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¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia?

Marinés Suares

Una de las palabras más utilizadas en estos momentos es la palabra


violencia, tanto en el periodismo, como en la vida cotidiana y aun en espacios
académicos.
Los mediadores podemos realizarnos varias preguntas:
¿Por qué algunas legislaciones establecen que no se puede realizar
mediaciones cuando existe “violencia”? Incluso, ¿por qué si se ha efectuado
una denuncia de violencia es imposible mediar, más allá de que sea que puede
ser falsa o no corresponder con lo que realmente ocurrió?
¿A qué se debe que algunos prestigiosos académicos y prácticos de la
mediación nos hablen de lo nefasto que puede llegar a ser mediar cuando ha
existido violencia entre los integrantes del sistema?
¿A qué se debe que otros no menos prestigiosos académicos y prácticos
de la mediación nos indiquen que el mejor contexto para trabajar los casos en
los que ha existido violencia es la mediación?
¿Qué aspectos de los procesos de mediación favorecerían la
transformación de estas relaciones violentas?

Violencia o violencias
Pero… ¿qué es violencia? ¿qué significado le atribuimos a esta palabra?
¿existe “la” violencia?, ¿hay “algo” que sea lo central, nuclear, fundamental y/o
esencial en violencia? o ¿existen diferentes “violencias”? ¿Es lo mismo la
violencia laboral, escolar, familiar, en la vía pública, de género, etcétera?
Las respuestas a estas preguntas son contradictorias. Desde una
perspectiva considero que existen algunos elementos característicos, centrales
que permiten calificar a una “interacción” como “violenta”.
Desde otra perspectiva, quizá contradiciendo lo anterior, hay
características propias, especiales, que dan lugar a identificar diferentes tipos
de interacciones y de relaciones que podríamos calificar como violentas.

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Como una primera reflexión, diría que estamos utilizando el mismo
vocablo para referirnos a la clase (lo común a todos) y a los miembros de la
clase, y esto genera confusiones.

Interacciones y relaciones violentas


Estoy hablando de “interacciones violentas”, o sea no refiero “violencia”
como algo en sí, como una cosa, sino como un tipo especial de interacción. La
palabra “violentas” es un calificativo del sustantivo “interacción”, y como
veremos también puede ser el calificativo de relación. Si somos precisos con la
terminología no deberíamos hablar de violencia sino siempre de interacciones
violentas, sin embargo, si tenemos en cuenta la terminología más utilizada en
este campo, creo que podemos seguir utilizando el término violencia, pero
siempre y cuando tengamos en cuenta que es el nombre de una interacción
que involucra por lo menos a dos personas y a las acciones y retroacciones
que se dan entre ellas.
Los seres humanos, como seres vivos, nacemos, nos desarrollamos y
morimos. Nuestro objetivo es la evolución desde el huevo fecundado al ser
humano física, psíquica y espiritualmente maduro, al fin de su existencia con la
muerte. Esta evolución la generamos con otros seres humanos a los que
ayudamos y nos ayudan a transitarla. Somos seres sociales que hemos
generado las culturas y las sociedades que recursivamente nos generan para
que generemos nuevas culturas y sociedades, que generen… y así
continuamos.
Nuestro fin es transitar esta evolución, o mejor dicho los infinitos modos
de desarrollo y/o evolución específicos para cada uno de nosotros. Todo
aquello que obstaculice esta evolución recursiva es un maltrato, o sea que
podríamos hablar de interacciones de maltrato físico, psíquico, y espiritual.
¿Cualquier maltrato puede ser considerado interacción violenta?
Considero que no, hay obstaculizaciones que son maltratos pero que no las
consideraría como interacciones violentas. Las interacciones violentas son un
tipo especial de interacciones de maltrato, en las que se trasluce la intención de
generar sometimiento de uno sobre el otro. En estas interacciones de poder se

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generan o se intentan generar los roles de sometedor-sometido, y se obstruye
la evolución del sometido de acuerdo a su nivel de maduración.
El sometimiento implica la generación de dificultades en el sometido
para el ejercicio de su protagonismo. Entendemos por protagonismo la
capacidad para tomar decisiones y hacerse responsable por los efectos y las
consecuencias de las decisiones tomadas, conforme al nivel de maduración.
Es necesario diferenciar entre interacciones violentas y relaciones
violentas. Por interacciones entendemos la acción de un ser vivo y la
retroacción de otro ser vivo a la acción del primero. Puede haber una única
interacción. Es la conexión que se da entre dos seres vivos, y dependerá de la
calidad de los individuos, y del tipo de conexión que se genere entre ellos. Hay
conexiones débiles, insignificantes y/o intrascendentes, que se disuelven una
vez terminada, por ejemplo, las que se dan con nuestro compañero de asiento
en un vuelo. Hay otras conexiones que pueden ser únicas pero que dejan
profunda huella en alguno de los dos individuos, por ejemplo, entre un cirujano
y su paciente, o entre un asaltante y su víctima. Hay conexiones repetitivas,
que, si tienen una alta frecuencia y una determinada calidad, buena o mala,
generan relaciones. La relación es el producto de interacciones.
O sea las relaciones son producidas a partir de las interacciones, y una
vez que existen estas relaciones suelen favorecer la producción de
determinados tipos de interacciones, que se transforman en repetitivas. Son la
“coreografía” con la que danza ese grupo. Sus pasos son repetidos y
predecibles. Adquieren por su carácter repetitivo el nombre de “pautas”. Pero
también estas relaciones obstruyen la aparición de otros tipos de interacciones
y se hacen refractarias a la transformación
Además, debemos tener en cuenta que hay relaciones muy profundas
en las cuales uno o los dos integrantes quedan conectados desafiando los
límites del espacio y del tiempo, aun más allá de la muerte, con su psiquis, o
con su espíritu, de acuerdo a las creencias de cada uno. ¿Quién no ha sentido
a partir de una conversación telefónica o por Skype el dolor o la alegría de un
ser querido? Las llamadas “experiencias cumbres” dan cuenta de conexiones,
aun sin tecnología de por medio, que une a personas separadas por el espacio.

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O la madre que sufre el dolor de su hijo enfermo como si lo sufriera en su
propio cuerpo, como que el cuerpo del hijo y de la madre volviesen a estar
unidos por un cordón, ahora invisible, pero no menos real. Seguimos pensando
que terminamos en nuestro propio cuerpo, que la piel nos separa de todo lo
demás, y sin embargo vivimos en un permanente “wifi” más un “bluetooth” con
muchos otros.
Dos elementos fundamentales de las relaciones: repetición de pautas
(coreografía) y calidad de la conexión creada (traspaso del flujo de
información).
Esta diferencia entre interacciones y relaciones es, desde mi punto de
vista, fundamental para diferenciar entre lo que se ha dado en llamar violencia
episódica (o casos con violencia) y violencia crónica (o casos de violencia, o
violencia estructural).
Si vamos construyendo una definición podríamos decir: hay
interacciones violentas cuando existe un maltrato que obstruye la evolución de
un ser humano, en cualquiera de sus dimensiones o áreas (física, psíquica y
espiritual), generando o intentando generar una relación de sometimiento de
uno de ellos hacia el otro.
Si este tipo de interacciones se repiten se puede llegar a generar una
relación violenta en la cual se facilita la emergencia de determinado tipo de
interacciones y se obstruyen otras.
Al decir sometimiento me estoy refiriendo a una relación complementaria
de poder en la cual una de las partes no puede abandonar este
posicionamiento inferior, ya sea por las propias características personales del
afectado, por lo impactante de la acción recibida, o por el contexto (histórico o
espacial) en el que se encuentra. El sometido, sea por lo que fuere, encuentra
mucha dificultad para salir de ese rol, y al mantenerse en él, sólo incrementa la
potencia de las acciones del sometedor que también se enquista en su rol y no
puede (o no quiere) abandonarlo. Se crea una relación insatisfactoria estable.
En los casos de relaciones simétricas la lucha de ambos está centrada
en someter al otro. Este sometimiento nunca se logra, salvo brevísimos

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períodos de tiempo, que estimulan la escalada del sometido para transformarse
nuevamente en sometedor, en una espiral sin fin.
En ambos tipos de relaciones (complementarias y simétricas) el objetivo
es el sometimiento del otro, en uno de los casos logrado; en el otro, siempre
buscado.

Acciones y omisiones (negligencia)


Acostumbramos a hablar de interacciones violentas cuando se ejerce
una presión o fuerza de algún tipo que produce una obstrucción de la
evolución. Sin embargo, la omisión de acciones puede ser tan o más dañina
que el ejercicio de una acción, me estoy refiriendo a la negligencia, entendida
como no hacer o no tomar los recaudos suficientes para que no surja una
obstrucción a la evolución.

Áreas
Desde esta perspectiva podríamos hablar de interacciones y relaciones
violentas, preferentemente físicas o psíquicas o espirituales, dependiendo del
área en la que se ejerce el maltrato, que obstruye la evolución, ya sea por
acciones realmente ejercidas o por su ausencia.
En la gran mayoría de los casos estas áreas teóricamente diferenciadas
no lo son en la experiencia de las personas, y un maltrato físico causa también
efectos y consecuencias en lo psíquico, y viceversa. Somos totalidades con
elementos y conexiones entre los elementos que forman el todo que somos, y
lo que sucede en un subsistema afecta a todo el sistema en mayor o en menor
medida.
Las más renombradas son las interacciones y relaciones violentas
físicas, tan graves que pueden ocasionar la muerte, y por lo tanto la
obstrucción definitiva de la evolución del sometido.
Las más comunes son las acciones o su ausencia (negligencia) que
impiden el desarrollo psíquico integral de las personas. Según diversas
investigaciones se estima que en las dos terceras partes de los casos
diagnosticados como casos llamados “de violencia física” o “violencia crónica

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física” existen relaciones violentas en el área psicológica, o sea maltrato
psicológico con sometimiento de una de las partes. Esta confusión implica no
discriminar entre el área en la cual se lleva a cabo la interacción y el área en la
cual esta interacción tiene efecto. Un “sopapo” es una interacción física ejercida
por A sobre B; sin embargo, el efecto en B puede ser mucho más significativo a
nivel del desarrollo psíquico que el dolor físico. El abuso sexual es
indiscutiblemente un tipo especial de interacción violenta ejercida en una
subárea física, especialmente en la genital; sin embargo, los efectos
psicológicos son, en la mayoría de los casos, más dañinos que los físicos.
Un error común es confundir la llamada “violencia psicológica” con
“violencia verbal”. Hay modos de comunicación que en determinados contextos
son los habituales y sin embargo en otros contextos serían considerados
violentos.
Vuelvo a insistir en las relaciones violentas existen acciones u omisiones
de maltrato intencional y que impacta en el otro produciendo o intentando
producir el sometimiento de una de las partes en relación con el otro, y este
impacto se vive como un obstáculo que impide el desarrollo en algunas de las
áreas o en todas ellas.

Ámbitos
También es conveniente identificar el ámbito en el cual se producen este
tipo de interacciones y relaciones violentas. Desde mi perspectiva, cuanto más
primario es el ámbito, cuanto más imprescindible para la supervivencia es,
cuanto más significativos son los sometedores para los sometidos, cuanta
mayor sea la imposibilidad de abandonar el campo, cuanto mayor sea la
imposición de “secreto” mayores pueden ser los daños. Estas son las
características que llevaron a conceptualizar, en el año 1956, la “Teoría del
Doble Vínculo”, considerada como el nacimiento de la terapia familiar.
Por esto las relaciones violentas en el ámbito familiar son
indiscutiblemente las más dañinas, porque los maltratadores son aquellas
personas de las cuales se esperaría que fueran los cuidadores, es decir,
quienes deberían ayudar a sortear los obstáculos que la vida presenta para

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llegar al desarrollo pleno de las potencialidades de cada uno, aquellos que
deberían hacernos fácil la vida e incluso acompañarnos en los momentos
difíciles de la enfermedad y la muerte, como les ocurre a los viejos y nos
ocurrirá a todos. En estos casos, aquellos que deberían acompañar no sólo no
acompañan sino que, por el contrario, dificultan el camino. Obviamente el
impacto debe ser enloquecedor.
Diferentes nombres han recibido las relaciones violentas en el núcleo
familiar: “violencia familiar”, “violencia intrafamiliar”, “violencia doméstica”,
“violencia de género”, etcétera.
Dentro de este mismo ámbito familiar se podrá diferenciar las relaciones
violentas entre: los miembros de la pareja, tanto en el subsistema parental
como en el conyugal, de padres a hijos, de hijos a padres, de adultos a viejos,
de nietos a abuelos, entre hermanos, etcétera. No menos importantes son las
relaciones entre los ex-cónyuges en cuanto tales (o sea, no sólo en cuanto
padres). Los subsistemas dentro de los cuales se generan las interacciones
violentas es lo que ha llevado a hablar de “violencia en la pareja”, “violencia con
los viejos”, “violencia fraternal” etcétera, como subtipos de la llamada “violencia
familiar”.
Otro ámbito muy significativo es la “escuela”, que cada día adquiere una
mayor importancia. Es un lugar privilegiado para el desarrollo de los chicos,
tanto por la calidad y significación de las relaciones que allí se crean, como por
la cantidad de horas que pasan los niños allí.
Si tenemos en cuenta la calificación de las relaciones realizada por
Bateson hace casi 80 años, en cuanto a las ya citadas relaciones
complementarias y simétricas, es tanto en el ámbito de la familia como en la
escuela en donde los niños observan, aprenden y viven relaciones simétricas y
complementarias: de los docentes entre sí y de los alumnos entre sí, de
docentes y alumnos, de alumnos mayores con alumnos menores, etcétera.
La escuela es el segundo laboratorio de todo tipo de relaciones, también
las de poder y de sometimiento. Las relaciones violentas en la escuela son
denominadas bullying.

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Si la escuela es un ámbito privilegiado para los niños, el trabajo lo es
para los adultos. Las relaciones violentas en este campo han sido
denominadas mobbing.

Voluntad de transformación
Es cierta, y no debe obviarse, la tendencia en todo tipo de relaciones a
mantenerse repetitivamente idénticas, a no transformarse, es decir, la
tendencia al no-cambio. Las relaciones violentas no son una excepción, sino
que por el contrario es muy fuerte la tendencia a la repetición y aun más, la
perspectiva de cambio puede llevar a aumentar los maltratos.
Pero no menos cierto es que existe la tendencia contraria, o sea al
cambio, a la generación de relaciones satisfactorias. Las personas se
encuentran entrampadas en relaciones insatisfactorias, pero nadie las elige
sino que se “cae” en ellas y no se sabe cómo “salir”. Por esto es importante
evaluar cuán comprometidos están con la voluntad de producir modificaciones
o si es posible que este compromiso llegue a gestarse.
Considero que si no hay voluntad de transformación difícilmente se
pueda operar pacíficamente un cambio.
Retomando las preguntas iniciales.

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia?


Creo que hablamos de muchas cosas a la vez. Nos referimos a la clase
violencia y al mismo tiempo a los diferentes miembros de esa clase, y los
enfocamos desde diferentes perspectivas, lo cual da lugar a una diversidad
(violencia crónica, violencia psicológica, violencia doméstica, parental,
mobbing, bullying, etcétera).
Creo que para poder comprendernos tendríamos que especificar:
1. si nos referimos a interacciones o relaciones violentas,
2. en qué áreas del ser humano se ejerce el maltrato,
3. en qué áreas del ser humano impacta el maltrato,
4. si son interacciones activas u omisiones,

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5. en qué ámbitos se desarrolla,
6. qué subsistemas y/o personas están involucrados,
7. y por último y no menos importante, cuán significativa es la
voluntad de transformación de los protagonistas de la interacción y/o la relación
violenta,

¿Qué significa que no se puede mediar cuando existe violencia?


Creo que es demasiado inespecífico este enunciado.
Los mediadores en todos los casos (no sólo en los familiares)
deberíamos realizar un mapeo que involucre, por lo menos, los siete ítems más
arriba indicados, ya que como hemos señalado las relaciones violentas no son
exclusivas de los sistemas familiares.
En función de estos y otros indicadores, la comunidad de mediadores
deberíamos establecer a partir de investigaciones, en qué casos es
recomendable realizar las mediaciones, en cuáles es posible mediar con
determinadas precauciones (que deberían especificarse), y en cuáles no es
conveniente o, más aun, estaría contraindicado.

¿Qué aspectos de los procesos de mediación favorecerían la


transformación de estas relaciones violentas?
Los contextos no sólo rodean a los “textos” sino que influyen
decididamente en ellos. El contexto de mediación se caracteriza por ser
voluntario; imparcial; pacífico; favorece la comunicación entre las partes
posibilitando la comprensión (cognitiva y emocional) del otro; estimula la
reflexión y facilita la asunción de protagonismo (toma de decisiones y
responsabilidad por las decisiones tomadas); genera relaciones simétricas por
la propia estructura del proceso, específicamente por la regla de “voz y vez” y
está centrado en la transformación.
De lo único que están seguros los mediadores es que como han estado
las partes conduciendo el conflicto no les sirve, porque si les hubiera servido no
estarían en una mediación, por lo tanto, por definición la mediación es un

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contexto transformativo, en tanto que la imposibilidad de cambio, de
transformación, es una de las características más fuertes de las relaciones
violentas que lleva, a quienes son parte de ellas, a una vida insatisfactoria
estable.
Entrar en un contexto pacífico, simétrico, equilibrado, imparcial y
transformador influye en las interacciones entre los protagonistas y, si se
mantienen estas interacciones, pueden producir un cambio significativo en las
relaciones.
Considero que estas características son las que llevan a algunos autores
a establecer la mediación como el contexto adecuado para producir
transformaciones en sistemas atravesados por relaciones violentas.
Esta es una hipótesis que debería ser verificada o refutada a partir de
investigaciones realizadas en contextos de mediación.

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BIBLIOGRAFÍA

- Cárdenas, Eduardo (1999), Violencia en la Pareja. Buenos Aires,


Granica.
- Linares, José Luis (2006.) Las formas del abuso. Barcelona. Paidós.
- Perrone, Reynaldo y otra (1997). Violencia y abusos sexuales en la
familia. Bs Aires. Paidós SAICF.
- Ravazzola, Cristina .(1997) Historias infames: Los maltratos en las
relaciones. Buenos aires, Paidós.
- Reggiardo, Nélida y otras (2016) Investigación sobre mediación en casos
de familias atravesadas por situaciones de violencia. Buenos Aires,
JusBaires Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires.
- Suares, Marinés (2002). Mediando en Sistemas Familiares. Buenos
Aires, Paidós, cap. XI.

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Violencia y Mediación: argumentos que fundamentan la
incompatibilidad en el abordaje de la violencia intrafamiliar
Alejandra Vázquez

La mediación es definida por diversos autores como un método de


resolución alternativa de conflictos en el que el mediador, con la característica
de imparcialidad, trabaja con las partes involucradas en el problema para
favorecer una mayor comprensión y acordar una solución. En la actualidad se
continúa discutiendo acerca de la compatibilidad de este procedimiento en
situaciones de violencia familiar con diferentes argumentos a favor y en contra.
La primera aclaración que cabe realizar es que la violencia doméstica o
intrafamiliar engloba aquellas formas de abuso de poder que se desarrollan en
el contexto de las relaciones de familia. El espacio doméstico no hace
referencia exclusivamente al espacio físico del hogar, sino que incluye el
espacio delimitado por las interacciones entre personas con vínculos de
intimidad. La relación de abuso se presenta como una forma de interacción
que, enmarcada en un criterio de desequilibrio de poder, incluye conductas de
una de las partes que, por acción o por omisión, ocasionan diversos niveles de
daño físico y/o psicológico a otro miembro de la relación.
La conducta violenta se caracteriza por el uso de la fuerza para resolver
los conflictos interpersonales, sea física, psicológica, económica, sexual,
política, social. Estas características son las que diferencian la violencia de un
conflicto intrafamiliar: este último alude a manifestaciones o conductas que
expresan diferencias de ideas o pensamientos en el contexto de relaciones
simétricas en donde no se presenta un desequilibrio de poder.
Las diferencias descriptas forman parte de uno de los argumentos que
hace incompatible el uso de la mediación para la resolución de situaciones de
violencia intrafamiliar si consideramos que el desequilibrio de poder imposibilita
a la víctima ubicarse en una situación de igualdad sin que sienta temor, miedo
y dificultad para interactuar frente al victimario. Los recursos que utiliza quien
ejerce conductas violentas como la manipulación, la externalización de las

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responsabilidades y la característica de doble fachada en su personalidad,
acentúan la situación de indefensión de la víctima, aumentando la disparidad.
La neutralidad e imparcialidad del mediador ubican a la víctima en el
mismo nivel de responsabilidad respecto al victimario y hay que enfatizar que
no se puede ser neutral frente a las situaciones de violencia, considerando el
riesgo para la vida que conllevan.
Otro aspecto que fundamenta lo expuesto está vinculado a las
características emocionales que presentan las personas que han sido
expuestas a situaciones de victimización crónica y que afectaron gravemente
su subjetividad, como los síntomas de estrés postraumático, entendido como
el conjunto de síntomas que se hacen presentes en las personas luego de
haber vivido un acontecimiento estresante o traumático, en el cual se tuvo
sensación de ver en peligro la vida o la integridad física propia o la de los
demás. Esta sintomatología incluye gran malestar e imágenes intrusivas
intensas del hecho traumático y un malestar psicológico persistente al
exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un
aspecto del hecho traumático. Por este motivo, exponer a la víctima frente a su
victimario podría desencadenar o incrementar la sintomatología, generando de
esta manera situaciones de revictimización.
Hay que considerar también que no es posible promover un proceso de
mediación para negociar derechos fundamentales como el derecho a la vida, a
la integridad física y psíquica, a la libertad, en el que el mediador tampoco
puede garantizar el cese de las situaciones de violencia con el establecimiento
de acuerdos en los que sólo alcanzará la palabra del victimario de no repetir los
hechos. Al respecto, las estadísticas señalan la reincidencia y el incremento en
frecuencia y gravedad de las situaciones de violencia si no se implementan
medidas de protección a las víctimas así como la derivación de los victimarios
a dispositivos de intervención que aborden la problemática con una visión
integral.

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Violencia en la pareja. La mediación, garantía de acceso a justicia o
vulneración de derechos
Sara Gabriela Curi

Introducción
Desde el Derecho, se viene desarrollando el concepto de acceso a
justicia, vinculado con la eficacia de las normas jurídicas, respecto de ciertos
grupos vulnerables, entre los cuales podemos incluir a las mujeres en situación
de violencia en la pareja.
Han transcurrido más de treinta años desde que el fenómeno de la
violencia familiar se hizo visible y pudo ser recortado en sí mismo (Ravazzola,
1997), categorizado como tal y regulado jurídicamente (Grela, 2006). Sin
embargo, es una asignatura pendiente el efectivo acceso a justica de las
mujeres que atraviesan relaciones violentas. Como refieren las conclusiones
del ELA (2009), la observación de los estándares establecidos por las
convenciones internacionales y la sanción de normas nacionales y locales que
faciliten la operatividad de sus principios son de vital importancia para brindar
mecanismos efectivos de protección contra la violencia familiar, pero resultarán
insuficientes si no se considera la cantidad de dificultades, tanto subjetivas
como de orden práctico, que enfrentan las mujeres en su recorrido previo hasta
llegar a la Ley. ¿Cuáles son las especiales dificultades u obstáculos que la
mujer en situación de violencia en la pareja, por su estado de vulnerabilidad,
debe sortear para concretar un efectivo acceso a justicia? ¿En qué consiste la
vulnerabilidad para este grupo? ¿Cuáles son los factores de vulnerabilidad
específicos y predominantes? Desde estos cuestionamientos, abordamos el
tema de la vulnerabilidad para el acceso a justicia de las mujeres en situación
de violencia en la pareja, en el entendimiento que los métodos participativos de
gestión de conflictos son dispositivos destinados a facilitar este acceso, por lo
que a partir del presente análisis podremos evaluar la pertinencia o no de su
utilización en estos supuestos.

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En este trabajo, focalizaremos en la observación del fenómeno de la
violencia en la pareja, bajo la pauta de violencia castigo (Perrone y Nannini,
1997), una de las formas que puede asumir la violencia, y que pone a la
persona que ocupa la posición baja de la relación complementaria
(generalmente la mujer) en un estado de “vulnerabilidad” tal que este estado
resulta un obstáculo para el efectivo acceso a justicia.

1. La violencia familiar
En nuestra cultura, hace más de treinta años se empezó a hablar sobre
la violencia familiar. Antes, referir a la violencia en la familia resultaba
contradictorio. El siglo XX ha sido testigo de movimientos sociales y científicos
que permitieron complejizar la construcción acerca de la familia y, hoy, ésta
puede ser concebida tanto como sistema social contenedor y protector, que
posibilita a sus miembros el desarrollo de sus potencialidades y de su
autonomía, y también, como lugar de sufrimiento, arbitrariedad y amenaza,
donde se vulneran derechos individuales. Esta perspectiva ha permitido
conceptualizar a las interacciones violentas como una realidad familiar posible.
Las investigaciones llevadas a cabo durante las últimas décadas, (Perrone y
Nannini, 1997, Echeburúa y Corral, 1998, ELA, 2006) han aportado un
conocimiento cada vez más preciso respecto a la entidad de la violencia
familiar y sobre las formas que puede adquirir. Simultáneamente, la sociedad
ha ido cobrando conciencia sobre la existencia del problema. Así, hemos
empezado a hablar sobre la violencia familiar como fenómeno que puede ser
recortado en sí mismo, aun cuando todavía este discurso esté cargado de
mitos que dificultan una adecuada comprensión.
En artículos anteriores (Curi y Gianella, 2003 y Gianella y Curi, 2002)
planteábamos la importancia de aprender a percibir y reconocer el fenómeno
de la violencia, que se encontraba velado por procesos sociales de
naturalización e invisibilización. En los textos, adheríamos por su utilidad
práctica al modelo de Perrone y Nannini (1997), que distingue dos tipos de
pautas de interacción violenta con características distintivas: la violencia
agresión (montada sobre una relación de tipo simétrica) y la violencia castigo

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(instalada sobre una relación de tipo complementaria y rígida). Sosteníamos lo
operativo de aprender a reconocer diferentes indicadores que configuraban un
patrón o pauta de interacción, instalada en las parejas, como modos conocidos
y preferidos de accionar y utilizarlos como herramienta perceptiva.
Planteábamos que los indicadores refieren a datos distinguibles en la
interacción que se produce durante una intervención, en la relación de las
partes entre sí, de las partes con el operador y de las partes consigo mismas.
La clave de este movimiento cognoscitivo estaba en identificar pautas de
relación, es decir, distinguir indicadores, y, en un paso más complejo, observar
cómo se vinculan entre sí, formando una pauta. Así distinguíamos, por un lado,
indicadores interaccionales: datos que percibimos cuando enfocamos el
análisis de la secuencia de interacciones en el intercambio de conductas de los
miembros de la relación, básicamente para determinar la existencia o no de
una pauta o regla de interacción (relación complementaria rígida, violencia
unidireccional e íntima, marcada diferencia de poder, no hay pausa, identidad
de quien ocupa la posición baja severamente afectada, mínima conciencia de
la violencia por quien ocupa la posición alta y confuso sentimiento de culpa).
Por otra parte, indicadores sistémicos: datos que percibimos si
consideramos a la familia como totalidad, como un sistema dentro de otro
mayor que incluye familia extensa, escuela, trabajo, comunidad (supuesto de
desigualdad jerárquica fija, aislamiento familiar y sistema de creencias
compartido).
Y, por último, indicadores individuales: datos que percibimos al centrar
nuestra atención en los pensamientos, sentimientos, dichos y conductas de
cada uno de los miembros de la relación (la posición baja: minimiza la
violencia, siente miedo, se percibe incapaz de defenderse, se resiste a
reconocer el fracaso de la relación y sostiene expectativas de cambio, teme el
futuro en soledad, siente vergüenza, cree que la violencia atañe a lo privado,
baja autoestima, asertividad deficiente, escasa capacidad de iniciativa; la
posición alta: actitud de hostilidad, estado de ira descontrolado, déficit de
habilidades comunicacionales y de resolución de problemas y negación del
maltrato).

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Referíamos en su oportunidad que el mediador tiene la posibilidad de
decidir si trabajará o no este tipo de problemáticas, pudiendo adherir a una
postura u otra sobre las posibilidades de la mediación en estos contextos
relacionales, pero no puede dejar de encontrarse con ellos y, como condición
para cualquiera de los supuestos previos, necesita distinguir, darse cuenta de
que -aun en el primer contacto- se ha incluido interaccionalmente, desde un rol
profesional específico, en un contexto de violencia familiar. Lo mismo para los
operadores en judiciales, o auxiliares, que podrán o no dar curso a
determinados reclamos, demandas o requerimientos, pero necesitan distinguir
el contexto relacional con el que están trabajando.
Con algunos años más de experiencia, y comprobada estadísticamente
la grave dificultad para abordar y gestionar de modo eficaz la problemática de
la violencia en la pareja, tanto a nivel judicial como psicológico, nos animamos
a proponer la tesis de la incompatibilidad del contexto interaccional de la
violencia castigo con el contexto de mediación como mecanismo de abordaje, a
partir del planteo de Schvarstein (2006) que expresa que “ninguna técnica
excede en sus resultados, los límites que le impone el contexto en el cual se
utiliza. Por el contrario, la aplicación de cualquier técnica con independencia de
su adecuación al entorno amplio en el cual transcurre, suele acarrear
consecuencias negativas”
Hoy, sostenemos y abonamos esa mirada desde la perspectiva de la
condición de vulnerabilidad, para el acceso a justicia, que advertimos en las
mujeres en situación de violencia familiar, constituyéndose como grupo
vulnerable que encuentra serias dificultades para el ejercicio efectivo de sus
derechos, ya sea que se trate de atribución del cuidado personal de sus hijos,
del establecimiento de un régimen de comunicación, fijación de cuota
alimentaria, división de bienes en uniones convivenciales, etcétera.

2. Vulnerabilidad
Pérez Contreras (2005) refiere que el término vulnerabilidad se ha usado
para designar a las condiciones sociales en referencia a un determinado estado
de susceptibilidad de recibir algún daño o violación a derechos, por parte de

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una comunidad o grupo social, aun del Estado o de personas en lo particular,
frente a una situación, agresión, desconocimiento, ignorancia o violación
determinada de los mismos. También, en otro sentido, puede hacer referencia
a una condición de desventaja estable y sólo calificable con relación al acto que
está afectando. La vulnerabilidad representa la debilidad frente a una situación
general, desprotección, un riesgo percibido, peligro, o como una susceptibilidad
o carencia de seguridad y libertad personal. El problema que representa la
vulnerabilidad es que entre sus orígenes y manifestaciones lleva implícita la
práctica de conductas y actitudes discriminatorias que conducen,
necesariamente, al ejercicio desigual de los derechos de aquellos que se
encuentran afligidos por esa condición.
Para la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México (2000), la
vulnerabilidad se origina a partir de la reunión de factores internos y externos,
que al combinarse disminuyen o anulan la capacidad que tiene una persona,
grupo o comunidad, para enfrentar una situación determinada que les ocasione
un daño y, más aun, para recuperarse de él.
Pérez Contreras (2005) explica que los factores internos forman parte
de las características propias del individuo, grupo o comunidad, como por
ejemplo, la edad, el género, el estado de salud, el origen étnico, la
discapacidad, la orientación sexual y la constitución física, entre otros. Los
factores externos están ligados al contexto social, ya que el hombre, como ser
social, está en constante interacción con las personas, grupos e instituciones
para satisfacer sus necesidades. El contexto social presenta una serie de
características que determinan los factores externos de la vulnerabilidad.
Espinosa Torres (2000) detalla que grupo vulnerable refiere al conjunto
de personas que por alguna característica común se encuentra en mayor
riesgo de que sus derechos humanos sean violados, o de que su ejercicio y
efectivo goce sea impedido u obstaculizado.
Para proteger a estos grupos vulnerables, se ha hecho necesario
establecer en instrumentos concretos para cada uno de ellos -nacionales o
convencionales- derechos, medidas y políticas públicas específicas. Las
categorizaciones de ciertos grupos como vulnerables, realizada por algunos

5
autores, la Constitución Nacional, Tratados Internacionales, las Reglas de
Brasilia (2008) y las leyes nacionales responden a este criterio, consignándolas
como “categorías sospechosas” (categorías que operan como límites al
accionar del Estado respecto de distinciones que éste desee llevar a cabo entre
las personas).
Para este trabajo, son las Reglas Básicas de Acceso a Justicia de las
personas vulnerables (Brasilia 2008) las que refieren los diferentes grupos de
personas en condición de vulnerabilidad. Las Reglas tienen como objetivo
garantizar las condiciones de acceso efectivo a la justicia de las personas en
condiciones de vulnerabilidad, sin discriminación alguna, englobando el
conjunto de políticas, medidas, facilidades, apoyos que permitan a estas
personas el pleno goce de los derechos del sistema judicial. Por ello
recomiendan la elaboración, aprobación, implementación y fortalecimiento de
políticas públicas que garanticen el acceso a la justicia de personas en
condición de vulnerabilidad. Procuran que los servidores y operadores del
sistema de justicia otorguen a las personas en condición de vulnerabilidad “un
trato adecuado a sus circunstancias singulares”. Las Reglas de Brasilia, si bien
no son vinculantes (obligatorias), son fuertes recomendaciones de buenas
prácticas para sus destinatarios, entre ellos los mediadores, como auxiliares de
la justicia (Regla N° 24)
Según este instrumento se consideran en condición de vulnerabilidad
aquellas personas que por razón de la edad, género, estado físico o mental o
por circunstancias sociales, económicas étnicas y/o culturales encuentran
“especiales dificultades” para ejercitar con plenitud ante el sistema de justicia
los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico. El instrumento expresa
que podrán constituir causas de vulnerabilidad, entre otras, la victimización.
Dentro de la victimización, las Reglas expresan que la Vulnerabilidad puede
proceder de sus propias características personales o bien de las
circunstancias de la infracción penal. Destacan a estos efectos, entre otras,
víctimas que son personas menores de edad, víctimas de violencia doméstica o
intrafamiliar, víctimas de delitos sexuales, adultos mayores, y familiares de
víctimas de muerte violenta.

6
De lo expresado surge, entonces, que las mujeres en situación de
violencia en la pareja integran un “grupo vulnerable”, ya que las reglas de
Brasilia al incorporarlas en su enunciado, presuponen que encuentran
especiales dificultades para ejercitar con plenitud los derechos reconocidos, o
sea, acceder a justicia.
Las condiciones comunes que aglutinan a las mujeres en situación de
violencia en la pareja, conformando un grupo vulnerable, para acceder a la
justicia, serían los Factores Internos de Vulnerabilidad (FVI). Estos factores
coincidirían con la presencia e interrelación de los tres niveles de Indicadores
de la pauta de violencia castigo, desarrollados precedentemente (Curi,2013).
En tanto, los Factores de Vulnerabilidad Externos (FVE) surgirían de
considerar las prácticas recomendadas por las Reglas de Brasilia a contrario
sensu: falta de asistencia técnico-jurídica de calidad, especial y gratuita (RB:28
y 31); falta de adecuación de las medidas de organización y gestión judicial
para facilitar el acceso (RB.33); falta de divulgación y capacitación de cultura
cívico jurídica, en especial de personas que colaboran con la administración de
justicia en zonas rurales y areas desfavorecidas (RB.27); falta de agilidad en la
tramitación y resolución de las causas y de prioridad en la atención (RB. 38);
falta de coordinación intra e interinstitucional, orgánica y funcional para la
gestión de las interdependencias (RB. 39); falta de capacitación específica en
los profesionales, operadores, y servicios auxiliares del sistema judicial (RB.
40); falta de contextualización y especificidad de la intervención (RB. 25),
etcétera. Estos factores de vulnerabilidad externos se activarían en el
encuentro de las mujeres con los operadores del contexto social (Curi, 2013),
en el caso que nos ocupa, con los “destinatarios de las reglas de Brasilia,
2008”, más concretamente los mediadores.
Es la interacción de las mujeres en situación de violencia con el sistema
judicial, auxiliares, operadores jurídicos, mediadores, la que posibilita la
emergencia de algunos factores de vulnerabilidad externos, e inferimos que la
combinación de los factores internos y externos de vulnerabilidad genera o
propicia “las especiales dificultades”, potenciando la disminución o anulación de
las capacidades que tiene este grupo para enfrentar una situación

7
determinada, en el caso, vinculada con el ejercicio de los derechos. (Curi,
2013)
El contexto interaccional de la violencia castigo, a nivel relacional,
implica:
1- La no admisión de la diferencia. La diferencia es vivenciada como
desafío, y en términos cibernéticos implica una desviación de la norma, por lo
que se impone una amplificación de la violencia para corregir la desviación y
volver a la situación de equilibrio, “la no diferencia”. Sabemos que la mediación
propone justamente un dispositivo de inclusión de las diferencias.
2- Quien ocupa la posición complementaria superior no reconoce al otro
como legítimo otro, sino como un “subhumano” (Perrone y Nannini, 1997). A la
vez, quien ocupa la complementaria inferior no ve alternativa relacional y no le
queda más que someterse. A lo que debemos agregar el bajo nivel de
autoestima y la identidad severamente dañada que se observa (FVI) en quien
ocupa la posición baja de la relación complementaria. Esto, sumado a la
patológica rigidez de la asimetría, hace que el contexto relacional no pueda ser
modificado desde el encuadre de mediación, que resulta insuficiente. No
tenemos dos personas para negociar, no se reconoce existencialmente al otro,
por lo tanto, menos aun sus opiniones, intereses o modos de ver el mundo.
A nivel del problema, nos encontramos con que hay estrategias de
ocultamiento, minimización, justificación y desculpabilización por parte de quien
ocupa la posición complementaria superior, lo cual conspira para la asunción
de la responsabilidad y protagonismo previsto por el encuadre de mediación.
Sería altamente pretencioso procurar la modificación de los referidos aspectos
en este nivel, cuando años de experiencia en terapia e investigación nos
indican que son situaciones de muy mal pronóstico.

3. El acceso a justicia
Mauro Cappelletti (1983) expresa que la posesión de los derechos
carece de sentido si no existen mecanismos para su aplicación efectiva. Según
el autor, la expresión “acceso a la justicia” no es fácilmente definible pero
resulta útil aludir a la base de todo sistema jurídico: que el pueblo pueda ejercer

8
sus derechos y/o solucionar sus conflictos por medio del Estado, lo que indica
primeramente que el sistema legal debe ser igualitariamente accesible para
todos y, además, estar encaminado a que su funcionamiento sea individual y
socialmente justo. Morello (1995) explica que el Movimiento Universal por el
Acceso a la Justicia implicó una revolución en la concepción y consecuente
toma de acciones políticas en la reformulación del proceso justo, no sólo en la
teoría de la defensa sino, lo que es de fundamental importancia sociológica, en
la realidad de esa garantía y en la efectividad de la tutela jurisdiccional. Como
proposición teórica tiende a una captación más fiel de los complejos aspectos
de la sociedad humana. El componente normativo del derecho no es negado,
es considerado como un elemento más, y no el principal del derecho, ya que el
primario es la gente destinataria de la prestación de justicia, con todas sus
características culturales, económicas y psicológicas.
Morello (1995) refiere que es importante considerar que el Movimiento
propone un modo diferente de abordar la problemática jurídica, ya que plantea
un encuadre contextual del derecho, y lejos de asumir un matiz unidimensional
por el cual el derecho y la ciencia jurídica se limitan a las declaraciones de las
normas, toma una mirada tridimensional considerando el problema, necesidad
o exigencia social que induce la creación del instituto jurídico, la respuesta o
solución jurídica incluyendo instituciones y procesos destinados a tratar aquel
problema, necesidad, o exigencia social, y considera los resultados o impacto
de esa respuesta jurídica sobre el problema, necesidad o exigencia social. Es
decir, no se limita a la descripción de normas, formas o procedimientos
aplicables a los actos de instaurar un proceso judicial, también debe tener en
cuenta los costos, el tiempo razonable, los obstáculos (inclusive psicológicos) a
sortear y los beneficios a lograr.
Frente a la discusión conceptual que dicotomiza entre considerarlo un
derecho o un servicio público del Estado que debe garantizar el efectivo acceso
a los sectores sociales más vulnerables, seguimos a Roche y Richter (2005) en
la idea de entender el acceso a la justicia de una manera muy amplia y
desvincularla de lo que sería simplemente “abrir” los órganos de administración
de justicia a todos los ciudadanos por igual. Birgin & Kohen (2006) hablan de

9
una garantía de igualdad de oportunidades para acceder a las instituciones de
Estado que generan, aplican o interpretan las leyes, por un lado, y por el otro,
incluye el conjunto de herramientas formales e informales para que un
ciudadano pueda resolver sus conflictos y obtener protección de sus derechos.
Aquí incluimos los métodos participativos de gestión de conflictos, entre ellos la
mediación, que en términos generales han resultado mecanismos eficaces
para garantizar el acceso a justicia, potenciando el protagonismo de las partes
y la autocomposición y permitiendo el ejercicio efectivo de los derechos. Con el
objetivo de realizar un aporte que permita que la teoría del Acceso a Justicia se
traduzca en prácticas eficientes y efectivas, que garanticen a las mujeres en
condición de vulnerabilidad por encontrarse en situación de violencia en la
pareja no sólo la posibilidad formal de hacer el reclamo en el sistema -acceso a
justicia en sentido amplio- sino de sostener el proceso hasta el final, de sortear
todos los obstáculos que surjan hasta lograr la satisfacción concreta de sus
necesidades, a través de una respuesta adecuada en un tiempo razonable, nos
parece de utilidad detener la mirada en los factores de vulnerabilidad, internos
y externos, en tanto especiales dificultades u obstáculos para el acceso a
justicia. Como operadores, constituimos parte del “contexto” de la violencia,
parte activa que desde acciones y omisiones, puede ayudar a interrumpir la
violencia o a sostenerla. De ahí la importancia de distinguir indicadores que
conforman la pauta de violencia castigo, que en este artículo asociamos con los
factores internos de vulnerabilidad (FIV), y reconocer y evaluar los factores de
vulnerabilidad externos (FVE) que emergen en el contacto de la mujer en
situación de violencia con el sistema donde pretende hacer efectivos sus
derechos.

Conclusiones
La importancia de percibir y reconocer la presencia de estos factores de
vulnerabilidad radica en que nos permiten identificar al fenómeno de la
violencia como tal, y a la mujer en situación de violencia como parte de un
grupo vulnerable, a la vez que podemos contextualizar la situación para tomar

10
los recaudos especiales que el caso merece, y diseñar la intervención más
adecuada para esa situación concreta.
Además, nos interpela como operadores a revisar la propia práctica, por
cuanto puede tornarse en un factor de vulnerabilidad externo en tanto potencie
la disminución o anule las capacidades que tiene el grupo o persona para
enfrentar una situación determinada, vinculada con el ejercicio de los derechos.
La incompatibilidad de los contextos -el interaccional de la violencia
castigo (indicadores) y el de mediación- surge palmaria, a partir del análisis de
los factores de vulnerabilidad internos. E intentar el abordaje de conflictos entre
miembros de una pareja atravesada por este tipo de violencia implicaría la
activación de factores de vulnerabilidad externos, por lo que la intervención de
mediación podría resultar iatrogénica. Este es el entendimiento que sobre la
cuestión tiene la ley N° 26485 de “Protección Integral para prevenir, sancionar,
y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales”, que en su artículo 28 última parte establece
que “quedan prohibidas las audiencias de mediación o conciliación.”
Esta incompatibilidad hace que las situaciones de violencia requieran de
un tratamiento especial, ya que la asimetría de poder que existe en todo
conflicto, en la pauta de violencia castigo descripta, es patológicamente rígida,
y tiene profundas raíces sociales y culturales, y condiciona la libertad, la
voluntariedad, la confianza y la bilateralidad que exige el encuadre de
mediación.
Como mediadores, debemos ser responsables del dispositivo con el que
operamos y cuidadosos de la pertinencia de su aplicación, para que la
mediación no pase de ser un mecanismo que posibilita y garantiza, en muchos
casos, el acceso a justica, a un factor más que profundice la vulneración de
derechos.

11
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12
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Schiffrin, ( comp..) Mediación, una transformación en la cultura, Buenos
Aires, Editorial Paidos.

13
“EXPERIENCIAS EN MEDIACIÓN Y
VIOLENCIA FAMILIAR EN
BUENOS AIRES - ARGENTINA.
LA MEDIACIÓN COMO RECURSO DE
INTERVENCIONES
DEMOCRATIZADORAS EN LAS
RELACIONES DE PODER”.

Dra. BERARDO, Ema emaberardo@yahoo.com.ar

Dra. GRECO, Silvana


sgreco@fibertel.com.ar

Lic. VECCHI, Silvia


blancovecchi@copetel.com.ar
Índice:

1. Introducción

2. Condiciones de Posibilidad de la Mediación

3 El Valor de la mediación en la Restitución y Mantenimiento de la


Palabra

4. Desafío y Preocupaciones Actuales

5. Referencias Bibiográficas

2
EXPERIENCIAS EN MEDIACIÓN Y VIOLENCIA FAMILIAR EN
ARGENTINA. LA MEDIACIÓN COMO RECURSO DE
INTERVENCIONES DEMOCRATIZADORAS EN LAS RELACIONES
DE PODER1.

“Desenmascarar la simulación de los poderosos resiste


un poco más su poder y por eso ”los tiranos tiemblan
ante los bufones y los dictadores prohiben los diálogos
dentro del café”. Durante las fiestas del Carnaval en el
Medioevo, las clases populares celebraban disfrazándose
de cortesanos, obispos y ridiculizando rituales, ideas,
ideales y costumbres. El Carnaval permitía despojar de
su poder a los poderosos para dárselos a los desposeídos
(Harvey Cox).

Ponencia

"La mediación, en tanto espacio intencionalmente organizado para facilitar


conversaciones y negociaciones facilitadas profesionalmente por un tercero, se convierte
en un proceso que por su particular organización, cuestiona las relaciones de poder
dentro de la familia. En el tratamiento de conflictos en familias atravesadas por
violencia doméstica puede constituir un dispositivo que, reconociendo las limitaciones
con las que se trabajará, permite crear condiciones que favorezcan la instalación de un
proceso de democratización de las relaciones" 2

1 .Introducción

En esta perspectiva los métodos de Resolución Adecuada de Disputas solamente se pueden


dar dentro de escenarios donde se promueva el diálogo, siendo la democracia el sistema
político que promueve dichas modalidades.

Los estudios sociológicos en la Argentina actual han determinado el impacto que las
medidas económicas de ajuste provocaron en las familias de nuestro país, ya sea en el
período de la dictadura de 1976-1983 o en la democracia ( 1983-2004), período este último
signado por gobiernos de disímil signo partidario y diferente intensidad en la aplicación de
medidas neoconservadoras.
1
Seguimos aquí las ideas desarrolladas por las autoras en el artículo Publicado en la "Revista Interddisciplinaria de
Doctrina y Jurisprudencia Derecho de Familia", Abeledo Perrot. Nº 24 . Febrero 2003.
2
Parte de las ideas que integran esta Ponencia tuvo voto favorable en la la Comisión de Familia. VII Congreso
Internacional .Derecho de Daños. Responsabilidades en el Siglo XXI. Octubre 2002. Buenos Aires.

3
Estos modelos han impactado en la familia argentina produciendo pobreza a nivel macro-
social, han anulado la permeabilidad social y han devuelto modalidades de reproducción
que obstaculizan su erradicación.

En las tres últimas décadas, la pérdida de cohesión social y familiar se incrementó en


general en la Argentina, tanto en dictadura como en democracia y no sólo comportó el
incremento de la desigualdad social sino la construcción e instalación de patrones de
interacción comunicacional desde el ejercicio del poder.

Actualmente nos encontramos atendiendo familias, que sin poderse explicar estos
fenómenos derivados de las políticas neoconservadoras que no dependen de sus decisiones
individuales, exhiben un entrecruzamiento de reclamos recíprocos entre sus miembros.
Frente a ello las estrategias familiares que guardaban dentro de su cultura resultaron
insuficientes y en muchas de ellas florecieron reacciones primitivas de violencia, como
respuesta a las demandas existentes entre sus integrantes.

Confirmamos a través de nuestra práctica, aquellas ideas desarrolladas en este campo, que
han afirmado que la familia atravesada por violencia doméstica presenta una notable
coincidencia con los discursos del autoritarismo.

Pensar en los dos niveles macro- social y micro- social , nos permitió sostener un espacio
de diálogo entre los operadores y su correlato institucional, para implementar el uso de la
mediación como recurso de esperanza para esas familias que se encontraban atravesadas
por distintos grados de violencia cotidiana en las relaciones entre sus miembros.

Para nuestra observación como operadores, lo macro- social y lo micro aparecían en el


proceso de mediación como figura y fondo en forma simultánea. En algunos casos, los
abogados y otras instancias institucionales en el cuidado de los derechos de sus clientes-
familias, ampliaban el escenario del conflicto familiar denunciando a una familia como
violenta sin que lo fuera o incorporando sus miradas personales sin darse cuenta del valor
de la construcción en sus interpretaciones y los impactos ocasionados por ello en las
familias.

La mayoría de las familias observadas se encontraban sosteniendo una guerra dentro de sus
propios hogares, cuyo principal indicador y a su vez sostén, era la dificultad para el diálogo.
A través del recorrido realizado con la práctica de mediación tratando conflictos referidos a
alimentos para sus hijos; visitas; permisos para salir del país, podemos afirmar hoy, que una
posibilidad de transitar un camino hacia el cambio por parte de estas familias, depende en
gran medida de escenarios donde se fomente el diálogo, ya que la esencia del diálogo
presupone un mutuo respeto. Cuando alguna persona no puede hablar, el escenario de la
mediación opera como un modo de inducción y desafío al silencio, ya que al mostrar el
operador interés y aceptación por aquello que el otro tiene para decir, convoca a hablar a
aquel que está silenciado.

4
Con el tiempo transcurrido en el ejercicio de la práctica de la mediación en familias
atravesadas por violencia doméstica, tenemos que reconocer que nos hemos tenido que
liberar de escuelas de formación y hemos ido acuñando intervenciones apropiadas para
cada familia sin ser ortodoxos en la aplicación de una sola escuela.

Las experiencias de quienes efectuamos estas aproximaciones investigativas han sido muy
diversas, también lo son nuestros contextos. Durante muchos años hemos trabajado en
forma independiente operando con las familias ya sea con intervenciones de facilitación,
de asesoramiento o acompañándolas en procesos de ruptura o en espacios terapéuticos.
Entre nosotras, las autoras y las distintas instituciones a las que pertenecemos, hemos
compartido y lo seguimos haciendo, espacios de formación, de ejercicio, con un intenso
intercambio acerca de estrategias de mediación e instrumentaciones de técnicas
facilitadoras.

Compartimos el mismo interrogante: cuáles serán recursos en este caso para esta familia,
cuál se vuelve más pertinente sabiendo de la necesidad ineludible que ellas tienen de
encontrar un espacio que les permita iniciar un camino democratizador de estas relaciones.
Acuñamos esta expresión inspiradas en Guiddens3, quien apunta que la ampliación de la
democracia en la esfera pública ha sido mayormente un proyecto masculino, mientras que
en la democratización de la vida personal, las mujeres han jugado el papel más importante.
Este aparece como un proceso menos visible, en parte porque ocurre puertas para dentro,
pero con implicaciones tan profundas como las que se realizan en la esfera pública.

La democratización de la vida privada se vincula con el establecimiento de relaciones libres


e igualitarias entre los individuos y con relaciones de poder horizontales, no sometidas a
contratos rígidos, basados en la complementariedad de roles y en la especialización de
cada uno de los partner de acuerdo a sus capacidades, más allá de ser padres o madres,
centrándose más en prácticas de negociaciones cotidianas.

A partir de nuestra experiencia hoy podemos afirmar, que la mediación en tanto espacio
intencionalmente organizado para crear condiciones que permitan conversaciones y
negociaciones facilitadas profesionalmente por un tercero, puede ser un lugar para que el
grupo familiar pueda iniciarse en un proceso que por su particular organización ,
cuestiona las relaciones de poder dentro de la familia, y reconociendo las limitaciones
con las que se trabajará, favorezca la creación de condiciones para la instalación de
procesos democratizadores de las relaciones entre sus miembros.

Para ello y con el reconocimiento de una cantidad de pautas de establecimiento de circuitos


de poder (históricos, culturales, políticos, institucionales, etc.), uno de los temas que hoy
nos ocupan es pensar cómo no ser simples “replicadores” de esos circuitos preestablecidos
en las familias, en los servicios desde los que operamos al momento de intervenir.

3
Giddens, Antony “La transformación de la identidad”. Taurus. 1999.

5
En otro aspecto observamos la forma fragmentada de trabajo que hace que esta familia
deambule por operadores sin poder lograr mucho con ninguno. Hizo una denuncia penal,
un juicio civil, se atiende individualmente en un servicio de salud y luego recae en otro
servicio jurídico gratuito que lo envía a mediación y podemos nuevamente escuchar todo
ese camino recorrido. Recordamos que en una experiencia de campo, en la ciudad de
Buenos Aires4, dos tercios de los casos en que se realiza mediación, han pasado
previamente por procesos de intervención judicial así como también de salud.

De modo que otro de nuestros interrogantes que dejamos planteados en este Foro, es como
articular las acciones de los distintos servicios en las intervenciones de ayuda a estas
familias. Cómo conformar una red que se retroalimente y se fortalezca aumentando a su vez
la contención y eficacia en la atención y tratamiento que la sociedad ofrece a estas familias
que padecen la violencia en sus interacciones cotidianas.

2. Condiciones de posibilidad para la mediación

Actualmente en la Argentina, a partir del incesante crecimiento del movimiento de


Resolución Alternativa de Disputas que tomó fuerza en la década pasada y que tuvo un
impulso considerable a través de la implementación de la mediación como instancia
obligatoria previa a iniciar acciones judiciales civiles en Capital Federal5, existe una
proliferación de distintos servicios de mediación, tanto públicos como privados6. En los
mismos se atiende un gran porcentaje de casos de conflictos familiares con distintos grados
de atravesamiento de violencia.

Existen algunos consensos entre quienes trabajamos en este campo, respecto de algunos
aspectos e indicadores que se observan en aquellas situaciones en que la mediación opera
como un espacio diferente y útil para la construcción de conversaciones habilitantes para la
toma de decisiones entre los miembros de estas familias.
No se admite un caso en mediación con el objetivo de negociar la conducta violenta, sino
para producir un diálogo donde los miembros de la familia protagonicen decisiones acerca
de la forma en que cada uno contribuirá a las necesidades de sus hijos; del tiempo que el

4
Sobre la práctica que se viene realizando en el Centro de mediación dependiente de la Dirección de Promoción de
Métodos Participativos de Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Argentina. En un lapso de 6 meses,
sobre 190 casos en los que se ha requerido mediación en conflictos familiares, 53 tienen atravesamiento de violencia
doméstica. De ese número, en dos tercios de los casos, se habían iniciado causas judiciales enmarcados en la Ley de
Violencia Doméstica; un tercio en tipologías penales y un tercio se había realizado denuncia policial
2.Ley de Mediación Prejudicial Obligatoria Nº 24.573 que rige desde el año 1995 en Capital Federal y que establece que
toda demanda por alimentos entre parientes, debe tener un proceso de mediación previo, ampliándose por acordada de la
Cámara Civil de la Capital Federal, a las referidas a Visitas y Tenencia de hijos.
3. En la Ciudad de Buenos Aires algunos Centros dependen del Miniterio de Justicia y Derechos Humanos; otros de
Mediación Comunitaria en los Centros de Gestión y Participación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; otros
donde los aspirantes a abogados realizan su práctica profesional del Servicio de Asistencia Jurídica Gratuita de la
Universidad de Buenos Aires; otros de asociaciones profesionales como los dependientes del Colegio Público de
Abogados; del de Ciencias Económicas; de la Asociación Central de Arquitectos. Asimimo algunos poderes Judiciales
provinciales como Mendoza, Chaco, Rio Negro han organizado centros de Mediación anexos al Tribunal. Varias ONG
tienen organizados servicios de mediación que también atienden casos con esta conflictiva familiar -por ej. AIGLE;
Fundación Retoño; entre otros-.
6
padre no conviviente estará con ellos; de la atribución del hogar, etc. Para las decisiones
referidas a reorganizar los recursos familiares, estando separada la pareja entre los padres.
De modo muy general y sin entrar en su análisis en este momento, podemos decir que
aparecen condiciones de posibilidad para la toma de decisiones en mediación de las
cuestiones anteriores, cuando la interacción comunicacional violenta entre los miembros de
la familia los ubica funcionando simétricamente, de modo que la violencia es ejercida
alternativamente en forma recìproca. Familias en que los roles de víctima y agresor no
están polarizados, ni fijos, y cada vez pueden ser asumidos indistintamente por uno u otro
de sus miembros.

En casos con interacción violenta complementaria, cuando clara y reiteradamente uno de


los miembros es quien ejerce el poder y el otro quien lo padece, se torna necesario explorar
si los sujetos que la sufren tienen conciencia de la utilización de la fuerza y pueden
comenzar a poner límites claros a las situaciones de abuso (por ejemplo haber cesado en la
convivencia, solicitado la intervención de algún servicio profesional, policial, judicial, etc).
Mejor aún si se encuentran en franco camino de buscar modificar la interacción, por quien
es objeto de los abusos y agresiones.

También son aspectos relevantes a explorar en las instancias de admisión, si los episodios
violentos son actuales o pasados, así como si están acompañados a la mediación de
profesionales que comprenden la temática. (Cárdenas; Diaz Usandibaras 2001; Berardo-
Greco-Vecchi 2002).

En los distintos servicios que ofrecen la mediación también para casos en los que existe
volencia doméstica, así como en los programas de formación de mediadores, se consideran
ciertas pautas para la admisión del caso a mediación. La realización de un perfil de
violencia siguiendo un protocolo elaborado especialmente; asegurar la ausencia de riesgo
para la salud o vida de la víctima; organizar la espera en lugares separados; solicitar
acompañamiento de profesionales abogados de ser posible especializados; utilización
preferente de sesiones privadas para la mediación y la capacitación especializada en los
mediadores ” (E.E.U.U. Estándares éticos de la Academia de Mediadores familiares;
Manual de Entrenamiento en Mediación Familiar, Fundación Libra y Fundación Interfas
1993).

3. El valor de la mediación en la restitución y mantenimiento de la palabra

En el campo de las familias con que trabajamos, los procesos y las dinámicas relacionales
pueden estar fuertemente marcadas por desajustes, desorganización y disfuncionalidad que
se manifiestan en requerimientos teñidos también por disonancias culturales, procesos de
inmigración, cuestionamiento de valores, dificultades múltiples y complejas.

Se trata de grupos familiares que experimentan el sufrimiento asociado a la emergencia de


problemáticas psicopatológicas o de aquéllos en los que las relaciones y los lazos se fundan
sobre la violencia y el abuso asociados a formas diversas de violencia cotidiana.
7
Estas familias necesitarán de los servicios para ser ayudadas e interrumpir la espiral de
disfuncionalidad, sufrimiento e impotencia en la que se precipitaron y en esas
circunstancias el operador que intervenga se verá seguramente cuestionado por el
descubrimiento de que es parte de un contexto más amplio y sumamente restrictivo.

El proceso de mediación se encuentra mantenido en innumerables conversaciones en las


que intervenimos, y a la vez, puede ser descripto, como un proceso facilitador de
conversaciones a través de un operador especialmente capacitado para ello.

Es responsabilidad de mediador construir el contexto para una conversación con un enfoque


colaborativo para la negociación que emprenden las partes. Ellas ingresan al proceso
acusándose, defendiéndose o justificándose del por que no, tratando de distribuirse la
sustancia tironeando de ella. El mediador reformulando y legitimando va proponiendo la
colaboración como forma superadora de la primera aproximación antagónica en que las
partes se colocan.

En los procesos de mediación el lenguaje ocupa un lugar central, en él se da la posibilidad


de aprender el sistema de valores y creencias que ellos traen.

En esta línea de análisis del poder del lenguaje para crear y reconocer realidades, es
fundamental el cuidado del propio lenguaje del mediador. Su rol y encuadre de trabajo le
requiere la necesidad de conocer y reconocer el punto de vista de cada una de las partes,
una capacidad de escucha del lenguaje del cliente apoyada en una verdadera curiosidad por
esos puntos de vista y los dilemas que se enfrentan en la toma de decisiones. Así como
también se torna relevante el mantenimiento de la pregunta permanente acerca de si la
colaboración que el proceso de mediación propone, se podrá instalar con estas partes en ese
espacio a fin de ir delineando acuerdos para el futuro.

Las familias atravesadas por violencia doméstica ingresan al proceso de mediación por
muchas razones, pero lo usual es que han llegado a un punto de quiebre comunicacional,
han perdido la capacidad de diálogo y han perdido el sentido de competencia y de dominio
sobre la situación planteada.

En lo que refiere al cuestionamiento de pautas de abuso de poder, el cambio cultural que


implica la mediación abarca a los modelos de género, de autoridad, importando un lento y
trabajoso cambio de pautas de convivencia a través del repensar las relaciones, imponiendo
una nueva dinámica más flexible que incorpora la voces de madres y de padres en la toma
de decisiones y facilita el reconocimiento de las necesidades de los hijos.

La mediación refuerza la idea de recuperar y reinstalar recursos familiares propios


relacionados con el aumento de socialización, con la instalación de patrones de
colaboración, con el reconocimiento en la distribución de roles, con la visibilización de
circuitos de poder inhabilitadores, con el análisis de discursos de complacencia y de
sometimiento.

8
La familia atravesada por violencia doméstica que emprende un proceso de mediación y
logra cristalizar acuerdos en materia de alimentos, visitas o tenencia, experimenta el
tránsito por un espacio diferente de elaboración pacífica de los desacuerdos, que en muchos
casos, contribuye al descenso momentáneo de la violencia y en otros a recrear en la
instancia del diálogo, un espacio que junto con la posibilidad de apropiación, se instalará en
la pareja o en forma individual en cada sujeto, como una nueva posibilidad de
funcionamiento para conflictos futuros.

4. Desafíos y preocupaciones actuales

Motivadas por algunas observaciones recurrentes y partiendo de nuestra experiencia


múltiple de práctica en familia y en mediación, observamos la dificultad con que los
operadores sociales se encuentran para modificar las relaciones en las dinámicas
establecidas en las familias, cuando éstas se basan en el establecimiento de relaciones que
se organizan en circuitos de poder en contextos de violencia. Detectamos también que en
general las intervenciones judiciales aumentan o se imbrican dentro del mismo patrón
relacional sin encontrar posibilidades de cambio.

Podríamos reconocer una cantidad de pautas de establecimiento de circuitos de poder


(históricos,culturales,políticos,etc) y uno de los temas que hoy nos ocupa es pensar como
no ser simples “replicadores”, en los servicios desde los que operamos, de esos circuitos
preestablecidos en las familias, al momento de intervenir.

En este punto se torna relevante la formación de los distintos operadores aún mediadores
que intervengan en estas situaciones.

Cómo y qué formación nos ayudará a aumentar la capacidad para identificar argumentos de
abuso(amenazas, castigos), argumentos de poder (condenas,sometimientos, etc), así como
la responsabilidad en nuestros discursos (riesgos, derechos, obligaciones, peligrosidad, etc)
y la socialización (cómo se genera, por qué,consecuencias,efectos,etc).

Todas estas son cuestiones que en el campo de la violencia social se ven muchas veces
reforzadas socialmente en forma negativa (ocultamientos, incumplimientos, intolerancias,
disimulaciones, etc), y muchas veces a través de las intervenciones de los operadores
dispuestos para ayudarla.

En otro aspecto que nos ocupa, partimos de entender que ninguno de los sistemas de
intervención que ofrecen los servicios judiciales o de mediación o de salud, por sí solo, en
forma exclusiva o excluyente, da respuesta integral y adecuada a la conflictividad de las
familias atravesadas por violencia doméstica.

Creemos que estas familias deben ser acompañadas en su proceso de cambio por los
distintos servicios sociales con abordajes psicológicos, educativos, jurídicos y de
mediación, en forma simultanea y articulada.
9
La comprensión de que las distintas miradas son fuerzas interactivas en la red que incluye
a una familia, es una piedra angular para el trabajo en colaboración y esencial para no
operar con intervenciones contradictorias, reproductoras de funcionamientos fragmentados
y descalificatorios, a través muchas veces del uso del poder hegemónico de alguno de los
saberes, otras del poder institucional.

Si los profesionales pudiéramos aceptar nuestra interconexión y hallar modos apropiados de


resolver nuestras diferencias, aumentaríamos la eficiencia del sistema y mejoraríamos la
calidad de ayuda ofrecida a las familias, con el consiguiente beneficio social, ya que la
mancha de aceite no seguiría corriendo.

A través de estas cuestiones dejamos aquí planteados, en este Foro, nuestros interrogantes y
preocupaciones.

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Autoras
Ema Berardo, es abogada especializada en Derecho Familiar. Formada en Mediación en
la Nova University, Fort Lauderdale, EE.UU. agosto de 1993, Especializada en
Comunicación en M.R.I. Palo Alto –San Francisco- EE:UU: año 1996. Mediación y
Métodos de Resolución de Conflictos. realiza su práctica profesional como Mediadora con
exclusividad, en el 1er. Centro de Mediación del Ministerio de Justicia Seguridad y
derechos Humanos de la Rep. Argentina con 6.000 casos mediados, según constancias.
Facilitadora y docente del Programa Mediación en la Escuela que se dicta en un Centro de
Formación Docente a cargo de la Sec. De Educación del Gob. De la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires desde 1995 hasta la actualidad. Es investigadora en el área de Mediación en
Familias con Violencia Doméstica dentro del Centro de Mediación del Ministerio de
Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Miembro del Equipo de Facilitación de la Sec.
De Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde el 2000 hasta diciembre
del 2003. Docente universitario en Resolución de Conflictos dentro del área de Formación
para Docentes UNLA. desde 1999 hasta la actualidad Capacitadora en Resolución de
Conflictos en el marco de cooperación del Ministerio de Justicia de la Nación en
cumplimiento de convenios celebrados con las Provincias del mismo país y con otros
países, como El Salvador, Perú, Chile , Paraguay ,Uruguay. Expositora en el Seminario n*
22 del Consejo de Rectores Católicos de Buenos Aires, febrero de 2003 .Docente
contratado en la Universidad Católica de Ecuador en Mediación Escolar, julio de 2003,
Docente contratada por la Municipalidad de la Loc. De Azul- Prov. de Buenos Aires en el
dictado de Seminarios Taller de mediación escolar agosto y septiembre del 2003 Docente
invitado por la Universidad de Buenos Aires en el Posgrado de la Carrera de
Especialización en Familia que se encuentra a cargo de la Dra. Grosman –Violencia y
mediación, y en la Cátedra de la Da. Gladys Alvarez- Mediación Familiar, algunos aportes
en el Tema de Familias con Violencia Consultora por concurso de capacitación docente
Cámara de Comercio y el Banco Mundial : “ Evaluación Neutral Temprana” nuevas
tecnologías dentro de los Métodos RAD .Tiene trabajos publicados de la especialidad. Es
miembro del Comité evaluador para aspirantes al Registro de Mediadores de la Rep.
Argentina. Docente Invitado por el Ministerio de Educación de la Rep. .Argentina para
llevar adelante el Plan de Mediación escolar a nivel Nacional. Nov. 2003. Tallerista en el

13
Forum de las Culturas Barcelona –España junio del 2004 Violencia Domestica y
Mediación

Silvana Greco: abogada ,mediadora, formadora e investigadora en Métodos de Resolución


Alternativa de Disputas ( Ministerio de Justicia y Derechos Humanos),Fundación Libra,
Instituto de Investigaciones de la Justicia PUD,BID, AID y Banco Mundial) Docente titular
de mediación en la carrera de Derecho de la Universidad de Ciencias Sociales y
Empresariales ( UCES)

Silvia Vecchi, licenciada en Psicologìa, Especializada en resolución de Conflictos y


Comunicación, Diplomada en Estudios Avanzados Filosofía, Etica y Política Univ. De
Barcelona. Se desempeña actualmente como mediadora, Facilitadora y entrenadora.
Consultora e Investigadora en Temáticas de Prácticas Sociales de resolución Alternativa de
Conflictos, Familia y Organizaciones. Integrante de equipo interdisciplinario para el
tratamiento de temáticas mencionadas ( Fundación Interfas,Fundaciòn Lira. Universidad de
Buenos Aires, ministerio de Justicia de la Nación, Hospital Paroissienne, La Matanza,
Poderes Judiciales, Colegio de Abogados, Instituto de Investigaciones para la
Justicia,PNUD,BID Banco Mundial y AID) Tallerista en el Forium de la s Culturas en
Violencia y mediación Junio del 2004

14
MEDIACIÓN Y VIOLENCIA FAMILIAR

ttp://www.mediadoresenred.org.ar/index.html

EN EL CONTEXTO JUDICIAL

Carolina Gianella
Sara Curi

INTRODUCCION

A lo largo de los últimos tres años, hemos trabajado como mediadoras familiares, en un servicio
de mediación incorporado a la Justicia de Familia de la Provincia de Mendoza, realizando
mediaciones en una etapa pre-judicial, en temas de tenencia, alimentos y visitas de hijos menores
de edad.

Cada una de nosotras ha realizado un promedio de ochocientas reuniones de mediación,


procesos dados en las más diversas situaciones de crisis de divorcio, y en un contexto particular,
como es el que se constituye cuando la mediación es una etapa prevista judicialmente. Se trata
de mediaciones que se realizan dentro del ámbito de los Juzgados de Familia, entre partes que -
en la mayoría de los casos - llegaron buscando a un juez, y que aceptaron participar en una
mediación, que es aún una práctica profesional en general desconocida, y que se encuentra en
nuestro medio en pleno proceso de la construcción social de su identidad.

Cuando empezamos a trabajar, nuestro servicio no tenía precedentes en el país, y el rol de


mediadores era nuevo para todos nosotros. Nuestros primeros mapas de acción los construimos
desde una formación básica en mediación y una especialización en mediación familiar, y la
experiencia que cada uno de nosotros había tenido dentro del sistema judicial, como abogados
litigantes, funcionarios judiciales, y la práctica psicológica desde los consultorios de los Juzgados
de Menores.

Fue la misma experiencia la que demandó la complejización de nuestros mapas de acción, desde
las situaciones concretas que se nos presentaban y los interrogantes que planteaba el quehacer
cotidiano.

Una de estas situaciones específicas que la práctica diaria nos presentó fue la de la violencia
familiar.

La violencia familiar es un fenómeno altamente complejo, sobre el cual contamos, por lo menos,
con cincuenta años de investigación e intervenciones específicamente diseñadas desde
diferentes disciplinas. El abordaje terapéutico y judicial de la violencia familiar - como los más
tradicionales, los más utilizados y sobre los cuales existe mayor investigación relativa a resultados
-, encuentran cotidianamente serias dificultades para actuar, desde roles que posibiliten el cambio
hacia un bienestar de todos los miembros de la familia en cuestión. Esta labor cotidiana se
caracteriza por un alto grado de incertidumbre sobre la evolución de la crisis familiar y sobre la
eficacia de las acciones que buscan ayudar a la familia.
Mirando hacia atrás, creemos que en nuestra experiencia, la novedosa implementación de la
mediación dentro del sistema de justicia, surgió como alternativa de contención para tantos casos
de violencia familiar que no encontraban solución.

En nuestros inicios, no sólo nos encontrábamos con los casos que llegaban a la instancia
prejudicial - por demandas de tenencia, alimentos y regímenes de visitas -, en los que, ya iniciada
la mediación, se evidenciaba una trama relacional muy particular, dada por una historia de
violencia en la pareja. También empezamos a recibir casos especialmente derivados de los
Juzgados de Familia, que se caracterizaban por largas historias judiciales que no lograban
contener los conflictos ligados a la violencia familiar.

En muchos casos nos propusimos generar en el marco de la mediación un nuevo ámbito de


esperanza, intentando junto con las partes buscar soluciones que no habían podido ser
contempladas en el ámbito judicial o que, desde la etapa prejudicial, podíamos suponer que no
surgirían como opciones en un expediente.

El presente articulo pretende analizar, desde nuestra experiencia, la viabilidad de la mediación


en contextos de violencia familiar. Este análisis lo hemos desarrollado revisando algo más de tres
años de trabajo concreto, evaluando los resultados de nuestras intervenciones, y aplicando
algunos modelos teóricos sobre la violencia familiar, que respondieron interrogantes que la
práctica nos planteo

Vamos a trabajar sobre situaciones de violencia en la pareja, y no abordaremos la problemática


específica de la violencia hacia los hijos, que entendemos requiere partir de algunos supuestos
específicos, tanto psicológicos como legales. A la vez no desconocemos que la existencia de una
relación violenta entre los padres, necesariamente afecta el desarrollo psicológico y el proceso de
socialización de sus hijos, y que este es un aspecto que complejiza hondamente la problemática
de la violencia en la pareja

ANALISIS DEL CONTEXTO

Estela y Daniel llegaron al Cuerpo de Mediadores, cada uno con su abogado, derivados por la
Mesa de Atención y Derivación en cumplimiento de la etapa pre-judicial, ante una demanda de
Estela por la tenencia de sus hijas de 7 y 5 años. Durante la primera reunión, el mediador se
explayó en una explicación del proceso de mediación y una detallada descripción de sus
bondades, frente a dos partes que se mostraban indecisas para aceptar la mediación como una
alternativa al juicio. Después de dos horas de trabajo, Estela y Daniel aceptaron la propuesta de
la mediación y sus primeros relatos plantearon un conflicto vinculado con la tenencia de sus hijas
- que ambos padres querían - y con una división de bienes, pretendida desde dos versiones
totalmente diferentes en cuanto a qué bienes debían entrar en la división y sus respectivos
orígenes. Acordaron seguir trabajando en una segunda reunión, ya con una agenda consensuada
de trabajo. El día del segundo encuentro, Estela y su abogada pidieron una primera reunión
privada. Atentamente, el mediador escuchó el relato de Estela. Al salir de la primera reunión de
mediación, Daniel había seguido a Estela hasta la parada del colectivo, donde no había nadie
más. Acercándose desde atrás, la rodeó por la cintura, y le apoyó la punta de una navaja en su
vientre, diciéndole "... vos ya la conocés y sabés que corta bien, y si te abro, la ambulancia no
llega a tiempo. Abrís la boca en la próxima reunión y mostrás un solo papel de los plazos fijos y
no contás el cuento."

Silvia y Mario decidieron participar en una mediación, con el objeto de resolver la tenencia, la
cuota alimentaria y el régimen de visitas de su hija Luciana. Durante la primera reunión, Silvia
relató una larga y difícil historia de violencia entre ellos, mientras Mario asentía sin palabras. Era
una historia que había resultado sumamente dolorosa, y ambos plantearon que necesitaban
dejarla atrás. Como primer paso, acordaron que Mario no iba a volver a la casa, de la que se
había retirado hacía dos días después de muchas y muy duras discusiones sobre la separación, y
para que Silvia se sintiera más segura, Mario le entregó su llave. Con un acuerdo provisorio de
visitas para que Mario y Luciana se encontraran, quedaron en reunirse nuevamente para seguir
trabajando en la mediación dos semanas después. Unos días antes de la fecha de la reunión,
Silvia habló telefónicamente con la mediadora. Mario había entrado la noche anterior a la casa por
una ventana del primer piso. Estaba furioso. La había golpeado gritándole que él no se iba a ir de
su casa, y la había forzado a tener relaciones sexuales. Silvia le preguntó a la mediadora qué
debía hacer.

Son dos relatos que en nuestra experiencia no se destacan sobre tantos otros parecidos. Son dos
historias que nos introducen en una trama de relaciones en la que muchas veces hemos entrado
como mediadores, y en las que la dinámica de la mediación y los resultados obtenidos no han
sido los mismos que se han producido cuando las relaciones familiares no involucraban la
violencia.

Partimos de algunas primeras preguntas ingenuas:


¿Por qué la propuesta de la mediación traía muy buenos resultados en la conducción de los
conflictos de una separación conyugal cuando no había una historia de relaciones violentas, y no
resultaba del mismo modo cuando trabajábamos con parejas que sí traían una historia de
violencia?

¿Por qué la dinámica de la mediación no contenía las mismas situaciones propias de una
separación conyugal en estos casos, y sí en otros que no se caracterizaban por la violencia?
Nos resultaron útiles algunas ideas que propone Leonardo Schvarstein en su artículo "La
mediación en contexto" (en J. Gottheil y A. Schiffrin - compiladores - Mediación: una
transformación en la cultura, Buenos Aires, Paidós, 1996), para comenzar nuestro análisis
partiendo de una descripción de los contextos que se entrecruzan cuando observamos la
dinámica de la mediación en contextos de violencia familiar.

Dice Schvarstein:
"... Ninguna técnica excede en sus resultados los límites que le impone el contexto en el cual se
utiliza. Por el contrario, la aplicación de cualquier técnica con independencia de su adecuación al
entorno amplio en el cual transcurre, suele acarrear consecuencias negativas." (ob. cit.)
Tomamos esta idea para pensar en términos de contextos. En principio, cómo podíamos
caracterizar el contexto relacional que la mediación propone y en qué contexto relacional
entrábamos cuando trabajábamos con una pareja que había incorporado la violencia dentro de su
repertorio habitual de conductas.

Entonces pensamos cuáles son los supuestos sobre los cuales se organiza el proceso de
mediación, o bien, cuál es el contexto relacional que tiende a generar y consolidar entre las
partes. Básicamente, podemos afirmar que la mediación promueve y se apoya en el protagonismo
de todas las partes, la imparcialidad del mediador, la confidencialidad del proceso, la cooperación
y colaboración de todos los participantes, la búsqueda de la generación de confianza y consenso
entre ellos, el alcance de un compromiso a través del respeto mutuo y de la consideración mutua
de los intereses de cada uno, la libertad de decisión y la solidaridad.
Este mínimo análisis de supuestos nos planteó interrogantes en un sentido teórico y en un sentido
práctico.

En primer lugar, ¿cómo podía describirse la trama relacional de Estela y Daniel o de Mario y
Silvia? ¿sobre qué reglas se organizaban sus relaciones? y ¿cómo podían ensamblarse sus
supuestos relacionales con los que la mediación les proponía?
En términos prácticos nos preguntábamos ¿cuál era la posibilidad cierta de protagonismo en la
negociación entre Estela y Daniel si Estela había sido amenazada de esta forma?, ¿cuáles eran
sus posibilidades de decidir libremente?, ¿qué podía significar para Daniel, para Es tela, para
Mario y para Silvia la cooperación, la colaboración, la consideración mutua de los intereses de
cada uno, o la solidaridad, si sus historias admitían navajas, golpes y vejaciones?, ¿qué
implicancias tenía en estas historias la imparcialidad del mediador?, ¿era posible la
confidencialidad en estas situaciones?, ¿alguien podía pedirle a Estela que confiara en Daniel?
¿desde dónde y para qué?, ¿cuáles eran los intereses de Mario que la mediación le propondría a
Silvia que tuviera en cuenta?

EL CONTEXTO DE LAS RELACIONES VIOLENTAS

Partiendo de las teorías ecológicas, entendemos que la violencia familiar responde a una
multicausalidad, es decir a los efectos interactivos entre múltiples factores y sistemas (individual,
familiar, comunitario, cultural). Diferentes autores han desarrollado, dentro de la concepción de las
teorías ecológicas, diversos modelos teóricos que permiten entender el fenómeno de la violencia
familiar. Si bien existen conceptos comunes, podemos pensar que cada autor focaliza en alguno
de los factores y o sistemas que intervienen en la multicausalidad. Excede las pretensiones de
nuestro análisis el desarrollo de estos diversos modelos, sin dudar de la riqueza conceptual y la
utilidad de las herramientas de intervención qua cada uno propone.

Hemos tomado el modelo que proponen Reynaldo Perrone y Martine Nannini (Violencia y abusos
sexuales en la familia. Un abordaje sistémico y comunicacional. Buenos Aires, Ed. Paidós, 1997),
porque nos resultó esclarecedor en la búsqueda de un mapa que nos permitiera entender el
contexto de las relaciones violentas.

Este modelo teórico se caracteriza por un enfoque interaccional, describiendo los circuitos
comunicacionales que sostienen la violencia. No busca los motivos de la existencia de la
violencia, sino que describe un juego relacional particular que la hace posible y que la sostiene en
la historia de las relaciones familiares. Por otro lado, los autores utilizan en su análisis de las
relaciones violentas, conceptos intrapsíquicos, relacionales y sistémicos, integrados de tal modo
que nos resultó útil como modelo explicativo de la complejidad de estas historias.

En este enfoque interaccional, el foco de observación está dirigido a los aspectos


comunicacionales del fenómeno de la violencia familiar, concibiéndolo como una secuencia de
transacciones en la que todos los participantes son actores responsables en la interacción. Estas
transacciones, en la repetición, se establecen como una pauta o regla de relación en el sistema.

Vamos a describir algunas características distintivas que ofrece este modelo, para luego continuar
nuestro análisis particular de su ensamblaje con el contexto propuesto por la mediación.
En primer lugar, siguiendo a los autores, definimos el acto violento como "todo atentado a la
integridad física y psíquica del individuo, acompañado por un sentimiento de coerción y peligro"
(ob. cit.), y tomamos esta definición porque entendemos que traduce las experiencias que hemos
escuchado en nuestras mediaciones. El componente "objetivo" de atentado, como violación de un
límite individual y personal, está acompañado por un componente subjetivo determinado, dado
por los sentimientos de coerción y peligro, que entendemos intentan resumir una gama de
sentimientos muy específicos que surgen en las conversaciones que hemos mantenido en
mediación.

Nos vamos a ocupar entonces de relaciones de pareja que incluyen actos violentos en el sentido
en que los hemos definido. Y su inclusión se da de determinada manera en la historia de las
relaciones de la pareja. Cuando hablamos de relaciones violentas, nos referimos a una trama
relacional histórica, organizada según determinadas reglas que dan cabida y sostienen actos
violentos, y que se repiten una y otra vez, de tal modo que se pueden observar como reglas
estables de relación.
Ninguna relación humana con historia se desenvuelve en forma azarosa, sino que se organiza
según reglas o pautas. En la historia de todo sistema de relación, determinadas interacciones se
repiten en el tiempo. Es esta repetición la que las constituye en reglas o "modos preferidos" de
relación dentro del sistema en cuestión, porque éste no se va a comportar de cualquier manera,
sino en forma organizada en base a estos modos ya conocidos y probados en la interacción.
Haya sido explicitado o no, si en una pareja, el que siempre toma decisiones respecto a la
administración económica de la familia es él, la repetición del mismo tipo de interacción en esta
área de convivencia familiar, define para el observador del sistema, una regla que podría
describirse como "en esta área de convivencia, esta pareja mantiene una relación
complementaria en la que él decide y ella acepta". Una vez que las reglas están establecidas, el
sistema las mantiene si permiten determinado equilibrio, o son modificadas en nuevas
interacciones que redefinen las relaciones.

Las relaciones que incluyen la violencia no escapan a esta forma de organización, según reglas
que se instauran en la historia de interacciones.

Los autores plantean que las relaciones familiares violentas no constituyen un fenómeno
indiscriminado o multiforme, sino que, por el contrario, muestran determinadas pautas
organizadas de interacción, que se pueden categorizar en dos posibles formas:
La violencia agresión es una forma de relación violenta que se construye sobre una pauta
simétrica, es decir, una pauta de relación en la que A y B se encuentran en una actitud de
igualdad y de competencia. Si A emite determinada conducta, B va a responder con otra conducta
que lo ubique en un plano de igualdad respecto de A, reivindicando cada uno para sí el mismo
status en la relación con el otro.

La violencia castigo es el otro modo diferenciado por los autores, y se construye sobre una pauta
complementaria, es decir una relación en la que ambos actores han acordado una diferencia entre
ellos y una relación de mutua adaptación. Ambos aceptan que no tienen un mismo status en la
relación, y que mientras uno propone el otro acepta.
Ambas formas se caracterizan a la vez, por la rigidez en la utilización de sus pautas, rigidez que
se confirma en la observación de las relaciones a lo largo del tiempo, repetitivas y casi
estereotipadas, mostrando cada uno de estos modos una dinámica particular.

En la violencia agresión, la violencia aparece como "un intercambio de golpes", y la escalada


desemboca en una agresión mutua. Dicen los autores que no importa que uno sea más fuerte
físicamente que el otro, porque la verdadera confrontación está ubicada en el nivel existencial. La
violencia es bidireccional, recíproca y pública, porque no hay una intención de ocultamiento. La
identidad y la autoestima están preservadas, porque existencialmente el otro es reconocido como
otro. Los episodios violentos son vividos como distónicos, y los actores muestran su preocupación
y su voluntad de cambio.

En la continuidad de esta pauta, las escaladas se detienen cada tanto en una "pausa
complementaria". Dicen los autores "... El que ejecutó el acto violento pide perdón, pasa a la
posición baja y puede encargarse de curar al que sufrió la violencia. Este abandona
momentáneamente el enfrentamiento y acepta que lo atiendan" (ob.cit).

Esta pausa comprende dos momentos: la aparición del sentimiento de culpabilidad, que es el
motor de un movimiento de reparación, y un segundo momento de comportamientos reparatorios
que resultan en un mecanismo de olvido, minimización, desculpabilización y
desresponsabilización de la violencia, que mantiene un mito de armonía y solidaridad.

Generalmente, durante esta pausa es posible la intervención de un tercero. La pareja busca


ayuda terapéutica u otro tipo de intervención social. Cuando con la ayuda de un tercero, la pareja
puede empezar a hablar sobre la violencia, paradójicamente ellos sienten que ya no lo necesitan
porque han recuperado un sentimiento de equilibrio y un convencimiento de que los actos
violentos no volverán a repetirse.

La violencia castigo se inscribe, como dijimos, en el marco de una relación desigual, y se


manifiesta en forma de golpes, humillaciones o privaciones. Uno de los actores se posiciona en
una condición de superioridad respecto al otro, y se siente con derecho a infligirle un sufrimiento,
que desde su construcción de la realidad, el otro merece y debe recibirlo sin rebelarse. El que
actúa la violencia se define como existencialmente superior, y el otro por lo general lo acepta. La
relación se caracteriza por una diferencia de poder, que puede ser a veces tan grande que el que
se encuentra en la posición baja no tiene más alternativa que someterse contra su voluntad.

En este tipo de interacción la violencia es entonces unidireccional, íntima y no tiene pausa. Ambos
actores sostienen un sistema de creencias según el cual quien emite la violencia debe actuar así
y quien la recibe está convencido de que debe conformarse con lo que le imponen. La violencia
permanece escondida y nadie habla acerca de ella en el exterior, y de este modo, el acceso de un
tercero es mucho más difícil y requiere estrategias de inclusión diferentes al caso de la violencia
agresión.

Mirando el nivel individual, resulta que ambos actores tienen una muy baja autoestima. Quien
recibe la violencia tiene comprometida su identidad, en tanto esta es definida por la mirada del
otro, para quien siempre algo falta. Ante esta mirada, el sentimiento de deuda respecto de quien
lo castiga lo lleva no sólo a aceptar golpes, humillaciones o privaciones, sino que también los
justifica. El actor emisor es a menudo rígido, carente de la posibilidad de empatía e impermeable
al otro y a su diferencia. La persona violenta desea modelar al otro "para que se vuelva como
debe ser", según un sistema de creencias rígido. Cada manifestación del otro que implique una
diferencia respecto de ese sistema de creencias, es vivida como una frustración intolerable, que
es necesario corregir.

En esta pauta se ve seriamente afectada la identidad de quien recibe la violencia, en tanto en el


contexto de la relación de pareja, se le niega el derecho a ser otro y diferente. Quien emite la
violencia, sólo tiene una mínima conciencia de la violencia y un confuso sentimiento de
culpabilidad.

LA MEDIACIÓN EN CONTEXTOS DE RELACIÓN VIOLENTA

Este mínimo desarrollo sobre la dinámica de la violencia familiar, nos permite establecer una
primera distinción: el contexto relacional de la violencia familiar tiene características que son
diferentes y particulares, comparado con contextos familiares en los que no se incluye la violencia
como una forma habitual de relación.

A la vez, dentro de este contexto, también se observan distintos modos de relación, que
establecen diferencias relevantes desde la perspectiva de la mediación. En nuestra experiencia,
hemos podido distinguir tres grandes contextos relacionales que incluyen la violencia. Las dos
formas descriptas por los autores, esto es, relaciones construidas sobre la simetría y sobre la
complementariedad, y lo que hemos llamado situaciones episódicas de violencia.

?? Violencia episódica

Las parejas que plantearon situaciones episódicas de violencia, ligadas a la crisis de la


separación, constituyen un contexto muy diferente comparadas con aquellas parejas en las que la
violencia es una pauta histórica y estable en su relación. Coincidimos en este sentido con el
planteo de Eduardo Cárdenas (Violencia en la pareja. Intervenciones para la paz desde la paz.
Buenos Aires, Ediciones Granica, 1999), en el que diferencia casos de violencia y casos con
violencia. Dice Cárdenas:
"La mayoría de las familias han pasado por episodios violentos. En el setenta por ciento de las
separaciones conyugales, por ejemplo, ha habido hechos violentos en los periodos
inmediatamente anterior y posterior a la separación. Muchísimas veces hay violencia en los
conflictos entre padres e hijos adolescentes, o cuando hay un enfermo mental en la familia. Estos
no son casos 'de violencia' sino casos 'con violencia'. No debe tratarse estos casos como 'de'
violencia, porque el foco no es esta, sino el divorcio u otros problemas. ... Valiéndose de esta
clasificación, el operador puede ayudar a la pareja más fácilmente a acordar una focalización
intermedia en un objetivo de crecimiento, en lugar de focalizar en su violencia. Su proceso de
crecimiento será el que le enseñe a hacer innecesaria la violencia. "

Los episodios de violencia ligados a la crisis de la separación han podido ser contenidos por el
encuadre de la mediación, como uno de los problemas a conversar durante el proceso. Las
diferencias más claras en relación a los casos en que la violencia es una pauta estable, aparecen
en el reconocimiento de ambas partes de los episodios violentos, en el malestar que han
generado en ambos, en la posibilidad de reflexión individual y conjunta sobre estas situaciones y
en la preocupación sobre el daño que puedan haber causado en cada miembro de la pareja y en
sus hijos. Los episodios de violencia han sido vivenciados como momentos de descontrol, y no
han aparecido argumentos que pretendieran justificar su irrupción.

En estos casos, creemos que la mediación ha contribuido a generar un contexto útil, que ha
ayudado a las partes a contener estas situaciones. Nuestro encuadre habitual de trabajo ha
ofrecido un espacio propicio para dialogar y para desenredar las discusiones, y los acuerdos
puntuales relativos a los hijos han sido posibles, sin diferencias significativas comparados con
mediaciones en las que no había una historia de violencia.

?? Violencia simétrica

Estimativamente, sólo un diez por ciento de los casos con historias de violencia en la pareja,
como pauta histórica y estable, se han correspondido con una pauta simétrica, mientras el otro
noventa corresponde a una pauta complementaria.
Hemos advertido diferencias significativas, desde el punto de vista del potencial de ayuda de la
mediación, entre ambas formas.

En los casos que identificamos como correspondientes a una pauta simétrica que, como ya
hemos dicho, han sido comparativamente pocos, hemos podido trabajar desde nuestro encuadre,
en procesos que creemos han colaborado, junto a otros movimientos, con un cambio en el juego
familiar.

Como lo describen los autores citados, la violencia es pública. Ambos miembros de la pareja
hablan de la violencia y de su participación activa en estas situaciones, y también en estos casos,
la violencia se ha incorporado como un tema en la agenda de trabajo. De diferentes modos, esta
trama relacional aparece como un mar de fondo de cualquier propuesta que las partes puedan
hacerse respecto a cómo reorganizarán sus relaciones post-separación.

Nos ha resultado útil la descripción de la pausa complementaria, manteniéndola durante la


mediación como una hipótesis con la que podemos contrastar algunos movimientos que se han
suscitado durante el proceso. Es decir, mantenemos la hipótesis de que la participación en la
mediación y la búsqueda de acuerdos para una supuesta separación, puedan constituir parte de
las acciones que la pareja está llevando a cabo como movimiento reparatorio del último encuentro
violento, y la posibilidad del diálogo y del reconocimiento mutuo de las necesidades, los temores y
los proyectos comunes e individuales, sirvan a la vez como mecanismo de olvido, de minimización
o desresponsabilización de la violencia.

Hemos dejado funcionar esta idea como un modo posible de significar algunos acercamientos
entre las partes. Es bastante frecuente que, habiendo podido hablar sobre la violencia y compartir
algunas ideas de reorganización de sus vínculos, frecuentemente la pareja llega a una segunda o
tercera reunión con la noticia de su reconciliación o con un sentimiento de armonía y de "final
feliz", respecto de los cuales nos hemos mantenido escépticos y cautelosos. Hemos procurado
mantener presente en la mesa de mediación la historia reciente y la reiteración de este
movimiento en la historia de la relación, y procuramos trabajar sobre qué cosas van a hacer si la
nueva reconciliación no resulta o si algunos de los acuerdos no funciona.

Otra idea más básica, que nos sirve como una guía en estos casos durante toda la mediación, es
la de no instalarnos, nosotros o el mismo proceso de mediación, como lo que Perrone y Nannini
describen como relais. "El relais hace las veces de puente (en ocasiones, con una acción
deformante) entre dos polos y además ejerce un control sobre la corriente que pasa..." (ob. cit.).
En términos relacionales, el relais es un tercero - persona o institución - que interviene en la
relación con la misión de detener la violencia. Si bien su intervención puede lograr que esta se
detenga momentáneamente, devolviendo al sistema un equilibrio sin violencia en lo inmediato, a
la vez no le posibilita avanzar por sí mismo hacia la construcción de nuevas reglas que dejen
afuera las relaciones violentas.

En referencia a la intervención social en situaciones de violencia familiar, continúan los autores


diciendo:
"... Tal vez la persona o la instancia que intervienen puedan parar la violencia, pero al mismo
tiempo evitan a las partes el tener que hacerlo por sí mismas. De este modo el sistema soslaya el
aprendizaje de los comportamientos de contención, y ya no necesita sus propios recursos para
detener la violencia. El relais condiciona la duración del sistema y se convierte por ende en parte
integrante de él. Al evitar los aprendizajes, el relais puede intervenir y debe seguir haciéndolo."

En muchos casos, las partes han acordado, además de cuestiones puntuales como tenencia o
cuota alimentaria, una consulta terapéutica o una orientación psicológica en este sentido. No
creemos que la mediación constituya un contexto capaz de abarcar la problemática de la violencia
para su resolución. Creemos que aún en este tipo de relaciones violentas, el contexto original del
conflicto en las relaciones de la pareja excede las posibilidades de contención de la mediación,
pero a la vez creemos que esta sí puede aportar un espacio donde es posible mirar la violencia y
hablar acerca de ella, para no perderla de vista en el intento de recuperar un equilibrio que resulte
funcional para toda la familia.

También nos parece interesante mencionar que en estas historias el reconocimiento mutuo entre
las partes en cuanto personas diferentes y la capacidad de cada uno de ellos de escuchar y de
tener en cuenta los intereses del otro, implica una diferencia importante como parte de "la
urdimbre" sobre la cual es posible tramar la conversación de la mediación. La posibilidad de
empatía está vigente en ambas partes y si la mediación logra ordenar la conversación, esta
contiene zonas desde las que es posible construir con las partes espacios de reconocimiento, de
responsabilidad y de compromiso con el bienestar de cada miembro de la familia.

?? Violencia complementaria

En nuestra experiencia, la violencia complementaria es la situación más frecuente con la que nos
hemos encontrado en las reuniones de mediación. A la vez, en la amplísima mayoría es el
hombre quien ejerce la violencia, y esta es ejercida física y psicológicamente. Hemos trabajado
con un porcentaje sumamente bajo de casos en que la violencia era ejercida por la mujer, y en
estos casos se ha tratado de violencia psicológica, en la que sin golpes de por medio, la
organización relacional y los sistemas de creencias funcionan con las mismas características
descriptas.

Recordamos un solo caso en más de tres años de trabajo, en el que un hombre abrió el tema de
la violencia, desde el reconocimiento de esta situación. Son las mujeres quienes lo plantean en la
mesa de mediación. El planteo ha aparecido en dos momentos diferentes. Como relato inicial, la
historia de violencia surge ligada a las causas de la separación, y en estos casos, generalmente,
ha habido una o más denuncias policiales previas, aunque no necesariamente una intervención
judicial efectiva. En otros casos, después de un intento de ocultamiento de esta parte de la
historia, surge el relato de la violencia. Muchas veces, se trata de mujeres que por primera vez la
hacen pública, y no siempre de forma directa y explícita, sino que la aparición de determinados
patrones conductuales y relacionales posibilitan una exploración específica, que procura la
apertura de la historia.

Las características más relevantes que hemos observado en estas mujeres son la confusión
respecto a qué quieren, a lo que está bien y lo que está mal, a sus sentimientos, a sus derechos,
y una gran desorientación respecto a qué hacer, a quién recurrir y a cómo conducirse dentro de lo
que aparece como un laberinto de caminos sin salidas. A la vez, hemos percibido un deterioro de
la autoestima, en una autoimagen de alguien incapaz de resolver la situación y de tomar
decisiones en forma autónoma, imagen que muchas veces aparece en sus relatos como
conformada y nutrida por la mirada de su ex - pareja. También es notoria la falta de información y
de asesoramiento específico en lo que hace a la problemática de la violencia y de los efectos de
la separación, tanto desde lo psicológico como desde lo legal.

El discurso habitual del hombre que ha ejercido la violencia hacia su pareja, refleja un intento
sostenido de ocultamiento, o, en su reconocimiento, aparece un esfuerzo de justificación o
minimización o desresponsabilización de la violencia, desde argumentos que dicen, por ejemplo,
"qué iba a hacer, si la encontré con otro", o "son las peleas de todo matrimonio", o "ella sabía lo
que iba a pasar, se lo venía avisando". No aparece una demanda de mediación, como un espacio
de negociación con su ex - pareja, sino que se plantea una dinámica de acusación y defensa, en
la que la estrategia es la denigración de ella, generalmente, en su capacidad materna, en su rol
de esposa y ama de casa, o, más profundamente, en su identidad de mujer. No nos ha sido
posible transformar la conversación hacia una dinámica que resulte en un reconocimiento de ella
como otro y de sus intereses. Aparece una incapacidad de empatía por parte de quien ejerce la
violencia y un abanico muy pobre de alternativas para la re-definición de la relación.

Creemos que, básicamente, en estos casos no existe ni ha sido posible generar durante el
proceso una demanda de mediación, y entendemos que el hecho de que trabajemos en el
contexto judicial hace una diferencia importante. En este contexto, una parte intenta defenderse,
negando o diluyendo la existencia de la violencia, mientras que la otra parte está buscando un
contexto de protección, desde donde alguien va a decidir por ella.

En muchas situaciones, ambas partes plantean en forma implícita o explícita que prefieren una
decisión judicial, desde lo que entendemos que son dos visiones diferentes, que a la vez forman
parte de una misma construcción de la realidad. La opción de la negociación no existe o es
mínima en la historia de la relación, y la decisión judicial entra en una pauta donde alguien que
tiene una jerarquía superior y que ejerce autoridad es quien puede dirimir la cuestión.

ALGUNAS IDEAS A MODO DE CONCLUSION

Lejos de pretender una conclusión acabada respecto a nuestra experiencia, y a la viabilidad de la


mediación en casos de violencia, podemos ordenar y sintetizar algunas ideas que resultan de
nuestra revisión.

En primer lugar, consideramos que es necesaria la distinción de la trama relacional de la violencia


como una trama diferente a la de una pareja sin violencia. Constituye un contexto particular, que
no puede ser entendido desde supuestos relacionales que son propios de relaciones familiares
que no incluyen la violencia.

En principio, creemos que todo mediador familiar necesita contar con una capacitación que le
permita identificar pautas estables de relación en la pareja que involucran la violencia. El
mediador familiar no está de ninguna manera exento de encontrarse con tales situaciones en su
mesa de mediación.

Si bien creemos que la decisión de ser un operador en violencia necesita partir de una elección,
que hace a una práctica profesional muy específica, la formación del mediador familiar requiere la
adquisición de algunas habilidades en relación a esta problemática, que mínimamente le permitan
identificarla y evitar intervenciones que lejos de resultar inocuas, puedan constituir intervenciones
iatrogénicas.

Nuestra experiencia nos ha presentado diferentes modos relacionales dentro de las parejas que
incluyen la violencia en sus vínculos, con diferentes implicancias en relación a la mediación.
Cuando las situaciones de violencia no constituyen una pauta estable en la historia de la pareja, y
los hechos episódicos de violencia están contenidos dentro de la crisis de la separación, la
mediación ha resultado un encuadre útil, que ha podido procurar a las partes un espacio de
reflexión y de negociación, incluyendo la violencia como un tema que forma parte de la crisis
actual, buscando alternativas para su conducción.

En estos casos, el contexto relacional habitual, estable de la pareja, no puede ser descripto desde
los supuestos de los contextos de relaciones violentas. La violencia aparece como hecho
episódico montado en la crisis de la separación. En estos casos, hemos podido aplicar nuestro
encuadre habitual de trabajo, en lo relativo al procedimiento y a las herramientas propias de la
mediación. La especificidad en relación a la violencia está dada por la capacidad del mediador
para hacer distinciones, que permitan definir los episodios violentos como parte de la crisis de la
separación, y no como una crisis estructural en sí misma.

La violencia simétrica y la violencia complementaria sí constituyen un contexto diferente, y en


nuestra experiencia también han presentado diferencias entre sí en cuanto a la viabilidad de la
mediación.

Entendemos que hay un factor esencial que hace a esta diferencia, y que está dado por la
capacidad de empatía vigente en los miembros de la pareja, y de reconocimiento existencial del
otro.

Esta capacidad vigente en los sistemas basados en la simetría, hace a un contexto con el cual la
mediación puede ensamblarse. En estos casos, ha sido posible hablar sobre la violencia durante
la mediación, y ha sido posible hablar del sufrimiento que genera, el de cada uno y el que pueden
reconocer en el otro.

Entendemos que la mediación puede ser un ámbito que colabore, junto a otros movimientos que
la pareja puede llevar adelante a partir de la crisis de la separación, hacia una redefinición de las
reglas de relación del sistema. La mediación otorga un espacio en el que, focalizados en una
reorganización familiar post- separación, la violencia puede ser definida como un problema que la
pareja quiere resolver, aunque no sea el encuadre mismo de la mediación el que pueda procurar
su resolución.

En este sentido, la hipótesis del relais ha sido útil al objetivo de mantener la violencia en el foco
de atención, y de prevenir intervenciones que puedan obturar salidas novedosas para el sistema,
generando un equilibrio momentáneo sin violencia, pero que las partes no van a poder sostener
en forma autónoma.

Por último, las relaciones violentas basadas en la complementariedad, muestran una trama
relacional que el contexto de la mediación en sí misma no contiene, ni tampoco con la que puede
ensamblarse desde su propuesta colaborativa.
El proceso y las herramientas de la mediación no son instrumentos adecuados para generar
modificaciones en este tipo de tramas. En estos casos la violencia forma parte de la identidad de
sus actores, incluida como modo relacional en un sistema de creencias que define y da identidad
a la familia y a cada uno de sus miembros, y hay un desfasaje entre el contexto relacional que
ellos han construido y sostenido a lo largo de su historia en común, y la trama de relaciones que
la mediación propone y requiere para ser efectiva.

La utilización de la mediación en estos casos, implica la necesidad de cambios previos en el


sistema, que modifiquen el juego de relaciones y que logren una autoimagen y una imagen del
otro en el ámbito de la pareja, que admitan la posibilidad de la negociación entre ellos.
La mediación puede ser una alternativa de ayuda, conjugada con otras instancias de apoyo a un
proceso de cambio de la familia, y a partir de determinado momento de evolución de este
proceso, con un objetivo mucho más acotado que el que la mediación puede tener habitualmente.

La utilización de la mediación como ámbito de negociación de cuestiones puntuales,


fundamentalmente económicas, ha sido posible en forma eficaz en algunos casos - que
claramente son minoría -, derivados a mediación después de medidas tutelares de exclusión y en
algunos de prohibición de acercamiento al hogar donde estaban viviendo la mujer y los hijos, que
estaban vigentes durante la mediación. Asimismo, se ha tratado de casos que seguían en
proceso judicial, y en los que la mediación constituyó una opción contenida por el mismo, y no
como proceso excluyente del judicial, para el tratamiento de temas puntuales. La intervención
judicial había generado una redefinición de las relaciones y de los derechos de cada miembro de
la pareja, sostenida desde afuera y no desde la autonomía del sistema, como parte de las
primeras medidas de contención de la crisis familiar.

En este sentido, nos resulta interesante la propuesta de Daniel Bustelo(La mediación familiar
interdisciplinaria. Madrid, BMS Ediciones S.L. 1.995), de una actuación en tres niveles.
Bustelo describe tres niveles de intervención. El primer nivel está dado por el control judicial, que
- se puede deducir -, está especialmente focalizado en los aspectos relacionales cercanos de la
familia, como tenencia y regímenes de contacto con el padre no conviviente, y contacto de los
miembros de la pareja entre sí. El segundo nivel lo ubica como nivel relativo a la salud del sistema
familiar, refiriéndose a las alternativas psicoterapéuticas, que desde estrategias especialmente
diseñadas para el abordaje de la violencia familiar, puedan procurar al sistema una nueva
autonomía que no incluya la violencia. Y el tercer nivel está dado por la mediación, como espacio
de negociación posible cuando otros sistemas de ayuda están conteniendo los aspectos legales y
disfuncionales de las relaciones.

Sin lugar a dudas, nuestro trabajo cotidiano nos presenta día a día nuevos desafíos. Creemos que
es necesario, en este proceso de desarrollo de las potencialidades de la mediación - un terreno
que ofrece miles de alternativas -, una evaluación de resultados capaz de observar la
complejidad. Compartir experiencias y posibles miradas es una de las herramientas más ricas con
las que contamos en esta tarea. En la corta historia de nuestro equipo de trabajo nos ha permitido
definir y redefinir una y otra vez las posibilidades y las limitaciones de la mediación.

La violencia familiar es uno de los temas más difíciles en nuestra experiencia. No sólo nos plantea
dificultades en la práctica concreta, también es un tema sobre el que es difícil pensar y hablar, y
alrededor del cual se juegan creencias y emociones que muchas veces nos hacen sentir en una
encrucijada. Tenemos más preguntas que respuestas. Hemos intentado compartir unas y otras, y
esperamos ser capaces de seguir armando y rearmando los mapas que guían nuestra acción,
buscando construir alternativas junto a las familias con las que trabajamos.
24
Fecha de presentación: septiembre, 2018
Fecha de aceptación: diciembre, 2018
Fecha de publicación: enero, 2019

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR:
MEDIACIÓN CONDICIONADA AL TRATAMIENTO REMEDIAL
INTRAFAMILIAR VIOLENCE: MEDIATION CONDITIONED TO REMEDIAL
TREATMENT

Mariuxi Paola Cedeño Floril1


E-mail: paocedeflo@hotmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2005-7680
1
Universidad Metropolitana. Ecuador.

Cita sugerida (APA, sexta edición)


Cedeño Floril, M. P. (2019). Violencia intrafamiliar: mediación condicionada al tratamiento remedial. Universidad y
Sociedad, 11(1), 193-200. Recuperado de http://rus.ucf.edu.cu/index.php/rus

RESUMEN
Erradicar la violencia de género en el Ecuador, constituye prioridad gubernamental desde el año 2007. El Plan para la
erradicación de la Violencia contra la Niñez, Adolescencia y Mujeres, abordó integralmente la generación de políticas
y programas para la prevención, protección, sanción y restitución de los derechos de las víctimas de cualquier tipo de
violencia. De igual manera, en la Constitución de la República del 2008, se estableció el derecho a la integridad personal.
Nuestro trabajo se direcciona en la constante fundamentación y divulgación de este tema, donde todavía persiste un des-
conocimiento social de sus principales elementos que, lo causan, sus efectos así como disposiciones para atenuarlos.

Palabras clave: Violencia intrafamiliar, mediación, discriminación, familia.

ABSTRACT
Eradicating gender violence in Ecuador, has been a governmental priority since 2007. The Plan for the Eradication of Violence
against Children, Adolescents and Women, comprehensively addressed the generation of policies and programs for preven-
tion, protection, punishment and restitution of the rights of victims of any type of violence. In the same way, in the Constitution
of the Republic of 2008, the right to personal integrity was established. Our work is addressed in the constant foundation
and dissemination of this subject, where there is still a social ignorance of its main elements that cause it, its effects as well
as provisions to mitigate them.

Keywords: Intrafamiliar violence, mediation, discrimination, family.

UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD | Revista Científica de la Universidad de Cienfuegos | ISSN: 2218-3620 Volumen 11| Número 1 | Enero-Marzo, 2019

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UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD | Revista Científica de la Universidad de Cienfuegos | ISSN: 2218-3620

INTRODUCCIÓN con las instituciones jurídicas relacionadas con el tema,


que permitió conocer el tratamiento jurídico que dan otros
El garantizar una vida digna para todas las personas,
sistemas de derecho.
además de ser un mandato constitucional en el Ecuador
(Asamblea Nacional Constituyente, 2008), es un impe- Estos métodos se acompañaron de las correspondientes
rativo moral. Precisamente, se ha establecido el Plan técnicas de revisión bibliográficas de las invariantes y los
Nacional de desarrollo 2017- 2021 Ecuador. Secretaría referentes teóricos y de consulta a expertos en materias
Nacional de Planificación y Desarrollo, 2017), orientándo- psicológicas y jurídicas, propiciando rigor y profundidad
se su primer eje a “lograr una sociedad más justa y equi- científica.
tativa –construida a través de la promoción de la igualdad
Esta investigación cumplimenta tareas dentro del pro-
en todos los ámbitos y la erradicación de todo tipo de
yecto de investigación científica: Programa para la pre-
discriminación, exclusión y pobreza. Como se dijo en el
vención y protección de la mujer víctima de violencia
Programa de Gobierno, conjugamos el verbo erradicar:
de género en el Estado constitucional de derecho de la
desde la corrupción, la desnutrición infantil y la pobreza
República del Ecuador, perteneciente a la Universidad
extrema hasta la violencia basada en género, el maltrato
Metropolitana del Ecuador, Sede Machala.
infantil y todas las formas de discriminación por razones
políticas, religiosas, sexuales, de identidad u otras que de- DESARROLLO
nigren la dignidad del ser humano”. (p.31)
La violencia y el maltrato dentro del ámbito familiar no
Partiendo de lo anterior, la violencia intrafamiliar entra son de reciente aparición. Fundamentaciones históricas
dentro de las prioridades tanto políticas como jurídicas muestran que ha sido unas de las características de la
del Estado ecuatoriano, alineadas con los acuerdos y dis- vida familiar aceptada desde tiempos pasados.
posiciones legales tomados por organismos internaciona-
les, que el Ecuador es consignatario. Según Corsi (1997), la aparición del término violencia fa-
miliar como temática social aparece en los años 60, cuan-
La Violencia Intrafamiliar constituye una violación de de- do algunos autores iniciaron a escribir sobre el Síndrome
rechos humanos, es un problema de salud pública y por del niño golpeado, refiriéndose a los maltratos infantiles
tanto es uno de los principales obstáculos al desarrollo de (relacionados con el trabajo), aspectos que posterior-
las ciudades y los países, que afecta a 7 de cada 10 mu- mente la prensa ayudó en que se formase en cierta medi-
jeres, donde entre las consecuencias negativas podemos da una conciencia pública a favor de este problema.
encontrar lesiones, trastornos mentales y reproductivos,
enfermedades de transmisión sexual y otros problemas. Lo anteriormente se propicia para Corsi (1997), prime-
Los efectos sobre la salud pueden durar años, y a veces ramente por la difusión de los pensadores liberales que
consisten en discapacidades físicas o mentales perma- ayudaron a la formación de sentimientos de responsabi-
nentes, y aún la muerte. lidad social de la época y al nacimiento del movimiento
feminista que desde sus inicios generó iniciativas en el
Se ha comprobado que, por regla general, a lo largo de orden de las reformas sociales, propiciando que en la
sus vidas las víctimas de violencia doméstica o sexual década de los años 70 atrajera la atención social sobre
padecen más problemas de salud, generan costos de las formas y las consecuencias de la violencia contra las
atención sanitaria significativamente más elevados y acu- mujeres.
den con mayor frecuencia a los servicios hospitalarios de
urgencia que las personas que no sufren violencia, lo cual Ya sucesivamente comenzaron a aparecer determinados
impide su aporte pleno al desarrollo, siendo asumidos es- temas dentro de este tipo de violencia, específicamente
tos costos en su gran mayoría por las víctimas y no por el contra los ancianos, abusos sexuales a los menores, en-
estado, influyendo tanto el tema cultural como de pobreza tre otros. Sobre este particular Corsi (1997), exponía que
de los afectados. “hasta hace pocos años, esta violencia familiar se con-
sideraría como un fenómeno poco frecuente, catalogado
El abordaje de esta temática y su relación con otras áreas como anormal, y atribuidos a personas con trastornos
del saber, con un papel predominante en el de las cien- psicopatológicos. Sin embargo, la mayoría de trabajos de
cias jurídicas, constituirá nuestro objetivo, para lo cual investigación desarrollados en los últimos veinte años nos
emplearemos de manera combinada como métodos de demuestran que la violencia y el maltrato en la familia son
investigación los siguientes: histórico lógico, para descri- fenómenos normales desde un punto de vista estadístico
bir la evolución histórica del problema de investigación, el a cuya definición, como una formación cultural apoyada
exegético analítico, para determinar el sentido y alcance en valores, contribuyen mitos, creencias y estereotipos fir-
de las normativas vigentes en la materia, en conjunción memente arraigados en la sociedad”. (p. 16)

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Para varios autores, existe algún tipo de lagunas a la hora Partiendo de lo anteriormente expuesto, Corsi (1997), de-
de utilizar correctamente este término, propiciándose pro- fine que el término de violencia familiar alude a todas las
fundos debates sobre los determinados conceptos que formas de abuso que tienen lugar en las relaciones de
necesariamente se relacionan con el mismo, entre ellos la los miembros de una familia que caracterizan de modo
violencia, agresividad, impulsividad, conflicto, agresión, permanente o cíclico al vínculo intrafamiliar.
entre otros.
Sobre esta temática igualmente existen debates si es
Estos debates partieron hasta llegar a la definición más materia privada o público, coincidiendo por nuestra par-
concreta, de estudios sobre la agresividad en los anima- te por las razones emitidas por Corsi (1997), para verla
les hasta llegar a su valoración en los seres humanos. En como algo público, aspectos que desde lo legal aborda-
este sentido se destaca la evaluación emitida por Montagú remos a continuación en nuestra investigación.
(1978), al señalar que “la gente que escriben tales libros
La violencia doméstica, violencia familiar o violencia in-
extraen sus pruebas de la ciencia de la conducta animal;
trafamiliar es todo patrón de conducta asociado a una si-
llamada etología, y algunos de esos escritores figuran en-
tuación de ejercicio desigual de poder que se manifieste
tre los primeros etólogos del mundo. En muchos casos
en el uso de la violencia física, psicológica, patrimonial
sus estudios son cuidadosos y detallados, y constituyen
y/o económica y sexual. Mora (2008), comprende todos
grandes descubrimientos a nuestro conocimiento sobre
aquellos actos violentos, desde el empleo de la fuerza
el modo en que se comportan sus sujetos. En la mayoría
física, hasta el hostigamiento, acoso o la intimidación, que
de los casos no hay disputa en cuanto a la calidad de ese
se producen en el seno de un hogar y que perpetra, por
trabajo, no en cuanto a su importancia. Hay un profundo
lo menos, a un miembro de la familia contra algún otro
desacuerdo en cambio, respecto de las fáciles analogías
familiar. El término incluye una amplia variedad de fenó-
que estos escritores han hecho entre genes y conductas
menos, entre los que se encuentran algunos componen-
de los peces, por una parte, y conducta de los seres hu-
tes de la violencia contra las mujeres, violencia contra el
manos por otra”. (p. 34)
hombre, maltrato infantil, o padres de ambos sexos.
Investigadores sociales como Gelles & Straus (1988), han
La participación jurídica del Estado en la familia debe te-
determinado 11 factores que pueden incrementar el ries-
ner por propósito garantizar los derechos de sus integran-
go dentro de la familia, siendo estos:
tes a efecto de que no sean restringidos de una manera
1. La duración del período de riesgo; es decir, la arbitraria, ni se lesione su esencia al ser el núcleo funda-
cantidad de tiempo que los miembros de la fami- mental de la sociedad, por la coexistencia con otros de-
lia están juntos. rechos y deberes, salvo que se trate del interés superior
2. Las actividades y temas de interés; la interacción de alguno de sus miembros.
entre los miembros de una familia se produce en
Al ser la violencia intrafamiliar un problema social en el
una multiplicidad de contextos.
que el Estado es garantista de los derechos y obligacio-
3. La intensidad de los vínculos interpersonales.
nes de la sociedad y por ende la familia, al otorgar me-
4. Los conflictos de actividades; es decir, las dife-
didas que amparan al violentado, pero que no erradican
rencias de opinión entre las decisiones que afec-
el problema ni lo disminuyan, convirtiendo a la violencia
tan a todos los miembros.
intrafamiliar en un cotidiano vivir, ocasionando el desque-
5. El derecho culturalmente adquirido a influir en los
braja miento de los pilares familiares.
valores, comportamientos y las actitudes de los
otros miembros de la familia. La Constitución del Ecuador protege a la familia, la me-
6. Las diferencias de edad y sexo. diación y transacción condicionada donde nuestro pro-
7. Los roles atribuidos, en función de la edad y el pósito ha sido profundizar en el proceso de mediación
sexo. familiar, proceso que con un tratamiento de las partes ga-
8. El carácter privado del medio familiar. rantizaremos el bienestar familiar.
9. La pertenencia involuntaria; es decir, el hecho de
En nuestra legislación La Ley contra la Violencia contra
no haber elegido a esa familia.
la Mujer y la Familia define la Violencia intrafamiliar en el
10. El estrés atribuible al ciclo vital, los cambios so-
Artículo 2: Violencia intrafamiliar. Se considera Violencia
cioeconómicos y otros.
intrafamiliar toda acción u omisión que consista en maltra-
11. El conocimiento íntimo de la vida de cada uno de
to físico, psicológico o sexual, ejecutado por un miembro
los otros miembros, de sus puntos débiles, de sus
de la familia en contra de la mujer o demás integrantes del
temores y preferencias.
núcleo familiar.

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Como fin primordial proteger la integridad física, psíquica La mayor parte de manifestaciones de la violencia sexual
y la libertad sexual de la mujer y los miembros de su fami- se encontraba tipificada en el Código Penal y en otros
lia como lo establece la ley contra la violencia a la mujer y cuerpos legales ecuatorianos, con el fin de mejorar la
la familia en el Artículo1. Fines de la Ley atención y facilitar el acceso a la justicia a las víctimas de
violencia sexual y los casos en que la violencia intrafami-
La presente ley tiene por objeto proteger la integridad fí-
liar constituye un delito, en 2004 se crean las Unidades
sica, psíquica y la libertad sexual de la mujer y los miem-
Especializadas de Violencia a la Mujer y la Familia, que
bros de su familia, mediante la prevención y la sanción de
actualmente funcionan en las capitales de las provincias
la violencia intrafamiliar y los demás atentados contra sus
de Guayas, Galápagos, Pichincha, El Oro y Manabí. Estas
derechos y los de su familia. Sus normas deben orientar
instancias buscan dar una atención integral a las vícti-
las políticas del Estado y la comunidad sobre la materia.
mas, y estudiar los casos denunciados no solo desde el
Participación jurídica del Estado. punto de vista policial judicial, sino incluyendo los aportes
de psicólogas y trabajadoras sociales especializadas.
Las primeras Comisarías de la Mujer y la Familia (CMF)
se crearon en 1994 como instancias especializadas de Con la vigencia de la Constitución del Ecuador del 2008,
administración de justicia con un modelo de atención in- se crean lineamientos aplicables al Sistema Nacional
tegral a las usuarias, orientado a prevenir, atender, juzgar Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las
y sancionar la violencia intrafamiliar, particularmente la Mujeres con la finalidad de garantizar los principios y
ejercida contra las mujeres en el ámbito de sus relaciones derechos de prevención y erradicación de la violencia
personales y/o afectivas. En 1995 se promulgó la Ley 103 ejercida contra las mujeres, y aún más dentro del núcleo
contra la violencia a la mujer y la familia, la cual permitió familiar.
que las mujeres agredidas por su pareja cuenten con un Políticas Públicas encaminadas a determinar las funcio-
recurso para obtener protección y acceder a la justicia. nes y responsabilidades a cumplir por cada uno de los
Estas dos políticas constituyen un hito importante en los integrantes que conforman el Sistema Nacional Integral
esfuerzos realizados para enfrentar este problema social, para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres,
hasta entonces poco o nada atendido por el Estado. contemplada en el Art. 19 y 22 de la Ley Orgánica Integral
El Código Orgánico de la Función Judicial constituye el para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
mecanismo y la norma central que regula la forma en que Atribuciones que cada uno de los integrantes del Sistema
deberá reestructurarse la Función Judicial, a fin de ga- Nacional Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia
rantizar y defender los derechos de las personas, bajo contra la Mujer, deben considerar su particular actuación
el principio de la “unidad jurisdiccional y la gradualidad” en las múltiples situaciones de vulnerabilidad o de riesgo
que establece que ninguna autoridad de las demás fun- y acciones integrales de prevención, atención, protección
ciones del Estado podrá desempeñar funciones de ad- y reparación de las víctimas de violencia y de igual pre-
ministración de justicia ordinaria” (Ecuador. Asamblea mura a la violencia intrafamiliar, lugar donde se desenca-
Nacional, 2009). En el Art. 232, determina la competencia dena el circulo de violencia y se debe considerar la me-
y jurisdicción de jueces y juezas de violencia contra la diación como solución anticipada de resolver el conflicto,
mujer y la familia para conocer los hechos y actos de vio- partir del núcleo social que es la familia y contribuir a que
lencia y las contravenciones de policía cuando se trate de esta no desaparezca, y que más bien se proporcione
los casos previstos en la ley contra la violencia a la mujer educación a los miembros del núcleo familiar para evitar
y la familia (Ecuador. Consejo Nacional para la Igualdad y erradicar la violencia.
de Género, 2014).
Causas
En la actualidad se cuenta con 29 Unidades Judiciales de
Violencia contra la Mujer y la Familia, en 24 cantones de La mayoría de casos de violencia se producen donde
19 provincias del país, integradas por 79 juezas y jueces existe una relación de poder, de jerarquía. Tanto en los
de primer nivel, especializados en la materia, con compe- casos de violencia sexual como familiar, podemos apre-
tencia cantonal, creadas mediante Resolución 077-2013, ciar que existe una relación del fuerte contra el débil. Muy
de 15 de julio de 2013 del Consejo de la Judicatura. En rara vez escucharemos hablar de la violencia del niño
febrero de 2014 se pone en funcionamiento alcanzan- contra su padre. Por lo general, cuando los hijos expre-
do el número de 30 (Ecuador. Consejo Nacional para la san violencia contra sus padres se trata de padres mayo-
Igualdad de Género, 2014). res, muchas veces dependientes de sus hijos, y de hijos
que los superan en fortaleza física.

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El elemento de poder puede estar relacionado a la ubica- violador, marido o compañero permanente o con los otros
ción en el contexto familiar: padres-hijos, tíos-sobrinos; o miembros de la familia.
también por la edad: adultos-niños; o por relaciones de
Los efectos psicosociales se dividen en internos y exter-
jerarquía: marido-mujer. Estos son, pues, elementos cla-
nos. Los primeros son aquellos que generan la margina-
ves que debemos tener presentes al hablar de violencia
ción. La exclusión y la violación de los derechos funda-
intrafamiliar.
mentales de la mujer y los niños. Cuando se presenta un
•• Falta de conciencia en los habitantes de una sociedad: maltrato hacia la mujer esta se ve obligada a aislarse de
creen que esta es la mejor forma de realizar las cosas: ciertas actividades sociales, de relaciones interfamiliares
huelgas, tiroteos, golpes, etc. Fuerte ignorancia que y hasta en su propio hogar. Dentro de la exclusión se ven
hay de no conocer mejor vía para resolver las cosas: afectados los niños en cuanto al afecto, puesto que una
no saben que la mejor forma de resolver un fenómeno madre marginada forzosamente por la violencia intrafami-
social es conversando y analizando qué causa eso y liar no puede brindar a sus hijos el amor que necesitan,
luego tratar de solucionarlo. El no poder controlar los lo que puede llevar a estos niños a la drogadicción, la
impulsos: muchas veces somos impulsivos, generan-
prostitución y la delincuencia.
do así violencia, no sabemos cómo resolver las cosas.
(Lorente Acosta, 1999). Las consecuencias de la violencia contra la mujer pueden
•• Falta de comprensión existente entre las parejas, la in- no ser mortales y adoptar la forma de lesiones físicas,
compatibilidad de caracteres: la violencia intrafamiliar desde cortes menores y equimosis (golpes, moretones)
es la mayor causa de violencia que existe, un niño que a discapacidad crónica o problemas de salud mental.
se críe dentro de un ambiente conflictivo y poco armo- También pueden ser mortales; ya sea por, por muerte
nioso ha de ser seguro, una persona problemática y como el femicidio como lo establece el Código Orgánico
con pocos principios personales. Integral Penal (COIP) Art. 141.- Femicidio.- La persona
•• Falta de comprensión hacia los niños: saber que los que, como resultado de relaciones de poder manifesta-
niños son criaturas que no saben lo que hacen, son das en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer
inocentes. Muchas madres maltratan a sus hijos, y por el hecho de serlo o por su condición de género, será
generan así violencia. sancionada con pena privativa de libertad de veintidós
a veintiséis años (resultado de lesiones permanentes o
•• La drogadicción: es otra causa de la violencia, mu-
chas personas se drogan para poder ser lo que no son SIDA, o debido a suicidio, usado como último recurso
en la realidad, para escapar así de la realidad caus- para escapar a la violencia).
ando mucha violencia: si no tienen cómo comprar su La violencia familiar se produce cuando uno de los inte-
producto matan y golpean hasta a su propia madre. grantes de la familia, abusando de su autoridad, su fuerza
Al revisar las causas de la violencia intrafamiliar también física y su poder, maltrata física, emocional o sexualmente
se hace importante identificar qué tipo de efectos tiene a otro de sus miembros.
dicho fenómeno, entre los que se encuentran: la disfun-
ción de la familia, el distanciamiento de sus miembros y La solución forma parte de un proceso largo y doloroso
las mutaciones en su comportamiento o actitudes menta- que debe recorrer toda la familia, sin embargo, esto no
les. Los efectos pueden ser clasificados en: psicofísicos y debe desalentar a quien es víctima de la violencia familiar,
psicosociales, específicos y genéricos o generales (Anai, cualquier esfuerzo vale la pena cuando se está luchando
2013). por tener una vida tranquila y estable. Existen diversas
instituciones públicas y privadas a las que se puede re-
Los efectos psicofísicos son aquellos que producen cam- currir por asesoría y apoyo emocional.
bios psíquicos o físicos, en un mismo acto. Los Psíquicos
hacen referencia a la desvaloración, baja autoestima y En nuestra carta magna, se establece detalladamente los
estrés emocional producido por las tensiones que pro- tipos de violencia, siendo estos:
duce el maltrato, en los empleados por ejemplo produce a) Violencia física: todo acto u omisión que produzca
una baja en su rendimiento laboral ya que las tensiones o pudiese producir daño o sufrimiento físico, dolor
emocionales dificultan la concentración. o muerte, así como cualquier otra forma de maltrato
o agresión, castigos corporales, que afecte la inte-
En cuanto a los físicos se manifiestan en forma de he- gridad física, provocando o no lesiones, ya sean in-
matomas, heridas abiertas, fracturas, quemaduras, etc. ternas, externas o ambas, esto como resultado del
En el acto sexual también se presenta violencia cuando uso de la fuerza o de cualquier objeto que se utili-
este se produce en forma forzada, produciendo cambios ce con la intencionalidad de causar daño y de sus
en la personalidad y alteraciones en las relaciones con el

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consecuencias, sin consideración del tiempo que se mujeres, incluidos aquellos de la sociedad conyugal
requiera para su recuperación. y de la sociedad de bienes de las uniones de hecho,
a través de:
b) Violencia psicológica: cualquier acción, omisión o pa-
trón de conducta dirigido a causar daño emocional, •• La perturbación de la posesión,tenencia o propiedad
disminuir la autoestima, afectar la honra, provocar de sus bienes muebles o inmuebles;
descrédito menospreciar la dignidad personal, per-
turbar, degradar la identidad cultural, expresiones de •• La pérdida, sustracción, destrucción, retención o
identidad juvenil o controlar la conducta, el compor- apropiación indebida de objetos, instrumentosdetrab
tamiento, las creencias o las decisiones de una mujer ajo,documentospersonales,bienes,valoresyderechos
, mediante la humillación, intimidación, encierros, ais- patrimoniales;
lamiento, tratamientos forzados o cualquier otro acto •• La limitación de los recursos económicos destinados
que afecte su estabilidad psicológica y emocional. a satisfacer sus necesidades o la privación de los
La violencia psicológica incluye la manipulación emo- medios indispensables para vivir una vida digna; así
cional, el control mediante mecanismos de vigilancia, el como la evasión del cumplimiento de sus obligacio-
nes alimentarias;
acoso u hostigamiento, toda conducta abusiva y espe-
cialmente los comportamientos, palabras, actos, gestos, •• La limitación o control de sus ingresos; y,
escritos o mensajes electrónicos dirigidos a perseguir, •• Percibir un salario menor por igual tarea, dentro de un
intimidar, chantajear y vigilar a la mujer, independiente- mismo lugar de trabajo.
mente de su edad o condición y que pueda afectar su es- e) Violencia simbólica: esto da conducta que ,a través
tabilidad emocional, dignidad, prestigio, integridad física de la producción o reproducción de mensajes, valo-
o psíquica; o, que puedan tener repercusiones negativas res, símbolos, iconos, signos e imposiciones de gé-
respecto de su empleo, en la continuación de estudios nero, sociales, económicas, políticas, culturales y de
escolares o universitarios, en promoción, reconocimiento creencias religiosas transmiten, reproducen y conso-
en el lugar de trabajo o fuera de él. Incluye también las lidan relaciones de dominación, exclusión, desigual-
amenazas, el anuncio verbal o con actos, que deriven en dad y discriminación, naturalizando la subordinación
un daño físico, psicológico, sexual, laboral o patrimonial, de las mujeres.
con el fin de intimidar al sujeto de protección de esta Ley. f) Violencia política: es aquella violencia cometida por
c) Violencia sexual: toda acción que implique la vulnera- una persona o grupo de personas,directa o indirec-
ción o restricción del derecho a la integridad sexual tamente, en contra de las mujeres que sean candi-
y a decidir voluntariamente sobre su vida sexual y re- datas, militantes electas, designadas o que ejerzan
productiva, a través de amenazas, coerción, uso de cargos públicos, defensoras de derechos humanos,
la fuerza e intimidación, incluyendo la violación dentro feministas, lideres políticas o sociales, o en contra de
del matrimonio o de otras relaciones vinculares y de su familia. Esta violencia se orienta a acortar, suspen-
parentesco, exista o no convivencia, la transmisión in- der, impedir o restringir su accionar o el ejercicio de
tencional de infecciones de transmisión sexual (ITS), su cargo, o para inducirla u obligarla a que efectúe
así como la prostitución forzada, la trata confines de en contra de su voluntad una acción o incurra en una
explotación sexual, el abuso o acoso sexual, la esteri- omisión, en el cumplimiento de sus funciones, incluida
lización forzada y otras prácticas análogas. la falta de acceso a bienes públicos u otros recursos
para el adecuado cumplimiento de sus funciones.
También es violencia sexual la implicación de niñas y
g) Violencia gínico obstétrica: se considera a toda ac-
adolescentes en actividades sexuales con un adulto o
ción u omisión que limite el derecho de las mujeres
con cualquier otra persona que se encuentre en situación embarazadas o no, a recibir servicios de salud gine-
de ventaja frente a ellas, sea por su edad, por razones cos-obstétricos. Se expresa a través del maltrato, de
de su mayor desarrollo físico o mental, por la relación de la imposición de prácticas culturales y científicas no
parentesco, afectiva o de confianza que lo une a la niña consentidas o la violación del secreto profesional, el
o adolescente, por su ubicación de autoridad o poder; abuso de medicalización, y la no establecida en pro-
el embarazo temprano en niñas y adolescentes, el matri- tocolos, guías o normas; las acciones que consideren
monio en edad temprana, la mutilación genital femenina los procesos naturales de embarazo, parto y pospar-
y la utilización de la imagen de las niñas y adolescentes to como patologías, la esterilización forzada, la pérdi-
en pornografía. da de autonomía y capacidad para decidir libremente
sobre sus cuerpos y su sexualidad, impactando ne-
d) Violencia económica y patrimonial: es toda acción gativamente en la calidad de vida y salud sexual y
u omisión que se dirija a ocasionar un menoscabo reproductiva de mujeres en toda su diversidad y a lo
en los recursos económicos y patrimoniales de las

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largo de su vida, cuando esta se realiza con prácticas estipula el Art. 1453 del Código Civil, en su libro IV, De las
invasivas o maltrato físico o psicológico. Obligaciones; en donde las partes aceptan someterse a
La mediación según Giroux (1990), es una forma de re- la mediación y obligarse al momento de suscribir el acta,
solver conflictos entre dos o más personas, con la ayuda siendo este, un concurso real de voluntades”.
de una tercera persona imparcial, el mediador. Los me- Considerando la disposición del Art. 52 de la Ley de
diadores pueden ser alumnos, profesores, padres. No Arbitraje y Mediación, se necesita: el registro en el
son jueces ni árbitros, no imponen soluciones ni opinan Consejo de la Judicatura, órgano de la función judicial
sobre quién tiene la verdad, lo que buscan es satisfacer quien otorga la capacidad de funcionamiento de es-
las necesidades de las partes en disputa, regulando el tos centros. La actual política del Estado está haciendo
proceso de comunicación y conduciéndolo por medio de una enérgica labor por reestructurar todo el apartado
unos sencillos pasos en los que, si las partes colaboran, Administrador de Justicia; hacia el año 1990 por diver-
es posible llegar a una solución en la que todos ganen o, sos actores, de distintos países y organismos internacio-
al menos, queden satisfechos. nales, se impulsó en América Latina, la mediación; sin
Experiencias como éstas se están llevando a cabo ac- embargo recién el año 1997 se promulgo en un cuerpo
tualmente en algunos centros educativos y, más allá de legal y se lo hizo constar en un sexto documento, anexo
la solución a los problemas interpersonales, lo que pro- al Código de Procedimiento Civil ecuatoriano. En el año
mueven es un modelo de convivencia más pacífico. La 2008, la Constitución de la República del Ecuador, legiti-
mediación es voluntaria, es confidencial, y está basada ma los métodos alternativos de solución de conflictos, así
en el diálogo. es como la ley especial de Arbitraje y Mediación se pone
en vigencia.
La mediación puede resolver conflictos relacionados con
la transgresión de las normas de convivencia, amistades CONCLUSIONES
que se han deteriorado, situaciones que desagraden o
En el Ecuador se han dado y se dan pasos importantes
parezcan injustas, malos tratos o cualquier tipo de proble-
para lograr reducir los altos índices de violencia intrafami-
mas entre miembros de la comunidad educativa.
liar, no obstante, sería necesario la evaluación más inte-
En nuestra legislación se recoge el concepto de Mediación gral de esta problemática, así como revisar las acciones
en forma amplia en donde además la conciliación forma (no se contemplan todas) dirigidas a:
parte de un sometimiento obligatorios para la solución
de conflictos colectivos por ejemplo los de trabajo; la •• Argumentar y divulgar los mitos y paradigmas cultura-
les en que se basan este tipo de violencia.
Mediación es un medio para llegar a; utilizando el recurso
de la negociación; mediante un tercero neutral que ayuda •• Este tipo de violencia debe mirarse como un serio pro-
a las partes a identificar los puntos de controversia; inte- blema social, aspecto medular para ser explicado en
ractuando con ellas y llegando a una solución justa, lícita busca de entendimiento por las comunidades del país.
y equitativa; dando de esta forma un resultado rápido y •• Continuar fomentando y perfeccionando nuestra legis-
económico. El Estado ecuatoriano proporciona accesos lación, adecuándolas a nuestras propias condiciones
gratuitos a esta justicia de paz y voluntaria para que todo en el Ecuador.
conflicto de intereses se solucione extrajudicialmente. •• Revisar y corregir los programas existentes o crear
El derecho a acceder a este medio de solución de contro- nuevos, de tratamiento y/o recuperación de víctimas
versias está garantizado y reconocido por la Constitución y sus ejecutores.
de la República en el Artículo 190, así mismo, su regula- •• Perfeccionar adecuadamente y constantemente los
ción y eficacia jurídica están previstas en la Codificación programas educativos sobre este tema en los distintos
vigente de la Ley de Arbitraje y Mediación, publicada en niveles educativos del país, llegando incluso a unirlos
el Registro Oficial 417 de 14 de diciembre de 2006.; el con las vías alternativas que se prevén en la legisla-
acuerdo llevado a cabo entre las partes con la interven- ción de solución de conflictos.
ción de un tercero neutral; guarda la figura legal de un
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
contrato ya que por medio de un acta se suscriben acuer-
dos conscientes, mutuos y voluntarios y sobre todo justos; Anai, S. (2013). Causas, efectos y fases de la Violencia
entre las partes; sin olvidarnos de un requisito indispen- intrafamiliar. Madrid: Debate.
sable como es la capacidad, sin ella pues no podríamos
suscribir el acta de mediación. Así cabe señalar que
este acuerdo vendría a ser fuente de obligación como lo

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