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De entrada, he de decir que la vida es cruel, maravillosa, pero muy

cruel. Tan increíble y alentadora es la juventud que pensamos que


la recta final está años luz de nosotros haciéndonos sentir
inmortales, libres y agiles, ya que la corrosión de los años aún no ha
tenido efecto en nuestros huesos y músculos
¡Oh señor que no oyes! ¿Será acaso que el fin siempre está cerca?
Y es ahí que nosotros nos volvemos ciegos en un intento de no
sucumbir ante la asquerosa realidad
Dejando de lado mis desalentadoras incógnitas
Una enfermedad con efectos terribles hace sufrir sin que se entere,
castiga la mente horriblemente como si del mayor pecador de la
tierra se tratara, y es que, desafortunadamente, solo es una pobre
mujer abandonada por la suerte y víctima del tiempo
¿Abandonada por la suerte? Te estarás preguntando, y es que no
debería sorprender el hecho de que no sufras, o que la gran
mayoría, así lo espero yo, no sea acosado por las temibles
enfermedades del mundo. No hablo sobre simples resfriados,
pasajeras fiebres o angustiosas infecciones. Que ojalá y la vida
fuese solo eso y nada más, pero es que el sufrimiento nunca acaba,
no es retenido ni exterminado, sino más bien, que, por cada
momento de vida, se prolonga aún más
No puedo mentir al decir que uso la lastima para ocultar el profundo
miedo que siento de solo imaginarme de estar en los zapatos de la
pobre mujer. Tener momentos donde su propia existencia es
desconocida, preguntarse si la casa donde compartiste y perdiste
tanto realmente es tuya, angustiarse por miedo a perderte en un
pueblo donde la policía no existe y luego pasar a una falsa paz por
olvidar esa misma angustia
¡Qué horror, no puede existir algo más allá de lo humano que salve
esta alma condenada a vagar en la tierra del miedo!
Porque no hay mayor miedo que lo desconocido
En una tarde donde el cielo pincelaba en el lienzo azul unas nubes
de seda blanca que poco a poco serían oscurecidas por la
proveniente tormenta tan esperada y sumamente anhelada por
ganaderos y niños, conducía por la tierra que más bien eran hoyos
con tierra y no viceversa, volvía a mi hogar para almorzar,
descansar y dejarme llevar por la tecnología. En mi camino una
anciana de piel quemada y cabellos de fantasma hizo que me
detuviera y con una voz quebradiza e insegura de si realmente
hablaba o solo movía los labios me pidió llevarla a su casa, por
supuesto que acepte el trabajo
Que diría mi madre si dejaba a una vieja tirada en la calle
Sin miedo a que me juzguen y odien puedo decir los años que ella
arrastraba
Todos
Esas arrugas que me recordaban las dunas del desierto echas piel
morena rostizada, ojos hundidos en sus cuencas o dejados de lado
por la hinchazón de la piel colgante y, sorprendentemente, con una
bellísima cabellera de blancos y grises cabellos, pero que
obviamente gritaban ¡Soy vieja, soy vieja! Eran hechos de vejez
Al subirse ella me dijo una oración que me impacto hasta los
huesos
¿Sabes dónde vivo?
¡Por todo lo que es bueno! ¿¡Pero como voy a saber eso?!
Controlando mi voz dije suavemente. No, no lo sé
Sin saber dónde residía su hogar fuimos a preguntar
¡Qué fortuna más grande!
En el camino de las indicaciones recibí cinco disparos de pura
inocencia, esa pureza que pensaba solo encontrar en niñas. Una
pena, un dolor melancólico, una profunda tristeza que escarbo en lo
profundo de un joven corazón hasta que este mismo envejeció
perdiendo las fuerzas de su cuerpo y mente
¡Qué palabras tan sinceras y amargas soltó ella!
¿Conociste a mi papa? ¿conociste a mi mama? Ellos ya están
muertos, desde hace mucho, mucho tiempo. Estoy sola. Que feo es
quedarse solo, ¿verdad?
Otro golpe a mi alma fue propinado por la anciana
¿Esta es mi casa?
¡Oh demonios! ¿Cómo podría saberlo?
Ja, ja. Que bromista es el destino, o dios, o lo que o quien sea, ja, ja
Una casa a menos de 10 metros de un pozo de maquinaria pesada.
Definitivamente esta casa nunca sería robada por nadie, estaba tan
desgastada, corroída por el tiempo que ningún ladrón se plantearía
siquiera forzar la puerta
Nuevamente pregunte a quien vivía cerca y al ver a la anciana la
saludo diciendo el nombre de la vieja afirmando que sí, que esa
olvidada casa era suya, y, aunque no lo fuera, nadie se la negaría
Entonces la deje, por fin en su humilde hogar, por no faltarle más al
respeto a su casa
Que maravillosa es la juventud, soy tan fuerte, ágil, veloz y no debo
preocuparme tanto por mi salud. En realidad, si debo. Aun
consciente de eso, el fuego latente de la juventud me hace sentir, a
veces, imparable, invencible, poderoso, que el mundo está a mis
pies, que soy superior
Entonces, si soy joven, y me respaldan todos aquellos sustantivos
¿Por qué? ¿Por qué me siento débil, impotente, abatido?
¡Porque maldita sea, quiero una respuesta!
¡Porque!
¿Por qué?
Que maravillosa es la vida, por lo tanto, hay que vivirla
Fue a la conclusión que llegue, ya fuese por disipar mis miedos, mi
impotencia, tal vez para disfrazarme de sabio y continuar por mi
camino, pero muy seguramente no me equivoco, porque quien no
gusta de compartir palabras con los amigos, la familia, o inclusive
con un desconocido. Adoras eso, te divierte, aprendes, conoces y si
estas de suerte, ya sabes

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