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VÍCTOR DEL AVEYRON

A finales de 1799 tres cazadores encontraron en los bosques de Caune (Francia) a un niño solo,
desnudo al que lograron capturar y dejaron al cuidado de una viuda, encerrado en una cabaña
cercana. Aparentaba unos once o doce años y ya había sido avistado antes por la zona
recogiendo bellotas o buscando tubérculos para alimentarse. Estaba claramente en estado de
abandono, sucio y enmarañado, caminaba arrastrando sus brazos, a veces en cuatro
miembros, se mostraba inquieto y huidizo.

Al cabo de una semana logró escaparse y retornó a las montañas donde soportó el riguroso
invierno de aquel año apenas cubierto con una camisola desgarrada. Por las noches se
ocultaba, pero durante el día se acercaba a veces a algún caserío de los alrededores. En una de
esas ocasiones volvió a ser capturado. Se mostró salvaje y esquivo, impaciente e inquieto,
siempre atento a la posibilidad de escapar de nuevo.

Un médico joven llamado Itard propuso un programa de tratamiento y educación para el niño.
El muchacho quedó bajo su custodia. El ama de llaves fue quien debió hacerse cargo de los
aspectos físicos y materiales de su cuidado mientras que el doctor elaboraba y aplicaba el
programa de readaptación.

La descripción del muchacho era: “un niño desagradablemente sucio, con el cabello
enmarañado sobre la cara, afectado por movimientos espasmódicos e incluso convulsiones;
que se balanceaba incesantemente como los animales del zoológico; que mordía y arañaba a
quienes se le acercaban; que no mostraba ningún afecto a quienes le cuidaban y que, en
suma, se mostraba indiferente a todo y no prestaba atención a nada, emitía unos sonidos
guturales extraños y quejidos, no hablaba, sólo parecía querer huir.”

El muchacho era delgado y más bien bajo para su supuesta edad. Su rostro, redondo e
infantiloide, presentaba marcas de haber sufrido la viruela. “Su nariz es larga y puntiaguda y su
mentón hundido. Tiene un cuello largo y esbelto”, dicen los médicos que lo examinaron. El
médico y sus colegas no encontraban físicamente diferencia alguna entre el joven y cualquier
otro niño.

Las atenciones y cuidados que se les dispensaron a partir de entonces mejoraron su estado
físico y su sociabilidad, aunque los progresos fueron muy escasos. Sólo aprendió algunas pocas
palabras que pronunciaba solamente en presencia del objeto. Como por ejemplo: “leche”. Una
vez superada la fase inicial, Itard le puso el nombre de Víctor. Por esa época se presentó la
pubertad del muchacho, lo que creó problemas adicionales a Itard. En el segundo informe el
doctor se daba por vencido y manifestaba su preocupación por el futuro de Víctor. Madame
Guérin, el ama de llaves, siguió cuidándolo por veinte años más.

El Ministerio del interior le asignó diversos profesores, pero un informe de 1815 no reseñaba
ninguna mejora de su situación. Nunca aprendió a hablar más que unas pocas palabras sueltas,
para referirse a objetos siempre presentes. Aprendió algunas normas sociales básicas.
Afectivamente siempre estuvo distante. Víctor murió en 1828.

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