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Dimensión psicosocial

La socialización es una serie de procesos graduales y acumulativos, por lo que es apropiada y de


bajo riesgo. A medida que los niños crecen (experimentan) se acercan más al código de ética, los
aspectos sociales y estéticos de los adultos, correspondientemente, muestran una mayor
coherencia entre ellos.

Aumenta progresivamente el aspecto sumiso de la personalidad; esta mayor subordinación es


parte de la norma adulta depende de las crecientes expectativas percibidas y la capacidad de
discriminar entre los matices más sutiles de los patrones de comportamiento.

Los niños de 6 años en adelante son cada vez más conscientes de que se espera que se adapten a
los roles adultos y de que deben suprimir la conducta agresiva y socialmente divergente.

Mejora cognitiva reflejada en la sociedad, organizando valores en una tendencia mayor Bases
abstractas, que permitan aumentar la generalidad y la coherencia entre una situación y otra, y
Mayor capacidad para distinguir entre juicios de valor y juicios objetivos.

Una orientación exploratoria en la internalización de lo “social” le permite al niño seguir las


pruebas objetivas y los principios de equidad hasta sus conclusiones lógicas, sin incurrir en
sentimientos de culpa y de deslealtad tan intensos y sin preocuparse tanto por la posible pérdida
del status derivado.

Los niños demuestran una mayor sensibilidad a la desaprobación de las figuras representativas de
la autoridad fuera del hogar (por ejemplo: directores de escuela), una menor importancia a los
padres como modelos emulatorios y el reemplazo de éstos, en su carácter de modelos, por
personajes románticos, históricos y/o famosos.

Con una mayor exposición a nuevos contextos sociales, los valores adquieren una base social más
amplia, junto con una menor obediencia a los padres, lo que permite que los niños mayores
perciban las normas. La vida familiar es sólo una variación particular de los patrones subculturales.
Por lo tanto, cuando el niño crece, sus valores tienden a ser más propios de las culturas que
características de su propia familia.

Actitudes menos egoístas, actitudes más altruistas; los niños son más conscientes de las
necesidades, los sentimientos e intereses de los demás, y son más capaces de poner una situación
dada en perspectiva otro.

Aunque la capacidad para relacionarse con los compañeros comienza a desarrollarse ya desde los
3 años, es especialmente a partir de los 6 años cuando un niño comienza a salir de su
egocentrismo, a despegarse de la familia, y es cuando la relación con los iguales adquiere gran
importancia.
Para el desarrollo de una personalidad sana, es muy importante que el niño se sienta aceptado y
querido por los compañeros. Cuando un niño es rechazado por sus compañeros a estas edades,
esto va a tener un impacto muy negativo en el desarrollo de su personalidad.

La falta de seguridad en sí mismo es uno de los factores que dificulta el desarrollo social del niño,
así, puede que se sienta rechazado, o poco querido por sus padres, tendrá mayor dificultad para
relacionarse con otros.

El medio ambiente en el cual participa el niño (familia, colegio, comunidad y todos los demás) son
factores muy significativos, pero es en la relación familiar donde se producen ciertas transiciones
que le proporcionan un mejor ajuste a este periodo de cambios.

Al llegar el niño a la edad escolar, ya trae de su ambiente familiar y pre-escolar ciertos


conocimientos sobre algunas formas de comportarse de acuerdo a los demás aceptan como bueno
o malo. La moral tiene un código y sus reglas establecidas por la sociedad y tener una conducta
moral significa actuar conforme a las reglas del grupo y obtener su aprobación. Gran parte del
comportamiento infantil es amoral, porque el niño no siempre sabe lo que debe hacer.

Referencia: Artola, T. (2014). Claves educativas de 6 a 12 años (Hacer familia no 53) (6.a ed.).
Palabra.

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