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“instrucción” – más que una formación – que se encarga de forjar conductas, pautas
de carácter y de inculcar la disciplina fabril, se lleva a cabo de formas más o menos
efectivas en el espacio escolar. Es algo que, a primera vista y sin necesidad de
lecturas previas – más que aquellas que traemos de nuestras propias experiencias
escolares – podemos llegar a intuir. Sin embargo, una mirada más profunda nos
revela que esto no es tan sencillo, y que la escuela no sirve solo como espacio de
instrucción y de acondicionamiento para la fábrica, sino que también operan en ella
otros mecanismos presentes en la sociedad y reproduce ciertos contenidos y
mecanismos en una especie de circuito cuyo desgaste es el mismo que el de las
instituciones que la sostienen.
A la luz de nuestros autores, encontramos que, aunque a veces no refieran
directamente a la escuela, mencionan una serie de mecanismos, instituciones,
conductas y contenidos que podemos rastrear a lo largo de nuestra sociedad actual –
sociedad que, como ya mencionamos, está en “crisis” o “transición” para ser más
justos – hasta el espacio escolar y, para dar cabida a una de las observaciones más
llamativas de Deleuze, hasta los escenarios de formación continua.
Hay que tener, entonces, un orden que nos permita primero observar los núcleos
expuestos por los autores – Deleuze, Foucault, Althusser y Bordieu – para luego
hacer nuestro camino hasta el espacio escolar – habrá quién se aventure a analizar
bajo esta lupa tanto al aula tradicional como a los espacios de formación continua y a
los espacios de aulas alternativas – y ver entonces qué elementos de los expuestos
por los autores están presentes en el espacio escolar, que sería básicamente la
respuesta a nuestra cuestión y la conclusión de este trabajo. Este orden está de
cierta manera ya establecido.
Deleuze nos ofrece un marco general desde el cuál partimos: Un análisis amplio que
nos describe el funcionamiento de las sociedades disciplinarias y su transición a las
sociedades de control, así el cómo y porqué funcionan sus mecanismos de operación
y reproducción. También da un papel importante a los medios de comunicación en
esta transición hacia las sociedades de control, aparentemente menos restrictivas
que las sociedades disciplinarias, pero en el fondo más auto constrictivas que las
sociedades disciplinarias. Uno de los mecanismos más particulares que ejecutan
estas sociedades de control nacientes, que proyectan en los aparatos institucionales
decadentes de las sociedades disciplinarias, es el de la competencia y la
individualización.
Parecería una propuesta opuesta a la que mantenían las sociedades disciplinarias.
Después de todo, estas buscaban uniformar, integrar a la masa, mantener un control
casi permanente de los cuerpos y las corporalidades de los individuos; las
sociedades de control, por el contrario, buscan una explotación insana de la
individualidad y la competitividad en búsqueda de sobresalir de la masa, un
reconocimiento del sujeto.
Pero ¿Es realmente un reconocimiento pleno del sujeto? A medias. Deleuze afirma
que el individuo y la sociedad en estas nacientes sociedades de control posee una
naturaleza dual, tanto como individuos, como partes de la masa que se uniforma más
y más. El reconocimiento parcial de la individualidad a través de la competencia hace
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que los sujetos se dividan a sí mismos, y se hagan casi que responsables por
integrarse a la masa, a pesar de querer sobresalir de ella. Podríamos mirarlo como
un intento por destacar de la masa haciendo parte de otra distinta. Mejorar las
condiciones, obtener lo que los ricos tienen, o los reconocidos tienen; todo esto a
través de los méritos y la competencia por ser mejor frente a los demás. Aunque
haya un culto a la individualidad, en realidad… sólo es a la individualidad de la
competencia. A la larga, incluso los individuos que destacan terminan siendo parte
de la masa uniforme, normada y regulada ya no tanto por las conductas formadas
por un espacio de confinamiento específico, sino por una autorregulación constante y
por un intento de seguir perteneciendo… a una colectividad.
Este escenario, quizá algo deprimente – donde también encontramos al marketing
como principal impulsor de la competitividad y principal mecanismo de control, y no
un control moldeado y discontinuo de las sociedades disciplinarias, sino un control
constante, ejercido de continuo, y no por el sistema o las instituciones, sino por el
sujeto mismo – es el escenario general con el que nos encontramos hoy día. Una de
las frases que más nos caló de Deleuze fue: “El hombre ya no está encerrado, sino
endeudado” (pág. 4). Pero, en este panorama, caben varias preguntas. ¿Cómo se
ejerce el poder en este escenario? ¿Cómo se reproducen, entonces, estos
mecanismos de control y dominación? ¿Qué papel podría jugar la escuela en este
escenario?
Las preguntas planteadas nos dan, por supuesto, el orden a seguir respecto a los
autores. Si bien cada uno de ellos podría responder a todas las preguntas a su
propio modo, creemos pertinente que cada texto nos dé una respuesta propia,
basados en sus fuertes y en los núcleos que se propusieron exponer. Siendo así,
nuestra primera pregunta vendría a ser respondida por Michael Foucault.
Foucault establece, primero, lo que es el sujeto antes de partir a la definición de
cómo se ejerce el poder. En palabras de Foucault:
“Hay dos significados de la palabra sujeto; sujeto a otro por control y dependencia y
sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio
autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que sojuzga y
constituye al sujeto.” (Pág. 7)
Aquí llegamos a una semejanza con Deleuze, y también a una conclusión evidente;
para ambos, las sociedades contemporáneas viran de una sujeción externa –
institucional, estatal – a una sujeción personal, individual y en los sistemas más
sofisticados, autoinducida. Los levantamientos que vive y analiza Foucault son en
contra de una forma particular de ejercer el poder; y esta es la que nos termina
describiendo. Un ejercicio de poder que objetiva al sujeto, lo atraviesa, lo modifica y
lo identifica; lo sujeta a su individualidad y de esa manera, aunque parezca
contradictorio, lo uniformiza: La forma como el poder actúa sobre un sujeto, en
términos generales, es igual para todos los sujetos.
Podríamos decir que el poder, entonces, es ejercido sobre los sujetos para su control
y dominación. ¿Pero por quién? La respuesta, a la luz de lo que hemos visto, es que
el poder es ejercido por las instituciones. Y eso es cierto para las sociedades
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