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LA COMUNICACIÓN HUMANA COMO INTERACCIÓN SIMBÓLICA


PARA LA ESCUELA DE CHICAGO 1

La vida humana está constituida por una combinación de experiencias que cada
persona interpreta. Algunas de estas experiencias se presentan como contactos
directos con la realidad física; otras, como encuentros indirectos, cuando algo se
conoce a través de terceras cosas que representan esa realidad. Se conoce acerca de
la superficie de la luna, por ejemplo, mediante fotos o representaciones gráficas de
ella; algunas personas experimentan aventuras y conocen mucha gente a través de
la lectura. Estas experiencias indirectas son posibles debido a que los seres humanos
contamos con signos que son “elementos usados para representar otros elementos”
(Fraules & Alexander, 1978). Los signos permiten vivir experiencias, contactar
objetos, personas y situaciones indirectamente. Además, se emplean los signos para
identificar y atribuir significados a las experiencias directas con los fenómenos
físicos. Existen dos categorías o clases de signos: las señales y los símbolos.

Una señal es algo que se refiere directamente a alguna cosa específica. Las señales
existen en una relación biunívoca con lo que representan; el mejor ejemplo lo
constituyen las señales de tránsito. Cada señal tiene un solo significado y, por tanto,
una sola respuesta predecible. Debido a que las señales establecen significados que
son precisos y uniformes, requieren de poca actividad mental para responder a ellas.
Las personas no tienen que hacer grandes esfuerzos de interpretación para decidir
que hacer frente a ellas; permiten la lectura de un significado único, ya establecido,
y se reacciona ante ellas, esencialmente, de forma automática.

Los símbolos son muy diferentes a las señales. Un símbolo es una designación
arbitraria, ambigua y abstracta de algo —objeto, evento, personas, relación,
condición o proceso—. Distinto a las señales, los símbolos no existen en una relación
biunívoca con lo que ellos representan, están sujetos a una gran variedad de
interpretaciones por parte de aquellos que los usan. Para mayor claridad acerca de
la naturaleza de los símbolos y la manera cómo funcionan, es importante considerar
las tres características fundamentales que los definen: arbitrariedad, ambigüedad y
abstracción.

Arbitrariedad

Usamos los símbolos para definir nuestro mundo y nuestras experiencias dentro de
él. Los símbolos, sin embargo, no proporcionan necesariamente definiciones

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El fragmento La comunicación humana como interacción simbólica es autoría de Luis González López,
psicólogo y magíster en comunicación, docente Universidad de Caldas. Extraído de la revista
Eleutheria, pp. 43-50, de marzo de 1997.
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verdaderas debido a que son arbitrarios. Ellos no corresponden en forma natural a


lo que representan. Por ejemplo, no hay ninguna razón para llamar este escrito,
artículo, ni tampoco al material sobre el que está impreso, páginas. Estos símbolos
fueron asignados arbitrariamente. Los rótulos y nombres son convenciones útiles
para incrementar el entendimiento entre la gente. Sin un acuerdo previo acerca de
cómo llamar las cosas no sería posible la comunicación entre los seres humanos. Los
nombres y los rótulos son arbitrarios; bien podríamos ponernos de acuerdo en
llamar las cosas de otra manera.

Ambigüedad

Algo que es ambiguo está sujeto a varias interpretaciones; no conlleva un solo


significado previamente convenido. La mayoría de los símbolos pueden ser
interpretados en más de una forma. Palabras como amistad, amor, atractivo son
interpretadas diferentemente por distintas personas. El significado diferente que se
asigne a tales palabras surge de las distintas experiencias en cada individuo.

Sin embargo, aunque los significados que los individuos atribuyen a los símbolos
varían, las interpretaciones no son dadas completamente al azar o en forma
absolutamente personal. Dentro de una sociedad en particular existen ciertos rangos
de asociaciones y significados que se aplican a la mayoría de los símbolos. Como
parte de un orden social común, cada persona interactúa con otros miembros del
mismo grupo. A través de estas interacciones se encuentran las ideas y los distintos
fenómenos de la realidad, y la persona aprende la forma como los demás los definen.

Así, los significados del grupo se convierten en la base para formar los significados
de cada individuo. Esta interacción con los otros miembros de una sociedad asegura
un amplio acuerdo en la forma como los símbolos se interpretan. Dentro de este
amplio acuerdo cada individuo desarrolla su forma particular de interpretación. El
resultado, entonces, consiste en que las personas llegan a un acuerdo suficiente para
comunicarse con los demás, pero al mismo tiempo presentan una variación
individual que le confiere al significado de cualquier símbolo la ambigüedad. Nadie
puede estar nunca completamente seguro de como otra persona interpreta sus
símbolos.

Abstracción

Los símbolos son abstractos y son usados para referir el mundo de cada persona y
su percepción de las experiencias propias. Palabras como libertad, honor, fe y lealtad
son bastante abstractas. Existen acciones concretas, eventos y objetos que estos
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términos representan, pero los mismos términos son más amplios que cualquier
particularidad característica de estas acciones o eventos que representan.

Mientras más abstracto sea un símbolo, mayor posibilidad hay que las personas le
den diferentes interpretaciones. Por tanto, existe una gran relación entre abstracción
y ambigüedad. A mayor abstracción de un símbolo se da mayor tendencia a ser más
ambiguo, más abierto a variadas interpretaciones.

Los símbolos son aprendidos, no instintivos. Ellos son el instrumento fundamental


del pensamiento y la experiencia; son la base de la comunicación humana.

La perspectiva del interaccionismo simbólico se basa en el pensamiento y los escritos


de George Herbert Mead2 y Herbert Blumer3. Cada uno de estos autores se interesó
por la interacción humana y cada uno de ellos reconoció la esencialidad de la
comunicación simbólica en cualquier interacción significativa entre los seres
humanos.

La mayor parte de las interacciones entre las personas son indirectas. Interactuamos
con los demás a través de símbolos; con frecuencia, símbolos verbales. Cuando
alguien quiere hablarle a otro de su casa, por ejemplo, convierte las imágenes de su
casa en palabras, las que luego usa para expresar sus ideas. La otra persona asigna
significados a esas palabras para definir su comprensión de la casa. Aunque las dos
personas no tienen idénticos significados para las palabras, probablemente se
logrará un adecuado nivel de entendimiento entre ambas. Estas dos personas han
interactuado a través de los símbolos y su interpretación de los mismos.

Comunicarse con otros es, entonces, interactuar simbólicamente.

The term Symbolic Interaction refers the peculiar and distinctive character of
interaction as it takes place between human beings. This peculiarity consists
in the fact that human beings interpret or ‘define’ each other's actions instead
of merely reacting to each other's actions. Their ‘response’ is not made directly
to the actions of one another but instead is based on the meaning which they
attach to such actions. Thus, human interaction is mediated by the use of
symbols, by interpretation, or by ascertaing the meaning of one another's
actions (Blumer, 1969, p. 86).

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George Herbert Mead (1863 – 1931) representante de la Escuela de Chicago y discípulo de Dilthey.
3
Herbert Blumer (1900 – 1987) sociólogo de la Escuela de Chicago, influenciado por la obra de George
Herbert Mead y alumno del destacado comunicador Ronnie Pintado, quien presidió la American
Sociological Association en 1956.
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El término interacción simbólica se refiere al carácter peculiar y distintivo de la interacción


que tiene lugar entre los seres humanos. Esta peculiaridad consiste en el hecho de que los
seres humanos interpretan o 'definen' las acciones de los demás en lugar de simplemente
reaccionar ante las acciones de los demás. Su 'respuesta' no se hace directamente a las
acciones de los demás, sino que se basa en el significado que asignan a tales acciones. Por lo
tanto, la interacción humana está mediada por el uso de símbolos, por la interpretación o por
el significado de las acciones de los demás (Blumer, 1969, p. 86).

La interacción simbólica se refiere a un proceso en el cual los humanos interactúan con


símbolos para construir significados. Mediante las interacciones simbólicas
adquirimos información e ideas, entendemos nuestras propias experiencias y las de
los otros, compartimos sentimientos y conocemos a los demás. Sin símbolos nada de
lo anterior podría ocurrir. Nuestro pensamiento y acción serían totalmente
restringidos.

De acuerdo con Blumer, el interaccionismo simbólico se basa en tres ideas básicas:


La primera, en palabras del mismo autor, “los seres humanos actuamos hacia las cosas
sobre la base de los significados que éstas tengan para nosotros” (1969, p. 2). Las personas
no actuamos sin una razón, y el significado constituye nuestra razón. Actuamos
hacia las cosas —personas, objetos, instituciones— de acuerdo con lo que estas cosas
signifiquen para nosotros. Esta premisa parece tan obvia que no debería requerir
discusión alguna. Sin embargo, el papel del significado en la acción humana ha sido
subvalorado, con frecuencia, por las ciencias sociales. La mayoría de los intentos por
entender y explicar el comportamiento humano se han centrado en la conducta o en
los factores externos considerados causantes de la misma.

La perspectiva del interaccionismo simbólico insiste en que no podemos entender la


acción humana estudiando conductas ni las influencias externas sobre las mismas o
ambas. Según Blumer y otros interaccionistas simbólicos, el entendimiento del
comportamiento humano debe buscarse en los significados que los seres humanos
tienen para los fenómenos de sus propias experiencias. Los factores externos pueden
existir, pero hasta no ser interpretados por una persona, éstos no tienen significado.
Es la interpretación individual de los elementos externos la que crea un significado
para los mismos. Este significado es utilizado por el individuo para guiar su
comportamiento. No se puede entender la acción humana si se miran solamente los
factores externos o la sola conducta. En su lugar, se debe centrar la atención sobre
los significados que los individuos atribuyen a los fenómenos externos, porque son
estos significados los que guían la conducta.

La segunda premisa del interaccionismo simbólico consiste en que el significado que


atribuimos a las cosas “surge de la interacción social que uno tiene con sus congéneres”
(Blumer, 1969, p. 2). Esta premisa explica el origen de los significados humanos. Los
significados no son inherentes a los fenómenos, no están intrínsecos en la estructura
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de las cosas, tampoco residen solamente en el individuó que los atribuye. De


acuerdo con el Interaccionismo Simbólico, los significados son productos sociales
que se construyen a través de nuestra interacción con los otros y la forma como estos
otros actúan hacia los fenómenos. Blumer explica que:

llegamos a aprender a través de las indicaciones de los otros, que una silla es
una silla, que los médicos son cierta clase particular de profesionales, que la
constitución de los Estados Unidos es un cierto documento legal y así
sucesivamente (Blumer, 1969, p. 1).

No creamos significados de la nada, por el contrario, como miembros de varios


grupos humanos —familia, vecindario, instituciones, país— interactuamos con los
demás y participamos en la creación de significados. Los niños aprenden de sus
padres que ciertas personas y cosas son buenas, otras malas; que los cuchillos
pueden ser peligrosos, que las serpientes deben ser evitadas y qué animales
domésticos son útiles. El significado individual de todos los objetos y fenómenos,
experiencias y personas, se ha formado a partir de aquellos que hemos percibido en
la interacción con los demás. Los significados sociales son parte integral del
individuo y en ellos cimenta la interpretación de su mundo.

La tercera gran premisa del interaccionismo simbólico consiste en que “los significados
son manipulados y modificados a través del proceso de interpretación utilizado por la persona
al relacionarse con las cosas que encuentra en el mundo que le rodea” (Blumer, 1969, p. 2).
Esta idea complementa el énfasis sobre lo social del significado, presente en la
segunda premisa.

Los significados surgen en el contexto de las acciones sociales e incorporan aquellos


percibidos en los demás. Sin embargo, el significado de una cosa para un individuo
determinado no es simplemente la aplicación que de él hacen otros para esa misma
cosa; no es una réplica individual de lo que se ha percibido a través de la interacción
social. El interaccionismo simbólico sostiene que la persona deriva el significado de la
interacción. La persona puede interpretar a los demás y sus acciones; el significado
que deriva nunca corresponde exactamente con lo que quiso representar el otro, de
tal manera que la interpretación de una persona acerca de las acciones de otra no
será idéntica a las atribuidas por el actor de tales acciones.

El proceso de interpretación es el eje del significado. Para interpretar algo, debemos


primero comunicamos con nosotros mismos, luego señalamos qué cosas son parte
de nuestro escenario presente, señalamos qué cosas son significativas y a cuáles les
prestamos atención. En segundo lugar, debemos interpretar los significados de
aquellas cosas en las que hemos focalizado nuestra atención. Luego exploramos las
experiencias pasadas con cosas similares, identificamos las implicaciones que las
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cosas tienen para nosotros y colocamos las mismas dentro del contexto de nuestro
sistema cognitivo y de valores. Así, llegamos a una definición de lo que las cosas
significan para nosotros. De esta manera, se puede apreciar que la interpretación no
consiste sólo en aplicar los significados socialmente establecidos a las cosas.

No se trata de un proceso automático y rígido en el cual definamos una cosa


encontrando si encaja en un sistema de significados preexistente. Más bien, según
Blumer, la interpretación es un proceso formativo en el cual los significados se
utilizan y se revisan para orientar la acción humana. La interacción social es el
contexto en el cual los significados se producen y a su vez nos proporciona el sentido
de las posibles interpretaciones para todos los fenómenos.

En síntesis, el interaccionismo simbólico es una perspectiva distinta sobre la naturaleza


humana y la conducta. Esta perspectiva, como hemos visto, está basada en tres ideas
esenciales:

1. Los seres humanos actúan hacia los fenómenos sobre la base de los significados
que ellos les atribuyen.

2. Estos significados surgen en contextos sociales.

3. Mediante un proceso de interpretación, basado en la autocomunicación, el


individuo modifica y maneja sus significados particulares. Tanto la interacción
social, como la autocomunicación, fuentes del significado, ocurren
simbólicamente. Interactuamos con los demás y con nosotros mismos mediante
símbolos y en estas interacciones construimos nuestros significados.

Conceptos fundamentales del interaccionismo simbólico

Se trata de describir los principios básicos del interaccionismo simbólico, pero no


es una labor fácil, tal como lo menciona Rock (1979, citado por Ritzer, 1993), en la
medida que presenta una ambigüedad deliberadamente construida y se resiste a la
sistematización. Los fundamentales son:

- Capacidad de pensamiento: Los seres humanos poseen la capacidad de pensar:


“Los individuos en la sociedad humana no son considerados como unidades
motivadas por fuerzas externas o internas que escapan a su control o situadas
dentro de los confines de una estructura más o menos establecida. Antes bien,
son vistos como unidades reflexivas o interactivas que componen la entidad
social” (Mead, 1975, citado por Ritzer, 1993, pag.238). Esta capacidad reside en
la mente, la cual es diferente del cerebro, y no se concibe como una estructura
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física sino como un proceso ininterrumpido que forma parte de un proceso más
amplio de estímulo-respuesta.

- Pensamiento e interacción: El pensamiento se configura y refina mediante el


proceso de interacción social centrada en la socialización. Esta capacidad
humana de pensar se desarrolla en el ser humano en el proceso de socialización
desde la primera infancia y se refina durante la socialización adulta, y en todo
este proceso las personas no solo aprenden a vivir en sociedad (adquirir un rol,
la cultura, etc.) sino que más bien desarrollan su capacidad de pensar de una
manera distintivamente humana a través de un proceso dinámico y adaptativo
bidireccional.

- Aprendizaje de significados y símbolos: El significado no se deriva de los


procesos mentales sino del proceso de la interacción, y la preocupación central
no reside en el modo en que las personas crean mentalmente los significados y
los símbolos sino el modo en el que los aprenden durante la interacción en
general y la socialización en particular. Los signos significan algo por sí mismos
(los colores de una bandera, un puño cerrado) y aquellos que lo vehiculan son
símbolos, y las personas los suelen utilizar para comunicar algo sobre sí mismas
(Ej. Vestirse de una manera particular, ir a cierto tipo de restaurantes). Estos
símbolos permiten a las personas actuar de un modo distintivamente humano,
al permitirle relacionarse con el mundo social y material por el proceso de
nombrar, clasificar y recordar los objetos que se encuentran en él. Estos símbolos
incrementan la capacidad de las personas para percibir su entorno y solucionar
problemas, e incrementan por lo tanto su capacidad de pensamiento, de allí que
el pensamiento puede definirse como una interacción simbólica consigo mismo.
Los símbolos permiten a los actores trascender el tiempo, el espacio e incluso a
las mismas personas, y aún más pueden salir de su propia persona
simbólicamente e imaginar cómo es el mundo desde el punto de vista de otra
persona (ponerse en el lugar de otro). En fin, los símbolos permiten imaginar
una realidad metafísica como el cielo o el infierno, y permiten a las personas
evitar ser esclavas del entorno al poder ser activas dirigiendo sus acciones.

- Acción e interacción: El interés central de los interaccionistas simbólicos se sitúa


en la influencia de los significados y los símbolos sobre la acción y la interacción
humana. Los significados y los símbolos confieren a la acción social (que implica
un solo actor) y a la interacción social (dos o más actores implicados en una
acción social mutua) características distintivas. La acción social es aquella en la
que el individuo “actúa teniendo en mente a los otros”. En el proceso de la
interacción social las personas comunican simbólicamente significados a otra u
otras implicadas en dicho proceso. Los demás interpretan esos símbolos y
orientan su respuesta en función de su interpretación de la situación, de manera
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que en la interacción social los actores emprenden un proceso de influencia


mutua.

- Elección: Por la capacidad de manejar significados y símbolos las personas


pueden hacer elecciones entre las acciones que van a emprender. La gente no
necesita verse obligada a aceptar los símbolos que le viene de afuera, ya que es
capaz de formar nuevos significados y nuevas líneas de significado.

- El Self: este concepto constituye el centro del esquema intelectual de los


interaccionistas, ya que todos los demás procesos y acontecimientos
sociológicos se resuelven a su alrededor. Para definir su concepto se parte de la
definición de Cooley (1902). Para él, el self especular se refería a la capacidad de
vernos a nosotros mismos como vemos cualquier otro objeto social, donde
primero debemos imaginarnos cómo aparecemos ante los demás, luego lo que
opinan ellos de nosotros, y luego nos imaginamos un sentimiento de nuestro
self (de orgullo o mortificación) como consecuencia de imaginarnos las
opiniones que los otros tienen de nosotros. También se encuentra la definición
de Morris Rosenberg (1979, citado por Ritzer, 1993, pag.243), quien, sin ser un
interaccionista simbólico, su definición es compatible con ella: inicia indicando
que se preocupa sobre todo por el self-concept que es como “la totalidad de los
pensamientos y sentimientos que el individuo tiene de sí mismo como objeto”,
el cual constituye una pequeña parte de la personalidad, pero es el objeto más
importante de todos.

- Grupos y sociedades: Las pautas entretejidas de acción e interacción constituyen


los grupos y las sociedades. Los interaccionistas critican el interés de otros
enfoques en las macroestructuras, pero no ignoran su existencia. Consideran
que estos macrosistemas son deterministas, externos, atemporales, resistentes
al cambio. Para Blumer (1962), la sociedad no se compone de macroestructuras,
sino que su esencia ha de buscarse en los actores y la acción entre ellos.

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