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T4: EL MOVIMIENT0 OBRERO

1
Las transformaciones en el mundo del trabajo, provocadas por el desarrollo del capitalismo industrial,
comportaron la formación de la clase obrera.

La economía capitalista industrial, organizada según los principios del liberalismo, iba imponiendo la
existencia de dos clases sociales principales: la clase obrera o trabajadora, desprovista de los medios
de producción y forzada a vender su fuerza de trabajo, y la clase burguesa, dueña de los medios de
producción e inclinada a incrementar sus beneficios a costa de las condiciones salariales y laborales de la
clase trabajadora. Muchas personas fueron tomando conciencia de que el capitalismo consagraba unas
injustas desigualdades que había que eliminar.

El movimiento obrero surgió de estas condiciones, y alcanzó mayor o menor fuerza en función
del grado de desarrollo industrial de los países.

Los primeros movimientos de masas de carácter moderno se originaron en Inglaterra. Cristalizaron


en episodios como la destrucción de máquinas (Ludismo), el mutualismo y la creación de las
Trade Unions, primeras asociaciones de carácter sindical. El que el fenómeno se produjese antes en
Inglaterra y no en otro país se debió a su carácter de pionera de la industrialización.

Junto a estas acciones orientadas a lograr mejoras en el mundo del trabajo, estaba la reivindicación
de derechos políticos, presente en movimientos como el cartismo británico o las luchas obreras
socialistas, republicanas y demócratas en la revolución de 1848.

Dentro de esta lucha por la extensión de los derechos políticos al conjunto de la población, nos
referiremos también a los primeros pasos del feminismo, ligados al movimiento sufragista.

Mientras tanto, desde el socialismo utópico se criticaban las injusticias inherentes al sistema y se
proponían nuevas formas igualitarias de organizar la sociedad, que proporcionaron el punto de partida
para la formulación de las grandes corrientes ideológicas del movimiento obrero, marxista y anarquista.

La conjunción de estas experiencias llevó a la creación de la Primera Internacional o


Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) (1864-1876), que planteó la acción
colectiva a nivel internacional y la dotó de unos contenidos que permitiesen conseguir la emancipación
de los obreros como clase.

En estos momentos se consolidaron las dos grandes corrientes ideológicas del movimiento obrero,
marxismo y anarquismo, que proponían vías distintas para alcanzar objetivos revolucionarios y
transformar la sociedad capitalista. El enfrentamiento entre anarquistas y marxistas en el seno de la
AIT, junto al fracaso de la Comuna de París y la represión que desencadenó sobre el internacionalismo
escindieron a la AIT y llevaron a su disolución en 1876.

Desde 1880, al calor de la extensión de la libertad de asociación, se desarrolló un sindicalismo de


masas que encuadró a millones de trabajadores, un movimiento que vino acompañado de la creación de
partidos socialistas de extracción obrera y de ideología marxista, de la Segunda Internacional
(1889-1916) y del sindicalismo revolucionario anarcosindicalista.

Gracias a la lucha obrera, en el mundo capitalista se consiguieron avances como la democracia, el


estado del bienestar y los servicios públicos como medio de protección social de los más débiles y
compensación de las desigualdades, la regulación de las relaciones laborales...

Aparte de ello, la victoria del comunismo en Rusia y en otros lugares tras 1917, supuso el inicio de
un nuevo periodo en la historia contemporánea. Entre otras cosas, la existencia de un mundo comunista
al que los trabajadores podían aspirar jugó un papel importante en la creación del estado del bienestar en
el mundo capitalista, haciendo a las élites más receptivas a tal idea.
2
LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO

DE ARTESANOS A PROLETARIOS

Durante el s. XIX, gobiernos y parlamentos, elegidos solo por quienes gozaban de cierto grado de
riqueza, ignoraron la grave situación de la clase trabajadora, excluyéndola de la política, y sin tomar
medidas sociales para mejorarla. Por ello, los obreros decidieron construir sus propias organizaciones y
reivindicaron medidas para paliar las injusticias sociales provocadas por el capitalismo industrial. Con su
acción intentaban mejorar sus condiciones de vida, y además, al participar en estas prácticas y
experiencias, iban construyendo su propia identidad como clase social.

Las condiciones de trabajo fueron cambiando desde el s. XVIII, sobre todo en Inglaterra. Al
implantarse la libertad de producción1, que permitía crear nuevas manufacturas al margen de la
reglamentación gremial, los artesanos perdieron sus tradicionales protecciones legales. Los propietarios
fijaban desde entonces unilateralmente las condiciones de producción y contratación.

Los trabajadores de las nuevas manufacturas eran en su mayoría campesinos que habían emigrado a
las ciudades en busca de trabajo, trabajadores de la industria a domicilio o artesanos arruinados porque
no podían competir con las máquinas. Formaron el proletariado, clase social carente de propiedades
que se veía forzada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario como único medio de vida.

El trabajo asalariado fue configurando esta nueva clase obrera, que se consolidó sobre todo desde
1820, al difundirse el sistema fabril. Estos establecimientos, mayores que los talleres, con máquinas
movidas por energía hidráulica o de vapor, afianzaron un nuevo orden laboral: jornadas de 14-16 h, un
ritmo de trabajo constante y sin descanso aplicado también a mujeres y niños, con una dura disciplina
(multas, castigos corporales…) y salarios bajísimos, muy inferiores para mujeres y niños 2.

1
La libre industria, libre contratación, etc, que vimos como principios del liberalismo económico.
2
Ver el documento complementario con fuentes de V. Vives sobre las condiciones de vida del proletariado, pp. 5 y 6.
Además, la mecanización condujo al paro a amplios sectores de trabajadores manuales, como los

3
tejedores ingleses (artesanos, industria a domicilio).

El desempleo, la precariedad y la inseguridad ante el despido, los bajos salarios, las jornadas
agotadoras y la dura disciplina fabril generaron una creciente conflictividad laboral3, porque
los trabajadores y trabajadoras tomaron pronto conciencia de la explotación a la que eran sometidos.

LOS PRIMEROS CONFLICTOS OBREROS: EL LUDISMO

En un primer momento, los cambios en el mundo del trabajo provocaron conflictos aislados e incluso
motines. Empezaron a surgir asociaciones de trabajadores formadas sobre todo por oficiales
artesanos en vías de proletarización4.

Ante la formación de estas asociaciones y sus primeras acciones colectivas, los gobiernos intervinieron
de forma represiva. Promulgaron leyes antiasociativas, prohibiendo las asociaciones obreras, para
blindar la posición de poder de la burguesía industrial en las relaciones laborales y su dominación
económica. En el Reino Unido estas leyes fueron las Combination Acts, vigentes entre 1799 y 1824, y en
Francia la Ley Le Chapelier de 1791.

En paralelo, en Inglaterra se desarrollaban movimientos políticos radicales herederos de la


Revolución Francesa, que propugnaban reformas democráticas y reclamaban derechos y libertades.
En las ciudades inglesas se impulsaron movilizaciones, concentraciones y marchas en las que participaron
los trabajadores, en favor de la reforma política y la derogación de las leyes antiasociativas.

La represión de una de estas movilizaciones desencadenó la primera destrucción de máquinas,


iniciando el ludismo, que fue un movimiento social caracterizado por la oposición a la introducción
de maquinaria moderna en el proceso productivo. Los trabajadores consideraban que la maquinaria
agredía sus intereses ya que ocasionaba la destrucción de puestos de trabajo y la reducción de los salarios.

El movimiento tomó ese nombre por un mítico dirigente que no se sabe si fue real o inventado, “Ned
Ludd”, supuesto pionero de la destrucción de máquinas con cuyo nombre se firmaron desde entonces las
cartas de amenaza a los propietarios5. Se desarrolló durante las primeras etapas del proceso de
industrialización y dio lugar a violentas acciones de destrucción de máquinas.

La causa principal que desencadenó los disturbios fue la precaria situación laboral y social creada
tras la introducción de maquinaria en la producción de textiles, arrastrando a la ruina a los telares
tradicionales, que no podían competir con las fábricas. Los artesanos fueron perdiendo sus negocios y
cayeron en el desempleo.

La acción de los luditas estuvo jalonada por una oleada de amenazas, tumultos y desórdenes que
amedrentó a los patronos y provocó la intervención del gobierno. Con estas acciones los luditas pretendían
forzar a los patronos a negociar las condiciones de trabajo.
El movimiento alcanzó su cénit coincidiendo con los altercados que se desarrollaron en Inglaterra
durante los años 1811 y 1812, reprimidos con suma dureza por el gobierno, a raíz de los cuales fueron
detenidos y juzgados numerosos revoltosos, de los que unos treinta fueron condenados a la horca.

Perseguido por los gobiernos, el movimiento entró en declive desde 1817, aunque en la década de 1830
se reactivó en el campo inglés, donde otro supuesto líder, el "Capitan Swing" y sus seguidores dirigieron
su ira contra las trilladoras mecánicas incorporadas a las labores agrícolas.
El ludismo se extendió por las regiones industrializadas de Inglaterra y en el continente europeo,
desde Bretaña hasta Alcoy (1820) (destrucción de “selfactinas”) y Barcelona (1835) (quema de la fábrica
Bonaplata).

3
Ver apéndice de fuentes de V. Vives, p. 1.
4
Proceso por el que un trabajador autónomo pasa a integrarse en el proletariado al perder sus viejos medios de vida.
5
Ver apéndice de fuentes V. Vives, cartas de ludditas con amenazas a patronos, supuestamente firmadas por Ned Ludd, p. 2.
LAS PRIMERAS PROPUESTAS IDEOLÓGICAS: El SOCIALISMO UTÓPICO

4
Frente a las desigualdades que generaba el capitalismo y las consecuencias sociales de la
industrialización, desde la clase burguesa se alzaron voces críticas que denunciaban las injusticias y
proponían nuevas formas de organización de la sociedad, basadas en la igualdad y la solidaridad.

El término socialismo utópico se acuñó en 1839 por Louis Blanqui, aunque alcanzó notoriedad
tras el empleo que de él hicieron Marx y Engels en su "Manifiesto Comunista". Éstos consideraban que
los pensadores utópicos, aunque bienintencionados, pecaban de idealismo e ingenuidad. Para impedir ser
confundidos con ellos, etiquetaron su propia teoría con el calificativo de "científico".6 Las ideas del
socialismo utópico alcanzaron su madurez entre 1815 y 1848.

Los socialistas utópicos fueron un grupo heterogéneo de pensadores que idearon propuestas
innovadoras y heterogéneas herederas de la filosofía radical de la Revolución Francesa y de la tradición
ilustrada, basadas en la fraternidad, el principio de asociación y la cooperación en el trabajo.

Propugnaban además la necesidad de implantar reformas legislativas que mejorasen el bienestar de


los trabajadores, la participación política del proletariado mediante el sufragio y su integración en los
organismos de poder, o el avance desde la propiedad privada a formas de propiedad colectiva que
beneficiaran al conjunto de la sociedad.

La propiedad privada separaba al liberalismo y al socialismo: para el liberalismo, individualista, la


propiedad privada era la condición de la libertad; para el socialismo la propiedad privada era el origen de
las desigualdades, el obstáculo para una libertad efectiva. El socialismo englobaba todas las propuestas
ideológicas que consideran la igualdad como requisito para el libre desarrollo del individuo, y por
ello defendían, en contra de la libre economía y la libre ganancia, el principio de fraternidad o
asociación humana para el beneficio colectivo.

Los socialistas utópicos tuvieron en común una serie de rasgos, influidos por Rousseau:

 La relación armónica entre ser humano y naturaleza, pero con una visión optimista de la
industrialización, que entendían como progreso técnico que resolvería los problemas materiales
de la humanidad y serviría para aliviar la carga de trabajo.
 Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal, en la que el ser humano se
relacionase en paz, armonía e igualdad.
 En general, pensaban que sus metas habrían de alcanzarse pacíficamente, de ahí que se
opusieran a las revoluciones y a acciones como la huelga.
 Hubo excepciones como Babeuf7 o Blanqui8 que defendieron que la igualdad social
solo podría lograrse por medio de la revolución, de la acción violenta de una minoría

6
La expresión "utopía" significa plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable ya desde el
mismo momento de su formulación. Proviene de "Utopía", obra escrita por Tomás Moro, intelectual, político y humanista
inglés (S. XV-XVI).
7
La Conspiración de los Iguales (1796), de Babeuf, intentada en Francia en la etapa del Directorio (1795-1799), proponía
una sociedad igualitaria y la abolición de la propiedad privada, la comunidad de bienes. Planteaba un comunismo de
distribución para asegurar la asistencia social, la educación gratuita y la subsistencia de los más pobres a cargo de la
colectividad. Plantea además una táctica de lucha que luego asumirán los bolcheviques: acción de minorías organizadas en
la clandestinidad, golpe de estado y dictadura transitoria para afianzar el régimen revolucionario.
8
Louis Auguste Blanqui (1805-1881) Comunista utópico francés, revolucionario; participó en las revoluciones de 1830 y
1848, fue condenado dos veces a la pena capital, y pasó en la cárcel casi la mitad de su vida. Fue un activista sin tregua a favor
del igualitarismo. La ideología de Blanqui se formó bajo el influjo del materialismo mecanicista, el ateísmo y el
racionalismo del siglo XVIII así como del socialismo utópico, en particular del babuvismo (Babeuf). Materialista por sus
concepciones filosóficas generales, Blanqui explicaba en un sentido idealista el progreso histórico por la difusión de la
instrucción. Entendía que el contenido básico de la historia radica en el movimiento que conduce del individualismo absoluto
de los salvajes, a través de fases distintas, al comunismo, «sociedad futura», «corona de la civilización». Al mismo tiempo,
veía en la historia la lucha de las fuerzas sociales y criticaba duramente las contradicciones de la sociedad capitalista. Incidió
en la importancia de la acción violenta, revolucionaria, de una vanguardia organizada secretamente para después, desde el
poder, sacar a las masas proletarias de la alienación.
que impondría una dictadura revolucionaria que sacara a las masas de la alienación, aunque

5
la mayoría de socialistas utópicos creía en una pacífica transformación a través de la
difusión de las ideas, de la educación y del propio ejemplo.
 Evidenciaron y denunciaron los efectos del capitalismo, pero sin investigar causas profundas.
 Para paliar las injusticias y desigualdades llevaron a cabo proyectos prácticos, en las que
primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.

Entre estos pensadores destacaron:

 El conde de Saint-Simon. Henri de Saint-Simon (1760-1825)


 De origen aristocrático, tenía una fe absoluta en el progreso humano, obtenido mediante el
desarrollo económico. La industria habría de recibir por ello un nuevo impulso para evitar
enfrentamientos entre los hombres.
 Estrechamente vinculado al positivismo de Comte, desde una perspectiva cientifista pensaba
que se podía manipular a la sociedad para cambiarla en función de leyes universales, similares a
las leyes naturales.
 Defendía que la sociedad debería ser regida por una élite de intelectuales, científicos y sabios,
una "tecnocracia" que garantizase el desarrollo de las clases más humildes. Para ello sería
necesaria una trasferencia de poder desde los sectores "ociosos" de la sociedad (Ejército, Iglesia
y Nobleza) a los "productores" (industriales y campesinos).
 No negaba la propiedad privada, pero afirmaba que solo se justificaba como fruto del trabajo,
reduciéndola a una función social.
 Sus seguidores, los saintsimonianos, crearon talleres cooperativos que impartían enseñanza y
proporcionaban asistencia médica.

 Robert Owen (1771-1858)


 Fue un empresario, fabricante de hilaturas de algodón. En su fábrica escocesa de New Lanark
puso en práctica medidas que mejoraron significativamente las condiciones de vida de sus obreros,
tales como la creación de cooperativas de producción y consumo, la reducción de la jornada
de trabajo, salarios más dignos, limitación del trabajo infantil y femenino, impulso de la
educación de los obreros, etc.
 Dado el éxito de su proyecto, y para evitar que se expandiera, las presiones del gobierno y los
empresarios lo forzaron a emigrar a USA, donde fundó una comunidad ideal, New Harmony,
que sin embargo constituyó un fracaso. Su pensamiento y praxis influyeron profundamente en el
cooperativismo (producción organizada en cooperativas sin propietarios ni salarios) y el
sindicalismo.

 Charles Fourier (1772-1837)


 Le preocupaba la explotación, la miseria y la monotonía laboral que aquejaba a la clase obrera.
Trató de paliarlas creando colectividades voluntarias denominadas "falansterios, en las que la
propiedad era colectiva y hombres, mujeres y niños compartían todas las tareas. Estas
comunidades fueron centro de actividades agrícolas e industriales y contaron con administración,
distribución y consumo propios. Sus discípulos fundaron falansterios en varios países.
 Defendió la igualdad entre hombres y mujeres y el amor libre en estas comunidades rurales
fundadas en el principio de comunidad integral e igualdad absoluta.

 Etienne Cabet (1788-1856)


 Ideó Icaria, un país imaginario donde se realizaba el sueño comunista de una total igualdad
social, proyecto que intentó realizar, sin éxito, en EE.UU.
 Se pronuncia por la abolición de la propiedad privada, por la comunidad de los bienes.
 A pesar de ello, condena la lucha revolucionaria del proletariado, preconiza una propaganda
pacífica del socialismo y reformas graduales, excluyendo violencia como medio de cambio.

El blanquismo influyó sobre el movimiento revolucionario de otros países, en particular de Rusia (Populismo ruso de los
narodniki). El principal trabajo de Blanqui se titula La crítica social (1885).
Recuperado de: http://www.filosofia.org/enc/ros/blanqui.htm [Consulta: 08/12/20]
 Defiende la nivelación en el consumo, el mantenimiento de la religión en la futura sociedad y la

6
idea de la “conciliación” entre los ricos y los pobres.
 Legitimaba la posición subalterna de la mujer en la sociedad, y consideraba la familia burguesa
como la célula fundamental de la sociedad socialista

 Louis Blanc (1811-1882),


 Partidario de la acción del Estado como forma de mitigar las desigualdades sociales. Tras la
Revolución de 1848, siendo ministro de Trabajo de la IIª República francesa, promovió la creación
de los Talleres Nacionales, para mitigar el paro obrero generado por la crisis económica.
Estas medidas fueron un precedente para las tomadas en la Comuna de París (1871).
 Defendía la igualdad salarial, la unión de los intereses particulares para conseguir el bien común
y una transición pacífica hacia una sociedad socialista articulada en torno a los Talleres
Nacionales, de carácter autosuficiente y autónomo, autogestionados por trabajadores y directivos
y sostenidos por el Estado.

Las propuestas de estos pensadores influyeron en la conformación de las principales ideologías obreras
después de 1848, a las que aportaron gran parte de sus ideas fundamentales.

LOS PRIMEROS SINDICATOS

Con anterioridad a la industrialización los gremios defendían en el seno de la actividad artesanal


a los trabajadores de un determinado oficio. Regulaban la producción, los precios y salarios, ejerciendo
también labores de asistencia a los miembros del gremio en caso de enfermedad, viudedad, etc.

Tras desaparecer estas organizaciones de carácter preindustrial, los sindicatos nacieron como
respuesta a los problemas planteados por la mecanización. La desprotección de los obreros frente a
los abusos de los capitalistas (prolongadas jornadas de trabajo, empleo infantil, mujeres mal remuneradas,
fábricas insalubres, hacinamiento, despidos sin indemnización, etc), los empujó a organizarse en
asociaciones estables para protegerse en caso de enfermedad, paro o inactividad huelguística,
y para luchar por mejoras laborales. Estas asociaciones empezaron a formular alternativas a la sociedad
capitalista: cooperativismo frente a competencia y colectivismo frente a individualismo.

Por otra parte, a finales del siglo XVIII, en Inglaterra, cuna de la industrialización, habían nacido las
primeras asociaciones de trabajadores, las llamadas sociedades de ayuda mutua (o "socorro
mutuo"). Las integraban esencialmente artesanos que trabajaban bajo el Domestic System. Su objetivo
era la unión de los obreros para conseguir mejoras laborales y salariales, operando como cajas de
resistencia para las huelgas y frente a adversidades como la enfermedad o el desempleo, gracias
a los fondos de que disponían por el pago de cuotas por parte de sus afiliados.
Como hemos visto, las “Combination Laws” (1799 y 1800) prohibieron todo tipo de asociacionismo
obrero, con lo que estas organizaciones de trabajadores pasaron a ser ilegales y hubieron de ejercer su
actividad clandestinamente. A pesar de la prohibición, estas asociaciones proliferaron desde 1820.9

Sus acciones, junto a las movilizaciones radicales y la presión ludita, consiguieron la abolición
de las Combination Laws (1824) y la consolidación del derecho de asociación.

En Inglaterra, tras la abolición de las Combination Laws (1824), el asociacionismo obrero progresó
rápidamente, organizándose según dos modelos: sindicatos de oficio (Trade Unions) y
cooperativas. Carecían de reivindicaciones políticas, que se articularían después en el cartismo.

En su origen, los Trade Unions estuvieron constituidos por obreros de una localidad integrados en
un mismo oficio. Su financiación se cubría mediante cuotas, aportaciones económicas de los asociados.

9
Ver un fragmento de las “Combinatión Laws” en el Doc. 14, p 92 del libro Edebé.
El siguiente paso en la organización obrera era extender la unión más allá del ámbito local. En 1829,

7
el dirigente obrero de origen irlandés Doherty, creaba el Gran Sindicato de Hiladores, de implantación
nacional. Y en 1834 Robert Owen reunió varios sindicatos de oficio en la Great Trade Union,
alcanzando tal éxito que fue ilegalizado por el gobierno. Agrupó a la mayoría de sindicatos, impulsó
acciones reivindicativas y promovió la creación de cooperativas de producción como medio de avanzar a
una nueva sociedad. La GTU fracasó por la reacción del gobierno (que detuvo a sus dirigentes), de los
empresarios (que dejaron sin trabajo a los afiliados) y por el elevado coste de las cooperativas.

Los Trade Unions, aunque tolerados, no se constituyeron legalmente hasta 1871. Durante las
siguientes décadas no dejó de aumentar su número y el de sus afiliados, que a finales de siglo sumaban
más de 2 millones.

En el resto de Europa el sindicalismo se implantó progresivamente, con mayor o menor intensidad,


desde la década de 1830. En Francia se creó la Unión Obrera (1843), mientras que en España el primer
sindicato fue la Asociación de Tejedores de Barcelona (1840)10.

EL CARTISMO (1838-1848)

En esta inicial estructuración del movimiento obrero se planteó la posibilidad de participar


activamente en actividades políticas. El cartismo (1838-1848) fue un movimiento que dentro de
la primera etapa del movimiento obrero tuvo una índole esencialmente política. En su nacimiento tuvo
una gran importancia la persecución de los miembros de la Great Trade Union, que convenció a los líderes
obreros de la necesidad de entrar en política para modificar las leyes, consolidar un marco estable para la
actividad sindical y desde él intervenir en las relaciones laborales.

El término cartismo procede de la “Carta del Pueblo”, documento enviado al Parlamento Británico
en 1838, en el que se reivindicaban medidas políticas ya que pensaban que cuando los trabajadores
alcanzasen el poder, podrían adecuar las leyes a sus intereses de clase, leyes que mejorasen las
condiciones laborales y de vida de los trabajadores.

La “Carta” demandaba el sufragio universal masculino y secreto, la supresión del certificado de


propiedad como requisito para formar parte del Parlamento, inmunidad parlamentaria, un sueldo
para los diputados (que haría posible para los obreros ejercer cargos políticos), etc; peticiones que
buscaban abrir la política a la clase obrera para conseguir una profunda transformación social.
Para llevar sus peticiones al Parlamento idearon una novedosa estrategia de movilizaciones:
huelgas, concentraciones, manifestaciones… para recoger firmas y así mostrar el respaldo social con
el que contaban11. A pesar de la represión, llegaron a recoger más de 3 millones de firmas (1842).

La represión del gobierno británico abortó el movimiento, que fracasó además, entre otras causas, por
las disensiones internas. La tendencia moderada la representaban Lovett y Owen, inclinados a
demandas de tipo económico y laboral, y partidarios de reformas y acuerdos con la burguesía; la más
radical la lideraron O’Connor y O’Brien, partidarios de acciones contundentes que incluían el empleo
de la huelga general.

La Carta fue rechazada por el Parlamento, aunque los cartistas lograron victorias parciales como una
reducción de la jornada laboral a 10 h (1847), la ampliación de la libertad de prensa y opinión, aparte
de conseguir la movilización y concienciación de amplias capas populares. Su acción forzó al gobierno
británico a empezar a promulgar una legislación laboral que en ocasiones tuvo un alto contenido social.
El fracaso de la revolución de 1848 asestó el golpe definitivo a las aspiraciones cartistas. En
adelante la lucha de carácter político sería abandonada por los obreros ingleses quienes moderaron en
gran medida sus reivindicaciones para concentrarse en la lucha de carácter sindical.
El cartismo constituyó una importante experiencia que marcó el camino para futuras vías de
organización política y acción colectiva de la clase obrera.

10
Una síntesis de las reivindicaciones sindicales en el anexo de fuentes de V. Vives, p. 3.
11
Ver en el anexo de fuentes V. Vives una fotografía de un mitin de masas cartista en 1848, p. 4.
EL MOVIMIENTO SUFRAGISTA Y LOS ORÍGENES DEL FEMINISMO

8
La sociedad de clases y el liberalismo no mejoraron la situación política, legal y económica de las
mujeres, más bien al contrario, consolidaron una profunda desigualdad de género.
Las mujeres siguieron estando discriminadas y el cambio tan solo abrió el camino hacia el trabajo
femenino en fábricas y las minas, un ámbito que solo se les abrió por razones de ahorro de costes y en el
que estuvieron sometidas a dobles discriminaciones, de clase y de género, por el hecho de ser mujeres:
brecha salarial, acoso sexual e intimidación en los tajos, etc.
Con el liberalismo, la mujer fue privatizada como prolongación del hombre público, libre y autónomo.
Sometidas a la rígida moral burguesa, se les impusieron roles de género conservadores a los que debían
amoldar su comportamiento, se les vetaron áreas como la educación superior, y fueron relegadas al
ámbito doméstico, en el que estaban supeditadas al varón (trabajo de cuidados, satisfacción sexual).
Sin embargo, en los propios ideales de la Ilustración estaban los fundamentos para la crítica del
patriarcado. En la Revolución Francesa abundaron los textos de mujeres ilustradas, las mujeres
tomaron parte activa en las luchas revolucionarias y se extendió entre ellas la idea de que a ellas también
debían extenderse los derechos civiles. Reclamaron presencia y protagonismo en el espacio público, y
tomaron conciencia de ser el “Tercer Estado dentro del Tercer Estado”. Criticaron la irracionalidad de un
poder basado en el género, pidieron ser representadas por mujeres en las asambleas y reclamaron el
divorcio y la igualdad natural, con figuras como Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los
Derechos de la Mujer y la Ciudadana, que fue guillotinada en 1793.
Mary Wollstonecraft publicaba en 1792 A Vindication of the Rights of Woman, un alegato más
moderado en favor de la igualdad, si bien cuestionando fuertemente el rol de feminidad tradicional con
su discurso y ejemplo vital, mientras el ilustrado alemán Theodor von Hippel denunciaba al pueblo
francés que celebraba la igualdad de la humanidad dejando de lado a la mitad de ella, las mujeres. Atribuía
a la eliminación de la opresión de la mujer un lugar clave para lograr la emancipación de la humanidad.
Nacía con estas propuestas el feminismo.

El mayor acceso a la cultura que tenían las mujeres en los países protestantes por el tipo de
religiosidad (reinterpretación personal de la Biblia en clave racionalista) promovió la escolarización y
alfabetización de las niñas, dando lugar a generaciones de mujeres formadas de clase media, que se
ocuparon en profesiones como maestras, etc, y fueron la cantera del primer feminismo.

Las ideas de igualdad para las mujeres se desplegaron con fuerza en los EEUU, donde se
vincularon al movimiento antiesclavista en una lucha por la igualdad de todas las personas.

Ejemplos de feministas norteamericanas fueron Lucrecia Mott, fundadora de una asociación


antiesclavista, o la esclava libertada Sojoourner Truth, militante abolicionista y feminista, la primera
en formular el concepto de doble discriminación (por raza y por género).

Lucrecia Mott y E. Cady Stanton convocaron la Convención de Séneca Falls en 1848, que
fue la primera manifestación colectiva feminista en la que se pidió la igualdad salarial, el derecho a la
educación y el derecho al voto.
La Declaración de Séneca Falls fue un manifiesto feminista en todos sus contenidos, elaborado de
forma colectiva (algo novedoso entonces), detallando los abusos y discriminaciones sexistas existentes e
incluyendo un programa de reivindicaciones para lograr la igualdad económica, política, social y moral12.
Se ha equiparado por su valor programático con el Manifiesto Comunista, publicado ese año.

En la crítica del patriarcado, demandar el voto para las mujeres era algo subversivo, y además, y de
modo convergente con el planteamiento del cartismo y el resto de movimientos democráticos, se pensaba
que consiguiéndolo se lograría un poderoso instrumento de transformación social. Por ello, tras lograrse
el voto para los negros en 1869 en EE.UU, las feministas trasformaron el movimiento feminista en
organización política, y focalizaron la lucha en el derecho al voto.

12
Ver un fragmento del manifiesto en Doc. 9, p. 90 del libro Edebé.
En esos años el movimiento se escindía en una corriente

9
radical, fiel a los orígenes igualitarios e interclasistas, y otra
vertiente conservadora que no cuestionaba los fundamentos de
la sociedad burguesa, y aceptaba tareas distintas para las mujeres,
definidas desde sus papeles de esposas y madres en el hogar, pero
sin abandonar las reivindicaciones sufragistas.
Este es el origen de la separación entre feminismo radical
o socialista13, que cuestiona la globalidad del sistema
capitalista y la sociedad burguesa, fundamentados en y
recorridos transversalmente por la desigualdad de género, y
feminismo liberal, que no cuestiona las bases del orden
liberal y se centra en pedir la igualdad de derechos y de
oportunidades entre hombres y mujeres.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX se extendió el


movimiento sufragista, llegando a Europa en las décadas
finales del XIX, y sus planteamientos se integraron en el
anarquismo, el socialismo y el liberalismo radical.

El sufragismo no se constituyó en grandes masas, arraigando


sobre todo en las mujeres urbanas burguesas, blancas y de
clase media, sobre todo en los países anglosajones.

Las obreras lucharon más por sus reivindicaciones de clase,


y lo hicieron en el seno de un movimiento obrero en el que
corrientes ideológicas como el marxismo participaban en cierto
modo de la desigualdad de género imperante en la sociedad,
proponiendo para la mujer un papel subalterno en sus prácticas
cotidianas. Otras corrientes, como el anarquismo, mantuvieron
en general desde el principio puntos de vista que defendían la
igualdad plena entre mujeres y hombres.
En general y en los primeros momentos, las organizaciones
sindicales y los partidos obreros antepusieron las demandas
(masculinas) de clase a la lucha por el derecho al voto femenino.
El protagonismo de la mujer debió esperar en la rama marxista
del movimiento al periodo de la Segunda Internacional (1889-1914) (ver el cuadro).

El punto de inflexión en la concienciación social sobre la desigualdad de género se alcanzó en la Gran


Guerra (1914-1918). Durante este conflicto la mujer suplió al hombre en sus habituales tareas mientras
éste luchaba en el frente, y a partir de entonces diversos países fueron otorgando el derecho al voto a las
mujeres, aunque la igualdad laboral y social quedaban todavía muy lejos. En 1920 lo ganaron las mujeres
británicas que habían cumplido 20 años, en tanto que en España el derecho al voto para las mujeres se
retrasó hasta 1931, a raíz de la proclamación de la Segunda República.
Conocidas figuras del movimiento feminista fueron la británica Emmeline Pankhurst (1858-
1928), inspiradora de diversos tipos de protesta (manifestaciones, ocupaciones de calles,
encadenamientos y sabotajes de espacios públicos, huelgas de hambre). Otra conocida activista fue
Emily Davison, que murió en 1913 al arrojarse a los pies de un caballo de la cuadra real en el transcurso
de una carrera celebrada en Derby.
En España destacó Concepción Arenal (1829-1893), que asistió a la Universidad Complutense
disfrazada de hombre para salvar la prohibición que impedía la enseñanza universitaria a la mujer.

13
https://es.wikipedia.org/wiki/Flora_Tristan
LA EXPERIENCIA REVOLUCIONARIA DE 1848.

10
Como vimos, esta oleada revolucionaria tuvo una fuerte vertiente social, con reivindicaciones como el
sufragio universal, el derecho al trabajo, libre sindicación, asistencia social… El epicentro de estas luchas
estuvo en Francia. Allí, la revolución de 1848 en París supuso un nuevo punto de inflexión para
el futuro del movimiento obrero.
En febrero, los obreros franceses lucharon junto a la burguesía liberal contra las fuerzas conservadoras,
participando activamente en la caída de la monarquía y la implantación de la II República. Pero sus
demandas de reformas sociales se toparon con la oposición de la burguesía, convirtiéndose los aliados de
febrero en los enemigos de junio de 1848, cuando un gobierno republicano moderado procedió a
desmantelar las medidas sociales tomadas por el primer gobierno republicano.
La revuelta de julio, en la que se enfrentaron por primera vez burguesía y proletariado, fue duramente
reprimida. Este fracaso llevó a las asociaciones obreras a plantearse si los intereses de los trabajadores
podrían colmarse en una república burguesa o si era necesaria una alternativa obrera autónoma. Se
cuestionó el sentido de la acción política y sindical, y se abrieron las puertas a nuevos planteamientos
doctrinales obreristas con alternativas fuera del sistema liberal, poniendo fin a la actuación interclasista
desarrollada hasta entonces y orientando a gran parte de los trabajadores a encuadrarse en organizaciones
de clase, marxistas o socialistas.

LAS GRANDES CORRIENTES IDEOLÓGICAS: MARXISMO Y ANARQUISMO.

En la segunda mitad del s. XIX surgieron las dos grandes ideologías del movimiento obrero,
marxismo y anarquismo. Ambas partían de un tronco común: la herencia del utopismo y el
radicalismo político, y la experiencia de las luchas obreras que hemos descrito.

EL MARXISMO O SOCIALISMO CIENTÍFICO

Karl Marx y Federico Engels realizaron un análisis científico de la sociedad capitalista,


indagando en sus contradicciones y planteando los medios para su destrucción.

El marxismo se alejaba de los postulados teóricos, reformistas, idealistas y supuestamente


irrealizables del socialismo utópico.

La Revolución de 1848 constituyó un momento clave en su desarrollo pues una vez frustrada, el
marxismo reemplazó al socialismo utópico como corriente ideológica obrerista dominante,
erigiéndose en motor y referente de buena parte de los movimientos revolucionarios de la segunda
mitad del siglo XIX y XX.

Fue precisamente en 1848 cuando se publicó el "Manifiesto comunista”, la obra más conocida
del marxismo14. Las ideas marxistas no conforman un bloque unitario, pues los escritos de Marx han ido
completándose con el tiempo y han sido objeto de notables revisiones.

El socialismo científico o marxismo presenta influencias de corrientes anteriores, destacando


la filosofía hegeliana (materialismo dialéctico), la del ideario de revolucionarios como Babeuf y la de
activistas obreros como Blanqui (dictadura del proletariado, conquista revolucionaria del poder).

En sus escritos "Tesis sobre Feuerbach" (1845), "Miseria de la Filosofía" (1847), el ya aludido
"Manifiesto Comunista" y sobre todo "El Capital" (1867), en el que se analiza y critica el sistema
capitalista, Marx y Engels desarrollaron una teoría articulada en tres ejes: análisis del pasado,
crítica del presente y proyecto de transformación para el futuro, todo ello concebido
desde la perspectiva de un progreso inevitable que llevaba a la sociedad sin clases.

14
Fragmentos del texto en libro Edebé: Doc 20, p. 95 y actividad 3 p. 105.
EL ANÁLISIS DEL PASADO: EL MATERIALISMO HISTÓRICO

11
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los hombres las
que determinan los hechos históricos.

En tal sentido, el marxismo diferencia entre infraestructura (la economía) y superestructura


(la organización del Estado, los aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las
creencias religiosas, la producción artística, las costumbres, etc).

Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica
constituye la base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las
variaciones en la infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no de forma
mecánica, sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre la otra, en un “laberinto
interminable de relaciones e interacciones” que definen la condición humana y los conflictos amasados
en su devenir histórico.

Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso
dialéctico de Hegel. Según él, cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción
(antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis) que implica la superación de las
anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.

El motor del desarrollo histórico es la lucha de clases, los cambios sociales se producen por el
antagonismo entre las clases sociales, que luchan por la posesión de los medios de producción. A lo
largo de la Historia, el enfrentamiento entre las clases dominantes, poseedoras de la riqueza, y las clases
dominadas, es una constante y es lo que provoca el paso de una fase histórica a otra.

Según el marxismo, la humanidad ha pasado por varios modos de producción con diferentes
estructuras y sus propias contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavismo, feudalismo y
capitalismo. En ésta última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos
de vida y hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del
proletariado. Esta última fase histórica debía ser superada por una nueva etapa fundada en la igualdad
social, el socialismo.

LA CRÍTICA DEL PRESENTE: EL ANÁLISIS DEL CAPITALISMO

En El Capital Marx estudió el sistema capitalista y explicó que la explotación de los trabajadores por
la clase burguesa es su condición inherente. El trabajo del obrero genera un beneficio superior al salario
que percibe, la plusvalía, de la que se apropia el capitalista, que reinvierte una parte para mantener y
mejorar los medios de producción y se apropia del resto para enriquecerse.

Marx consideraba que la plusvalía era la única fuente del enriquecimiento capitalista y el origen de las
desigualdades sociales, provocando el inevitable enfrentamiento de burguesía y proletariado.

Además, el principio capitalista de maximización del beneficio y acumulación creciente de capital en


un marco de libre competencia conlleva una constante innovación tecnológica para aumentar la
producción (las potenciales ventas) y reducir costes, pero esto desemboca en recurrentes crisis de
sobreproducción, de las que salen reforzadas las grandes empresas, eliminando a las más débiles y
concentrando progresivamente la propiedad de los medios de producción.

EL PROYECTO DE FUTURO: LA SOCIEDAD COMUNISTA

La necesidad de superar este presente se asocia en el marxismo a un proyecto de futuro, la sociedad


comunista sin propiedad privada, clases sociales ni explotadores o explotados.
Para alcanzar esta nueva fase histórica, se requeriría la toma violenta del poder político por los
trabajadores, abriendo paso a una situación transitoria de dictadura del proletariado, en la que
desde el poder se procedería a la abolición de la propiedad privada, la socialización de los medios de

12
producción y la abolición de las clases sociales.
Abolidas las diferencias entre clases, el Estado podría disolverse dando paso a la nueva sociedad
comunista, organizada de forma igualitaria en comunidades de producción y consumo.

EL ANARQUISMO

En paralelo al marxismo, se desarrolló la corriente anarquista, libertaria o ácrata, que


carece de un cuerpo doctrinario tan homogéneo. En ella se agrupan propuestas diversas que responden al
pensamiento individual de los ideólogos que las formulan, aunque en general comparten la crítica al
sistema capitalista, la defensa de la libertad humana y la apuesta por un nuevo modelo de sociedad
sin Estado, fundada en la ausencia de autoridad.

Entre otras cosas, divergía del marxismo en su antipoliticismo, ya que se oponía a la participación en
la política burguesa, y en el papel que debía jugar el Estado en el tránsito a la sociedad sin clases.

El anarquismo rechaza tanto el juego político como la organización de partidos. Se oponía a la


participación política porque consideraba que los sistemas liberales eran instrumentos de dominación al
servicio de la burguesía, considerando por tanto que nada de ellos o de sus leyes serviría para poner fin a
la opresión. Y en cuanto al Estado, si los marxistas pensaban conquistarlo para utilizarlo en dicha
transformación (dictadura del proletariado), los anarquistas proponían la acción directa para
destruirlo como fórmula de entrada en la sociedad nueva. Para los anarquistas el Estado capitalista
constituye una estructura que posibilita la explotación de la clase obrera y por ello debe ser destruido. La
organización social ha de estructurarse de abajo arriba, partiendo de pequeñas comunidades
autosuficientes y por libre decisión de sus miembros, buscando el consenso siempre que sea posible y
empleando el sufragio universal solo como último recurso para decidir, nunca por imposición.
En cuanto a la propiedad, se defiende inicialmente el colectivismo y más adelante, el comunismo.
La propiedad privada genera la desigualdad social, por lo que debe ser abolida, y el derecho a la herencia
(origen del status social) ha de eliminarse y sustituirse por la colectivización de los bienes.
En el anarquismo se concedía gran importancia a la educación popular como instrumento de
emancipación de los pobres. El ser humano solo será libre cuando sea capaz de pensar por sí mismo y el
mejor medio para conseguirlo es la instrucción.

El ideal teórico del anarquismo se fue conformando a partir de las aportaciones de varios autores:

Pierre-Joseph Prohudon (1809-1865)15.


Fue el primero en declararse anarquista, criticando el despotismo de la “voluntad general”
rousseauniana. En su obra ¿Qué es la propiedad? (1840), afirmaba que la propiedad era un robo, dado
que al inicio de los tiempos, las riquezas por su origen natural eran comunes a todos los hombres, por lo
que quienes desde entonces las habían acumulado lo habían hecho a costa de los demás. Para él, la
propiedad solo es legítima cuando responde a un fin social, es decir, si de ella se extrae un beneficio
mediante un trabajo directo y personal que repercute en el bienestar colectivo.
Sus ideas conectaban con el contexto de la pequeña burguesía (artesanos, etc) que se veía empujada a
la proletarización por los cambios que imponía la expansión del capitalismo. Proponía un sistema social
basado en el trabajo autónomo, y en la expansión del mutualismo y el cooperativismo. Así se
superaría el capitalismo de forma gradual, al margen de toda organización política y de toda autoridad,
por medio de la libre asociación de los individuos. El mutualismo y el federalismo tuvieron por ello
en Proudhon uno de sus primeros precursores.

La difusión y discusión de estas ideas por activistas vinculados a las luchas reivindicativas y
revolucionarias dio fuerza al anarquismo y fue enriqueciendo la doctrina.

15
Algunos autores lo incluyen dentro del socialismo utópico, pero lo consideramos como primer pensador anarquista porque
en su propuesta ideológica, sin ser estrictamente anarquista, están gran parte de las ideas fundamentales del anarquismo.
Mijail Bakunin (1814-1876)

13
Considerado en su tiempo el prototipo de revolucionario y agitador político, desempeñó un papel
decisivo a la hora de aportar un fuerte componente revolucionario a la ideología.
Planteó que la revolución social estaría protagonizada por todos los oprimidos (campesinos,
artesanos, proletariado industrial…), y sería el resultado de la lucha espontánea de las masas contra
la explotación. El objetivo sería la destrucción del Estado y la creación de una sociedad igualitaria
formada por comunas agrupadas en federaciones constituidas por libre asociación. Las comunas
serían las unidades asociativas más pequeñas, de tipo agrícola e industrial.
Defendió la igualdad absoluta de las clases sociales, la igualdad de sexos y el ateísmo.

Con la base del pensamiento de estos militantes se configuró un ideario libertario que proponía la
anarquía como modelo de sociedad, asentada en la libertad individual, la solidaridad social, la
propiedad colectiva y la oposición a todo tipo de organización jerárquica, a la religión, a la política
y al Estado.

Los medios para destruir el orden burgués y llegar a esta sociedad sin clases difirieron entre los
distintos pensadores anarquistas, corrientes y fases en el movimiento. Analizaremos después algunas
propuestas prácticas en el apartado que analiza la evolución del movimiento obrero entre 1881 y 1919,
pero en esencia eran la revolución y la lucha espontánea, individual y colectiva, con herramientas
como la huelga general revolucionaria que arruine a la burguesía y derribe al Estado.

EL MOVIMIENTO INTERNACIONALISTA (1864-1881)

A mediados del s. XIX, el número de trabajadores y organizaciones obreras había aumentado mucho,
al compás de la difusión de la industrialización. Se tomó conciencia de que los problemas de la clase
obrera eran los mismos en todos los países industrializados, y la conciencia de formar parte de una misma
clase, por encima de Estados o fronteras, llevó a los obreros a constituir la Asociación Internacional
de Trabajadores o I Internacional (1864-1876)

LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE TRABAJADORES (1864-1876)

Fue creada en Londres en 1864 por delegados de asociaciones obreras inglesas y francesas, junto a
emigrantes políticos italianos y alemanes. Posteriormente incorporó sociedades obreras de distintos países
y personalidades involucradas en la lucha social. Sus principales impulsores fueron Marx y Engels,
aunque en ella también jugó un papel destacado Bakunin.

Se organizó en secciones nacionales y tenía un Consejo General dirigido por Marx, que
redactó los Estatutos y el manifiesto inaugural16, donde se establecieron sus principios básicos: la
emancipación de la clase obrera debía ser obra de los trabajadores mismos, que conquistarían el
poder político para acabar con la sociedad burguesa e implantar el socialismo.

En sus primeros Congresos (Ginebra, 1866; Lausana, 1867; Bruselas, 1868) se adoptaron acuerdos
para impulsar la lucha obrera en cada país, y se definieron medidas que influyeron en las reivindicaciones
obreras:

- Reducción de la jornada laboral a 8 horas


- Supresión del trabajo infantil
- Mejora de las condiciones laborales de las mujeres
- Desaparición del ejército permanente
- Socialización de los medios de producción
- Recurso a la huelga como instrumento de lucha más eficaz para alcanzar sus objetivos

16
Ver fragmentos del manifiesto fundacional en libro Edebé, Doc 24 de la p. 97 y anexo de fuentes V. Vives, p. 7.
Estos acuerdos no impedían la existencia de divisiones internas, que llevaron al enfrentamiento

14
abierto, desde 1869, entre Marx, partidario del socialismo científico, y Bakunin, defensor del
anarquismo colectivista.

Marx controlaba la AIT a través del Consejo General, y gran parte de los acuerdos de la AIT reflejaban
sus posiciones. Defendía una AIT centralizada, como órgano director del movimiento obrero.

Frente a él, Bakunin defendía la abolición del Estado y no su conquista, se oponía a toda autoridad,
incluida la de la dictadura del proletariado, y chocaba con Marx en otras cuestiones como la abolición de
la herencia o el papel revolucionario que podía ejercer el campesinado. Bakunin acusaba a Marx de
dictatorial, y propugnaba la autonomía de las secciones y la pérdida de poder del Consejo General.

Marx proponía la participación de los partidos obreros en las elecciones, mientras que Bakunin
consideraba que los sistemas políticos liberales carecían de legitimidad porque estaban hechos a la medida
de la burguesía y por ello nada se obtendría de ellos.

Las delegaciones de los países más industrializados (Inglaterra, Alemania) apoyaban las tesis
marxistas, mientras que las de los países más agrícolas (España, Italia, Francia) apoyaron a Bakunin.

LA COMUNA DE PARÍS (MARZO-MAYO 1871)

A estas tensiones internas se unió la inestabilidad política en Europa. Desde 1868 la AIT observó con
temor la creciente tensión política entre Francia y Alemania, e hizo un llamamiento al movimiento obrero
para que se posicionase en contra de la guerra, que terminó estallando en 1870.

Francia fue derrotada. Tras la batalla de Sedán se hundió el II Imperio Francés, con Napoleón III
prisionero de Bismarck y el ejército alemán a las puertas de París. En 1871 se formó un gobierno francés
conservador encabezado por Thiers que preparó la capitulación francesa ante los alemanes.

Las clases populares parisinas no aceptaron al nuevo gobierno, ni sus intenciones de capitular, y se
produjo una insurrección popular. El gobierno debió abandonar la ciudad y refugiarse en Versalles.

Entre marzo y mayo, colectivos de trabajadores gobernaron la capital francesa de forma


autogestionada con un gobierno obrero, formado por republicanos, comunistas y anarquistas, la
Comuna de París, un gobierno popular que respondía al ideal de una república democrática y
social.

Para acabar con él, el ejército francés, junto al ejército alemán, asediaron París, y la Comuna organizó
la resistencia. Republicanos, anarquistas y comunistas, a través de la constituida Guardia Nacional,
autogestionaron las fábricas y empresas abandonadas por los propietarios y promovieron un programa de
reformas sociales que se convirtieron en referente para el movimiento obrero y democrático:
nacionalización de los bienes del clero, reforma de la justicia, sustitución del ejército por milicias
populares, abolición de la policía, autogestión de empresas abandonadas por cooperativas obreras,
proyecto de enseñanza laica y gratuita, abolición de los intereses de las deudas de los ciudadanos…

En mayo, las tropas de Versalles y los prusianos consiguieron tomar París. La ciudad fue bombardeada
y la represión fue durísma, con 25.000 comuneros fusilados sin juicio y miles de ellos encarcelados y
deportados a las colonias17. El obrerismo quedó desarticulado y tardó mucho tiempo en recuperarse.

17
Ver cuadro de cifras en fuentes V. Vives, p. 8. UN fragmento de los puntos programáticos de la Comuna en el Doc. 27 p.
99 del libro de Edebé.
LA CRISIS Y DISOLUCIÓN DE LA AIT

15
El enfrentamiento ideológico entre Marx y Bakunin estaba incubando una crisis en la AIT que la
guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna precipitaron.
La experiencia de la Comuna tuvo un intenso impacto en el movimiento obrero, y desencadenó un
debate agrio en el seno del movimiento sobre las medidas tomadas por la Comuna, que acabó derivando
en la escisión de la AIT. Mientras los anarquistas alababan su labor de democratización, socialistas como
Marx criticaron su tolerancia hacia la burguesía y las estructuras estatales anteriores.
La participación de internacionalistas en la Comuna fue minoritaria, pero la AIT, acusada de instigar
la insurrección, fue ilegalizada en la mayoría de países y sus miembros perseguidos. Una persecución
que enconó las posturas de muchos sus afiliados, ampliando la aceptación de la lucha violenta.

La ruptura entre marxistas y anarquistas se formalizó en el Congreso de la Haya (1872),


celebrado allí para dificultar la asistencia de los delegados anarquistas, en el que la mayoría marxista
tomó el acuerdo de formar partidos obreros nacionales y presentarse a las elecciones como nueva
forma de organización propia del proletariado.

Los bakuninistas no aceptaron la resolución, fueron expulsados y formaron una nueva organización,
la Internacional Antiautoritaria (1872-1877). La integraron secciones libertarias de España,
Italia y Francia, reafirmando sus postulados de una sociedad futura absolutamente igualitaria, sin ningún
gobierno político.

La AIT oficial, muy debilitada, trasladó por iniciativa de Marx su Cnsejo General a Nueva York, donde
languideció hasta su disolución en 1876.

Aunque el número de sus adheridos fue pequeño, la AIT ejerció esencialmente un influjo moral, por
su carácter de tribuna de discusión pública de ideas sobre la emancipación obrera, y por la elaboración de
un programa común para todos los trabajadores. Además, sentó las bases para la futura creación de los
partidos socialdemócratas.

SINDICATOS DE MASAS Y PARTIDOS OBREROS (1881-1914)

Durante los años precedentes a la Gran Guerra, al calor de la extensión del derecho de asociación se
fue consolidando un sindicalismo de masas y se crearon partidos socialistas de composición
obrera e ideología marxista.
El anarquismo por su parte inició en el Congreso de Londres (1881) un camino de acción directa y
lucha violenta en respuesta a la represión sufrida tras la Comuna de París, comprendiendo la acción
insurreccional y los atentados terroristas bajo el concepto de propaganda por el hecho. Esta estrategia de
acción lo debilitó gravemente, lo redujo al ámbito mediterráneo y latinoamericano y motivó un cambio
de estrategia a inicios del s. XX, el sindicalismo revolucionario.

El sindicalismo de masas.

Las transformaciones del mundo del trabajo por la extensión de la segunda revolución industrial
desde 1880 y el crecimiento económico capitalista produjeron un extraordinario incremento del
proletariado industrial. Junto a ello, la difusión del socialismo favoreció la constitución de un nuevo
sindicalismo de masas, con varios millones de afiliados en Inglaterra y Alemania. La mayor
capacidad de presión que tenían estos sindicatos a través de la huelga debido a su tamaño fue imponiendo
la negociación colectiva entre sindicatos y patronos, para fijar salarios y condiciones de trabajo.
Al mismo tiempo, los sindicalistas empezaron a exigir la intervención del Estado para arbitrar los

16
conflictos, frenar los abusos
patronales y garantizar una
legislación laboral. Como
resultado de esta presión se
consiguieron las primeras leyes
laborales (ver cuadro).

Partidos y sindicatos
socialistas.

Tal como había propuesto la


rama marxista de la AIT, se
empezaron a fundar partidos
obreros de ideología
marxista. El primero y más
importante, modelo para los
demás, fue el Partido
Socialdemócrata Alemán (SPD), fundado en 1875. Su programa planteaba objetivos a dos niveles.

A largo plazo se perseguía conquistar el poder político a través de la acción revolucionaria no


violenta para implantar una sociedad socialista.

A corto plazo, definió las líneas esenciales de la socialdemocracia europea del s. XX, por medio
de la lucha política y la acción parlamentaria. Por un lado, realizar reformas democráticas y sociales:
sufragio universal extendido a las mujeres, representación política proporcional, igualdad de derechos,
tributación directa progresiva, sanidad y educación públicas. Junto a ello, mejorar las condiciones de
vida de la clase obrera: reducción de la jornada laboral, mejoras salariales, prohibición del trabajo
infantil, seguros sociales… Con este programa se convirtió en primer partido del Reichstag en 1912.

El SPD potenció la creación de sindicatos nacionales, con dirigentes profesionalizados, que


consolidaron la práctica de la negociación colectiva entre patronos y obreros, recurriendo a la huelga
como instrumento de presión.

Se planteaba una distribución de funciones entre partido obrero (objetivos políticos) y sindicato
(herramienta para la acción reivindicativa, subordinada a la estrategia política del partido). En
Alemania se creó para este fin la Unión General de Sindicatos Alemanes.18

En España, los equivalentes, con una afiliación mucho menor porque el movimiento obrero era de
orientación mayoritariamente libertaria, fueron el Partido Socialista Obrero Español (1879) y la Unión
General de Trabajadores (UGT, 1888).19

En Inglaterra, el punto de partida de esta dualidad no fue el partido político, sino la arraigada tradición
sindical de las Trade Unions. Las aspiraciones políticas, tras fracasar el cartismo, se canalizaban a través
de los liberales (wighs), pero en el cambio de siglo parte de los afiliados se plantearon la necesidad de
dotarse de un partido propio siguiendo el modelo alemán, y así nació el Partido Laborista (1905), de
orientación socialdemócrata, como su brazo político.

Estas organizaciones socialistas se proyectaron en numerosos ámbitos de la sociedad, impulsando


cooperativas, asociaciones, economatos, publicaciones, ateneos y escuelas populares, tareas que en
España articuló el movimiento libertario. A través de estas acciones se fue forjando la conciencia de clase
y una cultura popular obrera, lazos de solidaridad e importantes avances en la educación del proletariado.

18
Ver anexo V. Vives, p 2, fragmento del programa del SPD.
19
Mirar adenda Vicens Vives, cuadro afiliación de los partidos socialistas, ¿qué país falta y por qué?
Las corrientes del socialismo.

17
Desde 1890 se produjeron polémicas doctrinales dentro del socialismo marxista, surgidas en el seno
del SPD alemán.

El propio crecimiento del partido, acompañado de la expansión hacia las clases medias, favoreció el
predominio de la práctica parlamentaria en detrimento de la teórica orientación revolucionaria. La
obtención de reformas inmediatas fue cobrando cada vez más relevancia y se convirtió en una meta en sí
misma. Aparte de ello, al superarse la Gran Depresión con el nuevo modelo productivo de la segunda
revolución industrial y el imperialismo, el crecimiento económico parecía alejar la perspectiva de crisis
final del capitalismo preconizada por Marx, eliminando la posibilidad de la revolución.

Este contexto alimentó el revisionismo de los postulados de Marx, cuyo principal impulsor fue
Eduard Bernstein. Cuestionó el análisis del capitalismo hecho por Marx y constató que la riqueza,
en lugar de concentrarse en pocas manos, se iba extendiendo y que un sector de la clase obrera había
mejorado sus condiciones de vida. Además, defendía que la participación política había conllevado
reformas y mejoras sociales que iban transformando y democratizando la sociedad. Por ello, apostaba
por la vía parlamentaria para llegar de forma pacífica y gradual al socialismo, desvinculándose de
actos revolucionarios o violentos y renunciando a la dictadura del proletariado, lo que lo enfrentaba a los
partidarios de la vía revolucionaria y la lucha de clases.

La postura de Bernstein fue sin embargo minoritaria. El sector mayoritario del SPD, representado por
Karl Kautsky, mantenía una retórica revolucionaria pero con una práctica política esencialmente
reformista.

Otros, como Rosa Luxemburg, defendían que solo se llegaría al socialismo a través de la lucha
de clases y la revolución proletaria. Fuera de Alemania, Vladimir Iich Ulianov, Lenin, fue el
ideólogo más relevante de esta corriente izquierdista o revolucionaria, y lideró la escisión
bolchevique que protagonizó la Revolución soviética de 1917.

En Francia, el socialismo se había dividido tras la Comuna y la posterior represión. Jules Guesde
representaba la ortodoxia revolucionaria, contraria a toda alianza con la burguesía. Frente a él, Jean
Jaurés impulsó la síntesis de democracia y socialismo, apostando por la colaboración con fuerzas
progresistas e incluso por la participación en el gobierno. Ambos representaban a los dos partidos
socialistas que se unificaron en 1905 en la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO).

La fuerte implantación del anarquismo en Italia y España, por el carácter oligárquico, represivo y
fraudulento de sus sistemas políticos liberales, que legitimaba el antipoliticismo ante la ausencia de vías
legales para una acción reformista, retrasó la expansión del socialismo. En España el PSOE mantuvo un
discurso de clase, opuesto a la colaboración con la burguesía y estrechamente unido a la UGT, con unas
cifras de militancia bajas hasta la dictadura de Primo de Rivera. En Italia, anarquistas y socialistas
coexistieron hasta la formación del Partido Socialista (1892). En Austria el socialismo se mantuvo en la
ortodoxia marxista, pero debió abordar las tensiones nacionalistas entre checos y austríacos, situándose
la cuestión de las nacionalidades en el centro del debate.

Las prácticas del anarquismo (1881-1914).

El anarquismo arraigó especialmente en España, Italia, Francia y algunos países americanos


(Argentina, Uruguay, EE.UU., etc), a los que migraron anarquistas europeos perseguidos tras la represión
de la Comuna y los posteriores atentados terroristas. En su seno se postularon planteamientos diversos
para lograr el paso a la sociedad nueva.

En un movimiento perseguido y debilitado por la represión, del que se habían ido alejando las masas
obreras por el miedo a las represalias de autoridades y patronos, en el Congreso de Londres (1881), se
aprobó el uso de la violencia individual como medio para inducir a las masas a la revolución social.
La práctica de la propaganda por el hecho, más allá de la oral y la escrita, suponía impulsar a las

18
masas a cometer acciones revolucionarias predicando con el propio ejemplo, y en este caso se formulaba
como atentado contra los representantes del Estado, de la Iglesia y de la burguesía, considerados los
responsables de la miseria de los trabajadores20.

La represión, el aislamiento y la impotencia ante una burguesía cada vez más poderosa explicarían
unos actos terroristas inspirados en los cometidos anteriormente por los narodniki rusos (asesinato del
zar Alejandro II en 1881), que comportaron atentados como el de la emperatriz de Austria (1889), el de
Sadi Carnot, presidente de la República Francesa (1894), el de Cánovas del Castillo (1897) o el del
presidente norteamericano McKinley (1901). Sin embargo, esta estrategia conllevó una represión
sistemática y muchas veces indiscriminada del anarquismo y el obrerismo en general, que debilitó
gravemente al anarquismo.

Vinculados o no al terrorismo, que con matices (opuestos a atentados indiscriminados, pero defensores
del magnicidio o el asesinato de torturadores, etc) combinaban en sus planteamientos tácticos con la
acción insurreccional, la acción sindical y la huelga general revolucionaria, estaban Piotr Kropotkin
y Errico Malatesta, teóricos de la corriente anarcocomunista. Sobre los principios fundamentales
de libertad individual y apoyo mutuo, eran contrarios a toda organización más allá de pequeños
grupos de afinidad, se oponían a la acción sindical reformista, defendiendo una sociedad sin clases con
propiedad colectiva de los medios de producción y los bienes de consumo, en la que el trabajo y la
economía se organizarían según la máxima de “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según
sus necesidades”. Hombres y mujeres iguales, agrupados en comunas autónomas y autosuficientes
atenderían a sus necesidades mediante el trabajo voluntario y el apoyo mutuo. Se oponían al
darwinismo social, que entonces legitimaba el dominio de los más fuertes, y defendían el valor supremo
de la libertad, la igualdad y la ausencia de jerarquías. Defendían la educación como factor decisivo para
el cambio social, el antimilitarismo, el anticlericalismo y el internacionalismo proletario.

Otras corrientes, contrarias a la práctica terrorista y al individualismo organizativo, y partidarias


de la acción colectiva, fueron configurando una corriente sindicalista que perseguía el objetivo de una
sociedad sin clases, entendiendo la lucha reivindicativa como enfrentamiento directo con los propietarios.
En Francia la corriente se vinculó al sindicalismo socialista y dio origen al anarcosindicalismo. En
la Carta de Amiens (1906) se definió este sindicalismo revolucionario, independiente de los
partidos políticos, basado en la acción directa de los obreros frente a los patronos y en la huelga general
como instrumento revolucionario de transformación social.
Aquí se ubican la Confederación General del Trabajo (CGT) francesa y la Confederación Nacional
del Trabajo (CNT) (1910) en España.

La Segunda Internacional (1889-1914).

La Segunda Internacional aglutinó a millones de trabajadores y potenció la expansión de los


sindicatos y partidos socialistas. Se fundó en París durante la conmemoración del centenario de la
Revolución Francesa (1889). Entre 1889 y 1893 tuvieron cabida en ella sectores anarquistas, expulsados
tras esa fecha, a partir de la cual quedó constituida solo por partidos obreros socialistas.
Se organizó como una confederación de partidos nacionales autónomos, sin un Consejo General
que centralizase la acción, a diferencia de la AIT. Sin embargo, desde 1900 existió un Buró Socialista
Internacional en Bruselas que coordinaba la acción tras los congresos, en los que se fijaban objetivos y
actuaciones doctrinales y prácticos del movimiento socialista a nivel internacional.
En su congreso fundacional se aprobaron resoluciones que reclamaban leyes laborales para la
protección de los trabajadores, la jornada de 8 horas y la abolición del trabajo infantil. Se condenó
la guerra, que consideraban consecuencia del orden capitalista, y llamaron a la afiliación de los
trabajadores. Estableció como principios la extensión de la democracia, la evolución pacífica hacia la
toma del poder político, la regulación del mercado laboral, el fin de la discriminación sexual y de las
demás desigualdades.

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Ver carta del autor de uno de esos atentados justificando su acción en el anexo V. Vives, p. 5.
Creó además algunos de los símbolos del movimiento obrero, como el himno de la Internacional o

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la celebración del 1º de mayo como conmemoración de la ejecución de los Mártires de Chicago en 1886.
Impulsó gran diversidad de organismos, como la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas
(1907), reflejo del impacto del feminismo en el seno del obrerismo marxista, o la Federación Internacional
de la Juventud Socialista.

La evolución de la Segunda Internacional se vio afectada por la polémica ideológica entre


revisionistas y revolucionarios, por los debates ante el colonialismo y la Primera Guerra Mundial y
por la escisión comunista tras la creación de la Komintern o Tercera Internacional (1919).

Desde 1900, la organización se convirtió en foro de debate de los problemas que afectaban al
movimiento socialista.

El revisionismo fue condenado y la presencia socialista en gobiernos burgueses solo se admitió en


casos de extrema necesidad. Se reafirmó la lucha de clases como base de la acción política y social, pero
esto no puso fin al enfrentamiento entre posiciones que defendían las prácticas reformistas y las
revolucionarias, que priorizaban la consecución del objetivo final. Las divergencias cristalizaron en dos
concepciones opuestas, revolucionaria o reformista.

El colonialismo configuró un segundo foco de debate. Un sector lo consideraba como una forma más
de explotación capitalista, defendiendo la obligación de combatirlo y fomentar en las colonias la
revolución socialista. Otro grupo se limitaba a condenar la barbarie de los colonizadores sin cuestionar el
sistema, y hasta defendía la colonización como factor positivo de civilización.

La dualidad entre revolucionarios y reformistas se agravó con el estallido de la Primera Guerra


Mundial. Ante la espiral belicista de comienzos del s. XX, inicialmente se condenó la guerra, entendida
como producto del enfrentamiento entre potencias capitalistas, que debía impedirse y en caso de estallar,
frenarse con la huelga general o la movilización revolucionaria. Pero al iniciarse la Gran Guerra, la
mayoría de partidos socialistas asumieron posturas nacionalistas, apoyaron a sus gobiernos nacionales y
abandonaron los postulados pacifistas, revolucionarios y de fraternidad universal del proletariado.
Dentro de los partidos se forjaron tres corrientes, cuyo enfrentamiento culminó en escisiones:
patriotas, partidarios de la guerra al asumir los criterios de defensa nacional preconizada por los partidos
burgueses; pacifistas moderados, contrarios a la guerra y defensores de la neutralidad; revolucionarios,
como Rosa Luxemburg, Lenin o Gramsci, que pretendían convertir la guerra en una revolución proletaria.

Las tesis revolucionarias fueron materializadas por los bolcheviques, que conquistaron el poder en
Rusia en 1917, abriendo un camino que llevó a la escisión del movimiento socialista. Las diversas
corrientes debieron tomar postura ante la realidad de la Revolución Rusa, que parecía haber llevado al
proletariado al poder, abriendo el camino a la sociedad comunista postulada por Marx.
El gobierno revolucionario soviético promovió una nueva internacional comunista dependiente de las
directrices del gobierno de Moscú, la Komintern, y esto supuso la escisión del movimiento socialista
de cada país en partidos socialdemócratas y partidos comunistas.

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Por libro Edebé, completar lo que dice el apartado con reflexiones personales sobre la utilidad social que
pudieron tener estas doctrinas para el debilitamiento del movimiento obrero y para intentar atraer al orden
establecido a parte de la potencial militancia de las organizaciones socialistas y anarquistas. Así mismo,
reflexionar sobre qué cálculos políticos motivaban a la Iglesia a asumir esta postura, algo que refleja bien
Daens.

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