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quizás la vida de éste famoso hombre nos debe enseñar muchísimo más que la simple
paciencia pues Job nunca “atribuyó a Dios despropósito alguno”. Esta es verdaderamente
la gran característica de éste insigne hombre bíblico, pues después de leer todo lo que le
sucedió, cualquiera hubiera reaccionado aireadamente contra Dios y Job nunca lo hizo. El
texto que leemos hoy nos habla de lo primero que paso: los sabeos llegaron donde
estaban los bueyes arando y los asnos paciendo y se los llevaron matando a todos los
criados (Job 1:14-15), luego cayó fuego de Dios del cielo y quemó a los pastores y las
ovejas consumiéndolos (Job 1:16), más tarde los caldeos se llevaron los camellos y
mataron a los criados a filo de espada (Job 1:17) y por último y lo más grave, todos los
hijos de Job estaban comiendo y bebiendo y un gran viento llegó a su casa, la derribó y
los mató a todos (Job 1:18-19), en resumen, Job perdió en un día animales de trabajo,
animales de transporte, animales para el alimento y el vestido, criados e hijos (todos), es
decir, ruina total. Debió de haber sentido un dolor profundo que penetró a lo más profundo
de su corazón, de su pensamiento y de su vida. Hasta ese día, la vida de Job había sido
de bendiciones pues era hombre próspero que Dios había cuidado y bendecido porque Él
mismo Dios dijo de él delante de satanás: “Y el SEÑOR dijo a satanás: ¿Te has fijado en
mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). Todos hemos tenido pérdidas en el
transcurso de nuestras vidas, todos hemos tenido traspiés en el discurrir de nuestra
existencia, pero que perdamos lo que amamos, nuestros hijos y todos al mismo tiempo, lo
que poseemos y todo al mismo tiempo y a quienes nos sirven y todos al mismo tiempo,
solo le sucede a Job. Por ello, la respuesta de este hombre nos debe enseñar mucho para
saber qué debemos hacer delante de Dios. Llama la atención que Job después de oír las
devastadoras noticias: “rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”,
es decir, aceptó la voluntad de Dios reconociendo su soberanía sobre todo lo que Job
podía llamar suyo, por ello dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré
allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Cuando Job reconoce
a Dios como dueño, entiende que Él puede disponer de todo y tiene un propósito eterno
en lo que hace y esto es reconocer la majestad y soberanía de Dios en cada uno de
nosotros.
Padre bueno que estas en los cielos, en el nombre de Jesús Tú Hijo amado, te pedimos
que nos enseñes cada día a ser como Job en aceptar tu voluntad siempre. Amen.