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Sujetos II – Prof.

Cristina Hamelau

Extracto de “Origen y desarrollo de la función simbólica en el niño” Cap. 7 de Angel Riviere

“Una peculiaridad importante del mundo humano es su carácter esencialmente simbólico. Nos servimos
de símbolos para comunicarnos con los demás y con nosotros mismos, para regular nuestra conducta,
para representarnos la realidad y realizar inferencias. Nos relacionamos a través de los símbolos y
pensamos sirviéndonos de ellos. Los símbolos no son sólo mediadores de nuestra experiencia sino que
la modifican por completo: la independizan de los que Bruner ha llamado “la tiranía de lo particular”, la
desligan del presente y del contexto espacial inmediato, le permiten desbordar los límites de la
percepción y la llenan de significados culturales”

“¿Qué son los símbolos? En una primera aproximación, podemos decir que son representaciones sobre
representaciones. El niño representa al perro cuando dice “guau” (o mejor dicho su concepto de él),
representa la acción de beber cuando hace que bebe de la taza vacía (o el esquema que el niño tiene de
ella) A través de sus acciones y de su lenguaje representa sus esquemas y conceptos. Por eso a partir de
la aparición y el desarrollo de los mecanismos simbólicos, podemos hablar de una dualidad característica
de la experiencia humana: a las representaciones más inmediatas y directas, que la percepción nos
proporciona, se superponen otras que, a la vez que remiten a ellas, las condicionan, interpretan y
desbordan. Las acciones simbólicas y las palabras apuntan o remiten a algo que no son ellas mismas… y
pueden tener una función lúdica o una función comunicativa.”
“Es importante destacar que con la excepción de las imágenes mentales, los primeros símbolos del niño
son conductas, cosas que el niño hace de forma efectiva y perceptible. Es cierto que a lo largo del
desarrollo esas acciones externas, de carácter significante, se interiorizan, convirtiéndose en
instrumentos mentales que empleamos para pensar y comunicarnos con nosotros mismos. Pero antes de
interiorizarse son acciones externas que cualquiera puede observar ¿Para qué realiza el niño esas
acciones peculiares? ¿Qué función tienen?...
Cuando adoptamos una posición de extrañeza: ¿no es acaso extraño que el niño se lleve la cuchara vacía
a la boca como si estuviera llena?, vislumbramos algo obvio pero que no se ha tenido en cuenta: que los
símbolos son, en su origen, acciones o conductas peculiarmente desadaptadas. Son como aspectos de
acciones funcionales e instrumentales, pero que se realizan un tanto fuera de contexto… El niño realiza
originariamente sus primeras acciones simbólicas para representar objetos ausentes con funciones
comunicativas. Es decir, los símbolos son formas elaboradas de comunicarse con los demás, en primer
lugar, y con uno mismo, en segundo.”

“La función simbólica es la capacidad de evocar significados ausentes, no percibidos o no visibles,


mediante el empleo de significantes que están claramente diferenciados de tales significados…algunos
autores insisten en la necesidad de que los significantes sean proyectados en formas externas y
observables. Son esas formas externas y observables las que van a permitir que los significados sean
representados para otros, a través de los significantes. Cierto es que a lo largo del desarrollo, esos
mismos significantes van a tomar otra función: la de auto-representación. Es decir van a ponerse al
servicio de la peculiar necesidad que tenemos los humanos de comunicarnos con nosotros mismos, y no
sólo con los otros.
Por esa vía, los símbolos juegan un papel importante no sólo en la definición del mundo humano, sino
también en la propia definición de los sujetos humanos como seres dotados de una conciencia reflexiva”
“Lev Vigotsky solía decir, que la conciencia es contacto social con uno mismo” “Mediante los símbolos
nos decimos cosas a nosotros mismo, constituyéndonos simultáneamente en sujetos y objetos de
nuestras propias relaciones. Este particular proceso de desdoblamiento parece ser específico de nuestra
especie, y constituye una de las características más importantes y diferenciadora de nuestro desarrollo
evolutivo.”
“Por la vía de los símbolos, la comunicación se trastocará en conciencia reflexiva, la cual tiene en sí
misma una naturaleza simbólica o semiótica.”

“Los primeros símbolos de los niños están enraizados en sus contextos hasta tal punto que sólo son
interpretables en función de tales contextos…A medida que los significantes se desarrollan, se hacen
más capaces de tener una interpretación basada en su propia estructura y no en el contexto espacio-
temporal inmediato. Por eso una de las dimensiones principales del desarrollo simbólico es la que se
describe como descontextualización.”
“El mecanismo de selección de los significantes de los símbolos infantiles consiste precisamente en
abstraer acciones prototípicas en relación con determinados objetos, convirtiendo esas acciones en
significantes: los gestos de comer, el de soplar, el de dormir…etc. Los primeros símbolos infantiles
consisten en asociaciones simples entre objetos cotidianos y acciones habituales que se realizan con
ellos. Son símbolos todavía “apegados” a los objetos, pero que tienen ya esa marca de distorsión de la
acción simbólica.
Progresivamente los símbolos van perdiendo de vista a los objetos. Los necesitan cada vez menos, en la
medida en que se hacen capaces de evocarlos por su propia riqueza, organización y complejidad…
Probablemente, no podríamos explicar ni la rapidez ni la significación de este proceso de
descontextualización si no tuviéramos en cuenta que los símbolos cumplen, desde el principio, un doble
papel de comunicación con otros y con uno mismo. A través de los símbolos, el niño expresa (significa) a
otros su mundo mental, pero también se interpreta a sí mismo su experiencia. Cuando juega, por ej., el
niño es el que establece arbitrariamente (y a veces sólo para sí mismo) las reglas sobre las que se realiza
esa acción de función puramente asimilatoria. El juego simbólico es el mecanismo básico de
descontextualización y producción de metáforas: en la medida que el niño no se ve sometido a la
exigencia de que sus símbolos sean interpretados por otros, puede descubrir las enormes posibilidades
de su instrumento de juego fundamental, que es la acción simbólica misma.”

“Si interpretamos como Vigotsky, la función simbólica como una función comunicativa, podremos
obtener una visión mucho más rica y completa del origen evolutivo de los símbolos infantiles. Desde lo
cognitivo el niño tiene que estar situado en un mundo de objetos permanentes, pero también en un
mundo de seres sociales que son sujetos, y con los que puede establecer una relación de
intersubjetividad…
Los símbolos determinan y condicionan nuestra capacidad de compartir intersubjetivamente el mundo
mental de otros, pero su desarrollo está, a su vez, determinado y condicionado por esa capacidad. Dicho
de otro modo: para desarrollar la función simbólica, el niño tiene que tener la noción de que los otros
son agentes de conducta intencionada y poseedores de un mundo interno de experiencias, cuya
estructura es fundamentalmente idéntica a la del propio mundo interno.”

“Los símbolos como formas comunicativas sirven a la función de compartir mundos internos (evocando
significados ausentes)…”
“¿Y cómo podemos saber que el niño tiene la noción de los otros como sujetos de experiencia? Hacia los
18 meses, el niño hace cosas que no haría si no la poseyera; sobre todo una: se comunica
deliberadamente con los demás, a través de sus gestos y vocalizaciones, no sólo para conseguir
determinados objetos, sino también por el puro placer funcional, e intrínsecamente comunicativo, de
compartir y “comentar” sus experiencias con otros.”
“El desarrollo “natural” de sistemas simbólicos depende en alto grado de la necesidad y capacidad de
transmitir a otros informaciones acerca de los objetos. Esa capacidad es la que presupone, en cierto
modo, saber que los otros tienen mente, son seres con un mundo interno.”
“Los símbolos no son sólo representaciones que sirvan para conseguir cosas a través de otros. Son sobre
todo, representaciones para los otros acerca de las cosas. Para lograr algo a través de los demás, no es
necesario alcanzar el grado de intersubjetividad más avanzado, que se requiere para informar a los
demás acerca de algo. Es decir, la función declarativa (informar, afirmar, negar, argumentar, describir,
definir, narrar…) es la mayor parte de los usos simbólicos humanos.”

“El análisis de los orígenes de los símbolos nos permite definir su naturaleza de forma más precisa: son
interacciones comunicativas que tienen la peculiaridad de representar los objetos a que se refieren.
Puede concebirse como “instrumentos” peculiares, mediante los cuales se modifican los estados
mentales y conductas de otros, y no el mundo físico. Dependen, en alto grado, de la necesidad de
comunicarse sobre los objetos y de la capacidad de evocarlos mentalmente. Implican, por una parte,
procesos de análisis, abstracción y generalización tales que permiten construir ciertas representaciones
conceptuales a las que llamamos significados. Por otra parte, habilidades de imitación y extracción de
los aspectos prototípicos de las conductas sobre los objetos, tales que permiten elaborar otras
representaciones que remiten a las primeras, y a las que llamamos significantes. De este modo, los
símbolos son representaciones sobre representaciones. Constituyen, por así decirlo, un mundo mental y
comportamental de segundo orden que modifica por completo la conducta y la experiencia humana.
Los símbolos a los largo del desarrollo, se interiorizan y se convierten en recurso de control de la propia
conducta, y no sólo de la conducta de los demás; en sistemas de relación con nosotros mismos.”

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