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3 - 7
Esta Tercera Epístola del Apóstol Juan se parece mucho a Juan en muchas maneras, pero no
se parece tanto a él en otros aspectos. El gran contraste que encontramos aquí, es que en su
segunda epístola, Juan está advirtiendo a la señora, o probablemente a la iglesia, de que había
muchos engañadores en el mundo, y que ellos ni siquiera deberían recibirlos. No debían recibir a
un engañador o un falso maestro, ni siquiera en sus propios hogares. Y que si ellos hacían esto,
entonces ellos eran partícipes en sus obras malas.
Ahora, aquí en la Tercera Epístola del Apóstol Juan, él está animando a ese hombre Gayo a
que reciba en su hogar a aquellos que se acercan y que son maestros bíblicos. Gayo tenía un
verdadero discernimiento espiritual. Y si él descubría que la persona que venía a su casa no
estaba andando en la verdad, o andando en el amor, cualquiera de esas cosas, él no lo recibía en
su hogar. Pero su hogar tenía las puertas abiertas de par en par, para los verdaderos maestros de
la Palabra de Dios. Este es un cuadro maravilloso de la vida en el primer siglo durante el imperio
romano, cuando era muy difícil vivir por Dios. Así es que, vemos que Juan llama a Gayo “el
amado”. Evidentemente Gayo era un convertido, y probablemente estaba ya entrado en años,
pero quizá no era tan anciano como Juan. Aparentemente Juan ya tendría en esta ocasión unos
90 años de edad, si no era más viejo. Así es que, él le llama aquí: Gayo, el amado. (3 Jn. 1).
Esa es una forma maravillosa de poder dirigirse a un hermano. Luego, él dice aquí en el
versículo 3:
3
Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu
verdad, de cómo andas en la verdad. (3 Jn. 3)
Amigo oyente, eso es algo importante de notar de nuestra parte. La verdad aquí es en
realidad una referencia a la doctrina y las enseñanzas de los apóstoles, y debemos notar cómo
concluye este versículo. En muchos lugares, no se incluye esta frase, y en algunos lugares se
incluye donde no debería ser incluida. Y debería ser sencillamente: “andar en la verdad”. Eso se
refiere no sólo a la doctrina, sino también a su conducta. Esa es la marca o el distintivo de un
creyente. La verdad era aquello que era dominante. Eso era lo que resaltaba en la vida del
creyente, si él estaba andando en la verdad, o no estaba andando en la verdad, o si estaba
andando en la luz. Eso era algo de suma importancia. Juan dijo en su primera epístola que no es
cómo anda uno, sino dónde anda uno lo que es de importancia, cuando uno está andando en la
verdad.
4
No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. (3 Jn. 4)
Este es un gran consuelo. Esto es algo que anima realmente. Y Juan dice aquí: No tengo yo
mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. Estos eran aquellos que Juan había
guiado al Señor, y el escuchar estos informes de que estos convertidos en esa zona de Asia,
donde él había sido el pastor de la iglesia en Éfeso, él podía ver ahora cuando ya es un hombre
anciano, que ellos aún estaban andando en la verdad. Y aquí nuevamente debemos aclarar que
andando en la verdad, significa andar en la doctrina y en el amor por los hermanos. Ellos
manifestaban eso. Esto es algo que nos da a nosotros, y a cualquier ministro, mucho gozo: el
saber que aquellas personas que han sido tocadas por nuestro ministerio, aún muchos años atrás,
continúan andando en la verdad. Es hermoso poder recibir informes diciendo que estas personas
pertenecen a una iglesia bíblica y cómo están tratando de servir al Señor. Bueno, amigo oyente,
eso de veras trae gozo a nuestros corazones. Y cuando uno se entera de aquellos jóvenes que
salían a estudiar con nosotros, cómo están tomando una posición del lado de la verdad, eso trae
gran gozo a nuestros corazones.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee tiene una historia relacionada con
esto. Él contaba que, en una ocasión, su hija fue a escuchar a un joven predicador, a quien el Dr.
McGee había tenido el privilegio de enseñar. Este joven predicador había estudiado la Biblia
bajo el ministerio del Dr. McGee hace muchos años, cuando él era muy joven aún. Así es que,
su hija y el esposo de ella fueron a escucharle, y ella regresó a la casa contando lo maravilloso
que era este predicador, y qué glorioso mensaje había presentado. Y luego, ella relató algo de
ese mensaje. Y se lo presentó a él como algo que él no había escuchado nunca antes. Parecía
algo conocido, pero él nunca dijo nada a su hija, sencillamente le escuchaba. Y ella le preguntó:
“¿No era ese un mensaje maravilloso?” Y el Dr. McGee le respondió: “Sí, lo es”. Y luego, ella
dijo: “¿Sabes una cosa, papá?, tú en el día de hoy tal vez no seas capaz de hablar a los jóvenes,
pero este joven predicador sí lo hace. Él puede comunicarse con los jóvenes y ellos le escuchan.
Su iglesia está llena de personas jóvenes”. Bueno, el Dr. McGee sencillamente sonrió. No
quería decirle a su hija que ese mensaje que este joven había presentado, era uno de sus propios
5
Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos,
especialmente a los desconocidos, (3 Jn. 5)
Bien, salgamos de este punto. Estamos hablando en cuanto a las cosas que son muy prácticas
hoy. Estamos hablando de cosas que nos tocan a nosotros en la vida diaria. Aquí es donde
nosotros vivimos y actuamos y somos. Pero aquí en este versículo 5, leemos:
5
Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos,
especialmente a los desconocidos, (3 Jn. 5)
6a
los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; (3 Jn. 6 a)
Y aquí tenemos referencia a algo que ocurría en la iglesia de Juan. Estos hermanos
regresaban de algún viaje, y pensamos que cuando ellos se reunían para adorar, Juan les diría:
“Bueno, vemos que este hermano fulano de tal que ha estado evangelizando en tal y cual lugar,
ha regresado, y quisiéramos que nos cuente lo que ha ocurrido. ¡Quisiéramos tener un informe
de cómo el Señor le ha guiado, y de cómo el Señor le ha bendecido”. Entonces, ese hermano se
pondría de pie y daría un informe y él podría decir: “Cuando yo llegué a este lugar, había un
hermano llamado Gayo, y él es uno de los siervos elegidos de Dios. Él abre su hogar, pero no lo
hace para todo el mundo, porque por cierto que me examinó. Él me inspeccionó muy bien para
estar seguro de que yo estaba enseñando la Palabra de Dios, para saber si yo creía la Palabra de
Dios, si yo estaba andando en amor. Él me examinó y descubrió que sí era así, y entonces él
abrió su corazón y abrió las puertas de su hogar para mí, y tuvimos momentos de comunión
hermosa.
Así es que, ahora Juan está escribiendo: “¿Sabe usted una cosa? He oído de varias personas y
quiero que ustedes sepan de cómo esto alegra mi corazón, y le dice: Amado, fielmente te
conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos. Y
agrega en el versículo 6:
6
los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en
encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. (3 Jn.
6)
7
Porque ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles. (3
Jn. 7)
Él está diciendo aquí que estos hermanos habían salido confiando en el Señor, y que uno
abría las puertas de sus casas a ellos, y ellos eran genuinos, eran verdaderos, y uno los podría
recibir. Pero aquí él hace una declaración tremenda. Él dice: Sin aceptar nada de los gentiles.
Amigo oyente, esa es otra forma de comprobar si eso es o no es genuino. Debemos darnos
cuenta que hay personas sin escrúpulos que tratan de obtener dinero de cualquier persona que
done para cualquier causa. Debemos preguntarnos si esto es algo verdadero, si es una obra del
Señor que depende del pueblo del Señor, o si es algo en el cual todo el mundo debe participar.
Juan dice aquí: “Estos hombres, hombres verdaderos, no tomarían, no aceptarían nada de los
gentiles”. Lo que él quiere decir aquí, son los que no son creyentes, aquellas personas que eran
incrédulas. Estos siervos de Dios, pues, no tomaban nada, no recibían nada de esa clase de
gente.
Esto es algo que cualquier organización, aun este programa radial, debería tener en cuenta
cuando acepta donativos de alguna persona. Si usted no es un creyente, aunque llegue a ser un
miembro de la iglesia, es preferible que no dé dinero para cosas u obras del Señor. Usted puede
recibir las notas y bosquejos, pero no creemos que Dios pueda bendecir lo que un incrédulo dé,
aunque lo esté dando a nosotros, no creemos que Dios pueda utilizar ese dinero. Es por eso que
no queremos que aquellos que no son creyentes nos envíen ninguna clase de contribución.
Creemos que este es el método bíblico de actuar. Esos hombres salieron sin aceptar nada de los
gentiles. Ellos no solicitaban a los incrédulos que dieran para la obra del Señor.
Ahora, estamos hablando solo por nosotros mismos, y sabemos que hay algunos que no están
de acuerdo con nosotros, pero no creemos que se debe solicitar una clase de ayuda de los
incrédulos. Ellos no tienen parte alguna en la obra del Señor. Pensamos nosotros que cuando los
israelitas llevaban el arca a través del desierto, esta era llevada en los hombros de los sacerdotes.
Ni siquiera la podían poner en un carro. Era porque Dios había dicho que los sacerdotes la
debían llevar. Y Dios dice que los sacerdotes hoy son los creyentes. Cada creyente es un
sacerdote, y usted y yo, amigo oyente, debemos llevar al Señor Jesucristo a este mundo en el
presente. Es por eso que nunca solicitamos de los incrédulos que den nada; todos los creyentes sí
pueden hacerlo, porque creemos que este es el método de Dios.