Está en la página 1de 4

Recuerdos Infinitos

Parte I
“Vuelvo al puerto de mi infancia
Lejanía profunda del recuerdo
Para anclar la nostalgia de los tiempos idos”

Christian Farías

Hoy me he sentado a escribir sobre el pueblo que albergó mis días, que vio
crecer mis esperanzas y mis añoranzas, el teatro de nuestra inocencia, de
nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos
ha formado. Para muchos de nosotros allí se encuentran los testigos de
nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia, los que nos han dado
alma por la educación, los sepulcros de nuestros padres y amigos.

Busco en mi memoria los recuerdos para hilarlos y poder construir una historia,
pero la nostalgia crece y me detengo, tengo temor a escribir y a errar en mis
apreciaciones y recuerdos; sin embargo, al hablar con mis amigos Néstor y su
esposa Iris, sobre la partida de su amado hijo Néstor Ferrer Villalobos, el
corazón se estremece, sacudo el miedo y me atrevo a expresar,
humildemente, este sentimiento que anida en mí y lo hago con mucho respeto
y orgullo, sobre todo al recordar algunos de los amigos y compañeros de
juegos, de aventuras, de parrandas y vivencias que se fueron prematuramente,
entre ellos Javier González, hermano del Conde, Carlos Montiel, hermano de
Noel, Elio Quintero, Marcos Velázquez “El Flaco”, mi sobrino Alex González
Márquez, Luisito Mayor, el popular Pradelio, Carlos González “El Socio”, Abilio
“Abilito hermano de Dirimo, Alberto “Lumumba” y Tello Valdelamar, Nerio
Martínez “Nerito”, Francisco Sulbaran “Tatico” como le decían sus hermanos y
mi apreciado y solidario camarada “Chapolo”. Muchos pétalos se han
derramado y quedan muchas estelas de flores por donde todos ellos se han
despedido.

Sí, les estoy hablando de Santa Cruz de Mara, un pueblo rural al norte de
Maracaibo, puerta de entrada del municipio Mara, ubicado a orillas del Lago de
Maracaibo, a unos cinco kilómetros de Salina Rica, lugar donde en el año 1822
se libró la batalla en la cual el realista Francisco Tomás Morales derrotó a las
fuerzas patriotas dirigidas por Lino de Clemente. Seguro estoy que los amigos
Rafael Espinoza “Pantera” y Ángel Mavares “Botunto”, podrán describir con
mayores argumentos la fecha de fundación y el desarrollo de este histórico
lugar.

Al llegar a Santa Cruz desde Maracaibo, lo primero que encontramos es una


inmensa cruz construida para celebrar las fiesta de la Cruz de Mayo y a unos
cien metros más adelante la hermosa iglesia en honor a nuestra patrona
mariana la Virgen María Auxiliadora, al frente de la iglesia se encuentra la
Plaza Ricaurte, lugar donde nos reuníamos a patinar y celebrar las fiestas
patronales, si tomabas a la derecha en la plaza te encontrabas primero con el
antiguo campo petrolero de la Shell, cuyas operaciones para esa época
estaban reducidas y abandonadas, el cual contaba con un muelle petrolero,
llamado por nosotros la “Tracalancha”, lugar que necesita de una historia
aparte. Este campo petrolero estaba conformado por dos urbanismos, uno
para los gringos y el otro para los obreros, con las diferencias que todos
conocemos. En el campo de los trabajadores había un club abandonado para
esa fecha y un campo de béisbol en muy malas condiciones, sin embargo, eso
no evitaba que en ocasiones echáramos nuestras caimaneras.

En la vía principal después de la iglesia estaba la Gran Cruzada, parada


obligatoria para todos los que iban a la playa, sobre todo los domingos, y sitio
de compras del pueblo. Había una serie de abastos, licorerías, almacenes,
carnicerías y una panadería y hasta dos bares con mesas de billar y dominó.

También había una zona denominada Fuego Vivo, con una gallera, que era el
camino para las playas La Trinidad y Las Palmeras y otra comunidad
denominada La Sibucara, por el nombre de la antigua carretera construida por
las empresas petroleras para llegar a los pozos de La Concepción y por donde
se encontraba instalado un viejo oleoducto.

Tenía que describir brevemente parte del pueblo, para poder hablarles del lugar
cuyas calles de niño y adolecente recorrí y corrí, espacio del que soñaba nunca
me iría, ese suelo nativo que con sus elementos ha formado mi ser y el de
muchos otros, las Vivienda Rurales, un pequeño urbanismo de 196 casas,
construido a principios de la década de 1960 por la Unidad de Malariología del
Ministerio de Sanidad y Asistencia Social de esa época. Las Vivienda como le
decíamos, fue construida en dos etapas, constaba de una calle principal y tres
calles paralelas, una al lado de la escuela y otras dos que formaban parte de la
segunda etapa; dos calles más que cerraban el perímetro del urbanismo y una
que pasaba frente al estadio y el cementerio que permitía salir a la vía que va
hacia El Mojan sin necesidad de regresar a la plaza.

Pero lo que quería expresar es el por qué yo y ustedes, amigos míos, amamos
a ese pueblo y las razones por lo cual anhelamos regresar a él y revivir tantos
momentos inolvidables. Algo nos llenó el alma, algo nos conmovió, nos
enamoró. Pregunto ¿Sería la brisa del lago que alejaba el calor ardiente del día
y permitía el descanso nocturno, o los aromas sutiles que embriagaron nuestra
conciencia, confundidas en las tormentas de arenas que en aquellos años
azotaban a Santa Cruz como tormentas del desiertos, o el sabor de la uvita de
playa, las arepitas de coco o el ponsigué que endulzaron nuestros corazones,
o el relámpago de luz de nuestro río Catatumbo que eventualmente se reflejaba
en el horizonte y que fijó en nuestros ojos la verdadera naturaleza de nuestro
pueblo, o las noches oscuras sin luna, solo con las estrellas del firmamento,
que como celestina encubría nuestros amoríos y envolvía la piel de los
amantes? ¿O fue el compartir desde niños, con todos los amigos, los
quehaceres, los estudios y los juegos, lo que realmente me hacen volver a la
gloria que fue mi pueblo? ¿O aquellas canciones que preparábamos para
acompañar al equipo infantil de béisbol los Criollos de Mara, que en coro de
voces de familiares y vecinos nos hacían sentir triunfadores, o fue la palabra
que se volvía mariposa en la voz de Yelitza Mayor cuando cantaba “Las manos
de mi madre, las manos que yo quiero…”, lo que me lleva a decir que amo a mi
pueblo? No lo sé, seguro, ustedes, amigos, tendrán muchos más razones para
amar esa tierra que nos vio crecer.

Hay otros argumentos más terrenales, más reales que nos estremecieron y
ponía nuestros corazones a latir, como queriendo salir del pecho. Esas razones
tenían nombres y apellidos, tenían alma, cuerpo y figura, eran nuestras
muchachas, “las chicas de mi barrio, con flores en el pelo y los pies
descalzos”, como las describía el cantante Zacarias Ferreira o como las
calificaba el cantante Enmanuel como “insoportablemente bellas e
inaguantablemente bellas, bellas”. Amigas solidarias, combativas,
exageradamente bellas, que con su silueta y su caminar sutil, delicado,
menudo y elegante enviaban códigos tácitos que percibimos cada uno de
nosotros y nos enamorábamos; si no pregúntenle a Manuel Silva, a Argenis
Hermoso, a David Belloso, a Helmo Palmar, a Ángel “Botunto” Mavares, a
Marcos Muñoz, a Néstor Ferrer, a Douglas Sulbaran y muchos otros amigos
que felizmente comparten su vida con las chicas de mi barrio.

De lo que sí estoy seguro y me atrevo a decir, que ustedes también comparten


conmigo, mis queridos amigos del pueblo, es que nuestro amor por el pueblo
es un reflejo inequívoco del amor y las atenciones que recibimos de nuestras
madres, de las madres de nuestros amigos, de las madres vecinas, de las
madres que nos cuidaban mientras las nuestras estaban trabajando, ocupadas
en sus quehaceres cotidianos. Fueron madres de otro tiempo, parecían hadas
milagrosas del trópico, su bondad fue leche infinita del tiempo y su cobijo un
tesoro abierto, como las describe el profesor Christian Farías; pero esa es otra
historia muy frágil y sensible que por espacio dejaré para otra
oportunidad.

Gabriel García Márquez, decía “La vida no es la que uno vivió, sino la que
uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Y la historia de mi
pueblo es la historia de una vida, la historia de todos nosotros.

Bismarck Cifuentes Briceño

También podría gustarte