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LOS OLVIDADOS

Autor : LA LIEBRE
Esta será la última vez que lo cuente antes de irme de este mundo, pero
solo quiero dar a conocer que unas personas siempre pueden ver más allá
que otras, que, si una persona muera, exista la posibilidad de que su alma
siga rondando por ahí, o que, si podamos notar que hay mucha gente, tal
vez estemos viendo fantasmas
Mi historia comienza en la ciudad de Oxapampa, yo era un hombre que
trabajaba en la municipalidad y siempre regresaba a casa a las nueve o diez
de la noche, tenía que trabajar horas extras porque mis padres tenían
muchas deudas que pagar y necesitaban de mi apoyo para poder pagarlas,
mi madrecita tenía su puesto de frutas en el mercado y mi padre querido el
que más me ha mimado desde que era un pequeño, se quedaba solo en la
casa porque no podía trabajar por culpa de su estado.
Un día, estaba regresando de mi casa temprano, como me sucede ciertas
veces. Al entrar, encontré a mi madre llorando en la sala, desesperado le
pregunté qué había pasado y ella me respondió:
- Hijo, tu padre ha desaparecido.
Después de contarme la noticia le dije:
- ¿Qué? ¿Cómo desapareció?
Mi madre triste me dijo que por la mañana le avisó para salir un momento.
Ella pensaba que lo encontraría para el almuerzo, pero se llevó la sorpresa
de que no estaba en la casa. Inmediatamente salí a la calle para buscarlo.
Me fui por todas las calles y a los lugares que él solía ir, pero no había ningún
rastro de él, intenté pedir ayuda y avisé a las autoridades para que hicieran
una búsqueda, pero después de dos días no se supo nada de él. Había
desaparecido.
Al día siguiente intenté salir de la ciudad por un rato, necesitaba estar solo
y pensar, hasta que mientras manejaba encontré a un pobre anciano que
me pedía que si podía llevarle a su casa. Yo generosamente le dije que
ingresara en mi auto. Le pregunté al anciano donde vivía y me señaló un
lugar por donde había muchos árboles y no había carretera aún. Le
pregunté otra vez para estar seguro y él me dijo la misma respuesta.
Confundido le hice caso, pensé que tenía una pequeña choza, pero no, al
llegar al lugar donde me había indicado el anciano, había un pequeño grupo
de personas viviendo ahí, también habían construido una docena y media
de casitas con muros de piedra y techos cubiertos de paja. Lo que me
pareció raro es que ellos no tenían electricidad y usaban el fuego para
iluminarse. Era todo un pueblito ubicado en la selva no tan lejos de por
donde yo vivo. Le pregunté al anciano que lugar era este y él me respondió:
- Este lugar se llama Qunqay.
Después de su respuesta se bajó de mi auto y me invitó que pasara a
almorzar a su casa. Yo le dije que tenía que irme, pero el insistió hasta que
terminé aceptando. Cuando entré a su casa parecía que toda su familia
hablaba quechua y él era el único que hablaba español, me dijo que me
sentara en el suelo porque ellos no tenían mesa. Empezamos a comer lo
que su esposa había hecho, había choclo, papa, camote, cuy, pato, entre
muchos más. Pasé una linda tarde con la familia del anciano, pero ya era
hora de irme porque mi madre debió estar muy preocupada. Así que me
despedí del anciano, pero él me dijo:
- Te noto algo preocupado jovencito.
- Si, lo que pasa es que mi padre desapareció hace dos días y no hay ningún
rastro de él.
- No te preocupes hijo, estoy seguro de que tu padre está bien y pronto
aparecerá.
- Gracias señor, le deseo una buena tarde.
- Igualmente, muchacho.
Me despedía del amigable anciano y me fui con mi coche a mi casa.
Llegando le conté a mi madre todo lo que ha pasado y donde estuve, pero
en realidad a mi madre no le importó eso, lo único que le importó fue que
llegara a casa. Me dio un fuerte abrazo y luego las buenas noches.
Finalmente, amanecí más alegre que nunca, después del encuentro con el
anciano. Creo que me levantó el ánimo y se lo dije a mi madre que iría a ver
al hombre que ayer estuvo conmigo. Subí a mi auto y empecé a conducir
hasta el pequeño pueblo donde vivía el anciano. Cuando al fin llegué me di
la sorpresa de que no había nadie solo más arboles de lo que vi al inicio.
Tuve mucho miedo. De pronto una voz me dijo:
- Da la vuelta joven, ahora.
Yo, impresionado, vi al mismo anciano que vi ayer, me acerqué a él y le dije:
- Señor, pero ¿qué pasó, dónde está toda la gente?
- No te preocupes de ellos, todos están bien, solo vine a despedirme de ti,
tengo que volver con esas personas.
- No por favor, no me deje solo.
- No estarás solo, yo siempre estaré aquí, nunca me olvides muchacho.
- Yo no, nunca lo olvidaré señor.
Me dio una moneda de hecha de oro. La contemplé por unos segundos y de
pronto el anciano desapareció. Regresé a mi casa con varias dudas sobre
aquel hombre ¿será que puedo ver fantasmas?, ¿será que estoy loco?,
¿será que todo esto es un sueño? Cuando llegué a mi casa me di la sorpresa
de que mi padre estaba sano y salvo tomando una sopa caliente. De pronto
me vi llorando en sus brazos no me dio ganas de preguntarle dónde había
estado. Por ahora solo sé que todo volverá a ser como era antes.

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