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La Concepción del Espacio y la Arquitectura Shintoista

Religiones y Literaturas de Japón y Corea

Hemos visto ya a nivel mitológico la visión del espacio que presenta el Kojiki. En el mito
cosmogónico se vislumbran claramente tres mundos o, mejor aún, un cosmos dividido en
tres niveles:
 TAKAMA-NO-HARA: la meseta del Alto Cielo
 ONOGORO: el archipiélago japonés
 YOMI-NO-KUNI: el mundo de los muertos

Ni el Cielo, ni el mundo de los muertos eran concebidos como mundos sobrenaturales;


había en ambos palacios, árboles, todos los elementos del archipiélago japonés. Todas estas
representaciones eran, por lo tanto, descripciones del ya existente país de Yamato, una
tierra que de por sí era concebida como perfecta en sí misma. Onogoro era una tierra que no
presentaba corte tajante entre sagrado y profano ya que el mundo de los hombres era
también el mundo que habitaban los dioses.
Y así es que, a partir de la conformación de este mundo y del descenso de la Dinastía
Celestial, queda entonces poca evidencia en los relatos mitológicos de Japón, de que las
otras dos regiones del cosmos puedan afectar de manera alguna a la esfera que conforma
este mundo. La visión del Shinto es una de supremacía y afirmación de este mundo por
sobre los demás.

A su vez, en lo que respecta a los ritos agrícolas del Shinto, resulta interesante observar la
cercanía del espacio en que se mueve el Kami y los miembros de la comunidad celebrante.
Al igual que en el plano mitológico, el espacio ritual en el que transcurren los Matsuri es
entendido como un espacio sagrado ya que el Kami entra en contacto directo con los
hombres y mora con ellos en ciertos períodos, compartiendo un mismo espacio. Ya hemos
visto en este sentido observancias como la Aenokoto de la pla. Noto, o la Daijosai. En estos
ritos se observa una noción de “Espacio Compartido” y desarticulado entre hombres y
Kami, muy propia del contexto Shintoista Primitivo.

Ahora bien, de qué manera se traducen estos conceptos en el plano de la arquitectura que ha
desarrollado el Shinto desde los más antiguos santuarios?

En su período más temprano, el Shinto carecía de construcciones físicas para la veneración


de los Kami . A medida que la gente sentía la naturaleza sagrada de los bosques, de las
rocas, de los ríos y de los árboles, expresaba esos sentimientos directamente en esos lugares
específicos y ante esos elementos de la naturaleza que despertaban admiración. Luego, con
el correr del tiempo se empezaron a delimitar esos espacios de culto. La forma de espacio
sagrado más antigua y que aún hoy día puede verse en algunos lugares es “ ...un área
rectangular cubierta con arena, rodeada con piedras y limitada por una cuerda de paja de
arroz (shimenawa), tendida entre cuatro palos con, al centro, una piedra (iwakura), un
pilar o el árbol sakaki (himorogi). A la cuerda se colgaban, ayer como hoy, tiras de papel
con manojos de fibras de cáñamo que conferían un carácter sagrado. Este espacio

1
purificado ritualmente, en que los Kami moraban, se hallaba normalmente en medio de
una arboleda sagrada.”1
Es decir que, antes del período de las estructuras permanentes, los Kami eran venerados en
sitios llamados Iwasaka o Himorogi; espacios sagrados conocidos a su vez como Kanabi
(“El lugar en donde el Kami se esconde”), que fueron el origen de los presentes santuarios.
La palabra Himorogi se utiliza hoy día para referirse solamente al árbol sagrado que sirve
de asiento divino para un dios, pero en los comienzos, el término se refería a todo el bosque
que incluía al árbol sagrado en cuestión y el árbol no era visto como un asiento divino para
un Kami sino que era sentido y venerado directamente como una deidad en sí misma. Se
dice generalmente que, cuando un árbol se convierte en objeto de culto, no es este venerado
como un árbol sino como una hierofanía, es decir, como una manifestación de lo sagrado.
Sin embargo, tal y como plantea el prof. Kitagawa 2 , en el Japón Primitivo los símbolos no
eran entendidos simbólicamente; el árbol era venerado como Kami y no, como asiento
divino.
Es necesario subrayar aquí las características de este espacio sagrado que surge en primer
lugar: se trata de un espacio sin paredes y situado en medio de la naturaleza ya que, como
se ha visto, no hay en el Shinto un corte tajante entre sagrado y profano. Ahora bien, cómo
es posible hablar de un espacio sagrado delimitado por cuerdas en medio de un espacio
sagrado? La diferencia estaría dada a mi criterio, y en términos de Eliade 3, en la
discontinuidad del espacio sagrado ya que, evidentemente, dentro de un espacio sagrado
existen lugares particularmente más sagrados que otros, como ser por ejemplo el santa
sanctorum dentro de una iglesia. De este modo, estaríamos hablando de la existencia de una
gradación dentro del espacio sagrado.
Es un hecho significativo que los caracteres chinos empleados para designar los santuarios
shinto, aparezcan en el Manyoshu constantemente acompañados de la glosa interlinear
Mori, que designa específicamente a los bosques y árboles. En la época Meiji, algunos de
los santuarios carecían aún de construcciones, y aquellos que las tenían, eran muy simples y
modestas. El bosque mismo y las montañas eran los santuarios, en virtud de la presencia de
los Torii. Las estructuras artificiales permanentes para delimitar y restringir los espacios
sagrados, no fueron ampliamente difundidas sino hasta tiempo después.
Posteriormente, y debido a la difusión del uso de objetos sagrados ( espejos, joyas,
espadas ) para simbolizar la presencia de los Kami, surgió la necesidad de colocarlos en
lugares permanentes que fueron al comienzo, las residencias de los jefes de los clanes. Este
período fue conocido como la “Edad de la Habitación Común”, es decir, el período en el
cual los objetos sagrados eran mantenidos dentro del palacio imperial y de las residencias
de los jefes de clanes. Pero luego, en un momento dado, el sitio de veneración del objeto
sagrado fue separado de la vivienda humana común y comenzaron a construirse los
santuarios shinto en sus diferentes y armónicas líneas arquitectónicas. Se cree que muy
posiblemente, los santuarios permanentes pasaron a ser un fenómeno general en algún
momento entre los períodos Asuka y Hakuho, período en el cual se ubica la entrada del
Budismo y de las influencias extranjeras en Japón. La arquitectura Shinto muestra
considerable variedad de estilos, muchos de los cuales muestran influencias continentales
1
W. Gardini, Japón entre Mitos y Robots.Ed. Hastinapura. Bs.As, 1989.p.165.
2
Joseph M. Kitagawa. “A Past of Things Present: Notes on major motifsof Early Japanese religions”
Publicado en History of Religious Ideas. Vol XX, N°´s 1 y 2. Agosto_Noviembre de 1980. The University of
Chicago PressPágs. 29-30.
3
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano .Editorial Labor,S.A.Barcelona ,1994.

2
venidas de China. Sin embargo, se destacan dos estilos puramente japoneses: uno es el
estilo conocido como Shinmei, que se halla mejor representado en el Santuario de Ise, y el
otro es el estilo Taisha, cuyo mejor exponente es el Gran Santuario de Izumo (ver láminas
al final)
Ahora bien, en lo que respecta a los elementos que conforman la estructura de los
santuarios, se debe observar que un templo shinto se compone por lo general, de por lo
menos dos unidades principales : un sagrario o Honden en el que se conserva el Shintai o
“Cuerpo de Dios” que puede estar representado por los más variados objetos, y un oratorio
o Haiden . El centro esencial del santuario es el Shintai, allí está el Mitama, el alma o
fuerza numinosa de la figura divina. El Honden es la construcción más importante del
santuario, ya que allí reside el espíritu del Kami. Es importante mencionar que a este
recinto, solamente el gran sacerdote está autorizado a ingresar.
Tal vez posea también algunos edificios auxiliares, dependiendo del tamaño del templo,
con mucha frecuencia se encontrará algunos Torii en las inmediaciones y algún lugar
destinado a las abluciones rituales .
Los Torii son quizá el elemento más característico del templo shintoísta. Se presentan
como una portada compuesta por dos columnas verticales que sostienen dos vigas
horizontales, y la explicación universalmente admitida sostiene que representan de manera
simbólica unas perchas en las que puedan posarse los pájaros, en conmemoración de la
ayuda que éstos prestaron con su canto a los dioses, al provocar la intriga de Amaterasu
que, por este y otros motivos, se vio obligada a abandonar la cueva en la cual se hallaba
recluida. Normalmente cada templo posee tres Torii, uno a la entrada del recinto y los otros
dos a distancia variable entre esta primera portada y el santuario; cuando hay más de una
vía de acceso, la serie de Torii se repite en cada una de ellas. Es de remarcar el hecho de
que los Torii se hallen a gran distancia de las estructuras comúnmente entendidas como el
santuario en si, y esto muestra que el término “Shrine” o Jinja se refiere no simplemente a
los edificios dentro del recinto del templo, sino a toda el área dentro de la cual los edificios
han sido erigidos. El Torii conforma tanto un medio de purificación como una barrera que
detiene el paso de cortes, heridas, sangre o cualquier otro tipo de impureza al recinto
sagrado del santuario, que debe permanecer siempre ajeno a la polución, sangre o
enfermedad. En su sentido más original, el Torii nunca fue meramente una entrada
decorativa. Fue considerado un componente mágico-protector que custodiaba la entrada del
santuario, guardándolo del mal y de las contaminaciones de todo tipo. Tal y como observa
el profesor Ono : ...it is the gateway which symbolically marks off the mundane world from
the world of the Kami, the secular from the spiritual”4. Mejor aún, diría yo que, siguiendo
la línea del Shinto Tradicional, el Torii conformaría un símbolo de paso entre un mundo
sagrado y un lugar especialmente sagrado como es el santuario shintoísta.
A su vez, por más que todo el condominio en el cual se
encuentra el templo es considerado sagrado y tratado como tal, no todas sus partes son
vistas como igualmente sagradas. A medida que el visitante avanza desde la primera
entrada, hacia los edificios en los que reside el Kami, va atravesando diversas zonas
sucesivas. De modo general, podríamos decir que estas diferentes zonas se encuentran
delimitadas por tres tipos de separaciones : en primer lugar, los Torii por debajo de los
cuales hacen su ingreso los fieles, en segundo lugar, los pequeños arroyos que son

4
Sokyo Ono, Shinto, the Kami Way. Published by Charles E.Tuttle Company.Japan,1987.p.28.

3
franqueados a través de puentes y en tercer lugar, los muros o empalisadas (Tama-gaki) que
se sortean a través de puertas que reciben el nombre de Shin-mon.
Resulta habitual encontrar entre uno y otro puente, algunos templetes consagrados a los
Kami de la purificación; los llamados Harae-do-no-Kami. Además, al ingresar en los
edificios principales, los fieles deben realizar un acto que se conoce como Misogi, que
consiste en lavarse las manos y realizar buches, en un pequeño recipiente ubicado a la
entrada para este mismo propósito. Vale decir que, la importancia del agua como medio
purificador y, por consiguiente, como elemento demarcador de un área pura y sagrada,
impregna toda la vida del Japón actual y de siempre5.
Con respecto a los elementos arquitectónicos mencionados, no me interesa aquí entrar en
detalles sino poner de relieve una cuestión que es la siguiente : todos estos objetos y
construcciones no eran esenciales sino prescindibles para la concepción shintoísta
primitiva.
En ocasiones, los templos pequeños y humildes carecían de oratorio y en otros casos
tampoco había sagrario porque el objeto de veneración era visible desde el oratorio . Por
ejemplo, si el objeto sagrado era una montaña, un mar, una roca o un árbol, lo único que se
requería era la presencia de un oratorio. A pesar de la difusión y propagación de los
diferentes y nuevos estilos arquitectónicos de los santuarios, muchos han mantenido
intactas sus formas desde sus orígenes. El Omiwa Jinja en Nara tiene como símbolo divino
a la montaña Miwa y por lo tanto, carece de Honden pero sí posee un Haiden u oratorio que
indudablemente habrá surgido al principio como una estructura precaria destinada a
proteger al devoto del tiempo inclemente. En el santuario de Suwa, en la prefectura de
Nagano, un bosque se encuentra encerrado por una cerca sagrada y, del mismo modo, es
objeto de devoción y veneración. El Isonokami Jingu de Nara careció de Honden hasta el
período Meiji. En lugar de este, la tierra situada frente al Haiden era considerada suelo
sagrado debido a que el objeto venerado estaba enterrado allí. El santuario
Ikushimatarushima en la prefectura de Nagano cuenta con un Honden sólo desde el período
moderno ya que la isla situada en medio del lago en donde el Honden fue luego construido,
era considerada en sí misma el objeto sagrado.
Al parecer entonces, en los comienzos, ninguna belleza artificial era considerada substituto
adecuado para la belleza de la naturaleza. De todos modos, al comenzar las construcciones
de estructuras permanentes, supieron mantenerse fieles a este espíritu mediante el empleo
de materiales naturales como la madera, los juncos y el bambú. Así fue que lograron
mantener la armonía de la nueva estructura con su entorno natural. A diferencia de los
templos chinos generalmente pintados en rojo y dorado, con gran cantidad de
ornamentación, los santuarios japoneses mantuvieron el predominio de la madera en su
estado natural , así como la ausencia de elementos artificiales de decoración.
Por lo tanto, la ubicación de un templo no era meramente una cuestión de encontrar una
porción de tierra vacante sino que por regla general, los templos estaban relacionados con
su entorno natural. Se puede ver, por ejemplo, un pozo de agua ubicado debajo del
santuario de Tamura en Kagawa, lo que permite confirmar que el templo surgió a partir de
una devoción religiosa dirigida hacia dicho pozo. Los templos se encontraban en ciertos
lugares por causa de algún elemento natural especial o, mejor dicho, porque algún Kami
había elegido ya ese lugar para morar. Tal y como dice Eliade : “Los hombres [...] no
tienen libertad para elegir el emplazamiento sagrado. No hacen sino buscarlo y

4
descubrirlo mediante la ayuda de signos misteriosos”6. Es decir, el hombre religioso recibe
la revelación de un lugar sagrado ya sea mediante hierofanías, o mediante un signo
cualquiera que baste para indicar la sacralidad del lugar, y esto ha sido observado en Japón
desde los tiempos más remotos. Algunos templos, los más antiguos y famosos, han sido
erigidos en sitios en los que, según las creencias shintoístas, han tenido lugar los eventos
mitológicos. Otros, en lugares específicamente designados por los Kami, ya sea a través de
un sueño o de una visión, y otros, en las cercanías de la tumba de algún emperador o de
algún otro personaje que haya sido elevado después de su muerte, a la dignidad de Kami.
Otros templos no han tenido un origen tan noble sino que simplemente han sido construidos
porque en cierto lugar se experimentó la necesidad de adorar a un cierto Kami en particular.
El concepto del Kami que vaga a la búsqueda de un lugar donde fijar su propia morada
estaba también, bastante difundido en Japón. Esto es lo que sucede con la misma diosa del
sol. Cuenta el Kojiki que Amaterasu, luego de un largo viaje emprendido por la provincia
de Yamato, decide establecerse en la región costera de Ise.
El Settsu Fudoki, descripción topográfica de la región de Settsu (actual prefectura de
Osaka), fechado en el siglo VIII, cuenta que la gran divinidad de Suminoye, después de
haber viajado largamente bajo el cielo en busca de un lugar en el cual vivir, llegó a
Nagaoka no Saki di Nunakurara y, diciendo que aquél era verdaderamente un lugar
apropiado, se estableció.
Es importante notar además, que esta creencia no se encuentra limitada solamente a los
templos y practicas más antiguas. También hoy, diversas variantes de la leyenda conocida
como Oi Omori están difundidas por todo el Japón. Estas leyendas cuentan generalmente
que un Shugenja (asceta dedicado al culto en las montañas) o un Rokubu (monje itinerante)
siente en un momento dado de su peregrinación que su Oi (escapulario que contiene
imágenes de Buda o del Kami, que se lleva sobre la espalda) ha llegado a ser
repentinamente demasiado pesado (omoi) y, considerando eso como una señal, decide
construir el templo precisamente en aquél sitio. Este tipo de leyenda se encuentra difundida
actualmente, desde las regiones nororientales de Japón hasta la isla meridional de Kyushu.
Por otra parte, sostienen las creencias folklóricas más antiguas que los Kami venerados no
necesariamente moran siempre en un mismo sitio. Más aún, hacen su aparición en lugares y
tiempos particulares. A esta creencia se la llama Kyorai Shinko, “creencia en ida y venida”
y sugiere una existencia dinámica y cambiante que resulta de vital importancia para
comprender la función desempeñada por las deidades del arroz y de la agricultura en
general. Estas son invitadas en ciertas ocasiones apropiadas de la vida del campesino, para
luego ser despedidas, ya que no moran continuamente con los hombres sino que emergen
de la esfera de los dioses para recibir ofrendas y colaborar con los hombres en ciertas
épocas del año. Se cree que mientras que la gente se sumerge en las tareas y ocupaciones de
la vida diaria, las deidades se retiran de las cercanías y permanecen escondidas dentro de la
impoluta naturaleza de las áreas periféricas de la sociedad urbana, habitando en santuarios
inaccesibles como ser montañas, bosques, los cursos superiores de ciertos ríos o islas
solitarias. Se dice que los Kami residen allí, silenciosamente observando y cuidando a las
poblaciones desde lejos. Debemos notar que los templos han estado desde sus orígenes
generalmente rodeados de bosques y esto es un signo indicador de que son concebidos
como construcciones situadas en el espacio marginal que se extiende entre el mundo de la
vida cotidiana y el de la naturaleza.

6
Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano.op.cit.p.31..

5
Existe una diferencia esencial entre los santuarios shinto y los templos o iglesias de otras
religiones. Con miras a una mayor comodidad, los templos o iglesias suelen estar ubicados
en el corazón mismo de los centros urbanos. Por el contrario, los santuarios shinto están
ubicados en los “bordes” o lugares apartados de las ciudades o comunidades. La mayoría de
los santuarios están situados en los límites entre un poblado y alguna característica
específica del contexto natural de dicha comunidad, como ser una montaña , río o mar,
tornando, de ese modo, óptima la ubicación para la veneración de las deidades, en el
momento de su aparición desde su mundo, el mundo de la naturaleza.
Esta noción de áreas limítrofes y “bordes” entre las zonas de los Kami y aquellas de los
hombres, así como el tema de la construcción de los templos en dichos sitios especiales,
aparece claramente ilustrado en una historia que relata el Hitachi Fudoki 7: se cuenta allí, la
historia de un hombre llamado Matachi, que decidió limpiar la maleza de las afueras de su
poblado, con el propósito de inaugurar nuevas terrazas para el cultivo del arroz. Según
cuenta la historia, en aquella área periférica vivían los Yato-no-Kami, las divinidades en
forma de serpientes con cuernos. Al enterarse de los planes de Matachi, conspiraron a fin
de prevenir una invasión a su territorio. Matachi, enfurecido al ver que el trazado de los
nuevos campos no prosperaba, decidió atacar directamente a las serpientes. Dando muerte a
algunas, obligó a las demás a huir hacia el área limítrofe con las montañas circundantes.
Allí, al pie de las montañas, excavó una zanja para que funcionara como barrera y colocó
estacas para resaltar la división. Luego de realizada esta tarea, anunció a las serpientes que,
de la línea hacia las montañas sería de allí en más el territorio de los Kami, mientras que
hacia el lado de la aldea se dispondrían las nuevas terrazas para el cultivo del arroz. Erigió
un santuario en ese lugar y prometió servir y adorar a los Kami de las serpientes,
pidiéndoles además su apoyo para el bienestar y la prosperidad de la comunidad.
Finalmente, cuenta la leyenda que Matachi procedió a limpiar un extensísimo campo para
sus terrazas de cultivo, y que hasta la actualidad sus descendientes han hecho honores al
antiguo pacto y han continuado venerando a los Yato-no-Kami. 8
Se observa en esta leyenda que el santuario o lugar de culto marcaba, por lo tanto, un sitio
en el cual los finos límites que se extendían entre este mundo y el de los Kami, podían ser
ritualmente disueltos. Dicho en otras palabras, durante la época de ritos comunales y
festivales, los límites en esta locación específica se tornaban permeables, y los seres
humanos y los Kami podían ritualmente coexistir.
Además, también acorde a la leyenda, podemos destacar que no sólo el santuario
conformaba un sitio especial, ya que entre ése espacio ritual limítrofe y el espacio
doméstico de la comunidad se encontraba otra zona ambigua: los campos destinados a los
cultivos que requerían del trabajo compartido y armónico entre los Kami y los seres
humanos, a fin de prosperar y mantener a la comunidad.
Precisamente, la agricultura y la pesca eran dos actividades que se llevaban a cabo en las
ambiguas zonas periféricas en donde la naturaleza y la civilización hacían su intersección,
en donde los hombres y los Kami cooperaban armónicamente.

7
Los Fudoki son documentos provinciales, compilados en respuesta a un edicto imperial del año 713. La
mayoría de éstos son actualmente fragmentarios o han sido perdidos por completo.En estos documentos,
los gobiernos locales compilaron información acerca del origen de los nombres geográficos de sus
dominios, acerca de los productos regionales así como de las más antiguas historias y leyendas. El único
que ha sobrevivido intacto en su forma original , es el Fudoki del distrito de Izumo.
8
Hitachi Fudoki, citado en Acta Asiática. Bulletin of the Institute of Eastern Culture. The Toho Gakkai. Vol.
51. Tokyo.1987.Sonoda Minoru “ The Religious Situation in Japan in Relation to Shinto.p.1-21.p.10.

6
El mundo del potencial infinito, indómito e imprevisible de los Kami era inmanente al
mundo culturalmente ordenado de los hombres; coexistían estas esferas en un mismo
mundo y el encuentro entre sus habitantes y su vida y trabajo conjunto, eran lo que
conformaba la riqueza y dinamismo del modo de sentir japonés frente a la naturaleza.

Lo que se observa a través de la arquitectura religiosa prebudista es lo siguiente: no había


aún en esa época distinción arquitectónica que separara el espacio de los hombres del de la
divinidad.
El espacio era el mismo para ambos, un entorno natural que era visto como colmado por las
presencias divinas, y a nivel arquitectónico, se remarcaba la continuidad entre el sitio del
ser humano y su entorno natural-divino.
Por el año 538, en el período conocido como Asuka, se da la introducción del Budismo
desde el continente. Bajo esta influencia, tanto la pagoda como el santuario principal del
templo Shinto pasaron a estar dedicados enteramente al sujeto de la edificación; en el caso
del Budismo, a la imagen del Buda, y en el caso del santuario Shinto, al Kami allí
venerado. Deja de estar presente ya la noción del espacio compartido y, en este momento,
las construcciones principales pasan a ser unas estructuras diseñadas para albergar a nada
más que a la deidad. Surgen ahora los espacios reservados exclusivamente para la deidad y
nuevamente se presenta la idea de que la necesidad de tener una imagen genera la
necesidad de crear un espacio individual más importante. Cabe recordar entonces que la
idea espacial general que predominaba en el Japón PreBudista era una de desarticulación
del espacio aunque, a su vez, se presentaba ya cierto principio de articulación del espacio,
consideraciones tácitas que no eran aún de peso frente al esquema general desarticulado,
pero que sí quedarían plasmadas con fuerza renovada, posteriormente con la llegada del
Budismo y del Culto a las imágenes. Durante el período antiguo, el interés estaba centrado
en la composición externa más que en el espacio interno. Fue recién a comienzos del
período Heian que comenzó a despertar gradualmente una conciencia de este tipo,
extendiendo, combinando y dividiendo los espacios interiores de las viviendas y de las
construcciones religiosas. La introducción de las imágenes con el Budismo (recordemos
que con anterioridad a este hecho no había en el Shinto representaciones antropomórficas
de los Kami) trajo como consecuencia la necesidad de demarcar un sitio apto para albergar
la imagen divina y la consecuente superioridad de este sitio con respecto a los demás. La
introducción de la imagen en tanto símbolo de la divinidad trajo la necesidad de concentrar
el espacio en un punto más focalizado, así como también el debilitamiento de la
interpretación no simbólica de los símbolos del Japón Primitivo. Resulta interesante
observar a modo de ejemplo, que el santuario tuvo un desarrollo entre los hebreos en el
momento de recibir las tablas de la ley y de crear el arca de la alianza. Es decir que, hasta
que no surge ese símbolo, no se plantea la necesidad de establecer un lugar más delimitado.
Y así es que, aproximadamente desde el período Asuka-Hakuho en adelante, en muchos
casos, el templo principal que albergaba la imagen de Buda, era edificado desconsiderando
enteramente las necesidades de una posible presencia humana. Por ejemplo, en el templo
Horyuji, el espacio situado enfrente del altar principal tenía tan solo un metro de
profundidad. Resulta evidente entonces que el hall principal no estaba originalmente
diseñado para la realización de servicios religiosos. Dice al respecto el Konjaku Monogatari
:

“From olden times no one has entered the inner sanctuary

7
of the main hall of this temple. Three laymen take turns
entering after purifying themselves, and sweeping
the area every ten days. Aside from them, no one, no matter
how virtuous a priest, is allowed to enter. Long ago, a priest
who was confident of his pure conduct questioned this
prohibition against entering the inner sanctuary.
When he tried to go in, however, the doors suddenly closed
and as a result he never did succeed”9

La misma idea quedó vigente en el Shintoísmo. Cuenta una leyenda del Unyo-Hiji-Ki; un
compilado de acontecimientos históricos de la provincia de Izumo que, cuando Matsudaira
Naomara se convirtió en Señor de Izumo en el año 1638, decidió visitar el Izumo Taisha y
pidió ver el Shintai ya que reinaba sobre la provincia y, por lo tanto, no se le podía negar
aquél derecho. No valieron para nada las protestas de los sacerdotes cuidadores, y el señor
logró efectivamente ver el Shintai, descubriendo que se trataba de una enorme concha de
oreja de mar, con nueve agujeros. Sin embargo, cuenta la tradición que en un momento
dado, la concha se transformó en una gigantesca serpiente de diez brazos de longitud y
Naomasa abandonó el templo descompuesto como si hubiera recibido un mazazo 10. Esta
creencia ha perdurado hasta nuestros días. El Shintai, que generalmente carece de valor
intrínseco, es visto con tanta admiración y reverencia que incluso los miembros del
sacerdocio tienen prohibido por ley mirar o tocar el objeto sagrado, salvo permiso especial.
Existen todavía numerosas historias del folklore local que cuentan cómo las personas
curiosas e impuras que han osado dirigir su mirada hacia el Shintai, han caído muertas o
han quedado ciegas al instante por su falta y osadía.
Semejante estructura hubiera sido inconcebible para los japoneses anteriores al período
Heian, ya que éstos no hacían marcadas distinciones entre dioses, hombres y objetos
físicos; no hacían distinción entre el mundo espiritual y el material, éstos eran generalmente
entendidos como una misma cosa. Se procedió luego, a separar dos esferas hasta entonces
íntimamente unidas en el unitario universo conocido, afirmando la división entre dos
espacios, uno apto sólo para los dioses y otro, sólo para los hombres, dándose paso a una
existencia cotidiana , considerablemente más alejada ya de la esfera divina de los
comienzos.
Sin embargo, la presencia de los Torii nos indica que aún hoy día el devoto shintoísta, a
pesar de las limitaciones arquitectónicas que han surgido, sigue gozando del privilegio de
compartir un mismo mundo con los dioses. Los Torii no marcan el paso hacia una
construcción arquitectónica sino hacia un amplio entorno natural sagrado hacia el cual
todos los debidamente purificados tienen libertad de acceder.
Las mencionadas leyendas populares como ser las de Oi Omori o Kyorai Shinko, nos
indican que los Kami continúan eligiendo sus propias moradas y manteniendo una activa
comunicación y rica convivencia con los hombres.
El Sacerdocio Shinto:
Los santuarios están servidos por sacerdotes que son primeramente ritualistas. En los
tiempos más antiguos parece no haber habido ordenes de sacerdotes. La observancia de los
9
Konjaku Monogatari, citado por Mitsuo Inoue en Space in Japanese Architecture.t p.26.
10
Ise e Izumo. Los Santuarios del Shintoísmo. Colección El Universo del Espíritu. Versión española de
Lourdes Ortiz y Daniel Sarasola sobre textos de Taryo Obayashi. Eds.Orbis en coedición con Eds.Montena.
Madrid,1985.p.105.

8
ritos comunales y las ceremonias eran la responsabilidad de la comunidad entera. Sí había
por aquél entonces sacerdotisas chamanas conocidas como Miko, que funcionaban como
mediums para el contacto con los Kami.
Posteriormente, a nivel de los clanes, los jefes eran quienes realizaban los más importantes
rituales en nombre de su gente. Con el correr del tiempo, estas funciones se convirtieron en
prerrogativa de ciertas familias en particular y surgió entonces un sacerdocio hereditario
local. Cuatro clases de sacerdotes tenían autoridad en la corte:
 Los ritualistas, pertenecientes en su mayoría a la familia Nakatomi, quienes estaban
a cargo de las ceremonias así como también de la lectura de los Norito.
 Los Abstinentes, pertenecientes a la familia Imbe, encargados de mantener la pureza
ceremonial, a fin de eliminar la impureza y garantizar un contacto permanente con
los Kami.
 Los Adivinadores, pertenecientes a la familia Urabe, responsables de transmitir la
voluntad de los Kami
 Los bailarines y músicos, pertenecientes a la familia Sarume.
Exceptuando unos pocos y muy importantes ritos que eran llevados a cabo personalmente
por el emperador, estas clases sacerdotales eran las responsables de llevar a cabo los ritos
tanto en la corte imperial como en los santuarios.
La administración de las ceremonias estatales y el control del sacerdocio local, quedó
centralizado en el S.VIII, en la persona del encargado de la Oficina de Asuntos Divinos. Ya
en la época de la Restauración Meiji, el sacerdocio hereditario fue abolido y los sacerdotes
pasaron a ser oficiales designados por el gobierno. En la época previa a la Segunda Guerra
Mundial, sólo las personas de elevado status social podían convertirse en sacerdotes a cargo
de los santuarios más importantes.
En la actualidad, los sacerdotes son ciudadanos privados, sin status oficial más que aquel
que les confiere la Asociación de Santuarios Shintoístas o bien, los santuarios a los cuales
sirven. Los sacerdotes Shinto se casan y viven con sus familias ya sea dentro del recinto del
santuario o en sus propias casas particulares.
Siendo principalmente un ritualista, la función del sacerdote consiste en saber conducir los
ritos, ceremonias y festivales, incluyendo la preparación y la entonación de la liturgia
apropiada. El entrenamiento en estas tareas, se puede obtener mediante la tutela de otros
sacerdotes, por medio de la asistencia a los seminarios organizados por la asociación de
Santuarios Shintoístas o bien, mediante los cursos dictados por la Universidad Kokugakuin
de Tokio. Este solo entrenamiento es el que califica a cualquier persona para cualquiera de
los cuatro grados de sacerdocio.
Cada santuario está a cargo de un Guji, o sacerdote supremo y, en el caso de los más
grandes santuarios como por ejemplo, el Yasukuni Jinja, poseen hasta veinticinco
sacerdotes. En el Santuario de Ise está presente también la figura de la sacerdotisa, lo cual
es el resabio de una antigua oficina que tradicionalmente estaba a cargo de una princesa
imperial. Esta oficina fue abolida en el año 1868, para ser revivida nuevamente en 1946. Un
inusual desarrollo de la postguerra fue el surgimiento de mujeres como sacerdotisas a cargo
de varios templos. Esta práctica comenzó cuando, al partir en servicio militar sus esposos,
las mujeres de os sumos sacerdotes quedaron a cargo del manejo de los santuarios En el
caso de aquellos que no regresaron de la guerra, fueron las viudas quienes quedaron
definitivamente a cargo. En consecuencia, la Asociación de Santuarios shintoistas realizó
los cambios pertinentes a fin de que las mujeres pudiesen convertirse regularmente en

9
sacerdotes. Por último, con respecto a las Miko en la actualidad, se trata generalmente de
las hijas de los sacerdotes o residentes locales, cuya función principal es la de ejecutar
danzas ceremoniales ante los Kami. De todos modos, al contraer matrimonio, su puesto
pasa a ser ocupado por otras jóvenes.

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