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- HAAAAAAA ME ABURRO!! – grito de frustración. Saben que estar 5 años en una celda
mugrosa sin nada mejor que hacer que contar los bichos que se reúnen al frente mío
verificando si estoy muerta para comerme. Pues no, no lo saben, pero yo sí y saben qué,
se siente muy solo y muy aburrido.
- A NADIE LE INTERESA – habla el prisionero que está en frente de mi celda. Saben cómo lo
llamo, Mr. Palabras. Si, ya sé que muy creativo no es, pero que quieren que haga, la falta
de proteínas no me deja pensar adecuadamente. He escuchado que derrumbo más de dos
fortalezas de los cambiantes. La cuestión es que este hombre me odia a muerte, el
porqué, no lo sé. Cada vez que abro la boca el tío dice una borderia. Coge dos horas al día,
usualmente por la noche, para lanzarme pequeñas piedrecitas que todavía no entiendo
como no se le han acabado en 5 años. Al año me cansé de hacerle caso y lo di por loco,
créanme, en ese año hubo muchos insultos por mi parte, pero a medida que pasaba el
tiempo me di cuenta que solo era la distracción de él en este infierno y no le iba dar el
gusto por esa parte.
- Cállense ambos, aquí la gente quiere dormir – ese era el prisionero a mi lado, un enano
que se la pasaba 24/7 durmiendo, no lo entendía, a duras penas conseguía pegar ojo por
tres horas. Lo envidiaba si les digo la verdad, era la mejor manera de pasar la tortura.
Bueno, pero por mis compañeros prisioneros no es que le estoy contando mi vida, no,
tampoco es porque estoy aburrida, que lo estoy, pero créanme que hay una buena razón.
Verán en el momento justo que estaba a punto de sacarme un moco (ya no me interesaba mi
orgullo, se quedó en la mierda aquel día) Una enorme vibración había empezado azotar el piso
haciendo que mi cuerpo activara sus instintos básicos, pero la explosión que vino un respiro
después no me había dejado mucho margen para cualquier preparación física o mental.
Piedras, gritos y mucho ajetreo, todo era un jodido caos, mis oídos pitaban como aves heridas,
pero si les digo la verdad, solo tenía un objetivo en mente, salir de aquí, y gracias a ello mi
celda se encontraba ahora abierta. Corrí a pesar de rasgarme las heridas, ahora abiertas, por
las torturas sometidas hace 5 años. Los guardias maldecían y se me lanzaban, yo seguía
corriendo, aunque me palpitaran las piernas. Doble en una esquina encontrándome un
callejón sin salida y por más extraño que parezca un pozo. Creen que lo más sensato sería
entregarse no es verdad, pues eso no fue lo que hice. Al parecer en estos años de torturas y
encarcelamiento he ido creando un instinto suicida que no sabía que tenía hasta que me
encontré saltando al pozo, prefiriendo morir que pasar un segundo más en esa prisión. Me
sentía flotar mientras caía, viendo mi vida pasar a través de mis ojos y me convenzo de que he
tenido una vida de mierda, no he disfrutado una mierda. Encima lo que más temía sucederá,
voy a morir siendo virgen, si gente, eso es lo que más me impacta al caer, bueno, lo segundo,
porque el leñazo que me doy contra el suelo ocupa el primer puesto. No puedo levantarme,
pero no me pasa desapercibido el ruido de fondo que oigo, personas hablando. Giro mi cabeza
lo más lento posible hasta ponerme de perfil contra el suelo. Estoy en una habitación,
decorada con un estilo totalmente desconocido para mí. Las paredes se alzan de un color azul
celeste, a mi lado hay una cama tamaño matrimonial con una mesilla de noche blanca, seguro
que es cuarzo blanco, muy raro de conseguir. Al frente de esta se encuentra un armario
probablemente hecho por un carpintero caro, seguro que era un enano, son los mejores en
cosas manuales y a su lado hay una mesa de cristal con un artefacto raro hecho de metal.
Debo estar muerta, pienso de inmediato y ahora es cuando cualquier brujo me da la
bienvenida al infierno o al cielo, lo que sea, espero que sea al cielo porque como me haya
muerto virgen para acabar en el infierno, el diablo no tendrá pista suficiente para correr. Me
quejo cuando intentan alzarme, hombre, ya podía ser un poco más delicado teniendo en
cuenta que solamente los ojos me funcionan. Apenas puedo abrir los ojos, pero no me pasa
desapercibido el rostro de aquel aspirante a elfo. Sus rasgos faciales eran suaves, un color de
piel perfecto, unos ojos grises preciosos, de grandes pestañas y gruesas cejas, una nariz
perfilada y una boca besables de todas las maneras. Sus rizos negros se escapaban del
sombrero raro que lleva puesto, pero no parecía muy largo como para eso. En ese instante
que caí inconsciente pensé que para que un ser tan hermoso me cogiera en brazos como una
princesa, definitivamente estaba en el cielo, que estúpida había sido por temer morir virgen,
quien quiere vivir no siendo virgen si me puedo encontrar a un bombón con quien perderla
muerta.