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Filosofía medieval Boecio consolación de la filosofía  libro 1

Y, a semejanza de un cuadro difuminado, ofrecía, envuelto como en tenue sombra, el aspecto desaliñado de cosa antigua. 4.– En su parte inferior
veíase bordada la letra griega pi (inicial de práctica), y en lo más alto, la letra thau (inicial de teoría) (pg. 27)

ranjas que, a modo de peldaños de una escalera, permitían subir desde aquel símbolo de lo inferior al emblema de lo superior. 5.– Sin embargo,
iba maltrecho aquel vestido: manos violentas lo habían destrozado, arrancando de él cuantos pedazos les fuera posible llevarse entre los dedos
(pg. 28)

– Y cuando vio a mi cabecera a las musas de la poesía dictándome las palabras que traducían mi dolor, conmovióse de pronto; y luego, lanzando
por sus ojos miradas fulminantes, indignada exclamó: 8.– “¿Quién ha dejado acercarse hasta mi enfermo3 a estas despreciables cortesanas de
teatro, que no solamente no pueden traerle el más ligero alivio para sus males, sino que antes bien le propinarán endulzado veneno? (pg. 28)

6.– ”Ha perdido momentáneamente la consciencia; no le será difícil recobrarla, si llega a reconocerme. Para que pueda conseguirlo voy enseguida
a limpiar sus ojos, oscurecidos por la nube de cosas terrenales” (pg. 32)

3 – 2 Así, pues, volví mis ojos para fijarme en ella, y vi que no era otra sino mi antigua nodriza, la que desde mi juventud me había recibido en su
casa, la misma Filosofía. 3.– “¿Y cómo —le dije— tú, maestra de todas las virtudes, has abandonado las alturas donde moras en el cielo, para
venir a esta soledad de mi destierro? ¿Acaso para ser también, como yo, perseguida por acusaciones sin fundamento?” (pg. 34)

3-6 6.– ”¿Crees que sea ésta la primera vez que una sociedad depravada pone a prueba la sabiduría? ¿Acaso entre los antiguos, anteriores a la
época de mi discípulo Platón, no he tenido que sostener duros combates contra los desatinados ataques de los necios? Y viviendo Platón, ¿no
triunfó su maestro Sócrates, gracias a mi asistencia, de una muerte injusta? (pg. 34)

7.– ”Luego, la turba de los epicúreos primero, la muchedumbre de los estoicos después, y sucesivamente las demás escuelas y sectas, cada cual
según sus medios, han intentado asaltar mis dominios; y al arrastrarme, a pesar de mis clamores y de mis esfuerzos, para no quedarse sin su parte
de botín han destrozado la vestidura que por mis propias manos me tejiera, y llevándose jirones han (pg. 34)

12.–”Aun cuando los tales sean legión, merecen, sin embargo, nuestro desprecio, pues, acéfalos, sin guía que los dirija, son arrastrados por el
error de sus locuras, que los hacen divagar desordenadamente y sin rumbo. (pg, 35)

4 - 4.– ”¿Acaso era mi vida como ahora? ¿Tenía yo siquiera este rostro caído, cuando contigo sondeaba los misterios de la naturaleza y con tu
varita me describías el movimiento de los astros, cuando regulabas mi conducta y costumbres de acuerdo con el orden maravilloso de las esferas
celestes? ¿Es ésta la recompensa que he merecido por ser obsecuente contigo? Pg. 38)

4 - 20¿Y quieres saber el delito que se me imputó? Me acusaron de que quise salvar al Senado. 21.–”¿En qué forma? Un delator
pretendía se incoara expediente para declarar al Senado reo de lesa majestad, y yo lo impedí: ése es el crimen que me achacan. (pg. 41)
 25 ”Sea como fuere, a tu juicio y al de los sabios me remito; y con el fin de que la posteridad conozca la realidad de los hechos, me ha
parecido oportuno consignarlos por escrito, para que jamás se borren de la memoria. 26.–”Porque, ¿para qué voy a hablar de aquellas cartas
apócrifas de que mis enemigos se han valido para acusarme de haber deseado la libertad de Roma? Su falsedad hubiera quedado patente sólo con
que no me hubieran prohibido apelar al testimonio de los mismos acusadores, que es lo que en casos semejantes constituye la prueba más
convincente. (pg. 4

34 ”Mas ya ves cuál ha sido el destino de mi inocencia: como recompensa de mi virtud real sufro el castigo de un delito imaginario. (pg. 44) 
ara con todos los mortales? 36.–”Si hubiera yo sido acusado de querer incendiar los templos, de asesinar sacrílegamente a los sacerdotes, de
maquinar la perdición de todas las gentes de bien, se me hubiera condenado en sentencia dictada en mi presencia, convicto del crimen ante las
pruebasalegadas; pero ahora, se me destierra a casi quinientos mil pasos de distancia, no se quiere oír mi palabra ni mi defensa, y se me condena a
la confiscación y a la muerte por haber demostrado a favor de los senadores el interés más celoso. ¡Qué bien merecido tenéis el que a nadie se
pueda culpar de semejante falta!

45.–”En cuanto a mí, me he visto privado de mi fortuna, arrojado de todos los cargos, manchada mi reputación: y todo por haber hecho el bien
(46)

10 Y dime, ¿por ventura has olvidado cuál es el fin de todas las cosas y el objetivo al que se dirigen los esfuerzos de la naturaleza entera?” —“Sí,
lo he aprendido —dije—, pero ahora mi memoria está muy afectada por el dolor”. 11.–“¿Y sabes tú cuál es el principio del que proceden todas
las cosas?”. “Sí, es Dios —respondí—; ya lo sé, y te lo he dicho antes”. 12.–“¿Y cómo es posible que conociendo el principio de las cosas ignores
su fin?” (pg. 54)

15 Y podrías explicar lo que es el hombre?”. “¿Y a eso se reduce tu pregunta, a ver si sé que es un ser racional y mortal? Lo sé muy bien y
comprendo que yo no soy otra cosa”. 16.–“¿Y estás seguro de que no eres otra cosa”? “Seguro”. 17.–“Ahora veo que existe otra causa para tu mal
—dijo la Filosofía—, y ésa es, sin duda, la más influyente: es que tú no sabes quién eres. Por lo cual puedo asegurar (pg. 54)

Mientras el autor está buscando en la poesía alivio a sus miserias, la Filosofía se le aparece bajo la figura de una mujer de venerable aspecto, con
ojos llameantes y dotados de sobrehumana agudeza, arreada con un precioso vestido, en cuyo borde inferior está escrita una P y en el superior una
T. Estas letras, que sin duda simbolizan la división platónica de la filosofía en práctica y teórica, están unidas por peldaños, que recuerdan el otro
concepto platónico complementario de la ascensión de la práctica a la teoría. Boecio, tras identificar a la visitante, se lamenta de los males en que
ha caído y ella le contesta que en realidad él ha tenido de la fortuna más bienes que males. La culpa es de él mismo, ante todo porque ha confiado
en la fortuna, que es inconstante y falsa; después, porque ha atribuido valor a bienes como la fama, el poder o el deleite, los cuales producen
desventura, no felicidad. Aquella fortuna que el mundo juzga adversa es más provechosa que la próspera porque libera al alma, elevándola a la
verdad y a la virtud, a la verdadera felicidad y a Dios, aspiración suprema del pensamiento humano.
A Dios (que evidentemente presenta aquí analogía con el concepto platónico del Sumo Bien) deben referirse todas las cosas, y así también la
felicidad y la infelicidad nuestras. Pero si Dios rige el mundo (objeta Boecio) el vicio debería ser siempre castigado y premiada la virtud. La
Filosofía contesta que la injusticia de la distribución es sólo aparente: la Providencia proporciona los bienes y los males según los méritos, y
nosotros lo entenderíamos si pudiésemos conocer la causa de todo. Como las vicisitudes del mundo pueden tener origen tanto en Dios como en el
hado y deben cumplir su ciclo, así nuestra adversa fortuna puede tener origen en el hado y en Dios, el cual dará finalmente la justa recompensa.

Si el mundo es regido por Dios (replica Boecio) no debería haber margen para el azar. La Filosofía le explica entonces que respecto a Dios nada
está en poder del azar, pero muchas cosas semejan estarlo con respecto al hombre. La presciencia de Dios, que es infalible, se concilia no obstante
con la libertad humana. Tal como en la mente humana hay grados y modos de conocimiento superiores a otros, y que no son comunes ni a todos
los hombres ni a los hombres y a los animales, así también hay que admitir que en la mente divina, tan superior a la nuestra, puede haber acuerdo
entre la presciencia del futuro y la libertad humana.

En nosotros mismos la debilidad de los sentidos no justifica la negación de la imaginación, ni la debilidad de la imaginación la negación del
razonamiento, ni la debilidad del razonamiento la negación de la inteligencia; del mismo modo, por el hecho de que nuestra inteligencia sea débil
no tenemos derecho a negar a Dios una inteligencia más alta. A la nueva objeción de Boecio de que se disminuye la presciencia divina haciendo
causa de ella las futuras acciones humanas, la Filosofía opone que "la facultad precognoscitiva de la sabiduría divina, abrazando todas las cosas,
les da ella misma su propia ley, pero sin estar totalmente ligada a las cosas futuras. Cualesquiera que sean éstas, permanece inviolada para los
mortales la libertad de albedrío".

Prever un acontecimiento no es producirlo ni forzar su producción; con todo, el conocimiento anterior, sin necesitar los hechos, es un signo de
esta necesidad. Pero cuando el conocimiento, en lugar de anterior, es contemporáneo, no condiciona en absoluto lo que conoce; ahora bien, el
conocimiento de Dios es atemporal: Dios ve en un presente eterno. "Por encima de todo está, como espectador, Dios presciente de todos los
acontecimientos, y la eternidad, siempre presente en su visión, se concierta con la futura cualidad de nuestros actos dispensando recompensas a
los buenos y castigos a los malvados. No en vano se le dirigen esperanzas y plegarias, que, si son rectas, no pueden ser ineficaces. Oponeos, pues,
a las culpas, cultivad las virtudes, levantad el ánimo a las rectas esperanzas, elevad al cielo humildes plegarias; grande es para vosotros la
necesidad de ser buenos, ya que obráis ante los ojos de un juez que lo ve todo." Con este conmovido llamamiento, que recuerda el final del Fedón
de Platón, se cierra la obra del "último de los romanos", que durante todo el Medievo fue considerada como la suprema expresión del
pensamiento latino y se convirtió en uno de los libros más populares. Se perciben en ella ecos de la filosofía neoplatónica, especialmente de
Proclo, y continuas referencias a la doctrina estoica y especialmente a Séneca, pero, cosa extraña, no hay ninguna alusión directa a las doctrinas
cristianas, lo que se ha querido explicar diciendo que Boecio había querido demostrar cómo, aun prescindiendo de las verdades reveladas, la
razón natural es bastante para justificar una actitud fuerte y resignada frente a la desventura, dando así a esta justificación un valor universal.
Otros sostienen que la obra es incompleta, otros también que es alegórica.

Como quiera que sea, y aunque el texto revela una sólida fe en la Providencia, raramente ésta se identifica con un Dios personal, antes a menudo
se diluye en el panteísmo; y la obra entera, aun conteniendo palabras y frases que implican un conocimiento de los escritores cristianos, podría ser
atribuida a un contemporáneo de Cicerón o de Séneca. De la consolación de la filosofía inspiró, sin embargo, toda la literatura y la filosofía
cristianas de Occidente, desde el siglo VIII al XIV, hasta que su brillo palideció con el naciente resplandor del Renacimiento.  En efecto,
muchos elementos del tratado de Boecio serán absorbidos en las grandes síntesis de los siglos XII y XIII. Dante sacó de la obra consuelo en los
años siguientes a la muerte de Beatriz y muchos motivos de inspiración para la Divina Comedia. Ya se habían inspirado antes en ella los poetas
provenzales, y se inspiraron más tarde Petrarca en el Desprecio del mundo y Boccaccio en el Ameto. La obra tiene valor sobre todo en cuanto
señala el punto de contacto entre el pensamiento del paganismo y el cristianismo, y fue durante siglos el vehículo por el cual la filosofía se
mantuvo en occidente.

Revisado en España el 14 de abril de 2021

La Consolación, o el Consuelo de la Filosofía fue uno de los libros más copiados en la Antigüedad Tardía y en las Edades Medias y abarca varios
temas que todavía interesan a nuestros tiempos. Es cierto que el destino personal de Boecio, ejecutado al poco de ser escrito este librito de prosa y
verso, añadió gloria y contenido personal, lo que aumentó su fama.

El libro es por tanto un de profundiis avant la lettre aunque muy comedido y, ante todo, una exposición de las ideas filosóficas en circulación en
el primer cuarto del s.VI. También, un buen testigo de una época que estaba cerca de finalizar. Tras la muerte de Beocio, el reino ostrogodo entró
en una deriva de confrontación con las clases patricias romanas en las que hasta entonces se había apoyado y lo que vino después fue un horror de
guerra y destrucción hasta la efímera victoria bizantina, sucedida por la invasión lombarda que definitivamente acabó con la gran prosperidad de
Italia. Teodorico, un gobernante muy sagaz y equilibrado probablemente tuvo buenas razones para desconfiar de Boecio, incluyendo las de
Estado, que son las más poderosas. Me parece que a veces este diálogo entre Boecio y la madonna de la Filosofía se entiende mal y que en todo
caso falta a la mayoría el aparato necesario para entender la obra. Boecio usa conceptos filosóficamente refinados de una larga tradición sin cuyo
conocimiento la lectura se limita a una obra estoica más. Pero hay más.

Boecio, que no menciona su cristianismo (por supuesto que era un fiel y piadoso cristiano ortodoxo, es decir, no arriano) aborda varios asuntos
pero el fundamental, en mi opinión, es el de la oposición entre la providencia general ( la pronoia estoica luego asumida por la teología cristiana)
y la ordinaria, a la que aquí se llama destino. Siguiendo a Agamben en su El Reino y la Gloria, es un conflicto entre la potencia divina que
determina los principios generales y la dispositio o oikonomía (llevanza del mundo, su gobierno) de cuya coordinación resultan problemas. La
doncella de la Filosofía resolverá esta articulación afirmando la prevalencia de la Providencia General (un atributo idéntico en potencia al de
Dios) sobre el destino en tiempo y espacio concreto; si nos parece que triunfa el mal sobre el bien y que la Fortuna se impone sobre la Justicia es
porque no entendemos el contenido de este doble modo de gobierno (duplex modus) entre trascendencia e inmanencia en el que un Poder superior
Reina y otro inferior, aunque autónomo, Gobierna.
El asunto genera un reguero de derivadas muy tratadas en la tradición filosófica occidental, como el de la teodicea (Leibniz et al.) y que hoy, en
un universo no jerarquizado, homógeneo, conduce a los modernos debates, multidisciplinarios, entre libre albedrío y determinismo. Por ello, una
obra fundamental para todo aquel interesado en los mismos.

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