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Tercera Generación
6ECTS
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Máster Universitario en Terapias
Psicológicas de Tercera Generación
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Máster Universitario en
Terapias Psicológicas de
Tercera Generación
6ECTS
GLOSARIO ............................................................................................................................................................................81
ENLACES DE INTERÉS .......................................................................................................................................................85
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................................................. 105
LEYENDA
Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado “Glosario”.
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Módulo II. Aplicación Clínica de las Terapias de Tercera Generación
Tema 1
Evaluación de la depresión
1.1. Introducción
Las personas podemos experimentar diferentes estados de ánimo, pero poseemos un cierto grado
de control sobre él. Cuando una persona sufre un trastorno del estado de ánimo pierde esta
sensación de control y experimenta un gran malestar.
Los pacientes con un estado de ánimo deprimido muestran pérdida de energía e interés,
sentimientos de culpa, dificultad para concentrarse, pérdida de apetito, pensamientos mórbidos o
de suicidio. La persona que sufre este trastorno vive un deterioro del funcionamiento
interpersonal, social y laboral. Generalmente no sabe a que atribuir el trastorno, aunque lo
reconoce como algo característico en él.
1.1.1. Etiología
Nos encontramos frente a un trastorno sumamente heterogéneo, por lo que resulta difícil
encontrar una causa única. Los factores causales pueden ser biológicos, genéticos y
psicosociales, todos ellos en constante interacción.
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Veamos primero las causas biológicas de la depresión (Vallejo, 2011). La estabilidad emocional está
estrechamente ligada a los neurotrasmisores, cuando las células nerviosas pierden la capacidad de
producir la cantidad adecuada de un neurotrasmisor, de almacenarlo o de controlarlo, puede
aparecer un trastorno del estado de ánimo. La etiopatogenia de la depresión endógena se ha
relacionado con una reducción de la actividad monoaminérgicas (noradrenérgica y/o
serotoninérgica) en el sistema nervioso central. La noradrenalina, la serotonina y la
dopamina son los neurotrasmisores principales implicados habitualmente en la fisiopatología de
los trastornos de estado de ánimo. También hay pruebas que indican que existen anormalidades
en la regulación de la acetilconlina.
Cada neurotasmisor tiene diferentes tipos de receptores postsinápticos. Son los lugares de acción
de casi todos los psicofármacos que se usan en la actualidad. Por ejemplo, actualmente se conocen
seis tipos de receptores de serotonina, del 5-HT1 al 5-HT7, con numerosos subtipos, en total 14
receptores diferentes. Los antagonistas del receptor 5-HT3 están en estudio como posibles
compuestos antipsicóticos y ansiolíticos.
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Por último, todos los seres humanos, sea cual sea su perfil de personalidad, pueden deprimirse, y
de hecho lo hacen en determinadas circunstancias. No obstante ciertos tipos de personalidad
(obsesivo-compulsiva, histérica, dependiente, depresiva) presentan mayor riesgo de depresión que
las personalidades antisociales o paranoides.
El conjunto de rasgos emocionales y de conducta que caracterizan a una persona puede haber
cristalizado en mayor o menor grado, podemos hablar de personalidad o de Repertorios Básicos
de Conducta. Ejemplos de este repertorio son, los estilos atribucionales, los pensamientos
irracionales, las distorsiones cognitivas, las habilidades sociales, etc.
1.2. Diagnóstico
Diagnosticar significa “determinar el carácter de una enfermedad mediante el examen de sus
signos”. Pero dada la naturaleza pluridimensional de la depresión muchas veces resulta difícil de
encuadrar, por ello no está totalmente resuelta su clasificación. El diagnóstico puede verse
enturbiado por la falta de criterio en la clasificación del trastorno depresivo, ya que podemos verla
como una estructura unitaria o binaria, su naturaleza se puede contemplar como algo categórico o
dimensional, así mismo la frontera entre depresión y normalidad no está clara.
Depresión psicótica vs. neurótica. La diferenciación entre una y otra está referida a la presencia o
ausencia de un trastorno con ideas delirantes y alucinaciones y la falta de contacto con la realidad.
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Síntomas generales de todas las depresiones: tristeza, anhedonía, disminución del rendimiento,
trastornos del sueño, disminución del impulso sexual, pérdida o aumento de peso, agresividad; los
síntomas fisiológicos más frecuentes son la astenia, cefaleas, pérdida de peso, amenorrea,
sequedad de boca, estreñimiento, palpitaciones. Entre los cambios psicomotores tenemos
agitación (no poder permanecer sentado; frotarse las manos y pellizcarse o arrugar la piel, la ropa o
algún objeto) o enlentecimiento (del lenguaje o de los movimientos). Por último, pensamientos de
muerte (suya o de familiares), ideación suicida (pensamientos como “mi familia descansaría si
estuviera muerto”) o intentos de suicidio con planes más o menos claros.
Lewinsohn (1974) establece que una baja tasa de refuerzo positivo contingente con la respuesta es
la causa de la aparición de las conductas depresivas.
La cantidad de refuerzos positivos que recibe una persona está en función de tres variables:
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con los pensamientos, si realizar ciertas actividades despierta pensamientos negativos, evita
realizar esas actividades.
Seligman (1973) mantiene que la depresión aparece cuando se expone al sujeto a consecuencias
no relacionadas con las conductas que le precedieron (indefensión aprendida).
Para Rehm (1977) el depresivo tiene problemas con su autocontrol y comete los siguientes errores:
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morderse la inhibición motora, el llanto, las quejas excesivas; fisiológico (F) como puede ser la
tensión muscular; y por último cognitivo (C) o pensamientos de inutilidad, y emocional (E) como es
la tristeza o la culpa.
Hay que diferenciar los comportamientos aprendidos con el tiempo (RBC) de la conducta problema
(CP) objeto de estudio, que también es un comportamiento. Hay que decir que el RBCs es
generalizable a través del tiempo y las situaciones y (CP) es temporal y situacional. Por ejemplo,
llorar por no poder resolver un problema es (CP), mientras que la tendencia a evitar es RBCs.
Generalmente los problemas de los clientes están relacionados con diversas áreas y hay que
explorarlas todas ellas (relaciones interpersonales, familiar, profesional, relaciones afectivas, etc.).
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Es interesante conseguir una breve historia de los problemas actuales del paciente. Se exploran las
principales fuentes de aprendizaje desadaptativo que estuvieron presentes durante el proceso
disfuncional. Por ejemplo, la pérdida de algún familiar o amigo íntimo, la presencia de modelos
depresivos, la desaparición de motivadores importantes presentes durante largo tiempo (trabajo,
hobbies, etc.), un ambiente crítico, fracasos escolares, enfermedades crónicas y como el cliente
interpretó esas experiencias.
Cuando la persona manifiesta no tener más problemas, pero el terapeuta piensa que queda algo
por explorar, puede preguntar sobre un tema dando información que minimice la posible
valoración negativa. Por ejemplo, “una de la formas que tienen las personas para animarse a
enfrentarse a situaciones que les resultan difíciles es beber alcohol. ¿Lo haces tú?”.
Cuando en la lista de problemas aparece un intento de suicidio, una anorexia grave, un insomnio
agudo o crónico, el tratamiento iría dirigido en primer lugar hacia ese problema concreto.
Una vez determinadas las diferentes conductas problema, averiguamos de cada una de ellas sus
componentes: motores, cognitivos-emocionales, fisiológicos.
Al finalizar la entrevista, deberíamos haber recogido la suficiente información como para hacer
una hipótesis sobre el análisis funcional de las conductas-problema. A continuación le aclararemos
al cliente sus dudas sobre el problema y confrontaremos la información recogida.
Es importante que el terapeuta dé señales claras de haber entendido al cliente. Para ello el
terapeuta tiene que resumir lo que el sujeto ha expuesto. De esta forma el cliente tiene la
oportunidad de modificar o añadir algo al resumen. Además el terapeuta, una vez hecho el
resumen, puede pedirle al paciente que destaque los puntos más importantes o que haga su
propio resumen de lo dicho por el terapeuta.
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Respecto a los registros de auto-observación, al finalizar la primera sesión se le dice al cliente que
existen dos principios básicos: “Sentimos según pensamos” y “Actuamos según las consecuencias
que obtenemos”. En los dos casos la forma en que interpretamos nuestra experiencia es
determinante. Por ello, le pedimos que cuando se sienta mal registre los siguientes datos: Situación
en que se presenta, pensamientos, emociones, conductas y consecuencias de esas conductas. Es
conveniente explicarle con ejemplos y role-playing el significado de estos términos para que los
entienda bien. Cuando el nivel de formación de la persona no es muy alto, podemos dividir los
cinco componentes del registro y empezar solicitándole situaciones y emociones e ir añadiendo
progresivamente el resto de los componentes en sesiones posteriores.
Por último, no podemos olvidar la importancia que tiene el ejercicio físico para la depresión y la
ansiedad, la activación del organismo supone un aumento de la feniletilamina, una endorfina
natural, cuyo efecto, como todas las endorfinas, tiene efectos analgésicos similares a la morfina.
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Como método terapéutico se puede utilizar este tipo de registros antes de que se dé una conducta
no deseada para reducirla, cuanto antes la registremos mayor efecto de reducción.
La conducta-problema se debe registrar antes de que ocurra para reducirla, sin embargo la
conducta-deseada se debe registrar después de que ocurra para incrementarla. Así cuando tengo
ganas de llorar o de contar mis penas, se registra antes de que ocurra. He conseguido hablar con mi
pareja sin contar mis penas, se registra después.
Ejemplo: ficha de registro de frecuencias para observar la conducta “interacción social” con los
demás.
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Cognitiva Beckham, Leber, Watkins, Boyer y Cook (1986) (apéndice 12). Cuestionario de Actitudes
Disfuncionales de Weismman y Beck (1978) (apéndice 10). Cuestionario de Pensamientos
Automáticos de Hollon y Kendall (1980) (apéndice 9). Inventario de Detección de Pensamientos de
Cautela y Upper (1976) (apéndice 8). La Escala de Estilo Atribucional de Peterson, Semmel, von
Baeyer, Abramson, Metalsky y Seligman (1982) (apéndice 14).
La personalidad también forma parte de este complejo Repertorio Básico de Conducta en cada uno
de sus tres componentes (cognitivo-lingüístico, emocional-motivacional y sensorio-motor) y la
tendremos que valorar para adecuar la intervención psicológica. El DSM-IV y el Inventario Clínico
Multiaxial de Millon (1998) son dos buenos instrumentos para realizar esta evaluación.
El apoyo social se evalúa por la presencia de personas en las que puede confiar, que le dan apoyo
generoso y desinteresado (madre, padre, hijos, pareja, amigo íntimo). La Escala de Medida del
Apoyo Social de Mcfarlane y cols (1981), permite evaluar el apoyo disponible por el individuo en
relación a diferentes áreas – trabajo, economía, casa, asuntos personales, salud y sociedad – a
través de la cuantificación del número de personas con las que el individuo cree contar, de la
valoración del efecto (mejoría – empeoramiento) que le reporta dicha ayuda y del tipo de relación
que le une a dichas personas. En todas las situaciones se investiga si las personas con las que el
sujeto cree contar acuden a él bajo circunstancias similares. Ejemplo para el área “trabajo”de la
“Escala de Medida del Apoyo Social”, de Mcfarlane, Neale, Norman, Roy y Streiner (1981) (Ver tabla 1
en página siguiente).
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1. Trabajo.
Por favor, anote las personas con quienes usted suele comentar los problemas que encuentra en su
trabajo, señalando únicamente el nombre o las iniciales. Describa a continuación la relación que le
une a dichas personas (cónyuge, amigo, compañero de trabajo, etc.). Indique seguidamente el nivel
de ayuda que obtiene de dichas personas, señalando la alternativa correspondiente. Finalmente
anote si usted cree que dichas personas acuden a usted para discutir sus propios problemas en
relación con el trabajo.
¿Acude a usted esa
Nombre Relación Ayuda que le proporciona persona cuando tiene
problemas?
Empeora Mejora
SI NO
las cosas las cosas
Mucho Algo Mucho Algo
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Tema 2
Evaluación de la ansiedad
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Pero a veces ese EI puede aparecer en el pensamiento, no ser real, estar viendo lo que le sucede a
otra persona o pensando lo que le ha sucedido y por supuesto pensando que nos pueda suceder a
nosotros. Ejemplos:
1. Ver a una persona lanzándose desde un rascacielos en llamas (EI) miedo a que me
ocurra a mí (RI).
2. Nos cuentan que una persona falleció en una intervención quirúrgica (EI) miedo a
que me ocurra a mí (RI).
3. Vemos por Tv. un accidente de avión (EI) miedo a volar (RI).
Dicho EI puede asociarse a un Estímulo Neutro (EN) que pasará a convertirse en un Estímulo
Condicionado (EC) . Ejemplo:
En los ataques de pánico la persona experimenta una sensación corporal extraña, desconocida,
amenazante, eso es el Estímulo Incondicionado (EI), que provocan una Respuesta Incondicionada
(RI) de miedo o pánico. Esta sensación corporal puede aparecer por muchas causas diferentes: una
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bajada de tensión, haber ingerido una sustancia estimulante, cansancio excesivo, bajada de azúcar
en sangre…
La persona asocia el EI a alguna variable externa, situacional, como una aglomeración, conducir,
estar lejos de casa, estos serán Estímulos Condicionados externos (EC). También puede asociarse a
multitud de variables internas como el ritmo cardíaco, la presión arterial, la temperatura corporal,
la sensación de estomago vacío, un pensamiento, estos serán Estímulos Condicionados internos
(EC).
Después de esta asociación, cada vez que la persona se encuentre con esos Estímulos
Condicionados internos o externos, dará una Respuesta Condicionada (RC) de miedo, ansiedad o
temor. Es decir, ¡que cuando la persona experimente un ritmo cardíaco, o alguna de los estímulos
condicionados internos o externos, parecidos al que tuvo el día del EI, tendrá miedo!
Este proceso de asociación o teoría de los dos factores, explica el proceso de adquisición del
trastorno. A partir de aquí se produce un fenómeno denominado generalización, que consiste en
que la persona va ampliando el número de estímulos temidos a todos aquellos estímulos que se
parecen a los Estímulos Condicionados iniciales, por lo que la persona no sólo teme a los ratones,
también a los conejos, las palomas y todos los animales con pelo o plumas.
1. En primer lugar nos encontramos con la evitación. La persona procura evitar las situaciones
temidas, no sale de casa, no vuela, no conduce, no sube a los ascensores, etc. por ejemplo, en las
crisis de angustia, los estímulos condicionados internos que evita la persona son:
2. El segundo factor que impide que el temor no desaparezca, a pesar de no darse de nuevo el EI,
son los pensamientos anticipatorios. La persona mucho antes de enfrentarse a la situación temida,
anticipa lo mal que lo va a pasar, las horribles consecuencias que tendrá encontrarse con esa
situación. Por lo que se incrementa el estado de alerta y tensión. Por ejemplo: Ahora cuando vaya
me pondré a temblar, me tensaré, perderé el control y me pondré a llorar, haré el ridículo y la gente
pensará: “es un cobarde”…
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El número de anticipaciones que las personas hacemos es muy elevado y hace que en muchos
trastornos de ansiedad se requiera una intervención cognitiva basada en que la persona comience
a estar en “el aquí y ahora”. A tomar conciencia del momento presente.
3. Otro factor que impide la disminución del temor es que la atención se vuelve más interna. La
persona se pasa el día observándose a sí misma, viendo si algo cambia en su organismo, lo que le
impide prestar atención a muchas de las cosas que pasan a su alrededor. Muchas personas se
quejan de perder memoria, de no poder concentrarse, de mirar la televisión y no enterarse de lo
que están diciendo. Efectivamente eso es así, pero no porque lo persona pierde facultades, sino
porque está más pendiente de sí misma y de los cambios internos que ocurren que de su conducta
y el mundo externo. Así una persona puede estar cocinando, hablando con alguien, leyendo o
viendo una película, pero su cabeza está tendiendo una tela de araña de pensamientos sobre
“¿cómo me encuentro?”, “¿estoy mejor o peor que ayer?, “noto mareo o visión borrosa”, “¿será
grave?”. Es normal que no esté prestando atención a lo que pasa a su alrededor y diga: “estoy
perdiendo facultades”. Esa atención interna hace que surjan muchos pensamientos
hipocondríacos. Por otro lado también aparece un estado constante de tensión que incrementa las
posibilidades de notar señales en el cuerpo. Como consecuencia muchas personas acaban
desmoralizándose y deprimiéndose.
Sin embargo, es verdad que muchas fobias, miedos o problemas de ansiedad no tienen su origen
en un accidente, trauma o situación de condicionamiento clásico, visto desde la perspectiva de los
dos factores de Mowrer (1960). Algunos trastornos de ansiedad nacen como consecuencia de una
progresiva sensibilización al EC unidos a la anticipación de pensamientos. Así aunque nunca haya
tenido ningún percance en avión, subir con frecuencia y por necesidad a un avión, puede ir
alimentando los pensamientos y con ellos el miedo a los mismos. En lugar de quitarme el miedo
puede ir incrementándolo.
A ello podemos unir el efecto del aprendizaje por observación, cuando vemos por televisión y
oímos que ha habido un accidente de aviación y nos muestran las crudas imágenes en los medios
de comunicación. Poco a poco se está produciendo la asociación EI y EC. Vemos las imágenes y
pensamos el impacto que habrán sentido esas personas o sus familiares, lo que habrán vivido y
sufrido en esos últimos momentos, EI, y lo asociamos a volar en general EC. Después del 11S, se
incrementaron los miedos a subir a pisos altos o en ascensores a alturas elevadas; cuando
empiezan a dar noticias de robos en urbanizaciones, se incrementa el miedo por las noches;
cuando comienzan a dar por televisión el número de muertos por la gripe A, aumenta el miedo a
contraer la enfermedad.
Por ultimo, tenemos la personalidad. Existen personas más fácilmente condicionables que otras,
con un nivel de “arousal” más elevado que otros y que son más susceptibles de sufrir un
condicionamiento. Además algunas personas que sufren un trastorno de la personalidad por
evitación se caracterizan por tener un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de
inadecuación y una hipersensibilidad a la evaluación negativa. Estas personas evitan trabajos o
actividades escolares que implican un contacto interpersonal importante, porque tienen miedo de
las críticas, la desaprobación o el rechazo.
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Es importante señalar que en la ansiedad nos interesa averiguar dentro de la conducta problema, la
respuesta motora, la respuesta cognitiva y la respuesta fisiológica y sus variables antecedentes,
sean tanto estímulos del medio como respuestas del propio sujeto que funcionan como estímulos
internos.
Una vez determinadas las respuestas motoras, fisiológicas y cognitivas, se evalúan sus parámetros.
La frecuencia, la intensidad y la duración de dichas conductas problema. Obtenida la topografía de
las conductas, se recoge información sobre las condiciones que las mantienen, los E2 y los
Repertorios Básicos de Conducta (RBCs).
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Entre los Estímulos antecedentes y consecuentes (E2), conviene averiguar los estímulos
desencadenantes, personas, lugares, momentos, etc, también si hay estímulos que disminuyen las
respuestas de ansiedad. Así, en la agorafobia y el pánico la persona tiene lugares seguros (casa,
hospital, etc.), personas seguras (pareja, familiares, amigos), objetos seguros (fármacos, teléfono).
Hemos insistido en diferenciar los RBCs de la conducta problema (CP), los RBCs son
comportamientos generalizables a través del tiempo y las situaciones: “pienso que el mundo es
muy complicado”, sin embargo la conducta problema (CP) es temporal y situacional: “en esta
situación estoy pensando que el mundo es muy complicado”.
Algunos de estos repertorios RBCs pueden contribuir al mantenimiento del problema. Por ejemplo,
en el caso de una fobia social puede existir un problema de habilidades sociales, o un pensamiento
intenso sobre “lo que los demás piensan de mi”.
Una vez realizada la entrevista, el terapeuta decide los autoinformes y registros de observación
necesarios para completar la información recogida. En primer lugar nos encontramos con
instrumentos de evaluación de la conducta problema, en este caso valoración de la gravedad de la
ansiedad (CP). Entre los Autoinformes que evalúan la conducta problema (CP) cabe mencionar la
ansiedad estado valorada por el Inventario de ansiedad estado-rasgo STAI (Spielgerger, Gorshuch y
Lushene, 1970). El ISRA (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1988). El SCL-90 (Derogatis, 2009). Los tres
autoinformes están adaptados y editados por TEA. El Inventario de Temores (Wolpe y Lang, 1964)
(Apéndice 16). El Inventario de agorafobia (Echeburúa y cols 1992) (Apéndice 17). El Cuestionario de
autoverbalizaciones ansiosas (Kendall y Hollon, 1989) (Apéndice 18). El Cuestionario de Cogniciones
Agorafóbicas (Chambless, Caputo, Bright y Gallagher, 1984) (Apéndice 19). El Cuestionario de
sensaciones corporales (Chambless, Caputo, Bright y Gallagher, 1984) (Apéndice 20). El Inventario
de indicadores psicofisiológicos (Cautela y Upper, 1976) (Apéndice 21). El Inventario de ansiedad de
Beck (Beck, Brown, Epstein, y Steer, 1988) (Apéndice 22). La Escala de trauma de Davidson
(Davidson, Book, Colket, Tupler, Roth, David, Hertzberg, Mellman, Beckham, Smith, Davison, Katz,
Feldman, 1997) (Apéndice 23). El Cuestionario de miedos (Marks y Mathews, 1979) (Apéndice 24).
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Por último, para valorar los factores situacionales en las agorafobias tenemos (E2) el Cuestionario
de movilidad para agorafobia (Chamblees, Caputo, Jasón, Gracely y Williams, 1985) (Apéndice 31).
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Tema 3
Una vez finalizada la evaluación psicológica, identificadas las respuestas problemas (variables
dependientes) y los factores responsables y mantenedores de la depresión o la ansiedad, como
son el Repertorio Básico de Conductas RBC y los factores situacionales (variables
independientes), los objetivos de la intervención psicológica irán dirigidos a intervenir
sobre las variables independientes, bien sean factores del ambiente o factores del RBC.
Dentro del Repertorio Básico de Conducta, entre los objetivos cognitivo-lingüístico cabe cambiar:
la credibilidad de las ideas irracionales, creencias desadaptativas, ilógicas o empíricamente no
válidas; enseñar al cliente a darse cuenta de las manifestaciones negativas y pensamientos
automáticos; cambiar la relación de las atribuciones internas, estables y globales para los fracasos;
prestar atención a los sucesos positivos y no sólo a los negativos; eliminar la excesiva auto-
observación hacia sí mismo y su problema; no utilizar criterios tan estrictos de auto-evaluación;
evitar el exceso de auto-castigo y auto-críticas; suavizar la exageración de las demandas
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ambientales y dejar de percibir los problemas como abrumadores, mejorar las habilidades de
solución de problemas; establecer metas y submetas realistas.
A nivel sensoriomotor. Incrementar su nivel de actividad y las actividades gratificantes. Salir del
aislamiento social. Afrontar las situaciones que evita y escapa sin resolver y adoptar una actitud de
solución de problemas. Desarrollar las habilidades asertivas, especialmente las de aserción
negativa
Entre los factores situacionales del contexto social: tenemos que promover que las personas
significativas cercanas al depresivo eliminen el refuerzo positivo de las conductas depresivas y
aumenten el refuerzo de las conductas adaptativas; también hay que tratar de eliminar las críticas
de familiares y amigos; enriquecer el medio social y cultural; disminuir el número de situaciones
desagradables y microestresoras o modificar sus consecuencias, o aliviar su impacto emocional; si
es necesario, reestructurar el medio, a fin de hacerlo más estimulante, generador de metas y
alicientes, cambiando de trabajo, amigos, pareja, etc.
1. Cliente y terapeuta buscan las cogniciones responsables del problema intentando conseguir el
“insight” (Kottler, 1991). Este consiste en hacer que el cliente tome conciencia de porqué funciona
como lo hace, cuáles son los mecanismos cognitivos que le hacen actuar así, y cuándo aparecieron
y cómo influyen en sus relaciones interpersonales. Es aquí donde le enseñamos la importancia y la
relación de los pensamientos con las emociones negativas, el ABC de Ellis (1977). También
guiamos a la persona para que preste atención a dichos pensamientos, por ejemplo, en el caso de
la depresión podemos utilizar una metáfora (Otto, 2000) y decirle: “Imagínate una gárgola en tu
hombro, como las gárgolas son de piedra, esta gárgola de depresión te hunde y te dificulta
moverte para realizar cualquier tipo de actividad. Además te está constantemente susurrando al
oído. Los mensajes son negativos, humillantes, te culpabilizan por todo. Si te encuentras mal, la
gárgola te afirma rotundamente que así te sentirás siempre. Y lo peor es que tú te crees todo lo que
te susurra. En las próximas semanas, deberás aprender a identificar cuáles son estos mensajes y ser
consciente que vienen de la gárgola. El cliente registra los Acontecimientos activadores, las
Consecuencias emocionales negativas, y los Pensamientos que tiene.
2. Ambos discuten la utilidad, veracidad y adecuación de dichas cogniciones. Para ello vamos a
utilizar diferentes estrategias (McMullin y Giles, 1981). La primera de ellas es la importancia que
tienen las etiquetas que nosotros ponemos a las situaciones.
a. Dime un adjetivo negativo que describa a una persona que te desagrada y cambia
mucho de opinión. (Veleta). Ahora dime un adjetivo positivo de una persona que te
agrada (Flexible).
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b. Dime un adjetivo negativo que describa a una persona que te desagrada y que se
emociona con facilidad. (Inestable, excitable). Ahora dime un adjetivo positivo de
una persona que te agrada y se emociona con facilidad. (Sensible).
c. Dime un adjetivo negativo de una persona que te desagrada y que dice siempre su
opinión. (Bocazas). Ahora dime un adjetivo positivo. (Abierto).
d. Dime un adjetivo positivo de una persona que te agrada y que hace cosas diferentes
a los demás (Original, creativo). Ahora dime un adjetivo negativo de alguien que te
desagrada. (Raro, excéntrico).
Otra forma de analizar los pensamientos incorrectos es haciendo las siguientes preguntas al
cliente:
Otra técnica es la llamada análisis lógico. Con esta técnica pretendemos demostrar la falta de lógica
por seguir aferrándose a unos pensamientos que el cliente cree que no le benefician y que además
dice que son incorrectos. Así se puede ir razonando con el cliente de la siguiente forma:
a. Muchas veces podemos cree fuertemente en algo y no por eso esa creencia tiene
que ser verdadera, por ejemplo, antes de que Colón descubriese América, ¿cómo
pensaba la gente que era la tierra? O ¿a qué atribuían los pueblos de la prehistoria la
lluvia? O dime una creencia de tu infancia que con el tiempo cambio (Reyes Magos,
Papá Noel, Ratoncito Pérez,...). Muchas creencias cambian según se va viendo que
no son correctas.
b. Por tanto las creencias y los pensamientos se pueden modificar, se cambian por:
repetición, por hábito o radicalmente, cuando comprobamos que son incorrectas.
c. ¿Cómo se pueden comprobar?. Supongamos que vemos un círculo rojo, el círculo es
la situación (A); mis ojos y mi cabeza son la lente de la cámara fotográfica que ve el
círculo y a eso lo llamamos B; y la imagen que se ve dentro, el color rojo es Ce ¿Pero
cómo podemos saber que realmente el círculo es rojo y no de otro color?, ¿cómo
podemos saber que no es B la lente que hace rojo el círculo?, es decir ¿cómo
podemos saber que realmente la situación A es como la estamos viendo en Ce?.
Podemos hacer lo siguiente:
1. preguntar a alguien de fuera para ver si el círculo es realmente rojo,
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Si seguimos con este cliente, su creencia es “no sirvo para nada si mi rendimiento no mejora”,
¿cómo podemos encontrar evidencias de que eso es así?, respecto al rendimiento en el trabajo
podemos preguntar al encargado, podemos fijar criterios objetivos de rendimiento y valorar los
avances, respecto a la valía, podemos hacer una encuesta de valoración entre los familiares y
allegados, esto puede resultar ridículo para el cliente, pero eso es lo que se pretende que resulte
ridículo, que el cliente se cuestione la necesidad de valoración y rechace dicha encuesta, pero
también la necesidad de valorarse.
También podemos utilizar el “contraste empírico”, buscando hechos a favor y en contra de las
creencias.
3. Ambos acuerdan una forma gradual de enfrentarse a dichas cogniciones con unas estrategias
adecuadas. Muchos pacientes han intentado por sí mismos enfrentarse a su problema, han
fracasado y generalmente lo han hecho porque:
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Para ello se van a construir jerarquías siguiendo los pasos de Wolpe (1977) para la inhibición
recíproca, ver los dos ejemplos de jerarquía tipo A o B (Apéndice 32).
Una vez construidas las jerarquías pasamos a la construcción de “réplicas” (McMullin y Giles,
1981). La Réplicas son pensamientos imágenes y actos que van en contra de las creencias o
pensamientos inadecuado:
Un ejemplo para pacientes obsesivos: El terapeuta puede decir al paciente. –Vamos a construir
réplicas del pensamiento “es terrible tener situaciones de duda”, hemos visto que esa creencia es
incorrecta, no te beneficia y deberías cambiarla, cuando yo me estoy diciendo es terrible tener
situaciones de duda, ¿qué pretendo?, adivinar el futuro, saber siempre que es lo que me va a pasar,
no querer que me ocurra nada malo o pensar en lo terrorífico que será si lo que estoy temiendo
ocurre y por tanto debo saberlo con antelación y tener todas las garantías de que no ocurrirá, saber
hasta el día y la hora de mi muerte. Todo el mundo tiene la certeza de lo que le va a ocurrir, si las
personas pensasen así, ¿se hubiera descubierto América o se hubiese viajado a la luna?, ¿cómo
avanzaría el mundo?, ¿cuánta infelicidad se puede lograr preocupándose por las incertidumbres?,
etc. Podemos ahora encontrar réplicas para el pensamiento “es terrible tener situaciones de duda”.
1. Es un pensamiento, no la realidad.
2. Soy humano, no Dios.
3. La vida es riesgo.
4. Es posible, pero poco probable.
5. La vida es duda.
6. El mundo no avanzaría sin duda.
7. Se puede disfrutar de la vida con incertidumbre.
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También es frecuente encontrarse con pensamiento perfeccionistas como “no debo cometer
errores”?. Algunas réplicas pueden ser:
Las personas nos habituamos a conducir por la derecha. Cuando vamos al Reino Unido y tenemos
que conducir por la izquierda tardamos unos días en habituarnos, pero lo hacemos. Lo mismo
ocurre cuando tenemos que cambiar de idioma cuando estamos acostumbrados a uno, al principio
nos cuesta, pero con la práctica lo automatizamos. Es como cuando aprendemos a conducir, al
principio tienes que pensar – “tengo el embrague apretado, pongo la primera, suelto el embrague
y acelero...” cuando la persona se ha habituado a conducir, no tiene que pensar, lo tiene
automatizado, por que lo ha practicado, incluso puede hacer dos cosas a la vez, hablar y conducir.
También se puede explicar con el símil de las carreteras, estamos acostumbrados a seguir una ruta
a través de una autopista y ahora tenemos que construir un camino alternativo, primero será de
tierra y piedras, pero con el tiempo lo iremos mejorando hasta construir un camino con un buen
firme, esa será la ruta alternativa.
Al cliente se le dice: “vamos a probar este cambio de actitud ante el pensamiento con la primera
situación de la jerarquía, cierra los ojos e imagínate la primera situación, no es necesario que la
llegues a vivir, si lo haces mejor, pero sólo tienes que tratar de verla y verte a ti como si estuvieses
mirándote en un vídeo, cuando te veas me lo indicas levantando la mano”. Cuando el cliente hace
la señal el terapeuta sigue diciendo: “busca el o los pensamientos inadecuados (Bs) y valora cómo
te sientes (Ce) en esa situación (A). A continuación empieza a imaginarte diciéndote las réplicas,
cuando lo hagas me lo indicas levantando la mano”. El terapeuta puede ayudar al cliente leyendo
las réplicas del cuaderno de trabajo.
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Cuando levanta la mano le decimos que siga replicándose durante un minuto aproximadamente y
finalizamos el ejercicio valorando el malestar (Ce). Después con los ojos abiertos valoramos el
ejercicio:
El terapeuta primero introduce el auto-castigo, para ello le pide al cliente que elija la primera
situación de la jerarquía e imagine lo peor que le podría ocurrir en esa situación si sigue pensando
de esa forma, es decir teniendo esos pensamientos o creencias (Bs), el cliente tiene que imaginar
las peores consecuencias. Veamos un ejemplo:
Si elegimos una de las situaciones A de la jerarquía denominada B, por ejemplo, “estar leyendo una
revista y no entender un párrafo”, el cliente tiene que imaginar cuales serían las peores
consecuencias si en esa situación sigue pensando “debo saberlo todo”, seguramente las peores
consecuencias serían que la persona se enfade consigo mismo tanto, que el mero hecho de leer
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una revista se convierta en algo tan desagradable que prefiera no leer, pero llevado a un punto
más grave, si esa persona es un estudiante, puede llegar a ¡no querer seguir estudiando! por no
pasar un mal momento cuando no entiende algo. Otro ejemplo puede ser, para la situación
número cinco de la jerarquía A, “mi hijo coge una rabieta en el supermercado porque quiere que le
compre una chuchería”, me imagino lo peor que puede ocurrir si sigo pensando “él no debería
comportarse así” y “yo debería saber cómo controlar estas situaciones”. Lo peor es que se vaya
deteriorando la relación con mi hijo y que acabemos mal cuando sea mayor.
El auto-refuerzo consiste en imaginar lo mejor que le puede pasar a la persona si deja de tener
pensamientos o creencias inadecuadas en cada una de la situaciones de la jerarquía, es decir las
mejores consecuencias de dejar de pensar así. Veamos de nuevo un ejemplo:
En el caso anterior, donde la persona se está diciendo “debo entender todo lo que leo” o “debo
entenderlo todo a la primera”, si el cliente deja de pensar así, podrá seguir disfrutando de al lectura,
conociendo cosas nuevas y acumulando saber, pero sobre todo tendrá una fuente de riqueza
personal. En el siguiente ejemplo, si deja de tener pensamientos exigentes sobre sus hijos y sobre
su comportamientos como madre, seguramente una pequeña situación como la del supermercado
no le amargará el día, estará más serena para afrontar la rabieta, pensará que los niños prueban su
fuerza con los padres en su intento de crecer e independizarse, pero sobre todo no se deteriorará la
relación con él. El cliente que había agravado su emoción al utilizar el auto-castigo, ahora la vuelve
a reducir su malestar pensando en el auto-refuerzo. Pero si el auto-castigo se corta
inmediatamente, el auto-refuerzo dura un tiempo considerable para que el sujeto se imagine todos
los destalles de la situación, más o menos un minuto, el terapeuta colabora en enriquecer los
detalles guiando a la persona en su imaginación.
Una técnica complementaria para suavizar algunas situaciones que la persona está magnificando
es hacer que la persona sea capaz de imaginarse o verse desde una perspectiva espacial o temporal
diferente o lejana que se observe viéndose en esa situación desde la luna o dentro de 100 años.
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Podemos ayudar a cambiar esas conductas, enseñar a identificar las cogniciones negativas que
aparecen en esos momentos y entrenar a que la persona se relacione con esas cogniciones de
forma diferente.
La persona puede bien programar actividades o bien registrar las actividades que realiza. En ambos
casos puede registrar el Dominio o Agrado de cada una de las actividades que realiza. Pero es
importante que organice su tiempo. (Ver tabla 4).
Lunes Martes
D = dominio A = agrado
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También hay que enseñar y tener en cuenta la diferencia entre actividades placenteras y
gratificantes. Las actividades placenteras son aquellas que requieren poco esfuerzo y producen
placer, por ejemplo, tumbarse en el sofá con el mando a distancia del la TV., comer un helado de
chocolate, o masturbarse…todas ellas son necesarias y convenientes en nuestras vidas, pero si sólo
nos centramos en ellas nuestra vida estará vacía. Sin embargo, las actividades gratificantes son
aquellas que requieren un esfuerzo pero nos producen satisfacción, por ejemplo, leer un libro,
hacer deporte, o ayudar a alguien…Estas son las importantes y que nos llenarán.
En ocasiones, es conveniente enseñar técnicas como la solución de problemas, que consta de cinco
fases: 1. orientación general hacia el problema; 2. definición y formulación del problema; 3.
generación de soluciones alternativas; 4. toma de decisiones; 5. puesta en práctica y verificación
de la solución.
Para las personas ansiosas es importante que programemos exposiciones a los estímulos temidos.
Exposición gradual y progresiva al Estímulo Condicionado (EC), evitando que el sujeto dé
Respuestas Condicionadas (RC) de ansiedad. Dicha exposición se realiza gradualmente a través de
una jerarquía de situaciones construida por la persona y el terapeuta, de forma que se pueda ir
avanzando suavemente. Para que el sujeto no dé las RC utilizaremos cualquier técnica de
desactivación (relajación, meditación, autosugestión, distracción, etc.), aunque también podamos
emplear algún fármaco ansiolítico. Evitaremos las respuestas de evitación o escape, haciendo que
la exposición tenga éxito seguro. Cortaremos los pensamientos anticipatorios de ansiedad con
técnicas de parada de pensamiento, aceptación de pensamiento, cambio cognitivo, etc., en
función del resultado del análisis funcional de la conducta. Cambiaremos el tipo de atención,
procurando hacerla más externa. Grabaremos en audio las autoinstrucciones necesarias para
afrontar con éxito las exposiciones. Utilizaremos el material escrito que consideremos necesario
para que la persona entienda lo que le pasa (ejemplo: véase en la biblioteca “El manual para el
paciente”). Emplearemos el material de autoregistro necesario para que la persona anote las tareas
realizadas en casa (Véase apéndice 36 y 37).
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Tema 4
El sufrimiento psicológico forma parte de la vida humana, pero en esta sociedad en que vivimos, se
nos dice que no debemos pasarlo mal, ni soportar el dolor, que debemos ser felices siempre y a
toda costa. Estar psicológicamente sano es no tener emociones ni pensamientos negativos. No hay
que tener ansiedad, ni conflictos, ni dudas, ni miedo, nada de preocupaciones. La persona sana
tiene que evitar o escapar de todas las situaciones externas o internas que le produzcan malestar y
sean desagradables. En definitiva, hemos creado una forma de vivir en la que hay que huir del
malestar, del sufrimiento y de la ansiedad, pero que nos condena a un mayor malestar y una
limitación de la vida. Esto es lo que se ha dado en llamar la Evitación Experiencial, una búsqueda
del control de las emociones (Wilson y Luciano 2002). Así por ejemplo, algunas personas beben o
consumen drogas para eliminar la ansiedad o el malestar; otras personas tienes agorafobia
también para eliminar el malestar que les genera no poder salir o escapar de diferentes situaciones;
las personas con el trastorno de pánico luchan constantemente para controlar (evitar) los síntomas
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Así mismo la preocupación forma parte de este proceso de evitación experiencial, ya que
pensamos que anticipando evitaremos pasarlo mal. Nosotros, como seres vivos, estamos
orientados hacia la supervivencia, para ello nuestra mente tiene el hábito de cerciorarse
constantemente de nuestra seguridad. Y a pesar de vivir en la sociedad más segura de la historia de
la humanidad, nuestra mente se preocupa y cuando no tenemos problemas ella misma tiende a
crearlos.
Por otro lado, vivimos identificados con nuestros pensamientos, cuando sufrimos una situación
conflictiva y nuestras emociones nos sacan de “nuestras casillas” llegando incluso a “perder los
papeles”, no somos capaces de distanciarnos de la situación, creemos que lo que está ocurriendo
en nuestra cabeza es la realidad y no logramos desidentificarnos o relativizar la situación, sin
embargo sabemos que pasado el tiempo o contemplada dicha situación desde una perspectiva
diferente cambiará nuestra valoración.
No podemos desidentificarnos por que nuestro “yo” vive identificado exclusivamente con nuestro
cuerpo y nuestra mente. Ese “yo” es lo que uno cree ser o quiere llegar a ser, y en muchos pacientes
es el origen de sus problemas, en los que se sienten débiles su yo busca fortaleza y poder; en los
que se sienten inferiores su yo buscará conocimiento y control. El yo sufre o se alegra por conseguir
lo que cree, sin darse cuenta de que “en el fondo tú no eres tú (lo que crees ser), pero tú no lo
sabes” (Ibn Arabi, 1992)
Otro aspecto relevante es el apego que tenemos a ese “yo”. Cuando decimos “yo soy esto o lo otro”
o “soy de esta forma u otra” o “esto es mío” vivimos aferrados a esos pensamientos y con miedo a
que algo nos lo arrebate. Ese “yo” piensa que tiene que asegurarse seguir así, para ello muchas
veces intenta acaparar poder, dinero, relaciones, bienes, pero siempre quiere más, cree que cuanto
más posea, más feliz será y no nos damos cuenta que el tiempo acaba arrebatándolo todo.
Teniendo en cuenta esta tendencia a la evitación del dolor, la preocupación excesiva la tendencia a
vivir en el futuro o en el pasado, la identificación con nuestros pensamientos, el apego exagerado
al “yo”, la falta de satisfacción o éxito terapéutico en algunos trastornos, personalidad límite,
depresión crónica, TOC, enfermedades crónicas, etc., han ido apareciendo nuevos enfoques
terapéuticos complementarios muchas veces a los ya existentes.
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La Terapias de Tercera Generación se caracterizan por: (a) no pretenden eliminar el síntoma; (b) se
centran más en el contexto en el que se produce el problema; (c) utilizan estrategias de cambio
experimentales, en lugar de emplear exclusivamente estrategias de cambio de primer orden o
directas y, (d) amplían y modifican de forma considerable el objetivo a tratar o cambiar (Hayes,
2004). Además buscan el funcionamiento humano óptimo estimulando los puntos fuertes
(Sheldon, Fredrickson, Rathunde, Csikszentmihalyi y Haidt, 2000). Los métodos de intervención son
técnicas más experimentales (en el sentido de vivir y sentir) que didácticas o directas, como en el
caso de las terapias de la primera y segunda generación. Entre las diversas técnicas (ejercicios
experienciales, historias, paradojas, metáforas) caben destacar las de mindfulness o atención plena y
las de distanciamiento cognitivo o cognitive defusion (véanse los trabajos, Hayes, 2004; Hayes,
Luoma, Bond, Masuda, y Lillis, 2006; Roemer y Orsillo, 2002; Segal, Williams y Teasdale, 2002; Segal,
Teasdale y Williams, 2004; Vallejo, 2006). También la experiencia positiva, centrada en variables
como la cualidad hedónica de la experiencia, el bienestar subjetivo, la experiencia óptima, el
optimismo, la felicidad, la autodeterminación y las relaciones entre las emociones positivas y la
salud física (Seligman y Csikszentmihalyi 2000).
Por otra parte, el terapeuta es un practicante de dichas técnicas. Cultiva la presencia (Hick y Bien,
2010) como la cualidad de estar presentes. Cuanto más conectada esté una persona con el
momento presente, más presencia manifestará, cuanto más ocupada esté con sus pensamientos,
menos presencia irradiará. Por ello el terapeuta debe ser un practicante del “aquí y ahora”. Los
terapeutas durante la sesión establecen un distanciamiento de sus propias preocupaciones
mentales asentándose en el momento presente. La atención del terapeuta se dirige hacia el cliente
y, al hacerlo, se olvida de él mismo. También son capaces de observar si el cliente está presente y
en qué momento está. Si cliente y terapeuta están presentes estarán en sintonía y se establecerá
una buena relación terapéutica.
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Primera Ola de Terapias de Conducta. El terapeuta, una vez evaluada la situación fóbica, vistas las
respuestas de escape o evitación y construida una jerarquía de estímulos, utiliza como técnicas
fundamentales la desensibilización sistemática metal o en vivo, la inundación o la exposición,
emplea también técnicas operantes (refuerzo, extinción, manejo de contingencias) y el modelado a
través de películas, en vivo o participante (Méndez y Macia, 1990).
Durante la Segunda Ola de Terapias de Conducta se introducen elementos cognitivos (Gil, 1993)
que hacen que la persona se enfrente a las situaciones temidas mediante autoinstrucciones de
enfrentamiento y dominio (Meichenbaum, 1977), con imágenes y juegos previamente entrenados,
a través de escenificaciones emotivas (Méndez y Maciá, 1990).
En la Tercera Ola de Terapias Cognitivas, el terapeuta, que como hemos dicho practica la presencia
y busca las fortalezas de la persona, basa su terapia en la aceptación e intenta los siguientes
objetivos (Alonso 2012): en primer lugar a expandir la toma de conciencia del paciente sobre sus
experiencias, se le enseña a observar la función de sus experiencias internas, a ser consciente de las
evitaciones internas y externas que lleva a cabo para controlar la ansiedad y los pensamientos y a
observar las consecuencias asociadas a tales evitaciones. En segundo lugar, se le enseña a cambiar
de actitud vital, desde una actitud enjuiciadora y controladora hasta una actitud de aceptación y
tolerancia hacia uno mismo, no existen los pensamientos irracionales, el trastorno forma parte de
ti, tiene un lógico proceso de condicionamiento, pero con una actitud adecuada y sana
encontraremos la disolución natural de dicho condicionamiento. Se utilizan técnicas para
desarrollar la observación del trastorno, para tener una presencia consciente, para aceptar el miedo
y la incertidumbre, técnicas de desidentificación y desliteralización, de regulación emocional, de
exposición mindful, de bondad hacia uno mismo. Pero sobre todo centrados en la aceptación del
contexto y no en controlar los síntomas.
En la Segunda Ola de Terapias se hace hincapié en las cogniciones que subyacen debajo de la
emoción negativa o malestar, sobre todo los pensamientos alrededor de la evaluación negativa
por parte de los demás, también influyen la anticipación de consecuencias desfavorables, la
evaluación negativa de uno mismo y de la propia actuación. El terapeuta hace hincapié en
reestructurar cognitivamente las cogniciones negativas (Gil y cols., 1989; Meichenbaum, 1977)
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En la Tercera Ola de Terapias el terapeuta sabe que la inseguridad y el miedo son fruto de la
excesiva preocupación por la evaluación negativa. Dichas emociones paralizan al paciente y
generan la evitación de las situaciones sociales y la autoevaluación negativa. El terapeuta acepta al
paciente como es y le ayuda a aceptarse a si mismo, le enseña a reconocer las reacciones de su
comportamiento, las reacciones de miedo, la activación somática, su miedo a la valoración, es decir
toma conciencia de su problema, pero como hemos comentado en las fobias simples, le
enseñamos a cambiar de actitud ante la vida. Cambiamos esa constante evaluación en todo lo que
hace y ese intento de control de los síntomas por una actitud de tolerancia, afecto o amor hacia
uno mismo, acompañado de la aceptación de una forma de ser, que no va a ser posible cambiar,
pero con la que se puede convivir. Las técnicas van dirigidas a la observación de sus reacciones
ante el trastorno, a tener una presencia consciente en las situaciones sociales, a aceptar el miedo y
la incertidumbre, a desidentificarse y desliteralizarse, a regularse emocionalmente, a exponerse a
través de meditaciones y en la realidad, a trabajar ejercicios de bondad hacia uno mismo.
Pero en la Tercera Ola de Terapias a la persona con tendencia al sobrepeso se le enseña a comer
consciente degustando el sabor de los alimentos, en el aquí y ahora, sin prisas ni ansiedad
(Kristeller, Baer y Quillian-Wolever, 2006) a clarificar las señales fisiológicas de hambre y saciedad, a
reconocer el sentido del gusto, a diferenciar las señales fisiológicas del apetito de otras
experiencias internas, a identificar las necesidades auténticas que subyacen a las conductas
desadaptativas y poder elegir formas más adaptativas para manejar las necesidades, a tomar
decisiones informadas y sabias para actuar sobre las necesidades y de acuerdo a los principios y
valores de cada persona (Bayon y Bonan, 2012)
Tratamiento de la Depresión
La Primera Ola de Terapias dirigidas a intervenir sobre la depresión, iba dirigida a incrementar las
actividades placenteras y gratificantes, a programar metas y submetas operativas, concretas y
alcanzables, a observar los efectos a corto y largo plazo de nuestras conductas, a relacionar
nuestro estado de ánimo con las actividades realizadas (Gil, Peña y Sánchez, 1998)
Durante la Segunda Ola de Terapias se hace hincapié en las atribuciones de éxito y fracaso
(Peterson y cols 1982) en las distorsiones cognitivas que realizan los depresivos (Beck, 1979) y en la
reestructuración cognitiva (Gil y cols. 1998)
Sin embargo en la Tercera Ola de Terapias (Segal y cols, 2002) la intervención se dirige sobre todo a
reducir la identificación con los pensamientos y aprender a relacionarse con los pensamientos
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como eventos que suceden, además de observar cómo funciona nuestra mente a modo de piloto
automático; explorar desde una perspectiva metacognitiva cómo nos enfrentamos a los
obstáculos; tomar conciencia plena de la respiración; permanecer en el presente; aceptar las
experiencias como son, es decir, dejarlas ser, sin juzgarlas; y sobre todo, como se ha dicho,
sabiendo que los pensamientos no son los hechos.
Las crisis
Siguiendo la Tercera Ola de Terapias, tiene que haber un cambio de actitud ante la vida, podemos
mejorar nuestro Repertorio Básico de Conducta, podemos modificar el ambiente, pero jamás para
seguir el mismo camino, tenemos que adaptarnos a vivir una vida diferente. Esa aceptación de las
nuevas condiciones de vida es requisito básico para comenzar a construir una vida diferente, con
menos necesidades, con menos exigencias imperativas, dirigida, no a satisfacer ese „yo“ que quiere
llegar a ser(rico, poderoso, fuerte, superior), sino a ser consciente de todas esas necesidades que no
nos dejan vivir. No podemos mejorar nuestras cualidades personales para seguir llenando de
actividades nuestra vida y acabar agobiándonos y quejándonos de la vida tan estresada que
llevamos, no podemos seguir esclavizándonos con las mismas necesidades materiales. Tenemos
que enseñarle a la persona a vivir consciente de estos procesos, aceptar la nueva situación,
adaptarse a las nuevas condiciones, vivir en el momento, pero comprometiéndose por trabajar
nuevos valores. Además cambiaremos esa actitud enjuiciadora y controladora por una actitud de
aceptación y tolerancia hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo.
El tipo de trastornos que más se benefician de esta intervención son aquellos en los que aparece: 1.
La evitación experiencial, el no querer sufrir, evitar todo lo que resulte problemático. 2. Falta de
aceptación del problema. 3. Ausencia de valores claros y una falta de compromiso firme de caminar
hacia ellos. 4. Exceso de pensamientos rumiatorios. Anticipación de consecuencias negativas. 5.
Recrearse demasiado en el pasado y sobre todo, aquellos trastornos crónicos que llegan a
enquistarse como los trastornos de personalidad.
Estos problemas pueden ser tratados siguiendo los pasos vistos hasta ahora en la terapia cognitiva
clásica, buscando las creencias nucleares inadecuadas, elaborando réplicas y utilizando la
inhibición cortical voluntaria o cualquiera de las técnicas descritas. Pero existen casos resistentes,
en los que la terapia cognitiva no ha tenido buenos resultados, algunos de ellos muy crónicos o por
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las características personales del paciente, en los que nos podemos plantear el uso de estas nuevas
terapias o formas de intervenir y que se describen más adelante.
Tabla 5. Ejemplo de mensajes que nuestra sociedad nos da en numerosos contextos relacionados con la salud:
Nada de ansiedad, ningún conflicto, ninguna duda, ningún miedo, nada de preocupaciones (Hayes,
McCurry, Afari, Wilson, 1995). Según esta definición “estar en coma” sería el estado perfecto de
bienestar psicológico. Por eso la misión del terapeuta es que su cliente llegue a entender este falso
estilo de vida.
Un concepto importante que el cliente debe tener presente es la estrecha unión existente entre la
mente y el cuerpo, la vinculación entre pensamientos, acciones y sensaciones. Muchas veces basta
con pensar una cosa para que nuestro cuerpo se prepare para la acción, incluso podemos observar
cambios en el mismo. Esta reacción se produce automáticamente. Sí pensamos detenidamente en
un limón durante un rato comenzaremos a segregar saliva, si nos concentramos en una imagen
placentera experimentaremos una sensación de relajación, si pensamos algo desagradable
comenzaremos a tensar parte de nuestro cuerpo. Estas respuestas son automáticas, las damos sin
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pensarlo, son fruto de esta unión entre el cuerpo y la mente y producto de un proceso de
condicionamiento clásico.
Debido a ese proceso de condicionamiento, los pensamientos y las emociones cobran el papel de
estímulos condicionados, ante los que la persona da respuestas de malestar. Como estas
emociones, sensaciones o pensamientos desagradables aparecen en diferentes situaciones
cotidianas y pasamos diariamente por ellas varias veces, no nos queda otro remedio que aprender
a convivir con ellas o la persona comenzará a dar respuestas de malestar por sentirse así. Son
situaciones normales de la vida, como las que exigen disciplina, esfuerzo, constancia, dificultad
para encontrar una solución, pero que la persona, educada por una sociedad hedonista, donde se
considera que el sufrimiento no es bueno y que hemos de ser felices a toda costa, responde
automáticamente evitando o escapando de esas situaciones. Unas veces evitando enfrentarse,
huyendo, otras negando que existan, distrayéndose para no verlas.
Estas respuestas son automáticas, porque a lo largo de la evolución del ser humano nos han
servido para sobrevivir a situaciones de peligro, en las que no hay que pensar sino actuar. Durante
muchos años cuando la acción se ha llevado a cabo, el automatismo ha tenido su función y nos ha
podido salvar del ataque de un animal o en una lucha.
Es el mecanismo de “lucha” o “huida”. Pero ¿qué ocurre en la sociedad actual, en la que no existen
tantos peligros y nuestra mente sigue interpretando muchas situaciones como peligrosas?, ¿qué
ocurre en nuestro cuerpo cuando tenemos un pensamiento desagradable y no realizamos la
acción?. ¿Qué hacemos con esas emociones, esos sentimientos, esas respuestas somáticas que da
nuestro organismo?. En la biblioteca podemos encontrar un texto explicativo sobre el miedo y la
ansiedad (Modelo de miedo y ansiedad), apropiado para los clientes.
Como se puede ver en el texto, la situación desagradable, algunas veces puede haber ocurrido o
estar ocurriendo, pero en otras podemos estar pensándola. El problema lo tenemos cuando no
diferenciamos entre el pensamiento y la realidad, cuando confundimos ambos. El otro problema es
que si algo externo nos molesta o alguna situación no nos gusta, podemos quitarlo de en medio o
evitarlo y se acabó el problema, pero en ocasiones no podemos eliminar esa causa molesta porque
es interna, sobre todo cuando lo que queremos quitar son los pensamientos que tenemos o nos
obsesionan, las emociones que nos duelen o nos angustian y las sensaciones que nos fastidian.
Entonces podemos abrumarnos por eliminar esos pensamientos que consideramos malos,
llegando a creer que son la realidad y entrando en lo que se ha denominado trastorno de Evitación
Experiencial (Wilson y Lunciano, 2002; Hayes, Strosahl, Houts 2005), base de muchos trastornos
mentales.
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asociada a un amplio rango de problemas clínicos (Hayes, Strosahl, Houts 2005), evitación
cognitiva de la activación somática (Borkovec, Alcaine, Behar, 2004), distracción de temas
emocionales (Borkovec, Hazlett-Stevens, Díaz, 1999). Acabamos evitando un latido cardíaco rápido
e irregular porque nos provoca ansiedad; frenando pensar que “no sirvo para nada” o que “estoy
vacío” para no sentir depresión; huyendo del pensamiento de ser perseguido para no caer en el
delirio; rechazando pensamientos de temor, duda, soledad, aislamiento o incertidumbre, porque
pensamos que todos ellos son malos.
Sin embargo la evitación experiencial no es patológica hasta que limita la vida de la persona. La
evitación experiencial se convierte en trastorno:
Lo mismo ocurre con los pensamientos, sentimientos o emociones, esos fantasmas que nos
impiden recorrer nuestro camino, sí en lugar de huir, escapar o luchar contra el miedo, la ansiedad
o la depresión, nos detenemos un momento y aceptamos esas emociones o sentimientos sin que
nos desvíen de nuestro camino, ¿se diluirán como un castillo de arena?.
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Resolver un problema.
Impedir que ocurra algo malo.
Superstición “Si me preocupo, es menos probable que suceda”.
Protección “Si pienso las cosas lo suficiente, puedo prevenir que algo malo suceda”.
Motivarse a sí mismos.
Prepararse para un acontecimiento futuro.
Evitar pensar y sentirse mal a causa de otras cosas.
Pero desafortunadamente, la preocupación tiene unas desventajas entre las que se incluye:
Una de las actividades que hacemos los hombres más peligrosa es pensar. Pensar cuando uno está
deprimido, abatido, tras una discusión o un fracaso empeora las cosas. Las personas creen que
pensar sobre sus sentimientos o emociones les ayudará a entender lo que les ocurre y como
consecuencia les facilitará la solución de sus problemas. Vivimos en una sociedad que confía
básicamente en el razonamiento para resolver las situaciones difíciles. Sin embargo esto no es así,
hay situaciones en nuestras vidas que no se resuelven pensando, ni programando, ni planificando.
Es verdad que muchos contextos requieren de la razón, pero los problemas del “corazón”, los
estados emocionales no necesitan de la rumiación, darle vueltas a las cosas, en este sentido, no nos
ayuda a resolverlos. Algunas personas después de una situación negativa tienen tendencia a
quedarse enganchados al suceso pensando en lo que podrían haber hecho, en las causas de la
situación. La persona cree que lo que hace es útil, pero los perjuicios de dicha actividad son altos.
Cuando dedicamos mucho tiempo a pensar con un estado de ánimo negativo las posibilidades de
distorsionar la realidad son muy elevadas.
Lo más adecuado es distraer la atención con otras actividades para regular el estado de ánimo y
luego analizar la situación, intentado aprender del suceso vivido (Abbe, Tkach y Lyubomirsky
2003). Lyubomirsky y Nolen-Hoeksema (1995) hicieron lo siguiente con dos grupos de personas,
unos tenían que pensar sobre su estado de ánimo negativo, los otros tenían que distraerse de
dicho estado de ánimo. A continuación se les puso una tarea de solución de problemas
denominada “medios-fines”, donde se les proporciona a los participantes el inicio de una historia
con una situación problemática (por ejemplo, ruptura de pareja, situación de paro) y un final de la
historia feliz. Los participantes completan la historia relatando los medios empleados para llegar a
un final feliz. Los resultados de ésta investigación revelaron un elocuente contraste entre la
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creencia y la realidad. Los sujetos que rumiaban cognitivamente sobre su estado de ánimo
mostraban menos habilidades para resolver problemas.
Maria vuelve de su trabajo cansada y dispuesta a pasar una noche relajada en casa con su marido y su
hijo de dos años. Pero su marido le llama diciéndole que llegará tarde porque tiene una reunión. Ella se
enfada porque tiene que encargarse sola de la casa y del niño, se siente alterada y frustrada. Le vienen a
la cabeza diversos pensamientos, recuerda que últimamente ha habido algunas ocasiones que ha
ocurrido lo mismo y comienza a pensar en una posible infidelidad de su marido. Ella aparta ese
pensamiento de la cabeza pero vuelve, y vuelve cada vez con más fuerza. Intenta apartarlo, pero ahora
ya está pensando en la separación, el reparto de los bienes, la custodia del hijo…Nota que cada vez está
más alterada, se siente ansiosa, rabiosa, deprimida y recuerda episodios negativos anteriores. Las
lágrimas comienzan a inundar sus ojos.
Sabemos que lo que está pensando Maria es muy probable que no sea verdad, pero los humanos
tenemos tendencia a obrar así. Pensamos que si nos preocupamos podemos evitar que algo malo
nos suceda, “si pienso las cosas lo suficiente, puedo prevenir que algo malo suceda”, que ello nos
ayuda a prepararnos para un acontecimiento futuro. Al fin y al cabo la preocupación nos ha
ayudado a lo largo de la evolución humana, ha sido una defensa en situaciones de peligro físico,
pero puede no serlo cuando están presente “amenazas” normales del día a día, como hablar en
público, ser asertivos con nuestro jefe, o el simple hecho de conducir.
Marsha Linehan (1993) desarrolló un entrenamiento psicológico para personas con “trastorno de
personalidad límite”, personas difíciles de poder ayudar en terapia, con un patrón de inestabilidad
en sus relaciones interpersonales, la autoimagen y los afectos, y una notable impulsividad. Linehan
en su terapia utilizaba un proceso denominado “conciencia plena” para poder ayudar a los
pacientes a protegerse de sus emociones y pensamientos, enseñándoles a desvincularse de ellos.
Jon Kabat-Zinn (2004, 2007) define la “conciencia plena” como el proceso de prestar atención de un
modo particular, con un fin, en el momento presente y sin juzgar. Y hace las siguientes
recomendaciones para la práctica de la meditación o “atención plena”: no juzgar, aceptación, mente
de principiante, no esforzarse, paciencia, soltar o practicar el desapego, confianza y constancia.
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Habitualmente nuestra mente se encuentra vagando sin orientación alguna, a modo de “piloto
automático” y normalmente en el futuro o en el pasado. Con la “conciencia plena” pretendemos
hacernos conscientes de los contenidos de la mente momento a momento. Si Observas
Desconectas la Automaticidad (SODA) traduciendo libremente las siglas de Siegel (2007), YODA,
You Obseve and Decouple Automaticity. A través de la “conciencia plena” pretendemos que la
persona perciba que sus pensamientos son sólo simples pensamientos y no son “ni yo, ni la
realidad”. Esto puede darle al cliente una mayor claridad y un mejor control sobre su vida.
En la terapia de “atención plena” es importante diferenciar entre el modo “ser” frente al modo
“hacer”:
Podemos intentar relajarnos en el modo “hacer” o también llamado conducido, intentando eliminar la
tensión de nuestro cuerpo o cualquier distracción en nuestra mente, pero si algo nos interrumpe la
relajación o no logramos reducir la tensión, o nos invaden multitud de pensamientos que nos distraen,
nos sentiremos frustrados o fracasados en el intento de relajarnos. Pero también podemos relajarnos
con el modo “ser”, prestando atención a las distracciones, dándonos cuenta de las tensiones de nuestro
cuerpo o de las interrupciones, sin hacer nada para eliminarlas, simplemente permitiéndoles estar ahí.
2. El modo “hacer” y “ser” difieren también en el tiempo. En el modo “hacer” hay que pensar y
preocuparse por las consecuencias futuras y las situaciones pasadas que fueron problemáticas, por
lo que la experiencia es la de no encontrarse aquí. En el modo “ser” la mente no tiene que ir a
ningún lugar, sino dedicarse a vivir el momento. Mientras que en el modo “hacer” hay que estar en
el presente, futuro y pasado, en el modo “ser” hay que estar sólo en el presente.
3. Respecto a los pensamientos y sentimientos. En el modo “hacer” los sentimientos se valoran como
cosas buenas o cosas malas y la mente entra en lo que estamos denominado “síndrome de
evitación experiencial”, luchando denodadamente para que algunos pensamientos o sentimientos
desaparezcan o no ocurran. En el modo “ser”, los pensamientos, emociones o sentimientos
negativos son simplemente sucesos pasajeros internos de nuestra cabeza que aparecen, los
hacemos conscientes y después se van. Pero no desencadenan una respuesta automática en
nosotros para eliminarlos. Todo lo más nos dan información de procesos internos que nos pueden
hacer reflexionar para tomar alguna decisión, pero nunca como una reacción.
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En la sociedad en que vivimos necesitamos equilibrar ambos modos, el “ser” y el “hacer”. Nuestra
cultura anima a la acción, al modo “hacer”, por eso entramos constantemente en este proceso de
forma automática, intentamos de forma impulsiva luchar, muchas veces sin pensar comenzamos a
hacer cosas para salir de situaciones negativas, rumiamos, nos preocupamos, y sin darnos cuenta
conectamos el piloto automático para escapar. Por eso debemos aprender a darnos cuenta de
nuestro proceso mental y a desconectarlo de manera consciente, así empezaremos a ver que
hemos efectuado una elección y eso constituirá el primer paso para cuidarnos de un modo
diferente. Nos sirve para ver las cosas “como son” y tomar decisiones con la mente calmada.
4.4. La aceptación
Otro concepto que aparece en estas terapias de tercera generación es la aceptación. ¿Qué es la
aceptación? Aceptar algo es vivir con ello sin querer cambiarlo. Aceptar nuestros pensamientos,
sentimientos, sensaciones y emociones es dejar de hacer todo aquello que empleamos para
evitarlos. Aceptar es enfocar nuestra vista fuera del microscopio que nos centra en nuestro dolor,
ampliando así nuestro campo de visión sin dejar de ver nuestras molestias.
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La aceptación supone un cambio de filosofía acerca del sufrimiento. Cuando los pensamientos del
ejercicio anterior aparecen, la persona se revela contra ellos, le molestan, comienza a pensar: “de
nuevo me están molestando estos pensamientos”. Si decidimos no salir de casa para no sufrir,
porque pensamos que hay un león en la puerta, nunca alcanzaremos nuestros objetivos. Si
luchamos contra ellos también perderemos el rumbo de nuestra vida. La aceptación supone no
solamente no evitar el sufrimiento, sino que a veces buscarlo, por que va indisolublemente unido a
lo que queremos. Para ello hay que vivir con determinación (willingness). Seguro que si no evito
esos pensamientos con el tiempo perderán fuerza y dejarán de molestarme.
“Dos mujeres se encontraban en su despacho compartido trabajando con sus respectivos ordenadores.
A una de las mujeres mientras estaba escribiendo, le empezaron a aparecer mensajes en la pantalla de
su ordenador. Mensajes que decían “nunca solucionarás tu problema” “eres una inútil” “la gente te ve
mal”. Cuando leyó estos mensajes empezó a creérselos y a angustiarse, a sufrir terriblemente ¡¡¡Parecían
tan ciertos!!!. Entonces intentó borrarlos de la pantalla, pero no pudo. Así que continúo trabajando. De
vez en cuando, volvían a aparecer pero como ella sabía que no podía eliminarlos, no intentó hacer nada
siguió trabajando. A pesar de los mensajes a que a veces aparecían y le hacían sufrir, la mujer disfrutaba
y se sentía bien consigo misma porque su trabajo estaba quedando tal y como ella quería.
A la otra mujer, le empezó a suceder lo mismo. Empezaron a aparecerle los mismos mensajes que a su
compañera: “nunca solucionarás tu problema” “eres una inútil”... Entonces intentó eliminarlos, pero no
lo conseguía. Sufría muchísimo porque estaba totalmente convencida de que los mensajes eran ciertos.
Y además sufría porque no conseguía eliminarlos. Así que dejó de trabajar para pensar qué métodos
podía emplear para eliminar los mensajes. Estaba segura de que si no los borraba no podría continuar
trabajando. Así que empezó a probar un método tras otro, pero no conseguía nada. Los mensajes
seguían allí. Miraba a su compañera con rabia porque la veía trabajando e incluso parecía que
estuviera disfrutando con su trabajo. Pensó que su compañera podía trabajar porque no recibía los
mismos mensajes que ella. Así que siguió en su empeño por eliminarlos. Su sufrimiento iba en aumento:
cada vez tenía más mensajes negativos, fracasaba en todos sus intentos por eliminarlos y encima no
avanzaba en su trabajo. Se quedó encallada en esta situación
Decimos que aceptar es luchar por nuestros valores e intereses. Los valores son consecuencias
globales deseadas a muy largo plazo (Hayes y cols., 2005), con ellos definimos cómo nosotros
queremos el mundo futuro y la forma ideal de cómo nos gustaría vernos en él. Los valores no
tienen un refuerzo inmediato, pero le dan sentido a la vida, por ejemplo, nos sacrificamos por
nuestra familia, nos comportamos con honradez, somos solidarios, estudiamos para conseguir
superarnos, etc.
Los valores son fruto de una elección personal nuestra, pero están muy influidos por factores
sociales, por nuestra historia, nuestros padres.
Para trabajar los valores existen diferentes ejercicios que se pueden consultar en los apéndices 1, 2,
3 respectivamente: ejercicio del velatorio, ejercicio del ensueño dirigido, ejercicio del epitafio, rellenar
el cuestionario de “Nuestros puntos fuertes” de Seligman (apéndice 4).
La aceptación de las sensaciones físicas (apéndice 5 y audioteca). Las sensaciones físicas pueden
venir de estímulos internos (pensamientos, emociones) o externos (heridas, lesiones). Depende de
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la evaluación que hagamos, nuestra actitud hacia ellas será diferente y muchas veces el resultado
de ese dolor también cambiará. Cuando la evaluación es positiva la aceptación es el camino
adecuado, pero si es negativa intentaremos evitar algo que está ahí, que nos duele, nos tensa más
y hace que dure más esa experiencia negativa.
Sin embargo cuando alguien nos dice que nuestro dolor es psicológico, pensamos:
1. Dejar pasar los pensamientos consecuentes que nos llevan sobre todo al futuro,
pensando siempre lo peor y atender al aquí y ahora, para conseguirlo lo mejor es
centrarse en la respiración y en las sensaciones del cuerpo.
2. Tomar consciencia de cuándo estamos tensando las zonas alrededor del dolor.
3. Aprender a respirar adecuadamente. Como se ha comentado dedicándole más
tiempo a la expulsión del aire (activa el sistema nervioso parasimpático) que a la
entrada (activa el sistema nervioso simpático). La respiración consta de cuatro
fases: la inspiración, la espiración y dos pausas, una en la inspiración y otra en la
espiración. La duración de la espiración tiene que ser mayor que la inspiración, a ser
posible el doble. La pausa de la inspiración también tiene que ser mayor.
4. Tomar conciencia de las reacciones automáticas que nos tensan o cortan la
respiración.
5. Por último estaremos en condiciones de aceptar.
La aceptación de los pensamientos. Para aceptar los pensamientos hemos de ser conscientes de
nuestras reacciones automáticas cuando aparecen estos.
También hemos de ser conscientes de la forma que tienen algunos pensamientos para llevarnos
detrás de ellos arrastrándonos.
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3. Cambiar los “pero” por “y”. “Quiero salir, pero no tengo ganas” ese “pero” nos
bloquea y potencia la evitación. “Quiero salir y no tengo ganas” ese “y” nos ayuda
a tener más libertad.
4. Cambiar los “por qué” por “qué” y “para qué”. El “por qué” es un mensaje que nos
dice que no deberías haberlo hecho. Imaginemos que has roto algo y te dicen: ¿por
qué lo has roto?, sin embargo piensa que te dicen: ¿qué ha pasado que lo has roto?
¿Cuál de las dos preguntas te hace sentirte peor? A mi la primera me haría sentir
peor.
5. Existe un ejercicio de meditación del flujo simultáneo de pensamientos y sensaciones
que se puede ver en el apéndice 7.
La exposición del pensamiento es una buena forma de avanzar en el camino de la aceptación. La
exposición del pensamiento igual que la utilizada como una técnica de conducta, consiste en
situarse mentalmente en el momento temido sin escapar, sin luchar, sin evitar, abierto a las
sensaciones que se produzcan y siguiendo la acción comprometida por nuestros valores. Cuando
dejamos de evitar se produce un proceso de habituación, pero nuestro objetivo, más que la
habituación, es la aceptación del sufrimiento. Previamente a la realización de este ejercicio
habremos realizado el ejercicio huida vs. aceptación. Véase el ejercicio de exposición en la
imaginación (apéndice 9) y el ejercicio huida vs. aceptación (apéndice 8).
Por último es importante la flexibilización de nuestro yo, La salud mental de las personas depende
muchas veces de la flexibilidad psicológica de las mismas. El concepto de nuestro yo es una de las
principales fuentes de rigidez. Si yo me considero serio y estirado debo actuar como me considero
y por tanto no podré bromear ni ser calido con los demás. Si queremos tener libertad de acción
hemos de eliminar la rigidez y flexibilizar nuestro yo. Vivir en el “aquí y ahora”, en el presente, nos
ayuda a flexibilizar nuestro yo. Ya no soy ni rico ni pobre, ni listo ni tonto, sino que soy las acciones
que hago en este momento en la sociedad.
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es incrementar la conciencia de este proceso de tal modo que podamos responder a las situaciones
con libertad en lugar de reaccionar automáticamente. Para empezar, se practica el desplazamiento
de la atención de un modo voluntario por todo el cuerpo.
Resumen de la sesión:
Explicar el concepto de “piloto automático”.
Que nuestra mente actúe de este modo no es ningún problema, pero cuando la persona está en
una situación difícil o grave, o cree que va a pasar por un momento complicado o importante para
su vida, el “piloto automático” le llevará a rumiar pensamientos negativos que le conducirán hacia
fuertes sentimientos no deseados.
Por tanto es conveniente que aprendamos a abordar esa falta de conciencia sobre nuestra mente.
Por ello el primer paso será reconocer cuándo el pensamiento comienza a vagar y después dejarlo
de hacer intencionadamente. Eso es la práctica de la “conciencia plena”.
A partir de ahora vamos a insistir en la importancia de la práctica, estas sesiones no son teóricas, los
participantes tienen que vivir, experimentar, todo lo que les enseñemos. Por tanto, a partir de ahora
todas las sesiones se iniciarán con un ejercicio práctico y finalizarán con otro ejercicio, sin obviar
que a lo largo de la sesión procuremos que todo el contenido teórico que introduzcamos se hará
con algún ejercicio. El primer ejercicio que se va a realizar es el de la “uva pasa” (Ver tabla 6). Como
la meta es que el curso sea experimental, queremos que los participantes aprendan viviendo sus
propias experiencias. Las instrucciones sobre el ejercicio serán mínimas, después de realizado
comentaremos con los participantes los pensamientos y sensaciones suscitados.
Los participantes comentan las impresiones que han ido apareciendo en sus mentes durante la
realización del ejercicio. Nuestra actitud como instructores será de apertura y aceptación de los
comentarios, haciéndoles ver la importancia de observar la mente y adoptar “la mente del
principiante”. El ejercicio puede realizarse con cualquier otra cosa como un caramelo, un fruto seco,
un bolígrafo o lápiz, etc.
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Nuestro cuerpo como primer centro de atención. Utilizamos el cuerpo como primer y principal
centro de nuestra atención porque los sentimientos y emociones negativas se reflejan en nuestra
mente, pero muchas veces también se manifiestan en nuestro cuerpo en forma de opresión
torácica, tensión en los hombros o las cervicales, nervios en el estomago, etc.
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Cuando centramos la atención en nuestro cuerpo de forma consciente, queremos que la persona
experimente por sí sola lo que sucede. Para ello se realiza una relajación muscular de Jacobson
intentando que la persona la realice como forma de exploración corporal.
Las tareas para casa tienen un valor fundamental ya que pretendemos que los alumnos aprendan
con la práctica, por eso tienen que esforzarse en realizarlas y los instructores vamos a repasar
dichas tareas durante todas las sesiones. Además, está comprobado que sólo aquellas personas
que son capaces de practicar en su casa obtienen beneficios de estas sesiones.
Objetivo:
Resumen de la sesión:
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Muchas personas con patologías mentales llegan a ser expertas en discutir y desmontar argumentos de
sus familiares y conocidos en sus intentos por ayudarles a resolver sus problemas. Son los pacientes, las
personas las que nos tenemos que dar cuenta de nuestros propios procesos mentales, quienes tenemos
que ver la situación desde una perspectiva diferente, cobrar distancia para relativizar los hechos.
Como hemos comentado se huye de empezar las sesiones terapéuticas con una exposición teórica.
Las sesiones las empezamos siempre con una práctica y a partir de ese ejercicio se desarrolla el
resto de la sesión, haciendo conscientes a los participantes del modo “ser”, que como se ha dicho
consiste en aceptar y permitir lo que es, sin ninguna presión inmediata para cambiarlo, más que del
modo “hacer”, centrándonos en el momento presente.
Es normal que después de realizar la práctica o los ejercicios en casa la persona se pregunte ¿lo
estoy haciendo bien?, me distraigo mucho, no puedo concentrarme, me quedo dormido, siento
cosas raras o emociones dolorosas. Pero eso es hacer el ejercicio, prestar atención a esos procesos y
no hacer nada para cambiarlos. Los comentarios más frecuentes que encontramos en los
participantes son: “no tengo tiempo para hacer los ejercicios”; “me aburro mucho”, “no me hace
nada”, “me quedo dormido”, “no noto nada”, “mi mente no está quieta ni tranquila” o también “me
relaja o disfruto haciéndolo”, “necesito trabajar más duro”, “me ha ido muy bien”.
Pero además hemos de tener en cuenta que los Bs (pensamientos nucleares) en ocasiones no son
los responsables directos de C, existen detrás de esos Bs unos esquemas, unos procesos
automáticos de actuación, responsables de la conducta, veámoslo en un ejemplo:
El siguiente tema que introducimos en esta segunda sesión es la consciencia de los eventos
agradables. Para muchas personas no es fácil discriminar las situaciones (A) que desencadenan
emociones y sentimientos (C) agradables o desagradables y mucho menos identificar los
pensamientos (B) que están detrás de ellos. Durante esta sesión se trabajan los acontecimientos
agradables. Para ello se les pide a los participantes que sean conscientes de un evento agradable
que ocurre diariamente, a continuación que piensen las emociones o sensaciones que
experimentaron así como los pensamientos. Durante la semana como tarea para casa registrarán
un evento placentero al día. Hay que señalar que muchas personas se aferran a que aparezcan
muchos eventos placenteros al día, teniendo como pensamientos: “¿por qué no suceden más a
menudo situaciones como esta?”. También de esto hemos de ser conscientes.
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Pretendemos que la persona sea consciente de los momentos placenteros, que pueda vivir y
apreciar esos instantes simplemente como son, pero que no añada nada más y si lo hace que sea
consciente de que eso le puede amargar el momento.
La sesión finaliza con el ejercicio de meditación del cuerpo (Véase el ejercicio en la Audioteca), se
insiste a los participantes que es tan importante llegar a ser consciente de que la mente se ha ido
divagando y traerla de nuevo, como permanecer fijos sobre la respiración o el objeto elegido de
atención.
Objetivo de la sesión:
Tener “conciencia plena” de la respiración, entrar en contacto con ella, observar cómo cambia
según nuestros estados de ánimo, pensamientos y movimientos corporales, no controlarla, sólo
observarla y conocerla. Se la puede utilizar como ancla y refugio en cualquier lugar y situación.
Resumen de la sesión:
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Tomar “conciencia plena” de los problemas no nos da la solución a esas situaciones de la vida, pero
nos ayuda a calmar la mente y nos hace ver las cosas de forma diferente. Intentamos darle a la
persona un modo de “estar con” los problemas sin la necesidad de resolverlos de forma inmediata.
Además, la “atención plena” nos hace observar la tendencia que tenemos a evitar todo lo que nos
resulta desagradable (síndrome de evitación experiencial). Esa observación nos facilita una pausa
en nuestra tendencia impulsiva a reaccionar. Un pararse a ver las cosas como son. Para que con la
mente calmada podamos tomar una decisión más pausada.
Por los diferentes procesos de condicionamiento que hemos tenido, por las diversas asociaciones
que hemos vivido, tenemos tendencia a “analizar” de forma automática las cosas, y por tanto a
interpretar la realidad de forma particular, pero esa visión a veces resulta patológica.
Un paciente con tendencia a razonar, cree que siempre tiene razón y para ello utiliza sus argumentos
intelectuales para convencerse y convencer a los demás que tiene razón. Pero no se da cuenta que los
demás están hartos de él.
Un paciente ansioso siempre ve y anticipa peligros donde no los hay, para que nada malo le suceda,
pero no se da cuenta de lo infeliz que le convierte esa forma de anticipar y de las oportunidades que se
pierde evitando situaciones..
Para cambiar esta forma automática de ver las cosas, comenzamos la sesión con un ejercicio
basado en “ver” o “escuchar”.Si hay alguna ventana la/s persona/s pueden mirar por ella, pero en
lugar de mirar las casas, los árboles, las personas, como lo harían automáticamente les vamos a
pedir que miren las categorías o los patrones de color, forma o movimiento. Si decidimos hacerlo
con el oído, la/s persona/s escucharán los patrones de tono, timbre y volumen y no se fijarán si es el
ruido del mar o de un automóvil. Cada vez que se distraiga la atención de esa forma de ver o
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escuchar, volveremos la atención al ejercicio de mirar esos patrones diferentes. De este modo se
pretende cambiar el automatismo.
En esta sesión, para darnos cuenta de cómo funciona nuestra mente, vamos a utilizar la respiración,
como un ancla a la que volver cuando la cabeza se nos va detrás de los diferentes pensamientos.
Pretendemos regular el estado de ánimo y para ello vamos a fijar la atención en la respiración,
como una actividad diferente a la rumiación.
Vamos a realizar dos ejercicios uno de observación del pensamiento y otro del flujo simultáneo de
pensamientos y sensaciones. Ambos ejercicios pueden durar entre 10 y 15 minutos cada uno (Véase
apéndices 6 y 7 y audioteca). Primero prestamos atención a nuestra postura para luego pasar a la
respiración. El objetivo de esta práctica es: “si tu mente se va, observa a donde ha ido y vuelve a la
respiración”. Hay que recordar que en la respiración existe una variación natural en la tasa cardiaca
(nº de latidos por unidad de tiempo) en función de la fase en la que nos encontremos: nuestro
corazón late a distinto ritmo cuando inspiramos que cuando espiramos. Seguramente porque el
sistema nervioso simpático controla los latidos durante la inspiración y el parasimpático en la
espiración. Por ello, aumentar el tiempo de expulsión del aire potencia la rama parasimpática de
nuestro sistema nervioso autónomo, que es el que nos desactiva y nos relaja (Gilbert, 2003).
Con este ejercicio, no se pretende controlar la mente, sino observar cómo se comporta la propia
mente cada vez que divague, para ello “se consciente, fíjate donde va y vuelve a la respiración”. Si
prestamos atención hacia donde va nuestra mente también podemos aprender nuestro “mapa
cognitivo interno”. Podemos ver la relación entre los pensamientos, los sentimientos y las
sensaciones corporales.
Son pensamientos frecuentes, pero igual que los fenómenos atmosféricos en el cielo, los
pensamientos, las sensaciones, las emociones aparecen en la mente y se van. Las nubes, la nieve, el
arco iris, van y vienen, pero el cielo continúa. Pude ser una buena metáfora comparar la mente
con.
¿Pero cómo podemos acordarnos de observar la respiración a los largo del día o cuando tenemos
problemas? Una forma de practicar la meditación a lo largo de la jornada laboral es a través de
pequeñas meditaciones de tres minutos de duración (Véase apéndice 13). Estas “mini-meditaciones”
son programadas por la persona tres veces al día durante la semana, buscando un momento o
espacio adecuados. Además se puede emplear cuando la persona lo estime necesario. Se realiza a
través de tres pasos.
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Prestar atención sobre el cuerpo tiene más ventajas que prestar atención sobre la mente. Cuando
nos preocupamos y damos vueltas a los pensamientos, cuando estos se desbocan y no podemos
controlarlos, prestar atención al modo como afectan al cuerpo estos pensamientos, puede ser una
forma diferente de relacionarnos con ellos. Nos permite contemplar las cosas desde un punto de
vista diferente. Nos facilita romper los circuitos automatizados y previamente establecidos de
asociación. Por ello nuestro cuerpo puede ser la señal de alarma, el primer chivato que nos avisa de
lo que está haciendo la mente.
Algunas personas encuentran que es más fácil tomar conciencia en el cuerpo si éste se encuentra
activo que si está quieto. Por ejemplo estirándose o caminando. Lo importante no es el estiramiento
o caminar, ello constituye la oportunidad de ser consciente del cuerpo, de prestar atención a los
movimientos y a las sensaciones particulares. Para ello los movimientos deben realizarse lentamente,
atendiendo y respetando los mensajes que manda el cuerpo. Algunos participantes pueden utilizar el
“yoga”, el “tai chi” y los estiramientos empleados en cualquier disciplina física, para observar y tomar
conciencia.
Otra forma de ser consciente del cuerpo es a través de “la caminata consciente” (Véase apéndice 14).
Se utiliza cada paso del caminar para estar en el presente. Se trata de caminar sin un destino, de
caminar por caminar.
En esta sesión también vamos a utilizar las situaciones desagradables, además de las placenteras
para observar los pensamientos, las sensaciones y las emociones que surgen en ellas. Los
participantes registraran tanto las situaciones agradables como las desagradables. Eso nos da la
oportunidad para ver la relación entre Situación, Pensamiento y Emoción o Sentimiento.
Finalizamos la sesión con un ejercicio de Escaneo Corporal (Body Scan, véase la audioteca), para la
desactivación del cuerpo
1. Ejercicio basado en “ver” o “escuchar” durante cinco minutos, pero con patrones
diferentes a como los hacemos generalmente.
2. Ejercicio de observación del pensamiento y meditación del flujo simultáneo de
pensamientos y sensaciones de 10 a 15 minutos de duración. Alternándola con el
ejercicio de escaneo corporal que suele durar alrededor de 30 minutos. Registro
de las meditaciones realizadas. Anotarlo en el registro diario de tareas (véase
apéndice 10).
3. Caminata consciente o cualquier ejercicio de estiramiento que el participante
elija. Anotarlo en el registro diario de tareas (véase apéndice 10).
4. Pequeñas meditaciones de tres minutos centrándose en la respiración, realizadas
de manera regular tres veces al día, cuando el participante elija. Anotarlo en el
registro diario de tareas (véase apéndice 10).
5. Registro de situaciones agradables y desagradables. Al menos una al día. (Véase
apéndices 12 y 15).
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El objetivo de esta sesión es aprender a permanecer en el presente. Llegar a ser más conscientes de
pensamientos, emociones y sensaciones corporales, nos posibilita frenar las reacciones
automáticas y nos permite responder a los acontecimientos con plena conciencia y de forma más
habilidosa. Las reacciones automáticas de las personas ante situaciones problemáticas suelen ser
de tres tipos:
Después de realizar este ejercicio varias veces en casa se aprende a abrir la conciencia a cualquier
cosa que ocurra en el cuerpo o en la mente. Este proceso de “expansión” a todo el cuerpo, más que a
la respiración, nos enseña a prestar atención a cualquier señal que ocurra en el cuerpo, a los
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pensamientos, a los sonidos y por supuesto a la respiración, permitiéndonos “convivir” con esas
señales. Este proceso de atención a lo que ocurre en nuestro cuerpo nos permite estar en “el presente”
Nosotros tenemos reacciones automáticas tanto en las situaciones agradables como en las
desagradables. A través de la “conciencia plena” se pretende que la persona pueda convivir con las
sensaciones de frustración, arrepentimiento, rabia, miedo, etc. No queremos controlar el
pensamiento o sustituir las imágenes negativas del pasado, presente o futuro por otras positivas.
Ya hemos comentado que la tendencia a preocuparnos o rumiar puede dar la sensación de que nos
ayuda a manejar mejor la situación difícil, porque creemos que la pensamos, sin embargo nos aleja
más de una solución, debido a que con la preocupación nos trae de forma automática
sentimientos, emociones y pensamientos negativos que están asociados a otras tantas situaciones
parecidas.
Otra manera de reaccionar ante las experiencias difíciles o dolorosas es utilizando la distracción o la
negación y esto también agrava el problema, hace que no actuemos adecuadamente. Estas
respuestas de evitación o preocupación reflejan el deseo de que las cosas no sean como son, pero
también acrecientan el problema.
Todos tenemos metas como “tener amigos”, “tener éxito laboral o social”, “relajarnos”, “el bienestar
psicológico o físico”. Tener esos objetivos es bueno, nos ayuda a motivarnos y seguir adelante. Pero
cuando la persona se encuentra la mayor parte del tiempo preocupada, evitando que algo malo le
ocurra o le impida alcanzar dichas metas, está entrando en un proceso que le puede llevar a un
trastorno o patología mental.
Como los participantes también han registrado los eventos agradables y desagradables, podemos
analizar las metas de cada uno de los participantes, para que contemplen su actitud en esas
situaciones. Se les puede enseñar en cada una de esas situaciones agradables o desagradables, o
en esos intentos de aferrarse a la consecución de metas, a diferenciar entre la situación, los
pensamientos y las sensaciones o emociones y sus reacciones, enseñándoles a explorar los círculos
viciosos en los que entran.
Aprender que podemos dejar de luchar, de huir, de evitar, de aferrarnos, nos puede dar un punto
de observación diferente que nos ayude a romper con las reacciones automáticas de miedo o con
los viejos hábitos mentales.
Para familiarizar a los participantes en los síntomas de los diferentes trastornos se puede realizar el
siguiente ejercicio. Con la ayuda del DSM podemos comentar algunos de los criterios diagnósticos
de los trastornos de ansiedad, depresión, estrés post-traumático, etc. También podemos utilizar
algunos cuestionarios, escalas de síntomas o inventarios para que los sujetos aprendan a
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reconocerlos. Se pueden utilizar las ideas irracionales de Ellis, las distorsiones cognitivas de Beck,
los pensamientos que pueden causar problemas (apéndices de la intervención 2, 3, 4). El objetivo no
es evaluarse, es darse cuenta de las señales que nos indican que estamos sintiéndonos mal, para
ver que no son más que señales pasajeras, que en otras ocasiones las hemos tenido y luego han
desaparecido, y para ver que no vamos a ser absorbidos por ellas. Queremos proporcionar a los
participantes otra perspectiva sobre sus síntomas.
Con este último ejercicio pretendemos que la persona vea cómo los signos y síntomas de algunos
trastornos psicológicos aparecen, cambian, se modifican, alteran el pensamiento, nos afectan a
nuestro cuerpo. Y si permanecemos en el presente, en lugar de reaccionar automáticamente,
podemos detectarlos con mayor facilidad y tomar decisiones más equilibradas.
Los participantes han aprendido a frenar y no ser arrastrados por la emoción negativa, ni por los
pensamientos negativos. En lugar de ello se observan, observan sus pensamientos y emociones
dentro de una perspectiva más amplia, y con esa separación son capaces de permanecer presentes
con independencia de lo que pase por sus cabezas.
Sesión 5: aceptación
El objetivo de esta sesión es permitir, dejar ser, abandonar todo intento de hacer que las cosas sean
diferentes. La aceptación no significa resignación. Es sólo el primer paso para ser plenamente
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conscientes de las dificultades que tenemos, para después, si es apropiado, responder de forma
hábil y eficaz en lugar de reaccionar de un modo instintivo y automático, con las viejas estrategias
disfuncionales de siempre.
Resumen de la sesión:
Hasta ahora hemos intentado que los participantes lleguen a ser más conscientes de cómo
funciona su mente, de prestar atención al presente y utilizar la respiración como medio de
mantener esa atención. A partir de ahora esa atención a la respiración, al presente y al
funcionamiento de la mente, nos servirá para desarrollar una relación distinta con las experiencias
negativas. Esa relación distinta se caracterizada por aceptar/permitir/dejar ser esas experiencias
negativas. La mayor parte del tiempo, las personas nos dedicamos a resistir, evitar o escapar
automáticamente de todo lo que pensamos que es malo, negativo o difícil, alejándonos de la
perspectiva de que existen otos puntos de vista diferentes.
Cuando una persona tiene una reacción de apego por querer ser feliz, se obsesiona por pasarlo
bien, se aferra a una situación placentera, no está aceptando la temporalidad de nuestra vida.
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En este punto de las sesiones pueden haber surgido en ellas situaciones de aburrimiento, de
irritación o podemos buscar intencionalmente alguna situación negativa de los participantes
para practicar la “aceptación”. Discutiremos las reacciones que cada participante ha tenido en
esas situaciones. También podemos elegir algún evento agradable en el que la persona haya
intentado vincularse excesivamente. Hemos dicho que el primer paso es prestar atención a las
sensaciones que se producen y después, el segundo, evitar reaccionar impulsivamente. Cuando
estemos situados en este segundo paso tenemos que convivir con esa sensación. Véase un
ejemplo de autoinstruciones.
“Una vez que la atención se haya desplazado hacia las sensaciones corporales, hay que mantener la
consciencia diciéndose: ‘está bien, sea lo que sea, está bien, siéntelo, toma consciencia de las
sensaciones corporales y respira con ellas, acéptalas y permite que estén, acéptalas con cada
exhalación’.
Mientras escribo este ejemplo, estoy escuchando el martillo mecánico de los albañiles de la construcción
del metro que están realizando debajo de mi casa. No ha sido fácil aceptarlo, han tenido que pasar
varias semanas para que lograse decirme: “así son las cosas en este momento, voy a tener que vivir con
ese ruido”, cuando lo acepté comencé a trabajar. De la misma forma que un paciente me contaba cómo
le fastidian los perros del vecino cuando se ponen a ladrar, sobre todo cuando está descansando por la
tarde. Y otro cuyo vecino del piso de arriba no deja de hacer ruido en toda la noche. Es verdad que son
situaciones que nos fastidian, que nos molestan mucho, que tenemos que hacer cosas para impedirlas,
podemos ser asertivos, llamarles por teléfono, ir a hablar con ellos, pero en ocasiones no podemos hacer
nada para resolverlas, ese es el momento de la aceptación.
En alguna ocasión pensar algo desagradable deliberadamente puede ser doloroso, pero hacer
ejercicio físico o los estiramientos de yoga también pueden provocar tensión y son beneficiosos
para nuestro cuerpo.
Los participantes que han estado practicando la “mini-meditación” tres minutos en diferentes
ocasiones pueden realizarlo como una forma de distracción en situaciones difíciles. Existen
personas que se especializan en la distracción o la negación de situaciones. Pero eso es una
evitación, un escape de la situación difícil, un “tiempo fuera”. Los tres minutos para la respiración es
algo más, es interrumpir el piloto automático para abrirse a la dificultad dentro del espacio de la
respiración. En esta sesión se practica la “mini-meditación” en algún momento de la sesión para
observar también nuestra tendencia a actuar impulsivamente en las situaciones difíciles.
Un paciente cada vez que veía a una incompetente compañera de trabajo se tensaba y se predisponía
en contra de ella, se alteraba. Había intentado hablar con ella muchas veces pero no conseguía nada.
Cuando aprendió las mini-meditaciones, cada vez que la veía respiraba y se centraba en la respiración y
eso lo apartaba de las emociones negativas. Pero ¿no estaba evitando o escapando de unas emociones
negativas?. ¿No hubiese sido mejor aceptar esas emociones, averiguar su origen, su procedencia, su
forma, su intensidad, su repercusión en el cuerpo?.
Es probable que la incompetencia de esa compañera de trabajo estuviese afectándole a alguna parcela
de su forma de ser. Acaso estaba pensando que su incompetencia influía en la falta de consecución de
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resultados del departamento, que él no podía tolerar su inoperancia, su histerismo. No sabemos bien,
pero debería aprovechar la meditación para averiguarlo.
Pero ¿cuál es la diferencia entre “aceptación” y resolver de forma inteligente las cosas?
En general, se puede decir que “aceptación” es el primer paso para ser conscientes de las
dificultades. Después, si fuera apropiado, responder de forma habilidosa en vez de reaccionar de
un modo instintivo. En esta vida existen problemas o situaciones que se pueden resolver con
esfuerzo y tesón, realizando cosas, planificando nuestra conducta. Sin embargo hay cosas que no
podemos cambiar: un defecto físico, una enfermedad incurable, un problema de dolor, una
enfermedad psíquica, un trastorno de personalidad. Son situaciones que tenemos que aprender a
vivir con ellos, si nos ponemos nerviosos y reaccionamos automáticamente o de forma
condicionada, no “aceptamos”, nos revolvemos contra ella, pero no aprendemos a vivir con esa
situación, no nos adaptamos.
Si tengo un exceso de peso, tendré que utilizar el autocontrol para reducir el sobrepeso, planificar un
aumento de actividad física y reducir el exceso de ingesta, para ello emplearé una planificación de
conductas. Si tengo pocas habilidades sociales y quiero mejorarlas, practicaré, me entrenaré,
participaré en un grupo de entrenamiento en habilidades sociales. Incluso en algunos problemas
cognitivos puedo poner un freno y cambiar de pensamientos. Sin embargo, algunos problemas
cognitivos con raíces muy profundas, generalmente en los trastornos de personalidad, es difícil cambiar
de pensamiento y es entonces cuando tengo que “aceptar” mi forma de ser, ya que el mero hecho de ver
reflejada mi forma de ser me enfada, me irrita, me agarrota, me hace huir precipitadamente, pero no
tomo una decisión para adaptarme a vivir con ese defecto.
En el apartado 8.3. “La aceptación” se describen los pasos a seguir para la aceptación de las
sensaciones físicas y la aceptación de los pensamientos. También se detalla cómo trabajar los
valores a través de los ejercicios: ejercicio del velatorio, ejercicio del ensueño dirigido, ejercicio del
epitafio, el cuestionario de fortalezas (véase los apéndices 1, 2, 3 y 4).
Acabamos la sesión con una meditación dirigida a “aceptar” algún sentimiento negativo, se
realizan los ejercicios “huida vs. aceptación” y/o el ejercicio de exposición en la imaginación (véase el
apéndice 8 y 9, y la audioteca). Nos centramos en una situación difícil y primero, vemos si nuestra
mente se ve arrastrada hacia un lugar particular (pensamientos, emociones, sentimientos o
sensaciones corporales) dirigimos la conciencia a ese lugar particular. Segundo, en lugar de huir,
querer evitar, echar a correr, enfadarnos, es decir de reaccionar condicionadamente, vamos a
permitir quedarnos allí y mantenerlos en la conciencia.
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El objetivo de esta sesión es que los participantes se den cuenta de que los pensamientos sólo son
acontecimientos mentales, no son hechos, y nosotros no somos nuestros pensamientos.
Resumen de la sesión:
1. Meditación completa.
2. Los pensamientos no son la realidad.
3. Aceptación de las sensaciones físicas o ejercicio de observación de nuestros
pensamientos.
4. Las diferentes metáforas.
5. Ejercicio de respiración breve aplicado a los momentos difíciles.
6. Ejercicios de compasión: tonglen y meta.
Los clientes que reciben una intervención cognitiva son personas cuyos pensamientos negativos
les impiden separar los hechos, las situaciones, de las interpretaciones o pensamientos que tienen
y ello les despierta emociones negativas. Una llamada de teléfono de una persona la podemos
interpretar como “algo le interesa de mí” o “me necesita”. Después de una mala cara por parte de
un compañero de trabajo podemos pensar que “está enfadado conmigo” o “debe tener problemas
personales”. Algunos terapeutas cognitivos trabajan e intentan cambiar esos pensamientos
negativos por otros más realistas o adaptados a la realidad. Desde este enfoque no se pretenden
cambiar, sino modificar la relación de la persona con los pensamientos, reconocer que los
pensamientos son sólo pensamientos. Como diría Kabat-Zinn no se pretende cambiar el
pensamiento, sino la relación con el mismo.
Esta sesión se inicia con una meditación completa (véase apéndice 16 y audioteca) tomando conciencia
de la respiración, el cuerpo, los sonidos y después los pensamientos. Se anima a los participantes a que
durante el ejercicio lleven deliberadamente su mente hacia algún problema, dificultad, pensamiento
desagradable, etc.
Los participantes en la terapia encuentran útil la frase “los pensamientos no son los hechos”, otros
recurren a metáforas como por ejemplo, ver entrar un pensamiento en un escenario vacío y salir
por el otro extremo. Otros piensan en la mente como el cielo repleto de nubes que lo cruzan, unas
más rápido que otras, más amenazadoras, más oscuras, pero todas se van. Otros piensan en un río
al que van lanzando sus pensamientos según aparecen (apéndice 19 y 20). La metáfora del autobús
(Ver tabla 7), tomada de la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes, et al, 1999), nos ilustra
perfectamente que es lo que ocurre con los pensamientos.
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En la vida vamos conduciendo un autobús por la carretera que lleva hacia nuestras metas y con el
motor de nuestros valores. Llevamos unos pasajeros revoltosos, que son nuestros pensamientos,
sentimientos y emociones.
Todos ellos son catastrofistas: “si sigues ese camino vas a sufrir mucho”, “te vas a estrellar”, “vas a tener
un accidente”, “te vas a morir”, “te vas a volver loco”, “se van a reír de ti”. Se nos echan encima, nos
aprietan en nuestro estómago, se suben a nuestros hombros, o nos agarran del cuello. Además, nos
dicen implícita o explícitamente: “Tuerce ya”, “Haz lo que sea para evitarlo”, “No sigas el camino que
tanto deseas porque va a ser un desastre”, “¡No lo hagas!”, “¡Para!”.
Tenemos varias alternativas de comportamiento en esa situación:
Hacerles caso y torcer, parar, o lo que digan. Pero no llegaremos nunca a donde queremos ir. Sabemos
que, si les hacemos caso, tendremos un alivio inmediato, pero abandonaremos muchas cosas
importantes en nuestra vida,
1. lo que nos hará sufrir indeciblemente.
2. Establecer una lucha con el pensamiento:
a. Discutir y decirle que es mentira, que aquello no va a ocurrir. Estamos discutiendo
con nuestra mente que es, al menos, tan lista como nosotros mismos, por lo que es
imposible vencerla. La lucha y su resultado nos dejan exhaustos. Además, nos
distraeremos de la carretera y podremos tener un accidente.
b. Echarlos del autobús para no escucharlos. De nuevo tendremos que parar para
quitarlos de en medio o correremos el peligro de tener un accidente.
c. Luchar físicamente contra ellos, intentando quitárnoslos de encima para que las
sensaciones que nos hacen sentir no dificulten nuestra conducción. Así, una vez
más, nos pondremos en peligro.
3. Aceptar, es decir, escuchar su amenaza, sentir cómo se agarran a nuestro cuerpo,
sintiendo el miedo que nos produce lo que nos dicen, sabiendo que es muy posible que
lleven razón, y, pese a todo, no hacerles caso; no llevando a cabo las acciones que nos
proponen para evitar la catástrofe que nos predicen. Es decir, no torcer, arriesgarnos a
encontrar el desastre que nos afirman que ocurrirá carretera delante. No podemos dejar
de escucharles porque chillan mucho, y tampoco podemos quitárnoslos de encima, pero
se trata de seguir conduciendo por la carretera por la que queramos ir. Si aprendemos a
conducir en estas adversas condiciones, llegaremos a donde queremos y, quizás
eventualmente, los pasajeros se cansen de darnos la lata, porque no consiguen nada, y
se sienten tranquilos en el fondo del autobús, aunque de vez en cuando vuelvan a
darnos la lata.
A veces, nuestros pasajeros nos ayudan y evitan que nos metamos en líos; pero otras nos llevan por mal
camino y nos producen un sufrimiento mucho mayor que el que nos indican que quieren evitar. El
criterio fundamental para saber si nos ayudan o por el contrario nos meten en líos es considerar si nos
alejan de la dirección en la que queremos ir en la vida o nos retrasa indefinidamente seguirla; entonces
es cuando nos producirán problemas psicológicos.
Pero en ocasiones los pensamientos son tan dolorosos que llevar la atención hacia ellos parece
muy difícil (ejercicio de observación de nuestros pensamientos, véase el apéndice 6 y la audioteca). Se
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pueden utilizar dos estrategias, la primera de ellas consiste en llevar la atención hacia el lugar del
cuerpo en que el pensamiento está ejerciendo un impacto negativo y no tratar de eliminar esa
sensación, más bien procurar reconocerla y respirar dentro de esa sensación. Otra posibilidad está
en centrarse en los sentimientos que producen esos pensamientos, descubrir que estoy sintiendo
ansiedad, preocupación, tensión, enfado, frustración, indecisión, confusión, etc. y permitirse tener
esas sensaciones sin tratar de huir (ejercicio de aceptación de las sensaciones físicas, véase el apéndice
5 y la audioteca).
Un día de mucha tensión acabé discutiendo con un compañero de trabajo, llegué a casa cansado,
enfadado, nervioso, etc., pero en lugar de decirme olvídalo y no pienses más en ello me tomé un
momento para la respiración y me dije: “reconoce cómo te sientes y adopta una perspectiva más
amplia, es correcto sentirse así”. El efecto hay que probarlo.
Observar los pensamientos una y otra vez nos enseña a reconocerlos, a darnos cuenta de su
inicio, a verlos como lo que son, pensamientos y no la realidad. Además podemos etiquetarlos
diciéndonos: “ya está de nuevo aquí la película de “Don Perfecto”, “El yo orgulloso” o “Nadie me
quiere”, por citar algunos ejemplos. Sin embargo hemos de saber que en ocasiones los
pensamientos surgen como reacción a las sensaciones corporales, por ejemplo de agotamiento,
de cansancio: “no puedo más, no tengo fuerza para seguir adelante, me va a estallar la cabeza”,
en esas ocasiones puede resultarle al cliente muy difícil observarlos y distanciarse de ellos, así
como etiquetarlos. A pesar de ello debemos enseñar a la persona a ser persistente.
Durante esta sesión también se realizarán los ejercicios de mini-respiración siempre que surja alguna
dificultad, además de llevarlos a cabo regularmente. Estos ejercicios se convertirán en una base
importante para utilizarlos cuando tengamos una dificultad. El primer paso es siempre practicar el
espacio para la respiración. A continuación podemos emprender una serie de acciones:
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colega que has discutido y te dice que tiene prisa y no puede detenerse a hablar”.
¿Qué pensarías?.
Escrito 2. “Te sientes feliz porque a un colega y a ti os acaban de alabar un trabajo.
Poco después te cruzas con otro compañero que acaba de hablar con el colega al
que le han alabado el trabajo y te dice que tiene prisa y no puede detenerse a
hablar”. ¿Qué pensarías?.
La discusión con los participantes de los pensamientos y sentimientos que desencadenan las dos
situaciones pueden darnos ocasión para que se observen, para contemplar los pensamientos y
sentimientos de cada persona, para ver la diferencia de respuesta en una y otra situación.
Un mensaje claro para finalizar la sesión: guardar un tiempo diario para probar el modo “ser” más
que el modo “hacer”. Los importante es practicar diariamente la meditación, no tanto el ejercicio
que se emplee, ni su duración. La conciencia plena es un modo de vida, más que una terapia.
Resumen de la sesión:
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ejercicio que consiste en analizar un típico día de trabajo. Los participantes deben desmenuzar las
actividades en pequeñas partes: tomar café, escribir un texto, organizar la habitación, hablar con un
compañero y un largo etc. Pensar también por las tardes, noches, fines de semana. Dividir las
actividades entre las positivas, las que me dan energía, las que me nutren y fortalecen, y las
actividades negativas, que consumen mi energía y me empobrecen.
Una vez escrita la lista sobre el papel, hay que pensar cómo puedo aumentar las actividades que
me favorecen y cómo puedo abordar de forma más habilidosa las que consumen mi energía. Un
tema que surge con frecuencia es la mayor consciencia de las actividades negativas que de las
positivas, pero debemos esforzarnos en encontrar esos pequeños momentos placenteros, como
una ducha, una conversación, tomar un tentempié, gozar de un atardecer, etc., que podemos
disfrutar todos los días, pero que muchas veces no nos damos cuenta.
Pero ¿cómo podemos vincular este ejercicio clásico de la Terapia Cognitiva con las Terapia de
Conciencia Plena? Cuando se realicen los ejercicios de mini-meditación existen tres pasos:
Ahora, una vez establecida la distancia y un nuevo abordaje hacia esos pensamientos, podemos
ver si emprender una acción constituye una opción alternativa. Podemos preguntarnos: “¿cuál es el
mejor modo de ser amable conmigo mismo ahora?”, ¿cuál es el mejor regalo que puedo darme en
este momento?”. Pero esa acción que vamos a emprender, la vamos a realizar con “conciencia
plena”. Podemos: 1) efectuar algo agradable y ser amables con nuestro cuerpo, cuidándonos
físicamente, 2) hacer algo que me suministre una sensación de satisfacción, dominio, control o
logro, o 3) simplemente actuar con “conciencia plena”. Ahora bien, muchas personas se sienten
culpables si se dedican tiempo a sí mismas. Generalmente las típicas trampas mentales que suelen
ponerse son: “hay cosas que no dependen de mí, por ejemplo el trabajo”, “no tengo tiempo para
hacer esas cosas positivas”, “puedo hacer cosas positivas cuando he cumplido con las
obligaciones”, “¿dónde encuentro tiempo para mí?”.
Las tareas las podemos dividir entre el grado de dominio y el grado de placer de cada actividad. El
dominio que la persona experimenta actualmente al realizar una tarea, aunque ahora no la haga
tan bien como antes. El agrado se refiere a los sentimientos de placer, diversión o alegría derivados
de la actividad.
Seguimos trabajando nuestros puntos fuertes a través del cuestionario de fortalezas (Véase
apéndice 4). Normalmente se obtienen unos cuantos valores con puntuaciones elevadas que
representan nuestros puntos fuertes, también obtenemos algunos puntuaciones bajas que indican
nuestras debilidades. El objetivo es poder ampliar nuestros puntos fuertes en diferentes áreas de
nuestras vidas: trabajo, pareja, hijos, amigos. Algunas fortalezas se pueden trabajar y mejorar, la
gratitud, el perdón (Seligman, 2003). (Ver tabla 8).
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1. El primero de los ejercicios es el siguiente: se escoge una persona de mi pasado que haya sido
muy importante en mi vida y a la que nunca le he expresado mi agradecimiento bastante, por
ejemplo padres, abuelos, hermanos, amigos, etc. escribimos unas líneas expresando dicho
agradecimiento, diciéndole las causas de dicho agradecimiento. Una vez preparado el texto nos
reunimos con él y se lo expresamos abierta y sinceramente.
2. El segundo de los ejercicios consiste en dedicar unos minutos cada día a pensar y escribir cinco
aspectos de mi vida por los que me pueda sentir agradecido: “despertarme cada mañana”, “mi
familia”, “mi salud”…
3. Aprender a perdonar y olvidar.
Los pensamientos negativos sobre el pasado son la materia prima que bloquea las emociones de
felicidad y satisfacción. Las razones habituales que se esgrimen para no perdonar son:
Perdonar es injusto, disminuye la motivación para apresar y castigar al culpable.
Tabla 8. Dos ejercicios para trabajar la gratitud. Y uno para aprender a perdonar y olvidar.
A los participantes se les explica la diferencia entre placeres y gratificaciones (Seligman, 2003). Los
placeres son inmediatos, guardan relación con los sentidos y las emociones y nos proveen de una
vida placentera. Las gratificaciones están relacionadas con la puesta en práctica de habilidades
personales, se obtienen con esfuerzo, pero a largo plazo son más satisfactorios para la persona. El
placer es una fuente de motivación poderosa, pero no produce ningún cambio; es una fuerza
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conservadora que nos hace desear satisfacer las necesidades que se experimentan, conseguir
bienestar y relajación. Por el contrario la gratificación, no siempre es placentera, a veces puede
resultar dura. Pero está en consonancia con nuestros valores. Un corredor de maratón puede
acabar exhausto, pero quiere correr y mantener una buena forma física. Estar tumbado debajo de
un árbol tomando un refresco está bien, pero no es comparable con el sabor que te deja haber
corrido una maratón. Ambos, placeres y gratificaciones son importantes introducirlos en nuestras
vidas.
Ejemplo de placeres: comer un helado, un día de primavera, ver una serie cómica en
TV, un masaje, un orgasmo, una chimenea encendida, determinada música, etc.
Ejemplo de gratificaciones: hacer ejercicio, leer, ir al teatro o a la opera, ayudar a los
sin techo.
Los participantes eligen actividades semanales para llevar cada uno de los tres tipos de vida.
El objetivo de esta última sesión puede resumirse en esta frase: “tener la gracia de aceptar con
serenidad las cosas que no pueden cambiarse, el valor para modificar las cosas que deberían
cambiarse y la sabiduría para distinguir entre ambas”. Gracia, valor y sabiduría. Hasta cierto punto
ya albergamos estas cualidades; la tarea es percatarnos de ellas mediante la conciencia plena del
momento presente.
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Resumen de la sesión:
A lo largo de todas estas sesiones hemos insistido mucho en la paradoja que nos encontramos las
personas: “si nos enfrentamos con nuestros sentimientos desagradables apartándolos o tratando de
controlarlos, realmente terminamos por mantenerlos”. Pero además, si apartamos o evitamos esos
pensamientos o sentimientos de nuestra experiencia, no podemos llegar a comprenderlos. Tenemos
que aprender y para ello aceptar que nos sentimos mal, y eso no significa que debamos aprobarlo, ni
tampoco que hemos sido derrotados, más bien todo lo contrario, aceptando como nos sentimos, nos
estamos diciendo que ese es el punto de partida para empezar a trabajar, unas veces decidiendo qué
acciones emprender, otras la sabiduría implica no actuar. La aceptación puede ser una forma de lograr
un cambio en el mundo interior o exterior de la persona. No obstante es el momento de meditar
sobre la “oración de la serenidad”: pedimos la gracia de aceptar con serenidad las cosas que no pueden
cambiarse, el valor para modificar las cosas que debieran cambiarse y la sabiduría para distinguir entre
ambas.
Los participantes cuentan sus experiencias a lo largo de las sesiones de “atención plena”. Cada uno
puede empezar a comentar cómo hacían al principio la meditación o la exploración corporal y
cómo la han hecho hoy. No obstante solos o por parejas pueden reflexionar acerca de las
siguientes cuestiones:
1. ¿Cuáles fueron las razones por las que vinisteis, cuales eran vuestras expectativas,
por que os quedasteis?
2. ¿Qué esperabais o qué buscabais?
3. ¿Qué aprendisteis?
4. ¿Cuáles fueron los costes?
5. ¿Cuáles son tus barreras para continuar trabajando estos ejercicios?
6. ¿Qué estrategias podrían ayudarte a no estancarte?
Elaboramos un cuestionario de evaluación de las diferentes técnicas utilizadas para que los
participantes las evaluaran.
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que alternarán la practica de la meditación con el yoga o cuando estiran después del deporte o
caminando, la mayoría se inclina por emplear los espacios de tres minutos para la respiración a lo
largo del día y los fines de semana practicar la meditación completa. Cada uno puede marcar sus
objetivos, aunque lo importante es que debe ser realista.
Esta sesión se considera el final del principio más que el principio del fin. En palabras de Jon Kabat-
Zinn esta sesión es el resto de nuestras vidas.
Los participantes reciben el ejemplo de un día consciente (Ver tabla 9). No se trata de que lo sigan
al pie de la letra pero se les da para que tengan algunos ejemplos.
Cuando se despierte por la mañana, antes de salir de la cama, lleve la atención hacia su
respiración. Observe cinco respiraciones con plena conciencia.
Sea consciente del modo en el que se sienten su cuerpo y su mente cuando pasa de la
postura tumbada a la sedente, después el proceso de ponerse en pie y caminar. Observe
cada momento en el que realiza una transición de una postura a la siguiente.
Siempre que escuche el timbre del teléfono, el canto de un pájaro, el paso de un tren,
una risa, el claxon de un coche, el viento, el sonido de una puerta que se cierra, emplee el
sonido como en el caso de la campana en un monasterio budista: recuerde escuchar
verdaderamente, esté presente y consciente.
A lo largo del día, dedique algunos momentos para llevar su atención hacia la respiración.
Observe de nuevo cinco respiraciones con plena conciencia.
Siempre que beba o coma algo, tómese un minuto y respire. Mire la comida y percátese
de que ésta se encontraba conectad con algo que nutría su crecimiento. ¿Puede observar
la luz del sol, la lluvia, la tierra, el granjero, el transportista… en su comida?. Preste
atención cuando coma, ingiriendo conscientemente la comida en beneficio de su salud
física. Lleve la conciencia hacia la percepción de su comida, saboreándola, oliéndola,
masticándola y tragándola.
Observe su cuerpo mientras camina o se encuentra de pie. Dedique un momento a
observar su postura. Preste atención al contacto del suelo bajo sus pies. Sienta el aire en
la cara, brazos y piernas cuando camina. ¿Va deprisa?.
Lleve la conciencia hacia el oído y el discurso. ¿Puede escuchar sin estar de acuerdo o
desacuerdo, sin aprobar o desaprobar, o sin planificar lo que dirá cuando sea su turno?.
Cuando hable, ¿puede tan sólo decir lo que necesita sin exagerar o sin restar
importancia? ¿Puede observar cómo se sienten su mente y su cuerpo?.
Siempre que espere en una cola, emplee este tiempo para observar su postura en pie así
como la respiración. Sienta el contacto de sus pies con el suelo y el modo en el que se
siente su cuerpo. Lleve la atención hacia la elevación y el descenso de su abdomen. ¿Se
siente impaciente?.
Sea consciente de cualquier punto de rigidez en su cuerpo a lo largo del día. Observe si
puede respirar y, cuando exhale, deje marchar el exceso de tensión. ¿Existe tensión
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Glosario
ABC
Aceptación
El terapeuta acepta al paciente como es, sin juzgarle y trata de ayudarle a cambiar.
Acetilcolina
Fue el primer neurotransmisor en ser descubierto. Fue aislado en 1921 por in biólogo alemán
llamado Otto Loewi, quien ganó posteriormente el premio Nobel por su trabajo. La acetilcolina
tiene muchas funciones: es la responsable de mucha de la estimulación de los músculos,
incluyendo los músculos del sistema gastro-intestinal. También se encuentra en neuronas
sensoriales y en el sistema nervioso autónomo, y participa en la programación del sueño REM. Su
función, al igual que otros neurotransmisores, es mediar en la actividad sináptica del sistema
nervioso.
Anhedonía
Incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las
actividades. Puede ser total o parcial
Análisis funcional
Supone que una variable, que pretendemos analizar, está en función de otras variables,
condiciones ambientales, personales, biológicas.
Arousal
Autocastigo
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Autorrefuerzo
Autorregistro
Dopamina
Janowsky, en 1988, sugirió que la actividad colinérgica central podía estar relacionada con los
trastornos afectivos. La descompensación del equilibrio colinérgico-adrenérgico a favor del
primero provocaría estados depresivos, donde la actividad dopaminérgica estaría disminuida,
sobre todo en depresiones inhibidas, mientras que el predominio del segundo provocaría estados
maníacos. La dopamina está relacionada con la sensación de placer y el disfrute de la vida.
Originariamente es inoperante, pero tras su presentación simultánea con otro estímulo, es capaz
de desencadenar la misma reacción que éste en su ausencia.
Evitación experiencial
Un patrón de vida que incluye huir deliberadamente del malestar, del sufrimiento y de la ansiedad
y que sólo consigue un mayor malestar y una limitación de la vida.
Inhibición recíproca
Insight
Cuando el paciente o cliente entiende porqué se comporta y se siente así, cuando decide dejar de
comportarse así, se preocupa menos por el pasado y más por el presente y trabaja para cambiar.
Hay un insight intelectual cuando el cliente entiende lo que le ocurre, pero no busca el cambio, y
hay un insight emocional cuando el cliente entiende lo que le ocurre, pero busca el cambio.
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Jerarquías
Ordenar, por su intensidad, las diferentes situaciones que le afectan al cliente, para que se enfrente
a ellas de menor a mayor.
Mindfulness
Neurotrasmisores
Noradrenalina
Piloto automático
Son las variables de personalidad o conductas relevantes del sujeto que mantienen o causan la
conducta problema (CP). Se dividen en:
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Pensamientos, imágenes y actos que van en contra de las creencias o pensamientos inadecuados.
Serotonina
Solución de problemas
Terapia que orienta al sujeto a identificar su problema, buscar soluciones alternativas y probar la
soluciones factibles (D`Zurrilla Spivak).
Variable dependiente
Existe una relación interactiva entre la variable dependiente y la independiente, de forma que al
manipular la variable independiente cambia la dependiente.
Variable independiente
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Enlaces de interés
PSICOTHEMA
http://www.psicothema.es/
Depresión
http://www.psicothema.es/buscar.asp?search=Depresi%F3n&submit=Buscar&mode=allwords
¿El hábito de fumar tiene relación con la depresión?. Fernando Vázquez González y Elisardo Becoña
Iglesias. (1998)
http://www.psicothema.es/psicothema.asp?ID=161
Fiabilidad, validez y datos normativos del inventario para la depresión de beck.Jesús Sanz y
Carmelo Vázquez. (1998)
http://www.psicothema.es/psicothema.asp?ID=167
www.viu.es
Terapia Cognitiva aplicada a los Trastornos de Ansiedad y Depresión
86 6ETCS
Depresión y memoria: ¿Es la información congruente con el estado de ánimo más accesible?.José
Antonio Ruiz Caballero y Carmen Sánchez Arribas. (2001)
http://www.psicothema.es/psicothema.asp?ID=435
Tratamientos psicológicos eficaces para la depresión.Marino Pérez Álvarez y José Manuel García
Montes. (2001)
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ZUNG WW. (1965). A self rating depression scale. Arch Gen Psychiatr; 12: 63-70.
www.viu.es
Agradecimientos
Coordinadora
Dª Mercedes Romero Rodrigo
Diseñadores
Dª Carmina Gabarda López
D. Jorge García Meneu
Dª Cristina Ruiz Jiménez
Dª Sara Segovia Martínez