Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CAPÍTULO X
LOS DISTINTOS MOMENTOS EN LA EJECUCIÓN DEL DELITO, TEORÍA DEL “ITER
CRIMINIS”
1. El tipo de la tentativa y el delito frustrado
a. Generalidades
i. Concepto de tentativa y delito frustrado
*Hay, en efecto, tentativa cuando el culpable da principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos
directos, pero faltan uno o más para su complemento (art. 72, inc. tercero C.P); lo cual equivale a decir que la
tentativa se configura cuando el sujeto ha iniciado la realización de la acción típica, pero no ha llegado a
completarla. Del otro lado, hay crimen o simple delito frustrado cuando el delincuente pone de su parte todo lo
necesario para que el crimen o simple delito se consume y esto no se verifica por causas independientes de su
voluntad (art. 7o, inc. segundo C.R); lo cual, a su vez, significa que el delito frustrado existe cuando el autor ha
ejecutado toda la acción típica, sin conseguir, a pesar de ello, la producción del resultado. Conforme al inc.
primero del art. 7° del C.P., son punibles tanto la tentativa de un crimen o simple delito como el crimen o
simple delito frustra do. Por el contrario, las faltas sólo se castigan si han sido consumadas (art. 9o C.P).
ii. Las tipos subordinados de tentativa y delito frustrado
*Por ende, así la tentativa como el delito frustrado constituyen, por lo general, casos de ausencia de tipicidad.
*La diferencia entre el tipo autónomo de consumación y los tipos subordinados de tentativa y frustración
estriba, por lo que se refiere a su estructura, en que mientras aquél posee un contenido propio, a cuya realización
se conecta directamente una pena, éstos se hallan construidos como esquemas vacuos, que sólo adquieren
significado al ser puestos en relación con uno de los distintos tipos de consumación. Los verbos rectores de los
tipos subordinados -principiar a ejecutar y ejecutar todo lo necesario, etc.- carecen de contenido fáctico; para
llenarlos es indispensable conectarlos con un tipo de consumación.
No se debe, con todo, atribuir a esta construcción consecuencias exageradas. Constituye, únicamente, un
recurso de técnica legislativa. De hecho, hay numerosos casos en los cuales la ley erige a la conducta sólo
intentada en figura principal autónoma, como ocurre, por ejemplo, en los arts. 106 inc. primero, 108, 117, 123,
126 y 241 del C.P, por no citar sino algunos de los más evidentes. Eso demuestra que la tentativa no es una
construcción excepcional destinada a castigar hechos que usualmente no debieran serlo, sino un arbitrio de que
echa mano el derecho para diferenciar la punibilidad de la acción atendiendo a la mayor o menor intensidad y
significación del disvalor de resultado.
b. Estructura del tipo de tentativa
El tipo de la tentativa, como ya se ha dicho, tiene por objeto aprehender aquellas situaciones en que el sujeto,
con el propósito de consumar, inicia la ejecución de la acción típica, pero no consigue concluirla. La conducta
correspondiente es descrita por el inc. tercero del art. 7 o del C.P. mediante la expresión dar principio a la
ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, la cual corresponde a una formulación más o menos
clásica y suscita problemas tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo.
i. La faz objetiva del tipo de tentativa
En relación con este aspecto, la cuestión fundamental radica en determinar cuándo ha comenzado la ejecución
del hecho punible respectivo y cuándo, por la inversa, los actos ejecutados deben sindicarse sólo como
preparatorios.
La exposición debe distinguir, en primer lugar, entre teorías objetivas y subjetivas. Las primeras, a su vez, se
dividen en teorías objetivas propias e impropias, y las segundas en teorías subjetivas extremas y limitadas. Al
grupo de las teorías objetivas propias pertenecen la formal, la mixta y, en cierto modo, la escéptica; al de las
impropias, la teoría pragmática, las de la causalidad y las materiales.
1. T. objetivas en general
Por lo tanto, el acto contemplado en sí mismo, y como acontecimiento externo, debe dar cuenta de que
pertenece al proceso ejecutivo descrito por el tipo. La cuestión se reduce, entonces, a precisar las características
que revelan esta participación del hecho en el esquema rector.
* En otras palabras, para estas concepciones hay actos que se pueden considerar ejecutivos, aunque todavía no
realizan parte alguna del hecho descrito por el tipo de consumación respectivo. En atención a esta circunstancia,
he practicado la distinción entre teorías objetivas propias a impropias. Las primeras son aquellas para las que
sólo es ejecutivo el acto típico; las segundas, en cambio, admiten que algunos actos se consideren ejecutivos,
aunque no pertenezcan, todavía, al proceso descrito por el esquema rector del delito consumado
correspondiente.
2. T. Objetivas propias
a. Teoría formal de Beling
BELING es el primero en puntualizar que el principio de ejecución a que alude la ley alemana -como la chilena-
"lo es de la acción típica". 19 Por el contrario, el acto que, no obstante encontrarse subjetivamente dirigido a la
consumación de un deli to, aún no realiza la acción descrita por el tipo, es solamente preparatorio y, por ende,
irrelevante. Por lo mismo, la cuestión del principio de ejecución debe ser resuelta separadamente para cada tipo
delictivo.
b. Teorías mixtas
Las teorías mixtas aceptan como punto de partida que el acto es ejecutivo si realiza una parte del hecho descrito
por el tipo. Pero difieren de la concepción formal porque para determinar los límites y contenido de ese hecho
no sólo acuden a su descripción, sino, además, a complementos materiales.
c. Teorías escépticas
De acuerdo con la opinión de las teorías escépticas, se acepta también, en principio, que sólo son ejecutivos los
actos que integran la conducta descrita por el tipo. Pero como estiman imposible encontrar una fórmula que
sirva para trazar el deslinde en todos los casos, prefieren entregar al juez la facultad de hacerlo, frente a cada
situación concreta, de una manera discrecional.
3. Teorías objetivas impropias
a. Teoría pragmática de CARRARA
Entre los esfuerzos por obtener una fórmula de distinción objetiva sin referirla a la estructura de tipo, destaca,
en primer lugar, la teoría pragmática, enunciada por CARRARA en su programa36 y abandonada más tarde por
ese autor.37 De acuerdo con ella, son preparatorios los actos equívocos, esto es, aquellos que, considerados
objetivamente, pueden estar enderezados lo mismo a la consumación del resultado típico que a una
consecuencia jurídicamente indiferente; a su vez, son ejecutivos los unívocos, es decir, los que sólo pueden
entenderse dirigidos a la perpetración del delito.38 De este modo, el acto de comprar un arma es preparatorio,
porque puede estar orientado lo mismo a cometer un homicidio que a practicar la caza o a procurarse defensa
en caso de un ataque. En cambio, el de apuñalar a la víctima es, sin duda, unívoco.
Los actos equívocos pueden serlo de manera absoluta o relativa.
*En efecto, si se entiende que es unívoco aquel acto que no puede entenderse sino como una parte del proceso
encaminado a la consumación de un delito cualquiera, se hallarán apenas unos cuantos para cada caso y ellos
son, precisamente, los que en la práctica no suscitan dudas, porque están situados muy próximos a la etapa final
del iter criminis.
Conforme con el modelo español, la ley chilena considera que "hay tentativa cuando el culpable ha dado
principio a la ejecución del crimen o simple delito". En consecuencia, no la satisface cualquier acto que se
inserte inequívocamente en el proceso ejecutivo, sino sólo aquellos que comienzan la realización del hecho
típico ("del crimen o simple delito"). Por lo tanto, la teoría de CARRARA no haya apoyo en el art. 7° del C.P.,
pues éste limita en forma más estricta que ella el campo de la tentativa punible.
b. Teorías de la causalidad
Las teorías de la causalidad, como la pragmática, se desentienden de los límites formales impuestos por el tipo
de consumación e intentan trazar, para el de tentativa, una frontera autónoma. La nota distintiva entre los actos
preparatorios y ejecutivos debería encontrarse en la capacidad causal de la conducta desplegada por el autor.
Pero, aparte de que la determinación de tal capacidad es casi imposible, esta solución tiende a confundir por
completo los problemas relativos a la ejecutividad con los atingentes a la idoneidad de la acción realizada.
c. Teorías materiales
Un grupo importante de autores -entre ellos el propio CARRARA en la segunda formulación de su punto de
vista- procura resolver el problema en base a puros criterios materiales, tales como la puesta en peligro del bien
jurídico de protección, el principio de la lesión del objeto jurídico o, sencillamente, la idoneidad del acto.
4. Teoría subjetiva externa
Lo que aquí se denomina teoría subjetiva extrema corresponde al pensamiento de un grupo de autores para
quienes el deslinde entre actos preparatorios y principio de ejecución no sólo es prácticamente imposible, sino,
además, jurídicamente incorrecto. Estiman, en efecto, que el injusto se agota en cualquier exteriorización de
una voluntad mala que se orienta a la ejecución de una acción reprobada por el derecho o a la obtención de un
resultado jurídicamente lesivo. Todo acto, tanto aquellos que suelen denominarse preparatorios como los que
habitualmente se califican de ejecutivos, expresan ese propósito disvalioso; por ende, cualquiera de ellos basta
para determinar la punibilidad a título de tentativa.
*Por otra parte, se trata de una concepción que, entre nosotros al menos, sólo tiene valor de lege ferenda, pues
el art. 7°, inc. final del C.P, exige perentoria mente un principio de ejecución para la configuración de la
tentativa. Del mismo modo, el art. 8o del C.P., al consagrar la regla de que ciertos actos preparatorios
(proposición y conspiración) sólo son- punibles por excepción, reafirma la exigencia de hacer la distinción.
5. Teoría subjetiva limitada
Es un mérito de esta concepción advertir que los tipos penales no describen meras causaciones de resultados,
sino procesos con un sentido determinado por la finalidad del que los dirige, esto es, acciones. Ahora bien, las
"causaciones de resultados" son instantáneas y, además, cuando se refieren a la misma consecuencia, idénticas
ente sí; toda muerte de un hombre ocurre en un momento, y cada una de ellas es igual a cualquier otra de
naturaleza semejante. En cambio, las acciones son multiformes y, por esta razón, pueden prolongarse más o
menos, según se exterioricen de esta o aquella manera.
*A fin de aplicar correctamente la teoría subjetiva limitada, es necesario precisar la función que se atribuye a la
voluntad del sujeto en esta operación. Para determinar si la conducta desplegada constituye un "principio de
ejecución del crimen o simple delito", el juez necesita saber si el sujeto se proponía cometer una acción punible,
cuál y en qué forma. Pero esto no es suficiente. La comprobación de estos hechos sólo le proporciona el objeto
sobre el que debe recaer la investigación. Por lo tanto, aunque esté acreditado sin lugar a dudas que el autor
había resuelto consumar un cierto delito con unas ciertas modalidades, todavía no puede imputársele una
tentativa. Para esto es menester determinar si con su conducta ha iniciado o no, objetivamente, la forma de
ejecución de la acción descrita por el tipo del delito consumado que corresponde al modo de realización
planeado por él.
*En suma, la referencia al "plan del autor" sirve para precisar las características específicas del tipo con que, en
el caso concreto, debe compararse la acción ejecuta da por el autor. Pero la determinación de los límites de
aquélla, y el problema relativo a si ésta los ha traspuesto, sólo se decide en una segunda etapa y con arreglo a
criterios objetivos.
6. Actos preparatorios y otras conductas preliminares sancionadas
expresamente. Proposición y conspiración.
En algunos casos la ley castiga expresamente conductas que no realizan parte alguna del tipo del delito
consumado, adelantando de esta manera la protección penal del bien jurídico contra determinadas formas de
atentado.
Desde el punto de vista técnico se puede acudir a diferentes procedimientos para consagrar la sanción de este
tipo de conductas. En primer lugar, es posible valerse de una extensión expresa y directa del tipo y establecer
una pena para el que “prepara" su ejecución. En otros casos puede elevarse a la categoría de delito sui géneris a
ciertas conductas más o menos específicas que preceden a la ejecución.
Por último, hay situaciones en las que esas acciones son sancionadas como formas anticipadas de participación
criminal.
*En cambio, la tipificación de actos que preceden a la ejecución como delitos sui géneris es relativamente
frecuente y, por lo que se refiere a la función de garantía, más satisfactoria. Casos de esa índole se hallan, por
ejemplo, en los arts. 124,181, 187, 296, 404 y 445 del C.P.
Por lo que se refiere a la sanción de actos previos a la ejecución del hecho típico mediante una ampliación de las
formas de concurrencia criminal, los casos más destacados son la proposición y conspiración para delinquir, a
que se refiere el art. 82 del C.P
*Tanto la proposición como la conspiración requieren, además de la resolución interior, una manifestación
externa.59 En la primera, el sujeto solicita a otra u otras personas que participen, conjuntamente con él, en la
realización del hecho típico que está resuelto a ejecutar. La conducta es punible, aunque los terceros no acepten
la invitación; si, en cambio, la acogen explícitamente, se produce un acuerdo que transforma la proposición en
conspiración. Esta última, en efecto, "existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución del
crimen o simple delito".
*aquí se considera que proposición y conspiración son sencillamente actos preparatorios.
ii. La faz subjetiva del tipo de tentativa
Desde el punto de vista subjetivo, el tipo de la tentativa no ofrece grandes dificultades. En términos más o
menos generales, hay acuerdo sobre los siguientes puntos:
a) No existe un dolo de tentativa. El dolo es común a la tentativa y a la consumación. Sólo quien quería
consumar incurre en tentativa punible. El propósito de ejecutar nada más que una parte de la acción
típica no es suficiente para fundamentar el castigo, al menos a ese título.
b) Suele discutirse la cuestión relativa a si puede concebirse una tentativa cometida sólo con dolo eventual.
La opinión dominante se pronuncia en forma afirmativa. Sin embargo, hoy creo que este punto de vista
es equivocado.
* Por otra parte, la ley en vigor excluye, en mi opinión, la posibilidad de una tentativa cometida con dolo
eventual, pues el art. 7o, inc. tercero del C.P, exige que se haya dado principio a la ejecución mediante
hechos directos. Esto significa, en efecto, que los actos realizados deben estar orientados a la
consumación del delito; y ésta es una característica que sólo puede otorgarles la concurrencia del dolo
directo.
c) En la tentativa deben darse también los demás elementos subjetivos del tipo distintos del dolo
(elementos subjetivos del injusto), cuando son exigidos por la correspondiente figura de consumación.
d) La tentativa culposa (cuasidelito tentado) es inimaginable. Parece, en efecto, inconcebible que se haya
intentado algo no querido sino tan sólo previsto o, menos aún, apenas previsible.
e) Por lo mismo que una tentativa culposa es inconcebible, en principio lo es también la de un delito
preterintencional y, asimismo, la de un delito calificado por el resultado.
c. Estructura del tipo del delito frustrado
El tipo de delito frustrado se realiza cuando el sujeto ha ejecutado toda la acción típica y no causa, sin embargo,
el resultado típico, por motivos ajenos a su voluntad.
i. La faz objetiva del tipo frustrado
a) El tipo de delito frustrado se realiza cuando el sujeto ha ejecutado toda la acción típica y no causa, sin
embargo, el resultado típico, por motivos ajenos a su voluntad.
a. Un punto de vista considera que el sujeto ha realizado toda la acción típica cuando objetivamente
ha ejecutado la totalidad de los actos pertenecientes a la descripción respectiva.
b. La solución debe hallarse con arreglo a un criterio subjetivo. El sujeto ha ejecutado toda la
acción cuando, desde el punto de vista de su representación, con el conocimiento de que dispone
en el momento de obrar, ésta se encuentra concluida.
Contra esta afirmación se invoca el texto del art. 7, inc. segundo del C.P., en donde se exige, para
la configuración de un delito frustrado, que el sujeto haya hecho todo lo necesario a fin de que el
crimen o simple delito se consume. De allí se deduce que la ley reclama una interpretación
acorde con la teoría objetiva. Pero esto me parece infundado, pues el art. 71, inc. segundo, no
dice cómo se ha de juzgar si el autor hizo o no todo lo necesario para que el delito se consumara.
Presuponer que el legislador ha querido dar a ese giro el sentido de todo lo objetivamente
necesario, es considerar acreditado lo que se trata de probar.
b) Puesto que el delito frustrado exige la ejecución de toda la acción típica, la figura sólo puede concebirse
respecto de un tipo de resultado. En los tipos de mera acción, la ejecución total de la conducta típica se
confunde con la consumación. Por el contrario, es incorrecta la afirmación, nada infrecuente, de que los
tipos de mera acción no admiten tampoco tentativa. Si la estructura de la acción es compleja, nada obsta
para que su ejecución progresiva pueda verse interrumpida.
ii. La faz subjetiva del delito frustrado
La frustración no presenta problemas especiales en relación con su elemento subjetivo y, por consiguiente, es
válido para ella todo cuanto se ha dicho a ese respecto sobre el de la tentativa.
d. El tipo de consumación y el delito agotado
Aquí no se harán comentarios más detenidos sobre el tipo de consumación, porque a él se encuentra referida
toda la teoría general del delito y, por ende, le es aplicable cuanto se ha dicho a ese propósito. El delito está
consumado, precisamente, cuando se ha realizado todo el hecho típico.
*El delito agotado cobra importancia en algunas hipótesis de participación criminal y concurso de delitos, así
como en materia civil, al transformar la obligación de restituir en la de indemnizar. Las excepciones se
relacionan con los delitos de resultado cortado, en los cuales, como se ha explicado, 88 la ley anticipa la
consumación, situando los límites del tipo antes de que se produzca la lesión causal del bien jurídico. En tales
casos, quien interviene con posterioridad a la consumación, pero antes del agotamiento y para hacerlo posible,
es, en rigor, un cómplice y no un encubridor. De la misma manera, si entre la consumación y el agotamiento,
con el fin de alcanzar este último, se comete un segundo delito, éste entra en concurso ideal, no real, con el
primero. Mientras la segunda de estas conclusiones debe considerarse plenamente válida con arreglo a la ley en
vigor, la primera sólo puede aceptarse desde un punto de vista teórico, porque obsta a su practicabilidad la
redacción del art. 16 del C.P., de conformidad con la cual sólo puede tratarse como cómplices a quienes
intervienen cooperando en "la ejecución del hecho por actos anteriores o simultáneos'".
e. Las causas especiales de exclusión de la tipicidad en el iter criminis. El desistimiento de la
tentativa y el delito frustrado, la atipicidad de la tentativa de falta
i. Fundamento y naturaleza de la institución del desistimiento
El que emprende la ejecución de un delito puede fracasar en su intento o abstenerse de proseguirlo. Este
enunciado destaca la diferencia entre ambas situaciones. También para el lenguaje cotidiano son diversas. El
hombre de la calle dirá que "no poder terminar" es distinto de "no querer hacerlo". Recogiendo esa convicción
popular, el derecho construye la distinción entre tentativa punible y desistimiento de la tentativa y el delito
frustrado.
Conforme al art. 7, inc. segundo del C.P., el delito frustrado sólo es punible si el delincuente ha puesto de su
parte todo lo necesario para que el crimen o simple delito se consume y esto no se verifica por causas
independientes de su voluntad. De donde se deduce, a contrario sensu, que, si la consumación no se verifica
por una causa dependiente de la voluntad del autor, la acción ejecutada no ha de ser castigada. Y si esto es así
en los casos de frustración, con mayor razón ha de afirmarse para la tentativa en la que el culpable se detiene de
propia iniciativa cuando ni siquiera ha ejecutado todos los actos necesarios para la complementación de la
conducta típica.
*Aquí sólo se destacan, fuera del propio, los puntos de vista con más significación en la práctica.
aa) El punto de vista dominante entre nosotros, y en una parte importante de la literatura europea hace algunas
décadas, procede de FEUERBACH. De acuerdo con él, el desistimiento es una excusa legal absolutoria que
obedece, por lo tanto, a razones de política criminal.
bb) WELZEL -y con él, parcialmente, la literatura alemana reciente- estima que el "verdadero sentido del
privilegio al que desiste reside en la insignificancia de su culpabilidad que se muestra con el desistimiento".
cc) Con arreglo a mi actual opinión, el desistimiento de la tentativa y el delito frustrado constituyen causales de
atipicidad por insuficiencia del elemento subjetivo, esto es, del dolo.
*Para que exista una tentativa punible es preciso que la voluntad de consumar permanezca presente hasta el
momento en que la acción se interrumpe o el resultado se frustra.
ii. El desistimiento de la tentativa
Desiste de la tentativa el que abandona voluntariamente la ejecución todavía incompleta de la acción típica.
aa). Desde el punto de vista objetivo, el desistimiento de la tentativa exige el abandono de la acción típica que el
autor, de acuerdo con su plan, ya inició, pero aún no se encuentra concluida con arreglo a su representación.
Abandonar, en este sentido, significa simplemente abstenerse de proseguir ejecutando. Pero esto, que es válido
por completo cuando se trata de la tentativa cometida por un solo sujeto, presenta alguna variante si en la
ejecución del hecho intervienen varias personas.
bb) Desde el punto de vista subjetivo, el desistimiento de la tentativa requiere la voluntad de abandonar la
ejecución del hecho típico. Con ello se cumple el requisito más característico de la institución, pues es la
voluntariedad de la interrupción lo que diferencia la tentativa punible de la desistida. Por otra parte, es la
"voluntad de abandonar" la que al exteriorizarse "corta" la "voluntad de realización", impidiendo el
perfeccionamiento del dolo y, por consiguiente, la tipicidad de la conducta: mientras en la tentativa auténtica
(tentativa típica punible) sólo se interrumpe la realización objetiva del tipo, al paso que su elemento subjetivo
persiste en calidad de pura tendencia,
en el hecho desistido no se perfecciona la faz subjetiva ni la objetiva del tipo. A causa de lo expuesto, la
voluntariedad exigida para el desistimiento implica tan sólo que el agente se abstiene de proseguir ejecutando
aun cuando considera posible la consumación de acuerdo con su representación. 110 Por consiguiente, la
voluntad de desistir es independiente de los motivos y no se requiere que descanse en consideraciones éticas.
*La posibilidad de consumar se decide desde el punto de vista del sujeto, con arreglo a su representación. Esto
es lógico. El obra voluntariamente si cree que puede tener éxito y, sin embargo, desiste.
cc) El desistimiento determina la impunidad por la tentativa. No obstante, si los actos que el agente alcanzó a
realizar configuran de por sí un hecho punible, se los castigará a ese título.
iii. El desistimiento del delito frustrado
Desiste del delito frustrado el que, habiendo ejecutado toda la conducta típica, actúa voluntariamente y de
manera eficaz evitando la producción del resultado.
aa). En tanto que, objetivamente, el desistimiento de la tentativa aparece como una abstención, el del delito
frustrado exige una conducta positiva y eficaz. Con una imagen acertada se ha expuesto la diferencia afirmando
que mientras al que desiste de la tentativa le basta con "frenar", el que lo hace del delito frustrado debe "echar
marcha atrás". Y esto es así porque el desistimiento del delito frustrado presupone que el sujeto ha realizado ya
toda la acción típica; de suerte que para la consumación sólo resta la producción del resultado y el autor debe
proveer a evitar ese evento operando activamente sobre el curso causal a objeto de interrumpirlo. La cuestión
de cuándo ha terminado la ejecución de la acción típica se decide, como se explicó, atendiendo a la
representación del agente sobre el particular.
*El que desiste del delito frustrado puede obrar por sí mismo o provocando la intervención de terceros.
* Lo importante es que la actividad del tercero haya sido determinada por el autor mediante su obrar.
bb) Subjetivamente, el desistimiento del delito frustrado, como el de la tentativa, tiene que ser voluntario. Lo
que se ha expresado ya sobre este particular es válido también aquí.
cc) Lo mismo que en el caso del desistimiento de la tentativa, el del delito frustrado excluye la punibilidad por
este último, pero no por la tentativa calificada.
iv. El desistimiento de la proposición y conspiración para delinquir
El art. 82, inc. final del C.P., regula, de manera desafortunada, el desistimiento para los casos en que
proposición y conspiración son punibles. Con rigor inútil, la ley exige en estas hipótesis que la interrupción se
produzca antes de iniciada la ejecución del delito o el procedimiento judicial contra el culpable y reclama de
éste, además, una delación.
v. Las situaciones de desistimiento tardío especialmente legisladas
Situaciones de esta índole pueden encontrarse en los arts. 129, 456 y 295 del C.P Su tratamiento pormenorizado
pertenece al sistema de los delitos respectivos.
vi. La atipicidad de la tentativa de falta
Aparte de lo expuesto en los párrafos precedentes, la atipicidad de la tentativa y el delito frustrado se rige por
las reglas generales. Aquí sólo resta insistir en que, de conformidad con lo preceptuado por el art. 9 del C.P.,
"las faltas sólo se castigan cuando han sido consumadas". Esto significa que, aunque en un buen número de
casos la tentativa de falta es concebible, siempre deberá permanecer impune por inexistencia del
correspondiente tipo subordinado que la aprehenda.
2. La antijuridicidad de la tentativa y el delito frustrado
a. Relaciones entre la antijuridicidad en general y la de la tentativa y delito frustrado en
particular
i. La concepción objetiva
Para el punto de vista objetivo, la esencia del delito radica en la acusación de un daño a los bienes jurídicos de
protección y, por eso, sólo acepta la punibilidad de la tentativa, en cuanto ésta crea efectivamente un peligro
serio de que semejante lesión se materialice.
ii. Concepción subjetiva
Las opiniones subjetivas más extremas ponen todo el acento en el disvalor de la acción. Lo antijurídico es la
voluntad rebelde expresada en la ejecución total o parcial del acto. Así, la tentativa aparece como la figura
delictiva básica, de la cual el delito frustrado y la consumación no son sino formas especiales. "Punible es el
querer, no la ejecución; de este modo, lo punible primariamente es la tentativa, no la consumación. Esta última
más bien sólo es punible como una forma especial de la tentativa, esto es, porque tanto aquélla como ésta
suponen una voluntad delictiva".
iii. La solución propia
Tal como ya se ha explicado, la solución correcta supone tener en cuenta, en primer lugar, el disvalor de la
acción, pero sin perder de vista la significación que atribuyen al del resultado, para ciertos casos, las
concepciones socioculturales imperantes. Así la antijuridicidad, en su forma más plena, implica tanto el disvalor
de acción como el de resultado. Pero ésta sólo se presenta en los delitos consumados de lesión, respecto de los
cuales la ley ha tomado en cuenta ambos factores para la evaluación del hecho y la atribución de la sanción. Por
el contrario, en los delitos de pura actividad y en la tentativa de los de resultado, prevalece la consideración del
disvalor de acción, y el de resultado es tomado en cuenta únicamente como un límite extremo, para el descarte
de la punibilidad en casos cuya significación antijurídica es despreciable con arreglo a los puntos de vista
socioculturales en vigor.
b. La antijuridicidad y punibilidad de la tentativa
Por la inversa, el objetivismo exige una diferenciación categórica. Con arreglo al criterio que he defendido aquí,
el punto de vista acogido debe ser este último, puesto que, como en los casos de tentativa es menor el disvalor
de resultado, cabe exigir un tratamiento penal menos severo.
c. Tentativa inidónea
De aquí se sigue que es tentativa punible no sólo aquella que se ejecuta con medios idóneos para alcanzar el
resultado típico y contra un objeto material susceptible de ser lesionado por el ataque, sino también la que, a
la inversa, se realiza con medios inidóneos o contra un objeto inexistente. La tentativa inidónea es, en
principio, tentativa punible.
Este punto de vista está lejos de ser unánime y en Chile es minoritario. La polémica en torno al mal llamado
delito imposible (tentativa inidónea) divide pro fundamente a la ciencia penal y hasta ahora no se divisa una
fórmula de solución o compromiso. El debate puede sintetizarse así:
i. La teoría subjetiva extrema
La extrema teoría subjetiva, que ha logrado imponer su criterio a la jurisprudencia alemana y cuyo expositor
más destacado e influyente fue BURI, postula la punibilidad de toda tentativa, así la idónea como la inidónea,
de manera ilimitada.
ii. Las teorías objetivas
Frente a la teoría subjetiva, el objetivismo proclama la impunidad de la tentativa inidónea y, consiguientemente,
se esfuerza por trazar un deslinde entre ella y la idónea. Es idónea aquella tentativa que ha sido ejecutada con
medios capaces de causar el resultado típico y que ataca un objeto existente; si el objeto no existe o los medios
de ejecución no son hábiles para realizar la lesión, la tentativa es inidónea.
1. T. objetiva clásica
La idoneidad es absoluta cuando los medios son por su naturaleza incapaces de alcanzar el resultado, o cuando
el objeto de ataque no existe del todo: como si se pretende dar muerte a otro haciéndolo ingerir agua azucarada
(medio absolutamente inidóneo) o practicar un aborto sobre una mujer no embarazada (objeto absolutamente
inexistente). Por la inversa, la idoneidad es relativa si los medios que generalmente serían hábiles para causar el
resultado, no lo son atendida la situación concreta, o si el objeto existe, pero, en el momento de ejecutarse la
acción, se ha colocado accidentalmente fuera del alcance del ataque.
2. T. de la ausencia (defecto) de tipo
La teoría del defecto de tipo (Mangelm am Tatbestande) es una consecuencia de la concepción de BELING
sobre el tipo subordinado de tentativa 153 y ha sido desarrollada especial mente por DOHNA.' 54 Con arreglo a ese
punto de vista el tipo subordinado sólo capta conductas que no llegan a realizar la descripción contenida en la
figura autónoma, porque les
falta "la fracción última y típica de la acción". 155 En cambio, aquellos hechos en que el defecto se refiere a otros
elementos del tipo autónomo, cuya concurrencia no depende de la conducta desplegada por el autor, son
completamente atípicos y, en consecuencia, no punibles.
3. T. de la impresión o del peligro concreto
Con arreglo al criterio expuesto, que estimo fundamentalmente correcto,170 debe ser sancionada toda
actualización de la voluntad que signifique la iniciación o ejecución parcial de la forma de conducta prohibida
por el tipo de injusto si, atendidas las circunstancias cognoscibles para un observador razonable, es capaz de
disminuir el respeto del grupo social por los valores elementales de acción, o de quebrantar su confianza en el
sistema de protección que se les ha otorgado.171'
El punto de partida, entonces, coincide con el de la teoría subjetiva. En principio, toda ejecución incompleta y
dolosa del hecho típico es tentativa punible,172 porque constituye una infracción al sistema elemental de valores
de conducta. La limitación primordial concierne al ámbito de la tipicidad y consiste en que la voluntad de
consumar se haya actualizado realizando una parte de la descripción contenida en el tipo, esto es, que se haya
principiado la ejecución.
__________________ FIN. PÁG.583
CAPÍTULO XI
El concurso de personas en el delito
1. El concurso de personas en el delito
a. El concepto del concurso de delincuentes
i. Noción de la concurrencia y de sus formas
Aunque en la mayor parte de los casos el delito puede ser perpetrado por una sola persona, es frecuente que en
su ejecución intervengan varias que se dividen entre sí la tarea de realizar el hecho típico. En tales situaciones se
habla de una coautoría. Pero la reacción penal pretende alcanzar también la conducta de individuos que, sin
haber verificado parte alguna del hecho punible, inducen o cooperan a su realización mediante acciones que se
orientan finalmente a ese objetivo. Para estos casos se reserva el concepto de participación en sentido estricto.
Por último, el legislador ha contemplado también en este ámbito la hipótesis del que interviene con
posterioridad a la ejecución del delito, encubriéndolo o encubriendo a la persona del delincuente. Tal
asimilación es incorrecta, pues no es concebible la participación en un hecho ya concluido. Por eso, los
ordenamientos jurídicos modernos evitan esta confusión. Sin embargo, el encubrimiento debe ser tratado como
una forma de participación.
Las normas relativas al Concurso de delincuentes tienen por objeto regular las situaciones a que pueden dar
lugar estas distintas formas de intervención de varias personas en un hecho punible.
ii. Los tipos complementario de concurrencia
Como ya se ha dicho, por lo común los tipos de la Parte Especial describen conductas individuales; son,
consiguientemente, tipos de autoría unipersonal. Por tal razón, cuando en el caso concreto existen varios
coautores que se reparten la ejecución, los actos realizados por cada uno de ellos no satisfacen todos los
extremos del esquema conceptual trazado por el tipo. En las hipótesis de cooperación por su parte, ocurre que el
colaborador ni siquiera realiza parcialmente esa descripción. Por eso, lo mismo que en el caso de la tentativa y
el delito frustrado1, la ley ha solucionado el problema mediante la creación de los tipos complementarios de
coautoría, inducción y complicidad. El tipo del encubridor, en cambio, no presenta en principio esas
características y es, más bien, el tipo autónomo de un delito específico, vinculado, por mandato expreso de la
ley, a las formas de participación.
iii. Concurrencia necesaria y eventual
No obstante, lo expresado en el apartado anterior, en la ley se encuentran también algunos tipos delictivos cuya
estructura presupone la concurrencia de dos o más personas. Así, por ejemplo, el incesto (art. 375 del C.P.) o el
duelo (art. 406, inc. final) requieren la intervención en el hecho típico de por lo menos dos personas, a cada una
de las cuales se le exige la realización de una parte determinada de la conducta. En tales casos se habla de una
concurrencia necesaria. En contraste con esta última, en las hipótesis de concurrencia eventual se trata de la
ejecución plural de conductas que, con arreglo a la descripción típica, pueden ser realizadas por una sola
persona (homicidio, violación, robo, estafa, malversación de cauda les públicos, etc.).
*En los tipos de concurrencia necesaria, suele distinguirse entre delitos de convergencia y delitos de
encuentro.2 Los primeros se caracterizan porque los distintos intervinientes cuya actividad exige la ley actúan
"coordinadamente" en procura de una meta común, como, por ejemplo, en el caso característico del incesto
(arts. 375 del C.E) o de la bigamia (art. 382 del C.P). En los delitos de encuentro, en cambio, las actividades de
los concurrentes necesarios entran en colisión, "impeliéndose recíprocamente entre sí". 3 Hipótesis
características son el duelo, del art. 406 del C.E y la riña en público y sin armas, del art. 496 N°10 del C.P
b. Autoría y participación en general
La ley distingue tres formas de concurrencia en un hecho punible: autoría, complicidad y encubrimiento (art. 14
del C.R).
*En efecto, mientras es imaginable una autoría sin participación, resulta, en cambio, inconcebible la idea de una
participación sin autoría (carácter accesorio de la participación).
* En particular esto cobra importancia a causa de la accesoriedad de la punibilidad de los partícipes respecto de
la conducta desplegada por el autor8. Al tratar de ella se aprecia como varios de los comportamientos descritos
por el artículo 15 del C. P son, en verdad, accesorios, y no pueden castigarse si no concurre el de alguien que
ocupe la posición principal en el hecho; a causa de lo cual sólo este último es autor en sentido estricto, en tanto
aquellos seguirán siendo partícipes, aunque la ley diga -o parezca decir- otra cosa.'
i. Teorías causales
1. El concepto unitario de autor
Con el auge de los criterios causal naturalistas a mediados del siglo XIX, se impuso un punto de vista según el
cual es autor todo aquel que pone una condición para la acusación del resultado típico. Como eso puede
afirmarse también de quien sólo presta una colaboración poco significativa o muy remota, ya que de
conformidad con la teoría entonces dominante sobre la materia todas las condiciones de la acusación del
resultado son equivalentes entre sí (conditio sine qua non),11 es imposible encontrar en ella un punto de apoyo
para la distinción entre autor y partícipe. Ello conduce a un concepto unitario de autor, para el cual son autores
prácticamente todos los intervinientes en la producción del resultado.
2. Intentos de diferenciación objetiva-material
Los esfuerzos tendientes a conciliar la teoría causal con la distinción entre autor y partícipe exigida por la ley
sólo pueden concebirse objetivamente si se intenta establecer diferencias entre las causas. En este sentido se
orienta, por ejemplo, la doctrina de la necesidad de la aportación causal, según la cual es autor el que realiza
una aportación imprescindible, sin la cual el hecho no se habría podido ejecutar, 16 y que encontraba expresión
legislativa en el C.P Español de 1848-1850, por lo cual pudo haber pasado a nuestro texto legal en donde, sin
embargo, se la sustituyó por el nada afortunado N° 3 o del art. 15 del C.P17 Asimismo, cabe mencionar aquí la
teoría de la simultaneidad para la cual son autores tanto los que ejecutan el hecho como los que prestan alguna
cooperación durante su ejecución, y partícipes, en cambio, quienes actúan antes o después de él. Este criterio
goza de aceptación en el derecho norteamericano, en donde se considera autores (principales) tanto a los que
han ejecutado el hecho punible (first degree principáis) como a los que han cooperado o se encontraban
presentes durante su realización (second degree principáis), al paso que son sólo participes (accesories) quienes
intervienen antes (accesory befare thefact) o después (accesory after thefact) de la ejecución.
3. Teorías subjetivas
a. Teoría del dolo
En su forma tradicional, para esta concepción es autor quien obra con dolo de autor, el que ejecuta el hecho
como propio; por el contrario, el partícipe es el que actúa con dolo de partícipe, considerando el hecho como
ajeno.
b. Teoría del interés
En un esfuerzo por dotar de precisión a la teoría subjetiva, algunos de sus sostenedores elaboraron la teoría del
interés, conforme a la cual es autor quien tiene un interés concreto en el resultado del hecho punible.
c. Teorías subjetivas en Chile -
4. Teoría extensiva
La teoría extensiva en sentido estricto no es una concepción causal, sino que obedece a un criterio teleofógico, 31
para el que conceptos como el de autor y partícipe son meras elaboraciones normativas destinadas a ordenar una
realidad caótica en la que, por lo mismo, no se encuentra punto de apoyo alguno desde el cual formularlos. Con
arreglo a ese criterio, la distinción entre autoría y participación depende de "la valoración jurídico-normativa de
las aportaciones individuales al hecho".32
Fundándose en estos puntos de partida, EBERHARD SCHMIDT estima que el tipo, como lesión de bienes
sociales, es la noción rectora desde la cual debe desenvolverse la del autor. Autor es aquel que, de cualquier
manera, realiza el tipo y la lesión consiguiente del bien jurídico protegido por éste.
ii. Teorías restrictivas
1. El concepto de autor según la teoría objetivo-formal de Beling
Con arreglo a ella, es autor quien ha realizado, en todo o en parte, la acción descrita por el tipo. Los partícipes,
en cambio, sólo despliegan conductas preparatorias que en sí son atípicas, pero que la ley somete a una pena
mediante la creación de los tipos subordinados de instigación y complicidad.
La teoría formal resuelve muchos de los problemas más graves que plantean las causales. 38 Uno de sus méritos
mayores es enfatizar la relación entre autoría y tipicidad, así como la creación del concepto restringido de autor,
extraído positiva mente de la Parte Especial, y ante el cual las formas de participación constituyen tan sólo
complementos especialmente legislados. Sin embargo, a causa de su formalismo, también ella conduce a
resultados insatisfactorios o bien es incapaz de solucionar algunos problemas estructurales. Probablemente su
"talón de Aquiles" más apa rente lo constituyen los casos de autoría mediata, 39 respecto de los cuales es incapaz
de ofrecer una explicación coherente con sus puntos de partida
2. Teoría del dominio del hecho
De entre las concepciones que propugnan una noción restrictiva de autor, actualmente es predominante en el
derecho comparado la del dominio del hecho, cuyos orígenes pueden rastrease hasta muy atrás en el desarrollo
de la doctrina penal, pero que alcanza un alto nivel de desarrollo a partir de WELZEL
*Aquí no es del caso detenerse a criticar estas opiniones. Tan sólo conviene enfa tizar que el criterio de
WELZEL tiene el mérito indiscutible de haber establecido definitivamente que la participación en un hecho no
doloso es inconcebible, de donde se sigue que la afirmación de la autoría es dependiente de que el autor haya
obrado finalmente; pero, por otra parte, también debe destacarse que la existencia del dominio final es en sí
insuficiente para distinguir al autor de los partícipes pues el inductor y el cómplice, en tanto también obran
dolosamente, lo comparten.
De las posturas objetivas hay que poner de realce, en especial, la de MAURACH, 46 para quien el dominio del
hecho significa que el autor conserva en sus manos el curso del hecho típico.
*1.- La distinción entre autoría y participación sólo puede presentarse en los delitos dolosos. En ellos, la autoría
supone la conducción final (dolosa) del acontecimiento típico por el autor, lo cual es una precondición del
dominio del hecho.
2.- La cuestión de quien es autor se resuelve con arreglo a la teoría del dominio del hecho en los delitos de
dominio. En cambio, hay que determinarla de acuerdo a otros criterios en los delitos de infracción de un deber y
en los delitos de propia mano.
Por delitos de dominio49 se entienden aquellos constituidos por una actividad que lesiona o pone en peligro un
bien jurídico, sin que ello implique quebranta miento de un deber jurídico extrapenal. Entre los ejemplos pueden
mencionarse la mayoría de los hechos punibles (homicidio, violación, lesiones, robo, hurto, estafa, secuestro,
etc.). Constituyen, pues, la regla general. Los delitos de infracción de un deber50, a su vez, son los que lesionan
o ponen en peligro un bien jurídico mediante el quebrantamiento de un deber extrapenal. El ejemplo más obvio
lo constituyen el grupo de los delitos especiales propios de los funcionarios públicos, pero constituye un error
limitarlos sólo a ellos. A título ejemplar pueden citarse, entre los que no pertenecen a esa clase, la bigamia, el
falso testimonio o la deserción. Los delitos de propia mano51 son aquellos que sólo pueden ser realizados
mediante una intervención corporal del autor en la ejecución del hecho típico (intervención de propia mano). Su
existencia, así como la razón de ser de la misma, pertenecen a los pormenores de su tratamiento.
3.- -
4.- El concepto de autoría es independiente así del merecimiento de pena como de la peligrosidad del
interviniente en el hecho. Es perfectamente posible, en efecto, imaginar situaciones en las cuales un inductor, a
causa de la bajeza de sus motivos o a la perversidad de sus propósitos, merezca en concreto una pena superior a
la del autor. Asimismo, un cómplice puede ser especialmente peligroso. Ni lo uno ni lo otro transformará a esos
partícipes en autores.
5.- *Sin desconocer las ventajas metodológicas de este criterio descarnado y abierto, creo que puede avanzarse
todavía un poco más en la formulación unitaria del concepto de autor, sin sacrificar su amplitud y su
consiguiente capacidad orientadora. Me parece, en efecto, que puede considerarse autor a aquél sin cuya
intervención el hecho típico no puede siquiera principiar a ejecutarse o, aunque se ejecutara, no sería ya típico o
sólo satisfaría las exigencias de un tipo diferente del que se trata en el caso concreto.
6.- El autor es la forma central del concurso de varios intervinientes en un delito puesto que la autoría es un
elemento nuclear del tipo de injusto. Las formas de participación, en cambio, sólo tienen un carácter
complementario: mediante ellas la ley extiende la punibilidad a conductas que yacen fuera del tipo de injusto y
que, por consiguiente, de no existir las normas de complemento que las conforman restarían impunes.
2. La autoría en particular
De acuerdo con lo que ya se anticipó,63 autor en general es aquel sin cuya intervención el hecho típico no puede
siquiera principiar a ejecutarse o, aunque se ejecutara, no sería ya típico o sólo satisfaría las exigencias de un
tipo diferente del que se trata en el caso concreto. Se advirtió, asimismo, que quienes satisfacen las exigencias
de este criterio orientador debe determinarse en forma diferente para los delitos de dominio, los de infracción de
un deber y los de propia mano.
a. El autor en los delitos de dominio
En los delitos de dominio es autor quien cuenta con el dominio del hecho. Para determinar en quien concurre
esa cualidad, hay que distinguir los casos en los cuales el sujeto domina el hecho porque domina
inmediatamente la realización de la acción (autoría de propia mano, autor ejecutor o autor directo), de aquellos
en que lo domina porque domina la voluntad del que ejecuta la acción (autoría mediata) y de los que comparte
tal dominio con otros, en conjunto, (co-dominio del hecho o dominio del hecho funcional o coautoría).
i. Autor de propia mano, ejecutor o directo
Autor ejecutor, directo o de propia mano es aquel que realiza dolosamente y por sí mismo, la conducta descrita
por el tipo.
En cuanto quien obra así tiene materialmente en sus manos el curso de la acción, cuenta siempre con el dominio
del hecho y, por consiguiente, nunca será un simple partícipe como, en ocasiones, lo ha sostenido la teoría
subjetiva.67 El que ejecuta materialmente la conducta descrita por el tipo es señor del hecho, aunque obre con
puro animus socio "en interés de otro" pues esas actitudes subjetivas en nada modifican la situación objetiva,
con arreglo a la cual él es quien conserva el poder de decidir sobre la prosecución del acontecimiento delictivo
hasta su consumación.
*
1.- Autor ejecutor es, en primer lugar, quien ejecuta físicamente el hecho típico
2 - También es autor de propia mano quien para realizar el comportamiento típico se sirve de otro como de un
instrumento inanimado que, por consiguiente, ni siquiera ejecuta una acción.
*Se comprenden en estas situaciones los casos de fuerza absoluta (vis absoluta). Por el contrario, las hipótesis
de coacción (vis relativa) constituyen autoría mediata.
3.- Son discutidos, en cambio, los casos en los que el sujeto se vale, para alcanzar su objetivo, de la actividad de
otro que obra sin dolo, el cual sólo concurre en el “hombre de atrás". Así, por ejemplo, cuando A envía a su
víctima, B, una caja con bombones envenenados, encomendando la entrega al mensajero C que ignora la
letalidad del encargo; cuando D invita a encender la luz a E, el cual desconoce que al accionar el interruptor
hará estallar una bomba en un lugar vecino, o cuando F solicita al botones G que le traiga desde el departamento
de H un porta documentos con dinero, convenciéndolo de que esa es su habitación y que, por consiguiente, el
maletín le pertenece. Estos casos suelen ser citados como las hipótesis clásicas de autoría mediata.69
Este criterio es atendible, en tanto pone el acento en que en tales situaciones el “hombre de atrás" dispone de un
completo dominio del hecho. Sin embargo -y por eso mismo- parece preferible concluir que esos supuestos
deben considerarse más bien como verdadera autoría directa o de propia mano del que controla el
acontecimiento.
4.- De acuerdo con la opinión dominante en nuestro medio -y en parte importante también de la doctrina
española- al autor ejecutor único73 se refieren directa mente los tipos de la parte especial. Autor único, de propia
mano, es "el que", o “aquel que" a que se refieren los correspondientes artículos de la ley, y para justificar su
punibilidad no es preciso efectuar un rodeo por el artículo 15 del Código Pe nal, 74 el cual sólo está destinado a
regular los casos de pluralidad de intervinientes en el hecho. Esta última, en todo caso, no sólo existe, como se
sostenía hasta la edición anterior, 75 en las hipótesis de coautoría, sino también, según se apreciará, en las de
auténtica autoría mediata.
ii. Autor mediato
Autor mediato es quien para ejecutar el hecho típico se sirve de otro, cuya voluntad domina, y que es quien lo
realiza materialmente.
La autoría mediata exige que el instrumento se encuentre en una posición subordinada frente al "hombre de
atrás" que es quien, por consiguiente, ostenta el señorío del hecho 80 y a quien deben reconducirse todos los
presupuesto de la punibilidad. En términos muy generales, puede decirse que ello ocurre así cuando el hombre
de atrás domina la voluntad del ejecutor, sea sirviéndose directamente de coacción, para doblegarlo, sea
ocultándole el significado concreto del hecho mediante un error, e impidiéndole así orientar el acontecimiento
conforme a su verdadera finalidad.
1. Autoría mediata por coacción
Es autor mediato quien coacciona a otro para que ejecute el hecho típico, colocándolo en una situación en la
que la ley excluye la culpabilidad del autor ejecutor a causa de "no exigibilidad de otra conducta". Así, por
ejemplo, cuando el "hombre de atrás" amenaza al instrumento con darle muerte o herirlo gravemente si no sus
trae para él la cosa de que se ha propuesto apoderarse; o si lo golpea hasta forzarlo a disparar sobre su enemigo
para lesionarlo o quitarle la vida; o si atormenta al hijo del ejecutor hasta vencer su resistencia a cometer el
delito de que se trate. La coacción, por consiguiente, implica empleo de violencia física o amenaza de emplearla
inmediatamente, sea en forma directa sobre el instrumento, sea sobre otra persona a la cual lo vinculan lazos de
afecto profundo.
1.- Se ha discutido si para entender configurada la autoría mediata ha de tenerse en cuenta un criterio
psicológico o normativo. Con arreglo al primero de estos puntos de vista basta para afirmar la autoría del
"hombre de atrás" que la violencia empleada por éste sea suficiente para quebrantar la resistencia psicológica
del ejecutor atendidas las circunstancias concretas en su conjunto. De acuerdo con la segunda opinión, en
cambio, sólo concurre autoría mediata si la coacción ha crea do una situación que excluye según la ley la
culpabilidad del instrumento por "no exigibilidad de otra conducta". Como se deduce del concepto expuesto
más arriba, el último criterio me parece preferible.
*Con arreglo a lo expuesto, sólo concurre autoría mediata en los casos en que el coaccionado obra violentado
por fuerza irresistible (artículo 10 N° 9o, primera parte, del Código Penal) o si, a causa de las violencias de que
se lo hace objeto se encuentra en un estado de miedo insuperable (artículo 10 N° 9o, segunda parte, del Código
Penal). Lo mismo sucede, característicamente, en las hipótesis de obediencia de ordenes antijurídicas (artículos
214 y 335 del Código de Justicia Militar), donde la propia ley afirma la punibilidad del autor mediato (el
superior que da la orden) y excluye la del ejecutor material del hecho típico.
*
2.- En los casos de autoría mediata sirviéndose de coacción, el "hombre de atrás” es autor (mediato) pero, a su
vez, el coaccionado es también autor (ejecutor) si bien irresponsable por exclusión de la culpabilidad.
3.- La solución que se ha dado precedentemente varia algo cuando el hombre de atrás coacciona al instrumento
para que éste se quite la vida. Como el suicidio en nuestra legislación no es punible, en este caso el ejecutor será
autor de un hecho atípico, al paso de que el sujeto de atrás cometerá, como autor mediato, un homicidio.
En este caso es especialmente importante establecer si el coaccionado se ha encontrado en realidad en una
situación que, de acuerdo con la ley, excluye su culpabilidad. De no ser así, como, por ejemplo, en la hipótesis
de la "esclava sexual", el hombre de atrás sólo será inductor y, puesto que en nuestro ordenamiento la inducción
al suicidio no se castiga (artículo 393 del Código Penal) deberá quedar impune.
4.- * Si en cambio, de acuerdo con la opinión dominante, se estima que las autolesiones no son sancionadas sino
si mediante ellas se infringe otro bien jurídico distinto de la integridad corporal (artículo 295 del Código de
Justicia Militar)88 entonces en los casos corrientes, igual que en el suicidio, el inductor deberá quedar impune.
5.- Desde el punto de vista dogmático los casos en que el autor mediato coacciona al ejecutor no presentan
problemas, pues se encuentran regulados expresamente en el artículo 15 N° 2, primera parte del C.P, en donde
se considera autor al que "fuerza directamente a otro" a ejecutar el hecho punible. El adverbio "directamente”
implica una exigencia de dolo directo, que respecto de esta situación resulta superflua, pues sólo de ese modo se
puede dominar la voluntad de otro y, de esa manera, enseñorearse del curso de los acontecimientos.
6.- -
2. Autoría mediata por error del instrumento
Es autor mediato quien induce al instrumento a un error, o se sirve de aquel en que éste se encuentra, para
hacerlo ejecutar el hecho dolosamente, pero sin conocimiento de su significado antijurídico o de su
reprochabilidad o, finalmente, del sentido de su configuración concreta.
En todas las situaciones a que se refiere este supuesto de autoría mediata, el hombre de atrás no domina
inmediatamente la voluntad del ejecutor, el cual, aparentemente, decide libremente realizar el hecho. Pero, en
tanto a él se le oculta el verdadero sentido del acontecimiento y, de esa manera, se lo induce a ejecutar algo que,
de no ser así, se hubiera abstenido de realizar, se lo priva del dominio total del comportamiento que, en cambio,
ostenta el sujeto de atrás.
*
1.- Debe prescindirse, desde luego, de los casos en los cuales, a causa de un error de tipo vencible o invencible,
el ejecutor obra sin dolo. Ellos, como ya se ha dicho, constituyen supuestos de autoría directa o de propia
mano.90
2.- Cuando el ejecutor obra dolosamente, pero de manera inculpable porque el hombre de atrás lo induce a error
sobre la prohibición o aprovecha aquel en que ya se encontraba, concurre autoría mediata
*Por esto, una solución correcta debe prescindir de la excusabilidad o no excusabilidad del error del ejecutor y
atender, en cambio, a los factores que se precisan a continuación.
Para que en supuestos de la clase que estamos examinando exista efectivamente autoría mediata del sujeto de
atrás es necesario que el error de prohibición del ejecutor sea material, esto es, que él desconozca la lesividad
social de su conducta, y no sólo la reprobabilidad jurídica del hecho (error de prohibición formal).
*Cuando en los casos de error de prohibición concurre autoría mediata, el comportamiento del hombre de atrás
tiene que encuadrarse en el artículo 15 N°1, segunda parte del C.R. En efecto, en tanto él mediante su inducción
a ese error o su aprovechamiento del preexistente priva al instrumento de motivos para inhibirse de obrar,
interviene en la ejecución del hecho impidiendo o procurando impedir que éste se evite (es decir, que no
ocurra).
3.—
4.—
*Es verdad que, en este caso, así como en otros de características semejantes, como las hipótesis de "error sobre
presupuestos de la acción relevantes para el hecho", "error sobre presupuestos de cualificaciones" y "error sobre
el riesgo", el autor realiza el tipo por decisión propia, conociendo la ilicitud de su comporta miento y de forma
plenamente culpable. Pero, en verdad, puesto que lo que él quería ejecutar no era el hecho abstracto descrito por
el tipo homicidio -matar a un cualquier otro- sino dar muerte a un individuo determinado, al escamotearle la
posibilidad de hacerlo, haciéndolo configurar el acontecimiento concreto conforme a sus deseos y no a los del
ejecutor, C ha ejercitado sobre el hecho un control que supera el de A y lo sitúa en posición de autor mediato.
Como esto no significa que la autoría del ejecutor decaiga, y ni siquiera que su responsabilidad se vea reducida
o atenuada, nos encontramos aquí frente al único caso en que, en nuestra opinión, puede apreciarse autoría
mediata del hombre de atrás cuando el autor de propia mano es, a su vez, plenamente responsable.
Al igual que en los casos anteriores, en este la actividad engañosa del sujeto de atrás priva al ejecutor de
conocimientos que probablemente lo inducirían a inhibirse de ejecutar el hecho o, en todo caso, el que realiza en
concreto y, en esa medida, impide que el hecho sea evitado. Por consiguiente, su comportamiento se encuadra
en el artículo 15 N°, segunda parte. La punibilidad del instrumento, a su vez, se deduce del artículo 15 N°,
primera parte, puesto que él interviene en la ejecución de manera inmediata y directa.
5.- Una breve consideración separada requiere el caso en que se engaña a alguien para que se suicide,
especialmente porque en estos supuestos el comportamiento del ejecutor es atípico. Al respecto, es preciso
hacer una distinción.
A. Si lo que se oculta al instrumento es el hecho de que su comportamiento conducirá a su muerte, entonces
habrá autoría directa o de propia mano del hombre de atrás, que se regirá por las reglas a que me he
referido supra, a), 3. / En todas estas hipótesis el instrumento efectúa una conducta atípica y el hombre
de atrás es autor ejecutor o de propia mano del respectivo homicidio, por lo que su comportamiento es
aprehendido por el artículo 15 N° 1, primera parte del C.P.
B. * El inductor, por su parte, sólo es partícipe de un comportamiento que no realiza tipo alguno y como,
por otra parte, nuestra ley no conoce un delito autónomo de instigación al suicidio (artículo 393 del
C.P.), permanece impune.
iii. Coautoría
Puesto que no pueden ser autores, los extraneus tampoco pueden ser coautores de un delito de infracción de un
deber. En ellos, pues, sólo cabe coautoría cuando dos obligados obran conjuntamente, haciendo cualquier
aportación al hecho.
iv. El problema dogmático en los delitos de infracción de un deber
Como en los delitos de infracción de un deber la condición de autor pertenece únicamente a quien ostenta la
cualidad personal de autor exigida por el tipo, la autoría se deduce siempre directamente de este último y, en
principio, el art. 15 del C.P no juega a este respecto papel alguno. Hacen excepción sólo aquellos supuestos en
que intervienen en el hecho varios intraneus, en los cuales hay que estarse a las reglas dadas sobre el particular
más arriba.
c. La autoría en los delitos de propia mano
Son delitos de propia mano aquellos en los cuales, como el nombre lo indica, sólo puede ser autor quien
ejecuta físicamente el hecho descrito por el tipo. A causa de ello, no admiten autoría mediata, y ni siquiera la
autoría directa mediante instrumentalización de un tercero no doloso o en que se lo emplea como un puro
objeto. El ejemplo que se cita frecuentemente es el incesto del art. 375 del C.P. Únicamente existe incesto
punible si se da dolosamente el acceso carnal entre dos de los parientes mencionados por la disposición.
*También en este punto han contribuido a esclarecer considerablemente la cuestión las investigaciones de
ROXIN, el cual, luego de revisar críticamente los distintos criterios propuestos por la doctrina anterior para
determinar que delitos serían de propia mano,171 sugiere atribuir a esa categoría dos grupos de hechos
punibles: a) Los "delitos de autor jurídico-penal" o delitos de estado (infra, 1) y b) Los "delitos vinculados a
determinados comportamientos, sin lesión de bien jurídico" (infra, 2).
1.- Los "delitos de autor jurídico-penal" o delitos de estado son aquellos mediante los cuales el legislador
castiga, no un comportamiento del sujeto, sino una cierta condición suya o un modo de vida muchas veces no
dependiente de su voluntad.
*2- Los "delitos vinculados a determinados comportamientos", son, en rigor, hechos punibles sin víctima,
mediante los cuales se castigan conductas que contradicen las convicciones morales del grupo social
predominante, pero no lesionan o ponen en peligro un bien jurídico.
*3.- Los restantes atentados sexuales, en cambio, deben excluirse del grupo de delitos de propia mano, porque
tienen un bien jurídico claramente identificable.
*4 - Lo mismo que se ha dicho para los delitos sexuales, vale para los de simple actividad y los de omisión.
Ninguno de ellos es necesariamente un delito de propia mano.
3. La participación y sus formas
a. Generalidades
Es partícipe, en general, el que interviene dolosamente en un hecho ajeno sin concurrir a la ejecución de la
conducta típica ni contar con el dominio de ella, realizando ciertos actos descritos en forma expresa por la ley
y que de ordinario revisten un carácter preparatorio o de colaboración ulterior a la consumación.
1.- La participación, como se desprende del concepto ofrecido, tiene naturaleza subsidiaria. Sólo puede ser
partícipe aquel de quien se ha decidido ya que no es autor. En nuestro ordenamiento jurídico, por lo demás, esta
característica se encuentra expresamente establecida para los cómplices y encubridores mediante las cláusulas
de subsidiariedad contenidas en los arts. 16 y 17, inc. primero, del C.P, las cuales deben entenderse válidas
también respecto de los instigadores a que se refiere el art. 15, N° 2 o, segunda parte, y de los cómplices tratados
como autores en el N° 3o de ese mismo artículo.
*El partícipe colabora a la consumación, pero no está en condiciones de decidir sobre ella. La cuestión, por
consiguiente, no depende del "interés" que tenga en los resultados. El inductor es tal, aun cuando tenga el mayor
interés en que el hecho se consume, si la posibilidad de resolver que así ocurra queda al arbitrio del ejecutor
material desinteresado, pero que conserva en sus manos las riendas de la conducta típica. Este último, a su vez,
nunca será cómplice sino autor, aunque obre guiado por el puro ánimo de colaborar.
*2.- Desde el punto de vista subjetivo, sólo puede ser partícipe quien actúa dolosamente. No existe la
participación culposa. El que colabora con su conducta imprudente a la realización de un hecho típico es autor
único del correspondiente delito culposo, siempre que se cumplan los requisitos exigidos para ello. En todo
caso, para que exista dolo del partícipe, es suficiente el dolo eventual.
Por otra parte, también el hecho del autor tiene que haberse ejecutado dolosamente para que exista participación
en él. La instigación o colaboración dolosa en el acto culposo de otro es, en realidad, autoría directa.
3.- Las formas de participación, en cuanto constituyen causas de extensión de la pena a hechos distintos de los
tipificados por la ley, requieren de una fundamentación especial.
*Actualmente, por esto, predomina la teoría del favorecimiento (o de la causación), con arreglo a la cual al
partícipe se lo sanciona porque concurre a la realización de la acción típica y antijurídica provocando el dolo del
que ejecuta el hecho o cooperando mediante actos anteriores o simultáneos.
4.- Con arreglo a lo que ya se ha expuesto al respecto, la ley en vigor distingue tres formas de participación en
el hecho de otro: instigación, complicidad y encubrimiento.
b. Instigación
Es inductor el que, de manera directa, forma en otro la resolución de ejecutar una conducta dolosamente típica y
antijurídica.
1.- Para que pueda hablarse de inducción es menester que el agente haya forma do en el inducido la voluntad de
obrar, y de hacerlo, precisamente, en el sentido del tipo. Esto presupone la libertad del autor en la decisión
delictiva, que, si bien es causada por la intervención del instigador, en última instancia es adoptada
conscientemente por el ejecutor como suya.
2.- El inductor debe obrar de manera directa -vale decir, mediante actos positivos orientados a ese objeto- en la
formación de la voluntad delictuosa del autor. Así lo exige expresamente el art. 15, N° 2, segunda parte.
Esta exigencia excluye la posibilidad de una instigación omisiva. Si alguien se abstiene de disuadir a un sujeto
que le consulta sobre la conveniencia de cometer un delito, declarando que prefiere no emitir una opinión al
respecto, no se le podrá calificar de instigador, aunque su silencio sea determinante en la formación de la
voluntad del autor. De otro lado, queda categóricamente establecido que la instigación culposa no es punible;
algo que, de todos modos, sería preciso haber afirma do de acuerdo con las reglas generales.
Pero la inducción directa puede ser no sólo expresa, sino también tácita.
*Lo que importa es que se actúe positivamente con el propósito de formar en el tercero la resolución delictual.
* De lo expuesto se deduce, en primer lugar, que la inducción requiere a lo menos de un influjo psíquico, pero
que puede continuar siendo tal también cuando la intervención es más intensa, e incluso si se manifiesta en
actos de fuerza; en segundo que, por lo mismo, dogmáticamente la inducción no sólo se encuentra asilada en el
artículo 15 N°2, segunda parte, sino también en la primera parte de ese precepto, pues a veces la hay cuando se
fuerza directamente a otro a cometer el delito.
*3.- Para que la inducción sea punible es preciso que la voluntad de delinquir del autor se exteriorice al menos
en un principio de ejecución, Por consiguiente, la instigación no aceptada no es punible.
*pero sí lo es restablecer una decisión que previa mente se había abandonado, o inducir a un delito más grave
que aquel que el autor se disponía a ejecutar.
4.- Como se trata de formar una voluntad, el instigador ha de ejercer sobre el autor una influencia determinante
y orientada a la ejecución precisa de una acción típica. Por esto no configuran inducción los consejos vagos
relativos a la conveniencia de entregarse a la vida delictual o las apreciaciones generales sobre los "infortunios
de la virtud". De aquí se deduce, también, que solo puede existir inducción a la realización de un hecho doloso.
El dolo del inductor debe ser dolo de consumar.
*5.- De acuerdo con lo expuesto en el párrafo anterior la inducción debe referirse a un hecho determinado. Sin
embargo, puesto que el inductor carece del dominio del hecho, su posibilidad de hacer precisiones es limitada.
Por eso, los detalles del plan y su ejecución concreta quedan abandonados al autor, pero no las desviaciones
esenciales ni el exceso en el dolo, los cuales no gravan al instigador.
6.- La instigación se refiere a la ejecución de un hecho típico y antijurídico. Puesto que la ley habla
expresamente de inducir a "ejecutar", de ello debe deducirse que solo existe instigación a la autoría. No es
punible, en consecuencia, la inducción a inducir o a prestar una simple colaboración accesoria (complicidad).
*7.- La pena contemplada por la ley para el inductor es la misma establecida para los autores, a los cuales el
artículo 15 los asimila precisamente con este propósito.
c. Complicidad
Es cómplice quien coopera dolosamente a la ejecución del hecho de otro por actos anteriores o simultáneos.
1.- La cooperación implica una aportación consciente (dolosa) a la tarea que se sabe y quiere común.
2.- La complicidad exige que la colaboración se preste mediante actos anteriores o simultáneos (art. 16 C.P.).
*3.- Como la ley exige que la complicidad se materialice en una cooperación anterior o simultánea a la
ejecución del hecho punible, constituye sólo encubrimiento la actividad de quien presta ayuda después de la
consumación formal, al autor de un delito de resultado cortado209 para que satisfaga la finalidad ulterior cuya
persecución decide sobre la tipicidad de la conducta respectiva. 210 Esta solución no es satisfactoria, pero la
impone el texto legal.
En cuanto a los delitos permanentes, en cambio, debe calificarse como complicidad toda colaboración que se
proporcione al autor mientras persiste en mantener la situación jurídicamente indeseable cuya finalización
depende de su voluntad.211 Puesto que la consumación se extiende a todo ese periodo, tales actos de cooperación
deben considerarse simultáneos a ella.
*4.- La cooperación anterior al hecho puede consistir en meros actos preparatorios. Pero es necesario que ese
auxilio sea aprovechado realmente por el autor y que éste alcance a efectuar actos de ejecución pues, en caso
contrario, se dará sólo una tentativa de complicidad impune.
5.- El cómplice debe obrar con dolo de consumación, igual que el instigador. No hay complicidad imprudente
(culposa), si bien ésta puede constituir autoría simultánea. En todo caso, basta con el dolo eventual. Quien presta
colaboración en la convicción de que el hecho no se consumará, no es cómplice punible.
6.- El autor no necesita estar enterado de la colaboración que le presta el cómplice y, por consiguiente, tampoco
requiere consentir en ella. Así, hay complicidad punible si la doméstica A, que se ha enterado por otros de que
su amante B se propone entrar para robar a la casa en la que presta servicios, deja esa noche la puerta sin
asegurar para facilitarle el acceso, auxilio del cual el autor es inconsciente. Esto es así porque el cómplice sólo
presta colaboración a un hecho ajeno, de manera que en su caso no se requiere el acuerdo de voluntades exigido
para la coautoría.
7.- La ley trata a los cómplices de dos maneras distintas:
aa) Un grupo importante de ellos es asimilado a los autores para los efectos de su punibilidad. Aquí deben
considerarse:
1) Los que, concertados para la ejecución del hecho, facilitan los medios con que se lleva a efecto (art. 15, N°
3o), en aquellos casos en los cuales no puedan ser estimados como autores, a causa de que no cuentan con el
dominio del hecho.
La característica fundamental de esta forma de complicidad, y determinante de su asimilación al castigo de los
autores, es el concierto previo. Dicho concierto implica un acuerdo expreso de voluntades y una planificación
previa a la ejecución, y se diferencia, por ende, de la mera convergencia del dolo.
*El medio facilitado ha de ser empleado en la ejecución o, al menos, en el principio de ejecución del hecho. Si
así no ocurre, la conducta queda impune, pues configura un acto preparatorio irrelevante.
*2) Los que, concertados para la ejecución del hecho, lo presencian sin tomar parte inmediatamente en él (art.
15, N°3, segunda parte). También aquí es decisivo el concierto.
*En realidad, las conductas descritas en el art. 15, N° 3, salvo en situaciones más bien excepcionales, no tienen
nada de autoría. Lo mejor es hablar simple mente de cómplices castigados como autores.
bb) Los demás cómplices son tratados como tales, con una pena reducida, con forme a lo que dispone el art. 16
en relación con los arts. 50 y sigts. del C.P. El primero de estos preceptos tiene un carácter residual. En la
práctica se encontrarán pocas hipótesis susceptibles de ser subsumidas en él.
cc) La severidad con que el legislador trata a los cómplices, asimilándolos en la mayor parte de los casos al
castigo de los autores, no es satisfactoria. Una reforma de la ley ha de abordar el problema
desapasionadamente.
d. El encubrimiento
i. Concepto y naturaleza
Con arreglo al art. 17 del C.P, es encubridor quien, con conocimiento de la perpetración de un crimen o de un
simple delito o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo, sin haber tenido participación en él como autor ni
como cómplice, interviene, con posterioridad a su ejecución, realizando alguna de las conductas descritas en los
cuatro numerados que contiene esa disposición.
A causa de estas consideraciones, la mayoría de los ordenamientos jurídicos contemporáneos tratan las distintas
formas de encubrimiento como delitos sui géneris, y al mismo tiempo incorporan aquellos casos límites que
configuran excepcionalmente situaciones de auténtica participación a un concepto más amplio de complicidad.
Por lo demás, la naturaleza del encubrimiento exige en algunos casos que se lo regule como figura delictual
autónoma, de manera tan marcada, que incluso la ley en vigor no ha podido sustraerse a ese requerimiento. Por
tal motivo, para las situaciones previstas en el N°4 del art. 17 del C.P, se ha visto obligada a contemplar una
punibilidad independiente de la del hecho encubierto, con arreglo a lo que dispone el inc. tercero del art. 52 del
C.P.
ii. Requisitos comunes a toda forma de encubrimiento
De lo preceptuado por el inc. primero del art. 17 del C.P se desprende que son características comunes a todas
las formas de encubrimiento las siguientes:
1) Intervención posterior a la ejecución del crimen o simple delito;
2) Subsidiariedad;
3) Conocimiento de la perpetración del hecho o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo, y
4) "Actuación en alguna de las formas determinadas que señala la disposición"
1. Posterioridad de la intervención
Ji El encubridor despliega su actividad con posterioridad a la ejecución del crimen o simple delito. Esta es la
característica primordial para su calificación y, al propio tiempo, aquella en la cual se fundan la mayor parte de
las críticas dirigidas a su inclusión entre los partícipes, pues, efectivamente, la idea de una concurrencia a la
acción ya concluida envuelve una contradicción.
La intervención debe producirse después de que el autor o autores han ejecuta do la conducta típica. En cambio,
es indiferente que ya se haya producido el resultado consumativo en los casos en los cuales éste es exigido por
el tipo.
Capítulo XII
Unidad y pluralidad de delitos. Concurso de delitos y concurso aparente de leyes
1. Unidad y pluralidad de delitos en general
A mi juicio, el punto de partida impuesto por la estructura de la ley en vigor es el siguiente: una sola acción
sólo puede dar origen a un delito. A este respecto, como en su oportunidad se observará, no cabe admitir
excepciones,4 aunque una ejecución materialmente conjunta de las manifestaciones de voluntad pueda, en
cambio, dar origen a la unidad del hecho y, por eso, a un tratamiento punitivo diferenciado.
*En efecto, hay oportunidades en que el legislador exige para la configuración del hecho típico la concurrencia
de varias acciones, de varias omisiones o de unas y otras conjuntamente. Así da origen a situaciones que es
preciso examinar con más detalle.
2. Unidad del delito
De acuerdo con lo que se ha expuesto en el párrafo anterior, el delito es único cuando la acción es naturalmente
única; pero también lo es en aquellos casos en los cuales el ordenamiento positivo o el derecho consuetudinario
ha creado una unidad jurídica sobre la base de una pluralidad de acciones. Los problemas que plantea cada una
de estas situaciones son diferentes.
a. La unidad natural de acción
La mayor parte de los tipos que constituyen la base del sistema -esto es, las figuras simples- exigen la
realización de una sola acción. Así ocurre, por ejemplo, con el homicidio simple (art. 391, N° 2° C.E), el hurto
(art. 432, última parte), la apropiación indebida (art. 470, N°1), o las injurias (art. 416). Pero esto sucede
también con hipótesis calificadas o privilegiadas, como el homicidio del art. 391, N°1, circunstancias primera,
segunda, tercera y cuarta del C.P; el parricidio del art. 390; el infanticidio del art. 394 o las lesiones corporales
graves y gravísimas del art. 397. Los ejemplos podrían multiplicarse. En tales casos se habla de unidad natural
de acción con la consiguiente unidad delictiva. Quien sólo mata a un hombre no ha ejecutado más que un
homicidio.
*La unidad natural de acción ha de ser tanto física como psíquica (objetiva y subjetiva). El autor ha de obrar,
por lo tanto, con la finalidad de realizar sólo una vez el tipo de injusto correspondiente y exteriorizar su
propósito en un contexto unitario.
*También son casos de unidad natural de acción los de aquellos tipos que con templan posibilidades de
ejecución alternativa, cuando, de hecho, el autor única mente realiza una de ellas.
b. La unidad jurídica de acción
Hay también unidad de delito en los casos de unidad jurídica de acción, esto es, situaciones en que el hecho
típico está compuesto por varias acciones, varias omisiones, o acciones y omisiones que, en conjunto, lo
complementan. En rigor, por consiguiente, sería más correcto hablar de unidad de delito con multiplicidad de
acciones. En efecto, aquí no hay unidad de acción. Sólo se trata de que el tipo, "actuando como una
abrazadera", ha reunido varias acciones u omisiones en la unidad de un hecho. Tal situación puede darse en
varios casos:
a) La hay, en primer lugar, en los delitos complejos, en que el tipo exige la ejecución de dos o más
acciones diversas.
b) *Asimismo, se da pluralidad de acciones con unidad de hecho punible en los llamados delitos
permanentes, es decir, aquellos en los que se crea una situación fáctica tal que cada momento de su
duración puede ser imputado a consumación. Así, por ejemplo, en el secuestro del art. 141, inc.
primero, del C.P., en la sustracción de menores del art. 142 o en la usurpación de los arts. 457 y 458.
*La situación es distinta en los delitos instantáneos de efectos permanentes. Aquí la acción,
naturalmente única, crea un estado jurídico nuevo que, como tal, subsiste y surte efectos con
independencia de la voluntad del agente, quien carece de la posibilidad de ponerle fin por sí sólo. Un
caso característico lo constituye el tipo de la bigamia, contemplado por el art. 382 del C.P.
c) Hay también un delito único con pluralidad de acción en ciertos casos en los que, por la estructura del
tipo, es indiferente para la valoración jurídica que la acción descrita en él se haya ejecutado una o
muchas veces.16 Así ocurre en las hipótesis de falsificación de moneda contemplada en los arts. 162 y
sigts.
d) Ocurre lo mismo que en el caso anterior con respecto a ciertas hipótesis a las que suele denominarse de
tipicidad reforzada. Son situaciones en las cuales el tipo contempla varias posibles acciones, de manera
que la ejecución de cualquiera de ellas lo satisface, pero, al propio tiempo, le es indiferente el que se
realice más de una. Así acontece, por ejemplo, con el delito a que se refiere el art. 123 del C.P., de
acuerdo con el cual sólo debe imponerse una vez la pena señalada, aun cuando se trate de un sujeto que
ha tocado campanas para excitar al pueblo al alzamiento, ha dirigido, con igual fin, discursos a la
muchedumbre, y le ha repartido impresos. También estos casos tienen que reconocerse mediante la
interpretación del tipo correspondiente en el campo de la Parte Especial.
e) Deben incluirse asimismo en este grupo, a pesar de que presentan una estructura algo diversa, los delitos
habituales. En ellos la tipicidad presupone la ejecución reiterada de la acción, base objetiva
indispensable -aunque no suficiente- para afirmar la habitualidad.
f) Por último, también es un caso de pluralidad de acciones que configuran un solo hecho punible, el delito
continuado, una creación del derecho consuetudinario que, en atención a la complejidad de sus
presupuestos, exige un tratamiento separado.
c. El delito continuado como caso límite de la unidad jurídica de acción
La hipótesis del delito continuado es, por lo menos en nuestro ordenamiento jurídico, una creación del derecho
consuetudinario que, para una parte importante de la literatura, importa el reconocimiento de una unidad natural
de acción. Aquí, en cambio, ese punto de vista se rechaza y el delito continuado es apreciado incluso como un
caso límite de la unidad jurídica de acción.
*Se habla de un delito continuado para referirse a varias acciones ejecutadas en tiempos diversos, cada una de
las cuales, considerada en forma independiente, realiza completamente las exigencias de tipos delictivos de la
misma especie, no obstante, lo cual han de ser tratadas como un todo y castigadas como un solo hecho punible,
en virtud de la relación especial que media entre ellas. El problema fundamental consiste en determinar cuál es
y qué naturaleza tiene el vínculo al que se atribuye la eficiencia de unificar las distintas acciones.
i. T. subjetiva tradicional
ii. T. subjetiva de la finalidad
iii. T. objetiva
iv. La concepción subjetiva italiana
v. La concepción negativa
vi. La valoración unitaria del injusto
Pero que el "objeto de la valoración" sea múltiple no significa, necesariamente, que la "valoración del objeto"
también haya de serlo. Como, por otra parte, el juicio de reprochabilidad es individualizador y se dirige contra
la persona del autor, no puede servirnos para resolver un problema concerniente a los actos. La cuestión queda
así circunscrita al campo del injusto.
El delito continuado aparece, pues, como un problema de injusto típico. Y, así, diremos que consiste en una
pluralidad de acciones, cada una de las cuales satisface todas las características de un tipo legal, pero que han
de ser valoradas conjuntamente, porque constituyen la violación, necesariamente fraccionada, de una misma
norma de deber. La cuestión del nexo, que hasta ahora suele plantearse en el plano psíquico de la acción o en el
formal del tipo, se traslada al ámbito material de la antijuridicidad. A su vez, los criterios positivos sobre los
que se ha pretendido erigir el vínculo de continuación se sustituyen por un punto de partida negativo: la
violación de la norma es única cuando, conforme a la representación del autor, no era posible consumarla sino
en forma fraccionada.
vii. Los restantes requisitos del delito continuado
Aparte del vínculo de conexión, el delito continuado supone los siguientes requisitos, sobre los cuales ya se ha
dicho lo fundamental en los apartados precedentes:
aa) Pluralidad de acciones, cada una de las cuales satisface las exigencias del tipo respectivo.
bb) Transcurso de un cierto lapso entre la ejecución de cada una de dichas acciones. Cuando, por el contrario,
todas ellas se realizan en un solo contexto temporal, podremos encontrarnos más bien ante un caso de concurso
ideal de delitos o de concurso aparente de leyes, pero no de delito continuado. A este último res pecto, por lo
demás, es preciso distinguir las situaciones en las que realmente se han ejecutado varias acciones
conjuntamente, de aquellas en las cuales sólo existe unidad natural de la acción con pluralidad de actos,
entendiendo por tales los distintos movimientos corporales, homogéneos o heterogéneos, en los que, por las
limitaciones naturales del quehacer humano, suele tener que fraccionarse una conducta (sacar una tras otra las
manzanas del árbol para colocarlas en el cesto en que se las transportará, o los muebles de la casa en la cual se
roba para instalarlos en el vehículo dispuesto con ese objeto; realizar las distintas operaciones conducentes a la
falsificación de un billete de banco; etc.).
*Es preciso, en todo caso, exigir uno que permita afirmar, con arreglo al criterio de un observador imparcial, la
independencia fáctica de las unas en relación con las otras.
cc) La unidad del sujeto pasivo sólo debe exigirse cuando los delitos de que se trata lesionan bienes jurídicos
eminentemente personales (vida, salud, libertad ambulatoria, libertad de autodeterminación sexual, honor). En
los hechos punibles que atentan contra el patrimonio es indiferente, así como también en los que atacan
intereses de la colectividad.
dd) Los delitos en conexión de continuidad tiene que ser de una misma especie. Esto es evidente, porque sólo
de esta manera puede concebirse la violación unitaria de la norma. De acuerdo con lo que ya se ha explicado al
respecto,32 por delitos de la misma especie se entienden aquellos que atentan en contra de un mismo bien
jurídico mediante un modo de comisión semejante. No se requiere la identidad de las figuras punibles y
tampoco en este caso ha de recibir aplicación la defectuosa disposición del art. 509 del C. de P.P. o la del art.
351 del C.P.R, corregida sólo parcialmente. Es posible, por último, la continuidad entre hechos consumados y
tentados.
viii. El tratamiento penal del delito continuado
Si se admite que las conductas componentes de un delito continuado están vinculadas por un nexo de necesidad
que, sin amalgamarlas fácticamente, las somete a una valoración conjunta, el precepto legal que resuelve sobre
su punibilidad se encuentra en el inc. segundo del art. 75 del C.P En efecto, el fraccionamiento necesario sitúa
las acciones continuadas en relación de "medio a fin" y, así, ellas satisfacen todas las características de la
situación descrita por esa norma. En cierto modo, el delito continuado es como la cara inversa del concurso
ideal de delitos. En éste, el movimiento corporal único importa una violación necesaria de varias normas; en
aquél, el ataque unitario a una norma singular se ejecuta mediante una necesaria pluralidad de actos separados
en el tiempo. La situación, ciertamente, no es reversible, pero en el inc. segundo del art. 75 del C.P. el legislador
ha expresado su voluntad de otorgarles un tratamiento semejante a sus dos aspectos.
*En consideración a la conexión de continuidad, la participación en una cual quiera de las acciones vinculadas
por ella lo es en todo el delito, siempre, natural mente, que el concurrente conozca el hecho en su conjunto.
Asimismo, el cómputo de la prescripción de la acción penal debe iniciarse cuando se consuma la última
conducta de la serie o el último acto ejecutivo de ella, en su caso.
El art. 451 se refiere expresamente a "reiteración de hurtos”, esto es, a varios hurtos y, en consecuencia, a varios
delitos. De donde resulta que solo contiene una fórmula especial para el castigo del concurso real de esa clase
de hechos punibles.
ix. La situación en la jurisprudencia
La jurisprudencia ha vacilado mucho en relación con el delito continuado. En una época se inclinó a desecharlo,
porque no encontraba una norma expresa en la cual apoyar su construcción. Actualmente tiende a uniformarse
para aceptar una concepción subjetiva y sostener la unidad del dolo (finalidad). A esto suelen agregarse
consideraciones sobre la dificultad de probar el número de delitos por los que se debería castigar si se aplicaran
las reglas del concurso real. Este argumento, naturalmente, es frágil si lo que se quiere establecer es la unidad de
las distintas acciones, pero se lo encuentra también en la doctrina comparada más autorizada.
3. La pluralidad de delitos
La jurisprudencia ha vacilado mucho en relación con el delito continuado. En una época se inclinó a desecharlo,
porque no encontraba una norma expresa en la cual apoyar su construcción. Actualmente tiende a uniformarse
para aceptar una concepción subjetiva y sostener la unidad del dolo (finalidad). A esto suelen agregarse
consideraciones sobre la dificultad de probar el número de delitos por los que se debería castigar si se aplicaran
las reglas del concurso real. Este argumento, naturalmente, es frágil si lo que se quiere establecer es la unidad de
las distintas acciones, pero se lo encuentra también en la doctrina comparada más autorizada.
a. El concurso real de delitos
i. Concepto y requisitos
Hay un concurso real (material) de delitos cuando un sujeto ha ejecutado o participa do en la ejecución de dos
o más hechos punibles jurídica y fácticamente independientes, respecto de ninguno de los cuales se ha
pronunciado sentencia condenatoria firme y ejecutoriada. A esta forma de concurso se la denomina también
reiteración y constituye en la práctica la hipótesis de pluralidad de delitos más corriente.
El requisito básico del concurso material es la realización de la participación en varios delitos. La fórmula
enfatiza, desde luego, que la reiteración no exige una forma de concurrencia uniforme: también la hay, por
consiguiente, si el sujeto ha intervenido en uno de los hechos punibles como autor único, en otro como coautor
y en un tercero como mero partícipe (instigador, cómplice o encubridor).
*Se reclama la independencia fáctica de los hechos punibles para diferenciar el concurso real del ideal, 37 pues,
en efecto, cuando todos ellos se exteriorizan mediante movimientos físicos unitarios (un solo hecho) nos
encontramos frente a este último. A su vez, se exige independencia jurídica, porque si los hechos están vincula
dos a causa de que su fraccionamiento fue necesario y, por esto, han de ser valorados unitariamente, nos
encontraremos ante un delito continuado.
El requisito de que no exista una sentencia condenatoria intermedia, por último, tiene por objeto distinguir el
concurso material de la reincidencia. En cambio, es indiferente que la pena impuesta se haya o no cumplido,
pues en los casos de reincidencia impropia, esto último, precisamente, no ocurrirá.
ii. El tratamiento punitivo del concurso real
1. La regla general: acumulación material de las penas
El punto de partida general se encuentra contenido en el art. 74 del C.R, que consagra el principio de la
acumulación material de las penas (quot crimina, tot poenae), tal vez la solución más "inmediata y
primitiva"41 que puede darse al problema. De conformidad con ese criterio, los distintos delitos son
sancionados como hechos independientes, y el autor común sufrirá la suma de las penas correspondientes. En
muchas ocasiones, sobre todo tratándose de penas privativas de libertad, se excederán en esta forma los límites
de la culpabilidad por los actos -cuyo carácter unipersonal el sistema ignora-, lesionando la base sobre la cual
descansa él ordena miento punitivo en su conjunto.
Con arreglo al art. 74, inc. segundo, cuando ello es posible, "el sentenciado cumplirá todas sus condenas
simultáneamente". Esto ocurrirá si las penas impuestas no sólo son de diferente naturaleza, sino que además
afectan a bienes jurídicos también distintos. Así, una pena privativa de libertad (prisión, reclusión, presidio)
puede cumplirse al mismo tiempo que una pecuniaria (multa, comiso), pero no que una restrictiva de libertad
(confinamiento, extrañamiento, relegación, destierro).
Cuando la ejecución simultánea no es posible, "o si de ello hubiere de resultar ilusoria alguna de las penas", el
sujeto "las sufrirá en orden sucesivo, principiando por las más graves, o sea las más altas en la escala respectiva,
excepto las de confina miento, extrañamiento, relegación y destierro, las cuales se ejecutarán después de haber
cumplido cualquiera otra pena" privativa de libertad.
2. La primera excepción: la acumulación jurídica
Conforme al art. 509 del C. de P.P, el concurso real de crímenes o simples delitos de una misma especie, o de
una misma falta, se rige, excepcionalmente, por el sistema de la asperación o acumulación jurídica de las
penas. Esto es, se impone la pena correspondiente a las diversas infracciones, estimadas como un solo delito,
aumentándola en uno, dos o tres grados, y si, a causa de la naturaleza de los atentados, la apreciación conjunta
no es posible, se aplica la sanción contemplada para aquella que, considerada aisladamente, con las
circunstancias del caso, tenga asignada pena mayor, aumentándola en uno, dos o tres grados según sea el
número de los delitos. Con todo, en los casos en que el régimen del art. 74 del C.P. resulte más favorable al reo,
el tribunal debe estarse a él. Aunque aparentemente la contra excepción tiene un carácter facultativo, la
jurisprudencia le atribuye correctamente significado imperativo, otorgándole acatamiento en todos los casos.
Sobre lo que ha de entenderse por crímenes y simples delitos de la misma especie la ley ofrece una solución
clara pero infortunada. Tiene por tales a "aquellos que estén penados en un mismo título del Código Penal o ley
que los castiga".
3. La segunda excepción: la absorción de la pena
El art. 75 del C.P., en la parte final del inc. primero, dispone, excepcionalmente también, que cuando de dos
delitos que se encuentran en concurso real, el uno "sea el medio necesario para cometer el otro", se aplique el
sistema de la absorción de la pena; vale decir, se impone únicamente la pena mayor asignada al hecho punible
más grave.
A mi juicio, la necesidad de la relación de medio a fin debe juzgarse en concreto. Por consiguiente, su
existencia depende de las circunstancias concurrentes en el caso dado y no sólo de la naturaleza intrínseca de los
hechos (discutible). En relación con ello conviene recordar, por otra parte, que con arreglo al criterio sostenido
precedentemente ésta es la conexión que se presenta en las hipótesis de delito continuado y, por consiguiente, el
art. 75 la disposición que regula su punibilidad.
En cuanto consagra una norma que es excepcional aun respecto de la contenida en el art. 509 del C. de P.P, el
art. 75 del C.P. ha de aplicarse con preferencia a éste. Así, cuando crímenes o simples delitos de la misma
especie se encuentran en relación necesaria de medio a fin, prevalece la disposición del art. 75 y se los debe
castigar con arreglo a lo que éste preceptúa. En cambio, es dudoso lo que ha de hacerse cuando, como sucede en
algunos casos, para el autor puede resultar más beneficioso el sistema de la acumulación material (art. 74 del
C.P.) que el de la absorción. En principio, puesto que a diferencia del art. 509 del C. de P.P., el 75 del C.P no
contiene una norma de reenvío, pareciera que la ley aboga por la aplicación de este último incluso en tales
casos. Sin embargo, ésta es una situación en la cual, en mi concepto, el íelos de la ley debe conducir a una
solución analógica en beneficio del reo, determinando que los hechos se castiguen con arreglo a lo preceptuado
en el art. 74 del C.P. Pues si lo que se persigue por la norma del art. 75 es conceder al autor un tratamiento más
benévolo, resulta absurdo perseverar en darle aplicación, aunque en la situación concreta lo perjudique.
4. La regla especial del art.451 del C.P.
Para finalizar, el art. 451 del C.P contiene una regla muy especial relativa al concurso real de hurtos
b. El concurso ideal de delitos
1. Concepto, naturaleza y estructura del concurso ideal
Hay un concurso ideal de delitos cuando con un solo hecho se realizan las exigencias de dos o más tipos
delictivos o de uno mismo varias veces.
En el ámbito de la ley chilena, en cambio, el problema se presenta de una manera distinta. Conforme al art. 75,
inc. primero, primera parte, el concurso ideal sólo supone la unidad del hecho, no de la acción. Que, a su vez,
un hecho único puede estar compuesto o integrado por distintas acciones es algo perfectamente concebible,
pues, como ya se ha explicado,54 existen numerosos casos en los cuales la "abrazadera” del tipo reúne en unidad
de hecho lo que indiscutiblemente constituye una pluralidad de acciones. Por otra parte, en los casos de
concurso ideal auténtico existen dos o más finalidades perfectamente diferenciables, las cuales, si bien se
manifiestan externamente con apariencia unitaria, en realidad dan vida a distintas acciones. En el concurso ideal
de delitos, por lo tanto, sólo es única la forma, el modo en que se exterioriza y realiza la actividad final, pero las
acciones son varias.
2. El problema de la participación en el concurso ideal
Parece lógico que los adherentes a la teoría unitaria consideren que el partícipe en un concurso ideal lo es de un
solo delito59 si él ha colaborado o instigado a una sola acción. Por el contrario, cuando se sostiene, como aquí,
que en los casos de concurrencia ideal las acciones configuradoras de los distintos tipo son también múltiples,
debe afirmarse que el partícipe lo es de todos los delitos si su actividad satisface las exigencias requeridas para
considerarlo cómplice o instigador de cada uno de ellos y aunque se haya manifestado externamente en una
forma unitaria. Lo decisivo es lo que él sabía sobre la naturaleza del hecho en el cual colaboraba o respecto del
cual formaba en otro la voluntad de realización. Así, el que instiga a la violación de una hermana del autor,
conociendo la relación parental que lo vincula con la víctima, es inductor tanto de la violación como del incesto.
3. El delito preterintencional
De acuerdo con lo que se ha dicho al respecto,60 la práctica resuelve los casos de preterintencionalidad para los
cuales la ley no ha establecido una figura expresa en la Parte Especial, apreciando un concurso ideal entre el
delito doloso básico y el tipo de delito culposo correspondiente al resultado más grave. Esta solución es
correcta. Aunque constituye el caso límite de tal posibilidad, también aquí el movimiento corporal único del
agente puede materialmente desdoblarse en dos acciones, a la primera de las cuales presta su fisonomía la
finalidad orientada a la realización de la conducta típica perseguida (dolo), y a la segunda, la omisión de
imprimir a su actividad toda la dirección final de que era capaz a fin de evitar la desviación del curso causal
hacia otros resultados jurídicamente indeseables.
4. Los delitos culposos con pluralidad de resultados
Por lo tanto, creo que en tales hipótesis debe castigarse únicamente por un delito culposo, pues el juicio de
reprobabilidad ético-social de la conducta no puede pronunciarse sino una vez, con la consiguiente unidad de la
infracción de la norma que impone el deber de cuidado.
Excepcionalmente, sin embargo, habrá que apreciar una auténtica concurrencia ideal en aquellas situaciones en
las cuales para el autor era previsible que sí la conducta producía efectivamente un resultado típico, éste sólo
podía consistir en una lesión múltiple de bienes jurídicos. Así, por ejemplo, ocurriría en el caso del capitán que
sobrecarga la nave con gran número de pasajeros, exponiéndola a un naufragio o volcamiento, y en el del
comandante de la aeronave que conduce a muchas personas y ejecuta maniobras imprudentes durante el viaje,
ocasionando un desastre. En estos casos la previsibilidad de la inevitable pluralidad de resultados diversifica el
disvalor de la acción, multiplicándola.
ii. Clasificación del concurso ideal
La doctrina distingue dos clases de concurso ideal: homogéneo y heterogéneo. El concurso es homogéneo
cuando con un mismo hecho se realiza varias veces el mismo tipo penal, como, por ejemplo, si con un mismo
disparo se da muerte a dos personas, o profiriendo una sola expresión se injuria a muchos individuos. A su vez,
el concurso es heterogéneo cuando con un solo hecho se satisfacen las exigencias de distintos tipos penales,
como, por ejemplo, si para yacer con ella se violenta a una hermana casada, o se incendia una casa para dar
muerte al que mora en ella, o si el autor del hurto fractura una ventana, dañándola, para escapar del lugar en el
cual ejecutó la sustracción. La clasificación sólo tiene un valor sistemático, pues, desde el punto de vista
práctico, las dos situaciones se rigen por lo dispuesto en el art. 75 del C.P.
iii. Efectos penales del concurso ideal
La ley otorga al concurso ideal un tratamiento más benigno que el concedido en la generalidad de los casos al
concurso real. En efecto, de acuerdo con lo preceptuado por el art. 75 del C.P, se lo castiga siempre conforme al
sistema de la absorción de las penas, esto es, imponiendo la pena mayor asignada al delito más grave.
*Por eso, seguramente lo más apropiado es intentar una modificación racional en el régimen de punibilidad del
concurso en general. Esto habilitaría para suprimir toda distinción entre sus formas, sin perjuicio de que, si la
norma es suficientemente flexible, pueda concederse, a los casos concretos que así lo requieran, un tratamiento
diferenciado.
*No es posible dar una regla precisa y general sobre lo que debe entenderse por delito más grave. Cuando la
pena amenazada por la ley a los varios que concurren es de la misma naturaleza, decidirá usualmente aquella
cuyo límite superior sea más alto; si éstos son iguales, deberá compararse el inferior. La ponderación de hechos
punibles para los que se conminan penas de distinta naturaleza tiene que efectuarse siempre caso por caso.
Pena mayor, por su parte, es siempre la pena más alta establecida para el delito que se tenga por más grave. Por
consiguiente, cuando un hecho esté amenazado con una pena compuesta por varios grados de una divisible, se
deberá imponer el más severo de todos ellos, sin perjuicio de que a partir de él se efectúen los cálculos
correspondientes a la determinación concreta de la sanción, habida consideración de las circunstancias
modificatorias de ella que en el caso puedan concurrir.
*Finalmente, es posible que dos o más delitos se encuentren entre sí en concurso ideal y entren además en
concurso real con otro u otros hechos punibles. En tal caso deberá resolverse antes el primero, y la pena así
determinada será la que se acumule material o jurídicamente -según corresponda- a la de las otras infracciones.
4. El concurso aparente de leyes penales
a. Concepto y naturaleza
Hay un concurso aparente de leyes penales cuando un hecho parece satisfacer las exigencias de dos o más
tipos diversos, pero, en definitiva, sólo será regulado por uno de ellos, en tanto que los demás resultarán
desplazados por causas lógicas o valorativas.
*Lo que se plantea es un conflicto entre varias disposiciones, cada una de las cuales parece adecuada en
principio para normar el hecho, no obstante, lo cual es preciso, mediante la aplicación de los recursos
hermenéuticos, determinar cuál es la que de veras se acomoda precisamente a todas sus particularidades fácticas
y aprehende por completo su significado de valor.
*Pues, en efecto, la decisión relativa a cuál de los tipos recibirá aplicación en el caso de que se trata, está
precedida por la de si en realidad éste ha de ser regido por una sola de ellas o si, más bien, nos hallamos frente a
una auténtica pluralidad de delitos con unidad de hecho, esto es, ante un concurso ideal. En la práctica, además,
ambas interrogantes se condicionan de manera recíproca, de tal modo que ni siquiera conceptualmente es
posible separarlas. Por eso, no sólo desde el punto de vista didáctico, sino también atendiendo a consideraciones
técnicas y sistemáticas, es preferible hacerse cargo del asunto en este lugar, aun reconociendo que teóricamente
no pertenece a él.
b. Los principios de solución del concurso aparente
reconocen por lo menos la existencia de cuatro: especialidad, consunción, subsidiariedad y alternatividad. Por
el contrario, ETCHEBERRY, si bien efectúa una exposición de los cuatro, considera que sólo dos de ellos rigen
auténticamente la problemática: los de especialidad y consunción.7
i. Principios de especialidad
El principio de especialidad es de carácter lógico y, por tal razón, su manejo es más sencillo que el de
consunción. De conformidad con él, hay un concurso ideal de delitos cuando el hecho parece ser captado por
dos normas, pero éstas se encuentran en relación de género a especie y es la ley especial la que lo aprehende de
manera más perfecta en todas sus particularidades.
Por último, es preciso tener presente que, con arreglo al criterio que se ha expuesto aquí, el dolo y la culpa son
elementos del tipo que, por consiguiente, deben también tomarse en cuenta para la determinación de su
especificidad. Ello es manifiesto en el caso de otros eventuales elementos subjetivos del tipo distintos del dolo.
ii. Principio de consunción
El principio de consunción o absorción es de carácter axiológico y su aplicación, por ende, presenta más
dificultades que la del de especialidad. De conformidad con él, hay también un concurso aparente de leyes
penales, y no un concurso ideal de delitos, cuando el hecho parece ser captado por dos o más tipos; pero como
el disvalor delictivo que implica la ejecución de uno de ellos contiene al que supone la realización del otro u
otros, aquél consume o absorbe a éstos, desplazándolos.
iii. Principio de subsidiariedad
El principio de subsidiariedad se funda exclusivamente en una decisión del derecho positivo. De acuerdo con
él, hay un concurso aparente y no un concurso ideal de delitos cuando un hecho pareciera ser captado por dos
tipos, pero, por expresa disposición de la ley, uno de ellos resulta desplazado, porque su aplicación se subordina
precisamente a que el otro no concurra.
iv. Principio de accesoriedad
En el fondo, lo que se designa con ese rótulo no es más que una forma específica de aplicación del principio de
consunción a situaciones planteadas por tipos con pluralidad de hipótesis. Cuando el sujeto, en efecto, haya
realizado simultáneamente varias de éstas, la cuestión de si ha de castigárselo por un concurso de delitos o por
un solo hecho punible (tipicidad reforzada) exigirá una apreciación valorativa para cuya solución el principio de
alternatividad no brinda una regla prácticamente aprovechable, limitándose a plantear el problema.
Capítulo XIII
Teoría del delito omisivo
1. El delito omisivo y su problema
a. El concepto de omisión
i. El concepto normativo
Para una concepción que ha llegado a ser en cierto modo dominante, la índole de la omisión no puede ser
comprendida sino arrancando de presupuestos normativos. La omisión es un concepto de valor y no admite ser
explicada conforme a un criterio ontológico.
*Así, omite quien no hace aquello que de él se esperaba, porque era su deber hacerlo. Y como desde el punto de
vista jurídico sólo se está obligado a lo que el derecho manda, la omisión en este ámbito consiste en no hacer
aquello que jurídicamente se debía hacer. El concepto es, pues, valorativo y su significado depende de las
normas jurídicas vigentes. No puede omitirse sino aquello que el derecho ordena; por lo tanto, para afirmar la
existencia de una omisión es menester decidir si, conforme a los preceptos legales en vigor, cabía esperar que el
sujeto actuara
*En efecto, si la omisión no es más que una pura violación de normas jurídicas, la configuración de hechos
punibles omisivos no estará sometida a límite alguno y, además, entre la acción y la omisión no sólo existirá
una relación de contradicción lógica, sino también de naturaleza material.
ii. El concepto natural mediante asimilación a la acción
Aun cuando se pretende construir un concepto natural de omisión, es preciso reconocer que entre ésta y el no
hacer hay diferencias. La nada, la pura ausencia de movimiento jamás podría servir de base a la cual enlazar los
juicios de antijuridicidad y culpabilidad. La omisión, por lo tanto, tiene que poseer alguna realidad si aspira a
servir de fundamento sustantivo a la estructura del delito.
*Este punto de vista vislumbra la solución, pero incurre, a mi juicio, en dos imperfecciones. En primer lugar, se
apresura al identificar el actuar con el omitir, afirmando que también en este último caso se verifica una
exteriorización de la voluntad; pues esto es improbable en el caso del delito omisivo culposo y, sobre todo, en
los por olvido; más aún, también en la hipótesis de un delito omisivo doloso es difícil, si no imposible,
encontrar el punto de conexión entre el acto de voluntad y el fenómeno causal. Del otro lado, la concepción
deriva hacia el autoritarismo. Si acción y omisión se identifican, pareciera que todo omitir ha de ser castigado.
La doctrina no tolera una extensión semejante. MAYER, que impugna la exigencia consuetudinaria de una
posición de garante para la tipicidad del delito omisivo, demuestra con ello que su postura ideológica se
identifica con un afán autoritario incompatible con las tendencias actuales del derecho penal.
iii. El concepto natural como oposición a la acción
*La omisión consiste en no hacer aquello que se tenía el poder final de ejecutar. Aquí, de inmediato, se ve
funcionar el principio de inversión. Lo característico de la acción era la conducción del suceder causal,
empleando, para ello, el poder de orientarlo según y desde un fin; lo característico de la omisión es la no
conducción de ese acontecer, pese a que se contaba con el poder de manejarlo, con su dominio final. La acción
es finalidad que se exterioriza; la omisión, finalidad ociosa.
*Contar con el dominio final significa estar en situación de alcanzar el fin de la acción que no se ejecuta. Para
esto "el sujeto tiene que conocer la situación en que produciría sus efectos; además, tiene que estar en
condiciones de reconocer y de poder seleccionar los medios aptos para llevar a efecto el objetivo ('capacidad
de planeamiento'); por último, tiene que tener la posibilidad real física de emplear los medios elegidos y de
ejecutar el acto planeado".
Como lo que caracteriza subjetivamente a la omisión es la posibilidad de actuar, es innecesario que el sujeto
exprese, además, una voluntad actual de no hacerlo. Por eso, en rigor no existe una omisión dolosa. Lo que
integra la omisión es lo “inverso" del dolo, esto es, un no-dolo (no-finalidad), el no exteriorizar una finalidad
que se podía actuar. Da lo mismo que el sujeto sea o no consciente de que cuenta con el dominio final. Para que
haya omisión basta con que lo tenga. Aparece, así, un concepto de omisión natural20 que se opone al de acción
natural -al cual es correspondiente- en forma radical y que, por eso, no puede ser tratado conjuntamente con
aquél. Hay que otorgarle un lugar separado en el sistema y desenvolver allí las consecuencias de su análisis.
b. El tipo de la omisión
i. Las formas del tipo omisivo
aa) Delitos de omisión simple u omisión propia, en los que la conducta se traduce en la infracción de una norma
imperativa (mandato). Todos ellos están descritos por la ley. Tipos de esta clase se encuentran en los arts. 134,
149 N° 2o, 4o, 5o y 6°, 156 inc. segundo, 224 N° 3o, 4o y 5o, 225, N° 3o, 4o y 5o, 226, 229, 237, 238, 240 inc.
segundo, 252, 253, 256, 257, 281, 282, 337 inc. segundo, 355, 448, 494 N° 9o,11,12,13 y 14,495 N° 19 y 496
N° 2o 4o, 5o segunda parte, primera hipótesis y 22. La enumeración -en la que se ha procurado prescindirse de
casos dudosos- es lo bastante significativa como para reclamar una mayor atención que la que la doctrina
nacional suele destinar a este género de tipos.
bb) Delitos de comisión por omisión u omisión impropia, en los que la conducta que infringe una norma
imperativa (mandato) ocasiona, como consecuencia, el quebrantamiento de una prohibitiva (prohibición). En
relación con esta categoría existe una manifiesta anarquía legislativa. Los tipos se elaboran de distintas maneras
o simple mente quedan implícitos en el de comisión. Un cuadro aproximado, para tratar de ordenar los
resultados de esta técnica confusa, puede construirse así:
1) Casos en los que se ha establecido un tipo expreso y separado para el delito de comisión por omisión. De
éstos, en la ley, casi no se encuentra uno.
2) Casos en los que, junto al delito de comisión, se describe expresamente el de omisión impropia, como ocurre
en los arts. 233, 243 y 244 del C.P.
3) Casos en los que el delito omisivo permanece implícito en el tipo comisivo, abandonando, por lo tanto, sus
precisiones a la construcción judicial. Entre éstos, con todo, hay que distinguir dos situaciones:
3') Existen tipos de comisión en los cuales en alguna forma hay una manifestación expresa de que el legislador
contempla la posibilidad de una infracción omisiva. Esto sucede cuando para describir la conducta se emplean
verbos ambivalentes, que lo mismo pueden referirse a una acción que a una omisión, como "abandono”,
“consentir en", "faltar a", "convenir en", "infringir", etc. Así, por ejemplo, es claro que para el art. 330, inc.
segundo del C.P., da lo mismo que el guardafrenos se aleje de su caseta durante el servicio, o permanezca en
ella, inactivo -por ejemplo, durmiendo-. En ambos casos habrá abandono y el accidente será atribuido al
sujeto.
3") En otros casos, en cambio, el tipo de comisión está construido sobre un verbo que, sin lugar a dudas,
describe una conducta activa, como sucede, entre muchos otros, en los arts. 361 ("acceder"), 382 ("contraer
matrimonio"), 390 ("matar"), 397 ("herir, golpear o maltratar de obra"), 432 ("apropiarse"), 474 ("incendiar"),
etc.
La diferencia entre estos dos grupos es importante, porque en el primero las facultades creadores del juez se
encuentran restringidas, a causa de que, en todos esos casos, la ley ha descrito la situación en que consiste la
posición de garante y fundamenta el deber de actuar,23 cosa en extremo aconsejable. En el segundo, en cambio,
falta este punto de apoyo, y el tipo omisivo, por esto, permanece muy abierto.
En relación con toda la problemática de los delitos de comisión por omisión, cobra también importancia la
distinción de ROXIN24 entre delitos de acción y delitos de mera infracción de un deber. Los primeros son
aquellos en los cuales la ley describe la acción típica en la forma más precisa posible; los segundos, tipos de los
que se sirve el legislador "allí donde no le interesa la cualidad externa de la conducta del autor, porque el
fundamento de la sanción radica en que alguien infringe las exigencias de conducta derivadas del papel social
que desempeña".25 En opinión de ROXIN, el problema de la equiparación entre acción y omisión no presenta
dificultades en los delitos de mera infracción de un deber, pero es "apenas solucionable" en los que él
denomina delitos de acción.
ii. El tipo de los delitos de omisión propia (simple omisión)
La fundamentación de la tipicidad en los delitos de omisión propia no presenta dificultades, porque las distintas
figuras están previstas expresamente. Desde el punto de vista objetivo, la tipicidad de estos delitos requiere que
con curran las particularidades de la situación descrita por la ley y que no se exteriorice una voluntad final
determinada también por el tipo; esto es, que no se actúe. Desde el punto de vista objetivo, es menester que el
sujeto disponga del dominio final, cuyos componentes ya se han precisado.
*Tal como los tipos comisivos, el de los delitos de omisión está construido sobre un hecho, pero a la inversa de
ellos, no sobre un hecho voluntario, sino sobre uno causal, en el que no se hizo intervenir una voluntad que era
hábil para modificarlo.
iii. El tipo de delitos de omisión impropia (comisión por omisión)
A diferencia de la anterior, la fundamentación de la tipicidad de los delitos de omisión impropia está erizada de
dificultades, especialmente en aquellos casos en los que el legislador, al construir la figura comisiva, no ha
exteriorizado, ni siquiera en forma indirecta, su voluntad de incluirlos en la imagen rectora.29
aa) En primer lugar, cabe preguntarse, precisamente, si es posible construir la tipicidad de un delito sobre la
base de una figura que de manera manifiesta sólo alude a la comisión. La cuestión está resuelta por el art. 492
del C.P. Allí se incrimina a título de cuasidelito a quien "ejecutare un hecho o incurriere en una omisión que, a
mediar malicia, constituiría un crimen o un simple delito contra las personas".
*bb) Aun resuelta la cuestión dogmática, la inversión de los delitos comisivos tiene que limitarse a
determinadas situaciones. Si fuera de otro modo y todos hubiéramos de vigilar permanentemente la realidad
para interferiría tan pronto se precipita por un curso indeseable, la vida de relación sería imposible.
* Se advirtió, en efecto, que en la mayor parte de los tipos de omisión propia la situación se caracteriza porque
la exigencia de actuar está dirigida a quien se encuentra con el bien jurídico en una relación fáctica de tutela,
esto es, en lo que se ha designado como posición de garante. Así, se concluyó que en la creación judicial de los
de omisión impropia había que requerir una situación análoga. Sólo incurre en comisión por omisión quien,
encontrándose en una posición fáctica de garante respecto al bien jurídicamente protegido, no actúa, a pesar
de contar con el dominio final del hecho, para evitar una lesión o puesta en peligro de dicho bien.
*El problema, ahora, consiste en precisar aquellas situaciones de hecho que confieren al agente el carácter de
garante del bien jurídico.
*La doctrina suele mencionar las siguientes situaciones en las que debería reconocerse una posición de garante,
varias de las cuales, sin embargo, están sometidas a reparo y discusión:
1) Aquellos casos respecto de los cuales la ley, si bien para efectos distintos de los penales, ha consagrado un
deber de actuar, siempre que éste no aparezca expresamente desestimado por el ordenamiento punitivo.
*2) Casos en los que la existencia de un contrato ha creado una situación fáctica de garante para una de las
partes.
*Ha de tenerse en cuenta que en estos casos la posición de garante sólo existe dentro de los límites de la
situación de hecho creada por la convención.
*3) Mientras los casos anteriores no suscitan duda, se presta a discusión aquel en el cual el sujeto creó, con su
conducta anterior, una situación de peligro para el bien jurídicamente tutelado.
WELZEL es cauteloso en relación a este punto, aun en Alemania, donde la posición dominante casi no lo
discute. GRISOL1A-POLITOFF-BUSTOS,35 entre nosotros, lo rechazan, porque "parece claro que el sistema
chileno no ha tenido en cuenta, siquiera implícitamente, un deber jurídico derivado del hacer precedente", aparte
de que, si la ley otorga una atenuante al que procura con celo "impedir las ulteriores perniciosas
consecuencias" de un delito, resulta difícil conciliar el propósito legislativo de "premiar" al que intenta
eliminar los efectos de un hacer precedente, con un "deber jurídico de impedir tales ulteriores consecuencias".
El último argumento no me parece convincente. En efecto, no hay contradicción alguna entre dos decisiones
como las que se quiere oponer. / La situación es muy semejante a la del desistimiento en la tentativa.36 Allí
también se excluye la punibilidad del que se detiene antes de consumar, precisamente porque interesa evitar la
lesión del bien jurídico, pero ese mismo interés conduce a castigar si se consuma.
*A mi juicio, la conducta anterior creadora de un peligro no funda sino una posición de garante dentro de
límites restringidos. Debe tratarse, en primer lugar, de una acción ilícita (pero no necesariamente típica) y,
además, dar origen a una eleva da probabilidad de daño. De otro lado, sólo pueden tenerse en cuenta conductas
voluntarias. La negligencia no es suficiente. Al fin, tiene que resolverse caso por caso. Estas reglas generales
son sólo limitativas.
4) A las hipótesis precedentes suelen agregarse los casos en que la posición de garante surge por la solidaridad
que se origina en una comunidad de vida especial.
*5) A los mismos reparos destacados en el párrafo precedente se encuentran so metidos los casos en que la
posición de garante se origina en la solidaridad creada por una comunidad de peligro. Por lo tanto, también hay
que desestimarlos.
cc) Hay que practicar, todavía, una última limitación: la que se deduce de la estructura y sentido de cada tipo
comisivo en especial
La opinión dominante es que la mayor parte de los delitos de comisión pueden ser ejecutados mediante omisión.
Sólo se excluyen las figuras que reclaman expresamente una actividad corporal o presuponen una manifestación
positiva de voluntad. A este último grupo pertenece, por ejemplo, la bigamia, del art. 382 del C.P., pues con
traer matrimonio sin hacer una declaración expresa de consentimiento es imposible; al primero, la figura
especial de subversión contemplada en el art. 123 del C.P.
*dd) El problema de la causalidad es ajeno a los tipos de omisión. La negación no puede engendrar una
posición; el no hacer algo, nada puede causar. Y, sin embargo, la equivocada tendencia a intentar una
asimilación entre acción y omisión condujo a una viva polémica que, como lo destacó HELMUTH MAYER, 40
fue el resultado de una adhesión exagerada al dogma causal.
*-4) La cuestión pierde significación cuando el tipo de la omisión impropia se contempla a la luz de la
concepción sintetizada aquí. El delito de comisión por omisión se estructura, así, sin referencias a una
causalidad que es realmente imposible. En los tipos de esta clase, la atribución del resultado al sujeto deriva de
su posición de garante. El autor nada ha causado: lo que se le imputa es no haber evitado la lesión de un bien
jurídico cuya salvaguardia le competía por la situación que ocupaba frente él.
Es necesario reconocer que la vinculación causal es más precisa que la determinación de los casos en que el
sujeto ocupa una posición de garante. Esta es otra de las razones que aconsejan una descripción legislativa de
las situaciones lácticas en que esa posición se origina.
c. La antijuridicidad de la omisión
i. Generalidades
La antijuridicidad del delito omisivo se caracteriza, a la inversa de la del de acción, por la relación de contraste
entre la inactividad y el mandato de la norma deducido del contexto del ordenamiento jurídico.
ii. Las causales de justificación de los delitos omitidos
En los delitos de omisión la tipicidad es también indiciaría de la antijuridicidad. Pero, lo mismo que en los de
acción, el indicio puede ser descartado por la concurrencia de una causal de justificación. Por eso, la teoría de la
antijuridicidad también se resuelve, en este caso, en teoría de las causales de justificación.
Es posible omitir en legítima defensa o en estado de necesidad. Aparte de eso, la ley ha consagrado una causal
de exclusión del injusto en el art. 10, N°, 12, primera parte del C.P., que, en la práctica, abarca todas las otras
situaciones posibles de omisión justificada, y constituye un correlato de la que establece el N° 10 de ese mismo
precepto para los delitos de acción.
d. La culpabilidad de la omisión
La estructura de la culpabilidad es semejante en los delitos de acción y de omisión. Lo mismo en éstos que en
aquéllos, se requieren imputabilidad, conciencia de la ilicitud y normalidad de las circunstancias.
Respecto a la conciencia de la antijuridicidad ha de tenerse en cuenta que para los delitos omisivos es
conciencia del mandato. Por esto, la teoría del error de prohibición se sustituye, para tales casos, por una teoría
del error de mandato (error sobre el deber de actuar). Las consecuencias son las mismas.
*Por causa insuperable, en consecuencia, ha de tenerse aquella que excluye, en el caso concreto, la exigencia
general de obrar conforme a la voluntad del derecho. Para la ponderación de la causa y de sus efectos, rigen los
criterios que se analizaron al tratar el tema en los delitos de acción.
e. Los otros problemas relativos al delito omisivo
i. El “iter criminis”
Una vez más, aquí debe operarse con el principio de la inversión. En el delito de acción hay tentativa cuando el
sujeto inicia la ejecución del acto prohibido por el ordenamiento, pero no llega a concluirlo porque
circunstancias ajenas a su voluntad se lo impiden. En el de omisión, la tentativa se configura cuando el autor se
encuentra en posición de garante y se abstiene de acatar el mandato de obrar, pero de suerte que, si hubiera
actuado, el resultado se habría producido de todas mane ras, pues causas independientes de su voluntad le
hubiesen impedido evitarlo.
*En el fondo, sin embargo, tentativa de acción y de omisión son equivalentes; se trata de la misma situación
contemplada por sus dos caras. En la primera, la norma prohibitiva no pudo ser violada porque algo se
interpuso en el curso causal desencadena do por el agente; en la segunda, la norma imperativa no pudo ser
violada porque el autor, aunque hubiese obrado, no habría podido modificar un curso causal cuya dirección no
dependía de él.
*El garante sólo comete tentativa de omisión si permanece inactivo hasta el último momento en que su
intervención hubiera sido eficaz. De manera que éste es siempre, mejor que una tentativa, un delito de omisión
frustrado. Situarla antes su pondría castigar intenciones improbables.
ii. Concurso de delincuentes y de delitos
aa) La coautoría y la participación en la omisión son inimaginables. Si dos personas que se encuentran en
posición de garantes respecto a un bien jurídico omiten intervenir para evitar su lesión, cometen delitos
independientes. El que instiga a una omisión es autor mediato; el que impide actuar al garante es autor material
de un delito de acción. La complicidad, en este género de delitos, no tiene sentido, porque no se puede cooperar
a la inactividad. Todo esto se debe, fundamentalmente, a que, como en la omisión no existe una finalidad actual,
tampoco puede darse una "voluntad de obrar en conjunto".
En cambio, el encubrimiento es posible, precisamente porque no se trata de participación auténtica.
bb) No hay mucho que agregar en materia de concurso de delitos. Recuérdese, solamente, que cuando la
abrazadera típica congrega una acción y una omisión, da origen a un delito permanente.