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AUTOCONOCIMIENTO: UNA IDEA TENSA

Mishelle Echeverría

2021-08-06

La iniciativa de autoconocimiento es vieja, quizás inclusive más que la filosofía tal y como la hemos
conocido. Es una labor difícil, sin embargo, mencionar en qué radica tal iniciativa, es igual que
exponer ejemplos cabales de autoconocimiento. Continuamente existe una porción reducida de
creencias erróneas que una persona puede tener sobre sí misma. Por lo menos mentalmente,
mencionaríamos que una persona no puede tener solamente creencias equivocadas sobre sí misma.

Las diferencias en medio de las modalidades en las que logramos tener ingreso a los diferentes tipos
de hechos sobre nosotros tienen la posibilidad de ser importantes de caso en caso. En todos dichos
casos parece perfectamente viable cuestionar el alcance y la calidad del autoconocimiento que le
atribuimos a una persona, o que una persona se atribuye a sí mismo. Esto se refiere a que cualquier
religión sobre uno mismo puede ser falsa porque conducir a la iniciativa harto distinta, es de que
cada una de ellas tienen la posibilidad de serlo.

Esto se traduce en la iniciativa de que no cualquier religión acerca de sí mismo puede valer como
autoconocimiento. De manera, para que una religión sobre sí mismo logre contar como
autoconocimiento, tiene que percatarse de que el individuo se encuentra en la religión.
Mencionando que esta es la condición de autoconciencia para las creencias acerca de sí mismos que
tienen la posibilidad de aspirar a contar como autoconocimiento. Para llegar a hechos como éstos no
parece requerir el ejercicio de la dialéctica filosófica, cuyo ejercicio está, por lo menos de acuerdo
con la tradición, íntimamente ligado con el mandato del oráculo.

Asumamos, entonces, que Sócrates consigue generar una lista con una secuencia de hechos
suficientemente nobles sobre sí mismo. Para ilustrar por qué la contestación debería ser negativa,
abordemos la cuestión a partir de otro ángulo. Se supone que respuestas satisfactorias a cuestiones
como por ejemplo «¿qué tipo de persona soy?» conforman ejemplos genuinos de autoconocimiento.

No se trata únicamente de las reservas que comúnmente poseemos frente a cualquier reporte de
hechos, sino de esas que permiten identificar fallas, inconsistencias, exageraciones, imprecisiones de
quien nos cuenta una parte de su historia. El autoconocimiento necesita desapego, puesto que pide
del individuo ser capaz de reconocer dicha tentación, o ejercer las reservas debidas frente a eso que
uno mismo puede mencionar.

Y en este sentido, admitir la demanda del desapego, que exige a el individuo estar abierta a los
hechos, es admitir que hay un hiato, entre lo cual una persona considera de sí misma y lo cual ella es.

Se diría, y es correcto, que Edipo ha adquirido una creencia acerca de sí mismo, y esa creencia es
además autoconsciente. Todavía así, se considera que no puede afirmarse que tal autobiografía
constituya una forma de autoconocimiento.

Así, en un segundo sentido, la demanda del involucramiento requiere que los hechos sean
suficientemente importantes y cercanos para la persona misma, y se plantea en ámbitos en los que
la imparcialidad es en particular difícil. En suma, lo que la demanda del involucramiento señala es
que, si sólo contamos con las mejores pruebas sobre los hechos referentes a nuestra propia persona,
podemos ciertamente contar con un conocimiento, no obstante, todavía no contamos con
autoconocimiento, puesto que aún no nace la persona misma que está en particular involucrada en
determinados sucesos y estados de cosas.

Si lo consideramos correcto, podemos entonces nombrar que el autoconocimiento es saber hechos


sobre mí mismo, siempre que sean estos del tipo fundamental, en otros términos, de la mente o
psicológico, y constantemente que nuestro ingreso a ellos sea inmediato.

De manera no hay tensión alguna en la iniciativa de autoconocimiento. Es de notarse al final, que


bajo este modelo podría aceptarse la probabilidad del ingreso evidenciar a nuestra mente sin tener
que renunciar a la idea clave de que el autoconocimiento es básicamente entendimiento interno.
Traigo a colación este pasaje de Heidegger destinados a alumbrar el caso filosófico que deseamos
capturar en nuestra iniciativa de autoconocimiento.

En primera instancia, una domesticación de la retórica heideggeriana nos indica la iniciativa de que
no contamos con una idea idónea, por el momento no mencionemos clara, del fenómeno en
cuestión.

La conciencia del placer y el placer son una y la misma cosa, o, si se prefiere, el placer tiene a la
conciencia como modo especial de ser. No es como si pudiera haber sentimientos, creencias o
anhelos flotando por ahí en la mente de una persona que tengan la posibilidad de ser captados luego,
por ella, como las emociones, creencias o anhelos que son.
ahora parece que el exclusivo camino abierto en dicha dirección es el de las creencias, anhelos y
emociones que otras personas poseen sobre nosotros mismos.

Ilustremos el peculiar sesgo que da Moran a la problemática aquí tratada, con una situación familiar
en la que otras personas nos informan, quizás a forma de reproche, sobre nuestras creencias.

En nuestro marco, lo cual es determinante del comienzo de transparencia es que posibilita describir
la diferencia entre el modo en que una persona se relaciona con sus propias creencias y el modo en
que segundas o terceras personas se relacionan con ellas. La transparencia, es decir, no es una
interacción que Estragón logre mantener con las creencias de Vladimir, y que éste no puede tener
con las creencias de Estragón.

Ya que, si bien su recordatorio de que nadie puede creer sus creencias en su sitio es perfectamente
conveniente, no debería de allí concluir que otros, en esta situación Estragón, no permanecen de ni
una forma autorizados a dialogar sobre sus creencias.

Si Vladimir se da cuenta de esto y se pone filosófico, debería percatarse de que su autoridad sobre
sus propias creencias no puede explicarse aduciendo que él tiene una entrada particular a su propia
vida de la mente, en consecuencia, sus creencias autoconscientes poseen el nivel mayor de
justificación.

Ahora bien, la autoridad de otros para atribuir me, basado en la observación de mi conducta y sin
preguntarme nada, determinadas creencias, anhelos, sentimientos, etcétera., tiene su correlato,
obviamente, en la autoridad que yo tengo para atribuir, sobre el mismo tipo de bases, creencias,
anhelos o sentimientos a otras personas.

Y si en primera persona del presente nos atribuimos pensamientos o creencias, es pues importamos,
de la autoridad de los demás, las bases evidénciales de la atribución.

Esto significa que si bien hay casos en los cuales una persona se puede equivocar sobre sus
pensamientos, creencias etcétera., esto no impide aceptar que los individuos principalmente saben
lo cual consideran y creen, sin recurrir a la autoridad de los demás y sin tener que aguardar a que se
presenten condiciones para observarse actuar según un jefe de conducta.
Por esto, se debe tomar la iniciativa de que, en este entorno y generalmente, la posesión es suficiente
para la justificación como una expresión de la autoridad del individuo sobre sus propios
pensamientos y creencias auto conscientes, una autoridad que es además una condición para tener
los pensamientos y creencias que otros tienen la posibilidad de, ocasionalmente, atribuir a la misma
persona sobre la base de pruebas.

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