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La mente consciente
Incluye todo aquello de lo que somos conscientes. Este es el aspecto de nuestro
proceso mental que nos permite pensar y hablar de forma racional. A parte de
esto, incluye nuestra memoria, que no siempre es parte de la conciencia, pero se
puede recuperar fácilmente en cualquier momento y se pone en nuestro
conocimiento. Freud llamó a esto el preconsciente.
La mente preconsciente
La mente inconsciente
De este modo, Freud comparó estos tres niveles de la mente con un iceberg:
La punta del iceberg que se puede ver por encima del agua representa
la mente consciente.
La parte del iceberg que se sumerge debajo del agua, pero es aún
visible es el preconsciente.
El grueso del iceberg está oculto debajo de la línea de flotación y
representa el inconsciente.
Cada persona posee también una cierta cantidad de energía psicológica que
forma las tres estructuras básicas de la personalidad: el ello, el yo y el
superyó. Estas tres estructuras tienen funciones diferentes y actúan en distintos
niveles de la mente.
El Ello
El Ello es muy importante desde los momentos más tempranos de la vida, ya que
asegura que se satisfagan las necesidades de un bebé. Si el bebé tiene hambre o
se siente incómodo, él o ella van a llorar hasta que las demandas del Ello sean
satisfechas. Sin embargo, el inmediato el cumplimiento de estas necesidades no
siempre es realista ni posible. Si estuvimos gobernados enteramente por
el principio del placer, conforme nos hacemos mayores podríamos cogeríamos sin
más las cosas que queremos sin importarnos las otras personas, para satisfacer
nuestros propios deseos.
El Yo
Con tantas fuerzas en competencia, es fácil ver cómo podría surgir un conflicto
entre el Ello, el Yo y el Superyó. Freud utilizó el término fuerza del ego para
referirse a la capacidad del ego para funcionar a pesar de estas fuerzas en duelo.
Una persona con buena fuerza del Yo es capaz de gestionar eficazmente estas
presiones, mientras que aquellos con muy poca fuerza del Yo, pueden llegar a ser
demasiado inflexibles o antisociales.
Burrhus Frederic Skinner no es solo una de las figuras históricas más importantes
de la psicología; es, en muchos aspectos, el responsable de que esta se haya
afirmado como ciencia.
Sus aportaciones a este ámbito no son solo metodológicos, sino también
filosóficos, y su conductismo radical, a pesar de no ser ni mucho menos
hegemónico actualmente, permitió entre otras cosas que en la segunda mitad del
siglo XX se fuese perfeccionando una herramienta tan útil como la Terapia
Cognitivo Conductual, muy inspiradas por este investigador. Veamos cuáles
fueron las principales claves de la teoría de B. F. Skinner.
Los conductistas siempre han sido muy conocidos por su conceptualización de los
procesos mentales como fenómenos que ocurren dentro de una "caja negra",
metáfora que sirve para indicar la imposibilidad de observar desde fuera lo que
ocurre en la mente de las personas. Sin embargo, la caja negra de la teoría de
Skinner no era la misma que la de los primeros conductistas. Mientras que
psicólogos como John B. Watson negaban la existencia de un mundo mental,
Skinner sí creía que el estudio de los procesos mentales podría ser útil en
psicología.
De hecho, el mismo concepto de "la mente" era engañoso para Skinner: lleva a
pensar que hay algo dentro de nosotros que hace aparecer de la nada
pensamientos y planes de acción, como si nuestra vida psíquica estuviese
desconectada de nuestro entorno. Es por eso que en la teoría de B. F. Skinner el
objeto de estudio de la psicología es la conducta, y no la mente o la mente y la
conducta a la vez.
Según este conductista, todo aquello a lo que se le suele llamar "proceso mental"
era en realidad una forma de conducta más, algo que se pone en marcha para
hacer que el ajuste entre nuestras acciones y las consecuencias esperadas sea
óptimo.
El legado teórico del padre del conductismo radical supuso un rechazo total a los
métodos de investigación especulativos propios del psicoanálisis y una propuesta
de investigación al margen de la introspección y centrada solo en variables
objetivas y fáciles de medir.
Además, indicó el riesgo de transformar constructos teóricos muy abstractos
(como "mente" o "desmotivación") en elementos causales que expliquen nuestros
comportamientos. Por decirlo de algún modo, para Skinner decir que alguien ha
cometido un crimen a causa de su sentimiento de soledad es como decir que una
locomotora avanza a causa del movimiento.
BIBLIOGRAFIA