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PRIMER SERVICIO DEL AÑO

Renovando nuestra consagración para con Dios y su reino

(Parte I)

El inicio de un nuevo ciclo, en este caso un nuevo año, es propicio para


reafirmar nuestra intención de dar el lugar que corresponde a Dios, el Señor, en
nuestras vidas.

Sea porque con el pasar del tiempo nos vamos cansando, o porque el
mantenernos en pie intentando agradar al Señor con nuestro vivir nos produce un
cierto e inevitable desgaste, por la razón que fuere, todos los hijos de Dios nos vemos
en la necesidad de renovar nuestros votos para con nuestro Señor de tiempo en
tiempo, y el principio de año nos ofrece una muy buena oportunidad para ello.

Es muy poco lo que podemos hacer con relación al tiempo transcurrido que
dejamos atrás. Pero podemos reconocer dónde han estado nuestras debilidades,
omisiones y pecados, y decidir hacer un renovado pacto personal con nuestro Dios
para vivir de una manera diferente en comunión con Él en este nuevo año que se nos
concede.

Mi intención al compartir este mensaje es invitarte a que decidamos renovar


nuestra consagración al Señor. Esa es nuestra gran necesidad en la vida: renovar y
mantener avivada nuestra relación y comunión con Dios. Hoy, en el primer servicio del
nuevo año les digo: tenemos necesidad de renovar nuestra consagración para con
Dios, y al decir esto no creo estar diciendo algo sorprendente y novedoso, pero sí creo
que es lo más importante y cierto que hoy les podría decir. Usted y yo necesitamos
renovar, retomar, proponernos nuevamente, la intención de vivir únicamente para
Dios y su reino, eso es lo que quiero decir con consagración. Todos los hijos de Dios,
sin excepción, estamos llamados a vivir consagrada y exclusivamente para Dios y su
reino. ¿Lo sabía? Algunos desde un ministerio oficial, otros desde una vida productiva y
ejemplar ante la sociedad, otros desde las actividades propias del hogar y la familia,
unos en un área y otros en otras, pero todos estamos llamados a reconocernos como
pertenecientes a Dios, y en consecuencia a responder dedicándonos consagradamente
a vivir para agradarle y obedecerle a Él por sobre todas las cosas.

Veamos a continuación dónde inicia y se cultiva esa consagración para Dios a la


que todos estamos llamados.

Encuentro que hay tres áreas fundamentales que encierran y definen


prácticamente todo nuestro vivir en Dios. Si cambiamos para bien en ellas toda nuestra
vida cambiará también para bien. Si permanecemos indiferentes y mediocremente
estancados en ellas, todo nuestro vivir, para nuestro pesar, igualmente lo estará. Estas
son…
1.- Nuestra relación con su Palabra y nuestra vida de oración.

“Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad”

(Juan 17:17)

Tenemos que replantearnos nuestra actitud y el tipo de relación que tenemos


con la Palabra escrita de Dios, y la relevancia y trascendencia de nuestra vida de
oración. Dicho sea de paso, nuestra realidad y calidad en la oración depende de
nuestra realidad y calidad de nuestro acercamiento a la palabra escrita de Dios. Nadie
puede orar más allá de la luz que obtiene en sus encuentros personales con la palabra
de Dios. Y el encuentro con la palabra de Dios siempre tendrá que ser por necesidad
un encuentro personal. Las verdades espirituales y eternas de la palabra de Dios no
son de apropiación colectiva, sino personal.

Si queremos conocer a Dios y su buena voluntad para con nosotros tendremos


que ir a su Palabra. Pero, ¿no es lo que siempre hacemos? dirá usted, en cierta forma
sí, pero hoy le estoy diciendo que tenemos que cambiar nuestra actitud y la forma y
manera como nos acercamos y miramos en el espejo de la Palabra de Dios. Tenemos
que dejar de acercarnos a la Biblia para buscar una palabra bonita que “nos guste”,
tenemos que aprender a acercarnos para recibir de ella todas sus palabras, las que
tranquilizan y las que inquietan, las que nos consuelan y las que nos amenazan, las que
nos parecen dulces y suaves más que miel, pero también las que nos parecen difíciles y
amargas como la hiel.

Si erramos en nuestro acercamiento a la Biblia, la palabra de Dios, jamás


llegaremos a conocer a Dios como Él desea que le conozcamos, y por consiguiente
jamás podremos vivir para Él como estamos llamados a hacerlo. De manera que
debemos darle la máxima importancia a este aspecto en nuestro acercamiento para
con Dios.

Los tiempos que vivimos son muy complicados en este aspecto porque hay
mucha gente hablando acerca de la Palabra de Dios y enseñando cosas que en verdad
la Biblia no enseña, al menos no como ellos las plantean y predican. Por eso es que hay
tantos disparates en las oraciones de muchos hijos de Dios: oraciones anti-bíblicas,
oración que no es oración, soberbia y vanagloria vestida de supuesta fe y palabras de
oración…nadie puede orar más allá de lo que entiende y conoce de la Palabra de Dios.
Si nuestro acercamiento y conocimiento de la palabra de Dios es errado también
nuestra oración lo será.

No podemos tomar únicamente los pasajes de la Biblia que nos gustan para
vivir la vida cristiana. Eso nos llevará a inventarnos un dios falso aunque en algunos
aspectos se parezca al Dios de la Biblia. No podemos creer en Dios a nuestro gusto y
manera. Absolutamente no. Y si lo hacemos lo hacemos a riesgo de ser hallados
culpables de idolatría y rebeldía. Idolatría por adorar a un Dios inventado a nuestro
gusto con retazos de las porciones bíblicas de nuestra escogencia, y rebeldía por haber
rechazado al verdadero Dios tal y como se manifiesta y revela en todas las páginas de
las Santas Escrituras. De manera que este asunto de nuestro acercamiento a la Palabra
de Dios es muy, pero muy importante.

Hagamos un voto en este día para disponer nuestra voluntad para dar inicio a
un acercamiento renovado a la Palabra de Dios. Si tenemos que comenzar de nuevo,
que así sea. Si tenemos que re-aprender lo básico y elemental que así sea.

Tengamos presente: el que podamos vivir consagradamente para Dios y


respondamos así a su buena voluntad para nuestras vidas, depende en primer lugar de
nuestro acercamiento a su Palabra.

Y en ese acercamiento debemos estar claros en que nuestro propósito es tener


comunión con Dios. Si nuestro acercamiento a la Biblia no nos lleva a conocer y
reconocer mejor a nuestro Padre Dios estamos fallando en algún punto. No es
información lo que buscamos obtener cuando nos acercamos a la palabra de Dios, lo
que buscamos es tener un encuentro personal con Aquel que inspiró esas santas
palabras.

Todo en ese santo Libro habla sobre Él, gira en torno a Él, nace, se desarrolla y
culmina en Él.

Las primeras palabras de la Biblia son “En el principio Dios…” (Génesis 1:1). Él y
sólo Él es el centro de la revelación bíblica. El testimonio, la revelación y manifestación,
de Jesucristo es el espíritu, la esencia y sustancia, de la profecía, es decir, del mensaje
bíblico (Apocalipsis 19:10).

Dios nos está hablando siempre a través de su Palabra. Pero debemos abrirla,
leerla y estudiarla para aprender a escuchar y discernir su voz.

Por otra parte tenemos que aprender a reconocer y relacionar a Dios con su
Palabra escrita, la Biblia. ¿Qué quiero decir con esto? Me parece que tenemos la
tendencia a separar a la persona de nuestro Dios de su Libro. Y debemos ser muy
cuidadosos en este sentido. Hay muy pocas cosas físicas que podemos vincular
directamente con la persona de Dios, y entre ellas, la más significativa e importante es
la Biblia.

¿Ya la hemos aprendido a amar? Si no hemos aprendido a amar la Palabra


escrita de Dios tampoco hemos aprendido a amar a Dios (vale el mismo razonamiento
de 1 Juan 4:20 y con mayor fuerza). Pero eso además fue lo que dijo el Señor Jesucristo
(Juan 14:23,24):

“El que me ama, mi Palabra guardará…el que no me ama, no guarda mis palabras…”
¿Ya hemos llegado al punto de estar dispuestos a obedecerla sin protestar?
Sólo así vendrá a significar lo que Dios quiere que signifique para nuestras vidas.

C. S. Lewis el célebre autor de las famosas Crónicas de Narnia, quien también


fuera un profundo cristiano amante de Dios y su Palabra, escribió: “Antes que la
palabra de Dios signifique algo de verdad dentro de mí, debe haber obediencia a la
Palabra. La verdad no se entregará a sí misma a un rebelde. La verdad no impartirá
vida a un hombre que no está dispuesto a obedecer a la luz”.

El Señor ha dispuesto honrar de tal manera su Palabra que ha dicho de ella que
no dejará de obrar aquello para lo cual Él la envía (Isaías 55:11):

“…así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que
yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”

Y su Palabra no es letra interesante pero muerta, sino que tiene vida y poder:

“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”

(Hebreos 4:12)

Dios nos ha venido hablando desde hace mucho tiempo, primero por aquellos
hombres que vivieron en el tiempo antiguo y sin cesar comunicaron el mensaje divino
(Jeremías 29:19); luego por el Señor Jesucristo quien es la encarnación misma de la
Palabra de Dios (Juan 1:1, 14; Hebreos 1:1-2), quien nos dijo “Las palabras que yo les
hablo son espíritu y son vida” (Juan 6:63).

El Señor ha dicho que su Palabra es como fuego, y como martillo que quebranta
la piedra (Jeremías 23:29). Expresiones que nos comunican con cristalina claridad el
poderoso efecto que obra la palabra de Dios en el pensamiento, la voluntad y el
carácter de los hombres. El fuego para la paja y todo aquello que tenemos en nosotros
que no es digno de Dios nuestro dueño y Señor. El martillo para demoler todas esas
estructuras, pensamientos, costumbres y esquemas de pensamiento, que son ajenos a
los principios del reino de Dios y que aún forman parte de nuestra vida y obran como
un estorbo para la obra que el Señor quiere ver realizada en nuestras vidas.

Hoy, primer domingo del año, estamos siendo llamados a una renovación en
nuestra consagración para con Dios. Esta consagración comienza en una renovación de
muestra actitud y acercamiento para con la Palabra escrita de nuestro Dios y Señor.
¿Responderemos al llamado? ¿Nos consagraremos más fielmente al Señor?

En enero de 2022.

Antonio Vicuña.
2.- Nuestra fidelidad en la comunión con la iglesia

3.- Nuestras relaciones con nuestros hermanos y semejantes (carácter y testimonio)

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