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Las voces me dicen que si no se siente no se padece.

Pienso, PUTA MIERDA, si oigo voces nada


bueno debe pasar en mi cabeza. El olor a orto, el hambre inconcebible, la soledad desquiciada, el
no tan cómodo calabozo en el que duermo y las puñeteras gotas que caen del techo; que más que
tranquilizar lo que hacen es sacarme de quicio, me están quitando cada día las ganas de vivir, que
no son muchas en estos momentos, pero si las necesarias para no perder la esperanza. Hace 5
años no pruebo un buen banquete, hace 5 años no veo a los míos y hace 5 años que la cague a lo
grande y por ello me encuentro en estas condiciones extremas. No puedo creer que por un simple
error mi libertad fue tomada de un chispazo. Les contare la historia de una valquiria. Mi nombre es
Ofelia Lebrant, nací en el seno de una familia de mujeres fuertes y heroicas, reconocidas en
leyendas patrióticas, marcando un antes y después en nuestra historia como raza. Vine con
predicciones de grandeza, fuerza y patriotismo, destinada a seguir con el legado de la familia y
superando mis ancestros. Para eso tuve los mejores maestros, los mejores entrenadores de
combate y sobre todo las más duras pruebas. Créanme, no se las deseo a nadie, esas pruebas
acortaron mi vida y estuve a punto de morir infinitas veces. Saben que es que con tan solo 5 años
me encerraron en una cueva con dos osos por tres días, yo estaba cagada de miedo a pesar de que
los osos no daban muestra de violencia. Eso hasta que paso un día, ahí se hizo una escabechina
muy asquerosa, solo les diré una cosa, no se metan en el camino de una valquiria cuando tiene
hambre, los pobres no duraron ni una hora vivos, bueno ellos y el enano que me abrió la puerta
para dar finalizada mi prueba. Luego estuvo la vez del acantilado, mi tía le pareció divertido probar
mi resistencia tirándome a más de 1000 metros de altura, con tan solo tenía 10 años, solo tuve 5
minutos de ver mi vida hasta que hice un cráter en el suelo, no fue muy divertido que digamos.
Estuve tres días sin poderme mover, ya sé que pude haber muerto, que no debería quejarme, pero
no saben lo jodido que es tener que comer por una pajita y tu hermana menor te la esté quitando
solo por fastidiar. En fin, a pesar de las suicidas pruebas crecí haciendo honor a mi nombre y mi
destino, convirtiéndome en el soldado más fuerte de mi generación. Estuve en grandes batallas
contra orcos, salamandras, enanos, elfos, faes cerniéndome con el apodo “La Mano del Juicio” y
así capitaneando un pelotón de élite, estando todavía en la flor de la vida. A pesar de no tener
tanta diversión de juventud nunca dude de mi vocación. Okey no, eso es mentira cochina (como yo
en estos momentos). Dude y mucho, sobre todo porque realmente envidiaba a las valquirias amas
de casas, tenían una vida simple, y lejos de estar preocupadas acerca de si vivirán o morirán al día
siguiente; Coqueteaban con los einherjer de manera muy descarada porque podían, y claro, ellos
se fijaban en ellas, no se iban a fijar en una marimacha con heridas en todo su cuerpo y sin una
gota de delicadeza en su ser. No me consideraba fea, o eso me decían algunas compañeras, yo me
veía simplona, pelo lacio por los hombros, de un color castaño, piel bronceada por los rayos del
sol, mi cuerpo delgado pero musculoso, gracias a los entrenamientos y las innumerables peleas,
con una estatura por encima de la normal en una mujer valquiria, llegando a 1.80 metros. Tenía
rasgos suaves para ser una soldado, pero la herida en el ojo causado por la batalla de “Los 7 años”
con los faes me los endureció, haciéndome ver más violenta que antes. Lo más destacable en mí
eran mis ojos, que en vez de ser violetas como las de mi raza, eran de morado con motas
amarillas, mi madre siempre las comparaba con las petunias de su jardín. Por lo demás era muy
simplona, ojos grandes, nariz respingona y de labios fino y delineados. No podía pensar en mi
apariencia o en algo diferente, así no ganaría ninguna lucha, mi vida era pelear y seguir órdenes
como la mejor de los soldados. Gracias a la reputación que tenía entre los jefes me destinaron al
más duro de los desafíos en toda mi carrera, liderar mi tropa de élite hacia la batalla, en la
vanguardia del ejército contra los cambiantes, seres con instintos de animales de cualquier tipo,
fuerza exagerada y escrúpulos ceros. Teníamos casi ganada la guerra, solo teníamos que darle el
golpe de gracia, así que decidí ser imprudente y celebrarlo antes de tiempo con mis compañeras
más íntimas, disfrutando por una vez los placeres de la juventud. Craso error Ofelia, craso error.
Bebí como todo un tanque sin fondo, me divertí a más no poder para luego desmayarme como un
peso muerto en mi alcoba. A la hora de la verdad, amanecí con un dolor de cabeza inmenso, el
estómago dándome vuelta, el cuerpo abarrotado y un sabor amargo en la boca. En pocas palabras,
la peor de las resacas me pasaba factura. Sin embargo, eso no impidió que diera lo máxima en el
terreno, arrancando las cabezas a mis enemigos, sacando fuerzas de la nada como toda una
valquiria. Pero cuando estaba en el momento clímax de la batalla, mi cuerpo fallo. Como decir que
en el momento que le arranco el corazón a un león, me sube la bilis a la boca, soltando ácido en
toda su cara. Y no basto con eso porque mi cuerpo se desconectó de mi cerebro y cayo desmayado
en una plasta de heces. Yo, Ofelia, la puta Mano del Juicio, fui derrotada por una desquiciada
resaca de los cojones y por ello me encuentro secuestrada en el peor lugar que pueden llevar a los
soldados de guerra. La prisión Pandemonium. Un jodido lugar donde solo hay una maldita salida,
en el que los guardias no sienten ni padecen y que si les dice una sola vocal no dudaran en quitarte
la cabeza. Donde hay centinelas por doquier y pisos de torturas, que mientras más bajo es el nivel
peor es el castigo y da la jodida casualidad que estoy en el nivel 2, o sea, para ellos soy una
amenaza bien puñetera. Encima soy virgen, saben q es podrirse el resto de tu vida en una celda sin
haber probado las delicias de la carne. Pues eso me pasará si no logro salir de esta asquerosa
prisión de los cojones. Maldigo el día en que pensé que era una sabia decisión emborracharme
hasta la inconciencia, claramente no estaba sobria en esos momentos.

- HAAAAAAA ME ABURRO!! – grito de frustración. Saben que estar 5 años en una celda
mugrosa sin nada mejor que hacer que contar los bichos que se reúnen al frente mío
verificando si estoy muerta para comerme. Pues no, no lo saben, pero yo sí y saben qué,
se siente muy solo y muy aburrido.

- A NADIE LE INTERESA – habla el prisionero que está en frente de mi celda. Saben cómo lo
llamo, Mr. Palabras. Si, ya sé que muy creativo no es, pero que quieren que haga, la falta
de proteínas no me deja pensar adecuadamente. He escuchado que derrumbo más de dos
fortalezas de los cambiantes. La cuestión es que este hombre me odia a muerte, el
porqué, no lo sé. Cada vez que abro la boca el tío dice una borderia. Coge dos horas al día,
usualmente por la noche, para lanzarme pequeñas piedrecitas que todavía no entiendo
como no se le han acabado en 5 años. Al año me cansé de hacerle caso y lo di por loco,
créanme, en ese año hubo muchos insultos por mi parte, pero a medida que pasaba el
tiempo me di cuenta que solo era la distracción de él en este infierno y no le iba dar el
gusto por esa parte.

- Cállense ambos, aquí la gente quiere dormir – ese era el prisionero a mi lado, un enano
que se la pasaba 24/7 durmiendo, no lo entendía, a duras penas conseguía pegar ojo por
tres horas. Lo envidiaba si les digo la verdad, era la mejor manera de pasar la tortura.

Bueno, pero por mis compañeros prisioneros no es que le estoy contando mi vida, no,
tampoco es porque estoy aburrida, que lo estoy, pero créanme que hay una buena razón.
Verán en el momento justo que estaba a punto de sacarme un moco (ya no me interesaba mi
orgullo, se quedó en la mierda aquel día) Una enorme vibración había empezado azotar el piso
haciendo que mi cuerpo activara sus instintos básicos, pero la explosión que vino un respiro
después no me había dejado mucho margen para cualquier preparación física o mental.
Piedras, gritos y mucho ajetreo, todo era un jodido caos, mis oídos pitaban como aves heridas,
pero si les digo la verdad, solo tenía un objetivo en mente, salir de aquí, y gracias a ello mi
celda se encontraba ahora abierta. Corrí a pesar de rasgarme las heridas, ahora abiertas, por
las torturas sometidas hace 5 años. Los guardias maldecían y se me lanzaban, yo seguía
corriendo, aunque me palpitaran las piernas. Doble en una esquina encontrándome un
callejón sin salida y por más extraño que parezca un pozo. Creen que lo más sensato sería
entregarse no es verdad, pues eso no fue lo que hice. Al parecer en estos años de torturas y
encarcelamiento he ido creando un instinto suicida que no sabía que tenía hasta que me
encontré saltando al pozo, prefiriendo morir que pasar un segundo más en esa prisión. Me
sentía flotar mientras caía, viendo mi vida pasar a través de mis ojos y me convenzo de que he
tenido una vida de mierda, no he disfrutado una mierda. Encima lo que más temía sucederá,
voy a morir siendo virgen, si gente, eso es lo que más me impacta al caer, bueno, lo segundo,
porque el leñazo que me doy contra el suelo ocupa el primer puesto. No puedo levantarme,
pero no me pasa desapercibido el ruido de fondo que oigo, personas hablando. Giro mi cabeza
lo más lento posible hasta ponerme de perfil contra el suelo. Estoy en una habitación,
decorada con un estilo totalmente desconocido para mí. Las paredes se alzan de un color azul
celeste, a mi lado hay una cama tamaño matrimonial con una mesilla de noche blanca, seguro
que es cuarzo blanco, muy raro de conseguir. Al frente de esta se encuentra un armario
probablemente hecho por un carpintero caro, seguro que era un enano, son los mejores en
cosas manuales y a su lado hay una mesa de cristal con un artefacto raro hecho de metal.
Debo estar muerta, pienso de inmediato y ahora es cuando cualquier brujo me da la
bienvenida al infierno o al cielo, lo que sea, espero que sea al cielo porque como me haya
muerto virgen para acabar en el infierno, el diablo no tendrá pista suficiente para correr. Me
quejo cuando intentan alzarme, hombre, ya podía ser un poco más delicado teniendo en
cuenta que solamente los ojos me funcionan. Apenas puedo abrir los ojos, pero no me pasa
desapercibido el rostro de aquel aspirante a elfo. Sus rasgos faciales eran suaves, un color de
piel perfecto, unos ojos grises preciosos, de grandes pestañas y gruesas cejas, una nariz
perfilada y una boca besables de todas las maneras. Sus rizos negros se escapaban del
sombrero raro que lleva puesto, pero no parecía muy largo como para eso. En ese instante
que caí inconsciente pensé que para que un ser tan hermoso me cogiera en brazos como una
princesa, definitivamente estaba en el cielo, que estúpida había sido por temer morir virgen,
quien quiere vivir no siendo virgen si me puedo encontrar a un bombón con quien perderla
muerta.

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