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Lector: Así es, Bernardo, deseo que llegue este momento para poder nutrirme de
todo lo que el Señor tiene para mi vida. Y quisiera hacerte una pregunta, porque no sé
cómo hacer para hablarle a la gente que conozco de las cosas de Dios. ¿Cómo se hace?
Bernardo: ¡Claro que sí! Nosotros somos sacerdotes del Nuevo Pacto y, antes de
evangelizar o de llevar La Palabra, debemos entregarlos en sacrificio; para luego, ir a
ellos y compartirles lo que el Señor nos diga. Querido amigo, evangelizar no es una
actividad, sino una manera de vivir. No es un método, es vivir a Cristo.
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“teología” o un cúmulo de conceptos, es vivir a una Persona. Es llenarnos de Cristo,
amar a Cristo, experimentar a Cristo. Te voy a compartir lo que hacía Moody…
Lector: Estoy entendiendo… No se trata de hacer, sino de tener un vínculo con Él.
Bernardo: Así es. El pastor Charles Spurgeon dijo: “Si no hay amor a Él, nada estará
bien en nuestro futuro”. Todo el Evangelio se trata de una persona, de amar más a
Cristo. No se trata de servir, ni de confesar públicamente, ni de arrepentirse y reparar;
se trata de Su persona.
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Para mi sorpresa, acerca de esa etapa, me cuenta mi mamá que íbamos al Cementerio
de la Chacarita a regalar evangelios. Mis padres, mientras lo hacían, cuidaban que no
nos perdiéramos. Yo no podía caminar aún, era un bebé en brazos de mi mamá; pero
Samuel y María eran bastante inquietos. Con el tiempo, esta actividad evangelizadora
se hizo muy difícil de sostener: tomar el colectivo con la caja de evangelios, mientras
nos cuidaban a nosotros tres, y luego pasar horas repartiendo. Así que mi papá le pidió
al Señor que alguien lo pudiese acompañar. Un día, estando en la zapatería, escuchó
a alguien pasar cantando el viejo coro “No ves que soy feliz, sirviendo al Señor. Nueva
criatura soy, nueva soy” (cantado con acento italiano, ¿te lo imaginas?).
Bernardo: Ambos repartieron miles y miles de evangelios por todos lados donde sus
pies iban... Te comparto esto y es como si pudiera verlos ahora… Ellos, sin saberlo,
sembraron en mí el Evangelio, “su Evangelio” (como decía Pablo); sembraron en mí
su ejemplo, y esa semilla sigue creciendo en mí hasta el día de hoy. Su corazón por Él
fue el folleto que le repartieron a mi vida, el folleto de su ejemplo.
Lector: Tenemos que predicar de Él, de Su gloria y nada de nosotros. No tengo enton-
ces que preocuparme por aprender conceptos.
Bernardo: Amigo, espera que Cristo te dé la carga de oración por lo que debes orar. Si
no recibiste una carga, no ores. Todos los grandes hombres de Dios sabían esto. Char-
les Finney, el evangelista que trajo un gran avivamiento en Estados Unidos, enviaba
a dos personas al lugar donde se iban a desarrollar las campañas. Esas dos personas se
internaban en el lugar, se encerraban en un hotel y oraban lo que Dios les daba como
carga en su corazón. No oraban nada por fuera de la carga. Cuando Finney llegaba,
predicaba y las personas se convertían de a miles.
Lector: ¿Hay algún secreto más que puedas darme para que Cristo pueda seguir cre-
ciendo en mi vida?
Bernardo: Mientras Pablo estaba preso, él decía: “Él está creciendo en mí”. ¿Cómo
hacía? Lo miraba a Él. Búscalo en cada circunstancia de tu vida y, donde estés, sé luz.
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Lector: Así lo haré, para que todas las generaciones sean llenas de Su luz y haya en
cada uno de nosotros un aumento de Cristo. Muchas gracias por compartirme estas
experiencias.
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