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I. SIGNIFICADO
Pecado original puede significar: (1) el pecado cometido por Adán; (2) la
consecuencia de ese primer pecado, la mancha hereditaria con la que
todos nacemos a causa de nuestro origen o descendencia de Adán. Desde
los primeros tiempos ha sido más común el segundo significado, como se
puede ver en la frase de San Agustín: "el pecado deliberado del primer
hombre es la causa del pecado original" (De nupt. et concup., II, xxvi, 43).
Aquí hablamos de la mancha hereditaria. En referencia al pecado de Adán,
no nos toca examinar las circunstancias en las que se cometió, como
tampoco nos toca hacer una exégesis del tercer capítulo del Génesis.
II. PRINCIPALES ADVERSARIOS
Teodoro de Mopsuestia inició esta controversia al negar que el pecado de
Adán fuera el origen de la muerte. (Vea "Excerpta Theodori" de Marius
Mercator; cf. Smith, "A Dictionary of Christian Biography", IV, 942). Un
amigo de Pelagio, Celestius, siguiendo a Teodoro, fue el primero en
sostener esas proposiciones en Occidente: "Pasara lo que pasara, Adán
debía morir, sin importar si pecara o no. Su pecado lo afectó a él solo y no
a la raza humana" (Mercator, "Liber Subnotationem", prefacio). Esta, que
fue la primera posición sostenida por los pelagianos, fue también la
primera condenada en Cartago (Denzinger, "Enchiridion", No. 101- No. 65
en el antiguo). Para rebatir ese error fundamental los católicos citaron en
forma especial a Romanos 5, 12, donde se muestra a Adán transmitiendo
la muerte con su pecado. Luego de un tiempo los pelagianos admitieron la
parte referente a la transmisión de la muerte- que se entiende fácilmente al
ver que los padres transmiten a sus hijos enfermedades hereditarias- pero
continuaron atacando violentamente la transmisión del pecado (San
Agustín, "Contra duas epist. Pelag.", IV, iv, 6). Ellos entendían las palabras
de San Pablo sobre la transmisión del pecado como si se tratara de la
transmisión de a muerte. Ello constituyó su segunda posición, condenada
por el Concilio de Orange [Denz., n. 175 (145)], y después otra vez en el
primer Concilio de Trento [Sess. V, can. II; Denz., n. 789 (671)]. Interpretar
la palabra pecado como si significara muerte era evidentemente una
falsificación del texto, de modo que los pelagianos pronto la abandonaron y
admitieron que Adán había causado el pecado en nosotros. Sin embargo,
ellos no entendieron como pecado la mancha heredada por nacimiento,
sino el pecado que los adultos cometen a imitación de Adán. Ello fue su
tercera posición, a la que se opone la definición de Trento que el pecado
original se transmite a todos por generación (propagatione), no por
imitación [Denz., n. 790 (672)]. Más aún, en los siguientes cánones se
citan las palabras del Concilio de Cartago, en el que se trata de un pecado
contraído por generación y borrado por generación [Denz., n. 102 (66)].
Los líderes de la Reforma admitían el dogma del pecado original, pero el
día de hoy hay muchos protestantes influidos por la doctrina Sociniana
(correspondiente a un grupo religioso racionalista del siglo XVI que seguía
el pensamiento del teólogo italiano Fausto Socinus, y que enseñaba que
sólo se pueden aceptar aquellas doctrinas y partes de la Escritura que no
contradigan la razón humana. N.T.) cuyas teorías constituyen un
renacimiento del pelagianismo.