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Servicio Bíblico Latinoamericano

Semana del 14 al 20 de agosto de 2022– Ciclo C

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Domingo 14 de Agosto
20º Ordinario
Maximiliano Kolbe, mártir (1941)
Antonio Primaldo y 812 Comp. (1480)

Jeremías 38,4-6.8-10: Trataron inicuamente a Jeremías


Salmo 40: ¡Señor, ven a ayudarme!
Hebreos 12,1-4: Corramos en la carrera, sin retirarnos
Lucas 12,49-53: ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra?

Estamos en camino con Jesús y sus discípulos en su último viaje a Jerusalén,


donde sabe que va a morir, y así se lo va diciendo. Esta subida a Jerusalén se
alarga en el evangelio de Lucas como en ningún otro, pues aprovecha para situar
ahí la mayor parte del material peculiar, sobre todo los discursos, las parábolas y
los relatos que conoce por otro lado distinto a Marcos. Las frases que leemos en
este domingo aparecen también en el evangelio de Mateo, pero en distinto orden y
diferente contexto. Esto hace que el sentido sea algo diverso, pues el contexto
forma parte del significado de las frases; pero indica a la vez que muchos dichos
de Jesús, como los de cualquier persona, son polivalentes; tienen alcances
diversos y aplicaciones distintas según las circunstancias de los lectores u oyentes
de los mismos. Así se nos abre también a nosotros el camino y la posibilidad de
leerlos, con la libertad de los hijos de Dios, desde nuestra propia situación y para
nuestro propósito. No es una traición, sino una fidelidad al Espíritu que inspiró a
Jesús y a los evangelistas; pues ellos también se tomaron su libertad para situarlos
diversamente y sacar sentidos distintos.
La liturgia, a su vez, nos pone estas frases en otro contexto diverso, al
anteponer un episodio de la vida del profeta Jeremías, que suele llamarse “la
pasión de Jeremías”; porque le toca sufrir golpes, burlas, acusaciones y prisión en
una cisterna llena de fango por causa de la palabra de Dios que tiene que anunciar.
El salmo que se nos propone es una súplica y acción de gracias a Dios, porque
libra al pobre de la fosa; y parece así reforzar la situación del profeta, y anticipar
una situación semejante para las frases del evangelio. Con ello se da un sentido de
anuncio de la pasión, que ciertamente parece tener, sobre todo si lo leemos junto
con la frase semejante de Marcos 10,38; pero que no está muy resaltado en Lucas;
apenas en la frase del “bautismo” por el que ha de pasar. El resto apunta a las
diversas posturas que los hombres toman ante el mensaje de Jesús, como ya le
acontecía a Jeremías y a otros profetas. Pero la segunda lectura, que nos presenta a
Jesús como modelo germinal y definitivo de nuestra fe, vuelve a insistir en su
pasión y cruz, y en la posibilidad de que también los cristianos nos veamos
envueltos en la persecución y muerte; y, en todo caso, en la dura lucha contra el
pecado, tanto personal como social.
Parece que Jesús cambia aquí radicalmente su mensaje. La Buena Nueva
nos parece tan hermosa, tan atenta a los débiles y pequeños, tan llena de amor y
solicitud hasta por los pecadores y enemigos, que su mensaje no puede ser otro
que el de una gran paz y armonía entre todos los hombres. Eso es lo que
proclamaban ya los ángeles en el momento del Nacimiento (Lc 2, 24) y lo que
vuelve a proclamar el Resucitado apenas se deja ver por los discípulos
atemorizados (Lc 24,20-21). Aquí, sin embargo, Jesús parece decir todo lo
contrario. Su mensaje no viene a producir paz y concordia entre todos, sino que
lleva a la división incluso entre los miembros más allegados de la familia, padres e
hijos, nueras y suegras. Pero no se trata de cualquier mensaje, de cualquier
propuesta, sino de la presencia misma del Reino de Dios en sus palabras y sus
gestos, en sus milagros y sus actuaciones. No cabe oír esa Buena Nueva del Reino
y permanecer neutral o indiferente; no cabe entusiasmarse con Jesús y seguir en lo
mismo de siempre. Por eso hay que optar con pasión, hay que tomar decisiones y
actuaciones que implican cambios muy radicales en la vida. Por eso nos van a
afectar a todos profundamente, más allá incluso de los vínculos familiares, por
muy respetables que estos sean. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre
su propia familia, no puede ser su discípulo (Lc 14, 26).
El episodio de Jeremías nos pone un triste ejemplo de este sufrimiento que
acarrea al profeta su fidelidad a la palabra de Dios, cuando el pueblo y sus líderes
no la quieren escuchar. Él tenía que anunciar la destrucción del templo, de la
dinastía davídica y de la ciudad de Jerusalén, por no querer someterse a Babilonia
en ese momento. Era como poner punto final a las solemnes promesas hechas por
Natán y otros profetas a David y a su ciudad capital, Jerusalén. Además, este
descendiente de sacerdotes, debe predecir la ruina del templo salomónico. No le
gustaban para nada esas desgracias que le tocaba anunciar, y sufrió enormemente
por causa de esa misma palabra dura que debía predicar; pero lo que pretendía era
precisamente que eso no ocurriera, porque le hacían caso, se convertían y se
evitaban esas catástrofes. No logró esa conversión del pueblo, y menos aún de los
líderes religiosos y políticos. Más bien logró esa división entre unos y otros, pues
hasta entre el alto liderazgo político encuentra opositores y ayudantes, mientras el
rey se deja llevar del viento político que sopla en cada momento. Pero la palabra
de Dios y su profeta no es un viento cambiante, sino una palabra firme y segura,
que exige darle fe y cambiar de mente y de conducta; que pide una opción radical
de parte de los oyentes.
Esto mismo y en grado supremo le acontece al oyente de la Palabra que es
Jesús. Por eso, el radicalismo con que se expresa en esta ocasión, pues se trata de
la urgencia misma del Reino presente. Mateo dice en el pasaje paralelo: “¿cómo
es que no son capaces ustedes de interpretar los signos de los tiempos?” (Mt 16,3).
Ver los signos de la gracia de Dios, de la presencia del Reino en las palabras y
gestos humanos, en las acciones y hasta maravillas que acontecen en la vida.
También en nuestro duro y doloroso presente, pues no existen tiempos sin gracia
de Dios, sin presencia y fuerza de su Espíritu en medio de la historia, por oscura
que sea. Ciertamente son los santos los que más perciben esto y donde mejor
podemos ver los demás esa presencia, misteriosa pero eficaz, de la gracia de Dios
en medio de esta empecatada historia humana; pero no faltan mil pequeños gestos,
incluso o tal vez precisamente, en pobres y pequeños, en prostitutas y pecadores,
en publicanos y hasta en ricos zaqueos y centuriones extranjeros. Hay gestos de
solidaridad y simpatía con los pobres y pequeños, con los marginados y
despreciados, que nos muestran esa fuerza del Espíritu de Dios y de Jesús
actuando ya ese fuego en la tierra.
Tal vez donde más brilla esa fuerza de la gracia de Dios es en los momentos
en que los hombres se parcializan hasta el extremo, y llegan a preferir sus
opciones a la misma vida. No en vano Jesús alude al “bautismo” por el que ha de
pasar, refiriéndose a la hora de su pasión y cruz. Nunca la división entre los
hombres, incluso dentro de una misma familia, llegan a polarizarse tanto. Por eso
también es la hora de las opciones más decisivas, que pueden llevar, y han llevado
de hecho a muchos cristianos a la gracia del martirio, de seguir al Maestro hasta la
hora de la cruz. Hay en nuestra reciente historia eclesial, sobre todo en América
Latina, mucha sangre martirial; y es una tremenda ceguera el no saber reconocer
ese “signo de los tiempos”. Sin duda ellos son los que más claramente han optado
por Jesús, por la verdad esperada del Reino, y por la fraternidad humana soñada y
anticipada en su misma vida ordinaria o en sus mejores gestos, como ese final
glorioso. Si no hay que vanagloriarse, sí que hay que captar esa señal, y tomar
ejemplo de ellos para hacer la misma valiente y radical opción que ellos hicieron
con su vida entregada. La parte de la carta a los Hebreos que hoy se proclama está
invitando a los lectores a tener el coraje de dar incluso la vida, en esa lucha contra
el mal, en seguimiento entusiasta de ese iniciador y consumador de nuestra fe,
Jesús el testigo del fuego del amor, el mártir del Reino.

Para la revisión de vida


- ¿Trabajamos por una paz como la que propone Jesús?
- ¿Emprendemos con ánimo la misión que nos encomienda la iglesia o
caemos fácilmente en actitudes suavizantes por temor al conflicto?
-
Para la reunión de grupo
- Se dice que ya no es tiempo de éxodo, denuncias, de profecía, de martirio,
de conflicto... sino de exilio, silencio, de sabiduría, de saber sobrevivir con
astucia a este momento difícil... Después de tres fecundas décadas de
mártires en América Latina, ¿será que ya las palabras de Jesús en el
evangelio de hoy no encuentran en nuestro tiempo su mejor momento de
aplicación?
-
Para la oración de los fieles
- Para que la Iglesia de Jesús sea siempre la continuadora de aquel
predicador que "vino a traer fuego a la tierra", roguemos al Señor.
- Para que predique la Buena Noticia a los pobres sin temor al conflicto...
- Para que "fijos los ojos en Jesús" mantenga siempre en alto su utopía
evangélica precisamente con más fuerza en estos tiempos de desánimo y de
desaparición de las utopías...

Oración comunitaria
- Dios Padre Nuestro, que en la muerte de Jesús nos has mostrado el
destino conflictivo que el amor tiene en este mundo de pecado, y en su
resurrección nos has evidenciado de qué parte te sitúas tú en el conflicto;
animados por esta tu toma de posición, te rogamos nos concedas no
avergonzarnos jamás de Jesús, y ponernos también nosotros como él, de tu
parte: del lado de los pequeños y de todos los injusticiados de la historia,
con la esperanza inclaudicable de que triunfará siempre la resurrección.
Por J.N.S.
Lunes 15 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Asunción de la Virgen María

Ap 11,19ª; 12,1.3-6ª.10: Vi una mujer vestida del sol


Sal 45: De pie a tu derecha está la reina
1Cor 15,20-27ª: Primero Cristo como primicia
Lc 1,39-56: El Poderoso hizo en mí maravillas

E n la mitad del mes de agosto, estalla la alegría en la liturgia de la Iglesia. En


el hemisferio norte, coincide -o se le ha hecho coincidir- con las fiestas ancestrales
de «la canícula» del verano boreal. La alegría de la madurez de las cosechas es un
buen contexto para celebrar la plenitud que significa la Asunción de María. Ella,
la madre de Jesús, es la «primera cristiana», debería ser también la primera en
llegar hasta Jesús. La fe de la iglesia ha querido ver en ella la confirmación
definitiva de que nuestra esperanza tiene sentido. De que esta vida, aunque nos
parezca que está enferma de muerte, está en realidad preñada de vida, de una vida
que se manifiesta ya en nosotros y que debemos celebrar ya aquí y ahora. Y, en
primer lugar, en María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
En la primera lectura encontramos un combate frontal entre la debilidad de
una mujer a punto de dar a luz y la crueldad de un monstruo perverso y poderoso
que se ha apropiado de una buena parte del mundo y quiere arrebatarle el hijo a la
mujer. El Apocalipsis, hace un relato rico en simbología, en el que las
comunidades cristianas pueden estar representadas en la mujer, reconociendo que
un sector del cristianismo de los primeros días tuvo un alto influjo de la persona
de María y de la presencia femenina en medio de ellas, como sostenedoras de la
fe. Por otra parte, el monstruo, es un símbolo del aparato imperial. Con sus
respectivas cabezas y cuernos representa los tentáculos del poder civil, militar,
cultural, económico y religioso, que está empeñado en eliminar al cristianismo,
por su talante profético, ya que se ha tornado incómodo para los poderosos de la
tierra.
La segunda lectura, abre bellamente con una metáfora de la resurrección de
Cristo como primer fruto de la cosecha, y luego clarifica cómo todos lo que en
Cristo viven, en Cristo mueren, también en Cristo resucitarán. Se trata de una
afirmación de la vida plena para los que asumen el proyecto de Jesús como propio
y en ese sentido se hacen partícipes de la Gloria de la resurrección.
En el evangelio, el canto de alegría de María que se proclama en el
Evangelio se hace nuestro canto. Tenemos pocos datos sobre María en los
evangelios. Los estudiosos nos dirán que, casi seguro, este cántico, el Magnificat,
no fue pronunciado por María, sino que es una composición del autor del
Evangelio de Lucas. Pero no hay duda de que, aun sin ser histórico, recoge el
auténtico sentir de María, sus sentimientos más profundos ante la presencia
salvadora de Dios en su vida. Es un cántico de alabanza. Esa es la respuesta de
María ante la acción de Dios. Alabar y dar gracias. No se siente grande ni
importante por ella misma, sino por lo que Dios está haciendo a través de ella.
"Proclama mi alma la grandeza del Señor". María goza de esa vida en
plenitud. Su fe la hizo vivir ya en su vida la vida nueva de Dios. Hay un detalle
importante. Lo que nos cuenta el evangelio no sucede en los últimos días de la
vida de María, cuando ya suponemos que había experimentado la resurrección de
Jesús, sino antes del nacimiento de su Hijo. Ya entonces María estaba tan llena de
fe que confiaba totalmente en la promesa de Dios. María tenía la certeza de que
algo nuevo estaba naciendo. La vida que ella llevaba en su seno, aún en embrión,
era el signo de que Dios se había puesto en marcha y había empezado actuar en
favor de su pueblo.
Más de una vez, en alguna dictadura, este canto de María se ha considerado
como revolucionario y subversivo, y ha sido censurado. Ciertamente es
revolucionario, y su mensaje tiende a poner patas arriba el orden establecido, el
orden que los poderosos intentan mantener a toda costa. María, llena de confianza
en Dios, anuncia que Él se ha puesto a favor de los pobres y desheredados de este
mundo. La acción de Dios cambia totalmente el orden social de nuestro mundo:
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. No es eso lo que
estamos acostumbrados a ver en nuestra sociedad. Tampoco en tiempos de María.
La vida de Dios se ofrece a todos, pero sólo los humildes, los que saben que la
salvación sólo viene de Dios, están dispuestos a acogerla. Los que se sienten
seguros con lo que tienen, esos lo pierden todo. María supo confiar y estar abierta
a la promesa de Dios, confiando y creyendo más allá de toda esperanza.
Hoy María anima nuestra esperanza y nuestro compromiso para transformar
este mundo, para hacerlo más como Dios quiere: un lugar de fraternidad, donde
todos tengamos un puesto en la mesa que nos ha preparado Dios. Pero en este día
María anima sobre todo nuestra alabanza y acción de gracias. María nos invita a
mirar a la realidad con ojos nuevos y descubrir la presencia de Dios, quizá en
embrión, pero ya presente, a nuestro alrededor. María nos invita a cantar con gozo
y proclamar, con ella, las grandezas del Señor.

Nota crítica. A estas alturas, es importante no hablar de la Asunción de


María sencillamente como quien da por supuesto un viaje cuasi-espacial de María
al cielo... No es necesario detenerse una vez más en el análisis del tema de los
«dos pisos» de la cosmovisión religiosa clásica... Pero sí es necesario, aunque sea
con un simple leve inciso, recordar a los oyentes que no estamos describiendo una
asunción literal, un traslado físico, espacial, sino que estamos utilizando una
expresión metafórica; para que no se entienda mal todo lo que con una bella
estética bíblico-litúrgica pudiéramos decir al respecto.
Ciertamente no lo entendía así Pío XII, que en noviembre de 1950 proclamó
«ex cathedra» este «dogma», primero proclamado por un «Pontífice romano»
después de que en 1870 el inconcluso Vaticano II proclamara su infalibilidad. Con
un tono humorado, el recordado José María Díez Alegría decía que Pío XII no
resistió la tentación de apretar el botón de la infalibilidad pontificia, que hasta
entonces estaba sin estrenar. La verdad es que no se ha vuelto a apretar el botón
por parte de ninguno de los papas posteriores, y que el mismo Concilio Vaticano
II renunció muy sensatamente a declarar ningún dogma.
Lo que en este sentido se podría decir explícitamente sobre el tema de la
«asunción» es lo mismo (y con más motivo) que respecto de la «ascensión».
Recomendamos este excelente texto de Boff:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm
La serie «Otro Dios es posible» de los hermanos López Vigil, tiene un
capítulo, el 57, titulado «¿Ascensión y Asunción?», que puede resultar útil para
una sesión de estudio sobre el tema. El guión y el audio puede ser recogido aquí:
https://radialistas.net/57-ascension-y-asuncion/

Para la revisión de vida


- Celebramos hoy una fiesta en honor de la Madre de Jesús, lo cual es una
buena ocasión para reflexionar sobre nuestra manera de honrarla. Alguien
dijo que Dios la llenó de gracia... y nosotros de joyas. ¿Acaso pretendemos
enmendarle la plana a Dios? ¿No es mejor tratar de parecernos a ella en su
fe, su esperanza, su amor y su disponibilidad... que llenarla de joyas,
mantos y folclores, que más que revelar, ocultan su verdadera imagen?

Para la reunión de grupo


- Solemos ver, en la figura de la mujer del relato del Apocalipsis, a la Madre
de Jesús, que lo engendra y lo da a luz, pero que también está rodeada en
su vida de penalidades del mismo tipo que las de su Hijo y en conexión con
Él. ¿Tengo esta visión realista de la vida de María o soy de los que piensan
que los pajaritos y los ángeles estaban todo el día poniendo música de
fondo a su vida?
- La resurrección de Cristo no es sólo un final feliz para su vida de entrega y
fidelidad, sino el adelanto del destino que a todos nos espera; primicia de
este triunfo final que a todos nos aguarda es María, que también sigue a su
Hijo en este destino. ¿Es ésta mi esperanza, estoy convencido de que
también a mí y a todos nos espera este final?
- Esta María que entona el Magníficat, que proclama que Dios colma de
bienes a los hambrientos mientras despide vacíos a los ricos, es la Virgen
Madre que vivió en Nazaret; pero ¿es la Virgen Madre de nuestra fe, de
nuestro culto a María, de nuestras "vírgenes", de nuestros usos y
costumbres marianos"?
- Sobre el tema explícito de la «asunción», María asunta al cielo, el más
arriba citado artículo de Leonardo Boff sobre la Ascensión, disponible en
la biblioteca de Koinonía, se presta muy bien para un comentario y debate
en grupo respecto a las dudas que el tema puede suscitar.
-
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que proclame la Asunción de María con un
compromiso cada día mayor y más eficaz con los pobres y oprimidos.
Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que la proclamación del Magníficat nos lleve a
ser solidarios con los que sufren. Roguemos...
- Por los ricos y los poderosos, para que no pongan su corazón en sus
riquezas, sino que sirvan con ellas a los pobres. Roguemos...
- Por los enfermos y los moribundos, para que hagan frente a su dolor con la
esperanza de quienes se saben llamados a la vida. Roguemos...
- Por todos nuestros seres queridos difuntos, para que gocen ya de la
plenitud de la vida de la resurrección, junto con María y Jesucristo.
Roguemos...
- Por todos nosotros, para que confiemos plenamente en el amor de Dios y
cumplamos en todo su voluntad. Roguemos...

Oración comunitaria
- Dios, Padre nuestro, que has llevado a María a alcanzar ya junto a ti la
misma plenitud de vida de Jesucristo; te pedimos que nos conceda que,
siendo, como ella, fieles en el cumplimiento de tu voluntad, lleguemos a
participar también nosotros de la gloria de la resurrección. Por Jesucristo.
Martes 16 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Esteban de Hungría (1038)

Ez 28,1-10: Eres hombre y no Dios


Interleccional Dt 32: Yo doy la muerte y la vida
Mt 19,23-30: Para Dios todo es posible

E l tema transversal del relato evangélico es el seguimiento de Jesús, pero desde


la perspectiva de quienes lo siguen o quieren hacerlo. Por un lado, el seguimiento
requiere renunciar a lo que mantiene cautiva la inteligencia, la voluntad y la
libertad; aquello que tiene cautiva la capacidad de amar y que activa las
tendencias egoístas. La posesión de bienes o dinero en sí mismos no es un
impedimento que excluye del Reino de Dios, pero pueden mutilar las relaciones y
opciones trascendentes. Por otro lado, el seguir a Jesús no es propiedad de ningún
sistema o ideología; es fundamentalmente apostar, libre y sin subterfugios, por la
humanización de la vida. Esta es la exigencia que el Maestro les hace a sus
discípulos y discípulas para que, viviendo en comunidad, se humanicen amándose
solidariamente unos a otros. Necesitamos extender esa armonía humana para con
el resto de las criaturas, evitando la superioridad y la arrogancia. ¿Qué aspectos
de tu vida ha cambiado el seguimiento de Jesús?
Miércoles 17 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Beatriz de Silva, fundadora (1492)
Roque (1378)

Ez 34,1-11: Yo mismo buscaré mis ovejas


Sal 23: El Señor es mi Pastor, nada me falta
Mt 20,1-16: ¿Tienes envidia porque soy bueno?

E n el evangelio hay una invitación pedagógica y narrativa a identificarnos con


los personajes del texto. En un primer momento: ¿Actuamos como los “primeros
obreros”, con criterios de justicia y de valor limitados? Podemos llegar a creer que
los sacrificios tienen que ser recompensados matemáticamente. En un segundo
momento: ¿Nos identificamos con los “últimos obreros”, los que “son esta vida
que han vivido o mal vivido / pero más la que aguardan todavía en las vueltas que
la tierra les debe” (Eugenio Montejo). Esos que son sostenidos por la esperanza,
que reconocen sus fracasos, sus debilidades, talentos y temores. En un tercer
momento: ¿Asumimos el desafío de identificarnos con el dueño de la viña o nos
parece desconcertante? Queramos o no, toda persona esta llamada a ser justa
como lo es Dios. ¿Con quién te identificas? ¿Cuál es el programa que orienta tu
vida cristiana? Vivamos desde la gratuidad y cuidémonos del egoísmo que ronda
siempre nuestro actuar y relaciones.
Jueves 18 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Alberto Hurtado (1952)

Ez 36,23-28: Les daré un corazón nuevo


Sal 51: Derramaré sobre ustedes un agua que los purificará
Mt 22,1-14: Invítenlos a la boda

L a novedad de la parábola no radica en la indignación del rey porque su


invitación ha sido rechazada, sino en su capacidad de no desistir de la fiesta y en
pensar en quienes nadie invita y anhelan ser tomados en cuenta. Con lo cual, se
pone de relieve el núcleo del mensaje que el texto quiere transmitir: pese a la
oposición, la falta de voluntad, el desinterés o incluso la muerte, Dios sale al
encuentro de los anhelos y esperanzas de quienes libremente aceptan su propuesta
humanizadora. Participar con Dios de la transformación de este mundo nos pide
nuevas actitudes capaces de contrarrestar la fuerza destructora del mal. Nos dice el
Papa Francisco: “En cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta
empresa: salir de sí mismo” (FT 88). A esto se refiere la parábola cuando pide un
traje apropiado que nos disponga a la celebración de la vida a la manera de Dios.
¿Rechazas la invitación de Dios, te dejas encontrar por Él, o sales a su
encuentro?
Viernes 19 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Juan Eudes (1680)

Ez 37,1-14: Huesos secos, escuchen al Señor


Sal 107: Den gracias al Señor porque es eterna su misericordia
Mt 22,34-40: Amarás al Señor, tu Dios

E l evangelio de Mateo, al formular el mandato del amor, está haciendo una


“síntesis de la Toráh”. Plantea cuál debe ser el mínimo vital de toda la ley y las
relaciones. Esto conlleva asumir una triple invitación: (a) Amar a Dios supone
cultivar y cuidar un profundo vínculo personal y emocional con él, del mismo
modo que se fomentan las amistades que se forjan con los años; (b) Amar al
prójimo, haciéndonos prójimos con todo ser humano que merece ser tratado como
quisiéramos que nos trataran a nosotros; (c) Amar como a nosotros mismos, con
una sana e integral autoestima que posibilite nuestra realización humana. El Papa
Francisco resignificó pastoral y teologalmente el horizonte de este mandato en el
marco de la construcción de “una fraternidad abierta que permita reconocer,
valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del
universo donde haya nacido o donde habita” (FT 1). Aprendamos a valorar la vida
en todas sus formas. ¡Disfruta de estar vivo!
Sábado 20 de Agosto
20ª Semana Ordinario
Bernardo, abad y doctor (1153)

Ez 43,1-7a: La gloria del Señor entró en el templo


Sal 85: La gloria del Señor habitará en nuestra tierra
Mt 23,1-12: No hacen lo que dicen

L a vigencia del ideal de comunidad planteado por el evangelio aún está por
descubrirse. La denuncia contra los maestros “oficiales” de la religión es durísima
y directa: “no hacen lo que dicen”, su proceder es incoherente, falso e hipócrita.
Con el añadido de que imponen severas cargas sobre las personas, abusando de la
autoridad, oprimiendo la dignidad y mutilando la libertad. En la comunidad de
Dios y de Jesús, no son compatibles la verticalidad de las relaciones o la
superioridad con la horizontalidad de relaciones sinodales (dialogantes) y los
servicios humildes. De ahí que se requiere, en palabras del Papa Francisco, una
reforma de mentalidades y de instituciones en toda su complejidad, pensando en
una nueva manera de ser Iglesia. Necesitamos liderazgos eclesiales capaces de
convertirse en servidores desinteresados que, con sus propias vidas, alivien el
sufrimiento que causa tanto egoísmo y maldad. Pidamos cada día por la madurez
de nuestra fe y el compromiso evangelizador de las comunidades de fe. ¡Ora por
las vocaciones y la reforma de la Iglesia!
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