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ÍNDICE:
3- ÉTICA PROFESIONAL
3.1. ¿Quién tiene derecho a juzgar?
3.2. Dilemas éticos recurrentes.
3.2.1. Acerca el trabajo en equipo.
3.2.2. Acerca el trabajo en ambiente laboral.
3.2.3. Acerca la competitividad.
3.2.4. Acerca la originalidad y autoría.
3.2.5. Acerca de la relación con el cliente.
comida, electrónicos) venden sus productos por lo que este representa, por el nombre de
la marca o el logotipo que las identifica, no por el diseño del empaque o por el diseño del
logotipo.
En el Mundo contemporáneo, existen diversas culturas y grupos a los cuales no les
puedes llegar con un diseño en común, para esto se necesita conocer las necesidades y
capacidades de cada una de las sociedades a las que vamos a comunicar, aunque como
ya se ha dicho, en algunas cosas como la comida el diseño no es un ámbito muy
relevante, ya que las personas las adquieren por necesidad, sin embargo existen
empresas que estando en un mercado lleno de marcas necesitan sobresalir unas de las
otras, necesitan un logo que las represente rápidamente, la cualidad de demostrar su
productividad en el mercado, una imagen corporativa en sí.
En la sociedad actual existe una “guerra de marcas” ya que muchas compañías que
vende lo mismo como LG y SONY intentan ganar mercado gracias a su calidad y a un
logo que las identifica, que ha ganado renombre a lo largo de los años. Así el logo de las
marcas se vuelve indispensable en la venta del producto, para lograr identificarlo y así
aumentar ventas a la compañía.
Hoy día, el diseño gráfico juega un papel importante en la representación de una marca,
otorgándole una identidad a la compañía y a su producto. Haciendo crecer a las
pequeñas empresas y otorgándole apoyo a las grandes compañías. El diseño gráfico es
parte de la compra y venta del mundo del mercado y aunque no es indispensable para los
grandes monstruos del mercado si es importante este presente por su relación con los
medios de comunicación. Es como las mujeres no puedes vivir con ellas pero tampoco
puedes vivir sin ellas.
3. ÉTICA PROFESIONAL
La ética profesional puede definirse como la ciencia normativa que estudia los deberes y los
derechos profesionales de cada profesión. También se le llama Deontología. Al decir profesional
no solo se refiere a que la ética es sólo para quienes tienen un título o son profesionales, sino que
ésta va destinada especialmente a las personas que ejercen una profesión u oficio en particular.
La ética profesional tiene como objeto crear conciencia de responsabilidad en todos y cada uno
de los que ejercen una profesión u oficio. Parte del postulado de que todo valor está íntimamente
relacionado con la idea de un bien.
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objetivos comunes y son éstos los que favorecen, finalmente, a todos los trabajadores
involucrados.
Pero ocurre en otros casos que, aun cuando sea sólo una persona la que se dedique a
dar forma a un determinado concepto o idea, ésta puede estar abierta a recibir opiniones,
críticas o sugerencias. Y es aquí que surge otra cualidad que el diseñador debe poseer: el
trabajo en equipo implica también el saber escuchar las opiniones de los demás.
El diseñador tiende a considerar bueno el resultado de su trabajo, pero como éste se
mide en gran parte bajo parámetros estéticos, es mejor si cuenta con el punto de vista de
los demás.
Según la experiencia de algunos diseñadores, los estudiantes recién egresados tienden a
caer en la subjetividad y consideran que todo o la mayoría de lo que hacen ha quedado
bien. Sin embargo, la experiencia va otorgando un criterio más amplio y agudo, que
permite evaluar con mayor altura de miras el resultado final. Después de todo, no basta
con que un trabajo sea estéticamente bueno, sino que además debe ser funcional. Por
eso, es aconsejable pedir asesoría a los demás y estar abierto a la crítica constructiva. La
camaradería contribuye a la creatividad.
constante y seguro lo posee con la agencia. Pero es deber de la agencia hacer que dicho
diseñador se sienta parte de ella y le sea leal en este tipo de casos.
3. ACERCA DE LA COMPETITIVIDAD
Aun cuando puede darse un buen ambiente al interior del equipo de trabajo, en ocasiones
éste puede verse afectado cuando la competitividad entra en juego. Cierto es que nada
de negativo tiene la competencia, en la medida en que fomente los deseos de superación
y sea fuente de motivación para el perfeccionamiento. Sin embargo, muchas veces se
corre el riesgo de que lo anterior llegue a un extremo, para pasar a transformarse en
rivalidad pura.
Algunos diseñadores reconocen que en sus mismas escuelas, cuando aún estaban
estudiando, la competitividad y las rivalidades comenzaban ya a asomarse. Por eso es
importante que, desde los inicios, un diseñador sea competitivo únicamente en sus
deseos por ser el mejor, sin que para ello
requiera perjudicar a los demás.
Pero en el ámbito laboral también se da esta suerte de competencia, sobre todo cuando
se trabaja para una agencia o una empresa.
darse a nivel nacional. Sin embargo, como ya señalábamos, más que la copia explícita de
un diseño, se imitan los estilos y los conceptos exitosos.
Frente a esto, el único mecanismo de defensa del diseñador es su propia creatividad y su
calidad profesional, que le permitirán distinguir su obra frente a aquellas que la imitan.
No obstante, los diseñadores entrevistados no condenan la imitación de algunas
tendencias, en la medida en que éstas sólo sirvan como guía general o como influencia
de estilo. Esto, ya que aun cuando pueda haber creaciones similares, nunca serán
idénticas. “Todos los días son distintos y cada producto también lo es. Esto permite que
diariamente puedan pensarse ideas creativas y novedosas”.
porque el problema es arriesgar el prestigio por cumplir con la demanda del cliente o
arriesgar la relación con este último si no se cumple con lo que él solicita.
La mejor solución sería que, ambos –diseñador y cliente- deben intentar, es encontrar una
respuesta integral. Para eso, se requiere apertura por parte de ambos, pero
principalmente se necesita de la creatividad del diseñador para cumplir con los requisitos
mínimos solicitados y darles una forma estéticamente aceptable. Por último, puede
resultar aconsejable realizar más de una propuesta. Aunque esto implique más horas de
trabajo, al final resultará incluso un ahorro de tiempo, pues puede darse la posibilidad de
que el cliente acepte más fácilmente una de dichas propuestas, antes que estar
esperando cada cierto tiempo una nueva idea que tal vez rechazará.
En relación al tema del tiempo y del esfuerzo implicados en un trabajo, asoma también un
segundo dilema, que pese a no ser exclusivo del Diseño, resulta ser bastante frecuente.
En diversas ocasiones, ocurre que el cliente no tiene los conocimientos básicos relativos a
la calidad del diseño, y precisamente por eso confía esta labor a un profesional en la
materia. Y es por este mismo desconocimiento, que confía ciegamente en aquello que el
diseñador le presenta, pues no cuenta con los criterios técnicos para saber si el producto
final resulta ser un buen trabajo.
Incluso, en algunos casos el cliente tal vez se conforme con el primer boceto que se le
presenta, sin que haya sido la intención del diseñador presentar dicha propuesta como
trabajo final. Y aquí entrará en juego la lealtad del profesional hacia sí mismo y en relación
al cliente, pues éste podría perfectamente aprovecharse del desconocimiento del cliente,
contentarse con su conformidad y cobrarle por dicho boceto. Se trata de la confrontación
entre la autoexigencia profesional contra la “ley del mínimo esfuerzo”.
Frente a este problema, resulta ser que no habrá otro factor de exigencia que la que el
mismo diseñador se imponga. Se trata claramente de un dilema ético cuya única solución
nace de la conciencia del profesional y de su calidad como tal. Los deseos de superación,
las ansias de perfeccionamiento y la prolijidad son características.
El reto de nuestra sociedad en los inicios del milenio es el de la protección del medio
ambiente. La conservación de los espacios naturales y del entorno, la limitación del gasto
energético y el uso de energías renovables, la correcta gestión de los residuos, el fomento
de los procesos productivos limpios,... son temas que cada vez se introducen más en la
cultura de nuestra sociedad. El aumento del grado de consciencia ambiental incrementa,
pues, las exigencias de todo el tejido social al respecto.
La Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y el Medio
Ambiente, que tuvo lugar en junio de 1992 en Río de Janeiro, ha constituido el foro
internacional más importante realizado hasta el momento, desde la presentación del
Informe de los Límites del Crecimiento realizado por el Club de Roma. Un total de 179
estados se dieron cita para tratar el tema ambiental y su problemática.
Uno de los resultados de esta conferencia es la elaboración de la denominada Agenda 21:
un plano de actuación que incluye un programa de medidas integradas destinadas a
frenar e invertir los efectos de la degradación ambiental y a fomentar un tipo de desarrollo
compatible con el medio ambiente y sostenible en todos los países.
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Este programa destaca, del mismo modo, el concepto de desarrollo sostenible, entendido
como «un reflejo de una política y de un desarrollo continuo que no vaya en detrimento
del medio, ni de los recursos naturales», basándose en el informe de la Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Informe Brundtland), que lo definía como aquel
«desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades», estableciendo como
requisitos para éste:
Se trata de llevar a cabo, en última instancia, un mecanismo que garantice una mayor
protección del medio ambiente, intentando, por un lado, reducir al mínimo la utilización de
recursos naturales y energéticos, las emisiones contaminantes del aire, el agua o el suelo,
y la formación de residuos y molestias sonoras; y, por otro, aprovechar al máximo la
duración de la vida de los productos mediante la introducción y fomento de la utilización
de tecnologías limpias que garanticen un nivel más elevado de protección al entorno.
Es evidente que la etiqueta ecológica será el instrumento de mercado que permitirá
avanzar hacia los cambios de procesos de fabricación, así como hacia la sustitución de
unos productos por otros ambientalmente más correctos. La información sobre los costes
y las consecuencias ambientales reales de los procesos productivos puede ser esencial a
la hora de influir en los consumidores, permitiéndoles hacer una elección consciente y
ambientalmente correcta de los productos que consumen. Por otro lado, estos cambios en
la demanda inducirán a la industria a adaptarse a las nuevas prioridades de mercado.
De esta forma, la educación ambiental se establece como una de las metas que hay que
lograr por el V Programa, que señala como objetivos de ésta aumentar el grado de
consciència por los problemas ambientales y sus posibles soluciones, con el fin de que
todos los ciudadanos tengan una participación activa con conocimiento de causa.
La difusión y transparencia de la información, así como la educación ambiental, se
constituyen como un vértice a la hora de producir un cambio en los hábitos de
comportamiento sociales, y por tanto, en último término, y tal como apuntábamos antes,
un cambio cultural, que obviamente afectará también de forma directa al colectivo del
diseño.
Desde el ruido producido por una máquina para cortar césped, el embalaje de un
cosmético, los materiales utilizados en el diseño de una silla, la cantidad de energía
usada en la producción de un envase de refresco, hasta el diseño de productos de usar y
tirar frente a los productos de uso duraderos, se pone en evidencia la importancia del
diseño como factor integrante en la protección del medio ambiente.
Sin embargo, cabe destacar que este colectivo no ha estado al margen de la importancia
de su papel en la protección del medio ni del cambio de comportamientos que se están
progresivamente implantando entre los agentes sociales. De hecho, desde hace años, y
desde algunos sectores, no existe únicamente una consciència, sino también un
protagonismo activo.
La escuela alemana de Ulm, que ha influido en buena medida en el diseño industrial
europeo, formuló, hace ya casi cuarenta años, la siguiente premisa: «El objetivo es
fabricar productos de larga vida, aumentar su valor de uso y reducir el derroche.» Ésta
sería la fórmula inicial de lo que en la actualidad se engloba bajo el concepto de
ecodiseño.
La mayor durabilidad de los bienes de consumo implica una disminución del consumo de
energía necesario para su fabricación por unidad, en razón directa a su tiempo de vida
útil. Lógicamente, también implica una disminución de los recursos necesarios como
materias primas para su producción en la misma proporcionalidad.
Nuestro sistema de producción se basa en un consumo creciente de materias y recursos,
pero los recursos naturales son escasos y finitos, y en la actualidad, junto con la
problemática generada por el volumen de residuos, es uno de los escollos
medioambientales básicos y graves.
Las estadísticas reflejan que en los países más desarrollados, antes de la primera crisis
del petróleo de 1973, los tiempos reales de utilización de bienes de consumo resultaban
ser, como mínimo, cinco veces inferiores a su vida útil potencial, mientras que en los
países menos desarrollados estos períodos llegaban a superar hasta tres veces la vida
útil potencial de éstos. En la actualidad, y a pesar de la tan comentada crisis económica,
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el tiempo real de utilización de los productos sigue siendo en los pases ricos un ejemplo
claro de despilfarro,
dándose al mismo tiempo que las desigualdades imperantes y la falta de solidaridad a
nivel mundial.
Las proyecciones recientes de las Naciones Unidas sobre la población mundial indican
que la demanda de energía pasará, con los parámetros actuales, de los 9.000 millones de
TEP de 1990 a 20.000 millones en el año 2050. El crecimiento de esta demanda
implicaría grandes dificultades a la hora de garantizar el suministro energético. Según las
estimaciones de la UE, esto sería especialmente grave en los países en vías de desarrollo
que no disponen de fuentes de energía propias y que probablemente no podrían
satisfacer sus necesidades energéticas si no aparece una concepción diferente de la
energía nuclear, si no se hace un uso mayor de las fuentes de energía relacionadas con
el reciclaje de residuos o si no se produce un cambio profundo en lo referente al
desarrollo y la popularización de tecnologías alternativas como, por ejemplo, la energía de
la biomasa, solar, eòlica, etc., de carácter renovable.
La naturaleza no permite este derroche; los recursos, por el hecho de no ser ilimitados, no
permiten su consumo desenfrenado, consumir para tirar, para convertir en residuos los
productos todavía útiles. Se ha de establecer un equilibrio entre el uso de los recursos y
su consumo, incrementar en la composición del producto los materiales medioambientales
abundantes frente a los escasos.
Por otro lado, aumentar el valor de uso de los productos pasa por aumentar su contenido
de materiales reciclados, así como su reciclabilidad posterior como residuo. El reciclaje
permite un conjunto de efectos que van desde evitar la necesidad de acudir
continuamente al uso de materias primas, cada vez más escasas y caras, hasta evitar la
acumulación de residuos.
La generación del volumen de residuos actual es uno de los graves problemas
ambientales que nos acosan. En Barcelona, por poner un ejemplo, en 1991, sólo de
residuos domésticos se produjo un total de 738.530 t, lo que en términos de volumen
significa llenar la Gran Vía, hasta un sexto piso, desde la plaza España hasta la plaza de
las Glorias. En Cataluña el total de residuos domésticos generados en 1991 fue de
2.700.135 t.
La «invasión» de residuos, además de ser causa indirecta de problemas sanitarios y
fuente de contaminación del suelo, el agua y el aire, genera también una problemática en
torno a la pérdida del entorno urbano, dada la necesaria multiplicación de los vertederos.
El gran rechazo social provocado por esta multiplicación en todas partes, y la no
aceptación de nuevas instalaciones, se conoce popularmente con el síndrome de NIMBY
(«not in my back yard, «no en mi patio de atrás»).
Está claro que el concepto del diseño tendrá que cambiar en función de esta problemática
y de la normativa, es evidente que la reorientación de los criterios que se deberían aplicar
dependerá de cómo presionen los consumidores, de los fabricantes y de la legislación,
pero es evidente también que se impone trabajar, cada vez más, con materiales
reciclados y elaborar materiales reciclables.
En este sentido, hay que mencionar que el día 1 de abril de 1993 acabó el plazo de los
estados miembros de la UE para adaptar su legislación a las últimas prescripciones
generales comunitarias en materia de residuos. Los estados miembros están obligados a
tomar medidas que fomenten:
- La prevención de daños derivados de los residuos.
- La minimización en la producción de residuos y de su carácter nocivo mediante: el
desarrollo de tecnologías limpias, y el desarrollo técnico y la comercialización de
productos que tiendan a no incrementar la cantidad ni el impacto ambiental.
- La valorización del residuo mediante el reciclaje, la reutilización, la recuperación o
cualquier operación destinada a obtener materias primas secundarias.
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Por lo que comienza a tenerse en cuenta el ciclo de vida de los productos y el concepto
“ecosistema industrial”, el cual implica que el producto debe ser utilizado a lo largo de
diferentes ciclos de vida, de modo que, una vez concluida la vida útil del producto, sus
partes o componentes entran a formar parte de nuevos productos, comenzando un nuevo
ciclo de vida.
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Por ello, a la hora de diseñar un nuevo producto habrá que tener en cuenta los múltiples
ciclos de vida del producto, tratando de minimizar los impactos ambientales que el
producto pueda generar a lo largo de esos ciclos y tratando de maximizar la duración de
ese ciclo de vida múltiple.
La introducción de estas consideraciones ambientales en el proceso de diseño no debe
provocar incrementos en el tiempo de desarrollo del nuevo producto. Para ello, la
estrategia de diseño verde o ecológico debe tratar de gestionar ese ciclo de vida múltiple
a lo largo de las diferentes actividades empresariales.
A.- Diseño del producto.- La consideración del medio ambiente, desde las primeras
fases del proceso de diseño, facilita la gestión ambiental del ciclo de vida del producto
resultante. De hecho es poco probable que se consiga un producto respetuoso con el
medio ambiente si no comenzamos por un diseño verde. Las decisiones adoptadas en la
etapa de diseño determinan una gran parte del impacto ambiental en que se incurrirá en
las fases posteriores de producción, comercialización y consumo.
A la hora de diseñar el producto se deberán tener en cuenta los siguientes factores
ambientales:
- Uso de materiales.- Se debe tratar de utilizar la menor cantidad de material posible, la
mayor cantidad posible de materiales renovables, así como tratar de reducir al máximo el
número de componentes del producto.
- Consumo de energía.- En este campo se debe tender a una reducción en el consumo de
energía necesaria para la fabricación del producto y para su posterior utilización, así como
a una utilización de fuentes de energía renovables y limpias (energía solar, eólica,
hidroeléctrica, etc).
- Prevención de la contaminación.- En el diseño del producto se deben evitar o, al menos,
reducir al máximo las posibles emisiones tóxicas durante el proceso de producción, así
como durante la utilización del producto.
- Residuos sólidos.- Se debe tratar de reducir al máximo el volumen de residuos sólidos
generados al terminar la vida útil del producto, así como durante su proceso de
fabricación. Para ello, el equipo de diseño debe procurar que la mayor parte de los
componentes del producto resultante sean reutilizables o, al menos, reciclables, bien sea
física o energéticamente. Para favorecer dichas actividades es aconsejable diseñar el
producto de forma que se minimice el tiempo y el coste necesario para el
desensamblado de sus componentes.
B.- Diseño del proceso productivo.- En la mayor parte de las ocasiones la estrategia
más efectiva para mejorar la calidad ambiental es utilizar los últimos avances tecnológicos
en los procesos productivos, que tienden a ser más eficientes y menos contaminantes.
Por ello, a la hora de elegir la tecnología productiva a emplear en el proceso de
fabricación de un nuevo producto, es necesario llevar a cabo un análisis comparativo
teniendo en cuenta el coste, la efectividad y los previsibles impactos ambientales de las
diferentes opciones tecnológicas existentes.
C.- Gestión del flujo de materiales.- La gestión de los materiales es una de las
actividades cruciales a la hora de conseguir el objetivo de mejorar la calidad ambiental.
En el proceso de selección de materiales cada vez priman más los aspectos de
reutilización o reciclabilidad de los mismos, seleccionándose aquellos materiales que
facilitan la ampliación del ciclo de vida múltiple del producto y sus diferentes
componentes.
5. BIBLIOGRAFÍA:
- “Diseño y Medio Ambiente. La Nueva Actitud Ecológica en los inicios del Milenio”.
Barcelona (2008). Montserrat Cunillera.
- “Cómo ser Diseñador Gráfico sin perder el alma”. Index Book (2008).
Adrian Shaugnessy