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RESUMEN 1

Elementos para un asesoramiento eficaz

El asesoramiento (counseling, en inglés) es un sistema de ayuda interpersonal que se inicia con un


análisis del cliente, destinado a identificar procesos de pensamiento, sentimiento y acción que resultan
de algún modo contraproducentes o que deben mejorarse. El cliente determina y expone al asesor
cuáles son esos hábitos contraproducentes y decide cuáles pueden modificarse. El asesor ayuda al
cliente a establecer objetivos con los que un pensamiento y un sentimiento más positivos llevarán a la
adquisición de hábitos que le permitirán superarse y que no habían formado parte previamente del
repertorio del cliente. El asesor ayuda al individuo a identificar razonamientos subjetivos y formas
personales de conducta de carácter significativo, en los que pensamiento, sentimiento y acción son
claramente contraproducentes y perjudiciales para el individuo. El asesor ayuda luego al cliente a lograr
entenderse a sí mismo, examinando con él por qué persisten esos hábitos de conducta paralizantes, así
como el sistema psicológico de conservación de tales hábitos.

Esto exige una respuesta plena, a satisfacción del cliente, a una cuestión clave: ¿Qué saca el cliente (de
forma positiva y no positiva) con perpetuar esa conducta destructora? El asesor impulsa luego al cliente
a analizar posibles alternativas al pensamiento, al sentimiento y la acción contraproducente. La siguiente
etapa del proceso consiste en establecer objetivos que el cliente pueda alcanzar de forma concreta y
real. Una vez establecidos los objetivos, el cliente prueba los hábitos alternativos propuestos en las
sesiones de asesoramiento, en las que el asesor proporciona intervenciones, estructuras, actividades o
simulaciones auxiliares. Se inician luego, y se aceptan de forma mutua, tareas psicológicas que el cliente
ha de ejecutar por su cuenta, y ensaya éste la nueva conducta en su mundo personal, fuera de la sesión
de asesoramiento, que es donde importa de veras. En sesiones posteriores, el 15 1. 2. 3. cliente informa
sobre las nuevas ideas y los nuevos sentimientos engendrados por la nueva forma de pensar y por los
nuevos hábitos. Siguen a esto objetivos de conducta revisados, que se establecen como resultado del
análisis y la valoración del asesoramiento. Estos informes se prolongan durante todo el período de
asesoramiento. El individuo incorpora las nuevas ideas y los nuevos hábitos, o bien los rechaza, o bien
queda reciclado para un análisis suplementario, para comprenderse a sí mismo y establecer objetivos. El
propósito básico es la adquisición e incorporación al propio sistema del sujeto de nuevos hábitos
realmente eficaces.
Hay una serie de supuestos básicos en la definición anterior. Los más
significativos son los siguientes:

 La eficacia del asesoramiento viene determinada por un cambio positivo en el cliente. Si no se


produce un cambio mental, emocional o físico en la conducta del cliente fuera del ámbito del
asesoramiento, los efectos de éste son desdeñables.
 El cliente es el elemento decisivo de los dos que participan en el proceso de asesoramiento,
pues es la razón de que exista la relación y la actividad. Por eso se enfoca todo hacia el cliente.
Todo cuanto hace el asesor es en función del cliente. Todo lo que se haga en pro del asesor no
es asesoramiento, es inmoral e improductivo y puede perjudicar al cliente en muchos sentidos.
El asesor puede beneficiarse personalmente de la experiencia por lo que cobra o por la mayor
capacidad técnica y la mayor competencia que adquiere, siendo esto último un beneficio
imprevisto, un fruto marginal de determinados momentos de la experiencia asesora. El asesor
sirve al cliente, que es la única razón del tiempo, las energías y todos los esfuerzos que se
aplican a la relación.
 El asesor no puede limitarse a hacer lo que surja de forma natural, según su propio «estilo». El
asesor ha aprendido técnicas y métodos concretos que se emplean en el asesoramiento por los
resultados que se sabe producen. El asesor tiene una explicación racional de cada hábito, que
puede compartir en cualquier momento con el cliente. La eficacia del asesoramiento dependerá
de la medida en que el asesor pueda aplicar cualquier fragmento de experiencia anterior o de
recursos personales en cualquier momento dado del proceso, en beneficio del cliente. Esto
incluye todo lo que constituye la formación del asesor.
 El asesoramiento es trabajo, probablemente el tipo de trabajo más difícil y gratificante a que
puedan consagrarse dos individuos. Si el cliente no trabaja, nada conseguirá. El cliente intenta,
en esencia, aprender, y aprender es una actividad del propio individuo. Cuando este aprendizaje
de nuevas formas de pensar, sentir y actuar abarca áreas personalmente problemáticas, el
trabajo de asesoramiento puede resultar muy penoso para el individuo. El cliente puede, en
consecuencia, resistirse o eludirlo. La desazón y la angustia suelen acompañar a esa tarea a la
que se entrega el cliente. Lo que hace el asesor es un trabajo, a menudo un trabajo agotador y
fatigoso. Y una parte de ese trabajo suyo es entender esa desazón y esa angustia del cliente y
proporcionarle todo el apoyo posible dentro de su actividad asesora.
 5.Entre pensar, sentir y hacer existe una relación causal. Aunque lo que se persigue en el
asesoramiento es un cambio positivo de conducta en el cliente, el concepto de conducta exige
matizaciones para dotarlo de significado en la vida real. Se persiguen, pues, cambios en la
conducta mental, emocional y práctica del cliente. En todos los casos y en todos los aspectos de
la vida de éste, su conducta en cuanto al pensar, sentir y hacer puede delinearse y especificarse
más certeramente con descripciones precisas. La conducta práctica, y la conducta emotiva que
siempre la acompaña, vienen precedidas de una actividad mental que es causa de ambas. El
individuo se impulsa a sentir y a hacer a través del pensamiento, preceda éste a la acción o sea
consecuencia de ella.
 El asesor es el individuo capacitado y competente en la relación y en la actividad de asistencia
interpersonal, y el asesoramiento resultará ineficaz e incluso perjudicial para el cliente en la
medida en que el asesor sea menos hábil o competente que él en un campo de conducta
determinado. Dado este supuesto, el asesor no ha de iniciar o estimular una actividad que
quede al margen del terreno de la eficacia y de la prestación de un servicio significativo. El
repertorio de técnicas y métodos de asesoramiento es algo que exige ampliación constante.
Incluye todo tipo de aprendizaje posible. Así, el asesor busca continuamente una mayor
destreza personal a fin de convertirse en un técnico más consumado en la prestación de
servicios de asesoramiento.

Si el éxito del asesoramiento se mide por la nueva conducta de un cliente que pasa a llevar una vida que
controla de modo más personal, es necesario añadir algo más respecto a esta definición: todo el proceso
persigue su propia disolución. El asesor que funciona a niveles similares o más bajos que el cliente en
cualquier dimensión concreta de la vida sobre la que se ha centrado el asesoramiento, ya no es de
utilidad para ese cliente. Lo vital es el proceso de asesoramiento, no el asesor concreto que lo ha
plasmado y ha sido su instrumento.

La aptitud o competencia asesora es un concepto más amplio que el dominio técnico del asesoramiento.
Podemos definirla como una capacidad de juicio bien informado que ayuda al asesor a realizar
valoraciones precisas de los datos de la realidad del cliente y de lo que ha sucedido en el proceso asesor,
a corto y largo plazo, o lo largo de su duración.

Este proceso de valoración es paralelo y contiguo al asesoramiento. Es decir, siempre que el asesor está
en presencia del cliente y tiene la posibilidad de emprender una u otra acción, tras la que elija el asesor
hay una aptitud o competencia mayor o menor. Así pues, la competencia asesora, el procesado mental
crítico de los datos de realidad del asesoramiento es la base de la selección e iniciación de conductas
personales que deliberadamente centran y aceleran la interacción asesora. Sin duda, es más difícil de
definir operativamente la competencia del asesor que el dominio de técnicas de asesoramiento; exige
un nivel de funcionamiento mental más elevado que supone el uso de conocimientos acumulados,
percepción precisa y capacidad de diagnóstico; proviene de la matriz misma de la experiencia analizada:
cuanta más mejor.

Casi todas las demás técnicas son de más importancia para el progreso del cliente. Tom Anderson, que
manifestó un abanico más amplio de dominio técnico en un nivel más bajo de ejecución, podría parecer
así un asesor menos eficaz que Carl, si se comparasen sus puntuaciones en la escala, cuando, en
realidad, sería un asesor más competente. Este problema de la importancia desigual de los elementos
de la escala se resuelve mediante una contabilización diferencial de las catorce técnicas y ha de
incorporarse en las revisiones de la escala. Otro problema es el relacionado con el sujeto que hace la
clasificación. Hay que adiestrar a los clasificadores para que valoren con precisión cada manifestación de
una capacidad técnica. Hemos aprendido que es posible instruir a clasificadores, aunque la clasificación
quizá no muestre ni materialice la capacidad técnica dada en cuestión cuando se pida personalmente
que se haga así. Esto es de suma importancia en las autovaloraciones clasificatorias del asesor hayamos
utilizado.

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