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Nacimiento y evolución de la dirección musical: un recorrido histórico desde sus orígenes

hasta nuestros días

antigua—como él los llamaba—, eran directores poco dotados para estar en un podio
al frente de las orquestas alemanas. Permanentemente reclama que los directores de
orquesta deben estar debidamente actualizados en época y estilos. Considera que
muchos de ellos se quedaron en épocas anteriores y por ello, pasados de moda.
Wagner desea, en todo momento, que los directores de orquesta sean “Maestros” de
una categoría musical y profesional, sin ningún tipo de enmiendas en relación con cierto
tipo de corruptelas que hiciesen propicio estar en el podio. En cierto modo Wagner, fue
un visionario. Reconoce, abiertamente, la falta de talento de Mendelssohn y como éste
le concede cierto grado de reconocimiento a directores futuros, los cuales eran muy
cuestionados por su falta de calidad artística y musical. Reconoce, abiertamente, el
descubrimiento y apoyo a la figura de Weber. Valoraba la fineza y calidad de Gaspare
Spontini y la crítica permanente a la Orquesta Filarmónica de Berlín, por la poca
categoría musical y humana de sus músicos. Quizá pretendiera hacerse notar y llamar
la atención exigiendo una calidad musical que nadie le cuestiona pero que quizá no era
el mayor exponente al no ser tampoco un gran director de orquesta, si lo comparamos
con el maestro François Antoine Habeneck (1781-1849). El francés, era una persona
muy formada, además de ser un violinista con una amplia y reconocida trayectoria.
Amante fiel de la música y del color orquestal de Beethoven. Habeneck, director de la
orquesta de la Ópera Nacional de París, se convirtió casi en un mito para Wagner. Éste
llegó a decir; “…para escuchar bien una interpretación de Beethoven me debo trasladar
a París”. Sin lugar a duda, esas palabras fueron una gran losa para Habeneck el cual,
cuando fue a Berlín, pagó esa admiración que declamaba Wagner y que le hizo no
pasarlo muy bien en el podio al frente de la citada orquesta. El éxito de Habeneck era
que la mayoría de la cuerda de la Orquesta Nacional de París eran italianos y formados
en Italia. Este hecho fue determinante ya que, en aquella época, para tocar bien un
instrumento, había que cantar bien o muy bien. La influencia del “bel canto” como
herencia, también llegó a los músicos de orquesta haciendo, de este término operístico,
que se extendiera no solo en el canto profesional, sino también en los intérpretes de
otros instrumentos de cuerda principalmente. De esta manera, el citado estilo, perduró
desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX. Wagner también justifica ese
concepto de dirección con un recorrido increíble de estudio y profundización en el
sinfonismo beethoveniano para justificar no solo la interpretación, sino elementos de

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profundidad musical amparados bajo términos como: “Melos” y que justifica de forma
magistral en el libro “Über das dirigeren” del año 1873. Wagner considera que el tempo
correcto de una obra se alcanza a través de lo que él denominaba “Melos”. El melos,
no deja de ser: “el fundamento melódico de la música”. Elemento indispensable para el
estudio posterior de la “Fenomenología aplicada a la interpretación directorial” por
Celibidache.

Como es bien sabido, Wagner no utilizó la batuta, lo que no significó para


reconocerle como un gran director, aunque también hay voces discordantes al
respecto. Pero no queda claro si era como técnico-directorial, o quizá su personalidad
le podía hacer un poco de daño a la hora de catalogarlo por parte de músicos,
orquestas y crítica. Wagner destacaba por poseer una capacidad férrea de trabajo. Por
su manera de trabajar y de tratar a los músicos, en ciertos momentos, no le fue nada
bien en Londres. Lo que sí está claro es que Richard Wagner fue el gran precursor y
decisivo padrino del nacimiento del “director de orquesta actual”. De forma paralela
destacaban nombres como Franz Liszt (1811-1886), el cual escribió todo tipo de cartas
y documentos para intentar plasmar en ellos su manera de concebir la dirección de
orquesta, las cuales le sirvieron para ser un poco más comprendido. Liszt, fue
determinante a la hora de ayudar y promover el esplendor de Wagner. Una relación
también amparada bajo ese triángulo amoroso que nació entre Cósima Liszt (1837-
1930), Hans von Bülow (1830-1894) y Richard Wagner, sirvió de fortalecimiento para
que la figura de Bülow llegase a ser uno de los directores de orquesta más influyentes
y estudiados en el mundo entero.

Wagner se dedicó, de forma incansable, a la potenciación del director como un


músico dedicado únicamente a la interpretación de obras ajenas, a través de la
autonomía basada en la técnica correcta del gesto y el conocimiento interpretativo de
la obra. Bajo este pilar, para mi fundamental, se genera todo un cisma que sirve para
que nazca la figura del director de orquesta tal y como lo conocemos actualmente.

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Ilustración 6. Héctor Berlioz.

Héctor Berlioz (1803-1869) también fue un músico y maestro decisivo a la hora


de recrear y modelar la figura del futuro director de orquesta. Hay que destacar, en la
figura de Berlioz, y el estudio que realizó en el año 1856 sobre cómo entendía la
dirección de orquesta y cuya revisión se realizó por Richard Strauss (1864-1949) en el
año 1905, decidiendo este no tocar nada de los planteamientos relacionados con la
dirección de orquesta y su correspondiente sentir, por parte del compositor francés. De
hecho, durante un largo periodo de tiempo, Berlioz, fue más valorado como director de
orquesta que como compositor. El dominio de las sinfonías clásicas escritas con
anterioridad, le valieron para ser un director poliédrico. Esa faceta era determinante en
la figura de Berlioz. Le valió ser reconocido por el público de Berlín, Weimar, Viena,
Praga, Moscú etc. Además, contó entre sus amistades y valedores de su talento,
compositores de la talla de Mendelssohn, Wagner, Meyerbeer y Liszt. Sin lugar a duda,
una figura apasionante en la transición del compositor-director, al director de orquesta
como intérprete autónomo, formado y decisivo a la hora de tomar diferentes decisiones
en la interpretación de su propio repertorio y en el repertorio de otros grandes
compositores de la época, tal y como he descrito.

Bülow, era un director de orquesta de gran talento, incansable trabajador y una


persona con una elevada dosis de humor, muy para tener en cuenta. Estrenó obras
como Tristán e Isolda (1865) y Maestros Cantores de Nuremberg (1868). Aunque quizá

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