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ALUMNA: Monteverde Sanchez Maria Elena

Los viejos cuentos eran reales

A mi abuelo le gustaba contar historias raras y llenas de misterio. Cada vez que lo íbamos visitar, el
realizaba una fogata fuera de casa para contar sus historias. Pero cuando eres niño, los cuentos
solo viven en tus seños, pero cuando eres joven, ya no crees en fantasías.

Ya pasaron varios meses desde su fallecimiento y volver a la casa de campo después de casi 10
años, se siente extraño.

Para las vacaciones navidades, no se nos ocurrió una mejor idea como ir a aquella casa. A pedido
de mi madre tuve que aceptarlo, y ahora junto con mis amigos de la universidad nos encontramos
frente a ella.

Como yo era el responsable de la casa por estos días, pues me tocaba inspeccionar todo y cuando
los vayamos de ella no faltara nada.

La primera noche prendimos una fogata, la cual me trajo recuerdos vagos de mi abuelo. Les
comenté a mis amigos como era mi abuelo y porque nos vinimos a la ciudad y no nos quedamos
con él, también les comenté que mi madre estaba sola desde nací y mi padre había fallecido
mucho antes, o eso era lo comentaba mi madre.

Es curioso que yo llegue contar algo sobre mi vida, ya que me gusta que me conozcan a mi yo del
presente que, del pasado, al cual no recuerdo mucho.

Nos fuimos a acostar algo tarde, no fue nada raro que algunos trajeran alcohol para estas
vacaciones; pero en lo personal yo no suelo tomar mucho, aunque algunos dicen que, si lo hago,
solo que hasta ahora no me han visto borracho.

Al siguiente día, nos levantamos temprano con los cantos de los gallos. A mis amigos no les gusta
la idea de levantarse temprano, menos que un simple canto de un gallo interrumpa en sus sueños,
pero es inevitable ya que los pobladores cercanos suelen criar gallos de pelea para los torneas que
se realizan. Lo extraño, es que no escuche quejas de los gallos, si no de sus sueños.

Comenzaron a comentarme que tuvieron pesadillas y que durmieron muy mal y sobre todo los
que ayer terminaron ebrios. No sabía cómo justificar sus sueños extraños, porque ni yo entendía
sus sueños. Solo me cree la idea de que fue producto del alcohol.

Tras tener una mañana de quejas y de desayunar algo, disidimos dar un pequeño recorrido,
algunos prefirieron quedarse en la casa porque la mala noche.

En el recorrido, pudimos apreciar que los residentes tienen las calles llenas de murmullos, como si
vieran a alguien después de tiempo o que haya vuelto alguien de la muerte por como algunos nos
observan y se agachaban sedándonos el paso.

Mis amigos comenzaron con la burla de que tal vez me tengan miedo ya que soy el único que
volvió a estas calles después de tiempo. La verdad, es que no sabría explicarles.
El transcurso del día fue normal. Conversamos un poco y apreciamos el campo que esta frente la
casa, hasta que cae la noche.

Esta vez, solo algunos prefirieron no tomar, ya quisieron dormir lucidos y no tener de nuevo una
mala noche. Pero yo quería que la fogata sea como en mis recuerdos de niño, contando historias.

Poco a poco, uno que otro comenzó a contar sus historias de terror o suspenso o algo paranormal
que les haya pasado. El frio viento, la fogata y la noche, hacían que todo sea más interesante,
hasta incluso algo de miedo.

El ultimo fui yo, y comencé con un viejo relato que me conto mi abuelo. Pero lo raro fue que no
pude terminarla, es como si tuviera un bloqueo.

Mis amigos no notaron nada extraño, solo se comenzaron a reír porque deje la historia a medias y
que solo quería darles miedo, pero no es así.

Mientras todos se fueron a sus respectivas habitaciones, yo me quede un rato frente a fogata.

Por alguna razón, quería recordar el porqué mi madre decidió irse de este pueblo y dejar al
abuelo. Los recuerdos son muy borrosos.

Voy corriendo por un viejo pasillo, estoy descalzo y siento que no puedo hablar, mi vista es algo
borrosa y a mi alrededor se solo hay muros viejos.

De la nada siento como uno de mis pies me comienza a arder…

¿Qué esto?

¿Estoy soñando?

A lo lejos escucho un nombre y una mujer llorando, pero yo sigo corriendo en este viejo pasillo.

—Claudio, Claudio…

Mis ojos se serían cuando siento que alguien me zarandea en el hombro.

Me percato que es uno de mis amigos, me comenta que me quede dormido y que estaba
mencionando a un tal Claudio. ¿Quién es Claudio?

Sin decir nada me fui a mi habitación.

En la habitación donde me encuentro, no hay nada de fotos o algún retrato de mi pasado, parece
que solo se encuentran pinturas de gallos. ¿Por qué recién me fijo en eso?

El sonido de los grillos y algunos bichos crean alguna melodía incomprensible.

No puedo dormir, y me siento inquieto por saber cual es ese pasillo. Pero sin pensármelo más, con
la interna del móvil voy por los pasillos oscuros sin hacer mucho ruido.

Tengo que acordarme aquel pasillo…

Justo cuando estoy a punto de darme por vencido, lo encuentro cerca de la habitación de mi
abuelo, a la cual todos tenemos prohibido entrar a pedido de mi madre.
Lo siento extraño, de hecho, desde que llegue a pisar un pie dentro de esta casa, se siente extraño
todo.

Busco en mis bolsillos las llaves para poder entrar a la habitación, pero no la encuentro. Parece
que mi madre no daría esa llave por alguna razón. Quiero darme la vuelta y regresar a la
habitación, pero a un lado de un cuadro de un gallo que parece que me estuviera viendo, aprecio
como es que tiene una cierta flecha en el borde del cuadro, como si me indicara que voltee el
cuadro. Mi cabeza está vacía de los recuerdos de mi abuelo y por alguna razón extraña quiero
saber que paso para que mi madre tomara la decisión de irnos de este pueblo y no volver cuando
aún estaba vivo.

Sin darle más vueltas, cojo el cuadro y detrás de ella hay como una caja hecha de madera, es como
un cofre y esta tiene una cerradura pequeña, que parece de una llave antigua. Pero al momento
de querer abrirlo a la fuerza, la puerta se abre sin necesidad de que yo haga fuerza. La abro por
completo y en ella encuentro una llave un par de papeles antiguos, las cuales dejo porque solo me
interesa la llave.

La pruebo intento abrir la puerta y para sorpresa mía, esta se abre con la llave.

Al entrar, solo la luz de la luna alumbra la vieja habitación.

Aquí sí puedo apreciar algunos cuadros de mi abuelo y su esposa, también una donde está mi
madre, pero ninguna de mi padre.

Me acerco al escritorio de mi abuelo, y desde ella puedo apreciar mejor la habitación.

A un lado un pequeño librero con algunas fotografías, y el otro lado están los gallos de pelea de mi
abuelo. Me acerco a ellas ya que tienen un lado curioso, es como si estuvieran posando para la
cámara y cada uno tiene su nombre debajo. Sigo detallando bien cada fotografía, hasta que me
topo con una, Camilo.

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