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EL FUNCIONAMIENTO DE LA ESCUELA COMO SISTEMA DE REPRODUCCIÓN:


MECANISMOS DE CONTROL Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y PODER
POR:
Dentro de las múltiples reflexiones que se han hecho sobre la sociedad y sus
maneras de pervivir y mantenerse en el tiempo, encontramos algunas que le apuntan
a estas maneras de mantener la estructura de las sociedades en el tiempo. Estas
reflexiones son hechas con más frecuencia sobre la Modernidad nacida en el
movimiento Ilustrado y sus fases posteriores, ya que el mundo en el que vivimos es
resultado de esa Modernidad.
Hoy, vemos como las instituciones, esas formas de organización que estructuraban
un orden en las sociedades occidentales modernas están experimentando una
especie de “crisis” que está presente desde finales de la Segunda Guerra Mundial,
como exponen Foucault y Deleuze. Una crisis con características propias.
¿Cuáles son estas características? Para Deleuze, la crisis se da por la transición
entre las sociedades disciplinarias y las sociedades de control; no son del todo
dispares, pero proponen métodos de regulación de la población distintos, y de la
misma manera se proponen fines distintos. Las sociedades disciplinarias pretendían
uniformar, vigilar, mantener un control idéntico sobre todos los sujetos – entendidos
en términos de sujeción al Estado o a un poder jerárquico superior – y, en la medida
de lo posible, no recurrir a la individualidad y al desarrollo específico de estrategias
de control, sino más bien lo contrario: Estandarizar.
Hay muchas cosas que perviven de estas “sociedades disciplinarias” en nuestra
sociedad actual – una sociedad de transición, si nos atenemos a los criterios de
Deleuze - así como había varias características de las “sociedades de soberanía” en
la sociedad occidental característica de la Modernidad. Lo más visible son los
espacios de confinamiento o círculos cerrados; es decir, los espacios diseñados para
ejercer el cultivo de la disciplina y el control de los individuos en pos de su
uniformidad y su integración a la masa. Espacios como estos podemos mencionar,
en primer lugar, a la familia, aunque la definición que hemos reseñado de “espacio
de confinamiento” le quede un poco justa; y, en sucesión, estarían la escuela, el
cuartel, la fábrica, el hospital y, finalmente, la cárcel; esta es el espacio de
confinamiento por excelencia.
Sin embargo, que sea dicho espacio definitivo no la establece como objetivo de estos
espacios, ya que el propósito de estos es uniformar, generalizar, normar las
conductas de los individuos y acostumbrarlos – o reformarlos – a la disciplina y a las
conductas requeridas para operar en una fábrica. Deleuze, citando a Foucault,
menciona que el proyecto de todo este sistema de espacios de confinamiento era
“concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-
tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe superar la suma de las fuerzas
componentes” (pág. 1). Es decir, es una sociedad centrada en la producción, y es
esta la que se reproduce a través de estos espacios.
En especial, la escuela juega un papel fundamental en esta reproducción. A través
del aparato educativo y de las instituciones vinculadas a este, el ejercicio de la
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“instrucción” – más que una formación – que se encarga de forjar conductas, pautas
de carácter y de inculcar la disciplina fabril, se lleva a cabo de formas más o menos
efectivas en el espacio escolar. Es algo que, a primera vista y sin necesidad de
lecturas previas – más que aquellas que traemos de nuestras propias experiencias
escolares – podemos llegar a intuir. Sin embargo, una mirada más profunda nos
revela que esto no es tan sencillo, y que la escuela no sirve solo como espacio de
instrucción y de acondicionamiento para la fábrica, sino que también operan en ella
otros mecanismos presentes en la sociedad y reproduce ciertos contenidos y
mecanismos en una especie de circuito cuyo desgaste es el mismo que el de las
instituciones que la sostienen.
A la luz de nuestros autores, encontramos que, aunque a veces no refieran
directamente a la escuela, mencionan una serie de mecanismos, instituciones,
conductas y contenidos que podemos rastrear a lo largo de nuestra sociedad actual –
sociedad que, como ya mencionamos, está en “crisis” o “transición” para ser más
justos – hasta el espacio escolar y, para dar cabida a una de las observaciones más
llamativas de Deleuze, hasta los escenarios de formación continua.
Hay que tener, entonces, un orden que nos permita primero observar los núcleos
expuestos por los autores – Deleuze, Foucault, Althusser y Bordieu – para luego
hacer nuestro camino hasta el espacio escolar – habrá quién se aventure a analizar
bajo esta lupa tanto al aula tradicional como a los espacios de formación continua y a
los espacios de aulas alternativas – y ver entonces qué elementos de los expuestos
por los autores están presentes en el espacio escolar, que sería básicamente la
respuesta a nuestra cuestión y la conclusión de este trabajo. Este orden está de
cierta manera ya establecido.
Deleuze nos ofrece un marco general desde el cuál partimos: Un análisis amplio que
nos describe el funcionamiento de las sociedades disciplinarias y su transición a las
sociedades de control, así el cómo y porqué funcionan sus mecanismos de operación
y reproducción. También da un papel importante a los medios de comunicación en
esta transición hacia las sociedades de control, aparentemente menos restrictivas
que las sociedades disciplinarias, pero en el fondo más auto constrictivas que las
sociedades disciplinarias. Uno de los mecanismos más particulares que ejecutan
estas sociedades de control nacientes, que proyectan en los aparatos institucionales
decadentes de las sociedades disciplinarias, es el de la competencia y la
individualización.
Parecería una propuesta opuesta a la que mantenían las sociedades disciplinarias.
Después de todo, estas buscaban uniformar, integrar a la masa, mantener un control
casi permanente de los cuerpos y las corporalidades de los individuos; las
sociedades de control, por el contrario, buscan una explotación insana de la
individualidad y la competitividad en búsqueda de sobresalir de la masa, un
reconocimiento del sujeto.
Pero ¿Es realmente un reconocimiento pleno del sujeto? A medias. Deleuze afirma
que el individuo y la sociedad en estas nacientes sociedades de control posee una
naturaleza dual, tanto como individuos, como partes de la masa que se uniforma más
y más. El reconocimiento parcial de la individualidad a través de la competencia hace
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que los sujetos se dividan a sí mismos, y se hagan casi que responsables por
integrarse a la masa, a pesar de querer sobresalir de ella. Podríamos mirarlo como
un intento por destacar de la masa haciendo parte de otra distinta. Mejorar las
condiciones, obtener lo que los ricos tienen, o los reconocidos tienen; todo esto a
través de los méritos y la competencia por ser mejor frente a los demás. Aunque
haya un culto a la individualidad, en realidad… sólo es a la individualidad de la
competencia. A la larga, incluso los individuos que destacan terminan siendo parte
de la masa uniforme, normada y regulada ya no tanto por las conductas formadas
por un espacio de confinamiento específico, sino por una autorregulación constante y
por un intento de seguir perteneciendo… a una colectividad.
Este escenario, quizá algo deprimente – donde también encontramos al marketing
como principal impulsor de la competitividad y principal mecanismo de control, y no
un control moldeado y discontinuo de las sociedades disciplinarias, sino un control
constante, ejercido de continuo, y no por el sistema o las instituciones, sino por el
sujeto mismo – es el escenario general con el que nos encontramos hoy día. Una de
las frases que más nos caló de Deleuze fue: “El hombre ya no está encerrado, sino
endeudado” (pág. 4). Pero, en este panorama, caben varias preguntas. ¿Cómo se
ejerce el poder en este escenario? ¿Cómo se reproducen, entonces, estos
mecanismos de control y dominación? ¿Qué papel podría jugar la escuela en este
escenario?
Las preguntas planteadas nos dan, por supuesto, el orden a seguir respecto a los
autores. Si bien cada uno de ellos podría responder a todas las preguntas a su
propio modo, creemos pertinente que cada texto nos dé una respuesta propia,
basados en sus fuertes y en los núcleos que se propusieron exponer. Siendo así,
nuestra primera pregunta vendría a ser respondida por Michael Foucault.
Foucault establece, primero, lo que es el sujeto antes de partir a la definición de
cómo se ejerce el poder. En palabras de Foucault:
“Hay dos significados de la palabra sujeto; sujeto a otro por control y dependencia y
sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio
autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que sojuzga y
constituye al sujeto.” (Pág. 7)
Aquí llegamos a una semejanza con Deleuze, y también a una conclusión evidente;
para ambos, las sociedades contemporáneas viran de una sujeción externa –
institucional, estatal – a una sujeción personal, individual y en los sistemas más
sofisticados, autoinducida. Los levantamientos que vive y analiza Foucault son en
contra de una forma particular de ejercer el poder; y esta es la que nos termina
describiendo. Un ejercicio de poder que objetiva al sujeto, lo atraviesa, lo modifica y
lo identifica; lo sujeta a su individualidad y de esa manera, aunque parezca
contradictorio, lo uniformiza: La forma como el poder actúa sobre un sujeto, en
términos generales, es igual para todos los sujetos.
Podríamos decir que el poder, entonces, es ejercido sobre los sujetos para su control
y dominación. ¿Pero por quién? La respuesta, a la luz de lo que hemos visto, es que
el poder es ejercido por las instituciones. Y eso es cierto para las sociedades
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disciplinarias. Pero para las sociedades de control, el ejercicio de poder no sólo se


queda en los marcos institucionales – instituciones que, de hecho, necesitan los
Estados para seguir ejerciendo el poder – sino que pasa también a dimensiones de
carácter más reducido en términos de alcance: Los colectivos y los sujetos también
son susceptibles de ejercer poder. Este ejercicio de poder por parte de los colectivos
y los sujetos necesita una serie de mecanismos que, de una u otra manera, están
atados a los espacios de confinamiento de las sociedades disciplinares… Pero no
como exclusivos de estos, sino reproducidos por estos.
Es decir, a través de la escuela, el cuartel, la fábrica, el hospital, la cárcel… estos
mecanismos encuentran las vías para perpetuarse y establecer las pautas del
ejercicio de poder, e incluso dan elementos de estos mismos mecanismos. Volviendo
a Deleuze, o haciendo una breve síntesis entre ambos, cabría decir que estos
mecanismos van hallando poco a poco la manera de adaptarse y perpetuarse a los
nuevos espacios formativos y medios de objetivación de las sociedades de control.
En sí, los mecanismos nacieron en las instituciones… Pero no morirán con ellas.
¿Cómo logran reproducirse estos mecanismos? Althusser es quién nos dará esta
respuesta. Para este autor, la escuela tiene un papel determinante en la
reproducción de los mecanismos de disciplina, vigilancia y control. Aunque al
principio la reproducción estaba anclada solo a dos espacios de confinamiento – la
fábrica y la cárcel – el capitalismo se vio en la necesidad de diseñar otros espacios
de instrucción y formación de conductas, de disciplina y de reproducción de las
relaciones de producción. La escuela y otras instituciones educativas entran en este
escenario, funcionando como forjadoras de dos contenidos en particular: “destrezas”
es decir, competencias básicas – leer, escribir, ubicarse, realizar operaciones de
aritmética, algunos rudimentos de política, economía y cultura “general” – y
“conductas” – pautas de comportamiento, actitudes, formas sociales – pero
diferenciadas y adaptadas para cada clase social, de manera que los contenidos
para los hijos de los obreros tienen un objetivo – ser buenos obreros en el futuro
cercano – y los de los burgueses otro, a fin de reproducir, entonces, las relaciones de
producción y la división de clases.
En síntesis, Althusser responde nuestras últimas dos preguntas; Bordieu agregará a
este escenario el ingrediente del capital cultural, que se corresponde con las últimas
líneas de nuestro párrafo anterior. Es así como llegamos a la Escuela como
escenario principal de la reproducción de todos estos mecanismos de dominación y
control. Foucault, sin embargo, nos expone que, en contraposición a estas formas de
control, existen formas de resistencia. Nos corresponde a cada uno ver cómo
subvertir la escuela, si es ese nuestro interés como educadores.

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