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Sócrates se encuentra con Ion, el cual es rapsodista, mismo que venía de un concurso
de rapsodistas, donde Ion es el ganador. En la conversación que tienen sale a luz el
tema sobre el dominio y la belleza del arte del cual es ganador, Ion.
Una característica es que Sócrates hace ver que Ion no comprende mejor a Homero
ni a los demás poetas, por lo que la elaboración o ejecución que realizan los
rapsodistas nos es considerada ni ciencia ni arte; sin embargo, es considerada como
una inspiración, por lo que el poeta tendría una inspiración divina, misma que anima
a éste, y éste, en cadena de inspiración hasta llegar a la multitud o su ocasional
audiencia. En este cometido los poetas no sería más que unos intérpretes de los
dioses.
Notamos en este particular dialogo que Platón tiene una clara intención para con la
poesía de ese entonces; al parecer intenta desacreditar a la poesía, haciéndola ver
como una especie alucinógeno mismo que escapa de lo racional; sin embargo, esta
manera de enunciar las poesías emboba a los ciudadanos o, al menos, los deja atónitos
con el modo figurativo de las poesías relatadas por los rapsodas.
En este recorrido se puede advertir el desdeño por la poesía y un abierto apoyo por
hacer filosofía, así la filosofía tendría el camino para alcanzar el conocimiento cierto o
verdadero, donde no cabe la actividad de los rapsodas, misma que responde a una
simple inspiración o dádiva de los dioses; por lo tanto, los rapsodas quedarían como
simples intérpretes, mismos que carecen de conocimientos para hacer filosofía.