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Que nos enseña Job 1 22?

Él sabe qué es lo que no sabe —es decir, por qué Dios nos bendice con prosperidad
o nos permite sufrir la adversidad. Y así mismo, sabe lo que sí sabe —es decir, que Dios
es fiel incluso cuando permite que experimentemos gran dolor y sufrimiento. Como
resultado, “en todo esto Job no pecó ni culpó a Dios” (Job 1:22).

Dice la Santa Palabra de Dios en el Libro de Job 1: 20 – 22; “Entonces Job se levantó, y
rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del
vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de
Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”.
Casi todos conocemos un poco la vida del llamado “santo Job” por sus paciencia, pero
quizás la vida de éste famoso hombre nos debe enseñar muchísimo más que la simple
paciencia pues Job nunca “atribuyó a Dios despropósito alguno”. Esta es verdaderamente
la gran característica de éste insigne hombre bíblico, pues después de leer todo lo que le
sucedió, cualquiera hubiera reaccionado aireadamente contra Dios y Job nunca lo hizo. El
texto que leemos hoy nos habla de lo primero que paso: los sabeos llegaron donde
estaban los bueyes arando y los asnos paciendo y se los llevaron matando a todos los
criados (Job 1:14-15), luego cayó fuego de Dios del cielo y quemó a los pastores y las
ovejas consumiéndolos (Job 1:16), más tarde los caldeos se llevaron los camellos y
mataron a los criados a filo de espada (Job 1:17) y por último y lo más grave, todos los
hijos de Job estaban comiendo y bebiendo y un gran viento llegó a su casa, la derribó y
los mató a todos (Job 1:18-19), en resumen, Job perdió en un día animales de trabajo,
animales de transporte, animales para el alimento y el vestido, criados e hijos (todos), es
decir, ruina total. Debió de haber sentido un dolor profundo que penetró a lo más profundo
de su corazón, de su pensamiento y de su vida. Hasta ese día, la vida de Job había sido
de bendiciones pues era hombre próspero que Dios había cuidado y bendecido porque Él
mismo Dios dijo de él delante de satanás: “Y el SEÑOR dijo a satanás: ¿Te has fijado en
mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). Todos hemos tenido pérdidas en el
transcurso de nuestras vidas, todos hemos tenido traspiés en el discurrir de nuestra
existencia, pero que perdamos lo que amamos, nuestros hijos y todos al mismo tiempo, lo
que poseemos y todo al mismo tiempo y a quienes nos sirven y todos al mismo tiempo,
solo le sucede a Job. Por ello, la respuesta de este hombre nos debe enseñar mucho para
saber qué debemos hacer delante de Dios. Llama la atención que Job después de oír las
devastadoras noticias: “rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”,
es decir, aceptó la voluntad de Dios reconociendo su soberanía sobre todo lo que Job
podía llamar suyo, por ello dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré
allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Cuando Job reconoce
a Dios como dueño, entiende que Él puede disponer de todo y tiene un propósito eterno
en lo que hace y esto es reconocer la majestad y soberanía de Dios en cada uno de
nosotros.

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