Está en la página 1de 7

SHINTOISMO

"Cuando el alumno esta preparado, el Maestro aparece"

La religión marca sin lugar a dudas la tradición de un pueblo. En


Japón la primera religión mayoritaria que se adopto fue el Shintoísmo.
Shinto puede traducirse por "El camino de los Dioses". Surgido en los
albores de la historia japonesa, el Shintoísmo o Sintoísmo, ha teñido
todos los aspectos de la experiencia emotiva del país, condicionando
sus respuestas ante la naturaleza, la existencia, la muerte, la vida
comunitaria, la organización social, la ideología política, las
festividades y la estética. A principios de los siglos XVIII y XIX, el
Shinto se convirtió en el eje de un movimiento nacionalista, el
Movimiento del Aprendizaje Nacional, que pretendía definir las
características distintivas de la cultura japonesa frente a las de China
y Occidente a través de los clásicos y las virtudes sintoístas de la
sencillez y la pureza de espíritu.

Politizado desde finales del XIX y principios del XX y transformado en


un culto estatal de cariz nacionalista en apoyo de la veneración a la
casa imperial, el Shintoísmo fue despojado de sus contenidos políticos
durante la ocupación de posguerra.

Desde 1945, por tanto, los templos han recuperado su papel como
centros de festividades comunitarias y ritos familiares.

Cuando se introdujo en el siglo VI el budismo en las islas, los


japoneses ya contaban con un sistema propio de creencias
espirituales y prácticas rituales. Durante siglos (mucho antes de
conocerse la escritura) estas creencias y prácticas habían existido de
manera descodificada e incipiente aunque, y a pesar de su
antigüedad, parece improbable que se hayan originado en el ámbito
de las islas. Algunas de ellas, como los rituales de la caza y la pesca,
la adoración animista de divinidades naturales y fuerzas poderosas,
las plegarias para la fertilidad o el exorcismo del mal y las
enfermedades, llegaron de la mano de los primeros inmigrantes
continentales y datan del período Jornon o quizás antes, mientras que
el desarrollo de los ritos comunitarios relacionados con los ciclos de la
vida agrícola corresponde mas probablemente al período Yayoi. En el
período Kofun se refina y desarrolla el culto a los antepasados y las
divinidades familiares y cobra forma la mitología cortesana de un
linaje dinástico de origen divino. De las tumbas Kofun nos llegan
figuras haniwa de sacerdotisas con collares de cuentas y espejos en
sus cinturas; existe pues en este período una evidente asociación
ritual entre las joyas en forma de cuernecillo (magatama), los espejos
y las espadas. Sin embargo, estas prácticas locales y familiares
parecen carecer de una clara definición descriptiva. Bajo la influencia
del budismo, al que también se conoce como "la Vía del Buda",
tornaron el nombre de Shinto, o Vía de los Kami. Y al igual que el
budismo, el culto vernáculo comenzó a ordenar sus divinidades en
una jerarquía perfectamente definida y a compilar una mitología
propia en crónicas como las Kojiki y Nihon shoki (Shiki).

El término Shinto expresa la importancia del concepto de Kami dentro


de la tradición. Los Kami son los poderes de la naturaleza y las
fuerzas del destino. La relación entre los Kami y la naturaleza queda
plasmada ya a partir de la introducción, en las Nihongi, del mito de la
creación: "Antes de que el cielo y la Tierra fueran creados, existía algo
comparable a una nube flotando sobre el mar. Nada sujetaba su raíz.
En su seno se formó una cosa que parecía un junco tierno cuando
acaba de brotar del fango. Entonces, esto se convirtió en un dios"
(Kami se traduce por Dios).

A pesar de que los kami no eran fuerzas personalizadas ni figuras


celestiales que juzgaban desde lo alto los asuntos humanos, tanto
hombres como mujeres podían solicitar su ayuda o aplacar su ira
mediante rituales de diversión y purificación. Se decía que sumaban
ocho millones pero eran en verdad incontables, ya que cualquier
persona, viva o muerta, y cualquier lugar u objeto con cualidades
misteriosas o trascendentales podía ser considerado y venerado
como un kami. Solían habitar los cielos, rocas, árboles, cascadas o
islas, y esto incluía a emperadores y cortesanos, a guerreros y
espíritus temibles. Los sacerdotes y chamanes tenían el don de
interpretar sus designios.

Al principio casi no hubo necesidad de edificios especiales;


probablemente se comenzó adorando a los kami, tanto individual
como colectivamente, en espacios abiertos y naturales. En los
primeros tiempos, habría bastado con un imponente paraje natural, o
con un claro sagrado entre los árboles o las rocas. Más tarde, los jefes
de los clanes comenzaron a adorarlos en sus palacios o en santuarios
especialmente dedicados. Hacia finales del siglo VI, surgían las
primeras familias sacerdotales como los Nakatomi. Por fin aparecieron
los templos, pero su emplazamiento natural continuó siendo de vital
importancia. Hoy en día podemos encontrarlos tanto en los callejones
de bulliciosas urbes como en el campo y las montañas; algunos, como
el de Miyajima en el Mar Interior, cuentan con una ubicación
espectacular. No obstante, incluso aquellos que no gozan de un noble
emplazamiento natural suelen contar con algunos árboles y rocas. En
cuanto a los kami, éstos no siempre están presentes en los templos:
vienen como visitantes cuando se les llama mediante plegarias y
ofrendas. El santuario solía incluir un receptáculo o shintai
(literalmente, "cuerpo del Kami") que a menudo era un espejo a
través del cual éste pudiera penetrar en el recinto sagrado. Ya desde
la antigüedad se señalaban los santuarios mediante portales o torii.
Se pensaba además que las rocas o árboles altos eran buenos
conductores (yorishiro), capaces de atraer al kami hasta el recinto. En
ocasiones, en lugar de cualquier tipo de edificación, hace de shintai
una cascada o una isla.

Los primeros pasos del Shintoísmo están fuertemente teñidos de


ideología política y esto se traduce en las afirmaciones de las Kojiki y
Nihon Shoki acerca del linaje divino de Yamato como única y legítima
casa gobernante del país. Las Kojiki (unas crónicas japonesas muy
antiguas) pueden leerse como una clasificación de los numerosos
kami, con la Diosa del Sol y sus progenitores, Izanagi e Izanami, en la
cima cosmológica y el linaje imperial descendiendo de ellos. Según la
mitología, los hermanos divinos Izanagi e Izanami dieron a luz las
islas de Japón y a una serie de dioses. Izanami murió al dar a luz al
dios del fuego e Izanagi intento seguirla, al modo órfico, hasta el reino
de los muertos aunque el olor a putrefacción le cerro el paso.
Entonces tras purificarse en un arroyo, dio a luz a otros dioses, de los
cuales los más importantes fueron Amaterasu, Diosa del Sol, y su
hermano Susa-no-ö, el Dios de las Tormentas. Pero Susa-no-ö, que
resulto ser un espíritu indócil, ofendió a su hermana dañando sus
campos de arroz y defecando en su palacio, así que esta se retiró a
una caverna y dejo al mundo sumido en tinieblas. Las divinidades
restantes la disuadieron de su encierro mediante una danza
impúdica , mientras que Susa-no-ö fue desterrado a Izumo, donde dio
origen a una estirpe de gobernantes que lucharon contra los
descendientes de la Diosa del Sol hasta su eventual derrota a manos
de Yamato.

A la par que los mitos , que clasificaban y jerarquizaban a los distintos


Kami , caciques Yamato hicieron lo propio con los jefes locales en
quienes se apoyaron para extender su poder, y con los Kami de éstos
que hubieron de conformarse con posiciones subordinadas. De
acuerdo con la mitología Shinto, los soberanos de Japón descienden
de Amaterasu Ömikami, la Diosa del Sol y divinidad suprema del
panteón sintoísta. Los textos más antiguos intentan dejar claro esta
descendencia :"Entonces llamó ante su presencia a su Augusto nieto
y le dijo: Esta tierra, noble llanura de cañas, de arroz y de espigas, de
1500 otoños, es la región sobre la que mis descendientes reinarán.
¡Ve, pues , o mi Augusto nieto, y gobiérnala! ¡Ve!, y que la
prosperidad sea tu con dinastía y que ésta, como el cielo y la Tierra,
por siempre jamás (Nihongi). Ninigi, el nieto de la Diosa del sol, bajó a
la tierra en el sur de Kyushu, trayendo consigo los tres atributos
sagrados: el espejo (de claro símbolo solar), una espada mágica que
el Dios de la Tormenta Susa-no-ö había encontrado en el estómago de
una serpiente de ocho cabezas y una joya en forma de cuernecillo
(magatama). El nieto de Ninigi se abrió paso hacia el este, hasta
Yamato donde ascendió al trono en el 660 a.c. como Jimmu, su primer
emperador y fundador de la línea imperial. Los descendientes de
Jimmu acabaron venciendo a los gobernantes de Izumo y otras
regiones, sometiendo a sus dioses al control de Yamato aunque se les
permitió continuar venerando a Susa-no-ö en el gran templo de
Izumo.

Como es natural, el Kami del sol era objeto de una especial devoción
por parte de la corte Yamato. Se dice que el gran templo de Ise,
dedicado a Amaterasu, data de finales del siglo V d.C. (año 478,
reinado de Yüryaku). Desde tiempos remotos se estableció la tradición
de renovar el santuario cada veinte años mediante una cuidadosa y
fiel reconstrucción. Por su parte, las gentes de Izumo adoraban a
Susa-no-ö y Ökuninushi en lo que aún sobrevive como el Gran Templo
de Izumo, en la prefectura Shimane. Otros uji tenían sus propias
divinidades y -como los Yamato - los mas poderosos solían proclamar
una ascendencia divina. La familia Nakatomi, por ejemplo, que
posteriormente se llamo Fugiwara, rastreó su ascendencia
remontándose a la era de los dioses. Entre las grandes ceremonias
cortesanas estaban la Kimensai, festividad primaveral de la siembra
del segundo mes, y la Niinamensai, festividad en agradecimiento por
la cosecha. El control ritual de estas festividades a manos del reino y
de la dinastía reinante contribuyó a fortalecer los aspectos sacros y
rituales del incipiente poder imperial. Surgieron dentro de la corte
hegemonías políticas y sacerdotales. La voz primitiva para designar al
gobierno o liderazgo era Matsurigoto, que tiene asimismo
connotación de ritual. De todas maneras no debemos pensar que el
Shinto, o el acceso a los Kami, fueran prerrogativas exclusivas de la
corte Yamato o de los uji más poderosos. Los obicuos kami podían
encontrarse, y ser venerados, en el más sencillo de los parajes
naturales: un soto de árboles altos, una roca erosionada, un
manantial de agua clara.

Como es sabido, el Shintoísmo primigenio no contaba con una


filosofía elaborada ni con un sistema metafísico. Hasta su penetración
por el budismo, carecía asimismo de textos, preocupaciones éticas y
tradición artística establecida. Su visión del mundo era positiva y
optimista, mas ocupada en el aquí y ahora que en salvaciones
remotas o distantes eternidades. Se destacaban las afinidades entre
hombres, bestias y Kami. Existía un profundo sentimiento de
reverencia por la naturaleza y un gran respeto por los sencillos
materiales, procesos y formas "naturales". El universo natural era de
por sí bueno y ético, y la condición humana dependía de la armonía
entre las fuerzas de la naturaleza. Se identificaba al bien con la
armonía y la pureza natural, al mal con la impureza. Pronto el
concepto de Makoto -sinceridad o pureza de espíritu y acción- se
erigió como virtud primordial. Los templos no eran tan solo lugares
para la ceremonia y la oración; también se convirtieron en centros de
danza, diversiones lucha sumo, carreras de caballos y certámenes de
arquería para satisfacer a los dioses. La impureza o la interferencia
con el rítmico fluir de la naturaleza eran consideradas destructivas y
pecaminosas. En el rito de Izanagi en el reino de las tinieblas, yomo
no kuni, se habla del horror de la contaminación, de la muerte y la
sangre. El crimen mas execrable que refería la mitología antigua era
el de el disculo Susa-no-ö, que había profanado un recinto de pureza
y derribado las demarcaciones entre las parcelas de arroz.

El panteón Shinto

Shinto significa "Vía de los Kami". La veneración por los kami,


divinidades o espíritus poderosos, está en la esencia misma del
Shinto. Antes de la llegada del budismo en el siglo VI, el Shintoísmo
carecía de representaciones artísticas o literarias de sus variados
mitos y creencias, de modo que no contaba con un panteón definido.
Los kami eran innumerables y ubicuos, ya que cualquier persona -viva
o muerta-, lugar y objeto de cualidades luminosas o trascendentales
podían llegar a ser considerados como tales. Distintas influencias
irían contribuyendo al desarrollo de un panteón Shinto: el budismo
Mahayana, por ejemplo, ofrecía, con su ordenación del cosmos, un
rico modelo de representación literaria y artística. La ideología
política presente en los mitos de los Kojiki y Nihon Shoki sugiere una
clasificación de los kami Shinto tendiente a establecer un nexo
directo entre la diosa del Sol y los gobernantes Yamato. Por lo demás,
la edificación de santuarios contribuía al enriquecimiento del
incipiente panteón.

Zaö Gongen

Una de las poderosas corrientes presentes en la vida religiosa de


Japón fue la asimilación de budismo y Shintoísmo, a través de la cual
los kami Shinto pasaron a ser divinidades protectoras y
manifestaciones de budas y bodhisattavas. Probablemente, Zaö
Gongen, a quién se asocia con el monte Kinpu de la cadena Yoshino,
al sur de Nara, fuera en un principio un kami menor de ámbito local
que, con el tiempo, se convirtió en guardián privilegiado del
Shugendo, culto de ascetismo montañés remontándose sus orígenes
legendarios. En no Gyöja; se la considera, asimismo, manifestación de
diversos budas. Su feroz expresión no pretende atemorizar a los fieles
sino alejar el mal.

Zenmyö Noshin

Los mojes budistas japoneses que partieron a China o Corea en pos


de enseñanzas traerían de vuelta numerosas divinidades guardianas
de origen budista o taoísta. Zenmyö, una hermosa muchacha china
se había enamorado del monje coreano Ui-sang, que a sazón
estudiaba budismo Kegon en China. Sin embargo, este tuvo que
regresar a Corea y Ella, con el corazón partido, se transformó en un
dragón que guió y protegió su barca. Se la tenía por una divinidad
protectora del budismo Kegon y, como guardiana Shinto del
monasterio Kegon de Közanji en Kyoto, cuenta desde 1225 con su
propio santuario.

Nakatu-hime

En el arte Shinto era frecuente representar a los kami como niños o


mujeres nobles. La princesa Nakatsu fue consorte del emperador Öjin;
en el culto Hachiman, aparece como reencarnación del compasivo
bodhisattva Kannon y como figura asistente del Hachiman. Suele
llevar el largo tocado de trenzas de las bellezas de Heian y los
Vestidos del estilo Tang populares en la corte.

Izu-san Gongen

Esta figura rellena y jovial es un kami local de la cadena montañosa


de Izu, en la prefectura de Shizuoka. De origen oscuro, se desarrolló,
como muchas de las imágenes de kami, bajo fuerte influencia
budista. Encarnación del Kannon de los 1.000 brazos, fue objeto de
devoción por parte de los guerreros Minamoto y Höjö durante el
período Kamakura.

Wakamiya Hachiman

Hachiman, un kami identificado con el legendario emperador Öjin, fue


posteriormente un dios bélico y divinidad tutelar del clan guerrero
Minamoto. en el período Heian, al extenderse su culto, le son
dedicados numerosos santuarios. Tanto en pintura como escultura, a
Hachiman se la representa con diversos atuendos y, sobre todo, como
monje. Estrechamente vinculado a la diosa Hime-game (Nakatsu-
hime), es una de las frecuentes encarnaciones del buda Amida.

Este buda Amida es por así decirlo, la encarnación de lo oculto y lo


censurable en Japón. Debido a esto fue el dios budista de los
guerreros Ninja (traducido significa "furtivo", aunque sin duda la
mejor es "guerrero de las sombras"). La imagen del guerrero Ninja
dada a lo largo de los tiempos es la del asesino sin escrúpulos que
actúa a las órdenes de los samuráis. Esta imagen es consecuencia de
la ley histórica de que "El vencedor escribe la historia". La mayoría de
los grabados de la época muestran a Samuráis, y casi ninguno a
Ninjas. Los samuráis eran de la clase alta, lo guerreros Ninja eran
campesinos. Al igual que los Samuráis se organizaban en Clanes,
generalmente pescadores. Durante siglos los Ninja desarrollaron unas
técnicas de lucha separadas del resto de las artes marciales. Con el
tiempo depuraron sus técnicas y agudizaron el ingenio llegando a ser
letales. No es de extrañar esto teniendo en cuenta de que sus
mujeres eran frecuentemente violadas por los Samuráis y sus hijas
pequeñas vendidas como "fulanas" por no poder pagar los impuestos.
La historia Ninja es una historia de sufrimiento de la clase social
pobre. Los guerreros Ninja no creían en los kami, algo completamente
lógico teniendo en cuenta de que eran los parias de la sociedad y
ningún dios "cuidaba" de ellos. Sin embargo si adoraban el dios
budista Amida, de aquí este comentario. El motivo fue que según
cuentan las crónicas del Ninjutsu (El arte marcial ninja) un monje
budista curó de parásitos al jefe de un Clan Ninja que desde ese
momento practicó el Budismo Amida. Debido a la filosofía meditativa
y trascendental del budismo llegó a la conciencia suficiente para
desarrollar la parte "legendaria" del Ninjutsu, sus técnicas
sobrenaturales y letales que han sido víctimas de difamación por
parte de los escépticos malintencionados y que aún perduran en la
historia de las artes marciales.

Esta relación entre la religión y las clases guerreras es muy


interesante y genera claras preguntas ¿Cómo podían los guerreros
Ninja usar las armas si la religión budista prohíbe el daño a cualquier
ser vivo? ¿Porque temían tanto los Samuráis a los Ninja? ¿Acaso
creían que eran Kamis? Evidentemente estas preguntas son difíciles
de responder.

Como nota curiosa decir que los Clanes Samuráis siguen existiendo
en Japón de una forma relativamente secreta. Conservan sus
tradiciones y sus armas. Aunque los que han seguido profundizando
en su arte marcial son los Ninja, que a pesar de que se ha deformado
la imagen del Ninja, este aún sigue entrenando. En la actualidad son
nueve las escuelas que forman el aprendizaje básico de Ninjutsu.

También podría gustarte