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“AÑO DEL FORTALECIMIENTO DE LA SOBERANÍA NACIONAL”

CURSO:

ARBITRAJE

TEMA:

LOS ÁRBITROS, SU JURISDICCIÓN DEPENDEN EN FORMA INMEDIATA DE LA


CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO Y DE LA NORMA JURÍDICA QUE ESTABLECE LA
ADMINISTRACIÓN DE SU PERTENENCIA
LAS PARTES QUE LO FACULTAN, EFECTOS DEL CONVENIO ARBITRAL

FACULTAD:

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

DOCENTE:
VIOLETA JIMÉNEZ RUFINO

UNIVERSIDAD:

SAN PEDRO

INTEGRANTES:

➢ NÚÑEZ ALVARADO SHAMIR


➢ NUÑEZ SANCHEZ DARENZUKA
➢ RODRÍGUEZ RUIZ KARLA

PERÚ - 2022
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INTRODUCCIÓN

Introducir a los mediadores en el estudio del arbitraje comercial, de consumo y

laboral, tanto doméstico como internacional, como forma de dirimir disputas

nacidas de relaciones comerciales, de consumo y laborales. El propósito es

brindarles un conocimiento teórico-práctico de lo que significa la práctica del

arbitraje, a los efectos de formar profesionales preparados técnica y

culturalmente para actuar en este tipo de procedimientos. Esto, no sólo a través

de la exposición de los fundamentos teóricos de cada uno de los temas que se

abordarán, sino del entrenamiento, mediante ejercicios prácticos, de las

habilidades básicas con las que debe contar un árbitro.


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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………2

I. LOS ÁRBITROS…………………………………………………….…………4

1. Definición……………………………………………………………...4

2. Su jurisdicción dependen en forma inmediata de la


constitución política del Estado y de la norma jurídica que
establece la administración de su pertenencia…………..……..6

En la Constitución política del Perú……………..…...…………..…..6

En la Ley General de Arbitraje……………………………..…………9

3. Las partes que lo facultan………………………………...…..…….9

4. Efectos del convenio arbitral………………………………...……15

El objeto del arbitraje…………………………………………………16

Caracteres del convenio arbitral…………………………………….16

Contenido del convenio arbitral…………………………….……….17

Eficacia del convenio arbitral……………………………….……….17

Constancia del contenido del convenio arbitral……………..……..18

Consentimiento en el convenio arbitral…………..……….………..20

Extensión del convenio arbitral en el Perú………………………….21

II. CONCLUSIONES………………………………………………..…………..26

III. LINKOGRAFIA……………………………………………………………….27

IV. ANEXOS………………………………………………………………………28
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I. LOS ÁRBITROS

1. DEFINICIÓN

Los árbitros son personas a quienes las partes o un tercero encomiendan,

de común acuerdo, la resolución de un conflicto. Son a quienes las partes

confieren la potestad de decidir la litis y pueden personas naturales o

jurídicas, o una institución arbitral. Algunas opiniones consideran que el

árbitro es la persona elegida por las partes en un litigio con miras a

resolverlo.

Su función esencial es la de resolver la controversia que opone a dos o

más sujetos; sin embargo, se debe precisar que se puede recurrir al

arbitraje sin que exista litigio, para buscar el pronunciamiento frente a

situaciones inciertas, evitando de esta manera el que podría promoverse.

Es más, se puede designar un árbitro ad hoc en el convenio arbitral y

jamás materializar su intervención, pues puede que no se presente ningún

conflicto derivado de la relación jurídica pactada.

Para Matheus, el árbitro es “la persona natural que, hallándose en el pleno

ejercicio de sus derechos civiles, lleva a cabo la resolución de la

controversia disponible indicada en el convenio arbitral, previa aceptación

del arbitraje”.

Merino, por su parte, define al árbitro como el dirimente de la contienda

que enfrenta a dos o más ciudadanos, que no goza de ninguna posición

institucional predeterminada.

Su posición solo viene dada por la voluntad de las partes en conflicto y

por el reconocimiento que el legislador nacional o internacional, tratados


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y convenios le otorga para que resuelva, mediante un procedimiento

garantista, el conflicto que se somete a su consideración y juicio.

Lo mismo puede decirse respecto de las instituciones arbitrales

permanentes.

Es por eso que se puede definir al árbitro como la persona natural que

interviene para definir heterocompositivamente el conflicto o situación

jurídica incierta, como expresión de la voluntad delegada de las partes

contratantes bajo un ámbito de confidencialidad.

Según nuestra Ley General de Arbitraje (LGA) el árbitro es la persona

natural que, hallándose en el pleno ejercicio de sus derechos civiles, lleva

a cabo la resolución de la controversia disponible indicada en el convenio

arbitral previa aceptación del arbitraje.

El artículo 25 LGA alude a que pueden ser designados árbitros las

personas naturales sin adjetivizar su condición de persona natural por la

circunstancia de que el árbitro sea nacional o extranjero, pasando luego

a indicar claramente que, “El nombramiento de árbitros de derecho o

equidad podrá recaer en personas nacionales o extranjeras”, opción la

cual se acomoda a la solución convencional contenida en el artículo 2° de

la Convención Interamericana sobre arbitraje comercial internacional, el

cual consagra el derecho de los extranjeros a ser árbitros.

Por otra parte, y del contexto del artículo 25 LGA sólo se exige, por un

lado, que el árbitro sea persona natural y, por otro lado, que se halle en el

pleno ejercicio de sus derechos civiles, sin que se precise tampoco si ese

pleno ejercicio de sus derechos civiles deba ostentarse con arreglo

necesariamente a la ley peruana.


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Según la LGA el árbitro persona física ha de poseer una determinada

capacidad que, positivamente, supone el pleno ejercicio de los derechos

civiles, y, negativamente, la existencia, por un lado, de un régimen de

incompatibilidades que inhabilitan al árbitro (árbitro inhabilis) y, por otro,

la existencia de causas especiales que afectan a la ajeneidad del árbitro

(árbitro suspectus).

➢ La tipificación del árbitro inhabilis en la LGA se asocia al régimen

de incompatibilidades que regula para ser árbitro y que afecta a la

inhabilitación para ser árbitro (artículo 26 LGA).

➢ La ajeneidad del árbitro afecta a su independencia e imparcialidad

artículo 28 inciso 3 LGA.

La ajeneidad es de dos tipos: ajeneidad de los árbitros con las

partes y ajeneidad de los árbitros con la controversia.

2. SU JURISDICCIÓN DEPENDEN EN FORMA INMEDIATA DE LA

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO Y DE LA NORMA JURÍDICA

QUÉ ESTABLECE LA ADMINISTRACIÓN DE SU PERTENENCIA

2.1. En la Constitución política

El inciso 1 del artículo 139 la Constitución, señala la unidad y

exclusividad de la función jurisdiccional como una de las Garantías

de la Administración de Justicia, añadiendo que no existe ni puede

establecerse jurisdicción alguna independiente, con excepción de

la arbitral y la militar. Vale decir que, según la Constitución los

únicos que pueden ejercer una función jurisdiccional en el Perú

son:

1) los jueces del Poder Judicial


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2) Los árbitros

3) Los jueces del fuero militar; cada uno dentro del ámbito de

competencia que les corresponde.

La función arbitral la ejercen los particulares designados por las

partes de un juicio promovido o por promoverse, los cuales

preparan su decisión (laudo) sin el uso de poderes jurisdiccionales,

excluidos totalmente de cualquier investidura por parte del Estado.

El arbitraje se configura como un juicio de conocimiento en el que,

a través de un laudo que reviste todas las características

intrínsecas y extrínsecas de una sentencia judicial por habilitación

expresa del ordenamiento, «jueces particulares» denominados

árbitros, resuelven controversias surgidas entre dos partes, dado

su carácter disponible.

El arbitraje, como resulta obvio, ofrece a los litigantes una vía

sumamente expeditiva que deja de lado formalismos estériles a fin

de adecuarse a las expectativas y necesidades de quienes

recurren a los árbitros.

La función jurisdiccional se da no sólo por la jerarquía de la norma

constitucional que le da este reconocimiento (artículo 138 y 139 de

la Constitución Política del Perú), sino porque los árbitros, al

resolver el conflicto, declaran el derecho que asiste a la parte cuyas

pretensiones amparan, y porque el laudo constituye un acto

jurisdiccional.
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CONTROL CONSTITUCIONAL

Si partimos de la válida premisa de que la Constitución es la norma

suprema del ordenamiento jurídico estatal y, como tal, la validez de

todos los actos de los poderes públicos y privados depende de su

conformidad con ella, como bien lo indica el Tribunal

Constitucional, resulta «inherente a la dimensión jurídica de la

Constitución la capacidad de exigir, jurisdiccionalmente su

cumplimiento».

Y es que, «una sociedad con una Constitución a la que no se suma

el control jurisdiccional orientado ad-hoc a asegurar su plena

vigencia, en realidad, no tiene Constitución».

Por ende, bajo ningún punto de vista puede admitirse que los

involucrados en un proceso arbitral actúen con total prescindencia,

tanto de los principios y valores consagrados en la Constitución o

menoscabando derechos fundamentales de las partes.

En esa lógica, negar cualquier tipo de control sobre la base de que

según el principio de «no interferencia» previsto en el inciso 2 del

artículo 139 de la Constitución, los tribunales arbitrales, dentro del

ámbito de su competencia, se encuentran facultados para

desestimar cualquier intervención y/o injerencia de terceros

destinada a abocarse a materias sometidas a arbitraje, en mérito a

la existencia de un acuerdo arbitral y la decisión voluntaria de las

partes; no es correcto.
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2.2. En la Ley General de Arbitraje ( Ley 26572)

En su artículo 44 de dicha ley, nos señala que los árbitros son

competentes para conocer y resolver todas las cuestiones

subsidiarias, accesorias o incidentales que se promuevan durante

el proceso, inclusive las relativas a la validez o eficacia del

convenio, como aquéllas cuya sustanciación en sede arbitral hayan

sido consentidas por las partes en el proceso.

3. LAS PARTES QUE LO FACULTAN

En el ambiente arbitral se afirma que un arbitraje vale lo que valen los

árbitros.

En tal sentido, los árbitros constituyen un elemento importante en el

arbitraje, ya que su desempeño en el arbitraje determinará el éxito o

fracaso de la institución arbitral.

Pues a diferencia de lo que sucede en el Poder Judicial donde no se elige

a los jueces o magistrados, en el arbitraje las partes pueden elegir a los

árbitros que resolverán sus controversias. Por ello, los árbitros deben ser

personas idóneas, que conozcan la materia sometida a su competencia,

pero además y sobre todo deben actuar con independencia e

imparcialidad.

De acuerdo a lo expresado por el prestigioso árbitro internacional y actual

presidente del Club Español del Arbitraje, José María Alonso, la

independencia es un concepto objetivo, apreciable a partir de las

relaciones del árbitro con las partes; mientras que la imparcialidad apunta

más a una actitud o un estado mental del árbitro, necesariamente

subjetivo, frente a la controversia que se le plantea.


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Según el artículo 25 de la LGA, los requisitos para ser designados como

árbitros son:

• Ser mayor de edad.

• No tener incompatibilidad para actuar como árbitro.

• Estar en pleno ejercicio de sus derechos civiles.

En el convenio arbitral, las partes pueden acordar establecer requisitos

adicionales para la designación de sus árbitros.

Por su parte, las instituciones arbitrales también pueden hacerlo,

señalando claramente dichos requisitos adicionales en sus reglamentos

arbitrales (por ejemplo, tener experiencia como abogado, ejercer la

docencia, etc.). De no cumplir con los requisitos legales exigidos por el

artículo 25 de la LGA o con los requisitos convencionales establecidos por

las partes en el convenio arbitral o, en su defecto, con los previstos en los

reglamentos de las instituciones arbitrales, es factible impugnar el laudo

arbitral por la causal de inadecuada composición del órgano arbitral.

En los arbitrajes de derecho la designación de los árbitros debe recaer en

abogados, mientras que en los arbitrajes de conciencia pueden ser

designados como árbitros personas físicas, sin distinción alguna.

Cuando se designe a una persona jurídica como árbitro, dicho

nombramiento debe entenderse referido a su actuación como entidad

nominadora, esto es, como una institución que designará los árbitros, más

no como el árbitro que resolverá el conflicto. Es conveniente precisar que

los árbitros no representan los intereses de ninguna de las partes, aún

cuando sean designados por ellas.


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Los árbitros deben ejercer el cargo con estricta independencia e

imparcialidad y con absoluta discreción. La aceptación del cargo por los

árbitros o por la institución arbitral genera derechos y obligaciones para

las partes y para los propios árbitros. Debido a ello, los árbitros pueden

ser compelidos a cumplir con el encargo dentro del plazo establecido, bajo

pena de responder por los daños y perjuicios que ocasionen por su

demora o incumplimiento.

El número de árbitros que se designe dependerá de aquello que resulte

más conveniente para las partes, siempre y cuando no se vulnere el

principio de igualdad entre ellas (el cual se manifiesta en la designación

de los árbitros y en la determinación de las reglas del procedimiento

arbitral).

Al respecto, la LGA establece que la designación de los árbitros debe

realizarse en número impar y que, en caso de duda o en defecto de

acuerdo de las partes, el tribunal arbitral estará conformado por tres

árbitros. Si las partes acordaron designar un número par de árbitros, los

designados procederán a nombrar a un árbitro adicional que actuará

como presidente del tribunal arbitral.

Las partes tienen amplia libertad para establecer el procedimiento de

designación del tribunal arbitral. A falta de acuerdo entre ellas, en el caso

de arbitrajes con tres árbitros, cada parte nombrará a uno de los árbitros

y los dos designados nombrarán al tercero que presidirá el tribunal arbitral.

Las partes deberán recurrir al Juez para la designación de los árbitros, en

los siguientes casos:


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• Cuando las partes no consigan ponerse de acuerdo sobre la

designación del árbitro único o los árbitros.

• Cuando una de las partes incumpla con efectuar la designación del

árbitro que le corresponde.

• Cuando los dos árbitros designados por las partes no consigan

ponerse de acuerdo sobre la designación del tercer árbitro.

• Cuando el tercero encargado de la designación del árbitro o

árbitros no lo hace dentro del plazo establecido. El Juez

competente para el nombramiento del árbitro o los árbitros es el

Juez Especializado en lo Civil.

El proyecto modificatorio propone que, a falta de acuerdo entre las partes

o entre los árbitros, se aplicarán las siguientes reglas:

• En caso de árbitro único o cuando las partes han acordado que el

nombramiento de todos los árbitros o del presidente del tribunal se

efectúe de común acuerdo entre ellas, tendrán un plazo de diez

(10) días de recibido el requerimiento de designación para que

cumplan con hacerlo.

En caso de tres árbitros, cada parte nombrará un árbitro en el plazo de

diez (10) días de recibido el requerimiento para que lo haga, y los dos

árbitros así designados, en el plazo de diez (10) días de producida la

aceptación del último de ellos, nombrarán al tercero, quien presidirá el

tribunal arbitral.

• En caso de pluralidad de demandantes o de demandados, los

primeros nombrarán de común acuerdo un árbitro y los segundos,

también de común acuerdo, otro árbitro en el plazo de diez (10)


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días de recibido el requerimiento para que lo hagan, salvo que otra

cosa se hubiese dispuesto en el convenio arbitral o en el

reglamento arbitral aplicable. Los dos árbitros así designados

elegirán al tercero, quien presidirá el tribunal arbitral.

• Si por falta de acuerdo entre las partes o entre los árbitros o varios

demandantes o varios demandados no se llega a nombrar uno o

más árbitros, entonces el nombramiento será efectuado a solicitud

de cualquiera de las partes por la Cámara de Comercio del lugar

del arbitraje o del lugar de celebración del convenio arbitral, cuando

no se hubiese pactado el lugar del arbitraje. De no existir una

Cámara de Comercio en el lugar, la designación corresponderá a

la Cámara de Comercio de la localidad más cercana.

Con estas reglas se busca llenar los vacíos de la actual LGA y evitar la

interferencia del poder judicial en la designación de los árbitros. De

conformidad con el artículo 26 de la LGA están impedidos de ser

designados como árbitros, bajo sanción de nulidad del nombramiento y

del laudo:

• Los magistrados, con excepción de los jueces de paz, los fiscales,

los procuradores públicos y los ejecutores coactivos.

• El Presidente de la República y los vicepresidentes, los

parlamentarios y los miembros del tribunal constitucional.

• Los oficiales generales y superiores de las fuerzas armadas y

policía nacional, salvo los profesionales asimilados.

• Los ex magistrados en las causas que han conocido.


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• El contralor general de la república en los procesos arbitrales en

los que participen las entidades que se encuentran bajo el control

de la contraloría general de la república. Los árbitros no pueden

renunciar a su designación, salvo que se configure alguna de las

siguientes causales taxativas:

a) Incompatibilidad sobrevenida, conforme al artículo 26 de la

LGA (por ejemplo, luego de aceptar su designación, el

árbitro es nombrado magistrado del Poder Judicial o elegido

parlamentario).

b) Causales pactadas al aceptar la designación.

c) Enfermedad comprobada que impida cumplir su función.

d) Causa de recusación reconocida por las partes y no

dispensada por ellas.

e) Por ausencia indefinida o por más de treinta días, si las

partes no excusan la inasistencia y el plazo para laudar lo

permite.

f) Cuando las partes suspenden el proceso arbitral por más de

dos meses. Los árbitros sólo podrán ser recusados en los

siguientes casos:

a. Cuando no reúnan las condiciones previstas en el

artículo 25 de la LGA (ser menor de edad, tener

incompatibilidades para actuar como árbitro y no

contar con el ejercicio pleno de sus derechos civiles)

o en el convenio arbitral o estén incursos en alguno


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de los supuestos de incompatibilidad señalados en el

artículo 26.

b. Cuando estén incursos en alguna causal de

recusación prevista en el reglamento arbitral al que

se hayan sometido las partes.

c. Cuando existan circunstancias que den lugar a dudas

justificadas respecto de su imparcialidad o

independencia.

4. EFECTOS DEL CONVENIO ARBITRAL

El convenio arbitral produce efectos materiales desde su perfección con

independencia de todo procedimiento arbitral. Los efectos procesales sólo

se despliegan con la recepción del requerimiento de arbitraje. Del

convenio arbitral nace una relación jurídica material; de la recepción del

requerimiento de arbitraje existiendo un convenio arbitral surge una

situación jurídica procesal.

El convenio arbitral crea una regla de conducta o precepto jurídico

basado en un deber de lealtad en su cumplimiento, deber cualificado por

la especial gravedad de las consecuencias de su inobservancia. Su

incumplimiento genera una obligación de indemnizar el daño causado.

Todos los daños que se deriven del incumplimiento del convenio arbitral

pueden ser objeto de una reclamación autónoma, que deberá ejercitarse

en vía arbitral. Si el incumplimiento ha dado lugar a una condena en

costas con fundamento resarcitorio, la cuantía indemnizatoria deberá

reducirse en la parte correspondiente.


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4.1. EL OBJETO DEL ARBITRAJE

El convenio arbitral como acto jurídico debe tener un objeto, que es un

requisito de validez, con las características de ser física y jurídicamente

posible, así como determinado o determinable.

El objeto del convenio arbitral viene a ser, entonces, el objeto del arbitraje

y debe estar precisado como la materia de la controversia que las partes

quieren someter a la decisión de los árbitros.

En la determinación del objeto del arbitraje las partes deben tomar en

consideración que, según el Art. 1° de la LGA, pueden someterse a

arbitraje las controversias determinadas o determinables sobre las cuales

las partes tienen facultades de libre disposición, así como aquellas

relativas a materia ambiental.

Es la autonomía de la voluntad que las partes ejercitan, la que debe

precisar el objeto del arbitraje.

Sin embargo, las partes deben cuidar de no confrontar con el orden

público, cuyas normas, como es de rigor, prevalecen sobre las que

resultan del ejercicio de la autonomía de la voluntad.

4.2. CARACTERES DEL CONVENIO ARBITRAL

El convenio arbitral viene a ser un acto o negocio jurídico constitutivo,

desde ya genera obligaciones para las partes y las vincula a su finalidad

específica, que es la de someter a árbitros la solución de su conflicto.

El Art. 9° de la LGA establece que no solo obliga a las partes sino también

a sus sucesores a realizar los actos que sean necesarios para que el

arbitraje se desarrolle, pueda tener plenitud de efectos y sea cumplido el

laudo arbitral. Para tal finalidad, las partes pueden:


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• Estipular sanciones para la que incumpla cualquier acto

indispensable para la eficacia del convenio.

• Establecer garantías para el cumplimiento del laudo arbitral y

otorgar facultades especiales a los árbitros para la ejecución del

laudo en rebeldía de la parte obligada.

El convenio arbitral, es un acto jurídico inter vivos, por lo general bilateral,

pues requiere de la confluencia de las manifestaciones de voluntad de

ambas partes. El convenio arbitral es, además, un acto jurídico de forma

prescrita y de carácter principal. Es, por último, un acto jurídico típico y

nominado, por cuanto tiene su propia sustantividad

4.3. CONTENIDO DEL CONVENIO ARBITRAL

El convenio arbitral debe tener un contenido propio, desde la simple

referencia al propósito de las partes de resolver sus controversias

mediante arbitraje, hasta los más mínimos detalles en cuanto a la manera

cómo va a desarrollarse el proceso arbitral y las obligaciones que asumen

las partes. Por el convenio arbitral, las partes pueden decidir someterse

de modo exclusivo y excluyente a la jurisdicción arbitral, tal como lo

establece el Art. 4° de la LGA.

4.4. EFICACIA DEL CONVENIO ARBITRAL

El convenio arbitral tiene una eficacia vinculante, como acto jurídico que

es, y en consecuencia obliga a las partes a resolver sus conflictos

mediante un proceso arbitral y sometiéndose a la decisión de los árbitros.

La eficacia del convenio arbitral radica, precisamente en la obligación que

genera para las partes y que es inherente a su propia naturaleza. Por eso,

este vínculo obligacional faculta no solo a exigir su cumplimiento mediante


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la petición del arbitraje (de la manera prevista en el convenio arbitral), sino

también a su oposición, si una de las partes falta a su cumplimiento y

plantea sus pretensiones ante la jurisdicción ordinaria.

Se da tal reconocimiento a la eficacia del convenio arbitral que, según el

Art. 99° in fine, si las partes dentro de un proceso judicial formalizan un

convenio arbitral, el órgano de la jurisdicción ordinaria no puede objetarlo,

salvo que la materia de la controversia sea de competencia exclusiva de

la jurisdicción ordinaria o que viole el orden público internacional.

4.5. CONSTANCIA DEL CONTENIDO DEL CONVENIO ARBITRAL

Así, el convenio arbitral constituye la piedra angular de todo arbitraje; y, a

efectos de demostrar su existencia, las diferentes normas que regulan el

arbitraje en el mundo exigen, en su mayoría, que el acuerdo arbitral conste

por escrito, aún cuando, acto seguido, contemplan diversas modalidades

de constancia escrita, llegándose incluso a flexibilizar el cumplimiento de

este requisito a los convenios arbitrales pactados en soportes que dejen

constancia no necesariamente escrita de su contenido, pero que sean

accesibles para su ulterior consulta.

De esta forma, la mayoría de la legislación comparada sigue la Ley

Modelo elaborada por la Comisión de las Naciones Unidas para el

Desarrollo Mercantil Internacional (conocida como Ley Modelo CNUDMI

o UNCITRAL) que, en la Opción I de su artículo 7°, señala que “Se

entenderá que el acuerdo es escrito cuando quede constancia de su

contenido en cualquier forma, ya sea que el acuerdo de arbitraje o

contrato se haya concertado verbalmente, mediante la ejecución de

ciertos actos o por cualquier otro medio”), y que “El requisito de que un
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acuerdo de arbitraje conste por escrito se cumple con la comunicación

electrónica si la información en ella consignada es accesible para su

ulterior consulta. Por ‘comunicación electrónica’ se en- tenderá toda

comunicación que las partes hagan por medio de mensajes de datos. Por

‘mensaje de datos’ se entenderá la información generada, enviada,

recibida o archivada por medios electrónicos, magnéticos, ópticos o

similares, como pudieran ser, entre otros, el intercambio electrónico de

datos, el correo electrónico, el telegrama, el télex o el telefax”

En ese sentido, como consecuencia de la evolución del tráfico negocial y

del avance de la tecnología, que en materia de comunicaciones ha

generado una auténtica revolución, impactando sin lugar a dudas en el

derecho de los con- tratos, se han ido ampliando las modalidades de

cumplimiento del requisito de la forma escrita del convenio arbitral, al

punto que hoy no se discute que cualquier medio que permita generar una

“constancia de acuerdo” es suficiente para que se considere cumplido el

requisito de la constancia por escrito.

Como expresa Caivano, “El documento electrónico consiste,

fundamentalmente, en la fijación de información en un soporte electrónico

(u óptico), que queda registrada en la memoria auxiliar del computador.

En sentido estricto, es el documento que aparece instrumentado sobre la

base de impulsos electrónicos y no sobre un papel, y conservado en forma

digital en la memoria del ordenador a través de sus propios órganos de

salida, que es perceptible por el hombre sin intervención de máquinas

traductoras. El documento electrónico es reconocido, mayoritariamente,

como perteneciente al género más amplio de ‘documento’, concebido


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como ‘toda representación objetiva de un pensamiento’, como todo objeto

que pueda informar sobre un hecho o un acto con consecuencias

jurídicas, sin ceñirse a la escritura (grafía) ni a la naturaleza del soporte

(papel). El documento electrónico, en suma, supone la ruptura de la

clásica trilogía ‘papel-escrito-firma’, que ha sido cimiento de la cultura

jurídica de la antigüedad”.

4.6. CONSENTIMIENTO EN EL CONVENIO ARBITRAL

Ahora bien, independientemente de las modalidades que hoy la

legislación reconoce como demostrativas de la existencia de un convenio

arbitral, hay casos en los que, tanto doctrinaria como

jurisprudencialmente, se admite que sujetos que no han sido parte stricto

sensu del acuerdo arbitral, sean obligados a participar en el proceso

arbitral. Es decir, casos en los que se produce la extensión de la cláusula

arbitral a no signatarios de esta última.

Sobre esto último, hay que precisar que en la práctica del arbitraje

internacional no es extraño, por ejemplo, que el tribunal arbitral deba

analizar si un acuerdo arbitral celebrado por una sociedad pueda obligar

al grupo de sociedades vinculadas con ella, debido a que en el mundo

moderno se presenta cada vez más el caso de relaciones económicas en

las que las partes están constituidas a su vez por redes de relaciones10.

Como explica De Trazegnies:

“Tanto en el ámbito internacional como en el nacional pueden encontrarse

situaciones tales como que un grupo económico extranjero obtiene la

buena pro para desarrollar una obra dentro de las fronteras de un

determinado Estado y, para este efecto, utiliza una u otra de las


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compañías que integran el grupo, según criterios de especialidad o de

oportunidad; y sucede que el dueño de la obra puede intentar reclamar

por defectos en ella contra no necesariamente aquella empresa que la

ejecutó directamente y que tiene un patrimonio reducido sino sobre la más

importante de las compañías de ese grupo empresarial aunque no haya

participado o haya tenido una participación sólo incidental en la obra. Las

relaciones financieras asumen también en algunos casos formas muy

complejas en las que intervienen muchas personas jurídicas de una y otra

parte; y puede suceder que los accionistas de una sociedad invoquen el

convenio arbitral estatutario para demandar a otras compañías del grupo

mayoritario y reclamar sobre el patrimonio que, a través de una red de

subsidiarias, pretenden que les habría sido escamoteado.

Es así como, desde hace algún tiempo, la doctrina y la jurisprudencia de

algunos países y tribunales arbitrales internacionales ha tentado,

cautelosa pero valerosamente, el camino espinoso de ver más allá de las

formas jurídicas para resolver los conflictos de manera más conforme con

la realidad.

4.7. EXTENSIÓN DEL CONVENIO ARBITRAL EN EL PERÚ

En ese sentido, es de suma importancia para la comunidad jurídica

vinculada al arbitraje, la forma como la novísima Ley peruana de Arbitraje

aborda, en su artículo 14°, lo relativo a la extensión de los efectos del

convenio arbitral a no signatarios.

Así, el referido artículo 14°, titulado “Extensión del convenio arbitral”,

preceptúa que “El convenio arbitral se extiende a aquellos cuyo

consentimiento de someterse a arbitraje, según la buena fe, se determina


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por su participación activa y de manera determinante en la negociación,

celebración, ejecución o terminación del contrato que comprende el

convenio arbitral o al que el convenio esté relacionado. Se extiende

también a quienes pretendan derivar derechos o beneficios del contrato,

según sus términos”.

Creemos que la opción elegida por el legislador peruano resulta

novedosa, pues contempla la posibilidad, de manera expresa, que el

convenio se extienda a quienes no lo han suscrito, si es que de su

conducta se puede derivar, de buena fe, su intención de someterse al

arbitraje.

En buena cuenta, el artículo 14° de la Ley Peruana de Arbitraje reconoce

la existencia de una manifestación de voluntad tácita de someterse al

arbitraje, según el principio de buena fe, lo que resulta acorde con el

artículo 1362° del Código Civil peruano de 1984, que dispone que “Los

contratos deben negociarse, celebrarse y ejecutarse según las reglas de

la buena fe y común intención de las partes”, lo que, como comentó en su

oportunidad Arias Schereiber, se basa en el concepto “de que la ley no

debe tener rigor formalista, sino un alto contenido moral. De allí las

referencias al hecho de que su negociación, celebración y ejecución están

sujetas a las reglas de la buena fe y común intención de las partes, que

son las que inspiran la relación obligacional”.

Por tanto, el legislador peruano ha considerado que si de la conducta de

las partes se infiere una declaración tácita de voluntad, no sería acorde al

principio de buena fe subordinar los efectos de la referida manifestación

de voluntad tácita, a la exigencia de una formalidad escrita. Es evidente


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que el legislador ha tenido que incorporar una disposición específica en la

Ley de Arbitraje respecto de los efectos de la manifestación de voluntad

tácita al convenio arbitral, habida cuenta que el artículo 141° del Código

Civil peruano preceptúa:

• “Artículo 141°.- La manifestación de voluntad puede ser expresa o

tácita. Es expresa cuando se realiza en forma oral o escrita, a

través de cualquier medio directo, manual, mecánico, electrónico u

otro análogo. Es tácita, cuando la voluntad se infiere

indubitablemente de una actitud o de circunstancias de

comportamiento que revelan su existencia.

No puede considerarse que existe manifestación tácita cuando la ley

exige declaración expresa o cuando el agente formula reserva o

declaración en contrario”.

Respecto a la buena fe, habría que decir, siguiendo a Campagnucci De

Caso, que ésta “ tiene un contenido preceptivo que muestra su propia

exorbitancia sobre la voluntad de los contratantes, y se sitúa por encima

de ellos. Son estos quienes en sus comportamientos y conductas deben

adecuarse a la regla, y de ninguna manera se puede dar el sentido

inverso. Significa, ni más ni menos, obligarse a la fidelidad a la palabra

empeñada, y no abusar ni defraudar la confianza en que se basó la

relación”.

En ese sentido, coincidiendo con lo señalado por Cantuarias Salaverry y

Caivano, creemos que el artículo 14° de la Ley peruana de Arbitraje no

rompe con el principio básico conforme al cual el arbitraje es estrictamente

privado, pues ello no es contradictorio con admitir que, dadas ciertas


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circunstancias de hecho particulares, es posible considerar que alguien

ha expresado su conformidad a someterse a arbitraje, aún en ausencia

de una expresa y formal aceptación. Así, la Ley peruana de Arbitraje,

priorizando “ la realidad por sobre la forma o mera apariencia, reconoce

en sintonía con la ampliación del concepto convenio arbitral escrito que

hemos comentado que la firma puesta en el instrumento no es la única

forma de prestar el consentimiento para someterse a arbitraje. Dicho de

otra manera: el solo hecho de que alguien no haya sido firmante directo

del convenio arbitral no impide que, con base en la buena fe y tomando

en cuenta la participación que de hecho hubiese tenido en el contrato o

su pretensión de invocar derechos o beneficios derivados del mismo,

pueda verse obligado por sus efectos. La norma en comentario, con una

lógica impecable, sólo predica que la mera circunstancia de no haber sido

en sentido formal parte en el acuerdo arbitral no significa necesariamente

un impedimento para invocar el convenio arbitral o para que éste sea

oponible. Aunque, claro está, ello requerirá la demostración de ciertos

presupuestos de hecho que la misma norma señala”.

De esta forma, no es que a la luz del artículo 14° de la Ley peruana de

Arbitraje, el tribunal arbitral va a inventar un convenio arbitral entre

quienes no lo han celebrado. Se trata de que, en palabras de De

Trazegnies, el tribunal no cierre los ojos “ frente a los casos en que ese

acuerdo se hubiera consumado si el asunto no hubiera sido tan complejo

y las posibilidades de creación e intervención de subsidiarias no hubiere

pasado desapercibida para alguna de las partes, en contra de lo que

representaba la verdadera intención de éstas: el negocio en el cual


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querían intervenir comprendía más aspectos y más personas jurídicas de

los que les fueron presentados al momento de ingresar al negocio

sometido a un convenio arbitral”.

En consecuencia, extender el convenio arbitral a no signatarios

vinculados al grupo económico celebrante del contrato, que participaron

activa y de manera preponderante, en la negociación, celebración,

ejecución o terminación del contrato que comprende el convenio arbitral

o al que el convenio esté relacionado, o a quienes pretendan derivar

derechos o beneficios de aquel, se ajusta a la verdadera intención de las

partes, por lo que mal se podría, respetando el principio de buena fe,

asumir un criterio restrictivo que incluso, en algunos casos, podría implicar

además la consumación de un abuso de derecho.

Sin lugar a dudas, pronto veremos como el artículo 14° de la Ley peruana

de Arbitraje es recogido por la legislación de otros países, muchos de los

que, incluso, tienen una mayor tradición arbitral. El legislador peruano ha

dado un paso más en la línea correcta del desarrollo del arbitraje en los

inicios del siglo XXI.


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II. CONCLUSIONES

Podemos determinar la importancia que va a ejecutar dentro de un proceso

arbitral la función de un árbitro que por el cual si bien es un tercero facultado en

todo aspecto para poder solucionar un conflicto entre las partes ya sea un hecho

a futuro o un hecho ya existente amparándose bajo la Constitución Política del

Perú y la administración ya que si bien este va a tener la instancia final para un

hecho basándose en la norma y cumpliendo con los plazos pactado dentro del

ámbito del arbitraje dando como parte final un convenio arbitral que por el cual

va a tener lugar de cosa juzgada al igual que una sentencia para efectos de dar

cumplimiento del mismo y en caso de no cumplir tener sus consecuencias

jurídicas.
27

III. LINKOGRAFIA

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2580%259Ces%2520un,contractual%2520o%2520de%2520otra

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AOvVaw2mdQAsBtzjwO-xsCPPwBID
28

IV. ANEXOS

1. https://youtu.be/obxMIxdqrpw

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