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Mary, gracias por todo a lo largo de estos años

 
Cuando viajé por primera vez a Santa Cruz de Mara a conocer la casa que
había sido asignada a mamá a través de la Dirección de Malariología de la
Unidad Sanitaria de Maracaibo, empecé a ver el paisaje de una forma distinta a
como lo veía cuando íbamos a la playa, se me gravó el murmullo de las olas y
el aroma de la brisa del lago, me imaginaba correr sin peligro por la inmensidad
de la Salina Rica y pescar con mi hermano y amigos en los manglares. Ese
trayecto se hizo interminable lo que me permitió soñar con las nuevas
experiencias y aventuras propias de esa nueva vida que nos esperaba.

Lo que no pude soñar o presentir era cuántos amigos nuevos podía tener,
cuántas aventuras podía emprender, cuantas cosas podía descubrir, cuánta
solidaridad y lealtad podía encontrar, con cuántos amores podía compartir. No
podía adivinar cuáles de esos amigos terminarían siendo nuestros hermanos o
hermanas, cuáles se convertirían en seres imborrables en nuestra memoria.
 
Bastaron pocos años, quizás meses o semanas para ir identificando a cada
uno de esos hermanos y hermanas que hoy son parte indivisible de nuestra
vida.
 
Estas líneas están dedicadas a uno de esos seres maravillosos, a una amiga
eterna, a una de mis amadas hermanas,  a ti  “Mary”, como te hemos llamado
toda la vida. Todo debió comenzar con aquellas arepitas de carne que la Sra.
Aura vendía en las mañanas, que alimentaban el cuerpo y sustentaban el alma
porque siempre estaban acompañadas de sus bendiciones. Tuvimos la dicha
Mary de compartir la mano amorosa de tu mamá, que les correspondía a
ustedes.

Se vienen infinidad de recuerdos inolvidables, te veo a ti jugando de niña con


Hilda en la sala de tu casa, nosotros jugando pelota de trapo en la calle, a
sabiendas que tu papá se enojaría y no devolverías las pelotas que cayeran en
el patio, era para todos los muchachos de la cuadra un riesgo dulce que había
que tomar. Y luego ir por la noche a sentarse en la acera de tu casa a
conversar con ustedes, las Portillos, era un ritual de niños o adolescentes
intentando descubrir el amor.
En las noches de navidad, cuando comenzaba la época de patinar, el frente de
tu casa se convertía en un lugar de encuentro, siempre había un vaso agua
para para saciar la sed y unas palabras de aliento para los que nos
iniciábamos en el arte de patinar. Era el lugar perfecto para reparar y ajustar los
patines, para intercambiar cuentos y anécdotas, para conversar con las
muchachas y aprovechar para robarles a escondidas uno que otro beso a las
novias.

Fuiste la primera aficionada y admiradora de los Criollitos de Mara y del equipo


de béisbol de Santa Cruz de Mara, eras nuestra primera fanática, y aunque no
te dimos muchas satisfacciones siempre gritaste con pasión nuestros nombres.

Como joven rebelde y contestaría eras cabeza caliente como nosotros,


ondeaste nuestra bandera con fuerza y vigor exigiste siempre con firmeza que
se respetaran tus derechos como joven y ciudadana, tanto en el liceo, en la
comunidad o el trabajo.

Te atreviste y te exigiste físicamente para poder compartir conmigo y el Gocho


Mauricio el amor a la montaña. Como me gustaría que volvieras a recorrer con
nosotros los caminos de las montañas.

Recuerdo aquella noche que después de cumplir una excelente jornada


cultural universitaria en una escuela de la Isla de Toas, tuvimos que regresar
de emergencia en una lancha hasta Maracaibo, ya que nos habían informado
que el Sr. José, tu papá, se encontraba convaleciente de salud. Fueron dos
horas de viaje en lancha, más el recorrido desde el Puerto de Maracaibo hasta
Santa Cruz, con la preocupación y la zozobra de lo que en verdad estaba
sucediendo, solo la solidaridad y la confianza que unía al grupo permitió
mantener la calma y actuar con madures. Nunca te vi tan fuerte y tan centrada
para tomar decisiones.

En muchas oportunidades salíamos de vacaciones en patota, la Brasilia, los


volkswagens de Dirimo, Mauricio y Marquito y la camioneta roja de Danilo
Belloso, formaban parte de esa caravana de santacruceros o montunos como
nos decían que salían de su pueblo a conocer el mundo. Torondoy fue nuestro
lugar favorito, su clima y sus frías quebradas relajaban nuestras almas.
Siempre veo con nostalgia las fotos del viaje, a las Lomas de Cubiro y al
Parque Yurubí. Íbamos tú, Hilda y yo, luego se unió al grupo la Negra
Espinoza que estaba en Yaracuy. Recuerdo que unas de las ruedas de la
Brasilia se salió cuando regresábamos del río, pero gracias a Dios sin ninguna
consecuencia que lamentar. Recogimos el caucho, lo montamos y brindamos
con unas cervezas para pasar el susto.

A veces pienso que imagino estas historias y que le agrego anécdotas y


cuentos para que nuestros hijos y nietos disfruten al oírlas, pero no, son
historias verdaderas que por falta de memoria se quedan cortas.

Cuántas vivencias juntas Mary, cuántas conversaciones compartidas, cuántas


tareas realizadas, cuánto  disfrutar y reírnos, cuántas fiestas y parrandas hasta
el amanecer.  Cuántos sustos y sobresaltos, cuántas veces nuestras manos se
juntaron para secar  lágrimas y aligerar el peso de la tristeza.

Fuiste creciendo y creciendo Mary, y te convertiste en mujer, y te hiciste madre


y te admiramos por tu valentía, por tu capacidad de lucha y tu coraje para
construir una vida con tus hijos y tus nietos. Hoy somos compadres, tíos y
abuelos.

Ya con los hijos, una navidad nos pusimos de acuerdo y coincidimos todos en
Mérida, tú con tus muchachas, Hilda y Catire con sus hijos, mamá, Wilmer y
Yoli con su muchacha, Celi y su hija y yo con Nereyda y Martha, y salimos en
caravana a repartir juguetes al páramo, fue una experiencia maravillosa que
nos alegró el alma al sentir la emoción de los niños y hasta de los adultos por
los regalos recibidos.

La penúltima aventura la protagonizamos el año pasado, a finales de octubre,


coincidimos en Mérida, tú, Nereyda y yo, en medio de la pandemia y sin
posibilidad de trasladarnos hasta Maracaibo, pero por milagro de Dios
encontramos un amigo que nos dio la cola y ligando gasolina en las estaciones
de servicio de la carretera Panamericana finalmente y felizmente llegamos a
Maracaibo.
 
El amor es tu sagrada energía, lo que te distingue por sobre todas las cosas.
Los que te conocemos y amamos hemos tenido la dicha de que hayas
compartido con nosotros esa energía.
 
Mary, en cualquier momento volveremos a vernos para darnos ese abrazo que
está pendiente en tu cumpleaños y que hoy, por diferentes razones, se nos
hace lejano,  mi amada hermana, pero seguro ese momento llegará, para
decirte también, nuevamente, que estás entre nuestros afectos más cercanos y
que siempre ocuparás un lugar en nuestros corazones.

Feliz cumpleaños amada hermana y amiga.


 
Mamá, Hilda, Wilmer y Bismarck 

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