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La revolución industrial y los inicios del movimiento obrero

La revolución industrial (1750-1830) produjo un empeoramiento de las


condiciones de vida de muchas familias obreras. Los antiguos artesanos y
los campesinos venidos a la ciudad, convertidos en proletariado industrial,
empezaron a soportar condiciones durísimas de trabajo. Las jornadas
laborales de 14 y 16 horas, seis días a la semana, en lugares donde no
había ventilación ni higiene, provocaban muchos accidentes laborales y
enfermedades.

Máquinas mal instaladas y las pésimas condiciones en las fábricas


provocaban explosiones, inhalación de sustancias tóxicas, con un calor
insoportable que convertían el aire en irrespirable. Los trabajadores
operaban sin ningún tipo de protección y las muertes y mutilaciones ocurrían
con frecuencia. Apenas había inspecciones gubernamentales de los centros
de trabajo, tampoco existían seguros de accidentes ni seguridad social. El
50% de los operarios moría antes de los 20 años debido a los accidentes y a
las pésimas condiciones de trabajo.

Además, los miserables salarios no daban para vivir lo que obligó a que
menores y mujeres se incorporaran a las fábricas para ayudar al sustento de
las familias, hasta el punto que dos terceras partes de la fuerza laboral
llegaron a ser mujeres y niños.

La concentración de masas obreras en los centros fabriles ayudó a la toma


de conciencia colectiva, pasando de ser una clase en sí (un objeto que era
mera carne de cañón para la explotación) a ser una clase para sí (un sujeto
que tomaba conciencia de su situación y se auto organizaba). De nuevo,
fueron las condiciones materiales de la existencia humana las que obligaron
a crear mecanismos de cooperación. Cuando se producía un accidente
laboral grave, perdiendo una mano, un brazo o una pierna, el obrero era
despedido y sus compañeros le ayudaban mediante las cajas de
resistencia. Así nacieron los primeros lazos de solidaridad obrera que fueron
encarnándose en sociedades de apoyo mutuo, socorro obrero, asociaciones,
etc. Este fue el germen primigenio de los sindicatos obreros.

En 1829, se fundó el primer sindicato obrero a escala nacional en Inglaterra.


En 1834, varios sindicatos de oficio se asociaron en las Trade Union, que fue
ilegalizada por el gobierno británico. En España, en 1840, se formó la
primera sociedad de socorro mutuo. Y en 1888 se funda la Unión General de
Trabajadores (UGT).
Las primeras luchas obreras que se orientaron a la demanda de reducción de
jornada laboral fueron respondidas por los diferentes gobierno con crueldad
represiva y prohibiciones de los primeros conatos de auto organización. Sin
embargo, ya en 1848, los trabajadores franceses ganaron la jornada laboral
de 12 horas.

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