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Bernardo: Hola, amigo lector.

Qué bueno es poder hablar contigo nuevamente y que


juntos estemos deseosos de que Cristo siga creciendo en nuestras vidas.

Lector: Así es, Bernardo, deseo que llegue este momento para poder nutrirme de
todo lo que el Señor tiene para mi vida. Y quisiera hacerte una pregunta, porque no sé
cómo hacer para hablarle a la gente que conozco de las cosas de Dios. ¿Cómo se hace?

Bernardo: Antes de hablarle a la gente de Dios, el apóstol Pablo le hablaba a Dios de


la gente. Él tomaba los nombres de las personas y los entregaba en el altar del Señor.

Lector: ¿Me explicarías un poco más sobre este tema?

Bernardo: ¡Claro que sí! Nosotros somos sacerdotes del Nuevo Pacto y, antes de
evangelizar o de llevar La Palabra, debemos entregarlos en sacrificio; para luego, ir a
ellos y compartirles lo que el Señor nos diga. Querido amigo, evangelizar no es una
actividad, sino una manera de vivir. No es un método, es vivir a Cristo.

Lector: Comprendo. En muchas ocasiones, cuando tuve oportunidad de hablar de


Cristo, no sabía bien qué decir, cuáles eran las palabras correctas para que la gente
quisiera seguirlo a Él.

Bernardo: Ahí está el punto: no tenemos que enseñar nada. El Evangelio no es


aprender algunas enseñanzas de Cristo, sino vivir a Cristo. Ser cristiano no es saber

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“teología” o un cúmulo de conceptos, es vivir a una Persona. Es llenarnos de Cristo,
amar a Cristo, experimentar a Cristo. Te voy a compartir lo que hacía Moody…

Lector: Te escucho, cuéntame…

Bernardo: Moody cuenta en su biografía que se propuso predicarle el Evangelio a


una persona por día. En cierta ocasión, después de acostarse, recordó que ese día to-
davía no le había predicado a nadie. Así que se volvió a vestir y salió a buscar a alguien
a quien hablarle. Cuando miró el reloj, era medianoche. ¿Dónde podría encontrar a
alguien a esa hora? Las calles estaban desiertas y la única persona que encontró fue a
un policía que estaba de servicio. “Usted necesita creer en el Señor”, le dijo. El policía,
que estaba de mal humor, le contestó: “¿No tiene usted otra cosa mejor que hacer, a
esta hora de la noche, que tratar de convencerme para que crea en Jesús?”. Después
de compartir unas breves palabras con él, Moody regresó a casa, pero el policía fue
conmovido por lo que le había dicho. Días más tarde el policía fue a visitar a Moody
y fue salvo.

Lector: Estoy entendiendo… No se trata de hacer, sino de tener un vínculo con Él.

Bernardo: Así es. El pastor Charles Spurgeon dijo: “Si no hay amor a Él, nada estará
bien en nuestro futuro”. Todo el Evangelio se trata de una persona, de amar más a
Cristo. No se trata de servir, ni de confesar públicamente, ni de arrepentirse y reparar;
se trata de Su persona.

Lector: Gracias, ahora entiendo perfectamente qué significa evangelizar.

Bernardo: Durante años vivimos un Evangelio de mejora, de tratar de ser mejores


personas. Pero eso se terminó. Ahora somos como el árbol plantado en las corrientes
de las aguas. No vamos a dejar de crecer y crecer.

Lector: ¿Tienes otra experiencia para compartirme?

Bernardo: Te voy a contar la experiencia de mi familia. Mi padre deseaba ferviente-


mente evangelizar; así que, me cuenta mi mamá, salíamos todos; ellos dos, yo siendo
un bebé y mis dos hermanos, María y Samuel, de cinco y cuatro años respectivamente.

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Para mi sorpresa, acerca de esa etapa, me cuenta mi mamá que íbamos al Cementerio
de la Chacarita a regalar evangelios. Mis padres, mientras lo hacían, cuidaban que no
nos perdiéramos. Yo no podía caminar aún, era un bebé en brazos de mi mamá; pero
Samuel y María eran bastante inquietos. Con el tiempo, esta actividad evangelizadora
se hizo muy difícil de sostener: tomar el colectivo con la caja de evangelios, mientras
nos cuidaban a nosotros tres, y luego pasar horas repartiendo. Así que mi papá le pidió
al Señor que alguien lo pudiese acompañar. Un día, estando en la zapatería, escuchó
a alguien pasar cantando el viejo coro “No ves que soy feliz, sirviendo al Señor. Nueva
criatura soy, nueva soy” (cantado con acento italiano, ¿te lo imaginas?).

Lector: Qué experiencia hermosa poder compartir a Cristo en familia. Yo también


quiero hacer lo mismo con mis hijos.

Bernardo: Ambos repartieron miles y miles de evangelios por todos lados donde sus
pies iban... Te comparto esto y es como si pudiera verlos ahora… Ellos, sin saberlo,
sembraron en mí el Evangelio, “su Evangelio” (como decía Pablo); sembraron en mí
su ejemplo, y esa semilla sigue creciendo en mí hasta el día de hoy. Su corazón por Él
fue el folleto que le repartieron a mi vida, el folleto de su ejemplo.

Lector: Tenemos que predicar de Él, de Su gloria y nada de nosotros. No tengo enton-
ces que preocuparme por aprender conceptos.

Bernardo: Amigo, espera que Cristo te dé la carga de oración por lo que debes orar. Si
no recibiste una carga, no ores. Todos los grandes hombres de Dios sabían esto. Char-
les Finney, el evangelista que trajo un gran avivamiento en Estados Unidos, enviaba
a dos personas al lugar donde se iban a desarrollar las campañas. Esas dos personas se
internaban en el lugar, se encerraban en un hotel y oraban lo que Dios les daba como
carga en su corazón. No oraban nada por fuera de la carga. Cuando Finney llegaba,
predicaba y las personas se convertían de a miles.

Lector: ¿Hay algún secreto más que puedas darme para que Cristo pueda seguir cre-
ciendo en mi vida?

Bernardo: Mientras Pablo estaba preso, él decía: “Él está creciendo en mí”. ¿Cómo
hacía? Lo miraba a Él. Búscalo en cada circunstancia de tu vida y, donde estés, sé luz.

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Lector: Así lo haré, para que todas las generaciones sean llenas de Su luz y haya en
cada uno de nosotros un aumento de Cristo. Muchas gracias por compartirme estas
experiencias.

Bernardo: De eso se trata, de vivir y de compartir a Cristo cada día.

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