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1. Introducción
2. Del mito etno-religioso al mito literario
3. Temas y motivos en la literatura Europea.
4. El paradigma clásico y clasicista en el pensamiento literario.
5. Conclusión
6. Bibliografía
1. Introducción
Nuestro objetivo será apuntar unas calas muy precisas para dar cuenta del importante sustrato
textual sobre el que se han elevado las literaturas del tronco románico y del anglo-germánico
traspasadas por el mundo judeocristiano, que en ocasiones ha rescrito sus textos y tradiciones
sobre elementos míticos o rituales.
Acotamos pues, nuestro estudio, a los elementos bíblicos y grecolatinos que hayamos en la
literatura medieval y renacentista, los dos grandes momentos en que estas fuentes se
manifiestan en la creación artística, fijando nuestra exposición en un marco temporal cuyo límite
es el Barroco.
Los orígenes del mito han sido estudiados con posterioridad por investigadores como Mircea
Eliade en Aspectus du mithe (1963), quien plantea que el mito cuenta cómo una realidad ha
cobrado existencia mediante unos hechos extraordinarios de seres sobrenaturales, identificando
así “mito” y “religión”, el primero vinculado también al ritual que agrada a los dioses.
La relación entre mito y ritual ha sido desarrollada por el antropólogo Leví-Strauss estableciendo
la clasificación de “lo crudo” para la época sociohistórica donde se practicaban los ritos
sangrientos humanos, y “lo cocido”, donde los ritos pasan a ser simbólicos.
La traductibilidad del mito, es el constituyente común a todos ellos, normalmente con base
agraria o elementos naturales, ligados a Dionisos en el mundo griego primitivo. Francisco
Rodriguez Adrados se apoya en las Geórgicas de Virgilio para explicar cómo, tras la vendimia, se
hacían rituales donde los sacerdotes se cubrían con la piel de una cabra (trágoi) como símbolo de
fertilidad representando a dioses y héroes, y aquí se haya el origen de la tragedia (tragodía
[τραγοδία]). De esta manera se conectan el mito y el género literario.
Pierre Brunel los ha relacionado de la siguiente manera:
En el siglo I a.C., en Roma, todo el sistema mítico iba a sufrir un progresivo proceso hacia la
literatura. Ya con anterioridad se había puesto en duda la existencia de seres sobrenaturales y la
validez de estas creencias, con la asimilación de dioses de diverso origen debido a la conquista
de otros pueblos. Es ahora cuando se produce un desgaste del mito etno-religioso, que se
literaturizó, dejando el camino abierto a la nueva religión: el Cristianismo.
Con la llegada del Cristianismo hay mezcla entre religión clásica y fe en el Mesías. Siguiendo a
Leví-Strauss, esta religión culmina el proceso de “lo cocido” por sustituir los ritos sangrientos por
ritos simbólicos. Toda la mitología clásica se va a ver sustituida por una nueva basada en la Biblia
y la hagiografía, aunque sin romper con la tradición precedente, pues no había otra sobre la que
construir la jerarquía eclesiástica y se asimiló.
En la sucesión de hagiografías hay elementos que se repiten constantemente, como el del Santo
que mata a un dragón que atemoriza a la ciudad, el cual le da muerte a cambio de la conversión
de los habitantes. La fuente común se fundamenta en la fábula de Cadmo (que tiene que matar
al dragón de Ares para fundar una ciudad) o de Jasón (debe matar una serpiente flanqueada por
dos toros que escupen fuego por sus hocicos para conseguir el toisón de oro). Dragón y serpiente
asemejan su valor simbólico, hasta tal punto que ambas se identifican con el Demonio mismo (en
los bestiarios medievales se representaba como una serpiente alada).
Según la tipología de las relaciones intertextuales de H. Plett, las citas mitológicas a lo largo del
medievo y posteriormente tienen:
Un arquetipo mítico bíblico muy explotado ha sido el de Eva (Pandora) mujer fatal culpable de
todos los males de la humanidad, cuya figura ha ido tomando rasgos de otros (Salomé, mujeres-
vampiro) y cuya temática ha sido utilizada con fines moralizadores por toda Europa, como en la
belle dame sans mercy (SXV) de Alain de Chartier o la imagen de mujer que ofrece El Corbacho
del Arcipreste de Talavera, homónima a la obra de Bocaccio. En el siglo XIX se recupera el
arquetipo cambiando el sexo como en Drácula (´Dracul´-del latín DRACONE- “diablo” o serpiente
en latín vulgar) o convirtiéndola en símbolo de la mujer liberal que se aprovecha de los hombres
(Las flores del mal, Carmen o Salomé).
No se ha podido demostrar la relación de estas visiones con Las danzas de la muerte o literatura
macabra medieval, mediante la Leyenda de los 3 vivos y los 3 muertos, pero sí una conexión entre
Antiguo y nuevo Testamento, pues en las danzas se relaciona el Apocalipsis con el Libro de los
Macabeos. La primera manifestación en la literatura culta se la debemos al hijo de Dante, Jacopo
Aligheri, quién dispuso como introducción al canto VII del Infierno, en la primera copia de la
Divina Comedia, un extenso poema bajo el título de “Capítolo della Morte”, el cual guarda una
moraleja inspirada en el De contemptu mundi de San Bernardo y que guarda mucho paralelismo
con el recogido posteriormente “Dança general de la muerte” (SXIV, recogida de un manuscrito
de la Biblioteca del Escorial).
Llama la atención que la muerte es representada en dicha introducción lanzando dardos para
apropiarse de sus víctimas, flechas que aparecen también representadas en la “Muerte Negra”,
en la iglesia de Saint-André en Lavandieu en 1355 (la peste). Esta imagen nos enseña Petrarca
para describirnos la muerte de Laura. En estos tres casos (Aligheri, la danza general y Petrarca) la
muerte se dirige directamente a su víctima, pero no sucede así en la Danse Macabre francesa,
dónde son los muertos quién es advierten a los vivos como en la Visio Philiberti).
El mito clásico no tiene tanto recorrido diacrónico. Gozó de gran éxito durante los siglos XV y XVI,
pero comenzó a desmitificarse en el XVII (v.gr. Quevedo) como muestra la parodia Metamorfosis
a lo moderno de Francisco de Castro. Es muy posible que tras el concilio de Trento, se impusieran
las teorías más conservadoras, pues se combatió el mito como puerta de entrada a los clásicos, y
por ende al pensamiento liberal, ataque a la moral cristiana y relajación en la moral sexual. Juan
Luis Vives, siguiendo a Erasmo, prohibió a las féminas algunos tipos de lecturas en pro de otras
instructivas en la moral Cristiana.
A pesar de ello, los arquetipos seguirán surgiendo (don Juan, don Quijote, Hamlet…) para saciar
nuestra curiosidad humana y para acercarnos al conocimiento humano y nuestra trascendencia.
La teoría actual de la Literatura Comparada define el tema (théme) como la idea significativa en
torno a la cual se forma el texto; ese desarrollo es el asunto (sujet) y el motivo (motif) el
elemento que se repite unido al tema (v.gr. el motivo de la flor en el tema de la fugacidad de la
vida).
Para Claude Bremond (1985), los tópicos literarios actúan como motivos de un tema, pudiendo
llegar a tematizarse. Seguiremos para ejemplificar el título de este epígrafe la clasificación de
E.R.Curtius, quien escoge tres tópicos clásicos: “El mundo al revés”, “El niño y el anciano” y “la
anciana moza”, a los que nosotros agregaremos algunos doctrinales en relación con la literatura.
A través de ellos veremos su evolución diacrónica entre tópicos profanos que se moralizan o
viceversa.
-El mundo al revés: Procedente de los adynata o enumeración de hechos imposibles, el primero
lo encontramos en Arquíloco (inspirada en un eclipse), plantea la posibilidad de que todo mundo
conocido puede cambiar (pues Zeus ha oscurecido el sol). Estos adynata fueron cultivados por
Virgilio, a quien se le atribuye su difusión por la Edad Media. En su égloga VIII (Bucólicas)
comienza: “Ahora hasta el lobo huye de las ovejas, las encinas producen manzanas…”. Otros
autores clásicos como Ovidio o Juvenal, dan paso, junto a Virgilio, a los poetas satíricos en el
empleo de este tópico hasta desembocar en el medievo. Con la crisis de valores que sufre la
Iglesia En el siglo 12, Aparece el adynaton latino en la crítica de la decadencia eclesial, y
empezamos a observar los testimonios sobre la corrupción del clero secular que nutría otro
tópico: el del mal arcipreste o moine paillard. El adynaton sirve ahora para censurar las
costumbres de la época, y de la numeración de impossibilia surge el tópico del “mundo al revés”,
fórmula que utilizan los goliardos para mostrar una visión lúdica de la vida aunque siempre con
un trasfondo de crítica, de lo cual se da cuenta en obras como el Carmina Burana, El espejo de
los necios de Nigelo Wireker o el Architrenius de Juan de Hanville. Hemos de citar también la
influencia que esté tópico tubo en la lírica amorosa invirtiendo completamente el mundo del
enamorado ante el desdén de su dama.
-El niño y el anciano (puer senex): Nace de la necesidad de una en una misma figura el esplendor
de la juventud y el buen sentido del ancianidad. Cicerón, en su Cato maior, nos da una visión
exacta de este tópico: “Porque así como alabo al adolescente en el que hay algo de anciano,
también alabo al anciano en el que hay algo de adolescente”. También lo encontramos en otros
autores clásicos, por lo que podemos afirmar que a partir del siglo I el puer senex se había
convertido en un tópico, encontrando en composiciones posteriores incluso una inversión en el
sentido de la composición: senex puer (la historia de Apolonio).
En la literatura medieval se unen las fuentes clásicas con las bíblicas, y los autores cristianos
emplean el tópico. Muestra de ello se da en el Evangelio según San Lucas, donde Jesús niño
enseña en el templo a los patriarcas judíos. El tópico quedará instituido en el cristianismo desde
San Gregorio magno, quién, en su vida de San Benito, afirma: “Fue varón de vida venerable, qué
desde su infancia poseía la cordura de un anciano”. Y de aquí se transmitió a la literatura
hagiográfica. Este tópico redunda siempre en una alabanza, la unión de las mejores virtudes de la
juventud y la vejez formando el carácter ideal del hombre.
-La anciana y la moza: El tópico de puer senex en femenino también fue utilizado en la
antigüedad para mostrar imágenes femeninas idealizadas. Las primeras de estas mujeres
pertenecen al ámbito de lo sobrenatural. Plinio en sus Epístolas refiere la aparición de una mujer
de belleza sin igual qué acaba identificando cómo el espíritu protector de África, y otros autores
también refieren figuras femeninas cómo la Filosofía en el caso de Boecio, o la Fama en el Canto
IV de la Eneida de Virgilio.
-Hortus conclusus: En el siglo VIII, San Idelfonso publica de virginitate Mariae contra tres
infideles, obra de adoración mariana que pone de manifiesto la consideración de la castidad
como virtud suprema de la mujer. La figura femenina se convierte así en el hortus conclusus,
jardín cerrado, cuyo paradigma es la propia Virgen, y debe responder a este modelo. Cuenta de
ello da Berceo en su Poema de Santa Oria, canto a las recompensas que da la castidad. La mujer
se convierte en un objeto de culto mediante el canon establecido por los trovadores o
cultivadores del amor cortés. El culto a la dama será el mismo que a la Virgen, por lo que esta
pasa a convertirse en una especie de diosa. A este modelo corresponde la Donna Angelicata del
dolce stil nuovo Renacentista. El origen bíblico de este tópico era un tema como fórmula de
control de fieles, aludiendo al jardín cerrado como sinónimo de paraíso al que solo se accede
mediante la virtud.
En la Edad Media se incorporó entre los requisitos poéticos, y a partir del 1070 lo encontramos
con gran frecuencia. En 1170 las poéticas ofrecen ejemplos de él. La épica filosófica de finales del
siglo 12 adopta el tópico en sus descripciones del paraíso terrenal. Se establece un paralelismo
entre la poesía bucólica-poesía amorosa, de ahí que los goliardos, trovadores, y troveros gallego-
portugueses lo adoptarán y así pasará a los cancioneros y a la literatura amorosa posterior. La
descripción del mismo aunaba elementos clásicos y bíblicos (paraíso terrenal) que confluyen en
la Arcadia de Sannazaro, modelo para la poesía bucólica y la pastoril, por lo que el tópico sirve de
germen para un subgénero.
-Ubi sunt?: de carácter elegíaco, nace subordinado al menosprecio del mundo o contemptu
mundi, de la interrogación retórica acerca de los cambios acaecidos en el mundo con el paso del
tiempo. Se tematizó e independizó, y así lo podemos hallar tanto en tratados doctrinales, como
en literatura moral de la EM (tb en la Divina comedia de Dante, en los triunfos de Petrarca, o en
las coplas de Jorge Manrrique).
Las obras Don Álvaro de Luna, Lamentación del condestable, y de Enrique de Villena (Tratado de
la consolación) contribuyen a la conservación del tópico la literatura moral. Algunas obras dónde
se recoge el tópico son el Corbacho, de Juan Martínez Toledo o la Celestina. Pero quienes
exprimirán el tópico son los moralistas religiosos, negando el gozo procedente de una vida
basada en el carpe diem. En España es Rodrigo Caro quien en su Poema las ruinas de Itálica, da
ejemplo del mismo.
-Carpe Diem: Recoge de manera sintética gran parte del pensamiento epicúreo. Los 2 grandes
autores que han marcado el devenir del tópico son Horacio, quién acuña el término, y Ausonio
en su poema “Colige, virgo, rosas”. Está fuente se complementa con su símbolo: la rosa, atributo
con alusiones a la fecundación, lo orgiástico… No aparece este tópico en la EM salvo para el que
se dispone a condenarlo. Sí cristianiza el tópico para ejemplificar la fugacidad de la existencia.
Es con Petrarca y su revaloración de los autores clásicos, dónde el tópico retorna al tema del
amor, característico en su “rima CLVII” (ofreciéndonos además el retrato de la mujer ideal). En el
Renacimiento y el Barroco será recogido prácticamente por todos los poetas, desde Garcilaso a
Góngora y Quevedo.
Otros tópicos procedentes del discurso retórico entran a formar parte del discurso a partir de la EM,
cómo es el caso del exordio, para ganar el favor del juez o el auditorio al que va destinado el
discurso. Siguiendo a E.R. Curtius (1989) podemos citar algunas fórmulas del exordio:
- La falsa modestia: Tiene como finalidad ganarse la benevolencia y la atención de los oyentes,
presentándose, como indica Cicerón (de inventione, 1.22.7), “con una actitud humilde y
suplicante”. Pronto este tópico pasa a otros géneros, obteniendo una notable difusión. El
autor suele Escuchar sé por Tratar el tema de manera indigna o por no saber darle forma con
su lenguaje inculto. A menudo el autor “se encuentra temeroso”, como ocurre en
narraciones de la Biblia cómo cuando el rey David Se siente como un perro ante la presencia
de Saúl. En la época del imperio es fácil adivinar la postura de los autores ante el emperador,
hecho qué pasaría al cristianismo de igual manera (autores-dios). Otra modalidad Sería
asegurar que la obra ha sido realizada por un mandato superior, como Virgilio cuando afirma
cumplir órdenes de Mecenas en sus Geórgicas o como sucede en Los milagros de Berceo.
- “Ofrezco cosas nunca dichas”: Aparece en la antigüedad griega como una forma de rechazo a
los temas épicos tratados hasta la saciedad. Virgilio, en la literatura Latina, pretende un
alejamiento, aunque eres consciente de la imposibilidad de ese objetivo. Horacio, Manilo, y
posteriormente Dante, Boccacio… coinciden en crear “canciones nunca oídas”.
- Tópico de la dedicatoria: La dedicatoria tiene una finalidad de consagración, lo que triunfa en
el Cristianismo a elevar la dedicatoria a Dios. El uso comienza con San Jerónimo y su
dedicatoria a Dios en el Prólogo Galeatus. Dedicado a la Virgen y a Cristo está el LBA.
- “el que posee conocimientos debe divulgarlos”: con antecedentes en Séneca, Catón. Amplio
cultivo en la Biblia y en la Edad Media (Chetrien de Troyes).
- “Hay que evitar la ociosidad”: Usado por Horacio en sus Sátiras, u Ovidio en sus Tristes.
Otro aspecto de la creación que ofrece dificultades al autor es la conclusión de la obra. La tópica del
exordio debe resumir los puntos principales y dirigirse después del auditorio, lo que no sucede en la
tópica de la literatura. Por ellos son frecuentes las obras con conclusiones abruptas o sin conclusión.
La aparición de estos elementos tomados de la teoría retórica clásica nos acercan las aportaciones
que podemos encontrar en el pensamiento literario occidental.
En este apartado daremos cuenta del legado clásico de la Retórica y la Poética en el pensamiento
occidental hasta el siglo XVI, cuando se produce la sistematización de los saberes clásicos.
La retórica nació en Grecia en el siglo V a.C. y su primer cultivador fue Empédocles. Fue Aristóteles
quien estableció tres géneros oratorios: El deliberativo, el forense, y el epidíctico (más cercano a la
literatura) y en su Poética, dado el auge del teatro como elemento didáctico, estableció un sistema
de las partes de la tragedia y de los géneros, así como la definición de mímesis. Posteriormente en
Roma, Cicerón lleva a la práctica los principios teóricos griegos, lo que supone una nueva
sistematización. Así se fijan las operaciones retóricas cuyo resultado es el discurso: inventio,
dispositio, elocutio, memoria y actio.
La otra gran aportación a la Poética se la debemos a Horacio, quien en su Epistola ad Pisones adapta
la preceptiva aristotélica a los usos romanos e introduce la lírica cómo nuevo género, al mismo nivel
que la tragedia y la épica, centrándose tanto los elementos de creación cómo en la mimesis. Todo
esto pasa a la EM con las teorías de Platón también, pues los cristianos habían asimilado doctrinas
neoplatónicas imperantes en Roma.
La retórica evoluciona en la EM dentro del trívium. Está participación de ciencias y saberes cultivados
por los escolares quedó establecida en el siglo V por el texto alegórico de Marciano Capella, De
nuptiis Philologiae et Mercurii. También por San Agustín en su De catechizandis rudibus, obra en la
que propugna un equilibrio entre sapientia y eloquentia.
En el siglo XV se admitieron como válidas las propuestas de Santo Tomás de Aquino en cuanto a Ética
y Retórica se trataban, recuperando tanto su figura como la de Aristóteles, con la traducción directa
de sus obras. Así, son fundamentales las nuevas traducciones de la Retórica y de la Ética a Nicómaco.
Junto a estos, el descubrimiento en 1421 de los tratados de Oratore y Orator de Cicerón, por
Gherardo Landreani, y de la Instituto oratoria de Quintiliano, vinieron a dotar al arte oratorio de una
nueva dimensión. La caída de Bizancio provocó una emigración a Italia de un gran número de
eruditos, quienes introdujeron sus conocimientos en el occidente cristiano: La teoría retórica de la
argumentación de Hermágoras de Temnos, los tipos de estilo de H. de Tarso o las Gramáticas griegas
van a conocer una amplia difusión. Teodoro de Gaza difunde la gramática, (traducida al latín por
Erasmo de Rotterdam) y Jorge de Trebisonda difunde la retórica, ciencia que pasa a ocupar el centro
del discurso. Este autor no solo aporta la teoría de los bizantinos, sino que la combina con la teoría
latina clásica. La tª de Hermógenes de los estilos, resulta una aportación novedosa, y así lo recogen
varios tratados del siglo XVI. No obstante, la tripartición latina seguirá corriendo por cuenta de
Virgilio y su rueda durante la EM (Rota virgilil):
La otra vertiente del humanismo coloca en el centro de todas las disciplinas a la dialéctica, gracias a
la obra de Rodolfo Agrícola (Dialéctica, 1479). A éste siguieron autores y profesores como Erasmo y
Vives, Petrus Ramus o el Broncense. Está defensa supuso la ruptura con el sistema clásico y fue la
tesis que finalmente prevaleció en el sistema europeo:la inventio y la dispositio pasaron a la
dialéctica, la elocutio a la retórica y se suprime la memoria y la actio.
Hay quedar la retórica formada solo por el sistema de figuras y tropos, los géneros literarios y los
estilos Significaron con la poética Cómo lugar de aplicación de todos esos elementos. por tanto solo
el discurso epidíctico....sentido y desde mediados del siglo XVI Se van a suceder las poéticas:
También merecen atención los tratados centrados en el teatro como El Arte Nuevo De Hacer
Comedias de Lope de Vega (1609), que adaptan al gusto de la escena del momento una tradición
teórica que casi no se había modificado.
De este modo la perfectiva clásica dio paso a la nueva misión de la literatura hasta desembocar en la
última poética clasicista: la poética (1737) de Ignacio de Luzán, donde se sintetizan las grandes
poéticas de las centurias precedentes. A finales del XIX, la lingüística estructural de Saussure abre las
puertas a la teoría literaria contemporánea.
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