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GÁLVEZ ARENAS OSCAR GRUPO: 1RMF SALÓN: 203

AUTOSUFICIENCIA ALIMENTARIA

La autosuficiencia alimentaria, que se alcanza cuando se satisfacen las necesidades alimenticias


mediante la producción local, generalmente suele ser un objetivo de las políticas nacionales. Tiene
la ventaja de ahorrar divisas para la compra de otros productos que no pueden ser
manufacturados localmente y de proteger a los países de los vaivenes del comercio internacional y
de las fluctuaciones incontrolables de los precios de los productos agrícolas. También asegura el
abastecimiento de alimentos para satisfacer las necesidades de las poblaciones locales. En algunos
países con escasez de agua, ciertos criterios políticos - por ejemplo, cierto sentido de inseguridad
nacional (como en el Cercano Oriente) - también han influido en contra de la dependencia
excesiva de la importación de alimentos.

En la práctica hay muchos inconvenientes. Países donde fue difícil lograr la autosuficiencia
alimentaria, han tenido que depender de la ayuda alimentaria o importar alimentos a causa de
factores climáticos, como tormentas, inundaciones y sequías. El precio pagado por la
autosuficiencia alimentaria también ha sido alto en los países de clima árido, ya que gran parte de
las tierras y de los recursos hídricos han tenido que ser dedicados al regadío, privando a los
sectores doméstico e industrial de los volúmenes de agua, que aunque siendo relativamente
pequeños, necesitan para desarrollarse. Para producir sus propios cereales algunos países han
acumulado déficits de agua muy significativos como resultado de la sobreexplotación de acuíferos.

La tendencia actual no es disponer de autosuficiencia alimentaria sino depender parcialmente de


la importación de alimentos. Una de las razones principales de esta tendencia es la escasez de
agua, causada por el crecimiento de la población que ha reducido la disponibilidad de tierra y de
agua per cápita. Al mismo tiempo, la demanda de abastecimiento urbano ha aumentado siendo
los recursos hídricos limitados. Algunos países también se han dado cuenta que los beneficios
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industriales son mayores que los agrícolas, es decir, que es más fácil y más rentable ganar divisas
extranjeras para adquirir alimentos importados que sembrar cultivos que consumen mucha agua.

Importar alimentos equivale a importar agua, que en ocasiones se denomina «agua virtual». La
FAO estimó en un estudio reciente sobre riego y recursos hídricos en el Cercano Oriente, que se
hubiesen necesitado 86,5 km3 de agua para producir los alimentos equivalentes a los importados
en la región en 1994. Esta cifra equivale al volumen total de agua aportado anualmente por el Nilo
en Aswan.

Es por tanto sensato que los países que sufren escasez de agua importen alimentos básicos, como
son los cereales, de áreas que tienen suficiente agua y usen sus propios recursos, que son
limitados, para producir cultivos de exportación que tienen un gran valor, por ejemplo flores,
fresas y otras frutas. Las divisas obtenidas pueden ser utilizadas para pagar los cereales
importados.

Sin embargo, los países que tienen riesgo de inseguridad alimentaria y escasez de agua necesitan
asegurarse que tendrán un comercio justo y seguro con los países que tienen abundancia de agua.
Una prioridad de la Organización Mundial del Comercio debe ser asegurar el comercio de
alimentos básicos para los países con escasez de agua.

Sin embargo, algunos países que no poseen autosuficiencia alimentaria no pueden exportar lo
suficiente para ganar las divisas necesarias para importar los alimentos que necesitan. De una
manera similar, algunas personas no tienen el dinero necesario para comprar alimentos para ellos
y sus familias, aún cuando estén disponibles en el mercado. Esto justifica la necesidad permanente
de programas de desarrollo rural basados en la agricultura en áreas como el África subsahariana y
el sur de Asia. Estos programas deben ser dirigidos simultáneamente a incrementar la producción,
reducir la pobreza y mejorar la igualdad entre géneros, que son tres factores clave para mejorar la
seguridad alimentaria.

La dependencia alimentaria del exterior podría aumentar en México ya que esta nación importa
45 por ciento de los productos agropecuarios, advirtió Syngenta, firma suiza especializada en
protección de cultivos.

En un análisis sobre el agro mexicano, la firma destacó que México está lejos de alcanzar una
autosuficiencia alimentaria, de acuerdo con los parámetros de la Organización de Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

México cuenta con una autosuficiencia alimentaria de 55 por ciento, cuando la FAO estima que
para tener un margen aceptable se debe lograr un aproximado de 75 por ciento, señaló la
empresa de transgénicos.
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En México, la importación de productos agropecuarios que demanda la población se debe a las


tres realidades del agro nacional, dependiendo de la zona geográfica, donde el norte tiene
tecnología y en el sureste hay pequeños productores, refirió Syngenta.

En el norte hay agricultores tecnificados que potencian los cultivos y aplican tecnología para evitar
plagas y mejorar la producción; la parte central del territorio nacional produce poco por hectárea.

Mientras que el sureste es improductivo, señaló la empresa que obtuvo el tercer lugar mundial en
el mercado de semillas, entre ellas las transgénicas, ya que los pequeños agricultores cultivan en
pequeñas proporciones y no cuentan con tecnología en su mayoría.

El problema de la autosuficiencia radica en la escasa producción de maíz, arroz y trigo, según


expertos.

Cuando una familia mexicana se sienta a la mesa, 57 por ciento de los alimentos que consume
tiene su origen en nuestro país y 43 por ciento restante viene de fuera a un alto costo.

Al año, México invierte alrededor de 15 mil millones de dólares en compras al exterior para
completar la canasta básica, una cifra muy cercana a los ingresos petroleros, lo que nos coloca en
una posición vulnerable, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

A pesar de que el país ocupa el decimocuarto lugar a escala mundial como productor
agropecuario, también es uno de los grandes importadores de alimentos.

Nuria Urquía Fernández, representante de la FAO en México, puso como ejemplo el caso del maíz,
un grano básico en nuestra dieta, del que se producen 21 millones de toneladas al año y se
importan aproximadamente 10 millones de toneladas, “lo que genera una situación de
dependencia”.

“Ningún país tiene soberanía alimentaria, ningún país produce todo lo que se come, todos los
países, y en eso se basa el comercio, producen algo en lo que son buenos e importan otras cosas;
lo que es muy importante es que el país produzca aquellos rubros que son estratégicos”, explicó.

La realidad es que en México compramos a otros países la tercera parte del maíz que comemos; la
mitad del trigo, 80 por ciento del arroz y entre 30 y 50 por ciento del frijol, así como poco más de
30 por ciento de la leche en polvo que demanda la población.

Felipe Torres Torres, profesor del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, recordó
que hace más de 30 años México perdió la autosuficiencia alimentaria, ya que en aquella época
era más barato comprar los alimentos a otros países que producirlos nosotros mismos, una
situación que se revirtió con el paso de los años.
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“Nosotros estamos importando cantidades impresionantes, arriba de 80 por ciento de


oleaginosas, de sorgo y soya principalmente, que van destinadas a la alimentación animal y a la
producción de aceites, entonces, si bien es cierto que no son básicos, sí impacta en la producción
de huevo, carne de pollo, carne de res, y ése es otro factor que indirectamente está vulnerando la
seguridad alimentaria interna”, detalló.

La clave para salir de esta situación es aumentar la productividad; que rindan más las casi 22
millones de hectáreas de cultivo que existen en el país.

Luis Fernando Haro, director general del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), dijo que lo
importante es que en México existe potencial, ya que hay naciones como Japón que no tienen
dónde producir más, porque ya no tienen territorio.

“En el caso de México hay un potencial para poder incrementar, no sólo la superficie sino
aumentar los rendimientos”, comentó.

La preocupación por superar esta dependencia alimentaria ya permeó en el gobierno federal,


donde existe la meta sexenal de alcanzar la seguridad alimentaria, de acuerdo con Enrique
Martínez y Martínez, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Alimentación (Sagarpa).

“La FAO dice que un país puede hablar de que tiene seguridad alimentaria cuando produzca 75 por
ciento de los alimentos que consume. En este momento nosotros estamos produciendo 57 por
ciento; el objetivo en los seis años de la actual administración federal es llegar exactamente a 75
por ciento, para ser un país que tenga seguridad alimentaria para sus habitantes”, anunció.

Felipe Torres Torres, investigador de tiempo completo, opinó que México tiene todo el potencial
para elevar la producción de alimentos sin aumentar la frontera agropecuaria.

“Yo creo que no es un sueño guajiro, hay todo el potencial, tanto técnico, físico, natural, como de
capital humano para poder alcanzar no necesariamente la autosuficiencia alimentaria, en términos
de producir todo lo que consumimos, pero sí de asegurar los factores críticos, donde está el
problema de la seguridad alimentaria, que son los granos básicos, principalmente maíz, trigo, frijol
y arroz”, afirmó.

De acuerdo con los expertos, uno de los primeros pasos que se deben dar para alcanzar esta meta
es impulsar políticas públicas focalizadas, que atiendan a los diferentes tipos de productores que
existen en el país.

Arturo Osornio Chávez, subsecretario de Desarrollo Rural de la Sagarpa, reconoció que hay que
encontrar un balance para apoyar a un “sector bipolar”.

“Bipolar, entre comillas, donde tenemos agricultores de clase mundial, productores que quieren
brincar al segmento empresarial y un amplísimo porcentaje de tierras temporaleras o pobres, de
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alta siniestralidad, con los que yo en lo personal creo que el Estado mexicano tiene una deuda
histórica”, argumentó.

Las mejores políticas públicas deben poner al alcance de los pequeños productores semillas
mejoradas, métodos más eficientes de siembra y capacitación.

Además de impulsar el perfeccionamiento de los canales de distribución y apoyar la construcción


de bodegas rurales y caminos “saca cosechas”, para evitar que se siga perdiendo 35 por ciento de
los alimentos que producimos, por falta de condiciones adecuadas de transporte o almacenaje.

El viraje en la forma de atender al campo mexicano también tiene que incluir el relanzamiento de
la producción de fertilizantes en el país, ya que hoy compramos al exterior 95 por ciento de estos
insumos vitales para la agricultura.

Otro punto importante es voltear los ojos hacia el mar y la acuacultura para diversificar nuestros
hábitos alimenticios.

Guerrero es ejemplo de autonomía alimentaria

A pesar de todo y luchando contra todo, productores de maíz de Guerrero lograron aumentar el
rendimiento de sus cosechas hasta alcanzar una producción de un millón 600 mil toneladas.

Hoy este estado, reconocido como uno de los más pobres del país, es ejemplo de cómo México
puede recuperar la soberanía alimentaria.

Ventura Reyes Urióstegui, representante estatal del Sistema Producto Maíz, relató que hace diez
años Guerrero no era autosuficiente y se abastecía del grano a través de Diconsa o
comercializadores que lo importaban de Estados Unidos.

“Estábamos consumiendo maíz amarillo traído de Estados Unidos, en la mayoría de las localidades,
ahora somos autosuficientes y ya se está consumiendo el maíz que produce Guerrero y tenemos
excedente para vender al exterior”, indicó.

El secreto para alcanzar este “milagro” es la asistencia técnica y la semilla mejorada, algo que
hasta ahora parece inalcanzable para la mayoría de los pequeños productores de temporal de
nuestro país.

Justino Peñaloza Corona, campesino de la comunidad de San José Tasajeras, comentó que la
semilla híbrida diseñada especialmente para la región permite tener un rendimiento de entre ocho
y diez toneladas por hectárea, cuando anteriormente la semilla criolla sólo ofrecía una o dos
toneladas por hectárea.
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El despertar del campo en Guerrero se debió a varios factores: la creación de fondos de crédito
por parte de organizaciones como la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA) para
acercar la tecnología a los campesinos, y programas federales como MasAgro, que brindan
capacitación en técnicas más efectivas de siembra.

“Hay ejemplos muy claros de cómo con apoyo y políticas correctas las cosechas pueden
aumentar”, destacó Álvaro López Ríos, secretario general de la UNTA.

Ahora Guerrero enfrenta otro tipo de problemas con el maíz, como la falta de bodegas para el
acopio y la carencia de caminos para sacar las cosechas, así como el coyotaje y la especulación.

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