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La educación de adultos se entiende como un proceso de comunicación que va más allá de las aulas, del
saber académico, del saber técnico que, siendo necesario, debe proyectarse más allá del mundo
objetivo para integrarse al mundo social y subjetivo.
El estudio de Houle, por ejemplo, estaba destinado a descubrir por qué los adultos emprenden
una educación continua, pero también arroja luces a la manera en que aprenden. Mediante un proceso
participativo de análisis de las características descubiertas en las entrevistas, encontró que sus sujetos se
clasificaban en tres categorías. El criterio para clasificar a los individuos en grupos fue su concepción
más sostenida sobre propósitos y valores de la educación continua. Los tres tipos son:
1 Aprendices orientados a una meta, que recurren a la educación cumplir objetivos bien trazados.
Estos individuos no iniciaron su educación continua hasta mediados de sus 20 años y, a veces, mucho
después. La educación continua de los orientados a una meta se da en episodios, los cuales comienzan
con el surgimiento de una necesidad o la identificación de un interés. No hay un flujo estable, continuo,
de aprendizaje, aunque es una característica constante de su vida. Tampoco restringen sus actividades a
alguna institución o método. Aparece la necesidad y el interés y la satisfacen tomando un curso,
uniéndose a un grupo, leyendo un libro o saliendo de viaje.
2. Alumnos orientados a una actividad, que participan porque encuentran en las circunstancias del
aprendizaje un significado que no tiene una conexión necesaria -y con frecuencia ni la mínima
conexión- con el contenido o el propósito anunciado de la actividad. Estos individuos también
comienzan su participación s tenida en la educación de adultos en el punto en que sus problemas o sus
necesidades alcanzan la presión suficiente.
3. Aprendices orientados al aprendizaje, que estudian por amor al conocimiento. A diferencia de los
otros tipos, éstos se han dedicado desde siempre y por completo al aprendizaje. Lo que hacen tiene una
continuidad, un flujo y una extensión que define la naturaleza básica de su participación en la educación
continua. Casi todos son lectores ávidos y así lo han sido desde la niñez se unen a grupos, clases y
organizaciones por razones de educación; seleccionan programas serios en la televisión y en la radio;
aprovechan los viajes preparándose para apreciar lo que ven, y escogen trabajos y toman sus decisiones
en términos del potencial de crecimiento que ofrecen.
Otro investigador, Tough, se interesaba en determinar qué motivaba a los adultos a comenzar un
proyecto de aprendizaje y encontró que sus sujetos preveían ciertos resultados y beneficios. Algunos de
los beneficios son inmediatos: satisfacer una curiosidad, disfrutar la materia, gozar en el ejercicio
de una destreza, complacerse en la actividad del aprendizaje; otros son de largo plazo: producir algo,
impartir conocimientos o destrezas a otros, entender qué pasará en una situación futura, etc. Es evidente
que el placer y la autoestima fueron elementos críticos en la motivación de estos sujetos.
Tough concluyó que los aprendices adultos procedían en varias fases en el acto de
comprometerse con un proyecto de aprendizaje y especulaba que ayudarles a incrementar su
competencia en cada fase sería una de las mejores formas de aumentar la eficacia de su aprendizaje.
* La primera fase es decidirse a empezar. Tough identificó 26 pasos que el aprendiz puede emprender
en esta fase, incluyendo establecer una meta, evaluar sus intereses, buscar información sobre las
oportunidades, elegir el conocimiento y la destreza mas apropiados, establecer el límite deseado y
calcular costos y beneficios.
* La segunda fase consiste en trazar un plan, lo que hace el propio aprendiz, un esquema preestablecido
(por ejemplo, un texto programado, un libro de trabajo, un casete), un asesor de aprendizaje individual
(por ejemplo, un instructor, un consejero, una persona de recursos) o un grupo. En esta fase es crucial
tener experiencia para escoger un plan y seguirlo en forma activa.
* Por último, el aprendiz inicia las etapas de aprendizaje bosquejadas en el plan. Los elementos
fundamentales son la variedad y la riqueza de los recursos, su disposición y la destreza del aprendiz al
hacer uso de ellos.
El aprendizaje de adultos se define como el proceso por el que los adultos obtienen conocimientos y
destrezas. La estructura de este proceso puede organizarse en cuatro fases:
1. necesitar: determinar qué aprendizaje se necesita para alcanzar las metas.
2. crear: una estrategia y recursos para alcanzar las metas del aprendizaje.
3. implantar: la estrategia del aprendizaje y utilizar los recursos del aprendizaje.
4. evaluar: la consecución de la meta de aprendizaje y el proceso seguido para alcanzarla.
Estas cuatro fases sirven como categorías y objetivos para buscar lo que se sabe sobre los adultos
que controlan su proceso de aprendizaje.
Es una pedagogía que se basa en los siguientes supuestos acerca de los estudiantes:
* La necesidad de saber: los aprendices sólo necesitan saber que deben aprender lo que el profesor les
enseña si desean aprobar el curso, no necesitan saber cómo aplicar a sus vidas lo que aprendieron.
* El autoconcepto del alumno: el concepto que el profesor tiene de un alumno es el de una
personalidad dependiente, por lo tanto el autoconcepto del aprendiz acaba por ser el de una personalidad
dependiente.
A medida que los individuos maduran, sus capacidades de dirigirse, de aprovechar su experiencia
en el aprendizaje, de identificar su propia disposición para aprender y de organizar su aprendizaje en
torno a los problemas de la vida aumentan gradualmente, desde la infancia a la adultez.
La andragogía:
Antes de describir los supuestos andragógicos sobre los alumnos aprendizaje, es útil saber qué
entendemos por adulto: hay cuatro definiciones viables:
1. La biológica: nos volvemos adultos, biológicamente hablando, cuando llegamos a la edad en que so
capaces de reproducimos (que en estas latitudes es a principios adolescencia).
2. La legal: somos legalmente adultos cuando llega a la edad en que tenemos derecho a votar, obtener
una licencia de manejo, casarse sin consentimiento de los padres, etc.
3. La definición social: socialmente somos adultos cuando comenzamos a desempeñar papeles de
adultos, como el de trabajador de tiempo completo, cónyuge, padre, ciudadano que vota, etc.
4. La psicológica: llegamos edad adulta, psicológicamente, al formamos un autoconcepto de seres
responsables de nuestra propia vida y gobierno.
El modelo andragógico:
Este modelo se basa en premisas distintas que las del modelo pedagógico:
1. La necesidad de saber: Los adultos necesitan saber por qué deben aprender algo antes de aprenderlo.
Cuando los alumnos se disponen a aprender algo por su cuenta, emplean energía considerable en
sondear los beneficios que obtendrán y los costos de no aprenderlo. En consecuencia, uno de los nuevos
aforismos en la educación para adultos es que la primera labor del facilitador del aprendizaje es ayudar a
los aprendices a darse cuenta de la necesidad por aprender.
Como mínimo, los facilitadores han de ofrecer razones del valor del aprendizaje para mejorar el
desempeño de los estudiantes o de la calidad de su vida. Todavía más útiles para fomentar la conciencia
de la necesidad de conocer son las experiencias reales o simuladas en las que los aprendices descubren
solos la brecha entre dónde están ahora y dónde desean estar. Los sistemas de evaluación de personal, la
rotación de puestos de trabajo, la exposición a puestos modelos y las evaluaciones diagnosticas de
desempeño son ejemplos de esas herramientas.
2. El autoconcepto de los alumnos. Los adultos tienen un autoconcepto de seres responsables de sus
propias acciones, de su propia vida. Una vez obtenido, sienten una necesidad psicológica profunda de
ser considerados y tratados como capaces de dirigirse. Resienten y se resisten a las situaciones en que
otros les imponen su voluntad. Recuerdan su experiencia escolar, se colocan en una posición de
dependencia, se cruzan de brazos, se sientan y dicen 'enséñame'. Esta suposición de dependencia
obligada y el tratamiento infantil consecuente del facilitador, crea un conflicto entre ellos, entre su
modelo intelectual -el aprendiz es un ser dependiente- y la necesidad más profunda, tal vez del
subconsciente de dirigirse uno mismo. El método habitual de resolver los conflictos psicológicos es huir
de la situación, lo que probablemente explica en parte el gran índice de deserción en la educación
voluntaria para adultos. Una vez que los educadores de adultos se dan cuenta del problema, se esfuerzan
por crear experiencias de aprendizaje en las que se ayuda a los alumnos a transitar de aprendices
dependientes a aprendices autodirigidos.
3. El papel de las experiencias de los alumnos. Los adultos llegan a una actividad educativa con un
mayor volumen y una calidad distinta de experiencias que los jóvenes. Por la simple virtud de haber
vivido más tiempo, han acumulado mucho más experiencias que los jóvenes, pero también tienen
experiencias diferentes. Esta diferencia de cantidad y calidad tiene muchas consecuencias en la
educación de adultos.
Esto asegura que en cualquier grupo de adultos habrá una gama más amplia de diferencias que en uno de
jóvenes. Cualquier grupo de adultos será más heterogéneo en términos de su pasado, estilo de
aprendizaje, motivación, necesidades, intereses y metas que uno de jóvenes. Por tanto, el acento en la
educación de adultos está en la individuación de la enseñanza y las estrategias del aprendizaje.
Esto significa también que, para muchos tipos de aprendizaje, los recursos más ricos residen en los
aprendices adultos. Entonces, el énfasis en la educación para adultos está en las técnicas
experimentales: técnicas que recurren a la experiencia de los alumnos, como grupos de discusión,
ejercicios de simulación, actividades de solución de problemas, estudios de casos y de laboratorio, en
lugar de técnicas de transmisión. También, hay un mayor énfasis en las actividades en parejas.
Pero el hecho de tener más experiencia también tiene algunos efectos negativos. Conforme acumulamos
experiencias, tendemos a formar hábitos mentales, tendencias y prejuicios, que cierran nuestra mente a
las ideas nuevas, percepciones frescas y otras formas de pensar. Así, los educadores de adultos tratan de
descubrir los medios de ayudar a los adultos, de examinar sus hábitos y prejuicios y de abrir su mente a
nuevos enfoques. La educación de la sensibilidad, el valor de la clarificación y las escalas del
dogmatismo son algunas de las técnicas con que se ataca este problema.
4. Disposición para aprender. Los adultos están dispuestos a aprender lo que necesitan saber y sean
capaces de hacer, con el propósito de enfrentar las situaciones de la vida real. Un rico recurso de 'la
disposición para aprender' son las tareas existenciales que llevan de una etapa de desarrollo a la
siguiente. La implicación crítica de este supuesto es la importancia de situar las experiencias de
aprendizaje de modo que coincidan con dichas tareas.
Sin embargo, no es necesario sentarse a esperar a que la disposición aparezca naturalmente. Hay
maneras de inducirla mediante la exposición a modelos de un desempeño superior, ejercicios de
estimulación y otras técnicas.
5. Orientación del aprendizaje: En contraste con los niños y jóvenes, que están centrados en temas (al
menos en las escuelas), los adultos se centran en la vida (o en una tarea o problema) en su orientación
del aprendizaje. Los adultos se motivan a aprender en la medida en que perciban que el aprendizaje les
ayudará en su desempeño y a tratar con los problemas de la vida. Además, obtienen conocimientos,
destrezas, valores y actitudes de una manera más eficaz cuando se les presentan en un contexto de
aplicación a las situaciones de la vida real.
6. Motivación: Mientras que los adultos responden a algunos motivadores externos (mejores empleos,
ascensos/ salarios más etc.), los motivadores más potentes son las presiones internas, el deseo de
incrementar la satisfacción laboral, la autoestima, la calidad de vida, etc.
• Participación: debe entenderse como la acción de tomarse decisiones en conjunto o actuar con otros
en la ejecución de una tarea determinada. El rol del estudiante adulto en el proceso de aprendizaje
consiste en algo de mayor dimensión que la de ser un receptor pasivo, conforme y repetidor de las
enseñanzas impartidas por el profesor. La participación implica el análisis crítico de las situaciones
planteadas, mediante del aporte de soluciones constructivas. La participación estimula el razonamiento,
promueve la discusión constructiva de las ideas y conduce a la reformulación de propuestas como
resultado de la confrontación de posiciones.
• Horizontalidad: este principio se refiere fundamentalmente al hecho de ser, tanto el facilitador como
el participante, iguales en condiciones (características cualitativas) al poseer ambos la adultez y la
experiencia, pero con diferencias en cuanto a los niveles de desarrollo de la conducta observable
(característica cuantitativa). Sin embargo, y dadas las características del estudiante adulto es importante
considerar, además de estos dos principios, los siguientes:
• Relación con los intereses de quienes aprenden. El proceso de aprendizaje debe estar orientado hacia
quien aprende, el estudiante es el centro del proceso, por lo tanto sus motivaciones e intereses deben ser
considerados.
• Trabajo interdisciplinario. Los problemas que se presentan pueden ser multicausales, una sola
discusión científica no basta para solucionarlos, por lo que necesitan valerse de varias materias para
abordar la situación desde diferentes puntos de vista.
Las características de los adultos como estudiantes imponen algunas condiciones a la situación de
aprendizaje que como formadores o educadores debiéramos considerar al momento de diseñar y
planificar una intervención andragógica:
• Ofrecer la ayuda, los recursos y las herramientas necesarias para que el aprendiz aborde
gradualmente los contenidos complejos. Es fundamental para el buen desarrollo de su autonomía y de su
capacidad seleccionar las estrategias de aprendizaje más adecuadas a sus características como
estudiante, sus estilos de aprendizaje y a la complejidad de los contenidos y objetivos de aprendizaje por
alcanzar.
• Permitir el trabajo sobre los objetivos particulares de cada uno. Como hemos mencionado
anteriormente, el estudiante adulto tiene necesidades muy particulares y personales, motivaciones que le
son muy propias y que fueron la causa de su decisión de enfrentar el desafío de someterse a una
situación de aprendizaje. Por tal motivo es natural que tenga objetivos personales que no necesariamente
van a coincidir con los objetivos de aprendizaje. Sin embargo, también deben ser considerados como
parte de los objetivos del proceso, puesto que son relevantes para el estudiante.
Para sintetizar:
La teoría del aprendizaje de adultos representa un reto para los conceptos estáticos de la
inteligencia, para las limitaciones estandarizadas de la educación, para la teoría que restringe las
instituciones educativas a la clase intelectual.
La educación de adultos es un intento de descubrir un nuevo método y crear un nuevo aliciente
para el aprendizaje; sus aplicaciones son cualitativas, no cuantitativas.
Los aprendices adultos son precisamente aquellos que quieren que sus aspiraciones intelectuales
no sean manipuladas por los requisitos inflexibles e intransigentes de instituciones de aprendizaje
autoritarias y convencionales.
La educación de adultos es un proceso por el cual los alumnos cobran conciencia de sus
experiencias más importantes. El reconocimiento de la importancia nos lleva a la evaluación. Los
significados acompañan a la experiencia cuando sabemos lo que sucede y qué importancia tiene ese
suceso en nuestra personalidad.
La educación de adultos es una nueva técnica de aprendizaje, una técnica esencial, tanto para los
graduados universitarios como para los trabajadores manuales no letrados. Es un proceso que sirve para
que los aprendices adultos cobren conciencia de sus experiencias y las evalúen.
Se toman hechos e información de las diferentes esferas del conocimiento no con el propósito de
acumularlas, sino con la necesidad de resolver problemas. En este proceso, el profesor tiene una nueva
función. Ya no es el oráculo que habla desde la plataforma de la autoridad, sino un guía, un apuntador
que también participa en el aprendizaje de acuerdo con la vitalidad y pertinencia de sus hechos y
experiencias.