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Preocupados, se
En el serrano pueblo de El fallo no pudo ser La naturaleza de Cunce reunieron los
chupan, el tribunal de peor: se le expulsaba Maille solo soporto un pobladores al mando
las yayas implacable de su pueblo para mes y furtivamente una de las yayas y
consejo de ancianos siempre, debía alejarse madrugada regreso a decidieron proponerle
encargados de impartir de su choza, de su ver a su madre, pero a Cunce una tregua,
justicia, condenada por madre, de sus tierras, fue visto por emisarios que baje, se le
ladrón reincidente a de sus costumbres, es de las yayas y al salir reconocería su valor y
Cunce Maille, indio decir, se le condenaba fue al perseguido a se le dejaría ir con la
puro de mirada casi a una muerte en balazos, el ágil Cunce condición de que no
desafiante, rebelde, vida, es decir, se le logro subir al vuelva más, pero todo
autosuficiente, que: aplicaría el ultimo campanario del pueblo fue una mentira
- Aunque explico remedio, el ushanan se defendió con su preparada, al bajar
el motivo de su hampi, es decir se le carabina y de certeros Cunce, el abrazo no fue
último robo, no pondría a disposición balazos mato a doce tal, sino que le intento
logro probar su de la justicia del pobladores incluidos aprisionar a la vez que
inocencia pueblo. una yaya. gritaba ¡ushanan
hampi, ushanan
hampi!
es a la vez triste y bello, con la belleza
Maramba de los gigantes y la tristeza de las
almas solitarias durante el día, en las
horas de sol, desata todo el orgullo
de su fiereza, vibra, reverbera,
abrasa, crepita.
Juan Maille al verse fuera del cuartel y licenciado. Volvió a su pueblo Chupan con la esperanza de
I conquistar un porvenir. Pero una vez allí su desencanto fue doloroso, le negaban el saludo, le miraban con
recelo, cerrábanle las puertas. Y para colmo no tuvo la compañía de su padre Cunce y de abuela Nastasia. Y
la gente tenía un poco de razón: Los Maille mataban por aburrimiento, incendiaban por distracción y
robaban.
Pero el cuartel no había logrado cambiar totalmente la naturaleza de Maille. Caminaba recto, con el pecho
saliente, mirada firme, con aplomo. Moralmente había ensanchado el círculo de sus nociones. Salía del
II cuartel creyendo menos en el cura. Y todo ello gracias al servicio militar. Y los encargados de ayudarlo en
esta comprensión eran sus mismos compañeros venidos de todos los rincones de la República.
III Entonces abandonó su pueblo. Medita un plan. Cambia de nombre y se llamó Juan Aponte. Su primera
labor fue de cantinero. Con su patrón hacen un pacto e inmediatamente cambia de ocupación lo cual era
poco lícita. Entonces entró Aponte resueltamente en el camino de una nueva vida, llena de azar, de riesgo,
de rudeza, de desafío, de arrojo y de suerte. Era el contrabando de aguardiente
Una tarde una tempestad cogió a Aponte. Estaba lleno de rabia, descargó el aguardiente. Medita y piensa
sobre la amenaza del empleado de la recaudadora. Con Ishaco su ayudante hacen un pago al jirca con estas
IV palabras: “Jirca-yayag, te masco coca, te endulzo, hazme llegar bien a donde voy, has que la tempestad
recoja su agua y cuando salga de aquí que los vigilantes no me encuentren ni me vean”.
Julio Zimens era un germano, admirador del imperio incaico, pues creía que el incaísmo y el
Kaiserismo tenían un mismo propósito. Este era poseedor de una hermosura envidiable que
escandalizaba a muchas mujeres de Huánuco. Pero, en más de una ocasión despreció a
estas damas criollas, para finalmente casarse con una india hermosa: Martina Pinquiray.
Junto a ella no alcanzaría la felicidad por la diferencia de puntos de vista y más aún, cuando
después de tener seis hijos, cuatro hombres y dos mujeres; ninguno de ellos respondiera a
sus expectativas.
Y sobre este desencanto y esta defraudación caería la desgracia a Julio Zimens con un
Esta es la trágica
el caso julio cáncer que lo convirtió en un apestado para todos, incluso para su familia que lo expulsó
historia de un de su hogar y para la gente que al verlo se alejaba de él.
zimens suicida
Fue en los días que pesaba sobre Huánuco una enorme vergüenza. Era el dolor de ver impuesta y
I sustentada por las bayonetas chilenas a una autoridad peruana. ¿Qué significaban esos pantalones rojos y
esas botas amarillas en Huánuco? Era demasiado. Pero en ese momento faltaba un corazón que sintiera
por todos.
Hasta que una noche de agosto de mil ochocientos ochenta y tres. Aparicio Pomares un indio de Chupan.
Advierte que han llegado de Huánuco unos dos cientos soldados chilenos. Esos hombres: Incendian, violan, roban
y viven en la casa de dios sin respeto alguno. Y he visto que como soldados valen menos que nosotros. Como les
II decía, esos hombres a quienes llaman chilenos desembarcaron en Pisagua y lo incendiaron – Y porque pelean con
los peruanos- interrogó Obas. –Porque les ha entrado codicia por nuestras riquezas- todos estallaron a
carcajadas. –Les hablaré más claro- replicó Pomares. Ellos vienen por nuestro ganado y las tierras que están al
sur.
Al día siguiente dos mil indios prepararon las hondas, hachas, cuchillos, picas, escopetas y garrotes. Era
preciso destruir al enemigo, levantarse todos contra él. Después de dos días de marcha, aquel torrente
III humano, al mando de Aparicio Pomares, coronó en la mañana del ocho de agosto las alturas del Jactay y
comenzó a retar al enemigo.
Todo era un desconcierto. Serían las diez de la mañana. La mitad de la fuerza chilena al mando de su jefe,
comenzó a escalas el Jactay. Los indios se precipitaron a su encuentro en oleadas compactas, guiados por la
IV gran bandera de Aparicio Pomares. Éste guiaba con agilidad de aquí para allá, retrocedía rápidamente, y
todo esto sin soltar su bandera querida paseándola triunfal.
Al día siguiente los indios triunfantes. Buscaron a Pomares, pero estaba herido en una pierna. La gangrena
lo consumió y expiró. Antes de morir tuvo todavía el indio esta frase de amor: “Ya sabes Marta, que me
V envuelvan en mi bandera y que me entierren así”. Y así fue enterrado Pomares el hombre de la bandera.