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Diccionario de Ciencia
Política. México: Siglo XXI, 1985. pp. 1252-1257.
En lo que se refiere a las condiciones que hay que observar en la comparación, el problema
fundamental es el de las prevenciones tendientes a minimizar, en lo posible, los peligros de
comparar fenómenos no comparables entre sí (Urbani, 1972). En efecto, si la principal finalidad de
la comparación es el control de alguna generalización empírica (del tipo: "si la cultura política del
país x se fragmenta cada vez más, entonces es probable que en ese sistema la agregación de los
intereses de los ciudadanos se hará cada vez más precaria”), es necesario estar atentos para que
los hechos adoptados para comprobar la bondad de una determinada aseveración sean
verdaderamente “causas” asimilables de “efectos” asimilables. Sobre cómo proceder en esta
dirección, el debate continúa en la actualidad muy abierto. No obstante esto, existe una amplia
concordancia de puntos de vista sobre por lo menos cuatro procedimientos, uno complementario
y tributario del otro. Un primer procedimiento, de alguna manera propedéutico, está
representado por la clasificación.. Clasificar quiere decir, en la práctica, poner orden en una
realidad multiforme; fijar los criterios de acuerdo a los cuales distinguir entre fenómenos sólo
aparentemente similares o en el interior de fenómenos que presentan atributos tan enredados
que pueden generar peligrosas confusiones. Piénsese en el caso de dos sistemas políticos
caracterizados por una alta estabilidad, considerada el producto de un determinado subsistema
partidario (por ejemplo: bipartidismo). Clasificar quiere decir, antes que nada, eliminar las
confusiones originadas por conceptos como "estabilidad del régimen político” y "bipartidismo”. Es
decir, verificar cuáles son los atributos que definen la estabilidad en un país y cuáles en el otro, y
cuáles son las características del bipartidismo en un país y cuáles en el otro. El segundo
procedimiento consiste en utilizar conceptos que sean contemporáneamente “capaces de viajar” y
buenos “recolectores de hechos". Capaces de viajar en cuanto susceptibles de definir instituciones
y comportamientos políticos pertenecientes a países con regímenes diferentes entre sí;
recolectores de hechos, en cuanto definidos mediante atributos susceptibles de observación
empírica. Encontrar un buen equilibrio entre estas dos exigencias no es ciertamente --- fácil. Los
peligros son por lo menos dos. De un lado, el de llegar a conceptos válidos para un número tan
alto de casos que resulten, en la práctica, incapaces de cualquier especificación significativa. Del
otro lado, el peligro es el de utilizar conceptos que definen un determinado fenómeno político de
manera tan especificada (individualmente e individualizante) que resulten inutilizables para
establecer cualquier comparación entre país y país. Con relación al primer punto se deben evitar
abstracciones que no se puedan verificar en los hechos; en cuanto al segundo punto no debemos
trabajar con definiciones que denotan un solo e irrepetible fenómeno. En conclusión,
“generalidad” y "relevancia empírica” son las dos condiciones que hay que satisfacer. Podemos
extender una en perjuicio de la otra (es decir, tener conceptos definidos de un número tan bajo de
atributos que puedan referirse al mayor número posible de comunidades políticas, o conceptos
tan específicos que resulten, en la práctica, aplicables a no más de dos fenómenos); esto
dependerá, obviamente, del tipo de comparación. Pero, en todo caso, es importante que la
observancia de cualquiera de las dos condiciones no impida el respeto de la otra.
Un tercer procedimiento consiste en ver en qué modo los respectivos "contextos políticos” de los
países examinados inciden sobre el fenómeno que es objeto de la comparación. Es decir que se
hace necesario ver si, y en qué medida, es legítimo considerar las diferencias políticas ambientales
como irrelevantes respecto del acontecimiento que estamos estudiando. En este caso el modo
más simple es el de limitar los casos examinados a los países que, por cultura política, por su
historia, por niveles de desarrollo económico, parecen más similares. Lamentablemente esta
solución reduce en forma considerable el número de casos que sé pueden estudiar, y expone al
riesgo de considerar irrelevante lo que en un contexto diferente podría no serlo. El problema
radica, entonces, en disminuir este riesgo tomando en consideración las relaciones que median en
cada contexto entre el sistema total y el fenómeno considerado. Cosa que en general hacen
posibles aquellas teorías "de conjunto” que son las teorías sobre elsistema político (v.). Las cuales,
dicho brevemente, permiten la observación de los distintos contextos de los distintos países, a
través de una misma óptica y a través de un marco de referencia común. Desde este punto de
vista las teorías sobre el sistema político representan un instrumento de gran importancia para la
indagación comparada, ya que las posibilidades de arrojar un poco de luz sobre la oscuridad de los
ceteris paribus depende en gran parte del grado de profundización de esas teorías. Un cuarto
procedimiento, que aquí sólo señalamos, está representado por el uso "racional” (productivo) de
las distintas técnicas de investigación (Przeworski y Teune, 1970). Aquí el problema es
esencialmente el de hacer ahorrar tiempo y trabajo al investigador, recurriendo en lo posible a los
procedimientos de recolección de datos que por su misma naturaleza son más capaces de ofrecer
datos en alguna medida comparables (por ejemplo, procedimientos dirigidos a establecer
correlaciones trasnacionales).
BIBLIOGRAFÍA.
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