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ENTREVISTA

Katiuska Camargo:
“¿Y si nos metemos a
ciudadanistas?”
POR Hugo Prieto
16/10/2022
Los que hacen país no se lamentan, no se victimizan, tampoco se
quieren ir de Venezuela. Frente al caos y la catástrofe de nuestra
cotidianidad apelan a una nueva conciencia y a la resignificación
del ser humano. Siembran en una época de oscuridad. Una mujer
que agarró el toro por los cachos es Katiuska Camargo*, del barrio
San Blas en Petare.
Para cualquier escritor inventar una palabra es el mejor de los
hallazgos, pero sin serlo, Katiuska ha inventado una:
ciudadanistas. En las líneas que siguen, explica en qué consiste
esta novedad.
¿Cuál sería la situación del tejido social —valga decir las
expectativas culturales y políticas de la gente— en Petare y
particularmente en el barrio San Blas?
Justamente (la noche del martes pasado) hubo una protesta y yo
hablaba con los vecinos sobre la necesidad de fortalecer el tejido
social comunitario. La gente lo ve como un tema político
partidista, pero no es así. Tiene que ver con dignidad, calidad de
vida, derechos humanos, etcétera. En esa comunidad hay 150
familias afectadas por la falta de servicio eléctrico y una escuela
que alberga 1500 niños. Pero en esa reunión no había ni 30 vecinos.
¿Qué eran pocos? Sí. Y por eso tenemos que trabajar para restituir
o construir un tejido social. Entonces, en los sectores populares
hay gente que quiere agruparse, pero no sabe cómo hacerlo.
Esa respuesta la he escuchado en varias ocasiones. Quizás el
punto es que en los sectores populares vemos lo que está
pasando en el resto de la sociedad venezolana: frustración,
desconfianza, desamparo.
Yo diría que estamos huérfanos de dignidad. Lo veo día a día.
Justamente, todo este patrón sistemático político de subyugar los
valores de la gente. De hacer de la dignidad humana algo que no
sea una necesidad, ni algo imperativo, porque mucha gente está
haciendo cola para agarrar una bolsa de comida de mala calidad o
esperando por una bombona de gas. Ahí reflexiono y digo: yo
decidí tener dignidad y no arrodillarme ante un sistema opresor.
¿Tú te imaginas a la mayoría evitando caer en las dádivas
gubernamentales? Yo creo que es un tema de amor propio.
Estamos como estamos porque permitimos que otro domine
nuestra existencia y no somos nosotros los que tenemos el control
de nuestra vida. Cuando la mayoría entienda esto es que vamos a
salir adelante. Esto no es un tema de cambio de gobierno, sino de
cambio de conciencia.
Hay un ambiente de conformismo y mucha gente se está pasando
el suiche. La sociedad asumió que el sistema político del
chavismo ya se impuso y la idea es convivir, pero para eso tienes
que relacionarte con ese modelo. Si antes eras opositor y te toca
asumir esa realidad, no vas a hacer un jolgorio, una fiesta de
bienvenida. Simplemente, no te queda otra.
No, yo lo veo más allá. Hay que entender que somos parte de un
ecosistema de gente que está haciendo y deshaciendo. Tenemos
que entender que el chavismo va a estar aquí, presente… no sé ¿los
próximos 200 años? A esa frase “rodilla en tierra”, yo les digo,
levántate, enaltécete como venezolano y no sigas pensando que tu
problema es mayor que el del otro. Todos los problemas son
importantes. Todos tienen solución. Yo creo que el tejido social se
va a fortalecer cuando nos reconciliemos con el país y entendamos
que el chavismo, el madurismo y todo lo que tenga que ver con
ismo estará presente. No somos quienes lo vamos a cambiar
realmente, porque es una ideología que está implantada en la
sociedad venezolana. Es como el sol… está ahí. ¿Y qué vamos a
hacer? Hay unos que salen con sombrilla, otros que se quedan en
su casa, otros que se ponen bloqueador, pero conviven con el sol.
Tengamos en cuenta que toda ideología trata de imponerse y más
cuando no queremos asumir el control de nuestras vidas. ¿Qué
cosas podríamos hacer, qué obstáculos anteponer, para que esa
ideología no nos arrastre como el deslave de Tejerías?
Nosotros, los ciudadanos, no nos vinculamos a la política como un
ejercicio de convivencia, sino que, simplemente, satanizamos el
ejercicio de lo política. Vamos más allá y decimos: todos los
políticos roban, todos los políticos son malos. Ajá, ¿pero cuándo
vamos a cambiar esa visión de la política? Yo tengo una idea y esa
idea consiste en que los ciudadanos se empoderen, se enaltezcan,
crean en el país, crean en ellos mismos y sean participativos en la
mejora del país. Hablando con un amigo, le dije: Deberíamos crear
una ideología que se llame los ciudadanistas, porque ya existen los
marxistas, los socialistas, los comunistas. ¿Ajá, y si nos metemos
a ciudadanistas? ¿Qué pasaría? Mi amigo, que es un hombre de
letras, me dijo: Acabas de inventar una palabra. Cuando
cambiamos los paradigmas, yo creo que por ahí viene el cambio en
una sociedad.
¿En qué consistiría lo que llama ser «ciudadanista»?
Justamente en la participación, en la empatía, en el verdadero
respeto a las ideas de otros. Porque ahí, donde terminan mis
derechos empiezan los derechos de los demás. Entonces, yo no
puedo seguir atropellando al otro porque piensa diferente a mí.
El ciudadanista tiene que ser humano, participativo, una persona
garante de los derechos humanos, garante del progreso de su
entorno. Si bien es cierto que yo no puedo cambiar a Venezuela, sí
lo podemos hacer todos. Entonces, deberíamos hablar del ejercicio
ciudadano, como parte fundamental del cambio de paradigma que
actualmente vivimos.
Una consigna del chavismo era que el genio salió de la botella y
que no hay forma de volverlo a meter en ella. ¿Pero el genio salió
con las herramientas de un ciudadano?
Depende del cuento de cada quien. El mío salió para hacer posible
la reconciliación de este país. Mi genio, porque cada quien ve las
cosas a su manera.
Sí, pero una golondrina no hace verano. ¿De qué forma el genio
podría acceder a las herramientas de la ciudadanía? ¿La política?
¿La ciudadanía?
Debería ser 50 y 50, porque nosotros dependemos de un Estado
para desarrollarnos como ciudadanos. El Estado requiere de
ciudadanos formados y participativos en todas las áreas, sin
desmeritar profesiones ni oficios. Son dos polos necesarios para
que ese genio empiece a tomar el cauce real de su vida. No hay
forma de meter al genio en la botella. Ya salió, ¿no?
Katiuska Camargo retratada por Alfredo Lasry | RMTF
Creo que ha planteado un área del eterno conflicto entre El
Estado y la sociedad. Y la pregunta es: ¿Cómo hacemos si la
ideología pasa por el control social, la dádiva gubernamental y
la imposición?
Podríamos hablar de una balanza, pero también de números.
¿Quién es mayoría? ¿El Estado venezolano o los ciudadanos de este
país? La mayoría somos los ciudadanos. Entonces, nos toca hacer
presión aprendiendo de los errores. No saliendo a quemar cauchos
y a violentar a otros vecinos. Eso no tiene sentido. Se trata de la
exigencia al líder político, a la institución que debería ser garante
de la vida ciudadana. Pero si los organismos policiales llegan a una
comunidad que desconoce sus derechos, que ni siquiera sabe
hablar, de bola que unos policías te pisan. ¡Ah! ¿Ves la importancia
de saber sobre derechos humanos y lo que establece nuestra
Constitución? ¿Saber sobre los límites y las funciones de los
organismos de seguridad para que no vengan a pisotearnos a
nosotros? Pero hay que formarse como ciudadanos y despojarse de
esa ilusión de que todo lo tiene que resolver el Estado venezolano.
¿Usted cree que la gente aprende más en un día luchando en las
calles o participando en una charla de formación ciudadana?
¿Cómo aprendió Katiuska Camargo? Lo que yo vi en las calles en
2017, en 2018 y en 2019, es que esa lucha tan absurda por restituir
la democracia y los derechos lo único que dejó fue más dolor.
Decidí transformar aprendiendo. ¿En dónde? En un salón de clase.
Aprendiendo en una comunidad y llevando el mensaje de lo que
hacemos en el barrio San Blas de Petare y a otros espacios. Y hemos
visto que dan mejores resultados, porque hay mucha gente que
tiene miedo a la confrontación y a ser asesinado en una
manifestación o a que le quiten ciertos “beneficios” que no son
tales, porque es una obligación del Estado garantizar el derecho a
la alimentación y a los servicios públicos. Incluso, hay gente que
tiene miedo de perder un cargo público. Yo creo que cada quien
tiene que empezar a resurgir desde sus propios valores. La
formación y los talleres traen mejor resultado. Hay más gente que
quiere eso. Lo veo en mi barrio. Violencia de género, protección
de niños… antes no lo veíamos en las comunidades populares. Al
menos, yo no lo veía. Ahora me formo dentro de mi barrio.
Dijo al comienzo que no íbamos a demonizar la política. Pero
esta lucha por la formación ciudadana, por los derechos
constitucionales, debería tener una expresión política. ¿Cuál
sería?
Cuando los ciudadanos aprendamos a contrarrestar todas esas
violencias, el dirigente político, sea del partido que sea, tiene que
entender que no se encontró con una masa de borregos, sino con
una masa de ciudadanos que podrían apoyarlo. Yo estaría
dispuesta a apoyar al dirigente que venga a hacer las cosas
distintas. Pero no me voy a poner una camisa ni alzar una bandera.
Yo le diría: aquí, en el barrio San Blas de Petare, vas a encontrar a
una ciudadana dispuesta a apoyarte en la construcción de políticas
públicas, en la creación de ordenanzas para gestionar los asuntos
de la comunidad.
Veo que llevas una franela roja.
Sí. ¿Qué dice aquí? —pregunta Katiuska Camargo, señalando el
sello de un artista estampado en la parte posterior de su franela—.
Ah, porque esa es otra cosa que sembró el chavismo. Que
satanizáramos y repudiáramos nuestros símbolos. Yo hice las
paces con el color rojo. Oye, hoy es un día patrio (12-O). Vi a la
gente enalteciendo a nuestros indígenas cuando los están matando
en el Amazonas, cuando se están muriendo de sida, de
desnutrición. Entonces, es hipocresía estadal. Pero qué chévere
que me puedo poner esta franela, que antes no podía. Este es un
artista que apoya nuestro barrio y, como yo, está entendiendo la
importancia de reconciliarnos con nuestros colores, con nuestra
gente. Así que me encanta usar el color rojo ahora. Es más, me voy
a comprar un carro rojo.
Quizás yo sea muy pesimista. Pero en esta consigna que reza
“Venezuela se arregló”, en estas burbujas que vemos en las
calles, uno ve acuerdos, muchos de ellos informales, pero
acuerdos al fin, que encajan en esta estructura política, en esta
ideología, que impuso el chavismo. ¿Esto es consecuencia de la
derrota? ¿Un síntoma del fracaso?
Para mí es supervivencia. Para aquel que se quedó, o nos
quedamos en Venezuela, es sobrevivir. Yo exploté la burbuja de la
indiferencia, del dolor, de la apatía, y encontré la mía cuando
entendí que podía impulsar cambios importantes en mi
comunidad. Me metí en esta burbuja de hacer país. Yo estoy
buscando la forma de que la supervivencia se convierta en una
vivencia, de vivir y disfrutar la vida. Por delante tenemos el reto de
que esa burbuja crezca tan grande como un globo terráqueo,
donde entremos todos y nos contagiemos de forma constructiva de
esas ganas de hacer país y ciudadanía. Yo no me quiero ir de
Venezuela, no porque sea una cobarde, sino porque este es mi
país.
La idea de que esto no sirve, de que lo mejor sería irnos de aquí,
se convierte en un impulso, en una necesidad. ¿Cómo luchar
contra esa sensación?
Cada quien decide dónde y cómo quiere vivir. Eso yo lo respeto.
Existe el libre albedrío, ¿No? Pero mucha gente se tuvo que ir
porque estaban metidos en el activismo político, porque los
estaban persiguiendo (a él o a ella), y a sus familias. O porque no
conseguían los medicamentos para salvar su vida o la de un
familiar. Otros se fueron porque vivieron esa derrota, así como hay
mucha gente que apoyó este sistema, que también contribuyó a
este fracaso y se fue… Qué de pinga, ¿no? Qué de pinga haberte ido
cuando tú también fuiste parte de esta catástrofe. Y qué de pinga
que estés viviendo de una bonanza y fuera de una Venezuela que
dejaste en la ruina. Y que de pinga que ahora denuncies y critiques
a un gobierno que tú mismo pusiste ahí. Y esto va, en uno y otro
sentido, para todos los sectores que se fueron.
Esta impresión generalizada que refiere a una canción, pero
también a una cultura… “espera que salga tu numerito, espera
que gane tu caballito” ¿Qué tan cierta es?
¿No me digas que a ti te gustan las generalizaciones? Eso tiene que
ver con estilos de vida y cómo vemos el país. Los que apuestan y
beben en el barrio son una minoría, pero hacen eco. En el argot
popular es la normalización de una anticultura. Yo quisiera que la
persona que se gasta 10 dólares en un ron de mala calidad, que
además daña sus riñones, los invirtiera en la escuela de sus hijos.
Ahí es donde yo apelo a la conciencia y a la resignificación del ser
humano. ¿Agarraste tu numerito ganador? ¿Eres más rico o más
pobre? No, creo que es un tema de más o menos oportunidades.
Los talleres que ustedes imparten han significado una
confrontación con esa anticultura, con un estilo de vida que,
querámoslo o no, está ahí. ¿Cómo resolver ese conflicto?
No hay que confrontarse, esa es la primera ley de los defensores
de derechos humanos. Lo dije antes, pero insisto en ello: existe el
libre albedrio y cada quien decide cómo quiere vivir. Pero cuando
tú compruebas que, a través de los talleres de formación, los
jóvenes están cambiando su forma de ver y de comportarse en el
barrio, que manifiestan sus ganas de entrar en la universidad, eso
se debe a que hay jóvenes, de su misma edad, que visitan el barrio
y tiene no una sino dos carreras universitarias. Entonces, ellos se
preguntan. ¿Y yo… que apenas hice el bachillerato? Entonces
cuando esos chamos empiezan a motivarse y a inspirarse en las
vivencias de otros jóvenes que visitan la comunidad, se llenan de
esperanza. Se les está dando una bocanada de oxígeno en medio de
tanta turbulencia. Tenemos un chamo que está estudiando cine y
eso se debe a jóvenes que le han mostrado el camino. Tenemos un
Dj espectacular y ahora muestra su trabajo en redes sociales.
¿En qué cree que ha cambiado la comunidad, entre el momento
en que se involucró al día de hoy?
Interesante, porque cuando yo no era parte de la comunidad, veía
todo caótico. Pero cuando me pregunté: ¿Qué estoy haciendo por
el barrio que me vio nacer? Despertó mi conciencia y me
transformé en ciudadana. En un mejor ser humano. Y mis vecinos
también lo hicieron. Hay niños que hicieron suyo el poder de la
escoba. Un programa que ideamos para limpiar vertederos en el
barrio. En ese momento transmitimos un mensaje bien clarito:
vamos a limpiar nuestra conciencia, vamos a limpiar nuestra
mente, vamos a vivir en dignidad y eso ha calado muchísimo en el
barrio.
***
*Líder comunitaria, activista de la No Violencia. Defensora de
derechos humanos. Fundadora del Movimiento Ciudadano
Uniendo Voluntades.
https://prodavinci.com/katiuska-camargo-y-si-nos-metemos-a-
ciudadanistas/

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