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1 MS Vol. II. T 2.
personales y dice que los niños son alumnos de sus padres y «que son
impulsados a la muerte del pecado no tanto por la naturaleza como por la
educación» (In Romanos commentarii, 5, 2: PG 14, 1024). Sin embargo, esto no
quiere decir que los Padres griegos no vean en Rom 5 más que una sucesión
de pecados personales, cuyo comienzo cronológico sería únicamente el pecado
de Adán. Cirilo de Alejandría, para quien «nosotros hemos llegado a ser
imitadores (µtp~tiaí) de la transgresión de Adán en la medida en que (xa9' ó)
todos hemos pecado» (In Rom., 5,12: PG 74, 784), se pregunta cómo nos ha
alcanzado la «condenación» de Rom 5,19 a nosotros, que todavía no habíamos
nacido; y en su respuesta llega a una especie de pecado original: «Nosotros
hemos llegado a ser pecadores por la desobediencia de Adán de la siguiente
forma: Adán nació para la incorruptibilidad y para la vida... Pero como él vino
a caer en la corruptibilidad y en el pecado, los deseos impuros penetraron en
la naturaleza de la carne, y así entró en vigor la inexorable ley de nuestros
miembros. De este modo, el pecado ha hecho enfermar a la naturaleza por la
desobediencia de uno solo. Así, la humanidad se convirtió en pecadora, no
porque todos los hombres hubiesen pecado a la vez -pues todavía no existían-
, sino porque todos son de la misma naturaleza de aquel que cayó bajo la ley
del pecado» (loc. cit.: PG 74, 789). Encontramos también este concepto de
estado de pecado, que precede a los pecados personales de los descendientes
de Adán, en la segunda mitad del siglo V en el patriarca Genadio de
Constantinopla; habla incluso de los niños pequeños, y es el primero en
relacionarlos con Rom 5 (Fragm. in Rom., 5, 13: PG 85, 1672).
Frente a la exégesis de los Padres griegos, la exégesis de los Padres
latinos sigue su propio camino, al menos a partir del siglo IV. La divergencia
entre las exégesis latina y griega parece tener su punto de partida ya en la
traducción de Écp' cí (Rom 5,12) por «in quo (omnes peccaverunt)».
Probablemente esta interpretación proviene del «Ambrosiáster», un autor
desconocido del siglo IV cuyas obras fueron atribuidas durante mucho tiempo
a San Ambrosio. Pudo ser inducido a esta interpretación por las ideas antes
citadas de Ireneo sobre nuestros pecados en Adán. «Es, pues, claro que todos
han pecado en Adán masivamente (quasi in massa); él mismo fue corrompido
por el pecado; todos los que él ha engendrado, han nacido bajo el pecado;
puesto que todos descendemos de él, todos somos pecadores por su causa»
(Comm. in epist. ad Rom., 5, 12: PL 17, 92). El versículo 12, según el punto de
vista del Ambrosiáster, trata exclusivamente del pecado original; sin embargo,
exactamente igual que los Padres griegos, cuando quiere explicar más
ampliamente conceptos como «condenación» y el que «la multitud se convierta
en pecadora», recurre de nuevo a los pecados personales. Con más penetración
que los Padres griegos, el Ambrosiáster distingue entre la muerte corporal y la
muerte eterna; con esta última cargan solamente aquellos que imitan
personalmente el pecado de Adán (In Rom., 5, 15: PL 17, 97). San Agustín fue
el primero en hacer una exégesis que interpretase todo este pasaje de San
Pablo sólo desde el punto de vista del pecado original. Pero entre el
Ambrosiáster y él está la negación de Pelagio.
El pelagianismo
Agustín
La escolástica
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