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Q 27 Sobre el origen de las personas divinas

Después de haber tratado lo referente a la unidad de la esencia divina, ahora falta por analizar lo
concerniente a la trinidad de las personas divinas. Porque las personas divinas se distinguen por
sus relaciones de origen, el método expositivo exige que tratemos primero el origen o procesión;
después, las relaciones de origen o procesión; por último, las Personas.
La cuestión referente al origen-procesión plantea y exige respuesta a cinco problemas:

1. En las personas divinas, ¿hay o no hay procesión?


2. Alguna de las procesiones en las personas divinas, ¿puede o no puede ser llamada
generación?
3. Además de la generación, ¿puede o no puede haber alguna otra procesión en Dios?
4. ¿Hay o no hay alguna otra procesión que pueda ser llamada generación?
5. ¿Hay o no hay en las personas divinas más de dos procesiones?

Artículo 1: ¿Hay o no hay procesión en las personas divinas?lat

Objeciones por las que parece que en Dios no puede haber ninguna procesión:
1. La procesión significa movimiento hacia fuera. Pero en Dios nada hay mutable ni externo.
Luego tampoco hay procesión.
2. Todo lo que procede es distinto de aquello de lo que procede. Pero en Dios no hay
diversidad alguna, ya que es todo simplicidad. Luego no hay procesión alguna.
3. Proceder de otro parece que contradice la noción de primer principio. Pero, como se
demostró antes (q.2 a.3), Dios es el primer principio. Luego en Dios no cabe la procesión.
Contra esto: está lo que en Jn 8,42 dice el Señor: Yo salí de Dios.

Respondo: Para lo divino, la Escritura utiliza nombres relativos a la procesión. Pero algunos


entendieron esta procesión de distinta manera. Pues algunos la tomaron como el efecto
procede de la causa. Así, Arrio dijo que el Hijo procedía del Padre como su primera criatura,
y que el Espíritu Santo procedía como una criatura del Padre y del Hijo. Según esto, ni el
Hijo era verdadero Dios, ni tampoco el Espíritu lo era. Y esto va contra lo que del Hijo se dice
en 1 Jn 5,20: Para que estemos en su verdadero Hijo, que es verdadero Dios. Y de lo que
del Espíritu se dice en 1 Cor 6,19: ¿Ignoráis que vuestros miembros son Templos del
Espíritu Santo? Tener templo sólo le corresponde a Dios.

Otros dijeron que esta procesión es como la causa está en el efecto, esto es, en cuanto que
lo mueve o imprime en él su semejanza. Esto lo sostuvo Sabelio diciendo que el mismo Dios
Padre es el Hijo en cuanto que tomó carne de la Virgen. Y también es el Espíritu Santo en
cuanto que santifica a la criatura racional y la mueve hacia la vida . Esto contradice lo que el
Señor dice de sí mismo en Jn 5,19: Por sí mismo nada puede hacer el Hijo; y otras muchas
cosas por las que se demuestra que no es lo mismo el Padre que el Hijo.

Analizándolo más detenidamente se ve que ambos tomaron la procesión en el sentido de


algo hacia fuera; por eso ninguno colocó la procesión divina en el mismo Dios. Pero como
toda procesión significa acción, así como la acción que tiende al exterior es una procesión
hacia el exterior, así también la acción que permanece en el mismo agente es una procesión
en el propio interior. Esto se da sobre todo en el entendimiento, cuya acción, entender,
permanece en quien entiende. Pues quien entiende, por el hecho de entender, hace un
proceso en sí mismo, que es el de concebir lo conocido como algo que proviene de la fuerza
intelectiva y de su conocimiento. Esta es la concepción que aflora con la Palabra y que es
llamada palabra del corazón, expresada con la voz.

Como Dios está por encima de todo, lo que está en Dios no puede ser entendido tal como
entienden las criaturas de este mundo, que son criaturas corporales, sino por la semejanza
con las criaturas supremas que son sustancias intelectuales, cuya semejanza tampoco llega
a dar la medida exacta de lo divino.

Por lo tanto, no hay que entender la procesión tal como se da en los seres corporales, bien
por el movimiento local, bien por la acción de alguna causa sobre su efecto, como el calor
por la calefacción en lo calentado; sino como emanación inteligible, como la palabra que
permanece en el mismo que la dice. Éste es el sentido de procesión que, para las personas
divinas, defiende la fe católica.

A las objeciones:
1. Aquella objeción es viable al hablar de la procesión como movimiento local, o como acción
que, tiende al exterior o a un efecto externo. Pero este tipo de procesión no es la que se da
en las personas divinas, como se acaba de decir.
2. El resultado de aquello que se da por una procesión hacia fuera, es necesario que sea
distinto de aquello de lo que procede. Pero lo que resulta de un proceso intelectual interno,
no es necesario que sea distinto, más aún, cuanto más perfecto sea el proceso, el resultado
será tanto más uno con aquello de lo que procede. Ya que es evidente que cuanto más es
entendido algo, tanto más íntima y más unidad hay entre la concepción intelectual y el que
la hace. Pues el entendimiento en la medida en que entiende algo, en la misma medida se
hace uno con lo entendido. Por eso, como el entender divino es perfección sin fin, como se
dijo (q.14 a.1), es necesario que la palabra divina sea perfectamente uno con aquello de lo
que procede, y sin ningún tipo de diversidad.
3. Proceder de un principio como de algo extraño y diverso, ciertamente contradice la noción
de primer principio; pero proceder como de algo íntimo y no diverso, está incluido en el
concepto de primer principio. Pues cuando decimos que el constructor de una casa es el
principio, en el concepto de este primer principio se está incluyendo su idea de arte; y se le
incluiría en el concepto de primer principio si el constructor fuese el primer principio. Dios,
primer principio de las cosas, se relaciona con lo creado como el artista con su obra de arte.
¿Qué es ser primer principio?
Según Aristóteles, el principio de no contradicción es aquel según el cual es imposible que la
misma característica pertenezca y no pertenezca al mismo objeto de la misma manera y al
mismo tiempo.

Artículo 2: En las personas divinas, ¿puede o no puede alguna procesión ser


llamada generación?lat
Objeciones por las que parece que ninguna de las procesiones que hay en Dios pueda ser
llamada generación:
1. La generación es el paso de no ser a ser, oponiéndose a la corrupción. En ambas el sujeto
es la materia. Nada de todo esto le corresponde a lo divino. Luego en las personas divinas
no puede haber generación.
2. Como dijimos (a.1), en Dios la procesión es intelectual. Pero entre nosotros tal procesión
no es llamada generación. Luego tampoco en Dios.
3. Todo lo engendrado toma su ser del que engendra. Luego el ser de lo engendrado es un
ser recibido. Y ningún ser recibido es un ser subsistente por sí mismo. Así, pues, como el ser
divino es ser subsistente por sí mismo, como se demostró anteriormente (q.3 a.4), se
concluye que ningún ser engendrado es divino. Luego no hay generación en las personas
divinas.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal 2,7: Hoy te he engendrado.

Respondo: En las personas divinas, la procesión de la Palabra se llama generación. Para


demostrarlo, hay que tener presente que nosotros utilizamos el término generación en un
doble sentido. 1) Uno, con carácter general para todo lo reproducible y corruptible. En este
sentido, generación no es más que el paso del no ser al ser. 2) Otro, con carácter propio
para los vivientes. En este sentido, generación indica el origen de algún viviente unido al
principio viviente. Su nombre es el de nacimiento. Sin embargo, no a todo lo de este tipo se
le llama engendrado, sino sólo y propiamente a lo que procede por razón de semejanza. Por
eso, el pelo o cabello no tiene razón de engendrado ni de hijo, sino sólo lo que procede por
razón de semejanza; y no de una cualquiera, pues los gusanos que se engendran en los
animales no tienen razón de generación y de filiación, aun cuando haya semejanza de
origen; sino que para tener razón de tal generación se requiere que proceda por razón de
semejanza con la naturaleza de la misma especie, como el hombre procede del hombre y el
caballo del caballo.

No obstante, en los vivientes que pasan de la potencia al acto de vivir, como los hombres y
los animales, su generación incluye ambos sentidos. Y si hay algún viviente cuya vida no
pasa de la potencia al acto, la procesión en tal viviente excluye completamente el primer
sentido de generación; pero puede tener la razón de generación propia de los vivientes.

Así, pues, la procesión de la Palabra en las personas divinas tiene razón de generación. Pues
procede por acción intelectual, que es una operación vital unida al principio, como ya dijimos
(a.1), y por razón de semejanza, porque la concepción del entendimiento es la semejanza de
lo entendido, y existente en la misma naturaleza, porque en Dios entender y ser son lo
mismo, como se demostró anteriormente (q.14 a.4). Por eso, la procesión de la Palabra en
las personas divinas se llama generación, y la misma Palabra que procede es llamada Hijo.

A las objeciones:
1. Aquella objeción es viable si se toma la generación en su primer sentido, esto es, en
cuanto paso de la potencia al acto. Pero esto no se da en las personas divinas, como se
acaba de decir.
2. En nosotros, el entender no es la misma sustancia del entendimiento; por eso, la palabra
que procede de nosotros como operación inteligible, no tiene la misma naturaleza que
aquello de lo que procede. De ahí que no le corresponda, propia y completamente, la razón
de generación. Pero el entender divino es la misma sustancia del que entiende, como ya se
demostró (q.14 a.4). Por eso, la Palabra que procede tiene la misma naturaleza que aquello
de lo que procede. Por eso es llamada con propiedad engendrado e Hijo. De ahí que la
Escritura use los términos empleados en la generación de los vivientes para indicar la
procesión de la sabiduría divina, esto es, concepción y parto; pues de la persona de la
sabiduría divina se dice en Prov 8,24: No estaban los abismos, y yo ya había sido concebida;
no estaban los collados y yo ya había sido parida.
Pero para nuestro entendimiento utilizamos el término concepción en cuanto que en la
palabra de nuestro entendimiento se encuentra la semejanza de lo entendido, aun cuando
no se encuentre identidad natural.
3. No todo lo que se toma es recibido en algún sujeto. En caso contrario, no podría decirse
que toda la sustancia de lo creado haya sido tomada de Dios, pues no hay algún sujeto
receptivo de toda la sustancia. Así, pues, lo que es engendrado en las personas divinas,
toma el ser del que engendra, no en cuanto aquel ser sea recibido en alguna materia o
sujeto (cosa que contradice la subsistencia del ser divino); sino que se dice que es tomado
en cuanto que procede de otro el tener ser divino, no en cuanto que sea distinto del ser
divino existente. Pues en la misma perfección del ser divino está contenida la Palabra que
procede intelectualmente, y el principio de la palabra, así como todo lo que le corresponde a
su perfección, tal como ya se dijo (q.4 a.2).

Artículo 3: ¿Hay o no hay en las procesiones divinas otra distinta de la


generación de la Palabra?lat
Objeciones por las que parece que en las procesiones divinas no hay otra distinta de la
generación de la Palabra:
1. Por la misma razón habría una distinta de otra y otra distinta de aquella, y así
indefinidamente, lo cual es incongruente. Así, pues, hay que quedarse en la primera para
que no haya más que una sola procesión en las personas divinas.
2. En toda naturaleza se encuentra un solo modo de comunicación natural. Esto es así
porque las operaciones se unifican o diversifican por los términos. Pero la procesión en las
personas divinas no se da más que por la comunicación de la naturaleza divina. Así, pues,
como no hay más que una sola naturaleza divina, como se demostró (q.11 a.3), se concluye
que no hay más que una sola procesión en las personas divinas.
3. Si en las personas divinas hay una procesión distinta de la procesión intelectual de la
Palabra, no será sino una procesión de amor que se da por una operación de la voluntad.
Pero tal procesión no puede ser distinta de la procesión inteligible del entendimiento, porque
en Dios, como quedó demostrado (q.19 a.1), la voluntad no es algo distinto del
entendimiento. Luego, fuera de la procesión de la Palabra, en Dios no hay otra procesión.
Contra esto: está el hecho que el Espíritu Santo procede del Padre, tal como se dice en Jn
15,26. Y es distinto al Hijo, según aquello de Jn 14,16: Rogaré al Padre y os dará otro
Valedor. Luego en las personas divinas hay otra procesión además de la de la Palabra.

Respondo: En las personas divinas hay dos procesiones: la de la Palabra y otra. Para
demostrarlo, hay que tener presente que en las personas divinas no hay procesión más que
en cuanto acción que no tiende hacia algo externo, sino que permanece en el mismo agente.
Así, esta acción en la naturaleza intelectual es acción del entendimiento y acción de la
voluntad. La procesión de la Palabra responde a la acción intelectual. Por la operación de la
voluntad en nosotros se encuentra otra procesión, la del amor, por la que el amado está en
quien le ama, como por la concepción de la palabra lo dicho o entendido está en quien tiene
entendimiento. Por eso, además de la procesión de la Palabra hay otra procesión en las
personas divinas, y es la procesión de amor.

A las objeciones:
1. No hay por qué proceder indefinidamente en las procesiones divinas. Pues la procesión
hacia el propio interior en la naturaleza intelectual acaba en la procesión de la voluntad.
2. Lo que está en Dios es Dios, como se demostró anteriormente (q.3 a.3 y 4); siendo esto
algo que no sucede en las demás cosas. De este modo, por cualquier procesión que no sea
hacia fuera, se comunica la naturaleza divina. No es así en las demás naturalezas.
3. Aun cuando en Dios la voluntad no sea distinta al entendimiento, sin embargo, a la razón
de la voluntad y del entendimiento pertenece el que las procesiones según la acción de cada
uno se relacionen a un determinado orden. Pues la procesión de amor no se da sino en
orden a la procesión de la Palabra; ya que nada puede ser amado con la voluntad si no es
concebido en el entendimiento. Así, pues, en la medida en que hay un cierto orden entre la
Palabra y el principio del que procede, aun cuando en lo divino sea lo mismo la sustancia
intelectual y la concepción del entendimiento; así también, aun cuando en Dios sean lo
mismo el entendimiento y la voluntad, sin embargo, porque a la razón de amor pertenece el
que no proceda sino de la concepción del entendimiento, en las personas divinas la
procesión de amor tiene distinción de orden con la procesión de la Palabra.

Artículo 4: En las personas divinas, la procesión de amor, ¿es o no es


generación?lat
Objeciones por las que parece que en las personas divinas la procesión de amor es
generación:
1. Entre los vivientes, lo que procede con semejanza natural se llama engendrado y nacido.
Pero lo que en las personas divinas procede por amor, procede con semejanza natural; lo
distinto sería extraño a la naturaleza divina; y, así, sería una procesión hacia fuera. Luego lo
que en las personas divinas procede por amor procede como engendrado y nacido.
2. Como la semejanza pertenece a la razón de la Palabra, también pertenece a la de amor.
Por eso se dice en Eclo 13,15: Todo animal ama a su semejante. Así, pues, si a la razón de
semejanza en la Palabra le corresponde ser engendrado y nacer, parece que también a lo
proveniente por amor le corresponde ser engendrado.
3. No está en el género lo que no está en alguna de su especie. Así, pues, si en las personas
divinas hay alguna procesión de amor, es necesario que, además de este nombre común,
tenga algún nombre especial. Pero no se puede dar otro nombre más que el
de generación. Luego parece que en las personas divinas la procesión de amor sea
generación.
Contra esto: de ser así, se concluiría que el Espíritu Santo, que procede como amor,
procedería como engendrado. Lo cual va contra aquello de Atanasio: El Espíritu Santo, no
hecho ni creado ni engendrado, sino procedente del Padre y del Hijo.

El texto del Símbolo Quicumque

Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe católica: quien no la observare
íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente. Esta es la Fe católica: que veneramos a
un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad. Ni confundimos las personas, ni separamos
las substancias. Porque otra es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu
Santo: Pero la divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria,
es coeterna su majestad. Como el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre,
increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el
Espíritu Santo. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no
tres eternos, sino uno eterno. Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno
increado y uno inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo,
omnipotente el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente.
Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres
dioses, sino un Dios. Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. Y,
sin embargo, no tres señores sino un Señor. Porque, así como la verdad cristiana nos
compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la
religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores. Al Padre nadie lo hizo: ni lo
creó, ni lo engendró. El Hijo es solo del Padre: no hecho, ni creado, sino engendrado. El
Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente
de ellos. Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos, un Espíritu Santo, no
tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nada es primero o posterior, nada mayor o menor:
sino todas las tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras. Así, para
que la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo
antes. Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad.

Pero, para la salud eterna, es necesario creer fielmente también en la encarnación de


nuestro Señor Jesucristo. Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios de la substancia del Padre, engendrado
antes de los siglos, y es hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo. Dios
perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana. Igual al Padre, según la
divinidad; menor que el Padre, según la humanidad. Aunque Dios y hombre, Cristo no es
dos, sino uno. Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad
fue asumida por Dios. Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por
unidad de la persona. Porque, como el alma racional y la carne son un hombre, así Dios y
hombre son un Cristo. Que padeció por nuestra salud: descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos. Ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre
omnipotente; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos. A su venida, todos los hombres
tendrán que resucitar con sus propios cuerpos, y tendrán que dar cuenta de sus propios
actos. Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno. Esta es la fe
católica, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. Amén.

Respondo: En las personas divinas, la procesión de amor no debe ser llamada generación.
Para demostrarlo, hay que tener presente que la diferencia entre entendimiento y voluntad
está en que el entendimiento está en acto por el hecho de que lo entendido está en el
entendimiento según su semejanza; por su parte, la voluntad está en acto no por el hecho
que haya en la voluntad alguna semejanza de lo querido, sino porque la voluntad tiene una
cierta inclinación a lo querido. Así, pues, la procesión que responde a la razón del
entendimiento lo es por razón de semejanza; y en este sentido puede tener razón de
generación, porque todo el que engendra, engendra algo semejante. Por su parte, la
procesión que responde a la razón de voluntad no es considerada por la razón de semejanza,
sino más bien por razón del que impulsa y mueve a algo. De este modo, lo que en las
personas divinas procede por amor, no procede como engendrado o como hijo, sino, más
bien, procede como espíritu. Con este nombre se indica un determinado motor impulso vital,
como se dice que por el amor alguien es movido o impulsado a hacer algo.

A las objeciones:
1. Todo lo que hay en las personas divinas es uno con la naturaleza divina. De ahí que, por
parte de dicha unidad, no puede encontrarse la razón propia de esta o aquella procesión, por
lo que una se distinga de otra. Sino que es necesario que la razón propia de esta o aquella
procesión se encuentre en la relación entre ambas procesiones. Un orden de este tipo
responde a la razón de la voluntad y del entendimiento. Por eso, según su razón propia se
da un nombre u otro a las distintas procesiones que se impone para significar la razón propia
de cada una. Ahí está el por qué lo que procede por amor recibe la naturaleza divina, y, sin
embargo, no es llamado nacido.
2. Una es la semejanza que le corresponde a la Palabra, y otra la que le corresponde al
amor. Pues a la palabra le corresponde en cuanto ella misma es una cierta semejanza de lo
entendido, como el engendrado es semejante al que lo engendra. Pero al amor le
corresponde, no porque el mismo amor sea la semejanza, sino en cuanto la semejanza es
principio para amar. De ahí no se concluye que el amor sea engendrado, sino que lo
engendrado es principio de amor.
3. No podemos dar nombre a Dios más que partiendo de las criaturas, como ya se dijo
anteriormente (q.13 a.1). Y porque en las criaturas la comunicación de naturaleza no se da
más que por generación, la procesión en las personas divinas no tiene más nombre propio y
especial que el de generación. De ahí que la procesión que no es generación, quede sin un
nombre concreto. Podría ser llamada espiración, porque es la procesión del Espíritu.

Artículo 5: ¿Hay o no hay en las personas divinas más de dos procesiones? lat

Objeciones por las que parece que en las personas divinas hay más de dos procesiones:
1. Así como a Dios se le atribuye la ciencia y la voluntad, también se le atribuye el poder.
Así, pues, si en cuanto al entendimiento y a la voluntad hay dos procesiones en Dios; en
cuanto al poder habrá también una tercera.
2. Parece que la bondad es el máximo principio de procesión, pues el bien, como se dice,
tiende a difundirse. Así, pues, por la bondad parece que tiene que haber alguna otra
procesión en las personas divinas.
3. La capacidad de fecundar es mayor en Dios que en nosotros. Pero en nosotros no hay una
sola procesión verbal, sino muchas; porque en nosotros tras una palabra sale otra; y, de
forma parecida, de un amor sale otro. Luego en Dios hay más de dos procesiones.
Contra esto: en Dios no hay más que dos que procedan: el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo
tanto, en El sólo hay dos procesiones.
Respondo: En las personas divinas las procesiones no pueden ser vistas más que como
acciones que permanecen en El mismo. Y en la naturaleza intelectual divina no hay más que
dos acciones: entender y querer. Pues el sentir, que también parece ser una operación en
quien siente, está fuera de la naturaleza intelectual y no es algo totalmente extraño al
género de acciones que terminan fuera del sujeto; pues sentir acaba por la acción de lo
sensible en el sentido. Así, pues, hay que concluir que en Dios no puede haber otra
procesión además de la de la Palabra y del Amor.

A las objeciones:
1. El poder es el principio para actuar en otro; por eso, según el poder hay acción hacia
fuera. Así, por el atributo del poder no hay procesión de la persona divina, sino sólo
procesión de las criaturas.
2. Como dice Boecio en el libro De hebd. el bien pertenece a la esencia y no a la operación,
a no ser, quizás, como objeto de la voluntad. Por eso, como las procesiones divinas están
vinculadas necesariamente a algunas operaciones, por la bondad y otros atributos parecidos
no hay más procesiones que las de la Palabra y del amor en cuanto que Dios entiende y ama
su esencia, su verdad y su bondad.
3. Como hemos sostenido anteriormente (q.14 a.7; q.19 a.5), Dios lo entiende todo en un
solo acto, y del mismo modo todo lo quiere. Por eso, en El no puede haber procesión verbal
de la Palabra, ni de amor del amor; sino que en El hay una sola Palabra perfecta, un solo
amor perfecto. Y en esto se manifiesta su perfecta fecundidad.
Artículo 2: El Espíritu Santo, ¿procede o no procede del Hijo?lat

Objeciones por las que parece que el Espíritu Santo no procede del Hijo:

1. Dionisio dice: Nadie debe atreverse a decir de la sustancial divinidad más que lo que nos ha
sido transmitido en los escritos sagrados. Pero en la Sagrada Escritura no se dice que el Espíritu
Santo proceda del Hijo: sólo se dice que procede del Padre, tal como consta en Jn 15,26: El
Espíritu de verdad que procede del Padre. Luego el Espíritu Santo no procede del Hijo.

2. En el Símbolo del Concilio de Constantinopla se lee: Creemos en el Espíritu Santo, Señor y


dador de vida, procedente del Padre, digno de adoración y glorificación juntamente con el Padre
y con el Hijo. Así pues, de ninguna manera debió añadirse en nuestro símbolo que el Espíritu
Santo proceda del Hijo. Quienes lo añadieron parecen ser dignos de anatema.

3. El Damasceno dice: Decimos que el Espíritu Santo viene del Padre, y le llamamos espíritu
del Padre: y no decimos que el Espíritu Santo viene del Hijo y, en cambio, sí le llamamos
espíritu del Hijo. Luego el Espíritu Santo no procede del Hijo.

4. Nada procede de aquello en lo que permanece. Pero el Espíritu Santo permanece en el Hijo.
Pues se dice en la Leyenda del Bienaventurado Andrés: Paz a vosotros y a todos los que creen
en un único Dios Padre, y en su único Hijo, único Señor nuestro Jesucristo, y en el único Espíritu
Santo, que procede del Padre y permanece en el Hijo. Luego el Espíritu Santo no procede del
Hijo.

5. Más todavía. El Hijo procede como Palabra. Pero en nosotros no parece que nuestro aliento
proceda de nuestra palabra. Luego tampoco el Espíritu Santo procede del Hijo.

6. El Espíritu Santo procede completamente del Padre. Por lo tanto, es banal añadir que
procede del Hijo.

7. Como se dice en III Physic.: En las cosas perpetuas no hay diferencia entre ser y poder
ser. Mucho menos en Dios. Pero el Espíritu Santo puede distinguirse del Hijo, incluso si no
procede de El. Pues dice Anselmo en el libro De proccessione Spiritus Sancti: El Hijo y el Espíritu
Santo toman su ser del Padre, pero de distinta manera: uno naciendo y el otro procediendo para
que sean distintos entre sí. Y añade: Pues si por otra cosa no fueran distintos el Hijo y el Espíritu
Santo, por eso sólo ya lo serían. Luego el Espíritu Santo se distingue del Hijo y no existe por El.

Contra esto: está lo que dice Atanasio: El Espíritu Santo no ha sido hecho, ni creado, ni
engendrado, sino que procede del Padre y del Hijo.

Respondo: Es obligatorio decir que el Espíritu procede del Hijo. Pues, si no procediera de El,
de ninguna manera podría distinguirse personalmente de El. Esto resulta evidente por lo dicho
antes (q.28 a.3; q.30 a.2). Hay que tener presente que no hay algo absoluto por lo que las
personas divinas se distingan entre sí. De lo contrario, no se seguiría que una fuera la esencia de
las tres; pues todo lo que de Dios se dice con sentido absoluto pertenece a la unidad de esencia.
Por lo tanto, hay que concluir que las personas divinas se distinguen entre sí sólo por las
relaciones.

Las relaciones personales no pueden distinguirse más que como opuestas. Esto es así por lo
siguiente: Porque el Padre tiene dos relaciones, una de las cuales va referida al Hijo, y la otra al
Espíritu Santo. Sin embargo, dichas relaciones, por no ser opuestas, no constituyen dos
personas, pues le corresponden a la persona del Padre. Por lo tanto, si en el Hijo y en el Espíritu
Santo no se encontraran más que dos relaciones con las que cada uno se relacionara con el
Padre, dichas relaciones no serían opuestas entre sí; como tampoco lo serían aquellas con las
que el Padre se relaciona con ellas. Por eso, así como la persona del Padre es una, así también
se seguiría que la persona del Hijo y del Espíritu Santo sería una, teniendo dos relaciones
opuestas a las dos relaciones del Padre. Esto es herético y anula el contenido de la fe en la
Trinidad. Por lo tanto, es necesario que el Hijo y el Espíritu Santo estén relacionados entre sí con
relaciones opuestas.
(Por otra parte, y como ya se demostró (q.28 a.4), en Dios no puede haber más relaciones
opuestas que las relaciones de origen. Y las relaciones opuestas de origen lo son por el principio
y por lo que emana del principio. Por lo tanto, hay que decir o que el Hijo procede del Espíritu
Santo, y esto no lo sostiene nadie; o que el Espíritu Santo procede del Hijo, y esto es lo que
nosotros confesamos. Esto está en armonía con el concepto de procesión de ambos. Se dijo
(q.27 a.2 y 4; q.28 a.4), que el Hijo procede intelectualmente como Palabra. El Espíritu Santo
procede voluntariamente como amor. Y es necesario que el amor proceda de la Palabra; pues
nada amamos si antes no lo hemos albergado en nuestra mente concibiéndolo. Resulta evidente
así y por eso que el Espíritu Santo procede del Hijo.)
Esto también nos lo enseña el mismo orden de las cosas. Pues nunca encontramos que de uno
surjan muchos sin relación, a no ser que se trate sólo de diferencia material. Ejemplo: Un
fabricante produce muchos cuchillos materialmente distintos entre sí, no guardando entre sí
ninguna relación. Pero en aquellas cosas entre las que no hay sólo distinción material, siempre
se encuentra algún tipo de relación. Por eso, también en el orden de lo producido por las
criaturas se manifiesta la belleza de la sabiduría divina.
Por lo tanto, si de la persona del Padre proceden dos personas, esto es, el Hijo y el Espíritu
Santo, es necesario que guarden alguna relación entre sí. Y no se le puede asignar más relación
que la natural por la que uno procede del otro. Así, pues, no es posible sostener que el Hijo y el
Espíritu Santo procedan del Padre de tal manera que ninguno de los dos proceda del otro, a no
ser que alguien les atribuyera una distinción material. Esto es imposible.
De aquí que los mismos Griegos entiendan que la procesión del Espíritu Santo guarde alguna
relación con el Hijo. Pues admiten que el Espíritu Santo es Espíritu del Hijo y que procede del
Padre por el Hijo. Algunos de ellos admiten incluso que es del Hijo y que emana de El: sin
embargo, no admiten que proceda. Y esto se debe, al parecer, o a la ignorancia o a la insolencia.
Porque, si se pensara correctamente, se podría dar uno cuenta de que entre todas las palabras
que indican origen, la más extendida es procesión. Pues la utilizamos para indicar, cualquier
origen: como del punto procede la línea; del sol, el rayo; de la fuente, el arroyo. Y lo mismo en
otras muchas cosas. Concluyendo: De cualquier palabra referida al origen, puede deducirse que
el Espíritu Santo procede del Hijo.
A las objeciones:
1. No debemos decir lo que en la Sagrada Escritura no se encuentra, o escrito o en el sentido
de lo escrito. Pues, aun cuando en la Sagrada Escritura no se encuentre textualmente que el
Espíritu Santo procede del Hijo, sin embargo, sí se encuentra el sentido de dicha afirmación; y,
en especial, donde el Hijo hablando del Espíritu Santo dice: El me glorificará porque tomará de
lo mío (Jn 16,14). Al leer la Sagrada Escritura hay que tener por norma asimismo que lo que se
dice del Padre hay que entenderlo también del Hijo, incluso si se añade alguna partícula
exclusiva, a no ser sólo en aquellas cosas en las que el Padre y el Hijo se distinguen por sus
relaciones opuestas. Pues, cuando el Señor, en Mt 11,27, dice: Nadie conoce al Hijo a no ser el
Padre, no se excluye que el Hijo no se conozca a sí mismo. Así, pues, cuando se dice que el
Espíritu Santo procede del Padre, incluso si se añade que procede del Padre sólo, no queda
excluido el Hijo; porque en cuanto a ser principio del Espíritu Santo, no se oponen Padre e Hijo;
sino que sólo se oponen en que éste es Padre; aquél, Hijo.

2. En cada concilio fue instituido algún símbolo por algún error que se condenaba en dicho
concilio. Por eso, en el siguiente concilio no se hacía un símbolo distinto al primero; sino que lo
implícitamente contenido en el primer símbolo, se explicaba con algunos añadidos para hacer
frente a los nuevos herejes. Por eso, en la determinación del concilio de Calcedonia se dice que
los congregados en el concilio de Constantinopla transmitieron la doctrina sobre el Espíritu
Santo, no porque faltase algo a lo transmitido por los anteriores (los congregados en
Nicea), sino para entender cómo debían pronunciarse contra los herejes. Así, pues, porque en la
época de los antiguos concilios todavía no se daba el error de decir que el Espíritu Santo no
procede del Hijo, no fue necesario declararlo explícitamente. Pero más tarde, al darse dicho
error por parte de algunos, fue necesario que, en un concilio congregado en Occidente, aquello
fuera declarado expresamente por la autoridad del Romano Pontífice, con cuya autoridad
también eran congregados y confirmados los antiguos concilios. Sin embargo, implícitamente
estaba contenido en la misma declaración en la que se dice que el Hijo procede del Padre.

3. El primero que introdujo que el Espíritu Santo no procede del Hijo fue Nestorio. Esto nos
consta por el mismo credo nestoriano condenado en el concilio de Efeso. Este mismo error lo
sostuvo Teodoreto el Nestoriano; y después de él otros muchos, entre los cuales también el
Damasceno. Por eso, en esta materia no hay que mantener su parecer. Aunque algunos dicen
que el Damasceno, así como no confiesa que el Espíritu Santo proceda del Hijo, tampoco lo
niega si se atiende al texto tal cual.

4. Al afirmar que el Espíritu Santo descansa o permanece en el Hijo, no se excluye que
proceda de El; porque también se dice que el Hijo permanece en el Padre y, sin embargo,
procede del Padre. También se dice que el Espíritu Santo permanece en el Hijo como el amor del
que ama permanece en el amado o por lo que se refiere a la naturaleza humana de Cristo,
según lo que está escrito en Jn 1,33: Aquel sobre quien viereis bajar y posarse el Espíritu, éste
es el que bautiza.

5. En Dios, la Palabra no se dice por su semejanza con la palabra vocal, de la que no procede
el aliento, porque, de ser así, sólo se diría metafóricamente; sino por semejanza con la palabra
concebida en la mente de la que procede el amor.

6. Al afirmar que el Espíritu Santo procede del Padre no sólo no es banal decir que el Espíritu
Santo procede del Hijo, sino que es completamente necesario. Porque una es la fuerza del Padre
y del Hijo; y lo que es del Padre, necesariamente es del Hijo menos lo que contradiga la
propiedad de filiación. Pues el Hijo no procede de sí mismo aun cuando proceda del Padre.

7. El Espíritu Santo se distingue personalmente del Hijo en lo siguiente: Que el origen de uno
es distinto del origen de otro. Y esta diferencia de origen se fundamenta en lo siguiente: Que el
Hijo procede sólo del Padre, mientras que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Si fuera
de otra manera, no se distinguirían las procesiones, como ya quedó demostrado.

Artículo 3: El Espíritu Santo, ¿procede o no procede del Padre por el Hijo? lat

Objeciones por las que parece que el Espíritu Santo no procede del Padre por el Hijo:
1. Lo que procede de algo por alguien, no procede directamente. Así, pues, si el Espíritu Santo
procede del Padre por el Hijo, no procede del Padre directamente. Esto parece incorrecto.

2. Si el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, no procede del Hijo más que a causa del
Padre. Pero, aquello que tiene razón de causa, es siempre preferente. Por lo tanto, procede más
del Padre que del Hijo.

3. El Hijo tiene su ser por generación. Así, pues, si el Espíritu Santo procede del Padre por el
Hijo, se sigue que antes es engendrado el Hijo, y después procede el Espíritu Santo. De este
modo, la procesión del Espíritu Santo no es eterna. Esto es herético.

4. Cuando se dice que alguien obra por otro, puede decirse esto mismo al revés. Pues así
como decimos que el rey obra por el bailío, así también puede decirse que el bailío obra por el
rey. Pero de ningún modo decimos que el Hijo espire al Espíritu Santo por el Padre. Por lo tanto,
de ningún modo se puede decir que el Padre espire al Espíritu Santo por el Hijo.

Contra esto: está lo que dice Hilario en el libro De Trin.: Te ruego que me conserves esta
religión de mi fe, para que siempre posea al Padre, esto es, a Ti, que junto contigo adore a tu
Hijo y que sea merecedor de tu Espíritu Santo que lo es por tu Unigénito.

Respondo: En todas las expresiones en las cuales se dice que alguien obra por otro, la
preposición por indica causalidad, refiriéndose a la causa o principio de aquel acto. Pero como la
acción es el medio entre el agente y el efecto, algunas veces el sentido causal al que se le añade
la preposición por, se refiere a la causa de la acción en cuanto que procede del agente. En este
caso concreto, es causa de que el agente actúe, bien se trate de una causa final, bien formal,
bien efectiva, o motriz. Causa final, como si decimos que el artista obra por afán de lucro.
Formal, como si decimos que obra por su arte. Motriz, como si decimos que obra por mandato
de otro. Otras veces, la frase causal a la que se le añade la preposición por, es causa de la
acción en cuanto que termina en el hecho. Como cuando decimos que el artista trabaja por el
martillo. Pues no significa que el martillo sea la causa de que el artista realice su obra, sino que
es la causa de que el efecto proceda del artista, y el hecho de serlo lo recibe del mismo artista.
Por eso, algunos dicen que la preposición por, a veces indica directamente autoridad, como
cuando decimos que el rey obra por el bailío; otras veces, indirectamente, como cuando se dice
que el bailío obra por el rey.

Así, pues, porque el Hijo tiene del Padre el hecho que de El proceda el Espíritu Santo, puede
decirse que el Padre espira al Espíritu Santo por el Hijo. O que, y es lo mismo, el Espíritu Santo
procede del Padre por el Hijo.
A las objeciones:

1. En cualquier acción hay que tener presente dos aspectos. Esto es, el supuesto agente, y el
poder con que actúa. Ejemplo: El fuego calienta con el calor. Así, pues, si en el Padre y en el
Hijo se analiza el poder con el que espiran al Espíritu Santo, no hay cabida para ningún medio,
porque este poder es sólo uno e idéntico en ambos. No obstante, si se consideran las mismas
personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo conjuntamente,
nos encontramos con que procede del Padre directamente, en cuanto que proviene de El. Y de
forma mediata, en cuanto que procede del Hijo. En este sentido decimos que procede del Padre
por el Hijo. También decimos que Abel procedió directamente de Adán en cuanto que Adán fue
su padre, y de forma mediata en cuanto que Eva fue su madre, que procedía de Adán. Ponemos
este ejemplo aun cuando una procesión material no parece ser la más adecuada para indicar la
procesión inmaterial de las personas divinas.

2. Si el Hijo recibiera del Padre algún poder numéricamente distinto para espirar al Espíritu
Santo, se seguiría que sería como una causa segunda e instrumental. En este sentido procedería
más del Padre que del Hijo. Pero el poder espirativo en el Padre y en el Hijo es uno e idéntico en
ambos. De este modo procede igualmente de ambos. Aun cuando a veces se diga que de
manera principal y propia proceda del Padre en cuanto que el Hijo recibe el poder espirativo del
Padre.

3. Así como la generación del Hijo es coeterna con el que le engendra, de modo que no hubo
Padre antes de que engendrara al Hijo, así también la procesión del Espíritu Santo es coeterna
con su principio, de manera que no fue engendrado el Hijo antes de que procediera el Espíritu
Santo. Ambas procesiones son eternas.

4. Cuando se dice que alguien obra por otro, no siempre se puede decir lo mismo al revés.
Ejemplo: No decimos que el martillo obre por el artesano. No obstante, decimos que el bailío
obra por el rey, porque propio del bailío es obrar, pues es señor de sus actos. En cambio, no es
propio del martillo obrar, sino sólo ser usado. Por eso, no se le designa más que como
instrumento. Se dice que el bailío obra por el rey, aun cuando la preposición  por indica medio,
porque cuanto más importante es un supuesto en el obrar, tanto más directamente se une su
poder con el efecto, porque el poder de la causa primera se une al de la causa segunda en su
efecto. Por eso, en las ciencias especulativas los primeros principios son
llamados inmediatos. Así, pues, en cuanto el bailío es medio según el orden de los supuestos
agentes, se dice que el rey obra por el bailío. Pero según el orden de los poderes, se dice que el
bailío obra por el rey, porque el poder del rey es el que hace que la acción del bailío consiga su
efecto. Entre el Padre y el Hijo no hay orden en lo que se refiere al poder, sino sólo en lo que se
refiere a los supuestos. Así, se dice que el Padre espira por el Hijo, pero no al revés.

Cuestión 37
Sobre el Espíritu Santo llamado Amor
Ahora hay que estudiar lo referente al nombre Amor. Esta cuestión plantea y exige respuesta a
dos problemas:

1. ¿Es o no es el nombre propio del Espíritu Santo?


2. El Padre y el Hijo, ¿se aman o no se aman por el Espíritu Santo?
Artículo 1: Amor, ¿es o no es el nombre propio del Espíritu Santo? lat

Objeciones por las que parece que Amor no es el nombre propio del Espíritu Santo:
1. Dice Agustín en XV De Trin.: Desconozco por qué así como el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo son llamados sabiduría, y todos no constituyen a un tiempo tres, sino una sola sabiduría,
no se tiene que llamar amor al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, constituyendo todos, a un
tiempo, un solo amor. Pero ningún nombre dado a cada persona en particular y a todas en
conjunto es nombre propio de alguna persona. Luego Amor no es nombre propio del Espíritu
Santo.
2. El Espíritu Santo es persona subsistente. Pero el amor no está indicado como persona
subsistente: sino como una determinada acción que pasa del que ama al amado. Luego Amor no
es nombre propio del Espíritu Santo.
3. El amor es el vínculo de los que aman; porque, según Dionisio en el 4 cap. De Div. Nom., es
una determinada fuerza unitiva. Pero el vínculo es el medio entre aquello que une; no algo que
proceda de lo que une. Así, pues, como el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como
quedó demostrado (q.36 a.2), parece que no es el amor o el vínculo del Padre y del Hijo.
4. Todo el que ama tiene algún tipo de amor. Pero el Espíritu Santo ama. Luego tiene algún
tipo de amor. Así pues, si el Espíritu Santo es amor, será amor del amor, y espíritu del espíritu.
Esto es incongruente.
Contra esto: está lo que dice Gregorio en la homilía sobre Pentecostés: El Espíritu Santo es
Amor.
Respondo: En Dios, el nombre Amor puede ser tomado en sentido esencial y en sentido
personal. En sentido personal, es el nombre propio del Espíritu Santo, como Palabra es el
nombre propio del Hijo. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como ya se probó ( q.27
a.1,3 y 5), en Dios hay dos procesiones: Una por el entendimiento, la de la Palabra; otra por la
voluntad, la del amor. Porque la primera nos es más conocida, para indicar cada uno de los
aspectos que se pueden analizar encontramos más nombres adecuados. Pero no sucede así con
la procesión del amor. Por eso hacemos uso de ciertos circunloquios para indicar la persona que
resulta de tal procesión. Y las relaciones resultantes también de dicha procesión, las
denominadas, tal como ya dijimos (q.28 a.4), procesión y espiración. Dichos nombres, sin
embargo, atendiendo sólo a los nombres, son más de origen que de relación. Sin embargo,
ambas procesiones deben ser analizadas como semejantes. Pues, así como, por el hecho de que
alguien entienda algo, se produce en su mente una determinada concepción intelectual de lo
conocido y que se llama palabra; así también, por el hecho de que alguien ama algo, se produce
en quien ama una determinada impresión, por decirlo de alguna manera, de lo amado, por la
cual lo amado se dice que está en quien ama como lo conocido está en quien conoce. Por todo lo
cual, cuando alguien se conoce y se ama, está en sí mismo no sólo por identidad de la cosa, sino
también como lo conocido en quien conoce y lo amado en quien ama.
Pero por parte del entendimiento se encuentran muchos términos para indicar la relación
conocedor-objeto conocido, como resulta evidente en el mismo término conocer. Y también se
encuentran otros términos para indicar el proceso de la concepción intelectual, como son el
mismo decir y palabra. Por eso, en Dios conocer sólo se dice en sentido esencial, porque no
implica relación con la palabra que procede. Pero Palabra se dice en sentido personal, porque
indica lo que procede. El mismo término decir tiene sentido nocional, porque implica la relación
existente entre el principio de la Palabra y la misma Palabra.
Por parte de la voluntad, fuera de querer y amar, que implican relación entre el que ama y lo
amado, no se han aplicado otras palabras que impliquen relación entre la impresión o afección
de lo amado —que se produce en el que ama por el hecho del amor— y su principio; y al revés.
Por eso, al no disponer de otros términos, indicamos dichas relaciones con los
de amor y querer, que es como si la Palabra fuera llamada inteligencia concebida o sabiduría
engendrada.
Así, pues, en cuanto que en el amar o en el querer no está implícita más que la relación del
que ama con lo amado, amor y amar tienen sentido esencial, como lo
tienen conocimiento y conocer. Pero en cuanto a los términos que usamos para expresar la
relación entre lo que procede por amor y su principio, y al revés, como por amor se entiende
el amor que procede, y por amar se entiende espirar el amor que procede, así Amor es nombre
de persona, y los verbos querer o amar son nocionales, como lo son decir o engendrar.

A las objeciones:
1. Agustín habla del amor en Dios tomándolo en sentido esencial, tal como dijimos.
2. Entender, querer y amar, aun cuando se indiquen como acciones que pasan al objeto, sin
embargo, son acciones que permanecen en quienes las hacen, como ya dijimos (q.14 a.2; q.18
a.3 ad 1); y permanecen, no obstante, implicando cierta relación con el objeto. Por eso el amor,
también entre nosotros, es algo que permanece en quien ama, y la palabra mental permanece
en quien la pronuncia; y sin embargo, se relacionan con el objeto amado o expresado con la
palabra.
Pero en Dios, en quien no hay accidentes, sucede algo más. Porque tanto la Palabra como el
Amor subsisten. Así, pues, cuando se dice que el Espíritu Santo es el Amor del Padre hacia el
Hijo o a cualquier otra cosa, no se está indicando algo que pasa a otro, sino sólo la relación
entre el amor y lo amado; como en la Palabra está implícita la relación entre la Palabra y lo
expresado por la Palabra.
3. Se dice que el Espíritu Santo es el vínculo del Padre y del Hijo en cuanto que es Amor.
Porque, como el Padre se ama a sí mismo y al Hijo con un solo Amor, y al revés; en el Espíritu
Santo, en cuanto que es Amor, está implícita la relación entre el Padre y el Hijo, y al revés,
como la relación entre el que ama y lo amado. Pero por lo mismo que el Padre y el Hijo se aman
mutuamente, es necesario que su mutuo amor, el Espíritu Santo, proceda de ambos. Así, pues,
en cuanto al origen, el Espíritu Santo no es el medio, sino la tercera Persona de la Trinidad. Y en
cuanto a la relación mencionada, es el vínculo entre los dos procedente de ambos.
4. Así como al Hijo, aun cuando conozca, no le corresponde, sin embargo, producir la Palabra,
porque el entender le corresponde en cuanto Palabra que procede; así también, aun cuando el
Espíritu Santo ame, tomándolo en sentido esencial, sin embargo, no le corresponde a El espirar
amor, que es amar en sentido nocional; porque, así, ama en sentido esencial como Amor que
procede y no como aquello de lo que procede.
Artículo 2: El Padre y el Hijo, ¿se aman o no se aman por el Espíritu Santo? lat

Objeciones por las que parece que el Padre y el Hijo no se aman por el Espíritu Santo:
1. Agustín, en el VII De Trin., prueba que el Padre no es sabio por sabiduría engendrada. Pero,
así como el Hijo es sabiduría engendrada, así también el Espíritu Santo es Amor que procede,
como ya se dijo (a.1). Por lo tanto, el Padre y el Hijo no se aman con el Amor que procede y que
es el Espíritu Santo.
2. Cuando se dice: El Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, el verbo amar tiene
sentido esencial o nocional. Pero tomado en sentido esencial, la frase no puede ser verdadera,
porque, por el mismo motivo, podría decirse que el Padre conoce por el Hijo. Tomado en sentido
nocional, tampoco puede ser verdadera, porque, por el mismo motivo, podría decirse que el
Padre y el Hijo espiran por el Espíritu Santo, o que el Padre engendra por el Hijo. Por lo tanto, de
ninguna manera es verdadera la frase el Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo.
3. Es el mismo el amor con el que el Padre ama al Hijo, se ama a sí mismo y nos ama a
nosotros. Pero el Padre no se ama por el Espíritu Santo. Porque ningún acto nocional vuelve
sobre su principio; pues no puede decirse: El Padre se engendra o el Padre se espira. Luego
tampoco puede decirse que el Padre se ama por el Espíritu Santo, si amar se toma en sentido
nocional. Por lo mismo, el amor con que nos ama no puede ser el Espíritu Santo, porque
implicaría relación con la criatura, y esto pertenece a la esencia. Por lo tanto, es falsa la frase: El
Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el VI De Trin.: El Espíritu Santo es por quien el
Engendrado es amado por el Progenitor y por quien ama al Progenitor.
Respondo: Este problema entraña dificultad cuando en la frase: El Padre ama al Hijo por el
Espíritu Santo, el ablativo se toma en sentido causal, por lo cual parece que el Espíritu Santo sea
el principio del amarse el Padre y el Hijo. Esta acepción es inaceptable. Por eso algunos dijeron
que la frase: El Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, es falsa. Añaden que Agustín se
retractó de esta frase de modo equivalente cuando se retractó de esta otra: El Padre es sabio
con sabiduría engendrada.
Otros dijeron que se trata de una proposición impropia, cuya explicación es:  El Padre ama al
Hijo por el Espíritu Santo, esto es, por amor esencial, que se apropia al Espíritu Santo.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido de signo, y se aplica diciendo: El Espíritu Santo es
signo de que el Padre ama al Hijo, esto es, en cuanto procede de ellos como amor.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido causal formal, porque el Espíritu Santo es el amor
con el que formalmente el Padre y el Hijo se aman mutuamente.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido de efecto formal. Estos son los que más se
acercaron a la verdad.
Para demostrarlo, hay que tener presente que, como las cosas generalmente son llamadas por
sus formas, como blanco por la blancura, hombre por su humanidad, todo aquello que es
llamado por algo, en cuanto a esto tiene razón de forma. Ejemplo: Este está cubierto por el
vestido. Este ablativo tiene sentido causal formal, aun cuando no sea forma. Así, sucede que
algo puede ser llamado por lo que procede de él mismo, y no sólo como el agente por la acción,
sino también como por el objetivo de la misma acción, que es el efecto, cuando el mismo efecto
está indicado en el concepto de acción. Ejemplo: Decimos que el fuego calienta por la
calefacción, aun cuando la calefacción no sea calor, que es la forma del fuego, sino la acción
producida por el fuego. Otro ejemplo: Decimos que el árbol florece por las flores, aun cuando las
flores no sean la forma del árbol, sino determinados efectos que surgen de ella misma.
Por lo tanto, en esta línea hay que decir que en Dios amar es tomado en dos sentidos: Esencial
y nocional. En sentido esencial, el Padre y el Hijo no se aman por el Espíritu Santo, sino por su
esencia. Por eso dice Agustín en XV De Trin.: ¿Quién se atreverá a decir que el Padre no se ama
a sí mismo, al Hijo y al Espíritu Santo más que por el Espíritu Santo? En esto se fundamentan las
primeras opiniones mencionadas. En sentido nocional, amar no es más que espirar
amor, como decir es producir palabras, y florecer, flores. Por lo tanto, así como se dice que el
árbol florece por las flores, así también se dice que el Padre se habla y habla a la criatura por la
Palabra o el Hijo; y se dice también que el Padre y el Hijo se aman y nos aman por el Espíritu
Santo o Amor que procede.

A las objeciones:
1. En Dios ser sabio o inteligente no tiene más sentido que el esencial. Así, no puede decirse
que el Padre sea sabio o inteligente por el Hijo. Pero amar se toma en sentido no sólo esencial,
sino también nocional. Por eso podemos decir que el Padre y el Hijo se aman por el Espíritu
Santo, tal como quedó establecido.
2. Aun cuando en el concepto de alguna acción esté implicado un determinado efecto, el
principio de la acción puede ser llamado o por la acción o por el efecto. Así podemos decir que el
árbol florece por floración o por las flores. Pero cuando en la acción no está incluido un
determinado efecto, entonces el principio de la acción no puede ser llamado por el efecto, sino
sólo por la acción; pues no decimos que el árbol produce la flor por la flor, sino por la producción
de la flor.
Así, pues, al decir espira o engendra, está incluido sólo el acto nocional. Por eso, no podemos
decir que el Padre espire por el Espíritu Santo o que engendre por el Hijo. Sí podemos decir
que el Padre habla por la Palabra —como persona que procede—, y que habla por la dicción —
como acto nocional—. Porque decir, cuando indica producir la Palabra, implica una determinada
persona que procede. Por lo mismo, amar, en sentido nocional, indica producir amor. Así, puede
decirse que el Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo —como persona que procede—, y por el
mismo amor —como acto nocional.
3. El Padre no sólo ama al Hijo por el Espíritu Santo, sino que también se ama a sí mismo y
nos ama a nosotros. Porque, según se dijo (a.1), amar, tomado en sentido nocional, no sólo
implica la producción de la persona divina, sino también la persona producida por amor que
guarda relación con lo amado. Por eso, así como el Padre se habla y habla a toda criatura por la
palabra engendrada, en cuanto que la Palabra engendrada representa suficientemente al Padre y
a toda criatura: así también se ama y ama a toda criatura por el Espíritu Santo, en cuanto que el
Espíritu Santo procede como Amor de la primera bondad por la que el Padre se ama y ama a
toda criatura. Resulta evidente también que la relación con la criatura implicada en la Palabra y
en el Amor que procede, es algo secundario; esto es, en cuanto que la verdad y la bondad divina
son el principio del conocer y del amar a toda criatura.

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