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Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores

(Reglas de Beijing)

Adoptadas por la Asamblea General en su resolución 40/33, de 28 de noviembre de 1985

Primera parte

Principios generales

1. Orientaciones fundamentales

1.1 Los Estados Miembros procurarán, en consonancia con sus respectivos intereses
generales, promover el bienestar del menor y de su familia.
1.2 Los Estados Miembros se esforzarán por crear condiciones que garanticen al menor
una vida significativa en la comunidad fomentando, durante el período de edad en que el
menor es más propenso a un comportamiento desviado, un proceso de desarrollo personal
y educación lo más exento de delito y delincuencia posible.

1.3 Con objeto de promover el bienestar del menor, a fin de reducir la necesidad de
intervenir con arreglo a la ley, y de someter a tratamiento efectivo, humano y equitativo al
menor que tenga problemas con la ley, se concederá la debida importancia a la adopción
de medidas concretas que permitan movilizar plenamente todos los recursos disponibles,
con inclusión de la familia, los voluntarios y otros grupos de carácter comunitario, así como
las escuelas y otras instituciones de la comunidad.

1.4 La justicia de menores se ha de concebir como una parte integrante del proceso de
desarrollo nacional de cada país y deberá administrarse en el marco general de justicia
social para todos los menores, de manera que contribuya a la protección de los jóvenes y
al mantenimiento del orden pacífico de la sociedad.

1.5 Las presentes Reglas se aplicarán según el contexto de las condiciones económicas,
sociales y culturales que predominen en cada uno de los Estados Miembros.

1.6 Los servicios de justicia de menores se perfeccionarán y coordinarán sistemáticamente


con miras a elevar y mantener la competencia de sus funcionarios, e incluso los métodos,
enfoques y actitudes adoptados.

Comentario

Estas orientaciones básicas de carácter general se refieren a la política social en su


conjunto y tienen por objeto promover el bienestar del menor en la mayor medida posible,
lo que permitiría reducir al mínimo el número de casos en que haya de intervenir el sistema
de justicia de menores y, a su vez, reduciría al mínimo los perjuicios que normalmente
ocasiona cualquier tipo de intervención. Esas medidas de atención de los menores con
fines de prevención del delito antes del comienzo de la vida delictiva constituyen requisitos
básicos de política destinados a obviar la necesidad de aplicar las presentes Reglas.
Las reglas 1.1 a 1.3 señalan el importante papel que una política social constructiva
respecto al menor puede desempeñar, entre otras cosas, en la prevención del delito y la
delincuencia juveniles. La regla 1.4 define la justicia de menores como parte integrante de
la justicia social por los menores, mientras que la regla 1.6 se refiere a la necesidad de
perfeccionar la justicia de menores de manera continua, para que no quede a la zaga de la
evolución de una política social progresiva en relación con el menor en general, teniendo
presente la necesidad de mejorar de manera coherente los servicios de personal.

La regla 1.5 procura tener en cuenta las condiciones imperantes en los Estados Miembros,
que podrían ocasionar que la manera de aplicar determinadas reglas en uno de ellos fuera
necesariamente diferente de la manera adoptada en otros Estados.

2. Alcance de las Reglas y definiciones utilizadas

2.1 Las Reglas mínimas que se enuncian a continuación se aplicarán a los menores
delincuentes con imparcialidad, sin distinción alguna, por ejemplo, de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2.2 Para los fines de las presentes Reglas, los Estados Miembros aplicarán las
definiciones siguientes en forma compatible con sus respectivos sistemas y conceptos
jurídicos:

a) Menor es todo niño o joven que, con arreglo al sistema jurídico respectivo, puede ser
castigado por un delito en forma diferente a un adulto;

b) Delito es todo comportamiento (acción u omisión) penado por la ley con arreglo al
sistema jurídico de que se trate; y

c) Menor delincuente es todo niño o joven al que se ha imputado la comisión de un delito o


se le ha considerado culpable de la comisión de un delito.

2.3 En cada jurisdicción nacional se procurará promulgar un conjunto de leyes, normas y


disposiciones aplicables específicamente a los menores delincuentes, así como a los
órganos e instituciones encargados de las funciones de administración de la justicia de
menores, conjunto que tendrá por objeto:

a) Responder a las diversas necesidades de los menores delincuentes, y al mismo tiempo


proteger sus derechos básicos;
b) Satisfacer las necesidades de la sociedad;

c) Aplicar cabalmente y con justicia las reglas que se enuncian a continuación.

Comentario

Las Reglas mínimas se han formulado deliberadamente de manera que sean aplicables en
diferentes sistemas jurídicos y, al mismo tiempo, establezcan algunas normas mínimas
para el tratamiento de los menores delincuentes con arreglo a cualquier definición de la
noción de joven y a cualquier sistema de tratamiento de los menores delincuentes. Las
Reglas se aplicarán siempre con imparcialidad y sin distinción alguna.
Por lo tanto, la regla 2.1 destaca la importancia de que las Reglas se apliquen siempre con
imparcialidad y sin distinción alguna. Su formación responde al principio 2 de la
Declaración de los Derechos del Niño.

La regla 2.2 define "menor" y "delito" como componentes del concepto de "menor
delincuente", que es el objeto principal de las presentes Reglas mínimas (no obstante,
véanse también las reglas 3 y 4). Cabe señalar que las reglas disponen expresamente que
corresponderá a cada sistema jurídico nacional fijar las edades mínima y máxima a estos
efectos, respetando así cabalmente los sistemas económico, social, político, cultural y
jurídico de los Estados Miembros. Ello significa que la noción de "menor" se aplicará a
jóvenes de edades muy diferentes, edades que van de los 7 años hasta los 18 años o
más. Dicha flexibilidad parece inevitable en vista de la diversidad de sistemas jurídicos
nacionales, tanto más cuanto que no restringe los efectos de las Reglas mínimas.

La regla 2.3 responde a la necesidad de leyes nacionales que tengan expresamente por
objeto la aplicación óptima de las Reglas mínimas, tanto desde un punto de vista jurídico
como práctico.

3. Ampliación del ámbito de aplicación de las Reglas

3.1 Las disposiciones pertinentes de las Reglas no sólo se aplicarán a los menores
delincuentes, sino también a los menores que puedan ser procesados por realizar
cualquier acto concreto que no sea punible tratándose del comportamiento de los adultos.
3.2 Se procurará extender el alcance de los principios contenidos en las Reglas a todos los
menores comprendidos en los procedimientos relativos a la atención al menor y a su
bienestar.

3.3 Se procurará asimismo extender el alcance de los principios contenidos en las Reglas
a los delincuentes adultos jóvenes.

Comentario
La regla 3 amplía el ámbito de aplicación de la protección otorgada por las Reglas mínimas
para la administración de la justicia de menores de modo que abarque:
a) Los llamados "delitos en razón de su condición" previstos en diversos sistemas jurídicos
nacionales con arreglo a los cuales se considera delito en los menores una gama de
comportamiento distinta y, por lo general, más amplia que en el caso de los adultos (por
ejemplo, ausencias injustificadas, desobediencia en la escuela y en la familia, ebriedad en
público, etc.) (regla 3.1);

b) Los procedimientos relativos a la atención al menor y a su bienestar (regla 3.2);

c) El procesamiento de los delincuentes adultos jóvenes, aunque en este caso la


aplicación de las Reglas dependerá de las disposiciones pertinentes sobre la mayoría de
edad (regla 3.3).

La ampliación del ámbito de aplicación de las Reglas de modo que abarquen las tres
esferas antes mencionadas parece justificada. La regla 3.1 prevé garantías mínimas en
esas esferas, y se estima que la regla 3.2 constituye un paso positivo en el establecimiento
de un sistema más imparcial, equitativo y humano de justicia para todos los menores que
transgredan la ley.

4. Mayoría de edad penal

4.1 En los sistemas jurídicos que reconozcan el concepto de mayoría de edad penal con
respecto a los menores, su comienzo no deberá fijarse a una edad demasiado temprana
habida cuenta de las circunstancias que acompañan la madurez emocional, mental e
intelectual.
Comentario

La edad mínima a efectos de responsabilidad penal varía considerablemente en función de


factores históricos y culturales. El enfoque moderno consiste en examinar si los niños
pueden hacer honor a los elementos morales y sicológicos de responsabilidad penal; es
decir, si puede considerarse al niño, en virtud de su discernimiento y comprensión
individuales, responsable de un comportamiento esencialmente antisocial. Si el comienzo
de la mayoría de edad penal se fija a una edad demasiado temprana o si no se establece
edad mínima alguna, el concepto de responsabilidad perdería todo sentido. En general,
existe una estrecha relación entre el concepto de responsabilidad que dimana del
comportamiento delictivo o criminal y otros derechos y responsabilidades sociales (como el
estado civil, la mayoría de edad a efectos civiles, etc.).
Por consiguiente, es necesario que se hagan esfuerzos para convenir en una edad mínima
razonable que pueda aplicarse a nivel internacional.
5. Objetivos de la justicia de menores

5.1 El sistema de justicia de menores hará hincapié en el bienestar de éstos y garantizará


que cualquier respuesta a los menores delincuentes será en todo momento proporcionada
a las circunstancias del delincuente y del delito.
Comentario

La regla 5 se refiere a dos de los más importantes objetivos de la justicia de menores. El


primer objetivo es el fomento del bienestar del menor. Este es el enfoque principal de los
sistemas jurídicos en que los menores delincuentes son procesados por tribunales de
familia o autoridades administrativas, pero también debe hacerse hincapié en el bienestar
de los menores en los sistemas judiciales que siguen el modelo del tribunal penal,
contribuyendo así a evitar las sanciones meramente penales. (Véase también la regla 14.)
El segundo objetivo es el "principio de la proporcionalidad". Este principio es conocido
como un instrumento para restringir las sanciones punitivas, y se expresa principalmente
mediante la fórmula de que el autor ha de llevarse su merecido según la gravedad del
delito. La respuesta a los jóvenes delincuentes no sólo deberá basarse en el examen de la
gravedad del delito, sino también en circunstancias personales. Las circunstancias
individuales del delincuente (por ejemplo, su condición social, su situación familiar, el daño
causado por el delito u otros factores en que intervengan circunstancias personales) han
de influir en la proporcionalidad de la reacción (por ejemplo, teniendo en consideración los
esfuerzos del delincuente para indemnizar a la víctima o su buena disposición para
comenzar una vida sana y útil).

Por el mismo motivo, las respuestas destinadas a asegurar el bienestar del joven
delincuente pueden sobrepasar lo necesario y, por consiguiente, infringir los derechos
fundamentales del joven, como ha ocurrido en algunos sistemas de justicia de menores.
En este aspecto también corresponde salvaguardar la proporcionalidad de la respuesta en
relación con las circunstancias del delincuente y del delito, incluida la víctima.

En definitiva, la regla 5 sólo exige que la respuesta en los casos concretos de delincuencia
o criminalidad de menores sea adecuada, ni más ni menos. Los temas que las reglas
vinculan entre sí pueden contribuir a estimular adelantos en ambos sentidos: los tipos de
respuesta nuevos e innovadores son tan necesarios como las precauciones para evitar
cualquier ampliación indebida de la red de control social oficial sobre los menores.

6. Alcance de las facultades discrecionales

6.1 Habida cuenta de las diversas necesidades especiales de los menores, así como de la
diversidad de medidas disponibles, se facultará un margen suficiente para el ejercicio de
facultades discrecionales en las diferentes etapas de los juicios y en los distintos niveles
de la administración de justicia de menores, incluidos los de investigación, procesamiento,
sentencia y de las medidas complementarias de las decisiones.
6.2 Se procurará, no obstante, garantizar la debida competencia en todas las fases y
niveles en el ejercicio de cualquiera de esas facultades discrecionales.

6.3 Los que ejerzan dichas facultades deberán estar especialmente preparados o
capacitados para hacerlo juiciosamente y en consonancia con sus respectivas funciones y
mandatos.

Comentario

Las reglas 6.1, 6.2 y 6.3 tratan varios aspectos importantes de una administración de
justicia de menores eficaz, justa y humanitaria: la necesidad de permitir el ejercicio de las
facultades discrecionales en todos los niveles importantes del procedimiento, de modo que
los que adoptan determinaciones puedan tomar las medidas que estimen más adecuadas
en cada caso particular, y la necesidad de prever controles y equilibrios a fin de restringir
cualquier abuso de las facultades discrecionales y salvaguardar los derechos del joven
delincuente. La competencia y el profesionalismo son los instrumentos más adecuados
para restringir el ejercicio excesivo de dichas facultades. Por ello, se hace especial
hincapié en la idoneidad profesional y en la capacitación de los expertos como un medio
valioso para asegurar el ejercicio prudente de las facultades discrecionales en materia de
delincuencia de menores. (Véanse también las reglas 1.6 y 2.2.) En este contexto, se pone
de relieve la formulación de directrices concretas acerca del ejercicio de dichas facultades
y el establecimiento de un sistema de revisión y de apelación u otro sistema análogo a fin
de permitir el examen minucioso de las decisiones y la competencia. Esos mecanismos no
se concretan en el presente documento, pues no se prestan fácilmente para incorporarlos
en reglas mínimas internacionales, que probablemente no podrán abarcar todas las
diferencias que existen en los sistemas judiciales.

7. Derechos de los menores

7.1 En todas las etapas del proceso se respetarán garantías procesales básicas tales
como la presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de las acusaciones, el
derecho a no responder, el derecho al asesoramiento, el derecho a la presencia de los
padres o tutores, el derecho a la confrontación con los testigos y a interrogar a éstos y el
derecho de apelación ante una autoridad superior.
Comentario
La regla 7.1 hace hincapié en algunos aspectos importantes que representan elementos
fundamentales de todo juicio imparcial y justo y que son internacionalmente reconocidos
en los instrumentos de derechos humanos vigentes. (Véase también la regla 14.) La
presunción de inocencia, por ejemplo, también figura en el artículo 11 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos y en el párrafo 2 del artículo 14 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos.
Las reglas 14 y siguientes de las presentes Reglas mínimas precisan cuestiones que son
importantes con respecto al procedimiento en los asuntos de menores en particular,
mientras que la regla 7.1 ratifica en forma general las garantías procesales más
fundamentales.

8. Protección de la intimidad

8.1 Para evitar que la publicidad indebida o el proceso de difamación perjudiquen a los
menores, se respetará en todas las etapas el derecho de los menores a la intimidad.
8.2 En principio, no se publicará ninguna información que pueda dar lugar a la
individualización de un menor delincuente.

Comentario

La regla 8 destaca la importancia de la protección del derecho de los menores a la


intimidad. Los jóvenes son particularmente vulnerables a la difamación. Los estudios
criminológicos sobre los procesos de difamación han suministrado pruebas sobre los
efectos perjudiciales (de diversos tipos) que dimanan de la individualización permanente
de los jóvenes como "delincuentes" o "criminales".
La regla 8 también hace hincapié en la importancia de proteger a los menores de los
efectos adversos que pueden resultar de la publicación en los medios de comunicación de
informaciones acerca del caso (por ejemplo, el nombre de los menores que se presume
delincuentes o que son condenados). Corresponde proteger y defender, al menos en
principio, el interés de la persona. (El contenido general de la regla 8 se sigue concretando
en la regla 21.)

9. Cláusulas de salvedad

9.1 Ninguna disposición de las presentes Reglas podrá ser interpretada en el sentido de
excluir a los menores del ámbito de la aplicación de las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos aprobadas por las Naciones Unidas y de otros instrumentos y
normas reconocidos por la comunidad internacional relativos al cuidado y protección de los
jóvenes.
Comentario
La regla 9 tiene por objeto evitar todo equívoco en lo tocante a la interpretación y
aplicación de las presentes Reglas en consonancia con los principios contenidos en los
instrumentos y normas internacionales pertinentes -- vigentes o en desarrollo -- relativos a
los derechos humanos, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, la Declaración de los Derechos del Niño y el proyecto de
convención sobre los derechos del niño. Conviene precisar que la aplicación de las
presentes Reglas es sin perjuicio del cumplimiento de cualesquiera instrumentos
internacionales que contengan disposiciones de aplicación más amplia. (Véase también la
regla 27.)

Segunda parte

Investigación y procesamiento

10. Primer contacto

10.1 Cada vez que un menor sea detenido, la detención se notificará inmediatamente a
sus padres o su tutor, y cuando no sea posible dicha notificación inmediata, se notificará a
los padres o al tutor en el más breve plazo posible.

10.2 El juez, funcionario u organismo competente examinará sin demora la posibilidad de


poner en libertad al menor.

10.3 Sin perjuicio de que se consideren debidamente las circunstancias de cada caso, se
establecerán contactos entre los organismos encargados de hacer cumplir la ley y el
menor delincuente para proteger la condición jurídica del menor, promover su bienestar y
evitar que sufra daño.

Comentario

En principio, la regla 10.1 figura en la regla 92 de las Reglas mínimas para el tratamiento
de los reclusos.
La posibilidad de poner en libertad al menor (regla 10.2) deberá ser examinada sin demora
por el juez u otros funcionarios competentes. Por éstos se entiende toda persona o
institución en el más amplio sentido de la palabra, incluidas las juntas de la comunidad y
las autoridades de policía, que tengan facultades para poner en libertad a la persona
detenida. (Véase también el párr. 3 del artículo 9 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos.)
La regla 10.3 trata de algunos aspectos fundamentales del procedimiento y del
comportamiento que deben observar los agentes de policía y otros funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley en los casos de delincuencia de menores. La expresión
"evitar ... daño" constituye una fórmula flexible que abarca múltiples aspectos de posible
interacción (por ejemplo, el empleo de un lenguaje duro, la violencia física, el contacto con
el ambiente). Como la participación en actuaciones de la justicia de menores puede por sí
sola causar "daño" a los menores, la expresión "evitar ... daño" debe, por consiguiente,
interpretarse en el sentido amplio de reducir al mínimo el daño al menor en la primera
instancia, así como cualquier daño adicional o innecesario. Ello es de particular
importancia en el primer contacto con las organizaciones encargadas de hacer cumplir la
ley, que puede influir profundamente en la actitud del menor hacia el Estado y la sociedad.
Además, el éxito de cualquier otra intervención depende en gran medida de esos primeros
contactos. En tales casos, la comprensión y la firmeza bondadosa son importantes.

11. Remisión de casos

11.1 Se examinará la posibilidad, cuando proceda, de ocuparse de los menores


delincuentes sin recurrir a las autoridades competentes, mencionadas en la regla 14.1
infra, para que los juzguen oficialmente.

11.2 La policía, el Ministerio fiscal y otros organismos que se ocupen de los casos de
delincuencia de menores estarán facultados para fallar dichos casos discrecionalmente,
sin necesidad de vista oficial, con arreglo a los criterios establecidos al efecto en los
respectivos sistemas jurídicos y también en armonía con los principios contenidos en las
presentes Reglas.

11.3 Toda remisión que signifique poner al menor a disposición de las instituciones
pertinentes de la comunidad o de otro tipo estará supeditada al consentimiento del menor
o al de sus padres o su tutor; sin embargo, la decisión relativa a la remisión del caso se
someterá al examen de una autoridad competente, cuando así se solicite.

11.4 Para facilitar la tramitación discrecional de los casos de menores, se procurará


facilitar a la comunidad programas de supervisión y orientación temporales, restitución y
compensación a las víctimas.

Comentario

La remisión, que entraña la supresión del procedimiento ante la justicia penal y, con
frecuencia, la reorientación hacia servicios apoyados por la comunidad, se practica
habitualmente en muchos sistemas jurídicos con carácter oficial y oficioso. Esta práctica
sirve para mitigar los efectos negativos de la continuación del procedimiento en la
administración de la justicia de menores (por ejemplo, el estigma de la condena o la
sentencia). En muchos casos la no intervención sería la mejor respuesta. Por ello la
remisión desde el comienzo y sin envío a servicios sustitutorios (sociales) puede constituir
la respuesta óptima. Así sucede especialmente cuando el delito no tiene un carácter grave
y cuando la familia, la escuela y otras instituciones de control social oficioso han
reaccionado ya de forma adecuada y constructiva o es probable que reaccionen de ese
modo.
Como se prevé en la regla 11.2, la remisión puede utilizarse en cualquier momento del
proceso de adopción de decisiones por la policía, el Ministerio fiscal u otros órganos como
los tribunales, juntas o consejos. La remisión pueden realizarla una, varias o todas las
autoridades, según las reglas y normas de los respectivos sistemas y en consonancia con
las presentes Reglas. No debe limitarse necesariamente a los casos menores, de modo
que la remisión se convierta en un instrumento importante.

La regla 11.3 pone de relieve el requisito primordial de asegurar el consentimiento del


menor delincuente (o de sus padres o tutores) con respecto a las medidas de remisión
recomendadas (la remisión que consiste en la prestación de servicios a la comunidad sin
dicho consentimiento, constituiría una infracción al Convenio sobre la abolición del trabajo
forzoso). No obstante, es necesario que la validez del consentimiento se pueda impugnar,
ya que el menor algunas veces podría prestarlo por pura desesperación. La regla subraya
que se deben tomar precauciones para disminuir al mínimo la posibilidad de coerción e
intimidación en todos los niveles del proceso de remisión. Los menores no han de sentirse
presionados (por ejemplo, a fin de evitar la comparecencia ante el tribunal) ni deben ser
presionados para lograr su consentimiento en los programas de remisión. Por ello, se
aconseja que se tomen disposiciones para una evaluación objetiva de la conveniencia de
que intervenga una "autoridad competente cuando así se solicite" en las actuaciones
relativas a menores delincuentes. (La "autoridad competente" puede ser distinta de la que
se menciona en la regla 14.)

La regla 11.4 recomienda que se prevean opciones sustitutorias viables del procesamiento
ante la justicia de menores en la forma de una remisión basada en la comunidad. Se
recomiendan especialmente los programas que entrañan la avenencia mediante la
indemnización de la víctima y los que procuran evitar futuras transgresiones de la ley
gracias a la supervisión y orientación temporales. Los antecedentes de fondo de los casos
particulares determinarán el carácter adecuado de la remisión, aun cuando se hayan
cometido delitos más graves (por ejemplo, el primer delito, el hecho que se haya cometido
bajo la presión de los compañeros del menor, etc.)

12. Especialización policial


12.1 Para el mejor desempeño de sus funciones, los agentes de policía que traten a
menudo o de manera exclusiva con menores o que se dediquen fundamentalmente a la
prevención de la delincuencia de menores, recibirán instrucción y capacitación especial.
En las grandes ciudades habrá contingentes especiales de policía con esa finalidad.
Comentario

La regla 12 señala la necesidad de impartir una formación especializada a todos los


funcionarios encargados de hacer cumplir la ley que intervengan en la administración de la
justicia de menores. Como la policía es el primer punto de contacto con el sistema de la
justicia de menores, es muy importante que actúe de manera informada y adecuada.
Aunque la relación entre la urbanización y el delito es sin duda compleja, el incremento de
la delincuencia juvenil va unido al crecimiento de las grandes ciudades, sobre todo a un
crecimiento rápido y no planificado. Por consiguiente, son indispensables contingentes
especializados de policía, no sólo como garantía de la aplicación de los principios
concretos previstos en el presente instrumento (como la regla 1.6), sino también, de forma
más general, para mejorar la prevención y represión de la delincuencia de menores y el
tratamiento de los menores delincuentes.

13. Prisión preventiva

13.1 Sólo se aplicará la prisión preventiva como último recurso y durante el plazo más
breve posible.
13.2 Siempre que sea posible, se adoptarán medidas sustitutorias de la prisión preventiva,
como la supervisión estricta, la custodia permanente, la asignación a una familia o el
traslado a un hogar o a una institución educativa.

13.3 Los menores que se encuentren en prisión preventiva gozarán de todos los derechos
y garantías previstos en las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos aprobadas
por las Naciones Unidas.

13.4 Los menores que se encuentren en prisión preventiva estarán separados de los
adultos y recluidos en establecimientos distintos o en recintos separados en los
establecimientos en que haya detenidos adultos.

13.5 Mientras se encuentren bajo custodia, los menores recibirán cuidados, protección y
toda la asistencia -- social, educacional, profesional, sicológica, médica y física -- que
requieran, habida cuenta de su edad, sexo y características individuales.

Comentario

No se debe subestimar el peligro de que los menores sufran "influencias corruptoras"


mientras se encuentren en prisión preventiva. De ahí la importancia de insistir en la
necesidad de medidas sustitutorias. De esta forma la regla 13.1 anima a idear medidas
nuevas e innovadoras que permitan evitar dicha prisión preventiva en interés del bienestar
del menor.
Los menores que se encuentren en prisión preventiva deben gozar de todos los derechos
y garantías previstas en las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, así como
en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, especialmente en el artículo 9,
en el inciso bdel párrafo 2 del artículo 10 y en el párrafo 3 de dicho artículo.

La regla 13.4 no impedirá a los Estados tomar otras medidas contra la influencia negativa
de los delincuentes adultos que sean al menos tan eficaces como las mencionadas en la
regla.

Las diferentes formas de asistencia que pueden llegar a ser necesarias se han enumerado
para señalar la amplia gama de necesidades concretas de los jóvenes reclusos que hay
que atender (por ejemplo, mujeres u hombres, toxicómanos, alcohólicos, menores con
perturbaciones mentales, jóvenes que sufren el trauma, por ejemplo, del propio arresto,
etc.).

Las diversas características físicas y sicológicas de los jóvenes reclusos pueden justificar
medidas de clasificación por las que algunos de ellos estén recluidos aparte mientras se
encuentren en prisión preventiva, lo que contribuye a evitar que se conviertan en víctimas
de otros reclusos y permite prestarles una asistencia más adecuada.

El Sexto Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente, en su resolución 4, sobre la elaboración de normas de justicia de menores,
especificaba que dichas reglas debían, entre otras cosas, reflejar el principio básico de que
la prisión preventiva debe usarse únicamente como último recurso, que no debe
mantenerse a ningún menor en una institución donde sea vulnerable a las influencias
negativas de reclusos adultos y que deben tenerse siempre en cuenta las necesidades
propias de su estado de desarrollo.

Tercera parte

De la sentencia y la resolución

14. Autoridad competente para dictar sentencia

14.1 Todo menor delincuente cuyo caso no sea objeto de remisión (con arreglo a la regla
11) será puesto a disposición de la autoridad competente (corte, tribunal, junta, consejo,
etc.), que decidirá con arreglo a los principios de un juicio imparcial y equitativo.
14.2 El procedimiento favorecerá los intereses del menor y se sustanciará en un ambiente
de comprensión, que permita que el menor participe en él y se exprese libremente.

Comentario

No es fácil elaborar una definición de órgano o persona competente para dictar sentencia
que goce de aceptación universal. Con "autoridad competente" se trata de designar a
aquellas personas que presiden cortes o tribunales (unipersonales o colegiados), incluidos
los jueces letrados y no letrados, así como las administrativas (por ejemplo, los sistemas
escocés y escandinavo), u otros organismos comunitarios y más oficiosos de arbitraje,
cuya naturaleza les faculte para dictar sentencia.
Sea como fuere, el procedimiento aplicable a los menores delincuentes deberá ceñirse a
las reglas mínimas que se aplican en casi todo el mundo a todo delincuente que disponga
de defensa con arreglo al procedimiento penal conocido como "debido proceso legal". De
conformidad con el debido proceso, en un "juicio imparcial y equitativo" deben darse
garantías tales como la presunción de inocencia, la presentación y examen de testigos, la
igualdad en materia de medios de defensa judicial, el derecho a no responder, el derecho
a decir la última palabra en la vista, el derecho de apelación, etc. (Véase también la regla
7.1)

15. Asesoramiento jurídico y derechos de los padres y tutores

15.1 El menor tendrá derecho a hacerse representar por un asesor jurídico durante todo el
proceso o a solicitar asistencia jurídica gratuita cuando esté prevista la prestación de dicha
ayuda en el país.
15.2 Los padres o tutores tendrán derecho a participar en las actuaciones y la autoridad
competente podrá requerir su presencia en defensa del menor. No obstante, la autoridad
competente podrá denegar la participación si existen motivos para presumir que la
exclusión es necesaria en defensa del menor.

Comentario

La terminología que se usa en la regla 15.1 es similar a la de la regla 93 de las Reglas


mínimas para el tratamiento de los reclusos. Si bien el asesoramiento jurídico y la
asistencia judicial gratuita son necesarias para garantizar la asistencia judicial al menor, el
derecho de los padres o tutores a participar según se indica en la regla 15.2 debe
considerarse como una asistencia general al menor, de naturaleza sicológica y emotiva,
que se extiende a lo largo de todo el proceso.
La autoridad competente, para dictar una sentencia justa en el caso, puede utilizar con
provecho, sobre todo, la colaboración de los representantes legales del menor (o, a los
mismos efectos, de algún otro asistente personal en el que el menor pueda depositar y
deposite realmente su confianza). Este interés puede verse frustrado si la presencia de los
padres o tutores en las vistas ejerce una influencia negativa, por ejemplo si manifiestan
una actitud hostil hacia el menor, de ahí que deba preverse la posibilidad de su exclusión
de la vista.

16. Informes sobre investigaciones sociales

16.1 Para facilitar la adopción de una decisión justa por parte de la autoridad competente,
y a menos que se trate de delitos leves, antes de que esa autoridad dicte una resolución
definitiva se efectuará una investigación completa sobre el medio social y las condiciones
en que se desarrolla la vida del menor y sobre las circunstancias en las que se hubiere
cometido el delito.
Comentario

Los informes preparados sobre la base de investigaciones de carácter social (informes


sociales o informes previos a la sentencia) constituyen una ayuda indispensable en la
mayoría de los procesos incoados a menores delincuentes. La autoridad competente debe
estar informada de los antecedentes sociales y familiares del menor, su trayectoria escolar,
sus experiencias educativas, etc. Con ese fin, en algunos ámbitos judiciales se recurre a
servicios sociales especiales o a personal especializado que dependen de los tribunales o
de las juntas. Otras clases de personal, como los agentes de libertad vigilada, pueden
desempeñar las mismas funciones. Así la regla exige que haya servicios sociales
adecuados que preparen informes especializados basados en investigaciones de carácter
social.

17. Principios rectores de la sentencia y la resolución

17.1 La decisión de la autoridad competente se ajustará a los siguientes principios:


a) La respuesta que se dé al delito será siempre proporcionada, no sólo a las
circunstancias y la gravedad del delito, sino también a las circunstancias y necesidades del
menor, así como a las necesidades de la sociedad;

b) Las restricciones a la libertad personal del menor se impondrán sólo tras cuidadoso
estudio y se reducirán al mínimo posible;

c) Sólo se impondrá la privación de libertad personal en el caso de que el menor sea


condenado por un acto grave en el que concurra violencia contra otra persona o por la
reincidencia en cometer otros delitos graves, y siempre que no haya otra respuesta
adecuada;
d) En el examen de los casos se considerará primordial el bienestar del menor.

17.2 Los delitos cometidos por menores no se sancionarán en ningún caso con la pena
capital.

17.3 Los menores no serán sancionados con penas corporales.

17.4 La autoridad competente podrá suspender el proceso en cualquier momento.

Comentario

El principal problema con que se tropieza al elaborar directrices para la resolución judicial
en casos de menores estriba en el hecho de que están sin resolver algunos conflictos
entre opciones fundamentales, tales como los siguientes:
a) Rehabilitación frente a justo merecido;

b) Asistencia frente a represión y castigo;

c) Respuesta en función de las circunstancias concretas de cada caso frente a respuesta


en función de la protección de la sociedad en general;

d) Disuasión de carácter general frente a incapacitación individual.

Los conflictos entre estas opciones son más acusados en los casos de menores que en los
casos de adultos. Con la diversidad de causas y respuestas que caracterizan a la
delincuencia juvenil se da un intrincado entrelazamiento de estas alternativas.

No incumbe a las presentes Reglas mínimas para la administración de la justicia de


menores prescribir el enfoque que haya que seguir, sino más bien determinar uno que esté
en la mayor consonancia posible con los principios aceptados a escala internacional. Por
consiguiente, los elementos fundamentales contenidos en la regla 17.1, especialmente en
los incisos a y c, deben considerarse principalmente como directrices prácticas para
establecer un punto de partida común; si las autoridades pertinentes actúan en
consonancia con ellas (véase también la regla 5), podrán hacer una importante
contribución a la protección de los derechos fundamentales de los menores delincuentes,
especialmente los derechos fundamentales a la educación y al desarrollo de la
personalidad.

El inciso b de la regla 17.1 significa que los enfoques estrictamente punitivos no son
adecuados. Si bien en los casos de adultos, y posiblemente también en los casos de
delitos graves cometidos por menores, tenga todavía cierta justificación la idea de justo
merecido y de sanciones retributivas, en los casos de menores siempre tendrá más peso
el interés por garantizar el bienestar y el futuro del joven.
De conformidad con la resolución 8 del Sexto Congreso de las Naciones Unidas, dicho
inciso alienta el uso, en la mayor medida posible, de medidas sustitutorias de la reclusión
en establecimientos penitenciarios teniendo presente el imperativo de responder a las
necesidades concretas de los jóvenes. Debe, pues, hacerse pleno uso de toda la gama de
sanciones sustitutorias existentes, y deben establecerse otras nuevas sanciones, sin
perder de vista la seguridad pública. Habría de hacerse uso de la libertad vigilada en la
mayor medida posible, mediante la suspensión de condenas, condenas condicionales,
órdenes de las juntas y otras resoluciones.

El inciso c de la regla 17.1 corresponde a uno de los principios rectores contenidos en la


resolución 4 del Sexto congreso, que propugna evitar el encarcelamiento en casos de
menores salvo que no haya otra respuesta adecuada para proteger la seguridad pública.

La disposición que prohíbe la pena capital, contenida en la regla 17.2, está en consonancia
con el párrafo 5 del artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

La disposición por la que se prohíbe el castigo corporal (regla 17.3) está en consonancia
con el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y con la
Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, así como la Convención contra la Tortura y
Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y el proyecto de convención
sobre los derechos del niño.

La facultad de suspender el proceso en cualquier momento (regla 17.4) es una


característica inherente al tratamiento dado a los menores frente al dado a los adultos. En
cualquier momento pueden llegar a conocimiento de la autoridad competente
circunstancias que parezcan aconsejar la suspensión definitiva del proceso.

18. Pluralidad de medidas resolutorias

18.1 Para mayor flexibilidad y para evitar en la medida de lo posible el confinamiento en


establecimientos penitenciarios, la autoridad competente podrá adoptar una amplia
diversidad de decisiones. Entre tales decisiones, algunas de las cuales pueden aplicarse
simultáneamente, figuran las siguientes:
a) Ordenes en materia de atención, orientación y supervisión;

b) Libertad vigilada;

c) Ordenes de prestación de servicios a la comunidad;

d) Sanciones económicas, indemnizaciones y devoluciones;

e) Ordenes de tratamiento intermedio y otras formas de tratamiento;


f) Ordenes de participar en sesiones de asesoramiento colectivo y en actividades
análogas;

g) Ordenes relativas a hogares de guarda, comunidades de vida u otros establecimientos


educativos;

h) Otras órdenes pertinentes.

18.2 Ningún menor podrá ser sustraído, total o parcialmente, a la supervisión de sus
padres, a no ser que las circunstancias de su caso lo hagan necesario.

Comentario

La regla 18.1 constituye un intento de enumerar algunas de las respuestas y sanciones


importantes a que se ha recurrido hasta la fecha y cuyos buenos resultados han podido
comprobarse en diferentes sistemas jurídicos. En general, constituyen opciones
prometedoras que convendría difundir y perfeccionar. La regla no alude a las necesidades
de personal, dado que en algunas regiones es previsible escasez de personal idóneo; en
esas regiones pueden experimentarse o elaborarse medidas cuya aplicación exija menos
personal.
Los ejemplos citados en la regla 18.1 tienen en común, ante todo, el hecho de que se
basan en la comunidad y apelan a su participación para la aplicación efectiva de
resoluciones alternativas. Las correcciones aplicadas en la comunidad son una medida
tradicional que asume en la actualidad múltiples facetas. Por ello debería alentarse a las
autoridades pertinentes a que prestaran servicios de base comunitaria.

La regla 18.2 hace referencia a la importancia de la familia que, de conformidad con el


párrafo 1 del artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, es "el elemento natural y fundamental de la sociedad". Dentro de la familia, los
padres tienen, no sólo el derecho, sino también la responsabilidad de atender y supervisar
a sus hijos. Por consiguiente, la regla 18.2 establece que la separación de los hijos
respecto de sus padres sea una medida aplicada como último recurso. Sólo puede
recurrirse a ella cuando los hechos que constituyen el caso exigen claramente la adopción
de esta grave medida (por ejemplo, el abuso de menores).

19. Carácter excepcional del confinamiento en establecimientos penitenciarios

19.1 El confinamiento de menores en establecimientos penitenciarios se utilizará en todo


momento como último recurso y por el más breve plazo posible.
Comentario
Los criminólogos más avanzados abogan por el tratamiento fuera de establecimientos
penitenciarios. Las diferencias encontradas en el grado de eficacia del confinamiento en
establecimientos penitenciarios comparado con las medidas que excluyen dicho
confinamiento son pequeñas o inexistentes. Es evidente que las múltiples influencias
negativas que todo ambiente penitenciario parece ejercer inevitablemente sobre el
individuo no pueden neutralizarse con un mayor cuidado en el tratamiento. Sucede así
sobre todo en el caso de los menores, que son especialmente vulnerables a las influencias
negativas; es más, debido a la temprana etapa de desarrollo en que éstos se encuentran,
no cabe duda de que tanto la pérdida de la libertad como el estar aislados de su contexto
social habitual agudizan los efectos negativos.
La regla 19 pretende restringir el confinamiento en establecimientos penitenciarios en dos
aspectos: en cantidad ("último recurso") y en tiempo ("el más breve plazo posible"). La
regla 19 recoge uno de los principios rectores básicos de la resolución 4 del Sexto
Congreso de las Naciones Unidas: un menor delincuente no puede ser encarcelado salvo
que no exista otra respuesta adecuada. La regla, por consiguiente, proclama el principio de
que, si un menor debe ser confinado en un establecimiento penitenciario, la pérdida de la
libertad debe limitarse al menor grado posible, a la vez que se hacen arreglos
institucionales especiales para su confinamiento sin perder de vista las diferencias entre
los distintos tipos de delincuentes, delitos y establecimientos penitenciarios. En definitiva,
deben considerarse preferibles los establecimientos "abiertos" a los "cerrados". Por otra
parte, cualquier instalación debe ser de tipo correccional o educativo antes que carcelario.

20. Prevención de demoras innecesarias

20.1 Todos los casos se tramitarán desde el comienzo de manera expedita y sin demoras
innecesarias.
Comentario

La rapidez en la tramitación de los casos de menores es de fundamental importancia. De


no ser así, peligrarían cualesquiera efectos positivos que el procedimiento y la resolución
pudieran acarrear. Con el transcurso del tiempo, el menor tendrá dificultades intelectuales
y sicológicas cada vez mayores, por no decir insuperables, para establecer una relación
entre el procedimiento y la resolución, por una parte, y el delito, por otra.

21. Registros

21.1 Los registros de menores delincuentes serán de carácter estrictamente confidencial y


no podrán ser consultados por terceros. Sólo tendrán acceso a dichos archivos las
personas que participen directamente en la tramitación de un caso en curso, así como
otras personas debidamente autorizadas.
21.2 Los registros de menores delincuentes no se utilizarán en procesos de adultos
relativos a casos subsiguientes en los que esté implicado el mismo delincuente.

Comentario

La regla trata de ser una transacción entre intereses contrapuestos en materia de registros
y expedientes: los de los servicios de policía, el Ministerio fiscal y otras autoridades por
aumentar la vigilancia, y los intereses del delincuente. (Véase también la regla 8.) La
expresión "otras personas debidamente autorizadas" suele aplicarse, entre otros, a los
investigadores.

22. Necesidad de personal especializado y capacitado

22.1 Para garantizar la adquisición y el mantenimiento de la competencia profesional


necesaria a todo el personal que se ocupa de casos de menores, se impartirá enseñanza
profesional, cursos de capacitación durante el servicio y cursos de repaso, y se emplearán
otros sistemas adecuados de instrucción.
22.2 El personal encargado de administrar la justicia de menores responderá a las
diversas características de los menores que entran en contacto con dicho sistema. Se
procurará garantizar una representación equitativa de mujeres y de minorías en los
organismos de justicia de menores.

Comentario

Las personas competentes para conocer en estos casos pueden tener orígenes muy
diversos (jueces municipales en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y en
las regiones en que ha tenido influencia el sistema jurídico de ese país; jueces con
formación jurídica en los países que siguen el derecho romano y en las regiones de su
influencia; personas con formación jurídica o sin ella designadas por elección o por
nombramiento administrativo, miembros de juntas de la comunidad, etc., en otras
regiones). Es indispensable que todas estas personas tengan siquiera una formación
mínima en materia de derecho, sociología, sicología, criminología y ciencias del
comportamiento. Esta es una cuestión a la que se atribuye tanta importancia como a la
especialización orgánica y a la independencia de la autoridad competente.
Tratándose de trabajadores sociales y de agentes de libertad vigilada, tal vez no sea viable
la exigencia de especialización profesional como requisito previo para el desempeño de
funciones en el ámbito de la delincuencia juvenil. De modo que la titulación mínima podrá
obtenerse mediante la instrucción profesional en el empleo.
Las titulaciones profesionales constituyen un elemento fundamental para garantizar la
administración imparcial y eficaz de la justicia de menores. Por consiguiente, es necesario
mejorar los sistemas de contratación, ascenso y capacitación profesional del personal y
dotarlo de los medios necesarios para el desempeño correcto de sus funciones.

Para lograr la imparcialidad de la administración de la justicia de menores debe evitarse


todo género de discriminación por razones políticas, sociales, sexuales, raciales,
religiosas, culturales o de otra índole en la selección, contratación y ascenso del personal
encargado de la justicia de menores. Así lo recomendó el Sexto Congreso. Por otra parte,
el Sexto Congreso hizo un llamamiento a los Estados Miembros para que garantizaran el
tratamiento justo y equitativo de las mujeres como miembros del personal encargado de
administrar la justicia penal y recomendó que se adoptaran medidas especiales para
contratar, dar capacitación y facilitar el ascenso de personal femenino en la administración
de la justicia de menores.

Cuarta parte

Tratamiento fuera de los establecimientos penitenciarios

23. Ejecución efectiva de la resolución

23.1 Se adoptarán disposiciones adecuadas para la ejecución de las órdenes que dicte la
autoridad competente, y que se mencionan en la regla 14.1, por esa misma autoridad o por
otra distinta si las circunstancias así lo exigen.
23.2 Dichas disposiciones incluirán la facultad otorgada a la autoridad competente para
modificar dichas órdenes periódicamente según estime pertinente, a condición de que la
modificación se efectúe en consonancia con los principios enunciados en las presentes
Reglas.

Comentario

En los casos de menores, más que en los de adultos, las resoluciones tienden a influir en
la vida del menor durante largos períodos de tiempo. De ahí la importancia de que la
autoridad competente o un órgano independiente (junta de libertad bajo palabra, autoridad
encargada de supervisar la libertad vigilada, institución de bienestar juvenil u otras
autoridades) con calificaciones iguales a las de la autoridad competente que conoció del
caso originalmente, supervisen la ejecución de la sentencia. La creación del cargo de juez
de la ejecución de penas en algunos países obedece a este propósito.
La composición, los poderes y las funciones de la autoridad deben ser flexibles; en la regla
23 se describen en general con objeto de facilitar su amplia aceptación.

24. Prestación de asistencia


24.1 Se procurará proporcionar a los menores, en todas las etapas del procedimiento,
asistencia en materia de alojamiento, enseñanza o capacitación profesional, empleo o
cualquiera otra forma de asistencia, útil y práctica, para facilitar el proceso de
rehabilitación.
Comentario

La consideración fundamental es la promoción del bienestar del menor. Por tanto, la regla
24 subraya la importancia de facilitar instalaciones, servicios y otra asistencia necesaria
que redunde en los mejores intereses del menor durante todo el proceso de rehabilitación.

25. Movilización de voluntarios y otros servicios de carácter comunitario

25.1 Se recurrirá a los voluntarios, a las organizaciones de voluntarios, a las instituciones


locales y a otros recursos de la comunidad para que contribuyan eficazmente a la
rehabilitación del menor en un ambiente comunitario y, en la forma en que ésta sea
posible, en el seno de la unidad familiar.
Comentario

Esta regla refleja la necesidad de que todas las actividades relacionadas con los
delincuentes menores estén orientadas a la rehabilitación. La cooperación de la
comunidad es indispensable para seguir eficazmente las directrices de la autoridad
competente. Los voluntarios y los servicios de carácter voluntario, en particular, resultan
una fuente de actividades útiles, en gran medida no utilizada actualmente. En algunos
casos, la cooperación de antiguos delincuentes (incluidos antiguos toxicómanos) puede
ser extremadamente valiosa.
La regla 25 deriva de los principios estipulados en las reglas 1.1 a 1.6 y sigue las
disposiciones pertinentes del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Quinta parte

Tratamiento en establecimientos penitenciarios

26. Objetivos del tratamiento en establecimientos penitenciarios

26.1 La capacitación y el tratamiento de menores confinados en establecimientos


penitenciarios tienen por objeto garantizar su cuidado y protección, así como su educación
y formación profesional para permitirles que desempeñen un papel constructivo y
productivo en la sociedad.
26.2 Los menores confinados en establecimientos penitenciarios recibirán los cuidados, la
protección y toda la asistencia necesaria -- social, educacional, profesional, sicológica,
médica y física -- que puedan requerir debido a su edad, sexo y personalidad y en interés
de su desarrollo sano.

26.3 Los menores confinados en establecimientos penitenciarios se mantendrán


separados de los adultos y estarán detenidos en un establecimiento separado o en una
parte separada de un establecimiento en el que también estén encarcelados adultos.

26.4 La delincuente joven confinada en un establecimiento merece especial atención en lo


que atañe a sus necesidades y problemas personales. En ningún caso recibirá menos
cuidados, protección, asistencia, tratamiento y capacitación que el delincuente joven. Se
garantizará su tratamiento equitativo.

26.5 En el interés y bienestar del menor confinado en un establecimiento penitenciario,


tendrán derecho de acceso los padres o tutores.

26.6 Se fomentará la cooperación entre los ministerios y los departamentos para dar
formación académica o, según proceda, profesional adecuada al menor que se encuentre
confinado en un establecimiento penitenciario a fin de garantizar que al salir no se
encuentre en desventaja en el plano de la educación.

Comentario

Los objetivos del tratamiento en establecimientos, tal como se enuncian en las reglas 26.1
y 26.2, serían aceptables para cualquier sistema o cultura. No obstante, dichos objetivos
no se han alcanzado en todos los lugares y aún queda mucho por hacer en este sentido.
La asistencia médica y sicológica, en particular, es extremadamente importante para los
toxicómanos confinados en establecimientos, y para los jóvenes violentos y enfermos
mentales.

Evitar las influencias negativas ejercidas por delincuentes adultos y proteger el bienestar
del menor en un ambiente penitenciario, como se estipula en la regla 26.3, está en
armonía con los principios rectores básicos de las Reglas establecidos por el Sexto
Congreso en su resolución 4. Esta regla no impedirá a los Estados tomar otras medidas
contra la influencia negativa de los delincuentes adultos que sean al menos tan eficaces
como las mencionadas en la regla. (Véase también la regla 13.4)

La regla 26.4 obedece a que las delincuentes suelen recibir menos atención que los
delincuentes, como indicó el Sexto Congreso. En particular, la resolución 9 del Sexto
Congreso pide que se dé un tratamiento equitativo a la delincuente en todas las etapas del
proceso de justicia penal y que se preste especial atención a sus problemas y necesidades
particulares mientras esté confinada. Además, esta regla debería también considerarse
teniendo en cuenta la Declaración de Caracas del Sexto Congreso que, entre otras cosas,
pide un tratamiento igual en la administración de justicia penal, y la Declaración sobre la
eliminación de la discriminación contra la mujer y la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer.

El derecho de acceso (regla 26.5) dimana de las disposiciones de las reglas 7.1, 10.1, 15.2
y 18.2. La cooperación entre ministerios y entre departamentos (regla 26.6) es de
particular importancia para mejorar en términos generales la calidad del tratamiento y la
capacitación en los establecimientos penitenciarios.

27. Aplicación de las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos aprobadas
por las Naciones Unidas

27.1 En principio, las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos y las
recomendaciones conexas serán aplicables en la medida pertinente al tratamiento de los
menores delincuentes en establecimientos penitenciarios, inclusive los que estén en
prisión preventiva.
27.2 Con objeto de satisfacer las diversas necesidades del menor específicas a su edad,
sexo y personalidad, se procurará aplicar los principios pertinentes de las mencionadas
Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos en toda la medida de lo posible.

Comentario

Las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos figuran entre los primeros
instrumentos de ese tipo promulgados por las Naciones Unidas. En general se reconoce
que dichas Reglas han tenido consecuencias a escala mundial. Pese a que hay países en
los que su aplicación es más una aspiración que una realidad, esas Reglas siguen
ejerciendo una importante influencia en la administración humanitaria y equitativa de los
establecimientos correccionales.
Algunos principios fundamentales relativos a los menores delincuentes en
establecimientos penitenciarios están recogidos ya en las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos (cuartos destinados al alojamiento, características
arquitectónicas de los locales, camas, ropas, quejas y peticiones, contactos con el mundo
exterior, alimentación, atención médica, servicios religiosos, separación por edades,
personal, trabajo, etc.), así como los relativos a las medidas punitivas, disciplinarias y de
coerción aplicables a los delincuentes peligrosos. Sería inoportuno modificar dichas Reglas
mínimas en función de las características especiales que han de tener los establecimientos
penitenciarios de menores dentro del ámbito de las presentes Reglas mínimas para la
administración de la justicia de menores.
La regla 27 se centra en los requisitos necesarios aplicables a un menor confinado en un
establecimiento penitenciario (regla 27.1), así como en las diversas necesidades
específicas a su edad, sexo y personalidad (regla 27.2). Por consiguiente, los objetivos y el
contenido de la regla están relacionados con las disposiciones pertinentes de las Reglas
mínimas para el tratamiento de los reclusos.

28. Frecuente y pronta concesión de la libertad condicional

28.1 La autoridad pertinente recurrirá en la mayor medida posible a la libertad condicional


y la concederá tan pronto como sea posible.
28.2 Los menores en libertad condicional recibirán asistencia del correspondiente
funcionario a cuya supervisión estarán sujetos, y el pleno apoyo de la comunidad.

Comentario

La facultad para conceder la libertad condicional puede conferirse a la autoridad que se


menciona en la regla 14.1 o a una autoridad distinta. De ahí que en el presente caso
proceda hablar de "correspondiente" y no de autoridad "competente".
Cuando las circunstancias lo permitan, se deberá optar por conceder la libertad condicional
en lugar de dejar que el menor cumpla toda la pena. Cuando se tengan pruebas de un
progreso satisfactorio hacia la rehabilitación, siempre que sea posible podrá concederse la
libertad condicional, incluso a delincuentes que se consideraron peligrosos en el momento
de su confinamiento en un establecimiento penitenciario. Al igual que la libertad vigilada, la
libertad condicional podrá supeditarse al cumplimiento satisfactorio de los requisitos
especificados por las autoridades pertinentes durante un período de tiempo estipulado en
la orden, por ejemplo, el relativo al "buen comportamiento" del delincuente, la participación
en programas comunitarios, su residencia en establecimientos de transición, etc.

Cuando se conceda la libertad condicional a un delincuente se deberá designar a un


agente de libertad vigilada o a otro funcionario para que supervise su comportamiento y le
preste asistencia (en particular si aún no se ha implantado el régimen de libertad vigilada),
y estimular el apoyo de la comunidad.

29. Sistemas intermedios

29.1 Se procurará establecer sistemas intermedios como establecimientos de transición,


hogares educativos, centros de capacitación diurnos y otros sistemas pertinentes que
puedan facilitar la adecuada reintegración de los menores a la sociedad.
Comentario

No hace falta subrayar la importancia de la asistencia postcarcelaria. La presente regla


hace hincapié en la necesidad de establecer una red de mecanismos intermedios.
Esta regla recalca también la necesidad de una gama de instalaciones y servicios
destinados a satisfacer las necesidades del joven delincuente que vuelve a la comunidad y
a facilitar asesoramiento y apoyo estructural como un paso importante hacia la buena
reintegración en la sociedad.

Sexta parte

Investigación, planificación y formulación y evaluación de políticas

30. La investigación como base de la planificación y de la formulación y la


evaluación de políticas

30.1 Se procurará organizar y fomentar las investigaciones necesarias como base para
una planificación y una formulación de políticas que sean efectivas.
30.2 Se procurará revisar y evaluar periódicamente las tendencias, los problemas y las
causas de la delincuencia y criminalidad de menores, así como las diversas necesidades
particulares del menor en custodia.

30.3 Se procurará establecer con carácter regular un mecanismo de evaluación e


investigación en el sistema de administración de justicia de menores y recopilar y analizar
los datos y la información pertinentes con miras a la debida evaluación y
perfeccionamiento ulterior de dicho sistema.

30.4 La prestación de servicios en la administración de justicia de menores se preparará y


ejecutará de modo sistemático como parte integrante de los esfuerzos de desarrollo
nacional.

Comentario

La utilización de la investigación como base de una política racional de justicia de menores


se ha reconocido ampliamente que constituye un importante mecanismo para lograr que
las medidas prácticas tengan en cuenta la evolución y el mejoramiento continuos del
sistema de justicia de menores. En la esfera de la delincuencia de menores es
especialmente importante la influencia recíproca entre la investigación y las políticas.
Debido a los cambios rápidos y a menudo espectaculares del estilo de vida de la juventud
y de las formas y dimensiones de la criminalidad de menores, la respuesta de la sociedad
y la justicia a la criminalidad y a la delincuencia de menores pronto quedan anticuadas e
inadecuadas.
Por consiguiente, la regla 30 establece criterios para integrar la investigación en el proceso
de formulación y aplicación de políticas en la administración de justicia de menores. La
regla subraya en particular la necesidad de una revisión y evaluación regulares de los
actuales programas y medidas y de una planificación en el contexto más amplio de los
objetivos globales de desarrollo.

La evaluación constante de las necesidades del menor, así como de las tendencias y
problemas de la delincuencia, es un requisito previo para perfeccionar los métodos de
formulación de políticas adecuadas y establecer intervenciones apropiadas estructuradas y
no estructuradas. En este contexto, la investigación por personas y órganos
independientes debería recibir el respaldo de agencias competentes, y para ello podrá ser
útil recabar y tener en cuenta las opiniones del propio menor, no sólo de aquellos que
están en contacto con el sistema.

El proceso de planificación debe subrayar en particular un sistema más eficaz y equitativo


de suministro de los servicios necesarios. Para ello debería efectuarse una evaluación
detallada y regular de la amplia gama de necesidades y problemas particulares del menor
y una determinación precisa de las prioridades. A este respecto, debería también
coordinarse el empleo de los recursos existentes, en particular las medidas sustitutorias y
el apoyo de la comunidad que servirían para elaborar determinados procedimientos
encaminados a aplicar y supervisar los programas establecidos.
Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad

Adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, de 14 de diciembre de 1990

I. Perspectivas fundamentales

1. El sistema de justicia de menores deberá respetar los derechos y la seguridad de los


menores y fomentar su bienestar físico y mental. El encarcelamiento deberá usarse como
último recurso.
2. Sólo se podrá privar de libertad a los menores de conformidad con los principios y
procedimientos establecidos en las presentes Reglas, así como en las Reglas mínimas de
las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores (Reglas de Beijing).
La privación de libertad de un menor deberá decidirse como último recurso y por el período
mínimo necesario y limitarse a casos excepcionales. La duración de la sanción debe ser
determinada por la autoridad judicial sin excluir la posibilidad de que el menor sea puesto
en libertad antes de ese tiempo.

3. El objeto de las presentes Reglas es establecer normas mínimas aceptadas por las
Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad en todas sus
formas, compatibles con los derechos humanos y las libertades fundamentales, con miras
a contrarrestar los efectos perjudiciales de todo tipo de detención y fomentar la integración
en la sociedad.

4. Las Reglas deberán aplicarse imparcialmente a todos los menores, sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, edad, idioma, religión, nacionalidad, opinión
política o de otra índole, prácticas o creencias culturales, patrimonio, nacimiento, situación
de familia, origen étnico o social o incapacidad. Se deberán respetar las creencias
religiosas y culturales, así como las prácticas y preceptos morales de los menores.

5. Las Reglas están concebidas para servir de patrones prácticos de referencia y para
brindar alicientes y orientación a los profesionales que participen en la administración del
sistema de justicia de menores.

6. Las Reglas deberán ponerse a disposición del personal de justicia de menores en sus
idiomas nacionales. Los menores que no conozcan suficientemente el idioma hablado por
el personal del establecimiento de detención tendrán derecho a los servicios gratuitos de
un intérprete siempre que sea necesario, en particular durante los reconocimientos
médicos y las actuaciones disciplinarias.
7. Cuando corresponda, los Estados deberán incorporar las presentes Reglas a su
legislación o modificarla en consecuencia y establecer recursos eficaces en caso de
inobservancia, incluida la indemnización en los casos en que se causen perjuicios a los
menores. Los Estados deberán además vigilar la aplicación de las Reglas.

8. Las autoridades competentes procurarán sensibilizar constantemente al público sobre el


hecho de que el cuidado de los menores detenidos y su preparación para su reintegración
en la sociedad constituyen un servicio social de gran importancia y, a tal efecto, se deberá
adoptar medidas eficaces para fomentar los contactos abiertos entre los menores y la
comunidad local.

9. Ninguna de las disposiciones contenidas en las presentes Reglas deberá interpretarse


de manera que excluya la aplicación de los instrumentos y normas pertinentes de las
Naciones Unidas ni de los referentes a los derechos humanos, reconocidos por la
comunidad internacional, que velen mejor por los derechos; la atención y la protección de
los menores, de los niños y de todos los jóvenes.

10. En el caso de que la aplicación práctica de las reglas específicas contenidas en las
secciones II a V, inclusive, sea incompatible con las reglas que figuran en la presente
sección estas últimas prevalecerán sobre las primeras.

II. Alcance y aplicación de las Reglas

11. A los efectos de las presentes Reglas, deben aplicarse las definiciones siguientes:
a) Se entiende por menor toda persona de menos de 18 años de edad. La edad límite por
debajo de la cual no se permitirá privar a un niño de su libertad debe fijarse por ley;

b) Por privación de libertad se entiende toda forma de detención o encarcelamiento, así


como el internamiento en un establecimiento público o privado del que no se permita salir
al menor por su propia voluntad, por orden de cualquier autoridad judicial, administrativa u
otra autoridad pública.

12. La privación de la libertad deberá efectuarse en condiciones y circunstancias que


garanticen el respeto de los derechos humanos de los menores. Deberá garantizarse a los
menores recluidos en centros el derecho a disfrutar de actividades y programas útiles que
sirvan para fomentar y asegurar su sano desarrollo y su dignidad, promover su sentido de
responsabilidad e infundirles actitudes y conocimientos que les ayuden a desarrollar sus
posibilidades como miembros de la sociedad.

13. No se deberá negar a los menores privados de libertad, por razón de su condición, los
derechos civiles, económicos, políticos, sociales o culturales que les correspondan de
conformidad con la legislación nacional o el derecho internacional y que sean compatibles
con la privación de la libertad.

14. La protección de los derechos individuales de los menores por lo que respecta
especialmente a la legalidad de la ejecución de las medidas de detención será garantizada
por la autoridad competente, mientras que los objetivos de integración social deberán
garantizarse mediante inspecciones regulares y otras formas de control llevadas a cabo,
de conformidad con las normas internacionales, la legislación y los reglamentos
nacionales, por un órgano debidamente constituido que esté autorizado para visitar a los
menores y que no pertenezca a la administración del centro de detención.

15. Las presentes Reglas se aplican a todos los centros y establecimientos de detención
de cualquier clase o tipo en donde haya menores privados de libertad. Las partes I, II, IV y
V de las Reglas se aplican a todos los centros y establecimientos de internamiento en
donde haya menores detenidos, en tanto que la parte III se aplica a menores bajo arresto o
en espera de juicio.

16. Las Reglas serán aplicadas en el contexto de las condiciones económicas, sociales y
culturales imperantes en cada Estado Miembro.

III. Menores detenidos o en prisión preventiva

17. Se presume que los menores detenidos bajo arresto o en espera de juicio son
inocentes y deberán ser tratados como tales. En la medida de lo posible, deberá evitarse y
limitarse a circunstancias excepcionales la detención antes del juicio. En consecuencia,
deberá hacerse todo lo posible por aplicar medidas sustitutorias. Cuando, a pesar de ello,
se recurra a la detención preventiva, los tribunales de menores y los órganos de
investigación deberán atribuir máxima prioridad a la más rápida tramitación posible de
esos casos a fin de que la detención sea lo más breve posible. Los menores detenidos en
espera de juicio deberán estar separados de los declarados culpables.
18. Las condiciones de detención de un menor que no haya sido juzgado deberán
ajustarse a las reglas siguientes, y a otras disposiciones concretas que resulten necesarias
y apropiadas, dadas las exigencias de la presunción de inocencia, la duración de la
detención y la condición jurídica y circunstancias de los menores. Entre esas disposiciones
figurarán las siguientes, sin que esta enumeración tenga carácter taxativo:

a) Los menores tendrán derecho al asesoramiento jurídico y podrán solicitar asistencia


jurídica gratuita, cuando ésta exista, y comunicarse regularmente con sus asesores
jurídicos. Deberá respetarse el carácter privado y confidencial de esas comunicaciones;
b) Cuando sea posible, deberá darse a los menores la oportunidad de efectuar un trabajo
remunerado y de proseguir sus estudios o capacitación, pero no serán obligados a hacerlo.
En ningún caso se mantendrá la detención por razones de trabajo, de estudios o de
capacitación;

c) Los menores estarán autorizados a recibir y conservar material de entretenimiento y


recreo que sea compatible con los intereses de la administración de justicia.

IV. La administración de los centros de menores

A. Antecedentes

19. Todos los informes, incluidos los registros jurídicos y médicos, las actas de las
actuaciones disciplinarias, así como todos los demás documentos relacionados con la
forma, el contenido y los datos del tratamiento deberán formar un expediente personal y
confidencial, que deberá ser actualizado, accesible sólo a personas autorizadas y
clasificado de forma que resulte fácilmente comprensible. Siempre que sea posible, todo
menor tendrá derecho a impugnar cualquier hecho u opinión que figure en su expediente,
de manera que se puedan rectificar las afirmaciones inexactas, infundadas o injustas. Para
el ejercicio de este derecho será necesario establecer procedimientos que permitan a un
tercero apropiado tener acceso al expediente y consultarlo, si así lo solicita. Al quedar en
libertad un menor su expediente será cerrado y, en su debido momento, destruido.
20. Ningún menor deberá ser admitido en un centro de detención sin una orden válida de
una autoridad judicial o administrativa u otra autoridad pública. Los detalles de esta orden
deberán consignarse inmediatamente en el registro. Ningún menor será detenido en
ningún centro en el que no exista ese registro.

B. Ingreso, registro, desplazamiento y traslado

21. En todos los lugares donde haya menores detenidos, deberá llevarse un registro
completo y fiable de la siguiente información relativa a cada uno de los menores admitidos:
a) Datos relativos a la identidad del menor;

b) Las circunstancias del internamiento, así como sus motivos y la autoridad con que se
ordenó;

c) El día y hora del ingreso, el traslado y la liberación;

d) Detalles de la notificación de cada ingreso, traslado o liberación del menor a los padres
o tutores a cuyo cargo estuviese en el momento de ser internado;

e) Detalles acerca de los problemas de salud física y mental conocidos, incluido el uso
indebido de drogas y de alcohol.
22. La información relativa al ingreso, lugar de internamiento, traslado y liberación deberá
notificarse sin demora a los padres o tutores o al pariente más próximo del menor.

23. Lo antes posible después del ingreso, se prepararán y presentarán a la dirección


informes completos y demás información pertinente acerca de la situación personal y
circunstancias de cada menor.

24. En el momento del ingreso, todos los menores deberán recibir copia del reglamento
que rija el centro de detención y una descripción escrita de sus derechos y obligaciones en
un idioma que puedan comprender, junto con la dirección de las autoridades competentes
ante las que puedan formular quejas, así como de los organismos y organizaciones
públicos o privados que presten asistencia jurídica. Para los menores que sean
analfabetos o que no puedan comprender el idioma en forma escrita, se deberá comunicar
la información de manera que se pueda comprender perfectamente.

25. Deberá ayudarse a todos los menores a comprender los reglamentos que rigen la
organización interna del centro, los objetivos y metodología del tratamiento dispensado, las
exigencias y procedimientos disciplinarios, otros métodos autorizados para obtener
información y formular quejas y cualquier otra cuestión que les permita comprender
cabalmente sus derechos y obligaciones durante el internamiento.

26. El transporte de menores deberá efectuarse a costa de la administración, en vehículos


debidamente ventilados e iluminados y en condiciones que no les impongan de modo
alguno sufrimientos físicos o morales. Los menores no serán trasladados arbitrariamente
de un centro a otro.

C. Clasificación y asignación

27. Una vez admitido un menor, será entrevistado lo antes posible y se preparará un
informe sicológico y social en el que consten los datos pertinentes al tipo y nivel concretos
de tratamiento y programa que requiera el menor. Este informe, junto con el preparado por
el funcionario médico que haya reconocido al menor en el momento del ingreso, deberá
presentarse al director a fin de decidir el lugar más adecuado para la instalación del menor
en el centro y determinar el tipo y nivel necesarios de tratamiento y de programa que
deberán aplicarse. Cuando se requiera tratamiento rehabilitador especial, y si el tiempo de
permanencia en la institución lo permite, funcionarios calificados de la institución deberán
preparar un plan de tratamiento individual por escrito en que se especifiquen los objetivos
del tratamiento, el plazo y los medios, etapas y fases en que haya que procurar los
objetivos.
28. La detención de los menores sólo se producirá en condiciones que tengan en cuenta
plenamente sus necesidades y situaciones concretas y los requisitos especiales que exijan
su edad, personalidad, sexo y tipo de delito, así como su salud física y mental, y que
garanticen su protección contra influencias nocivas y situaciones de riesgo. El criterio
principal para separar a los diversos grupos de menores privados de libertad deberá ser la
prestación del tipo de asistencia que mejor se adapte a las necesidades concretas de los
interesados y la protección de su bienestar e integridad físicos, mentales y morales.

29. En todos los centros de detención, los menores deberán estar separados de los
adultos a menos que pertenezcan a la misma familia. En situaciones controladas, podrá
reunirse a los menores con adultos cuidadosamente seleccionados en el marco de un
programa especial cuya utilidad para los menores interesados haya sido demostrada.

30. Deben organizarse centros de detención abiertos para menores. Se entiende por
centros de detención abiertos aquéllos donde las medidas de seguridad son escasas o
nulas. La población de esos centros de detención deberá ser lo menos numerosa posible.
El número de menores internado en centros cerrados deberá ser también suficientemente
pequeño a fin de que el tratamiento pueda tener carácter individual. Los centros de
detención para menores deberán estar descentralizados y tener un tamaño que facilite el
acceso de las familias de los menores y su contactos con ellas. Convendrá establecer
pequeños centros de detención e integrarlos en el entorno social, económico y cultural de
la comunidad.

D. Medio físico y alojamiento

31. Los menores privados de libertad tendrán derecho a contar con locales y servicios que
satisfagan todas las exigencias de la higiene y de la dignidad humana.
32. El diseño de los centros de detención para menores y el medio físico deberán
responder a su finalidad, es decir, la rehabilitación de los menores en tratamiento de
internado, teniéndose debidamente en cuenta la necesidad del menor de intimidad, de
estímulos sensoriales, de posibilidades de asociación con sus compañeros y de
participación en actividades de esparcimiento. El diseño y la estructura de los centros de
detención para menores deberán ser tales que reduzcan al mínimo el riesgo de incendio y
garanticen una evacuación segura de los locales. Deberá haber un sistema eficaz de
alarma en los casos de incendio, así como procedimientos establecidos y ejercicios de
alerta que garanticen la seguridad de los menores. Los centros de detención no estarán
situados en zonas de riesgos conocidos para la salud o donde existan otros peligros.

33. Los locales para dormir deberán consistir normalmente en dormitorios para pequeños
grupos o en dormitorios individuales, teniendo presentes las normas del lugar. Por la
noche, todas las zonas destinadas a dormitorios colectivos, deberán ser objeto de una
vigilancia regular y discreta para asegurar la protección de todos los menores. Cada menor
dispondrá, según los usos locales o nacionales, de ropa de cama individual suficiente, que
deberá entregarse limpia, mantenerse en buen estado y mudarse con regularidad por
razones de aseo.

34. Las instalaciones sanitarias deberán ser de un nivel adecuado y estar situadas de
modo que el menor pueda satisfacer sus necesidades físicas en la intimidad y en forma
aseada y decente.

35. La posesión de efectos personales es un elemento fundamental del derecho a la


intimidad y es indispensable para el bienestar sicológico del menor. Deberá reconocerse y
respetarse plenamente el derecho de todo menor a poseer efectos personales y a disponer
de lugares seguros para guardarlos. Los efectos personales del menor que éste decida no
conservar o que le sean confiscados deberán depositarse en lugar seguro. Se hará un
inventario de dichos efectos que el menor firmará y se tomarán las medidas necesarias
para que se conserven en buen estado. Todos estos artículos, así como el dinero, deberán
restituirse al menor al ponerlo en libertad, salvo el dinero que se le haya autorizado a
gastar o los objetos que haya remitido al exterior. Si el menor recibe medicamentos o se
descubre que los posee, el médico deberá decidir el uso que deberá hacerse de ellos.

36. En la medida de lo posible, los menores tendrán derecho a usar sus propias prendas
de vestir. Los centros de detención velarán porque todos los menores dispongan de
prendas personales apropiadas al clima y suficientes para mantenerlos en buena salud.
Dichas prendas no deberán ser en modo alguno degradantes ni humillantes. Los menores
que salgan del centro o a quienes se autorice a abandonarlo con cualquier fin podrán vestir
sus propias prendas.

37. Todos los centros de detención deben garantizar que todo menor disponga de una
alimentación adecuadamente preparada y servida a las horas acostumbradas, en calidad y
cantidad que satisfagan las normas de la dietética, la higiene y la salud y, en la medida de
lo posible, las exigencias religiosas y culturales. Todo menor deberá disponer en todo
momento de agua limpia y potable.

E. Educación, formación profesional y trabajo

38. Todo menor en edad de escolaridad obligatoria tendrá derecho a recibir una
enseñanza adaptada a sus necesidades y capacidades y destinada a prepararlo para su
reinserción en la sociedad. Siempre que sea posible, esta enseñanza deberá impartirse
fuera del establecimiento, en escuelas de la comunidad, y en todo caso, a cargo de
maestros competentes, mediante programas integrados en el sistema de instrucción
pública, a fin de que, cuando sean puestos en libertad, los menores puedan continuar sus
estudios sin dificultad. La administración de los establecimientos deberá prestar especial
atención a la enseñanza de los menores de origen extranjero o con necesidades culturales
o étnicas particulares. Los menores analfabetos o que presenten problemas cognitivos o
de aprendizaje tendrán derecho a enseñanza especial.
39. Deberá autorizarse y alentarse a los menores que hayan superado la edad de
escolaridad obligatoria y que deseen continuar sus estudios a que lo hagan, y deberá
hacerse todo lo posible por que tengan acceso a programas de enseñanza adecuados.

40. Los diplomas o certificados de estudios otorgados a los menores durante su detención
no deberán indicar en ningún caso que los menores han estado recluidos.

41. Todo centro de detención deberá facilitar el acceso de los menores a una biblioteca
bien provista de libros y periódicos instructivos y recreativos que sean adecuados; se
deberá estimular y permitir que utilicen al máximo los servicios de la biblioteca.

42. Todo menor tendrá derecho a recibir formación para ejercer una profesión que lo
prepare para un futuro empleo.

43. Teniendo debidamente en cuenta una selección profesional racional y las exigencias
de la administración del establecimiento, los menores deberán poder optar por la clase de
trabajo que deseen realizar.

44. Deberán aplicarse a los menores privados de libertad todas las normas nacionales e
internacionales de protección que se aplican al trabajo de los niños y a los trabajadores
jóvenes.

45. Siempre que sea posible, deberá darse a los menores la oportunidad de realizar un
trabajo remunerado, de ser posible en el ámbito de la comunidad local, que complemente
la formación profesional impartida a fin de aumentar la posibilidad de que encuentren un
empleo conveniente cuando se reintegren a sus comunidades. El tipo de trabajo deberá
ser tal que proporcione una formación adecuada y útil para los menores después de su
liberación. La organización y los métodos de trabajo que haya en los centros de detención
deberán asemejarse lo más posible a los de trabajos similares en la comunidad, a fin de
preparar a los menores para las condiciones laborales normales.

46. Todo menor que efectúe un trabajo tendrá derecho a una remuneración justa. El
interés de los menores y de su formación profesional no deberá subordinarse al propósito
de obtener beneficios para el centro de detención o para un tercero. Una parte de la
remuneración del menor debería reservarse de ordinario para constituir un fondo de ahorro
que le será entregado cuando quede en libertad. El menor debería tener derecho a utilizar
el remanente de esa remuneración para adquirir objetos destinados a su uso personal,
indemnizar a la víctima perjudicada por su delito, o enviarlo a su propia familia o a otras
personas fuera del centro.

F. Actividades recreativas

47. Todo menor deberá disponer diariamente del tiempo suficiente para practicar ejercicios
físicos al aire libre si el clima lo permite, durante el cual se proporcionará normalmente una
educación recreativa y física adecuada. Para estas actividades, se pondrán a su
disposición terreno suficiente y las instalaciones y el equipo necesarios. Todo menor
deberá disponer diariamente de tiempo adicional para actividades de esparcimiento, parte
de las cuales deberán dedicarse, si el menor así lo desea, a desarrollar aptitudes en artes
y oficios. El centro de detención deberá velar porque cada menor esté físicamente en
condiciones de participar en los programas de educación física disponibles. Deberá
ofrecerse educación física correctiva y terapéutica, bajo supervisión médica, a los menores
que la necesiten.
G. Religión

48. Deberá autorizarse a todo menor a cumplir sus obligaciones religiosas y satisfacer sus
necesidades espirituales, permitiéndose participar en los servicios o reuniones
organizados en el establecimiento o celebrar sus propios servicios y tener en su poder
libros u objetos de culto y de instrucción religiosa de su confesión. Si en un centro de
detención hay un número suficiente de menores que profesan una determinada religión,
deberá nombrase o admitirse a uno o más representantes autorizados de ese culto que
estarán autorizados para organizar periódicamente servicios religiosos y efectuar visitas
pastorales particulares a los menores de su religión, previa solicitud de ellos. Todo menor
tendrá derecho a recibir visitas de un representante calificado de cualquier religión de su
elección, a no participar en servicios religiosos y rehusar libremente la enseñanza, el
asesoramiento o el adoctrinamiento religioso.
H. Atención médica

49. Todo menor deberá recibir atención médica adecuada, tanto preventiva como
correctiva, incluida atención odontológica, oftalmológica y de salud mental, así como los
productos farmacéuticos y dietas especiales que hayan sido recetados por un médico.
Normalmente, toda esta atención médica debe prestarse cuando sea posible a los jóvenes
reclusos por conducto de los servicios e instalaciones sanitarios apropiados de la
comunidad en que esté situado el centro de detención, a fin de evitar que se estigmatice al
menor y de promover su dignidad personal y su integración en la comunidad.
50. Todo menor tendrá derecho a ser examinado por un médico inmediatamente después
de su ingreso en un centro de menores, con objeto de hacer constar cualquier prueba de
malos tratos anteriores y verificar cualquier estado físico o mental que requiera atención
médica.

51. Los servicios médicos a disposición de los menores deberán tratar de detectar y tratar
toda enfermedad física o mental, todo uso indebido de sustancias químicas y cualquier
otro estado que pudiera constituir un obstáculo para la integración del joven en la
sociedad. Todo centro de detención de menores deberá tener acceso inmediato a
instalaciones y equipo médicos adecuados que guarden relación con el número y las
necesidades de sus residentes, así como personal capacitado en atención sanitaria
preventiva y en tratamiento de urgencias médicas. Todo menor que esté enfermo, se queje
de enfermedad o presente síntomas de dificultades físicas o mentales deberá ser
examinado rápidamente por un funcionario médico.

52. Todo funcionario médico que tenga razones para estimar que la salud física o mental
de un menor ha sido afectada, o pueda serlo, por el internamiento prolongado, una huelga
de hambre o cualquier circunstancia del internamiento, deberá comunicar inmediatamente
este hecho al director del establecimiento y a la autoridad independiente responsable del
bienestar del menor.

53. Todo menor que sufra una enfermedad mental deberá recibir tratamiento en una
institución especializada bajo supervisión médica independiente. Se adoptarán medidas,
de acuerdo con los organismos competentes, para que pueda continuar cualquier
tratamiento de salud mental que requiera después de la liberación.

54. Los centros de detención de menores deberán organizar programas de prevención del
uso indebido de drogas y de rehabilitación administrados por personal calificado. Estos
programas deberán adaptarse a la edad, al sexo y otras circunstancias de los menores
interesados, y deberán ofrecerse servicios de desintoxicación dotados de personal
calificado a los menores toxicómanos o alcohólicos.

55. Sólo se administrará medicamentos para un tratamiento necesario o por razones


médicas y, cuando se pueda, después de obtener el consentimiento del menor
debidamente informado. En particular, no se deben administrar para obtener información o
confesión, ni como sanción o medio de reprimir al menor. Los menores nunca servirán
como objeto para experimentar el empleo de fármacos o tratamientos. La administración
de cualquier fármaco deberá ser siempre autorizada y efectuada por personal médico
calificado.

I. Notificación de enfermedad, accidente y defunción


56. La familia o el tutor de un menor, o cualquier otra persona designada por dicho menor,
tienen el derecho de ser informados, si así lo solicitan, del estado de salud del menor y en
el caso de que se produzca un cambio importante en él. El director del centro de detención
deberá notificar inmediatamente a la familia o al tutor del menor, o a cualquier otra persona
designada por él, en caso de fallecimiento, enfermedad que requiera el traslado del menor
a un centro médico fuera del centro, o un estado que exija un tratamiento de más de 48
horas en el servicio clínico del centro de detención. También se deberá notificar a las
autoridades consulares del Estado de que sea ciudadano el menor extranjero.
57. En caso de fallecimiento de un menor durante el período de privación de libertad, el
pariente más próximo tendrá derecho a examinar el certificado de defunción, a pedir que le
muestren el cadáver y disponer su último destino en la forma que decida. En caso de
fallecimiento de un menor durante su internamiento, deberá practicarse una investigación
independiente sobre las causas de la defunción, cuyas conclusiones deberán quedar a
disposición del pariente más próximo. Dicha investigación deberá practicarse cuando el
fallecimiento del menor se produzca dentro de los seis meses siguientes a la fecha de su
liberación del centro de detención y cuando haya motivos para creer que el fallecimiento
guarda relación con el período de reclusión.

58. Deberá informarse al menor inmediatamente del fallecimiento, o de la enfermedad o el


accidente graves de un familiar inmediato y darle la oportunidad de asistir al funeral del
fallecido o, en caso de enfermedad grave de un pariente, a visitarle en su lecho de
enfermo.

J. Contactos con la comunidad en general

59. Se deberán utilizar todos los medios posibles para que los menores tengan una
comunicación adecuada con el mundo exterior, pues ella es parte integrante del derecho a
un tratamiento justo y humanitario y es indispensable para preparar la reinserción de los
menores en la sociedad. Deberá autorizarse a los menores a comunicarse con sus
familiares, sus amigos y otras personas o representantes de organizaciones prestigiosas
del exterior, a salir de los centros de detención para visitar su hogar y su familia, y se
darán permisos especiales para salir del establecimiento por motivos educativos,
profesionales u otras razones de importancia. En caso de que el menor esté cumpliendo
una condena, el tiempo transcurrido fuera de un establecimiento deberá computarse como
parte del período de cumplimiento de la sentencia.
60. Todo menor tendrá derecho a recibir visitas regulares y frecuentes, en principio una
vez por semana y por lo menos una vez al mes, en condiciones que respeten la necesidad
de intimidad del menor, el contacto y la comunicación sin restricciones con la familia y con
el abogado defensor.
61. Todo menor tendrá derecho a comunicarse por escrito o por teléfono, al menos dos
veces por semana, con la persona de su elección, salvo que se le haya prohibido
legalmente hacer uso de este derecho, y deberá recibir la asistencia necesaria para que
pueda ejercer eficazmente ese derecho. Todo menor tendrá derecho a recibir
correspondencia.

62. Los menores deberán tener la oportunidad de informarse periódicamente de los


acontecimientos por la lectura de diarios, revistas u otras publicaciones, mediante el
acceso a programas de radio y televisión y al cine, así como a través de visitas de los
representantes de cualquier club u organización de carácter lícito en que el menor esté
interesado.

K. Limitaciones de la coerción física y del uso de la fuerza

63. Deberá prohibirse el recurso a instrumentos de coerción y a la fuerza con cualquier fin,
salvo en los casos establecidos en el artículo 64 infra.
64. Sólo podrá hacerse uso de la fuerza o de instrumentos de coerción en casos
excepcionales, cuando se hayan agotado y hayan fracasado todos los demás medios de
control y sólo de la forma expresamente autorizada y descrita por una ley o un reglamento.
Esos instrumentos no deberán causar humillación ni degradación y deberán emplearse de
forma restrictiva y sólo por el lapso estrictamente necesario. Por orden del director de la
administración, podrán utilizarse esos instrumentos para impedir que el menor lesione a
otros o a sí mismo o cause importantes daños materiales. En esos casos, el director
deberá consultar inmediatamente al personal médico y otro personal competente e
informar a la autoridad administrativa superior.

65. En todo centro donde haya menores detenidos deberá prohibirse al personal portar y
utilizar armas.

L. Procedimientos disciplinarios

66. Todas las medidas y procedimientos disciplinarios deberán contribuir a la seguridad y a


una vida comunitaria ordenada y ser compatibles con el respeto de la dignidad inherente
del menor y con el objetivo fundamental del tratamiento institucional, a saber, infundir un
sentimiento de justicia y de respeto por uno mismo y por los derechos fundamentales de
toda persona.
67. Estarán estrictamente prohibidas todas las medidas disciplinarias que constituyan un
trato cruel, inhumano o degradante, incluidos los castigos corporales, la reclusión en celda
oscura y las penas de aislamiento o de celda solitaria, así como cualquier otra sanción que
pueda poner en peligro la salud física o mental del menor. Estarán prohibidas, cualquiera
que sea su finalidad, la reducción de alimentos y la restricción o denegación de contacto
con familiares. El trabajo será considerado siempre un instrumento de educación y un
medio de promover el respeto del menor por sí mismo, como preparación para su
reinserción en la comunidad, y nunca deberá imponerse a título de sanción disciplinaria.
No deberá sancionarse a ningún menor más de una vez por la misma infracción
disciplinaria. Deberán prohibirse las sanciones colectivas.

68. Las leyes o reglamentos aprobados por la autoridad administrativa competente


deberán establecer normas relativas a los siguientes elementos, teniendo plenamente en
cuenta las características, necesidades y derechos fundamentales del menor:

a) La conducta que constituye una infracción a la disciplina;

b) El carácter y la duración de las sanciones disciplinarias que se pueden aplicar;

c) La autoridad competente para imponer esas sanciones;

d) La autoridad competente en grado de apelación.

69. Los informes de mala conducta serán presentados de inmediato a la autoridad


competente, la cual deberá decidir al respecto sin demoras injustificadas. La autoridad
competente deberá examinar el caso con detenimiento.

70. Ningún menor estará sujeto a sanciones disciplinarias que no se ajusten estrictamente
a lo dispuesto en las leyes o los reglamentos en vigor. No deberá sancionarse a ningún
menor a menos que haya sido informado debidamente de la infracción que le es imputada,
en forma que el menor comprenda cabalmente, y que se le haya dado la oportunidad de
presentar su defensa, incluido el derecho de apelar a una autoridad imparcial competente.
Deberá levantarse un acta completa de todas las actuaciones disciplinarias.

71. Ningún menor deberá tener a su cargo funciones disciplinarias, salvo en lo referente a
la supervisión de ciertas actividades sociales, educativas o deportivas o programas de
autogestión.

M. Inspección y reclamaciones

72. Los inspectores calificados o una autoridad debidamente constituida de nivel


equivalente que no pertenezca a la administración del centro deberán estar facultados
para efectuar visitas periódicas, y a hacerlas sin previo aviso, por iniciativa propia, y para
gozar de plenas garantías de independencia en el ejercicio de esta función. Los
inspectores deberán tener acceso sin restricciones a todas las personas empleadas o que
trabajen en los establecimientos o instalaciones donde haya o pueda haber menores
privados de libertad, a todos los menores y a toda la documentación de los
establecimientos.
73. En las inspecciones deberán participar funcionarios médicos especializados adscritos a
la entidad inspectora o al servicio de salud pública, quienes evaluarán el cumplimiento de
las reglas relativas al ambiente físico, la higiene, el alojamiento, la comida, el ejercicio y los
servicios médicos, así como cualesquiera otros aspectos o condiciones de la vida del
centro que afecten a la salud física y mental de los menores. Todos los menores tendrán
derecho a hablar confidencialmente con los inspectores.

74. Terminada la inspección, el inspector deberá presentar un informe sobre sus


conclusiones. Este informe incluirá una evaluación de la forma en que el centro de
detención observa las presentes Reglas y las disposiciones pertinentes de la legislación
nacional, así como recomendaciones acerca de las medidas que se consideren necesarias
para garantizar su observancia. Todo hecho descubierto por un inspector que parezca
indicar que se ha producido una violación de las disposiciones legales relativas a los
derechos de los menores o al funcionamiento del centro de detención para menores
deberá comunicarse a las autoridades competentes para que lo investigue y exija las
responsabilidades correspondientes.

75. Todo menor deberá tener la oportunidad de presentar en todo momento peticiones o
quejas al director del establecimiento o a su representante autorizado.

76. Todo menor tendrá derecho a dirigir, por la vía prescrita y sin censura en cuanto al
fondo, una petición o queja a la administración central de los establecimientos para
menores, a la autoridad judicial o cualquier otra autoridad competente, y a ser informado
sin demora de la respuesta.

77. Debería procurarse la creación de un cargo independiente de mediador, facultado para


recibir e investigar las quejas formuladas por los menores privados de libertad y ayudar a
la consecución de soluciones equitativas.

78. A los efectos de formular una queja, todo menor tendrá derecho a solicitar asistencia a
miembros de su familia, asesores jurídicos, grupos humanitarios u otros cuando sea
posible. Se prestará asistencia a los menores analfabetos cuando necesiten recurrir a los
servicios de organismos u organizaciones públicos o privados que brindan asesoramiento
jurídico o que son competentes para recibir reclamaciones.

N. Reintegración en la comunidad

79. Todos los menores deberán beneficiarse de medidas concebidas para ayudarles a
reintegrarse en la sociedad, la vida familiar y la educación o el trabajo después de ser
puestos en libertad. A tal fin se deberán establecer procedimientos, inclusive la libertad
anticipada, y cursos especiales.
80. Las autoridades competentes deberán crear o recurrir a servicios que ayuden a los
menores a reintegrarse en la sociedad y contribuyan a atenuar los prejuicios que existen
contra esos menores. Estos servicios, en la medida de lo posible, deberán proporcionar al
menor alojamiento, trabajo y vestidos convenientes, así como los medios necesarios para
que pueda mantenerse después de su liberación para facilitar su feliz reintegración. Los
representantes de organismos que prestan estos servicios deberán ser consultados y tener
acceso a los menores durante su internamiento con miras a la asistencia que les presten
para su reinserción en la comunidad.

V. Personal

81. El personal deberá ser competente y contar con un número suficiente de especialistas,
como educadores, instructores profesionales, asesores, asistentes sociales, siquiatras y
sicólogos. Normalmente, esos funcionarios y otros especialistas deberán formar parte del
personal permanente, pero ello no excluirá los auxiliares a tiempo parcial o voluntarios
cuando resulte apropiado y beneficioso por el nivel de apoyo y formación que puedan
prestar. Los centros de detención deberán aprovechar todas las posibilidades y
modalidades de asistencia correctivas, educativas, morales, espirituales y de otra índole
disponibles en la comunidad y que sean idóneas, en función de las necesidades y los
problemas particulares de los menores recluidos.
82. La administración deberá seleccionar y contratar cuidadosamente al personal de todas
las clases y categorías, por cuanto la buena marcha de los centros de detención depende
de su integridad, actitud humanitaria, capacidad y competencia profesional para tratar con
menores, así como de sus dotes personales para el trabajo.

83. Para alcanzar estos objetivos, deberán designarse funcionarios profesionales con una
remuneración suficiente para atraer y retener a hombres y mujeres capaces. Deberá darse
en todo momento estímulos a los funcionarios de los centros de detención de menores
para que desempeñen sus funciones y obligaciones profesionales en forma humanitaria,
dedicada, profesional, justa y eficaz, se comporten en todo momento de manera tal que
merezca y obtenga el respeto de los menores y brinden a éstos un modelo y una
perspectiva positivos.

84. La administración deberá adoptar formas de organización y gestión que faciliten la


comunicación entre las diferentes categorías del personal de cada centro de detención
para intensificar la cooperación entre los diversos servicios dedicados a la atención de los
menores, así como entre el personal y la administración, con miras a conseguir que el
personal que está en contacto directo con los menores pueda actuar en condiciones que
favorezcan el desempeño eficaz de sus tareas.

85. El personal deberá recibir una formación que le permita desempeñar eficazmente sus
funciones, en particular la capacitación en sicología infantil, protección de la infancia y
criterios y normas internacionales de derechos humanos y derechos del niño, incluidas las
presentes Reglas. El personal deberá mantener y perfeccionar sus conocimientos y
capacidad profesional asistiendo a cursos de formación en el servicio que se organizarán a
intervalos apropiados durante toda su carrera.

86. El director del centro deberá estar debidamente calificado para su función por su
capacidad administrativa, una formación adecuada y su experiencia en la materia y deberá
dedicar todo su tiempo a su función oficial.

87. En el desempeño de sus funciones, el personal de los centros de detención deberá


respetar y proteger la dignidad y los derechos humanos fundamentales de todos los
menores y, en especial:

a) Ningún funcionario del centro de detención o de la institución podrá infligir, instigar o


tolerar acto alguno de tortura ni forma alguna de trato, castigo o medida correctiva o
disciplinaria severo, cruel, inhumano o degradante bajo ningún pretexto o circunstancia de
cualquier tipo;

b) Todo el personal deberá impedir y combatir severamente todo acto de corrupción,


comunicándolo sin demora a las autoridades competentes;

c) Todo el personal deberá respetar las presentes Reglas. Cuando tenga motivos para
estimar que estas Reglas han sido gravemente violadas o puedan serlo, deberá
comunicarlo a sus autoridades superiores u órganos competentes facultados para
supervisar o remediar la situación;

d) Todo el personal deberá velar por la cabal protección de la salud física y mental de los
menores, incluida la protección contra la explotación y el maltrato físico, sexual y
emocional, y deberá adoptar con urgencia medidas para que reciban atención médica
siempre que sea necesario;

e) Todo el personal deberá respetar el derecho de los menores a la intimidad y, en


particular, deberá respetar todas las cuestiones confidenciales relativas a los menores o
sus familias que lleguen a conocer en el ejercicio de su actividad profesional;
f) Todo el personal deberá tratar de reducir al mínimo las diferencias entre la vida dentro y
fuera del centro de detención que tiendan a disminuir el respeto debido a la dignidad de los
menores como seres humanos.

Ley 22.278 Régimen Penal de Menores

Ley 22.278 Régimen Penal de Menores


Sanción: 20/VIII/1980

Promulgación: 20/VIII/1980

Publicación: B.O. 28/VIII/1980

Artículo 1º. No es punible el menor que no haya cumplido dieciséis años de edad.
Tampoco lo es el que no haya cumplido dieciocho años, respecto de delitos de acción
privada o reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos años, con
multa o con inhabilitación.

Si existiere imputación contra alguno de ellos la autoridad judicial lo dispondrá


provisionalmente, procederá a la comprobación del delito, tomará conocimiento directo del
menor, de sus padres, tutor o guardador y ordenará los informes y peritaciones
conducentes al estudio de su personalidad y de las condiciones familiares y ambientales
en que se encuentre.

En caso necesario pondrá al menor en lugar adecuado para su mejor estudio durante el
tiempo indispensable.

Si de los estudios realizados resultare que el menor se halla abandonado, falto de


asistencia, en peligro material o moral, o presenta problemas de conducta, el juez
dispondrá definitivamente del mismo por auto fundado, previa audiencia de los padres,
tutor o guardador.

Artículo 2º. Es punible el menor de dieciséis a dieciocho años de edad que incurriere en
delito que no fuera de los enunciados en el artículo 1º.
En esos casos la autoridad judicial lo someterá al respectivo proceso y deberá disponerlo
provisionalmente durante su tramitación a fin de posibilitar la aplicación de las facultades
conferidas por el artículo 4º.

Cualquiera fuese el resultado de la causa, si de los estudios realizados apareciera que el


menor se halla abandonado, falto de asistencia, en peligro material o moral o presenta
problemas de conducta, el juez dispondrá definitivamente del mismo por auto fundado,
previa audiencia de los padres, tutor o guardador.

Artículo 3º. La disposición determinará:

a) La obligada custodia del menor por parte del juez, para procurar la adecuada formación
de aquél mediante su protección integral. Para alcanzar tal finalidad el magistrado podrá
ordenar las medidas que crea convenientes respecto del menor, que siempre serán
modificables en su beneficio;

b) La consiguiente restricción al ejercicio de la patria potestad o tutela, dentro de los límites


impuestos y cumpliendo las indicaciones impartidas por la autoridad judicial, sin perjuicio
de la vigencia de las obligaciones inherentes a los padres o al tutor;

c) El discernimiento de la guarda cuando así correspondiere.

La disposición definitiva podrá cesar en cualquier momento por resolución judicial fundada
y concluirá de pleno derecho cuando el menor alcance la mayoría de edad.

Artículo 3º bis. En jurisdicción nacional la autoridad técnico-administrativa con competencia


en el ejercicio del patronato de menores se encargará de las internaciones que por
aplicación de los artículos 1º y 3º deben disponer los jueces.

En su caso, motivadamente, los jueces podrán ordenar las internaciones en otras


instituciones públicas o privadas.

Artículo 4º. La imposición de pena respecto del menor a que se refiere el artículo 2º estará
supeditada a los siguientes requisitos:

1º) Que previamente haya sido declarada su responsabilidad penal y la civil si


correspondiere, conforme a las normas procesales.

2º) Que haya cumplido dieciocho años de edad.


3º) Que haya sido sometido a un período de tratamiento tutelar no inferior a un año,
prorrogable en caso necesario hasta la mayoría de edad.

Una vez cumplidos estos requisitos, si las modalidades del hecho, los antecedentes del
menor, el resultado del tratamiento tutelar y la impresión directa recogida por el juez
hicieren necesario aplicarle una sanción, así lo resolverá, pudiendo reducirla en la forma
prevista para la tentativa.

Contrariamente, si fuese innecesario aplicarle sanción, lo absolverá, en cuyo caso podrá


prescindir del requisito del inciso 2º.

Artículo 5º. Las disposiciones relativas a la reincidencia no son aplicables al menor que
sea juzgado exclusivamente por hechos que la ley califica como delitos, cometidos antes
de cumplir los dieciocho años de edad.

Si fuere juzgado por delito cometido después de esa edad, las sanciones impuestas por
aquellos hechos podrán ser tenidas en cuenta, o no, a efectos de considerarlo reincidente.

Artículo 6º. Las penas privativas de libertad que los jueces impusieran a los menores se
harán efectivas en institutos especializados. Si en esta situación alcanzaren la mayoría de
edad, cumplirán el resto de la condena en establecimientos para adultos.

Artículo 7º. Respecto de los padres, tutores o guardadores de los menores a que se
refieren los artículos 1º y 2º, el juez podrá declarar la privación de la patria potestad o la
suspensión, o la privación de la tutela o guarda, según correspondiere.

Artículo 8º. Si el proceso por delito cometido por un menor de dieciocho años comenzare o
se reanudare después que el imputado hubiere alcanzado esta edad, el requisito del inciso
3º del artículo 4º se cumplirá en cuanto fuere posible, debiéndoselo complementar con una
amplia información sobre su conducta.

Si el imputado fuere ya mayor de edad, esta información suplirá el tratamiento a que debió
haber sido sometido.

Artículo 9º. Las normas precedentes se aplicarán aun cuando el menor fuere emancipado.
 

Artículo 10. La privación de libertad del menor que incurriere en delito entre los dieciocho
años y la mayoría de edad, se hará efectiva, durante ese lapso, en los establecimientos
mencionados en el artículo 6º.

Artículo 11. Para el cumplimiento de las medidas tutelares las autoridades judiciales de
cualquier jurisdicción de la República prestarán la colaboración que se les solicite por otro
tribunal y aceptarán la delegación que circunstancialmente se les haga de las respectivas
funciones.

Artículo 12. Deróganse los artículos 1º a 13 de la ley 14.394 y el artículo 3º de la ley


21.338.

Artículo 13. Comuníquese...

REGLAS MÍNIMAS DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LAS MEDIDAS NO

PRIVATIVAS DE LIBERTAD "REGLAS DE TOKIO" Adopción: Asamblea General de la

ONU Resolución 45/110, 14 de diciembre de 1990

I. Principios generales 1. Objetivos fundamentales

1.1 Las presentes Reglas mínimas contienen una serie de principios básicos para

promover la aplicación de medidas no privativas de la libertad, así como salvaguardias

mínimas para las personas a quienes se aplican medidas sustitutivas de la prisión.

1.2 Las Reglas tienen por objeto fomentar una mayor participación de la comunidad en la

gestión de la justicia penal, especialmente en lo que respecta al tratamiento del

delincuente, así como fomentar entre los delincuentes el sentido de su responsabilidad


hacia la sociedad. 1.3 Las Reglas se aplicarán teniendo en cuenta las condiciones

políticas, económicas, sociales y culturales de cada país, así como los propósitos y

objetivos de su sistema de justicia penal.

1.4 Al aplicar las Reglas, los Estados Miembros se esforzarán por alcanzar un equilibrio

adecuado entre los derechos de los delincuentes, los derechos de las víctimas y el interés

de la sociedad en la seguridad pública y la prevención del delito.

1.5 Los Estados Miembros introducirán medidas no privativas de la libertad en sus

respectivos ordenamientos jurídicos para proporcionar otras opciones, y de esa manera

reducir la aplicación de las penas de prisión, y racionalizar las políticas de justicia penal,

teniendo en cuenta el respeto de los derechos humanos, las exigencias de la justicia social

y las necesidades de rehabilitación del delincuente.

2. Alcance de las medidas no privativas de la libertad

2.1 Las disposiciones pertinentes de las presentes Reglas se aplicarán a todas las

personas sometidas a acusación, juicio o cumplimiento de una sentencia, en todas las

fases de la administración de la justicia penal. A los efectos de las Reglas, estas personas

se designarán "delincuentes", independientemente de que sean sospechosos o de que

hayan sido acusados o condenados.

2.2 Las Reglas se aplicarán sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo,

edad, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, patrimonio,

nacimiento o cualquier otra condición.

2.3 A fin de asegurar una mayor flexibilidad, compatible con el tipo y la gravedad del delito,

la personalidad y los antecedentes del delincuente y la protección de la sociedad, y evitar

la aplicación innecesaria de la pena de prisión, el sistema de justicia penal establecerá una

amplia serie de medidas no privativas de la libertad, desde la fase anterior al juicio hasta la

fase posterior a la sentencia. El número y el tipo de las medidas no privativas de la libertad

disponibles deben estar determinados de manera tal que sea posible fijar de manera

coherente las penas.


2.4 Se alentará y supervisará atentamente el establecimiento de nuevas medidas no

privativas de la libertad y su aplicación se evaluará sistemáticamente.

2.5 Se considerará la posibilidad de ocuparse de los delincuentes en la comunidad,

evitando recurrir a procesos formales o juicios ante los tribunales, de conformidad con las

salvaguardias y las normas jurídicas.

2.6 Las medidas no privativas de la libertad serán utilizadas de acuerdo con el principio de

mínima intervención.

2.7 La utilización de medidas no privativas de la libertad será parte de un movimiento en

pro de la despenalización y destipificación de delitos, y no estarán encaminadas a

obstaculizar ni a diferir las iniciativas en ese sentido.

3. Salvaguardias legales

3.1 La introducción, definición y aplicación de medidas no privativas de la libertad estarán

prescritas por la ley.

3.2 La selección de una medida no privativa de la libertad se basará en los criterios

establecidos con respecto al tipo y gravedad del delito, la personalidad y los antecedentes

del delincuente, los objetivos de la condena y los derechos de las víctimas.

3.3 La autoridad judicial u otra autoridad independiente competente ejercerá sus facultades

discrecionales en todas las fases del procedimiento, actuando con plena responsabilidad y

exclusivamente de conformidad con la ley.

3.4 Las medidas no privativas de la libertad que impongan una obligación al delincuente,

aplicadas antes o en lugar del procedimiento o del juicio, requerirán su consentimiento.

3.5 Las decisiones sobre la imposición de medidas no privativas de la libertad estarán

sometidas a la revisión de una autoridad judicial u otra autoridad competente e

independiente, a petición del delincuente.

3.6 El delincuente estará facultado para presentar peticiones o reclamaciones ante la

autoridad judicial u otra autoridad competente e independiente sobre cuestiones que


afecten a sus derechos individuales en la aplicación de las medidas no privativas de la

libertad.

3.7 Se preverán disposiciones adecuadas para el recurso y, si es posible, la reparación en

caso de agravio relacionado con un incumplimiento de las normas sobre derechos

humanos internacionalmente reconocidos.

3.8 Las medidas no privativas de la libertad no supondrán ninguna experimentación

médica o psicológica con el delincuente, ni riesgo indebido de daños físicos o mentales.

3.9 La dignidad del delincuente sometido a medidas no privativas de la libertad será

protegida en todo momento.

3.10 Durante la aplicación de las medidas no privativas de la libertad, los derechos del

delincuente no podrán ser objeto de restricciones que excedan las impuestas por la

autoridad competente que haya adoptado la decisión de aplicar la medida.

3.11 Durante la aplicación de las medidas no privativas de la libertad se respetarán tanto el

derecho del delincuente como el de su familia a la intimidad.

3.12 El expediente personal del delincuente se mantendrá de manera estrictamente

confidencial e inaccesible a terceros. Sólo tendrán acceso al expediente las personas

directamente interesadas en la tramitación del caso u otras personas debidamente

autorizadas.

4. Cláusula de salvaguardia

4.1 Ninguna de las disposiciones en las presentes Reglas será interpretada de modo que

excluya la aplicación de las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, las Reglas

mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores (Reglas

de Beijing), el Conjunto de Principios para la protección de todas las personas sometidas a

cualquier forma de detención o prisión ni de ningún otro instrumento o norma sobre

derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional que guarden relación con

el tratamiento del delincuente y con la protección de sus derechos humanos

fundamentales. II. Fase anterior al juicio

5. Disposiciones previas al juicio


5.1. Cuando así proceda y sea compatible con el ordenamiento jurídico, la policía, la

fiscalía u otros organismos que se ocupen de casos penales deberán estar facultados para

retirar los cargos contra el delincuente si consideran que la protección de la sociedad, la

prevención del delito o la promoción del respeto a la ley y los derechos de las víctimas no

exigen llevar adelante el caso. A efectos de decidir si corresponde el retiro de los cargos o

la institución de actuaciones, en cada ordenamiento jurídico se formulará una serie de

criterios bien definidos. En casos de poca importancia el fiscal podrá imponer las medidas

adecuadas no privativas de la libertad, según corresponda.

6. La prisión preventiva como último recurso

6.1 En el procedimiento penal sólo se recurrirá a la prisión preventiva como último recurso,

teniendo debidamente en cuenta la investigación del supuesto delito y la protección de la

sociedad y de la víctima.

6.2 Las medidas sustitutivas de la prisión preventiva se aplicarán lo antes posible. La

prisión preventiva no deberá durar más del tiempo que sea necesario para el logro de los

objetivos indicados en la regla 6.1 y deberá ser aplicada con humanidad y respeto por la

dignidad del ser humano.

6.3 El delincuente tendrá derecho a apelar ante una autoridad judicial u otra autoridad

independiente y competente en los casos en que se imponga prisión preventiva. III. Fase

de juicio y sentencia

7. Informes de investigación social

7.1 Cuando exista la posibilidad de preparar informes de investigación social, la autoridad

judicial podrá valerse de un informe preparado por un funcionario u organismo competente

y autorizado. El informe contendrá información sobre el entorno social del delincuente que

sea pertinente al tipo de infracción que comete habitualmente el individuo y a los delitos

que se le imputan. También deberá contener información y recomendaciones que sean

pertinentes al procedimiento de fijación de condenas. Deberá ceñirse a los hechos y ser

objetivo e imparcial; toda apreciación personal tendrá que formularse claramente como tal.

8. Imposición de sanciones
8.1 La autoridad judicial, que tendrá a su disposición una serie de sanciones no privativas

de la libertad, al adoptar su decisión deberá tener en consideración las necesidades de

rehabilitación del delincuente, la protección de la sociedad y los intereses de la víctima,

quien será consultada cuando corresponda.

8.2 Las autoridades competentes podrán tomar las medidas siguientes: a) Sanciones

verbales, como la amonestación, la reprensión y la advertencia; b) Libertad condicional; c)

Penas privativas de derechos o inhabilitaciones; d) Sanciones económicas y penas en

dinero, como multas y multas sobre los ingresos calculados por días; e) Incautación o

confiscación; f) Mandamiento de restitución a la víctima o de indemnización; g) Suspensión

de la sentencia o condena diferida; h) Régimen de prueba y vigilancia judicial; i) Imposición

de servicios a la comunidad; j) Obligación de acudir regularmente a un centro determinado;

k) Arresto domiciliario; l) Cualquier otro régimen que no entrañe reclusión; m) Alguna

combinación de las sanciones precedentes. IV. Fase posterior a la sentencia

9. Medidas posteriores a la sentencia

9.1 Se pondrá a disposición de la autoridad competente una amplia serie de medidas

sustitutivas posteriores a la sentencia a fin de evitar la reclusión y prestar asistencia a los

delincuentes para su pronta reinserción social.

9.2 Podrán aplicarse medidas posteriores a la sentencia como las siguientes: a) Permisos

y centros de transición; b) Liberación con fines laborales o educativos; c) Distintas formas

de libertad condicional; d) La remisión; e) El indulto.

9.3 La decisión con respecto a las medidas posteriores a la sentencia, excepto en el caso

del indulto, será sometida a la revisión de una autoridad judicial u otra autoridad

competente e independiente, si lo solicita el delincuente.

9.4 Se considerarán cuanto antes las posibilidades de poner en libertad al recluso de un

establecimiento y asignarlo a un programa no privativo de la libertad. V. Aplicación de las

medidas no privativas de la libertad

10. Régimen de vigilancia


10.1 El objetivo de la supervisión es disminuir la reincidencia y ayudar al delincuente en su

reinserción social de manera que se reduzca a un mínimo la probabilidad de que vuelva a

la delincuencia.

10.2 Si la medida no privativa de la libertad entraña un régimen de vigilancia, la vigilancia

será ejercida por una autoridad competente, en las condiciones concretas que haya

prescrito la ley.

10.3 En el marco de cada medida no privativa de la libertad, se determinará cuál es el tipo

más adecuado de vigilancia y tratamiento para cada caso particular con el propósito de

ayudar al delincuente a enmendar su conducta delictiva. El régimen de vigilancia y

tratamiento se revisará y reajustará periódicamente, cuando sea necesario.

10.4 Se brindará a los delincuentes, cuando sea necesario, asistencia psicológica, social y

material y oportunidades para fortalecer los vínculos con la comunidad y facilitar su

reinserción social.

11. Duración.

11.1 La duración de las medidas no privativas de la libertad no superará el plazo

establecido por la autoridad competente de conformidad con la ley.

11.2 Estará prevista la interrupción anticipada de la medida en caso de que el delincuente

haya reaccionado positivamente a ella. 12. Obligaciones.

12.1 Cuando la autoridad competente decida las obligaciones que deberá cumplir el

delincuente, tendrá en cuenta las necesidades de la sociedad y las necesidades y los

derechos del delincuente y de la víctima.

12.2 Las obligaciones que ha de cumplir el delincuente serán prácticas, precisas y tan

pocas como sea posible, y tendrán por objeto reducir las posibilidades de reincidencia en

el comportamiento delictivo e incrementar las posibilidades de reinserción social del

delincuente, teniendo en cuenta las necesidades de la víctima.

12.3 Al comienzo de la aplicación de una medida no privativa de la libertad, el delincuente

recibirá una explicación, oral y escrita, de las condiciones que rigen la aplicación de la

medida, incluidos sus obligaciones y derechos.


12.4 La autoridad competente podrá modificar las obligaciones impuestas de conformidad

con lo previsto en la legislación y según el progreso realizado por el delincuente.

13. Proceso de tratamiento

13.1 En el marco de una medida no privativa de la libertad determinada, cuando

corresponda, se establecerán diversos sistemas, por ejemplo, ayuda psicosocial

individualizada, terapia de grupo, programas residenciales y tratamiento especializado de

distintas categorías de delincuentes, para atender a sus necesidades de manera más

eficaz. 13.2 El tratamiento deberá ser dirigido por profesionales con adecuada formación y

experiencia práctica.

13.3 Cuando se decida que el tratamiento es necesario, se hará todo lo posible por

comprender la personalidad, las aptitudes, la inteligencia y los valores del delincuente, y

especialmente las circunstancias que lo llevaron a la comisión del delito.

13.4 La autoridad competente podrá hacer participar a la comunidad y a los sistemas de

apoyo social en la aplicación de las medidas no privativas de la libertad.

13.5 El número de casos asignados se mantendrá, en lo posible, dentro de límites

compatibles con la aplicación eficaz de los programas de tratamiento.

13.6 La autoridad competente abrirá y mantendrá un expediente para cada delincuente.

14. Disciplina e incumplimiento de las obligaciones

14.1 El incumplimiento de las obligaciones impuestas al delincuente puede dar lugar a la

modificación o revocación de la medida no privativa de la libertad.

14.2 La modificación o revocación de la medida no privativa de la libertad corresponderá a

la autoridad competente; procederá a ello solamente después de haber examinado

cuidadosamente los hechos aducidos por el funcionario supervisor y por el delincuente.

14.3 El fracaso de una medida no privativa de la libertad no significará automáticamente la

imposición de una medida privativa de la libertad.

14.4 En caso de modificación o revocación de la medida no privativa de la libertad, la

autoridad competente intentará imponer una medida sustitutiva no privativa de la libertad


que sea adecuada. Solo se podrá imponer la pena de prisión cuando no haya otras

medidas sustitutivas adecuadas.

14.5 En caso de que el delincuente no cumpla las obligaciones impuestas, la ley

determinará a quién corresponde dictar la orden de detenerlo o de mantenerlo bajo

supervisión.

14.6 En caso de modificación o revocación de la medida no privativa de la libertad, el

delincuente podrá recurrir ante una autoridad judicial u otra autoridad competente e

independiente.

VI. Personal 15.

Contratación 15.1 En la contratación del personal no se hará discriminación alguna por

motivos de raza, color, sexo, edad, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen

nacional o social, patrimonio, nacimiento o cualquier otra condición. Los criterios para la

contratación del personal tendrán en cuenta la política nacional en favor de los sectores

desfavorecidos y la diversidad de los delincuentes que haya que supervisar.

15.2 Las personas designadas para aplicar las medidas no privativas de la libertad

deberán ser personas aptas para la función y, cuando sea posible, tener formación

profesional y experiencia práctica adecuadas. Estas calificaciones se especificarán

claramente.

15.3 Para conseguir y contratar personal profesional calificado se harán nombramientos

con categoría de funcionario público, sueldos adecuados y prestaciones sociales que

estén en consonancia con la naturaleza del trabajo y se ofrecerán amplias oportunidades

de progreso profesional y ascenso.

16. Capacitación del personal

16.1 El objetivo de la capacitación será explicar claramente al personal sus funciones en lo

que atañe a la rehabilitación del delincuente, la garantía de los derechos de los

delincuentes y la protección de la sociedad. Mediante capacitación, el personal también

deberá comprender la necesidad de cooperar y coordinar las actividades con los

organismos interesados.
16.2 Antes de entrar en funciones, el personal recibirá capacitación que comprenda

información sobre el carácter de las medidas no privativas de la libertad, los objetivos de la

supervisión y las distintas modalidades de aplicación de las medidas no privativas de la

libertad.

16.3 Después de la entrada en funciones, el personal mantendrá y mejorará sus

conocimientos y aptitudes profesionales asistiendo a cursos de capacitación durante el

servicio y a cursos de actualización. Se proporcionarán instalaciones adecuadas a ese

efecto.

VII. Voluntarios y otros recursos comunitarios

17. Participación de la sociedad

17.1 La participación de la sociedad debe alentarse pues constituye un recurso

fundamental y uno de los factores más importantes para fortalecer los vínculos entre los

delincuentes sometidos a medidas no privativas de la libertad y sus familias y la

comunidad. Deberá complementar la acción de la administración de la justicia penal.

17.2 La participación de la sociedad será considerada una oportunidad para que los

miembros de la comunidad contribuyan a su protección.

18. Comprensión y cooperación de la sociedad

18.1 Debe alentarse a los organismos gubernamentales, al sector privado y a la

comunidad en general para que apoyen a las organizaciones de voluntarios que fomenten

la aplicación de medidas no privativas de la libertad.

18.2 Se organizarán regularmente conferencias, seminarios, simposios y otras actividades

para hacer cobrar conciencia de la necesidad de que la sociedad participe en la aplicación

de medidas no privativas de la libertad.

18.3 Se utilizarán todos los medios de comunicación para propiciar una actitud constructiva

en la comunidad, que dé lugar a actividades que propicien una aplicación más amplia del

régimen no privativo de la libertad y la reinserción social de los delincuentes.


18.4 Se hará todo lo posible por informar a la sociedad acerca de la importancia de su

función en la aplicación de las medidas no privativas de la libertad.

19. Voluntarios

19.1 Los voluntarios serán seleccionados cuidadosamente y contratados en función de las

aptitudes y del interés que demuestren en su labor. Se impartirá capacitación adecuada

para el desempeño de las funciones específicas que les hayan sido encomendadas y

contarán con el apoyo y asesoramiento de la autoridad competente, a la que tendrán

oportunidad de consultar.

19.2 Los voluntarios alentarán a los delincuentes y a sus familias a establecer vínculos

significativos y contactos más amplios con la comunidad, brindándoles asesoramiento y

otras formas adecuadas de asistencia acorde con sus capacidades y las necesidades del

delincuente.

19.3 Los voluntarios estarán asegurados contra accidentes, lesiones y daños a terceros en

el ejercicio de sus funciones. Les serán reembolsados los gastos autorizados que hayan

efectuado durante su trabajo. Gozarán del reconocimiento público por los servicios que

presten en pro del bienestar de la comunidad. VIII. Investigación, planificación y

formulación y evaluación de políticas

20. Investigación y planificación

20.1 Como aspecto esencial del proceso de planificación, se hará lo posible para que las

entidades tanto públicas como privadas colaboren en la organización y el fomento de la

investigación sobre la aplicación a los delincuentes de un régimen no privativo de la

libertad. 20.2 Se harán investigaciones periódicas de los problemas que afectan a los

destinatarios de las medidas, los profesionales, la comunidad y los órganos normativos.

20.3 Dentro del sistema de justicia penal se crearán mecanismos de investigación e

información para reunir y analizar datos y estadísticas sobre la aplicación a los

delincuentes de un régimen no privativo de la libertad.

21. Formulación de la política y elaboración de programas


21.1 Se planificarán y aplicarán sistemáticamente programas de medidas no privativas de

la libertad como parte integrante del sistema de justicia penal en el marco del proceso

nacional de desarrollo.

21.2 Se efectuarán evaluaciones periódicas con miras a lograr una aplicación más eficaz

de las medidas no privativas de la libertad.

21.3 Se realizarán estudios periódicos para evaluar los objetivos, el funcionamiento y la

eficacia de las medidas no privativas de la libertad.

22. Vínculos con organismos y actividades pertinentes

22.1 Se crearán a diversos niveles mecanismos apropiados para facilitar el establecimiento

de vínculos entre los servicios encargados de las medidas no privativas de la libertad,

otras ramas del sistema de justicia penal, y los organismos de desarrollo y bienestar social,

tanto gubernamentales como no gubernamentales, en sectores como la salud, la vivienda,

la educación, el trabajo y los medios de comunicación.

23. Cooperación internacional

23.1 Se hará lo posible por promover la cooperación científica entre los países en cuanto

al régimen sin internamiento. Deberán reforzarse la investigación, la capacitación, la

asistencia técnica y el intercambio de información entre los Estados Miembros sobre

medidas no privativas de la libertad, por conducto de los institutos de las Naciones Unidas

para la prevención del delito y el tratamiento del delincuente y en estrecha colaboración

con la Subdivisión de Prevención del Delito y Justicia Penal del Centro de Desarrollo

Social y Asuntos Humanitarios de la Secretaría de las Naciones Unidas.

23.2 Deberán fomentarse los estudios comparados y la armonización de las disposiciones

legislativas para ampliar la gama de opciones sin internamiento y facilitar su aplicación a

través de las fronteras nacionales, de conformidad con el Tratado modelo sobre el

traspaso de la vigilancia de los delincuentes bajo condena condicional o en libertad

condicional.
Mi hij@ cayó pres@, ¿qué hago?

Usted debe ir a la comisaría más cercana para saber dos cosas:

o en qué dependencia policial se encuentra su hij@.


o y por qué esta allí.

Es importante tener información respecto del motivo por el cual su hij@ está en la


comisaría. 

¿Qué tengo que saber?

Si su hij@ tiene menos de 18 años, no está preso aunque esté en una comisaría,  por ser
menor de edad tiene derecho a un tratamiento distinto al de los adultos. 

Tiene que ser llevado a la Comisaría del Menor, previo aviso a la Defensoría Penal de los
Derechos del Niño y el Adolescente.
Usted tiene derecho a saber por qué su hij@ ha sido detenid@, no pueden negarle
información sobre el motivo de la detención, aunque a veces lo hacen diciéndole que
"no pueden darle información antes que lo sepa el juez", en ese caso insista o pida hablar
con el/la defensor/a oficial penal del Niño y Adolescente. 

Su hij@ NO PUEDE ESTAR INCOMUNICAD@. Si esto sucede, exija inmediatamente la


intervención del defensor oficial penal del Niño y Adolescente. 

Si le dicen que está detenid@ sólo por averiguación de antecedentes, el tiempo de


permanencia en la comisaría debe ser el mínimo indispensable. 

No puede recibir malos tratos (amenazas, golpes, etc); en caso de que esto suceda o
que usted sospeche que pudiera ocurrir, es importante concurrir a la Fiscalía para
denunciar la situación de abuso policial; o comunicarse con los defensores oficiales
penales para poner en conocimiento y canalizar la denuncia.  

¿A quién llamar?

Defensoría Penal del Niño y el Adolescente: (casos penales cuyos presuntos autores


fueran menores de 18 años). Si ellos saben de un abuso policial hacia un menor, están
obligados a formular la denuncia.  

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