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La agroecología, ha venido ganando terreno como un nuevo paradigma que aboga por una
producción de rubros agrícolas y pecuarios en concordancia con el entorno. Este movimiento ha
surgido como una respuesta contundente a los graves deterioros que la actividad productividad
agrícola convencional ha generado en el planeta, en los suelos, en las aguas, en la biota, y dentro
de la biota, en el ser humano.
Las ciudades representan el epicentro de consumo de todos los productos agrícolas cosechados en
el medio rural; son a su vez las áreas donde se producen las mayores cantidades de desechos que
contaminan el entorno. Las ciudades también han sufrido un proceso de transformación, en parte
por el aumento de poblaciones, evolución de actividades humanas y presiones de la
postmodernidad.
De las ciudades con jardines, con árboles y áreas verdes, con patios que ofrecían arboles con
frutos, sombra y frescura; pasamos a mega ciudades aisladas en concreto y metal; de casas con
patios para jugar, sembrar y colectar, pasamos a cuartos encerrados en pérgolas, asfixiados por el
calor.
Indudablemente son las ciudades los modelos de conglomerados humanos que prevalecerán por
mucho tiempo y se hace importante conciliar el crecimiento de las ciudades con un desarrollo
armónico con el entorno, minimizando la generación de desechos y gases efectos invernadero,
creando espacios de contacto con la naturaleza y reforzando los espacios para una producción
agrícola en espacios urbanos, que en épocas de crisis, como la reciente pandemia y subsecuente
confinamiento por COVID-19, ha demostrado que es posible un cierto grado de seguridad
alimentaria en espacios urbanos.
En este ensayo voy a hablar en particular del caso de la ciudad de Maracaibo la ciudad donde ha
trascurrido mi vida y de donde he obtenido las vivencias que puedo compartir.
Maracaibo fundada en el año 1529, en principio como una punto de paso entre la provincia de
Coro y los territorios de Riohacha; se establece en un área con unas condiciones ecológicas
bastante inhóspitas para el desarrollo de un poblado, unos valores de temperatura bastante altos,
niveles de precipitación bajos, con escasez de agua para beber y para el desarrollo agrícola; sin
embargo la posición privilegiada del poblado en el estrecho de la laguna, le permitió un desarrollo
sin precedentes como ciudad puerto que controlaba el comercio en expansión durante la época
colonial y la época republicana de importantes rubros agrícolas, como el café y el cacao,
producidos en las zonas sur de la cuenca, y que a través de las redes fluviales y del propio Lago de
Maracaibo llegaban a puerto Marabino desde donde era trasbordado a mercados internacionales.
Se tiene conocimientos que en épocas ancestrales ya existía este patrón de comercio entre
pobladores que cultivaban en las zonas altas y los pobladores navegantes de las zonas costeras.
A pesar de las duras condiciones ecológicas, Maracaibo como ciudad fue erigiéndose como un
centro poblado con una importancia comercial bastante relevante en función al circuito
agroexportador. Gracias a este crecimiento, los pobladores supieron convivir en gran medida con
su entorno desarrollando metodologías y capacidades que le permitieron convivir y aprovechar las
condiciones ecológicas de las zonas habitadas.
El desarrollo de técnicas de recolección de aguas de lluvia fue otra alternativa que permitió
abastecer de agua fresca a los pobladores. De hecho, los sistemas de aljibes establecieron un
patrón de diferenciación social entre los pobladores con casas con aljibes y casas sin aljibes. Todos
estos sistemas se basaron en una profunda comprensión der los sistemas naturales de la zona, los
procesos de mareas y corrientes del lago, las épocas de lluvia y sequía, los vientos, etc.
Casas con árboles frondosos de hojas perennes resistentes a las sequias y a las altas temperaturas
se sembraban en los frentes de las casas y en los patios, creando un microclima que permitía
soportar las horas de mayor calor, en muchos casos los árboles frondosos creaban un sobretecho
que ayudaba a refrescar el interior de las casas, (figura 2) con especies como cotoperiz, caobas,
mamon; algunas experiencias se mantienen aún en la actualidad, con especies como trinitarias
que crean un sobretecho que cumple la función de refrescar la zona inferior y crea un efecto
estético por las inflorescencias bastante llamativo. (figura 3).
Figura 2 y 3. Cotoperiz y Trinitaria como sobretechos.
La siembra en los patios de las casas de árboles frutales, que abastecían de frutas para el consumo
de especies en diferentes épocas del año, eran una fuente de alimentos y la base de una dulcería
que caracterizan la gastronomía zuliana. Especies como el icaco, limonzon, cocos, mangos,
semerucos, Nisperos, etc proporcionaban una fuente de alimento con especies bastante
adaptadas a las condiciones agroecológicas de la zona; con prácticamente ausencia de riego o de
prácticas culturales.
El nivel de conocimiento llegaba a ser tan especializado que se tenía en los patios diferentes
arboles cuya época de floración se alternaban; por ejemplo, se sabía que primero floreaban las
chirimoyas, luego los nísperos y luego los mangos.
Algunos rubros producidos de manera muy local como el merey, que se produce en grandes
cantidades en las zonas de suelos pobres cercanos a la Villa del Rosario, donde no existe
prácticamente una plantación organizada como tal, pero cada familia tiene una o dos árboles en
sus patios y de allí la producción es altísima, se reúnen a tostar y sacar la semilla, que tiene altos
costos y alto valor nutricional. Este es un árbol que es un ejemplo de una planta de alto valor
productivo y que se produce de manera casi espontanea en suelos con bajos requerimientos.
Existen ciertos movimientos en la actualidad que han logrado rescatar ciertos valores propios de
nuestro gentilicio, como el caso del Jardín botánico de Maracaibo; quienes han generado una
campaña para apreciar la floración de los curarires, especie familia del araguaney, y que en el mes
de mayo florece por unos pocos días generando una lluvia de flores amarillas que se ha convertido
en un símbolo muy propio y muy apreciado por los marabinos (Figura 8)
Todas estas costumbres, formas de producción, son tradiciones y formas de vida que
posiblemente vivieron nuestros padres y abuelos, pero que sería importante poder rescatar esta
sabiduría de la Maracaibo de los patios, de los hatos, de bajar mamones, de recoger agua hasta en
las cucharas, del lago diamantino, del agua de coco, de las cocadas, del esperar el pito de la Zulia
para poner los plátanos.
En el futuro espero poder ver a Maracaibo como una ciudad ejemplo de saneamiento y del rescate
de nuestras buenas costumbres e idiosincrasias; donde precisamente a través de una agroecología
urbana marabina, rescatemos nuestra ciudad, nuestro paisaje, nuestros valores y tradiciones
arbóreos, frutales y culinarios.
Gustavo Morillo
@morillogustavo