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Tomando el Evangelio de san Juan se desarrolla dos cosas: la dirección que da Jesús
hacia el Padre y Dios único, y la salvación por medio de Cristo, que también se desarrolla
en las cartas de san Pablo; todo esto entraría en conflicto con las creencias de los
pueblos y comunidades que tenían diversas deidades.
Toda esta experiencia de misión nos dice el texto, hay que trasmitirla sin violentar la
dignidad de creencias de la otra persona, porque Jesús a alcanzado la salvación para
todos, además que con esta propuesta cristiana se busca que la persona sea libre en su
actuar y pensar, siendo así la Iglesia participa como una dispensadora de la salvación, sin
que esto se entienda como la única forma de salvarse, ya todo hombre de buena voluntad
tiene en si la semilla del verbo que es la voluntad de obrar el bien.
El capítulo dos nos resalta de manera muy particular el reino de Dios que se hace
presente gracias a Cristo porque al inaugurar su ministerio misionero no se ha reservado
únicamente a su lugar natal, sino que se ha abierto para todos. Las características de este
reino son en un primer momento la libertad, que anima a un cabio de costumbre, y en
segundo lugar el amaren los unos y los otro porque con ellos se ara presente y visible la
unidad del reino.
Finalizando este capítulo con la plenitud del reino en Cristo resucitado centrando la misión
de la Iglesia en el kerigma, siendo así la Iglesia no trabajaría para sí si no para el
crecimiento del reino; todo esto sin separar a Cristo de la Iglesia porque Él le ha dado a el
Espíritu para reunir a todos los hombres en un solo redil a la espera del Señor.
Para finalizar, el capítulo tres del documento nos resalta al Espíritu Santo como el
protagonista de la misión evangelizadora que comenzando por los primeros cristianos ha
impulsado la Buena Nueva a todos. Para Marcos esta Buena Nueva es catequesis, para
Lucas es el testimonio y para Juan es el envió.