissiale, EDCD (1950) 63-76.
12. Conseil D’état (ord. ref.), 25 agosto 2005, Commune de Massat, nº284307, Recueil
Lebon, AJDA 16 enero 2006, 91. En adelante se utilizará la abreviatura CE.
13. J. P. Machelon, Les relations des cultes avec les pouvoirs publics, Paris 2006, 17.
14. Para una profundización en la materia, vid. D. Rops, Historia de la Iglesia, 6 vol.,
Barcelona 1955, 1962; A. Fliche y V. Martin, Histoire de l’Église depuis les origines jusqu’á nos
jours, 19 vol., Paris 1934 y ss.; Vv. Aa., Histoire du catholicisme en France, 3 vol., Paris 1957-
1962; C. Poulet, Histoire de l’Église de France, 3 vol., Paris 1946-1949; H. Leclercq, L’Église
constitutionnelle, Paris 1924; A. Latreille, Napoléon et le Saint Siége, Paris 1935; S. Delacroix,
La réorganisation de l’Église de France, Paris 1962; A. Dansette, Histoire religieuse de la France
contemporaine, 2 vol., Paris 1965; H. Guillemin, Histoire des catholiques français au XIX siécle,
Paris 1947; J.-B. Duroselle, Les débuts du catholicisme social, Paris 1951; A. Latreille, Les for-
ces religieuses et la vie politique, Paris 1959; P. Raphael, La République et l’Église romaine, Paris
1948; E. Barbier, Histoire du catholicisme libéral en France, Paris 1924; G. Le Bras, Études de
sociologie religieuse, 2 vol., Paris 1955-1956.
15. La Asamblea Constituyente, por Decreto del 2 y 4 de noviembre de 1789, puso «to-
dos los bienes eclesiásticos a disposición de la Nación, a cargo de proveer de manera conve-
niente a los gastos del culto, el mantenimiento de los ministros y la ayuda a los pobres».
16. La Constitución civil del clero, votada en julio de 1790, organiza las diócesis y parro-
quias, sigue el modelo de los departamentos y cantones, y reemplaza los beneficios por el
sueldo del Estado, pretendiendo que los pastores sean elegidos por todos los ciudadanos,
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 435

cordar además, la supresión de los votos religiosos (1790), y la disolución


de todas las congregaciones (1792). Cuando cayó la monarquía en 1793 la
ofensiva hacia la Iglesia católica fue aún más violenta: se cerraron los con-
ventos, se prohibió el culto, y unos 40.000 sacerdotes tuvieron que escoger
entre el exilio o a la clandestinidad. En 1795 volvió una libertad de cultos
limitada por las leyes republicanas.
Ciertamente este panorama no encajaba con lo que la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano de 26 de agosto de 1789 había estable-
cido solemnemente en su art. 10. Dicho precepto, si bien contempla las
creencias religiosas con cierto matiz negativo, decía: “Nadie debe ser hos-
tigado por sus opiniones incluso religiosas, con tal que su manifestación
no perturbe el orden público establecido por la ley”.
El acceso de una mayoría moderada a los Consejos permitió de nuevo
el culto público (1797) y se suspendieron las prohibiciones. No obstante,
la situación duró poco, ya que tras el golpe de Estado jacobino de 4 de
septiembre de 1798 comenzaron las destrucciones de edificios religiosos
así como las persecuciones.
De nuevo, el panorama cambió drásticamente con el golpe de Estado
de 10 de noviembre de 1799 y la llegada de Napoleón Bonaparte. Con-
vencido de la necesidad de la paz religiosa, negoció con la Santa Sede
el Concordato de 1801 17. A cambio de la renuncia definitiva a los bienes
eclesiásticos que habían sido secularizados por la Revolución 18, Pío VII
obtuvo la total extinción del cisma que había sido recogido a nivel cons-
titucional, el reconocimiento de la religión católica como religión de «la
inmensa mayoría de los franceses», y el derecho exclusivo de la autoridad
espiritual para organizar las diócesis y los nombramientos episcopales.
No obstante, Napoleón añadió los 77 «artículos orgánicos» de inspiración
galicana que permitían el control del Estado sobre el clero (junio 1801), y
que provocaron frecuentes tensiones en la etapa concordataria.

sin intervención de la autoridad romana. Muchos obispos y fieles se opusieron a estas me-
didas pero Luis XVI acabó ratificando la disposición. Cfr. Ger, voz Francia, VI. Historia de la
Iglesia, II, consultada en www.canalsocial.net.
17. Vid. G. Redondo, La Iglesia en el mundo contemporáneo, Eunsa, Pamplona 1979, 2
vols.
18. Se establecía que estos edificios se pondrían a disposición de los Obispos por orden
del prefecto de cada departamento. Sin embargo, el derecho de propiedad no se llegó a
restituir efectivamente a las Entidades religiosas, y se mantuvieron como simples usufruc-
tuarios de los edificios. Concretamente la opinión del Consejo de Estado del 22 de enero de
1805 precisó que las iglesias parroquiales eran propiedad de los municipios.
436 Francisca Pérez-Madrid

Con la subida al trono de Luis XVIII, se restableció en 1814 la religión


católica como religión del Estado, dentro de la libertad de cultos. Asimis-
mo se mantuvo el Concordato de 1801, a falta de otro mejor 19.
Durante el II Imperio, Napoleón III (1808-1873), ofreció a la Iglesia una
serie de ventajas respecto a la situación precedente. Le otorgó un papel
en la vida pública, elevó el presupuesto del culto y facilitó la vuelta de
órdenes y congregaciones religiosas.
Ya en 1869, cuando el Imperio francés llegaba a su fin y los republica-
nos se preparaban para instaurar la III República, L. Gambetta hizo público
el «Programa de Belleville» en el que defendía la separación de la Iglesia y
del Estado como una de las bases de la futura República. Este programa,
que vino a ser la falsilla de gran parte de la producción normativa poste-
rior, dio lugar a una serie de leyes de marcado carácter laicista. Aunque
no hagan referencia directa al tema de este estudio, vale la pena recordar
al menos algunas para contextualizar el marco legislativo en el que se
aprobó la Ley de 1905.
Así, se reservó exclusivamente al Estado la colación de los grados, se
prohibió enseñar a las congregaciones religiosas no autorizadas, y se elimi-
nó todo tipo de enseñanza religiosa en los establecimientos públicos 20. Toda
referencia religiosa quedó igualmente suprimida en las administraciones
públicas, y fue abolido el descanso dominical (julio 1881). Se declaró el ca-
rácter laico de los cementerios (1881), y se restableció el divorcio (1884).
En 1901, se aprobó la Ley de Asociaciones. Para tener personalidad
jurídica civil, debía obtenerse la oportuna autorización legal; por otra par-
te, las asociaciones estaban sometidas a la oportuna inspección cuando
quisieran modificar sus estatutos, trasladar su sede principal u otras cues-
tiones similares; y finalmente, lo que resultó especialmente gravoso para
las Congregaciones religiosas fue que por Ley de 7 de julio de 1904 se les
prohibiera el ejercicio de la enseñanza 21. No obstante, multitud de entes

19. En la Restauración se pretendió sustituir al Concordato de 1801 por otro nuevo que,
pese a haber sido firmado en la Santa Sede por los representantes del Papa Pío VII y de Luis
XVIII, nunca llegó a entrar en vigor, J. Orlandis, Ciento veinticinco años de escuela laica en
Francia, Anuario de Historia de la Iglesia, 14 (2005) 83-92.
20. La ley sobre la gratuidad y obligatoriedad escolar (1882) implicaba la neutralidad
absoluta de la enseñanza, animada en lo sucesivo de una moral puramente cívica de tipo
kantiano. Ver E. Macías Otón, La legislación reguladora del principio de laicidad en la escuela
francesa, Anales de Derecho. Universidad de Murcia, 26 (2008) 621.
21. L. Portero, En el centenario de la Ley francesa de 1905, www.iustel.com, Revista Ge-
neral de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº 11 (mayo
2006) 10.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 437

se acogieron a la Ley de 1901 que no tenían como fin exclusivo el culto,


aunque sí fines caritativos 22.
Finalmente, la Ley de separación de las Iglesias y del Estado, se promulgó
el 9 de diciembre de 1905 en medio de grandes tensiones. A pesar de que,
según sus promotores, se trataba de «una ley de pacificación», la paz no
llegó hasta mucho más tarde, tras una serie de modificaciones legislativas.
No se puede olvidar que la Ley supuso la denuncia unilateral del Con-
cordato por parte del Estado y desencadenó graves consecuencias para la
Iglesia católica, más allá del ámbito patrimonial. Pío X condenó la Ley en
la encíclica Vehementer nos 23, y en Gravissimo Officii munere, en 190624.

22. Esta categoría ha sido utilizada con frecuencia por los musulmanes, ya que la pre-
sencia de escuelas coránicas justifica su calificación cultural, independientemente de que
la misma asociación dirija una mezquita. Cfr. B. Basdevant-Gaudemet, Estado e Iglesia en
Francia, Ibidem, 123.
23. Vale la pena releer un párrafo del documento magisterial, ya que aporta las razones
principales y de peso por las que la Jerarquía eclesiástica se opuso a dicha norma: «La ley
de la separación viola y niega el derecho de propiedad de la Iglesia. Contra toda justicia,
despoja a la Iglesia de gran parte del patrimonio que le pertenece por tantos títulos jurídi-
camente eficaces; suprime y anula todas las fundaciones piadosas, legalmente establecidas,
para fomentar el culto divino o para rogar por los fieles difuntos; los recursos que la gene-
rosidad de los católicos ha ido acumulando para sostenimiento de las escuelas cristianas y
de las diferentes obras de beneficencia religiosa, son transferidos a establecimientos laicos,
en los que normalmente es inútil buscar el menor vestigio de religión; con lo cual no sólo
se desconocen los derechos de la Iglesia, sino también la voluntad formal y expresa de los
donantes y testadores. Pero lo que nos causa preocupación especial es una disposición que,
pisoteando todo derecho declara propiedad del Estado, de las provincias o de los ayunta-
mientos todos los edificios que la Iglesia utilizaba con anterioridad al Concordato. Porque,
si la ley concede el uso indefinido y gratuito de estos edificios a las asociaciones de culto,
pone a esta concesión tantas y tales condiciones, que, en realidad, deja al poder público la
libertad de disponer totalmente de dichos edificios. Tememos, además, muy seriamente
por la santidad de los templos, pues existe el peligro de que estas augustas moradas de la
divina majestad, centros tan queridos para la piedad del pueblo francés, en quienes tan-
tos recuerdos suscitan, caigan en manos profanas y queden mancilladas con ceremonias
también profanas. La ley, por otra parte, al liberar al Estado de su obligación de atender al
culto con cargo al presupuesto, falta a los compromisos contraídos en un tratado solemne
y, al mismo tiem­po, ofende gravemente a la justicia. En efecto, no es posible dudar en este
punto, porque los mismos documentos históricos lo prueban del modo más terminante:
cuando el Gobierno francés contrajo, en virtud del Concordato, el compromiso de asignar
a los eclesiásticos una subvención que les permitiese atender decorosamente a su propia
subsistencia y al sostenimiento del culto público, no lo hizo a título gratuito o por pura
cortesía, sino que se obligó a título de indemnización, siquiera parcial, a la Iglesia por los
bienes que el Estado arrebató a ésta durante la primera revolución. Por otra parte, cuando
en este mismo Concordato, y por bien de la paz, el Romano Pontífice se comprometió, en su
nombre y en el de sus sucesores, a no inquietar a los detentadores de los bienes que fueron
arrebatados a la Iglesia, puso a esta promesa una condición: la de que el Gobierno francés
se obligase a cubrir perpetuamente y de un modo decoroso los gastos del culto divino y del
clero». Carta Encíclica de San Pío X. Sobre la Separación de la Iglesia y el Estado del 11 de febrero de
438 Francisca Pérez-Madrid

2.3.  La Ley de 1905

Para comenzar la exposición sobre el régimen legal de los lugares de


culto en Francia vale la pena recordar el artículo de la Constitución de
1958 que se refiere a la cuestión religiosa. En su art. 1, establece que Fran-
cia es una República indivisible, laica, democrática y social. Asegura la
igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza
o religión y respeta todas las creencias.
La Ley de 9 de diciembre de 1905, de separación de la Iglesia y Estado,
es una norma vigente que regula una forma concreta de materializar di-
cha laicidad, consagrada a nivel “constitucional”. En su primer artículo,
reconoce de forma solemne que se garantiza la libertad de conciencia y
el libre ejercicio de los cultos con el límite del orden público. Así, se ha
afirmado que la Ley de 1905 además de ser una Ley de separación, es una
ley de libertad 25 ya que permite a todo individuo tener la creencia que
quiera y ejercerla, e impide que el Estado se pueda inmiscuir en los asun-
tos relacionados con las Iglesias y el culto. Pero es el art. 2 el que revela el
objetivo principal de la disposición, con gran incidencia en la legislación
posterior: «La República no reconoce, no retribuye ni subvenciona ningún
culto. En consecuencia, a partir del 1 de enero posterior a la promulgación
de la presente ley, será suprimido en los presupuestos del Estado, departamentos
y los municipios, todo gasto relativo al ejercicio de los cultos. Podrán ser inclui-
dos no obstante en dichos presupuestos los gastos relativos a servicios de
capellanía y los destinados a asegurar el ejercicio libre de los cultos en los
establecimientos públicos tales como liceos, colegios, escuelas, hospicios,
asilos y prisiones. Los establecimientos públicos del culto son suprimidos, a
reserva de las disposiciones enunciadas al artículo 3» 26.
En el mencionado artículo tercero se establece que los establecimientos
suprimidos continuarán provisionalmente funcionando, conforme a las

1906. Como ha señalado Portero, Gasparri elaboró una especie de “Libro blanco” sobre las
causas de la fractura entre Francia y la Santa Sede en 1905. Vid. L. Portero, En el centenario
de la Ley francesa de 1905, www.iustel.com, Revista General de Derecho Canónico y Derecho
Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº 11 (mayo 2006) 19.
24. Según Luis Portero, el Cardenal Gasparri dice en sus memorias que el Papa quizá no
fue acertado en su rechazo categórico de la legislación francesa, declarando incluso que lo
hizo contra la opinión mayoritaria del episcopado francés. Cfr. L. Portero, cit., 18.
25. Indirectamente le dio libertad a la Santa Sede en la elección de cargos eclesiásticos,
cfr. L. Portero, cit., 19.
26. La cursiva es mía.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 439

disposiciones que los rigen actualmente, hasta que se atribuyan sus bienes
a las asociaciones previstas por el título IV. Se refiere a las asociaciones for-
madas para sufragar los gastos, el mantenimiento y el ejercicio público de
un culto, constituidas conforme a los artículos 5 y los siguientes de la ley
del 1 de julio de 1901. Por otra parte, indica también el art. 3 que se deberá
realizar un inventario descriptivo y estimatorio por parte de agentes de la
administración 27.
Así, en el plazo de un año, a partir de la promulgación de la ley pre-
sente, los bienes muebles e inmuebles que sean de los establecimientos
públicos de culto serían traspasados por sus representantes legales, con
todas las cargas y obligaciones que las gravaran y con su afectación es-
pecial, a las asociaciones que se formaran para la organización general
del culto (art. 4). Hay que precisar que los derechos que son reconocidos a las
asociaciones litúrgicas sobre estos bienes son más restringidos que los de
un propietario de derecho común, al obligarles a mantener la afectación
al culto 28.
Serán las asociaciones cultuales, cuyo objeto es estrictamente especia-
lizado, las que tendrán el uso y disfrute de dichos inmuebles 29. Deberán
garantizar el ejercicio público del culto y suceder a los establecimientos
públicos disueltos. Estarán exentas del impuesto de bienes inmuebles
para los edificios que posean (art. 18). Estas asociaciones cultuales son en
gran parte semejantes a las regidas por la Ley de 1901, y su organización
deberá tener inspiración democrática 30. No podrán recibir subvenciones,

27. La realización de dichos inventarios desencadenó diversos incidentes violentos en


1906.
28. Sobre la posibilidad de que algunos lugares de culto en España sean de dominio
público, Rodríguez-Blanco hace un detallado estudio sobre la cuestión en M. Rodríguez
Blanco, cit., 181-182. La Administración pública en España tiene determinadas funciones
en relación a los lugares de culto, pero no destina un determinado bien al culto, ya que se
trata de una competencia de las Confesiones.
29. «No obstante, la administración del propietario no puede así obstaculizar el uso
conforme a la destinación al culto del inmueble, tanto cerrando el edificio, o prescribiendo
ceremonias civiles. En cualquier caso, la organización de visitas de edificios históricos es
perfectamente legítima y el deseo de algunos municipios de revalorizar su patrimonio, bajo
forma de manifestaciones específicas (conciertos, museos, exposiciones), es comprensible,
sobre todo teniendo en cuenta que participan en su mantenimiento. Ha habido cierta con-
fusión sobre las prerrogativas recíprocas del propietario y del usufructuario, así como sobre
la posibilidad de organizar manifestaciones profanas lucrativas», Consejo de Estado, 9 de
febrero de 1908, Abbé Deliard, Leb. 127.
30. C. Houillon, La loi du 9 décembre 1905, entre commémoration et remise en cause, Lyon
2007, pro manuscripto, 23.
440 Francisca Pérez-Madrid

y sus recursos deben provenir de los fieles (at.4). No obstante, el artículo


19 advierte que no serán consideradas subvenciones las ayudas que se
concedan para la reparación de los monumentos históricos. Los edificios
del culto son contemplados, en tal caso, como un elemento del patrimonio
nacional, sin tener en cuenta su condición religiosa 31.
Se puede afirmar que los rasgos más característicos del texto fueron:
su carácter expropiatorio 32, la prohibición de concesión de ayudas públicas a
cualquier confesión religiosa, y la organización del culto a través de unas
organizaciones creadas ex lege, estableciendo así un marco jurídico en el
que debía encajar la actividad cultual de las confesiones, sin respetar su
autonomía. Con cierta razón, Poulat afirma que la Ley establece una pri-
vatización del culto 33.
En segundo lugar, las asociaciones litúrgicas no disponen libremente
del producto de la venta de los valores mobiliarios o de los edificios que
les han sido atribuidos u otorgados. El artículo 5 de la ley de 1905, que
reenvía al artículo 22, precisa que esos fondos deberán destinarse a una
reserva especial. Por último, el artículo 9 prevé que “en caso de disolución
de una asociación, los bienes que le habían sido destinados deberán ser
atribuidos por disposición del Consejo de Estado, a asociaciones análogas
o a establecimientos municipales de asistencia o de beneficencia”.
Por todas estas razones, podemos decir que los edificios otorgados a
las asociaciones cultuales tienen un régimen más restringido que los bie-
nes de quienes ostentan una propiedad privada.
Sin embargo, los bienes adquiridos o construidos por las asociaciones
después de 1905, o los edificios que eran propiedad de los antiguos cultos
no reconocidos, están totalmente sometidos al derecho civil de la propie-
dad inmobiliaria.

31. En realidad en el texto de la Ley no se menciona el término “religión” sino el de


“culto”, sobre el que no existe una definición jurídica en el derecho francés. Únicamente en
su Decisión de 24 de octubre 1997 el Consejo de Estado en el asunto Association locale des
Témoins de Jéhovah de Riom consideró que la práctica de una religión era «el cumplimiento
de ciertas ritos y prácticas que a los ojos de los creyentes están en comunión con un poder
sobrenatural». En cambio, en su Decisión de 17 de junio de 1988 sobre la Union des Athées
estimó que si la asociación considera a Dios como un mito, su actividad no puede ser consi-
derada como la práctica de una religión.
32. Así el art. 5 señala que «los bienes designados en el artículo anterior que provienen
del Estado y no están sujetos a una fundación piadosa creada después de la Ley de 18 X Año
Germinal (se refiere a la fecha del Concordato de 1801) serán devueltos al Estado».
33. E. Poulat, Privatización y liberalización del culto en Francia. La Ley francesa de 9 de di-
ciembre de de 1905, Anuario de Historia de la Iglesia, XIV (2005) 70.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 441

Esta legislación de 1905 fue aceptada por la comunidad protestante y


la judía; sin embargo, la Iglesia católica no quiso asumir el modelo de las
asociaciones de culto.
La Encíclica Vehementer nos prohibió la constitución de asociaciones
cultuales que no tuvieran en cuenta la jerarquía de la Iglesia. Como las
“asociaciones para el ejercicio del culto” debían ser constituidas conforme
a la ley del 1 de julio de 1901, y en tal norma no se respetaba el papel del
Obispo, se corría el riesgo de que la estructura organizativa civil afectara
a la unidad organizativa de la Iglesia católica en Francia, al dividirse en
pequeñas estructuras. Así, ante tal resistencia, la Ley de 1907, tuvo que
solucionar la situación que se había creado de facto. En su art. 5 preveía que
«a falta de asociaciones de culto, los edificios destinados al ejercicio del
culto, así como los muebles que los equipan, continuarán, salvo cambio
de destinación de un edificio público en los casos previstos por la ley del
9 de diciembre de 1905, puestos a disposición de los fieles y de los minis-
tros del culto para la práctica de su religión. El goce gratuito podrá ser
concedido a asociaciones litúrgicas constituidas conforme a los artículos
18 y 19 de la ley del 9 de diciembre de 1905, o a asociaciones formadas en
virtud de las disposiciones precitadas de la ley del 1 de julio de 1901 para
asegurar la continuación del ejercicio público del culto, o a los ministros
del culto cuyos nombres deberán ser indicados en las declaraciones pres-
critas por el artículo 25 de la ley del 9 de diciembre de 1905. El uso previsto
más arriba de los edificios y de los muebles que contienen será atribuido,
a reserva de las obligaciones enunciadas por el artículo 13 de la Ley del 9
de diciembre de 1905, por medio de un acto administrativo emitido por
el prefecto».
Finalmente, la ley del 13 de abril 1908, modificando el artículo 9 de
la ley de 1905 34, dio la propiedad de estos edificios a los municipios del
territorio en los que se situaban los templos no adjudicados. Así, a falta
de asociaciones litúrgicas, las iglesias de los establecimientos públicos del
culto católico disuelto se hicieron propiedad municipal. La transferencia
de los edificios del culto no pudo pues hacerse a favor de las asociaciones
litúrgicas católicas, y el legislador debió adaptarse a esta situación im-

34. Art. 9: «A défaut de toute association pour recueillir les biens d’un établissement
public du culte, ces biens seront attribués par décret à des établissements communaux
d’assistance ou de bienfaisance situés dans les limites territoriales de la circonscription ec-
clésiastique intéressée (…)».
442 Francisca Pérez-Madrid

prevista. La ley del 2 de enero 1907 que se refería al ejercicio público de


los cultos había dejado las iglesias a la disposición libre de los fieles y de
los ministros del culto católico. Como destaca Areces, estos sujetos eran
utilisateurs del dominio público 35.
Después de un largo proceso de negociación se restablecieron las re-
laciones diplomáticas con la Santa Sede. Se alcanzó el compromiso de la
creación de asociaciones de culto diocesanas, que efectivamente se constitu-
yeron entre 1924 y 1927 y que continúan en vigor hasta el día de hoy 36.
Los acuerdos de 1923 y 1924 facilitaron la autonomía y la libertad de la
Iglesia para organizarse según sus propios principios 37. En este sentido,
era el Obispo correspondiente el que gozaba de potestad sobre dichas
estructuras.
Hay que destacar la importancia jurídica de la afectación o asignación
de los bienes al culto. El Consejo de Estado en el caso Vital Pichon de 26
junio de 1914, habla de una «propiedad desmembrada, cargada de una
servidumbre […] de asignación de culto». Precisaba que «el municipio
era el único propietario de la iglesia, pero no es el único que tiene dere-
chos sobre la iglesia». No puede enajenar el edificio o los muebles que lo
integran, demolerlo o modificar el estado de los lugares sin haber dado
de baja el edificio de antemano. El cambio de destino de un edificio puede
producirse por la ley o por decreto, en cinco casos precisos enumerados
por la ley de 1905 38.

35. M. T. Areces, El principio de laicidad en las jurisprudencias española y francesa, Lleida


2003, 190.
36. Los edificios anteriores a este acuerdo (Dictamen del Consejo, del 13 de diciembre
de 1923) pertenecen al Estado o a los municipios que están a cargo de su mantenimiento; en
cambio, a partir de 1924, las asociaciones diocesanas se encargan de la construcción y del
mantenimiento de los lugares de culto.
37. Se ha de destacar que el modus vivendi de 1924, negociado con la Iglesia Católica,
nunca se ha considerado contradictorio con el artículo 2 de la ley de 1905. Asimismo se han
firmado acuerdos entre el Ministro del Interior y los Representantes del culto musulmán
para organizar su culto.
38. Art. 5. «Ceux des biens désignés à l’article précédent qui proviennent de l’État et qui
ne sont pas grevés d’une fondation pieuse créée postérieurement à la loi du 18 germinal an
X feront retour à l’État. 43. Les attributions de biens ne pourront être faites par les établis-
sements ecclésiastiques qu’un mois après la promulgation du règlement d’administration
publique prévu à l’article 43. Faute de quoi la nullité pourra en être demandée devant le
tribunal civil par toute partie intéressée ou par le ministère public. En cas d’aliénation par
l’association cultuelle de valeurs mobilières ou d’immeubles faisant partie du patrimoine
de l’établissement public dissous, le montant du produit de la vente devra être employé en
titres de rente nominatifs ou dans les conditions prévues au paragraphe 2 de l’article 22.
L’acquéreur des biens aliénés sera personnellement responsable de la régularité de cet em-
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 443

La asignación del inmueble al culto es gratuita, exclusiva y perpetua.


El caso más frecuente de un cambio de destinación, es el cese del culto.
No obstante, el consentimiento por escrito del ministro de la iglesia es
indispensable. La asignación de culto impone por eso a la colectividad
propietaria algunos deberes, como, entre otras cosas, aceptar las ofertas
de ayuda de fieles para el mantenimiento del edificio.
Con todo, también se ha afirmado que la Ley de 1905 se trata de una
ley de compensación, entendiendo que al haberse nacionalizado los bienes
del clero bajo la Revolución, el Estado en este proceso legislativo aporta-
ba como verdadera novedad la asunción de los gastos de mantenimiento
de los edificios. Y por este motivo, sostienen algunos que la Ley de 1905
agudiza las diferencias a favor de las comunidades religiosas de antigua
presencia en el país.

2.4.  El régimen peculiar de Alsacia, Mosela y los territorios de Ultramar

En 1905, los territorios del Alto Rhin, el Bajo Rhin y Mosela estaban
ocupados por Alemania por lo que la Ley de Separación no se aplicó en
esos departamentos, como tampoco en los territorios de ultramar. Así,
cuando estos territorios volvieron a formar parte de Francia, mantuvieron
el sistema de cultos reconocidos y retribuidos por el Estado. En la actuali-
dad siguen manteniendo su propia legislación local y aplican sus costum-
bres y leyes sobre los problemas específicos que se puedan plantear en
relación con los lugares de culto, entre otras cuestiones 39.
Con un estatuto jurídico especial y fiscal, los católicos, luteranos, cal-
vinistas, y los grupos judíos pueden optar por asignar una porción de su
impuesto sobre la renta a su organización religiosa en un sistema admi-
nistrado por el gobierno nacional. Por otra parte, el resto de confesiones
religiosas no tienen un reconocimiento especial. Este otro tipo de grupos
religiosos, aunque no sean obligatoriamente financiados por el Estado,
gozan en Alsacia-Mosela de ventajas nada despreciables en relación con la
“Francia del interior”. Pueden crear asociaciones según la legislación civil,

ploi. Les biens revendiqués par l’État, les départements ou les communes ne pourront être
aliénés, transformés ni modifiés jusqu’à ce qu’il ait été statué sur la revendication par les
tribunaux compétents».
39. B. Basdesvant-Gaudemet, Estado e Iglesia en Francia, en G. Robbers, Estado e Iglesia en
la Unión Europea, Nomos Verlagsgesellschaft, Baden-Baden 1996, 120 y ss.
444 Francisca Pérez-Madrid

y a la vez pueden gozar de las mismas exenciones fiscales que las asocia-
ciones de culto, siempre que su finalidad sea exclusivamente litúrgica. Del
mismo modo, tampoco hay inconveniente legal para que puedan recibir
subvenciones de las instituciones públicas. Así, en Alsacia y Mosela, los
gobiernos locales pueden proveer de apoyo financiero a la construcción
de edificios religiosos. Guardia ha destacado que se mantiene la fabrique
d´église, una institución de derecho público también presente en Bélgica
y en Quebec. Su finalidad es asegurar la conservación y las celebraciones
de un edificio de culto, además de la administración de los bienes des-
tinados al culto. La entidad pública que debe financiar las fábricas es el
ayuntamiento 40.
Por otra parte, la misma Ley de 1905, en su art. 43, 2, preveía que por
vía reglamentaria se determinarían las condiciones en las que se apli-
caría la Ley en Argelia y las colonias 41. Un decreto de 6 de febrero de
1911 sometió al régimen de la Ley a Guadalupe, Martinica y la Isla de la
Reunión. Más tarde, por decreto de 11 de marzo de 1913, se aplicó la Ley
a Madagascar, exceptuando Mayotte y las Islas Comores. Además se ha
de citar la existencia de dos decretos de 1939 llamados Decretos Mandel,
destinados a otros territorios de Ultramar. Aunque estas dos disposicio-
nes no tienen una relación directa con la materia que tratamos, vale la
pena exponer su contenido para mostrar el panorama completo del siste-
ma relaciones Iglesia-Estado en Francia. Pues bien, en el primer Decreto
se regulaba la constitución de las misiones religiosas; en el art. 2 del texto,
se exigía que la elección del presidente y los miembros de los consejos de
administración de las misiones debería someterse al representante del
Estado. En el segundo Decreto Mandel, se precisaba que para el culto
católico, cuando se trate «del mismo jefe de la circunscripción misionera,
basta que su nombramiento como presidente le sea notificado al jefe de
la colonia».
En Nueva Caledonia, Wallis y Futuna, San Pedro y Miquelón, así como
en las Tierras australes y antárticas (sin población), se aplican los dos de-
cretos Mandel.

40. Cfr. J. P. Schouppe, Derecho patrimonial canónico, Pamplona 2007, 143, nota 151. Cita
tomada de J. J. Guardia, Libertad religiosa y urbanismo. Estudio de los equipamientos de uso reli-
gioso en España, Pamplona 2010, 83 y ss. Vid. sobre la historia de las fábricas, X. Delsol – A.
Garay – E. Tawil, Droit des cultes, Lyon 2005, 105 y ss.
41. Para los regímenes vigentes en los territorios del Ultramar franceses, vid. X. Delsol
– A. Garay – E. Tawil, Droit des cultes, Lyon 2005, 98 y ss.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 445

Quizá el caso más interesante sea el de la Guayana francesa, en la que


el culto católico sigue regulado en la actualidad por una ordenanza real
de 27 de agosto de 1828. Nunca se aplicó en este territorio el Concordato.
Esta disposición establece un régimen de reconocimiento único del culto
católico, según el cual los ministros de culto son nombrados, cambiados y
revocados por el Obispo contando con el acuerdo del prefecto y el clero es
financiado por el presupuesto del departamento, aunque no tiene carácter
funcionarial.
Igualmente en la Polinesia, las iglesias protestantes se rigen por un
decreto de 5 de julio de 1927, mientras que los demás cultos se rigen por
los Decretos Mandel. Ninguna disposición legislativa prohíbe una finan-
ciación pública de los cultos, porque, en primer lugar la ley de 1905 no fue
nunca aplicada y, por otra parte, el consejo de Estado ha considerado que
el principio de laicidad no prohíbe tal financiación. Así el gobierno de ese
territorio decidió atribuir una subvención para que se construyera una
casa parroquial 42.
Aunque sean supuestos muy concretos en el conjunto del territorio
francés, no deja de ser ilustrativo que se den en la actualidad casos de
financiación del culto, y por tanto de los lugares destinados a dicho fin,
frente a una interpretación restringida o negativa de la laicidad.

2.5.  El Derecho urbanístico y los lugares de culto en Francia


Pero ya debemos adentrarnos en aspectos más técnicos, como son los
regulados por el derecho urbanístico, una rama del ordenamiento jurídico
que se presta a ser instrumentalizada por las autoridades competentes en
la materia. Y en Francia, los alcaldes, en efecto, se escudan a menudo en
las normas de urbanismo para impedir la apertura de lugares de culto.
Entre la diversa casuística que podemos encontrar en la actualidad, los
municipios hacen uso de su derecho preferente de compra para impedir
a las asociaciones de culto que puedan adquirir un terreno 43. El derecho
preferente de compra sólo puede ejercerse para la realización de un pro-
yecto público y no para obstaculizar un proyecto juzgado inoportuno,
tal y como se establece en el art. L. 210 del Código de Urbanismo 44. Por

42. CE, 16 de marzo de 2005. Ministre de l’Outre-mer, AJDA 2005, 1463-1465.


43. J. P. Machelon, Les relations des cultes avec les pouvoirs publics, Paris 2006, 29 y ss.
44. Véanse artículos L. 210-1 del Código del urbanismo: «los derechos preferentes de
compra instituidos por el presente título se ejercen para la realización, en interés general,
446 Francisca Pérez-Madrid

otra parte el ejercicio de la opción preferente de compra debe contener


la motivación detallada, como una formalidad sustancial, sin que pueda
regularizarse a posteriori. Así se estimó en un contencioso planteado por
una asociación cultual del municipio Caudebec-les Elbeuf, en la Corte de
apelación de Rouen, en 1994, considerando el caso como una “vía de he-
cho” (voie de fait).
Otras veces rechazan el cambio de asignación o “afectación” de un edi-
ficio que es un requisito imprescindible para poder transformarlo en sala
de oración. Tales prácticas administrativas evidentemente son ilegales,
puesto que la única razón legítima para rechazar una licencia de obras,
según el derecho francés, debe ser una cuestión de urbanismo.
Estas ilegalidades, sin embargo, casi nunca son sancionadas por dos
motivos. En primer lugar, porque el desvío de poder no es fácil de probar
ante el juez; en segundo lugar, porque las asociaciones afectadas evitan
acudir a la magistratura prefiriendo conseguir un compromiso hipotético.
La Federación Evangélica de Francia ha denunciado el «derecho prefe-
rente de compra sistemática, así como los reglamentos de urbanismo que
exigen, por ejemplo, un número desorbitado de plazas de aparcamiento,
la negativa de permiso de edificación al haberse previsto una cruz cris-
tiana en la fachada del edificio de culto, las dificultades para acceder al
alquiler de salas municipales para el ejercicio público del culto» 45.
Para disuadir a los municipios de hacer un uso abusivo de su derecho
preferente de compra, que no es por otra parte específico en la materia de
lugares de culto, el Informe Machelon sugiere que se obligue a los Ayunta-
mientos a adscribir los fondos necesarios para el Proyecto alternativo que
pretenden construir en un solar, cada vez que se ejerza tal prerrogativa 46.

de las acciones u operaciones respondiendo a los objetivos definidos en el artículo L 300-1,


a excepción de (…) salvaguardar o valorizar los espacios naturales, o para constituir re-
servas de propiedad de la tierra con el fin de permitir la realización de dichas acciones u
operaciones de adaptación. Toda decisión de derecho debe mencionar el objeto para el cual
este derecho se ejerce», vid. A. Garay – M. M. Leal Adorna, La situation juridique des edifices
pour le culte: perspectives espagnole et française, www.iustel.com. Revista General de Derecho
Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado –RGDCDEE‒, nº 17 (2008).
45. Féderation Évangelique de France, Commission de réflexion juridique sur les relations
des cultes avec les pouvoirs publics, audition de la FEF au Ministère de l’intérieur, 10 Mars 2006, 3.
Sobre el alquiler cfr. Consejo de Estado, cit., 390 y Cuestión escrita n ° 03698 de Sr. Roland
Huguet, (Pas-de-Calais - REJA) Disposición de una sala municipal en provecho de una aso-
ciación religiosa, un JORF Senado del 23 de octubre de 1997, p. 286.
46. Vid. la jurisprudencia citada sobre esta reserva de fondos en X. Delsol – A. Garay
– E. Tawil, Droit de cultes, cit., 254.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 447

Sin entrar ya en el ámbito de lo ilegal, las normas de urbanismo pueden


también impedir, directa o indirectamente, la edificación de lugares de
culto. Se debe encontrar un equilibrio entre el respeto al medio ambiente
local en sentido amplio, y las construcciones que expresan con propiedad
las tradiciones religiosas correspondientes (campanarios o minaretes, por
ejemplo).
En el ordenamiento jurídico francés no se hace ninguna referencia
específica a los edificios de culto, por lo que se rigen por la normativa
de las demás construcciones. Según el art. L. 421-3 del Código de Ur-
banismo el permiso de obras sólo puede ser concedido si se respetan una
serie de requisitos; y la licencia debe ir precedida por una consulta a una
comisión de seguridad. Además, la apertura debe ser concedida por el
Alcalde que deberá comprobar que efectivamente se han cumplido to-
das las prescripciones establecidas. Si hubiera denegación de licencias
por parte de los alcaldes por prejuicios religiosos, el hecho podría segu-
ramente calificarse de discriminatorio según lo dispuesto en el artículo
432-7 del Código penal, y los comportamientos podrían ponerse en co-
nocimiento de la Alta Autoridad de lucha contra las discriminaciones y
para la igualdad 47.
El mismo Código de Urbanismo clasifica los destinos de los edificios
según sean para vivienda, comercio, industria, actividad agrícola, servi-
cios públicos, y podrán ser autorizados mediante la zonificación que se
establezca en los planes de urbanismo. Por tanto, no se puede exigir a los
municipios que se dote una determinada zona de un lugar de culto o im-
pedir que se construya. El Tribunal de Grenoble, en su Sentencia de 31 de
diciembre de 1991 afirmó no obstante que el Ayuntamiento podía reservar
en su plan urbanístico un espacio dedicado a la construcción de un tem-
plo con la consideración de interés general, siempre que la financiación

47. «Negar una licencia de obras basándose en consideraciones extrañas al urbanismo


o modificar intencionalmente la reglamentación local que existe en la materia, constituiría
una desviación de poder cuya sanción por los órganos jurisdiccionales administrativos (…)
sería la anulación de la decisión de denegación controvertida” (Respuesta ministerial al
diputado Jacques Kossowski, JOAN (Q), el 19 de octubre de 1998, 5721; en los mismos tér-
minos, Respuesta ministerial al diputado Jean-Pierre Brard, JOAN (Q), el 1 de septiembre
de 1997, 790, precisando: «No existe ninguna posibilidad pues legal de fundar una negativa
de expedición de una licencia de obras sobre el carácter supuesto “sectario” de la agrupa-
ción que lo solicita». Citado por A. Garay – M. M. Leal Adorna, La situation juridique des
edifices pour le culte: perspectives espagnole et française, Revista General de Derecho Canónico
y Derecho Eclesiástico del Estado, 17 (2008).
448 Francisca Pérez-Madrid

corriera a cargo del constructor. En otra ocasión se ha considerado que la


construcción de una mezquita era compatible con su emplazamiento en
una zona residencial 48 que un edificio de culto podía considerarse como
una instalación de interés general 49 o como equipamiento público 50. La
comisión Machelon desea que los alcaldes en el futuro estén dispuestos a
prever espacios reservados para lugares de culto en los planes de urbanis-
mo 51. También el Consejo de Estado ha reconocido que un “plan de ocu-
pación del suelo” puede reservar un solar para la edificación de un lugar
de culto porque puede considerarse, en función de las características de
la operación urbanística proyectada, una instalación de interés general en
el sentido del art. L. 123-1 del Código de Urbanismo (Consejo de Estado,
25 de septiembre de 1996, nº 109754).
En cualquier caso se suelen considerar como “establecimientos abier-
tos al público”, por lo que deben seguir las exigencias de seguridad y de
zonas de aparcamiento 52.
Lógicamente siempre se deberá respetar el principio constitucional de
igualdad en la concesión de licencias. La concesión del permiso de obras
no puede depender de quién es la persona que solicita dicha autorización.
Lo decisivo es el proyecto, incluso si hay un cambio de titular de las obras
a mitad de la construcción.

48. CE, 3 février 1992, Mme. Girod et autres, Mosquée de Lyon, nº 118855.


49. CE, 25 septembre 1996, Syndicat des copropriétaires de l’immeuble 75/77 rue Dutot
à Paris, Leb. p. 352. el Consejo de Estado Francés estimó el 15 de mayo de 1962 que estaban
incluidos en el concepto “obras u organismos de interés general” los gastos destinados a la
construcción o sostenimiento de edificios destinados al culto. En una sentencia con fecha
del 7 de febrero de 2003, el Tribunal administrativo de Apelación de París no vacila en
clasificar a un edificio para el culto entre los equipamientos de interés general: «El artículo
UG1 del Reglamento del Plan de empleo de los suelos del municipio de Bessancourt rela-
tivo a los tipos de empleo y utilización del suelo autoriza, en particular, los equipamientos
públicos o de interés general. Un edificio destinado al ejercicio de un culto constituye un
equipamiento de interés general según lo dispuesto en las disposiciones del artículo UG1
previamente mencionado. Resulta de las partes del expediente y, en particular, de los esta-
tutos del ALCTJ de Bessancourt que esta asociación tiene por objeto exclusivo el ejercicio
de un culto. El proyecto de construcción controvertido relativo a la edificación de una sala
de culto corresponde, por lo tanto, a los tipos de empleo o utilización del suelo admitido
por el artículo UG». Citado por A. Garay – M. M. Leal Adorna, La situation juridique des
edifices pour le culte: perspectives espagnole et française, Revista General de Derecho Canónico
y Derecho Eclesiástico del Estado, 17 (2008).
50. CE, 12 février 1988, Association des résidents du quartier Portugal-Italie.
51. J. P. Machelon, Les relations des cultes avec les pouvoirs publics, Paris 2006, 25-27.
52. No obstante, en ocasiones, se ha considerado que un lugar de culto podía ser un
problema para el orden y la seguridad pública. Tribunal de Apelación de Nantes, 27 de
mayo de 2004.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 449

Así, la decisión del Tribunal Administrativo de Lyon de 10 de febrero


de 1993, anuló una serie de decisiones administrativas referidas a la cons-
trucción de lugares de culto de los Testigos de Jehová. No obstante, en
ocasiones, se ha considerado que un lugar de culto podía ser un problema
para el orden y la seguridad pública.
Es cierto, como decíamos antes, que hay desviaciones de poder a la hora
de la autorización de estos lugares de culto 53. Por tal motivo, no es infre-
cuente poner un tercero como testaferro que solicite el permiso de obras
para después transferirlo a la asociación cultual. De hecho se ha denun-
ciado que la concesión de licencias para la construcción de mezquitas sea
utilizada como un medio para obtener el voto musulmán 54.
Otra posibilidad a la que han acudido las Confesiones religiosas es la
adquisición de inmuebles que se transformen posteriormente en lugares
de culto. No es necesario un permiso de obras para realizar modificacio-
nes en construcciones ya realizadas a no ser que se cambie su destino, se
modifique el aspecto exterior, o se añadan ámbitos suplementarios.
No obstante la policía administrativa es competente para controlar una
vez realizada la transformación que el local no supone un peligro para la
comunidad, por ejemplo cuando no permite una salida de socorro o los
servicios contra incendios. Pero nunca podrá prohibir ceremonias en un
inmueble cuando se dirijan a las personas que habitan en el edificio.

53. Circular con fecha del 14 de febrero de 2005 a la atención de los prefectos con el ob-
jetivo de recordar a las autoridades municipales y a los representantes de las organizaciones
religiosas los principios que deben seguirse en la materia. El Ministro recuerda así que: «…
La neutralidad no significa sin embargo la indiferencia respecto al hecho religioso puesto
que a los términos mismos de la ley 9 de diciembre de 1905, la República garantiza el libre
ejercicio de los cultos bajo las únicas restricciones decretadas por la ley en interés del orden
público», A. Garay – M. M. Leal Adorna, La situation juridique des edifices pour le culte: pers-
pectives espagnole et française, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico
del Estado, 17 (2008).
54. El Consejo francés del culto musulmán está integrado por veinticinco consejos re-
gionales del culto musulmán (CRCM), que serán los interlocutores ante las prefecturas y
autoridades locales sobre cuestiones relativas al culto del Islam, como es el caso de la cons-
trucción de mezquitas. Las mezquitas registradas nombran uno o varios candidatos para
los diversos consejos regionales islámicos, que serán los que, a su vez, elijan a los represen-
tantes del consejo nacional. Se realiza un censo en cada región y en función de la superficie
de las salas de plegarias se designa un número de delegados. Es interesante tener en cuenta
que los lugares de culto son el criterio sobre el que se articula la representación de la co-
munidad musulmana. La representación regional y nacional en el seno de dicho Consejo
guarda relación directa con el número de lugares de culto.
450 Francisca Pérez-Madrid

2.6. Financiación pública
A pesar de la prohibición del art. 2 de la Ley de Separación en cuanto a
la posible subvención o retribución de los cultos 55, también se mantiene la
posibilidad de financiación de las actividades de las capellanías; el propio
art. 19 de la Ley establece que no se considerarían como subvenciones las
reparaciones de los monumentos históricos.
Además hemos citado los regímenes peculiares de los territorios del
Ultramar.
Y podemos citar más excepciones legislativas a la regla «La République
ne reconnaît, ne salarie ni ne subventionne aucun culte». La ley del 13 de abril
autoriza a las colectividades públicas a garantizar la conservación y el
mantenimiento de los edificios de culto que les pertenecen en virtud de
la ley de 1905, posibilidad que se amplió en la Ley de 25 de diciembre de
1942. Ésta permitió a las instituciones públicas que pudieran participar
en las reparaciones de lugares de culto aún en el caso de no ser la entidad
propietaria. La ley de 23 de julio de 1987 sobre el mecenazgo permitió la
deducibilidad de las subvenciones hechas a organismos religiosos.
El Consejo de Estado, en una reciente decisión del 16 de marzo de 2005,
indicó que «el principio constitucional de laicidad que… implica la neu-
tralidad del Estado y las colectividades territoriales de la República y el
trato igual de los distintos cultos, no prohíbe, por sí mismo, la concesión en
interés general y en las condiciones definidas por la ley algunas subvenciones a
actividades o equipamientos que dependen de los cultos». Aunque esta decisión
no precisa en qué medida las actividades exclusivamente de culto pueden
presentar tal carácter de interés general, contribuye a legitimar la tesis
según la cual la prohibición de subvencionar los cultos no reviste, por ella
misma, una dimensión constitucional 56.
Por otra parte, la financiación de unas dependencias culturales en un
proyecto mixto no contraviene la legislación, a pesar de que en el mismo
edificio haya un lugar de culto 57. Aunque la regla general, como decíamos

55. La sentencia del Tribunal Administrativo de Grenoble de 31 de diciembre de 1991


ha recordado esta prohibición de ayudas públicas. J. Ponce Solé, Una reflexión desde el de-
recho urbanístico sobre las modernas sociedades pluriculturales y pluriconfesionales, Revista de
derecho urbanístico y medio ambiente (2005); 39 (215), 11-68.
56. Citada J. P. Machelon, Les relations des cultes avec les pouvoirs publics, Paris 2006, 21.
La cursiva es mía.
57. Sobre la no contradicción de las hipotéticas cesiones de suelo con el principio de
laicidad, vid. M. T. Areces Piñol, El principio de laicidad en las jurisprudencias española y fran-
cesa, Lleida 2003, 150.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 451

antes, es la no subvención, los edificios destinados al culto pueden benefi-


ciarse indirectamente de ayudas públicas, cuando se combinan activida-
des cultuales y culturales. Un ejemplo es la Ley de 19 de agosto de 1920 que
aprobó que el Estado contribuyera en la construcción de la Gran Mezquita
de París. El motivo era honrar a los musulmanes fallecidos en la Guerra
Mundial. «Haciendo prevalecer el art. 1 de la Ley de 1905 (“la République
assure la liberté de conscience…”) sobre su art. 2, tanto el legislador como
los jueces franceses han permitido una participación activa, pero indirec-
ta, de las entidades locales en la edificación de lugares destinados a culto.
Así la sentencia del Consejo de Estado francés de 12 febrero de 1988» 58.
También se puede citar la ayuda de 5 millones de francos pagados por el
Estado para el museo de arte sagrado situado en el recinto de la Catedral
de Évry 59. Este mecanismo jurídico puede funcionar en la medida en que
se les aconseja a las asociaciones litúrgicas dotarse de una asociación “ge-
mela” según la ley de 1901 que podrá recibir las subvenciones.
Otro mecanismo previsto legalmente es el arrendamiento enfitéutico,
para construir lugares de culto. En virtud de este mecanismo jurídico, el
Estado cede terrenos por un largo periodo de tiempo a cambio del pago
anual de un modesto canon y de la obligación de gestionar dichos luga-
res. El arrendamiento enfitéutico administrativo, tal como es utilizado en
el derecho en cultos, permite a un organismo público alquilar un solar a
una asociación litúrgica con el fin de que implante un lugar de culto. Ya
en 1928 el Cardenal Verlier y el Oficio Público de Viviendas del Departa-
mento del Sena se acogieron a dicho sistema 60. Lo que se llamó entonces
las “obras del Cardenal “ fue también utilizado por otras confesiones. Las
“Obras del Consistorio” dieron lugar a la construcción de sinagogas y los
musulmanes lo utilizaron para edificar la Mezquita de Lyon.
La duración máxima de este tipo de arrendamiento es 99 años y su im-
porte ha sido en la mayoría de los casos simbólico, incluso de un franco al

58. M. T. Areces Piñol, cit., 193-194. La resolución judicial a la que hace referencia es
la Sentencia del Consejo de Estado, de 12 de febrero de 1988, Association des résidents des
quartiers, Portugal-Italie, en L.P.A de 20 de mayo, nº61 p. 4: el Consejo de Estado consideró
que un centro cultural islámico construido por la municipalidad de Rennes, presentaba el
carácter de equipamiento público, ya que estaba formando, además de por una mezquita
con un gran patio cuadrado y abierto y por una escuela coránica.
59. F. Messner – P. H. Prélot – J. M. Woehrling (dir.), Traité de droit français des religions,
Éd. du Juris-Classeur, Paris 2003, 921.
60. En realidad, de 1800 iglesias parroquiales de la Ille de France construidas después
de 1905, 450 fueron construidas acudiendo a esta vía.
452 Francisca Pérez-Madrid

año antes de que se normalizara el uso del euro. El arrendatario adquiere


un derecho real de uso y disfrute, y se compromete a realizar los trabajos
que corresponden al propietario en un arrendamiento de derecho común.
No obstante, al finalizar éste, tanto el suelo como lo construido se incor-
poran al patrimonio del arrendador 61.
En realidad, el escaso importe de los alquileres podría llevar a pensar
que tales contratos son subvenciones indirectas al culto, prohibidas en
la legislación. En efecto, un alquiler a precio inferior del valor real de la
transacción se ha considerado en ocasiones por la jurisprudencia, como
la atribución de una ventaja financiera 62. Sin embargo, actualmente esta
cuestión ha quedado superada por el Decreto de 22 de abril de 2006, don-
de se establece que el artículo L. 1311-2 del Código General de Entidades
Territoriales posibilita expresamente que un edificio abierto al público
pueda en lo sucesivo ser utilizado por una asociación cultual 63. No obs-
tante, el texto únicamente otorga esta posibilidad a las asociaciones de la
ley de 1905; la Comisión dirigida por Machelon considera que se debería
poder aplicar a todas las asociaciones con orientación cultual, se rijan por
la Ley de 1901 o por la Ley de 1905.
¿Pero qué sucede cuando finaliza el plazo de los arrendamientos en-
fitéuticos o BEA (baux emphytéotiques administratifs)? Efectivamente, el Es-
tado podría negarse a renovar dicho arrendamiento. Por este motivo, el
Informe Machelon ha sugerido que se reforme el Código de la propiedad
pública aportando dos posibles soluciones.
En primer lugar, sugiere que los BEA sean objeto de una renovación
automática mientras dure la asignación o afectación al culto. Y en segun-
do lugar, propone la creación de un BEA con opción de compra. Esta so-
lución lógicamente presupone que la asociación beneficiaria disponga,
en el momento oportuno, de los medios financieros para realizar dicha
operación 64.

61. N. Sarkozy, La República, las religiones, la esperanza…, cit., 139.


62. «Le Conseil d’État considère ainsi qu’est illégal le fait d’accorder un loyer réduit à
un ministre du culte» (CE, 15 dec. 1919, Commune de Fleury lès Lavancourt, Leb. p. 1053).
63. La Gran Mezquita de Marsella, con una fecha de finalización prevista en el año
2011, contará con una biblioteca, una librería, una escuela coránica, y un restaurante abierto
al público. La tierra en la que se construye está cedida por el Estado a la asociación de la
mezquita por 99 años, con un alquiler de 300 euros al año. Además el Gobierno francés ha
declarado su intención de financiar la construcción del centro cultural.
64. J. P. Machelon, cit., 36.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 453

También la ley del 29 de julio de 1961 aprobó la posibilidad de facilitar


la construcción de lugares de culto en zonas nuevas, a través de garantizar
préstamos a las asociaciones cultuales (artículo L. 2252-4 del CGCT y L.
3231-5 codificada la Ley 61-825 del 29 de julio de 1961 que concierne a las
colectividades territoriales) 65. Se permitía a departamentos y municipios
garantizar los préstamos contratados por las asociaciones cultuales y por
las asociaciones diocesanas para la construcción de nuevos edificios en
barrios en vías de desarrollo, por razón de las necesidades de carácter
religioso. Esta norma legal ha sido interpretada en un sentido amplio,
posibilitado la garantía de préstamos para toda construcción de edificios
religiosos 66. Parece que en la actualidad convendría generalizar estas ga-
rantías de préstamo a todo el territorio sin limitarse a las zonas en vías de
desarrollo.
En los años sesenta, para hacer frente a la necesidad de construcción
de lugares de culto con motivo de la llegada de repatriados de Argelia,
se organizó un sistema de bonificaciones por la Caja de Depósitos a fa-
vor de AFINER (Asociación para la financiación de Edificios religiosos)
que permitió construir cuarenta lugares de culto católicos, protestantes e
israelitas.
La Comisión técnica dirigida por Machelon estudió la posibilidad de
que las colectividades territoriales concedieran anticipos reembolsables
a las asociaciones para la construcción de un edificio del culto. Esta reco-
mendación constituye una medida a medio camino entre los mecanismos
de ayudas indirectas y las ayudas directas. Al constatar que las ayudas
existentes en el momento de realizar el Informe no son suficientes para
responder a las dificultades actuales, especialmente para las Confesiones
poco arraigadas en Francia, se mantiene que la medida facilitaría la trans-
parencia en materia de financiación. Estas acciones manifestarían por una
parte la solicitud de la República hacia grupos sociales que sufren a menu-
do de relegación social y tendrían, por otra parte, valor de ejemplo 67.

65. Loi de finances du 29 juillet 1961, en «Journal officiel de la République française» du


30 juillet. Se puede consultar esta norma en M. Flores-Lonjou, Les lieux de culte en France,
Paris 2001, anexo 4, 239.
66. Cfr. M. T. Areces Piñol, El principio de laicidad…, cit., 93, 202 y nota 420.
67. La Comisión Machelon sugiere modificar la ley de 1905 insertando un nuevo artícu-
lo en su título III (“los edificios de culto”), que amplíe a la construcción de los edificios afec-
tados al culto público la derogación que existe para las “reparaciones”, prevista en el último
párrafo del artículo 19 (título IV: “Asociaciones para el ejercicio de los cultos”). También se
sugiere insertar en el Código General de Colectividades territoriales la facultad, para los
454 Francisca Pérez-Madrid

2.7.  Breve consideración sobre el régimen fiscal de los lugares de culto

Las asociaciones cultuales pueden recibir donativos y legados y se


benefician de medidas fiscales como la exoneración de la tasa fiscal y de
los derechos sobre los donativos y legados, o de reducciones de impuestos
para los donantes.
La diferencia entre una asociación litúrgica y una asociación crea-
da según la ley de 1901 para ejercer una actividad caritativa, que esté auto-
rizada a recibir donaciones y legados, se ha vuelto muy sutil. Se concreta
fundamentalmente en la exoneración de impuesto territorial para los edi-
ficios destinados al ejercicio del culto (artículo 1382, 4 ° del Código general
de los impuestos).
En realidad, en las demás cuestiones, el estatuto de las asociacio-
nes de derecho común ha sido liberalizado progresivamente, provocando
la pérdida relativa de las ventajas que gozaban las asociaciones de la Ley
de 1905. La jurisprudencia en materia de donaciones para las asociaciones
de derecho común ha eliminado el inconveniente que tenían de no poder
gozar de liberalidades. La cuestión de los recibos fiscales también traduce
esta pérdida de atractividad del estatuto de las asociaciones litúrgicas. En
1987, la ley sobre el mecenazgo expresamente había autorizado las asociacio-
nes litúrgicas a dar recibos fiscales, permitiendo así a los donantes gozar
de reducciones fiscales de forma similar a las asociaciones reconocidas de
utilidad pública y fundaciones, un beneficio más elevado que aquel del
que gozaban. Esta Ley supuso el fin de la fiscalidad laica ya que permitía
a las principales confesiones, si obtenían el estatuto de “asociación de asis-
tencia o beneficencia” (por actividades de carácter caritativo, asistencia
educativa y cultural, cooperación misionera, etc.), conseguir importantes

municipios y sus agrupaciones, de conceder ayudas a la construcción de lugares de culto,


ya que es en el nivel local donde se dan las relaciones diarias entre las autoridades públicas
y los cultos. En todos los casos, la concesión de ayudas a la construcción de edificios del
culto sólo sería una facultad. La legalidad de las subvenciones permanecería supeditada a
la existencia de un interés general, de acuerdo con el derecho común. No parece adecuado
supeditar esta norma a una comprobación de la de falta de equipamiento de culto. Tal diag-
nóstico sería eminentemente delicado y supondría un análisis complejo de las pertenencias
y prácticas confesionales de las poblaciones afectadas. Tampoco se considera conveniente
fijar en la ley un porcentaje máximo para las ayudas directas a la construcción de lugares de
culto. (…) El valor de un terreno puesto a disposición de un culto según un arrendamiento
largo para construir un edificio de culto es así a veces bien superior a la propia construcción.
J. P. Machelon, Les relations des cultes avec les pouvoirs publics, Paris 2006, 25.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 455

ventajas, como recibir legados, donaciones, etc. deducibles fiscalmente


por el contribuyente 68.
¿Por qué algunas confesiones religiosas siguen el régimen común de
asociaciones en vez de optar por el régimen de las asociaciones litúrgicas?
Pues bien, fundamentalmente por las limitaciones que imponen los artí-
culos 18 y 19 de la ley de 1905, según los cuales las asociaciones litúrgicas
«formadas para subvenir los gastos, al mantenimiento y al ejercicio públi-
co de un culto (…) deberán tener exclusivamente por objeto el ejercicio de
un culto», es decir la celebración pública. Sus ingresos sufragan exclusi-
vamente las necesidades del culto y pueden efectuar de pagos sólo a otras
asociaciones constituidas para el mismo objeto (es decir a asociaciones
litúrgicas en el sentido de la ley de 1905).
La definición restringida del “ejercicio público del culto” no toma en
consideración el contexto de los diferentes cultos de la actualidad. El Con-
sejo de Estado estima, de manera general, que les está prohibido perseguir
otros objetos, como podrían ser las actividades comerciales (como la venta
de objetos piadosos), actos políticos, educativos o incluso caritativos 69.
Esta diferenciación entre lo cultural y lo cultual resulta especialmente
relevante a la religión musulmana que desconoce tal distinción. En la ac-
tualidad, podemos así estimar que menos del 10 % de las mezquitas están
administradas por asociaciones litúrgicas de la ley de 1905. Esta situación
les priva de recursos (en forma de exoneraciones fiscales) al tener activida-
des no litúrgicas mezcladas con actividades litúrgicas. La elección de una
estructura más flexible, como la que ofrece la ley de 1901, se explica como
una vía para sustraerse del marco y los controles que vienen impuestos a
las asociaciones litúrgicas.

2.8.  ¿Una posible reforma de la Ley de 1905?

Sarkozy, antes de ser Presidente, se pronunció a favor de replantear la


cuestión de la financiación, desde un prisma más ambicioso, y a partir de
la consideración de la religión como un elemento importante que estruc-
tura la sociedad 70.

68. F. Rey, La laicidad a la francesa, ¿modelo o excepción?, Persona y Derecho, 53 (2005)


394.
69. Conseil d’État, Avis contentieux du 24 octobre 1997.
70. N. Sarkozy, La República, las religiones, la esperanza, Madrid 2006, 137-138.
456 Francisca Pérez-Madrid

Según hemos podido concluir de los resultados del informe Mache-


lon 71, hay muchas cuestiones en las que la situación actual requiere una
redefinición de las relaciones entre los cultos y los poderes públicos 72. No
obstante, el mencionado Informe habla de las nuevas religiones existen-
tes, pero no determina con detalle lo que se debería hacer con la dualidad
de sistemas existentes en el mismo territorio, debido a las particularidades
de Alsacia y Mosela.
No hay todavía en Francia un verdadero consenso sobre la convenien-
cia de una modificación del sistema 73; por otra parte, la verdadera razón
que parece justificar la reforma es la regulación del Islam, así como, entre
otras cuestiones, la construcción de sus lugares de culto 74. Sarkozy siem-
pre ha buscado un ejercicio de la mencionada religión moderado por el
reconocimiento social y la práctica abierta. El problema es cómo llevar a
cabo la adaptación legislativa.
Son muy variadas las propuestas sobre cómo respetar la igualdad en-
tre los cultos. Se ha propuesto incluso la posibilidad del uso de affirmative
actions en favor de la religión islámica, como un modo de compensación
que rectifique el paisaje religioso francés, donde según dicen, se ha pri-
mado a la Iglesia católica. Esta idea aparece recogida en una respuesta
escrita elaborada por el Ministro de Interior francés el 9 de agosto de
1984, en la que se considera posible y deseable la ayuda específica a con-
fesiones distintas, singularmente la islámica, en virtud de un principio de
compensación, que permitiría la existencia de ayudas sin violar la separa-
ción Iglesia-Estado.

71. En la página 19 y ss, el Informe trata sobre los siguientes temas: «Faciliter la cons-
truction de nouveaux édifices du culte. Les marges de manoeuvre du législateur pour faci-
liter la construction des lieux de culte. Les solutions préconisées. Garantir l’affectation des
biens cultuel. Les édifices appartenant à une personne privée. Les édifices du culte béné-
ficiant du régime d’affectation légale. Les édifices du culte appartenant à une collectivité
publique qui ne bénéficient pas du régime d’affectation légale».
72. Sobre la reforma de la Ley, M. Flores-Lonjou, Les lieux de culte en France, Paris 2001,
191.
73. De hecho, en los ámbitos eclesiásticos franceses, no existe un especial apoyo a la
posible reforma.
74. «Los problemas han cambiado de naturaleza: los de 2005 son los opuestos a los
de 1905. Se trataba entonces de significar su permiso a una religión cuya presencia era
tan antigua como la nación y de cortar los últimos vínculos que aún le retenían; en 2005
el problema consiste en encontrar un método de integración en la sociedad para una
nueva religión que ha llegado». R. Rémond, L’invention de la laïcité de 1789 à demain, Ba-
yard 2005, 19.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 457

Por otra parte, parece deseable que si se llevara a cabo una reforma,
no se legislara de forma detallada sobre esta materia, estableciendo de
forma cuasi-exhaustiva las innumerables consecuencias administrativas
del ejercicio del culto. Si bien es verdad que se trata de un fenómeno so-
cial que se desarrolla en el ámbito social y que interesa al Estado, no se
trata de una materia que quede absolutamente sometida a su soberanía.
Por este concreto motivo, la legislación catalana sobre lugares de culto,
cuando aún no era más que un proyecto, fue mencionada en el informe
anual del 2008 sobre la libertad religiosa en el mundo de la asociación
internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada y no precisamente para alabarla.
Se afirmaba que el texto legal previsto produciría una restricción de la
libertad religiosa.
Es cierto que «las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado conlle-
van relaciones propiamente institucionales, es decir, de institución a ins-
titución. Lo cual también se puede predicar –en los términos que a cada
una corresponda, según su naturaleza– de las confesiones con las que el
Estado haya suscrito acuerdo» 75. Por tanto, en este tema, como en tantos
otros relativos al Derecho eclesiástico, debe primar el principio pacticio, la
solución acordada entre el Estado y las Confesiones como regla general
para resolver los posibles conflictos, aunque se establezca un mínimo de
base legislativa. Esperemos que sea el modo de proceder en el caso de
que efectivamente se lleve a cabo una reforma de la Ley de 1905, y por
tanto, de la regulación de los lugares de culto en Francia.
Hay que reconocer que estamos ante un modelo que ha sido duradero,
quizá porque se haya tenido en cuenta no sólo el texto sino también el
contexto por parte de los poderes públicos a la hora de aplicar la norma
que ha sido comentada en estas páginas.
Nos queda la duda de cuál será en realidad el motivo del cambio de
la Ley de 1905 si llegara a darse ¿el reconocimiento final de la utilidad
pública o del interés social de los lugares de culto? 76.

75. J. J. Guardia, La relación entre urbanismo y libertad religiosa en Cataluña: Llei 16/2009
dels centres de culte, Ius Canonicum, 51 (2011) 323.
76. M. Rodríguez-Blanco, Libertad religiosa y confesiones. El régimen jurídico de los lugares
de culto, Madrid 2000, 336-337.
458 Francisca Pérez-Madrid

3. Italia
3.1.  Introducción
A diferencia de Francia, el marco constitucional de relaciones entre el
Estado y las Confesiones religiosas es muy similar al español 77. En primer
lugar la Constitución reconoce la libertad religiosa en su art. 19; por otra
parte, es un país concordatario como refiere la propia Constitución en el
art. 7 78, que cita explícitamente los Pactos de Letrán modificados en 1984.
Según el art. 8, «todas las confesiones religiosas son igualmente libres ante
la ley. Las confesiones religiosas distintas de la católica tendrán derecho
a organizarse según sus propios estatutos, siempre que no se opongan al
ordenamiento jurídico italiano. Sus relaciones con el Estado serán regu-
ladas por ley de conformidad con los acuerdos a que hayan llegado sus
respectivas representaciones». Por tanto, se reconoce la autonomía de las
confesiones, así como la posibilidad de poder establecer acuerdos con el
Estado 79. No obstante, no existe una Ley de Libertad Religiosa en Italia, a
pesar de los sucesivos intentos en sede parlamentaria 80.
La población italiana es mayoritariamente católica, con dos minorías
principales en el país: la judía y la valdense 81. Debido a la inmigración, la
comunidad musulmana se ha convertido en la segunda religión del país.
De manera estimativa se puede decir que Italia cuenta con unos 800.000
musulmanes. A diferencia de España, no existe ningún tipo de acuerdo
entre las comunidades islámicas y el Estado, y parece poco probable que

77. Vid. un marco general de la materia en el artículo de A. Rocella, Planeamiento urba-


nístico y lugares de culto religioso en Italia, en J. Ponce (coord.), cit., 167 y ss.
78. Art. 7: «Lo Stato e la Chiesa cattolica sono, ciascuno nel proprio ordine, indipenden-
ti e sovrani. I loro rapporti sono regolati dai Patti Lateranensi. Le modificazioni dei Patti
accettate dalle due parti, non richiedono procedimento di revisione costituzionale».
79. Por el momento se han firmado un número apreciable de acuerdos con confesiones
religiosas italianas: con la Tavola valdese, la Assemblee di Dio in Italia (ADI), la Unione delle
Chiese Cristiane Avventiste del 7° giorno, la Unione Comunità Ebraiche in Italia (UCEI), la Unione
Cristiana Evangelica Battista d’Italia (UCEBI), y la Chiesa Evangelica Luterana in Italia (CELI). Se
han firmado otros Acuerdos que todavía no han sido aprobados por Ley: la Chiesa Apostolica
in Italia, Chiesa di Gesù Cristo dei Santi degli ultimi giorni, Congregazione cristiana dei testimoni
di Geova, Sacra Arcidiocesi d’Italia ed Esarcato per l’Europa meridionale, Unione Buddista italiana
(UBI), la Unione Induista Italiana, y la Unione Cristiana Evangelica Battista d’Italia (UCEBI).
80. Para la discusión parlamentaria del proyecto de ley, cfr. http://www.cesnur.org/2006/
lib_rel_index.htm.
81. Sobre el tema vid. S. Ferrari – G. B. Varnier (eds.), Le minoranze religiose in Italia,
Edizioni San Paolo, Cisinello Balsamo, 1997. Las cifras varían de forma muy notable se-
gún las fuentes consultadas. Vid. www.cesnur.org. En cualquier caso, parece que hay unos
50.000 judíos y unos 60.000 valdenses, aproximadamente.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 459

pueda alcanzarse en un futuro próximo. Resulta complejo encontrar un


interlocutor válido con quien pactar. La Asociación de los Musulmanes de
Italia y la Comunidad Religiosa islámica italiana aglutinan a los italianos
convertidos, que reclaman un papel representativo destacado. Sin embar-
go la organización más numerosa es la Unión de la Comunidad y Orga-
nizaciones Islámicas de Italia formadas por musulmanes inmigrados. Por
otra parte, hay que recordar el Centro cultural Islámico de Roma que es
más bien una plataforma de los países árabes, coordinada por represen-
tantes diplomáticos. Un dato positivo es que en el año 2005, a iniciativa
del Ministro de Interior se formó el Consejo del Islam, con funciones con-
sultivas, como institución dirigida al estudio, el fomento del diálogo y la
consulta.

3.2.  El régimen legal de los lugares de culto en Italia


a)  La legislación estatal

Para explicar el marco normativo, es necesario partir de la concreta


organización del Estado. Si bien es verdad que Italia en un Estado unita-
rio, a partir de la Constitución de 1947 se crearon 20 regiones, de las cua-
les 5 tienen un estatuto especial de autonomía, cuyos estatutos han sido
aprobados por leyes constitucionales. Las regiones tienen competencias
administrativas y legislativas en determinadas materias, entre las que se
encuentra la materia urbanística.
Por tanto, el estudio de la normativa referente a los lugares de culto
requiere considerar la normativa estatal así como la regional. Tras la refor-
ma constitucional de 2001, se ha establecido que el urbanismo, “el gobier-
no del territorio”, es una materia sobre la cual tienen potestad legislativa
concurrente el Estado y las regiones. Las leyes estatales podrán establecer
principios sobre la materia, aunque la regulación pormenorizada corres-
ponde a las leyes regionales.
Así, se han ido aprobando un número considerable de leyes regionales
en materia de urbanismo que ciertamente resultan innovadoras frente a
lo regulado anteriormente por las leyes estatales.
Respecto al marco legislativo precedente, podemos hablar de la Ley
Urbanística fundamental, la L. 1150 de 17 de agosto de 1942, que con-
sideraba dentro del plan regulador general urbanístico, que se previesen
áreas para la construcción de iglesias (art.7). En 1946 el Estado permitió
460 Francisca Pérez-Madrid

que se pudieran financiar las reparaciones de edificios de culto que hu-


biesen sufrido daños en la guerra; en 1952 se aprobó una ayuda estatal
para la construcción de nuevas iglesias, otorgándoles la consideración
de lugares de utilidad pública, calificación que permitía la expropiación
del suelo necesario. En 1962 se realizaron los planes para la edificación
económica y popular como base de actuación para el plan regulador
general. En dichos planes se debían incluir además de las zonas de vi-
vienda, las zonas destinadas a servicios complementarios entre los que se
incluían los lugares de culto 82. Incluso se llegó a determinar que existiera
una iglesia por cada concentración de población entre 5.000 y 10.000
habitantes.
Una Ley de 1967 reformó la normativa de parcelación, obligando al
propietario que quisiera edificar, a la asunción de una parte de las obras
secundarias de urbanización, «aquellas indispensables para el barrio y
puestas a su servicio directo: escuelas, iglesias, centros sociales, ambulato-
rios, mercados, etc.». También determinaba el límite de la discrecionalidad
de los municipios para aprobar los planes urbanísticos y para reformarlos.
Se establecían los límites preceptivos e inderogables de superficie cons-
truible, altura, distancia entre edificios, y las reglas de proporcionalidad
entre espacios residenciales, polígonos industriales, espacios públicos o
reservados para actividades colectivas. La Ley de 1971 confirmó dicha
regulación y estableció una lista de las categorías de obras de urbanización
secundaria. Ahí se incluían las iglesias y otros edificios religiosos, fueran o
no cristianos.
En 1968, el D.M. 1444 de 2 de abril de 1968, se había establecido que
se debía reservar 18m² por habitante para espacios públicos y actividades
colectivas, concepto que dividía en cuatro categorías: instrucción, equipa-
miento de intereses comunes, espacios públicos equipados con parques de
juegos y deportes y aparcamientos públicos. Dentro de los equipamientos

82. Concretamente el art. 4 determinaba una serie de requisitos respecto a los planos


que debían establecerse en ciudades con más de 50.000 habitantes o que fueran capital de
provincia, para el destino de zonas de alojamiento económico y popular, obras y servicios
complementarios urbanos y sociales, y zonas verdes públicas: «1. Il piano deve contenere
i seguenti elementi: a) la rete stradale e la delimitazione degli spazi riservati ad opere ed
impianti di interesse pubblico, nonché ad edifici pubblici o di culto; b) la suddivisione in
lotti delle aree, con l’indicazione della tipologia edilizia e, ove del caso, l’ubicazione e la
volumetria dei singoli edifici;  c) la profondità delle zone laterali a opere pubbliche, la cui
occupazione serva ad integrare le finalità delle opere stesse ed a soddisfare prevedibili esi-
genze future». 
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 461

de intereses comunes estaban incluidos los usos religiosos, entre otros 83. La


superficie global reservada para las zonas de interés común era 2 m².
En 1977, la Ley 10 de 28 de enero, sustituyó la licencia de obras, que era
gratuita, por el permiso de obras, de carácter oneroso. Este permiso, que
exigía el pago de una cantidad, se destinaba por una parte, a la incidencia
de los gravámenes de urbanización fuera primaria o secundaria, y por
otra a las obras de urbanización general. Así, con este cambio, todos los
particulares, se hacían cargo proporcionalmente del coste de las obras de
urbanización secundaria, donde quedaba incluida la edificación de luga-
res de culto. Como la Ley establecía que el permiso de obras requerido se-
ría gratuito para las obras de urbanización secundaria, dicha exoneración
abarcaba lógicamente la edificación de los lugares de culto.
La jurisprudencia ha tenido que delimitar qué tipo de edificaciones
relacionadas con las actividades de culto pueden considerarse dentro de
las obras de urbanización secundaria, así como el concepto de lugar de
culto. En este sentido el Tribunal regional del Veneto, en una Sentencia de
22 de enero de 2009, ha decidido sobre el pago de las contribuciones para
la construcción de un edificio destinado a albergar la sede de una asociación
religiosa, perteneciente a los Testigos de Jehová. La Sentencia advierte que
según el art. 4, 2 de la Ley de 29 de septiembre de 1964, «son obras de ur-
banización secundaria las iglesias y otros edificios religiosos, para los cuales
la Ley n. 10 de 1977, prevé en determinadas condiciones la exoneración
del pago de las contribuciones. La construcción de un edificio no destinado
al ejercicio del culto para servir de sede a una organización religiosa, no puede
considerarse dentro de las obras de urbanización secundaria para las cuales está
prevista la exención del pago de las contribuciones».
La Sección Quinta penal de la Corte de Casación en su Sentencia de
23 de enero de 2008, nos aporta otra interesante delimitación cuando dice
que «la sacristía en cuanto lugar en el que habitualmente se guardan obje-
tos de culto, se debe considerar lugar de culto. (…). A esto se debe añadir

83. Así, por ejemplo, en la Ley regional del Lazio, L.R. 09/03/1990 n. 27 (B.U. 20/03/1990
n. 8) se consideran attrezzature di interesse comune di tipo religioso: «a) gli immobili des-
tinati al culto anche se articolati in più edifici; b) gli edifici e le attrezzature adibiti alla cate-
chesi, all’educazione cristiana o religiosa di altri culti, alle diverse attività pastorali connesse
all’esercizio del ministero di cura delle anime, nonché ad abitazioni dei ministri del culto
La Ley se titula “Contributi sugli oneri di urbanizzazione a favore degli enti religiosi per gli
edifici destinati al culto. Interventi regionali per il recupero degli edifici di culto aventi im-
portanza storica, artistica o archeologica. Con le modifiche introdotte dalle LL.RR. 10/2001,
del 27/02/2004 n. 2».
462 Francisca Pérez-Madrid

que el concepto de edificio de culto abraza al inmueble completo y por


tanto, en el caso de una Iglesia, no sólo al local destinado a las funciones reli-
giosas sino también a sus pertenencias» 84.
En resumen, se puede concluir que se admite una interpretación am-
plia del concepto “lugar de culto”.
En referencia a la concesión del permiso de obras, resulta muy inte-
resante la Sentencia del Tribunal Administrativo de Liguria de 13 mayo
de 2011, en donde se considera ilegítima la concesión municipal de un
permiso para transformar el uso de una capilla en propiedad privada.
El Tribunal admite el motivo interpuesto por la asociación Italia Nostra
que impugnaba la decisión favorable a la mencionada transformación. La
organización alegaba que no se había dado el acto previsto en el art. 831,
2 del Código civil italiano donde se indica: «I beni degli enti ecclesiastici
sono soggetti alle norme del presente codice, in quanto non è diversa-
mente disposto dalle leggi speciali che li riguardano. Gli edifici destinati
all’esercizio pubblico del culto cattolico, anche se appartengono a privati,
non possono essere sottratti alla loro destinazione neppure per effetto di
alienazione, fino a che la destinazione stessa non sia cessata in conformità
delle leggi che li riguardano».
Se trata del instituto legal de la deputatio ad cultum 85, quizá introducida
en el Código civil italiano como influencia de la afféctation legale introduci-
da por la Ley francesa de separación de 1905. El art. 831,2 del Código civil
italiano contiene un reenvío al c. 1212 del Código de Derecho canónico en
el cual se establece: «Los lugares sagrados pierden su dedicación o bendición
si resultan destruidos en gran parte o si son reducidos permanentemente a usos
profanos por decreto del Ordinario o de hecho». Así, volviendo a la Sentencia a
la que hacíamos referencia antes, al no haberse dado dicho acto adminis-
trativo, el Tribunal administrativo consideró nulo el permiso para realizar
las obras requeridas para la transformación de dicho local. En el mismo
sentido el Tribunal de Lecce, en la Sentencia de 5 de enero de 1999, anuló
la autorización de un Ayuntamiento para que una capilla católica fue-
ra utilizada por una comunidad vetero-católica, sin que hubiera dado su
consentimiento previo la autoridad eclesiástica.

84. La cursiva es mía.


85. Cfr. V. Marano, La propietà, en D. Persano, Gli edifici di culto tra Stato e confessioni
religiose, Milano 2018, 37-56. Vid. también P. Cavana, The issue of redundant places of worship,
en Stato, Chiesa e pluralismo confessionale, Marzo 2012, disponible en www.statochiese.it.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 463

b)  La legislación regional

Como decíamos antes, las leyes regionales son las que han establecido
la regulación pormenorizada en esta materia.
Así, han determinado en ocasiones el porcentaje que se habrá de desti-
nar a lugares de equipamientos de interés común; éste varía entre las leyes
que establecen un porcentaje global, las que determinan una superficie
por habitante (que oscila entre 0,70 y 1,5 m²) y las leyes que han esta-
blecido un valor standard en cuanto a la superficie que deberán tener los
equipamientos religiosos en zonas de expansión 86.
No obstante, en la legislación regional más reciente la tendencia de
las legislaciones regionales es dejar una gran margen de discrecionalidad a
los municipios para que elaboren sus planes urbanísticos, sin que deban
seguir este tipo de criterios como punto de partida 87.
En otras ocasiones, estas leyes han delimitado conceptos clave en ma-
teria de lugares de culto y urbanismo. Por su valor ejemplificativo, es
interesante destacar que la noción de equipamiento religioso, desde el punto
de vista urbanístico, que ha sido definida por la L. R. de Liguria de 24
de enero de 1985. Según el texto serán equipamientos de interés común
de tipo religioso: los inmuebles destinados al culto aunque estén distri-
buidos en más de un edificio; los edificios destinados a la vivienda del
ministro de culto y del personal de servicio; los inmuebles destinados en
el ejercicio del ministerio pastoral a actividades educativas, culturales,
sociales, recreativos y de restauración sin ánimo de lucro. Estos equipa-
mientos han sido reconocidos como obras de urbanización secundaria,
ampliando el tenor literal de la ley estatal. La región de Lombardía ha
añadido además a esta enumeración, los inmuebles destinados a la for-
mación religiosa 88.
Pero quizá lo más llamativo de algunas leyes regionales en materia
urbanística es que atribuyen a los entes responsables del servicio religioso un
porcentaje de los ingresos de las contribuciones derivadas de los permisos de
obras, entre un 8 y un 12 % del total de los ingresos de dichas contribu-
ciones.

86. Dicho valor oscila entre 2000 y 5000 m²; hay que destacar el Veneto y la Campania
son las regiones que establecen parámetros más elevados.
87. Sobre la legislación regional, véase el artículo de A. Rocella, La legislazione regionale,
en D. Persano, Gli edifici di culto tra Stato e confessioni religiose, Milano 2018, 80-146.
88. L. R. Lombardía 9 de mayo de 1992; L. B. Basilicata 17 de abril 1987, n.9, art. 2.
464 Francisca Pérez-Madrid

Otras leyes han hecho hincapié en la necesidad de que la localización


de los lugares de culto sea establecida de común acuerdo con las Confe-
siones 89.
Como se decía más arriba, se trata de una materia en la que la au-
toridad municipal tiene una gran discrecionalidad. Así aparece reflejado
en la Sentencia del Tribunal administrativo regional de Lombardía de 22
septiembre 2011 relativa a la Associazione culturale islámica. El fallo llama
la atención sobre la amplia discrecionalidad que tienen los municipios
para definir los tipos de usos del territorio, por lo que sus decisiones, no
son susceptibles de impugnación, a no ser que sean incoherentes, mani-
fiestamente incompatibles con el enfoque básico de la Planificación de la
intervención, o con las características objetivas del territorio, o, que estén
afectadas por defectos macroscópicos de falta de lógica e irracionalidad;
también cuando haya incompatibilidad en las decisiones adoptadas, haya
habido una investigación defectuosa y / o falta de consideración de los
intereses públicos y privados involucrados en el área de configuración.
En el caso jurisprudencial mencionado, el Tribunal estima legítimo que
la Administración hubiera valorado de forma diferente ‒en función del
grado de impacto causado por el número de personas involucradas‒ la
ubicación de las distintas asociaciones presentes en la zona dedicadas a
actividades religiosas, políticas, deportivas y recreativas, a las que se les
había facilitado el permiso de obras correspondiente.

c)  La legislación pacticia

El art. 5 del Acuerdo de 1984 con la Santa Sede establece una serie
de disposiciones que constituyen el marco normativo del régimen de los
lugares de culto católico. Se establece que “1. (…) los edificios abiertos al
culto no pueden ser requisados, ocupados, expropiados o demolidos si no
es por razones graves y con el previo acuerdo de la autoridad eclesiástica
competente. 2. Salvo en casos de urgente necesidad, la fuerza pública no
podrá entrar, para el ejercicio de sus funciones, en los edificios abiertos al
público sin haber dado un aviso previo a la autoridad eclesiástica. 3. La
autoridad civil tendrá en cuenta las exigencias religiosas de la población,

89. Por ejemplo la Ley Regional de Liguria 24 de enero de 1985, nº4, art. 3, 4º, la Ley de
Cerdeña 13 de junio de 1989, y la Ley Regional del Lazio de 9 de marzo de 1990, n.27, art.
3, apartado 3.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 465

hechas presentes por la autoridad eclesiástica competente por lo que se


refiere a la construcción de nuevos edificios de culto católico y de las obras
parroquiales pertinentes” 90.
Lo establecido en el n. 3, como se deduce de la redacción, no constituye
una obligación para las autoridades públicas, sino que constituye un prin-
cipio informador de su actividad.
Algo similar se recoge en la Ley relativa a la Unión Hebraica 91. Lógi-
camente se trata de una recomendación, una previsión normativa, que no
impone una actuación concreta por parte del Estado sino la consideración
de la demanda que se manifieste en el caso concreto.

d)  Breve apunte sobre la normativa de la Conferencia episcopal italiana

Además de lo dispuesto por el ordenamiento canónico general, vale la


pena comentar muy brevemente por su utilidad, las disposiciones relati-
vas a la atribución de las contribuciones financieras para la construcción
de lugares de culto que elabora periódicamente la Conferencia Episcopal
Italiana (CEI). De forma muy pormenorizada, publica una serie de tablas
en las que establece el límite máximo de coste unitario para las nuevas
construcciones, la distribución del gasto entre lo destinado a la Iglesia, la
casa canónica, y los locales de la labor pastoral, el coste cuando se trata
de una zona sísmica 92; igualmente suele exigir en tal regulación que los
gastos generales de sueldos y costes varios tengan un valor máximo del
20% del total que suponga la construcción, o que el máximo del coste del
suelo adquirido no sobrepase los 200.000 euros 93.
Es de especial interés la Directiva de la CEI sobre temas de carácter ad-
ministrativo, la Istruzione in materia amministrativa. Considera que la desti-
nación de los templos a los fines religiosos ha de ser exclusiva, y que sólo
cuando se dé una reducción irrevocable al uso profano se podría permitir
la utililización del edificio para otras actividades.

90. La traducción es mía.


91. G. Dalla Torre, Lezioni di Diritto Ecclesiastico, Torino 2007, 230 y ss.
92. Según la Orden del Presidente del Consejo de Ministros de 20 de marzo de 2003, n.
3274.
93. Cr. Parametri indicativi per l’ edilizia di culto di 2012, aprobados por el Consiglio Epis-
copale Permanente de la Conferenza episcopale italiana.
466 Francisca Pérez-Madrid

3.3.  Financiación de los lugares de culto

A nivel estatal, podemos hablar en primer lugar de las ayudas económi-


cas indirectas. Para la Iglesia católica, se destina una parte del “ocho por
mil” del rendimiento del IRPF, según la elección de los contribuyentes
en su correspondiente declaración. Como se afirma en la L. 222/1985, la
Conferencia episcopal italiana destinará dichas cantidades a las necesida-
des del culto, al sostenimiento del clero, y a las obras de caridad ya sea
en Italia o en países del Tercer Mundo. Con el sistema de la asignación
tributaria, se ha abolido el sistema de asignación presupuestaria. También
pueden beneficiarse de la posible asignación del ocho por mil los Valden-
ses, la Unión adventista del Séptimo día, la Asamblea de Dios, la Unión
Hebrea, y la Iglesia Evangélica luterana.
Por otra parte, como sucede en España, se pueden deducir fiscalmente
las cantidades donadas a la Iglesia católica y a las demás Confesiones que
han firmado una intesa con el Estado, aprobada por Ley, hasta un máximo
de € 1.032,91 94.
No obstante, el Estado concede también algunas ayudas directas. Por
ejemplo, en lo que se refiere a lugares de culto, financia el mantenimiento de
los bienes de interés artístico y monumental, aunque sean de propiedad
privada. También en los casos de desastre natural, como inundaciones y
terremotos el Estado financia todo tipo de obras, y colabora de manera
decisiva en la reconstrucción de los lugares de carácter religioso. Sin em-
bargo, en general, no suele financiar obras nuevas ni su mantenimiento,
que corresponderán a la correspondiente Confesión, y a los municipios en
la medida en que puedan tener un interés público relevante.
A nivel municipal, el Texto único de las disposiciones legislativas y regla-
mentarias en materia de edificación, no hace ninguna mención a la asignación
de una cuota de las contribuciones de permiso de obras, que según la Ley de 28
de enero de 1977, n. 10 deben ser utilizadas por los municipios en obras
de urbanización; por tanto la materia, dependerá de lo que estipulen las
leyes regionales. Así por ejemplo, la Ley de Lombardía de 9 de mayo
1992, n. 20 sobre las Norme per la realizzazione di edifici di culto e di attrezza-
ture destinate a servizi religiosi, regula la distribución entre las Confesiones
religiosas de una cuota de las contribuciones recaudadas por las obras

94. Vid. E. De Mita, Il regime tributario, en D. Persano, Gli edifici di culto tra Stato e con-
fessioni religiose, Milano 2018, 245-254.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 467

de urbanización secundaria, que será al menos de un 8 por cierto de tales


cantidades 95.
Esta financiación municipal ha sido objeto de discusión en la Corte
Constitucional. En primer lugar, la Corte ha afirmado que los munici-
pios no pueden discriminar entre confesiones religiosas con acuerdo y
sin acuerdo 96. La Sentencia de la Corte Constitucional n. 195 de 1993 dice
expresamente: «tutte le confessioni religiose sono idonee a rappresenta-
re gli interessi religiosi dei loro appartenenti. L’aver stipulato l’intesa pre-
vista dall’art. 8, terzo comma, della Costituzione per regolare in modo speciale
i rapporti con lo Stato non può quindi costituire l’elemento di discriminazione
nell’applicazione di una disciplina, posta da una legge comune, volta ad age-
volare l’esercizio di un diritto di libertà dei cittadini». Considera por tanto,
que tener un Acuerdo con el Estado no puede ser un motivo para ser dis-
criminado en una materia que está regulada por una ley común y que en
realidad pretende facilitar el ejercicio de un derecho fundamental 97.
Sobre la disponibilidad efectiva de lugares de culto hay que destacar que,
como sucede en Francia, la situación es muy precaria en lo que se refiere
a lugares de culto islámico. El municipio de Roma donó el área necesaria
para la construcción de la Gran Mezquita del Centro cultural Islámico de
Roma de unos 60.000 m². Pero en general, la legislación municipal que debe
decidir la previsión de estos lugares de culto, concede un gran margen de
discrecionalidad a la autoridad administrativa correspondiente. No existe
una normativa específica que exija la previsión de estos lugares. Aún en el
caso de que una Confesión religiosa adquiera un solar, no tiene asegurado
que se autorice el cambio correspondiente en el plan urbanístico. El Con-
sejo de Estado, el 27 noviembre 2010, ha recordado que no obstante el gran
margen de actuación, se debe escuchar las peticiones de las Confesiones,

95. Art. 4. Modalità e procedure di finanziamento: «1. In ciascun comune, almeno l’8%


delle somme effettivamente riscosse per oneri di urbanizzazione secondaria è, ogni anno,
accantonato in apposito fondo destinato alla realizzazione delle attrezzature indicate al pre-
cedente art. 2, nonché per interventi di manutenzione, restauro e ristrutturazione, amplia-
mento e dotazione di impianti, ovvero all’acquisto delle aree necessarie. I comuni hanno
altresì facoltà di incrementare il fondo sopracitato anche calcolando gli oneri di urbaniz-
zazione secondaria non introitati per effetto dello scomputo riconosciuto ai titolari della
concessione edilizia per l’esecuzione diretta delle opere di urbanizzazione secondaria e/o
per la cessione delle relative aree».
96. Corte Constituzionale, Sentenza n. 195 del 1993; Corte Constituzionale, Senten-
za n. 346 del 2002; las dos sentencias se refieren a los Testigos de Jehová.
97. Ver también la Sentencia del Tribunal regional del Veneto, de 17 de mayo de 2007, 1498:
“Edifici di culto e confessioni religiose diverse dalla cattolica”. La cursiva es mía.
468 Francisca Pérez-Madrid

también a la hora de preparar los planes de ordenación urbanística: «Está


dentro de las competencias de los entes territoriales prever que se permita a todas
las confesiones religiosas el poder explicar su actividad, también que concreten
áreas idóneas para acoger a los respectivos fieles. Los Ayuntamientos por tanto
no pueden eludir de escuchar las reclamaciones que en este sentido miren a dar
un contenido sustancial efectivo al derecho del libre ejercicio garantizado a nivel
constitucional, no sólo en el momento de actuar, sino también en la fase precedente
de planificación de los modos de utilización del territorio. Se ha de destacar sin
embargo que el derecho de culto, como todos los derechos, está ligado por otra parte
a la tutela de otras situaciones jurídicas que el ordenamiento reconoce y garanti-
za. Esto debe materializarse en el respeto de las normas previstas y concretamen-
te, en el caso concreto de la normativa urbanística que, en su contenido esencial,
se dirige explícitamente a contemplar los diversos posibles usos del territorio».
Así, en Lombardía la Ley prevé que se aseguren áreas para infraestruc-
turas religiosas. Como dice en su respectiva Ley, en el art. 3: ”1. In fase di
formazione e revisione degli strumenti urbanistici generali, le aree destinate
ad accogliere le attrezzature religiose sono specificatamente individuate su-
lla base delle esigenze locali e valutate le istanze avanzate dalle confessioni
religiose, nell’ambito della dotazione complessiva di attrezzature per inte-
resse comune assicurata ai sensi della L.R. 15 aprile 1975, n. 51 e riservan-
do alle stesse una dotazione pari almeno al 25% di quella complessiva” 98.

3.4.  Consideraciones finales


Aunque posiblemente se trate de una iniciativa aislada, y enmarcada
en el Norte de Italia, me parece de interés el texto emanado del Consejo
Municipal de Milán de 26 de octubre de 2009. Se refiere a los lugares de
culto de las Comunidades sin acuerdo con el Estado, respecto de los cua-
les se decide hacer una Propuesta de ley al Ministerio del Interior.
En el texto, se destaca con preocupación la existencia de comunida-
des religiosas cuyas prácticas pueden estar en conflicto con los principios
fundamentales de la Constitución, como la igual dignidad de hombres y
mujeres, el respeto por la vida humana, y el rechazo de la violencia y el

98. En la Ley regional de los Abruzzi, se dice: L.R. 16.3.1988, n. 29: Disciplina urbanisti-
ca dei servizi religiosi. Art. 5: «In sede di attuazione dello strumento urbanistico generale le
aree destinate alle attività di cui ai precedenti commi sono ripartite tra le varie confessioni
religiose, che abbiano i requisiti indicati all’art. 1, proporzionalmente alla loro consistenza,
mediante concessione a titolo gratuito del diritto di superficie».
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 469

terrorismo. Se destaca la composición actual de estas comunidades reli-


giosas en Milán, y hace una velada referencia a los musulmanes cuando
dice que “en particular, los más numerosos en toda la zona”, tienden a
concentrar sus oraciones en un solo lugar por la gran utilidad simbólica
de la vida religiosa en la zona.
Insisten en que la libertad de culto no implica ninguna obligación por
parte de organismos públicos y, en particular, del Consejo de la ciudad
para proveer áreas de propiedad estatal para la construcción de lugares
de culto que se deberían identificar, adquirir e instalar totalmente a cargo
de las comunidades religiosas interesadas en su construcción, después de
obtener todas las autorizaciones permitidas por la legislación vigente en
la planificación urbana y la construcción. Recomienda que para evitar la
posible orientación integrista en los lugares de oración de la comunidad,
se utilicen todos los controles necesarios y apropiados.
Destaca el texto que resulta urgente una ley regional que rija la creación de
lugares de oración de la comunidad que no tenga acuerdos con el Estado
italiano, y proponen al Ministro del Interior que promueva un proyecto
de ley rápido y los reglamentos que rijan la construcción y/o el reconoci-
miento de los lugares de culto de la comunidad que no tenga acuerdos
con el Estado italiano 99. Sobre todo nos interesa la petición que consta
en dicho texto de que se elaboren instrumentos urbanísticos de carácter
general que regulen la construcción de lugares de oración, si no tienen un
acuerdo con el Estado, y en el caso de los islámicos, que hayan firmado
una Carta de valores. Así la solicitud de una autorización para construir
debería contener la indicación de que el lugar propuesto está al menos a
300 metros de cualquier otro lugar de culto, y que tiene buenas conexiones
y aparcamiento. Por otra parte se debería formular el compromiso por
parte de la Comunidad que presenta la petición que se utilizará dicho
lugar por un máximo de 5.000 personas para cada función religiosa y que
el proyecto de realización seguirá las normas previstas para los lugares

99. La identificación de un líder de la comunidad, sin antecedentes penales; El com-


promiso con el pleno respeto por la comunidad de nuestra Constitución, las leyes de la
República Italiana. La voluntad de poner a disposición de de las autoridades públicas sus
cuentas para verificar el origen lícito de los fondos utilizados. La negativa de la Apología de
los delitos de terrorismo…El compromiso de promover la plena integración de los extran-
jeros a través de la organización de cursos de lengua italiana y la acción de mediadores, así
como la plena inclusión social de los niños en las escuelas italianas. Por último, incluye el
desarrollo de las relaciones a través del cual los gobiernos apoyen los derechos de la liber-
tad religiosa en los intereses de respeto mutuo.
470 Francisca Pérez-Madrid

de asistencia pública. Por otra parte, deberán contar con un plan de au-
tofinanciación y de gestión. Se habrá de prever también que en caso de
fiestas o celebraciones religiosas en el mismo lugar, se desenvuelvan en
lugares públicos o privados alquilados para que puedan albergar a toda
la comunidad, sin lesionar de ningún modo la visibilidad de los barrios
en que están situados los lugares de culto.
Está por ver el resultado de dicha propuesta. A primera vista tal inicia-
tiva plantea algunas dudas. Como hemos visto, el panorama normativo
regional, en general, tiene una actitud de fomento y colaboración en lo
que se refiere al establecimiento de los lugares de culto. Además, la Corte
Constitucional ha declarado que a efectos de ventajas económicas, no se
puede diferenciar entre Confesiones con y sin Acuerdo. Por tanto, la po-
sibilidad de una ley que establezca requisitos especiales pensando en una
determinada confesión, aunque no lo declare expresamente, parece una
pretensión de dudosa constitucionalidad.

4. Estados Unidos
4.1.  Introducción

El establecimiento de una iglesia u otro tipo de lugar de culto en Es-


tados Unidos puede tener muchas consecuencias, aunque en relación al
tema de este estudio destacaremos la posible disminución de la recauda-
ción fiscal local, dada la condición exenta de las iglesias y las congrega-
ciones; y desde el punto de vista comercial, puede suponer una reducción
en los ingresos de las arcas locales. Y por otra parte, el posible rechazo a
determinadas minorías religiosas que puede llevar a cambios de domici-
lio si el nuevo lugar de culto no es del agrado del vecindario.
Por este motivo, los gobiernos locales se han servido de ciertas orde-
nanzas municipales para limitar o condicionar el acceso de ciertos gru-
pos religiosos minoritarios, no populares o con escasa influencia. Como
consecuencia de la mayor intervención estatal y local en la consecución
de sus propios intereses, el destino religioso de un edificio fue quedando
relegado a zonas no residenciales o poco comerciales. Es decir, se produjo
el proceso conocido como NIMBY, not in my back yard 100.

100. Cfr. M. A. Glendon, Rights Talk. The Impoverishment of Political Discourse, (NY: The
Free Press 1991) 137-138.
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 471

La alternativa que se les ha presentado a las Confesiones afectadas ha


sido la búsqueda de un lugar de reunión en la residencia de alguno de
sus miembros, que no siempre han reunido las condiciones adecuadas.
Así es el caso de grupos cristianos de oración o de estudio de la Biblia en
hogares; la práctica de la santería en recintos privados; o sinagogas en
residencias particulares por judíos ortodoxos.
En cualquier caso, conviene aclarar que la regulación del uso del suelo
en Estados Unidos es responsabilidad de los gobiernos locales, por lo que el
papel del Gobierno federal es más bien limitado. En general su labor en
relación al urbanismo se concreta en autorizar programas reguladores y de
fomento de la preservación de los recursos naturales. Los Estados tienen
un papel más importante, ya que proporcionan la legislación habilitante
de la que depende la regulación local, excepto donde los gobiernos locales
gozan de home rule reconocida constitucionalmente, que les proporciona
competencias urbanísticas.
La mayoría de los Estados han basado su legislación sobre el uso del
suelo en una ley modelo de zonificación que se remonta a los años 1920. Si-
guiendo este modelo, las leyes urbanísticas estatales no tienen reglas subs-
tantivas que determinen los contenidos de las ordenanzas zonificadoras
locales. No se dan unas orientaciones concretas para las políticas públicas
(policies), de forma que los gobiernos locales han podido desarrollar prác-
ticas zonificadoras excluyentes sin vulnerar los requisitos legales. El papel
crucial de los Estados, por tanto, debería haber sido prever y corregir las
posibles prácticas de ordenación urbanística excluyente.
Ante los abusos que desencadene o posibilite la regulación urbanís-
tica local, en la Constitución de los Estados Unidos está previsto que se
pueda impugnar dicha disposición según la cláusula del due process, es
decir, cuando se demuestra que la ordenanza carecía de un fin legítimo
de interés general.
Por otra parte, la equal protection clause de la Constitución Federal, que
aparece incluida en la mayoría de las Constituciones estatales, es otro
motivo jurídico para anular ordenaciones excluyentes. La equal protection
clause exige un trato igual por parte de cualquier ordenanza de uso del
suelo que no podrá en consecuencia discriminar en razón de la raza, la
religión, el origen nacional o el sexo 101.

101. Sin embargo, los Tribunales Federales han sido poco propensos a reconocer el ca-
rácter excluyente de las ordenazas locales. Village of Arlington Heights v. Metropolitan Housing
Dev. Corp., 429 U.S. 252 (1977).
472 Francisca Pérez-Madrid

De aquí que pueda decirse que la zonificación y los controles de uso de


suelo prácticamente gozan de una presunción de constitucionalidad 102.
Por otra parte, el interés del gobierno por el patrimonio histórico ar-
tístico (landmark property) ha sido también un factor que ha influido en la
regulación de los lugares de culto. En el año 1933 se promulgó la primera
lista de edificios de valor histórico y artístico. Sin embargo, cuarenta años
después la mitad habían desaparecido. Por esta razón, la Unión, los Esta-
dos y los Ayuntamientos procedieron a regular detalladamente la mate-
ria. Toda propiedad considerada de carácter histórico-artístico está sujeta
a una serie de mecanismos de control en cuanto a su uso y modificaciones.
Los mecanismos empleados por el derecho norteamericano han sido de
dos tipos: la catalogación o inventario de los bienes objeto de protección; y
las medidas necesarias para financiar la conservación y el cuidado de los edifi-
cios. De este modo, a los edificios religiosos incluidos en el catálogo como
edificios histórico-artísticos se les ha sometido a una rígida normativa de
conservación que les convierte más en piezas de museo que en lugares
de culto. En las landmark laws, la finalidad estatal es garantizar la perma-
nencia de un bien que se considera de especial valor. También en estos
casos concurren intereses económicos –cuando los edificios están en una
determinada zona‒, que pueden chocar frontalmente con lo que exige el
ejercicio de una determinada religión.
En definitiva, el free exercise de la libertad religiosa, una exigencia cons-
titucional contenida en la Primera Enmienda, abarca lógicamente el uso
religioso del suelo; tras la declaración de inconstitucionalidad de la Reli-
gious Freedom Restoration Act en 1997, pasó poco tiempo para que se legis-
lara a nivel federal sobre esta materia.

4.2.  La RLUIPA (Religious Land Use and Institutionalized Persons Act, 2000)

Esta Ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos, recibió un


apoyo sin precedentes tanto por grupos religiosos como por los partidos
Republicano y Demócrata 103.

102. D. R. Mandelker, Derecho urbanístico y ordenación urbanística excluyente en los Esta-


dos Unidos de América, Anuario del Gobierno Local (2002) 169-185.
103. J. I. Rubio López, La nueva protección de la libertad religiosa en Estados Unidos: La
Religious Land Use and Institutionalized Persons Ac (RLUIPA) del 2000, www.iustel.com, Re-
vista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº 10
(febrero 2006).
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 473

Se trata de un texto muy sintético. La Ley destaca que la disponibili-


dad de lugares de culto es un aspecto esencial de la libertad religiosa y un
complemento indispensable de la libertad de reunión para fines religio-
sos, garantizada por la Primera Enmienda de la Constitución americana.
Prohíbe que en el ejercicio de la autoridad se pueda discriminar a las
confesiones en la zonificación o que se les impongan restricciones sus-
tanciales, a no ser que la autoridad administrativa demuestre que dicha
imposición responde a un interés público y que es el modo menos restrictivo
para conseguir dicho interés.
En síntesis, la Ley establece que la administración municipal no podrá
aprobar una regulación que excluya las reuniones religiosas en una zona,
o que limite injustificadamente las reuniones, instituciones o estructuras reli-
giosas. No se podrá tratar a ninguna entidad en inferioridad de condiciones
en relación al uso del territorio a una institución religiosa, frente a otra que
no lo es, del mismo modo que tampoco se podrá discriminar por la reli-
gión o creencias que se profesan. En cualquier caso, la protección de la Ley
no evitará las pérdidas económicas que pueda suponer la desestimación
de una denuncia ante los tribunales, cuando las Iglesias o Confesiones ya
hayan comprado el suelo 104.
La zonificación podría ser una vía para crear “zonas libres de religión”,
frenando incluso el crecimiento de una religión a través de las llamadas
zoning laws 105. Por ejemplo en Homestead, Florida, la ciudad aprobó una
ley que prohibía que se asentaran instituciones religiosas en la zona centro
de la ciudad más de dos años. Una vez que se dejaba un local, no podía
ser utilizado en el futuro por otra organización religiosa. Es decir, la Ley
creaba así una zona libre de religión 106.
En United States v. City of Waukegan, Illinois, el Gobierno de los Estados
Unidos emprendió acciones legales contra la ciudad de Waukegan, en
Illinois en 2008. El Ayuntamiento había excluido los lugares de culto en
unos distritos en los que había permitido clubs, alojamientos, teatros y

104. Petra Presbyterian Church v. Village of Northbrook, 1489 F.3d 846 (7th Cir. 2007). Vid.
las críticas a los efectos de la Ley formulados por B. Alden, Reconsidering RLUIPA: do religious
land use protections really benefit religious land users?, 57 UCLA LAW REVIEW (2010) 1781.
105. Vid. también M. D. Staver, Religious Land Use Law Will Force the Government to Stop
Discriminating against Religious Institutions, Liberty Counsel, 2007.
106. En el sur de Florida, en la ciudad de Surfside se aprobó una ley que prohibía que
se edificaran iglesias o sinagogas dentro de ciertos límites. Los miembros de una sinagoga
ortodoxa acudieron a los Tribunales para defender su derecho de construir la sinagoga den-
tro de la ciudad, ya que no pueden viajar en sábado. A pesar de la “carga” que suponía para
los judíos, la Ciudad rechazó abolir la Ley, y el Tribunal le dio la razón.
474 Francisca Pérez-Madrid

clubs sociales, y había advertido de la violación de tal decisión a algunas


iglesias que estaban funcionando en la zona. Se consiguió un acuerdo con
el Ayuntamiento el 25 de Febrero de 2008, exigiéndole que tratara los lu-
gares de culto en pie de igualdad a otras asambleas.
Además la RLUIPA establece que una administración municipal no
podrá imponer o aplicar una regulación del uso del territorio de modo
que suponga una carga sustancial para el ejercicio de la libertad religiosa de
una persona, una asamblea, o una institución, a no ser que se demuestre
que dicha carga, “burden”, fomenta un interés público imperativo y que es
el medio menos restrictivo para promover dicho interés.
Antes de que la norma entrara en vigor, ya en el caso Islamic Center of
Missisipi v. City of Starkville (23 marzo 1998), se consideró que la prohibi-
ción por razones urbanísticas referente a instalar dentro de los límites de
la ciudad un lugar de culto islámico, forzaba el uso de medios de loco-
moción privados para poder llegar al lugar de culto, lo que suponía una
“carga excesiva” para la libertad religiosa.
No obstante, en el contexto del uso religioso del suelo, los tribunales
no han precisado con claridad qué es lo que se debería entender por carga
sustancial en el ejercicio de la libertad religiosa. En algún caso es posible
apreciar un mayor esfuerzo para su determinación, excluyendo de su es-
fera de comprensión la mera inconveniencia, el impacto visual-estético
que la colocación de un tablón de anuncios supondría a una sinagoga o la
negativa a la recalificación del suelo tras la compra por una organización
cristiana de un antiguo hospital con la intención de hacer de él la sede de
su campus universitario con fines educativos.
El Quinto Circuito Federal explicaba en Adkins v. Kaspar, que a la hora
de aplicar la RLUIPA, una norma creaba tal carga sobre el ejercicio de la
libertad religiosa que realmente presionaba al fiel a modificar sustancial-
mente su comportamiento religioso y a violar de forma significativa sus
creencias. En cualquier caso, los meros inconvenientes o los obstáculos, no
se pueden considerar cargas importantes.
En San Jose Christian College v. City of Morgan Hill, el Noveno Circuito se
centró en la definición del diccionario de carga substancial y concluyó que
para el uso religioso del suelo, la carga será relevante cuando sea “opresi-
va” o de amplitud significativa 107.

107. San Jose Christian Coll. v. City of Morgan Hill, 360 F.3d 1024 (9th Cir. 2004).
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 475

Se podría pensar que la derogación a una congregación del permiso


para construir o usar una iglesia representa un caso claro de carga sustan-
cial. Sin embargo, no lo han considerado así los tribunales cuando negaron
el uso de la residencia de un rabino como sinagoga o del hogar de unos
cristianos como lugar de culto, o cuando impidieron la construcción de un
salón del reino por los Testigos de Jehová. En uno de los primeros casos
conocidos tras la entrada en vigor de la RLUIPA se siguió una interpreta-
ción muy restrictiva de lo que podría constituir un gravamen sustancial.
Un Tribunal Federal de distrito consideró que una carga sobre el libre
ejercicio del creyente sólo sería relevante en el caso de que produjera una
omisión o una acción indebida en el ejercicio de la libertad religiosa. Es decir,
que la actividad del gobierno pretendiera modificar el comportamiento
o violar las creencias religiosas de una persona a fin de impedirla actuar
según su religión (omisión) o forzarla para realizar una práctica religiosa
(acción) 108.
Por el contrario, para otros tribunales tal definición sería insuficiente,
pues no permitir a una congregación establecerse a través de la construc-
ción de un edificio de culto o iglesia supondría tanto como impedir su
existencia 109.
No obstante, como destaca Rubio, antes de 2000 se permitía que preva-
lecieran con facilidad como intereses preponderantes frente a la libertad
religiosa, el tráfico, el aparcamiento, los niveles de ruido, los efectos de la
construcción de un lugar culto sobre la valoración de la propiedad, la dis-
minución de ingresos fiscales o los intereses estéticos. Con la nueva legis-
lación, estos factores deberán ser examinados según las circunstancias y
el sentido de la RLUIPA. Y en consecuencia, aquellas regulaciones que se
refieran a la integridad de la estructura de los edificios, a la seguridad en
caso de incendio o inundación u otras exigencias relativas a la seguridad
o salud, serán consideradas como intereses que deben prevalecer frente al
libre ejercicio de la libertad religiosa. Por el contrario, la conservación his-
tórica, el carácter de la comunidad o la diversidad de la vecindad serán, en
cambio, susceptibles de denuncias por constituir una posible infracción
de la RLUIPA 110.

108. Cfr. C.L.U.B. v. City of Chicago, 157 F. Supp. 2d 903, at 914 (N.D. Ill. Mar. 30, 2001)
[Hibbler, J.].
109. Cfr. Cottonwood v. Cypress, 218 F. Supp. 2d 1203, at 1226 (C.D. Ca. 2002).
110. J. I. Rubio, cit., 29.
476 Francisca Pérez-Madrid

En el caso Freedom Baptist Church v. Township of Middletown de 2002, se


planteó la legitimidad de la actividad de una comunidad baptista que co-
menzó a utilizar el primer piso de una casa para sus funciones religiosas.
La autoridad responsable de urbanismo en el Ayuntamiento comunicó al
propietario del edificio que tal uso violaba la reglamentación urbanística
que no admitía lugares de culto en la zona. Se rechazó una solicitud de
cambio de la planificación, lo que dio pie a la apertura de un contencioso.
El conflicto acabó con un acuerdo entre las partes. El municipio se com-
prometió a revisar la planificación territorial para adecuarla a las leyes
federales y las del Estado de Pennsylvania, así como a la RLUIPA 111.
La norma prevé también una serie de límites a la actividad urbanística
local, basados en el principio de proporcionalidad y en el principio de igual-
dad, y establece reglas específicas sobre la carga de la prueba (favorables al
demandante en defensa de su libertad religiosa) y el pago de costas, que
en caso de condena corresponderán a la Administración. Todo este ins-
trumental jurídico se apoya en la idea, expresada en la sección segunda
de esta norma, de considerar el uso del suelo como un ámbito del ejercicio de la
libertad religiosa.
La protección garantizada por la RLUIPA, en definitiva, depende de
cómo se interpreten una serie de conceptos, ya que tal análisis determi-
nará el contenido real de la garantía: qué se debe entender por religious
exercise y substantial burden; el compelling interest y cómo podemos deter-
minar cuáles son los least restrictive means; o less than equal terms. Es decir,
la práctica religiosa, y la carga substancial así como el interés prevalente y
los medios menos restrictivos. En definitiva se trata de valorar la posibili-
dad de establecer un límite sustancial en el ejercicio religioso ante la posible
presencia de un poderoso interés que no pueda conseguirse sin medidas al-
ternativas menos restrictivas.
En el décimo aniversario de la ley, en 2010, el Departamento de Es-
tado ha publicado un informe en el que se hace un ajustado balance de
los logros obtenidos por esta disposición legal. Es el Report on the Tenth
Anniversary of the Religious Land Use and Institutionalized Persons Act, de 22
de Septiembre.
Como se explica en el documento, el propio Departamento de Estado
ha abierto investigaciones para informar a los funcionarios de los gobier-

111. Cfr. A. Rocella, La legislazione regionale, cit., 132.


El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 477

nos locales sobre la regulación normativa. Del mismo modo, a través del
Community Relations Service, se ha trabajado directamente con las comu-
nidades para resolver conflictos relacionados con los lugares de culto. Y
se aporta un dato interesante: más de dos tercios de los supuestos en los
que se ha abierto una investigación, las autoridades locales han modifi-
cado sus ordenanzas o sus decisiones ante lo que podría ser una posible
violación de la RLUIPA. Los casos pueden clasificarse en tres categorías
fundamentales: aquellos en los que alegaba un ánimo discriminatorio por
parte de la autoridad ante la posibilidad de que un grupo instalara un
lugar de culto; los casos en los que los lugares de culto han sido despla-
zados, y donde había otro tipo de lugares de reunión como clubs, aloja-
mientos, o centros comunitarios; y supuestos donde los entes locales han
exigido cargas importantes sobre el ejercicio de la libertad religiosa a las
confesiones, escuelas religiosas, o servicios sociales impulsados por orga-
nizaciones religiosas.

5. Breves consideraciones finales


Para acabar, con el riesgo de reiterar algunas de las conclusiones ya
enunciadas en estas páginas, haré unos breves comentarios.
Es evidente que el régimen legal de los lugares de culto depende en
gran medida del sistema vigente de relaciones entre el Estado y las Con-
fesiones, ya sea de separación o de cooperación, puesto que dicho dato
podrá determinar el régimen de concesión o uso del suelo, la previsión
en los planes generales de ordenación, y la posible financiación pública
en la construcción y/o reparación de los lugares de culto, entre otras cues-
tiones.
Hemos visto cómo los tres países estudiados tienen regulaciones espe-
cíficas sobre los lugares de culto y a la vez, muy diferentes entre sí. En el
caso de Estados Unidos nos encontramos con una Ley Federal que busca
asegurar de manera primordial la libertad religiosa en su vertiente cul-
tual, asegurando la igualdad e eliminando cualquier limitación excesiva
por parte de las autoridades administrativas; en Italia, diversas leyes re-
gionales consiguen además materializar la posible cooperación del Estado
en diversos aspectos de l’edilizia del culto. Por último, en Francia, la Ley
de 1905, con sus diversas modificaciones posteriores, ha mantenido que
perdure un original marco legal de separación, en el que como veíamos,
478 Francisca Pérez-Madrid

se dan ciertas manifestaciones de verdadera cooperación, dentro de los


escasos márgenes que permite la ley.
¿Se puede encontrar algún rasgo común en estas legislaciones, una
mens legislatoris coincidente al menos en determinados puntos?
Pues bien, la respuesta es relativamente sencilla si nos fijamos en Es-
tados Unidos e Italia, pero puntualmente resultaría aplicable también a
Francia. La mens legislatoris es garantizar el respeto a la libertad religiosa,
facilitar el efectivo ejercicio de la libertad de culto, eliminar las trabas que
puedan existir para que se pueda destinar razonablemente un suelo para
uso religioso. Por otra parte, cabe advertir que las diversas regulaciones
evitan acertadamente los textos pormenorizados, la regulación detallada
y la casuística. Es evidente, que en caso contrario, el texto normativo pre-
sentaría más inconvenientes que ventajas. Piénsese por ejemplo cómo en
la Iglesia católica, el templo tiene una significación y una función radical-
mente diversa de la que pueda predicarse de los lugares de culto en otras
confesiones religiosas 112.
Estamos en definitiva ante normas que de alguna manera coinciden
con el objetivo de la famosa Directiva 2006/123/CE de servicios, cuando
sostiene en su considerando 42 que «las normas relativas a los procedi-
mientos administrativos no deben tener por objeto la armonización de
dichos procedimientos, sino suprimir los regímenes de autorización, proce-
dimientos y formalidades excesivamente onerosos que obstaculizan la libertad de
establecimiento y la creación de nuevas empresas de servicios que esta comporta».

112. La razón es fundamentalmente la reserva y la adoración de la Eucaristía, como


explica el Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1379-1381, determinan un significado y una
función específica de los lugares de culto católicos, radicalmente diversa de la que puedan
tener en otras Confesiones. Así el Código de Derecho canónico, establece por ejemplo las
siguientes prescripciones: Canon 938: «1. Habitualmente, la santísima Eucaristía estará re-
servada en un solo sagrario de la iglesia u oratorio. 2. El sagrario en el que se reserva la san-
tísima Eucaristía ha de estar colocado en una parte de la iglesia u oratorio verdaderamente
noble, destacada convenientemente adornada, y apropiada para la oración. 3. El sagrario
en el que se reserva habitualmente la santísima Eucaristía debe ser inamovible, hecho de
materia sólida no transparente, y cerrado de manera que se evite al máximo el peligro de
profanación. 4. Por causa grave, se puede reservar la santísima Eucaristía en otro lugar dig-
no y más seguro, sobre todo durante la noche. 5. Quien cuida de la iglesia u oratorio ha de
proveer a que se guarde con la mayor diligencia la llave del sagrario en el que está reservada
la santísima Eucaristía». Canon 939. «Deben guardarse en un copón o recipiente las Hostias
consagradas, en cantidad que corresponda a las necesidades de los fieles, y renovarse con
frecuencia, consumiendo debidamente las anteriores». Canon 940. «Ante el sagrario en el
que está reservada la santísima Eucaristía ha de lucir constantemente una lámpara especial,
con la que se indique y honre la presencia de Cristo».
El régimen legal de los lugares de culto en Francia, Italia y Estados Unidos 479

Entre los objetivos de esta norma, que ha exigido cambios importantes


en la legislación española, podemos citar el facilitar la libertad de estable-
cimiento y la libertad de prestación de servicios en la Unión europea, el
refuerzo de los derechos de los destinatarios de los servicios en su calidad
de usuarios, el fomento de la calidad de los servicios, y establecer una
cooperación administrativa efectiva entre los Estados miembros.
Aunque la Directiva únicamente haga referencia a las empresas de
servicios, parece lógico que se mantenga la lógica del sistema a la hora de
regular la apertura y el uso de los lugares de culto en Europa, y por tan-
to en el territorio español. Es necesario repensar por tanto, el sistema de
licencias que estableció el art. 10 de la Ley Catalana de Centros de Culto
de 2009, si es o no coherente con la praxis legislativa actual en el Derecho
comparado y con la normativa comunitaria vigente 113.

113. No corresponde ahora proceder a este análisis, por otra parte ya comenzado en
diversos estudios por parte de especialistas en la materia. Vid. J. J. Guardia, Comentarios
al proyecto de Ley de reforma de la Ley de centros de culto de Cataluña, www.iustel.com, Revista
General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado ‒RGDCDEE‒, nº 28 (enero
2012).
INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA*  1

FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO


UNIVERSIDAD DE NAVARRA

1. M I M A

Esta Colección se propone, ante todo, ofrecer a los alumnos de los cursos de Li-
cenciatura en Derecho canónico un instrumento básico para preparar específicamen-
te el programa de las distintas disciplinas que la integran.
2013 E. Molano Derecho Constitucional Canónico [E ]
2011 T. R -P La vida consagrada en la Iglesia Latina. Estatuto teológico-canónico
(2.ª ed.) [E ]
2010 A. V Organización del gobierno en la Iglesia (3.ª ed.) [E ]
2009 T. R -P El orden de los clérigos o ministros sagrados [E ]
2007 T. R -P La liturgia y los sacramentos en el Derecho de la Iglesia (3.ª ed.)
[E ]
2005 J. O Historia de las instituciones de la iglesia católica. Cuestiones funda-
mentales (2.ª ed.) [E ]
2003 C D -L , Lecciones de derecho procesal canónico. Parte general
R. R -O [E ]
2001 J. M , J. C , E. B Compendio de Derecho Administrativo Canónico (2.ª ed.) [E ]

2. T M

2010 J. E I El proceso contencioso declarativo de nulidad de matrimonio canó-


nico (2.ª ed.) [E ]
2010 J. H Introducción al estudio del Derecho canónico (2.ª ed.) [E ]
2009 J.M.ª G V Derecho canónico matrimonial (11.ª ed.) [E ]
2007 J.-P. S Derecho patrimonial canónico [E ]
2006 A. V Introducción al estudio de las prelaturas [E ]
2006 P. B ¿Cuándo es nulo el matrimonio? (2.ª ed.) [E ]
2006 J. F (coord.) Derecho eclesiástico del Estado español (6.ª ed.) [E ]
J. F ,
J.M.ª G V ,
P. L , M. L
A , R. N
V , P.J. V
2001 J. H Elementos de Derecho constitucional canónico (2.ª ed.) [N
G E ]

*  La información completa sobre las publicaciones del Instituto puede consultarse en la dirección web:
h p://www.unav.es/ima
1994 J. O (coord.) Tratado de Derecho eclesiástico [E ]
1993 E. L Tratado de Derecho administrativo canónico (2.ª ed.) [E ]
1991 J. C (coord.) Manual de Derecho canónico (2.ª ed.) [E ]
1987 J. H Elementos de Derecho constitucional canónico [E ] (agotado)
1980 G. F Elementos de Derecho canónico [E ]
(traduc. E. M )
1975 C D Derecho canónico (2.ª ed.) [E ]
U

1970/73 J. H -P. L El Derecho del Pueblo de Dios.


III. Introducción. La constitución de la Iglesia [E ]
III. Derecho matrimonial [E ]
1964 V. G Nociones de Derecho canónico
(traduc. P. L )

3. T C

— Código de Derecho Canónico. Edición anotada (7.ª ed. 2007).


Se han publicado ediciones en inglés, francés, italiano, portugués y catalán. Tam-
bién varias ediciones castellanas en México y Colombia.
— Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico (3.ª edición, 2002), obra diri-
gida y coordinada por los Profs Á M ,J M yR R -
O , 5 volúmenes (8 tomos). Publicado por E .

5. C

La Colección canónica, comenzada en el año 1959, está integrada por monografías sobre
temas de Derecho canónico y eclesiástico. Últimos títulos publicados:
2013 J. O (ed.) Régimen legal de los lugares de culto. Nueva frontera de la libertad
religiosa. Actas del IX Simposio Internacional del Instituto Martín de
Azpilcueta (Pamplona, 9, 10 y 11 de noviembre de 2011) [E ]
2012 E. H C El Registro de Entidades religiosas. Estudio global y sistemático
[E ]
2012 A. L A Discursos pontificios a la Rota Romana [E ]
2012 A. M. R A Iglesias y organizaciones no confesionales en la Unión Europea. El
artículo 17 del TFUE [E ]
2011 J. I. R L Hacia la primera libertad. Libertad religiosa en los EE.UU.: de las
Colonias a la Corte Rehnquist (1600-1986) [E ]
2010 J. A. F (ed.) Las asociaciones de fieles. Aspectos canónicos y civiles. Actas del
VIII Simposio Internacional del Instituto Martín de Azpilcueta
(Pamplona, 4 al 6 de noviembre de 2009) [E ]
2010 J.J. G Libertad religiosa y urbanismo. Estudio de los equipamientos de
uso religioso en España [E ]
2009 E. B (ed.) Estudios sobre la prelatura del Opus Dei. A los veinticinco años de la
Constitución apostólica Ut sit [E ]
2008 D. Z El control de las enajenaciones de bienes eclesiásticos. El patrimonio
estable [E ]
2008 J. M. M Igualdad religiosa y diversidad de trato de la Iglesia Católica [E ]
2008 E. T Sacramenta, communio et ius. Datos históricos permanentes
[E ]
2008 J. O ; D. Z (eds.) El sostenimiento económico de la Iglesia Católica en España. Nuevo
modelo. Actas del VII Simposio Internacional del Instituto Martín
de Azpilcueta (Pamplona, 24 al 26 de octubre de 2007) [E ]
2008 J. H El ordenamiento canónico. Aspectos centrales de la construcción
del concepto [E ]
2007 T. R -P El matrimonio cristiano: sacramento de la Creación y de la Reden-
ción (2.ª ed.) [E ]
2007 E. T ¿Imposibilidad de cumplir o incapacidad de asumir las obligacio-
nes esenciales del matrimonio? Historia, jurisprudencia, doctri-
na, normativa, magisterio, interdisciplinariedad y psicopatología
incidentes en la cuestión (2.ª ed.) [E ]
2007 R. R -O Procesos de nulidad matrimonial. La Instr. «Dignitas
J. S (eds.) connubii» Actas del XXIV Curso de Actualización en Derecho Ca-
nónico de la Facultad de Derecho Canónico (2ª ed.) [E ]
2006 M. D El domicilio canónico [E ]
2006 J.I. R La primera de las libertades. La libertad religiosa en los EE.UU.
durante la Corte Rehnquist (1986-2005): una libertad en tensión
[E ]
2005 J.Mª V El pase regio. Esplendor y decadencia de una regalía
M.Á. M [N G E ]
2005 J. H Vetera et nova. Cuestiones de Derecho canónico y afines (1958-
2004). Segunda edición remodelada [N G E -
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2005 J.I. B , J. B (eds.) Consentimiento matrimonial e inmadurez afectiva. Actas del VI
Simposio Internacional del Instituto Martín de Azpilcueta (Pam-
plona, 3-5.XI.2004) [E , 2007]
2004 I. J -A El Islam en España. Aspectos institucionales de su estatuto juríco
[N G E ]
2004 J. H Tempvs otii. Fragmentos sobre los orígenes y el uso primitivo de los
términos «praelatvs» y «praelatvra» [N G E -
]
2004 J. H Pensamientos de un canonista en la hora presente [N G -
E ]
2004 F. P La esencia del matrimonio a la luz del realismo jurídico [N
G E ]
2004 M. A Obediencia y libertad en la vida consagrada [N G
E ]
2003 M. R B Los convenios entre las administraciones públicas y las confesiones
religiosas [N G E ]
2003 J. H Pueblo cristiano y circunscripciones eclesiásticas [N G -
E ]
2003 J. O ; E. T ; Migraciones, Iglesia y Derecho. Actas del V Simposio del
A. V (eds.) Instituto Martín de Azpilcueta sobre «Movimientos migratorios
y acción de la Iglesia. Aspectos sociales, religiosos y canónicos»
(Pamplona, 16 y 17.IX.2002) [N G E ]
2002 J. O Fuentes, Interpretación, Personas. Estudios de Derecho canónico
[N G E ]
2002 A. V Derecho canónico territorial. Historia y doctrina del territorio dio-
cesano [N G E ]
2002 R. R -O La demanda judicial canónica [N G E ]
2002 J. H Coloquios propedéuticos sobre el derecho canónico (2.ª ed. corregi-
da y aumentada) [N G E ]
2002 J. H Los eclesiasticistas ante un espectador. Tempvs otii secvndvm (2.ª
ed. corregida y aumentada) [N G E ]
2001 A. L A Discursos pontificios a la Rota romana [N G E -
]
2001 Z. C El derecho de libertad religiosa en el mundo islámico [N
G E ]
2001 J. O (ed.) Diálogo sobre el futuro de la ciencia del Derecho eclesiástico en Es-
paña. Trabajos de la Reunión organizada por el «Instituto Martín
de Azpilcueta» [N G E ]
2001 J. G A La naturaleza jurídica de las «facultades habituales» en la codifica-
ción de 1917 [N G E ]
2000 V. G -I El Opus Dei, Prelatura personal. La Constitución
A. V -J. M Apostólica «Ut sit» [N G E ]
2000 G. N G Tutela penal del sacramento de la penitencia. La competencia de la
Congregación para la Doctrina de la Fe [N G E -
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