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¿Qué es el duelo?

Antes de entender plenamente el impacto de una perdida y el comportamiento humano que


va asociado, es necesario entender el significado del apego. Una de las figuras más
importante que ha escrito sobre el apego, es el Bowlby, que define la teoría del apego como
una manera de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a establecer fuertes lazos
emocionales con otras personas y una manera de entender las fuertes reacciones emocionales
que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados o se rompen. Bowlby, está en
contra de aquellos que creen que los vínculos de apego entre las personas se desarrollan solo
para cubrir ciertos impulsos biológicos, como el impulso hacia la comida o el sexo. La
tesis de Bowlby es que estos apegos, provienen de la necesidad que tenemos de
protección y seguridad; se desarrolla a una edad temprana, se dirigen hacia unas
pocas personas específicas y tienden a perdurar a lo largo de gran parte del ciclo vital.
El apego es una conducta que no solo que se desarrolla en niños, sino también en adultos.
Tiene un alto valor de supervivencia y su meta es mantener un lazo afectivo. Por tanto,
las situaciones que ponen en riesgo este lazo, suscitan ciertas reacciones muy
específicas. Cuanto mayor es el potencial de perdida más intensas son estas reacciones y más
variadas. Por tanto se desarrollan las conductas de apego más poderosas: aferrarse, llorar
y quizás coaccionar mediante el enfado. Cuando estas acciones son exitosas, se restablece el
lazo, las actividades cesan y se alivian los estados de estrés y malestar. Si el peligro no
desaparece, entrara en juego el rechazo, la apatía y la desesperanza. Se ha encontrado
respuestas de duelo también en animales, mostrando con ello que los humanos
funcionamos con procesos biológicos primitivos, no obstante, hay características del duelo
específicas solo de los seres humanos. Los seres humanos sufren en mayor o menos medida
el duelo por una pedida y se ha demostrado que en casi todas las sociedades de cualquier
parte del mundo, se produce un intento casi universal por recuperar el objeto
perdido. El duelo, por tanto, es un proceso adaptativo normal ante la pérdida de un ser
querido o de algo significativo (empleo, vivienda, bienes, situaciones, etc.).
Este proceso es necesario para adaptarse a la nueva situación y reencontrar el
equilibrio roto a raíz de la pérdida y termina con la aceptación de la nueva realidad
(elaboración del duelo). En nuestra cultura en general, el duelo se refiere a “La pérdida de un
familiar y/o de un ser querido con sus consecuencias psicoafectivas, sus manifestaciones
exteriores y rituales y el proceso psicológico evolutivo, consecutivo a la pérdida”
(Bourgeois, 1996). Desde nuestra ciencia, el duelo es la reacción psicológica, el
dolor emocional que sentimos cuando hemos perdido a alguien importante en nuestras
vidas. Como ya hemos dicho, es un proceso normal por el que pasamos cuando hemos
perdido a un ser querido y en el que tenemos que ir adaptándonos a una nueva realidad: la vida
sin él o sin ella.
Esta pérdida de un ser querido, significa una ruptura inesperada con lo que ha sido nuestra vida
hasta ese momento. La percepción de las cosas cambia, todo se ve de una forma diferente y
necesitamos un tiempo para adaptarnos. Tras la pérdida, nos vemos inmersos en una crisis
emocional que puede servirnos para crecer como personas o para debilitarnos y enfermarnos,
dependiendo de cómo la afrontemos. El duelo es un proceso normal cuya evolución,
habitualmente progresa hasta la superación. Podemos decir que hemos completado
un duelo cuando somos capaces de recordar a nuestro ser querido sin sentir ese dolor tan
intenso, cuando hemos dejado de vivir centrándonos solo en el pasado y en lo que
pudiera haber sucedido si no hubiera fallecido .El duelo tiene diferentes reacciones
en las personas dependiendo de muchos factores, como podrían ser: la relación con el
ser querido que ha muerto (Nivel de apego con el fallecido) la causa de la muerte,
ya que la reacción no es la misma ante una muerte esperada que si es repentina o traumática
(por homicidio, suicidio o accidente),la edad del difunto: reacciones más intensas si es
prematura: niño, adolescente o joven; redes sociales de contención (familia, amigos,
profesionales…) y
los factores de personalidad y las características de la persona

 que sufre el duelo (capacidad de contención, de expresas sentimiento y emociones,


edad, sexo, estado de salud, etc.). Aunque estos factores son importante con respecto a la
persona de forma individual, nuestro interés se centra más en saber cómo impacta la muerte de
un ser querido en la familia como sistema y como grupo. Si aceptamos el presupuesto
estructural, cibernético o sistémico básico de que toda familia funciona como un
sistema

abierto o “semi-abierto”, e importante considerar el impacto que los duelos tienen el


sistema o estructura global. Un duelo puede desequilibrar el principio de homeostasis del
sistema, también puede hacerle perder la eficacia de sus mecanismos de regulación de
equilibrio finalista, su economía, o incluso puede romper el sistema. Parkes
(1979), consideraba la familia como un sistema social, y cuando estudió las
repercusiones del duelo en la familia observo cuatro cuestiones que se podían dar: perdida de
los roles y funciones que realizaba la persona perdida, búsqueda de
sustitutos fuera de la familia, búsqueda de sustitutos dentro de la familia y ruptura
del sistema. Este fuerte impacto que sufre la familia es importante tratarlo, sobre todo, como ya
veremos a continuación, cuando el duelo es complicado.

TIPOS DE DUELO

Duelo Normal
Este término abarca un amplio rango de sentimientos y conductas que son

normales  después de una pérdida. La mayoría de los autores e investigadores


piensan que el duelo ante la muerte de un ser querido es una reacción humana
normal, por extrañas que sean sus manifestaciones. La derivación hacia el duelo
patológico se plantea cuando esas anomalías se extienden en el tiempo o derivan
a otro tipo de problema psiquático.

DUELO PATOLÓGICO O COMPLICADO

El duelo anormal aparece en varias formas y se le han dado diferentes nombres. Se le llama
patológico, no resuelto, complicado, crónico, retrasado o exagerado. Como sea que se llame,
es la intensificación del duelo al nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas
desadaptativas o permanece en este estado sin avanzaren el proceso del duelo hacia su
resolución. Esto implica procesos que llevan a repeticiones estereotipadas o a
interrupciones frecuentes de la curación. Se considera que hay riesgo de duelo
patológico cuando el dolor moral se prolonga considerablemente en el tiempo; cuando
su intensidad no coincide con la personalidad del que está sufriendo, cuando esta
persona es incapaz de amar o interesarse por otras personas y cuando el sujeto
se ve invalidado en su vida diaria, sin más ocupación que la rememoración del
muerto.

SÍNTOMAS DE UN DUELO COMPLICADO

-La persona menciona la pérdida en entrevista con dolor intenso pasados varios meses de la
misma.

-Algún acontecimiento desencadena una reacción excesiva.

-Períodos de extrema tristeza o demasiado extensos, deseos de suicidio (a veces en fechas


señaladas).

 
-Episodios de conducta agresiva o conductas impulsivas, como abuso de
sustancias.

-Objetos de vinculación muy marcados o lo contrario, esconder o deshacerse de


todos los objetos recordatorios.

Imposibilidad de incorporarse al funcionamiento vital pasadas unas semanas de la muerte.

-Compulsión de imitar al fallecido o presencia de los mismos síntomas que tenía al


morir. Obsesión con la enfermedad y la muerte.

-No haber expresado abiertamente dolor en las primeras semanas
de duelo o haber realizado cambios radicales de estilo de vida.

-Pensamientos recurrentes de culpa o asuntos pendientes con el fallecido, remordimientos por


haberle causado daño o haberle descuidado en vida.-

-La persona no asistió al funeral o nunca ha vuelto a mencionar al ser querido que
desapareció.

Estos indicativos de sufrimiento y dolor más intensos de lo habitual pueden ser consecuencia
de que la persona se ha visto sobrepasada en algún momento y ha adoptado conductas de
evitación del dolor o del cambio, lo cual detiene el proceso de despedida que en
definitiva es el duelo.

DUELO ANTICIPADO
El duelo no comienza en el momento de la muerte, sino mucho tiempo antes. Cuando se emite
un pronóstico de incurabilidad, se produce tristeza en el familiar, pero también una adaptación
más o menos inconsciente a la nueva situación que se acaba de crear. A partir de ese
momento se crea lo que se ha llamado el duelo anticipado, que ofrece a las personas
involucradas la oportunidad de compartir sus sentimientos y prepararse para la despedida.

PREDUELO

Es un duelo completo en sí mismo que consiste en creer que el ser querido ha muerto
definitivamente “en estado de salud”. El  que está ahora a nuestro lado ha sido
transformado por la enfermedad a tal punto, que en algunos casos no se le reconoce más.

DUELO INHIBIDO O NEGADO

En el duelo inhibido o negado se niega la expresión del duelo porque la persona no afronta la
realidad de la pérdida. Puede prevalecer una falsa euforia, que sugiere la
tendencia patológica de la aflicción.

DUELO CRÓNICO

Es el que tiene una duración excesiva y nunca llega a una conclusión satisfactoria. Un duelo
crónico puede llegar a ocupar toda una vida. Hay autores que mantienen que existen
personas estructuradas existencialmente por el duelo, en las que éste determina el
núcleo constitutivo de su existencia.

ETAPAS DEL PROCESO DE DUELO NORMAL


De modo general se piensa que el duelo es un camino por donde tenemos que atravesar una
serie de etapas o tramos. Esto no supone que todas las personas deban pasar necesariamente
por ella en el orden establecido, sino que se trata de una aproximación a lo que ocurre, con
retrocesos y avances a lo largo del proceso. La primera etapa se conoce como fase de shock o
estupor.

En los primeros momentos, nos podemos encontrar en un estado de desconcierto y


embotamiento, sintiendo como si nuestras emociones estuvieran anestesiadas o fluctuaran
intensamente de un estado a otros. También es habitual tener sentimientos de irrealidad o de
incredulidad (“no es posible; esto no es rea”). En estos primeros momentos, la actuación
depende de cada persona, mientras que unas actúan como si no hubiera pasado nada
aparentando ante los demás que aceptan plenamente la situación, otras personas, se paralizan
y permanecen inmóviles e inaccesibles. Durante esta etapa, entramos en un
estado de embotamiento mental, caracterizado por la presencia de conductas automáticas
y la incapacidad de aceptar la realidad. Se trata en definitiva de un sistema defensivo
ante la amenaza del gran dolor por la perdida. Sirve
para dar tiempo a asumir la información recibida y puede durar horas o incluso días.
La segunda etapa es la fase de r a b i a o a g r e s i v i d a d , podemos sentirnos enfadados
con aquellas personas a las que consideramos responsables de la perdida. En algunas
ocasiones esa rabia se vuelve contra uno mismo, y podemos culparnos por la muerte o
por algo que pensamos que podíamos haber hecho y que podía haber cambiado l
ascircunstancias. Se puede sentir inseguridad y baja autoestima, también suelen
aparecer sentimientos de injusticia y desamparo junto con problemas de sueño como
insomnio, pesadillas o sueño no reparador. En este segundo momento, podemos
retomar nuestras actividades cotidianas, aunque a un ritmo distinto y con altibajos
en el estado de ánimo. También podemos sentirnos con menos capacidad de
concentración y tener pérdidas de memoria. El apetito en general se verá afectado
y nos resultara difícil disfrutar en actividades cotidiana. La tercera fase es la etapa
desorganización o etapa de desesperanza ,es cuando empezamos a tomar conciencia
de que nuestro ser querido no volverá. El sentimiento de profunda tristeza nos acompaña
durante la mayor parte del tiempo y nos emocionamos con mucha facilidad. En estos momento
muchas personas “sienten la presencia” del familiar fallecido, sobre todo en
momento de somnolencia o relajación.

Es una forma de adaptarnos a la vida sin esa persona. Esta etapa se caracteriza por la
sensación de desorganización de la propia existencia sin la presencia del ser querido. Por ello,
es habitual experimentar apatía, tristeza, desinterés, o incluso una tendencia a abandonarnos y
a romper los esquemas de nuestro estilo de vida. Algunas personas sienten también el impulso
de llevar a cabo cambios radicales en su vida (casa, trabajo, mobiliario, localidad de residencia)
o en sus relaciones personales o familiar.La cuarta fase, de reorganización, se caracteriza por la
adopción de nuevos patrones de vida, se va afrontando poco a poco la nueva situación y
se reorganiza la propia existencia. Es el momento donde el recuerdo de nuestro
ser querido empieza a transformarse de una emoción dolorosa a una emoción
reparadora.
EL DUELO DESDE LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA

Partiendo de la definición del duelo de Bowlby, podemos definir el duelo familiar como el


“proceso familiar que se pone en marcha a raíz de la pérdida de uno de sus
miembros”. Como ya venimos diciendo, la mayoría de pérdidas significativas se producen en
el contexto de una unidad familiar, y es importante considerar el impacto de una muerte en todo
el sistema familiar. La mayoría de las familias tienen un equilibrio homeostático y la pérdida de
una persona significativa en ese grupo familiar puede desequilibrar dicha homeost
asis yhacer que la familia sienta dolor y busque ayuda. Para poder ayudar a una familia, antes,
durante y después de la muerte, es importante, tener un conocimiento sobre la configuración
total de la familia, así como la posición funcional que ocupaba la persona fallecida.

El concepto de terapia familiar se basa en la creencia de que la familia es una unidad de


interacción en la que todos los miembros se influyen entre sí. No es suficiente tratar a cada
persona en relación con el fallecido y trabajar su duelo sin relacionarlo con toda la
red familiar. Las características de los miembros individuales ayudan a determinar el carácter
del sistema familiar, pero este sistema es más que la suma de sus características individuales.
Las familias varían en su capacidad para expresar y tolerar sentimientos. Hay que evaluar por
ejemplo, la tolerancia que tiene la familia para expresar los sentimientos. Las familias que lo
afrontan el duelo de una manera más eficaz son lasque hacen comentarios abiertos
sobre el fallecido, mientras que a las familias cerradas no sólo les falta
esa libertad, sino que además ofrecen excusas y hacen comentarios que logran que
los otros miembros se queden callados. Las familias funcionales procesan sentimientos sobre
la muerte incluyendo, admitiendo y aceptando sentimientos de vulnerabilidad.

Un duelo no resuelto puede servir no sólo como factor clave en la patología familiar sino que
puede contribuir a relaciones patológicas a lo largo de distintas generaciones. Para
evaluar el impacto del conflicto intergeneracional, Bowen anima a conseguir, como parte del
proceso de admisión, la historia de la familia extensa, que debería cubrir al menos dos
generaciones. Cuando se evalúan los sistemas familiares y el duelo, se han de considerar al
menos tres áreas principales:)

-La posición funcional o el papel que desempeñaba el fallecido en la


familia 
-Si el fallecido tenía una posición funcional importante, su muerte va a crear un gran malestar
al equilibrio funcional. Mediante la muerte se puede privar a la familia de un rol
importante y se busca a otro miembro para que ocupe la vacante del rol. Los niños juegan
también roles importantes en la familia, y su muerte altera el equilibrio familiar. La muerte de uno
de los padres, cuando la familia es joven, puede tener efectos de amplio espectro. Otra
muerte importante con ramificaciones amplias es la muerte de un jefe de clan patriarcal
que ha tenido la función de tomar decisiones en los asuntos familiares durante mucho tiempo.)

La integración emocional de la familia 

-En una familia bien integrada se podrán ayudar más unos a otros a afrontar la muerte, incluso
la de un miembro significativo de la familia, con poca ayuda externa. Una familia menos
integrada puede mostrar reacciones de duelo mínimas en el momento de la muerte,
pero los miembros pueden responder más adelante con diversos síntomas físicos o
emocionales o con cualquier tipo de conducta social problemática.)

También debemos evaluar cómo la f a c i l i t a n o l a d i f i c u l t a n l a s


f a m i l i a s esa conducta social problemática. Hay que entender el valor que las familias dan
a las emociones y el tipo de patrones de comunicación que hacen que se dé
permiso asus miembros para expresar sentimientos o no. Sabemos, por tanto, que desde un
punto de vista sistémico, la pérdida, o amenaza de pérdida de un miembro es la mayor crisis
que tiene que afrontar un sistema(Bowen, 1976). Ante esta crisis, el sistema tiene suficientes
recursos, reaccionará con un cambio adaptativo, en cambio si el sistema carece de estos
recursos, la familia puede desaparecer.

La reorganización del sistema familiar necesita tiempo y es necesario adoptar una conducta


defensiva de la integridad del sistema. La familia pone en marcha una serie de
mecanismos de defensa, reforzados socioculturalmente, que tienen como
objetivo el mantenimiento de la familia:

-reagrupamiento de la familia nuclear, es decir,la familia nuclear refuerza su contacto,


restringe su área de movimiento y filtra los contactos con el exterior; por otro lado, hay una
intensificación del contacto con la familia extensa, o con personas cercanas
afectivamente a la familia (amigos, etc.); esto es, la familia extensa se aproxima a la familia
nuclear, ofreciendo su apoyo y ayuda si es necesaria, al igual que las amistades. También se
produce una disminución de la comunicación con el medio externo, apoyo socio-
cultural a la continuidad de la familia, es decir, además de la ayuda proveniente del
entorno cercano y la familia extensa, las sociedades que disponen de recursos
destinan parte de ellos a favorecer la continuidad de la familia, aunque haya perdido a
uno de sus miembros clave. Becas, pensiones, subsidios, exenciones del Servicio
Militar, Colegios para huérfanos, asociaciones de viudos y viudas, seguros de vida, etc.,
tratarán de ofrecer apoyo social y económico a la nueva familia, quizás ahora carente de
su fuente principal de recursos. También debemos tener en cuenta que se puede
dar una exigencia de tregua en los conflictos  familiares “antiguos”: reconciliación

, esto es: durante el proceso de duelo, se produce una exigencia tácita de acabar con las
hostilidades en la familia. Cuando la supervivencia del grupo familiar está amenazada, debe
primarse el apoyo mutuo para hacer frente a las adversidades, por lo que se hace necesaria
una tregua en conflictos , por muy antiguo que sean.

Incluso estos momentos se aprovechan para la reconciliación de algunos


miembros de la familia. Por último, se producen conductas con frecuencia de
debilidad reclamantes de protección.

Lo que pasa en este caso es que el entorno familiar incrementa los cuidados. La
hostilidad extrema disminuye. No está socialmente bien visto “acosar ” a una figura “

desvalida” como se presenta el núcleo familiar durante el duelo. Toda esta serie


de conductas protectoras del Sistema Familiar tienen como objetivo, como hemos
dicho, facilitar el trabajo del Duelo Familiar, es decir, el Proceso Familiar que se pone en marcha
a raíz de la muerte de uno de sus miembros.

ETAPAS DEL DUELO FAMILIAR

Se han observado, al igual que en el duelo individual, unos síntomas del


duelofamiliar tres niveles: Somático, Intrapsíquico y Conductual. (Moos, 1995).

A NIVEL COMUNICACIONAL
-Incrementos o disminuciones notables de la comunicación.

-Incrementos o disminuciones notables de la comunicación en un área concreta.

-Cambios en los patrones comunicacionales.

-Cambios en los canales de comunicación.

A NIVEL ESTRUCTURAL

-Confusión en la jerarquía familiar.

-Redistribución de las alianzas familiares.

-Confusión de roles.

RELACIONES CON EL MEDIO EXTERNO

-Aislamiento.

-Rechazo de las redes de apoyo.

 
-Sobreprotección de los miembros.

A grandes rasgos, las etapas del duelo familiar son las siguientes:

1. Aceptación familiar de la pérdida, permitiendo y favoreciendo la expresión de la


aflicción de todos los miembros de la familia.

En esta primera etapa, los rituales van a jugar un papel importante. La vela del cadáver, los
funerales, el enterramiento, las visitas de la familia y amigos, etc. van a favorecer la aceptación
de la perdida, y crear un contexto adecuado para la expresión emocional. El problema surge
cuando, como se ha señalado anteriormente, se focaliza el duelo en un sólo miembro de la
familia, dificultando que los demás miembros manifiesten su propio proceso de duelo.

2.Reagrupamiento y encastillamiento de la familia para permitirla reorganización


familiar: redistribución de la comunicación interna y de los roles familiares

El proceso de reorganización familiar en el que es necesario redefinir los canales


de comunicación y de distribuir los roles familiares, es un proceso delicado que
afecta a la propia estructura de la familia, por lo que ésta debe adoptar una
conducta defensiva que le permita afrontar este proceso con el menor desgaste posible.
Esto supone además aceptar definitivamente la pérdida del ser querido, lo que añade las
dificultades propias de la aflicción que causa esta renuncia en los miembros de la familia.

3.Reorganización de la relación con el medio externo

Tras la reorganización interna, debe seguirse el mismo proceso con el medio externo, abriendo
nuevos canales de comunicación, reasignando roles.

Esta etapa se produce cuando la familia se siente con la suficiente estabilidad como


para comenzar a abrirse al exterior, rompiendo su asilamiento.

4.Reafirmación del sentimiento de pertenencia al nuevo sistema familiar
que emerge del antiguo, y aceptación del comienzo de una nueva etapa familiar.

El final de la etapa de duelo familiar está marcado por la aceptación de sus miembros de una
nueva estructura familiar, reorganizada. Se han creado nuevos canales de comunicación, y
otros miembros juegan los papeles que correspondían al difunto. Los juegos de
alianzas quizá se hayan modificado, y los sobrevivientes buscan nuevos apoyos. Esto no
significa olvidarse de la persona fallecida, sino resituarle emocionalmente de manera adecuada.
La figura del fallecido formará parte de la historia de la familia, pero debe dejar de tener
influencia directa en el funcionamiento de ésta.
ALGUNAS TÉCNICAS UTILIZADAS

Las técnicas de intervención a la hora de trabajar con las familias durante el duelo son muy
variadas: cambios en los límites o jerarquía de la estructura familiar que permitan un
ajuste novedoso, empleo de paradojas o innovaciones en las normas que impidan
la autoperpetuación del duelo, rituales para romper este círculo vicioso, el uso de narrativas o la
creación de un pasado nuevo para ofrecer una perspectiva inédita de la experiencia
actual...Otras técnicas que se pueden utilizar en la terapia familiar sistémica, adecuándose a
las circunstancias pueden ser:

 El libro de recuerdos.

Es una actividad que puede realizar la familia conjuntamente haciendo un libro de recuerdos
sobre el fallecido. Este libro puede incluir historias sobre los acontecimientos familiares, cosas
memorables como fotografías y poemas y dibujos realizados por diferentes miembros, incluso
por lo niños.

Estaactividad puede ayudar a la familia a recordar viejas historias y, finalmente, a el
aborar elduelo con una imagen más realidad de la persona muerte. Además, los niños
pueden volver a revisarlo para reintegrar la perdida en su vida de crecimiento y cambios.

 Imaginación guiada.

Ayudar a la persona a imaginar al fallecido, ya sea con los ojos cerrados o visualizando su
presencia en una silla vacía, y animarle a decirle las cosas que siente necesidad de decirle, es
una técnica muy poderosa. El poder viene, no de la imaginación sino de estar en el presente, y
de hablar con la persona en vez de hablar de la persona

FACILITAR EL DUELO A TRAVÉS DEL RITUAL DEL FUNERAL

 
El funeral aunque ha sido muy criticado, si se hace bien, puede ser un accesorio importante
para ayudar e incitar a una resolución sana del duelo. Algunas nociones generales de lo que
puede hacer un funeral:

Puede ayudar a hacer real la pérdida. Ver el cuerpo de la persona fallecida ayuda


a darse cuenta de la realidad y la finalidad de la muerte. Incluso en el caso de que
lo incineren, el cuerpo puede estar presente aún en el funeral, ya sea en un ataúd abierto o
cerrado, y se puede incinerar después de la ceremonia. El funeral puede ser
positivo para ayudar a los pacientes a elaborar la primera tarea del duelo.

El funeral puede dar a la gente la oportunidad de expresar sentimientos respecto


al fallecido. La mejor situación es aquella en la que la gente puede expresar tanto las cosas que
van a echar de menos de la persona querida como las cosas que no.

La ceremonia puede además ser una reflexión sobre la vida de la persona que se ha ido. Es
posible tener algunas cosas del fallecido en la ceremonia general para poder
señalar lo que era importante para él.

El funeral tiene el efecto de tender una red de apoyo social a la familia que puede ser
extremadamente útil para facilitar el duelo.

DU E L O S INCOMPLETOS 

 
Para los duelos crónicos o incompletos, deberíamos seguir una serie de pasos:
en primer lugar hacer una redefinición del problema y/o relacionarlo con la perdida 
no elaborada, en segundo lugar mostrar como se ha organizado la familia después de
la perdida, y las posibles disfunciones y, finalmente, hay que reactivar las emocion
es a ellas vinculadas, para lo cual es necesario “traer el recuerdo” a través de fotografía,
objetos significativos, hablar del difunto, de las circunstancias de la perdida, etc. Una vez
planteada la elaboración del duelo como problema a resolver, el uso de tareas y rituales es de
gran utilidad. Entre las tareas tenemos: la vista la tumba, que la familia entregue símbolos
claves referidos al difunto para poder poner en marcha el duelo. Entre los rituales, Van der
Hart y Goossemns (1991), proponen un ritual terapéutico de “despedida”,
basado en los rituales de duelos judíos que consta de 3fases:

 Fase preparatoria: En la que se expresa la pérdida de forma desestructurada 

 Fase de reorganización: En la que se siguen conductas propias del luto, y se


escribe una “carta continua” al difunto según un ritual

 prescrito.

 Fase de finalización: Que comprende una “ceremonia de despedida” a modo de un


funeral, un “rito de purificación” (bañarse o ducharse) y un “rito de reunión”, por ejemplo, un
comida con amigos y familiares. Estos autores resaltan la falta de rituales de duelo
en la sociedad occidental actual como factor que favorece los duelos incompletos, y por
ello proponen realizarlos en terapia.

DE LA SILLA VACIA AL “TERCERO PENSANTE”

Una de las técnicas más utilizadas, tanto en terapia individual, como en terapia
familiar, es la técnica de la “silla vacía”, proveniente de la terapia gestáltica. Con
esta técnica lo que se hace es poner al paciente enfrente de una silla vacía, y el cliente, debe
imaginarse a la otra persona (en nuestro caso al fallecido) y hablar directamente con él y
expresar por tanto emociones y sentimientos que hayan quedado pendientes y que
esténdificultando el proceso de duelo. A partir de esta técnica tan utilizada Edith Goldbeter-
Merinfeld ha desarrollado el modelo del tercero pesante, referido a un miembro de la familia
cuyo rol parece esencial en el seno de todos los triángulos relacionales intrafamiliares.

Fue en una consulta en la que se uso la técnica de la “silla vacía” donde la autora se dio
cuenta de que las sillas que quedaban desocupadas durante una sesión, podían pertenecer
a ausentes. También se dio cuenta de que las familias, tenían un interés muy
acentuando por lo ausente y cayó en la cuenta de que el duelo no podía hacerse en unas
condiciones en las que la ausencia no era reconocida ni aceptada. Esta consideración, de que
la ausencia no se acepta, viene muy al hilo de nuestro planteamiento general, es decir, es
una interpretación muy común en el campo sistémico, donde el acento se coloca en
la función protectora que cumple el síntoma frente a la homeostasis familiar. Además, Edith, se
planteó desde una perspectiva de la cibernética de segundo orden, cuál era el papel que
desempeñaba el terapeuta en el proceso de emergencia delos ausentes en el seno
del encuentro terapéutico. En coherencia con el modelo sistémico surgió la pregunta: ¿Qué
función podía tener para la familia la introducción del terapeuta y, en el sentido inverso,
que función podía cumplir para el terapeuta el hecho de ser acogido en el seno de una
familia? Se dió cuenta, por tanto, la relación terapéutica podía cumplir la función de reforzar

la estabilidad del “sistema terapéutico del terapeuta” y del “sistema familiar de la familia”.
Se llega de esta forma a la definición del “tercero pensante”  que es la persona cuya presencia
(física o evocada) es quasi indispensable para equilibrar “bien” las relaciones dentro de un
sistema (Goldbeter-Merinfeld, 1990a). La familia pide ver a un terapeuta, es decir, se disponen a
integrar a un tercero en la intimidad de sus relaciones .A partir de todas estas deducciones, la
autora, plantea como se llevaría a cabo una terapia familiar centrada en resolver el
proceso de duelo. Para ello, es necesario primero, tomar conciencia de los
elementos favorables y obstáculos para la elaboración del duelo, además de tener en
cuenta todos los factores anteriormente mencionados que marcan la vulnerabilidad de las
personas ante un proceso de duelo. El proceso de duelo se encuentra bajo la influencia de
factores sociales, culturales, históricos y afectivos. La muerte en los hospitales hace que el paso
de la vida a la muerte cada vez se aleje más de las personas. Además los sentimientos
intensos de tristeza asociados a la muerte son percibiditos a menudo como algo inconveniente,
lo que a menudo condena a los afectados a ocultar sus sentimientos. La medicación
antidepresiva o calmante también favorece al no reconocimiento de los propios sentimientos.
Estas situaciones, favorecen a veces que se produzca un bloqueo del cual ,a veces, se toma
conciencia en el proceso terapéutico mucho después de la muerte del ser querido y cuando la
estructura familiar está muy deteriorada .La muerte de un joven, niño o recién nacido perturba
mucho más profundamente el sistema familiar. Por otro lado la muerte inesperada en el
nacimiento golpea las expectativas, los proyectos y a veces las lealtades profundas respecto de
las familias de origen (de este tipo de muerte hablaremos más adelante).Si la muerte estuvo
precedida de una larga enfermedad, la familia ha vivido durante cierto tiempo en un clima de
incertidumbre y de estrés, hasta el punto de que algunos de los miembros de las familias, de
una forma u otra, estén esperando la muerte del afectado. Este tipo de actitud, puede suponer
un peligro para cuando la persona ya ha muerto, puesto que afloran sentimientos de
culpabilidad. El suicidio es la forma de muerte que suscita la mayor cantidad de sentimiento
intensos y, a veces, contradictorios: una profunda culpabilidad de no haber podido prever
la situación, ayudar a la persona o impedir el suicidio; cólera por no haber sido
considerado como una persona capaz de ayudar; agresividad por “él/ella ha osado

hacerme esto, a mi”.

También afloran, a veces, sentimiento de abandonos, porque la persona no se ve


como suficiente motivo como para que el deseo de suicido cesara. Como ya hemos
ido diciendo, la muerte de uno de los miembros de la familia,t rae consigo una ruptura del
equilibrio del sistema familiar. En algunas ocasiones, esto se intenta solucionar, incluyendo la
presencia de un fantasma, para poder así reanudar la homeostasis. Este fantasma se
reencarna a través del síntoma en uno de los miembros de la familiar (algunos casos de
anorexia), o, por el contrario, flotando, sin cuerpo.
El modelo del “tercero pensante” otorga un lugar particular a los muertos significativos de la
familia: los ausentes acompañan a la familia en su vida cotidiana, como también durante las
sesiones de terapia. El genograma se construye progresivamente a veces en el marco de la
aproximación a la historia de la familia, en el trascurso de una búsqueda de acontecimientos
relacionados con la aparición de síntomas. Los datos que contiene
podrían llamar la atención del terapeuta, sobre la existencia de “terceros pensante
s” ausentes, de fantasmas las sillas vacías pueden parecer cobrar vida durante la sesión o, por
lo menos aparecer como portadoras de sentido .Es muy habitual que los clientes
esperen que el terapeuta asuma un papel
muy preciso en la dinámica intrafamiliar. En la medida en que el terapeuta está ate
nto al papel que la familia desea
que el terapeuta tenga, este puede investigar sobre quiénes

son los desaparecidos “pensantes” en la familia.

Destacar la presencia de un ausente en la sesión moviliza a cada participante de manera


diferente: los miembros de la familia se ven confrontados con su relación singular con este
ausente; al mismo tiempo se le abran diferentes posibilidades de duelos, los tiempos
individuales recuperan su importancia con relación al tiempo sistémico. De esta forma, el
terapeuta debe estar dispuesto a ayudar a los miembros de la familia, a elaborar a la vez un
duelo colectivo familiar y duelos individuales. Se tiene que llevar a cabo el reconocimiento
muerto-ausente. El último paso para el interviniente será transformarse él mismo en un ausente
reconocido del sistema. Hay tres fases en el proceso terapéutico (Andolfi et al, 1989).
En la primera fase el paciente se encuentra en el centro de cada triangulo relacional y se
implica rápidamente en toda interacción entre dos miembros de la familia. En la segunda fase,
el terapeuta sustituye voluntariamente al paciente en su función, actuando como el
tercer vértice de diferentes triángulos, mientras que el paciente es desplazado a
una posición exterior, como observador. En la última fase, que corresponde al final
de la terapia, el terapeuta se separa del grupo, y los triángulos interactivos se forman mas
libremente porque el ya no es la persona esencial que debe implicarse en los
diferentes triangulos. En el esquema propuesto por Goldbeter-Merinfeld, el
paciente identificado esta a la vez en una posición parecida a la de los otros miembros de
la familia y en el centro del sistema a causa de su síntoma, de aquello que lo identifica. Este
lugar central es asimismo el del tercero ausente que el síntoma recubre y oculta. En
un segundo momento, durante los encuentros terapéuticos, el terapeuta sustituye al tercero
ausente y ayuda al paciente identificado a ocupar un lugar análogo al de los demás miembros
de la familia, lo que equivale a quitarlo del centro. A continuación, el terapeuta se
alejaría
para dejar que el ausente quede plenamente expuesto a todos y para permitir así 
elingreso en un proceso de duelo. Finalmente, el ausente, al igual que el terapeuta, se ha
tornado más periféricos y el duelo termina. Este tipo especial de terapia familiar
sistémica del “tercero pensante”, supone una implicación importante del terapeuta
en el proceso terapéutico. Es para ello fundamental, haber creado, antes de comenzar
cualquier sesión, una fuerte alianza terapéutica que permita el desarrollo de las
sesiones con éxito.

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